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RESEÑA HISTÓRICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Peter A. Solano R.
Resumen
El estudio que se presenta a continuación se plantea dentro del marco de los derechos
humanos como manifestación positiva de la dignidad de las personas, cuyo reconocimiento
jurídico ha sido producto de un extenso proceso histórico. La problemática reside en
el poco interés que tradicionalmente se observa por el conocimiento de la historia en
general y, en este caso en particular, la de los mencionados derechos, lo que denota la
importancia de la investigación y justifica su propósito, teniendo como objetivo general
contribuir a fomentar y motivar exploraciones en tal sentido, orientadas a profundizar
sobre los múltiples aspectos que desde el punto de vista histórico es posible abordar en
relación con los derechos humanos. El tema se acomete de sumo sintetizado, abarcando
parte de las edades Antigua, Media y Moderna. La metodología se apoya en el tipo
de investigación documental utilizando un diseño bibliográfico, con aproximación al
nivel explicativo. La conclusión principal es que la historia de los derechos humanos
se continúa escribiendo a la par de los acontecimientos del presente, su evolución no
se detiene, el fin de la historia en el plano de la realidad podría significar el fin de la
humanidad, y es responsabilidad de todos los seres humanos que eso no ocurra jamás.
Palabras clave: Historia, ser humano, dignidad, derechos humanos, reconocimiento.
Revista Informe de Investigaciones Educativas, Vol. XXVI, año 2012, Pág. 21-57. ISSN: 1316-0648.
Depósito Legal Pp. 198504DF11. Peter A. Solano. ARTÍCULOS.
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HISTORICAL REVIEW OF HUMAN RIGHTS
Peter A. Solano R.
Abstract
The study presented below is posed within the framework of Human Rights as positive
manifestation of the dignity of people, whose juridical recognition has been the product
of a long historical process. The problem lies in the lack interest traditionally observed
by the knowledge of history in general and in this particular case, that of human rights,
reflecting the importance of research and justifies its purpose, having as general
objective to contribute to promote and motivate explorations in this direction, aimed
at deepening on the many aspects from the historical point of view can be addressed
in relation to human rights. The theme is developed most synthesized, ranging from
Ancient, Middle and Modern ages. The methodology is based on the type of documentary
research using a bibliographic design, with approximation to the level explanatory. The
main conclusion is that the history of human rights continues to write at par of events
that in present is live, its evolution does not stop, the end of history in the could mean
the end of humanity, is responsibility of all human beings that it does not happen ever.
Keywords: History, human being, dignity, human rights, recognition.
Revista Informe de Investigaciones Educativas, Vol. XXVI, año 2012, Pág. 21-57. ISSN: 1316-0648.
Depósito Legal Pp. 198504DF11. Peter A. Solano. ARTÍCULOS.
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INTRODUCCIÓN
para otorgar reconocimiento a los derechos
humanos es el fruto de una titánica brega,
cuya semilla germinal habría sido sembrada
en el crepúsculo de la humanidad; por tanto,
de modo alguno debe atribuirse su concepción
en forma exclusiva a la cultura occidental.
Sin desconsiderar sus valiosos aportes, otras
civilizaciones en mayor o menor grado
obsequiaron igualmente una inestimable
participación y sacrificios a merced de su
progresión.
“El hombre no tiene naturaleza,
sino que tiene historia”
Ortega y Gasset
Si bien la denominación derechos
humanos concierne a la historia
contemporánea, su noción es producto de un
largo proceso que se remonta a la existencia
misma de la especie humana. Nikken (1994),
al tratar el concepto de derechos humanos,
expone que: “La noción de derechos
humanos se corresponde con la afirmación de
la dignidad de la persona frente al Estado”.
(p. 1), de modo que, atendiendo al enfoque de
que tales derechos tienen su fundamento en
la dignidad del individuo, comprendida como
una serie de atributos que son intrínsecos
a este por el solo hecho de ser humano, la
dignidad emerge incontinenti a su existencia,
cuyo reconocimiento jurídico es lo que hoy
se distingue como derechos humanos.
Es indudable el interés que se ha
suscitado en tiempos recientes por el estudio
relativo a los derechos humanos. Necesario
es entonces indagar sobre su historia, más
allá de solo citar fechas: se requiere intentar
eslabonarla como un proceso complejo, sin
rigidez y con suficiente amplitud. De allí
que el propósito general de fondo del estudio
que se despliega a continuación es contribuir
a fomentar y motivar exploraciones en tal
sentido, orientadas a profundizar sobre los
múltiples aspectos que desde el punto de
vista histórico es posible abordar en relación
con los derechos humanos.
Desde la perspectiva filosófica, la
actividad del ser humano podría interpretarse
como un devenir en el tiempo y espacio. La
realidad no es estática, todo fluye y cambia;
la historia como disciplina científica, entre
otras particularidades, se ocupa del análisis
sistemático de diversos acontecimientos
ocurridos en el pasado, los cuales en
prospectiva han de servir al individuo para
comprender e interpretar mejor el presente
y proyectarse con mayor precisión hacia el
futuro.
Ahora bien, el pasado de la Humanidad
se ha dividido tradicionalmente en dos
grandes periodos: Prehistoria e Historia. A
los efectos de la investigación presente, solo
se tendrá en cuenta este último, subdividido
en tres partes: Edad Antigua, Edad Media,
Edad Moderna. Ello teniendo en cuenta que
el indicativo más relevante que caracteriza
la diferenciación entre la Prehistoria y la
Historia es la escritura; en sintonía con el
tema objeto de estudio, en Camps (1998) se
refiere que:
Mucho se habla actualmente en general
sobre los derechos humanos, pero no se ha
escrito en cuanto a su evolución histórica,
que en no pocos casos se circunscribe a una
partida de nacimiento común: la Declaración
Universal de Derechos Humanos de 1948.
No obstante, la avenencia internacional
A partir del momento que las distintas
culturas acceden a la escritura y dejan
testimonio de sus costumbres y creencias,
podemos rastrear en sus textos los
primeros esbozos de aquello que, a fuerza
de evolucionar y perfeccionarse, al cabo
de siglos acabaremos denominando
derechos humanos. (p.3).
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En efecto, gracias a la invención y
desarrollo de la escritura por las diversas
culturas, existen evidencias heterogéneas
muy lejanas que permiten poder observar y
valorar como el ser humano, a lo largo de su
progreso evolutivo, con base a sus emociones
y racionalidad, desde siempre y por distintos
medios, se ha propuesto lograr alcanzar su
máximo bienestar.
1. Edad Antigua
La Edad Antigua (3000 a.C) se extiende
desde la creación de la escritura como
medio de representación de las palabras
y expresión de las ideas, hasta la caída del
Imperio Romano de Occidente a finales del
siglo V d.C (año 476). Se concibe como el
inicio de las primeras civilizaciones. El mejor
aprovechamiento de la agricultura acentúa
el sedentarismo provocando importantes
transformaciones sociales. Durante este
periodo histórico se van estableciendo
centros urbanos en los continentes africano
y asiático, destacando Egipto, Mesopotamia,
India y China respectivamente, mientras
que luego en Europa despuntarán Grecia y
Roma. En cuanto a la América precolombina
también se desarrollaron civilizaciones como
la maya y la azteca, que disponían de propios
sistemas de escritura, verbigracia los códices;
pese a ello, son escasos los testimonios
escritos vinculados al tema investigado.
