Economía campesina en el siglo XVIII

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Economía campesina
en el siglo XVIII
Tudanca 1752
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1
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN………………………………………………………2
DESCRIPCIÓN…………………………………………………………5
EL MEDIO FÍSICO……………………………………………………. 7
Orografía
Ecosistemas
LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO…………………………………12
Un terrazgo muy reducido
Predominio de los prados segaderos
El monocultivo del maíz
El huerto como complemento
El monte y sus aprovechamientos
Un sistema de producción estrictamente regulado
LAS UNIDADES DE EXPLOTACIÓN………………………………… 31
El tamaño de las unidades de explotación
El tamaño de las cabañas ganaderas
Arrendamientos, censos y aparcería
LA COMPOSICIÓN FAMILIAR………..……………………………...43
EL EQUILIBRIO DEL SISTEMA PRODUCTIVO……………………….. 46
TUDANCA EN EL CONTEXTO DE LOS VALLES CÁNTABROS……..51
CONCLUSIONES……………………………………………………… 54
ANEXO: APROVECHAMIENTOS DEL SUELO……………………….61
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………….63
2
INTRODUCCIÓN
La economía rural del siglo XVIII es un tema que ha sido muy
frecuentemente
abordado por la historiografía regional, debido
principalmente a la existencia de una fuente inmejorable para su
conocimiento: el catastro del Marqués de Ensenada. Esta obra ingente
del reformismo ilustrado del XVIII no llegó a ser utilizada en su momento,
pero en la actualidad ha sido profusamente explotada como medio
para conocer las sociedades de mitad del siglo XVIII. Este catastro es
especialmente atractivo para elaborar estudios de carácter local con la
posibilidad de reflejar la estructura del paisaje agrario, el reparto de la
propiedad e innumerables aspectos de la economía de los diferentes
pueblos y valles. En la actualidad contamos con estudios sobre
numerosos pueblos, como Ajo, Pechón, Meruelo, Cabezón de la Sal o
Valdebaró (Camaleño), elaborados todos más o menos según el mismo
patrón, complementando las respuestas generales y documentos raíz
del catastro de Ensenada con el estudio de las diferentes ordenanzas
concejiles. El presente trabajo no pretende sino ser una contribución a
este panorama de trabajos locales, con el aliciente de referirse a una
zona poco estudiada de Cantabria: los valles altos de la región.
Pero ¿por qué el valle de Tudanca y no otro? Aunque este valle
ejerza una especial atracción personal, su elección se debe también a
que ha sido muchas veces utilizado como ejemplo de la Arcadia rural
3
que dicen fue la Cantabria del siglo XVIII. Dos autores han ayudado
sobre manera a cimentar este mito referido en concreto al valle de
Tudanca. El primero, como no, fue José María de Pereda, que situó en
Tudanca (bajo el nombre de Tablanca) su novela Peñas Arriba. Escrita a
fines del siglo pasado, esta novela intenta describir la vida de un pueblo
montañés, pero lo hace presentando dos mentalidades en conflicto;
por un lado los valores de la modernidad representados por el señorito
venido de Madrid y por otra los de la sociedad tradicional que
representa don Celso1, el señor de la Casona de Tablanca. De esta
confrontación salen victoriosos los argumentos tradicionalistas y se eleva
una alabanza a esa sociedad idealizada que Pereda tanto admiraba
por su adscripción carlista.
Otro autor que ayudó a cimentar este mito fue José María de
Cossío. Su cercanía en el tiempo nos recuerda la pervivencia de esta
imagen idealizada de la vida rural. En efecto, aunque nacido en
Valladolid, Cossío pronto se sintió atraído por Tudanca, en donde tuvo
su única residencia fija: la Casona de Tudanca, de la que era titular.
Quizás inspirado por la carga moral que suponía tan digno título, llegó a
exclamar: “no me importaría vivir ahora sin el actual progreso humano,
como mis antepasados en Tudanca hace 250 años”. Sin duda tenía
bien presente que ya en aquellos años sus antepasados eran los
1
Este personaje existió en realidad y se llamaba Francisco de la Cuesta y era efectivamente el señor de la
Casona.
4
mayores hacendados del valle, ya que si no, no se entiende ese súbito
amor por la dura vida en un valle ganadero del siglo XVIII.
A esta visión idílica de la vida en Tudanca, habría que sumarle la
pervivencia hasta la actualidad de un prado de explotación comunal y
las múltiples referencias a la ayuda mutua entre campesinos, que
remarcan aún más la visión igualitaria (o como dice José Mª de Cossío,
comunista en su sentido gramatical) y utópica de este valle.
¿Qué tenía de igualitaria la sociedad del XVIII en Tudanca? ¿Es
solamente un mito historiográfico o tiene una base cierta? Intentaremos
ver a través de las fuentes históricas cual era realmente la situación del
valle, los aprovechamientos del terreno, las formas de explotación y el
reparto de la propiedad, para intentar arrojar algo de luz sobre un
panorama oscurecido por el ruralismo idealizado.
5
DESCRIPCIÓN
El valle de Tudanca está situado en el occidente de Cantabria en
la parte alta del valle del Nansa, en el partido judicial de San Vicente
de la Barquera. Limita con los municipios de Rionansa al norte y oeste,
Polaciones al oeste y sur, Campoo de Suso al sur y este y Cabuérniga al
este. El municipio de Tudanca, está formado por los pueblos de
Tudanca, La Lastra, Sarceda/Zarzea y Santotís, siendo este último la
capital. Está situado a 473 metros sobre el nivel del mar, tiene 52`9 km2
de extensión y la población en 1996 era de 275 habitantes (incluida
Sarceda/Zarzea).
Durante
la
Edad
Moderna
estos
cuatro
pueblos
estaban
agrupados dentro de la jurisdicción del valle de Tudanca, habiendo dos
concejos; uno para Sarceda/Zarzea y otro para Tudanca y sus dos
barrios de Santotís y La Lastra. La primera mención a Tudanca data del
año 1094, cuando hay constancia de que los vecinos de Terán de
Cabuérniga anexionaron a su iglesia de Santa Eulalia de Terán el
monasterio de San Pedro de Tudanca. Durante la Edad Media se asentó
en este valle el poder del señor feudal Garcilaso de la Vega, en donde
tuvo una casa fuerte. A pesar de que los señores de la Vega
nombraban un administrador para la zona, el territorio pasó a fines de la
Edad Media a manos del señorío de los Manrique, condes de
Castañeda y marqueses de Aguilar. De este modo, Tudanca pasó a ser
6
un enclave señorial junto con Rionansa y Val de San Vicente en el que
los Manrique nombraban un corregidor que supervisaba la vida de estos
pueblos. Esta institución pervivió durante toda la Edad Moderna, pero a
partir del XVIII se observa que el señor, a través del corregidor, sólo utiliza
sus prerrogativas en materia de impuestos indirectos y supervisión de la
elección de regidores2.
2
Alcaldes y regidores. El control de los señores fue haciéndose cada vez más laxo durante todo el siglo.
7
EL MEDIO FÍSICO
Orografía
El valle del Nansa forma un angosto valle en V con dirección
Norte-Sur que queda cerrado en el sur por la impresionante garganta
que forma la Peña Bejo y en la que actualmente se encuentra la presa
de la Cohilla. El pueblo de Tudanca y sus barrios de Santotís y La Lastra
se asientan en un pequeño ensanchamiento del valle al pie de Peña
Sagra en el que las acusadas pendientes que jalonan todo el recorrido
del Nansa dejan paso momentáneamente a un paisaje más abierto. Los
tres pueblos están encaramados a las laderas del valle y su parte baja
está dominada por pequeñas vegas a la orilla del Nansa y terrazas
construidas por el hombre para ganar terreno cultivable. Este valle
presenta forma de caldero, con su boca en la parte norte que conduce
valle abajo, los costados flanqueados por alturas que superan los 1.000
metros de altitud y el sur cerrado por la Peña Bejo, a través de la cual, el
río y la laboriosidad del hombre han logrado hacerse camino a duras
penas.
Al occidente se encuentra un cordel delimitado al norte por el
“picu los Ajastros” (1.152) y al sur por el “picu las Astillas” (1.491); al
oriente, otra línea montañosa con la “Mesa Ponteu” (1.084) al norte y el
“cuetu la Cuncilla” (1.922) al sur, que es la máxima cota del valle; al
mediodía cierra el conjunto otra serie de alturas como el “cuetu la
8
Jaya” (1.311), “cuetu los Escajos” (1.517) y los mencionados “cuetu la
Cuncilla” y “picu las Astillas”. La rápida subida altitudinal del valle, que
pasa de los 450 metros de su fondo a los casi 2.000 de su mayor altura
en un reducido espacio, nos da una idea de lo acusado de las
pendientes que dominan el paisaje.
Esta difícil orografía ha determinado que las comunicaciones
hayan sido muy malas hasta hace escasos años. Durante toda la Edad
Moderna, el principal camino de salida unía el valle con Cabuérniga a
través del Alto la Balsemana, mientras otro menos utilizado bajaba a la
par del río hacia los pueblos de Rozadío y Cosío. Las comunicaciones
con la salida sur del valle (Polaciones) eran mucho más complicadas,
ya que el camino pasaba por el collao Pantrieme, situado a 1.100
metros de altitud. A la dificultad del terreno, se unía el problema de que
el collado estaba cubierto por la nieve durante largos periodos del año.
El valle también estaba comunicado con Reinosa a través de Sejos,
pero
era
una
ruta
apenas
utilizada.
Las
dificultades
en
las
comunicaciones marcaban las relaciones de Tudanca con el resto de
los valles colindantes. Mientras que con Polaciones el contacto era
mínimo, había una fluida relación con el valle de Cabuérniga, al que se
acudía con frecuencia a ferias de ganado.
Geológicamente
el
valle se caracteriza por dos grandes
estructuras de tipo anticlinal y sinclinal. La estructura anticlinal, es decir,
pliegues del terreno en forma de A, afecta a Tudanca en su parte sur,
9
en una línea que comprende la sierra de Peña Sagra y los cuetos de
Escajos y la Cuncilla. Esta estructura está formada por un conglomerado
de areniscas visible en el desfiladero de la Peña Bejo, que corta de un
tajo esta estructura. La estructura sinclinal, o pliegues en forma de V,
está determinada por el valle que forma el río Nansa, presentando una
sucesión de calizas, areniscas y arcillas, que afloran a la superficie en
gran parte del valle. La confluencia de estas dos estructuras forma el
pequeño valle sobre el que se asienta el pueblo de Tudanca.
