GALERA MENDOZA, ESTHER. ESTRUCTURA URBANA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA EN LA ALHAMBRA DURANTE EL ANTIGUO REGIMEN. GRANADA: EDITORIAL UNIVERSIDAD DE GRANADA (EUG), 2013, 158 PP. ISBN: 8433855719, Y 978-8433855718 JOSE MANUEL GÓMEZ-MORENO CALERA Universidad de Granada D La Alhambra ha suscitado, suscita y seguirá haciéndolo, numerosos estudios desde muy diferentes enfoques y con intereses muy diversos. Es tanta su historia y su peso monumental que las investigaciones se multiplican exponencialmente hasta convertirse en un pozo sin fondo, pero todavía con muchas sombras por aclarar. En todo caso, si bien sus aspectos de tradición islámica han sido los más investigados, no cabe duda de que su continuidad en el tiempo, hasta llegar a nuestros días, hace de este espacio histórico un campo de investigación obligadamente mucho más diverso y transcultural. Efectivamente, en las últimas décadas el periodo cristiano y las transformaciones sufridas tras la conquista han merecido estudios que van aclarando esta parcela, debiendo destacar sobremanera el libro de Rosenthal sobre el Palacio de Carlos V, junto con otros anteriores y posteriores sobre este singular edificio, cumbre del clasicismo hispano. Otros investigadores han apostado por un enfoque más generalista, con estudios de carácter urbano, monumental, arqueológico, biográfico, político, literario o cultural, tanto sobre el propio palacio imperial como de las transformaciones o novedades habidas en los palacios nazaríes. Investigadores como Ignacio L. Henares Cuéllar, Cristina Viñes Millet (tristemente desaparecida), Juan Antonio García Granados, Rafael López Guzmán, Mª Elena Díez Jorge, Pedro. A. Galera Andreu, la propia Esther Galera Mendoza, Antonio Malpica Cuello, Jesús Bermúdez López, Mª José Redondo Cantera, Juan Manuel Barrios Rozúa, Juan Manuel Martín García (y me dejo otras muchas aportaciones incluida alguna mía), han aportado novedades interesantes sobre el tema de las adaptaciones y cambios habidos en la Alhambra, sobre todo, en época mudéjar y del siglo XVI. Pero entre estas aportaciones recientes y no tan recientes destacan, en la línea del libro que ahora comentamos, la contribución documental importantísima de Rafael Domínguez Casas Arte y etiqueta de los Reyes Católicos, Matilde Casares López “La ciudad de la Alhambra y las obras realizadas en el siglo XVI a la luz de sus libros de cuentas” y, últimamente, Juan Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 3, 2014, pp.121-124. ISSN: 2255-1905 121 José Manuel Gómez-Moreno Galera Antonio Vilar Sánchez con dos libros titulados Los Reyes Católicos en la Alhambra y Obras en la Alhambra. A estos estudios habría que sumar la constante labor de revisión y aporte documental que viene ofreciendo la revista especializada Cuadernos de la Alhambra y otras algo más tangenciales como Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, etc. Estas obras y revistas son puntos de referencia imprescindibles para poder profundizar en este tema. En esta línea, de aportación documental como base científica inapelable, el estudio de la profesora Esther Galera Mendoza es la manifestación palpable de que todavía quedan muchos aspectos por aclarar sobre la Alhambra en la Edad Moderna, que sigue siendo necesaria la puesta al día de una bibliografía, abundante pero especialmente dispersa en campos de investigación diferentes, y el cotejo de la documentación guardada en diversos archivos, fundamentalmente el de Simancas y el de la Alhambra. Documentación, por otra parte, amplia pero desigual y que en el caso del Archivo de la Alhambra se convierte en una aventura aún más trabajosa, debido a las diversas clasificaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo. Tal es la dificultad de encontrar a veces los documentos buscados (experiencia vivida por mí mismo años atrás) que había que acudir a tablas de equivalencia, a veces con tres catalogaciones distintas, lo que ha motivado que en los últimos años el Patronato haya iniciado una nueva catalogación que pueda ser la definitiva. Por otra parte, la autora ha tenido la inteligencia y, al mismo tiempo, la madurez de investigadora ya versada en este tipo de trabajos, de recoger una abundante información bibliográfica y documental pero sin que este alubión de noticias lastre el texto con tediosas referencias. Recoge el dato concreto, recupera su espacio urbano, histórico y monumental y lo pone en contacto con quienes detentaron oficios, cargos institucionales y ocuparon los diferentes edificios. Este es un valor añadido al libro que ya queda en cierta manera implícito en el título. El estudio aborda la estructura urbana de la Alhambra, pero a través de los personajes singulares y de los colectivos que van a habitarla o a desarrollar alguna actividad en la misma. Así pues, se trazan tanto los espacios arquitectónicos y su integración en el recinto