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H. Guillermo Cieza
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© H. Guillermo Cieza
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2015
Centro Simón Bolívar
Torre Norte, piso 21, El Silencio,
Caracas - Venezuela / 1010
Teléfonos: 0212-7688300 / 7688399
Correos electrónicos:
[email protected]
[email protected]
[email protected]
Páginas web:
www.elperroylarana.gob.ve
www.mincultura.gob.ve/mppc/
Diseño de la colección:
Hernán Rivera
Yeibert Vivas
Corrección:
Juan Pedro Herraiz
José Jenaro Rueda
Diagramación:
Hernán Rivera
Edición:
José Zambrano
Foto de portada:
Jairo Noriega
Hecho el Depósito de Ley
Depósito legal lf4022015800471
ISBN 978-980-14-3015-5
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
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Colección Trazos y Testimonios
Cuando la experiencia personal es historia digna de registrar
y resguardar en la memoria colectiva, el relato se funde en
reportaje narrativo. La crónica, género híbrido entre la historia,
el periodismo y la literatura, es lenguaje que reconstruye a partir
del relato hechos, situaciones y experiencias. Hombres y mujeres
protagonistas de historias a veces extraordinarias, raras, únicas
y otras veces fundamentales, claves y urgentes, se convocan a
esta colección para ayudarnos a mirar y comprender las historias
desde un lugar más sensible, íntimo y cercano. Estar en el lugar
indicado, en el momento exacto, convierte a quienes escriben ya
no en simples testigos de lo acontecido. Estos y estas cronistas
muestran en palabras todo cuanto vieron y sintieron transformando lo efímero o fugaz en textos inolvidables.
Serie Espejos: Biografías y autobiografías de personas
que no dudan en volverse personajes de un relato para convertir
la experiencia individual en memoria social y colectiva. Lo que le
pasa a uno o una nos pasa a todos y todas.
Serie Oficio de vivir: Rinde homenaje al poeta Cesare
Pavesse y abre una ventana al lenguaje de lo íntimo. Diarios,
cartas, bitácoras y memorias de viajes integran esta serie pensada
en esa palabra que más allá del soporte es de puño y letra.
Serie Vivir para contarla: Su nombre remite a Gabriel
García Márquez, autor que ha logrado integrar múltiples lenguajes
para narrar la realidad. Reportajes, crónicas y testimonios se
ofrecen en este espacio para registro y memoria de lo sucedido,
desde una mirada protagonista.
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Prólogo
Las cuarenta y seis crónicas venezolanas que nos relata en
primera persona Guillermo Cieza de sus vivencias en la Revolución
Bolivariana, nos llevan necesariamente a reconstruir algunos perfiles
de la militancia socialista y en favor de la Patria Grande nuestroamericana. Con una amplia trayectoria de militancia en su natal
Argentina en el campo de la izquierda popular y peronista, Guillermo
es actualmente integrante del Frente Popular Darío SantillánCorriente Nacional. Autor, entre otros libros, de Borradores sobre la
lucha popular y la autonomía (2004), Borradores sobre la lucha popular y
la organización (2006), Borradores sobre la lucha popular y la proyección
política (2011), y de la novela Estado de gracia, hoy nos presenta una
puesta en discurso de la experiencia vivida como participante activo
de las experiencias en formación política y nodos de conversación en
el campo popular bolivariano en sus relaciones con las mediaciones
y encrucijadas entre la vieja institucionalidad del Estado y la institucionalidad naciente al calor de la experiencia organizativa de los
consejos comunales, comunas, Misión Saber y Trabajo, entre otros
posicionamientos.
La experiencia bolivariana de Guillermo Cieza viene a profundizar
sus reiteradas inquietudes acerca de la tensión manifiesta entre
movimiento popular e institucionalidad estatal en los procesos de
transición o de alternativas al capitalismo en América latina y el Caribe.
Para Cieza, las luchas populares deben partir del reconocimiento
de que el terreno del Estado es un “campo minado” atravesado por
racionalidades en disputa, unas que refuerzan la dominación política y
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la hegemonía ético-cultural de los bloques sociales dominantes, otras
que intentan reactivar y actualizar permanentemente las posibilidades
históricas de largos procesos de acumulación de fuerzas en el campo
popular y subalterno, con sus ritmos y singulares temporalidades.
El terreno estatal debe ser disputado, nunca entregado al
adversario para que este último lo recubra con sus prácticas y lógicas;
pero tal disputa no se hace bajo la premisa de identificarse con la
“razón de Estado”, con la pragmática del poder administrado o con
los oportunismos más sórdidos, sino actualizando en cada momento
la potencia de las razones, prácticas y voces populares.
Lo verdaderamente estratégico en el caso venezolano para
Cieza, es la singularidad chavista y bolivariana de una revolución
que comenzó desde arriba, en la lucha por encontrarse y encauzar
un proyecto alternativo de los sectores subalternos y sus corrientes
históricas más profundas desde abajo.
Guillermo Cieza viene insistiendo casi obsesivamente en que:
“No hay cambio social si no hay poder popular y disputa del poder
del Estado. Pero la construcción del poder popular es estratégica y
permanente, y la disputa del Estado es instrumental y coyuntural”.
Las crónicas aquí ensayadas combinan los géneros de la escritura
del tan referenciado “análisis concreto de situaciones concretas”,
con el relato más fino de las vivencias de un cuerpo comprometido
con la lucha por la transformación social. Cualquier lector aguzado
encontrará en su letra la implicación subjetiva de un cuerpo en
disposición de lucha, encontrando en los detalles más inesperados,
como sus aventuras con los cálculos de ingresos de taxistas,
mototaxistas, trabajadores informales, en sus conversaciones con
funcionarios, activistas o militantes del Proceso Bolivariano, índices
de las condiciones de existencia social como del estado de las luchas
y sus relaciones de fuerzas.
Permítanme adentrarme en una interpretación de algunos de los
hitos, para mí, fundamentales del presente ensayo de intervención
política. Guillermo Cieza comienza con un trueno al comparar su
vivencia del liderazgo de Perón y Chávez y sus horizontes, enlazados
a un desvío epocal que se pasea por el tránsito del clima de sentido
de 1968. Allí donde toda una generación esperó que el liderazgo de
Perón se incardinara con la decisión de una vía socialista para el
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justicialismo, Chávez desde el año 2004 inesperadamente giró con
fuerza hacia este último terreno de decisión desde su propia palanca
de apoyo: el “árbol de las tres raíces” (Bolívar, Robinson, Zamora)
y la Agenda Alternativa Bolivariana, hasta llegar a su programa de
gobierno: Independencia y Patria Socialista, así como su llamado a
un “Golpe de Timón” en el año 2012.
Guillermo Cieza da su testimonio de aquellos cruciales
años 60-70 cuando en clave de síntesis señala: “Mi experiencia de
militancia me hizo desconfiar de los líderes.” Quién no puede
empatizar con el desgarro interior de los curtidos militantes de la
resistencia peronista cuando el “Viejo” identificaba el comienzo de
la subversión internacional con un izquierdismo apátrida. Quién no
puede empatizar con Cieza cuando relata sus razones para no volver
a confiar en líderes ni caudillos.
Pero los giros inesperados de la existencia colocan también a
Cieza ante la experiencia-Chávez, cuando al desplegar su último
programa político en aquella elección de 2012, sospecha que se
encuentra ante un líder que se estaba despidiendo y que había escrito
un testamento para las luchas del presente y el porvenir. Guillermo
nos relata en primera persona su relación imaginaria con la figura
de Chávez a partir de una talla de madera rústica con la inscripción:
“Patria y Socialismo”:
Cuando me enteré del final, no pude mirar televisión, escribir,
llorar, salir a la calle. Solo pude estar triste y pensar que ahora
los papeles se invirtieron. El líder ya no puede fallar, aprobó
invicto. Ya no depende de la talla del líder quedarme en mi
casa. Depende de mí, que pueda merecer su compañía.
¿Quién puede ser sordo ante semejante acontecimiento
subjetivo? “Depende de mí, que pueda merecer su compañía”. No se
trata, por cierto, de una banal idolatría a una talla de madera, sino del
reconocimiento en su materialidad de un líder que señaló dramáticamente un rumbo que es causa común de sucesivas generaciones de
activistas y militantes de Nuestra América. Quizás la expresión clave
era acompasar en los diálogos interiores que: “Chávez fue uno de los
nuestros, y lo hemos perdido”. ¿O quizás no?
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H. Guillermo Cieza
Los encuentros de Cieza con Venezuela están llenos de acercamientos y distanciamientos comparativos. Nunca se imaginó que
acompañar la experiencia formativa en el Ministerio de las Comunas
desafiaría sus instintos sobre las tácitas líneas que se trazan los
revolucionarios cuando se trata de asumir tareas que formalmente
podrían ser rotuladas como consultorías o asesorías, pero que en
realidad no son más que las continuidades de la lucha militante:
No quise hacer la cuenta de cuánto dinero podía salir cinco
meses de alojamiento en el hotel ALBA. Me consolé enterándome que el hotel es oficial y que tiene dieciseis pisos.
La habitación es casi tan grande como mi casa. Estoy en
Venezuela.
Desde un principio Cieza identifica los riesgos del viejo Estado
en las expectativas y aspiraciones de una burocracia y en el ejercicio
del cargos públicos, que en un país rentista y petrolero puede llevar
a severas desorientaciones que conducen a los temidos callejones del
aburguesamiento o el amansamiento. Lo que para otros visitantes
ha sido quizás un espacio para parasitar a la Revolución Bolivariana,
para Guillermo Cieza fue motivo de problematización ético-política.
Esto podrán leerlo con pelos y señales los lectores y lectoras no
desprevenidos.
Así mismo, en la escritura de Guillermo Cieza no hay pretextos
para rehuir enunciados que simplemente derivan de una actitud
plebeya de franqueza: “Lo escucho a Maduro y pienso que no habla
como Chávez, pero se compromete como Chávez”.
Es esa franqueza plebeya lo que más celebro del texto de Cieza.
Esa manera sencilla de mostrarnos cómo sentía su experiencia en la
Revolución Bolivariana, esa cercanía callejera con las notas de la vida
cotidiana:
Por la tarde fui al Ministerio. Teníamos acordada una
reunión con personas cercanas al ministro. Me comentó
cómo estaban viviendo la realidad de su país. Su diagnóstico
era crítico pero esperanzador. Después de las elecciones
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que consagraron presidente a Maduro, se advertía cierta
desorientación popular y desmovilización de la base chavista.
No hay que regodearse con la asunción explícita de “la crítica”
como si fuera un asunto de “grandes intelectuales”. Cieza no
desvaría es semejantes ambiciones. Sencillez y franqueza en las
palabras son suficientes para apuntar a tareas políticas concretas. Su
interpretación del pasaje de Chávez por Nuestra América muestra
en la interpretación de Guillermo las tareas por venir: “No puedo
dejar de imaginar a Chávez como aquel hombre que tiró la lanza
muchos metros adelante. Nos dijo ‘para allí está la nueva sociedad,
el socialismo del siglo XXI’, y nos desafió a caminar en ese rumbo”.
La crítica franca y sencilla sí, aunque no para mellar ni dispersar
la unidad política y el proceso de acumulación de fuerzas. Diferencias
entre corrientes y posiciones existirán en todo proceso de lucha.
Zanjarlas a costa de entregarle flancos débiles al adversario no es
el consejo de Guillermo Cieza. Quizás algo de sabiduría vivenciada
nos entrega Cieza a los venezolanos tan dados a torneos verbales y
tribunas mediáticas. Lo importante son las tareas políticas concretas
en el mundo popular:
Que cada cual transforme sus ideas en acciones concretas para
aportar a la gran tarea que tenemos por delante, que es aportar
a organizar la conciencia de la mayoría de nuestro pueblo. Que
cada cual transforme sus ideas en trabajo para promover la
confianza y la adhesión de ese pedazo de pueblo confundido
que vota a sus verdugos. Que cada cual transforme sus ideas
en realidades que nos permitan garantizar las necesidades
básicas; alimentos, electricidad, transportes, salud, educación
y viviendas. Que cada cual transforme sus ideas en trabajo que
nos permita avanzar en el proyecto de la soberanía alimentaria.
Que cada cual transforme sus ideas en proyectos efectivos
que desarrollen nuestra propia comunicación popular. Que
cada cual transforme sus ideas en esfuerzos que promuevan
la integración nuestroamericana. Son tiempos de debates,
pero de debates en la práctica donde cotejemos hechos y construcciones políticosociales. Solo quien no está seguro de lo que
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piensa puede negarse a aceptar que el terreno de los debates
sea el de la práctica.
¿Quieren más claridad para orientar las diferencias de criterio
en los debates?
Por otra parte, estas cuarenta y seis crónicas insisten en identificar nudos críticos de las luchas bolivarianas, con el convencimiento de que
Son los pueblos los que hacen la historia y cada pueblo en cada
momento histórico afronta nudos que le impiden desplegarse.
Hace veinticinco años, el nudo del pueblo venezolano era la
conciencia. Hoy estamos convencidos de que ese nudo ha
podido desatarlo. Hoy su principal contradicción es que el
gran salto de conciencia alcanzado no se corresponde con su
organización. No faltan posibilidades de organizarse, no falta
legislación, no falta voluntad de promover la organización
desde los movimientos sociales y el propio gobierno, falta
la decisión de poner toda la energía, de articular todos los
esfuerzos en esa tarea principal.
Un claro y franco llamado a fortalecer las tareas de organización del poder popular, reconociendo que “el chavismo de base
está tomándose en serio la frase profética del Comandante Chávez,
‘comunas o nada’.”
Sabe Guillermo Cieza que “Los avances revolucionarios se miden,
en última instancia, por el crecimiento de la conciencia, la movilización
y la organización del sujeto popular”. Por tanto, hay que evitar que el
proceso de autorganización popular encalle en visiones que mediaticen
formas de tutelaje, que privilegien el control del proceso masivo sobre
la promoción de la autorganización, que entronicen deformaciones
burocráticas que obstaculicen la organización popular, peor aún en
momentos donde crece la conciencia y la politización popular.
Cieza dice sin muchos artificios retóricos que “Chávez advirtió
esta contradicción entre conciencia y organización popular, y en su
famoso “Golpe de Timón” hizo una fuerte crítica a sus ministros y
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en particular al Ministerio de Comunas, lanzando su famoso desafío
“comunas o nada”.
De manera que uno de los frentes de batalla para la implicación
de Cieza ha sido señalar que en la construcción de las comunas es
invalorable el aporte de los movimientos populares, que durante
años han venido construyendo desde las bases, experiencias prefigurativas del poder comunal. Las comunas no se construyen para
hacer “oficialismo”, sino para refirmar el rumbo revolucionario del
proceso, aportando a un control social y política de la acciones de
gobierno. Si los riesgos de las políticas de gobierno son el paternalismo
y el tutelaje que termina por ahogar las iniciativas populares, los
riesgos de las comunas son el corporativismo y el localismo, por eso
es fundamental que los procesos comunales sean acompañados por
la vinculación y movilización intercomunal, y la formación política.
El sueño posible de Cieza es que la organización popular deja
de ser frente de masas y ejecutora de directivas emanadas del alto
gobierno, para constituirse en centro de elaboración de políticas
para ser ejecutadas por el alto gobierno. Creo que hay muchos que lo
acompañan en ese proyecto.
Otro de los temas abordados por Cieza remite a los debates sobre
“el chavismo”, el cual califica, utilizando palabras de Cooke ante la
experiencia peronista, como un “gigante invertebrado y visionario”.
¿Qué nos plantea Guillermo Cieza? No perder para nada la visión,
pero necesario es vertebrar al gigante, convertir su potencia en fuerza
orgánica. Lo de visionario para Cieza es mérito indiscutible de Chávez,
que a diferencia de Perón, que nunca superó un capitalismo autónomo
con justicia social, fue un dirigente visionario que dejó como herencia,
con el Programa de la Patria, un programa continental para lo que
queda del siglo, y con el “Golpe de Timón”, puso el acento en la
principal falla del Proceso Bolivariano, proponiendo como consigna
superadora “comunas o nada”.
Las palabras de Cieza cabe destacarlas:
El chavismo popular, ‘formidable en la rebeldía y la resistencia’,
tiene su mayor debilidad en la contradicción entre su alto
nivel de conciencia política y su pobreza organizativa. Esta
caracterización no desconoce la existencia de experiencias
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organizativas locales de enorme profundidad y trascendencia
prefigurativa, con mayor presencia en el interior del país,
pero que han tenido pocas posibilidades de socializarse,
apabulladas por una dinámica estatal que privilegia lo urgente
y coyuntural y se apoya en estructuras verticales como el
PSUV, que no solo no colaboran con la autorganización
popular, sino más bien tienden a obstaculizarla.
Más que alinear el chavismo popular a sectores del PSUV que
insisten en mantener visiones tutelares, es preciso alinear el PSUV
al torrente del chavismo popular manifestado en un conjunto de
movimientos y estratos de liderazgo con fuerte arraigo constructor
de poder popular.
La presencia de funcionarios en el Gobierno que comparten
esas prioridades del chavismo popular, debe utilizarse como
“puntos de apoyo” para la organización desde las bases y no
pretender renovar la subordinación al Gobierno y al Estado
desde un nuevo discurso.
Adicionalmente, en la escritura de Cieza nos muestra su percepción
de los avances y riesgos de la propia Revolución Bolivariana cuando
ha abordado el exitoso franqueamiento del tema de la miseria, la
desigualdad y la exclusión. El crecimiento de la capacidad de consumo
popular no ha sido acompañado por un crecimiento de la producción
interna, generando así un reforzamiento del papel de las importadoras
y los circuitos de distribución en manos de fracciones de la burguesía.
Paradójicamente, la ampliación del consumo de la población ha reforzado
su papel en la economía, ya sea por producción interna, por mayores
importaciones, y por control de las cadenas de comercialización.
De modo que:
El Gobierno va a tener que ocuparse de generar redes de
abastecimiento y distribución que garanticen un consumo
básico, para enfrentar la política de la burguesía que va a ser
la desinversión y la escasez. También habrá que fortalecer
una batalla ideológica contra el consumismo, orientando la
liquidez de los bolsillos populares a inversiones de mediano
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plazo, como puede ser la compra a crédito de viviendas, o
herramientas de trabajo.
Haciendo un balance en sus crónicas de la vida cotidiana,
Guillermo plantea que el proceso venezolano está pagando el precio
de su propio milagro: hacer una revolución impulsada desde arriba
hacia abajo y haberse mantenido catorce años en el gobierno. Impulsar
una revolución desde arriba, desde el propio Estado burgués, es una
anomalía, y haberse mantenido durante catorce años es milagroso.
Duplicar la dignidad y el consumo popular, que cobra viejas facturas
a la marginación, el desprecio, la escasez y la desesperanza.
Y entre los riesgos, Cieza también dibuja el peligroso riesgo de
las deformaciones burocráticas de los procesos de transición:
La burocracia del chavismo nació al amparo del milagro de
una revolución inesperada y con su vocación conservadora, su
ineficacia y su corrupción, ha debilitado las fuerzas populares
en su enfrentamiento con el capitalismo existente y todavía
económicamente dominante en Venezuela. También, aunque
resulte doloroso decirlo, porque dentro del propio pueblo
sobreviven prácticas viciadas de la vieja izquierda, corporativismos y caudillismos que en nada contribuyen a fortalecer
el poder comunal.
No quisiera profundizar en adicionales temas y contenidos de
este ensayo, pues hay que dejar que los lectores y lectoras realicen sus
apasionantes recorridos. Por mi parte, debo reconocer que he sido
impactado por cada línea de su discurso, por cada acento colocado y
por cada énfasis ofrecido.
Si usted quiere conocer la centralidad política de las tareas de
formación-educación popular, es preciso adentrarse en estas páginas
para reconocer su valor estratégico para una revolución. Si usted
quiere apreciar cómo se evalúa una coyuntura crítica como la del
año 2014 desde una ética del compromiso, no deje de confrontarse
con las líneas del presente texto.
Si usted quiere colocarse frente a frente ante una mirada franca
de las tareas políticas del porvenir, examine la siguiente frase: “Me
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animaría a decir que el milagro de la revolución desde arriba hacia
abajo se terminó con la muerte de Chávez”.
Si usted quiere comprender cuáles son los planteos estratégicos
que nos propone Cieza, examine con atención:
La transición del Proceso Bolivariano supone un momento de
convivencia de una dinámica que se concentra en gestionar el
viejo Estado manteniendo la iniciativa política del Gobierno
frente a los embates de la oposición, y una dinámica que se
concentra en promover la organización popular, generando
condiciones que no solo permitan controlar y presionar
al Gobierno existente, sino que vayan asentando las bases
del nuevo Estado… En primer lugar, advertimos que a la
Revolución Bolivariana no le falta un rumbo estratégico. Ese
rumbo fue fijado por Chávez en sus últimas intervenciones:
“Plan de la Patria”, “Golpe de Timón”, que son expresión de su
mayor lucidez política.
Si usted le pregunta al texto de Cieza cuáles serían los ejes
fundamentales para abordar un proceso de construcción a mediano
y largo plazo, le diría: “La construcción del espíritu comunal y las
comunas, la juventud y la economía social”.
Este texto no se va por las ramas, no se disfraza de una crítica
complaciente a los oídos opositores ni a la derecha nacional o
continental. Guillermo Cieza ha reconstruido los intentos de la
derecha en su intento de concretar un “manual para destruir a
Venezuela”.
Una apuesta dura por el poder popular recorre todo este ensayo
en función de construir “una nueva vanguardia por nacer”, trabajando
por la unidad política, apoyando las iniciativas transformadoras del
presidente Maduro y apostando a desarrollar la construcción social
y política más prometedora: las comunas.
Guillermo Cieza agradece sus vínculos intelectuales y políticos
con los deseos y querencias políticas de quien fuera uno de sus
interlocutores fundamentales en la experiencia de la Revolución
Bolivariana: Reinaldo Iturriza. Allí hay una veta de explicaciones y
complicidades.
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Para finalizar su texto, Guillermo Cieza nos entrega estas
palabras que no deben interpretarse como una despedida:
Esta historia la seguirán mis valiosos compañeros y mis
valiosas compañeras de la brigada del Frente Popular Darío
Santillán-Corriente Nacional. Para mí se está cerrando este
tiempo en que he podido emocionarme, enojarme, disfrutar
y sobre todo aprender mucho con la Revolución Bolivariana.
Una apasionante epopeya del pueblo venezolano que, como
dice una canción, tuvo la complicidad de Dios (o en lo que
uno quiera creer), prestándoles a Chávez por un ratito, pero
suficiente para animarlos a echarse a andar.
Gracias, Guillermo Cieza, pues con este texto sigues insistiendo
en la necesidad de la formación política y la autorganización popular
para sostener y profundizar la transición más allá del Capital.
Javier Biardeau R.
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A Mercedes Gudano, compañera inolvidable.
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Agradecimientos:
A mis compañeros del Movimiento de Formación
Nuestroamericana Hugo Chávez, por los sueños
y la alegría compartidos.
A mis compañeros y compañeras de la brigada FPDS-CN en
Venezuela, por sus críticas y su cálida compañía.
A Miguel Mazzeo, por sus correcciones y aliento permanente.
A Nora Tamagno, por su amorosa comprensión.
A Gabriel Salazar, por ayudarme a conocer un poco más Venezuela.
A Giordana García Sojo, porque hizo posible que estos comentarios,
informes y apuntes de apuro pudieran ser publicados.
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La talla
No conocí a Policarpio Aguilar, afincado en Trujillo, pero puedo
asegurar que era un artista más entusiasta que refinado.
Siempre me ha preocupado más el trazo grueso de las ideas que
los detalles, quizás por eso me atrajo la talla de madera liviana que
lleva su firma.
La figura era un poco tosca, pero fácilmente reconocible. Por las
dudas, Policarpio remató su obra con una leyenda escrita en la base:
Patria y Socialismo. Dicen que la letra identifica a las personas. No soy
un experto en el tema, pero imagino que Policarpio es un hombre de
pueblo.
La talla viajó en mi valija desde Caracas y ocupó desde el primer
día un lugar en mi casa. Está en un escritorio a pocos metros de donde
escribo. Alguna vez he intentado hablar con ella buscando inspiración,
pero no he tenido respuesta. De todas maneras, ha soportado como un
discípulo de Lacan la exteriorización de mis preocupaciones. Ha sido
testigo de mis euforias y mis ataques de furia.
Ocupando un lugar en mi casa ha tenido que soportar algunas
mudanzas transitorias. Cuando vinieron a visitarme mis padres fue
a parar a un cajón del escritorio.
Intenté explicarle que los motivos de esos traslados se deben a que
mis padres, que ya se arriman a los noventa, no han podido identificar
su bondadosa humanidad con el pensamiento de izquierda. Ya tienen
demasiado con la obligación de dormir en mi pieza con la foto del Che.
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“La ventaja de esta talla es que es de madera y si el hombre se
porta mal, la echo al fuego”, le comenté a unas pasantes del Frente
Francisco de Miranda que recibí en mi casa.
Al resto de los latinoamericanos les cuesta descifrar el humor de
los argentinos. Nosotros no anunciamos: “Te voy a echar un cuento
que es muy gracioso”. Arrancamos con la broma sin previo aviso y
decimos el disparate más grande sin perder la seriedad.
Las compañeras estaban avisadas de estas argentinadas y se
tomaron el asunto con mucho humor.
Pero no era una broma.
Mi experiencia de militancia me hizo desconfiar de los líderes.
A los dieciocho años colaboraba en la difusión de grabaciones de
Perón que decían que durante el Mayo francés en los frontispicios de
la Sorbona se habían escrito consignas que anunciaban el comienzo
de una nueva época revolucionaria.
Cómo no amar a ese líder ausente cuya sola mención abría las
puertas de millones de hogares de familias trabajadores. Cómo no
desestimar las desconfianzas y las prevenciones sobre “El Viejo” de
los curtidos militantes de la resistencia peronista con quienes tuve el
privilegio de empezar a militar.
Perón se murió enseguida y no terminó tan mal en el balance,
pero no volví a confiar en líderes ni caudillos. Y como se decía en mi
pueblo de campaña: “El que se quemó con leche ve una vaca y llora”.
Todos esos recuerdos amargos me vinieron de golpe cuando me
enteré de la extradición de Joaquín Pérez Becerra. Quienes llevamos
en nuestros huesos los dolores de los exilios militantes, tenemos una
sensibilidad especial con ciertos temas.
Pensé que asuntos como este tenían que hablarse cara a cara.
Y esta vez no admitiría silencios. O lo que es peor, el silencio sería
equivalente a admisión de culpabilidad.
Entonces ocurrió algo inesperado. El careo no pudo realizarse
porque la talla había desaparecido.
Las sospechas quedaron repartidas en cuatro: Mi compañera,
el perro del fondo, de propiedad individual, el perro de la calle, de
propiedad colectiva, o la propia imputada que decidía declararse
prófuga antes que comparecer.
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Pasados los meses y amainado mi enojo, aprovechando la
cercanía de una elección decisiva, la talla volvió a presentarse lo más
campante arriba del escritorio.
Se sintió segura. Con los años ha llegado a conocerme y sabe que
nunca le haría el juego a la derecha.
Después de aquel incidente hemos convivido amigablemente.
Cuando leí el programa político de su última elección, sospeché
que se estaba despidiendo, había escrito un testamento.
Cuando me enteré del final, no pude mirar televisión, escribir,
llorar, salir a la calle. Solo pude estar triste y pensar que ahora los
papeles se invirtieron.
El líder ya no puede fallar, aprobó invicto. Ya no depende de la
talla del líder quedarse en mi casa.
Depende de mí que pueda merecer su compañía.
La Plata, marzo de 2013
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Primeras crónicas desde
Venezuela
Llegué al mediodía a Caracas. Como supuse, nadie fue a esperarme
al aeropuerto. No estaba acordado, pero sabían que estaba llegando
y el aeropuerto queda a cierta distancia de la ciudad. Media hora de
automóvil, con tránsito fluido. Si hay trancas, pueden ser tres horas.
Resignado, me subí a una camioneta que me llevó hasta la
parada de Gato Negro, donde podía tomar el metro. Después
de bajar una escalera que mi pesada valijota hizo interminable,
tomé el transporte hasta la estación La Hoyada, para estar cerca
de la avenida Urdaneta, donde un policía me informó que “están
todos los ministerios”. Cansado y acalorado, llegué al Ministerio
de Comunas, pero ese no era mi destino. “Los altos funcionarios
están en el Inces”, me dijeron amablemente en la recepción. Y allí
me resigné a tomar un taxi pensando que me iba a costar caro, pero
menos que un infarto. Por ochenta bolos, hice un trayecto de diez
minutos en una hora, porque había tranca. Los taxis de Caracas
son famosos por lo caros, y los taxistas se parecen a los de Buenos
Aires. Son conversadores y contundentes en sus opiniones políticas.
Le pregunté cómo estaba el país y me contestó que mal, pero que
ya están acostumbrados. Quise saber cuántas horas trabajaba por
día y me hizo un relato de su jornada laboral. Empieza temprano,
alrededor de las siete de la mañana. Mientras llega al centro hace sus
primeros viajes. Después se detiene para desayunar. Allí sí empieza
su verdadero día de trabajo, que se interrumpe al mediodía cuando
se detiene a almorzar. Después da un par de vueltas más y a las 2:30
p.m. regresa a su casa. “No me gusta andar de noche”, me comentó,
“hay muchos robos”. Y concluyó: “Hago ochocientos o novecientos
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bolos por día y con eso me conformo”. Hice la cuenta rápido y calculé
que si trabaja seis horas diarias durante veinte días está recaudando
dieciséis mil bolos. Cuatro veces un sueldo mínimo. Y que el precio
de la gasolina es irrisorio, con tres bolos llena un tanque de cuarenta
litros. Lo provoqué haciéndole el comentario de que en la Argentina
la gasolina está a un dólar. “¿El tanque lleno?”, me preguntó
asombrado. “El litro, el litro, cuesta un dólar”. Y la rematé: “Más de
la mitad de la recaudación se les va en combustible”. El taxista no me
respondió enseguida. Después, al rato, dijo: “Igual que en Colombia.
Allá también la gasolina está cara”.
En el Ministerio, llegar al piso 12, donde está el despacho del
ministro, fue un trámite sencillo. Allí no estaba la persona con que
había concertado mi viaje, pero sabían de mi llegada. También me
enteré de que fueron a buscarme al aeropuerto, dos horas más tarde
de que llegara el avión. En un coche me llevaron al lugar donde
sería mi alojamiento, el fastuoso hotel ALBA. “¿No será mucho?”, le
comenté a mi funcionaria acompañante. No quise hacer la cuenta
de cuánto dinero podía salir cinco meses de alojamiento en el hotel
ALBA. Me consolé enterándome de que el hotel es oficial, y que tiene
dieciséis pisos. La habitación es casi tan grande como mi casa. Estoy
en Venezuela.
Caracas, julio de 2013
Hoy es 26 de julio, aniversario del asalto al Moncada, hito
heroico de la Revolución cubana.
A la mañana temprano pude disfrutar de la trasmisión directa
por televisión de los actos conmemorativos en Santiago de Cuba.
Hablaron los presidentes invitados.
Lo escucho a Maduro y pienso que no habla como Chávez, pero
se compromete como Chávez.
Evo no ha perdido la admiración y la gratitud hacia Fidel y hacia
Cuba.
Mujica es un león herbívoro que responsabiliza al tiempo de
decisiones políticas que no ha tenido el coraje de tomar. Se parece al
viejo Vizcacha del Martín Fierro.
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Ortega dice palabras fuertes y consignas revolucionarias. Cuesta
creerle.
Las primeras filas del acto en Cuba estaban ocupadas por
personas que superan los setenta años. Supongo que son los veteranos
de la Sierra Maestra y de Girón. Hacia atrás solo se veían personas
mayores.
En el hotel ALBA se alojan las delegaciones que han venido al
Encuentro de Solidaridad con Cuba. Conozco a algunos argentinos.
Las delegaciones se parecen, por la edad, a los tours de jubilados que
organiza el PAMI en mi país. Seguro hay muchos viejos gloriosos.
Otros no tanto, apenas viajeros de izquierda.
Me sorprendí topándome en el ascensor con una parejita de
jóvenes vestida con trajes tradicionales. Me dicen que son de Oaxaca,
México. No han venido por lo de Cuba sino a un encuentro de jóvenes
de pueblos originarios indoamericanos.
Por la tarde fui al Ministerio. Teníamos acordada una reunión
con personas cercanas al ministro. Me comentaron cómo estaban
viviendo la realidad de su país. Su diagnóstico era crítico pero esperanzador. Después de las elecciones que consagraron presidente a
Maduro, se advertía cierta desorientación popular y desmovilización
de la base chavista.
Había preocupación por las elecciones de las alcaldías en
diciembre si no se revertía esa desmovilización. Me entregó un
borrador del plan estratégico comunal. Prometí echarle una ojeada.
Tratamos de valorar la contradicción entre la concepción
formativa que se venía impulsando desde el Ministerio y la que
intentaríamos impulsar en acuerdo con los movimientos sociales.
Acordamos que el problema no era paralizarnos confrontando
concepciones sino permitirnos hacer prácticas diferentes que
compartan el objetivo de aportar al empoderamiento popular.
Venía pensando en un metódico plan de formación, con
fuerte base en la reflexión sobre las prácticas ya realizadas, pero la
dinámica del proceso tiene otras urgencias. Estar al servicio supone
no aferrarse a lo que tenemos ganas de hacer, sino adaptarse a los
nudos que nos impone la realidad.
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En el Ministerio me dieron vales para comer en el restaurante del
hotel. Ceno con música llanera, en vivo. Me está dando un poquito
de vergüenza.
Caracas, 26 de julio de 2013
Hoy se cumple el aniversario del nacimiento de Chávez. Di una
vuelta por la plaza de los Museos y el parque de Los Caobos y no
pude evitar emocionarme. La poesía es una esquiva amiga que solo
se presenta en mi vida en momentos muy especiales. Hoy vino a
visitarme.
Caracas, 28 de julio.
Sorbo a sorbo te estoy bebiendo Caracas
ya no es como antes
comentó un señor en el ascensor del hotel ALBA
repleto de chiquillas de colores vivos y trenzas negras
tampoco los parques invadidos por los nadies del cerro
pura música y sonrisa subversiva Caracas
donde los niños llegan de muy lejos a compartir
y solo compiten en desventaja
los aburridos efebos de los monumentos
con maratonistas de todas las edades
todos pobres ellos
y felices.
Sorbo a sorbo te estoy bebiendo
como el mejor de los vinos
mientras recorro la ciudad sin pagar boleto
porque los viejos no pagan
y me ceden el asiento
para poder disfrutar mejor
de la fiesta
y acordarme
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de los muertos de mi felicidad
Salud Comandante.
Averigüé que mi habitación en el Hotel ALBA cuesta más de dos
mil bolos diarios.
Decidí pedir cambio de lugar de alojamiento.
Si me quedo una semana más me va a empezar a gustar.
Caracas, 29 de julio de 2013
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La lanza de Chávez
No puedo dejar de imaginar a Chávez como aquel hombre que
tiró la lanza muchos metros adelante. Nos dijo “para allí está la nueva
sociedad, el socialismo del siglo XXI”, y nos desafió a caminar en ese
rumbo.
Nos acompañó un tiempo liderando el camino y cuando no
pudo más, nos alentó diciendo: “Ustedes son Chávez”.
La ausencia física del líder generó incertidumbre. Cuando nos
estábamos preguntando si podríamos seguir adelante solos, se desató
una feroz ofensiva de los enemigos de siempre: desabastecimiento,
ola de rumores, ataques mediáticos.
Se intentó dividirnos, paralizarnos, que empezáramos a mirarnos
entre nosotros mismos con desconfianza.
Es cierto que siempre hubo diferencias, es cierto que ya no
tenemos a Chávez para mediarlas, pero lo peor que podemos hacer
ahora es detenernos para intentar zanjarlas.
Que cada cual transforme sus ideas en acciones concretas para
aportar a la gran tarea que tenemos por delante, que es aportar a
organizar la conciencia de la mayoría de nuestro pueblo. Que cada
cual transforme sus ideas en trabajo para promover la confianza y la
adhesión de ese pedazo de pueblo confundido que vota a sus verdugos.
Que cada cual transforme sus ideas en realidades que nos
permitan garantizar las necesidades básicas; alimentos, electricidad,
transporte, salud, educación y viviendas. Que cada cual transforme sus
ideas en trabajo que nos permita avanzar en el proyecto de la soberanía
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alimentaria. Que cada cual transforme sus ideas en proyectos efectivos
que desarrollen nuestra propia comunicación popular.
Que cada cual transforme sus ideas en esfuerzos que promuevan
la integración nuestroamericana.
Son tiempos de debates, pero de debates en la práctica donde
cotejemos hechos y construcciones políticosociales. Solo quien no
está seguro de lo que piensa puede negarse a aceptar que el terreno
de los debates sea el de la práctica.
Son los pueblos los que hacen la historia y cada pueblo en cada
momento histórico afronta nudos que le impiden desplegarse. Hace
veinticinco años el nudo del pueblo venezolano era la conciencia. Hoy
estamos convencidos de que ese nudo el pueblo ha podido desatarlo.
Hoy su principal contradicción es que el gran salto de conciencia
alcanzado no se corresponde con su organización. No faltan posibilidades de organizarse, no falta legislación, no falta voluntad de
promover la organización desde los movimientos sociales y el propio
Gobierno, falta la decisión de poner toda la energía, de articular
todos los esfuerzos en esa tarea principal.
Nuestro trabajo es de largo plazo, pero tiene exámenes
periódicos, y no aprobarlos nos puede costar caro. Dentro de tres
años la derecha y sus socios imperiales vendrán por el Gobierno con
un referéndum revocatorio, acompañado de todas las maniobras y
sabotajes imaginables.
Ya pasó el tiempo del duelo, de los homenajes florales. Nadie
lucha porque lo recuerden o lo citen de memoria. Hoy Chávez ya no
está entre nosotros, está al lado de la lanza, esperándonos.
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Rosa
El miércoles me llamó Rosa llorando porque lo mataron a su
suegro.
Rosa es campesina de Movimiento Jirajara, su suegro también
era campesino.
“Los que los mandan a esos bandidos son los quieren que nos
vayamos de la tierra” me dijo. Y también me dijo “Llevamos cuatrocientos muertos, los campesinos”.
Yo la conocí a Rosa en un taller en Aragua. Era una mujer con
sombrero, cuarenta años, la piel mate y unos grandes ojos guajiros.
Pero lo que más me impresionó fue su dulzura, su hablar pausado, su
andar flotando.
Intentábamos hablar del Caracazo, tejer saberes, bordar una
poesía colectiva, con poco éxito. Y allí fue cuando Rosa dijo: “Voy a
contar la historia de mi mamá”.
Y empezó a hablar de la guardia tirando a mansalva, de los
muertos en las esquinas, de su madre con cáncer corriendo por las
escaleras, del sablazo que le acortó la vida.
Lloró Rosa, y lloramos todos.
Otro día, hablando de las efímeras parejas que suelen formarse
en los encuentros de formación, Rosa volvió a sorprendernos con su
comentario: “Qué pena, tanta carne y yo sin dientes”.
Después supimos de su marido, que es catire y trabaja duro en la
parcela para criar a los hijos, para que Rosa pueda ir a las reuniones.
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“Pero, el sábado la reunión se hace”, me aseguró el viernes. Y allí
va a estar ella con otros quince campesinos y dos cantores en la clase
sobre el método pedagógico.
No puede faltar. Fue ella misma quien convocó a esas mujeres y
hombres “pata en el suelo” de Yaracuy a aprender para enseñar.
Fue ella misma quien los animó con su dulce terquedad a que se
hicieran cargo de organizar los talleres de formación política.
No puede faltar. La Revolución no espera, y apenas hay tiempo
de secarse las lágrimas.
Aragua, septiembre 2014
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Los árboles y el bosque
“Que el árbol no te impida ver el bosque”. Me parece que esta
vieja frase resulta apropiada para hacer referencia a algunas visiones
sobre lo que realmente está ocurriendo con el Proceso Bolivariano.
Empezaría por mencionar que árboles no faltan. A modo de
ejemplo, mencionaría la continuidad en la prisión de Julián Conrado,
algunas presencias y continuidades poco felices en la lista de alcaldes
para las elecciones de diciembre y, hubiera dicho la semana pasada,
la torpe respuesta oficial al reclamo de los trabajadores de la empresa
Diana. Y digo ahora: Gracias a la movilización de los trabajadores,
un árbol menos.
Lo que me parece que no se resalta suficiente es un bosque
donde se destaca, en primer lugar, la consolidación de Nicolás
Maduro como presidente elegido legítimamente por los venezolanos,
situación que desarma, deslegitima y ridiculiza las maniobras de la
oposición. Consolidación de legalidad por fallos de los más altos
tribunales competentes y en legitimidad por haber tomado, en
momentos difíciles, decisiones acertadas como el Gobierno de Calle
y la lucha contra la corrupción.
Me parece también que en ese bosque resplandece el proceso de
movilización y organización comunal que se está gestando en el país
desde la periferia al centro y que ya tiene hitos verificables como han
sido los encuentros de Lara, Carabobo y Mérida, a los que habrá que
agregar el de Táchira, a realizarse este fin de semana.
