a DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Agosto 2005 Número 416 Gerardo Deniz en estado puro ■ David Huerta describe el impacto de gd en la poesía mexicana ■ Josué Ramírez rastrea algunas obsesiones de gd ■ José María Espinasa explica el significado de editar a gd ■ Antonio Carreira hace otras visitas guiadas a la obra de gd Mónica de la Torre desmenuza un poema de gd ■ Pablo Mora hurga en la pornografía poética de gd ■ Rogelio Villarreal recuerda a los marxmordones de gd ■ Marco Perilli fabula sobre las enseñanzas de gd ISSN 0185-3716 ■ a a a gd en estado puro No es fácil leer a Gerardo Deniz. Su léxico, los asuntos a que alude su poesía, el humor sutil que la domina, los neologismos y los malabares con palabras y frases hechas, los muchos idiomas que se cuelan entre los versos sin decir agua va, la química y la música con que construye no pocas metáforas: esta maquinaria lírica deslumbra a los lectores, que a menudo no saben si seguir adelante y pagar el peaje que los conducirá a la médula de los versos, o si conviene dejar por la paz los libros de quien en 1934 nació siendo Juan Almela Castell. De lo que no hay duda es que gd es un autor central de la poesía mexicana de fin de siglo. De ahí que el fce haya decidido editar un volumen con toda su poesía publicada en libros, desde el casi mítico Adrede, de 1970. Consecuencia natural de esa decisión es que La Gaceta dedique este número a repasar una media docena de aspectos de la obra deniziana. David Huerta nos ayuda a entender cómo apareció gd en las letras nacionales, con un escándalo apenas audible —y no hay contradicción en esta frase—. Huerta expresa además su agradecimiento fervoroso —literario pero sobre todo humano— al autor de Gatuperio. Josué Ramírez lleva la explicación de esa fuerza literaria al plano biográfico, presentando al hombre que casi como travesura llegó a la escritura de versos. Aunque no es necesario para apreciar su poesía, ese recorrido por las andanzas personales y las obsesiones denizianas es una clave más para quebrar su muy celebrado hermetismo. Tal característica se convierte en un problema al momento de preparar los textos de gd para la imprenta, como recuerda José María Espinasa, que ha sido responsable de esa transformación al menos en dos libros de gd. Antonio Carreira, por su parte, sigue el ejemplo del propio gd en Visitas guiadas, el inusual volumen en que el poeta muestra la sustancia de que están hechos algunos de sus versos. En un trepidante tour de force, Carreira indica decenas de vasos que comunican el discurso deniziano con la historia de la literatura y la música. Ese mismo juego exegético anima a Mónica de la Torre, para quien un solo poema sirve de espejo de la obra toda. No se trata de resolver adivinanzas, tan sólo de ofrecer vías de acceso que hagan más disfrutables las constelaciones verbales de gd. Pablo Mora sigue esa dirección al explorar en esa obra no sólo el erotismo sino la franca pornografía, fruto de una infrecuente —por honesta— voz poética. Rogelio Villarreal repasa los artículos sobre el maxmordón, ese monstruillo que convierte las reglas gramaticales en su pueril razón de ser, que gd escribió hace poco más de una década. Y cierra la entrega una entrevista ficticia con Marco Perilli, quien por haber traducido a gd puede imaginar diálogos que son a la vez una crestomatía y un análisis de las ideas denizianas. La ortografía del adjetivo derivado del apellido de gd exige una pequeña explicación. No es infrecuente que al convertir el nombre de un autor en otro tipo de vocablo se pongan a circular formas que compiten en el gusto de los hablantes. A gd le correspondía la bifurcación entre deniziano, fiel a la grafía del apellido, o deniciano, congruente con la gramática académica. En ejercicio de una no solicitada tiranía maxmordonesca, en este número hemos usado en todos los casos la primera opción. Este número no habría sido posible sin la apasionada colanúmero 416, agosto 2005 a Sumario Hacia Erdera David Huerta Posible Gerardo Deniz Deniz o la fe agnóstica Josué Ramírez Los libros de Gerardo Deniz José María Espinasa Visita sin guía: alusiones recónditas en la poesía de Gerardo Deniz Antonio Carreira Intersección Gerardo Deniz Los 20 000 lugares de la poesía deniziana Mónica de la Torre Linus Pauling Gerardo Deniz Fecal Gerardo Deniz Erotismo o pornografía en la poesía y la prosa de Gerardo Deniz Pablo Mora Cítrica Gerardo Deniz Gerardo Deniz vs. Max Mordon (y la poética de la historia) Rogelio Villarreal Mester de maxmordonía Gerardo Deniz Los múltiplos de la precisión Marco Perilli Prehistoria Gerardo Deniz 2 5 6 10 12 13 16 18 20 21 24 25 26 30 32 David Huerta es poeta, autor de El azul en la flama (Era, 2003) ■ Josué Ramírez es poeta y editor ■ José María Espinasa es escritor y dirige Ediciones Sin Nombre ■ Antonio Carreira es crítico literario ■ Mónica de la Torre es editora y ha traducido a Gerardo Deniz al inglés ■ Pablo Mora es investigador en la unam ■ Rogelio Villarreal es editor y autor de El dilema de Bukowski (Ediciones Sin Nombre, 2004) ■ Marco Perilli dirige la editorial Auieo, donde se publicó su traducción al italiano de la poesía de Deniz boración de Roberto Rébora. Su relación con gd es multicolor, ya que lo ha editado —en tipos móviles, para mayor cercanía—, lo ha atrapado en lienzos y trozos de papel, lo ha escuchado con la sencilla veneración de los amigos. Los dibujos, pinturas —en particular la de portada, inédita hasta ahora— y fotografías que nutren esta entrega son más que acompañantes de los textos, pues constituyen una interpretación del rostro, y aun del carácter, deniziano. Además, Rébora sirvió de enlace con algunos de quienes colaboran aquí y dio pistas para armar este opúsculo que busca presentar a Gerardo Deniz en estado químicamente puro. la Gaceta 1 a a Hacia Erdera DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Directora del FCE Consuelo Sáizar Director de La Gaceta Tomás Granados Salinas Consejo editorial Consuelo Sáizar, Ricardo Nudelman, Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler, María del Carmen Farías, Laura González Durán, Carolina Cordero, Nina Álvarez-Icaza, Paola Morán, Luis Arturo Pelayo, Pablo Martínez Lozada, Miriam Martínez Garza, Fausto Hernández Trillo, Karla López G., Alejandro Valles Santo Tomás, Héctor Chávez, Delia Peña, Antonio Hernández Estrella, Juan Camilo Sierra (Colombia), Marcelo Díaz (España), Leandro de Sagastizábal (Argentina), Julio Sau (Chile), Isaac Vinic (Brasil), Pedro Juan Tucat (Venezuela), Ignacio de Echevarria (Estados Unidos), César Ángel Aguilar Asiain (Guatemala), Rosario Torres (Perú) Impresión Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv Diseño y formación Marina Garone y Cristóbal Henestrosa Ilustraciones Roberto Rébora La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera PicachoAjusco 227, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp090206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. Correo electrónico [email protected] 2 la Gaceta David Huerta De Gerardo Deniz emana una discreta pero continua fuerza tectónica: sus poemas han transformado la geografía lírica de México, aunque no como un terremoto súbito sino con un paulatino desplazamiento de placas. Acaso este poder provenga de su excepcional sabiduría, a la que David Huerta rinde tributo aquí Los libros La poesía de Gerardo Deniz apareció en el horizonte de la literatura mexicana a principios de los años setenta (Adrede, 1970) como una especie de saludable escándalo que, sin embargo, casi nadie escuchó ni produjo, en consecuencia, la menor inquietud. Los lectores, en su inmensa mayoría prefirieron mirar hacia otra parte, como si nada hubiera ocurrido. No era poco, empero, lo que había sucedido y lo que ese libro era y significaba. Hubo en ese triste panorama de indiferencia una notabilísima excepción: Octavio Paz, quien escribió un hermoso artículo sobre aquel nuevo poeta —nuevo sí; pero no tan joven; andaba por los 36 años de edad—, texto incluido más tarde en el volumen paciano de ensayos El signo y el garabato. Ese artículo de Paz sigue siendo de lectura obligada para los escasos comentaristas o críticos de la poesía deniziana; pero a pesar de sus excelencias tiene la inevitable limitación de ocuparse de un solo libro, el primero, de la ahora (2005) muy nutrida bibliografía poética de Gerardo Deniz, que alcanzará un punto culminante con la edición de su obra reunida en el Fondo de Cultura Económica. Un puñado de poetas entonces jóvenes comenzamos en ese 1970 a seguirle los pasos a Deniz; título tras título, artículo tras artículo, ensayo tras ensayo, entrevista tras entrevista, cuento tras cuento —pues también es narrador—, leímos todo lo que escribía y declaraba —y hemos seguido haciéndolo, conforme él se hace cada día más joven y nosotros, sin remedio, más viejos, a lo largo de más de 30 años. 35, para ser exactos: tres décadas y media, siete lustros. Escribí al principio de estos renglones la frase “saludable escándalo” para describir el efecto que debió producir —y sólo produjo de modo limitado— la poesía deniziana entre nosotros. Los escandalizados fuimos los que vimos cuánto era lo que la vieja y venerable y sobrecodificada poesía era capaz, todavía, de dar de sí; los demás se quedaron en el modorro —Quevedo dixit— de sus laureles. Aurelio Asiain vio muy bien la singularidad de Deniz: “Nuestra poesía sale ganando con un personaje como el de Deniz, no porque sea uno más sino precisamente porque no lo es. Su densidad interior y la última intemperie de su espíritu aventurero, que lo llevan a internarse por territorios inexplorados de la experiencia moral, lo vuelven insustituible.” El escándalo estaba ahí, desde luego, para quien quisiera verlo, en sus libros, a partir de Adrede, libro que, según cuenta la leyenda, fue recomendado por Octavio Paz a Joaquín Diez-Canedo, espejo de editores, para su publicación en la serie Las Dos Orillas, donde apareció ese año. Pero el escándalo que ese libro entrañaba y su salud avasalladora —la salud de una obra de todo punto genial— no alcanzó las conciencias semiletárgicas de la inmensa mayoría de los literatos mexicanos, críticos, reseñistas, académicos. En 2005 tengo sentimientos encontrados ante ese fenómeno: que los lectores sigan admirando a tanta medianía está en el orden natural de las cosas, por supuesto, ni que decir tiene; pero que hayan cerrado los ojos de manera tan obstinada ante una escritura poética tan literal y absolutamente extraordinaria no deja de ser deprimente. Deniz tiene, sí, un talante extraño, una erudición pasmosa, una imaginación de primera línea, una actitud lopezvelardeana ante la “inepta cultura”, un devastador sentido del humor, todo lo cual lo ha convertido en un autor semisecreto, en el objeto de un culto cordial del que él se burla a carcajadas, como debe ser… y por añadinúmero 416, agosto 2005 a dura sus poemas son sin duda difíciles (aunque no impenetrada investigadora literaria, vio muy bien ese paralelismo de los bles; además de que él ha ofrecido, con relativa frecuencia, “indestinos, en un texto en el que puso frente a frente a Deniz y a gredientes”, como los llama, para su inteligibilidad). Góngora. Por lo demás, el propio Gerardo Deniz ha dado Así está bien, creo —me digo—, en mis momentos de optimuestras de conocer al derecho y al revés los poemas del gemismo. En otros momentos todo eso me parece una barbarinial cordobés; aunque hay algunos que opinamos que su temdad inconcebible. Pongámoslo en la cuenta de la “inepta culperamento poético está más cerca del humor acezante y tortura”, ya invocada renglones arriba en su correspondiente marmentoso de Francisco de Quevedo. co ramoniano. Acaso la explicación sea sencilla y contundente: Deniz ha dicho varias veces que la poesía no es la primera a los lectores no les gusta, no les interesa, y hasta les repele no de sus vocaciones. Pero gracias a la poesía lo conocemos, en poco, hacer un esfuerzo de orden intelectual para comprender buena hora. Cuando, ya veinteañero, Deniz decidió investigar un texto que no se les entrega, con toda qué diablos era “esa cosa”, la poesía, se Deniz tiene un talante extraño, una claridad, a la primera. Estoy seguro de sumergió hasta las cejas en lecturas forerudición pasmosa, una imaginación que a Deniz no le agradará que invoque midables: Dante, Eliot, Góngora, Saintde primera línea, una actitud aquí una de mis divisas, del poeta cubaJohn Perse, Gorostiza, Chumacero. lopezvelardeana ante la “inepta no José Lezama Lima, pero viene muy a Claro que sabía sobre poesía por la escultura”, un devastador sentido del cuento ante su poesía; es la primera línea cuela, pero sus recuerdos de las tortuhumor, todo lo cual lo ha convertido del ensayo La expresión americana: “Sólo rantes clases literarias nos hacen reír a en un autor semisecreto, en el lo difícil es estimulante.” carcajadas al mismo tiempo que compaobjeto de un culto cordial del que él Tengo para mí que los primeros lidecernos de aquellos jovencitos de cierse burla a carcajadas, como debe ser bros denizianos merecían una polémica ta comunidad refugíbera entre los que como la muy célebre que se desató en Deniz asistía a las aulas del suplicio. Ha1613 en los círculos ilustrados de Madrid; en ese año comenbía que emprender otro camino. Deniz se enteró de todo lo zaron a circular en copias manuscritas los dos grandes poemas que hacía falta sobre el tema, pergeñó sus primeros versos, luede Luis de Góngora y Argote: las Soledades y la Fábula de Poligo los olvidó, y al leer la antología Poesía en movimiento (1966) femo y Galatea. Se desató entonces la discusión literaria más cose dio cuenta de que lo que él hacía o había hecho no desmenocida e intensa de la literatura española. Esa polémica no turecía ni tantito así de lo que estaba en aquel libro de Siglo vo en México, en los años setenta, su secuela, como algunos Veintiuno. Entonces le escribió una primera carta a Octavio hubiésemos deseado, o mejor dicho: tuvo sus capítulos más dePaz… The rest is history, lo cual no significa en manera alguna sabridos en la negación completa de la poesía de Deniz en que la historia es algo muy descansado, pues él ha seguido escuanto tal: “eso”, esos poemas formidables, nunca leídos y ni cribiendo infatigablemente. siquiera sospechados en nuestro escuálido medio literario, no Es posible que, de haber emprendido o continuado él una eran poesía. Hay que leer el poema de Luis Cernuda en memocarrera en el ámbito científico, ahora habláramos de un químiria del gran andaluz barroco, Luis de Góngora, para ver, como co célebre con ese nombre, o con cualquier otro (digamos: en una nuez, el destino que sufrieron Adrede, Gatuperio, Grosso Juan Almela). No pasó; según se sabe, como en las novelas pomodo y los demás libros de Gerardo Deniz. Ana Castaño, lúcilicíacas, Deniz “sabía demasiado” para el gusto (¿o la conveniencia?) de ciertos medios universitarios en el campo de las llamadas “ciencias duras”, y ese saber inmenso en un jovencito de menos de 20 años de edad sin pelos en la lengua ni un microgramo de paciencia ante la estulticia fue el principal inconveniente de su carrera científica, que no pasó de los primeros atisbos en los ambientes universitarios de los laboratorios y las aulas. La aparición de la poesía reunida de Gerardo Deniz con el sello del Fondo de Cultura Económica —el título es una sola palabra vasca: Erdera— será una ocasión inmejorable para ponderar las cualidades de esta escritura poética, la más radical, original y renovadora de por lo menos los últimos cincuenta u ochenta años en el ámbito de la poesía de nuestro idioma. Pero no quiero en estos renglones ocuparme de los versos denizianos. Prefiero hacer algunas evocaciones de orden personal, con su dosis de literatura, con el pretexto de la preparación, impresión y puesta en circulación de Erdera. número 416, agosto 2005 la Gaceta 3 a a Las evocaciones a inteligencias, mejor dicho. Luego de mostrarme las cartas, Deniz las volvió a guardar sin la menor solemnidad. Él, que no adConocí a Deniz en una terraza del viejo edificio del Fondo de mira a casi nadie, habla con verdadero amor de aquellos sabios Cultura Económica de avenida Universidad, en el curso de una o artistas por quienes siente una admiración genuina, rayana en reunión para celebrar, según recuerdo, uno más de los aniverla devoción: Linus Pauling, Maurice Ravel, Antonio Gómez sarios de la editorial, en la que él trabajó durante algunas temRobledo… Georges Dumézil. Sabe admirar, sabe asombrarse. poradas y para la que tradujo obras imponentes, como las de Junto a su escepticismo demoledor —salpicado de ácidas ironías Claude Lévi-Strauss y Georges Dumézil, además de muchos y parodias—, tiene un corazón así de grande por la grandeza otros títulos, entre ellos varios Breviarios de temas científicos. que reconoce y entiende. Es uno más entre los innumerables Eso significa que nuestro encuentro debe haber tenido lugar rasgos de todo orden —moral, literario, afectivo, no se diga inen septiembre u octubre de 1968 o 1969. Él ya se había cruzatelectual— por los que sus amigos, admiradores y seguidores lo do, para entonces, algunas cartas con Octavio Paz —embajador tenemos en el lugar en donde lo tenemos: primerísimo. de México en la India—, del Distrito Federal a Nueva Delhi, He aquí otras estampas. Ante unos tragos fuertes, le daba a primeros episodios de su andadura poética. Deniz, de repente, por ponerse a dibujar las fórmulas químicas Conversé de cualquier cosa con él; me impresionaron su esdel whisky, por ejemplo. Con trazos rápidos y firmes, las ponía tatura acroceráunica, la profusión de sus tics, su hablar pausasobre el papel y luego se las regalaba a los amigos cercanos, o a do y profundo, la inteligencia soberbia que emanaba de su prelos individuos que en ese momento tuviera a la mano. Un día sencia toda. No tenía todavía el pelo blanco pero por ahí asodecidió que sería divertido dibujar; no le costó ningún trabajo maban ya algunas canas. Lo escuché saltar de un tema a otro averiguar que no tenía los dones necesarios, y lo que hizo fue con un aplomo formidable y con un conocimiento de primera sencillamente aplicarse: con exquisito cuidado consiguió algunos mano en cada frase que pronunciaba. Música, poesía, etnolodibujos extraordinarios, como uno que se llama “Manifestación gía, lingüística, química. Contaba chistes con gesto neutro de comunista estupefacta ante el arte por el arte”, que no describiBuster Keaton, además. Su memoria me resultó una imagen víré aquí. De los “concetos perfetos” prefiero no hablar, para que vida que sólo había encontrado en la historia de Ireneo Funes. lo haga él mismo algún día, que espero llegue en un futuro no Luego pasaron muchos años, tantos que se confunden con lejano; pero sí debo mencionar el portentoso diccionario de un una porción grande, la mayor, de mi vida. Nunca nos perdimos alemán chiflado llamado Tolhausen, que Deniz exploró y sade vista Deniz y yo. Si nos dejábamos de ver por la razón que queó a la manera de un auténtico minero lexicográfico, para pofuere —nunca un pleito o un desencuentro: tratado con discrenerlo al servicio de poemas, ensayos y divagaciones. ción, es el mejor amigo imaginable—, nos saludábamos como si Cuando le presenté a Deniz, a mediados de los años novennada, sin esas acostumbradas reclamaciones suaves y sentimenta, a mi esposa, la escritora Verónica Murguía —maurófila emtaloides que suelen prodigarse los cursis que dejan de verse aunpedernida—, se pusieron a hablar, claro, de árabes: su poesía, que sea unos días o unas semanas. Quizás algo tuvo que ver el su idioma, sus geografías. A los pocos días Deniz le mandó un hecho de que con regularidad le ponía en las manos mis libros diccionario monumental de árabe. Ella se quedó boquiabierta. de poesía y nunca le pedía una opinión sobre ellos. ¿Para qué inLuego se han concentrado en un tema único: los gatos. Creo comodarlo? Yo cumplía —“mira, acabo de publicar esto, tenque no hablan de otra cosa; pero yo, la verdad, no me meto. lo”— y él aceptaba, resignado, el tomo correspondiente. Deniz le dedicó a Verónica un texto precioso sobre los dibujos Siempre que le he preguntado por algún pasaje especialgatunos de Juan Soriano, editados espléndidamente en una mente difícil de sus poemas —y abundan, vaya que abundan—, carpeta preciosa por el pintor e impresor Roberto Rébora, otro me ha respondido con pormenor. Siento de los adictos denizianos. Es Deniz, junto con Antonio de veras no haber llevado un diario o Cada renglón que escribe, cada verso, Alatorre, el mejor prosista de una serie de minutas de mis conversacada párrafo de Deniz es una joya o una México. Qué diablos importa que ciones con él a lo largo de más de treinpequeña llama: así los veo, así los leo. nunca haya escrito una novela: sus ta años. Quizá sea ya demasiado tarde Tienen un brillo deslumbrante; tienen cuentos bastan y sobran, sus para intentar, siquiera, reconstruir aprouna animación formidable; me ilustran, artículos lo demuestran con ximadamente todo lo que le he escuchame emocionan, me divierten. Es Deniz, amplitud, sus notas más distraídas do decir. Puedo, sin embargo, dar una según yo, junto con Antonio Alatorre, el son atesoradas por mí, y por unos idea vaga, pero no por eso menos impremejor prosista de México. Qué diablos cuantos más, con devoción sionante, de esos episodios amistosos y importa que nunca haya escrito, digade las conversaciones en que consistían. mos, una novela: sus cuentos bastan y En alguna ocasión me mostró una caja de cartón —creo que sobran, sus artículos lo demuestran con amplitud, sus notas era una modestísima caja de zapatos— que contenía unas hojas más distraídas son atesoradas por mí, y por unos cuantos más, ceñidas con ligas. Habíamos estado hablando —eso es mucho con devoción. decir: yo preguntaba con timidez y él contestaba at large— soNunca he podido decirle con todas sus letras cuánto lo bre mitología. Entonces sacó de un rincón de su estudio aquequiero, cuánto lo admiro. Creo que no hace falta. Creo. Pella caja: dentro estaban varias cartas de Georges Dumézil. Una ro si tuviera que decírselo —a lo mejor hasta lee estos rengloescritura menuda, milimétrica: comentarios a su trabajo como nes, uno nunca sabe— tendría que decirle con cierto temtraductor y editor de las obras del gran padre de la moderna miblorcillo en la voz y no poca emoción: “Haberte conocido, tología comparada. Me quedé estupefacto. Era un increíble tehaberte leído, haber conversado contigo, todo eso forma una soro intelectual, el testimonio vivo de una de las inteligencias de las razones por las cuales la vida ha valido la pena de ser más vertiginosas y profundas de nuestro tiempo; de dos de esas vivida.” 