1.1 África y Asia (Oriente Medio)
Para la cultura egipcia de la antigüedad,
la vida era un tránsito al reino de los muertos,
previo juzgamiento de Osiris, deidad que
evaluaba la conducta que en la tierra había
tenido el difunto. La mitología jugó un papel
fundamental en la cultura egipcia: los dioses
regían el destino del hombre, el cual debía
obedecer sus preceptos, observando una
vida digna para el logro de la vida eterna
después de la muerte. El respeto a la persona
tenía su fuente en la “divinidad”, no en el
hombre. Hacia el sur del continente africano,
el aspecto mítico-religioso estaba igualmente
acentuado, la sociedad era organizada con
base en el derecho consuetudinario producto
de las tradiciones o el folclore (Kuruk, 2000);
era un derecho con vocación comunitaria,
es decir, los derechos del colectivo privaban
sobre los individuales y las personas se
sometían al mandato del grupo.
En Mesopotamia (Asia), se encuentran los
albores del derecho escrito. Allí se estatuyeron
normas punitivas por agresión al ser humano,
y fue justificado en ciertos casos el uso de la
fuerza para proteger a los más débiles. De
esta época data el Código de Hammurabi
(1792-1750? aC), donde se insertó la llamada
Ley del Talión, que facultaba la agresión
retributiva entre humanos como una forma
de equidad; es decir, el castigo o penalidad
era proporcional a la acción ejercida por el
agresor, Este precepto se expresa en la Biblia
(Antiguo Testamento) de la siguiente forma:
“Mas si hubiere muerte, entonces pagarás
vida por vida, ojo por ojo, diente por diente,
mano por mano, pie por pie, quemadura por
quemadura, herida por herida, golpe por
golpe” (Éxodo 21:23-25).
El Código de Hammurabi fue la primera
compilación legislativa de la antigüedad y,
como ya se afirmó, se basaba en el principio
de la equidad; de hecho, según afirma Lara
(1986), Hammurabi se erigía a sí mismo
como el Rey de la Equidad. En el citado
código se incluían penalizaciones que hoy
son consideradas brutales: más que un acto
de justicia esa fórmula retributiva de “ojo
por ojo” hoy se entiende como un acto de
venganza. Sin embargo, fue esa forma de
equidad una de las primeras aproximaciones
al concepto de justicia que luego definirían
y
desarrollarían
particularmente
los
romanos. En este código se establecieron
además una serie de derechos de carácter
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civil categorizados según la persona que se
tratare, distinguiendo entre hombres libres y
esclavos, con lo cual se intentó imponer una
especie de orden social para la época.
(http://www.un.org/es/documents/udhr/
history.shtml)
De manera que lo expuesto no niega ni
afirma tales aseveraciones; de hecho, hay
quienes no le atribuyen el carácter citado al
Cilindro de Ciro. En esa tendencia, Vázquez
(2010) expresa:
Por su parte la Ley Mosaica (1250
aC), conocida también como la Torá o Tora
(RAE, 2001), es un texto sagrado transcrito
por Moisés en virtud del “dictado directo
de Dios”. Pérez (s.f.) afirma que “como en
todas la religiones humanas, esta Ley hace
que toda la vida en general gire en torno a
ella”. (p. 8), En ella están contenidos los Diez
Mandamientos, decálogo de conducta que el
hombre ha de cumplir para ser digno ante el
Supremo Legislador. El humano debe respetar
a sus iguales, sus bienes y su honorabilidad.
Este decálogo es fuente del derecho natural,
estipula regulaciones religiosas y normas
de conducta basadas en la ética, destacando
algunas que pudieran relacionarse con
los que en el presente integran el derecho
humanitario.
El Cilindro de Ciro II es una pieza
cilíndrica de arcilla que contiene una
declaración en cuneiforme acadio
babilonio del rey persa Ciro II el Grande
(559-529 a. C.). En ella, el nuevo rey
legitima su conquista y toma medidas
políticas para ganarse el favor de sus
nuevos súbditos.
http://www.bloganavazquez.com/?s
=cilindro+de+ciro&submit.x=
0&submit.y=0
Según plantea la autora, quien
abunda en detalles al respecto en
el sitio en referencia, con dicha
declaración lo que se perseguía era
justificar una conquista; de manera
que para algunos historiadores podría
existir cierta controversia acerca
del Cilindro de Ciro como primera
declaración sobre derechos humanos.
En tanto, el rey Ciro El Grande de Persia
(territorio del Irán actual, Asia meridional), al
conquistar Babilonia, dejó como legado una
declaración escrita sobre arcilla denominada
Cilindro de Ciro (539 aC), que en líneas
generales es citada por unos como la primera
declaración de Derechos Humanos. Algo
similar sucede en relación con el Pacto de los
Virtuosos (590 dC). En texto disponible en un
vínculo de la página oficial en internet de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU)
se lee:
1.2 Asia Oriental
Por otro lado, en Asia oriental sobresalen
India y China (600 aC), cuyas culturas
estuvieron impregnadas por la religión, el
misticismo y la filosofía. La Ley o Código
de Manú, sánscrito atribuido a los dictados de
Manú (figura medular de la filosofía hindú,
llamado con el mote de Gobernador del
mundo), se calcula fue escrita entre los siglos
I y II aC, e integra un conjunto de reglas de
conducta civil y religiosa (García, 1924).
(…) muy a menudo, se considera que
el Cilindro de Ciro, redactado en el año
539 a.C. por Ciro El Grande del Imperio
Aqueménida de Persia (antiguo Irán
-sic-) tras la conquista de Babilonia, fue
el primer documento sobre derechos
humanos. En cuanto al Pacto de los
Virtuosos (Hilf-al-fudul) acordado por
tribus árabes en torno al año 590 d.C., es
considerado una de las primeras alianzas
de derechos humanos.
La religión hindú contempla un sistema
social de castas (niveles sociales), de carácter
hereditario, que limita la interrelación
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humana atendiendo a tal estratificación.
En la escala inferior del sistema de castas
se encuentra a los intocables, conocidos
como dalit, seres humanos excluidos o
marginados de la sociedad. Buda (560-480
aC) desafió la religión hindú, abogando por
una existencia armoniosa entre todos los
seres, en la cual no debe haber diferencias
ni cabida al sufrimiento, En Camps (op.
cit.), con cita a frase atribuida a Buda, se
transcribe: “No lastimes a los demás con lo
que te causa dolor a ti mismo” (p. 12). Su
filosofía se centra en el hombre y no en los
dioses; la dignidad depende de la capacidad
de perfeccionamiento del ser humano.
En China fue la filosofía de Confucio
(551-479 aC) la que dicto la pauta. Refiere
Yu (1997), con palabras de Confucio: “Las
cuatro cualidades del hidalgo: en su conducta
privada, es digno; en el servicio a sus
superiores, es respetuoso; en su sustento al
pueblo, es benéfico; y justo en su imposición
de prestaciones” (p. 53). Entiéndase por
hidalgos a sus más connotados discípulos.
La dignidad y el respeto son valores que
tanto Buda como Confucio inculcaron
en sus respectivas culturas. Para Buda la
dignidad está asociada con la sabiduría y
la misericordia; para Confucio el respeto
responde a jerarquías personales —por
ejemplo, el respeto a la ancianidad resulta
primordial— y la dignidad se sustenta en la
conducta del individuo.
1.3 Europa
Por su parte, en Europa florecieron las
culturas griega y romana. En Grecia, gracias
a las profundas reflexiones filosóficas sobre
libertad, responsabilidad e igualdad, se
gesta un régimen político que denominaron
democracia (vocablo del griego “dêmos”,
pueblo, y “Krátos”, poder; es decir, gobierno
del pueblo). Los griegos estimaban que la
moral y las leyes eran fruto de un acuerdo
entre humanos y no una concesión del donaire
divino, con lo cual sustentaron las bases del
ius positivismo.
Gracias al legislador ateniense Dracón
de Tesalia (S. VII aC), por primera vez en
Europa se reúne en un solo cuerpo legal un
conjunto de normas dispersas. El Código
que lleva su nombre se caracterizó por la
severidad de algunos de sus castigos. Lo que
interesa destacar es que a partir de entonces
la exclusividad de condenar los crímenes
correspondería a lo que hoy es el Estado.
