Los públicos de las artes escénicas. Bilbao 10, 11 y 12 Febrero 2010 Palacio de Congresos Euskalduna Jauregia. http://www.escenium.net Hacia un Mapa de Públicos de las Artes Escénicas a partir de los principales estudios sobre públicos culturales a nivel internacional. Con la colaboración de 2 SUMARIO 1. Introducción 1.1. Metodología 1.2. Contenido del documento 2. Los estudios de públicos culturales 2.1. Antecedentes 2.2. Objetivos 2.3. Tipología 3. Principales aportaciones teóricas 3.1 El consumo cultural des de la perspectiva económica, sociológica y psicológica 3.1.1. El enfoque económico 3.1.2. El enfoque sociológico 3.1.3. El enfoque psicológico 3.1.4. Conclusiones 3.2. El marketing aplicado a las artes y la cultura 3.2.1. Conceptualización 3.2.2. Contexto disciplinar 3.2.3. Principales aportaciones contemporáneas 3.2.4. Ejemplo de elaboración de mapa de públicos en artes escénicas 3.3. Bibliografía y fuentes consultadas 4. Anexos 4.1. Ensayo sobre el conocimiento generado por los estudios de públicos 4.2. Base de datos de estudios de públicos 5. Créditos 3 1. Introducción Aunque durante los últimos años la reflexión sobre públicos ha estado presente en muchos encuentros y foros del sector, Escenium 2010 tiene como objetivo definir colectivamente un marco general de actuación del sector para la creación y desarrollo de públicos. La reflexión se organizará en base a tres situaciones de partida: Los públicos actuales, los espectadores que participan en la oferta escénica de forma ocasional o regular, con el objetivo de promover una mayor participación, una actitud más proactiva y una mayor regularidad. Los públicos con demanda latente que, a pesar de su interés, no participan en actividades escénicas a causa de barreras al consumo o de factores circunstanciales, con el objetivo de facilitar la captación y desarrollo de nuevos públicos. Los públicos con demanda inexistente por falta de experiencias escénicas satisfactorias en su socialización primaria o en su desarrollo posterior, con el objetivo de formar valores y gustos que despierten el interés por las artes escénicas. El proceso para la definición del marco estratégico se realiza en dos fases consecutivas: Los talleres previos, que tendrán lugar en Madrid durante los meses de noviembre y diciembre, reúnen a grupos de expertos para analizar las aportaciones de los principales estudios sobre públicos a nivel internacional, definir el estado de la cuestión de cada eje temático y apuntar los principales retos de futuro. Las sesiones del foro, que tendrá lugar en Bilbao los días 10, 11 y 12 de febrero del 2010, reúnen a los más relevantes especialistas para celebrar un debate colectivo que, partiendo de las propuestas elaboradas en los talleres, permita definir un marco de actuación para los próximos años. Este relato quiere ser un documento de trabajo que dé argumentos al debate que tenga lugar en los talleres. Las estrategias que se desarrollen para la creación de demanda y para la captación y desarrollo de públicos deben basarse en el conocimiento discriminado de todos los tipos de públicos existentes y de sus perfiles de consumo. Por este motivo nos parece necesario avanzar hacia un Mapa de Públicos de las Artes Escénicas. 1.1. Metodología Para la elaboración del relato se ha aplicado la siguiente metodología: a. Investigación para la identificación de estudios sobre públicos escénicos y culturales a nivel internacional realizados durante los últimos años con posibilidad de consulta. b. Selección de una muestra y elaboración de una base de datos con la ficha técnica y el link o forma de acceso para su consulta. c. Análisis comparativo de los estudios y elaboración de un relato de síntesis de las principales aportaciones. 4 1.2. Contenido del documento El documento se ha estructurado en tres partes: En el apartado “Estudios de públicos” se ha incluido una aproximación al concepto de estudios de público, de donde nace el interés por los públicos culturales, cuáles han sido los principales objetivos de dichos estudios, y qué herramientas han utilizado para recabar la información y a su vez difundirla. En el apartado “Principales aportaciones teóricas” se han incluido las distintas aportaciones teóricas sobre el conocimiento de los públicos y el consumo cultural entre otros, temas todos ellos estudiados y esgrimidos desde diferentes disciplinas. Todas estas aportaciones teóricas reposan en su mayoría sobre estudios y datos empíricos entorno los públicos y el consumo cultural y, a su vez, los alimentan dotándolos de nuevas premisas con las que partir. Este conocimiento acumulado es indispensable para toda aquella persona u organización cultural que tenga interés en conocer a sus públicos y la demanda real y potencial de sus bienes y servicios culturales. En el presente documento se han divido las aportaciones teóricas en dos apartados: El consumo cultural: perspectiva económica, perspectiva social, y perspectiva psicológica. El marketing aplicado a las artes y la cultura. En el primer punto se analiza como se ha tratado el tema del consumo cultural y por consiguiente los públicos culturales desde los distintos enfoques de las ciencias sociales. El siguiente apartado, trata de hacer un repaso de las aportaciones del marketing como ciencia y herramienta que ha permitido a las organizaciones culturales una mejor aproximación y conocimiento de sus públicos. Muchos de los conceptos y aportaciones tienen al final una significación transdiciplinaria y son mayormente asumidas por parte de los investigadores, sea cual sea su formación. En el anexo se ha incorporado, por su interés, un ensayo sobre el conocimiento generado por estudios de públicos realizados en nuestro país, una relación de fuentes bibliográficas utilizadas y la base de datos elaborada para la realización del presente relato que, por su tamaño, se presenta en documento adjunto. 5 2. Los estudios de públicos culturales 2.1. Antecedentes Desde hace unos años el conjunto del sector de la cultura ha ido tomando conciencia de que los públicos son parte esencial del hecho cultural. En cierta medida los públicos han desplazado la centralidad de la obra de arte y la creación artística, y se han convertido en el centro de atención y la principal razón de ser de la mayoría de organizaciones e instituciones culturales. Este proceso es parte del ojo del huracán de la llamada democratización de la cultura, paradigma desarrollado a la largo de la segunda mitad del siglo XX y que encuentra su punto máximo de eclosión a mediados de los años 70. Esta corriente (política-artista-social) entiende la cultura como un derecho fundamental para todas las personas. Así ya en el artículo 27 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 se establece el derecho de los individuos a participar de la vida cultural. Se trata pues de salvar todas las barreras materiales y simbólicas que impidan un acceso libre y universal a todas las formas de arte y cultura. De esta forma queda claro que el paradigma de la democratización cultural entiende que la creación artística y el patrimonio cultural son un bien común y encuentran su sentido máximo en que toda persona (los públicos) pueda gozar de ellos. Paralelamente al desarrollo de la democratización cultural, desde la ciencias sociales se asume el papel que juega el público en el proceso artístico y cultural. Desde este punto de vista se supera la perspectiva elitista del arte por el arte, donde la creación artística ocupa el centro del universo del hecho cultural. Se comprende el arte como un proceso social en el que la creación artística sólo puede cobrar dicha dimensión a partir de cierto reconocimiento público. Por lo tanto el público forma parte indisociable del hecho cultural, el artista crea para que su obra pueda ser admirada, toda creación tiene en última instancia un receptor, sin él su percepción como tal no es completa. A partir de la asunción de estos nuevos paradigmas, adinistraciones y gobiernos, y también organizaciones culturales, toman conciencia de lo importante que es el conocimiento de los públicos culturales para una mayor difusión y una mayor facilidad de acceso al hecho artístico y cultural. Por un lado las administraciones tienen interés en recabar información genérica sobre tendencias mayoritarias de consumo cultural en el conjunto de la población a través de grandes encuestas nacionales. Estas encuestas pretenden dar cuenta del proceso de democratización cultural impulsado des de las propias políticas culturales del estado. De otro lado las instituciones y organizaciones culturales se dan cuenta que los públicos son parte parte esencial e imprescindible de su propia razón de ser, y que éstos les aseguran, en buena parte, su viabilidad económica y financiera. Los pioneros en el estudio de públicos fueron los museos, y este sector ha continuado su liderazgo en cuanto número y periodicidad de los estudios. Seguidamente fueron los grandes festivales y los equipamientos escénicos-musicales quienes se interesaron por este tipo de estudios. Finalmente, el sector audiovisual y los medios de comunicación han aportado una 6 nueva dimensión al conocimieto de su públicos necesitando de una información continua y detallada a través de los que conocemos como estudios de audiencia. El interés generalizado por parte de las organizaciones e instituciones culturales del estado español hacia los públicos de la cultura es un interés relativamente reciente, sobre todo si se compara con otras realidades internacionales. Este hecho se explica por el largo periodo de inactividad cultural que supuso la dictadura franquista. Durante las décadas de los 80 y los 90 el sector cultural español vivió una etapa en la que todo estaba por hacer, había que recuperar el tiempo perdido, y había que consolidar una red de infraestructuras y programaciones culturales en el conjunto del territorio. Este fue el ciclo de la profesionalización del sector, de la consolidación y, en consecuencia, un ciclo con un modelo de crecimiento ilimitado de la oferta cultural. Durante este periodo hasta la actualidad, ha habido un alto crecimiento del consumo cultural en todos los ámbitos, alimentado por un público reactivo. Actualmente, sin embargo, parece que este modelo y este crecimiento han tocado techo. Es en este contexto que el sector cultural mira hacia los públicos y los pone en escena para poder adaptar las líneas de programación en función de sus intereses y motivaciones. Una de las tendencias internacionales de mayor éxito es la utilización de las herramientas provenientes del marketing cultural: orientar la organización no hacia el producto sino hacia el mercado. 