Documento - Publicaciones de Defensa

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REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
Año XIII
Núm. 48
INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL
ARMADA ESPAÑOLA
INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL
ARMADA ESPAÑOLA
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
Año XIII
1995
Núm. 48
REVISTA
DE HISTORIA NAVAL
CONSEJO RECFOR:
Presidente:
Director del Instituto de Historia y Cultura Naval, José Ignacio
González-Mier Hierro, contralmirante.
Vicepresidente
y Director:
Vocales:
José Cervera Pery, coronel auditor. Periodista.
Juan Antonio Viscasillas Rodríguez-Toubes, Secretario General del
Instituto de Historia y Cultura Naval; Manuel Martínez Cerro, Jefe
del Departamento de Cultura del Instituto de Historia y Cultura
Naval; Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, de la Comisión Espa
ñola de Historia Marítima.
Redacción, Difusión y
Distribución:
Isabel Hernández Sanz, Paloma Moreno de Alborán, Ana Beren
guer Berenguer.
Administración:
Ovidio García Ramos, comandante de Intendencia de la Armada,
María del Carmen Mérida Guerrero.
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
Instituto
de Historia y Cultura Naval
Juan de Mena, , 1a planta.
28071 Madrid (España).
EDICIÓN DEL MINISTERIODE DEFENSA
IMPRIME:
Servicio de Publicaciones de la Armada.
Publicación trimestral: primer trimestre 1995.
Precio del ejemplar suelto: 650 pesetas.
Suscripción
anual:
España y Portugal: 2.600 pesetas.
Resto del mundo: 30 $ USA.
legal: M. 16.854-1983.
ISSN-0212-467x.
NIPO: 076-95-0f5-X.
Impreso en Espaiia. Printed in Spain.
Depósito
CUBIERTA: Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval.
SUMARIO
Págs.
NOTA EDITORiAL5
La reforma de los servicios de la Armada. Un debate en las Cortes
de la nación desarrollado por Ramón de Carranza (1902-1912),
por Joaquín María Piñeiro Blanca7
España ante las implicaciones mediterráneas de la Conferencia
Naval de Londres de 1930, por José Luis Neila Hernández
....
27
Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y Ayesta: Dos peruanos en la
Antártida, por Jorge Ortiz Sotelo45
La Marina en Filipinas, II: La Marina en el sur de Filipinas (18451858), por Hermenegildo Franco Castañón57
La Marina soviética en la guerra de España, porJosé Luis Infiesta
Pérez77
El pensamiento naval y las campañas marítimas en el siglo xvii, por
F. Fernando de Bordejé y Morencos93
La historia vivida, por José Manuel Veiga García115
Documento: El combate de Abtao119
La Historia Marítima en el mundo, por José Antonio Ocampo121
Noticias Generales123
Recensiones
131
COLABORANEN ESTENÚMERO
Joaquín María Piñeiro Blanca es doctor en Historia Contemporánea por la Universi
dad de Cádiz, profesor de la Escuela de Graduados Sociales y miembro del Grupo de
Estudios «Bahía de Cádiz». Es autor de varias publicaciones (libros y revistas) sobre
historia política durante la Restauración y la Dictadura de Primo de Rivera en Cádiz y
otras relacionadas con la historia de la música. Colaborador de diversas publicaciones:
revista El Ateneo, del Ateneo de Madrid, revista Trocadero, de la Universidad de
Cádiz, tiene en imprenta la tesis Decadencia de la oligarquía gaditana en la crisis de
la Restauración.
José Luis Neila Hernández es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad
Complutense de Madrid, en cuyo Departamento, como profesor asociado, imparte la
asignatura Historia de España del siglo xx. Está especializado en el campo de las
Comunidades Europeas. Autor de varios libros y colaborador en distintas obras y
proyectos, ha impartido cursos sobre temas de su especialidad. Investigador y articu
lista activo, ha publicado trabajos en numerosas publicaciones, entre las que se encuen
tran la revista Hispania, la Revista de Estudios Africanos, los Cuadernos de la Escue
la Diplomática, la revista Cuadernos Republicanos y otras nacionales y extranjeras.
Jorge Ortiz Sotelo es capitán de fragata de la Marina peruana. Pertenece al Instituto
de Estudios Histórico-marítimos del Perú, es Secretario permanente de los simposios
de Historia Marítima y Naval iberoamericana y miembro fundador de «Talassia»
(Asociación Iberoamericana de Historia Naval). Dirige la revista Derroteros del Mar
del Sur y es autor de numerosas publicaciones histórico-navales y activo conferen
ciante en diversos foros de España y de América.
Hermenegildo Franco Castañón es capitán de fragata de la Armada, especialista en
Armas Submarinas. Fue profesor de Maniobra y Cultura Naval en el buque-escuela
Juan Sebastián de Elcano y en la Escuela Naval Militar, y colabora con el diario La
Voz de Galicia, de La Coruña, el Diario de Avisos, de Santa Cruz de Tenerife, la Revis
ta General de Marina y la Revista de Historia Naval.
José Luis Infiesta Pérez ha venido firmando sus trabajos con el seudónimo de «Alco
far Nassaes». Publicista naval e investigador tenaz, se ha dedicado al estudio de la
Guerra Civil española, 1936-1939, especialmente a sus aspectos menos conocidos,
aquellos en los intervinieron personas y fuerzas extranjeras. Ha publicado numerosos
libros y artículos sobre la materia y colabora con asiduidad con la revista Historia y
Vida, entre otras publicaciones.
F. Fernando de Bordejé y Morencos es contralmirante de la Armada en situación de
reserva, ex director del Instituto de Historia y Cultura Naval y diplomado en Guerra
Naval de la Armada española y de las Escuelas de Guerra naval e interejércitos de
París. Publicista y conferenciante de temas estratégicos, históricos y navales, colabora
con el Instituto de Estudios Estratégicos del CESEDEN desde 1974. Es autor de nume
rosas obras y ha sido premiado varias veces por la Revista General de Marina.
EDITORIAL
El creciente aumento en el envío de trabajos que se reciben en la redacción
de esta REVISTA, la calidad y el rigor histórico de los mismos y el prestigio y
solvencia de sus autores, crean verdaderos problemas en orden a su selección
y posterior publicación. La noticia es satisfactoria, pero al propio tiempo pre
ocupante, pues necesitaríamos multiplicar por tres el número de páginas otor
gadas a cada número.
De aquí que ofrezcamos en este primer trimestre de 1995 —año puente entre
lo comnemorado y lo que aún hay por conmemorar— un número compacto con
seis estudios que abarcan un amplio campo historiográfico: La reforma de los
servicios de la Armada objeto, en su día, de un apasionado debate en las Cortes
de la nación, y que fue mantenido por don Ramón de Carranza, es una intere
sante aportación de Joaquín María Piñeiro Blanca, profesor de la Universidad
de Cádiz, mientras que José Luis Neila Hernández sitúa a España ante las impli
caciones mediterráneas de la Coñferencia Naval de Londres de 1930. Desde las
orillas del Pacífico, el historiador peruano y marino Jorge Ortiz Sotelo nos
envía su semblanza de Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y sus vinculacio
nes antárticas, y el capitán de fragata Franco Castañón, completa su interesan
te estudio sobre la Marina española en el sur de Filipinas
Unafirma de prestigio, la de José Luis Infiesta Pérez, estudia la partici
pación de los marinos soviéticos en la guerra de España y el contralmirante
Bordejé nos da sus conclusiones sobre el pensamiento naval y las campañas
marítimas del siglo XVIII.
Los acostumbrados espacios de Noticias Generales, la Historia vivida y la
Historia Marítima en el mundo encuentran también su acomodo én el número,
que con el documento y las recensiones completan su fisonomía, cuyo contex
to sigue siendo de compromiso y esperanza para los días futuros.
LA REFORMADE LOS SERVICIOS
DE LA ARMADA. UN DEBATE EN
LAS CORTESDE LA NACIÓN
DESARROLLADO POR RAMÓN DE
CARRANZA (1902-1912)
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
Doctor en HistoriaContemporánea
Tras las agitaciones políticas del Sexenio Revolucionario, tan intensamen
te vividas en Cádiz (1), se abre un período de aparente tranquilidad: la
Restauración. Cánovas del Castillo y Sagasta se turnaron en el poder, al fren
te de los grupos conservador y liberal respectivamente, siguiendo un modelo
político teóricamente equilibrado. Sin embargo, las prácticas caciquiles afec
taron al ejercicio de la política y a la situación socioeconómica del país de un
modo que desvirtuaría este modelo.
Una de las familias más importantes en las redes caciquiles de la provincia
de Cádiz en los últimos años de la Restauración fue la de los Gómez de
(1) Vid. At.mitÉs
GALLEGO,
J.: «Las Juntas Revolucionarias de 1868: una interpretación’>.
Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXVI, 1979, Pp. 39-96; CA1o CANCELA, D.:
Burguesía y Jornaleros. Jerez de la Frontera en el Sexenio Revolucionario (1868-1874). Jerez
de la Frontera, 1990; COMELLAS, J. L.: «Génesis de la Revolución del 68». Atlántida. Revista
del pensamiento actual, n.°36, 1968, pp. 531-550; ESPADAS
BURGOS,
M.: Alfonso XlIy los orí
genes de la Restauración. Madrid, 1975; ESPIGADOTociNo, G.: La Primera República en Cádiz.
Estructura social y comportamiento político durante 1873. Jerez de la Frontera, 1993; GARCÍA
NIETO, M.’ C. y otros: El liberalismo democrático, 1868-1874. Bases documentales de la
España contemporánea, 3. Madrid, 1971; GONZÁLEZ
CASTAÑEDA,
T.: «La Revolución de 1868
en 110 municipios españoles (proceso de formación y obra de las Juntas Revolucionarias, desde
el 19 de septiembre hasta el 31 de octubre)». Revista de Historia Contemporánea, n°3, 1984,
pp. 55-85; GUTIÉRREZ
CONTRERAs,
F.: «Programas revolucionarios de Cádiz y Granada en 1868:
la dualidad de fines en los orígenes del movimiento insurreccional», en La burguesía mercantil
gaditana (1650-1868). Cádiz, 1976; HERRANPRIETO, J.: La Gloriosa en Cádiz: de la Revolución
de 1868 a la Constitución de 1869. Cádiz, 1986; LÓPEZC0IWÓN,M.’ V.: La Revolución de 1868
y la 1 República. Madrid, 1976; Idem: El pensamiento político internacional del federalismo
español (1868-1874). Barcelona, 1975; LLORCA,C.: Cádiz y la Primera República. Cádiz,l973;
MILLÁN Ctnvrra, J. L.: Revolucionarios, reformistas y reaccionarios. (Aproximación a un estu
dio de la generación de 1868). Sevilla, 1979; Idem: «La generación revolucionaria de 1868 en
Andalucía». Archivo Hispalense, n.° 183, 1977, pp. 113-125; Idem: El hombre nuevo en la gene
ración española de 1868. Sevilla, 1975; MoRENOALONSO, M.: «El cantón de Cádiz (La infor
mación del consulado británico)». Actas III Coloquio Historia Andalucía. Historia
Contemporánea. Tomo III. Córdoba, 1985, pp. 365-377; PARRILLA ORTIZ, P.: El cantonalismo
gaditano. Cádiz, 1983; PUELLES, F. de: Fermín Salvochea. República y Anarquismo. Sevilla,
.1984; SÁNciaz MANTERO, R.: «Bibliografla sobre la Revolución de 1868». Atlántida. Revista
del pensamiento actual., n°37, 1969, pp. 28-31.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
Aramburu. Ellos continuaron conservando su poder cuando, tras un período de
confusión, al turnismo de Cánovas y Sagasta le sucede el de Maura y
Canalejas. Los hermanos Gómez de Aramburu llegaron a controlar totalmen
te el panorama político en Cádiz al presidir Luis José el Partido Conservador
y —tras la muerte de Cayetano del Toro en 1915— Juan Antonio el Partido
Liberal (2).
El calculado matrimonio de Ramón de Carranza con Josefa Gómez de
Aramburu —hermana de los arriba mencionados— en 1890 le abrió las puer
tas de la política gaditana, casi recién incorporado a los grupos de poder de la
burguesía gaditana. En 1902, tras abandonar su carrera militar (con el grado de
teniente de navío) y coincidiendo con la fundación de sus negocios de alma
drabas y buques de pesca, Carranza ingresa en el partido con el que tuvo
mayores afinidades ideológicas, el Conservador (3). Tan sólo un año más tarde
consigue ser diputado, gracias a que, fallecido Rafael de Muro y Joaristy
diputado por el distrito de Algeciras— en julio de 1903, fue elegido por los
órganos de su partido para sustituirle en dicho puesto (4).
Carranza ocuparía este escaño durante las legislaturas de 1903-1904 y
1904-1905, una vez pasada por la Comisión de Incompatibilidades una comu
nicación del Ministerio de Marina participando haber sido declarado en situa
ción de excedencia voluntaria (5).
Disueltas estas Cortes, tras un año de inactividad política coincidente con
un gobierno liberal, Carranza logra ser elegido senador por la provincia de
Cádiz en las de 1907-1910, presididas por el jefe de su partido, Antonio
Maura. En este cargo permanece en las legislaturas siguientes hasta 1917 (6).
Durante este período, los partidos Conservador y Liberal sufren un grave
vacío en sus respectivas jefaturas, con la consiguiente fragmentación interna. En
estas fechas el sector maurista del Conservador se separa y funda uno propio.
Carranza no ingresó en esta nueva organización como cabría esperar, perma
—
(2) Cfr. R.&rviosSANTANA, A.: «<Apuntespara una crónica... » Art. Cit. p. 129; Cfr. MILLÁN
J. L.: «<ElCádiz polémico...» Art. Cit. pp. 67-68.
(3) Con independencia de que sus mayores simpatías estaban en el Partido Conservador, en
1902 el Partido Liberal todavía no era controlado por Juan Antonio Gómez de Aramburu, por
lo que su ingreso en éste era aún menos lógico, según información proporcionada por la fami
lia Carranza en la entrevista del 26 de enero de 1990.
(4) Esto tuvo lugar en la Legislatura 1903-1904, siendo presidente del Gobierno Francisco
Silvela. Las Cortes de 1903-1905 —de las que ésta era su primera legislatura— fueron las pri
meras de Alfonso XIII. Las anteriores habían sido suspendidas el 9 de diciembre de 1902. La
convocatoria de nuevas elecciones se llevó a cabo por Real Decreto de 26 de marzo de 1903,
obteniendo el Partido Conservador la mayoría: doscientos treinta escaños de los cuatrocientos
tres a cubrir. Cfr. Diario de Sesiones del Congreso, Legislatura 1903, Tomo XIV, p. 23 (del
índice).
(5) Cfr. Ibídem. Dictamen de la Comisión de Actas n.°2, Dictamen de la Comisión de
Incompatibilidades n.°12,p. 305, Apéndice 3.°; Aprobado y admitido n.°29, p. 772.
(6) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907, Tomo CXVIII, p. 81 (del índice).
Legislatura 1908, Tomo IX, pp. 78-79. Legislatura 1910, Tomo VI, pp. 52-53.
CHIvITE,
8
48
LA REFORMA DE LOS SERVICiOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
neciendo en las filas del Partido Conservador hasta la llegada de la Dictadura (7).
En 1917, fecha conflictiva en España por el inicio del llamado «Trienio
Bolchevique», pierde su escaño en el Senado definitivamente. El sistema polí
tico de la Restauración entraba ya en crisis abierta. No obstante vuelve a ser
diputado a Cortes, esta vez por el distrito de El Puerto de Santa María, en la
legislatura de 1919, coincidiendo con una momentánea recuperación de poder
de su partido. Presentó su candidatura por esta localidad —y no por Algeciras,
como en anteriores ocasiones— porque allí tenían más fuerza las redes caci
quiles en las que estaba incluido (8). Pero el asesinato del nuevo líder conser
vador, Eduardo Dato, con la consiguiente confusión en el maltrecho sistema
de la Restauración, propiciaron su retiro de la política activa hasta llegadas
mejores circunstancias: la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
Su comportamiento político durante el período en que fue diputado y sena
dor en las Cortes no se destacó singularmente. Como otros caciques del
momento, ejerció su control en la provincia donde tenía fijada su residencia,
negocios y propiedades, al servicio de sus intereses personales.
Ramón de Carranza, al igual que destacados oligarcas de la época, hizo un
uso demagógico del discurso regeneracionista de Joaquín Costa en diversas
ocasiones. Empleando los argumentos de una corriente ideológica anticaciquil
podía así desmarcarse aparentemente de este grupo.
La conciencia cada vez más clara de que España ya no era el glorioso impe
rio del pasado, los graves problemas políticos (inestabilidad gubernamental,
pérdida de las antiguas colonias y el crecimiento del fenómeno caciquil), el
atraso en la educación de los españoles y los problemas estructurales y socia
les del campo (muy graves si se tiene en cuenta que España sostenía una eco
nomía fundamentalmente agraria) fueron la base para el nacimiento de una
corriente ideológica que, alarmada, defendiese la necesidad de «regenerar»
España, de europeizarla como respuesta al desastre en el que se hallaba.
Aunque fueron muchos los que denunciaron los males de España, fue Joaquín
Costa el que mejor supo teorizar sobre este asunto (9).
El programa elaborado por Costa para lograr la regeneración de España fue
recogido en su obra Oiigarquía y caciquismo como la forma actual de gobier
no en España: urgencia y modo de cambiarla (10). Una memoria sobre este
(7) Carranza no continuaría su camino bajo el amparo del líder con el que había iniciado
su carrera política por la sencilla razón de que su cuñado, Luis J. Gómez de Aramburu, perma
neció en el Partido Conservador en Cádiz. Sin embargo, esto no supondría una pérdida de smi
patías por la postura ideológica defendida por Maura, como indica su posterior actitud de admi
ración por su figura. Cfr. Ibídem. Legislaturas 1911 a 1917. Vid. índices; Cfr. Diario de Cádiz,
sábado 12 de mayo de 1923.
(8) Cfr. Diario de Sesiones del Congreso. Legislatura 1919,Tomo XII, pp. 69-70 (del índice).
(9) Eloy Fernández Clemente, en su libro Estudios sobre Joaquín Costa, recoge la biblio
grafía fundamental sobre este importante personaje, ordenada cronológicamente,Vid.
FEIuÁNDEzCLEMENTE,E.: Estudios sobre Joaquín Costa. Zaragoza, 1989, pp. 462-464.
(10) La obra fue publicada originariamente en Madrid, en 1902. La edición que hemos
mánejado está incluida en la colección de libros de bolsillo de Alianza Editorial (n.° 51). Madrid,
1973 (3. edición).
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
escrito fue sometida a debate en el Ateneo de Madrid, en su sección de
Ciencias Históricas, los días 23 y 30 de marzo de 1901, causando gran expec
tación y comenzando desde allí su difusión (11). Este estudio superaba en
seriedad a las anteriores y ya tópicas quejas acerca de la mala salud de la polí
tica, la economía y la sociedad españolas. Costa se entrevistó con numerosas
personalidades para completar con su opinión este trabajo, que se convertiría
en libro de cabecera de muchos políticos y pensadores españoles del momen
to (12).
Este programa, que atiende de forma desproporcionada a grandes temas
muy generales y a pequeños asuntos locales, que piensa mucho en la España
agraria y muy poco en la industrial y que plantea de forma utópica la aniqui
lación del caciquismo, sería aprovechado por una parte de estos mismos caci
ques, cambiando así su papel de acusados por el de acusadores (13). Con su
manipulación del discurso regeneracionista, respaldaron teóricamente la nece
sidad del advenimiento de una dictadura para atajar todos los males que Costá
había expuesto (14). Como otros oligarcas, Carranza utilizaría demagógica
mente estas argumentaciones, llegando al extremo de considerarse el «ciruja
no de hierro» que Cádiz necesitaba para regenerarse, en la misma medida en
que Miguel Primo de Rivera se identificaría con idéntico papel para la salva
ción de España (15).
Sin embargo, recurriría en mayor medida a la corriente ideológica «gadita
nista». Desde mediados del siglo XIX, la burguesía local había creado su pro
pio programa de regeneración de Cádiz, empujada por la quiebra económica
sufrida tras la pérdida del monopolio comercial con las colonias de Ultramar.
La búsqueda de caminos alternativos que recuperasen la actividad económica
en la ciudad y la pretensión de que el gobierno central proporcionase impor
tantes ayudas a una población que había demostrado en el pasado sus sacrifi
cios por España durante la Guerra de la Independencia, constituirían los hilos
conductores de este programa regenerador (16).
El proyecto político de Antonio Maura sería —en menor grado que las
corrientes regeneracionista y gaditanista— otro de los pilares ideológicos
(11) Cfr. FERNÁNDEZ CLEMENTE, E.: Estudios sobre Joaquín Costa. Zaragoza, 1989, pp.
37-38.
(12) Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Pi y Margall, Antonio
Maura, Ortí y Lara, Bonilla, Mañé, Tomás Bretón; profesores de la Institución Libre de Enseñanza
como Azcárate, Altamira, Posada, Calderón; o regeneracionistas como Isem y Sánchez de Toca
se encontraban entre los sesenta y un entrevistados por Costa, Cfr. Ibídem , p. 37.
(13) Vid. TuÑÓNde LARA, M.: España: la quiebra de 1898. Costa y Unamuno en la crisis
defin de siglo. Madrid, 1986, pp. 85-87.
(14) Cfr. FERNÁNDEZ
CLEMENTE, E.: Op.Cit, pp. 32 1-324.
(15) Cfr. PEMÁNPEMARTIN, J. M.: El hecho y la idea de la Unión Patriótica. Madrid,
1929, p. 16. «Costa fue el Bautista que precedió al Dictador, profetizando la venida de su ciru
jano de hierro», CARA,R.: España,1808-1975. Barcelona, 1985, p. 545.
(16) Cfr. Pñitez SERRANO, J.: «Gaditanismo y Andalucismo. Orígenes de la conciencia
andaluza en el Cádiz de la Restauración borbónica». Actas del II Congreso sobre Andalucismo
Histórico. Granada, 1987, pp. 407-431.
10
48
L4 REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
empleados por Carranza, aún después de que aquél fundase su propio partido.
El maurismo representó un cambio en el pensamiento conservador, en un
momento en el que el liberalismo elitista de Cánovas del Castillo comenzaba
a manifestarse como poco válido. Esta corriente se constituiría en partido
independiente a partir de 1913, con la pretensión de formar una derecha con
servadora democrática, sin embargo fue evolucionando inconscientemente
hacia’ posiciones propias de la derecha autoritaria, aunque esto nunca llegaría
a ser asumido por Maura (17).
En síntesis, el nuevo partido planteaba lo siguiente: el problema político
español no era de doctrina sino de conducta. Por ello se hacía necesario iniciar
una labor de educación ciudadana y de crítica al Gobierno, en defensa de una
serie de cuestiones: el catolicismo, la monarquía constitucional de Alfonso
XIII, la democracia, la legislación liberal adoptada en el siglo XIX, una legis
lación protectora del obrero, el nacionalismo español y el reforzamiento del
Ejército y la Marina (18). Todo ello era un resumen de los postulados defen
didos por Maura desde el gobierno y que ahora fueron presentados de forma
más explícita. Estas ideas eran escasamente originales, pero reflejaban la acti
vidad intelectual de un grupo de políticos abiertos a las nuevas corrientes de la
derecha europea. Trataron de incluir en el viejo conservadurismo liberal cier
tos elementos de tradición carlista (el énfasis en el catolicismo) y las nuevas
ideas de la democracia conservadora. La mezcla tuvo éxito a medias ya que la
ambigüedad entre autoritarismo y democracia contribuyó a que, desaparecido
Maura, sus seguidores más fieles se encaminasen en direcciones contrapues
tas, y a que, a pesar de sus duras críticas al caciquismo, muchos de sus éxitos
políticos fuesen debidos a prácticas caciquiles (19).
Carranza recogió parte de estas ideas —a pesar de no continuar su activi
dad política bajo el amparo del nuevo Partido Maurista—, especialmente en lo
referente al reforzamiento del Ejército y la Marina, tema central en sus inter
venciones en las Cortes.
Su atención a los temas de carácter militar lo llevaría aconcentrarse en dos
asuntos relacionados directamente con los problemas castrenses, empujado
quizás por su mayor preparación sobre estas cuestiones, lo que podía facilitar
le un eficaz lucimiento en las Cortes. Al propio interés personal se sumaban
cuestiones de preocupación general (la reforma y modernización de los servi
‘
‘
(17) Cfr. TUSELL,J. y Avii..És ,J.: La’ derecha española contemporánea. Sus orígenes: el
maurismo. Madrid, .1986, pp.. 17-18.....
(18) Cfr. Ibídem, pp. .52-54.
(19) Vid CABRERA, M.: «El conservadurismo maurista en la Restaüración» en: La España
de la Restauración: política, economía, legislación, y cultura (Edición de J. L. García Delgado).
Madrid, 1985, pp. 55-69; CARRETERO
NoviLLo, J. M.: Goicoechea y la Restauración. Madrid,
1935; CATÁ y GAVILA,
J.B.: Don Antonio Maura. Ideario político. Extracto de sus discürsos.
Madrid, 1953;GcL& VENERO, M.: Antonio Maura, 1907-1909. Madrid, 1953; LACOMBA,
J. A.:
La crisis española de 1917. Madrid, 1970; MAuaA,A.: Discursos conmemorativos. Madrid,
1941; Ossoiuo y GALLARDO,
A.: Antonio Maura. Salamanca, 1928; SECOSERRANO,
C.: Alfonso
XIII y la crisis de la Restauración.Madrid, 1979; Idem: Perfil político y humano de un estadista
de la Restauración: Eduardo Dato a través de su archivo. Madrid, 1978.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
cios de la Armada) y problemas que entonces obsesionaron a los gaditanos,
como el porvenir del arsenal de La Carraca y, por extensión, el de los astille
ros gaditanos.
La reforma del Ejército y la Armada fue tema de debate nacional a raíz del
desastre de 1898, suceso que había puesto en evidencia que las fuerzas milita
res españolas eran anticuadas y poco operativas. Este punto fue recogido por
Joaquín Costa en su proyecto de regeneración de España: a la idea de rectifi
cación del curso de la historia de España y sus supuestos éxitos militares
(«Doble llave al sepulcro del Cid») (20), se sumaba la de modernizar el
Ejército para que España resurgiese económica, militar y políticamente. En
1883 escribía que «sin marina mercante no hay colonias, ni comercio exterior,
ni industria floreciente, ni agricultura próspera, ni presupuesto posible para
sostener grandes escuadras» (21).
La pérdida de la guerra con Estados Unidos y, por ella, de Cuba, Puerto
Rico y Filipinas, hacían necesaria la reforma de la vetusta organización mili
tar española. Carranza recogió en parte estas inquietudes, haciendo valer su
participación en aquella contienda como un grado de conocimiento del pro
blema. Desde la primera legislatura en la que ocuparía un escaño en las Cortes,
centró sus gestiones en tratar la reforma de los servicios de la Armada (22).
Su primera intervención en el Congreso, el 19 de noviembre de 1904, fue
precisamente para expresar su opinión acerca del proyecto de ley sobre la
reforma general en la organización de los servicios de la Armada y programa
de armamentos navales. Aunque el objetivo del proyecto de ley era la recons
trucción urgente del poder naval español, no se mostró de acuerdo con su
orientación dado que se pedían sacrificios a un colectivo que los acababa de
hacer en Santiago de Cuba y en Manila con resultados estériles. A su juicio, el
Estado no podía exigir esto si otros organismos no se sacrificaban de igual
manera, un razonamiento frecuentemente utilizado en defensa de los intereses
de la Armada que se consideraba agraviada por una falta general de agradeci
miento por los servicios prestados en Cuba y Filipinas. Por otro lado, el esta
mento militar no aceptaba el recorte de presupuesto a su personal destinado a
proporcionar el deseado ahorro de dinero para la mejora de los servicios cas
trenses. El argumento en contra de esta medida era simple: si ellos ya se ha
bían sacrificado en 1898, correspondía al resto de la sociedad española hacer
lo ahora para compensarlos de alguna manera. A esto añadían que el buen fun
cionamiento de la maquinaria de defensa de la nación iba en beneficio de todos
y evitaba que en un futuro España viviese un desastre parecido al que acababa
de padecer. Ramón de Carranza simplemente se hizo eco de esta insatisfacción
y la presentó en el Congreso (23).
(20) Vid. COSTA,Joaquín: Crisis política en España. Madrid, 1914 (en la edición: Madrid,
Alianza Editorial, 1973, pp. 169-179).
(21) Cit. en: FERNÁNDEZ
CLEMENTE,
E.: Op.Cit. ,p. 30.
(22) Vid. Estado General de la Armada para el año 1902. Madrid, 1901.
(23) La reforma de los organismos y servicios de la Armada y la creación —con los recur
sos disponibles— de nuevos elementos de fuerza, tenían como fin la defensa de la autonomía e
integridad territorial de España. Para lograr tal objetivo se definió en este proyecto de ley una
12
48
LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
Por otra parte, señaló un grave defecto en el proyecto de ley: éste hacía
referencia detallada —y pertinente, en su opinión— a que el objetivo último
de la reforma de la Armada debía ser su transformación en instrumento útil
para la defensa de la autonomía e integridad del territorio de la nación, pero
sin embargo descuidaba la definición de las características de la nueva Marina
de Guerra. En sus propias palabras, la eficacia de la Armada dependía de una
correcta formación de su personal, de unas bases de operaciones bien provis
tas económicamente y dotadas de una moderna infraestructura y de un reparto
concreto de los campos de acción de cada flota para evitar los desajustes y falta
de organización habituales hasta ese momento. Cuestiones tan importantes se
dejaban, según su criterio, a la imaginación en el proyecto de ley (24).
Una vez explicados los problemas generales de este proyecto de ley, se
dedicó a ir describiendo sus puntos débiles. La creación de una Dirección de
Navegación, Pesca e Industrias Marítimas que reuniese la administración
dispersa hasta entonces en varios ministerios— de todo lo referente a estas
cuestiones no especificaba, según su opinión, cuáles eran estos asuntos y qué
profesional sería su director general (él sugería para el puesto a un general de
cualquier cuerpo de la Armada, por considerarlo más apropiado que, por ejem
plo, un representante de una de estas industrias —con intereses en cualquiera
de ellas—, o que un abogado sin conocimientos concretos sobre asuntos nava
les). A esto añadía que la Junta de la Dirección —formada por naviero—
debía tener sólo funciones consultivas y no administrativas, ya que no tenía
sentido que estas funciones las cumpliesen los mismos administrados. En nin
gún otro organismo del Estado se producía tal circunstancia y no encontraba
motivos aparentes para que recayese tal privilegio entre aquellos industriales
dedicados a la explotación de recursos marítimos. Resulta llamativo el enfo
que que Carranza —dedicado a estos negocios— hace de este tema. A nuestro
juicio, dado que todavía llevaba poco tiempo dedicado a esta actividad profe
sional —apenas dos años— sería razonable pensar que era pronto para que su
reacción fuese la esperable en un oligarca y que, en cambio, su formación cas
trense fuese aún la que prevaleciera en la orientación dada a esta cuestión.
Tampoco se mostraría de acuerdo con otro de los puntos del proyecto de
ley: el establecimiento de una Jurisdicción Central de la Armada que asumiría
las funciones ejercidas por las Capitanías Generales de los tres Departamentos
Marítimos de España. Sus argumentos contra esta medida se basaban en lo
poco operativo que sería acumular en Madrid el trabajo de las capitanías gene
rales, con riesgo de producir una demora aún mayor que la actual en la reso
lución de los problemas (25).
—
política naval con tres puntos de desarrollo: 1) La modernización de las unidades existentes en
la flota y su ampliación. 2) Un informe de la cantidad, calidad y coste de los nuevos elementos
de la flota. 3) La organización de los servicios y personal que harán eficaz esta flota una vez
construida; Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 19041905. Tomo II, 19-XI- 1904, p. 1.192; Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907.
Tomo VI, 13-XII-1907, p. 2.406.
(24) Cfr. Ibídem, pp. 1.193-1.194.
(25) Cfr. Ibídem, p. 1.194.
Año 1995
Ramón de Carranza en su época de teniente de navío. 1898
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Núm; 48
LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
-
Otra cuestión que intentó corregir en el proyecto de reforma de los servi
cios de la Armada hacía mención a la escasa precisión existente en el trata
miento dado a las funciones de la Junta de Defensa del Reino. Según el texto
del proyecto, ésta tendría que determinar las relaciones que debían guardar las
fuerzas marítimas con las terrestres para la defensa nacional, pero sin especi
ficarse en qué términos tenían que definirse estas relaciones. A falta de una
planificación concreta, Carranza expuso la suya: en las bases de operaciones
marítimas, las defensas terrestres de auxilio (fortificaciones, destacamentos y
demás fuerzas situadas en lugares estratégicos de’la-costa) debían estar bajo el
control de la Marina, que era —en definitiva— la que llevaba el peso de la
cuestión y la que mayor conocimiento poseía de los problemas que pudiesen
surgir: A ello sumaba la’inconveniencia deun mando con dos cabézas (terres
tre y marítima). En su opinión, la unidad de mando bajo el dominio de ‘la
Marina no era una novedad en las naciones que tenían que defender costas.
Aprovechando el conocimiento que le proporcionaron sus múltiples lecturas
sobre temas relacionados con estas cuestiones (26), cita varios ejemplos de las
organizaciones navales de Alemania, Austria, Italia, Rusia, Japón, Suecia,
Noruega y Dinamarca (27). De ellas, expuso cori detalle el caso francés, posi
blemente empujado por su admiración personal por el mariscal Moltke, inspi
rador de la organización naval en aqtiélla nación (28). En ésta se estipulaba
que las defensas que miraban al mar estuviesen a cargo de las autoridades
navales, sin que esto quisierá decirque las fuerzas que ocuparan esas fortifi
caciones fuesen todas de Marina.
Asimismo, encontraría falto de previsión el artículo que contemplaba que
los establecimientos pará construcciones y carenas pertenecientes al Estado
debían dediçarse exciusivámente a un tipo de trabajo, a construcciones o a
reparacioñes. Esta disposición, a su juicio, süpondría un ‘graveproblema: los
astillerós, que se ‘especializasen en reparaciones no ‘tendrían trabajo cuando
éstas no tuvieran que hacerse. Lo mismo sucedería con los destiñados’a cons
trucciones cuando’ no hubiese ninguna contratada. La solución’ dada por
Carranza pretendía qüe ‘todos los astilleros se dedicaran a la construcción de
mayor, mediano o pequeño tonelaje, según sus capacidades, y a las reparacio
-
(26) Señalábamos en capítulos anteriores que tuvimos la oportunidád de aceder a la
bibliotecapersonal de Ramón de Carranza. Esta, si bien sé hibía visto despojada con el tiempo
de gran parte de sus documentos persoñales, ‘conservaba en cámbio una extensa colección de
libros publicados en varios idiomas sobre temas navales:
‘
(27) Cfr. Diario’ de’Sesiones de las Córtes. Congreso dé Diputados. Legislatura 1904 1905. Tomo II, 21-XI-1904, pp. 1.208 - 1.209.
(28) El mariscal Helmuth von Moltke (Parchim, 1800 - Berlín, 1891) fue uno de los más
reputados estrategas del siglo pasado. Partiendo de unas ideas del general prusiano Clausewitz
elaboró su propio concepto bélico, según el cual, en la guerra, todos los esfuerzos materiales y
morales deben dirigirse a la destrucción del enemigo en el menor tiempo posible (guerra total).
Nombrado por Federico Guillermo IV jefe del Estado Mayor Central (1858 - 1888), con la
ayuda del canciller Bismarck puso en práctica planteamientos estratégicos que dieron a Prusia
la victoria sobre Dinamarca (1864), Austria (1866) y Francia (1870 - 1871).
Año 1995
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Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
nes. Otros razonamientos reforzaron sus argumentos: un barco que necesitase
algún arreglo, y más si éste fuese importante, tendría que trasladarse al arsenal
más cercano, no pudiendo correr el riesgo de que el más próximo sólo estu
viese dedicado a construcciones. La medida propuesta combinaría, según su
punto de vista, la voluntad de especializar los astilleros —en construcciones de
distinta magnitud—, tal y como el proyecto de ley pretendía, con soluciones
para la falta de trabajo y para no dejar ningún punto sin equipo de reparacio
nes (29). Debemos tener presente que uno de los mayores problemas de Cádiz
en esta época fue el de la escasez de trabajo en los astilleros gaditanos. Ello era
motivo suficiente para que decidiese abordar este tema siempre que fuera posi
ble. Como veremos en páginas siguientes, otra de las cuestiones por él plan
teadas en este período de su actividad política fue, junto con la reforma de los
servicios de la Armada, la del porvenir del arsenal de La Carraca.
Con respecto a la reforma de los cuerpos militares se mostraría de acuerdo
con un aspecto que se intentaba cambiar: el sistema de ascenso. Este se haría
hasta el grado de capitán de navío como era habitual, por antigüedad. En las
graduaciones superiores se efectuaría por elección, armonizando la conve
niencia del Estado y la estimación de los servicios prestados. El motivo por el
cual encontró esto aceptable radicaba posiblemente en una visión, esta vez,
más cercana a su faceta de hombre de negocios y político que a la de militar:
según su punto de vista, la elección de los altos cargos era algo normal en
todas las carreras y ámbitos profesionales, ello creaba estímulos y permitía
evitar, en este caso, que el que fuese examinado para su ingreso en la Escuela
Naval, al obtener un buen puesto en los exámenes, no adquiriese uña patente
de almirante de por vida independientemente de su trayectoria posterior. Pero
iría más allá al proponer que esta medida se extendiese a todos los grados infe
riores de la carrera militar al menos en un tercio de los casos, ya que una elec
ción al cien por cien era inviable por la desorganización que aquello podría
producir (30). Con ello el Ejército tendría a los más cualificados en los pues
tos clave (31). No se nos debe escapar que Carranza, incorporado a las redes
caciquiles de la provincia de Cádiz, podría ascender con este sistema —a pesar
de encontrarse en situación de excedencia— de forma mucho más fácil que
con el anterior.
Todas las intervenciones sobre el proyecto de reforma de los servicios de
la Armada anteriormente citadas fueron protagonizadas por Carranza durante
(29) Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 1904-05.
Tomo II, 21 -XI-1904, p. 1.210.
(30) Cfr.lbídem,p. 1.211.
(31) La experiencia de la guerra de Cuba había demostrado que los que estuvieron al
mando del Ejército español no fueron necesariamente los más cualificados, y que muchas men
tes preclaras no pudieron ser aprovechadas al estar bajo las órdenes de militares cuya visión de
los acontecimientos no estuvo suficientemente a la altura de las circunstancias. Como el espíri
tu que inspiró esta reforma de los servicios de la Armada fue el de corregir los defectos de la
organización militar española puestos de manifiesto en el desastre de 1898, este asunto fue tra
tado con especial énfasis. Cfr. Ibídem, pp.l.2ll-l.2l2.
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48
LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
su legislatura como diputado en las Cortes por el distrito de Algeciras en 19041905. Cuando vuelve a participar en las Cortes de la nación lo hace como
senador por la provincia de Cádiz a partir de la legislatura de 1907. Al no estar
cerrado el problema que estamos comentando, vuelve a tomar el tema en cues
tión exponiendo aquellos aspectos del proyecto de ley que él consideraba que
continuaban mal definidos o seguían sin ser corregidos, acogiéndose al mismo
argumento hasta ahora empleado: no debían exigirse a la Marina de Guerra los
sacrificios que el proyecto de ley determinaba si los demás organismos de la
nación no los hacían análogos (32).
Insistió nuevamente en los puntos que han sido comentados con anterioridad
debido a que el proyecto de ley aún no había sido puesto en práctica y, por tanto,
sus correcciones al mismo debían ser expuestas nuevamente para que fuesen
tenidas en cuenta, esto a pesar de que el ministro de Marina seguía siendo el
almirante Ferrándiz, receptor de todos sus discursos de 1904. Sin embargo entró
en nuevas consideraciones, no referidas en su mayoría a los aspectos organiza
tivos de la Armada, sino a los de la situación profesional de su personal.
El debate tenido en las Cortes sobre el proyecto de reforma de los servicios
de la Armada se había centrado casi exclusivamente en sus primeros años en
las cuestiones de organización: los Departamentos Marítimos y sus jurisdic
ciones, la composición de la escuadra, o la modernización del material dispo
nible. Pero rara vez se había ocupado de la nueva situación profesional del per
sonal de la Armada. Carranza, al parecer consciente de esta circunstancia, puso
en evidencia este olvido e introdujo el tema desde sú primera intervención
como senador en 1907 (33).
El primer punto que a este respecto consideró fundamental estudiar fue el
de la correcta instrucción del personal que se fuese incorporando en lo sucesi
vo a la Armada. A su juicio, de nada serviría modernizar el material militar
según el modelo de otros países si el personal encomendado al mismo no se
encontraba en consonancia con estas reformas. La deducción era simple pero
la solución dada no era tan sencilla: argumentó que pasarían varios años hasta
que España tuviese construida su escuadra y, por ello, no habría material con
el que practicar y aprender. En su opinión, para paliar esta insuficiencia este
personal podría ser destinado a las marinas extranjeras (las inglesa, alemana y
japonesa preferentemente) durante al menos dos años, tiempo suficiente para
el conocimiento de la organización intérna de las mismas. Además de esta
medida, propuso la creación de escuelas de maquinistas, de maestranza y de
artilleros del mar como complemento docente a la Escuela Naval (34).
(32) El razonamiento de que todos los ciudadanos debían sacrificarse por igual a la hora de
buscar el bien general fue una constante en toda la carrera política de Carranza. Ya lo encon
tramos en 1904, cuando aborda este tema por primera vez, pero su uso se iría intensificando con
el paso de los años. Cfr. Ibídem, p. 1.215.
(33) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907, Tomo VI, 13-XII-1907, pp.
2.406-2.407.
(34) Cfr. Ibídem, pp. 2.407-2.410.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
El segundo punto a tratar con respecto a la situación del personal de la
Armada fue el de la Escala de Reserva. Según su punto de vista, mal llamada
así debido a que el ministro de Marina no podía recurrir, en caso de no ser sufi
cientes los jefes y oficiales en activo, a los existentes en la Escala de Reserva
pues una de las condiciones para pasar a esta situación era, precisamente, la de
no volver a ser embarcados (35).Por esto, a su juicio, debería denominarse
Escala de Tierra y así su nombre iría en consonancia con su auténtico conte
nido, además de, recordando su verdadera condición, permitir la determina
ción de cuáles serían las funciones que cumplirían en la nueva organización
del personal que contemplaba el proyecto de ley (36). En sus propias palabras,
un marino en escala de reserva o tierra podía ser destinado con la misma pro
piedad que un militar en activo a todos los servicios de costas: Comandancias,
Ayudantías, Dirección de Navegación, Alistamiento y cargos en la
Administración Central (37).
