UD 12

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12
El género ensayístico.
La literatura española
en el siglo XVIII
1. Introducción
Launidadduodécimacierraellibrodelalumno,situándonosantelaliteraturadelsigloXVIII.Tras
elSiglodeOro,elllamadoSiglodelasLuces,cuyosmáximosprotagonistasyprototiposfueronlos
ilustrados,representaunperíodoliterariamentemuydistintoalanterior.Envirtuddelaexigencia
declarificaciónracional,loshombresymujeresdelXVIIIseafanaronporexplicarelmundoylas
relacionessocialesalaluzdelarazónyporconsiguiente,laliteraturadeesteperíodotendráun
carácterfundamentalmenteracionalyestaráatravesadaporelconceptodeutilidadydeprogreso.
Comolectura inicialpresentamosunodelostextosdramáticosmásrepresentativosdelaliteraturailustrada,estoes,laobradeLeandroFernándezdeMoratín El sí de las niñas,enlaqueelautor
planteauntemamuyenbogaentodoslostiemposcomoeseldelcasamientodelasmuchachasjóvenesconhombresmayores,demaneraqueseposibilitaunareflexiónposterioryseinvitaalalumnadoaexpresarsuspropiasopinionesalrespecto,deigualmodoqueharíantambiénlosilustrados.
LaseccióndeTécnicas literariasabordaungénerotípicamenteilustradocomoeseldelensayo,
pueslarazónexigíadarrespuestaacantidaddecuestionesqueloshombresymujeresdelXVIII
considerabanútilesydesumaimportancia,yparaelloelmejorgéneroeraelensayo.
Segúnhemoscomentado,laseccióndeLiteraturasededicaaestudiarlasprincipalesmanifestacionesdelaliteraturaespañoladelXVIII,ensustresgéneros:prosa,versoyteatro.
Paraterminartambiénconelrepasodelusodelasgrafías,laseccióndeOrtografíarepasaeluso
delasgrafías c, z, s ycc.
© algaida editores, S. A.
Comonovedad,incorporamosalfinalunosejerciciosqueayudanalaprendizajeyadecuaciónde
lacompetenciatextual,medianteelaprendizajedetipologíastextualesbásicasenlavidacotidiana
yquepresentansituacionesdiariasyenlasecciónRepasa la unidad,proponemosuntextoconpreguntassobreelmismodetipoprácticoquerepasantodoloaprendido,loquesecompletaconunos
Esquemas de la unidadquerecogenloscontenidosteóricosmásimportantesdelamisma.
•La lectura inicial nos permite analizar no solo claves literarias, sino temas sociales debatidos durante el siglo XVIII. Las palabras de Don Diego (especialmente a partir del verso 81) muestran
claramente la filosofía y el interés didáctico presente en los textos literarios dieciochescos. En
cuanto al lenguaje usado, los alumnos podrán comprobar cómo los diálogos presentan características más cercanas a los modos actuales. En la siguiente página web http://www.cervantesvirtual.
com/bib_aut or/ Moratin/ se puede encontrar información interesante sobre Leandro Fernández
de Moratín y otros autores significativos de la época. Puede sugerirse a los alumnos que busquen,
por ejemplo, imágenes de todos los autores citados en la unidad.
•En la sección de Técnicas literarias, además se recogen textos de autores muy representativos de
la época ilustrada, que tratan sobre temas también muy representativos de las preocupaciones de
la época, incluso recogemos un fragmento de un texto de una mujer ilustrada que formaba parte
de la RAE, doña Josefa Amar y Borbón. Es importante enseñar a los alumnado la importancia que
tuvo en el XVIII la lectura, como fuente de conocimiento y de placer y también su valor didáctico,
pues era uno de los principales valores de los que se jactaba esta sociedad. Este hecho deberá hacer
reflexionar a los alumnos y alumnas acerca de la importancia de la lectura.
•La unidad 12 presenta nuevos contenidos referentes a cuestiones literarias en la sección de Literatura. Así, se presentan los principales autores de los tres géneros literarios y se dan ejemplos
textuales de prosa, verso y teatro.
•La sección de Ortografía repasa el uso de las grafías s, c, z y cc.
