Tema 15 ÉL

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Tema 15 de 2º de Bachillerato.
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TEMA 15
LA SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DE ESPAÑA: LENGUAS Y DIALECTOS
INTRODUCCIÓN.España es un país plurilingüe, en él conviven y entran en contacto diversas lenguas y
distintas variedades dialectales, que forman un tejido lingüístico complejo y que conviene
valorar en toda su riqueza.
Institucionalmente podemos decir que hay una lengua oficial, el castellano o español.
Esta lengua, por cierto, no es exclusiva de nuestro país, sino que es hablada por algo más de
trescientos millones hablantes en países donde es lengua oficial; la cifra aumenta hasta más de
cuatrocientos millones cuando hablamos de hablantes de español que lo tiene como lengua
materna en un país donde la lengua oficial es otra.
Son lenguas cooficiales el catalán en la Comunidad Autónoma de Cataluña, el vasco en
la del País Vasco y el gallego en la de Galicia. Las otras Comunidades cuentan asimismo con
variedades lingüísticas propias que están protegidas por las diferentes administraciones
autonómicas. El bable en Asturias, las fablas aragonesas. Además hay que considerar las
diferentes variedades dialectales, entre las que tenemos el extremeño, que hablamos en
nuestra Comunidad Autónoma. Cabría mencionar ahora, en nuestro ámbito lingüístico, la fala,
hablada en el norte de Extremadura y que está reconocida desde el año 2000 como Bien de
Interés Cultural por la Junta de Extremadura.
BREVE HISTORIA DE LAS LENGUAS DE ESPAÑA.Para entender la situación actual convendría repasar de manera somera algo de la
historia lingüística de la Península. Antes de la llegada de los romanos (218 a. Cr.) existían
en el territorio peninsular diferentes pueblos que tenían distintas lenguas –entre ellas el vasco,
que, como sabemos, pervive hasta hoy, de origen incierto, pero sin duda preindoeuropeo-. El
latín, la lengua que trajeron los romanos, acabará imponiéndose como lengua general de
comunicación, desplazando a las hablas autóctonas. Aun así, el periodo más o menos largo de
bilingüismo que necesariamente tuvo que existir permitió que restos de estas lenguas
prerromanas pasaran al latín hablado, y hayan llegado hasta las lenguas actuales. La
romanización fue lenta y desigual, incluso a algunas zonas del territorio casi no llegó, dadas las
dificultades orográficas. Estas diferencias en el proceso de romanización explicarán algunas de
las peculiaridades en la evolución del latín peninsular y la formación de las distintas lenguas
romances.
El latín que se generalizó en la Península no era el latín clásico, sino la variedad oral, la
que hablaban los soldados, los colonos y comerciantes que llegaron hasta aquí. Este latín
conocido como vulgar se fue diferenciando en las diversas zonas del Imperio Romano y esta
diversidad se incrementó con las invasiones germánicas, dando lugar a las diferentes lenguas
que conocemos hoy en Europa.
Hasta aquí llegaron varios pueblos germánicos, pero el que se impuso fue el visigodo, el
más romanizado, que adoptó como lengua el latín hispano, al que aportaron diversos términos
de su propia lengua, que aún hoy perviven. Este latín de la época visigótica carece de unidad,
las diferencias eran importantes en las distintas zonas. La llegada de los árabes y la
desaparición del reino Visigodo no harán sino consolidar esas diferencias.
Tras la invasión árabe de la Península se van creando en el norte una serie de reinos
cristianos independientes, en cada uno de los cuales se desarrollará una lengua romance
distinta. El reino Leonés, en el noroeste, carece de unidad lingüística, allí encontramos el
gallego, el asturleonés y el castellano. En el Pirineo oriental y central, se forman los reinos de
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Navarra y Aragón se desarrolla el navarro-aragonés. En el este se encuentra la Marca
Hispánica, la variedad romance allí es el catalán. Por último, hay que señalar el mozárabe, que
es el conjunto de variedades romances que continúan hablando los hispanorromanos que viven
en zona árabe. Junto a estas estaba el vasco, hablado en una zona menor que la que en
tiempos había ocupado, y probablemente en una situación de bilingüismo en Navarra.