El último tema que presentó en las Cortes con relación al proyecto de ley
de la reforma de los servicios de la Armada se refería nuevamente a un asun
to que afectaba al personal de la misma, siguiendo la línea más reciente de sus
intervenciones desde 1907. En este caso se trataba de una situación, en su opi
nión, injusta y que afectaba a los profesores de las academias militares: éstos,
además de impartir sus clases, prestar los servicios que los directores de los
centros disponían y examinar a sus discípulos, han de formar parte del tribu
nal para su ingreso en ellas. En los tribunales de las diferentes carreras del
Estado los alumnos pagaban en aquellos años veinticinco pesetas en concepto
de derechos de examen, las cuales se repartían entre los profesores que lo for
maban. En cambio, en las academias militares esta cantidad pasaba a los fon
dos de las mismas, por lo que el Estado ahorraba la cifra correspondiente de
los presupuestos anuales destinados a éstas. El pago de los derechos de exa
men en estos centros debía ir destinado, según defendía, a remunerar el servi
cio prestado por sus profesores en las oposiciones. Estos no abandonaban por
ello sus demás funciones, al contrario de lo que sucedía en otras carreras cuyos
miembros de tribunal suspendían sus ocupaciones habituales en tanto forma
ban parte de un tribunal. La propuesta fue aceptada por el ministro de Guerra,
general Aznar, sin que mediase debate alguno (38).
Estas intervenciones de Carranza en el Congreso de Diputados en ningún
caso provocaron polémica y, en general, parecieron ser recibidas con agrado.
Ello supuso, por un lado, que su protagonismo en la Cámara fuese menor que
(35) La Escala de Reserva se concedía exclusivamente a aquellos jefes y oficiales en acti
vo que, careciendo de la suficiente aptitud fisica para el servicio de la mar, tenían la necesaria
para servir en tierra.
(36) La situación de los marinos en Escala de Reserva fue un tema tratado en el Senado a
raíz de un debate surgido entre los señores Concas, Loygorri y Carranza acerca de si un militar
en la reserva podía desempeñar o no el cargo de comandante de Marina. Cfr. Diario de Sesiones
del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 20-XII-1907, pp. 2.604-2.605.
(37) Cfr. ibídem, pp. 2.606-2.608.
(38) Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1910.Tomo V, 7-XII-19l0, pp. 1.548-1.551.
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LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
silos temas por él tratados hubiesen motivado largos debates pero, por otra
parte, le resultaría útil en el futuro para labrarse un prestigio como voz autori
zada en materia naval.
En las nótas publicadas én lá prensá gaditana cdii motivo de su falleci
miento en 1937, se recordaba su etapa política en las Cortes de la Nación con
una frase en la que se indicaba cuales habían sido los dos temas sobre los que
sustentó su actividad en ese período. Era, en defmitiva, lo que había quedado en
la memoria de todos: «Actuó en política siendo senador y diputado a Cortes en
distintas legislaturas por distritos de la provincia de Cádiz, defendiendo siempre
al par que los intereses de los gaditanos los de la Marina nacional» (39).
Se había interesado principalmente en temas castrenses a nivel estatal por
que, posiblemente, con ellos pudo hacer mejor papel en las Cortes. Pero no se
limitaría sólo a los asuntos generales debido a que, para fortalecer su posición
en las redes caciquiles de la provincia de Cádiz, los intentó relacionar con los
problemas locales en los casos en que fue posible. La protección y defensa del
arsenal de La Carraca frente a los más privilegiados de El Ferrol y Cartagena
sería el vehículo que utilizaría para forjar su buscado papel de protector y
defensor de los intereses gaditanos (40).
Esta cuestión centraría su actividad entre 1907 y 1910 en la misma medida
en que lo había hecho con el de la reforma de los servicios de la Armada, asun
(39) Diario de Cádiz, martes 14 de septiembre de 1937 (edición de la mañana).
(40) El arsenal de La Carraca de San Fernando tuvo su origen dentro del proceso de reno
vación de la Armada española que José Patiño, Intendente General de Marina, inició en el pri
mer tercio del siglo XVIII. El traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz hizo pensar
en la conveniencia de separar, dentro de la bahía gaditana, los puertos comercial y militar, y
crear en este último un arsenal de considerables dimensiones. Se eligió el islote de La Carraca
por su situación estratégica y su fácil defensa ante posibles ataques. El nuevo establecimiento
tenía ya un precedente de sus mismas características en la zona: el Real Carenero del Puente
Zuazo, al que pronto suplantaría. En 1729 se botó desde La Carraca el primer navío importan
te, el Hércules, coincidiendo con una visita de Felipe V a Cádiz, ocasión en la que la Isla de
León se incorporaría a la Corona. Pocos años más tarde Fernando VI otorgaría definitivamente
el carácter oficial al arsenal. Tras esto, La Carraca alcanzaría su período de mayor desarrollo,
especialmente desde que el Marqués de la Ensenada sucediese a Patiño en el fomento de las
obras de construcción. La actividad industrial desplegada por este establecimiento a lo largo de
todo el siglo xix se convirtió en el principal sustento económico de San Fernando, superando
con creces a las tradicionales industrias salinera y pesquera. Pero en el último tercio del siglo
comenzaron los problemas para el arsenal, situación que preocuparía a la mayor parte de los
políticos gaditanos del momento. Piénsese que la tercera parte de la población de San Fernando
dependía directamente de los trabajos de la construcción naval de La Carraca. Los encargos de
construcción comenzaron a hacerse a otros astilleros, especialmente al de Bilbao, y ya en 1890
los más cualificados especialistas abandonaron el arsenal, dada la inseguridad de su trabajo, para
ser contratados por empresas privadas. En 1902 los obreros quedaron por primera vez en paro
total, aunque esta situación durase pocos meses. Queda explicado, así, el por qué Ramón de
Carranza se interesó en la solución de los problemas que entonces sufría el arsenal. Cfr. BARROS
CADENA, J. P.: Arquitectura y urbanismo en La Carraca durante el siglo XVIII. Sevilla, 1989,
pp. 9-25; Cfr. ClAVIJOy CLAVIJO, S.: La ciudad de San Fernando. Historia y espíritu. San
Fernando, 1961. Tomo 1, pp. 227, 244-248, 265-268; VV.AA.: Historia de los pueblos de la
provincia de Cádiz. San Fernando, Volumen 1. Cádiz, 1980, pp. 57 y 109-114.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
to con el que, no obstante, guardaba cierta relación. La justificación de su pos
tura ante este particular fue expuesta por él mismo en el Congreso: su interés
por este tema no radicaba sólo en sus obligaciones como representante de la
provincia de Cádiz sino también en el convencimiento de que con ello se aten
dían los intereses de la nación, ya que aquel puerto era, a su juicio, la base de
operaciones más importante de España (41). Así intentaba eliminar el riesgo
de ser criticado por anteponer irracionalmente los intereses de Cádiz a los
generales, a la vez que lograba mayor fuerza para sus argumentos de poten
ciación del arsenal de La Carraca al ser presentado como un bien nacional y
no exclusivamente provincial.
El primer punto por él tratado con referencia a esto fue el de la situación de
sus instalaciones y su grave desaprovechamiento. En su opinión, al arsenal de
La Carraca debían encomendársele grandes trabajos, en la misma medida que
a los arsenales de El Ferrol y Cartagena. Según su criterio, mientras esto no se
llevara a efecto, además del consiguiente perjuicio para sus trabajadores, sus
instalaciones se estarían deteriorando por falta de uso. Pero aún llegó más allá
al considerar que el arsenal de La Carraca presentaba mejores condiciones que
los de Cartagena y El Ferrol para llevar a buen término los encargos más ambi
ciosos, por encontrarse en una situación estratégica mejor para convertirse en
una completa base de operaciones. Pero, a su juicio, para que esto pudiese
materializarse tenía que ser prestada ayuda económica para la modernización
de unas instalaciones que, en muchos aspectos, se encontraban tal y como esta
ban en tiempos de Carlos IV (42).
Las sugerencias de Carranza en las Cortes esta vez no fueron aceptadas
bajo la argumentación de que carencias existían en todas partes y que el arse
nal de La Carraca no podía llevarse todo el presupuesto consignado para mejo
ra de instalaciones en los arsenales españoles. En definitiva, sus palabras fue
ron interpretadas como el resultado de su ciega representación de los intereses
de su provincia más que como el análisis lúcido de un oficial de la Marina, tal
y como pretendió demostrar (43).
A pesar de este fracaso inicial al abordar el tema, insiste nuevamente sobre
el mismo en los días siguientes presentando una enmienda a un proyecto de ley
del gobierno según el cual, en los establecimientos de El Ferrol y Cartagena,
los trabajos de construcción de barcos se realizarían por contrata con una enti
dad industrial de completa garantía y no por administración (44). El desacuer
(41) Cfr. Diario de Sesionesdel Senado . Legislatura 1908-1909.Tomo III, 4-Xll-1908, p.778.
(42) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI,13-XII-1907, pp.
2.409-2.4 10.
(43) Cfr. Ibídem, p. 2.411.
(44) El proyecto de ley presentado en las Cortes determinaba que el arsenal de El Ferrol se
especializaría en grandes construcciones, que el de Cartagena se reservaría para las pequeñas y
que el de La Carraca quedaría encargado de las reparaciones y de las obras nuevas de artillería.
Los presupuestos asignados para las obras de reforma necesarias y la determinación de que los
encargos se realizasen por contrata estaban en función de la importancia dada a cada arsenal por
el presente proyecto de ley. De ahí que el arsenal de La Carraca no disfrutase de las mismas ven
20.
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LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
do que mostró radicaba en la no inclusión del arsenal de La Carraca en un pro
yecto del que, al parecer, se esperaban mejores resultados. La justificación de
su postura se basa en razonamientos ya empleados y que vuelven a insistir en
la mayor importancia estratégica de Cádiz frente a los otros dos centros de
construcción naval. Además valoraría esta discriminación como una verdade
ra falta de inteligencia (45):
«No creo que quepa dudar que Cádiz es la base militar de más importancia
de España, que después viene Cartagena y luego El Ferrol. Si no pudiera haber
en España más que una base naval, ésta sería Cádiz. Si pudiera haber dos,
Cádiz y Cartagena, y si pudiera haber tres, serían Cádiz, Cartagena y El Ferrol.
Y tres tenían que ser porque nuestra costa está dividida en tres partes. (...) Y
nuestra importancia estratégica viene por estar la península enla confluencia
de dos mares y en el extremo de un continente tan inmediato a Africa. Y como
nos enseña la historia, en cuatro siglos ha sido objeto Cádiz de cinco ataques,
y todos los combates ocurrieron allí: San Vicente, Santa María, Trafalgar,
Algeciras y Málaga, mientras en Ferrol sólo ha habido un ataque, y un com
bate de casualidad en el cabo Finisterre» (46).
Carranza no aceptaría la supuesta compensación que Cádiz recibiría a tra
vés de un incremento de los encargos de construcciones navales civiles para
sus astilleros (47).
Un año después, en 1908, decide volver a plantear la cuestión, pero esta vez
por sí misma, sin que algún motivo en concreto propiciase su discusión en las
Cortes. Planteó el problema de la siguiente forma: solicitaba al ministro de
Marina una solución al estado de total abandono en el que se encontraba, a su
juicio, el servicio de la base naval de Cádiz integrada en el arsenal de La
tajas que los otros dos centros, tanto en el presupuesto asignado —setecientas mil pesetas fren
te a dos millones de pesetas— como en la imposibilidad de acceder a los encargos por contrata
en vez de por el menos ventajoso sistema de administración. El proyecto fue justificado por dos
objetivos: el primero, acabar rápidamente con las obras por administración que tan nefastos
resultados estaban produciendo debido a la generalizada desorganización existente tras el fin de
la guerra de Cuba; el-segundo, variar el--sistema hasta entonces- vigente según -el cual los buques se construían en grupos de tres, uno en Ferrol, otro en Cartagena y otro en Cádiz,
resultando que para tres crucueros se necesitaba un proyecto triplicado y ejecutado por tres
direcciones de ingenieros, de artilleros, de talleres de modelos y plantillas y de oficinas de pla
nos y tres corrientes de expedientes entre los arsenales y el Ministerio. Este sistema era, según
el Gobierno, más costoso y dilatorio que si los tres buques hubiesen sido construidos en un
mismo arsenal. Por tanto, la especialización de los arsenales era, según este punto de vista, más
conveniente para el buen servicio de la nación, aunque llevase como resultado un deterioro del
fomento de alguno de ellos. Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo
III, 4-XII-l908, p. 780.
(45) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-Xll-l907, -pp.
2.555-2.556.
(46) Ibídem, pp. 2.556-2.557.
(47) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-XII-1907, pp.
2.557-2.559.
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Joaquín María PIÑEIRO BIANCA
Carraca (48). Esta vez no se trataba de que determinadas medidas fuesen equi
tativas a las dictadas para los otros dos arsenales, sino de una petición de ayuda
en tono desesperado. Provocó, así, un debate acerca del porvenir del estable
cimiento naval gaditano, aunque, según él mismo expresó, sin que ello signi
ficase que se estuviera censurando la labor del Ministerio de Marina. La inten
ción última de esta iniciativa era, según su opinión, la de obligar al Gobierno
a expresar sus planes concretos a este respecto y, en la medida de lo posible,
hacer una llamada de atención ante una situación que era considerada injusta
por todos los gaditanos y que afectaba a un tercio de la población residente en
San Fernando.
Nuevamente insistió en que los planes y presupuestos del gobierno se con
centraban en los arsenales de Cartagena y El Ferrol y olvidaban, en cambio, el
de La Carraca. Al argumento ya conocido de la discriminación, se unió el de
las peores oportunidades de trabajo para el futuro: si los arsenales ferrolano y
cartagenero contaban con medios económicos mayores, producirían más y
mejor, de modo que el de La Carraca no podría ser nunca competitivo frente a
ellos y su evidente desventaja aumentaría con el tiempo (49).
Este razonamiento se vio, a su vez, fortalecido por otro que recurría al pro
pio espíritu de la política gubernamental: si el arsenal de La Carraca debía ser
destinado exclusivamente a reparaciones de buques pero, en cambio, no se le
concedía presupuesto suficiente para su modernización, cómo podían éstas he
varse a cabo. En su opinión, no se cumplía el objetivo último del gobierno:
aumentar la eficacia de las principales bases navales españolas, así como su
influencia sobre los mares próximos a ellas.
La situación del arsenal de La Carraca era, pues, según lo expuesto por
Carranza, insostenible. Ante tal panorama pidió al Gobierno que se expresara
claramente acerca de si le interesaba prescindir del arsenal gaditano o si, por
el contrario, pensaba en su rápida y efectiva reorganización. Antes de recibir
una respuesta, recordó sus ya conocidos argumentos acerca de la conveniencia
de fomentar el desarrollo de la base naval de La Carraca, debido a la impor
tancia estratégica de Cádiz en la defensa de las costas españolas del sur de la
península y a su trascendencia dentro del Mediterráneo occidental (50). Su
postura, por tanto, intentaba demostrar que sus objetivos pretendían atender
intereses generales de la nación y no exclusivamente los particulares de la pro
vincia de Cádiz.
La respuesta de Ferrándiz, ministro de Marina, empleaba las mismas razo
nes que justificaron la ley causante de esta polémica: el sistema de construc
ción de buques por grupos de tres en Cartagena, El Ferrol y La Carraca tripli
caba todo el proceso y lo hacía más costoso y lento. Con la especialización de
los tres arsenales en grandes y pequeñas construcciones y en reparaciones (El
(48) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo III, 4-XII-1908, pp.
776-777.
(49) Cfr. Ibídem, pp. 777-778.
(50) Cfr. Ibídem, pp. 778-779.
22
48
LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
Ferrol, Cartagena y Cádiz respectivamente) sólo se pretendía un eficaz fun
cionamiento, sin ánimo de discriminar a nadie. El arsenal de La Carraca, en
consecuencia, no había sido abandonado sino especializado en una clase de
trabajo, el de reparaciones, que lo único que implicaba era una transformación
de funciones, pero, en ningún caso, su eliminación, ya que éste era un trabajo
seguro y constante (51). Como era de esperar, la respuesta oficial fue aco
gida por Carranza como una muestra de buenas palabras que sólo contenían
evasivas y que, en definitiva, no contestaban a las peticiones formuladas. Fue
precisamente por esta apreciación por lo que se resistió a abandonar la cues
tión, aumentando su insistencia sobre el asunto.
Ante la imposibilidad -de-ganar-terreno-por-elcamino -hasta-ahora-utilizado,cambia de táctica: abandona sus peticiones de justicia e igualdad y orienta sus
objetivos hacia un intento de sacar el mayor provecho posible a la situación en
la que el Gobierno colocaba al arsenal gaditano. Para ello ruega al ministro de
Marina que fuese creada una comisión encargada de estudiar cómo se podrían
organizar los servicios de una base naval de operaciones en el arsenal de La
Carraca, ya que hasta ese momento carecía de los medios necesarios para pres
tar los dos servicios que una entidad de esta naturaleza debía ofrecer: los apro
visionamientos y las reparaciones. La supuesta especialización que en artille
ría debería tener en un futuro no entraba en estas consideraciones ya que no
era función específica de una base naval (52). Con esto no se contradecían las
disposiciones gubernamentales, pero se continuaba solicitando lo mismo:
atención, preocupación y unas considerables partidas presupuestarias. A pesar
de sus esfuerzos, recibió esta vez, no buenas palabras, sino una rotunda nega
tiva: se consideraba innecesario enviar a Cádiz una comisión que estudiase la
creación de una verdadera base naval en La Carraca cuando no se contaba aún
con el presupuesto necesario para después llevarla a efecto. No obstante, se
dejaba abierta la posibilidad de que, una vez desahogada la situación econó
mica, se pusiese en-práctica lo planteado (53).
El problema del futuro del arsenal de La Carraca centró todas las interven
ciones de Ramón de Carranza en las Cortes entre 1907 y 1909. Debido a que
sus gestiones resultaron infructuosas, intentó sacar de ello algún beneficio para
su carrera política difundiendo, a través de la prensa gaditana, todo el desarro
llo de este asunto ante la Cámara. Su objetivo, suponemos, era el de reforzar en
la opinión pública su imagen de defensor de los intereses de Cádiz, con inde
pendencia del éxito obtenido (su fracaso podía, así, mostrarse más como pro
ducto -de la incomprensión -del-Gobierno-quecomo -resultado-de su ineficacia)
-
(51) Cfr. Ibídem, pp. 780-781.
(52) Carranza no mostró gran interés por este particular ya que un centro de fabricación
artillera podía ser instalado en cualquier zona, costera o del interior, con tal de que estuviese
bien comunicada. La importancia en el fufuro de Cádiz no residía, en opinion de Carranza, en
que se construyesen cañones, porque su verdadero porvenir descansaba sobre los servicios que
necesitaba una base naval, Cfr. Ibídem, p. 782.
(53) Cfr. Ibídem, pp. 782-785.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
Un extenso artículo publicado en la primera página del periódico La
Dinastía, en aquel tiempo el órgano oficial del Partido Liberal Conservador en
la provincia de Cádiz, fue el más importante ejemplo de ello. Carranza expli
có en él la cuestión con idénticos argumentos a los utilizados en sus discursos
en el Senado. La destacada situación estratégica de Cádiz, la dependencia eco
nómica de San Femando —ciudad que vive en tomo a las actividades desple
gadas por la Armada— y la eficacia demostrada con anterioridad en las cons
trucciones navales hacían, a su juicio, obligatorio que el Estado se ocupase de
estas instalaciones de igual modo que como hacía con las de El Ferrol y
Cartagena. En su opinión, tres peticiones urgentes debían presentarse ante el
Gobierno:
1) Trabajo para los obreros gaditanos del sector de la construcción naval,
para lo que tenían que intensificarse los encargos.
2) Restauración y puesta en funcionamiento de las instalaciones del arse
nal de La Carraca ya existentes.
3) Establecimiento de talleres con máquinas, materiales y herramientas
modernas que completarían lo ya existente en el arsenal.
Para lograr este objetivo, pidió en las últimas líneas del escrito la colabo
ración de las poblaciones que podían verse beneficiadas con ello: Cádiz y San
Fernando (54).
Carranza, a la vista de que no ganaba terreno en favor de estos intereses fue
abandonando este tema en favor de otros más agradecidos, en los que encon
traría mayor respaldo por parte de los gaditanos, ya que afectaban a grupos
más amplios que el castrense. Así, lograría el que parecía ser su objetivo últi
mo: desarrollar un rápida y brillante carrera política que lo situase en la cúspi
de de la escala social. A pesar de ello, aún mostraría atención por determina
dos problemas relacionados con el arsenal de La Carraca, pero que ya no se
referían a su situación general sino a aspectos puntuales de su actividad, prin
cipalmente los relacionados con las obras de la dársena y del dique de sus ins
talaciones.
El dique construido en La Carraca presentaba un grave problema: no esta
ba comunicado con los caños y, a través de éstos, con el mar. Para solventar
lo, por Real Decreto de 16 de agosto de 1907 se dispuso que, sin formalidades
de subasta, se verificara el concurso de obras para poner en comunicación el
mencionado dique con los caños mediante el dragado pertinente. Se celebra
ron tres concursos en octubre y diciembre de 1907 y en agosto de 1908, que
dando todos ellos desiertos. El motivo de ello fue que el futuro contratista se
debía hacer responsable de los desperfectos que se ocasionasen en las instala
(54) Cfr. La Dinastía, órgano del Partido Liberal Conservador en la provincia de Cádiz.
Viernes, 2 de julio de 1909. n.° 9.952.
24
48
LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...
ciones ya existentes al realizar las nuevas. La petición formulada por Carranza
se encaminaba a la eliminación de esta cláusula en las condiciones del con
curso, motivo, según su parecer, del retraso de una obra de vital importancia
para el buen funcionamiento del arsenal. A esta súplica se añadía otra: la de la
realización de un estudio para ampliar el dique de una capacidad de trece mil
toneladas a una de quince mil, tamaño más acorde con las dimensiones de los
buques que en ese momento se estaban construyendo (55).Esta obra permiti
ría la recepción de barcos que necesitasen reparación urgente y la botadura de
los de nueva construcción con mayor facilidad (56).
La respuesta del Ministerio de Marina esta vez fue afirmativa, pero se
impuso una condición: las obras de ampliación del dique sólo se efectuarían
longitudinalmente, ya que hacerlo también transversalmente sería lo mismo
que construir uno nuevo y los presupuestos disponibles para tal efecto no lo
permitían. A ello se añadía que el aumento del largo de un dique era, además,
técnicamente más sencillo que una modificación de su ancho (57).
La última intervención de Carranza en las Cortes en relación con el tema
del arsenal de La Carraca fue breve y podemos interpretarla como su último
intento de lograr una respuesta positiva del Gobierno. En aquella ocasión uti
lizó un nuevo argumento que fortalecía los ya expuestos con anterioridad: el
arsenal gaditano podía convertirse, además de en lugar de construcción y repa
ración de buques, en centro de prácticas para los alumnos de la Escuela Naval
Militar de San Fernando, un servicio que sería de gran interés para la forma
ción de los futuros marinos y que solucionaría uno de los puntos débiles del
sistema de formación vigente: la escasez de clases prácticas (58).
Como ya señálábamos, la disminución de su presencia en las Cortes vino a
coincidir con la crisis en las jefaturas de los partidos Liberal y Conservador
tras el asesinato de Canalejas. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique pusie
ron fin a su carrera política en Madrid (59),centrando desde ese momento su
actividad pública en el ámbito local. El nuevo camino emprendido tuvo como
(55) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo Y, 8-11-1909,pp.
1.664-1.665.
(56) Carranza consideró que uno de los temas olvidados en el proyecto de obras del arse
nal de La Carraca fue el del dragado de los caños, imprescindible para que la comunicación del
dique con el mar fuese efectiva. En su opinión, no era suficiente con dragarlos en el momento
de las obras ya que un caño, en el plazo aproximado de diez años, vuelve a tener la misma can
tidad de fango que en origen. Era, por tanto, necesario instalar un tren de dragado que trabaja
se continuamente a fin de mantener el calado de los canales.
(57) Cfr. Ibídem, pp. 1.666-1.672.
(58) Carranza relacionó el tema del arsenal de La Carraca con el anteriormente menciona
do proyecto de ley de reforma de los servicios de la Armada. Suponemos que con ello quería
aprovechar el demostrado interés general por este proyecto de ley para lograr mayores apoyos
en este asunto, Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo VII, 8-1V1909, pp. 2.800-2.801.
(59) Su último cargo en las mismas fue como diputado por el distrito de El Puerto de Santa
María en 1919 aunque, como decimos, su presencia como senador desde 1912 a 1917 fue pura
mente testimonial.
Año 1995
Joaquín María PIÑEIRO BLANCA
primer resultado su nombramiento como alcalde de Cádiz en 1927, ya en la
dictadura de Primo de Rivera.
La actuación política de Ramón de Carranza en los años finales de la
Restauración fue, en términos generales, discreta. Se ocupó de los temas que
mejor podía dominar por su formación castrense, con el fin de ganar prestigio
a través de sus intervenciones y así avanzar en su planificado progreso social.
Sin embargo, no obtendría ningún resultado importante en sus gestiones. No
obstante, esta etapa de su carrera le proporcionaría una considerable experien
cia política —fueron dieciseis años como diputado y senador— y la oportuni
dad de ingresar en las redes caciquiles de la provincia de Cádiz. Este período
sería posteriormente utilizado por Carranza y sus seguidores como instrumen
to de prestigio y elemento fortalecedor de su autoridad como político, aunque
exagerando algunos capítulos, como una supuesta gran amistad con Antonio
Maura forjada, según Carranza, en aquellos años (60). Con ello intentó res
ponder a las acusaciones que se le hicieron acerca de que su permanencia en
el poder se debía exclusivamente a la voluntad de Miguel Primo de Rivera y
no a su valía como político.
(60) Las consultas que hemos efectuado en el archivo de la Fundación Antonio Maura de
Madrid no nos dieron resultados positivos en la búsqueda de vestigios de una posible relación
personal de Carranza con este político, por lo que debemos dudar sobre este particular.
Imaginamos que el contacto personal de ambos debió de ser el normal entre un diputado-sena
dor y el jefe de su partido, sin que ello tuviese mayor trascendencia.
26
48
ESPAÑA ANTE LAS
IMPLICACIONESMEDITERRÁNEAS
DE LA CONFERENCIANAVAL DE
LONDRES DE 1930
José Luis NEILA HERNÁNDEZ
Doctor en Historia Contemporánea
Universidad Autónoma de Madrid
La Conferencia Naval de Londres, en la estela de la celebrada en Washing
ton en 1921-22, coincide con una coyuntura especial en la historia del período
de entreguerras. 1930 no delimita simplemente la línea divisoria entre dos
décadas, sino el punto de inflexión en el que comienzan a deteriorarse irrever
siblemente los pilares sobre los que se había cimentado la sociedad interna
cional tras la Guerra del Catorce. A esa coordenada internacional, que supone
el fin del período de mayor eficacia e implantación de la Sociedad de las
Naciones, en el caso de España se incorpora otra coyuntura de cambio. Esta
vez, sin embargo, el cambio es de signo contrario ya que España, ante la crisis
del sistema monárquico, 0pta por la adopción de un régimen democrático y
liberal desde 1931, que armonizase las estructuras internas y la posición inter
nacional de España con las de la Europa democrática y la Sociedad de las
Naciones. La inauguración oficial de la Conferencia Naval el 21 de enero de
1930, en la Galería Real de la Cámara de los Lores, precede únicamente en
siete días al encargo de Alfonso XIII al general Berenguer para formar gobier
no, dando fin a la dictadura de Primo de Rivera.
El componente mediterráneo en la política exterior española ocupaba una
posición de privilegio -y,-evidentemente, cualquier amenaza-o factor-perturbador en esa área acaparaba la atención de los medios oficiales españoles. Espa
ña, una gran potencia venida a menos en su devenir histórico (1), se había
convertido en una potencia exclusivamente euroafricana después de 1898. Un
(1) Para un estudio en profundidad sobre la posición internacional de España como poten
cia se puede consultar la conceptualización realizada por MORALES
LEZCANO,
V.: «Grande,
pequeña y mediana potencia (algunas puntualizaciones conceptuales)», en Portugal, España y
Europa. Cien años de desafío (1890-1990), Mérida, U.N.E.D., 1991, pp. 21-32; y, asimismo
para la posición internacional de España en las primeras décadas del siglo xx los trabajos de
TolutE Górvmz,
II. de la: «El destino de la “Regeneración” internacional de España (1898
1918)», en Proserpina, n9 1, diciembre de 1984, Mérida, pp. 9-22; y en un espacio temporal más
amplio TUSELL,J.: «El problema del Estrecho en la política internacional española de la época
contemporánea», en Actas del Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar, Ceuta “.
Madrid, U.N.E.D., 1988, pp. 9-26.
-,
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
Estado que, como afirma J. U. Martínez Carreras, desde el último tercio del
siglo XIX y los primeros compases del xx era:
« (...) una pequeña potencia situada por un lado en una situación
periférica, y no sólo desde el punto de vista geográfico, sino también
político y económico, en relación con los pueblos protagonistas y con
los Estados que son los nuevos centros del poder mundial, y por otro
tan radicalmente introvertida que neutraliza con una pasividad inter
nacional casi total la actividad y tensiones exteriores precedentes» (2).
Una posición que, en definitiva, imponía condicionantes objetivos para que
España pudiese ejercer plenamente su potencia en el «hinterland» mediterrá
neo, un área vital para su seguridad. En esas condiciones España participará en
el reordenamiento internacional que se produce en el Mediterráneo a principios
de siglo bajo el diseño franco-británico. Sobre este patrón se articularán las
relaciones de dependencia de España con las grandes potencias en el espacio
mediterráneo, pero será, asimismo, gracias a ese nuevo equilibrio de intereses
como España reactivará su presencia internacional tras el recogimiento canovista.
La política mediterránea jugará, además, un papel muy importante en la
percepción española de los problemas europeos. Fue, de hecho, un canal a
partir del cual los medios oficiales españoles pudieron percibir las realidades
europeas. Ciertamente, España —utilizando las palabras de María de los
Angeles Egido—, «aun dentro de una posición claramente secundaria, España
era europea en función de ser mediterránea. Siempre ha sido el Mediterráneo
una de las constantes en la participación española en cuestiones europeas» (3).
Debemos tener en consideración, asimismo, el argumento apuntado ya por
F. Albi en su libro sobre la Política del Mediterráneo en la posguerra publica
do en 1931, en torno al lugar central que ocupaba el «hinterland» del Medite
rráneo en la política exterior de la Monarquía y, más concretamente, de la
dictadura de Primo de Rivera. La concepción del Mediterráneo como eje de
gravedad de la política internacional de España en los años veinte explica, en
gran medida, la falta de atención que Primo de Rivera —como afirma M. Espa
das Burgos— dedicó a la dimensión europea de su política y, muy en especial,
en el entorno de los países democráticos y en el seno de la Sociedad de las
Naciones (4).
El orden internacional instaurado por los vencedores tras la Guerra del
(2) MAwrÍtz CARRERAS,J. U.: «‘Lapolítica exterior española durante la Restauración,
1875-1931», en Las relaciones internacionales en la España Contemporánea, Murcia, Juan
Bautista Vilar (Ed.), 1989, p. 80. Un comentario directamente inspirado en las tesis sostenidas
por el profesor J. M.’ JOVERZAMORA,
en Política, diplomacia y humanismo militar en la Espa
ña del siglo xix. Madrid, Tumer, 1976.
(3) EQmo, M. de los A.: «‘Españaante la Europa de la Paz y de la guerra (1919-1939)», en
Portugal, España y..., p. 39.
(4) ESPADAS BURGOS, M.: «La política exterior española en la crisis de la Restauración», en
Historia de España y América, vol. XVI, 2, Madrid, 1981, p. 610.
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48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA....
Catorce incorporó un nuevo concepto de la seguridad —la Seguridad Colecti
va—, cuya fuente y cuyo marco fue la Sociedad de las Naciones. Las lagunas
que presentaba el Pacto de la Sociedad respecto al problema de la seguridad
fueron objeto de numerosos estudios y proyectos jurídico-políticos durante el
período de entreguerras. Unos de carácter general, como el protocolo de Gine
bra o el Pacto de París, otros de carácter regional, como los Acuerdos de Locar
no, pretendían ofrecer soluciones a las lagunas del Pacto. Evidentemente, la
cuenca mediterránea no permaneció ajena a las fórmulas de la seguridad
colectiva. De este modo la península ibérica, situada en una de las puertas del
Mediterráneo, no pudo asistir inerte ante la nueva realidad de la seguridad
colectiva y la fiebre de la pactomanía.
La Sociedad de las Naciones, además de las insuficiencias inherentes al
Pacto, tuvo que hacer frente a dos realidades políticas que mediatizarían su
trayectoria histórica: por un lado, el hecho de que nunca pudo alcanzar la
universalidad a la que aspiraba el nuevo organismo internacional, y por otro,
que su vinculación a los tratados de paz situaba a la Sociedad de las Naciones
en un lado determinado de la balanza en la dialéctica entre defensores del statu
quo y los revisionistas. En estas circunstancias la seguridad colectiva y los
intentos para complementarla van a tener diferentes lecturas en función de
los intereses de las potencias y de su posición en la sociedad internacional.
En el marco concreto de las grandes potencias con intereses en el Mediterrá
neo —Francia, Gran Bretaña e Italia—, sus formas de concebir la seguridad y
de actuar en Ginebra se definen en función de sus intereses nacionales concre
tos. Francia, por su lado, fue firme partidaria de la seguridad colectiva y la más
importante defensora de los pactos regionales siempre que sirvieran a sus
imperativos de seguridad en Europa. Gran Bretaña, muy reacia a incrementar
sus responsabilidades en Europa más allá de los términos del Pacto, no estaba
dispuesta a sobrepasar los compromisos a que había llegado en Locarno. Era
una firme defensora del equilibrio continental y en el Mediterráneo mantuvo su
posición de árbitro y de garante del statu quo. Finalmente Italia, resuelta a
emprender una política revisionista en el Mediterráneo, siempre criticó el siste
ma ginebrino, mostrando sus preferencias, como así haría en los años treinta,
por el contacto directo con la aristocracia internacional en detrimento de los
principios democráticos de Ginebra.
Previamente al análisis en profundidad de las implicaciones mediterráneas
de la Conferencia Naval de Londres, estimamos conveniente exponer una serie
de factores para la comprensión de la política mediterránea en el ecuador del
período de entreguerras. En primer término y en un plano general, en el Medi
terráneo Occidental se va a reproducir a pequeña escala esa bipolarización
entre potencias satisfechas —defensoras del statu quo—, concretamente Fran
cia y Gran Bretaña, y potencias revisionistas —Italia y más modestamente
España—.
Junto a éste debemos destacar una serie de vectores que definen el sentido
de las relaciones entre estas cuatro potencias de modo más concreto. En primer
lugar, la «tensión franco-italiana» en el marco de la cual la rivalidad naval no
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
fue más que un vehículo de expresión de esa confrontación de intereses entre
Francia, celoso guardián de su situación de privilegio en el Mediterráneo Occi
dental, e Italia, dispuesta a conseguir mejoras en su área de expansión natural
en virtud del Tratado de Londres de 1915. En segundo lugar, la «amistad hispa
no-italiana», que con la implantación de la dictadura de Primo de Rivera se
convirtió en un factor de primera magnitud de la política exterior española (5).
En tercer lugar, el «inicio de la aproximación hispano-francesa», que se confir
maría más tarde con la proclamación de la República en 1931. La dictadura, a
pesar de su amistad con Italia y su actitud irredentista en el Norte de Africa,
prefirió solucionar los contenciosos hispano-franceses a partir de los cauces de
entendimiento y negociación con la propia Francia (6). Y, finalmente, la «acti
tud arbitral de Gran Bretaña»; potencia con la cual la dictadura de Primo de
Rivera mantuvo unas estrechas relaciones, pero siempre celosa de no ver
comprometidos sus intereses en el Mediterráneo (7).
Bajo estos condicionamientos, además de los propiamente técnicos de la
limitación de los armamentos navales, se presenta la problemática del Medite
rráneo en la Conferencia Naval de Londres de 1930; una cuestión que se anto
jaba vital para las autoridades españolas, si fuese incluida en el orden del día
de la Conferencia. De hecho, la yuxtaposición y la secuencia de los aspectos
meramente técnicos, con otros más directamente relacionados con el equilibrio
del Mediterráneo, determinarán la percepción que desde Madrid se tendrá de la
reunión de Londres.
La política naval de España en la era de las conferencias navales
Desde 1898 hasta la Guerra del Catorce el pensamiento estratégico naval
estuvo predefinido por la irremisible necesidad de «rehacer la Marina». Para
España era vital replegarse a las aguas metropolitanas, una vez perdidas las
colonias de ultramar, y adoptar una nueva estrategia naval de recuperación.
En el período de entreguerras los artífices del pensamiento estratégico
naval español —el almirante Francisco Moreno, el futuro almirante Luis Carre
ro Blanco y el capitán de navío Carvia—, plantearon la necesidad de crear en
(5) En torno a las relaciones hispano-italianas durante la dictadura de Primo de Rivera
pueden consultarse los trabajos de TUSELL, J., y SAZ, 1.: »Mussolini y Primo de Rivera: las rela
ciones políticas y diplomáticas de dos dictaduras mediterráneas», en Boletín de la Real Acade
inia de la Historia, CLXXIX, III, 1982, Madrid, pp. 413-483; SuEIR0, S.: »Primo de Rivera y
Mussolini. Las relaciones diplomáticas entre dos dictaduras (1923-1930)», en Proserpina,
n.° 1, diciembre de 1984, Mérida, pp. 23-34; de la misma autora «La influencia de Mussolini y
su Régimen en la dictadura de Primo de Rivera», en Proserpina, n.° 1, diciembre de 1984, Méri
da, pp. 35-50, y PALOMARES, G.: Mussolini y Primo de Rivera. Política exterior de dos dictado
res. Madrid, Eudema Universidad, 1989.
(6) Vid. SuEmo, S.: España y Francia en Marruecos. La política mediterránea de Primo
de Rivera. Madrid, Tesis Doctoral leída en la U.N.E.D., 1991, p. 565.
(7) Vid. PEREIRA CASTAÑARES, J. C.: Las relaciones entre España y Gran Bretaña durante
el reinado de Alfonso Xlii (1919-1 931). Madrid, Tesis Doctoral leída en la Universidad Complu
tense de Madrid, 1986; TUSELL, J., y GARCÍA QUEIPo DE LLANO, G.: El dictador y el mediador.
Madrid, C.S.I.C., 1986.
30
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLiCACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA..
España una conciencia marítima que acabase con la mentalidad continental que
había predominado en nuestra política durante el XIXy las primeras décadas del
presente siglo. Esta mentalidad, en opinión de estos especialistas, había sido
promotora del aislamiento internacional de España (8).
Con el inicio de los años veinte las grandes potencias navales, en la atmós
fera creada por la Sociedad de las Naciones para estimular la limitación y
reducción de los armamentos mundiales, comenzarán a promover encuentros
para establecer unas normas de equilibrio entre las diversas fuerzas navales
para evitar la feroz carrera de armamentos que precedió a la Gran Guerra. Para
conseguir este objetivo se recurrió al sistema tradicional de las conferencias, la
primera de las cuales se celebró, a iniciativa de los EE.UU., en Washington
entre noviembre de 1921 y febrero de 1922. Esta Conferencia reunió al anfi
trión, los EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón. En el acuerdo final
Francia reconoció la paridad con Italia, al menos en acorazados y portaviones,
aunque Francia se negó a reconocerla para el resto de categorías de buques.
Desde este momento la paridad sería un elemento de continua confrontación
entre ambas potencias. Con el fin de universalizar estas medidas, la Sociedad
de las Naciones convocó una nueva reunión general en Roma en 1924. En esta
ocasión fracasó el intento de hacer extensivo el Convenio de Washington a
todos los Estados miembros de la Sociedad. La postura española en la Confe
rencia se concretó en tres-puntos: en primer lugar,-en la declaración-del contral
mirante Marqués de Magaz en la reunión de 1922, respecto a la libertad de
España en el crecimiento de su Armada; en segundo lugar, la consideración
estratégica de que España, en virtud de su posición geográfica y por estar ro
deada por tres potencias navales, necesitaría unas fuerzas navales iguales a las
de ellas; en tercer lugar, a España no le producía beneficio alguno imponerse
limitaciones como las estipuladas a las potencias de segundo orden, máxime
cuando España no tenía ningún problema local pendiente. Se tomaba como
límite óptimo, pero no definitivo, de la potencialidad naval de España, en
función de las necesidades de la defensa nacional y los recursos disponibles, en
105.000 toneladas en buques de línea. España en aquel momento poseía 82.000
toneladas en esas categorías de buques. La Conferencia fue un rotundo fracaso
y España, por medio de su representante Joaquín Montagut, mantuvo el crite
rio de que, como era imposible que España llegase a un equilibrio de arma
mentos con las tres grandes potencias que la rodeaban, convenía mantener la
libertad de acción o aceptar, a lo sumo, una limitación nominal condicionán
dola a la proporcionalidad con los armamentos de sus vecinos (9).
(8) Vid. ALBA SALGADO, J.: «Evolución estratégica de la Marina española entre las dos
guerras mundiales», en Les armées espagnoles etfrançaises. Modernisation et réforme entre les
deux guerres mondiales. Madrid, Annexes au mélanges de la Casa Velázquez, 1980, pp. 135138. Para las teorías de Mahan y otros teóricos de la geopolítica como Mackinder o Haushofer
puede consultarse: NúÑEz LACAd, F., y TORRENTE SÁNCHEZ,
F.: La Armada: esa desconocida.
Madrid, Ed. San Martín, 1986, pp. 28-34.
(9) Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (A.M.A.E.). R - 515 exp. 32. Informe
reservado de la Subcomisión Naval elaborado por Joaquín Montagut. Cartagena, 12 de marzo de
1924.
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
España necesitaba una posición de equilibrio en sus relaciones triangulares
con Londres, París y Roma. Luego, la idea estratégica española imperante hasta
el estallido de la Guerra Civil en 1936 consistía, según afirma J. Alba Salgado,
en tratar de ejercer el papel de «potencia equilibradora en esa zona del Medite
rráneo»,.en el marco de la rivalidad franco-italiana (10). Esos objetivos de polí
tica exterior y esas premisas de seguridad nacional se concretaron en una polí
tica de rearme naval bajo la Monarquía y, especialmente, durante la dictadura.
Este trato privilegiado que concedió Primo de Rivera a la Marina, según el
citado autor, fue fruto bien de una compensación del dictador por la neutralidad
de la Marina en los asuntos internos, o bien «porque el General estaba conven
cido de que en caso de conflicto, incluidos en una alianza, el único componen
te de cierto valor que podía aportar España sería el núcleo de las modernas
unidades navales que estábamos a punto de conseguir» (11). Con el gobierno
Berenguer, el 30 de enero de 1930 el almirante Carvia, uno de los principales
exponentes del pensamiento naval español de este período, accedía a la cartera
de Marina. Con él se iba a elaborar y llevar a cabo una importante labor de
racionalización y modernización del Ministerio y de la Armada. La flota, según
el plan del ministro, había que evaluarla a partir de hipótesis derivadas de la
situación de Europa en aquellos momentos y de la fuerza naval que, con arreglo
a los tratados, podía tener un valor en el caso de participar en una alianza.
