La impunidad del caso Montesinos en la justicia militar: El país

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La impunidad del caso Montesinos en la
justicia militar:
El país merece una explicación
David Lovatón
Aldo Blume
Instituto de Defensa Legal (IDL-SC)
1. Introducción
La constitucionalidad de la justicia militar y policial, así como sus alcances y
competencias, ha venido siendo tema de un intenso debate en los últimos años, a partir
de sendas sentencias del Tribunal Constitucional (TC) desde el año 2004. Por cierto, la
existencia de una justicia militar distinta del Poder Judicial está contemplada en la
Constitución, específicamente en su artículo 139º inciso 1º, aunque con las garantías de
la función jurisdiccional que la Carta Política consagra.
Sin embargo, el presente artículo se refiere a un caso de escándalo en la justicia militar y
policial, sucedido hace muchos años pero recién dado a conocer gracias a una
investigación llevada a cabo por el periodista Ángel Páez del diario “La República” en el
que, precisamente, no se respetaron estándares mínimos de debido proceso e
independencia judicial: el proceso que se le siguió por traición a la patria a Vladimiro
Montesinos Torres en los ochentas.
Consideramos que el actual Tribunal Supremo de justicia militar y policial le debe una
explicación al país sobre lo sucedido en este caso, pues precisamente por la falta de
garantías de debido proceso e independencia judicial, quedó en la absoluta impunidad.
La justicia militar habría ahorrado al país el inmenso daño que nos hizo este siniestro
personaje si es que hubiera sido debidamente condenado. Ahora que la justicia militar y
policial ha peleado para que el caso del espía Víctor Ariza sea juzgado en dicho fuero
privativo, todo el país espera que estas historias de impunidad no vuelvan a repetirse.
2. Las garantías de independencia e imparcialidad del juez en la justicia
militar
El derecho al debido proceso es un derecho reconocido por la Constitución
expresamente en su artículo 139º inciso 3. Este derecho, conforme lo ha señalado el
Tribunal Constitucional en reiterada jurisprudencia, tiene especial relevancia en tanto
se constituye en el instrumento de garantía de los demás derechos fundamentales. En
ese sentido, este derecho comprende un conjunto de garantías que permiten su
adecuado ejercicio. Una de estas garantías es justamente la independencia e
imparcialidad en el ejercicio de la función jurisdiccional, la cual se encuentra reconocida
en el artículo 139º inciso 2 de la Constitución.
El Tribunal Constitucional, en la sentencia recaída en el Expediente N.º 00004-2006-AI
, específicamente en sus fundamentos 18 a 20, ha desarrollado el contenido de esta
garantía, tanto en lo que respecta a la independencia como a la imparcialidad en el
ejercicio de la función jurisdiccional. Así, el principio de independencia en la función
jurisdiccional tiene dos dimensiones:
a) Independencia externa, según la cual la autoridad jurisdiccional no puede sujetarse a
ningún interés que provenga de fuera de la organización judicial en conjunto, ni admitir
presiones para resolver un caso en determinado sentido.
b) Independencia interna, la cual implica que la autoridad jurisdiccional no puede
sujetarse a la voluntad de otros órganos judiciales, salvo que medie un recurso
impugnatorio. Tampoco puede someterse a los intereses de órganos administrativos de
gobierno que existan dentro de la organización judicial.
Esta naturaleza bidimensional también es propia del principio de imparcialidad en el
ejercicio de la función jurisdiccional, pues el mismo tiene una dimensión subjetiva,
referida a que se debe evitar cualquier tipo de compromiso que pudiera tener el juez con
las partes procesales o en el resultado del proceso; y una dimensión objetiva, referida a
la influencia negativa que puede tener en el juez la estructura del sistema.
En nuestra opinión, la justicia militar, al menos tal como está regulada actualmente en
la Ley Nº 29182, específicamente en sus artículos 10º y 38º, no cumple con los
parámetros de independencia e imparcialidad en el ejercicio de la función jurisdiccional
que exige la Constitución.