El gallego conoce su periodo de esplendor en los siglos XIII y XIV, es cuando se
convierte en una rica lengua literaria, sobre todo en el género lírico. Por su parte, el catalán
tiene también un amplio cultivo literario en los siglos XIII-XV, época en la que las influencias de
la literatura y de la lengua provenzal son muy fuertes: es el tiempo de los trovadores y de la
poesía cortesana, que se desarrolló con gran vigor en la lengua catalana. En el centro de la
Península, a finales de la Edad Media, el castellano se extiende hacia el sur y hacia el norte de
manera horizontal.
La evolución ligüística entre los siglos XVI y XVII se caracteriza por un castellano
que domina toda la Península (excepto Portugal -independiente desde 1143-),
que ha
arrinconado el resto de lenguas peninsulares. El leonés y el aragonés han quedado confinados
como hablas rurales. El gallego pervive en su territorio histórico, aunque el proceso de
castellanización irá reduciendo su uso a las zonas rurales. El catalán durante el gobierno de los
Austrias mantiene el protagonismo en la Administración, que se pierde con la llegada de los
Borbones en el XVIII.
A partir del siglo XVIII concluye la labor de normativización del castellano que
comenzó en el Renacimiento y que culmina ahora con la creación en 1713 de la Real Academia
de la Lengua, que fija la norma gramatical de la lengua y le da estabilidad en la escritura. En
cuanto a las otras lenguas peninsulares se mantiene la situación de desequilibrio, con respecto
al castellano, de siglos anteriores. Hay que esperar hasta la segunda mitad del XIX para ver un
intento de recuperación del catalán y del gallego, como consecuencia del interés que en los
románticos despierta lo nacional, lo tradicional. En Cataluña una burguesía urbana, que usa el
catalán como lengua familiar, impulsará la Renaixença, un movimiento cultural que reivindica la
nación catalana, promueve el uso y el estudio de su lengua e inicia de nuevo su cultivo literario.
Su arraigo definitivo vendrá en 1979 con el Estatuto de autonomía. En Galicia se produce un
movimiento reivindicativo similar al catalán en el último tercio del XIX, es el Rexurdimento, que
renueva el interés por la cultura popular gallega y posibilita la creación de una literatura en
lengua autóctona. Aquí el desarrollo del gallego es menor porque no hay, como en Cataluña,
una clase burguesa fuerte y concienciada. Por el contrario, las clases urbanas, muy
castellanizadas, consideran el gallego como una lengua rural y de ahí que no se impulse su
normativización. Habrá que esperar a 1981, a la declaración de cooficialidad en el Estatuto de
Galicia para que se vea un fuerte apoyo en la normalización de esta lengua.
SITUACIÓN ACTUAL DE LAS LENGUAS DE ESPAÑA
El vasco
Esta lengua ha despertado un gran interés entre los estudiosos de la lengua, por su
ignorado origen y parentesco y por su supervivencia a través de los siglos. Aunque es una
lengua completamente distinta a las romances, su fonética está muy próxima a la del castellano
medieval, no en vano muchas de las características fonéticas del castellano, que lo hacen
diferente de otras lenguas romances, se deben a su contacto con el vasco. En el léxico las
transferencias con las lenguas romances, y sobre todo con el castellano, fueron constantes, por
lo que abundan palabras de raíz latina.
Tradicionalmente, se han señalado seis dialectos con diversas variantes cada uno. Las
diferencias entre todas imposibilitaba la comunicación entre hablantes de las distintas zonas.
Esta situación hizo necesaria la creación del euskera batua, una modalidad estándar, que es
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la que ha conseguido la recuperación y la normalización del euskera. Un proceso difícil por la
fuerte implantación del castellano en toda la zona.
Hoy el número de hablantes de euskera crece en el País Vasco y en Navarra, gracias a
que se afianzó entre los niveles sociales más cultos que le dieron el prestigio que necesitaba
para desarrollarse y lo impuso en la educación, en los medios de comunicación y en la
Instituciones.