Cuando se celebró la Conferencia de Londres, la diplomacia y los medios
militares españoles estaban preparando la estrategia a seguir en la futura
Conferencia del Desarme y la valoración de los medios necesarios para garan
tizar la defensa nacional. La dictadura, conforme con la actitud que España
había exhibido en las anteriores conferencias navales, defensora de la libertad
de acción en su política naval, no cursó acción alguna para participar en la
reunión de Londres. Unicamente la posibilidad de que los problemas medite
rráneos fuesen incluidos en la agenda de la Conferencia motivó la movilización
de la diplomacia española, con el fin de asegurar su participación en caso de
consumarse esa eventualidad. De hecho, el embajador español en París
—Quiñones de León— informaba al Ministerio de Estado el 10 de octubre, tras
haber mantenido conversaciones con Briand y Berthelot, de la buena disposi
ción del Gobierno francés para que España participase en la Conferencia
Naval. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores francés advirtió que la
invitación habría de partir de Gran Bretaña y los EE.UU., promotores de la
reunión. La contestación de Primo de Rivera no se hizo esperar. Este sostenía
que sólo ante una invitación expresa, y sin realizar para ese fin gestión alguna,
asistiría España a la Conferencia (12). Días más tarde, Quiñones de León
(10) Vid. ALBA SALGADO, J.: Art. Cit., p. 139.
(11) B0RDEiÉ,F. de: Vicisitudes de una política naval. Antecedentes, desarrollo de la
Armada entre 1898-1936. Madrid, Ed. San MartÍn, 1978, p. 482.
(12) Archivo General de la Administración (Asuntos Exteriores) [A.G.A.(A.E.)]. Caja
11.233. «Memorándum sobre la Conferencia del Desarme Naval reunida en Londres en enero de
1930; según los antecedentes que obran en la Embajada de España en París», realizado por el
agregado naval Fernando Navarro y Capdevila. París, 3 de agosto de 1934.
32
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LACONFERENCIA...
mantuvo una conversación con el agregado naval británico en París, en la que
éste le confesaba que España contaría con la buena disposición de una parte del
Almirantazgo. Conocidas en Madrid estas opiniones, la actitud de Primo de
Rivera se mantuvo impasible, como queda reflejado en su contestación a
Quiñones de León:
«Deseo para España una política internacional clara y con las
menores complicaciones posibles. Abierta como ha de quedar la
discusión del problema naval ante la Comisión preparatoria de la
Conferencia del Desarme, tendremos allí la ocasión de defender los
intereses de nuestra Patria sin los inconvenientes que nuestra presen
cia en Londres podría ocasionar al vernos solicitados en opuesto
sentido por Francia y por Inglaterra. Sobre todo, si les conviene nues
tra presencia fácil les es invitarnos a asistir, y ante un requerimiento
espontáneo de esa índole claro es que no habríamos de eludir nuestra
presencia, cuidando entretanto de no provocar tal invitación» (13).
Posteriormente, cuando el Gobierno francés dio publicidad al memorán
dum, que dirigió a las demás potencias participantes en la Conferencia, donde
planteaba la posibilidad de concluir un eventual acuerdo de mutua garantía y
no agresión entre las potencias navales mediterráneas, la fisionomía de la
Conferencia’ cobró una nueva dimensión para los medios oficiales españoles.
Nuevas expectativas para España en la Conferencia de Londres: el Pacto
Mediterráneo
La publicidad del memorándum francés a finales de 1929, tanto por los
canales de la prensa como por la vía diplomática, va a provocar una modifica
ción notable en el modo de percibir y analizar la reunión naval para España.
Evidentemente, la posibilidad de que en Londres el problema del Mediterráneo
pudiese ser tratado confería un carácter sustancialmente diferente a la Confe
rencia. La iniciativa francesa tendía a solventar dos problemas presentes en la
política mediterránea de Francia durante la segunda mitad de los años veinte:
por un lado, configurar un marco donde hallar una solución factible a sus inte
reses que acabase con las fricciones franco-italianas; por otro, neutralizar la
amistad hispano-italiana, que había alimentado los rumores e indicios sobre un
hipotético acuerdo político-militar.
El memorándum francés salió a la luz a finales de 1929 y de él dio cono
cimiento el ministro de Asuntos Exteriores —A. Briand— simultáneamente al
resto de las potencias participantes en la Conferencia de Londres y al embaja
dor español en París. El contenido constaba de dos partes: la primera, atendía
(13)
Ibídem.
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
a la actitud general de Francia respecto a las bases de discusión de la Confe
rencia; la segunda, planteaba los positivos efectos de la conclusión de un acuer
do de garantía mutua y de no agresión en el Mediterráneo. Era precisamente en
este último apartado donde el Gobierno francés hacía una mención específica
de España. El Gobierno francés planteaba:
«Est-il possible de réaliser entre les Puissances navales médite
rranéennes, un. accord de garantie mutuelie et de non agression
auquel seraient associées celles d’entre elles que ni serontpas repré
sentées
Londres, d ‘abord une Puissance comrne 1‘Espagne dont it
n ‘est pas besoin de rappeier 1‘importance des intéréts navais en
Méditerranée? Le Gouvernement de la République pose la question
en se déclarant favorable au principe d’un tel accord (...)» (14).
La noticia de este pacto y la directa alusión a España, según comentaba años
más tarde el agregado naval en París Fernando Navarro, debió «influir podero
samente en el ánimo» de Primo de Rivera, ya que la reacción diplomática fue
casi inmediata. En esta reacción, tendente a asegurar la presencia española ante
cualquier discusión o negociación sobre un acuerdo Mediterráneo en el contex
to de la Conferencia de Londres, podemos distinguir dos tetnpos en la activi
dad diplomática. Un primer momento, correspondiente a las gestiones inicia
das a finales de diciembre de 1929, con el fin de recabar, especialmente entre
las potencias con intereses en el Mediterráneo, la seguridad de que España no
quedaría marginada de una eventual negociación sobre una inteligencia medi
terránea. Y un segundo momento, en marzo de 1931, tras el enfriamiento de las
inquietudes españolas al evidenciarse que el Pacto Mediterráneo no sería
incluido en el calendario de la Conferencia, cuando la reactualización de la
cuestión a iniciativa francesa provocó una nueva gestión de la diplomacia espa
ñola sobre aquellas potencias, en el sentido de confirmar las seguridades obte
nidas meses antes.
El conocimiento del memorándum por los medios oficiales españoles tuvo
lugar a través de la prensa, ya que el citado documento no fue enviado a Madrid
por el embajador español en París hasta el día 27 de diciembre. En líneas gene
rales la prensa, en parte por el efecto de la censura, y en parte por la primacía
del conflicto interno dada la delicada situación de la dictadura y la poca credi
bilidad de la Monarquía, no concedió un excesivo interés, salvo en determina
das ocasiones, a las implicaciones de la Conferencia Naval de Londres para
España. Así lo confirmaba Augusto Barcia desde las páginas de La Libertad
del 21 de diciembre de 1929, donde, tras aludir a la importancia de la tensión
(14) Archives du Quai D ‘Orsay (A.Q.D.) (S). Société des Nations, V. 788. Prof ect du Pacte
Méditerranée. Memorándum. París, le 20 décembre 1929.
34
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLiCACIONES
MEDITERRÁNEAS
DE LA CONFERENCIA...
franco-italiana para el transcurso de la Conferencia, destacaba el poco interés
que despertaba en España un acontecimiento de esa envergadura (15).
El comportamiento de la diplomacia española ante la Conferencia de
Londres estuvo caracterizado por una actitud pasiva y expectante. Esta falta de
iniciativa y sustancial pasividad se explica, además de los condicionantes deri
vados de las difíciles relaciones triangulares con Londres, París y Roma, en
función de dos componentes: el primero estructural, en cuanto la diplomacia
española, lejos de basar su acción en la planificación y la prevención, se limi
taba normalmente a reaccionar ante los acontecimientos y actuar improvisada
mente; el segundo coyuntural, dado que, curiosamente por la planificación y
preparación que se estaba realizando de cara a la próxima Conferencia del
Desarme, se había desestimado cualquier gestión para participar en la Cónfe
rencia Naval de Londres. Sin embargo, no se previó que la discusión de un
acuerdo general sobre el Mediterráneo pudiese ser incluida en el calendario de
la reunión de Londres.
Los dos momentos que hemos distinguido en la actividad diplomática no••
responden a iniciativas españolas, sino a reacciones concretas ante circunstan
cias internacionales muy específicas. La primera reacción de la dictadura tras
el conocimiento de la propuesta francesa fue la rápida y sistemática transmi
sión de su posición a las potencias participantes en la Conferencia de Londres,
mediante los canales diplomáticos el 27 de diciembre de 1929, y a la opinión
pública internacional, a través de la prensa —nota oficial del 1 de enero de
1930—. El día 27 Primo de Rivera instruía a los embajadores españoles en
Londres, París y Roma para entregar un memorándum el día 30 a aquellos
gobiernos, donde se definía la actitud española ante la Conferencia tras los últi
mos acontecimientos. Primo de Rivera, reiterando la orientación pacifista en
que se inspiraba la política del gobierno y contribuyendo, «tanto por acción
coipo por omisión consciente», a asegurar la paz, reafirmaba su abstención a
participar en la Conferencia de Londres por entender que los problemas parcia
les de desarme serían luego analizados con mayor amplitud en la Sociedad de
las Naciones. Sin embargo, la alusión francesa a la conclusión de un pacto
mediterráneo y la mención de España obligaban a la dictadura a matizar su
actitud. Evidentemente, si el desarme afectaba a todos los Estados por igual y
era competencia de la Sociedad de las Naciones —afirmaba el dictador—, el
«problema del Mediterráneo concierne sólo a un grupo de países», entre los
que se encontraba España. En consecuencia, el Gobierno español:
«(...)
debe declarar que no podría menos de ver con hondo disgiis
to que en su ausencia se abordase en dicha conferencia o fuera de ella
el problema del Mediterráneo bajo ninguno de sus aspectos y espera
confiadamente que si las demás naciones directamente interesadas en
(15) La Libertad, 21 de diciembre de 1929, <La próxima Conferencia de Londres. Política
naval», por A. BARCIA.
Año 1995
J. L. NEJIA HERNÁNDEZ
ese problema concreto desean plantearlo, no lo harán sin contar desde
el primer momento y en primer plano con el concurso del Gobierno
español» (16).
El objetivo inmediato se desprende del mismo texto. Éste no era otro que la
obtención de una garantía por parte de aquellas potencias para que se contase
con España, como miembro de pleno derecho, en cualquier negociación relati
va al problema del Mediterráneo que se produjese en el contexto de la Confe
rencia. Una omisión de España en un arreglo general en el Mediterráneo, un
área vital para la seguridad y la política exterior española, hubiera sido un
descalabro para el prestigio internacional de la dictadura.
España se limitaba, pues, a ir a remolque de los acontecimientos e improvi
sar una estrategia de actuación para evitar su marginación de los designios de
la política mediterránea, pendientes del rumbo de las relaciones entre Londres,
París y Roma. La postura de Primo de Rivera, afirma G. Palomares, refleja la
necesidad de mantener a España al margen de la Conferencia y de conseguir el
apoyo de los «países amigos» para que la cuestión mediterránea no fuera trata
da en Londres (17). En nuestra opinión, lo que es incuestionable es: en primer
lugar, que Primo de Rivera no varió su actitud respecto a la Conferencia mien
trás no se tratase el problema del Mediterráneo; en segundo lugar, que en caso
de plantearse en el marco de aquélla, era necesario lograr un compromiso de
las potencias para que no se marginase a España de las negociaciones, y en
tercer lugar, que en consonancia con esa actitud de pasividad y expectación de
la diplomacia española, ésta nunca adoptó una actitud positiva en el sentido de
presionar y estimular la inclusión de la cuestión mediterránea en el orden del
día de la Conferencia.
De acuerdo con las instrucciones de Madrid, el memorándum español fue
entregado el día 30 a los gobiernos británico, francés e italiano (18). La
respuesta de las tres potencias al requerimiento español fue satisfactoria, en el
sentido de que España obtuvo un compromiso formal para no quedar relegada
y participar como miembro de primera fila en caso de emprenderse conversa
ciones sobre el Mediterráneo en Londres. Las respuestas, asimismo, sirvieron
para definir y evaluar el estado de ánimo. de aquellos gobiernos ante esa even
tualidad.
La primera..potencia en contestar fue Francia, cuya respuesta, evidentemen-.
te, estaba ya explícitamente manifiesta en el memorándum enviado a las poten
cias participantes en la Conferencia y a España. Quiñones de León, en una
entrevista con el ministro de Asuntos Exteriores francés hizo entrega del
memorándum español. Briand reiteró su respaldo al concurso de España en
(16) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. T. Presidente del Consejo de Ministros a embajador de
España en Londres (n. 182), embajador de España en París (n. 479) y embajador de España en
Roma (n. 110). Madrid, 27 de diciembre de 1929. (El subrayado es nuestro).
(17) Vid. PALOMARES, G.: Op.cit., p. 145.
(18) Vid. MINARDI, S.: Italia e Francia alZa Conferenza navale di Londra del 1930. Roma,
Salvatore Sciascia Editore, 1989, pp. 125-127.
36
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA...
caso de que el Pacto Mediterráneo fuese objeto de negociación en Londres. Sin
embargo, le comunicó a Quiñones que aún no había recibido contestación algu
na de las potencias convocadas en Londres (19). La respuesta francesa al
memorándum español fue entregada fmalmente a Quiñones de León el 11 de
enero de 1930. La contestación no presentaba ningún cambio respecto a las
opiniones vertidas por los medios diplomáticos en los días previos, confirman
do la garantía de que «si des négociations en vue de la conclusión d ‘un tel
pacte devaient s ‘ouvrir, la participation de 1‘Espagne y serait indispensable,
et c ‘est dans ce sens que 1‘action de la Délegation française ne manquera pas
de s ‘exercer a Londres» (20).
La dictadura había agradecido a los medios políticos y diplomáticos fran
ceses su proposición, pero recelaba del excesivo protagonismo francés, motivo
que indujo a reafirmar el interés de España por participar en un posible acuer
do mediterráneo, pero siempre en igualdad de condiciones y de derechos que
el resto de las partes.
La respuesta y la actitud británica al memorándum español no podía ser
sino otra acorde a la desconfiaaza con que en Londres se recibió el memorán
dum francés. A diferencia de la reacción de Briand cuando Quiñones le entre
gó el mensaje de Primo de Rivera, el subsecretario permanente del Foreign
Office —sir Robert Vansittart— no hizo comentario alguno, prometiendo a
Merry del Val someter el documento al ministro —sir A. Henderson— (21).
De acuerdo con las instrucciones de Primo de Rivera, transmitió el interés
español de figurar como «factor de primera línea» en cualquier discusión en
tomo a un acuerdo mediterráneo. Interesaba, pues, obtener la garantía británi
ca ante tal eventualidad. Con el memorándum entregado al Foreign Office se
intentó precisar los antecedentes y circunstancias de la gestión española, con el
ánimo de desvanecer- la -desconfianza quehabía mostrado sir R. Vansittart,.
temeroso de que hubiera podido relacionarse dicha gestión con acuerdos
previos con alguna otra potencia. Primo de Rivera, en una carta dirigida a
Merry del Val el 4 de enero, coincidía con este último enque:
«(...)
cuanto afecte al Mediterráneo nos afecta aun tratándose de
limitar y no de aumentar los armamentos navales, pues los efectos de
esos acuerdos no dejarían de modificar la situación en dicha región y
España necesita participar en ellos, aunque la modestia de nuestras
actuales fuerzas navales, incluso partiendo de la base de la ejecución
de los planes acordados, por mucho que quieran o aparenten atribuir
les importancia esos periódicos, nos deja muy por bajo del límite
(19) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. Correspondencia. Quiñones de León a Primo de Rivera.
París, 31 de diciembre de 1929.
(20) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. D. n. 33. Embajador de España a Presidente del Consejo
de Ministros. París, 12 de enero de 1930.
(21) A.M.A.E. R.- 515 exp. 18. D. n. 1.316. Embajador de España a Presidente del Conse
jo de Ministros. Londres, 31 de octubre de 1929.
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
mínimo que podríamos aceptar dentro de la salvaguardia de la segu
ridad nacional» (22).
El estudio del memorándum español y la respuesta británica al mismo se
demoraron por la ausencia de R. MacDonald y de sir A. Henderson, de
Londres. No obstante, en las cancillerías europeas —concretamente en Pa
rís—, parecían confirmarse las impresiones de Merry del Val respecto a la no
inclusión de la cuestión mediterránea en el orden del día de la Conferencia
Naval. El embajador francés en Londres —Fleriau— confirmaba que el
Foreign Office no se mostraba partidario de la admisión de España en la Confe
rencia, aunque no desestimaba su participación si se planteaba la discusión del
acuerdo Mediterráneo (23). El secretario general del Foreign Office, conmo
vido por este lenguaje, a juicio de Fleriau, expresó su deseo de tratar la cues
tión con los gobiernos francés e italiano antes de dar la respuesta al gobierno
español (24).
El escenario en este momento se desplazó a Ginebra, donde Quiñones de
León debería terciar con los delegados de las otras potencias con el fin de alla
nar el terreno para que España obtuviese los compromisos requeridos. La acti
vidad diplomática de Quiñones tuvo como protagonistas a A. Briand y A.
Henderson. Su encuentro con el primero se encaminó a obtener el compromi
so francés para invitar a España a la Conferencia, a menos que se excluyese de
antemano la cuestión mediterránea. El ministro francés se mostró dispuesto a
utilizar sus buenos oficios cerca del representante británico, ya que la invita
ción debía partir en última instancia de Londres. En su encuentro posterior con
A. Henderson, éste le comunicó que la respuesta de su gobierno obraba ya en
Madrid y que se atenía a lo allí especificado (25). El mismo día Quiñones era
puesto al corriente de una reunión entre el embajador español en Londres y R.
MacDonald, de la que se deducía que Gran Bretaña no era partidaria de incluir
el problema Mediterráneo en la futura Conferencia (26). No obstante, no se
había recibido memorándum británico alguno con la respuesta al requerimien
to español. La dilatada espera finalizó el 17 de enero cuando el gobierno britá
nico envió un memorándum a la Embajada española respondiendo en términos
similares a los que habían utilizado verbalmente los diplomáticos y políticos
británicos ante los representantes españoles (27). La causa del retraso fue
(22) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. Correspondencia. Primo de Rivera a Merry del Val.
Madrid, 4 de enero de 1930.
(23) A.Q.D. (S) Société des Nations, V. 788. T n. 7. M. l’Ambassadeur de France a M. le
Ministre des Affaires Etrangres. Londres, le 4janvier 1930.
(24) A.Q.D. (S) Société des Nations. T. n.13. M. / ‘Ambassadeur de France ¿1M. le Minis
tre des Affaires Etrangres. Londres, le 8janvier 1930.
(25) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 5. Delegado Español en la Sociedad de las Naciones
a Secretario General de Asuntos Exteriores. Ginebra, 15 de enero de 1930.
(26) A.M.A.E., exp. 34. T. n. 4. Secretario General de Asuntos Exteriores a Delegado Espa
ñol en la Sociedad de las Naciones. Madrid, 15 de enero de 1930.
(27) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. Embajador de España al Presidente del Consejo de Minis
tros. Londres, 18 de enero de 1930.
38
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE L4CONFERENCIA...
debida a la lentitud con que Italia respondió a la consulta británica acerca del
Memorándum español (28).
La actitud italiana ante el memorándum español reflejaba dos de las claves
de la política mediterránea italiana: por un lado, las reticencias derivadas de la
rivalidad franco-italiana; y por otro, la amistad hispano-italiana en función del
papel que España jugaba en la política mediterránea del «Duce». En conse
cuencia, la valoración inicial de la iniciativa francesa del Pacto Mediterráneo
en los medios italianos, según P: Brundu Olla, era la siguiente:
- ---
----
-
« Un patto mediterraneo, piú precisamente una “Locamo medite
rranea rientrava a pieno diritto nella pii articolata politica di
sicurezza inaugurata da Parigi dopo Locarno e poteva essere consi
derato come un efficace tentativo di cristalizzare la situazione nel
Mediterraneo a scapito delle aspirazione italiane» (29).
“,
Acorde al recelo despertado en Roma por la iniciativa francesa y la amistad
hispano-italiana, la respuesta inicial del ministro de Asuntos Exteriores italia
no —Grand.i— al embajador español.en Roma —Viñaza—, cuando le entregó
el memorándum español, se expresaba en los siguientes términos:
«(...)
puedo asegurar al Gobierno español que el Gobierno fascis
ta, sin la intervención de España, no acordará nada, ni esencial ni
accidentalmente que se relacione con el Mediterráneo» (30).
Las palabras de Grandi, en nombre del Gobierno italiano, ofreciendo el
compromiso que solicitaba el Gobierno español para no quedar marginados
de la esfera de actividad de las potencias con intereses en el Mediterráneo,
fueron corroboradas por Mussolini en los primeros días del nuevo año (31).
La valoración reticente por el Gobierno italiano de la propuesta francesa y el
conocimiento de la actitud británica de oposición a tratar la cuéstión medite
rránea y la posición española, interesada en no quedar marginada de un posi
ble acuerdo, pero no entusiasta en la conclusión del mismo, indujeron a Grandi —subraya G. Palomares— a instruir al embajador italiano en Londres para
que comunicara a ese gobierno la oposición italiana a incluir dicho tema en la
Conferencia sugiriendo, simultáneamente, una conferencia separada y especial
entre las potencias con intereses en el Mediterráneo (32).
(28) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 31. Embajador de España al Secretario General de
Asuntos Exteriores. París, 25 de enero de 1930.
(29) BRUNDU OLLA, P.: L ‘équilibre d(fficile. Gran Bretagna, italia e Francia nel Medite
rraneo (1930-1937). Milano, Dott. A. Giuffre Editore, 1980, p. 5.
(30) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n.° 132. Embajador de España al Secretario General de
Asuntos Exteriores. Roma, 30 de diciembre de 1929.
(31) A.M.A.E. R. - 414 exp. 29. Correspondencia. Viñaza a Primo de Rivera. Roma, 4 de
enero de 1930.
(32) Vid. PALOMARES, G.: Op. cit., p. 146. Y también, A.M.A.E. R-515 exp. 18. T. n. 16.
Embajador de España al Secretario General de Asuntos Exteriores. Londres, 14 de enero de 1930.
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
Roma, que se retrasó en comunicar su impresión a Londres sobre el memo
rándum español, fue también la última en dar una respuesta por escrito a la
demanda española, la’cual fue enviada por el embajador español —Viñaza—
el día 25 de enero (33).
Pocos días después de la inauguración de la Conferencia, el 28 de enero
dimite Primo de Rivera y, con él, finaliza un período que había configurado la
historia de España en los años veinte. Iniciada la Conferencia de Londres y
logrados los compromisos tan anhelados en Londres, París y Roma, cabe
preguntarse si el nuevo Gobierno, en manos del general Berenguer, iba a impri
mir algún cambio en la política exterior y naval española, y si en algo iba a
cambiar la valoración de España respecto al Pacto Mediterráneo. En principio,
el hombre sobre el que el Rey había depositado su confianza —el general
Dámaso Berenguer— se convirtió, utilizando la expresión de Shiomo BenAmi, «en defensor de una monarquía precaria». La composición del Gobierno
mostraba una comprensión de la «normalización» como un paso hacia atrás a
la normalidad monárquica de antaño (34). En el caso de la política exterior, se
restableció la estructura tradicional del Ministerio de Asuntos Exteriores y se
produjo una cierta desmonopolización en la conducción de la política exterior,
tras el férreo control a que la sometió Primo de Rivera. Tras un breve período
de tiempo en que Berenguer, desde el 30 de enero, asumió las labores del titu
lar de la cartera, el 22 de febrero el Duque de Alba fue nombrado ministro de
Estado. En relación con el Ministerio de Marina, Carvia, al que ya hemos
aludido en repetidas ocasiones, emprendió una importante labor de racionali
zación en la gestión y planificación de la política naval.
La actitud oficial ante el Pacto Mediterráneo no va a experimentar cambio
alguno y, de hecho, cuando el tema vuelva a convertirse en un punto caliente,
semanas después, la diplomacia española se movilizará en idéntico sentido de
como lo hizo durante los últimos meses de la dictadura. Dicho de otro modo,
la garantía de las potencias para que España no quedase marginada en las nego
ciaciones sobre un Pacto Mediterráneo nuevamente se convertiría en el objeti
vo inmediato de la diplomacia española.
La cuestión del Pacto Mediterráneo no había sido objeto de discusión en la
Conferencia de Londres, luego la diplomacia española, acorde con la actitud
enunciada a las cinco potencias firmantes, permaneció al margen de cualquier
iniciativa para intervenir en la misma. Sin embargo, comentarios en torno al
desinterés del Gobierno y la prensa españoles y, principalmente, los rumores y
comentarios surgidos en medios diplomáticos y de prensa europeos sobre un
posible planteamiento del problema del Mediterráneo, volvieron a poner en
estado de alerta al personal del palacio de Santa Cruz.
El tema volvió a cobrar actualidad cuando la agencia Hayas reprodujo una
conversación entre Briand y Grandi publicada por el Daily Telegraph, en la
(33) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n. 4. Embajador de España al Secretario General de
Asuntos Exteriores. Roma, 27 de enero de 1930.
(34) BEN-AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de una tran
sición. Madrid, Alianza Universidad, 1990, pp. 46-47.
40
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA...
que se hizo referencia al Convenio del Mediterráneo (35). Esta sucesión de
acontecimientos y noticias que pusieron nuevamente de actualidad el problema
del Mediterráneo, en relación con la Conferencia de Londres, culminaron en el
discurso de A. Briand en el Senado el 25 de marzo sobre el presupuesto de su
departamento y la actitud de Francia durante la Conferencia de Londres. Al
precisar la posición francesa, lo hizo basándose en el memorándum francés del
20 de diciembre de 1929, con las consecuencias que para España implicaba por
su alusión a la concertación de un Pacto Mediterráneo. Francia había presenta
do como condición indispensable para examinar posibles reducciones en su
flota de guerra que a cambio se estableciesen garantías de seguridad —un pacto
de consulta previa— (36).
Estas especulaciones acabaron por suscitar nuevamente la cuestión medite
rránea en la Cámara de los Comunes, donde MacDonald, días antes de la inter
vención de Briand en el Senado, tuvo que salir al paso respondiendo a uno de
los miembros de la Cámara que el problema del Mediterráneo no había sido
objeto de discusión en la Conferencia Naval (37). Sin embargo, en algunos
medios políticos y en la prensa, como aseguraba Merry del Val al ministro de
Estado, no se desestimaba que Gran Bretaña, a pesar de su actitud de no iricre
mentar sus responsabilidades en el continente, pudiese acceder a participar en
un acuerdo de consultas previas entre las potencias con intereses en el Medite
rráneo. El embajador español en Londres opinaba que sería conveniente que el
Gobierno español, a menos quehubiese modificado.su postura respecto al ante
rior, enviase una carta confidencial al secretario del Foreign Office para recor
dar la actitud española y asegurar la garantía confirmada por ese gobierno en
enero (38).
En virtud de las informaciones y consejos suministrados por Quiñones de
León y Merry del Val, el ministro de Estado decidió cursar el 29 de marzo las
instrucciones oportunas para que los Gobiernos británico, francés e italiano
(39) reiterasen las seguridades dadas en enero, e informar, como ya se hizo
anteriormente, de esa nueva gestión a Washington y Tokio (40). En el texto de
la nota oficial, recordando los términos del memorándum español del 30 de
diciembre y las seguridades dadas por aquellos gobiernos, el argumento esgri
(35) A.M.A.E. R. -515 exp. 37. Correspondencia. Quiñones de León a Emilio de Palacios.
París, 12 de marzo de 1930.
(36) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. D. n. 316. Embajador de España al ministro de Estado.
París, 27 de marzo de 1930.
(37) A.G.A.(A.E.). Caja 7.172. T. o. 103. Embajador de España al ministro de Estado.
Londres, 21 de marzo de 1930.
(38) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. n. 111. Embajador de España al ministro de Estado.
Londres, 28 de marzo de 1930.
(39) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. o. 38. Ministro de Estado al embajador de España en
Londres. Madrid, 29 de marzo de 1930; A.Q.D. (S) Société des Nations, y. 788. Lettre. Direc
teur des Affaires Politiques et Comerciales ñ Fuques-Duparc —Service Français de la Société
des Nations—. París, le 31 mars 1930; y A.M.A.E. R. -515 exp. 37. T. n. 16. Ministro de Esta
do al embajador de España en Roma. Madrid, 29 de marzo de 1930.
(40) A.M.A.E. R. - 515 exp. 38. T. Ministro de Estado a los embajadores de España en
Washington (n. 26) y Tokio (n. 4). Madrid, 29 de marzo de 1930.
Año 1995
J. L. NEILA HERNÁNDEZ
mido por el Gobierno consistía en que los trabajos de la Conferencia de
Londres parecían encaminarse hacia soluciones que afectarían indudablemen
te a la cuestión del Mediterráneo. Se reconocía que no se había recibido ningu
na comunicación autorizada en ese sentido, pero existían rumores que hacían
aconsejable este nuevo paso.
Las dudas quedaron despejadas en un breve espacio de tiempo. El espejis
mo que en torno a la viabilidad del Pacto Mediterráneo se había producido en
la prensa, fruto del estado de estancamiento en que había entrado la Conferen
cia de Londres por las irreconciliables posiciones de Francia e Italia, se disipó
a medida que prosperaban los contactos diplomáticos. La actitud de las poten
cias no evidenció cambio alguno respecto al compromiso adquirido con
Madrid en enero y-asus respectivas posiciones ante elPacto Mediterráneo. La
primera respuesta se produjo en París el 31 de marzo; en la nota francesa se
aclaraba que en Londres se estaba discutiendo únicamente sobre el problema
general de la seguridad y sus relaciones con el desarme. Hecha esta matización,
el Gobierno francés se remitía íntegramente a su respuesta del 11 de enero (41).
La respuesta británica a la nota española volvía a reincidir en que nada se había
tratado de la cuestión del Mediterráneo en la Conferencia y reiteraba el
compromiso de contar con todas las potencias mediterráneas en caso de ser
tratada (42). Italia, que no varió su respuesta al memorándum español, no había
ocultado su rechazo a las conversaciones franco-británicas sobre seguridad, a
pesar de que ahora se pretendía que participase en ellas. La impaciencia en la
delegación italiana en Londres aumentaba ante la situación de bloqueo en que
se encontraba. Desde luego, Italia no estaba dispuesta a renunciar a la paridad
naval con Francia y, de hecho, el jefe de la delegación había afirmado en priva
do que sólo permanecía en Londres por deferencia personal con el gobierno
británico (43). La Conferencia Naval terminó el 22 de abril sin dilucidar una
solución clara a la rivalidad franco-italiana, ya que ninguna de ellas cedió para
lograr un acuerdo en materia naval. El Tratado sólo fue firmado íntegramente
por los EE.UU., Gran Bretaña y Japón. Francia e Italia no firmaron la tercera
parte, que limitaba la flota por categorías de navíos, precisamente la cuestión
más delicada y conflictiva. El Tratado, cuya validez se prolongaba hasta una
futura Conferencia que debería celebrarse en 1935, dejaba la puerta abierta a
un futuro acuerdo entre París y Roma que les permitiese adherirse a la tercera
parte.
En España este clima de tensión fue una fuente constante de preocupación,
por el papel desestabilizador que la rivalidad franco-italiana suponía para el
Mediterráneo Occidental. Cuestiones como los rumores de un acuerdo naval
secreto entre España e Italia fueron objeto habitual de atención en medios
(41) A.Q.D. (S) Société des Nations, V. 788. Note. M. le Ministre des Affaires Étrangres
¿1M. l’Ambassadeur Espagnol. París, le 31 mars 1930.
(42) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. D. n. 351. Embajador de España al ministro de Estado.
Londres, 5 de abril de 1930.
(43) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. n. 118. Embajador de España al ministro de Estado.
Londres, 5 de abril de 1930.
42
48
ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA...
diplomáticos y políticos franceses. Asimismo, la preocupación de España por
no quedar al margen de cualquier acuerdo general sobre el Mediterráno sería
una constante en la diplomacia española de los años posteriores.
*
*
*
En una panorámica global la incidencia del Pacto Mediterráneo, en el
contexto de la Conferencia Naval de Londres, sobre la política exterior y naval
de España, nos lleva a destacar, en primer término, que el Pacto en esta ocasión
inserto en la dinámica de las conferencias navales, fue un fiel reflejo y una
proyección de los mecanismos de la seguridad colectiva, en boga tras el orden
internacional postbélico, sobre un área determinada y de vital interés para
España.
A continuación y como derivación de la anterior, la valoración española del
Pacto Mediterráneo —como hipotético instrumento de trabajo en la Conferen
cia—, iba más allá de los argumentos y razonamientos exclusivamente nava
les. En efecto, el Mediterráneo, que se había convertido en el eje principal de
la política exterior de la Monarquía y, por supuesto, de la dictadura de Primo
de Rivera, era el punto de convergencia para la política exterior y de defensa y
un área geopolítica de cuyo equilibrio regional dependía, en gran medida, la
posición internacional de España.
En tercer lugar, la posición de España en el equilibrio de poderes en el
Mediterráneo dependería, en el período de entreguerras, del estado de las rela
ciones triangulares con Londres, París y Roma, así como de la eficacia del
sistema internacional instaurado tras la Guerra del Catorce y la actitud de aque
llas potencias dentro del mismo.
Y finalmente, en relación con este juego de flujos internacionales y en la
prioridad de intereses de España en el Mediterráneo de la postguerra mundial,
por encima de las expectativas a corto plazo que alimentaron las relaciones de
España con Gran Bretaña, Francia e Italia, la percepción de peligro y de
amenaza a la neutralidad en el devenir de la rivalidad franco-italiana presidió,
a nuestro juicio, la actitud final de España. Una España obsesionada por no
quedar al margen de cualquier acuerdo mediterráneo que pudiese neutralizar
los factores de desestabilización en ese área vital para su seguridad.
Año 1995
ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE
HERAZO Y AYESTA: DOS PERUANOS
EN LA ANTÁRTIDA (1)
Jorge ORTIZSOTELO
Capitán de Fragata
Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú
El naufragio del navío de guerra español San Telmo, ocurrido en septiem
bre de 1819, aparentemente en alguna parte de las islas Shetland, ha pasado a
constituir un antecedente valioso de la presencia iberoamericana en la Antárti
da, puesto que habría sido la primera nave en arribar a ese continente. Si bien
las circunstancias en que lo hizo no fueron las deseables, pues el daño del
casco, así como la pérdida de su timón y de parte de la arboladura no podía
terminar en otra cosa que en su naufragio, lo cierto es que existen indicios razo
nables para creer que al menos parte de la tripulación sobrevivió al accidente.
Esto, claro está, hasta que el clima acabó con ellos, sea en el mismo lugar del
naufragio o al intentar alcanzar tierra firme en alguna embarcación menor. Lo
cierto es que, aquel septiembre de 1819, entre los 644 hombres que iban a
bordo, había al menos dos péruanos: el brigadier Rosendo Porlier y el teniente
de navío Pascual de Herazo y Ayesta.
¿Quiénes fueron estos marinos, cuya trágica desaparición vincula directa
mente al Perú con el continente blanco? Lamentablemente, como en el caso de
Bodega y Quadra, de Domingo Ucho Inca, de Agustín Mendoza y Arguedas, o
de algunos otros marinos peruanos coloniales, debemos confesar que Porlier y
Herazo de Ayesta son dos ilustres desconocidos entre sus compatriotas. Esa es
la razón por la cual escogí este tema para la presente reunión, pues creo que la
deuda que a su memoria tenemos los peruanos debe ser amortizada con esfuer
zos de este género o como el llevado a cabo por la Marina de Guerra del Perú,
a principios de este año, cuando develó una placa en homenaje a Rosendo
Porlier en las proximidades de nuestra base antártica Machu Picchu. Es igual
mente oportuno señalar que en aquella oportunidad también fue colocada una
placa en homenaje a otro hito en la historia antártica, con el cual el Perú se
encuentra profundamente vinculado. Me refiero al viaje que llevara a cabo la
Armada del Mar del Sur en 1603, al mando del general Gabriel de Castilla,
alcanzando los 64° de latitud sur, viaje sobre el cual tratamos en la 1 Reunión
de Historia Antártica Iberoamericana, a finales de 1992 (2).
Rosendo Porlier nació en Lima el 1 de marzo de 1771, siendo bautizado en
(1) Ponencia presentada a la II Reunión de Historia Antártica Iberoamericana, realizada en
Lima, del 20 al 22 de julio de 1994.
(2)
ORTIzSoTELO, Jorge:<Gabriel de Castilla y la Expedición de 1603», en Revista de
Marina, enero-febrero 1994, pp. 14-27.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
la parroquia de Santa Ana el 21 de mayo de ese año (3). Sus padres fueron
Antonio Aniceto de Porlier y Sopranis (4) y María Josefa de Asteguieta e Irri
barren (5). El padre, de ascendencia francesa, había arribado a América en
1758, vía Buenos Aires, para servir como fiscal protector de indios de la Real
Audiencia de La Plata, cargo en el cual contrajo matrimonio en Mojo, Tupiza,
el 30 de julio de 1765 (6), naciendo poco después sus dos primeros hijos: José,
fallecido a tierna edad, y Esteban (7). Hacia 1770, don Antonio Porlier fue
nombrado fiscal en lo civil de la Audiencia de Lima, asentándose así en la capi
tal del virreinato peruano donde además de Rosendo nacieron Antonio Domin
go y Juana María (8). En 1774, don Antonio fue designado fiscal del Supremo
Consejo de Indias, razón por la cual la familia partió para España a principios
del siguiente año, haciéndolo a bordo del navío de registro Buen Consejo o del
San Fermín (9).
A los quince años de edad, el 28 de enero de 1786, Rosendo Porlier ingre
só en la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz, iniciando así su carrera
naval. Ese mismo año fue embarcado y tomó parte en la campaña de Nápoles,
sirviendo luego en la división que al mando de José Mazarredo se dirigió a
Argel para negociar un tratado de paz y amistad, firmado en junio de ese año,
(3) Poa.uER Y JARAVA, A. de: «Bicentenario del brigadier de la Real Armada D. Rosendo
Porlier», en Revista General de Marina, tomo 182, noviembre 1971, pp. 543-556; «El apellido
Lasquetty y su vinculación a la marina», en Revista General de Marina, tomo 183, diciembre
1972, p. 573; PAULA PAVÍA, Francisco de: Galería Biográfica de los Generales de Marina, jefes
y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868. Madrid,
Imprenta de F. García, calle Mayor 119, 3 tomos, 1873 y un apéndice 1874.
(4) Nacido en La Laguna, islas Canarias, en 1722, estudió Letras en Alcalá de Henares,
Salamanca y Madrid. Era caballero de la orden de Carlos III, prestando servicios durante varios
años en América y luego como consejero de Estado y secretario del Despacho Universal de
Gracia y Justicia de Indias, cargo en el cual fue hecho primer Marqués de Bajamar, en 1791
[LOHMAN VILLaNA, Guillermo: Los americanos en las órdenes nobiliarias (1529-1900), Madrid
1967, 1, pp. 332-333. Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Lima, H-3, libro 900,
p. 199, Real Orden del 24-3-1791]. Sus padres eran el capitán de Caballería Esteban Porlier y
Durath, natural de París, caballero de San Lázaro y cónsul general de Francia en las islas Cana
rias y Rita de la Luz Dutari Soprams, natural de La Laguna.
(5) Nacida en Salta, Tucumán, en 1745, sus padres fueron Juan Manuel de Asteguieta y
Cortazar, natural de Lezarde, Alava, gobernador de Salta, y doña Josefa Sebastiana de Iribarren,
nacida en San Andrés de Pica, en Tarapacá [AGN, N-3, escribano Andrés de Sandoval, proto
colo 960, ff. 57v-58v, f. 66].
(6) ibídem.
(7) Segundo Marqués de Bajamar, y miembro de las órdenes de Santiago) San Hermene
gildo y San Fernando, Esteban Porlier llegó a ser mariscal de campo [Archivo Alvaro de Bazán
(AAB en adelante), Cuerpo General, Rosendo Porlier. Esteban Porlier a la Reina, Borox 23-111832. PoltuER Y JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...», p. 544].
(8) Antonio Domingo nació en 1772. En 1789, cuando presentó expediente para la Orden
de Carlos III, era oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justi
cia de Indias, domiciliado en Madrid [Lohman II, p. 402]. Al morir solteros sus hermanos mayo
res, se convirtió en el tercer Marqués de Bajamar. Juana nació en 1774 y falleció sin descen
dencia [P0mJER Y JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...>‘, p. 544].
(9) AGN, N-3, escribano Andrés de Sandoval, protocolo 960, ff. 57v-58v, f. 66. Testamento
de los padres, Lima, 31-1-1775.
46
48
ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA: DOS PERUANOS...
que puso fin a varios siglos de piratería en esa zona del Mediterráneo. Poste
riormente fue embarcado en la fragata Nuestra Señora de la Soledad, en la que
pasó a Constantinopla y Cartagena formando parte de las escuadras del
Marqués del Socorro Francisco Xavier Morales y de Federico Gravina. La rela
ción con este último oficial sería muy cercana en los años siguientes, por lo que
creemos que Porlier tomó parte en el viaje que a fines de 1787 llevó a cabo la
fragata Rosa, al mando de Gravina, con el objeto de retornar a Constantinopla
al Acmet Vasif Efendi, enviado del Sultán turco, pues en dicho viaje se embar
có a «oficiales jóvenes y aprovechados» (10).
Hacia 1790, encontramos al alférez de fragata Porlier en el navío San Fran
cisco de Paula, solicitando quese le conceda la merced de hábito militar que
su tío, el capitán de fragata Joseph Porlier, tenía otorgada en 1762, cuando
falleció al mando de la fragata Tetis en un combate contra la escuadra británi
ca que bloqueaba La Habana (11).Mientras la solicitud del joven Porlier obte
nía respuesta positiva, éste pasó a Mazalquivir, puerto de Orán, formando parte
de la división enviada en socorro de dicha plaza, sometida a ataques por parte
del Dey de Marruecos. Al mando de la división iba el brigadier Gravina,
actuando Porlier como su ayudante y tomando «parte activa en siete de los
ataques que se dieron» contra dicha plaza. Nuestro personaje habría de perma
necer en dicha zona hasta fines de 1791, en que la plaza fue evacuada en
cumplimiento de la convención suscrita entre el Rey de España y el Dey de
Argel (12).
La guerra contra la Francia revolucionaria debió encontrar a nuestro perso
najeirviendo con Gravina, por lo que suponemos que asistió a la campaña de
Tolón, en 1793, ya como teniente de fragata. Lo cierto es que en julio del
siguiente año debió desembarcar en Barcelona del bergantín San León, por
encontrarse enfermo. Ese mismo mes fue destinado nuevamente a las órdenes
del teniente general Gravina, quien entonces se encontraba participando en la
defensa de Rosas, sitiada por las fuerzas francesas (13). En dicha accióri, que
duró dos largos meses del invierno de 1794 a 1795, Porlier sirvió en las fuer
zas sutiles, y en esa condición participó en el reembarco de la tropa del casti
lb de la Trinidad, última defensa de la ciudad, llevado a cabo el 2 de febrero
(14). Durante la campaña fue ascendido a teniente de navío, y con motivo de la
evacuación de Rosas fue nuevamente promovido a capitán de fragata gradua
do (15).
