Calor. Energía térmica

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CALOR Y ENERGÍA TÉRMICA
El calor representa la cantidad de energía que un cuerpo transfiere a otro como consecuencia de una
diferencia de temperatura entre ambos. El tipo de energía que se pone en juego en los fenómenos
caloríficos se denomina energía térmica. El carácter energético del calor lleva consigo la posibilidad de
transformarlo en trabajo mecánico. Sin embargo, la naturaleza impone ciertas limitaciones a este tipo
de conversión, lo cual hace que sólo una fracción del calor disponible sea aprovechable en forma de
trabajo útil.
Las ideas acerca de la naturaleza del calor han variado apreciablemente en los dos últimos siglos. La teoría del
calórico o fluido tenue que situado en los poros o intersticios de la materia pasaba de los cuerpos calientes −en
los que supuestamente se hallaba en mayor cantidad− a los cuerpos fríos, había ocupado un lugar destacado en
la física desde la época de los filósofos griegos. Sin embargo, y habiendo alcanzado a finales del siglo XVIII
su pleno apogeo, fue perdiendo credibilidad al no poder explicar los resultados de los experimentos que
científicos tales como Benjamín Thomson (1753−1814) o Humphrey Davy (1778−1829) realizaron.
Una vieja idea tímidamente aceptada por sabios del siglo XVII como Galileo Galilei o Robert Boyle resurgió
de nuevo. El propio Thompson (conde de Rumford), según sus propias palabras, aceptó la vuelta a aquellas
«viejas doctrinas que sostienen que el calor no es otra cosa que un movimiento vibratorio de las partículas del
cuerpo».
Las experiencias de Joule (1818−1889) y Mayer (1814−1878) sobre la conservación de la energía, apuntaban
hacia el calor como una forma más de energía. El calor no sólo era capaz de aumentar la temperatura o
modificar el estado físico de los cuerpos, sino que además podía moverlos y realizar un trabajo. Las máquinas
de vapor que tan espectacular desarrollo tuvieron a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX eran buena
muestra de ello. Desde entonces las nociones de calor y energía quedaron unidas y el progreso de la física
permitió, a mediados del siglo pasado, encontrar una explicación detallada para la naturaleza de esa nueva
forma de energía, que se pone de manifiesto en los fenómenos caloríficos.
CANTIDADES DE CALOR
Aun cuando no sea posible determinar el contenido total de energía calorífica de un cuerpo, puede medirse la
cantidad que se toma o se cede al ponerlo en contacto con otro a diferente temperatura. Esta cantidad de
energía en tránsito de los cuerpos de mayor temperatura a los de menor temperatura es precisamente lo que se
entiende en física por calor.
La ecuación calorimétrica
La experiencia pone de manifiesto que la cantidad de calor tomada (o cedida) por un cuerpo es directamente
proporcional a su masa y al aumento (o disminución) de temperatura que experimenta. La expresión
matemática de esta relación es la ecuación calorimétrica.
Q = c · m · (Tf − Ti) (8.6)
donde Q representa el calor cedido o absorbido, m la masa del cuerpo y Tf y Ti las temperaturas final e inicial
respectivamente. Q será positivo si la temperatura final es mayor que la inicial (Tf > Ti) y negativo en el caso
contrario (Tf < Ti). La letra c representa la constante de proporcionalidad correspondiente y su valor es
característico del tipo de sustancia que constituye el cuerpo en cuestión. Dicha constante se denomina calor
específico. Su significado puede deducirse de la ecuación (8.6). Si se despeja c, de ella resulta:
1
El calor específico de una sustancia equivale, por tanto, a una cantidad de calor por unidad de masa y de
temperatura; o en otros términos, es el calor que debe suministrarse a la unidad de masa de una sustancia dada
para elevar su temperatura un grado.
Unidades de calor
La ecuación calorimétrica (8.6) sirve para determinar cantidades de calor si se conoce la masa del cuerpo, su
calor específico y la diferencia de temperatura, pero además permite definir la caloría como unidad de calor.
Si por convenio se toma el agua líquida como sustancia de referencia asignando a su calor específico un valor
unidad, la caloría resulta de hacer uno el resto de las variables que intervienen en dicha ecuación.
Una caloría es la cantidad de calor necesaria para elevar en un grado centígrado (1 ºC) la temperatura de un
gramo de agua.
Esta definición, que tiene su origen en la época en la que la teoría del calórico estaba en plena vigencia, se
puede hacer más precisa si se considera el hecho de que el calor específico del agua varía con la temperatura.
En tal caso la elevación de un grado centígrado a la que hace referencia la anterior definición ha de producirse
entre 14,5 y 15,5 ºC a la presión atmosférica.
Una vez identificado el calor como una forma de energía y no como un fluido singular, la distinción entre
unidades de calor y unidades de energía perdió significado. Así, la unidad de calor en el SI coincide con la de
energía y es el joule (J), habiendo quedado la caloría reducida a una unidad práctica que se ha mantenido por
razones históricas, pero que va siendo progresivamente desplazada por el joule.
Calor específico y capacidad caforífica
La ecuación calorimétrica puede escribirse también en la forma:
Q = C(Tf − Ti) (8.7)
expresando así que en un cuerpo dado la cantidad de calor cedido o absorbido es directamente proporcional a
la variación de temperatura. La nueva constante de proporcionalidad C recibe el nombre de capacidad
calorífica
y representa la cantidad de calor que cede o toma el cuerpo al variar su temperatura en un grado.