Para los griegos el concepto de dignidad
era fundamental y estaba vinculado a la
libertad del hombre, empero, no se extendía
a todos las personas: mantenían la esclavitud
y la mujer libre no tenía derecho al voto ni
acceso al poder. Aristóteles sostenía que el
esclavo lo era por naturaleza, cuando carecía
de suficiente inteligencia, tal como lo refiere
Camps (op. cit.): “(…) aquellos en quienes el
empleo de las fuerzas corporales es el mejor
y único partido que puede sacarse de su ser,
es esclavo por naturaleza” (p. 6).
La decadencia de Grecia coincide con el
auge del Imperio Romano. Las instituciones
políticas y jurídicas de los griegos fueron
recogidas por Roma, que a su vez desarrolla
un régimen de derecho constituido por un
sistema normativo de orden social, fijando
la concesión de derechos a los ciudadanos.
Cabe destacar el Ius Gentium (Derecho de
Gentes) que sobre la base de un derecho
natural regulaba las relaciones de los
romanos con los extranjeros y de estos entre
sí; era una especie de Derecho Internacional
sin la sistematización que este ostenta en el
presente. La libertad para los romanos era
sinónimo de éxito. Se sancionaba la injuria
como una afrenta al honor civil (existimatio).
Roma representa la fuente por excelencia
del derecho civil que, a partir de la ley de
las Doce Tablas (450 aC), liquida el carácter
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en la religión oficial del Imperio Romano y
se fue expandiendo por todo el continente
europeo.
hierático de la administración de justicia.
Con todo y sus inmensos aportes, la sociedad
romana fue sumamente clasista y esclavista.
El epicentro de su estructura social reposaba
en el status libertatis (ser libre), el status
civitatis y el status familiae (no estar bajo
potestad alguna). La dignidad se relacionaba
con el orgullo.
Justiniano, emperador bizantino (Imperio
Romano de Oriente) promulgó el Corpus
Juris Civilis (529-534), como resultado de
una ardua tarea de codificación del derecho
romano coordinada por el jurista Triboniano.
Son múltiples los principios jurídicos de
que se sirve el derecho actual que tienen
como fuente al también llamado Código
Justiniano. Al referido código corresponde
el sentido tradicional de justicia; los romanos
institucionalizan el derecho escrito y sientan
las bases para el posterior desarrollo de la
Filosofía del Derecho y el Derecho mismo.
Posteriormente en Bologna, Italia, es
fundada la primera escuela de derecho por el
jurista italiano Irnerius (1050-1130), la cual
contribuyó a revivir el Corpus Juris Civilis
y a difundir el Derecho romano por toda la
Europa occidental.
En el primer siglo de la Edad Antigua
nace Jesús de Nazaret, quien pregonaba el
respeto a la dignidad de las personas y la
igualdad entre los seres humanos como hijos
de un solo Dios. Sus prédicas abrieron un
espacio propicio a las luchas por la liberación
de los esclavos. Jesús revolucionó todo el
panorama social y político de su época,
pasando a ser la antítesis de los principios
sobre los cuales se fundaba la sociedad de
entonces. Su doctrina, que conocemos por el
relato de sus seguidores, se estima como un
avance ético al promover la dignificación del
ser humano proclamando la no desigualdad
por origen o nacionalidad, sexo, condición
jurídica, política, económica o social.
En el Oriente próximo ocurre otro
acontecimiento de gran importancia religiosa:
el nacimiento de Mahoma (570-632), profeta
fundador del Islam, religión que se constituye
como una fuerza espiritual y político-social
que permite la unificación de Arabia. Mahoma
consideró a Jesús de Nazaret como un gran
profeta, pero no el último. La divulgación del
Islam supuso un proceso de humanización
de las costumbres de las sociedades del
norte de África. Insistió Mahoma en la
igualdad de los seres humanos proclamada
por el cristianismo, aunque en la práctica
se advierten particularidades que sitúan al
hombre y a la mujer en diferenciación. No
obstante, el islamismo propugnaba la no
superioridad de ninguna persona sobre otra;
no debía existir privilegio alguno.
Con el Edicto de Milán (313 dC)
promulgado por Constantino El Grande, se
reconoció la libertad religiosa en el Imperio
Romano y fue suprimida la persecución de
los cristianos, lo que permitió la expansión
del cristianismo, que sería abrazado por
todo el imperio con el establecimiento de la
Iglesia Católica en el año 380 por Teodosio
el Grande.
2. Edad Media
El Medioevo ocupa desde la caída del
Imperio Romano de Occidente alrededor del
año 476 dC hasta el inicio de la colonización
de América a partir de 1492; esto es, desde el
siglo V al siglo XV. El aspecto religioso tuvo
gran protagonismo durante todo ese tiempo y
es que, como antes se indicó, desde el siglo
IV la religión cristiana se había constituido
Durante la Edad Media florecen los
principios del cristianismo, la Iglesia católica
declara el derecho natural divino; en Europa
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su doctrina predomina sobre cualquier otra
religión y filosofía. El humanismo cristiano
preconizaba un cambio en el tratamiento
esclavista; mediante sus enseñanzas se
proyectaba el avenimiento de un proceso de
cambios en relación con la esclavitud que
llevaría a su abolición. En las argumentaciones
sobre el derecho natural divino sobresalen los
planteamientos de San Agustín (354-430) y
luego los de Santo Tomás de Aquino (12251274), quien toma como referente la filosofía
aristotélica para adentrarse en los misterios de
la fe. En sus obras, entre las que brilla la Suma
Teológica (1265-1272), el Aquinate perfila la
teoría del derecho natural, privilegiando la
existencia humana con sustento en una ley
natural común a todos los seres humanos,
cuyos derechos les son innatos por voluntad
de Dios.
Simultáneamente, desde comienzos
de la Edad Media, como consecuencia del
derrumbe del Imperio Romano de Occidente,
se va gestando en Europa un nuevo modelo
de organización social estamental de supuesta
inspiración divina, denominado feudalismo:
en el estrato superior se encontraba el rey en
sintonía con el clero y la nobleza, mientras que
en la parte inferior se ubicaba el estado llano,
el común de las personas sin privilegios. Así
la previa sociedad esclavista se transfigura en
sociedad feudal, en la cual los desposeídos
son responsables de mantener a toda la
población mediante el trabajo a cambio de
bendición y protección; quienes antes eran
llamados esclavos que podían ser vendidos
en forma independiente, ahora son bautizados
como siervos y se encuentran adheridos a la
tierra que cultivan, sometidos a numerosos
maltratos por parte del llamado señor feudal.
Este modelo social desemejante tiene
su auge a partir del siglo IX y comienza a
descender en el siglo XII con el surgimiento
de una nueva clase social: la burguesía. En
el año 1215, durante el reinado de Juan I de
Inglaterra (conocido como Juan sin Tierra),
como consecuencia de las represiones y las
marcadas desigualdades sociales, el monarca
se vio obligado a promulgar la Carta Magna,
en la que fueron contempladas algunas
garantías, como la seguridad jurídica, y
establecidas ciertas restricciones al poder del
rey.
Mediante la referida Carta se
consolidaron libertades individuales que
se ampliaron a toda la población como
resultado de la reacción a la suprema
autoridad monárquica y sus abusos. En ella
se consagraron derechos inderogables que
limitan la acción gubernamental en perjuicio
de las personas. Se concede suma importancia
a valores como la libertad y la igualdad, y se
legitimó la propiedad privada. El concepto
de respeto a la libertad y seguridad jurídica
fue incorporado de la siguiente manera
“39: Ningún hombre libre será arrastrado, o
detenido o desposeído de sus bienes proscrito
o desterrado (…) sino por el juicio legal de
sus pares, o por la Ley del país” (Pacheco
2000, pp. 39-49). Obsérvese el germen del
principio de legalidad y del debido proceso.