•Los Esquemas de la unidad sintetizan los contenidos de literatura de la unidad a través de esquemas sinópticos que serán útiles a la hora de repasar el estudio de la unidad.
•«Repasa la unidad» recoge a través de la lectura de un fragmento de Cándido, de Voltaire, los contenidos más importantes de la unidad mediante la formulación de cuestiones (a partir de un texto)
sobre la información contenida en la misma.
© algaida editores, S. A.
•A todo ello se unen las actividades referentes a competencia textual. Ofrecemos un modelo de
documento de beca y otro de instancia, modelos de textos muy útiles para manejar en situaciones
de la vida cotidiana.
Propuesta didáctica por unidades
2. Claves didácticas de la unidad
Unidad 12
3. Actividades de atención a la diversidad
A) Actividades de refuerzo
Nombre: _____________________________________ Apellidos: ___________________________________________________________________________________
Curso: ______________________________________ Grupo: ______________________________________ Fecha: ___________ /_____________ /____________
(Calle de Lugar: y salen de Mozas de Lugar Teresa,
Pepa, Inés, Marica; y luego de Mozos Andresillo, Sebastián y juancho.)
Teresa.­—Digo, aguardaibus muchichas,
que ahí detrás viene la recua
de los Machos del Lugar.
Marica­.—Antes por la razón mesma
que vienen, nos hemos de ir,
antes que alcanzarnos puedan.
Pepa.­—Que se vayan noramala.
Marica­.—Dice muy bien la Teresa,
que son a cual más gallinas;
y ha más de semana y media
que no nos rondan de miedo.
Teresa.­—Pues siga la cantinela,
sin dejar nuestro camino,
y no hacer caso, aunque vengan.
(Sale Andresillo, Juancho­y Sebastián.)
Andresillo.­—Digo, muchichas, ¿tenéis
tabicadas las orejas
con cal y canto?
Teresa.­—Marica,
que viene la noche, arrea,
no encontremos la fantasma,
y nos dé una pataleta.
Marica­.—No importa, que ahora venimos
con hombres que nos defiendan.
Teresa.­—Sí tal.
Andresillo.­—Muchachas, ¿no veis
que ha más de un cuarto de legua
que os seguimos?
Teresa.­—¿A qué fin?
Marica­.—¡Que no lo conozcas, bestia!
por no entrar solos en el
Lugar, luego que anochezca.
Andresillo.­—Es mentira, que ninguno
conoce al miedo, y cualquiera
de los cuatro es muy bastante
para otros cuatro que vengan.
Marica­.—Ya, ya se conoce: al punto
que da la oración se encierran
en sus casas, y les ponen
cuatro trancas a la puerta.
Juancho­.­—¡Jesús, hombre, qué mentira!
Andresillo.­—Vaya, no seáis embusteras,
que una cosa es recogerse
un hombre, porque no sea
que le pille la Justicia,
u tener miedo.
Marica­.—Ea, ea,
¿qué apostamos a que no
vas a las diez a mi reja
por un buñuelo, Andresillo?
Andresillo.­—Por un buñuelo yo fuera,
y más de tu mano, toma,
aunque fuera de aquí a Ceuta;
pero si alguno lo sabe,
y lo dice, no quisiera
que peligrara tu honor.
Juancho­.­—Dice bien, que hay malas lenguas
en el Lugar.
Teresa.­—¿Y por qué,
antes que se apareciera
la fantasma, por las noches
teníais tan poca cuenta
de nuestra honra, y por más
que nos hacíamos lerdas
y sordas, estabais tercos
en rompernos las cabezas
todas las noches?
Andresillo.­—Es que,
hay muchas cosas que menguan,
según y conforme crece
en los hombres la experiencia.
Pepa.­—Bribones, id noramala,
que no es sino miedo.
Andresillo.­—Pepa,
habla mejor.
Marica­.—Dice bien,
cobardes: ¡qué no naciera
yo hombre! yo os aseguro
que habíais de correr más tierra,
solo de verme delante,
que hay desde aquí a Inglaterra;
y aún así, ¿cuánto apostáis
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De Ramón de la Cruz, un fragmento del sainete titulado El fantasma del lugar.
a que, si estiro las cejas,
y aprieto bien ambos puños,
quito a los cuatro las muelas?
