Estadounidenses dicen no a George W. Bush

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Grupo Coppan SC
América del Norte
Noviembre 13, 2006
Estadounidenses dicen no a George W. Bush
Para beneplácito de los demócratas, desencanto de los republicanos, y sorpresa de
muchos observadores, los demócratas lograron mayoría en las dos Cámaras en el
Congreso de EUA en las elecciones intermedias (7/10). El primer acto de
reconocimiento de la derrota, por parte del presidente Bush, fue la sustitución de
su Secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld, artífice y gran perdedor de la guerra en
Irak, por Robert Gates, un profesional de la comunidad de inteligencia de EUA.
Al presidente George W. Bush le esperan dos años difíciles: escasos márgenes de
maniobra en el Congreso; una opinión pública cada vez más adversa, dentro y fuera
de Estados Unidos; y bajas o nulas perspectivas de conseguir, antes de dejar la
Casa Blanca, su anunciada victoria en Irak. Los demócratas, por su parte, asumen
la victoria como el primer gran paso para recuperar la Casa Blanca en 2008.
En la Cámara Baja se disputaron 435 asientos; los demócratas necesitaban 16 más
de los que tenían (201D-231R) para lograr el control. Los resultados les dieron 232
distritos (31 adicionales) con lo que aseguraron la mayoría (232D-202R).
Antes de la elección, los republicanos contaban con 55 escaños en el Senado, los
demócratas 44 y había un senador independiente (44D-55R-1I). Para ganar el
control de esta Cámara los demócratas necesitaban seis asientos adicionales. En
este caso la contienda fue mucho más reñida. El mismo día de los comicios los
demócratas lograron añadir Pensilvania, Ohio, Virginia, Missouri y Rhode Island a
los 44 asientos que ya tenían, sumando así 49. En Virginia y Montana, la diferencia
fue de menos de 1%, lo que por ley daba al perdedor el derecho al recuento de
votos. Dos días después, los candidatos republicanos en ambos estados renunciaron
a este derecho y concedieron la victoria a su contrincante demócrata. El senador
independiente, Joe Lieberman, había aceptado de antemano unirse a la bancada
demócrata, de lo que dependía en buena medida su posible reelección, lo que le
dio mayoría a los demócratas también en esta Cámara (51D-50R).
En muy raras ocasiones se ha llegado en la Cámara de Senadores a una situación de
empate en la que tenga que decidir el vicepresidente (voto de calidad). La
importancia de contar con mayoría tiene más que ver con la definición de la
agenda y la presidencia de los comités, aspectos decisivos en le proceso legislativo.
En el caso de los gobiernos estatales, antes de la elección 22 estaban en manos
demócratas y 28 en republicanas. De las 36 gubernaturas en disputa, 14 eran
demócratas y 22 republicanas. La elección invirtió la ecuación. Los demócratas
añadieron a su lista seis estados, entre los que destacan Colorado, Arkansas, Ohio y
Nueva York, lo que les dejó con 28 gobernadores, frente a 22 republicanos.
Para muchos, el principal perdedor no fue el Partido Republicano, sino el propio
presidente Bush. Al punto que en algunas circunscripciones los candidatos
republicanos prefirieron que no se apareciera el presidente, pues consideraban que
su presencia, más que ayudarles, les quitaría votos.
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Sin embargo, los congresistas republicanos tienen su propio mérito en la derrota.
Según las encuestas, el congreso saliente es considerado entre la opinión pública
como uno de los más impopulares e ineficientes de los últimos tiempos. Los
escándalos de corrupción en las dos bancadas republicanas no fueron menores y
difícilmente su bajo prestigio hubiera podido compensar la impopularidad del
presidente. Los resultados eran previsibles.
En la Cámara de Representantes los demócratas lograron una mayoría que no
tenían desde 1994, y la gran novedad fue la aparición de una mujer, Nancy Pelossi,
por primera vez en la historia como líder del Congreso, lo que quizás sea una señal
intencional de que las mujeres pueden ocupar los cargos políticos más importantes
en EUA, en anticipo a la candidatura de Hillary Clinton, para 2008.
En el nuevo escenario el presidente Bush y su equipo tendrán que hacer uso de sus
mejores habilidades políticas para continuar gobernando con apoyo del Congreso.
La salida de Rumsfeld, chivo expiatorio natural en esta historia, tiene una seria
agravante, pues pocos días antes de las elecciones voceros de las tres ramas de las
fuerzas armadas estadounidenses (tierra, aire y mar) pedían su cabeza, situación
más que delicada para cualquier gobierno, particularmente grave en EUA.
No es improbable que se registren otras bajas en la actual administración. El
demócrata Joseph Biden, muy probable líder del Comité de Relaciones Exteriores
del Senado, ha declarado que no registra mayor oposición entre los republicanos a
la idea de que John Bolton, el controvertido embajador en Naciones Unidas del
Presidente Bush, sea reemplazado por otro perfil. La cadena podría extenderse a
otros cargos importantes; incluso llegar hasta Condoleezza Rice, junto con
Rumsfeld, principal artífice y operadora de la actual política exterior.
El voto de las etnias en esta elección fue clarísimo. De los afroamericanos 86%
votaron demócrata y 72% de los hispanos votaron en esa misma dirección. Para
todos los votantes la guerra en Irak y el desempeño del presidente Bush tuvieron un
peso significativo. Sin embargo, en el caso específico de los hispanos, el tema de
la migración sin duda tuvo un peso importante en su decisión de voto. En la
primera reunión del presidente Bush con Harry Reid, nuevo líder del Senado,
reapareció el tema de la migración.
Todo indica que a partir de enero comenzará una nueva época en la política
estadounidense, pues tanto al presidente como a los republicanos más
conservadores se les agotaron las cartas con las que lograron mantener una
mayoría formal (estrecha por cierto) a favor de sus políticas. También es claro que
el resultado mejora significativamente las condiciones para los demócratas en su
camino para recuperar la presidencia en 2008. Sin embargo, el cambio en las
fuerzas políticas es sólo un cambio de condiciones y no una solución de los
problemas. Más aún, los demócratas ganaron más por el descrédito y los fracasos
republicanos, que por las opciones presentadas para solucionara las encrucijadas
en las que se encuentra Estados Unidos.
Al final del camino, el elector, en su gran mayoría, no vota por el signo ideológico
de los partidos, sino por los resultados de gobierno. Esto es particularmente cierto
en el caso de Estados Unidos. En este contexto, el reto que enfrentan ahora los
demócratas no es menor.
* Con la colaboración especial de Alejandro Becerra Gelover.
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