Tuck (1982) citado por Aguilera
(2010) considera que desde esa época se
va configurando en occidente una teoría de
los derechos naturales. Paulatinamente se
va construyendo una transición del derecho
objetivo romano a una concepción subjetiva
del derecho, el derecho como poder y libertad
individual, teniendo como eje la propiedad
privada. De manera que con la Carta Magna
se inicia una restructuración del pensamiento
político en relación con la autoridad desde
una perspectiva cívica del derecho.
El rol del pueblo de Inglaterra en
aquel tiempo resultó dorsal en el proceso
que posteriormente desembocará en la
concreción del futuro Estado de Derecho. El
empirismo inglés representado en primera
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instancia por Thomas Hobbes (1588-1679)
y John Locke (1632-1704), con soporte en
un derecho de naturaleza y en la capacidad
racional del individuo, planteará la necesidad
de realización de un pacto entre la población
y sus gobernantes para evitar la anarquía en
resguardo de la vida, la paz y proteger la
propiedad, propuesta que más adelante Jean
Jacques Rousseau (1712-1778) se encargará
de perfeccionar en su obra cumbre, El
Contrato Social publicada en 1762.
del perdón, se pidió perdón por los errores
cometidos en el servicio a la verdad a través
del recurso a métodos no evangélicos” (parr.
4) y más adelante agregó:
Señor, Dios de todos los hombres, en
algunas épocas de la historia los cristianos
a veces han transigido con métodos de
intolerancia y no han seguido el gran
mandamiento del amor, desfigurando
así el rostro de la Iglesia, tu Esposa.
Ten misericordia de tus hijos pecadores
y acepta nuestro propósito de buscar y
promover la verdad en la dulzura de la
caridad, conscientes de que la verdad
sólo se impone con la fuerza de la verdad
misma. Por Cristo nuestro Señor (Id).
Los excesos de la monarquía, las
desigualdades sociales, las atrocidades de
las guerras civiles y el inmenso caos que
provocan, fueron temas de justificación
imprescindible para el surgimiento del
modelo de Estado constitucional.
Una de las tantas enseñanzas que nos
ofrece la historia es que el hombre siempre
termina por hacer uso de la violencia para
imponer su verdad; de hecho, hay quienes
consideran que la conquista de la verdad se
logra mediante el poder ya que quien dispone
de este termina imponiendo la suya.
Es necesario también señalar que durante
ese largo periodo de la historia humana
medieval, aunque se resaltan singulares
avances en favor de los derechos humanos
apalancados en la doctrina cristiana,
paradójicamente, la imperante hegemonía
religiosa desarrollada por la Iglesia Católica,
afianzada en un criterio teocéntrico de
verdad absoluta, limitó el desarrollo de la
filosofía, la ciencia, la diversidad ideológica
y el pluralismo político. Esta etapa se conoce
como Oscurantismo.
En conformidad con lo señalado en la
cita anterior, ciertamente lo ideal sería que
la verdad se impusiera con la fuerza, por
el peso, por la convicción que concede la
verdad misma y no como producto del afán
de vencer y dominar unos a los otros.
3. Edad Moderna
Efectivamente, el amplio poder adquirido
por la Iglesia Católica y los esfuerzos para
su prolongada conservación se sustentaron
en un obstinado y devoto dogmatismo que
no permitía contradicción alguna a sus
postulados; el ejemplo más evidente fue la
Inquisición, cuyos tribunales hicieron uso
de la tortura y otros inhumanos castigos,
incluyendo la muerte en la hoguera.
A finales del siglo XV se inició el proceso
de colonización de América encarnado por el
yugo de los europeos. Como voz disidente
ante la forma como se llevó este sobresale
fray Bartolomé de las Casas (1484-1566),
inspirado en el sermón de fray Antonio
Montesinos en 1511, quien para entonces
preguntaba a los colonizadores:
En el año 2004 el Papa Juan Pablo II hizo
público reconocimiento de tales excesos:
“El 12 de marzo de 2000, con ocasión de la
celebración litúrgica que marcó la Jornada
¿Con que derecho y con qué justicia
tenéis en tan cruel y horrible servidumbre
aquestos indios? ¿Con que autoridad
habréis hecho tan detestables guerras a
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en la antigüedad clásica. El Renacimiento
rescató la idea de Protágoras que ubica al
ser humano como medida de todas las cosas,
sintetizada por Platón como el disímil criterio
de percepción que las personas asumen frente
al mundo.
estas gentes que estaban en sus tierras
mansas y pacíficas, donde tan infinitas
dellas, con muertes y estragos nunca
oídos habéis consumido? ¿Cómo los
tenéis tan opresos y fatigados, sin
darles de comer ni curarlos en sus
enfermedades, que de los excesivos
trabajos que les dais incurren y ses os
mueren, y por mejor decir los matáis
por sacar y adquirir oro cada día? (De
las Casas, 1956, p. 13).
Y persistía increpando a los presentes,
inquiriéndoles: “¿Estos no son hombres? ¿No
tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados
a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no
entendéis?” (Id. p. 14). Ese sermón y la obra
de fray Bartolomé de las Casas (1484-1566)
son consideradas como acciones pioneras en
esas tierras a favor de la defensa y protección
de lo que hoy se conoce como derechos
humanos. Los esfuerzos de teólogos y
juristas de la época se concretan en las Leyes
de Burgos (1512) que fueron las primeras de
España aplicadas en América; entre sus fines
estaba sustituir el abuso del que eran objeto
los indígenas por un trato digno, humano.
Lamentablemente, desde entonces se fue
acuñando un dicho que se ha prolongado en
el tiempo: la ley se acata pero no se cumple.
El denuedo de fray Bartolomé llevó a que en
1542 el Rey Carlos V dictara las llamadas
Leyes Nuevas, que colocaban a los aborígenes
bajo protección en preservación de su vida y
en pos de mejorar sus condiciones.
Fueron diversas la rebeliones que
encabezaron los aborígenes para resistirse
a esa fuerza avasalladora que fatalmente
se impuso y que tardó siglos en reivindicar
justicia. Resulta sumamente discordante
que tales desmanes se hayan sucedido
precisamente cuando en Italia comenzaba la
etapa histórica denominada El Renacimiento,
con base filosófica en el Humanismo, el cual
tuvo gran influencia en Europa, inspirado
Entre los precursores italianos del
humanismo renacentista despuntan Dante
Alighieri (1265-1321), Francesco Petrarca
(1304-1374), Giovanni Boccaccio (13131375), Leonardo Bruni (1370-1444), sin dejar
de mencionar la importante influencia luego
de Nicolás Maquiavelo (1469-1527). A estos
se suman otros personajes que acometen la
enjundiosa tarea de brindar destacados aportes
al respecto, entre ellos: Pico della Mirandola
(1463-1494), Erasmo de Rotterdam (14661536), Tomas Moro (1478-1535), Francisco
de Vitoria (1483-1546), Johannes Althusius
(1557-1638), Shakespeare (1564-1616), por
citar algunos.
Consecuentemente, en el siglo XVI se
alza un movimiento que propugna cambios
sustanciales en el fuero de la Iglesia Católica,
designado como La Reforma, liderizado por
Martín Lutero (1483-1546) y secundado
por Juan Calvino (1509-1564). Producto de
ello se escenificaron una serie de guerras de
carácter religioso que en Francia tendrán su
fin con la promulgación del Edicto de Nantes
en 1598, mediante el cual se autorizaba la
libertad de culto.