4 la Gaceta número 416, agosto 2005 a a Posible Gerardo Deniz Que otras veces amé negar no puedo Cuando llegue el día, cuando llegue, no sé si cantarán las avecicas al amanecer de otro modo (en todo caso, estaré durmiendo; vide infra), si la esperanza, las guerrillas, cobrarán un sentido más cabal, inédito, o cualquier otra chingadera. No lo creo. Tendrás poco cuerpo, estarás surcada de isoglosas, te afeitarás las axilas con asiduidad, envidiables tus nervios sin hebra roja. Traerás, eso sí, cierta sonrisa contigo para tratar, sobre todo, de la inocencia recobrada, al quedarnos solos con nuestros diagramas tortuosos, torturados, adúlteros, siempre inmaduros irredentos. Recibiremos visita: —Es el párroco del porvenir, Santa Claus cargado de libertarias máximas de amor, beatas y extremistas como las del mundo superado, lindas flemas hialinas que pasan —mírenlo— con un sorbo de agua. Entonces lo arrinconaremos (sonriendo) hacia el balcón: —Incomunicación sensu stricto, Reverendo; racionalismo lato sensu (aquí un paso al frente), y no queremos cambiar nada más que la inclinación de la persiana. con su permiso. (Dos pasos.)— Hasta que no tenga otro remedio que tirarse, con el vaso en la mano, a que hagan con él en la calle una anatomía renancentista. Pues de la lógica de Stuart Mill, la estequiometría de las pasiones, el principio del tercero excluso, podríamos burlarnos sólo tú y yo. Y eso a ratos. Entonces girando en espiral, insectos, perdiendo sustancia, perdiendo flogisto, estrecha la culebra sus anillos. —Hacia la llama. La ráfaga en que arden súbitas las alas y se descarga el aire, así luego de la primera lluvia. Papel parafinado. Saldrán otras. Detrás del resplandor central vislumbraremos el cuarto penumbroso a cada vuelta. Libros en las paredes; lares, manes, satanes en las puertas. Brillará un instante cada metal. Abajo, en el suelo, el disco sigue, sigue, hasta que uno al pasar se estire y lo detenga, porque molesta. —Hacia la llama. Atendiendo a las razones del cremáster que la razón no entiende. Ni el párroco tampoco (neti, neti). No entraremos por fin en la lumbre: he aquí la originalidad de este poema. Todo es de camino, de espasmos caninos, exclamando cosas no más incoherentes que al darnos un martillazo azul en el dedo o al intentar persuadir para que se quede a quien se despide de improviso en una fiesta. Y cuando lo que gira es ya fosfatos, carbonatos, apatitas— llega el diablo y sopla, desciende ceniza hasta la alfombra, guarda a tientas formas en la alfombra; tiene nombre de sueño; ceniza que se enfría. La ceniza no arde. Lo explica la más elemental teoría de la oxidación. Tomado de la sección “Natércia”, en Gatuperio (1978). número 416, agosto 2005 la Gaceta 5 a Deniz o la fe agnóstica a Josué Ramírez frente a sí un fenómeno de las posibilidades contemporáneas de la expresión poética, algo que para algunos resulta estimulante e incómodo para la mayoría. Aquel año lo conocí personalmente. Vivía él en un departamento pintado de gris verdoso deslavado, con ventanal franco a la calle, dirigido a un rugiente eje vial. Fue una noche de ebriedad sin vehemencia ni falsedades ni complicidades alcohólicas. Pasado el pasillo de la entrada, sobre un escritorio coAntes de iniciarse como poeta, el joven Juan Almela Castell, lor caoba, bajo la luz de una lámpara, vi a una gata llamada alias Gerardo Deniz, ya sabía de gramática, lingüística, idioKoshka, café oscuro, atigrada, de pelo largo en capas, a la que mas, música y química. Cada una de estas disciplinas la fue Juan Almela le decía “Saluda”, aniñando la voz ante un par de aprendiendo y aprehendiendo, autodidacta, al grado de hacer jóvenes lectores de su obra. con todas ellas una sola; gatuperio —palabra con la que tituló el Así fue que conocí al autor de una obra de naturaleza plurisegundo de sus libros— quiere decir “mezcla de diversas suslingüística, intertextual, metalingüística, fragmentaria, multitancias con resultado dañoso”, además de contener otra de sus rreferencial, discursiva y de un lirismo exacerbado; una obra palabras preferidas: gato. A esta mezcla debemos agregar un poética que ha ampliado su número de lectores pese al prejuimúltiplo de aficiones varias como la geografía —la cual comcio tan difundido y afianzado de que es un poeta intelectual prende, también, guías turísticas—; el cine y los documentales; inentendible o (neo)barroco y oscuro. las largas caminatas por rumbos ajenos o propios leyendo noJuan Almela Castell, o sea Deniz, nació en 1934 en Madrid, menclaturas, y una incansable curiosidad zoológica. España. Su padre, Juan Almela Meliá, nacido en Valencia en Como casi todos los poetas, a la par que leía a otros poetas 1882, en 1936 fue enviado por parte del gobierno español a Deniz escribió sus primeros poemas. En más de una ocasión, atender la Oficina Internacional del Trabajo en Ginebra, SuiGerardo Deniz ha contado a sus amigos y a sus lectores cómo za. Pero poco duró la estancia de la familia Almela Castell en ocurrió que el 15 de diciembre de 1953 leyó Libertad bajo palaGinebra, pues en tres años de guerra civil, la República Espabra, de Octavio Paz, y con frenesí —estado semejante al que ñola fue derrotada por el franquismo. Los Almela Castell eran experimentó cuando de niño encontró la puerta abierta del launa familia compuesta por un hombre de 57 años de edad, una boratorio de biología y se puso a abrir gavetas, y se asomó a los mujer, Emilia, de 27, y un niño que iniciaba su educación frascos donde estaban arañas de distintas patas, colores y tamapreescolar en lengua francesa. En 1942 llegaron a México coños— se puso a escribir poemas que, al paso de casi tres lustros, mo la penúltima tripulación del exilio español, en el Nyassa, un formaron su primer libro, titulado Adrede, y adrede abordó barco lisboeta procedente de Marsella. Como varios de los exidesde entonces temáticas y asuntos que le son caros a la poesía liados españoles en México, el padre del poeta formó parte de del siglo xx: el amor y la historia, tocaquienes se dedicaron a los oficios editoDesde Adrede y hasta Cuatronarices, dos por las sustancias corrosivas de la riales o literarios y periodísticos. Abunla sintaxis intrincada de Deniz ironía analógica; la independencia de dantes galeras por corregir, cotejar, reeestá poblada de nuevas formas para criterios estéticos, frente a cuestionalaborar, invertir y esclarecer, señalar. la expresión de los sentimientos mientos éticos e inercias socioculturales En casa, el hijo adolescente corrigió y de las ideas, tanto precisas que determinan muchos de los criterios junto con el padre galeras. En ese periocomo sugerentes y subjetivas, individuales; la abolición del yo poético do de la vida, de la segunda niñez hacia por proceder de percepciones en la insostenible cultura narcisista frenla primera juventud, entre pruebas, Juan analíticas y artísticas te al nacimiento del lector; lo social coAlmela Castell descubrió su vocación de mo conciencia de identidad colectiva y químico y su pasión por la música. En la semántica y la filosofía como prácticas cotidianas, y la buena los libros dados a corregir al padre, el hijo leía en inglés sobre y mala fe con la que empedramos la calle de la existencia. química, biología o lingüística. Por las noches de aquellos días, Maestro, pues, de la ironía, jocoso y amigo impar de los feel joven aficionado a los mapas escuchaba la xela, apodada desde entonces de la buena música, para, al día siguiente, colinos, Gerardo Deniz ha llevado en los últimos cuarenta años a mentar los conciertos nocturnos con Pedro F. Miret, su alma ciertos extremos la expresión poética; lo antisolemne es el gemela, durante sus caminatas por un rumbo de ríos: la coloprincipal. En 1989, a partir de un artículo, una tríada de resenia Juárez. ñas y una entrevista, una suerte de polémica alrededor de su En la primera parte de su libro Paños menores, Deniz da obra tuvo lugar en las páginas de dos suplementos literarios: a cuenta de algunos pasajes autobiográficos de aquel periodo, essaber, El Semanario Cultural de Novedades, dirigido por José de pecialmente en “Calagurritano”. Y en su poema “Verano de la Colina, y Sábado de unomásuno, dirigido por Huberto Batis. 1942”, incluido en Mundonuevos, el poeta recuerda aquellos Fue entonces que el lector interesado en los menesteres de la años de formación sensible donde la música ocupó la parte mepoesía actual pudo comprobar que los unos y los otros tenían Por pereza o perplejidad, suele calificarse de oscura la obra poética de Gerardo Deniz. En este texto se combate esa idea mediante la presentación de claves biográficas y de las obsesiones que han acompañado al poeta desde antes de que clavara su original pica en el Flandes de la poesía mexicana 6 la Gaceta número 416, agosto 2005 a dular de su tiempo. Es importante, para mejor entender la complejidad de su obra poética, tener en cuenta el aspecto formativo de su personalidad individualista. Porque es en ese periodo en el que sus conocimientos se fueron afianzando, desde la posición de quien por su cuenta y riesgo asume la avidez intelectual como lo único que le permite estar bien consigo mismo. Esta formación, que extrema la expresión individualizada, lo llevó a mantener una actitud de duda frente a los momentos históricos, en los que la colectividad adquiere sentido y la individualidad reafirma su soledad. De tal modo que, desde la publicación de Adrede, una de sus características señaladas es lo marginal. Un poeta al margen de una colectividad poética significa un desprendimiento crítico del cuerpo social. No es de extrañar. Descendiendo de un padre que descree del amor filial, no por nada sino por haber pasado por deslealtades y decepciones y demás dolorosas y vergonzosas estupideces humanas, el hijo no se conmueve ni se confía de los idearios políticos de su tiempo. De niño le toca el exilio, luego una educación heterogénea en casa y una serie de experiencias —como haber sido enyesado de medio cuerpo—, cumplieron una función específica en la conformación de su carácter, el cual podemos calificar, sin temor a equivocarnos, de agnóstico. Los momentos históricos, de suceder tan lejos o a unas calles de su casa, dejaron de ser determinantes. Incluso los momentos del presente histórico fueron matizados, en la vida de Juan Almela Castell, por la aplicación de su lectura —a todo cuanto ocurre— de las causas y los efectos. Creo que fue en esa etapa de su vida cuando la visión de la composición química se convirtió en una visión análoga de la composición lingüístico-poética. Sólo que ésta no se manifestó sino hasta que, a sus veinte años, leyó Libertad bajo palabra y una lúcida inspiración surgió para colocarse por naturaleza en el contexto de la poesía de nuestro tiempo. Para seguir las pistas que revelan los pasadizos secretos de esta poética, que no pocos críticos han calificado de rara, basta con leer sin prisa y sin prejuicio, y sobre todo dispuesto a perderse para hallar durante la errancia objetos verbales útiles para la vida diaria. O si se prefiere un camino corto, se puede muy bien consultar Visitas guiadas, una suerte de dispensario poético en el que el poeta, desmentido de sí mismo, despoja de toda extrañeza y misterio el significado de sus versos, para esclarecer confusiones, mas no para ahondar en las problemáticas sensibles e intelectuales de Deniz: un lector apasionado y apasionante. Desde Adrede (1970) hasta Cuatronarices (2005), la sintaxis intrincada de Deniz está poblada de nuevas formas para la exnúmero 416, agosto 2005 a presión de los sentimientos y de las ideas, tanto precisas como sugerentes y subjetivas, por proceder de percepciones analíticas y artísticas. ¿Cómo logró Deniz apropiarse de tantísimo lenguaje y a su vez saber articularlo con sonoridad única y sentidos preclaros? La respuesta no por obvia es menos cierta. Sin embargo esa avidez suya de leerlo todo no es tan común. Por ejemplo, como pocos, esa avidez lo llevó a conocer al dedillo tanto la Biblioteca Nacional como la Biblioteca Franklin. De esta última Deniz ha relatado algunas peripecias y anécdotas en su libro Anticuerpos. A este hábito bibliófilo se debe el tono intelectual de su poesía. Pero el tono no es lo más importante, ni siquiera lo es su intención irónica, sino el sentimiento que expresa. Para explicar este reflexión hay que generalizar y referir un poco a la historia: una de las características de la poesía de la segunda mitad del siglo xx, tanto la escrita en México como en otras latitudes idiomáticas, es la parodia. Desde luego la parodia es un vehículo de la ironía y no sólo un recurso literario para hacer escarnio de aquello que estamos dispuestos a abolir. La parodia habla de un conocimiento concreto y detallado de lo otro, a tal grado que al hacer la burla confirma la existencia y la importancia de aquello que niega. Y a la parodia se une ese elemento que los entendidos llaman intertextualidad, que se trala Gaceta 7 a duce como un fino tejido de referencias cruzadas. T. S. Eliot y Jorge Luis Borges lo llamaron “existencia simultánea” (el primero) pues “todas las obras son obra de un solo autor” (el segundo). Pasado el medio siglo, Roland Barthes hablo de la muerte del autor y en los años noventa Umberto Eco describió al “lector modelo”, todo ello a razón o a la par del concepto de intertextualidad, introducido en el medio literario por Julia Kristeva. Y es que quizá la modernidad de la poesía está precisamente en su conciencia de la parodia, la influencia, lo dialógico, como elementos rectores de la ironía, que parte de su capacidad analógica, la simultaneidad y la yuxtaposición, para cuestionar la realidad que representa o confirmar su identidad múltiple. Pero tratándose de Deniz en la poesía mexicana, hay que ir por partes. Adrede aparece en 1970, en un periodo en el cual la poesía mexicana volvía sobre sus propios pasos para examinar o hacer conciencia de su tradición moderna, a través de la conciencia de sus poetas críticos, de finales del siglo xix hasta mediados del xx. Sus compañeros naturales de decenio, los nacidos en la década de los años treinta, ya habían publicado sus 8 la Gaceta a primeros libros. En Poesía en movimiento se reimprime —hasta ahora— una muestra emblemática de aquellos trabajos iniciales (donde Deniz y Eduardo Lizalde quedaron fuera). La poesía en México, siendo por tradición central en su geopolítica, fluye desde todas partes hacia el centro. Y el centro está en la punta de la pirámide. Con esta figura, Octavio Paz avisaba sobre un paisaje ineludible: México y sus poetas como dos espejos enfrentados, y hacía reparar en ello a todos sus connacionales contemporáneos. La cuestión fue, y lo sigue siendo ahora, romper con el centro, pues la historia no es lineal sino espiral. Así, la ruptura desde entonces es una tradición. Y a la tradición de la ruptura se suma la poesía de Deniz. Y su forma de romper es sarcástica. ¿La poesía que se burla de la poesía es poesía? La respuesta es contundente: evidentemente. Sólo que es una poesía consciente de sus propios límites, y, por lo tanto, de sus posibilidades: una poesía analógica. A través de trece libros de poemas, uno de cuentos, dos misceláneos y uno de autovivisecciones, más dos antologías, una preparada por el mismo autor y la otra por su traductora al inglés, Mónica de la Torre, la obra de Deniz no encierra claves, contradicciones secretas o una evolución creadora coherente y lógica o, peor aún, las bases pulimentadas de un discurso sobre la estética de una poética. Lo que vemos, es decir, lo que leemos, es un complejo armónico que explota a partir de la versificación rítmica, las nuevas articulaciones de la frase para poetizar lo que de la realidad del ahora, de la actualidad, se introduce en el lenguaje. Traductor de Lévi-Strauss y de Dumézil, y lector inspirado de Wittgenstein, Deniz es quizás el único poeta afanado en insistir, reiterar, reconfirmar, que el lenguaje hace visible el pensamiento y que éste desconfía, por sabiduría, de los sentimientos y las sensaciones, las emociones y las ilusiones. Pero Deniz está absolutamente lejos de filosofar sobre este asunto, o de inscribirse en los pormenores de una antiestética. Para el autor de Ton y son y Fosa escéptica, en poesía no se puede partir de un excedente de lenguaje o de emoción, sino de la necesidad de hacer visible, por medio de los símbolos y los signos del lenguaje, las palabras, esa compleja mezcla de la existencia finita que es la expresión. Y si lo hace en verso no es por joder ni por frivolidad, sino porque las cualidades melódicas de la poesía son ricas en elementos sugerentes, en capacidad evocativa, en amalgamar la dureza de la realidad con las huidizas propiedades del erotismo. La memoria y el cuerpo como presente inmediato lo colocan en el justo medio que, si no mal recuerdo, es el lugar del franco y directo, el que no se sitúa en la metafísica del más allá o del pragmatismo del más acá, sino en lo que número 416, agosto 2005 a se expresa sin rodeos. Y como Deniz sabe mucho, su inmediaveces enrarecidas, son los personajes en los escenarios indistez no es tan fácil de asimilar, pues en sus versos están presenpensables para expresarse sobre lo humano, el destino, la suertes sus conocimientos como un desafío de la razón poética a la te, el azar, la coincidencia. Además de que el espacio urbano ficción, la verosimilitud, la verdad y la mentira de la poesía supone un orden constructivo, cuyas densidades son el contracontemporánea. punto, el contraste entre lo real y lo mágico, donde la concepLa atenuación de su ego, la abolición del yo, parece hacerse ción del instante poético es concebido como un punto de fuga sensible por su rasgo característico: la ironía. Sin embargo, su y la agilidad de la ironía, como el elemento de velocidad y lepreocupación principal no radica en la despersonalización, o lo vedad necesarios para que la expresión lírica alcance plena conimpersonal de la poesía, pues en varios de sus poemas se descuciencia de su contexto y la madurez indispensable para que su bren sus amores, desasosiegos, fobias, tristezas y alegrías íntidecir logre trasformar el lenguaje. La ciudad es, también, una mas. Más bien su intento, logrado ya, es manifestación precisa de la sensibilidad Traductor de Lévi-Strauss el de aproximar al lector de poesía a la colectiva del poeta; este poeta que ve en y de Dumézil, y lector nueva sintaxis, la nueva articulación de la las costumbres, los ritos, con su amalgainspirado de Wittgenstein, poesía. Poetizar ahora —parece empema de símbolos y signos, imágenes y esDeniz es quizás el único poeta ñado en mostrar— requiere de una mapejismos, donde la humanidad no sólo es afanado en insistir, reiterar, licia literaria sin complacencias. Es preconcreta sino inevitable. Esto deja ver reconfirmar, que el lenguaje cisamente en este aspecto donde yo encómo el autor de Mundonuevos no concihace visible el pensamiento cuentro su sentimiento, el cual no es be al poeta, su alter y su sub, como un y que éste desconfía, por sino un agradecimiento a un dios llamaser inmaculado, al margen de la torpeza sabiduría, de los sentimientos y do lenguaje. Que por el lenguaje se libey las limitaciones de los otros, sino diglas sensaciones, las emociones re el hombre no es cosa nueva. Tampoco no de una particularidad que se pierde, y las ilusiones lo es que por el lenguaje sea condenado que es la de cualquiera. El poeta Deniz a prisión o la marginalidad del ninguneo. no redime, ni pontifica, ni se rasga las Lo nuevo está en el sentimiento mismo. Alguna vez, escuchánvestiduras sino se identifica, se mezcla y fusiona con el ciudadolo hablar sobre el palíndromo, expresó: “Es un dios.” ¿Cómo? dano de a pie. Quizá por esta razón ha creado en poesía un es¿El más agnóstico de nuestros poetas tiene fe? A lo largo de la tilo, y en sus libros imaginado un mundo, donde el lector es un lectura de su obra, y a partir de una convivencia frecuente o escaminante desmentido. paciada con él, he comprobado que la razón de existencia en Asimismo, en Deniz la pasión por la música no refiere a la Deniz es el lenguaje, ese reducto de la conversación fructífera sensibilidad sino a que en música el humor, la ironía, son una que se da en el momento de la lectura sin prejuicio. tradición en sí misma. Habría que ser un virtuoso del lenguaje En síntesis la ironía es su cualidad, pero, vista en conjunto, y de las lenguas para llevar a cabo lo que Deniz se propuso y ha encontramos que en su obra la poética urbana de lo tragicómilogrado a pesar de que en su vida los logros personales se haco es central: más que un sentimiento trágico de la