de la Alhambra (que no olvidemos que en la Edad Media y en cierta medida también en los primeros siglos de la Modernidad funcionó como una ciudad paralela a la Granada Baja), como los sectores productivos que le dieron vida y los respectivos emplazamientos en su entramado urbano. Es precisamente este sustrato urbano el que ahora es más difícil de rastrear, e incluso imaginar en la Alhambra, y por ello el libro no es sólo interesante bibliográficamente hablando, sino oportuno y un obligado soporte para seguir con su recuperación arqueológica. La monografía está estructurada de manera clara y ordenada, con una introducción, nueve capítulos, un apéndice documental y la bibliografía. La breve introducción nos pone en situación respecto al emplazamiento de esta ciudadela, su vinculación con la ciudad, puertas y recinto, su paso de ciudad islámica a cristiana y las consecuencias de este cambio. El segundo capítulo está dedicado a los Palacios Reales, con variada información pero muy sintetizada al ser un apartado mejor conocido y, por tanto, necesitado de menos aclaraciones en un trabajo de estas características. No obstante su brevedad, resulta clarificadora y la remisión a estudios concretos anteriores está perfectamente cualificada. El capítulo siguiente lo dedica al estudio de las casas y palacios más significativos tras la conquista, como fueron los Palacios del Conde de Tendilla, al llamado palacio de los Abencerrajes, y diversas casas y estructuras que se vieron modificadas al asignarlos a soldados, miembros de la administración y cuarteles. Igualmente, se revisan otros espacios como cuevas, cármenes y molinos. En esta revisión, no sólo documenta la presencia y modificaciones de estos organismos, sino que incorpora el aparato legal de las concesiones, y aporta informaciones puntuales sobre casos concretos que nos ayudan a comprender la vida de la Alhambra, actividades cotidianas y esporádicas, fiestas, procesiones, salida del viático, actividades de las cofradías o la ocupación de la calle en diversos momentos. Ofrece un breve resumen de la morfología de palacios (en especial del que fuera de los Condes de Tendilla) y las muchas casas repartidas por todo el recinto, cuestión que no siempre aflora en estudios de arte y menos cuando nos enfrentamos a un monumento de la trascendencia y relumbre de los palacios de la Alhambra, que terminan por eclipsar el ámbito de lo doméstico y de lo cotidiano. Igualmente, la documentación le permite contrastar el grado de mantenimiento de las estructuras o los propios viales, aportando el dato del pavimento empedrado de las calles pero el poco cuidado que a veces presentaba y los problemas que ello generaba. Por último, y por mencionar noticias singulares interesantes, como bienes que pertenecían a la Corona, señala la presencia de varios molinos, pero 122 Reseña: Esther Galera Mendoza.:. Estructura ubana y organización productiva en la Alhambra curiosamente no en la zona que ahora identificamos con la llamada Calle Molinos, sino en el cauce del Darro. El capítulo cuarto está dedicado a la Cárcel y la Casa de las Armas, espacios que, junto a los estudiados en el capítulo quinto (los Bienes propios de la Corona, como la herrería, el mesón y el horno de pan), eran de propiedad regia. Identifica sus emplazamientos y funciones y recoge diversa información de sucesos ocurridos con jugosas noticias sobre su funcionamiento y problemática. No es de extrañar que algunas de las torres de la Alhambra todavía hoy conserven el topónimo de sus funciones, como son los casos de la Torre de las Prisiones, la Torre de las Armas o Torre de la Pólvora (antes del Polvorista). También salen a relucir, a través de la rica documentación, mesones, tabernas, tiendas, carnicería, por supuesto el horno de pan (que servía para cocer los panes que los propios vecinos preparaban), y todo ese conglomerado de negocios que podemos encontrar en cualquier ciudad y más concretamente, en este caso, en una ciudadela con vocación administrativa y militar. De especial interés para mi, por mis precedentes estudios sobre la cerámica mudéjar en Granada y la Alhambra, aparecen menciones de los hornos de zalear el barro y calles con los nombres tan significativos como de las ollerías o de las pilas, que debían ayudarnos a emplazar las alfarerías, de tanta importancia en el abastecimiento de azulejos para las obras de la Alhambra y en la construcción de templos, palacios y casas del resto de la ciudad y la Provincia. Aún más, sale a relucir la calidad y color del barro y su procedencia (rojo de los Mártires o blanco de las cuevas del Rabel), para realizar las diferentes piezas, en este caso de la vajilla de tipo doméstico. Muy interesante y lleno de aportaciones novedosas es el capítulo sexto, en que aborda el estudio de las tiendas, carnicerías, pescaderías, bodegas y tabernas, puesto del aceite, e incluso de hielo en