+ info - Alberto Zerain

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GASHERBRUM 1 Y GASHERBRUM 2
El G 2, tiene una altitud de 8035 metros y está acompañado por el grupo de los Gasherbrums: G 1 o
Hidden peak, de 8068 metros, G 3, de 7952, G 4, de 7925, G 5, de 7138, G 6, de 7004 y G 7 de, 6950.
Todas estas cumbres están adornadas por las más afiladas y bellas aristas que se pueden contemplar en
todo su esplendor haciendo el treking por el glaciar del Baltoro hacia Concordia, o bien desde cualquier
montaña vecina por donde estemos enfrascados.
La primera ascensión la llevaron a cabo los austríacos Movarec, Lach y Willenpart el 7 de Julio de 1956.
El campo base se instala en el Glaciar Abruzzi y es común a los dos montes. Por el glaciar Gasherbrum
South se sigue hasta desviarse por el flanco derecho, introduciéndonos en las pendientes nevadas de la
cara sur del G 2. Luego, una larga travesía corta la pirámide rocosa y nos lleva hacia la arista este por
donde la pendiente nevada acaba en la cumbre.
El G 1 o Hidden Peak, es el más fronterizo con la India y en el collado “Gasherbrum La” hace frontera con
China. Este collado además es el nexo de unión con el G 2 y el resto de la cadena de los Gasherbrums.
La primera ascensión la realizó una expedición norteamericana consiguiendo la cumbre dos de sus
componentes: Hauffman y Schoening, el 3 de julio de 1958.
La ruta desde el collado “Gasherbrum La” sigue por el corredor de los japoneses. Por encima de este
punto se coloca el campo 3 y los mil metros que separan este punto de la cumbre se van superando por
las pendientes nevadas evidentes que culminan en una pequeña cima nevada.
Componentes; Aitziber Ibarbia, Iñaki Urkola, Cándido Aizpurua, Aitor Las Hayas y Alberto Zerain.
1º cumbre del G 2, conseguida el día 22 de Julio de 2006 por Aitziber, Iñaki, Cándido y Alberto Zerain.
2º cumbre del G 1, conseguida el día 29 de julio de 2006 por Alberto Zerain en solitario saliendo del
campo 2 a cima y vuelta al 2, el mismo día.
En esta expedición donde perseguía el ascenso a las dos cumbres fue para mí algo que marcaría un
antes y un después en mi forma de encarar los retos a montañas de más de 8000 metros. El primer
objetivo lo tomé como una aclimatación para el segundo, el Hidden Peak; con el añadido de tener que
llevar la responsabilidad de un grupo que todavía no había tenido antes experiencia alguna en montañas
de más de 8000 metros. En todo momento disfruté de ver al grupo que se iba ilusionando cada vez más
y que funcionaban autónomos y con soltura. La convivencia suele ser siempre buena cuando ya somos
amigos y hemos compartido algunas batallas. Sin embargo, es normal que durante la aclimatación
cualquiera de los que conformamos el grupo pueda perder los nervios y por este motivo cualquier
aspereza aparezca en el ambiente. No hay nada mejor que echar el cabreo cuando la altitud te
confunde, siempre y cuando sea con delicadeza, anchas espaldas como buenos montañeros, ya
tenemos.
Si hubiéramos tenido que firmar de antemano con qué nos habríamos conformado con tal de poder
intentar la cumbre, seguro que no lo hubiéramos hecho tan bien. Que después de 16 días desde que
llegamos al campo base nos encontremos en el campo 3 esperando tan sólo unas horas para salir hacia
la cumbre, nos parece estar soñando. Pero no. El cielo estrellado que veo y la motivación del grupo nos
va a dar alas esta noche para llegar a nuestro objetivo. Si logro que suban los cuatro que me acompañan
voy a sumar cinco ochomiles en mi cuenta particular.
En estos días hemos aprovechado cada uno de ellos exprimiéndolos a tope. Incluso nos hemos
entretenido durante los cuatro días de mal tiempo que hemos tenido disfrutando con los cantos y los
bailes en nuestra cocina dirigida por el cocinero Ali, un verdadero maestro para atraer el ambiente y el
buen humor cuando la nieve, la ventisca y los malos humos climatológicos quieren robar todo el
protagonismo en el campamento. Si cuando hay mal tiempo coincide con el descanso después de hacer
el trabajo, son días doblemente aprovechados, porque no hay nada peor que coincida el reposo con los
soñados días de cumbre, despejado y sin viento.
A las doce de la noche nos ponemos en marcha y todos los que nos hemos juntado aquí, hasta mi primo
Koke Lasa que está con otro grupo guipuzcoano, sumamos un farolillo más a la fila que emprende los
primeros metros de terreno mixto que debemos sortear. Como voy pendiente de mi grupo no puedo
dar rienda suelta a lo que me pide el cuerpo. Un cuerpo que es sabio y que por eso prefiere correr más,
para entrar en calor, entre otras cosas porque el frio que hace me está dejando insensible el dedo gordo
del pie derecho. Por si acaso lo voy moviendo dentro de la bota para saber que todavía puedo
gobernarlo.