vida, hay en yan dejado de lado. Esto explica bien a bien por qué en las nueella un sentido cómico de la existencia. Un ejemplo es suficienvas generaciones no hallamos ni herederos ni continuadores, te: en Picos pardos (desde mi punto de vista el mejor de sus limucho menos astutos imitadores de su obra, repartida en trebros y uno de los mejores de la poesía escrita en la segunda mice libros. Sólo hay un bien nutrido y heterogéneo grupo de tad del siglo xx), valiéndose de una estructura narrativa fraglectores, admiradores de su obra. Obra que en sus dos últimas mentaria, Deniz pone al descubierto las nuevas posibilidades entregas (Semifusas y Cuatronarices) se ha convertido en sucuretóricas de una poética erótico-amorosa, de ficción urbana. lentos manuales de erotismo, en los que las memorias provoEn ese libro, Rúnika, su heroína (la única personaje verosímil cadoras y provocativas de un hombre que en su vejez sabe que y memorable de toda la poesía contemporánea), sale de un la existencia no es cosa fácil y sí soportable, que ser poeta no es anuncio de zapatos y luego de su ciclismo regresa sudorosa a la una cuestión sentimental ni de audacias semiideológicas, ni de habitación del poeta, quien, en el acto amoroso, observando el pertenecer a tal o cual grupo, sino de aportar nuevas alternatihorizonte de las piernas de su amada, evoca garzas blancas levas a la expresión poética, estancada la mayor parte de las vevantando el vuelo durante el alba. Mientras tanto algo ha suceces en eficacias desgastadas y artificiosas. Las falsas polémicas dido en la ciudad que habitan ambos como personajes. La lo han aburrido siempre. La única verdad de la poesía es expremuerte natural, no la infligida por la sociedad, ha derrocado a sar el presente con las más sofisticadas herramientas y los reun déspota, el cual muere de pie mientras mea en la madrugacursos más sencillos o reinventar el pasado con imaginación y da, y, por la mañana, es descubierto por una empleada de insin nostalgia. Quien lee a Gerardo Deniz no queda igual. No tendencia, quien todavía tiene la delicadeza de sacudir la últiva a ser mejor, pero tampoco será el mismo. La poesía en la ma gota y, con diestra agilidad en los dedos, guarda aquello paobra de Deniz modifica su sentido, o el significado tanto popura subir la bragueta. lar como exquisito que en el siglo xx se le dio y se insiste en sostener. Deniz ha hecho que en la poesía se fusionen la calle La ironía, a diferencia del humor, no busca la risa irreflexicon la biblioteca, el laboratorio y la intemperie con el conociva sino más bien resulta seria en el fondo. Por ello, en la obra miento y la risa. Quizás en el presente de su futuro algunos hade Deniz, la ironía es un catalizador y no un fin en sí mismo. Y bitantes de esta megaurbe recuerden a un hombre de cabello por ello lo realmente intencionado es la creación de un espacio blanco que entre serio y sonriente se detenía en algunas esquiurbano, pues éste permite lo uno y lo otro, incluye y no exilia. nas para leer nomenclaturas, donde coinciden los hombres y Los grandes ironistas, de Sócrates a Voltaire, de Joyce a Deniz, las eras con la fauna y la flora. Porque en poesía recorrer es neven en el espacio urbano el telón de fondo para sus corrosivas cesario. observaciones. Porque sus ambientes y atmósferas, no pocas número 416, agosto 2005 la Gaceta 9 a a Los libros de Gerardo Deniz a José María Espinasa originales están mecanografiados y anotados a mano, en un momento en que los tipógrafos en plomo —que valoraban el costo de un error— ya no existen. Conservo esos originales no tanto por nostalgia o por afición antropológica sino porque son un ejemplo de que la escritura en computadora no trajo sólo una pérdida de oficio tipográfico sino también una trivialización de la escritura a la que hay que resistirse. Si la relación con la pluma tenía su sentido, también la tuvo y la tiene con la máquina mecánica, al grado de que me simpatiza enormemente que en algunas primarias sigan enseñando a los niños mecanoCuando en el trabajo como editor se tiene la libertad necesagrafía (me dicen que es obligatorio en el programa de la sep, a ria (no la ideal pero sí la necesaria), hacer un libro de Gerarpesar de sus pizarras electrónicas; ¿será que no se han dado do Deniz es un verdadero lujo, pero aquí hay que entender la cuenta?), cuando ellos se manejan a plenitud con el ratón y las palabra lujo no como sinónimo de adorno sino de necesidad. ventanas del windows. Es decir: editar a Deniz es una vocación anterior al mismo heEs evidente que esa actitud, que responde a una imposibilicho de hacerlo. Su poesía, que me gustó desde la primera desdad de cambiar de hábitos, no lo vuelve menos moderno sino lumbrante aproximación a Adrede hasta la aparición del remás, porque lo saca del tiempo, se pone al margen de la suceciente Cuatronarices en Ediciones Sin Nombre, se me presensión de días, meses, años, para proponer una escritura distinta. ta sobre la página no tanto —vana pretensión— como una La lírica deniziana sólo puede ser escrita desde sus propios pajustificación del oficio (de escritor, de editor, de lector) sino rámetros de lentitud o velocidad —se dice, por ejemplo, que el como una nueva validación de la lectura como un acto más allá extraordinario Picos pardos fue compuesto en un solo día— e de la puramente funcional. igualmente su lectura también se da en una temporalidad implíPara nadie es un secreto que la o las estéticas que de esta escita en el hecho de leerla. La poesía, en la medida en que se tricritura se desprenden son lo suficientemente heterodoxas como vializa, tiende a servir para expresar de manera convincente lupara aparecer como una negación de los lugares comunes versigares comunes. Eso sucede con los poemas que “recitamos” (o ficados y las ideas políticamente correctas aderezadas con rimas. con la lírica implícita en las canciones de moda). No vuelve ni Tener a Deniz en el catálogo de una editorial es un orgullo pamejor ni peor poeta a Pablo Neruda el que sus poemas sirvan ra los editores entre otras cosas porque se trata de una postura para expresar algo que ya se sabe de antemano; en el otro extrecrítica frente a las convenciones sentimentales no sólo del escrimo (lo cual tampoco lo hace bueno o malo a priori), la escritubir sino también del editar (véase el texto “Funesta influencia de ra de Deniz le dice al lector cosas que no sabe, que no sabe senlos refugiados españoles sobre las editoriales de México”, en Antir (pues no se trata de simple información), le descubre la poticuerpos, Ediciones Sin Nombre, 1998). tencia implícita en el decir-leer de esa Tener a Deniz en el catálogo de Así, cuando, en medio de una de esas ignorancia. Lo curioso es que ambas vías una editorial es un orgullo para conversaciones salpicadas por la ironía y llevan muchas veces al mismo destino: la los editores entre otras cosas la carcajada, le pedí a su autor el mecaelemental descripción de la experiencia porque se trata de una postura nuscrito de Anticuerpos para su posible de la única manera en que vida y lenguacrítica frente a las convenciones publicación, todavía no tenía presente lo je coinciden de forma absoluta. Mire por sentimentales no sólo del que eso significaba. Y no porque el autor dónde la escritura de Deniz es, por lo escribir sino también del editar fuera uno de los más experimentados cotanto, el realismo verdadero, la única lirrectores de pruebas ni porque la correcteralidad posible. ción tipográfica que exigía fuese total, sino porque eso que llaEs entonces que hay que mirar de nuevo hacia la experienmo “corrección tipográfica” tenía poco que ver con las costumcia para comprender el texto. Pero una experiencia no lastrada bres del oficio y debía responder no ante las convenciones al uso por los lugares comunes acumulados en la sensibilidad colectisino ante la necesidad del texto. La consecuencia fue que la priva, apolillados en su desmemoriado y repetitivo uso. Si sus mera prueba presentada al autor fue tal desastre que yo quería poemas se nos presentan como crípticos no es por ellos sino dejar las cosas por la paz. ¿En qué consistía el desastre? Los copor nuestra aletargada capacidad perceptiva que, algunas veces, rrectores y tipógrafos, advertidos de quien se trataba, se sobreacdespierta a su contacto. Por eso los lectores que se conectan tuaron precisamente en ese sentido de la corrección —política o con esta poesía son tan entusiastas de ella (y por eso, también, tipográfica— que tanta mofa le produce a Deniz. En realidad no la violencia de las denostaciones). En sus versos palpita justaentendían lo que decía. mente ese ya clásico “no sé qué” con una evidencia que nos imLa siguiente prueba ya estaba encaminada a lo que el libro pele y nos exige a saber qué precisamente, a mirar interiorfinal sería. Hay que advertir que a la complejidad intrínseca de mente. No es por ello extraño que Deniz, antes que escritor, se sus textos se suma el que no maneja computadora sino que sus considere un aficionado a la música (supongo que la expresión Hay en Gerardo Deniz un riguroso e impaciente corrector de pruebas tipográficas. De ahí que editarlo represente una osadía, cercana a la imprudencia, pero que al cabo produce la dicha poliédrica que el director de Ediciones Sin Nombre confiesa a continuación; agradecemos a Espinasa no sólo estas palabras sino su ayuda para reproducir en el número actual textos publicados por su casa editora 10 la Gaceta número 416, agosto 2005 a “melómano” le debe provocar erisipela), porque es ella, la mú(ensayo y narrativa): leer para él no es interpretar (dios lo libre), sica, el arte que lleva más al extremo esa condición del decir y no lo es porque en buena medida interpretar es no entender. asombrado ante su propio descubrimiento, de revelación sin Es por eso que, contra lo que se considera pertinente, el leccoartadas religiosas. tor de Deniz debe llegar a sus libros desnudo de pegotes cultuEso es lo que se ve más claramente al realizar una labor edirales, habiendo dejado atrás los lugares comunes de su época e torial sobre sus textos, porque los originales que entrega —ya se idiosincrasia, estar dispuesto a ellos, y olvidarse de su condición dijo que no maneja computadora— son lo que debe pasar a la culta. Si hubiera que extremar el asunto, su mejor lector sería página, y en ellos la acepción de original no sólo es la de texto analfabeta: aprendería a leer en esos textos. Como esta actitud de inicio sino texto de referencia, fuente. No que sea intachable nos propone no hacer caso de los escalafones literarios, demasino que el tache forma parte de la escritura. Que se haya dedisiado parecidos a la burocracia, ni de los listados hechos a la macado tanto tiempo a la corrección de textos, galeras y pruebas un nera de los programas de televisión, es natural que sus lectores autor tan incorregible no es sino una más sean muy pocos. Por ejemplo, Paños meEl lector de Deniz debe llegar de las bondades de la paradoja. La otra nores, libro de crónicas autobiográficas, a sus libros desnudo de pegotes profesión suya es la de traductor, y tiene de extraordinaria calidad (algunos de los culturales, habiendo dejado evidentes correspondencias el traslado pasajes son la mejor prosa de las últimas atrás los lugares comunes de su de un idioma a otro, con el de una págidos décadas), despojadas de cualquier seépoca e idiosincrasia. Si hubiera na mecanuscrita a la formación tipográdimento literatoso, pasó prácticamente que extremar el asunto, su mejor fica. Lo único que no está permitido (a de noche para los lectores (a pesar de halector sería analfabeta: aprendería pesar de ser tan frecuente) es la traición. ber sido publicado por Tusquets). a leer en esos textos Llama la atención su destino editorial. Deniz tiende en los últimos años a deSu primer libro, Adrede, fue publicado en sarrollarse en dos direcciones; por un lala prestigiosa, entonces canónica y hoy mítica colección Las do los poemas llenos de juegos y guiños típicos en su obra, los Dos Orillas, de Joaquín Mortiz. Después su destino oscila entre mismos que terminan por alcanzar una densidad lírica casi transel Fondo de Cultura Económica (que ha publicado tres de sus parente, y por otro lado una agresividad epigramática en libros libros: Gatuperio, Enroque y Grosso modo, y donde por unos años como Letritus y Semifusas (personalmente me gusta mucho más trabajó), pequeñas editoriales, a veces casi secretas (Vuelta, Edila primera vertiente). Pero en las dos coexiste esa intención icociones del Equilibrista, El Tucán de Virginia, Ediciones Sin noclasta armada con el humor y la ironía. Si su poesía se lee desNombre, Ditoria o Taller Ditoria), o editoriales universitarias y de la clave señalada por Paños menores, cambia totalmente. Al fin del estado (unam, uam, Conaculta). Su obra se acerca a la veiny al cabo también es celebración de la existencia, intensidad sentena de títulos y su prestigio crece y crece; no abundan sus lectimental. Y el rencor neurotizado al límite termina en una revetores, pero los que lo siguen lo hacen con inusual frecuencia, inlación. La vibración interior de esa revelación no es de ninguna tensidad y fidelidad. También ha sido pasto para los paseos acamanera el motor de una paz interior —tal vez, nos diría Deniz, démicos y son ya varias las tesis que se ocupan de su obra, recibe eso le está vedado a la literatura moderna, suponiendo sin conelogios de poetas importantes (del propio Paz a los jóvenes, paceder que en alguna época lo haya podido ser— pero es lo que sando por David Huerta y José Luis Rivas) y las revistas se peel escritor y el lector —este escritor y estos lectores— están dislean sus colaboraciones. Si a alguien le cuadra el calificativo de puestos a decir-oír. poeta de culto es a él, aunque no creo que eso le guste. Dicho esto, sorprende que una poesía tan aparentemente libresca sea en realidad tan personal. Que el lenguaje es para él La poesía reunida de Gerardo Deniz que el fce está por una cuestión de uso se refleja en su afición por las gramáticas y publicar proviene de las siguientes obras: diccionarios, libros que son de alguna manera “manuales de translación” de la experiencia a la palabra, y en los que le entuAdrede (Joaquín Mortiz, Las Dos orillas, 1970, y Conacsiasma encontrar dislates. Sabe que en lo que no hay de persoulta, Lecturas Mexicanas, cuarta serie, 1998) nal en el uso habla la tontería definida como saber científico. Gatuperio (fce, Letras Mexicanas, 1978, y Conaculta, Su interés en cierto momento por la química está en evidente Lecturas Mexicanas, cuarta serie, 1988) entendimiento con su ser escritor; no sólo se sugiere con ello Enroque (fce, Letras Mexicanas, 1986) que sus poemas deben ser leídos con la facilidad con que un Picos pardos (Vuelta, 1987, y Vuelta, La Imaginación, 1992) químico lee fórmulas sino con el ojo atento del que las ve funGrosso modo (fce, Letras Mexicanas, 1988) cionando en la práctica. Mundonuevos (El Tucán de Virginia, Vita Nuova, 1991) En un breve volumen de 2004, que reúne algunas de sus naAmor y oxidente (Vuelta, La Imaginación, 1991) rraciones ya publicadas anteriormente con otras inéditas, titulaOp. cit. (uam, Margen de Poesía, 1992) do muy denizianamente Carnesponendas, el autor muestra cómo Ton y son (Conaculta, 1996) surge del interior de su búsqueda tan abstrusa y opaca una luz Letritus (Taller Ditoria, 1996) de una intensidad sorprendente, a la que no se podía haber lle… (Taller Ditoria-Museo Amparo-Fundación Amparo, gado de otra manera. El erotismo campea por las páginas del li2000) bro y hace evidente que nada tiene de acético su estilo, y que si Cubiertos de una piel (Taller Ditoria, 2002) quiere puede ser de una precisión fotográfica (es decir: nada obSemifusas (Taller Ditoria, 2004) jetiva). Una de las tentaciones en las que algunos críticos caen es Cuatronarices (Ediciones Sin Nombre, 2005) considerar esta literatura como un crucigrama. Nada está más lejano de las torpezas del ingenio que la dinámica de su poesía número 416, agosto 2005 la Gaceta 11 a a Visita sin guía: alusiones recónditas en la poesía de Gerardo Deniz a Antonio Carreira ble, de la cual Gracián (a quien gd declara “ilegible”) habría dicho que “amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración” (Oráculo manual, f. 2). Otra, que cuando la arcanidad baja la guardia, como en ocasiones sucede también en Hegel, es deslumbrante: véanse, por ejemplo, los poemas “Fecal” (Oc, p. 9), “Delación” y “Nevermore” (Gm, pp. 80 y 107), “En blanc et noir” (Mn, p. 31), y buena parte de los afoCuenta T. S. Eliot con cierta sorna que, una vez descubierta la rismos-greguerías epigrafiados como letritus. Según suele ocucita del Bhagavad-Gîta encerrada en The Waste Land, los lectorrir con los poetas autocríticos, ya gd lo había dicho a su mares se negaban a comprar su libro si la edición no llevaba notas nera: “El misterio es fruto de la imaginación, / no receta para la 1 (“citó hecho un Eliot”, se dice de alguien en Gat, p. 82). Mefalta de imaginación” (“Pedestre”, Let, p. 35). Las veces que drados estaríamos si hiciésemos lo mismo con gd, vistos los hemos podido platicar con el poeta, gracias a la amistad multimateriales que constituyen algunos de sus poemas desvelados focal de David Huerta, la conversación fue por derroteros muen Vg. Los materiales no son el poema, ni sus orígenes proporsicales o antropológicos más que literarios. Nunca se nos ocucionan la clave para desentrañarlo, más que lo haría, por ejemrrió preguntarle qué significa este o aquel de sus poemas. El plo, el precisar que el trozo de periódico usado por un pintor sentido se establece en el diálogo del texto con el lector, a en su collage pertenece al Times de tal o cual fecha. Con todo, quien el autor no puede suplir ni casi auxiliar. Octavio Paz y es preciso insistir en que las connotaciones de citas y collages muchos otros han sentado que el poema no quiere decir sino tampoco son peso muerto. gd tiende a jugar con las palabras y que dice. Saber qué dice, puesto que el verbo es transitivo, y sus equivalentes, las frases hechas, desde el mismo título de sus cómo se llega a averiguar, es harina de otro costal. En un gralibros o desde su pseudónimo. (Que deniz significa “mar” en do mayor de abstracción se podría aceptar que el poema no diturco lo ha aclarado el propio poeta, y en esa lengua sirve de ce sino que es, aunque la afirmación, algo metafísica, se preste gentilicio. También en español: ciertas Nociones de literatura esa abusos y malentendidos: es la conversión del poema en fetipañola, publicadas en Madrid en 1853, tienen como autor a un che. Eso sucede con la música, de la que está muy cerca un Domingo Deniz, acaso canario, que no sabemos si ha llegado poeta como gd, que soslaya casi siempre el verso pero paladea a noticia del Deniz hispanomexicano, tan aquejado de libropelas palabras y los fonemas de distintas lenguas. sía.) Y las frases hechas, una vez reproducidas, deshechas o deEn rigor, el origen de los materiales que componen un texformadas al incrustarse en el poema, conservan su carga conto de gd es imposible de establecer. Para hacerlo, el lector notativa más o menos indemne. En opidebería conocer al dedillo las Erlebnisse de La poesía deniziana produce nión de Adorno (“ese Everest de la Juan Almela, sobre todo las derivadas fascinación por varias razones, pedantería”, según gd), quien al escude muchas horas de audición musical e una de ellas su dificultad, muy a char música sólo espera las frases bonitas insondables lecturas de química, lingüísmenudo su condición invadeable. es un snob, y quien no las percibe es un tica comparada y antropología, entre Otra, que cuando la arcanidad baja sordo. En los poemas, o poemoides, de otras materias, ser capaz de conservarlas la guardia, es deslumbrante gd la idea puede aplicarse a las citas, que en la memoria, y organizarlas en paraestán ahí para algo, aunque no para prodigmas como una especie de langue cabar la infinitud de los sentidos, contra la que se encrespa el paz de generar una parole según la misma intención del poeta. “Aguafiestas” de Gm. Cuál sea ese sentido, o si lo hay, no aspiLo cual, obviamente, es pedir demasiado. De ahí la declaración ramos ahora a decidirlo; tan sólo a ayudar al lector, señalando del propio gd: “comprendo que no se me comprenda pues no el origen de algunos hilos entrelazados en el texto. hay nada que comprender” (Ts, p. 28). Aceptemos que esta fraLa poesía deniziana produce fascinación por varias razones, se de aspecto paradójico, en su contexto probablemente resuna de ellas su dificultad, muy a menudo su condición invadeatringida a la actitud del autor ante el exilio, sea extensible a toda su obra poética. ¿Habría que tomarla al pie de la letra? Veamos algunas opiniones al respecto. 