2.2. Objetivos Los objetivos de los estudios de públicos seleccionados los podemos agrupar en cuatro categorías: a. b. c. d. El diseño y evaluación de políticas culturales La optimización de la gestión de los equipamientos y proyectos culturales La validación y difusión de buenas prácticas de gestión cultural La investigación no supeditada a utilidades a corto plazo 2.3. Tipología Los estudios analizados los podemos agrupar en las siguientes categorías: Grandes encuestas nacionales Estudios de caso Nuevos estudios de audiencias de medios audiovisuales e Internet 7 3. Principales aportaciones teóricas 3.1. El consumo cultural des de la perspectiva económica, sociológica y psicológica El conocimiento teórico de lo que llamamos públicos nace de un interés creciente de las ciencias sociales a lo largo del siglo XX por la cultura y sus públicos. Todo este interés se ha visto traducido en el florecimiento de subdisciplinas específicas, así como de publicaciones y revistas especializadas en el estudio de la cultura y sus públicos. En el actual documento se hace referencia a los aportes teóricos procedentes de la década de los 60 y 70 hasta la actualidad, y que en gran medida son los que han ido formando un sustrato de conocimiento consensuado entorno la cultura y los públicos culturales. Como punto de partida cabría tener en cuenta las aportaciones de la Escuela de Frankfurt con Adorno y Horkheimer a la cabeza. Estos teóricos definieron un panorama bipolar en el que existía, por un lado, el arte en su expresión más auténtica (ópera, bellas artes, teatro,etc), y por el otro la "cultura de masas" que tendía a la banalización del arte y la a pérdida de valor conceptual mediante productos que podían ser consumidos por la gran mayoría de la población. El modelo de la cultura de masas definido por la Escuela de Frankfurt ha sido largamente discutido por su simplicidad y su poco sustento empírico, el actual no documento no quiere extenderse en este sentido. 3.1.1. El enfoque económico Cuando se habla del enfoque económico de la cultura hemos de remitirnos a Baumol y Bowen que en su estudio clásico de 1966, Performing Arts: The Economic Dilemma , trataron de forma empírica, y según los preceptos de la ciencia económica, los problemas de financiación de las artes en vivo. Sus conclusiones fueron que las artes en vivo encierran unos altos costes por unidad combinados con una difícil mejora de la productividad, de forma que existe una brecha entre los costos y los ingresos percibidos. Esta brecha podría verse compensada con un aumento del precio por entrada, pero según Baumol y Bowen la demanda de espectáculos en vivo es elástica, por lo tanto los aumentos de precios siempre redundan en un menor número de espectadores, lo que repercute en los ingresos del sector. Este trabajo marcó sin duda el desarrollo de la Economía de la Cultura, fundamentalmente a través de la conclusión implícita de la especificidad del campo. La economía fue también la primera disciplina en abordar de forma clara el objeto de estudio concerniente a las diferentes etapas que conducen al consumo cultural. El análisis económico del comportamiento del consumo cultural se basa en el análisis de las preferencias y, sobretodo, el valor que los individuos (y las colectividades) dan a las distintas expresiones artísticas. Es una cuestión de gusto (preferencia), aunque específicamente se trata de saber el valor que procede del gusto. Des de la óptica de la economía se asume que cuanto más intangible es el criterio por el que se valora un bien o servicio, más importantes resultan los prescriptores del gusto sobre el proceso de reconocimiento social y económico de este bien y servicio. Así los bienes y servicios culturales poseen en gran medida una naturaleza intangible por lo que atañe a su valor. 8 Según la teoría neoclásica, la toma de decisiones por parte de los individuos depende básicamente de la utilidad del producto. En el caso que nos ocupa es interesante remarcar las aportaciones de la Nueva Teoría del Consumidor en donde se asume que los productos son una suma de características. Según el modelo de Lancaster (1966) los consumidores deciden los productos por su utilidad, por el precio, y por una serie de beneficios o características que éstos les puedan ofrecer. Así el consumidor va a resolver el problema de la elección de un producto respecto a otro en función de que, por el mismo precio, le pueda proporcionar un mayor número de características deseadas y una mayor utilidad. Según Lancaster las características que posee un producto son las mismas para todo el conjunto de los consumidores, y un producto es definido por la suma de “resultados” para cada una de las características susceptibles de interesar al consumidor. El modelo de Lancaster es particularmente pertinente en el caso de la percepción de un producto cultural, ya que son las características de los bienes y no los bienes por ellos mismos quienes son útiles. Las necesidades de los consumidores son satisfechas por las características y las cualidades inherentes a los bienes. Desde la perspectiva económica se ha asumido que un producto cultural posee características que son tangibles y fácilmente mesurables, pero otras son inobservables e intangibles, de forma que se crea una situación de información incompleta a nivel del consumidor. Por ejemplo, desde el punto de vista del arte en vivo el concepto de calidad es primordial para que el espectador pueda decidir si verá o no el espectáculo, de esta forma los economistas están de acuerdo que en el proceso de decisión respecto un producto cultural hay un entorno incierto y una noción de cierto riesgo. Estas aportaciones aunque reveladoras tienen ciertos puntos débiles. Cabe tener en cuenta que no todos los consumidores siguen el mismo patrón de toma de decisión, ni disponen de informaciones perfectas acerca de los productos en cuanto los escogen. 3.1.2. El enfoque sociológico La sociología no tardó en interesarse por la cultura (desde el punto de vista de las disciplinas artísticas), y es en los años 70 cuando comienza a convertirse en objeto de estudio recurrente, sobretodo a raíz de los trabajos de Pierre Bourdieu quien hará de la cultura una de sus principales líneas de investigación. El análisis sociológico del consumo propone que los diferentes tipos de estilos de vida están acorde con la clase social. Según Bourdieu (1998[1979]), la jerarquía social se traduce como un sistema de símbolos y estilos de vida inherentes en el individuo a través de una estructura de hábitos. Los hábitos incluyen esquemas de percepción y evaluación adquiridos a través de la experiencia repetida en el consumo. Así pues, los hábitos son entendidos como una estructura de principios en tanto que explican una serie de ideas y valores que clarifican la forma en que las clases sociales se distinguen entre sí (lo que Bourdieu llama el proceso de "distinción"). El principal propósito de esta teoría sociológica es que el espacio simbólico de consumo está segmentado en consonancia con los distintos estratos sociales de la sociedad. Este consumo es el que define el status. 