El gallego
Su evolución ha sido menor que el de otras lenguas romances, esto se debe a una
localización geográfica particular, alejada de los centros lingüísticos tanto en la época de la
romanización como en las posteriores. El gallego que se habla hoy es muy semejante al gallego
de los textos medievales. Su léxico conserva voces arcaizantes que se perdieron en castellano,
y, por otro lado, se observan en él menos palabras procedentes de otras lenguas, como
germanismos o arabismos, tan frecuentes en el castellano. Hay sin embargo múltiples
castellanismos, unos consecuencia de la convivencia entre las dos lenguas, otros de reciente
entrada, y que están determinados por su uso como lengua oficial, el cual exige un vocabulario
del que el gallego, lengua de uso rural durante mucho tiempo, no disponía.
A principios de los ochenta se produjo un proceso de normativización, fijándose normas
ortográficas y morfológicas. Durante el XIX había literatura en gallego, pero esa escritura
estaba plagada de vacilaciones, ya que cada escritor se atenía a las normas de la variante
dialectal que conocía, actualmente, sin embargo hay una misma norma para todos.
Hoy, el gallego con un elevado número de hablantes, se encuentra bastante consolidado
como lengua oficial y de cultura, va abandonando el exclusivo dominio rural para implantarse
en la ciudad y ha alcanzado un gran prestigio entre sus propios hablantes y los de fuera.
El catalán
En nuestros días es la segunda lengua en importancia en España, tanto por el número
de hablantes como por su tradición escrita. Los hablantes catalanes están distribuidos en tres
Comunidades Autónomas, que tienen el catalán, o alguna de sus variedades como lengua
cooficial. Estas variedades (valenciano y balear) no se consideran como tal en las comunidades
donde se hablan, para ellos son lenguas diferentes del catalán.
Desde el punto de vista sociolingüístico, el catalán es la lengua que ha alcanzado un
mayor grado de normalización con respecto al castellano: hoy en día es una lengua de
prestigio, que goza entre sus hablantes de alta estima, está plenamente implantada en el
sistema educativo, en los medios de comunicación y en la vida pública, y tiene una muy
abundante proyección editorial en todos los ámbitos culturales (publicaciones técnicas y
científicas, amplia producción literaria, traducciones al catalán, doblajes en el cine...). Sin duda
las razones las tenemos que hallar en la fuerza económica de la clase social, la burguesía, que
la utilizaba primero solo en el ámbito familiar y después por su gran influencia en los demás
ámbitos.
VARIEDADES DIALECTALES
Los dialectos históricos: los bables asturleoneses y las fablas aragonesas
Los dos romances peninsulares, el asturleonés y el navarroaragonés fueron durante la
Edad Media las lenguas de dos importantes reinos, que fueron desplazados por la expansión de
Castilla y del castellano entre los siglos XIII y XVI.
No se trata de dialectos del castellano: el asturleonés y al aragonés son variedades
directamente procedentes del latín y, por lo tanto, lenguas hermanas del castellano, del gallego
y del catalán. Por factores históricos y sociales, la presión del castellano las ha reducido a un
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conjunto de hablas locales muy diversas, de carácter rural, sin apenas expresión escrita y-a
pesar de recientes esfuerzos por crearla- carentes de una norma común que las unifique y
estabilice. En la mayoría de los casos, su uso se limita a las situaciones coloquiales, pues sus
hablantes procuran utilizar el castellano en la educación, los medios de comunicación o en las
instituciones. Es una situación semejante a la de la fala en nuestra comunidad. Como aquí estas
hablas están protegidas por las leyes de sus distintas Comunidades.
La diversificación dialectal del castellano
La buena salud del castellano no solo se muestra en su amplia y creciente difusión, sino
también en la indudable unidad que ofrece a pesar de ser usado en tierras y por gente tan
distinta. Esta unidad no se ve afectada por las diferentes modalidades dialectales que existen.