A diferencia del calor específico, la capacidad calorífica es una característica de cada cuerpo y se expresa en
el SI en J/K. Su relación con el calor específico resulta de comparar las ecuaciones (8.6) y (8.7) en las que
ambas magnitudes están presentes:
C = m · c (8.8)
De acuerdo con esta relación, la capacidad calorífica de un cuerpo depende de su masa y de la naturaleza de la
sustancia que lo compone.
APLICACIÓN DE LA DETERMINACIÓN DEL CALOR ESPECÍFICO
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El calor específico de un cuerpo puede determinarse mediante el calorímetro. Dado que éste es un atributo
físico característico de cada sustancia, la comparación del valor obtenido con los de una tabla estándar de
calores específicos puede ayudar a la identificación de la sustancia que compone el cuerpo en cuestión.
Se pretende identificar el metal del que está formada una medalla. Para ello se determina su masa mediante
una balanza que arroja el valor de 25 g. A continuación se calienta al «baño María», hasta alcanzar una
temperatura de
85 ºC y se introduce en el interior de un calorímetro que contiene 50 g de agua a 16,5 ºC de temperatura. Al
cabo de un cierto tiempo y tras utilizar varias veces el agitador, la columna del termómetro del calorímetro
deja de subir señalando una temperatura de equilibrio de 19,5 ºC. ¿De qué metal puede tratarse?
Si se aplica la ecuación de conservación de la energía expresada en la forma, calor tomado = − calor cedido,
resulta:
Q1 = − Q2
m1c1(T − T1) = − m2c2(T − T2)
considerando en este caso el subíndice 1 referido al agua y el 2 referido a la moneda. Sustituyendo valores en
la ecuación anterior, se,tiene:
50 · 1 (19,5 − 16,5) = − 25 · c2 (19,5 − 85)
Operando y despejando c2 resulta:
150 = 1 637,5 · c2
c2 = 0,09 cal/g · ºC
Si se compara el resultado con una tabla de calores específicos de metales, se concluye que puede tratarse de
cobre. Otras propiedades físicas como el color, por ejemplo, confirmarán el resultado.
MEDIDA DEL CALOR
De acuerdo con el principio de conservación de la energía, suponiendo que no existen pérdidas, cuando dos
cuerpos a diferentes temperaturas se ponen en contacto, el calor tomado por uno de ellos ha de ser igual en
cantidad al calor cedido por el otro. Para todo proceso de transferencia calorífica que se realice entre dos
cuerpos puede escribirse entonces la ecuación:
Q1 = − Q2
en donde el signo − indica que en un cuerpo el calor se cede, mientras que en el otro se toma. Recurriendo a la
ecuación calorimétrica, la igualdad anterior puede escribirse en la forma:
m1 · c1 · (Te − T1) = −m2 · c2 · (Te − T2)
(8.9)
donde el subíndice 1 hace referencia al cuerpo frío y el subíndice 2 al caliente. La temperatura Te en el
equilibrio será superior a T1 e inferior a T2.
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La anterior ecuación indica que si se conocen los valores del calor específico, midiendo temperaturas y masas,
es posible determinar cantidades de calor. El aparato que se utiliza para ello se denomina calorímetro. Un
calorímetro ordinario consta de un recipiente de vidrio aislado térmicamente del exterior por un material
apropiado. Una tapa cierra el conjunto y dos pequeños orificios realizados sobre ella dan paso al termómetro y
al agitador, los cuales se sumergen en un líquido llamado calorimétrico, que es generalmente agua.
Cuando un cuerpo a diferente temperatura que la del agua se sumerge en ella y se cierra el calorímetro, se
produce una cesión de calor entre ambos hasta que se alcanza el equilibrio térmico. El termómetro permite
leer las temperaturas inicial y final del agua y con un ligero movimiento del agitador se consigue una
temperatura uniforme. Conociendo el calor específico y la masa del agua utilizada, mediante la ecuación
calorimétrica se puede determinar la cantidad de calor cedida o absorbida por el agua.
En este tipo de medidas han de tomarse las debidas precauciones para que el intercambio de calor en el
calorímetro se realice en condiciones de suficiente aislamiento térmico. Si las pérdidas son considerables no
será posible aplicar la ecuación de conservación Q1 = − Q2 y si ésta se utiliza los resultados estarán afectados
de un importante error.
La ecuación (8.9) puede aplicarse únicamente a aquellos casos en los cuales el calentamiento o el
enfriamiento del cuerpo problema no lleva consigo cambios de estado físico (de sólido a líquido o viceversa,
por ejemplo). A partir de ella y con la ayuda del calorímetro es posible determinar también el calor específico
del cuerpo si se conocen las temperaturas T1, T2 y Te, las masas m1 y m2 y el calor específico del agua.
CALOR Y TRABAJO
La relación entre calor y trabajo
Si calor y trabajo son ambos formas de energía en tránsito de unos cuerpos o sistemas a otros, deben estar
relacionadas entre sí. La comprobación de este tipo de relación fue uno de los objetivos experimentales
perseguidos con insistencia por el físico inglés James Prescott Joule (1818−1889). Aun cuando efectuó
diferentes experimentos en busca de dicha relación, el más conocido consistió en determinar el calor
producido dentro de un calorímetro a consecuencia del rozamiento con el agua del calorímetro de un sistema
de paletas giratorias y compararlo posteriormente con el trabajo necesario para moverlas.
La energía mecánica puesta en juego era controlada en el experimento de Joule haciendo caer unas pesas cuya
energía potencial inicial podía calcularse fácilmente de modo que el trabajo W, como variación de la energía
mecánica, vendría dado por:
siendo m la masa de las pesas, h la altura desde la que caen y g la aceleración de la gravedad.