El artículo 10º, al colocar como atribución del Presidente de la República el
nombramiento de los magistrados integrantes del Tribunal Supremo Militar Policial,
atenta contra la independencia externa que se debe reservar a tales magistrados por
cuanto se permite al Poder Ejecutivo interferir entonces en la orientación del accionar
jurisdiccional del Tribunal Supremo Militar Policial nombrando a los magistrados que
comulgan con sus intereses, rompiendo con ello además uno de los principios básicos de
nuestro ordenamiento jurídico, como lo es el principio de separación de poderes,
consagrado en el artículo 43º de la Constitución. Además, con tal artículo se pasa por
alto una de las atribuciones constitucionales del Consejo Nacional de la Magistratura
establecida en el artículo 154º inciso 1 de la Carta Magna, el nombramiento de los jueces
y fiscales de todos los niveles.
Asimismo, el artículo 38º, al establecer que el Cuerpo Jurídico Militar Policial, el
conjunto de operadores jurídicos del fuero militar que comprende tanto a jueces como a
fiscales, estará conformado por oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional
en situación de actividad, violenta tanto la independencia en su faceta interna como la
imparcialidad en su faceta subjetiva ya que los jueces del fuero militar, al compartir
también la condición de oficiales en actividad, se encuentran también sujetos a la
cadena de comando de su institución armada y a las directivas administrativas que se
dictan al interior de la misma. Ello implica, por ejemplo, que no pueden contradecir una
orden de su superior en grado.
En consecuencia, ante la eventualidad de que se encuentren encargados de un juicio que
compromete a uno de sus superiores jerárquicos, su imparcialidad se vería
comprometida ya que se vería expuesto a fuertes presiones para favorecer a su superior,
lo que puede derivar en condiciones propicias para que determinados delitos que deben
ser investigados y sancionados queden en la impunidad, como veremos a continuación.
3. El caso Montesinos como paradigma de la falta de estas garantías y de la
consecuente impunidad
Vladimiro Montesinos Torres es claramente conocido por su participación en los
grandes casos de corrupción que se llevaron a cabo durante el régimen fujimorista, tales
como la venta de las líneas editoriales de importantes medios de comunicación
(periódicos y televisoras) al gobierno y la intervención política y acaparamiento del
Poder Judicial. Sin embargo, poco se sabe de la irregular actuación del ex asesor
presidencial como capitán del Ejército antes de su llegada al poder de la mano de
Fujimori en 1990 y, especialmente, del juicio que tuvo que enfrentar en los años ochenta
ante tribunales militares, del cual salió sospechosamente bien librado y que le hubiera
significado una condena de 25 años de cárcel que hubiera impedido su ascenso a las más
altas esferas de poder en años posteriores y el terrible daño que eso significó para el
país.
Antecedentes
En los años del régimen militar, durante el gobierno del General Velasco, Montesinos
trabajó bajo las órdenes del General Edgardo Mercado Jarrín, siendo ambos
provenientes de la ciudad de Arequipa. En 1973, este general pasó a ser Primer Ministro,
Ministro de Guerra y Comandante en Jefe del Ejército. Fue así que Montesinos, entre
1973 y 1976, se desempeñó como integrante del Comité de Asesores del Primer Ministro
(Coaprim). Aprovechando esta posición, logró tener acceso a documentación secreta que
no le correspondía conocer, desde la relación de armamento soviético que estaba siendo
adquirido por el gobierno, información de vital importancia en un contexto en el que se
hablaba de un probable enfrentamiento bélico con Chile (gobernada en ese entonces por
el dictador Pinochet); inclusive hasta la agenda semanal del Presidente Velasco. Ya en
esta época se comentaba, como lo afirmó en 1990 el Coronel Rafael Córdova, Jefe de
Inteligencia del Ejército de ese entonces, que Montesinos remitía esta información a las
agencias de inteligencia estadounidenses.