El chavismo de base está tomándose en serio la frase profética
del Comandante Chávez: “Comunas o nada”.
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Estos encuentros expresan optimismo y la decisión de empezar
a generar una nueva institucionalidad que permita sacudirse los
lastres del viejo Estado, que no solo son estructuras diseñadas para la
dominación de los de abajo, sino mediaciones que empiezan a entrar
en contradicción con el avance del Proceso Bolivariano.
Resulta curiosa la coincidencia en el pesimismo de algunos intelectuales críticos que han venido haciendo aportes importantes en el
Proceso Bolivariano, pagando el costo de ser denostados, con quienes
durante años ejercieron un oficialismo cercano a la obsecuencia.
Los avances revolucionarios se miden, en última instancia, por
el crecimiento de la conciencia, la movilización y la organización del
sujeto popular. Y a catorce años de la asunción del Gobierno por el
presidente Chávez, es indiscutible que se ha generado un proceso de
politización popular que permite caracterizar al pueblo venezolano
como uno de los más conscientes del continente.
El desafío de arremangarse e ir “pa’ lante”, se desarrolla en un
continente donde están cifradas las mejores esperanzas de la humanidad
y en un país que sin duda está a la vanguardia del continente.
El pueblo venezolano, con la misma sagacidad y decisión política
que tuvo para bajar de los cerros a enfrentar el golpe contra Chávez,
advierte la calidad de los desafíos del presente y sin desconocer la
existencia de algunos árboles que deben ser hachados, se hace cargo
de la realidad y potencialidad del bosque. Se está tomando en serio
aquella consigna de que “Todos somos Chávez”.
Caracas, agosto de 2013
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El chavismo, un gigante
invertebrado y visionario
…hemos sido formidables en la rebeldía, la resistencia, la
protesta, pero no hemos conseguido ir más allá, porque, como
alguna vez lo definimos –con gran indignación de los adoradores
de mitos y fetiches- seguimos siendo como movimiento un gigante
invertebrado y miope”
John William Cooke
El Golpe de Timón y las comunas bolivarianas
Me parece importante definir las comunas como herramientas
paridas en un contexto histórico y político determinado, en este caso
el Proceso Bolivariano. Sin lugar a duda, hubo lecturas de otras experiencias como –la más famosa– la Comuna de París, pero más allá
del nombre y algunas ideas, podemos decir que las comunas bolivarianas son creaciones originales, y a eso debemos remitirnos para
caracterizarlas.
La Revolución Bolivariana se impulsa de arriba hacia abajo, a
partir de un fuerte liderazgo, el de Chávez, que es acompañado por
el pueblo.
No podía haberse desarrollado de otra forma, porque en el punto
de partida contábamos con uno de los pueblos menos politizados y
organizados de América del Sur. Después de décadas de colonización
cultural ejecutada por los gobiernos puntofijistas, Venezuela se
parecía más a Puerto Rico que a otros países sudamericanos.
El pueblo que se identificó y votó en reiteradas oportunidades a
Chávez y su proyecto, no se limitó a acompañarlo. En circunstancias
cruciales, como fue durante el golpe de 2002 y durante el paro
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petrolero, se hizo presente autoconvocándose y movilizándose para
defender a su líder y el Proceso Bolivariano.
Durante la primera, la mediación entre pueblo y Gobierno la
constituyeron herramientas organizativas con gran capacidad de
desplegarse nacionalmente y actuar en la coyuntura. Sin embargo,
estas mismas herramientas no aportaron demasiado al proceso de
autorganización popular. Por el contrario, su vocación de tutelaje,
que privilegia el control del proceso masivo sobre la promoción
de la autorganización, empezó a convertirse en un obstáculo para
la organización popular en la medida que crecía la conciencia y la
politización popular.
Chávez advirtió esta contradicción entre conciencia y organización popular, y en su famoso Golpe de Timón hizo una fuerte
crítica a sus ministros y en particular al Ministerio de Comunas,
lanzando su famoso desafío “Comunas o nada”.
Insistió en que en la nueva etapa había que dar prioridad a esas
herramientas, generando una nueva institucionalidad que progresivamente fuera desplazando al viejo Estado.
Las comunas son herramientas políticas que en algunos casos
anteceden a la Ley de Comunas, y que se construyen apoyándose en
los saberes populares adquiridos y desde una lógica y una dinámica
diferente a la estatal. En la construcción de las comunas es invalorable
el aporte de los movimientos populares, que durante años han venido
construyendo desde las bases, experiencias prefigurativas del poder
comunal.
En la transición, las comunas se organizan desde lógicas políticas
y dinámicas diferentes y con independencia política del Estado, pero
su accionar es complementario con las políticas del Gobierno.
Las comunas deben centrar su accionar en organizar al conjunto
del pueblo con objetivos de mediano y largo plazo y el Gobierno debe
gobernar, es decir ejecutar políticas de alcance nacional e impacto
coyuntural. Las comunas no se construyen para hacer “oficialismo”,
sino para refirmar el rumbo revolucionario del proceso, aportando a
un control social y político de las acciones de Gobierno.
Las comunas no pueden prescindir de intervenciones tácticas,
por ejemplo las elecciones de diciembre, pero su construcción no
puede estar sujeta a objetivos tácticos como son ganar las elecciones,
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o a resolver, en lo productivo, en pocos meses lo que el viejo Estado
no resolvió en años.
Las comunas están pensadas para ocuparse de cuestiones estratégicas, por eso van construyendo su propia agenda, cuyo objetivo
es comprometer al conjunto del pueblo en la construcción del poder
comunal, constituyéndose, mientras tanto, en formidables usinas de
elaboración política.
Si los riesgos de las políticas de gobierno son el paternalismo
y el tutelaje que termina por ahogar las iniciativas populares, los
riesgos de las comunas son el corporativismo y el localismo, por eso
es fundamental que los procesos comunales sean acompañados por
la vinculación y movilización intercomunal, y la formación política.
El desarrollo de un plan político nacional para favorecer el
desarrollo del poder comunal supone reconocer las construcciones
efectivas, no solo como realidades a contabilizar sino como actores
protagónicos en la elaboración de esa política. Quienes más autoridad
tienen para proponer cómo avanzar, son quienes efectivamente han
construido comunas.
Como orientación, la construcción del poder comunal supone
invertir la lógica donde la organización popular deja de ser frente de
masas y ejecutora de directivas emanadas del alto Gobierno, para
constituirse en centro de elaboración de políticas para ser ejecutadas
por el alto Gobierno.
Este cambio de lógica no se resuelve por decreto, supone una
construcción en el tiempo donde habrá que ir haciendo crecer
la pirámide invertida de la organización popular y encontrar los
delicados mecanismos de articulación con la pirámide de ejecución
política que, como corresponde a toda estructura ejecutiva, es
vertical.
Se trata de articular dos lógicas de construcción y dos dinámicas
diferentes, que comparten un mismo objetivo de avance de la
Revolución Bolivariana.
El chavismo, un gigante invertebrado y visionario
La aguda caracterización que en los años 60 hace John William
Cooke del peronismo, viene a cuenta para hacer una comparación
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con el chavismo, un movimiento que en sus inicios tiene rasgos
parecidos al primer peronismo.
Me animo a sugerir que el chavismo se ha ido construyendo como
un gigante invertebrado y visionario. Lo de visionario es mérito de
Chávez, que a diferencia de Perón, que nunca superó un capitalismo
autónomo con justicia social, fue un dirigente visionario que dejó
como herencia, con el Plan de la Patria, un programa continental
para lo que queda del siglo, y con el Golpe de Timón puso el acento
en la principal falla del Proceso Bolivariano, proponiendo como
consigna superadora “comunas o nada”.
El chavismo popular, “formidable en la rebeldía y la resistencia”,
tiene su mayor debilidad en la contradicción entre su alto nivel de
conciencia política y su pobreza organizativa.
Esta caracterización no desconoce la existencia de experiencias
organizativas locales de enorme profundidad y trascendencia prefigurativa, con mayor presencia en el interior del país, pero que han
tenido pocas posibilidades de socializarse, apabulladas por una
dinámica estatal que privilegia lo urgente y coyuntural y se apoya en
estructuras verticales como el PSUV, que no solo no colaboran con
la autorganización popular, sino más bien tienden a obstaculizarla.
Para el chavismo popular organizado ha sido prioridad construir
su propia agenda y proponer una vinculación horizontal de sus
experiencias, generando un cuerpo organizativo propio con independencia de la lógica y dinámica estatal y gubernamental.
Las plenarias de comuneros en Lara, Falcón, Mérida, Carabobo
y Táchira empiezan a trabajar en esa dirección y demuestran la
enorme potencialidad del chavismo popular cuando se organiza con
vocación de actuar nacionalmente y de desarrollar una construcción
estratégica, sin obviar la intervención coyuntural.
La presencia de funcionarios en el Gobierno que comparten esas
prioridades del chavismo popular, debe utilizarse como “puntos de
apoyo” para la organización desde las bases y no pretender renovar
la subordinación al Gobierno y al Estado desde un nuevo discurso.
Caracas, septiembre de 2013
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Kevin
Kevin me dijo un día que cantó con Chávez.
Yo no lo creí.
Me molestó un poco su comentario, porque ahora que se murió
Chávez todos dicen que lo conocieron.
Kevin ya tiene suficientes méritos para venirme con ese cuento.
Es moreno, espigado, sonriente. Un varón bien plantado, que
despeja su timidez cuando un cuatro llega a sus manos.
Le podemos pedir cualquier canción de Alí Primera y puede
cantarla. Y la canta bien.
Kevin y su cuatro animaron nuestro taller de Falcón, fue siempre
requerido para las místicas, para las devoluciones.
Puedo creer que pueda animar una fiesta grande, grabar un
tema, pero… cantar con Chávez…
En la semana que lo conocí, pude apreciar otras virtudes de
Kevin. Es generoso. Hablando de los próceres de Latinoamérica,
surgió el nombre del mariscal Sucre y comenté que me interesaba,
pero sabía muy poco de él.
Al día siguiente Kevin se me apareció con un libro que es una
compilación de cartas y discursos de Sucre y me lo regaló con dedicatoria y todo.
Cuando fui a Yaracuy me mostraron el video de una visita de
Chávez a Chivacoa.
Es un video casero, pero tiene el merito de mostrar a Chávez
en una de sus primeras apariciones públicas después de salir de la
cárcel. Es del año 1994.
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Chávez estaba muy delgado y vestía uniforme militar. Todo era
muy sencillo. Llegó en la caja descubierta de una camioneta y habló
desde un palco improvisado.
Había muchísima gente a pesar de que el acto ocurría en una
ciudad pequeña.
En el video se nota que Chávez estaba haciendo sus primeras
armas como orador de masas, pero ya aparece una constante en su
discurso. Su decisión de interpelar al pueblo sin tibiezas ni medias
tintas, hablando en el lenguaje que todos entienden. Denuncia muy
fuerte a los copeyanos y a los adecos que venían gobernando desde
hacía años y propone una revolución bolivariana. No queda claro si
esa revolución va a ser pacífica o violenta.
Convoca a integrarse al huracán bolivariano que acabará con
los corruptos y los vendidos a Estados Unidos. Propone disolver la
Asamblea Nacional y llamar a una reforma constitucional. Impulsa
darles un susto a los gobernantes formando en cada lugar y en
cada pueblo círculos bolivarianos. Amenaza a los sapos (los espías)
diciéndoles que está haciendo una lista de sapos para cuando llegue
la hora.
Finaliza asegurando que “solo el pueblo salvará al pueblo”.
Junto a Chávez, dos cantores populares animan desde el palco
cantando canciones revolucionarias. Y allí está Kevin, veinte años
más joven, con sus canciones de Alí Primera.
Yaracuy, noviembre de 2013
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Diagnóstico frente al golpe
económico
Venezuela es un país donde se ha producido un importante
crecimiento económico, sustentado en el aumento de los precios del
petróleo. Esto se expresa en el aumento del ingreso per capita en los trece
años de gobierno de tres mil a más de ocho mil dólares. Este crecimiento
ha sido acompañado por una mejor distribución del ingreso, lo que ha
permitido que el pueblo duplicara su capacidad de consumo.
Sin embargo ese crecimiento de la capacidad de consumo
popular no fue acompañado por un crecimiento de la producción
interna, generando un reforzamiento del papel de las importadoras y
los circuitos de distribución.
Si nos detenemos en el crecimiento de la producción interna
advertimos que la burguesía ha ido más rápido que la economía social,
que apenas alcanza un 2%. Además la burguesía sigue controlando
las redes de distribución.
Podría decirse que la burguesía fue golpeada duramente con
la perdida de Pdvsa, pero que, paradójicamente, la ampliación del
consumo de la población ha reforzado su papel en la economía, ya sea
por producción interna como por mayores importaciones y control
de las cadenas de comercialización.
En esas condiciones favorables asentaron sus posibilidades de
dar un golpe económico, provocando desabastecimiento y subiendo
artificialmente la inflación.
La derecha no consiguió su objetivo de desestabilizar al Gobierno.
No se produjeron rebeliones populares, ni grandes concentraciones.
Creo que hay que valorar que hubo una fortaleza en el pueblo que
vivió con tristeza y preocupación esos momentos, pero que no volcó
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su bronca contra el Gobierno. Esto sucede porque el chavismo ha
generado una identidad muy vinculada a la cuestión de clase y a la
cuestión racial, que pone trabas a que una parte muy importante de
la población se vuelque a atacar el Gobierno.
La prolongación de esa situación probablemente hubiera
generado un castigo electoral en las elecciones de diciembre, donde
la estrategia de la derecha era convertirlas en un plebiscito. Pero la
derecha no se limitó a apostar al desgaste, sino que fue por todo.
En las últimas semanas la derecha apresuró el paso y provocó
un aumento descomunal de los precios. Ahora sí, con otro escenario,
apareció una muy buena reacción del Gobierno, que con acciones
contundentes polarizó sorprendiendo a la burguesía fuera de la base.
El pueblo ha festejado estas acciones y la aprobación de la Ley
Habilitante. Esto hizo que la “plebiscitación” de las elecciones de
diciembre terminara favoreciendo al chavismo.
La decisión de realizar la feria y la concentración de los
comuneros en Caracas hace intervenir físicamente a un nuevo
protagonista político. Los comuneros dejan de ser una consigna
simpática o antipática, “comunas o nada”, para convertirse en un
actor político. El paso de ser simpático a tener alguna incidencia
política es advertido por quienes se consideran dueños del proceso, y
desde una lógica burocrática, desconfían de todo lo que no controlan.
Seguro habrá presiones intentando volver atrás las cosas, pero la
legalización de más de trescientas comunas, y todas las que vienen
atrás, ha generado un proceso que me parece va a potenciarse.
Esta es la perspectiva, pero creo que no hay no hay que confundir
pronósticos con lo que hoy sucede.
a) Las comunas todavía no son percibidas por el conjunto del
pueblo como una nueva vanguardia.
b) Las comunas llevan en su seno las luces de una nueva sociedad,
pero también las sombras del corporativismo y prácticas de la
vieja izquierda.
En un escenario más favorable, porque se van a ganar las
elecciones de diciembre, se me ocurren algunas tareas prioritarias:
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a) El Gobierno va a tener que ocuparse de generar redes de abastecimiento y distribución que garanticen un consumo básico,
para enfrentar la política de la burguesía que va a ser la desinversión y la escasez.
b) También habrá que fortalecer una batalla ideológica contra el
consumismo, orientando la liquidez de los bolsillos populares
a inversiones de mediano plazo, como puede ser la compra a
crédito de viviendas, o herramientas de trabajo.
c) En relación a la cuestión de las mediaciones, creo que toda
mejora en el funcionariado es bienvenida, pero la evaluación de
los funcionarios no debe ser discursiva sino de prácticas. Deben
comprometerse a escuchar al pueblo y realizar los cambios
necesarios que contribuyan a empoderarlo.
d) Con respecto a los problemas del poder comunal emergente, la
cuestión no es solo que se convierta en un nuevo actor decisivo
en el proceso de transición, sino que emerja con una naturaleza
distinta. Que no promueva un cambio de mano donde el nuevo
Estado reemplace al viejo Estado, sino que ese nuevo estado
sea realmente nuevo. Esto supone promover una revolución
cultural desde abajo y empalmar la decisión de protagonismo
de las bases con propuestas que fortalezcan la democratización,
la ampliación de saberes, la superación de prejuicios. Apostar a
que el comunerismo sea un poder de naturaleza distinta.
Eliminar las trabas que impedían que las salas de batalla se
convirtieran en comunas, favoreciendo la autonomía popular, es
un acierto. Pero también debe advertirse que la construcción de
comunas no tiene cualidades detergentes que limpien los vicios
generados en los consejos comunales. En las nuevas comunas hay de
todo un poco. En las comunas está presente un pueblo excepcional
con una enorme disposición a protagonizar, pero también existen
prácticas burocráticas agazapadas que van a tratar de desvirtuar las
buenas intenciones.
Desde nuestra experiencia podemos decir que este último
aspecto es una cuestión escasamente comprendida dentro del
funcionariado, aún el funcionariado progresista, con el que podemos
acordar en la consigna de empoderar al pueblo, pero que de aportar
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a la emancipación del pueblo entienden muy poco. Esta no es una
cuestión teórica, es algo que vivenciamos cada vez que volvemos de
un taller donde hemos convivido más de diez días con comuneros
y movimientos sociales y volvemos al Ministerio para discutir con
funcionarios que toman decisiones políticas sobre nuestro trabajo.
Caracas, noviembre de 2013
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Tomando café con un abogado
Ya es costumbre que cuando estoy en Caracas baje temprano al
lobby de hotel Anauco para desayunar. Llevo mi computadora porque
en ese lugar frecuentemente se puede tomar señal de Internet, algo
que no sucede en mi habitación.
Hoy domingo me encontré el lobby y la sala de atrás repleta de
personas que parecían estar preparándose para una conferencia.
Debía haberlo imaginado. Anoche había muchísimo movimiento de
personas ingresando al hotel.
José Felipe, el mesonero que despacha en la barra, me conoce y
ya ni siquiera me pregunta lo que voy a desayunar. Café con leche, sin
arepas, ni empanadas, ni pastelito. A lo argentino.
Me costó aproximarme a la barra, pero al final pude acodarme.
José Felipe me presentó a las personas cercanas como un profesor
argentino que está colaborando con el país. Los que estaban allí, tres
mujeres y un hombre, se presentaron como integrantes de la Misión
Robinson.
Y allí surgió una conversación como las que suelen ser frecuentes
en este país. Venezolanas y venezolanos son muy dispuestos a la
conversación, y con un extranjero mucho mejor.
El hombre me estuvo comentando que la Misión Robinson fue
creada para enseñar a leer a los que no sabían, y que ahora está muy
enfocada a trabajar en los lugares de extrema pobreza. “Porque los
que no saben leer son casi siempre los más pobres”. Y el hombre
me decía que ahora están trabajando duro con los núcleos duros
de la pobreza, que son un 5% de la población. Antes de Chávez los
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pobres pasaban del 60% y se ha avanzado mucho, pero ahora hay
que ocuparse de estos últimos, porque para el 2019 se quiere llevar
la indigencia a cero.
Allí fue cuando se me ocurrió preguntarle cuánto ganaba
un facilitador de la Misión Robinson. El hombre me contestó que
quinientos bolos al mes por quince horas semanales de clase.
Me pareció que había entendido mal, porque quinientos bolos
me quisieron cobrar en un mototaxi para llevarme desde La Bandera
a la Terminal de Oriente, o es lo que cobra un taxi para hacer un viaje
hasta el aeropuerto. Demasiado poco para un mes de trabajo.
El hombre, un moreno de baja estatura, de alrededor de
cincuenta años, volvió a repetirlo. “Quinientos bolos”, y para que no
me quedaran dudas: “El 10% de un salario mínimo”.
—Me parece poco –le comenté. Y allí fue cuando el hombre me
dio una respuesta inesperada:
—La verdad es que a mí me parece mucho, yo nunca quise
cobrar nada. Durante un tiempo trabajé ad honorem, y después entré
en la nómina por obligación. Pero Ud. no entiende...
Y allí fue cuando me explicó.
—Cuando vino la Revolución yo no sabía leer ni escribir. Hice los
estudios primarios, me recibí de bachiller y ahora soy abogado. Yo no
le puedo cobrar nada a la Revolución. Le estoy devolviendo un poco
de lo que me dieron. ¿Usted sabe todas las cosas que uno se pierde
por no saber leer? Por ejemplo, para mí antes la política era caca, me
daba asco. Ahora sé que todos vivimos en un sistema político que es
como un gran lago, somos como peces de ese gran lago. Y podemos
nadar para un lado o para otro, pero no podemos evitar mojarnos.
—¿Y usted trabaja de abogado? –quise saber.
El hombre me miró con extrañeza.
—Pero claro. Yo trabajo y vivo de mi profesión. Pero esas quince
horas semanales son para la misión, para devolver. Y yo me preocupo
mucho por eso. Fíjese, en mi zona tenemos detectado que hay catorce
adultos que no saben leer y escribir bien, también hay siete chicos que
no fueron a la escuela, y cuatro que abandonaron. Estamos detrás
de ellos. Son todos muy pobres. Y ahora ayudan mucho las bases de
misiones. Pero hubo un barrio en que se equivocaron. Pusieron la
misión en un lugar que no estaba tan mal, había otro barrio peor.
Pero eso pasa porque mandan gente de Caracas, que no sabe.
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—Bueno, siempre las revoluciones cometen errores –quise
disculpar.
—Esta bien, pero cometerían muchos menos errores si nos
escucharan más a nosotros. Nosotros somos los que sabemos. Si
usted sale a caminar el barrio conmigo yo le digo: En esa casa vive
una madre con siete niños. Detrás de esa casa que está muy fina,
hay un rancho muy pobre. A mí me da muchísima rabia cuando el
Gobierno se equivoca por no prestarnos atención.
Se me ocurrió decirle:
—Pero en su comunidad tienen la suerte de que usted es abogado,
puede presentar un escrito.
—Esas no son cosas de abogado, ni de leyes. Son del pueblo, eso
lo tiene que reclamar la comunidad. Tiene los consejos comunales,
¿para qué va a meter un abogado?
Eso mismo. ¿Por qué intentamos pensar los problemas de una
revolución con lógicas capitalistas?
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El espíritu de las comunas
La burguesía, todo lo que toca, lo corrompe.
Graffiti escrito en el 68, Mayo francés.
La burocracia, todo lo que toca, lo corrompe.
Escrito en 2013, diciembre, Venezuela.
Cuando las elecciones municipales de diciembre han permitido
calmar los ánimos del chavismo; cuando se volvió a derrotar a los
escuálidos, aún frunciendo la nariz para votar a algunos candidatos
impresentables; cuando se avecina un 2014 ¡sin elecciones!, es buen
momento para intentar un balance.
Balance provisorio, pero no desprovisto de los riesgos de opinar
conociendo tan poco este país, cuatro viajes, una especial atención a
la distancia y apenas cinco meses intensos pero escasos.
Para empezar diría que el proceso venezolano está pagando el
precio de su propio milagro: hacer una revolución impulsada desde
arriba hacia abajo y haberse mantenido catorce años en el Gobierno.
Impulsar una revolución desde arriba, desde el propio Estado
burgués es una anomalía, y haberse mantenido durante catorce años
es milagroso.
Milagro a festejar además, porque si no fuera impulsada desde
arriba no había revolución posible en el país que empezó a gobernar
Chávez en 1999.
Milagro a festejar, con logros a la vista.
Convertir en apenas catorce años al Puerto Rico de América del
Sur en un campeón mundial de la lucha antimperialista.
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Duplicar la dignidad y el consumo populares, que cobra viejas
facturas a la marginación, el desprecio, la escasez y la desesperanza.
Convocar a la inteligencia y a la creatividad, que como un ejército
de tejedoras silenciosas van cubriendo los huecos que dejaron años de
barbarie y abandono, para transformar un país de semianalfabetos y
de mendigos en una multitud de ingenios y saberes.
Están buenos los milagros, pero tienen su vuelto.
Chávez no llegó al Gobierno después de diez años de combate
purificador.
Llegó al Gobierno por vía electoral sin el apoyo de una base
popular organizada en experiencias prefigurativas de una nueva
sociedad... Estuvo obligado a reclutar, en poco tiempo, aliados y
funcionarios surgidos del pantanal que dejaron treinta años de neoliberalismo.
El vuelto de los milagros son las gentes que se amparan debajo de
sus alas. Ellos simulan custodiar, interpretar, representar, defender,
expresar, controlar, encarnar, vigilar, lo que nunca hicieron, lo que
nunca se atrevieron a soñar.
La burocracia del chavismo nació al amparo del milagro de una
revolución inesperada y con su vocación conservadora, su ineficacia
y su corrupción, ha debilitado las fuerzas populares en su enfrentamiento con el capitalismo existente y todavía económicamente
dominante en Venezuela.
Creo que nadie fue más consciente que el propio Chávez de ese
lastre paralizante. Lo intentó saltear con las misiones, con el Frente
Francisco de Miranda, con la propuesta del Polo Patriótico, y finalmente
poniendo su propio cuerpo en mil lugares a la vez, hasta consumirse. En
su última reunión de gabinete, después de denunciar pedagógicamente
a quienes esconden su cochinada capitalista detrás de una franela roja,
fue capaz de articular una respuesta con potencialidad de garantizar la
continuidad revolucionaria: “Comunas o nada”.
El carácter imperativo de esa consigna desnudó su convicción de
que se había llegado a un punto de inflexión.
Por un lado, el pueblo venezolano había acumulado una politización suficiente y había realizado experiencias organizativas que
permiten dar base a la propuestas de las comunas. Por otro lado, dejó
clara la advertencia de que la burguesía local no estaba muerta ni
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sepultada. Quienes fueran duramente golpeados por la recuperación
de Pdvsa, empezaron a recuperarse económicamente, importando
para atender la duplicación del consumo, y han empezado a tender
puentes con la burocracia, con quienes empiezan a compartir
negocios.
En momentos de desazón de la militancia chavista, como fueron
el periodo julio-noviembre de 2013, en mis comentarios, que leen
muy pocos, he buscado acentuar el optimismo y la confianza en
las respuestas populares. Ahora que las amenazas parecen haberse
disipado, insistiré en remarcar algunas acechanzas que ponen en
riesgo el proceso revolucionario. Pensar a contracorriente, decir lo que
los amigos no quieren oír, no aumenta mi popularidad ni los espacios
para ser escuchado, pero hay cuestiones de honestidad irrenunciable.
La inscripción de más de quinientas comunas, que permiten
superar la meta pautada para 2013, refleja por un lado un esfuerzo
extraordinario por promover y reconocer lo existente, pero no
garantiza que este proceso de fortalecimiento del poder comunal
no vaya a ser desvirtuado, desde arriba y desde abajo. Desde arriba,
porque cuando las comunas (y el ministerio) dejan de se ser un actor
marginal de la política oficial, se convierten en una presa en disputa
para quienes no tienen interés alguno de que el pueblo se empodere,
y en una porción de poder apetecible para todas las familias políticas.
Desde abajo, porque los promotores de “asociaciones territoriales
de búsquedas de recursos” y los creadores de “organizaciones de
maletín” han empezado a advertir que las comunas van a ser la mejor
ventanilla para conseguir dinero abundante. Alcaldes derrotados en
las últimas elecciones que nunca apoyaron las comunas existentes,
han demostrado en los últimos días un notable interés por el tema..
También, aunque resulte doloroso decirlo, porque dentro del
propio pueblo sobreviven prácticas viciadas de la vieja izquierda,
corporativismos y caudillismos que en nada contribuyen a fortalecer
el poder comunal.
Chávez insistió en el Golpe de Timón en el espíritu comunal, y
esta me parece la dirección clara donde invertir los esfuerzos. Debe
preocuparnos mucho más la praxis comunal, que la extensión de la
forma jurídica “comuna”.
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La praxis comunal, el espíritu de las comunas en el pensamiento,
pero también en la vivencia y en la acción cotidiana que vincula a los
comuneros con toda la comunidad, con las otras comunas y con el
conjunto del pueblo, aún el pueblo desorganizado, es la base para
empezar a generar una revolución en la revolución, ahora desde
abajo hacia arriba.
Esta dirección de nuestros esfuerzos no me parece un capricho,
sino la única forma de evadir la parálisis burocrática, cuando los
tiempos de la Revolución Bolivariana no son eternos.
Me animaría a decir que el milagro de la revolución desde arriba
hacia abajo se terminó con la muerte de Chávez.
Lo que hoy es triunfalismo, puede revertirse cuando la
burguesía se saque de encima el lastre de de sus tendencias más
fascistas y empiece a darse una política coherente de confluencia con
la burocracia, que puede pactar una convivencia pacífica si le dan
garantías de ser Gobierno por muchos años.
La objeción de que Nicolás Maduro y un puñado de dirigentes
con vocación revolucionaria que forman parte del alto Gobierno no
lo van a permitir, debería considerar que su base organizativa es el
PSUV. Y que el PSUV termine siendo un partido de Estado como
el Partido Revolucionario Institucional de México o el justicialismo
de Argentina, que adaptándose como camaleones han garantizado
su permanencia en el poder durante décadas, no es una posibilidad
descabellada. Es un destino posible.
Las cabezas más lúcidas del Imperio seguramente están
pensando en esa dirección. “Si por afuera no podemos, derrotémoslo
desde adentro”.
Metidos en el torbellino de gobernar, o en el torbellino de trabajar
cotidianamente con el pueblo, no sobran los tiempos para pensar. Es
bueno poner el cuerpo en lo que se cree, pero la abnegación no nos
librará del juicio de la historia.
En cada momento histórico hay una tarea principal y nadie va a
disculparnos si no la hicimos porque estábamos ocupados con otra cosa.
Si es cierto que el milagro de la revolución de arriba hacia abajo
se agotó con Chávez, todos nuestros esfuerzos, desde lo institucional
o desde el llano, van a medirse en cómo aportamos a promover,
fogonear, apoyar y acompañar la revolución de los de abajo, y
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desde abajo hacia arriba. Al pueblo venezolano no le falta voluntad,
capacidad y decisión de protagonizar; está en nosotros estar a la
altura de las circunstancias.
Caracas, diciembre de 2013
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Gobernar y construir
La transición del Proceso Bolivariano supone un momento
de convivencia de una dinámica que se concentra en gestionar el
viejo Estado manteniendo la iniciativa política del Gobierno frente
a los embates de la oposición, y otra dinámica que se concentra en
promover la organización popular, generando condiciones que no
solo permitan controlar y presionar al Gobierno existente, sino que
vayan asentando las bases del nuevo Estado.
Las dos dinámicas no solo son complementarias sino que son
interdependientes. No se puede construir a mediano y largo plazo si
no hay un gobierno capaz de seguir ganando elecciones y tomando
iniciativas políticas que generan condiciones favorables a la organización popular.
No se puede mantener en el tiempo una dinámica de gobierno
con iniciativa política transformadora si no se va construyendo un
sustento de organización popular que garantice la generación de
cuadros militantes y una base popular organizada, un poder popular
efectivo, que garantice la continuidad a mediano y largo plazo. El
sacrificio del comandante Chávez, que se inmoló en la tarea de
gobernar, debe ser un fuerte llamado de atención al respecto.
Es fácil acordar teóricamente con esta complementariedad, pero
no es fácil asumir sus consecuencias, que empiezan por advertir las
limitaciones de cada dinámica si se asumen como forma excluyente
de hacer política.
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Las prioridades del Gobierno
Quienes no participamos en la gestión ni tenemos información
de los debates planteados en el Gobierno Bolivariano, carecemos de
elementos de análisis fundamentales para aportar sobre el tema.
Apenas podemos dar trazos gruesos a partir de las opiniones
que recogemos en nuestro trabajo de formación.
En primer lugar advertimos que a la Revolución Bolivariana no
le falta un rumbo estratégico. Ese rumbo fue fijado por Chávez en sus
últimas intervenciones, Plan de la Patria, Golpe de Timón, que son
expresión de su mayor lucidez política.
En Venezuela es políticamente correcto (porque lo dijo Chávez)
hablar de soberanía alimentaria, ecosocialismo, desarrollo endógeno,
feminismo, protagonismo popular, espíritu de las comunas, poder
popular, poder comunal, nueva geopolítica internacional, antiimperialismo y socialismo.
Gobernar supone poner en práctica ese rumbo estratégico,
advirtiendo que aún mejorando muchísimo a lo largo de catorce años,
todavía hay una distancia importante entre las políticas planteadas
y quienes ejecutan esas políticas. Esa distancia suele resolverse
emparejando hacia abajo, es decir rebajando los dichos de Chávez
a lo que realmente son capaces de asumir quienes deben trabajar en
esa dirección.
Podíamos sintetizar que las mediaciones empobrecen a Chávez
y que debe ser prioridad del Gobierno generar condiciones que
permitan reducir la distancia entre el pueblo organizado y el alto
Gobierno.
En ese sentido el impulso a la construcción de las comunas,
la facilitación de trámites de inscripción, el apoyo a proyectos que
favorezcan su desarrollo, son tareas prioritarias.
En lo coyuntural, gobernar significa también defenderse de las
actividades de desestabilización de la derecha local y el Imperio.
Cuando en el mes de agosto y septiembre preguntábamos en los
barrios quién era el político más popular después de Maduro, había
una amplia coincidencia en que era Eduardo Samán. Lo que estaba
indicando esa percepción era el reclamo por políticas de mano dura
contra la corrupción y la guerra económica. El Gobierno, interpretando ese reclamo, ha sido capaz de revertir una hiperinflación
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inducida, pero además una situación política que podía haber tenido
consecuencias en las elecciones municipales del 8D.
Por convicción, por necesidad, (o por susto), el Gobierno
recuperó como eje central de su análisis y de su política la cuestión
de la lucha de clases, corriendo del debate político su apelación a
aspectos emocionales y “la debida fidelidad que le debía el pueblo a la
memoria del comandante Chávez”. En consecuencia, el enemigo dejó
de ser el pueblo ingrato y apático y volvió a ser el capitalismo.
Sintetizando, creo que gobernar significa seguir aportando a
polarizar.
Por último, creo que gobernar significa crear una red de seguridad
que permita garantizar condiciones de vida y de trabajo dignas, frente
a las acechanzas de un Imperio que va utilizar todos los medios a su
alcance para crear descontento popular y desestabilizar. La dependencia
del país de alimentos y manufacturas importados, el control que
tiene la burguesía de las importaciones y las redes de distribución, el
desangre económico provocado por el contrabando, los desbalances
económicos que produce el combustible subsidiado a precios ridículos,
la hegemonía mediática que aún mantiene la burguesía, son problemas
a atender urgentemente. Seguro hay muchos más.
No solo es importante resolver esos problemas, sino cómo se
resuelven. Qué aporte de protagonismo y de empoderamiento
popular hay en cada proceso de resolución.
La Revolución Bolivariana no tuvo un largo proceso de lucha
armada como tuvo Cuba, que permitió formar a fuego a cientos
de miles de militantes y acumular reservas de conciencia que le
permitieron afrontar años durísimos como los del período especial.
Venezuela no está libre de esas situaciones de emergencia que solo
podrán ser enfrentadas si en los años previos el protagonismo
popular reemplazó al paternalismo estatal.
Las limitaciones de gobernar
Quienes gobiernan tienden a reducir la política a lo que son
capaces de comprender y vivenciar, sin advertir que su propia
actividad genera microclimas que oscurecen los diagnósticos
políticos y los expone a cometer errores graves.
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La dinámica de gobierno, que promueve múltiples actividades
donde se convoca al acompañamiento popular y que debe atender de
apuro coyunturas cambiantes y problemáticas muy diversas, plantea
una agenda que no contempla los tiempos requeridos ni los procesos
de conciencia que requiere una organización popular.
Es una dinámica desorganizadora de las bases populares y que
promueve la actividad de operadores políticos sin base propia o que
no superan el plano de la agitación política.
La dinámica de gobernar el viejo Estado promueve la disputa
de familias políticas que asumen la gestión contemplando más la
ocupación de espacios y cuotas de poder por sus propios miembros
que por funcionarios capaces de utilizar los recursos del viejo Estado
para hacer la mejor gestión y contribuir a empoderar al pueblo.
Las prioridades de construir
Advierto tres ejes fundamentales para abordar un proceso de
construcción a mediano y largo plazo:
La construcción del espíritu comunal y las comunas, la juventud
y la economía social.
El aporte a estas construcciones no puede ser improvisado
o aleatorio. Debe ser asumido con la responsabilidad que merece.
Impone la construcción de equipos permanentes, de reconocida
competencia y disposición a desarticularse del torbellino de
gobernar, pero también de la propensión a figurar y picotear en todos
los temas, sin conocer profundamente ninguno.
El aporte a estos tres temas supone seriedad y reflexión política,
no para construir élites brillantes sino para fortalecer procesos de
empoderamiento efectivo que permitan ampliar y reproducir las
mejores praxis.
Construir significa promover una revolución cultural desde
las bases que genere nuevos valores y nuevos liderazgos acordes
con las propuestas estratégicas de la Revolución Bolivariana y la
construcción de un nuevo Estado. Ese nuevo Estado no puede estar
asentado en el resentimiento o la envidia de clase, sino en un poder
de naturaleza distinta, emancipadora.
En esa revolución cultural, una formación basada en la
construcción colectiva del conocimiento es un aporte fundamental.
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Así como en el capitalismo el trabajo es la única mercancía que crea
valor, la formación permite fortalecer conciencias y sumar brazos
a las múltiples tareas militantes. Solo desde una percepción inmediatista se la puede caracterizar como una tarea menor, o poco
productiva.
El desarrollo de una amplia organización popular autónoma
y autogestionaria que respete tiempos y procesos de conciencia,
garantizará que la revolución no se agote o se burocratice.
No hay comunas, ni organizaciones juveniles, ni economía social,
sin grupos humanos conscientes y organizados desde los nuevos
valores socialistas. No hay poder comunal si la burocracia estatal es
reemplazada por el localismo, el caudillismo o el corporativismo.
Las limitaciones de construir
Quienes construyen a mediano y lago plazo tienden a reducir
la política a todo aquello que tiene sus propios tiempos y respeta
los procesos de conciencia y empoderamiento popular. Esta mirada
puede conducir a una concepción encapsulada de la política, sin
advertir que en algunas oportunidades (no siempre), de la atención
de las urgencias coyunturales depende la continuidad del proceso
revolucionario.
La necesaria desarticulación de la dinámica de gobierno que
impone la decisión de construir con solidez a mediano y largo
plazo, puede rebajarse a una relación oportunista con el Gobierno,
que reduce su vinculación a obtener recursos o espacios de poder
que beneficien el crecimiento del movimiento, o la referencia de
algunos dirigentes, aún a costa de no hacer aporte alguno y aislar
a los funcionarios con vocación revolucionaria. Quienes asumen
esa desviación en nombre del poder popular (su pedazo de poder
popular) remplazan el aporte solidario y la natural comprensión a la
que obliga la realidad de dinámicas diferentes, por una vinculación de
chantaje y apropiación de recursos del Estado desde una perspectiva
sectaria.
Discutir política
La mirada crítica sobre las percepciones de la transición que
no respetan el equilibrio entre gobernar y construir, puede complementarse afirmando que las peores versiones de las dos dinámicas
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comparten la confusión de suponer que el avance revolucionario se
mide por el crecimiento de su familia política, o de su movimiento
popular y no por la defensa del Proceso Bolivariano y el crecimiento
de la conciencia y organización del conjunto del pueblo trabajador.
Se confunde lo que es bueno para el pueblo con lo que engorda a
la familia política o al movimiento social.
El activismo sin reflexión y las prácticas con anteojeras dentro
de parcialidades que simulan ser el todo, facilitan estas confusiones.
La abnegación con que se asumen compromisos en esas dinámicas,
no disculpa el error de descartar aportes que pueden ser cualitativos
porque provienen de otras miradas.
Discutir política, poder escuchar (y comprender) al otro que
milita desde una perspectiva diferente, parece ser el mejor antídoto
para no equivocarse.
Caracas, enero de 2014
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Manual para destruir a
Venezuela
1. Realizar una feroz campaña de demonización internacional
presentando a Venezuela como una dictadura donde se violan los
derechos humanos y se encarcela y tortura a los opositores.
2. Mantener encendidas las guarimbas y actos terroristas
selectivos que aprisionen al Gobierno en la atención de la coyuntura
y la seguridad nacional, paralizando los gobiernos de calle y la
atención de cuestiones estratégicas de producción, obras estratégicas, políticas de salud y educación.
3. Provocar a la guardia nacional, a los colectivos más duros,
causándoles muertos, promoviendo una reacción violenta.
4. Infiltrar a las fuerzas armadas, generando dudas sobre la
idoneidad y honestidad de sus principales comandos y el presidente
Maduro.
5. Promover la desconfianza en el pueblo, alertar al funcionariado sobre los peligros de la autorganización popular reforzando
el control y el tutelaje, por motivos de orden patriótico y de seguridad.
6. Incentivar el chauvinismo y la xenofobia contra todos aquellos
que no son venezolanos.
7. Disputar el legado de Chávez, promoviendo la producción
teórica de sus primeros años, y relativizando sus últimos aportes.
Promover la despolarización de la política.
8. Promover la desmoralización y la apatía en los barrios
populares, acentuando la escasez y el alza de precios.
