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Anuncio
195
NUM. 2 5 . TOMO I.
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JUNIO 2 2 DE 1 8 4 5
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S&iacute;tCc fo&amp;0s ios jtt^D&iacute;s &aacute; m^&amp;to^ta, &iquest;j h&lt;t ^t&lt;t&uacute;$ mcnsnaCwcnfe &laquo;na famlna &iacute;tt acero.
El precio de snscricion para Modrid es 6 rs. al mr&iacute;s. Pora las provincias a l rs. por trime&uuml;ire &laquo;i se ver&iacute;fim el abono
f^n las respectivas librer&iacute;as; y i8 si se hace la sutcricion en el DI!POSITOCAI,COGBAP'C&laquo; eh esta corte, &oacute; se remile franco
de porte su rator en letra&raquo; &oacute; libranza sobre correos , &aacute; la orden del DniKr.TOK t&gt;KL REFLEJO.
ELVIRA.
N una ciudad no muy populosa de
Castilla la vieja habia dos j&oacute;venes
hermanas, hijas de una familia
acaudalada; Ana, de un car&aacute;cter apacible y franco , sencilla
en su trato, mas de corta pene[tracion; Elvira, la menor, mas
I circunspecta en sus maneras, y
&gt; cuyo esterior melanc&oacute;lico la r e vest&iacute;a de cierto atractivo que cautivaba el inter&eacute;s de los que la
rodeaban. Ambas se casaron: la
mayor con un rico hacendado de
la comarca; y Elvira con el e s cribano principal del pueblo, sujeto de buen
car&aacute;cter, si, pero abismado siempre en sus n e gocios, y poco cuidadoso de las interioridades
de su familia.
Sin ambici&oacute;n alguna, con las comodidades de
la vida que pueden apetecerse en una ciudad de provincia, sin tener noticia de otras necesidades, ni pensar remotamente en conocerlas , Ana fu&eacute; feliz en su matrimonio. Por otra
parte, las faenas del campo y el cuidado de sus
hijos no daban lugar tampoco &aacute; su fantas&iacute;a &aacute;
crearse otros go7.es para ella ignorados, ni su
talento la permit&iacute;a tampoco prever pudiese
amarse de otro modo que con el cari&ntilde;o que ella
profesaba &aacute;su marido, ese cari&ntilde;o de deber que
infunde una educaci&oacute;n timorata, cari&ntilde;o que en
jendra la costumbre de habitar siempre con una
misma persona; en el cual no toma parte alguna el coraz&oacute;n, ni llega al alma, pues se circunscribe solamente &aacute; los cortos momentos en que
se enajenan los sentidos; porque tal es la obligaci&oacute;n que se impone una.mujer al tomar estado. El marido.... es un hombre &aacute; quien se nos
ha ense&ntilde;ado &aacute; respetar como se&ntilde;or.... sino de
nuestra voluntad y sensaciones de nuestro esp&iacute;ritu, al menos de los gozes de nuestro cuerpo.
Tales eran los principios de Ana, si bien en su
raciocinio no se deten&iacute;a &aacute; pensar siquiera, ni
acaso su imajinacion pod&iacute;a conce'bir, cuales fueran en verdad los sentimientos de su alma.
Elvira, por el contrario, casada &aacute; la tierna
edad de diez y siete a&ntilde;os, sin ilustrar su entendimiento con la lectura, sin haber tratado mas
que &aacute; los j&oacute;venes rudos y est&uacute;pidos de su ciudad, sola con su pensamiento, aislada en la inmensidad de las ideas que le hac&iacute;an presentir
la existencia de alguna cosa que ella ignoraba,
sumisa &aacute; la voluntad de unos padres ignorantes, de esos padres tan comunes en la sociedad,
que creen que la mejor educaci&oacute;n consiste on
dejarlo ignorar todo &aacute; sus hijas, Elvira, la melanc&oacute;lica Elvira entreg&oacute; su mano &aacute; quien sus
padres le designaron, como el hombre que la
baria feliz; pues se reputa feliz &aacute; una majer
cuando se le da un marido....
Cuando Elvira se vio libre se&ntilde;ora de sus a c ciones; cuando la posici&oacute;n de su esposo le permiti&oacute; conocer la maldad de los hombres, sus
fraudes y sus intrigas, y la perversa intenci&oacute;n de
194
muchas de las personas, que con un esterior de
la mejor buena f&eacute; acud&iacute;an &aacute; la escriban&iacute;a de su
marido; cuando el manejo de su casa, y el roce
&iacute;ntimo con los que necesitaban de ella le hicieron ver un mundo nuevo del que con sus padres
conociera, su alma dud&oacute;, su entendimiento pens&oacute;, y su coraz&oacute;n comenz&oacute; &aacute; ilustrarse. La duda!
plaga devoradora que diezma &aacute; los hombres en
el vigor de su juventud, llaga hedionda que corroe al hombre en sus iiltimos dias. La existencia
de Elvira comenz&oacute; &aacute; deslizarse triste y abatida.
Las ocupaciones de su marido la dejaban sola la
mayor parte del tiempo, y cuando llegaban &aacute;
acercarse uno &aacute; otro, &eacute;l continuaba absorvido en
sus c&aacute;lculos y negocios, ella sent&iacute;a cada vez mas
el vac&iacute;o de sus dias. Los alhagos de su esposo, las
caricias de la noche, agriaban mas su pesar; y
en medio de su dolor Elvira no concibi&oacute;; padec&iacute;a demasiado su alma para poder llegar &aacute; madre!
As&iacute; transcurrieron cuatro a&ntilde;os; y su bella l o zan&iacute;a, su hermosa juventud se marchitaron. Nadie comprend&iacute;a su mal, y su marido contestaba
fr&iacute;amente &aacute; los que preguntaban por la salud de
su mujer: &laquo;No debe vivir largo tiempo: su j e n&iacute;o caviloso.... acaso su conciencia timorata....
ignoro qu&eacute; pueda ser la causa: muchas veces la
he sorprendido llorando delante de una im&aacute;jen....&raquo; Este imb&eacute;cil, cuyas sensaciones todas
se reasum&iacute;an en su bufete, jgnoraba que el a l ma pudiese sentir, y que &eacute;l era el viento abrasador que hab&iacute;a agostado la bella flor cuyo fragante perfume no hab&iacute;a sabido aspirar. — Era
administrador de un rico mayorazgo, cuyos bienes fincaban en las cercan&iacute;as de aquella ciudad.