Desde esta fecha hasta marzo de 1797, Porlier sirvió a bordo de otros
(10) FERNÁNDEZ
DURO,Cesáreo: Armada española desde la unión de los reinos de Casti
lla y Aragón. Madrid, 1973, VII, p. 359.
(11) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier. Luis de Córdova a Antonio Valdés, Isla de
León, 30-11-1790.
(12) FERNÁNDEZ
DURO,op. cit., VIII, pp. 28-29.
(13) AAB, Cuerpo General, RosendoPorlier,. BaltazarCastañola aAntonio Valdés, Barce- lona, 16-7-1794.
(14) FERNÁNDEZ
DURO, op. cit., VIII, p. 48.
(15) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, hoja de servicios.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
buques, asistió a varias campañas de corso y cumplió con otras obligaciones
que la profesión naval exigía. En esta última fecha fue embarcado en el navío
Príncipe de Asturias como ayudante de Gravina, quien a su vez era segundo
jefe de la escuadra de José Mazarredo. Para entonces España se encontraba
nuevamente en guerra con Inglaterra, habiendo sido establecido el bloqueo de
Cádiz por el almirante británico John Jervis. En dicha condición participó en la
salida que la escuadra efectuó en la noche del 6 de febrero de 1798 para
ahuyentar a los buques bloqueadores, permaneciendo una semana en la mar
antes de retornar a la bahía gaditana. En abril de 1799 una escuadra francesa,
compuesta por 25 buques de línea, al mando del almirante Bruix, logró esca
par de Brest con rumbo al Mediterráneo, donde debían restablecer la presencia
naval gala tras el terrible desastre que había significado el combate del Nilo. Al
presentarse frente a Cádiz el 4 de mayo, Bruix atacó a los 15 buques con los
que lord Keith bloqueaba dicho puerto, forzando su paso a través del estrecho
de Gibraltar hacia Tolón. Pocos días después, la escuadra británica de lord St.
Vincent, reunida con la de Keith, se lanzaron en persecución de los buques
franceses, dejando momentáneamente el bloqueo de Cádiz, ocasión que fue
inmediatamente aprovechada por Mazarredo para zarpar hacia el Mediterráneo
con 16 velas, entre las cuales se hallaba el buque de Porlier. Lamentablemen
te, la flota española fue sorprendida por un fuerte temporal, que le obligó a
buscar refugio en Cartagena, donde se le unió la escuadra de Bruix (16). A
fines de julio ambas escuadras, fuertes en 40 naves, dejaron Cartagena con
dirección a Brest adonde arribaron el 13 de agosto de 1799, perseguidas por los
31 buques de lord Keith (17). En este puerto los buques españoles permanece
rían poco menos que secuestrados por largos meses, lapso en el cual Porlier fue
transbordado al Neptuno, donde Gravina izó su insignia.
En diciembre de 1801, Gravina zarpó al mando de una división de obser
vación compuesta por cinco navíos, una fragata y un bergantín, acompañando
a la escuadra francesa del almirante Louis Thomas Villaret-Joyeuve, formada
por 54 naves de guerra y numerosos transportes con más de diez mil hombres
que al mando del general Leclerc debían debelar la rebelión de Toussaint
Louverture en Santo Domingo (18). La campaña militar de Leclerc duró algu
nos meses, hasta rendir al líder negro y a sus principales seguidores, corres
pondiendo a la división española tomar parte en las operaciones que se llevaron
a cabo en Puerto Príncipe y en la zona de Guárico (19).Tras dichas operacio
nes, concluidas en mayo de 1802, Gravina y sus buques pasaron a La Habana,
retornando luego a la Península.
Una vez en Cádiz, Porlier quedó desembarcado y con licencia para pasar a,
Madrid, situación en la que permaneció hasta diciembre de 1804, cuando se le
dio el mando de una división de cuatro cañoneras estacionadas en Sevilla. En
(16)
Boston,
(17)
(18)
(19)
48
MAJw1, A. T.: The L(fe of Nelson, ihe embodi,nent of the Sea Power of Great Britain.
1918, 1, pp. 417-423.
Idem,pp.465.
FERNÁNDEZ
DURO,op. cit., VIII, p. 229.
Enciclopedia General del Mar, artículo Rosendo Porlier.
48
ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE JIERAZO Y AYESTA: DOS PERUANOS...
febrero del siguiente año fue embarcado en el Argonauta, buque insignia de la
escuadra de Federico Gravina, compuesta por seis navíos, que zarpó hacia las
Antillas el 10 de abril de 1805 en unión de los doce navíos del almirante fran
cés Conde de Villeneuve. Este último había escapado al bloqueo británico de
Tolón a fines de marzo, obedeciendo al plan de invasión de Inglaterra, que
demandaba que las fuerzas navales francesas de Tolón, Brest y Rochefort, así
como las fuerzas navales españolas existentes en Cartagena y Cádiz, se reunie
sen en el Caribe para retomar en masa y proteger el cruce de las tropas por el
canal inglés (20).
Como quiera que una reunión de fuerzas tan dispersas a una distancia tan
grande de sus respectivas bases de origen requería tiempo para llevarse a cabo,
Villeneuve decidió emplear parte de dicho tiempo en tomar la isla del Diaman
te, base británica desde donde se hostilizaba a Fort Royal, puerto principal de
la Martinica. Para ello se conformó una fuerza combinada formada por dos
navíos, una fragata y once lanchas con tropa de desembarco, constituyendo dos
divisiones, una francesa y otra española. Esta última estuvo al mando de
Porlier, llevando a cabo el asalto en la madrugada del 30 de mayo. Gravina
escribió al respecto (21):
«La bizarría, valor y conócimiento con que este oficial y los
demás que llevaba a sus órdenes se han conducido en esta acción, han
merecido los mayores elogios en una y otra escuadra, pues, no
obstante el vivo y repetido fuego de metralla y fusilería de los enemi
gos, y a pesar de las dificultades casi insuperables que presentaba la
resaca de una gruesa mar, fueron los primeros que abordaron el islo
te, desembarcaron en él con las tropas francesas que conducían, se
hicieron dueños de una batería de tres cañones de a 12, un obús de a
32 y una carronada de a 48, y se posesionaro.nde la falda del monte,
obligando a los enemigos a retirarse a sus alturas, arbolando la
bandera española, la que se mantuvo hasta la capitulación de este
importante punto.»
En cumplimiento de las órdenes de Napoleón, la escuadra combinada, fuer
te en 20 navíos, zarpó de la Martinica el 4 de junio para intentar la captura de
Barbados, otra posesión británica en el Caribe. El día 8, frente a la isla de Anti
gua, la flota combinada capturó un convoy inglés compuesto por catorce
buques mercantes, tomando conocimiento entonces de la proximidad de la
flota de Nelson, que había zarpado del Mediterráneo tras el escape francés de
Tolón (22). Ante esta situación, Villeneuve decidió retornar a Europa, siendo
igualmente seguido por los buques de Nelson, aun cuando con varios días y
grados de latitud de diferencia, pues mientras éste creía que se dirigían nueva(20) MAHAM, op. cit., II, pp. 283-284.
(21) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, el Marqués de Bajamar al Rey, Madrid 28-918 14. FERNÁNDEZDURO, op. cir., VIII, pp. 277-278.
(22) MARAM, op. cit., II, pp. 300-301. FERNÁNDEz
DURO, op. cit., VIII, p. 289.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
mente al Mediterráneo, aquel trataba de alcanzar El Ferrol. Durante el cruce, el
3 de julio, a la altura de las islas Azores, la escuadra combinada capturó a dos
corsarios ingleses y al galeón Minerva, que procedente de El Callao con más
de 400.000 pesos, había sido apresado por éstos. Ya cerca de El Ferrol, la flota
combinada sostuvo un encuentro poco decisivo el 22 de julio contra los quin
ce navíos del vicealmirante Robert Calder, que cruzaba sobre el cabo Finis
terre con órdenes de detener su paso. En dicha acción, peleada en medio de una
densa neblina, Calder sólo pudo capturar dos navíos españoles, siendo poste
riormente sometido a corte marcial por no perseguir al evasivo enemigo (23).
Tras este encuentro, la flota combinada estuvo frente a Vigo y El Ferrol, de
donde Villeneuve, contraviniendo las órdenes de Napoleón de continuar hacia
Brest, retornó a Cádiz el 20 de agosto. A fines de ese mes, Gravina y su Mayo
ría de Ordenes, en la cual seguía Porlier, izó su insignia en el navío Príncipe
de Asturias, de 118 cañones, a bordo del cual tomó parte en la batalla de cabo
Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. En dicha acción, como es conocido, este
buque se batió contra cinco navíos británicos, quedando seriamente dañado y
su jefe herido en el brazo izquierdo. Tras liberarse de este ataque por el auxi
lio oportuno de otros dos buques aliados, y habiéndose rendido Villeneuve en
el Bucentauro, Gravina tomó el mando supremo de la flota y ordenó su replie
gue a Cádiz, donde sólo once de los treinta y tres buques aliados que iniciaron
la acción encontraron refugio. A los pocos días, el 3 de noviembre de 1805,
Rosendo Porlier fue ascendido a capitán de navío como reconocimiento a su
comportamiento en el combate. Su jefe, el teniente general Federico Gravina,
moriría algún tiempo después de resultas de las heridas recibidas en la acción
(24). Cabe señalar la existencia de un par de cartas de Porlier refiriendo la
acción, una dirigida a su padre y otra al capitán de navío José Meléndez,
conservadas ambas en el archivo familiar, en España (25).
En junio de 1808, habiéndose iniciado la guerra contra Francia tras los suce
sos de Bayona y Madrid, Porlier fue nombrado comandante de la batería de
morteros situada cerca de la Casería de Osio, en la bahía de Cádiz, con la cual
contribuyó a rendir la escuadra francesa del almirante Rosilly, entre el 9 y el
14 de ese mes. Luego de ello fue enviado a Sevilla por el brigadier José Serra
no Valdenebro, en busca de instrucciones, recibiendo el mando de la fragata
Atocha, con la cual zarpó para Cartagena y Tarragona en enero de 1809. Habría
de permanecer cruzando frente a dichas costas todo ese año, llevando a cabo
diversas acciones en apoyo de las fuerzas terrestres y batiéndose en varias
ocasiones con las baterías francesas. En enero de 1810 salió hacia Cartagena y
en julio volvió a zarpar hacia Veracruz, llevando a bordo a Francisco Javier
Venegas de Saavedra, nombrado virrey de México por la Regencia.
En septiembre de ese año, algunos días después de que el virrey hubo
desembarcado y tomado posesión de su cargo, Porlier y ocho de sus oficiales
(23)
(24)
(25)
50
MAHAM, op. cit., II, p. 307. FERNÁNDEZ
DURO, op. cit., VIII, pp. 289-293.
FERNÁNDEZ DURO,op. cit., VIII, pp. 329-346.
PORLIER Y JARAvA: ‘<Bicentenariodel brigadier ...‘<, pp. 547-549.
48
ROSENDO PORLIER YPASCUAL DE HERAZO YAYESTA: DOS PERUANOS...
lo visitaron en la ciudad de México, encontrando la conmoción que se vivía por
el levantamiento del cura Miguel Hidalgo, ocurrido el 16 de ese mes. Al ver las
escasas tropas disponibles, Porlier ofreció al virrey desembarcar a la guarni
ción y marinería de su fragata y de otros buques de la Real Armada surtos en
Veracruz, por lo que bajando nuevamente a este puerto retornó a la capital con
quinientos hombres para participar en la lucha contra los patriotas mexicanos.
Destinado a socorrer al brigadier José de la Cruz, Porlier y sus hombres toma
ron parte en la batalla de Zamora, el 13 de enero de 1811, distinguiéndose por
su actuación en la misma (26). A fines de febrero fue destacado al mando de
una división desde Guadalajara, para controlar las actividades de los guerrille
ros patriotas en la Barca, Zacoalco y Zamora, venciendo el 3 de marzo a un
contingente patriota en la cuesta de Zapotián. Regresó a México con un carga
mento de plata que le había encomendado el general Callejas en Guanajuato.
En virtud de estos logros y de los poderes del virrey, Porlier fue ascendido a
brigadier en mayo de 1811, y poco después fue enviado a socorrer la asediada
ciudad de Toluca. El 21 de septiembre de ese año atacó a una partida de patrio
tas en la cuesta de Tenango, forzándolos a desalojar dicha posición. Tras perse
guir a este grupo, retornó a Toluca para defender la ciudad contra el ataque de
ésa y otras columnas de patriotas, resistiendo desde el 14 al 19 de octubre, en
que logró levantar el sitio con los refuerzos enviados desde México. El 31 de
diciembre atacó nuevamente a los patriotas en el cerro de Tenango, sostenien
do luego dos encuentros en Barranca de Tegualoya, los días 3 y 17 de enero de
1812. Se defendió en Tenancingo los días 21 al 22 de ese mes, contra un ataque
de las fuerzas de Morelos, viéndose forzado a retirarse durante la noche hacia
Toluca, donde resistió hasta que fue relevado por el coronel Castillo Busta
mante, enviado desde México (27).
Porlier retornó a la capital del virreinato, desde donde se le envió á Vera
cruz con la división del general Olazábal para que zarpara con su fragata a La
Habana. En el camino fueron atacados por las fuerzas de Morelos en el lugar
llamado Ojo de Agua, entre la Puebla de Los Angeles y la Fortaleza de San
Carlos de Pesote, y nuevamente en Jalapa. En dicha acción Porlier derrotó a los
patriotas, tomándoles la artillería y causándoles gran mortandad (28). Prosi
guiendo en su ruta hacia Veracruz, la columna realista fue atacada nuevamen
te en el lugar denominado el Puente del Rey, viéndose obligada a replegarse y
continuar hacia su destino a través de la zona montañosa. Finalmente, Porlier
y sus hombres se reembarcaron en la Atocha, zarpando hacia La Habana, donde
entregó el mando de su buque al capitán de fragata Lorenzo Noriega, arriban
do a Cádiz en la fragata Prueba en octubre de 1815.
En junio del siguiente año, habiendo sido designado comandante de la expe
(26) Archivo Marqués de Bajamar, Corella, Legajo 4, 4•0 P0RuER Y JARAVA: «Bicentena
rio del brigadier ...‘, p. 550.
(27) Archivo Marqués de Bajamar, Corella, Legajo 4, 4.° PoiuiER Y JARAVA: «Bicentena
rio del brigadier ...», pp. 550-552.
(28)
AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, constancia de Francisco Xavier Venegas,
Madrid 27-9-1814.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
-
dición que debía partir hacia el Río de la Plata, fue convocado a Madrid para
que asistiera a la Junta Militar de Indias en la que se debía tratar sobre dicha
operación. Sin embargo, la expedición no llegó a constituirse con la rapidez que
la situación requería, al punto de que en enero de 1818 Porlier aún permanecía
en la capital española (29). Finalmente, el 19 de marzo de 1819 se le dio el
mando del navío San Telmo (30) y de la división destinada al Apostadero Naval
de El Callao, compuesta por dicho navío, el Alejandro 1(31) y la fragata Prue
ba (32). El capitán de navío Joaquín Toledo fue designado segundo jefe de la
división, con el mando directo del San Telmo. Cuatro días después se le amplia
ron dichas funciones para encomendarle también el mando del referido aposta
dero, con la salvedad de que no debía «quedarse en tierra sino salir al mar quan
do lo exija el servicio» (33). La división zarpó de Cádiz el 13 de mayo, en
conserva con la fragata mercante Mariana. Las naves estaban en mal estado y
pocos días después de zarpar se presentaron diversos problemas a bordo, obli
gando a que el Alejandro 1 retornase a Cádiz por hacer mucha agua. Ya en el
cabo de Hornos, el mal tiempo se encargó de dificultar más aún la travesía,
separando primero a la Prueba y luego a la Mariana. Esta última vio al San
Telmo por última vez el 2 de septiembre de 1819, pudiendo percatarse de que
tenía averías en el timón, tajamar y yerga mayor, que no podían ser reparadas
en ese momento debido a temporales tan duros como los que se ha-bían encon
trado en esas latitudes. Mientras que las dos fragatas lograron doblar el cabo y
arribar separadamente a El Callao, aun cuando con diversas averías, el navío de
Porlier se había alejado hacia el sur hasta que naufragó en la Antártida.
En el Perú se esperó el arribo del San Telmo por un tiempo prudencial, pero
como quiera que esto no se produjo, finalmente, el 27 de diciembre de 1821 se
le dio de baja junto con los 644 hombres que se hallaban a bordo. La distin
guida carrera de Porlier le valió ser incluido en diversas enciclopedias y diccio
narios, así como la colocación de una placa en el Panteón de Marinos Ilustres,
en San Fernando, Cádiz; y otra en la estación antártica peruana Machu Picchu.
El segundo peruano presente en el San Telmo fue el ya mencionado tenien
te de navío Juan Manuel Pasual de Herazo y Ayesta. Nacido en Lima el 26 de
junio de 1773 (34), era uno de los hijos menores de Juan Manuel Pascual de
Herazo, capitán del Batallón del Comercio y dós veces cónsul del Real Tribu
nal del Consulado, y de doña María Luisa de Ayesta Etulaín (35).
(29) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, Rosendo Porlier a José Vázquez Figueroa,
Madrid 20-12-1816. PORLIERY JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...<>, p. 553.
(30) Construido en El Ferrol, en 1788, tenía una dotación de 644 hombres.
(31) Ex-Dresde, de la armada rusa, portaba 74 cañones e iba al mando del capitán de navío
Antonio Tiscar.
(32) De 44 cañones, estaba al mando del capitán de fragata Melitón Pérez del Camino.
(33) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, Nombramiento, Palacio, 19 y 23-3-18 19.
(34) VÁLGOMAy BARÓN DE FINESTRAT, Dalmiro de la: Real Compañía de Guardiamarinas
y Colegio Naval. Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1943, p. 251.
(35) Había sido precedido en la familia por Baltazar Gregorio, Manuel Cayetano, Maria
Josepha, Rosa Teresa, Francisco Valentín, Luisa Isabel y otro hermano nacido en 1768 [AGN,
N-3, escribano José Ortiz de Zevallos, protocolo 828, f. 481 v.1
52
48
ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA; DOSPERUANOS...
En febrero de 1787, a los trece años de edad, el joven Juan Manuel fue
admitido como aventurero en la fragata Astrea, que al mando del posterior
mente célebre explorador capitán de fragata Alejandro Malaspina llevaba a
cabo un viaje por cuenta de la Compañía de Filipinas. Dicha nave zarpó de El
Callao el 1 de marzo tocando en Guam, Manila y finalmente Cádiz, adonde
arribó en junio de 1788, completando así una circumiavegación (36). En febre
ro siguiente, tras esta valiosa experiencia, nuestro personaje sentó plaza en la
Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz (37), donde cursó los estudios de
la profesión naval, obteniendo el calificativo de sobresaliente en geometría. En
julio de 1792 Herazo fue embarcado en el navío Gallardo, siendo ascendido a
alférez de fragata en enero siguiente y destinado a prestar servicio en los bata
llones de Infantería de Marina. Permaneció en dicha condición hasta abril de
1793, en que pasó a la fragata Dorotea, asignada a la escuadra de Francisco de
Borja. Dicha escuadra desalojó a los franceses de la isla de Cerdeña, pasando
luego a colaborar con los defensores de Tolón, asediados por las fuerzas revo
lucionarias. El asedio se había iniciado a finales de agosto, y pese a la decidi
da colaboración de las fuerzas españolas y británicas, la suerte de las opera
ciones en tierr iba de mal en peor. Fue así que, al producirse el ataque final
del general L’Eguillette el 17 de diciembre de 1793, que habría de concluir con
la pérdida de la ciudad, Herazo fue comisionado a socorrer el castillo de Bala
guer, al mando de 30 hombres de la guarnición de su buque (38).
En marzo de 1794, habiendo retornado a Cádiz, nuestro personaje fue
embarcado nuevamente en la fragata Astrea, que al mando de Pedro Cabrera
llegó al Callao en enero de 1795 (39). En este puerto fue transbordado prime
ro a la fragata Fama y luego al bergantín Peruano, que al mando del teniente
de navío José Pascual de Vivero zarpó el 26 de enero de 1797 para cruzar fren
te a las costas del sur chileno, en el marco de la guerra que entonces se libraba
contra Inglaterra. La misión del bergantín incluía llevar auxilios a las guarni
ciones de Juan Fernández y Valdivia, así como hacer la guerra de corso contra
las naves enemigas. Tras cumplir su labor de auxilio, el Peruano logró captu
rar dos balleneras inglesas, una llamada El Comercio y la otra El Triunfo, esta
última en Pisco el 8 de abril, remitiéndolas a El Callao para ser juzgadas (40).
En julio de 1797, ya como alférez de navío, Herazo pasó al Limeño, que al
mando del teniente de navío Felipe Martínez acababa de retornar del sur, donde
había permanecido cruzando por espacio de nueve meses. Tras llevar a cabo las
necesarias reparaciones, el 4 de octubre el referido bergantín volvió a dirigirse
(36) MANFRED!, Darío:Il viaggio attorno al mondo di Malaspina con lafregata di S.M.C.
«Astrea». 1786-1788, La Spezia, 1988.
(37) Museo Naval, Madrid (en adelante MNM), ms. 1.074, asiento 2.482.
(38) FE1nÁNtz DURO, op. cit., VIII, pp. 31-38.
(39) AAB, Expediciones a Indias, legajo 19 (1795), cuadernillo de la Astrea.
(40) Biblioteca Nacional, Lima (en adelante BNL), «Papeles de la Armada Virreinal»
(C.398), «Cuaderno de actas de la sesiones de la Junta de Marina y del Apostadero Naval del
Callao, 1794-1799», sesiones XXXIV, XXXIX, XXXIX-XLII. AAB, Expediciones a Indias,
legajo 22 (1797) 23-12-1797, Vivero a Pedro Varela, ministro de Marina, Peruano, Callao 144-1797; legajo 27 (1800) Ugarte a Cornel, Callao 31-12-1800, n.’ 115.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
a las aguas del sur chileno, donde permaneció hasta el 13 de marzo siguiente
(41). En agosto de 1798 el Limeño volvió a zarpar, esta vez a la búsqueda de
corsarios ingleses frente a la costa norte peruana, encontrándose en el río
Tumbes el 14 de septiembre (42), y pasando poco después a Guayaquil, de
donde retornó a El Callao el 4 de abril de1799 (43). Los maltratos sufridos por
el bergantín en esta nueva campaña fueron de suma consideración, quedando
evaluada su reparación en ciento trece mil pesos (44). El Limeño permaneció
en El Callao hasta enero de 1801, cuando zarpó hacia Guayaquil escoltando a
la fragata Jesús María, propiedad de Fernando del Mazo, que iba a apoyar las
labores de buceo en Santa Elena, donde en noviembre del año previo había
naufragado la fragata Santa Leocadia con el situado para Panamá (45). Tras
dejar en Panamá el nuevo situado que enviaba el virrey Avilés, el Limeño retor
nó a Guayaquil para ser recorrido (46). Estando en la boca del río Guayas, el
23 de septiembre de ese año, fue interceptado por la corbeta británica Chance,
trabándose un combate de tres horas y media, luego de las cuales Martínez se
vio obligado a rendir su nave (47).
Junto con sus demás compañeros, Pascual de Herazo fue restituido a Lima
poco después, siendo destinado primero al bergantín Peruano, al mando del
teniente de navío José Ignacio Colmenares, y luego a la Cástor, cuyo coman
dante era el teniente de fragata José de Moraleda y Montero. Para entonces ya
era teniente de fragata, pues había sido promovido en octubre de 1802 (48). A
finales de ese año zarpa en la Cástor hacia Guayaquil de donde, en unión de la
Alavesa, al mando de Antonio Quartará, se dirigen a llevar a cabo el levanta
miento de planos de las costas de Veragua, Nicaragua y Guatemala, así como
de los puertos desde Panamá hasta Sonsonate (49).
Ambos buques permanecieron en dicha zona hasta mediados de 1804, en
que debieron retomar a costas chilenas para perseguir buques contrabandistas,
en unión del bergantín Peruano, al mando del teniente de navío José Colme
nares. A principios de 1805, habiéndose declarado una nueva guerra contra
Inglaterra, los tres buques reciben órdenes de desalojar de la isla Más a Tierra,
del grupo Juan Fernández, a un grupo de norteamericanos que se había asen(41) BNL, «Papeles de la Armada Virreinal», sesiones L y LI.
(42) AAB, Expediciones a Indias, legajo 24 (1798), Martínez a Lángara, Limeño, río de
Tumbes, 14-9-1798.
(43) AAB, Expediciones a Indias, legajo 26 (1799), Martínez a Lángara, Limeño, Callao
8-4-1799.
(44) BNL, «Papeles de la Armada Virreinal», sesión LVII.
(45) AAB, Expediciones a Indias, legajo 29 (1801), Ugarte a Cornel, oficio 116, Bellavis
ta 3-1-1801.
(46) Elías, 1, pp. 383-387,435.
(47) AAB, Expediciones a Indias, legajo 29 (1801) oficio n.° 285, Lima 16-10-1801.
(48) AAB, Cuerpo General, Juan Pascual Herazo y Ayesta.
(49) MNM ms. 612. «Diario de los viajes de Moraleda del Callao a Panamá y de allí al reco
nocimiento de otros puertos en Centroamérica, en la Cástor. Contiene un dibujo de la isla Lobos
de Afuera (15), y dibujo de la isla Gorgona (127)». O’DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA, Hugo: El
viaje a Chiloé de José de Moraleda (1 787-1790). Madrid, 1990, p. 79.
54
48
ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA: bOS PERUANOS...
tado en ella, lo que llevaron a cabo sin mayores dificultades. De regreso a
Valparaíso, la Cástor capturó a la goleta norteamericana Peregrina, sospecho
sa de contrabando, pasando luego a El Callaó con catorce mercantes (50).
Durante el viaje, el buque de Herazo se separó del convoy, arribando al Callao
con nueve de las naves mercantes en agosto de 1805. En el viaje capturó a la
nave inglesa Springfield (51). A resultas de este viaje, Colmenares presentó un
detallado derrotero de las costas del sur chileno (52).
A fines de ese mismo año la corbeta donde está Herazo parte hacia Paita,
escoltando un convoy mercante y llevando víveres y material para la fragata
Astrea, que al mando del capitán de navío Pedro Esquivel se encontraba en
dicho puerto. Pasó luego a Guayaquil, donde recibe órdenes para cruzar en
compañía de la nave corsaria La Paz. Posteriormente, en unión de la Astrea, el
bergantín Flecha, la goleta Alavesa y ocho buques mercantes, la Cástor se diri
ge a El Callao, adonde arriba a mediados de 1806 (53).
Herazo pasó luego a servir nuevamente en la Astrea, y en octubre de 1807
se le dio el mando de la cañonera n.° 3 y la ayudantía del Apostadero del
Callao. Sus servicios en El Callao cesaron en febrero de 1809, cuando inició
un azaroso retorno a España, vía Boston y La Habana, arribando finalmente a
la asediada Cádiz en febrero de 1811. En dicho departamento se le dio el
mando de la cañonera n.° 13 y de un falucho, con el cual participó en el sitio
de Tarifa, entre febrero y abril de aquel año, mereciendo ser condecorado por
su comportamiento. Ascendido a teniente de navío en julio de 1811, quedó
desembarcado en septiembre de 1812, pasando como ayudante militar de la
Puebla y Coria.
En febrero de 1817 fue nombrado capitán de puerto de Valparaíso, embar
cándose para ese destino en el navío San Telmo, cuyo trágico destino ya hemos
señalado (54).
Cabe indicar que a bordo del San Telmo venía otro oficial que también
había prestado largos años de servicios en El Callao. Se trata del teniente de
navío Juan Díaz Maqueda, quien había desempeñado su cargo corno ayudante
del Cuerpo de Pilotos de este departamento, por lo menos entre 1805 y 1816.
Ésta es pues la visión general de los tripulantes del San Telmo cuya vincu
lación con el Perú es indudable. Su sacrificio, en los procelosos mares antár
(50) O’DoNNELL,op. cit., p. 79. LEGUÍA Y MARTÍNEZ,Jorge Guillermo: Historia de la
Emancipación del Perú: el Protectorado. Lima, 1972, V, p447.
(51) AAB, Expediciones a Indias, legajo 37 (1805), Vivero a Grandallana, 25-8-1805.
(52) MNM, ms. 98, ff. 48-48v, «Situación de algunos puntos de la Costa de Chile y Perú,
determinada en la Expedición Hidrográfica del bergantín Peruano y en particular por el Piloto
de Cargo». MNM ms. 117, if. 215-235, «Derrota general y parcial desde el puerto del Callao a
los comprehendidos hasta 42 grados de latitud meridional y regreso a él, con una breve descrip
ción de los puertos del reyno de Chile e islas adyacentes. Por don Ignacio Colmenares, coman
dante del Peruano».
(53) O’DoNNELL, op. cit., pp. 79-80.
(54) AAB, Cuerpo General, Juan Pascual Herazo y Ayesta.
Año 1995
J. ORTIZ SOTELO
ticos, y su posible arribo al grupo de las Shetland del Sur, marcan un impor
tante hito en la historia antártica de nuestro país, hito que aún no ha sido
plenamente reconocido pero que, a la luz de las nuevas evidencias que tanto la
historia como la arqueología están aportando, podrá constituirse en una certe
za de lo que fue la suerte de aquellos primeros hombres en llegar al continen
te blanco.
56
48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
LA MARINA EN EL SUR DE FILIPINAS (1845-1858)
Hermenegildo FRANCO CASTAÑÓN
Capitán de Fragata
Incidentes en Basilán y Joló
Francia, al igual que Inglaterra y Holanda, tuvo siempre puestas sus miras
en el sur de Filipinas, y por ello hubo frecuentes incidentes y roces con estas
potencias, siendo el más importante el que se produjo con Francia en febrero
en 1845.
En noviembre de 1844 fondeó en la rada de Zamboanga la goleta de gue
rra francesa Sabine. Su comandante, el teniente de navío Guerín, solicitó del
gobernador de Zamboanga —coronel Figueroa— gestionase la entrega de
varios tripulantes de su buque que habían sido capturados por los piratas de
Matuso, y en donde habían muerto un oficial y un marinero. Se consiguió res
catarlos, pero con la llegada de la corbeta La Victorieuse, Guerín comunicó
el bloqueo de Basilán e islas adyacentes con objeto de obtener satisfacción
por la muerte de sus hombres.
El gobernador protestó por el bloqueo, pero éste se llevó a cabo. Los fran
ceses se reforzaron con el vapor Archimede y la fragata Erigone al mando del
vicealmirante M. Cecille. Estos buques procedían de Joló, cuyo sultán había
firmado el 20 de febrero de 1845 un convenio de navegación y comercio con
el ministro plenipotenciario de Francia M. de la Grené, y había cedido por
100.000 pesos la isla de Basilán, cuya soberanía correspondía a España.
Mientras esto ocurría, salió de Manila para Zamboanga el brigadier de la
Armada Agustín Bocalán —2.° jefe del apostadero— a bordo de la fragata
Esperanza, mandada por el capitán de navío Cristóbal Mallén. En Mindanao
sostuvo una enérgica y activa correspondencia con el vicealmirante Cecille
respeto a Basilán, quedando la resolución de la soberanía de la isla a cargo de
los respectivos gobiernos.
Los buques franceses se hicieron a la mar, excepto la Sabine, que perma
neció en el canal entre Basilán y Malamawi. Bocalán se dirigió a la misma isla,
exigiendo la sumisión de los pueblos costeros, construyendo un fuerte en la
costa norte en un punto denominado Pasanján. A ello se opuso el coman
dante de la Sabine, pero por la actitud de fuerza con que se presentó el jefe
español, se retiró. El asunto, finalmente, se liquidó por anulación del
gobierno francés del convenio firmado por su plenipotenciario, regresando la
Esperanza a Zamboanga, y de allí a la entrada del Río Grande de Mindanao,
donde se consiguió del sultán la cesión del gran seno de Davaó.
En marzo arribó Bocalán, a Joló para que el sultán reconociese los dere
chos de España, no teniendo buen resultado las negociaciones y producién
dose un grave incidente cuando un grupo de gente de la Esperanza, que había
Año 1995
HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN
ARCHIPIELAGOFIUPINO
•
PUNTOSPRINClLES DE ESTACION DE
LAS FUERZAS SUTILES (1827-1899)
c.
•
de Catonduan.,
Puørto Princesa
1. CAGAYANJOLÓ
o
58
Núm. 48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
bajado a tierra para hacer la aguada, fue acometida por un numeroso grupo
de moros, repeliendo la agresióñ la marinería y muriendo en la lucha varios
joloanos y dos marineros. La Esperanza leyó tras este suceso, dirigiéndose a
Zamboanga y Manila.
Ocupación de Davaó y ataque a Balanguingui
En febrero de 1847 se llevó a cabo la expedición para la ocupación de
Davaó, que finalizó en enero de 1849. La efectuó el español José Oyanguren,
que al tener noticia de la cesión del seno por el sultán de Mindanao, solicitó
autorización para llevar a cabo su ocupación (1). Por Decreto de 27 de febrero
de 1847, se concedió a Oyanguren, por diez años, el mando del territorio que
conquistase y por seis, el privilegio de comerciar y la facultad de organizar una
compañía o tercio provincial de soldados.
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MAR DE CELEBES
A principios del año 1849 Oyanguren estaba en posesión del litoral del
seno de Davaó, había fundado la población cabecera de Nueva Vergara y,
por Decreto de 29 de enero, se declaraba este territorio provincia con el nom
bre de Nueva Guipúzcoa. En abril llegó el vapor Elcano con el comandante
general del apostadero Manuel Quesada, con cuya cooperaciÓn tomó y ocupó
(1) Natural de Guipúzcoa, fue a Filipinas en 1825 huyendo de persecuciones políticas. Se
dedicó a comerciar y a navegar por las costas de Mindanao e islas adyacentes, pasando después
a Calamianes y Manila.
Año 1995
59
HERMENEGILDO
FRANCO CASTA ÑÓN
el fuerte de Hipo, uno de los pocos puntos que se resistían a la ocupación
española.
Mientras se llevaba a cabo la conquista de Davaó, se organizó por el capi
tán general de Filipinas —general Clavería— una de las operaciones más
duras, pero también más necesarias en el sur del archipiélago, que ya su ante
cesor general Pavía había propugnado como primera solución al problema de
la piratería: «atacarla en su propio territorio». Por ello se planeó el ataque a
Balanguingui, sede principal y feudo inexpugnable, hasta entonces, de los
piratas samales, preparándose con gran discreción esta operación en los últi
mos meses del año 1848.
Las fuerzas partieron de tres puntos: Manila, Ib-Ib y Zamboanga. De
Manila lo hicieron los vapores de guerra Elcano y Reina de Castilla, en donde
embarcaron tropas del Ejército. En el Reina de Castilla arbolaba su insignia
el comandante general del apostadero José Ruiz de Apocada, embarcando
también en este buque el capitán general y su Estado Mayor. Estos buques
salieron el 6 de febrero llegando el día 10 a Dapitán (Mindanao).
De Ib-Ib lo hicieron los bergantines de transporte Constante, Guadiana
y Senejayen, el primero del comerciante local Joaquín Ortiz, que lo cedió gra
tis, yendo él a bordo al frente de algunos paisanos armados a su costa, y los
otros dos fletados por Hacienda, siendo convoyados por los bergantines de
guerra Pasig y Ligero, y una división de lanchas y falúas de fuerza sutil,
embarcando en los transportes tres compañías del Ejército. Esta fuerza salió
el 27 de enero para Dapitán, en donde los expedicionarios se ejercitaron y
maniobraron, y el 11 de febrero llegaron a este punto las fuerzas sutiles de
Zamboanga.
El día 12 salió la expedición en demanda de Balanguingui, llegando el 15
a su vista y efectuándose el 16 al amanecer el desembarco para atacar la cota
o fuerte de Balanguingui, situado en el norte de la isla (había otros tres deno
minados Sipac, Sungap y Bucotigol).
Dice el coronel de Ingenieros Bernáldez sobre Balanguingui, en su libro
Reseña histórica de la guerra al sur de Filipinas, que tomó parte en este ataque
con el grado de capitán: «un pequeño canal principal y poco profundo divide
a la isla en dos porciones y de éste parten en distintas direcciones y escasísimo
fondo un sin número de brazos, esteros y canalizos que hacen de la isla un ver
dadero laberinto. Las fortificaciones consistían en cuatro fuertes, uno al
norte y tres al sur, y todos formados de gruesos troncos de árbol enterrados y
perfectamente unidos. La artillería más baja, que era la principal, estaba en
unas casamatas rasantes y la más ligera en un segundo orden o batería al des
cubierto. El reducto de los fuertes era de planta irregular».
El ataque y desembarco comenzó con cuatro falúas, un bote del Reina de
Castilla y tres vintas de zamboangueños, al mando del teniente de navío Fer
nando Fernández, que recogieron del vapor Elcano las tropas que conducía.
Otras cuatro falúas, un bote de Elcano y cuatro vintas de zamboangueños, al
mando del teniente de navío Domingo Medina, transportaron a tierra a las
fuerzas del bergantín Guadiana. Las lanchas de los transportes y tres botes de
60
48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
los vapores, a las órdenes del alférez dé navío Claudio Montero, hicieron
igual operación con las fuerzas de los bergantines Senejayen y Constante.
Los dos vapores, los dos pailebotes de guerra y las falúas de las fuerzas
sutiles batieron el fuerte, pero sin producir daño, ya que las balas se empotra
ban en las empalizadas rellenas de arena, reforzándolas en lugar de abrir bre
cha, por lo que se tiró sobre el fuerte por elevación.
A las 8 de la mañana efectuó el desembarco la columna de ataque y el capi
tán general con su Estado Mayor, arengando a las tropas y dirigiéndolas al
asalto, suspendiéndose el fuego de artillería de los buques. Dice Bernáldez a
este respecto: «Fijadas las escalas al fuerte, a pesar del tiroteo de los moros,
y de su desesperada resistencia y furor salvaje, y cuando ya se dudaba del éxi
to, se consigue penetrar en el fuerte, luchándose cuerpo a cuerpo, campilán
contra bayoneta, escapando los defensores a ocultarse al mangle donde los
persigue la compañía de reserva, tomándose el fuerte al mediodía».
La Orden General de 17de febrero del Ejército de Filipinas es el más claro
exponente de lo que fue esta jornada y dice así: «Soldados! Las esperanzas
expresadas en la Orden General del 15 fueron enteramente cumplidas,
Balanguingui fue nuestro, no sin resistencia, no sin valor de sus defensores,
pero el vuestro fue mayor y escalando esos muros de tañto nombradía en este
archipiélago disteis prueba de lo que valéis y de lo que puede esperarse de
vosotros... ¡Honor al Ejército Filipino! y ¡Honor a la Marina! que con sus fue
gos, sus auxilios y la decisión personal de todas sus clases, preparó y ayudó al
triunfo que ha privado a los piratas de su nombrado fuerte.... Preparaos sol
dados a otro triunfo. El fuerte Sipac nos espera, y confío que con vuestro
valor tremole en él, muy pronto, la bandera de Castilla.—Narciso Clavería».
Al comandante general del apostadero comunica: «Como verá V. S. en
laadjunta copia de la Orden General de hoy, hago una honrosa mención de
la Marina de su digno mando en la función de ayer yme complazco en asegu
rar a Y. S. he quedado muy satisfecho, no sólo del acierto con que se coloca
ron las fuerzas navales, sino de la franca y decidida cooperación que vi en los
Sres. Jefes, Oficiales, Tropa y Marinería, animados de los sentimientos más
decididos para lograr la victoria, que se debió a los unánimes esfuerzos de los
que componen esta expedición».
Una vez tomado Balanguingui, la escuadra se dirigió al sur de la isla para
atacar la cota o fuerte de Sipac. El día 18, al anochecer, se efectuó el desem
barco de la columna que ataca el día 19 al amanecer, una vez que la artille
ría de los buques bate el fuerté. La lucha es desesperada, heroica por am
bas partes. Los moros, dice Montero: «se defienden como fieras», muchos,
por impedir que sus mujeres e hijas cayeran en poder de las tropas, les dan
muerte (2).
(2) Con motivo del ataque a Sipac, es curiosa la carta dirigida al sultán de Jólo por una
mora prisionera. En su narración destaca la contundente acción artillera de los barcos: «El
vapor negro descargó muchos cañonazos hasta el mediodía, y yd no hemos podido aguantar»
«Sentimos la mayor aflicción y así preferimos el sepulcro. escuchadnos sacopes del Sultán y
estad seguros que desde nuestros antepasados no se ha visto una ocurrencia semejante y tan
fatal».
Año 1995
HERMENEGILDO
FRANCO CASTAÑÓN
La orden pasada al Ejército el 20 de febrero pinta con vivos colores el com
bate del 19. Simultáneamente, y por el desconcierto de los moros, se atacó el
fuerte de Sungap que cayó el mismo día. El 25, se tomó el fuerte de Bucotigol,
regresando la escuadra a Zamboanga el 27.
El capitán general ensalza la actuación de la escuadra en su Parte de Cam
paña, rendido desde Zamboanga, y en particular, a su comandante general
el brigadier José Ruiz de Apodaca, al que considera: «muy acreedor a que
5. M. dé una prueba de su Real agrado, premiado sus dilatadosy buenos
servicios» (3).
El ataque a la isla de Balanguingui tuvo una gran resonancia y fue un éxito
completo. Su influencia se dejó sentir en las posesiones próximas, inglesas y
holandesas, hasta el punto que el gobernador de Borneo escribió al capitán
general el 25 de febrero de 1849: «a los esfuerzos enérgicos y reiterados de
V. E. se debe principalmente que la audacia de estos piratas haya disminuido
mucho. Por tanto V. E. ha adquirido derecho de reconocimiento del mundo
civilizado y de la Holanda en primer lugar». Y fue realmente así, ya que en
1847 hicieron los moros más de 450 cautivos, en 1848ninguno y en 1849tres (4).
Otras acciones de las fuerzas sútiles
El 2 de diciembre de 1848 el dato Paulina Tampán salió de Joló a la isla
de Paat, del grupo de Balanguingui, comenzando a fortificar la isla. Salió a
impedírselo la División de Isabela de Basilán, con el pailebote Pasig y cuatro
falúas, que consiguió su objetivo destruyendo sus comenzadas baterías y
embarcaciones. No obstante, el comandante general del apostadero, ante el
temor de que los moros volviesen a Balanguingui y fortificasen la isla,
‘emprendió una operación sobre el sur, con dos vapores que salieron de
Manila en febrero de 1849, a los que se unieron cinco falúas, ocho vintas y
varios lancanes en Zamboañga, desembarcando el propio comandante gene
ral José M Quesada en Sipac, el 27 de febrero, sin encontrar resistencia, diri
giéndose posteriormente a Tonquil, en donde ajustó una capitulación con el
sultán Paulina Bombali, izándose en aquella isla por primera vez la bandera
española. Estúvieron los buques en las islas de Tapis, Tantanán y Pilas, regre
sando a Manila después de visitar también el seno de Davaó.
