Cáncer diferenciado de tiroides

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Cáncer diferenciado de tiroides
pas
L.ES.NPM.11.2014.0825
Cáncer diferenciado
de tiroides
Patrocinado por
Solicitada acreditación
a la Comisión de Formación
Continuada de las
Profesiones Sanitarias
N.º Exp.: 07-AFOC-06005.4/2014
Cáncer diferenciado de tiroides
Coordinador General:
Autores:
Dr. Jesús Lozano Olivares
Dr. Javier Aller Pardo
Director de la Fundación para
la Formación del Consejo General
de Colegios Oficiales de Médicos
Unidad de Endocrinología Oncológica.
Hospital Universitario Puerta de Hierro.
Majadahonda, Madrid
Coordinador Científico:
Dr. Jaume Capdevila Castillón
Unidad de Tumor Gastrointestinal
y Endocrino. Hospital Universitario Vall
d’Hebron, Barcelona
Dr. Jaume Capdevila Castillón
Unidad de Tumor Gastrointestinal y Endocrino.
Hospital Universitario Vall d’Hebron, Barcelona
Dr. Ricard Mesía Nin
Institut Català d’Oncologia - L’Hospitalet
Dr. José Muñoz Márquez
Especialista en Medicina de Familia
CAP de La Seu d’Urgell, Lleida.
Grupo de Trabajo de Tiroides de la SEMG
Dr. Juan Antonio Vallejo Casas
Director Unidad de Gestión Clínica Medicina Nuclear.
Hospital Universitario Reina Sofía, Córdoba
Cedaceros, 10
28014 Madrid
Tel.: 91 426 06 41. Fax: 91 426 06 40
www.ffomc.org
Alberto Alcocer, 13, 1.º D
28036 Madrid
Tel.: 91 353 33 70. Fax: 91 353 33 73
www.imc-sa.es • [email protected]
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siendo los autores los responsables de la misma.
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en ninguna forma o medio alguno, electrónico o mecánico, incluyendo las fotocopias, grabaciones o
cualquier sistema de recuperación de almacenaje de información, sin permiso escrito del titular del
copyright.
ISBN: 978-84-7867-280-6
Depósito Legal: M-31859-2014
Sumario
Prólogo5
Introducción
Dr. Jaume Capdevila Castillón
7
1.Concepto, epidemiología y bases moleculares
9
Dr. Jaume Capdevila Castillón
2.Actitud ante un nódulo tiroideo
15
Dr. Javier Aller Pardo, Dra. Mariana Campderá Michelena
3.Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides 27
Dr. Juan Antonio Vallejo Casas, Dra. Luisa M.ª Mena Bares,
Dra. M.ª Ángeles Gálvez Moreno,
Dr. Juan Alfonso Castilla Cabezas
4.Tratamiento de la enfermedad recurrente
y metastásica sensible a radioyodo
43
Dr. Juan Antonio Vallejo Casas, Dra. Luisa M.ª Mena Bares,
Dr. Francisco Roberto Maza Muret, Dra. Elvira Carmona Asenjo,
Dra. Estefanía Moreno Ortega
5.Tratamiento de la enfermedad recurrente
y metastásica resistente a radioyodo
51
Dr. Ricard Mesía Nin, Dr. Miren Taberna Sanz,
Dra. Silvia Vázquez Fernández
6.Coordinación y derivación entre
niveles asistenciales:
Atención Primaria y Atención Especializada
57
Dr. José Muñoz Márquez
Test de evaluación para acreditación 63
3
Prólogo
En el año 2002, la Organización Médica Colegial (OMC), con la colaboración
del Ministerio de Sanidad y Consumo, puso en marcha un singular proyecto
de información y formación activa a los profesionales sanitarios a través de
las Guías de Buena Práctica Clínica, dirigidas fundamentalmente a los médicos de Atención Primaria, y las Guías de Evidencia, dirigidas a los profesionales de Atención Especializada.
Durante 10 años se han puesto a disposición de los profesionales sanitarios
casi un centenar de estas guías, abarcando la práctica totalidad de las áreas
clínicas y de los diagnósticos más prevalentes en los diferentes niveles asistenciales.
En este año 2014, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de
España (CGCOM) y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
(MSSSI) continúan la colaboración, encaminada a proporcionar a los profesionales sanitarios documentos de ayuda a la toma de decisiones a través de
las pautas de actuación y seguimiento (pas), serie de publicaciones sucesivas
y complementarias, cuya finalidad es impulsar el paso de una práctica centrada en la enfermedad a la atención centrada en el enfermo, la cual tiene
en cuenta no solo la consulta, sino también la continuidad de la asistencia y
el seguimiento del paciente.
El programa de publicaciones pas, coordinado por la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial (FFOMC), está dirigido tanto a los
profesionales de Atención Primaria como a los profesionales de Atención
Especializada, y constituirá una herramienta de formación médica acreditada,
accesible desde el campus virtual de la FFOMC, a través de la cual los profesionales actualizarán su conocimiento científico.
Los contenidos científicos serán elaborados por expertos en cada materia, a
partir de la mejor información útil disponible en la bibliografía actual, siguiendo de manera rigurosa la metodología de revisión crítica de literatura científica y, al mismo tiempo, se redactarán de forma sencilla, práctica y didáctica,
con objeto de cumplir su doble misión, informativa y formativa.
5
6
Cáncer diferenciado de tiroides
Por último, y como elemento diferencial de esta serie, se introducen elementos clínico-deontológicos que permitirán al profesional médico tener como
constante asistencial los criterios éticos que deben estar presentes siempre
en su práctica diaria.
Tanto para el CGCOM como para el MSSSI supone una gran satisfacción el
desarrollo de estas publicaciones, que esperamos sean de gran utilidad para
la mejora de la atención a los pacientes.
D. Juan José Rodríguez Sendín
Presidente FFOMC
D.a M.a Mercedes Vinuesa Sebastián
Directora General de Salud Pública,
Calidad e Innovación (MSSSI)
Introducción
Los carcinomas papilares y foliculares de tiroides se encuentran entre los tumores más curables hoy en día. El manejo multidisciplinar es esencial para
conseguir unas elevadas tasas de curación, que sobrepasan el 90% a 10 años.
Sin embargo, en algunos pacientes el riesgo de recidiva o incluso muerte por
la enfermedad es elevado, por lo que resulta esencial identificarlos y organizar
estrategias de tratamiento y seguimiento que mejoren los resultados finales.
A pesar de las reducidas tasas de mortalidad, las recurrencias locales suceden
hasta en el 20% de los pacientes, y a distancia hasta en el 10% a los 10 años.
Las opciones de tratamiento a la recidiva incluyen el rescate quirúrgico, el radioyodo y las ablaciones locorregionales, pero el 50% de estos casos no serán
curables, y las opciones de tratamiento sistémico han sido escasas hasta la
actualidad. El mejor conocimiento de las alteraciones moleculares relacionadas
con el proceso de carcinogénesis del cáncer diferenciado de tiroides ha permitido desarrollar nuevas terapias y estrategias de tratamiento para conseguir
cambiar la historia natural de la enfermedad refractaria al radioyodo, que es la
que realmente compromete la vida de los pacientes.
El cáncer de tiroides representa uno de los mejores ejemplos de manejo multidisciplinar en oncología, involucrando un mínimo de siete especialidades desde
el diagnóstico inicial al tratamiento definitivo. La complejidad en el manejo de
este cáncer se ha incrementado en paralelo al mejor conocimiento de la propia
enfermedad, y obliga a una estrategia de diagnóstico y tratamiento óptima
para conseguir el mayor porcentaje de curaciones. Así mismo, la dificultad en
el manejo del tumor se incrementa con la escasa incidencia de la enfermedad.
Por lo tanto, el cáncer de tiroides se considera una enfermedad oncológica
de elevada complejidad, que involucra una cirugía de alta especialización y
un manejo por equipos o unidades multidisciplinares de elevada casuística y
contrastada experiencia, que garantice unos resultados óptimos del tratamiento. Por este motivo, resulta de primordial importancia la creación de pautas de
actuación y seguimiento (PAS) del cáncer tiroideo que eviten en todo lo posible
la mala praxis y ofrezcan las mejores opciones de curación a los pacientes.
Dr. Jaume Capdevila Castillón
Unidad de Tumor Gastrointestinal y Endocrino.
Hospital Universitario Vall d’Hebron, Barcelona
7
Concepto, epidemiología y bases
moleculares
Dr. Jaume Capdevila Castillón
Unidad de Tumor Gastrointestinal y Endocrino.
Hospital Universitario Vall d’Hebron. Barcelona
Concepto y epidemiología
El cáncer de tiroides es la neoplasia más frecuente del sistema endocrino, representando la causa de muerte por tumor endocrino más importante a nivel mundial
y siendo la quinta causa de muerte por cáncer en mujeres. Su incidencia está aumentando a nivel global, principalmente a expensas de estadios más iniciales por
el incremento en la sensibilidad de las técnicas diagnósticas. Asimismo, en determinadas regiones del planeta se ha comunicado un aumento también de los estadios
más avanzados, aunque en menor proporción que los tumores más pequeños. Se
estima que la incidencia actual de cáncer de tiroides oscila entre 8-15 casos nuevos
cada 100.000 habitantes y año, superando por poco el límite que considera a un
tumor como poco frecuente, y representa el 1% de los tumores sólidos del organismo. Sin embargo, a pesar del incremento en la incidencia del cáncer de tiroides y la
detección de la enfermedad en estadios más precoces, el cáncer de tiroides es una
de las pocas neoplasias que no ha experimentado un descenso de la mortalidad
en la última década(1).
En España se calcula que la incidencia anual es de 4-6 casos cada 100.000 mujeres
y 2-3 casos cada 100.000 varones, oscilando entre zonas geográficas y presentando
una mayor incidencia del subtipo folicular en las zonas deficitarias de yodo. Existen
varios factores de riesgo bien definidos que aumentan la probabilidad de padecer
cáncer de tiroides, como son el sexo y la edad, la exposición previa a radiaciones
ionizantes, los factores genéticos y la dieta deficitaria en yodo.
La mayoría de los cánceres de tiroides se incluyen en el concepto histopatológico
de cáncer de tiroides diferenciado, que engloba las histologías de cáncer papilar,
folicular, con todos sus subtipos, y carcinoma pobremente diferenciado, representando más del 90% de todos los cánceres de tiroides. La edad media de diagnóstico del cáncer diferenciado de tiroides oscila entre los 45-50 años, siendo entre dos
y cuatro veces más frecuente en mujeres que en varones. Por lo general, el cáncer
9
10
Cáncer diferenciado de tiroides
diferenciado de tiroides tiene un excelente pronóstico, consiguiendo la curación
en la mayoría de los pacientes con un manejo multidisciplinar de la enfermedad
que incluye cirugía, tratamiento hormonal y tratamiento con yodo radioactivo. Sin
embargo, la supervivencia de los pacientes refractarios a la cirugía y al tratamiento
con radioyodo desciende significativamente, con unas medianas no superiores a
3 años. Esta situación de refractariedad al yodo radioactivo ha representado durante
muchos años un auténtico reto terapéutico, donde las aproximaciones terapéuticas
habituales con citotóxicos y radioterapia han demostrado una eficacia muy limitada,
elevada toxicidad y sin ningún impacto en la supervivencia de los pacientes. El mejor conocimiento de las bases moleculares del proceso de patogénesis del cáncer
tiroideo ha permitido comprender cuáles son los eventos genéticos responsables
del desarrollo del cáncer de tiroides y testar nuevas terapias dirigidas contra estas
aberraciones moleculares que han cambiado completamente el panorama de la
enfermedad refractaria al radioyodo.
Bases moleculares
En los últimos años se han ido definiendo los múltiples eventos genéticos necesarios para la patogénesis del cáncer diferenciado de tiroides. Además, se han correlacionado los eventos moleculares con los subtipos histológicos de la enfermedad
que confieren un comportamiento clínico diferente. En el cáncer papilar de tiroides,
dos alteraciones que afectan la misma vía molecular son las responsables de la
generación de este tipo de cáncer: la alteración de la regulación genética de la
expresión del gen RET (rearranged during transfection) y la activación anormal de la
vía de señalización intracelular RAS/RAF/MAPK(2).
La reordenación cromosómica aberrante del protooncogén RET con los dominios
tirosina quinasa de otros genes localizados en el mismo o en otros cromosomas
tiene como resultado el gen de fusión RET/PTC, que juega un papel clave en la carcinogénesis de hasta el 30% de los pacientes con cáncer papilar de tiroides. Su importancia es aún mayor cuando el cáncer aparece en la infancia y en pacientes con
exposición previa a radiaciones ionizantes (que puede llegar a estar presente hasta
en el 50-80% de los casos). El protooncogén RET es activado por la fusión de su
dominio tirosina quinasa con la secuencia terminal 5’ de uno de los distintos genes
heterólogos por medio de reorganizaciones cromosómicas que generan una serie
de oncogenes quiméricos conocidos genéricamente como RET/PTCs. Los resultados
de estas reorganizaciones cromosómicas son unas proteínas RET aberrantes con
una activación constitutiva independiente de ligandos, que activan múltiples vías
de señalización intracelular que llevan a la proliferación y expansión clonal y a una
Concepto, epidemiología y bases moleculares
final transformación neoplásica de las células foliculares tiroideas(3). Se han descrito
otros reordenamientos que afectan al gen NTRK1 hasta en un 25% de los pacientes
con cáncer papilar de tiroides. Estos reordenamientos producen genes quiméricos
compuestos por el dominio tirosina quinasa de NTRK1 fusionado con las secuencias 5’ de diferentes genes (TPM3, MET, TRK-T2), y se han visto asociados a cánceres
papilares de tiroides con exposición a radiaciones ionizantes.
