La historia de los inicios 1

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La historia de los inicios
VICENTE BALDELLOU MARTÍNEZ
JUAN ROVIRA MARSAL
Preámbulo
El título que encabeza el presente texto hace referencia
sobre todo a la circunstancia de que es precisamente en
estas tierras donde se han localizado los vestigios de población más antiguos de todo el ámbito territorial del Alto
Aragón.
Los primitivos moradores de estos parajes hacían uso de
su entorno físico para explotar sus recursos y asegurarse
el sustento, para establecer asentamientos en los lugares
más favorables y para ejercer sobre el mismo algún tipo de control ideológico o
religioso a través de elementos simbólicos cuyo significado ahora se nos escapa,
entre los que cabría citar las pinturas rupestres que se encuentran en algunas cavidades de nuestra comarca.
Su espacio vital sobrepasaba los límites estrictamente comarcales cuando sus intereses así lo dictaban, de ahí que nosotros también sobrepasemos en ocasiones
nuestros linderos cuando lo consideremos necesario para completar algunos datos
arqueológicos y para dotar a nuestro discurso de la mínima coherencia exigible.
El medio natural
Pese a ser La Litera una comarca de escasa extensión, presenta una importante variedad en sus formaciones geológicas y casi podría decirse que constituye una reproducción en pequeñas dimensiones de lo que se produce en el característico
medio geográfico general de la provincia de Huesca, con su “Montaña” al N., en
las últimas estribaciones meridionales de las Sierras Exteriores pirenaicas, y con su
“Tierra Baja” al S., con una mayor tendencia a la horizontalidad y geográficamente adscrita a la Depresión del Ebro.
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Son estos rasgos geomorfológicos, unidos a la falta de cursos fluviales permanentes, los que van a condicionar los tipos de hábitat y el variable grado de ocupación del territorio a lo largo de las sucesivas etapas culturales de la Prehistoria.
El Paleolítico
La primera de ellas es asimismo la más larga y la más incógnita, pues se corresponde con el período en el que el ser humano vio la luz por primera vez, en el
que evolucionó hasta desembocar en el Homo sapiens y en el que tuvo que saber
amoldarse a unas condiciones climáticas especialmente duras y adversas para salir
adelante. Representa también la época de la humanidad depredadora, cazadora de
animales salvajes y recolectora de vegetales silvestres.
Y, como ya hemos dicho, es de La Litera de donde provienen los testimonios más
antiguos de la provincia de Huesca en lo que atañe a la presencia humana sobre
el solar altoaragonés: en las terrazas fluviales que se encuentran entre los términos municipales de San Esteban y Tamarite de Litera, concretamente en la partida de Orriols, se han recogido un reducido número de útiles líticos que, no obstante su parvedad, han resultado lo suficientemente significativos para poder
atribuirlos al Paleolítico Inferior (Achelense) y para asignarles una datación que rondaría los 130.000 años de antigüedad. El récord
en estos pagos oscenses.
El Paleolítico Medio es la época del Hombre de
Neandertal, rama extinta de nuestra especie, y
de las industrias líticas “Musterienses”, más livianas y mejor retocadas que las del período anterior. También estas últimas están bien representadas en nuestra comarca gracias a los
yacimientos al aire libre de la índole de las Graveras de San Bartolomé, de la Vispesa, de la
Montanera, del Regal de Pídola, etc. Al parecer,
estaríamos ante campamentos de carácter estacional pertenecientes a grupos móviles formados
por una limitada cantidad de integrantes, los
cuales ejercerían sus actividades cinegéticas durante el amplio lapso temporal comprendido
entre los 90.000 y los 30.000 años anteriores al
presente.
Bifaz limande parcial, del Achelense
medio-superior del Regal de Pídola
(Tamarite de Litera)
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Comarca de La Litera
Ahora bien, el yacimiento más importante concerniente a este período está representado por
la Cueva de los Moros 1 de Gabasa, que domina un pequeño curso de agua, el barranco de
Gabasa, que, aguas abajo, dará origen al río
Sosa, afluente del Cinca.
La Cueva de los Moros 1 ostenta el honor de ser
el único lugar, por el momento, que ha proporcionado restos óseos de poblaciones neandertalenses, los cuales, se erigen como los fósiles antropológicos más antiguos de Aragón.