Según el periodista Gustavo Gorriti , en estos años Montesinos estuvo involucrado en
una conspiración para realizar un golpe de Estado y defenestrar al Presidente Velasco,
quien en ese entonces se hallaba hospitalizado por un aneurisma y por la amputación de
una pierna. Montesinos trató de convencer a su jefe, el General Edgardo Mercado
Jarrín, de derrocar a Velasco. Sin embargo, no tuvo éxito ya que Mercado Jarrín dudó y
se vio presionado a declarar su apoyo a Velasco por el Embajador de Cuba, Antonio
Núñez Jiménez.
En 1975, con el retiro del General Mercado Jarrín, Montesinos solicitó ser transferido al
Ministerio de Agricultura, donde pasó a ser asesor del General Enrique Gallegos Venero,
quien fue parte del grupo de militares que apoyaron a Velasco en el golpe de Estado de
1968. No obstante, en agosto de 1976, con el ascenso al poder del General Morales
Bermúdez, como parte del proceso de expulsión de los “velasquistas”, se dispuso su
traslado al Grupo de Artillería de Campaña Nº 51, El Algarrobo, ubicado en Sullana,
Piura.
Sin embargo, Montesinos, no conforme con esta disposición, solicitó vacaciones y viajó
sin autorización de sus superiores a Estados Unidos, donde tuvo contacto con
funcionarios de la CIA, tales como Robert Hawkins, Oficial de Inteligencia, siendo
presentado inadecuadamente como asesor del Primer Ministro del Perú, el General
Guillermo Arbulú. Durante este viaje fue sorprendido por el General EP Miguel Ángel de
La Flor, representante del Perú ante la Junta Interamericana de Defensa, quien reportó
esta irregularidad. Es así que al regresar al Perú Montesinos fue detenido y sometido al
Consejo de Investigación de Oficiales, luego de lo cual fue dado de baja por medida
disciplinaria, en virtud de la Resolución Suprema N.º 0552-76, de fecha 06 de octubre
de 1976.
El gobierno peruano presentó una enérgica protesta ante la Embajada de Estados
Unidos por la invitación clandestina a Montesinos. Ésta respondió que lamentaba lo
sucedido y que estaba de acuerdo con que en el futuro ese tipo de invitaciones dirigidas
a miembros de las Fuerzas Armadas de Perú debían ser informadas al Ministerio de
Relaciones Exteriores.
El caso de Montesinos fue revisado por el General Alberto Vargas Ruiz de Somocurcio,
fiscal militar que recomendó que se acusara a Montesinos por el delito de traición a la
patria, el cual llevaba consigo la pena de muerte. Sin embargo, esta sugerencia no fue
acogida por las autoridades ya que el hacerlo implicaba cuestionar la buena reputación
que el General Mercado Jarrín tenía en el ejército. Un juicio por traición a la Patria a
Montesinos podía significar la deshonra para Mercado Jarrín, así como el
reconocimiento del Gobierno Militar que sus más importantes dispositivos de seguridad
habían sido penetrados por la inteligencia americana. Así, el 31 de mayo de 1977 el
Consejo Supremo de Justicia Militar, confirmó la sentencia del Consejo de Guerra de la
Segunda Zona Judicial del Ejército, condenando a Montesinos a 12 meses de prisión por
los delitos de desobediencia con el agravante de falsedad, por cuanto se comprobó que
fraguó documentos para poder gestionar su pasaporte.
Durante los años siguientes, Montesinos, ya expulsado de las Fuerzas Armadas, se
desempeñó como abogado de narcotraficantes, tales como Evaristo Porras Ardila,
relacionado con el cartel de Medellín, y el colombiano Waldo Vargas Arias (a) “El
Ministro”. En estos años (1980-1983), a través de la revista “Kausachum”, en
colaboración con Augusto Zimmermann Zavala, ex secretario de prensa de Velasco
Alvarado, también se dedicó a publicar información clasificada obtenida durante su
paso como asesor del gabinete ministerial, con el objetivo de desprestigiar a los oficiales
que habían puesto fin a su carrera militar.