Las aberraciones moleculares observadas en el carcinoma folicular de tiroides son
significativamente diferentes de las descritas en carcinoma papilar, incluyendo mutaciones en RAS hasta en el 45% de los pacientes y reordenamientos que involucran los genes de los factores de transcripción PAX8 (transcription factor gene of
the paired-box 8) y PPAR γ (peroxisome proliferator-activated receptor-γ), resultando
en un reordenamiento PAX8/PPARγ observado en hasta el 35% de los cánceres
foliculares de tiroides(2).
Las alteraciones genéticas en la vía de señalización de RAS/RAF/MAPK constituyen
las anomalías más frecuentes en cáncer diferenciado de tiroides. BRAF es una
quinasa serina-treonina que es clave en la regulación intracelular de esta vía. Las
mutaciones activantes se han observado en el codón V600E del gen BRAF en hasta
el 70% de los pacientes con cáncer papilar de tiroides. Del mismo modo, los pacientes con mutaciones en BRAF tienen más probabilidades de desarrollar resistencia
al yodo radioactivo como consecuencia de alteraciones en los patrones normales
de movilización y metabolismo del yodo en la célula folicular tiroidea. Las mutaciones en BRAF V600E se asocian con una pérdida de expresión del cotransportador
unidireccional de yodo y sodio (sodium-iodide symporter, NIS), y en consecuencia
una menor absorción de yodo radioactivo por las lesiones metastásicas. Las mutaciones puntuales en el gen que codifica el protooncogén RAS se producen en
menor medida (15%) en cáncer papilar de tiroides, pero su frecuencia aumenta en
carcinoma folicular y pobremente diferenciado, llegando hasta el 40% de los casos.
Las mutaciones en cualquier gen que codifica para RAS (HRAS, NRAS y KRAS) implican la activación anormal de las MAPK (mitogen-activated protein kinase) y la vía
paralela de PI3K-Akt-mTOR(4).
Las mutaciones en BRAF, RAS y los reordenamientos en RET están implicados en
más del 70% de los cánceres papilares de tiroides. Sin embargo, estos eventos
son en la mayoría de casos mutuamente excluyentes, por lo que todos ellos son
capaces de promover el cáncer papilar de tiroides de forma independiente. La activación y desregulación de la cascada de señalización intracelular de PI3K-Akt-mTOR
a través de la pérdida de expresión de PTEN (phosphatase and tensin homolog), así
como las mutaciones en PI3K (fosfatidil-inositol-tri-fosfato) se han implicado en el
desarrollo del cáncer diferenciado de tiroides. También se han descrito alteraciones
11
Cáncer diferenciado de tiroides
en el receptor del factor de crecimiento de los hepatocitos (c-MET), que coopera con
el receptor del factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGF) para promover la
angiogénesis, la motilidad y la supervivencia celular. La amplificación de c-MET se
observa hasta en el 80% de los cánceres papilares de tiroides y se ha observado
en modelos animales que su silenciamiento produce regresiones tumorales y evita
la aparición de metástasis(2).
La angiogénesis es el otro pilar fundamental en el proceso de carcinogénesis de
los tumores de tiroides y una potencial área de diseño de terapias dirigidas. Los
receptores conocidos del VEGF (VEGFR1-3), del factor de crecimiento de los fibroblastos (FGFR) y del factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGFR-α y –β) se
han visto asociados a un mayor riesgo de metástasis a distancia, mayor recurrencia
de la enfermedad, una supervivencia menor y un aumento de la presencia de
mutaciones de BRAF. Ya en modelos in vitro y animales la inhibición de VEGF ha
producido bloqueo del crecimiento del cáncer diferenciado de tiroides, y esto se ha
trasladado a la evidencia clínica en pacientes.
Figura 1. Alteraciones moleculares presentes en los diferentes
tipos histológicos de cáncer de tiroides
Differentiated
12
{
Papillary (80%)
Follicular (11%)
Hürthle
Medullary (4-10%)
Anaplastic (2-5%)
RAF
45%
RAS
15%
RET/PTC
20%
c-MET
80%
RAS
45%
PAX8/PPARγ
35%
P13K/Akt
30%
RET sporadic
50%
RET hereditary
98%
RAF
40%
RAS
30%
p53
80%
b-catenin
65%
EGFR
40%
Concepto, epidemiología y bases moleculares
Bibliografía
1. Siegel R, Ma J, Zou Z, Jemal A. Cancer statistics, 2014. CA Cancer J Clin 2014; 64:9-29.
2. Kondo T, Ezzat S, Asa SL. Pathogenetic mechanisms in thyroid follicular-cell neoplasia. Nat
Rev Cancer 2006; 6:292-306.
3. M
arotta V, Guerra A, Sapio MR, Vitale M. RET/PTC rearrangement in benign and malignant
thyroid diseases: a clinical standpoint. Eur J Endocrinol 2011; 165:499-507.
4. Santarpia L, Myers JN, Sherman SI, Trimarchi F, Clayman GL, El-Naggar AK. Genetic alterations in the RAS/RAF/mitogen-activated protein kinase and phosphatidylinositol 3-kinase/
Akt signaling pathways in the follicular variant of papillary thyroid carcinoma. Cancer 2010;
116:2.974-83.
13
Actitud ante un nódulo tiroideo
Dr. Javier Aller Pardo
Dra. Mariana Campderá Michelena
Unidad de Endocrinología Oncológica.
Hospital Universitario Puerta de Hierro. Majadahonda, Madrid
Introducción
La forma de presentación más frecuente del cáncer diferenciado de tiroides es en
forma de nódulo tiroideo. La presencia de un nódulo tiroideo es un hallazgo muy
frecuente en la práctica clínica; en los estudios realizados, su prevalencia depende de
la técnica empleada para su detección: aproximadamente entre un 3 y un 7% cuando
la evaluación se hace por palpación cervical y hasta un 20-75% si se realiza ecografía
cervical o en estudios realizados en autopsias. Es frecuente el hallazgo de nódulos
tiroideos adicionales en la ecografía realizada a pacientes con un único nódulo palpable. Los nódulos tiroideos son más frecuentes en mujeres, fumadores, a edades
avanzadas, en pacientes con antecedentes personales de irradiación cervical, con antecedentes familiares de patología nodular tiroidea y en regiones con una insuficiente
ingesta de yodo. La evaluación de un nódulo tiroideo tiene como objetivo identificar
su carácter potencialmente maligno para proceder a su correcto tratamiento, sin embargo, únicamente de un 3 a un 5% de los nódulos tiroideos detectados clínicamente
corresponden a neoplasias malignas. Es necesario conocer las herramientas disponibles en la evaluación de un nódulo tiroideo para conseguir un manejo eficiente de los
recursos (especialmente importante en una situación clínica tan prevalente), evitando
la realización de pruebas innecesarias y limitando la ansiedad de los pacientes.
La anamnesis y exploración física, los datos de laboratorio, las pruebas de imagen,
particularmente la ecografía tiroidea, y el estudio citológico constituyen los principales
pilares en el diagnóstico del cáncer de tiroides (CT). Otros procedimientos, como el
análisis de marcadores moleculares, se encuentran actualmente en fase de evaluación. A continuación los revisamos detalladamente:
Anamnesis y exploración física
En la evaluación del nódulo tiroideo es importante recoger, además de los citados
factores de riesgo de patología nodular benigna, algunos antecedentes persona15
16
Cáncer diferenciado de tiroides
les que se asocian a un mayor riesgo de malignidad. Entre ellos se encuentran: 1)
una historia previa de exposición a radiación en la infancia y adolescencia, bien
con finalidad terapéutica (tratamiento de linfomas, por ejemplo, o acondicionamiento pretrasplante de médula ósea) o como resultado de catástrofes nucleares,
2) historia familiar de CT(1), 3) historia familiar o personal de síndromes asociados
a CT (síndrome de Cowden, síndrome de Carney, síndrome de Gardner, neoplasia
endocrina múltiple tipo 2…). Asimismo es necesario conocer datos sobre la velocidad de crecimiento del nódulo: la mayoría de los nódulos benignos no crecen o
lo hacen de forma lenta e imperceptible; un crecimiento lento y sostenido sugiere
la posibilidad de malignidad, mientras que un crecimiento súbito, doloroso y autolimitado suele ser consecuencia de una hemorragia intranodular y no se asocia
a malignidad(2, 4).
Tras la anamnesis, el siguiente paso en la evaluación de un nódulo tiroideo es la
exploración cervical completa. Son hallazgos que sugieren malignidad de un nódulo: un tamaño superior a 4 cm, una consistencia pétrea, la fijación a tejidos adyacentes, el hallazgo de adenopatías cervicales palpables y la presencia de disfonía
(sugestiva de afectación del nervio recurrente). La mayoría de estas características
son muy específicas y deben ser motivo de derivación preferente a un servicio de
endocrinología, pero tienen muy baja sensibilidad, por lo que su ausencia no es
garantía de benignidad(2, 4).
Pruebas de laboratorio
Determinación de TSH (hormona estimulante del tiroides)
La presencia de un CT habitualmente no conlleva ninguna alteración en las pruebas
de función tiroidea. Aunque existe una asociación entre el riesgo de malignidad
de un nódulo tiroideo y niveles de TSH más elevados, incluso para valores de
TSH dentro de la normalidad no disponemos de un punto de corte con suficiente
sensibilidad y especificidad para el diagnóstico(5). Sin embargo, el riesgo de malignidad es prácticamente nulo en nódulos tiroideos autónomos o hiperfuncionantes,
propiedad que habitualmente se manifiesta bioquímicamente por un nivel bajo de
TSH con o sin incremento concomitante de T3 y T4 libres. En consecuencia, un nivel
de TSH en el límite alto de la normalidad deberá incrementar ligeramente la sospecha de malignidad, mientras que una TSH baja hará sospechar la presencia de un
nódulo hiperfuncionante y por tanto benigno, si bien será necesaria la realización
de una gammagrafía para la confirmación. La determinación de T3 y T4 libres es
innecesaria en presencia de valores normales de TSH.
Actitud ante un nódulo tiroideo
Determinación de tiroglobulina
La tiroglobulina es una proteína sintetizada exclusivamente por las células del epitelio folicular del tiroides que actúa como sustrato para la síntesis de las hormonas
tiroideas. Los niveles circulantes de tiroglobulina se correlacionan con la presencia
de restos tiroideos, por lo que es un parámetro de gran utilidad en el seguimiento
de pacientes con carcinoma diferenciado de tiroides tras la tiroidectomía. Antes
de la cirugía, se pueden encontrar elevados en patología tanto benigna como
maligna de la glándula. Además, los tumores indiferenciados o los que no derivan
del epitelio folicular (carcinoma medular de tiroides) no sintetizan tiroglobulina. En
consecuencia, la determinación de tiroglobulina en plasma no tiene ninguna utilidad para el diagnóstico del CT y no debe solicitarse en la evaluación inicial de un
nódulo tiroideo.
Determinación de anticuerpos antitiroideos
Varios estudios han evaluado la asociación entre autoinmunidad antitiroidea y
CT. Aunque no todos están de acuerdo, un metaanálisis de 10 trabajos demostró
una incidencia de CT 2,77 veces mayor en sujetos con evidencia de tiroiditis de
Hashimoto (definida por la presencia de anticuerpos antitiroideos) con respecto
a la población normal. Esta asociación puede ser casual y deberse únicamente
a un sesgo de detección en pacientes a los que se somete a mayor número de
pruebas diagnósticas. Las sociedades científicas no recomiendan la determinación rutinaria de anticuerpos antitiroideos en pacientes con nódulos tiroideos y
TSH normal.
Determinación de calcitonina
La calcitonina es sintetizada por las células C parafoliculares tiroideas, que dan
origen al carcinoma medular de tiroides (CMT). Su utilidad como marcador tumoral
en el seguimiento de este tumor está ampliamente demostrada. Sin embargo, la
conveniencia de determinar rutinariamente los niveles plasmáticos de calcitonina
en sujetos con patología nodular tiroidea con el fin de diagnosticar CMT es objeto
de debate desde hace décadas. Por una parte, la determinación de calcitonina sérica ofrece mayor sensibilidad para el diagnóstico de CMT que el estudio citológico
estándar y permite identificar CMT en nódulos menores de 1 cm, que en razón de
su tamaño no se someterían a estudio citológico(6). Por otra parte, la prevalencia
del CMT en la población portadora de nódulos es de solo un 0,4%, y no se ha
demostrado que la determinación rutinaria sea coste-efectiva. Como resultado de
todo ello, hoy en día no existe una recomendación definitiva sobre la conveniencia de determinar calcitonina sérica de forma rutinaria en pacientes con nódulos
17
18
Cáncer diferenciado de tiroides
tiroideos. Sí debe realizarse la determinación en pacientes con citología sugestiva
de carcinoma medular, antecedentes familiares de carcinoma medular o neoplasia
endocrina múltiple tipo 2 (MEN2).
