Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7

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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
Atienza de los Juglares
Atienza de los Juglares
Número 51. Julio-Agosto 2013
Dirección y coordinación: Tomás Gismera Velasco
Blog de Atienza de los Juglares:
http://www.atienzadelosjuglares.blogspot.com
Facebook:
http://www.facebook.com/#!/atienzadelosjuglares
Correo:
[email protected]
Si deseas colaborar con Atienza de los Juglares, o quieres ver tu
trabajo publicado, relacionado con Atienza, la Serranía, el antiguo
común de Villa y Tierra de Atienza, o cualquier otro aspecto en el que
Atienza y su comarca tenga participación, puedes enviar tus
colaboraciones a: [email protected]
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Atienza de los Juglares
SUMARIO:
.- 5.- Atienza, arrieros contra carreteros. Juan Luis López Alonso.
.- 17.- Atienza siglo XX. Crónicas de la historia reciente (18). Tomás Gismera
Velasco.
.- 23.- La ruta del Cid en su destierro. De los viajes por España del Doctor
Kaestner.
.- 27.- Médicos de Atienza en los siglos XVIII y XIX. Juan Luis López Alonso.
.- 34.- Sucedió en julio.
.- 35.- Sucedió en agosto.
.- 36.- La trilla.
.- 37.- Atienza. La imagen del mes.
.- 38.- Así se escribió la Historia de la Villa de Atienza.
.- 41.- Bustares en la Crónica Monumental del Cronista Juan Catalina García
López.
.- 42.- La excursión al Alto Rey de Manuel Pérez Villamil, de 1885.
.- 45.- La Noche de Pastrana. 40 años sin José Antonio Ochaíta. Tomás Gismera
Velasco.
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ATIENZA,
ARRIEROS CONTRA CARRETEROS
JUAN LUIS LÓPEZ ALONSO
El 16 de julio de 1.766 tuvo lugar un suceso en Atienza del que resultaron varios heridos. Por
ello el Alcalde Mayor de la Villa fulminó Causa Criminal contra algunos participantes.
Participan numerosos personajes de la Villa: Alcalde Mayor, escribano, herrero, médico,
cirujano, mayordomo pontifical, arrieros de Sigüenza y carreteros de la Real Carretería de
Canicosa. En el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara se encuentran 4 protocolos del
escribano Diego Fernández Sopeña1: Poder a favor de Bernardo de la Iglesia, vecino de esta
Villa, por Juan Andrés Martín; Fianza de Cárcel Segura por Juan Miguel Gil y Francisco
Pérez; Poder a favor de José Blasco, por Juan Ángel Ruiz, vecino de Sigüenza; y Poder a
favor del Procurador Francisco López Herrero, de la Real Chancillería de Valladolid. Esta
documentación nos relata parcialmente los hechos acaecidos ese día. Para completar la visión
se recurre al Registro de Ejecutorias de la Real Chancillería de Valladolid, donde se localiza
la Ejecutoria de Pleito2. Procuraremos hacer una narración cronológica.
Juan Andrés Martín, vecino de la Villa de Canicosa, mayoral de la Carretería de D. Domingo de
Retes, transitaba con 43 carretas tiradas por bueyes cerca de la venta de Riofrío. Los mozos
carreteros eran todos de Canicosa, hoy Canicosa de la Sierra (Burgos). Vienen de vacío, después de
haber descargado carbón en Madrid, y se dirigen a cargar sal en las Reales Salinas de Imón para el
Alfolí de Peñafiel. Llega a su altura con sus caballerías Juan Ángel Ruiz, arriero vecino de
Sigüenza. La carretería lleva un novillo cojo y atado. Cuando lo vio Juan Ángel “comenzó a hacer
fiestas para torearlo. Díjole Eusebio Miguel Gil: - Deje Vmd ese novillo, que no viene para eso.
Respondió: - Soy torero, y haré burla de él, como he hecho de otros mejores”, según testimonio de
Francisco Pérez. Este es el primer encuentro entre Juan Ángel Ruiz y el carretero Eusebio Miguel
Gil, y origen del futuro pleito.
El Pleito tuvo principio por Auto de oficio siguiente:
“En la Villa de Atienza, el día 16 del mes de julio de 1.766, el Licenciado D. Diego Faustino
Rodríguez, abogado de los Reales Consejos, Alcalde Mayor por S.M., por ante mí el presente
escribano, digo: que siendo las 7 de la tarde de este día, poco más o menos, llegó a su casa un
hombre que dijo llamarse Juan Andrés Martín, ser de la Villa de Canicosa, y mayoral de la
cuadrilla de 43 carretas propias de D. Domingo Retes, vecino de la Villa y Corte de Madrid, de
donde venía con ellas de vacío, por haber descargado allí carbón, e ir a las Reales Salinas de Imón
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AHPGU. P-2320.2
ARCHVA. Registro de Ejecutorias, Caja 3327, 13
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a cargar sal para el Alfolí de
Peñafiel, dando cuenta de cómo
en el camino que de esta Villa se
va a su venta que llaman de
Riofrío y a la Ciudad de
Sigüenza, 3 hombres arrieros
que pasaban con sus recuas
cargadas, al parecer de grano,
habían herido gravemente a sus
dos alnados3, Eusebio y Juan
Miguel Gil, mozos de sus
cuadrillas de carretas: al
primero, dándole una cuchillada
muy larga y profunda en el
brazo izquierdo; y al segundo, otra en el pecho. Ambas con una navaja de muelle muy ancha de
hoja, con punta y cachas negras que le entregó a Su Merced, y retiene por ahora en su poder.
Expresando asimismo quedar en el referido camino herido, uno de los dichos 3 arrieros que
llevaba 4 caballerías mayores, por cuya guarda había dejado de centinela a un mozo llamado
Eustaquio, y venido a dar cuenta y traer los dos primeros heridos, a efecto de que se tome la
providencia más pronta y conducente. Y ejecutándolo así Su Merced, mandó:
Se ponga (a los heridos) en el mesón que está a cargo de Miguel Medranda, vecino de esta Villa.
Que Nicolás Sánchez, cirujano titular de ella pase inmediatamente, cosa la sangre, cure a los
heridos, y declare la entidad y calidad de las que padecen, con qué instrumentos están ejecutadas.
Que el Teniente Alguacil Mayor, Pedro Ruiz de Torremilano, asistido de 6 hombres cuidadosos,
pase al camino señalado, y cuide del hombre que allí se dice estar herido.
Ínterin pase Su Merced con el presente escribano, dicho cirujano, y D. Juan Manuel Gil, médico
titular, pudiendo ser habido, para removerle y conducirle a esta dicha Villa, y mesón de cargo de
Mateo Esteban.
Haciendo, asimismo, que por medio de recado, y mediante la cercanía donde dicen se halla el otro
herido, asista algún sacerdote o religioso confesor a lo que puede acaecer, que confiese y se le
auxilie como corresponde, si lo pidiese el estado en que se encuentre, para en su vista proceder a lo
que más conduzca, según lo que resulte de Autos y declaraciones de los heridos, que se recibirán
prontamente.
Y siguiente a todo lo demás que tuvieren noticia del hecho referido, conduciendo también a esta
Villa y mesón referido las caballerías y bienes que se encontrasen de unos y otros, por los efectos
que convenga.
Dicho Alcalde Mayor proveyó, así lo declaró y firmó, de que doy fe.” Licenciado D. Diego Faustino
Rodríguez. Ante mí: Diego Fernández Sopeña.
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Alnado: hijastro
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A continuación de dicho Auto se
practicaron varias Diligencias,
entre otras las declaraciones de
los heridos y el cirujano. Por su
importancia reflejamos la de uno
de los heridos, que se realiza el
mismo día 16 de julio. El Alcalde
Mayor, como Juez de los Autos,
pasa esa noche a la casa mesón
de Miguel Medranda. Entra en la
sala alta donde se halla en cama.
El escribano, siempre presente, le
toma juramento en la forma
acostumbrada,
y
siendo
preguntado sobre lo acaecido dijo:
“ Se llama Eusebio Miguel Gil, mozo soltero, natural de la Villa de Canicosa, hijo legítimo de
Pedro Miguel, difunto, y de Josefa Gil, mujer en segundas nupcias de Juan Andrés Martín, vecinos
de dicha Villa, y criado en la cuadrilla de 43 carretas propias de D. Domingo Retes, vecino de la
Villa y Corte de Madrid, que es mayoral dicho su padrastro, y que la herida que padece en el brazo
izquierdo se la ha causado un hombre recio que, en compañía de otros dos, marchaban como entre
5 y 6 de la tarde por el camino que desde esta Villa se va a la Ciudad de Sigüenza y venta que
llaman de Riofrío, con una navaja ancha de hoja, puntiaguda, negra de cachas, con muelle en ellas
(en otro testimonio se dice que tiene una tercia de vara, cerca de 30 centímetros de hoja), la misma
que el referido su padrastro entregó a Su Merced.
De este modo que habiendo venido el declarante a esta Villa desde sus carretas, que tienen de
suelta más acá de dicha venta, para herrar el caballo, como lo hizo en casa de un herrero que
ignora su nombre y apellido, y está a la entrada de ella, frente al nuevo hospital.(Un testigo afirma
que cuando estaba herrando el caballo, dijo al ver a los arrieros: “eran unos baladrones los de
Sigüenza, expresándoselo así a Patricio Ruiz Rebolleda, herrador de esta Villa”, con intención de
ir a buscarlos, “con altivez y arrogancia y ademanes de valiente”).
Siendo como las 5 se volvió en dicho su caballo para dichas carretas, y más allá de la fuente que
llaman El Caño, junto al Rollo, y entrada de dicho camino, encontró a dichos 3 hombres con
diferentes caballerías mayores y menores, cargadas al parecer de grano (el abogado defensor del
arriero dice: “es obvio que mi parte no tuvo, ni en él hubo, ni un remoto pensamiento de intentar
quimera ni contienda con el ánimo del mencionado Eusebio, quien haciendo el guapo en su caballo
se personó, dando alcance a mis partes en su compañía, haciendo alarde de valiente jinete sin
duda, y mostrándose de guapo”). Y el más gordo de ellos dijo al que declara: - Alma de mierda, si
anteayer hubiera estado en otra parte, de un sopapo te hubiera quitado la cara pues, por vida de
Dios, que no hablan si no es adonde están adocenados, y todo cuanto quiera me pongo con usted -.
Respondió: - Yo no quiero ponerme a nada -. Repitió dicho hombre gordo con mucha arrogancia:
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-¿Quiere jugar al truque y flor?, que tengo
dinero. Sacando una bolsa de badana
mostró un doblón de a 5 pesos. –Yo no
quiero jugar,- dijo el que declara. Y al llegar
a unos prados cercados de piedra que hay
inmediatos al expresado camino, otro
hombre de los 3, cogió una losa, y dijo al
declarante si quería tirar a la barra.
Respondió:- No se cansen ustedes, que ni
quiero tirar a la barra, ni hacer otra
ninguna apuesta
Sin otra causa ni motivo los dos hombres, el
gordo y el que tenía la losa en la mano, se
agarraron de las riendas del caballo,
diciendo: - Freno, que llevaba el caballo en
que iba el declarante, diciendo: - A ver el
dinero que lleva. Asegurándoles no llevar 6
cuartos, con muchas amenazas le dijeron si
no lo sacaba: - Te hemos de cortar los
cojones. Le hicieron apear, y el que desafió
a la barra montó en dicho caballo, anduvo
como 30 pasos y se volvió. Temeroso el
declarante no le hiciesen mal por el
inordinado modo con que le tiraban
amenazas que le hacían, y descompostura en
el hablar, deseaba acercarse a su carretería,
o ver los mozos que pastoreaban la boyada.