Inicio del proceso
Estas publicaciones motivaron a que, a instancias del General Carlos Briceño Zevallos,
Comandante General del Ejército, el fiscal del Consejo de Guerra de la Segunda Zona
Judicial del Ejército, el Comandante EP Ismael Chauca Vásquez, denunciara a
Montesinos el 03 de octubre de 1983 por los delitos contra la seguridad y el honor de la
nación, previstos en el Libro Primero, Sección III, del Código de Justicia Militar. Esta
denuncia fue acogida el 11 de octubre del mismo año por el auditor suplente del Consejo
de Guerra de la Segunda Zona Judicial, el Coronel EP Ricardo González Ruiz de Castilla,
quien abrió instrucción contra Montesinos por el delito de traición a la patria. Esta
decisión fue ratificada el 13 de octubre por el Presidente del Consejo de Guerra
Permanente, el Coronel EP Jaime Montesinos Ampuero. Al día siguiente, el juez militar
permanente, el Comandante EP Florentino Cornejo Effio, ordenó recibir la instructiva
de Montesinos y dictó orden de detención contra éste. No obstante, para ese momento
Montesinos ya había huido a Ecuador pues había sacado su pasaporte 35 días antes de
que las autoridades migratorias tuvieran conocimiento de la existencia de la orden de
impedimento de salida del país.
Cabe precisar, no obstante, que una vez que Montesinos salió del país, el General Carlos
Briceño, Comandante General del Ejército, perdió interés en el caso ya que su objetivo
principal con el impulso de este proceso, hacer que Montesinos cesara de publicar
artículos difamatorios en su contra, había sido cumplido. Siendo una autoridad de
salida, no le interesaba ya a Briceño que se investigara a fondo a Montesinos ya que el
admitir que éste se había apoderado de secretos militares podía implicar también una
responsabilidad funcional por su parte al haber permitido que tales secretos fueran
vulnerados.
Principales actuaciones probatorias
- 02 de noviembre de 1983
El Jefe del Archivo Central del SIN, Comandante Leónidas Gutiérrez López, remite al
Consejo Supremo de Justicia Militar (CSJM) la “Hoja de Antecedentes Nº 480” de
Vladimiro Montesinos.
- 08 de noviembre de 1983
El procurador público del Ministerio de Guerra, Coronel EP Abraham Talavera Delgado,
solicita al juez permanente que se cite al comandante retirado Jorge Whitembury
Rebaza y que se le pida a la DINTE más información sobre Montesinos. También
solicitó que se citara a Sergio Cardenal y a Augusto Zimmerman Zavala. Sin embargo,
solo se le tomó la declaración al señor Cardenal y la DINTE nunca remitió la
información solicitada.
- 13 de diciembre de 1983
El procurador Talavera solicita embargar los bienes del estudio de Montesinos hasta por
200 millones de soles. Demanda el allanamiento del domicilio a fin de investigar la
documentación que acredite la comisión delictiva. El embargo recién se hace efectivo el
28 de diciembre.
- 01 de marzo de 1984
El juez permanente, Comandante Vicente Gerbi León, mediante edicto publicado en el
diario oficial El Peruano, cita a Montesinos para que responda por el delito de traición a
la patria.
- 06 de abril de 1984
Montesinos es declarado reo ausente. Nunca se presentó ante el juzgado militar.
- 25 de junio de 1984
El Ministro del Interior, Luis Pércovich Roca, informa al juez permanente que
Montesinos hizo declaraciones ante la embajada de Perú en Argentina y le da una copia
del documento, con la cual se demuestra fehacientemente la renuencia de Montesinos
de presentarse ante la justicia.
Pronunciamientos judiciales
El 31 de julio de 1984 el juez Vicente Gerbi León informó al Presidente del Consejo de
Guerra Permanente que no podía imputársele a Montesinos el delito de traición a la
patria ya que no se había acreditado su responsabilidad con las pruebas actuadas
judicialmente, a pesar de que aún habían testimonios claves, entre ellos el del propio
acusado, que no se habían recogido. Es por eso que esta decisión fue cuestionada el 15
de agosto del mismo año por el auditor del CSJM, el Coronel EP Óscar Gárate Burgos,
quien opinó que debía proseguirse con la instrucción de la causa ya que existían
numerosas diligencias por actuar. Es así que el 17 de agosto el Presidente del Consejo de
Guerra Permanente, el Coronel EP Jaime Montesinos Ampuero, le otorgó 20 días más a
Vicente Gerbi para concluir con las diligencias faltantes.