9. Alertar sobre el destino escrito de una derrota segura de la
Revolución Bolivariana, por no haber considerado “nuestros aportes
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teóricos” y “nuestras advertencias” de algunos intelectuales. Hago
referencia a intelectuales de derecha y algunos de izquierda.
10. Desarrollar una política de fronteras debilitando la
hegemonía del Proceso Bolivariano en distritos linderos con
Colombia, destruyendo las redes productivas, promoviendo el
contrabando como ocupación principal de la población, generando
nuevas redes de subsistencia ligadas al paramilitarismo.
Ocho propuestas para enfrentar la crisis
1- Enfrentar las políticas de demonización y aislamiento con
una campaña de solidaridad internacional en defensa del pueblo
bolivariano. La izquierda y la intelectualidad progresista latinoamericana y mundial deben asumir el compromiso de decir “Somos
todos Venezuela” sin oportunismos, ni cálculos mezquinos.
2- No paralizarnos en la coyuntura, no dejarnos amarrar
al presente inmediato. Tenemos que seguir discutiendo, organizándonos, movilizándonos, formándonos y produciendo. En la
coyuntura debemos apoyar a la conducción política y trabajar para
ampliar las bases de sustentación del proceso revolucionario a
mediano y largo plazo.
3- Mantener la disciplina interna. No caer en las provocaciones
que intentan masificar el enfrentamiento para dar pie a una intervención externa. Promover la investigación en búsqueda de la verdad
y la aplicación de castigos ejemplificadores para los promotores de
los planes desestabilizadores y las acciones terroristas.
4- Apoyar al presidente Maduro y la conducción política que en
el trazo grueso viene acertando para enfrentar los planes de desestabilización.
5- Reforzar la confianza en un pueblo que ha demostrado
largamente su capacidad derrotando el golpe de Estado de 2002 y
actuando con madurez en los últimos tiempos. No permitir que
funcionarios incapaces o temerosos de perder sus pequeños poderes
utilicen la coyuntura para avanzar sobre la autorganización popular.
6- Promover el internacionalismo y la unidad de los pueblos
nuestroamericanos, reforzando la idea de que nuestro proyecto es
la Patria Grande Socialista. Enfrentar los prejuicios xenófobos que
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promueve la derecha y encuentran eco en funcionarios mediocres y
burocráticos.
7- Reivindicar el legado completo de Chávez, reconociendo un
proceso de autoformación política ligada íntimamente al proceso
popular y a las coyunturas políticas que debió enfrentar.
Ese proceso político ascendente del Comandante y del pueblo
bolivariano permite identificar al último Chávez como a aquel líder
político que ha llegado a su mejor momento de producción teórica
y lucidez política. Esto se expresa en sus últimos escritos sobre el
socialismo del siglo XXI y en sus intervenciones como la del Golpe
de Timón, que merecen la más alta valoración en su producción
política.
8- Promover la autoestima, la autorganización y la autogestión
desde las bases. Privilegiar el desarrollo de las relaciones horizontales
entre miembros de una comunidad, entre consejos comunales y entre
comunas. Desarrollar y fortalecer el poder popular y la construcción
de una nueva institucionalidad que vaya despojando de facultades al
viejo Estado.
Caracas, febrero 2013
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La novia ausente
En Venezuela pasó lo mismo que una vez sucedió en mi pueblo.
Estaban presentes el novio, los padrinos, el cura, los anillos, el
traje de la novia, la iglesia y los arreglos florales, los invitados para
la ceremonia religiosa, la comida preparada para los familiares y
amigos más cercanos en un restaurante. Y además una habitación
reservada en el hotel para que los contrayentes pasaran la primera
noche de su luna de miel.
Faltó la novia.
Tampoco se pedía mucho. Ni que fuera muy joven, ni que fuera
muy linda. Pero tenía que ser mujer. Lo del matrimonio igualitario
vino después.
Al golpe preparado en Venezuela le faltó pueblo.
Y como ocurrió con el casamiento frustrado de mi pueblo, los
celestinos terminaron cocinados en su propia salsa.
Por suerte, la política es mucho más que una conspiración.
Por suerte, los pueblos son mucho más que panza y compulsión
consumista.
Faltó la novia y volvieron desde el fondo de la historia palabras
muy antiguas: conciencia, clase obrera, lucha de clases, sentimiento
patriótico, odio al gringo saqueador, defensa de la vida, amor.
La desaparición de la novia ha generado múltiples excusas de
los parientes de la novia. Inventan cuentos disparatados de que a la
pobre chica la encadenaron para que no pudiera concurrir a la cita, o
que estaba indispuesta, o que un súbito ataque de pánico…
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H. Guillermo Cieza
Las tías viejas del norte están furiosas y gritan que el casamiento
igual se hace. Aunque haya que emplear la fuerza…
Pero la novia no lo quiere al fulano, esa es la verdad verdadera. Y
anda por otras plazas donde florecen la dignidad y la vida.
Caracas, febrero de 2014
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Después del fuego
Cuando se empiezan a apagar los últimos fuegos del intento
de golpe de Estado de febrero de 2014, y sectores de la derecha
pretenden deslindarse de los violentos, me parece necesario hacer
algunas reflexiones.
I
Será fácil acordar que este intento golpista encontró a un pueblo
más consciente e informado, un Gobierno más experimentado y una
mayor unidad de las fuerzas armadas que las que encontró el golpe
de abril de 2002.
No vamos a decir nada original si advertimos que la derecha
venezolana tiene una fuerte vocación golpista. Lo ha vuelto a demostrar
en los últimos días acompañando la bomba insurreccional que
intentaron detonar Leopoldo López y sus seguidores, o manteniendo
un silencio cómplice frente a la declarada intención de romper el orden
constitucional y echar al presidente Maduro.
Tampoco resultará novedoso insistir en lo que dijimos desde el
principio y ahora la propia derecha reconoce, “que a este golpe le faltó
pueblo”. No pudo propagarse en las grandes barriadas populares, en
lugares simbólicos como Petare o Catia. Y no es difícil darse cuenta de
que no se puede incendiar un país o crear un imaginario insurreccional,
si la revuelta se limita al residencial Chacao, las áreas ricas de Valencia
o las zonas más pudientes de Táchira y Mérida.
Finalmente vuelve a demostrarse que los crecimientos cuantitativos favorables al pueblo no reproducen mecánicamente
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H. Guillermo Cieza
conciencia revolucionaria, ni aseguran que sean capitalizados exclusivamente por los intereses populares.
En ese sentido puede advertirse que así como la duplicación del
consumo favoreció también a la burguesía que estaba en mejores
condiciones para aprovechar la expansión de la demanda, los datos
que hoy nos enorgullecen, como los crecimientos cuantitativos en el
acceso a Internet, pueden ser aprovechados por núcleos políticos de
derecha, con una estrategia clara y capacidad de manipulación de las
redes sociales.
II
El retroceso de la derecha golpista es táctico. La conducción de
grupos ideologizados que confundieron sus propios microclimas con
la realidad del país ha demostrado su fracaso, pero esto no significa
que la derecha haya renunciado al camino golpista. Otros pueden
volver a intentar ese camino, aprendiendo de las lecciones de febrero
de 2014.
El Proceso Bolivariano, demostrando una gran fortaleza política,
ha conseguido aislar y derrotar a los golpistas, pero no debe caer en el
triunfalismo y dejar de realizar un profundo análisis de lo sucedido.
A la conclusión obvia de que es estratégico garantizar el control
territorial de los grandes centros urbanos, de las grandes barriadas
populares, debemos sumar la preocupación por lo sucedido en zonas
de frontera, en particular en Táchira.
Allí la contrarrevolución tiene capacidad de afirmarse y resistir
porque tiene espaldas. Y esa espalda es Colombia. Desde hace
años, movimientos sociales han venido denunciando la infiltración
de paramilitares en un territorio vulnerable, con gran influencia
mediática de los medios colombianos de derecha, con mafias organizadas para el gran contrabando, que se mueven a sus anchas en
regiones con muchas familias binacionales, y donde el contrabando
hormiga es una práctica habitual, cultural y muchas veces solidaria.
La presencia de la FANB en los territorios de frontera puede
aportar un mayor control, pero no reemplaza a la organización popular.
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III
Cuando Chávez propuso en su conocido Golpe de Timón la
consigna “comunas o nada”, estaba planteando un cambio de etapa
en la Revolución Bolivariana, advirtiendo que los crecimientos cuantitativos, que se miden en índices y obras, ya no son suficientes para
avanzar en el camino hacia el socialismo.
Está claro que no se puede traducir en el corto plazo la cantidad
en calidad. En este sentido, es necesaria una priorización estratégica.
Chávez nos llamó la atención sobre lo cualitativo y planteó
priorizar la construcción de las comunas y desarrollar el espíritu
comunal, una nueva cultura política revolucionaria que, desde las
bases, prefigure la nueva sociedad.
La guerra económica y el intento golpista de febrero de 2014,
suman nuevas prioridades:
1. El Gobierno y las fuerzas populares deben garantizar una
estructura básica de atención de demandas de salud, transporte,
alimentos más requeridos (como la harina de maíz, aceite, leche),
electricidad, combustibles y seguridad. El punto flojo de esa
estructura parecen ser los insumos de salud y los alimentos. Hay
que construir una red sin intervención de la burguesía, que permita
garantizar el abastecimiento del pueblo, aún en condiciones de
boicoteo prolongado.
2. Hay que promover políticas que saquen a las zonas de frontera
de su situación de vulnerabilidad. Esas políticas deben comenzar
por combatir el cáncer del gran contrabando, pero además generar
una actividad económica que incorpore a las poblaciones de
frontera, garantizando un abastecimiento suficiente y controlado
de alimentos y comestibles, un aporte formativo y comunicacional y
una inteligencia social. Esas políticas deben sustentarse en un sólido
cordón de comunas en zonas de frontera, que impida el control
territorial por parte de grupos paramilitares.
3. Si la cuestión económica parece ser el talón de Aquiles de este
proceso, hay que prestar particular atención al abastecimiento y a los
precios de los alimentos, cuyos aumentos golpean el bolsillo popular.
En el tema de los alimentos, la cuestión más grave no es la producción,
que ha crecido en los últimos años, sino que resulta fundamental el
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control del contrabando y las redes de distribución. El Estado debe
afrontar la tarea de controlar el gran contrabando, pero además
debe invertir en el desarrollo de una red ferroviaria (transporte de
carga y pasajeros) que fortalezca el control estatal de la distribución
de alimentos, que acerque a productores y consumidores y que,
aportando al crecimiento de poblaciones alrededor de las estaciones
ferroviarias, favorezca la descentralización poblacional de Caracas y
otros grandes centros urbanos.
4. El papel desempeñado por los trabajadores organizados durante el
intento golpista, nos impone reflexionar sobre la necesidad de fortalecer
su formación y su organización gremial y política.
Fueron ellos quienes con decisión, disciplina y organización
marcharon en los días más duros. Me refiero a la movilización de los
trabajadores de Pdvsa, a la realizada en Puerto Ordaz, estado Bolívar,
por trabajadores industriales y de la construcción
Fueron ellos quienes mantuvieron servicios esenciales en
condiciones muy precarias, bajo amenazas y agresiones, tal como
lo hicieron los trabajadores de Metrobús, eléctricos, Cantv y los
motorizados.
Fueron ellos quienes hicieron fracasar estruendosamente las
convocatorias a paros generales.
5. La revolución debe acompañar su discurso para aislar a los
violentos, con un diagnóstico preciso de lo ocurrido en el movimiento
estudiantil. Debe advertirse que la derecha ha sido capaz de instalar
el huevo de la serpiente en un sector dinámico y sensible de la
sociedad. Me parece un exceso caracterizar como fascistas a todos
los que se movilizaron, pero no es menos cierto que la ultraderecha
ha sido capaz de aglutinarlos y capitalizar sus reclamos.
La izquierda estudiantil ha mostrado muchos jefes, muchos
aspirantes a funcionarios, pero poca masa organizada. La revolución
debe revisar sus políticas hacia el sector estudiantil, debe construir
un liderazgo convocando la inteligencia, la creatividad y la rebeldía.
IV
Si correspondía no entrar en pánico por el intento golpista
encabezado por Leopoldo López y sus secuaces de la derecha colombiana,
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corresponde también preocuparnos hacia el futuro, cuando la intentona
golpista quede en manos más expertas.
Gobiernos como el de Estados Unidos o el Parlamento europeo
y las grandes cadenas mediáticas, que han sido capaces de apoyar
acciones lideradas por grupos fascistas y de embanderarse con grupos
violentos sin más propuestas que derribar el orden constitucional,
han demostrado no tener límites para atacar al Proceso Bolivariano.
Los apoyos externos para las aventuras golpistas permanecen
intactos, y si el Gobierno ha salido internamente fortalecido, no es
menos cierto que esta aventura golpista ha contribuido a dañar la
imagen internacional del país, y que grupos desestabilizadores que
han acumulado experiencia no están totalmente desarticulados.
V
El Gobierno debe estar pendiente de nuevos intentos, pero no
puede limitar su agenda a contrarrestar las intentonas golpistas.
El intento de una ruptura institucional hoy es la principal
amenaza de la Revolución Bolivariana, pero no es la única.
No van a faltar quienes, desde adentro y desde afuera, intenten
aconsejar que “si el Gobierno no fuera tan radical tendría menos
problemas”.
El carnaval ha traído agua y alegría para apagar los fuegos y el
odio de las guarimbas, pero también algunas máscaras que son de
temer. La derecha se disfraza de “yo no fui”, y hasta se anima a dar
consejos para desmovilizar al chavismo organizado.
Aquí vuelve a plantearse la cuestión de combinar una política
que contemple atender cuestiones coyunturales y de supervivencia
del proyecto bolivariano, con otra política que vaya consolidando
reaseguros estratégicos.
Que la atención a lo urgente no nos consuma las fuerzas para
atender lo importante, es una preocupación de estos tiempos, y me
animo a suponer, fue la última preocupación del Comandante Chávez.
No basta gritar que no volverán. Se trata de pensar estratégicamente, para seguir avanzando en la soledad que acompaña
a las vanguardias, esquivando los últimos zarpazos del imperio
moribundo, por los caminos desconocidos del socialismo.
Caracas, febrero de 2014
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La soledad
El imperialismo existe y sigue jugando en el tablero mundial. No
es una fantasía. Quizás esta sea la mejor conclusión de lo ocurrido
durante el último mes en Venezuela. Con un pequeño grupo de estudiantes con el liderazgo de un partido de ultraderecha, minoritario
dentro de la oposición; con dinero para reclutar guarimberos y
francotiradores, con actos de violencia y terroristas localizados en
barrios de clase media y media alta, se pretendió dar un golpe de
Estado. Y Estados Unidos no solo lo apoya y lo financia, sino que
pone a disposición toda su artillería de guerra de cuarta generación
intentando desestabilizar el país.
Esa artillería de guerra comunicacional puede hacer creer que
en un país donde el 91% de sus habitantes rechaza las guarimbas y los
actos de terrorismo, quienes participan en estos actos son apóstoles
de la libertad y la democracia y cuentan con apoyo de la sociedad.
Hoy sabemos que hay ochenta y dos periódicos latinoamericanos,
integrantes de la SIP, que han acordado sacar una página diaria para
atacar a Venezuela, demostrando que allí hay una guerra civil.
Alguna vez desde la izquierda argentina se han cuestionado
las alianzas tejidas por Chávez que entre otras cosas permitieron
rechazar el ALCA, construir la Unasur y la Celac. El razonamiento
que sustenta esta críticas es que quien hace acuerdos diplomáticos
con gobiernos neodesarrollistas como el de Brasil, Argentina y
Uruguay, o quien se atreve a compartir espacios con gobiernos como
el de Perú o Colombia, seguramente comparte una orientación
capitalista.
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H. Guillermo Cieza
Cuando suceden hechos como los de Venezuela en el último mes,
podemos advertir que, por suerte, algunos de nuestros izquierdistas
no han llegado al gobierno.
Sin lugar a dudas la votación en la OEA, y la decisión de Unasur
han sido muy útiles para dificultar los planes yanquis.
La construcción de anillos de alianzas, uno más cercano, el
ALBA, otro intermedio, el Mercosur, otro más amplio, Unasur y
otro más difuso, Celac; más toda la política internacional de alianzas
con China, Rusia e Irán, constituye una extraordinaria ingeniería
defensiva que por el momento ha impedido una intervención
extranjera.
Detrás de esa concepción geopolítica existe un largo aprendizaje
que es parte de nuestra historia nuestroamericana. El país sudamericano más progresista y avanzado del siglo XIX, Paraguay, supuso
que el aislamiento era una garantía para la supervivencia y pagó su
ingenuidad con la destrucción de su proyecto y una masacre que le
costó las 4/5 partes de su población masculina.
Simon Bolívar advirtió con mucha lucidez que el único destino
posible de América estaba en su capacidad de unirse.
El socialismo es un sistema mundial. No es posible construir
el socialismo en un solo país. Esta sentencia, por vieja, no es menos
vigente.
En buena parte el drama de Venezuela, es el drama de su soledad.
¿Cómo avanzar en un proyecto socialista cuando al repasar los apoyos
que comparten esa orientación, debe limitarse a Cuba y a Bolivia?
¿Como avanzar, cuando incluso hay una parte de la militancia
socialista del continente, que no solo desecha el apoyo a la experiencia
de esa orientación más avanzada en América del Sur, sino que seguramente festejarían íntimamente su fracaso, porque demostraría que
ellos tienen razón?
Quien ha leído con atención el Diario del Che, puede percibir
cómo a lo largo de sus páginas, su autor va percibiendo la construcción
de un cerco que se propone aislarlos y hacer fracasar su epopeya. El
cerco sobre Venezuela está construido por los mismos intereses que
liquidaron al Che. Cuando el Che fue asesinado se extendió el dolor
de los pueblos, pero también es cierto que una parte de la izquierda
festejó íntimamente su caída. Ellos caracterizaban al Che como
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un hombre peligroso, un rebelde que no cumplía las normas del
“pensamiento científico” para hacer una revolución. El Proceso Bolivariano ha puesto algunas verdades sobre la mesa. “Nuestra patria es
América”. Si la patria americana no es socialista, o está en proceso de
serlo, no es una responsabilidad de Venezuela, sino de lo que hemos
hecho o dejado de hacer los militantes con vocación revolucionaria.
El Gobierno venezolano, por cuestiones de supervivencia, ha
tejido alianzas con gobiernos que distan mucho de ser revolucionarios.
Ahora acaba de festejar la asunción de Michel Bachelet al Gobierno,
quien seguramente jugará en el plano internacional un papel menos
lastimoso que el que jugaba Piñera.
Pero el ejemplo de Venezuela no nos está diciendo que
construyamos gobiernos como el de Bachelet, el de Cristina o el
de Dilma. Nos está diciendo, en palabras de Chávez: “Si queremos
patria, debe ser socialista”.
Carabobo, marzo de 2014
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La sociedad de los mil bolos
Me levanté temprano porque quería tomar un bus en el Terminal
de Oriente rumbo a Maturín.
Para llegar al metro caminé bordeando el urbanismo de
Bellas Artes. Los negocios estaban cerrados pero no pude dejar
de acordarme del barbero que instalado en uno de los negocios
del urbanismo, me cortó el cabello la semana pasada. En ese lugar
aprendí que en Venezuela a quien corta el cabello a los hombres se lo
llama barbero y a quien lo hace a las mujeres se lo llama peluquera/o.
La barbería-peluquería donde solicité el servicio es un negocio de
pobres pero floreciente. El corte de cabello me costó cien bolívares, y
el barbero me comentó que hace alrededor de quince cortes diarios.
“A veces mas”.
Saqué la cuenta y me dio mil quinientos bolos diarios de ingreso
bruto. Multiplicado por veinte días de trabajo son treinta mil
bolívares. Después habrá que descontar los gastos que, al menos en
mi persona, no superaron el agua y un gel que apaciguó por un rato
mis pocos pelos.
En la estación Petare me negué a pagar por un taxi ciento
cincuenta bolos para que me transportara al Terminal de Oriente y
opté por una mototaxi que me condujo a mi destino por la módica
suma de sesenta bolívares.
—¿Hace muchos viajes por día? –le pregunté.
No me contestó enseguida, pero después me reconoció que
“entre quince y veinte”. Y a veces más. Supongo que me cobró la tarifa
mínima, porque a la vuelta me quisieron cobrar por el mismo viaje
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H. Guillermo Cieza
cien bolívares y arreglamos por ochenta. Todas las cuentas me dan
un ingreso del motorizado de alrededor de mil doscientos bolívares
por día.
En el Terminal de Oriente el vendedor de café cobra cinco bolos
el café chico y diez el grande. Estuve observando y la mayoría prefiere
el grande. En media hora vendió diez cafés... Sin hacer muchos
números lo pasé a la lista de los mil bolos diarios.
En Maturín tomé un taxi que me llevó del terminal a plaza
Bolívar. Me cobraron por la carrera, o el viaje como decimos en la
Argentina, ochenta bolos, el mínimo.
Hablando con el taxista me comentaba que hacía siempre más
de mil bolívares diarios, Casi siempre, mil quinientos. Ayer había
hecho mil novecientos. Pero, claro, el hombre tenía sus gastos. Un
tanque de nafta que le costaba tres bolívares y un caucho le costaba
tres mil bolívares. En el viaje de regreso de Maturín, un poco
aburrido, me puse hacer la cuenta. Suponiendo que el taxi haga
doscientos kilómetros diarios, necesita trescientos días o diez meses
para consumir un caucho. Si cuatro cauchos les cuestan doce mil
bolívares, está gastando mil doscientos bolívares por mes en cauchos,
más otros cien bolívares de la gasolina. Seguro hay otros repuestos,
pero ninguna cuenta me daba que ese hombre pudiera ganar menos
de mil doscientos bolívares diarios.
Ya un poco obsesionado por el tema, me acordé de aquel vendedor
de cachapas con queso de la estación La Hoyada, que eran muy ricas
y muy baratas, apenas veinte bolívares. Ese hombre me aseguró que
vendía ciento cincuenta cachapas por día. También me acordé del
humilde motorizado que iba a comprar cachamas a una laguna de
Táchira y las cargaba en una bolsa. Las compraba a sesenta y cinco
y las revendía entre ochenta y cien bolos el kilo, en un puesto sobre
la ruta. Cargaba las cachamas en bolsas de entre sesenta y setenta
kilos. Yo vi cuando las pesaba. “En la ruta esto se vende mucho”, me
comentó. Para el mediodía ya las había vendido todas y ganado sus
mil bolos.
Podía poner decenas de ejemplos más, pero todos conducen a
lo mismo. En Venezuela hay una amplia variedad de trabajadores
informales que ganan alrededor de mil bolos diarios y esto tiene
un peso significativo en la economía y en la posibilidad de que la
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mano de obra se dirija a trabajos productivos. ¿Cuánto hay que pagar
en una fábrica para que resulte atractivo cumplir turnos laborales,
a veces rotativos y la férrea disciplina que impone la producción
industrial? ¿Quién querrá regresar al campo para producir de sol a
sol, advirtiendo que la mayor porción de su trabajo se la llevan los
intermediarios?
¿Cómo no reconocer que en un país donde se dice que una
familia de clase media baja vive con dos salarios mínimos, alrededor
de siete mil bolívares, son muy pocos los empleados del Estado que
llegan a cobrar ese dinero?
El chavismo ha dado un impulso formidable a la lucha contra la
desigualdad social, pero ha tenido enormes dificultades para cambiar
la matriz rentista de la economía, reorientarla hacia una producción
que garantice autoabastecimiento y soberanía.
La sociedad de los mil bolívares representa un colchón político
muy fuerte contra las políticas guarimberas de desestabilización,
pero no tiene futuro como modelo económico.
La discusión entre más estatismo o más economía comunal
autogestionada está condimentada por la comprobación de que el
peso de la economía estatal sigue siendo muy fuerte, que casi todas
las empresas manejadas por el Estado son deficitarias, con excepción
de Pdvsa (lo que no quiere decir que sea eficiente), que los intentos
de generar empresas sociales productivas están en pañales y que hay
una larga sucesión de fracasos en ese sentido.
Sin embargo, y como dice un amigo comunero, “si vamos a
hacer experimentos que nos puedan hacer malgastar el dinero, es
preferible hacerlos con el pueblo y no con las burocracias. El pueblo
puede aprender y mejorar, las burocracias no”.
En una economía direccionada hacia la soberanía corresponderá
al Estado hacer grandes obras que contribuyan a articular un proyecto
productivo como son las redes ferroviarias, pero corresponde al
pueblo desarrollar una economía productiva y a los trabajadores
garantizar el funcionamiento y control de las empresas estatales.
El pueblo que se organiza territorialmente para producir desde
una perspectiva socialista debe luchar contra el acostumbramiento
a formas capitalistas de organización laboral (aprender a trabajar
sin patrón) o la falta de cultura de trabajo. Los trabajadores de las
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grandes empresas estatales se enfrentan al desafío de superar el
corporativismo y de avanzar en el control obrero con una perspectiva
revolucionaria.
Los corredores comunales con una base popular organizada se
plantean como emprendimientos productivos de cierta escala que
pueden ser rentables y empezar a incidir en el punto más débil de la
economía bolivariana que es el autoabastecimiento de alimentos en
el plano de la producción, la distribución y la comercialización. La
articulación de esos corredores comunales con las empresas estratégicas puede fortalecer un entramado productivo que siente las
bases de una nueva economía popular.
En todo ese proceso, la formación política apostando a fortalecer
los cambios culturales y de conciencia política de los de abajo en los
últimos quince años debe hacer un humilde pero necesario aporte.
Esta tarde al regresar del acto de los empleados públicos, muy
cerca de Puente Llaguno, no pude resistir la tentación de comerme
un quesillo. En mi país le decimos flan. Me costó doce bolos y estaba
riquísimo. El hombre me dijo que vende veinte ruedas de quesillo por
día y que de cada rueda saca veinte porciones como la que me vendió.
Me dijo que ganaba mil bolos por día, pero según mis cuentas
gana un poco mas.
Caracas, mayo de 2014
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Servidores públicos
o trabajadores
El tema de los “servidores públicos o trabajadores”, me ha
venido rondando la cabeza desde hace meses. Después de haber
participado en una pobre movilización de servidores públicos, me
decidí a escribir unas primeras líneas. Con más elementos trataré de
completarlas ahora.
En todos los Estados que vamos visitando nos estamos cruzando
con servidores públicos del Ministerio de las Comunas que nos manifiestan que desde hace meses no están cobrando. Unos desde hace
tres meses, otros desde hace cinco. Casi siempre son “facilitadores”.
Se llama “facilitadores” a trabajadores o trabajadoras que desarrollan
su labor directamente en el terreno, con las comunidades, consejos
comunales y comunas, apoyando el trabajo formativo u organizativo.
Personalmente estas cosas me sorprenden mucho porque en mi
país, si a un trabajador no se le paga, al mes se va del trabajo o monta
un escándalo.
Supongo que la pasividad frente a esa situación de los trabajadores públicos en Venezuela creo tiene que ver con cuestiones
políticas de apoyo al Proceso Bolivariano y el asumirse como
“servidores públicos”. Lo de “servidores públicos”, si bien representa
un avance para bajar del caballo a quienes se creían “funcionarios”
y por lo tanto podían maltratar al público, me parece que devalúa la
condición de trabajador. La condición de alguien que vende su fuerza
de trabajo y tiene derecho a exigir que, al menos, se le pague para que
pueda reponer esa fuerza de trabajo...
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H. Guillermo Cieza
Pero esa situación también tiene sus consecuencias, ya que el
trabajador se siente humillado, desmotivado y quienes tienen mejores
posibilidades o capacidades emigran del empleo público.
Creo que todo el discurso político del Ministerio queda cuestionado cuando se menciona: “Todo muy fino, pero en ese lugar hay
personas a las que no se les paga desde hace meses”.
Conversando sobre las prioridades políticas, acordamos que lo
económico era fundamental. En esas iniciativas, comenzar por casa
me parece necesario. Muchos de esos empleados que no cobran son
la cara del Ministerio, los que hablan todos los días con las comunidades, con el público.
Como ilustración menciono un comentario que me hacía un
compañero que trabaja en el Ministerio: “Trabajo en una oficina
con cuarenta personas y el único militante soy yo. A los demás solo
parece importarles cumplir horario, qué nuevo celular se compran, y
hacer lo menos posible en el trabajo. Están totalmente desmotivados”
A lo mejor exagera, pero si el conjunto de los trabajadores de una
gestión se parece a eso, estamos en problemas.
La alta rotación política de los ministros crea la situación de
que se trabaja con pequeños equipos móviles. Esto es útil en el corto
plazo, en la atención de lo urgente, pero queda comprometido el
mediano y largo plazo.
Y aún en el corto plazo, iniciativas que imponen que toda una
oficina, o todo el Ministerio, trabaje como un puño, quedan comprometidas.
Una rutina de formación política que involucrara a un número
determinado de empleados por un par de horas semanales, insume
tiempo para el que organiza los cursos y para quien tiene que asistir a
los mismos y deja pendientes tareas de su oficina, creo que a mediano
plazo es una inversión de tiempo que vale la pena. Finalmente comento
una experiencia que hicimos en el último taller de Carabobo.
En una Dirección del Ministerio (no tiene importancia cuál es)
se convocó a los servidores públicos para que participaran del taller.
Se anotaron cuatro, fueron tres.
Cómo se desempeñaron esos servidores públicos es una pequeña
pero significativa muestra.
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Crónicas venezolanas
Las condiciones que ofrecíamos para dormir eran amplias
salas de clase de la Universidad de Canoabo, con colchonetas en el
suelo. Algunas salas para hombres y otras para mujeres. Baños para
hombres y para mujeres.
Los tres compañeros, dos hombres y una mujer, eligieron
hospedarse en un humilde hotel, muy cercano donde se desempañaba
el curso.
Al segundo día hubo una epidemia de diarrea que afectó a
quince compañeros del curso. Los médicos del CDI lo atribuyeron
a tomar agua de los grifos (agua de red) o a la ingesta de mangos. En
esa epidemia cayeron dos de los tres servidores públicos.
Al cuarto día, uno de esos compañeros servidores afectados se
retiró del taller. Sin crear problemas.
Al sexto día se retiró otra compañera, que estaba a punto de
ser expulsada (medida excepcional en los campamentos) porque se
dedicó a recorrer los grupos de base y la comunidad diciendo que
el Ministerio gastaba treinta y cinco mil bolívares por persona y se
ofrecían condiciones muy precarias.
El tercer compañero disfrutó mucho del taller y se fue muy
contento con la experiencia.
La referencia no viene a cuenta de hacer acusaciones individuales, sino a llamar la atención sobre lo que estamos hablando.
A lo mejor la muestra es exageradamente negativa y tuvimos mala
suerte con los que se postularon, pero creo que este tipo de experiencias suelen ser más sinceras que los “diagnósticos participativos”.
Para finalizar, comento que en Argentina la negación a reducir el
sujeto revolucionario a los trabajadores formales, fue exagerada cuando
en lugar de ampliar la mirada sobre el sujeto, la pusimos en otro sujeto
acotado, “los piqueteros”. Me da la impresión de que aquí estamos
cayendo en una trampa parecida. La identificación del sujeto comunero
oscurece que hay millones de asalariados formales, entre ellos los trabajadores públicos, que merecen nuestra atención. Es verdad que para
resolver algunos temas como el de los alimentos, la potencialidad de los
comuneros es mucho mayor, pero los problemas son más complejos y
es difícil abordarlos si no se parte de un sujeto plural.
Carabobo, junio de 2014
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David
El gordo que vino de Carabobo pesaba ciento ochenta y nueve
kilos.
Según comentó, vino al taller por equivocación. Le dijeron que
era por tres días y resultaron ser quince.
Por ese equívoco inicial, o por su propia condición, el gordo
hacía rancho aparte.
Se levantaba temprano y desayunaba solo. Un día me dijo
que tenía que levantarse temprano porque a él todo le llevaba más
tiempo. Y tenía razón.
El curso se desarrolló en Las Cocuizas, una hermosa finca
expropiada por la Revolución con buenas comodidades, pero para
el compañero todo era un esfuerzo. Las cortas escaleras se le hacían
interminables, llegar al autobús y acomodarse en los asientos (no le
alcanzaba uno solo) era un trámite prolongado y fatigoso.
Quizás porque tenía miedo de que el gordo se muriera en el
taller, empecé a interesarme especialmente por su persona.
Me enteré de que se llamaba David, que era comunero y que,
como era de suponer, trabajaba de cocinero. O mejor dicho, estaba
cocinando unas hallacas para venderlas en Navidad. Trabajo estable
no tenía. El resto del año se defendía vendiendo productos de
limpieza.
Pese a los malos augurios, el gordo sobrevivió a los quince días.
Cuando se hizo el Taller de la Zona Central, volvió a aparecer el
gordo. Fue esa vez que me dijo que al principio no entendía mucho lo
que estábamos haciendo, pero después se fue entusiasmando.
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H. Guillermo Cieza
Volvió aparecer en el Taller de Falcón y fue casi una estrella,
innovando en la presentación de los grupos con un movimiento de
caderas de indudable connotación sexual.
La última vez que lo vi. Había bajado diez kilos de peso. Le salió
un trabajito para cosechar tomates y tuvo que sudar mucho. Según
me dijo tiene todavía margen para rebajar unos cincuenta kilos más.
Pero puede bajar hasta los ciento treinta, nada más, porque, como me
dijo, “es de tamaño grande”.
Con menos kilos anda más rápido, la ropa le queda floja. Me contó
que al subir a un metro se le cayeron los pantalones. Y le dio pena.
Ahora el gordo se llama definitivamente David. Es uno de los principales animadores de los Talleres de Formación José Carlos Mariátegui,
y del Movimiento Popular de Formación Nuestroamericana, Hugo
Chávez.
Caracas, julio de 2015
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Bombones o caraotas.
El problema de la formación política
1
Quisiera empezar respondiendo una pregunta disparadora que
los organizadores propusieron a los integrantes del panel. ¿Es la
transformación de la conciencia una garantía para la transformación
de la sociedad?
Mi respuesta es que “no”. La transformación de la conciencia
no conduce necesariamente a la transformación de la sociedad.
El problema de una sociedad desmovilizada no se resuelve con
formación política. Pero tengo que agregar también que la sociedad
venezolana no es una sociedad desmovilizada, es una sociedad en
transformación y no trabajar seriamente en formación política en esa
situación me parece un error grave.
El Proceso Bolivariano, como todo proceso revolucionario,
se ha desarrollado y sostenido en el tiempo por sus virtudes y está
amenazado por fuerzas externas que tratan de derrotarlo, pero
también por sus propias limitaciones.
La cuestión de la formación política, o más precisamente, de la
subestimación del papel de la formación política que ejercen altos
funcionarios y dirigentes del Proceso Bolivariano, es una limitación
a la que debemos prestar atención.
Baso mis afirmaciones en la experiencia directa en tareas de
formación realizadas en distintos puntos del país, en mi participación
como vinculado al Ministerio del Poder Popular para las Comunas y
1 Intervención en el panel sobre Formación Política. En el marco de las Jornadas
sobre Formación Política organizadas por el Viceministerio de Formación
del Ministerio para las Comunas-UTAL (Universidad de los Trabajadores de
América Latina).
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en la comparación de esa experiencia con las realizadas en la Argentina
y algunas muy breves intervenciones en otros países del continente.
El Proceso Bolivariano careció de una etapa constitutiva,
formativa, como fueron para la Revolución Cubana más de dos años
de lucha guerrillera en la sierra, con apoyos en las ciudades, y la gran
campaña de alfabetización que volcó a cientos de miles de jóvenes
a recorrer el país. No tuvo tampoco su playa Girón, ni sus misiones
internacionalistas.
Tuvo, sí, sus tiempos heroicos, como fueron la preparación del
movimiento a partir de 1994, la rebelión del 12 de abril de 2002, o la
resistencia al paro petrolero; sin embargo la casi totalidad de la sistematización y la reflexión sobre esa experiencia se limitó a discursos,
reportajes, e intervenciones del propio Chávez. Remedando aquello
de que “la revolución no fue trasmitida”, puede decirse que “la
revolución no fue sistematizada”.
Desde el Gobierno Bolivariano, se desarrollaron importantes
iniciativas educativas como fueron las Misiones Robinson, Ribas
y Sucre, y posteriormente la construcción de la Universidad Bolivariana. Pero desde el punto de vista estrictamente formativo, es
muy poco lo que puede relevarse.
Entre esas escasas experiencias, la más referenciada fue la
iniciativa del Frente Francisco de Miranda, que en sucesivas avanzadas
llevó a cien mil jóvenes a Cuba para formarlos en cursos de tres meses
como asesores comunitarios. También las iniciativas de esa misma
organización mediante la Escuela de Empoderamiento Popular del
Ministerio de las Comunas.
Para los movimientos populares, la formación política no fue una
práctica valorada, con excepción de la Corriente Revolucionaria Bolívar
y Zamora y algunos grupos muy pequeños con desarrollo en el interior.
Para complicar aún más el panorama, han existido en
Venezuela partidos de izquierda tradicional que han acompañado
a regañadientes el Proceso Bolivariano, bastante alejados de las
construcciones más genuinas del movimiento popular y portadores
de un pensamiento que oscila entre el anacronismo, el autonomismo
y un radicalismo de asesoría. Las mejores expresiones de esa
vertiente y proveniente de intelectuales, como las desarrolladas
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desde el Centro Internacional Miranda, no han trascendido de
círculos muy informados.
Resumiendo, me animo a caracterizar que desde el punto de vista
masivo los únicos que le asignaron importancia al tema y tuvieron
una propuesta de alcance nacional son grupos con asesoría cubana,
como el Frente Francisco de Miranda, que abonan a una formación
de tutelaje de la organización popular. Son los únicos grupos que,
con las limitaciones que impone su concepción, formaron escuelas
nacionales y promovieron espacios formativos de masas.
Los movimientos populares, salvo excepciones, se opusieron a
la formación que promovía el tutelaje, pero no propusieron alternativas, o no traspasaron sus propios límites orgánicos.
Sin lugar a dudas, durante muchos años fue el Comandante
Chávez quien cubrió los vacíos de formación, sumando a sus
innegables dotes de conductor y gobernante una probada capacidad
de comunicador y formador. No hay más que repasar sus discursos
o sus “Alo Presidente” para reencontrarse con una variedad de temas
formativos que aportaron a ampliar la mirada popular y la sugerencia
de numerosos autores de gran aporte: Marx, Engels, Lenin, José Carlos
Mariátegui, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Meszaros, etc.
Creo que en la mirada de Chávez sobre la formación política hay
cuestiones que hacen a no haber perdido nunca el recuerdo de sus
propias vivencias y de su condición de clase. Si él, que era “un pata en
el suelo”, pudo abrir su cabeza teniendo acceso a autores excelentes,
al conocimiento de las revoluciones, de la historia de América y de
las luchas de los trabajadores, quiso lo mismo para su pueblo. Por
eso, cuando leía un buen libro o era sorprendido por una reflexión
profunda, lo compartía.
La formación política para Chávez no fue dar al pueblo los
elementos suficientes para que pudiera entenderlo y acompañarlo,
fue la decisión de compartir con sus pares todo lo que tenía y
le iba llegando a sus manos, lo más profundo, lo más inquietante
y sorprendente. En términos formativos, entre la posibilidad de
repartir bombones o caraotas, eligió repartir bombones, porque él
estaba convencido de que el pueblo podría apreciarlos y disfrutarlos.
El meollo de muchas discusiones políticas que tenemos con
funcionarios y dirigentes populares, es que en el fondo ellos creen
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que la formación política se limita a repartir caraotas. Y partiendo de
miradas diferentes, es difícil ponerse de acuerdo.
Desaparecido Chávez, ese trabajo quedó vacante, y no se advierten
vocaciones de reemplazo. Ante algunas críticas descontextualizadas o
exageradas de algunos intelectuales, la respuesta desde el Gobierno
parece ser reivindicar el trabajo militante en oposición a la formación
política y el ejercicio del pensamiento crítico. Desde esa lógica lo único
importante es “hacer”, lo demás es una perdedera de tiempo.
Lo que estos razonamientos no advierten es que ese mismo
trabajo militante que se reivindica se ve limitado por las carencias
de formación política.
En las instituciones los trámites se traban en manos de servidores
públicos desmotivados, en urbanismos (construidos por los Planes
de Vivienda) entregados por la Revolución la oposición crece electoralmente y aumenta la influencia de los pranes (jefes de bandas
delictivas), muchas experiencias productivas fracasan porque los
grupos humanos no llegan a consolidarse, a los consejos comunales
y a las comunas les cuesta vincularse con sus comunidades o
articularse entre sí, porque se anteponen las diferencias individuales
y personalismos a los intereses colectivos.
Es fácil coincidir con que estos problemas son de la revolución,
pero cuesta asumir la relación que tienen estos hechos con la
subestimación de la formación política que se viene ejerciendo desde
el comienzo del Proceso Bolivariano.
En un país donde la conciencia política no se corresponde con la
organización, donde el pueblo acompaña y reacciona en momentos
límites, pero no ejerce un protagonismo permanente, la formación
política es un aporte indispensable.
Identificar la formación política con algunas versiones
deformadas de esa práctica, suponer que militancia y compromiso
efectivo no son tributarios de un desarrollo formativo coherente,
constituyen graves equivocaciones.
Si esto es así, cabe preguntarse quiénes son los responsables de
que no se promueva la formación política.