9 Bourdieu pensaba que el consumo de productos culturales era uno de los mejores ejemplos para su teoría ya que la carga simbólica de dichos productos eran sin duda aún mayor. Las investigaciones empíricas de los patrones de consumo cultural revelaron un entramado complejo característico de las sociedades post-industriales contemporáneas. De esta forma se contradecía el paradigma bipolar de la teoría de consumo de masas promovido des de la Escuela de Frankfurt. Para Bourdieu la educación recibida es un factor determinante en la formación de lo que el llama capital cultural, y que es determinante como prescriptor en el proceso de consumo. Para el sociólogo francés, en el campo de las artes, el capital cultural consiste en aquella disposición estética o capacidad para concebir estéticamente los objetos. En particular, esto implica la capacidad de separar las propiedades formales de los objetos culturales de su contenido y función. Para Bourdieu, el origen de la diferencia de acceso e "inversión" de capital cultural de los diferentes grupos sociales tiene dos fuentes: la socialización diferencial de los niños en el hogar (los padres con altos niveles de capital cultural transmiten los mismos valores a sus hijos) y el acceso y la capacidad de tener éxito en la educación superior. Desde la sociología norteamericana surge una nueva teoría que complementa la visión de Bourdieu sobre el consumo cultural. Se trata del perfil omnívoro y unívoro del consumidor cultural desarrollada por Peterson (1996). Sus estudios llegan a la hipótesis que el consumo cultural tienen un espectro más amplio en determinados grupos de gente que en otros. La idea básica es una asociación positiva entre el nivel socioeconómico creciente y mayores tasas de participación en todos los tipos de cultura, tanto la alta cultura como el ocio popular. Para Peterson el gusto de la élite ya no se define simplemente como el reconocimiento expreso de las formas de arte culto, sino como el reconocimiento de todas las actividades de ocio y cultura. Argumenta que este cambio requiere una nueva imagen del régimen de estratificación de las sociedades occidentales contemporáneas de acuerdo con su consumo cultural, y ya a no se debe pensar en una delgada columna de géneros de gusto uno encima del otro. Se establece un régimen de consumo que transita entre el omnívoro (consumo de todo tipo de productos), hasta el unívoro (consumo de una sola clase de productos). A su vez estos regimenes tienen relación con la noción de capital cultural y las distinciones de clases anteriormente apreciadas por Bourdieu. 3.1.3. El enfoque psicológico El desarrollo de una perspectiva subjetivista y, por lo tanto, psicológica respecto el consumo cultural se desarrolla en paralelo a la sociológica y la económica, complementando de esta forma los análisis sociales y añadiendo el factor individual como determinante. Una de las aportaciones que siempre se tiene en cuenta por lo que atañe al consumo es la teoría de la motivación de Maslow . Esta teoría desarrolla una jerarquía de necesidades humanas (lo que se denomina la Pirámide de Maslow) y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (estos últimos son los que han sido de interés por aquellos cuyo objeto de estudio han sido el consumo y los públicos culturales). El enfoque psicológico del consumo parte de la base de la experiencia vivida en este proceso, y que el consumo tiene por resultado la estimulación de nuestros pensamientos y 10 sentimientos. Según Holbrook (1986) la participación de un individuo en cualquier manifestación artística es una experiencia estética en el sentido que provoca cierta reacción emocional. En consecuencia el consumo cultural no responde únicamente a aspectos utilitarios, sino que también (y básicamente) responde a razones simbólicas, estéticas y hedonistas. Los psicólogos sugieren dos niveles diferentes de reacción estética: El valor hedonista: sentimiento de gozo y placer cuando se admira una obra de arte o se escucha una pieza musical Experiencia profunda: hace referencia a la sensación de estar profundamente emocionado. Esta aproximación sugiere que los productos culturales no pueden ser vistos como una suma de atributos, sino más bien como la interacción de estos atributos entre sí y la reacción que causan en el consumidor. Desde esta perspectiva los productos culturales tienen una faceta multisensorial ya que entran en juego distintos sentidos. 3.1.4. Conclusiones A partir de los tres enfoques hay una serie de premisas que son compartidas por todos aquellos que estudian el consumo cultural y el comportamiento de los públicos culturales. En primer lugar existen tres dimensiones en la creación de valor de un producto cultural por parte de los consumidores. De la superposición de estas tres dimensiones por parte de los individuos da como resultado el valor otorgado. Estas tres dimensiones son las siguientes: La dimensión funcional: valor funcional o utilidad que se obtienen del consumo de un producto cultural, tal como el placer estético, o las aportaciones en términos educativos o de ocio. La dimensión simbólica: valor de prestigio incorporado en la participación, el consumo, o la posesión productos culturales – esta dimensión tiene un fuerte componente social porque adquiere sentido en un contexto compartido de valoresidentidad social, nacional, local de una comunidad o grupo en particular Dimensión emocional: carga emotiva incorporada en determinados eventos o bienes culturales, ya sea por razones históricas, familiares o a la experiencia personal. En segundo lugar, un factor determinante en el consumo es la acumulación de capital cultural que dirige las preferencias de cada individuo hacia aquellas manifestaciones que mejor conoce. Los estudios empíricos realizados ponen de manifiesto la importancia crucial del capital cultural. Aunque las variables socio-económicas no son por si mismas suficientemente relevantes para explicar el comportamiento del consumidor cultural si dan muestras de una clara relación: en cuanto mayor nivel de ingresos, y mayor formación del individuo, mayor acumulación de experiencia y capital cultural y por lo tanto mayor consumo cultural. En tercer lugar, en el estudio del comportamiento de los públicos, se tendrán en cuenta un conjunto de variables sociodemográficas y un conjunto de variables psicológicas. Las variables sociodemográficas nos permiten describir y conocer la realidad social de la comunidad sobre la que vamos a operar, y son información objetiva (edad, sexo, situación familiar, situación económica, nivel de estudios, hábitat y comunicabilidad). Las variables 11 psicosociológicas nos pueden ayudar a definir a los individuos a través de estilos de vida, personalidad, valores y actitudes sociales, pero al ser de carácter subjetivo no son objetivables y su medición es mucho más difícil. Es interesante mostrar el esquema resumen elaborado por Bonet en donde sintetiza de forma clara el proceso de consumo cultural. Fuente: Elaboración propia a partir de BONET,L . Aproximación al análisis económico de la oferta cultural, Universitat de Barcelona, 2007. En el momento de la toma de decisión en el consumo de un producto cultural (como de cualquier otro producto) viene condicionada por dos conjuntos de variables ya sea en forma de experiencia (sociodemográficas) ya sea en forma de percepciones (psicosociales). De esta forma el proceso de decisión en el consumo viene determinado por la información que el consumidor tiene de dicho producto , pero también por los evaluadores en la toma de decisión, ya sean materiales (precio, accesibilidad, etc) o inmateriales (percepción de necesidad, calidad, tiempo, etc). 12 Finalmente el proceso de toma de decisión puede terminar con el no consumo o el consumo del producto. Ante el consumo del producto cultural, como ya se ha comentado juegan un papel importante el análisis de las experiencias tales como la emoción, el placer, la satisfacción, o por el contrario la indeferencia, o el rechazo. 3.2. El marketing aplicado a las artes y la cultura 3.2.1. Conceptualización Aunque la utilización del marketing como herramienta de toma de decisiones haya sido incorporada a la gestión de las empresas españolas en la década de los 80, no se ha incorporado en la mayoría de las empresas del sector cultural. Entre las instituciones culturales también se constata una percepción errónea de la filosofía del marketing, al pensar que tiene por principal objetivo el beneficio financiero. Según Malcolm McDonald, “la idea central del marketing es de proporcionar el encuentro de las capacidades de una compañía y los deseos de los consumidores de modo que se alcancen los objetivos de ambas las partes” (1999), o sea, proporcionar un intercambio de valores con la satisfacción tanto de la empresa como del consumidor: la empresa ofrece un producto que responda al deseo o necesidad del consumidor a cambio de pagamento – o de algún otro valor que interese a la empresa, sean aplausos, reconocimiento, repetición de asistencia, etc. (Stephen Cashman: 2003). Otro fallo comúnmente identificado es la percepción del marketing como la divulgación del producto. Marketing es una filosofía global, resumida por McCarthy en los célebres 4Ps del marketing mix: producto, precio, distribución (de place, en inglés) y promoción (1960). La acepción normalmente entendida hace referencia a solamente la última P, pero para que sea efectivo el marketing debe ser aplicado en todas las etapas de la gestión. Esta aplicación se da a través de un proceso sistemático que consiste en: 1) establecer los objetivos; 2) compilar información relevante, generada por la propia organización, como los resultados de la actividad, o externas, relativas a los consumidores potenciales; 3) utilizar este material como base para identificar y seleccionar el público objetivo, y 4) utilizar los elementos del marketing mix para persuadir el público objetivo a convertirse en consumidor. Finalmente, hay una quinta y última etapa, que consiste en la evaluación de los resultados de este proceso y la sistematización de esta información para que sea utilizada y comparada en las siguientes actividades de la empresa. Aunque sí que es verdad que las instituciones culturales españolas utilizan algunas técnicas de marketing, como encuestas de público o diversificación de la programación, éstas no llegan generalmente a convertir la información compilada en conocimiento para auxiliar en la toma de decisiones futuras. Cuadrado realizó un estudio empírico para contrastar la utilización de técnicas de marketing entre una muestra de entidades escénicas de la Comunidad Valenciana, y concluyó que las entidades utilizan algunas herramientas procedentes del marketing, pero de una forma anárquica, “incidiendo en algunos aspectos, sin una coordinación global” (2007). 