ricos más vetustos, como Diego Barros Arana o Sergio Villalobos

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TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 19 de septiembre de 2015
Universidad Católica de Valparaíso, le traía los libros de la editorial Universitaria que guardaban en el mismo galpón donde
estacionaba. “Él, en su ingenuidad, agarraba cualquiera y me lo
llevaba. Un día llegaba con una
obra de divulgación científica,
otro con fragmentos del Decamerón de Bocaccio o uno sobre
la decadencia del imperio romano de Occidente”.
Ese interés se transformó en libro cuando a principios de año
Gonzalo Eltesch, editor de Penguin Random House (PRH), lo
escuchó en Un país generoso en
radio Zero, programa del cual
era panelista y se dio cuenta de
que él era el autor que hace dos
años buscaba para escribir sobre
el lado B de la historia, en algo
similar a lo que se estaba haciendo en Argentina.
¿A quién hay que desmitificar
en nuestra historia?
A todos. Necesitamos más carne y menos estatuas. Todos
nuestros próceres tienen lados
oscuros y no es la idea enlodarlos, pero sí humanizarlos. Tenemos al entronizado Diego Portales, que era un comerciante que
se aprovechó de su condición
política en términos comerciales, que se armaba sus chinganas
propias y tenía prácticamente
un prostíbulo para él solo. Nadie
está buscando destruirlo a él o a
O’Higgins, estamos tratando de
dimensionarlos para poder valorarlos de manera correcta.
¿Hay que reescribir la historia
de Chile?
No, hay que completarla. Soy
escritor y no tengo credenciales
historiográficas como para pretender siquiera hacer algo así.
Pretendo tirar a la mesa piezas
nuevas del rompecabezas. El libro en su intención es bien misceláneo: hay grandes historias,
pero también pequeñas. El mensaje es que hay que tener un
pensamiento crítico porque la
historia no son hechos, son las
interpretaciones de historiadores, las que pueden estar motivadas por objetivos de todo tipo,
como instalar valores o proteger
instituciones. Hay conspiración
también.
¿Qué rol juega entonces la
conspiración en la historia de
Chile?
Una conspiración es un grupo
que se junta para definir qué
cosa es conveniente decir. Y en
nuestra historia juega un rol importante porque necesitábamos
construir en el corto plazo un
relato aceptable, entonces se
omitieron cuestiones. Como el
objetivo era la construcción de
un Estado, la conspiración tomó
una línea bien específica: la de
proteger las instituciones. Para
proteger al Ejército se escondían
las masacres o para proteger al
Estado se ocultaba su relación
con el empresariado y la corrupción. Nuestra conspiración funcionó de forma provinciana,
omitiendo vicios privados. El
afán de proteger estas instituciones, que se suponía eran la estructura de la República, fue en
desmedro de las personas.
¿Por qué tiene tanto atractivo
la conspiración?
Cuando no te está yendo bien
con algún proyecto y ya no entiendes las razones, sientes que
hay alguien que opera en contra.
La paranoia tiende a personificar. Entonces, cuando estás en la
oscuridad frente a los poderes,
empiezan a aparecer organizaciones secretas. Es una cuestión
bien humana. También, a veces,
puede ser cierta. Nunca lo vas a
saber.
¿Estamos más paranoicos?
Más que paranoicos, nos hemos vuelto desconfiados. La paranoia es una patología frente a
hechos imaginarios, pero esto
pasó a otra etapa: descubrimos
que hay poderes fácticos detrás
de la Iglesia o tipos que les están
pagando a nuestros políticos.
Todas esas cosas que nos volvían
paranoicos se confirmaron en la
realidad.
¿Usted es paranoico?
Dejo la paranoia para mi literatura de ciencia ficción. Lo que
tengo es profunda desconfianza.
Sólo creo en las personas. Hoy es
de sentido común desconfiar de
todas las instituciones, ya no es
paranoia.
¿Qué lugar ocupa la conspiración y la conspiranoia en su libro?
A diferencia de la conspiranoia
yo trato de no trabajar con la suposición, y la conspiranoia se
apoya en la falacia, en el “si esto
fuera cierto”. Yo estoy haciendo
el ejercicio contrario: no estoy
tratando de instalar una mentira
como verdad, sino de traer verdad a la mentira. Por eso el libro
tiene bibliografía y se funda incluso en nuestros pilares histó-
ricos más vetustos, como Diego
Barros Arana o Sergio Villalobos.
¿Qué reacciones ha recibido
de los historiadores?
Hasta el momento, pura buena
onda. Todos se enfocan en lo
realmente importante: que este
libro algo les dice sobre los formatos y el mecanismo de la enseñanza de la historia. El mensaje para los que lo leen es que
lo usen como plataforma para
irse hacia fuentes más amplias o
libros más profundos. Algo pasó
con las herramientas de narración, el uso de la literatura, el
formato y el enfoque que hizo
que la historia, que es un ramo
aburrido del colegio, se haya
transformado en un best seller
nacional. Es una cosa rarísima.
Juan Carlos Fau, el dueño de la
librería Qué Leo Providencia,
dice que la principal virtud de
Baradit es que no tiene miedo de
ir en contra de algo tan sagrado
como la historia de Chile. “La
mayoría de los escritores busca
lugares acomodaticios por los
fondos públicos, porque hacen
clases en universidades o no los
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