El amanecer nos regala unos momentos llenos de magia y gratas sensaciones que nos salpican a la vista.
Hasta el frio se queda helado contemplando el paisaje que va cambiando con la sabiduría de seducir a
cualquiera que ose mirarlo. Lo malo de esto es volver a la realidad y en esto coincido con Cándido que
está al lado mío y que me sugiere que hagamos una parada para meternos algo al cuerpo que pueda
curarnos todavía de la pájara que llevamos encima. No hay nada como darle al cuerpo lo que pide, por
lo menos en estos momentos. Así podemos seguir sin miedo hasta que flanqueamos hacia el lado este
de la montaña.
En esta última y larga pendiente están los que forman la cabeza de grupo: un coreano y dos sherpas que
están montando algunas cuerdas fijas. Viendo que no habrá problemas para mis compañeros y que
quiero ayudar a abrir la huella, continúo a mi ritmo paso a paso sin parar, disfrutando enormemente por
estar acompañado por una gente formidable y entregada, por un día magnífico y la fuerza que todo esto
me trasmite. Abrazo la cumbre y doy gracias a quien me oiga por haber vivido estos momentos tan
gratos.
En el campo base celebramos estos primeros ochomiles de los compañeros y yo voy cargando las pilas
para lo que me espera en el Hidden Peak. Como no quiero hacer perder tiempo a mi grupo mientras
estoy en la montaña decido salir cuanto antes. Como siempre voy pensando sobre la marcha qué es lo
que más me conviene para llevar a buen término la ascensión. El cuerpo me pide descanso y que no
cargue demasiado peso sobre las espaldas. La estrategia queda entonces organizada: subiré de tirón
desde el collado “Gasherbrum La”, situado a 6500 metros, hasta la cima, así evitaré ir cargado por el
corredor y me ahorraré una noche en un lugar incómodo.
A la una de la madrugada voy hacia el corredor con las pilas cargadas y sabiendo que el reto que tenía
era difícil y expuesto. El corredor no estaba apenas equipado y debido a la poca nieve en la parte de
abajo, tenía que ir escalando por un terreno mixto bastante vertical. De repente escucho un ruido que
me paraliza y enseguida me lleva a pensar en lo que ha ocurrido. He perdido un crampón, se ha
despeñado y me deja durante no más de dos segundos sin saber cómo reaccionar. “Con un solo
crampón se puede llegar muy lejos”, me digo y prosigo sin darle mayor importancia. Luego en travesía
accedí al corredor de nieve blanda e inestable que hacía penoso ir ganando metros. Amaneciendo me
alegré que por fin la nieve estaba más dura y que no faltaba demasiado para llegar al campo 3. Desde
hacía dos años que nadie había pisado la cumbre del G 1, así que una vez hube bebido y recuperado
fuerzas comiendo y descansando proseguí entusiasmado por ver que el día por lo menos, me iba a
acompañar. En algunos momentos la nieve blanda me obliga a apretar los dientes y seguir con
paciencia. En otras partes la nieve se endurece y tengo que seguir apretando los dientes y mordiendo
con el canto de la bota desnuda de crampón. La progresión así se hace mucho más fatigosa porque
apenas hay momentos en los que puedo permitirme descansar y si lo hago, siempre tengo que cargar el
peso en la bota que lleva el crampón. Soy consciente de que nunca antes había conocido un trabajo tan
pesado en altura. Lo bueno es que me noto con un fondo incombustible y no dejo que los ánimos me
abandonen.
La última rampa resulta ser el resumen de toda la ascensión: nieve blandísima que me hace ir de un lado
a otro para sentir que avanzo algún metro, inclinación como para no cometer ningún fallo –aquí pienso
que la bajada hay que hacerla con mucha cautela-, y altitud que a punto está de pasar la cuota de los
ochomil. Los últimos metros antes de la arista son de ambiente total, por una rampa de más de 60º de
inclinación voy superando la arista y me asomo a la otra vertiente de la montaña donde se me abre un
mundo de picos, glaciares y abismos que me resulta indescriptible. Aquí tengo que cabalgar unos metros
sobre la afilada arista hasta que puedo pisar una loma menos inclinada que me permite llegar a la
cumbre.
Después de haber experimentado días atrás la cima del G 2, en donde bastante gente compartía la
alegría de ese día, hoy es un día especial para mí por haber logrado en solitario y abriendo toda la huella
desde el campo 2 hasta el punto más alto que ahora piso. El esfuerzo al que me he entregado aquí
nunca antes lo había realizado y sin embargo, sé que estoy bien para realizar el descenso. Pienso en lo
que es capaz de superar nuestro organismo teniendo la fe y la entrega necesarias.
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