13 3.2.2 Contexto disciplinar Philip Kotler fue el primero en identificar la dinámica de mercado en entidades culturales, al afirmar que las organizaciones artísticas producen bienes culturales y, al hacerlo, compiten entre ellas por la atención del consumidor y por una parcela de los recursos de financiación (1975). Algunos autores identifican una tensión implícita en la aplicación de la teoría del marketing tradicional a los bienes culturales, ya que el marketing propone la adaptación del producto a la voluntad del consumidor, mientras que una obra de arte es entendida a menudo como una expresión artística independiente de la voluntad de los consumidores u otros factores externos. Mokwa aborda esta cuestión al diferenciar el marketing de las artes y el marketing comercial (1980). La principal diferencia consiste en que el marketing de las artes no interfiere en la creación del producto. Su papel es buscar a este producto artístico una audiencia adecuada. Diggle refuerza que el objetivo del marketing de las artes no es financiero, sino artístico: consiste en establecer el contacto entre una obra y el mayor número de personas (1984).(Mokwa y otros, Melillo y Diggles). Hirchman va más allá de esta diferenciación y estudia las motivaciones de la creación de una obra de arte. Para la autora, hay tres factores que influyen en su creación: la necesidad individual de expresión del artista, la búsqueda de reconocimiento de compañeros de profesión y la búsqueda de reconocimiento del público. La creación de un producto artístico puede responder a uno de los factores o a una combinación de los tres. Cuanto más orientada al público, más se aproxima del marketing aplicado a la gran mayoría de productos y servicios, y cuanto más auto-orientada la creación, más se distancia. Colbert también observa esta heterogeneidad del sector cultural, que define como un continuum cuyos extremos son por un lado las artes, y por otro, las industrias culturales, lo que implica diferentes enfoques de marketing. En el caso de las industrias culturales, lo más adecuado es adoptar una estrategia orientada hacia el mercado, es decir, el punto de partida para la elaboración de los elementos del marketing mix (producto, precio, distribución y promoción) es la necesidad de los consumidores. Ya en el caso de las artes, la orientación es hacia el producto. La obra es el punto de partida y a partir de ella se buscan consumidores interesados. Finalmente, Scheff y Kotler (1996) matizan esta diferenciación, cuestionando el hecho de que, actualmente, se está aplicando un enfoque social a las artes, creando un carácter utilitario que no estaba en su naturaleza originalmente. Eso se da debido a los incentivos gubernamentales, patrocinios o actos de filantropía, más inclinados a apoyar el arte con un fin social que el arte por el arte, con un fin en sí mismo. Los autores concluyen que: Ni una pura adhesión a un enfoque orientado hacia el mercado ni la adhesión a un enfoque orientado hacia el arte puede funcionar en el contexto de las artes interpretativas, en el que ambos, artista y audiencia, deben ser considerados. Así, es necesario explorar y descubrir un equilibrio armonioso entre las perspectivas 14 orientadas hacia el arte y hacia el mercado, una mezcla que beneficia ambos proveedores y consumidores del producto. (Scheff y Kotler) 3.2.3 Principales aportaciones contemporáneas El conocimiento del consumidor y su comportamiento son componentes esenciales del marketing. Para conocerlos, Colbert propone tres cuestiones: ¿Quién es el consumidor cultural? ¿Qué motiva su compra? ¿Qué factores interfieren en el proceso de toma de decisiones? La investigación en el consumo de artes es bastante reciente. Mientras la primera de las preguntas es el leitmotiv de más de 40 años de investigación, la segunda está en los primeros años de exploración y la investigación en la última está aún en fase muy inicial. Por este motivo, el autor se centra en las dos primeras cuestiones, el “quién” y el “por qué”. ¿Quién es el consumidor? Según Colbert, los estudios de público basados en datos socio-demográficos no aportan novedades: el consumidor del gran arte es, mayoritariamente, mujer, con un alto nivel de estudios, unos ingresos relativamente elevados y con un trabajo de oficina. Estas estadísticas se aplican en todos los países industrializados y pueden ser útiles para convencer a un posible patrocinador que quiera llegar a un segmento basado en características sociodemográficas, pero no ayudan a crear una estrategia de marketing. Las organizaciones artísticas intentan alcanzar la totalidad del mercado a través de políticas de descuentos o gratuidad. Sin embargo, en los más de 40 años de inversiones públicas en cultura con el objetivo de una mayor democratización y facilidad de acceso, las organizaciones dedicadas al gran arte siguen atrayendo principalmente los altamente instruidos. Los resultados son similares en distintos países con políticas culturales dispares; mientras en los Estados Unidos las organizaciones artísticas reciben apenas un 5% de su presupuesto de subvenciones gubernamentales, en Alemania o Francia reciben un 80%, y los resultados son idénticos en composición socio-demográfica. Si el objetivo es aumentar la asistencia, atrayendo más consumidores potenciales así como nuevos segmentos de mercado, la pregunta clave es: por qué las personas son atraídas (o no) a la cultura. ¿Cuales son sus motivaciones? Tal y como se ha comentado, la formación de las preferencias y el hábito de consumo cultural tiene que ver con lo que Bourdieu llamaba el capital cultural, que se adquiría en los valores transmitidos por la familia en las fases de desarrollo durante la infancia, y también a través de la educación recibida en las instituciones escolares. Otro factor a tener en cuenta sería la práctica amateur. En general, los gustos y preferencias son definidos antes de los 20 años de edad. La motivación para consumir arte, según Colbert, se basa en la búsqueda de beneficios. Estos beneficios poden ser de naturaleza cultural (la adquisición de conocimiento), simbólicos (la 15 comunicación de su personalidad y valores a través de las elecciones de consumo), la participación en un ritual de relación social (la institución cultural es un espacio que genera el encuentro social, mientras que el contenido – espectáculo o exposición – se convierte en asunto de las conversaciones) y finalmente los beneficios emocionales (la experiencia lúdica, que nos aleja de los problemas o rutinas diarias). Una categoría no excluye la otra. De hecho, la motivación de un individuo generalmente se basa en la combinación de beneficios. A través de esta clasificación, los gestores pueden ajustar su marketing mix para responder las necesidades individuales. No se trata de modificar el producto, pero de crear productos auxiliares o secundarios como formas de atraer a los consumidores, los llamados productos periféricos. Algunos productos periféricos ayudan a atraer consumidores al recinto, otros, sin embargo, están más relacionados con la satisfacción de la visita. En cuanto a la política de precios, ha persistido largo tiempo la convicción de que bajar los precios, o incluso la gratuidad, atraía más personas, sobretodo personas de un nivel de instrucción más bajo. Colbert se opone a esta teoría, mientras que el precio es un factor a tener en cuenta en la decisión de asistir a un evento cultural, la experiencia infantil y la educación actúan de manera mucho más intensa. El precio no siempre es la única barrera al consumo. Entre los motivos principales para la no asistencia a eventos artísticos hay que añadir la falta de tiempo. Mientras la falta de tiempo se puede asociar con adultos con ingresos elevados, el precio se asocia a segmentos como estudiantes y jubilados. Los primeros están dispuestos a pagar por un producto premium que le asegurara un horario más flexible, y los segundos son más sensibles a variaciones de precio. Diferentes segmentos, por lo tanto, deben ser tratados con estrategias diferentes en cuanto a la política de precio y el valor añadido a la experiencia cultural. Diversos autores han propuesto diferentes maneras de segmentar los públicos culturales, reunidos por Cuadrado (2000). Belk y Andreasen (1980) los clasifican, según la frecuencia de asistencia, en asistentes intensos y marginales u ocasionales, y según la previsión de asistencia en asistentes improbables, asistentes y no asistentes. Peterson (1980) también utiliza el criterio de la frecuencia, y los clasifica en suscriptores y asistentes perennes, asistentes infrecuentes u ocasionales, y asistentes aislados. Strang y Gutman (1980) clasifican los públicos, según el criterio demográfico, como asistentes de elevada formación. Sus preferencias artísticas varían según la actividad cultural y cuanto al grado de implicación pueden ser entusiastas, interesados o no asistentes. 