Se ha propuesto que la determinación de calcitonina en el aspirado de lesiones
nodulares podría ser útil en la identificación del CMT. Un estudio muy reciente
muestra la superioridad de la determinación de calcitonina en el aspirado sobre
el estudio citológico(7). Su empleo aún no se ha generalizado en la práctica clínica
habitual.
Pruebas de imagen
Ecografía tiroidea
La ecografía es la prueba de imagen de elección para el estudio de un nódulo tiroideo y se debe realizar en todo sujeto en el que se sospeche o se haya confirmado
la presencia de uno o más nódulos tiroideos, ya sea como resultado de la exploración física o de otras pruebas de imagen. No es necesario realizar ecografía tiroidea
de forma sistemática en pacientes con tiroiditis de Hashimoto, salvo en aquellos
casos en los que se encuentre bocio o un nódulo en la exploración física. No existe
consenso sobre la oportunidad de realizar una ecografía tiroidea en pacientes con
antecedentes familiares de carcinoma diferenciado de tiroides esporádico; dada
la elevada prevalencia de nódulos tiroideos benignos de pequeño tamaño en la
población general y el escaso riesgo de CT en dicho contexto, probablemente sea
razonable reservar el estudio para sujetos con al menos dos familiares afectos.
La ecografía permite establecer con precisión el tamaño de un nódulo, revelar la
existencia de nódulos adicionales demasiado pequeños para ser detectados por
palpación e identificar la presencia de adenopatías. Asimismo, la ecografía permite
estimar el riesgo de malignidad del nódulo en función de la presencia o ausencia
de determinadas características. Entre las características ecográficas que se asocian con mayor probabilidad de malignidad de un nódulo tiroideo se encuentran:
1) apariencia sólida, 2) ecogenicidad marcadamente disminuida con respecto al
parénquima normal, 3) abundante vascularización intranodular, 4) presencia de microcalcificaciones, 5) ausencia de halo, 6) márgenes irregulares e infiltrativos, y 7)
altura mayor a la anchura en una sección transversal o longitudinal. Por el contrario,
los nódulos puramente quísticos o con apariencia espongiforme son casi invariablemente benignos.
Aunque algunas de las características mencionadas tienen un alto valor predictivo
de malignidad, ninguna de ellas, de forma aislada, permite identificar lesiones ma-
Actitud ante un nódulo tiroideo
lignas con especificidad y sensibilidad óptimas(8) (tabla 1). En los últimos años se
ha propuesto el empleo de sistemas de clasificación estandarizados, que adjudican
una categoría o riesgo de malignidad a cada nódulo en función del número de
características ecográficas sospechosas de malignidad que presenta. Entre ellos,
el TI-RADS (Thyroid Imaging Reporting And Data System) es el más extendido, y
es probable que se convierta en un estándar habitual en la práctica clínica en los
próximos años(9).
Tabla 1. S
ensibilidad y especificidad de diversas características
ecográficas para la detección de cáncer de tiroides
Sensibilidad
(mediana)
Especificidad
(mediana)
Microcalcificaciones
52%
83%
Ausencia de halo
66%
54%
Márgenes irregulares
55%
79%
Hipoecogenicidad
81%
53%
Flujo intranodular
67%
81%
Modificada de: Fish SA, Langer JE, Mandel SJ. Sonographic imaging of thyroid nodules and cervical lymph nodes.
Endocrinol Metab Clin North Am 2008: 37(2):401-17, ix(8).
Por último, la ecografía es una herramienta imprescindible para detectar la presencia de adenopatías metastásicas. Son criterios ecográficos de malignidad de los
ganglios linfáticos en pacientes con carcinoma diferenciado de tiroides: un diámetro
del eje mayor superior a 1 cm (eje mayor), la forma redondeada (en contraposición
a la forma ovalada habitual de los ganglios linfáticos), la ecogenicidad disminuida,
la pérdida del hilio graso, la presencia de vascularización periférica, una apariencia
quística y la presencia de microcalcificaciones. De entre todas ellas, estas dos últimas son las que se asocian con mayor probabilidad de malignidad. Por el contrario,
el tamaño, la forma redondeada, la hipoecogenicidad y la pérdida del hilio graso
son criterios menos específicos de malignidad.
En los últimos años, sobre la base de que las lesiones nodulares benignas son
más blandas y elásticas que los nódulos malignos, se ha comenzado a utilizar la
elastosonografía en la evaluación de las lesiones nodulares tiroideas. Los estudios
iniciales han sugerido que este procedimiento puede incrementar el rendimiento
19
20
Cáncer diferenciado de tiroides
diagnóstico de la ecografía tiroidea convencional, pero su papel en la evaluación
rutinaria de los nódulos tiroideos todavía está por definir(10).
Gammagrafía tiroidea
La gammagrafía, generalmente realizada con Tc99, aporta información relativa a
la actividad de un nódulo tiroideo, permitiendo diferenciar los nódulos hiperfuncionantes o calientes de los nódulos hipofuncionantes o fríos. Aproximadamente
el 85-90% de los nódulos son hipofuncionantes, y de estos, alrededor del 5% son
malignos, mientras que solo el 5% de los nódulos son hiperfuncionantes, y en estos
casos, la posibilidad de malignidad es excepcional. En consecuencia, la sensibilidad
de la gammagrafía para el diagnóstico de CT es aproximadamente del 90%, pero su
especificidad es de tan solo un 5% y su valor predictivo positivo del 10%. Por esta
razón hoy en día el uso de la gammagrafía en la evaluación inicial de un nódulo
prácticamente ha sido abandonado. Se reserva su uso para aquellos pacientes con
nódulos tiroideos y TSH disminuida, en los que la constatación de hiperfunción por
parte del nódulo permite evitar la punción.
Otras pruebas de imagen
La tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética nuclear (RMN) tienen
un papel muy limitado en la evaluación inicial del nódulo tiroideo, dado que no han
demostrado superioridad respecto a la ecografía. En un estudio japonés realizado
en 2004, la sensibilidad para identificar nódulos malignos fue del 85,7% para la
ecografía y del 78,6% para la TC. No obstante, la TC y la RMN pueden ser superiores
a la ecografía para determinar la presencia de invasión extracapsular y para la evaluación de grandes bocios con extensión intratorácica.
El 18FDG-PET/TC se ha convertido en una herramienta importante en el manejo
posoperatorio del carcinoma diferenciado de tiroides, especialmente en los casos
indiferenciados, refractarios a yodo-131(131I), de comportamiento agresivo. Sin embargo, la utilidad de 18FDG-PET/TC en la evaluación inicial del nódulo tiroideo no
está bien establecida. Se ha descrito un riesgo de malignidad superior a un 30% en
nódulos tiroideos con elevada captación de fluorodesoxiglucosa (FDG) hallados incidentalmente en un estudio realizado por otro motivo. Algunas series han evaluado
de forma prospectiva a todo paciente con nódulo tiroideo mediante 18FDG-PET/
TC hallando una sensibilidad de solo el 60%, una especificidad del 91% y unos
valores predictivos positivo y negativo de 75 y 83%, respectivamente. Sin entrar en
consideraciones de coste-efectividad, estos resultados, de confirmarse en series
subsiguientes, son insuficientes para recomendar su empleo de forma rutinaria.
Algunos autores han sugerido la utilidad de la tomografía por emisión de positones
Actitud ante un nódulo tiroideo
(PET) para reducir la necesidad de hemitiroidectomías diagnósticas en caso de
nódulos con estudio citológico indeterminado o no concluyente. Un metaanálisis
reciente concluyó que una PET negativa en un nódulo > 15 mm con citología indeterminada excluye la posibilidad de CT. En estos casos la PET ha demostrado un
valor predictivo negativo para malignidad del 95-100%, por lo que su inclusión en
el algoritmo diagnóstico podría reducir la tasa de cirugías diagnósticas en nódulos
indeterminados. Sin embargo, las guías de las principales sociedades científicas no
se pronuncian a favor o en contra de su uso en este contexto(11).
Citología por punción-aspiración con aguja fina
El examen de muestras citológicas obtenidas mediante punción-aspiración con
aguja fina (PAAF) es el método más preciso y coste-efectivo para la diferenciación
de nódulos benignos y malignos. Se trata de un procedimiento sencillo, de bajo
coste, bien tolerado por el paciente, con pocas complicaciones y que puede ser
repetido en varias ocasiones. Actualmente los resultados de la PAAF constituyen
el gold standard para el diagnóstico en la mayoría de los pacientes con nódulos
tiroideos y son clave en la selección de pacientes que serán sometidos a cirugía.
El procedimiento se realiza guiado mediante palpación o por ecografía, y en manos
expertas se pueden obtener muestras adecuadas en más del 90% de los casos.
En general, se prefiere la PAAF guiada por ecografía, especialmente en nódulos con
alta probabilidad de citología no diagnóstica (nódulos con más de un 25-50% de
componente quístico) o en aquellos donde haya dificultad para tomar una muestra
adecuada (nódulos no palpables o de localización posterior). Las complicaciones
son muy raras y suelen revestir poca gravedad.
La indicación para realización de PAAF en un nódulo tiroideo se establece en función del tamaño, las características ecográficas y los factores clínicos de riesgo. En
general, no se recomienda realizar PAAF en los nódulos inferiores a 1 cm, excepto
si coexisten factores clínicos de riesgo (exposición a radiación en la infancia o
adolescencia, historia familiar de CT), se acompaña de ganglios linfáticos sospechosos o presenta signos ecográficos altamente sugestivos de malignidad(3). Para los
nódulos superiores a 1 cm sin factores clínicos de riesgo asociados el tamaño límite para la realización de PAAF depende fundamentalmente de sus características
ecográficas(3) (tabla 2) o de la presencia de captación en FDG-PET.
En caso de múltiples nódulos, se recomienda efectuar PAAF de aquel o aquellos
que muestren datos ecográficos de sospecha. Si ningún nódulo es ecográficamente
sospechoso, el riesgo de malignidad es bajo y en estos casos se recomienda efectuar PAAF del nódulo dominante, si existiera.
21
22
Cáncer diferenciado de tiroides
Tabla 2. Indicaciones para realización de PAAF en nódulos
tiroideos
Datos clínicos
y ecográficos
Historia clínica de riesgo
Con datos ecográficos
sospechosos
Sin datos ecográficos
sospechosos
Ganglios linfáticos anormales
Presencia de
microcalcificaciones
Nódulo sólido
Hipoecoico
Iso o hiperecoico
Nódulo mixto (sólido-quístico)
Con algún dato ecográfico
sospechoso
Sin ningún dato ecográfico
sospechoso
Nódulo espongiforme
Nódulo puramente quístico
Umbral de tamaño
recomendado
para realizar PAAF
Grado
de
recomendación
> 5 mm
A
> 5 mm
I
Todos
A
≥ 1 cm
B
> 1 cm
≥ 1-1,5 cm
B
C
≥ 1,5-2 cm
B
≥ 2 cm
C
≥ 2 cm
PAAF no indicada
C
E
Modificada de: Cooper DS, et al. Revised American Thyroid Association management guidelines for patients with thyroid
nodules and differentiated thyroid cancer. Thyroid 2009; 19(11):1.167-214(3).
Se consideran válidas para el análisis citológico las muestras que contienen más
de seis grupos de células con más de 10 células en cada grupo. Las muestras que
no reúnen estas condiciones no permiten emitir un diagnóstico, en cuyo caso la
citología se etiqueta como no diagnóstica. En el examen microscópico la abundancia de coloide, un pequeño número de células foliculares dispuestas en patrón macrofolicular y la abundancia de macrófagos habitualmente son hallazgos
de las lesiones benignas. Por el contrario, una elevada densidad celular, la disposición microfolicular y la ausencia de coloide son sugestivos de malignidad(12).
Mediante el empleo de la PAAF el 70-80% de las lesiones tiroideas pueden clasificarse como benignas o malignas con un alto grado de seguridad, oscilando la tasa
de falsos negativos entre el 0 y el 3%, y la de falsos positivos en torno al 0,5%(12, 13).
Actitud ante un nódulo tiroideo
La principal limitación de la PAAF es su incapacidad para establecer la malignidad o
benignidad de las neoplasias foliculares y de células de Hürthle, ya que para ello se
requiere, a diferencia de lo que sucede en otros tipos histopatológicos, la preservación
de la arquitectura tisular. En consecuencia, el 20-30% de las lesiones tiroideas no pueden ser clasificadas como benignas ni malignas, y se etiquetan como indeterminadas.
Clásicamente ha existido una falta de uniformidad en la terminología empleada para
informar los resultados de la citología tiroidea en general y de las muestras indeterminadas en particular, lo que con frecuencia ha dificultado la interpretación de los
resultados y la toma de decisiones terapéuticas. En al año 2007, el National Cancer
Institute propuso un nuevo sistema para informar los resultados de la citología tiroidea
con la intención de unificar la terminología, facilitar la clasificación de los resultados
y ayudar en la toma de decisiones terapéuticas(12). Este nuevo sistema incluye seis
categorías diagnósticas: en la categoría I se incluyen las citologías no diagnósticas o
insatisfactorias, y el resto de las lesiones se clasifican en las categorías II a VI. Cada
una de estas categorías lleva implícito un determinado riesgo de malignidad, lo que
facilita la toma de decisiones terapéuticas (tabla 3). Su uso se ha extendido en la
práctica clínica habitual y la evidencia disponible parece confirmar la alta precisión y
utilidad de este sistema de clasificación(13).