Junto a una riqueza faunística a todas luces excepcional, se han recuperado industrias líticas en
sílex y, en menor medida, en cuarcita.
Es muy posible que la habitación troglodítica de
la Cueva de los Moros estuviera íntimamente relacionada con el yacimiento al aire libre de Castilló del Pla, en la vecina comarca de La Ribagorza, un sitio en el que puede percibirse la
existencia de una antigua cubeta lacustre, muy
adecuada para que saciasen su sed en ella toda
clase de herbívoros y para que encontrasen caza
abundante los neandertales que residían periódicamente en la gruta.
Bifaz ovalar del Achelense mediosuperior de La Mina de Orriols (San
Esteban de Litera)
Cráneo de hiena de las cavernas, de la cueva de los Moros 1 de Gabasa
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Se encuentra también muy cercana –unas decenas de metros-, aunque ya en la comarca catalana de La Noguera (seguimos traspasando fronteras), la cueva de l´Estret de Tragó, sobre el cauce del río Noguera Ribagorzana, en la que se produjo una
prolongada sucesión de establecimientos humanos durante el Paleolítico Medio, como
lo demuestran dataciones radiocarbónicas tales como la de 126.0000 B.P. o como la
de 43.000 B.P., dependiendo de los niveles en los que se tomaron las muestras.
El Mesolítico
No tenemos en La Litera vestigios arqueológicos que puedan encuadrarse en el Paleolítico Superior o en el Mesolítico. A buen seguro que dicha circunstancia se debe
a que no hemos sabido encontrarlos, pues sí los tenemos en comarcas colindantes como el Somontano de Barbastro o La Ribagorza de Graus (de nuevo saltando los lindes).
En efecto, en el término municipal de Graus se conoce la estación de Forcas I, mientras que en el de Estadilla se ha excavado recientemente la Cueva Alonsé. Ambas
han entregado industrias magdalenienses en sílex e instrumentos sobre asta y hueso.
Las fechaciones de carbono 14 son coherentes con el registro y entre sí, con 14.840
BP y 15.069 BP para Forcas y con 14.440 BP para Alonsé. La ocupación se prolongó en Forcas I, con industrias epipaleolíticas de piezas microlaminares, y en el
cercano abrigo de Forcas II, con un complejo de microlitos geométricos datados
en el año 7.090 BP.
Para entonces ya hacía mucho tiempo que había llegado a su fin el Pleistoceno y
las diferentes etapas culturales del Paleolítico Superior. El nuevo período geológico, el Holoceno, acarrearía la progresiva instalación de un clima más benigno y más
atemperado que acabaría de una vez por todas con los crudos rigores del frío de
la era de las glaciaciones. Los cambios acaecidos comportaron a su vez una modificación substancial en las condiciones paisajísticas del entorno, lo que afectaría
gravemente a las especies animales acostumbradas a unos ambientes que poco a
poco iban desapareciendo. A la comunidad humana se le presentaría, a corto o
largo plazo, el duro problema de la supervivencia: algunos grandes herbívoros, base
primordial dentro de sus recursos alimenticios, se vieron impelidos a abandonar
sus ancestrales lugares de pasto para buscar alternativas más favorables en latitudes más álgidas; otros terminarían por extinguirse irremisiblemente. Los grupos de
cazadores y recolectores, menos especializados y con mayores capacidades de adaptación, supieron sobrevivir, pero necesitaron replantearse sus modos de vida tradicionales para adecuarlos a un medio natural inédito y a unas fuentes de subsistencia tal vez menos generosas.
Y fue en el Mesolítico cuando tuvieron lugar tales transformaciones, por lo que atávicamente se ha considerado como un estadio cultural dominado por la crisis y la
regresión. Parece claro que crisis la hubo, en el sentido literal del término y con
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Comarca de La Litera
su significado original de “cambio”, pero achacar a la segunda la falta de establecimientos mesolíticos en La Litera, o su desoladora escasez en el resto de la provincia de Huesca, resultaría en exceso arriesgado. Si volvemos a Forcas I y Forcas
II, en los alrededores de Graus, comprobaremos que el cambio climático no significó ni una solución de continuidad, ni un descenso aparente en la densidad poblacional, la cual parece que se mantuvo en términos parecidos durante casi diez
mil años.