Como con efecto, al asomar a un repecho
que tiene el camino, hacia las cañadas del
monte que hay a la derecha, alcanzó a ver a
sus compañeros con dicha boyada. Les dio
voces y a este tiempo, el referido hombre
arriero gordo sacó del bolsillo de su chupa
la citada navaja. Y abierta le tiró un golpe
hacia el lado izquierdo del que declara, que
se retiró un poco, puso el brazo y se le abrió
de una cuchillada desde la muñeca hasta
más arriba del codo. Viéndole tan herido, y
arrojar
tanta
sangre,
marcharon
precipitadamente con sus caballerías los
otros dos hombres que acompañaban al
gordo, diciendo: ¡matarlo!, ¡matarlo!
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Y llegando a ese mismo tiempo
Juan Manuel Gil, hermano del
que declara, Francisco Pérez, y
Pedro de Marcos, sus compañeros
mozos, solteros, naturales de la
Villa de Canicosa, acometió hacia
ellos con dicha navaja en la
mano, el expresado hombre
gordo. Y al retirarse su hermano
Juan Miguel Gil, cayó en tierra.
Entonces le dio una cuchillada y
le abrió el pecho (“Acción de
hombre desalmado, y de ánimo
tirano, querer ensangrentarse
como lobo carnicero en quien está rendido en el suelo, cuya circunstancia sola, le hace merecedor
de la pena ordinaria de último suplicio”, dirá más tarde el procurador de los carreteros). Y viendo
que de ella manaba mucha sangre, el nominado Francisco Pérez le dio un garrotazo en un brazo,
con que soltó dicha navaja, y otro, u otros dos, en la cabeza. Y a dicho tiempo le sacudió otros
garrotazos en el cuerpo el nominado su hermano, con que cayó dicho hombre gordo, retirándose el
que declara, su hermano y acompañantes a una cañada que hay a la parte de abajo de dicho
camino, para que les curasen con unos pañuelos las heridas, a ver si podían restañar la mucha
sangre que le salía. Vieron que se levantó el dicho hombre, fue a las 4 caballerías de su recua, y
yendo hacia el nominado Francisco Pérez, para que no marchase, se volvió a tender en el suelo,
donde lo dejaron, marchando el nominado Juan Miguel montado en dicho caballo a llamar a su
padrastro Juan Andrés Martín, que estaba en las carretas, cerca del nominado puesto. Y habiendo
venido en compañía de otros tres mozos, llamados Eustaquio Ibáñez, Juan Martín y Bartolomé
Ayuso, dejó con el citado hombre gordo, para que tuviese cuenta de sus 4 caballerías, al dicho
Eustaquio Ibáñez. Y vino con el declarante y su hermano a dar cuenta a Su Merced. (A
continuación declara como motivo el incidente del novillo de dos días antes).
Seguidamente el Alcalde Mayor y el escribano, con las formalidades acostumbradas, tomaron
juramento al otro herido, Juan de Miguel Gil, hermano del anterior, que se ratificó en lo declarado
por su hermano.
A continuación, el Alcalde Mayor y el escribano, el mismo día 16, fueron al mesón que regentaba
Mateo Esteban, y entrando en la pieza donde se encontraba el arriero gordo, le tomaron juramento,
y declaró:
“Dijo llamarse Juan Ángel Ruiz, marido de María Hernández, vecinos de la Ciudad de Sigüenza.
Viniendo de esta Villa el dicho día 16 con sus 4 caballerías mayores por trigo para la panera de Su
Ilustrísima, que se lo entregó D. José Cabreriza, su Mayordomo Pontifical, con una carta y 50
doblones, para que los entregase al Mayordomo Mayor que tiene dicha Ciudad.
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Que habiéndose encontrado junto a la taberna de abajo con dos sujetos de Sigüenza, el uno
llamado Joaquín, hijo del que nominan Malva; y el otro, Sebastián Manchega, que con 10 o 12
caballerías de menor y una de mayor, llevaban también trigo a la referida Ciudad. Con ánimo de ir
juntos a ella, salieron de esta Villa, poco más o menos, a las 5 de la tarde, y encontraron más allá
de la fuente del Caño, junto al Rollo, al entrar en el camino de la venta que llaman de Riofrío, con
un carretero que iba en un caballo. Conocí el que declara era el mismo que el lunes de esta
semana, estando de vuelta con su carretería, le agarró de la soga que traía atado un novillo y le
riñó, diciéndole le dejase que no tría gana de fiesta. Y le dije:
- Ustedes sólo hablan donde hay mucha gente.
Y continuando el camino llegaron a unos prados que hay inmediatos a esta citada Villa de pared de
cerradura. Tomó el expresado Joaquín un canto con el que tirar dos tiros. Poco más adelante sacó
el declarante de un bolsillo de badana el doblón de 5 pesos que tenía, diciendo al carretero: - A ver
lo que te llevas. Para lo que se agarró al que declara, y entonces sacó la navaja que regularmente
lleva en su bolsillo para partir pan y picar el cigarro, ancha de hoja, cachas negras, con muelle,
advirtiéndole y teniéndola en la mano, no se a cuantos hirió de los compañeros que vinieron. Y
llamó el expresado carretero por estar atolondrado el que declara de los palos que le dieron,
diciendo: - Pícaro, ladrón. Y como los dos dichos vecinos de Sigüenza marcharon con su recua,
dejaron solo al declarante, y cayó privado en tierra. No puede decir lo demás. De que dicho D.
José Cabreriza llegó allí paseándose con otros sujetos, le entregó su carta y dinero, y que después
pasó gente, que ya estaba más despabilado, y poniéndose sobre sus caballerías le trajeron con
cuidado y pusieron en la cama donde se halla. Ha confesado y recibido el Santo Sacramento de la
Eucaristía. Que todo cuanto declara es la verdad”. No firmó porque dijo no poder, aunque sabe.
Esa misma noche compareció Nicolás Sánchez, cirujano titular, ante el Alcalde Mayor y el
escribano, que con las formalidades acostumbradas, le tomaron juramento y dijo que había pasado a
la posada que tiene a su cargo Miguel Medranda, cosiendo la sangre de las heridas de Eusebio
Miguel Gil “de la herida que tiene en el brazo izquierdo desde el codo hasta casi el sobaco, hecho
con instrumento cortante y bastante ancho de hoja, con perdimiento de sustancia(...) con flujo de
sangre por haber cortado algunas venas, por lo que fue preciso darle 10 puntos y aplicarle el agua
arterial y su ligadura compresiva, para que cesase el flujo de sangre, que por las muchas horas
estaba exánime.”
Al hermano herido también reconoce y cura: “padece en el pecho, sobre el esternón, desde debajo
de la clavícula, hasta el medio del pecho, de la longitud que se infiere por lo antecedente señalado,
hecha también con instrumento cortante, con punta tan profunda que llega a tocar el mismo
esternón, y al remate al medio del pecho cortó un vaso arterial, a lo que se siguió flujo de sangre. Y
para cortarlo le dio 7 puntos y le aplicó la dicha agua arterial (…) siendo una y otra herida de
bastante riesgo”.
Esa misma noche pasa el cirujano a la posada de Mateo Esteban, donde cura a Juan Ángel Ruiz “las
4 heridas hechas con instrumento contundente en la cabeza, 3 sobre el hueco coronal de longitud
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de 3 dedos, otra sobre la comisura coronal y occipital, también como de longitud de dedo y medio,
a la que no pudo darle puntos, otra sobre el hueso occipital de la longitud de más de 6 dedos con
perdimiento de sustancia, descubriendo parte del cráneo (…) con bastante inflamación. No puedo
reconocer si había alguna lesión en el cráneo”. También describe la gran herida de la mejilla, y
“siendo todas en parte tan principal como la cabeza, y de tanta gravedad, la considera por de
gravísimo riesgo”.
Se notifica al médico titular de la Villa, D. Juan Manuel Gil de Vergara para que asista y medicine
diariamente a los tres heridos.
Se embargan los bienes de los 3 arrieros, y se ordena la búsqueda y captura de Joaquín Domínguez y
Sebastián Sánchez, los arrieros fugitivos. Según sus mujeres, se encuentran en la Alcarria porteando
vino.
El 6 de agosto, el Alcalde Mayor, con médico y cirujano, comprueban que las heridas de Eusebio
Miguel Gil, están cicatrizadas y puede ingresar en la cárcel. Juan Manuel Gil, “se levanta y anda
por dicha posada de orden de los que declaran”. Ordena el Alcalde Mayor “se pase, ponga y esté en
una de las dos piezas que hay en la habitación alta de la cárcel pública que llaman El Oratorio, y la
otra, la sala grande cuya reja y ventana cae a la Plaza Mayor, donde con igual o mejor comodidad
puede andar por ella, con el sosiego y quietud que allí logrará”.
Juan Andrés Martín, declara en 12 de agosto los daños que sufre la carretería, por causa del suceso
son los siguientes:
- 8.490 reales de valor por el porte que se ha perdido por falta de 3 mozos, a razón de
200 reales cada carreta.
- 4.200 reales por la pérdida y desfalco de los 84 bueyes por falta de cuidadores.
- 1.320 reales el valor de los novillos perdidos de las carretas por falta de mozos.
- 880 reales por multa de haber entrado 5 novillos en el agostadero.
- 80 ducados, por el valor de 2 bueyes que se han desgraciado
A primeros de octubre de ese mismo año Juan Esteban Pérez, vecino de Atienza, apoderado de Juan
Ángel Ruiz, defiende a su parte exponiendo los gastos que le han ocasionado y las heridas mortales
causadas a su defendido: “las heridas mortales que ha padecido y padece, sobre que protesto pedir
a su tiempo, ejecutándolo todo en sus personas y bienes hasta la pena de muerte a que son
acreedores”, por lo menos se prisión rigurosa (los carreteros habían salido bajo fianza días antes),
que se encuentran sueltos “asegurándoles con prisiones fuertes”, sin permitirles que paseen por las
calles y plazas de Atienza y se les embarguen sus bienes. Solicita libramiento bajo fianza de su
cliente, y alzamiento de su embargo de bienes. No se le concedió.
En octubre hay nuevos informes de médico y cirujano: Eusebio quedó con “perdición y manquedad
de dos dedos” e imposibilidad de manejo hacia atrás del brazo izquierdo; Juan Ángel tiene
perfectamente cauterizadas sus heridas, a excepción de los dedos de la mano izquierda, que tiene
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entumecidos, y con el uso y algunos baños sanarán.
El 30 de marzo de 1.767 se dicta sentencia por el Alcalde Mayor de Atienza:
Se condena a Juan Ángel Ruiz “que sirviese a S.M. en uno de los Presidios o Arsenales por espacio
de 8 años, el que no quebrante, pena de la vida”, y 9.335 reales en esta forma:
- 375 a Mateo Esteban por asistencia y manutención en su posada de las 4 mulas.
- 4.000 a Eusebio de Miguel Gil, por razón de gastos y costas personales.
- 200 a Juan Manuel Gil, por razón de gastos y costas personales de la herida sufrida.
- 4.760 a Juan Andrés Martínez, mayoral de carretas por agravios, detención y falta de
asistencia de los mozos.
Se absuelve, manda soltar y desembargar sus bienes de Juan Manuel Gil y Francisco Pérez.
Se condena a Sebastián Sánchez y a Joaquín Domínguez, reos contumaces, a 8 años de destierro a 8
leguas de esta Villa, “que no quebrantarán, pena de cumplir otros tantos en uno de los presidios de
África, y además en la cuarta parte de las costas procesales”, las otras tres cuartas son para Juan
Ángel Ruiz.
El 26 de noviembre de 1.767, los Alcaldes de Crimen de la Real Chancillería de Valladolid D.