1 Se citan con siglas los títulos y ediciones siguientes de Gerardo “Ser comprehendido é prostituirse”, dejó dicho Pessoa, que Deniz (= gd): Ad = Adrede (1970, ed. 1998); Gat = Gatuperio (1978, ed. no solía pecar de hermético (Libro del desasosiego). Menos radi1998); En = Enroque (1986); Pp = Picos pardos (1987); Gm = Grosso modo cal, para Eliot “si la poesía es una forma de comunicación, lo (1988); Mn = Mundonuevos (1991); Ao = Amor y Oxidente (1991); Oc = que se comunica es el poema mismo y sólo incidentalmente la Op. cit. (1992); Ts = Ton y son (1996); Let = Letritus (1996); Vg = Visitas experiencia y el pensamiento que se han vertido en él” (Función guiadas (2000); Fe = Fosa escéptica (2002); Cp = Cubiertos de una piel de la poesía y función de la crítica). “Comprender un poema vie(2002); Sf = Semifusas (2004). Ya el propio Gerardo Deniz reveló en Visitas guiadas las fuentes de algunos de sus poemas, lo que contribuye a disfrutar y acomprender su materia lírica. A continuación se invita al lector a un recorrido zigzagueante por otros afluentes literarios y musicales del omnívoro Juan Almela 12 la Gaceta número 416, agosto 2005 a ne a ser lo mismo que gustar de él por Intersección las debidas razones” (Eliot, Sobre la poesía y los poetas). “Es cierto que no gozamos plenamente con un poema a menos Gerardo Deniz que lo comprendamos; y por otra parte, es igualmente cierto que no comprende1 mos plenamente un poema si no gozamos con él” (ibid.). De las opiniones Como si tu materia fraguara despacio, transcritas, quizá la última sea la más con sacudidas leves desciendes en sueños los escalones precarios descorazonadora, porque parece llevarde la madrugada, nos a un círculo vicioso. No obstante, en nuestros brazos la saliva secreta que deja el agua del mar como se dijo antes, la equivalencia de —en esa arista breve entre tus pechos—: fruición y comprensión se da en la músiahora está la almohada dolorosamente fresca ante tus párpados morenos ca, la más hermética de las artes, y nadie y en la bahía las luces de boya misteriosas que vimos encenderse. se escandaliza. Más aún en la música contemporánea, cuyas sutilezas técnicas Despertarás a medias y en la hora salomónica, son inasequibles al simple melómano. en voz baja, al principio, como si alguien escuchara, Basta recordar el concepto de disonande nuevo los largos gerundios, un rumor impagable de caballos cia que Hugo Friedrich aplica a la lírica llegando de lejos, moderna para reconocerla en tantos y más alta que nunca —¡ah, más corta que nunca!— la algarabía poemas de gd, una disonancia que no de pájaros a deshora cuando tiembla la tierra resuelve en consonancia, sino que vale —oh naufragio del rostro en una cabellera. per se. Claro que los artistas renovadoAsí Algol en el cielo. res, implacables con su público, pueden pecar de optimistas, y en el pecado lle2 van la penitencia. Hace un siglo Berg y Webern creían que sus canciones atonaTal sería también contigo, les acabarían tarareadas por la gente, alcontigo que duermes en tu largo camisón de soltera go que hoy parece más lejos que nunca. (y en torno del orbe de calor y aliento gira el satélite asiduo Lo mismo sucede con la asimilación de del deseo). cierta literatura hermética, desde FinneAun contigo sería esta ley taciturna con que nunca contamos. gan’s Wake a gd. Vg es un libro muy útil, porque no 3 sólo explicita los ingredientes de 36 poemas denizianos, sino que ofrece la lógica El lunes los amigos gratulatorios ante la estela recién puesta oculta que los rige, permite calibrar hasen la plaza ta qué punto el poeta es exigente consio la crónica asiánica de tres días. go mismo y con el lector. Aunque no son (Toda la noche trabajan las olas contra el castillo de arena en la playa de necesariamente los más crípticos, la exéNaxos. gesis los ilumina de tal forma que se haVencen siempre. ce deseable para los demás. Conocer las Tal sería también contigo, circunstancias en que se genera un texto pero antes—) contribuye decisivamente a su recta interpretación, y tal cosa suele presentar Tomado de la sección “Vacación y desquite”, de Adrede (1970). variedad de niveles, que oscilan entre el del lector despistado que toma el rábano por las hojas, el de aquel que sólo capta fogonazos en medio de la oscuridad, y el ideal, que alcanza a por ese orden. La reconditez de algo, además, es variable y repercibir el texto y su estructura como algo insustituible. Ahora lativa: para un lector no mexicano pueden ser crípticos, por nos proponemos tan sólo señalar algunas de esas alusiones, que ejemplo, la chaquetita de “Autosuficiencia” (Let, p. 11), o el esforzosamente serán recónditas para unos y no tanto para otros, pléndido calambur Nalgador Sovo, de “Unidades” (Gm, p. 55), como quien se entretiene en leer las inscripciones de lápidas que hubiera divertido al personaje aludido, mientras que un usadas para construir un edificio. Todo ello quitada la solemniamericano no tiene por qué reconocer el don Hilarión menciodad, a sabiendas de que gd es un poeta lúdico que, al jugar con nado en “Casa natal” (Ts, p. 51), el terremoto de Lisboa del las palabras y con el lector, tiende a “echar mano de cualquier mismo poema, v. 4, o el cantar infantil de cambiantes desinencosa en cualquier momento” (Vg, p. 68). Obviamente, prescincias sobre Fernando VII (“Doni”, Ao, p. 17). Pero hay que codiremos de lo ya explicado por el autor en Vg; de ahí el título rrer el riesgo. de nuestro trabajo. Como las alusiones provienen de los meEl primero de “Tres motetes muy adultos” afirma que “todios más insospechados, nos limitaremos a unos cuantos, en esdo animal se entristece después del poema” (Gat, ed. 1998, p. pecial los procedentes de la lengua, la literatura y la música, 167): omne animal post coitum triste reza el proverbio medieval número 416, agosto 2005 la Gaceta 13 a a que le sirve de trasfondo. “Dormir con un cálculo pequeño en la garra” (“Trova”, En, p. 33) es algo que se atribuía a las grullas, como signo de vigilancia; Quevedo también se sirve del vocablo cálculo, “piedrecilla”, hoy usual en nefrología. Las simplegades mencionadas en “Enigma” (En, p. 43) son esas rocas de la Propóntide que entrechocaban, a cuyo través logró pasar la nave de los argonautas; el sentido erótico que adquieren en el poema es palmario. Los Magna Moralia de “Verano de 1942” (Mn, p. 50) son, claro, obra de Aristóteles; en el mismo poema (p. 52), no es tan evidente el sintagma días geniales o lúdicros, obra de Rodrigo Caro. La tamarbuta que aparece en “El mito de la taberna”, título de resonancia platónica (Ts, p. 64), es la ha del alifato árabe que con dos puntos encima se transforma en ta y sirve como desinencia femenina. En dos ocasiones usa gd el término huebos: la primera en “Oni” (Ao, p. 43), y según Vg, p. 123, “merece ser buscado en la Academia”, donde no figura; la segunda, en “Solidaridad” (Fe, p. 57). La palabra, derivada del latín opus, suscitó este comentario de María Rosa Lida: “¿Qué estudiante primerizo se ha asomado al Cantar [de Mío Cid] que no se haya regocijado, pongo por caso, con aquellos huebos de pro (v. 1374: bien casariemos con sus fijas pora huebos de pro)?” “Latitud” (Let, p. 20) comienza con una transparente cita evangélica y termina con otra mucho menos fácil: “ibero según me cuadra / también reclamo cunículus”; en efecto, span, étimo de Hispania, significaba “conejo” en púnico. “Los límites de mi lengua son los límites de mi demi-monde”, en “Partes de la oración” (Cp, p. 19), es cita irreverente de un célebre aforismo de Wittgenstein; en ese mismo poema hay al menos otras dos: “nuestro lecho florido”, de san Juan de la Cruz, y “eine feste Burg”, coral musicado por Bach en su cantata no. 80. Apenas (lusismo) en el sentido de “sólo” lo es, en efecto, como el verso advierte (“Rascacielos”, Cp, p. 47). “De ruina” (Ad, ed. 1998, p. 35) lleva un lema de la Soledad i, vv. 220-221. “Visión” (ibid., p. 65) termina adaptando el verso final del soneto “Bien dispuesta madera en nueva traza”, también de Góngora o a él atribuido. Gat contiene varias citas no muy difíciles: en “Vehículo” (p. 103), enseñar deleitando es frase horaciana que da título a un libro de Tirso de Molina; en “Nueva Eloísa” (p. 111), se transcribe un verso de Mallarmé; el lema de “Inquisición” (p. 129), es de Cernuda; en “Bañomaría” (p. 130), el verso latino pertenece a Marcial (i, 4); “Due nuove Scienze” (p. 141), cita un poema de Uhland convertido en canción durante la segunda guerra mundial; “Revelación” (p. 146), termina con alusión al último verso (1091) de la Soledad i: “a batallas de amor, campo de pluma”. “Respuesta de las criaturas” (En, p. 58) es epígrafe que figura en algún manuscrito antes de la lira 5a del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, poema frecuentado por gd. “Necesario y suficiente” (ibid., p. 60) alude a la frase evan14 la Gaceta a gélica: Spiritus ubi vult spirat (Joh., 3:8). “Cultura” (ibid., p. 64) juega con el primer verso del poemilla de Adriano transmitido por su biógrafo, Elio Esparciano. Vg desvela la cita de la primera Soledad que hay en “Campestre” (ibid., p. 85), pero no un raro sintagma, globos de agua, que toma del Polifemo, v. 441. “Continuación” (Gm, p. 38) parece remitir al poema de Cernuda “J. R. J. contempla el crepúsculo”. “Metáfora en vocativo” (ibid., p. 51) es refacción de un verso de Darío (Cantos de vida y esperanza, ix). En “Ini” (Ao, p. 27) el inocente paréntesis “¡espantable referirlo!” es cita de la Eneida, ii, 204. Más misterio encierra la frase “así sea mirra y almizcle entre algodones” (“Nari”, Ao, p. 40), que parece trasunto del Quijote, i, 4: “No le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones”. El estribillo el agua es lo mejor, de “La inyección a Irma”, iii (Ao, p. 61), coincide con la sentencia de Píndaro en Ol., i, 1, y iii, 42. En “Crónico” (Ts, p. 26) se recuerda un verso de la última estrofa de las Coplas de Manrique: “dio el alma a quien se la dio”. Y en “Janua: Puerta” (ibid., p. 46), de nuevo otro de san Juan de la Cruz: “En la noche dichosa”. “Fiesta de guardar” (ibid., p. 48) se cierra con una chusca reminiscencia de Virgilio: Ite meae, quondam felix pecus, ite capellae (Ecl., i, 74). Los versos “Ven, muerte, tan escondida, / que no te sienta venir”, del comendador Escrivá, cantados en el Quijote (ii, 38), son objeto de parodia en “Fatalismo” (Let, p. 17): “Ven sida tan escondido”, etcétera, casi tan cruel como “Temor” (Sf, p. 90), que machaca un verso (“Salí tras ti clamando y eras ido”) del Cántico espiritual: “salí tras ti clamando / ¡y era sida!” Tampoco es difícil reconocer un verso del Canto de los Arvales al final de “!” (Fe, p. 47), y el dantesco gran rifiuto en “Velada” (ibid., p. número 416, agosto 2005 a La obra poética de Deniz está impregnada de alusiones musicales, incluido el acorde inicial del Tristan (Gm, p. 103). Muchas son fáciles de identificar para el lector medio melómano; otras no tanto. “Defunción” (Ad, p. 82) cita la gratulatoria del tercer movimiento del cuarteto op. 132 de Beethoven. El título “Pavana para una víbora lúbrica” (En, p. 67) es casi tan claro como el de Cabrera Infante, en un libro cuya cubierta ostenta la particella de violín del segundo tiempo de la Sonata de Ravel. Antes destacamos “En blanc et noir” (Mn, p. 31), epígrafe de los “Trois morceaux pour deux pianos à quatre mains” de Debussy. El verso 2 de “Sambernardo” (Oc, p. 30) adapta el primero de la Entrückung, de Stefan George, que canta la soprano en el cuarto movimiento del segundo cuarteto de Schoenberg, op. 10, compases 21-25: Ich fühle luft von anderen planeten (sg no pone mayúsculas en los sustantivos), subrayando la primera pieza programáticamente atonal. El lema de “Envío” (Ts, p. 22) alude a la autocrítica de Shostakóvich al presentar su quinta sinfonía tras la censura sufrida por su ópera Lady Macbeth de Msensk. La consagración casera op. 124, de “Fagotes” (Ts, p. 31), es Die Weihe des Hauses, de 54), quizá con apoyatura de Unamuno (Rosario de sonetos líricos, Beethoven. “Contrapiporro” (Ts, p. 33) evoca los rugidos del 28) o de Cavafis. Lo mismo cabe decir de la venia a Pessoa en contrafagot al comienzo del Concierto para la mano izquierda, el “Intermezzo interrotto” (Fe, p. 61). “Ciertos versos de Millé de Ravel. “Schliemann” (Ts, p. 65) cita una simpleza del capi64” (ibid., pp. 70-71) es metonimia: Juan Millé y Giménez y su tán en el primer acto de Wozzeck, de Alban Berg, compases hermana Isabel fueron los editores de Góngora en 1932, y el 116-118, más los asentimientos del soldado-barbero, compapoema 64 es el romance burlesco “Aunque entiendo poco grieses 25-26, 49-50 y 83-85. La “Novena” (Let, p. 10) es, por antonomasia, la sinfonía de Beethoven, de la cual se cita una frago”, del que gd aprovecha los versos 1o y 4o. La frase nos libra, se cantada en el cuarto movimiento, docta, la imprenta, de “Deriva” (ibid., p. La obra poética de Deniz está compases 219-221, errata incluida (Tone 89), es también acuñación clásica: se enimpregnada de alusiones por Töne). No sabemos a qué quinto cuentra en el soneto “Retirado en la paz musicales. Muchas son fáciles cuarteto alude la “Noche oscura” de Let, de estos desiertos”, de Quevedo. “De Iside identificar para el lector medio p. 14: ¿al de Bartók? (la cita que sigue es de et Osiride” (Fe, p. 91) es quizá la últimelómano; otras no tanto de san Agustín). “Ambas” (Fe, p. 75), ma obra de Plutarco, una de las más imcon toda coherencia mitográfica, hace portantes que se conservan sobre la relique sea Elena uno de los polluelos que bailan dentro del casgión egipcia. Mayor complicación reviste “el yunque de carón en el quinto de los Cuadros de una exposición de MusHesíodo” (“Teogónica”, ibid., p. 94): los vv. 724-726 de la Teosorgski. Los “Surtidores de Villa d’Este” (“Abate”, Fe, p. 99) gonía hablan de lo que tardaría un yunque en llegar al Tártaro; vienen de los Années de Pèlerinage, iii, 4, de Liszt. “Redundonfiloctean, en el mismo poema, tendrá que ver con Filoctetes, ce” (Sf, p. 44) propone, como hubiera hecho Des Esseintes, un abandonado en Lemnos (donde habría caído Hefesto, arrojado catálogo Köchel olfativo. Y tras un verso de Rilke, “Herniedel Olimpo), pero quién sabe. En “Ducha” (Cp, p. 11) creemos der” (Sf, p. 103) se refiere al Ludus tonalis, obra didáctica comver una lejana reminiscencia de Cetina, y otra más clara de Mapuesta por Hindemith en 1942 y grabada por la pianista sueca llarmé en “Maduras” (ibid., p. 23). ¿De dónde sale la biznaga Käbi Laretei en 1965. honrada de “Rascacielos” (ibid., p. 49)? Pues de una graciosa leSi quisiéramos rematar en clave jocosa y modo menor esta trilla de Góngora: “Que pida a un galán Minguilla”, v. 34. tarea cuya ingenuidad hará sonreír a gd, habría que aplicarle su “Mixtura mirabilis” (Sf, p. 115) es una ensalada de versos clásipregunta respecto a Rilke: “cómo tan enorme poeta / puede cos: Garcilaso, Rodrigo Caro, Quevedo, Góngora, fray Luis, despilfarrarse en líos absurdos, / por bien que suenen” (Sf, p. Manrique, san Juan de la Cruz, Lope y Cervantes; el género ya 39). A lo que quizá nos replicaría con una cita más: aliter non lo había practicado Max Aub. En “Voto” (ibid., p. 117) surge un fit, Avite, liber. recuerdo más del Polifemo: “Lilibeo argentado de plata”. número 416, agosto 2005 la Gaceta 15 a a Los 20 000 lugares de la poesía deniziana a Mónica de la Torre ticas discursivas no sólo distintas sino también contradictorias —la mitología y la ciencia, por ejemplo—, dando así lugar a un espacio heterotópico. La noción de heterotopía, descrita por Foucault en la conferencia “Des espaces autres” que dictó en 1967, se aplica tan bien a los poemas de “20 000 lugares bajo las madres” que pareciera que Deniz la tenía en mente al escribirlos. Si bien las acepciones del término han cambiado con el tiempo, las que tiene en la actualidad son útiles para entender la poética deniziana. Foucault lo utiliza para designar espacios híbridos no Gatuperio, el segundo libro de Gerardo Deniz publicado en circunscritos a ningún sitio fijo pero que se ubican en el espa1978, contiene una enigmático conjunto de poemas titulado cio de manera tangible (a diferencia de las utopías, espacios “20 000 lugares bajo las madres”. Ahí figura el Nautilus, un buirreales). Pongamos por caso el espejo, que hace visible la imaque submarino en el que se aloja, entre muchas cosas más, lo gen de algo necesariamente ausente y, así, es una heterotopía siguiente: a] los personajes de Vingt Milles lieues sous les mers de que concilia en un punto la ausencia y la presencia del objeto Jules Verne: el capitán Nemo, Ned Land, el profesor Aronnax cuya imagen reproduce. También una sala de cine es ilustratiy su ayudante Conseil; b] un marinero vestido de mujer que va, ya que en su interior se yuxtaponen tanto espacios como participará en la representación teatral del origen de la tragetiempos distintos. Para el filósofo, el barco constituye la hetedia; c] un mandarín descalzo; d] el prototipo de lo que en el furotopía por excelencia: es un pedazo de espacio flotante, un situro será conocido como el estructuralismo; e] un extraño distio cerrado sobre sí mismo que no ocupa un lugar fijo y cuyo positivo no inventado todavía, el portalluvias; f] un cochecito propósito, al extender continuamente el horizonte, es minar de feria; g] un pájaro azul “que simboliza la esperanza o no sé las fronteras que delimitan un lugar. Foucault sostiene que el que”; h] Helena de Troya; i] la reaccionaria princesa Salm-Salm, barco es la mayor reserva de la imaginación.2 El primer uso de la palabra heterotopía se da en el ámbito de quien, a fin de lograr que no ejecutaran al emperador Maximila medicina para designar el crecimiento de un tejido en un siliano, trató de seducir a Benito Juárez; j] ciertos barbelognóstio inesperado. Se refiere a un órgano o tumor que se desvía ticos (miembros de la secta gnóstica más disipada y libertina); de su posición natural y crece en una parte insólita del cuerpo. k] una cámara de suplicios con un potro de hafnio macizo; l] un El tejido heterotópico no es patológico, sólo está dislocado. Es “couch de Procusto de analista”; m] un loro; n] un “vaso rojo así como la mayoría de los críticos han entendido la obra de de espumarajos humeantes donde se disuelve una cucharilla en + + + Deniz, “un cuerpo extraño inserto en el conjunto de la poesía agua regia 3HCl HNO3 ➛ Cl2 NOCl 2H2O”; o] los Vedas en edición bilingüe; p] lo que no figura en esta lista, y q] un latinoamericana”3 que no “tiene antecedentes claros, o más bien ninguno en el horizonte de la liteextraño diccionario alemán-español reEl verdadero desafío de Deniz ratura mexicana”.4 A treinta y cinco copilado por un tal Tolhausen. fue que descubriera el potencial años de la publicación de Adrede, su priNo es causal que el listado guarde selírico de todo lenguaje y disolviera mer libro de poemas, quienes escriben mejanza con la clasificación de animales la arbitraria unión de la poesía sobre él siguen maravillándose por lo que, según Borges en “El idioma analíticon lo profundo inaudita que resultó la aparición de su co de John Wilkins”, aparece en la enciobra en el México de 1970. Como señaclopedia china Emporio celestial de conocila el crítico y poeta Pablo Mora, en términos generales la poemientos benévolos. El fragmento del texto borgeano en el que sía que se había escrito en el país hasta esa fecha era una que, aparecen estas categorías es también el epígrafe de Las palabras “confiada en el poder de la palabra, busca revalorar la belleza y las cosas de Michel Foucault. La lista, en apariencia absurda, en un mundo de catástrofes o en todo caso busca trasponer el clasifica animales que pertenecen o no al Emperador, de lejos se parecen o no a una mosca, han sido o no pintados por un finísimo pincel de pelo de camello, y demás.1 Ésta debió haber 2 El ensayo de Foucault “Des espaces autres” puede leerse en el sidespertado el interés de Foucault dado que aludía a las formas tio http://foucault.info. Que la terminología relacionada con la red posibles en que los animales y sus representaciones están preelectrónica se base en metáforas náuticas le concede la razón al filósentes en la vida cotidiana, y no a los estrictos criterios taxonósofo: qué es el navegar la red sino ir de un sitio a otro en busca de premicos aplicados por los naturalistas. Lo que sería un esquema ciados bienes. ordenador es un caos en el que se yuxtaponen indicios de prác3 Eduardo Milán citado por Evodio Escalante en “La textualidad En vena deniziana, su traductora al inglés se vale aquí de un concepto médico para explicar la polisemia, la geografía múltiple, la juguetona temporalidad absoluta de uno de los más desconcertantes poemas de Gerardo Deniz: ése en que el homenaje a Verne es un disparador de la metáfora heterotópica 1 Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, en Obras completas, Barcelona, Emecé, 1989, pp. 84-87. 16 la Gaceta narrativa y estrambótica de Gerardo Deniz”, Unomásuno, 30 de junio, 1990, p. 4. 