AÑO 4 N° 16 febrero 2012

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CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LAMBAYEQUE
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AÑO 4 N° 16 febrero 2012
PRESENTACIÓN
C
onstituye motivo de privilegio
tener que realizar la presentación
de este invalorable documento
jurídico el que alberga en su
interior trabajos de investigación en temas
de gran notoriedad, contribuyendo al
bagaje doctrinario en las diversas materias
del Derecho.
Parece ayer cuando salió a la palestra
IPSO JURE, revista virtual que hoy alumbra
su décimo sexta edición, la misma que por
su contenido pretende coadyuvar al vasto
conocimiento de sus lectores, quienes ya le
han otorgado la categoría y el lugar que se
merece.
La Corte Superior de Justicia de Lambayeque, que me honro en presidir, se enaltece
por tener en su seno una de las revista jurídicas virtuales con una notable producción en
el norte del país; habiendo cruzado las fronteras, ya que es muy visitada por operadores
del derecho de diferentes países de latinoamérica y por qué no decirlo también de Europa
como España; prueba de ello es tener escritores de reconocida trayectoria internacional
en el mundo jurídico como los destacados Manuel Atienza, Vicente Gimeno Sendra, entre
otros, con publicación en ediciones anteriores.
Aún mayor es nuestra satisfacción y gratitud saber que nuestros connacionales tienen
una fluida y mayoritaria participación en la revista y entre ellos nuestros magistrados y
auxiliares jurisdiccionales de nuestra Sede Judicial.
Es propicia la oportunidad, para agradecerle a usted amigo lector por no solamente ser
un asiduo lector, sino también a compartir con nosotros artículos de investigación y ser
publicados en esta exitosa revista, convertida ya en una gran herramienta jurídica, que ha
permitido en el universo de sus publicaciones absolver algunos cabos sueltos en materia
sustantiva o procesal.
A la comunidad jurídica, decirles que con su contribución fortalecen el sacrificado
y arduo trabajo que viene realizando en cada edición, el director de IPSO JURE, doctor
Edwin Figueroa Gutarra; pues su firme compromiso junto al equipo que lo acompaña
permiten la calidad de las publicaciones, siendo loable destacar también las cualidades
de los investigadores del derecho.
La convicción, es que, esta edición es muy bien recibida por sus asiduos lectores, ya
que son ellos quienes con todo derecho aseguran que han encontrado en IPSO JURE el
espacio que faltaba cubrir la web en cuanto al aspecto jurídico. Por esto y más, bienvenida
la presente edición, primera en lo que va del año en curso.
Chiclayo, febrero año 2012.
DR. CARLOS ALFONSO SILVA MUÑOZ
Presidente CSJLA.
2
CONSEJO DIRECTIVO DE LA REVISTA
IPSO JURE
- Dr. Carlos Silva Muñoz, Presidente de Corte y Presidente del Consejo Directivo de la revista.
- Dr. Edwin Figueroa Gutarra, director de la revista y representante de los señores Jueces Superiores.
- Dras. Carmen Ravines Zapatel y Lita Paola Regina Alvarado Tapia, en representación de los señores Jueces Civiles.
- Dr. Oscar Burga Zamora, en representación de los señores Jueces Penales.
- Dras. Clara Odar Puse y Esmeralda Carlos Peralta, en representación de los señores Jueces de Paz Letrados.
Auxiliares jurisdiccionales de apoyo:
- Dras. Elia Jovanny Vargas Ruiz, Sara Véronica Vera Zuloeta.
3
INDICE
ENTREVISTA AL DR. JOSÉ DE RESENDE CHAVES JUNIOR (BRASIL)
6
JOSÉ DE RESENDE CHAVES JUNIOR
LA IMPRESCRIPTIBILIDAD EN RELACIÓN A LOS CRÍMENES DE LESA
HUMANIDAD: NOTAS RELEVANTES A LA STC 0024-2010-PI/TC 8
EDWIN FIGUEROA GUTARRA
LA INTERPRETACIÓN JUDICIAL
16
AMANDA GALLEGO BLANDÓN (COLOMBIA)
LA PREDICTIBILIDAD EN EL DERECHO: UNA FUNCIÓN DE TUTELA DE
DERECHOS MEDIANTE LA SEGURIDAD JURÍDICA
28
GONZALO CRUZ SANDOVAL
EL COMISO COMO PROCEDIMIENTO SANCIONADOR LLEVADO
A CABO POR SUNAT - ASPECTOS DE RELEVANCIA CONSTITUCIONAL 38
JOY MILLONES SANCHEZ SANTOS
LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA LABORAL 44
LUIS MANUEL SANCHEZ FERRER CHAVEZ
EL DERECHO DE DEFENSA.
CONTENIDO CONSTITUCIONAL Y DIMENSIONES 62
DAISY JULISSA LÁZARO ACEVEDO
EL EMBARGO COMO ÚNICA MEDIDA DE COERCIÓN PROCESAL REAL,
¿SATISFACE LAS NECESIDADES JURÍDICAS DEL ACTOR CIVIL
EN EL NUEVO PROCESO PENAL?
73
EMERSON FUENTES TASAYCO
LA VULNERACIÓN DEL DERECHO AL PLAZO RAZONABLE EN LAS
DILIGENCIAS PRELIMINARES EN LA LEGISLACION PROCESAL PENAL 92
FELICITA DIAZ VARGAS
EL DELITO DE SECUESTRO Y LAS FACULTADES COERCITIVAS
DE LAS RONDAS CAMPESINAS WILMER ALEXANDER VILLALOBOS OBANDO
4
98
PALABRAS DEL DIRECTOR
Estimados amigos:
Iniciamos este año 2012 con nuestra primera edición trimestral, la cual en esta oportunidad
presenta algunos valiosos testimonios como la entrevista a José de Resende Chávez Junior
(Brasil), con un tema que reviste suma actualidad y es el extraordinario desarrollo de la
Red Latinoamericana de Jueces REDLAJ en estos últimos 5 años.
La REDLAJ se inicia, como describe José Chaves,1 en la entrevista en esta edición, por
iniciativa de un grupo de becarios de la Cooperación Española en el año 2006 en el propósito
de afianzar los lazos profesionales y de amistad entre los jueces latinoamericanos,
iniciativa que luego es extendida a los colegas de la Madre Patria. Comienza, es cierto,
como un proyecto latinoamericano dado que precisamente los becarios de los cursos de la
Cooperación Española son de países latinoamericanos mas no se ha convertido ello en una
regla cerrada sino de inclusión y prueba de ello es el importante aporte de magistrados y
académicos españoles a esta iniciativa de la REDLAJ.
Los 5 Congresos desarrollados en estos 5 años son una muestra evidente de que la
proyección de labores va in crescendo y la expresión cualitativa de este grupo, se ve a su
vez complementada por un importante número de agremiados: más de 500 miembros
expresan una imagen de consolidación de lo que la REDLAJ busca sustantivamente:
convertirse en un medio que prestigie la actividad judicial, que trabaje por lograr la
efectividad del derecho y la integración de los países latinoamericanos, propósitos que
a su vez se ven expresados a través del apoyo a la judicatura latinoamericana en sus
diversos ámbitos: institucional, profesional, social, etc., en la búsqueda de la consolidación
del trabajo de los jueces de todos los países latinoamericanos como una expresión de
inteligencia colectiva y bajo los más nobles propósitos de unión profesional.
Hemos resultado honrados- a nivel de esta Dirección- con nuestra participación en los 2
últimos años, en los Congresos de Cartagena (Colombia) y Lima (Perú), y la participación
académica e institucional de los jueces ha sido un punto de fortaleza innegable. Este año
2012 la cita debe concretarse en México y la proyección de Comisiones de Trabajo se
ha incrementado ostensiblemente en el propósito de multiplicar esfuerzos de adhesión a
todas las disciplinas vinculadas al trabajo judicial.
Vemos pues esfuerzos centrados en destacar la importancia del trabajo de los jueces,
quienes no solo resolvemos conflictos sino aspiramos a asumir un rol líder en la conducción
de nuestros Despachos, de nuestra institución y a coadyuvar esfuerzos por un mejor país
con un Poder Judicial fuerte, autónomo y partícipe real en el desarrollo del país.
Hasta la próxima edición.
El Director
1
Vicepresidente de REDLAJ. Esta entrevista fue desarrollada cuando el Dr. Chaves era aún Presidente de REDLAJ en noviembre de 2011. Hoy la
Presidencia es ejercida por Elbia Barrios (Perú).
5
LA RED LATINOAMERICANA DE JUECES REDLAJ
ENTREVISTA AL DR. JOSÉ DE RESENDE CHAVES JUNIOR (BRASIL)
JOSÉ DE RESENDE CHAVES JUNIOR
IPSO JURE entrevistó al Dr. José de Resende Chaves Júnior, Vice Presidente de la Red
Latinoamericana de Jueces y Juez Auxiliar de Presidencia del Consejo Nacional de Justicia
de Brasil, con quien tuvimos oportunidad de intercambiar algunos criterios sobre la
REDLAJ y su rol en Latinoamérica.
IJ: Dr. Chaves, ¿cuáles son los objetivos de REDLAJ y cuál fue su origen?
José Chaves Júnior
JChJ: La Red Latinoamericana de Jueces fue creada el 24 de noviembre de 2006, en la
asamblea general llevada a efecto en la Escuela Judicial de España, en Barcelona durante la
realización de la Aula Iberoamericana, edición 2006. Es un organismo de derecho privado,
sin fines de lucro. Su objetivo es congregar a los Jueces Latinoamericanos para desarrollar
mecanismos de cooperación judicial e integración a partir de un marco de confianza y
inteligencia colectiva. Tiene por objetivos defender y representar intereses y prerrogativas
ante las autoridades y entidades nacionales y internacionales, pugnando por el creciente
prestigio de la actividad judicial, por la efectividad del Derecho y la integración de los países
latinoamericanos. Están llamados a asociarse los jueces y magistrados latinoamericanos que
ejerzan o hayan ejercido la magistratura en los países latinoamericanos, los participantes
del Curso Aula Iberoamericana promovido por el Consejo General del Poder Judicial de
España, en cualquier de sus ediciones, y las asociaciones, instituciones y órganos de países
Iberoamericanos cuyas finalidades y objetivos sean convergentes con los de la Asociación.
IJ: ¿Cuál es el balance de REDLAJ en estos años de existencia?
JChJ: REDLAJ ha tenido una expansión impresionante. Ha empezado con un pequeño
grupo de 20 jueces y hoy ya tiene más de 600 asociados de 19 países de América del
Sur, Centroamérica, Caribe y México. REDLAJ ya ha realizado 5 congresos internacionales
sobre cooperación judicial, que es su tema central: el primer en Barcelona, en 2007, el
segundo en Santiago de Chile, 2008; el tercero en Fortaleza, Brasil; el Cuarto en Cartagena
de Indias, Colombia, en 2010 y el último en Lima, Perú, en 2011. Además ha organizado
varios seminarios internacionales, presenciales y virtuales. Tiene varias comisiones
constituidas, como la Comisión de Justicia Familiar, de Comisión Iberoamericana
para la Justicia Comercial, Comisión Latinoamericana de Derecho y Justicia Familiar,
Comisión Latinoamericana de e-Justicia, Comisión Latinoamericana de Derechos
Humanos y Independencia Judicial. Hemos realizado dos informes internacionales,
en caso da la Jueza Afiuni, que ha sido injustamente encarcelada en Venezuela, y
sobre el despido de los jueces de Honduras. Los dos informes han sido distribuidos a
la Organización de los Estados Americanos - OEA. En diciembre de 2009, la REDLAJ
fue invitada a integrar, como observadora oficial, la Cumbre Judicial Iberoamericana.
IJ: ¿En qué forma desarrolla REDLAJ el ideal de la unión de jueces? ¿Es de Latinoamérica
o Iberoamérica?
JChJ: Su ideal de integración judicial latinoamericana es desarrollado desde los congresos,
comisiones internacionales, intercambios internacionales de autoridades judiciales,
6
pasantías de jueces en los países, además de gestiones políticas y académicas para
defender la idea de creación de un tribunal comunitario para Latinoamérica, teniendo
como paradigma el tribunal de justicia europeo, con sede en Luxemburgo. Es una entidad
de Latinoamérica, pero como tenemos muchos lazos con España y Portugal (en caso de
Brasil) hay una cooperación con varias entidades de la academia y de los poderes judiciales
de estos países.
IJ: ¿Es realmente posible alcanzar el expediente electrónico y alejar la cultura “del papel”?
JChJ: En Brasil ya tenemos más de 3 millones de expedientes totalmente sin papel. Miliares
de ellos en todas las instancias. El problema no es más bien la cultura del papel, sino de la
escritura. El medio electrónico posibilita una radicalización de la oralidad metodológica,
ya que no se necesita de un acta escrita de la audiencia, sino de un archivo de video.
Las manifestaciones pueden ser totalmente orales, incluso los fallos y sentencias. Radica
en eso el verdadero cambio paradigmático. No es un sencillo cambio del medio papel
para lo electrónico, sino un cambio de racionalidad procesal. El proceso electrónico
tiene principios propios y distintos, tales como: principio de la conexión, principio de la
inmaterialidad, principio de la interacción, principio de la desterritorialización, principio
de la intermediariedad, principio de la hiperrealidad y principio de la instantaneidad. Hay
que reconstruir toda la teoría general del proceso.
Muchas gracias, Dr. Cháves. Quedamos agradecidos a su persona por su valiosa participación.
7
LA IMPRESCRIPTIBILIDAD EN RELACIÓN A LOS
CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD: NOTAS RELEVANTES
A LA STC 0024-2010-PI/TC
Edwin Figueroa Gutarra1
Introducción. 1. Notas relevantes respecto a la sentencia 0024-2010-PI/TC. 1.1.
Inconstitucionalidad de una norma derogada. 1.2. Crímenes de lesa humanidad y
persecución penal 1.3. El derecho fundamental a la verdad. 1.4. Inconstitucionalidad por
conexión. A modo de conclusión
Introducción
La imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, como institución del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, trasunta una primera idea matriz de impedir
términos de orden formal y material a efectos de investigar determinado tipo de delitos, en
el propósito de privilegiar la potestad persecutora del Estado respecto a ciertos crímenes,
cuya grave connotación logra relativizar una institución afianzada en el principio de
legalidad penal como sucede con la prescripción de la acción penal.
La STC 024-2010-PI/TC, a propósito del Decreto Legislativo 10972, nos deja algunas
reflexiones que conviene puntualizar por tratarse de temas relevantes a propósito de las
relaciones de conflicto entre el Derecho Constitucional y el Derecho Penal, entre ellos,
el de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad3. Resulta pues válido
indaguemos, de inicio, qué entendemos como crímenes de lesa humanidad y cuáles tipos
de delitos se encuentran en esta categoría4, significando esta diferenciación una notoria
importancia en tanto no por ser una determinada acción un delito grave en contra de los
derechos humanos esenciales, como la vida, necesariamente deba revestir el nomen iuris
de crimen de lesa humanidad.
El D.L. 1097 partió de un supuesto que pretendió hacer válido a partir de una categoría
interpretativa del Derecho Penal: el sobreseimiento como institución penal a fin de
extinguir la pretensión punitiva del Estado en relación a conductas típicas, antijurídicas y
culpables, susceptibles de una sanción en sede penal. Más aún, pretendió hacer valer los
postulados procedimentales del nuevo modelo procesal penal, a fin de aplicar las normas
respecto a sobreseimiento, figura que produce los efectos de la cosa juzgada, a aquellos
procesos relativos a graves violaciones a los derechos humanos así como a delitos contra
la humanidad previstos en el Código Penal de 1991.
1
Doctor en Derecho. Juez Superior Titular Lambayeque, Perú. Profesor Asociado Academia de la Magistratura del Perú. Docente Área Constitucional Universidad San Martín de Porres, Filial Chiclayo, Lambayeque. Becario del Consejo General del Poder Judicial de España por su participación en
los cursos La garantía internacional de los derechos humanos y su impacto en el Derecho Constitucional de los Estados. Montevideo, Uruguay, 2010; y La
Constitucionalidad de las Leyes, Cádiz, España, 2009. Becario del curso de DD.HH. en la Washington College of Law de la American University, Washington D.C., EE.UU., 2009. [email protected]
2
Norma que adelantaba la vigencia del nuevo Código Procesal Penal con la finalidad de establecer un marco regulatorio uniforme respecto de
los delitos que implicaban violación de derechos humanos.
3
Los crímenes de lesa humanidad tuvieron una mención inicial en el Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Nürenberg. Hoy corren
descritos por el artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional. (Estatuto de Roma).
4
El artículo 7 del Estatuto de Roma prevé como crimen de lesa humanidad, las acciones parte de un ataque generalizado o sistemático contra
una población civil y con conocimiento de dicho ataque: a) Asesinato; b) Exterminio; c) Esclavitud; d) Deportación o traslado forzoso de población; e) Encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional; f) Tortura; g) Violación, esclavitud
sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable; h) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género definido en el párrafo 3, u otros
motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con cualquier acto mencionado en el presente
párrafo o con cualquier crimen de la competencia de la Corte; i) Desaparición forzada de personas; j) El crimen de apartheid; k) Otros actos inhumanos de
carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física.
8
La respuesta social de la comunidad jurídica en relación a dicho dispositivo, fue de
manifiestas reacciones contrarias y la norma en mención tuvo una vigencia muy
corta, lo cual no impidió, en su momento, la interposición del respectivo proceso de
inconstitucionalidad, a partir de la premisa de la grave colisión del dispositivo aludido
con la doctrina del ius cogens1 respecto a la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa
humanidad, y con los sobreseimientos o mecanismos de extinción de la acción penal por
estos delitos de suyo especiales.
Pues bien, nos pretendemos avocar a determinar algunas ideas relevantes que nos deja
la sentencia en comento, a partir del pronunciamiento que expulsa del ordenamiento
jurídico el D.L. 1097 y extingue sus efectos plenamente, poniendo de manifiesto el tema
de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad.
1. Notas relevantes respecto a la sentencia 0024-2010-PI/TC
1.1. Inconstitucionalidad de una norma derogada
Una primera cuestión de interés a determinar respecto al Decreto Legislativo 1097, es la
interrogante que se desprende a partir de la viabilidad de la interposición de un proceso
de inconstitucionalidad contra una norma derogada. En efecto, a la fecha de expedición de
la sentencia, la norma ya se encontraba derogada.
Un razonamiento silogístico podría conducirnos a señalar que si un proceso de
inconstitucionalidad pretende expulsar una norma del ordenamiento jurídico, siguiendo la
mecánica kelseniana de los fines de existencia de un Tribunal Constitucional, y la norma ya
se encuentra derogada, en apariencia no tendría mayor argumento perseguir un proceso
de inconstitucionalidad a partir de una norma que ya fue dejada sin efecto.
Sin embargo, el caso de los procesos de inconstitucionalidad contra normas derogadas,
ataca un aspecto puntual de consecuencias jurídicas: los efectos de que la ley cuestionada,
durante su vigencia, hubiera podido causar, a propósito de su ámbito de aplicación y de
los derechos que se pudieran haber generado durante la vigencia de la norma objeto de
cuestionamiento. Es en el caso de ataque a los efectos de aplicación de la ley cuestionada,
cuando un proceso de inconstitucionalidad de este tipo tiene consistencia procedimental
y material.
En el caso que nos ocupa, el D.L. 1097, en su corto período de vigencia2, estuvo habilitada
para recibir las peticiones de sobreseimiento a propósito de su período de aplicación
y aunque no conocemos de una petición al respecto, es evidente que en los 14 días de
vigencia de la norma, bien pudo formularse una petición para que una causa por crímenes
de lesa humanidad, pudiera merecer sobreseimiento.
En propiedad importa pues diferenciar, en un primer orden, sustracción de la materia,
figura que no exige un pronunciamiento sobre el fondo, en vista de concurrir elementos de
juicio que hacen inviable la estimación o desestimación propiamente dichas. En segundo
plano, la derogación propiamente dicha no necesariamente elimina los efectos de la ley
1
2
Como norma imperativa de Derecho Internacional, susceptible de aplicarse erga omnes y que no admite pacto en contrario.
Solo duró 14 días, del 01 al 14 de setiembre de 2010, cuando fue derogado por la Ley 25972.
9
derogada, en cuanto a su capacidad reguladora, esto es, es viable una consecuencia
jurídica de la norma en tanto hubiera surtido potestad aplicativa. Finalmente, conforme
señala el Tribunal Constitucional1, “la declaración de inconstitucionalidad “aniquila” todo
efecto que la ley pueda cumplir” es decir, no deja margen alguno de aplicación de la norma.
1.2. Crímenes de lesa humanidad y persecución penal
Es en las premisas ontológicas del principio- derecho a la igualdad, donde el Tribunal
Constitucional desarrolla argumentativamente su posición más crítica respecto a la
inviabilidad constitucional de la norma cuestionada, y efectivamente su razonamiento se
ciñe a la no necesidad de establecer un tratamiento diferenciado respecto de los autores
de crímenes de lesa humanidad, a fin de beneficiarlos con el sobreseimiento, con relación
a otros grupos de sujetos perseguidos por sus delitos.
En efecto, como premisa de partida respecto al examen de igualdad, el Tribunal señala:
“Constatado el tratamiento diferenciado y la ausencia de justificación objetiva y razonable
que lo sustente, la medida disímil deviene en violatoria del principio- derecho de igualdad”2. El
aspecto de cuestionamiento directo fue por qué establecer un tratamiento especial para
los autores de estos crímenes, beneficiándolos con la figura del sobreseimiento si estos
delitos estaban categorizados como ilícitos pluriofensivos, es decir, en la medida que la
persecución penal de los crímenes de lesa humanidad, goza de un status especial en el
sentido de impedimento tanto de reglas de sobreseimiento y prescripción de la acción
penal, en tanto se trata de delitos sujetos a una calificación especial, en tanto atentan, en
condiciones especiales3, contra la humanidad.
Un aspecto adicional de interés es el siguiente: ¿cuál sería la medida de la persecución
de los crímenes de lesa humanidad en términos de sucesos acaecidos hace mucho
tiempo? ¿Sería temporal sine die, es decir, sin referencia de términos en el tiempo? ¿Puede
investigarse crímenes de lesa humanidad de hace varios decenios?
He aquí un tema que la jurisprudencia supranacional aún no ha definido todavía con
exactitud, en tanto partiríamos que todos los casos, en sede nacional, son perseguibles
a partir de las obligaciones de todo Estado de remover todos los obstáculos para la
prosecución de su obligación de investigar. En efecto ¿cuál sería la medida temporal de
esa investigación? La sentencia materia de comentario ya fija un parámetro y señala:
“Tales crímenes (los de lesa humanidad) son imprescriptibles, cualquiera sea la fecha en que se
han cometido”4.
César Landa Arroyo5, ex Presidente del Tribunal Constitucional se expresa en el mismo
sentido y señala: “La imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad constituye, en
un proceso constitucional, un principio que no admite discusión alguna. Su aplicación evita
la impunidad y permite a los Estados cumplir con sus obligaciones en materia de respeto y
1
STC 019-2005-PI/TC F.J. 5
2
STC 024-2010-PI/TC F.J. 11
3
STC 0024-2010-PI/TC
49. (…) Un acto constituye un crimen de lesa humanidad: a) cuando por su naturaleza y carácter denota una grave afectación a la dignidad humana(…); b)
cuando se realiza como parte de un ataque generalizado o sistemático; c) cuando responde a una política (…) promovida o consentida por el Estado; y, d)
cuando se dirige contra la población civil. Siendo que estas condiciones deben presentarse copulativamente.
4
STC 024-2010- PI/TC F.J. 68
5
STC 03173-2008-PHT/TC. Caso Teodorico Bernabé. Voto singular César Landa Arroyo. F.J. 30.
10
garantía de los derechos humanos. La determinación de cuándo se está frente a un crimen de
lesa humanidad constituye una labor jurisprudencial de particular importancia, a la que viene
contribuyendo en forma decisiva la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, que en los últimos años ha emitido importantes decisiones al respecto.”
De otro lado, ¿implicaría la imprescriptibilidad una objetivación del procesado? El Tribunal
emite una respuesta respecto a esta inquietud al señalar: “La acción penal del Estado (…)
se torna constitucionalmente ilegítima al haber, por efecto del tiempo, “objetivado” al “sujeto
del proceso”. En tales condiciones, de extraordinaria arbitrariedad, la fuerza de la dignidad
del procesado, vence el estado latente de la acción penal”1. Sin embargo, fijémonos que esta
respuesta obedece a un contexto distinto, en la medida que transmite una afectación
al derecho fundamental al plazo razonable, por manifiesta arbitrariedad del órgano
persecutor. En propiedad, se debe declarar fundada una pretensión por afectación al plazo
razonable siempre que se produzca la concurrencia conjunta de los estándares fijados por
la jurisprudencia supranacional2 de derechos humanos.
En consecuencia, sobreseimiento, imprescriptibilidad y plazo razonable constituyen
categorías que es conveniente diferenciar. La imprescriptibilidad no permite el
sobreseimiento y a su vez, si el delito a juzgar no es de lesa humanidad, cabe invocar
la aplicación del plazo razonable. Es decir, la institución del plazo razonable no puede
ser invocada como correlato contrapuesto a la imprescriptibilidad de crímenes de lesa
humanidad. En rigor, varían sustantivamente los supuestos materiales respecto a crímenes
de lesa humanidad, en cuanto estos delitos revisten una naturaleza especial y frente a los
mismos, no resulta oponible el plazo razonable como derecho fundamental.
Entonces ¿hasta dónde alcanzaría la potestad investigatoria de los Estados si no constituye
argumento de contraposición el plazo razonable?
Un caso peculiar, a propósito de estas líneas, es el del juez Baltazar Garzón (España),
quien al recibir una denuncia3 sobre crímenes del franquismo, ocurridos en la década de
1930 en el país ibérico, admitió la denuncia a trámite, obviando una Ley de Amnistía de
19774 sobre el cierre de las investigaciones por crímenes del franquismo en España. El
juez Garzón consideró la continuación de la investigación y finalmente fue sancionado
administrativamente por no acatar la disposición de cierre de investigaciones.
El tema que el caso nos plantea va mucho más allá: ¿resultaba válida la norma española
de 1977 para cerrar una investigación de la década de 1930? De otro lado, ¿sería viable
juzgar a los autores de los crímenes del franquismo cuando ya todos ellos han fallecido?
1
STC 024-2010-PI/TC F.J. 37
2
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia
155. (…) ha establecido que es preciso tomar en cuenta tres elementos para determinar la razonabilidad del plazo: a) la complejidad del asunto, b) la
actividad procesal del interesado, y c) la conducta de las autoridades judiciales. El Tribunal considera pertinente precisar, además, que en dicho análisis
de razonabilidad se debe tomar en cuenta la afectación generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona involucrada en el
mismo, considerando, entre otros elementos, la materia objeto de controversia. Si el paso del tiempo incide de manera relevante en la situación jurídica del
individuo, resultará necesario que el procedimiento corra con más diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve.
En el mismo sentido, cfr. Caso Kawas Fernández vs. Honduras.
3
El juez Baltasar Garzón se declaró competente en octubre de 2008 para investigar los crímenes del franquismo por la desaparición de 114,266
personas. La acción se dirigía contra Francisco Franco y 34 jefes militares. El Sindicato español Manos Limpias acusó de prevaricato al juez Garzón por
excederse en sus competencias respecto al franquismo. El Consejo General del Poder Judicial CGPJ suspendió al juez Garzón por unanimidad (18 votos).
Posteriormente fue trasladado al Tribunal Penal Internacional.
4
Ley 46/1977 del 15 de octubre de 1977. Amnistía todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados
como delitos y faltas, realizados con anterioridad al 15 de diciembre de 1976.
11
¿Podemos entonces acaso juzgar la memoria de dichas personas y no sería esto inviable
para el Derecho Penal?
Podemos apreciar que la doctrina de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa
humanidad está en proceso de construcción y estos aspectos necesitan ser definidos
jurisprudencialmente por los órganos de justicia supranacional, a fin de sentar las bases
de los criterios de aplicación que deben seguir los jueces de los Estados.
En adición a lo expresado, siempre en la regla de la imprescriptibilidad: ¿es posible manejar,
desde las categorías del Derecho Penal, que los crímenes de lesa humanidad hubieran
ocurrido y sean perseguibles desde antes de la entrada en vigencia de la Convención sobre
la Imprescriptibilidad de Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad que para el
Perú son objeto de investigación solo desde el 09 de noviembre de 2003, según dispone
la Resolución Legislativa 27998? ¿No afecta acaso esta imprescriptibilidad in extenso el
principio de legalidad penal, según el cual no podemos sancionar conductas si no están
debidamente tipificadas como conductas contrarias al ordenamiento jurídico previamente
por una norma?
He aquí un aspecto de central interés de la sentencia pues efectivamente, la obligación de
los Estados, a propósito de la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de
Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, se ciñe al respeto irrestricto de remoción
de los obstáculos formales y materiales1 para la investigación de estos tipos de crímenes.
Es notorio, a juicio nuestro, que existe una infracción al principio de legalidad penal pues
respecto de una investigación por crímenes de lesa humanidad, bien la persecución
estatal, en secuencia lógica, tendría lugar por hechos ocurridos después de la respectiva
tipificación penal. Y sin embargo, precisamente la condición de estos delitos es de tal
naturaleza que permiten considerar una excepción muy puntual al principio de legalidad
penal que de suyo es afectado en su ámbito, a juicio nuestro, no esencial2, y sin embargo,
el nivel de satisfacción del derecho a la verdad es mucho mayor. Por tanto, el contexto de
persecución penal que genera la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad,
no puede estimarse como una vulneración manifiesta al principio de legalidad penal,
ni en forma subsiguiente, como una afectación sustantiva del derecho fundamental a
la libertad personal en su expresión de plazo razonable. Sí importará, como señalamos
supra, que se vayan construyendo progresivamente los estándares jurisprudenciales de
temporalidad para que casos como los del juez Garzón, puedan devenir compatibles con
las investigaciones por crímenes de lesa humanidad.
1.3. El derecho fundamental a la verdad
El derecho fundamental a la verdad constituye la base principialista de la potestad de
superar los cánones procedimentales de los procesos sujetos a sobreseimiento y a los
ámbitos de prescripción de la acción penal.
1
Cfr. Caso La Cantuta vs Perú. Sentencia del 29 de noviembre de 2006, párrafo 226.
Los Estados deben remover todos los obstáculos, de facto y de jure, que mantengan la impunidad, y utilizar todos los medios disponibles para hacer
expedita la investigación y los procedimientos respectivos y así evitar la repetición de hechos tan graves como los presentes.
2
El Tribunal Constitucional señala que el contenido esencial del principio de legalidad penal se encuentra referido a la conducta típica y la
pena,, mas no a la prescripción de la acción penal. Vid STC 024-2010-PI/TC F.J. 56.
12
En efecto, la naturaleza especial de los crímenes de lesa humanidad contempla el derecho a la
verdad como el elemento habilitante para que todo ser humano, pueda conocer en qué forma se
han producido vulneraciones al derecho a la vida, a la integridad personal, entre otros derechos.
El derecho fundamental a la verdad, establecido en nuestro ordenamiento constitucional
a partir del caso Villegas Namuche1, asume un plano espiritual de hondo contenido: es
absolutamente necesario que las familias de las víctimas puedan encontrar la paz espiritual
necesaria, inevitable y humana, que significa qué sucedió con un familiar afectado si éste
hubiere desaparecido o fallecido a consecuencia de una flagrante violación del derecho
a la vida, por violencia estatal o no estatal. De esta forma, existe una obligación de las
autoridades de averiguar la verdad sobre los sucesos acontecidos en una controversia que
afectó bienes jurídicos como los protegidos respecto de crímenes de lesa humanidad, a lo
cual se añade el imperativo de identificar y sancionar a los responsables, así como reparar
en lo que resulte posible los daños sufridos por las víctimas.
En el rito cristiano, es comprensible que tras la muerte de una persona del entorno familiar,
los actos del velatorio y el sepelio puedan conducir, no obstante el dolor de la pérdida de
un ser querido, a la paz espiritual de enterrar los restos de un ser allegado, de venerar su
memoria, aspectos respecto a los cuales desarrolla un rol esencial el hecho de saber las
causas de la muerte del familiar extinto.
Y sin embargo, ¿qué sucede cuando se desconoce no solo las causas de la muerte y la
forma de suyo grave en que fue asesinada la persona, sino inclusive también, en casos
muy graves, como el caso Bulacio2 vs. Argentina, o como en los casos Villegas Namuche
y Castillo Páez3, dónde reposan los restos de estas personas? Entendemos que la
gravosidad es mucho mayor pues no se conoce la verdad, entendida como cuáles fueron
las circunstancias que rodearon el hecho de afectación.
En consecuencia, la persecución de los crímenes de lesa humanidad, persigue también la
materialización de un elemental derecho a la verdad a que los seres humanos aspiramos,
a una paz de expresión espiritual a la que solo el conocimiento de la verdad nos puede
conducir, y a dejar de lado un estado de zozobra permanente de no conocer las condiciones
y circunstancias en que un ser humano perdió la vida.
Y precisamente a eso aspiran las pautas de remoción de obstáculos formales y materiales de los
crímenes de lesa humanidad, en una primera expresión de los mismos, pues resulta inconcebible
que un Estado Democrático y Social de Derecho, pueda consentir graves, ostensibles y manifiestas
vulneraciones a los derechos fundamentales más importantes, presupuestos ontológicos sin los
cuales el ser humano no logra aspiración alguna para la consecución de otros derechos.
1
STC 2488-2002-HC/TC Caso Villegas Namuche
8. La Nación tiene el derecho de conocer la verdad sobre los hechos o acontecimientos injustos y dolorosos provocados por las múltiples formas de
violencia estatal y no estatal. Tal derecho se traduce en la posibilidad de conocer las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las cuales ellos ocurrieron,
así como los motivos que impulsaron a sus autores. El derecho a la verdad es, en ese sentido, un bien jurídico colectivo inalienable.
2
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Bulacio vs Argentina,. Voto Razonado del Juez A.A. Cançado Trindade.
9. Como el presente caso Bulacio lo revela, en el seno de una familia donde se valoran los sentimientos, la muerte prematura y violenta de un ser querido
conlleva a un profundo padecimiento por todos compartido. En esta circunstancia, un ser que falta es como si todo faltara, y todo realmente falta; de
repente, todo es un desierto. Y ha sido siempre así. La tragedia ha marcado presencia a lo largo de los siglos. ¿Y por qué? La tragedia, - se ha dicho hace
muchos siglos, - es imitación de la acción y de la vida. En realidad, para tantos seres humanos, que han experimentado la más completa adversidad (la
desgracia), la vida comporta la tragedia, y la tragedia es imitación de la vida (la mímesis de los antiguos griegos). La dura realidad es recreada e incorporada al interior de cada uno.
3
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sentencia de fondo de 03 de noviembre de 1997.
13
1.4. Inconstitucionalidad por conexión
Otro aspecto de interés e innovador que nos deja la sentencia en comento es la referencia
a la denominada figura de inconstitucionalidad por conexión, a propósito de los
impedimentos formales de declarar fundada una demanda de inconstitucionalidad si el
plazo para interponer la respectiva acción ha prescrito1.
En efecto, el proceso de inconstitucionalidad contra el D.L. 1097 es interpuesto dentro
del término de 6 años que prescribe la norma infraconstitucional y sin embargo, no
sucedió lo mismo contra la Resolución Legislativa 279982, mencionada en la Primera
Disposición Complementaria Final del D.L. 1097, la cual aprobó la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad, a partir del
09 de noviembre de 2003.
Pues a partir de la figura de la inconstitucionalidad por conexión, el Tribunal desarrolla
la tesis de que si bien no puede disponer la expulsión del ordenamiento jurídico de dicha
norma, sí se encuentra investido de la potestad de prohibir su aplicación, e invoca como
fundamento la STC 017-2008-PI/TC, FF.JJ. 157-1603, en relación directa con los artículos
VI del Título Preliminar y 82 del Código Procesal Constitucional, referidos a la doctrina
constitucional así como a que las sentencias del Tribunal Constitucional en los procesos
de inconstitucionalidad, vinculan a todos los poderes públicos.
En consecuencia, los jueces podrán advertir que la norma, en este caso la Resolución
Legislativa 27998, no ha podido ser derogada y en principio, su condición de vigente
implicaría una primigenia tesis de aplicación. Sin embargo, la norma en comento no podrá
ser aplicada pues existe conexión directa con una norma declarada inconstitucional:
el D.L.1097. En este impedimento de aplicación se encuentra implícita una condición
de validez de la norma, esto es, la medida de su compatibilidad con la Constitución. En
consecuencia, no basta una norma vigente sino es exigible que la misma sea válida con la
Carta Fundamental.
A modo de conclusión
En un estudio anterior4 tuvimos oportunidad de realizar el examen de proporcionalidad a
propósito del DL. 1097, proponiendo la tesis de Alexy5 respecto a la colisión de principios
en el sentido siguiente. “Cuanto mayor sea el grado de no satisfacción o de afectación de uno
de los principios, tanto mayor debe ser la importancia de la satisfacción del otro”.
Corresponde reafirmarnos, en base a lo expuesto, en el mismo sentido de nuestro
análisis anterior. Si bien la imprescriptibilidad no ha sido construida en su integridad bajo
estándares jurisprudenciales totalmente definidos, sobre todo en cuanto concierne en el
tiempo, hacia atrás, en el sentido de hasta dónde debe alcanzar una investigación, no es
1
Código Procesal Constitucional. Artículo 100. Plazo prescriptorio
La demanda de inconstitucionalidad de una norma debe interponerse dentro del plazo de seis años contado a partir de su publicación, salvo el caso de los
tratados en que el plazo es de seis meses (…)
2
Publicada el 12 de junio de 2003.
3
STC 017-2008-PI/TC. Caso creación de filiales universitarias.
4
FIGUEROA, Edwin. Los exámenes de validez constitucional de las normas jurídicas: a propósito del Decreto Legislativo 1097 y el plazo razonable Publicado en GACETA PENAL, setiembre 2010, pp. 377-390
5
Cfr. ALEXY. Robert. Teoría de los derechos fundamentales, 2da edición, traducción de Carlos Bernal. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007, p. 529
14
menor la apuesta racional y de razonabilidad que deben hacer los jueces democráticos
para asumir que existe un estándar cuando menos inicialmente definido: los delitos
de lesa humanidad son imprescriptibles y los Estados así como la sociedad abierta de
intérpretes que representamos jueces, fiscales, abogados y comunidad jurídica, tenemos
el deber moral de soslayar impedimentos formales y materiales a efectos de no preterir
investigaciones respecto a este tipo de delitos.
Cierto es que determinados bienes jurídicos podrán resultar afectados en esa tarea, entre
ellos, el principio de legalidad penal, el principio de congruencia entre el acto ilícito que
se busca sancionar y el tipo penal determinado, la previsión escrupulosa de las premisas
silogísticas que deben rodear las conductas punibles en torno a acciones que lesionan
bienes jurídicos, la noción de orden sistémico normativo penal, los supuestos de orden
penal entre acto punible y ley penal, y sin embargo, la fuerza aplicativa de estos institutos
jurídicos, deben ceder su lugar en el ordenamiento jurídico si a su vez se trata de investigar
y sancionar respecto a crímenes de lesa humanidad, dada la categorización de los mismos
como acciones punibles no susceptibles de ser declaradas prescritas.
La imprescriptibilidad, entonces, representa un efecto de plena irradiación –
Austrahlungswirkung para la doctrina alemana- de los derechos fundamentales a la vida, a
la integridad personal, a la verdad, respecto a los cuales existe el imperativo categórico de
no retroceder, de no archivar, de no decirle a la humanidad que el bien jurídico vida es uno
de otros tantos bienes jurídicos más.