Por su parte, el calor liberado por la agitación del agua que producían las aspas en movimiento daba lugar a un
aumento de la temperatura del calorímetro y la aplicación de la ecuación calorimétrica:
Q = m c (Tf − Ti)
permitía determinar el valor de Q y compararlo con el de W.
Tras una serie de experiencias en las que mejoró progresivamente sus resultados, llegó a encontrar que el
trabajo realizado sobre el sistema y el calor liberado en el calorímetro guardaban siempre una relación
constante y aproximadamente igual a 4,2. Es decir, por cada 4,2 joules de trabajo realizado se le comunicaba
al calorímetro una cantidad de calor igilal a una caloría. Ese valor denominado equivalente mecánico del calor
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se conoce hoy con más precisión y es considerado como 4,184 joules/calorías. La relación numérica entre
calor Q y trabajo W puede, entonces, escribirse en la forma:
W (joules) = 4,18 · Q(calorías)
La consolidación de la noción de calor como una forma más de energía, hizo del equivalente mecánico un
simple factor de conversión entre unidades diferentes de una misma magnitud fisica, la energía; algo parecido
al número que permite convertir una longitud expresada en pulgadas en la misma longitud expresada en
centímetros.
Las máquinas térmicas
Junto a la conversión de trabajo en calor puesta de manifiesto en las experiencias de Joule, la transformación
efectuada en sentido inverso es físicamente realizable. Los motores de explosión que mueven, en general, los
vehículos automóviles y la máquina de vapor de las antiguas locomotoras de carbón, son dispositivos capaces
de llevar a cabo la transformación del calor en trabajo mecánico. Este tipo de dispositivos reciben el nombre
genérico de máquinas térmicas.
En todas las máquinas térmicas el sistema absorbe calor de un foco caliente; parte de él lo transforma en
trabajo y el resto lo cede al medio exterior que se encuentra a menor temperatura. Este hecho constituye una
regla general de toda máquina térmica y da lugar a la definición de un parámetro característico de cada
máquina que se denomina rendimiento y se define como el cociente entre el trabajo efectuado y el calor
empleado para conseguirlo. Expresado en tantos por ciento toma la forma:
Ninguna máquina térmica alcanza un rendimiento del cien por cien. Esta limitación no es de tipo técnico, de
modo que no podrá ser eliminada cuando el desarrollo tecnológico alcance un nivel superior al actual; se trata,
sin embargo, de una ley general de la naturaleza que imposibilita la transformación íntegra de calor en trabajo.
Por tal motivo las transformaciones energéticas que terminan en calor suponen una degradación de la energía,
toda vez que la total reconversión del calor en trabajo útil no está permitida por las leyes naturales.
APLICACIÓN DE LA RELACIÓN CALOR/TRABAJO
En una experiencia como la de Joule se ha utilizado un peso de 10 kg que se ha elevado a una altura de 2 m. Si
el calorímetro completo incluyendo las aspas equivale a una masa de agua de 1,5 kg y la temperatura inicial es
de 15 ºC, determínese la temperatura final que alcanzará el agua, admitiendo que todo el trabajo mecánico se
convierte en calor dentro del calorímetro. (Considérese el calor específico del agua c = 4,18 · 103 J/kg · K).
De acuerdo con el principio de conservación de la energía, el trabajo mecánico se convierte íntegramente en
calor:
W=Q
Siendo en este caso W = m g h y Q = m' c(Tf − Ti).
Igualando ambas expresiones y despejando Tf se tiene:
m g h = m' c(Tf − Ti)
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y sustituyendo resulta finalmente:
es decir:
tf (ºC) = 288 − 273 = 15 ºC
PETRÓLEO
Líquido oleoso bituminoso de origen natural compuesto por diferentes sustancias orgánicas. También recibe
los nombres de petróleo crudo, crudo petrolífero o simplemente `crudo'. Se encuentra en grandes cantidades
bajo la superficie terrestre y se emplea como combustible y materia prima para la industria química.
Existen tres grandes categorías de petróleo crudo: de tipo parafínico, de tipo asfáltico y de base mixta. El
petróleo parafínico está compuesto por moléculas en las que el número de átomos de hidrógeno es siempre
superior en dos unidades al doble del número de átomos de carbono.
Las moléculas características del petróleo asfáltico son los naftenos, que contienen exactamente el doble de
átomos de hidrógeno que de carbono. El petróleo de base mixta contiene hidrocarburos de ambos tipos.
El petróleo y sus derivados se emplean para fabricar medicinas, fertilizantes, productos alimenticios, objetos
de plástico, materiales de construcción, pinturas y textiles, y para generar electricidad.
En 1920, un barril de crudo, que contiene 159 l, producía 41,5 l de gasolina, 20 l de queroseno, 77 l de gasóleo
y destilados, y 20 l de residuos más pesados. Hoy, un barril de crudo produce 79,5 l de gasolina, 11,5 l de
combustible para reactores, 34 l de gasóleo y destilados, 15 l de lubricantes y 11,5 l de residuos más pesados.
Todos los tipos de petróleo se componen de hidrocarburos, aunque también suelen contener unos pocos
compuestos de azufre y de oxígeno; el contenido de azufre varía entre un 0,1 y un 5%. El petróleo contiene
elementos gaseosos, líquidos y sólidos.