Andresillo.­—No apuesto.
Los Dos­.­— Ni yo tampoco.
Marica­.—¡Qué Mozos para la guerra!
Pepa.­—Bellos cuatro Granaderos
para asaltar una almena.
Andresillo.­—Una cosa es uno, y otra
es otro: hablando de veras,
pelear hombres con hombres,
pues eso lo hace cualquiera;
pero atreverse a fantasmas,
es un trance de que cuenta
los ancianos del Lugar
muchas malas consecuencias.
Juancho­.­—Y como de esos ejemplos
quien sabe más es mi abuela:
yo con las gentes del otro
mundo jamás quiero fiestas.
Teresa.­—¿Qué gentes del otro mundo?
yo apostaré dos pesetas,
que si se examina bien,
todo es una friolera.
Marica­.—Pero si los hombres que hay
en el Lugar son muñecas.
Juancho­.­—A eso de hombre, no me trueco
por ninguno.
Andresillo.­—Yo bien fuera,
y la diera a la fantasma
un porrazo; pero mientras
que no se mete conmigo,
¿quién me mete a mí con ella?
Marica­.—¡Ah, gallinas!
Andresillo.­—Es mentira,
que soy gallo.
Marica­.—¿Cuánto apuestas
a que no vas a cantar
luego un corrido a mi reja
con esotros?
http://www.cervantesvirtual.com
1 Resume lo acaecido en el fragmento.
2 Investiga en Internet en torno a la figura de Ramón de la Cruz. Haz un resumen de su vida y obra.
3 ¿Qué es un sainete?
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4 Localiza el argumento de El fantasma del lugar, de Ramón de la Cruz, y contextualiza el fragmento.
Unidad 12
B) Actividades de ampliación
Nombre: _____________________________________ Apellidos: ___________________________________________________________________________________
Curso: ______________________________________ Grupo: ______________________________________ Fecha: ___________ /_____________ /____________
TEXTO 1: José de Cadalso
Noches lúgubres es una obra en forma de diálogo de José Cadalso Vázquez, escrita entre finales de
1772 y principios de 1773, y aparecida por entregas en el Correo de Madrid (o de Ciegos) entre diciembre de 1789 y 1790. J. A. Tamayo señaló una edición genuina en una Miscelánea erudita de piezas escogidas (Alcalá, 1792). En 1798, y en Barcelona, apareció la primera impresión en volumen independiente
(aunque al lado de su tragedia Don Sancho García). Obra oscura, impregnada de pesimismo y presagios, no es de extrañar que siguiera la moda de los Nights thoughts (1742-1745) de Edward Young
(1683-1765). Los dos personajes principales de la obra son Tediato (un joven rico) y Lorenzo (un pobre
sepulturero), que reflexionan sobre la naturaleza del hombre, la fortuna, la justicia, la razón, el amor y
el suicidio. Tediato intenta desenterrar a su amada muerta; pero el anuncio del amanecer obstaculiza
la tarea. En la segunda noche, y a la espera del sepulturero, Tediato es detenido por error. En la última
noche, los dos protagonistas vuelven a su misión fúnebre. El ambiente nocturno, el estilo poético, la
suspensión y el contraste entre los dos personajes suscitaron el interés de los románticos. La obra, que
ha sido editada por Nigel Glendinning (1961), parece incompleta (la acción queda interrumpida en la
tercera noche).
Tediato y un Sepulturero
Diálogo
Tediato.—¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos que se oyen
en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz
de esos relámpagos…,¡qué horrorosa! Ya truena.
Cada trueno es mayor que el que le antecede, y
parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en las fatigas de los hombres, se turba. El
lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna en que
se cría la esperanza de las casas; la descansada
cama de los ancianos venerables; todo se inunda
en llanto…, todo tiembla. No hay hombre que no
se crea mortal en este instante… ¡Ay, si fuese el
último de mi vida, cuán grato sería para mí! ¡Cuán
horrible ahora!
¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que
fue causa de la escena en que ahora me hallo.
Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le
espantará este aparato que Naturaleza le ofrece?
No ve lo interior de mi corazón… ¡Cuánto más se
horrorizaría! ¿Si la esperanza del premio le traerá?