Ecosistemas
Los ecosistemas que aparecen en el valle de Tudanca están
marcados por la rápida subida altitudinal de las laderas del valle que
generan diferentes paisajes, que en la actualidad presentan un alto
grado de alteración humana. La vegetación clímax del valle estaría
formada por tres tipos de formaciones: el fondo del valle, a unos 400
metros de altitud, dominado por el bosque de ribera; las laderas del
valle cubiertas por bosques de mixtas caducifolias (principalmente
robles) que a partir de los 700-800 metros darían paso en las zonas
umbrosas a formaciones monoespecíficas de hayas; las zonas altas, en
el límite altitudinal del bosque, estarían ocupadas por roquedos y
pastos, las denominadas brañas.
Este paisaje ha venido siendo alterado desde hace siglos por la
presencia del hombre, que ha intentado transformarlo para su
10
beneficio. La principal alteración ha sido la aparición del terrazgo
cultivable y los pastos intensivos. Los primeros ocupan preferentemente
las zonas bajas del valle, más productivas, mientras que los prados
aparecen también en zonas más altas.
La expansión del terrazgo se ha producido históricamente a costa
de las zonas boscosas, que habiendo también sufrido el embate de las
talas para madera y combustible quedaron muy reducidas. Este
fenómeno de deforestación era ya patente en la Edad Moderna, pues
las ordenanzas regulan estrictamente el aprovechamiento de la
madera y castigan duramente a los infractores3. El catastro de
Ensenada sólo menciona 16 fanegas de monte alto (apenas una
hectárea), lo que nos da una idea del grado de deforestación de la
época.
No obstante, la reducción de la masa forestal no sólo se debió a
la ampliación del terrazgo, sino que también tuvo mucha importancia la
explotación extensiva de la ganadería. La acusada pendiente de las
laderas del valle y lo escarpado del terreno hacen gran parte del
mismo
inaprovechable
como
terrazgo,
lo
que
obliga
a
su
aprovechamiento extensivo, mediante el clareo del bosque por tala o
quema4. El ecosistema surgido de esta deforestación, denominado
3
Ordenanzas del Concejo de Tudanca. Artículos 26, 27, 29, 53 y 78 prohiben cortar hayas, robles, acebos
y otros árboles.
4
En la actualidad se continúa con esta práctica en muchas zonas de Cantabria.
11
landas atlánticas, era muy importante en Tudanca debido a que la
cortedad del terrazgo no era suficiente para alimentar a la cabaña
ganadera, que necesitaba de estos terrenos. En las partes altas, las
brañas continuaron dominando el paisaje, dado que eran un elemento
importante del ciclo ganadero como pastos de verano.
Estas características físicas influyeron de forma determinante en la
explotación del territorio, ya que condicionaron la existencia de un
terrazgo de dimensiones reducidísimas, por debajo de lo habitual en los
valles cantábricos5. Además, la existencia de amplias zonas aptas para
el aprovechemiento como pasto extensivo, determinó la vocación
ganadera del valle.
5
Organización del espacio y economía rural en la España Atlántica. Habla de un terrazgo de entre el 10
% y el 20 % del total del territorio.
12
LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO
Un terrazgo muy reducido
Como hemos dicho, una de las principales características del
paisaje agrario del valle de Tudanca en el siglo XVIII es la escasa
extensión relativa del terrazgo, que ocupaba apenas 160 ha del total de
la jurisdicción del concejo. Considerando el valle de Tudanca en su
conjunto, incluyendo Sarceda/Zarzea, observamos que de un total de
5.290 ha. tan sólo se explotan 255 ha., lo que supone un ridículo 4’8 %. A
pesar de que en términos de hectárea por vecino el tamaño del
terrazgo es aceptable (1 ha/explotación), el porcentaje del terreno total
del
concejo
representa
un
porcentaje
ridículo.
Este
dato
es
extraordinariamente bajo incluso si lo comparamos con los datos
relativos a otros valles de Cantabria6. En los concejos de Meruelo y
Cabezón de la Sal el terrazgo representa un 16 % del total, lo que se
ajusta a la media cantábrica, mientras que en Pechón y Valdebaró el
porcentaje desciende hasta el 10 %. Esta diferencia se debe sin duda a
las diferentes condiciones del territorio. Los concejos de Cabezón y
Meruelo se encuentran situados en zonas bajas de La Marina en donde
la mayor abundancia de terrenos llanos permite una mayor explotación
del territorio; el de Valdebaró, enclavado en Liébana, está mucho más
condicionado por la existencia de una escarpada orografía. En el caso
6
De los numerosos trabajos que existen sobre la economía de los distintos concejos cántabros en el siglo
XVIII a partir de las repuestas del catastro del marqués de Ensenada, hemos tenido en cuenta cuatro de
13
de Pechón, que por su localización en La Marina debería contar con
porcentajes similares a los de Meruelo y Cabezón, la explotación del
territorio está limitada por la existencia de unos suelos calcáreos de muy
escasa fertilidad.
La reducida extensión del terrazgo en Tudanca no se debe a la
imposibilidad de explotar más territorio por parte de la comunidad, sino
a
que
las
durísimas
condiciones
orográficas
impedían
el
aprovechamiento de la mayoría de las tierras. A este respecto hay que
señalar que los documentos raíz del catastro de Ensenada indican un
buen número de tierras en explotación que por sus malas condiciones
eran auténticos eriales, lo que nos indica que el terrazgo había
alcanzado su máxima extensión, ya que se aprovechaban incluso las
tierras más marginales.
Dentro de este terrazgo, destaca el predominio de los prados
frente a las tierras de labor, lo que indica un desequilibrio en la relación
entre ganadería y agricultura en beneficio de la primera, que se
convierte en la principal actividad económica del valle. Esta situación
se repite en otros valles de dedicación ganadera, como en Cabezón
de la Sal, en donde los prados representan un 55 % del terrazgo. Sin
embargo, en otros valles cántabros domina la dedicación agrícola:
Meruelo 75%, Pechón 78 % y Valdebaró 81 %.
ellos por su valor comparativo con el presente estudio al referirse a distintas áreas geográficas: Cabezón
14
USO
HECT.
%
Prados segaderos
100 ha.
62’5 %
Tierras de labor
58’4 ha.
36’5 %
Huertos
1’6 ha.
1%
TOTAL
160 ha.
100 %
Predominio de los prados segaderos: la trashumancia local
Dentro del terrazgo explotado en el valle, el 62% corresponde a
tierras dedicadas a la producción de hierba y que forman un espacio
denominado dehesa de yerba en las ordenanzas7 concejiles. El
predominio de los prados sólo puede interpretarse como un dato
inequívoco de la importancia capital que tenía la producción
ganadera en el concejo.
Ya desde la Edad Media, la dureza del clima y lo agreste del
terreno habían imposibilitado la extensión de
cultivos (más aun si
pensamos en los periodos anteriores a la introducción del maíz), por lo
que la ganadería fue la actividad principal del valle. Así nos lo indica
una concordia entre los pueblos de Treceño y Tudanca del año 1.5358
en la que se dice que “si se diese que los vezinos del dicho concejo de
Treceño, allí [a los términos del concejo de Tudanca] fuesen con sus
ganados, habrían forzosamente de despoblarse y dejar la tierra porque
de la Sal, Valdebaró, Pechón y Meruelo.
7
Orde. nº 67 y 85.
15
siendo como era tierra tan estéril y montañosa donde ningún pan ni vino
se cogía, si no tenían pastos para el ganado con que se sustentasen no
podrían vivir”. Las Ordenanzas del concejo ratifican la importancia de la
ganadería, a la que dedican la mayor parte de los artículos.
La aparición del maíz durante del siglo XVII contribuyó a mejorar
la situación agrícola gracias a que esta planta americana se adaptó
muy bien al clima de la zona, aumentando considerablemente los
rendimientos de las tierras. Sin embargo, la ganadería continuó siendo la
principal actividad de los vecinos de Tudanca, a la que más tierras
dedicaban y la que ocupaba la mayor parte de su trabajo.
El terrazgo dedicado a prados se encontraba integrado dentro de
un sistema de rotación de pastos en el que se combinaba la
explotación intensiva y la extensiva, ya que a pesar de la abundancia
relativa de tierras dedicadas a la producción de hierba, estos prados no
eran suficientes para alimentar a la numerosa cabaña del concejo, por
lo que se aprovechaban de forma extensiva los enormes pastos del
término concejil. El sistema productivo ganadero de Tudanca, basado
en la rotación en el aprovechamiento de los pastos, producía un tipo de
trashumancia local que permitía el aprovechamiento de los distintos
espacios según la época del año. Este sistema constaba de tres fases
estacionales: primavera, verano y otoño-invierno. En las dos primeras el
8
Esta concordia aparece en Costumbres pastoriles cántabro-montañesas, donde se indica que el original
16
ganado se alimentaba en régimen de libertad o semilibertad en los
terrenos comunales del concejo, mientras que en la tercera se
mantenía bajo un régimen de estabulación rotativa entre los diferentes
invernales privados de cada vecino.
En primavera el ganado se alimentaba de los pastos comunales
cercanos al pueblo situados a una altitud media nunca superior a los
1.000 metros. Lo hacían en libertad, porque la cercanía con el pueblo
permitía visitar al ganado regularmente y tenerlo siempre protegido
contra las alimañas9. Este espacio perfectamente delimitado se
denominaba primoverizas10 y el ganado permanecía en él los meses de
mayo y junio. Las ordenanzas del concejo marcaban con exactitud el
comienzo del ciclo de primavera. Por un lado se especificaba en su
artículo 67 que ninguna vaca debía permanecer en los prados
invernales a partir del día de Santo Toribio (16 de abril) para permitir que
creciera la hierba en estos prados. Por otro, las ordenanzas 13 y 71
indicaban que a mediados de mayo ya debían estar todas las vacas en
las primoverizas. Ambas fechas marcaban el comienzo de la fase
primaveral de la trashumancia tudanca. Este ciclo puede considerarse
como de transición entre la invernada y el verano, pues su finalidad era
que las vacas repusieran sus maltrechas energías tras el duro invierno y
pudieran afrontar la temporada de verano en los puertos altos.
está en poder de Fidencio Sánchez de Treceño.