En el activismo que nos ha acompañado en los talleres de
formación podemos caracterizar dos tipos de procedencia de identificación y formación política. Por un lado, un sector mayoritario
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que empezó a interesarse por la política cuando despuntó el Proceso
Bolivariano y que se formó militando en su consejo comunal,
caminando sus territorios, movilizándose y escuchándolo a Chávez.
Por otro lado, hay un sector minoritario que ha tenido una influencia
de la izquierda tradicional que le ha proporcionado alguna terminología, pero con un sustento muy endeble y a veces reñido con el
buen sentido. Con muchas cosas para desaprender.
Desde esas dos procedencias políticas y con argumentaciones
iniciales diferentes, existe en ese activismo una preocupación por
la formación política, y verificamos un enorme entusiasmo cuando
advierten que pueden llenar de contenido muchas palabras y autores
que, por ser reivindicados por Chávez, están prestigiados, son
asumidos como políticamente correctos. Al finalizar cada taller
el entusiasmo de ese activismo ante la evidencia de haber podido
“ampliar la cabeza” desarrollando y recuperando sus propios saberes
en temas que parecían vedados a círculos selectos (historia y
actualidad de Nuestramérica, marxismo, procesos revolucionarios,
ecosocialismo, feminismo, educación popular, etc.) es inversamente
proporcional a los prejuicios y reparos que pone la dirigencia política
cuando se le propone una actividad como la que impulsamos.
“Se tendrían que hacer cursos como estos para funcionarios y
dirigentes” es un reclamo escuchado en todas las evaluaciones.
Creo que las principales trabas para impulsar la formación
política están en el propio Gobierno y en la dirigencia de algunos
movimientos u organizaciones. De hecho, están más preocupados por
atender lo evidente y lo urgente, por gobernar, que por ocuparse de
iniciativas como la formación política, que a mediano plazo parecen
inocuas y de escasa trascendencia mediática, pero a mediano plazo
son decisivas.
La disociación entre lo formativo, lo organizativo y lo económico,
nos conduce a soluciones fallidas, como son las propuestas
tecnocráticas, cuando queremos afrontar al último, más evidente y
doloroso eslabón de la cadena.
Desde el viejo Estado puede hacerse mucho más de lo que se
hace en materia formativa, pero a condición de seguir pensando y
trabajando en alternativas construidas desde abajo hacia arriba que,
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más allá de amparos circunstanciales en la institucionalidad vigente,
apuesten a constituirse como parte de la nueva institucionalidad.
Finalmente, me parece importante insistir en que la formación
política no se reduce al desarrollo de cursos de formación, que
son apenas una herramienta. Estos deben complementarse con la
creación de espacios formativos de masas, que movilicen a miles y a
cientos de miles en una tarea común.
Con respecto al desarrollo de espacios formativos de masas
volvemos a advertir que quienes sí tienen propuestas son los grupos
que promueven la formación “bancaria” o tradicional.
Esta comprobación no debería conducirnos a copiar esas experiencias, sino a poder repensar la creación de espacios formativos de
masas desde una perspectiva de empoderamiento popular.
En esa dirección creo que tendríamos que considerar el aporte
dinámico de los jóvenes, el contexto de guerra económica, la
existencia de comunas que han demostrado niveles organizativos y
capacidad productiva y la necesidad de promover el desarrollo de la
producción de alimentos saludables y la vuelta al campo.
La cuestión sería conjugar esos elementos para construir
experiencias masivas donde podamos integrar la socialización, la
producción, la formación y la recreación protagonizadas por jóvenes
del campo y la ciudad en comunas campesinas productivas.
Me parecía importante hacer este diagnóstico previo a la
valoración de nuestro trabajo de los Talleres Mariátegui que son parte
del programa de formación Tejiendo La Patria Grande.
Nosotros somos conscientes en primer lugar de que lo que
hacemos es muy limitado. Algo así como tratar de teñir un río con
un pote (con un cubo o balde).
Nosotros partimos hace poco más de un año con un taller
nacional donde participaron setenta y cuatro compañeros. Desde
esos participantes hicimos cuatro talleres regionales y nueve talleres
estadales. Catorce talleres de más de diez días, más las reuniones
preparatorias, es decir, hemos invertido la mitad de nuestro tiempo
en un trabajo directo en los territorios llegando a alrededor de ochocientos participantes. Esto nos daría una proyección de otros cuatrocientos participantes hasta fin de año.
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Crónicas venezolanas
Estos participantes son comuneros, integrantes de movimientos
sociales y servidores públicos que trabajan en formación, y de otras
áreas: Saffonac, Uatic, Fundacomunal, etc.
El objetivo de nuestro trabajo es construir núcleos estadales
de formadores que empiecen a trabajar en sus territorios. Ya esos
núcleos existen en Vargas, Miranda, Carabobo, Aragua, Monagas,
Caracas, Portuguesa, Anzoátegui y Amazonas.
Nuestra proyección nos da que para fin de año tendríamos
construidos núcleos en alrededor de quince estados del país.
Estaríamos agregando Mérida, Sucre, Zulia, Táchira, Lara y algún
otro estado.
Cumplido ese objetivo, podemos estimar que estaríamos
contando entre cien y ciento cincuenta formadores organizados para
desarrollar distintas iniciativas formativas.
Podemos golpearnos el pecho propagandizando que este trabajo
se desarrolló con un puñado de compañeros. Pero parados frente a
los desafíos del Proceso Bolivariano, no podemos dejar de advertir
que estamos hablando de un centenar de formadores para una tarea
que requiere miles de ellos.
Y también somos conscientes de que nuestro pequeño pote
para teñir el río no está acompañado de muchos potes similares.
Recorriendo los territorios no nos cruzamos con muchos grupos
que hagan formación. No nos ocurre que nos digan: “No podemos
ir a su taller porque estamos convocados a otro”. Del PSUV solo
conocemos una experiencia que están haciendo militantes del estado
de Miranda, con ‘cumpas’ del MST. De los movimientos sociales,
algunas actividades que organiza la Corriente Bolívar y Zamora.
Para ser franco, lo que nosotros vemos son las contradicciones entre
un discurso donde permanentemente se apela a la necesidad de la
formación política y una desatención de las tareas formativa en todo
el territorio nacional. Vemos mucho papeleo, mucho diagnóstico y
poca práctica en los territorios.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿es la transformación de la
conciencia una garantía para la transformación de la sociedad?
Vuelvo a repetir que no, y agregar que esta pregunta la respondió
Paulo Freire en los años 60.
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Pero después trabajó treinta años elaborando y haciendo
propuestas donde puso mucho énfasis en la seriedad que se debía dar a
la tarea formativa, de una direccionalidad, de una planificación, de un
trabajo sistemático.
Y además insistió siempre en la necesidad de ser franco y de ser
autocrítico.
En mi intervención de hoy he tratado de ser consecuente con esa
franqueza y esa autocrítica que propiciaba el maestro.
Aragua, agosto de 2014
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Francis
Francis tiene veintitrés años.
Ella es una estudiante aventajada de la Universidad Bolivariana
de Monagas, donde estudia como técnica en Ingeniería de Gas.
Francis es una chica rara. Al menos eso creen en su círculo
familiar.
Cuando su hermanito menor le preguntó angustiado por qué
les había tocado ser negros, ella le dijo que debía estar orgulloso del
color de su piel. Que ella sea negra no tiene remedio. Son negros sus
padres, sus abuelos y sus bisabuelos. Negros de Barlovento.
Pero Francis no se ha esforzado por “refinarse”. La mandaron a
estudiar ballet y abandonó. Le gusta el tambor.
Ella no se maquilla, no se tiñe, ni se plancha el pelo. Pero lo más
grave es que, a los veintitrés años, no está pensando en casarse y
tener hijos.
Francis no cree que los niños recién nacidos en Venezuela
traigan abajo del brazo el pan de la decencia.
Francis es hija de un obrero del petróleo, su familia es chavista.
Cuando termine sus estudios trabajará en Pdvsa, pero mientras
tanto quiere viajar, conocer nuevas gentes, apoyar en tareas de
formación política, trabajar con los grafiteros revolucionarios, vivir
fuera de la casa familiar.
Su madre tuvo su primer hijo a los diecisiete años. Después
vinieron seis más, cuatro de ellos mujeres. Solo Francis rompió el
mandato del embarazo precoz y la familia urgente.
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El descaro de Francis empuja hacia adelante asuntos pendientes
de Revolución Bolivariana.
Monagas, septiembre de 2014
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Saberes populares, saberes
comunales
2
En 1516, veintiocho años después de la llegada de Colón a América,
el sacerdote inglés Tomás Moro escribió sobre una sociedad utópica
donde ocurrían cosas muy curiosas. Por ejemplo: en grupos de treinta
familias, todos los años elegían a un juez. Estos jueces o delegados de
las familias elegían a los miembros del Senado, a quienes integran el
consejo de Estado y al primer mandatario o príncipe.
Todos los asuntos de Estado se resolvían en el Senado, previa
consulta de los senadores a los jueces y de estos a sus familias.
En esa isla de la Utopía no había propiedad privada y todos sus
habitantes trabajaban seis horas. El resto del día lo dedicaban a la
distracción, un hobby, al estudio o a cultivarse con la música o la
buena conversación.
En la isla de la Utopía existían mercados públicos donde cada
cual llevaba el producto de su trabajo. Y, cito textualmente: “Cada
padre de familia va a buscar al mercado cuanto necesita para él y
los suyos. Lleva lo que necesita, sin que se le pida a cambio dinero o
prenda alguna. Hay abundancia de todo y no existe el mínimo temor
de que alguien se lleve por encima de sus necesidades. ¿Pues por qué
pensar que alguien va a pedir lo superfluo, sabiendo que no le ha de
faltar nada?”.
El breve escrito De optimo republicae statu, deque nova insula
Utopia, conocido como Utopía, está considerado como un obra
2 Intervención en el panel de Saberes Populares, Primeras Jornadas de
Sociología de la Educación, UCV. Caracas.
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capital del Renacimiento y la contracara de una obra contemporánea
a ella, El príncipe, de Maquiavelo, escrito en 1512.
Y esto es así porque si en El príncipe están expuestas con la mayor
crudeza y cinismo las reglas del poder y de la política de su época, en
Utopía es muy difícil encontrar una vinculación con la realidad que
vivía el propio Tomás Moro, vicecanciller de Inglaterra, que terminó
sus días víctima de esa realidad política, decapitado por Enrique
VIII tras su negativa a aceptar la decisión del rey de romper con el
Vaticano y a reconocerlo como jefe supremo de la Iglesia anglicana.
Resulta fácil conectar a Maquiavelo, que asesoraba a los Médici
de Florencia, con su obra El príncipe. No es tan fácil saber cuál fue la
conexión oculta entre Tomás Moro y su obra Utopía.
En esa obra el mismo Moro nos da la pista, diciéndonos que su
fuente son los relatos de Rafael Hytlodeo, un marinero que acompañó
a Américo Vespucio.
Y este señor Vespucio nos resulta familiar, porque fue él
precisamente quien bautizó estas tierras como “pequeña Venecia”,
Venezuela.
Fue este navegante y cartógrafo quien con admiración y cinismo
relató en sus cartas a los Médici las sorpresas del nuevo continente. La
existencia de sociedades igualitarias libres del dios de los cristianos
y de la propiedad privada.
Y se sabe que esos y otros relatos circularon por Europa, al punto
de llegarle a Tomás Moro, un lector atento y humanista, para servirle
de inspiración.
Ustedes se preguntarán: ¿qué tiene que ver todo este cuento con
los saberes populares, y los saberes comunales?
Tiene que ver porque el llamado Descubrimiento de América
es el punto de inflexión en nuestra historia, ya que desencadena
un genocidio que costó la vida de no menos de sesenta millones de
americanos originarios y treinta millones de africanos previamente
secuestrados, pero significó además un formidable aplastamiento de
las cosmovisiones, de los saberes, de las poblaciones victimizadas.
Y sin embargo esas cosmovisiones, esas ideas, llegaron a Europa,
al punto de alumbrar obras como la de Tomás Moro, de empujar el
Renacimiento. Pero ese legado nunca fue reconocido.
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¿Quién se animaría a sugerir que Utopía fue la primera obra
presocialista inspirada en las comunidades originarias de América?
¿Quién se atrevería a sugerir que los socialistas utópicos estarían
fuertemente influenciados por los jesuitas que, expulsados de
América, llevaron la vivencia subversiva de compartir vida con
pueblos originarios en las misiones?
¿Quién se animaría a sugerir que el socialismo al que dieron base
científica Marx y Engels, tiene raigambre americana, lugar donde
sobrevivían las primeras experiencias comunales de la humanidad?
Y cuando digo “sobrevivían” estoy diciendo que estaban expuestas a
cualquier ojo atento que pudiera reconocerlas, experiencias humanas
que en el viejo mundo yacían sepultadas por siglos de “civilización”.
Estamos hablando de saberes populares. Empezamos entonces
por el principio. Por la primera negación de lo que fue nuestro
patrimonio cultural, de nuestra cosmovisión originaria.
La negación de los saberes
La negación de los saberes populares no es un simple capricho
o un mero prejuicio racista de las clases dominantes. Es una pieza
central de la dominación.
El primer gran objetivo de una política de dominación es
destruir la autoconfianza de los pueblos sobre sus conocimientos,
sobre los saberes adquiridos por generaciones.
Y acorde con ese objetivo se tiende la trampa de afirmar la
diferencia entre el que supuestamente sabe, el maestro, el que
ilumina, y el que supuestamente no sabe, el alumno, el sin luces.
Pensemos a modo de ejemplo qué sucede con las comunidades
campesinas. Esas comunidades han mantenido durante años conocimientos ancestrales sobre las formas de cultivo y han atesorado
por generaciones semillas que han demostrado ser las más aptas y
productivas.
Las multinacionales de agronegocios pretenden que se abandonen
esos conocimientos para meter a los productores y a los países en un
círculo productivo que los hace dependientes de la compra de semillas
y de los paquetes tecnológicos de herbicidas y fertilizantes. Metido en
ese círculo, el campesino queda convertido en un asalariado a riesgo
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de las multinacionales que produce alimentos que no son saludables y
que ve empobrecer sus tierras.
Esa dominación se ejerce en todos los terrenos. Se devalúan los
conocimientos de los oprimidos y se jerarquizan los de los opresores
en todas las aristas del conocimiento: desde la política a la historia,
desde la agricultura a la estética, desde la moral a la economía.
Todas las incomprensiones, todos los fracasos, son atribuidos a
los alumnos, hasta un punto en que sus conocimientos adquiridos
previamente a la dominación se convierten en trastos de museo y su
dependencia se convierte en crónica.
¿Pero los pueblos saben?
Sobre la sabiduría de los pueblos debo reconocer que me enteré
muchos años antes de conocer a Freire.
A los veinte años ingresé a trabajar en el frigorífico Swift en la
ciudad de Berisso, con una larga tradición de lucha obrera política y
sindical.
Llegué a ese lugar de trabajo con la misión política de aportar a
concientizar y organizar a los trabajadores, pero al poco tiempo me
di cuenta de que quien venía a aprender era yo.
Le debo a mi experiencia con los trabajadores industriales buena
parte de mi formación política, pero también de mi formación como
ser humano.
Aprendí que las palabras no están separadas de la práctica.
Aprendí que me ganaría el derecho a ser escuchado si era capaz de
ser primero un buen trabajador, una persona solidaria. Y aprendí
también que el más humilde de mis compañeros tenía cosas para
enseñarme.
En más de cuarenta años de militancia no he hecho otra cosa
que aprender de los trabajadores, de las doñas, jefas de hogar, de los
jóvenes. Por eso, si alguna reflexión les puedo aportar, los méritos
corresponden a los que me enseñaron, y los deméritos, a que no fui
capaz de aprender.
Los pueblos recuerdan movilizándose
Después de la última dictadura militar en la Argentina, en el año
1984, intentamos con otros cumpas indagar sobre los desaparecidos,
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sobre el destino de sus hijos, de sus familias, en una ciudad obrera
que había sido asolada por la represión... Nadie parecía saber nada.
Un año después, volviendo de una movilización, una compañera
me contó de los muchachos que iban a organizar los barrios, de la
represión, de los desaparecidos.
Aprendí que el hombre y la mujer inmóviles suelen perder la
memoria y hasta pueden quedar atrapados en la telarañas de la
manipulación capitalista mediática o jerárquica, pero que movilizados sacuden su caja de recuerdos y sacan a relucir sus mejores
experiencias y conclusiones.
Quien ha compartido un sancocho en medio de una lucha
callejera o una huelga, ha escuchado a compañeros/as decir palabras
de enorme profundidad sobre su propia vida y que revelan una enorme
conciencia sobre su calidad de explotados y sus sueños por un mundo
mejor. La cabeza de los trabajadores no es una canasta vacía que hay
que llenar con conciencia revolucionaria. Los trabajadores, nuestro
pueblo, saben, pero recuerdan mucho más cuando están movilizados.
La primera tarea de un formador político es aportar a movilizar al
pueblo, a hacer aflorar los mejores contenidos de su conciencia.
El objetivo de un formador popular es aportar a elevar los niveles
de conciencia y organización del conjunto del pueblo. Pero ningún
formador, ningún colectivo de formadores, ninguna organización
política, es capaz de organizar al conjunto del pueblo. Es el propio
pueblo el que debe autorganizarse incorporando los aportes de la
formación y de las organizaciones políticas.
¿Se puede el pueblo autorganizar?
Les vuelvo a responder desde mi experiencia. A finales de los 90
en mi país quedaron al desnudo las consecuencias de dos décadas
de políticas neoliberales. Una desocupación que se acercaba al 30%,
y la triste realidad de que en un país reconocido como el granero
del mundo, como gran productor de alimentos, en las barriadas
populares había hambre.
Esta vez fueron las mujeres, las doñas, las jefas de familia, quienes
se pusieron a la cabeza de este proceso de autorganización y lucha.
Fueron las mujeres porque como consecuencia de este sistema
patriarcal que ubica a los hombres en condiciones de proveedores y
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al no poder cumplir su función de traer el dinero a la casa, estaban
profundamente deprimidos. Esos hombres desocupados optaban por
evadirse de esa situación que los avergonzaba. Se evadían yéndose
de sus casas, para iniciar el ciclo con otras mujeres que volverían a
abandonar, se evadían por el alcohol, se evadían tomando el camino
de la delincuencia y yendo a parar a la cárcel, se evadían con el
consumo de drogas, se evadían enfermándose del cuerpo y el alma y
pasando sus días postrados en una cama.
Por las responsabilidades asignadas por el sistema patriarcal que
reducía a las mujeres a su condición de madres y responsables de
los niños y el hogar, ellas estaban más enteras, menos deprimidas.
Mantenían una organización familiar básica, con los horarios que
les impone la crianza de los hijos y además no podían quebrase ni
evadirse porque eso significaba dejar a sus hijos en el abandono.
Fueron esas mujeres, madres de familia, quienes empezaron a
juntarse con algunos jóvenes para organizar huertas comunitarias,
hornos de pan, comedores comunitarios y quienes salieron a cortar
rutas para exigir alimentos y trabajo.
Pero no fueron las mujeres solas. Existieron núcleos militantes
que desde mediados de los 90 se habían instalado o desarrollado en
los barrios populares en la búsqueda de aportar a la organización
territorial. Fueron esos núcleos militantes quienes advirtieron que
los primeros cortes de ruta protagonizados por los trabajadores
petroleros cesanteados de Cutral-Co y Tartagal, abrían un cauce
hacia nuevas formas de lucha y organización que podían nacionalizarse y masificarse.
Tuve el privilegio de haber sido parte de una de las experiencias
más profundas de organización popular, la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, integrada en un 80% por mujeres
y que fue uno de los artífices de la derrota del neoliberalismo y la
caída del Gobierno de Fernando de la Rúa.
En ese proceso de lucha popular también pudimos sacar algunas
conclusiones interesantes sobre lo que no debe hacerse. Sobre
perspectivas políticas que nos conducen a un pantano.
En mi país la mayoría de los partidos de izquierda se negaba
a organizar a los desocupados. No entraban en sus manuales, que
los catalogaban como lúmpenes-proletarios. Pero ante la evidencia
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del crecimiento de las organizaciones de desocupados, empezaron
a promover esa tarea organizativa suponiendo que la organización
popular es una extensión o desarrollo de su partido. Se trataba
de adosarlos a su orgánica. Y desde esa lógica sumaron a algunos
desocupados que engordaron sus partidos, pero fueron incapaces de
aportar a la autorganización de los desocupados.
Apelando a una lógica totalmente opuesta, algunos teóricos
supusieron que las personas se organizaban espontáneamente. Esta
idea supone que en la conciencia popular hay solo saberes valiosos.
No contempla que en la mayoría de los pueblos nuestroamericanos
se ha desarrollado una cultura caudillista, que encarna en personas
salvadoras los saberes y confianza popular. Y no es capaz de advertir
que una organización popular construye a contracorriente de esa
cultura caudillista, tratando de promover la autoconfianza y el
protagonismo de las bases y demostrando que hay otra forma posible
de organizarse más democrática, creativa y eficaz.
Esos teóricos hicieron un daño gravísimo a la organización de
los desocupados, promoviendo la disolución de algunas de las experiencias más potentes de autorganización.
El papel de las pequeñas victorias en los procesos formativos
El problema de la participación en procesos colectivos no se
resuelve por decreto o por presión. Hay que estar convencido de
que la unidad sirve para algo. Desde hace muchas generaciones hay
un trabajo pedagógico de las clases dominantes sobre los trabajadores promoviendo que la idea de reunirse, juntarse, participar,
solo sirve para perder el tiempo o meterse en problemas. Algunos
refranes populares justifican que es mejor actuar individualmente.
Por ejemplo, “El buey solo, bien se lame”, “Reunión de pastores, oveja
muerta”.
Pero además hay un tiempo que elegimos no dedicarlo a estar
con nuestras familia o a actividades que disfrutamos individualmente,
para invertirlo en concurrir a una reunión o trabajar en una iniciativa
colectiva. Esta elección no debe ser vista como un sacrificio, sino como
algo que valió la pena y que nos gratifica.
Las pequeñas victorias refuerzan la decisión de participar, los
fracasos nos desalientan.
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Hay que planificar actividades que sean posibles de realizar y
que nos permitan acumular pequeñas victorias y fortalezcan nuestra
autoestima.
Esta, que es una regla general para todas las actividades de la
organización, debe ser tenida en cuenta particularmente para las
propuestas de formación. Tenemos que pensar en propuestas que
promuevan el protagonismo de los participantes, que les permitan
aprender y enseñar, que tengan buena mística y contemplen la
diversión y la gratificación. Tenemos que promover que la designación
para participar en una actividad de formación sea considerada como
un premio y no como un castigo.
Nos formamos para rescatar el hilo de nuestra historia pasada, y
para aportar a desatar los nudos de nuestra historia presente.
Solo aquellas personas que tienen confianza en sus propias fuerzas
pueden valorar sus sueños, propios y colectivos, en pos de construir
una nueva sociedad. Esa confianza en sus propias fuerzas debe estar
avalada por una práctica actual efectiva y asociada a los múltiples
esfuerzos que realizaron las generaciones anteriores por una sociedad
más justa. Es decir, debe tener un anclaje en el presente y en el pasado.
Si decimos que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de
clases, tenemos que reconocer que siempre hubo esfuerzos y luchas de
las mayorías por sociedades más libres y más justas que enfrentaron a
la opresión de las minorías. Tenemos que rescatar todos los esfuerzos
populares, analizar sus fracasos para aprender, no para descalificarlos,
convertirlos en el viento de la historia que nos empuja por la espalda.
Las clases dominantes quieren que seamos huérfanos. Nosotros
tenemos antepasados y una historia de lucha y de sueños que debemos
reivindicar.
El más radical de los aportes es aquel que contribuye a destrabar
los nudos actuales de la conciencia.
No es más radical quien grita más fuerte o propone una consigna
más izquierdista. Es radical quien asume la incomodidad de involucrarse en los desafíos del presente.
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Nos formamos para promover la vinculación, la unidad de
los pueblos
El que se queda solo, no se queda solo en la soledad. Se queda
solo en el capitalismo. No vive en un tubo de vacío, vive dentro de un
sistema político que se ha propuesto explotarlo y deshumanizarlo.
Cuando más solo está, más bordes expuestos tiene para que el
capitalismo le inocule sus virus. Tendrá menos capacidad crítica y
estará más expuesto a soñar sueños ajenos.
Lo que sucede con las personas sucede con las organizaciones
y los países. Las organizaciones que no se juntan con nadie para
preservar su pureza, terminan destruidas o cooptadas por políticas
clientelares de los gobiernos antipopulares y de las ONG al servicio
de intereses imperiales. Los países que se aíslan terminan invadidos
por las grandes potencias. Le pasó a Paraguay en el siglo XIX, le
sucedió a Libia en el siglo XXI.
Quien no se anima a pensar colectivamente, termina consumiendo
recetas elaboradas para uniformar la imbecilidad.
Los profetas del aislamiento y de la salvación individual son
funcionales al capitalismo, a la continuidad de las guerras imperiales,
a la destrucción del planeta sobrecargado por la extracción de energía
y la acumulación de residuos.
El sentimiento más primario de defender la propia vida y la de
nuestros descendientes nos obliga a salir, a vincularnos, a sentirnos
parte de los otros.
Nos formamos para aprender a valorar la diversidad como
fuerza creativa
La historia de los oprimidos tiene muchas batallas y muchas
causas que están vivas en el presente.
Algunos se sumarán al hecho popular y colectivo de la lucha por
una sociedad igualitaria, recuperando aportes de la espiritualidad
promovidos por la gran rebelión de Cristo hace dos mil años, otros
incorporarán legados de tiempos de la lucha de la Independencia,
otros insistirán en recuperar las luchas obreras y sus conclusiones
que identifican como nadie la opresión capitalista, otras voces
pondrán el acento en la opresión de genero y en la reivindicación
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de la diversidad sexual, otras voces nos alertan sobre la catástrofe
ecológica y reivindican saberes originarios.
Cada relato y cada causa ha sobrevivido, o más bien, ha sido
iluminado, en este esfuerzo por construir una nueva sociedad que
hoy llamamos socialismo del siglo XXI.
La diversidad no es un elemento de diferenciación, sino un
aporte a una síntesis más completa y prometedora. Cada hombre
y mujer de nuestro pueblo llega a la conciencia de la necesidad de
transformar la sociedad desde caminos diferentes. Se trata de que
cada cual sume sus aguas al río de todos.
Caminando nos formamos, nos formamos para caminar con
mejor rumbo
Quien lee un texto es como quien ve una película o mira un
cuadro. Lo interpreta según su experiencia, sus emociones, sus conocimientos previos.
El marxismo nos hace un gran aporte para interpretar la sociedad
capitalista, pero empieza a ser comprensible en la medida que
estamos movilizados en la transformación del mundo y también
advertir que como producto humano tiene vacíos, inconsistencias
y muchos de sus textos hacen referencia a momentos históricos y
sociedades diferentes.
Quien niega ideas elaboradas a partir de la síntesis y las
conclusiones que nos legaron trascendentales luchas y experiencias
de los trabajadores, comete un error grave. Pero también se equivoca
el que supone que basta leer un par de textos para de allí deducir, en
forma lógica, las políticas correctas para liberarnos. Uno peca por
necio, el otro por dogmático.
Son los pueblos luchando por liberarse los que generan las ideas
revolucionarias, y reconociendo lo acumulado es bueno pensar que
las ideas brillantes están siempre en el horizonte y como las estrellas
iluminan solo un rumbo.
Son los pueblos, equivocándose y acertando, los que hacen los
caminos. Son los pueblos los que formulan proyectos al principio
toscos y de poco brillo, pero que se van afinando en el camino.
Y en ese camino habrá muchas espinas, muchos encantamientos
y falsos atajos que esquivar.
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Miradas así las cosas siempre es bienvenido el debate de las ideas,
la disputa contra las mentiras que nos quiere vender el capitalismo
y las usinas imperiales, la socialización de las mejores experiencias y
conclusiones de otros pueblos.
Pero también es cierto que no podemos paralizarnos porque
aún “no todo está discutido”, porque tenemos dudas que acompañan
nuestras certezas. La pretensión de no equivocarnos es una
pretensión paralizante para quienes somos víctimas de un sistema
injusto, pero además parte de la equivocada suposición de que todas
las respuestas están al principio o en el lugar donde nos detuvimos.
Caminando aprendemos, caminando dudamos y vamos afirmando
nuestras certezas.
Caracas, septiembre de 2014
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Beverly Hill
Cuando conocí Beverly Hill, en el Estado Lara, me acordé de un
cuento que me habían echado hacía algún tiempo.
Según decían, el lujoso edificio al que le faltaban detalles de
terminación y abandonado durante cuatro años a causa de una
estafa inmobiliaria, era una tentación muy grande para las familias
sin techo.
Los complotados para ocuparlo no tenían acceso al interior del
gran complejo que llevaba el nombre del barrio rico de Hollywood.
Los departamentos seguramente eran muy grandes, pero
contando las ventanas podía calcularse que no había menos que
cuatro por piso.
Beverly Hill tenía ocho pisos, por eso fueron treinta y dos las
familias complotadas. A cada una le correspondería un departamento enorme y lujoso.
Una noche hicieron coraje y se lanzaron a ocupar el edificio,
pero grande fue su sorpresa cuando descubrieron que en cada piso
había solo dos departamentos.
Los ricos manejan dimensiones y lujos para vivir que los pobres
ni siquiera pueden imaginar. Y fue así que a cada departamento
fueron a parar dos familias, a las que no les falta espacio y están
felices, aunque tengan que compartir la gigantesca cocina.
Lara, octubre de 2014
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Capacidad y necesidad en el
Proceso Bolivariano
Construir el socialismo supone construir una sociedad
emancipada que reconozca el principio orientador de “de cada cual
según su capacidad y a cada cual según su necesidad”.
En Venezuela no existe todavía una sociedad socialista, pero se
la intenta construir y esa construcción debe prefigurar, anticipar, el
objetivo.
Durante una primera etapa del Proceso Bolivariano sus
dirigentes han tenido una especial preocupación por pagar la
deuda social acumulada durante décadas con un pueblo que estaba
sumergido en la pobreza y la indigencia.
Contemplando las necesidades populares y tratando de
conservar el gobierno por la vía electoral, se distribuyó riqueza
apelando a distintos proyectos compensatorios.
Pero después de ese necesario, o al menos justificado, primer
momento, resulta evidente que no contemplar la primera premisa,
“de cada cual según su capacidad” está aportando al desarrollo
nudos políticos que traban la organización popular y la construcción
de una economía socialista.
Desde el punto de vista de lo organizativo, reconocer y premiar a
quien demuestra capacidad y compromiso genera efectos motivadores.
Por el contrario, poner en el mismo plano de reconocimiento a
quienes permanecen inmóviles y descomprometidos sin más actitud
que esperar a que el “Papá Estado” les resuelva el problema, abona al
facilismo y al parasitismo. Si el pueblo fuera consultado sobre este
tema, sin lugar a dudas advertiría estas diferencias y sería muy severo
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proponiendo mecanismos que compensen o castiguen las distintas
actitudes. Y sería capaz también de delimitar cuestiones de adhesión
partidaria, con la decisión de comprometerse a resolver los problemas
individuales y colectivos. A modo de ejemplo, seguramente acordarían
que en un proyecto de autoconstrucción, quien no cumple un mínimo
de trabajo efectivo no merece recibir una casa, sea chavista u opositor.
Facilismo y sistema clientelar
Cuando el Gobierno Bolivariano distribuyó riquezas
promoviendo una mejora en las condiciones de vida de los sectores
populares, desde la derecha se promovió la crítica al “facilismo”. Esta
crítica, que ha tenido una fuerte adhesión en sectores de las clases
medias, condimentada con un fuerte componente racista, vincula
la supuesta condición de “flojo” del pueblo venezolano con políticas
que contribuirían a promover “la flojera”, pretendiendo dividir a la
sociedad entre los que se han esforzado y quienes no lo hacen.
Desde filas revolucionarias se ha respondido con mucha
firmeza defendiendo derechos básicos del pueblo venezolano a la
alimentación, la vivienda, la salud, la educación y la atención a la
vejez. Afirmando también que son los humildes quienes se paran
muy temprano todos los días para ganarse su sustento, a diferencia
de las minorías oligárquicas que nunca trabajaron y que durante
décadas se dedicaron a despilfarrar los dineros públicos.
Despejada esta polémica con la derecha, me parece importante
señalar que también en nuestro propio pueblo surgen, desde otra
perspectiva, críticas al “facilismo”. En barrios populares muy
humildes, en urbanismos habitados por personas provenientes de
zonas de derrumbe o de ranchos, que suelen ser los más pobres entre
los pobres, también hemos encontrado críticas al facilismo. Pero esta
vez la crítica no está centrada tanto en el derecho a recibir recursos,
sino en las consecuencias políticas de recibir recursos sin realizar
ningún esfuerzo.
Se critica el facilismo como un cáncer que afecta a la organización popular. Y la crítica me parece correcta, porque el facilismo
es funcional a la dominación del sistema clientelar.
El sistema clientelar, que tuvo su apogeo en la IV República
pero que aún persiste con fuerza en Estados con mucha presencia
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de población originaria, como el de Amazonas, domina a partir de
cinco estrategias básicas:
1. Negar saberes y capacidades de las comunidades y las personas,
que son reducidas a objetos. Esta desvalorización suele estar asociada
a algunos gestos populistas y demagógicos donde se recrea la farsa de
reconocer y reivindicar a los que se ignoran.
2. Promover la inmovilidad de los dominados, saboteando toda
iniciativa que intente reunirlos, movilizarlos y emprender colectivamente actividades o gestiones exitosas.
3. Generar la dependencia del sistema clientelar y de su red de
operadores o caudillos políticos. Fortalecer la dependencia de los
pueblos de las ideas, de los recursos económicos y de la capacidad de
gestión del sistema clientelar.
4. Promover la baja de autoestima de los pueblos. Recibir sin dar
nada a cambio genera humillación y dependencia. La dominación se
ejerce con base en una cadena de favores que se pagan con subordinación política. Ningún pueblo con baja autoestima puede organizarse.
5. Promover diálogos asimétricos. El del Estado-gobierno con un
jefe de familia inmovilizado y aislado. El del Estado-gobierno con un
operador o caudillo de la comunidad o territorio que es cooptado
o impuesto para servir como correa de transmisión del sistema
clientelar. El del operador o caudillo con su comunidad o territorio.
El facilismo es funcional al sistema clientelar porque al negar el
protagonismo popular reduce a objetos a las personas; inmoviliza,
genera dependencia, baja la autoestima y promueve los diálogos
asimétricos.
La promoción del facilismo y la construcción de un sistema
de dominación política tienen en Venezuela un sello de origen, la
IV República, pero no son propiedad exclusiva de la oposición. Se
ejercen también desde dirigentes oficialistas que, como decía Chávez
en el cuento del chigüire y los indios, hablan de socialismo pero
llevan adentro la cochinada capitalista.
Lo opuesto al sistema clientelar es el protagonismo popular.
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El protagonismo popular construye sujetos, moviliza, promueve
la autonomía, la autoestima y los diálogos entre pares.
Solo es capaz de organizarse aquel que es capaz de autovalorarse.
En palabras de una jefa de hogar que salió a cortar rutas para pelear
por sus derechos en Argentina en los tiempos del gobierno neoliberal
de Carlos Menem: “Cuando salí a la ruta me empecé a sentir persona”.
Si se garantiza la democracia comunal, uno de los rasgos más
distintivos del espíritu y la organización comunal será el reconocimiento del esfuerzo y los compromisos asumidos por quienes
participan de una comunidad.
La idea de que conductas opuestas a un falso igualitarismo y
al facilismo pondrían en riesgo derechos elementales de personas
indefensas subestima a nuestro pueblo.
Las decisiones del pueblo son severas, pero también generosas.
En plena crisis del año 2000 en la Argentina, en los comedores
populares que obtenían alimentos gracias a su movilización no se
excluía a las personas ancianas, discapacitadas o a los hijos de las
familias que no se sumaban a la lucha. Solo los adultos que por su
propia decisión se negaban a movilizarse eran excluidos del derecho
a participar en esos comedores.
Distribución de la riqueza o economía socialista
En lo productivo, el fracaso de las cooperativas pudo justificarse
alegando que al menos aportaron a distribuir riqueza. Pero quince
años más tarde de iniciado el Proceso Bolivariano, con sus consecuencias de crecimiento de la conciencia y la organización, esta justificación ya no puede aceptarse.
Distribuir dinero entre miles de proyectos que seguramente van
a fracasar por falta de escala, por falta de experiencia productiva y de
gestión acumulada, o porque no se controlan las redes de distribución,
no solo no es construir economía socialista significa repetir los
lineamientos del Banco Mundial, que apuntan precisamente a
generar fracasos y a promover la desmoralización popular sobre las
posibilidades de la producción social, cooperativa y autogestionaria.
Por el contrario, construir prefigurando una economía socialista
debería impulsarnos a lo que en palabras de Meszaros significa
“producir sobre la base del pleno desarrollo de las potencialidades de
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los individuos sociales”, como condición necesaria para garantizar en
forma permanente y a largo plazo la satisfacción de las necesidades
de los individuos.
Construir una economía socialista presupone reconocer las
capacidades demostradas, asentarse en las experiencias más exitosas
de comunas e identificar los nudos de los sistemas productivos para
afrontarlos desde la nueva institucionalidad en colaboración con el
viejo Estado.
Los centros de acopio, por ejemplo, que son puntos estratégicos
en la producción agropecuaria, deben constituirse con propiedad
estatal y administración comunera.
La referencia a las comunas más exitosas merece atención. La
valoración de capacidades demostradas debe ser tenida en cuenta para
realizar pasantías, para que puedan brindar cursos de producción y
de vivencia de la experiencia productiva comunal, pero además para
que se les asignen las mayores responsabilidades cuando se intente
avanzar en controlar los puntos estratégicos de un sistema.
Que las comunas asuman esas responsabilidades no se
corresponde con el desarrollo “natural” de su crecimiento. Desde
lo comunal, lo “natural “es la diversificación y extenderse en lo
local. Es el viejo Estado el que da la visión nacional, la perspectiva
macroeconómica. El problema del viejo Estado es que es incapaz de
desarrollar esas perspectivas, todas sus iniciativas terminan metabolizadas por el capitalismo.
Desde lo económico, la agregación comunal para la conformación
de redes productivas de la nueva institucionalidad no significa
prescindir totalmente del viejo Estado, ni promover el igualitarismo.
La asignación de roles diferenciados en una red productiva debe
contemplar las distintas capacidades de conciencia socialista, organización, producción y gestión demostradas.
En la Comuna de Canoabo, estado de Carabobo, podemos
encontrar un ejemplo en escala reducida pero muy demostrativo de
esta idea.
En la Comuna de Canoabo el grupo más consolidado políticamente
controla la compra y distribución de alimentos y la producción de
ponedoras. Unidades productivas familiares desarrollan la producción
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de huevos que son entregados a la Comuna para ser comercializados.
Otras familias asumen las responsabilidades de los puntos de venta.
El control de los puntos estratégicos del sistema por parte
del grupo más consolidado políticamente garantiza que no haya
desviaciones de objetivos y recursos, pero además genera un apadrinamiento de las nuevas iniciativas, promoviendo valores y aportando
desde lo organizativo y lo productivo, para que se desarrollen sus
máximas potencialidades.
Aportar a estos padrinazgos no genera dependencia. Por
el contrario, supone fortalecer un compromiso consciente con
la actividad productiva que, satisfaciendo las necesidades de la
comunidad, garantizará los objetivos propuestos y estimulará un
proceso continuo del desarrollo de las capacidades de los productores.
Capacidad y formación política
Es fácil ponerse de acuerdo en que las carencias de formación
política es uno de los puntos más débiles del Proceso Bolivariano.
También es fácil coincidir en que como ocurre en el campo de
la economía, la formación política pensada en términos masivos
ha transitado entre el tutelaje y el espontaneísmo, entre la clase
magistral con power point y versiones de la educación popular que
eluden su papel orientador y promotor de organización popular. Y sin
ser ningún gurú puede anticiparse que esos recorridos pendulares
que vinculan experiencias fallidas van a continuar.
Repensando sobre el origen de la subestimación de la formación
política ejercida, con escasas excepciones por movimientos populares
y gobernantes, la cuestión de la premisa de “a cada cual según su
necesidad” merece nuestra atención.
Porque si solo nos limitamos a contemplar necesidades, si solo
se trata de promover un limitado igualitarismo, ¿porqué vamos a
interesarnos por la formación política?
A modo de conclusión
Observar distintos temas aisladamente nos puede llevar a
prestar demasiada atención a factores secundarios, particulares de
cada cuestión y de escasa relevancia.
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Nuestra preocupación debe ser insertar estos temas en las dificultades y las acechanzas del recorrido heroico de una revolución
que pretende avanzar con todos, frecuentemente tentada a adherirse
a las supuestas “conveniencias” de la sustitución política, del tutelaje
o las viejas prácticas del caudillismo político.
Estas contradicciones deben debatirse en el plano de las ideas,
pero solo pueden ir resolviéndose en el plano de la práctica, de la
construcción concreta que afirme el rumbo del socialismo comunal.
La fragilidad del proceso revolucionario amenazado por enemigos
externos e internos nos obliga a ser consecuentes, pero también estratégicos en la concertación de alianzas y extremadamente precisos en
la utilización de los recursos disponibles.