El 29 de mayo se efectuó un ataque al río Maluso con 5 falúas de Za’in
boanga, como contrapartida al ataque que los piratas de este lugar habían lle
vado a cabo sobre Ib-Ib. En septiembre, los datos de Boal y Salamant (Joló)
atacaron el fuerte de Isabela de Basilán. El día 29 efectuaron el primer ata
que, repitiéndolo el 30, siendo rechazados por el fuego de cañón y fusilería
del fuerte y falúas.
El bergantín Ligero, al mando del teniente de navío Pedro Rivera y
Truells, salió para Joló con una queja del gobernador de Zamboanga, y las
(3)
(4)
62
Se le confiere el empleo inmediato de jefe de escuadra.
José Montero: Historia de Filipinas, tomo Hl. pág. 136. Madrid, 1894.
48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
fuerzas sutiles de Basilan atacaron pocos días después los pueblos de donde
había partido el ataque y agresión.
En noviembre de 1850 se produjo otro ataque pirata procedente de Ton
quil, reforzado con pancos de Belaun y Bocotuan, sobre la isla de Samar,
haciendo varias decenas de cautivos. Ante ello, salió de Manila el vapor Reina
de Castilla, al mando del teniente de navío Franéisco de Paula Ramos Izquier
do, a reclamar enérgicamente al sultán de Joló por estos atropellos, el cual
reconoció lo infame del ataque, pero por no disponer de fuerzas para atacar
Tonquil, dejaba la represalia en manos del capitán general. Al conocer la res
puesta, el general Urbistondo concibió el proyecto de efectuar una campaña
contra Joló, pero prefirió arreglar el asunto personalmente, dirigiéndose a
aquella isla.
Expedición y ataque a Joló
El capitán general ordenó, el 23 de noviembre de 1850, que con toda cele
ridad se preparase una expedición para atacar Tonquil. El 11 de diciembre
salieron de la bahía de Manila el vapor de guerra Reina de Castilla (coman
dante, teniente de navío Francisco de Paula Ramos Izquierdo), corbeta Villa
de Bilbao (comandante, capitán de fragata Blas García de Quesada) y ber
gantín Ligero (comandante, teniente de navío Pedro Rivera y Truelis) (5).
En el Reina de Castillaembarcaron el general Urbistondo y el comandante
general del apostadero Manuel Quesada, y en los buques restantes 500 hom
bres de Infantería y 100 artilleros.
PlEGAD
U.C*DUGANl.
PALLIAGANS
J/•’LpTAPUL
(5)
Estado General de/a Armada, 1850.
Año 1995
63
HERMENEGILDO
FRANCO CASTA ÑÓN
El día 17 llegó a Zamboanga el Reina de Castilla y el 20 los otros dos
buques. En este puerto embarcaron el gobernador José María Carlés, dos com
pañías de Infantería y 102 voluntarios zamboagueños y se unieron el vapor
Magallanes (comandante, teniente de navío Diego Medina) y seis falúas.
De Zamboanga salió la fuerza para Tonquil, encontrándose el día 24 en el
canal entre las islas Belaun y Bocotuan, efectuándose ataques sobre dichas
islas por dos columnas. La escuadra continuó a Joló, en donde dio fondo el
día 29, saludando con 21 cañonazos a la plaza. El día 30 bajaron a tierra el
capitán de Ingenieros Emilio Bernáldez y el alférez de navío Manuel Sierra,
acompañados del intérprete Alejo Alvarez, llevando un pliego para el sultán
anunciando la llegada del capitán general.
Al pisar la playa los emisarios, se arrojó sobre los dos oficiales la turba
amotinada y dice en su parte el comandante general del apostadero al respec
to: «aseguro en mi honor y conciencia que ambos parlamentarios corrieron
riesgo inminente de muerte entre aquellos bárbaros mahometanos» (6). Su
actitud enérgica les salvó la vida, teniendo que desenvainar los sables poco
antes de llegar a la sala de consejo del sultán, el cual tuvo que intervenir per
sonalmente para proteger a los dos oficiales.
Reunido el Consejo, éste no aceptó ir a parlamentar con el capitán gene
ral, por el estado de insurrección del pueblo. Los oficiales fueron sacados del
palacio y llevados a una canoa, que los condujo al bote del Reina de Castilla,
sobre el que abrieron fuego los joloanos.
Aún intentó el general Urbistondo arreglar pacíficamente el incidente,
pidiendo a través del dato Molok la entrega de los cabecillas del ataque, pero
a esta petición se negó el sultán, por lo que el Marqués de la Solana decidió
acudir a las armas, aunque su imprevisión de no llevar fuerzas suficientes, en
su creencia equivocada de que los joloanos accederían de buen grado a sus
deseos, hizo posponer el ataque y retirarse (7). La escuadra fondeaba el 1 de
enero de 1851 en Tonquil, y el día 2 se efectuó el desembarco de una columna
de 600 hombres que castigó la isla, regresando la expedición a Zamboanga.
El vapor Elcano se destacó a Manila haciendo escala en Cebú, dejando su
comandante —teniente de navío Medina— un oficio del capitán general para
el alcalde mayor en el que comunicaba «que procediera a preparar 20 baran
gayanes para atacar a Joló el 10 de febrero». Los cebuanos pusieron al frente
de sus voluntarios a fray Pascual Ibáñez, que llegó a Zamboanga el 26 de ene
ro, y de Ib-Ib se presentó el comerciante Joaquín Ortiz con el bergantín
mercante Dos Hermanas y 100 voluntarios.
Los buques participantes de la Armada eran los mismos que habían acu
dido anteriormente a Joló; solamente se había producido el relevo en el
mando de Elcano, el teniente de navío Cocco por el teniente de navío Medi
na, que lo era del Magallanes y éste a su vez sustituido por el alférez de navío
Francisco de Paula Madrazo. Las fuerzas sutiles de Visayas, al mando del
(6)
(7)
José Montero: Historia de Filipinas, tomo III, pág. 184. Madrid, 1894.
La defensa de Joló contaba con 8.000 combatientes.
Núm. 48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
capitán de fragata Fermín Sánchez, y las de Basilán a las del teniente de navío
José María Escurdiz, se reunieron con un total de 2 lanchas cañoneras y9 falúas.
Los buques mercantes de transporte participantes eran los siguientes:
Barca AmistadCapitán
Barca EurotasCapitán
Barca ManilaCapitán
Fragata UniónCapitán
Bergantín OquendoCapitán
Bergantín BilbaínoCapitán
Bergantín TiempoCapitán
Bergantín Dos HermanasCapitán
Ramón Muñoz
Manuel Ciriaco Iñigo
Elías Abogas
Mariano Pardo
Juan Guillén
Juan Villar
Jorge Aguirre
Federico Chalband (8)
Listas las fuerzas de la expedición, salieron los buques el 19 de febrero
para Joló, soportando en la travesía mal tiempo que produjo algunas averías.
El percance más serio lo tuvo la Villa de Bilbao, que varó el día 20 sobre un
bajo desconocido. Se logró ponerla a flote transbordando la gente, y repa
rarla más tarde en un fondeadero próximo.
Dice el comandante general del apostadero Manuel Quesada en el Diario
de las Operaciones efectuadas por las Fuerzas Navales del Apostadero de
Filipinas, fechado en Zamboanga el 7 de marzo de 1851,lo siguiente: «puede
decirse que el salvamento de la Bilbao, la Amistad, el Oquendo y el Bilbaíno
que ya tocaba en los arrecifes, se debe a la presencia del vapor Elcano y al
noble carácter de su comandante, a su precoz inteligencia, a su bizarría nave
gando sobre un escollo imposible de medir en sus diferentes prominencias, en
medio de una corriente furiosa a toda fuerza de máquina».
En la noche del 26 de febrero llegó la expedición a la rada de Joló, donde
el general Urbistondo comunicó las órdenes oportunas para efectuar el
desembarco, marcando la hora a las cuatro de la madrugada, para que éste
quedase realizado al despuntar el alba. El plan previsto era embestir la línea
de fortificaciones enemigas por ambos lados al mismo tiempo, y una vez
tomados los baluartes extremos, caer sobre los del centro, que ofendidos de
frente y flanco, no podían defenderse. Por ello, se dividió la fuerza en dos
columnas laterales y una tercera central.
Al amanecer, rompió el fuego la escuadra, siendo contestado por los fuer
tes. Las columnas atacaron con decisión, aunque la de la izquierda fue repeli
da, por lo que se enviaron cinco compañías de la reserva a reforzarla. Los
fuertes fueron tomados y el palacio del sultán Mahamad Pulatón ocupado por
el capitán general.
Habiéndose tratado en junta de jefes y oficiales si convenía la ocupación
permanente de Joló o su abandono, se decidió esto último, capturándose 112
piezas de artillería de todos los tamaños, finalizando esta operación el día 4 y
(8) Terminada la campaña fueron agraciados el capitán Ramón Muñoz con el empleo de
alférez de navío y los restantes con el de fragata de la Real Armada. José Montero: Historia de
Filipinas, tomo III, pág. 190. Madrid, 1894.
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65
HERMENEGILDO
FRANCO CASTAÑÓN
quemándose los fuertes de Asibi y Daniel. El día. 5 salió la escuadra de Joló
para Zamboanga y el 6 falleció el heroico fray Pascual Ibáñez, a bordo del
vapor Reina de Castilla. Las bajas españolas fueron 36 muertos y 92 heridos y
las de los joloanos sobre 300 muertos (9). El 20 de marzo regresaron los
buques a Manila, donde se celebraron grandes festejos por el éxito de la expe
dición.
La toma de Joló infundió terror en la morisma y, aprovechando este
efecto y buenas disposiciones, se ordenó al comandante Coballes, acom
pañado por el capitán Bernáldez, 400 de tropa y 100 paisanos armados, ir
de Zamboanga al río Grande de Mindanao, puerto de Pollok, fondeadero
de Barás y otros puntos, para estudiar su importancia militar, mercantil y
política, y proponer si convenía o no el establecimiento de un puesto militar.
El 2 de abril llegaron de vuelta a Misamis y el 14 salieron de este puerto para
Manila.
Al mismo tiempo, y para finalizar el asunto de Joló, recibió el comandante
de las fuerzas sutiles de Visayas, capitán de fragata Fermín Sánchez, orden
de conducir a Joló al gobernador de Zamboanga, autorizado a celebrar un
tratado de paz con el sultán y datos de la isla. El día 10 salió el coronel Carlés
en el vapor Elcano para Joló, pasando por el pueblo de Pasahanján, próximo
a Basilán, en donde se le unieron el pailebote Pasig y 4 falúas. El día 11 fon
dearon en Joló, firmándose el tratado y enarbolándose la bandera española
en la isla el día 19.
La ceremonia la describe Montero del siguiente modo: «El 19 a las once
de la manaña volvió el seriph y dijo al gobernador de Zamboanga que el sul
tán y los datos aceptaban el Tratado y que desde luego podía enarbolarse en
Joló la bandera española. Vistiéronse de gala las dotaciones y tropas de los
buques y éstos fueron empavesados al son de la marcha real; el seriph al reci
bir la bandera española, presentó juramento en nombre de los joloanos de res
petarla como signo de la incorporación estipulada y, escoltado por un piquete
de Infantería de Marina, se transbordó a una canoa que le condujo a tierra,
donde la gloriosa enseña fue enarbolada a presencia de un gentío inmenso: la
marinería desde las vergas dio los vivas de ordenanza y los buques saludaron
con 21 cañonazos, de cuyo fausto suceso se levantó solemne acta».
A las 6 de la tarde se llevó el tratado suscrito a bordo del Elcano, por el que
se consignaba que Joló y todas sus dependencias quedaban incorporadas a la
Corona de España. El sultán comisionó al seriph Binsarin y al dato Chichuy
para prestar juramento de sumisión, rendir pleito-homenaje al capitán gene
ral y recibir la ratificación del tratado, acto que tuvo lugar en Manila el 30 de
abril.
Juicio sobre el Tratado de Joló
Así finalizó la 1a Campaña de Joló, pero aunque se venció al sultán en su
territorio, no penetraron las armas españolas en él. Hubo una victoria impor
(9)
66
Ibídem, pág. 199.
48
LA MARINA EN FILIPINAS.(II)
tante, pero no hubo conquista, se impusieron condiciones para asentar el
derecho de España, pero esta operación llevada a cabo con prisa fue incom
pleta, y para finalizar inmediatamente la campaña, se negoció con precipi
tación.
Dice Patricio de la Escosura, comisario regio en Filipinas, en su Memoria
sobre Filipinas y Joló: «Es achaque antiguo en Filipinas el no atender a las
expediciones militares más que a un fin cualquiera de actualidad respectiva e
inmediata, sin curarse las consecuencias políticas para el futuro (...) Si se fue
a Joló a castigar desmanes de los piratas, la cuestión del vasallaje debió
dejarse a un lado y limitar los pactos a un verdadero tratado diplomático, si
bien tomando sólidas garantías de que los joloanos cumplirían religiosamente
sus ofertas. Y si se fue a reivindicar el dominio soberano eminente de la
Corona sobre el Sultanato y sus dependencias todas, la campaña terminó
antes de tiempo y sin fruto alguno».
«Nuestro dominio en Joló», continúa diciendo, «es nominal puramente, y
no puede ser de otro modo, puesto que no se ocupó allí ni un solo palmo de
terreno y no pueden nuestros buques comerciar en otro puerto que en el de
la capital, si capital es aquello realmente, ni los súbditos de la Reina les es
dado penetrar libremente y sin riesgo en el interior de aquella isla, cuyo suelo
fertilizan exclusivamente el trabajo y el sudor de esclavos filipinos, es decir
españoles oceánicos a servidumbre por los piratas reducidos».
Y esta realidad, nacida de la improvisación en el cuerpo del Tratado de
1851, se arrastró, como se verá, durante los años en que España permaneció
en Filipinas, y fue origen de los múltiples incidentes que sobrevinieron a esta
1•a Campaña de Joló. De todos modos, hubo artículos de este tratado positi
vos, y redactados con un alto sentido político, como lo son el 2.° y el 3.° en los
que: «se prohíbe al Sultán y Datos enajenar parte alguna de los dominios
joloanos» y los incapacita para celebrar tratados y alianzas, anulando las que
se hubiesen celebrado, en cuanto se opusiesen o desconociesen la soberanía
española.
Y en esto no hay duda que el general Urbistondo actuó e infligió un golpe
mortal —tanto a la piratería, como a las intrigas de Inglaterra—, que fueron
heridas de muerte, ya que ellos, con la ocupación hecha de Labuan (Borneo),
tenían en su pensamiento político tomar bajo su protección Joló y así hubie
sen tenido un pie en las posesiones españolas y otro en las holandesas. Dice
a este respecto Jurién de la Graviére que al general Urbistondo le corres
ponde el honor de haberlo evitado.
Otros artículos fueron incompletos, y sí convenientes en parte, como
el 9°, que permitía a los joloanos el libre ejercicio de su religión, pero debió
estipularse en justa reciprocidad iguales ventajas para los cristianos y aún
para las demás religiones. También parece absurdo no haber impuesto a los
joloanos una contribución de guerra, que indemnizase a España de los creci
dos gastos de las expediciones que se armaron contra ellos. Y aunque en los
artículos 4.° y 13.° se tiende a favorecer el comercio español,, sólo se fija la
construcción de una factoría en la cota Daniel (puerto de Joló), no estable
Año
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HERMENEGiLDO
FRANCO CASTAÑÓN
ciéndose claramente que se pudiesen instalar las factorías que se tuviese a
bien, y haber dejado fuera de duda el perfecto derecho de transitar libre
mente por el sultanato de Joló a todo súbdito español, pudiendo establecerse,
comerciar o ejercer cualquier actividad industrial en donde la tuviesen por
conveniente, bajo la protección y responsabilidad del sultán. Y fue en esto en
donde España perdió la gran oportunidad de penetración pacífica y eficaz.
Tampoco se envió ningún buque de guerra de estación a Joló, y ello en
verdad parece inexplicable; al igual que haber concedido el gobierno español
un sueldo anual al sultán «para indemnizarle de las pérdidas sufridas y los per
juicios que le ha ocasionado la guerra» (Artículo 16.°), lo cual da la impresión
de que los vencidos habían sido los españoles y los vencedores los joloanos,
interpretando éstos la concesión de sueldos al sultán y datos principales,
como un tributo para redimirlos del pirateo.
Este sistema, que aplicaron los ingleses en la India y los holandeses en las
Molucas, aparte de que los resultados no han sido muy buenos, tiene la expli
cación en la diferencia del sistema colonial español con el de estas naciones,
indiferentes para las cuestiones religiosas y sólo preocupadas de intereses
comerciales, con total explotación de sus súbditos, valiéndose de caciques a
los que p1gaban para así obtener resultados acordes con su codicia.
Puede parecer duro, pero la realidad ha sido que la norma de gobierno de
Holanda e Inglaterra ha sido siempre el más refinado materialismo, sin hacer
nada por civilizar, por moralizar a los indígenas. El almirante francés M.
Jurién de la Graviére, en La relación de sus Viajes, hablando de las Molucas
y Filipinas, dice a este propósito: «Nunca agradecerán bastante a la Providen
cia los indios de Filipinas el señalado favor que les hizo, en que fueran los
españoles y no los holandeses quienes les decubrieran y conquistaran». Frases
que debieran haber grabado en su mente los filipinos (10).
Acciones navales y evolución del apostadero(1851-1857)
Con la sumisión del sultán de Joló, la frontera sur del archipiélago filipino
se situó en las proximidades de Borneo, pues con los establecimientos de
Davaó y Pollok en Mindanao, esta isla prácticamente quedó sometida a la
soberanía española en sus zonas costeras. Puntos aislados de ella y otras islas
de pequeña extensión, pero de gran importancia estratégica, son los que en
los años próximos van a entretener a la Armada en el archipiélago filipino.
La División de Fuerzas Sutiles de Calamianes, al mando del teniente de
navío Claudio Montero, se hallaba cruzando a principios de mayo de 1851 el
sudoeste de La Paragua, encontrándose el día 3 con cuatro pancos moros a los
que atacó, tomando la iniciativa a pesar de su inferioridad. En el combate se
incendió una de sus falúas, que voló, muriendo todos sus tripulantes, con su
(10) Este juicio del almirantefrancés Jurién de la Graviére, imparcial y sereno, es de plena
actualidad y puede comprobarse hoy en día, con solo darse una vuelta por las antiguas colonias
de Holanda y Reino Unido en el sudeste asiático y así confirmar lo dicho por el citado almirante.
68
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LA MARINA EN FILIPINAS (II)
comandante alférez de navío Fernando Otálora a la cabeza y el médico de la
subdivisión Francisco Madrid (11).
El 11 de mayo, con el fin de mantener a los piratas con el temor que les
embargaba, después de efectuado el ataque a Joló, salió la División de Zam
boanga a efectuar una campaña, siendo reforzada por el vapor Elcano, en
donde embarcaron dos compañías del Regimiento del Príncipe, recono
ciendo y atacando las islas de Sampinigan, Tadean-Tana y Pilas.
El 25 de junio salió nuevamente de Zamboanga la División de Fuerzas
Sutiles, al mando del capitán de fragata Sánchez, embarcado en el Reina de
Castilla, distinguiéndose en estas acciones el alférez de navío Ramón Loba
tón. A la isla de Dong-Dong, situada en el sur de Joló, fue después el Reina
de Castilla, penetrando por la silanga que esta isla forma con la de Pata,
desembarcando la columna de tropas que apresó a numerosos piratas y regre
sando la expedición a Zamboanga el 30 de junio.
El 25 de octubre de 1852 dispone el comandante general del apostadero,
brigadier Ramón Acha: «que por acercarse la época en que los pancos moros
salen a hacer sus piraterías» se organice una división de reserva compuesta de
cuatro falúas. Estas se hallaban en Cavite y eran las números 17, 26, 36 y 44,
pasando a Basilán al mando de un teniente de navío, aprobándose el 14 de
mayo de 1853 esta determinación (12).
El 20 de julio del mismo año se resolvió que los buques de vapor y vela fue
sen guarnecidos por tropas de los Cuerpos de Artillería e Infantería de
Marina tripulados con cuatro quintas partes de marineros europeos y el resto
indígenas filipinos, ordenándose al capitán general del Departamento de
Cádiz que anualmente enviase a Manila 43 grumetes, para de este modo
cubrir las bajas.
Para la coordinación táctica de las fuerzas sutiles del apostaderó se editó
un cuaderno de señales, remitiéndose un ejemplar al ministro que lo aprobó
el 19 de septiembre (13). También en septiembre se aprobaba la propuesta
del comandante general del apostadero, de fecha 9 de abril, en la que había
dispuesto que el teniente de navío Claudio Montero, que se encontraba efec
tuando trabajos hidrográficos en La Paragua: «tan luego los concluya se tras
lade a la silanga formada por las islas de Negros y Panay, para rectificar su pla
no». Después se le ordenaba continuar efectuando las mismas operaciones
con los demás canales que forman entre sí las Visayas y recalcaba que: «su
exacto conocimiento se hace cada día más necesario por la creciente impor
tancia que van teniendo aquellas islas».
También se comunicaba que para que los trabajos hidrográficos pudiesen
producir los mejores resultados, era necesario que se colocasen balizasen los
(11) Se distinguen en esta acción el teniente de navío Montero, alférez de navío López de
Roda y teniente de Infantería Llobregat. Ricardo de la Guardia: Datos para un Cronicón de la
Marina Militar de España, pág. 284. Ferrol, 1914.—Parte de Campaña doc. 1 y 2 del teniente
de navío Montero.
(12) Legislación Marítima, págs. 130-131, año 1853.
(13) Carta oficial n.° 599 de 27 de junio de 1853del Comandante General del Apostadero
de Filipinas.
Año 1995
HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN
bajos y puntos más peligrosos de los canales, ya que por carecerse de prácticos
de los mismos y no ser posible que pudiese haberlos con conocimientos posi
tivos de aquel laberinto marítimo, era su necesidad perentoria (14).
Por R.O. de 21 de octubre, se determinó que el capitán general de Filipi
nas tuviese el mando superior de la Marina, siendo sus atribuciones las que
señalaban las Ordenanzas de la Armada de 1793a los virreyes de Indias, pero
teniendo en cuenta, en cuestiones facultativas, «el parecer del Comandante
General del Apostadero» (15). Esta disposición provocó varios incidentes,
destacando el surgido en noviembre por haber ordenado el capitán general
«que los vagos que se aprehendan sean destinados al servicio de la Marina,
en alternativa con los presidios correccionales o puntos de confinamiento a
que suelen destinarse» (16). El comandante general del apostadero elevó
reclamación el 13 y 20 de febrero de 1854, en las que consideraba que admitir
en los buques de guerra gente de levas por castigo, equivalía a: «considerar a
los bajeles de S. M. como presidios, cosa que no consienten las Ordenanzas
de la Armada» (17). La Junta Superior de la Armada entendió y dio la razón
al comandante general del apostadero, quedando sin efecto la disposición del
capitán general por resolución del presidente del Consejo de Ministros.
Las fuerzas sutiles del archipiélago continuaron en gran actividad y, en
noviembre, la 2a División de Reserva al mando del teniente de navío Crís
pulo Villavicencio —estando en el sur de Basilán, surgidero de Lahat-Hat—
tuvo un encuentro con los piratas, muriendo heroicamente en la acción el
cabo 2.° de Infantería de Marina europeo Florenció Bolaño y el marinero
indígena Guillermo Araneta.
En enero de 1854 se crearon, por interesarlo la Junta de Comercio de
Manila, las capitanías de puerto de Zamboanga e ¡locos, por la importancia
marítima y comercial que habían tomado ambos puntos, estableciéndose
comunicación entre ellos y la capital por medio de un buque de guerra —el
vapor Jorge Juan— que se adscribió a la Compañía Peninsular Oriental por
orden del capitán general Manuel Pavía y Lay, Marqués de Novaliches.
El 6 de febrero el citado capitán general se encargó del mando del apostade
ro, en base a la Real Orden de 21 de octubre de 1853. Equivocadamente fue
depuesto del cargo el brigadier de la Armada Ramón Acha. Es posible que el
incidente mencionado entre ambas autoridades llevara al Marqués de Novali
ches a tomar esta decisión, ya que la intención de la Real Orden no era eliminar
la figura del comandante general del apostadero. Conocida en Madrid esta
resolución del capitán general, se revoca, siendo repuesto el citado jefe de la
(14) Real Orden de 22 de septiembre de 1853, págs 244y245 de Legislación Marítima, año
1853. Las balizas de los canales se pagaron con los fondos de Marina recaudados por las licencias
de los corrales de pesca (carta de 9 de abril del Comandante General del Apostadero).
(15) Por la misma real orden se ordenaba lo mismo para los capitanes generales de Cuba
y Puerto Rico.
(16) Real Orden de 17 de noviembre de 1853, pág. 295 y siguientes. Legislación Marítima,
año 1853.
(17) Cartas oficiales números 112 y 116 del Comandante General del Apostadero.
70
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LA MARINA EN FILIPINAS (II)
Armada en su cargo (18). Otra Real Orden de fecha 12 de agosto de 1854,
deroga la de 21 de octubre de 1853, motivada por las razones expuestas por el
ministro de Marina José Allende Salazar ante el Consejo de Ministros, y tam
bién se desaprueba la fusión de la Auditoría y Fiscalía de Marina a las de Gue
rra, volviendo a desempeñar sus cargos los mismos jefes que los ejercían (19).
En mayo, las falúas de la subdivisión de la Isabela de Basilán, al mando del
teniente de navío Pedro González, al ser atacadas cuando se encontraban en
Capual —isla al nordeste de Joló— repelen la agresión, desembarcando 50
hombres al mando del citado oficial, que prenden fuego a la población, y las
de la nueva estación de Pollok remontan el Painan en Mindanao. En Cavite,
se inician pruebas del carbón mineral filipino para ser utilizado por los buques
de vapor de la Armada, y se ordena se inicien cortes de madera isleña para
evitar costes al Estado.
En junio, a la vista del expediente instruido con motivo de 1ostrabajos
hidrográficos efectuados en el archipiélago por el teniente de navío Claudio
Montero (de los que forman la Carta Esférica de Calamianes, Cayo Cuyo y
Semerava y el plano del puerto de Log), el ministro Molins comunicó al
comandante general: «que se va a proceder a la tirada de planchas por el
Depósito Hidrográfico, y por lo bien levantadas que están, las cartas, se ha
determinado que se facilite, al teniente de navío Montero, cuanto necesite
para establecer una Comisión Hidrográfica bien ordenada que proporcione el
(18)
(19)
Real Orden de 12 de abril de 1854, pág. 119. Legislación Marítima, año 1854.
José Ramón González como auditor y Lino Amuzco como .iical.
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71
HERMENEGILDO
FRANCO CASTAÑÓN
levantamiento de una colección de cartas completa del archipiélago». Así
nació oficialmente la Comisión Hidrográfica de Filipinas el 27 de junio de
1854. Dada la categoría militar y científica del teniente de navío Montero, la
Real Orden finalizaba: «S.M. quiere que V.E. haga saber al precitado Clau
dio Montero que ha visto con agrado su estudiosa laboriosidad y los trabajos
que hasta ahora ha producido» (20). Este oficial llevaba 8 años en Filipinas,
y su salud estaba muy resentida y se preveía que én breve tendría que dejar
el archipiélago, lo cual no fue así realmente (21).
En enero de 1855,entre los días 8 y 30, el teniente de navío Pedro Gonzá
lez con las fuerzas sutiles de Zamboanga tuvo sobre Joló un encuentro con
un panco moro, que tomó al abordaje, rescatando a 12 cautivos, dirigiéndose
después a Basilán y con el teniente de navío Villavicencio —jefe de la 2. Divi
Sión de Reserva— partió para Balanguingui el día 28, penetrando el 30 por un
estero y atacando por sorpresa a los moros que se encontraban construyendo
embarcaciones, destruyéndolas y haciéndoles mucho daño.
Por efectuar los joloanos ataques e incursiones durante la primavera de
1855, el 19 de agosto salió de Zamboanga el vapor Elcano, al mando del
teniente de navío Mariano Aguirre y Barbacho, y dos falúas, llevando al
gobernador de Mindanao con tropas a Joló. El día 20 se conferenció con el
sultán, que dijo no poder contener a los piratas de su Sultanía por lo que el día
21 se dirigió el Elcano al este de la isla, atacando y prendiendo fuego al
poblado de Carang-Datto, y el 24 efectuó similar operación en la isla de Simi
Sa, regresando el 25 a Zamboanga.
El teniente de navío Córdoba, jefe de la Empresa Nacional de Poliok,
entabló a lo largo del año 1855magníficas relaciones con los datos de Minda
nao, ocupantes de las orillas del río Painan, lo cual motivó que cuatro de ellos
fuesen a Manila a cumplimentar al nuevo capitán general, teniente general
Crespo. A raíz de esta visita, se dispuso que una comisión formada por el
coronel Mascaró, jefe del Estado Mayor, teniente coronel Crespo, teniente
de navío Montero y el conquistador de Davaó Oyanguren, acompañasen a los
datos a su regreso a Mindanao y reconocieran el curso del río Grande y terri
torios inmediatos. La comisión presentó una memoria de sus observaciones,
y el teniente de navío Montero levantó un croquis del curso del río Grande.
En diciembre el Elcano y las falúas del sur llevaron varios ataques a
embarcaciones piratas y poblados en la embocadura del río Guimborang, en
el sur de Basilán.
En abril de 1857, el teniente de navío Montero, mandando el pailebote
Nuestra Señora del Carmen, hizo un reconocimiento hidrográfico de la isla
de Balabac previo a su ocupación, que fue la razón de que ésta se llevase a
cabo (22).
(20) Real Orden de 27 de junio de 1854, pág. 202 y 203. Legislación Marítima, año 1854.
(21) Real Orden de 22 de diciembre de 1854, pág 320. Legislación Marítima, año 1854, que
preveía su cese y proponía buscar un relevo.
(22) Ricardo de la Guardia: Datos para un Cronicón de/a Marina Militar de España, pág.
291. Ferrol, 1914.
72
48
LA MARINA EN FíLIPINAS(II)
El 22 de julio, en las proximidades de Cebú, el vapor Magallanes destrozó
13 pancos moros, y en agosto se llevó a cabo una operación sóbre Malajat por
el vapor Reina de Castilla, mandado por el teniente de navío Eugenio Agüera
y la 2. División de Reserva, que salieron de Zamboanga y Basilán el día 15,
regresando de esta operación el día 22 a sus puntos de partida. De esta
manera finaliza la última acción de castigo del año 1857, y con ella también
una primera etapa de la lucha contra la piratería, en que las falúas de las divi
siones navales fueron elemento básico.
Las estaciones y divisiones navaleshasta 1858
Desde el primer Plan de Defensa del archipiélago, en que se fijan los seis
puntos de estación de las fuerzas sutiles para luchar contra la piratería, la
estrategia naval seguida y el empleo táctico de las fuerzas navales siguen el
camino trazado por los logros y conquistas llevados a cabo en el frente sur.
Inicialmente, se adopta un plan defensivo basado en cruceros para inter
ceptar las incursiones moras en las zonas geográficas que la experiencia acon
seja, para posteriormente tomar la ofensiva coincidente con el notable cam
bio producido en los barcos, al llegar los primeros vapores al archipiélago,
que indudablemente, aparte de ser mayores que las embarcaciones emplea
das hasta entonces, y por tanto capaces de transportar mayor número de tro
pas, sus características les permitieron la movilidad que su propulsión les faci
litaba y de este modo iniciar la ofensiva.
Los puntos de estación iniciales fueron, de acuerdo con la Real Orden de
2 de abril de 1827, tres en el sur, situados en la isla de Mindanao (Misamis,
Caraga y Zamboanga),dos en posición central para cubrir las Visayas hacia el
norte, situados en las islas de Pana y Negros, y otros en Calamianes (Puerto
Mangarin) cubriendo el acceso hacia las islas de Mindoro y Luzón por la parte
occidental del archipiélago.
Con la toma de Basilán y las conquistas efectuadas en el sur de Mindanao,
desaparecen los puntos de estación de Misamis y Caraga, se establece el de
Basilán y Pollok, y por la importancia de sus puertos, nacen el de Ib-Ib y
Cebú, desapareciendo los iniciales de San José (Panay) e isla de Negros.
Algunas divisiones se establecen en otro puntos, siendo su vida breve, como
las estaciones en Burias, Puerto Galera y Romblón.
Para el control de la bahía de Manila se establece la división de El Corre
gidor, y en Cavite una división de reserva siempre lista para desempeñar
comisión y cualquier servicio (23).
La división de Calamianes, que perdura a lo largo de estos años, toma
acciones claramente ofensivas compaginadas con los trabajos hidrográficos,
ya que esta división fue la que principalmente los llevó a cabo hasta que se
crea la Comisión Hidrográfica (24). Esta culmina su trabajo inicial más
(23) Real Orden de 28 de septiembre de 1857.
(24) Antes y después de creada la Comisión Hidrográfica de Filipinas, todos los buques y
embarcaciones de la Marina del apostadero trabajaron en levantamientos hidrogrficos.
—
Año 1995
HERMENEGILDO
FRANCO CASTAÑÓN
importante: la carta esférica del Estrecho de Ib-Ib, formada por la costa de
esta provincia y la occidental de Negros con los canales e islas adyacentes,
levantada en 1854 y publicada con el número 235 por la Dirección de Hidro
grafía én 1858 (25).
Al finalizar el año 1857, las estaciones navales de fuerzas sutiles eran:
Poliok, Isabela de Basilán, Calamianes, Ib-Ib, Cebú y El Corregidor; los
buques de la Armada destinados en el archipiélago eran los siguientes:
Bergantín EscipiónT.N.
Vapor Jorge JuanC.F.
Vapor Reina de CastillaT.N.
Vapor MagallanesT.N.
Vapor ElcanoT.N.
Santiago Durán y Lira.
Francisco García Quesada.
Eugenio Agüera y Bustamante.
José María Tuero y Truelis.
José Oreiro y Villavicencio (26).
Estos buques estaban complementados con un considerable, aunque insu
ficiente, número de lanchas y falúas, que eran las embarcaciones que forma
ban las divisiones basadas en los puntos de estación citados, teniendo el apoyo
principal en Cavite, arsenal y apostadero.
Ocupación de Balabac y expedición a Simisa
Los ingleses, en su constante afán de ocupar todos los puntos estratégicos
del globo, fijaron su atención en la pequeña isla de Balabac, situada entre
Borneo y la Paragua, muy próxima a esta última.
Laisla de Balabac, llave del estrecho de su nombre y de las comunicacio
nes entre el sur del archipiélago y las Indias holandesas, tenía un tremendo
valor estratégico y para la seguridad de las islas, y ante su posible usurpación,
el capitán general de Norzagaray decidió ocuparla militarmente. Por ello, el
12 de enero de 1858, salió de Manila la expedición militar al mando del
teniente coronel de Infantería Julio Garnier, embarcada en los vapores de
guerra Reina de Castilla y Elcano, y en la fragata José y María. El mando
naval lo ostentaba el comandante del primero, teniente de navío Agüera.
El día 14 desembarcan las fuerzas con poca resistencia de los indígenas,
ocupando la isla y estableciéndose un gobierno político-militar y una guarni
ción, que al poco tiempo de su asentamiento se redujo a la mitad por una epi
demia de calenturas perniciosas. En memoria del natalicio del Príncipe de
Asturias, se propuso que al establecimiento militar de Balabac se le denomi
nase de príncipe Alfonso, lo que se aprobó por Real Orden de 15de mayo (27).
En agosto se creó la División de Fuerzas Sutiles de Balabac, con cinco
falúas al mando de un teniente de navío, que ocupó el cargo de gobernador
político militar, suprimiéndose la división de las islas Calamianes, que cam
Página 201, Estado General de la Armada, 1859.
(26) Págs 192 a 201, Estado General de la Armada, 1856.
(27) Por Real Orden de 21 de junio, comunicada por la Secretaría de Estado y Ultramar
al capitán general de Filipinas, se amplía la denominación al puerto de Balabac que se denomi
nará Puerto del Príncipe Alfonso.
(25)
74
Núm. 48
LA MARINA EN FILIPINAS (II)
ISLA DEBALABAC
REPRODUCCIÓN
1DELlPUERTODE
LA ISLA DE BALABAC, CON LA
ESTACIÓNNAVAL,LEVANTADO
EN
1888 POR ELTENIENTEDE NAVÍO
D. MANUELANTON.
ESTCONNAVAL-I
•
u
u
-u-BALABAC
•
bia deestación a este nuevo establecimiento. Con esta ocupación en el frente
sur, se inician acciones importantes, ya que las incursiones de los moros esta
ban causando mucho daño sobre Las Visayas, y así comienzan un ataque a
Simisa, llevado a cabo por la división de La Isabela, compuesta de tres falúas
al mando del teniente de navío José Malcampo. La acción se efectuó en el
alba del 5 de mayo, abriendo fuego de cañón y pedreros, y desembarcando
este oficial con 70 hombres de marinería y tropa para efectuar una notable
operación de castigo.
El teniente de navío Malcampo continuó recorriendo las islas Samales,
regresando a Basilán con 116 prisioneros y 76 cautivos rescatados, armas,
cañones y varias vintas. Entre los prisioneros capturados estaban los familia
res del Paulina Tampán (28). Esta contingencia hizo que este datto se presen
tase en Basilán el 16 de julio para solicitar la libertad de su familia, y se some
tiese a las autoridades españolas.
La 2a División de Reserva, al mando del teniente de navío Juan Gonzá
lez, y un panco de moros leales de Malamawi, efectúan un crucero sobre la
isla de Pilas, capturando a la familia del dato Tampol, que posteriormente se
canjeó por cautivos, regresando a finales de agosto a Basilán (29). Con estas
acciones se puede decir que finalizan las actuaciones de las Fuerzas Sutiles a
vela exclusivamente, ya que la necesidad y avances tecnológicos van a hacer
que se decida la incorporación de nuevos buques de vapor para llevar a cabo
estas operaciones.
(28) Apostadero de Filipinas. Expedición a Simisa (papeles almirante Indalecio Núñez
Iglesias). Archivo Biblioteca Z.M. del Cantábrico.
(29) José Montero: Historia de Filipinas, tomo III, pág. 277. Madrid, 1894.
Año 1995
75
MARINOS SOVIÉTICOSEN LA
GUERRA DE ESPAÑA
José Luis INFIESTA PÉREZ
Historiador
Durante muchos años me he dedicado al estudio de la intervención soviéti
ca en la guerra de España por lo que el artículo publicado en uno de los últi
mos números de esta revista, del que son autores el capitán de navío Monakov
y el teniente coronel Ribalkin, me ha interesado profundamente, haciéndome
revisar y actualizar un trabajo sobre los marinos soviéticos que hace unos años
publiqué en una revista española, que aquí presento, a partir de fuentes muy
diversas, con la esperanza de aportar algunos datos más y, sobre todo, con el
ruego, si cae en manos de los autores citados, de que verifiquen mis datos. Tal
actitud es similar a la que adopté al publicar un artículo en la revista Ejército
en noviembre del año pasado, dedicado a la artillería rusa llegada a España,
consecuencia de otro escrito aparecido en aquella revista, debido también al
teniente coronel Ribalkin.
Debe convenirse que la Marina soviética se encontraba en un alto grado de
postración después de la guerra civil rusa, la Revolución y la intervención
extranjera. Disponía de gran cantidad de barcos sobre proyectos anteriores a la
Gran Guerra, desatendidos y algunos en vías de modernización. Sus jefes y
oficiales tenían una preparación limitada pues, ante la penuria provocada por
las bajas ocurridas durante la Revolución, se habían admitido voluntarios que,
aunque muy entusiastas, recibían someros cursillos de instrucción, con pocas
probabilidades de navegar, y menos aún en barcos modernos.
Hasta 1934, es decir, hasta el XVII Congreso, los dirigentes soviéticos se
habían ocupado poco de la Marina, pendientes de necesidades más urgentes, a
la que sólo habían incorporado unidades menores. Cuando se estudió el II Plan
Quinquenal, se incluyó la construcción de barcos de tonelaje medio, con asis
tencia técnica italiana, siendo en el Plan de 1938-43 cuando se decidió la cons
trucción de acorazados, bajo proyecto italiano —pues una cosa es la ideología
y otra las motivaciones económicas—, que al iniciarse la Segunda Guerra
Mundial fueron destruidos en grada por la aviación alemana.
Por ello, la ayuda soviética a la Flota republicana fue muy limitada (cuatro
lanchas torpederas, minas y algún cañón), siendo en cambio muy numerosos
los consejeros que envió, cuya preparación no era muy buena, si aceptamos la
opinión de sus compañeros españoles. Sin embargo, debe recalcarse que estos
Año 1995
JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ
marinos eran los más distinguidos que figuraban en sus listas y que una vez
que regresaron a su patria, alcanzaron altos puestos, fama y una brillante carre
ra. Según me escribía el capitán de navío francés Claude Houan, el 90 por 100
de ellos llegaron al grado de almirante.
Los primeros consejeros
Marcel Rosemberg, primer embajador de la URSS en Madrid, presentó sus
credenciales el 26 de agosto de 1936, acreditándose con él varios agregados,
•
El capitán de navío Kuznetsov y el general Gregorij Mijailovich Stern, segundo jefe de la
Misión Militar Soviética en España.
entre ellos el capitán de navío Nikolai Kuznetsov, en cuya biografía se obser
van numerosas discrepancias. El mismo refiere su ingreso en la Marina en
1922, procedente del Komsomol, pero Gardner lo supone marinero en el cruce
ro Aurora y Bieler apunta su ingreso en la Marina en 1919, miembro de la
Flotilla del Duma. Nacido en 1902, parece que salió de la academia en 1930,
fue destinado como oficial de artillería a un crucero y era comandante de otro
en el momento de venir a España. Una vez en Madrid se personó en el Minis
terio de Marina, donde funcionaba el Comité Central de la Flota, presidido por
el teniente de navío Pedro Prado Mendizábal, quien le acompañó a Cartagena
para presentarle al jefe de aquella base, el teniente de navío Antonio Ruiz
González. De regreso a la capital, el nuevo ministro de Marina, Indalecio Prie
to, le instó a que viajara con la escuadra que al mando del capitán de fragata
78
Núm. 48
MARINOS SOVIÉTICOS EN L4 GUERRA DE ESPAÑA
Nicolai Kuznetsov
posible y si Kuznetsov no lo
nombra es porque todavía esta
ba en el Norte; además, en su
cargamento figuraban piezas
Vickers de 114, que hemos
situado en aquellos días en el
frente de Aragón, en la unidad
que mandaba el capitán José
Conejos Fernández.
A partir de entonces Kuz
netsov, desde Cartagena, se
cuidó de la protección de los
barcos rusos con armas que
iban llegando, aunque según se
desprende de una carta escrita
por el teniente de navío Vicen
te Ramírez de Togores a Inda
lecio Prieto —ambos en el
exilio mejicano— la Flota re
publicana no prestó protección
de ningún tipo a estos barcos.
Año 1995
Miguel Buiza iba a subir al Norte.
Salió de Málaga.el 21 de septiembre
y regresó el 10 de octubre para
fondear en Cartagena. En este viaje
figuró al menos otro oficial soviéti
co, N. Anin, asesor en el crucero
Libertad.