Manuel Gómez de la Torre y D. Pedro Martínez Feijoo rebajan la sentencia de Juan Ángel Ruiz a 4
años de destierro a 8 leguas de Atienza, pago de costas e indemnizaciones. Para ello se elabora
previamente un Libro de Tasación con tasas y costas con 19 puntos. Se aprueba la tasación, que
todavía el 8 de marzo de 1.768 se aumentará en 229 reales.
Dado en Valladolid, 20 de abril de 1.768. Fdo.: D. Manuel Fernández Vallejo, D. Manuel Gómez de
la Torre, D. Gerónimo Velarde y Sola y D. Atilano Calvo Ibáñez. Escribano: D. Manuel de Barrada.
Además de lo expuesto, las boyadas de los carreteros solían ocasionar grandes daños en los pastos
de los pueblos por los que pasaban, debido al alto número de bueyes de cada carretería, y a que la
Real Carretería tenía autorizaciones para poder pastar en todos los lugares de tránsito.
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ATIENZA SIGLO XX,
CRÓNICAS DE LA HISTORIA RECIENTE (18)
Tomás Gismera Velasco
Comenzó 1925 con aquellos preparativos
municipales y los ojos puestos en la gran
manifestación de apoyo a la dictadura de Primo
de Rivera. Por parte de los responsables del
Ayuntamiento y por parte de los hermanos de la
Cofradía de La Caballada, que ofrecieron portar
su bandera en representación del municipio.
Eran otros tiempos claro está. No obstante esa
primavera más de cuatro periódicos de tirada
nacional se ocuparon de La Caballada y de los
“recuerdos” de Atienza. Decía El Globo tras el
consabido recorrido histórico: Para premiar aquella acción de los valientes arrieros de Atienza, en
cuanto el rey don Alfonso fue proclamado por las Cortes del Reino, les concedió el privilegio de
llamarse caballeros y de poder constituirse en Hermandad o Cofradía para practicar entre sí la
caridad y ayudarse mutuamente… ¡Vaya! Descubrimos que estas líneas, tantas veces repetidas, no
las escribió el Sr. Layna Serrano, como se suponía.
No era el único evento que se anunciaba al comienzo del año. Una huelga, como no podía ser
menos, amenazaba también a lo más sagrado de las instituciones. Los sacristanes de todas las
iglesias, en protesta por sus bajos sueldos, convocaron huelga general al día siguiente de la
festividad de los reyes, a menos que se solucionasen sus problemas. ¿Se podría aquello consentir?
¿Podría consentirse que los párrocos de cada uno de las iglesias provinciales tuviesen que abrir y
cerrar las puertas y sin ayuda llegar a tocar incluso las campanas? Y es que, como decía el sacristán
de Budia: “los imprescindibles, somos los últimos”.
Pero dejando ese asunto a un lado, volvemos a Atienza. A sus juegos, a los entretenimientos de
aquellos tiempos en los que los jóvenes no jugaban al fútbol, ni al golf, ni a cosas semejantes.
Entonces los atencinos jugaban al tiro de la barra y al frontón. que tres o cuatro lugares llegó a tener
Atienza en donde se jugaba y apostaba al juego de la pelota, heredado de tierras norteñas.
Pues jugando a la pelota se encontraban Federico Ruilópez y Gregorio del Castillo pocos días antes
de las ferias de San José cuando se liaron a golpes y Federico, con la pala de jugar a la pelota dio a
Gregorio semejante palazo que le abrió la cabeza.
Unos días después el susto lo protagonizó el fuego originado en el monte Marojal, que ardió por
los cuatro costados sin que nadie supiese cómo ni por qué. Se señaló que el fuego se originó por la
limpieza de algunas partes del monte destinadas a la corta de leña; aunque también se acusó a
algunos pastores. En el fondo, a juicio de otros, se encontraba el no menos interesante negocio de la
caza. Como decía el otro: ¡vaya usté a saber! El caso es que el monte Marojal, ardió
sospechosamente en pleno mes de marzo, sin que las autoridades municipales se molestasen
demasiado.
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Atienza de los Juglares
Claro que lo de que el
monte ardiese era una
cosa. Otra muy distinta era
derribar las murallas de
Atienza. Sí, sí. No habéis
leído mal. Derribar las
murallas de Atienza. Esos
retales de piedra que la
historia nos fue legando a
través de los siglos.
Sucedía que las murallas
por algunas partes se
encontraban
en
tan
lamentable estado que
amenazaban ruina. Por
otros se fue derruyendo, y
por algunos más se fue aprovechando parte de aquella piedra como la mejor cantera para nuevas
edificaciones.
El último derrumbe, entre el portillo de Palacio y el de la Virgen, a pesar de que no causó heridos,
sí que provocó graves perjuicios, por lo que el Ayuntamiento encabezado por el señor Alcalde, don
Trinidad Galán, acordó ir derruyendo poco a poco las murallas que dentro del caso urbano podían
afectar a la población.
Sucedía que aquello tenía un coste, para reconstruirlas no había dinero, pero para derribarlas era
necesario, por lo que el señor Gobernador Civil de la provincia se trasladó a Atienza el día 15 de
abril y tras reunirse con los concejales recorrieron el pueblo para ir marcando los lugares en los que
la muralla sería derribada. La piedra quedaría en poder del Ayuntamiento, con capacidad para
venderla o aprovecharla a su gusto. El Gobierno Civil de la provincia, encabezado por su
Gobernador, Sr. Gil Angulo, corría con todos los gastos, a cuentas de las subvenciones del estado.
Gracias a aquella intervención probablemente se salvó de la ruina alguna casa cercana, aunque
también es cierto que gracias a ella unos cuantos concejales hicieron un capitalito con la piedra, de
los tramos derribados por San Gil, Fueralavilla, La Trinidad, y algunas partes más.
El Alcalde de Atienza declaró a la prensa que: El vecindario de Atienza está muy reconocido a las
gestiones llevadas al cabo por el Sr. Gil de Angulo para conseguir una mejora tan importante como
es el derribo de la muralla de esta localidad en la parte que no ha de ser conservada como
monumento artístico.
Cosas que pasaban. También es cierto que aunque hoy nos parezca aquello una aberración,
probablemente quienes tomaron la decisión fue porque… pues eso.
O sea, que quedamos en que parte de las murallas de Atienza las derribó el tiempo. Parte de las
murallas las guerras medievales, y otra parte más, los propios atencinos con conocimiento de causa.
Por supuesto que el derribo contó con todos los plácemes, incluido el veredicto favorable de la
Comisión Provincial de Monumentos, presidida por el propio Gobernador, asistido de los Sres.
Vergara Martín, Diges Antón, Cordavias, Francisco Mariño, Salvador de Prado, Francisco Julianis,
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Atienza de los Juglares
José de Sancho y el arquitecto provincial de la Diputación de
Guadalajara. En la misma sesión que dieron el visto bueno al
derribo de las murallas de Atienza lo dieron al también derribo
de la iglesia de San Gil de Guadalajara.
Con conocimiento, aunque sin demasiada consistencia, los
mozos de Retortillo colocaron su mayo en el último día de
abril. Probablemente nadie quede en Atienza que recuerde
aquellos días. El caso es que a los mozos se les revolvió el
mayo, y fue a caer sobre el tendido eléctrico, provocando que
toda la serranía de Atienza se quedase a dos velas. Don
Modesto Almazán, propietario del tendido en nombre de la Eléctrica de Santa Teresa, se encargó de
poner la correspondiente denuncia. Don Modesto se encargó de que la justicia llegase a los onces
jóvenes que en Retortillo y ese año tomaron parte de la fiesta de los mozos como quintos y
responsables. Fueron detenidos por la guardia civil y como pudieron se vieron obligados a hacerse
cargo de los daños ocasionados con la solidaridad de aquel pueblo.
Algunos vecinos de Atienza se preguntaban si el motivo del cierre de la oficina telegráfica de
Atienza se debía a ello. La respuesta del Alcalde tranquilizó a todo el mundo. No se debía a una
caída o fallo de cables, se debía a que no había personal para atenderla. Y eso que España
atravesaba por una de sus famosas “crisis de empleos”, o dicho de otra manera, que el paro afectaba
a más del veinte por ciento de la población. Tras la queja del Alcalde la oficina fue abierta, en el
mes de julio, encargándose de ella doña Aurea Pereda. Llegó a Atienza con buen tiempo, unos días
antes estuvo lloviendo, afortunadamente, porque aquellas aguas salvaron las cosechas. El trigo subió
de los 84 a los 86 reales la fanega y los huevos bajaron de los 9 a los 8 la docena, y a la iglesia de
San Juan llegó, como nuevo párroco, don Daniel Pardillo y a la de la Trinidad, ya en marzo de 1926,
don Julio de la Llana Hernández.
La llegada de don Julio a Atienza coincidió con el fallecimiento de Brihuega de uno de esos
personajes a los que Atienza recordaba con todo cariño, Eduardo Contreras de Diego.
Eduardo Contreras llegó a Atienza en los años finales del siglo XIX para dirigir la oficina de
correos y telégrafos integrándose en la sociedad atencina hasta el punto de ser, como ya está
contado, uno de los pilares sobre los que se sustentó la cultura de la Atienza de finales del siglo XIX
y comienzos del XX. Fue el fundador de la revista Atienza Ilustrada, y el nombre de Atienza
comenzó a ser conocido algo más allá de los límites de la Serranía. Colaborador de innumerables
medios de prensa, y con unas ideas muy avanzadas para su tiempo, escribió algunos folletos en
torno a la comarca y sobre todo de la de Jadraque, Hiendelaencina y Brihuega. Fue enterrado en el
cementerio de Jadraque, donde se mantiene su lápida sepulcral, como él pidió, sin ningún
ornamento y con la única y sencilla inscripción de los apellidos familiares.
El año, como el anterior, transcurrió sin incidentes dignos de señalar, como si después de unos
años pasados con exceso de alboroto, hubiese comenzado el tiempo de la calma. Tal vez lo más
movido fue que, al igual que Benito Pérez Galdós tomase Atienza como modelo urbano para
algunas de sus obras, ahora lo hiciese el novelista por entregas de mayor éxito de la España de esos
tiempos, Manuel Fernández y González. El Dumas español. Luis de Hoyos Sainz dio a conocer sus
estudios sobre el traje regional de Atienza y su comarca; Ortega y Gasset publicó sus “Notas del
Vago Estío”, con atencino protagonismo; Juan G. Olmedilla también sacó a Atienza en sus novelas
y Menéndez Ormaza dio a conocer los viajes por España del doctor Kaestner, haciendo parada
obligatorio en la Atienza cidiana.
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Eso sí, la población atencina había comenzado a
descender. De los algo más de dos mil habitantes con los
que comenzó el siglo, contaba a finales del año 1926 con
un censo oficial de 1.578 habitantes.
Fin de año que volvió a dejar a Atienza cubierta por la
nieve y el silencio invernal, pues quienes pudieron, sobre
todo las clases privilegiadas, entre ellas doña Paquita
Pascual Ruilópez, que llegó a Atienza por el mes de
agosto, y marchó a Madrid por Navidad.
También se marchó el teniente de la Guardia civil, y
hasta don Honorio Tarancón, cura párroco de la iglesia de
la Trinidad. Este se iba definitivamente, al pueblo de
Campillo de Dueñas.
Ya tampoco fueron demasiadas las novedades que
vinieron con el año 1927, salvo las del frío y la nieve. Eso
sí, Atienza tenía un nuevo abogado en ejercicio dentro de
la población. Se trataba de D. Antonio Solís, hijo y nieto
de los médicos de la villa, se estrenó en los juzgados de la
calle de Cervantes en los primeros días de febrero.