Amazonas, agosto de 2014
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Olimir
Conocí a Olimir en el taller de Vargas.
Llegó con sus cuatro niños a la rastra. Desde el primer día se
plantó como va por la vida. Sin pedir permiso.
Olimir es morena, chispeante, directa y habla el dialecto de los
jóvenes de los barrios populares.
Los niños de Olimir se convirtieron en los niños del taller. El
más pequeño, Isaac, que padece síndrome de Down, fue el preferido
de todos. Corriendo chueco fue de abrazo en abrazo, alegrándonos la
vida con su cariñosa humanidad.
La historia de Olimir es dolorosa. Huyendo de un padre
abusador, desposó un marido evangélico con quien tuvo cuatro
niños, pero no pudo hacerla feliz. Cuando se le vino abajo el rancho
fue a parar a un refugio. Lamentó su casa perdida, no tanto a su
marido que no soportó vivir dos años con otras familias afectadas
por los derrumbes.
Demasiados golpes para una mujer de veintiséis años.
Ahora vive sola con los niños en Ciudad Caribia, donde empezó
a salir de su casa para sumarse a las huertas comunitarias, invitada
por Edwin, un valioso compañero de la Red Comunitaria de Soberanía
Alimentaria.
Ha podido criar a sus hijos, pero le sobra energía y capacidad de
liderazgo. Bien pudiera estar al frente de una banda de delincuentes
o un grupo de narcotraficantes, pero la Revolución le ha ofrecido
otras opciones. Cobra el subsidio de Madres del Barrio, limpia casas,
completa el bachillerato, se suma al trabajo en las huertas orgánicas.
Todo lo que sea aprender le entusiasma.
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A veces he pensado que Olimir se parece a Venezuela. Es casi
imposible no enamorarse de ella.
Pero ella tiene cuatro maridos: Samuel, Jeremías, Elías e Isaac. Y
con ellos va por el mundo, “pa’ lante”.
Vargas, septiembre de 2014
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Poder popular, desde Venezuela
Para empezar a hablar de poder utilizamos la dinámica de
dividir a un puñado de los participantes de una clase en dos grupos
para que tiren de una cuerda. Cada grupo hace fuerza para llevar al
otro a su terreno.
La idea de esta dinámica es asociar el concepto de poder a esta
imagen donde todos pujan y donde queda claro que los avances de uno
se hacen a expensas de los retrocesos del otro. Decimos entonces que
el poder no es un lugar ni un objeto, sino una relación. Una relación de
disputa donde todos participamos, incluso los que nos mantuvimos
al margen como observadores, los que creemos que no participamos.
Y esto es así porque quedándonos al margen de ese tironeo favorecimos al que fue imponiendo su mayor fuerza. Desde allí podemos
decir que el poder que acumula una clase o bloque social es la fuerza
que permite imponer sus intereses, sus ideas, sus valores, su proyecto
de sociedad, a otra clase o bloque social.
El poder capitalista
Definido el poder como una relación, definimos el poder capitalista, el poder antipopular, como aquellas fuerzas e instituciones
que permiten imponer al conjunto de la sociedad los intereses, las
ideas, los proyectos de país, la memoria histórica, la ética (los valores)
y la estética (lo que es bello, perfecto) y los sueños de los capitalistas.
El poder capitalista se apoya en una compleja maquinaria que
domina, aplasta y trata de fragmentar al pueblo. Esa maquinaria está
al servicio de la dominación de los de abajo por los de arriba.
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Esa dominación en un país capitalista normal no solo es de
fuerza bruta, de represión, ejercida por el ejército y la policía. Existe
también una dominación cultural, una dominación en los valores, en
las ideas, en la información, en los sueños.
La fuerza que custodia la dominación capitalista no está solo
en los barrios ricos, o en los grandes poderes económicos, judicial,
militar; está también en nuestro propio barrio popular donde hay
vecinos que piensan con la cabeza de los ricos, en la escuela donde
van nuestros hijos, en nuestra propia cabeza donde todavía tenemos
conductas, valores, ideas y sueños que son capitalistas.
El poder de dominación tiene puntos de concentración, por
ejemplo las grandes empresas multinacionales, pero también está
diseminado en toda la sociedad, tiene sus propias trincheras.
Cuando el poder de dominación de una clase es muy fuerte
provoca fragmentación.
La fragmentación equivale al total dominio del capitalismo.
Cuando hablamos de valores, el capitalismo va a privilegiar el
“tener” sobre el “ser” y va a promover la categoría de “los ganadores”,
de aquellos que ocupan una elevada posición económica, política o
social, sin importar que el precio pagado por llegar a esa posición
haya sido pisar la cabeza a millones de venezolanos.
Cuando hablamos de estética no hay más que mirar a las modelos
y a los maniquíes de las tiendas de ropa para advertir que promueven
el concepto de belleza de las clases oligárquicas. Desde ese concepto
son solo bellas las mujeres blancas, altas, delgadas y de pelo liso.
Los sueños que impone el poder capitalista tienen que ver con
éxitos individuales y el disfrute de símbolos de estatus como educar a
los hijos en colegios privados, participar en clubes selectos, manejar
autos de alta gama y conseguir un reconocimiento en Estados Unidos.
Es importante hacer esta reflexión sobre los variados alcances
del poder capitalista y de la importancia que tiene la dominación
cultural, porque esto explica el hecho de que después de quince
años de Revolución Bolivariana haya muchas personas del pueblo
que siguen votando a la oposición, por los candidatos del retorno al
pasado de la IV República.
Definido el poder, y el poder capitalista, nos resulta mucho más
fácil abordar la definición de poder popular.
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El poder popular
El poder popular nace cuando empezamos a juntarnos para
defendernos, para sobrevivir de la opresión capitalista.
El poder popular no se agota en sobrevivir, se va acumulando
y desarrollando para oponerse al poder capitalista en todos los
terrenos. Si ellos no quieren pagarnos, les exigimos que nos paguen;
si ellos nos quieren hacer trabajar como bestias, nosotros exigimos
trabajar dignamente; si ellos quieren desecharnos cuando ya no les
servimos, nosotros les exigimos leyes de protección por accidentes o
enfermedades y jubilaciones.
Si ellos tienen medios para desinformarnos, nosotros tenemos
medios para informarnos con la verdad. Si ellos escriben su historia,
nosotros escribimos la nuestra; si ellos tienen sus leyes, nosotros
hacemos las nuestras; si ellos tienen sus valores, nosotros defendemos
los nuestros. Si ellos tienen su música, nosotros tenemos la nuestra. Si
ellos quieren un proyecto de país, nosotros construimos el nuestro.
Por eso poder popular son todas las fuerzas acumuladas para
imponer al conjunto de la sociedad los intereses, las ideas, los
proyectos de país, la memoria histórica, la ética, la estética y los
sueños del pueblo trabajador.
Nuestro poder se opone al poder del capitalismo, pero no puede
imitar al poder del capitalismo, es de naturaleza distinta. Necesita
ser prefigurativo, anticipar la nueva sociedad.
Esto significa que si estamos a favor de la construcción de una
sociedad socialista, nuestras relaciones, nuestros valores, nuestros
actos, deben anticipar esa sociedad. Si estamos a favor de una
sociedad emancipada, tendremos que promover aquí y ahora las
decisiones asamblearias y la autogestión económica.
Se trata de empezar a vivir aquí y ahora con los nuevos valores
que propiciamos para una sociedad futura.
Este adelantar el porvenir que promovemos recoge una vieja
herencia de las primeras tradiciones cristianas que promovían
empezar a construir aquí y ahora el Reino de Dios en la Tierra, y
también de tradiciones anarquistas y socialistas que apostaban a
construir comunas a imagen y semejanza de la sociedad soñada.
El poder del ejemplo, que después recuperaría con mucha
autoridad Ernesto Che Guevara, es un componente fundamental en
la propagación de las ideas de cambio de la sociedad. Los pueblos
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saben valorar las ideas, pero prestan mucha atención a la práctica
cotidiana, a los ejemplos que dan quienes promueven esas ideas.
Cuando vinculamos este concepto prefigurativo a la formación
política, resulta evidente que una experiencia formativa como es
un curso o una escuela no puede reducirse a difundir lineamientos
políticos de intencionalidad revolucionaria. Debe estar acompañada
por una pedagogía, una normativa, un funcionamiento y una vivencia
acordes con la sociedad que promovemos.
Poder popular y revolución
Así como la Revolución francesa se asocia con la toma de La
Bastilla, el concepto de revolución se asocia a la toma del gobierno
e instituciones fundamentales del Estado por fuerzas populares con
vocación revolucionaria.
Autores como Rubén Dri, que han trabajado sobre el concepto
de poder como relación, han criticado esta idea de la “toma del poder”
afirmando que el poder no es un objeto que se pueda tomar. En
todo caso puede decirse que una correlación favorable a las fuerzas
populares permite ocupar el gobierno y el Estado.
A esta idea básicamente correcta hay que darle una vuelta.
Porque podría dar pie a interpretaciones de que para ocupar el
gobierno y el Estado hay que despreocuparse por toda disputa institucional y solo hay que preocuparse por acumular poder popular.
El poder popular acumulado haría caer por su propio peso a toda la
institucionalidad burguesa. Esta idea evolucionista no está avalada
por los procesos revolucionarios ocurridos.
Analizando las revoluciones se advierte la existencia de dos
componentes que permitieron su irrupción. Por un lado, el desarrollo
de fuerzas revolucionarias y, por otro, una crisis de hegemonía de las
clases dominantes, una debilidad coyuntural de dominación que es
aprovechada por los revolucionarios.
Si observamos el desarrollo de las revoluciones independentistas,
advertiremos que potentes rebeliones como las encabezadas por
Tupac Amaru en 1780 en Cuzco, los comuneros de Colombia en
1781 y José Leonardo Chirino en Falcón en 1795, fueron ahogadas a
sangre y fuego por un Imperio español con su poderío intacto. Pero
que cuando la invasión napoleónica debilitó a las fuerzas imperiales
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españolas se desataron las revoluciones que, más allá de derrotas
circunstanciales, determinaron la independencia política del colonialismo español.
Lo mismo puede decirse de la Revolución rusa, que se produce
en momentos de debilitamiento del régimen zarista involucrado en
la Primera Guerra Mundial, y de la Revolución china, donde el poder
dominante en ese país quedó debilitado como consecuencia de la
Segunda Guerra Mundial.
Haciendo referencia al aprovechamiento de esas oportunidades
históricas, con mucha agudeza el revolucionario peronista John
William Cooke caracterizó que si Lenin no hubiera tomado el poder
en 1917, hubiera pasado a la historia como espía alemán.
El Proceso Bolivariano es muy ilustrativo al respecto, porque
una crisis de dominación que se inició en el Caracazo (1989) fue
aprovechada diez años después por una fuerza revolucionaria que
actuó con mucha audacia en un país caracterizado por el nivel más
bajo de conciencia y organización en toda América del Sur. A modo
de ejemplo, si es evidente que el accionar de la lucha de clases se
elevó a partir del Caracazo, su acumulado de diez años de lucha en
huelgas, invasiones, movilizaciones, cortes de rutas, es inferior a lo
acumulado en un año en Argentina durante el período de alza (2001
y 2002).
Este dato, no suficientemente valorado, es indispensable para
realizar cualquier análisis sobre el Proceso Bolivariano y agiganta
el liderazgo del comandante Chávez, que impulsó avances extraordinarios con un punto de partida: con una acumulación previa de
poder popular muy limitada.
Si el Proceso Bolivariano demuestra que no hay una relación
mecánica entre poder popular acumulado y ocupación del poder
estatal, también es ilustrativo de que las debilidades originarias en
la construcción de poder popular se pagaron después, cuando ya
se había ocupado el gobierno y resortes estatales muy importantes
como es la petrolera Pdvsa.
A modo de ejemplo, el Gobierno Bolivariano en quince años
pudo duplicar el consumo popular, sin embargo, la ampliación de
la producción y la importación, consecuencia lógica del aumento
del consumo, fue capitalizada casi exclusivamente por la burguesía
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que competía con enormes ventajas frente a incipientes e inexperimentados emprendimientos productivos autogestionarios.
La experiencia bolivariana resalta la importancia del poder
popular acumulado en la continuidad y profundización de procesos
revolucionarios que han ocupado el gobierno y resortes fundamentales del Estado.
Como bien señala Miguel Mazzeo, el poder popular sirve para
ocupar el Estado, pero no es una construcción instrumental que
se agota en ese objetivo. La construcción del poder popular debe
sobrevivir a la ocupación del Estado para aportar a la construcción
de una nueva institucionalidad y posteriormente continuar
controlando y corrigiendo los nuevos ensayos. El poder popular es
una construcción estratégica, un medio y un fin.
Una carta de amor y un rastrillo
En nuestras clases de poder popular proponemos una dinámica
de guerra de posiciones donde dos grupos se enfrentan tirándose
bombitas de agua. Un grupo más reducido tiene mayor armamento
y ocupa posiciones más favorables para la defensa. Ese grupo debe
impedir que el grupo agresor llegue a una mesa donde hay un papel
en blanco. El otro cuenta a su favor con un mayor número de participantes, pero está obligado a unirse y a tener una estrategia común
para derrotar al grupo minoritario y alcanzar el objetivo de llegar a
la mesa y escribir una carta de amor.
En todas las experiencias que hemos realizado de este ejercicio
resultó ganador el grupo mayoritario y recibió como premio un
rastrillo.
La idea de la carta de amor nos moviliza hacia la siguiente
reflexión. La construcción del socialismo, como todo proyecto
amoroso, está movilizada por una intencionalidad, por un querer
hacer algo soñado que no tiene planos ni recetas. La ocupación del
gobierno y el Estado nos da la posibilidad de empezar a desarrollar
ese proyecto en escala nacional y con incidencia masiva, pero no
nos asegura el éxito. Las grandes dificultades de un proceso revolucionario comienzan después del desalojo del gobierno de las fuerzas
capitalistas.
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Haciendo referencia a la construcción del socialismo, decimos
que es como construir una trinchera en la tierra. Para realizar
eficientemente esa tarea debemos contar con determinadas herramientas, como un pico y una pala. Esas herramientas no existen
disponibles y hay que construirlas. Pero mientras se construyen esas
herramientas, tenemos que empezar a hacer esa trinchera con lo que
tenemos disponible: el rastrillo y nuestras manos.
El rastrillo no fue inventado para hacer trincheras sino para
juntar hojas y para alisar el terreno. Es una herramienta que puede ser
útil para tapar un pozo, pero no sirve para hacerlos. Pero es también
la única herramienta disponible y tendremos que ingeniarnos para
utilizarla por un tiempo con un objetivo contrario para lo que fue
creada.
La utilización del rastrillo es equivalente a la gestión del viejo
Estado, que fue hecho para dominarnos y no para liberarnos, pero
es la única herramienta de alcance e incidencia nacional disponible
mientras el pueblo construye herramientas aptas, el pico y la pala, la
nueva institucionalidad.
Completando la imagen, podemos decir que empezamos a
construir el socialismo a escala nacional con una carta de amor y un
rastrillo.
Desde ese punto de partida iniciamos un proceso donde
gestionamos lo viejo mientras alentamos la construcción de lo nuevo.
Denominamos ese proceso como transición.
Durante las transiciones y en el seno de un movimiento político
con horizontes transformadores se produce un realineamiento
de fuerzas entre quienes, por un lado, confundiendo lo disponible
con lo estratégico, se enamoran del rastrillo y no quieren soltarlo.
Por otro lado, quienes cavando con sus manos o ingeniándose para
manejar lo mejor posible el viejo rastrillo, se desvelan por avanzar en
la construcción de picos y palas.
Poder popular y proceso revolucionario en Venezuela
Si bien es cierto que hay un proceso organizativo previo a la
rebelión militar de 1992, su carácter conspirativo y clandestino, y el
hecho de que se haya desarrollado casi exclusivamente en las fuerzas
armadas, permite asegurar que el bolivarianismo empieza a orga133
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nizarse como fuerza política nacional con posterioridad a la salida
de Chávez de la cárcel.
Esto ocurre en 1994. En ese momento Chávez estaba convencido
de que su destino era llegar a Miraflores y tenía en la cabeza un
programa político mínimo, pero no estaba seguro de qué forma
iba a llegar al Gobierno. Cuatro años después llega al Gobierno por
elecciones.
Revisando estos datos, podemos afirmar que el bolivaranismo
nació como un movimiento aluvional, formado en muy poco tiempo
y donde, salvo un núcleo reducido de dirigentes cuyos compromisos
habían sido probados, lo dominante era la adhesión a la figura del
Comandante y a un proyecto que contaba con una estructura organizativa incipiente y poco experimentada.
Si tratamos de representar gráficamente el bolivarianismo que
llegó al Gobierno en 1999, podemos hacerlo con una pirámide con
un vértice superior donde ubicamos un contingente muy reducido y
concientizado del proyecto político bolivariano. Ese pequeño grupo
de dirección contaba con la presencia de una base escasamente
organizada y politizada, que se sintió interpelada por Chávez y
decidió apoyarlo en su disputa electoral.
La mediación entre el propio Chávez y su equipo con la base
fue ocupada por políticos y militantes de orígenes muy diversos que
ocuparon los cargos intermedios. Allí hay militares y reservistas que
se sienten movilizados a actuar políticamente, militantes y dirigentes
bienintencionados formados en la escuela de los adecos y copeyanos,
activistas sociales que empiezan a interesarse por la política, oportunistas que ven en el nuevo fenómeno político una posibilidad de
ascenso, abnegados líderes populares, políticos desplazados de la
política tradicional, sindicalistas honestos y sindicalistas mafiosos,
empresarios que se arriman por la posibilidad de ampliar sus
negocios; viejos y probados militantes de izquierda, busca puestos,
obsecuentes y trepadores de distintos orígenes, numerosas personas
honestas y patriotas.
El carácter aluvial del boliviarianismo explica esa mescolanza
donde todos se adhieren de palabra a la convocatoria revolucionaria,
pero desde intencionalidades e intereses distintos. Y sin un período
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previo que haya permitido validar esos compromisos y separar la
paja del trigo.
Lo que es seguro es que en esa amplia mediación política entre
el liderazgo y la base anidan los bolsones de burocracia, ineficacia,
corrupción y achatamiento político.
Los nombres de Michelena, Henry Falcón, Liborio y el Gato
Briceño son representativos de muchos personajes que por oportunismo se sumaron al proceso aluvial, pero que no tardaron en saltar
la talanquera. Pero así como muchos emigraron del movimiento
bolivariano, otros permanecieron y ocultan debajo de sus franelas
rojas y sus discursos vacíos su falta de convicción revolucionaria.
Sin embargo, la experiencia adquirida durante los años transcurridos del Proceso Bolivariano y la elevación de los niveles de
conciencia y organización popular han ido achicando los límites de
esa mediación y reduciendo las posibilidades de las mafias internas,
las prácticas burocráticas y los bolsones de corrupción e ineficacia.
Si volvierámos a ilustrar ese proceso apelando a la gráfica de
la pirámide en el año 2004, derrotado el golpe de Carmona y el
paro petrolero, no dudaríamos en elevar la línea del poder popular
acumulado. Como el poder es una relación, ese crecimiento se hace
a expensas del retroceso de los espacios de mediación entre base y
liderazgo.
En el año 2012 el Comandante Chávez se anticipó a la natural
incertidumbre que generaría su fallecimiento, con tres medidas
muy acertadas. Propuso un Plan de la Patria que fue su testamento
político, proponiendo lineamientos estratégicos de largo alcance. En
una de sus últimas reuniones de ministros da un mensaje conocido
como Golpe de Timón, donde plantea la necesidad de desarrollar la
construcción de las comunas como única garantía de supervivencia
y profundización del Proceso Bolivariano. Finalmente, eligió como
su sucesor a Nicolás Maduro, un dirigente de probado compromiso y
vocación revolucionaria.
La oposición de derecha y sus aliados externos trataron de
aprovechar el fallecimiento de Chávez, pero no consiguieron desestabilizar al Gobierno, donde el liderazgo de Maduro quedó fortalecido.
La convocatoria a la construcción de comunas ha elevado
considerablemente los niveles de organización popular que acumula
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poder. En poco más de un año se han registrado más de setecientas
comunas y la meta propuesta de dos mil comunas para 2017 parece
cercana.
La tensión entre el poder popular organizado en las comunas
y algunos dirigentes políticos que manejan discrecionalmente
alcaldías o gobernaciones no es una calamidad del proceso revolucionario, ni un evento inexplicable.
El poder es una relación y, en consecuencia, cada paso que
avanza el poder comunal y la nueva institucionalidad es un paso que
retrocede el viejo Estado y las mediaciones donde siguen anidando
los sectores burocráticos y corruptos. El crecimiento de las comunas
reduce los márgenes de acción de quienes detentan poder en la vieja
institucionalidad.
Que un alcalde o un gobernador pierda poder a manos del pueblo
organizado no debería significar un problema para un dirigente con
vocación revolucionaria. Lo es cuando no existe esa convicción y el
crecimiento de la conciencia, organización, iniciativa y contraloría
social afecta tráficos de influencias, negocios turbios o manejos
discrecionales o autoritarios.
La tensión entre el nuevo poder popular organizado y el viejo
poder institucionalizado cruza muchos debates de la actualidad
venezolana y será el gran protagonista de los debates del futuro.
Quienes tiran de la cuerda se hacen fuertes en espacios diferentes.
Las comunas en los territorios, en la vinculación con la comunidad. El
viejo poder se hace fuerte en espacios donde funciona la cooptación
política y en las instituciones del viejo Estado.
El incidente provocado y planificado en el III Congreso del PSUV
(2014) con una airada interpelación contra el ministro Iturriza por
parte de un grupo de congresistas, tuvo ese trasfondo. No se criticó
al ministro por sus defectos, sino por sus virtudes: impulsar la organización comunal.
Quienes impulsan este tipo de actos están defendiendo privilegios
e intereses amenazados por el creciente poder comunal que ha
utilizado al Ministerio de Comunas como un punto de apoyo.
Alguien podrá decir que lo avanzado por el pueblo venezolano es
insuficiente, y que todavía no se ha llegado a un punto de no retorno.
Seguro es así, pero para juzgar el Proceso Bolivariano hay que tener
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una mirada histórica, reconocer el punto de partida, caracterizar el
momento actual, verificar los avances o retrocesos en la acumulación
del poder popular y diagnosticar las perspectivas de desarrollo de las
distintas tendencias.
Sucre, octubre de 2014
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Reinaldo
Estábamos concluyendo una gira del Gobierno de Calle en
los estados Yaracuy y Portuguesa que nos llevó a participar en
asambleas de campesinos muy enojados con la ineficacia oficial, en
reuniones de comuneros muy masivas y participativas, almorzar con
dos gobernadores, conversar con los del equipo directivo estadal del
Ministerio y conocer realidades pendientes del Proceso Bolivariano
como son las zonas de extrema pobreza.
Sin estar incluido en la agencia oficial, en esos viajes se comparten
muchas horas con el personal de seguridad que acompañan al
ministro. Con ellos se almuerza, se cena, se conversa. O debería
suceder así, porque alguno de esos custodios me ha comentado de
maltratos recibidos por algún funcionario de alto cargo.
En una de esas conversaciones Reinaldo coincidía con el chofer,
un muchacho muy joven, en que tenían hijos de la misma edad. En el
año próximo sus hijos cumplirían quince años.
A mí se me ocurrió comentar que mi hijo mayor estaba próximo
a cumplir cuarenta años.
Fue allí cuando Reinaldo me dijo: “Podrías haber sido mi padre,
yo tengo cuarenta años”.
La verdad es que pensaba que el ministro tenía algunos años
más, parece más grande.
—Es que en un año de gestión me desgasté como si fueran diez,
se me ha caído el pelo –justificó Reinaldo.
El ministro Iturriza es un funcionario chavista en el mejor
sentido de la palabra. No es fácil encontrarlo en el Ministerio.
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Siempre anda en la calle, recorriendo el país, participando en
jornadas de trabajo voluntario, visitando aquel barrio que nunca pisó
un ministro, metiéndose en el rancho más pobre de la comunidad y
compartiendo con la dueña de casa –casi siempre es una mujer– sus
pesares y sus sueños.
En plena crisis de las guarimbas y los francotiradores lo acompañé
a un acto en Táchira, donde todavía existían focos terroristas.
Anochecía cuando estábamos en un acto en una comunidad y se
cortó la luz. En circunstancias como esas la actitud habitual de un
alto funcionario es resguardarse en un vehículo blindado. Reinaldo
siguió hablando como si nada hubiera pasado, compartiendo los
mismos riesgos que todos los asistentes. Para quienes vivieron ese
momento no fue tan importante lo que dijo, sino lo que hizo.
A Chávez lo conocí de lejos, pero viendo trabajar al ministro
Iturriza me lo puedo imaginar mejor. Montó una escuela de gestión
y liderazgo y Reinaldo es uno de sus mejores alumnos.
Como les suele suceder a los buenos dirigentes, el futuro de
Reinaldo Iturriza en el Ministerio de las Comunas y en futuros
cargos de Gobierno no depende de su propio trabajo.
Debemos empezar por recordar que Reinaldo fue siempre un
intelectual cuya adhesión al chavismo nunca le impidió ejercer
el pensamiento crítico. Identificándose con el chavismo popular,
advirtió que había otro chavismo cuyas ideas no compartía.
La consecuencia de su conducta con esas opiniones le costó la
marginación política, hasta que fue reivindicado públicamente por
Chávez.
La decisión de Nicolás Maduro de ponerlo al frente del Ministerio
de Comunas fue una apuesta a la política del Golpe de Timón.
A pesar de ese respaldo, muy pocos creyeron que su gestión
podía durar más de seis meses.
Un año y medio después las razones de su inestabilidad son otras.
El incipiente poder comunal que se expresa en más de setecientas
comunas registradas en lo que va de su gestión, considera al actual
ministro como un punto de apoyo muy sólido. En los pueblos las
políticas se encarnan en hombres y su sola presencia empieza a identificarse con el poder comunal.
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Los sectores autoritarios y burocráticos del chavismo, que
siempre miraron con desconfianza las críticas del intelectual
Reinaldo, han aumentado su preocupación por el crecimiento del
ministro Iturriza.
Para muchos funcionarios cansados, autoritarios o poco
proclives a cambiar sus hábitos burocráticos de gestión, el joven
funcionario e incipiente figura política es un mal ejemplo.
Recorriendo el camino de Chávez, aportando a la visualización
del sujeto comunero, Reinaldo ha ido construyendo su propia
legitimidad en el pueblo.
Portuguesa, agosto 2014
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Socialismo y capitalismo en la
historia de Nuestramérica
Cuando escribo en la pizarra “Cristóbal Colón descubrió
América en 1942” hay una pronta reacción de los participantes del
taller para corregirme con respecto a la fecha escrita, hay un error de
quinientos años y sobre el contenido de la frase. No están de acuerdo
en que haya sucedido un “descubrimiento”, les parece más correcto
hablar de una invasión.
Esta respuesta unánime que se ha repetido en distintos talleres
donde participaron comuneros, integrantes de movimientos sociales
y servidores públicos, no fue la misma cuando me invitaron a la UCV
a dar una exposición de saberes populares. Allí escuché expresiones
que hablaban del “encuentro entre dos culturas” y hasta pude
escuchar a un joven docente reivindicando la figura de Cristóbal
Colon. Sin lugar a dudas, la universidad tradicional de Venezuela
es un sector retrasado en el Proceso Bolivariano. No ha podido
acompañar al pueblo en el crecimiento de sus saberes.
Volviendo a Cristóbal Colón, lo primero que habría que comentar
es que cuando el marino genovés llegó a América se encontró con
un continente ocupado y poblado desde hacía mucho tiempo. Se
sabe que el género humano no es originario de América, por lo que
puede afirmarse que otros “descubridores” precedieron a Colón en
su llegada a América.
Sobre la llegada de los primeros grupos humanos a América
hay distintas teorías, pero lo que se consensúa podría sintetizarse en
que llegaron por distintas entradas marítimas y terrestres, y que los
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ingresos más remotos se fechan entre treinta y cincuenta mil años
antes de nuestros días.
También hay discrepancias sobre cuántos hombres y mujeres
habitaban América en 1492. La mayoría de los científicos estima que
serían alrededor de setenta millones.
En este continente ocupado y poblado desde hacía miles de años
se desarrollaron distintas culturas que en tiempos de la invasión
europea tenían algunos puntos en común:
-La vinculación con la Naturaleza, de la que se sentían parte. En
todas las culturas aparece el culto a los astros o fuerzas naturales y un
concepto de convivir con el medio natural tomando solo lo necesario
para vivir. En todas las culturas aparecen animales míticos o fuerzas
naturales que castigan al que abusa de la Naturaleza. Entre las tribus
recolectoras y cazadoras se aplica la idea de no agotar los recursos, por
el contrario, se abandona un territorio cuando los recursos dejan de
ser abundantes.
-El trabajo colectivo, que es ejercido por todos los miembros de
una comunidad y el reparto de los bienes adquiridos por medio de
la caza, la recolección o la agricultura, para satisfacción de las necesidades de todas las personas.
-El desconocimiento de la apropiación individual. Recolectores
y cazadores no acumulan, solo toman o cazan lo necesario para ser
consumido por la comunidad. Por condiciones climáticas, algunas
tribus acumulan reservas en alimentos como los pehuenches de la
cordillera sur, que construyen silos con los frutos del pehuén; o los
incas, que construyen grandes almacenes, pero esas reservas son de
propiedad comunitaria o estatal, nunca individual.
Con respecto a la organización social, la invasión a América
encuentra a las culturas originarias en procesos distintos de diferenciación social.
En un extremo podemos ubicar a pueblos de organización
horizontal. Sus autoridades son caciques elegidos libremente por la
comunidad por sus condiciones de fortaleza, valentía, habilidades
para cazar o recolectar y buen sentido para tomar decisiones en
beneficio de la comunidad. En estos y otros pueblos existen consejos
consultivos donde participan los ancianos y las ancianas de la
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comunidad. También es frecuente encontrar una figura a quien se le
designa la tarea de llevar la memoria oral del pueblo y de conocer y
dispensar los saberes medicinales. En algunos pueblos esta figura es
femenina y lleva el nombre de machi, en otros es masculina y lleva el
nombre de chamán. La autoridad de machi o chamán es precedida
por una larga preparación.
En el otro extremo ubicamos las civilizaciones incas y aztecas,
donde una clase social compuesta por la familia de la máxima
autoridad, jerarcas y sacerdotes, ejerce una dominación sobre el resto
del pueblo y sobre otros pueblos que han sido derrotados y oprimidos.
Aquí tenemos privilegios para esta clase social dirigente, trabajo
colectivo y una acumulación estatal, no individual. Los jerarcas
organizan el trabajo colectivo y garantizan el alimento de todos los
integrantes de su pueblo.
Entre estos extremos existe una variada gama de procesos de
diferenciación. En algunos pueblos aparecen cargos de cacique que
son hereditarios, algunos privilegios para las autoridades, etc.
Contemplando las diferencias apuntadas, es evidente que el modelo
de saqueo impuesto por el Imperio español y otros colonizadores
europeos hace estallar la cosmovisión originaria. Los invasores están
dispuestos a arrasar con la naturaleza, solo se proponen acumular
y enriquecerse individualmente y consideran, particularmente los
españoles, el trabajo como una deshonra a la que solo pueden someterse
las clases bajas, las bestias de carga y personas sin alma.
El saqueo de los bienes naturales de los pueblos originarios
va acompañado por la negación de sus saberes, la utilización de su
fuerza de trabajo como mano de obra esclava, la destrucción de sus
templos y lugares religiosos, la humillación permanente.
Las palabras son cajas de recuerdos que llevan en sí mismas
memorias del pasado. La palabra “coger” en España significa “tomar”,
“agarrar”. En muchos países de Nuestramérica “coger” significa tener
relaciones sexuales. Y esta palabra trae la memoria de las violaciones de
las indígenas que eran tomadas, “cogidas” por la fuerza por los españoles.
La resistencia de los pueblos originarios contra el saqueo y la
humillación de los invasores se expresó en múltiples rebeliones,
algunas de las cuales se mantienen hasta nuestros días. Pero puede
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pensarse también que la gran revancha de América fue inocular a
algunos viajeros europeos el virus de las sociedades igualitarias.
Lo que encontraron los europeos en América fueron sociedades
que ejercían formas de relación comunitarias y presocialistas muy
parecidas a las que habían ejercido las poblaciones originarias
europeas e incluso las primeras tribus cristianas, pero que ya no
ejercían influencia alguna, aplastadas por varios siglos de “civilización”
y oscurecidas por el poder feudal y eclesiástico de la Edad Media.
Ese virus de las sociedades igualitarias aparece en Utopía, de
Tomás Moro, obra capital del Renacimiento y primer texto presocialista publicado en Europa, pero también posteriormente en el
pensamiento de los socialistas utópicos cristianos, fuertemente influenciados por las experiencias de las misiones jesuíticas en América.
Debemos al pensador revolucionario peruano José Carlos
Mariátegui el llamado de atención sobre los elementos de socialismo
práctico que advierte en los ayllus originarios.
Si el socialismo es una idea americana, que trasladada a Europa
será repensada, rotulada y provista de una base científica, también el
capitalismo tiene sus cuentas pendientes con América. Pero aquí la
deuda no es de inspiración, sino de aporte a la acumulación originaria
para el desarrollo del capitalismo industrial.
Los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, son recordados por el
apoyo a Colón, por la reunificación de España, que fue posible al
unir los reinados de Aragón y Castilla, pero también por la expulsión
de árabes y judíos por razones religiosas. Esta última medida fue
catastrófica para la economía de la Península ya que los árabes
hacían un gran aporte en agricultura, producción textil y talleres
artesanales, y los judíos aportaban al pequeño comercio.
Los españoles, que reivindicaban su pureza de sangre,
consideraban el trabajo un deshonor y esta opinión no era
patrimonio exclusivo de la nobleza sino también de las capas medias:
los hidalgos. En la obra de Cervantes, El Quijote de la Mancha, hay
una reflexión sobre la conveniencia de ser hombre de religión o de
armas. El Quijote no trabajaba, lo hacía su escudero, Sancho Panza.
En las familias de hidalgos el hermano mayor heredaba la poca
o mucha tierra familiar y para los hermanos menores los destinos
posibles eran la iglesia o el ejército.
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La Conquista absorbió a nobles empobrecidos, a hidalgos, pero
muy particularmente a la plebe trabajadora que fue alistada en los
ejércitos conquistadores. En consecuencia, España se convirtió en
una potencia que se alimentaba del saqueo, pero que no producía
nada y que tenía que comprar en los países vecinos lo que necesitaba
para mantener su nivel de vida fastuoso. Por esa vía, una parte
importante del saqueo español de América empezó a acumularse en
los Países Bajos, Francia y Alemania.
Cuando el saqueo de minerales como el oro y la plata y otros
objetos preciosos, como las perlas, empezó a ser insuficiente para
sostener los gastos del Imperio, los conquistadores echaron mano a
otros recursos naturales que para su realización como mercancías
necesitaban una utilización intensiva de la mano de obra. En América
existían tierras muy aptas para explotar dos productos originarios
como el cacao y el tabaco, y dos productos importados como el café
y la caña de azúcar.
Pero para desarrollar estas plantaciones se carecía de la mano de
obra indispensable, dada la merma de la población originaria por causa
de la represión a los focos de resistencia, las mortandades provocadas
por las enfermedades traídas por los europeos y el trabajo esclavo en
las minas.
Para resolver este problema se apeló a la mano de obra africana,
que fue secuestrada y sometida a condiciones de esclavitud.
El transporte de la nueva mano de obra esclava generó un activo
tráfico marítimo que se conoce como comercio triangular. Este tráfico
se iniciaba con el transporte de armas, pólvora y algunos productos
desde Inglaterra, Francia y los Países Bajos hacia las colonias africanas,
donde se efectuaban las capturas de quienes serían sometidos a la
esclavitud. Los mismos barcos transportaban a los secuestrados
a América donde eran vendidos a los terratenientes plantadores.
Finalmente, los barcos regresaban a Europa cargados con productos de
las plantaciones. Este tráfico permitió el traslado de más de cuarenta
millones de africanos, de los cuales apenas la mitad llegó a destino,
pero además generó un enorme enriquecimiento de los traficantes
de esclavos. Sus capitales se acumularon en bancos que fundaron
los propios traficantes. Esos bancos dieron los primeros créditos que
permitieron el crecimiento del capitalismo industrial.
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Durante muchos años se atribuyó esta acumulación originaria a la
expropiación de los campesinos ingleses, franceses, alemanes y de los
Países Bajos. Hoy sabemos que esos campesinos expropiados aportaron
su mano de obra, pero que el capital del que fueron despojados no
hubiera sido suficiente para poner en marcha las primeras industrias.
Resumiendo, podemos decir que el nacimiento del capitalismo
industrial fue posible por la expropiación de los saberes de los
artesanos, por la explotación de la mano de obra de los campesinos
expropiados, pero con una acumulación originaria basada en el
saqueo de América y la despoblación de África, con el saldo del
genocidio de cuarenta millones de americanos originarios y de veinte
millones de africanos.
Aragua, agosto de 2014
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Poliya
Alguna vez me dijeron el nombre y apellido de Poliya, pero no
lo recuerdo. No porque sea difícil, sino porque nadie lo llama así. Es
difícil saber su edad porque su pelo de indio no tiene canas. Por las
arrugas de su cara supongo que debe tener más de sesenta.
Una vez Poliya me dijo que ellos se hicieron ecologistas por susto.
Los sacerdotes de la Fraternidad Hermanitos de Foucauld que
llegaron desde la Argentina, corridos por los asesinatos de la Alianza
Anticomunista Argentina (A.A.A.) y que fueron los creadores de la
cooperativa La Alianza, les insistían que había que producir sano,
pero ellos, los campesinos, no les paraban bola.
Y fue así hasta la vez que los mandaron a hacer unos análisis
de salud y el resultado fue que todos estaban envenenados por los
químicos que utilizaban para combatir las plagas de las huertas.
Envenenados los que trabajaban y también los familiares que
consumían las verduras que producían.
Y allí fue que se pusieron a investigar cómo producir alimentos
sin usar venenos.
Allí aprendieron que el mejor tomate, el que vemos más grande
y colorado, sin ninguna mancha, es el que tiene más veneno. Que
todo lo que se le agrega a una verdura para mejorar su presentación
comercial o para que dure más en la góndola, se hace a expensas de
la salud del consumidor.
Poliya está convencido de que todo el problema empezó cuando
comenzaron a convertir a los alimentos en mercancía.
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En el camino de desaprender y de aprender empezaron a
revalorar todo lo que les habían enseñado sus abuelos. Que se puede
vivir con leguminosas, tubérculos y maíz, y que es necesario proteger
y difundir las verduras y las frutas criollitas que alimentaron a generaciones. Las búsquedas de Poliya y sus compañeros de trabajo les han
permitido rescatar viejos saberes, incorporar otros nuevos y hasta
hacer inventos como el extractor que, según comenta al pasar, inventó
un guaro y que funciona muy bien, permitiendo obtener extractos y
esencias de aplicación para curar las plantas o a las personas. Y uno
ya se va imaginando que su modestia le impide reconocerse como
padre del invento.
No sé muy bien de dónde sacó el Poliya su pasión por las
lombrices, pero puedo asegurar que habla de ellas como queridas
compañeras de trabajo. Conoce mucho de sus vidas y de sus gustos.
Poliya está a cargo del emprendimiento de lombricultura en la
finca Las Lajitas, que produce humus y fertilizante líquido producido
por la deposición de las lombrices. Y trabaja a conciencia, porque el
producto final será el resultado de los alimentos que consumieron
las lombrices y las condiciones que tuvieron para alimentarse y vivir.
Le pregunté por la moringa y estaba muy informado sobre las
bondades de esa planta llamada “el árbol de la vida”. Nos enseñó un
ejemplar que estaba plantado en la finca.
Insistió en recomendarme una criollita, el chachafruto, una
oleaginosa que los originarios aprendieron a valorar porque los
salvó de una gran hambruna. Me contó esa historia y muchas más,
porque con Poliya se puede conversar durante horas sin dejar de
sorprenderse por su sencillez para abordar los temas más profundos
y complejos.
Antes de despedirme le pregunté sus preocupaciones y me dijo
que lo tenía alarmado el hecho de que en Venezuela y en todo el
mundo no hay generación de relevo para las tareas agropecuarias,
para la producción de alimentos del campo: “Como usted verá,
vamos quedando los viejitos”. Y para eso no tengo respuesta.
La última lección de Poliya fue la de que las personas del
pueblo tienen que conversar. Que ese es un problema grande porque
hay personas que están peleadas y ya ni se acuerdan por qué. Y la
desunión es algo malo.
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Y allí fue que nos echó el cuento de que un hombre andaba
buscando gallinas coloradas para comprar y él sabía que el que
podía venderlas era un vecino que era su declarado enemigo. Pero se
decidió a acompañar al comprador, pensando que “si me mata, que
me mate en su casa”.
Y cuando fueron a preguntarle por las gallinas, el hombre salió
muy serio y les contestó: “Conmigo se habla de caballo, de ganado y
de carros. De pavo para abajo se habla con mi mujer.” Así fue que con
la mujer de su enemigo pudieron hacer el negocio de las gallinas. Y
como reflexiona Poliya: “Eso fue lo que me dijo el hombre, pero algo
hablamos. Y eso ya es importante”.