No obstante, tras recoger las declaraciones del Presidente del Senado, Manuel Ulloa
Elías, quien nada tenía que ver en el asunto, y de Enrique Gallegos Venero, General de
División y amigo de Montesinos, quien obviamente negó todo, el juez Gerbi León emitió
el Informe Ampliatorio N.° 120/81-1 JMP, de fecha 25 de septiembre de 1984,
ratificando no haber encontrado responsabilidad penal en Montesinos.
Finalmente, el 9 de noviembre de ese año el entonces Presidente del Consejo de Guerra
Permanente, el Coronel EP Jaime Montesinos Ampuero, resolvió sobreseer la
instrucción a Montesinos, dejando sin efecto la orden de captura, el embargo y el
impedimento de salida dictados en su contra, disponiendo asimismo la anulación de sus
antecedentes judiciales y policiales. Fundamentó su decisión en el artículo 233° de la
Constitución de 1979 y en el numeral 579 del Código de Justicia Militar, aduciendo que
tales normas permiten la absolución en ausencia y que había suficiente prueba de que
no se ha cometido el delito investigado. El 22 de enero de 1985, el secretario general del
CSJM, el Comandante EP Ismael Chauca Vásquez, certificó el sobreseimiento, a pesar
de que él mismo había ordenado la apertura de la instrucción.
A pesar de su importancia, no declararon testigos claves como los Generales EP Edgardo
Mercado Jarrín, Miguel Ángel De la Flor, Jorge Fernández Maldonado, Guillermo
Arbulú Galliani, Francisco Morales Bermúdez, Pedro Richter Prada, entre otros, que
tenían información relevante. Inclusive, el propio Montesinos jamás se presentó al
juicio.
Tampoco se tomaron en cuenta las declaraciones del Mayor EP José Fernández
Salvatecci, a quien se le encargó investigar a Montesinos por espionaje durante el
gobierno de Velasco. Éste sostuvo durante el juicio que había alertado oportunamente a
las autoridades de la apropiación ilícita de documentos de la más alta clasificación del
Ejército y del gobierno por parte de Montesinos, las cuales éste vendía a organismos de
inteligencia extranjeros, especialmente a la CIA norteamericana. Entre la información
filtrada por Montesinos destacaba la relación completa del armamento soviético del
Ejército peruano y la adquisición de material bélico de la URSS, información que
efectivamente llegó a manos del gobierno norteamericano, conforme a lo acreditado en
documentos confidenciales desclasificados por el organismo gubernamental
norteamericano The National Archives, en donde figuran declaraciones del Embajador
Robert W. Dean (quien cumplió funciones entre el 02 de mayo de 1974 y el 17 de junio
de 1977) admitiendo que contaba con información secreta sobre el armamento soviético
en poder del Perú.
Lo curioso es que a pesar de que Montesinos fue formalmente absuelto, los militares, al
menos antes de su llegada al poder con Fujimori, seguían considerándolo como un
traidor a la patria. Prueba de ello es que en julio de 1985, meses después de terminado el
juicio, el Comandante en Jefe del Ejército, Guillermo Monzón, prohibió la entrada a
Montesinos a todas las instalaciones militares.