Y el día 2, también de febrero, la iglesia de San Juan se vistió de gala, ya que ese día se quedó
instalado y bendecido el Vía-Crucis que todavía hoy se conserva. De estilo gótico y adquirido por el
párroco de dicha iglesia don Bartolomé Llabrés. Afortunadamente lo vio colocado en las paredes de
la iglesia, pues don Bartolomé falleció el 8 de abril víctima de una angina de pecho. En misa
comenzó a sentirse mal y poco después de terminar el sermón fallecía en la misma sacristía de la
iglesia. Su entierro, presidido por el obispo de Sigüenza, fue una auténtica manifestación del sentir
de Atienza.
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LA RUTA DEL CID
EN SU DESTIERRO
De: Viajes por España del Doctor Kaestner. Por
tierras de Guadalajara
Muy
de
mañana
emprendimos
el ascenso a la
cumbre del Alto
Rey, desde las minas
francesas de Villares.
Nos acompañó el director
sirviendo a María de
cortejo. A cada fineza de su
acompañante relampagueaba entre
los negros rizos del picaresco rostro de la galanteada el
blanco en grana de su juvenil sonrisa. La amazónica Isabel marchaba
delante, silenciosa y pensativa, escuchando al Arcipreste recitar versos medievales.
Cabalgábamos el doctor y yo bastante rezagados a causa de que, por estar a régimen
Kaestner, según me dijo, se detenía a refrescar con agua y coñac muy a menudo.
A partir del pueblecillo de Bustares, donde el doctor se
despachó a su gusto, convidándose y convidando a medio
pueblo para marear a preguntas a todo bicho viviente, el
ascenso se hizo penoso.
No encontramos persona alguna en el camino, salvo un
pordiosero que, retirándose a un lado, nos dejó paso
alargando la mano en demanda de una limosna sin hablar
palabra. Crines más que cabellos bajo un casquete de piel,
encuadraban con la barba hirsuta la expresión idiota de su
rostro. Vestía por todo traje sobre sus sarmentosos
miembros, descalzos de pie y pierna, la clásica anguarina
del país, de color pardo, especie de tabardo con las mangas
bobas.
-Es el Bafometo -nos dijo el arcipreste-, un mendigo de
los caminos, sordomudo, al que llaman así porque tiene la
cabeza blanca y las barbas negras. Es loco pero inofensivo.
Tiene la manía de seguir desde lejos a los caminantes.
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Atienza de los Juglares
Efectivamente, alejándose cada
vez de Kaestner trataba de acercarse
a él nos siguió a distancia hasta la
ermita para instalarse como en
acecho en lo alto de un paredón
ruinoso, donde con las piernas
cruzadas sobre la cumbre semejaba
una gárgola.
Creo lo mejor para relatar la visita
a la ermita reproducir la conferencia
pronunciada por Kaestner a los
postres del almuerzo a petición de la
concurrencia, sentado a la redondo
junto al resquebrajado paredón
oriental de la capilla. Sólo faltaba
Isabel,
entretenida
en
sacar
fotografías de las ruinas que rodean
al santuario.
En esta cumbre de la sierra del Alto Rey, nudo geológico de la histórica grandeza española
levantemos bandera por la eterna belleza de la acción. Desde lo alto de este valiente sinclinal
cuarcitoso que la sierra del Alto Rey constituye, desmenuzamos el concepto del paisaje.
La ermita, últimos restos que techados se conservan de las ruinas que la rodean fue edificada
según reza la losa de la portada en 1785 por mediación sin duda del Cabildo de Sigüenza; así lo
indica el escudo de piedra donde aparece grabado el vaso de azucenas emblema del obispado.
Tomando esta fecha como punto de partida retrocedamos en el tiempo y observaremos como se
enreda el nudo de la acción en estas alturas desde donde se dominan cuatro provincias. La ermita
fue construida con los restos del antiguo convento de los templarios del que no quedan más que
paredones arruinados, sobre uno de los cuales nos observa como en acecho Bafometo, sumido en su
silencio de alienado.
Allá a lo lejos, donde el sol se pone, que dice nuestro guía, la sierra de Ayllón bifurca sus
silurianos picos rocosos empujando hacia el norte el cauce del Duero. A Levante Miedes nos separa
de la medieval Atienza, alcanzándose a ver tan sólo de esta su arruinado castillo sobre ingente roca.
Ayllón y Atienza determinaban en aquellos tiempos el cordón de fortalezas moras que en acecho de
los pasos del Duero constituían la cristiana frontera. Y he aquí que trescientos caballeros cubiertos
de hierro, cabalgando en seguimiento del Campeador, atraviesan el río cruzando la calzada romana
de segundo orden que unía las minas romanas con las vías romanas principales. Desterrados de
Castilla contemplaban desde estas alturas al enemigo territorio cruzado de torreones y castillos y
deciden jugarse el dodo por el todo atacando Castejón, la enemiga plaza fuerte que el Henares
bordea. Nos le queda otro camino posible a los castellanos. Han dejado a sus espaldas San Esteban.
Observad como plasman los viajes las nebulosas referencias históricas. Allá a lo lejos se denomina
hoy un pueblecillo Torremocha de Ayllón, que indudablemente cuando Dios quería no fue mocha,
sino de Ayllón, el castillo cuyas torres sirvieron al juglar de referencia para precisar la ruta del Cid
en su destierro, y que efectivamente al diestro queda llegando de San Esteban. Lugarejo hoy día sin
importancia, alejado de toda carretera; su desconocimiento fue la probable causa de que el insigne
Menéndez Pidal cambiara el lugar de un verso del poema sustituyendo Ayllón por Atienza que
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Atienza de los Juglares
en nada se parecen, haciendo repetir a infinidad de gramófonos de la erudición, marca “La voz de su
amo” lo de Atienza las torres las han que nunca el juglar dijo.
Y ahora volved vuestra vista a los escalonados valles y barrancos, por donde al Sur serpea el
Bornoba a la busca del Henares camino de la corte de las Españas. A vuestros pies las minas, cuya
complicada maquinaria moderna ha sustituido a la rudimental batea aurífera. A lo lejos el camino de
hierro bordeando el castillo de Jadraque, que dominó durante siglos los restos de la que fue calzada
romana. Salpicados de saltos de agua, el Bornoba y el Henares distribuyen la corriente eléctrica
iluminando villas y lugares, convirtiendo las rocas en cemento, en tablas los maderos de la sierra y
en harinas las cosechas. Y al contemplar todo ello erizado de derruidos torreones medievales,
comprenderéis como tanta magnificencia tuvo por primitivo impulso la decisión tomada por aquel
orgulloso castellano al desterrarse a sí mismo por cuatro años, en vista de que el Rey le desterraba
por dos de su Castilla.
J. Menéndez Ormaza
Julio/Agosto/1925
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MÉDICOS DE ATIENZA EN LOS SIGLOS
XVIII-XIX
Juan Luis López Alonso
Para buscar médico, el Ayuntamiento de Atienza, como parte contratante, solía comisionar a alguno
de sus miembros para localizar uno experimentado y aprobado por el Real Tribunal del
Protomedicato. A continuación damos noticia de algunos de ellos.
Entre los años 1.737 y 1.740 se encuentra ocupando la plaza de médico en Atienza D. Francisco
Montero.
De 1.740 a 1.742 fue médico D. José Sánchez de Casseda4, que lo había sido antes de Jadraque.
Tiene un sueldo de 2.500 reales de vellón y 300 fanegas de trigo. Se le nombra en contra de la
opinión del Alcalde Mayor.
El 17 de octubre de 1.742 La Villa de Atienza hace Escritura5 con el médico de Molina de Aragón,
D. José Mendoza, con las mismas condiciones que se expresarán en las de D. Jacinto Arbeteta.
El 23 de abril de 1.747, la Villa contrata a D. José Vellosillo, médico de la Villa de Estremera con
las mismas condiciones. No cumple la totalidad de su contrato porque le sobreviene la muerte, y la
Villa tiene que contactar con D. Jacinto Arbeteta, médico de la Ciudad de Huete.
ESCRITURA ENTRE LA VILLA DE ATIENZA Y D. JACINTO ARBETETA.
En la Villa de Atienza el 24 de febrero de 1.748, ante el escribano Diego Fernández Sopeña y los
testigos Lucas Gil y Olmo, Manuel de Villavieja y Francisco López, comparecieron presentes entre
partes:
De la una, los Señores Justicia y Regimiento de esta dicha Villa, estando juntos y congregados en
las casas de Ayuntamiento6 de ella, como lo han de costumbre, para conferir en utilidad del Común,
especial y señaladamente, el Señor Licenciado D. Francisco Gómez del Río, abogado de los Reales
Consejos, Alcalde Mayor por S.M., D. Francisco Beladíez y Torres, D. Pedro Álvarez del Valle, y D.
Juan Manrique Lozano, Regidores Perpetuos, Miguel Rodríguez, Diputado Regidor por el estado de
hombres buenos, y Manuel de Mingo, Procurador Síndico General de esta dicha Villa, que
declararon ser la mayor parte de los Capitulares de que se compone el Ayuntamiento de ella. En voz
y nombre de los demás ausentes, enfermos y por venir, por cuanto prestaron voz y caución de rato
grato solvendo iudicato a estar y pasar, que estarán y pasarán por todo cuanto se otorga en esta
Escritura para que hicieron obligación de todos los bienes propios y rentas presentes y futuros de
esta dicha Villa.
Y de la otra el Sr. D. Jacinto Arbeteta, natural de Cifuentes, y médico titular de la Ciudad de
Huete, y dijeron:
4
5
6
AHPGU. P-2317.B
AHPGU. P-2483
AHPGU. P-2318.1
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Que mediante haber sido Dios
llamado de llevarse a D. José
Vellosillo, médico titular y
asalariado que se hallaba en esta
dicha Villa la fue preciso llamar al
referido D. Jacinto, y habiendo
concurrido a ella, se hallan
convenidos y ajustados en que la
haya de asistir por tal médico,
para la curación y cuidado de los
enfermos que hubiere en esta
dicha Villa, su arrabal de
Bochones, y demás lugares y sitios
que se expresarán, por tiempo y
espacio de 4 años que empiezan a
correr y contarán desde hoy día de la fecha, y cumplirán en otro tal día del año que vendrá de 1.752.
De salario en cada uno de ellos 2.000 reales de vellón en dinero efectivo de los Propios de esta Villa,
o por repartimiento entre sus vecinos, no habiendo caudales en dichos efectos, y 300 fanegas de trigo
de las mismas, que pagan en renta algunos vecinos por las heredades que labran y tienen propias del
efecto de suertes, percibiéndolas de los dichos renteros que se le señalaren por el día de Nuestra
Señora de septiembre, de cada uno de dichos 4 años y entre lo que hasta entonces hubiere caído. Y
dichos 2.000 reales por tercios de cuatro en cuatro meses, lo que se compondrá para lo que este
dará forma y lucimiento, todo bajo lo pactado y acondicionado, que es como sigue:
1ª. Primeramente, que dicho D. Jacinto Arbeteta ha de hacer en cada un día dos visitas precisas
por mañana y tarde a cada uno de los enfermos que hubiere en esta dicha Villa; y si la enfermedad
que padecieren fuere grave y necesitaren de más, las ha de hacer, con la misma obligación que las
dos señaladas, de manera que no haga falta, ni para ello ponga repugnancia.
2ª. Que ha de asistir y visitar en dicha conformidad, y con la misma obligación que a los vecinos de
esta Villa, a los pobres que hubiere enfermos en los hospitales de S. Julián, S. Marcos y S. Lázaro de
ella, a los religiosos del Convento de Nuestro Padre S. Francisco, y al Comendador, su familia y
enfermos de la casa y hospital de San Antonio Abad, extramuros de esta Villa.