Cuando nos despedimos, Poliya me regaló unas vainas de
chachafruto para que plantara en mi país y le compré una vaquita
de madera hecha con sus manos. Porque el hombre, además de
agroecólogo, economista, filósofo y político, es artesano.
Sanare, Lara, agosto de 2014
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La Revolución con todos y todas
Han aparecido en Caracas unas fotocopias de portadas de
diarios que se corresponden con el tiempo en que Chávez llegó al
Gobierno, donde se hablaba del crecimiento de la perrarina como
parte del consumo de la población. La perrarina, como su nombre
indica, es alimento balanceado para perros. En ese mismo diario se
hace una entrevista al gerente de ventas de una de las empresas líder
que produce perrarina, donde reconoce un aumento de las ventas
de su mercancía y explica que en realidad es apta para el consumo
humano, que tiene valor proteico, etc.
En ese país que consumía perrarina y donde los pobres eran más
de la mitad de la población se quiso hacer una revolución con todos.
La indigencia económica tenía consecuencias culturales que
después de quince años de revolución sobreviven en el idioma de la
mayoría de los venezolanos, donde algunas palabras, que difícilmente
quedan excluidas de una conversación, tienen numerosos significados.
Por ejemplo, la palabra arrecho y la palabra vaina.
Ese empeño de Chávez en hacer “la revolución con todos” tuvo
sus consecuencias en el plano económico, habitacional, educativo,
sanitario, de tránsito vehicular, etc.
Recuperada Pdvsa y con caja para repartir, miles de millones
de reales se destinaron al desarrollo de cooperativas populares que
organizaron pequeños talleres de reparación de automóviles, lugares
de comidas, pequeñas empresas de transporte, emprendimientos
textiles, peluquerías. Otros tantos se destinaron a subsidios y créditos
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a pequeños propietarios rurales. La mayoría de esas cooperativas
fracasaron, la mayoría de los créditos no fueron devueltos.
En el plano habitacional, se hicieron planes de viviendas y al
“loco Chávez” se le ocurrió instalar urbanismos en pleno centro de
la ciudad, donde fueron a vivir indigentes, y aún en las zonas más
exclusivas del Este. Como comentaba una señora muy aristocrática:
“Puso a vivir los ladrones con la gente bien”.
En el plano educativo, el estudio dejó de ser un privilegio de
las clases pudientes y florecieron las misiones que se ocuparon de la
educación primaria y secundaria. Pero no contentos con eso, también
quisieron hacer “universidades para pobres”, con la Misión Sucre y la
Universidad Bolivariana. Las consecuencias en quince años han sido
la aparición de una masa de profesionales, cuya competencia apenas
pueden contener quienes alegan ser “egresados de la UCV”.
En el plano sanitario, la revolución fue más prolija porque los
cubanos y los CDI se fueron a vivir a los barrios donde vivían los
pobres y los muy pobres. Las únicas quejas provienen de sectores
medios que no entienden por qué los más pobres tienen mejores
servicios sanitarios que ellos.
El tránsito se modificó bruscamente porque los mayores ingresos
de la población provocaron que sean muchas más las personas que
concurren diariamente al centro de las ciudades y que buena parte
de ellas lleguen en carro y/o motocicleta, recientemente adquirido.
Mayor cantidad de gente en la calle, un tránsito duplicado con una
buena dosis de conductores inexpertos, y la total indiferencia a las
normas de tránsito por parte de peatones, motorizados y conductores
de vehículos de todo porte, generaron un caos vehicular.
Interpretando el caos
La palabra caos es muy representativa de esta ”revolución
con todos”. Cuando se interpreta el sentido del caos hay distintas
miradas. El cine nacional es un buen exponente de los distintos
puntos de vista para abordar este asunto. En “Piedra, papel y tijera”
aparece un país donde todo fue puesto patas arriba y el resultado es
el mayor sufrimiento del conjunto de la población. El caos convierte
en víctimas a todos los estamentos de la sociedad. Aquí aparece la
vieja trampa de la burguesía de crear la ilusión de que sus intereses,
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sus miedos, sus proyectos, sus sueños, sus valores y su estética son
los del conjunto de la sociedad.
Hay otra mirada sobre el caos. Y aquí me viene a la memoria
un relato leído en los años 70 que hablaba de las transformaciones
de personas que vivían en villas-miseria trasladadas a urbanismos,
edificios con muchos pisos.
Decía en aquel relato que durante la primera semana era casi
imposible movilizarse porque los niños se habían apoderado de
los ascensores y jugaban a subir y a bajar entre los distintos pisos.
Después de esa primera semana de confusión los niños se aburrieron
de jugar con los ascensores, la vida en el urbanismo empezó a
normalizarse y allí sí pudieron disfrutar de esas viviendas que eran
mucho más confortables.
En una revolución con todos y todas el caos es inevitable pero las
víctimas no son el conjunto de la sociedad. Solo pierden los que antes
eran privilegiados.
Que lo que antes hacía solo un círculo exclusivo ahora lo hagan
todos provoca cambios cuyos resultados finales no pueden congelarse
en la foto del día siguiente, sino que van a verificarse en el tiempo.
A modo de ejemplo, hoy casi la mitad de la población venezolana
es obesa. Pasaron de comer perrarina a comer tres comidas diarias
con exceso de carbohidratos y grasas.
Cuarenta años de colonización cultural generaron hábitos
alimentarios con gran incidencia de la comida chatarra. Duplicado
el consumo, se duplicó la ingesta de comida chatarra. Hoy hay una
intensa campaña oficial destinada a informar a la población sobre la
conveniencia de comer sano. Ya se advierte preocupación en algunos
sectores por lo que se está consumiendo. Y como ventaja adicional en
el país está prohibida la producción de alimentos transgénicos. No
digo que no se consuman. Se importan alimentos de otros países y
algunos aprovechan el caos para producir con transgénicos, pero se
consumen mucho menos.
He tenido la fortuna de viajar en distintas oportunidades a
Venezuela y hace más de un año vivo en este país. Desde esa experiencia puedo advertir que las fotos no son las mismas.
Empiezo con un ejemplo de lo que para mí es más cercano,
como es el tránsito vehicular por la avenida Bolívar a la altura de
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Parque Central. Cruzar esa avenida hace unos años era un acto de
mucho coraje. No respetaban los semáforos ni los motorizados ni
los automóviles. Años después, había que tomar precauciones con
los motorizados. Hoy puedo asegurar que ocurre que, alguna vez, un
motorizado no respeta el semáforo.
El urbanismo instalado frente a Parque Central, donde vive
gente muy humilde proveniente de refugios, tenía en la planta baja
una docena de locales vacíos. Las primeras inauguraciones fueron:
¡horror!, dos peluquerías, una al lado de otra. Esa foto que hablaba muy
mal de las inquietudes productivas y comerciales de los habitantes de
los urbanismos ya es una foto vieja. Se instaló una frutería, después
una panadería, después una casa de comidas. Y quien pasa por esa
vereda puede apreciar que cada día los locales están un poco más
limpios, que hay unos nuevos detalles que demuestran la preocupación de sus dueños.
Esa mirada puede extenderse a todos los aspectos anteriormente
señalados.
Hubo una minoría de emprendimientos productivos cooperativos o de comunas que se sostuvieron. Esos pocos que sobrevivieron han crecido, son referencia y pueden convertirse en puntos
de apoyo para emprendimientos más ambiciosos. Hoy no hay
necesidad de ir a ningún texto o algún curso en un ministerio para
aprender cómo debe funcionar un criadero de pollos, una producción
de cachamas, cómo cultivar eficientemente el maíz o la caraota, cómo
criar bovinos, producir leche, poner en marcha una bloquera o un
buen taller metalúrgico, hacer funcionar una empresa de transporte
comunal. Hay experiencias comuneras exitosas en todo el territorio
nacional.
El tiempo ha sido un aliado de la revolución y lo seguirá siendo
en el futuro, eso obliga a combinar la paciencia con la valoración de
los cambios efectivos.
La pregunta inevitable
Yo he visto a una mujer humilde hacer algo que nunca pensó
hacer en su vida: escribir en una computadora una nota dirigida a
una empresa comunal para que chicos de su barrio puedan concurrir
a un plan vacacional. La he visto sentarse en la computadora y
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escribirla una y veinte veces hasta que pudo sentirse conforme. Y
he visto cómo se llevaba esa nota con mucho orgullo después de
haber sido impresa. Y cuando advierto que la mujer se perdió medio
día para hacer esa nota, que todavía tiene fallas de redacción y de
ortografía, he caído en la tentación de preguntarme: ¿No sería más
fácil si ese trámite lo hicieran menos personas? ¿No sería más fácil
hacer una revolución con menos y que el resto apoye desde afuera?
Y siempre concluyo que esta revolución sigue viva porque desde
el principio quiso hacerse con todos. Y haciéndose “con todos” es
lenta, generosa, ineficiente, enérgica, torpe, contenedora, brusca,
alegre, arbitraria, sensata, plebeya, caribeña.
El destino inexorable
Una revolución con todos tiene más posibilidad de triunfar y
consolidarse, pero no tiene escrito un destino de triunfo.
Hace veinticinco años conocí un país que en algunos detalles me
recuerda a Venezuela.
Libia era un país que, cuando se produjo la revolución en 1969,
tenía un 94% de población nómade y un índice aterrador de analfabetos.
Veinte años después el sueño mesiánico de un líder que quiso
construir el socialismo en un país que salía de la Edad Media parecía
alcanzable.
Ghadafi, que nacionalizó el petróleo, construyó viviendas y
alfabetizó a la mayoría de la población, produjo grandes avances en
materia económica, pero la revolución cultural quedó pendiente.
En ese plano, la mera oposición a todo lo que viniera de Occidente
parecía suficiente. Hubo algunos intentos del líder en la dirección de
impedir que los hombres compraran a sus esposas, pero se desalentó
rápidamente.
En los años posteriores la misma mano conductora fue
desarmando ese proyecto revolucionario que iluminaba África y fue
promesa de la humanidad en los aciagos finales de los 80.
El destino de Libia fue primero el aislamiento y la derrota interna
de los sueños de cambio social, y después la invasión extranjera y el
desmembramiento.
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La Revolución Verde se agotó con las energías revolucionarias
de su líder y el balbuceado protagonismo popular que intentaba
llenar de contenido la democracia de base impuesta por decreto, fue
desplazado por un regreso al autoritarismo.
El caso extremo de Libia pone sobre la mesa la cuestión de la
valoración de saberes populares que son útiles para la resistencia,
pero limitados para pasar a la construcción de una nueva sociedad.
Ni en Libia ni en Venezuela existen posibilidades de “revoluciones
con todos”, si no van acompañadas por revoluciones culturales. En
palabras de Chávez: “Son importantes las comunas, pero mucho más
importante es el espíritu comunal”.
Las revoluciones culturales están fuertemente vinculadas a un tema
que puso de moda el último congreso del PSUV, la formación política.
La formación política es un trabajo que exige tiempo, disciplina,
amor y conocimiento.
En nombre de la formación política se suelen ejercer dos tipos
de paternalismos.
El que subestima los saberes populares y piensa que formar es
limitarse a transferir conocimientos a cabezas vacías.
El que subestima la voluntad de aprender de los pueblos y se
limita a hacer consultas y promover la circulación de la palabra,
despreciando el aporte de las experiencias y conclusiones de otros
pueblos transformados en teoría política.
Difícil acordar cuál es el más dañino.
Las revoluciones culturales nacen en el primario instinto de
rebeldía y acompañan su transformación en protagonismo popular.
Son hijas del pueblo, pero no se desarrollan evolutiva ni naturalmente.
Deben estar acompañadas de espacios de reflexión consciente, donde
todos y todas seamos capaces de liberarnos de las salpicaduras que
nos dejó el estiércol del capitalismo.
Y otra vez, no hay atajos. No hay revoluciones de pocos ni de
elegidos.
Hay que tomar el camino de los muchos, aunque en ello se nos
vaya la vida.
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Las familias
Gerardo es comunero de Lara y hace unos cuantos años que lo
conozco. Es uno de los militantes populares más humildes, trabajadores y valiosos que he conocido en Venezuela. A sus condiciones,
suma una aguda capacidad de análisis.
Conversando sobre las eventuales continuidades de las políticas
del Ministerio de Comunas después del alejamiento de Iturriza, me
comentaba: “Como sabes, la continuidad en políticas dependen de
sujetos concretos, con estilos, formas y objetivos similares”.
Como me ha ocurrido en otras oportunidades, la reflexión de
Gerardo ordenó mis dudas y precisó mis inquietudes.
En el chavismo y en el Gobierno venezolano más que ideas,
tendencias u organizaciones políticas, existen familias políticas.
Y la pertenencia a una misma familia no significa necesariamente
compartir “estilos, formas y objetivos similares”.
Esto sucede en los espacios de gobierno, pero también en el
seno de los movimientos sociales. A veces es difícil entender cómo
personajes muy distintos en su forma de trabajo y orientación política
estén en la misma organización.
Sobre ese tema tengo una anécdota graciosa. A mí me habían
comentado de un gobernador que era miembro no público, pero
destacado, de una agrupación política muy crítica, por la izquierda.
Cuando visité ese estado llegué con el ánimo dispuesto a conocer
las mejores experiencias comunales, la mejor relación entre autoridades del viejo Estado y la nueva institucionalidad. Es decir, todo lo
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que propone la organización a la que supuestamente pertenece o está
vinculado el gobernador.
Tuve la oportunidad de conocer distintas experiencias, conversar
con comuneros y con gente no organizada, de estar en algún evento
costeado con apoyo oficial y de visitar barrios muy pobres. En ese
estado encontré un reclamo muy fuerte contra las pretensiones
del gobernador por recortar la autonomía de las organizaciones
populares de base, y también quejas de vecinos muy humildes que se
consideraban abandonados por las autoridades estadales.
Las familias amparan a sus miembros disimulando sus defectos.
En el terreno de la gestión, un familiar con pocas luces y disposición
al trabajo suele ser mejor mirado que un militante trabajador y
esclarecido de una familia contraria.
Las familias contribuyen a empobrecer la política y promover la
ineficacia en la gestión.
La mirada desde el pueblo de a pie sobre este fenómeno político
es dual. Por un lado, hay una crítica muy dura al “amiguismo” y al
“compadrazgo”. Pero también está muy instalada la idea que para que
los trámites se muevan y salgan los proyectos no hay nada mejor que
una buena palanca.
Quince años después de desaparecida la IV República, sobreviven
aspectos de su cultura política.
Caracas, septiembre de 2014
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Maduro
Cada vez que regreso a la Argentina por unos días me topo con
la pregunta de amigos y compañeros sobre cómo va el Proceso Bolivariano y la gestión de Nicolás Maduro.
Las fuentes de información en mi país sobre Venezuela incluyen
las cadenas mediáticas de la derecha, lo difundido por los medios
oficialistas, la posibilidad de ver Telesur por quienes pagan por el
servicio de alguna cablera que la incluye en la programación y el
acceso al portal Aporrea. Sumaría a esas fuentes los aportes que
hacen círculos más informados y progresistas como Pedro Brieger
desde los espacios que dispone y algunos portales alternativos de
izquierda.
Las preguntas burdas merecen una rápida respuesta.
Venezuela no es un país en llamas, donde el pueblo pasa hambre
y se violan cotidianamente los derechos humanos. Venezuela es un
país amenazado y demonizado por Estados Unidos y los poderes
capitalistas mundiales por dos razones fundamentales. Porque
tiene las reservas de petróleo más importantes del mundo y porque
constituye un ejemplo a seguir de “otro país posible”, tal como lo fue
el Paraguay entre 1812 y 1866.
Los problemas del Gobierno venezolano no son los mismos que
los del Gobierno de Cristina o Dilma. En países donde todavía se
mantiene como dominante la economía capitalista no es un detalle
menor, si el rumbo es transitar hacia el socialismo o consolidar un
“capitalismo serio”.
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H. Guillermo Cieza
Las preguntas de personas más informadas, que reivindican
a Chávez y los avances generados por el Proceso Bolivariano, pero
plantean dudas sobre el liderazgo de Nicolás Maduro, sobre el
presente y el futuro del experimento chavista, exigen respuestas más
elaboradas y nos ponen en la obligación de reflexionar.
Si tengo que opinar sobre Maduro, lo primero y casi obvio es
comentar que ponerse los zapatos de Chávez significó un desafío
personal durísimo. Y que la elección del propio Chávez recayó en
quien consideraba que estaba mejor preparado para sucederlo. Esa
elección da una pista, no lo consagra, Chávez era falible.
Un año y medio después de reemplazar a Chávez, ganando
una elección muy ajustada que pretendió ser desconocida por la
oposición, con guerra económica e intento de golpe de Estado, me
animo a sugerir que Maduro ha consolidado su liderazgo.
Maduro no es Chávez, que era un comunicador excepcional con
capacidad de manejar la coyuntura y el mediano plazo de su país y
ejercer un liderazgo continental. Pero Maduro sí es un gobernante
honesto y trabajador que está demostrando capacidad de conducir
sin que le tiemble el pulso, tomando decisiones de fondo que le han
permitido atacar problemas gruesos que afectaban la continuidad
del proyecto bolivariano. Me refiero concretamente a haber tomado
medidas correctivas y ejemplificadoras con tres grandes focos de
corrupción como son las prácticas de acaparamiento y promoción
artificial de la inflación (Ley de Precios Justos); el contrabando de
frontera y, más recientemente, empezar a meter mano en los nichos
infectados de Pdvsa.
Con respecto a su continuidad con Chávez, hay dos miradas
posibles. O se cargan las tintas sobre todo lo que no se parece a
Chávez, o se advierte que se parece en algo esencial: no haberse
institucionalizado como gobernante, mantener su condición de
“infiltrado” en el Estado capitalista. Desde ese lugar puede mantener
su dinamismo como gobernante y su condición de crítico de su propio
Gobierno. Hacer lo contrario de lo que recomendaba un politiquero
argentino para mantenerse en el poder: “Hay que saber mirar para otro
lado y hacerse el boludo”. O como decía otro politiquero venezolano:
“Son malos funcionarios, pero son panas”.
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Ocurrido el intento de golpe de Estado de febrero, marzo de 2014,
hay un cruce entre Lula y Maduro que me parece importante destacar.
Lula le recomienda “ampliar las alianzas”, lo que conociendo
la trayectoria de Lula y el PT significa “gobernar con la burguesía”.
Maduro le contesta que su Gobierno ya tiene alianzas amplias
contenidas en el Polo Patriótico. Alguno podrá decir que el PSUV y el
propio Maduro ceden pocos espacios a sus socios del Polo Patriótico,
o que en plena crisis y en ocasión de los diálogos de paz el presidente
le hizo concesiones a la burguesía. Pero esa no es la decisión de fondo.
La decisión de fondo es intentar seguir avanzando en una transición
al socialismo. Hay errores, dificultades, pero no hay cambio de rumbo.
Hay una cuestión que dejó planteada Chávez en su Golpe de
Timón que fue asignar a la construcción de las comunas un valor
decisivo en la implantación del socialismo. Y se la encomienda
expresamente a Maduro. “Nicolás, te encomiendo esto como te
encomendaría mi vida: las comunas, el estado social de derecho y de
justicia.: Hay una Ley de Comunas, de economía comunal. Entonces,
¿cómo vamos a estar nosotros haciendo…?”.
Sobre el punto, me parece necesario hacer una precisión. Es
responsabilidad del Gobierno promocionar la construcción de
comunas. Es responsabilidad del Gobierno no trabar el desarrollo de
las iniciativas comunales, ni tratar de subordinarlas o controlarlas.
Es responsabilidad del Gobierno desechar las prácticas clientelares.
Pero la responsabilidad de construir las comunas es del propio
pueblo. Corresponde al propio pueblo organizarse, movilizarse y
exigir cada vez más decisión en lo político, lo social y lo económico.
Quien gobierna debe apoyar las comunas y toda iniciativa que
aporte a la construcción del socialismo, pero no puede prescindir de
las relaciones de fuerza existentes en el terreno de la economía, de la
política e incluso dentro de las propias fuerzas del chavismo.
Existe un radicalismo de asesoría que atribuye, como la
oposición, todos los males del país a lo que hace o deja de hacer el
presidente.
Lo que va a definir en última instancia que el proceso hacia
el socialismo sea irreversible es una relación de fuerzas que se
construye cotidianamente en los territorios, en los lugares de trabajo
y de estudio.
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Creo que esta confusión sobre lo que pueden hacer los hombres
(y las mujeres) y pueden hacer los pueblos se equivoca al promover
un estilo de trabajo que le llevó la vida a Chávez y compromete la de
Maduro, y la de algún otro alto funcionario que conozco.
Provocando, diría que hay altos funcionarios que deberían
trabajar menos. Poner el cuerpo abnegadamente, tratando de resolver
tareas que deben ser asumidas colectivamente, es un esfuerzo que no
puede sostenerse a largo plazo.
En Venezuela hay una revolución cultural pendiente, y previo
a eso una reflexión necesaria por parte de quienes han asumido
mayores responsabilidades, trabajando abnegadamente por mantener
en pie el proyecto revolucionario.
No puede pensarse una economía sostenible y sustentable
en el largo plazo, si no se frenan las tendencias consumistas de la
sociedad y no se reduce sustancialmente la importación de bienes no
esenciales y absolutamente superfluos.
Hay que generar un fuerte rechazo al modelo clientelar, a
políticas basadas en la dádiva y la humillación de quienes las reciben.
Hay que reivindicar la cultura del trabajo, de la solidaridad,
desarrollando los mercados no capitalistas, la propiedad social, las
economías familiares, toda propuesta que subvierta el orden capitalista.
Hay una disputa de imaginarios colectivos a la que debe prestársele tanta importancia como la planificación económica y la
construcción de una nueva institucionalidad, para la defensa de la
Patria y el avance hacia el Socialismo.
La debacle de los proyectos neodesarrollistas del continente
pone una nota de atención con respecto al futuro de continente. No
fracasaron Fidel, Evo y Chávez. Fracasan quienes quisieron conjugar
soberanía y justicia social con capitalismo.
El aislamiento de los procesos de cambio exige “ampliar
alianzas” en el único sentido revolucionario. Promoviendo un mayor
protagonismo, conciencia, movilización y organización del pueblo.
Nicolás Maduro está enfrentado a ese desafío y cuando dice que
los avances deben medirse “por cuánto poder real tiene el pueblo”
está en el camino correcto.
La Plata, 12 de septiembre de 2014
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Un hombre me predica
en el metro
Al ingresar a la estación del metro La Hoyada retiré un diario
Ciudad Caracas, que se reparte gratuitamente.
El titular del diario decía: “Uribe financia al grupo terrorista
de Saleh”. Estoy enterado de la noticia. Anoche estuve viendo en la
televisión un video difundido por el ministro del Interior, Justicia
y Paz, donde el joven Lorent Gómez Saleh, dirigente de la organización ultraderechista Juventud Activa Venezolana Unida (JAVU),
conversa con otra persona comentándole muy entusiasmado los
actos terroristas que está preparando, sobre el entrenamiento que
está recibiendo en Colombia, de los explosivos que dispone y otras
“hazañas” parecidas.
Esperando el metro en la plataforma, escucho a alguien decir:
“Ese hombre es malo”.
Me di vuelta. La voz salía de una persona que mediría no más
de un metro sesenta, de edad avanzada, vestido sencillamente y que
cubría su cabeza con una gorra de paño marrón.
Debí haberlo mirado con mucha curiosidad, porque volvió a
insistirme señalando el titular de mi periódico: “Ese hombre es malo”.
En la Argentina, al menos en las grandes ciudades donde he
transitado, no es común que una persona desconocida nos aborde
en la calle con un comentario. En Venezuela esto me sucede con
frecuencia, aunque debo reconocer que por mi apariencia de
extranjero –muchos suponen que soy español– me abordan casi
siempre opositores al Gobierno. El componente racista y cipayo que
nutre el imaginario de la oposición los hace suponer que una persona
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H. Guillermo Cieza
blanca, de ojos claros y presumiblemente extranjera debe ser necesariamente antichavista.
Pero mi interlocutor me sacó rápidamente de la confusión,
precisando, “Ese hombre, Uribe, es malo”.
Después me limité a escucharlo. Me explicó que Uribe, cuando
era presidente de Colombia, había hecho muchos arreglos con los que
manejan la droga. Y que ahora seguía conspirando contra Venezuela
porque estaba metido con el contrabando y dándoles armas a los
terroristas.
También me dijo que, como dice la Biblia, quien siembra odio
solo puede cosechar odio. Y que él predicaba el amor, por eso Cristo
lo mantenía vivo a pesar de que tenía ochenta y cinco años y había
tenido ocho operaciones. Vivía con un marcapasos, pero feliz porque
predicaba el amor.
También y sin que se la pidiera, me dio su opinión sobre los
inmigrantes. Me dijo que Venezuela acoge a muchos extranjeros,
sobre todo a colombianos: “Hay como dos millones, pero esas son
personas de trabajo y no tienen la culpa de gente mala como Uribe”.
Llegó el transporte y subimos al vagón, que estaba lleno de
personas. Quedamos muy cerca, pero el hombrecito no siguió
hablando.
Me bajé en Bellas Artes sin preguntarle su nombre.
Solo atiné a decirle ¡gracias!
Caracas, septiembre de 2014
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El relevo bolivariano
El discurso de Nicolás Maduro en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas del 24 de septiembre de 2014 será
recordado como el momento histórico en que un nuevo liderazgo
internacional de las naciones empobrecidas vuelve a despuntar.
Ese liderazgo había quedado vacante después del fallecimiento del
Comandante Chávez.
En ese discurso el presidente de Venezuela retomó las banderas
de democratización de las Naciones Unidas y a favor de reformular el
Consejo de Seguridad, denunció el papel de las políticas de despojo
y la intervención de los Estados Unidos en la afectación de la paz
mundial, y volvió a reiterar que para salvar el planeta no hay que
cambiar el clima sino el sistema. Propuso avanzar en la descolonización de Puerto Rico y en la constitución de una alianza internacional de paz contra el terrorismo, que partiera de reconocer las
soberanías nacionales.
La intervención del presidente Maduro no pasó desapercibida
para los líderes de los países periféricos. Fidel Castro escribió un par
de artículos elogiosos.
Tampoco pasó desapercibida para quienes fueron directamente
interpelados o vieron afectados sus liderazgos.
Entre los primeros, el presidente Obama respondió pidiendo la
libertad de Leopoldo López. Entre los segundos, el secretario de la
OEA, José Miguel Insulza, cuestionó el diálogo político realizado en
Venezuela y el papa Francisco llamó a la “reconciliación de los venezolanos”. Todas estas declaraciones se hacen en el contexto de un
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H. Guillermo Cieza
país en paz, donde las encuestas muestran a una población que en un
75% se muestra esperanzada, un masivo respaldo al Gobierno y una
oposición dividida y desprestigiada. La novedad en Venezuela ha sido
que en los últimos días han tomado estado público contundentes
testimonios que revelan la trama terrorista que vinculó a la ultraderecha local con Álvaro Uribe y el paramilitarismo, durante la
intentona desestabilizadora de febrero y marzo de 2014.
Mirado desde una perspectiva histórica, Latinoamérica,
ha presentado en distintos momentos experiencias políticas de
referencias hacia el cambio social y en distintas oportunidades esas
voces han resonado en organismos internacionales como las Naciones
Unidas.
En los años 60 fueron las voces de Fidel Castro y el Che, en nombre
de la Revolución cubana, quienes defendieron en ese organismo la
posibilidad de otra humanidad posible. Representantes de la Unidad
Popular de Chile tomaron el relevo en los años 70 y fue la Nicaragua
sandinista quien asumió esa responsabilidad en los 80. En la década
de los 90 la solitaria Revolución cubana resistió en la más absoluta
soledad y pudo entregar el relevo en el 2000 a los nuevos procesos
revolucionarios surgidos en Bolivia y Venezuela.
De aquellos años quedará aquella frase del Comandante Chávez:
“Aquí huele a azufre”, denunciando la presencia diabólica del imperialismo norteamericano, encarnada en su presidente George Bush.
El nuevo liderazgo que asume Nicolás Maduro se inscribe en
un momento histórico caracterizado por la continuidad del largo
período de crisis del capitalismo mundial iniciado en 2008, de
dimensión global y de aristas económicas, financieras, ambientales
y civilizatorias.
Cuando muchas voces se alzan en el mundo para condenar la
política agresiva y guerrerista de Estados Unidos, la postura bolivariana va más allá de la denuncia y la resistencia, identificando el
sistema capitalista como responsable de todas las acechanzas que
padece la humanidad y proponiendo una nueva alternativa civilizatoria basada en el ecosocialismo, la soberanía de los pueblos y la
felicidad social.
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Crónicas venezolanas
La potencialidad de esa propuesta es que excede lo regional, lo
particular, el sectarismo religioso, que tiene capacidad de universalizarse.
Caracas, septiembre de 2014
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Noel
Noel entró a la Guardia Nacional porque tenía la vocación
de combatir a la delincuencia. Fue educado por sus abuelos con
principios muy fuertes de decencia y justicia.
Fue asignado a un puesto en el Táchira y su trabajo fue
menos interesante de lo que pensaba. Algunos casos de abigeato,
contrabando, robos menores.
Empezó a molestarse cuando vio a sus compañeros de la Guardia
abusarse con unos colombianitos que andaban indocumentados. Les
dieron una paliza y se quedaron con los pocos reales que tenían.
Después vinieron las sugerencias de que había que dejar pasar unos
contrabandos de personas que tenían contactos con los de arriba.
Noel no había entrado en la Guardia para eso. En su turno no dejaría
pasar nada ilegal.
La conducta inflexible de Noel le empezó a crear dificultades
con sus superiores. Comenzaron los traslados. Y a cada lugar que
llegaba ya estaban avisados: “Ojo pelao, que viene el cabo Noel”,
“Atento, que viene el sapo”.
No todos los guardias estaban metidos en negocios sucios, pero
las presiones eran muy fuertes. Un poco porque lo acobardaron y
otro poco porque conoció a una mujer que lo animó a cambiar de
aires, decidió mudar de trabajo y de lugar de residencia.
El trabajo que consiguió en Sucre era decente y más tranquilo.
Teniendo un ingreso fijo pero de paga escasa, pensó en meterse a
campesino para ir forjándose un futuro. Así plantó las primeras
matas de cacao.
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H. Guillermo Cieza
Cuando Chávez llegó al Gobierno, Noel ya estaba fuera de la
Guardia. Sintió que sus tiempos no habían coincidido.
Su preocupación por el cacao lo llevó a las primeras reuniones
del consejo comunal y después a la Comuna. Noel era trabajador,
responsable, decente; tenía condición de líder.
Lo conocí en un curso. Me estaba comentando que la ciudad
comunal que están construyendo en Cajigal se va a llamar “Los
Sueños del Comandante Chávez” y que él había convencido a todos
de que se tenía que llamar así. Solo le agregaron lo de “Comandante”.
Se me ocurrió decirle que estaba bonito el nombre y que Chávez a lo
mejor hubiera soñado eso.
Fue allí que me comentó:
—Estoy seguro. Yo fui milico, como Chávez.
Sucre, septiembre 2014
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Anoche asesinaron a Robert
Serra y a su compañera
María Herrera
Cuando los medios trajeron la imagen y la noticia del asesinato
del diputado más joven de Venezuela, recordé inmediatamente que
había visto y escuchado muchas veces a ese muchacho en intervenciones en la Asamblea Nacional o en programas televisivos.
Me causaba un poco de gracia ese muchacho que hablaba como
Chávez, que como dicen por aquí “se encadenaba” y no paraba, no
paraba. Hacia justicia al apodo de “la metralleta de Robert”.
Tenía veintisiete años, era menor que mis hijos. Supongo que su
compañera sería de la misma edad.
Sus crímenes tienen el sello del fascismo. Enseguida me vinieron
a la memoria los crímenes de la Alianza Anticomunista Argentina, la
fatídica AAA, que asoló nuestro país en los años setenta.
Cuando los medios mencionan a María Herrera dicen de ella
que era la compañera sentimental de Robert. No es seguro eso. Era
su asistente y es probable que ni siquiera haya sido una militante. La
asesinaron por estar acompañándolo en ese momento. Solo por eso.
Su asesinato tiene un mensaje tenebroso. No solo van a ser
asesinado los comprometidos militantes chavistas, también van a
ser asesinado los que estén cercanos; las parejas, los familiares, los
amigos, los simpatizantes, los asistentes.
Y en un país donde hay más Marías que Robert, ese asesinato
mete mucho más miedo.
Pretende pegarle al pueblo el estudiado golpe en la boca del
estomago, que paraliza.
Los fascistas repiten su libreto en Venezuela.
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H. Guillermo Cieza
Pero esta vez no van a vencer.
Cerrará filas el pueblo dolorido, cerraran filas los militantes
populares bolivarianos, cerraremos filas los latinoamericanos que
no renunciamos a perder esta batalla en tierra hermana.
No nos van a vencer.
Caracas, octubre de 2014
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“Mediano y largo plazo se
murieron con Chávez”
El hombre me lo dijo así, sin anestesia.
Me había detenido en un puesto de venta de libros usados
buscando un título y la conversación con la persona que atendía el
lugar derivó en política. Ocurre habitualmente en este país donde es
raro encontrar a alguien que diga no tener opiniones políticas, o que
se las reserve ante un extranjero curioso.
He aprendido a desconfiar de los elogios a Chávez para criticar al
actual Gobierno. La derecha más lúcida ha trabajado con ese asunto.
Siempre hubo un 10% de venezolanos que solo votaban a Chávez,
que se mostraron reticentes a votar sus gobernadores, legisladores y
alcaldes. Ganar o neutralizar a ese 10% fue un objetivo de esa derecha
que lanzó en esa dirección una campaña de esténciles, donde aparece
la cara de Chávez llorando por los desaciertos de Nicolás.
He visto un argumento parecido entre algunos asesores políticos
y grupos políticos de asesoría que se sintieron desplazados después
de la muerte de Chávez.
De la mayoría de ellos lo menos que puedo decir es que son
hipócritas. Le adjudican al actual Gobierno errores, limitaciones,
incoherencias que ya estaban presentes en los gobiernos de Chávez.
Sin embargo, este hombre me estaba hablando de otro asunto:
—Nicolás es un hombre bueno, pero lo tienen como un bombero
que anda corriendo de aquí para allá apagando incendios. Y la
derecha le prende una candela diferente cada semana.
La llegada de otros clientes interrumpió la conversación. Me
fui pensando que el hombre exageraba, no era cierto que la derecha
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H. Guillermo Cieza
le estaba imponiendo la agenda al Gobierno. Aunque tenía que
reconocer también que, cuando empezó el 2014, nos frotábamos las
manos pensando que teníamos un año por delante sin elecciones
donde se podría trabajar tranquilo y no fue así. Hubo guerra
económica, intento de golpe de Estado, actos de sabotaje, incentivación del contrabando, terrorismo. Una planificada y variada
campaña dirigida, en lo externo, a demonizar la imagen del Gobierno
Bolivariano y, en lo interno, a generar desmoralización, desaliento y
perdida de confianza en el rumbo del Gobierno.
En lo que va de este año lo que he visto ha sido un despliegue
excepcional de ministros y funcionarios del alto Gobierno. No hay
más que prender la televisión para enterarse de que en la mañana
estuvieron inaugurando una base de misiones en Miranda, en
la tarde entregando unas casas en Carabobo, y en la noche en un
operativo de frontera contra el contrabando en Táchira o Zulia. Me
he preguntado cuántas horas duermen el presidente Maduro, el vicepresidente Arreaza, el general en jefe Padrino López, por citar a los
que veo más seguido por televisión.
En este año he visto un persistente crecimiento de la organización comunal, sobre todo en el interior y en las comunidades
campesinas. Las cifras de las setecientas comunas registradas no es
un invento.
El año pasado pregunté por la cantidad de consejos comunales
y me dieron una cifra impresionante. Pero enseguida me aclararon
que solo la mitad funcionaba. Que en muchos lugares los consejos
comunales habían sido apropiados por personajes que los convirtieron
en un lugar para recibir recursos en su exclusivo provecho, sin dar
participación alguna a la comunidad.
No estoy asegurando que todas las comunas registradas sean
genuinas, seguramente hay alguna excepción. Pero ahora estamos
hablando de excepciones y no de la mitad. Se ha tenido un celo
especial en los registros, pero además hay menos margen para la
estafa. No es lo mismo crear un consejo comunal de maletín, que
una comuna que está integrada por muchos consejos comunales.
Finalmente, el propio crecimiento de las comunas genera un control
territorial. En cada Estado los comuneros saben qué comunas son de
avanzada, están empezando a caminar o no logran organizarse.
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Crónicas venezolanas
No me quedan dudas de que el Gobierno gobierna y que la base
avanza. En el chavismo siempre me han preocupado las mediaciones:
los que ni son alto Gobierno ni pueblo organizado desde las bases.
Me preocupa porque gobernar no sale gratis. Más allá de las
consecuencias físicas para quienes ponen el cuerpo abnegadamente,
el manejo estatal oscurece la perspectiva. La estatalidad se aferra a
la coyuntura y a cuestiones macronacionales o internacionales. El
mediano y largo plazo son víctimas del coyunturalismo. Los detalles
importantes son víctimas de las visiones macro.
La estatalidad también genera microclimas, disputas por
ejercerla, información sesgada, inconvenientes, solidaridades burocráticas o de las familias políticas. La construcción comunal tiene
los problemas opuestos de la estatalidad. Puede advertir los detalles y
ocuparse del mediano y largo plazo, pero por falta de mirada nacional
y una escasa preocupación por lo coyuntural puede sumergirse en el
localismo, el corporativismo y el encapsulamiento político.
En esas limitaciones del gobernar y de construir desde las bases,
se asienta la importancia de las mediaciones. Deberían ocuparse de
todo lo que le cuesta hacer al alto Gobierno y a la base organizada.
Para caracterizar las mediaciones, creo que lo correcto es identificar cómo impactan en lo concreto, en los territorios, en la acción
coyuntural, de mediano y largo plazo, distintos puntos de vista
expresados en sus prácticas concretas.
Creo que el dato más sobresaliente de esas mediaciones es su
debilidad. Su incapacidad de sustraerse a las lógicas del alto Gobierno
donde funcionan como acompañantes o su vocación de diluirse en
dinámicas internistas o localistas, con escasa incidencia política.
Quienes se asumen como simples correas de transmisión de
la estatalidad, o como sujetos descomprometidos de la actualidad
de la revolución, definen perfiles de militancia que poco aportan al
Proceso Bolivariano.
Hay consecuencias inmediatas que están a la vista.
Cuando en todo el país hay experiencias de referencia en el
plano del impulso de la autorganización, de la vinculación con la
comunidad, del desarrollo de emprendimientos productivos o la
actividad cultural, esas experiencias son desconocidas por la mayoría
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de los consejos comunales y comunas donde, por empezar de cero, se
siguen repitiendo fracasos y frustraciones.
Desde el punto de vista formativo, resulta patético advertir que
los estudiantes escuálidos les ganan muchas discusiones políticas a
los estudiantes chavistas por falta de formación. Y que en algunos
consejos comunales nuestros dirigentes de base se quedan sin
argumentos frente a militantes escuálidos.
Producido el intento del golpe de Estado en los meses de febrero
y marzo de 2014, no hubo aportes originales a la respuesta automática
y necesaria de acompañar las movilizaciones impulsadas por el
presidente. Peor aún, algunos espacios siguieron desarrollando su
práctica internista sin que se les moviera un pelo. No mandaron un
solo militante o servidor público a caminar los territorios, a agitar, a
recibir ideas, a movilizar o aceptar ser movilizado.
Definiendo esos perfiles, me decía un amigo que me suele causar
mucha gracia : “O son burócratas o son hippies”. Mi amigo exagera
y desconoce que por fuera de esos extremos hay una cantidad de
militancia que se compromete, que trabaja organizadamente.
Tampoco incluye a una buena cantidad de funcionarios que son
incompetentes o corruptos. Lo único que me parece seguro es que
la militancia más comprometida no es la que define el rumbo de
las mediaciones políticas en este país. Y que esto provoca no pocas
confusiones, porque quien escucha al alto Gobierno y después tiene
que tratar con sus mediaciones puede llegar a pensar que hay algunos
grados de esquizofrenia.
Las buenas intenciones, la buena línea que se trasmite desde el alto
Gobierno, es desvirtuada o devaluada en manos de las mediaciones.
Y a la inversa, las mejores iniciativas surgidas en el poder comuna
quedan diluidas en la estructura mediadora.
La principal víctima de la debilidad de las mediaciones es el
mediano y largo plazo. La tarea de hacer, reflexionar, hacer; de ese ida
vuelta permanente entre la práctica de los territorios y los emprendimientos productivos sociales, que incluye la sistematización y
la planificación colectiva, solo puede ser asumida por quienes no
tienen las urgencias del que gobierna o la necesidad imperiosa del
que está construyendo en la base. En ese lugar que solo tendrían
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que conjugarse los verbos Caminar, Planificar, Dialogar, Ejecutar y
debería prohibirse expresamente el verbo Suspender.