Sin embargo, la Iglesia Católica, a
fin de evitar que se profundizara el cisma
provocado por La Reforma, decide proponer
y asumir una serie de modificaciones
doctrinarias y administrativas en su seno; esta
iniciativa es bautizada históricamente como
La Contrarreforma, la cual desembocará en
un nuevo conflicto armado impulsado por
diferencias religiosas, pero que en el fondo
también reflejó una encarnizada lucha por
el poder político y territorial. Esta disputa
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se escenificó entre 1618 y 1648, por lo
cual se le conoce como la Guerra de los 30
Años, y culminó con la firma del Tratado
de Westfalia (1648), que marca el inicio
de los Estados nacionales sobre la base del
principio de soberanía, lo que debilita la
hegemonía monárquica supranacional que
venía ejerciendo por siglos, con apoyo de la
Iglesia, el Sacro Imperio Romano Germánico
en gran parte de Europa.
el mencionado rey Carlos I, por razones
políticas y económicas, se vio en la necesidad
de convocar nuevamente al parlamento;
pero en esta oportunidad, las encarnizadas
pugnas entre el rey y los parlamentarios
se agudizaron y hacía el año 1642 se dio
inicio a la Revolución Inglesa, proceso que
confluye en una guerra civil. El monarca fue
enjuiciado y decapitado (1649), y su sucesor
Carlos II fue desterrado. Vale destacar que
en el fragor de esa revolución vio la luz en
1648 la primera Constitución escrita (Pacto
del Pueblo), aunque no fue aplicada.
En este contexto surge entonces un
nuevo prototipo de organización política
signado por la soberanía e identidad nacional,
en el que el rey, instituido como soberano,
será quien detentará el poder supremo del
Estado. Este nuevo modelo evolucionará en
dos vertientes básicas; por un lado aflora la
monarquía absoluta que tendrá su núcleo
en Francia y, por el otro, se desarrollará,
particularmente en Inglaterra, el sistema de
monarquía parlamentaria. Cabe añadir que a
diferencia del sistema monárquico absolutista
que se desplegó en Francia, los ingleses desde
siglos atrás venían avanzando en una serie de
exigencias que procuraban limitar el ejercicio
incondicional de las potestades del monarca,
con el fin de orientar el poder a la garantía y
protección de los derechos de los ciudadanos.
Seguidamente, mediante el Instrumento
de Gobierno, como fue llamada una especie
de nueva Constitución que posesionó en el
poder en 1653 a Oliver Cromwell (15991658) —quien se había erigido en el máximo
líder político y militar de los parlamentaristas
vinculados al cristianismo protestante
derivado de Lutero—, fue establecida una
república mancomunada (Commonwealth) y
se instituyeron derechos civiles.
Posteriormente a la muerte de Cronwell
(en 1659) es restaurada la monarquía (1660)
y en adelante se verificará una inestabilidad
caracterizada por hostiles desencuentros entre
esta y el parlamento, hasta que en 1689 se
aprueba la Carta de Derechos (Bill of Rights)
que acopiaba los contenidos de la Petición
de Derechos de 1629 y el Acta de Habeas
Corpus promulgada en 1679, reivindicando
con estos instrumentos derechos y libertades
ciudadanas; además, el poder del parlamento
es popularmente avalado de cara a la
monarquía.
Efectivamente, en 1629 Carlos I, para
entonces Rey de Inglaterra, tratando de
ratificar el poder absoluto del Rey decidió
disolver el parlamento, institución cuyos
antecedentes se remontaban a los tiempos
de la Carta Magna de 1215 que, como ya
se comentó, fue una especie de acuerdo
propuesto por la nobleza que tuvo que
suscribir Juan I de Inglaterra (1166-1216),
mejor conocido como Juan Sin Tierra, con el
propósito de establecer la supremacía de la
ley sobre la voluntad del monarca.
Otro avance significativo en el
reconocimiento de derechos se logró
mediante el Acta de Tolerancia de Maryland
de 1649, que preveía el respeto al pluralismo
religioso en el norte de América.
Esa situación de acefalía parlamentaria
duró hasta 1640 al tiempo que se desenvolvía
la referida Guerra de los 30 años, ya que
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De igual forma, durante el siglo XVII
son elementales las obras escritas por
filósofos como Jean Bodin (1529-1596),
René Descartes (1596-1650), Hugo Grocio
(1583-1645), Thomas Hobbes (1588-1679),
Baruch Spinoza (1632-1677), John Locke
(1632-1704) y Gottfried Wilhem Leibniz
(1646-1716).
trayendo consigo la Declaración de Derechos
de Filadelfia (1774) y la Declaración de
Derechos de Virginia (1776), para finalmente,
acto seguido, declarar formalmente su
independencia del imperio británico.
Con la llegada del siglo XVIII
resplandecerá la luz del intelecto sobre la
penumbra de la ignorancia que representó el
oscurantismo. Es la etapa del iluminismo o
Siglo de las Luces. Palmario fue el progreso
de la ciencia, la cultura, la economía, el arte,
la política y la filosofía, que tuvo un papel
fundamental. En ese ámbito campean los
planteamientos de Charles Louis de Secondat,
mejor conocido como Montesquieu (16891755) y de Francois Marie Arouet (Voltaire,
1694-1778); David Hume (1711-1776), Jean
Jacques Rousseau (1712-1778), Immanuel
Kant (1724-1804) y más adelante Georg
Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), entre
toda una diversidad de pensadores no menos
importantes.
Que todos los hombres son por naturaleza
igualmente libres e independientes, y
tienen ciertos derechos inherentes, de
los cuales, cuando entran en un estado
de sociedad, no pueden ser privados o
postergados; en esencia, el gozo de la
vida y la libertad, junto a los medios
de adquirir y poseer propiedades, y la
búsqueda y obtención de la felicidad y la
seguridad. (Jellinek, 2000, p. 96)
La combinación de diversos factores
desencadenaron en una serie de notables
acontecimientos para la humanidad; entre
la décadas de 1770, 1780 y 1790 emerge
un nuevo modelo de Estado, respaldado
en una Constitución como expresión
propia del pueblo erigido en soberano,
desplazando al rey y concretándose así el
fin de la monarquía absoluta. Se enarbolan
los ideales del liberalismo y se comienza a
asentar jurídicamente el reconocimiento de
primordiales derechos del ser humano.
3.1 Francia y América del Norte
Los argumentos filosóficos que afirman
esos medulares derechos formalmente
tuvieron su epicentro en Francia y destellaron
en las colonias inglesas de América del norte,
En el artículo 1 de la Declaración de
Derechos de Virginia se establece:
Se reconoció de este modo la axiomática
inherencia de muy particulares derechos
que ostentan todas las personas. Poco
más de una década después, en 1787, los
Estados Unidos de
—norte— América
promulgan su Constitución Nacional en la
que se estrena el principio de separación de
poderes (legislativo, ejecutivo y judicial),
delimitando sus respectivas facultades, e
igualmente debuta el principio de supremacía
constitucional.
Pero volviendo a Europa, específicamente
a Francia, propias circunstancias de carácter
sociopolíticos con un determinante ingrediente
económico provocaron el estallido en
1789 de la célebre Revolución Francesa.
E en efecto, se trató de una revolución
compleja entre cuyas causas se encuentra la
crisis económica que padecía el país galo,
producto de las malas cosechas que venían
aconteciendo por razones climáticas, lo cual
repercutió mayormente en las personas de
menos recursos que veían disminuidas sus
posibilidades de provisión de medios para
su subsistencia, esto en contraste con la
opulencia y excesiva desigualdad desplegada
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por la nobleza cuyo rey ejercía el poder en
forma absoluta. Todo ello y más impulsó a
que gran parte de la población efectuara una
serie de protestas que se fueron radicalizando,
enlazadas con planteamientos ideológicos
sustentados en los aportes efectuados por
los protagonistas de la ilustración, hasta
provocar un cambio de paradigma en la forma
de ejercer el poder, en la que la soberanía se
revierte del monarca al pueblo.
