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Cubagua es más que una isla
Eloi Yagüe Jarque · Tuesday, February 23rd, 2010
Cubagua es ciertamente una isla que pertenece al Estado Nueva
Esparta, junto con Coche y Margarita pero gracias al escritor
venezolano Enrique Bernardo Núñez, Cubagua es, desde 1931,
año de su primera edición, una novela. Mas no cualquier novela:
su originalidad es que se trata de una narración construida
desde el punto de vista de los indígenas, de su cosmovisión, su
mitología y su concepto cíclico del tiempo.
Hacia 1924, Enrique Bernardo Núñez era un joven escritor y periodista que había
nacido en 1895 en Valencia y se había trasladado a Caracas para estudiar Medicina y
Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Sin embargo, el gobierno de Juan
Vicente Gómez cerró la universidad y Núñez decidió dedicarse a la literatura y al
periodismo.
Ya había publicado dos novelas, Sol Interior (1918) y Después de Ayacucho (1920),
que no habían tenido mucho éxito. Se había casado en 1920 y tenía dos hijas. La
situación económica apremiaba por lo que Núñez escribe y publica permanentemente
urgido por las necesidades de su hogar
En 1925, el joven periodista fue invitado por el destacado escritor Manuel Díaz
Rodríguez, a quien habían designado presidente del estado Nueva Esparta, a
Margarita para fundar el periódico El Heraldo de Margarita, con un sueldo mensual
de 40 pesos, más las entradas por publicidad. Al principio fue diario, luego semanario,
después quincenario y finalmente desapareció por falta de avisos.
Sin embargo, en los pocos meses que vive en La Asunción, Núñez lee la crónica de
Fray Pedro de Aguado donde se narra la historia de la estéril isla de Cubagua.
Fundada en 1520, ésta fue una de las primeras factorías establecidas por los
españoles, quienes muy pronto se dieron cuenta de la existencia de placeres de perlas
y se dedicaron a extraerlas esclavizando para ello a los indígenas. Pero fue
abandonada en 1544, tras un violento terremoto que la destruyó. Ya para entonces no
había perlas en Cubagua y centenares –o miles– de indígenas habían muerto
sacándolas.
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Esa lectura, según él mismo escribiera, “fue el origen de mi librito, simple relato
donde sí hay, como en La Galera de Tiberio (su posterior novela de 1938) elementos
de ficción y realidad”. Núñez siguió trabajando la novela en La Habana y en Panamá,
adonde había sido enviado como diplomático. En esta última ciudad le puso punto final
en 1930 y la envió para su publicación a la editorial francesa “Le livre libre”. Sin
embargo a Caracas llegaron sólo 60 ejemplares pues al parecer la mayoría fueron
incinerados en la aduana.
Este inconveniente aunado a la falta de críticas, pues la novela no fue entendida en su
momento, fue causa de que Núñez decidiera abandonar la narrativa de ficción.
Cuando salió su cuarta novela, La Galera de Tiberio, se hallaba en Estados Unidos y
decidió echar al río Hudson casi toda la edición, salvando apenas unos pocos
ejemplares.
Una novela precursora
Hoy en día podemos afirmar que Cubagua es una novela adelantada a su tiempo,
cuyos grandes logros literarios no fueron entendidos en su momento ni siquiera por su
propio autor. En apenas 70 u 80 páginas, Núñez traza de manera magistral, con una
prosa muy concentrada, la historia de un viaje interior, la del ingeniero de minas
Ramón Leiziaga quien llega a Margarita con un objetivo muy claro: enriquecerse para
luego marcharse del país.
Pero conoce a Nila Cálice, una bella indígena hija de cacique tamanaco, de la que se
enamora perdidamente. A través de ella, Leiziaga tiene acceso a otro mundo: los
vestigios de una ancestral tradición espiritual, y mediante un proceso de
transculturación, hasta ese momento inédito en la literatura nacional, se sumerge en
la mitología indígena y tras la ingestión del elixir de Atabapo se le aparece en persona
Vocchi, dios de la mitología caribe aunque señala el narrador que nació en Lanka
(¿Ceilán?) por lo tanto su reino son las islas.
A partir de ese momento Leiziaga se olvida de su vida anterior y penetra en el
misterioso mundo del eterno retorno, donde los personajes muertos y olvidados viven
una y otra vez sus vidas secretas, como Fray Dionisio de la Soledad que atraviesa los
siglos con su propia cabeza momificada entre las manos. En Cubagua, como en la
Comala de Juan Rulfo, todos están muertos (o son inmortales) pero aún resuenan los
ecos del pasado, el dolor de los indígenas arrancados de su tierra, sus tribus y sus
familias, la ambición codicia e intrigas de los españoles, el llanto de las mujeres
violadas y maltrechas por los peninsulares, como el clamor de la propia tierra
expoliada.
Todos estos temas eran inéditos en la novelística de la época. Tal vez por ello la novela
no fue tomada en cuenta, porque los críticos no supieron entenderla, como sí
entendieron y apreciaron otras novelas publicadas por los mismos años como Doña
Bárbara de Rómulo Gallegos y Las Lanzas Coloradas, de Arturo Uslar Pietri, que si
bien constituían logros literarios, su estructura temporal era mucho más sencilla que
“el librito” de Núñez.
Hoy en día podemos apreciar a Cubagua en todo su esplendor, como una obra que se
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inserta en la corriente de la literatura fantástica, precursora del realismo mágico,
escrita 25 años antes que Pedro Páramo. Asimimo es una obra fundadora de la Nueva
Novela Histórica según clasificación del académico estadounidense Seymour Menton,
escrita 18 años antes que Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier.
Quizás el logro más importante de Enrique Bernardo Núñez en Cubagua, y que
durante muchos años no supimos apreciar, es haber visto en la isla de perlas y de
petróleo –oro blanco y oro negro– un símbolo del drama histórico de Venezuela: ser un
país de grandes riquezas mineras no renovables. Y de advertirnos, mediante una prosa
poderosa y por el magnífico poder de evocación que alcanza su palabra poética, del
peligro de que Venezuela toda quede como Cubagua, desierta, destruida, sin agua,
calcinada por el sol implacable y habitada sólo por fantasmas y por arañas venenosas,
si seguimos explotándola sin tomar conciencia de nuestros orígenes y del secreto de la
tierra.
Aunque Cubagua no es una novela–tesis, a diferencia de Doña Bárbara, donde
Gallegos propone un programa de gobierno para Venezuela, sí sienta las bases de una
propuesta para el país que sería desarrollada en Orinoco, la segunda parte del ciclo
narrativo iniciado por Cubagua, y que consiste en culminar la obra colonizadora
iniciada durante la Conquista, en el sentido de la apropiación total de nuestro
territorio, pero con respeto a los habitantes originarios, y el retorno al Río Padre, pues
como advierte Núñez, “las grandes civilizaciones nacen a orillas de los grandes ríos”.
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on Tuesday, February 23rd, 2010 at 3:28 pm and is filed under Artes
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