Para encontrar petróleo bajo tierra, los geólogos deben buscar una cuenca sedimentaria con esquistos ricos en
materia orgánica, que lleven enterrados el suficiente tiempo para que se haya formado petróleo (desde unas
decenas de millones de años hasta 100 millones de años). Además, el petróleo tiene que haber ascendido hasta
depósitos capaces de contener grandes cantidades de líquido. La existencia de petróleo crudo en la corteza
terrestre se ve limitada por estas condiciones. Sin embargo, los geólogos y geofísicos especializados en
petróleo disponen de numerosos medios para identificar zonas propicias para la perforación. Por ejemplo, la
confección de mapas de superficie de los afloramientos de lechos sedimentarios permite interpretar las
características geológicas del subsuelo, y esta información puede verse complementada por datos obtenidos
perforando la corteza y extrayendo testigos o muestras de las capas rocosas. Por otra parte, las técnicas de
prospección sísmica que estudian de forma cada vez más precisa la reflexión y refracción de las ondas de
sonido propagadas a través de la Tierra revelan detalles de la estructura e interrelación de las distintas capas
subterráneas. Pero, en último término, la única forma de demostrar la existencia de petróleo en el subsuelo es
perforando un pozo. De hecho, casi todas las zonas petrolíferas del mundo fueron identificadas en un principio
por la presencia de filtraciones superficiales, y la mayoría de los yacimientos fueron descubiertos por
prospectores particulares que se basaban más en la intuición que en la ciencia.
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La mayoría de los pozos petrolíferos se perforan con el método rotatorio. En este método, una torre sostiene la
cadena de perforación, formada por una serie de tubos acoplados. La cadena se hace girar uniéndola al banco
giratorio situado en el suelo de la torre. La broca de perforación situada al final de la cadena suele estar
formada por tres ruedas cónicas con dientes de acero endurecido. La roca se lleva a la superficie por un
sistema continuo de fluido circulante impulsado por una bomba.
El crudo atrapado en un yacimiento se encuentra bajo presión; si no estuviera atrapado por rocas
impermeables habría seguido ascendiendo debido a su flotabilidad hasta brotar en la superficie terrestre. Por
ello, cuando se perfora un pozo que llega hasta una acumulación de petróleo a presión, el petróleo se expande
hacia la zona de baja presión creada por el pozo en comunicación con la superficie terrestre. Sin embargo, a
medida que el pozo se llena de líquido aparece una presión contraria sobre el depósito, y pronto se detendría el
flujo de líquido adicional hacia el pozo si no se dieran otras circunstancias. La mayor parte del petróleo
contiene una cantidad significativa de gas natural en disolución, que se mantiene disuelto debido a las altas
presiones del depósito. Cuando el petróleo pasa a la zona de baja presión del pozo, el gas deja de estar disuelto
y empieza a expandirse. Esta expansión, junto con la dilución de la columna de petróleo por el gas, menos
denso, hace que el petróleo aflore a la superficie.
A medida que se continúa retirando líquido del yacimiento, la presión del mismo va disminuyendo poco a
poco, así como la cantidad de gas disuelto. Esto hace que la velocidad de flujo del líquido hacia el pozo se
haga menor y se libere menos gas. Cuando el petróleo ya no llega a la superficie se hace necesario instalar una
bomba en el pozo para continuar extrayendo el crudo.
Finalmente, la velocidad de flujo del petróleo se hace tan pequeña, y el coste de elevarlo hacia la superficie
aumenta tanto, que el coste de funcionamiento del pozo es mayor que los ingresos que se pueden obtener por
la venta del crudo (una vez descontados los gastos de explotación, impuestos, seguros y rendimientos del
capital). Esto significa que se ha alcanzado el límite económico del pozo, por lo que se abandona su
explotación.
Cuando la producción primaria se acerca a su límite económico, es posible que sólo se haya extraído un
pequeño porcentaje del crudo almacenado, que en ningún caso supera el 25%. Por ello, la industria petrolera
ha desarrollado sistemas para complementar esta producción primaria, que utiliza fundamentalmente la
energía natural del yacimiento. Los sistemas complementarios, conocidos como tecnología de recuperación
mejorada de petróleo, pueden aumentar la recuperación de crudo, pero sólo con el coste adicional de
suministrar energía externa al depósito. Con estos métodos se ha aumentado la recuperación de crudo hasta
alcanzar una media global del 33% del petróleo presente. En la actualidad se emplean dos sistemas
complementarios: la inyección de agua y la inyección de vapor.
Inyección de agua
En un campo petrolífero explotado en su totalidad, los pozos se pueden perforar a una distancia de entre 50 y
500 m, según la naturaleza del yacimiento. Si se bombea agua en uno de cada dos pozos, puede mantenerse o
incluso incrementarse la presión del yacimiento en su conjunto. Con ello también se puede aumentar el ritmo
de producción de crudo; además, el agua desplaza físicamente al petróleo, por lo que aumenta la eficiencia de
recuperación. En algunos depósitos con un alto grado de uniformidad y un bajo contenido en arcilla o barro, la
inundación con agua puede aumentar la eficiencia de recuperación hasta alcanzar el 60% o más del petróleo
existente. La inyección de agua se introdujo por primera vez en los campos petrolíferos de Pennsylvania a
finales del siglo XIX, de forma más o menos accidental, y desde entonces se ha extendido por todo el mundo.
Inyección de vapor
La inyección de vapor se emplea en depósitos que contienen petróleo muy viscoso. El vapor no sólo desplaza
el petróleo, sino que reduce mucho la viscosidad (al aumentar la temperatura del yacimiento), con lo que el
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crudo fluye más deprisa a una presión dada. Este sistema se ha utilizado mucho en California, Estados Unidos,
y Zulia, Venezuela, donde existen grandes depósitos de este tipo de petróleo. También se están realizando
experimentos para intentar demostrar la utilidad de esta tecnología en la recuperación de las grandes
acumulaciones de petróleo viscoso (betún) que existen a lo largo del río Athabasca, en la provincia de Alberta,
en Canadá, y del río Orinoco, en el este de Venezuela. Si estas pruebas tienen éxito, la era del predominio del
petróleo podría extenderse varias décadas.