4 David Huerta en el prólogo a la colección bilingüe Poems by Gerardo Deniz (Providence, Lost Roads Publishers, 2000). número 416, agosto 2005 a a umbral de la realidad a través de la metáfora para crear otras realidades”.5 Tomando en cuenta una larga tradición de poesía sobre lo inefable, Deniz no es original al desarrollar una obra cabalmente consciente de las limitaciones de la palabra. Sin duda los elementos de su poesía que resultaron más radicales entonces siguen siendo los que hoy ahuyentan a los lectores ávidos de experimentar poesía poética. El verdadero desafío de Deniz fue que descubriera el potencial lírico de todo lenguaje y disolviera la arbitraria unión de la poesía con lo profundo: los temas filosóficos graves, la introspección psicológica, etcétera. Así, por ejemplo, si Adrede (y sus libros posteriores) contienen poemas de amor, éstos revelan la artificialidad de la forma en que la lírica suele tratar el tema amoroso, y a su vez se regodean en los juegos de superficies. En el poema “Posible”, el sujeto poético, quien confiesa sólo atender a las razones del crémaster (músculo que permite la elevación de los testículos), se dirige a su amada para hablar sobre lo que será el gran día de su unión erótica de la siguiente manera: Cuando llegue el día, cuando llegue, no sé si cantarán las avecicas al amanecer de otro modo (en cualquier caso, estaré durmiendo; vide infra), si la esperanza, las guerillas, cobrarán un sentido más cabal, inédito, o cualquier otra chingadera. No lo creo. La obra deniziana no sólo se muestra irreverente frente a gastadas temáticas y tropos —el amor, la inspiración, la muerte—, sino también frente a la noción de la pureza del lenguaje. Siendo un lector insaciable que en un principio se ganó la vida en un laboratorio y después como traductor, Deniz nunca ha tenido el menor encono en incluir en sus poemas fórmulas químicas y frases (incluso a veces versos enteros) en otras lenguas. El poema “Datos” de los “20 000 lugares”, por ejemplo, contiene la siguiente cita: “Captive canmaking gains momentum as No. 2 brewer revs up second aluminum draw-and-iron can line in Milwaukee; pushes construction of sister plants in Tampa and L. A. Food canners also get into the manufacturing act.” Para Deniz las palabras en otros idiomas tienen connotaciones no traducibles al español; al dejarlas intactas, su extrañeza irradiará hacia el resto de los versos. El efecto de extrañeza se exacerba cuando las palabras pueden pronunciarse en español, v. g., la célebre “nagara”, o la frase “neti, neti”. La presencia de estos términos nos obliga a preguntarnos por los sujetos de 5 Pablo Mora, “Notas sobre la poesía de Gerardo Deniz”, en Revista Iberoamericana, núm. 150, pp. 203-211. número 416, agosto 2005 enunciación de los poemas, en los que suele no predominar una voz sino darse una verdadera polifonía plurilingüe. Así, el lector que quiere entender y resolver los poemas-acertijos denizianos se ve forzado a descifrar las claves, deteniéndose en todo aquello que se resiste a ser interpretado fácilmente. Las entradas a los “20,000 lugares de las madres” son múltiples. Como puede intuirse a partir de la lista de todo aquello que tiene cabida en el Nautilus, el conjunto de poemas presenta varios hilos narrativos. Sabemos que el sujeto poético, uno de los tantos personajes con voz en estos poemas, viaja a bordo del submarino dado que en “Due Nuove Scienze” aparece lo siguiente: Dan las seis, que pudieran ser las tres y media, con esta confusión de meridianos, suena el ángelus de Miret llamando a la tripulación al onanismo totalitario. Los huéspedes escribimos a nuestras madres. Desde tantos lugares. En “Progimnasma”, el primer poema del conjunto, se gestan los personajes y principales motivos de los “20 000 lugares”. La palabra que da título al poema se refiere a los ejercicios preparatorios que hacían los oradores antes de enfrentarse al público. En los primeros versos se traza una equivalencia entre nacer, pronunciarse públicamente y escribir: Noche inicial, de calostros y meconios. Noche naonata, de premio Nobel. Apoyado en el fanal, el capitán Nemo pulía su bota mantecosa puesta en el brazo izquierdo. la Gaceta 17 a El capitán Nemo de Deniz es un déspota príncipe hindú y ex burócrata que gusta de practicar toda clase de ritos: desde la pantomima griega hasta ceremonias gnósticas, ritos masónicos y rituales chamánicos. También es un ávido lector con una vasta biblioteca que de vez en cuando lanza alguna cita literaria en su idioma original. En el buque deniziano —a diferencia del de Verne, en el que rara vez se les permite hablar su propia lengua—, los miembros de la tripulación pueden hablar español, francés, alemán, griego, húngaro, inglés y latín. Por si fuera poco, también utilizan neologismos con abundancia. Tómese por caso el siguiente verso del poema “Semana Mayor”: “sin que cualquier mentecautivo lo desconcertara con la fatamorgana de una crocodilita”. Pues bien, mientras el capitán bolea sus botas en este primer poema, dialoga con Aronnax sobre un discurso en trociscos (trozos de la masa de varios ingredientes medicinales que serán dispuestos en figuras para formar píldoras). Le dice: Y el discurso en trociscos. Piense entonces en Tolhausen; él no atendía al platónico kat’árthra. —Tiene usted razón. Quien conoció a Tolhausen nunca vuelve a ser el mismo. Deniz sostiene que Tolhausen fue un diplomático alemán que estuvo en México hacia finales del siglo xix y recopiló un diccionario alemán-español “apenas creíble”. En una entrevista añade: “La presentación y publicación del material que he pescado en esta gran obra es mi deuda hacia la humanidad (que aprecio tanto).”6 No es inusual que en la obra deniziana apa- Linus Pauling Gerardo Deniz La poesía de Deniz, más que invitar al lector a conocer la química, exige más que vagos conocimientos de esa ciencia. Veamos en este texto en homenaje al dos veces ganador del premio Nobel (de química, en 1954, y de la paz, en 1962), tomado de Anticuerpos (Ediciones Sin Nombre, 1998), cómo esta disciplina es asunto cotidiano y germen de pasiones Cuando aquella mañana, hace muchos años, al abrir el acostumbrado número semanal de Science me encontré de manos a boca con un artículo de Linus Pauling acerca de “una teoría molecular de la anestesia general”, reconozco que me sorprendí, aunque tampoco demasiado: ya había aprendido a esperar cualquier cosa de él. Todo comenzó un decenio antes, cuando la Biblioteca Franklin se mudó de Reforma a Niza y yo, que estrenaba inglés leído, descubrí allí un ejemplar de la antigua segunda edición de La naturaleza del enlace químico (mucho más tarde apareció y compré la tercera), obra que desde entonces constituye un pilar de mi existencia. Si recuerdo el fragor lejano de los tambores del desfile del 16 de septiembre, 1952, es porque lo tengo curiosamente asociado a las es- 18 la Gaceta a rezcan descoyuntados los significados de algunos vocablos tal como los redactara Tolhausen, y que tuerzan un discurso ya de por sí accidentado.7 En cuanto al término kat’árthra, aparece en el Fedro de Platón y se refiere al proceso retórico mediante el cual hay que deslindar los asuntos cortando según las articulaciones naturales, cuidando de no cercenarlos como lo haría un mal carnicero.8 Aparece cuando Sócrates se encuentra hablando con Fedro sobre el amor, especie de locura, y describe dos tipos: la psicopatológica y la de origen divino. Esta segunda se divide a su vez en cuatro tipos dependiendo del dios que la haya originado: la inspiración profética que concede Apolo, la iniciación mística dionisiaca, la inspiración poética que otorgan las musas y, por último, la locura erótica impartida por Afrodita y Eros. En opinión de Sócrates, esta última ocupa la más alta jerarquía porque surge de la atracción hacia lo bello, conduce al sujeto a unirse con su otra mitad y así completarse. Aunque padecer esta locura les permita a los amantes acceder a una verdad supe6 Pablo Mora, “Once preguntas a Gerardo Deniz”, Nagara, suplemento cultural de Viceversa, julio de 1999, pp. 3-7. 7 Por ejemplo, una definición tolhauseniana aparece en el poema “Datos” de los “20 000 lugares bajo las madres”, sin que se mencione el término al que se refiere: “(Moza que tiene el diablo en el cuerpo. Moza muy querida entre estudiantes: Tolhausen.)”. Otras entradas del diccionario, tomadas de la entrevista arriba citada, son: “Auforgeln: despertar a uno tocando el órgano”, “Sandeln: echar polvo sobre lo que se escribe” y “Vunder: feto ebrio”. 8 Platón, Phaedrus, Ithaca, Cornell University Press, 1998, p. 74. tructuras de los carbonilos metálicos discutidas por Pauling en su libro, que leía yo en aquellos precisos momentos. De Pauling procede, como es bien sabido, la teoría de la resonancia, uno de los recursos más excelentes y fecundos de la química de este siglo. De la orgánica, sobre todo, que era la mía, aunque este terreno lo cultivó poco Pauling en persona: aquí el profeta fue Wheland —a quien, por esta razón, frecuenté aún más que al propio Alá. Desde hace tiempo, la teoría de la resonancia atardece interminablemente (pese a las prisas de M. J. S. Dewar), y así tiene que ser, y así está muy bien que sea, etc., etc. Eso sí: ¡qué estupendas décadas le debimos a Pauling con ella! 1953. Remontándome en busca de las publicaciones juveniles de otro monstruo (R. B. Woodward), caigo por azar en tres artículos viejos de Pauling, de inmunoquímica esta vez. No era mi asunto (ni casi lo fue, ay, nunca), pero todavía me sorprendió, si bien para entonces, gracias a noticias pescadas al azar, estaba al tanto de que —por ejemplo— ya en los frenéticos thirties Pauling se ocupó de las propiedades magnéticas de la hemoglobina y sus congéneres: este señor —me dije— invade mi biología desde ángulos inquietantes. Yo, en cambio, en una grata bifurcación de la química orgánica, empecé a derivar hacia la bioquímica, por rumbos más estructurales que dinámicos. ¿Estructurales? Forzoso tropezar con la bella hélice alfa —y demás chácharas proteínicas— que poco tiempo atrás sacó al escenario el inevadible Pauling. Para entonces —estamos en 1957— cosecha lauros el dna de número 416, agosto 2005 a rior, ante todo Sócrates se pronuncia por un amante del buen discurso: aquel que, como especie animal, tiene pies y cabeza. Si bien en los “20 000 lugares” se dan todas las locuras clasificadas por Sócrates —los personajes son profetas en tanto preven los inventos futuros, practican ritos de iniciación mística, escriben poemas líricos, se enamoran y tienen complejo de Edipo—, el máximo delirio de la tripulación del Nautilus es el discursivo. Como vemos, en “Progimnasma” Deniz contrasta los preceptos esbozados en el diálogo platónico con el método de Tolhausen, contrario al del diestro en el arte retórico. Nos advierte, no obstante, que este método es seductor y que ejerce una poderosa influencia sobre aquel que llega a conocerlo. Más que amantes del discurso, tanto Tolhausen como Deniz son enamorados de las palabras. Logofílicos, al dar primacía a las palabras mismas y no a su articulación en enunciados, dejan de atender el dictado platónico. Tolhausen, como buen poeta, le imprime al lenguaje una estampa personalísima e inusitada, y lo devuelve al espacio público ya decantado y dotado de una familiar extrañeza. Deniz y Tolhausen crean monstruos sin pies ni cabeza discernibles, heterotopías en el sentido médico (y, como veremos, también espacial) del término. De aquí que el discurso que aparece en “Progimnasma” esté segmentado en trociscos. Después de mencionar al diplomático alemán y el kat’árthra, el narrador del poema se deleita en el uso de un barbarismo al decirnos que Nemo “vacacionea implacable”. Y añade: “No obstante, la semana pasada hundió un barco español, el Secreto a voces, matrícula de Bilbao. / […] En el calor del verano madrileño / sobrenadan jirones, balsas de la Méduse cargadas de voca- blos que se entredevoran —amorosamente, of course.” Como se sabe, la Méduse fue un barco del gobierno francés que se hundió cerca de la costa oeste de África. Llevaba cientos de hombres a bordo y sólo unos cuantos lograron sobrevivir. Se rumoraba que entre los sobrevivientes, que lograron permanecer a flote en una balsa, hubo hasta canibalismo. Después de los versos alusivos a esta catástrofe, el poema termina con la repetición de la sentencia “Quien conoce a Tolhausen no vuelve a ser el mismo.” Como el huevo de la serpiente, el primer poema de los “20 000 lugares” pronostica no sólo lo que aparecerá en los poemas siguientes del conjunto, sino a lo largo de toda la obra poética de Deniz. Los vocablos que se entredevoran amorosamente son aquellos que, proviniendo tanto de diversas lenguas como de campos semánticos diferentes, se mezclan y entrecruzan generando nuevos significados. Deniz se sumerge en las aguas de lo que está debajo del habla cotidiana, rescata historias olvidadas, conceptos que han caído en desuso, palabras y frases de otras lenguas (algunas muertas), el léxico de disciplinas en extremo alejadas de la poesía, y los trae a flote para que se revuelvan con el lenguaje convencionalmente entendido como poético. Otro procedimiento recurrente que abre caminos poéticos alternos es el de prestarle especial atención a la sonoridad del lenguaje estableciendo asociaciones fonéticas y no semánticas entre los componentes de los versos. Melómano, Deniz confiesa que el mero título de los “20 000 lugares”, por ejemplo, fue resultado de hacer una traducción fónica al español (basada meramente en los sonidos de las palabras y no en sus significados) del título en francés de la novela de Verne. Quien no ha- Watson-Crick. Debe reconocerse que, en el terreno de los ácidos nucleicos, a Pauling, por una vez, le fue muy mal. Watson confesó luego el pavor que les causaba, durante su rato afortunado, saber que Pauling andaba suelto y en pos de lo mismo que ellos. Y Crick —el hombre de un hallazgo y dieciséis sandeces— se permitió hablar despectivamente de Pauling. Lujos nulos de ciertos enanos (¿verdad, amargo Chargaff?). También me causó gran euforia la descripción de la estructura de Mg32(Al, Zn)49. Quizá muy lejos de mi vida, los compuestos intermetálicos —aunque cerca, sin remedio, de mis ojos concupiscentes. Y perdón, pues con lo dicho hasta aquí basta y sobra, me temo, y así mis relaciones con Pauling en torno al pacifismo, la vitamina C o la regla de las cargas adyacentes, tienen que ser aplazadas acaso para siempre. Sólo un recuerdo más; lo siento. De pie en el autobús atestado, paso lentamente por Insurgentes, como cada día, hacia el centro de la ciudad. Finales del 63. Voy leyendo un número —felices tiempos aún— de Acta chemica scandinavica, y ahí un nuevo trabajo de Pauling: “Estudios de restauración molecular de formas extintas de vida”. De pronto advierto cómo se asemejan estas comparaciones entre aminoácidos a la reconstrucción del protoindoeuropeo que hace poco empecé a cultivar, culpa de Dumézil. Si alguno alguna vez me preguntara si Linus Pauling figura entre mis héroes, no vacilaría al responder que sí. Ahora bien, hace siglos traté de leer cierto libro de Carlyle, indigesto y lleno de mayúsculas ridículas. He consagrado asimismo algunos ratos, ya que el libro mismo apenas es transitable, a tratar de entender el pensamiento —por así llamarlo— de aquel eunuco dispéptico (algún mérito aparte, notable caracterización de Carlyle que vi por ahí). Pues bien, ni con esa preparación estoy nada seguro de hallarme en condiciones de añadir un capítulo —“El Héroe como Fisicoquímico”— a la obra de Carlyle. Si bien Pauling representa una cima de más de ocho mil metros en el Himalaya de la química, existen otras cumbres comparables, no faltaría más. Para colmo, las de menor altura son también esenciales. Y existen, además, nexos entre distintas cordilleras (según vimos, Pauling es un ejemplo óptimo de esto). En una palabra, sospecho que esta enrevesada visión mía es incompatible con los desenfrenos carlailianos. No hay remedio. Simplemente, me parece que mis tribulaciones en torno a esto de los héroes están algo más cerca de la realidad, y ayudan a evitar ciertas beaterías sobremanera desagradables. Razonando estrictamente, lo mejor sería suprimir el concepto de héroe; convengo en ello. Sin embargo, mientras llega el momento de elevar el género humano a la perfección —dentro de unos años, tal vez—, pienso que bien podemos conservar múltiples héroes —olvidando carlailiadas y orientando el concepto hacia los territorios de la actividad humana donde es posible decir, sin hacerse uno demasiado pendejo, “esto vale la pena”.1 número 416, agosto 2005 1 Linus a Pauling murió a los 94 años, el 19 de agosto de 1994. la Gaceta 19 a a blara francés se imaginaría algo parecido al título del conjunto. De esos miles de lugares bajo las madres, uno se remonta a Así también, en “Delito”, el crimen es interpretar el título del la madre de las lenguas romances, el latín. A su vez, las citas licélebre poema de Mallarmé, “El demonio de la analogía”, de terarias que aparecen entreveradas en los poemas trazan una la misma forma en que lo haría quien desconoce el término parte de la genealogía de la obra deniziana: los diálogos de Plaanalogía. Dada su posición en la frase, podría tratarse de una tón; la poesía de Goethe, Mallarmé y T. S. Eliot; las novelas de persona y no un procedimiento lógico. El primer verso del Verne, e incluso los manuales técnicos que de pronto aparecen. poema, “Por las tardes la analogía saca a su demonio a orinar Pero la línea no sólo va hacia atrás, sino también hacia adelansobre cubierta”, pone en evidencia que el lector sólo puede te. La escritura de Deniz es criptográfica y, por ello, permaneaproximarse al poema de Mallarmé porque lo lee analógicace abierta: el poema siempre se está haciendo. Leerlo es descimente y, de paso, le ofrece una oportunidad al poeta para sacar frarlo y, por lo tanto, participar en su hechura. El lector es otra a relucir su humor corrosivo. de sus tantas madres. Deniz no es como las cigarras que En la poesía deniziana los neologisEn la poesía deniziana los aparecen en el Fedro: aquellos poetas mos y versos plurilingües no traicionan neologismos y versos plurilingües no que valoraban más la musicalidad de sus el castellano, como pensaría un purista. traicionan el castellano, como versos que su significado componían Por el contrario, representan un cabal pensaría un purista. Por el contrario, poemas carentes de sentido alguno y por tributo al castellano. Como buen naverepresentan un cabal tributo al castigo divino fueron convertidos en cigante, Deniz surca los mares a fin de excastellano. Como buen navegante, garras. Los poemas de los “20 000 lugaplorar territorios desconocidos. Ha Deniz surca los mares a fin de res bajo las madres” están cabalmente aprendido una lección de la historia: en explorar territorios desconocidos relacionados con su título: apuntan hacia lugar de conquistar lo ajeno, domestiun millar de lugares y, en consecuencia, carlo y despojarlo de sus atributos protiempos distintos. Los ejes temporales de los poemas aluden a pios, lo toma prestado para multiplicar el territorio de la poelos acontecimientos que ocurrían alrededor del mundo en la sía. Al nunca traducir expresiones en otras lenguas y al no adulmisma época en la que Verne escribía sus Vingt Mille lieues (puterar el léxico de otras disciplinas, les permite conservar su blicada en 1870): de allí la referencia a Maximiliano y a “El deidentidad en vez de hacerlos desaparecer bajo un discurso tomonio de la analogía” escrito en 1864 o 1865. Aparecen tamtalizador. Se agradece que para Deniz la poesía a lo sumo fabién múltiples alusiones al futuro y al pasado, así como práctibrique “mundúsculos discutibles”9 y, por tanto, nos evite el tedio de confirmar lo que ya sabemos sobre el mundo. En sus cas alusivas a diversos sitios geográficos. El Nautilus es todos mundúsculos todo, menos los lugares comunes, es posible. los sitios, todos los tiempos, y ninguno: una heterotopía en la que se hacen visibles distintos momentos históricos que, a mo9 Pablo Mora, ibid., p. 209. do de palimpsesto, no dejan de superponerse. Fecal al banco de datos, y viceversa. Llevar un cedazo de Boas en la canana y, mientras no se vea claro, buscarle funciones inéditas con entremeses, postres y otros materiales no procesados. Gerardo Deniz A Doña Margarita Michelena Tanta cosa como estudian, y nadie se interroga por la mierda de los seres mitológicos. ¿Era ancha plasta la del Minotauro? ¿boñigo ovoide la de la Quimera? ¿Eran mixtas, acuosas, blancuzcas, como de ave las deyecciones de la Hidra? ¿especialmente pestalocis las de la Esfinge? ¿Fue estreñida Escila? ¿Qué aclarar, al respecto, de Tifón? —si Nonno nos lo pinta melómano, entre otras cosas, informa muy poco acerca de sus aguas mayores. Fuentes, las eternas; los vasos, las inscripciones, la colección Teubner y hay otras. Que perforar tarjetas. Paralelamente convendría establecer el corpus de los coprolitos encontrados en la cuenca mediterránea, Asia Menor, el Euxino y aun Panticapea, por si acaso. Ir, cada mañana, del manoseo respetuoso 20 la Gaceta Diréis, congéneres, lo que a mi juicio ocurrió (y si los resultados de las investigaciones computarizadas discrepan, peor para las investigaciones computadorizadas): los excrementos de cada uno de aquellos entes abonaron sendas parcelas del escribir clásico, géneros nuevos brotaron en suelos feraces diferencialmente, y así tuvimos tragedia y comedia, épica y lírica, historia, elocuencia, más la filosofía, cosecha inexhaurible. Olfateando las clámides a distintos estilistas —como esos conocedores que huelen los corchos del coñac— podría conjeturarse, apostar. —Ego, inquit, poeta sum… Tomado de Op. cit. (1992). número 416, agosto 2005 a a Erotismo o pornografía en la poesía y la prosa de Gerardo Deniz Pablo Mora Teniendo presente este origen, Deniz también sabe que la apuesta del lenguaje es falible, por tanto también debe haber ironía y, en todo caso, se apuesta por el juego y la parodia como formas de placer y alcance paralelos. Así, desde el primer libro leíamos versos seductores sobre un pobre genio enclaustrado en una lámpara maravillosa, sin posibilidades de emerger para contribuir al estímulo —sexual— de la pareja, atrapado como parte de la decoración en una familia de clase media. “El alifrit está frito nadie frota.” En más de una ocasión se ha dicho que Gerardo Deniz repreEs un hecho que esta apuesta verbal ha sido permanente senta en las letras mexicanas y en la de lengua española un cadesde Adrede (1970) hasta sus tres títulos de poesía más recienso raro de clasificar por una serie de características que se tes: Fosa escéptica (2002), Cubiertos de una piel (2002) y Semifusas combinan fundamentalmente en sus textos poéticos. Se trata (2004). Esta misma extrañeza y densidad de recursos no ha esde textos que reúnen aspectos que van desde el sarcasmo y la tado exenta de detractores que han visto en la poesía de Deniz ironía como antídotos ante la solemnidad, las falacias y modas textos que difícilmente pueden catalogarse como poéticos; en filosóficas y literarias hasta el autor que mediante la parodia, todo caso, la cuestión