16 Steinberg, Miaoulis y Lloyd (1982) definen los no-asistentes (buscan seguridad, son hedonistas, pragmáticos y se vuelcan con sus hijos) y los asistentes (son aspirantes a la cultura, buscan diversión y experiencia estética). Mayaux (1987) clasifica los públicos de acuerdo con su valoración de la cultura, en intelectuales, que tienen la cultura como realidad social; burgueses, la tienen como tradición, y aspirantes, la ven como un criterio de diferenciación de clase. Kelly (1987) segmenta los públicos, según el rango asociado a las experiencias culturales, en tradicionales (cultura como disfrute) y tecnológicos (cultura como estereotipo). Walshe (1992) propone que, según la conducta, encontremos a asistentes actuales (regulares u ocasionales) y asistentes potenciales, y según la actitud, interesados en las artes y no interesados. Hodgson (1992) también clasifica los públicos de acuerdo con la frecuencia de asistencia, y los categoriza en asistentes regulares, asistentes ocasionales, asistentes pasados, nuevas audiencias y no asistentes. Diggle (1994) propone los criterios Área de alcance, Comportamiento, Actitud y Tiempo, resultando en una clasificación de audiencia disponible y audiencia no disponible. Bergadaà y Nyeck (1995) se preocupan por la motivación de la asistencia, y las tipologías resultantes son aquellos que buscan entretenimiento, aquellos que buscan diferenciación social, aquellos que buscan estimulación intelectual, y aquellos que buscan interacción social. Finalmente, Jaume Colomer propone una nueva forma de segmentación a través de las variables estadio vital (infancia, adolescencia, vida adulta y vejez), estilo de vida (single, en pareja o núcleo familiar sin dependencia y núcleo familiar con dependencia) y actitud ante la actividad cultural (proactiva, reactiva y inactiva). Colomer propone la construcción de un mapa de públicos en el cual se deberá basar la gestión cultural. Defiende que no existe una fórmula perfecta para construir un mapa de públicos para todas las instituciones, y que las variables deben ser elegidas caso a caso. Aún así, a título de ejemplo, construye el siguiente mapa de públicos escénicos. 17 3.2.4 Ejemplo de elaboración de mapa de públicos en artes escénicas CATEGORÍAS 1 2 Públicos en formación Proactivos Niños A Adolescentes C 3 Adultos singles 4 Parejas y núcleos familiares sin dependencias 5 6 Públicos adultos Núcleos Familiares dependencias Personas de edad avanzada Reactivos Inactivos B D F G con E H Fuente: Sellas y Colomer: Marketing de las artes escénicas. Creación y desarrollo de públicos. A) Públicos infantiles de entornos familiares activos: niños que han tenido experiencias escénicas inducidas por adultos de su entorno familiar. Estas experiencias, cuando son satisfactorias, incorporan la actividad cultural a su sistema personal de valores y pueden desarrollar un hábito de consumo futuro. B) Públicos infantiles de entornos familiares inactivos: Niños que no han tenido experiencias escénicas en su socialización primaria y no consideran el consumo escénico como propio de su grupo social. C) Adolescentes: en estado transitorio entre la influencia vertical de los padres y la horizontal de los amigos. Si el interés por la actividad escénica ha sido adquirido durante la infancia, está ahora latente y se recuperará más tarde. Pueden tener interés por algunas temáticas o estéticas de determinadas propuestas. D) Adultos proactivos sin dependencias familiares: adultos (incluyendo jóvenes y jubilados con autonomía personal) con hábito de consumo escénico interiorizado sin depender de estímulos externos. E) Adultos proactivos con dependencias familiares: adultos (incluyendo jóvenes y jubilados con autonomía personal) que tienen dependencias familiares (hijos pequeños, personas mayores o enfermas) que les privan de un consumo escénico acorde con sus intereses. El consumo escénico pasa a un segundo plano debido a las barreras y resistencias. F) Adultos reactivos: adultos (incluyendo jóvenes y jubilados con autonomía personal) que no han interiorizado el hecho escénico en su sistema personal de valores pero responden a estímulos externos (medios de comunicación, amigos, familiares). 18 G) Adultos inactivos: adultos (incluyendo jóvenes y jubilados con autonomía personal) que no han asistido nunca a una actividad cultural en la infancia o posteriormente. En general han consolidado una barrera actitudinal ante la oferta escénica. Si llegan a tener interés por alguna propuesta, hay un bloqueo de consumo a causa del miedo a tener una experiencia insatisfactoria, ya sea por no saber escoger el producto adecuado, ya sea por no saber tener el comportamiento adecuado por la falta de experiencia y pasar la vergüenza de que todos se den cuenta de que son consumidores noveles. H) Adultos de edad avanzada: la perdida progresiva de facultades orgánicas (físicas y mentales) disminuye la autonomía personal. Aunque se mantenga un interés vivo por las actividades escénicas, su consumo está supeditado a la satisfacción previa de las necesidades básicas y cada vez más se valora la cualidad de los servicios personales más que el producto cultural en sí mismo. Según Colomer, a partir de la matriz derivada del cruzamiento de las variables elegidas se deben desarrollar estrategias diferenciadas para cada una de las tipologías de público resultantes que contemplen los cuatro elementos del marketing mix: producto, precio, distribución y promoción. 19 3.3 Bibliografía y fuentes consultadas Baumol, W. J. and Bowen, W. (1966) Performing Arts--The Economic Dilemma. Cambridge, Mass.: The MIT Press. Bonet,L (2007) Aproximación al análisis económico de la oferta cultural, Universitat de Barcelona Bourdieu, P. (1998[1979]) La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. 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[En línea] http://cultura2.gencat.cat/revistacultura/article.php?ida=29 Versión traducida al castellano En este ensayo presentamos los resultados recientes de investigaciones sobre el consumo de la cultura en nuestro país con el objeto de interpretarlos y explorar sus implicaciones para la producción y comercialización de las expresiones culturales. Esta contribución se ocupa del consumo de un conjunto amplio aunque no exhaustivo de las expresiones artísticas y culturales, concretamente de las motivaciones de los consumidores para asistir al cine, de cómo interpretan los factores que influyen en la elección de la por película que irán a ver, del consumo audiovisual en su conjunto (cine, vídeo y TV), de la música grabada y los medios utilizados para su disfrute, de las artes escénicas y musicales y, finalmente, de las artes visuales y otras prácticas culturales más populares. A lo largo de estas páginas presentaré los resultados de algunos trabajos que nuestro grupo de investigación sobre el consumo, la cultura y el ocio ha hecho durante los últimos cinco años. Como se verá, para poder extraer conclusiones e implicaciones tanto para nuestro conocimiento del comportamiento del consumidor de la cultura como para la política cultural e industrial hay que ir más allá de las meras frecuencias y utilizar modelos de análisis que nos permitan interpretar los procesos sociales que tienen lugar durante el consumo de la cultura. La mayor parte de las investigaciones han podido hacerse gracias a la disponibilidad de bases de datos construidas a partir de estudios de campo financiados inicialmente por el extinto CIRES (Centro de Investigaciones de la Realidad Social), después por la Sociedad General de Autores Españoles, y ahora también por el Ministerio de Cultura. Estas iniciativas son sumamente valiosas para avanzar en nuestro conocimiento sobre el consumo de la cultura en la que basar las políticas culturales e industriales, y precisamente por ello los responsables políticos de la cultura deben: 1) asegurarse de que perduran en el tiempo ( el gobierno de EEUU, a través de sus agencias de apoyo a las artes y desde hace más de 20 años, financia el trabajo de campo de su iniciativa SPPA, Survey of Public Participation in the Arts), 2) hacer que estos datos sean accesibles a todos los investigadores nacionales o no (un buen ejemplo es la iniciativa de la universidad de Princeton a través de su Center for Arts and Cultural Policy Studies que ha creado un repositorio de datos denominado Cultural Policy & the Arts National Fecha Archive, CPANDA, para facilitar a cualquier investigador el acceso instantáneo a los datos que tiene almacenados) y 3) hacer ofertas públicas de investigación sobre diferentes aspectos de la producción y el consumo de las artes y la cultura como hace el Ministerio de Cultura del gobierno francés. 