Cabe pensar que, pese a tratarse de un acontecimiento trascendente, el paso de
una época a otra no fue en absoluto súbito ni tuvo una repercusión repentina e
inmediata, sino que su prolongación en el tiempo propiciaría un margen cronológico suficiente para que las sociedades prehistóricas pudieran amoldarse a la
nueva realidad y acabar sacando de ella el partido necesario para colmar sus necesidades más perentorias.
El Neolítico
Dentro de este proceso de aprovechamiento novedoso del terreno circundante, y
como máximo exponente de la explotación del mismo como suministro de provisiones, cabe citar aquí la puesta en práctica de dos descubrimientos que estaban
destinados a modificar radicalmente la conducta económica de los seres humanos
y a permitir un desarrollo de sus poblaciones hasta cotas insospechadas en épocas anteriores. Nos referimos a la implantación de la agricultura y de la ganadería, gracias a las cuales se fueron relegando paulatinamente los comportamientos
depredadores hasta convertirlos en simples actividades complementarias, al tiempo que se adoptaban los cultivos de cereales y el pastoreo de herbívoros como la
primera muestra histórica de producción de los propios recursos alimentarios. Tan
importante fue este suceso, que es posible decir que el mismo sirvió para sentar
las bases de lo que podríamos llamar la economía “moderna”.
Con el fin de proyectar un poco de luz sobre el tan debatido asunto del origen de
las nuevas directrices productivas, quizás convendría viajar de nuevo a otras tierras y ver lo que allí pudo haber ocurrido. En este caso nos tendríamos que trasladar un poco más lejos, concretamente a la comarca de la Hoya de Huesca y, dentro de ella, a la Cueva de Chaves de Bastarás. Aunque dicho yacimiento tal vez no
baste para terminar con las discusiones al respecto, deberemos afirmar que la cueva
en cuestión constituye un ejemplo paradigmático de un establecimiento de gentes nuevas que nada tienen que ver con los anteriores moradores del lugar, de los
que están separados por unos cinco mil años en el tiempo y por un espeso estrato
estéril de casi un metro de potencia.
Lo interesante es que los recién llegados habían traído consigo unos usos agrícolas y ganaderos perfectamente asentados y los habían convertido en su base principal de subsistencia. También tenían asumido y asimilado todo el equipamiento
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material propio del Neolítico, incluyendo el pulimento de la piedra y la presencia
de la cerámica, elemento este último completamente innovador, jamás utilizado en
los períodos prehistóricos precedentes. A partir de este momento, la producción
alfarera propia de cada fase cultural se convertirá en el fósil director para identificar el registro arqueológico de sus fabricantes, pues las peculiaridades que cada
variante encierra la hacen especialmente singular y característica y la dotan de una
cualidad definitoria de la que carecen otros componentes del utillaje conjunto.
Es muy difícil tratar de determinar la hipotética procedencia de los nuevos “vecinos” de la Cueva de Chaves, aunque los más recientes estudios apuntan a que podrían ser oriundos del Mediodía francés. Fuera como fuera, es evidente que a una
“invasión” de esta especie, tan temprana –inicios del V milenio antes de nuestra
Era– y llevada a cabo por un grupo humano tan metido de lleno en las innovaciones neolíticas, hay que imputarle buena parte de la responsabilidad en la posterior expansión del Neolítico en la provincia altoaragonesa. Así pues, nos hallaríamos frente a un modelo de propagación de las economías de producción
motivado por una “colonización” del territorio por parte de una población foránea,
aunque no se pueden descartar terminantemente otros caminos menos evidentes.
Carecemos en La Litera de documentos neolíticos tan antiguos como los citados,
aunque tampoco andan demasiado lejos de ellos: en una cavidad próxima a la ya
citada Cueva de los Moros 1 de Gabasa, concretamente en la número 2, apareció
un cuenco de cerámica ornado con la decoración típica del Neolítico Antiguo, es
decir, con impresiones realizadas sobre la superficie del vaso antes de procederse a la cocción del mismo. Nos iríamos a finales del V milenio o a la primera mitad
del IV a.C.