Otro método para aumentar la producción de los campos petrolíferos y uno de los logros más impresionantes
de la ingeniería en las últimas décadas es la construcción y empleo de equipos de perforación sobre el mar.
Estos equipos de perforación se instalan, manejan y mantienen en una plataforma situada lejos de la costa, en
aguas de una profundidad de hasta varios cientos de metros. La plataforma puede ser flotante o descansar
sobre pilotes anclados en el fondo marino, y resiste a las olas, el viento y en las regiones árticas los hielos.
Una vez extraído el crudo, se trata con productos químicos y calor para eliminar el agua y los elementos
sólidos, y se separa el gas natural. A continuación se almacena el petróleo en tanques y se transporta a una
refinería en camiones, por tren, en barco o a través de un oleoducto. Todos los campos petrolíferos
importantes están conectados a grandes oleoductos.
Es probable que en los próximos años se realicen descubrimientos adicionales y se desarrollen nuevas
tecnologías que permitan aumentar la eficiencia de recuperación de los recursos ya conocidos. En cualquier
caso, el suministro de crudo alcanzará hasta las primeras décadas del siglo XXI. Sin embargo, según los
expertos, no existen casi perspectivas de que los nuevos descubrimientos e invenciones amplíen la
disponibilidad de petróleo barato mucho más allá de ese periodo.
El petróleo es quizá la materia prima más útil y versátil de las explotadas. En 1995, el primer productor era
Arabia Saudí, que producía unos 426,5 millones de toneladas, es decir un 13,2%. La producción mundial era
de 3.234,6 millones de toneladas, de las cuales, Estados Unidos produjo un 11,9%, la Comunidad de Estados
Independientes (CEI) un 11,0%, Irán un 5,7%, México un 4,9%, China un 4,6% y Venezuela un 4,5 por
ciento.
Producción
PAÍS
Arabia Saudí
Estados Unidos
CEI
Irán
México
China
Venezuela
Noruega
Reino Unido
Emiratos Árabes Unidos
Kuwait
Canadá
Nigeria
Indonesia
Libia
Argelia
PRODUCCIÓN EN 1995 (millones de toneladas)
426,5
386,1
354,9
182,8
154,9
148,8
146,4
139,2
130,3
112,8
104,4
93,8
89,3
73,8
67,9
56,8
8
Egipto
Total OPEP
Total mundial
46,0
1.330,6
3.234,6
Consumo
PAÍS
Estados Unidos
Japón
CEI
China
Alemania
Italia
Corea del Sur
Francia
Reino Unido
Canadá
India
Total mundial
CONSUMO EN 1995 (millones de toneladas)
806,8
267,3
214,7
157,5
135,1
94,8
94,8
89,0
81,7
80,0
72,5
3.172,5
Gas natural
Aunque como gases naturales pueden clasificarse todos los que se encuentran de forma natural en la Tierra,
desde los constituyentes del aire hasta las emanaciones gaseosas de los volcanes, el término «gas natural» se
aplica hoy en sentido estricto a las mezclas de gases combustibles hidrocarburados o no, que se encuentran en
el subsuelo donde en ocasiones, aunque no siempre, se hallen asociados con petró1eo líquido. El principal
constituyente del gas natural es siempre el metano, que representa generalmente entre el 75 y el 95 % del
volumen total de la mezcla, razón por la cual se suele llamar metano al gas natural. Los otros hidrocarburos
gaseosos que suelen estar presentes, etano, butano y propano, aparecen siempre en proporciones menores.
Entre los constituyentes distintos a los hidrocarburos suelen ser nitrógeno, dióxido de carbono, sulfuro de
hidrógeno, helio y argón los más importantes.
El gas natural puede ser «húmedo» (si contiene hidrocarburos líquidos en suspensión) o «seco» (si no los
contiene).
El uso de combustibles gaseosos, para iluminación y fines domésticos, ha sido muy general desde la mitad del
siglo XIX. Sin embargo, apenas se utilizaba en la industria debido a la abundancia de combustibles sólidos y
líquidos disponibles y a la dificultad que presentaba el transporte y almacenamiento de los combustibles
gaseosos.
El desarrollo del empleo del gas natural se ha realizado con posterioridad al uso del petró1eo. El gas natural,
que aparecía en casi todos los yacimientos petrolíferos, se quemaba a la salida del pozo como un residuo más.
Unicamente en EE. UU , y siempre en lugares muy próximos a zonas petrolíferas, se utilizaba como
combustible doméstico por su gran poder calorífico (9.000−12.000 kcal/m3).
La necesidad de nuevas fuentes hizo descubrir nuevos yacimientos que poseían enormes reservas de gas
natural acompañadas de pequeñas cantidades de petró1eo. Pero seguía existiendo el problema de su
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almacenamiento y transporte.
La solución a ambos problemas llegó al poner a punto unas técnicas destinadas a la licuefacción de los gases y
procedimientos para producir y soldar tuberías capaces de resistir altas presiones.
En la licuefacción, el gas natural se somete a unas temperaturas muy bajas, próximas a 160ºC bajo cero, a las
cuales el gas se comprime hasta transformarse en líquido. En este estado se introduce en grandes depósitos de
forma esférica capaces de soportar la alta presión que se origina cuando el gas vuelve a su temperatura
ambiente.