La Revolución Bolivariana ha demostrado una enorme capacidad
de afrontar la sucesión de Chávez y de sobrevivir a un prolongado y
complejo plan de desestabilización. Su mayor acechanza está en el
mediano y largo plazo, en el agotamiento de su núcleo dirigente, que
con el fallecimiento del Comandante se cobró su primera víctima.
Es verdad que en términos estratégicos corresponderá a las comunas
tomar el relevo, pero hay un “mientras tanto” que debe merecer
nuestra atención. Agregando, además, que ese “mientras tanto”
no va a desarrollarse sin presiones ni iniciativas contaminantes.
Como les ocurre a los herederos del trono, quienes no quieren ceder
poder y privilegios se preocuparán por cercarlos para mantener su
influencia. Y lo harán promoviendo la desmoralización del espíritu
comunal, fomentando el caudillismo y el corporativismo, promocionando comunas cautivas (o controladas desde afuera), recortando
la autorganización y la autonomía.
No suscribo totalmente la opinión del vendedor callejero de
libros de que “Mediano y largo plazo se murieron con Chávez”, pero
no deja de preocuparme.
Mediano y largo plazo estaban en terapia con Chávez vivo y
creo que el Comandante fue más consciente que nadie. Sus últimas
intervenciones fueron orientaciones de largo aliento: su intervención
en la reunión de gabinete conocida como Golpe de Timón, su plan
electoral denominado Plan de la Patria.
Mediano y largo plazo siguen en terapia y alguien tendrá que
hacerse cargo.
Caracas, octubre de 2014
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Sonrisas en la madrugada
Hoy, 7 de octubre, tenía agendado que debía ir a arreglarme los
dientes.
La cita era en Los Dos Caminos, en un enorme edificio que está
muy cerca de la estación de metro.
Me dijeron que fuera temprano porque iba a haber mucha cola.
El metro empieza andar a las cinco y media de la madrugada y me
tomé el primer tren.
Cuando llegue había tres cuadras de cola. Ocupé mi lugar y me
dedique a escuchar y a observar.
Los comentarios eran alentadores. Me decían que si podían
atendernos nos harían una revisión general de la boca, para después
darnos diferentes turnos donde nos harían el trabajo completo.
Primero sacarnos los dientes malos, después tomar las muestras
para los reemplazos y finalmente colocar los nuevos dientes. Todos
conocían el proceso y citaban a algún pariente o vecino que había
pasado por esa experiencia.
La única preocupación era si llegábamos con los números
porque, según decían, solo repartirían cuatrocientos. Tengo la manía
de contar las personas que van a cualquier actividad, por lo que he
afinado el ojo para el cálculo.
A las siete de la mañana en la cola no éramos menos de mil y yo
estaba en la mitad.
Para ocupar el tiempo me dediqué a observar a los que se
agregaban a la cola. ¡Allí estaban los famosos desdentados de Caracas!
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La mayoría, personas grandes, de mi edad o mayores. Vestían,
caminaban, hablaban, sencillamente. Nadie parecía estar muy
preocupado. A lo sumo alguno se lamentaba de no haber llegado más
temprano.
—Si me hubiera quedado donde mi sobrina, hubiera llegado a las
dos de la mañana y estaba entre los primeros. Pero no quise molestar
–comentó uno.
—A mí se me complicó con el transporte, pero creo que nos van
a atender. Para esta Navidad tengo que tener una sonrisa –me dijo
una mulata de edad indescifrable.
—Yo me río igual –contestó un negro grandote, mostrando su
boca abierta con apenas tres dientes.
Amanecía cuando pasó un loco gritando. Decía algo así como
que había que cuidarse de Estados Unidos y Europa. Algo de Dios,
también. Y de Chávez, a favor de Chávez.
Siempre es así. Si no aparece un loco, no es Caracas. Y llevando
la estadística confirmo que también entre los locos los chavistas son
mayoría.
Pasadas las siete apareció un guardia nacional repartiendo los
esperados números. Se detuvo a cien pasos de donde estaba yo e hizo
la señal más temida. No hay más. Se acabaron.
Había calculado bien. Yo estaba alrededor del número quinientos.
El guardia nacional también informó que la próxima cita sería
el 6 de febrero. La gente se dispersó comentando que la próxima vez
vendrían más temprano.
No hubo enojos, ni reclamos.
Los desdentados de Venezuela han esperado siglos. ¡Qué son
cuatro meses!
Los que recibieron el número se mantuvieron en la cola. Se veían
felices. Y entre los afortunados vi a la mulata de la edad indescifrable
que, guiñándome un ojo, me hacía cómplice de su travesura.
Me salió decirle:
—Feliz Navidad, compañera. Y la mejor sonrisa.
Caracas, octubre de 2014
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Críticas y enojos
La semana pasada, de madrugada, me llamo una compañera
del Movimiento por la Vida. La policía había desplegado un gran
operativo en su urbanismo, en Valles del Tuy, estado Miranda, y
había un tiroteo infernal: “Nos van a matar a todos”, me decía la
compañera. Y pedía que viniera la televisión.
Días después pude hablar telefónicamente con la compañera que
me contó lo sucedido. Todo había empezado con un enfrentamiento
entre un chamo (un muchacho joven) y una patrulla policial. Según
me decía la compañera, al chamo lo hirieron en una pierna y les tiró
una granada. La patrulla pidió refuerzos y allí empezó el tiroteo
que duró horas, comprometiendo la seguridad de todo el barrio. La
policía informó de dos chamos muertos. La compañera me dijo que
fueron cuatro.
Sobre un acontecimiento como este se pueden hacer varias
lecturas. A mí se me ocurre la siguiente: los del Movimiento por
la Vida tienen dificultad para controlar a sus propios chamos. Hay
algunos gestos positivos de desarme, pero falta mucho. Sería bueno,
por ejemplo, que los chamos no tengan granadas. En la policía siguen
existiendo resabios de la vieja escuela de “dispara primero y pregunta
después”. También quienes han querido transformar a la policía
tienen dificultades para controlar a sus chamos.
Hay otras lecturas posibles. Por ejemplo, poner en duda la
existencia de ese primer incidente para concluir que se trata de de
una decisión política apuntada a atemorizar al pueblo, por vía de la
violencia policial indiscriminada.
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O, en sentido contrario, reafirmar que con el lumpen proletariado no hay negociación posible, y que los del Movimiento por la
Vida no son sino pranes disfrazados, cuyo único destino posible es la
cárcel o la tumba.
He tomado como referencia este ejemplo extremo, no porque
piense que representa a Venezuela, sino porque ilustra sobre formas
de pensar la realidad. En estos días se han endurecido algunos
debates y multiplicado las acusaciones entre opinadores y grupos
políticos que aseguran que Maduro ha abandonado el camino
hacia el socialismo, y opinadores y grupos políticos que acusan a
los primeros de hacer el juego a la derecha. Estas opiniones están
matizadas por otras opiniones no tan exageradas, pero que advierten
sobre la posibilidad de que el chavismo explote y se divida.
Francamente, me cuesta adherirme a estos posicionamientos.
Creo que como ocurrió con el tiroteo del Valle del Tuy, las posiciones
se ideologizan. Hay posiciones tomadas previamente y se utilizan
los hechos de la realidad para justificarlas. Incluso creo que hay
algunos posicionamientos más aferrados a que se cumplan sus
“finales anunciados” de la experiencia bolivariana, que al análisis de
la realidad.
Desde mi punto de vista, el Proceso Bolivariano ha padecido
una situación complicada, determinada por dos hechos objetivos: no
es fácil reemplazar a Chávez y hay una política sostenida de desestabilización por parte del imperio y la oligarquía venezolana.
Después hay situaciones que vienen de arrastre, como es
transformar la matriz rentista heredada de la IV República para
construir un país con una producción suficiente para autosustentarse sin depender de las importaciones, como avanzar en el
empoderamiento popular y la recuperación de medios de producción,
como avanzar en la construcción de la organización y la concientización popular. Insisto en que son situaciones de arrastre porque a
veces parece olvidarse que si Chávez tenía claro un rumbo general,
tenía enormes dificultades en lo inmediato. Es necesario recordar
que Chávez se consumió en la última campaña electoral de 2013,
enfrentando una situación cuyo punto de inicio era que en esas
elecciones iba a ser derrotado.
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Crónicas venezolanas
Frente a esos hechos objetivos y esas situaciones de arrastre
pueden discutirse algunas decisiones que ha tomado Maduro. Puede
decirse, por ejemplo, que en términos económicos no esta dando
pie con bola, que no puede resolver la cuestión del dólar, o que ha
demorado innecesariamente el aumento del precio del combustible.
Pero debería reconocerse que se ha consolidado políticamente como
sucesor de Chávez y que ha capeado las políticas de desestabilización.
La derecha ha venido confrontando duramente desde hace dieciocho
meses y los resultados están a la vista. La derecha está desprestigiada
y dividida. Maduro se ha consolidado como líder político nacional
e internacional. Si hoy hubiera elecciones, ganaría por no menos de
diez puntos. La derecha tiene a mano el recurso del plebiscito revocatorio, si no lo está agitando es porque está leyendo las encuestas.
Francamente, no veo posibilidades de división del chavismo al
menos en el mediano plazo. Los golpes terroristas como el asesinato
de Robert Serra y María Herrera han cerrado filas en su estructura
política y las bases siguen muy pendientes y movilizadas desde lo
institucional. Hoy la preocupación no debería ser la división del
chavismo, sino cómo el movimiento popular, cuyo sujeto más
dinámico son las comunas, va generando su propia agenda con posibilidad de desconectarse del torbellino de la iniciativa institucional.
Sobre este trazo grueso, me parece que los aportes políticos de
las distintas corrientes que intentan sumar al proceso revolucionario
y las gestiones institucionales deberían medirse por lo que están
sumando cotidianamente a lo que todos parecemos estar de acuerdo:
avanzar en la organización y la concientización popular.
3
3 El tema de la concientización merece una aclaración. No estamos hablando
de un pueblo a oscuras que necesita que vengan a iluminarlo de afuera. Estamos
haciendo referencia a un pueblo que resistió un golpe de Estado y que está a la
vanguardia en la conciencia en Nuestramérica. No estamos promoviendo nuevas
formas de tutelaje, ni avalando intervenciones de burócratas que se ofrecen para
asumir responsabilidades mientras el pueblo se educa. No estamos diciendo que
las comunas necesitan comisarios políticos. Estamos hablando, citando a Esther
Pérez, de “la necesidad de aportar al desarrollo de la criticidad de los sujetos
individuales y colectivos para que los procesos liberadores del campo popular se
desplieguen con toda su potencialidad”. Estamos hablando de un enorme trabajo
que impone poner el cuerpo y abrir la cabeza, única forma de dialogar en serio
con los saberes populares y poder cuestionar lo que hay en ellos de “palabra
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Y desde esa medida nos vamos a llevar no pocas sorpresas. Si se
confronta la frase “la única posibilidad de avance es construir una
organización nacional del poder popular asentado en las comunas”
con la pregunta “¿y ustedes en cuántas comunas están trabajando?
¿Qué prácticas pueden referenciar en ese sentido?”, las respuestas
suelen ser desalentadoras.
Si preguntamos por el aporte a la construcción de una economía
comunal, única forma de reemplazo de la importación y de las redes
de producción y distribución manejadas por la burguesía, la respuesta
termina reduciéndose a la oposición a que se les dé créditos a los
empresarios nativos.
Si nos preguntamos por el problema de las empresas estratégicas que siguen funcionando perdiendo plata todos los días, sin
que haya golpes de timón ni desde el Gobierno ni desde sus propios
trabajadores, tampoco habrá demasiadas respuestas, salvo el acompañamiento de una reivindicación gremial.
Si nos referimos al plano formativo, las respuestas son similares.
Y allí nos encontraremos con grupos que se defienden diciendo
que en el último año hicieron un encuentro internacional donde
debatieron cien personas, o que publicaron un par de folletos, o
que organizaron algunos cineforos, que han hecho un montón de
encuentros para preguntarle a la gente cuáles son sus problemas, o
que todavía están planificando pero tienen unos planes buenísimos.
Siempre me ha parecido pertinente vincular estas preguntas y
estas respuestas al sistema de salud popular, porque allí quedan más
evidentes las incoherencias.
¿Qué diríamos si nuestros médicos nos contestasen que trabajan
en “algunas pocas comunas”, que han dictado “un curso internacional”,
que han publicado “un par de folletos”, que “somos totalmente ineficientes, pero nos preocupamos por nuestro sueldo”, que “su mayor
preocupación es que se subsidie a las clínicas capitalistas”, o que “se
hicieron algunos encuentros para preguntarle a la gente cómo se
siente”, o que “están planificando; todavía no llegaron a los territorios,
pero tienen planes buenísimos”? ¿Cómo calificaríamos la incidencia
oprimida”, vehículo de dominación, residuos de siglos de dominación cultural
de los poderosos.
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de ese programa de salud popular en el pueblo? ¿Cómo calificaríamos
a esos médicos?
Desde ese lugar tenemos que cuestionar nuestras afirmaciones.
Incluso validando la peor de las suposiciones: que Maduro sea
un presidente débil, poco dispuesto a enfrentar las enormes dificultades que implica transitar hacia el socialismo, la única forma de
presionarlo y obligarlo a que retome el rumbo que supuestamente
perdió es construir poder popular concreto y efectivo. No decir qué
hay que hacer... construirlo. Poner el cuerpo para construirlo.
Finalmente, creo que es señal de mala salud política sentirse
afectado por las críticas, aun por las críticas inconsistentes.
Quien escribe u opina públicamente se expone. Personalmente
me ha sucedido que cuando vivía en la Argentina leía con mucha
atención a algunos intelectuales venezolanos y hoy, un poco más
cerca de la realidad, se me han desmoronado. Otros han confirmado
su calidad y también hay otros a los que prestaba menos atención y
ahora me parecen más sensatos y profundos.
Quien no le rinde pleitesías al oficialismo merece respeto. Me
parece valorable y sano para un proceso revolucionario las actitudes
que eluden la obsecuencia. Es preocupación de la burocracia, de los
que no hacen nada, de los incapaces, convertir la crítica en su preocupación principal.
Carabobo, octubre 2014
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¿Dónde está la vanguardia?
Cuando miraba a Venezuela desde lejos suponía que el asunto
era sencillo. Había una estructura burocrática heredera de la vieja
IV República atornillada en el Estado e infiltrada en el PSUV y una
vanguardia incipiente expresada en los movimientos sociales. Algo
de eso escribí en un artículo publicado en 2007, “Perón, Kirchner y
Chávez”, que fue publicado en la compilación Venezuela, la revolución
por otros medios.
Desde esa mirada, cuando se formó el Polo Patriótico supuse
que buena parte de los problemas del Proceso Bolivariano se iban a
reencauzar. Después esa propuesta se opacó y no entendí por qué.
Después de un año y medio de vivir en Venezuela, debo reconocer
que desde lejos había idealizado lo de los “movimientos sociales”,
concepto que en este país designa a un sujeto muy atomizado,
compuesto por alrededor de diecisiete mil organizaciones, la mayoría
locales o sectoriales. Hay muy pocas organizaciones con presencia
nacional y son bastante heterogéneas.
La gestión del ministro Iturriza hizo una formidable apuesta a
la incorporación de los movimientos sociales a la gestión del Proceso
Bolivariano, con una fuerte direccionalidad hacia la promoción de
las comunas y la visualización del sujeto comunero.
Esa incorporación tuvo luces y sombras. Por un lado, el trabajo
extraordinario desarrollado por algunos compañeros y compañeras
que se desplegaron en todo el país, promoviendo encuentros de
comuneros, incentivando la autorganización y el protagonismo
popular, oponiéndose a la construcción de comunas de maletín,
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intentando sumar y articular procesos diferentes, acompañando al
ministro en su trabajo incansable.
Por otro lado, militantes de movimientos sociales que al asumir
la gestión pública actuaron ejerciendo la misma mezquindad
y sectarismo que criticaban cuando estaban en el llano. Que
confundieron el avance de la revolución con el engorde de su organización o el crecimiento de su referencia personal.
La aparición del sujeto comunero replantea la esperanza de una
nueva vanguardia por nacer. Lo que he conocido del movimiento
comunero también tiene sus luces y sombras. Allí he visto experiencias que emocionan, verdaderos baluartes de la transición al
socialismo, pero también prácticas caudillistas y desviaciones corporativistas.
Sin embargo, es indudable que las comunas tienen la ventaja de
una composición social homogénea de trabajadores o campesinos
y un mayor control social de sus dirigentes. Más allá del funcionamiento democrático consagrado por la ley y los mecanismos de
contraloría comunal, sus dirigentes son personas que viven en el
territorio de la comuna y es fácil advertir si hay modificaciones en
sus hábitos de vida o su nivel de ingresos.
Las comunas hoy son una realidad política despareja donde
conviven fortalezas y debilidades. Pero si es importante conocer
la foto del presente, no debemos confundir esa foto con su potencialidad política. Como bien lo advirtió Chávez en su Golpe de
Timón, las comunas pueden llegar a convertirse en la locomotora
que conduzcan al tren bolivariano en el camino hacia el socialismo
del siglo XXI.
Después de haber transitado por casi todos los Estados del
país compartiendo y vivenciando talleres de formación política
que incluían a servidores públicos, militantes del PSUV y de otros
partidos del Polo Patriótico, comuneros e integrantes de movimientos
sociales, mi respuesta a la pregunta de “¿dónde está la vanguardia?”
es “en todos lados”. Es una vanguardia dispersa, pero tangible.
En una visita realizada a Venezuela en el año 2009, alguien
intentó explicarme el Proceso Bolivariano diciéndome que era “una
revolución sin revolucionarios”. Desde las conclusiones que surgen de
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nuestra experiencia no podemos adherirnos a esa idea. En Venezuela
no faltan revolucionarios.
La existencia tangible de esa vanguardia dispersa realza la
importancia política de la convocatoria de unidad, unidad, unidad,
del Comandante Chávez en sus últimas apariciones públicas.
No se trata de negar la existencia en el seno del chavismo de
proyectos diferenciados, incluso de posicionamientos que se verían
muy felices si se abandonara una orientación de transición al
socialismo. Se trata de advertir que por ahora solo esa unidad política
es capaz de contener la unidad de la vanguardia. Y que si Chávez
era responsable de buena parte de los impulsos hacia la transición
al socialismo, hoy el Gobierno de Maduro no ha renunciado a esa
perspectiva.
No hay posibilidad de trabajar por la articulación de la
vanguardia dispersa y por la creación de una agenda propia que
promueva los cambios revolucionarios, si no se sigue trabajando
por la unidad política, apoyando las iniciativas transformadoras del
presidente Maduro y apostando a desarrollar la construcción social
y política más prometedora: las comunas.
Caracas, octubre 2014
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Viva la clase trabajadora
Eso decía la leyenda pintada en una pared de la entrada de
Beneagro, una empresa recuperada por los trabajadores ubicada en
el estado Lara, muy cerca de Barquisimeto.
En la zona hay tres empresas recuperadas que actúan mancomunadamente: Beneagro (ex Souto), Proletarios Uníos (ex Brahma) y
Alfareros del Gres (ex Intercerámica).
Caminando juntas han transitado procesos de recuperación
diferentes.
La experiencia más espectacular es la de Alfareros del Gres,
empresa que fue cerrada en agosto de 2012 y reabierta por sus trabajadores con apoyo estatal en octubre de 2013. Una empresa que antes
producía baldosas y ahora produce ladrillos cerámicos. Empezaron
a producir dos mil por día, hoy producen nueve mil y con la automatización de la planta esperan producir, a partir de diciembre, treinta
y cinco mil ladrillos diarios, un millón mensuales para aportar a
la Misión Vivienda o a quien quiera construir o modificar su casa,
vendiendo a doce bolívares un ladrillo que hoy las empresas capitalistas venden a 35 bs. en el mercado.
Los trabajadores de Beneagro eran empleados de la empresa
Souto, que monopoliza buena parte del comercio avícola en
Venezuela. Esa planta es un matadero de pollos, con capacidad de
faena de treinta mil pollos en un solo turno.
Los trabajadores fueron despedidos vía skype en noviembre de
2013. En una planta donde habían trabajado ciento ochenta personas
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quedaban veintidós. Tres aceptaron la indemnización, pero los otros
diecinueve decidieron ocupar la planta y resistir.
Con la ayuda de los consejos comunales, algunos movimientos
y productores de la zona consiguieron mantener un mínimo de
faena, un 20% de la capacidad instalada, pero que les ha permitido
sobrevivir e incorporar a tres trabajadoras nuevas provenientes de
los consejos comunales.
Mantener en pie una empresa recuperada es muy difícil, pero lo
es mucho más cuando la Gobernación y la Alcaldía de Barquisimeto
están en manos de la oposición. Toda la permisología necesaria para
que puedan faenar y salir con su propia marca queda trabada en las
oficinas de la gestión “progresista” de Henry Falcón y sus secuaces.
Pero no habíamos ido a conversar a Beneagro de sus dificultades,
sino de la posibilidad de articular esfuerzos para crear una planta de
alimentos balanceados. La construcción de esa planta permitiría a
los pequeños productores de pollos independizarse de monopolios
como Souto, e integrarse a una cadena popular de alimentación.
En esa visita a Lara que realicé acompañando a Gabriel y a
Carolina Salazar, de la Gran Misión Saber y Trabajo, también pude
conocer a Alcira, una mujer campesina que había adelantado importantísimos aportes para desarrollar formulas de balanceados incorporando los recursos disponibles en la zona. Los saberes de Alcira
eran muy valiosos, pero no alcanzaban para construir la planta de
balanceados. Faltaba estructura, instalaciones, capacidad organizativa. Por eso fuimos a Beneagro.
Los trabajadores de la empresa conocían a Alcira y estaban entusiasmados con el proyecto que, según decían, permitiría, además,
recuperar toda una tradición campesina de siembra del maíz. Ese
cultivo había sido reemplazado en las últimas décadas por otros más
empobrecedores de las tierras, pero promovidos por los monopolios
capitalistas que manejan los mercados.
De las conversaciones con los trabajadores, que recordaban sus
múltiples intercambios con otra empresa recuperada de la zona,
“Proletarios Uníos” –la exempresa Brahma– surgió la idea de que
era necesario articular a esos compañeros en la propuesta. Ellos
contaban con silos, deshidratadoras, molinos y la infraestructura
necesaria para poner en marcha la planta de balanceados. Y, además,
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mucha capacidad organizativa y decencia para afrontar un emprendimiento que iba a movilizar recursos importantes.
Francamente, me emocionó ver cómo en toda la conversación la
voluntad de articular saberes, recursos y posibilidades para aportar
al bien común estuvo muy por encima de las mezquindades que
caracterizan los intereses individuales o de grupo. Los trabajadores
de Beneagro podían contener las necesidades de los productores
familiares de pollos, preocuparse por la situación de los campesinos,
incorporar los conocimientos de Alcira, valorar los recursos
disponibles y las capacidades de los trabajadores de “Proletarios
Uníos” y, finalmente, les parecía importante que ellos fueran parte
de un proyecto cuyo principal beneficiario sería el pueblo, al que se
le ofrecería la posibilidad de consumir pollos de buena calidad, con
correcto procesado y a bajo precio.
Cuando me estaba despidiendo de Beneagro, volví a leer la
leyenda en la pared: “Viva la clase trabajadora”. Y pensé que una
revolución es sencillamente eso: permitir que las viejas consignas que
alguna vez reivindicaron trabajadores de otros mundos recuperen su
sentido original, su carnadura. Ahora y en este lugar.
Lara, octubre 2014
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Pensando en alimentos
Para abordar el tema de la importancia de la producción,
elaboración y comercialización de alimentos en Venezuela, me parece
conveniente hacer referencia a algunas proyecciones realizadas por
capitalistas que se preocupen por orientar más eficazmente sus
inversiones. La intencionalidad de la fuente no altera el valor de sus
conclusiones.
Estos analistas coinciden con nuestra percepción de la realidad
de que lo que estamos viviendo es un cambio estructural del orden
económico mundial, cuyo centro es el rol protagónico de los países
emergentes. Pero, además, vinculan ese nuevo rol protagónico con
sus consecuencias en la demanda de alimentos. Este crecimiento
de la demanda está vinculado, en primer lugar, al crecimiento
demográfico. Hace algunos años se calculó que entre 2010 y 2040 la
población mundial aumentará en dos mil millones de personas. Solo
setenta millones de ese aumento estarán en los países desarrollados;
otros cuatrocientos treinta en China, cifras similares en la India, y
nada menos que mil quinientos en el resto del mundo emergente,
tanto en África como en América Latina y en otras partes de Asia.
Alguien podría sugerir que el aumento de la población no significa
necesariamente un aumento de la demanda, si lo que crecen son
poblaciones de miserables. Sin embargo, ese mismo estudio afirma
que en el mismo período la población no pobre o de clases medias
en los países emergentes aumentará de 920 millones en 2010 a casi
cinco mil millones en 2040.
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Si analizamos la cuestión de los alimentos con una mirada
de largo plazo, se puede proyectar una ampliación del tamaño del
mercado y una alza sostenida de sus precios con gran fuerza hasta
2020, manteniendo la tendencia hacia el futuro de altos niveles de
demanda y mejora de los valores. Los aumentos de calidad y cantidad
de la dieta del mundo emergente, el crecimiento demográfico, la
urbanización y el aumento de las clases medias, sostendrán esa
tendencia.
El aumento de la demanda y el precio de los alimentos deben
preocupar a un país como Venezuela que importa una buena parte
de los alimentos que consume.
Aterrizando esas conclusiones, vemos la necesidad de que el
pueblo y Gobierno Bolivariano estén muy pendientes de la producción,
elaboración y comercialización de alimentos. Sin embargo, cuando
hablamos con nuestros campesinos y pequeños productores nos
encontramos con otras preguntas, realidades y propuestas.
Preguntas
¿Por qué pasarse el día bajo ese sol, acumulando dolores de
espalda y lastimándose las manos con las matas pinchudas y los pies
con las calurosas botas de goma, empeñándose en plantar verduras
o frutas, si a la hora de vender habrá que caer en manos de dos
acaparadores mafiosos que pagaran cinco por lo que venderán en
cuarenta en las grandes ciudades?
¿Por qué ir al conuco (pequeñas explotaciones familiares),
si viviendo en la frontera basta pasar un poco de mercadería o
combustible todos los días a Colombia para ganar mucho dinero?
¿Por qué un joven va a querer vivir en el campo, sin caminos,
sin luz nocturna y sin internet, cuando gracias a la Revolución pudo
estudiar y puede aspirar a un puesto en una oficina? O no pudo
terminar sus estudios, pero conoció la gran ciudad y pudo advertir
que cualquier persona despierta puede ganar mil bolos diarios en sus
calles.
Realidades
Con todas las preocupaciones y preguntas hay muchos que
siguen resistiendo.
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Montan sus patios productivos, plantan sus cacaos, sus caraotas,
su cambur, sus lechosas y sus maíces. Pero también son capaces de
reactivar los antiguos conucos, recuperar semillas nativas y organizar
sus trueques, herencia de los pueblos originarios.
También habrá que contabilizar las iniciativas del Estado en
quince años de revolución. Entonces tendremos que sumar a los
aciertos una larga lista de despropósitos donde las constantes son que
se construyó una infraestructura que hoy funciona con el 20% de su
capacidad instalada, se recuperó una tierra que después no encontró
sujeto que la trabajara, o se montó una empresa de promoción o
comercialización sumamente ineficiente.
Corresponde agregar a todas las empresas capitalistas agropecuarias o alimenticias que decidieron cerrar sus puertas y
fueron recuperadas por sus propios trabajadores, para languidecer,
sobrevivir, desarrollarse o consumirse en el esfuerzo.
No puedo menos que mirar con ternura todos esos esfuerzos,
pero también advertir que esas experiencias productivas, que deben
ser valoradas como bases para un proyecto de soberanía alimentaria,
están muy lejos de desplazar al capitalismo del control de la
producción y distribución de alimentos en el país.
Los alimentos no son solo una inversión con gran perspectiva,
sino un recurso que puede manipularse para generar escasez,
inflación o promover patrones de consumo nocivos para la salud de
la población.
Propuestas
Más que inventar, se trata de articular lo existente.
Podemos lamentarnos del atraso del campo venezolano o llorar
sobre la leche derramada de millones de bolívares que se fueron
en emprendimientos que fracasaron, en créditos que nunca se
devolvieron, en elefantes blancos que hoy funcionan al 10% de su
capacidad instalada; entristecernos porque se ha perdido una parte
importante de la cultura campesina; o reconocer que de todo eso
algo sirve, algo quedó y esas realidades son patrimonio y componente
esencial de un proyecto de soberanía alimentaria a construir.
Que el campo venezolano no haya progresado en términos
capitalistas es una bendición. Gracias a ello el Estado sigue siendo
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el gran propietario de tierras, los suelos se conservan fértiles, se han
conservado biodiversos, no estamos invadidos y contaminados por
los transgénicos y son marginales los efectos devastadores de la agricultura industrial.
Debemos contabilizar emprendimientos productivos que siendo
la excepción sobrevivieron, se desarrollaron y hoy pueden asumirse
como verdaderas escuelas de producción y de organización. Hoy en
el país existen cooperativas, comunas, empresas sociales o pequeños
productores que pueden enseñar a plantar y procesar cacao o café, a
plantar maíz, caraotas o cebollas; a producir plátano, lechosa, pollos
o huevos, producir leche y elaborar productos lácteos; hacer lombricultura o maquinas agrícolas.
Hoy contamos con latifundios expropiados, una capacidad
industrial instalada que puede aprovecharse, un proyecto de vida más
apacible para quienes quieren criar a sus hijos lejos de los problemas
de las grandes ciudades, no menos de un millón de colombianos que
ingresaron al país corridos por la guerra y la miseria, que viven en el
campo y conservan la cultura campesina.
No faltan saberes ni recursos. Falta la articulación de esos
saberes y esos recursos.
En esa articulación enfrentamos la dificultad de que la
perspectiva estatal ayuda a proyectar en grande, pero suele carecer
del control social que garantiza la responsabilidad y la decencia. Al
campesino le sobra decencia y responsabilidad, pero le cuesta asumir
las cuestiones que superan lo local o sectorial, pensar más allá del
conuco y su proyección cercana.
Hay una batalla cultural pendiente que promueva la vuelta al
campo y una enorme tarea de articular lo existente.
Esa tarea solo puede realizarse poniendo a dialogar a los actores
indispensables: comuneros, productores, trabajadores, profesionales
universitarios, innovadores, cultores, consumidores y funcionarios.
Corresponde a ellos poner los problemas sobre la mesa, valorizar los
recursos disponibles, buscar soluciones colectivas.
Caracas, octubre de 2014
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Palito Blanco
“El compañero que mandamos a China para comprar una planta
de balanceados fue mandado para comprar una de treinta toneladas
por día. Pero como le alcanzó la plata, previa consulta, se trajo una
de trescientas toneladas. Si no hubiera sido honesto, compraba la de
treinta y se quedaba con el vuelto”.
Estoy en el centro comunal Palito Blanco, estado Zulia, frente
a la planta de trescientas toneladas por día. Y esa planta está parada
desde hace cuatro años. En realidad nunca funcionó.
Según dicen los compañeros, porque faltó la plata para el capital
de trabajo.
No puedo menos que recordar la planta faenadora de pescado
Gran Orinoco, ubicada en Amazonas, con capacidad para cinco
toneladas diarias y que faena tres toneladas mensuales por falta de
capital de trabajo y de transporte térmico para ir a buscar el pescado.
Y más cerca, de los setenta y siete pivotes de riego instalados en
El Diluvio, en Zulia, solo funcionan siete.
Y no tan cerca, la incubadora china de nueve mil huevos diarios,
que descansa plácidamente en la Universidad de Canoabo, estado de
Carabobo, desde hace años por problemas de la planta eléctrica.
Pero estaba hablando de Palito Blanco. Las procesadoras de
balanceados son una herramienta estratégica, porque son eficientes
convertidoras de pollo en alimentos balanceados. Y cada venezolano
consume cuarenta kilos de pollo anuales, la mayoría importado.
El pollo que se produce en el país se alimenta con un producto
balanceado que vale alrededor de dieciséis bolívares, cuatro veces
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el valor del maíz. En cualquier país del mundo el balanceado vale lo
mismo que el maíz o un poco más, nunca el doble. Y esto es así porque
todo lo que no es maíz en un balanceado (sorgo, pellets o rezagos de
soja, arroz, etc.) es más barato que el maíz. Lo más trágico es que
el Estado venezolano importa el maíz a cuatro bolívares o menos, y
se lo entrega a empresas capitalistas para que hagan balanceados a
dieciséis bolívares. Y la planta de balanceados de Palito Blanco está
parada.
Las sesenta y dos familias del Consejo Comunal Palito Blanco
han demostrado capacidad organizativa. Les dieron recursos para
hacer dos invernáculos e hicieron tres. Les dieron recursos para
hacer casas y hacen más de las pactadas. Les dieron recursos para
hacer un salón y lo hicieron más grande que lo proyectado. Todo eso
es producto del trabajo voluntario y la organización.
A veces cunde el desaliento. ¿Y si vendemos la planta de
balanceados? ¿Y si damos un paso atrás y volvemos a dedicarnos
exclusivamente a la cría de cochinos, que es de donde venimos? ¿Y
si nos dejamos de hacer problemas y nos dedicamos a cuidar los
animales de cada uno?
Quince años de revolución han permitido construir pisos
productivos por parte de cooperativas, consejos comunales y
comunas. Corresponde reconocerlos y apoyarse en ellos para
afrontar los desafíos de empezar a disputar los nudos estratégicos de
las tramas productivas a la burguesía.
Zulia, noviembre de 2014
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La revolución en 4x4
La tarea que teníamos para ese lunes era dictar un curso de
la revolución del conocimiento para trabajadores de Pdvsa del
departamento de AIT (Automatización, Informática y Telecomunicaciones). Fue así que con las compañeras con las que debíamos
dictar las clases, Ayelen y Gisella, llegamos a la Escuela Manuel
Taborda, ubicada en San Tomé, Anzoátegui, para dictar un curso.
Era una hermosa mañana de sol, así que salimos a la vereda
esperando la llegada de los participantes.
Y fueron llegando. Todos vinieron en sus autos particulares.
Autos de alta gama, la mayoría 4 x 4.
¿Se puede discutir de la Utopía, de Marx, de la revolución, con
esos ingenieros, trabajadores muy bien pagados y bien vestidos?
Esa misma pregunta me hice cuando me convocaron a un debate
con los analistas militares del Centro Estratégico en Fuerte Tiuna.
¿Es un problema de la Revolución, o un problema de nuestros
prejuicios?
No solo se puede, se debe.
Los ciento veinte mil trabajadores de Pdvsa son la columna
vertebral productiva del Proceso Bolivariano. Ellos son conscientes
de que sin su trabajo no habría misiones, no habría viviendas, no
se pagarían cuantiosas plantillas que sostienen ineficiencias, pero
también nudos vitales del proyecto bolivariano.
La mayoría de ellos son jóvenes, entre treinta y cuarenta años.
Entraron a la empresa después de los dieciocho mil despidos con que
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el Gobierno de Chávez castigó al paro petrolero, asociado al paro
patronal y al golpe de Estado.
Nosotros no descubrimos nada nuevo, ya hay otros que hace
años vienen trabajando en esa tarea de fortalecer la conciencia de
este sector estratégico.
Entre ellos encontramos a Norberto Bacher, un compatriota
argentino que hace diez años trabaja silenciosamente con los
trabajadores petroleros. Conversar con él es un placer. Y tiene una
historia larga para contar. Dice que su bautismo político fueron los
bombardeos gorilas del 55 en Plaza de Mayo. Esa primera indignación
lo movilizó en una militancia que ya lleva más de cincuenta años.
Imagínense.
Los que se bajaron de los 4x4 no solo pueden discutir de la
Utopía, de Marx y de la Revolución. Pueden emocionarse, reflexionar,
acalorarse, divertirse, indignarse. Prometer que nos volveremos a ver
y que sería bueno que estos temas los podamos discutir con más
compañeros y compañeras.
Santo Tomé, noviembre de 2014
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Por dónde va el camino
Aproveché la visita desde Argentina de mi compañera Nora para
conocer algo de las playas de Sucre y visitar la Comuna Agropecuaria
Cajigal, en Yaguaraparo.
En la comuna nuestro guía es Eudy, uno de sus referentes. Gracias
a él pudimos conocer los barrios que edificaron en la comunidad y
las nuevas viviendas en construcción.
En los galpones de pollos encontramos a Augusto, líder
comunero, a quien había conocido en Caracas. En aquella oportunidad me había hecho el relato de los zamuros. Me había dicho
que en sus galpones avícolas no tienen problemas de enfermedades
porque “de las pestes se encargan los zamuros”.
El zamuro es un ave carroñera de aspecto desagradable.
Encontré a esta especie de buitre en distintas regiones de Venezuela,
asociado al mal agüero y a algunas leyendas negras, como la que me
contaron en San Fernando de Atabapo. Dicen que Tomás Funes, un
cruel dictador que gobernó Amazonas entre 1913 y 1921, durante la
presidencia de Juan Vicente Gómez, no tuvo mejor idea que incluir a
los zamuros en la bandera del Estado.
Me había quedado la duda de que Augusto se estuviera
aprovechando de mi ignorancia para echarme un cuento. Pero no
fue así.
Posados en los árboles cercanos a los galpones de pollos, los
zamuros parecían custodiarlos.
Fue allí donde me contaron la historia completa. Cuando
empezaron a criar pollos las pestes eran un problema gravísimo.
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Ocupados en resolver ese problema les llamó la atención que en las
temporadas que los zamuros se posaban en los árboles cercanos no
había mortandad de pollos. Y cuando se iban los zamuros reaparecían
las pestes.
A alguien se le ocurrió empezar a alimentar a los zamuros para
que se amigaran y se quedaran todo el año. Y fue así que las pestes
desaparecieron.
Después se pusieron a estudiar el asunto y descubrieron que
su hallazgo tenía base científica. Pero como sucede con todos los
remedios naturales que afectan los intereses de las multinacionales
farmaceúticas o veterinarias, ese conocimiento no fue difundido.
En todo el viaje, la gran preocupación de Eudy fue que visitáramos
“la vialidad”. Este era un proyecto de construcción de un camino
de siete kilómetros, que permitiría vincular a familias campesinas
productoras de cacao que viven en la montaña y monte adentro.
Hacer el camino significa abrirse paso entre monte y montaña. Y allí
estaban los comuneros trabajando con equipos viales.
En el trayecto a la zona de trabajo nos recibieron con una sopa
de lapa que saboreamos con mucho gusto. Nos recibieron familias
comuneras que viven en la zona y otras que están volviendo a
posesiones familiares abandonadas durante años, pero que ahora se
disponen a reactivar animadas por los buenos precios del cacao y
por la decisión de la Comuna de hacer la vialidad. Nos comentaron
al pasar que esos pocos kilómetros de camino les evitarían muchas
horas de camino de a pie con varios cruces del río.
“Hoy estamos inaugurando un tramo”, nos dijo Eudy con mucho
orgullo y empezamos a transitar esa obra alucinante. Abajo y a la
izquierda el río, a la derecha la montaña, hacia todos lados el monte.
A poco de andar nos encontramos con otro grupo de trabajadores
comuneros que se habían detenido a almorzar. “Qué bueno que
viniste, hay problemas adelante”, le comentaron a Eudy. Problemas
grandes, supuse, porque no le prestaron demasiada atención a una
víbora colorada de alrededor de dos metros que colgaba muerta de
un palo. Alguien dijo al pasar que se metieron en el territorio donde
la amiguita vivió siempre y ella tuvo que defenderse. Por suerte no
llegó a hincar a nadie, le sobraban dientes y veneno.
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El problema era que volteando árboles y abriendo tierra se
encontraron con una cañada muy profunda. Por allí bajaba uno de
los afluentes del río.
Se discutía cómo seguir. Unos proponían torcer un poco a la
derecha acercándose al río donde los desniveles eran menores. Y allí
hacer un puente.
Eudy tenía otra opinión: “No podemos ir hacia el río, el monte
de las orillas no puede talarse, ya Ambiente nos dijo que hay una
distancia con el camino que debe ser respetada”.
Había que torcer a la derecha, hacia arriba, buscar un paso
de menos desnivel en la montaña. Discutieron un rato y al final se
impuso la posición de Eudy. Pero la cuestión no era sencilla. A la
derecha había una roca extremadamente dura. Imposible pasar por
allí. La decisión fue retroceder alrededor de quinientos metros hasta
un sector del camino donde la montaña ofrecía menores resistencias
y subir hasta encontrar un paso. Esa decisión significaba perder
quinientos metros de camino, varios días de trabajo, retroceder,
subir casi a ciegas porque el monte era espeso y tener la suerte de
encontrar el paso, el lugar donde la naturaleza ofreciera un paso
natural.
He pensado mucho sobre lo ocurrido en ese día. Creo que fue
algo así como una metáfora que encierra la decisión de avanzar,
equivocarse, retroceder, volver a avanzar, pero sosteniendo algunas
ideas básicas, un rumbo acorde con las propias convicciones.
Porque qué es el proceso revolucionario bolivariano sino eso:
retomar una senda vieja, avanzar, equivocarse, retomar el rumbo,
volver a avanzar, volver a equivocarse, retomar el rumbo. Porque,
¿qué es la militancia, sino eso?