15
LA INTERPRETACIÓN JUDICIAL
AMANDA GALLEGO BLANDÓN (COLOMBIA)
Introducción
El propósito de este ensayo es abordar algunos temas dentro de la interpretación jurídica.
La interpretación es un problema realmente polémico dentro de la teoría del derecho. Con
“problemático”, se quiere significar que es un eje en la teoría jurídica, a tal punto, que
la actitud que se asuma frente a la interpretación, condiciona también la actitud que se
asuma frente a cualquier otro problema jurídico y lógicamente en las decisiones que se
adopten.
Conocer las escuelas, los métodos y los elementos existentes para interpretar la ley,
ayuda a buscar nuevos horizontes para la adopción de decisiones adecuadas y justas al
momento de la aplicación de las disposiciones jurídicas.
Frente a la tradición de la idolatría a la ley, los intérpretes tienen como desafío nutrirse de
unas herramientas que les permitan comprometerse con el hombre mismo, en defensa de
su dignidad y su libertad.
No se pretende excepcionar al intérprete de la obediencia a la norma, sino de plantearle
problemas suscitados en la relación ley – fallo – sentencia -, en los tres grandes momentos
de la interpretación divididos así para efectos de este escrito, en la medida que se logre
inculcar una mayor aproximación a la realidad y que no se vean los hechos de una manera
lineal, en la medida que se advierta a partir de estos los conflictos planteados así como las
distinciones relevantes que brotan del caso concreto, solo en esa medida, la determinación
del derecho aplicable podría gozar de absoluta objetividad e integridad.
La sociedad se transforma y la interpretación no puede estar de espaldas a los cambios,
ésta debe evolucionar en la exploración de lo plural y la variedad cultural en la que se
circunscribe el ser humano.
Brevemente se tendrán en cuenta los elementos de la interpretación expuestos por Savigny,
se pasará por tres grandes momentos de la interpretación, haciendo énfasis en la relación
ley – fallo o sentencia, vislumbrando en ellos los problemas principales, finalmente se
plantea una interpretación evolucionista en el estado social de derecho, la cual se acopla
con las necesidades del ser humano.
a. Elementos de la interpretación de la ley
Acogeremos para nuestro trabajo los expuestos por Savigny, quien distinguió cuatro
elementos en la interpretación: el gramatical, el lógico, el histórico y el sistemático; los
cuales deben analizarse en forma conjunta para el logro de una genuina interpretación.
El elemento gramatical, tendrá por objeto la palabra, la cual servirá de medio de
comunicación entre el pensamiento del legislador y el nuestro.
Lo importante de esta interpretación literal será tener en cuenta el contexto sin que sea
16
aislada de él, habrá de entenderse el significado de un término en función del enunciado
que forma junto con otras disposiciones. El significado se armoniza con el contexto y la
situación, y no propiamente con el significado corriente de las palabras.
El elemento lógico, buscará la voluntad del legislador o espíritu de la ley. No bastará con
conocer el sentido literal de la ley, será necesario indagar tanto el propósito perseguido
por el legislador, como las circunstancias particulares que determinaron la producción de
la norma. La expresión del pensamiento no se puede separar y por ello será necesario
integrar la interpretación gramatical y la lógica. Modernamente el intérprete se tendrá
que preguntar qué diría el legislador si viviera hoy y estuviera enfrentado a la actual
situación social; no tendrá que hacer tanto énfasis en lo que quiso el legislador al hacer la
ley; porque pueden existir situaciones ya superadas o poner en vigencia otras que nunca
se miraron.
El elemento histórico, tendrá por objeto la indagación del estado del derecho existente
sobre la material en la época de elaboración de la ley, y el estudio de los antecedentes que
haya tenido en cuenta el legislador para crear la norma. Actualmente, se debe investigar
el sentido que se deduzca de acuerdo con los análisis de la realidad social al momento de
aplicar la ley.
El elemento sistemático, releva la íntima conexión entre todas las normas jurídicas que
conforman el ordenamiento jurídico; ante la existencia de normas oscuras, ambiguas,
vagas, contradictorias, se tendrá en cuenta que las disposiciones jurídicas no están
aisladas y que forman parte del sistema jurídico.
De este pequeño resumen, podríamos decir que la interpretación debe tener en cuenta los
distintos elementos dependiendo del caso; que la interpretación puede comenzar por un
análisis gramatical, y que este método no puede ser despreciado por ningún intérprete,
muchos de los problemas serían superados si tuviéramos aproximación con los elementos
que nos brinda la lingüística. Las disposiciones jurídicas antes que cumplir el papel que se
les ha señalado, tienen una construcción gramatical, por eso hay que indagar la denotación
y la connotación de éstas. En la interpretación se distinguen expresiones, significados,
objetos. La norma jurídica puede contener expresiones sinónimas, equívocas, tautológicas,
entre otras.
El intérprete no agota en ese primer instante su tarea, deberá buscar la voluntad del
legislador al momento de crear la ley, también tendrá como alternativa interpretar la ley
acorde con las exigencias sociales vigentes al momento.
En el proceso de interpretación del derecho, el caso es el motor que impulsa al intérprete
y le marca la dirección. Partiendo del caso se acude al derecho para interrogarlo y obtener
de él una respuesta. A partir del caso, el intérprete procede a buscar las reglas y vuelve a
él, en un procedimiento circular (el llamado “círculo interpretativo”) de dirección bipolar
que finaliza cuando se componen de modo satisfactorio las exigencias del caso y las
pretensiones de las reglas jurídicas.1
Se marcan de esta manera tres momentos en la faena hermenéutica, un primer momento
normativo donde el intérprete detecta la norma en la que corresponde subsumir el
1
ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho dúctil. Madrid. Editorial Trotta, 1997, Pág. 134.
17
caso, un segundo momento fáctico, porque después de este momento normativo donde
selecciona la norma a aplicar, en el tercero, se verifica las consecuencias o resultados
que esa norma produce en la realidad. Quien toma decisiones judiciales o jurisdiccionales
tiene el deber de ponderar las consecuencias de su decisión. La ley no es el único objeto
de interpretación, deben interpretarse los conflictos sociales e individuales, los contratos,
las resoluciones administrativas, entre otros.
b. Momentos de la interpretación:
Por ser plurales los métodos y objeto de opiniones muy diversas, se tratará de ubicar los
métodos de interpretación en tres momentos, con el propósito de desentrañar detalles
relevantes en la relación ley – fallo – sentencia - .
La interpretación ha sido un problema dentro de la teoría del derecho. ¿Qué tipo de
problema? De actitud. La actitud influye en cualquier otro problema que se quiera
resolver, en este caso, el jurídico, esto de influir proviene de las actitudes iusnaturalistas,
positivistas, especulativas o analíticas, las que inciden, ciertamente, en el concepto que se
tenga de la interpretación.
De las lecturas previas, facilitadas para el módulo de la interpretación, se aprecia que
la interpretación jurídica en las distintas épocas ha considerado como principales temas
la relación ley - fallo – sentencia - , la manera cómo se han descrito éstos, cómo se han
analizado, son temas específicos en el desenvolmiento o avance de la teoría jurídica.
Hay especialmente un estadio inicial marcado por el convencimiento pleno, absoluto y
seguro de lo normativo, un segundo momento, en el que no se cree en el despliegue
normativo y, el tercero, donde confluyen las diferentes tendencias normativas, aperturistas
del derecho donde se admite la interpretación tanto en la creación como en la aplicación
del derecho.
Ese primer momento está bien ilustrado en la exégesis. Es la síntesis del racionalismo
en el cual la ley - el fallo o sentencia, se miran de la siguiente manera: hay una sujeción
del intérprete al tenor literal de la norma. Según la propuesta de Savigny, la unidad, la
completud y la coherencia son las características del derecho, de ahí que la sentencia no
representa más que una instancia secundaria silogística y mecánica donde el papel del
juez es subsumir a la norma el caso concreto y extraer la sentencia: silogismo jurídico.
El juez en el momento de fallar no tiene más que aplicar sino la ley. Se tienen que respetar
la separación de poderes, institución básica del Estado de Derecho, donde el legislador es
el verdadero representante del pueblo. El código civil nos trae el ejemplo, en el artículo
27 “cuando el sentido de la ley sea claro, no se desatenderá su tenor literal a pretexto de
consultar su espíritu...”
Pero valdría preguntarse ¿cuándo la ley es clara? Tal postura ya habría tenido un
proceso interpretativo, el que a determinado juicio es claro, de tal forma que interpreto
obedeciendo la norma como se presenta, interpreto vinculándome con la claridad que se
cree ellas tienen.
De ahí que a la Escuela de la Exégesis pueda, y siendo un poco atrevido, tachársele de
18
pretenciosa y errada: la interpretación ya estará en la norma, pero además las reglas
interpretativas son vinculantes, lo cual se volvería un juego infinito si tanto en la norma,
como en la norma interpretativa se van presentando problemas. Otra dificultad hoy
más amplia es la presencia del análisis del lenguaje, amplios estudios de lingüística y las
palabras de la ley, por supuesto tienen significados distintos.
En este primer momento que se ha reseñado de la interpretación del convencimiento,
pleno, absoluto y seguro de que todo el derecho está en la ley, el juez se mira como un
subalterno de la misma, que realiza la subsunción de la ley al estilo inductivo.
El segundo momento, siguiendo con el análisis ley – fallo - sentencia, se opone al primero
para bajarse hasta el fallo o sentencia para tenerlos como el acto más importante, como
el producto de lo que los jueces hacen; se entra en el celo del legislador como hombre
sabio y omnipotente, se sospecha de las normas dictadas y establecidas por él; el derecho
entonces ahora es el acto emanado del juez.
Aunque se le tenga como interpretación “libre”, todavía se parece al primero, yendo
sólo un poco más allá. Hay un esfuerzo por encontrar los métodos que lleven a buscar o
desentrañar el espíritu del legislador, pero también hay conciencia de la imposibilidad de
la vinculación del intérprete.
El hecho de que en este momento se aluda a la terminología libre, está negando algo muy
importante y es que ya la interpretación no estaba establecida normativamente.
El intérprete puede moverse libremente, lo que ya constituye un paso gigantesco con
respecto a la exégesis. Esta interpretación estaría limitada al propio ordenamiento
jurídico y no por fuera de él. El derecho es básicamente la ley, pero dejando a favor de la
función judicial la investigación, la búsqueda; el juez no es el que simplemente subsume;
con lo que se va alejando de ese primer momento que es la exégesis, en fin se “tratará
de llegar a la solución correcta, segura, mediante la libertad del juez para una valoración
propia independiente de la ley”, es lo propugnado por el movimiento libre de Ehrlich, Ernst
y Fuchs.
“La función judicial no se agota, ni consiste en un juicio de subsunción, sino en un acto
creador que exige tareas cognoscitivas, las cuales pueden fundarse en el examen de una
coherencia de fines, en pautas de valoración, que se ponen de manifiesto, por ejemplo,
en la naturaleza de la cosa y en conexiones plausibles... con todo la decisión del juez no
es jurídico – política sino acorde con el sistema jurídico.” (Documento guía suministrado
para la Maestría en Derecho Procesal por el doctor Libardo Bernal, pág. 15)
Dentro de este escrito se están obviando importantísimos autores e interpretaciones,
porque se está tratando de destacar detalles importantes en la evolución de la
interpretación tomando como primordial la relación ley – fallo - sentencia.
Separada de la exégesis tenemos la teoría pura del derecho. Para Kelsen, el juez no realiza
una labor automática de subsunción, es un acto complejo, como acto interpretativo que
tiene doble naturaleza, de acto de conocimiento y voluntad cognitiva perfecta, absoluta y
completa.
Para la Escuela del Realismo Norteamericano, la ley no es nada; y la sentencia lo es todo,
19
el derecho es lo que los jueces dicen, el derecho es lo que los jueces hacen y declaran. El
juez tiene diversos factores en cuenta y uno de ellos es la norma. Si quisiéramos conocer
el derecho, tendríamos que conocer de qué manera los jueces fallan y para esto debemos
indagar por muchas cosas por fuera del derecho, por ejemplo, las orientaciones del juez,
líneas jurisprudenciales, entre otros.
La conclusión de los dos momentos mencionados está en el tercer momento, donde
encontramos diversas tendencias que se mueven más o menos entre ley – fallo - sentencia,
pero con unas características más propias.
Por ejemplo Hart, en el concepto del derecho critica tanto la exégesis como la Escuela
Realista Norteamericana, porque no es cierto que el derecho sea lo que los jueces dicen
y deciden, lo que sucede es que el derecho legislado o por precedente posee una textura
abierta y dentro de esta hay un núcleo de casos indiscutibles y una zona de penumbra de
casos discutibles. La zona de penumbra es en la que generalmente se mueve el juez, a éste
le corresponde decidir si un caso que se encuentra en la zona de penumbra está o no en la
comprensión de la norma que se pretende aplicar.
Wiehweg en Tópica y Jurisprudencia, dirá que el derecho no tiene un carácter axiomático
sino acético, un carácter fundamentalmente problemático, un carácter aporético. Si
traducimos esto a la labor del juez, diremos entonces, que el juez busca e investiga cuál es
el principio que más claramente va a satisfacer las necesidades en la solución de un caso
concreto.
Con todo esto vamos situando al juez en un lugar protagónico en el proceso judicial. El
legislador pasa a un segundo plano como soberano y el juez como autómata y subordinado
de la ley, pasa a ser un juez protagónico.
A la interpretación hay que aportarle un texto de relevante importancia; la Constitución
Política; si del juez en general se dice que es protagónico, que decir del juez constitucional
que es singular en todo este proceso.
En el Estado Social de Derecho se transforma el sentido del derecho mismo, éste debe
ser visto no sólo desde el aspecto cuantitativo, sino desde un aspecto cualitativo debido
al surgimiento de una nueva manera de interpretarlo que se resumiría en la “pérdida”
de la importancia sacramental del texto legal entendido como mera emancipación de la
voluntad popular y mayor preocupación por la justicia material y por el logro de soluciones
que se consultan en la especificidad de los hechos.
El Estado Social de Derecho promueve nuevos valores, diferentes a los del Estado Liberal,
valores que surgen del compromiso del propio Estado con la dirección y el desarrollo de
la sociedad en que la actitud negativa de sus órganos cede ante la obligación positiva de
éstos, de promocionar el bien de cada uno de los sectores sociales, sobre todo, de los más
débiles.
Tras estos valores el derecho pierde su generalidad y propone la especificad como
elemento guía para su interpretación.
La doctrina nos ha llevado a considerar otras dimensiones del derecho, que incorpora
perspectivas axiológicas y realistas del fenómeno jurídico, no con el fin de subvalorar las
20
normas sino para evitar el énfasis excesivo en su aspecto positivo – formal. El derecho
como mero aspecto normativo no debe alentar una labor de mera constatación de vigencia
de la ley, por el contrario, jueces y juristas deben partir de la normatividad, sin agotar allí
su trabajo; se debe emprender la búsqueda de los principios que sustentan las normas
del orden jurídico y dar una mirada a la realidad del caso concreto con el fin de analizar su
eficacia. Hay una triple labor: constatación de la vigencia, de la validez de dicha norma
basada en juicios de valor y de su eficacia.
Desde estas tres dimensiones el derecho no puede ser reducido al proceso legislativo, sino
que se expande a las consideraciones básicas del constituyente primario plasmadas en la
Constitución y materializados en valores y principios constitucionales.
En el legalismo primaba la ley; los principios generales del derecho, la costumbre, la
jurisprudencia y la doctrina eran criterios secundarios, hoy el intérprete ya no se tiene que
supeditar a esta jerarquía en la solución de casos oscuros y difíciles. No sólo la Constitución
Política es la fuente primordial del derecho, también los sentidos que de ella deducen sus
guardianes, y los acuerdos que en torno a dichos principios y valores desarrolla la realidad
social.
El derecho no es completo, ejemplo es la remisión que algunas constituciones hacen a los
tratados internacionales o al propio derecho natural. Igualmente la ley debe integrarse
a la Constitución y esta acepta que sus sentidos se desarrollen continuamente y se
comunica con la sociedad que la ha proclamado. El derecho tampoco es coherente, parte
del reconocimiento del pluralismo, tiene en cuenta la existencia de la diferencia y la
contradicción social, pero en el derecho se establecen principios y valores contradictorios
que para ser interpretados requieren de su ponderación por el juzgador.
Se piensa en la eficacia del reconocimiento de unos derechos y de unos intereses en la
Constitución. Por ello sí podríamos pensar que las técnicas de derecho sometidas al
imperio de la ley y a la voluntad de su creador han evolucionado. Las técnicas actuales de
la interpretación buscan desentrañar las voluntades dispersas y contradictorias presentes
en el proceso constituyente y que se plasmaron en los principios y valores constitucionales.
El sistema jurídico comienza en la Constitución (sin que todo se agote en ella) que es
contradictorio, con vocación de integrarse a otras normatividades y que busca valores
supremos de igualdad y de dignidad, el cual admite la existencia de la pluralidad en la
sociedad.
c. La función del juez en la interpretación
El juez como órgano de la actividad jurisdiccional del estado, desempeña su función de
administrar justicia principalmente en tres formas:
a) Aplicando la norma jurídica al caso concreto.
b) Interpretando el sentido, alcance y finalidad de la norma que aplica.
c) Integrando el orden jurídico cuando encuentre alguna laguna o vacío de la Ley, para lo
cual deberá tener en cuenta los procedimientos de integración (en Colombia, artículo
4º, 5º, 8º y 13 de la ley 153 de 1887 y artículo 31 del C.C.).
La labor del juez en el derecho moderno no es solamente subsumir casos concretos dentro
21
de los tipos legales para aplicarles la consecuencia jurídica mediante la sentencia. Si
bien el derecho persigue la certeza y seguridad, el juez debe eliminar o solucionar las
contradicciones que puedan existir entre las normas jurídicas y suplir las deficiencias
y vacíos con criterio lógico, pero tomando en cuenta la realidad social del medio donde
actúe. La actuación del derecho no puede ser un asunto de pura lógica, sino que requiere
la valoración del juez y el auxilio de determinados criterios sociológicos en búsqueda de
la justicia.
La moderna orientación del derecho se basa en la inescindibilidad entre vida humana y
normas jurídicas. Se ha dicho con sobrada razón que una norma jurídica es un pedazo
de vida humana objetiva. Es necesario, para poder aplicar e interpretar correctamente la
norma jurídica, que el juez haya descubierto los caracteres de lo humano, las situaciones
peculiares de cada caso, las circunstancias que rodean todos los hechos que analizan y la
comprensión de los móviles de la conducta humana.
Hay que comprender y entender el sentido que encierra los comportamientos humanos, ya
que como lo ha dicho Ortega y Gasset “Lo humano se escapa a la razón físico matemático
como el agua por una canastilla”.
Cada conducta concreta, singular, particular, tiene sus especialidades modalidades y
contornos debido a que es la actuación o vivencia de la norma abstracta por una persona.
Al juez le corresponderá determinar qué sentido, qué alcance y qué efectos concretos va
a producir esa norma abstracta para el caso que se le a planteado a su decisión, para la
cual deberá tener en cuenta la vida, los factores de su razón social, la funcionalidad de
los derechos y, en fin, todo aquello que pueda hacer que su pronunciamiento sea no solo
jurídico sino también justo. Esta nueva tendencia es lo que se ha denominado la lógica de
lo humano, la lógica de lo razonable, para diferenciarla de la lógica de lo racional.
El moderno derecho no acepta el fetichismo legalista ni la jurisprudencia conceptualista,
para, en su lugar, sustituirla por la razón vital, la razón histórica, el logos humano, sin
que esto signifique que no se deba obedecer el orden jurídico, sino, por el contrario, una
actuación no mecánica como se presenta con la aplicación del silogismo jurídico, sino
dinámica para interpretarlo, buscando la verdad real y la justicia en cada caso. Es la función
creadora del juez, las normas individualizadas en la sentencia , contienen ingredientes que
no se encuentran en normas abstractas, y generales. Estos ingredientes son aportados y
creados por el juez.
d. Hacia un intérprete humanista
El juez no es una máquina para dictar sentencias aplicando rigurosamente silogismo
jurídico, sino que debe crear normas y buscar soluciones justas. Es lógico que la función
creadora se entiende mejor en los casos difíciles, sea por que no existe norma o porque
hay dos o más normas y la elección depende del criterio del juez o porque la ley es oscura,
entre otras. Este papel creador de la función judicial fue puesto en evidencia ya que en
1908 Jean Cruet, en el libro titulado La vida del derecho y la importancia de las leyes,
escribió que una ley indeformable se puede conseguir solo en una saciedad inmóvil. Una
ley no puede conservar el mismo sentido que tuvo cuando se creó, si todo a su alrededor
ha cambiado: hombres, objetos, el juez y aún el legislador.
En este aspecto en el que la jurisprudencia debe cumplir una función creadora, como ha
22
sucedido en Francia, y como ha sucedido en Colombia a partir del año 1936 con las grandes
creaciones jurisprudenciales que les han dado carta de naturaleza a las nuevas tendencias
del derecho.
Por último el juez siempre tendrá que hacer valoraciones al producir la sentencia, teniendo
en cuenta el caso concreto. En caso de que la situación éste subsumida en la norma,
deberá aplicar ésta pero luego de valorar la prueba según las reglas de la sicología, la
lógica, experiencia y, de buscar el encadenamiento entre la significación abstracta y la
individualización concreta. Si hay duda de cuál de las normas es la aplicable, debe buscar
las diversas soluciones para encontrar la que sea más justa, tomando en cuenta criterios
valorativos extractados de la vida. En caso de que haya norma, integrará el orden jurídico;
es que el juez no puede primero buscar la parte resolutiva y luego investigar los hechos,
por cuanto no se puede primero poner el lecho y luego las paredes de una casa.
Las anteriores son razones más que suficientes para no aplicar la norma jurídica en un caso
en concreto cuando esta sea abiertamente arbitraria y no se ajuste a la realidad social.
f. Consideraciones finales
En el Estado Social de Derecho, donde la Constitución Política es norte y guía, la
interpretación tiene que ser dinámica. La labor se centrará en encontrar valoraciones
inmanentes y latentes, que puedan servir de fundamento para hacer valer la justicia en
una decisión determinada.
La interpretación debe tener como norte principal el mantenimiento en vida de la ley y
las demás fuentes del derecho, de tal forma que las normas no interpretadas termina
por convertirse en letra muerta perdiendo su capacidad de actuarse y hacerse valer.
Bien dijo Savigny que no bastaba indagar cómo un problema había sido resuelto en las
sucesivas estratificaciones de una legislación, se debía además tomar el ordenamiento
jurídico en su totalidad y figurárselo como progresando en el tiempo, es decir, evolución
histórica de sistemas de jurisprudencia. La interpretación que interesa al derecho es una
actividad dirigida a reconocer y a reconstruir el significado que ha de atribuirse a formas
representativas; en la órbita del orden jurídico, que son fuentes de valoraciones jurídicas.
Al intérprete, la ley y la Constitución le vienen dadas por la historia, la Constitución
representa elecciones fundamentales ya hechas por el pueblo y la tarea de los Tribunales
consiste en hacerlas efectivas.
En primer lugar, hay cláusulas abiertas que le dan al intérprete un margen de discrecionalidad
para optar entre varias interpretaciones posibles de una determinada disposición. En
segundo lugar, el intérprete puede recurrir a valores o fuentes no explícitas, como por
ejemplo, valoraciones sociales, culturales, políticas; se trata de una jurisprudencia de
valores, de una interpretación axiológicamente receptiva, de una interpretación dinámica
y evolutiva. La misión del intérprete no puede ser la de un espectador pasivo. Una
interpretación dinámica o inteligente, permitiría extender las disposiciones jurídicas a
hipótesis no previstas originalmente por el legislador o por el constituyente.
En el momento actual no podemos aplaudir interpretaciones detenidas en el tiempo. Para
que el derecho se acople a las necesidades debe evolucionar y la evolución comienza en
la interpretación responsable.
23
Un ejemplo de interpretaciones que han ido cambiando hitos en nuestro ordenamiento
jurídico son las que inicialmente se dieron a los derechos fundamentales, circunscribiéndolos
sólo a los de primera generación, que con el desarrollo de la jurisprudencia de la Corte
Constitucional, surgió la interpretación de que la tutela también estaba a la mano para
proteger derechos de tercera generación como los del medio ambiente.
Con una interpretación detenida en el tiempo, los conceptos de familia, cuando la forma
de ésta ha variado tanto, tendrían que seguir siendo los mismos, mírese, la de negar a un
hijo su verdadero padre por haber sido concebido dentro de un matrimonio, no reconocer
como compañeros permanentes a las parejas homosexuales, se aceptarían formas de
discriminación que fueron quedando atrás con creativas interpretaciones.
Si bien el derecho es norma conducta y valor, es un instrumento socialmente valioso, que
surge de la vida misma de los hombres, de los hombres que con sus grandes y pequeñas
tragedias cotidianas, hacen y desarrollan su humanidad. El derecho no está apartado de
las necesidades de la persona, por eso debe ser más audaz y previsor que las personas
que intervienen en su construcción. La dinámica social es más elocuente que cualquier
intérprete.
Pero interpretar no significa la facultad de asignar cualquier contenido a las disposiciones;
hay que tener en cuenta que si hay límites en todas las labores, la interpretación también
debe tenerlos. La interpretación puede facultar al intérprete a interpretar y replantear
aspectos no tenidos en cuenta o no previstos por el legislador y el constituyente, pero
no a contrariar sin argumento alguno preceptos expresos o a contrariar decisiones
fundamentales tomadas en otro tiempo; puede avanzar en donde su labor conlleve
previsiones, pero no puede contrariar o pisotear las existentes, porque de lo anterior
puede formar un nuevo criterio, ponderar los resultados de la evolución de la disposición y
proponer el nuevo o aquel con el cual va a convencer interpretativamente.
Una interpretación inteligente, creativa, es aquella que capta lo esencial de un texto y
extiende a supuestos equiparables el mandato sin violencia alguna.
El Derecho es una herramienta para el logro de fines valiosos y cumple su cometido si
obtiene los resultados para los que fue creado.
g. Recomendaciones sobre futuros desarrollos del tema
La interpretación no se reserva sólo a los funcionarios judiciales y jurisdiccionales o
empleados públicos en general, también es tarea del abogado litigante, defensores, de
los estudiantes del derecho y de quien por algún motivo entra en relación con el sistema
jurídico, para quienes asumen el papel que le ha sido asignado a partir del Estado Social
de Derecho.
En el tercer momento, que para efectos metodológicos se quiso llamar de convergencias,
encontramos que el caso y la norma entran en una relación mutua, que no podría implicar
el sacrificio de uno de los elementos, en pro de asegurar una aplicación correcta del
derecho que eviten los excesos de un normativismo o “pragmatismo” tonto, aunque
debemos aceptar que el caso es el motor que impulsa al intérprete, orientándole a puntos
específicos que han de determinar el sentido de la aplicación.
24
El caso reclama una interpretación dinámica de la disposición, siempre y cuando se haya
posibilitado una comprensión adecuada de aquel por medio de la categorización de su
sentido y de su valor. Hay manifiesta relación “bipolar” entre ambos espacios, lo que
posibilita de esta forma la aplicación correcta del derecho en la que no se debe prescindir
del elemento normativo y sin que pueda aceptarse una solución meramente emotiva e
irracional frente a un determinado acontecimiento problemático. La falta de compromiso
para una aproximación acertada a esta actividad para lograr la creación de decisiones justas
se concebía en la aplicación de la ley emitida por el soberano. El sujeto que se aproximaba
a la ley desplegaba una actividad meramente pasiva, dado que el autor del texto normativo
se sujetaba a los criterios que el mismo identificaba para que no se desarticulara la ley que
él había creado. Zagrebelsky destaca como el positivismo legalista fracasó en la intensión
de establecer un orden subordinando la intervención de los criterios lógicos (la analogía,
la consideración del sistema) y de las presunciones (la intención del legislador). Escribe
Zagrebelsky “las normas dictadas por el legislador señalan como ejemplo del fracaso de la
pretensión de todo derecho “positivo” de establecer el mismo las condiciones de alcance,
es decir, de encerrarse en sí mismo. La interpretación no depende de la voluntad del
legislador que pretende regularla, sino al revés, y ello por la simple razón de que también
está voluntad debe interpretarse.
La interpretación en la sociedad actual debe estar en función de la vida, siendo lo vital
como aquella realidad en la que se desarrollan las potencialidades humanas, permitiendo
la convergencia de lo múltiple.
Para esto, debe superarse la concepción de la interpretación jurídica como mera aplicación
técnica ligada a la idea de soberano. Tampoco se trata de entender dicha actividad como
procedimiento dirigido por el juez para prescribir e igualmente establecer lo que resulta
conveniente entre los sujetos de un conflicto y destinatarios de las normas jurídicas.
La labor interpretativa realizada por el operador jurídico por medio de un proceso de
personalización, permite conciliar legalidad con justicia, siempre y cuando se descubra
la existencia de varias “opciones” o posibilidades de relación entre el caso y el texto
normativo. No se trata de desconocer la ley, sino de que el intérprete de acuerdo con las
circunstancias existentes, realice justicia sin aferrarse a la aplicación literal. El intérprete
debe destacarse frente a las falencias ostensibles del legislador.
La interpretación de toda norma jurídica, incluyendo la actividad hermenéutica no
debe partir de la prescripción de métodos concretos. Se debe buscar el sentido de las
distintas normas por medio de la identificación de las posibilidades que se tienen para su
comprensión. El texto no puede superar al intérprete, el intérprete no puede ser esclavo
de un texto concebido bajo esquemas cerrados, sin que tampoco sea viable expresar lo
que se quiera, en aras de evitar la desviación del sentido.
Si hiciéramos una semejanza entre los tres estadios del derecho en tres dioses de la
mitología Romana tendríamos a Júpiter que era el rey del cielo y de la Tierra y de todos
los dioses del Olimpo. También era conocido como el dios de la justicia. Los romanos
identificaban a Júpiter con Zeus, el Dios Supremo de los griegos, y asignaban al dios
romano los atributos y mitos de la divinidad griega; el Júpiter de la literatura latina, por
tanto, tiene muchas características griegas, pero el Júpiter del culto religioso romano se
mantuvo esencialmente libre de la influencia griega.
25
Como protector de Roma se lo llama Júpiter Optimus Maximus (el mejor y más alto y se lo
veneraba en un templo sobre el monte Capitolino.
Como Júpiter Fidius era guardián de la ley, defensor de la verdad y protector de la justicia
y la virtud.
En Júpiter el derecho es autoridad, tiene la legitimidad y tiene que ver con el momento
jurídico clásico, donde el orden jurídico es perfecto, coherente, no es contradictorio y es
completo.
Perfecto, en tanto es capaz de describir y resolver todos los problemas que se presentan,
el legislador previene lo justo.
Con Júpiter el derecho, el método y la ley no son más que aplicación de un poder
trascendente. Cierra el orden, hay aplicación de lo que ha dicho una autoridad, manteniendo
el régimen literal.
El segundo momento representando en Hércules. El derecho no es la perfección de Júpiter.
Se cambia el concepto del derecho vertical, es decir, de arriba hacia abajo, se niegan y se
rechazan los postulados del que está arriba, porque sus decisiones pueden interpretarse
como malas y hay que protegerse de ellas. Comienza una etapa difícil, identificada con el
Estado en crisis. Un día se tiene una idea, al otro día se cambia; es la consecuencia de lo
humano, ser frágil, contradictorio, de perfecto pasa a imperfecto, de ordenado a caótico,
de coherente a incompleto.
El derecho es lo que dicen los jueces en el caso concreto, lo cual es conocido como
activismo judicial. El derecho ya no es lo justo, se entra en una etapa de negar el derecho
porque lo justo es lo que digan los jueces, por tanto, las fuentes del derecho estarían en
la costumbre, la ley, pero el juez es el que tiene la potestad de elegir la ley, lo cual genera
mucha inseguridad.
El tercer momento HERMES, Dios de la elocuencia. Simbolizado por un hombre de cuya
boca salían cadenitas de oro que terminaban en los oídos de los que lo escuchaban y con
una varita de oro en las manos. Es el Dios que tiene mensajes, es el Dios comunicador.
Hermes, era muy inteligente, y usó este talento para su ventaja contra los dioses más
poderosos. Recorrió el mundo buscando el éxito en todas las labores que hacía y fue
considerado por el pueblo dios de los atletas, de la sabiduría, de las artes, de la escritura,
de los pastores y de muchas otras cosas.
Júpiter es una pirámide, Hércules es un embudo, Hermes es como una red que
supuestamente es una base de datos. En Hermes, el derecho es visto como un conjunto de
información donde todo es válido. El derecho es la norma, el valor y el hecho. Se posibilita
la dialéctica de los hechos, las normas y los valores. El juez holístico, abierto, el juez sigue
la información, el juez está para controlar los excesos.
El orden jurídico es un sistema abierto, siempre propone un orden, busca desde la
incoherencia a la coherencia y se realiza en la retroalimentación.
Al intérprete le corresponde argumentar y dar cuenta del porqué asume una posición en
determinado sentido, porqué opta por la Constitución Política y no por una norma, porqué
26
prefiere el principio a la disposición jurídica. Interpretar ya no es aplicar desde lo que
existe, es recrear la disposición, encontrar la solución más adecuada, no la correcta sino
la más justa.
La idea de derecho que nos brinda el artículo 94, 228 y 230, Constitucionales no está atada
a una única fuente, nos remite a valores que dependen de conceptos de dignidad humana,
el caso es la realidad humana, donde mi dignidad es igual a la de cualquier otro ciudadano
del mundo, somos seres universales y esto es más trascendental que una norma.
Ser JÚPITER, HERCULES O HERMES, en la interpretación es una opción. Sin embargo,
tenemos la ventaja de combinarlos, o de optar por uno solo de ellos en el momento de la
solución de un caso, la tendencia que se recomienda es una interpretación evolutiva con
un gran componente de lo que debe contener ... ¡sentido humano!
Referencias bibliográficas
REYES ARCHILA. Carlos. Diccionario de Mitologías. Obra premiada en el concurso abierto de Boyacá con motivo del IV
Centenario de la Fundación de Tunja, 1939, pág. 339.
ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho dúctil. Madrid. Editorial Trotta, 1997, Pág. 231.
Documento guía suministrado para la Maestría en Derecho Procesal por el doctor Libardo Bernal.
27
LA PREDICTIBILIDAD EN EL DERECHO: UNA FUNCIÓN
DE TUTELA DE DERECHOS MEDIANTE LA SEGURIDAD
JURÍDICA
GONZALO CRUZ SANDOVAL1
“El Derecho no ha nacido en la vida humana por
virtud del deseo de rendir culto u homenaje a la idea
de justicia, sino para colmar la ineludible urgencia de
seguridad y de certeza en la vida social.”
Luis Recasens Siches
SUMARIO:
1.- A manera de referencia. 2.- Razones a manera de justificación. 3.- La seguridad jurídica,
problemas de su determinación conceptual y excusa de existencia. 4.- La previsibilidad
jurídica. 5.- El quebrantamiento de la previsibilidad: un caso puntual de la vulneración de
derechos. 1.- A manera de referencia:
Sobre el particular, debe señalarse antes que nada, que se han escrito una serie de artículos
y libros; sin embargo, del material bibliográfico revisado para la elaboración de estas líneas,
tanto en la doctrina comparada, como en la producción científica nacional, se han tratado
las ideas descritas en esta oportunidad de manera indirecta. Citando un ejemplo tenemos el
libro de Derecho Administrativo2 publicado por el Letrado del Consejo Español, profesor David
Blanquer, donde en uno de sus temas tratados se aborda el Principio de Seguridad jurídica,
estableciéndose respecto a dicho principio que: “Una de las consecuencias del establecimiento
del principio de seguridad jurídica, es que los poderes públicos no pueden defraudar la legítima
confianza que su proceder genera en los ciudadanos…”; ello quiere decir que, los ciudadanos
al postular sus pretensiones a través de los procedimientos administrativos y cumplir con
las exigencias o requisitos reglamentarios que cada caso en particular implica, generan en el
ciudadano mismo, respecto a la Administración Pública una predictibilidad y una confianza
legítima (en realidad es un todo que se denomina seguridad jurídica), de la posible decisión
que ésta tome para poder resolver sus pretensiones; sin embargo, cuando la Administración
Pública (el Estado), deniega injustificadamente dicha pretensión o se contradice respecto a un
pronunciamiento de su similar, referido al mismo tema y bajo supuestos de hecho similares,
quebranta arbitrariamente el referido principio de seguridad jurídica aplicable al Derecho
Administrativo y a los Tribunales ordinarios (Órgano Jurisdiccional).3 En realidad, con esta
desviación de poder4, se vulneran los derechos tutelados por un ordenamiento jurídico.
1
Profesor de Teoría del Derecho y Argumentación jurídica en la Universidad Privada del Norte. Miembro de la Comisión de Derecho procedimental administrativo en el Ilustre Colegio de Abogados de La Libertad. Integrante de la Comisión de extensión cultural del Ilustre Colegio de Abogados
de La Libertad, Periodo 2012.
2
BLANQUER David, Introducción al Derecho Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia –España 1998.
3
El profesor David Blanquer ejemplifica en la citada obra jurídica el principio de seguridad jurídica, mediante un caso real el cual fue resuelto
por el Consejo de Estado Español; el caso es el siguiente: “Se trata del caso de una extranjera que iba trabajar en España, y pide y obtiene los correspondientes permisos de trabajo y residencia; después las autoridades consulares le conceden el visado respectivo; ocurre que cuando llega a España con toda
esa documentación no la dejan entrar porque no había cumplido en su integridad una prohibición de entrada en España derivada de una previa expulsión
del territorio nacional; en dichas circunstancias pide una indemnización la empresa que le había contratado y había pagado las tasas de expedición de los
permisos y el visado, y había satisfecho el precio del billete de avión, alegando que la confianza generada por la expedición de los permisos y visado ha sido
defraudada por la Administración, la misma que había incurrido en falta de coordinación entre el servicio policial encargado de controlar el cumplimiento
de las prohibiciones” . El Dictamen del Colegiado Español motivo su decisión de la siguiente manera: “…en el curso de la tramitación de este expediente,
la administración no ha imputado negligencia alguna a la empresa R.E.,S.L., ni infracción legal o reglamentaria alguna; tampoco se ha cuestionado la buena
fe de la sociedad reclamante, por lo que en ese conjunto de circunstancias existe fundamento objetivo y razonable para entender que La Administración
General del Estado ha defraudado la legítima confianza que en ella había depositado la Mercantil R.E.,S.L,” (Dictamen del Consejo de Estado del 30 de
Mayo de 1996, Expedientes Nº 1381/1996 y 1941/95).
4
Sobre el particular, véase a CHINCHILLA MARIN Carmen, La desviación de Poder, editorial Thomson-Civitas, 2º edición, Madrid-2009.
28
Sobre el particular, hemos tomado como referencia la tesis denominada “Registro de
decisiones”1, y que si bien es cierto dicho trabajo se encuentra orientado en otra línea,
resulta valioso para la elaboración del presente trabajo, el poder compartir algunas
inquietudes que de seguro resultan oportunas para lo que se pretende.