Tabla 3. S
istema de Bethesda para informar la citología tiroidea:
categorías diagnósticas, riesgo de malignidad y manejo
clínico recomendado
Categoría diagnóstica
I. N
o diagnóstica
o insatisfactoria
II. Benigna
III. Atipia de significado
incierto o lesión folicular
de significado incierto
IV. Neoplasia folicular
o sospechosa
de neoplasia folicular
V. Sospechosa
de malignidad
VI. Maligna
Riesgo
de malignidad (%)
Actitud
recomendada
0-3
Repetir PAAF
ecoguiada
Seguimiento clínico
5-15
Repetir PAAF
15-30
Lobectomía
1-4
60-75
97-99
Tiroidectomía total
o lobectomía
Tiroidectomía total
Modificada de: Cibas ES, Ali SZ. The Bethesda System For Reporting Thyroid Cytopathology. Am J Clin Pathol 2009; 132(5):658-65(12).
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24
Cáncer diferenciado de tiroides
Perspectivas futuras
Como se ha señalado, a pesar de que la PAAF es una herramienta extraordinariamente útil en la evaluación de los nódulos tiroideos, en un 20-30% de los casos
no permite determinar su naturaleza benigna o maligna. En la mayoría de estos
casos los pacientes son sometidos a cirugía tiroidea con intención diagnóstica,
aunque solo un 10-30% de los nódulos extirpados resultan malignos en el estudio
histológico. En consecuencia, el 70-90% restante se expone innecesariamente a un
riesgo no despreciable de complicaciones quirúrgicas y a la necesidad de terapia
sustitutiva con hormona tiroidea de forma indefinida.
Con el avance en el conocimiento de las bases moleculares de las neoplasias tiroideas, se ha apelado al uso de nuevos marcadores con el fin de mejorar la clasificación y el diagnóstico de los nódulos con citología indeterminada. Aunque todavía no
implementadas en la práctica clínica en la mayoría de los centros, tres estrategias
diferentes han sido propuestas con esta finalidad: 1) análisis de mutaciones somáticas, 2) análisis de expresión génica, y 3) análisis de microRNAs.
La detección de mutaciones somáticas (p.ej. BRAF) en muestras de citología tiene
una elevada especificidad, sin embargo, su valor predictivo negativo es limitado y
fracasa en la detección de más de un 30% de los tumores malignos. No parece capaz de descartar la presencia de cáncer con certeza suficiente para evitar la cirugía
en la mayoría de los pacientes con nódulos indeterminados(14).
Las diferencias en el perfil de expresión génica entre tumores benignos y malignos se
han empezado a explotar con fines diagnósticos en los últimos años. Recientemente
se ha desarrollado una plataforma que evalúa la expresión de un panel de 167 genes
para clasificar las muestras citológicas como benignas o sospechosas, cuya rentabilidad diagnóstica puede hacerlo útil en la práctica clínica. En un estudio de validación
de este clasificador se objetivó un valor predictivo negativo de 93% para los nódulos
indeterminados. Por tanto, el uso de esta u otras plataformas podría ayudar a evitar la
cirugía diagnóstica en una proporción significativa de pacientes(15).
Una estrategia diagnóstica igualmente novedosa es el análisis de expresión de
microRNA (miRNAs o miRs). Como resultado de estos trabajos se han identificado
diversos paneles de miRNAs que, si bien muestran especificidad variable (20-86%),
tienen una sensibilidad del 100% para el diagnóstico de CT en muestras citológicas
indeterminadas. Aunque estos resultados son prometedores y sugieren que podría
ser útil incorporar el análisis de miRNAs en la muestra citológica al algoritmo de
manejo de los nódulos tiroideos, son necesarios estudios en series más amplias
para determinar la utilidad clínica real de este procedimiento(16).
Actitud ante un nódulo tiroideo
Figura 1. Algoritmo de estudio del nódulo tiroideo
Historia clínica/Exploración
Ecografía tiroidea
Nódulo tiroideo
TSH
Normal o elevada
No diagnóstica
Baja
Gammagrafía con
I123 o Tc99
Hipercaptante
PAAF
Iso o
hipocaptantes
No continuar
estudio citológico
Repetir PAAF
guiada por eco
No diagnóstica
Maligna
Cirugía
Sospechosa de malignidad
Indeterminada
Considerar cirugía
Benigna
Seguimiento
Cirugía
o seguimiento
estrecho
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26
Cáncer diferenciado de tiroides
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Tratamiento del carcinoma diferenciado
de tiroides
Dr. Juan Antonio Vallejo Casas
Director Unidad de Gestión Clínica de Medicina Nuclear.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
Dra. Luisa M.ª Mena Bares
Unidad de Gestión Clínica de Medicina Nuclear.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
Dra. M.ª Ángeles Gálvez Moreno
Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
Dr. Juan Alfonso Castilla Cabezas
Unidad de Gestión Clínica de Cirugía General y Digestiva.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
El objetivo del manejo del paciente con cáncer diferenciado de tiroides (CDT) es
asegurar el tratamiento más efectivo y menos invasivo, considerando que se trata
de una enfermedad que muchas veces se cura únicamente con la intervención
quirúrgica y que raramente es fatal(1).
En las últimas décadas hemos asistido a importantes cambios en los procedimientos e indicaciones. Desde 2005 múltiples guías e informes de consenso han
sido publicados y revisados, en los que se incluyen no solo las indicaciones de
tratamiento, apoyadas en la “medicina basada en la evidencia”, sino también las
clasificaciones de riesgo. Precisamente estas clasificaciones de riesgos serán las
piedras angulares para la elección de una determinada estrategia terapéutica en
un paciente concreto.
Actualmente está perfectamente establecido que el CDT es una patología que requiere de un abordaje multidisciplinar.
Los puntos clave en el tratamiento inicial del CDT son:
„„
Resección del tumor primario, enfermedad extracapsular tiroidea y adenopatías cervicales afectadas.
27
28
Cáncer diferenciado de tiroides
„„
Minimizar la morbilidad relacionada con la terapia.
„„
Permitir la correcta estadificación de la enfermedad, como elemento
fundamental para el manejo del paciente.
„„
Facilitar el tratamiento posquirúrgico con radioyodo.
„„
Asegurar la supervivencia a largo plazo, permitiendo la monitorización
del paciente.
„„
Minimizar el riesgo de recurrencia o enfermedad metastásica(2).
Cirugía
La cirugía es la primera modalidad terapéutica para pacientes con CDT y debe
siempre realizarse por grupos de cirujanos expertos integrados en equipos multidisciplinares(2, 3).
Desde el punto de vista pronóstico, el impacto de la intervención quirúrgica será
trascendental, ya que la historia natural del CDT es tal que el paciente que alcance
el estatus “libre de enfermedad” tras la tiroidectomía total y el posterior tratamiento
con 131I alcanzará probablemente la esperanza de vida normal(4).
La extensión óptima de la cirugía ha sido motivo de debate durante décadas, de
modo que algunos autores se inclinan por la tiroidectomía total y otros por la lobectomía o la tiroidectomía subtotal, en especial en pacientes jóvenes con tumores
pequeños. Actualmente está en discusión la indicación de cada tipo de cirugía en
relación a la extensión de la enfermedad, el tamaño del tumor y, sobre todo, la
clasificación de riesgo, siempre intentando preservar las estructuras vitales en el
cuello (incluyendo nervios laríngeos recurrentes y glándulas paratiroides), junto a
un control absoluto de la hemostasis. De modo simplificado, la extensión de la
intervención quirúrgica dependerá del riesgo de recurrencias y se realiza en base a
las características del nódulo tiroideo, así como de los criterios histológicos de que
se dispone.
Tiroidectomía total vs. lobectomía
La recomendación 29 de la guía de la Asociación Americana del Tiroides (ATA) es
que el procedimiento quirúrgico para los pacientes con CDT mayor de 1 cm debe ser
la tiroidectomía total o casi total, salvo que exista contraindicación para esta cirugía
(tiroidectomía casi total es retirar todo el tejido tiroideo, dejando un resto menor de
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
1 cm para preservar los nervios laríngeos recurrentes y las glándulas paratiroides).
La guía sugiere además que la lobectomía puede ser suficiente para el tratamiento
de tumores pequeños (< 1 cm), de bajo riesgo, unifocales, intratiroideos, con histología papilar, en ausencia de irradiación previa de cabeza y cuello y sin que exista
evidencia clínica o radiológica de metástasis cervicales ganglionares. La ATA clasifica estas recomendaciones como “A” (fuertemente recomendadas)(2).
En aquellos pacientes intervenidos mediante lobectomía por nódulo tiroideo, en los
que el resultado del estudio histológico muestra la presencia de neoplasia, se debe
completar la tiroidectomía.
Las razones que apoyan la tiroidectomía total son:
„„
La frecuencia de multicentricidad en el CDT, cercana al 40%. De estos
pacientes, la mayoría tiene lesiones en ambos lóbulos.
„„
Mejora la efectividad de la terapia con radioyodo.
„„
Aumenta la especificidad de la determinación de tiroglobulina como
marcador.
„„
Disminuirá la recurrencia del CDT, que puede llegar al 5-10% en el lóbulo
contralateral.
„„
En manos expertas, las tasas de morbilidad son similares entre lobectomía y tiroidectomía(3).
Para pacientes con tumores menores de 1 cm no hay diferencias en la recurrencia
o en la supervivencia entre los que se someten a tiroidectomía total o lobectomía.
Sin embargo, en tumores con más de 1 cm, la realización de lobectomía se asocia
con un riesgo de recurrencia del 15% y un 31% de incremento del riesgo de muerte
por cáncer, comparado con la tiroidectomía total o casi total(5).
En pacientes de bajo riesgo existen muchas controversias en referencia a la mejor
técnica a indicar.
La mortalidad de los microcarcinomas y los tumores menores de 2 cm es muy baja.
El pronóstico de los microcarcinomas (en un estudio observacional sin intervención
quirúrgica) es mejor en pacientes jóvenes que en ancianos. Para evitar el problema
de los microcarcinomas, la ATA recomienda la punción-aspiración con aguja fina
(PAAF) en tumores mayores de 1 cm, excepto en pacientes con alto riesgo de cáncer tiroideo, en los que debería realizarse en lesiones > 5-9 mm(2, 6).
29
30
Cáncer diferenciado de tiroides
Linfadenectomía
Aunque la guía ATA recomendaba la disección profiláctica del compartimento central para todos los casos de tiroidectomía por CDT, muchos centros no la realizan,
argumentando que no hay evidencia de que se aumente la supervivencia y disminuya la recurrencia(2, 7). La justificación de esta actuación vendría dada por la
posibilidad de metástasis ganglionares en este nivel, que no sean evidenciadas
de manera prequirúrgica, ni incluso durante la revisión durante la cirugía. También
representaría una estadificación más correcta de los sujetos.
En contra de la disección profiláctica se argumenta que no se ha demostrado que
disminuya las tasas de recidiva o la mortalidad, así como que se produce un incremento de la morbilidad de la cirugía.
La afectación en cadena laterocervical debe de ser una importante consideración
en el manejo quirúrgico de pacientes con CDT. Según las guías actuales, la evaluación prequirúrgica con ecografía u otras modalidades pueden ayudar a identificar
ganglios afectos. Cuando esté indicada por sospecha, una disección cuidadosa de
los niveles IIa, III, IV y Vb debe realizarse para optimizar el control(8).
La disección ganglionar profiláctica no está indicada en carcinoma folicular de tiroides, ya que las metástasis cervicales en este caso son poco frecuentes.
La decisión de la técnica a emplear debe considerar el equilibrio entre el riesgo
oncológico con la morbilidad quirúrgica asociada al procedimiento elegido (parálisis del nervio recurrente laríngeo e hipoparatiroidismo). El riesgo quirúrgico es
mayor con la tiroidectomía total y linfadenectomía del compartimento central que
la tiroidectomía casi total o la total sin vaciamiento. De este modo, aunque la tiroidectomía total con linfadenectomía del compartimento central permanece como
procedimiento de elección en casos de alto riesgo, la extensión de la tiroidectomía
podría reducirse en casos de bajo riesgo, ya que no se obtendría un beneficio desde el punto de vista oncológico(9).
Tratamiento con radioyodo
El 131I es un isótopo radioactivo producido en reactores nucleares mediante irradiación de neutrones de dióxido de telurio y que también se produce en el proceso de
fisión del uranio (de ahí que en el accidente de Chernobil, gran parte de la contaminación fuese debida a este isótopo).
Tiene un semiperiodo físico de 8,02 días y se desintegra mediante emisión β-(emisión de electrones) de una energía media de 191 keV (máxima de 606 keV) y
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
emisión γ de diferentes energías (entre 364 y 637 keV). Esta energía γ es la que
“complica” la radioprotección de los pacientes y la que se emplea para la detección
en gammacámara.
El 131I seguirá las mismas vías fisiológicas y metabólicas que el yodo no radioactivo,
siendo incorporado a la célula tiroidea mediante el simportador Na/I. Este simportador es un elemento clave en el proceso y para su funcionalidad debe expresarse
en la superficie de la membrana de la célula folicular tiroidea.