En la parte alta y montañosa de la comarca también tenemos rastros de ocupación
en épocas más tardías, desde un Neolítico Antiguo Postcardial hasta el Neolítico
Final, hacia el 2.500 a.C.: se han recuperado fragmentos cerámicos de esta época
en las cuevas del Barranco Alto de Menquillí, del Congosto de Camporrells y del
Salgar de Baldellou, así como
en un pequeño covacho del
mismo Camporrells, con alfarería decorada a base de triángulos incisos con rallado interior, que parecen pertenecer a
una inhumación en cueva de finales del período, al estilo de
las conocidas de la Ribagorza.
Cuenco neolítico con decoración impresa de una de las
Cuevas de los Moros de Gabasa
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Comarca de La Litera
Parece también que es en este
momento, a partir del Neolítico
Antiguo avanzado, cuando empiezan a explotarse las posibilidades ganaderas y, sobre
todo, agrícolas de la Tierra Baja de la parte media–sur de La Litera. Se conocen más
de una decena de asentamientos que han proporcionado restos cerámicos ornamentados con cordones lisos de sección triangular, a veces con decoración peinada,
combinación bien enmarcada en el mundo del Neolítico Antiguo Postcardial: Cornobis, La Colomina, Miporqué, L´Estany, Olriols III, etc. En Les Plantes aparecen
fragmentos con triángulos incisos rellenos, en tanto que poblados como Cornobis,
Pla de La Magdalena y Era de Florencio funcionaron como talleres de sílex al aire
libre.
El arte esquemático
Dentro del acervo renovador aportado por la implantación del Neolítico, es posible señalar la aparición de un estilo de Arte Rupestre que, a la luz de los últimos
descubrimientos, hay que considerar como patrimonio –al menos en sus comienzos- de los primeros labriegos y pastores oscenses. Nos estamos refiriendo al Arte
Esquemático, expresión artística de amplia difusión a lo largo de toda la Península Ibérica y que se caracteriza por el total predominio de la abstracción en sus representaciones pictóricas. Los esquematismos rupestres plasman una acusada sintetización de las formas que da lugar a que las figuras que componen sus paneles
estén desprovistas de cualquier clase de concesión al naturalismo. Sus autores omitieron conscientemente las concordancias gráficas con la realidad y destacaron el
contenido simbólico de sus diseños, desdeñando lo natural frente a lo abstracto y
desatendiendo la imagen frente a la idea.
No es La Litera una zona que contenga grandes cavidades, ni abrigos, ni covachas,
susceptibles de ser pintadas por sus pobladores más primitivos. Desde luego, hasta
ahora no disponemos de ningún vestigio perteneciente a los artes Paleolítico y Levantino, correspondiendo la totalidad de las escasas manifestaciones parietales conocidas al citado Arte Esquemático. A éste hay que atribuir, sin lugar a dudas, las pinturas localizadas en una cavidad de Baldellou y en las tres situadas a ambos márgenes
del Noguera Ribargorzana, en término de Castillonroy. Los temas esquemáticos que
tales estaciones nos muestran resultan inconfundibles: antropomorfos, cuadrúpedos,
digitaciones, líneas en zig-zag, barras, signos escaleriformes, etc.
Más riesgo entraña referir la misma cronología a los grabados de tipo lineal inciso que se encuentran en una docena de covachas literanas. A pesar de que sus figuraciones exhiben un indiscutible aspecto esquemático, uno de los autores de estas
líneas sigue permaneciendo en su escepticismo en lo que respecta a la antigüedad de los grabados rupestres. Ello no obstante, el conjunto identificado en el abrigo del Barranco Alto de Menquillí, con 71 grabados y con un repertorio de esquematismos bastante típico (rayaduras, pectiniformes, tectiformes, ramiformes,
escaleriformes y zig-zags), está igual de falto de argumentos que apoyen su modernidad que de los que puedan defender su contemporaneidad con las pinturas
prehistóricas.
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Así como los comienzos de esta modalidad estilística parecen estar bien atestiguados
gracias a la recuperación de guijarros pintados con motivos esquemáticos en los
niveles de ocupación neolíticos de la Cueva de Chaves de Bastarás, bien fechados
a principios del V milenio a.C., no existe certidumbre en lo que atañe a los momentos finales de la misma. Con todo, los estudios llevados a cabo por uno de los
autores parecen indicar que este tipo de arte no llega a alcanzar, al menos en Aragón, los estadios iniciales de la Edad del Bronce.