Con motivo de un l&iacute;t&iacute;jio tuvo que ir &aacute; ella por
algunos dias el se&ntilde;or del titulo, y fu&eacute; &aacute; hospedarse &aacute; casa de su apoderado. Joven, de gallarda presencia, de modales cortesanos, y de claro
injenio, llam&oacute; Arturo la atenci&oacute;n de Elvira.
Un dia entr&oacute; por casualidad en el gabinete
de la esposa del escribano, y la sorprendi&oacute; llorando. Quiso retirarse, mas Elvira con d&eacute;bil voz
le suplic&oacute; tomase asiento:
—Alg&uacute;n pesar dom&eacute;stico os aflije, se&ntilde;ora?
dijo Arturo.
—No, en verdad; ninguna mujer d&eacute;la ciudad
goza de mas comodidades que yo, ni puede e s tar mas satisfecha de los deberes de su marido.
—Entonces, por qu&eacute; vuestra juventud se consume tan amargamente? En vuestro esposo n&oacute;
hall&aacute;is consuelo, si por ventura sois v&iacute;ctima de
un j&eacute;nio propenso &aacute; la melancol&iacute;a?
—Mi esposo! Cumple cen sus deberes de tal;
nada puedo pedirle en cuanto &aacute; goces materiales....
—Ya comprendo. No os ama, mas no os falla tampoco &aacute; la fidelidad.
—No s&eacute; si me ser&aacute; infiel: creo que el c&uacute;mulo de sus negocios no se lo permita tampoco; par&eacute;ceme tambi&eacute;n que debe estar persuadido de
que me profesa un cari&ntilde;o conyugal.
—Perdonad mi pregunta, dijo Arturo. Acaso
en vuestros sue&ntilde;os se os ha aparecido la im&aacute;jen
de otro mortal?
—Eso seria faltar &aacute; mis deberes de esposa,
interrumpi&oacute; Elvira.
Sigui&oacute;se un momento de silencio.
—Y decidme, caballero Arturo (mi ignorancia
no os debe parecer estra&ntilde;a, educada como he
sido en una capital de provincia donde no debe
haber la mejor instrucci&oacute;n): cuando una joven
de la corte trata de contraer matrimonio, cu&aacute;les son las ventajas que esta joven se propone
conseguir con su nuevo estado ?
—Se&ntilde;ora, dijo Arturo algo cortado, el bienestar de la vida, el cari&ntilde;o de un esposo, la felicidad dom&eacute;stica, son atractivos que deben
seducir &aacute; toda joven....
—Y qu&eacute; entend&eacute;is en la corte por felicidad
dom&eacute;stica''
Diflcil era ciertamente contestar &aacute; tal pregunta ; mucho mas dif&iacute;cil cuando quien la h a cia era una joven casada. Arturo, &aacute; quien la
conversaci&oacute;n iba interesando, se decidi&oacute; &aacute; interrumpirla al ver el jiro que tomaba, demasiado peligroso &aacute; la verdad para un alma como
la suya, muy dispuesta &aacute; inflamarse al aspecto
de una joven.
—Felicidad dom&eacute;stica 1 contest&oacute;.... una prudente deferencia por parte de ambos esposos,
una conformidad rec&iacute;proca de sentimientos, pueden motivar goces de familia....
—Bien! mas esa conformidad, para que no
sea violenta, qu&eacute; es lo que debe producirla ? Y,
lo que sea causa de ella puede existir siempre
entre esposos?
A esto entr&oacute; el escribano con gran alegr&iacute;a de
Arturo. Retir&aacute;ronse &aacute; conferenciar sobre sus
asuutos, y Elvira qued&oacute; de nuevo sumida en
sus tristes meditaciones.
Al dia siguiente parti&oacute; el joven mayorazgo
para Madrid: la infeliz esposa que crey&oacute; haber
encontrado una persona que comprendiese su
alma, y la inic&iacute;ase en los misterios que ella
present&iacute;a, mas no acababa de concebir, al ver
deshecha su esperanza, cay&oacute; en un estado tal
de languidez que la llev&oacute; al sepulcro en pocos
meses. Acaso sin el encuentro de Arturo, cuyo
aspecto le revel&oacute; la verdadera existencia de una
ilusi&oacute;n en la que ella no se atrev&iacute;a &aacute; creer aun,
la hubiesen sostenido por mas tiempo contra un
mal que la devoraba interiormente, pero que
teniendo su or&iacute;jen en el esp&iacute;ritu la amagaba de
muerte.
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Al abrir Ana el caj&oacute;n de la c&oacute;moda en que
guardaba su hermana sus dijes, encontr&oacute; unos
papeles, de los que ley&oacute; los siguientes fragmentos &aacute; su marido y cu&ntilde;ado que se hallaban
presentes al inventario de la dote de Elvira.