2.- Razones a manera de justificación:
Se conoce dentro de la dogmática aplicada del Derecho Constitucional (y en casi todas las
disciplinas jurídicas), que en un verdadero Estado de Derecho, resulta forzoso que todas
las instituciones que conforman La Administración de Pública, cumplan eficientemente
su labor a favor de los ciudadanos, en determinado grupo social y en atención a un orden
normativo. Del mismo modo, tenemos que dos de aquellas instituciones que conforman la
referida Administración Pública están conformadas por el Poder Judicial y Los Tribunales
Administrativos. En cuanto al Poder Judicial como Administración Pública, tenemos que
su función principal es la administración de justicia a favor de los justiciables o recurrentes,
función que se materializa mediante la emisión de sentencias judiciales en todos sus niveles
(juzgados ordinarios, Salas Superiores, Salas Supremas o Tribunal Constitucional),
sentencias que son recogidas y publicadas por algunas revistas especializadas de
jurisprudencia o en alguna página Web Oficial del Tribunal Constitucional. Ello representa
la justicia común o plenamente jurisdiccional debido al Órgano administrativo de donde
emana. De igual, forma ocurre con aquella potestad por parte de La Administración Pública
(nos referimos específicamente a los Tribunales Administrativos), de practicar Función
Pública, al emitir actos administrativos en vía de revisión de aquellas pretensiones de los
administrados (justicia administrativa aparente) –o al momento de regular requisitos para
que los ciudadanos obtengan sus pretensiones –siendo que; en muchos casos (aspecto
objetivo del presente trabajo), es el propio Estado quien se encarga de quebrantar sus
propias reglas, vulnerando no solamente la predictibilidad como principio razonable del
derecho, sino también, atentando contra la seguridad jurídica, como garantía de todo
orden normativo.
Entonces, como puede observarse de manera muy nítida, si lo descrito líneas arriba implica
per se, una posibilidad latente, de que el Estado se exceda en el uso de sus atribuciones y dicha
actuación en suma, resulte lejos de constituirse en la denominada justicia Jurisdiccional o
justicia administrativa, en realidad termina siendo una clara muestra de inobservancia de
la garantía de la tutela de los derechos de los ciudadanos. Ello, en principio debido a que
si recurrimos a la tesis contractualista de la creación del Estado2 (de allí se desprende la
administración pública)3, nos daremos cuenta que en realidad se sitúa la relación hombre
– hombre a través de un pacto, que al considerarse la posibilidad que dicha relación pueda
terminar en la teoría del caos, es que aparece esta entelequia denominada Estado. Ello
con el objeto de que administre y/o tutele todas aquellas libertades de naturaleza innata
a favor del ser humano. Resulta de ineludible credibilidad aceptar, que el Estado cumple
una función netamente protectora del hombre, sin perjuicio de que ejercite su potestad
1
Las ideas plasmadas en este pequeño trabajo, fueron expresadas en parte en la tesis, para optar el grado de Maestro den Derecho Constitucional y Administrativo, en la Unidad de Post –Grado de La Universidad Nacional de Trujillo.
2
Véase los postulados de Rousseau, Locke y de una manera un poco más indirecta, las ideas de Tomas Hobbes. Postulados, que entre otros aspectos creían en el estado natural del ser humano. Así Rousseau afirma que lejos de ser una guerra civil permanente, el estado de naturaleza se caracteriza
por la libertad, la igualdad y la bondad. Los seres humanos viven en una suerte de inocencia originaria (lo que fundamenta el mito del buen salvaje) justo
hasta que la aparición de la sociedad (y de la noción de propiedad) promueve el egoísmo y la maldad.
3
Sobre el particular puede revisarse un pequeño, pero eximio trabajo del maestro español GARCIA DE ENTERRIA Eduardo, Revolución Francesa y Administración Contemporánea, 4º edición, reimpresión, editorial Thomson-Civitas, 2005
29
reglamentaria (con la posibilidad de limitar derechos)1.
Y en segundo lugar, debido a que si aceptamos (no puede ser de manera distinta) la tesis
del carácter benéfico de derechos del Estado, debe inferirse de condición muy meticulosa
entonces, que no se podría consentir un Estado de derecho que vulnere derechos de los
ciudadanos, sin importar las razones que podría suscitar su vulneración, pues bien el
planteamiento a lo que desarrollaremos líneas seguidas sería el siguiente: ¿qué sucede
cuando el Estado quebranta los derechos de los ciudadanos?, ¿puede el Estado vulnerar
de manera injustificada la predictibilidad de sus actos en perjuicio de las personas?,
o sencillamente ¿tiene límites la actuación del Estado cuando vulnera la seguridad
jurídica?. Para poder ocuparnos de dichas interrogantes, en principio resulta conviene
revisar algunas delimitaciones de la seguridad jurídica como elemento integrante de todo
ordenamiento jurídico.
3.- La seguridad jurídica, problemas de su determinación conceptual y su excusa de presencia:
En principio, cabe señalar tal como lo discutiera Francisco J. Laporta2, que tanto
certidumbre como predictibilidad descansan en el predominio y en el orden jurídico y en
los procedimientos de adjudicación de un ingrediente fundamental: las normas jurídicas
formuladas como reglas, que establecen su contenido y condiciones de aplicación de
manera genérica pero razonablemente determinada y tendencialmente cerrada. Ello quiere
decir, que de tal forma, las reglas proporcionan simultáneamente un conocimiento cierto
del contenido y límites del status jurídico y una respuesta estable “ex ante” a una potencial
amenaza contra él. El conocimiento es lo que produce la certidumbre y la respuesta “ex
ante” que se contiene en la regla como solución al caso es lo que permite la predicción.
Dicho ello, tenemos que respecto a la seguridad jurídica, una gran sección de la doctrina
no han terminado de establecer criterios uniformes sobre su concepción; sin embargo, en
una purificación conceptual agradable de la misma. Las súplicas de las que ha sido objeto
desde los distintos parámetros de las profesiones, la vida y la teoría jurídica, conservan
gran parte de la indeterminación que, hace más de cincuenta años pusiera en evidencia el
profesor López de Oñate3, cuando afirmaba: “que la certeza del derecho es una exigencia a la
que se hace referencia continuamente y que continuamente se invoca, pero sin que en general,
se tenga un adecuado concepto de lo que ella implica y su real alcance”.
Un alegato que divergiría con su jerarquía casi práctica, con la sensación soberbia entre
muchos juristas de que, tras esta expresión se esconde un límite cuya trasgresión conlleva
una salida de las reglas constitutivas del discurso jurídico, una linde que no es fácil, ni
cómodo de cruzar y muchas veces una certidumbre de las limitaciones y rigideces del
derecho para adaptarse al entorno social, a lo que la conciencia social considera como
justo, o en todo caso lo más cercano a esa vieja utopía.
No hay duda (almenos para el autor) de que una de las elucidaciones para dicho desastre
es la inagotable pluralidad de significados con los que la seguridad jurídica es asociada,
lo que dificulta enormemente cualquier intento de recogerlos en una definición divisoria
1
Tal actuación, se conoce en la concepción clásica del Derecho administrativo, como poder de policía administrativa, como lo estableciera el
célebre Juez americano John Marshall, al momento de fallar el caso Brown v. Maryland durante el siglo XIX.
2
LAPORTA Francisco, RUIZ MANERO Juan, RODILLA Miguel Ángel, Certeza y predictibilidad de las relaciones jurídicas, Fundación Coloquio
Jurídico Europeo, Madrid 2009.
3
LÓPEZ DE OÑATE Flavio, La Certeza del Derecho, trad. De S. Sentís y M. Ayerra, Editorial Comares, Granada 2007, pp. 73-74.
30
y satisfacer así, uno de los requisitos de cualquier definición: el de reducir la vaguedad
y ambigüedad del definiens1. Orden, garantía de una convivencia pacífica, certeza
jurídica, confianza en el derecho, previsibilidad de la respuesta jurídica, estabilidad del
derecho, principio de legalidad, publicidad del derecho, rango normativo, interdicción a la
arbitrariedad, control de la decisión jurídica, garantías procesales, respeto a los derechos
adquiridos, plenitud del derecho, ausencia de contradicción, sistematización de las normas,
etc. son algunos de los principios cuyo campo de significación, es en parte coincidente
con el del término seguridad jurídica. A ello debe añadirse la falta de uniformidad en los
términos y significados.
Federico Arcos Ramírez, sostiene que deberíamos estar de acuerdo con Hart en que la
misión de la filosofía no consiste en exhibir los componentes últimos del mundo, sino
en librarnos del desconcierto y perplejidad que genera en nosotros la inadecuada
comprensión de las herramientas lingüísticas que usamos2, la búsqueda de una definición
de seguridad jurídica erradicará en gran parte de la confusión que su uso genera entre
los conocedores y usuarios del derecho. Por tanto cualquier intento de definición debe
comenzar por destacar aquellos significados con los que la seguridad jurídica es y ha sido
más relacionada de manera frecuente, y examinar si existe alguna lógica común a todos
ellos, si son reconducibles a alguna fórmula conceptual, más o menos simple, que reduzca
lo más posible el mencionado caos de significado. Esta no es, sin duda una tarea lógico
analítica, sino en cierta medida, interpretativa y valorativa, sobre todo cuando se comienza
a sospechar que la ambigüedad y vaguedad están en el corazón mismo del término, en las
combinaciones casi interminables que pueden establecerse entre conceptos tan amplios
como “derecho” y “seguridad”.
Como decíamos anteriormente, antes de empezar a hablar de seguridad jurídica (esto es
de la seguridad del propio Derecho), la seguridad tuvo que convertirse en el fundamento
de la existencia de este último. Los filósofos hablarán entonces de ella como del motivo
o razón misma de ser del Derecho. Desde esta perspectiva, la aparición de éste como
fenómeno propio de todas, o casi todas, las culturas, respondería a la necesidad de colmar
una necesidad de seguridad que define la situación de todo hombre.
Esta necesidad posee, según ciertas interpretaciones, una base antropológica
determinante. Para algunas antropologías filosóficas, la existencia natural del ser humano
vendría definida por un estado de inseguridad que hace necesaria la quimera de remedios
culturales que la aminoren. A. Gehlen, siguiendo la concepción del hombre de Herder como
un “ser carente”, estima que los hombres vendrían al mundo imperfectos fisiológicamente,
inseguros en cuanto a su instinto y sin un ambiente adaptado a ellos orgánicamente. A
causa de esta estructura, la vida del hombre se convierte en un riesgo permanente tanto en
el aspecto físico, como psicológico y cultural. De ahí que el hombre precise de instituciones
sociales como el Derecho, la religión o el arte, que compensen dichas privaciones, ya que
no posee la energía suficiente para graduar, en cada momento y ante cada situación, la
respuesta o reacción que han de tener. Sus decisiones y actos precisan de certezas que no
se encuentran en la naturaleza, por lo que han de ser introducidas mediante un proceso de
1
ATIENZA Manuel, Introducción al derecho, Barcelona 1985 pp. 10.
2
ARCOS RAMÍREZ, afirma que para Hart la jurisprudence consiste en esclarecer por qué nos sentimos desconcertados frente a términos o
conceptos jurídicos que, en cuanto juristas, usamos diariamente con provecho. Sabemos usarlos, pero no sabemos dar razón de su uso. Para eliminar esa
perplejidad hay que clarificar a fondo los términos jurídicos, su significado y su función, tarea que exige, por fuerza, la elucidación de términos que, sin ser
estrictamente jurídicos, se hallan conectados estrechamente con el derecho y con su problemática tradicional.
31
aprendizaje. En suma, no puede existir un comportamiento entendido como una cadena
ininterrumpida de sorpresas. El elemento sorpresa ha de ser transformado en hábito, con
toda su estabilidad, previsibilidad y certidumbre.
Ahora bien, las posibilidades que se derivan de considerar al Derecho como fuente de
seguridad, incluirían la satisfacción de ciertas pretensiones o necesidades diferentes de
las que la literatura iusfilosófica considera como el motivo que impulsa su establecimiento.
No estamos pensando, pues, en cualquier tipo de seguridad que pueda lograrse por medio
del Derecho. A la que aludimos como la razón misma de su existencia, es a la seguridad
que proporciona el Derecho considerado globalmente, esto es, el sistema jurídico como
orden. Este orden y la seguridad primaria que de él deriva constituyen, la finalidad básica
y fundamental para el Derecho.
Cuando el mismo logra instaurarse con suficiente éxito, genera para sus destinatarios un
conjunto de mensajes con los que interactúan con certeza y garantía de protección. Para
sentirse tranquilos y seguros, los individuos precisa de un orden de la vida social, de una
estructura de comportamientos normativos que creen unas vías accesibles y protegidas
de interacción con los demás hombres. El Derecho es, en gran medida, la respuesta de
prácticamente todas las civilizaciones pasadas y presentes a ese problema. Gracias al
mismo, los encuentros comerciales, patrimoniales e, incluso, familiares entre los individuos
se producen (o pueden producirse) en forma de derechos, obligaciones, formalidades
y procedimientos que reducen en gran medida la imprevisibilidad, la desconfianza o el
temor.
El Derecho desempeña una función de seguridad al afirmarse como un orden cierto,
eficaz e instaurador de las reglas básicas del juego social y económico y convertirse en
un instrumento de previsión y confianza en las relaciones humanas. Esta seguridad es
la primera necesidad que impulsa a los hombres a establecer el Derecho y, desde esa
perspectiva, debe interpretase el conjunto de normas que lo integran. Algo que, de acuerdo
con M.Corsale1, habría quedado un tanto oscurecido por el dominio de una concepción
positivista de las normas jurídicas, según la cual, éstas serían la creación de un poder
situado en una posición asimétrica respecto a la sociedad. Así consideradas, tales normas
permiten prever la conducta de los operadores jurídicos y, con dicha información, facilitar
a los ciudadanos una base sin la que no podrían embarcarse en ningún proyecto de
actuación. Para el positivismo jurídico, el Derecho es un sistema de normas, entendiendo
por éstas las directivas imperativas coactivas de carácter estatal. Desde esta perspectiva,
la dimensión vertical de la normatividad aparece como el elemento esencial del Derecho,
que es concebido como un ámbito social en el que el poder y los individuos entran en
relación. De acuerdo con este enfoque, la seguridad jurídica es identificada.
Desde una perspectiva sociológica, esta visión de la seguridad jurídica resulta incompleta
ya que impide ver en las normas jurídicas, además de un medio para el conocimiento
anticipado de ciertos comportamientos típicos, un instrumento fundamental para prever
la conducta de los demás hombres.
4.-La previsibilidad jurídica:
1
Véase a M. CORSALE, “Certezza del Diritto e Ligitimazzione”, Sociología del Diritto, 1984, pp. 156-157.
32
En la certeza de contenido y de existencia descansa lo que, tradicionalmente, ha sido y,
todavía hoy, continúa siendo un concepto restringido de seguridad jurídica: la previsibilidad
o predictibilidad del Derecho. En la mesura en que brota del conocimiento del contenido
de las normas jurídicas, creo más correcto encuadrarla dentro de los significados a los
que se alude con el término “certeza jurídica”. Ésta permite a los ciudadanos conocer,
con claridad y de antemano, lo que está prohibido y permitido y, en función de ese
conocimiento, organizar su conducta presente y programar expectativas para su
actuación jurídica futura bajo pautas razonables de previsibilidad1. La previsibilidad
sería, pues, la cara dinámica de la certeza jurídica ya que, como señala Aarnio2, ilustra el
elemento de futuro en el pensamiento jurídico. Aunque quizás sea más delicado afirmar
que la previsibilidad jurídica es una manifestación elocuente de la importancia del pasado
para, desde el presente, prever el futuro. Para decirlo con H. Arendt, dicho pasado “no tira
de nosotros hacia atrás sino que nos presiona hacia adelante y, contrariamente a los que cabría
esperar, es el futuro el que nos retorna al pasado”.
La certeza de la norma conlleva la de la calificación jurídica futura de la acción. Al hacer
esta aportación, el Derecho crea seguridad y confianza en la vida de cualquier organización
social y, como supo ver Bentham3, al hacer el futuro previsible, lo une al presente creando
un sentimiento de esperanza de lo venidero. La previsibilidad de la respuesta jurídica es, en
conclusión, una de las exigencias de la seguridad jurídica que mayor trascendencia social
presenta hasta el punto de, como ha señalado Aarnio, cuando impera la imprevisibilidad
de lo jurídico, la sociedad se disuelve en la anarquía.
Al hablar de previsibilidad se alude, según Lombardi4, a un concepto doble: a la previsibilidad
de la norma individual sobre la base de la norma general; a la del Derecho de mañana
sobre la base del Derecho de hoy, esto es, su «calculabilidad». Aunque se trata de dos
aspectos perfectamente diferenciables, lo normal es que las normas generales sean esas
normas de hoy y, las particulares, las de mañana, dada la exigencia de sometimiento de los
poderes públicos a las leyes generales que define al Estado de Derecho. No obstante, nada
impide hablar de una previsibilidad basada en normas concretas y especiales tal y como lo
sostienen, entre otros, Raz y Waldron.
La conexión entre el pasado, el presente y el futuro es la clave de dicha previsibilidad. De
acuerdo con J. Finnis, la técnica a través de la cual el Derecho hace posible la previsibilidad
de sus respuestas futuras es considerar a unos hechos pasados -(habitualmente
fechables), ya se trate de la aprobación de una ley, de un acto de adjudicación, o cualquiera
de los múltiples ejercicios de los poderes públicos y privados, como suministradores en el
presente de razones exclusorias suficientes para actuar en el modo por ellos establecido.
Según esto, la “existencia” o “validez” de una norma jurídica puede explicarse diciendo
que es, simplemente, esta relación, esta relevancia continuada del “contenido” de ese acto
1
Véase a PEREZ LUÑO Antonio Enrique, La Seguridad Jurídica, Cit, pp. 22.
2
A. AARNIO, Derecho, racionalidad, y comunicación social, traducción de P. Larrañaga, Fontamara, México, 1995, pp. 83.
3
Para formarse una idea clara de toda la extensión que debe darse al principio de seguridad jurídica, conviene recordar que el hombre no está
como lo animales, limitado a lo presente, sea para padecer, sea para gozar, sino que es susceptible de penas y de placer por anticipado, y que no bastaría
ponerse a cubierto de una pérdida actual , sino que es necesario asegurar sus posesiones en cuanto es posible frente a las pérdidas futuras: es necesario
prolongar la idea de su seguridad en toda la perspectiva que su imaginación es capaz de medir. Este presentimiento que tiene una influencia tan marcada
de la suerte del hombre puede llamarse esperanza, esperanza de lo venidero. Por ello tenemos un plan de conducta: por ella, los instantes sucesivos que
componen la duración de la vida no son como unos puntos aislados e independientes, sino que viene a ser las partes de un todo. J. BENTHAM, Tratados
de legislación Civil y Penal, traducción de versión francesa a cargo de R. Salas, Editora Nacional, Madrid 1981.
4
L. LOMBARDI, Saggio sul Diritto Giurisprudenziale, cit, pp. 586.
33
pasado, como razón para decidir y actuar en el presente en el modo así especificado o
establecido. Las razones o ventajas de este hecho serían obvias: el pasado está más allá
del alcance de las personas en el presente; aquél ofrece, por tanto, un punto de referencia
establera salvo de los intereses y disputas actuales y cambiantes. Puesto que “pronto el
presente será de nuevo el pasado”, esta técnica concede a las personas un medio para
determinar, desde el presente, la estructura de su futuro”.
Esta conexión entre el pasado, el presente y el futuro, por medio de la que opera la
previsibilidad, será criticada por determinadas orientaciones de la ciencia y el pensamiento
jurídico que, como en su día el realismo americano y, más recientemente el movimiento
Critical Legal Studies, de forma más o menos explícita, no reconocen a la seguridad
jurídica como un principio necesario para la existencia de un orden jurídico debidamente
estructurado. Todos ellos coinciden en denunciar el salto lógico y la ficción que contiene la
idea de que el pasado puede garantizar el carácter del futuro social, dado que no hay forma
de demostrar que el mundo social seguirá siendo en el futuro como lo ha sido hasta ahora.
Por otro lado, sólo puede hablarse de previsibilidad si se admite que el futuro es, de alguna
forma, anticipable y reconducible al presente; que los hechos y acciones que se vayan
produciendo serán razonablemente interpretables como algo más o menos anticipado por
y en las normas ahora existentes1 . De ahí que la previsibilidad del Derecho deba apoyarse
en una contraposición entre normas (generales) y hechos. Sólo si las normas jurídicas
son universales, pueden relacionarse previsiblemente con los hechos y actos singulares
que vayan surgiendo. Si se pretende que entre éstos exista una continuidad que el
individuo pueda vivir como previsibilidad, la normatividad ha de situarse en un plano de
trascendencia respecto a la realidad histórica.
Debe advertirse que la previsibilidad de la que hablamos no es la que garantiza el Derecho
respecto a acontecimientos o hechos no jurídicos. Es, únicamente, aquélla que se proclama
del contenido de las normas jurídicas estrictamente consideradas tomando como referencia
otras normas jurídicas ya existentes. La seguridad jurídica demanda una previsibilidad que
podríamos calificar de «autorreferencial», esto es, basada, exclusivamente, en normas o
enunciados que forman parte del sistema jurídico y no en posibles inputs no jurídicos.
Porque, al hablar de certeza, y, especialmente, de previsibilidad, estaríamos ante el que
cabría designar como el aspecto racionalista de la seguridad jurídica. El Derecho, sostiene
Gianformaggio, posee certeza si, “al margen de su naturaleza imperativa, a la hora de
determinar el contenido del imperio que detenta, procede a través de un procedimiento
racional que, precisamente por ser racional, es susceptible de ser anticipado y camino
de nuevo por todo individuo sensato y, en consecuencia, en principio, por todo sujeto. Si,
pongamos el caso, un órgano judicial acoge sus decisiones en virtud de normas o razones
que no son ni la ley que de forma más clara está pensada para regular un determinado
caso, ni el precedente judicial que mejor se ajusta al mismo, los ciudadanos escasearían
de bases para poder anticipar el contenido de dicha decisión. De ahí que para poder
hablar de predicción jurídica, haya que partir de una presunción de racionalidad, de
una presunción de que el juez utilizará como marco de referencia de sus decisiones las
1
Explica ARCOS RAMÍREZ, que como KANTOROWICS han manifestado una visión crítica o negadora de la seguridad jurídica han insistido de
los límites del leguaje jurídico con visitas a obtener una previsión posible y fiable del derecho futuro. Siguiendo esta tradición, D. Kennedy habla de una
irreconductibilidad absoluta del flujo de hechos y acciones particulares, cambiantes e históricos al tenor literal de normas estables, generales e históricamente anteriores a los hechos. Con el tiempo, estas últimas se van volviendo cada vez más distantes e inaplicables a las nuevas realidades, dejando sin
consistencia las bases de la previsibilidad. Al principio, aun existiendo incertidumbre, los operadores jurídicos aplican normas a situaciones muy parecidas
a aquellas para las que fueron diseñadas y ejecutan aproximadamente el compromiso que las normas representan.
34
normas jurídicas correctas1.
Pese a ser una condición esencial, la racionalidad del ordenamiento jurídico no es suficiente
para garantizar la previsibilidad. De acuerdo con R. Caracciolo, ningún conocimiento actual
de normas generales puede fundar, por sí solo, un eventual cálculo de probabilidades
sin incurrir en una falacia lógica consistente en deducir enunciados de hecho a partir
de premisas normativas. Un pronóstico similar ha de tomar en consideración hipótesis
adicionales que permitan afirmar que las normas serán aplicadas. Y, entre esas hipótesis,
ha de figurar el principio de seguridad jurídica, que exige que el Derecho se reproduzca de
un modo previsible.
5.-El quebrantamiento de la previsibilidad: un caso puntual de vulneración de derechos:
Tal cual, se puede apreciar en las páginas preliminares del presente trabajo, el profesor
español David Blanquer, en un acertado intento por acercarnos al entendimiento del
principio de seguridad jurídica orientado al derecho administrativo2, describe los hechos
materia de razonamiento judicial, en los autos del Dictamen del Consejo de Estado del
30 de Mayo de 1996, Expedientes Nº 1381/1996 y 1941/95. Brevemente acotaremos, que
en el referido caso la administración pública española, de una manera arbitraria había
vulnerado los derechos de una administración privada (empresa con personería jurídica
de derecho privado), al impedir que uno de sus trabajadores extranjeros, laborara en
tierras madrileñas, debido a que éste, soportaba aún los efectos jurídicos de un acto
administrativo que le impedía residir en tierra española. Hasta allí, todo haría indicar que
sencillamente se trataría del ejercicio de la autonomía administrativa, y que el citado
acto administrativo, sencillamente se encontraría arreglado a derecho. Como en efecto
las razones que lo originaron, fueron sencillamente arregladas a derecho. El problema –y
nuestra inquietud central en este trabajo –se suscitó debido a que en ningún momento
la referida administración pública, comunicó tal situación jurídica al ciudadano (empresa
privada), vulnerando sus derechos –y también su confianza legítima adquirida –de una
manera imprevisible. Ello trajo consigo el fortalecimiento del principio de seguridad
jurídica en el ordenamiento jurídico español.
Para la experiencia peruana, este tipo de hechos, en realidad no se han caracterizado
por su ausencia, teniendo ello un saldo muy lamentable para los ciudadanos, quienes
viven convencidos, en que la seguridad jurídica como pilar fundamental en una estructura
normativa, será respetada en principio por el Estado mismo. Eso, como diría el profesor
Juan Monroy Gálvez: es ficción o un concepto de contrabando. Es por ello, que en con
sensación de lamento, tengo que señalar que todos los días, y bajo todo tipo de actuaciones
se resquebraja la previsibilidad en el ordenamiento actual; siendo que, el único perjudicado
es el ciudadano que debe soportar las inclemencias de la arbitrariedad del Estado, a veces
confundidas con la discrecionalidad administrativa o judicial, pero ello, en fin, es otro tema
que gustosos abordaremos en otra ocasión.
Para poder mostrar, la problemática descrita de manera precedente, pasaré a narrar de
una manera somera, pero no incompleta en elementos de juicio, tanto jurídicos como
axiológicos, un caso que sucedió en Trujillo (Perú), y que llegó incluso a los Tribunales
1
Véase a SEGURA ORTEGA Manuel, La Racionalidad Jurídica, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 23
2
Véase la descripción anotada, debido a que en ella se detalla de manera minuciosa el resquebrajamiento que intentaremos focalizar en el
presente trabajo.
35
ordinarios1, y que su explicación, viene muy bien para compartir y fundar estas ideas.
Los hechos:
1. Ocurrió aproximadamente en el año 2006, en donde la Promotora de la Universidad
Privada de Trujillo, solicitó ante el Consejo Nacional para la Autorización de
Funcionamiento de Universidades – CONAFU, una autorización para el funcionamiento
como Universidad Privada de Trujillo. Es así, que la administración pública referida,
comunicó los lineamientos2 que dicha Promotora debería de seguir, a efecto de poder
obtener la pretendida licencia de funcionamiento.
2. Es así, y después de haber cumplido con todas las exigencias establecidas por la
CONAFU, incluso después de haber desplegado una gestión logística importante,
convocado a examen de admisión, etc.; no obstante ello,
3. De manera repentina, la CONAFU, canceló la licencia de funcionamiento, al
considerar que dicha autorización, había sido otorgado por un Órgano administrativo
incompetente, “y que si bien es cierto no es un hecho imputable al ciudadano, tampoco
se podía desconocer tal ilegalidad en el acto administrativo obtenido.”
4. Posteriormente –y además resultaba obvio - Promotora de la Universidad Privada de
Trujillo recurrió ante el Poder Judicial mediante un proceso constitucional de amparo,
al considerar que se le habían vulnerado derechos de contenido constitucional.
Si el objetivo de la previsibilidad en el derecho, es otorgarle al ciudadano, la predicción
de que la actuación del Estado, no solamente estará reglado a derecho, sino que, dicha
actuación deberá guardar congruencia y concordancia con sus propios actos. No se podría
admitir, la posibilidad de que el Estado –que además pone las reglas o requisitos para
obtener nuestras pretensiones –pueda variar de una manera repentina su propia conducta;
dado que, causaría una clara muestra de indefensión y desconcierto en el ciudadano.
En el caso traído a colación, la Promotora de la Universidad Privada de Trujillo, adecuó
su conducta a la esfera de lo peticionado por el Estado (CONAFU), es decir que fue la
referida institución jurídica quien dio las pautas para que el ciudadano, pudiese obtener
su pretensión. Y en efecto, el particular llegó a cumplir dichas exigencias; sin embargo, la
referida entidad sin mayores contrariedades, dejó sin efecto su propia decisión acusando
el hecho de que la autorización otorgada, fue emitida por un funcionario que no tenía
competencia (como requisito legal). Terminaré esta parte, planteando dos interrogantes:
¿qué responsabilidad tiene el ciudadano de los embustes que se gestan al interno de
la administración pública?, ¿es posible que el Estado quebrante la seguridad jurídica
en el derecho? Seguramente que la respuesta de un lector medianamente ponderado en
razonamiento jurídico –y sin perjuicio de que la justicia a veces es intuitiva –será negativa,
muy por el contrario, al pensar que dichas actuaciones se producen con espontaneidad,
1
Los hechos descritos y materia de análisis, tuvieron lugar en el proceso constitucional de amparo, recaído en el expediente judicial Nº 99132006: Caso UPT vs. CONAFU, tramitado en la Corte Superior de Justicia de La Libertad.
2
Los lineamientos o “reglas de juego” que exigía en ese momento la CONAFU, acuerdo al artículo 12 de la Resolución Nº 196-2004-CONAFU,
Reglamento para la Autorización de Funcionamiento para Universidades y Escuelas de Post Grado no Pertenecientes a Universidades bajo Competencia
del CONAFU, para la autorización de funcionamiento de una universidad, consistía en 4 fases debidamente marcadas, como son : 1) Evaluación para
su aprobación del Proyecto de Desarrollo Institucional (PDI) por el CONAFU, 2) Implementación inicial del Proyecto de Desarrollo Institucional por el
administrado, 3) Verificación de la Implementación Inicial del Proyecto de Desarrollo Institucional por el CONAFU, a través de una Comisión Verificadora,
y 4) Decisión del Pleno del CONAFU autorizando o denegando el funcionamiento provisional de la Universidad. Téngase presente que la Promotora de la
Universidad Privada de Trujillo, cumplió con todos estos lineamientos, es por ello que logró una autorización de funcionamiento.
36
produce desconfianza en la seguridad jurídica.
Posiblemente, existan algunas posiciones –respetables por cierto –cuyas respuestas
concuerden con la idea, de que en el caso puesto en evidencia, lejos de quebrantarse de
manera evidente algún matiz de predictibilidad en el derecho como expresión del principio
de seguridad jurídica, muy por el contrario se habría considerado en estricto la normatividad
establecida en el derecho positivo; no obstante ello, cabe resaltar, tal cual hemos sostenido
en las ideas primigenias del presente escrito, que en rigor de lo que se trata, no es de
tener una concepción eminentemente legalista del Derecho. Ello, debido a que resulta
muy inverosímil en tiempos actuales, aceptar que un ordenamiento jurídico legitima su
eficacia desde un punto de vista completamente formal, sin que tenga que preponderarse
el contenido axiológico de las normas que lo conforman; esto es, en el presente tema, lo
valioso a nuestro criterio, no es solamente la posibilidad (aspecto legalista) que tiene la
Administración Pública de poder en virtud de su “facultad de rectificación de errores”,
enmendar sus imprecisiones de actuación administrativa, sino, que debe de respetarse
(aspecto axiológico) la confianza legítima, que su comportamiento ha generado en la
predictibilidad del ciudadano. Más aún, si las reglas a efecto de estimarse las pretensiones
de los administrados, es la propia Administración Pública quien las crea, modifica, orienta
e interpreta; de modo contrario, estaríamos muy apartados de jactarnos ejercitar nuestros
Derechos, en un auténtico Estado de Derecho.1
Lo pretendido por estas ideas, ha sido denotar que pese a que se ha escrito de manera
regular sobre previsibilidad y seguridad jurídica, ello aún es un gran pendiente en nuestro
ordenamiento jurídico (y seguramente en otros más), y que el legislador debería de
retomar con premura. Ello, de no hacerse posiblemente mantenga abierta la posibilidad de
que las actuaciones del Estado, arbitrarias e imprevisibles, se mantengan como una clara
muestra de desconocimiento e incumplimiento de la seguridad jurídica, como elemento
integrante en nuestra arquitectura jurídica, sobre la cual en realidad debe de erigirse un
verdadero Estado de derecho, en donde exista una adecuada tutela de derechos, en base
a un respeto por la certeza del derecho.
1
Es el caso de haberse declarado la nulidad del acto administrativo que concedía en principio la autorización de funcionamiento de la Universidad Privada de Trujillo, ello bajo el amparo de lo establecido por “la nulidad de oficio”, contenida como institución jurídica en la Ley 27444 –ley de
procedimiento administrativo general.
37
EL COMISO COMO PROCEDIMIENTO SANCIONADOR
LLEVADO A CABO POR SUNAT
ASPECTOS DE RELEVANCIA CONSTITUCIONAL
JOY MILLONES SANCHEZ SANTOS
Abogado. Maestrista en Tributación y Asesoría
Fiscal de Empresas. Especialización en Mejores
Prácticas en la Administración Tributaria. Ex
funcionario de SUNAT y del SAT de Cajamarca.
Docente de pregrado.
I.
INTRODUCCIÓN
Iniciemos recordando un tema básico. La potestad tributaria es la atribución
constitucional otorgada al Estado para crear, modificar o derogar tributos. Su ejercicio,
sin embargo, no se agota allí. En efecto, creado el tributo, los acreedores tributarios
(Gobierno Nacional, Regional, Local y otros entes de Derechos Público), tendrán que
exigir el pago de la prestación tributaria y ciertamente, controlar el cumplimiento de
los deberes administrativos1 propios del tributo instaurado.
Así, los acreedores tributarios designados por la Ley, deberán, como mínimo, ejercer
las siguientes funciones:
1.
Recaudar los tributos vigentes, sean ellos de administración nacional, como la
renta, senati, onp, entre otros; o de administración municipal, como el predial,
vehicular, arbitrios, derechos, entre otros. La finalidad es generar los fondos
necesarios para cubrir el denominado gasto público.
2.
Exigir coactivamente los tributos2, que aún cuando es una forma de recaudación,
constituye su expresión más compulsiva atendiendo a que puede informarse el
nombre de los deudores a las centrales de riesgo, adoptar o variar embargos
en sus diferentes formas, rematar los bienes del deudor, colocar carteles, entre
otros.
3.
Fiscalizar de modo discrecional3 el cumplimiento de los deberes administrativos
propios del tributo instaurado vía la ejecución de acciones de inspección,
investigación y control; luego, de ser el caso, deberá determinarse la existencia
de importes no declarados o dejados de pagar, sea por omisión directa o por
subvaluación.
1
La única obligación tributaria es el pago del tributo. Las demás “obligaciones” previstas en el Código Tributario son deberes jurídicos o
administrativos, pues no tienen contenido patrimonial (llevar libros contables, presentar declaraciones juradas, inscribirse en el RUC, entre otros). Idea
extraída de ROBLES MORENO, RUIZ DE CASTILLA PONCE DE LEON, VILLANUEVA GUTIERREZ, BRAVO CUCCI: Op. Cit. Pág. 111.
2
Esta es la expresión de la potestad de autotutela administrativa que tiene el Estado para satisfacer sus acreencias, es decir, no necesita
dirigirse a un tercero (Juez) para tal fin. Idea extraída de CHIL CHANG, María del Rosario: “PROCEDIMIENTO DE COBRANZA COACTIVA”. Lima-Perú;
Gaceta Jurídica S.A.; Primera Edición; Agosto del 2007. Págs. 10-11.
3
Discrecionalidad no significa libertad absoluta o irrestricta, sino más bien un delimitado margen dentro del cual debe adoptarse una decisión
o ejecutar una acción que no resulte excesiva o exorbitante para el deudor tributario, y que guarde coherencia con la consecución del interés general. Idea
extraída de MORON URBINA, Juan Carlos: “COMENTARIOS A LA LEY DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO GENERAL”. Lima-Perú, Gaceta Jurídica
S.A.; Cuarta Edición; Mayo 2005. Pág. 135.
38
4.
Identificar la comisión de infracciones a los deberes administrativos, asignando
las sanciones1 que correspondan.
La conjunción de todas las funciones descritas es parte del “poder” que otorga ser
titular del crédito tributario. Una correcta y adecuada ejecución de esas funciones
dependerá exclusivamente de la capacidad que tenga el acreedor tributario para
mantener una organización e ingeniería procedimental cuya cohesión con elementos
de carácter técnico y jurídico, permita el cumplimiento de las finalidades del Sistema
Tributario.
Surge a partir de ello, el concepto Administración Tributaria para referirnos a la cara
de la moneda que representa al Estado en la gestión eficiente de los tributos vigentes,
esto es, un lado cuya organización jurídica y jerárquica permite el ejercicio de las
funciones de recaudación, fiscalización, sanción y cobranza coactiva, que les son
inherentes al acreedor tributario. Dicho de otro modo, la Administración Tributaria
es la organización que siempre representa al acreedor tributario2, al Estado en sus
diferentes niveles de gobierno.
Caemos en cuenta, entonces, del acierto contenido en los artículos 50º y 52º del
Código Tributario, aprobado por D.S. 135-99-EF y normas modificatorias, en virtud
de los cuales las entidades consideradas como Administraciones Tributarias son3:
1.
La SUNAT4, encargada de los tributos de recaudación nacional propios del
Gobierno Central, denominados “internos”, así como de los tributos aduaneros.
2.
Los Gobiernos Locales, encargados de la recaudación de los tributos creados
por ellos o por el Congreso a favor de ellos.
En este ensayo nos limitaremos a revisar la facultad sancionadora de la Administración
Tributaria (SUNAT) y en específico el vigente artículo 184º del TUO del Código
Tributario, que ha regulado in extenso la sanción de comiso, brindándole elementos
propios de un procedimiento sancionador que va desde la detección de la infracción
hasta, inclusive, la forma en que debe procederse a la devolución de los bienes o su
equivalente en dinero -cuando se hubiera procedido con el remate, donación o destino
de los mismos-.
Esto nos permitirá verificar algunos aspectos de relevancia constitucional que
se constituyen en garantías de una correcta actuación por parte de SUNAT y de
seguridad jurídica para nosotros.
1
Las “sanciones tributarias” constituyen el lado administrativo de la potestad punitiva única que tiene el Estado. Idea extraída de PEÑA CABRERA, Raúl: “TRATADO DE DERECHO PENAL. Todo sobre lo ilícito tributario”. Lima-Perú; Editora Jurídica Grijley; Tomo VI; Primera Edición, Junio 1996.
Pág. 226.
2
Cfr. a SANCHEZ SANTOS, Joy Millones: “¿NI ACREEDOR TRIBUTARIO, NI ADMINISTRACIÓN TRIBUTARIA?. Competencias fiscales de las
municipalidades de centros poblados”. En la obra colectiva “Manual de Actualización Tributaria”, Gaceta Jurídica S.A., Primera Edición, Octubre del 2010.
Pág. 40.
3
Tema de otro ensayo será la competencia de los Gobiernos Regionales en materia tributaria.
4
Inicialmente los tributos internos eran competencia de SUNAT y los aduaneros de SUNAD, creadas por la Ley Nº 24829. Luego ambas instituciones se fusionaron por disposición del D.S. Nº 061-2002-PCM emitido en concordancia con la Ley Nº 27658, Ley Marco de Modernización de la Gestión
del Estado.
39
II.
DEBIDO PROCEDIMIENTO DE COMISO
Como toda sanción, el comiso tiene una doble finalidad. De un lado, castiga el
incumplimiento de formalidades establecidas en las normas tributarias (previa
la subsanación de la deficiencia documental detectada durante el traslado de los
bienes); y, del otro, disuade a los propietarios o poseedores de bienes objeto de
trasladado, a evitar la comisión de las mismas infracciones (finalidad preventiva1).
El Código Tributario ha regulado el debido procedimiento sancionador de comiso con
las siguientes características:
- El derecho de petición, que debe ser ejercido por el propietario o poseedor
afectado por el comiso.
- El derecho de prueba, expresado en la presentación del comprobante de pago,
documento público u otro documento que acrediten la propiedad o posesión
sobre los bienes comisados.
- La motivación fáctica y jurídica, adecuada y concreta, que debe expresar SUNAT
en su pronunciamiento sobre la acreditación de la propiedad o posesión, sea
en sentido favorable (Resolución de Comiso) o desfavorable (Resolución de
Abandono).