El problema del transporte queda resuelto mediante la creación de la cadena del gas natural licuado (GNL).
De forma esquemática, la cadena del GNL consta de las siguientes fases:
1.º Transporte del gas desde los yacimientos hasta la costa, por medio del gaseoducto.
2.º Licuación del gas natural.
3.º Transporte marítimo del GNL en buques metaneros.
4.º Recepción del GNL en las instalaciones portuarias del país importador y regasificación inmediata, seguida
de distribución comercial por tubería.
Evolución de la composición de la demanda mundial de energía por fuentes primarias
(en %)
1950
CARBÓN
PETRÓLEO
GAS NATURAL
HIDROELECTRICIDAD
NUCLEAR
59.3
29.8
9.3
1.6
−
1960
48.9
35.8
13.4
1.9
−
1965
40.6
41.2
15.9
2.1
0.2
1970
32.7
45
17
4.9
0.4
1973
29.6
47.1
17.4
5.2
0.8
1976
29.6
46.2
17.3
5.3
1.6
1979
29.7
45
17.6
5.6
2.1
1982
30.8
41.5
18.6
6.1
3
1984
31.4
39.6
19
6.3
3.8
Fuente: OCDE e INH
Aprovechamiento del gas natural
El gas natural se utiliza como combustible y como materia prima en la industria petroquímica.
Como combustible se emplea por su gran poder calorífico, por ser su combustión fácilmente regulable, ser
limpia y producir escasa contaminación.
Como materia prima es la más adecuada para la fabricación de amoníaco (producto base de toda la industria
de abonos nitrogenados), y también del metanol, producto que se utiliza en la fabricación de plásticos y
proteínas sintéticas. A partir del gas natural se obtienen materias primas de base en la industria petroquímica
(etileno, butadieno, y propileno).
Comercialización del Gas Natural
Es una de las energías primarias de utilización más reciente, puesto que hasta la segunda década del siglo
actual no comenzó su comercialización en los Estados Unidos, país pionero en su producción y consumo, no
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extendiéndose su empleo a Europa Occidental hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Así pues, su
modernidad como fuente energética únicamente es superada por el combustible nuclear. Sin embargo, aunque
el gas natural es una energía muy moderna en su uso, su conocimiento se remonta, al menos, al comienzo de
la explotación del petróleo − el otro hidrocarburo − con el que está asociado en los yacimientos en la mayor
parte de los casos. En este sentido, el gas natural ha fluido junto con el petróleo durante muchas décadas, pero
como una indeseada producción que, por «inservible», se ha quemado al pie de las torres de extracción,
práctica que todavía hoy se aplica en bastantes campos de Oriente Medio y de otras zonas.
La demora en la utilización comercial del gas natural respecto al petróleo se explica básicamente por la
existencia de importantes problemas técnicos en su transporte y distribución, que frenaron su empleo hasta
bien entrado el siglo actual. El obstáculo inicial, relativo al transporte en gran escala desde los yacimientos a
los puntos de consumo, se superó con la fabricación y soldadura de tuberías capaces de resistir altas presiones,
permitiendo así el nacimiento de los gasoductos para el transporte continental de esta energía primaria. Esto se
consiguió en los Estados Unidos durante el período entre guerras haciendo posible el comienzo de la
explotación de sus enormes recursos de gas natural, cuyas cualidades le permitieron una rápida aceptación El
descubrimiento de los ricos yacimientos gasíferos de Alberta, en Canadá, sirvió para apuntalar el crecimiento
del consumo y su expansión geográfica por buena parte de América del norte, en donde su contribución para
cubrir la demanda global de energía primaria alcanzará el 30 por 100.
Europa, por el contrario, permaneció totalmente al margen del empleo del gas natural hasta la segunda mitad
de siglo. Varias causas explican este retraso, en primer lugar, la carencia de producción propia, que se
mantiene hasta la segunda posguerra; en segundo lugar, la imposibilidad del transporte intercontinental del
gas por medios marítimos; en tercer lugar, porque el papel del gas natural en el consumo doméstico y en otros
usos comerciales lo desempeñaría durante casi cien años, el gas manufacturado obtenido de la destilación de
carbones, en general abundantes en casi todos los países europeos.
La importancia que adquiere el petróleo a partir de la Segunda Guerra Mundial propiciará una gran oleada de
prospecciones en suelo europeo, con resultado mucho más brillantes en lo que se refiere al descubrimiento de
bolsas de gas que en lo relativo a crudos de petróleo. Desde finales de los años cuarenta se produce toda una
serie de descubrimientos, que se inician con los yacimientos del valle del Po (Italia, 1949), sigue con los del
Lacq (Francia, 1950) y pasando por los de AderKlaa, Zwentendorf y Tallesburn (Austria, 1950−1955), etc.,
llega hasta los importantísimos de Groningen y Delfzl (Holanda, 1962) y, ya fuera de tierra firme, a los del
mar del Norte, dentro de las zonas correspondientes al Reino Unido, Noruega y la República Federal
Alemana. La importancia de estos descubrimientos queda ya reflejada en el espectacular crecimiento de la
producción de Europa Occidental entre 1965 y 1975 como se ve en el siguiente cuadro.