Sin duda…, el dinero… ¡Ay, dinero, lo que puedes!
Un pecho solo se te ha resistido… Ya no existe… Ya
tu dominio es absoluto…
Ya no existe el solo pecho que se te ha resistido.
Las dos están al caer… Esta es la hora de cita para
Lorenzo… ¡Memoria! ¡Triste memoria! ¡Cruel memoria!
Más tempestades formas en mi alma que nubes en
el aire. También esta es la hora en que yo solía pisar estas mismas calles en otros tiempos muy diferentes de estos. ¡Cuán diferentes! Desde aquella a
estos todo ha mudado en el mundo; todo, menos
yo.
¿Si será de Lorenzo aquella luz trémula y triste que
descubro? Suya será. ¿Quién sino él, y en este lance, y por tal premio, saldría de su casa? Él es. El
rostro pálido, flaco, sucio, barbado y temeroso; el
azadón y pico que trae al hombro, el vestido lúgubre, las piernas desnudas, los pies descalzos, que
pisan con turbación; todo me indica ser Lorenzo, el
sepulturero del templo, aquel bulto, cuyo encuentro horrorizaría a quien le viese. Él es, sin duda; se
acerca; desembózome, y le enseño mi luz. Ya llega.
¡Lorenzo! ¡Lorenzo!
Lorenzo.— Yo soy. Cumplí mi palabra. Cumple
ahora tú la tuya: ¿el dinero que me prometiste?
Tediato.—Aquí está. ¿Tendrás valor para proseguir
la empresa, como me lo has ofrecido?
Lorenzo.— Sí; porque tú también pagas el trabajo.
Tediato.—¡Interés, único móvil del corazón humano! Aquí tienes el dinero que te prometí. Todo se
hace fácil cuando el premio es seguro; pero el premio es justo una vez ofrecido.
© algaida editores, S. A. Material fotocopiable autorizado.
NOCHE PRIMERA
Lorenzo.— ¡Cuán pobre seré cuando me atreví a
prometerte lo que voy a cumplir! ¡Cuánta miseria
me oprime!
Piénsala tú, y yo… harto haré en llorarla. Vamos.
Tediato.—¿Traes la llave del templo?
Lorenzo.— Sí; esta es.
Tediato.—La noche es tan oscura y espantosa.
Lorenzo.— Y tanto, que tiemblo y no veo.
Tediato.—Pues dame la mano y sigue; te guiaré y
te esforzaré.
Lorenzo.— En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin dejar un solo día de enterrar alguno o
algunos cadáveres, nunca he trabajado en mi oficio
hasta ahora con horror.
Tediato.—Es que en ella me vas a ser útil; por eso
te quita el cielo la fuerza del cuerpo y del ánimo.
Esta es la puerta.
Lorenzo.—¡Que tiemble yo!
Tediato.—Anímate... Imítame.
Lorenzo.— ¿Qué interés tan grande te mueve a tanto atrevimiento? Paréceme cosa difícil de entender.
Tediato.—Suéltame el brazo. Como me lo tienes
asido con tanta fuerza, no me dejas abrir con esta
llave… Ella parece también resistirse a mi deseo…
Ya abre, entremos.
Lorenzo.—Sí…, entremos… ¿He de cerrar por dentro?
Tediato.—No; es tiempo perdido y nos pudieran
oír. Entorna solamente la puerta porque la luz no
se vea desde afuera si acaso pasa alguno…, tan
infeliz como yo, pues de otro modo no puede ser.
Lorenzo.—He enterrado por mis manos tiernos niños, delicias de sus mayores; mozos robustos, descanso de sus padres ancianos; doncellas hermosas,
y envidiadas de las que quedaban vivas; hombres
en lo fuerte de su edad, y colocados en altos empleos; viejos venerables, apoyos del Estado… Nunca temblé. Puse sus cadáveres entre otros muchos
ya corruptos, rasgué sus vestiduras en busca de alguna alhaja de valor; apisoné con fuerza y sin asco
sus fríos miembros, rompiles las cabezas y huesos;
cubrilos de polvo, ceniza, gusanos y podre, sin que
mi corazón palpitase…, y ahora, al pisar estos umbrales, me caigo…, al ver el reflejo de esa lámpara
me deslumbro…, al tocar esos mármoles me hielo…, me avergüenzo de mi flaqueza. No la refieras
a mis compañeros.