1.
Los derechos de petición y de prueba
Los propietarios o poseedores afectados con el comiso deben sujetarse a la
prescripción del artículo 184º del Código Tributario:
“(…)
a) Tratándose de bienes no perecederos, el infractor tendrá:
Un plazo de diez (10) días hábiles para acreditar, ante la SUNAT, con el
comprobante de pago que cumpla con los requisitos y características
señaladas en la norma sobre la materia o, con documento privado de
fecha cierta, documento público u otro documento, que a juicio de la
SUNAT, acredite fehacientemente su derecho de propiedad o posesión
sobre los bienes comisados. (…)
b) Tratándose de bienes perecederos o que por su naturaleza no pudieran
mantenerse en depósito, el infractor tendrá:
Un plazo de dos (2) días hábiles para acreditar ante SUNAT, con el
comprobante de pago que cumpla con los requisitos y características
señaladas en la norma sobre la materia o, con documento privado de
fecha cierta, documento público u otro documento que a juicio de la
SUNAT acredite fehacientemente su derecho de propiedad o posesión
sobre los bienes comisados. (…)”
[Las negritas y el subrayado son nuestras.]
La redacción de la norma permite identificar tres formas distintas de acreditación de
la propiedad o posesión sobre los bienes comisados: 1) Con el comprobante de pago
que cumpla los requisitos y características señaladas en la “norma” sobre la materia;
2) Con documento privado de fecha cierta o documento público; y, 3) Con otro
1
NIMA NIMA, Elizabeth y GOMEZ AGUIRRE, Antonio. Infracciones Tributarias y Sanciones impuestas por la SUNAT. Gaceta Jurídica S.A.,
Primera reimpresión de la Primera Edición, Noviembre 2006, p. 21.
40
documento cuya evaluación depende del “juicio” de la Administración Tributaria.
Así, tratándose de comprobantes de pago, la verificación es objetiva, esto es, se centra
en el cumplimiento de los requisitos y características previstos en el Reglamento de
Comprobantes de Pago aprobado por Resolución de Superintendencia Nº 007-99/
SUNAT y normas modificatorias.
Intentar un análisis o juicio de validez de la operación contenida en el comprobante
es un elemento no querido en la norma por lo que constituiría un exceso del celo
fiscalizador de SUNAT que se pretenda la probanza de la operación contenida en el
comprobante de pago que acredita la propiedad o posesión.
Debemos decir, además, que si bien es cierto SUNAT está facultada para ejercer su
facultad de fiscalización, es evidente que la descripción normativa del comiso no
prevé tal posibilidad en el caso del procedimiento sancionador de comiso; máxime si
consideramos que su propia normatividad reglamentaria (que analizamos en el ítem
2), no excede ni podría exceder en forma inconstitucional los alcances del Código
Tributario por un tema de jerarquía normativa.
En el supuesto dos, tratándose de documentos de fecha cierta o documentos públicos,
nos percatamos que también la verificación es objetiva pues se trata de reconocerles
la legitimidad que les concede la Ley o la fe pública notarial. Que SUNAT pretenda
asumir competencia para cuestionar la validez de los documentos citados o, lo que
es lo mismo, pedir en el procedimiento de comiso que se acredite la fehaciencia de la
operación, implicaría arrogarse una facultad exclusiva del Poder Judicial1.
Por ello, los documentos sobre los cuales SUNAT estaría facultada a emplear su “juicio”
de validez, y por ende, considerar el inicio de un procedimiento de fiscalización, son
esos “otros” no precisados en los supuestos anteriores, tal vez cartas, constancias de
entrega, proformas, recibos de pago, entre otros, que para el afectado acreditarían la
propiedad o posesión sobre los bienes comisados.
2.
La motivación fáctica y jurídica de la resolución de comiso o abandono
Finalizado el período de prueba SUNAT se encuentra obligada a emitir
pronunciamiento. Tal como lo hemos visto en el ítem anterior, en los dos primeros
supuestos, no debería tener mayores problemas.
Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, y con la finalidad de “verificar” si el
comprobante de pago que “cumple” la formalidad legal o si los documentos de fecha
cierta, públicos o notariales son “reales”, SUNAT notifica una orden de fiscalización al
vendedor y comprador de los bienes comisados, en virtud de la disposición contenida
en el artículo 10º del Reglamento de la Sanción de Comiso de Bienes, aprobado por
R.S. Nº 157-2004/SUNAT, a saber:
1
Esta posición también es compartida por el Tribunal Fiscal en la RTF Nº 04378-2-2008 cuando expresa: “(…) Que de autos no se aprecia la
existencia de sentencia firme de declaración judicial de nulidad respecto de la certificación de firmas en el contrato de “COMPRA-VENTA DE UN VEHICULO DE SEGUNDO USO” obrante a folio 3, por lo que no resulta arreglado a ley que la Administración pretenda desconocer su validez (…)”.
41
“ (…)Artículo 10º,. ACREDITACION DE LA PROPIEDAD O POSESION
10.6. La SUNAT podrá realizar inspecciones, verificaciones y cruces
de información a fin de comprobar la veracidad de la documentación
presentada, el contenido de ésta o la realidad de la operación. (…)”
[Las negritas, el subrayado y las mayúsculas son nuestras.]
Sin embargo, tal forma de proceder no es adecuada porque desde su publicación
(29.06.2007), el Reglamento del Procedimiento de Fiscalización de la SUNAT,
aprobado por D.S. 085-2007-EF, dispuso en el Artículo I de su Título Preliminar,
denominado “Definiciones”, lo siguiente:
“ (…)d) Procedimiento de Fiscalización:
Al procedimiento mediante el cual la SUNAT comprueba la correcta
determinación de la obligación tributaria incluyendo la obligación
tributaria aduanera así como el cumplimiento de las obligaciones
formales relacionadas a ellas y que culmina con la notificación de
la Resolución de Determinación y de ser el caso, de las Resoluciones
de Multa que correspondan por las infracciones que se detecten en el
referido procedimiento.
NO SE ENCUENTRAN COMPRENDIDAS LAS ACTUACIONES DE
SUNAT DIRIGIDAS ÚNICAMENTE AL CONTROL DEL CUMPLIMIENTO
DE LAS OBLIGACIONES FORMALES, (…)”
[Las negritas, el subrayado y las mayúsculas son nuestras.]
Se hace evidente, entonces, la existencia de dos temas de incongruencia normativa:
1) La norma reglamentaria del comiso excede el contenido del artículo 184º del
Código Tributario, vulnerando el principio de legalidad; y, 2) La norma reglamentaria
del procedimiento de fiscalización excluye la posibilidad de “mezclarse” con los
procedimientos sancionadores, recogiendo con claridad la diferencia entre el mero
control de las obligaciones formales (infracciones) y el control más exhaustivo de la
obligación tributaria sustancial (aquella que determina el quantum debeatur).
De tal suerte, si comisados los bienes y pese a que se acredite la propiedad o posesión
con comprobantes de pago, documentos de fecha cierta y documentos públicos,
SUNAT “juzga” necesario ejecutar acciones de fiscalización, incurre en exceso
jurídico porque no sólo degenera la naturaleza y fines correctivos del procedimiento
sancionador de comiso, sino también porque rompe la seguridad jurídica y el debido
procedimiento que garantiza el patrimonio del propietario o poseedor de los bienes
comisados.
Respecto de la motivación fáctica, cuando SUNAT notifica el inicio del procedimiento
de fiscalización al vendedor a través de requerimientos1, incurre en exceso de su celo
fiscalizador por las siguientes razones:
- Al actuar sobre el vendedor existe la posibilidad que el comprador no pueda
alegar o probar, materializándose una vulneración del derecho de defensa de
1
Lo dicho se encuentra previsto en el artículo 1º del Reglamento del Procedimiento de Fiscalización de SUNAT, aprobado por D.S. Nº 0852007-EF, conforme al cual: “El procedimiento de Fiscalización se inicia en la fecha en que surte efectos la notificación al sujeto fiscalizado de la Carta que
presenta al Agente Fiscalizador y el primer requerimiento. (…)”
42
este último, situación que implica la afectación de su patrimonio expresada en
la no devolución de los bienes comisados y en la pérdida del crédito fiscal (por
posible desconocimiento del crédito fiscal).
- Al iniciar un procedimiento de fiscalización antes de emitir un pronunciamiento
sobre el comiso de los bienes, desnaturaliza a éste último incluyendo como
“etapa” o requisito previo, la emisión de una Resolución de Determinación1.
Inclusive, resulta irrazonable que el afectado por el comiso deba “soportar” el
trámite paralelo o conjunto de un procedimiento de fiscalización (de un año,
como mínimo) como “requisito previo” a la emisión de la resolución sobre su
propiedad o posesión, pues durante ese tiempo existe el riesgo de pérdida de los
bienes.
- Al existir el derecho del vendedor de contradecir la eventual Resolución de
Determinación, éste acto administrativo carece de firmeza2, por lo que sus
resultados no podrían aplicarse directamente al procedimiento sancionador
de comiso, ni mucho menos implicar una ampliación del plazo para el
pronunciamiento sobre la propiedad o posesión de los bienes comisados.
III. A MODO DE CONCLUSION.- Comiso, Fiscalización y derechos constitucionales
Es claro que tenemos el deber de aceptar que la Administración Tributaria ejerza
su facultad de fiscalización sobre nosotros, al igual que someternos al ejercicio de
su potestad sancionadora. Sin embargo, tal sumisión tiene límites constitucionales
como el debido procedimiento, y el mismísimo derecho de propiedad.
Considerando que el comiso es el procedimiento sancionador que tiene por finalidad
imponer una multa al propietario o poseedor que no tuvo la diligencia para trasladar
bienes con la documentación sustentatoria correspondiente, SUNAT sólo puede
evaluar la validez de otros documentos diferentes a un comprobante de pago, un
documento de fecha cierta o un documento público. En tal sentido, iniciar acciones
de fiscalización al vendedor de los bienes en los últimos casos citados, implica un
exceso del celo fiscalizador de SUNAT, desnaturalizando la normatividad vigente
y afectando la esfera jurídica-patrimonial del propietario o poseedor de los bienes
comisados, dado que una declaración de abandono generaría la apropiación indebida
e inconstitucional de ellos por parte de SUNAT.
1
Lo descrito se encuentra previsto en el artículo 76º del Código Tributario ya citado.
2
Una interpretación en sentido contrario del primer párrafo del numeral 2 del artículo 137º del TUO del Código Tributario ya citado, permite
observar que existe una causa legal de suspensión de la exigibilidad del acto administrativo denominado Resolución de Determinación.
43
LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA LABORAL
LUIS MANUEL SANCHEZ FERRER CHAVEZ1
Resumen
La Objeción de Conciencia Laboral es un derecho fundamental que nace de la Libertad
de Conciencia, y que a pesar que no se encuentra expresamente recogido en nuestra
legislación, no resulta ser obstáculo para reconocer su existencia en nuestro sistema
jurídico, debiéndola entender como un acto por el cual el trabajador objetor manifiesta
voluntariamente su derecho de opción o de incumplir legítimamente determinada
obligación laboral, justificándose por razones del más alto nivel ético-moral, para así
mantener indemne su dignidad y su conciencia.
1)
Introducción
El sistema democrático como cualquier sistema político, cuenta por un lado, con un conjunto
de valores y principios que sustentan su validez; y por otro lado, tiene incomplitudes que le
da la característica de ser imperfecto, pero propenso a la perfectibilidad; en ese sentido, el
Derecho es el encargado de regular las conductas de las personas protegiendo sus derechos
y, a la vez, distribuyendo deberes como contrapeso de las cargas que cada individuo tiene
que asumir; así las cosas, la posibilidad jurídica que cualquier trabajador puede negarse
a realizar determinada acción o realizar otra prestación alternativa, basándose en los
más altos designios de su conciencia, es una temática de lo más compleja; la solución al
tema planteado no es fácil de resolver, pero nuestra tarea es encontrar los basamentos
suficientes que permitan su fundamentación y su ejercicio efectivo.
Ahora bien, la Objeción de Conciencia no se encuentra positivizado de manera expresa en
nuestro ordenamiento jurídico, sin embargo no es impedimento para reconocer su existencia;
en ese talante, el presente trabajo tiene como objeto analizar la existencia de dicho derecho
fundamental en nuestro sistema, primero, abarcando temas como sus antecedentes,
concepto, justificación, su configuración jurídica y su contenido esencial, con la finalidad de
demostrar la validez de su existencia en nuestro ordenamiento; y, segundo, el análisis de la
Objeción de Conciencia Laboral, su concepto, su regulación, jurisprudencia en nuestro país,
su vinculación con el Poder de Dirección y su tratamiento en el Derecho Comparado.
2)
Desarrollo
2.1) La objeción de conciencia
2.1.1)Antecedentes
El primer rasgo que se puede identificar como antecedente a la Objeción de Conciencia
se encuentra en la concepción moral de los individuos, en ese sentido, la moralidad fue el
fundamento supremo por el cual al inicio de la humanidad, el hombre regía su accionar.
Esa actitud moral objetiva superior, estuvo relacionada con la religión, esto es los pueblos
1
Abogado por la Universidad Nacional de Trujillo, Maestro en Derecho, con mención en Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social, y estudios de Doctorado en Derecho y Ciencias Políticas, ambos por la Universidad Nacional de Trujillo. Analista II adscrito a la Corte Superior de
Justicia de La Libertad.
44
basaban su vida en sus preceptos religiosos que eran la fuente máxima de moralidad. Así las
cosas, cuando una cultura sometía a otra, como es el caso romano - judío, las imposiciones
del más poderoso podían ser vistas, desde la perspectiva del sometido como inmoral y, ello,
podía justificar su incumplimiento. La Edad Media se caracterizó porque el Catolicismo
tuvo fuerte influencia, consiguientemente la Iglesia Católica se encontraba ante conflictos
con el poder de turno, esto es, con el cumplimiento de un deber jurídicamente establecido,
pero imposible de efectuar por razones de carácter religioso. Una vez más, se observa que
en el desarrollo histórico, el concepto religioso aparece entremezclado con la Objeción de
Conciencia, esto lleva a proponer una idea: La religión es un antecedente de la Objeción
de Conciencia, pues bajo el fundamento moral superior se argumentaría la oposición al
cumplimiento de un deber. No obstante, el actual concepto y contenido de dicho derecho
va más allá del aspecto confesional.
De otro lado, en la evolución histórica de la Objeción de Conciencia hubo corrientes
jurídico-filosóficas que brindaron su fundamentación, así tenemos al Iusnaturalismo que
propone según Guillermo Escobar Roca1, cuando cita a Díaz, lo siguiente: “Si el derecho
natural es universal e inmutable y, por lo general, se ve reflejado en el orden histórico de los
deberes que formulan los poderes de la época, parecería un contrasentido reconocer a los
individuos la facultad de desobedecer, por razones morales, los deberes que son reflejo de la
moral objetiva”. Es decir, no cabría la Objeción de Conciencia, pero a partir de la caída del
régimen feudal y monárquico a través del triunfo de los pensamientos de la Ilustración,
se va a concebir derechos como la Libertad de Religión y de Conciencia, basados en el
principio de tolerancia de credos e ideas, es decir, el concepto de un sistema que incluye
tanto a las mayorías y minorías, estas características pertenecen a la edad moderna, donde
predomina la corriente Iusnaturalista Racionalista; evidentemente, abierta al consenso de
los grupos sociales, pero que no desarrolla el problema de la Objeción de Conciencia, pues
es considerada desde ese punto de vista como una contradicción al orden establecido.
En la época contemporánea, varias son las corrientes que tratan de determinar una postura
axiológica específica a efectos de establecer en el sistema democrático una estructura jurídica
coherente; en ese panorama, en el Constitucionalismo del siglo XIX se forjaron dos tradiciones
doctrinales. Así, el Derecho Anglosajón optaría por una filosofía liberal, dando preferencia a la
autonomía individual sobre los valores colectivos, pero limitados por las libertades de terceros.
De otro lado, la Doctrina Francesa se adhiere al pensamiento que la Constitución es un límite al
Poder Legislativo, por lo cual la Objeción de Conciencia es un problema constitucional.
La corriente Positivista no trata lo referente a la Objeción de Conciencia, pues tiene la
característica de basarse en la interpretación legal de la norma, en el absoluto formalismo
jurídico, por lo que, es muy difícil que pueda contemplar la posibilidad de regular como
derecho a la Objeción de Conciencia, pues ni siquiera la entiende y mucho menos la justifica.
Sin embargo, las concepciones filosóficas darían un vuelco total en el siglo XX. Los efectos
que produjo la Segunda Guerra Mundial trajo consigo grandes reflexiones, los cuales
estuvieron orientados a revalorizar el aspecto humano; vale decir, se otorga una importancia
trascendente al respeto de los Derechos Humanos, lo cual permite establecer una postura
abierta de su contenido y sus límites y, en específico, al Derecho a la Objeción de Conciencia.
Mientras que, en el Neocostitucionalismo, a decir de Edwin Figueroa Gutarra2 se propugna
1
ESCOBAR ROCA, Guillermo. “Objeción de Conciencia en la Constitución Española”. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid
- España, 1993, pág. 72.
45
un respeto a los derechos fundamentales, no sólo en su percepción abstracta, sino en
los planos jurídico, social e institucional, dentro del marco de un Estado de Derecho,
en ese panorama Luis Prieto Sanchis1 indica que según dicha postura filosófica, prima
la Constitución y sus Principios Constitucionales, coexistiendo una constelación
plural de valores en lugar de una homogeneidad ideológica; en tal sentido, dentro del
Neocostitucionalismo la Objeción de Conciencia se encuentra fortalecida, dado que al ser
un derecho fundamental debe ser no solamente respetado por los actores de la sociedad,
sino también deber ser tutelada y protegida.
2.1.2)CONCEPTO
Guillermo Escobar Roca2 considera que la Objeción de Conciencia es: “Un derecho de estructura
atípica que tiene como correlativo el deber de un sujeto pasivo de neutralizar la exigibilidad del deber
jurídico incompatible con la conciencia del sujeto activo, siempre que éste tenga y exteriorice sus
convicciones morales”. Vale decir, es la negativa de la persona a obedecer una norma jurídica
estatal que se opone a su propia conciencia, entonces a decir de Oscar Díaz Muñoz3: “No se
trata de la protección de la negativa a los mandatos legales por la satisfacción de un capricho o un
interés egoísta sino de aquella fundada en razones axiológicas, de contenido religioso o ideológico”.
Esto es, la negativa obedecería a la expresión de un credo, idea o criterio moral contenido en
la conciencia en su más alta trascendencia, la cual es contraria al cumplimiento de un deber;
en ese sentido, la oposición es un elemento principal de la Objeción de Conciencia; por tanto,
no es oposición total al sistema, no es un rechazo global y abstracto del ordenamiento sino
tan sólo la incansable y trascendente búsqueda del ser humano por armonizar la norma con la
conciencia individual en cada caso en concreto, pudiendo realizar inclusive alguna prestación
alternativa, a fin de mitigar la consecuencias de dicha negativa.
En consecuencia, dentro del concepto de la Objeción de Conciencia, ¿Cual vendría a ser el
objetivo o los fines de ejercer de este derecho? La consecuencia jurídica del objetor estará
dirigida a la dispensa del deber jurídico, que no se le reprima cuando el incumplimiento
ha sido realizado y, cuando fuera posible será realizar el deber, pero de modo distinto de
lo ordenado. Entonces, la Objeción de Conciencia aparece como un derecho legítimo que
permite conciliar la obligación jurídica con la conciencia individual.
2.1.3)
JUSTIFICACIÓN
John Rawls4 expone que: “no tanto por la autonomía de la persona, sino por su compatibilidad con
los principios de la justicia, principalmente con lo primero, que garantice las libertades de las personas,
debiendo esta teoría incluir en sus principios formas legales para tratar aquellos que disienten, pues
el objetivo de una sociedad ordenada es conservar y reforzar las instituciones de la justicia. Por
lo tanto, el objetor de conciencia debe ser tratado con respeto y no simplemente con tolerancia”.
Dicha posición está orientada por principios de justicia y cooperación dentro de una sociedad
democrática y liberal, donde el hombre está visto como un ciudadano que en primer término,
tiene el poder moral que le proporciona la capacidad de poseer una concepción del bien de
2
FIGUEROA GUTARRA, Edwin. “Dimensiones del Estado Neoconstitucional”. En: “Revista virtual Ipso Jure de la Corte Superior de
Justicia de Lambayeque”. Noviembre del 2010, año 3, N° 11, pág 19. Dirección Electrónica:http://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/0682f400455e1ae1a
876bfe08eed4d4c/CSJLA_D_IPSO_JURE_11_29122010.pdf?MOD=AJPERES&CACHEID=0682f400455e1ae1a876bfe08eed4d4c
1
PRIETO SANCHIS, Luis. “Neoconstitucionalismo y Ponderación Judicial”. En: “Anuario de la Facultad de la Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid”, N° 3, 2001, pág. 201.
2
ESCOBAR ROCA, Guillermo. Obra citada, pág. 218.
3
DIAZ MUÑOZ, Oscar. “Libertad de conciencia y de religión en la reforma constitucional”. En: “Revista Pensamiento Constitucional”, Año IX, N° 9, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003, pág. 167.
4
RAWLS, John. “Teoría de la Justicia”. Fondo de Cultura Económica, México, 1995, pág. 335.
46
modo racional y razonable y, en segundo lugar, es una persona libre con la plenitud de efectuar
demandas o peticiones totalmente independientes a los derechos y deberes establecidos por
el sector político; en esa perspectiva, la posición de Rawls admite la Objeción de Conciencia
siempre y cuando se tutele la igualdad compatible entre los individuos.
Por su parte, Ronald Myles Dworkin1 propone que en una democracia donde se respetan
los derechos individuales, los ciudadanos deben obedecer las leyes, sin embargo no es un
deber absoluto, pues un Estado puede generar obligaciones injustas. Dicho autor discute
la posición del Estado en que por un lado, exhorta a la población a actuar de acuerdo a
su conciencia; y, por otro lado, a que se limite de hacerlo; en este sentido, no se deben
anular los derechos constitucionales individuales aunque estos disminuyan los colectivos,
basándose en que éstos alguna vez fueron principios morales, y que luego pasaron a ser
preceptos legales. Esta posición también tiene grandes críticas; no se puede admitir la
preferencia del derecho individual por el colectivo social, ni viceversa. Es mejor adoptar un
balance o ponderación de intereses, y no un conflicto de derechos.
De otro lado, tenemos la postura de Joseph Raz2, quien plantea que los hombres viven
en una sociedad que valora tanto la autonomía como el pluralismo, asimismo examina
argumentos morales a favor de un derecho a la Objeción de Conciencia, partiendo de la idea
que es moralmente válido y, que su ejercicio debe ser garantizado por el Estado. Defiende
que el hombre puede actuar de acuerdo a sus convicciones, teniendo como medida
un costo-beneficio, sin importar si son erróneas; de igual manera, indica las personas
tienen el derecho de actuar de acuerdo a sus concepciones morales o de conciencia por
más diversas que estas sean, pero teniendo en cuenta que una sociedad que respeta la
libertad individual y los valores humanos, debe establecer límites para que no afecte los
intereses de los demás. Raz además aportó a su posición la “Teoría del Deber Objetado”, y
que Guillermo Escobar Roca3 explica: “Si hay deberes de interés de la persona que estuviese
sometido al deber o de tipo paternalista, la objeción estaría justificada. Si hay deberes en interés
de otros individuos determinados, no cabría la posibilidad de aceptarla, pues la responsabilidad
por los daños sería exigible, pero la salvedad se produciría si el tercero afectado aceptara el
incumplimiento de la obligación. Si hay deberes de interés del público en general, la contribución
de cada uno de los individuos sería insignificante al interés público. Por ello deberá permitirse la
excepción al deber exigido pues ello no produciría daños apreciables en el bien protegido”.
Siguiendo el análisis de la propuesta de Raz, se verifica que formula reflexiones de
naturaleza liberal como las que afirmó Dworkin: “Un estado es liberal únicamente si incluye
disposiciones jurídicas al efecto de que un hombre sea responsable de una violación de su deber
si la violación es cometida en virtud de que piensa que es moralmente malo para él obedecer
el derecho en base a que éste es moralmente malo o en parte”. Entonces, la esencia de su
fundamentación filosófica es la correlación entre la sociedad humanista, la autonomía
individual y el pluralismo. En síntesis, Lo que propone Joseph Raz es que dentro de una
sociedad pluralista, el Estado debe en la medida de lo posible respetar el libre ejercicio de
la Libertad de Conciencia, para evitar conflictos entre los deberes y derechos y, si es que lo
hubiere, utilizar la Objeción de Conciencia como solución al problema de modo razonable.
En el Derecho Latinoamericano, es importante la contribución del profesor argentino
1
2
1985, pág. 339.
3
DWORKIN, Ronald Myles citado por ESCOBAR ROCA; Guillermo. Ibídem, pág. 81.
RAZ, Joseph. “La Autoridad del Derecho. Ensayos sobre Derecho y Moral”. México, Universidad Nacional Autónoma de México,
ESCOBAR ROCA, Guillermo. Obra citada, pág. 83.
47
Jaime Malamud1, quien sostiene que: “en la objeción de conciencia existe además de la
determinación de la naturaleza del deber jurídicamente objetable, la alternatividad de los
deberes y la conducta previa del agente”; mientras que, Carlos Santiago Nino2 afirma que:
“la objeción de conciencia es un derecho moral que proviene o se genera en el principio de la
autonomía individual, con lo cual, el objetor para sustentar su oposición al mandato legal tendrá
que describir su razonamiento a partir de este postulado”.
Las teorías antes indicadas permiten justificar el derecho a la Objeción de Conciencia,
evitando cualquier exageración conceptual, y postulando éste derecho como legítimo, de
tal modo que se tienen los argumentos que satisfacen la necesidad de fundamentarla, pues
de no hacerlo su existencia sería considerada según sus detractores como injustificada.
2.2) Configuración jurídica
2.2.1)
Su relación con la libertad de conciencia
La Objeción de la Conciencia nace del derecho fundamental de la Libertad de Conciencia, en
la medida que éste último implica la libre determinación del pensamiento o de las ideas que se
sustentan en los valores o principios que el individuo hace suyos a los largo de su existencia,
es una autodeterminación del pensamiento, es un derecho que ofrece un conjunto amplio de
aspectos para la realización de la conciencia en la que una persona puede poner en práctica
conductas con el objetivo de hacer una vida auténtica, sobre la que ni el ente estatal, ni algún
tercero, ya sea de manera individual o colectiva pueden interferir, salvo que afecte el interés
público. Lo antes indicado, compatibiliza con la Objeción de la Conciencia, dado que su acción
y desarrollo implica que el individuo puede formar libremente dicho derecho, expresarlo y
manifestarlo, sin que exista la intervención de un tercero que lo violente o amenace.
Nuestra Constitución Política consagra la Libertad de Conciencia en su artículo 2º inciso 3,
y que según la interpretación del Tribunal Constitucional (en adelante T.C.), en su sentencia
recaída en el expediente 0895-2001- AA/TC (en adelante caso Rosado Adanaqué) se
encuentra vinculada directamente a la libertad de ideas y, supone la facultad de toda
persona a tener la plena libertad de formarse una propia conciencia, sin intromisión
alguna y, manifestarla libremente; en este sentido, la Libertad de Conciencia no sólo está
circunscrita a la formación de la conciencia, sino que además se proyecta a la libertad
de actuar según dicha conciencia; en consecuencia, la Objeción de la Conciencia se
encuentra vinculada con la Libertad de Conciencia, dado el poder para decidir no cumplir
con la obligación impartida, basándose en los trascendentes designios de la conciencia, o
en la posibilidad de realizar un prestación sustitutoria o alternativa.
2.2.2) La objeción de conciencia como derecho fundamental
Norberto Bobbio - citado por Marina Gascón3- explica que la esencia de los derechos
fundamentales es: “La cristalización jurídico-positiva de la vieja doctrina liberal de los derechos
naturales”. Son normas jurídicas de aplicación inmediata que no necesitan de principios
1
MALAMUD GOTI, Jaime. “Cuestiones relativas a la Objeción de Conciencia”. En: “El lenguaje del derecho. Homenaje a Genaro
Carrió”. Editorial Abeledo Perrot, Argentina, 1983, pág 280.
2
SANTIAGO NINO, Carlos. “Ética y Derechos Humanos”. Editorial Astrea, Argentina, 2003, pág. 358.
3
BOBBIO, Norberto citado por GASCÓN ABELLÁN, Marina. “Objeción de Conciencia y Obediencia al Derecho”. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid - España, pág. 273.
48
programáticos y, que según Luis Castillo Córdova1 tienen: “Un contenido conformado por
todas las facultades de acción que ese derecho depara para su titular (dimensión subjetiva); y
por todas las obligaciones de acción a las que se debe comprometerse el poder político con la
finalidad de conseguir la vigencia plena y real del derecho mismo (dimensión objetiva)”.
En este sentido, los derechos fundamentales gozan de una posición preferente en el sistema
jurídico, pues constituyen el núcleo protector de todas las personas, quienes pueden recurrir ante
los tribunales cuando sean vulnerados o amenazados. Dentro de esta concepción, se entiende
que la norma fundamental de nuestro sistema es la Constitución, de tal modo que representa un
modelo axiológico de convivencia, en el cual los derechos fundamentales no se confrontan, ni
tampoco entran en contradicción; pues si integran una unidad, sólo se complementan, formando
un todo de conformidad con el Principio de Unidad y Sistema de la Constitución.
En el caso peruano, el T.C. examina el derecho a la Objeción de Conciencia a través de la
sentencia recaída en el caso Rosado Adanaqué, al considerar que dicho derecho se encuentra
contenido en la Libertad de Conciencia, por lo que en su génesis es un derecho fundamental,
el cual es inherente a la dignidad de la persona, que se concreta en la valoración trascendente
de la conciencia. Por otro lado, se entiende la preocupación representada por la siguiente
premisa: Si hay un derecho de Objeción de Conciencia, quiere decir que las personas
podrán ejercerlo y no cumplir con sus deberes jurídicos; aquello, no es así, debido que es
la capacidad de no hacer o incumplir un mandato, e inclusive, de realizar una prestación
sustitutoria, siempre y cuando el objetor cumpla con el requisito fundamental de basarse
en los “más altos designios y valores de su conciencia”. No se puede concebir que un Estado
que se considere democrático, por un lado propugne la Libertad de Conciencia, pero que
por otro lado, cuando tiene en sus manos normas que puedan afectar moralmente a una
parte determinada de la población por ser individuos que profesan tipos de ideas o creencias
diferentes a la mayoría, no pueda contemplar un derecho a la Objeción de Conciencia, como
manifestación de otro derecho legitimo. En tal sentido, el ejercicio de dicho derecho es
legítimo y, se encuentra amparado en las siguientes afirmaciones:
-Primero: Una sociedad plural que respeta la autonomía individual entiende que la
norma tiene cumplimiento general, sin embargo habrá casos en que ciertas personas
puedan verse afectadas, de tal manera que no puedan realizar tales mandatos, pues la
sociedad está conformada no sólo por un grupo mayoritario, sino que existen grupos
que tienen su propia cosmovisión, y por ser la defensa de la dignidad humana el deber
fundamental del Estado, éste se ve en la obligación de tutelarlos.
-Segundo: La Objeción de Conciencia es un derecho fundamental que merece ser
protegido y, por ende, cuando se tenga un caso donde vulneración o amenaza de dicho
derecho, tendrá que entender que el problema pasa por una cuestión de delimitación de
derechos fundamentales, y, por tanto, tener en cuenta que estos son limitados, ilimitables,
y delimitables, pues como dice Luis Castillo Córdova2: “Los derechos fundamentales son
limitados porque tienen sus propios limites inmanentes o internos, los cuales definen el contenido
esencial del derecho y por lo que el derecho es identificable como tal derecho. Es ilimitable
porque el legislador, ni nadie puede traspasar esas fronteras inmanentes o internas, esas
fronteras vinculan de modo fuerte al poder quien no puede trasgredirlas restringiendo, limitando
o sacrificando el contenido constitucional del derecho fundamental que se trate. Es delimitable,
1
2
CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Comentarios al Código Procesal Constitucional”. ARA Editores E.I.R.L., Lima, 2004, pág. 224.
CASTILLO CORDOVA, Luis. Obra citada, pág. 227.
49
porque el legislador, el órgano ejecutivo y el órgano judicial van perfilando con sus normas, actos
y sentencias el contenido constitucional del derecho fundamental en cada caso concreto; la labor
del poder político –en todo caso- es ir perfilando y sacando a la luz esos contornos o fronteras
internas o inmanentes del contenido de los derechos fundamentales”; y, además, no se puede
considerar a la Objeción de Conciencia como excepcional, pues es ilógico que un derecho
que se considera fundamental tenga naturaleza extraordinaria o excepcional, debiéndose
precisar que no puede existir una escala de derechos fundamentales, el respeto y ejercicio
de cada uno complementa al otro, eso quiere decir, que ninguno está por encima de otro.
Lo antes mencionado obliga a exponer los requisitos para el ejercicio de la objeción de
conciencia:
-
Debe basarse en los más altos designios y valores de la conciencia de quien pretende
ejercitarla.- No se trata de un capricho, ni de una posición cómoda, es una acción en sí
misma, donde la existencia humana busca su trascendencia.
-
No debe ser impuesto.- No debe existir un agente externo al individuo que le
imponga seguir o tener determinada postura, dado que la objeción de conciencia se forma
y desarrolla libremente en nuestro mundo interno, lo cual se traduce en la opción libre
de decidir qué posición ante la vida se pretende adoptar, el cual puede ejercitarse ante la
sociedad que nos rodea (actuación externa),
- Debe ser susceptible de ser generalizada.- Al tener el individuo la posibilidad
de ejercitar la objeción de conciencia, implica que puede ser conocida por los demás,
quienes dentro del marco de su libertad, podrán tener una posición crítica frente a ella,
y si lo consideran conveniente, lo podrán utilizar libremente como un modelo o marco de
referencia para el desarrollo de sus vidas.
- No debe ser Abstracta sino aplicable para casos concretos.- La objeción de
conciencia debe ser aplicable para casos concretos donde sea posible identificar los
elementos y circunstancias que lo distinga, de modo específico, real y concreto, dado que
lo abstracto genera imprecisión y confusión.
2.3) Contenido esencial
2.3.1)Introducción
Para los fines del presente trabajo resulta básico determinar el contenido esencial del
derecho a la Objeción de Conciencia, y que según el T.C. en la sentencia de fecha 08 de
julio del 2005, emitida en el expediente Nº 1417-2005-AA/TC1 (proceso seguido por
Manuel Anicama Hernández contra la Oficina de Normalización Previsional -ONP) en su
fundamento veinte –citando a Manuel Medina Guerrero- que: “en cuanto integrantes del
contenido constitucionalmente protegido, cabría distinguir, de un lado, un contenido no esencial,
esto es, claudicante ante los límites proporcionados que el legislador establezca a fin de proteger
otros derechos o bienes constitucionalmente garantizados, y, de otra parte, el contenido esencial,
absolutamente intangible para el legislador; y, extramuros del contenido constitucionalmente
protegido, un contenido adicional formado por aquellas facultades y derechos concretos que el
legislador quiera crear impulsado por el mandato genérico de asegurar la plena eficacia de los
derechos fundamentales”. En tal sentido, el contenido esencial del derecho a la Objeción de
1
Sentencia obtenida en la siguiente dirección electrónica: http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2005/01417-2005-AA.html
50
Conciencia se encuentra sustentado por principios y valores constitucionales que protegen a
los derechos fundamentales, más aún que dicho derecho deriva del derecho a la Libertad de
Conciencia, conforme se puede verificar de la sentencia emitida por el T.C. en el caso Rosado
Adanaqué, donde explica que su configuración está compuesto por valores relacionados
íntimamente con la dignidad humana, no se trata de un mero capricho por parte del objetor
por no cumplir con su deber, si no que se trata de la imposibilidad de realizar el mandato de
manera justificada o de un derecho de opción sustentándose en razones de conciencia.
2.3.2) Elementos del contenido esencial
De acuerdo al fundamento 108 de la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional
(recaída en el expediente acumulado 0050-2004-AI 0051-2004-AI 0004-2005-AI
0007-2005-AI 0009-2005-AI), los elementos del contenido esencial de un derecho
fundamental constituyen su núcleo duro, y en el cual el legislador no puede intervenir para
restringir o privar a las personas de ese derecho, ni mucho menos pueden ser violentados,
ni amenazados; en tal sentido, se puede señalar que los elementos del contenido esencial
del derecho a la Objeción de Conciencia son:
a) El derecho a formarse libremente la Objeción de Conciencia
Este elemento implica que el individuo tiene el derecho en el transcurso de su vida
para formarse una serie de valores y principios, con el cual distingue y diferencia las
circunstancias que lo favorecen o se oponen a sus aspiraciones, y los juzga desde ese
punto de vista, considerando útil todo lo que contribuye a la libertad, la ética y la moral;
lo que da a lugar a la generación de un conjunto propio de ideas o creencias. En ese
panorama, en el tercer fundamento de la Sentencia emitida en el caso Rosado Adanaqué
el T.C. señaló que: “El Estado Constitucional de Derecho resguarda que el forjamiento de la
propia conciencia no conlleve perturbación o imposición de ningún orden, ni siquiera de aquellos
postulados éticos o morales que cuenten con el más contundente y mayoritario apoyo social,
pues justamente, una condición intrínseca al ideal democrático lo constituye el garantizar el
respeto de los valores e ideas de la minoría”. Por su parte, Carlos Mesía Ramírez1 expresa
que la libertad de conciencia es: “Una garantía jurídica de que el sujeto puede acomodar su
conducta y su forma de ver la vida no sólo a su religión, sino también a sus creencias o ideas
con exclusión de cualquier intervención del estado; es además, una guía ética para la praxis y,
en último extremo, oponible frente a deberes jurídicos a fin de alcanzar una dispensa o exención
de su cumplimento, como única forma de dar a nuestras conductas la coherencia que exigen
nuestras ideas o creencias (religiosas o no)”. Criterios los antes indicados que avalan el
derecho que tiene toda persona a formarse libremente la Objeción de Conciencia.
b) El derecho a expresar o manifestar la Objeción de Conciencia
El derecho a la Objeción de Conciencia trasciende el fuero interno de la personalidad, lo que
conlleva a que se exteriorice a través de la práctica en nuestras relaciones sociales, pues
así, como la persona tiene un desarrollo individual con respecto a su conciencia y dignidad,
también lo tiene a través de su vinculación con las personas que lo rodean, asimismo, lo tiene
con el propio Estado, quien será el encargado proveer los mecanismos de tutela y protección
ante la violación o amenaza de dicho derecho. Cabe mencionar que el fundamento sexto
1
MESÍA RAMÍREZ, Carlos. “La Libertad de Conciencia”. En: “La Constitución Comentada, Análisis artículo por artículo”, editorial
Gaceta Jurídica S.A., pág. 62.
51
de la Sentencia evacuada en el expediente Nº 895-2001-AA/TC el Tribunal Constitucional
señaló: “De qué serviría poder autodeterminarse en la formación de las ideas si no es posible luego
obrar (o dejar de obrar) conforme a los designios de esa conciencia. No permitirle al individuo
actuar conforme a los imperativos de su conciencia, implicaría que el derecho a la formación
de esta careciera de toda vocación de trascendencia, pues sucumbiría en la paradoja perversa
de permitir el desarrollo de convicciones para luego tener que traicionarlas o reprimirlas con la
consecuente afectación en la psiquis del individuo y, por ende, en su dignidad de ser humano”.