es que después de una trayectoria incela literalidad, el realismo, el léxico, el chiste, el coloquialismo, sante de más de treinta años y con más de 15 títulos de poesía la erudición, etcétera, elabora arquitecturas verbales extrañas a cuestas podemos constatar la consistencia de una apuesta que pero de una eficacia asombrosa: física. Deniz construye, en sigue en el renglón socavando y mirando a otras coordenadas, efecto, con ingredientes que dejan la sensación de estar bajo con más lectores, dentro de las letras en lengua española. Pues nuevos materiales sintácticos y vocálicos, como nuevas sustanbien, una de estas vetas que reviste particular mención, por ser cias o combinaciones moleculares, apuntando a otras coordeejemplar en la obra deniziaca, es la del erotismo, una presencia nadas y mediante las cuales apuesta a otras expectativas, otros que está en casi todos sus libros de poesía y que ahora reapareandamios. Sin duda se trata de un gesto literario que se desce en prosa con un sesgo pornográfico singular en uno dos de prende, en parte, de la vanguardia pero que, en su caso, se relos dos últimos cuentos del más reciente libro de prosa Carnestroalimenta con dos requisitos definitivos: el primero es que ponendas (2004).1 De manera muy específica el erotismo se presenta como una evocación, prosificación, de un suceso con los ingredientes de sus artefactos verbales resultan con freaquella mujer de Gatuperio (1978) llamada Natercia y que tercuencia sustentados en el ámbito de la realidad física, de los minaría en un poema de Enroque (1986), fenómenos naturales demostrables, y el Deniz construye con incluido ahora como parte final del missegundo, que en las arquitecturas verbaingredientes que dejan mo relato. Pero también aparece dicho les todo es deliberado, es decir, los texla sensación de estar bajo nuevos tema con tientes pornográficos, en “Tritos con sus irregularidades sintácticas, materiales sintácticos y vocálicos, nitaria”, un relato sobre las experiencias los ritmos sostenidos, las quebraduras, como nuevas sustancias o de una pareja que inicia sexualmente a la trabazón de versos, los andamios de combinaciones moleculares, una muchacha adolescente de 13 años. extraña hechura, todos estos aspectos apuntando a otras coordenadas y Sin duda, la aventura erótica por exson adrede pero, además, buscan, en lo mediante las cuales apuesta a otras celencia en la obra de Deniz la podemos posible, suscribirse a un mundo de las expectativas, otros andamios ubicar en Gatuperio, en la sección que causas y los efectos. Si las expresiones lleva el nombre de “Natercia” y de masupremas de este mecanismo las enconnera extrema y afortunada en lo que es todavía uno de los poetramos en los tres primeros poemarios, la manifestación crítimas más intensos y extensos de la poesía erótica en lengua esca de las causas y mal origen de las cosas, convertido en una pañola: “Duramen”. Se trata de un tema que ya estaba presenparodia, galimatías y narración poética, en versión Deniz, la te desde su primer libro, Adrede, con muestras indudables podemos hallar en Picos pardos (1987). como en los sonetos iniciales: Hay en las metáforas eróticas de Gerardo Deniz tanta audacia y acierto, tanta franqueza y conocimiento, que lo pornográfico se vuelve instructivo, revelador. Veamos cómo Pablo Mora, prologuista de Carnesponendas (UNAM, 2005), el más reciente volumen de prosa deniziana, explica las audacias sexuales en la poesía de Deniz […] Nuestro mundo indigesto es puñado de galletas duras (en montón cual ruinas de una pequeña basílica) puesto a la venta en una panadería de barrio popular, perteneciente a cualquier colega negro proclive al ron, el malhumor, el vaticinio número 416, agosto 2005 1 Sin ir muy lejos, ya en el título mismo encontramos un claro ejemplo de las intenciones opuestas del autor. Se trata de un neologismo en oposición a la palabra carnestolendas, la cual significa abstinencia de carnes, ayuno. Aquí Deniz lo cambia para convocar y dar pie a las carnesponendas, a su reverso, la contrapartida. la Gaceta 21 a a Lo confieso, doncella cosquillosa, ardo por declinarlo en posesivo y si de sus mil casos salgo vivo juro no hablar del sol ni de la rosa. Pero también aparecía en atmósferas tropicales y sensuales en donde el lenguaje adquiría consistencias peculiares como en “Vacación y desquite”, o bien se presentaba bajo especies singulares y legendarias, en un hábitat lexicográfico sensual, como ese “Ludión a gusto entre el cieno rico / en materia orgánica” del poema “Rana”. En todo caso el amor y el erotismo en Adrede eran parte de un deseo que se conjuraba en el nivel del lenguaje, en la sintaxis, en la estructura y en el léxico de los poemas. Pues bien, en “Duramen” y en todos los poemas que aluden a dicha temporada natércica se exploran una variedad de registros y resonancias inéditas que constituyen una de las experiencias verbales en español más deslumbrantes del último cuarto de siglo xx. Me concentraré en un par de esos momentos con el objeto de ver algunos de sus alcances en poesía y en prosa. Particularmente, uno de los factores que abona para puntualizar en estos alcances y diferencias es el hecho de que, como mencionamos, uno de los últimos relatos publicados por Deniz representa una suerte de prosificación de un poema que ya había aparecido en Enroque titulado “Norte”. En Gatuperio y de manera muy concreta en “Duramen”, el erotismo carnal busca trasladarse a uno verbal, extremo, que dé el efecto de un mundo paralelo en el nivel propio de un poema: el lenguaje. En efecto, “Duramen” es un poema extenso que plasma el cumplimiento amoroso. El texto consiste en un preámbulo de espera en un departamento, un encuentro amoroso y sexual, y un momento posorgásmico con final abrupto. En ese sentido está constituido de tres partes y una coda. Pero “Duramen” es también un texto de una variedad léxica —sustantiva— sorprendente y es un desafío a la morfología, como lo advierte el mismo autor en una de sus “visitas guiadas”,2 en donde hay, además, la utilización del versículo largo —al estilo de Saint-John Perse—, con espacios en blanco y encabalgamientos o aliteraciones estratégicos que sirven de enlace, de prolongación o tregua, pero también de cambio de ritmo, según la dirección que va tomando dicho encuentro. Particularmente, en la tercera parte del poema, Deniz describe un suceso singular, poco frecuente en poesía, mediante una imaginación y un despliegue verbal asombroso: el reposo físico después del orgasmo. Ahí ofrece, acaso, una atmósfera propicia, biológicamente sensual, llena de alusiones a una fauna y flora peculiar para describir ese momento frente al cuerpo desnudo: espeso montón de trébol exquisito y mustio, para hundir el torso y respirar tu cuello bochornoso, lejanía de jabón flagrante, 2 En Visitas guiadas (2000) Deniz prosifica 36 poemas y cuando repasa “Duramen” advierte: “Sumando estas repeticiones [de algunos sustantivos] resulta que en ‘Duramen’ el sustantivo comparece 615 veces.” 22 la Gaceta siesta napoleónica en el lastre del péndulo lentísimo que mide una noche empezada es sombra al tacto la sombra del nóctuido equilátero en tu juntura posado sin peso, a beber en belfos de cervato nuevo todo el aguamiel de hormigas que el mar no da, salpicadura de ámbar audible apenas En ese afán físico y sensual de la poesía de gd se despliega un abanico verbal y una serie de efectos provocados por un recargamiento de recursos, metáforas, oxímorones, metonimias y sinestesia, para así lograr sensaciones físicas inéditas, como hacer palpable la sombra o hacer audible el ámbar. Tomando el pubis de la mujer como una mariposa nocturna (es —metáfora— el “nóctuido equilátero”), lo materializa, pero al mismo tiempo no deja de darle un atributo de sombra y así mientras a ésta la hace palpable a aquél lo deja en su estado de sombra mediante la aliteración “posado sin peso”. Este efecto de materialidad se da gracias a la manera como está puesto el verso. La propia sombra, mediante el oxímoron, de alguna manera está puesta “a la sombra” del tacto. Y este tacto también se refiere a ese contacto material con el pubis de la mujer, pero ahora como cuerpo de sombra sobre la piel después del orgasmo. Al mismo tiempo, el texto ya había hecho un cambio antes marcado por la extensión de los versos para referirse al tacto distinto experimentado y, en general, a esos cambios físicos de percepción provocados después del orgasmo. Pues bien, aquí ese tacto deriva, al final del versículo citado, ante la imposibilidad de algo que el mar no da, la salpicadura final, el agua miel, y musical en a. Una música distinta, secreción de la mujer. Y es que esta imposibilidad es posible en otro nivel del poema; me refiero al “ámbar audible”, pues en rigor el ámbar no se oye, sino se huele. gd, mediante la utilización de una sinestesia, invierte el sentido —del olfato y el tacto al oído— y así lo hace audible. El verso entero es una polifonía vocálica que registra una musicalidad ejemplar, sobre todo por ese final en a del versículo. Un diagrama permite reconocer ese descenso vocálico en la escala al “ámbar audible apenas”: o-a-o-o-a u-a-e-e-e a-e-e-e-a a-a-u-a-a-a número 416, agosto 2005 a muslos me apretaron la cabeza (no, no tenía medias). Vibraba. ExEsta experiencia erótica verbal cambia de ángulo en la prosa y clamaba. La lengua me comprobó lo obvio —que Natercia no era a ella se adhieren otros elementos. “Sábado, domingo, lunes”, virgen. No perdí tiempo. Con un salto a su medida estuve encima, por ejemplo, un relato de Carnesponendas, se divide en dos paren ella, entero. Nos decíamos cosas, muchas, tan ingeniosas que tes; la primera son las escenas que transcurren fundamentalreíamos, nos carcajeamos, cogiendo de maravilla. mente en un cuarto con cama y que funcionan como en un cuadrilátero físico y sensual. Ahí la inminencia del tacto y el deseo La segunda parte del relato transcurre en una suerte de escala son un forcejeo, una lucha que despliega una gimnasia peculiar musical distinta; por eso entra el poema “Norte”, en donde de en donde “Natercia”, la protagonista, “se componía exclusivalo que se trata es de evocar y explorar los rumbos de “Natercia”, mente de músculos de pantera forrados de piel femenina”. Y como si se recorriera otra parte de ella, por lugares y horas que continúa: “No era nada para ella ponerse en pie de una sacudifueron parte de la ciudad a otras horas, de ella, cuando solía reda, dar una voltereta hacia atrás, trepar por la pared, morderse correr a solas, con la sustancia de él. En una serie de especulaun codo. Gimnasia, ballet terrestre, acuático, aéreo, y demás ciones espléndidas, mientras el protagobarbaridades.” Se trata, de una mujer La certidumbre del amor físico, en nista recorre esos rumbos, años después donde resaltan su flexibilidad, deportiva, la prosa, y a la luz de elementos no elaboraba dicho poema de Enroque, sin mientras que en los poemas la misma ya eróticos sino pornográficos, se Natercia y a otras horas, pero se pregunmujer es presentada con otra sensualipresenta mediante una arquitectura taba: dad, microscópica, más asociada a palasingular: se convierte en un lance de bras específicas, a la fauna y a la flora, pe¿qué repasabas al unir los párpados? vértices y aristas, de articulaciones ro también a efectos visuales y fenóme¿qué al despertar en un domingo igual precisas, palpables, audibles, visibles nos curiosos: Boca arriba sobre mí, tus piernas plegadas me guardan. Sitio entornado a plena luz de alcance —debajo como una dalia diminuta y los ojos no tienen estatura, allí donde sobre el vello despunta una mano pequeña. Besarla, trovador; miro el medio hallar su nudo ciego, y tenue implacable leves chasquidos húmedos en aquel olor del mar. Un brazo trepa cada muslo. Flor que se reduce y vuelve. Sin cesar elástica decidida; sin cesar— En cambio, en prosa esos ritmos y trazos (la flora y la zoología), pero sobre todo la flora, desaparece; entonces lo importante es desplegar una gimnasia singular, más de oraciones precisas, telegráficas a veces, con velocidad y repeticiones —aliteraciones— para crear un efecto de urgencia: Llegué por los pies del box spring en plena euforia. La besé sin preliminares, sin miramientos me llené de Natercia la cara. Sus número 416, agosto 2005 a a éste? Saliste, y quien pasara te siguió con la vista deseándote. Por donde ahora me alejo me llevaste en los ojos, los oídos, en la piel, en las vísceras. Algo de mi sustancia se hacía matiz tuyo en el albor de nuestro primer año. La certidumbre del amor físico, en la prosa, y a la luz de elementos no ya eróticos sino pornográficos, se presenta mediante una arquitectura singular: se convierte en un lance de vértices y aristas, de articulaciones precisas, palpables, audibles, visibles, en donde la experiencia del goce se sobrepone a las repercusiones morales o especulación literaria del suceso descrito. El relato de “Trinitaria” presenta dichas modulaciones pues la narración se plantea entre el goce, el juego y la moral. Pero ahora Deniz narra la relación sexual y las experimentaciones carnales entre una pareja con una adolescente, menor de edad. En dicho texto se describe un suceso sexual en donde se destaca la experimentación y el disfrute al mismo tiempo que el autor enfrenta y especula sobre las posibles culpas, afectaciones o dudas. En ese sentido, “Trinitaria” es también un texto en el que combina dos planos: el de la conciencia del protagonista, un hombre de 39 años que funciona como una suerte de contrapunto frente al otro que trata de la descripción plena e intensa de los experimentos sexuales y el despertar de una treceañera o nínfula. El texto apuesta a la recuperación de ese recuerdo —iniciático para la adolescente, inédito para el personaje—, aderezado con las reflexiones y las consecuencias. El autor lo resuelve revelando el goce en sus mejores momentos, sometiéndose a ese instante sin perversiones y con gusto, descubriendo “esa inflexión arrobadora, cambrure, entre tronco y muslos, la Gaceta 23 a a paraderos —no vistos ni experimentados Cítrica por los juristas—, paraderos más bien de arte puristas o de asépticos, físicos, a pesar de los riesgos. Deniz prefiere quedarGerardo Deniz se con lo que fue dicha experiencia: aleccionadora físicamente para la muchacha, Me exprimía, escolopendra, clavándome cien patas— pero también para el escritor en tanto rea toronja le olían boca, palpos, labro, forcípulos; el himen como nuncia, como amante y escritor, pues claa limón; el foramen aún más cidro— ramente opta por suspender el texto para al pellizcar sus pezones de mandarina rugosa chisporroteó una niebla dejar en todo caso una descripción hoinflamable de esencia predominante en limoneno— nesta, puntual y única. De lo contrario — calé gustoso la pulpa de diminutos oxiuros auranciáceos— dice el autor— resultaría “un material me pedía consumo un litro de batido de lima sustancioso, noble, viscoso propio para prosistas de amplio y chilló desde ráfagas espumosas por verde ses— espectro… Lo omitido, lo olvidado o mal sobre Guenther y Simonsen, libros muy valiosos, escurríamos sudor recordado será pasto de literatos, no anaranjado, su vagina manaba aguas de azahar— mío.” En ese sentido, el texto de “Trinien la cama, entre hojas fragantes, estallaban gajos al rodarles taria” resulta un relato que se orienta más o hincarse de rodillas encima; nos estrangulaban cintas largas de cáscaras, en la belleza del suceso, la forma, sin momasticábamos semillas amargas a fuer de lactonas con furilos— ralismos y más con asepsia. hundíamos las faces en montones de albedo— Pero esta tendencia erótica de los textos al agotar mi reserva chupé el ano artesanal para recuperar la prístina gota de de gd tiene en la poesía otras vetas y exneroli, devuelta tras oleadas que inundaron estas fauces— ploraciones afortunadas que revelan el experimentalismo científico y poético del ¡Volvamos a empezar, tendidos ahora en una ladera sembrada autor con una conciencia y conocimiento de pamplina y pipirigallo! de los fenómenos naturales sorprendente. Para no extenderme demasiado sólo menTomado de Semifusas (2005). cionaré dos últimos. Sin ir muy lejos en el poema “Campestre” de Enroque, el poeta se disminuye a la escala de un insecto para muy de niña, que en Bip [la amante] —como en muchas muexplorar en la entrepierna de la sor Juana Inés de la Cruz, alujeres— ni se nota, es pronunciadísima en la nínfula. Tiene aun dida a través de una rima “bellaca”, las gotas que le habían caímenos vello que la mayor, tan lampiña de por sí. Más morena. do mientras chapaleaba a orillas de un río. Sólo un detalle le falta: todavía no se han ensanchado sus caEn Picos pardos y en la sección de “Fosfenos” de Grosso modo deras. Lagartija.” Así, confiesa el autor: “Nunca me he arre(1988) está Rúnika, esa mujer que se desprende de un anuncio pentido de lo que aquella tarde de febrero le revelamos a Bimural del metro anunciando una marca de zapatos deportivos cha. Del principio al fin, indiscutiblemente y sin tener que y a partir de la cual Deniz emprenderá una de las aventuras mencionarlo, le mostramos cómo cruzar la equis del verbo eróticas más originales de nuestra poesía. Se trata del deseo y existir, y la pequeña pareció sentirlo así desde los primeros enamoramiento descubierto en esa mujer vikinga del anuncio compases.” que muestra las corvas y piernas de Rúnika, una ficción que enEn efecto, Bip, la amante, le cuenta a Bicha, la treceañera, tre rótulos e impresión recobrará consistencia en manos literaun cuento: “mientras empiezo a ascender, disfrutando sin harias de Deniz. El autor logra así darle existencia, consistencia cerme el enigmático cada centímetro de una pierna de Bicha. física, a base de evidencias, de atribuirle cualidades físicas para Más aprisa de lo previsto, según me ocurre siempre que lo hahacerla posible, porque, sobre todo, “Bien quisiera estrechar go. Al fin la beso leve, humildemente, ahí. Bicha se estremece bajo los brazos esas pantorrimas que ostenta cierto anuncio de y exclama, conteniéndose… Me eternizo respirando de cerca zapatos de lona.” de la chiquilla. Vuelvo cien veces a las andadas, paciente. Mi o bien mediante pura filosofía alemana tratan de deducir vista sube por detalles tibios, desde el ombligo pueril hasta el (como también yo lo hago, aunque a mi modo) rostro tranquilo, hasta grabarme bien la armonía perfecta enel teléfono de Rúnika, tre el olfato, aquí, y el fleco adorable sobre su frente.” a ver si de lo que conteste A diferencia de otros escritores en los que estas experiensurge un pretexto para mordisquearle las corvas. cias tienden a cargarse de aspectos religiosos, interpretaciones psicoanalíticas o se convierten en experiencias de carácter Sin duda, el tema erótico y, muy concretamente, el pornográmístico, por no decir otros que ocultan un gusto perverso, cofico no son novedosos ni mucho menos en las letras en lengua mo es sugerido que ocurre acaso con el propio Lewis Carroll española; lo que aquí me interesa destacar, en todo caso, es esa —quien es motivo de varias menciones en su obra—, Deniz forma de abordar dichos temas, con una escritura que apuesta, aquí opta por recuperar, con “las astillas que ofrecen la discrecomo muchas otras, al juego, a la parodia, a la crítica, a la imación y la memoria”, un suceso que brilla por su cumplimiento ginación, pero que en el caso de Gerardo Deniz se hace mefísico y que, si acaso atenta contra los prejuicios o las buenas diante un conocimiento profundo de los fenómenos físicos, naconciencias, también socava para liberar con un bisturí punturales y lingüísticos, un requisito indispensable. tual de su estilo y presentar la posibilidad de mirar hacia otros 24 la Gaceta número 416, agosto 2005 a a Gerardo Deniz vs. Max Mordon (y la poética de la historia) Rogelio Villarreal La Gaceta pidió al escritor y editor Rogelio Villarreal que comentara la breve pero suculenta serie que Gerardo Deniz publicó entre 1991 y 1993 en Biblioteca de México; este examen del “mester de maxmordonía” le permite una disertación sobre la escritura correcta y una poética que hace valiosa la propia vida Hay quien ejerce cuarenta y tantos años prosa o verso sin emplear ni una vez el verbo sublevarse. Gerardo Deniz, Paños menores Mea culpa Hace varios años, desde las páginas de La Pus Moderna, una revista marginal que dirigí de 1989 a 1996, le reproché al poeta y editor Fernando Fernández lo que me parecía una excesiva atención a otro poeta completamente desconocido para mí: Gerardo Deniz. Viceversa, la revista comandada por Fernández, le prodigaba generosos espacios al autor de Picos pardos, publicado por la Editorial Vuelta en 1987. También desconocía ese poemario de inusitado título y el puñado de libros editados por otras tantas casas importantes. No fue sino hasta 1998 cuando el también poeta José María Espinasa me dio a corregir las pruebas tipográficas de Anticuerpos para sus Ediciones Sin Nombre. En los breves textos de ese pequeño y evocador libro descubrí a un autor inteligente, ingenioso y dotado de un finísimo humor que me seducía página tras página. Poco después supe que Deniz había sido antes Juan Almela y que había nacido en Barcelona en 1934. Quiso la suerte que eventualmente me topara con varios de sus poemas y ensayos y con una entrevista que le hizo Eduardo Hurtado para La Jornada Semanal en 1997, de la cual copio el párrafo introductorio porque viene ahora como anillo al dedo: “La poesía de Gerardo Deniz es tan intrincada y fascinante como la tabla periódica de los elementos. Experto en química y en música, conocedor de lenguas que incluyen el ruso, el alemán y el turco, suscriptor de complejas