verano, pastelería que luego pasó a ser estanco o tienda de tabaco (y estamos hablando de 1680), jabonería, carbonería, botica, maestros de primeras letras, unas tenerías, amén de uno de los sectores económicamente más potentes como eran los tejedores de seda, con numerosas casas-talleres y con una ocupación principal de las mujeres en este oficio por poder realizarlo en sus propias casas. No existía en la Alhambra un mercado unificado, pero por su entramado de calles se encontraban todos estos establecimientos que permitían el abasto del barrio. Comenta la autora no sólo la estructura de los establecimientos, sino los aspectos de las ordenanzas y los equipamientos de estos establecimientos. En este caso, Esther Galera, que conoce perfectamente por anteriores publicaciones el entramado comercial de la Granada del siglo XVI, pone en relación la Alhambra con la propia ciudad en el funcionamiento de esta red comercial y de servicios. Como en capítulos anteriores, su interés por “lo humano” se hace ver en aportar normas y castigos por saltárselas, como en el caso de los bodegones y tabernas en que se prohíbe el juego de cualquier tipo y el que los clientes se detuvieran en ellas más de lo estrictamente necesario para comer y beber bajo multa de diez ducados, en evitación de la ociosidad, y que debían todos estar cerrados al toque de ánimas. Igual que ahora. Hablando de tabernas y bodegones, no falta la alusión a la venta y trasiego del vino y la identificación comercial de la famosa Puerta del Vino con la venta franca de este reconfortante líquido. Sigue el capítulo séptimo dedicado a la Plaza de los Aljibes, espacio en la Alhambra lleno de sugerencias y centrado por el enorme aljibe mandado construir por el primer alcaide de la Alhambra, don Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, recién tomada la Alhambra. En el siglo XVIII sirvió como espacio para el juego de la pelota, cuya presencia en la Alhambra consta desde el siglo XVII y comenta la existencia de espacios para celebrar carreras de caballos y las corridas de toros. En la España del Antiguo Régimen las instituciones religiosas no podían faltar y en la Alhambra aparece la parroquia de Santa María, con iglesia que vivió vicisitudes complicadas hasta su definitiva terminación en 1617; su cementerio anejo, del cual aporta de nuevo jugosas informaciones; el convento de San Francisco y el de los Mártires, amén de ermitas como la de la Puerta de las Granada, Puerta de la Justicia, Jardines del Adarve, Santa Elena (actual Silla del Moro), la del Calvario, Torres Bermejas, etc., estructuras todas ellas de dimensiones reducidísimas. El capítulo décimo está dedicado a los jardines, alamedas y el bosque, cuya presencia en la Alhambra arranca prácticamente desde la conquista y en el caso del bosque que cae tras los muros hacia el Darro, se sospecha su existencia ya en época nazarí. Todo ello tiene cumplida referencia de nuevo, alumbrado por la jugosa documentación que ha sabido rastrear y ordenar la autora con fino cuidado e inteligencia. Los dos últimos apartados están dedicados al apéndice documental, un ajustado resumen y selección de ellos que no son ni pálido reflejo de la ingente documentación consultada. La bibliografía, 123 José Manuel Gómez-Moreno Galera por último, responde a criterios de oportunidad y relación con el tema tratado con una perfecta integración de estudios puramente históricos, arquitectónicos y artísticos, pero sin faltar su relación con los arqueológicos, las crónicas y la bibliografía histórica que tantas alusiones ha hecho a este espacio monumental e histórico. En suma, el libro aquí reseñado es un compendio reducido, pero amplísimo en sugerencias, que aporta una enorme cantidad de datos novedosos sobre el devenir de la Alhambra en la Edad Moderna. La autora sabe alumbrar con exquisita prudencia y precisión las noticias esenciales para reconstruir todo este entramado arquitectónico, económico, vivencial y humano que configuró la ciudad de la Alhambra y aún sus posesiones fuera del recinto en el Antiguo Régimen. Es por tanto un libro oportuno, necesario, complementario a la visión de la Alhambra monumental y que viene a recuperar esa parcela necesaria de la pequeña historia y de la sociedad silenciosa que hizo de este lugar un centro palatino, cortesano y deslumbrante a veces, agónico en momentos de abandono, lejano y cercano a la propia ciudad de Granada; muy poblado en el XVI y en paulatino abandono en los siglos siguientes, hasta el momento presente en que, precisamente la medina y barrio de la Alhambra, pueden quedar algo desdibujados al haber perdido ese sentido de barrio poblado y vivo. No quedará defraudado el lector que se acerque a su lectura y será fuente de información y de datos impagables, tanto para el investigador, el erudito o el simple interesado en esta parcela tan atractiva de nuestra historia y Patrimonio. 124