Siguiendo este orden de ideas, la persona al estar conciente de sus intereses, simpatías, y
rechazos de lo que considera bueno o malo, positivo o negativo, tanto para si como para los
que lo rodean, no puede mantener una actitud pasiva, ni tampoco comportarse como un
espectador desinteresado, su conciencia se transforma para afianzar su libertad, y cuando
llegue a considerarse beneficiario de cualquiera de las posibles verdades que su conciencia
considera como legítimo, el individuo puede sentirse libre para poder expresarlo en toda
su magnitud, tanto subjetiva, como objetivamente.
c)
El derecho a no ser violentada o amenazada la Objeción de Conciencia
Este elemento resulta trascendente en razón que prohíbe cualquier vulneración, afectación o
amenaza contra el derecho fundamental materia de análisis. Así, se consagra la concepción
que un estado de derecho cuyos valores se sustentan en el respeto de los derechos humanos
y de los ideales democráticos, la garantía y la tutela por tales conceptos, tanto de las mayorías,
como de las minorías, son fundamentos primordiales para lograr la consolidación de una
sociedad plural que pueda convivir en armonía. En aquella línea se encuentra nuestra Carta
Magna, puesto que su artículo primero prescribe que: “La defensa de la persona humana y el
respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y el estado”, máxime que se consagra
la Libertad de Conciencia, y que como ya se indicó, de dicho derecho nace la Objeción de
Conciencia. En esa coyuntura, se encuentra por un lado, el valor supremo de la dignidad,
deber primordial por el cual el Estado se ve en la obligación de defender; y, por otro lado, el
derecho fundamental de la Libertad de Conciencia, el cual, no solo es una potestad sino que,
además es una libertad establecida como un derecho humano. En tal sentido, el Estado se
encuentra en la obligación de proveer los mecanismos de protección y tutela, ante los casos
de vulneración o amenaza del derecho a la Objeción de Conciencia.
2.4) La objeción de conciencia laboral
2.4.1)Concepto
El argentino Rodolfo Capón Filas1 refiriéndose a la Objeción de Conciencia y su vinculación
dentro de la relación laboral indica que: “La objeción de conciencia es el derecho de todo
hombre a no empuñar las armas o prepararse para matar, por razones de libertad de conciencia,
ofreciendo servicios civiles como alternativa. Si bien se refiere a temas bélicos, sistemáticamente
cabe extenderla a supuestos laborales vinculados a problemas éticos, en los que el trabajador
puede negar su débito hasta que se solucione el conflicto moral”; de manera específica,
Carlos Sosa Loyola2 considera a la Objeción de Conciencia Laboral como: “La oposición del
trabajador al cumplimiento de los deberes derivados de la relación laboral, sean estos deberes
1
CAPÓN FILAS, Rodolfo. “Derecho del Trabajo”. Editorial Platense, La Plata, pág. 287.
2
SOSA LOYOLA, Carlos. “La Objeción de Conciencia Laboral por creencias religiosas y la exigencia de una Acomodación Razonable ante un eventual conflicto con el Ius Variandi del Empleador, Reflexiones a partir de una Sentencia del Tribunal Constitucional”. En: “Revista Asociación
Civil Derecho & Sociedad”, Lima, 2003, pp. 76-89.
52
provenientes del poder de dirección empresarial o del contenido obligacional”.
Ahora bien, la Objeción de Conciencia Laboral tiene la categoría de derecho fundamental
y está directamente vinculada a la dignidad humana, condición indispensable que otorga
la oponibilidad a cualquier tipo de mandato del empleador, pero que no la convierte en
ilimitada, pues se deberá encausar dentro del orden público, a efecto que en caso de
existir un conflicto de intereses con otro derecho se resuelva calificando los hechos y, por
consiguiente, determinar si ha sido vulnerado y/o amenazado. En ese sentido, si tal derecho
puede ser utilizado contra deberes que provengan de normas de carácter constitucional,
legal, etc., también puede ser usado ante el ejercicio abusivo del Poder de Dirección de
empleador; asimismo, puede considerarse como un derecho de opción, esto es realizar
otra prestación, a la cual se estuvo inicialmente obligado. Por ejemplo, el caso en un centro
hospitalario donde un médico por razones de conciencia se niegue a realizar un aborto, a
pesar que el embarazo ponga en grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la
embarazada, supuesto que se encuentra exonerado de pena en España desde la aprobación
de la Ley Orgánica 9/1985, del 5 de julio de 1985. En este caso, puede existir un rotundo
rechazo justificado por parte del objetor hacia una norma jurídica que permite interrumpir
el desarrollo vital del concebido; en ese sentido, la Objeción de Conciencia sería entendida
como el incumplimiento de un deber; sin embargo, a fin de no faltar al deber de prestar
sus servicios, el médico puede realizar otra prestación sustitutoria, y que en palabras de
Vicente Bellver Capella1 “En ciertos casos la objeción no supondría una exención a un deber
jurídico, sino la exención de una determinada forma de prestación de ese deber”.
Por lo tanto, cuando estamos antes el uso abusivo del Poder de Dirección se puede considerar
a la Objeción de Conciencia Laboral como un acto por el cual el trabajador objetor manifiesta
voluntariamente su derecho de opción o de incumplir legítimamente determinada obligación
laboral, justificándose por razones del más alto nivel ético-moral, para así mantener indemne
su dignidad y su conciencia. No todas las situaciones tendrán que ver con el incumplimiento
de un deber jurídico, sino que el trabajador objetor puede encontrarse frente a la posibilidad
de cumplir el deber requerido en forma alternativa, de esta manera, la Objeción de Conciencia
laboral no puede estar circunscrita conceptualmente de manera estricta a dejar de hacer una
obligación, pues existen casos en que el laburante no deja de cumplir con su deber sino que lo
realiza bajo otra modalidad sustitutoria o alternativa.
2.4.2) Regulación en el ordenamiento jurídico peruano
No se verifica en nuestra Constitución Política algún artículo que realice una mención al
derecho a la Objeción de Conciencia, sin embargo a criterio del T.C., a través de la sentencia
emitida en el caso Rosado Adanaqué, dicho derecho deriva de otro viejo derecho, el cual es
la Libertad de Conciencia, el mismo que se encuentra consagrado en el artículo 2º inciso 3 de
nuestra Carta Magna. Dicho derecho tiene una explícita consagración constitucional desde
la Carta Política de 1933, la cual prescribía en su artículo 59º que: “La libertad de conciencia
y de creencia es inviolable”, asimismo la Carta de 1979 en su artículo 2º inciso 3 señalaba
que: “Toda persona tiene derecho (…) a la libertad de conciencia (…)”. Mediante Ley Nº 27600
se ordenó que la Comisión de Constitución, Reglamento y Acusaciones Constitucionales
del Congreso de la República proponga un proyecto de reforma constitucional, en esta
situación, se aprobó con fecha 05 de abril del 2002, el Anteproyecto de Ley de Reforma de
la Constitución2, cuyo aporte residía en su artículo 1 inciso 3, donde no sólo se reafirmaba el
1
2
CAPELLA, Vicente Bellver citado por GASCÓN ABELLÁN, Marina. Obra citada, pág. 247.
Documento obtenido en la siguiente dirección electrónica: http://www.cajpe.org.pe/rij/bases/legisla/peru/PROYCONS.HTM
53
derecho a la Libertad de Conciencia, sino también el derecho a la Objeción de Conciencia, al
prescribir que: “Toda persona tiene derecho: (…) 3. A la libertad de conciencia, opinión y religión,
en forma individual o colectiva. No hay persecución en razón de ideas o creencias. No hay delito
de opinión. El ejercicio de todas las confesiones es libre, siempre que no vulnere la dignidad de la
persona o los derechos fundamentales. Se reconoce el derecho a la objeción de conciencia (…)”,
luego de debates y foros públicos, dicha Comisión aprobó el Proyecto de Ley de Reforma de
la Constitución1, donde lamentablemente se suprimió el reconocimiento de tal derecho.
A nivel legal tampoco existe una regulación expresa acerca del derecho materia de análisis,
sin embargo se puede considerar su respeto y tutela como conformantes del Principio de
Buena Fe Laboral, y que según Wilfredo Olea Zavaleta2 permite que no se quebranten,
ni se pierda el espíritu de creencia o convencimiento de la confianza y fidelidad mutua
que debe existir entre el empleador y el trabajador, con el objeto que no se produzcan
conflictos, ni se generen motivos de inestabilidad laboral. Ernesto Krotoschin3 menciona
que: “El contrato de trabajo impone a las partes obligaciones recíprocas, que interpretadas y
cumplidas con buena fe son indispensables en el desenvolvimiento de las relaciones mutuas,
hacen posible la convivencia laboral”. En ese panorama, el artículo 25º del Texto Único
Ordenado del Decreto Legislativo N° 728, aprobado por el Decreto Supremo N° 00397-TR, hace mención a éste Principio, el cual prescribe que: “Falta grave es la infracción
por el trabajador de los deberes esenciales que emanan del contrato, de tal índole, que haga
irrazonable la subsistencia de la relación. Son faltas graves: a) El incumplimiento de las
obligaciones de trabajo que supone el quebrantamiento de la buena fe”. En el Proyecto de
Ley General de Trabajo de fecha 07 de mayo del 2007, se indican una serie de principios
que tienen relación directa con el respeto de la dignidad del trabajador, así en el numeral
quinto del artículo X de su Titulo Preliminar, hace alusión a los Principios de: “Igualdad
ante la ley, de trato y de oportunidades en el empleo. Está proscrita toda clase de discriminación
directa o indirecta”. En el numeral tres del articulo 48º, se establece que los trabajadores
tienen derecho al: “respeto de su dignidad, honor e intimidad (…)”; así como, en el numeral
cuarto del mismo artículo se reconoce: “La igualdad de trato y de oportunidades y a la no
discriminación”. Complementando aquello, el numeral tres del artículo 55º prescribe que
el empleador está obligado a: “Guardar a los trabajadores el respeto y consideración debida a
su dignidad, honor e intimidad”.
2.4.3) Casos jurisprudenciales en el Perú
A) Caso Rosado Adanaqué
Es importante la sentencia de fecha 19 de agosto del 2002 emitida por el T.C., en el
expediente 0895-2001-AA/TC, proceso seguido por Lucio Valentín Rosado Adanaqué
contra el Seguro Social de Salud – ESSALUD, Hospital Nacional Almanzor Aguinaga Asenjo
de Chiclayo, sobre Proceso de Amparo, donde se realizó un importante análisis respecto a la
Objeción de Conciencia referente a un tema laboral sobre el descanso semanal en un centro
hospitalario, y que en la doctrina norteamericana se lo conoce como: “sabbatarian case” o
descanso por motivos religiosos; esta modalidad de Objeción de Conciencia se presenta
cuando un trabajador que profesa una determinada fe religiosa tiene por lo general como
1
Comisión de Constitución, Reglamento y Acusaciones Constitucionales del Congreso de la República. “Proyecto de Ley de Reforma de la Constitución”. Fondo Editorial del Congreso de la República. Lima-Perú, 2002.
2
OLEA ZAVALETA, Wilfredo. “La Buena Fe en Materia Laboral”. En: http://www.documentalpiura.com/juridica/willyolea/olea_labuenafe.html
3
KROTOSCHIN, Ernesto. “Código de Trabajo Argentino”. Editorial Depalma, Buenos Aires – Argentina, 1983, pág. 97.
54
día dedicado a su culto el sábado, y que según Oscar Díaz Muñoz1 se refiere: “a la negativa a
realizar actividades de trabajo en días declarados festivos por la religión del objetor”.
La Objeción de Conciencia en la relación laboral bajo la modalidad del descanso semanal
por motivos religiosos aparece como la negativa del trabajador de cumplir una obligación
que proviene del Poder de Dirección del empleador, pero esta oposición desde el punto de
vista del trabajador se traduce en una resistencia, de tal modo que si cumpliera con el deber
impuesta acarrearía un grave daño contra su dignidad. La complejidad de aplicar la Objeción
de Conciencia Laboral en esta modalidad, parte primero, porque el problema se genera en un
centro de salud; segundo, porque el trabajador es médico, esto conduce a realizar una pregunta:
¿El hecho de ser un profesional de la salud hace que pierda la condición de ser humano? Es
decir, el médico debe olvidarse que puede ejercer sus creencias, ideas o convicciones que le
son indispensables en su vida, para ser una mejor persona; en este contexto, entra a tallar el
Estado, defendiendo la dignidad de la persona como fin supremo. No hay que olvidarse que
los médicos son trabajadores y que pueden utilizar las acciones respectivas para tutelar sus
derechos fundamentales que han sido amenazados o vulnerados.
El problema que se suscita en la indicada sentencia es la confrontación de intereses
entre el Poder de Dirección del empleador y el derecho de la Objeción de Conciencia
del trabajador; en efecto, el laburante argumentó que se le había otorgado un derecho,
dado que desde el inicio de la relación de trabajo, la parte patronal respetó su confesión
religiosa, la cual era de conocimiento de todo el centro hospitalario, tanto así que el mismo
empleador no le programaba labores los sábados, y en forma sustitutoria el trabajador
laboraba más horas entre semana para cumplir con su carga horaria. Ahora bien, esto no
quiere decir que el empleador no puede hacer uso del ius variandi, el cual, es un derecho
legítimo y que proviene del Poder de Dirección, y en ese modo requerir al trabajador que
cumpla con el mandato dispuesto, sino que esa orden, por ejemplo, dentro del marco del
régimen laboral de la actividad privada, tiene que estar ajustado al criterio de razonabilidad
y a las necesidades del centro de trabajo, conforme lo establece el artículo 9° del T.U.O.
del Decreto Legislativo N° 728, situación que no ocurrió en este caso, pues el centro
hospitalario alegó someramente y sin prueba alguna, que por cuestiones de necesidad
institucional era necesario que el medico cumpla con su deber de servicio el día indicado.
B)
Caso Paredes Marquina
Este caso lo encontramos en el expediente judicial Nº 587-1998, tramitado ante el Primer
Juzgado Especializado de Trabajo de Trujillo, seguido por Pascual Paredes Marquina contra
TURANDINA S.A.-Hotel Los Jardines, sobre Cese de Hostilidades, donde el demandante
alegaba que desde el inicio de su relación laboral, ocurrido el 1 de marzo de 1985, había
solicitado a su empleadora que su día de descanso sea el sábado, pues él profesaba la
religión adventista, la misma que fue atendida y reconocida de modo permanente,
sin ningún problema por la parte empleadora, pero esta situación cambio cuando el
recurrente demandó en 1995 a su empleadora por pago de reintegro de remuneraciones,
declarándose fundada su pretensión en dicho proceso. Este hecho, sería la causa que
originaría la variación de su día de descanso del sábado por el martes. Ante esta situación,
el accionante solicitó a su empleador que éste cambio sea reconsiderado, pues atentaba
contra un derecho que se le había otorgado desde el inicio de la relación laboral y, que
por su condición de adventista le sería imposible cumplir con esta nueva disposición, sin
1
DIAZ MUÑOZ, Oscar. Obra citada, pág. 168.
55
embargo la empleadora respondió indicando al demandante que cumpla con su deber
laboral. Dada las circunstancias, el demandante se encontró obligado a interponer la
acción de cese de hostilidades. El Primer Juzgado de Trabajo de Trujillo emitió sentencia
favorable para el recurrente, declarando fundada la demanda, pues se había constatado
en un Informe Pericial que, el trabajador prestó servicios desde el inicio de la relación
laboral de lunes a viernes teniendo como día de descanso el sábado, deduciéndose de esta
manera que la parte patronal consentía y aceptaba la confesión religiosa del demandante
y consecuentemente el ejercicio del ius variandi no era proporcional ni razonable.
La empresa demandada interpuso recurso de apelación contra la sentencia de primera instancia,
la cual fue resuelta por la Sala Laboral de la Corte Superior de La Libertad mediante sentencia
de fecha 9 de abril de 1999, revocando la emitida por el Aquo, declarando la improcedencia de
la demanda por la sustracción de la materia, dado que se había extinguido el vínculo laboral,
sin embargo la Sala reconoció que el empleador ejercitó el ius variandi de manera irracional y
desproporcionada, causando un perjuicio moral al trabajador al variar después de trece años
su día de descanso, además que no existió justificación por razones objetivas de la necesidad
de modificación, pero el demandante al renunciar, se produjo la sustracción de la materia. En
ese talante, se trata también de una Objeción de Conciencia bajo la modalidad de descanso
semanal sabatino, pues existen los elementos esenciales que configuran dicho concepto,
de un lado, está la negativa del trabajador a cumplir un deber jurídico laboral, que implica la
inminente vulneración de su dignidad, si es que fuera obligado a realizar la orden de asistir al
trabajo el día sábado, por considerarlo contrario a sus creencias religiosas; y, por otro lado, en
oposición a la negativa del trabajador, está el ejercicio del Poder de Dirección del empleador,
que hace abuso de ese derecho, debiendo estar ajustado a los principios de razonabilidad y
proporcionalidad, lo cual no se produjo.
2.4.4) Su relación con el poder de dirección
Este punto resulta ser controversial, pues pone en la balanza un potencial conflicto
constitucional de dos derechos: la Objeción de Conciencia y el Poder de Dirección;
el primero tiene el carácter de ser fundamental, mientras que, el segundo emana de la
Libertad de Empresa, el cual también tiene una fuente constitucional de conformidad
con el artículo 59° de nuestra Carta Magna (“El Estado (…) garantiza (…) la libertad de
trabajo y la libertad de empresa”); sin embargo, desde una perspectiva constitucional tales
derechos no pueden entrar en conflicto, pues según el Principio de Unidad y Sistema
de la Constitución, debe existir un orden constitucional a fin de obtener la plenitud del
mismo, donde las partes se complementan para formar un todo armonizado, se trata de
interpretar y entender de manera prudente y ponderada el adecuado desenvolvimiento
de aquellos derechos. En tales casos, es de utilidad el Principio de Concordancia Práctica,
y que a decir del T.C. en la sentencia de fecha 08 de noviembre del 2005 recaída en el
expediente Nº 5854-2005-PA/TC1 (proceso seguido por Pedro Andrés Lizana Puelles
contra el Jurado nacional de Elecciones), menciona que: “toda aparente tensión entre las
propias disposiciones constitucionales debe ser resuelta “optimizando” su interpretación, es
decir, sin “sacrificar” ninguno de los valores, derechos o principios concernidos, y teniendo
presente que, en última instancia, todo precepto constitucional, se encuentra reconducido a
la protección de los derechos fundamentales, como manifestaciones del principio-derecho
de dignidad humana”. Asimismo, la doctora Sara Sieira Mucientes2 menciona que es
1
Sentencia obtenida en la siguiente dirección electrónica: http://tc.gob.pe/jurisprudencia/2005/05854-2005-AA.html
2
SIEIRA MUCIENTES, Sara. “La Objeción de Conciencia Sanitaria desde la Perspectiva Constitucional”. En: http://www.aeds.org/
congreso6/cl-06.html
56
fundamental utilizar el criterio de Ponderación, donde se sopesen los pros y contras de
los derechos en discusión, sin embargo el empleador siempre tendrá la obligación de
respetar los altos niveles de conciencia del trabajador o de intentar adaptar los trabajos
a las convicciones de conciencia del objetor, ofreciéndole alternativas ocupacionales. Lo
antes dicho se complementa con la Teoría Armónica, y que según Luis Castillo Córdova1,
lograremos entender que los derechos no se enfrentan, ni se contraponen, son mas bien
los intereses de los justiciables los que entran en disputa, a efecto que en la vía judicial se
logre demostrar que su derecho ha sido vulnerado o amenazado, o de lo contrario que se
cumpla alguna obligación proveniente del ejercicio de un derecho.
Ahora bien, el Poder de Dirección del empleador va a estar sujeto a limitaciones, por lo que,
la actuación de tal facultad directriz deberá enmarcarse dentro de dicho escenario, con lo
que, se proscribe su uso abusivo, siendo un lineamiento elemental a seguir el respeto y
la tutela de del derecho a la Objeción de Conciencia de los trabajadores, con lo cual se
garantiza la plena protección de dicho derecho fundamental, asegurándose así, la plena
garantía de la dignidad del trabajador, siendo aquello un fin y no una mera posibilidad.
2.4.5) La objeción de conciencia laboral en el derecho comparado
a) Estados unidos
La experiencia norteamericana es la más palpable cuando se refiere al tratamiento jurídico
de la Objeción de Conciencia; así tenemos, un primer antecedente en el caso Sherbert vs.
Verner resuelto en el año 1963, y que a decir de Guillermo Escobar Roca2 se estableció: “Que
no puede negarse el subsidio de desempleo a quien, por razones de conciencia (la recurrente era
adventista de séptimo día) se niega a trabajar en sábado. En este caso se afirmó que el derecho
objeción de conciencia se encontraba dentro del ámbito de protección de la free excercise
clause de la Primera Enmienda de la Constitución y aludirse al concepto de compelling state
interest. Poco después de esta importante decisión, la ley de Derechos Civiles de 1964 (Civil
Rights Acts) aludirá, en su Titulo VII, a la no discriminación en el trabajo por motivos religiosos”.
Posteriormente, el Tribunal Supremo ante la legitimación de este derecho desarrollaría
la fórmula denominada “Reasonable Accommodation” o Acomodación Razonable, la cual
permite determinar la razonabilidad entre el interés del empleador y el respeto por las
creencias de los trabajadores, teniendo en cuenta el costo que le implica a la empresa la
acomodación de un laburante con respecto a cuestiones de productividad, adoptándose
medidas que el trabajador puede cumplir.
Todo esto parece ideal, pero no se podrá concretar en todos los casos, pues existirán
situaciones en que el empleador no podrá adoptar las medidas suficientes para que su
trabajador se pueda acomodar a los cambios de productividad. Por ejemplo: Si es que
una empresa sufriera de un déficit económico, producto que las ventas en el mercado
hayan disminuido, al punto que su estado financiero estuviera a punto de colapsar por
falta de pago, podría ocurrir en primer lugar, que la empresa se encuentre en la necesidad
de producir más; y, en una segunda posibilidad, prescindir de un porcentaje de la mano de
obra para reducir los costos de productividad; en los dos supuestos indicados, el empleador
puede tener como trabajador a una persona que se le han acomodado las condiciones
de trabajo en igualdad, para que cumpla con sus obligaciones laborales, pero de acuerdo
a la coyuntura planteada el patrono se encontraría obligado a cambiar las condiciones
1
2
CASTILLO CORDOVA, Luis. Obra citada, pág. 224.
ESCOBAR ROCA, Guillermo. Obra citada, pág. 121.
57
otorgadas, generando una posible lesión al derecho del laburante. En este supuesto, si
un trabajador interpusiera una demanda para hacer respetar su derecho a la Objeción de
Conciencia, apreciaremos que la acomodación razonable se inclinaría hacia al empresario.
Asimismo, en éste país se acuñó la Objeción de Conciencia Laboral referida al “sabbatarian case”,
esto es descanso por motivos religiosos, para dedicárselo al culto, y que por lo general es el sábado.
b)Italia
El Estado Italiano ha establecido en aplicación al principio de Autonomía Negocial o de Libertad
de Empresa una formula muy interesante de modulación a un posible problema de Objeción
de Conciencia; en ese sentido, se acepta por un lado la presencia de derechos fundamentales
cuando se trate de situaciones que impliquen objeciones de conciencia; y por otro lado, debe
existir una ponderación de intereses, en ese sentido, Guillermo Escobar Roca1 expresa que:
“Partiendo de la interpretación conjunta de los dos párrafos del articulo 41º de la Constitución no
faltan autores que valoran positivamente los razonamientos implícitos en alguna decisión de los
tribunales ordinarios según los cuales en las ocasiones en las que no se produzca daño a la actividad y
organización a la empresa, el empresario deberá establecer prestaciones laborales alternativas, que
no supongan menoscabo de la libertad de conciencia de los trabajadores, tesis a la que aporta apoyo
el articulo 2.087 del Código Civil”. En resumen para el sistema Italiano, la solución pasa por la
fórmula de la Ponderación caso por caso, donde se tiene en cuenta la Objeción de Conciencia
del trabajador y los intereses del empleador. Sin embargo, existen casos como los de los
periodistas y del aborto, donde el primero de ellos es un punto a parte en el ámbito laboral,
pues su reconocimiento es desde comienzos del siglo pasado; así, los periodistas gozan de
un derecho que esta íntimamente vinculado con el derecho fundamental de la Libertad de
Conciencia traducido en su manifestación de Objeción de Conciencia, el cual es la Cláusula
de Conciencia de los periodistas, la misma que permite poder rescindir su contrato laboral
con derecho a una indemnización, cuando se produzca una modificación sustancial de la línea
ideológica y política de la empresa periodística que transformada en obligaciones laborales,
podría entrar en colisión con las ideas políticas del trabajador.
El segundo punto, es el referente al aborto y su implicancia con las relaciones laborales, es
así que, en el artículo 9º de la Ley Nº 194 de 1978, se estableció que el personal médico y afín
tienen derecho a ejercer la objeción de conciencia, bajo un procedimiento administrativo
a través del cual el objetor deberá presentar una solicitud haciendo saber de su posición
frente al aborto.
c)España
Para conocer el tratamiento jurídico que se proporciona en España a la Objeción de
Conciencia, se debe recurrir al Jurista Español Guillermo Escobar Roca2, quien indica que:
“los deberes dimanentes de una relación laboral y directamente referidos a una prestación de
tipo profesional que sean incompatibles con las convicciones morales de los trabajadores pueden
ser objetados”. Vale decir, se pueden objetar deberes laborales establecidos en el contrato
laboral, siempre y cuando las obligaciones sean sobre actividades que sean contrarias a su
conciencia y dignidad. Sin embargo, el deber objetado puede tener un origen que no sea
propio del contrato y que más bien sea producto del ius variandi, así tenemos el caso del
1
2
ESCOBAR ROCA, Guillermo. Ibídem, pág. 136
Ibídem, pág. 366.
58
médico del seguro social entre cuyas funciones no figura expresamente la realización de
abortos. Ahora bien, los casos más comunes y sonados de Objeción de Conciencia Laboral
son: A trabajar el día sábado, al aborto y la cláusula de conciencia de los periodistas. La
doctrina española entiende la Objeción de Conciencia a trabajar el día sábado, como la
negativa del trabajador a cumplir la jornada laboral en este día por motivos religiosos, cabe
resaltar que en España existe un consenso entre Estado y movimientos, en este sentido
son importantes los Acuerdos entre el estado español y las agrupaciones evangélicas e
israelita aprobados por el Congreso de los Diputados en setiembre de 1992, con lo cual hay
una formula conciliadora contribuyendo a solucionar los casos de Objeción de Conciencia,
pues de esta manera el Estado tiene en cuenta que su población esta conformada también
por minorías, y que si bien la ley es de cumplimiento general, no se puede obviar ciertas
realidades, lo cual conlleva a que la aplicación normativa debe ser equitativa.
Con respecto a la Objeción de Conciencia al aborto pareciera que su despenalización
prevista en la Ley Orgánica 9/19851, hubiese sido la mejor manera de solucionar la
cantidad de muertes que se producían por intervenciones ilegales en el país ibérico, pues
con esta reforma en el Código Penal español lo que realmente se enfrentó fue una realidad
palpable, pero como todo acto tiene sus consecuencias, uno de éstas repercutiría en
el Derecho Laboral esencialmente en el área médica, pues al no ser mas un acto ilícito,
quienes sino los centros de salud los únicos autorizados a practicar una intervención de
esta naturaleza, fue así que vendría la polémica acerca de esta modificatoria penal sobre
el tratamiento del aborto legal, pues muchos médicos católicos y de otras religiones se
niegan hasta la actualidad a realizar la interrupción de la vida del concebido, surgiendo
de esta manera un debate sobre si es o no una obligación o deber derivado de la relación
laboral el tener que cumplir con una acción licita pero que va en contra de los principios
éticos y morales, específicamente la defensa de la vida.
Por último, tenemos el supuesto de la Cláusula de Conciencia del Periodista, a través del
cual la Constitución Española en su artículo 20º inciso 1 sección d) protege el libre ejercicio
de la profesión del periodista, estableciendo que éste derecho tiene carácter fundamental
ligado íntimamente al valor de la dignidad humana y que consiste en: “El derecho del
profesional de la información a rescindir su contrato cuando una nueva línea ideológica de
la empresa informativa sea incompatible con sus convicciones morales2”; en otras palabras,
ante el cambio de ideología de la institución periodística en la que se presta el servicio, el
periodista puede hacer uso de esta cláusula como causal de rescisión de su contrato de
trabajo pues le es imposible cumplir con su deber jurídico laboral; consecuentemente del
concepto referido, se puede advertir que los requisitos necesarios para que sea utilizada
dicha Cláusula, es por un lado, el cambio de ideología del medio de comunicación, y por otro
lado, la negativa del trabajador a cumplir con el deber jurídico, debido a que contraviene
sus principios éticos-morales.
Es pertinente mencionar la sentencia N° 225/2002 emitida por el Tribunal Constitucional
Español de fecha 9 de diciembre del 2002, la cual trata del caso de don Francisco Escobar
Jiménez, quien prestaba sus servicios laborales como Periodista para el diario “Ya”, dicho
medio de comunicación se caracterizaba por tener una línea ideológica que defendía
la justicia social, pero en setiembre de 1997 se produjo una transferencia de acciones,
1
La Ley Orgánica 9/1985 contempla tres supuestos para abortar: grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada -para lo que no hay límite de semanas de gestación-; embarazo por violación -hasta las doce semanas-, y presunción de graves taras físicas o psíquicas
para el feto -hasta la semana veintidós-.
2
ESCOBAR ROCA, Guillermo. Obra citada, pág. 401.
59
lo cual originó la presencia de nuevos propietarios, sin embargo dicho diario sufrió un
cambio radical de ideología, inclinándose por la ultraderecha, situación que originó que se
susciten una serie de presiones al recurrente, a fin que redacte y emita notas periodísticas
y editoriales en dicha dirección ideológica, que no estaba de acuerdo, lo que motivó a que
decida rescindir su relación laboral, pues la alteración radical de la línea ideológica del
periódico era incompatible con sus convicciones morales, éticas y profesionales. En ese
panorama, interpuso la demanda de resolución de contrato de trabajo basándose en el
articulo 20º, inciso 1, d) de la Constitución española. En las dos primeras instancias perdió,
por lo que formuló el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional de dicho país,
quien declaró fundada la demanda del recurrente reconociendo su derecho a la Cláusula
de Conciencia pues este derecho según la interpretación de dicho tribunal, en primer lugar,
protege la Libertad Ideológica, el Derecho de Opinión y a la ética profesional del periodista,
y si en el hipotético caso de no permitírsele al periodista romper anticipadamente el
vínculo laboral por tratarse de un cambio ideológico del medio de comunicación en el que
trabaja, se estaría aceptando la vulneración de sus derechos fundamentales; y en segundo
lugar, el derecho a la Cláusula de Conciencia no sólo es un derecho subjetivo, sino es una
garantía para la formación de una opinión publica libre, en ese sentido aquella formación
dependerá de los profesionales que laboren en el medio de comunicación, proporcionando
una mayor o menor credibilidad; por lo tanto, el periodista tiene el derecho a preservar
su independencia ante la mutación ideológica desde el momento en que la hubiese
considerado realmente amenazada, pues de ese modo se puede evitar un conflicto con la
empresa de comunicación que tiene sin lugar a dudas todo el derecho de realizar el cambio
de ideológico, pero ante este hecho desde la perspectiva constitucional, el derecho de la
Cláusula de Conciencia protege y ampara al periodista por tener un contenido amplio y no
restringido, permitiéndole la inmediata paralización de labores.
3)Conclusiones
3.1) La Objeción de Conciencia Laboral es un derecho fundamental que está contenido en
la Libertad de Conciencia, el cual está directamente relacionado con la dignidad humana;
en ese sentido, consiste en no solamente el incumplimiento de una obligación, sino también
la posibilidad de realizar la prestación bajo otra modalidad sustitutoria o alternativa.
3.2) La Objeción de Conciencia Laboral no está regulada taxativamente en el sistema
jurídico peruano, pero no es impedimento para tutelar tal derecho frente al uso abusivo
del Poder de Dirección.
3.3) Son elementos del contenido esencial del derecho a la Objeción de Conciencia: a)
El derecho a formarse libremente la Objeción de Conciencia, b) El derecho a expresar o
manifestar la Objeción de Conciencia; y, c) El derecho a no ser violentada o amenazada
la Objeción de Conciencia. Los mismos que pueden ser recogidos como elementos del
contenido de tal derecho dentro del escenario de la relación laboral.
3.4) El derecho a la Objeción de Conciencia no tiene una naturaleza excepcional, en razón que al
ser un derecho fundamental, no se puede restringir su desarrollo, ejercicio o desenvolvimiento,
máxime que es el propio Estado quien debe promover la tutela de los derechos garantizados
por la Constitución; sin embargo, a fin que no exista el abuso de tal derecho, se debe analizar
cada caso en concreto, con el propósito de verificar la existencia de la amenaza o vulneración
de tal concepto, y en especial, cuando se trate de la lesión de su contenido esencial.
60
4)Bibliografia
4.1)Libros
-
BULYGIN, Eugenio - FARRELL, Martín - NINO, Carlos (Compiladores). “El lenguaje del derecho. Homenaje a
Genaro Carrió”. Editorial Abeledo Perrot, Argentina, 1983, pág 280.
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61
EL DERECHO DE DEFENSA.
CONTENIDO CONSTITUCIONAL Y DIMENSIONES
RESUMEN
DAISY JULISSA LÁZARO ACEVEDO1
“Una persona que soporta la imputación de la comisión de un hecho punible
tiene incólume su derecho de presunción de inocencia, por tal motivo debe
respetarse su derecho fundamental de defensa, en sus dos dimensiones,
una dimensión material, mediante la cual debe ser informado de los cargos
que se formule en su contra; intervenir en el procedimiento, ejerciendo su
derecho de contradicción y que los órganos encargados de administrar
justicia se abstengan de afectar sus derechos conexos con su derecho
de defensa y que emanan del principio-derecho de dignidad humana.
Mediante la dimensión formal o procesal, el imputado debe ser asesorado o
patrocinado desde que es citado o detenido por cualquier autoridad, por un
abogado de su libre elección y de confianza o en su defecto por un abogado
público del Ministerio de Justicia, para que realice su estrategia de defensa
en la investigación, y en consecuencia elaborar su teoría del caso, que será
sustentada por su defensor en el Juicio Oral. Cuando no se respecten dichos
derechos, evitando que ejerza sus libertades, podríamos estar ante un estado
de indefensión, pudiendo recurrirse al Juez de la Investigación Preparatoria
o del Juzgamiento de ser el caso, para que tutele dichos derechos”.
I. Introducción
Nadie puede cuestionar la naturaleza esencial y fundamental del llamado “derecho
de defensa” el mismo que existe para garantizar la protección de la libertad o los
intereses de un procesado.
El derecho de defensa es consustancial a la idea de un debido proceso propio de una
democracia constitucional que tiene en el respecto de la dignidad humana el primero
de sus valores. Por su propia naturaleza, el derecho de defensa es un derecho que
atraviesa transversalmente a todo proceso judicial, cualquiera su materia. Tal es así
que se encuentra reconocido en el artículo 139, inciso 3 de la Constitución Política
del Perú. Es un derecho fundamental porque se encuentra reconocido en el artículo
139, incisos 14 y 15 de la Carta Magna. Dicho derecho es inherente a toda persona,
que sobre él recae la imputación de la comisión de un hecho punible. El derecho de
defensa tiene dos dimensiones, la defensa material y la defensa técnica o formal.
La dimensión material está referida al derecho del imputado de ejercer su propia
defensa desde el instante mismo en que toma conocimiento de la imputación que
se le atribuye o la decisión judicial que presuntamente lo perjudica y la dimensión
formal que supone el derecho de defensa técnica; esto es el asesoramiento y
patrocinio de un abogado defensor durante todo el tiempo que dure el proceso.
Su fundamento radica en la necesidad de garantizar la igualdad de posiciones en
el proceso penal. La defensa técnica permite al imputado contar con la asistencia
necesaria de un abogado, cuando no posee conocimientos jurídicos suficientes, o
cuando teniéndolos, no lo pueda utilizar de manera idónea o adecuada.
1
Asistente en Función Fiscal de la Segunda Fiscalía Provincial Mixta Corporativa de Trujillo. Abogada por la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Trujillo. Magíster en Derecho Penal y Ciencias Criminológicas por la Escuela de Postgrado de la Universidad Nacional
de Trujillo. Estudios culminados en Maestría en Derecho Constitucional y Administrativo de la Escuela de Postgrado por la Universidad Nacional de Trujillo.
62
II.
El derecho de defensa:
2.1 En los tratados internacionales
El derecho de defensa se encuentra establecido en el artículo 14 del Pacto
Internacional de los Derechos Civiles y Políticos que a la razón prevé: Numeral 3,
Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad
a las siguientes garantías mínimas:
Inciso a) a ser informada sin demora, en un idioma que comprenda y en forma detallada,
de la naturaleza y causas de la acusación formulada contra ella.
Inciso b) Disponer del tiempo y medios adecuados para preparar su defensa y a
comunicarse con un defensor de su elección.
Inciso d) A hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o ser asistido
por un defensor de su elección; a ser informado, si no tuviera defensor, del derecho que
le asiste a tenerlo, y, siempre que el interés de la justicia lo exija, a que se le nombre
defensor de oficio, gratuitamente, si careciere los medios suficientes para pagarlo.
Por su parte la Convención Americana de los Derechos Humanos, en su artículo 8
establece:
Numeral 2, ... Durante el proceso, toda persona tiene su derecho, en plena igualdad a las
siguientes garantías mínimas:
Inciso b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada.
Inciso d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un
defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor.
2.2 El derecho defensa: sustento constitucional
El derecho de defensa es un derecho que forma parte del derecho fundamental
al debido proceso. Constitucionalmente reconocido en nuestra Constitución
Política del Estado, en el artículo 139, inciso 14, que establece que: “El principio
de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del proceso”. De esta
manera lo que se busca es garantizar el cumplimiento del principio de igualdad
y el uso efectivo del derecho de contradicción.
En virtud a este derecho y tal como lo prescribe el inciso 15 del mencionado
dispositivo legal toda persona será informada inmediatamente y por escrito de
la causa o las razones de su detención. Asimismo, se le asegura la posibilidad de
intervenir ya sea directamente y/o a través de un defensor letrado, desde el inicio y
a lo largo de todo el proceso penal, en todas las actuaciones del procedimiento en
la que la ley expresamente no lo excluye, con la finalidad de manifestar su inocencia
o cualquier circunstancia que extinga o atenúe su responsabilidad.
2.3 Contenido esencial del derecho de defensa
Su contenido esencial ha sido definido (en negativo) por el Tribunal Constitucional
en la sentencia del 20 de junio de 2002, del modo siguiente: “El contenido esencial
del derecho de defensa queda afectado cuando, en el seno de un proceso judicial,
cualquier de las partes resulta impedido, por concretos actos de órganos judiciales,
63
de hacer uso de los medios necesarios, suficientes y eficaces para ejercer la defensa
de sus derechos e intereses legítimos”.1
2.4 El derecho de defensa en el nuevo código procesal penal
En el Art. IX, inciso 1 y 2 del título preliminar, concordante con el artículo 71, inciso
2 del Nuevo Código Procesal Penal, se regula irrestrictamente el derecho de defensa,
estableciendo como su contenido los siguientes derechos: 1) toda persona tiene
derecho a que se le informe de sus derechos; 2) que se le comunique de inmediato y
detalladamente la imputación formulada en su contra, incluso desde etapas previas
al inicio de proceso penal (diligencias preliminares); 3) ser asistido por un abogado
defensor de su elección o en su caso de un defensor de oficio desde que es citada o
detenida por la autoridad; 4) se le conceda un tiempo razonable para que prepare su
defensa; ejercer su autodefe nsa material; intervenir en plena igualdad en la actividad
probatoria; 5) utilizar los medios de prueba pertinentes; 6) no ser obligado o inducido
a declarar o reconocer culpabilidad contra sí mismo; y 7) ser examinado por un médico
legista u otro profesional de salud, cuando su estado de salud así lo requiera.