revistas de filología, degustador de los más cotidianos placeres (de las “frases hechas” a los cigarros Faros), Deniz es el poeta excepcional de Enroque, Adrede y Picos pardos.” Años más tarde, cuando La Pus ya era historia (contracultural), le agradecí a Fernando Fernández con un brindis cervecero por el descubrimiento de este original poeta de arraigado espíritu científico. Ahora me doy cuenta de que si hasta hace poco era un mal lector de poesía era por culpa de poetas engolados y cursis, aquellos que, inflamados, ardorosamente acogen en su seno el llamado estro a la hora de sentarse a escribir. número 416, agosto 2005 La poesía Hace veinticinco años trabajé en la Editorial Grijalbo, cuando la dirigía mi amigo Rogelio Carvajal. Ahí conocí a Alejandro Rozado, quien a la postre se convertiría en poeta, y también en crítico de cine, ensayista y terapeuta. Había desertado recientemente de las filas del Partido Comunista, lo mismo que yo, y nos unía una especie de desánimo crítico y existencial. Poco después él huyó a Guadalajara, donde comenzó otra vida, y yo más tarde me dedicaría a editar La Regla Rota, una revista de arte, cultura y humor que vio solamente cuatro números de 1984 a 1987. Todo ese tiempo lo perdí de vista. Pero hace unos meses descubrí en las páginas de una extraordinaria revista tapatía, Tedium Vitae, un par de artículos firmados por Alejandro Rozado (“La melancolía de Mauricio Garcés” [no. 2] y “Octavio Paz: la invasión nocturna” [no. 3]), pero no estaba seguro de que se tratara del mismo que yo conocía. Sí, me aseguró otro buen amigo, René González, responsable del cuidado editorial de esa revista y el primero que me habló en los años ochenta del oxímoron, una preciosa figura retórica que él hacía llegar a extremos delirantes.1 Luego de un cuarto de siglo Alejandro y yo nos reencontramos en la ciudad de México y advertimos que aún habitamos el exilio de los descreídos, pero aún con el espíritu intacto. Sin embargo, lejos de la desesperanza y de la parálisis, coincidimos en que vivimos ahora la decadencia de occidente y que, para afrontarla, no hay sino encontrar la mejor manera de perecer, como lo afirma en su lúcido ensayo “La noche de la civilización” y en cuya parte inicial apunta: “La única filosofía que es pertinente en los tiempos que corren es la poética de la historia.” Y escribe más adelante, después de discurrir irreprochablemente sobre el agotamiento de la civilización occidental y su debacle irremediable: “La noche de la civilización será larga, durará todavía algunos siglos. Lo que nazca ulteriormente —si es que nace— dependerá de circunstancias ajenas a nosotros e impredecibles. Sólo la praxis poética puede amacizar la subjetividad histórica del individuo. Porque la poesía verdaderamente significativa es incorruptible. Lo supieron desde siempre los románticos, los malditos y los surrealistas. Decaídas las grandes religiones y aplastados los voluntaristas proyectos de transformación socialista, la poesía es la única dimensión sagrada que le queda al ser humano, pero no para salvarse —in1 “En la figura que se llama oxímoron se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro”, escribe Borges en “El Zahir”, y en El aleph describe la “graciosa torpeza” de Beatriz. Esta figura que, como se ve, permite ocultar un agudo sarcasmo bajo un absurdo aparente, proviene de las palabras griegas oxys: “agudo”, y moros: “estúpido”. la Gaceta 25 a a sistimos, no hay escapatoria—, sino para dar sentido histórico […] incansablemente crítico y apasionado. […] Los poetas sea la vida contemporánea.” rán de lo más peligroso y perturbador para el orden estableciSin embargo, continúa Alejandro Rozado, “Apostarse en el do, y serán deliberadamente ignorados o, en su defecto, coopmundo poético no significa dedicarse a versificar la vida. Estar tados, y hasta perseguidos, precisamente porque sus voces seen esa dimensión es el resultado de un largo proceso después rán escuchadas y respetadas a fondo. Porque revelarán una del cual se van fusionando las tareas del filósofo, el científico, realidad ineludiblemente agónica que nos compete a todos enel luchador social, el historiador, el sociólogo, el poeta e inclucarar con entereza” (Replicante no. 3). so el profeta. Proferir la gran caída, hacer uso de la palabra Este ensayo esclarecedor despejó varias dudas que venía magnética para nombrar el extremo a que está llegando la époarrastrando desde mi adolescencia y mi fallida y decepcionante ca, implica vivir en el centro de nuestra extrema existencia senmilitancia comunista. Por ejemplo, ¿por qué admiraba a Octasible, representa una manera condensada de responder al falso vio Paz y al mismo tiempo lo detestaba? A su muerte, en 1997, optimismo del progreso, al utopismo reescribí para la sección cultural de El FiUn maxmordón es “un sabihondo volucionario que se reedite y se encuennanciero un breve texto que llevaba por típico de editorial”, uno de ésos que tre en boga, a la ingenuidad trágica del título “La muerte de Paz”, del que transse solazan exhibiendo sus ecologismo o a la predecible violencia cribo lo que sigue: “Octavio Paz fue una conocimientos del diccionario y del cafre pendejo; significa asumir el defigura tan prominente como controverexplicando a la menor provocación sencanto del mundo sin azotarse como tida en el paisaje de la cultura mexicana. la grafía o el uso correcto de tal o víctima; aceptar la jodidez de la vida que Certero crítico temprano del socialismo cual frase o palabra nos toca, sin las flaquezas del fanático o real —a la par que Istrati, Gide, del supersticioso de pacotilla que no Trosky…—, en los últimos años de su vipuede soportar con virilidad los tiempos que corren. Desde la da su acercamiento al poder fue reprochable, así como su proterraza del mundo poético se forja un ser macizo, templado por tagonismo, su intolerancia y sus tajantes sentencias políticas y las viejas luchas radicales —sus logros y fracasos—, y ese ser no filosóficas: el Encuentro de Vuelta por la Libertad fue el Olimpuede más que ser pesimista. Pero el pesimismo es la única acpo donde el Júpiter tonante de las letras mexicanas daba y quititud humanista posible hoy en día; es un pesimismo activista taba la palabra a los dioses del pensamiento occidental. Irritado Mester de maxmordonía Gerardo Deniz Hemos tomado dos de los fulminantes artículos que Deniz publicó en Biblioteca de México —en el número 12, septiembre-diciembre de 1992, y en el 13, enero-febrero de 1993— como ejemplo de su pH editorial a la hora de enfrentar a los fanáticos de la corrección tipográfica viii El vínculo entre maxmordón y Real Academia Española de la Lengua no es, pues, tan sencillo como podría suponerse. Biblia irremisible para él, el diccionario académico no deja de suscitarle sentimientos contradictorios. Cosa curiosa: no por las innumerables deficiencias, antiguallas y barrabasadas, sino más bien, oh sorpresa, por el carácter… modernista y dinámico de la Academia. Sencillamente, el maxmordón es más papista que el papa y muy reacio a mudar de opinión. Que la Academia emita reglas nuevas, pase. Así los maxmordones tendrán su pasto espiritual supremo y, sobre todo, oportunidad para hacer más correcciones y retoques: placer de dioses. En cambio, que la Academia acoja en el diccionario palabras nuevas es asunto que con frecuencia molesta al maxmordón, pues no sólo disminuyen con ello dichas correcciones, sino que inclusive se debilitan o pierden criterios (maxmordónicos: taimados y solapados) para juzgar a las personas. Por ejemplo, el maxmordón puede pasar fecundísimas 26 la Gaceta décadas de su vida repitiendo a quien quiera oírlo que todo el que utilice la palabra “banal” es un papanatas que no sabe escribir. ¡Cuál no será su desencanto cuando, cualquier buen día, la Academia reciba la palabreja en su mamotreto! (Ay, ya la recibió.) Qué momentos oratorios al explicar a los profanos —o sea todo el mundo— que no se puede (?) hablar de “el futuro” más que en caso del tiempo verbal (“el futuro de ‘dar’ es ‘daré’…”), pues fuera de ahí debe decirse “lo futuro” o, aún mejor, “el porvenir”. Diferente es el caso de las recomendaciones académicas. Cuando la Academia aceptó la división etimológica de las palabras, la maxmordonía se frotó las manos. La división puramente silábica era: “no-so-tros”. Un día, la Academia autorizó, además, la división etimológica: “nos-o-tros”. No necesitaban más los maxes para corregir lo uno a lo otro y lo otro a lo uno. ¡Retocar, retocar, máxima actividad humana! A los subversivos, la división etimológica autorizada por la bendita Academia nos fue simpática, por representar un paso —corto— hacia la única receta razonable: dividir las palabras por donde convenga en un momento dado: “nosot-ros”, por ejemplo. ¿Absurdo, ofensivo? Quizá. Y, desde luego, nimio. Pero cómodo, asimismo. ¿Cómo calificar, en cambio, la reacción de los maxmordones? Extendiendo lógicamente la división etimológica aceptada por la Academia —en “nos-otros”, p. ej.—, llegaron a divisiones audaces, que hacían a cualquier max sentirse en la cresta de la ola de la modernidad: “arz-obispo”. Tuve el dudoso placer de escuchar discusiones a este respecto que duraban horas enteras. Vi a Maxmordón, autorizado para dividir “arc-ángel”, recuperar, a los 60, la emoción de cuando, en 1906, su mamá le permitió beber un poquito de café negro. número 416, agosto 2005 a por no haber sido invitado ‘a tiempo’ al Coloquio de Invierno […] exige a Carlos Salinas la destitución de Víctor Flores Olea, entonces pusilánime representante de la cultura oficial. Al final de sus días ya no era el mismo Paz que condenó en su tiempo al funesto Díaz Ordaz, sino el intelectual que condescendía con los peores presidentes que ha padecido este país. […] ”Si bien la mayor parte de su obra ensayística es indispensable para entender la historia contemporánea de México y del mundo, no se trata de un cuerpo teórico sólido e incuestionable, como quieren sus fanáticos y aduladores, sino, por el contrario, uno que requiere de la profunda revisión y crítica por parte de lectores y analistas […]. El laberinto de la soledad, por ejemplo, es un texto totalizador que olvida los diferentes países superpuestos en un solo territorio y las distintas clases de mexicanos que los habitan. ”En el ocaso de su vida, más un semidiós que un escritor vivo, Paz dio su espaldarazo a los grandes fraudes electorales, dejando ver su animadversión por la desbalagada izquierda democrática, por el movimiento zapatista y, lo que es peor, su escasa sensibilidad ante un conflicto de tal magnitud.” ¿Por qué un poeta actuaba a veces como un político? Unos años antes yo había publicado en uno de los últimos números de La Jornada Semanal dirigida por Roger Bartra un Esto de la división de palabras no acaba aquí, ni mucho menos. Se recordará el problema de las divisiones obscenas de “espectáculo” o “servicio”. Pues bien, existen otras divisiones que repugnan al Lector —ese viejo conocido nuestro—, no ya por groseras sino por feísimas. Imagínese un renglón comenzando por “rrocarril”, o por “rril”. ¿No es algo muy ofensivo? Hay maxmordones —muy pocos, es verdad— que, en estos casos, se lanzan, temerarios, a simplificar la atroz erre inicial: “rocarril”. Por el hecho accidental de caer en principio de línea, la inicial de “rocarril” asume pronunciación fuerte, pese a tratarse nada más de un pedazo de palabra. —Bueno, don Max, pero si aplicamos la regla a pe-rro, se nos va a confundir con pe-ro. —De ningún modo. Debía usted saber que las palabras de cuatro o menos letras son tipográficamente indivisibles, por razones de alta estética. —Es que perro tiene cinco letras… —Pero quedaría reducido a cuatro, y entonces… Y la discusión se inicia, fecunda. Pero se está quedando en el tintero un tema tristón aunque esencial, el de la universalidad de la maxmordonía. A toda la gente insípida que se ocupa de estudiar el Hombre le encanta repetirnos que todos llevamos dentro diversos monstruos (salvo, claro está, quienes han disfrutado de un prolongado y nada económico psicoanálisis del género llamado “humanístico”, en cuyo caso lo único que debe quedar dentro es un lindo retrato de Marx haciendo ganchillo). En fin, lo que aquí nos importa es que, gústenos o no, todos llevamos dentro un maxmordón. Sólo que este hecho tan doloroso exige capítulo aparte. número 416, agosto 2005 largo alegato contra respetables escritores mexicanos, habitantes todos ellos de la República de las Letras, a quienes les señalaba errores, gazapos, sinsentidos y otras tonterías en los libros que me había tocado en suerte corregir y editar a lo largo de varios años de labor editorial, y he aquí la razón, supongo, por la cual el editor de esta gaceta me ha invitado a escribir sobre Gerardo Deniz, poeta, ensayista y antiguo corrector de pruebas tipográficas y quien ha contado mucho mejor que yo los avatares de este malpagado pero ilustrativo y entrañable oficio editorial, ahora plagado de improvisados… En aquel texto enardecido y casi ignorado, “Tribulaciones y reflexiones de un lector por obligación”, llegué a contar lo siguiente: “Cuando fui estudiante nunca imaginé que alguna vez me encontraría revisando nuevas ediciones de textos consagrados e intocables pero a veces, por qué no decirlo, también olvidables. Y el peso de la cultura hizo su aparición: ¿cómo cambiarle un par de frases ceremoniosas al Laberinto de la soledad? Imposible —aunque la pregunta quedaría mejor planteada con un ¿para qué?—. ¿Cómo insinuarle a la infalible maestra que la saga de García Márquez posterior a Cien años de soledad no es más que su secuela reiterada y alargada abusivamente? No obstante, en textos más recientes me he permitido retocar aquí y allá (bueno, eso es precisamente lo que hacemos los correctores) oraciones y hasta párrafos enteros: el opaco Espejo enterrado de Carlos Fuentes estaba plagado de anglicismos y a ix En mucha gente, la vida transcurre, con sus vicisitudes, sin que el maxmordón interior tenga mayor oportunidad de manifestarse que el Jack-el-Destripador interior. Es una suerte. Sin embargo, a veces el susodicho max relampaguea de repente. Un joven serio, técnico él, compañero mío en un trabajo no maxmordónico, me consultó a quemarropa: —¿Se debe escribir “Mar Mediterráneo”, con mayúsculas, o “mar Mediterráneo”, con minúscula? —Cuestión de gustos. —Eso he visto. Pero ¿cómo debe escribirse? —Como se quiera. —Imposible. ¿Cómo es lo correcto? ¿Usted cómo lo escribe? —Unas veces de un modo y otras de otro. Mi única pequeña diferencia es que tengo conciencia de ello. —Es intolerable. Debiera, debe hacerse algo… Y en las pupilas ecuánimes del joven técnico se reflejaron momentáneamente hogueras de Torquemada, pelotones fusilando frente a una zanja a quienes escribiesen “mal” aquello. Es la ocasión de repetir algo que ya dije al comienzo de esta serie: nada hay de particular, y mucho menos de malo, en que cada quien tenga sus hábitos en los terrenos de la maxmordonía. Sus hábitos, sus preferencias y hasta sus pequeñas manías. Nada más natural, asimismo, que se apoye en argumentos, sin duda muy razonables, para sostener sus respetables preferencias. Quien haya leído los presentes artículos sin tener esto en cuenta, pudo habérselos ahorrado. la Gaceta 27 a frases mal construidas.”2 En efecto, confieso que retoqué una frase de El laberinto de la soledad, una en la que el Poeta escribía a la francesa “jugar un papel” en vez de “cumplir” o “desempeñar”. Pero Paz sí sabía escribir. En cambio, a muchos otros autores los correctores de las numerosas casas editoriales por las que he pasado les rehacíamos párrafos enteros para que pudieran leerse sin problema. Simplemente los poníamos en correcto español. El ataque de los maxmordones En una deliciosa serie de artículos publicados en Biblioteca de México (“Mester de maxmordonía”, i a xi, 1991 a 1993) Deniz escribe acerca de las desdichadas glorias de los maxmordones que conoció a su paso por varias editoriales. Maxmordón es un término en desuso que significa “Hombre de poca estima, tardo, pasmado y sin discurso” y también “Hombre taimado y solapado”. La palabra, rescatada por Deniz, le fue aplicada inmediatamente a uno de sus colegas, “un sabihondo típico de editorial”, uno de ésos que se solazan exhibiendo sus conocimientos del diccionario y explicando a la menor provocación la grafía o el uso correcto de tal o cual frase o palabra y por qué debe es2 Publicado en 1995, se reproduce en El dilema de Bukowski, México, Ediciones Sin Nombre, 2004. Otrosí: cuando vamos a hacer un libro de geografía, es muy conveniente ponerse de acuerdo en cuanto a lo de “Mar” o “mar” —y a otras mil cosas. Además, la automatización, cada vez más difundida, exige tales o cuales uniformaciones. Etc., etc. Tampoco se halla nada de esto en discusión. Sólo que el someterse rigurosamente a determinadas reglas para determinados fines no es lo mismo que someterse gratuitamente de por vida, y haciendo proselitismo, y supurando pretensiones y anatemas. Eso sí es maxmordonismo galopante. Y no se diga la creación de problemas artificiales. También hay personas que sólo están salpicadas de maxmordonía en mayor o menor grado. Me refiero a gente muy diversa: distintos profesionistas, periodistas y similares, escritorcillos, personas cultitas… Unos de ellos escriben mucho, otros poco o nada. Comparten, sin embargo, rasgos esenciales. No han mostrado la perseverancia precisa para volverse maxmordones de cuerpo entero. Sin embargo, conocen unas cuantas normas —en casos extremos, una sola—, aprendidas de cualquier modo: por haber oído a un maxmordón, por haber hojeado uno de esos incontables manuales (que tantas veces se contradicen entre ellos) titulados Diccionario de dudas del idioma, Escriba usted correctamente, etc. Lo maxmordónico del caso es que estos pobres salpicados exhiben una jactancia, una suficiencia que a estas alturas conocemos bien. Alcanzado este nivel, la variedad es, ahora sí, infinita. A veces curiosa; desagradable siempre. Existen señores persuadidos, pongamos por caso, de que “bastante” sólo significa “suficiente”. Todos los diccionarios indican que significa también “no poco”, pero no importa. Leen: “bastante difícil” —y rezongan, con sonrisa biliosa: 28 la Gaceta a cribirse Estados Unidos y Argentina y no los Estados Unidos ni la Argentina o viceversa. Ratas de escritorio que no tienen otra cosa que hacer en su tiempo libre más que esperar a que den las ocho de la mañana para empezar a fastidiar al resto de la oficina con su sapiencia superficial. Yo mismo, confieso, fui víctima en varias ocasiones de sendos ataques de maxmordonía. Con petulancia adolescente llegué a corregir a quienes pronunciaban o escribían “mal” algún vocablo o ignoraban el significado de otro. Sin embargo, el trato frecuente con otras personas del medio editorial, mucho más experimentadas que yo y también más equilibradas, me hizo entender al cabo que esa actitud sólo presagiaba mi ruina y mi desprestigio. Mi padre, un viejo sabio, me enseñó los principios de la corrección y de la edición y me encaminó en el oficio, en el que sigo y por el que he conocido a otras eminencias a quienes he tenido el placer de publicar o con quienes he colaborado. Uno de los mayores maxmordones que he conocido fue un apocado corrector del departamento editorial de una institución pública que dice defender los derechos humanos, en la que lo menos importante es, desde luego, la publicación de libros y revistas, y en donde privan, en cambio, el lucimiento y la simulación (si no, que me expliquen por qué un funcionario debe ganar 80 mil pesos mensuales en un país miserable). Siempre de traje gris y bañado en una loción vulgar y penetrante, el hombrecillo de unos treinta años se las daba de ge- “—O sea ‘suficientemente difícil’, ¿no?” Será imposible que duden jamás de que son dueños, con este conocimiento, de uno de los resortes fundamentales de la lengua española. Hay quien sabe que “lívido” no quiere decir “muy pálido”, sino “amoratado”. Cómo se ríen, cómo descalifican a la víctima que cae en este error, según ellos imperdonable. Hay quien sabe que “drástico” no es lo que suele creerse, sino un tipo de purgante, y nunca podrá aceptar que, purgas aparte, la Academia ya acepta “drástico” para “riguroso, enérgico”. Hay quien sabe que no deber ser “licúa” sino “licua”. En fin, que hay mucha gente salpicada de maxmordonía. Si dije antes que a veces la pericia lingüística de un individuo pende de una norma única, es porque conocí un caso. Era un investigador científico eminente. Se ve que el desventurado había oído confusas campanadas en torno a esas ocasiones en que la construcción del pasivo como reflexivo resulta ambigua y hasta cómica y, como buen maxmordón en potencia, había generalizado. Universalizado. Lo vi corregir un texto técnico. Dejaba sin tocar las estupideces más inverosímiles, pero si leía: “el sulfato de amonio se disuelve en agua y la solución se calienta”, tachaba, despectivo y eficaz, para poner: “el sulfato de amonio es disuelto en agua y la solución es calentada”. Recordé, con añoranza, a aquel viejo max que me enseñó cómo en estos casos no debe jamás decirse “solución”, sino siempre “disolución”. A mi sabio unirregular, en cambio, eso no le preocupaba. Quiero suponer que cantaría el himno nacional diciendo: “por el dedo de Dios fue escrito” —ya que el “se escribió” sí que es una forma pasiva expresada de manera muy poco feliz. número 416, agosto 2005 a nio infalible en cuestiones de marcado tipográfico, corrección, redacción y cuidado editorial. Por lo menos eso me presumió cuando me apersoné en mi primer día como director de ese departamento. Bien, me