9
Para evitar el peligro de que alguna vaca se despeñara las ordenanzas indican que un miembro de cada
familia debía ir el primer día de mayo a cerrar las torcas (simas abundantes en la zona) del término.
17
A partir de junio, a mucho tardar el día de San Juan (24 de junio),
todos los vecinos llevaban sus cabañas a los puertos altos del concejo
para pasar el verano11. Este espacio que las ordenanzas denominan
veranizas12 estaba constituido por pastos de altitud superior a los 1.000
metros de altitud, ocupando el estrato ecológico que hemos definido
como landas atlánticas. Eran brañas13 en las que el riguroso clima que
impone la altitud no permitía el florecimiento de un estrato arbustivo,
creciendo únicamente herbáceas de gran resistencia y enorme valor
nutritivo para el ganado. Aún en la actualidad son perfectamente
identificables estos espacios a través de la toponimia que nos ha dejado
numerosos restos de brañas y seles14. El ganado permanecía en estas
tierras en régimen de semilibertad; pastaba libremente, pero era
encerrado en los denominados seles para midiar (sestear) y pasar la
noche. Estos seles eran prados cercados de piedra, generalmente de
forma circular y con un árbol en medio situados junto a las brañas. Los
seles estaban generalmente acompañados de vellares en las que se
guardaban aparte los terneros (llamados vellos en Tudanca)15 y chozos,
refugios sumarios en los que se guarecía el pastor y sus sarrujanes
(ayudantes, generalmente de corta edad). Este pastor (uno o varios,
10
Orde. nº 14.
Todos los desplazamientos entre temporadas debían hacerse por las cañadas con buen cuidado de que
los ganados no entraran en las dehesas de hierba (orde. nº 85)
12
Orde. nº 14.
13
Aunque no está claro, la palabra braña podría tener su raíz en el latín veranea.
14
Ver ANEXO
15
Los terneros se guardaban aparte porque corrían más peligro de ser atacados por los lobos y para evitar
que mamaran demasiado.
11
18
según el número de cabezas de la cabaña del concejo) permanecía al
cuidado del ganado, por lo cual recibía una soldada y debía rendir
cuentas al final del verano; otras veces el pastor se elegía por vecería,
es decir, por turnos entre los vecinos del concejo.
Además de estos pastos situados dentro de los términos concejiles,
los tudancos tenían derecho a llevar sus ganados a los términos de los
pueblos de Cosío, San Sebastián de Garabandal, Obeso, Cabrojo y
Celis, todos ellos en la jurisdicción de Rionansa, lo que suponía un aporte
extra de alimento con el que alimentar el ganado durante los meses de
verano.
Mientras
las
vacas
se
encontraban
en
los
puertos
altos,
comenzaban los meses de mayor actividad para los vecinos, que
debían aplicarse especialmente en la recogida de la hierba en los
invernales.
Esta
tarea
se
concentraba
en
el
mes
de
agosto,
especialmente en los días de calor para permitir secarse la hierba. El
heno era almacenado en los distintos invernales repartidos por todo el
concejo16 y en las cuadras del pueblo, a fin de poder alimentar al
ganado estabulado durante el periodo en el que la nieve y las malas
condiciones climatológicas le impedían pastar libremente.
16
Ver ANEXO
19
Estos prados eran privados de cada vecino, pero existían también
los denominados prados concejo de propiedad comunal. Estos prados
concejo han sobrevivido hasta nuestros días y son enormes praderías
que se explotaban en común entre todos los vecinos del concejo. Cada
barrio tenía uno para sus vecinos y en total ocupaban una extensión de
23’31 ha., lo que representaba un 23% del total de prados del concejo.
En el barrio de La Lastra correspondía a 0’18 ha. por vecino, bajando
hasta 0’15 ha. en Tudanca y tan sólo 0’1 ha. por vecino en Santotís. Si
tenemos en cuenta que la extensión media de las prados en cada
explotación vecinal era de 0’45 ha., podemos afirmar que los prados
concejo constituían un importantísimo aporte a la frágil economía
campesina17. El reparto de las tierras del prado concejo se hacía de
forma igualitaria entre todos los vecinos: primero se dividía el prado el
lotes según el número de vecinos y después se sorteaban esos lotes a
cada uno18.
En general, las praderías del valle no eran capaces de soportar
más que un corte al año por lo general, aunque en algunos situados en
zonas especialmente fértiles como la vega del río, podían llegar a dos
cortes anuales (el segundo de los cuales se conocía como toñá).
17
Estos datos no han sido incorporados al tamaño de las explotaciones, por lo que a todas ellas habría que
sumarlas estas hectáreas, de tal modo que el tamaño medio por explotación se acercaría a una hectárea
18
La vaca tudanca y su pastoreo. Cada vecino recibe una braña o suerte, las viudas o solteras con hijos,
media y las solteras sin hijos, un cuarto de braña (se entiende por soltera cualquier mujer de más de
veinticinco años que vive sola)
20
Las vacas comenzaban a bajar de los puertos a principios de
octubre, como fecha límite el día 2 (San Miguel). A partir de ese día
comenzaba la fase de invierno-otoño, caracterizada porque el ganado
permanecía la mayor parte del tiempo estabulado en las cuadras del
pueblo o en los distintos invernales desperdigados por los prados
privados. El ganadero disponía de una serie de cuadras entre las que
iba rotando el ganado según las necesidades de alimento del mismo. El
ganado no permanecía durante todo este periodo en las cuadras, sino
que mientras el buen tiempo lo permitía, pastaban en los alrededores
de cada invernal. Esto hacía que el otoño fuera un periodo de menor
actividad ganadera que permitía volcarse en las labores del maíz.
La correcta administración de los pastos y la hierba almacenada
era muy importante para aprovechar al máximo las posibilidades del
terreno. Según nos refiere José María de Cossío, era propio de un buen
ganadero no empezar a utilizar la paja almacenada en los invernales
incluso hasta enero, lo que le permitía afrontar con tranquilidad las
nevadas tardías. Durante todo el invierno el pastor se movía con sus
ganados de unos prados a otros, pero nunca establecía su habitación
estable en los invernales como los pasiegos.
Esta fase del ciclo ganadero puede considerarse como la más
importante de las tres y el factor determinante del tamaño de cada
cabaña. Durante la fase otoño-invierno, el sustento del ganado
21
dependía en exclusiva de las propiedades de cada explotación, por lo
que el tamaño de cada cabaña se debía ajustar a la capacidad
productiva de los prados segaderos de cada vecino. A pesar del fuerte
componente comunal de la explotación del ganado, existe una
relación entre la extensión de los prados y el tamaño de cada cabaña
ganadera, por lo que, a pesar de que la explotación del ganado era en
gran parte comunal y del reparto igualitario de los lotes de los prados
concejos, al final la singularidad de las propiedades individuales era la
que marcaba el desigual reparto de la riqueza ganadera entre los
vecinos.
Dentro de la producción ganadera tenían gran importancia las
ferias de ganado que permitían colocar la producción de terneros en el
mercado y obtener rentas monetarias. Estas ferias se localizaban
principalmente en primavera: en La Lastra el primer domingo de mayo;
y a principios del otoño: en La Lastra el 10 de septiembre, en
Puentenansa el 29 de septiembre y en Polaciones y Valle de
Cabuérniga a principios de octubre. Estas ferias coincidían con los
periodos de menor actividad ganadera, en la transición entre la
primavera y el verano o entre el verano y el otoño.
El monocultivo del maíz
El duro clima de Tudanca no permite el crecimiento de plantas de
tipo mediterráneo como la vid o el trigo, por lo que durante siglos, la
22
agricultura se limitó a la producción de cereales de baja calidad como
el centeno y siempre con rendimientos muy pobres. A partir del siglo XVII
el panorama cambió radicalmente gracias a la aparición del maíz. Esta
planta americana se adaptó perfectamente al régimen de lluvias y al
clima
del
valle
permitiendo
un
aumento
considerable
de
la
productividad de las tierras y desplazando por completo a los cereales.
A pesar de su buena aclimatación, la baja calidad de los suelos y
lo escarpado de la orografía del valle impidieron que su cultivo se
generalizara en todo el terrazgo tudanco. Para solucionar el problema
de la orografía se debió recurrir a la construcción de terrazas que
permitieran crear espacios aptos para el cultivo. Esta adaptación debió
de producirse desde antiguo, ya que la práctica inexistencia de terrenos
llanos impide la plantación de cualquier cultivo sin recurrir a estas
construcciones. Además, debido a la escasa fertilidad de los suelos, el
maíz ocupaba las mejores tierras del terrazgo, concentrándose en el
fondo del valle y en las escasas vegas creadas por el río19. Todo esto
hace que los cultivos de maíz se concentren en un espacio muy
reducido del valle, que gracias a los aterrazamientos podemos
fácilmente definir20. En ningún caso ocupan tierras por encima de los
480 metros de altitud, es decir, siempre están situadas por debajo o a la
19
De la importancia de las vegas en Tudanca nos da una idea el hecho de que la advocación mariana
patrona de Santotís sea Nuestra Señora de la Vega.
20
Ver ANEXO
23
misma altura que los pueblos y siempre en zonas muy cercanas a los
núcleos de población21.
El ciclo del maíz comienza en primavera con la preparación de la
tierra y la plantación de los granos y termina en octubre con su
recogida. Durante ese periodo el maíz requería una serie de cuidados.
Por un lado había que evitar que fuera ahogado por las malas hierbas;
normalmente se limpiaban dos veces por temporada, actividades
denominadas sayar y resayar. Por otro, las panojas debían ser
despuntadas para permitir el crecimiento del grano. El periodo de
recogida también conllevaba labores muy duras, ya que después de la
corta, las panojas debían ser acarreadas hasta las casas, deshojadas22,
atadas en ramos, secadas, desgranadas (guardando los mejores granos
para la siguiente cosecha) y posteriormente molidas en alguno de los
numerosos molinos del concejo. Esto hacía que para el cuidado del
maíz fuera necesaria más mano de obra de la requerida para el cultivo
de otros cereales, lo cual se pudo lograr gracias al aumento
demográfico que produjo su introducción. Además, aunque el maíz
requería mucho más trabajo, éste podía ser realizado por las mujeres y
los
niños, convirtiéndose
en
una actividad casi exclusivamente
femenina. Por otro lado, los cuidados más laboriosos del maíz se deben
realizar en los meses de abril-mayo (arar, romper terrones, sembrar) y
21
Por la mayor fertilidad de estas tierras y por los problemas de acarreo que supondría tener tierras
alejadas del núcleo habitado.