&laquo; Siento consumirse mis a&ntilde;os &aacute; pesar de mi
&laquo;juventud: un secreto deseo me aqueja , deseo
))que yo misma no comprendo y que sin em&raquo;bargo corro tras &eacute;l cual si le conociera, cual
))si le hubiese ya gustado. Arrastro una vida
&laquo;insoportable que ni las tristes y mezquinas
&raquo; caricias de mi esposo, ni el bienestar de que
&raquo; gozo, son bastantes &aacute; suavizarla, ni &aacute; calmar
&raquo; el tedio que me abruma. Mi coraz&oacute;n me dice
)) que debe existir un afecto que yo no he en—
&raquo; centrado sobre la tierra; un goce que mi alma
&raquo; no ha sentido, pero cuya existencia me reve)) lan mi propia raz&oacute;n y los objetos que la natu&laquo; raleza toda presenta &aacute; mi vista. Yo ignoro si
&raquo; este afecto es ese amor de que se habla como
)) una pasi&oacute;n fuerte y violenta que abrasa &aacute; los
&raquo;que &aacute; &eacute;l se entregan
&raquo;
((El vacio que esperimenta mi alma es cada
&raquo; vez mas profundo; siento latir mi coraz&oacute;n y
&laquo;consumirse en vagarosos deseos: ninguno de
&raquo;los v&iacute;nculos que me unen al mundo son po)) derosos para hac&eacute;rmele grato y apetecible &aacute;
&raquo;mis ojos. En cuantos me rodean no veo mas
&raquo; que jentes est&uacute;pidas &oacute; malvadas, que sin du&raquo; da no sienten la necesidad que &aacute; mi me opri&raquo; me de desahogar mis penas en otro coraz&oacute;n,
&raquo;de unir &aacute; &eacute;l mis sensaciones y revelarle esta
&raquo; angustia que murmura en mis oidos cual una
&raquo;cosa material, y se introduce hasta el fondo
&raquo;de mi alma cual una aguda saeta. El ser que
&raquo; me ha criado ha dejado en m( tal vez incom&raquo;pleta su obra. Los sentimientos del individuo
&raquo;son quiz&aacute; imperfectos en m(, y como d&eacute;bil
&raquo;edificio que se apoya en falsos cimientos soy
&laquo;acaso una v&iacute;ctima que debe perecer muy
&laquo;pronto
&raquo;En qu&eacute; estala felicidad de la vida? En qu&eacute;
&raquo; estriban esas ponderadas delicias de la uni&oacute;n
&raquo; conyugal? Son acaso los bienes de fortuna, un
&raquo; rango de consideraci&oacute;n en el mundo, el res&raquo; peto y atenciones que profesa un esposo, su
&laquo; deferencia &aacute; pueriles caprichos, los que cons&laquo;tituyen una existencia dichosa? Y, cuando
&raquo; nada de esto roe falta, por qu&eacute; me abruma el
&laquo;pesar, por qu&eacute; se humedecen mis ojos en llan&raquo;to, y busco en mi desconsuelo lo que mi r a &raquo; zon no adivina? Ese joven, que en mal hora
&raquo; ha venido &aacute; albergarse en nuestra casa, por
)) qu&eacute; me ha hecho presentir con su vista que
&raquo; puede la mujer llenar el vac&iacute;o, que en su a l -
&laquo; ma ha dejado la educaci&oacute;n, con alguna cosa
&laquo; que esta misma educaci&oacute;n le ha ocultado con
&raquo; cautelosa reserva, que le ha prohibido pensar
&raquo; en ella , y acercarse con el pensamiento &aacute; lo
&raquo; que sus sentidos le indicaban?
&raquo;
—Traed, traed ac&aacute; esos papeles, dijo el escribano: era mi mujer muy sentimental...;&raquo; los
arroj&oacute; al brasero; y con est&uacute;pida impasibilidad
continu&oacute; en su inventario. Qu&eacute; bellos pensamientos devorarla el fuego! ideas sublimes de
un alma v&iacute;rjen, alma sin mancha, llena de ilusiones que una amarga realidad encerr&oacute; en la
tumba!
Desgraciada Elvira! Cu&aacute;ntas j&oacute;venes como t&uacute;
se consumen lentamente &aacute; nuestra vista; y nosotros insensatos las contemplamos con imperturbable frialdad agostarse en su juventud!
Gracias si como el escribano solemos esclamar:
&laquo; Qu&eacute; sentimental es esa criatura ! &raquo;
Tal es el raciocinio de los hombres.
ARISTIPO.
(Conclusi&oacute;n.)
EL BANQUETE.
A sagacidad de Mardoqueo, que
j^'^ todo lo preve&iacute;a, hab&iacute;a penetrado
hasta en las disposiciones que la
reina Esther tomara para hacer
digno de su real esposo el banquete &aacute; que le
habia convidado. Los manjares inas suculentos
y aperitivos, condimentados con las especias mas
picantes, fueron preparados con habilidad e s quisita, y cubrieron la mesa r&eacute;jia los primeros
para evitar que otros platos mas sencillos llevasen la preferencia: los vinos mas escitantes y
los mas ardientes licores fueron servidos con
profusi&oacute;n: y los helados, que bajo su frialdad
enga&ntilde;osa llevaban en su seno el ardor pmizan—
te de los sentidos, contribuyeron igualmente &aacute;
sazonar un fest&iacute;n dispuesto seg&uacute;n el mas refinado sibaritismo de aquellos tiempos. La vasta
sala del banquete estaba alumbrada con una luz
tibia que pasaba trabajosamente por las tupidas
cortinas de las ventanas, y en el fondo ve&iacute;ase
como en lontananza, y al trav&eacute;s de una vasta galer&iacute;a de columnas, los verdes y copudos &aacute;rboles
del jard&iacute;n, cadenciosamente movidos por el
viento. Grandes camillas cubiertas de muelles
y voluptuosos almohadones, h&aacute;bilmente colocadas por el espacio del sal&oacute;n, al propio tiem-
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po que los inmensos cortinajes que cruzaban de
columna &aacute; columna, presentaban &aacute; la vista esa
peregrina irregularidad, que tanto seduce &aacute; las
organizaciones gastadas &aacute; quienes solo mueven
los contrastes. Ninguna mujer que pudiera distraer las miradas del monarca servia &aacute; la mesa;
negros eunucos de Ethiopia eran los encargados del servicio; ning&uacute;n grupo de doncellas se
present&oacute; &aacute; bailar las danzas de costumbre; mas
en cambio una m&uacute;sica lejana cuyos armoniosos
ecos subyugaban sin fuerte impresi&oacute;n, mil voces misteriosas que concertaban con los instrumentos , y que revelaban por su l&aacute;nguida dulzura el sexo hermoso &aacute; que pertenec&iacute;an , acababan de completar tantas seducciones, tanto
amor , tanto deleite como en todo aquel conjunto se esparcia. Hasta el ambiente estaba embalsamado no con los humeantes aromas que de
&iacute;'ontinuo ardian en los pebetes del palacio, sino con perfumadas esencias, tenuemente impregnadas en todos los objetos para que conmovieran la sensaci&oacute;n , mas no la ofuscaran.