22 Las próximas cinco secciones sintetizan el comportamiento de los consumidores del arte y la cultura en el mismo orden en que se han relacionado en el primer párrafo, y terminan con una discusión sobre lo que sabemos del consumo de la cultura y sobre las implicaciones para la política cultural. La elección de la película, según su origen cultural ¿Qué factores influyen en la decisión de ir al cine. En nuestro país las diferentes fuentes de información y motivación que captan la atención del consumidor y lo determinan a acercarse a una sala de cine pueden clasificarse en seis factores (García, Filimon, López, 2007): 1) La información social, 2) La información comercial, 3) las características de la película, 4) el confort y la comodidad de la sala, 5) el tipo de película, y 6) su originalidad. Estos seis factores no se pueden medir directamente, pero sí a partir de ciertos indicadores. Concretamente, la información social está asociada a las críticas cinematográficas ya la información que corre de boca en boca, es decir, los consumidores de nuestro país interpretan las críticas cinematográficas como un elemento más de su entorno social. Como sugieren Eliashberg y Shugan (1997), los críticos son predictores del gusto de las audiencias del cine más que prescriptores de lo que tienen que ver. En cambio, la información comercial está asociada con los premios de las academias cinematográficas y la publicidad. Los otros cuatro factores están más relacionados con el tipo de placer que buscan los consumidores al seleccionar una película, más que con la fuente de información: i) el confort y la comodidad, por ejemplo, está asociado al doblaje de la película, una sala cómoda y la proximidad física de la sala cinematográfica; ii) las características del filme están relacionadas con los actores y el realizador / director; iii) el tipo de film, en cambio, está asociado con la trama del film y su doblaje; iv) finalmente, el factor filme original está asociado con el indicador versión original y marginalmente con el director / realizador. ¿Qué factores y cómo influyen a la hora de elegir una película americana (nos referimos a películas procedentes de EEUU), local, o de otros países europeos (también del resto del mundo)?. Además de las seis motivaciones anteriores analizamos el impacto de tres factores de interés en las obras dramáticas (interés en los filmes en general, en filmes televisados, o en obras de teatro televisadas), tres reglas de elección basadas en la valoración de los filmes ofertados (percepción del valor de las películas americanas, locales o europeas) y también la frecuencia de asistencia al cine como un indicador de la experiencia. La probabilidad de escoger una película americana, en comparación con otras por películas europeas, se incrementa con la información social más que con la información comercial, el confort de la sala influye aunque no tanto como la información, el tipo de film, en cambio, no tiene un impacto significativo, pero afecta negativamente que la película se exhiba en versión original. En cuanto a los otros factores, la probabilidad de escoger una película americana se incrementa si el consumidor tiene una valoración positiva de los filmes americanos, pero se reduce si los consumidores la tienen de las películas locales (aunque el efecto es dispar, el promedio es negativo pero no es significativo estadísticamente), de as películas europeas (su efecto negativo es elevado y significativo), o de las películas en general. 23 En el caso de una película local la probabilidad se incrementa con la información social (más que en el caso de las películas americanas) y la comercial, aunque en este último caso el comportamiento de los consumidores no es homogéneo . También influyen positivamente las características del filme (director y actores) y la valoración que el consumidor hace de los filmes locales, sin embargo, se reduce si el consumidor valora las películas internacionales. Finalmente sólo el interés en los filmes en general influye positivamente. ¿Quiénes son los que eligen cada tipo de film?. Los que van a ver las películas americanas tienen un perfil sociodemográfico similar al perfil medio de la sociedad, pero compuesto mayoritariamente por jóvenes, de todos los niveles educativos y de ingresos, por lo que se exhiben en multicines y centros comerciales. Los consumidores de los films americanos están motivados por el confort y el entretenimiento por encima de la gratificación intelectual (si por gratificación intelectual entendemos disfrutar de las versiones originales y de la interpretación y creación de ciertos actores y directores). Es el segmento de mercado más grande con diferencia (más de un 82%), pero en términos medios los consumidores asisten al cine con escasa frecuencia. Los que van a ver los películas locales, al contrario, forman un mercado más reducido (10%), por eso el papel que juega la información social es mayor en comparación con la información comercial y mayor que en el caso de los filmes americanos. Lo mismo sucede con los actores y directores. El perfil sociodemográfico es similar al del que consume cine americano, aunque con un público de más edad, más educado y con más ingresos, con más afluencia de solteros y divorciados que los filmes americanos. Se distribuyen principalmente en multicines. Los que ven películas europeas parecen tener un perfil más cosmopolita, prefieren filmes en su versión original (probablemente hablan y leen varias lenguas europeas), están interesados en el mundo del cine y del teatro en general, valoran poco las películas americanas y las locales, van al cine con frecuencia y están menos influenciados por la información social o comercial. Las características del film, en cambio, juegan un papel secundario en su elección así como la comodidad de la sala. Estas películas tienen otros canales de distribución, distintos de los comerciales habituales. Estos consumidores están dispuestos a hacer un esfuerzo para ver las películas que desean (van a ver películas, no al cine, como diría Durand, 1958). El consumo audiovisual Veamos ahora el consumo audiovisual en su conjunto y la frecuencia con que los consumidores van a los cines, alquilan y compran películas en formato audiovisual, y cuánto tiempo ven la televisión. Aunque los datos son interesantes nos dicen poco sobre la complementariedad de las diferentes formas de acceso a la creación audiovisual. Por eso hemos analizado el comportamiento de los consumidores del audiovisual y, a partir de los resultados obtenidos, podemos definir cinco clases o segmentos de consumidores: 1) los adictos a la televisión (26% de la población), 2) los consumidores ocasionales de cine (6%), 3) los consumidores de cine con cierta frecuencia aunque reducida (27%), 4) los fans del cine (26%), 5) los fans del audiovisual en general (15%). Los adictos a la televisión tienen un gusto unívoco ya que su principal práctica audiovisual es ver la programación de la televisión. Los asistentes ocasionales al cine tienen un comportamiento peculiar ya que no dedican una mayor atención a la televisión, en 24 comparación con los otros segmentos. Los consumidores de cine con cierta frecuencia tienen un perfil similar a la media de la población. Los fans del cine muestran una frecuencia de asistencia al cine más alta que los fans del audiovisual aunque su frecuencia de alquilar y comprar vídeos es algo inferior a la de estos últimos. Además hay que señalar que los fans del cine muestran un menor consumo de la televisión que los fans del audiovisual. Veamos ahora cuáles son los consumidores que forman los cinco segmentos. Todos los individuos con indicadores de clase social baja (reducidos niveles de ingresos y educación, y empleos con poco prestigio) están sobrerrepresentados entre los adictos a la TV, los asistentes ocasionales al cine y los que asisten con cierta frecuencia, con este mismo orden, de peor a mejor posición en la jerarquía social. Los indicadores de clase media (ocupaciones no manuales y directivas de nivel medio, elevados ingresos y nivel medio de educación) están asociados con los fans del audiovisual. Finalmente el segmento de los fans de las películas es el que está más relacionado con los indicadores de clase alta (niveles directivos medios y altos, trabajos no manuales y empresarios, con los niveles de ingresos y educativos más elevados). En cuanto a la edad, los fans de las películas vistas en cine y del audiovisual son también los más jóvenes, pueden tener niños viviendo en casa, la mayoría están casados (especialmente los fans de las películas) pero también hay solteros (aunque hay más en el segmento de los fans del audiovisual) y de acuerdo con su privilegiada posición social tienen un mejor conocimiento de la lengua francesa e inglesa, viven en grandes ciudades y son principalmente hombres. ¿Qué buscan en los programas de televisión?. Analizamos 22 indicadores que pueden resumirse en cinco factores que atraen y motivan a los consumidores hacia los audiovisuales: 1) compañía, 2) integración / estatus, 3) beneficios cognitivos, 4) integración social, 5) relajarse. Hay que decir, sin embargo, que estos factores atraen de forma desigual a los consumidores. Así los adictos a la televisión buscan, principalmente, compañía, beneficios cognitivos e integración social, los que asisten ocasionalmente al cine, integración / estatus, aunque poco, los que asisten con cierta frecuencia, beneficios cognitivos, integración social y relajarse , los fans de las películas buscan claramente integración / status, en primer lugar, y relajarse en segundo, los fans del audiovisual, en primer lugar y con diferencia, relajarse, y en segundo, integración / estatus . ¿Qué buscan los vídeos alquilados o comprados?. Los asistentes al cine con cierta frecuencia alquilaron el 17% de los vídeos, los fans de los filmes, el 38%, y los fans del audiovisual, el 45%. Los primeros alquilaron vídeos para niños, de aventura, dramas, acción y comedias, los segundos, vídeos psicológicos, los últimos, vídeos románticos, comedias, dramas y películas de misterio. Respecto a la compra, los que asisten al cine con cierta regularidad compraron documentales, películas para niños y de entretenimiento, los segundos, de todo un poco, y los terceros, especialmente, vídeos educativos, de entretenimiento y vídeos musicales. Fijémonos en la relación que existe entre los factores que atraen y motivan a los consumidores a ver la TV y los géneros cinematográficos de las películas alquiladas o compradas. Los fans de las películas de nuestro estudio se asemejan a los esnobs de otros estudios (véase por ejemplo Van Rees et al. 1999; Van Eijck y Van Rees 2000), son aquellos a quienes les gusta el 7 º arte en formato original , mientras que los fans del audiovisual son el equivalente de los omnívoros culturales que han sido encontrados en numerosos lugares y espacios de consumo cultural durante los últimos 15 años (véase Peterson 2005 para una síntesis reciente). 