vinetas de galeano1

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SPN3300—Viñetas
Primavera 12
Tarea: Leer, buscar el vocabulario y subrayar oraciones donde hay
ejemplos de objetos directo, indirecto y reflexivo.
Las estrellas
Y ellas, ¿nos espían? Esos fulgores de la noche, ¿son ojos que noche a noche nos miran?
¿O son bocas? ¿Bocas abiertas por el asombro, que tiemblan de miedo? Los astrónomos
no se atreven a decirlo, pero las más recientes investigaciones han probado que las
estrellas están cada vez más atónitas y tembleques. Van del estupor al pánico: ellas no
consiguen entender cómo sigue dando vueltas, todavía vivo, este mundo nuestro, tan
fervorosamente dedicado a su propia aniquilación, donde no hay nada más rentable que el
crimen ni nada más exitoso que la estupidez, y se estremecen de susto, porque han visto
que ya andamos invadiendo otros astros del cielo.
El experto internacional
Piaban los niños y los pollitos alrededor de doña María de las Mercedes, que cloqueando
arrojaba granos de maíz a sus gallinas. En eso estaba ella, aquel día como todos los días,
cuando un automóvil emergió, resplandeciente, desde una nube de polvo en el camino
que venía de Santo Domingo.
Un señor de traje y corbata, maletín en mano, le preguntó:
–Si yo le digo, exactamente, cuántas gallinas tiene, ¿usted me da una?
Ella hizo una mueca.
Y acto seguido él encendió su computadora Pentium IV de l.5 GB, activó el GPS, se
conectó por teléfono celular con el sistema de fotos satelitales y puso en funcionamiento
el contador de pixels:
–Usted tiene ciento treinta y dos gallinas.
Y atrapó una y la apretó entre los brazos.
Entonces, doña María de las Mercedes Holmes le preguntó:–Si yo le digo en qué trabaja
usted, ¿me devuelve la gallina?
El hizo una mueca.
Y ella dijo:
–Usted es un experto de una organización internacional.
Recuperó su gallina y explicó que era fácil, cualquiera se daba cuenta:
–Usted vino sin que nadie lo llamara, se metió en mi gallinero sin pedir permiso, me dijo
algo que yo ya sabía y me cobró por eso.
La revelación
Cuando Ricardo Marchini cumplió diez años de edad, sintió que la hora de la verdad
había llegado.
-Vamos, Leo -dijo-. Tenemos que hablar.
Y se marcharon, calle arriba, los dos. Anduvieron un buen rato por el barrio Saavedra,
dando vueltas, en silencio. Leonardo se detenía mucho, como tenía costumbre, y después
apuraba el paso para alcanzar a Ricardo, que caminaba con las manos en los bolsillos y el
ceño fruncido.
Al llegar a la plaza, Ricardo se sentó. Tragó saliva. Apretó la cara de Leonardo entre las
manos y, mirándolo a los ojos, largó el chorro:
-Mirá Leo perdoná que te lo diga pero vos no sos hijo de papá y mamá es mejor que lo
sepas Leo que a vos te recogieron de la calle.
Suspiró hondo:
-Tenía que decírtelo, Leo.
Leonardo había sido encontrado, cuando era muy chiquito, dentro de una bolsa negra de
la basura, pero Ricardo prefirió ahorrarle esos detalles.
Entonces, regresaron a casa. Ricardo iba silbando. Leonardo meneaba el rabo, saludando
a los amigos: los vecinos lo querían, porque él era marrón y blanco, como el Platense, el
club de fútbol del barrio, que casi nunca ganaba.
Encontrado en: http://www.brecha.com.uy/numeros/n691/contra.html
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