Evolución de la prodicción mundial comercializada de Gas Natural y Reservas
(en miles de millones de metros cúbicos)
1960
Paises de la OPEP
Argelia
Indonesia
Venezuela
Irán
Nigeria
Libia
EAU
América del Norte
−
−
4.6
1
−
−
−
1965
1970
1975
1980
1982
1984
(en 1984)
1.8
0.4
6.5
2.9
−
−
−
2.8
1.3
9
11.2
−
−
−
6.5
1.3
11
21.8
0.4
3.7
0.9
11.1
18.5
16.7
8.5
1.4
3.8
13.2
25.6
19.5
17.6
7.1
5.6
3
14.8
44
26
20.5
9
5.6
2.9
14.8
3087
1100
1650
13550
1200
570
750
11
EE.UU.
Canadá
México
Europa occidental
Holanda
Reino Unido
Noruega
Alemania
Italia
Francia
Austria
Europa oriental
U.R.S.S.
Rumanía
Polonia
Hungría
Otros Productores
Argentina
Australia
Pakistan
Resto del Mundo
TOTAL MUNDIAL
359.3
12.7
9.7
453.9
26.7
9
620.3
53.8
13.6
579.2
71.8
15.9
459.1
74.8
25.9
502.6
74.7
31.6
487.2 5670
78.2 2660
30.2 2172
0.4
−
−
0.6
6.1
2.9
−
1.7
−
−
2.8
7.4
5
−
31.6
11.1
−
12.7
12.5
6.5
1.5
90.9
34
−
17.8
13.7
7.4
5
91.1
36.2
25.1
18.7
12.5
7.4
9.7
70.1
38.3
25.2
16.8
14.6
6.6
6.6
75.4
40.2
26.2
18.3
13.8
6.6
4.2
1890
725
2236
191
190
40
13
45.3
10.1
0.5
0.3
127.7
17.3
1.3
1.1
197.9
24.8
5
3.5
289
30
6
5.2
422
28
7.4
6.5
501
39
7.8
6.6
587
40
4.7
6.4
37500
278
130
120
1.4
−
0.6
8.9
464.4
4.3
−
2.7
36.2
708.7
6
1.5
3.2
50.2
1060
7.7
5
3.7
54.4
1282.3
10
9.7
8.2
159.9
1495.4
12.2
11
9.7
78.1
1545.4
14.5
11.6
9.7
90
1667
620
644
50
−
96197
Fuentes: OCDE y Naciones Unidas
CARBÓN
Se trata de un combustible sólido de origen vegetal. En eras geológicas remotas, y sobre todo en el periodo
carbonífero (que comenzó hace 345 millones de años y duró unos 65 millones), grandes extensiones del
planeta estaban cubiertas por una vegetación abundantísima que crecía en pantanos. Muchas de estas plantas
eran tipos de helechos, algunos de ellos tan grandes como árboles. Al morir las plantas, quedaban sumergidas
por el agua y se descomponían poco a poco. A medida que se producía esa descomposición, la materia vegetal
perdía átomos de oxígeno e hidrógeno, con lo que quedaba un depósito con un elevado porcentaje de carbono.
Así se formaron las turberas. Con el paso del tiempo, la arena y lodo del agua fueron acumulándose sobre
algunas de estas turberas. La presión de las capas superiores, así como los movimientos de la corteza terrestre
y, en ocasiones, el calor volcánico, comprimieron y endurecieron los depósitos hasta formar carbón.
Los diferentes tipos de carbón se clasifican según su contenido de carbono fijo. La turba, la primera etapa en
la formación de carbón, tiene un bajo contenido de carbono fijo y un alto índice de humedad. El lignito, el
carbón de peor calidad, tiene un contenido de carbono mayor. El carbón bituminoso tiene un contenido aún
mayor, por lo que su poder calorífico también es superior. La antracita es el carbón con el mayor contenido en
carbono y el máximo poder calorífico. La presión y el calor adicionales pueden transformar el carbón en
grafito, que es prácticamente carbono puro. Además de carbono, el carbón contiene hidrocarburos volátiles,
azufre y nitrógeno, así como diferentes minerales que quedan como cenizas al quemarlo.
Ciertos productos de la combustión del carbón pueden tener efectos perjudiciales sobre el medio ambiente. Al
quemar carbón se produce dióxido de carbono entre otros compuestos. Muchos científicos creen que, debido
al uso extendido del carbón y otros combustibles fósiles (como el petróleo), la cantidad de dióxido de carbono
12
en la atmósfera terrestre podría aumentar hasta el punto de provocar cambios en el clima de la Tierra. Por otra
parte, el azufre y el nitrógeno del carbón forman óxidos durante la combustión que pueden contribuir a la
formación de lluvia ácida.
Todos los tipos de carbón tienen alguna utilidad. La turba se utiliza desde hace siglos como combustible para
fuegos abiertos, y más recientemente se han fabricado briquetas de turba y lignito para quemarlas en hornos.
La siderurgia emplea carbón metalúrgico o coque, un combustible destilado que es casi carbono puro. El
proceso de producción de coque proporciona muchos productos químicos secundarios, como el alquitrán de
hulla, que se emplean para fabricar otros productos. El carbón también se utilizó desde principios del siglo
XIX hasta la II Guerra Mundial para producir combustibles gaseosos, o para fabricar productos petroleros
mediante licuefacción. La fabricación de combustibles gaseosos y otros productos a partir del carbón
disminuyó al crecer la disponibilidad del gas natural. En la década de 1980, sin embargo, las naciones
industrializadas volvieron a interesarse por la gasificación y por nuevas tecnologías limpias de carbón. La
licuefacción del carbón cubre todas las necesidades de petróleo de Suráfrica.