Una vez administrado, generalmente por vía oral (solución líquida o cápsulas), es
absorbido por el tracto gastrointestinal pasando a la circulación sanguínea. De aquí
difunde con rapidez al fluido extracelular, desde donde es aclarado hacia la célula
tiroidea con un índice aproximado de 17 ml/min. Además de la célula folicular tiroidea, otros órganos involucrados en el aclaramiento son los riñones, las glándulas
salivales, la mucosa gástrica, las glándulas sudoríparas y las glándulas mamarias(10).
La persistencia del 131I en el organismo va a depender tanto de sus características
físicas (semiperiodo físico, T 1/2) como de la eliminación, que ocurre fundamentalmente por vía urinaria por filtración glomerular. Otras vías accesorias de eliminación
son la saliva, la secreción gástrica y, en menor medida, la sudoración.
El órgano diana será el tiroides y la dosis absorbida va a depender de la capacidad
de captación de yodo (en relación a la situación de estimulación del receptor de
la hormona estimulante del tiroides –TSH–, de la expresión del simportador y el
estado de los depósitos de yodo), de la masa de tejido residual tras la intervención
y de la situación global del paciente, en cuanto a su capacidad para eliminar por vía
urinaria fundamentalmente. Otros órganos que hay que considerar, porque también
van a concentrar el yodo, son las glándulas salivales y el estómago. Como la vía
fundamental de excreción es la urinaria, hay que tener presente la dosimetría que
puede recibir la vejiga.
Podemos considerar el radioyodo como un agente teragnóstico, ya que nos permite
identificar una diana molecular sobre la que se va a actuar con una modalidad
terapéutica específica, que en este caso es el propio agente diagnóstico(11).
Objetivos del tratamiento con radioyodo
La administración terapéutica del radioyodo se puede realizar tras la cirugía del CDT,
con la intención de destruir cualquier resto de tejido tiroideo o enfermedad metastásica microscópica (lo que conocemos como ablación con radioyodo) o bien con
el objetivo de tratar la enfermedad a distancia o la recurrencia.
31
32
Cáncer diferenciado de tiroides
La incorporación del 131I a las células del epitelio tiroideo va a producir en las
mismas una lesión inducida por la radiación y finalmente la muerte celular, como
suma de los procesos de generación de radicales libres y las lesiones del ADN. Es
importante considerar que el tejido tiroideo normal expresa mayor avidez por el
radioyodo que las células neoplásicas(12).
La eliminación de los restos de tejido tiroideo normal aumentará la sensibilidad de
las determinaciones posteriores de tiroglobulina y aumentará el valor de esta determinación como marcador sensible para la recurrencia. Además, el rastreo corporal
que se obtiene tras la terapia permite una mejor estadificación(2, 3, 13).
En función del riesgo de cada paciente, el objetivo fundamental de la dosis de 131I
varía. Así consideramos la ablación de remanentes (que facilitará la detección de
recurrencias y la estadificación inicial), la terapia adyuvante (que disminuirá el riesgo
de recurrencia y la mortalidad específica, destruyendo la enfermedad metastásica
no conocida) o el tratamiento con radioyodo (tratar la enfermedad conocida)(2).
Indicaciones del tratamiento
En la actualidad existe gran controversia sobre cuáles son los pacientes que deben
recibir tratamiento con 131I tras la cirugía del CDT. Podemos encontrar estudios que
muestran una disminución significativa en las tasas de recurrencia y de mortalidad
específica frente a otros en los que los beneficios para pacientes de bajo riesgo no
son evidentes.
En la guía ATA se indica el tratamiento para todos los pacientes con metástasis a
distancia conocida, crecimiento extratiroideo del tumor o tumores de más de 4 cm,
aun sin que existan otros factores de riesgo(2). En el consenso europeo se indica el
tratamiento en pacientes con enfermedad persistente documentada o alto riesgo
de enfermedad persistente o recurrente(3).
También hay consenso en ambas guías en cuanto a que no estaría indicado el
tratamiento en pacientes con tumores menores de 1 cm, sin datos histológicos de
mal pronóstico (variedad de células altas, por ejemplo) y sin extensión extratiroidea.
La guía ATA añade a este grupo los tumores multifocales en los que los focos en
conjunto son menores de 1 cm(2, 3).
La guía de la European Association of Nuclear Medicine indica la ablación con
radioyodo como procedimiento estándar tras la tiroidectomía total o casi total en
pacientes con CDT, con la única excepción de pacientes con tumores papilares
unifocales, menores de 1 cm, sin evidencia de metástasis, sin invasión capsular, sin
antecedentes de exposición a radiación y sin histología desfavorable(14, 15).
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
En el caso de los pacientes de bajo riesgo, cuya definición varía en las diferentes
guías, la controversia del tratamiento persiste, ya que no se espera un beneficio en
cuanto a las recurrencias o a la mortalidad específica. Igualmente queda un amplio
número de pacientes, con tumores entre 1 y 4 cm, en los que se establece la “probable indicación” o se recomienda el estudio individual para decidir si administrar
o no radioyodo(2, 3, 14).
Pero en la práctica, salvo en tumores menores de 1 cm, la administración de radioyodo se indica de manera rutinaria, ya que favorece el seguimiento, aun asumiendo
bajas tasas de recurrencia(14).
Contraindicaciones
Las contraindicaciones absolutas son el embarazo y la lactancia (debe de suspenderse tras la administración de 131I, por la eliminación de radioyodo a través de la
mama lactante)(15).
Como contraindicaciones relativas se describen la depresión de la médula ósea (especialmente cuando se prevea administrar una dosis alta de yodo), la restricción de
la función pulmonar (en casos de metástasis pulmonares en los que se espere una
elevada captación a ese nivel) y disfunción de las glándulas salivales. También se
considera como contraindicación relativa, a evaluar en el contexto de cada paciente, la posibilidad de efectos derivados de la inflamación o edema local causados
por el radioyodo (con especial significación en el caso de metástasis que puedan
genera cuadros compresivos)(15).
Actividad de 131I
La cantidad de radioyodo (“actividad”) que se administra en un procedimiento diagnóstico o terapéutico se expresa en bequerelios (Bq) o curios (Ci) (habitualmente
en megabequerelios –MBq– o milicurios –mCi–). El término dosis absorbida debe
reservarse para describir la radiación absorbida por los órganos, tejidos o cuerpo
completo, y se expresa en gray (Gy)(15).
En la mayoría de ocasiones, la actividad administrada se hace de manera empírica, no siendo habitual la realización de estudios dosimétricos preterapia. De este
modo, la aplicación de dosis fijas, independientes de la evaluación de la biocinética
de un paciente concreto, es la pauta más habitual(16).
33
34
Cáncer diferenciado de tiroides
El rango de actividad prescrito tras la tiroidectomía para la ablación es muy amplio,
entre 30 y 100 mCi (1,1-3,7 GBq). Una revisión sistemática de Hackshaw y cols.(17)
muestra que la tasa de ablación con 100 mCi es mayor que utilizando 30 mCi, pero
estudios posteriores no confirman estos datos. Dos estudios aleatorizados, HiLo y
Estimable, han sido recientemente publicados confirmando los resultados similares
en los tratamientos con dosis altas y bajas (100 y 30 mCi) en pacientes seleccionados sin la presencia de metástasis en el estudio inicial(18, 19).
Las razones que apoyan la utilización de dosis más bajas serían que las dosis
bajas aportarían suficiente cantidad de radiación a los tejidos blanco, reduciendo la
exposición y mejorando la calidad de vida de los pacientes. Igualmente se reduciría
la irradiación del staff médico y de los familiares que conviven con el paciente,
posibilitando la administración ambulatoria y de ese modo contribuyendo a reducir
el coste del procedimiento(20).
La guía ATA indica que debe usarse la actividad mínima (30-100 mCi) para lograr
una ablación exitosa, especialmente en pacientes de bajo riesgo. En casos de
enfermedad microscópica sospechada o conocida y/o variedad histológica de mal
pronóstico, deberían utilizarse dosis más elevadas (100-200 mCi)(2).
En situaciones especiales, como niños o ancianos pluripatológicos, así como en
pacientes con insuficiencia renal, habrá que realizar modificaciones de la dosis o
del procedimiento.
Preparación del paciente
El procedimiento terapéutico o diagnóstico con 131I requiere de un protocolo que
tiene como objetivo conseguir, por un lado, la máxima captación en las células
tiroideas y, por el otro, disminuir en lo posible los efectos secundarios. Por la
naturaleza radioactiva, necesitamos adecuarnos a la normativa vigente, tanto
para el paciente como para el personal que le atiende y los familiares que van a
convivir con él.
Sin duda es fundamental la realización de una historia clínica detallada que contenga los datos más relevantes del proceso: clínica, antecedentes, histología, procedimiento quirúrgico, exploraciones realizadas, etc.
Igualmente está legalmente regulada la obtención de consentimiento informado
por escrito, en el que se informa al paciente de la naturaleza del tratamiento,
sus posibles efectos secundarios e incomodidades, las alternativas al mismo y
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
las consecuencias teóricas de rehusarlo. Igualmente se le informa de las medidas
de radioprotección que tendrá que seguir tras ser dado de alta, para minimizar la
radiación que recibirían sus convivientes.
Dieta baja en yodo
Debe de excluir el exceso de yodo, para lo que se recomienda una dieta baja en
yodo de al menos 2 semanas de duración. Es importante conocer si hay historia
previa de exposición al yodo (medios de contraste, amiodarona, antisépticos yodados), y en caso que así fuese, retrasar el procedimiento hasta 2-3 meses. Igualmente debemos de considerar aquellos fármacos que o bien son fuente de yodo o
interfieren con su captación(2, 3, 15).
Hay mucha variedad de dietas, desde las más estrictas a las más permisivas. En
nuestro entender deben de conjugar dos aspectos: mantener bajos los depósitos
de yodo y facilitar el cumplimiento por parte del paciente. Es posible medir la yoduria, como reflejo de la cantidad de yodo en el organismo, pero no se realiza de
manera rutinaria en nuestro medio.
De manera simplificada, los pacientes deben de restringir la sal yodada, los pescados y mariscos, así como las conservas de pescado, los suplementos multivitamínicos, los lácteos y algunas verduras. Dado que las hormonas tiroideas contienen
yodo, algunos autores se inclinan por un “minilavado” previo a la administración del
radioyodo, aunque esta práctica no está muy extendida(15).
Estimulación de TSH
La efectividad del tratamiento va a depender de los niveles séricos de TSH. De manera empírica se acepta que es preciso un nivel de TSH > 30 mu/l. El objetivo teórico de esta estimulación es doble: por un lado, favorecer la captación y retención
del radioyodo en las células tiroideas (normales y neoplásicas) y, por otro, estimular
la producción de tiroglobulina(3, 15).
Actualmente se aceptan dos métodos para conseguir la estimulación de TSH: la
deprivación hormonal (retirada del tratamiento sustitutivo) y la estimulación con
tirotropina-α recombinante (rhTSH).
Deprivación hormonal
Al suspenderse la ingesta de levotiroxina exógena tras la tiroidectomía, durante un
periodo en torno a las 4 semanas se origina una situación de hipotiroidismo que
35
36
Cáncer diferenciado de tiroides
conlleva una elevación de la producción de TSH endógena. Como consecuencia
del hipotiroidismo aparecen una serie de implicaciones clínicas que en conjunto
producen un deterioro de la calidad de vida de los pacientes y un aumento del
absentismo laboral.
En un intento de minimizar la sintomatología, se han utilizado protocolos que incluyen sustitución por triyodotironina (T3) durante las dos primeras semanas (dado que
la T3 tiene una vida media más corta que la levotiroxina)(2, 3, 15).
En ocasiones, a pesar de la retirada de levotiroxina, no se consiguen niveles adecuados de TSH. Esto puede deberse a la presencia de grandes restos tiroideos o
metástasis funcionantes, disfunción hipotálamo-hipofisaria o a la administración
prolongada de corticoides.
Tirotropina recombinante
La tirotropina recombinante es una forma recombinante, altamente purificada de
la TSH obtenida por técnicas de ingeniería genética. La secuencia de aminoácidos
es idéntica a la de la TSH humana, aunque con menos residuos glicosilados y más
sialilados, lo que justifica la menor afinidad por el receptor comparada con la TSH
endógena.
Tras la inyección intramuscular de dos dosis de 0,9 mg de tirotropina recombinante
durante 2 días consecutivos se consiguen niveles séricos superiores a los obtenidos
con la deprivación, sin que se acompañen de hipotiroidismo y, por tanto, evitando
sus manifestaciones.
Un ensayo multicéntrico internacional demostró que la estimulación con rhTSH es
igual de efectiva que la deprivación hormonal en la preparación de pacientes con
100 mCi de 131I, mejorando de manera significativa la calidad de vida(21). Posteriores
estudios han demostrado su utilidad asociada a dosis menores, así como el impacto sobre la estancia hospitalaria y la disminución de las complicaciones, lo que
redunda en un beneficio socioeconómico(22).
En la actualidad está indicado, junto con la determinación sérica de tiroglobulina
con o sin toma de imágenes con yodo radioactivo, para la detección de restos
tiroideos y de cáncer de tiroides bien diferenciado en pacientes tiroidectomizados
en tratamiento con terapia de supresión hormonal.
