La clase media

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Quito, 4 de Abril del 2013
La clase media
Fander Falconí
A diferencia del claro concepto de clases sociales (reducido al clásico antagonismo entre
capitalistas y proletarios), siempre me costó definir el concepto de “clase media”. Para
muchos, la clase media es un sector social ubicado entre ricos y pobres o aquella
burocracia de servidores públicos o los profesionales que tienen una mediana comodidad
económica, tan bien retratada en varios libros y películas como La Tregua, de Benedetti o
El Ministro y yo, de Cantinflas.
Lo que nunca había escuchado es que a la clase media se la retrate como “clase boba”,
como hace un exfuncionario de los gobiernos de Durán Ballén y Mahuad, en un editorial de
la prensa matutina del país. Con el desparpajo de una persona que encarna la decadencia de
una aristocracia, se refiere en forma peyorativa al ascenso de la clase media ecuatoriana. No
se atreva el lector, si se topa con el susodicho, a comentar su sueño para mejorar su casa.
Con seguridad le mirará con desprecio y dirá a su acompañante: “¡Problemas de la clase
media!”.
Esto a propósito del estudio “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en
América Latina”, elaborado por el Banco Mundial, por cierto baluarte del pensamiento
tradicional, el cual revela que la Región logró reducir la pobreza moderada en la última
década (2000-2010), y la mayoría de pobres ascendió a la “clase media” (de 100 a 150
millones). El Banco Mundial basa su definición de clase media en los ingresos (entre 10 y
50 dólares diarios) y en el concepto de seguridad económica (la baja probabilidad de volver
a caer en la pobreza). El estudio sostiene que el Ecuador es uno de los países en donde más
se ha producido una movilidad social: 51 de cada 100 personas cambiaron su estatus
económico entre 1995 y 2009.
Resulta chocante el argumento del mencionado editorialista al decir que el crecimiento de
la clase media en la época del primer boom petrolero de los años setenta fue sano y
fortaleció la democracia. Sin embargo, al referirse al aumento de la clase media por el
crecimiento actual, prefiere tacharla como consumista, carente de valores, ausente del
discurso de democracia y, además, "boba".
Estas afirmaciones y reflexiones sesgadas demuestran la necesidad de dejar a un lado las
visiones superficiales, las opiniones aventuradas y, sobre todo, los prejuicios que tanto daño
han hecho al Ecuador. Lo único que denotan es una “retobada” resistencia a aceptar las
actuales realidades que han modificado el país. No tengo la menor duda de que aún nos
falta democratizar el debate y la vida misma de nuestro país para encontrarle sentido a
muchas cosas que decimos y que hacemos.
Fuente: El Telégrafo
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