¡Si lo supieran, harían mofa de mi cobardía!
Tediato.—Más harían de mí los míos, al ver mi arrojo. ¡Insensatos, qué poco saben!… ¡Ah! Me serían
tan odiosas por su dureza como yo sería necio en
su concepto por mi pasión.
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1 Investiga en torno a la obra Noches lúgubres, de José de Cadalso. ¿Qué quiere decir que anticipa el
movimiento romántico?
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2 En relación con la cuestión anterior, enumera las características del texto.
Unidad 12
TEXTO 2: Hemos seleccionado un fragmento de Teatro crítico universal, de Feijoo.
Causas del amor
2. ¿Mas qué hemos de decir del amor que no esté
ya dicho infinitas veces? ¿Será bien que repitamos,
ni aun en compendio, lo que está esparcido en
innumerables libros, o bien refiriendo mil vulgarizadas historias, o bien tejiendo una rapsodia de
sentencias de filósofos y poetas? A la verdad, esto
es lo que se estila, no solo en esta materia, sino en
todas. Respecto de cualquier asunto, los escritores
(mejor los llamaremos escribientes) son muchos,
los autores rarísimos. La producción de los libros
comunísimamente es producción unívoca.
Llaman así los filósofos de la escuela a aquella producción en que el efecto es de la misma especie
que su causa. ¿Qué quiero decir? Que los libros
comunísimamente son hijos de otros libros, no de
la idea y entendimiento de los que los escriben.
¡Oh, cuántos grajos no hacen sino repetir lo que
cantaron algunos cisnes! ¡A cuántos vivos no se
oyen sino los ecos de las voces de algunos muertos! ¡Cuántas cornejas solo se adornan de ajenas
plumas! Aun sería tolerable si estos escribientes supiesen dar a lo que trasladan una nueva agradable
forma. Mas lo que a cada paso se ve, es que de
preciosos materiales fabrican torpísimos edificios,
y de bellas pinturas sacan en la copia infelices mamarrachos…
4. A la filosofía pertenece examinar las causas de
las cosas. ¿De qué causas nace o pende el amor?
Cuatro géneros de causas distinguen los filósofos:
eficiente, material, formal y final. La eficiente es el
sujeto amante, y él mismo también es causa material, uno y otro mediante la alma como potencia remota y radical, y la voluntad como potencia formal
y próxima. La final es la bondad del objeto amado.
Causa formal no la hay aquí, porque el mismo amor
es forma, que denomina al sujeto amante; y según
el axioma filosófico, para una razón formal no hay
que buscar otra razón formal.
5. Todo lo dicho es clara y llana filosofía; pero en el
lenguaje común de los hombres se ha hecho gran
lugar un axioma que incluye con las causas expre-
sadas otra distinta de ellas. El axioma es que la semejanza es causa del amor…
11. Descendamos ya de las especulaciones filosóficas y metafísicas a las observaciones experimentales. ¿Qué muestra en nuestro propósito la experiencia? Lo mismo que la razón; esto es: que ni la
semejanza tiene conexión alguna con el amor, ni la
desemejanza con el odio. En todo género de amores señalaremos experimentos. Más semejante es
el hombre feo a la mujer fea que a la hermosa; con
todo ama a esta y no a aquella.
Más semejante es la mujer de ánimo flaco y débil
al hombre pusilánime que al valeroso; con todo,
ama a este y desestima a aquel. Ferrum est, quod
amant, dice Juvenal de todas las mujeres con ocasión de hablar de Hippia, enamoradísima de un
gladiador feísimo. Más semejantes son recíprocamente los individuos de un mismo sexo que los
de sexo diferente; con todo, los de sexo diferente se aman más. Ni se me diga que esto solo se
verifica en el amor torpe, pues es cierto que no
hablaba David, respectivamente, al amor torpe,
cuandopara encarecer la eminente amabilidad de
Jonatás dijo que era más amable que las mujeres:
Amabilis super amorem mulierum. Amaba extremamente Amnon a su hermana Thamar; insultola
violentamente, y al punto empezó a aborrecerla
aún más que la había amado antes. Pregunto si antes del insulto era Thamar semejantísima a Amnon
y mediante el insulto se hizo desemejantísima. Tan
semejante se quedó como era antes; y con todo,
Amnon pasó, respecto de ella, de un grande amor
a un sumo odio. ¡Cuántos cada día de enemigos
se hacen amigos, de amigos enemigos, sin alterarse un punto la semejanza o desemejanza que hay
entre ellos!