Si tan concupiscentes preparativos hubieran
alterado la organi/.acion mas r&iacute;jida, calc&uacute;lese
el efecto que debieron producir en los sentidos
de Assuero, tan &aacute;vidos de voluptuosas emociones. Aman estaba embriagado de deleite, y sus
torpes miradas se recreaban, sin que la presencia de su rey fuera poderosa &aacute; estorb&aacute;rselo, en
los atractivos mil que descubr&iacute;a la reina. Una
t&uacute;nica de di&aacute;fana tela, y de un color rosa p&aacute;lido , que imitaba el sonrosado carm&iacute;n de las
p&uacute;dicas carnes de una v&iacute;rjen, era el &uacute;nico r o paje de Esther, que, aunque cubr&iacute;a todas las partes de su cuerpo con esquis&iacute;to cuidado, no imped&iacute;a que marcase todas sus formas con incitativo desorden , seg&uacute;n eran las diferentes postularas que tomaba, ruando se reclinaba en su
camilla para reposar mientras los eunucos variaban el servicio de la mesa. No dej&oacute; de observar Assuero los atrevidos ojos de Aman, y
la poca respetuosa direcci&oacute;n que llevaban sus
miradas; mas como su alma se hallaba tambi&eacute;n dominada por el mismo irresistible encanto , doblemente irresistible en &eacute;l, porque hallaba todav&iacute;a nuevas y desconocidas seducciones
donde por la posesi&oacute;n anterior menos deb&iacute;a encontrarlas , irritando por lo mismo mas y mas
sus deseos nunca satisfechos y siempre de alg&uacute;n modo imprevisto renovados, despert&aacute;base
en &eacute;l otra pasi&oacute;n, aun si cabe mas terrible, el
resentimiento de la ofensa que como &aacute; rey se
le hacia (sobre todo si se atiende &aacute; las costumbres del Oriente), y lo&raquo; celos que como &aacute; hombre le punzaban. Empero todas estas diversas
sensaciones que ajilaban &aacute; Assuero se dibujaban
aun vagamente en su esp&iacute;ritu, y recalentado
por el vino no pod&iacute;a darse raz&oacute;n &aacute; s&iacute; mismo
del verdadero efecto que en &eacute;l produc&iacute;an. Bien
advert&iacute;a un motivo de desagrado, pero cubierto
por tantos otros de espansivo deleite no era bastante aun para mostrarse al esterior.
Dominado, como decimos, por esa irritaci&oacute;n
volc&aacute;nica que produce el deseo que se renueva
con inesperados atractivos, y avariento de su
completo goze, Assuero le dijo &aacute; la reina: &laquo;Qu&eacute;
petici&oacute;n es la tuya, Esther, y qu&eacute; quieres que
te se conceda? Aunque pidieres la mitad de mi
reino, la alcanzar&aacute;s;&raquo; &aacute; lo que la reina r e s pondi&oacute;: &laquo;Qu&eacute; otro reino puede apetecer esta
tu sierva sino la gracia de tus ojos y el agrado
de tu rostro; pero si tu clemencia no me salva,
Esther perecer&aacute; y su pueblo con ella : porque asi yo como mi naci&oacute;n estamos condenados &aacute; la ruina, al deg&uuml;ello y al esterminio.
Mas nos valiera ser vendidos coijao esclavos,
pues jemiriamos de nuestros males en silencio,
pero tenemos por enemigo &aacute; un hombre cuya
crueldad redunda contra su rey!&raquo; Estas palabras dichas con ese acento p&uacute;dico que se teme
&aacute; s&iacute; mismo, con esa melod&iacute;a de la aflicci&oacute;n que
resuena pat&eacute;tica y vibrante al oido, conmovieron las fibras sensitivas del monarca que pregunt&oacute; con ultrajada ira: &laquo; Y qui&eacute;n puede existir en mi reino que tanto poder se arrogue para
acometer tama&ntilde;os desmanes?—Ahi le ten&eacute;is.
Nuestro perseguidor y enemigo es ese pervers&iacute;simo Aman.&raquo;
No es mas pronta la esplosion del rayo que
lo fu&eacute; la terrible c&oacute;lera del rey. Los vapores del
vino que ofuscaban su mente le presentaban
como en confuso caos, de mil tintas raras e m brollado , todo lo que en contorno suyo estaba
pasando; la m&uacute;sica, que hasta entonces hab&iacute;a
tocado voluptuosas- melod&iacute;as, cambi&oacute; de repente en un himno de guerra hebraico dirijido
por Mardoqueo, y cuyos violentos tonos desconocidos en Persia escitaron doblemente el coraje de Assuero, que se levant&oacute; furioso de su
asiento como impulsado por el j&eacute;nio del mal, y
se sali&oacute; al jard&iacute;n en busca de una atm&oacute;sfera
pura que pusiese en orden sus irritadas ideas.
Por otra parte Aman, al escuchar las &uacute;ltimas
palabras de la reina, que se hallaba reclinada
en aquel momento con indecible y modesta gracia , esperiment&oacute; en s&iacute; una revoluci&oacute;n espantosa , pasando s&uacute;bitamente de un afecto libidinoso al terror de su pr&oacute;xima ruina, pues bien conoci&oacute; en el ademan airado del rey que hab&iacute;a resuelto su castigo. Tr&eacute;mulo, desconcertado, perdida su raz&oacute;n en aquel laberinto confuso de
ideas qoe vagaban por su mente sin poder fijar
la verdadera posici&oacute;n de lo que por &eacute;l pasaba
en aquellos peregrinos momentos, se arroj&oacute;
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Aman &iexcl;i los pies de Esther para implorar gracia, y como era grande su temor fu&eacute; grande
tambi&eacute;n la vehemencia con que se prostern&oacute; &aacute;
Sus plantas, humedeci&eacute;ndolas con el llanto de
sus ojos, y estrech&aacute;ndolas con el fervor del que
ve acercarse su agon&iacute;a. Al propio tiempo entr&oacute;
Assuero en la sala de vuelta del jard&iacute;n , pues
no pudo sufrir la impresi&oacute;n fresca del aire saliendo, como salia, de una estancia voluptuosa
en que hasta los menores accesorios respiraban
pasi&oacute;n, pero pasi&oacute;n que buscaba desahogo en
la pasi&oacute;n misma , respiraban ardor, pero ardor
que no se apagaba sino con el fuego mismo de
los sentidos. Al ver &aacute; Aman postrado ante E s ther , se avivaron en &eacute;l los celos que durante la
comida afectaran vagamente su &aacute;nimo: present&aacute;ronse &aacute; su esp&iacute;ritu en toda su fuerza, aumentadas con el prisma de su dignidad ofendida, aquellas torpes miradas del cuitado ministro , y fren&eacute;tico , sediento de venganza, e s clam&oacute; diriji&eacute;ndose &aacute; dos de los eunucos que le
segu&iacute;an: c( Aun &aacute; la reina quiere violentar d e lante de m&iacute;, en mi propio palacio?&raquo; No bien
hab&iacute;a pronunciado estas palabras cuando sus
oficiales se arrojaron sobre Aman, y le cubrieron al instante el rostro como &aacute; criminal &eacute; indigno de ver la cara del rey. Entonces Harbona,
uno de los eunucos, le dijo &aacute; Assuero: &laquo; S&aacute;bete,
&oacute; rey, que en casa de Aman hay un pat&iacute;bulo
de cincuenta codo&sect; de alto, que &eacute;l hab&iacute;a mandado preparar para Mardoqueo, el que descubri&oacute; la conspiraci&oacute;n contra el rey, — Colg&aacute;dle
luego en &eacute;l,&raquo; fu&eacute; la respuesta del monarca; con
lo que se apacigu&oacute; su ira, para dar lugar &aacute; la
pasi&oacute;n
La grandeza de Aman vino &aacute; parar en una
horca: su ciega venganza sirvi&oacute; para engrandecer &aacute; su enemigo.
