Rincones y juegos renterianos. Mikela

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Rincones
y juegos
re n t e ri a n o s
!7Vlikela -Zulo, lugar de leyenda
E n los lienzos de costum bres típ icas, los pin tores
vascos n os p in tan
siem p re
en
las a rcad a s y
al rosario, las v ie je c ita s lo va n ga sta n d o , p o co a poco,
atrios
con el roce d e sus m a n tilla s ... ¡ V ie jo s m uros carco m i-
cercanos a las iglesias, junto" a los gran d es pilones,
dos y a g u je re a d o s p o r esa cosa tan v ie ja , pero eterna,
dos o tres v ie je c illa s beatas, n a rig u d a s y d ich arach eras,
que es el tiem p o! L a s n o ch es de v ie n to y llu v ia no se
a rro p a d a s en sus n egros m antones, apretan d o entre sus
puede p a ra r en su a rca d a p o rq u e es la en c ru c ija d a
huesudos d ed os las enorm es cuen tas d e sus rosarios.
fa ta l, donde chocan y se revu elven , en lo c o rem olino,
M ik ela -zlilo n unca lo han p in ta d o así.
el a gu a y el v ie n to ...
S ien d o niño, he visto m uchas veces en la esquina
de la calle
p in tores de aires
C ierta noch e de torm en ta m e v i p recisa d o a p asar
bohem ios, con tr a je s que fu eron negros y chalin as ver-
San cho-en ea, a
po r M ik ela-zu lo . L a llu via caía a to r r e n te s ; y el viento,
d u zca s y a ja d a s, m on tar sus trípodes, sa ca r sus p in -
que p o r el túnel se en filab a, no m e d e ja b a ava n za r.
celes y em pezar a p la sm a r en sus lien zo s ese rincón
D esp u és de v a rio s intentos y e sfu e rz o s, aga rrán d o m e
renteriano. L o han pin tad o siem pre com o es. S iem pre
a las toscas paredes, em pecé a d ar unos p asos, tropecé
oscuro,
en la o scu rid a d y c a í...
siem p re
solitario ,
va rio s
ad h erid o
al
pétreo
suelo,
sim ulan d o el enorm e p ie de un g ig a n te que se apoya
S en tí un golpe seco en la fren te y aún zum baba en
en un d eclive y se e sfu e rz a p o r m antener sobre sus
m is oídos el tim baleo de los le ja n o s truenos, cuando
hom bros la enorm e m ole de una to rre con sus cuatro
v i ante m is o jo s una m u ltitu d de chicos que corrían
relo jes y sus gran d es ca m p a n a s ...
h acia m í con alo cad o a f á n ; traían los o jo s m uy a b ier-
¡ T íp ic o rin cón r e n te ria n o ! C u an ta s veces lo co n -
tos, las caras descom puestas, se acercab an jad ean tes a
tem plo, m e p a rece m ás v ie jo ; p arece que al pasar, día
un a g u je ro que en una de las pared es ex istía y , com o
tras día, a m isa po r la m añana, y noch e tras noche,
evocan d o a un oráculo, grita b a n con tod as sus f u e r z a s :
“ ¡ J au n go ik o a a ize a u n d iy a egin !” “ ¡D io s m ío, que sople un fu e rte v ie n to !” ... Y después de la n z a r un agudo
“ irrin tz i” , corrían , veloces, cuesta a b a jo , cu brían sus
cabezas con sus largo s d elantales, que se hinchaban
con el vien to sim ulan d o gro tesco s globos, e iban a r e fu g ia rse en los cerca n o s p ortales.
A l poco rato, com o obedeciendo al c o n ju ro de a q u ellos feroces grito s, arreciab a la torm en ta y la llu via
abun d an te era un ju g u e te q u e se m ovía a m erced del
viento .
C u an d o desperté de mi letargo, m e encontré bien
a rrop ad o entre las b lan cas sában as de mi cam a. C erca
de mí, mi abuelita m e h acía com pañía, y entre punto
y punto d e calceta, cabeceaba acom p asad am en te, ven cid a
p o r el su e ñ o ...
D esp ertó ,
sob resaltad a, cuan d o
sin tió que m e m ovía, y m ien tras cariñ osam en te m e
tapaba y a rreg la b a la vend a que cu bría la herid a de mi
fren te, m e p r e g u n tó :
— ¿ Q u é te p asó en M ik e la -zu lo ?
Y o le conté lo que había visto en mi estram bótica
visión. E lla , creyen d o ser cosa de b ru ja s, se san tigu ó
ráp id a m en te;
pero,
q ued án d ose
a lg o
p en sativa,
me
d ijo :
— E so que has soñado, ¿n o m e lo has oído contar
a m í?
A n te mi n egativa, m ascu llan d o una ja c u la to ria , oí
que m u r m u r a b a :
— T u s sueños de niño fu ero n un día r e a lid a d ...
L a m iré, y vi que sus o jo s se em pañaron, b rillan d o
en ellos la añ oran za de un v ie jo re c u e rd o ...
Ra
m u l e i.
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