Humanidad y en el avance histórico para el
reconocimiento universal de los derechos
humanos, pero al mismo tiempo resulta
extravagante e inconcebible la cruenta
forma como el sector ortodoxo de la misma
(Jacobinos), del que eran integrantes el
celebérrimo Maximilien Robespierre y JeanPaul Marat, enfrentó la disidencia.
Fue tal la ferocidad que tanto personas
opuestas a los propósitos revolucionarios,
como aquellas que compartían sus
principios pero que no estaban de acuerdo
con los métodos de venganza y represión
utilizados una vez logrado el triunfo, e
inclusive, personas inocentes con pie en
la sospecha, fueron sometidas a juicios
sumarios y condenadas a la pena máxima,
la decapitación, mediante un instrumento
mecánico ideado para ese objetivo, conocido
como la guillotina en homonimia a su
inventor, el médico francés Joseph Guillotin
(1738-1814). Entre 1792 y 1794 aconteció
esta virulenta etapa, de cuyas intemperancias
no se libraron el Rey, su familia, ni el propio
Robespierre, al ser igualmente decapitados;
etapa que históricamente se conoce como El
Terror.
De tal modo que esas causas
esencialmente económicas, políticas y
sobre todo sociales, sumadas a la influencia
ideológica de diversos filósofos, condujeron
a la famosa Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, que en su
artículo 1º expresa: “Los hombres nacen y
permanecen libres e iguales en derechos. Las
distinciones sociales solo pueden fundarse en
la utilidad común”. Jellinek (op. cit. p. 163).
Se proclama entonces la igualdad de todos
los hombres en forma equivalente a como
lo había hecho la Declaración de Virginia en
beneficio de los ciudadanos estadounidenses.
Este reconocimiento expresamente convenido
sobre libertad e igualdad fue trascendental
para el establecimiento de los derechos
humanos.
El mismo año en que la Asamblea
Constituyente aprueba en Francia su
Constitución, la carta norteamericana fue
objeto de sus diez primeras enmiendas
mediante la Carta de Derechos (1791),
incorporando el derecho a la libertad de
expresión, de prensa, de religión, al juicio por
jurado, a la protección contra castigos crueles
y contra registros irrazonables (allanamiento
de morada).
Vale advertir que ante la omisión expresa
de las mujeres en la referida declaración
francesa, en 1791, año en que se promulgó
oficialmente la Constitución, Olimpia Gauges
(1748), en un acto algo simbólico pero
sumamente valiente y con gran valor como
precedente en honor a la justicia, publicó la
Declaración de los Derechos de la Mujer y
la Ciudadana tomando aquella como modelo.
Murió ejecutada en la guillotina en 1793.
Sin embargo, al igual que la francesa,
la revolución estadounidense, con todo y
la importancia de los derechos humanos
reconocidos en sus declaraciones y en
la Constitución, tampoco escapa a la
recriminación histórica, particularmente
Con la Revolución Francesa culmina la
Ilustración, como también se ha llamado a
esa extraordinaria etapa del siglo XVIII. No
hay dudas de que la Revolución Francesa
representó un hito en la historia de la
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respecto al prolongado mantenimiento
de la esclavitud, que terminó siendo
abolida transcurrido casi un siglo, en 1865,
hacia el fin de la Guerra de Secesión,
mediante la enmienda número 13 de su
texto constitucional. No obstante, esta
enmienda no frenó la promulgación de leyes
discriminatorias y el desconocimiento de los
derechos civiles que les correspondían en
condiciones de igualdad a esos ciudadanos
y a sus descendientes, logro que solo se
alcanzaría hasta más allá de la mitad del siglo
XX; sin embargo, hay voces que informan de
la existencia de niveles de discriminación en
tiempo presente.
3.2 América del Sur
América del sur también fue escenario
de revoluciones. A principios del siglo XIX
la revolución independentista en la que
participan figuras como Francisco de Miranda
(1750-1816), Miguel José Sanz (1756-1814),
Juan Germán Roscio (1763-1821), Simón
Rodríguez (1769-1854), Cristóbal Mendoza
(1772-1829), Andrés Bello (1781-1865),
teniendo como principal intérprete a Simón
Bolívar (1783-1830), se condensa en 1810
con la Declaración de Independencia, la
firma del Acta de Independencia en 1811 y
la Constitución Federal de los Estados de
Venezuela del mismo año que dio origen al
nuevo Estado venezolano. Fue esta la primera
Constitución en la región sur del continente
americano y la tercera en el mundo ─o la cuarta
si se tiene en cuenta la de Polonia fechada en
1791─ en secuencia del nuevo paradigma de
Estados constitucionales, modelo esencial
para el posterior reconocimiento universal de
los derechos humanos.
En el capítulo octavo de dicha
Constitución de 1811 se consagran los
Derechos del Ciudadano con diáfana
inspiración en la Declaración Francesa,
aunque en su artículo 1º se prohibía la libertad
de religión; la abolición legal de la esclavitud
finalmente se verificó en 1854.
La gesta emancipadora en América del
sur fue determinante para que surgieran los
nuevos Estados de la región y con ellos el
reconocimiento de derechos puntuales como
el derecho a la vida, a la libertad e igualdad; no
obstante, el bajo nivel institucional impedía
el sostenimiento y mantenimiento de la paz.
Otra revolución que se venía
desarrollando desde aquellos tiempos del
siglo XVIII, pero con un carácter en principio
meramente económico, fue la Revolución
Industrial, que contribuyó a incrementar
la capacidad de producción aprovechando
diversos y novedosos medios de locomoción y
comunicación; adquirió mayor contundencia
en el siglo XIX y abonó la consolidación
del capitalismo como sistema económico
liberal. Por un lado esto supuso avances en
el plano financiero, pero también provocó
manifiestas desigualdades personales con
causa en la propiedad y la explotación laboral
en condiciones infrahumanas de trabajo.
Entre otros, Adam Smith (1723-1790),
David Ricardo (1772-1823), Mijaíl Bakunin
(1814-1876), Carlos Marx (1818-1883) y
Federico Engels (1820-1895), analizaron
y expusieron, desde distintos enfoques, las
ventajas y desventajas que representaba el
nuevo sistema económico político y social.
En contraposición al capitalismo surge el
comunismo.
Aquí es importante igualmente agregar
que la Iglesia Católica no podía quedar ajena
a los diversos planteamientos expuestos por
los distintos personajes antes mencionados y
fijó posición dentro del marco de la llamada
doctrina social, expresando su compromiso
con los obreros trabajadores a través de la
Carta Encíclica Rerum Novarum (1891),
suscrita por el Papa León XXIII.
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El comunismo y la filosofía que le
inspira dieron pie a la Revolución Rusa de
1917, en el contexto de la Primera Guerra
Mundial que había agudizado la crisis
económica y política del gobierno zarista
en franca decadencia. Vladimir Ilich Lenin,
artífice de esa Revolución, adaptó la tesis de
Marx a la realidad rusa y promovió la justicia
e igualdad en pro de las personas que vivían
en la miseria. Los radicales puntos de vista
ideológicos encontrados entre el capitalismo
y el comunismo tuvieron gran repercusión
sobre la forma que han de ser apreciados
los derechos humanos: el primero dio
preponderancia a los derechos individuales
(civiles y políticos) y el segundo se la otorgó
a los colectivos (económicos, sociales y
culturales).
indígena que hasta entonces no habían sido
expresamente reconocidos en ninguna de
las constituciones americanas precedentes.