TKll'NFO DE t o s JUD&Iacute;OS.
' N uno de esos momentos de delirio en que la mujer subyuga al
, hombre y le hace perder hasta lo
mas bello que posee, que es su dignidad , arranc&oacute; Esther de Assuero la promesa de invalidar su edicto de esterminio contra los jud&iacute;os, y como este edicto no pod&iacute;a ser
derogado por su calidad de irrevocable, hubo
que apelar &aacute; un medio depresivo de la dignidad del monarca, cual fu&eacute; mandar &aacute; los gobernadores de las provincias del imperio que, antes
del dia se&ntilde;alado para la ejecuci&oacute;n del decreto
mort&iacute;fero, se suministrasen al pueblo hebreo a r mas y todos los medios de defensa necesarios
para atacar &aacute; los ejecutores de la ley, cuando
en cumplimiento de sus deberes se presentasen &aacute;
hacer efectivo lo irrevocablemente mandado : es
decir, el jefe del Estado autorizaba la desobediencia an&aacute;rquica &aacute; sus decretos, y era &eacute;l mismo quien daba p&aacute;bulo &aacute; la subversi&oacute;n del orden. Triste resultado de la embriaguez de las
pasiones!
Escusado es se&ntilde;alar al autor de este proyecto anti-social. Despu&eacute;s de haber visto la astucia con que Mardoqueo habia csplolado las debilidades de Assuero para ir labrando poco &aacute;
poco la realizaci&oacute;n de los planes que su ambici&oacute;n le snjeria, ambici&oacute;n tanto mas temible en
sus consecuencias cuanto se fraguaba en la os—
cin&quot;idad de una condici&oacute;n humilde, y que no
contaba adem&aacute;s cou otros c&oacute;mplices que la infantil pureza de Esther, instrumento inocoiite
que cual escalpelo de cirujano penetraba y sajaba baj&oacute;la impulsi&oacute;n d&eacute;la mano que ledirijia,
sin saber s&iacute; sus heridas serian mort&iacute;feras &oacute; traer&iacute;an la salud, no hay duda que el t&iacute;o de la reina fu&eacute; bastante h&aacute;bil para darse &aacute; reconocer
como tal en el momento oportuno , y tan oportuno que , rccojido do poder de Aman el rejio
anillo, se le fu&eacute; entregado por el rey mismo, declar&aacute;ndole por tanto su ministro. El resultado
inmediato de la exaltaci&oacute;n de Mardoqueo fu&eacute; el
decreto de que hemos hecho menci&oacute;n.
El d&iacute;a veinte y tres del mes tercero, llamado
Siban, fueron espedidos los correos portadores
del segundo edicto, en el cual se se&ntilde;alaba un
mismo d&iacute;a para la venganza de los jud&iacute;os, &aacute;
quienes se autorizaba &aacute; unirse para defender sus
vidas, matar y acabar con sus enemigos, sin
perdonar las mujeres ni &aacute; los hijos, ni &aacute; las casas , saqueando sus bienes. Esta medida fu&eacute;
precedida de otra, que solo se concibe por la
&Iacute;ndole y costumbres de aquellos pueblos. Despu&eacute;s de cruciticado Aman en el mismo madero
que tenia preparado para Mardoqueo, lo fueron
igualmente sus diez hijos, y colgados sus cad&aacute;veres en pat&iacute;bulos &aacute; la espos&iacute;cion del pueblo.
Tres d&iacute;as dur&oacute; en Susan y dos en el resto del
imperio la matanza (|ue hicieron los jud&iacute;os, y
vi&oacute;se &aacute; las autoridades darles la mano por t e mor de Mardoqueo, que sab&iacute;an ser el valido de
la corte y gozar de estraordinaria privanza. Setenta y cinco mil ochocientos fueron los que p e recieron sin contar los hijos de Aman ; y tanto
estrago fu&eacute; consentido por el indolente Assuero,
del mismo modo que hubiera consentido el cruel
esterminio del pueblo judaico; con la diferencia sin embargo que entonces se persegu&iacute;a &aacute;
toda una naci&oacute;n, y aunciue injusta hubiera sido la acci&oacute;n de la le) la que hubiese obrado,
y ahora se dejaba &aacute; los individuos que vengasen atrozmente sus odios particulares! Bien podr&iacute;a haberse hallado otro medio mas humano
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de invalidar el primer edicto contra los judios,
pero Mardoqueo quiso af&iacute;rmar su poder por me.
dio del terror, arma de tan seguros resultados
en aquellos tiempos, y asi dio rienda suelta al
encono de su pueblo, por tanto tiempo alimentado y en tan breves horas vomitado.
FIESTA DE LAS 8UEBTE3.
ERHiNADA la mortandad, y con ob' jeto de tener siempre presente un
suceso de tan inmensas consecuencias para el pueblo judaico, pues
que afianzaba su seguridad en todos los dominios del rey Assuero, instituy&oacute; Mardoqueo una
fiesta conmemoratoria que deber&iacute;a celebrarse todos los a&ntilde;os con banquetes y regocijos en los
d&iacute;as catorce y quince del mes duod&eacute;cimo, llamado Adar, pues en ellos cesaron de matar los
judios; el dia quince en Susan y el catorce en
las dem&aacute;s provincias. Esta fiesta se llam&oacute; de
l'hurim, &oacute; de las suertes.