3ª. Es condición que ha de asistir y visitar asimismo a los vecinos enfermos que hubiere en el
arrabal de Bochones, a los de la Venta que llaman de Riofrío, Molino Blanco, el del Ocino, el de la
Capellanía de San José que hoy posee D. Diego Arias, los de Bornova que se hallan en término de
esta Villa, y el de la Obra Pía de Bernardo Gutiérrez que está por debajo del Lugar de Cincovillas,
los cuales han de ser obligados a pagarle por cada una visita que hiciere, 4 reales de vellón; y en el
dicho arrabal, además un real de pulso a pulso.
4ª. También es condición que el dicho Doctor no ha de poder hacer noche fuera de esta Villa, a no
ser con licencia y expreso conocimiento de su Ayuntamiento, o del Sr. Alcalde Mayor y dos
Regidores, los más antiguos; y en caso de hacerla sin la referida licencia, ha de pagar de multa 10
ducados por cada vez, aplicados para la curación de los enfermos de los hospitales.
5ª. Ítem. Que no se le han de repartir cargas, gabelas, ni gravarle con ninguno de los oficios que se
entregan, reparten y contribuyen a los vecinos de esta Villa. Ni tampoco alojamientos de soldados de
los que transitaren y alojaren en ella, a no ser preciso por no caber en este pueblo o falta de cómodo
alojamiento. Y sin embargo de que usare y comerciare en lo que le parezca, no siendo género y
comercio prohibido, que para lo demás se le da facultad y licencia amplia, y ha de gozar de todas las
exenciones y preminencias que gozan los vecinos de esta Villa, en virtud de los Reales Privilegios y
Cartas Ejecutorias, dándole, asimismo, en las funciones y actos públicos a que asiste el
Ayuntamiento, el asiento y lugar que esta Villa ha acostumbrado dar a sus antecesores.
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Atienza de los Juglares
6ª. Que si dicho D. Jacinto
Arbeteta estuviere enfermo, y la
enfermedad pasase de 15 días, es de
su obligación el traer médico de
satisfacción que asista a los
enfermos que hubiere en esta dicha
Villa y demás partes que va
expresado, siendo dicho médico que
trajere, de la aprobación de este
Ayuntamiento, por quien se ha de
poder buscar en caso de no
efectuarse por dicho D. Jacinto,
dándole
prorrata
lo
que
corresponda, o el salario que le va
señalado. Entendiéndose lo mismo
siempre que hiciere ausencia de esta
Villa y tuviere licencia de dichos
Señores, pues sin ella no ha de poder
hacerla, aunque se llamado de
apelación.
7ª. Es condición se le ha de dar licencia por esta Villa al dicho médico para que pase a la
Universidad de Alcalá, a las oposiciones de Cátedras, y siempre que fuere llamado por sus
catedráticos, dejando en esta Villa médico de la satisfacción dicha que asista a los enfermos.
8ª. Que siempre que llegare el caso de que dicho D. Jacinto Arbeteta se mudare de esta Villa y su
partido, o ella con justa causa le hubiere de despedir, la una parte a la otra se han de avisar dos
meses antes para que pueda buscar médico y partido. Y no lo haciendo la una ni otra, haya de ser
visto continuar esta Escritura por otros 4 años, con las mismas condiciones y salario señalado.
9ª. Asimismo lo es, no se le ha de impedir ni estorbar tenga de partido todos los lugares que
pudiere adquirir, como no excedan y sean los mismos que tuvo D. Francisco Montero, médico que
fue de esta Villa, y cumpliendo con las anteriores condiciones.
10ª. Que en cada un año, además del salario señalado, se le ha de dar a dicho Doctor por esta
Villa, de efecto de Propios, 15 ducados para ayuda de pagar la renta de la casa en que viviere, y en
atención a la distancia que hay desde la Ciudad de Huete a esta Villa, se le han de dar, asimismo,
por una vez, para conducción de sus trastos, 400 reales de vellón.
En cuya conformidad, y bajo las dichas condiciones se halla convenida esta Villa y el referido D.
Jacinto Arbeteta, que han de observar, guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todo, obligándose,
como se obligan, el dicho Doctor, asimismo por médico entre partes y parajes señalados todo el
tiempo de los dichos 4 años, por el salario en cada uno de ellos de 2.000 reales de vellón en dinero
efectivo, 15 ducados para la renta de casa, y 300 fanegas de trigo, pagadas para Nuestra Señora de
septiembre, de los renteros del estado de suertes, y los 2.000 reales en plazos de 4 en 4 meses, según
va referenciado de los propios de esta Villa, o por repartimiento entre sus vecinos, a cuya paga se
obligan y obligaron dichos Señores Justicia y Regimiento en nombre de esta Villa y referido estado,
y también al cumplimiento de lo demás expresado en esta Escritura, la que será firme y valedera,
observando sus condiciones y pagando por ellas al dicho D. Jacinto Arbeteta en cada un año los
referidos 2.000 reales, 15 ducados y 300 fanegas de trigo, a los plazos y días señalados, y dichos 400
reales por una vez , realmente y con efecto por todo lo que ha de poder dicho médico pedir, compeler
y apremiar a esta Villa y Estado por ejecución y demás remedios del derecho. E igualmente contra el
susodicho faltando a cualquiera de las condiciones expresas en esta Escritura que se han de
observar y ejecutar inevitablemente, sin ir ni venir contra su tenor y forma, en todo ni parte, pues
silo hicieren y quisieren excepciónarlas, quieren no ser oídos en Juicio ni fuera de él. Para lo que y
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mejor cumplimiento cada una de las partes, por lo que les
toca se obligaban y obligaron los dichos Señores Justicias y
Regimiento con los bienes propios y rentas presentes y
futuros de esta dicha Villa y referido de estado de suertes
como dicho tienen y el expresado Doctor D. Jacinto Arbeteta
con su persona y bienes, muebles y raíces, habidos y por
haber, dando como dieron todo su poder cumplido a las
Justicias y Jueces de S.M. para que a ello los compelan por
todo rigor de derecho y vía ejecutiva, como por sentencia
pasada en autoridad de cosa juzgada, y renuncian a todas las
Leyes, Fueros y derechos de favor de esta de menor edad, y
dicho médico las de su favor con la general renunciación en
forma.
En cuyo testimonio lo otorgaron así siendo testigos Lucas
Gil y Olmo, Manuel de Villavieja y Francisco López, vecinos
de esta dicha villa de Atienza. Y yo el escribano de S.M.,
número y Ayuntamiento de ella, presente me hallé y conozco
a los Señores otorgantes, que lo firmaron, de que doy fe.
Licenciado D. Francisco Gómez del Río, D. Pedro Álvarez
del Valle, D. Juan Manrique Lozano, Manuel de Mingo, D.
Jacinto Arbeteta. Ante mí: Diego Fernández Sopeña.
El 23 de octubre de 1.750 D. Jacinto Arbeteta da un Poder7 al Licenciado D. Antonio Arbeteta,
Abogado de los Reales Consejos, residente en la Villa de Cifuentes, e hijo suyo, para que
representándole, cobre unas deudas en Huete y Cifuentes, junto con su hermana Dª Jacinta Arbeteta.
El 4 de diciembre de 1.750 D. Jacinto Arbeteta da un Poder a su mujer Dª María Teresa Cuenca, y a
Roque Cabellos, vecino de Cifuentes, para que le representen y administren su hacienda de casas,
heredades, cuevas, majuelos, viñas, tierras y demás bienes, que suyos propios tiene en la Villa de
Cifuentes, para que se labren, usufructuándolas con beneficio y venta de sus frutos, o las arrienden.
Gran parte de sus ingresos provienen de esta hacienda.
María Teresa Cuenca es su segunda mujer. Se había casado con ella en segundas nupcias en 1.745.
Su primera mujer fue Josefa Ballesteros, con la que tuvo al menos 9 hijos: Antonio (Abogado de los
Reales Consejos, vecino de Cifuentes. Alcalde Mayor por el estado noble en 1.772), Francisco
Antonio8 (Cura de Veguillas, y después de Monasterio y Villaverde de Madrid), Francisco Javier
7
AHPGU. P-2319.1
Francisco Antonio Arbeteta es el prototipo de reformista ilustrado. El 1 de
enero de 1.777 envía desde Monasterio una carta al Gabinete de Historia Natural
ofreciendo enviar muestras de las especies de jaspe encontrado en una cantera.
Ese mismo año publica en Madrid, en la imprenta de D. Antonio Muñoz del Valle, la
“Oración Panegírico Moral que en la solemne fiesta que celebró la Ilustre
Congregación de Naturales del Obispado de Sigüenza a su gloriosa patrona Santa
Librada”.
Participa con Antonio Ponz en el fomento de plantíos de árboles,
siendo cura de Villaverde de Madrid. Sobre este punto escribe una carta a
Floridablanca, el 5 de agosto de 1.785 (AHN. Estado. Leg. 2928, caja 2), haciendo
relación de la visita de Ponz a Villaverde, y siguiendo sus consejos había
predicado a sus parroquianos sobre los beneficios de los plantíos, solicitando
plantas de los Reales Viveros, “ofrezco dar a mis parroquianos un ejemplo
práctico, siendo el primero que plante los árboles las tierras de mi Curato, para
acreditar la sumisión y respeto a la Patria”. En el mismo legajo se encuentra un
informe de Ponz a Floridablanca sobre plantíos y las ideas de Francisco Antonio
Arbeteta, del que dice que “es la persona más celosa que puede darse para
exhortar” acerca de los plantíos.
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Atienza de los Juglares
(Cura de Covertelada, Soria), Jacinta, Micaela, Teresa Gertrudis, Josefa María, Antonia y María
Josefa. Durante su ejercicio en Atienza vivieron todos en la Villa. Fueron criados por su segunda
mujer hasta “ponerlos en estado”. Según dirá en su testamento tuvo unas importantes ganancias
anuales: “Y porque 19 años que hace nos casamos, no ha bajado mi empleo y sueldos de 1.000
ducados cada año”.
Antes de fallecer, el 20 de junio de 1.765, manda en su testamento9 que se le entierre en San
Francisco de Atienza, al pie del altar de San Antonio. Distribuye sus bienes de Atienza y Cifuentes
entre sus herederos. A esta última Villa le deja un majuelo con 1.000 vides, que “se dé a los Alcaldes
y Cura de la Villa de Cifuentes, mi honrada Patria, para que éstos lo dispongan y determinen, de
modo que participen de él todos los vecinos por lo mucho que les debo de que estoy reconocido, y
por la estimación que mis padres y yo hemos merecido a dicha Villa.” Sin duda fue un apreciado
médico por sus vecinos, que le renovaron su ejercicio durante 17 años, hasta el día de su muerte. Ello
ocasionó que la Villa se quedase sin médico y hubo que buscarlo de nuevo.
El Ayuntamiento, el 27 de julio de 1.765, confiere la comisión de encontrarlo a D. José Álvarez,
que pasa a la Villa de Auñón y contacta con su médico titular, D. Juan Manuel Gil, “quien
condescendió el venir a esta Villa por su médico titular”. “Y visto por este Consistorio, acordaron
que se llame a dicho D. Juan Manuel Gil, y habiendo concurrido, y después de haber reiterado los
agradecimientos a sus mercedes, trataron sobre el modo de Escritura, y héchose cargo de las
condiciones que se pusieron en la que otorgó el antecesor, D. Jacinto Arbeteta, porque todas son
importantes para el beneficio de esta Villa, y mejor asistencia de sus enfermos, se conformó y para
proceder al otorgamiento de la referida Escritura por tiempo de 4 años” dieron comisión a D.
Valentín Hurtado Bustamante y D. José Álvarez. La Escritura se realiza el uno de agosto. Es
exactamente igual que la de su antecesor. La remuneración asciende a 6.600 reales anuales.