De manera que el reconocimiento de este
conjunto de derechos catalogados como
sociales sería el fundamento de lo que hoy
se define como Estado Social de Derecho,
modelo que también será impulsado en
Europa, específicamente en Alemania,
mediante la Constitución de Weimar de 1919.
4. Primera y Segunda Guerra Mundial
En 1914 se inicia la denominada Primera
Guerra Mundial, que tuvo su fin en 1919 con
la firma del Tratado de Versalles. A favor
de la paz se crea la Sociedad de Naciones,
primer intento político para la organización
y regulación de las relaciones internacionales
entre los Estados, gestionar la solución
concertada de conflictos y ofrecer garantías
de protección a las personas; igualmente se
constituye la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), fuente de reconocimiento
universal de derechos humanos, promoviendo
como estandarte para la consecución de la paz
mundial la necesaria existencia de la justicia
social.
Pero siguiendo con América del sur,
a principios del siglo XX el impacto de
la Revolución Industrial se hará sentir en
el ámbito económico-laboral, ya que esta
región supone particularmente para Europa y
Estados Unidos la posibilidad de contratación
de mano de obra a bajo costo y altos niveles
de producción, además de que en ella
converge diversidad de riquezas naturales;
así la marginación y desplazamiento de
la población indígena y campesina de sus
territorios, debido al avance de las compañías
transnacionales en su afán de lucro, provocó
serias reacciones de la población.
Empero, los esfuerzo de mantener la paz
no fueron suficientes; la asunción plena de
Hitler al poder en Alemania (1934) provocó
en los años subsiguientes la segunda Guerra
Mundial (1939), capítulo espantoso para
la historia de la Humanidad que culminará
en 1945. Hiroshima, Nagasaki, y antes que
ellas Berlín, Manila y Tokio, se convirtieron
en las últimas ciudades que sufrieron la
devastación y el horror provocados por
las batallas armadas finales de la Segunda
Guerra Mundial, dejando un saldo genocida
y crímenes de lesa humanidad que suman
aproximadamente 55 millones de personas
fallecidas, signadas por la venganza, la
intolerancia, el odio, el egoísmo, la tortura,
las invasiones y la destrucción.
Uno de los acontecimientos más
importantes en tal sentido se produjo en
1910 con el comienzo de Revolución
Mexicana, revolución campesina liderada
por Emiliano Zapata y Francisco “Pancho”
Villa, que luego de más de un lustro de
encarnizadas luchas culminaría en 1917,
año en que fue promulgada la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En ella se reconocen por primera vez como
humanos los derechos económicos, sociales
y culturales, incluyendo los de la cultura
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Con esa calamidad y sufrimiento se cierra
una etapa nefasta de la historia caracterizada
por la violencia, la agresividad incontrolada
que dejó en evidencia la impresionante
capacidad autodestructiva que puede albergar
el ser humano; en razón de ello fue necesario
tomar medidas más efectivas para evitar que
se repitiera.
Fue creada entonces la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), el 25 de junio
de 1945. Se conviene en la adopción de
instrumentos y mecanismos que promuevan
y garanticen la protección y defensa de los
derechos fundamentales de la persona,
conminando a los Estados a su íntegro
respeto con el propósito de fortalecer la
armonía entre estos y el desarrollo de los
pueblos; se aprueba la Declaración Universal
de los Derechos Humanos por Resolución
217 de la Asamblea General de la ONU el 10
de diciembre de 1948. Es importante señalar
que antes, el 30 de abril de ese año, había sido
suscrita en Bogotá la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre. A
estos se sumarían luego otros instrumentos
para sus respectivos desarrollos. Ignatieff
(2003) en Camps (op. cit.) afirma que:
Con la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, se otorgó
a los derechos de los individuos un
reconocimiento jurídico internacional.
Por primera vez, a los individuos ─fuera
cual fuese su raza, religión, género,
edad o cualquier otra característica─ se
les garantizó unos derechos que podían
oponer a las leyes estatales injustas o a
las costumbres opresivas. (p. 103).
Mientras que Laqueur (2003), igualmente
allí citado, señala:
Antes de 1948 sólo los Estados tenían
derechos reconocidos internacionalmente.
En ese año ─una especie de nivel cero─
la Declaración Universal de los Derechos
Humanos garantizó estos derechos a los
individuos amenazados por Estados o
por costumbres opresoras, es decir, por
las comunidades. (Id.).
Ambas opiniones son compartidas
por quien suscribe; ciertamente, a partir de
1948 con la Declaración Universal de los
Derechos Humanos se inicia y generaliza su
positivización con la finalidad de establecer
un nuevo orden mundial basado en el respeto
a la dignidad de las personas.
Esa Declaración, más que un punto
de llegada en el proceso histórico para su
universal reconocimiento, constituye una
gran plataforma de impulso con vista al
horizonte de los grandes desafíos que debe
afrontar la humanidad.
5. Breve reseña histórica de los derechos
humanos en Venezuela
A finales del siglo XVIII, luego
de transcurridos más de 300 años de
colonización europea, en Venezuela se va
gestando el ideario independentista, que tuvo
como referencia las revoluciones acontecidas
en Estados Unidos (1776) y Francia (1789).
Efectivamente, en 1797, Manuel Gual y
José María España, entre otros personajes,
organizan un movimiento con fines
independentistas que, a pesar de no lograr de
inmediato su cometido, sirvió como fuente
de inspiración para que posteriormente se
desarrollaran otras acciones emancipadoras
abanderadas por Francisco de Miranda
y demás próceres, cristalizando primero,
como ya se indicara, con la Declaración
de Independencia el 19 de abril de 1810
y posteriormente con la firma del Acta de
Independencia el 5 de julio de 1811, lo
que permitió que el 21 de diciembre de ese
año se promulgara la primera Constitución
Nacional.
Desde la Constitución Federal de los
Estados Unidos de Venezuela de 1811,
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que además de ser la primera de la historia
venezolana fue la segunda de América
luego de la de los Estados Unidos, se
inició el proceso para la positivización de
los derechos humanos en el ordenamiento
jurídico interno. En la práctica la conquista
para el reconocimiento de estos derechos fue
paulatina; por ejemplo, fue en 1854 cuando
definitivamente se produjo la abolición de
la esclavitud, más tarde se abolió la pena
de muerte (1863) y unos años después se
estableció la gratuidad de la educación
(1870).
provocaron cambios en el escenario político
venezolano, hasta que en 1999 se promulga
la vigente Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela en la que se ofrece
un vasto reconocimiento a los derechos
humanos, incluyendo aquellos que no figuran
expresamente en la misma (Art. 22). De igual
forma en ella se otorga jerarquía constitucional
y prevalencia en el orden jurídico interno a
los tratados, pactos y convenciones sobre
derechos humanos cuando estos dispongan
normas más favorables sobre su goce y
ejercicio (Art. 23), solidificando así el
reconocimiento de tales derechos.
Durante el siglo XX, Venezuela,
en ocasión de los descubrimientos de
yacimientos de petróleo en su territorio,
pasa de ser un país que se sustentaba en
una economía agrícola a uno basado en una
economía dependiente de los hidrocarburos.
Surgen temas como la explotación laboral y
se suceden manifestaciones en reclamo por
reivindicaciones laborales enmarcadas dentro
del plano de los derechos sociales, así como
de los derechos civiles y políticos. Por más
de medio siglo, salvo transitorios episodios
de interrupción, el país enfrentó los rigores
de férreas dictaduras, época en la cual el
derecho a la vida, a la libertad personal y el de
expresión, al igual que el pluralismo político
estuvieron sumamente comprometidos.
Aunque la Declaración Universal
de los Derechos Humanos no tiene un
carácter vinculante para los Estados que la
suscribieron, no hay dudas de que la misma
se erigió como fuente para el desarrollo de
una multiplicidad de instrumentos que de ella
se han venido derivando desde entonces.