También lo está para la estimulación preterapéutica, en combinación con yodo radioactivo en un rango de 30 mCi (1,1 GBq) a 100 mCi (3,7 GBq), para la ablación de
restos de tejido tiroideo en pacientes que se han sometido a una tiroidectomía casi
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
total o total por cáncer tiroideo bien diferenciado y que no presentan evidencias de
metástasis a distancia del cáncer tiroideo.
La administración del radioyodo, bien para terapia o bien para rastreo de seguimiento, se hará a las 24 horas de la administración de la segunda dosis de rhTSH.
La determinación de Tg debe realizarse a las 72 horas de esta última inyección.
La recomendación de las guías americanas y europeas es que la ablación con
radioyodo puede realizarse tras la deprivación hormonal o estimulación con
rhTSH(2, 3, 15).
Rastreo preablación
Habitualmente se realizaba un estudio tras la administración de dosis baja (1-10 mCi)
de 131I para conocer la cantidad de tejido residual, así como la posible extensión
extracervical de la enfermedad, previo a la administración de la dosis de terapia.
Pero si consideramos que la presencia de restos posquirúrgicos en el lecho tiroideo
es prácticamente constante y la posibilidad del aturdimiento (“stunning”), entendido
como la reducción de la captación de la dosis terapéutica inducida por la dosis administrada para el rastreo, no se recomienda de manera rutinaria.
En las guías solo se recomienda cuando no es posible conocer la extensión de los
remanentes tras la cirugía (a través del informe quirúrgico o la ecografía) o cuando
los resultados pueden alterar la planificación de la terapia. En caso de realizarlo se
recomienda utilizar 123I o bajas actividades de 131I(2, 3, 15).
Determinaciones analíticas
La concentración sérica de Tg y anticuerpos antitiroglobulina deben medirse tras
la estimulación. Si el procedimiento ha sido la deprivación hormonal, se medirán
previo a la administración de radioyodo y a las 72 horas en el caso de que se haya
empleado la rhTSH.
En ambos casos es recomendable asociar la determinación de TSH (medida previa
a la administración de 131I en ambos casos).
Administración del tratamiento
La administración del radioyodo se realiza en las unidades de medicina nuclear que
disponen de habitación para terapia metabólica, donde el paciente debe quedar
ingresado hasta que la tasa de dosis disminuya por debajo de los niveles que
marca la legislación.
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38
Cáncer diferenciado de tiroides
El paciente acudirá en ayunas, dado que la mayoría de ocasiones la dosis se administrará por vía oral y los alimentos pueden interferir con la absorción. La dosis
generalmente se presenta con cápsula oral, aunque también puede administrarse
como solución oral y con mucha menos frecuencia como inyección intravenosa.
Es imprescindible que se excluya la gestación en mujeres de edad fértil.
Si el procedimiento de estimulación ha sido la deprivación, el paciente mantendrá
esta hasta ser dado de alta, normalmente entre las 48-72 horas posdosis. En los
casos de estimulación con rhTSH, mantendrá la terapia normalmente (aunque algunos grupos preconizan la realización de un “minilavado” de levotiroxina alrededor
de la administración del 131I).
Recomendaciones durante el ingreso
El paciente es instruido para aumentar la ingesta hídrica tras el periodo de ayunas,
ya que de esa manera se conseguirá un incremento de la diuresis y como consecuencia, una mayor y más rápida eliminación del 131I no unido a las células tiroideas
o neoplásicas. Las habitaciones de terapia disponen de un sistema de evacuación
de residuos líquidos, ya que contienen una elevada concentración radioactiva y no
deben verterse directamente a la red.
Igualmente se recomienda al paciente que haga lavados con zumo de limón o que
utilice caramelos ácidos para aumentar la secreción salival y de ese modo disminuir
la posible afectación de las glándulas.
En casos de sospecha de restos abundantes o situados en lugares críticos, se puede añadir una terapia antiinflamatoria, bien usando corticoides o antiinflamatorios
no esteroideos, según la magnitud del problema.
El paciente ha de ser monitorizado respecto a la tasa de dosis, ya que será el determinante para proceder al alta hospitalaria. Para disminuir la irradiación del público
general, el régimen de visitas es limitado y regulado por la dosimetría del paciente.
Al alta se le entregarán las medidas de radioprotección y el tiempo que debe de
mantenerlas. Básicamente consisten en disminuir el tiempo que está en contacto
con otras personas y aumentar la distancia, así como especial cuidado en la higiene
corporal y la micción, fundamentalmente.
Rastreo posterapia
Entre 3 y 7 días tras la administración de la dosis ablativa de radioyodo se debe
realizar un rastreo corporal en el que obtendremos información sobre los restos
Tratamiento del carcinoma diferenciado de tiroides
existentes, así como la presencia de lesiones metastásicas no sospechadas (que
puede ocurrir hasta en el 10% de casos, según las series)(2, 3).
Este rastreo nos permitirá “terminar” de estadificar al paciente y en ocasiones puede alterar el manejo del mismo. Esta clasificación de riesgo condicionará el seguimiento del paciente(2, 3).
Complicaciones del tratamiento con radioyodo
Por la exposición a la radiación ionizante, la terapia con radioyodo puede dar lugar
a dos grupos de efectos secundarios. Unos que aparecen de manera inmediata o
en corto espacio de tiempo y otro grupo de efectos a largo plazo.
Los efectos precoces son generalmente temporales y de escasa gravedad. Los más
frecuentes son las náuseas y vómitos secundarios a gastritis posradiación y alteración transitoria del gusto. También se puede observar dolor a nivel de las glándulas
salivales. En casos con abundantes restos en el lecho cervical puede aparecer una
tiroiditis por radiación, cuya incidencia y severidad dependerá de la captación de
131
I por el tejido remanente, de la dosis ablativa empleada y de la cantidad de tejido
residual. Se tratarán con frío local y antiinflamatorios. En algunos casos es preciso
añadir corticoides(3).
Otras posibles complicaciones a corto plazo incluyen la neumonitis por radiación en
casos de metástasis a ese nivel.
Los efectos tardíos incluyen la xerostomía por lesión permanente de las glándulas
salivales y los derivados de la exposición gonadal (posible disminución de la espermatogénesis en varones y fallo ovárico transitorio).
Está descrita la posibilidad de desarrollo de un segundo tumor (sólido o leucemia),
pero siempre relacionado con actividades elevadas de radioyodo y tras un periodo
de latencia en torno a los 5 años. No hay descritos casos de segunda neoplasia tras
un tratamiento único con radioyodo.
Terapia supresora con levotiroxina
El papel de la terapia supresora con levotiroxina tras el tratamiento inicial es doble:
por un lado, sustituir el déficit hormonal y, por el otro, inhibir el crecimiento de las
células tumorales que son TSH-dependientes. El objetivo es mantener los niveles
de TSH por debajo de 0,1 mu/l, especialmente en pacientes considerados de riesgo
39
40
Cáncer diferenciado de tiroides
alto o intermedio. Los efectos adversos potenciales incluyen alteraciones cardiológicas e incremento de riesgo de osteoporosis.
Cuando se evidencia la situación de “curación” o el riesgo de recurrencia es bajo,
se debe disminuir la dosis de levotiroxina para mantener la TSH dentro de rangos
normales (entre 0,5 y 1 mu/l)(2, 4, 12).
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41
Tratamiento de la enfermedad recurrente
y metastásica sensible a radioyodo
Dr. Juan Antonio Vallejo Casas
Director Unidad de Gestión Clínica de Medicina Nuclear.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
Dra. Luisa M.ª Mena Bares
Dr. Francisco Roberto Maza Muret
Dra. Elvira Carmona Asenjo
Dra. Estefanía Moreno Ortega
Unidad de Gestión Clínica de Medicina Nuclear.
Hospital Universitario Reina Sofía. IMIBIC. Universidad de Córdoba
El carcinoma diferenciado de tiroides (CDT) tiene habitualmente un buen pronóstico
y una supervivencia a los 10 años que alcanza el 93% en casos de neoplasia papilar y el 85% en casos de la variedad folicular. Sin embargo, el 10% de los pacientes
puede desarrollar metástasis a distancia. Las metástasis a distancia y la recurrencia
local son la principal causa de muerte en estos pacientes.
El tratamiento de la enfermedad locorregional persistente o recurrente durante el
seguimiento debe ser quirúrgico siempre que sea posible(1). La evaluación de la
cirugía debería ser la primera acción una vez diagnosticada la recurrencia, que
ocurre en mayor porcentaje a nivel cervical. La utilización de técnicas de cirugía
radioguiada facilita mucho el procedimiento. Aun en el caso de metástasis ganglionares descubiertas en un rastreo con 131I, debemos de valorar la opción quirúrgica
como tratamiento inicial, pudiendo administrarse posteriormente radioyodo para la
eliminación de restos celulares presentes o sospechados(2).
Las lesiones metastásicas que acumulan yodo tienen mucho mejor pronóstico que
aquellas que han perdido la capacidad de concentrarlo. En pacientes jóvenes puede alcanzar la remisión completa, incluso en situaciones de enfermedad extensa.
Aunque la utilización del radioyodo es un procedimiento con más de 70 años de
historia, la mayoría de decisiones en torno a su uso permanecen controvertidas:
no hay consenso en cuál es la dosis a emplear, el tiempo exacto en el que administrar el tratamiento y hasta cuándo extender la administración de yodo (dosis
máxima)(2, 3).
43
44
Cáncer diferenciado de tiroides
La enfermedad metastásica puede diagnosticarse en la estadificación inicial (lo que
ocurre casi en un 3% de los casos) o durante el seguimiento, principalmente en los
primeros 5 años tras el diagnóstico, aunque algunas veces aparece hasta 10 años
más tarde.
Actualmente, la posibilidad de disponer de estudios con 18F-fluorodesoxiglucosa
(FDG) nos aporta un nuevo e importante elemento para pronóstico. Así, las lesiones
que muestran escasa captación de FDG, pero mantienen la avidez por el 131I, tendrán mejor respuesta a la terapia con radioyodo.
Estrategia terapéutica
En los pacientes con CDT con enfermedad metastásica deben de evaluarse las
indicaciones y limitaciones de la cirugía, la utilización de radioterapia o incluso quimioterapia convencional, frente al empleo de la terapia con radioyodo. No debemos
olvidar que en muchas ocasiones el tomar una decisión de control y seguimiento
expectante puede ser una decisión correcta, especialmente en pacientes asintomáticos y con enfermedad estabilizada(4).
Los criterios que deben de valorarse para la selección de la terapia serán: posibilidad de curación, prolongación de las expectativas de vida, paliación con baja
morbilidad, efectos secundarios y colaterales de las terapias, edad del paciente y
su decisión.
Tratamiento con radioyodo
La captación de radioyodo, tras estimulación de la hormona estimulante del tiroides (TSH) (por deprivación o rhTSH), se observa en casi las dos terceras partes de
pacientes que presentan persistencia o recurrencia de la enfermedad. De modo global, el radioyodo será el tratamiento de elección en aquellas lesiones que muestren
avidez por el 131I, consiguiendo remisión completa en casi un tercio de las mismas(5).
La célula precisa de la expresión del simportador Na/I, lo que permitirá la incorporación del yodo al interior celular. Además, las células metastásicas tienen un grado
variable de desdiferenciación, que se manifiesta por menor expresión del simportador y, por lo tanto, menor organificación del radioyodo, principalmente debida a
disminución en la expresión de la tiroperoxidasa. Como consecuencia, la captación
en el tejido neoplásico será menor que en el tejido normal, así como la vida media
intracelular es menor, lo que resulta en una menor dosis de radiación.
Tratamiento de la enfermedad recurrente y metastásica sensible a radioyodo
Así, el resultado de la terapia con 131I dependerá de la cantidad de radioyodo que
capte la célula neoplásica (y, por tanto, de la dosimetría que aporta este) y de la
sensibilidad del tejido a la radiación(3). Por variadas razones biológicas, los tumores
pueden conservar la capacidad de captar yodo, pero no recibir la cantidad suficiente de radiación para producir un beneficio clínico; por ejemplo, por un aclaramiento
demasiado rápido del radioyodo, por una retención inadecuada o por radiorresistencia del tejido(6).
El tratamiento con 131I ha demostrado utilidad para erradicar la enfermedad, desacelerar la progresión de la misma y para el tratamiento de metástasis sintomáticas
(paliación de síntomas)(7).
En series largas, como la del estudio del grupo de Schlumberger, se ha observado
que los pacientes menores de 40 años, con subtipos histológicos bien diferenciados
de carcinoma papilar o folicular, son los que generalmente mantienen la avidez por
131
I en la enfermedad metastásica. En general, los pacientes mayores de 40 años
tendrán mayor extensión en la enfermedad y más tendencia a la desdiferenciación,
y como consecuencia de ello, la falta de avidez por el radioyodo(8).
Preparación del paciente
Al igual que en el procedimiento del tratamiento ablativo, el paciente debe seguir
una dieta baja en yodo al menos 2 semanas (ver capítulo del tratamiento ablativo),
evitando igualmente procedimientos (estudios con contrastes yodados) y medicamentos que puedan ser fuentes de yodo (amiodarona, por ejemplo). Aunque se
recomienda en algunos textos, la medición rutinaria de la yoduria no se realiza en
nuestro medio.
La estimulación del receptor de TSH es obligatoria y para ello es preciso conseguir
unos niveles séricos elevados de TSH. El procedimiento de deprivación es el que actualmente se encuentra autorizado en nuestro país y recomendado en las guías(3).