dije, aquí tendré un buen colaborador. Las decepciones no tardaron en aparecer al ver su personal estilo de marcar, más una red incomprensible de rayones rojos y azules que signos de marcado tipográfico, como si quisiera destacar la imbecilidad o la ineptitud del autor del texto destazado (o, por lo menos, la del capturista). Los primeros enojos y diferencias asomaron cuando le sugerí que era mejor ensayar un marcado limpio y apegarse a los criterios sugeridos por don Manuel Ramos en su Manual de corrección de pruebas tipográficas (uteha) o por lo menos a los de Roberto Zavala en El libro y sus orillas (unam, 1995). Sus gestos y sus ademanes indicaban que desdeñaba mis recomendaciones y que su estilo era mejor, ya que, me decía, incluso el anterior director de ese organismo lo había felicitado por su extraordinaria labor como editor de la gaceta interna. El perfumado maxmordoncito es de los que Deniz describe con agudeza en su profusa serie: de los que evitan divisiones de palabras que empiecen en pene- o ano- y terminen en -culo o -teta y que tratan a toda costa de impedir la cercanía de dos o más adverbios en mente y eliminan con saña callejones, viudas, colas y otras excrecencias tipográficas que la tecnología digital no ha podido exterminar todavía. No está de más contarles que ahí empezó una larga sarta de desencuentros no solamente con el pequeño maxmordón, sino con otros burócratas que también merecen ese apelativo. Los maxmordones, mi estimado Gerardo Deniz, ocupan puestos y lugares en todos los ámbitos de la vida y de alguna manera se las arreglan para confabularse en contra de los que ejercen su derecho a vivir con la menor burocracia posible y con una concepción poética de la vida y de la historia, como quiere mi amigo Alejandro Rozado: en la burocracia proliferan los maxmordones. El “Mester de maxmordonía” es una de las lecturas más provechosas que he hecho en los últimos meses. Ignoro si esta serie se ha publicado en un libro o si se publicará en el futuro cercano, pero es deseable que así sea. Acaso Deniz lea estas líneas y vea que descubrí algunas erratas perdidas (no muchas: Tolhuasen en vez de Tolhausen, por ejemplo) entre las once partes de su saga suculenta. Juro que traté de evitar al máximo caer en el pecado atroz de la maxmordonía, pero me sigue incomodando en frases como “pues no sólo disminuyen con ello dichas correcciones…” la palabreja dichas (o dicho, o dichos). ¿Por qué no escribir simple y sencillamente esas correcciones? Nadie dice dichos cuando habla, creo… Esta y otras sutilezas de la redacción las aprendí de Laura Lecuona, que no es poeta, o no lo sé, o debería, pero sí una de las editoras más preparadas que he conocido. Es coordinadora editorial de Paidós, por cierto. He dado unos cuantos rodeos y hablado aquí de poesía, de poetas, de amigos, de corrección de estilo y de pruebas tipográficas, de la noche de la civilización, del aliento poético que nos permitirá sobrellevar la decadencia de occidente para concluir que, finalmente, todo esto me lleva de la mano al acercamiento a la poesía —de la que me alejé tanto tiempo— y a la poética de la historia —en la que siempre he creído, así haya sido intuitivamente—. En cuanto a los maxmordones (maxmordón casi rima con oxímoron, y los dos son vocablos imponentes), el pertinente hallazgo de Gerardo Deniz, poeta de rasgos número 416, agosto 2005 a geniales y lenguaje preciso, ojalá el término llegara a popularizarse (y desde aquí trato de contribuir un poco a la causa): hay muchos maxmordones aún por señalar. Ellos son nuestros oponentes. No podrán comprender jamás el espíritu de la poesía; son como los grises habitantes de un mundo permeado por los sintagmas prefabricados por la hegemonía imperial a que se refiere el también poeta Heriberto Yépez en “Defragmentación. Adiós al posmodernismo (y a los Estados Unidos)”.3 3 “El nacimiento de la sintagmática se observa, inclusive, en el plano del idioma. Los idiomas —sobre todo el inglés— tienden ahora a fijarse en un reducido número de asociaciones automáticas. El habla entre dos estadounidenses comunes se reduce casi siempre a ser un intercambio de clichés, aprendidos en el cine y la televisión, donde han sido fijados cuáles son los estímulos, las respuestas, las interacciones pertinentes en la comunicación interpersonal. Los idiomas podrían convertirse en un catálogo de frases hechas y temas a las que dos personas acudirían, como un banco de datos (incluso convertido en órgano o implante en el cuerpo). La variedad desaparece en el plano sincrónico, aunque en cada época muy probablemente se sucedan unas series sintagmáticas por otras, para así simular variedad, aunque a final de cuentas las series más bien tenderán a fijarse, porque las series sintagmáticas del pasado volverán al presente, a ser parte del juego, a modo de sintagmas retro” (Replicante no. 3). la Gaceta 29 a Los múltiplos de la precisión a Marco Perilli Posó las copas y me dijo que fuera con él. Del otro lado se oían los voceríos de siempre, de aquellas mañosas gatitas que le dictaban verrugas políglotas. Que fuéramos al baño, desde ahí la cosa era más clara. Las notas llegaban tantito abocinadas por el agua. A la sala. Fue él quien agarró la lupa, la puso a la distancia que él sabía, miró y dijo: —La quintaesencia es idéntica a la cuarta, salvo que llega después de un buen descanso. Siempre lo veía con su pijama de cuadritos, espiando a las veSin mover la lupa me invitó a que mirara. cinas. Gordo, como globo atrapado en las cortinas, se quedaba —¿Qué ve? largo rato a la vera de un filme intermitente. Luego, al volver—La palabra homme. se más sensibles las voces, se echaba hacia atrás, sumiéndose en —No, más cerca. las sombras de la interpretación. Cuando él regresaba las voces —La o. —me imagino— habían de centellar. —Más cerca. La de enfrente me dijo una vez que don Juan estaba loco. El —Un blanco, cercado de negro. portero, más discreto y misterioso, me dijo algo peor. Luego —Bien, aún más. me enteré que don Juan se dedica a la escritura; vi un sobre ti—Blanco, puro blanco. rado en el piso del estacionamiento: “Al poeta Juan Almela, —Ande, más cerca. presente.” —Blanco, un blanco granitando, casi… Un día, subiendo la escalera, me atreví. Saludé, él bajaba, —Casi… contestó muy cordial, nos cruzamos y ya de espaldas eché mi —…flotante… negro, del blanco, una masa de cenizas… lazo: —¡Tal fue el clinamen! —Maestro, me dijeron que… Dejé de mirar en la lupa y lo miré. Don Juan no miraba, sóMe cortó antes de que pudiera delatarme mi acento: lo parecía calcular, con todo y cero aplicado a la teoría atomís—Tan m’abellis vostre cortes deman, qu’ieu no me puesc ni tica del viejo Demócrito. voill a vos cobrire. Ara vos prec, per aquella valor que vos gui—No, no es una teoría —dijo sorprendiendo al más hirienda al som de l’escalina, sovenha vos a temps de ma dolor! te sentido del humor—, es un hecho, es la cachondería de los Provenzal. Canto xxvi del purgatorio, el trovador Arnaut átomos firmando nuestra sangre, un defecto deslizándose a lo Daniel, lujurioso, se presenta a sí mismo por medio de su lenlargo del talud del porvenir. Somos hijos, mi estimado vecino, gua. Dante, gran lector de romances, lo entiende. Pero, mi vedel defecto. cino el poeta, ¿cómo sabe? Yo, que voy al son de la escalinata, A estas palabras, más que callarse siguió hablando sin voz, ¿cómo no tropiezo en su agudeza? con mucha, mucha exactitud de lacra. Hay elementos suficientes, en la A partir de ese día empezamos a coin—En qué sentido, pregunta, deberíahistoria clínica del mundo, para cidir en la escalera. El descanso del semos presumirnos domadores del azar. gozar de lo que venga: fornicar con gundo piso era un tiánguis, ahí se interSimplemente en ninguno. El azar es lo absoluto no hace daño ni pena, no cambiaban balances generales; el del terquien sujeta a un orden nuestras propias ayuda a soportar la soledad ni alivia cero, al contrario, llevaba derechito al pretensiones. La mecánica es, hermosadescargarse de su ausencia; dirige, asunto y él, práctico como había de ser mente, la poesía. Nada simbólico: simsimplemente, aquel vaivén del gusto un calderero del infierno, una tarde me ple hecho biológico, decía Saint-John que puede, con algo de suerte, preguntó a quemarropa algo contunPerse, y él sabía de pájaros y se comía las volverse un grato vicio dente con respecto a los acentos italiaflores. Y esto no habla bien ni mal del nos. Como contesté bien, según su cara mundo, es la forma más directa y, déjesugería, me invitó a pasar a su casa. De ahí, por fin, vi lo que me decirlo, más divertida, para que aquel blanco que a usted veía de las vecinas. tanto le llamó la atención, y que a mi parecer no es otra cosa En su mesa estaba la República, estaba el diccionario de Tolque un fragmento de fibra celulosa reteniendo las gotitas de hausen, estaba Dumézil. Una pluma y muchas hojas. Al lado, una sucia secreción llamada tinta, pueda hacerle de calzones a medio escondida bajo la página copok de algo en proceso, un la verdad. De ahí, puja y puja, las partículas todo lo resuelven lente de aumento. Pensé un rato y las vecinas aquí no cabían. de una única forma: el modelo es su mismo acontecer, no hay Él fue a la cocina, según dijo, pero es claro que quería que yo memoria ni destino, puro acto, sádico en su falta de respeto haleyera. Le style, c’est l’homme. Peut-être. Mais la senteur, c’est bien cia una crítica edición. Nunca duerme el sentido, actina y miola femme. Regresó con dos copas de vino. Me vio, tenía la lupa sina… y llegar al traque atómico sólo significa coherencia con en la mano, y preguntó qué buscaba. el sistema. Por ende la lupa: pequeño espejo de mi ineptitud —L’odore —contesté. para comprobar cualquier cosa. Pero, por lo menos, he aprenEn este “Diálogo en sordina con Gerardo Deniz”, como subtituló su autor el texto siguiente, la voz de tinta con que se expresa Deniz se transforma en una que conversa, que diserta, que convence sin silogismos. Escuchemos discretamente la desquiciada charla del discípulo y su inesperado mentor 30 la Gaceta número 416, agosto 2005 a dido que los peldaños por los que transitamos, escalina de fracasos y defectos, son los múltiplos de la precisión. Aquí calló, y con él mi pregunta. No acababa de entender su idea de la poesía, quizá sí la del mundo, es posible que así lo creyera, pero eso de la poesía mecánica del caso… su amor a la ciencia, y Lucrecio, y la soberana sintaxis de las rectas paralelas, los teoremas de Beethoven, todo, todo encaja en su pícara ecuación, pero, a la vera de una puesta de sol —O una palabra amaneciendo —agregó simétrico él, que no encontraba su pañuelo y agitaba sus manos en los bolsillos—, diga, diga, y la duda de Hamlet, la sonrisa de aquella, y el fiat la voluntad del padre y mercedes a los pobres. Vea usted… Son muchos quienes dicen que yo abro el diccionario al azar, busco las palabras más raras e incomprensibles y las revuelvo hasta formar una sopa pretenciosa, agria, imposible. O, al contrario, puro alarde académico, chicotazo esotérico al vulgo, gabela, carísima, a una masonería de iniciados a la orden del lenguaje. Rechazo, simple y cordialmente, todo esto. La poesía es necesidad, física, metabólica y articulatoria. Al hablar del poeta, Eliot, a quien le debo muchos cohetes del entendimiento, decía que la música de la poesía será algo latente en el habla común de su tiempo. Y así lo creo. Y es más: yo diría latente en su circulación, y respiro, y funcionalidad renal. Sin otros cuentos. Nada de eso que hay que cambiar el mundo con un verso, la poética como trompa del juicio. Lo máximo que podemos cambiar, sin o con poesía, es la inclinación de las persianas. Y esto también, le agregaría, depende del cuerpo: háganlo con su dolor de espalda y luego me dirán… en mis momentos de optimismo he pensado que hasta los dogmas de la cultura, todo afán de la cacademia para legarnos un mundo sensato y compatible, pueden tener su lugar en la fisiología del desagrado, algo parecido a las bacterias que fortalecen las defensas y estimulan estrategias para expulsar a esos vagos funcionarios de la joda. Sin embargo, ahora desconfío de toda inmunidad y no ha quedado en mí, pese al hígado de papa Martín, ningún baluarte de piedad. En esto levantó la copa. Era un día de viento. —Omnis virtus unita plus est infinita quam virtus multiplicata —dijo, muy seguro de sí—. ¿O cree usted irreconciliable dicho enunciado con su ética de la poesía? —Bueno, es que… —Es que, mi querido amigo, como usted, le apuesto, consultó discretamente en su memoria, ésta es la proposición 17 del Liber de Causis. Proposición que explica de forma irrefutable la elemental carpintería del universo: hay una que otra chingadera, y la una y la otra ya son tres, necesarias como el espíritu santo para solapar el molde. Das Gesetz der Serie. Es como decir: Salí tras ti clamando ¡y era sida! Endecasílabo cópula y divorcio: en donde susodicho copulazo —copulazo a la segunda, palíndroma de género travesti— es sujeto y predicado, causa del error y virtud de su propia petulancia. La ortografía del sentido no tolera el juicio, va en pos de reacciones calcinando palmo a palmo la sorpresa. Yo no creo que la poesía devele nada, sé que imita a la química y que actúa. Yo miraba su oreja que, imperceptiblemente sacudida por un hipo autodidacto, tanteaba operaciones de vanguardia. O, al menos, así me fusiló la idea. Escuché reír desde muy lejos, se me fue la pregunta que tenía. número 416, agosto 2005 a —Usted ha leído a mi paisano, a Luria, el cabalista, y conoce sin falta su plan de la creación: el tzimtzum, la contracción del sumo artesano, el movimiento hacia sí mismo para dejar ese espacio vacío en donde arremeter para producir el mundo. Zum zum, el hombre está formado. ¿No le gusta esta imagen tan gástrica del cosmos? Y la poesía, ¿tiene acaso otra matriz? —Acepto la metáfora del sumo artesano poeta, y creo que… —¿Cuál metáfora? ¿Quién habló de metáforas? Yo estoy tratando de sacar a la luz leyes exactas y usted entiende tenazas por verdad… —No, no confundo la herramienta con el fin, sólo quería expresar mi duda con respecto a su álgebra aplicada a lo inefable. Él tosió. —Aunque usted rehuse admitirlo, desde Homero a Octavio Paz la poesía siempre ha sido, y siempre será, quehacer del esla Gaceta 31 a píritu, medida de ritmos contumaces, epifanía del sarcasmo divino, emoción. —Diálisis, perístole, flogisto. —No, don Juan, no lo creo, no creo que usted lo diga en serio. —Flemas, espasmos caninos, neti neti. Algo de resentimiento se me pintó en la cara. —¿Y por qué usted es poeta? Calló. Otras luchas hilaban en torno a la libídine del verbo. Había descubierto, en mis años de abecé, a menoscabo de una pasión ardiente, que la poética es asunto de banqueros, de académicos verdugos, de mamíferos hediondos. Mas nunca, en los diálogos cruzados con amor, con angustia, con envidia y con argot (actitudes que habían de hacerse actores, papeles), nunca, en los diálogos cruzados con poetas, me sobornó tanto heráldico apego al antropófago egoísmo del lenguaje. El signo es un fuelle alimentando la combustión del verso, y el verso, en cuanto llama, consuma lo que amó. Queda el atestado de un proceso extinto, la glucosa en el pulgar de las musas lamiéndose los dedos. ¿Esto es la poesía para don Juan? —Lo de las musas usted lo piensa, aunque la imagen excite cierta trascendencia papilar. Lo demás, si no quema trasluce. ¿Más whisky? El principio de realidad, así planteado, inspiraba respeto. Serví otro. —¿Por qué pedirle a la luna? Con la izquierda se sobaba su ventrílocuo achispado. —Hay elementos suficientes, en la historia clínica del mundo, para gozar de lo que venga: fornicar con lo absoluto no hace daño ni pena, no ayuda a soportar la soledad ni alivia descargarse de su ausencia; dirige, simplemente, aquel vaivén del gusto que puede, con algo de suerte, volverse un grato vicio. La métrica engrasa la frecuencia, la maña de la forma, y entrena, como nadie sabe darle, para el canto de la próxima sesión. Número y mesura. Usted es buen observador, no ha de habérsele escapado el carácter transitivo de nuestra ciudad. La pinchedumbre atascando a diario lo atascable es el vínculo cabal de la poesía, su resorte: recuerda y nos anuncia que la maquinaria humana es un émbolo suelto, sin azúcar, en la lírica desidia del azar. Al sacudir la copa resbalaba en la vertiente ondulatoria de su alambicadísimo elixir. —¿Sabía usted que mama en georgiano significa “papá”? Y me dijo: —Un día —ya estaba tirado en el sofá, libre de periscópicas congojas—, volando hacia poniente, atisbé, alas abajo, maliciosos garabatos de los ríos, y me estuve preguntando por qué, al tener tantos meandros, los ríos también no tienen cagandros… No, no hay nada que reírse, el clinamen embiste a su capricho nobleza y baraja de alfabeto. Tomé otra copa y un vocerío me lo hizo recordar. —¿Y las vecinas? —Ah, ¿ya ve? La memoria es defectuosa. En esto tocaron a la puerta. Don Juan miró el reloj. —Ah, ¡otra vez! —dijo fastidiado—, siempre a estas chicas se les olvida algún detalle. Nota: este diálogo es ficción. Nunca he vivido en el mismo edificio de don Juan Almela. Nunca ha sido aquel merodeador de sus vecinas. Sin embargo, si tuviera que pronunciar mi tes32 la Gaceta a Prehistoria Gerardo Deniz Atardecía el sábado y, en lugar de estar en el cine, como fuera lo correcto, desnudos, sudados, salados, bocarriba, mirábamos el techo, tu pierna izquierda subida a la mía derecha plegada lateral, la cabeza sobre mi brazo asimismo derecho (el izquierdo para fumar) y (a tu derecha) el radio sonaba con Coppélia— la conocías y te pregunté de qué se trata pensando explicártelo, ni qué decir tiene —pero echaste a hablar y lo sabías mucho mejor que yo; giró tu cabeza en mi sobaco (el derecho siempre), los labios húmedos me mordisqueaban el costado como un pato amigable y en aquellos labios se iba volviendo exquisito el nombre de Coppélius, cuanta vez lo repetías borboteaba el aljibe amiláceo (pues la u es la letra de la dulzura, entre otros usos), mientras desfilaban autómatas del admirado amigo Ernst Theodor A. (esta última inicial era por Mozart) y algunos se sentaban un momento en la cama, adormilados, pasándose la mano por el rostro —porque viniste al mundo no para secretaria eficaz de rábulas petardistas (uno hasta había sido tu marido) sino para alcanzar con soltura el entrechat dix y otras muchas proezas de prima ballerina absoluta que me tienen sin cuidado (perdón si me olvidé, pues por experiencias de otro orden bien que me daba cuenta) —así como yo vine para guiar orquestas hacia codas vesicantes o quizá para fichar hasta la última molécula de toda planta de talo verde (talo, sí) y bicho de ojo pardo, pero jamás para pretender ser poeta, que es tan difícil. Ya lo ves, me insinúan afectuosamente que lo deje, sobre todo ahora, en plena delicuescencia. Deben de tener razón: ¿qué hago yo en este lío de las sílabas, el paradigma, el mensaje, los acentos y demás? Tomado de “Trapos al sol”, de Grosso modo (1988). timonio en un juicio en contra del poeta, esto es lo que juraría con la República en la mano reaccionaria. Las huellas digitales de las obras de Gerardo Deniz aquí citadas proceden de textos distintos: especialmente los cuentos “Moonstroke” y “Experimentum Crucis,” los poemas “tlc” y “Posible”, y varios “letritus” de uno de sus últimos libros, Semifusas. número 416, agosto 2005 a a a a Seminario Internacional para Editores y Libreros ´ del la gestion ´ catalogo 8 y 9 de septiembre, 2005, de 9:00 a 13:00 y de 15:00 a 18:00 horas Cuota de inscripción Quién debe asistir Directores generales y gerentes generales de todo tipo de casas editoras ■ Gerentes editoriales y directores editoriales ■ Editores de área ■ Editores freelance ■ Directores de colección ■ Responsables editoriales de instituciones docentes y culturales ■ Y todo aquel interesado en el mundo del libro $6,000 por persona ■ Programa Jueves 8 Desarrollo y mantenimiento del catálogo Ponente Gill Davies, autora de Gestión de proyectos editoriales. Cómo encargar y contratar libros y profesora del London College of Communication en la University of the Arts (Londres). Trabajó en el Reino Unido durante 26 años como editora en el ámbito académico y profesional Viernes 9 El catálogo y el mercado Ponente Jordi Nadal, coautor de Libros o Velocidad. Reflexiones sobre el oficio editorial, subdirector general de Gestión 2000, Deusto y Ceac; presidente de la Association of Bookseller and Training Organisations in Europe, y director del posgrado en edición de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) Descuento por inscripción anticipada (antes del 15 de agosto): 15 por ciento ■ Descuento por inscripción grupal (3 o más personas de la misma empresa): 10 por ciento ■ Los descuentos son acumulable ■ Este precio no incluye iva ■ Habrá traducción simultánea ■ Incluye un ejemplar de Gestión de proyectos editoriales. Cómo encargar y contratar libros, de Gill Davies ■ Un ejemplar de Libros o Velocidad. Reflexiones sobre el oficio editorial, de Jordi Nadal y Francisco García ■ Y un ejemplar de Manual de edición literaria y no literaria, de Leslie T. Sharpe e Irene Gunther ■ Comida (ambos días) y servicio de café ■ Diploma de participación Sede Unidad Cultural Maestro Jesús Silva Herzog, del Fondo de Cultura Económica, Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, Tlalpan, 14200, México, df Cupo limitado a 70 personas Inscripciones en los teléfonos 5335 1213, 14, 42 y 43 o en el correo electrónico [email protected] www.librossobrelibros.com/seminarios.html Patrocinadores 5–7 March 2006 ExCel London www.lbf-virtual.com/mf a