Según el almirante inglés Grea
ton, Kuznetsov regresó en avión y el
15 de octubre se encontraba en
Cartagena para recibir al mercante
Komsoinol (capitán G. Menzesev),
con el primer cargamento de armás
compuesto por 50 carros de comba
te. Que este barco fue el primero que
llegó a España con armas se
desprende del relato del propio
Kuznetsov y es aceptado por la
mayoría de los historiadores. Sin
embargo, Monakov y Ribalkin, en el
artículo que ha dado origen a éste,
aseguran que el primero en llegar
fue el Coinnechin, que salió de
Feodosia el 4 de agosto. Esto es muy
El capitán de navío Ramishvili
79
JOSÉ LUISINFIESTA PÉREZ
El capitán de navío Kuznetsov y el de fragata Y. Drozd, durante la guerra de España
Esta ausencia de protección propició el hundimiento del Komsomol por el
Canarias el 14 de diciembre de 1936. A partir de entonces, pienso que el trans
porte de armas a puertos mediterráneos lo realizaron sólo barcos españoles, a
excepción del Adreev (capitán Preynkopf) que, desde Leningrado, desembarcó
armas en Bilbao en dos ocasiones.
Según el citado almirante Greaton, en noviembre de 1936 llegaron a Espa
ña una veintena de oficiales de Marina soviéticos, cuyos nombres no cita. Los
dos más importantes fueron el capitán de navío Ramishvili, nombrado asesor
del teniente Antonio Ruiz en la base de Cartagena —que se hizo llamar «Juan
García» —y el también capitán de navío V. Drozd, consejero de la Flotilla de
Destructores.
Kuznetsov nos informa de que Ramishvili conocía perfectamente el francés
y que en pocos días hablaba bien el español. Seguramente es al que se refiere
Bruno Alonso —comisario de la Flota republicana— cuando escribe: «No
todos los soviéticos —y eran muy pocos— inspiraban sus actos en este espíri
tu de proselitismo. Hubo entre ellos uno que me llamó un día a su despacho de
la Base para decirme que él no era comunista y que se hallaba identificado con
nuestro proceder. Y en prueba de ello un día expulsó de su despacho a una
comisión de comunistas que habían acudido a recabar su ayuda. Desgraciada
mente este jefe duró poco, pues fue llamado a Rusia inmediatamente. Por su
imparcialidad y capacidad técnica le testimoniamos en su día nuestra simpatía,
desagraviándole así de las vejaciones a las que le sometían desde el Gobierno».
80
Núm. 48
MARINOS SOVIÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA
Tal actitud era poco aconseja
ble en aquellos días de 1937,
en los que se estaba iniciando
la gran purga militar stalinista
y, tal vez por ello, es el único
consejero importante del que
no he tenido más noticias.
Y. Drozd, como hemos
dicho consejero de la Flotilla
de Destructores, conocido en
España como <Don Ramón»,
no se llevó demasiado bien
con el teniente de navío Va
lentín Fuentes López, coman
dante de la Flotilla, y el almi
rante Greaton refiere un inci
dente que se produjo a bordo
del Lepanto. Ascendido a
comodoro al regresar a su país,
ya de vicealmirante —según
Harrison Salisbury— fue jefe
dela Flota de Maniobra del
Báltico
en 1942, con insignia
en el crucero Kirov con el que
escapó de Riga cuando estaba
a punto de ser ocupada por los alemanes y aldanzó Tallin. Más tarde mantuvo
dragados una serie de canales en los campos de minas del Báltico, participan
do en la defensa de Leningrado, siendo herido en las acciones de bombardeo
de Peterhof y Kronoye-Salo. Ya de almirante, murió durante un viaje de Krons
tadt a Leningrado, al caer su automóvil en el cráter de una bomba, ahogándo
se en el agua helada que lo llenaba (14-1-1943).
Entre estos primeros consejeros figuró el submarinista Ivan Aleksievich
Burmistrov, llamado en España «Luis Martínez», de quien hablaremos ense
guida, e 1. Yumashev, cuyo destino ignoro. Estos oficiales descargaron a
Kuznetsov de parte de sus obligaciones permitiéndole estar presente en las sali
das que la Flota republicana realizó en marzo y en abril. Regresó a la Unión
Soviética en agosto, y allí su carrera fue meteórica, beneficiado por las terri
bles purgas que diezmaron las listas de la Marina: ascendido a vicealmirante,
fue nombrado comandante de la Flota del Pacífico, en sustitución del almiran
te Viktoref —que había sido purgado—, pero reclamado casi inmediatamente
desde Moscú, fue designado comisario del Pueblo para la Marina, comandan
te de las Fuerzas Navales y muy pronto vicealmirante de Defensa, y, final
mente, comandante de la Flota, cargo que desempeñó hasta 1956. El mismo se
asombra de tan rápida carrera y escribe en uno de sus libros: «Leí aquel docu
Kuznetsov en su época de Gran Almirante
de la Flota Soviética (1972)
—
Año 1995
81
JOSÉ LUÍS INFIESTA PÉREZ
mento —uno de sus ascensos— con una mezcla de alegría y ansiedad. Un
ascenso demasiado rápido es peligroso para un hombre. Este principio no atañe
únicamente a los buceadores y a los pilotos de aviación. También hay peligros
que acechan a los ascensos demasiado rápidos en el escalafón de la Adminis
tración, cosa que había sabido desde mi juventud. Esa había sido la razón por
la que, desde que me gradué en la Academia, pedí ser nombrado ayudante, para
ascender paso a paso en mi carrera. Soñaba con mandar un barco alguna vez,
y eso era todo. Pero en los últimos años mis ascensos habían sido muy preci
pitados. Esto sólo puede explicarse por la ola de sustituciones forzosas de
aquellos tiempos. Sin embargo, cuando uno acepta un empleo debe cumplir
todas sus obligaciones y no esperar indulgencia. Yo sabía muy bien que mi
tarea no iba a ser fácil.»
Prolífico escritor, Harrison Salisbury lo considera como «un maestro en
decir la verdad a medias y, a
menudo, confundir las cosas
deliberadamente». Pero indu
dablemente fue un brillante
marino, director y creador de
la Flota soviética de la post
guerra hasta hacerla la segun
da —o la primera— del
mundo. Sin embargo, sus
recuerdos de España son
decepcionantes,
influyendo
posiblemente en ello una tra
ducción bastante defectuosa
de sus escritos.
La escuadrilla de coopera
ción aeronaval
Aunque seguramente la
Marina soviética no disponía
por entonces de una aviación
propia, incluimos aquí esta
unidad ya que jugó un papel
importante en el Mediterráneo.
Al comprenderse la necesidad El capitan N. Ostrikov, de la Escuadrilla de Coopera
de una proteccion y de una
Aeronaval
ción
exploración aeronaval y coin
cidiendo con la llegada de la segunda remesa de bombarderos «Katiuska» en
mayo de 1937, se creó en San Javier esta escuadrilla, dotada con muy pocos
aviones. Su actuación fue irregular, bajo el mando de los capitanes Ivan Pros
kurov y Nikolai Ostriakov, figurando en ella los pilotos Nesmeyanov, y Skoro
.
82
Núm. 48
MARINOS SOVIÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA
vodnikov y los observadores
Alexander Skorojov, Viktor
Lobizov, G. Prokofiev y G.
Levinski.
Casi recién formada, en
cooperación con dos patrullas
de la 2a Escuadrilla de
Bombardeo en tierra —con un
total de nueve aviones—
atacó el puerto de Palma de
Mallorca,
alcanzando
al
crucero Baleares, causando
bajas en su tripulación, y repi
tiendo el ataque por la tarde.
Dos días después —26 de
mayo— a las 07,30 horas;
cinco aviones, volando altos
pero picando con gran deci
sión, alcanzaron al crucero
auxiliar italiano Barletta,
haciéndole zozobrar, matando
a seis oficiales e hiriendo a su
uno de los jefes de la Escuadrilla
comandante y a varios tripu El capitán 1. Proscurov
de Cooperación Aeronaval
lantes; otra bomba hundió al
motovelero Ca/a Mayor y
varias más destrozaron unos almacenes y a un «Savoia» S-55», que se encon
traba inútil. Aunque los republicanos te-nían todo su derecho a bombardear la
base de los cruceros enemigos, se produjó una fuerte protesta italiana y alema
na y el abandono del puerto por parte de los barcos de guerra neutrales.
Unas horas después, la escuadrilla atacó al acorazado alemán Deutschland
en el puerto de Ibiza con tres bombas, que le causaron 22 muertos y 82 heri
dos. Este ataque condujo al bombardeo alemán de Almería como represalia.
La escuadrilla y en general los «Katiuska», a pesar de su vulnerabilidad y
cierta disposición a incendiarse, demostraron una enorme decisión y una gran
exactitud en sus bombardeos, por lo que incluso se ha dicho que disponían de
unos visores muy perfeccionados, teniendo orden de destruirlos antes de que
pudieran caer en manos enemigas. Prueba de esta exactitud fue el ataque reali
zado el 18 de febrero de 1938 contra el crucero Almirante Cervera, que fue
alcanzado por dos bombas: una explotó en su combés y produjo la muerte de
18 tripulantes, resultando heridos otros 66; la segunda penetró por su chimenea
pero no explotó, circunstancia muy afortunada para este crucero.
Los dos fundadores de la escuadrilla destacaron en la Aviación naval. Pros
curov, que regresó a su patria en abril de 1937, alcanzó el generalato, pero fue
depuesto en 1941 acusado de haberse dejado sorprender por el ataque alemán.
Ostriakov, que mandaba toda la aviación de la Flota en el mar Negro, murió
Año 1995
83
JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ
durante un bombardeo en los combates de Sebastopol, recibiendo el título de
Héroe de la Unión Soviética.
Los submarinos
Los doce submarinos de que disponía nuestra Marina quedaron leales al
Gobierno. Los de tipo «B», anticuados y con una habitabilidad muy restringi
da, prestaron sus servicios durante los primeros meses, y tras haber sido hundi
dos varios de ellos, fueron retirados. Los del tipo «C», que Monakov y Riba!
km llaman de clase «S», más grandes, tenían graves defectos, entre ellos la
poca capacidad de sus baterías de acumuladores, que además estaban muy
gastadas, carecían de algunos elementos fundamentales y era muy corta su
disponibilidad de torpedos, con sólo 36 de estos artefactos, según nos informa
Ramírez Gabarrús.
Al producirse el alzamiento fueron muy pocos los oficiales submarinistas
que quedaron leales a la República. Esta situación se quiso paliar mediante la
llegada de oficiales soviéticos. En la mayoría de informes y relatos de los
oficiales españoles que los conocieron se realza su incapacidad y falta de
preparación. Pero tal incapacidad, si fue real, pudo ser debida a que se vieron
sometidos a la dura prueba de mandar y poner en condiciones de servicio
barcos para ellos desconoci
dos, en no muy buen estado y
casi sin la ayuda de compañe
ro alguno, sin conocer a sus
tripulaciones ni el idioma.
Pero muchos de estos oficia
les merecieron distinciones y
ascensos durante la Segunda
Guerra Mundial.
El más célebre fue el ya
citado capitán de corbeta Bur
mistrov, al que a partir de
agosto acompañaba el también
capitán de corbeta Nikolai
Egipko, llamado «Matisse» y
el comisario «Paolo», al pare
cer de origen italiano, cuyo
nombre era Carlo Muratto.
Junto a ellos operaron una
veintena de oficiales y técni
cos, llegados en diferentes
momentos y sobre los que no
he logrado demasiada infor- El almirante soviético Nikolai Egipko («Matisse»)
mación
en España
combatió
mandar
siendo
un capitán
submarino
de corbeta y llegó a
84
Núm. 48
MARiNOS SOViÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA
El 1 de febrero de 1937 se dio el mando de C-6 a Bunnistrov, siendo su
segundo Viktor A. Egorev («Víctor Nicolás»), de cuyas acciones tenemos
conocimiento a través de un artículo que publicó ya de regreso en la URSS.
Tras realizar algunas inmersiones de entrenamiento en aguas de Cartagena, el
19 de aquel mes emprendió su primer crucero para atacar a un barco italiano
que había sido señalado, pero recibiendo ellos el ataque de un avión enemigo.
El segundo crucero fue ya un viaje al Cantábrico, iniciado el 28 de abril, para
llegár a Santander el 6 de mayo de 1937, intentando algunos ataques a los
barcos enemigos en el Cantábrico. El 26 de aquel mes Burmistrov fue nombra
do jefe de la flotilla que operaba en el Cantábrico, a la que se incorporaron
también «Paolo» y Nikolai Egipko.
Entre tanto en el Mediterráneo, al ser retirados los B, se encontraba solo el
C-1 que mandaba el alférez de navío Martínez Montero, con el soviético 1. V.
Graiev («Camilo Montes») de segundo. Poco después se dio su mando a Carlos
Muratto, siendo su segundo otro soviético llamado «Simón». El 24 de abril
atacaron sin éxito al Almirante Cervera en el delta del Ebro.
Al perderse la franja cantábrica se decidió hundir al C-6, que estaba averia
do, en tanto que los otros dos submarinos —el C-2 y el C-4— se refugiaban en
puerto francés, donde corrieron muchas peripecias hasta que recibieron la
orden de regresar. El 14 de abril salió de Burdeos el C-4 al mando del soviéti
co Y. E. Egorev y llegó a Cartagena el 25 de abril. El C-2 zarpó de Saint Nazai
re el 17 de junio, al mando de Egipko y llegó el 26, aunque es muy posible que
en realidad lo mandase el segundo maquinista de la Armada Antonio García
Alcázar.
Durante los siguientes meses, estos tres submarinos tuvieron mando sovié
tico. Del C-1 dejó el mando «Paolo» y lo tomó «Samuel» que, al parecer, era
el soviético G. 1. Kuzmin —desaparecido con su barco en la Segunda Guerra
Mundial— cuyo intérprete era «María». El. C-2 quedó al mando de Viktor A.
Egorev («Juan García») y el C-4 pasó a estar mandado por 5. P. Lisin
(«León»). Al ordenarse el 14 de mayo de 1938 la creación del Correo Subma
rino, para enlazar los puertos soviéticos y la casi aislada Mahón, se emplearon
estos submarinos.
En la noche del 8 al 9 de noviembre, el C-1 resultó hundido por un bombar
deo del puerto de Barcelona, siendo el soviético S. P. Lisin quien firmó el parte
de su hundimiento: tras ser puesto a flote se le subió al diqueflotante, donde
sufrió otro bombardeo. En este bombardeo o en otro inmediato resultó muerto
«Paolo» que fue el segundo marino soviético caído en España.
A finales de diciembre los submarinistas soviéticos fueron llamados a su
país. Burmistrov, ya repatriado bastante antes, ascendió a capitán de navío y
fue miembro de la flotilla del capitán Bultonov, basada en Sebastopol, reci
biendo el título de Héroe de la Unión Soviética.
El primer relevo de consejeros
En mayo de 1937, a bordo del Cabo de Santo Tomé, llegó a Cartagena el
Año 1995
JOSÉ LUIS 1NFIESTA PÉREZ
capitán de navío Viadimir
Antonovich Alafuzov, que
sustituyó a Anin como conse
jero de la Flota republicana.
Este oficial, una vez en la
Unión Soviética, ascendió a
contralmirante y fue jefe del
Estado Mayor de la Marina,
considerado como un gran
técnico en la guerra aeronaval.
Sin embargo, según Medvedev
fue detenido y separado del
servicio, pero fue rehabilitado
en la época Kruschev y, según
algunos, nombrado director de
la Escuela Naval.
El sustituto de Kuznetsov
como consejero principal fue
el capitán de navío N. Basisty
(«Juan Montero») que perma
neció en España hasta la
primavera de 1938, regresan
do a su patria donde se distin
guió al mando de las fuerzas
que intervinieron en el desem
El capitán de navío Vladimir Antonovich Alafuzov llegó barco que condujo a la libera
a España en mayo de 1937 a bordo del CaboSanto Tomé cion de Kerch y Feodosia. Su
sustituto fue el capitán de
navío N.A. Piterski que, ya de contralmirante, fue ayudante del almirante
Penteleyev durante la desastrosa evacuación de Tallin.
Drozd dejó el puesto de asesor de la Flotilla de Destructores al capitán de
navío N. Abramov. El teniente de navío Ivan Dimitrev Eliseiev —que durante
la Segunda Guerra Mundial fue jefe del Estado Mayor de la Flota del mar
Negro y más tarde comandante de la Flotilla del Danubio— fue consejero del
crucero Libertad, el capitán de fragata V. G. Bogdenko («Valentín») del
Miguel de Cervantes, .<K.irilo».del. Méndez Núñez y N. 1. lun y Sergeij .M.
Serjiev de las flotillas de destructores.
Las lanchas torpederas
En la cubierta del Cabo Santo Torné llegaron a Cartagena el 1 de mayo de
1937 dos lanchas soviéticas con sus torpedos y demás elementos. Otras dos
llegaron unas semanas más tarde a bordo del Aldecoa.
En la Marina soviética había bastante tradición de empleo de estas lanchas,
utilizadas ya con éxito en la guerra ruso-turca de 1878, por el luego célebre
86
Núm. 48
MARiNOS SOViÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA
almirante Makarov. También se habían empleado en la guerra civil rusa. Se
dice que las lanchas soviéticas estaban inspiradas en el tipo inglés Thornny
croft «MT B-5», estudiadas al ser capturadas cuatro de ellas en el puerto de
Enzeli, una de las cuales parece que está en el Museo de Leningrado. Si es así,
los técnicos rusos le incorporaron muchas novedades, principalmente debidas
al gran ingeniero Andriel Nikolajevich Tupolev, creador del modelo «G», el
elegido para su experimentación en España. Desarrollado a partir de 1933,
(ir
Las dos únicas fotografías que conoce el autor de las lanchas «G» en puerto español
Año 1995
87
JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ
llegaron a construirse más de 300 unidades en los astilleros de Kibinski-Zelye
nodolsk y en los Marty, de Leningrado. Se trataba de la mejor lancha torpede
ra soviética y en aquellos momentos era la más rápida del mundo de las de
serie.
Con ellas llegaron muchos oficiales soviéticos: A. P. Korovnuch —de cuya
participación tengo dudas— pudo ser el comandante o comisario de los
tenientes V. A. Loriokov, A. Butrov, V. Likholetov y 5. Osipov y de los técni
cos Vrodlivets, Usvenko, Erimief y Bielov. Según J. Meister estas lanchas reci
bieron en España las siglas DAR-] a DAR-4, pero otros autores les adjudican los
numerales 11, 22, 33 y 44 ó 11, 2], 31 y 41. Se les asignó unos locales en la
Escuela de Submarinos de Cartagena, donde se inició la instrucción de las dota
ciones españolas, que según Benavides comprendían seis hombres por lancha.
A finales de mayo quedaron basadas en Portman, emprendiendo una serie
de raids de instrucción, llegando a Aguilas, Alicante, Tarragona y Barcelona.
En el curso de uno de ellos una lancha, la DAR-4 según Meister (o la 31), fue
incendiada y hundida por un hidroavión enemigo al norte de Barcelona,
muriendo toda su tripu
lación y su comandan
te, N. A. Lariokov,
primer marino soviéti
co muerto en España.
El malogrado R. Espi
nós, en su libro, infor
ma que un pesquero de
Arenys sacó en sus
redes hace años un
compás marino con una
inscripción en ruso,
suponiendo que debió
de pertenecer a un
submarino soviético.
Dado que no se ha
señalado la presencia
de barcos de este tipo
en tal situación, es
posible que pertenecie
se a esta lancha.
Hundimiento del Ba
leares
Una
88
navegando
La gran ocasión de
estas torpederas pudo
haberse presentado en
Núm. 48
MARINOS SOVIÉTICOS EN L4 GUERRA DE ESPAÑA
marzo de 1938 cuando se montó para ellas una operación de ataque al puerto
de Palma de Mallorca, protegidas y abastecidas en su navegación de aproxi
mación por la 1•a Flotilla de Destructores. Pero las lanchas no pudieron presen
tarse en el punto de cita a causa del mal tiempo, por lo cual el comandante de
la Flota republicana decidió proseguir su navegación hasta que la Flotilla se
incorporase a su grueso. De esta forma se produjo el encuentro con los cruce
ros nacionales. Durante esta acción se encontraban a bordo de los barcos repu
blicanos varios oficiales soviéticos, entre ellos los capitanes de navío Bogden
ko y Basisty. En el Libertad iba como consejero el capitán de navío N. Piterski,
quien en un artículo asegura que el Baleares se hundió al ser alcanzado por las
cinco salvas de artillería disparadas por este crucero que ocasionaron «su
incendio y rápido hundimiento, y constituyó en la noche un espectáculo impre
sionante». Sin embargo
lo tradicional, y casi lo
seguro, es suponer que
el barco se hundió al ser
alcanzado por los torpe
dos de los destructores
republicanos, a bordo de
los cuales se conoce la
presencia de los soviéti
cos N. Ilin, 1. Eleseev y
5. M. Serjev.
Último relevo de con
sejeros
En la primavera de
1938 era consejero naval
principal el capitán de
navío Arseni Grigore
vich Golovko que se
hacía llamar «Simón
García Alva-rez» —lo
que puede crear confu
siones con otro «Simón»
del que ya hemos habla
do— y que debió de
regresar a su país en
abril, donde ascendió a
contralmirante mandan
do, durante la Segunda 1 El almirante Arseni GrigorevichGolovkov, combatioen
0
Guerra Mundial, la Flota
del
Norte
basada
en
Año 1995
-
Españacon el nombre de <Simón García Álvarez>
capitán
siendo de navío
89
JOSÉ LUÍS JNF1ESTA PÉREZ
Tres marinos soviéticos que combatieron en
España, cuya identificación es dudosa.
Podrían ser:
«Simón», ayudante de Burmistrov.
El llamado «Juan Sánchez», que fue
consejero en el acorazado Jaime 1.
S. D. Soloukim, consejero del Alcalá
Galiano
90
Núm. 48
MARINOS SOVIÉTICOS EN JA GUERRA DE ESPAÑA
Polyarni. Al producirse el corte en dos del territorio republicano vinieron
nuevos consejeros soviéticos, entre ellos Spozhnikov, que residía en Barcelo
na, y G. Zhucov, que quedó en la zona Valencia-Cartagena. El primero regre
só a Rusia poco después y, ya de contralmirante, dirigió durante la Segunda
Guerra Mundial el desembarco de Yuzhuay-Ozeveika, que según Kuznetsov
constituyó un gran fracaso. En cuanto a G. Zhukov —que no debe confundirse con el célebre mariscal de este nombre, y al que Castelis llama E. M.
Jukov— se distinguió ya de contralmirante, según escribe Gorshov, al mando
de la base naval de Odesa al producirse el ataque alemán. Monakov y Ribalkin
citan dos marinos con este apellido, G. Zhukov y E. Zhukov, así como a y.
Gavrigov, V. Tsepanovuch y M. Snitro, de los que no teníamos conocimiento.
En algunos trabajos aparece el capitán de corbeta B. D. Soloukin como
consejero del Alcalá Galiano, que llegó a almirante en el Báltico y a L.K.
Brekenev y a N. Paulovich —citados por Dimitrov— de los que tampoco tene
mos noticias. También se nombra al capitan de fragata Smilikov, técnico en
telecomunicaciones que montó la emisora de Cartagena, de donde fue uno de
los últimos en salir a bordo del petrolero Campillo, en los últimos momentos
de la guerra. Si se trata del mismo citado por un autor tan discutible como
Mauricio de Oliveira con el nombre de Smilicoff como llegado a Barcelona en
octubre de 1936, sería el marino soviético de más larga estancia en España.
Año 1995
EL PENSAMIENTONAVAL Y LAS
CAMPAÑAS MARÍTIMASEN EL
SIGLO XVII
F. Fernando de BORDEJÉ Y MORENCOS
Contralmirante (R)
Cuando se anuncia el siglo xvii se produce un cierto espejismo, pues todo
da a entender que las agitaciones y contiendas del xvi parecen haberse calma
do. Pero si se ha puesto fin, de momento, a las luchas religiosas, si Felipe II,
Isabel 1 y Enrique IV han desaparecido y las Provincias Unidas han firmado en
1609 una tregua con España por la que se les reconoce la independencia, ese
idílico panorama será de corta duración al alumbrarse en el horizonte el
comienzo de una de las guerras más larga y mortífera de la Historia.
Ese conflicto se abrió en 1618, cuando el emperador Fernando II trató de
explotar las rivalidades religiosas en un intento de unificar bajo su autoridad
ese conglomerado anárquico, de más de 300 Estados, que constituían Alema
nia. Aunque inicialmente esa guerra aparecía como religiosa y de carácter limi
tado, pronto se propagó hasta convertirse en una lucha por la hegemonía euro
pea en la que intervendrá Felipe III y luego su sucesor en nombre de principios
religiosos y vínculos familiares, apoyando a Fernando II contra Federico, elec
tor palatino y jefe del partido protestante.
Fue una contienda en la que poco teníamos que ganar y en la que surgieron
grandes capitanes de la táctica y estrategia como TilIy, Wallestein, Condé,
Turena y, especialmente, el gran señor del arte de la guerra terrestre Gustavo
Adolfo, conflicto de marcado signo continental pero del que se derivarán otros
eminentemente marítimos en los que, asimismo, aparecerán grandes marinos,
entre otros, Oquendo, Tromp, Ruyter, Blake, Monk y Tourville.
En el llamado período palatino (1619-1623), el español Spínola invadió el
Palatinado y colaboró con Tilly en la toma de Praga, tras derrotar a los protes
tantes en una de la más espectaculares batallas del siglo, la de la Montaña
Blanca. Una segunda fase, conocida como la danesa, se abrió en 1625 con
victorias imperiales para cerrarse en 1629 con la paz de Lubeck, fase a la que
siguió el período sueco, que se inició en 1630 y en el que el cardenal infante
Don Fernando derrotó a los suecos en Nordlingen, dándose por finalizado en
1635 con la paz de Praga.
Esa larga guerra acabaría con un cuarto período, el franco-sueco, que
comenzó en 1635 para terminar en 1648 con la paz de Westfalia, en el que los
tercios españoles al mando del portugués Francisco de Melo fueron batidos por
el joven Duque de Enghien, más tarde príncipe Condé, en la batalla de Rocroy,
que señaló en el ámbito terrestre el principio de nuestra decadencia militar y de
dolorosas pérdidas territoriales, puesto que la citada paz implicaba la firma del
Tratado de Munster por el que reconocíamos la independencia de Holanda y su
soberanía sobre sus conquistas en Asia.
Año 1995
F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS
No obstante España proseguiría la lucha contra Francia e Inglaterra hasta
que derrotados en la batalla de las Dunas nos viésemos forzados a concluir en
1659 la paz de los Pirineos o de los Faisanes, en la que perderíamos el Rose
llón, Cerdaña, Artois, etcétera, y que pondría definitivamente fin a nuestra
presencia en Europa.
Pero lo que interesa destacar es que la guerra de los Treinta Años fue la
primera contienda que puede considerarse como una verdadera lucha entre
pueblos en la que, en general, los participantes se vieron unidos por lazos ideo
lógicos, especialmente religiosos, y por motivaciones que podríamos llamar
«patrióticas». Fue, además, un conflicto generalizado al abrazar a toda Europa,
habiéndose perdido desde los tiempos de las grandes invasiones la noción de
situaciones similares, porque si las cruzadas pusieron en movimiento a la
mayor parte de Occidente, no fueron consideradas por la Cristiandad como
guerra sino interpretadas como la expresión de sentimientos morales y espiri
tuales, mientras que las campañas turcas, por su parte, se juzgaron como peri
féricas y sólo fueron calamitosas para quienes las sufrieron.
Por todo ello, desde una perspectiva de situación mundial surge Europa en
la primera mitad del siglo XVII como el continente elegido para albergar, produ
cir y conducir los futuros conflictos mundiales, incluso y como los hemos
sufrido, hasta en nuestros propios días. Otra característica esencial de ese siglo
fue que también por primera vez los flujos y reflujos de las luchas europeas
alcanzaron los más remotos confines de la Tierra, en los que se asentaban inte
reses de las potencias continentales del Viejo Continente, ampliándose la esfe
ra de intereses a defender y las zonas geoestratégicas de expansión. Como
consecuencia, Europa en el xvii no sólo fue un continente en movimiento sino
que por el repliegue turco a su área de influencia y por el inmovilismo y aisla
miento de los imperios asiáticos, los Estados europeos monopolizaron el poder
mundial y se convirtieron en el motor político, económico y tecnológico del
desarrollo de la Humanidad.
Como ya indicamos, si esa larga guerra dominó la política y la estrategia de
la primera mitad del siglo xvii, en la segunda mitad iban a originarse otros
conflictos en búsqueda de la supremacía continental y marítima.
Con independencia de una nueva lucha de España contra Inglaterra entre
1601 y 1604, en la que Felipe III intentó ayudar a los católicos irlandeses
sufriendo otro desastre naval que nos condujo a la firma de la paz con Jacobo 1,
hijo de María Estuardo, o el episodio italiano de la región de la Valentina
contra Francia, durante la mencionada guerra de los Treinta Años destaca la
ruptura de una precaria paz en Flandes.
Provocó el conflicto el fallecimiento del archiduque Alberto en 1621, espo
so de Isabel Clara Eugenia, y que pudo verse resuelto tras la rendición de
Breda, en 1626, de haberse llevado una política realista y acertada, puesto que
los errores españoles prolongarían inútilmente la lucha hasta 1648 en que se
firmó el tratado de Munster, fecha a partir de la cual Holanda se convertiría en
la primera potencia naval de la época y hasta podríamos decir que comercial.
Otro conflicto en la segunda mitad del siglo xvii fue el anglo-holandés,
94
48
EL PENSAMIENTO NAVAL
YLAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
desarrollado en tres fases muy diferenciadas, entre 1652 y 1673, guerra de
eminente carácter marítimo que terminaría con la supremacía holandesa en la
mar, pasando Inglaterra a ostentar el cetro de los mares, que sabría mantener
hasta 1939.
Finalmente, el mencionado siglo se cerraría con la guerra de una Europa
más o menos coaligada, según el momento, contra una Francia autoritaria bajo
el poder personal de Luis XIV. Se iniciará en 1666 para finalizar en 1697,
conflicto asimismo fragmentado en tres períodos, la guerra de la Devolución
contra España, al reclamar Francia la soberanía de Flandes por estimar que
correspondía a María Teresa, esposa del monarca francés e hija del primer
matrimonio de Felipe IV, antes que a Carlos II y que concluirá en 1688 con la
paz de Aquisgrán, como consecuencia de haberse formado la Triple Alianza
entre Holanda, Suecia e Inglaterra contra Luis XIV, no recuperando España las
plazas perdidas en Flandes.
El segundo período se extenderá de 1673 a 1678, al deshacerse dicha alian
za, pero viéndose apoyada España por el Imperio, Holanda y Duque de Lore
na, disputa que cerrará la paz de Nimega, perdiendo España el Franco Conda
do y más plazas en Flandes.
Por último, entre 1686 y 1697 la Liga de Augsburgo, constituida por Espa
ña, Holanda, Suecia y Alemania, tratará de frenar las aspiraciones del monar
ca francés de convertirse en árbitro de la política europea, iniciándose otra
guerra que acabará con la paz de Ryswick cuando Luis XIV, para atraerse y
ganar la voluntad de Carlos II, que no dejaba descendencia, retiró sus tropas de
Cataluña, en donde había conquistado Barcelona, y decidió renunciar a cuanto
nos había quitado desde la paz de Nimega.
Pero la designación de Felipe de Anjou, nieto del soberano francés, para
ocupar el trono de España encendería en 1701 otro largo conflicto conocido
como la guerra de Sucesión española. Claro es que las paces de Westfalia, Piri
neos, Aquisgrán, Nimega o Ryswick no tuvieron ningún significado con
respect3’ a los sentimientos bélicos del siglo, en el que la guerra fue el factor
básico de la evolución de Europa y a la que era difícil renunciar y, menos aún,
mantenerla dentro de unos límites muy precisos.
El nacimiento de un incipiente pensamiento naval
La lucha del mar contra la tierra no solamente es una constante de toda
reflexión político-estratégica desde la mitad del siglo XVIsino, incluso, filosó
fico-estratégica desde muchas centurias anteriores, pues ya Platón nos habla de
los problemas que se suscitaban entre la ciudad ideal, en términos actuales
léase Estado, y la mar.
Siglos después, ya en la Edad Moderna, Francis Bacon, Felipe II, Richelieu
y otros reformularon tímidamente la misma cuestión en espera de la llegada de
Mahan y de los geoestrategas marítimos contemporáneos como Colomb,
Colbert, Castex, Richmond, Fioravanzo o Giambernardino.
Año 1995
F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS
Tal como entendemos la estrategia, el primer pensador que escribe sobre
problemas navales es un francés llamado Gilles de Roma, consejero de Felipe
IV el Hermoso, quien a comienzos del siglo xiv en su obra De regimine prin
cipium ofrece ciertas recetas tácticas originales para el tiempo, aunque practi
cadas desde hacía siglos, como era la de enviar buceadores a perforar las obras
vivas de las naves adversarias.
Un siglo después, en 1455 se publicó Debat sur le héraut d’armes, que
respondía al Lybelle of english polycie de Moleynes, aparecido diez años antes.
Trataba de rebatir la pretensión inglesa de ejercer la soberanía de los mares,
concepto que con fortuna propagaría Grotius en 1609 con su tratado Mare
Libe rum, en el que trasladaba a la esfera jurídica el concepto expuesto décadas
antes por su compatriota sir Walter Raleight sobre el dominio de los mares.
Unos decenios más tarde, Philippe de Cleves en Intructions sur lefais de la
guerre preconizaba ya que la cadencia rápida en el tiro naval iba a dominar a
la táctica, y la velocidad en los desplazamientos y la autonomía a la estrategia.
En 1516, ya en pleno siglo xvi, Antoine de Conflans escribió Les faits de la
marine et de la navigaie (sic), años antes de que apareciera el Espejo de nave
gantes del español Alonso de Chaves.
Eran, no obstante, trabajos muy pobres sobre táctica naval que pasaron
totalmente desapercibidos en la literatura militar aparecida entre el siglo xiv y
finales del xvi cuando, por el contrario, la táctica terrestre avanzaba soportada
por una larga serie de innovaciones operativas y mejoras en el armamento,
propagadas por multitud de obras de reconocidos capitanes y pensadores civi
les como Maquiavelo.
A propósito de España, llama la atención la prácticamente nula existencia
de tratados tácticos y, menos aún, de conceptos del ámbito político-estratégi
co, aunque algunos hayan intentado encontrarlos en las ideas de Gelmírez,
expuestas en el siglo xiii, en ciertos capítulos de las Partidas de Alfonso X el
Sabio en el siglo xiii, en los que, por ejemplo, se hacen algunas observaciones
sobre lo que podríamos denominar «espíritu ofensivo» o, en el mismo iglo, en
el capítulo «Ars navegandi» de la obra Ars Magna, atribuido al mallorquín
Ramón Llull.
Posteriormente lo que en realidad ofrecería España sería una ingente biblio
grafía concerniente al arte de navegar y cosmografía, no igualada durante cerca
de dos siglos pero en la que no se aporta nada a la esfera táctica o del manejo
de las escuadras y, tampoco, a consideraciones político-estratégicas en el ámbi
to marítimo, que no fueran simples instrucciones.
Dicha obra es muy extensa y surge en su mayor parte coincidiendo con
nuestro mayor esplendor y total dominio de la mar, esto es, en el siglo xvi,
limitándonos a mencionar algunos autores: Martín Fernández de Enciso, autor
de Suma de Geografía, publicada en 1519; Juan Bautista Gallo, redactor del
Arte de navegar, dado a conocer en Lima en 1521; Francisco Falero, portugués
educado en Sevilla, quien dio a luz en esa ciudad su libro Tratado de la esfera
y dl arte de navegar en 1535; Alonso de Chaves y su Espejo de navegantes,
escrito hacia 1540; Pedro de Medina, quien publicó en Valladolid en 1545 su
96
48
EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
trabajo Arte de navegar, seguido en 1551 por Martín Cortés con su estudio
Breve compendio de la esfera y del arte de navegar. El mérito de estos últimos,
como ellos mismos nos indican, fue el intentar evitar «la multitud de barcos
que se pierden cada día en la mar porque los marinos no son bastante instrui
dos en su oficio y porque no existen libros que lo enseñen», vanagloriándose
Cortés, en su dedicatoria al monarca, de ser el primero en haber anunciado los
errores que se advertían en las cartas de marear utilizadas en su tiempo. El libro
de Medina sería pronto traducido al italiano, francés y flamenco y se converti
ría en guía de los navegantes ingleses, mientras que de la obra de Cortés se
editarían cuatro ediciones en castellano y nueve en inglés, la última de ellas en
1630.
Otras obras en la esfera del conocimiento náutico serían las de Escalante de
Mendoza, autor del Itinerario de navegación de los mares y tierras occidenta
les, aparecido en 1575; el Compendio del arte de navegar, de Rodrigo Zamo
rano, editado en Sevilla en 1581; Instrucción náutica debida a Diego García de
Palacio en 1587; Espejo de navegantes, escrito en 1592 por Baltasar Vellarino
y que puede considerarse como un complemento de la obra de Escalante de
Mendoza, etcétera.
Pero no seríamosjustos de no mencionar algunas aportaciones portuguesas,
asimismo referidas a la cosmografía y navegación, escritas en su mayor parte
como súbditos españoles durante las largas décadas en las que el país hermano
se integró en la monarquía hispánica.
Como en nuestro caso, nos reduciremos a citar a: Simo Fernándes con su
libro Regimiento de navegaçao, editado en Lisboa en 1534; Bernardo Fernán
dez, autor del Libro de marinharia, que vio la luz en 1548; Andrés Alvarez de
Almeda con su trabajo Arte náutico o de navegar, aparecido en 1594; Joao
Baptista que escribió Regimiento náutico a finales del XVI; Cristovo Brono con
su Arte de navegar, de 1628; Antonio Nájera, quien publicó en Lisboa Nave
gación especulativa, obra que repite lo escrito por García de Céspedes y, final
mente, Luis Serrao Pimentel, a quien se le debe en 1681 el Arte práctica de
navegar. A esas obras debemos añadir las decenas de Roteiros de navegaçao,
consagrados a las derrotas y costas africanas y de las Indias Orientales, en los
que figuran descripciones, datos e instrucciones para los navegantes.
Cuando se llega al siglo xvii, el pensamiento naval se ve inicialmente domi
nado por el libro L ‘armata navale del italiano Pantero Pantera, publicado en
Venecia en 1614, seguido por un estudio del francés Grenier, que hizo pensar
que pudiera servir de modelo a ulteriores desarrollos más profund9s.
Pero sin duda el trabajo más importante se debió a Isaac d Razilly, por
presentar nuevos conceptos doctrinales que inspirarán los proyectos de Riche
lieu en la esfera naval, esbozando la aplicación de ciertos principios de la
guerra, como el de la «concentración», «maniobra» y «libertad de acción»,
aunque en sus referencias operativas preconice ciertas tácticas ya utilizadas
durante el siglo xvi por la Marina española, como la ventaja de constituir
convoyes escoltados por buques de guerra.
Otro doctrinario fue el padre George Fournier, a quien se le debe la publi
Año 1995
F. FERNANDODE BORDEJÉYMORENCOS
cación en 1643 de la obra Hidrographie contenant la theorie et la practique de
toutes les parties de la navigation, personaje que había asistido como capellán
embarcado a numerosos combates navales. Si como refleja el título el libro
contiene una serie de temas hidrográficos, no faltan aspectos operativos, de alta
política y hasta logísticos, por lo que se le puede considerar, tal vez, como la
primera enciclopedia marítima.
Con independencia de las referencias hidrográficas, presenta instrucciones
para el combate dirigidas al general de la flota, a los jefes de escuadra y capi
tanes, así como mejoras y medios para la transmisión de señales de día y de
noche, cañonazos, posición de las velas, izado y arriado de banderas, etcétera,
al mismo tiempo que incide sobre dispositivos de marcha y batalla, recomen
dando mantener los navíos de una escuadra alejados los unos de los otros para
cubrir una mayor superficie a vigilar, colocar buques exploradores en vanguar
dia y demostrando predilección por las formaciones en media luna, muy
empleadas en el siglo anterior y en éste, quizá por haber estudiado algunos
encuentros del pasado, como el de Lepanto, al que nombra.
Aunque ya se anuncian trabajos más profundos cuyo modelo en el campo
táctico será la obra del jesuita francés Pre Hoste, la exigua aportación que
hasta bien entrados en la segunda mitad del siglo XVII se nos ofrece, se deberá
en gran parte a que tanto en Francia como en España e Inglaterra la conjunción
política era muy incierta para que la reflexión naval pudiera canalizarse en
condiciones favorables.
En nuestra patria durante el citado siglo, el pensamiento naval, como suce
de en Inglaterra, es prácticamente inexistente, como lo había sido en el xvi.
Quizá pudo haber sido el almirante Diego Brochero quien podría haber abier
to el camino de haberlo intentado, pero se limitó a redactar instrucciones y a
concentrarse en señalar los males que aquejaban a la Marina y las formas para
regenerarla, exponiendo el defectuoso armamento de los buques, la mala cons
trucción de los navíos por corruptelas de armadores y proveedores, el atraso en
las pagas o el mal trato a las dotaciones.
Pero en lugar de paliar el vacío existente, con Felipe III nos concentramos
en estudiar aquellas denuncias y en publicar unas Ordenanzas navales para la
Armada del Mar Océano y flotas de Indias, firmadas el 4 de noviembre de
1606 y ampliadas por Real Cédula del 22 de enero de 1607, en las que se
incluían deberes, responsabilidades, prebendas, jurisdicciones, mejoras en la
situación de pilotos y marinería, desarrollo de la industria naval, estímulo a los
armadores, pagos, etcétera, pero nada en absoluto referente a las operaciones,
maniobras en combate o aplicación de los principios de la guerra, aspectos que
tampoco aparecerían en los numerosos «asientos» firmados en ese siglo.
Todo daba a entender, conforme transcurre el siglo, como si en la profesión
marinera nadie fuera capaz de pensar en aquellos problemas, aunque sólo fuese
esbozando ideas. Unicamente aparecerá a comienzos del siglo la obra de Tomé
Cano Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos de guerra y mercante,
impresa en 1611, seguida por la de Juan de Veas, amigo de Brochero, publica
da en 1613, trabajos eminentemente técnicos.
98
48
EL PENSAMIENTO
NAVAL YLAS CAMPAÑASMARÍTIMASEN EL SIGLOXVII
De esa profunda paralización del pensamiento naval español se saldrá espo
rádicamente en el siglo XVIII gracias a Patiño y, especialmente, al Marqués de
la Ensenada, quien pondrá los cimientos a un renacer materializado en la Mari
na de Carlos III, para volver a sumergirnos en la oscuridad y no conocer otras
ideas brillantes, aunque efimeras, salvo con Sánchez de Toca a comienzos del
siglo xx o a finales de los años sesenta de este mismo siglo con la elaboración
del Plan General de la Armada. En compensación gozamos de excelentes técni
cos y sabios como Jorge Juan, Bustamante o González Hontoria y de brillantes
investigadores históricos como Navarrete y Fernández Duro.