Se suspenderá la terapia hormonal con levotiroxina por un periodo de entre 3-4
semanas, pudiendo optar por la sustitución por triyodotironina en las dos primeras.
No existen estudios randomizados que comparen la eficacia de la utilización de
la tirotropina-a en pacientes con enfermedad metastásica, por lo que las guías no
recomiendan su empleo para todos los pacientes(2, 5). No obstante, existen multitud
de publicaciones del empleo de la tirotropina-a como medio de estimulación en
casos de enfermedad avanzada y metastásica, con resultados superponibles a la
deprivación hormonal. La utilización de la estimulación con tirotropina-a debe de
45
46
Cáncer diferenciado de tiroides
reservarse para situaciones que no tolerarían la deprivación hormonal, como ancianos o pacientes pluripatológicos, o aquellos en los que no se consigue elevación
de niveles de TSH tras la deprivación, o situaciones que pudiesen agravarse por
la deprivación(2, 3, 5). A pesar de las numerosas publicaciones en este sentido, la
utilización de rhTSH sigue siendo un procedimiento “off-label”.
La utilización del tratamiento con litio, con el objetivo de aumentar la retención de
yodo en las células, no está recomendada(2, 3).
Se han empleado múltiples estrategias (ácido retinoico, rosiglitazona, estatinas)
para “reinducir” la expresión del simportador Na/I en las células neoplásicas y así
poder utilizar el radioyodo en pacientes que inicialmente no muestran avidez, pero,
hasta el momento, los resultados no apoyan su uso(9).
En pacientes con metástasis a nivel cerebral o vertebral se recomienda la administración de corticoides para prevenir la posibilidad de clínica compresiva, al igual que
en los casos de enfermedad pulmonar diseminada, en un intento de disminuir la
fibrosis inducida por la radiación(5).
Actividad de 131I
No hay un consenso generalizado para definir la dosis a administrar, siendo más
frecuente el empleo de protocolos que recogen una actividad fija. Esta dosis reflejará la actividad necesaria para llevar hasta las lesiones neoplásicas la máxima
radiación segura. Las guías recomiendan las dosis entre 100-200 mCi (3,7-7,4 GBq),
que pueden administrarse de manera repetida (se recomienda un intervalo entre
dosis de 12 meses)(2, 3).
Como alternativa se plantea la administración de dosis tras estudio dosimétrico
previo, en el que se tenga en cuenta la dosis absorbida en la lesión blanco, la dosis
que recibirá la médula ósea y la dosimetría a cuerpo completo, considerando las
características biocinéticas individuales. Pero actualmente, los métodos de cálculo
tienen una serie de limitaciones: inexactitud en la determinación del volumen blanco, variabilidad en la cinética intratumoral, variabilidad en la vida media efectiva, el
posible aturdimiento tras la dosis de cálculo, las incomodidades para el paciente
por los procedimientos de medida. Como alternativa, la Asociación Europea de
Medicina Nuclear (EAMN) ha publicado un procedimiento simplificado para estimar
la dosis, basado en el valor de 2 Gy de dosis absorbida a nivel de la sangre como
umbral límite(10).
Tratamiento de la enfermedad recurrente y metastásica sensible a radioyodo
En un futuro, quizás no demasiado lejano, se lleve a cabo el estudio dosimétrico
empleando como trazador el 124I, un isótopo emisor de positrones que mediante
estudios PET/CT permitirá una evaluación más exacta del volumen blanco y una
estimación de la captación, sin los inconvenientes del 131I para este fin, permitiendo
la individualización de la dosis a administrar.
Se han empleado varios términos para designar a los pacientes con enfermedad
metastásica o locorregional en los que administrar más terapia con radioyodo se considera inapropiado, definiendo la enfermedad como “resistente”, “refractaria”, “no respondedora” o “sin avidez”. Los primeros tres términos implican que la administración
de 131I no proporcionará beneficio clínico, mientras que la “no avidez” por el trazador
se refiere a tumores que no captan el trazador en el estudio de rastreo posterapia(6).
Encontraremos pacientes que continúan presentando captación de radioyodo, pero
en los que los riesgos del tratamiento pueden sobrepasar a los beneficios (pacientes
con fibrosis pulmonar secundaria a la radiación o con supresión medular). El paciente
se definirá como radiorresistente al 131I si cumple algunos de los siguientes criterios(6):
„„
Rastreo corporal con 131I, en presencia de enfermedad macroscópica,
que no presenta captación significativa.
„„
Progresión del tumor a pesar de la captación de 131I.
„„
Ha recibido más de 600 mCi (aquí habrá que hacer un análisis individualizado).
„„
Algunos autores incluyen la alta captación de 18F-FDG.
Los posibles efectos secundarios de la dosis de 131I serán los mismos descritos en el
capítulo de ablación, a los que se suma la posibilidad de sintomatología secundaria
a la inflamación o clínica derivada de la localización de las metástasis, por lo que
siempre debe de preverse esta opción.
Distribución de las lesiones
Del total de pacientes con enfermedad metastásica, que alcanza en torno al 10%
de todos los pacientes con CDT, en casi la mitad la metástasis está presente en el
momento del diagnóstico. Por localizaciones, las más frecuentes son en pulmones
(50%), hueso (25%), pulmones y hueso simultáneamente (20%) y en otras localizaciones (50%)(6, 7). De acuerdo con la guía de la EAMN, debería de administrarse
tratamiento con radioyodo en las metástasis ganglionares no resecables, metástasis
pulmonares no resecables y lesiones en tejidos blandos no resecables. También
47
48
Cáncer diferenciado de tiroides
indica que se debe de usar como retratamiento de lesiones ganglionares, metástasis
óseas e incluso en lesiones de las que se desconoce la avidez por el yodo(11).
En las lesiones pulmonares la decisión terapéutica dependerá de la captación de
las metástasis, del tamaño de las mismas y de los tratamientos previos que haya
recibido. En los casos que presentan avidez por el 131I, la administración de este
presenta con frecuencia respuesta completa, con escasa tasa de neumonitis por
irradiación. La tasa de respuesta completa es superior en pacientes jóvenes con
lesiones micronodulares(12).
En el caso de las metástasis óseas debemos considerar siempre que sea posible la
resección quirúrgica (en caso de lesiones solitarias). De modo práctico, la administración de radioyodo será casi paliativa, ya que la respuesta completa es más infrecuente que en localización pulmonar(4). Un protocolo aceptado es la combinación
de la terapia con radioyodo y la radioterapia externa.
En el caso de realizar tratamiento de metástasis cerebrales debemos planificar la
administración de corticoides para prevenir el posible edema cerebral y disminuir las
complicaciones. Siempre que sea posible, el tratamiento inicial debe ser la cirugía,
independientemente del grado de captación de radioyodo.
Evaluación de la respuesta
Debe realizarse un rastreo posterapia y un nuevo rastreo corporal a los 6-12 meses
tras la administración de 131I.
La mayoría de respuestas positivas (que negativizan el rastreo con radioyodo e indetectables los niveles séricos de tiroglobulina) se obtienen con dosis acumuladas
inferiores a los 600 mCi (22 GBq). Este sería el valor establecido por varios trabajos
como límite a partir en que se incrementa el riesgo de leucemia(6).
Así, los pacientes que han recibido una dosis acumulada superior a este valor y que
presentan captación en el rastreo corporal deben ser tratados de manera individualizada, evaluando los riesgos y beneficios, pudiendo adoptar una opción de “esperar
y ver” en casos en que los pacientes estén estabilizados.
Tratamiento empírico
Como tratamiento empírico se ha definido la utilización del radioyodo en casos de
pacientes con elevación de tiroglobulina con rastreos corporales negativos. Actual-
Tratamiento de la enfermedad recurrente y metastásica sensible a radioyodo
mente estos pacientes tienen indicación de PET/CT, que ayudará en la mayoría de
casos a localizar la enfermedad y dirigir al paciente hacia otras terapias.
El fundamento de este tratamiento empírico era que las dosis más altas facilitarían
la visualización de las lesiones respecto de la dosis de rastreo. En la literatura hay
muchas series de casos, con resultados bastante dispares.
La guía de la Asociación Americana del Tiroides (ATA) recomienda esta terapia
empírica, con dosis altas, en pacientes con elevación de tiroglobulina tras estimulación (deprivación o rhTSH) o niveles crecientes de la misma. En el caso de que
el rastreo posterapia sea negativo, no se recomiendan más tratamientos, salvo si
se documenta respuesta significativa de los valores de tiroglobulina. En este caso
podría administrarse una nueva dosis de 131I(2).
Bibliografía
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Cáncer diferenciado de tiroides
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Tratamiento de la enfermedad recurrente
y metastásica resistente a radioyodo
Dr. Ricard Mesía Nin
Dra. Miren Taberna Sanz
Dra. Silvia Vázquez Fernández
Institut Català d’Oncologia - L’Hospitalet
Introducción
Los regímenes de tratamiento actuales para el cáncer diferenciado de tiroides (CDT)
son muy efectivos en la mayor parte de los pacientes. Sin embargo, un 10-15% de los
pacientes van a presentar una recidiva. La tasa de recidiva llega al 20-30% en los pacientes mayores, en aquellos con tumores de más de 4 cm de diámetro y en aquellos
en los que el tumor sobrepasa el tiroides o se presentan con metástasis ganglionares.
Además, un 5% de los CDT se manifiestan con metástasis desde el debut. La tasa de
supervivencia de los pacientes metastásicos que mantienen afinidad por el radioyodo
(131I) es aproximadamente del 60% a los 10 años. Sin embargo, entre un 20-50% de
pacientes con tumores recurrentes o metastásicos acabarán desarrollando resistencia
al 131I. Este grupo de pacientes verá mermada su supervivencia global hasta caer por
debajo del 15% a los 10 años y suelen ser los pacientes con mayor número de complicaciones y visitas al hospital, de ahí la importancia de avanzar en la investigación
de nuevas estrategias terapéuticas que intenten mejorar su supervivencia y sobre
todo su sintomatología y su calidad de vida(1).
En el capítulo anterior (tratamiento de la enfermedad recurrente y metastásica sensible a radioyodo) ya se ha hablado de la refractariedad al radioyodo. Sin embargo,
no existe una clara definición de enfermedad refractaria al 131I; se está realizando
un esfuerzo para definir esta situación clave para considerar nuevas estrategias
terapéuticas específicas. Así, se suele considerar enfermedad yodo-resistente(2)
cuando la enfermedad metastásica no incorpora el yodo desde un inicio, cuando
las lesiones tumorales pierden la capacidad de incorporarlo durante tratamientos
sucesivos, cuando existe alguna lesión tumoral que no incorpora 131I tras un tratamiento a pesar de que otras sí lo incorporan, cuando existe crecimiento tumoral
a pesar de ese tratamiento, cuando la enfermedad tiroidea es irresecable o bien
cuando se ha alcanzado una dosis acumulada de 131I ≥ 600 mCi. La captación de
51
52
Cáncer diferenciado de tiroides
una lesión por FDG-PET-scan es indicativa de un tumor más indiferenciado con
menor incorporación de yodo y posible yodo-resistencia. La comparación de las
imágenes del rastreo con radioyodo y las del FDG-PET ayudarán a la definición de
yodo-resistencia.
Tratamiento local
Ante un diagnóstico de recurrencia locorregional o metastásica, incluso en situaciones de resistencia a 131I deberá plantearse en un comité multidisciplinar la posibilidad de un rescate mediante un tratamiento local, la cirugía o, en menor medida,
la radioterapia. Se indicará un tratamiento local en caso de enfermedad oligometastásica o cuando exista una única lesión en franca progresión, o bien que por
su localización pueda comprometer la supervivencia del paciente. Sería el caso de
lesiones cerebrales, ganglionares o pulmonares que comprometan el árbol respiratorio, el sistema digestivo o la circulación por grandes vasos. A veces, en situaciones
de compresión de la vía aérea, digestiva o vascular en las que no se puede realizar
un tratamiento con cirugía o radioterapia, puede estar indicada la colocación de
una prótesis endoluminal o stent para preservar dicha vía, previo al inicio de un
tratamiento sistémico.
Tratamiento sistémico
Los pacientes yodo-resistentes no candidatos a un tratamiento local van a suponer
un importante reto terapéutico. Cuando se ha descartado la posibilidad de un tratamiento local podremos indicar la utilización de un tratamiento sistémico.
El primer fármaco aprobado para el cáncer de tiroides avanzado fue la doxorubicina. Esta quimioterapia, sola o en combinación con otros citotóxicos, se ha estado
utilizando sin observar respuestas objetivas y sin impacto en la supervivencia de
los pacientes.
Sorafenib es un inhibidor multiquinasa que actúa sobre BRAF, VEGFR(1, 2), RET, RET/
PTC3 y cKIT(3), con efecto antitumoral y antiangiogénico observado en varios tipos
tumorales. En los últimos 10 años se ha estudiado su eficacia en cáncer de tiroides,
demostrando una actividad prometedora en varios estudios fase II(4-8). El estudio
DECISION fase III regulatorio de sorafenib en CDT (papilar, folicular, pobremente diferenciado y Hürtle) refractario a radioyodo ha demostrado la eficacia de sorafenib en
esta población de pacientes incrementando su supervivencia y, por lo tanto, consiguiendo la aprobación por parte de las agencias regulatorias (FDA, EMA, AEMPS)
Tratamiento de la enfermedad recurrente y metastásica resistente a radioyodo
para el tratamiento de pacientes con CDT avanzado o metastásico con criterios de
refractariedad al yodo radioactivo.