El Megalitismo y el Calcolítico
Fue a partir de las fases más recientes del Neolítico (del IV milenio en adelante)
y durante el desarrollo del período prehistórico consiguiente, el Calcolítico (del 2.600
al 1.800 a.C.), cuando se estableció en los territorios montanos el rito funerario de
los enterramientos colectivos en el interior de sepulcros megalíticos o dólmenes.
Tales inhumaciones tomarían carta de naturaleza en la cadena pirenaica, reflejándose también, aunque con menor densidad, en las Sierras Exteriores oscenses. En
este último grupo hay que incluir los cuatro sepulcros que integran el núcleo de
Benabarre/Estopiñán, los cuales significarían el extremo meridional de su área de
distribución, no alcanzando por muy poco el límite norte de nuestra comarca.
Por su situación geográfica (demasiado al S.) y por las condiciones físicas de su espacio geográfico, se hace muy difícil la presencia de dólmenes en La Litera, bien que hayan aparecido materiales calcolíticos en la Cueva de los Moros de Alins, entre los que
cabe destacar un trozo de estera en fibra vegetal, tejida con la técnica de espiral.
El Calcolítico es un período crucial de la Prehistoria, ya que fue en su devenir cuando tuvieron lugar los primeros y tímidos intentos de elaboración y uso de instrumentos metálicos en cobre. Es evidente que la metalurgia propiamente dicha quedaba todavía lejos, que hasta la
Edad del Bronce no iban a generalizarse las técnicas de aleación y
que los objetos de metal calcolíticos
son escasos y endebles por estar realizados con mineral nativo. Sin
embargo, nadie puede negarles sus
connotaciones pioneras y su validez como elementos definidores de
la etapa cultural a la que pertenecen, en el mismo nivel que las puntas de flecha y los cuchillos de sílex
con retoque plano envolvente, las
Cuchillo del Calcolítico de la Coma del Bep (Albelda)
Página anterior: Pintura esquemática de Santa Ana II (Castillonroy)
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hojas de hoz denticuladas, los botones de perforación en V o, en fases más recientes, el Vaso Campaniforme; una variedad alfarera caracterizada por el perfil acampanado de sus recipientes y por la decoración geométrica de su superficie, siempre
dispuesta en franjas horizontales a base de líneas puntilladas, cordadas o incisas. De
este último tipo han aparecido fragmentos en los yacimientos literanos del Salgar, de
Cornobis y de una de las Cuevas de los Moros de Gabasa, en tanto que la gran lámina de sílex finamente retocada de la Coma del Bep nos indica también una idéntica cronología.
La Edad del Bronce
Con la llegada de la primera Edad de los Metales, la Edad del Bronce (1800-700
a.C.), se produjo en La Litera un fenómeno igualmente detectado en otras comarcas de la provincia de Huesca: un más que notable incremento demográfico y una
masiva ocupación de los llanos de la Tierra Baja, circunstancia que se empezaba
a detectar a partir del Neolítico, pero que sería en esta época cuando alcanzaría
los términos de su máxima expresión.
Estaríamos entrado en un estadio de apogeo poblacional y económico, bien atestiguado por la inusitada proliferación de núcleos de asentamiento en las llanadas
meridionales: Subau, Penyaroies, Les Sentinelles, La Penella, Vallbona, Les Plantes,
Pedreula, La Ortilla, El Pla, etc.
A buen seguro que contribuyó a este lapso de esplendor la universalización del uso
de los utensilios de metal, ya que la puesta en práctica de las aleaciones facultaba
la obtención de aperos de labranza fuertes y resistentes, muy favorables para un desarrollo más dilatado de los cultivos y para plantearse una explotación cabal de las
posibilidades agrícolas de la Tierra Baja.