El código adjetivo también prescribe en el Art. 71 prescribiendo que: cuando el
imputado considere que durante las diligencias preliminares o en la investigación
preparatoria no se ha dado cumplimiento a dichas disposiciones mencionadas
precedentemente o que sus derechos no son respetados, o que es objeto de
medidas limitativas de derechos indebidas o de requerimientos ilegales, puede
recurrir en vía de tutela al Juez de la Investigación Preparatoria para que subsane
la omisión o dicte las medidas de corrección que correspondan.
Por su parte en el Inciso 3) del artículo IX del nuevo Código Procesal Penal
establece que: “El proceso penal garantiza también, el ejercicio de los derechos de
información y de participación procesal a la persona agraviada o perjudicada por el
delito. La autoridad pública está obligada a velar por su protección y a brindarle un
trato acorde con su condición”.
2.5 En la doctrina
Rubio Correa, al comentar los alcances de este derecho nos aclara señalando que:
“el derecho de defensa tienen cuando menos dos significados complementarios
entre sí:
- El primero consiste en que la persona tiene el derecho de expresar su propia
versión de los hechos y de argumentar su descargo en la medida que lo considere
necesario. Este significado de defensa llega tal lejos, que permite que las personas
se expresen en su propio idioma ante autoridades, como un derecho que no puede
ser violentado…() Además, el requisito constitucional es que el informe se haga
por escrito de manera que la persona tenga una prueba irrefutable de la razón de
su detención. Esto le permite lograr mayor precisión en el ejercicio de su defensa”.
- El segundo consiste en el derecho de ser permanentemente asesorado por un
abogado que le permita garantizar su defensa de la mejor manera desde el punto
de vista jurídico”.2
1
2
Sentencia del Tribunal Constitucional, emitida en el Expediente N° 1230-2002-HC/TC.
RUBIO CORREA Marcial: Estudio de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial PUCP, Tomo V, pág. 40. Lima 1999
64
El tratadista argentino, Maier “El derecho de defensa resulta garantizado en
cualquier juicio y no, tan sólo en lo penal, según hemos visto, conviene aclarar
que el procedimiento penal tampoco se limita a la protección del imputado,
sino que también alcanza a otras personas que pueden intervenir en él”.1
El constitucionalista Enrique Bernales Ballesteros2, señala que el derecho de defensa
cuenta con tres características:
a) Es un derecho constitucionalmente reconocido, cuyo desconocimiento invalida
el proceso;
b) Convergen en él una serie de principios procesales básicos: la inmediación, el
derecho a un proceso justo y equilibrado, el derecho de asistencia profesionalizada
y el derecho de no ser condenado en ausencia y;
c) El beneficio de la gratuidad. El derecho de defensa no sólo implica la defensa
técnica, (el abogado tiene que conocer el caso y explicárselo integralmente a su
patrocinado, desde la investigación policial, por tanto este principio reconocido
por la Constitución no admite que Ley o norma con valor de ley, la reduzcan en
parte alguna) sino comprende también la defensa material (ejercida por el
inculpado); de ambos resulta que al imputado se le debe informar cuales son los
cargos, indicios, evidencias, razones para que pueda contradecir. Este derecho
pasa por el principio de no incriminación (no puede declarar contra sí mismo).3
Po su parte el procesalista argentino Alberto Binder señala que el derecho de defensa
cumple en el proceso penal una función especial; no solo actúa junto al resto de garantías
procesales, sino que “es la garantía que torna operativa a todas las demás”, de allí que la
defensa no pueda ser puesta en el mismo plano que las otras garantías procesales.4
III.
Dimensiones o expresiones del derecho de defensa
La “defensa” en un sentido lato, se entiende como aquel derecho, reconocido
Constitucionalmente, que tiene toda persona, de solicitar ante un órgano de
justicia, una solución justa ante un determinado litigio. Aquí se presenta el problema
del individuo a quien supuestamente se le ha lesionado un derecho, por lo que
deberá recurrir a la justicia para efectuar su reclamo, conforme a una garantía
constitucional que va avalar dicha reclamación.
En un sentido más estricto y específicamente dentro de la esfera penal, debemos
decir que mediante la “defensa”, las partes deberán estar en la posibilidad –tanto
en el plano jurídico como en el fáctico- de ser convocadas para ser escuchadas, y
colocarse frente al Sistema en una formal contradicción con “igualdad de armas”
siendo pues –como lo señala Julio Maier-, “una garantía frente al Poder del Estado
y representa una limitación del poder estatal”.
1
2
3
4
MAIER, Julio B.J.: Derecho Procesal Penal, tomo I: Fundamentos. Editores del Puerto, Buenos Aires 1999, pág.543.
BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Editorial Grijley. Lima. 1997.pág 656.
CACERES J, Roberto y IPARRAGUIRRE N. Ronald D.; Código Procesal Penal Comentado, Editorial Jurista Editores, Lima- Perú, 2006, pág. 60.
BINDER, Alberto; Introducción al Derecho Procesal Penal, Buenos Aires 1993, pág. 151
65
El derecho de defensa se ejercita según reconocen los convenios internacionales
sobre derechos humanos, tanto mediante la realización por el propio imputado de
actuaciones defensivas, como a través de la postulación de un técnico en derecho,
cual es el Abogado defensor. En el primer aspecto o manifestación de la defensa
nos encontramos ante la defensa material o autodefensa y la defensa formal o
defensa técnica. La defensa penal integra, pues, una parte dual, cuya actividad
corresponde, tanto al imputado, como a su abogado defensor.1
3.1 El derecho de defensa material o autodefensa
Esta primera dimensión contiene los siguientes derechos:
1. Derecho a ser Informado de los cargos que se le imputa.
El derecho a una defensa material tiene como una de sus expresiones más
trascendentes el derecho del ciudadano a ser informado de la existencia de la
imputación penal en su contra, de conocer los estrictos términos de tal imputación
y de saber cuál es el material probatorio en que la misma se encuentra sustentada2.
El contenido fundamental del derecho a ser informado de la imputación
comprende además el derecho a que el noticiamiento de la imputación se
produzca oportunamente y del modo legalmente previsto (por escrito y a
través del acto procesal de notificación judicial).
Cuando se sostiene que el noticiamiento de la imputación debe producirse
oportunamente se propone la necesaria correlación entre el derecho a ser
informado de la imputación y el derecho a contar con un plazo razonable
para preparar y organizar la defensa.3
El Nuevo Código Procesal Penal también reconoce este derecho al imputado
en el artículo 71, inciso 2, literal a), estableciendo la obligación a los Jueces,
los Fiscales o la Policía Nacional de hacerle conocer de manera inmediata y
comprensible los cargos formulados en su contra y, en caso de detención, a
que se le exprese la causa o motivo de dicha medida, entregándole la orden
de detención girada en su contra, cuando corresponda.
El Tribunal Constitucional ha reconocido el derecho a ser informado de la
imputación, en sentencia del 20 de agosto de 2002, indicando lo siguiente:
“el derecho de defensa consiste en la facultad de toda persona de contar con
el tiempo y los medios necesarios para ejercerlo en todo tipo de procesos,
incluidos los administrativos; lo cual implica, entre otras cosas, que sea
informada con anticipación de las actuaciones iniciadas en su contra”.4
2. Derecho a intervenir en el procedimiento en forma voluntaria.
Es la manifestación del derecho a ser oído, y está constituido por la
posibilidad del imputado de intervenir en el procedimiento, ya sea para
1
JIMENO SENDRA, Vicente; “Manual de Derecho Procesal Penal”; Editorial Colex, Madrid España, 2008, pág.133.
2
GARCIA MURILLO, Joaquín; “Derecho a la tutela judicial”, pág. 329.
3
AVALOS RODRIGUEZ, Constante; “¿Puede prohibirse la revisión del expediente cuando no se ha rendido la instructiva? Entre la reserva de la
instrucción y el derecho de defensa del imputado”, pág. 110.
4
Sentencia de Tribunal Constitucional, expedida en el expediente N° 649-2002-AA/TC.
66
ser excluido tempranamente de la persecución penal o para influir sobre la
decisión del tribunal de juicio oral a través de la producción, confrontación
y valoración de la prueba.
Este derecho tiene una vinculación directa con el Principio de Contradicción,
el cual tiene como base la plena igualdad de las partes en el proceso penal.
Requiere no sólo de la existencia de la imputación del hecho delictivo que
origina el proceso y la oportunidad de rebatirla, sino que se exige además
reconocer al acusador, al imputado y a su abogado defensor, la atribución
de producir pruebas de cargo y descargo respectivamente:
.Controlar activa y personalmente el ingreso y recepción de ambas clases
de elementos probatorios y,
. Argumentar públicamente ante los jueces, lo cual permitirá a ambos
tener la igual oportunidad de intentar lograr una decisión jurisdiccional que
reconozca el interés que cada uno defiende.1
La Convención Americana de los Derechos Humanos, en el artículo 8, inciso
2, literal f) y el artículo 14, inciso 3, literal e) del Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos establecen el derecho del acusado de interrogar
y hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia
de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas
condiciones que los testigos de cargo.
3. Derecho a que los órganos que intervienen de la persecución penal y el
enjuiciamiento no afecten sus derechos reconocidos.
Según este derecho, los órganos encargados de administrar justicia deben
abstenerse de afectar los derechos del imputado, cuando éstos se encuentran
teleológicamente conectados con el derecho de defensa o porque emanan
del principio-derecho de dignidad humana. Estos derechos son:
a) A guardar silencio o, en caso de prestar declaración voluntaria, a no
hacerlo bajo juramento.2
El Principio de no auto incriminación (Nemo tenetur se ipsum accusare)
tiene tres dimensiones: a) derecho a no prestar juramento al momento
de declarar; b) derecho a guardar silencio; c) derecho a no ser utilizado
como fuente de prueba incriminatoria en contra de sí mismo.
b) A no ser sometido a tortura ni a otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes.3
Por este derecho, el imputado sólo por sostener una imputación, no puede
ser sometido durante el proceso penal a tortura ni a otros tratos inhumanos.
1
CAFFERATA NORES, José: Derecho Procesal Penal, Consensos y Nuevas Ideas, Imprenta del congreso de la Nación, Buenos Aires, 1998, pág. 57.
2
La V Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos declaró que nadie debe ser forzado a declarar contra sí mismo en ninguna causa penal.
3
El artículo 71, inciso 2, literal e) del Código Procesal Penal de 2004, establece: “Que no se emplee en su contra medios coactivos, intimidatorios o contrarios a su dignidad, ni a ser sometido a técnicas o métodos que induzcan o alteren su libre voluntad o a sufrir una restricción no autorizada ni
permitida por Ley”.
67
c) A no ser juzgado en ausencia.
Como consecuencia de este derecho no se puede condenar al ausente,
pero sí absolverlo, cuando sea manifiesta la falta de razonabilidad de los
cargos o cuando la prueba ofrecida sea insuficiente.
d) A intervenir en el proceso en condiciones de igualdad
Uno de los principios que permite un desarrollo correcto del derecho
de defensa es el principio de igualdad de armas o también conocido
como principio de equilibrio procesal que es –en esencia- la plasmación
procesal penal del principio de igualdad de naturaleza procesal.
El principio de igualdad de armas supone que tanto la acusación como la
defensa cuentan con igualdad de posibilidades probatorias, de modo tal
que ambas obtienen protección jurídica en igual nivel. De esta forma los
sujetos procesales podrán presentar sin verse en posesión de desventaja
frente a sus adversarios en el litigio.
e) A probar
El derecho a la tutela jurisdiccional y el derecho de defensa carecerían de
todo sentido si las partes no tuviesen derecho a probar los argumentos
que forman parte de su defensa.
Al respecto el tribunal Constitucional ha señalado en su sentencia del
17 de octubre de 2005 que el derecho a probar:
“constituye un derecho básico de los justiciables de producir la prueba
relacionada con los hechos que configuran su pretensión o defensa”.1
El derecho a probar tiene una naturaleza compleja, en la medida que
está integrado por una diversidad de componentes: el derecho de
ofrecer medios probatorios necesarios para la defensa, el derecho a que
dichos medios probatorios sean admitidos, el derecho a que se asegure
la producción o conservación de la prueba y el derecho a que se valoren
adecuada y motivamente los medios probatorios.
Esa Libertad, como es evidente, tiene algunas limitaciones, reconocidas
por el Tribunal Constitucional (caso Magaly Medina), donde establece:
“la pertinencia del medio probatorio, su conducencia o idoneidad, la
utilidad, la licitud del medio probatorio y su eventualidad”.2
f) A que el Órgano Jurisdiccional no exceda en la sentencia, del contenido
de la imputación (principio de congruencia).
Este derecho significa que no se puede condenar por hechos y circunstancias
no contenidos en ella. Su infracción genera la nulidad absoluta de la
sentencia. Asimismo, la variación sorpresiva de la calificación jurídica
1
2
Sentencia del Tribunal Constitucional expedida en el Expediente N° 6712-2005-HC/TC, fundamento jurídico décimo quinto.
Sentencia del Tribunal Constitucional expedida en el Expediente N° 6712-2005-HC/TC.
68
de los hechos en la sentencia puede afectar el derecho de defensa si ella
estuvo fuera de las previsiones del defensor, para ello dicha posibilidad
debe hacerse conocer durante audiencia, a fin de garantizar que las partes
realicen sus alegaciones que consideren pertinentes.
g) La prohibición del reformatio in peius.
Por este derecho el Tribunal que revisa una resolución jurisdiccional por
la interposición de un recurso, no puede modificarla en perjuicio del
imputado, cuando ella sólo hubiera sido recurrida por él, o por persona
autorizada por la ley en su favor.
3.2 El derecho de defensa formal
Es uno de los derechos instrumentales del más amplio derecho de defensa,
se reconoce constitucionalmente el derecho a la asistencia de abogado,
garantizado tanto en las diligencias preliminares, etapa de investigación
preparatoria y sobre todo en el juicio oral, éste último como escenario principal
del proceso penal (artículo 139, inciso 14) de la Constitución Política del Perú).
En virtud de ello es de tener presente que cada día se busca que el defensor público
realice una buena defensa técnica, idónea y oportuna; es así que con fecha 29 de
abril del 2009 se ha promulgado la Ley 29360 (Ley del Servicio de Defensa Publica)
que en su artículo 12° claramente enumera cuales son los deberes del defensor
público y en su art. 13° cuales se consideran faltas de los defensores públicos y las
sanciones a las que se pueden hacer acreedores, siendo la más grave la destitución
del cargo, la cual entrara en completa vigencia a partir del 01 de Enero del 2010.
El derecho a la asistencia de un abogado consiste, en primer lugar, en la facultad
que asiste al imputado, de poder elegir un abogado “de confianza”, en segundo,
reclamar a su costa la intervención de un Abogado “de oficio” o “defensa
pública”, siempre que la actuación procesal pueda generar una indefensión
material y, en todo caso, la asistencia “gratuita” de dicho abogado, cuando se
carezca de recursos para litigar, en tercer lugar que el abogado le asesore para
que ejerza con eficacia su autodefensa y finalmente en la realización por el
abogado de todos los actos y medios de impugnación conducentes a obtener el
restablecimiento y declaración del derecho a la libertad de su defendido.1
La otra posibilidad es que el imputado ejerza el derecho a defenderse por sí mismo,
sin el auxilio de los defensores técnicos. …La facultad que concreta este derecho
se encuentra, sin embargo, limitada por la previsión de factores que pueden influir
negativamente tanto en la efectividad de la defensa cuanto en la marcha normal
del proceso, menoscabando aquélla u obstaculizando éste. Previendo que ello
ocurra el Juez podrá disponer que, pese a la elección formulada por el imputado de
defenderse por sí mismo, éste designe defensor técnico y, si no lo hiciere, provea a
su defensa por un funcionario público (defensor de oficio)2.
En la Sentencia recaída en el Exp. Nº 1323-2002-HC/TC - caso Silvestre
Espinoza Palomino, el Tribunal Constitucional ha establecido: “… no se puede
1
2
JIMENO SENDRA, Vicente; “Manual de Derecho Procesal Penal”; Editorial Colex, Madrid España, 2008, pág.135.
CREUS, Carlos; Derecho Procesal Penal; editorial Astrea de Alfredo y Ricardo de Palma S.R.L., Buenos Aires –Argentina,, 1996, pág. 276.
69
permitir que el procesado realice su propia autodefensa técnica, porque dicha
situación le pondrá en un estado de desigualdad en el proceso frente a la otra
parte, ya que no ha sido formado como abogado, en tal sentido carecerá de los
conocimientos jurídicos para realizar dicha defensa”.1
Asimismo, dicho órgano de control de la constitucionalidad ha establecido en la
Sentencia recaída en el Exp. Nº 2028-2004-PHC/TC que: “…es cierto que pueda
haber una defensa personal, pero lo que no se puede permitir a dicha persona
es que se defienda con argumentos técnicos que no lo tiene al no ser abogado”.2
IV.
CONCLUSIONES
- El derecho de defensa es un derecho humano, ya que se encuentra regulado en
la Convención Americana de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, que establecen el poder de los Estados partes
de dichos instrumentos internacionales, de poder proporcionar un defensor de
oficio al imputado que no cuente con un defensor de su confianza.
- El derecho de defensa, se encuentra estrechamente ligado a un principio
fundamental, el Derecho a la Igualdad. Y es por ello, que a través de sus tres
características: a) Ser un derecho constitucionalmente reconocido, cuyo
desconocimiento invalida el proceso; b) Donde convergen los principios
procesales básicos de inmediación, derecho a un proceso justo y equilibrado,
derecho de asistencia profesionalizada y derecho de no ser condenado en
ausencia y c) el beneficio de la gratuidad; pretende de alguna forma, buscar un
equilibrio entre las partes de un proceso.
- El Nuevo Código Procesal Penal en el artículo IX del Título Preliminar, otorga
sólo al imputado el derecho que en un procedimiento penal, sea asistido por un
abogado defensor de su elección y a la falta de éste por un abogado de oficio.
Sin embargo, en virtud al Derecho de Igualdad, de manera específica el principio
de igualdad de armas, el derecho de defensa en forma gratuita también debe
alcanzar a otros sujetos procesales que intervengan en un proceso penal, pero
de manera especial agraviado, ya en la práctica advertimos que en muchos
casos la víctima de delito o de la acción no cuentan con medios económicos
suficientes que les permita solventar el costo de contratar un defensor privado,
quedando de esta forma en estado de indefensión frente del imputado, ya que
no goza del derecho de ser patrocinado por un defensor público, en caso que no
elija uno de su libre elección, derecho que si se le está reservado al investigado.
- El contenido del derecho defensa se encuentra integrado por el derecho de
defensa material y el derecho de defensa formal. El primero está relacionado
con la autodefensa del investigado al rendir su declaración indagatoria y
de tomar conocimiento en forma oportuna de la realización de los actos de
investigación que disponga el Fiscal responsable de la investigación preliminar
y preparatoria, así como en la etapa de juicio oral, a través del interrogatorio
1
2
Sentencia del Tribunal Constitucional – Exp. Nº 1323-2002-HC/TC - Caso Silvestre Espinoza Palomino, pág. 01.
Sentencia del Tribunal Constitucional – Exp.Nº 2028-2004-PHC/TC -Caso Margi Eveling Clavo Peralta, pág. 02.
70
y en los alegatos de clausura, pero respecto de los hechos. En cuanto a la
defensa técnica que la ejerce un abogado defensor, ya sea el de confianza
que ha elegido por el imputado o la defensa gratuita, en caso que carezca
de medios económicos para contratarlo. La defensa técnica comprende el
asesoramiento que el abogado le brinda a su patrocinado para que éste ejerza
su autodefensa con eficacia, también alcanza la defensa que realiza el propio
abogado, cuando logra el respecto de los derechos fundamentales de su
patrocinado durante el desarrollo del proceso penal, realizando su estrategia
de defensa en la investigación, la que le permita elaborar su teoría del caso que
será sustentada en juicio oral, que consistirá rebatir con elementos fácticos,
jurídicos y probatorios los argumentos del Ministerio Público para así obtener
que su patrocinado quede absuelto de la acusación fiscal.
- En tal sentido, si un funcionario policial o fiscal recibe una declaración a un
investigado sin haber cumplido con hacerle conocer los cargos imputados en
forma detallada y en el idioma que comprenda; o se le niega la posibilidad
de ser oído en el procedimiento investigatorio que se le sigue; o sin haber
designado su abogado defensor de oficio en el caso de carecer de recursos
económicos; o si es sometido a torturas, a otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes, dicho acto de investigación será nulo. También se vulnera el
derecho de defensa, sí ocultando al imputado los cargos contra él existentes,
se le hace prestar declaración como testigo, ya que, debido a que el testigo
tiene las obligaciones de comparecencia, de prestar declaración y de decir la
verdad, ya que se violaría su derecho al silencio y se le coaccionaría, ya que
si declarar como testigo, es apercibido ilegítimamente con penas del delito de
falso testimonio. Igualmente, el poder coercitivo que realiza el Fiscal durante
la investigación preliminar o preparatoria, cuando apercibe al imputado en el
caso que éste no hubiera asistido a la primera citación a rendir su declaración
indagatoria, también atenta contra el derecho de defensa, ya que si el imputado
goza del derecho a guardar silencio, con dicha actitud estaría haciendo uso de
su derecho, y que al apercibirlo, que si no concurre a rendir su declaración será
conducido compulsivamente se le estaría conminando a declarar.
- Si el investigado y su abogado defensor, advierten que durante las diligencias
preliminares y la investigación preparatoria se le ha violentado su derechos como
persona investigada, podrán recurrir al Juez de la Investigación Preparatoria,
haciendo uso del mecanismo denominado Tutela de Derechos, que se ha
incorporado recién con el Código Procesal Penal de 2004, en el artículo 71,
inciso 4, a fin de que éste en audiencia con intervención de las partes tutele,
proteja, subsane o dicte las medidas de corrección pertinentes, protegiéndose
así, mejor los derechos del imputado, como es el derecho de defensa que es
materia de tratamiento en el presente artículo, así como los demás derechos
integrantes del derecho al debido proceso, los cuales constituyen el fundamento
para establecer que todo medio de prueba debe ser obtenido mediante actos
debidamente formales, destinados a provocar sobre el imputado la menor
afectación posible; careciendo de veracidad, toda aquella declaración obtenida
por medios ilícitos (coacción, fuerza, tortura).
71
Referencias bibliográficas
AVALOS RODRIGUEZ, Constante; “¿Puede prohibirse la revisión del expediente cuando no se ha rendido la instructiva?
Entre la reserva de la instrucción y el derecho de defensa del imputado”, en actualidad jurídica N° 135, Lima, 2005.
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RUBIO CORREA Marcial: Estudio de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial PUCP, Tomo V, Lima 1999.
72
EL EMBARGO COMO ÚNICA MEDIDA DE COERCIÓN
PROCESAL REAL, ¿SATISFACE LAS NECESIDADES JURÍDICAS
DEL ACTOR CIVIL EN EL NUEVO PROCESO PENAL?
EMERSON FUENTES TASAYCO
ABOGADO
1. Introducción:
Es propicia la oportunidad para tratar un tema de mucha relevancia e importancia en el
Nuevo Proceso Penal como son las Medidas Cautelares (Medidas de Coerción Procesal
Real) que no solo constituyen en su esencia un Proceso Civil Autónomo, sino que
actualmente con la progresiva entrada en vigencia del nuevo Código Procesal Penal (2004)
en los diferentes Distritos Judiciales, vemos que este proceso ha sido considerado en el
mencionado Código Adjetivo Penal dentro del Libro Segundo (La Actividad Procesal),
Sección III (Las Medidas de Coerción Procesal), Título VIII (El Embargo) no como un
proceso como lo tiene establecido el Código Adjetivo Civil sino como una Medida de
Coerción Procesal pero de carácter Real.
A lo largo de los años, esta institución ha tenido ciertos cuestionamientos, pero no
referidos a sus fines, ni eficacia, ni a su función; sino referidos a su denominación en nuestro
ordenamiento jurídico peruano, que valga decirlo ha sido incluido como un “Proceso
Autónomo” para el que se forma cuaderno especial, lo cual considero personalmente no
es lo correcto, debido a que ni en la teoría ni en la práctica reúne las características de un
Proceso Autónomo en razón a que la concesión de tales medidas se dictan “In Audita Altera
Pars”, es decir se dictan sin hacerla de conocimiento ni oír previamente a su destinatario,
por lo que no hay derecho de contradicción en dicho proceso y así mismo en la Praxis
Jurídica no se da tal condición debido a que las medidas cautelares cuando se solicitan
se forma un cuaderno separado al principal pero con el mismo número de expediente, lo
cual no refleja la independencia de la medida como Proceso Autónomo sino más bien una
medida propiamente dicha dependiente del principal (Instrumentalidad), es por ello que
en la actualidad muchos autores como el Dr. Martín Hurtado Reyes y la Dra. Marianella
Ledesma Narváez optan por llamar Tutela Cautelar al Proceso Cautelar.
El nuevo Código Procesal Penal, vigente actualmente en el Distrito Judicial de Lambayeque,
ha establecido lo que llamo mixtura de pretensiones, es decir, ha facultado al agraviado
a constituirse en actor civil para poder solicitar la reparación civil en la vía penal, vale
decir que un agraviado puede pedir sanción penal y sanción civil; es por ello que dada la
facultad de pedir sanción civil, las normas civiles y procesales civiles referentes y conexas
a la reparación civil deben estar correctamente reguladas para así cautelar o ejecutar el
cumplimiento de dicha pretensión, evitando en consecuencia que dicho derecho quede en
ilusorio. Es por ello que el presente ensayo tiene como finalidad persuadir a la colectividad
jurídica de la necesidad de regular dichas normas correctamente para que sea más eficaz
su aplicación.
El presente ensayo adquiere importancia al servir de diagnostico jurídico para nuestros
legisladores; y ¿por qué no decirlo? de Instrumento Reparador Legal de nuestro novedoso
Código Procesal Penal, ya que como es de advertir las Medidas Cautelares tienen alcances
Civiles, Procesales Civiles, Penales y Procesales Penales, sobre todo en el Ámbito Penal
respecto al aseguramiento del cumplimiento de la Reparación Civil, donde debe procurarse
que el resarcimiento del daño sea efectivo y no quede en ilusorio; más aún si apunta
73
al mejoramiento de nuestras normas legales para que de esa manera el nuevo Código
Procesal Penal resulte eficiente y cubra las expectativas deseadas, sobre todo las de la
sociedad que tanto aclama justicia.
2. Antecedentes normativos:
El Decreto Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, bajo el rótulo de “Decreto
Legislativo que mejora la administración de justicia en materia comercial”, realizó cambios
sustanciales en el Código Procesal Civil, principalmente en lo que se refiere al Proceso
Cautelar (1).
La importancia de dicha vía procedimental es mayúscula: La Tutela Cautelar busca asegurar
los derechos que las partes discuten en la litis, para que la demora natural del proceso no
los haga infructuosos; por su parte, la tutela ejecutiva busca satisfacer efectivamente los
derechos del demandante. Son etapas que de una u otra manera aseguran la vigencia y
eficacia de la protección de los derechos que el sistema reconoce (2).
Las modificaciones a las que se hace mención afectaron la Tutela Cautelar en varios
puntos. Por ejemplo, es de resaltar la modificación del Art. 630 del CPC (Cancelación de
la Medida), por la cual si bien la medida cautelar queda cancelada con la declaración de
infundada de la sentencia de primera instancia, aunque haya sido impugnada, es posible
(a diferencia de la regulación anterior) solicitar al juez mantener la vigencia de la medida
hasta su revisión por la instancia superior, siempre que se ofrezca contra cautela de
naturaleza real o fianza solidaria (3).
Cabe precisar, que se mantiene la regla inaudita altera pars, por la que el afectado con
la medida no es notificado sino hasta que ésta haya sido totalmente ejecutada, pero
haciendo una precisión en el Art. 637 del CPC (Trámite de la Medida) al señalar que
cuando la decisión cautelar comprenda varias medidas, la ejecución de alguna de ellas,
que razonablemente asegure el cumplimiento de la sentencia, faculta al afectado a
interponer apelación. Por otro lado en lo que respecta a la medida temporal sobre el fondo,
se agrega un importante requisito de procedencia. En efecto, se afirma que la medida
puede consistir en la ejecución anticipada de lo que el juez va a decidir en la sentencia,
sea en su integridad o en aspectos sustanciales de esta, siempre que los efectos de la
decisión puedan ser de posible reversión (4).
Siguiendo la línea de antecedentes históricos, la última modificación realizada al Código
Procesal Civil respecto a las medidas cautelares ha sido comprendida dentro de la Ley
N° 29384 (5), publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, bajo la
denominación “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código Procesal Civil”,
en la cual se ha optado por agregar un párrafo al Art. 608 del CPC (Juez Competente,
Oportunidad y Finalidad), haciendo una mejor precisión de lo establecido en el Art. 636 del
CPC (Medida Cautelar Fuera del Proceso), precisando dicho artículo que para asegurar la
eficacia de una misma pretensión, las medidas cautelares deben solicitarse ante el mismo
juez, de no ser así serán nulas las resoluciones cautelares dictadas; debiendo además el
1
Decreto Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora la administración de justicia en materia comercial”.
2
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág. 5).
3
Decreto Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora la administración de justicia en materia comercial”.
4
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág.5 - 6).
5
Ley N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código
Procesal Civil”.
74
recurrente expresar claramente en su solicitud cautelar la pretensión a demandar.
Respecto al Art. 611 del CPC (Contenido de la Decisión Cautelar) vemos que se ha
agregado un numeral a dicho artículo (numeral 3), precisándose en este artículo que el
juez para dictar una medida cautelar no solo debe apreciar la verosimilitud del derecho
invocado y el peligro en la Demora (como anterior a la modificación estaba señalado), sino
que también debe apreciar la razonabilidad de la medida para garantizar la eficacia de la
pretensión, por lo que finalmente podemos decir que en toda solicitud de medida cautelar
actualmente debe contener la fundamentación respecto a :
Ø Verosimilitud del Derecho Invocado.
Ø El Peligro en la Demora.
Ø La Razonabilidad de la misma.
En alusión al Art. 613 del CPC (Contracautela y Discrecionalidad del Juez), no ha sufrido
cambios sustanciales, sino podríamos decir se ha aclarado ciertos puntos para una mejor
interpretación, cabe precisar que en lo concerniente al Tercer Párrafo de dicho artículo
vemos que se ha precisado textualmente que la Contracautela de Carácter Real (Caución
Juratoria) puede ser admitida fundamentando dicha decisión siempre y cuando sea
proporcional y eficaz (6), vemos entonces que el solo ofrecimiento de dicha Contracautela
no es el único requisito para aceptarla como tal sino que tiene que necesariamente pasar
un filtro (Ponderación del Juez), siendo el juez el indicado para aceptarla o rechazarla de
acuerdo a su criterio, teniendo como ayuda su experiencia y los precedentes respecto a la
eficacia de las medidas cautelares.
El Art. 637 del CPC (Trámite de la Medida), modificado en un primer momento por el
Decreto Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora
la administración de justicia en materia comercial” (1), nuevamente ha sido modificado por
la Ley N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, bajo
la denominación “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código Procesal
Civil”, ley que incorpora en dicho artículo como medio de defensa en la Tutela Cautelar la
Oposición a la Medida Cautelar, con la cual se deroga algunos párrafos de dicho artículo,
como es el caso de la derogación del plazo excepcional no mayor de cinco días para que
el peticionante logre acreditar la verosimilitud del derecho que sustenta su pretensión
principal, de igual forma queda derogado la regla de notificación que rige para las medidas
cautelares, la misma que establecía que al término de la ejecución de la medida cautelar
o en acto inmediatamente posterior se notificaba al afectado para que recién pueda
apersonarse al proceso e interponer recurso de apelación (sin efecto suspensivo) y por
otro lado quedó derogado la multiplicidad de las medidas cautelares; ello en razón a que
dichos actos procesales que han sido derogados han quedado subsumidos dentro de la
Oposición a la Medida Cautelar (2).
Finalmente la Única Disposición Transitoria, Complementaria y Final de la Ley N° 29384,
establece una regla competencial excepcional estableciendo que los jueces provisionales
o suplentes solo pueden conocer de los pedidos cautelares dentro del proceso cautelar,
salvo que, en el distrito judicial correspondiente o en el ámbito de su competencia, el Juez
1
Ley N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código
Procesal Civil”.
2
Ley N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código
Procesal Civil”.
75
Titular no se encuentre habilitado; rigiendo dicho párrafo solo hasta la aplicación efectiva
del Art. 239 del T.U.O de la L.O.P.J. (1), (Jueces Supernumerarios según lista de Aptos
elaborada por el Consejo Nacional de la Magistratura, en estricto orden de meritos, en número
no mayor al 30 % de los titulares, para cubrir las vacantes que se produzcan. Solo asumen
las funciones cuando no haya reemplazantes hábiles conforme a ley, previa designación de la
Presidencia. Los Consejos Ejecutivos Distritales o las Cortes Superiores de Justicia, en su caso,
reglamentan la aplicación del presente artículo), aprobado mediante Decreto Supremo N°
017 – 93 – JUS, modificado por la Ley N° 29277, Ley de la Carrera Judicial (2).
3. Concepto de proceso cautelar (medida cautelar):
La denominación de Proceso Cautelar nace de la vieja clasificación trinaría de procesos,
entre las que encontramos al proceso de cognición o conocimiento (de cognición plena en
la que se debate sobre una pretensión, para lograr sentencias declarativas, constitutivas
o de condena), el proceso ejecutivo (3) (no hay discusión sobre una pretensión sino que
sirve para satisfacer una pretensión insatisfecha) y por supuesto al proceso cautelar (con
función de garante de lo que se va a resolver en el proceso principal). ¿Pero en realidad
es un proceso o es sólo un procedimiento?, considero particularmente que se trata de
un procedimiento con vinculación estrecha al proceso principal en el que se discute una
pretensión que se debe resolver en la sentencia, procedimiento que tiene por objetivo
justamente el de garantizar lo que se resuelva en el proceso del cual es dependiente (12).
Nuestro Código Procesal Civil ha regulado el denominado Proceso Cautelar, al cual
se le puede entender como el conjunto de procedimientos autónomos pero a la vez
instrumentales, que ayudan al justiciable a asegurar el resultado del proceso principal,
en el cual destacan las medidas cautelares, denominadas por la doctrina contemporánea
como tutela urgente cautelar (4).
El proceso cautelar tiene como elemento central a las medidas cautelares y su tramitación,
todo lo referido a la tutela cautelar, sus manifestaciones, sus procedimientos, presupuestos,
requisitos y características de la misma están vinculadas al llamado proceso cautelar (5).
El proceso cautelar tiene relación directa de dependencia con el proceso principal, en el
cual se discute la pretensión procesal, sin embargo su tramitación, su procedimiento
resulta autónomo, con relación a lo que se discute en el principal. Tiene por objeto este
procedimiento lograr cautela que proteja el interés del litigante sobre lo discutido en el
principal (6).
Pese a que nuestro Código Procesal Civil y algunos autores nacionales hacen referencia
al vocablo proceso cautelar para referirse al procedimiento al que se deben someter
las medidas cautelares, debemos indicar que en la procesalística actual ya no se hace
1
Art. 239 del T.U.O de la L.O.P.J. aprobado mediante Decreto Supremo N° 017 – 93 – JUS, modificado por la Ley N° 29277, Ley de la Carrera
Judicial.
2
Ley N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código
Procesal Civil”.
3
Decreto Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora la administración de justicia en materia comercial”.
4
Art. 239 del T.U.O de la L.O.P.J. aprobado mediante Decreto Supremo N° 017 – 93 – JUS, modificado por la Ley N° 29277, Ley de la Carrera
Judicial.
5
Nuestro Código Procesal Civil regula actualmente el Proceso Único de Ejecución, por disposición del Decreto Legislativo N° 1069, en el cual
incluye al Ejecutivo, a la Ejecución de Resoluciones Judiciales y a la Ejecución de Garantías.
6
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 903).
76
la diferenciación o clasificación por el concepto de “Proceso” sino más bien por el de
“tutela”, así encontramos a la tutela de cognición, a la tutela ejecutiva, a la tutela cautelar,
entre otros (1).
Habría que mencionar igualmente que actualmente se ubica la Tutela Cautelar dentro de
la categoría de Tutela Urgente, la cual es una especie de la llamada Tutela Diferenciada.
Desde ésta nueva óptica es que la estudia el Derecho Procesal, como un mecanismo de
Tutela Urgente que busca lugar contra el tiempo del proceso, teniendo un carácter
asegurativo de lo que se debe decidir en la resolución final del proceso, buscando dar
plena eficacia a las resoluciones judiciales. Por lo cual, nuestro Tribunal Constitucional
ha señalado que “es evidente que, por su propia naturaleza, la medida cautelar debe
constituir una Tutela de Urgencia, por lo que para ser concedida no se debe superar el
límite de la irreversibilidad, es decir, que en modo alguno la medida cautelar debe ocasionar
consecuencias que después no puedan ser revertidas”. STC N° 0023-2005-PI/TC (2).
4. El embargo:
Para determinar la naturaleza jurídica del embargo algunos autores como el argentino
Alberto Etkin influenciado por el italiano Alfredo Rocco han partido expli­cándolo desde la
concepción centrada en la idea de que el patrimonio del deudor constituye una verdadera
prenda común de los acreedores. Así, todos los acreedo­res quirografarios del deudor desde
el nacimiento de la obligación tienen tácitamen­te un derecho real de prenda genérica,
no específico, sin privilegio alguno sobre todo el patrimonio de su deudor. Ante el
incumplimiento de lo pactado se ejercita la acción de cobro de lo debido, para el efecto
se deberá solicitar el embargo; trabado éste, aquella situación de prenda general muta
y se convierte en prenda específica, pues con el embargo el bien afectado y su posterior
venta forzada se le ha indivi­dualizado. En consecuencia este acreedor embargante de
quirografario se convirtió en prendario con derecho privilegiado (3). Alsina asume también esta posición teórica, las que además dentro del derecho comparado
son reguladas por el Código Alemán y Brasilero. Esta tesis no amplia aceptación en doctrina,
siendo más bien repudia­da y combatida especialmente por Ugo Rocco y Carnelutti, pues el
patrimonio de un sujeto de derecho no puede ser entendido como prenda general a favor
de sus acreedores, es su patrimonio no dejará de ser hasta que este vinculo se extinga y
cualquier afectación tendrá que darse con los mecanismos que establece el dispositivo
legal pertinente. (4)
Tentativamente diremos que el embargo es un acto procesal motivado por la insatisfacción
de una acreencia o de un derecho material determinado del actor por la que el órgano
jurisdiccional individualiza y somete a un régimen jurídico especial un bien de la esfera
del demandado, con el objeto de garantizar y hacer eficaz la de­cisión final. Con el embargo
no se pierde el derecho de propiedad del que es titular el afectado, pero si se pueden ver
restringidos algunos atributos que lo integran. (5) 1
2
3
4
5
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 903).
HURTADO REYES, Martín. Ob. Cit. (Pág. 904).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 961).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 961 - 962).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 968).