24
otoño (recoger, deshojar etc), meses en los que la actividad ganadera
es mucho menor.
El ciclo ganadero y la producción de maíz eran dos actividades
complementarias y que se beneficiaban mutuamente mediante el
sistema de la derrota de mieses. Esta práctica consistía en la apertura
de todos los campos (ya fueran segaderos o plantíos de maíz) para que
las vacas pudieran pastar libremente en ellos tras bajar de los puertos
altos. El ganado se aprovechaba del trébol y la paulina que crecían a
la sombra del maíz, mientras a su vez fertilizaban las tierras con sus
deyecciones. Posteriormente, también se aprovechaban los garojos
(tronchos sin grano del maíz) para alimento del ganado, mientras las
hojas secas de la planta se utilizaban para hacer colchones (jergón) o
como tabaco para fumar. También se utilizaban como combustible.
Sin embargo, la producción de maíz apenas era suficiente para
alimentar a la población debido a los bajísimos rendimientos a pesar de
ocupar las mejores tierras del valle. Para las tierras de primera calidad
(que representaban tan sólo el 10% del total) era de 24/1, bajando hasta
18/1 para las de segunda (37%) y 12/1 para las de tercera (53%).
Atendiendo a los datos de producción, Tudanca producía 69.120 Kg de
maíz anualmente, lo que suponía 180 Kg por persona. Si tenemos en
cuenta
22
que
de
esta
cantidad
habría
que
quitar
la
parte
La deshoja era un acontecimiento social muy importante que reunía a miembros de distintas familias
25
correspondiente a los diezmos, la simiente y otras cargas que pesaban
sobre el campesino, podemos ver que apenas se podía generar
excedente. Sin embargo, hay que notar que esta cantidad es superior,
por ejemplo, a la que corresponde al concejo de Pechón, en donde la
producción alcanzaba a 171 Kg/persona o a la comarca de Liébana,
con 150 Kg/persona. Esta diferencia no se debe a una mejor
productividad, sino a que las familias de Tudanca eran de tamaño muy
reducido, como después veremos. De hecho, la producción por
explotación en el caso de Pechón era mucho más elevada que en
Tudanca.
El huerto como complemento
Los
huertos
ocupaban
una
extensión
de
1’6
ha.
y
se
concentraban en pequeñas parcelas dentro del pueblo o en las
cercanías. Representaban un porcentaje muy pequeño del terrazgo del
concejo y ocupaban tierras de primera calidad, normalmente de unos
55 m2, aunque las había diminutas de tan sólo 10 m2, siendo las
mayores de 125 m2. Casi todas las explotaciones de vecinos residentes
contaban con alguna parcela de huerto, entre una y cinco, en las que
cultivaban principalmente berzas y nabos. A pesar de su escasa
importancia dentro de la economía campesina, las hortalizas que
proporcionaban estos huertos eran básicas para la mejora de la dieta
campesina, que tenía grandes carencias nutricionales. Esta importancia
para realizar conjuntamente esta labor en las largas noches del otoño e invierno.
26
aparece ya en las ordenanzas del concejo. En ellas se obliga a que
todos los vecinos hagan un huerto en abril, y a sembrar nabos,23 a fin de
evitar la carestía en algunas familias.24
El monte y sus aprovechamientos
El resto del territorio del concejo era una extensión masiva de
monte que era explotado colectivamente con diferentes fines. El
principal uso era como pasto extensivo para el ganado mayor, para el
cual tenía una importancia primordial en los meses de primavera y
verano como ya hemos visto. Dentro de estos términos, se acotaban
espacios denominados boerizas por las ordenanzas, reservados para los
bueyes del concejo. Estos bueyes y vacas duendas (especiales para el
acarreo) pasaban el invierno junto al resto de la cabaña, pero a mitad
de mayo, al salir a las primoverizas el grueso de la cabaña, pasaban al
pueblo, pues eran necesarias para el arado de los campos (en
primavera) y posteriormente para el acarreo de la hierba (en verano).
La importancia de este ganado se refleja en las ordenanzas, en donde
23
Orde. nº 11 y 12.
En general las ordenanzas de los pueblos intentan garantizar el abastecimiento de todos los vecinos para
evitar que la carestía de uno se convirtiera en una carga para el resto. Hasta hace sólo unos años esta
práctica era común en el vecino valle de Polaciones, donde al comienzo de cada otoño una comisión de
vecinos se encargaba de supervisar que todo el mundo tuviera suficientes reservas de madera para poder
afrontar las nevadas del invierno. La dureza de las multas nos muestra la repercusión que podía tener para
todo el pueblo la carestía de un vecino, al que debían socorrer cediendo de lo suyo.
24
27
se establecen los límites de las boerizas25, así como la posibilidad de
traer bueyes de fuera del concejo para ayudar en el acarreo26.
Además, el monte comunal era el alimento esencial del ganado
menor,
que
pastaba
durante
todo
el
año
en
este
espacio,
especialmente en los riscos y zonas más agrestes a las que no podía
acceder el ganado mayor. El sistema de explotación del ganado
menor, compuesto por ovejas y cabras, se hacía en común, juntándose
a repique de campana todas las cabezas en una cabaña concejil
(denominada ricilla). Esta cabaña se encomendaba a un ovejero con
sueldo o por elegido por vecería27. Sólo en los momentos más duros del
invierno las ovejas quedaban estabuladas en las cortes del pueblo. El
ganado menor era de fácil cuidado y aportaba leche, lana y carne,
por lo que era de gran valor. Dentro del ganado menor, aparece
también un número considerable de cerdos. Éstos permanecían todo el
año en el pueblo y requerían de una licencia especial para ser
criados28.
Otro uso del monte era el aprovechamiento de la madera, que se
utilizaba como combustible, para la construcción de aperos y calzado
(abarcas) y como material de construcción de las casas. Del monte
25
Orde. nº 54.
Orde. nº 63.
27
Un día por cada dos cabezas de cada vecino; si se tenía número impar, una vez se hacía una más y otra
una menos. Si había ovejero, se le pagaba soldada según el número de cabezas de cada uno, y se le daba
de comer por el sistema de vecería antes descrito. Solía ser un trabajo encargado a los más jóvenes, o
incluso niños de la familia
26
28
bajo y matorral, del que se consignan 1’4 ha. en el catastro de
Ensenada, se extraía la leña para su uso como combustible y la
confección de aperos. También era importante la recolección de frutos
como las avellanas, que por su altísimo valor energético se convertían
en un complemento importante de la dieta. Además había 0’96 ha. de
monte alto (0’36 de roble y 0’6 de haya) que eran de utilidad para los
Reales Bajeles y en los que, por lo tanto, tenían prohibida la tala los
vecinos de Tudanca.
Como
complemento
a
estas
actividades,
también
se
aprovechaban algunos pies de colmena para producir miel y cera. En
el valle hay 51 pies de colmena repartidos de forma muy desigual entre
4 explotaciones, una de las cuales pertenece a un no vecino (10 pies).
Mientras Francisco Sánchez cuenta con 32 pies (63 %), los otros dos
propietarios se reparten 6 y 3 colmenas respectivamente. Los productos
extraídos de estas colmenas eran muy importantes: la miel como aporte
energético y endulzante y la cera por su uso para luminarias. Debida a
la gran importancia que se concedía a estos dos productos, ambos
figuran dentro de los productos que las ordenanzas prohiben vender
fuera del concejo o a forasteros sin antes avisar si alguno del valle lo
quiere, junto la manteca, la hierba, el trigo y el maíz29.
28
Orde. nº 60
29
Un sistema de producción estrictamente regulado
El sistema productivo del valle, tanto en el aprovechamiento del
ganado como en la producción del maíz, estaba sujeto a la legislación
estricta de las ordenanzas del concejo. En el caso de Tudanca, las
ordenanzas que nos han llegado a la actualidad son una copia hecha
en 1.896 de las originales de 1.707. Pero las ordenanzas no fueron
redactadas en ese año, sino que fueron una reedición de las anteriores
que se encontraban en muy mal estado de conservación. Por lo tanto,
estas
ordenanzas
son
expresión
de
los
modos
de
producción
tradicionales que ya se venían aplicando desde la Edad Media (con la
diferencia de la producción de cereales en vez de maíz), sobre todo en
lo referido a la explotación del ganado.
Estas ordenanzas están presididas por un intento por controlar
todas
las
actividades
productivas
del
valle
y
asegurar
un
aprovechamiento sostenible del territorio. Su principal contenido es
definir los espacios y los tiempos establecidos para las diferentes fases
del ciclo ganadero. Por un lado se especifican los límites de cada
aprovechamiento
del
término
común
del
concejo:
boerizas,
primoverizas, veranizas, invernales, dando gran importancia al cuidado
de las cercas y portillos que los separaban30. Por otro se fijan las fechas
en las que debe ser utilizadas de forma común. Esto produce un sistema
de producción marcado por la rigidez de sus estructuras, que impide
29
Orde. nº 76.
30
cualquier innovación o desviación. Por contra, la ventaja de este
sistema era que permitía asegurar la producción ganadera del valle,
que por la debilidad de la agricultura, era el sustento básico de sus
pobladores.
30
Orde. nº 19 y 22.
31
LAS UNIDADES DE EXPLOTACIÓN
En Tudanca aparecen 172 unidades de explotación, de las cuales
162 corresponden a vecinos del concejo. De las 10 explotaciones de no
residentes, ninguna cuenta con cabaña ganadera en el pueblo y sus
tamaños oscilan entre los 2’28 ha. de los herederos de José de la Herrán,
a las 0’16 ha. de María Domínguez. Ocupan en total 5’8 ha. que
representan un escaso 3’5% del total del terrazgo.
