Texto completo digital - Naturalis

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Chaves, M. y Fidalgo Zeballos, J. E. (coords.) (2012 en prensa) Políticas de infancia y
juventud: producir sujetos, construir Estado, disputar sentidos (provisorio). Buenos
Aires: Espacio– Foro -CIC. 300 págs.
Culturas juveniles en la tapa del diario: tensiones entre el
margen y el centro de la hoja
Dra. Mariana Chaves1
Sobreviviendo en este
Mundo nos criamos,
Y nos marginan todos,
A nadie le importamos,
Solo nos nombran,
Cuando mal actuamos,
Cuando nos drogamos,
Robamos,
O matamos..
Yo pienso,
Deverian dar otra opciones,
Ya estan llenos los penales,
De malandras,
Y ladrones.
En mi barrio
Se tendrian q formar profesionales,
En lugar de q los chicos,
Se hagan criminales..
Este es el mundo del reves,
Donde yo vivo,
Donde tu amigo,
Mañana puede ser tu enemigo,
Donde a los chicos les falta,
Qe comer, y abrigo,
Donde los buenos se mueren,
Y los malos siguen vivos..
El mundo del revés en Estilo Monoblockero. F.A. Fuerte Apache, 20092
1. Introducción
“Tribus juveniles”, esas fueron las palabras que usaron los compañeros/as de
las organizaciones el día que nos juntamos a planificar la actividad que luego
dio origen a este libro. Querían conocer cómo habían aparecido estos grupos
de chicos y chicas, a qué respondían, por qué se juntaban, en torno a qué, era
algo contraproducente para ellos/as o no, cómo estas pertenencias armaban
prácticas y moldeaban su subjetividad, ¿eran extraños? Les daba intriga la
1
CONICET-Grupo de Estudio en Juventudes, NES, FTS, Universidad Nacional de La PlataUniversidad Nacional de Tres de Febrero. [email protected]
2
Más información, música y videos en http://elfuerteapache.com/
1
diferencia, la estética espectacularizada, pero sobre todo, muchos
compañeros/as recordaban cómo habían aparecido como noticia en las tapas
de los diarios y en la televisión. Fue de repente, decían algunos, causando
sorpresa, asombro, planteaban otros. El tono en algunos casos era cómplice, o
más bien silencioso porque decían no tener como explicarlos o entenderlos,
pero en otros se deslizaba un cierto rechazo y no solo sentimiento de
extrañeza, y ahí su discurso se confundía con el que usaban las industrias de
la comunicación. Con base en ese interés organicé la charla en 2009 y ahora el
capítulo de este libro, intentando resignificar la demanda bajo los términos
aprendidos en los campos de estudio de la cultura y la juventud. Estos dos
temas no solo organizaron el capítulo sino que me sirvieron para armar las
imágenes del título jugando con el diseño de un periódico.
La tapa del diario me permite reconstruir el escenario de disputa por la
representación del otro. El margen y el centro de la hoja sirven para diagramar
según relevancia los temas de cultura, juventud y/o problema social. Y la
importancia, o quién decide qué se dice, cómo y por qué, constituye la lucha
política en acto: ¿cómo es que “algo” se convierte en tapa de un diario? ¿cómo
aparece en el centro o en el margen de la hoja?. Si tomáramos la metáfora de
imaginar la sociedad como una hoja del diario: ¿por qué las y los jóvenes
aparecen a veces en el centro y otras en el margen?, ¿por qué algunas de sus
prácticas nunca se ven (están al margen) y otras se muestran hasta el
hartazgo? ¿por qué –¿quién decide?- que estas prácticas juveniles son
“buenas” y estas otras son “malas” para la sociedad? Los términos morales
están presentes explícitamente en los contenidos de las notas e implícitamente
en la distribución de las noticias, por ejemplo si aparece en la sección Sociales
o en Policiales.
El capitulo ofrece por un lado herramientas para observar, caracterizar y
trabajar con prácticas culturales de jóvenes, y por otro discute cómo son
generalmente presentadas estas prácticas en la esfera pública, cómo se
convierten en tema de debate, y por qué en muchos casos se las define como
“problema social”. Analizar cuáles son los mecanismos por los que esto se
produce, y cuáles son las consecuencias de poner en marcha estos
dispositivos de producción de representaciones y prácticas son el propósito
político de este escrito.