77
4.1.EMBARGOS REGULADOS EN EL CÓDIGO PROCESAL CIVIL:
Para este punto he considerado realizar una apretadísima síntesis de los embargos
regulados por nuestro Código Adjetivo Civil, el cual está desarrollado de la siguiente
manera (18):
a) Nuestro Código regula el Embargo en forma de Depósito (Art. 649) el mismo que
recae sobre bienes muebles, en esta clase de embargo la designación del de­
positario recae en la misma persona del obligado. Es posible que el depositario se
niegue a realizar la función que le corresponde, ante tal situación se debe proceder
al secuestro de los bienes embargados, entregándolos a un custodio que los man­
tendrá bajo su cuidado en condición de depositario judicial.
b) El Embargo sobre Inmueble no Inscrito (Art. 650) es una novedad en el Códi­go,
procede sobre bienes inmuebles no registrados, esto es que no tengan primera de
dominio, lo que implica ningún antecedente registral, ello se aclara porque en la
práctica se pide la afectación de inmuebles que si bien no están inscritos a nombre
del demandado o ejecutado, lo están a nombre de terceros o son bienes que forman
parte de una extensión mayor. La afectación del inmueble se hará con exclusión de
sus frutos, salvo que se pida la afectación de los mismos con otra modalidad de
afectación (administración por ejemplo). Aquí el depositario es el mismo obligado,
quien tiene como deber jurídico conservar la posesión inmediata del inmueble,
lo que implica que no lo puede disponer en arrendamiento ni otra modalidad de
trans­ferencia de la posesión o propiedad.
El beneficio que percibe el Depositario - Afectado es que no está obligado a pagar
renta del inmueble afectado.
c) Con la modificación de este articulo (Decreto Leg. 1069) se ha incluido el embargo
sobre inmueble registrado a nombre de tercera persona, la norma no indica si se
trata de un embargo en forma de depósito o inscripción, pues, este debe anotarse
en el Registro, aquí el inmueble tiene registro, pero, el titular registral es una persona
distinta al deudor, por lo que se debe probar fehacientemente que no obstante de
aparecer un tercero con derecho inscrito el titular real del bien es el demandada.
d) Tenemos también el Embargo en forma de Retención (Art. 657) el mismo que
tiene dos vertientes, la primera que procede contra bienes que estén en posesión
de terceros, bajo cualquier circunstancia (bienes entregados en depósito, bienes
sujetos a prenda, caudales o dineros derivados de una cuenta de ahorro u otros
similares a cargo de institución bancaria o financiera) o es posible la afectación de
los denominados derechos de crédito, es decir, las acreencias que tenga el obliga­
do frente a terceros y que se encuentren pendientes de cumplimiento. El requisito
primordial es que los bienes en posesión de terceros sean del dominio del obligado.
La retención se hace poniendo lo retenido a nombre del juzgado a través del Banco
de la Nación o en posesión del retenedor, quien asume la condición de depositario.
Este embargo admite la posibilidad de ser comunicado vía correo electrónico cuan­
do se trata de una entidad financiera. La norma procesal ha previsto igualmente los
errores y consecuencia que se pueden generar cuando el depositario no proporcio­
na la información veraz sobre los bienes en su posesión o incumple con la orden
de retención (Art. 659 y 660).
78
e) Los Embargos en forma de Intervención, en sus dos modalidades, en recau­dación
e intervención (Art. 661 y 665), el primero de ellos tiene por objeto realizar la
recaudación diaria de los ingresos que tenga una unidad de producción, una em­
presa en realidad, la que puede ser persona natural o jurídica con fines o sin fines
de lucro (una tienda, una bodega, una ferretería, un restaurante, una fábrica, etc.).
En cuanto a la segunda, el objeto de la medida cautelar es la intervención de la
empresa para brindar información respecto del movimiento económico de la misma,
ingresos, egresos, gasto corriente, activos, pasivos, etc. En ambos casos se requie­
re de la designación de un interventor, es decir, el auxilio judicial que se encarga
de recaudar los ingresos diarios de la empresa o de informar sobre su movimiento
económico, para lo cual el mandato cautelar debe señalar la periodicidad de la
recaudación o de la información que se debe remitir al juzgado, con conocimiento
de las partes. Existe una medida drástica que puede convertir la recaudación en
administración lo cual sucede cuando ésta no es productiva, es infructuosa u otra
situación similar, produciéndose la administración de la empresa por persona que
designe el juez (Art. 670 y SS.).
f) Se puede hacer uso igualmente del embargo en Forma de Administración de Bienes
(Art. 669) esta medida cautelar procede cuando la medida recae sobre bienes que
generan frutos (una chacra, un inmueble alquilado, una cuenta de ahorros. etc.), el
objeto de esta medida cautelar es afectar directamente los frutos, haciendo la re­
caudación de los mismos y poniéndolos a disposición del Juez que dictó la cautela.
g) La Anotación de demanda (Art. 673) se encuentra regulada dentro de los embargos
y secuestros, pero en realidad no corresponde su naturaleza a ninguno de ellos, en
cambio, se puede decir que se trata de una medida cautelar para futura ejecución
forzada, pues fundamentalmente busca garantizar el resultado final de proceso. La
anotación de demanda como su nombre mismo lo indica es una medida cautelar
que tiene por objeto realizar la anotación de la existencia de una litis en un registro
jurídico, así, esta medida cautelar sólo será procedente cuando la discusión
derivada del proceso principal está centrada en la modificación del registro, es de­
cir, porque la pretensión discutida en el proceso principal está vinculada al registro
(otorgamiento de escritura pública, nulidad de acto jurídico, reivindicación, prescrip­
ción adquisitiva, etc.). Esta medida cautelar se ejecuta ante el Registro, siendo el
encargado de ejecutarla el Registrador Público que recepciona el mandato judicial.
La anotación de demanda no afecta el derecho de disposición de su titular, pero
conforme a las normas de registro la anotación genera la posibilidad de protegerse
contra cualquier tipo de transferencia o gravamen inscrito con posterioridad sobre
el cual tendrá preferencia.
5. El secuestro:
Para Ugo Rocco, la providencia de secuestro es una orden o inyucción con que el órgano
jurisdiccional competente, a solicitud de un sujeto interesado, le quita la disponibilidad
de un bien, mueble o inmueble, o de una universalidad de bienes, o de una hacienda, a
otro sujeto que lo detenta o de una cosa que constituya una prueba real preconstituida
proveyendo a la custodia de ellos, de forma que quede inmodificada la situación de hecho o
de derecho evitando el peligro de que por hechos naturales o voluntarios sean suprimidos
o eliminados o restringidos los inte­reses del derecho sustancial o procesal que se siguen
79
de la tal situación de hecho o jurídica. (1)
La Teoría General del secuestro se desarrolló con amplitud en Italia y encontró la clasificación
en secuestro judicial y conservativo por el aporte de Carnelutti, quien los distingue según
la finalidad de la Iitis (bien materia de la controversia) y por el objeto de éste (prueba o
bienes del proceso). (2)
El secuestro, consiste en la sustracción de una cosa del poder de quien la posee o detenta,
para ponerla al cuidado de un depositario, quien debe guardarla con la in­tención y
diligencia de buen padre de familia. En tal sentido Rivas ha señalado que el secuestro es la
medida cautelar que recae sobre objetos materiales, muebles y semovientes del afectado,
mediante la cual se le desapodera de los mismo privándole de su posesión, uso y goce, al
tiempo que quedan en custodia y bajo disposición judicial. (3)
La confusión enorme que existe en doctrina sobre el secuestro, está en su frecuente
relación con el embargo, esta confusión no sólo es dogmática sino también normativa,
ha tiempo que muchas legislaciones al regular el secuestro en su ordenamiento no pocas
veces lo han confundido y en otras tantas lo han tergiversado. Sin embargo, gracias al
aporte de algunos entendidos en la materia se ha podido establecer la diferencia entre
el embargo preventivo y el secuestro manejándolo desde la perspectiva del objeto que
persiguen, así, si se busca conservar el bien materia de la controversia, su deterioro o
dispendio debe prosperar el secuestro, si se pretende afectar cualquier otro bien para
garantizar el cumplimiento de la sentencia entonces operará el embargo preventivo. (4)
Relacionando al embargo con el secuestro, podemos sostener preventivamente que el
secuestro es quizá una medida más drástica para el deudor, pues como se he sostenido en
su ejecución debe operar el inmediato desapoderamiento de cualquier bien del patrimonio
del deudor o sobre el que existe una controversia o discusión. (5)
Es en el secuestro que el desapoderamiento propicia el nombramiento de un tercero quien
custodiará el bien para entregarlo en la oportunidad requerida por la autoridad judicial.
Si el embargo restringe la posesión y uso del bien embargado; en el secuestro estas
categorías no operan para el debitor, pues el bien se entrega a un tercero. (6)
6. Problemática:
6.1.Determinación del problema:
6.1.1. Regulación Omisiva de las Medidas Cautelares en el Nuevo Código Procesal Penal
(2004), habiéndose regulado solo la aplicación del embargo como medida de coerción
procesal real.
1
2
3
4
5
6
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 970).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 970).
RIVAS, Adolfo Armando: Las Medidas Cautelares en el Derecho Peruano, Jurista Editores, Lima, 2005 (Pág. 154).
HURTADO REYES, Martín. Ob. Cit. (Pág. 971).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 971).
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009 (Pág. 971).
80
6.1.2. Incompatibilidad entre Normas Civiles y Penales (Sustantivas y Adjetivas),
habiéndose regulado el embargo y su procedimiento sin tener presente las incompatibilidades
y contrariedades que acarrean la mencionada regulación, principalmente las referidas a
normas civiles (Sustantivas y adjetivas).
6.2.
Problemática de las medidas de coerción procesal real en el nuevo proceso penal:
El Nuevo Código Procesal Penal (Decreto Legislativo N° 957 – 29/07/2004) vigente
actualmente en el Distrito Judicial de Lambayeque, en la Sección III (Medidas de Coerción
Procesal) del Libro segundo (La Actividad Procesal), se encuentra ubicado las Medidas de
Coerción Procesal, de las cuales dada su Naturaleza, Objeto y Finalidad dichas medidas
la podemos dividir en 2 Grupos, por lo que podemos decir que dentro del Primer Grupo
encontramos las Medidas de Coerción Procesal Personal y en el Segundo Grupo las
Medidas de Coerción Procesal Real.
Dentro de las Medidas de Coerción Procesal Real han sido incorporadas algunas Medidas
Cautelares del Código Procesal Civil; sin embargo éstas han sido incorporadas de forma
Incompleta, tal es el caso que solo se han incorporado el Embargo, Las Medidas Innovativas y
de No Innovar, debiendo ser lo correcto incluirlas en su totalidad, hecho que puede generar
incompatibilidades con el Código Civil y Procesal Civil, máxime si dichas Omisiones
e Incompatibilidades pueden afectar directamente su eficacia y finalidad, sobre todo
afectar al Actor Civil; problemática que emergerá si en la actualidad se presentara alguna
de las situaciones que desarrollaré y expondré en el presente ensayo, para lo cual utilizaré
algunos ejemplos que harán más ameno y didáctico el desarrollo de la presente.
6.2.1. Considerar solo “el embargo” como medida de coerción procesal real:
En el Título VIII (Embargo) de la Sección III (Las Medidas de Coerción Procesal) del Libro
Segundo (La Actividad Procesal), específicamente en el Art. 303 Inciso 1 - In Fine (Embargo)
se establece lo siguiente:
Art. 303.- Embargo
1. (…). Las formas de embargo son las previstas, en lo pertinente, en el Código Procesal
Civil.
(…)
7. (…)
Al analizar todo el Título VIII e interpretar el artículo precedente, vemos que dicho artículo
hace un distingo en las medidas cautelares permitiendo solo la procedencia del embargo
como medida de coerción procesal, estableciendo entonces como única medida cautelar
“El embargo”, siendo procedente cualquiera de sus formas conforme al Código Procesal
Civil; he aquí el problema, el legislador no ha tomado en cuenta que el embargo no es la
única medida cautelar que satisface las necesidades jurídicas o que resulte globalmente ser
la más eficaz, dado que las medidas cautelares se aplican de acuerdo a las circunstancias o
hechos que se produzcan y Derechos que se han de garantizar, por lo que resulta de suma
necesidad mencionar las medidas que se han omitido y la consecuencias que pueden
tener lugar.
81
6.2.2. Inaplicabilidad del secuestro en el nuevo proceso penal:
El Secuestro como medida cautelar para su procedencia requiere que la pretensión principal
verse obre la Dilucidación del Derecho de Propiedad de dicho bien o exista una Obligación
de Pago contenida en un Título Ejecutivo, existiendo dos formas de secuestro conforme
se desprende del Artículo 643 C.P.C. (Secuestro), el Secuestro Judicial y el Conservativo,
pero en este caso solo lo definiremos de forma globalizada, dado que solo está regulado
en el Nuevo Código Procesal Penal el Embargo, siendo procedente el secuestro de forma
excepcional (sin reunir los requisitos de procedencia exigidos) posterior a un Embargo
en Forma de Depósito, vale decir ante la negativa aceptación del depositario judicial
(Propietario); por lo que siendo así, citaremos a Marianella Ledesma Narváez, quien precisa
que el “Secuestro viene a ser una medida cautelar que recaerá sobre un bien específico, cuya
medida se instrumentaliza desapoderando al poseedor del bien y entregándolo a un tercero,
quien se convierte en custodio”. (1)
Dentro de sus Modalidades o Formas tenemos:
a) Secuestro de Bienes donde se discute la propiedad o existe una Obligación de Pago
contenida en un Título Ejecutivo (Art. 643 del CPC).
b) El Secuestro de Vehículo (Art. 647 del C.P.C.).
c) Secuestro Conservativo Sobre Bienes Informáticos (Art. 647- A del CPC).
d) Secuestro de Bienes dentro de una Unidad de Producción o Comercio (Art. 651 del
C.P.C.).
e) Secuestro de Títulos de Crédito (Art. 652 del C.P.C.).
Ø Teniendo en cuenta que además de ello se puede realizar el Cateo en el Secuestro (Art.
653 C.P.C.) y aplicar además supletoriamente las disposiciones del embargo (Art. 643
Parte In Fine)”.
Sin embargo, el Art. 649 del CPC (Embargo en Forma de Depósito y Secuestro) dispone
la procedencia del secuestro cuando en un Embargo en Forma de Depósito el obligado
(Depositario designado por el Art. 649 del CPC) se niega a aceptar tal designación,
artículo que establece lo siguiente:
Art. 649.- Embargo en Forma de Depósito y Secuestro: (2)
Cuando el embargo en forma de depósito recae en bienes del obligado, éste será constituido
en depositario, salvo que se negare a aceptar la designación, en cuyo caso se procederá
al secuestro de los mismos, procediéndose de la manera como se indica en el párrafo
siguiente.
1
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág.
168).
2
CÓDIGO PROCESAL CIVIL: Art. 649.
El citado artículo resultaría satisfactoriamente aplicable si hubiera sido considerado el secuestro como Medida de Coerción Procesal, en razón a que dicha
medida cautelar resultaría procedente (excepcionalmente) tal como se advierte, solo cuando el obligado se negare a ser depositario judicial pese a estar
designado como tal expresamente en el Primer Párrafo del Art. 649 del CPC. Advirtiendo que ello no es posible por haberse excluido la participación de
dicha medida en el Proceso Penal, es menester exponer el problema que surgiría si a la fecha acontece lo siguiente:
82
Cuando el secuestro recae en bienes muebles del obligado, éstos serán depositados a
orden del juzgado. En este caso, el custodio será de preferencia un almacén legalmente
constituido, el que asume la calidad de depositario, con las responsabilidades civiles y
penales previstas en la ley. Así mismo, está obligado a presentar los bienes dentro del día
siguiente al de la intimación del juez, sin poder invocar derecho de retención.
Tratándose de dinero, joyas, piedras y metales preciosos u otros bienes similares, serán
depositados en el Banco de la Nación.
Ejemplo:
Mario, en su condición de agraviado, solicita medida de embargo en forma de depósito sobre
los bienes muebles de José quien tiene la condición de procesado; el Juez atendiendo la
solicitud de Mario decide dictar medida de embargo en la forma solicitada por éste sobre
los bienes muebles de José y procediéndose de conformidad al Art. 649 Primer Párrafo
del C.P.C. (Embargo en Forma de Deposito y Secuestro) se nombra como depositario a
José, pero éste último se niega a aceptar tal designación.
De haber estado regulado el secuestro en el Nuevo Código Procesal Penal, la solución sería
muy simple ya que se procedería tal como lo señala el mismo Art. 649 del C.P.C. (embargo
en forma de depósito y secuestro), es decir procediéndose al secuestro nombrando como
depositario judicial a un almacén legalmente constituido.
Hay que tener presente que el secuestro no ha sido incluido en el Nuevo Código Procesal
Penal, por lo que de ocurrir lo manifestado en el ejemplo, no se podría proceder al
secuestro; en todo caso ¿qué pasará con este embargo en forma de depósito que no puede
ejecutarse ya que el único depositario señalado por ley se rehúsa a aceptar tal designación y
el secuestro no está permitido por no estar comprendido como medida de coerción procesal?
Al respecto surgen como posibles respuestas lo siguiente:
1. Quedar en ilusorio la ejecución de dicha medida, lo cual no sería beneficioso para
el Actor Civil que busca asegurar el cumplimiento del pago de la Reparación Civil.
2. Esperar a que el depositario acepte, hecho que muy remotamente puede suceder
dado que al estar asesorado por un abogado, el letrado lo asesorará procurando
evitar la afectación de sus bienes.
3. Proceder al secuestro conforme al artículo que lo regula, pero existiendo la posibilidad
de que sea pasible de nulidad por encontrarse incurso en el Art. 150 Inciso d) del
CPP, es decir por inobservar el contenido esencial de los derechos y garantías previstos
por la constitución (Debido Proceso); también puede darse el caso que el afectado
con dicha medida Demande Vía Proceso de Amparo la cesación de vulneración de
su Derecho de Tutela Procesal Efectiva (Debido Proceso) establecido en el Art. 37
Numeral 16 del Código Procesal Constitucional, existiendo también la posibilidad
que el afectado denuncie al Juez por el Delito de Prevaricato establecido en el Art.
418 C.P.; lo cual desde mi punto de vista constituiría un problema para el Juzgador
y un retardo innecesario a la administración de justicia por el simple hecho de no
incluir al secuestro como medida de coerción procesal.
Concluiríamos entonces, que no todas las formas de embargo van a ser efectivas para
83
todos los casos, es justamente el error en el que ha incurrido el legislador al pretender
establecer que la medida de embargo es la única que puede satisfacer las necesidades
jurídicas que valga decirlo son muchas, porque como se podrá apreciar el embargo en
algunos casos resulta muy deficiente o a veces hasta inaplicable.
6.2.3. Inaplicabilidad de la medida cautelar genérica en el nuevo proceso penal:
La Medida Cautelar Genérica o Innominada, refiere Marianella Ledesma Narváez, “es la
que puede dictar el juez atendiendo a las necesidades del caso, si no existiese un modo específico
que satisfaga la necesidad de aseguramiento. Es aquella que no se encuentra o se ubica en los
tipos de medidas ya existentes”. (1)
Medida Cautelar que se encuentra regulada en el Código Procesal Civil en el Art. 629
del CPC. Atendiendo que esta norma cumple la natural apetencia de seguridad de todo
derecho en peligro de insatisfacción, se ajusta al principio de flexibilidad y cabe entre las
facultades judiciales.
Ahora bien, como la Medida Cautelar Genérica no está regulada por el Nuevo Código
Procesal Penal esta no podría aplicarse a determinados casos, situación que resultaría
perjudicial para el agraviado y/o Actor Civil, si dadas las circunstancias y necesidades
jurídicas no resulte aplicable ninguna de las medidas cautelares ya previstas y fuese
necesaria la aplicación de una no prevista.
Debe tenerse presente que esta medida cautelar en esencia garantiza la ejecución
y aplicabilidad de cualquier medida destinada a salvaguardar los derechos de la parte
recurrente, ello en razón a que la característica fundamental de esta medida es la
“Flexibilidad” o también llamada adecuación.
6.2.4. Inaplicabilidad de la medida de anotación de demanda e imposibilidad de
efectuar nulidad de transferencia en el nuevo proceso penal:
A través de la anotación de la demanda se busca asegurar la publicidad de los procesos
relativos a bienes inmuebles o bienes registrables, frente a la eventualidad que las
sentencias que en ellos recaigan hayan de ser opuestas a terceros adquirientes del bien
litigioso o a cuyo favor se constituya un derecho real sobre este, señala Palacio. (2)
Esto implica que solo será posible acudir a la anotación de la demanda como instrumento de
publicidad del proceso cuando el resultado de este tenga acceso a un Registro Público, esto
es, cuando una situación jurídica afectada por un proceso tenga trascendencia registral. (29)
El objeto de la anotación busca asegurar la publicidad de los procesos relativos a bienes
inmuebles o muebles registrables frente a la eventualidad que las sentencias que en ellos
recaigan hayan de ser opuestas a terceros adquirientes del bien litigioso o a cuyo favor se
constituya un derecho real sobre éste. (3)
He tenido a bien dejar para el final la presente medida cautelar, dado que es de suma
importancia para el proceso penal sobre todo beneficioso para el Actor Civil ya que gracias
1
2
3
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág. 82).
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág. 182).
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima, Noviembre, 2008 (Pág. 183).
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a la aplicación de esta medida en un proceso penal va a ser posible hacer efectivo la Nulidad
de Transferencia establecida en el Art. 97 del Código Penal el cual a la letra dice:
Art. 97.- Nulidad de los Actos Posteriores en detrimento del patrimonio del condenado
Los actos practicados o las obligaciones adquiridas con posterioridad al hecho punible son
nulos en cuanto disminuyan el patrimonio del condenado y lo hagan insuficiente para la
reparación, sin perjuicio de los actos jurídicos celebrados de buena fe por terceros.
Así mismo es importante manifestar que dicho artículo se encuentra regulado por el Art. 15
del Código Procesal Penal, el mismo que señala el procedimiento a seguir para concretizar
la Nulidad de Transferencias.
Al respecto es preciso manifestar que revisando el Art. 15 del CPP he podido apreciar
que la Nulidad de Transferencias no va a ser posible hacerla efectiva dado que no se van
a poder dar los medios probatorios suficientes para acreditar la Mala Fe de la adquisición,
por lo que resulta necesario profundizar un poco sobre dos Artículos del Código Civil, los
mismos que establecen lo siguiente:
Art. 2012.- Principio de Publicidad
Se presume, sin admitirse prueba en contrario, que toda persona tiene conocimiento del
contenido de las inscripciones.
Art. 2014.- Principio de Buena Fe Pública Registral
El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el
registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito
su derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de
causas que no consten en los registros públicos.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro.
Como hemos podido apreciar de la transcripción del Art. 97 del CP, existe la posibilidad
de solicitar la nulidad de actos (Jurídicos) y obligaciones que se hayan adquirido con
posterioridad al hecho punible, disposiciones que fueron acogidas por el hoy vigente
Código Procesal Penal (2004), conforme es de apreciarse en el Art. 15 del mencionado
cuerpo legal, artículo con lo cual estoy en total acuerdo, sin embargo no coincido con el
legislador en haber omitido incluir la anotación de demanda, el cual en el código procesal
penal adoptaría otra denominación, esto es que ya no se llamaría Anotación de Demanda
sino Anotación de la Disposición Fiscal de Formalización y Continuación de la investigación
preparatoria, medida cautelar que jugaría un papel importante en este trámite de nulidad,
conforme lo detallaré a continuación.
Como podemos interpretar de los Artículos 2012 y 2014 del CC, no es cuestión de declarar
la nulidad de ciertos actos con la sola apreciación y/o convicción del juez, sino que debe
tenerse en cuenta los artículos contenidos en el Libro IX del Código Civil (Registros
Públicos). De no ser así la mencionada Nulidad de Transferencia nunca se va a poder
hacer efectivo, ello en razón a que si no se inscribe previamente la disposición fiscal a la que
85
hago mención, nunca se va poder demostrar la mala fe del adquiriente, en consecuencia
éste último aunque obre de mala fe tendría a su favor el Principio de Buena Fe Pública
Registral establecido en el Art. 2014 del CC, artículo que por muy inofensivo que parezca,
dejaría sin asidero legal y sin efectos jurídicos la mencionada nulidad, perjudicando
obviamente al Actor Civil quien se vería perjudicado porque estaría propenso a quedar en
ilusorio su derecho a percibir la Reparación Civil.
Por ello considero necesario que la Anotación de Demanda debe estar regulada en el
Código Adjetivo Penal, la misma que al incorporarse deberá denominarse como Anotación
de Disposición Fiscal, para que simplemente se proceda de la siguiente manera:
Una vez emitida la disposición fiscal de Formalización y Continuación de la Investigación
Preparatoria, Solicitar Medida de Coerción Procesal de Anotación de la Disposición Fiscal
de Formalización y Continuación de la investigación preparatoria, dictada la providencia
cautelar inscribirla inmediatamente en el Registro de la Propiedad Inmueble y en el Registro
de Bienes Muebles de SUNARP (al igual que las anotaciones de demandas), para así en un
futuro poder sin dificultad efectivizar o materializar la nulidad de transferencia conforme
lo establece el Art. 97 del CP y Art. 15 del CPP.
De permitirse la mencionada aplicación de Anotación de Disposición Fiscal, se beneficiaría a
la celeridad procesal del trámite de Nulidad de Transferencias, no existiendo la posibilidad de
invocar desconocimiento de dicha inscripción porque simplemente para las inscripciones
registrales se ha establecido el Principio de Publicidad establecido en el Art. 2012 del CC,
el mismo que acoge la presunción Iure et Jure, es decir no admite prueba en contrario.
Precisando que dicha anotación no se regularía como medida cautelar sino como una
medida real independiente a la medida cautelar, especificándose que la existencia de una
medida cautelar no impediría dictar medida de Anotación de Disposición Fiscal.
6.3.
Incompatibilidad entre normas civiles y penales (sustantivas y adjetivas):
La presente incompatibilidad no tiene relación directa con la medidas cautelares (Idea Central
del Ensayo), pero he considerado necesario exponer cierta incompatibilidad de este dispositivo
legal, dado que se encuentra ubicado dentro del Título donde se encuentra ubicado el embargo.
En el Título VIII (Embargo) de la Sección III (Las Medidas de Coerción Procesal) del Libro
Segundo (La Actividad Procesal), específicamente en el Art. 307 Inciso 1 y 2 (Autorización
para Vender el Bien Embargado) se establece lo siguiente:
Art. 307.- Autorización para Vender el Bien Embargado
1. Si el procesado o condenado decidiere vender el bien o derecho embargado, pedirá
autorización al juez.
2. La venta se realizará en subasta pública. Del precio pagado se deducirá el monto que
corresponda el embargo, depositándose en el Banco de la Nación. La diferencia será
entregada al procesado o a quien él indique.
Haciendo una interpretación del artículo precedente, aunque parezca inofensivo, dicha
aplicación resulta incompatible con el Código Civil y Procesal Civil.
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Respecto a la incompatibilidad del Código Civil vemos que dicho artículo lesiona y restringe
el Derecho a la Propiedad consagrado en el Art. 2 Numeral 16 de la Constitución Política
del Perú, derecho que ha sido definido por el Código Civil en su Art. 923, el mismo que está
redactado de la siguiente manera:
Art. 923.- Definición
La propiedad es el poder jurídico que permite usar, disfrutar, disponer y reivindicar un
bien. Debe ejercerse en armonía con el interés social y dentro de los límites de la ley.
Vemos entonces que el Art. 307 del CPP, restringe el derecho a disponer libremente de los
bienes, porque al imponerse una autorización para enajenar o vender un bien embargado
no está permitiendo disponer libremente de sus bienes al procesado o condenado, siendo
entonces desacertado el criterio del legislador respecto a la disposición de bienes, que
valga decirlo siguen siendo bienes sujetos a propiedad.
En esta oportunidad a fin de ampliar la incompatibilidad de dicha norma, me limitaré
a comentar sobre el embargo en forma de inscripción a fin de poner de manifiesto la
incompatibilidad existente, para lo cual utilizaré el presente ejemplo:
Ejemplo:
Domingo, está siendo procesado por el delito de homicidio calificado, para lo cual se ha
dictado medida de embargo en forma de inscripción hasta por la suma de 20 Mil Nuevos
Soles sobre su bien Inmueble (Departamento) valorizado en 200 Mil Nuevos Soles.
Resulta que Domingo, en su condición de procesado, decide vender el Departamento que
está embargado, después de negociar tanto el vendedor como la compradora, llegan a un
acuerdo y Domingo decide vender el mencionado departamento en la suma de 150 Mil
Nuevos Soles sin la Autorización del Juez (Art. 307 C.P.P.), para poder solventar ciertos
gastos; Betty quien es la compradora al observar el precio de venta, decide comprarlo
conforme al Art. 656 C.P.C. que a la letra dice: “Tratándose de bienes registrados, la medida
puede ejecutarse inscribiéndose el monto de la afectación, siempre que ésta resulte compatible
con el título de propiedad ya inscrito. Este embargo no impide la enajenación del bien, pero el
sucesor asume la carga hasta por el monto inscrito. La certificación registral de la inscripción
se agrega al expediente”.
Dado el presente ejemplo surgen algunas interrogantes como, ¿Ese Acto Jurídico es Nulo?
No, de ninguna manera, porque ese acto jurídico no se encuentra incurso dentro de las
causales del Art. 219 del C.C. (Causales de Nulidad del Acto Jurídico), máxime si dicha
venta no está prohibida, muy por el contrario el Art. 656 del C.P.C. (Embargo en Forma de
Inscripción), literalmente establece la no prohibición, Contrario Censu lo permite.
¿Qué pasará con este sujeto procesal que vendió el inmueble sin permiso del juez? ¿Qué
pasará con el Acto Jurídico? ¿Qué pasará si la otra parte se opone a dicha venta y solicita
pronunciamiento del juez al respecto?
Vemos entonces que se crearía un conflicto entre normas civiles, procesales civiles y penales,
¿cómo se resolverá? eso será materia de pronunciamiento de los órganos jurisdiccionales
87
correspondientes. Pero lo que si auguro es que prevalecerán las normas civiles.
Desde mi óptica considero innecesario la aplicación de este artículo dado que no se
vería afectada la eficacia de la medida cautelar porque el comprador o nuevo propietario
asumiría la carga del gravamen hasta por el monto embargado.
Respecto al Inciso 2 del Art. 307 del CPP, vemos que es totalmente absurdo que a una persona
se le imponga vender su bien a través de subasta pública, ya que resultaría muy perjudicial para
el propietario porque como todos sabemos en una subasta pública los bienes se deprecian
causando un daño económico para el vendedor dado que dicho bien a través de una venta
directa y negociada se puede obtener un mejor precio, inciso que también al igual que el inciso
anterior lesiona el derecho a la propiedad en lo que respecto a la Libre Enajenación.
Es preciso manifestar que pese a lo lesivo que resulta este artículo respecto al Derecho a
la Propiedad (constitucionalmente protegido), en el supuesto negado de estar legitimado
su aplicación; éste no resultaría del todo aplicable o cuando menos se observaría ciertos
obstáculos, dado que ha sido incorporado en forma incompleta y sin las previsiones de
efectividad que debe observar todo mandato o prohibición, siendo que como se podrá
advertir del contenido del Art. 307 del CPP, dicho artículo no contiene apercibimiento
expreso correspondiente a la desobediencia o infracción a dicha norma; siendo así la
pregunta que se formula es: ¿Qué sanción tendrá aquel sujeto procesal que infringe esta norma?
o ¿Qué sucederá si se vende sin autorización del juez un bien embargado?. Como advertirán
no existe tal apercibimiento, por lo que se presume que el juez procederá a sancionar de
acuerdo a las disposiciones del Título Preliminar, respetando el Principio de Legalidad,
Debido Proceso, Proporcionalidad, etc; porque no olvidemos que este Novedoso Código
Procesal Penal tiene como insignia el respeto a los derechos de los sujetos procesales,
principalmente los del imputado y/o acusado.
En conclusión este artículo carece de sustento legal por lo que debe disponerse su
derogación; sin embargo dicho artículo resultaría acertado y satisfactoriamente aplicable
siempre y cuando se adecue su aplicación a los bienes afectados por embargo en forma de
depósito o por secuestro, respetando los derechos antes mencionados.
6.4. Omisión de regulación de funciones, responsabilidades y sanciones de los jueces,
secretarios, órganos de auxilio y el titular de la medida:
En el Código Procesal Penal (2004), el legislador ha regulado como medida cautelar solamente
el embargo, pese a no estar conforme con esa regulación, es preciso manifestar nuestra
disconformidad con la omisiva regulación de dicha medida, dado que se han omitido regular
algunos elementos que forman parte del procedimiento cautelar, los mismos que participan
activamente en el procedimiento prestando apoyo en la ejecución de dicha medida.
El Juez, el secretario, el órgano de auxilio judicial y la parte solicitante son participes en
el procedimiento cautelar, sin embargo, el legislador no ha creído conveniente regularlos
en el Código Adjetivo Penal, siendo muy necesario hacerlo o cuanto menos permitir la
aplicación supletoria de normas del Código Procesal Civil que las regulan, ya que estos
personajes participan directamente en la ejecución de las medidas cautelares, tal es así
que el juez las dicta, el secretario autorizado por el juez la ejecuta y el órgano de auxilio
judicial colabora en la ejecución de la medida sea asumiendo la calidad custodio judicial,
retenedor, veedor, administrador, etc.; cabe precisar que el órgano de auxilio judicial puede
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ser cualquier persona natural o funcionario público.
Es evidente entonces que dada sus funciones, éstos son responsables por las pérdidas
o daños que pudieran causar a las partes por incumplimiento de sus deberes, por lo
que resulta de suma necesidad determinar los alcances de responsabilidad que tienen,
así mismo establecer sanciones que se le pueden imponer, las consecuencias jurídicas
y procedimientos que se han de realizar si aconteciera una infracción a estos deberes.
De igual forma debe establecerse expresamente en favor del órgano de auxilio judicial el
derecho a la retribución económica que como tal les asiste ya que la labor del órgano de
auxilio judicial, sus funciones y responsabilidades que asume justifica dicha retribución.
Al no haber regulado el legislador la retribución económica del órgano de auxilio judicial,
asumimos entonces que lo que se pretende es que esta labor sea gratuita, lo cual considero
desacertado porque de ser así los órganos de auxilio difícilmente aceptarían dicho cargo,
teniendo presente que las formas de embargo son las previstas en el código procesal civil,
donde encontraremos el embargo en forma de intervención en recaudación y el embargo en
forma de administración de bienes.
Para los jueces y secretarios no resulta tan necesario regular sus funciones o alcances de
sus responsabilidades, ya que éstos se encuentran regulados en la Ley Orgánica del Poder
Judicial y en el Código Procesal Civil, pero tampoco resulta innecesario hacer algunas
precisiones al respecto; sin embargo, respecto a la parte solicitante si es necesario regular
ciertos actos en el procedimiento cautelar, como es el caso de las actuaciones de mala fe que
en la mayoría de los casos pueden causar daños al sujeto procesal afectado con la medida.
En conclusión, vemos que no se ha regulado correctamente normas esenciales de las
medidas cautelares, como si lo tiene regulado el código procesal civil, por lo que resultaría
del todo satisfactorio aplicar tales normas al código adjetivo penal adecuándolas a las
necesidades de dicho código.
7. CONCLUSIONES:
7.1. El Nuevo Código Procesal Penal contiene innovaciones respecto al proceso penal; sin
embargo, resulta necesario regular los aspectos civiles como es el caso de las Medidas
Cautelares o también llamadas Medidas de Coerción Procesal de Carácter Real, aquellas
que tienen por consigna garantizar el cumplimiento de las futuras obligaciones civiles.
7.2.El legislador ha cometido ciertos errores al momento de regular el embargo en el Nuevo
Proceso Penal; sin embargo, es importante precisar que ello aconteció de su soberbia y/o
egoísmo al no querer utilizar el Supletoriamente el Código Procesal Civil pretendiendo de
forma individual regular “El Embargo” en el Nuevo Proceso Penal (teniendo como base
o referencia el Código Procesal Civil), incluyendo lo que según él solo era importante y
necesario, sin tener presente que las normas del Código Adjetivo Civil están reguladas
sistemáticamente de manera que una norma funciona en conjunto con las demás, de no
ser así emergerían vacíos e ineficacias como lo sucedido en el Nuevo Proceso Penal. Si
analizamos detenidamente las normas contenidas en el Título VIII (EL EMBARGO) de la
Sección III (Las Medidas de Coerción Procesal) del Libro Segundo (La Actividad Procesal)
del Código Procesal Penal (2004), advertiremos que dichas normas han sido extraídas del
Código Procesal Civil; pero lo curioso es lo regulado en el Art. 304 del CPP (2004) que
establece los lineamientos de la impugnación; disposiciones que fueron tomadas del Art.
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637 del CPC (Trámite de la Medida), modificado en un primer momento por el Decreto
Legislativo N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora la administración
de justicia en materia comercial”, modificado últimamente por la Ley N° 29384, publicada
en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, bajo la denominación “Ley que
modifica los Arts. 608, 611, 613 y 637” del Código Procesal Civil”; dicha Ley incorpora en
dicho artículo como medio de defensa en la Tutela Cautelar, la Oposición a la Medida
Cautelar; con la cual se deroga algunos párrafos de dicho artículo, como es el caso de la
derogación del plazo excepcional no mayor de cinco días para que el peticionante logre
acreditar la verosimilitud del derecho que sustenta su pretensión principal, de igual forma
queda derogado la regla de notificación que rige para las medidas cautelares, la misma que
establecía que al término de la ejecución de la medida cautelar o en acto inmediatamente
posterior se notificaba al afectado para que recién pueda apersonarse al proceso e
interponer recurso de apelación (sin efecto suspensivo) y por otro lado quedó derogado la
multiplicidad de las medidas cautelares; ello en razón a que dichos actos procesales que
fueron derogados han quedado subsumidos dentro de la Oposición a la Medida Cautelar.
7.3.Lo expuesto en el ítem precedente advierte una vez más la incorrecta regulación del
cuestionado embargo del CPP (2004), porque si tenemos en cuenta que el Art. 304 del
CPP (2004) fue tomado de un artículo el cual ha sido modificado porque ameritaba su
modificación (mal funcionamiento o incorrecta regulación), entonces es obvio que dicho
artículo aun mantiene anomalías jurídicas, anomalías que por cierto ya fueron subsanadas
en el Proceso Civil y que finalmente persisten en la actualidad en el Nuevo Proceso Penal.
7.4.El presente ensayo ha sido elaborado intencionando un diagnóstico jurídico de la
constante problemática que aqueja al actor civil cuando de garantizar sus derechos
se trata, con la finalidad de evidenciar los obstáculos jurídicos por los cuales atraviesa
el actor civil al estar actualmente regulado en el Código Procesal Penal solo como
medida de coerción procesal real “el embargo”, el cual no cubre en su totalidad las
necesidades de garantía que requiere el actor civil respecto al cumplimiento de los
efectos civiles producidos como consecuencia de la comisión del delito.
8. Recomendaciones:
8.1.A fin de garantizar y asegurar correctamente que se hará efectivo el cumplimiento
del pago de la reparación civil a favor del Actor Civil, es recomendable disponer la
aplicación supletoria de las medidas cautelares establecidas en el Código Procesal
Civil al Nuevo Código Procesal Penal (2004) o en su defecto modificar el Título VIII
(EL EMBARGO) de la Sección III (Las Medidas de Coerción Procesal) del Libro Segundo
(La Actividad Procesal) del Código Procesal Penal (2004); teniendo siempre presente
las previsiones establecidas en el presente ensayo.
8.2. Se recomienda realizar un exhaustivo análisis de la norma o institución jurídica que se
pretende incluir en un ordenamiento jurídico procesal; ya que de no ser así, se cometería
errores como los expuestos en el presente ensayo, donde finalmente los perjudicados
son los sujetos procesales al no poder obtener una tutela jurisdiccional efectiva y los
magistrados al no poder administrar justicia con la debida celeridad procesal dado
que tendrían que administrar justicia subsanando una anomalía jurídica en base a sus
criterios, el cual probablemente sea cuestionado por una de las partes procesales.
90
9. Bibliografía:
HURTADO REYES, Martín: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 1º Edición, Junio, Lima, 2009.
LEDESMA NARVAEZ, Marianella: Los Nuevos Procesos de Ejecución y Cautelar – Gaceta Jurídica, 1º Edición, Lima,
Noviembre, 2008.