De las 172 explotaciones, sólo dos pertenecen a eclesiásticos,
ambos residentes en el concejo y curas de Tudanca (Pedro de la
Herrán) y Santotís (Antonio de Iglesia Bustamante) respectivamente.
Pedro de la Herrán cuenta con 1’52 ha. de tierra y 15 cabezas de
ganado (todas ellas ganado mayor), lo que le convierte en un
propietario acomodado. Sin embargo, su principal riqueza le viene
dada por ser uno de los principales prestamistas del valle (14 censos a su
favor) y tener dadas 4 vacas en aparcería (el único del valle que tiene
dado ganado en aparcería). Por contra, Antonio de la Iglesia, sólo tiene
0’18 ha. de las que es arrendatario. Sin embargo, ambos párrocos
perciben la mayoría de sus ingresos gracias a los diezmos y primicias
que reciben por su condición de racionero (Pedro de la Herrán) y
medioracionero (Antonio de la Iglesia). De los diezmos y primicias
obtenidos en el concejo, un tercio correspondían a la Dignidad
Arzobispal de Burgos, otro tercio al monasterio de San Pedro de
32
Cardeña y el tercio restante se lo repartían los dos curas. Pedro de la
Herrán se quedaba con dos tercios y Antonio de la iglesia con el tercio
restante. Sólo en concepto de diezmos, estas cantidades suponían 32 y
16 fanegas de maíz respectivamente, cantidad nada desdeñable.
Hay cuatro vecinos del valle que no cuentan con explotación
propia. Dos de ellas son viudas, María Fernández y Manuela Fernández
de Cossío, la segunda de las cuales vive gracias a que la mantiene
Francisco García de la Cuesta. Los otros dos casos de vecinos sin
explotación se refieren a gente que percibe un salario en función de su
actividad profesional. Uno de ellos es Pedro Severino de Bustamante,
cirujano del concejo que percibe 768 reales al año, a razón de 6 reales
por vecino. El otro es Juan Domingo García, maestro de primeras letras
que percibe 15 ducados anualmente. Éste último sólo cuenta dieciocho
años y vive en compañía de su padre.
Así pues, en Tudanca aparecen 162 explotaciones (en ellas
incluimos las dos eclesiásticas) de vecinos residentes que se reparten
131 de las 160 ha. del terrazgo31. De todas éstas, la gran mayoría cuenta
con prados segaderos y tierras de labor, así como de una cabaña
ganadera. Tan sólo cuatro explotaciones no cuentan con tierras de
maíz (tres de ellas son viudas) y solamente una carece de prados
segaderos (la del cura de Santotís); sin embargo, son dieciséis las
31
El resto son de explotaciones de no vecinos y de los prados concejo
33
explotaciones que carecen de cabaña ganadera (doce de ellas,
viudas que no pueden mantener una cabaña por sí solas).
La explotación media ocupa algo menos de 1 ha. que se reparte
entre prados segaderos (algo menos de 2/3 del total), tierras de labor y
huertos. Estas propiedades se completan con cabañas de ganado
mayor
(7
cabezas
por
explotación)
y
menor
(6
cabezas
por
explotación).
Tamaño de las explotaciones
HECT.
EXPLO.
%
- 0’25
29
17’9 %
0’25-0’49
28
17’2 %
0’5- 0’74
27
16’6 %
0’75-0’99
24
14’8 %
1-1’24
24
14’8 %
1’25-1’49
16
9’8 %
+ 1’49
14
8’6 %
TOTAL
162
100 %
Existe cierto equilibrio entre las explotaciones mayores y las
menores: las explotaciones de menos de 0’5 ha. representan el 35%,
entre 0’5 y 1 ha. son el 31% y el 33% las mayores de 1 ha. Las
34
propiedades mayores son las de Patricio García de Cos con 4’46 ha. y
de Francisco Tomás de la Cuesta con 4’45 ha.; son dos casos
excepcionales, ya que del resto de explotaciones, ninguna llega a las 3
ha. A excepción de estos casos, los datos muestran que en el valle no
existían grandes diferencias en cuanto a la propiedad de la tierra.
Solamente un 8’6 % posee tierras de más de 1’5 ha. y un 18 % menos de
0’25 ha. La mayoría de las propiedades, un 56 %, son de extensión
media, entre los 0’5 y 1’5.
El dominio de la propiedad media también aparece en los datos
sobre el valle de Cabezón, aunque con mayor presencia de
propiedades por debajo de la media. Allí un 42 % de los propietarios
cuentan con menos de 0’5 ha. frente al 24 % que tienen entre 0’5 y 1 ha.
y el 34 % con más de 1’5 ha. La explotación media contaba con 0’41
ha. Por contra, el panorama que presenta el reparto de la propiedad en
Pechón es mucho más desigual. Un porcentaje tan elevado como el 70
% cuenta con propiedades de menos de 0’5 ha., las de 0’5-1 ha.
representan el 20 % y las de más de 1 ha. son sólo el 10 %. Estos datos
sólo pueden ser tenidos en cuenta en tanto que muestran las
desigualdades en el reparto de la propiedad, pero no como un
indicador de riqueza. Las hectáreas de tierras en Pechón se refieren en
su mayoría a tierras de labor, mientras que en Cabezón o Tudanca se
refieren principalmente a prados, por lo que la productividad es más
baja.
35
Todas las explotaciones sin excepción están caracterizadas por un
minifundismo muy acusado. El número de tierras de cada explotación
es siempre muy alto; superando las veinte en algunos casos, ya que la
extensión media de cada parcela es de 0’025 ha., siendo la mayor de
todo el concejo la de la ermita de Nª Señora de la Vega, que lleva en
renta Patricio García de Cos, de 0’5 ha. Sin embargo, se aprecia que las
explotaciones más grandes cuentan con al menos una tierra de
dimensiones mucho mayores que el resto, lo que puede ser considerado
como un rastro de mayorazgos. De las diez explotaciones más grandes
del concejo, siete cuentan con una o varias propiedades de más de
0’15 ha. Además, todas ellas pertenecen a apellidos de gran solera en
el valle: tres González de Cossio, tres García de la Cuesta, un García de
Cos y un De la Herrán.
Tamaño de las cabañas ganaderas
CABEZAS32
EXPLO.
%
-5
32
19’7 %
5-9
29
17’9 %
10-14
35
21’6 %
15-19
29
17’9 %
20-24
19
11’7 %
25-29
6
3’7 %
+ 29
12
7’4 %
TOTAL
162
100 %
32
El ganado porcino no está incluido.
36
El concejo de Tudanca sostenía una cabaña compuesta por
2.174 cabezas de ganado, de las que 1.164 correspondían a ganado
mayor y 1.010 a ganado menor. Por lo tanto, la explotación media
contaba con 7 cabezas de ganado mayor y 6 de menor, es decir, una
media de 13 cabezas por explotación. El ganado mayor aparece en los
memoriales definido según su edad: así se consignan vellos (crías de
leche), rechados (algo mayores) y novillos (ya adultas pero todavía sin
haber parido). También aparecen definidos por su aprovechamiento,
citándose vacas de vientre (dedicadas a la cría) y castradorios (para el
acarreo). En cuanto al ganado menor, aparecen citadas dos especies:
ovejas y cabras. La cría de cerdos era una actividad complementaria
en la mayoría de las explotaciones, pero aquí no la incluimos dentro de
la cabaña de ganado. En cuanto al ganado caballar, aparece en dos
explotaciones. En la de Francisco Tomás de la Cuesta con dos yeguas y
en la de Pedro de la Herrán (cura de Tudanca) con tres. La tenencia de
ganado caballar está estrechamente ligada al status social, ya que
estos dos personajes son de los más ricos del valle y cabezas de dos de
las principales familias: los De la Herrán y los García de la Cuesta33.
La nota predominante en cuanto al reparto de la cabaña
ganadera es el equilibrio entre los diferentes tipos de explotaciones a
pesar de la enorme diversidad de tamaños; mientras el 39% tiene menos
de 10 cabezas de ganado, el 23% cuenta con veinte o más. Las más
33
Solares montañeses. Algunos miembros de esta familia eliminaron el García de sus apellidos, por lo que
37
grandes corresponden a Rosa García de la Cuesta y Josefa González
de Cossio con 48 y 44 cabezas respectivamente. Hay que resaltar el alto
porcentaje que representa el ganado mayor dentro de cada
explotación, ya que por norma general supera al número de ovejas y
cabras a pesar de su crianza mucho más fácil. De las 162 explotaciones
de Tudanca, tan sólo dieciséis no cuentan con cabaña ganadera34.
El tamaño de esta cabaña es bastante elevado si lo comparamos
con las de otros lugares. Del resto de concejos cántabros de los que
tenemos datos, sólo el de Cabezón tiene dedicación principalmente
ganadera, por lo que es el único que podemos tomar como referencia.
En Cabezón el 55 % de las explotaciones tienen menos de 5 cabezas,
frente al 20 % en Tudanca y las cabañas de más de 20 cabezas
representan el 6 % en Cabezón, cuando en Tudanca son el 20 %.
Además, las explotaciones de Cabezón cuentan como media con 7
cabezas, mientras en Tudanca es de 13. En el caso del concejo de
Valdebaró (Liébana), las cabañas son mucho mayores, pero predomina
el ganado menor. El número de vacas por explotación en este concejo
apenas llega a las dos. A partir de los escasos datos que tenemos,
podemos decir que era incluso superior al tamaño de las cabañas en
las explotaciones de los montes del Pas. Según cálculos aproximativos
referidos a San Roque de Riomiera, el número de cabezas de ganado
sólo aparecen mencionados como De la Cuesta.
34
En el gráfico están incluidas dentro del grupo de -5 cabezas de ganado
38
mayor era de 5-6 por explotación35, aunque alcanzaba índices mayores
en el caso del ganado menor. Esto nos da una idea de la relativa
bonanza de las cabañas tudancas.
Arrendamientos, censos y aparcería
Las tierras de labor y el ganado estudiados corresponden a las
explotaciones de los vecinos, pero no implica que fueran propietarios
de las mismas. Dentro de estas explotaciones se dan tres aspectos que
matizan la propiedad de las mismas: los arrendamientos, los censos y la
aparcería. Los dos primeros se refieren a la propiedad de las tierras de
labor y el tercero a la del ganado.