Era costumbre en Persia , y en muchos estados del Oriente, el echar suertes para saber en
que dia deber&iacute;a tomarse alguna resoluci&oacute;n de
importancia, pues dejando al acaso que decidiera , que seg&uacute;n sus creencias relijiosas estaba
sujeto &aacute; la voluntad de los dioses, pensaban
que los resultados serian favorables, con tanta
mayor raz&oacute;n cuanto el Phur, esto es, la suerte que se echaba enila urna, no solo comprend&iacute;a los d&iacute;as de un tiempo limitado, sino tambi&eacute;n la eternidad venidera, la que si sal&iacute;a manifestaba que la voluntad de los dioses aplazaba para otra jeneracion los proyectos sobre cuya
ejecuci&oacute;n se les consultaba. Habiendo marcado
el Phur, cuando fu&eacute; echado por Aman, el mes
Adar para el esterminio del pueblo judio, y h a biendo sido los mismos d&iacute;as que &eacute;l destinaba &aacute;
la venganza d&iacute;as de salvaci&oacute;n, fueron designados
con el nombre de PhuHm, esto es, de las suertes , y asi se conocen hoy todav&iacute;a entre los j u dios , que los celebran con demostraciones de
&iexcl;rozo en meraori? de lo que sus ascendientes padecieron , y de la feliz mudanza que sobrevino
en su condici&oacute;n, hasta entonces tan lastimosa
y precaria.
Mardo(|ueo, como astuto y h&aacute;bil lejislador,
al instituir la fiesta , la hizo por estremo obligatoria , y la revisti&oacute; de un car&aacute;cter de solemnidad tal, que pudiese cada a&ntilde;o recordar lo sangriento de los sucesos que la hab&iacute;an producido,
como saludable aviso &aacute; los persas y &aacute; los roedos, &aacute; cuyos ojos se celebraba, y cual correctivo de revoltosas ideas.
EPILOGO.
OHo fieles narradores hist&oacute;ricos,
bien hubi&eacute;ramos querido haber mostrado &aacute; nuestros lectores los sucesos
posteriores &aacute; los ya referidos, pero
ni en los libros santos que contienen la relaci&oacute;n
de ESTHER, ni en los anales del GRAN CIRO, en los
que hay un capitulo epis&oacute;dico que habla del
reinado de Assuero bajo el nombre de Artajerjes, y que nos ha servido de gran luz para la
esplicacion de muchos pasajes que aparecen
oscuros en el sagrado testo, hemos podido h a llar datos suficientes para ser presentados como
ciertos. ,
Esther, cuyas inagotables gracias tanto cautivaban &aacute; Assuero, s&iacute;gi&oacute; gozando hasta la &eacute;poca
en que se detiene la historia todos los favores del
monarca, y Mardoqueo lleg&oacute; &aacute; tan alto grado
de grandeza que vino &aacute; ser la segunda persona
despu&eacute;s del rey, siendo universalmente querido
de todos sus hermanos, por cuya prosperidad
tanto se interesaba. Hasta aqu&iacute; los hechos ver&iacute;dicos; pero ellos pueden esplicar en cierto modo, si no autorizar, el contenido de una nota que
hemos encontrado en un viejo mamotreto, que
no tiene relaci&oacute;n alguna con nuestra historia,
pero en el cual el autor crey&oacute; conveniente citar
algunos sucesos del reinado de Artajerjes &oacute; sea
nuestro Assuero.
Hemos visto en todo el transcurso de nuestra
relaci&oacute;n que, si bien Mardoqueo era un hombre
ambicioso, eran santos sus designios, pues iban
d&iacute;rijidos al bien de su pueblo. Como hombre
astuto y sagaz conoci&oacute; la &iacute;ndole sensual de Assuero , y as&iacute; podr&aacute; haberse observado que todas sus tramas iban dirijidas siempre &aacute; este flaco del monarca. La hermosura, la inocencia y
el pudor de su sobrina, que &eacute;l supo poner en
juego admirablemente, dieron cima feliz &aacute; sus
proyectos; empera las gracias de Esther pod&iacute;an
acabarse, y su zelo por sus compatriotas llegar &aacute;
ser tan escesivo que irritara la susceptibilidad
de los persas. He aqu&iacute; pues lo que aclara, &aacute;
nuestro entender, el fin que supone la nota en
cuesti&oacute;n tuvieron Esther y Mardoqueo. En ella
leemos que cansado Assuero de su esposa no la
volvi&oacute; &aacute; llamar mas &aacute; su aposento en largo espacio de tiempo, durante el cual tom&oacute; Mardoqueo tales medidas en favor de los judios, entre
ellas una en cierto modo depresiva de la dignidad d&eacute;los persas, que dio ocasiona que saliendo cierto dia del palacio de Assuero con ademan
rozagante, vestido &aacute; la manera del rey, esto es,
de color de jacinto y azul celeste, llevando en 1 a
cabeza una corona de oro, y cubierto de un
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manto de seda y p&uacute;rpura, fuese asesinado en medio de una terrible conmoci&oacute;n popular. Esther
al saber la fatal nueva se present&oacute; sin ser llamada &aacute; la presencia del rey, y este si bien no
la mand&oacute; matar, como dispon&iacute;a la ley, la repudi&oacute; de su lecho y llam&oacute; &aacute; otra &aacute; ocuparle.
La sensualidad fogosa hab&iacute;a elevado &aacute; E s ther hasta el solio, y hab&iacute;a sido causa de todos
los sucesos de esta historia: la sensualidad gastada la hizo descender de su altura para volverla &aacute; una condici&oacute;n mas humilde si cabe de
la que sali&oacute;. Triste resultado del ardor de las
pasiones, que por desgracia para los pueblos
es las mas veces el m&oacute;vil y regulador de lo que
se ha convenido en designar con el nombre de
grandes y heroicos sucesos!
ARISTIPO.
PENSAMIENTOS RELIJIOSOS.
No conviene jam&aacute;s quejarse de haber hecho
muchos ingratos, pues esto prueba que se ha
hecho mucho bien.
Un defecto que impide obrar &aacute; los hombres es
el no conocer de lo que son capaces. Tres cosas
hay que se lo impiden y les sirven de pretesto: el
temor para no sujetarse &aacute; la prueba, la pereza para no trabajar, y la falta de aplicaci&oacute;n para lo
que no sea satisfacer su lijereza. El temor supone un buen principio, el deseo de hacer bien; es
preciso animarle: la pereza es una cobard&iacute;a; es
necesario combatirla: la falta de aplicaci&oacute;n proviene de diversas causas; es necesario cautivarlas.