25 Con el uso de los medios audiovisuales las audiencias de clase alta comunican su posición social mostrando que tienen los recursos (económicos, culturales, sociales) necesarios para acceder a las producciones audiovisuales para diferentes medios (Douglas y Isherwood, 1979). Sin embargo, el hecho de que los fans del audiovisual y los fans de las películas en su formato original estén tan cerca en la jerarquía social, pero los fans del audiovisual sean comparativamente más jóvenes y solteros sugiere que podría haber una tecnología generacional de consumo que es difícil cambiar incluso entre las audiencias de las clases sociales privilegiadas. Esta interpretación fue primero sugerida por Peterson y Kern (1996) aunque en el contexto de las preferencias musicales, y formulada en los términos siguientes: los consumidores jóvenes de las clases sociales privilegiadas con un perfil de consumo más omnívoro están reemplazando los mayores con un gusto más esnob en su consumo. La música grabada y los medios utilizados para su disfrute El gusto por la música y el uso social de la tecnología utilizada para escucharla ha sido investigada recientemente, concretamente, como se escucha la música clásica y pop / rock, es decir, de los medios tecnológicos utilizados en su disfrute. Para analizar los datos hemos fijado nuestra atención en el uso que los consumidores hacen de la tecnología para escuchar la música que prefieren. Por eso buscamos si hay segmentos de individuos que puedan explicar la asociación observada entre los medios, tanto en el consumo de la música clásica como en la pop / rock. Un primer análisis de la asociación entre el uso de los diferentes medios tecnológicos nos muestra el caso que a los que les gusta la música clásica prefieren escucharla reproducida de los lectores de CD y también de las emisiones radiofónicas, mientras que son poco partidarios de escucharla de los sintonizadores de televisión o durante la conducción. En cambio, todos los medios anteriores están asociados cuando se trata de escuchar música pop / rock, lo que sugiere que escuchar música clásica o pop son dos actividades culturales que requieren predisposiciones diferentes, como Bourdieu (1979) propuso. Sorprendentemente y en oposición a lo que sugiere la teoría de Bourdieu, escuchar música clásica de los lectores de CD muestra una asociación con todos los indicadores de escuchar música pop / rock incluso en el coche, lo que sugiere un patrón de gustos y actividades de consumo de la música que es omnívoro en algunos segmentos como sugirió DiMaggio (1987). Al estudiar la heterogeneidad de los consumidores los resultados muestran que el uso de los diferentes medios para escuchar música se puede sintetizar en 7 segmentos o 11 patrones de uso de los medios, según el modelo utilizado. Si nos fijamos en el caso de los 11 patrones de comportamiento nos encontramos con dos segmentos con un gusto popular (totalizan un 49% de la muestra), un segmento musicalmente inactivo (14%), cinco segmentos que son variantes de un gusto omnívoro ( sólo se diferencian por los medios utilizados para consumir música clásica y popular) y tres variantes del gusto unívoro y esnob predicho por la teoría del gusto de Bourdieu. En relacionar los segmentos con los tipos y niveles de capital de los individuos encontramos que estaban clasificados según el tipo de capital (económico primero, seguido del cultural y social) y después según su nivel de capital (escaso o elevado). Todo esto nos sugiere que estudiar las preferencias de los consumidores por los diferentes géneros musicales junto con 26 los medios tecnológicos utilizados para consumirlos nos ha permitido obtener evidencia sobre la capacidad estructuradora de los diferentes tipos y niveles de capital (esto no habría sido posible si no hubiéramos tenido en cuenta los medios tecnológicos de consumo). Como hemos señalado, las investigaciones hasta ahora han revelado una reducida capacidad predictora del capital económico (Van Eijck y Van Rees, 2000; Van Rees y Van Eijck, 2003; Van Rees, Vermunt y Verboord, 1999) o han sugerido que las tres variantes del capital formaban una escala social en que los consumidores de las artes y la cultura se clasificaban (ver López y García 2006). En cambio, nuestros resultados indican que los tipos de consumidores (segmentos) están primero clasificados según el nivel de capital económico y después según su capital cultural y social. Si además estudiamos la compra reciente de discos podemos triangular los resultados y dar más fuerza a la interpretación que ha hecho. Efectivamente, la frecuencia de compra está asociada con el nivel de capital económico de los sujetos de cada segmento, en cambio, el género musical al que pertenece el último disco comprado nos refleja, de nuevo, la clasificación hecha por el capital cultural y social. Contrasta, sin embargo, el hecho de que las clases sociales bajas y medias muestren un comportamiento más generoso en la compra de discos para regalar: es mayor la proporción de discos que regalan que la de discos que compran (de todos los discos regalados y comprados, respectivamente ). Finalmente, también hemos encontrado la evidencia que donde se compra la música también estructura la sociedad (hace más probable que ciertas personas se encuentren en un lugar concreto). Ciertamente, los segmentos que prefieren las diferentes variantes de la música popular suelen comprar en grandes establecimientos y tiendas de compra por conveniencia, mientras que los omnívoros y esnobs prefieren las tiendas tradicionales. Estos dos segmentos que se dividen entre aquellos que compran en las tiendas sancionadas culturalmente (los snobs) y los nuevos medios de distribución (los omnívoros). Artes escénicas y musicales Los datos sobre la asistencia a las artes escénicas y musicales dicen poco más que el teatro es la expresión escénica más favorecida, aunque la participación en general es escasa. De nuevo hemos analizado el comportamiento de los consumidores para conocer cuáles artes escénicas consumen. De los datos emergieron cuatro segmentos con patrones diferenciados de asistencia a las artes escénicas: esporádico (un 83% de la población), popular (9%), esnob (6%) y omnívoro (2%). El segmento con un patrón omnívoro de consumo asiste tanto a las artes escénicas populares como cultos pero, además, su probabilidad de asistir es más alta que la de cualquier otro segmento de consumidores, tanto en cuanto a las manifestaciones más populares (más alta que la del segmento popular) como las cultos (más alta que la del segmento con un patrón esnob). Si comparamos estos resultados con investigaciones previas vemos que son muy coincidentes, y que sólo se diferencian en sus proporciones. Por ejemplo, los esnobs forman un segmento más pequeño que el de los omnívoros en el estudio de los hábitos de lectura de los holandeses (Van Rees y otros, 1999). En el caso de los lectores de las bibliotecas holandesas, Boter y Wedel (1999) encontraron ocho segmentos con patrones diferentes de lectura aunque muy 27 similares en naturaleza a los mostrados aquí. Podemos concluir que todas las investigaciones consultadas sugieren que la asistencia a las artes escénicas puede encuadrarse en una taxonomía de dos dimensiones: una que representa la asistencia a las artes escénicas más populares (pop y folk) y una segunda que recoge el asistencia a las artes escénicas cultos, aunque con diferentes frecuencias (Peterson, 2005). Los consumidores de las artes escénicas con un sabor omnívoro provienen de las clases sociales privilegiadas: profesiones relacionadas con los servicios (personal directivo), y tienen el nivel educativo y económico elevado. Esta asociación también ha sido encontrada en estudios anteriores (López y García, 2002c; Peterson y Kern, 1996; van Rees y otros, 1999), lo que apoya la proposición que no parece haber límites rígidos en el consumo de las artes escénicas cultas y las populares (DiMaggio, 1987; Bryson, 1996). Los consumidores de los otros tres segmentos provienen de los estratos socioeconómicos siguientes: medio-alto, los snobs; medio-bajo, los populares, y bajo, los esporádicos. En cuanto a la edad, Van Rees et al. (1999) encontraron que los consumidores omnívoros eran mayores que los omnívoros de este estudio. En cambio, Van Rees, Vermunt y Verboord (1999) encontraron que los lectores más jóvenes estaban clasificados en el segmento esporádico mientras que los clasificados en el segmento de lectores de obras populares no eran tan jóvenes. Con otras palabras, el efecto generacional, medido por la edad, (Holbrook y Schindler, 1994) se muestra de forma diferente según el espacio simbólico de consumo o según el contexto sociocultural. La hipótesis que el consumo de las artes escénicas puede ser interpretado como una forma de capital cultural obtiene un apoyo parcial. En contraposición con los resultados de DiMaggio (1982), las mujeres con reducido nivel educativo e ingresos bajos muestran una mayor propensión a asistir a las artes escénicas, un patrón opuesto al mostrado por los hombres, que revelan una mayor propensión a asistir a las artes escénicas populares. En general parece que a medida que las mujeres ganan más independencia