El arrendamiento era una práctica habitual en las explotaciones
agrícolas del Antiguo Régimen y consistía en la cesión del dominio útil
de la tierra por parte de un absentista para que fuera cultivada por un
arrendatario a cambio de una renta monetaria. Esta práctica podía
parecer beneficiosa para ambas partes, pero en realidad ocultaba una
propiedad precaria: por un lado, el arrendatario no solía involucrarse en
mejoras ya que no poseía el dominio real de la tierra y por otro, vivía
bajo la presión de rendir las rentas monetarias a las que estaba
obligado, por lo que debía producir un excedente con el que concurrir
al mercado.
35
Esto se conseguía con una densidad de población que casi doblaba a la de Tudanca y con un reparto
39
En Tudanca, la extensión de tierras sometidas a arrendamiento es
de 3’48 ha., lo que representa el 2’2 % del total. Estas tierras se reparten
entre cinco explotaciones del valle (3 % del total), lo que supone una
incidencia muy escasa dentro de la propiedad. Además, de las cinco
explotaciones que se aprovechan de los arrendamientos, cuatro son de
una extensión superior a las 1’25 ha., mientras la quinta corresponde a
Pascual Fernández de Linares, que aunque sólo cuenta con 0’39 ha. es
uno de los vecinos más ricos del valle36. Por lo tanto, el arrendamiento
no es un recurso de las explotaciones más débiles para suplir sus
deficiencias productivas, sino que es aprovechado por los mayores
propietarios para aumentar sus tierras. El caso más claro es el de Patricio
García de Cos, que tiene la mayor explotación del valle con 4’46 ha.,
de las cuales 1’31 están en régimen de arrendamiento. Estos datos son
prácticamente insignificantes si tenemos en cuenta que en el concejo
de Valdebaró el 54 % de las tierras se explotaban sin ser propietarios.
En cuanto a las instituciones que arriendan las tierras, todas ellas
son instituciones religiosas: la Cofradía de las Benditas Ánimas de San
Pedro de Tudanca (1’15 ha.), la fábrica de la parroquia de Tudanca
(0’96 ha.) y la Ermita de Nuestra Señora de la Vega de Santotís (1’31
ha.).
mucho más igualitario.
36
Indiano fundador de la Casona de Tudanca
40
Los censos son mecanismos de préstamo encubierto por los que
una persona recibía una cantidad de dinero a cambio de una renta
monetaria anual poniendo como garantía sus propiedades. Estos censos
se colocaban por lo general a un 3 % de interés y podían ser redimidos si
se reintegraba el capital inicial. Se trataba de un sistema de préstamo
muy beneficioso capaz de generar capitales a bajo interés que
permitieran la inversión, pero en la realidad se trataba de un refugio
frente a imprevistas necesidades de dinero en metálico, convirtiéndose
en un medio de endeudamiento. Los censos en Tudanca afectaban a
45 explotaciones que representaban el 27 %, ascendiendo el monto
total a 20.267 reales. Este nivel de endeudamiento es relativamente bajo
si tenemos en cuenta que correspondía a 125 reales por explotación
frente a los más de 1.250 reales por explotación en Cabezón de la Sal.
Los dadores de censos son principalmente miembros de la Iglesia
y los notables locales. Las dos capellanías del valle son los mayores
dadores, prestando 9.431 reales, lo que supone un 46 % del total. Le
siguen en importancia las instituciones eclesiásticas del valle (cofradías y
fábricas de las parroquias) con 2.696 (13’3 %). Por debajo de estas cifras
aparecen dos notables locales, Francisco Tomás de la Cuesta con 2.225
reales (11 %) y Patricio García de Cos con 1.500 (7’5 %). Es notable el
hecho de que ambos personajes son los máximos propietarios de todo
el valle. El resto de censos se reparten en pequeñas cantidades entre
vecinos del valle y forasteros o instituciones de otros valles.
41
Los tenedores de estos censos no se agrupan dentro de ningún
grupo de propietarios, sino que aparecen representados todo tipo de
propiedades, desde las 2’86 ha. de Josefa González de Cossío a las 0’16
de María Rodríguez y su cantidad oscila entre los 41 y los 1.860 reales.
La aparcería era un sistema que permitía el aprovechamiento en
usufructo del ganado. Esta práctica consistía en la cesión de ganado
por parte de un absentista que a cambio recibía la mitad de las crías
que ésta produjera. Era un sistema que a priori puede parecer como
muy beneficioso porque permitía contar con ganado a cualquier
vecino, pero en realidad ocultaba una realidad muy diferente. La
práctica de la aparcería suponía en la mayoría de los casos un régimen
muy gravoso para los aparceros, ya que el ganado había que
alimentarlo y los rendimientos se reducían a la mitad. Además, en
situaciones de necesidad siempre salía perjudicado el aparcero, ya que
se endeudaba con el propietario. En el caso de Tudanca, la incidencia
de la aparcería es mínima. Solamente 34 de las 1.164 vacas del concejo
estaban sujetas a aparcería (3 %), lo que afectaba a 12 explotaciones
(7’4 %). Sin embargo, en estas explotaciones el ganado en aparcería
suele representar la casi totalidad de la cabaña de ganado mayor, por
lo que su dependencia de la misma es notable. Además, ocho de las
doce explotaciones con vacas en aparcería tienen algún censo
42
gravando sus tierras, por lo que la precariedad de su situación es aún
mayor.
En cuanto a los dadores de las vacas en aparcería cabe resaltar
que sólo uno de ellos es vecino del pueblo: Pedro de la Herrán, el cura
de Tudanca. Todos los demás son propietarios particulares de Ucieda,
Sarceda/Zarzea, San Sebastián de Garabandal o incluso Santillana del
Mar. Sólo aparece una institución eclesiástica, la Cofradía de San
Miguel de Cotillos (Polaciones).
43
LA COMPOSICIÓN FAMILIAR
La composición familiar de cada una de las unidades de
explotación es un aspecto importantísimo a la hora de valorar en su
justa medida la viabilidad de las mismas, pero nos vamos a limitar a un
acercamiento
aproximativo,
ya
que
los
aspectos
demográficos
merecerían por sí solos todo un estudio.
El tipo de familia dominante es la nuclear, con presencia en el
hogar de padres e hijos y sólo en casos excepcionales de algún grado
de parentesco más alejado. Tenemos nada más que un ejemplo en el
que conviven tres generaciones familiares. Es el caso de Francisco
García de la Cuesta, escribano numerario del concejo que vive junto a
su hijo (que tiene mujer y dos nietos) y también con su nuera (con dos
hijas). En el caso de la nuera, parece claro que por la muerte del
marido no podía llevar la hacienda familiar, por lo que eran mantenidas
por el suegro. También se dan otros casos en los que por viudedad o
estar imposibilitada, vive con el núcleo familiar una hermana o uno de
los padres, siendo casos muy concretos.
Las 165 familias del concejo de Tudanca sumaban 384 habitantes,
es decir, 2’3 personas por familia. Este coeficiente es muy bajo si lo
comparamos con los datos que disponemos sobre la comarca de
Liébana, en donde llegaba hasta 3’97 individuos por familia. El celibato
44
en el caso de Tudanca afecta al 9 %, un porcentaje similar al de
Liébana.
HIJOS
CASADOS VIUDOS
VIUDAS
SOLTEROS
PORCENTA.
0
24
3
10
15
31’5 %
1
19
2
5
X
15’8 %
2
28
5
11
X
26’7 %
3
20
2
3
X
15’2 %
4
3
3
2
X
4’8 %
5
5
X
3
X
4’8 %
6
2
X
X
X
1’2 %
TOTAL
101
15
34
15
100 %
Lo primero que sorprende de este cuadro es el escaso número de
hijos por unidad familiar. En el caso de los familias en las que sobreviven
los dos cónyuges, es de 1’8 hijos por familia. La situación de viudedad
no afecta al número de hijos, ya que se sitúa también en 1’8 el número
de hijos de las familias en las que ha fallecido uno de los esposos. Estos
datos chocan frontalmente con los que disponemos relativos a Liébana:
2’3 hijos en los casados y 1’7 en los viudos/as.
El reducido tamaño de los hogares de Tudanca podría ser el
indicativo de un fuerte control demográfico a través del retraso en la
45
edad del matrimonio. Aunque no contamos con datos concretos, en los
memoriales del catastro aparecen referencias a varones casados ya a
los dieciocho años, y en total 8 matrimonios de menos de 25 años.
Aunque esta referencia sólo tiene un valor aproximativo, no parece que
sea ésta la causa del reducido número de hijos, sino que quizás se
debiera a la emigración.
En cualquier caso, parece claro que el tamaño de las familias es
un factor importante a la hora de analizar las unidades de explotación.
El escaso número de hijos y en consecuencia, una baja densidad de
población (11 hab/Km2) era lo que posibilitaba la viabilidad de las
explotaciones. Por un lado permitía la existencia de enormes espacios
dedicados a la explotación comunal y por otro permitía que la
producción de maíz (de rendimientos muy bajos) pudiera alimentar a
toda la población.
46
EL EQUILIBRIO DEL SISTEMA PRODUCTIVO
Todo este sistema productivo descrito se basaba en lo que
podríamos denominar como equilibrio agónico entre los distintos
factores productivos que hacía viable la explotación del territorio. Ante
un territorio muy agreste que impedía una ampliación del terrazgo
cultivado y la imposibilidad de una intensificación productiva debido a
las rígidas estructuras económicas37, la clave del éxito recaía en la
escasa densidad de población que permitía la explotación ganadera
extensiva y el reparto adecuado de la exigua producción agrícola38.
Por lo tanto, el principal enemigo del sistema era el crecimiento
demográfico, lo que provocó la aparición de diversas prácticas para
evitarlo. Una de las más importantes fue el recurso a la emigración, que
se convirtió en un elemento estructural de la economía del valle39. Esta
emigración podía ser de dos tipos: estacional o permanente. La
emigración estacional permitía a algunos miembros de la familia
(generalmente el cabeza de familia) marcharse durante algunos meses
a realizar trabajos como serrones, arrieros, etc. Esto permitía generar
unos ingresos monetarios muy útiles para cubrir el déficit productivo de
37
La cabaña pasiega: origen y evolución arquitectónica. El caso de los pasiegos en un ejemplo en el cual
se optó por una intensificación de las explotaciones, lo que permitió un gran aumento demográfico, que
permitió la expansión de estos grupos por las montañas del Pas.