Creer, amar, sufrir, he aqui el cristianismo.
&pound;1 hombre piadoso y el ateo hablan siempre
de relijion; el uno habla de lo que ama, el otro
de lo oue teme; y el objeto del uno es inspirar
amor acia ella, y el objeto del otro es destruirla en la mente de los hombres.
El placer de hacer el bien es la recompensa
mas inmediata del beneficio hecho.
El mundo es tan d&eacute;bil cjue los hombres honrados que no tienen relijion hacen estremecer
mas con su peligrosa virtud, que los saltarines
con sus atrevidos equilibrios en la cuerda.
La duda es una mar ajilada cuyo &uacute;nico puerto es la relijion.
POES&Iacute;A.
A la muerte de la esposa de uii amigo.
Silencio..!! No sentis que sordaroentu
una vo&uuml; dolorosa ajila el viento,
sin cesar de pedir solo un momento
qne la muerte le &aacute;rabe prontamente?
Venid... Es un amigo !.. Veis su frente
surcada de sufrir tanto tormento,
el ro-stro entre las manos escondido,
y el cabello sin orden esparcido.^
N o advert&iacute;&raquo; que en el &aacute;ngulo reclina,
de un sepulcro de flores adt^rnado,
su cuerpo descompuesto, abandonado,
y que &aacute; besar la tumba ora se inclina.^
Os espanta?., sabed qne aguda espina
al infelice el pecho ha traspasado;
sabed que es su dolor mucho mas fuerte,
qne el de &aacute; espacio sentir llegar la muerte.
Son tributo sus l&aacute;grimas debido
i la mnerte temprana de su esposa,
comparable en su suerte con la rosa
segada al punto que se v&eacute; ha nacido;
&pound;1 recreaba con su voz su oido,
&eacute;l siempre la llamaba, &laquo; nina hermosa, &raquo;
de &eacute;l marchaban las penas al momento
que via de hermosnra aquel portento.
Mil veces lo escuch&eacute;
'Esta ventura
el coraxon me tiene enajenado,
y o gozo de un placer nunca gozado,
y el placer en el mundo poco dura;
mi esposa un &aacute;njel es, no es criatura,
y para el mundo Dios no la ha formado;
la muerte va i llevarla....&raquo; Se cumpli&oacute;!
La esposa de mi amigo ya muri&oacute;!!
Ya muri&oacute;! ya sus ojos inocentes
no miran al esposo que adoraba,
al esposo que siempre consolaba
con sus caricias puras y frecuentes;
yo presenciara en veces diferentes
estos halagos y t.imbien gozaba;
yo felices los vi, y era mi anhelo
qne infinito durara este consuelo.
Pero cruel y sorda fu&eacute; la muerte
al mirarlos y o&iacute;r la mi querella,
pues inhumana su segur estrella
contra tan grande y venturosa suerte.
Union tan bella con envidia advierte...
con furia insana todo lo atropella
y &aacute; la esposa llev&oacute;.... que no v&eacute; nunca
de quedase es la flor que pisa, y trunca !!
Rara vez son consejos &uacute;tiles los consejos agradables.
Ta sab&eacute;is su dolor... N&oacute; es justo ahora
que maldiga su estrella infausta, imp&iacute;a?
&Ntilde;o es justo que aquel lloro que vert&iacute;a
de derramar no cese ni una hora ?...
Si, amigo desdichado, llora, llora
&aacute; tu tristeza se unir&aacute; la mia
que la pena por siempre i los dos liga....
Tu has perdido una esposa, yo nna amiga!
La lisonja es como la moneda falsa, que empobrece &aacute; quien la recibe.
Esposa bella de mi caro amigo,
dechado de deberes y virtud,
Destruir la inmortalidad del alma es a&ntilde;adir
la muerte &aacute; la muerte.
soo
&aacute; quien tronch&oacute; en na hermosa juventnd
con crueldad inaudita hado enemigo;
de la tanta promesa sea testigo
el cielo, qne aqu&iacute; hago en tu atahnd :
&laquo;mientras conserve recta la memoria
mi l&aacute;hio estender&aacute; (le quier tu historia.&raquo;
venid con flores que su tronco friu
es deber que tambi&eacute;n embellezc&aacute;is.
Conozco que ese llanto que arroj&aacute;is
es justo; y o tampoco lo desvio,
pero sabed al lin para consuelo
que goza para siempre all&aacute; en el cielo.
Ven, amigo! Te&ntilde;id los que escuch&aacute;is
los lamentos que lanza el pecho mio^
R.
DK V A L L I I D A R E S Y S A A V I D R A .
LISF.0 DS KEltfOEJAS.
CROICICAS E9?A&Iacute;&Iacute;OT.AS. — El se&ntilde;or
don Ram&oacute;n de Navarrete, joven literato tati conocido, ya como escritor cr&iacute;tico, por l.&gt;s razonados art&iacute;culos qne ha publicado, ya como
autor dram&aacute;tico por los varios dramas qne con tan buen &eacute;xito ha presentado &uacute; la escena, aspira en el dia
&aacute; merecer el dictado de novelista,
para enlazar una flor mas &aacute; su bella.]
corona de artista. (IREKNCIAS Y DESEWOASOS, que es la obra qne ha ofrecido al p&uacute;blico como ensayo de sus
talentos en este j&eacute;nero, han demostrado &aacute; nuestro entender qne para
este j&eacute;nero re&uacute;ne brillant&iacute;simas cualidades, y qne acaso est&aacute; destinado
&aacute; brillar en &eacute;l mas que en ning&uacute;n
otro. Su iniajinacion po&eacute;tica, sn jenio
observador, su trato de mundo, sn
conocimiento &iacute;ntimo de la alta sociedad, su estudio en fin y sn instroccion son elementos qne. rennido&raquo; como lo est&aacute;n en el se&ntilde;or de
Navarrete, no pueden menos de producir una obra de m&eacute;rito; y que estas cualidades las posee dicho escritor se manifiesta claramente en la
novela que analizamos. .Su j&eacute;nero
puede compararse al de los elegantes modelps &lt;&iexcl;oe sin dnda se ha propuesto, tales como Ralzac, Sonl&iacute;&eacute;,
Janin, Massun y otros; bien que &laquo;n
imitaci&oacute;n ha quedado circnntcrita
al colorido en jeneral, siendo orijinal en todo l o dem&aacute;s como deb&iacute;a
serlo. La exacta pintura de la mayor parte de los caracteres, el claro oscnro de los cuadros ((Ue presenta, ta variedad de las escenas qne
describe; c! verdadero y filos&oacute;fico
an&aacute;lisis de las pasiones, cuya violencia &oacute; temara tan rainnciosa como
esactamente profundiza, prueban los
elementos qne hemos dicho que adoman al se&ntilde;or de Navarrete para
constituirle en un elegante novelista. El plan de esta obra es sencillo: pero no por •&laquo;&gt; es menos interesante en sus detalles. La acci&oacute;n
marcha sin violencia i nn desenlace que no se prev&eacute; y qne est&aacute;
h&aacute;bilmente combinado y dispuesto.