Como ejemplo de esta actividad metalúrgica cabría citar el molde para la fabricación de hachas planas atribuído a la Cueva
de Santa Ana de Castillonroy, aunque al
parecer procede de Pont de Suert (Lleida)
y fue incorporado a la colección de materiales hallados en la zona del pantano de
Santa Ana, por uno de los ingenieros de
ENHER. A una fecha más tardía corresponden los moldes recuperados en Regal
de Pídola (hoja y empuñadura de espada,
martillo tubular, espátula y aguja), en Sosa
II (hacha de alerones subterminales con
anilla lateral), en Olriols I (brazalete con
decoración en relieve), en el Camino de
Algayón (varillas) y en les Corques (aguMolde de martillo tubular del Bronce Final.
Regal de Pídola (Tamarite de Litera)
jas o cinceles).
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Comarca de La Litera
A medida que la Edad del Bronce iba avanzando, los establecimientos del llano
iban a su vez evolucionando hacia una estructuración más compleja de los recintos habitacionales que revela la existencia de un urbanismo todavía incipiente, el
cual daba lugar a la construcción de obras de aprovechamiento colectivo, como
serían las defensas o las cisternas de abastecimiento de aguas, de las que tenemos
un magnífico exponente en el Regal de Pidola. Junto al citado poblado, disponemos de muchos otros de la misma importancia: Olriols I, Coma del Bep dcha., Coma
del Bep izda., La Ganza, Sosa I, Sosa II, Sosa III, Torre Perella, Santa Ana de Tamarite, Vallbona, Les Forques...
La bonanza económica que parece que se vivió durante la Edad del Bronce sirvió
también para fomentar unas intensas relaciones comerciales. Gracias a ellas arribaron a nuestras tierras materiales e influencias de allende nuestras actuales fronteras nacionales, de Francia, de Italia e incluso de algunos países centroeuropeos.
El comercio desplegado entre estas sociedades avanzadas permitió la llegada de
producciones cerámicas extrajeras y de una amplia gama de instrumentos metálicos de aleación, cada vez más abundantes y diversificados. Como prueba de ello
cabría citar el depósito de fundidor encontrado en una sima de Monderes, cuyos
componentes nos vienen a indicar una clara relación de intercambio de piezas
amortizables con zonas del norte de Italia y de Centroeuropa.
La Primera Edad del Hierro
Hacia el año 1.100 a.C., en el tramo
final de la Edad del Bronce, otro
acontecimiento trascendente vino a
conmover sensiblemente las prácticas
funerarias tradicionales, con la implantación del nuevo rito de la cremación de los muertos y la posterior
colocación de las cenizas en urnas de
cerámica. Éstas se agrupaban en auténticas necrópolis que se situaban en
las proximidades de los núcleos poblacionales y se les aplicó la denominación genérica de “campos de
urnas”. Con ello se pretendía singularizar esta clase de cementerios, muy
característicos del Bronce Final y de
la I Edad del Hierro (700-350 a.C.),
época en la que se manifestarían los
primeros escarceos de la metalurgia
de minerales férricos.
Urna bitroncocónica del Hierro I, de Torre Piniés
(Tamarite de Litera)
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Con todo, hay que decir que la presencia de materiales de hierro fue insignificante
en las fases iniciales de la nueva era y seguramente se trataría de piezas de procedencia extranjera. Sólo con el paso del tiempo se harían más frecuentes y de fabricación propia, aunque sin llegar en ningún caso a conocer una difusión del todo
generalizada. Los utensilios mayoritarios seguían siendo de bronce, guardándose
para los de hierro la reputación de “objetos de lujo”.
Ignoramos si la I Edad del Hierro resultó un período regresivo en La Litera, pero
la realidad nos señala una muy considerable reducción en el número de yacimientos
conocidos. Por razones que desconocemos, la mayor parte de los poblados de la
Edad del Bronce no perduraron hasta penetrar en la fase cultural subsiguiente, escaseando los que pueden clasificarse como pertenecientes a ella: Camino de Algayón, Matacabras, las Forcas, Sierra de Monderes y, en un momento más avanzado, la Cueva de les Guaries. Algo parecido acaece con referencia a las necrópolis,
pues sólo se ha detectado la existencia de un enterramiento de incineración en todo
el ámbito territorial de la comarca; se trata de una sepultura con un túmulo circular
de unos 150 cm. de diámetro, ubicado en las cercanías del asentamiento del Regal
de Pídola.
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