Análisis del caso
Como puede observarse este es un proceso que presentó serias irregularidades pues se
observa una deficiente actuación de los órganos jurisdiccionales del fuero militar ya que
se obviaron la valoración de testimonios y documentos que acreditaban la
responsabilidad penal del acusado. Una imputación tan grave como la que se hizo a
Montesinos, traición a la patria, ameritaba una acuciosa investigación que implicaba
contar con la colaboración de los altos mandos militares, de quienes se supone que
Montesinos había sustraído la información. No obstante, éstos se mostraron renuentes a
colaborar pues admitir la sustracción de tal información implicaba también admitir su
responsabilidad en el incumplimiento de su deber de cautelar tal información
confidencial. En suma, la caída de Montesinos hubiera arrastrado a muchos altos
oficiales y hubiera significado una vergüenza para las Fuerzas Armadas ya que
significaba admitir que sus más altos secretos habían sido vulnerados. El juez, oficial en
actividad subordinado a estas autoridades, no estaba en condiciones de lograr hacerlas
declarar, máxime cuando el acusado, por los años en los que había laborado como
asesor del Consejo de Ministros en la época de Velasco y por su labor como abogado en
el fuero militar, tenía una importante red de contactos con estas autoridades.
Un hecho concreto que demuestra la falta de independencia de las autoridades
jurisdiccionales del fuero militar por su condición de oficiales en actividad es el hecho
de que el mismo oficial que promovió el inicio del proceso, el Comandante EP Ismael
Chauca Vásquez, es el mismo que termina certificando su sobreseimiento.
De otro lado, cabe resaltar que situaciones como las descritas líneas arriba ponen en
evidencia que tal falta de independencia e imparcialidad en el ejercicio de su función
jurisdiccional, derivada de la conjunción en el mismo sujeto de la condición de juez y de
oficial en actividad, impide que la justicia militar cumpla con su función constitucional.
De acuerdo a una interpretación conjunta de los artículos 173º, 165º y 166º de la
Constitución, esta consiste en procesar y sancionar a aquellos efectivos militares y
policiales que incurren en la comisión de un delito de función, a fin de que tanto la
Policía Nacional como las Fuerzas Armadas cuenten con efectivos disciplinados para
cumplir adecuadamente con sus responsabilidades constitucionales. Lógicamente, esta
función no se cumple si se que permite que la comisión de delitos tan graves, como es el
caso del delito de traición a la patria, queden en la impunidad.
4. Conclusión
A nuestro juicio, el Caso Montesinos en el fuero militar nos deja las siguientes
conclusiones:
a) Una justicia militar que no cuenta con adecuadas garantías de independencia e
imparcialidad para sus jueces puede derivar en un instrumento de impunidad, al punto
de contrariar la finalidad constitucional misma que la justifica, procesar y sancionar a
los efectivos militares que incurren en delitos de función, provocando su consecuente
deslegitimación y un clima de desmoralización tanto en el cuerpo militar como en el
cuerpo policial, quienes observan como la comisión de grandes crímenes que involucran
la vulneración de bienes jurídicos por cuya defensa pelean, como ocurre en el caso de
traición a la patria, queda sin ser sancionada.
b) La impunidad en la que terminó el proceso seguido a Montesinos en el fuero militar
por traición a la patria implica una grave responsabilidad histórica frente al país por
parte de los tribunales militares. Esa responsabilidad involucra tanto a los jueces
militares de ese entonces, quienes no sancionaron a Montesinos a pesar de que su
responsabilidad penal estaba acreditada y permitieron que este siniestro personaje
llegara hasta las más altas esferas del poder e hiciera tanto daño al país; como al actual
Tribunal Supremo Militar Policial, quien debe una explicación a todos los ciudadanos
por estos lamentables hechos, con la consecuente investigación y sanción de los
responsables.
c) Finalmente, este caso deja una lección a futuro para las actuales autoridades del fuero
militar, quienes deben asumir el firme compromiso de cumplir con independencia e
imparcialidad sus funciones, a fin que de la situación de impunidad en la que quedó el
Caso Montesinos no se repita en el Caso Ariza, el suboficial FAP acusado de vender
secretos militares a Chile, el cual también involucra la comisión del delito de traición a
la patria, y que actualmente se encuentra en manos del fuero militar. En ese sentido,
creemos que el Tribunal Supremo Militar Policial, antes de exigir mayores
competencias, debería de preocuparse por ejercer adecuadamente las que ya tiene,
impidiendo situaciones de impunidad que no hacen más que dañar los intereses del
país.
Publicado el 14 de abril de 2010
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