Claro es que como más tarde señalaremos, tampoco en el siglo XVII encon
tró Holanda o Inglaterra pensadores y, por ello, este último país, siendo ya
dueño de los mares, marchó a remolque del pensamiento naval francés, aunque
sabría asimilarlo, adaptarlo e inspirar posteriormente el suyo.
Fue con Richelieu cuando en Francia comenzó a elaborarse una política
naval, aunque las ideas del cardenal no le eran originales, ni aun en la forma,
puesto que respondían a lo expresado en el Libro III del Traité d’economie
politique que llevaba por título «De la navigation», libro de Montchrestien
publicado en 1615, así como en la Reformation de la France, memoria presen
tada por el almirante Montmorency al Consejo de Notables en 1617 y, también,
en los tratados del mencionado sacerdote y consejero suyo Isaac de Razilly, si
bien el mérito del cardenal fue el haber sabido integrar ideas y sugerencias en
un proyecto político y actuar en condiciones difíciles partiendo de estructuras
administrativas y hasta sociales desfavorables.
En ese proyecto político influyó decisivamente la comprobación de que la
debilidad naval había favorecido la agitación hugonote que, impunemente,
erigió en 1621 un almirantazgo rebelde en La Rochela apoyado por una flota
mandaba por un experimentado marino de la familia Roham, quien fue capaz
de cortar el tráfico con Burdeos —elde la sal—,instalarse en Re y saquear
Medoe, capturar presas y desafiar a los escasos navíos reales, lo que había
forzado a París a mendigar la ayuda naval de países protestantes, como Holan
da e Inglaterra, vergüenza nacional que hizo escribir a Razilly «qué poder tiene
el rey que todas sus fuerzas no han podido vencer a un súbdito sin acudir a la
asistencia de Inglaterra, Holanda y Malta», debilidad en la mar de la que tomó
buena nota Richelieu.
Los proyectos navales de éste iban a quedar reflejados en su Testamento
Político en los apartado relativos a la «potencia del príncipe» y a la «potencia
en la mar», que pueden considerarse, en cierto modo, de marcado signo estra
tégico.
Partiendo del principio de que el punto débil de su secular enemigo, Espa
ña, radicaba en las comunicaciones marítimas que enlazaban la Península con
Italia y los Países Bajos, el cardenal preconizaba la urgencia de disponer de una
fuerte marina a la que concedía un alto valor disuasivo y una capacidad para la
defensa del litoral, por lo que, en su opinión, esa defensa debía recaer en las
fuerzas navales y no en las obras fortificadas.
Para dar forma a su idea, comenzó por concentrar en sus manos todos los
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poderes y controles relacionados con la mar, al firmar el rey en 1626 el Edicto
de Saint Germain por el que el cardenal se convertía en el «gran señor, jefe y
superintendente general de la navegación y del comercio del reino», aprove
chando la muerte del Condestable de Francia en 1627 para refundir en su
persona los cargos de condestable y almirante, lo que justificaba al señalar que
«el almirante compartía la autoridad del rey a tal punto que éste se ve despoja
do de ella sin ningún control sobre la gestión del almirante».
Años más tarde, en 1636, nacía la Secretaría de Estado para la Marina que
no sólo iba a establecer las misiones de las fuerzas a flote: protección del tráfi
co comercial, defensa del litoral, corte de las comunicaciones españolas a partir
de 1638 y, por último, convertirse en instrumento de la política real, sino a
emitir una serie de directivas tendentes al rearme naval y fortalecimiento de la
estructura marítima. Entre otras figuraron las relativas a la construcción naval,
con el encargo de buques al extranjero y el contrato de técnicos especializados;
al acondicionamiento de puertos donde se establecieron comisarios generales,
antecedente de los actuales prefectos marítimos; a la creación de tres bases: en
Tolón, en la que en 1641 nada se habría hecho; la de Brest, que entusiasmaba
al cardenal por su situación geográfica, y la del Havre, en su opinión «el más
cómodo, más seguro y más célebre puerto de Europa», que estaría operativo en
1639; a la creación de escuelas de Hidrografia, Artillería y Oficiales; a la modi
ficación del sistema de reclutamiento de leva que, no obstante, mantendría; a
la formación de un Cuerpo de oficiales profesionales, que ya tenía Inglaterra,
sujetos a una jerarquía y escalafón, etc., sin olvidar que en 1634 se habían codi
ficado los usos y costumbres tradicionales en la Marina y redactado un regla
mento de disciplina, verdadero breviario del marino que se inspiraba en las
reglas de la Orden de Malta y de las Marinas holandesa e inglesa.
Pero aún hizo algo más, porque siguiendo las recomendaciones de Raizilly,
Richelieu trató asimismo de desarrollar la expansión comercial acudiendo a
fomentar el tráfico marítimo, adoptando la fórmula que retomará Colbert a
finales del siglo, la de establecer compañías similares a las que había instaura
do Holanda. Pero tampoco se detuvo ahí pues, cuando en España se iba
perdiendo la mentalidad marítima suplantada en la masa del pueblo por la
continental, el cardenal, para sacar a los franceses de un cierto inmovilismo e
indiferencia hacia los problemas de la mar, redactó el Código Michau en 1629,
que servirá a los ingleses en 1651 para alumbrar su famosa «Acta de Navega
ción», pilar sobre el que se basaría la futura preponderancia británica en todos
los océanos, decisiones que, dos siglos después, Mahan ensalzaría como
elemento fundamental para quien quiera ser fuerte en la mar y que englobaría
en su conocido principio naval, el de la acción política de un gobierno en la
esfera marítima.
Sin duda, la obra más importante aparecida en siglo xvii fue la debida al
jesuita Hoste, inicialmente protegido del Duque de Montemort, general de las
galeras del rey y luego capellán del mariscal Jean dEstrés, futuro almirante
Tourville, editada en Lyon en 1697. Lleva por título Traité des évolutions nava
les, aunque su enunciado correcto y completo sea Traité des évolutions qui
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Núin.48
EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTiMAS EN EL SIGLO XVII
contient des regles utiles aux officiers généraux et particulires d ‘une armée
navale, avec des examples tires de ce que s ‘estpassé de plus considerable sur
la mer depuis cinquante ans, basándose en el estudio de las grandes batallas
del pasado desde Lepanto a la de Hougue en 1692, pasando por el episodio de
la Gran Armada en 1588 y los encuentros de Portland en 1653 y Texel en 1673.
Aunque Hoste intentó tratar ciertos temas relacionados con la estrategia
naval, no pasó de ser su obra eminentemente táctica, es más, de una cierta tácti
ca más cinemática que militar, sin duda porque, por su formación matemática,
aplicó esta ciencia a problemas operativos presentando el trabajo, en sus 424
páginas y 382 dibujos de evoluciones en la mar, una serie de descripciones
geométricas de dificil comprensión.
Por ello, ciertos autores posteriores se mostrarían muy duros con él, como
el conocido Caxtex en 1937, en sus difundidas Teorías estratégicas, o el italia
no Giovanni Sechi, al pretender oscurecer las ideas de aquél sobre el combate
y orden de batalla, marcha o navegación, sobre la retirada y cambios de dispo
sitivos o sobre formaciones en el paso por aguas restringidas, olvidándose que
su trabajo provenía del siglo XVI y que podía considerarse como el primer trata
do en describir evoluciones en un contexto naval.
Asimismo se le criticó su entusiasmo por la formación adoptada por Don
Juan de Austria en Lepanto, que Hoste presenta como singular, lo mismo que
la maniobra, al argumentarse que en 1690-1700 aquellas formaciones de gale
ras habían sido superadas y no podían ser adoptadas por los navíos. En nuestro
sentir, hubo mala fe en sus críticos pues, por el contrario, parecieron ignorar
que el espíritu ofensivo no está ausente en su obra y que presenta atrevidas
maniobras, como la ruptura de una línea de batalla, que en el siglo xx alaba
ría el gran estratega e historiador británico sir Julian Corbett, problemas de
ruptura que sólamente abordaría el inglés Clerk of Eldin, a finales del siglo Xviii,
en su libro An essay on naval tactics publicado en 1762. También se ignora que
la importancia de Hoste quedaría reconocida en 1762, casi un siglo después, al
ser traducido su tratado al inglés, presentándose en el prólogo a Hoste como el
hombre más capaz e idóneo para estudiar problemas navales.
Con todas las lagunas y errores que se puedan encontrar en dicho trabajo, de
lo que no hay duda es de la facilidad que existe para censurar a quien descuella,
siendo culpables muchos de los críticos de la esclerosis o paralización que en
ciertas épocas de la historia sufrieron las concepciones tácticas y hasta estratégi
cas, porque en lugar de incidir en lo positivo y aclarar y mejorar lo expuesto,
solamente se acostumbra a atacar al ingenio.
Lo que puede asegurarse es que será bien avanzado el siglo xix cuando se
abra un verdadero debate estratégico sobre las operaciones navales, sus posibili
dades y el porvenir de la Marina y, muchas décadas después, en pleno siglo xx,
sobre el enfrentamiento del Poder Naval contra la Tierra y sus repercusiones
políticas.
Pero para ser veraces y objetivos, recodaremos que la obra de Hoste respon
dió a los temas operativos con escasísimas referencias tanto a la conducción de
la guerra, tal como él mismo pretendía, como a la importancia que ya se intuía
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de la destrucción de la fuerza organizada del adversario, y que sus consejos
sobre el movimiento y ofensiva no tienen ningún carácter estratégico.
También señalaremos que muchos analistas de su obra ven en ella una gran
influencia del gran táctico francés Tourville, hasta el punto de que algunos han
dejado traslucir que escribió lo que el citado almirante le dictaba o inspiraba,
basándose esas afirmaciones, jamás probadas, en que su tratado fue escrito
cuando Francia luchaba contra la Liga de Augsburgo, conflicto en el que las
flotas galas fueron dirigidas por Tourville, asistiendo a la contienda Pare Hoste
embarcado en el navío del almirante.
Ciertos lectores estimarán que era lógico que el pensamiento naval se
hubiera manifestado igualmente en Holanda e Inglaterra, grandes potencias
navales en el siglo XVII.
En cuanto a Holanda, su dominio del mar sólo pudo ejercerlo durante esca
sas décadas, viéndose sometida su Marina a combates constantes, lo que impo
sibilitó toda reflexión estratégica, e incluso táctica, para terminar abatida en la
mar por los ingleses sin posibilidad alguna de una posterior recuperación.
En lo que concierne a Inglaterra, parece olvidarse que durante el siglo XVII
no surgió ningún pensador naval de la misma categoría y renombre que en
Francia y las alusiones que formularon los tratadistas británicos en el siglo
posterior, como el citado Clerk of Eldin, sobre la superioridad intelectual fran
cesa en ésa y otras vertientes es capital, al demostrar el prestigio que gozaba la
que podríamos denominar escuela francesa.
Realmente, puede afirmarse que cuando se llega a 1780 no existía todavía
en Inglaterra un tratado de táctica naval comparable a los franceses, lo que se
ha achacado a que los almirantes ingleses prefirieron durante largas décadas
redactar instrucciones concretas y detalladas para hacer frente a una determi
nada campaña marítima o combate, en las que figuraban desde las formaciones
que se debían adoptar y señales, a cambios de dispositivo y orden de batalla,
dejando una gran iniciativa a los comandantes.
Por ello, no puede extrañar que a finales del XVII y, especialmente, durante
el XVIII, se ofrezca una profunda diferencia entre las concepciones sobre la
guerra en la mar en ambas naciones. Los británicos basaban sus operaciones en
reglamentos y directivas emitidas por el Almirantazgo de las que se derivaban
las Instrucciones para el combate, cuando los franceses, por no disponer de un
órgano similar ni de un Estado Mayor capaz de crear y difundir una doctrina
así como tampoco claras y detalladas directivas para afrontar una batalla, se
verían empujados a fundamentar su acción naval en los trabajos de teóricos
esclarecidos, siendo el británico Clerk el primero que romperá con aquella
concepción inglesa en 1790, al desarrollar una tesis que se ha considerado
como el antecedente de la futura teoría del «Sea Power» que materializará en
sus obras Mahan.
Centrándonos en el siglo XVII, podemos determinar que del análisis de esa
centuria es fácil adivinar el preeminente que ocupaba el ataque y defensa de las
comunicaciones marítimas, pasando la Marina española de ejercer un papel
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EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTiMAS EN EL SIGLO XVI!
preponderante a difuminar su. protagonismo y perder el dominio del mar. Por
otro lado, esas misiones se vieron estrechamente ligadas a la lucha entre fuer
zas organizadas, que comenzaban a tomar cuerpo bajo la forma de marinas
nacionales de carácter permanente en las naciones europeas.
Esa ligazón puede comprobarse, como posteriormente veremos, estudiando
las guerras anglo-holandesas, las desencadenadas contra Francia y en nuestra
misma lucha en Flandes, puesto que para Holanda era esencial asegurar la
entrada y salida de su tráfico al Atlántico, de tal forma que la lucha contra el
comercio y los encuentros entre escuadras se fundieron y si la guerra de corso
pareció eclipsar a finales del siglo esa constante, ello se debió a las oscilacio
nes que sufrió la doctrina de guerra debido a penurias económicas y por esti
marse, erróneamente, que el corso podría alcanzar los objetivos y hasta poner
fin a una contienda sin exigir gastos considerables, doctrina que alcanzaría su
apogeo en la lucha contra la Liga de Augsburgo y, más aún, en la de la Suce
sión española a comienzos del siglo XVIII.
El ataque y defensa del litoral fue otro factor que se tuvo muy en cuenta en el
XVII, haciéndose cada vez más diflcil llevar a cabo con éxito el desembarco y
apoyo a una fuerza en tierra ante la intervención de la fuerza organizada del
adversario, si ésta ejercía el control del mar, como pudo comprobarseen el fraca
so de nuestra campaña en Irlanda, en la batalla naval de las Dunas o en el asálto a
la costa inglesa en 1692,que se saldó con la derrota naval francesa de la Hougue.
Por consiguiente, las fuerzas navales se convirtieron en ese siglo en la pieza
básica para la defensa del territorio y del tráfico, principio que continúa vigente y
que haría escribir a Mahan, «la destrucciónde la fuerza del enemigo debe conver
tirse en la misión principal de una flota si se desea preservar las vías de comuni
cación que son las que condicionan el esfuerzo bélico y conducen a la victoria».
Asimismo, en ningún conflicto anterior se había visto a los beligerantes
animados de un sentimiento ófensivo tan fuerte que terminó con las florituras de
los encuentros de otros siglos, siendo una novedad el advertir que la guerra
naval no se reducía ya a celebrar un encuentro entre flotas del que salía un
vencedor y, generalmente, el ganador de una contienda o la anulación de una
amenaza, como fueron las batallas de Salamina, Actium, Cuerno de Oro o
Lepanto, puesto que como se demostró en las guerras anglo-holandesas, el
contacto entre las fuerzas enemigas fue constante a lo largo de todas las contien
das con momentos de máxima intensidad, que fueron las llamadas batallas
Por último recordaremos que la guerra en la mar continuó subordinada a las
operaciones terrestres, en las que continuó descansando la decisión política y
estratégica, y por tanto la victoria, con la única excepción de las guerras que
enfrentaron a dos potencias marítimas sin fronteras.
El componente naval en las guerras del siglo XVII
Con independencia de la guerra de los Treinta Años, en la que los aspectos
navales fueron secundarios, se desarrollaron tres contiendas con un gran prota
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gonismo marítimo: la guerra en Flandes, las anglo-holandesas y las mantenidas
con Francia.
La guerra con Holanda
Ignorando la tregua de 1609, las Provincias Unidas no había dejado de
mostrarse hostiles a España, dando apoyo a Manuel de Portugal, hijo del Prior
de Crato y cuñado de Mauricio de Nassau, en sus reclamaciones a la corona de
Portugal, penetrando en la Guayana, apresando mercantes flamencos, etcétera,
presintiéndose con la desaparición del archiduque Alberto el final de la paz.
La tregua se rompió cuando una flóta holandesa bloqueó Ostende y Dunker
ke, estimando Madrid que para doblegar a Holanda se debía disponer de una
total libertad de acción, lo que podría conseguirse si se mantenía dividida a
Alemania —peroen tranquilidad—,si se fomentaban las discordias internas en
Francia y se aseguraba la neutralidad inglesa favoreciendo su rivalidad comer
cial con los neerlandeses.
Por otro lado también pretendía España debilitar la flota mercante holande
sa y la de la pesca del arenque, lo que implicaba fortalecer nuestra flota de
Dunkerke y atacar el tráfico de nuestro virtual enemigo en el Atlántico, si bien
no debíamos olvidar que nuestras derrotas con América, Italia y Flandes repre
sentaban, a su vez, nuestro «talón de Aquiles» y se encontraban igualmente
expuestas al ataque de cualquier adversario. Por ello, la gran baza holandesa
descansaba en hostigarnos en la mar, forzándonos a incrementar la escolta a los
convoyes que transportaban tropas y dinero a Flandes en detrimento de una
mayor libertad de acción de la flota de Dunkerque, cuya amenaza potencial
había incidido en la decisión neerlandesa de crear una potencia marina militar.
Ante la situación que heredaba, Felipe IV decidió aumentar la protección
del litoral de la monarquía, de las flotas de Indias y mantener el dominio del
mar en el canal de la Mancha y mar del Norte, pareciendo ignorar nuestra debi
lidad naval ante el aumento del bloqueo holandés, que se hizo efectivo a partir
de 1625, la excesiva edad media de la flota de Flandes, que en 1633 se situaría
en doce años, así como la escasez de buques de guerra que impulsaría en 1635
a armar mercantes y recurrir la corona a la permanente firma de «asientos».
Asimismo se debía tener presente la falta de dotaciones y créditos para mante
ner operativas las fuerzas navales, puesto que desde 1630 el promedio operati
vo de los galeones de Dunkerque se situaba en sesenta días de mar por cuatro
cientos de permanencia en puerto, lo que incidía negativamente en el material,
adiestramiento y en la moral.
Sería ese panorama el que nos impulsaría a partir de 1631 a practicar la
guerra de corso, que se mantuvo con un gran rendimiento con la captura entre
1635 y 1638 de unos dos mil buques desplazando alrededor de 200.000 tone
ladas, cuatro veces lo que representaba el tráfico anual indiano. Fue también en
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EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
aquel año cuando se inició una gran actividad en aguas brasileñas y del Caribe, lo
que nos forzaba a distraer fuerzas de otros teatros, precisamente lo que buscaban
los neerlandeses para disminuir la presión sobre la llegada de sus convoyes sin
que, por otra parte, se alcanzase ninguna decisión favorable en la lucha en tierras
de Flandes.
Aunque en 1634Fuentes arribó a los Países Bajos con 38 navíos, 4.000 solda
dos y millón y medio de ducados de plata, con el fin de relevar a Ribera al fren
te de las fuerzas navales de Flandes, y en 1637 la escuadra de Dunkerquetodavía
aseguraba las comunicacionescon la Península, el poder naval holandés se incre
mentaba paulatinamente,mientras Francia desviaba su ofensiva del Rin a los Piri
neos orientales.
Tampoco lograría Hoces, relevo de Fuentes, mantener el control total sobre el
canal de la Mancha, pues aunque llegó de España con 38 buques, 12.000 solda
dos y un millón ochocientos mil ducados, se trataba de una flota de escaso valor
militar puesto que, de aquéllos, solamente doce eran galeones, pese a lo cual
regresaría al Cantábrico con 38 presas.
Mientras desde Flandes se solicitaban más hombres y dinero, Hoces era
deshecho en Guetaria en 1638 por brulotes franceses, entrándose en 1639 con las
fuerzas francesas y suecas instaladas en el Rin y con ello perdiéndose momentá
neamente el enlace con el Milanesado, retaguardia logística y en refuerzos huma
nos de los Países Bajos. Por otro lado, se enfriaron las relaciones con Alemania
por no haber recibido ningún tipo de apoyo militar en Flandes en más de veinte
años, tierra convertida en verdadera fortaleza asediada que disponía como único
enlace logístico la mar. Ese negro panorama impulsó al Consejo de Estado y
Guerra a decidir el envío de nuevos refuerzos para salvar Borgoña y atacar a
Francia por el norte, pues si se aplastaba a este país, Holanda se encontraría sola
y aislada, viéndose obligada a pedir la paz o una nueva tregua que se impondría
sin condiciones.
Para llevar a cabo aquella decisión, la Armada española debía afrontar tres
misiones: combatir o rehuir a la flota francesa, esquivar a la holandesa en franca
progresión y que alcanzasen sin pérdidas Dunkerque los convoyes que debía
escoltar, misiones tanto más dificiles de cumplir cuanto nuestros puertos del
Cantábrico sufrían impunes ataques de la flota francesa. Por otro lado, la ayuda a
Flandes podía lograrse por dos derrotas, la excesivamentelarga que contorneaba
la costa atlántica de Irlanda y Escocia o navegando directamente al Canal, derro
ta ésta que fue la elegida por Madrid.
Enjulio de 1639 se constituyó una escuadra en Cádiz que a mediados de agos
to alcanzó Lisboa y La Coruña, puertos en los que se vería reforzada por las
escuadras de Portugal, Galicia, Nápoles y La Coruña y las tomadas en arriendo
de San José y Massibradi y, ya en el Canal, por la de Dunkerque, conjunto de más
de cien buques al mando de Antonio de Oquendo en el que embarcaban 8.000
hombres de mar y guerra de las dotaciones, y 6.000 soldados para reforzar los
tercios de Flandes, así como tres millones de ducados, solicitando el almirante,
además de entusiasmo y fe en la victoria, no alterar el dispositivo y de no poder
entrar algún buque en Dunkerque que regresase a Santander.
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Si atendemos a la descripción que nos ha dejado uno de los participantes, el
almirante Feijó, esa fuerza contaba con insuficientes artilleros; le faltaban
pólvora, cañones y pertrechos; disponía de escasos pilotos que conociesen el
Canal; la marinería había sido reclutada a la fuerza sin haber embarcado jamás
la mayoría; la infantería, si se exceptuaba a los veteranos de los tercios de
Carbajal, habían subido a bordo sin uniformes ni adiestramiento; gran número
de buques eran viejos, de mala factura y hasta con remiendos en su obra viva,
etcétera.
En los primeros días de septiembre, Oquendo puso proa al canal de la
Mancha donde le aguardaba el holandés Tromp, dispuesto a evitar que arriba
se a Dunkerque, por lo que entró en contacto con objeto de obligar al español
a dirigirse al puerto inglés de las Dunas, contacto en el que se perdió la ocasión
de haber deshecho a los holandeses y evitar la entrada de Tromp en Boulogne,
si cuando Mateo Ulajani intentó abordar a la nao almiranta holandesa se hubie
se visto acompañado por otros buques.
Esa situación no la aprovechó Oquendo para entrar en Dunkerque, desco
nociéndose las razones de tan errónea decisión, fondeando en el puerto inglés
tal como deseaba su adversario, y viéndose obligado a saludar el pabellón
británico a requerimiento del almirante Pennington, allí fondeado al frente de
una agrupación inglesa. No obstante, aprovechando la niebla, Oquendo pudo
enviar al puerto flamenco de Mardick un cierto número de soldados embarca
dos en 56 pesqueros, mientras Tromp bloqueaba la salida del fondeadero con
el beneplácito de Pennington.
En reunión con sus capitanes, Oquendo, a la vista de la precaria situación
en la que se encontraba, falto de víveres, pólvora y con numerosos enfermos,
lo que hizo exclamar al citado Feijó, «en los más de los navíos sólo había las
espadas de los oficiales», decidió hacerse a la mar desoyendo al derrotista
Andrés de Castro, almirante de la escuadra de Galicia, confiando en romper el
bloqueo y alcanzar algún puerto flamenco, salida con mucha niebla que provo
có una gran confusión y la varada de 33 buques, entre ellos el de Castro, quien
cayó prisionero, estimando Oquendo que se trataba de una defección, arras
trando a varios capitanes, salvándose de la infamia Hoces, Medrano Carbajal,
Feijó, Mássibradi y unos pocos más.
De nuevo leyó anclas Oquendo el 21 de octubre, sufriendo los galeones el
ataque de los brulotes holandeses, permaneciendo dentro del fondeadero, por
impericia o cobardía, otros 23 buques. De los que alcanzaron alta mar, el buque
de Hoces sufrió un fuerte ataque muriendo éste, mientras la nao de Feijó
quedaba aislada y diezmada, terminando por rendirse, arrastrando con su deci
sión a otros capitanes que se apresuraron a izar bandera blanca, pudiendo dedi
carse Tromp a acorralar a navíos dispersos, entre ellos el de Oquendo, quien
después de nueve horas de combate y en mal estado su galeón, pudo ser remol
cado por buques de Dunkerque al puerto flamenco de Mardick.
El balance final de la llamada batalla de las Dunas arrojó el saldo de nueve
galeones rendidos, de los que tres se hundirían. En cuanto a las naves emba
rrancadas en las Dunas, Calais o Boulogne, nueve entrarían en Dunkerque y el
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EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XWI
resto regresaría a España, pudiendo achacarse el desastre a la poca combativi
dad de nuestros mandos; a la defección de Castro y otros capitanes; al empleo
de brulotes por parte holandesa; a una total falta de información sobre el
enemigo; a haberse enviado unas flotas sin mantenimiento, faltas de apoyo
logístico incluso en sus propios pañoles, sin moral y sin adiestramiento previo
y, finalmente, a una mala concepción de la maniobra.
Así terminó prácticamente nuestra hegemonía naval en el canal de la
Mancha y mar del Norte, pasando a Holanda el dominio de sus aguas cuatro
años antes de la derrota de Rocroy, en la que sucumbieron nuestros hasta allí
invictos tercios, y aunque la guerra continuaría hasta firmarse la paz de Muns
ter en 1648, las operaciones en tierra y en la mar disminuirían en intensidad y
efectividad hasta ser totalmente neutralizadas.
Por su parte los holandeses se vieron favorecidos por la proximidad del
teatro de operaciones a su retaguardia logística, por su espíritu patriótico y
combativo, por la mentalidad marítima que animaba a todo el pueblo, por la
pujanza de su industria naval y por la calidad de las dotaciones, habiéndose
hecho totalmente con la iniciativa y maniobra.
Las guerras anglo-holandesas
Fueron las guerras con Holanda en el siglo XVII las.que condujeroñ a Ingla
terra al dominio incontestable de la mar, que sabría mantener durante dos
siglos.
Si se exceptúa el ataque a Cádiz en 1596, hasta mediados del siglo XVII
Inglaterra no había obtenido ningún triunfo naval resonante, sin duda debido a
las luchas intestinas que siguieron a la muerte de Isabel 1, lo que aprovechó
Holanda para convertirse en gran potencia naval, hacerse con el comercio del
levante mediterráneo y disputar a españoles y portugueses las derrotas con
América y el Extremo Oriente, auge que reflejaba el comercio exterior al
alcanzar una cifra que solamente superaría Inglaterra a partir de 1750.
Pero un cambio drástico iba a producirse cuando, tras ejecutar a Carlos 1,
Oliver Cronwell proclamó la república inglesa, pues adivinó el valor de la
Marina en un país insular, doblando el número dé buques entre 1648 y 16.1,
aunque sintiese la falta de mandos por haber permanecido la mayoría fieles al
monarca ejecutado. De ahí que colocase al frente de la flota al coronel de mili
cias Blake, quien a sus cincuenta años jamás había pisado una cubierta pero
que, asombrosamente, alcanzaría un puesto destacado ente los grandes almi
rantes británicos.
Después de eliminar en Scilly y Jersey las aspiraciones realistas, su valía la
demostraría ante el holandés Tromp, un gran marino de la época.
La primera guerra anglo-holandesa respondió a las exigencias formuladas
por Cronwell en su conocida «Acta de Navegación» de 1651, que no sólo pres
cribía que únicamente los buques ingleses transportarían mercancías ultrama
rinas a la metrópoli, lo que suponía un golpe mortal al comercio holandés, sino
que obligaba a todos los buques extranjeros que navegasen por el canal de la
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Mancha a saludar a los navíos británicos que encontrasen y a pagar un impues
to por la pesca del arenque dentro de las 30 millas de sus costas.
En aquellos momentos sobre Holanda incidían varios factores negativos: un
Gobierno muy débil para anular las rivalidades políticas existentes entre las
siete provincias federadas; una posición geográfica muy vulnerable por lo que
su tráfico sólo podía acceder al Atlántico a través de la Mancha o por la derro
ta del norte, bordeando la costa escocesa, en ambos casos expuestas a la
amenaza inglesa; unas aguas interiores repletas de canales que les forzaban a
construir buques de poco calado y, por ello, poco adaptados a la alta mar; esca
sa autosuficiencia en alimentos y recursos, etcétera.
Por el contrario Inglaterra contaba con un Gobierno sin fisuras dirigido por
el inflexible Cronwell; una inmejorable situación geográfica; ser autosuficien
te en recursos; disponer de barcos más robustos y mejor armados que los
holandeses, etcétera.
El chispazo se produjo el 19 de mayo de 1652 al encontrar Blake a Tromp
cuando éste escoltaba un convoy cerca de Dover. Al exigir aquél el preceptivo
saludo, el holandés respondió con una andanada, iniciándose un combate de
cinco horas en el que sólo la ineficacia artillera evitó daños a ambos conten
dientes, retirándose Tromp con los mercantes a la costa francesa. Aunque el
almirante neerlandés regresó al Canal al frente de 100 barcos, no pudo evitar
que su adversario diezmase la flota del arenque, perdiendo por ello el mando y
siendo sustituido por With, jefe de escasa talla para rivalizar con Blake.
Ello se demostró el 8 de septiembre al colocar los ingleses a With entre dos
fuegos, salvando a los holandeses la oscuridad de la noche. Esa acción ofreció
a Inglaterra una sensación de superioridad y seguridad que le impulsó a bajar
la guardia, sin advertir que Tromp iba a reaparecer dos meses más tarde,
venciendo a Blake en la batalla de Dungeness, que entregó a los holandeses el
control del Canal, propagándose a partir de allí la leyenda de que Tromp nave
gaba ante la costa británica enarbolando a tope una escoba, leyenda que otros
atribuyen a un almirante español.
El 18 de febrero de 1653 Blake se hizo a la mar llevando como segundo a
Monk, asimismo coronel de milicias, avistando a su enemigo cerca de Portland
cuando Tromp esperaba la llegada de un convoy ultramarino, dando comienzo
la batalla llamada de «los tres días».
Aunque el británico escalonó sus 80 buques a lo ancho de La Mancha,
Tromp surgió en la bruma sorprendiendo a los barcos ingleses demasiado
dispersos, concentrando su ataque sobre la nao de Blake, a quien se le ofrecían
dos opciones, retirarse hasta encontrar a Monk que acudía con reservas o iniciar
el encuentro, opción que eligió de acuerdo con su talante agresivo, cesando el
combate al caer la tarde pero manteniéndose ambas flotas en contacto visual.
Para proteger el convoy Tromp adoptó una formación de media luna con los
mercantes a barlovento, cayendo inopinadamente el almirante inglés sobre éstos
con objeto de cortarles toda posibilidad de arrumbar hacia Holanda pero sin
poder evitar que, amparado en la oscuridad, Tromp fondease en Calais e hicie
se llegar el convoy a un puerto neerlandés, con la pérdida de 50 mercantes y diez
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EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
navíos, mientras que los ingleses sufrían también graves pérdidas y Blake esta
ba seriamente herido.
El resultado de ese encuentro condujo a los británicos a tomar la iniciativa
e iniciar una acción ofensiva sobre las costas holandesas, conscientes de la
mejor factura de sus barcos y de su superioridad artillera.
En mayo de 1653 Tromp avistó a Monk ante Dover, dado que Blake se
restablecía de sus heridas, sin verse esta vez hipotecado por ningún convoy,
entablándose el 1 de junio el combate de Gabart que iba a ser condicionado por
unos constantes cambios de dirección del viento, decidiendo el resultado el
propio Blake, al acudir desde el hospital en ayuda de su subordinado, viéndo
se obligado Tromp a buscar refugio en la costa flamenca.
Extenuados los Países Bajos por el esfuerzo bélico solicitaron la paz, que
no podrían aceptar ante las exigencias de Cronwell, puesto que ello hubiera
supuesto la pérdida de su independencia, en unos momentos en que fallecía
Blake y Monk bloqueaba la costa holandesa, iniciándose el 3 de julio de aquel
mismo año el último episodio, el enfrentamiento de Scheveninge, en el que
moriría Tromp arrastrando a su flota al repliegue a sus aguas interiores, batalla
que señaló el límite del esfuerzo holandés, concediendo esta vez Cronwell la
paz sin cláusulas leoninas.
El interés de este conflicto no residió en las batallas o en los audaces almi
rantes que las protagonizaron, sino en que por primera vez en la historia naval
se había desarrollado una contienda caracterizada por campañas navales conti
nuas, cerrándose la era en la que la decisión y hasta la victoria se obtenían en
una única batalla o en una expedición afortunada.
Por otro lado, debe destacarse que en los seis encuentros más importantes
se enfrentaron de 70 a 100 unidades por cada bando, cuando en Trafalgar
combatirían 27 navíos ingleses contra 33 franco-españoles. Otra peculiaridad
fue que los buques ingleses se iban ya a diferenciar muy poco de los que un
siglo y medio más tarde mandaría Nelson, pues si los navíos disponían de dos
puentes y eran de menor desplazamiento que los tres puentes de Abukir, San
Vicente o Trafalgar, el mismo año en que moría Blake se lanzaba al agua en
Londres el primer navío de tres puentes. Finalmente recordaremos que se
siguió empleando la misma arma que Howard utilizó contra la Gran Armada
en 1588, los brulotes.
Con independencia de los resultados, Tromp demostró ser tácticamente
superior a sus rivales, combatiéndose sin romper las formaciones y sin acudir
a los choques individuales, cuyo último antecedente fue el de las Dunas.
Asimismo, se advirtió en ambos contendientes un buen control de sus unida
des, una excelente sincronización en los cambios de rumbo y respuesta rápida
en las señales, operando las flotas subdivididas en escuadras como unidades.
tácticas. Una diferencia a señalar fue que, aunque bajo el control directo del
almirante, los ingleses otorgaron una gran iniciativa a sus capitanes, exacta
mente igual a como actuaría Nelson en Trafalgar cuando agrupó a sus fuerzas
en dos divisiones y dejó a su segundo plena libertad para ejecutar la tarea que
le había asignado.
Año 1995
F. FERNANDO DE BORDEJÉ YMORENCOS
En resumen, esa primera guerra anglo-holandesa se condujo con maestría,
lo que contrasta con la parálisis que sufriría la táctica naval en ese mismo siglo
y durante la mayor parte del XVIII, en que se iba a sacrificar la eficacia al man
tenimiento de una rígida línea de fila, en la que el más mínimo movimiento
sería ordenado y controlado por el almirante jefe.
Añádase a todo ello que tanto Blake como Monk gozaron de una mejor
visión estratégica que Tromp y Ruyter, si bien Inglaterra lograría hacerse al
final con el dominio de la mar y pocos almirantes británicos pueden presentar
tantos éxitos como los obtenidos por Blake, debidos tanto a su habilidad como
a su intrepidez y audacia.
Entre la primera y segunda guerra con los Países Bajos, Cronwell se enfren
tó a España, conflicto en el que cabe destacar su fracaso ante Santo Domingo,
la pérdida de Jamaica, el bloqueo de Cádiz y el ataque en abril de 1657 a Santa
Cruz de Tenerife.
Con el restablecimiento por Monk de la monarquía en la persona de Carlos II,
finalizó el caos que había seguido a la muerte del «Protector». Sería aquél un
monarca nefasto para la Marina al destruir la eficacia de la flota con respecto a
la época anterior, debido a la corrupción que alentó en todos los estamentos del
Estado.
No obstante, a los cinco años de su coronación se originó un nuevo conflicto
con Holanda, debido al interés de la Compañía inglesa de Guinea de desembara
zarse de sus competidores neerlandeses, que persistían en vender esclavos en
América a precios más bajos. En 1665 se abrieron las hostilidades con un ataque
inglés a los establecimientos holandeses en Africa occidental y con la conquista
de Nueva Amsterdam, a la que dieron el actual nombre de Nueva York, ofre
ciendo ambos bandos idéntica relación de fuerzas que en el conflicto anterior.
El primer encuentro naval fue el de Lowestoff, entre fuerzas bajo el mando
del Duque de York, futuro Jacobo II, y el holandés Ruyter. La novedad radicó en
que los dispositivos ingleses. respondían ahora a una directiva del duque que
durante más de un siglo gobernaría la táctica de todas las marinas del mundo, la
de colocar los buques en una línea de fila que aproando hacia la línea adversaria
y una vez alcanzada la distancia de alcance artillero, cambiaba de rumbo para
navegar ambos contendiéntes en líneas paralelas intercambiándose cañonazos,
táctica que se reducía a un duelo artillero en el que si se luchaba con fuerzas equi
valentes no existía la mayoría de las veces vencedor ni vencido.
Iniciado el combate, ciertos buques ingleses del centro de su línea viraron
hacia los de Ruyter logrando abrir una brecha en la mitad de la fonnación holan
desa, por la que desfilaron el resto de los navíos británicos martilleando el centro
neerlandes, viéndose forzado Ruyter a retirarse, habiendo colaborado a esa derro
ta la cobarde conducta de ciertos capitanes holandeses, por lo que cuatro serían
fusilados y seis expulsados de la Marina. Debe recordarse que si el encuentro
comenzó sujeto a las reglas formales de la línea de fila, posteriormente se carac
terizó por la ruptura de la línea enemiga respondiendo a la vieja maniobra de
Blake y a ello se debió la victoria.
El 1 de junio de 1666 se enfrentaron de nuevo Ruyter y Monk en la conocida
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48
EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
batalla de «los cuatro días», que Mahan considera bajo ciertos aspectos la más
notable de cuantas se libraron en los océanos. Los sucesivos choques fueron
favorables a los holandeses, obligando a Monk a batirse el día 3 en retirada ante
la superioridadnuméricade su adversario,siendo destiozadassus fuerzas el día 4
y forzado a refugiarse en el Támesis, volviendo el dominio de las aguas del Canal
y del mar del Norte a manos holandesas, con la posibilidad de bloquear el estua
rio del mencionado río.
El 22 de junio se produjo un nuevo enfrentamiento denominado de San Jaco
bo o de Gun Fleet, en el que Monk se limitó a aplicar las «Instrucciones de
combate» del Duque de York, alcanzando una pobre victoria que pudo ser deci
siva de haber maniobrado como él mismo acostumbraba en tiempos de Blake.
Incapacitado Ruyter para poder controlar las aguas de la Mancha, su rival
tomó la iniciativa arrasando el litoral de los Países Bajos, lo que provocó una
nueva euforia en Carlos II, quien decidió reducir drásticamente los recursos otor
gados a la flota, cayendo el mantenimiento y el adiestramiento a niveles muy
bajos. Esa situación la iba a aprovechar Ruyter para infligir a Inglaterra la mayor
de las humillaciones, al remontar el Támesis sin oposición alguna, atacar
Londres y sus arsenales y, más tarde, bloquear durante seis semanas el estuario
del río y la costa oriental y meridional de Gran Bretaña, ocasionando a ésta
graves perjuicios económicos, lo que movió al monarca inglés a firmar la paz de
Breda, que Holanda no sabría aprovechar para imponer duras condiciones a su
adversario.
Cinco años después Carlos II encendió una tercera contienda, al estimar que
Luis XIV pensaba atacar a su antigua protegida, abriéndose el conflicto con un
ataque de los corsarios ingleses contra un convoy holandés.
Atacados por Francia por tierra y por Inglaterra en la mar, los Países Bajos no
tenían otra alternativa que abrir sus diques para detener el ataque terrestre y refor
zar su flota, conflicto en el que acaecieron cuatro acciones navales de importan
cia: la de Solebay en mayo de 1672, las dos de Schooneveldt en mayo y junio de
1673 y la de Texel en agosto del mismo año, en las que si el honor quedó del lado
holandés, éstos fueron incapaces de detener la creciente pujanza naval británica,
guerra en la que Ruyter daría muestras de su habilidad táctica y de su visión
estratégica al basar sus operaciones en su complicado litoral y canales de escaso
fondo, dado que era consciente de la aplastante superioridad de su adversario.
Estableció una maniobra defensivo-ofensivaen la que cuando el viento favo
recía a los aliados sus buques se refugiaban entre sus islas y canales, en cuyas
aguas sus enemigos no intentaban penetrar dado el gran calado de sus unidades,
y cuando aquél cambiaba de sentido se hacía a la mar para asestar sus golpes,
aunque no lo suficientemente decisivos como para decidir la victoria.
En lugar de jugar con su flota al efecto disuasivo de una «fleet in being»,
Ruyter aproaba a alta mar para sorprender a sus enemigos si éstos habían dividi
do sus fuerzas o si advertía un flanco o agrupación debilitada, logrando alcanzar
su objetivo principal, imposibilitar un desembarco en las costas de su país y
haber roto cualquier intento de bloqueo.
La impopularidad de esa guerra en el pueblo inglés y el desgaste que sufría
Año 1995
F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS
Holanda, sumergida en una grave bancarrota que no le permitía resistir los enor
mes gastos que implicaba la lucha contra dos grandes potencias como Francia e
Inglaterra, son las causas que condujeron a la paz en 1674. Por un azar del desti
no, quince años después un príncipe holandés se convertiría en rey de Inglate
rra con el nombre de Guillermo III, y si Holanda conseguiría afianzar su inde
pendencia, también pasaría a ocupar entre las naciones europeas un puesto de
segunda potencia que nunca remontaría.
Por su lado Inglaterra, aprovechándose del desgaste que en hombres y dine
ro consumían las empresas de Luis XIV, se lanzaría a la aventura colonial
apoyada en un fuerte y eficiente poder naval, pasando el comercio ultramarino
de las manos españolas y holandesas a las suyas. Asimismo sabría mantener a
su Marina como una institución basada en una estructura y organización bien
definidas y poseyendo un órgano de mando que aún subsiste, colaborando a
convertirla en la primera potencia naval de la época.
Las guerras con Francia
No se cerraría el siglo XVII sin surgir un nuevo conflicto de enormes reper
cusiones marítimas, muy escalonado en sus fases puesto que realmente se
prolongaría durante 125 años, ya que finalizaría con la derrota de Napoleón en
Waterloo, siendo su causa inicial la coronación de Guillermo de Orange como
Rey de Inglaterra y la expulsión de Jacobo II, protegido de Luis XIV.
En su primera fase la lucha se extendería desde 1688 a 1697, en unos años
en los que la flota francesa sobrepasaba numéricamente a la inglesa y holan
desa reunidas y que se enorgullecía de verse mandada por Tourville, quien no
podía evitar el desembarco de Guillermo en suelo británico y el de los ingleses
en Irlanda, y si éstos mantuvieron las comunicaciones con su país se debió a
las torpezas francesas, pues sus almirantes parecieron desconocer el significa
do del control del mar.