12. Muchos hombres han amado y aman más a
tales o tales brutos, ya en individuo, ya en especie, que a cuanto hay escogido en la propia. Este
es perdido por perros y no piensa en otra cosa;
aquel, por caballos; el otro por pájaros. ¡Cuántos
han sentido más la muerte de un ruiseñor que la
de un vecino! ¡Cuántas damiselas lloraron más la
de una perrilla que la de una parienta! Omitiendo
como fabuloso, (y acaso no lo será) lo que Homero
dice de Andrómaca, mujer de Héctor, que amaba
y cuidaba más de los caballos del marido que del
marido mismo. Calígula amaba tanto a un caballo
suyo velocísimo, que más de una vez le tuvo por
convidado a su mesa y le hacía ministrar vino en
vasos de oro. Xifilino lo dice. El emperador Antonino Vero, a otro, que amaba con igual extremo y
se le murió, dio magnífico sepulcro, y mandó ha-
© algaida editores, S. A. Material fotocopiable autorizado.
1. Un afecto, que es el primer móvil de todas las
acciones humanas, príncipe de todas las pasiones,
monarca, cuyo vasto imperio no reconoce en la tierra algunos límites, máquina con que se revuelven
y trastornan reinos enteros, ídolo que en todas las
religiones tiene adoradores; en fin, astro fatal, de
cuya influencia pende la fortuna de todos, pues
según sus varios aspectos (quiero decir, según su
mira a objetos diferentes), a unos hace eternamente dichosos, a otros eternamente infelices; un
afecto, digo, dotado de tales prerrogativas, bien
merece algún lugar en este teatro.
cer simulacro de oro que le representase, que traía
siempre consigo. Cuéntalo Marco Antonio Sabelico. Craso derramó lágrimas por la muerte de una
murena que tenía domesticada. Refiérelo Plutarco.
Pregunto si todos estos contemplaban mayor semejanza con ellos en los brutos que hicieron objeto
de su cariño que en los individuos de su especie.
Contemporáneo de Craso, el enamorado de la murena, fue Domicio, el cual, increpando a aquél so-
bre haber llorado la muerte de un pez, Craso, discretamente le recriminó sobre el extremo opuesto,
porque había enterrado tres mujeres sin tributar ni
una lágrima sola a ninguna de ellas. ¿Había alguna semejanza mayor entre Craso y su murena que
entre Domicio y sus esposas? ¿Quién pronunciará
tal quimera?
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1 Investiga en torno a la vida de Fray Benito Jerónimo Feijoo. Expón tus investigaciones en clase.
2 ¿Cuáles son las intenciones del autor al escribir el Teatro Crítico Universal?
3 Localiza en Internet el resto del capítulo dedicado a las causas del amor y esquematiza su contenido.
© algaida editores, S. A. Material fotocopiable autorizado.
4 ¿Crees que los textos de Feijoo son actuales?
Unidad 12
4. Prueba de evaluación
Nombre: _____________________________________ Apellidos: ___________________________________________________________________________________
Curso: ______________________________________ Grupo: ______________________________________ Fecha: ___________ /_____________ /____________
1 En esta unidad nos centraremos en el ensayo y practicaremos fórmulas para convencer a nuestro
interlocutor.
a) El ensayo:
• El editorial es un subgénero periodístico que representa la ideología del periódico. Selecciona un
editorial y resume su contenido a tus compañeros.
•Relee el ensayo incluido en la unidad 12 de tu libro de texto. Trata de responder siguiendo el modelo de los editoriales trabajados en la actividad anterior.
b) Para convencer mejor:
•Necesitas convencer a tu interlocutor de lo siguiente. ¿Qué argumentos usarías?:
•La dieta mediterránea es sana.
•Es mejor una biblioteca que una discoteca.