Tribunal Constitucional, STC N° 0023 – 2005 – PI / TC.
LEY N° 29384, publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 28 de Junio del 2009, “Ley que modifica los Arts. 608, 611, 613
y 637” del Código Procesal Civil”.
DECRETO LEGISLATIVO N° 1069, del 28 de Junio del 2008, “Decreto Legislativo que mejora la administración de justicia
en materia comercial”.
TEXTO UNICO ORDENADO DE LA LEY ORGANICA DEL PODER JUDICIAL
LEY DE LA CARRERA JUDICIAL - LEY N° 29277.
RIVAS, Adolfo Armando: Las Medidas Cautelares en el Derecho Peruano, Jurista Editores, Lima, 2005.
COURTURE, Eduardo J.: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 3ra. Edición, Depalma, Buenos Aires, 1978.
ALSINA, Hugo: Tratado Teórico y Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Tomo III, Cia Argentina Editores S.R.L.,
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CHIOVENDA, Guiseppe: Instituciones de Derecho Procesal Civil, Tomo I, Traducción de Gómez de Orbaneja, Edi. Revista
de Derecho Privado, Madrid, 1984.
ROCCO, Ugo: Tratado de Derecho Procesal Civil, Tomo V, Parte Especial, Editorial Temis – Depalma, Bogotá – Buenos
Aires, 1977.
CALAMANDREI, Piero: Introducción al Estudio Sistemático de las Providencias Cautelares, Traducción de Sentis
Melendo, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1945.
ROCCO, Ugo: Tratado de Derecho Procesal Civil, Tomo V, Editorial Temis – Depalma, Bogota – Buenos Aires, 1977.
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL: STC N° 0023-2005-PL/TC.
CÓDIGO PROCESAL CIVIL
CÓDIGO PROCESAL PENAL (2004)
CÓDIGO PENAL
CÓDIGO PROCESAL CONSTITUCIONAL
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ
91
LA VULNERACIÓN DEL DERECHO AL PLAZO
RAZONABLE EN LAS DILIGENCIAS PRELIMINARES EN
LA LEGISLACION PROCESAL PENAL.
FELICITA DIAZ VARGAS
ABOGADA, POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO RUÍZ GALLO (UNPRG). CONCILIADORA
EXTRAJUDICIAL Y CONCILIADORA ESPECIALIZADA EN FAMILIA.
INTRODUCCIÓN
El plazo razonable constituye una garantía fundamental integrante del debido proceso
cuya duración debe tenerse a criterios de razonabilidad y proporcionalidad; para el caso
concreto, debiendo tenerse siempre presente que las diligencias preliminares tienen
como finalidad inmediata realizar los actos urgentes o inaplazables conforme lo dispone
el artículo trescientos treinta del Nuevo Código Procesal Penal.
El derecho al plazo razonable de la investigación preliminar (policial o fiscal) en tanto
manifestación al debido proceso alude a un lapso suficiente para el esclarecimiento de los
hechos objeto de investigación y la emisión de la decisión respectiva. Si bien es cierto procede
que a toda persona se le investigue, no menos cierto es que para que ello ocurra debe existir
la concurrencia de una causa probable y la búsqueda de la comisión de un ilícito penal en
un plazo que sea razonable. De ahí que resulte irrazonable el hecho de que una persona
esté sometida a un estado permanente de investigación policial o fiscal. Para determinar
la razonabilidad del plazo de investigación preliminar, se debe acudir cuando menos a dos
criterios: uno subjetivo que está referido a la actuación del investigado y a la actuación del
Fiscal, y otro objetivo que está referido a la naturaleza de los hechos objeto de investigación.
1.- Concepto derecho al plazo razonable.
El derecho al plazo razonable constituye un derecho fundamental, que si bien no está
reconocido explícitamente en nuestra Constitución Política del Estado, pues deriva del
debido proceso, en su calidad de derecho continente.
El derecho al plazo razonable, constituye una manifestación del derecho al debido proceso y
alude a un lapso de tiempo suficiente para el esclarecimiento de los objetos de investigación
y la emisión de la decisión respectiva. Si bien es cierto que toda persona es susceptible de
ser investigada, no lo es menos que para que ello ocurra debe existir una causa probable y la
búsqueda de la comisión de un ilícito penal en un plazo que sea razonable.
El plazo razonable está referido al plazo de duración del proceso en general o de un estadio del
proceso, que ha sido introducido en algunas legislaciones como un derecho fundamental del
imputado a ser juzgado dentro de un plazo razonable. El plazo razonable siempre está ligado
a la excesiva duración del proceso y no a lo limitado en el tiempo de las mismas, de ahí que en
la jurisprudencia se invoca la doctrina del juicio penal rápido para poner fin al proceso. Sobre
este derecho la Corte Interamericana de Derechos Humanos en concordancia con el Tribunal
Constitucional1, han manifestado que el derecho al plazo razonable tiene como finalidad
impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta se
decida prontamente (Caso Suárez Rosero contra Ecuador, sentencia sobre el fondo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, fundamento 70).
Por lo expuesto el plazo razonable resulta de suma importancia en un proceso penal porque
1
Ver Sentencia del Tribunal Constitucional N°5291-2005-PHC/TC. Fj.6.
92
está en juego la libertad individual como atributo esencial de los seres humanos y como
valor fundamental de un Estado Constitucional de Derecho y además no tiene razón que
el Estado con todo sus capacidades, facultades y personal no pueda lograr en un tiempo
adecuado la verdad de una imputación.
2.- El plazo razonable en los tratados internacionales.
El derecho al plazo razonable tiene reconocimiento expreso en los “Tratados de Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, ratificados por el Perú y que tienen rango
constitucional. Este derecho es propiamente una manifestación implícita1 del derecho al
debido proceso y a la tutela judicial efectiva reconocida en nuestra Carta Fundamental
artículo 139° y, en tal medida, se funda en el respeto a la dignidad de la persona humana”2.
El plazo razonable en términos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(en adelante CADH), está referido a que “Toda persona tiene derecho a ser oída, con
las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter” (Artículo 8.1 de
la CADH); así también la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Genie
Lacayo vs. Nicaragua, haciendo referencia al artículo 8.1 de la Convención ha precisado que
el concepto “plazo razonable” no es un concepto de sencilla definición, y que se pueden
invocar para precisarlo los elementos que ha señalado la Corte Europea de Derechos
Humanos en varios fallos en los cuales se analizó este concepto, pues este artículo de la
(CADH) es equivalente en lo esencial, al 6 del Convenio Europeo para la Protección de
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, de la cual podemos afirmar que el
“plazo razonable” es la expresión más significativa que utiliza la dogmática de los derechos
fundamentales para regular la prerrogativa del imputado a que su proceso termine tan
pronto como sea posible3.
Siguiendo la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que, según
lo prescrito por el artículo V del Título Preliminar de Código Procesal Constitucional,
constituye fuente de interpretación de los derechos fundamentales, un proceso penal que
dure más de 50 meses sin llegar a su conclusión configura una vulneración evidente del
derecho al plazo razonable proceso reconocido por la Convención. Así, en el párrafo 73
de la sentencia del 12 de noviembre de 1997, caso Suárez Rosero vs. Ecuador se estableció:
“73. Con fundamento en las consideraciones precedentes, al realizar un estudio global del
procedimiento en la jurisdicción interna contra el señor Suarez Rosero, la Corte advierte que
dicho procedimiento duró más de 50 meses. En opinión del acote, este periodo excede en mucho
el principio de plazo razonable consagrado en la Convención Americana”.
3.- El plazo razonable en las diligencias preliminares en la legislación procesal penal.
El artículo I del Título Preliminar del Nuevo Código Procesal Penal, (en adelante NCPP)
1
El supremo intérprete en reiteradas sentencias ha sostenido que los contenidos implícitos, se encuentran expresamente reconocidos dentro
de un derecho constitucionalizado.
2
Ver Sentencia recaída en el Expediente Nº 00465-2009-PHC/TC. F.j.8.
3
R. PASTOR, Daniel. El Plazo Razonable en el Proceso del Estado de Derecho. Primer Edición: Octubre del 2002. Editorial AD_HOC. Argentina.
Pág.47
93
señala que “La justicia penal es gratuita, salvo el pago de las costas procesales establecidas
conforme a este Código. Se imparte con imparcialidad por los órganos jurisdiccionales
competentes y en un plazo razonable”.
El inicio del plazo de las diligencias preliminares, será desde que el Fiscal toma conocimiento
de la noticia criminal, sea por denuncia de parte (ciudadano) o por denuncia oficial (policía),
siempre que el imputado se encuentre individualizado. Cuando la noticia criminal no
contiene la individualización del sujeto agente delictivo, por lógica consecuencia tampoco
existe un derecho (al plazo razonable de investigación) que tutelar, ergo, no se computa el
plazo hasta la individualización del potencial imputado.
La violación del derecho al plazo razonable en la investigación preliminar, cabe señalar
que este derecho constituye una manifestación del derecho al debido proceso y alude a un
lapso de tiempo suficiente para el esclarecimiento de los hechos objeto de investigación
y la emisión de la decisión respectiva. Si bien es cierto que toda persona es susceptible de
ser investigada, no lo es menos que para que ello ocurra debe existir una causa probable y
la búsqueda de la comisión de un ilícito penal en un plazo que sea razonable.
Si bien es cierto nuestro (NCPP), no señala plazo específico de duración del proceso penal,
sin embargo, para efectos de regular el principio de “plazo razonable” puede ser deducida
del conjunto de disposiciones que establecen límites temporales a la actividad procesal.
Una de las limitaciones de carácter temporal que el NCPP, impone es a las diligencias
preliminares, limitación que se puede considerar parcial, porque deja a discreción
del Fiscal fijar el plazo de las diligencias en situaciones excepcionales, siendo el plazo
ordinario de 20 días. Las diligencias preliminares está regulada como un estadio anterior
a la formalización de la investigación preparatoria y cuya finalidad inmediata realizar los
actos urgentes o inaplazables destinados a determinar si han tenido lugar los hechos
objeto de conocimiento y su delictuosidad, así como asegurar los elementos materiales
de su comisión, individualizar a las personas involucradas en su comisión, incluyendo a los
agraviados, y, dentro de los límites de la ley, asegurarlas debidamente. No es obligación
del Fiscal en todos los casos adelantar diligencias preliminares, pudiendo formalizar
directamente investigación preparatoria si de los primeros recaudos se advierte que
aparecen indicios reveladores de la existencia de un delito, que la acción penal no ha
prescrito, que se ha individualizado al imputado y que, si fuera el caso, se han satisfecho
los requisitos de procedibilidad (Art.336.1).
Ahora bien, los plazos de las diligencias preliminares que el NCPP prevé, un plazo ordinario
de 20 días, a menos de que el presunto sospechoso se encuentre en calidad de “detenido”,
sea por flagrancia o por orden judicial expresa; en estos casos, el plazo será de 24 horas y
no mayor de quince días naturales en los delitos de terrorismo, espionaje y tráfico ilícito
de drogas.
El Juez encargado de la Investigación Preparatoria, dentro del control judicial que ejerce
no puede fijar un plazo mayor al establecido por el Fiscal a fin de llevar a cabo diligencias
preliminares, bajo el principio de plazo razonable; sin embargo en caso se determine que
el plazo fijado por el Fiscal es limitado y no lo suficiente para practicar diligencias urgentes
que conlleven al descubrimiento de elementos probatorios, el Juez podrá entrar analizar
el caso en concreto por vulneración al derecho de probar, sin olvidar que será excepcional
por la misma naturaleza de las diligencias preliminares que es un procedimiento breve y
que a su finalización si el Fiscal decide la formalización de la investigación preparatoria, el
94
imputado en esta etapa procesal contará con mayor amplitud para solicitar se practiquen
las diligencias que estime necesarias para su defensa y en caso se pronuncie por la no
formalización la parte agraviada podrá acudir al Fiscal Superior impugnando la decisión y
en la que podrá fundamentar el plazo limitado de las diligencias preliminares han afectado
su derecho de probar1.
Finalmente donde el Juez de la Investigación Preparatoria puede ejercer un control más
intenso del plazo de las diligencias preliminares, es en aquella situación donde el Código
autoriza al Fiscal fijar un plazo distinto al ordinario de veinte días, sujeto siempre a las
características, complejidad y circunstancias de los hechos objeto de investigación. Al
respecto la Corte Suprema de la República al resolver el recurso de Casación N° 02-2008,
consideró que la fase de diligencias preliminares no podría, en la hipótesis mas extrema,
ser mayor que el plazo máximo de la investigación preparatoria, la pregunta es ¿a que
plazo se refiere?, pues la Investigación Preparatoria tiene plazos de ciento veinte días más
una la prorroga de sesenta días o considerando complejo el caso la investigación se puede
prolongar a ocho meses e incluso en este último caso se puede conceder una prorroga por
igual plazo. Consideramos que el plazo razonable de las diligencias preliminares dependerá
de las características de cada caso en concreto pudiendo abarcar el plazo máximo previsto
para casos complejos, debiendo el Juez evaluar bajo los principios desarrollados por el
Tribunal Constitucional de razonabilidad y proporcionalidad, las circunstancias presentes
en la investigación fiscal. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos2, ha señalado para
determinar la existencia de un plazo razonable en un caso concreto, se debe tener en
consideración la complejidad del asunto, el comportamiento de las partes y la actuación
de los tribunales3.
4.- El tribunal constitucional y el plazo razonable.
El Tribunal Constitucional ha tenido la oportunidad de pronunciarse respecto al plazo de la
investigación preliminar (Código de Procedimientos Penales), fase del proceso antiguo que
la podemos asimilar con las Diligencias Preliminares, con características propias; en esa
oportunidad el Tribunal Constittucional en la Sentencia N° 5228-2006-PHC/TC, advirtió
un vació legislativo en cuanto a su limite temporal al no haberse previsto un plazo para
practicar la etapa prejudicial o investigación preliminar y que el principio de interdicción
de la arbitrariedad es una garantía frente a la facultad discrecional que la ley ha reconocido
al Ministerio Público al no disponer un plazo máximo de investigación prejurisdiccional
lo cual afecta el principio-derecho de la seguridad jurídica. En una sentencia anterior
la N.º 06167-2005-PHC/TC en su FJ 30, el Tribunal Constitucional señaló: “el grado de
discrecionalidad atribuido al fiscal para que realice la investigación sobre la base de la
cual determinará si existen elementos suficientes que justifiquen su denuncia ante el juez
penal, se encuentra sometida a principios constitucionales que proscriben: a) actividades
caprichosas, vagas e infundadas desde una perspectiva jurídica; b) decisiones despóticas,
tiránicas y carentes de toda fuente de legitimidad; y c) lo que es contrario a los principios
de razonabilidad y proporcionalidad jurídica”.
El plazo razonable como lo ha sostenido la jurisprudencia nacional con los pronunciamientos
del Tribunal Constitucional y de la jurisdicción supranacional de la Corte Interamericana de
1
Una de esas garantías es el “derecho a la prueba”, que tiene protección constitucional, en la medida en que se trata de un contenido implícito
del derecho al debido proceso. En este sentido, esta garantía que asiste a las partes del proceso consiste en la de presentar los medios probatorios necesarios que posibiliten crear convicción en el juzgador sobre la veracidad de sus argumentos.
2
Ver Sentencia del Tribunal Constitucional N.º 04831-2005-HC/TC
3
Ver Sentencia del Tribunal Constitucional N° 5228-2006-PHC/TC. F.J.13
95
Derechos Humanos, se relaciona con el derecho a que el proceso tenga un límite temporal
entre su inicio y fin, forma parte del núcleo mínimo de derechos reconocido por el sistema
internacional de protección de los derechos humanos.
El derecho a ser juzgado en un plazo razonable, consagrado en normas internacionales
ratificadas por el Perú, ha sido recogido por el Tribunal Constitucional, cuya jurisprudencia
reciente lo aborda distinguiendo tres supuestos. En el primero, que llamaríamos de una
simple sumatoria del tiempo de la detención que excede al plazo máximo de quince meses
establecido por el artículo 137 del Código Procesal Penal (sin que se haya efectuado la
prórroga en los casos que este habilita) se produce una trasgresión del derecho a la libertad
personal. Así, en el caso de Carlos Vega Ardila (Exp. Nº 798-2002-HC/TC), el TC concluye
que “por consiguiente, habiéndose acreditado que el actor sufre detención judicial desde [...],
resultan de aplicación los artículos [...], así como el párrafo tercero del artículo 9º del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos”. En el segundo supuesto, con motivo de los
casos de Roberto Carlos Poémape Chávez (Exp. Nº 309-2002-HC/TC), Róger Poémape
Chávez (Exp. Nº 310-2002- HC/TC) y Pedro Wurttele Verde (Exp. 318-2002-HC/TC), si
bien se procura la protección del derecho a ser juzgado en un plazo razonable, se carece de
pronunciamiento de fondo por haberse producido la sustracción de materia. No obstante,
se ordena la investigación y aplicación del artículo 11 de la ley 235068, señalando el TC:
En efecto, este hecho, conforme reiterada jurisprudencia de este Tribunal, vulnera el derecho del
favorecido de ser juzgado dentro de un plazo razonable, reconocido por el Artículo 9, numeral
3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y por el Artículo 7, numeral 3 de la
Convención Americana de Derechos Humanos, así como del derecho a la libertad individual, por
mantenerlo detenido sin existir la prórroga correspondiente [...] declara que carece de objeto
pronunciarse sobre el asunto controvertido, por haberse producido la sustracción de la materia;
sin embargo [...] ordena que el juez ejecutor remita copias certificadas de los autos al Ministerio
Público para que proceda de conformidad con el artículo 11 de la Ley N° 23506. En el tercer
supuesto se ubicarían los casos que se iniciaron ante los juzgados militares y que, no
obstante haberse declarado la nulidad de dicho proceso y su apertura en el fuero común,
los accionantes computan dentro del plazo de detención el periodo que se sufrió en el
proceso militar. Debe tenerse en cuenta que la Ley 27569, publicada el día 2 de diciembre
del 2001, en su artículo 2 indica que el plazo de detención debe computarse desde el 17 de
noviembre del 2001, fecha en que el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional los
decretos legislativos 895 y 897 y la Ley 27235. A pesar de que al momento de interponer el
hábeas corpus los accionantes se hallaban sin ser sentenciados en el fuero militar por un
periodo mayor al de treinta meses y, ante tal supuesto resultaba amparable su pretensión
de excarcelación, el nuevo auto apertorio de instrucción en el fuero común imposibilita
amparar dicha pretensión. Así lo señaló el TC en los casos de Betty Ramírez Camargo
(Exp. N° 282-2002-HC/TC), Julio Fretel Colqui (Exp. N° 523-2001-HC/TC), Henry Orosco
Leòn (Exp. N° 177-2002-HC/TC), William Infante Agurto (Exp. N° 178-2002-HC/TC) y
Jaime Aliaga Hinostroza (Exp. 314-2002-HC/TC), indicando: 8 Ley 23506, artículo 11: “Si
al concluir los procedimientos de Hábeas Corpus y Amparo, se ha identificado al responsable de
la agresión, se mandará abrir la instrucción correspondiente. Tratándose de alguna autoridad
o funcionario público, además de la pena que corresponda, se le impondrá la de destitución en
el cargo y no podrá ejercer función pública hasta pasados dos años de cumplida la condena
principal. Se condenará asimismo al responsable al pago de las costas del juicio y a una
indemnización por el daño causado. El haber procedido por orden superior no libera al ejecutor
de los hechos de la responsabilidad y de la pena a que haya lugar […]”.
No obstante, este Tribunal constata que, en el fuero militar, se tuvo detenido al accionante
96
por más de treinta meses sin haber sido sentenciado, situación que en todo caso, debe
ser investigada por la autoridad competente, dado que ello significó, conforme a reiterada
jurisprudencia de este Tribunal, la vulneración del derecho del accionante a ser juzgado
dentro de un plazo razonable, reconocido por el artículo 9, numeral 3 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, y por el artículo 7, numeral 5 de la Convención Americana
de Derechos Humanos. Por esta razón, es de aplicación lo establecido por el artículo 11 de
la Ley N° 23506, respecto a las autoridades que conocieron el citado proceso penal en el
fuero militar.
CONCLUSIONES
1. El derecho al plazo razonable o también conocido como el derecho a ser juzgado
sin dilaciones indebidas, o el derecho a que una persona sea contemplado en la
Constitución Política del Perú.
2. El plazo de las diligencias preliminares se computará desde la recepción de la noticia
criminal por el Fiscal, siempre que el imputado se encuentre individualizado.
3. El plazo para las diligencias preliminares, es de veinte días naturales lo concede el
representante del Ministerio Público, podrá fijar uno distinto según las características,
complejidad y circunstancias de los hechos objeto de investigación.
4. El derecho al plazo razonable resulta de suma importancia en un proceso penal porque
está en juego la libertad individual como atributo esencial de los seres humanos y
como valor fundamental de un Estado Constitucional de Derecho.
BIBLIOGRAFIA
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R. PASTOR, Daniel. El Plazo Razonable en el Proceso del Estado de Derecho. Primer Edición: Octubre del 2002. Editorial AD_
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TORRES ZÚÑIZA, Natalia, Comentarios al Caso Chacón ¿Puede el TC excluir del proceso a un acusado por afectación al derecho
a ser juzgado en un plazo razonable? en Gaceta Constitucional, Tomo 2, diciembre 2009.
Sentencia del Tribunal Constitucional N.° 5228-2006-PHC/TC. F.J.13
Sentencia del Tribunal Constitucional N.° 5291-2005-PHC/TC. FJ 6.
(Sentencia del Tribunal Constitucional N.º 04831-2005-HC/TC.
European Court of Human Rights. Case of Zimmermann and Steiner v. Switzerland. 13 July 1983. Párr. 24.
97
EL DELITO DE SECUESTRO Y LAS FACULTADES
COERCITIVAS DE LAS RONDAS CAMPESINAS
WILMER ALEXANDER VILLALOBOS OBANDO
I.
Preludio:
La constitución Política del Estado reconoce el derecho a la identidad étnica y cultural de
las personas y el Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la nación,
así mismo dicha carta fundamental también faculta a las organizaciones de una misma
comunidad organizarse y resolver ciertos conflictos suscitados dentro del seno de dicha
comunidad; ahora bien en nuestra labor diaria dentro de una institución Pública que
vela por el respeto de los derechos fundamentales de las personas y por el principio de
legalidad, como es el Ministerio Público y en un ámbito geográfico propio de la sierra como
es la ciudad de Cutervo en Cajamarca, vemos a diario como se presentan innumerables
casos en los cuales intervienen las Rondas Campesinas, ello en mérito a lo expresamente
establecido en el artículo 149º de la Constitución Política del Estado vigente1, así como de
su propia ley - Ley 279082; muchos de esos casos solucionados por las Rondas Campesinas
concluyen casi siempre con una denuncia por parte de los familiares del intervenido
contra los dirigentes de las Rondas Campesinas, por el delito de Secuestro u otros delitos,
ante ello es preciso determinar que las rondas campesinas están plenamente legitimadas
para realizar la detención coercitiva o imponer sanciones, siempre que ello no vulnere los
derechos fundamentales de la persona, así mismo el acuerdo plenario Nº 1 -2009/CJ-116
de fecha 13 de noviembre del 2009, en su fundamento 13º estableció que “se rechaza
liminarmente la imputación por delito de Secuestro, puesto que el rondero procede a
privar la libertad como consecuencia del ejercicio de la función jurisdiccional“, así mismo
cabe destacar que la actuación de las Rondas Campesinas y de sus integrantes no está
orientada a obtener beneficios ilegales o fines de lucro, y – en principio- la composición
y práctica que realizan tienen un reconocimiento legal, el presente ensayo se enfoca a
determinar cuales son las facultades de coerción conferidas a las comunidades campesinas
y nativas y su aproximación con el delito de secuestro.
II.
Definición dogmatica del delito de secuestro.
El delito de Secuestro se encuentra previsto en el primer párrafo del artículo 152º del
Código Sustantivo Penal, el mismo prescribe que: “Será reprimido con pena privativa
de la libertad no menor de veinte ni mayor de treinta años el que, sin derecho, motivo ni
facultad justificada, priva a otro de su libertad personal, cualquiera sea el móvil, el propósito,
la modalidad o circunstancia o tiempo que el agraviado sufra la privación o restricción de su
libertad.” Este delito se configura cuando el agente o sujeto activo priva, sin tener derecho,
motivo o facultad justificada para ello, de la libertad personal ambulatoria del sujeto
pasivo o víctima, sin importar el móvil o el tiempo que dure la privación o restricción de
1
Cuyo texto es el siguiente: Las autoridades de las Comunidades Campesinas y Nativas, con el apoyo de las Rondas Campesinas, pueden
ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de conformidad con el derecho consuetudinario, siempre que no violen los derechos
fundamentales de la persona. La ley establece las formas de coordinación de dicha jurisdicción especial con los Juzgados de Paz y con las demás instancias
del Poder Judicial.
2
El artículo 1º de la Ley 27908, plasma lo siguiente “Reconócele personalidad jurídica a las Rondas Campesinas, como forma autónoma y democrática de organización comunal, pueden establecer interlocución con el Estado, apoyan el ejercicio de funciones jurisdiccionales de las Comunidades
Campesinas y Nativas, colaboran en la solución de conflictos y realizan funciones de conciliación extrajudicial conforme a la Constitución y a la Ley, así
como funciones relativas a la seguridad y a la paz comunal dentro de su ámbito territorial. (…)”.
98
la libertad, este delito tutela, como bien jurídico protegido, la libertad ambulatoria o libertad
de movimiento, que no es sino la facultad que tiene el sujeto pasivo de poder fijar libremente su
situación en el espacio, trasladándose o permaneciendo en un lugar deseado1. El tipo básico,
desde la tipicidad objetiva, requiere que el agente prive, sin derecho, sin motivo, ni facultad
justificada para ello, la libertad personal de la víctima. Respecto de la materialidad típica
del injusto en cuestión se requiere que se prive a una persona de la facultad de movilizarse
de un lugar a otro – de decidir el lugar donde quiere estar o no estar2. –, aún cuando se
le deje cierto ámbito de desplazamiento que la víctima no puede físicamente traspasar,
configurándose el delito precisamente por la existencia de tales límites impeditivos3. En
similares términos se ha pronunciado la Ejecutoria Suprema del nueve de junio de dos mil
cuatro4. La privación de libertad puede producirse, indistintamente, por diversos medios,
y puede concretarse por diversas formas. Es indispensable, eso sí, que el agente actúe al
margen del Derecho, lo que comprende todos aquellos casos de exceso en el ejercicio de
un derecho, autoridad o cargo, así como que el comportamiento en cuestión se realice sin
el consentimiento del sujeto pasivo. El elemento normativo del tipo legal es la ilegalidad
intrínseca de la privación de libertad; dice el artículo 152°, primer párrafo, del Código
Penal: “…sin derecho, motivo ni facultad justificada”. Se exige que no medie consentimiento
del sujeto pasivo y que se trate de una imposición no justificada dentro de los parámetros
de las causas generales de justificación, al darse situaciones de hecho o de derecho que
condicionan su existencia, o porque existiendo ellas, el agente priva de la libertad de modo
abusivo: más allá de la necesidad justificada o por medio de procedimientos prohibidos
por la ley5.
III.
Regulación normativa de la actuación jurisdiccional de las comunidades
campesinas y nativas.
Las normas que reconocen la intervención de las Rondas Campesinas, se encuentran
plenamente establecidas en el artículo 149º de la Constitución Política del Estado y su
creación legal ( Ley 279086) así como el artículo 3 del Reglamento de la Ley de rondas
Campesinas – Decreto Supremo Nº 025-2003-JUS, en cuyo artículo 4º del acotado cuerpo
normativo, señala que los integrantes de las Rondas Campesinas en el cumplimiento de
sus deberes y funciones y en el ejercicio del derecho consuetudinario, gozan del respeto
de su cultura y sus costumbres, por parte de la autoridad y de la sociedad, siempre que
no violen derechos fundamentes de la persona, consagrados en la declaración universal
de los derechos humanos, en el Convenio 169 - Sobre Pueblos Indígenas y Tribales
en Países Independientes7, en la Constitución Política y las leyes. Aún más, se tiene el
1
Conforme: DEL ROSAL BLASCO, BERNARDO [Derecho Penal Español – Parte Especial. Manuel Cobo del Rosal, Editorial Dykinson, Madrid,
2004, página 773]. A la libertad del sujeto de trasladarse de un lugar a otro, a la libertad de movimientos en el espacio, alude la doctrina nacional
[BRAMONT ARIAS TORRES, LUIS ALBERTO / GARCÍA CANTIZANO, MARÍA DEL CARMEN: Manual de Derecho Penal – Parte Especial, Cuarta Edición,
Editorial San Marcos, Lima, 2004, página 186. PEÑA CABRERA, RAÚL: Tratado de Derecho Penal – Parte Especial, Tomo I, Ediciones jurídicas, Lima, 1992,
página 479. VILLA STEIN, JAVIER: Derecho Penal - Parte Especial, Tomo – IB, Editorial San Marcos, Lima, 1998, página 112.
2
El maestro Juan Bustos Ramírez concluye que en el delito de secuestro lo importante no es la capacidad física de moverse por parte del sujeto
pasivo, sino la de decidir el lugar donde quiere o no estar; Bustos Ramírez, Juan, citado por Ramiro Salinas Siccha; en su libro Derecho Penal, Parte Especial.
Volumen I, 4ta Edición, Editorial Grijley, Lima, noviembre del 2010, pág 462.
3
ROY FREIRE, Luis Eduardo: Derecho Penal Peruano – Parte Especial, Tomo II, Editorial EDDILI, Lima, 1986, página 266.
4
R. N. Nº 975 – 04 – San Martín – Sala Penal Transitoria presidida por el vocal supremo titular, Robinson Gonzales Campos.
5
CREUS, CARLOS: Derecho Penal – Parte Especial, Tomo I, Sexta Edición, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1998, páginas 277 y siguiente.
6
El artículo 1º de la Ley 27908, plasma lo siguiente “Reconócele personalidad jurídica a las Rondas Campesinas, como forma autónoma y democrática de organización comunal, pueden establecer interlocución con el Estado, apoyan el ejercicio de funciones jurisdiccionales de las Comunidades
Campesinas y Nativas, colaboran en la solución de conflictos y realizan funciones de conciliación extrajudicial conforme a la Constitución y a la Ley, así
como funciones relativas a la seguridad y a la paz comunal dentro de su ámbito territorial. (…)”.
7
Aprobado por el Perú, mediante Resolución Legislativa N.° 26253, publicada el 5 de diciembre de 1993.
99
Acuerdo Plenario Nº 1 -2009/CJ-116 de fecha 13 de noviembre del 2009, en el cual se
estableció que también “se rechaza liminarmente la imputación por delito de Secuestro,
puesto que el rondero procede a privar la libertad como consecuencia del ejercicio de
la función jurisdiccional – detención coercitiva o imposición de sanciones -“, así mismo
cabe destacar que la actuación de las Rondas Campesinas y de sus integrantes no está
orientada a obtener beneficios ilegales o fines de lucro, y – en principio- la composición y
práctica que realizan tienen un reconocimiento legal. De conformidad con el fundamento
13º del Pleno Jurisdiccional antes acotado, la intervención de las Rondas Campesinas se
origina en un conflicto de naturaleza y trascendencia variables, que involucra a personas
que reconocen en las Rondas Campesinas instancias conciliadoras, de resolución de
conflictos y con capacidad coercitiva – uno de los atributos esenciales de la jurisdicción.
IV.
FACULTADES COERCITIVAS DE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS Y NATIVAS.
De revisar cualquier texto o manual de derecho penal llegamos a la conclusión que la
finalidad del derecho penal es la protección de bienes jurídicos tutelados por la ley
mediante la sanción de las acciones humanas consideradas por el legislador como delitos
y de esa manera, procurar una ordenada convivencia social1. De esta noción surge que
con el Derecho Penal se pretende proteger aquellos intereses que la sociedad considera
relevantes de acuerdo a su idiosincracia (vida, libertad, propiedad, orden y seguridad
públicas, el normal y transparente desenvolvimiento de la Administración Pública, etc.) a
través de la represión, o sea, el castigo al infractor, en ese sentido las Rondas Campesinas
organizadas tienen conferida la función de ejercer el control penal dentro de su comunidad,
respecto a los conflictos suscitados; con respecto a los medios de control que utilizan
estas entidades ronderiles, es decir a las facultades de coerción es preciso señalar que
éstas no se encuentran plenamente definidas en algún texto normativo, pues si bien el
artículo 149º de la constitución Política del Perú establece que : Las autoridades de las
Comunidades Campesinas y Nativas, con el apoyo de las Rondas Campesinas, pueden
ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de conformidad con
el derecho consuetudinario, siempre que no violen los derechos fundamentales de la
persona. La ley establece las formas de coordinación de dicha jurisdicción especial con los
Juzgados de Paz y con las demás instancias del Poder Judicial, así mismo el artículo 18º del
Código Procesal Penal señala que: La jurisdicción penal ordinaria no es competente para
conocer: 1. De los delitos previstos en el artículo 173 de la Constitución. 2. De los hechos
punibles cometidos por adolescentes. 3. De los hechos punibles en los casos previstos
en el artículo 149 de la Constitución, de igual modo el acuerdo plenario N° 1-2009/CJ116 establece que las Rondas Campesinas, que se inscriben dentro del contexto de las
formas tradicionales de organización comunitaria y de los valores andinos de solidaridad,
trabajo comunal e idea del progreso, han asumido diversos roles en el quehacer de esos
pueblos –tales como seguridad y desarrollo- y, entre ellos, también se encuentra, sin duda
alguna, los vinculados al control penal en tanto en cuanto –presupuesto necesario para su
relevancia jurídica- aplican las normas del derecho consuetudinario que les corresponda
y expresen2; así mismo prescribe que las Rondas campesinas tienen amplia libertad para
imponer las sanciones y realizar detenciones, siempre y cuando no se vulnere derechos
fundamentales de las personas, toda vez que se advertirse lo contrario se podría instar el
1
JESCHECK, Hans - WEINGEN, Thomas, Tratado de Derecho Penal. Parte General, Traducción de Olmedo Cardenette, Comares, Granada,
2002, p. 2.
2
JOSÉ HILDEBRANDO RODRÍGUEZ VILLA: Peritaje Antoprológico en la causa número 22007-00730, Cajamarca, 21 de noviembre de 2007,
página 58
100
control penal de la justicia ordinaria, considerándose como conductas que atentan contra
el contenido esencial de los derechos fundamentales y, por tanto, antijurídicas y al margen
de la aceptabilidad del derecho consuetudinario, (i) las privaciones de libertad sin causa
y motivo razonable –plenamente arbitrarias y al margen del control típicamente ronderil-;
(ii) las agresiones irrazonables o injustificadas a las personas cuando son intervenidas o
detenidas por los ronderos; (iii) la violencia, amenazas o humillaciones para que declaren
en uno u otro sentido; (iv) los juzgamientos sin un mínimo de posibilidades para ejercer la
defensa – lo que equivale, prácticamente, a un linchamiento-; (vi) la aplicación de sanciones
no conminadas por el derecho consuetudinario; (vii) las penas de violencia física extrema
– tales como lesiones graves, mutilaciones- entre otras; en tal sentido las Comunidades
Campesinas y Nativas, conforme a la Constitución y los Tratados Internacionales, pueden
administrar justicia y solucionar sus propios conflictos. Por ello, pueden investigar, juzgar,
sancionar o absolver en los diferentes casos jurídicos que se producen en su territorio,
donde se encuentran involucrados los miembros y/o terceras personas y son su propia
autoridad encargada de la administración de justicia.
V.
Actuación jurisdiccional de las rondas campesinas y el delito de secuestro.
Como hemos esbozado doctrinariamente ut supra, los ronderos que se encuentran
relativamente integrados al Sistema Oficial y ejercen jurisdicción en la solución de conflictos
dentro del seno se su comunidad, no estarían inmersos dentro de los alcances normativos
del tipo penal de secuestro, dado que en prima face el acuerdo plenario N° 1-2009/CJ116 de fecha 13 de noviembre del 2009, en su fundamento 13º estableció que “se rechaza
liminarmente la imputación por delito de Secuestro, puesto que el rondero procede a
privar la libertad como consecuencia del ejercicio de la función jurisdiccional“, así mismo
indica el mencionado acuerdo plenario que la actuación de las Rondas Campesinas y de
sus integrantes no está orientada a obtener beneficios ilegales o fines de lucro, y – en
principio- la composición y práctica que realizan tienen un reconocimiento legal, de igual
manera el delito de secuestro requiere que el agente o sujeto activo prive, sin tener derecho,
motivo o facultad justificada para ello, de la libertad personal ambulatoria del sujeto
pasivo o víctima, empero como hemos detallado líneas arriba el rondero se encuentra
facultado para intervenir en la solución de conflictos originados dentro de su comunidad,
para lo cual puede incluso detener a una persona sin que dicho hecho constituya delito de
secuestro, así mismo cuando éstas facultades se extralimitan y atentan contra los derechos
fundamentales, el rondero también es pasible de ser investigado en el marco de un debido
proceso, con todas las garantías que la ley establece y de comprobarse su responsabilidad
será sancionado; ahora bien a guisa de conclusión es necesario precisar que los ronderos,
a fin de que puedan ejercer adecuadamente su función jurisdiccional en la solución de
conflictos en su comunidad, deben estar en constante coordinación con el representante
del Ministerio Público, ello con el objeto de que puedan ser orientados e instruidos sobre
los límites de su actuación ronderil y los derechos fundamentales que deben respetar,
puesto que si bien es cierto los ronderos ejercen su función jurisdiccional de acuerdo a sus
usos y costumbres, también es verdad que la gran mayoría de ellos son gente sin mayor
educación, que muchos ni siquiera conocen que son los derechos fundamentales.
VI.
CONCLUSIONES.
Ø
El acuerdo plenario N° 1-2009/CJ-116 de fecha 13 de noviembre del 2009,
en su fundamento 13º estableció que “se rechaza liminarmente la imputación por delito
101
de Secuestro, puesto que el rondero procede a privar la libertad como consecuencia del
ejercicio de la función jurisdiccional“, ello porque la actuación de las Rondas Campesinas
y de sus integrantes no está orientada a obtener beneficios ilegales o fines de lucro.
Ø
Las comunidades ronderiles deben estar en mayor coordinación con el
Ministerio Público, a fin de que se les brinde charlas en las cuales se les oriente sobre los
límites de su actuación ronderil y los derechos fundamentales que deben respetar.
BIBLIOGRAFIA
RODRÍGUEZ VILLA, José Hildebrando: Peritaje Antoprológico en la causa número 22007-00730, Cajamarca, 21 de noviembre
de 2007.
JESCHECK, Hans - WEINGEN, Thomas, Tratado de Derecho Penal. Parte General, Traducción de Olmedo Cardenette,
Comares, Granada, 2002.
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Madrid, 2004.
BRAMONT ARIAS TORRES, Luis Alberto / GARCÍA CANTIZANO, María del Carmen: Manual de Derecho Penal – Parte
Especial, Cuarta Edición, Editorial San Marcos, Lima, 2004.
PEÑA CABRERA, Raúl: Tratado de Derecho Penal – Parte Especial, Tomo I, Ediciones jurídicas, Lima, 1992.
VILLA STEIN, Javier: Derecho Penal - Parte Especial, Tomo – IB, Editorial San Marcos, Lima, 1998.
SALINAS SICCHA, Ramiro – Derecho Penal, Parte Especial. Volumen I, 4ta Edición, Editorial Grijley, Lima, noviembre del
2010.
ROY FREIRE, Luis Eduardo: Derecho Penal Peruano – Parte Especial, Tomo II, Editorial EDDILI, Lima, 1986.
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REVISTA DE LA CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LAMBAYEQUE
SOMOS DIARIO JUDICIAL - LAMBAYEQUE 2011
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