En el campo operativo se pudo comprobar el contraste que se daba entre la
maniobra practicada por un Blake, Monk, Tromp o Ruyter y la de los nuevos
almirantes de la época, tal como lo demuestran dos claros ejemplos. El prime
ro se relaciona con el indeciso combate de Bantry Bay en mayo de 1689, que
se redujo a un simple cañoneo sin pérdida alguna por ambos bandos, siendo
paradójico que el almirante inglés Torrington fuese nombrado conde en
«premio a su victoria». El segundo ejemplo nos lo ofrece el encuentro del cita
do almirante con Tourville en junio de 1690, en la costa sur de Inglaterra, en el
que Torrington fue batido por no reaccionar con una energía de la que tampo
co dio muestras Tourville, el vencedor, dado que pudo haber obtenido un éxito
aplastante, advirtiéndose en ambas partes que la línea de fila en combate se
había convertido para los mandos en un verdadero «fetiche».
El encuentro más celebrado en esa contienda fue el de Hougue, acae
cido en mayo de 1692 y que Inglaterra celebró como una gran victoria,
pues aunque ningún almirante perdió un solo barco en la acción, en los
cuatro días de retirada francesa Tourville vio hundir a 15 de sus navíos
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48
EL PENSAMIENTO NAVAL YLAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII
por efecto de la dispersión. Aunque supuso un golpe severo pero no deci
sivo para la Marina gala, ésta quedaría paralizada a partir de allí ante las
exigencias de las operaciones en tierra, viéndose impulsados los france
ses a entregar algunos navíos a corsarios de renombre, como Jean Bart y
Dugay Trouin, para operar en un tipo de guerra naval que ya se considera
ba secundaria, la del corso.
Ese conflicto de Luis XIV contra Europa entera agrupada en la Liga de Augs
burgo terminaría por agotar al país vecino, viéndose impelido el citado monarca
a firmar la paz en la que perdería cuanto había logrado conquistar a lo largo de
su dilatado reinado. No obstante, la guerra volvería a resurgir con fuerza en 1702
con motivo de la entronización en España del nieto de Luis XIV, Felipe de
Anjou, futuro Felipe Y, que encendió la Guerra de la Sucesión española con la
que se abriría el siglo xvm.
Año 1995
LA HISTORIAVIVIDA
José Manuel VEIGA GARCÍA
Capitán de navío
Los setenta años de la Escuela de Guerra Naval
Se cumple en este año el LXX aniversario de la creación de la Escuela de
Guerra Naval española, que durante todas estas décadas ha venido fotjando
diplomados y nutriendo excelentes cuadros de especialistas. El acto en su
momento alcanzó gran relieve por la presencia en el mismo de Su Majestad el
rey Don Alfonso XIII, que había manifestado su expreso deseo de presidir la
inauguración, realizándolo así con su asistencia. De las distintas fuentes infor
mativas de la época, rememoramos el acontecimiento que forma parte ya de
un testimonio irrefutable de historia vivida.
Su Majestad el Rey llegó al hotel de la calle Quintana, primera sede que
fuera del organismo, acompañado de su ayudante capitán de navío Jáudenes, y
fue recibido por el marqués de Magaz, presidente interino del Directorio;
subsecretario del Ministerio de Marina, vicealmirante Cornejo; almirante
Carranza, jefe del Estado Mayor Central; contralmirante Montero Reguera y
por el director de la Escuela, capitán de navío Salvador Carvia, con el personal
a sus órdenes constituido por el subdirector, capitán de fragata don Miguel
Angel de Mier, y profesores don Enrique Pérez Chao y don Francisco Moreno,
capitanes de corbeta, así como los primeros alumnos, capitán de corbeta don
Fernando Bastarreche y tenientes de navío don Mateo Mille y don Juan Pastor,
concurriendo además al acto numerosos jefes y oficiales en representación de
los distintos Cuerpos de la Armada.
Su Majestad recorrió detenidamente las distintas dependencias de la Escue
la quedando muy complacido, así como de la organización de aquélla, pasan
do después al salón de actos para presidir la sesión inaugural del curso acom
pañado de las autoridades mencionadas y, acto seguido, con la venia del
Soberano, el director de la Escuela, capitán de navío Carvia, pronunció la
primera lección magistral, de la que se destacan los siguientes párrafos:
«Inauguramos, Señor, en estos instantes —comenzaba el capitán de navío
Carvia— el primer ensayo que se hace en nuestra Marina de un centro en que
se estudie la guerra naval. De la grandeza del momento actual, de la importan
cia del acto que V. M. se ha dignado solemnizar con su augusta presencia, no
podemos juzgar nosotros por impresión directa, ya que formamos parte del
cuadro; pero sí el pasado puede ofrecernos imparciales normas de criterio para
juzgar el presente, basta remontarse a un pasado no muy lejano para conjeturar
que si nuestros padres, si la generación que nos precedió, hubiera tenido la
Año 1995
JOSÉ MANUEL VEJGA GARCÍA
inspiración de anticiparse a su época y de celebrar hace cuarenta años el acto
que hoy celebramos nosotros, acaso fuera en la actualidad bien distinto el mapa
de los dominios españoles.»
Se refirió a continuación a cómo tres oficiales norteamericanos procuraban
convencer al secretario de Marina de que una Marina de guerra en la que nadie
se ocupaba de estudiar la guerra naval era una cosa vacía de sentido. La obser
vación fue atendida, y muy poco después, en 1887, recopilaba ya Mahan sus
conferencias sobre estrategia naval dadas en el colegio Newport, naciendo así
la Escuela de Guerra Naval norteamericana. No es la marina militar el orga
nismo llamado a intervenir en la política exterior de un país, pero si España
hubiese tenido cuarenta años antes una Escuela de Guerra, el problema estra
tégico del conflicto cubano no hubiese pasado casi inadvertido y se hubiesen
podido aportar soluciones prácticas a los estadistas, que no las tenían ni sospe
chaban quizá que pudieran existir. Y si a los tímidos preparativos americanos,
hechos casi a espaldas de un pueblo pacífico entonces, y enemigo de aventu
ras, hubieran correspondido otros preparativos españoles efectuados con la
firmeza que da la plena conciencia de lo que se hace, es muy posible que no se
hubiera llegado a la guerra internacional, o que de haber llegado a ella, y en el
caso de haberla perdido, ni Puerto Rico ni Filipinas estuvieran hoy bajo el
dominio americano.
«La Escuela de.Guerra —continuaba el capitán de navío Carvia— no tiene
otro objeto que el estudio de la guerra naval, pero hay quienes no aprecian ni
acaso sospechan la importancia de este estudio ni la influencia y valor del
entrenamiento mental, y creen que estas cosas son fáciles y que cualquiera las
juzga y las resuelve sin necesidad de estudios. Todos sabéis sin embargo que
ello no es cierto. Y así todos los estudios que en nuestra Escuela se realicen
quedarán concretados en una sola y trascendente asignatura; el Arte de la
guerra naval dividida en tres partes: Estrategia, Táctica y Orgánica, que no
tienen límites precisos que la separen sino amplios sectores comunes en los que
se superponen y cuyo estudio se completará con el de las materias auxiliares
más indispensables». En la Memoria oficial que se publicó casi íntegramente
en la Revista General de Marina está sintetizado el plan de enseñanza, aunque
falte naturalmente el detalle de su desarrollo, que tampoco ha de ser cosa seca
y rígida, sino de grandísima flexibilidad. La Escuela enseñará en lo político, en
lo militar, en lo orgánico y en lo moral, porque es Escuela de intenso análisis
y de profunda meditación. En lo orgánico enseñará, por ejemplo, que el obje
tivo principal y casi exclusivo de una Marina de guerra es hacer la guerra naval
con la máxima eficacia y obteniendo el mayor rendimiento de los recursos que
a tal fin facilita la nación; en lo militar enseñará las aplicaciones infinitas, la
variadísima gama de consecuencias prácticas de todo género que pueden dedu
cirse de ese principio único de la concentración en que se inspira todo el arte
de la guerra: concentración de ideas, de propósitos, de objetivos, de esfuerzos,
de inteligencia, en suma de voluntades al logro de un fin común y, por último,
la Escuela enseñará en lo moral a inspirarse siempre en un sano optimismo, no
caprichoso y fantástico sino sensato y racional.
116
LA HISTORIA VIVIDA
El capitán de navío Carvia terminaba su larga y documentada lección
magistral haciendo votos porque los Estados Mayores que salgan de la Escue
la sean capaces de poner a España en condiciones de afrontar con serenidad las
contingencias del porvenir, y si al fin se desencadena la tormenta, sea por
Oriente, sea por cualquier otro punto del horizonte, surja de aquí también el
hombre afortunado que lleve a la victoria la flota de la Patria.
El marqués de Magaz, presidente interino del Directorio, agradeció a Su
Majestad el Rey, en nombre del Gobierno y de la Marina, el haberse dignado
presidir el acto, que estimaba de gran trascendencia para la historia de nuestro
poder naval, terminando con las siguientes frases:
«Si a los comandantes y a los Estados Mayores de los barcos y de los
Departamentos sólo la guerra debe inspirarles y sólo en la guerra deben pensar,
debe, por lo tanto, esta Escuela contribuir completamente a cambiar la concien
cia del personal y preparar a esa juventud que tan buenos ejemplos nos está
dando en Africa, para obtener días de gloria para la Patria; y yo espero que ese
personal podrá templar esas virtudes que ya demuestra, en un alto patriotismo
y una gran adhesión a Vuestra Majestad.»
Don Alfonso XIII inauguró después oficialmente el curso académico,
departió cordialmente con profesores y alumnos, fue obsequiado con un lunch
(palabra de la época) y despedido por todas las personalidades oficiales que le
recibieron a su llegada.
Año 1995
DOCUMENTO
El combate de Abtao (7 de febrero de 1866)
Ofrecemos hoy a la curiosidad de nuestros lectores una carta sobre el
combate naval de Abtao, cuya leyenda copiamos literalmente:
Plano de la situación de los buques españoles, peruanos y chilenos en la
acción sostenida el 7 de febrero de 1866 en el canal de la isla Abtao.
Es copia de la carta inglesa, teniendo a la vista el derrotero de Fitz-Roy y
transportado a una escala 48 veces mayor, por lo que faltan los precisos deta
lles de sondas, restingas, etc., etc. Salvador Llegat.
Hagamos memoria y recordemos que una vez firmada la alianza defensiva
contra España entrePerú y Chile, y que éste desoyese las protestas españolas,
Méndez Núñez, entonces brigadier comandante general de la Escuadra del
Pacífico, se decide a lograr la paz en esta zona por las armas, y emprende una
tenaz búsqueda de la goleta Covadonga, que había sido apresada por la corbe
ta chilena Esmeralda, pero no la encueñtra.
En junta de oficiales se acuerda emprender el rastreo de la escuadra combi
nada chileno-peruana que se suponía estacionada en el laberíntico archipiélago
de Chiloé. El 4 de febrero de 1866 salen las fragatas Blanca y Villa de Madrid
para este archipiélago, pero antes reconocen la isla de Juan Fernández. El día 7,
ya en las Chiloé, la Blanca descubre a la fragata peruana Amazonas varada y
abandonada en la isla de Abtao. Se sigue estudiando la ensenada, pero a causa
de los bajos fondos existentes en la zona y a la falta de cartas de navegación,
ambos buques han de limitarse a dar pasadas en línea de fila, sondando cons
tantemente y disparando en andanadas cortas contra la división enemiga, que
se había situado en su fondeadero natural, formando en arco y cubriendo sus
extremos con defensa desde tierra, empleando los cañones retirados de la
Amazonas, tal como puede apreciarse en este documento. El intercambio arti
llero, a una distancia de 1.500 metros, no tuvo mayores consecuencias: 14
impactos, con media docena de heridos entre los españoles y 16 impactos, con
dos muertos para los aliados.
La flota española permaneció toda la noche esperando la salida de éstos,
sosteniendo máquinas. Después de repetir la maniobra al día siguiente sin obte
ner resultados, determinó volver a Valparaíso.
El comandante general de la Escuadra, brigadier Méndez Núñez, felicitó a
los capitanes de navío Juan Bautista Topete y Juan Alvargonzález, comandan
tes de la Blanca y de la Villa de Madrid respectivamente, por llevar a cabo esta
arriesgada acción.
Archivo del Museo Naval, Madrid.
Año 1995
DOCUMENTOS
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Año 1995
LA HISTORIA MARÍTIMA.
EN EL MUNDO
José AntonioOCAMPO
El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay
El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay es una corporación académi
ca de carácter privado, sin objeto de lucro, con fines de interés público, cons
tituida por personas vinculadas al estudio de la Historia y la Geografía, en su
más amplia acepción, y del Uruguay en particular. Fue creado por iniciativa de
Andrés Lamas y Teodoro Miguel Vilardebó el 25de mayo de 1843, cuando por
decreto dado en Montevideo, «el Gobierno toma a la Institución bajo su espe
cial protección en cuanto dependa de sus atribuciones», reiterando «bajo el
patrocinio» gubernamental por ley sancionada durante la XXV legislatura el 21
de junio de 1916.
En la propuesta de creación podía leerse que el Instituto se procuraría la
reunión «de aquellos que estén llamados a despojarse a las puertas del Institu
to de sus prevenciones y colores políticos para entrar en él a ocuparse tranqui
lamente en objetos de interés común y permanente», cori el fin de aproximar y
nivelar todas las opiniones y reunirlas en el centro de la utilidad y la gloria de
la patria.
Los objetivos del Instituto son la investigación de las materias de su espe
cialidad, realizar cursos y conferencias, editar folletos y libros, publicar la
Revista, asesorar al Gobierno, velar por la conservación de monumentos y
sitios históricos, archivos, bibliotecas, museos, etcétera.
Los académicos que lo componen son designados por el pleno académico
con voto secreto, aunque el resto de las votaciones son públicas. Existe una
Comisión Directiva compuesta por un presiderite y un vicepresidente, dos
secretarios, un tesorero, un bibliotecario y un director dé cursos y conferencias,
contando, además, con el director de publicaciones y el director de la Revista.
La Asamblea del cuerpo académico es la autoridad máxima del Instituto y sus
miembros pueden ser de honor, de número, correspondientes o supernumera
rios. Los miembros honorarios pueden ser tanto uruguayos como extranjeros,
e igual sucede con los correspondientes y supernumerarios, ya que el Instituto
mantiene corresponsalías con la Real Academia de la Historia española, con la
Academia Nacional de la Historia argentina y organizaciones similares de
Chile, Paraguay, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, República Dominica
na, etcétera. Ha designado correspondientes en los Estados Unidos, Gran
Bretaña, Italia y Suecia, así como en las propias provincias uruguayas, y cuen
ta con la colaboración de destacados miembros supernumerarios.
Año 1995
JOSÉ ANTONIOOCAMPO
Cabe destacar entre los miembros de honor al general José de San Martín y
al presidente argentino don Bernardino Rivadavia. Entre los españoles figuró
don Ramón Menéndez Pidal, y hoy ostenta este rango el catedrático don Deme
trio Ramos.
El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay ha realizado investigaciones
y estudios que están a punto de ser terminados o en fase de desarrollo, así como
los que se programaron en relación con la conmemoración del Y Centenario
del Descubrimiento de América. Con referencia a ello, y como vía de ejemplo,
cabe destacar:
Que el Instituto tiene en sus archivos el comienzo de una colección de
mapas y planos de la región platense, y más especialmente del territorio que
ocupaba el país durante el período hispánico, con vistas a su edición.
Que el Instituto ha creado una Comisión Permanente de Estudios de Histo
ria del Derecho Indiano, que trabaja actualmente sobre el tema de la persona
lidad, época y obra de Francisco de Vitoria.
Ultimamente el Instituto ha cumplido con su deber estatutario de asesorar
al Gobierno con sugerencias y proyectos sobre «los deterioros en la colonia de
Sacramento», estado actual y proposición de destino de la casa en que nació
Artigas y sobre homenajes a Francisco de Vitoria.
En el capítulo de las publicaciones son muy destacables sus contribuciones
documentales (documentos para servir al estudio de la independencia
nacional), la biblioteca de autores nacionales y la publicación de los informes
y conferencias redactadas, que constituyen un excelente fondo editorial, relati
vo tanto a la primera época fundacional como a su reapertura histórica a partir
de 1915.
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48
NOTICIAS GENERALES
Bicentenario de la muerte de Vicente Tofiño
El 20 de enero último, bajo la presidencia del jefe de la Zona Marítima del
Estrecho, almirante Sánchez de Toca Acebal, y del presidente de la Academia
de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes, Emilio Jiménez Villarejo, la
Armada rindió homenaje, en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando,
Cádiz, al ilustre marino y eminente cartógrafo Vicente Tofiño San Miguel y
Wander Walle, en un acto conmemorativo del bicentenario de su muerte en la
Isla de León. Hicieron uso de la palabra el capitán de navío Manuel Baturone,
delegado del Instituto de Historia y Cultura Naval y director del Museo Naval
de aquella Zona Marítima, quien expuso a los presentes una semblanza del
marino gaditano en su andadura militar, y Jiménez Villarejo que, en breves
palabras, ilustró al auditorio sobre la vida y obra de Tofiño, haciendo mención
a la búsqueda por la Academia de los restos mortales del marino, cuyo último
paradero conocido fue la iglesia de San Francisco.
Siguiendo la programación de los actos, se inauguró a continuación, en el
Museo Naval, una exposición monográfica sobre la obra cumbre de Tofiño: el
Atlas Marítimo de España.
Esta obra fue realizada entre los años 1783 y 1788 bajo su dirección, auxi
liado por oficiales discípulos suyos de la Academia de Guardias Marinas, a
bordo de las fragatas Santa Magdalena y Santa Lucía y los bergantines Vivo y
Natalia. Se editaron 80 ejemplares en 1789, encuadernados en tafilete rojo con
las armas reales en oro. Existe una edición facsímil de 1989, de 200 ejempla
res, ya agotada, patrocinada por el Instituto de Historia y Cultura Naval y
ejecutada por el Instituto Hidrográfico de la Marina.
Año 1995
NOTICIAS
GENERALES
Documentos varios (derroteros, observaciones astronómicas, manuscritos
de cartas de puertos españoles ...) y 26 cartas de la costa peninsular, insular y
del norte de Africa completan la exposición.
Hay que señalar la colaboración prestada por el Instituto Hidrográfico de la
Marinaypor el académico José María Cano Trigo.
Un ejemplar de la primera parte del Atlas Marítimo de España, de los ochenta que se encuadernaron
en tafilete rojo con las armas reales en oro y que se conserva, restaurado, en el Servicio Histórico
del Instituto Hidrográfico de la Marina.
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Núm. 48
NOTICIAS GENERALES
Convenio entre la Fundación para el Apoyo de la Cultura y el Museo
Naval
El pasado 21 de diciembre se celebró el acto de la firma de un convenio
entre la Fundación para el Apoyo de la Cultura y el Museo Naval de Madrid,
mediante el cual la Fundación hace donación de doce millones de pesetas para
trabajos de restauración de parte de los frescos del siglo XVI del palacio de los
marqueses de Santa Cruz, en el Viso del Marqués, Ciudad Real, en el que está
enclavado el Archivo Museo «D. Alvaro de Bazán» de la Armada española.
Esta colaboración materializa el citado convenio, que fue firmado por el pre
sidente de la Fundación, Juan de Herrera, marqués de Viesca de la Sierra, y
por el director del Museo Naval, contralmirante José Ignacio Gon.zález-Aller
Hierro, en presencia del jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Rome
ro Caramelo,,y el presidente del Patronato del Museo Naval, el infante de Espa
ña don Carlós de Borbón, duque de Calabria.
Conmemoración en Tautira, Tahití
El día 1 de enero pasado se celebró en Tautira, Tahití, el 220.° aniversario
de una expedición española que mostró por primera vez deseos de establecerse permanentemente en aquella península. Materializaron el acontecimiento
erigiendo una cruz a cien metros de la playa, después de que el padre Jeróni
mo Clota celebrase una misa, la primera misa en aquellas tierras, el 1 de enero
de 1775, en un terreno donado por los jefes locales (eríes) Tu y Vehiatua para
levantar allí la casa misionera. Este es el origen de la actual villa de Tautira.
En esa fecha fondeó en aquella bahía la segunda expedición española,
compuesta por la fragata El Aguila y el paquebote Júpiter, al mando del capi’
tán de navío de la Real Armada Domingo Boenechea. Procedía de Perú y lleva
ba a bordo dos misioneros franciscanos, Jerónimo Clota y Narciso González,
del monasterio de Ocopa, cerca de
Huancayo, en Perú. La expedición se
¡
enmarcaba dentro de la política de
velar por la soberanía española en el S
Pacífico llevada a cabo por el enton
ces virrey Manuel de Amat, que
seguía instruçciones del ministro de
Marina e Indias Julián de Arriaga.
Domingo Boenechea sería’ enterrado,
allí, al pie de la cruz, el 27 de enero,
junto con otro marino llamado
Manuel Vázquez, muerto por la caída
de uii árbol.
postal conmemorativo
Sello del 220.° aniversario
A la misa de aniversario, que fue
las expediciones españolas a Tautira, Tahití,
de
presidida por monseñor José Capun
(De
cuadro de Jean Louis Saquet)
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‘
.
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Año 1995
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125
NOTICIAS GENERALES
many,, obispo director nacional de las Obras Misionales Pontificias, acudió
mucha gente, algunos incluso procedentes de las islas vecinas. Predicó el señor
arzobispo de Papeete en francés y en tahitiano, explicando el significado de la
conmemoración y recordando a los dos padres franciscanos que se establecie
ron allí.
La Oficina de Correos y Telecomunicaciones emitió un sobre y un sello
conmemorativos, de valor facial 172 y 92 francos respectivamente. La cele
bración terminó, después de los discursos, cantos y regalos por parte de los
nativOs, con una exposición sobre el tema central «Los españoles y Vehiatua
en Hui-Fatutira-TaYarapas, que contó, entre otras, con la colaboración del
Museo Naval de Madrid.
Seminario de Mulazzo sobre el complot de Malaspina
Durante los días 20 y 21 del pasado mes de enero, y organizado por el
Centro de Estudios Malaspinianos, en colaboración con la Real Academia
Hispanoamericana ‘de Cádiz y el Instituto de Cultura «Juan Gil Albert» de
Alicante, se celebró en Mulazzo (Italia) un seminario bajo el título «,Complot
de Malaspina o complot de Godoy?», consistente en una serie de conferencias
sobre los problemas historiográficos acerca de las ideas políticas, el arresto,
Foto cortesía de Francisco Rodríguez Romero y Herminia Alzamora Lacaba, participantes
en este seminario
126
Núm. 48
NOTICIAS GENERALES
proceso y prisión de Alejandro Malaspina, todo ello en el marco de la cultura
política de la sociedad de la época.
Se impartieron un total de diez conferencias en jornadas de mañana y tarde,
a cargo de especialistas italianos y españoles. La representación del Instituto de
Historia y Cultura Naval estuvo a cargo del coronel auditor José Cervera Pery,
director de la Revista de Historia Naval, que disertó sobre el tema «El proce
dimiento penal en la Real Armada del siglo XVIII».
Además de la clausura del acto,que estuvo a cargo del sindaco de Mulazzo,
profesor Roberto Malaspina, se giraron visitas a los principales lugares malas
pinianos como Montrepoli, Portovenere y La Spezia.
II Jornadas de Historia Militar
Los días 7, 8 y 9 del pasado mes de marzo se celebraron en el Paraninfo del
Centro de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) las II Jornadas de
Historia Militar sobre el tema central «La presencia española en Cuba (18681895)». La apertura fuepresidida, enausenciadeiteniente general jefedeEsta-..
do Mayor de la Defensa José Rodrigo Rodrigo, por el teniente general Pardo
de Santallana, presidente de la Comisión Española de Historia Militar, promo
tora de estas Jornadas, quien, asimismo, hizo la presentación.
Se pronunciaron cinco conferencias centradas sobre el tema de las Jornadas:
«La revolución de 1868 y su proyección cubana. Los capitanes generales
Lersundi, Dulce y Caballero de Rodas», por don José Cervera Pery; «La
Guerra de los diez años (1868-1878)», por don Fernando Redondo Díaz; «Elite
militar e intereses cubanos», por don Manuel Espadas Burgos; «Muerte de José
Martí en el combate de Dos Ríos», por don Guillermo Calleja Leal, residente
en Madrid; «Maura: una propuesta para la solución del problema de Cuba», por
don Javier Tusell. Todas las conferencias fueron seguidas de un animado colo
quio de 10 minutos de duración.
Actuaron como moderadores, sucesivamente, el contralmirante González
Aller Hierro, el general de división Sosa Hurtado y el asimismo general de
división Almodóvar Martí.
CONVOCATORIAS
IX Coñferencia anual sobre la II Guerra Mundial
El 1 y 2, de junio próximos se celebrará’ la IX Conferéncia anual sobre la
II Guerra Mundial, en el Siena’College, Londonville, N.Y.,.EE.UU., que tiene
como tema central «La II Guerra Mundial: cincuenta años de perspectiva». ‘Se
recuerdaque el plazo para hacer las propuestas de intervención terminó el 1 de
diciembre último. Para pedir información dirigirse a:
Año 1995
NOTICIAS GENERALES
Dr. Thomas O. Kelly II, Dept. of History, Siena College, Londonville, NY
12211-1462, EE.UU. Teléfono 518-783-2595.
Fax: 518-783-4293.
XXI Coloquio de la Comisión Internacional de Historia Militar
El XXI Coloquio de la Comisión Internacional de Historia Militar se desa
rrollará en la Ciudad de Quebec, Canadá, entre el 20 y el 26 de agosto próxi
mos, la semana anterior al XVIII Congreso Internacional de Ciencias Históri
cas que se celebrará en Montreal del 27 de agosto al 3 de septiembre.
El tema principal de este XXI Coloquio será «El mantenimiento de la paz»,
y corresponderá al período histórico que va desde 1815 hasta nuestros días.
Este título general permite el empleo de operaciones militares en el período
citado que hayan exigido el empleo de fuerzas de ocupación o el envío de fuer
zas expedicionarias a otro Estado para asegurar la paz interna, el manteni
miento de políticas imperialistas o el empleo de guerras preventivas. El Colo
quio se desarrollará, pues, en un campo más amplio que el mero mantenimiento
de la paz, tal como se entendía este término después de 1950. La reunión se
celebrará en el hotel Hilton, situado en el centro de la ciudad de Quebec, cerca
del edificio del Parlamento, en el que se podrán reservar habitaciones, aunque
existen otras soluciones en la misma ciudad.
Con objeto de tener disponibles las Actas lo más pronto posible, después de
que se clausuren los actos, habrán de recibirse en Otawa todas las comunica
ciones el 30 de mayo a lo más tardar. Lo mismo que en Montreal en 1988, se
tiene la intención de facilitar una traducción simultánea en cuatro idiomas:
inglés, francés, alemán y español. Pero para poder asegurar la traducción de
este idioma se precisa la asistencia de una nutrida representación de españoles.
Finalmente, se recuerda a aquellos que deseen participar en el Coloquio que
la fecha límite para suministrar el título y el asunto se fijó en el 15 de julio
de 1994.
III Simposio de Historia Militar y Naval Iberoamericana
Bajo los auspicios de la Armada Argentina se celebrará en Buenos Aires, en
la sede del Departamento de Estudios Histórico-Navales de la Armada Argen
tina, y entre los días 20 a 24 de noviembre del año en curso, el III Simposio de
Historia Marítima y Naval Iberoamericana, con arreglo al siguiente ternario:
—
—
—
—
128
El mundo marítimo iberoamericano.
Las ciencias náuticas y su difusión.
El comercio marítimo. Siglos xv al xix.
Exploraciones marítimas.
48
NOTICIAS GENERALES
—
—
Gente de mar.
Las Armadas y sus actuaciones en tiempos de paz y guerra.
Concurrirán a este simposio historiadores navales europeos y americanos,
quienes presentarán trabajos inéditos para ser considerados en los plenarios de
asistentes, para desarrollar a lo largo de los cinco días que dura este aconteci
miento.
Este III Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana es conti
nuación de los celebrados en Lima (Perú) en 1991 y en Valparaíso (Chile) en
1993, y cuyas Actas se dieron a conocer en su momento.
Conmemoracion del IV Centenario del viaje de Álvaro de Mendaña
Organizado por la Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamerica
na, dentro del marco del Instituto de Estudios Histórico-marítimos del Perú, se
prevén diversos actos conmemorativos del IV Centenario del viaje de Alvaro
de Mendaña, en cuya ocasión se ha considerado conveniente reforzar las vincu
laciones históricas del Perú con la cuenca del Pacífico, dado que éstas son
bastante significativas y pueden servir de elemento de coincidencia con las
naciones y Estados que la constituyen, sirviendo también de ejemplo los descu
brimientos que llevara a cabo Mendaña en sus dos viajes (1567 y 1595) o los
de Quirós y Váez de Torres en 1605 y 1606; las exploraciones de Bonaechea,
González Haedo, Domonte y otros, que partieron del Perú a finales del siglo
XVIII, así como las vinculaciones comerciales que desde el siglo xvi se mantu
vieron con China, Japón y Filipinas.
El programa, todavía tentativo, para la citada conmemoración es el que
sigue:
Marzo-junio: Exposición sobre el viaje, que será preparada por la
Asociación Hispano-Latino-Americana de la Polinesia francesa, con diversos
aportes españoles y peruanos. Dicha exposición, una vez presentada en la Poli
nesia francesa, será expuesta en el Perú.
Julio: Probablemente el día 21, inauguración de una placa en la Polinesia
francesa en homenaje al IV Centenario de la llegada de Alvaro de Mendaña a
las islas Marquesas, con la presencia de un representante peruano y otro español.
Conferencia en la Universidad francesa del Pacífico, en Papeete, sobre el
viaje y su época, tratándose los siguientes temas: «España en Oceanía a finales
del siglo XVI», por el representante español; «El Perú marítimo en la época de
Mendaña», por el representante peruano, y «El viaje de Alvaro de Mendaña»,
por un representante local.
Septiembre (del 6 al 8): Coloquio internacional en Lima sobre América y
Oceanía, con ocasión del IV Centenario del viaj e de Alvaro de Mendaña.
Descubrimiento de una placa conmemorativa en El Callao, en un lugar sin
determinar todavía, probablemente en el reverso del monolito existente en el
Año 1995
NOTICIAS GENERALES
muelle de Guerra. Descubrimiento de una placa conmemorativa en Paita, en un
lugar pendiente de determinar, e inauguración de la exposición itinerante sobre
el viaje.
Congreso Internacional de Historia Marítima
El Congreso Internacional de Ciencias Históricas se celebrará en Montreal,
PQ, Canadá, entre el 27 de agosto y el 3 de septiembre próximos. Este Congre
so comprende al también Congreso Internacional de Historia Marítima, cuyo
tema central es «Puertos, ciudades portuarias y comunidades marítimas», y se
celebrará del 28 de agosto al 1 de septiembre. Para cuestiones relacionadas con
la organización de este Congreso, dirigirse a:
Prof. Lewis R. Fisher, Maritime Studies Research Unit, Memorial University
of Newfoundland, St. John’s, NF A1C5S7, CANADA.
Teléfono: 709-737- 8424. Fax: 707-737-8427.
E-mail: fisher leif. ucs. mun.ca.
130
48
RECENSIONES
Salvador: El Pacífico ilustrado: del lago español a las
grandes expediciones. Fundación MAPFRE. Colección Mar y América,
1992. 319 páginas.
BERNABEU ALBERT,
Esta colección Mar y América, dirigida por el antiguo director del Instituto
de Historia y Cultura Naval, almirante Bordejé y Morencos, está formada por
diecinueve títulos de los que, según informes, faltan dos por salir a la luz y de
la que ya han sido recensionados diez en otros números de esta revista. Todos
ellos obra de auténticos especialistas en temas relacionados con el Y Centena
rio y de indudable interés para todos los lectores de temas histórico-marítimos.
Salvador Bernabeu es doctor en Historia de América, y autor de El IV
Centenario del Descubrimiento de América en España (1987). Bernabeu, con
gran precisión en el lenguaje y en el dato histórico, nos expone la exploración
del océano Pacífico desde el siglo xvi hasta el siglo xix. Estamos lejos de situa
ciones bélicas, se trata de conocer cronológicamente cómo, cuándo y qué se fue
conociendo de la inmensidad que representa el Pacífico, algo más de un tercio
de la superficie de la tierra. Se analizan los viajes marítimos, tanto los comer
ciales como los de transporte y, como no, las expediciones científicas que tanto
aportaron al conocimiento del Mar del Sur, descubierto por Balboa el año
1513.
A lo largo de las páginas conocemos con precisión los descubrimientos
españoles tantas veces olvidados, las más de las veces voluntariamente por
nuestros tradicionales enemigos. Especialmente interesantes son los análisis
sobre las comunicaciones con las Filipinas y la obra cartográfica española,
destacando el fabuloso Galeón de Manila.
El Índice es el siguiente: Capítulo 1. La aparición del Pacífico (Balboa,
expediciones a las islas de las especies Magallanes, California). Capítulo II.
La rivalidad internacional en el nuevo Océano (las difíciles costas del Mar del
Sur; el galeón de Manila; piratas, corsarios y bucaneros; los holandeses). Capí
tulo III. Los primeros avances del siglo ilustrado (nuevos marinos y nueva
creencia; la expedición Roggeveen; la penetración rusa en el Pacífico Septen
trional). Capítulo IV. El asalto definitivo (viajes de Byron, Wailis y Carteret,
Bougainville). Capítulo V. La resolución de los enigmas del Pacífico (viajes de
Cook y expediciones españolas). Capítulo VI. La ampliación de los conoci
mientos (La Pérouse, Marchand, Entrecasteaux, Malaspina). Capítulo VII. Las
conquistas ilustradas (La Compañía de Filipinas, los viajes por El Cabo, expe
diciones peleteras). Epílogo. Apéndices: Cronología y Bibliografía e Indices
Onomástico y Toponímico.
Particularmente interesante es el análisis que hace Salvador Bernabeu en el
Epílogo, titulado «La herencia de Robinson», que demuestra su fina sensibili
dad más allá de la exposición habitual de tantos historiadores. Nos destaca el
autor la gran influencia que tuvieron en Europa los textos literarios con que
fueron difundidas las expediciones. Los europeos aprendieron a conocer las
,
Año 1995
RECENSIONES
razas humanas, el estado de la naturaleza casi puro, a filosofar sobre «el Buen
Salvaje». Aprendieron que habían roto el equilibrio de unas civilizaciones que
nada necesitaban, para su vivencia en paz, de Europa y de su pretendida civi
lización. El autor tennina su libro con un texto de Diderot relativo a lo anterior,
de una claridad increíble.
Para los especialistas es conveniente destacar que Bernabeu en la biblio
grafia dice que la mejor obra sobre el Pacífico es debida a la pluma de O. H.
K. Spate de título The Paciflc since Magellan dividida en tres tomos: The
Spanish lake (1979); Monopolist and Freebooters (1983) y Paradise Found
and Lost (1988).
Antonio DE LA VEGA
Grau i PUJOL,Josep M. T. y PUIGi TARRECH,
Roser: El corali a la costa de
L’Empordá (Begur S.S. XVIII- xix). Editor Rafael Dalmau. Barcelona, 1993.
90 páginas.
Constituye este libro el número 298 de la colección Episodis de la Historia
que desde hace largos años viene publicando el editor Rafael Dalmau sobre
temas de la historia catalana, tanto la gran historia como la pequeña. Otros títu
los de interés marítimo-náutico son El rei Jaume i la Renaixença als PaiTsos
Catalans del muy conocido historiador Jaume Sobrequés y Callicó, Un corsa
ri anomenat Colom y Entorn de Cristfor Colom, estos últimos de Pere Cata
lá i Roca.
Nos cuentan los autores en su introducción que el coral es una riqueza natu
ral, propia del mar Mediterráneo, aunque se halla también en el Atlántico
oriental. En Cataluña s&effcuntrá desde Cap de Sant Sebatiá hasta PÓrti’en
dres y, sobre todo, en las lles Forinigues, Medes y Cap de Creus, en toponi
mia local. El coral fue y es buscado por su belleza y, cómo no, también por su
rareza, es un bien suntuario, conocido desde la antigüedad, también se le atri
buyeron propiedades mágicas y curativas en la farmacopea.
Objeto central del análisis es la evolución del comercio local de coral duran
te los siglos citados en el título. En particular, la gran expansión ocurrida
durante la segunda mitad del siglo XIX, debida, según la pluma del llorado
Josep Pla, al naciente capitalismo y al mimetismo de la pequeña burguesía
respecto a las clases altas.
El Indice es el siguiente: El corall, moneda d’intercanvi. La pesca del
corali a Begur. A la recerca del corali. La manufactura del corall. La comer
cialització. Completan el Indice las Notas y la habitual Bibliografía.
•
132
Antonio
DE LA VEGA
48
RECENSIONES
DE LA VEGA BLASCO, Antonio:
La Familia Real y su Real Armada. Colegio
Heráldico de España y de las Indias. Madrid, 1994.
El colaborador de esta REVISTA, encargado de las recensiones de libros,
Antonio De La Vega Blasco, publica bajo los auspicios del Colegio Heráldico
de España y de las Indias un interesante estudio sobre la Familia Real y su Real
Armada, en el que relata la vinculación de la monarquía borbónica a la Mari
na española, en la doble vertiente del Principado y los Príncipes de Asturias y
los buques que han llevado los nombres de los reyes, reinas, príncipes y prin
cesas de la dinastía.
Se estructura el libro con una introducción y dos partes; en la primera se
trata de la Familia Real y su Real Armada, con los buques portadores de
nombres, tanto en la marina de vela como en la de vapor, y en la segunda se
penetra en el ámbito exclusivo de la comunidad asturiana, con los nombres de
buques que identificaron a la región, desde la fragata de hélice Princesa de
Asturias hasta el actual portaviones Príncipe de Asturias en un recorrido exac
to y puntual, enriquecido con pequeños datos biográficos de los personajes
protagonistas.
Cuidadosamente editado e impreso, se trata de una sencilla aunque valiosa
aportación al conocimiento de los lazos de unión entre Marina y Monarquía, y
en el que cabe destacar, sobre todo, el espléndido cuadro resumen de las prime
ras páginas que autentifican y confirman tal vinculación.
J.C.P.
DE LA VEGA BLASCO, Antonio
y Ruiz FERNÁNDEZDE CAÑETE, Pilar: El resur
gir de la Armada: Certamen Naval de Almería de 25 de agosto de 1900.
Instituto de Historia y Cultura Naval. Madrid, 1994.
La guerra naval hispano-norteamericana del 98 comportó, al margen de las
operaciones bélicas, una serie de factores políticos y sociológicos que han sido
muy debatidos y estudiados por plumas propias y ajenas a lo largo del tiempo.
El papel de la Marina española como gran sacrificada en la contienda no fue,
sin embargo, tratado en su justa dimensión y alcance, y habría de esperarse
hasta dos años después del término de la conflagración para que la conciencia
española despertara de su injusto letargo. Y fue el Certamen Naval de Almería
de 25 de agosto de 1900 el primer revulsivo, el detonante inicial en la búsque
da de una nueva revitalización del impulso naval en la España dolida y perple
ja de primeros de siglo. El despertar de la Marina se va a iniciar por tanto, no
desde un Parlamento rayano en el desconcierto, sino a través de un certamen
literario o ensayístico propiciado por la mentalidad patriótica de unos ilustres
almerienses.
Antonio de la Vega Blasco y Pilar Ruiz Fernández de Cañete han buceado
a fondo y diestramente en tal certamen, pero no se limitan sólo al mismo y a su
entorno, sino que contemplan como antecedentes la situación política españo
Año 1995
RECENSIONES
la dentro de la panorámica internacional, la discusión parlamentaria de los
presupuestos de Marina de 1900, con abundante riqueza testimonial, y lo más
importante, las reacciones posteriores al certamen que en su momento fueron
canalizadas en una serie de congresos navales y marítimos, y que en cierto
modo habrían de servir de orientaciones para el primer plan naval Maura
Ferrándiz en pleno proceso reconstructor del siglo xx.
Libre, directo, bien concebido y con excelente hilo conductor, es sin duda
uno de los testimonios indispensables para el mejor conocimiento de lo que no
dejó de ser en su momento la triste realidad española de fin de siglo.
J.c.P.
134
48
A PROPÓSITODE LAS COLABORACIONES
Con objeto de facilitar la labor de la redacción, se ruega a nuestros colaboradores que se
ajusten a las siguientes líneas de orientación en la presentación de sus artículos:
El envío de los trabajos se hará a la Redacción de la Revista de Historia Naval, Juan de
Mena, 1 ,1.° 28071 Madrid, España.
A la entrega de los originales se adjuntará una hoja en la que debe figurar el título del
trabajo, un breve resumen del mismo, el nombre del autor o autores, la dirección postal y
un teléfono de contacto; así como la titulación académica y el nombre de la institución o
empresa a que pertenece. Podrá hacer constar más titulaciones, las publicaciones editadas,
los premios y otros méritos en un resumen curricular que no exceda de diez líneas.
Los originales habrán de ser inéditos y referidos a los contenidos propios de esta REvIs
TA. Su extensión no deberá sobrepasar las 25 hojas escritas por una sola cara, con el mismo
número de líneas y convenientemente paginadas. Se presentarán mecanografiados a dos
espacios en hojas DIN-A4, dejando margen suficiente para las correcciones. Deben entre
garse con los errores mecanográficos corregidos y si es posible grabados en diskette,
preferentemente con tratamiento de texto Word Perfect 5.1. u otros afines.
Las ilustraciones que se incluyan deberán ser de la mejor calidad posible. Los mapas,
gráficos, etc., se presentarán preferentemente en papel vegetal, convenientemente rotulados.
Todas irán numeradas y llevarán su correspondiente pie, así como su procedencia. Será
responsabilidad del autor obtener los permisos de los propietarios, cuando sea necesario. Se
indicará asimismo el lugar aproximado de colocación de cada una. Todas las ilustraciones
pasarán a formar parte del archivo de la REVISTA.
Advertencias
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Evítese el empleo de abreviaturas, cuando sea posible.
Las siglas y los acrónimos, siempre con mayúsculas, deberán escribirse en claro la
primera vez que se empleen. Las siglas muy conocidas se escribirán sin puntos y en
su traducción española (ONU, PP, UGT, EE.UU., Marina de los EE.UU., etc.).
Se aconseja el empleo de minúsculas para los empleos, cargos, títulos (capitán, gober
nador, conde) y con la inicial mayúscula para los organismos relevantes.
Se subrayarán (letra cursiva) los nombres de buques, libros, revistas y palabras y
expresiones en idiomas diferentes del español.
Las notas de pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias rela
cionados directamente con el texto. Se redactarán de forma sintética y se presentarán
en hoja aparte con numeración correlativa.
Las citas de libros y revistas se harán así:
APELLIDOS,
nombre: Título del libro. Editorial, sede de ésta, año, número de las pági
nas a que se refiere la cita.
APELLIDOS,
nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie,
sede y año en números romanos. Número del volumen de la revista, en números arábi
gos, número de la revista, números de las páginas a que se refiere la nota.
La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias
obras del mismo autor, se seguirá el orden cronológico de aparición, sustituyendo para
la segunda y siguientes el nombre del autor por una raya. Cuando la obra sea anóni
ma, se alfabetizará por la primera palabra del título que no sea artículo. Como es habi
tual, se darán en listas independientes las obras impresas y las manuscritas.
Año 1995
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