Bajo esa premisa y con un enfoque
cronológico, a continuación se presentan
algunos de los principales instrumentos
internacionales con carácter vinculante
relativo a los derechos humanos y su
correspondiente fecha de ratificación
por parte de la República Bolivariana de
Venezuela:
A partir de 1958, al ser derrocada la
dictadura del General Marcos Pérez Jiménez,
se inició una nueva etapa orientada a la
apertura democrática y en 1961 se aprobó una
nueva Constitución con tal fin. Sin embargo,
Venezuela no escapó a los embates de la
denominada “Guerra Fría”, y las luchas entre
factores políticos opuestos en el país dieron
pie a una serie de violaciones a los derechos
humanos, impidiendo su plena garantía,
protección y desarrollo progresivo.
Entre las décadas de los años 1980
y 1990 ocurrió una serie de hechos que
•
ONU 1945. Carta de Naciones Unidas
(1945).
•
OEA 1948. Carta de Estados Americanos
(1951).
•
OEA 1948. Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre
(1948).
•
ONU 1948. Declaración Universal de
Derechos Humanos (1948).
•
ONU 1948. Convención para la
Prevención y la Sanción del Delito de
Genocidio (1960).
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•
OEA 1948. Convención Interamericana
sobre Concesión de los Derechos Civiles
a la Mujer (1993).
•
OEA 1948. Convención Interamericana
sobre Concesión de los Derechos
Políticos a la Mujer (1993).
•
ONU 1949. Convenios de Ginebra
(1956).
•
ONU 1952. Convención sobre los
Derechos Políticos de la Mujer (1983).
•
ONU 1957. Convención sobre la
Nacionalidad de la Mujer Casada (1983)
•
OEA 1954. Convención sobre Asilo
Diplomático (1954).
•
OEA 1954. Convención sobre Asilo
Territorial (1954).
•
ONU 1965. Convención Internacional
sobre la Eliminación de todas las Formas
de Discriminación Racial (1967).
•
ONU 1966. Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (1978).
•
ONU 1966. Protocolo Facultativo del
Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos (1978)
•
ONU 1966. Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (1978).
•
ONU 1966. Protocolo sobre el Estatuto
de los Refugiados (1986).
•
OEA 1969. Convención Americana
sobre Derechos Humanos (1977).
•
ONU 1979. Convención Internacional
sobre la Eliminación de todas las formas
de Discriminación contra la Mujer
(1983).
•
ONU 1984. Convención Internacional
contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes
(1991).
•
ONU 1985. Convención Internacional
contra el Apartheid en los Deportes
(1989).
•
ONU 1985. Convención Interamericana
para la Pre¬vención y Sanción de la
Tortura (1991).
•
OEA 1988. Protocolo adicional a la
Convención Americana sobre Derechos
Humanos en materia de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales
(2005)
•
ONU 1989. Convención sobre los
Derechos del Niño (1990).
•
OEA 1989. Convención Interamericana
sobre Restitución Internacional de
Menores (1996).
•
ONU 1989. Segundo Protocolo
Facultativo del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos Relativo
a la Abolición de la Pena de Muerte
(1993).
•
OEA 1990. Protocolo de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos
Relativo a la Abolición de la Pena de
Muerte (1993).
•
ONU 1992. Convenio Constitutivo del
Fondo para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas de América Latina y el Caribe
(2002).
•
OEA 1994. Convención Interamericana
sobre Desaparición Forzada de Personas
(1999).
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Peter A. Solano R.
•
Conclusiones
OEA 1994. Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia Contra la Mujer (1995).
•
OEA 1997. Protocolo de Kyoto de la
Convención Marco de la Organización
de Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (2004).
•
1998. Estatuto de Roma (1998).
•
ONU 1999. Protocolo Facultativo de
la Convención sobre la Eliminación
de todas las formas de Discriminación
contra la Mujer (2002).
•
ONU 2000. Protocolo para Prevenir,
Reprimir y Sancionar la Trata de
Personas, especialmente Mujeres y
Niños (2002).
•
ONU 2000. Protocolo Facultativo de
la Convención de los Derechos del
Niño relativo a la Venta de Niños, la
Prostitución Infantil y la Pornografía
Infantil (2002).
•
OEA 2000. Protocolo Facultativo de la
Convención sobre los Derechos del Niño
relativo a la participación de niños en los
conflictos armados (2003).
•
OEA 2001.
Carta
Interamericana (2001).
•
ONU 2003. Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial (2007).
Se ha podido observar que durante la
Edad Antigua la visión del cosmos que tenían
los humanos obedecía en un primer momento
a la mitología, que luego sería gradualmente
desplazada por la religión. Para ese tiempo
no sería del todo acertado habar de derechos
humanos estrictu sensu, es decir, como
derecho positivo, pero se pueden apreciar
elementos que dan cuenta de incipientes
nociones sobre los mismos, en atención a la
dignidad humana sobre la base de un derecho
natural. En Occidente y Oriente, la filosofía
y la religión fertilizaron el camino para la
construcción de valores morales en torno a la
libertad.
En tanto que durante la Edad Media el
avance hacia el conocimiento en gran parte
estuvo supeditado al credo religioso: el
dominio del rey se apoyaba en el derecho
divino, la doctrina cristiana se extendió
adquiriendo gran protagonismo, el poder
se acopló entre la Monarquía y la Iglesia,
mientras el común de las personas quedaron
sujetos a los designios de tales potestades.
Ese esquema llevó a un ejercicio absoluto
del poder, cuyas arbitrariedades provocaron
reacciones en sectores de la población,
con demandas que, en la medida que iban
siendo parcialmente atendidas, fueron
delineando los principios fundamentales que
posteriormente darían origen a un Estado
moderno constitucional, indispensable para
el reconocimiento jurídico de los derechos
humanos.
Democrática
Así mismo, el Estado venezolano ha
suscrito otros instrumentos con diversas
organizaciones internacionales, como, por
ejemplo, la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), que ha dispuesto una serie de
convenios igualmente vinculantes y de gran
importancia en materia de protección de los
derechos humanos, específicamente en el
ámbito laboral.
En los primeros siglos de la Edad
Moderna,
las
revoluciones
inglesa,
norteamericana y francesa, con clara
influencia en las subsiguientes que se
escenificaron en Hispanoamérica y otras partes
del orbe, formalizaron el establecimiento
constitucional de los derechos humanos por
parte de los nacientes Estados, sirviendo
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Informe de Investigaciones Educativas. Vol. XXVI, año 2012
más tarde como fuente para su exaltación
en común acuerdo a nivel internacional con
miras a la afirmación universal que aún hoy
se exige.
El proceso histórico de los derechos
en América se remonta a los tiempos de la
colonización europea a partir de 1492, lo cual
acontece en paralelo con el inicio de la Edad
Moderna; será varios siglos después cuando
se comiencen a suscitar cambios sustanciales
que conducirán al reconocimiento de los
derechos humanos, muy particularmente
gracias a las luchas independentistas que se
fueron desarrollando.
Desde los tiempos de los movimientos
revolucionarios emancipadores de América
del sur, Venezuela ha jugado un rol
importante para el reconocimiento de los
derechos humanos. En la actualidad no lo es
menos, al disponer de una Constitución en
la que se consagran y garantizan en forma
ampliada los derechos humanos, pero es
necesario continuar avanzando, elevando su
progresividad y vigencia efectiva.
La historia de los derechos humanos
se continúa escribiendo a la par de los
acontecimientos del presente, su evolución
no se detiene. El fin de la historia en el
plano material podría significar el fin de la
humanidad y es responsabilidad de todos los
seres humanos que eso no ocurra jamás.
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de los derechos humanos (Implicaciones
político-jurídicas en el Constitucionalismo
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