•La inmigración es buena para nuestra comunidad.
•Hablar es mejor que discutir.
•No me gusta la televisión basura.
2 Características del teatro en el siglo XVIII.
3 Autor y argumento de La comedia nueva o El café.
4 ¿Qué son las fábulas? Presencia de este subgénero en el siglo XVIII.
5 Lee el siguiente texto y responde después a las siguientes cuestiones:
a) Localiza la obra a la que corresponde el fragmento y presenta a su autor.
b) Contextualiza el fragmento en relación con el resto de la obra.
Don Diego.– Sí señor… Ya lo he mirado bien y lo
tengo por cosa muy acertada.
Simón.– Seguro que sí.
Don Diego.– Pero quiero absolutamente que no se
sepa hasta que esté hecho.
Simón.– Y en eso hace usted bien.
Don Diego.– Porque no todos ven las cosas de una
manera, y no faltaría quien murmurase, y
dijese que era una locura, y me…
Simón.– ¿Locura? ¡Buena locura!… ¿Con una chica
como esa, eh?
Don Diego.– Pues ya ves tú. Ella es una pobre…
Eso sí… Porque aquí entre los dos, la buena de
Doña Irene se ha dado tal prisa a gastar desde que
murió su marido que, si no fuera por estas benditas
religiosas y el canónigo de Castrojeriz, que es también su cuñado, no tendría para poner un puchero
a la lumbre… Y muy vanidosa y muy remilgada, y
hablando siempre de su parentela y de sus difuntos, y sacando unos cuentos allá que… Pero esto
no es del caso… Yo no he buscado dinero, que dineros tengo. He buscado modestia, recogimiento,
virtud.
Simón.– Eso es lo principal… Y, sobre todo, lo que
usted tiene ¿para quién ha de ser?
Don Diego.– Dices bien… ¿Y sabes tú lo que es
una mujer aprovechada, hacendosa, que sepa cuidar de la casa, economizar, estar en todo?… Siempre lidiando con amas, que si una es mala, otra es
peor, regalonas, entremetidas, habladoras, llenas
de histérico, viejas, feas como demonios… No señor, vida nueva. Tendré quien me asista con amor
© algaida editores, S. A. Material fotocopiable autorizado.
c ) ¿Cuál es la intención de la obra?
y fidelidad, y viviremos como unos santos… Y deja
que hablen y murmuren y…
Simón.– Pero, siendo a gusto de entrambos, ¿qué
pueden decir?
Don Diego.– No, yo ya sé lo que dirán; pero… Dirán que la boda es desigual, que no hay proporción en la edad, que…
Simón.– Vamos, que no parece tan notable la diferencia. Siete u ocho años a lo más…
Don Diego.– ¡Qué, hombre! ¿Qué hablas de siete u
ocho años? Si ella ha cumplido dieciséis años pocos meses ha.
Simón.– Y bien, ¿qué?
Don Diego.– Y yo, aunque gracias a Dios estoy robusto y… Con todo eso, mis cincuenta y nueve
años no hay quien me los quite.
Simón.– Pero si yo no hablo de eso.
Don Diego.– Pues ¿de qué hablas?
© algaida editores, S. A. Material fotocopiable autorizado.
Simón.– Decía que… Vamos, o usted no acaba de
explicarse, o yo lo entiendo al revés… En suma,
esta Doña Paquita, ¿con quién se casa?
Don Diego.– ¿Ahora estamos ahí? Conmigo.
SIMÓN.– ¿Con usted?
Don Diego.– Conmigo.
Simón.– ¡Medrados quedamos!
Don Diego.– ¿Qué dices?… Vamos, ¿qué?…
Simón.– ¡Y pensaba yo haber adivinado!
Don Diego.– Pues ¿qué creías? ¿Para quién juzgaste que la destinaba yo?
Simón.– Para Don Carlos, su sobrino de usted, mozo
de talento, instruido, excelente soldado, amabilísimo por todas sus circunstancias… Para ese juzgué
que se guardaba la tal niña.
Don Diego.– Pues no señor.
Simón.– Pues bien está.
Don Diego.– ¡Mire usted qué idea! ¡Con el otro la
había de ir a casar!… No señor; que estudie sus
matemáticas.
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