38
Estructuras agrarias y reformismo ilustrado en la España del XVIII. El autor pone de manifiesto la
relación entre población, producción y superficie explotada, así como que el freno a la expansión
económica del siglo XVIII debe buscarse en las rígidas estructuras productivas de la economía campesina.
39
Estado de las fábricas, comercio e industria… Manso Bustillo destaca de entre los problemas que
impiden el progreso económico en Cantabria el de la continua emigración.
47
las explotaciones. Esta actividad era propia de los vecinos menos
acomodados y solía realizarse en los meses de verano, como atestiguan
los memoriales del catastro40.
A diferencia de la emigración estacional, la permanente consistía
en la marcha definitiva del valle, al que quizás se volviera pero sólo
después de algunos años. La práctica más habitual consistía en
marcharse a América, donde gracias al estatuto de hidalguía se podía
acceder a importantes cargos en la administración o el ejército, así
como practicar el comercio en condiciones ventajosas. Esto es lo que
explicaría el interés de los tudancos por demostrar su hidalguía41, ya que
esta condición no implicaba mayor status social (de hecho, aparece el
caso de una mujer, Lucía Domínguez, que siendo del estado general
está casada con Joaquín Gómez, de condición noble). Responden a
este patrón los dos indianos de los que tenemos noticia en Tudanca en
la segunda mitad del siglo XVIII, Pascual Fernández de Linares y Juan
Manuel González de Cossío.
Además de la emigración, existían otros mecanismos para evitar
la división de las explotaciones. Dentro de las clases altas, encontramos
dos prácticas: el mayorazgo y las capellanías. Los mayorazgos se
detectan entre las explotaciones de mayor tamaño; siete de las diez
40
Los agentes reales encontraron muchos problemas para recopilar los memoriales en Tudanca, pues al
realizarse la encuesta en el mes de agosto, muchos de los vecinos se encontraban talando árboles y
transportándolos hasta la costa para los Bajeles Reales.
48
mayores explotaciones del concejo, cuentan con al menos una tierra
de más de 0’15 ha. Muy probablemente correspondan a tierras en
mayorazgo,
ya
que
el
resto
de
parcelas
están
mucho
más
fragmentadas. Una práctica complementaria era la creación de
capellanías, con las que se intentaba asegurar un patrimonio a los
segundones que no recibían el mayorazgo. Estas capellanías se
fundaban con parte de las tierras de las heredades o con capitales
acumulados en otras actividades económicas, principalmente gracias a
la emigración a América. En Tudanca aparecen dos capellanías ligadas
a dos familias en las que también se detecta la existencia de
mayorazgos: la de Domingo García de Cos y la de Francisco de la
Herrán. Este último caso es el más paradigmático. Francisco de la Herrán
(cura de Lamiña, en Cabuérniga) no tiene propiedades inmuebles, pero
goza de una capellanía que fundó Pedro de la Herrán (cura de
Tudanca y muy probablemente su hermano), propietario de la
decimocuarta mayor explotación del concejo (1’52 ha.). A su vez, Pedro
José de la Herrán (quizás un tercer hermano) goza del patronato de
algunas de las propiedades de la capellanía de Francisco de la Herrán
y posee una modesta explotación de 0’45 ha. La principal actividad de
estas capellanías era el crédito de capitales en forma de censos,
ascendiendo a un monto total de 9.431 reales (46 %) entre las dos
capellanías.
41
Hay ejemplos de vecinos que están litigando por conseguir ese estatuto.
49
Dentro
de
las
explotaciones
más
humildes
aparece
otro
mecanismo de control del tamaño de las familias que consiste en el
envío de uno de los miembros más jóvenes como criados al cargo de
alguna familia acomodada del concejo o de otros valles.
Además de los mecanismos voluntarios de control de la
población, la demografía de Tudanca estaba regularmente controlada
por periódicas crisis de subsistencia. No podemos olvidar que se trata de
una sociedad del Antiguo Régimen y que se veía diezmada por
periodos de alta mortalidad debido a enfermedades o malas cosechas.
Esta
mortalidad
afectaba
principalmente
a
las
capas
menos
favorecidas de la sociedad, que estaban peor alimentadas.
Aparte de la presión demográfica constante, las explotaciones
agropecuarias de Tudanca debían afrontar otros peligros que podían
desestabilizar
la
economía
familiar.
El
principal
factor
de
desestabilización era la desaparición del cabeza de familia por muerte
o enfermedad, lo que se refleja en el hecho de que siete de las diez
explotaciones más pequeñas corresponden a viudas. Las viudas son el
grupo más castigado por la penuria económica, como lo refleja
también el hecho de que aparezcan dos casos en los que viven al
cuidado de algún familiar. De hecho, el tamaño medio de sus
explotaciones apenas llega a las 0’25 ha. No obstante, la situación de
50
las viudas difiere notablemente si tienen hijos capaces de cuidar de la
hacienda.
Otro gran peligro era la pérdida de ganado debido a los lobos o
a accidentes. Las ordenanzas intentan prevenir el peligro de las
alimañas ordenando que dos veces por mes (excepto en julio, agosto y
septiembre, meses en los que se concentran las actividades agrícolas y
se produce la emigración estacional) salgan todos los vecinos a
espantar las fieras42. El peligro de despeñamientos se intentaba evitar
saliendo en el mes de mayo a cerrar las torcas del concejo43. La
pérdida de alguna cabeza de ganado mayor podía suponer un gran
descalabro dentro de la economía de estas explotaciones, que
necesitaban el capital generado por la venta del ganado para adquirir
otros productos. Además, la necesidad de acudir al mercado a vender
ganado y otros productos, era aprovechada por numerosos bandoleros
para asaltar a los incautos que regresaban con los beneficios de las
ventas. Este fenómeno que puede parecer marginal tuvo una enorme
importancia sobre todo a finales del siglo XVIII44. En la década de los
noventa, incluso la Casona de Tudanca llegó a ser asaltada, lo que nos
da una idea del gran peligro que suponía el bandidaje en estas tierras.
42
43
Orde. nº 73.
Orde. nº 68.
51
TUDANCA EN EL CONTEXTO DE LOS VALLES CÁNTABROS
El predominio de los prados sobre los cultivos y la explotación del
ganado a partir del uso extensivo de los términos concejiles, son dos
características que dominan la economía de los valles cántabros de
interior. A grandes rasgos, podríamos dividir la Cantabria del siglo XVIII
en dos zonas según su economía. La zona de La Marina, que incluye
todos los términos más al norte de la línea imaginaria que corta
Cantabria a la altura de la sierra del Escudo de Cabuérniga, se
caracterizaría por el predominio de las tierras de labor dominadas por el
maíz y la existencia de una cabaña ganadera reducida. Es decir, la
producción agrícola sería la base de la economía, mientras la
producción ganadera tendría un papel subsidiario. Al sur de esta zona,
se encontrarían los valles altos en los que la ganadería sería la principal
actividad; economías en las que los cultivos del maíz quedan relegados
a un segundo plano frente al predominio de los prados.
Sin embargo, en vista de los trabajos existentes, debemos hacer
dos matizaciones a este planteamiento. En primer lugar existen concejos
al norte de la sierra del Escudo de Cabuérniga predominantemente
ganaderos. El valle de Cabezón de la Sal es el ejemplo más claro, ya
que en este concejo predominan los prados frente a las tierras de
44
Carlismo y rebeldía campesina. Fernández Benítez atribuye el aumento del bandolerismo a la pobreza
en que se sumió el campesino montañés durante todo el siglo XVIII, aumentados por las malas cosechas,
las guerras contra Francia y posteriormente la invasión de Napoleón.
52
labor45. Además, en los municipios de Herrerías y Valdáliga aparecen
numerosos topónimos del tipo braña, lo que nos hace pensar en la
existencia de un sistema de explotación comunal de la ganadería, lo
que podría ser un indicador de la dedicación ganadera de estos valles.
A esto habría que añadir la concordia de pastos de 1.535 que indica
que los vecinos de Treceño (Valdáliga) llevaban a pastar sus ganados a
lugares tan alejados como Tudanca. Esta dedicación ganadera tendría
toda lógica a la vista de la orografía de ambos términos, ya que tanto
Herrerías como Valdáliga cuentan con extensos espacios de monte.
En segundo lugar, dentro de los valles del sur de Cantabría habría
que diferenciar algunas zonas que por su especial clima contaban con
características diferentes, como es el caso de Liébana. Esta comarca
tiene un clima mediterráneo en el que es posible el cultivo del trigo y la
vid, lo que determina que la mayoría de las tierras se dediquen a estos
dos usos en detrimento de los dedicados a la ganadería. La menor
productividad del trigo debido al barbecho hacía que debieran
dedicarse muchas tierras a este fin, por lo que no era posible mantener
una cabaña ganadera considerable (al menos de ganado mayor).
Por lo tanto, parece que el límite de los aprovechamientos
ganaderos debería ser matizado, aunque solamente un análisis
45
La distribución del terrazgo es similar a la de Tudanca, ocupando los prados entre el 60-70 % de las
tierras.
53
pormenorizado de cada concejo podría darnos el límite exacto de la
división entre el predominio del aprovechamiento ganadero y agrícola.
En cualquier caso, lo que distingue a todos estos valles en los que
predomina el aprovechamiento ganadero es una difícil orografía que
impide explotar un terrazgo amplio, lo que produce que sean zonas con
una densidad de población sensiblemente menor que en los valles de
La Marina. Esta menor población, así como la existencia de enormes
términos concejiles, es lo que les permite contar con cabañas
ganaderas considerables que explotan aprovechando extensivamente
los espacios comunales mediante una sistema de rotación de pastos46.
46
Historia de Cantabria. Siglos XVIII-XIX. Según el tipo de pastos utilizados, se puede hablar de
trashumancia intercomarcal (comunidad Campoo-Cabuérniga), comarcal y local (Pas y Tudanca) en los
valles cántabros.