El manejo del cáncer de tiroides debe realizarse en el contexto de un comité multidisciplinar, y esta discusión adquiere una relevancia aún más importante en la
situación de refractariedad al radioyodo. Antes del inicio del tratamiento con sorafenib, el comité multidisciplinar debe evaluar los criterios que definen la refractariedad
al yodo radioactivo tanto para evitar el inicio de sorafenib antes de lo necesario
como para evitar el sobretratamiento con radioyodo en caso de refractariedad, ya
que aumenta el riesgo de complicaciones a largo plazo, como la fibrosis pulmonar
o los síndromes mielodisplásicos y leucemias. Una vez catalogado el tumor como
refractario al radioyodo y descartadas las técnicas locorregionales o rescates quirúrgicos, el tratamiento con sorafenib está indicado. Los pacientes candidatos al
tratamiento deben seguir el perfil de pacientes incluidos en el estudio DECISION,
que, añadido a los criterios de refractariedad al radioyodo y del tipo histológico,
deben ser pacientes en progresión por criterios RECIST en los últimos 14 meses de
seguimiento. No existen otros biomarcadores predictivos de respuesta a sorafenib,
por lo que todos los pacientes serán potencialmente candidatos al tratamiento
independientemente de los síntomas basales, la carga de enfermedad, la velocidad
de crecimiento o los marcadores moleculares, como BRAF o RAS. La prescripción
del tratamiento debe realizarse en centros expertos en el cáncer de tiroides y por
profesionales con experiencia en el manejo de la enfermedad y de los tratamientos
oncológicos, ya que el éxito del tratamiento depende en gran parte del manejo óptimo de la toxicidad relacionada con sorafenib, que permita mantener la intensidad
de dosis, y un tratamiento prolongado que garantice la máxima supervivencia de
los pacientes con la mínima repercusión en la calidad de vida.
Perspectivas de futuro: inhibidores de MEK y mTOR
Como hemos dicho, la vía MAPK juega un papel importante en el funcionamiento de
la célula tiroidea. Suelen ser mutaciones activantes (BRAF, RAS, RET…) de esta vía las
que producirán una inhibición de los genes encargados de la síntesis de las hormonas
tiroideas y de la bomba sodio/yodo, que es la mayor determinante de la incorporación
del yodo a las células cancerosas tiroideas, provocando la yodo-resistencia. Varios
estudios han evaluado diferentes estrategias para conseguir “rediferenciar” aquellos
tumores yodo-resistentes para poder volverse a beneficiar de 131I. Así, se han probado
con escaso beneficio los retinoides y el litio. Sin embargo, en estudios en ratones se
ha observado que cuando se expresa una mutación de BRAF, las células cancerosas
no son capaces de concentrar radioyodo, mientras que cuando se logra inhibir la se-
53
54
Cáncer diferenciado de tiroides
ñal de BRAF en estas células, los tumores vuelven a tener afinidad por el yodo(9). Un
estudio piloto usando selumetinib(10), un inhibidor de MEK 1/2 (molécula situada por
detrás de MAPK en esta vía de señales), ya demostró mejorar la incorporación de 131I
en el CDT, sobre todo en aquellos con mutación de RAS, e inducir respuesta tumoral
tras la nueva administración de radioyodo (cuatro de cinco pacientes con mutación de
NRAS obtuvieron una respuesta parcial y el otro paciente consiguió estabilización clínica). Sin embargo, en los pacientes incluidos con mutaciones de BRAF no se produce
de forma tan clara esta “rediferenciación”, se desconocen los motivos. Sin embargo,
un nuevo estudio piloto presentado en ASCO-2013 investigó la posibilidad de revertir
la yodo-resistencia de estos tumores (objetivo principal del estudio) utilizando un inhibidor de BRAF como dabrafenib durante 4 semanas(11). Se incluyeron nueve pacientes
y se consiguió revertir la yodo-resistencia en cinco, uno de los cuales consiguió una
remisión completa de la enfermedad y otros dos se estabilizaron. Estamos, por tanto,
ante una interesante nueva línea terapéutica en investigación.
Los inhibidores mTOR también se han probado en CDT yodo-resistente; mTOR es
una diana susceptible de inhibición, ya que en ella confluyen las vías RET/PTC, RAS y
BRAF. En un estudio fase II, everolimus(12) consiguió estabilización de la enfermedad
> 6 meses en el 58% de los pacientes. La asociación de everolimus y sorafenib(13)
se mostró mucho más activa, con un 47% de respuestas parciales y un 42% de
estabilizaciones. Curiosamente, los subtipos más beneficiados podrán ser los carcinomas de células de Hürthle.
La investigación debe seguir su curso, investigando ya como rescatar a los pacientes que fallen al tratamiento con sorafenib.
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55
Coordinación y derivación entre niveles
asistenciales: Atención Primaria
y Atención Especializada
Dr. José Muñoz Márquez
Especialista en Medicina de Familia. CAP de La Seu d’Urgell, Lleida.
Grupo de Trabajo de Tiroides de la SEMG
Introducción
La detección del cáncer diferenciado de tiroides (CDT) está aumentando gracias al
empleo cada vez mayor en todos los ámbitos asistenciales, incluida la Atención
Primaria (AP), de la ecografía de alta resolución, auxiliada por la citología, tras
punción y aspiración con aguja fina (PAAF), como medio de ayuda al diagnóstico clínico, los cuales detectan cánceres que, en otras circunstancias, no serían
identificados.
La glándula tiroides puede presentar una serie de enfermedades de distinta naturaleza, pero para fines prácticos se distinguen:
„„
Aquellas que alteran su forma o su nivel de función.
„„
Las neoplásicas, entre las que destacan por su frecuencia los cánceres
diferenciados (que engloban al cáncer papilar y al cáncer folicular), que se
originan en las células foliculares del tiroides. Con menor frecuencia aparece el cáncer medular (que proviene de las células parafoliculares). Afortunadamente es una rareza el cáncer anaplásico o indiferenciado, que también
proviene de la estirpe folicular y cuyo pronóstico es ominoso (tabla 1).
El cáncer de tiroides (CT) es la neoplasia endocrina más común, y habitualmente
suele presentarse como un nódulo tiroideo asintomático, con menor frecuencia
lo encontramos como un carcinoma asociado a un bocio multinodular (BMN), y
ocasionalmente debuta con manifiestas adenopatías metastásicas cervicales, sin
tumor primario evidente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el 90-95% de
los nódulos tiroideos son benignos, por lo que la sobreactuación sobre ellos puede
generar más riesgos que beneficios(1). Así pues, a pesar de que el CT lo detectamos
57
58
Cáncer diferenciado de tiroides
en un nódulo, estos suelen ser benignos en la mayoría de los casos, ya que solo
se detectan células malignas en un 5% de los mismos.
Tabla 1.
% de
Tipo
todos
de cáncer
los
tiroideo
cánceres
de tiroides
Cambio
en la
incidencia
en los
últimos
30 años
Cambio
en la
mortalidad
en los
últimos
30 años
Mortalidad
Papilar
85%
Aumentó
3 veces
Sin cambios
1-2% a los 20 años
Folicular
11%
Sin cambios
Sin cambios
10-20% a los 10 años
Medular
3%
Sin cambios
Sin cambios
25-50% a los 10 años
Anaplásico
1%
Sin cambios
Sin cambios
90% al año
Este tipo de cáncer es más frecuente en mujeres que en hombres (10:1)(2), su prevalencia aumenta con la edad (sobre todo en el grupo de edad comprendido entre
los 45-50 años) y la exposición a radiaciones. El déficit de yodo se ha asociado
con la presencia de cáncer papilar en algunos estudios. El pilar del tratamiento es
la cirugía, especialmente en el caso del cáncer diferenciado y el cáncer medular.
En el caso del crecimiento tiroideo (bocio), no es rara la presencia de múltiples
nódulos (BMN); no obstante, un nódulo dominante, por su tamaño o por su consistencia (muy dura), sugiere malignidad asociada y debe ser sometido a estudio ecográfico cuidadoso, incluyendo los ganglios regionales, si bien, en el BMN el riesgo
de malignidad es similar al de otros nódulos, independientemente del tamaño. De
modo independiente, además de los datos clínicos, las características ecográficas
de cualquier nódulo tiroideo también orientan hacia la sospecha de malignidad.
Raramente encontramos tumores localmente avanzados y que pueden cursar con
disfonía, disfagia, disnea o esputo hemoptoico, y evidentemente, la presencia de
estos datos elevan la sospecha de malignidad.
Antiguamente, era frecuente que los CT se encontrasen por palpación, en pacientes con nódulos tiroideos mayores de 20 mm (4-8% de los mismos), que en
ocasiones se presentaban como una tumoración visible o incluso causante de
Coordinación y derivación entre niveles asistenciales: Atención Primaria y…
síntomas de compresión cervical, realizándose el diagnóstico mediante biopsia.
Sin embargo, en la actualidad, el manejo de la ecografía diagnóstica cada vez por
mayor número de profesionales de la medicina ha contribuido al hallazgo, a veces
de forma incidental, de nódulos tiroideos en el 20-67% de los pacientes, de los
cuales casi 3/4 partes son menores de 15 mm(3).
Evaluación del paciente por el médico
de Atención Primaria (MAP)
Operativamente, se define como nódulo tiroideo a una lesión bien definida dentro
del tiroides (que puede ser palpable) y ecográficamente distinta del tejido tiroideo
adyacente(4). En general, la etiología benigna más frecuente suele ser un adenoma
folicular que no raramente tiene componentes parcialmente quísticos, mientras que
el hallazgo de malignidad más habitual corresponde a un carcinoma papilar(5).
A los pacientes a los que se les detecte un nódulo:
„„
Se les realizará una cuidadosa historia clínica enfocada a factores de
riesgo, como antecedentes de radiación o historia familiar de tumores
tiroideos, sobre todo si tienen documentado un cáncer medular. También debe descartarse la presencia de síndromes familiares asociados a
carcinoma de colon.
„„
La exploración física se orientará a la evaluación del tiroides y a la búsqueda de ganglios regionales aumentados de tamaño.
„„
Es muy conveniente realizar el estudio ecográfico, ya sea porque lo
utilicemos directamente o enviando al paciente al servicio de radiodiagnóstico de referencia.
„„
La determinación de tirotropina puede sernos de utilidad (ver apartado
“Actitud ante un nódulo tiroideo” para más detalles del proceso diagnóstico).
El 99% de los pacientes con carcinoma papilar de pequeño tamaño (< 15-20 mm),
sin antecedentes personales o familiares de CT, que no han estado expuestos a
radiación y sin evidencia de invasión extraglandular en la ecografía, se consideran
de bajo riesgo de progresión y la probabilidad de que mueran por esta causa en
los siguientes 20 años es escasa.
59
60
Cáncer diferenciado de tiroides
¿A qué pacientes debemos derivar a endocrinología
o UPT para completar estudio?
El criterio de derivación debe ser la sospecha o hallazgo clínico en la exploración
de un nódulo tiroideo y dependerá del contexto de su encuentro. Así derivaremos:
„„
Bocio multinodular:
– Que no haya sido estudiado.
– En el que encontremos un nódulo dominante o un crecimiento rápido.
– Que a la palpación encontremos una consistencia dura, casi pétrea, o
cambio de consistencia en un nódulo conocido.
„„
Todo paciente con nódulo tiroideo palpable no estudiado.
„„
Pacientes en los que, tras realizarle una ecografía tiroidea, encontremos (signos ecográficos de sospecha):
– Nódulos tiroideos ≥ 10 mm sólidos, hipoecogénicos.
– Nódulos ≥ 5 mm, sólidos, hipoecogénicos, que presenten al menos
una de las siguientes características (que sugieren malignidad):
• Márgenes infiltrantes, nodulares mal definidos o microlobulados.
• Calcificaciones, ya sean microcalcificaciones, o calcificaciones centrales.
• Vascularización central (y no periférica).
• Halo periférico incompleto o grueso.
• Antecedentes familiares de CT.
• Antecedentes de haber estado expuestos a una radiación importante en cabeza o cuello.
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European populations. Int J Cancer 2013 Dec 15; 133(12):2.843-51.
61
Test de evaluación para acreditación
pautas de actuación y seguimiento en cáncer diferenciado de tiroides es una
actividad de formación continuada y acreditada. Para poder evaluarse y optar al
diploma acreditativo deberá dirigirse al Campus Virtual de la Fundación para la
Formación de la Organización Médica Colegial, web:
http://formacion.ffomc.org
La evaluación se compone de 20 preguntas tipo test con 5 opciones de respuesta,
siendo una de ellas la válida. El criterio de evaluación exigido para obtener los créditos correspondientes será el 80% de respuestas correctas.
Para poder realizar una correcta evaluación del beneficio-riesgo de los
tratamientos farmacológicos, aconsejamos a los profesionales que
consulten la información sobre las alertas, notas informativas
y de seguridad que emite la Agencia Española del Medicamento
y Productos Sanitarios (AEMPS), disponible en el siguiente enlace:
http://www.aemps.gob.es/medicamentosUsoHumano/portada/home.htm
63
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