En lo estrictamente alimentario, Venezuela es un país donde sus
clases dominantes abandonaron la producción agropecuaria cuando
hace cien años se descubrió el petróleo. Fue por eso que “las revoluciones” que en otros países “modernizaron” el campo e impusieron
el modelo de agricultura industrial no pasaron por este país.
Las consecuencias de esas decisiones tienen un aspecto negativo
y es que el país debe importar buena parte de lo que consume. Pero
también un lado positivo: se ha conservado buena parte de los
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bosques, de la biodiversidad, y no se han arrasado los suelos con
pesticidas, herbicidas y fertilizantes.
Venezuela es un país con una enorme posibilidad de autoabastecerse de alimentos, construyendo soberanía alimentaria, sin ceder
a los chantajes de los que, en nombre de “alimentar al mundo”, lo
envenenan.
La prohibición de las semillas transgénicas (OMG), que parece
un lujo excesivo para un país que es neto importador de alimentos, es
una sabía decisión que impulsó el presidente Chávez.
Después de la muerte de Chávez, desde un incipiente pero muy
activo movimiento ecosocialista se ha presionado y apoyado a los
sectores del Gobierno que han querido sostener esta postura, que es
coherente con el punto cinco del Plan de la Patria. Esa decisión ha
tenido que enfrentar la ofensiva mediática de los “expertos en agronegocios” y los lobbys de las multinacionales que, con la cantinela
de “modernizarse” para dejar de importar, pretenden modificar el
rumbo elegido.
Como ocurre con “la vialidad” de los comuneros de Cajigal,
esta decisión que opta por el camino aparentemente más difícil es la
única sensata y acorde con la defensa de la Naturaleza y con nuestra
propia supervivencia como especie.
Antes de regresar a la Argentina volví a ver a Eudy en un taller
en Tunapuy. Me comentó que ya sobrepasaron la cañada y el camino
sigue adelante.
Caracas. noviembre de 2014
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Repensando Venezuela
Abordar un diagnóstico del Proceso Bolivariano exige en
primer lugar despojarnos de toda pretensión de resolver la cuestión
derivando conclusiones de determinados textos o formulaciones
políticas escritas en otras sociedades y otros momentos históricos.
Impone en primer lugar disponernos a analizar una situación
compleja utilizando las herramientas teóricas disponibles, de la
misma forma que hicieron quienes, eludiendo la copia o la repetición
de frases hechas en otros contextos, se dedicaron a analizar las
particularidades de los procesos históricos y sociales de sus países y
de su relación con el mundo en que estaban insertos y fueron capaces
de protagonizar revoluciones de carne y hueso, no virtuales.
Intentando abordar esa complejidad me parece importante
plantear cinco cuestiones:
1. ¿Cuál es el proceso político previo a la asunción del Gobierno
por Chávez? ¿Cuál era el poder popular acumulado para sustentar
los futuros cambios?
2. ¿Cuál era la matriz productiva que habían construido las
clases dominantes en el país y que habían consolidado los gobiernos
de la IV Republica y que condiciona actualmente al Proceso Bolivariano?
3. ¿En qué mundo está inserto el Proceso Bolivariano?
4. ¿Cómo se conjugan los distintos factores en la actual
coyuntura?
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5. ¿Cuáles son los límites estructurales y cuáles son las iniciativas
para modificarlos?
El punto de partida
Es fácil ponerse de acuerdo en que una de las condiciones
básicas para que se produzca un hecho revolucionario es que esté
precedido por una importante acumulación de poder de las clases
transformadoras. Y que esa sustantiva acumulación de poder de la
clase revolucionaria debe combinarse con una crisis de hegemonía
de las clases dominantes.
Si analizamos estas cuestiones básicas con lo sucedido en el
arranque del Proceso Bolivariano, es fácil ponerse de acuerdo en
que si la cuestión de la crisis de la dominación estaba presente, la
cuestión del poder popular acumulado estaba muy floja.
Fue un hecho popular de masas, el Caracazo, lo que desencadenó
una aguda crisis política en las clases dominantes venezolanas, y
también ese fenómeno alumbró un crecimiento de manifestaciones
de la lucha de clases: invasiones, manifestaciones, huelgas. Pero ese
crecimiento se registra desde niveles paupérrimos que, en todo caso,
permitieron a Venezuela equipararse en los diez años previos a 1999
a los otros países sudamericanos. No debe suponerse tampoco que
esa crisis generó un crecimiento automático en niveles de conciencia
y organización popular.
Quienes militamos en los años setenta veíamos por aquellos
años a Venezuela como una colonia gringa, como un país que en
todo caso podía servir de tranquilo exilio y de hecho sirvió como
destino de muchos argentinos, chilenos y uruguayos perseguidos
por la dictaduras. No es casualidad que cuando las posibilidades
revolucionarias del continente fueron clausuradas por dictaduras, en
Venezuela se mantuviera una democracia constitucional burguesa.
Es cierto que durante los gobiernos de la IV República hubo no menos
de tres mil asesinatos políticos, pero ¿qué son esas cifras comparadas
con lo que ocurrió en otros países de Sudamérica?
La confusión que produjo en buena parte de la militancia de
izquierda sudamericana la aparición de Chávez se explica porque
en las fuerzas armadas de cualquier país del subcontinente, con
excepción de Venezuela, a partir de los 80 y después de las expe210
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riencias de Torres en Bolivia y Velasco Alvarado en Perú, se
consideraba impensable la presencia de un militar con ideas de
izquierda y mucho menos que hubiera llegado al grado de coronel.
Era impensable también que militares de origen humilde tuvieran
mando de tropas y que estas se asumieran como “bolivarianas”. En
realidad no podían imaginarse hasta qué punto estaban descuidadas
las clases dominantes venezolanas.
Venezuela es un país donde la pobreza de la lucha de clases y
de las posibilidades revolucionarias fomentó el descuido de una
burguesía lumpen y un Imperio distraído que fueron sorprendidos
por un avatar de la historia que se expresó en el liderazgo de Chávez.
Así fue que el chavismo, una fuerza política sumamente
heterogénea pero con un liderazgo revolucionario, llegó al Gobierno.
Y fue allí donde empezaron los problemas del poder popular, o del
escasísimo poder acumulado previamente.
En quince años de gobierno, y con la experiencia de haber
derrotado un golpe de Estado, los niveles de conciencia y organización del pueblo venezolano han dado un salto importantísimo,
que lo ubican entre los más conscientes y organizados del continente,
detrás del pueblo boliviano. Pero no hay que olvidar que los procesos
de conciencia y organización llevan mucho tiempo, quince años es
un período muy corto, y recordar cuál fue el punto de partida: el país
donde había menos posibilidades revolucionarias de Sudamérica.
Esta herencia no es solo un dato suelto. Cuando en muchos
esfuerzos de organización popular advertimos que los dirigentes
de base y los servidores públicos que actúan como “facilitadores”
carecen de conocimientos básicos de organización popular, cuando
vemos reproducirse por parte de funcionarios del Estado y líderes
comunitarios prácticas asistencialistas y clientelares, ese punto de
partida se hace presente.
Cuando escuchamos la queja de honestos dirigentes de base
chavistas sobre “la apatía de la comunidad” sin poder hacerse cargo de
su propia incapacidad de convocar y movilizar, sin poder advertir las
limitaciones de su “caja de herramientas” para promover conciencia
y organización popular, esa carencia inicial se hace visible.
Cuando advertimos que en algunas empresas de propiedad
social líderes con franela socialista acumulan recursos confundiendo
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intereses familiares con los de su comunidad, no debería escandalizarnos para levantar una denuncia sobre “que esto no es una
revolución”, o indignarnos en nombre de la supuesta pureza popular.
También estas dos posturas teóricas son tributarias de la orfandad
inicial y suelen compartir la ilusión de que sus argumentaciones
transforman la realidad.
Los hechos mencionados apenas confirman que en cuestiones de
conciencia y organización no existen los bautizos transformadores,
ni la magia. Existe el gran obrador de la conciencia que es la lucha
de clases, más el trabajo sistemático de formación política y el largo
tiempo necesario para que se produzcan esas transformaciones.
Las decisiones sobre la lucha de clases, sus alzas y sus bajas,
las toma el pueblo; el tiempo transcurre, no podemos detenerlo ni
apresurarlo; la voluntad militante solo puede aportar en el terreno
de la formación política, trabajando incansablemente para promover
la concientización y la autorganización popular, sometiendo nuestro
trabajo a una permanente revisión autocrítica.
La matriz petrolera
La Constitución de 1830 que consagró la traición a los sueños de
Bolívar fue redactada por hombres de la clase terrateniente, la misma
que había sido propietaria de la tierra desde hacía trescientos años,
desde los inicios de la época colonial. Fueron las mismas familias que,
independizadas de España, seguirían adelante con sus privilegios,
reservándose para si la propiedad de la tierra y proponiendo a las
masas libertadores que recuperaran sus servidumbres.
El reclamo de los desposeídos expresado en la Guerra Federal
encabezada por Ezequiel Zamora, fue derrotado por esas mismas
oligarquías.
Esta historia de cuatrocientos años donde la propiedad de la
tierra definía privilegios económicos y poder político y quien tenía
poder político se hacía latifundista, empezó a torcerse a principios
del siglo XX, con la aparición de la explotación petrolera. La riqueza
pasó del suelo al subsuelo.
Cien años después de declarada la Independencia, fruto de una
traición, asumió el Gobierno Juan Vicente Gómez, un hacendado
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que, después de veintisiete años de dictadura, se convirtió en el más
grande latifundista de Venezuela.
Como corresponde a la mentalidad de un estanciero, Gómez
manejó el flamante negocio del petróleo con criterio latifundista;
repartió tierras petroleras entre sus familiares y compinches, para
que estos las negociaran con las empresas extranjeras.
Este último gesto de patrón de estancia cierra un ciclo
histórico. Los terratenientes no abandonarán el control de la tierra,
continuarán las disputas con campesinos y pequeños propietarios,
pero en adelante toda referencia a la economía venezolana y las clases
dominantes estará empapada de petróleo. La aparición del petróleo
postergará además la modernización de la agricultura, y promoverá
una creciente migración de las poblaciones campesinas a las grandes
ciudades, en particular Caracas y Maracaibo.
Movilizada por la necesidad de sustituir importaciones, la
industria venezolana tuvo un desarrollo tardío, con capital de
composición extranjera, alta tecnificación y fuertemente asociada al
sector externo, pero aún llegando a emplear un 16% de la mano de
obra ocupada en 1960, su incidencia en la economía nunca dejará de
ser marginal.
El panorama de un campo atrasado, una industria marginal y
un próspero negocio minero-petrolero que generaba abundantes
ingresos pero poca ocupación, se completó con las masas de subocupados que se agrupaban en las grandes ciudades malviviendo de
la provisión de servicios y la venta informal. Las condiciones en que
vivían esas masas de subocupados eran de indigencia, total desprotección social y asistencial, proliferación del analfabetismo y pérdida
de la cultura de trabajo.
La recuperación de Pdvsa por parte del Gobierno de Hugo
Chávez, que se concretó cuando fue derrotado el paro petrolero
en 2004, y la política internacional del Gobierno, que promovió la
recuperación de la OPEP y los precios del petróleo, generaron un
desplazamiento parcial de los negocios de la burguesía vinculados al
negocio petrolero.
La puntualización de parcial hace referencia a que si sectores
tradicionales de la burguesía fueron desplazados, hay sectores
vinculados al Gobierno que empezaron a operar como contratistas
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o fueron designados al frente de empresas donde empezaron a
canalizar intereses privados. La familia Ameliach de Valencia, que
maneja Pequiven, es representativa de estas modificaciones.
El aumento de los ingresos del Estado por la vía del crecimiento
del valor de los ingresos petroleros y la redistribución de esa renta,
son dos fenómenos a considerar. Se triplica el PBI per cápita y se
duplica el consumo popular.
En una economía donde buena parte del consumo era
abastecida por redes de importación y comercialización controladas
por la burguesía, esta duplicación del consumo se traduce en forma
directa como ampliación del negocio de la burguesía. Y esto es así
porque está en muchas mejores condiciones para aprovechar este
salto de la demanda. A modo de ejemplo: quien tenía una empresa
con capacidad para importar y distribuir un contenedor mensual,
importa y distribuye ahora dos contenedores.
El crédito bancario con tasas extremadamente bajas destinadas
a favorecer la producción agropecuaria, la industria o el turismo,
es capitalizado inmediatamente por la burguesía, que cuenta con
una estructura administrativa-contable, contactos y experiencia
financiera. Si en un país con una inflación que oscila entre el 20 y
el 45 % le dicen a un burgués que le van a dar créditos al 6% anual,
inmediatamente se pone a hacer cola en la ventanilla y después se
pone a pensar cómo va a dibujar la solicitud de crédito.
La mentalidad parasitaria de la burguesía y la sobrevaluación del
bolívar, que favorece la importación sobre la producción, completan
el círculo donde dineros del Estado van a parar a los bolsillos de los
burgueses y terminan favoreciendo las actividades especulativas.
La sobrevaluación del bolívar se combina con una enorme brecha
con el mercado paralelo o blue. Así ha venido sucediendo que los
capitalistas le sacan dólares baratos al Estado para importar sus
mercaderías, que después venden con precio de los dólares caros
cotizados en el paralelo.
En la ampliación del mercado del consumo la participación de las
fábricas recuperadas, empresas de producción social, cooperativas
y otras formas de la nueva economía popular es insignificante. No
superan el 2%.
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De hecho, en quince años de Gobierno se ha reforzado la matriz
petrolera. El petróleo en el valor total de las exportaciones pasó
de representar el 67% en el año 1998, al 96% en los últimos años. La
contribución de la industria al PBI bajó del 17 % al 13% en el año 2013.
Con razón alguien podrá alegar que esto es producto del abrupto
crecimiento del precio del petróleo. Sin embargo, no podemos dejar
de reconocer que el crecimiento del PBI per cápita y la ampliación
del consumo popular no han sido capitalizados por ahora por la
nueva economía popular, ni significó una ampliación correlativa en
la producción.
Como ocurre con los infocentros, que aportando la buena
noticia de que generaron un masivo ingreso de jóvenes de extracción
popular a Internet, nos comentan la mala noticia de que ampliaron
la influencia de las redes sociales manejadas por la burguesía y los
centros de poder internacional, no se trata de retroceder en los
avances alcanzados.
Se trata de que la Revolución empiece a modificar esa matriz
petrolera, capitalizando los avances que ella misma generó.
La baja de los precios del petróleo, que en los últimos meses ha
perdido un 25% de su valor, es un dato negativo, pero puede alentar
un cambio de las orientaciones productivas.
El pueblo venezolano no es el mismo de hace quince años. Ha
crecido en conciencia y en organización. Ha erradicado el analfabetismo, ha elevado el nivel educativo de su población y cuenta con
la matrícula universitaria más alta de Sudamérica.
Las posibilidades en la producción de alimentos son extraordinarias, existe capacidad industrial instalada que está subocupada.
Estas condiciones pueden ser capitalizadas.
Un mundo hostil
El Proceso Bolivariano no se desarrolla en un tubo de vacío.
Se desarrolla en un mundo donde los grandes poderes capitalistas
concentrados en el G5 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania,
Francia y Japón) están en una profunda crisis económica y han
desatado una loca carrera guerrerista y saqueadora para apoderarse
de recursos naturales de la periferia (petróleo, gas, oro, litio,
coltán, biodiversidad, agua) y apoderarse de sus mercados internos.
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Consideran que esta es la única forma de reducir los costos de sus
empresas, preservar sus ganancias, desacelerando su declinación.
Venezuela, con las reservas de petróleo más importantes del
mundo, con grandes reservas de otros minerales, agua y biodiversidad y con gran cantidad de bosques y tierras vírgenes, es un
objetivo de primer orden en ese plan de saqueo. Si quince años atrás
existió un Imperio distraído, hoy una buena parte de la materia gris
de los poderes imperiales está dirigida a someter a Venezuela y su
solitario experimento de transición al socialismo.
Es importante puntualizar esta cuestión de la soledad, que
comparte con Bolivia y con Cuba, para no confundirnos con respecto
a los aliados de Venezuela.
Lo que se opone hoy a la política guerrerista y saqueadora de los
países centrales capitalistas, son los países emergentes que mediante
las integraciones eurasiáticas y latinoamericanas buscan desarrollar
mercados comunes tratando de ponerse a salvo de la declinación
abrupta de los países centrales. La mayor expresión de esas alianzas es
el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que ya ha conseguido
equipararse al G5 (cada uno representa aproximadamente el 30 % del
Producto Bruto Mundial).
La sola mención a quienes son las locomotoras de los países
emergentes nos permite advertir que la disputa mundial no es una
disputa de sistemas (capitalismo vs. socialismo) sino de intereses,
y donde las políticas de saqueo, con niveles de agresividad y guerrerismo diferentes, están presentes en los dos bloques.
Para no caer en falsas ilusiones es bueno revisar el papel de las
inversiones de China y Brasil en África.
Para no caer en el error opuesto, Venezuela se alía con los únicos
aliados posibles y su activa participación en la construcción de
iniciativas regionales como Unasur, Celac, le ha permitido construir
un paraguas de protección política sin el cual difícilmente hubiera
sobrevivido. Ha aprendido las lecciones de las consecuencias del
aislamiento geopolítico que dejó la experiencia del Paraguay en el
siglo XIX.
Es imposible hacer un análisis político de la realidad del Proceso
Bolivariano, de sus múltiples problemas y dificultades, si no se tiene
en cuenta este escenario internacional.
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La guerra económica, las iniciativas de desestabilización política,
el accionar terrorista con inclusión del paramilitarismo colombiano,
la red mundial de medios complotada para demonizar a Venezuela,
la conspiración de las guarimbas, los lazos que vinculan a la casi
totalidad de la dirigencia de la oposición con intereses imperiales
asociados a las políticas de saqueo, no son inventos del Gobierno.
Se puede y es valioso polemizar sobre las políticas asumidas por
el Gobierno para enfrentar estas amenazas o identificar los puntos
débiles del Proceso Bolivariano que facilitan el accionar de las
políticas imperiales. Negar o relativizar este escenario nos conduce
a un autismo suicida.
Un año político muy difícil
No ha sido fácil para el Gobierno Bolivariano transitar este año
2014. Tampoco ha sido fácil para la oposición que comprometió enormes
esfuerzos para desestabilizar el Gobierno. Cuando estamos finalizando
el año, la imagen del Gobierno y la oposición es la de los dos boxeadores
muy cansados, que ya se tiran golpes por compromiso, pero conscientes
de que difícilmente podrán mandar a su rival a la lona.
El Gobierno ha ganado este round por puntos. Pese a sus dificultades luce más entero, mantiene el control del centro del ring.
La situación de la oposición es mucho más débil, se arrastra por
los rincones profiriendo amenazas que no puede cumplir. “La salida”
fracasó y el conjunto de la oposición quedó comprometido con un
fracaso que dejó como saldo más de cuarenta muertos. Leopoldo
López, el principal dirigente de los grupos de derecha más radicalizados, está encarcelado y más allá de reclamos internacionales no
se ha creado internamente un movimiento que reclame su libertad.
Lo más ingenioso que hicieron fue pretender utilizar una maratón
para dar un poco de masividad a su reclamo. Pero esa maratón la
terminó ganando un corredor del barrio popular 23 de enero, que
llegó a la meta levantando un afiche de Robert Serra. Otra de sus
dirigentes, María Corina Machado, perdió su curul de diputada. La
unidad de la MUD ha quedado deshilachada en tendencias dispares
que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en el trazo grueso de la
orientación a seguir.
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En un año muy difícil el Gobierno ha realizado cambios en
el Gabinete, donde pese a todas las presiones ha podido sostener
coherencia política y se va dibujando un equipo más cercano al
presidente que el heredado de su antecesor.
Rafael Ramírez, una figura considerada hace unos años intocable
por sus reconocidos servicios al Proceso Bolivariano y que venía
siendo cuestionado, fue desplazado del control del área económica
sin que se pierda la continuidad de la política de Pdvsa, que pasa a ser
conducida por Eulogio del Pino.
El enroque que saca a Elías Jaua de la Cancillería, provoca el
desplazamiento de Reinaldo Iturriza de Comunas, pero se lo respalda
políticamente manteniéndolo en el Gabinete como ministro de
Cultura.
El ministro de Interior y Defensa, Rodríguez Torres, cuestionado
en voz baja, lo que daba cuenta de su poder, por la continuidad
de prácticas de la vieja policía fue reemplazado en su cargo por la
contralmirante Carmen Meléndez, de muy buena imagen pública.
También fue reemplazada Delcy Rodríguez por Jacqueline Faría.
Visto en conjunto, se advierte la voluntad politica de Nicolás
Maduro de mantener y mejorar su Gabinete, intentando ganar en
gestión, coherencia política e imagen pública.
Los golpes provocados por el terrorismo y en particular el
asesinato de Robert Serra y María Herrera han provocado un efecto
contrario al deseado por sus autores. El chavismo ha cerrado filas
en torno al único liderazgo posible que es el del presidente Nicolás
Maduro, quien, digámoslo de paso, no siendo Chávez ha demostrado
estar a la altura de circunstancias muy difíciles.
Los que analizamos el Proceso Bolivariano desde miradas
surgidas en otras experiencias, tenemos otras posibilidades de
comparar procesos y liderazgos. Y desde esas miradas no podemos
dejar de caracterizar a Chávez como un líder que parece surgido
de otro mundo, y valorar al núcleo dirigente que lo acompañó, de
quien Nicolás Maduro es su mejor expresión. Son personas muy
jóvenes, que se formaron políticamente en un país donde, desde el
punto de vista de la lucha de clases, a excepción del Caracazo, no
sucedieron acontecimientos extraordinarios, y en tiempos políticos
(los 80 y los 90) en que la izquierda mundial entraba en reflujo. Es
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bueno comparar el mundo que le tocó transitar a Maduro con el que
le tocó transitar a Mujica, el actual presidente uruguayo, que tuvo el
privilegio de ser protagonista de todo el ascenso de luchas mundiales
de los 60 y los 70. Y analizando comparativamente esos liderazgos,
vuelven a repetirse los resultados obtenidos cuando comparamos las
distintas experiencias populares de países nuestroamericanos. En
Venezuela, con mucho menos, se hizo mucho más en términos de
avance revolucionario.
A Maduro le ha tocado ponerse en los zapatos de Chávez y ha
podido caminar. Lo que no es poco.
Este análisis resultaría incompleto si no agregáramos otros
aspectos que son parte sustantiva y preocupante del Proceso Bolivariano.
La subida de precios ha deteriorado la capacidad adquisitiva de la
población y la escasez de algunos productos ha fomentado las desalentadoras colas. El retroceso en los niveles de consumo, la persistencia
de prácticas burocráticas y nichos de corrupción y de algunos males
endémicos como la delincuencia, provocan descontento en la base
popular del chavismo y promueven la desmovilización.
El descontento popular está muy lejos de las imágenes distorsionadas que se muestran en el exterior, pero existe. Se expresa en
una caída de la participación popular en las convocatorias cotidianas
que realizan los consejos comunales, los comités de agua o de
tierras, las instancias partidarias. La muy buena iniciativa de los
gobiernos de calle empieza a desgastarse con el tiempo, generando
la ilusión de un pueblo movilizado, sin advertir que cada vez más
esa movilización está determinada por la posibilidad de que en esas
instancias se aprueben recursos. La participación se despolitiza. Los
vendedores de potes de humo empiezan a tomar relevancia frente a
los organizadores y a los maestros populares.
Seguramente el Plan de la Patria, convertido en ley por la
Asamblea Nacional, marca un rumbo estratégico, pero no aparece
una orientación de movilización clara, ni desde el Gobierno ni desde
los movimientos populares.
En la desmovilización empieza a valorizarse el tipo de militancia
y discurso político que encarna una figura polémica como la de
Diosdado Cabello, que aparece frente a muchos sectores populares
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como un duro, algo así como un Stalin criollo, que no promueve
protagonismo popular, pero que garantiza que no habrá negociación
con la oposición ni vuelta atrás.
Su contracara es la exaltación del centro político que promueve
José Vicente Rangel, con una propuesta que promueve el acercamiento con sectores “blandos” de la oposición como Henry Falcón,
lo que suena a algo así como a una propuesta de acuerdo político que
blindaría al país de las amenazas desestabilizadoras y conservaría
las conquistas del chavismo, pagando el precio de despolarizar y
no profundizar el Proyecto Bolivariano. Esta línea de “congelar la
Revolución para defender los avances” está en sintonía con la línea
política de un sector de la izquierda latinoamericana, que en nombre
de ”ser inteligentes” frente a la ofensiva de Estados Unidos y la
Alianza del Pacífico, nos propone mirarlos de rodillas y protegernos
con alianzas con las burguesías locales.
Mas allá de no compartir estas opciones, me parece que la
cuestión es hacer una justa apreciación sobre el descontento y la
desmovilización popular como pérdida de energía creadora del
Proceso Bolivariano, y no tanto como posible amenaza de ser capitalizados por la oposición. La apatía política se redobla frente al
mensaje opositor, que ha sufrido una fuerte derrota política y ha
perdido credibilidad.
En un sistema de gobierno que se legitima electoralmente
y seguramente lo va a seguir haciendo por muchos años, mal que
les pese a los delirios fascistas, lo más probable es que el Gobierno
siga acumulando triunfos electorales, y solo habrá que lamentar un
crecimiento de la abstención.
Desde una valoración de que hay problemas pero no estamos
desesperados, se puede confrontar con aquellas iniciativas que, en
nombre de las urgencias patrióticas, proponen salidas desde arriba
que desvirtúan el rumbo del Proceso Bolivariano. Descartadas estas
opciones “salvadoras”, se pueden concentrar esfuerzos en ocuparse
de las cuestiones que sí merecen atención prioritaria.
Si es indudable que el Gobierno ha demostrado capacidad
de gobernar sorteando enormes dificultades, conspiraciones y
problemas estructurales, apuntándose éxitos muy palpables como
son los golpes dados a las redes del contrabando, quedan pendientes
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cuestiones de mediano plazo como es el de resolver el problema de
la sobrevaluación del bolívar, que favorece la importación sobre la
producción, corregir el precio de los combustibles y meter mano a la
empresas estratégicas fuertemente impactadas por la ineficiencia y
la corrupción.
Hay cuestiones pendientes como avanzar en una planificación
socialista que sea capaz de integrar esfuerzos de orientación socialista
que están desarticulados, evitando que los vacíos sean aprovechados
por el capitalismo para manejar tramas productivas, comunicacionales o de ciencia y tecnología desalentando o desvirtuando esos
esfuerzos.
La articulación entre las incipientes comunas, los aguerridos
conucos, las empresas recuperadas y de propiedad social, los
esforzados innovadores y sabios populares y las iniciativas de gestión
transformadoras desde el viejo Estado, debe convertirse en una preocupación de primer orden, porque la disociación es funcional a la
metabolización del sistema capitalista. Como bien decía Chávez, los
esfuerzos que están desarticulados “el sistema viejo se los traga. Es
una gigantesca ameba, es un monstruo, el capitalismo.”
La formación política también es un asunto de mediano plazo y
haciendo un balance de este año difícil se advierte que, como nunca,
se ha hablado de formación política en entrevistas, en resoluciones,
en grandes anuncios. Cuando vamos a los hechos concretos,
como talleres o actividades de formación política realizados en los
territorios, el panorama es desolador. La formación política no luce,
no parece urgente, no permite montar escenarios televisivos, pero
aporta a destrabar nudos en las organizaciones populares de base
territoriales, en las empresas de propiedad social, en las industrias
y en la administración pública. También permite ampliar y elevar
políticamente el contingente de militantes y cuadros que contribuirá
a fortalecer las articulaciones, las tareas que impone una planificación socialista y seleccionar tropas de refresco para asumir
responsabilidades estratégicas.
Ausente el gran formador Chávez, más allá de los encendidos
discursos y los grandes anuncios, queda claro que la cuestión de la
formación política está pendiente. La ejecución de planes formativos
no ha alcanzado ni siquiera a los servidores públicos.
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H. Guillermo Cieza
Los límites estructurales del Proceso Bolivariano
Algunos compañeros, con buen criterio, han planteado su
preocupación sobre el ejercicio de la democracia participativa dado
que en una economía donde la matriz petrolera es dominante, las
comunidades tienen un piso productivo muy bajo y finalmente las
decisiones políticas se toman en las estructuras más concentradas y
verticalizadas del Estado Venezolano.
Este diagnóstico como foto de la realidad me parece muy
acertado. Sin embargo, me parece importante verlo en su desarrollo
histórico y perspectivas.
Hay una mirada negativa bastante extendida sobre los intentos
realizados por Chávez de transferir recursos al pueblo para que
pusiera en marcha emprendimientos productivos a partir de la
Misión Vuelvan Caras y otras iniciativas similares. Se afirma que la
mayoría de estos emprendimientos fracasaron, que mucho dinero fue
dilapidado y que solo sirvieron para ejecutar un poco de distribución
social, con el agravante de que los recursos se distribuyeron en forma
desigual.
La experiencia realizada en la Argentina, a menor escala, pero
donde incluso los proyectos contaban con la ventaja de que fueron
conquistados con movilización, lo que presuponía algunos niveles
previos de organización, nos permite tener otra mirada.
No es sencillo pasar de experiencias capitalistas, de trabajo con
patrón, o sin experiencia de empleo previo, a experiencias cooperativas o autogestionarias. Muchas veces desde nuestra propia experiencia concluíamos que era mucho más fácil rebelarse e incluso
organizarse para enfrentar la represión en la calle, que organizarse
para trabajar sin patrón. En una sociedad como la venezolana donde
durante generaciones el modelo rentista petrolero rompió la cultura
del trabajo, ese desafío era mucho más difícil. Las consecuencias
entonces eran previsibles y en todo caso corresponde valorar los
proyectos que sobrevivieron, porque esa experiencia acumulada
puede proyectarse.
Si seguimos preocupándonos por el desarrollo endógeno de
base comunal junto a reconocer que el piso es muy bajo, corresponde
aceptar que ese piso no es el mismo del que partimos hace una
década. Me animo a sugerir que en todos los rubros que abarcaron
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estos emprendimientos productivos existe por lo menos una experiencia exitosa, de la que podemos obtener aprendizajes y además se
puede proyectar, asignándole nuevas responsabilidades.
A partir de esa nueva realidad, ese nuevo piso, la cuestión de
promover el desarrollo endógeno de base comunal ya no puede poner
el acento en lo redistributivo, sino en el reconocimiento de las capacidades demostradas. En ese reconocimiento debemos transformar
las experiencias exitosas en escuelas de formación productiva, que
permitan capacitarse a quienes quieran iniciar una experiencia
similar (por ejemplo realizando pasantías). Pero ese reconocimiento
debe además validar la asignación de responsabilidades y recursos
para incidir decisivamente en la trama productiva correspondiente.
A modo de ejemplo: a quien demostró capacidad de criar pollos
o ponedoras, hay que proponerle (y darle recursos para que lo haga)
que resuelva el problema de la fábrica de balanceados, la cría de
pollos BB, y el manejo de los acopios con cavas de frío.
Hay que proponerle y apoyarlo para que dispute al capitalismo
los nudos estratégicos de la trama productiva.
A quien demostró que es capaz y eficiente para plantar y cosechar
maíz hay que proponerle que se haga cargo de la producción de
semillas, de la producción de fertilizantes naturales y de los centros
de acopio.
No hay posibilidad de elevar el piso productivo con políticas
distributivas al estilo del Banco Mundial, que avala miles de
pequeños proyectos, para distender los cambios abruptos como son
los despidos causados por las privatizaciones, mientras se gestan
miles de fracasos previstos anteriormente. En un país cuyo índice de
vida es considerado alto es justo atender a los barrios que quedaron
muy retrasados (bases de misiones) pero lo central de la política
no puede ser atender necesidades, sino reconocer capacidades que
permitan sostener y elevar a mediano y largo plazo esos índices que
nos enorgullecen.
Como comentario adicional agregaría que la posibilidad de
elevar ese piso productivo que permita sustentar el autogobierno
comunal y la democracia participativa en las zonas de producción
agropecuaria, nos exige desnudar algunos mitos, que solo aportan
confusión.
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H. Guillermo Cieza
El primero de ellos es que los ingresos de las comunidades
campesinas son tan desalentadores que las personas eligen irse a
vivir a la ciudad porque pueden vivir un poco mejor. Es cierto que los
jornales en el campo son muy bajos, pero aquellas comunidades que
tienen acceso a la tierra y posibilidades de plantar (y en Venezuela
con gran cantidad de tierras baldías y fiscales hay muchas posibilidades) pueden vivir satisfactoriamente. Quien vive en el campo
tiene asegurada la casi totalidad del alimento y los precios actuales
del café, del cacao, de las hortalizas, los vegetales y las frutas son
muy buenos. Hoy la emigración a las ciudades tiene más razones
culturales que económicas y hay familias que están regresando al
campo.
El segundo mito es que no hay producción, que en el campo
no se produce nada. Hay producción comunal, de campesinos, de
pequeños productores etc. El problema es que los nudos estratégicos
de las redes de producción, distribución y comercialización están
en poder de los capitalistas, que manejan los precios a su antojo y
convierten a los productores en subordinados a riesgo propio.
El tercer mito es que una economía socialista de base comunal es
algo muy lejano porque toda la producción debe estar garantizada por
las comunas. Si los nudos estratégicos de las tramas de producción,
distribución y comercialización los manejan las comunas, se puede
incluir, subordinándolas, a producciones de pequeños y medianos
productores capitalistas.
¿Comunas o nada?
La intervención del Comandante Hugo Chávez en el consejo
de ministros el 20 de octubre de 2012, trazó un rumbo político
que permitió asociar la construcción de las comunas y del espíritu
comunal con el porvenir del proyecto del socialismo del siglo XXI en
construcción en Venezuela. La consigna “comunas o nada” sintetizaba
esa orientación. Cuando han pasado dos años de esa intervención me
parece interesante hacer un balance de lo avanzado en ese terreno.
La experiencia desarrollada por el Ministerio del Poder Popular
para las Comunas y Movimientos Sociales durante la gestión
2013-2014, promoviendo y facilitando el desarrollo de la organización
popular, puede cualificarse con el dato de que en poco más de un año
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se constituyeron más de ochocientas comunas. Esa experiencia fue
demostrativa de cómo se concretan las potencialidades populares
cuando las estructuras del Estado se convierten en punto de apoyo
para desarrollar sus iniciativas.
Dos años después del Golpe de Timón puede decirse que la
cuestión de las comunas sigue siendo un tema importante en la
agenda de gobierno, pero ya no el tema principal.
¿Qué sucedió?
Unos dirán que el crecimiento de las comunas generó fuertes
resistencias en el PSUV y en algunas Alcaldías y gobernadores que
vieron amenazados sus poderes y privilegios. Agregando que, como
consecuencia de esa resistencia, el presidente Maduro cambió la
orientación traicionando el mandato de Chávez.
Otros dirán que, en realidad, lo del poder comunal no tenía
sustento real en la movilización de las bases populares y que en la
mayoría de los casos la construcción de comunas fue producto de que
despoblados consejos comunales se juntaran para obtener recursos.
También estarán los que afirmaran que en un país sometido
a una guerra económica y fuertes intentos de desestabilización, lo
urgente era afianzar el Gobierno (la gestión del viejo Estado) dejando
para adelante esfuerzos estratégicos que, en lo inmediato, eran
conflictivos porque generaban tensiones en la necesaria “unidad” de
las fuerzas chavistas.
Finalmente, agregaría a quienes afirman que los sucesores de
Chávez tienen una percepción más conservadora con respecto a las
potencialidades populares para actuar en la coyuntura y se sienten
más seguros con respuestas políticas controladas desde el Gobierno
que con una apuesta a lo que genere la movilización popular desde
las bases.
Francamente, creo que en un problema complejo lo mejor es
eludir las respuestas simplistas, y que en todas las afirmaciones
planteadas hay un poco de razón.
El crecimiento de las comunas molesta a sectores burocráticos
del chavismo, la convocatoria a construir comunas no es una palabra
mágica que desata los nudos que frenan la movilización popular,
en una situación de emergencia mantener la unidad es necesario,
Maduro es más conservador que Chávez.
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H. Guillermo Cieza
En el tema de las comunas como en otros temas de la política bolivariana, los mayores esfuerzos del Gobierno se destinan a gobernar,
a atender la coyuntura, postergando las políticas de mediano y largo
plazo. La respuesta a la coyuntura permite derrotar políticamente
a la oposición, pero es insuficiente para enfrentar al Imperio, que
planifica y se plantea estrategias con tiempos largos, y también es
insuficiente para un país que no solo se plantea defenderse sino que
se propone transitar hacia el socialismo.
Finalmente me parece necesario puntualizar que aquella convocatoria de Chávez, “comunas o nada”, sigue vigente y que deberá ser
encarnada en un trabajo sistemático y profundo por todos aquellos
que sigan apostando a este experimento revolucionario desde una
perspectiva socialista, de emancipación humana.
Corresponde celebrar las iniciativas que se impulsen desde el
Gobierno, o criticar por las ausencia de las mismas, pero la cuestión
de la construcción de las comunas es, necesariamente, una tarea del
pueblo y sus vanguardias, que aún dispersas, no pueden eludir sus
responsabilidades.
Esa tarea debe generar su propia agenda que debe articularse
con el Estado y puede coincidir puntualmente con la agenda de los
que gobiernan, pero no puede ser la misma.
Convertir la construcción de las comunas en el tema principal y
las comunas en las locomotoras del proyecto socialista, no se decreta,
se construye cotidianamente desde el lugar bajo el sol que nos toca o
elegimos para desarrollar nuestra militancia.
Caracas, noviembre de 2014
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Vacaciones (a modo de epílogo)
Al producirse el recambio de ministro de Comunas, el 4 de
septiembre de 2014, empezamos unas vacaciones que se prolongarán
hasta fin de año.
El Ministerio debía reorganizarse, los talleres de formación que
habíamos programado para Táchira, Zulia, Lara, Yaracuy, Guárico
y Bolívar, se congelaron. “Está todo suspendido” nos comentó una
funcionaria del Ministerio y más que pena, me pareció advertir una
íntima satisfacción. Suspender es una palabra que denota autoridad.
Desde la lógica burocrática es más valioso un trabajo suspendido que
un trabajo no controlado.
Que sucedan estas cosas son habituales cada vez que se cambia
un ministro. El problema es que los cambios de ministros son
frecuentes y suele suceder lo que me comentó resignado un viejo
empleado: “El que llega viene a cambiar todo, pero se tiene que reorganizar. Cuando se reorganiza se empieza el nuevo plan, pero a poco
de andar vuelven a cambiar el ministro y vuelta a empezar”.
Aprovechamos estas vacaciones pagas para dedicar más tiempo
al trabajo con los núcleos estadales de formación, que son el saldo
de nuestro trabajo de un año. Lo que queda en el pueblo es lo que se
puede valorar de todas estas idas y vueltas ministeriales.
También aproveché para acompañar a amigos que trabajan
en la Gran Misión Saber y Trabajo y conocer algunas experiencias
productivas y enterarme de sus desafíos.
Finalmente pudimos conocer un poco de los trabajadores de
Pdvsa, columna vertebral productiva de este proceso revolucionario.
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H. Guillermo Cieza
Esta historia la seguirán mis valiosos compañeros y mis valiosas
compañeras de la brigada del Frente Popular Darío SantillánCorriente Nacional.
Para mí se está cerrando este tiempo en que he podido
emocionarme, enojarme, disfrutar y sobre todo aprender mucho
con la Revolución Bolivariana. Una apasionante epopeya del pueblo
venezolano que, como dice una canción, tuvo la complicidad de Dios
(o en lo que uno quiera creer), prestándoles a Chávez por un ratito,
pero suficiente para animarlos a echarse a andar.
Caracas, 22 de noviembre de 2014
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Índice
Prólogo9
La talla
25
Primeras crónicas desde Venezuela
29
La lanza de Chávez
35
Rosa37
Los árboles y el bosque
39
El chavismo, un gigante invertebrado y visionario
41
Kevin45
Diagnóstico frente al golpe económico
47
Tomando café con un abogado
51
El espíritu de las comunas
55
Gobernar y construir
61
Manual para destruir a Venezuela
67
La novia ausente
71
Después del fuego
73
La soledad
79
La sociedad de los mil bolos
83
Servidores públicos o trabajadores
87
David91
Bombones o caraotas. El problema de la formación política 93
Francis101
Saberes populares, saberes comunales
103
Beverly Hill
115
Capacidad y necesidad en el Proceso Bolivariano
117
Olimir 125
Poder popular, desde Venezuela
127
Reinaldo139
Socialismo y capitalismo en la historia de Nuestramérica 143
Poliya149
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La Revolución con todos y todas
153
Las familias
159
Maduro161
Un hombre me predica en el metro
165
El relevo bolivariano
167
Noel171
Anoche asesinaron a Robert Serra y a su
compañera María Herrera
173
“Mediano y largo plazo se murieron con Chávez”
175
Sonrisas en la madrugada
181
Críticas y enojos
183
¿Dónde está la vanguardia?
189
Viva la clase trabajadora
193
Pensando en alimentos
197
Palito Blanco
201
La revolución en 4x4
203
Por dónde va el camino
205
Repensando Venezuela
209
Vacaciones (a modo de epílogo)
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3.000 ejemplares
Este libro se terminó de imprimir en la
Fundación Imprenta de la Cultura
Febrero 2015
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