Reservas
Las reservas mundiales de carbón son enormes. La cantidad de carbón recuperable desde un punto de vista
técnico y económico en las condiciones actuales proporcionaría cinco veces más energía que las reservas de
petróleo crudo; como existen muchas reservas de carbón de alto coste, la cantidad que será económicamente
recuperable a medida que crecen los precios de la energía podría proporcionar más de 20 veces más energía
que las reservas de petróleo. Cuatro regiones del mundo contienen tres cuartas partes de las reservas de carbón
actualmente recuperables: Estados Unidos (28%), los países de la antigua URSS (17%), China (16%) y
Europa Occidental (14%).
Tendencias actuales
A lo largo del siglo XX, la mayor comodidad y menores costes del petróleo y el gas hicieron que estos
combustibles desplazaran al carbón en la calefacción de viviendas y oficinas y en la propulsión de
locomotoras, y también redujeron su empleo en el mercado industrial. Incluso en el mercado de las centrales
térmicas el petróleo y el gas fueron haciéndose con cuotas mayores, y la contribución del carbón al panorama
energético global cayó en picado. Sin embargo, las drásticas subidas de los precios del petróleo desde 1973
proporcionaron al carbón una importante ventaja de costes para las centrales eléctricas y los grandes
consumidores industriales, con lo que empezó a recuperar parte de los mercados que había perdido.
Problemas de contaminación
A pesar de los costes relativamente bajos del carbón y de las enormes reservas que existen, el crecimiento del
uso del carbón desde 1973 ha sido mucho menor de lo previsto, ya que el carbón está asociado a muchos más
problemas medioambientales que el petróleo. La minería subterránea puede provocar silicosis en los mineros,
hundimientos del suelo situado sobre las minas y filtraciones de ácido a los acuíferos. La minería a cielo
abierto exige una cuidadosa restauración del entorno para que la tierra vuelva a ser productiva y el paisaje se
recupere. Además, la combustión del carbón provoca la emisión de partículas de dióxido de azufre, óxido de
nitrógeno y otras impurezas. Se cree que la lluvia ácida −lluvias y otras precipitaciones con un grado de
acidez relativamente alto, que están dañando lagos y bosques en muchas zonas del mundo− se debe en parte a
dichas emisiones. En la década de 1990, la preocupación por el posible calentamiento del planeta como
resultado del efecto invernadero hizo que algunos gobiernos tomaran en consideración medidas para reducir
las emisiones de dióxido de carbono producidas por la combustión de carbón, petróleo y gas natural. La
solución de esos problemas es costosa, y la cuestión de quién debe pagar por ello resulta polémica. Esto hace
que, probablemente, el consumo de carbón siga creciendo con más lentitud que lo que cabría esperar en un
principio. Sin embargo, las enormes reservas carboníferas, la mejora de las tecnologías para reducir la
contaminación y los avances en la gasificación del carbón indican a pesar de todo que el mercado del carbón
13
crecerá en los próximos años.
Tecnologías limpias de carbón
Las tecnologías limpias de carbón son una nueva generación de procesos avanzados para su utilización,
algunas pueden ser desde un punto de vista comercial, viables a principios del siglo XXI. En general, estas
tecnologías son más limpias y eficientes y menos costosas que los procesos convencionales. Hay muchas
tecnologías limpias, pero la mayoría alteran la estructura básica del carbón antes de la combustión, durante la
misma o después de ella. Con ello reducen las emisiones de impurezas como azufre y óxido de nitrógeno y
aumentan la eficiencia de la producción energética.
En la década de 1980, algunos gobiernos emprendieron programas de colaboración con la industria privada
para fomentar el desarrollo de las tecnologías limpias de carbón más prometedoras, como los métodos
mejorados para limpiar el carbón, la combustión en lecho fluido, la inyección de sorbentes de horno y la
desulfuración avanzada de gases de combustión.
Localización de los yacimientos
El carbón se encuentra en casi todas las regiones del mundo, pero en la actualidad los únicos depósitos de
importancia comercial están en Europa, Asia, Australia y América del Norte.
En Gran Bretaña, que fue el líder mundial en producción de carbón hasta el siglo XX, existen yacimientos en
el sur de Escocia, Inglaterra y Gales. En Europa occidental hay importantes depósitos de carbón en toda la
región francesa de Alsacia, en Bélgica y en los valles alemanes del Sarre y el Ruhr. En Centroeuropa hay
yacimientos en Polonia, la República Checa y Hungría. El yacimiento de carbón más extenso y valioso de la
ex Unión Soviética es el situado en la cuenca de Donets, entre los ríos Dniéper y Don; también se han
explotado grandes depósitos de la cuenca carbonera de Kuznetsk, en Siberia occidental. Los yacimientos
carboníferos del noroeste de China, que están entre los mayores del mundo, fueron poco explotados hasta el
siglo XX.
Las estimaciones de las reservas mundiales de carbón son muy variadas. Según el Consejo Mundial de la
Energía, las reservas recuperables de antracita, carbón bituminoso y subbituminoso ascendían a finales de la
década de 1980 a más de 1,2 billones de toneladas. De ese carbón recuperable, China tenía alrededor del 43%,
Estados Unidos el 17%, la Unión Soviética el 12%, Suráfrica el 5% y Australia el 4%.
Producción de carbón
La producción mundial del carbón en 1994 refleja la crisis de la minería en la Unión Europea (la producción
bajó un 17,4%) y en Rusia (decayó en un 6,2%). En cambio se produjo un dinamismo en la industria
carbonífera de Estados Unidos, China, India, Colombia y Australia entre otros países. La producción total en
el mundo ese año fue 2.158,3 millones de toneladas, de las cuales China produjo un 27,4%, Estados Unidos
un 5,5% y la República de Suráfrica un 4,8%.
23
Reservas
14
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