y poder para dirigir sus vidas (más educación y mayores ingresos) su comportamiento difiere menos del de los hombres. Las artes visuales y otras prácticas culturales Finalmente presentamos el estudio de las prácticas culturales tales como la asistencia a museos, galerías de arte, museos históricos, ferias, conferencias y festivales. En la tabla 4 se muestran las frecuencias con que la población española acostumbra a hacerlas. Aunque muchas son actividades populares, no parece que las tasas sean elevadas. Para analizar el comportamiento de los consumidores los hemos clasificado de acuerdo con sus prácticas culturales en lugar de agrupar las prácticas como es habitual (Katz-Jarrón, 1999). Nuestros resultados coinciden con los obtenidos por Van Rees y asociados (1999) utilizando la misma metodología aunque ellos analizaron un espacio de consumo diferente y en otro período de tiempo. Ambas investigaciones encontraron un gran segmento (67% de consumidores) con escasa o esporádica participación en las actividades culturales. Otro segmento, denominado aquí popular, también obtenido por Van Rees y asociados (1999), que representa el 12-13% de la población. Unos lectores omnívoros que en Holanda forman un grupo más reducido (4%), en comparación con el segmento omnívoro encontrado aquí (12%), 28 aunque en contrapartida el segmento de esnobs holandeses es proporcionalmente mayor (15% frente de un 9% aquí). Estos resultados, de nuevo, coinciden con la tesis de DiMaggio (1987) y Peterson y Kern (1996) la cual sugiere que el estilo de vida de las clases sociales privilegiadas está caracterizado por un consumo muy variado de géneros culturales debido a que estas personas disfrutan de un amplio rango de redes sociales (locales e internacionales) lo que de forma natural les permite desarrollar un gusto por una más amplia variedad de expresiones culturales. Por esta razón el número de géneros culturales que una persona consume es función de su posición social: mayor cuando disfruta de una posición más privilegiada, más reducido cuando peor situado está en la jerarquía social. Con nuestros datos no podemos determinar si dentro de las clases sociales privilegiadas los individuos del segmento omnívoro están reemplazando los individuos con un gusto esnob, como Peterson y Kern (1996) sugieren. Lo que sí está claro, sin embargo, es que aunque la participación cultural está estratificada, los patrones de consumo cultural no son los que propone la teoría de Bourdieu (1979): las élites sociales hoy muestran un consumo cultural omnívoro, con una gran apetencia por expresiones tanto cultas como populares, en lugar de un gusto esnob. La asociación de los segmentos con los indicadores de la posición social de los individuos sugiere que la posición social de los padres de los individuos encuestados está relacionada positivamente con la posición social de estos y su consumo cultural. Este hecho aporta evidencia a favor de la hipótesis de reproducción social de DiMaggio (1982, 1987) que sostiene que la posición social de los padres tiene una gran influencia en el consumo cultural de los hijos. No obstante, la influencia de los padres puede ser modulada por el nivel educativo de los hijos: cuanto más elevada es la educación, mayor la probabilidad de tener un gusto por las prácticas culturales cultos. Aunque investigaciones recientes han sugerido que en España las mujeres asisten a más eventos culturales que los hombres (Cuadrado y Frasquet, 1999; SGAE, 2000), en el caso de la asistencia a los museos y otras prácticas culturales nosotros no hemos encontrado apoyo para la hipótesis, tampoco hemos detectado ninguna evidencia que apoyara la hipótesis que sugiere que las mujeres experimentan más restricciones familiares y que ello reduce su consumo cultural (efecto del estado civil interaccionando con género). En cambio, los individuos que viven en las grandes ciudades (Madrid y Barcelona) están sobrerrepresentados en el segmento de consumidores con un patrón cultural omnívoro, los esnobs, en cambio, se encuentran en las ciudades de tamaño medio y los populares e inactivos, a ciudades más reducidas. La evidencia, de nuevo, apoya la hipótesis del consumo generacional. La edad se muestra firmemente asociada con los segmentos. Las personas clasificadas en el segmento inactivo culturalmente son mayores, un poco más jóvenes el segmento con un gusto popular y la esnob (en orden descendente). Los jóvenes en cambio se encuentran sobrerrepresentados en el segmento omnívoro, al igual que el estudio de Van Rees y asociados (1999). Estos resultados contrastan con los encontrados por Katz-Jarrón (1999) que sugieren que los jóvenes consumen más cultura popular que los mayores, y al contrario para los productos cultos. Esta diferencia se debe a que Katz-Jarrón (1999) clasifica productos, no individuos, y cuando buscamos una 29 asociación entre grupos de productos (populares y cultos, por ejemplo) y edad, los resultados no explican cómo se distribuyen los individuos según la su edad entre los segmentos de comportamiento diferenciado, sino entre tipos de productos y edad. ¿Qué sabemos sobre el comportamiento del consumidor de la cultura? Los patrones de consumo (segmentos) de las artes y la cultura. Todas las investigaciones anteriores muestran un patrón de consumo omnívoro (o un número determinado de variantes del patrón omnívoro cuando se tienen en cuenta los medios tecnológicos de consumo), un segmento esnob, otro popular y finalmente uno de inactivo o con un consumo cultural esporádico. La clasificación de los segmentos en el espacio social nos indica que su posición está jerarquizada en el mismo orden en que los hemos citado. Estos resultados contrastan con las predicciones de la teoría del gusto de Bourdieu que propone un gusto esnob para las clases sociales más privilegiadas. Sin embargo, la capacidad estructurante del capital resulta inalterada y de acuerdo con la predicción de Bourdieu, especialmente cuando tenemos en cuenta los medios tecnológicos utilizados por el consumo de la cultura. La evidencia sugiere que los consumidores de las artes y la cultura de las clases sociales privilegiadas muestran un patrón de consumo omnívoro no sólo de las diferentes expresiones culturales sino también de los medios tecnológicos utilizados en su consumo, aunque con muchas variantes, todas relacionadas con los tipos y niveles de capital de los individuos: cuanto más tipos y niveles de capital, más diversidad de expresiones culturales y de medios tecnológicos utilizados. Más específicamente, los resultados han mostrado una variedad de patrones omnívoros de consumo musical asociados con los consumidores de clases privilegiadas: una elevada posición en la jerarquía social estaba asociada a unas preferencias más omnívoras ya un mayor uso de las tecnologías que liberan al consumidor de las tiranías de las periodicidades en el consumo de la música. Los significados simbólicos del consumo de las artes y la cultura. Los diferentes segmentos de consumidores expresan significados diferentes con su consumo: todos somos iguales (efecto homogeneización del gusto), nosotros somos mejores (efecto distinción), nosotros somos parecidos pero diferentes (efecto omnívoro). Los tres significados son expresados, aunque en proporciones diferentes, con el consumo que hacen los individuos clasificados en cada uno de los segmentos. Todos somos iguales es expresado con el consumo de productos culturales populares (es un consumo inclusivo), nosotros somos mejores es expresado con el consumo de los productos cultos (es exclusivo porque para su disfrute se necesitan unos recursos interpretativos que no son al alcance de todos, como en el caso de las películas en versión original), nosotros somos parecidos pero diferentes se expresa a través de un consumo omnívoro de productos cultas y populares. 30 ADLER, M. (2006) “Stardom and talent”. A: GINSBURGH, V.; THROSBY, D. (ed.) Handbook of Economics of Art and Culture. NorthHolland, p. 895-906. BOTER, J. & WEDEL, M. (1999) “Segmentation of hedonic consumption: an application of latent class analysis to consumer transaction databases”. Journal of Market Focused Management, 3, 295-311 BOURDIEU, P. (1979) La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus. Edición castellana de 1998. BRYSON, B. 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Base de datos de estudios de públicos En documento anexo se presenta una base de datos elaborada expresamente para Escenium 2010 con el fin de facilitar el acceso a la muestra de estudios sobre públicos escénicos y culturales seleccionada par conocer las principales aportaciones realizadas hasta el momento en relación a los públicos. Esta base de datos es una muestra exploratoria que tiene por objetivo recabar cuanta más información posible sobre los estudios de públicos que se han ido desarrollando en los últimos tiempos en distintos países. Se ha accedido a esta información a través de distinitos medios: bibliografías previas, canales de búsqueda específicos en Internet, y a través de la consulta en revistas y portales web especializados. Cabe recordar que es sólo una muestra que no es representativa de la realidad y del universo total de los estudios de público. 34 5. Créditos Autoría del relato: Gerard Ramon y Ana Luisa Basso Investigación y base de datos sobre estudios de públicos: Ana Luisa Basso Asesoramiento: Manuel Cuadrado y Jaume Colomer Coordinación ejecutiva: Andreu Garrido Con la colaboración de François Colbert