Pasan los años y los médicos se suceden en Atienza con pocos cambios en sus Escrituras de
Obligación. Haremos mención de otro ilustre galeno. El 1 de abril de 1.829 se reúne el Ayuntamiento
de la Villa10, presidido por el Licenciado D. Francisco Saturio de Puerta, Corregidor; Miguel de la
Vega Pérez, Bernardo Pérez, José Noguerales, Francisco Muñoz, José Cabellos Galán y Matías
Rosuero, Regidores, Diputados y Procurador Síndico y Procurador Personero. El motivo de la junta
es el comisionar a Miguel de la Vega Pérez, como Regidor Decano; a Francisco Muñoz, como
Diputado Segundo; y a José Cabellos Galán, como Procurador Síndico, para que se encarguen de
localizar un médico de prestigio para la Villa. Localizan a D. Pascual Alonso, con el que se
comienzan a tratar las condiciones del cargo. Se formaliza la Escritura de Obligación en Atienza, el
28 de diciembre de 1.829, ante el escribano Antonio Pascual Alberto, los testigos Leoncio Pascual
Vela, Felipe Zúñiga y Pío Pascual Vela, y el otorgante D. Pascual Alonso. Se establece un periodo de
2 años, y una retribución anual de 600 ducados. Se mantienen invariables los 10 puntos del
condicionado de D. Jacinto Arbeteta, variando solamente pequeños detalles.
Como conclusión añadimos que Atienza no era una población desasistida, o en manos de sanitarios
no regulados o curanderos, como se ha mantenido en ocasiones, sino que estuvo atendida por
prestigiosos profesionales.
Al objeto de abrir nuevas líneas de investigación sobre el tema, me remito al Memorial11 “Al
Excmo. Sr. Conde de Floridablanca. Que presenta el Dr. Vicente Crespo, Médico Titular de la Villa
de Brihuega”, con fecha 30 de diciembre de 1.785. En él expone la problemática del médico rural en
la sociedad agraria del siglo XVIII que, sin duda, tiene puntos comunes con la sanidad de la Villa de
Atienza.
9
AHPGU. P-2320.2
AHPGU. P-2603.A
11
Archivo General de Simancas. AGS. Gracia y Justicia. Leg.990
10
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SUCEDIÓ EN JULIO
-De 1853. En Madrid, junto a la Puerta de Alcalá, comenzó a venderse al público de la capital, en el
mes de julio de este año, las pizarras más afamadas de Castilla, procedentes de Almiruete, y los
alabastros de mayor calidad, procedentes de Aleas, ambas poblaciones en la provincia de
Guadalajara y serranía de Atienza.
-1871.- Se leía en el Gil Blas del 9 de julio: Un niño español, al salir de la escuela de Cantalojas
pronunció un discurso contra la dinastía reinante. El juez de Atienza le ha procesado
criminalmente. Quiero decir que le ha formado causa criminal. Me gustaría ver a un juez
pequeñito; a un fiscal muchacho y a un abogado impúber discutiendo la criminalidad de un
discursito de chiquillo contra una dinastía de seis meses. Lo miraría, por supuesto, con
microscopios.
-1902.- El 7 de julio de este año falleció en la villa de Miedes el médico de la población. Se llamaba
Paulino Izquierdo Díaz y estaba casado con Romana Iturralde Morloto; tenía tres hijos, Fabiana,
Julio y Delfina. Fabiana estuvo casada con el también médico de Miedes y más tarde de Atienza,
Jorge de la Guardia, colaborador habitual del mundillo cultural atencino. A don Paulino el
ayuntamiento de Miedes, después de haberlo contrato, le hizo la vida imposible a lo largo de varios
años porque no le gustaron sus métodos sanitarios que demostró acertados. En lugar de
indemnizarle para que se fuese, como hubiera sido lo más lógico, algunos concejales llegaron
incluso a volarle media casa con dinamita que les resultaba más barato.
-1882.- En el pozo del Molino de la Hoz, de Atienza, fue hallado el cadáver del joven Manuel
Delgado en el mes de julio de ese año. Se trataba de un mozo al servicio del molino. Después de tres
días buscándolo apareció ahogado. El joven se había caído al pozo cuando se preparaba para la
molienda.
-1931.- A primeros del
mes de julio de este año
se publicó la lista
completa de todos los
castillos
que
se
declaraban “Monumento
Nacional”, a fin de
protegerlos y que en lo
posible nadie actuase
contra ellos, por ejemplo,
llevándose sus piedras.
Fueron varias decenas en
toda España, y tan sólo
tres de la provincia de
Guadalajara, entre estos
tres, el de Atienza.
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SUCEDIÓ EN AGOSTO
-De 1805: El 8 de agosto se anunció
la subasta, en Guadalajara, Atienza y
Somolinos, del arriendo de un
martinete para la elaboración de
cobre. Los interesados debían ponerse
en contacto con el administrador del
duque del Infantado, su propietario, o
con su administrador, residente en
Argecilla,
Fernando
Maynez
Herreros.
-De 1899: En la iglesia de San
Ildefonso, de Madrid, tuvo lugar el 10
de agosto de este año una de las
llamadas “bodas de postín”. La llevada a cabo entre Juan Jaume y Luisa Méndez. Luisa era hija de
un conocido industrial madrileño, José Méndez, con comercio en la calle del Pez. Juan Jaume era
uno de los notarios de Atienza. Los novios, desde Madrid, salieron en viaje de novios, a tomar
posesión de su casa atencina.
-De 1907: En este mes, y año, falleció repentinamente en Atienza, mientras se encontraba de
vacaciones, Manuel Ranz, de profesión maestro, al igual que sus hijas, Prudencia y Emilia. Habían
llegado a pasar el mes de agosto, desde Valencia.
-De 1908: A lo largo del mes de agosto tuvo lugar una de las primeras rondas ciclistas entre Madrid
y las provincias limítrofes, entre ellas Guadalajara. La ruta estaba organizada por la Unión
Velocipédica Española, y tenía un carácter cultural y recreativo. Los ciclistas, en plan excursión,
recorrieron la provincia de Guadalajara y el día 18 de agosto llegaron a Atienza. El Alcalde, Juan
Asenjo, los estaba esperando en la Fonda y a modo de bienvenida organizó un baile en el salón del
Ayuntamiento, al cabo de la tarde los ciclistas emprendieron la marcha nuevamente en dirección a
Riofrío y Jadraque.
-De 1903: En Pálmaces de Jadraque ocurrió el 25 de agosto de ese año uno de los sucesos más
macabros que conoció la comarca de Atienza. Una joven de la población, soltera y menor de edad,
al quedar embarazada y dar posteriormente a luz, llegó al acuerdo con sus padres de deshacerse de
la criatura. A los padres no se les ocurrió mejor manera de desprenderse del pequeño que, después
de quitarle la vida, echárselo a los cerdos. Fueron detenidos, trasladados a la cárcel de Atienza y
condenados a más de treinta años de prisión. La denuncia partió del médico de la localidad.
-De 1901: Publicaba el diario La Lucha de Tarragona el día 15 de agosto: Comunican de Atienza
que un muchacho llamado Juan Sanz, dio una tremenda puñalada a una muchacha hermosísima
llamada Juana Plaza, que falleció a los pocos instantes. El móvil del crimen fue el haberse visto
rechazado el muchacho en sus pretensiones amorosas. Después de cometer el crimen Juan Sanz se
dio a la fuga internándose en el bosque.
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ATIENZA,
LA IMAGEN DEL MES
A lo largo de los meses de julio, agosto y parte de septiembre, las eras de Atienza, hasta no hace
demasiados años, tenían vida propia. La que originaban las labores agrícolas.
La campaña del cereal en la villa, por ser terreno tardío, se iniciaba con la siega a mediados del mes
de julio; continuaba con el acarreo a la era y hacía finales de mes comenzaba la labor de la trilla, si el
tiempo era favorable. Labor que se prolongaba hasta los primeros días de septiembre, con él último
fruto de la cosecha, la trilla de los garbanzos, en los días anteriores a las fiestas del Cristo.
La imagen, que recuerda aquellos tiempos, nos lleva a la Atienza de los comienzos de la década de
1970. Está fechada en el mes de agosto de 1975, con una estampa de Atienza muy distinta a la que hoy
conocemos.
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ASÍ SE ESCRIBIÓ: LA HISTORIA DE LA
VILLA DE ATIENZA,
DE FRANCISCO LAYNA SERRANO.
Tomás Gismera Velasco
Cuando Francisco Layna Serrano dio por terminada su obra
“Historia de la Villa de Atienza”, hace algo más de setenta años, era
consciente de que hasta ese momento no se había llevado a cabo
una recopilación histórica en torno a la villa de Atienza como la que
él estaba a punto de dar a la imprenta.
Escribir un libro sobre la historia de Atienza formaba parte de las
aspiraciones de su tío, y cronista provincial, Manuel Serrano Sanz,
quien ideó y comenzó el proyecto en 1926, un año después de ser
nombrado Cronista Provincial por la Diputación de Guadalajara.
El desleal comportamiento de la Diputación para con el Sr.
Serrano Sanz, motivo de su dimisión como cronista dos años más
tarde, y su muerte en 1932 interrumpieron el proyecto, retomado
más tarde por Layna Serrano.
De todos los estudiosos es conocido que Francisco Layna
Serrano no era historiador de profesión, sino de vocación, y ello lo
deja bien probado en cuantas publicaciones fueron apareciendo
sobre Atienza, bien sobre la villa en general, su castillo o La
Caballada.
En muy contadas ocasiones con anterioridad a la edición de sus
obras, visitó Atienza el Sr. Layna. Su primera visita a Atienza, de
pasada, la llevaría a cabo en el verano de 1932, y la repetiría en el
verano siguiente, en esta ocasión viajando con el fotógrafo Tomás
Camarillo y sus respectivas esposas alojándose por dos días en
una pensión de la calle de Cervantes.
Será a partir de esta segunda visita cuando retomando los
apuntes de su tío Manuel, comenzará a trabajar en la historia de
Atienza, pero de una manera muy peculiar, ya que no pisará
ninguno de sus archivos, civiles o eclesiásticos, hasta diez años
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
Atienza de los Juglares
después, con motivo de su tercera visita a la villa.
No estaban en aquellos años los archivos de Atienza en las mejores
condiciones para la investigación, también es cierto. Los eclesiásticos se
encontraban distribuidos a través de cada una de sus parroquias y el
municipal había perdido una gran parte de sus fondos a consecuencia del
incendio a que se sometió la entonces casa del concejo en el mes de
enero de 1811 por cuenta de las tropas francesas. Algo similar sucedió
con parte de los archivos del antiguo convento de San Francisco, por lo
que a la vista de que sería mucho el tiempo que el Sr. Layna tendría que
emplear en investigar, catalogar, estudiar… los archivos existentes,
prefirió pasar de largo por ellos, salvo las ligeras referencias
que desde Atienza le llegaron, bien por parte del
Ayuntamiento y su Secretario municipal, bien por parte del
Arcipreste local, así como del Secretario de la cofradía de La
Caballada.
Con aquellos informes fue el Sr. Layna Serrano elaborando
su obra hasta dejarnos, como señalaba al comienzo, una
apreciable recopilación de textos escritos sobre Atienza.
Recopilación que, probablemente suponiendo que no llegarían
a conocerse sus originales, evitó en la mayoría de los casos
referencias bibliográficamente.
Toma datos y texto para sus dos primeros capítulos, en
cuanto hace al origen de Atienza, de textos escritos y
publicados, principalmente de las memorias arqueológicas de
Juan Cabré, publicadas en los inicios de la década de 1930, y de
las publicaciones de la Comisión Nacional del Mapa Geológico,
editadas en los años finales del siglo XIX.