SI &aacute; todo esto se agrega un lenguaje
correcto, embellecido por Im&aacute;jenes
po&eacute;ticas, espresadas con la pureza
qne permite la lengua de Cervantes,
se tendr&aacute; un conjunto de un m&eacute;rito
qne honra &aacute; sn antor. A otros dejamos la tarea de se&ntilde;alarlos defectos qne se encnenrren en la obra;
nosotros nos hemos reservado la de
indicar las bellezas qne han resullatado &aacute; nuestros ojos: sintiendo qne
los estrechos limites de este peri&iacute;di
co no favorezcan nuestra voluntad
dehabersedestinadoun art&iacute;culo cual
se merece Recomendamos al p&uacute;blico esta novela de nnxxsciAs Y OES-J
EMCASOS: &aacute; su autor y nuestro amigo
le felicitamos por su trabajo: y al
se&ntilde;or de Escobar director de las
CR&Oacute;NICAS ESPA&Ntilde;OLAS le damos la enhorabuena por haber dailp ' • n bueti
principio &aacute; su colecci&oacute;n. Tenga cuidado de que no desmerezcan en lo
sncesivo; haga alg&uacute;n sacrificio por
elejir los orijinales, y i n enipresa,
aunque al principio no le prometa
nn resnltado ventajos&iacute;simo, esti del
todo asegurada. ~ R .
HISTORIAS CABALT.ERESC&Aacute;S ESPA&Ntilde;O-
dudamos no desmerecer&aacute;n en nada
de la&raquo; brillantes obras que hemos
visto ya de este artista. •? llam&aacute;rnosle artista, nombre qne no cuadra &aacute; los dem&aacute;s que ejercen la misma profesi&oacute;n , porque &laquo; o es lo mismo cortar el pelo sin regla ni sistema alguno , no observando las diferencias que existen en la iisonomia de cada individuo para adaptarle el peinado que le convenga;
no es lo mismo hacer pelucas rutinarias sin arte ni imitaci&oacute;n del natural , que al instante revelan l o
qne s o n , no es lo mismo esto , que
es lo qne jeneralmente haceu los
peluqueros de Madrid, comparado
con el tino y habilidad de la&raquo; m a nos de P&eacute;rez Pelaez, y U verdad
asombrosa de sus obras. Quien busca y rejislra , como &eacute;l l o hace, mil
viejas estampas y tnil antiguas descripciones , con objeto de buscar
la propiedad hist&oacute;rica del peinado
de nuestros &laquo;ntepfisado&raquo;: quien aplica luego los medios que emplea el
arte para lograr ) • iaa* e&iacute;teta imitaci&oacute;n en las pelucas qne-ejeentSj
y buen testigo de esto son la&raquo; que
el p&uacute;blico escojido del Liceo ha tenido ocasi&oacute;n de admirar en el teatro
de la sociedad, para la cual el se&ntilde;or
P&eacute;rez Pelaez ha trabajado y signe
trabajando gratuitamente, sin U mas
m&iacute;nima retribuci&oacute;n, movido tan solo de sn entusiasmo attistico; quien
no da au paso en su profesi&oacute;n que
no vaya encaminado &aacute; hallar el tipo natural mas bello, creemos qne
es un verdadero artisU. Deseamos
pues que el se&ntilde;or P&eacute;rez Pelaez d&eacute;
cima &aacute; su trabajo, que acabar&aacute; de
cimentar la bien adquirida fama de
que goza entre todos lo&raquo; &laquo;legantes
de la corte y personas de buen gusto.
LA&raquo;. — El ser colaborador de nuestro peri&oacute;dico el an'or de esta&raquo; leyendas , y el formal empe&ntilde;o qne por
esta raz&oacute;n ha manifestado de que
no &raquo;e elojien en &eacute;l sus composiciones , puesto que elojio&raquo; y no escasos merece su nueva publicaci&oacute;n,
no&raquo; hace renunciar al an&aacute;lisis de esta obra seg&uacute;n lo hab&iacute;amos anuncia
do, aunque, &iacute; disgusto nuestro, pues
el formar dicho se&ntilde;or parte de nuestra redacci&oacute;n no nos parece sea nn
motivo para impedir que su&raquo; compa&ntilde;eros tengan el concepto que quieran de sn&raquo; trabajos literarios, ni qne
se priven de rendir justas alabanzas
&aacute; un amigo, por un bell&iacute;simo tra
bajo, dispensando tantas &aacute; desconocidos por obras medianas. &laquo;= M.
tlir ARTISTA. — Hemos tenido
AnVERT&Iacute;ltCIA.
ocasi&oacute;n de ver los preparativos que
don Manuel P&eacute;rez Pelaez ( * ) tiene
Terminando con el n&uacute;mero i n •ya dispuestos para hacer una colecci&oacute;n de pelucas hist&oacute;ricas, que no mediato el primer tomo del REVLIJO,
y debiendo incluirse en &eacute;l el &Iacute;ndice,
(*) Calle de la Visitaci&oacute;n , n&uacute;mero i , lo que exije alg&uacute;n tiempo para forcBarto prindpi&iacute;l. No deb&iacute;! confund&iacute;rsele con marle, no saldr&aacute; dicho n&uacute;mero hasta
otros dos pelaqncrus de Madrid que lleel jueves 6 del pr&oacute;ximo julio.
van el mismo nombre.
MADRID : IMPRENTA DEL REFLEJO.
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