Nuestra propia experiencia nos muestra que cualquier hablante de castellano puede entenderse
con otro de una variedad dialectal diferente. El núcleo común de la lengua es suficientemente
sólido, sobre todo gracias a la presión integradora que ejerce la lengua escrita y a la
intervención de las diferentes Academias de la Lengua, como para que la situación se mantenga
por mucho tiempo.
Las variedades dialectales del castellano se suelen repartir en dos zonas geográficas que
se diferencian bien: la zona española, que incluye a las Canarias, y la zona americana. No
podemos obviar en esta diferenciación que hay mucha relación entre las variedades andaluza y
canaria y el español de América. Si atendiéramos al sistema lingüístico, y no a la geografía, más
bien habría que considerar Andalucía, Canarias y América como una gran zona dialectal
caracterizada por su tendencia innovadora en lo fonológico –donde destacan el ceceo y el
seseo- , y, frente a ella, la mitad norte de la Península, donde se manifiesta una tendencia más
conservadora en la evolución fonética. Entre ambas, se extiende en el centro del territorio
español una franja donde se observan variedades dialectales intermedias en las que no hay
seseo ni ceceo, en general, pero aparecen otros rasgos meridionales: el extremeño, el murciano
y el habla manchega.
EL CASTELLANO DEL NORTE PENINSULAR
Ocupa el área geográfica donde nació el castellano y la de su primera expansión hasta el
siglo XII, pero también por donde se extendió horizontalmente, los antiguos reinos de León,
Aragón, así como Galicia, País Vasco y Cataluña. Esto implica que el castellano del norte no es
una variedad homogénea, sino que presenta múltiples peculiaridades. El español de las
comunidades bilingües también está teñido por el contacto con los idiomas cooficiales.
LOS DIALECTOS MERIDIONALES
Las variedades andaluzas y canarias actuales proceden de los cambios producidos en el
castellano desde que comenzó a expandirse hacia el sur, en el siglo XIII, hasta la actualidad.
El andaluz. Todos estos fenómenos se dan en el andaluz, convendría señalar que más
que un andaluz hay variedades andaluzas de límites poco precisos.
El canario. El castellano llega a las Islas Canarias en el siglo XV. La conquista del
archipiélago y su repoblación se llevó a cabo desde puertos andaluces, de ahí que el habla
canaria participe de los fenómenos dialectales andaluces, además como ha sido zona de
tránsito entre España y América, tiene un papel fundamental en la expansión y evolución del
castellano en le nuevo continente.
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LAS VARIEDADES DE TRANSISIÓN. EXTREMEÑO Y MURCIANO
En una franja que se extiende de Oeste a Este aparecen algunas variedades dialectales
que, por tener rasgos característicos de una y otra, constituyen una zona de transición entre el
castellano del norte y el andaluz.
El murciano. También por razones históricas el habla murciana es una variedad de
transición entre el castellano norteño y el meridional, con influencias aragonesas porque Murcia
formó parte durante la Edad Media del reino de Aragón. También se destacan las influencias
valenciana y mozárabe.
El extremeño.- Por razones obvias nos detendremos algo más en este punto. El habla
de Extremadura ofrece una mezcla de rasgos meridionales y de leonesismos que se explica por
razones históricas: por un lado, tras la conquista, realizada conjuntamente por León y Castilla,
fue repoblada por leoneses, sobre todo en su parte occidental; por otro la norma sevillana ha
sido siempre muy fuerte en el sur de la región.
Son rasgos leoneses (noroeste de Cáceres, que se van perdiendo si se avanza hacia el
sur) la tendencia al cierre de las vocales –e, -o finales, la pervivencia de una aspiración como
resto de la conservación de g+ e, i y de f- iniciales latinas, principalmente. También es de
influencia leonesa el sufijo –ino para el diminutivo, y el uso de verbos intransitivos como
transitivos (caer o entrar). Los meridionalismos más extendidos son la aspiración de –s, que se
asimila a la consonante siguiente si es sonora y que incluso llega a perderse en posición final; el
yeísmo; la aspiración de /x/, y, a veces la relajación, confusión y, a veces, pérdida de –l y –r
finales.
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