Llama curiosamente la atención el que algunos partes sean
transcripciones íntegras de textos de otros autores, editados
principalmente a través del Boletín de la Real Academia de la
Historia. De la misma manera que de la Real Academia de la
Historia tomará apuntes para ir avanzando a través de los siglos,
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
Atienza de los Juglares
con las diversas crónicas de los reyes de
Castilla, tomando igualmente al pie de la letra
los textos de la crónica de don Alvaro de Luna
para cuanto hace al capítulo de las guerras de
los infantes de Aragón; o la Crónica de los
Reyes Católicos, de Hernando del Pulgar, para
darnos cuenta de lo sucedido en torno a los
siglos XV-XVI.
Tampoco es demasiado meticuloso al
reflejarnos el viaje de Felipe II a Atienza,
tomado de “La Jornada de Tarazona” de
Enrique Cock, pues a pesar de tomar el texto
de este autor, lo transcribe con algunos errores
que han llegado formar parte de nuevos y
equivocados textos sobre la Atienza histórica.
Obra de referencia, a la hora de transcribir
sus textos en la historia de Atienza serán los
estudios históricos del deán de la catedral de
Sigüenza, Francisco de Mendoza, llevados a
cabo en el siglo XVIII, y por supuesto, el Catalatto Seguntino, del que íntegramente toma cuanto hace
referencia a las Santas Espinas de Atienza.
Por supuesto que en su obra no faltan las notas que dejó manuscritas don Juan Catalina García para
el Catálogo Monumental de España, o los estudios históricos de Pareja Serrada.
Sin duda alguna, la Historia de la Villa de Atienza supuso en su momento un importante legado para
dar a conocer la importancia histórica de Atienza, no obstante, es mucho lo que don Francisco Layna
dejó sin reseñar, y mucho también lo que transcribió errado. Errores que se mantienen y que, incluso,
quienes toman los textos erróneos del Sr. Layna para ilustrar nuevas obras, no admiten la corrección,
puesto que “si Layna lo escribió…”. Errores en los que muchos hemos caído, y que con el tiempo no
hemos tenido más remedio que rectificar.
Sirvan estas líneas para animar a los estudiosos de la historia de Atienza para que, sin dejarse llevar
de las pasiones, profundicen e investiguen aquello que tratan de dar a conocer. Puesto que sí, la
Historia de la Villa de Atienza es una gran recopilación de los textos conocidos hasta 1942, pero
carentes en muchos casos del suficiente rigor.
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
BUSTARES, EN EL CATÁLOGO MONUMENTAL
DEL CRONISTA
JUAN CATALINA GARCÍA LÓPEZ
En las raíces de la ladera
oriental de aquella singularísima
montaña que desde la Edad
Media lleva el nombre de Alto
Rey de la Majestad, que recibió
porque sobre la cumbre de sus
más enhiestas piedras hubo y hay
una ermita donde se venera la
imagen de Jesucristo, se levantó
el caserío de Bustares, en un
rellano de tierra laborable cuyas selvas se quemaron o por la mano del hombre para aprovechar su
suelo y sembrar en él semillas útiles, o por un incendio casual (Bustares vale tanto como “los
quemados” de bustuin, palabra latina. También significó en la Edad Media campos de pasto y
pradera).
Me consta que existía ya la villa entonces, de seguro lugar insignificante mediado el siglo XIII, pero
quizá tiene más antiguo origen.
Por lo antiguo que queda de la iglesia se puede asegurar que fue erigida en aquel tiempo. Lo que
queda de entonces son algunos trozos de los muros y un portiquillo algo interesante, aunque no muy
ornamental. Porque la mayor parte de la construcción presente fue hecha y rehecha en los siglos XVI y
XVII.
No es de gran interés tampoco lo que hay dentro de ella, ni retablos, ni imágenes ni vestiduras y
vasos sagrados. Está dedicado el templo a San Lorenzo.
En la misma plaza de la iglesia hay un caserón con atrio o patio delante de su fachada principal y en
esta empotrado un gran escudo de armas del emperador Carlos V, y encima de él dentro de una
hornacina, una imagen de Jesucristo que según allí dicen es representación de la que se venera en la
ermita de la vecina montaña del Alto Rey. Parece que aquel escudo indica que el lugar era de realengo,
pero en el siglo XVI aparece como del señorío de los duques del Infantado.
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
LA EXCURSIÓN AL ALTO REY DE
MANUEL PÉREZ VILLAMIL, DE 1885.
Aún no se había levantado
el sol cuando al día siguiente
estábamos nosotros en pie,
dispuestos á subir á la cima
del Alto Rey. Hecho el
repuesto
necesario
de
provisiones, montamos á
caballo á las seis. Salimos de
Albendiego con intención de
visitar
los
pinares
de
Condemios, que á costa de
una legua de rodeo sirven de
camino para la montaña
gigantesca.
Camino
pintoresco
en
verdad, que más bellos y
variados panoramas podría
ofrecer á los artistas que los
que figuran en los cromos y grabados que la industria extranjera produce para adornar las paredes de
nuestros gabinetes.
Primero atravesamos un ribazo cubierto de floridas estepas y frondosos enebros, que un jardín
silvestre parecía, tendido como una alfombra á los pies de la sierra. Luego nos internamos en los
pinares, espesos y cerrados como una selva, y nutridos de árboles gigantescos, por entre los que se
camina con dificultad, como penetran con trabajo los rayos del sol.
Es el pino, diremos parodiando á un poeta, el compañero del pobre serrano, de cuyo destino
participa, pues crece y muere como él, desconocido, entre breñas inaccesibles, en donde se perpetúa
su posteridad igualmente ignorada. Los pinos en su gran mayoría son tan derechos como un huso, y
extienden casi horizontalmente sus ramas formando zonas que cubren el tronco. Con razón ha dicho
un viajero que el pino tiene algo de monumental; sus ramas son piramidales, y su tronco semeja el
fuste de una columna.
Más de una vez nos vimos expuestos á caer del caballo al golpe de las ramas tendidas sobre
nuestras cabezas; lo que hace toda precaución escasa para no ser víctima del horrible suplicio de
Absalón.
Por la áspera corteza de los pinos trepan las ágiles ardillas, que saltan de un pino á otro con la
misma facilidad de un pájaro. También tienen allí su morada las astutas zorras y los dañinos lobos,
fieros animales que van desapareciendo tal vez, porque la civilización moderna ha enseñado á los
hombres el ejercicio de todas sus malas artes.
Pasamos de un pinar á otro al través de un valle que riega un arroyo de frescas y cristalinas aguas;
valle bellísimo y melancólico, así por su naturaleza á la vez árida y frondosa, como por las casillas
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
Atienza de los Juglares
de pizarra negra que á un
lado y otro del arroyo están
colocadas. Dejamos el
segundo pinar en el puerto
de Pela-gallinas, sin duda
llamado
así
por
el
impetuoso viento que
hacia él envía el Valle del
Infierno, situado en la
falda NE. de la sierra del
Alto-Rey.
Después de un agria
subida llegamos á la fuente
de la Entablada, situada á
un kilómetro escaso de la
cima de la famosa
montaña. Allí dejamos los
caballos, y siguiendo la
pendiente del terreno,
descubrimos una gran explanada, donde pastaban tranquilamente algunos rebaños de ovejas. En un
extremo de la llanura se levanta un cerro cónico cubierto de ruinas y coronado por una ermita. Al
llegar á su falda, el sacristán de Albendiego, que nos acompañaba, nos dijo si queríamos, siguiendo
la piadosa costumbre del país, subir al santuario rezando la Letanía de la Santísima Virgen. Con
mucho gusto aceptamos la idea, y con religioso recogimiento, hiriendo el aire con nuestros cánticos
de devoción, subimos pisando ruinas venerables, hasta la ermita, donde adoramos al Alto-Rey de la
gloria y á la santísima Reina de los Angeles.
Con razón ha dicho un autor que una montaña es el pedestal de Dios: así el viajero se conmueve
en sus vertientes, se descubre en sus mesetas y se postra en su cumbre.
Es la ermita un sólido edificio de piedra de sillería construido en el año de 1784 sobre las ruinas, á
mi juicio, de otro templo antiguo. En el interior, que forma un pequeño rectángulo cubierto por una
bóveda de medio cañón, existe un altar dedicado, como hemos dicho, á la Reina de los Angeles, que
ocupa el cuerpo principal, y al Salvador, que con el título que da nombre á la sierra de Alto-Rey,
descansa sobre la mesa del mismo altar. De las paredes laterales de la ermita penden dos largas y
pesadas cadenas, que como tributo de gratitud depositarían en el antiguo templo algunos cautivos,
de quien no se conservaba más que esta vaga memoria. A este santuario suben en religiosa
peregrinación todos los años los pueblos de la comarca, comenzando Albendiego esta serie de
peregrinaciones el día de la Ascensión, y continuándola en los domingos siguientes todos los demás
pueblos. ¡Santas costumbres que en los rincones de las sierras y lo más agrio de las montañas se
conservan como recuerdo sublime de la piedad católica, que fue en los antiguos tiempos el brillante
blasón de todas las glorias españolas!
No me cansaré nunca por esto de alabar la acertada providencia que ha levantado un altar sobre la
cumbre del Alto-Rey, inspiración propia de aquellos siglos en que los hombres obraban maravillas
bajo los estandartes de la Cruz.
Esta consideración despierta en mi memoria un dato histórico que realza la importancia del AltoRey. Aquí fue donde el Cid, huyendo de las asechanzas de D. Alfonso VI, se detuvo, tal vez para
encomendarse al Dios de las batallas, según recuerdan los siguientes versos de su famoso poema:
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Atienza de los Juglares
«A la sierra de Miedes
ellos yban posar;
Avn era de día, non era
puesto el sol.
Mando uer sus yentes Myo
Cid el Campeador:
Sin las peonadas e ommes
valientes que son,
Xotá trezientas langas que
todas tienen pendones
Temprano dat geuada, si el
Criador nos salue.
El qui quisiere comer y
que non caualge.
Passaremos la sierra que
fiera es e grand.
La tierra del rey Alfonsso
esta noch la podemos
quitar.
Después qui nos buscare
fallar-nos podrá.
De noch passan la sierra: viuida es la mannana
E por ia loma ayuso pienssan de andar.
En medio dmta niontanna marauillosa e grand
Fizo Myo Cid posar e geuada dar.
Dixoles á todos commo quería tras-nochar…
La calina de la tarde iba empañando el horizonte, como un velo tendido por un mago envidioso,
para ocultar á mis ojos el magnífico panorama.
Pero ¡ay! que el tiempo pasa, y con el tiempo los breves instantes de alegría que disfrutamos sobre
la tierra. La voz de mis compañeros vino muy pronto á sacarme de tan dulce arrobamiento, para
anunciarme que se hacía urgente dejar aquel sitio, pues la vertiente de la montaña por la cual
habíamos de bajar es de lo más agrio y peligroso que puede imaginarse. Después de orar un rato en
la ermita, comenzamos á descender, visitando al paso la Cueva del Aceite, en donde, según la
tradición, brotaba antiguamente este líquido, para alimentar la lámpara del santuario de la montaña.
Es una gruta bastante grande; formada por rocas enormes y muy húmedas por la traspiración del
terreno, que la ha tapizado de verde musgo.
El camino hasta La Constante es en extremo pintoresco; primero la estribación de la sierra
cubierta de flores y de arbustos; luego Gascueña, con sus casas de pizarra, su iglesia, que conserva
una portada gótica, sus campos fértiles y sus arboledas sombrías; después un camino por entre rocas
hincadas de punta, y tapias formadas de losas enormes que tienen todas las apariencias, por más que
no lo sean, de antiguos monumentos célticos. Por último, en el fondo de un estrecho barranco, la
fábrica inglesa denominada La Constante, destinada al
beneficio de las minerales de plata que producen las próximas minas de Hiendelaencina.
IY aquí suspendemos el viaje, para no fatigar con largas jornadas la atención de nuestros lectores.