54
CONCLUSIONES
La primera conclusión a la que podemos llegar es que la
economía del valle de Tudanca no era autosuficiente. El valle producía
gran parte de lo que necesitaban sus vecinos para vivir, pero no lo
suficiente como para no depender del mercado. En el aspecto
alimenticio, cubrían sus necesidades básicas a través de dos vías. Por un
lado, el cultivo del maíz servía para cocinar el pan de borona, alimento
principal
de
la dieta campesina. Por otro, el
ganado menor
proporcionaba carne en forma de embutidos, así como leche y sus
derivados. A esto habría que añadirle de forma complementaria la
producción hortalizas (principalmente berzas), miel y avellanas. También
cubrían con producción propia parte de sus necesidades de ropa
(lana) y calzado (chátaras de cuero o abarcas de madera). La madera,
permitía también producir gran cantidad de útiles de uso cotidiano, así
como aperos de labranza.
Sin embargo, esta producción no cubría todas las necesidades de
los habitantes del valle, ya que la economía del valle era claramente
deficitaria en términos alimenticios. No sólo los datos de producción de
maíz por explotación son reducidos, sino que también hay que tener en
cuenta que éste era casi el único producto agrícola que se producía en
el valle. Entre los productos que debían buscar en el mercado habría
que mencionar complementos alimenticios a la pobre dieta de
55
producción local (especialmente deficitaria en vitaminas), así como
vino y útiles de hierro. Además hay que contar con la existencia siempre
de un consumo que podemos denominar superfluo, que en el caso de
Tudanca podía incluir desde pan blanco hasta tejidos foráneos. Así
pues, el campesino de Tudanca se veía obligado a concurrir al
mercado en busca de este tipo de productos, para lo que necesitaba
un capital.
La orientación de parte de la economía hacia la producción de
rentas monetarias es otra de las características de esta economía, que
provoca que la producción del valle no esté completamente dedicada
al autoconsumo. En la economía tradicional campesina la producción
se dedica principalmente al autoabastecimiento, mientras el pequeño
excedente que se genera sirve para obtener en el mercado los
productos necesarios para completar la dieta del campesino o
conseguir los utensilios o productos que no podía producir. El mercado
ocupaba siempre una posición marginal dentro de estas economías. En
cambio, Tudanca muestra una economía que realiza la mayor parte de
su actividad dirigida al mercado. El valle de Tudanca producía poco
maíz como para generar un excedente considerable, ya que apenas
daba para el consumo local. Además no producía ningún otro tipo de
cultivo que pudiera generar beneficios como el lino o la vid.
Así pues, los tudancos debían obtener el capital necesario para
concurrir en el mercado por otro medio que no fuera la producción
56
agrícola. Uno de los mecanismos para obtener rentas monetarias era el
recurso a la emigración estacional para dedicarse durante los meses de
verano a trabajar como serrones o arrieros. Estas actividades permitían
generar un beneficio con el que poder adquirir lo necesario. Era éste un
recurso importante, pero aún lo era más el de la ganadería, ya que
como hemos intentado mostrar en las páginas anteriores, la principal
actividad del valle era la producción de ganado mayor. Este ganado
no aportaba ningún producto de consumo para los habitantes del valle.
No se consumía su carne (solamente en caso de muerte accidental del
animal, por ejemplo despeñado) ya que ni había medios para
conservar el producto durante largo tiempo, ni se necesitaba, ya que se
aprovechaba la carne de los cerdos y el ganado menor. No se criaban
por su leche, ya que la producción de la raza tudanca es exigua y se
dedicaba principalmente para el amamantamiento de los becerros47.
Tampoco se puede esgrimir el valor del ganado como ayuda para las
tareas del campo; por un lado las principales tareas en las que eran
utilizados eran precisamente las destinadas al abastecimiento de hierba
y por otro, esta función no justificaría cabañas de ganado tan grandes.
Por lo tanto, el gran beneficio que se obtenía del ganado mayor
venía por su venta en las numerosas ferias de ganado que se
celebraban en la zona, tanto en el valle de Tudanca como en los
concejos cercanos. La actividad ganadera permitía obtener unos
47
Sí se obtenía leche, pero no en grandes cantidades. El consumo de leche y la elaboración de quesos se
57
ingresos anuales con los que poder afrontar la necesidad de capital
para acceder al mercado. A mitad del siglo XVIII, el impulso a las
comunicaciones proporcionado por el recién abierto camino de
Reinosa, contribuyó a aumentar la demanda de ganado para el
acarreo, actividad para la cual, la vaca tudanca estaba especialmente
dotada. Como aparece en numerosos documentos, esta raza vacuna
se extendió por toda Cantabria gracias a las escasas exigencias de su
crianza y a su gran resistencia48. En este marco, la demanda de ganado
permitió a Tudanca mantener cabañas amplias. El tamaño de estas
explotaciones en cuanto a número de cabezas de ganado mayor era
superior a la de los valles pasiegos del mismo periodo, ejemplo
tradicional de capitalización prematura.
Sin embargo, esta aparente bonanza económica no es tal, ya
que la viabilidad de las explotaciones del valle de Tudanca estaba
completamente supeditada a bajos índices de densidad de población.
Hay que tener en cuenta, que mientras en los montes de Pas se habla
de entre 20-30 hab/Km249, el índice para el valle de Tudanca es de tan
sólo 10 hab/Km2. El sistema de explotación comunal-extensivo propio
de Tudanca no permitía una intensificación de la producción, como
hicieron los pasiegos, por lo que su capacidad de expansión era muy
completaba a partir de la leche obtenida del ganado menor.
48
Historia de Cantabria. Siglos XVIII-XIX. Sánchez Gómez aporta interesantes documentos de los
concejos de Santoña y Torrelavega en los que se ensalza las virtudes de la raza tudanca y se recomienda
su introducción en esas villas por su gran resistencia y su fácil crianza.
49
Historia de Cantabria. Siglos XVIII-XIX. Sánchez Gómez propone densidades entre 16-30 hab/Km2,
mientras García Alonso (La cabaña pasiega, origen y evolución arquitectónica) habla de entre 20 y 30.
58
limitada. Una vez ampliado al máximo el terrazgo cultivable y utilizado
todo el término concejil como inmenso pasto comunal, un aumento de
la población no podía significar sino un empobrecimiento de las
explotaciones. Como ya hemos visto, el control poblacional se llevaba a
cabo gracias a la emigración y las recurrentes crisis de subsistencia.
A pesar de estos mecanismos de control, es muy probable que la
población de Tudanca aumentara lenta pero progresivamente durante
todo el siglo XVIII, por lo que deberíamos situar lo antes descrito dentro
de su contexto adecuado. La mitad del siglo XVIII es un momento
especialmente propicio para la economía del valle, por lo que hay que
valorar la situación como coyuntural, ya que la mitad del siglo XVIII es el
punto álgido de la fase de crecimiento producida por la introducción
del maíz en estas tierras. Desde el siglo XVII, el maíz había ocupado
rápidamente
todo
considerablemente
el
terrazgo
cultivable,
aumentando
la productividad y permitiendo un aumento
demográfico. Durante el siglo XVIII, la situación continuó siendo propicia
por el aumento de la demanda de ganado y porque la situación de
crecimiento económico general en toda la región, permitía dar salida al
excedente poblacional: la emigración a América podía resultar muy
beneficiosa y existían numerosos trabajos de serrones y arrieros para
ocupar durante el verano a los emigrantes estacionales o para
incentivar una marcha definitiva del valle.
59
Esta situación de bonanza comenzó a cambiar a partir del último
cuarto de siglo. Las malas cosechas, la aparición de enfermedades que
diezmaban el ganado, el aumento de cargas fiscales debido a las
guerras con Francia, junto con la mala situación económica general,
trastocó la economía del valle. La única solución económica era
proceder a la intensificación de las explotaciones, como ya venían
haciendo los pasiegos50. En el caso de Tudanca, las rígidas estructuras
no lo permitieron.
A fines de siglo, con la desamortización, casi todas las
propiedades eclesiásticas de Tudanca (por valor de 54.287 reales)
fueron compradas por una sola persona: Pedro Juan García de la
Cuesta. Además, este personaje había reunido los patrimonios de los
García de la Cuesta y la titularidad de la Casona de Tudanca, lo que
en cifras de 1.752 suponía reunir el 7’8 % del terrazgo (12’45 ha.) y el 70 %
de los censos del valle. El ascenso de este linaje se consolidó con su
alineamiento junto a las tesis liberales, lo que le supuso enormes
prebendas de los diferentes gobiernos interesados por frenar el avance
del carlismo en estas tierras51. Esto repercutió en el valle en forma de un
acusado caciquismo interesado por el mantenimiento de las estructuras
tradicionales de las explotaciones del valle, tanto por razones
50
Esta fue la razón por la cual el siglo XIX vivió una expansión espectacular del modo de vida pasiego.
Manuel de la Cuesta fue jefe político en cinco regiones españolas, corregidor de Vizcaya y Rector de la
Universidad de Valladolid. Su hermano, Antonio de la Cuesta, fue magistrado de la Corte Suprema de
Justicia. Ambos eran nietos de Pedro Juan de la Cuesta; el tercer hermano, Francisco, fue el que
permaneció en el pueblo y es el personaje de la novela Peñas Arriba de José Mª de Pereda que aparece
bajo el nombre de don Celso.
51
60
económicas como por una concepción paternalista de su papel en la
sociedad. Por contra, el mantenimiento de estas estructuras redundó en
un estancamiento de la economía del valle durante toda la edad
contemporánea.
61
ANEXO: APROVECHAMIENTOS DEL SUELO
La toponimia nos muestra una distribución de las brañas a lo largo
de la divisoria montañosa de los límites del valle de Tudanca, siempre
por encima de los 1.000 metros de altitud. Sin embargo, las brañas
aparecen en cotas menores, como lo indica su presencia en el Alto de
la Balsemana (904 metros) y la Braña del Pozo (600 metros). Sin
embargo, es el límite altitudinal de los 1.000 metros el que define
claramente la zona dedicada en exclusiva al pasto extensivo.
La distribución de los invernales es muy dispersa, ocupando las
laderas del valle desde su fondo hasta los 1.000 metros, no superando
esa cota en ningún caso. Esta disposición indica el acusado
minifundismo
disperso
que
domina
el
paisaje,
compuesto
por
innumerables parcelas diseminadas por todo el territorio. En los espacios
libres dejados por estas explotaciones es donde debemos situar las
primoverizas y los pastos extensivos marginales utilizados también en
invierno.
62
63
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