Manuel Pérez Villamil. Agosto/1885
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LA NOCHE DE PASTRANA (17/18 de julio de 1973)
CUARENTA AÑOS SIN JOSÉ ANTONIO OCHAÍTA
Cuando la copla, el arte, la cultura y la Alcarria, se
vistieron de duelo.
Tomás Gismera Velasco
Me han contado que esa noche, por los campos de
Pastrana, se sentía un embrujo especial. Un algo de embrujo.
Hace unos años, escuchando hablar de aquellos días al
maestro Bazán sentado en una silla de enea en una de esas
placitas sevillanas que tanto alegran como cautivan, me dijo:
“había misterio”. Después en Madrid, en su academia de
coplas de la calle del Amor de Dios, hablando de Luis
Cantero y de José Antonio, añadió: “no sé lo que había, pero
algo había”.
Lo debía de haber, porque Carlos Murciano, poeta de
sentimiento y buen arte, había añadido a mi colección de
sentimientos sobre aquella noche un poema de urgencia,
escrito a máquina y con demasiadas prisas, en el que
conjugaba el arte con la poesía y esta con la torería. La
torería con el arte y el arte con el sentimiento. El sentimiento
con la amistad, y la amistad con el dolor cuando la pena la
parte…
Josepe, José Antonio Suárez de Puga, que también estaba allí, como a tantos otros cuando se toca
el tema, se le encoge el corazón y los ojos se le ponen turbios, como si mirando a aquel rincón de la
Pastrana que se enzarza entre lo morisco, lo judío, lo cristiano y se engarza con retratos de los
Fernández de Moratín, deseara regresar a las puertas de la colegiata y decirle a su otro yo: “¡para el
tiempo!”.
Esa noche, ahora hace 40 años y parece que fue ayer para tantos. Pastrana y con ella la Alcarria y
Guadalajara entera, se vistieron de luto. Se fue José Antonio Ochaíta.
Ochaíta era uno de esos genios que de cuando en cuando salen a la luz de los pueblos, en este caso
Jadraque, y dan el salto obligado por las circunstancias y se convierten en una de esas figuras
míticas que nunca se olvidan.
Hace años, repasando uno de tantos cancioneros tradicionales, encontré entre sus páginas algunos
de esos romances que nuestras abuelas decían que son “de los de toda la vida”, o “del tiempo de los
moros” o de “váya usté a saber”.
Y no, no eran de aquellos tiempos, eran canciones de esas que habían dejado escritas los dos tríos:
Ochaíta-Valerio y Solano, o Quintero-León y Quiroga, o León-Ochaíta y Solano. Los tríos de la
copla, que era, y es como decir… (que cada cual se invente su dúo, o su trío).
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Atienza de los Juglares
A la copla, porque dicen que vivió sus tiempos de esplendor
en los años tristes, se la ha denostado, se la ha etiquetado, se la
ha… y sin embargo, con la copla, que es un arte único y
español por los cuatro costados, Manolo Vázquez Montalbán,
que no tenía ningún asomo de… de nada con quienes en
aquellos años tristes estaban en lo alto de la gloria poderosa de
todos los poderes, definió la copla como un arte universal, y
Vázquez Montalbán, que de escribir entendía un rato, dejó
escrito que la copla “era el arte de escribir un novela en folio
y medio, cantarla en tres minutos, y dejarla al juicio de la
historia”. Claro, Manolo Vázquez Montalbán era un
admirador de la copla, a la que dedicó unos cuantos renglones
bien escritos.
Esa noche, volviendo a la noche de Pastrana, cuando José
Antonio Ochaíta, el autor de letras que tan bien nos suenan
como “La Lirio”, “Eugenia de Montijo”, “Cinco Farolas”, “La
niña de Punta Umbría”…. Y así hasta cerca de un millar, que
hoy se cantan y recantan en las plazas mayores de todos y cada uno de los pueblos de España….
José Antonio Ochaíta, decía, andaba tristón, como decaído.
Me contaba María Luisa, su sobrina, que José Antonio Ochaíta era mucho de chascarrillo. Que
hoy habría triunfado como ¿“colaborador”, se dice? En cualquier programa de esos que da la tele a
cualquier hora hablando de todos y de todo sin aclarar nada, aportar nada y dejar nada de sustancia,
o tal vez si, la sesera hueca de los participantes en ellos y… en fin. Cada cual aguante su vela.
Pues esa tarde, cuando Ochaíta y Rafael Duyós, poeta metido a monje, se fueron a buscar a Carlos
Murciano, Rafael Duyós ya lo encontró un poco ausente, y al regreso a Pastrana, cuando al pasar por
la delantera del cementerio de Hontoba, y José Antonio les dijo aquello de “el mejor cementerio
para descansar”, o algo así; para corregir luego que el más hermoso y con mejores vistas era el de
Atienza, lo encontraron con un algo de perdido. Y tiene que ser duro eso de tener amores divididos
a la hora de que la ceniza ocupe su parte de la huesa. Porque Ochaíta andaba en ello: que si Sevilla,
que si Santiago, que si Antieza, Hontoba, Jadraque. Quería, porque no podía ser entonces de otra
manera, terminar en Jadraque.
En estos tiempos está la cosa más fácil: te adelantas a los gusanos y divides las cenizas. De
poderlo hacer, eso hubiese hecho José Antonio Ochaíta.
Aquella noche, entrando la balanza en la fiel división de los dos días, cuando del escenario de la
platea dorada de luna de la noche de Pastrana, don Paco, el mítico don Paco Cortijo de los relatos de
Cela dio a José Antonio la palmada y le dijo: “¡que te toca!”, lo encontró ausente.
Baldomero García Jiménez, ( ¡Baldomero de la Alcarria!, diría yo, de tiempos en los que no
existían intereses y tan solo habían voluntades buenas), había dicho ya aquello de:
-José Antonio Ochaíta, el poeta de Jadraque. Ese hombre que nos parece como un árbol plantado
a la orilla de cualquiera de nuestros caminos…
Y Ochaíta sube al escenario, y entonces es cuando tiene lugar ese mágico momento que lo hace
pasar a la leyenda. Que lo glorifica para siempre y mitifica en aras de la eternidad.
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Atienza de los Juglares
José Antonio, que suele jugar con sus manos en la
declamación de sus versos, mira a la gente que lo ha de
escuchar. Me contaba Antonio Herrera Casado, que
también estaba allí, que tenía la cara ensombrecida,
como…
Y entonces, tras un silencio de segundos que a veces
son eternidad, José Antonio comienza a declamar su
poema, ese ya mítico poema que quedó incompleto y
tanto se ha confundido el nombre con la frase, el verso,
el momento o la palabra. Manos nuevas para mi tierra
vieja, se llamaba el poema.
Y Ochaíta comienza:
-Tengo la Alcarria entre mis manos…
Atienza, donde los ángeles bailaban un rigodón, a su
decir, se relamía de luna de plata; y en Guadalix de la
Sierra, donde Lolita Sevilla, del brazo de Paco Morán y
Pepe Isbert cantó lo de Bienvenido Mister Marshall y
américanos os recibimos con alegría….
Cinco mil pesetas de la época me contaron que cobró José Antonio Ochaíta por escribir la letras
de aquellas canciones de la película mítica que nada sería sin la aportación de la letra de José
Antonio Ochaíta, que José Antonio las escribió. Y el Porompompero y …. (Si, ya, letras a veces
tontas, pero que hoy día, aunque no lo queramos reconocer, son parte de la historia, y hay quien las
confunde con esos “romances de toda la vida” y los pone en ediciones financiadas por los altos
poderes del Estado), entonces era lo que el pueblo quería. Como ahora quiere recordar el año que
España ganó el mundial o que Contador gane el Giro. A cada momento su tiempo y a cada tiempo
su momento.
Las piedras de Jadraque, en aquel momento en el que José Antonio Ochaíta comenzaba a
declamar su poema, andaban en danza. Por ver cuál de ellas alcanzaría la gloria de ser la almohada
de sus huesos: “una piedra cualquiera del castillo…”
Y continúa José Antonio Ochaíta su poema:
… no en las que veis, gusanas viejas…
cansadas de coger del aire
mi voz inútil….
Y el silencio en aquel instante es eterno. El poeta, el inmortal poeta de Jadraque, parece que ha
olvidado lo que debía de continuar, lo que debía de decir. Unos segundos, instantes apenas. Una
eternidad en quien ve la duda de quien está sobre un escenario.
Y cae el rayo. Es como si la tormenta sin nubes hubiese lanzado todas sus flechas sobre el
entarimado de la delantera de la Colegiata de Pastrana. El sonido hueco del entarimado al recibir el
cuerpo. El momento de angustia de quienes lo ven caer. El correr de los médicos que allí estaban,
¡más de veinte! Por ver lo que sucede.
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Atienza de los Juglares. 7/2013.
Atienza de los Juglares
José Antonio Ocháita, la voz de la
Alcarria, el inmortal poeta al que llegó
el momento de no tener que escribir
para vivir, porque ya cantaban sus
canciones y los derechos de sus
canciones le permitían todos los
caprichos que le privó la tristeza de la
infancia y los trabajos de la juventud,
entraba, en brazos, como el torero al
que llevan en volandas tras la gravedad
de una cogida a destiempo, en la
Colegiata de Pastrana. Don Licinio, que
lo conoció mozo allá en Jadraque,
ahora, en Pastrana, le daba la
extremaunción. José Antonio Ochaíta
había sufrido un derrame cerebral
irreversible. Las prisas. Las llamadas. Las carreras…. La incredulidad de la muerte de José Antonio
Ochaíta, a los 67 años de edad…
A la otra mañana, cuando Jadraque se arropaba en llanto todavía, la mítica foto de ese gran
hombre retratador de paisajes, hombres y momentos, que es Santiago Bernal, daba la vuelta a
España. Era la comitiva funeraria que acompañaba a José Antonio Ochaíta al cementerio. “fue
Ochaíta quien me llevó a conocer La Caballada de Atienza”, confiesa una y otra vez Santiago.
En esa foto de Santiago Bernal que dio la vuelta a España, no aparecen Rocío Jurado, ni Manolo
Escobar, El Fari o Concha Piquer…. Y tantos más, que tanto debían a José Antonio Ochaíta. Era la
foto del pueblo acompañando a su hijo más ilustre de los últimos tiempos.
Me quedo con el recuerdo del poeta que murió, herido por el rayo, en la noche de Pastrana. El que
mejor retrató a Jaén, a Guadalajara, a Sevilla. Un poeta desconocido para muchos de los
guadalajareños. Uno de esos reyes de la copla.
Me quedo con los últimos versos de Carlos Murciano, en su poema de urgencia a la muerte de
José Antonio Ochaíta:
… morir con los versos puestos,
Y entre las manos, tu Alcarria…
Me quedo con los versos de José Antonio Alonso Gamo:
---tengo la Alcarria en mis manos
Iba cantando Ochaíta…
Hace 40 años había teatro en Pastrana, se representaba “La Alcaidesa de Pastrana”, de Eduardo
Marquina. José Antonio Ochaíta, que comió y durmió ese día en la misma pensión que Cela, en La
Favorita, camino de la representación saludó por el camino a Paulino Aparicio, que representaba a
Antonio Pérez. Eran las fiestas del Carmen en Pastrana…. Hace 40 años, cuando José Antonio
Ochaíta pasaba a ser leyenda.
Os invito a que conozcáis a José Antonio Ochaíta, a través de su obra. Merece la pena.
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Un libro en el que se da cuenta de “la otra historia de Guadalajara”, la de la lucha por la
recuperación de su historia, de la reconstrucción de sus monumentos, y de las iniciativas
culturales.
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Guadalajara en Madrid, donde también se puede adquirir.
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Para conocer el desarrollo de la medicina moderna en la provincia de
Guadalajara, a partir del siglo XIX, y los sucesos y desarrollo de unas
epidemias que en muchas ocasiones, diezmaron los pueblos.
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