2. Aclaraciones sobre culturas
La primera cuestión es ponernos de acuerdo en cómo vamos a definir cultura,
porque no nos conviene hablar de culturas juveniles o prácticas culturales de
jóvenes sin antes consensuar este concepto, y luego ubicar ahí la especificidad
de lo juvenil en la cultura. Propongo utilizar la noción más extendida en las
ciencias sociales, elaborada por el antropólogo Cliford Geertz (1987) en 1973,
quien nos dice entendamos la cultura como una matriz de significados, un
tejido producido por los propios sujetos y que al mismo tiempo los sostiene.
Imaginémonos como arañas tejiendo el mundo simbólico en el que vamos a
vivir – sujetos produciendo cultura y la cultura produciendo los sujetos-, y
donde el papel del investigador, o el que busca comprender e intervenir, debe
2
estar centrado en la interpretación de las significaciones de esas experiencias
compartidas.
Esa matriz no es ni quieta ni estática ni románticamente armónica. Casi todas
las personas quieren que el sentido que le asignan a las cosas sea el
verdadero, el legítimo, y pelean para ello. Es relevante pensar la cultura como
un campo de luchas de sentido, como arena política, con una historia
espacialmente situada y una multiplicidad de diferenciaciones sociales que la
atraviesan y componen. Diferencias en términos de clase, de etnia, de género,
de territorio y de edad, entre muchas otras3. Todos estos elementos participan
a la vez, en simultáneo, en la producción de las culturas, aunque a veces
emerjan con más claridad algunos caracteres que otros, o parezca que
corresponde a ciertos sectores poblacionales y no a otros, es necesario tener
presente que en la cultura siempre participan todos los sectores sociales y
todos los grupos de edad. ¿Qué quiero decir? Que conceptualmente es
imposible que un sector social solo, sean niños, jóvenes, pobres, ricos,
campesinos, piqueteros o empleados del estado, produzcan UNA cultura.
Eso nos lleva a hacer la segunda aclaración: no existe la cultura juvenil. Luego
de esta certeza conceptual, apacigüemos esta afirmación. Lo que no existe es
la posibilidad que un solo grupo etario construya UNA cultura, separada de la
historia, del futuro, de otros grupos de edades. Como dije, la cultura es una
matriz general y entonces es irreductible su producción a un solo sector,
hacerlo sería una incongruencia conceptual.
Un ejemplo de esta forma de explicar lo cultural, sectorizada y aisladamente,
fue la propuesta de Oscar Lewis (1980) para pensar lo que él llamó “la cultura
de la pobreza”4. Donde interpreta las prácticas culturales de “los pobres” –que
solo es tal en relación a otros, pobreza/riqueza por ejemplo- como una cultura
diferenciada, que se reproduce a sí misma dentro de ese grupo sin relación con
los otros. Si a esta explicación le sumamos un relativismo manipulado, que
sostenga que no hay por qué transformar la cultura de otro grupo, obtenemos
la justificación de la desigualdad en las condiciones de vida. La estratagema
del pensamiento es bastante falaz apenas se la pone en cuestión, pero ha sido
y sigue siendo muy exitosa en ciertos círculos académicos, en varios planes de
intervención, en divulgadas plataformas político partidarias, y sobre todo, en el
conocimiento cotidiano, que es donde muchas veces se decide la hegemonía.
¿Cuáles eran las consecuencias políticas de sostener “la cultura de la
pobreza”?. En primer lugar la “culturización” de la clase social. Creando una
sinonimia entre cultura y sistema de clases (sociales), donde se pierde el
carácter relacional de la producción de esa clasificación (en este caso, ¿en qué
sistema de relaciones se produce la pobreza?), y se convierte a los productos
de la clasificación, el tipo construido (el tipo de sujetos que se nombra como
producto de ese sistema de relaciones de clase: los pobres), en la causa, –
culpable por supuesto-, de la producción de esa diferencia. Esta perspectiva
3
Para la discusión sobre cultura, poder y diferencias se recomienda Williams (1997, 2000) y
Hall (1984) entre otras obras.
4
En la obra de Valentine (1970) se halla una completa crítica a esta postura.
3
dice: los pobres se hacen solos a sí mismos como pobres; la pobreza, como
cultura, se autoproduce y reproduce, sin otros.
Otro grupo de consecuencias se suman cuando se enfoca en las producciones
culturales de los sectores pobres. Generalmente usando miradas inferiorizantes
se reproducen viejas pero vigentes nominaciones estigmatizantes:
arte/artesanía, culto/popular/masivo, música/ruido, buen gusto/mal gusto.
Además las descripciones son exotizantes, deshistorizando y presentando las
prácticas “de los pobres” como cosas “raras”, incomprensibles, y como ya
dijimos de “mala calidad”. Las más de las veces se intuye en los relatos, o es
explícita, una asociación con la pérdida de tiempo (porque parece que ser
pobre implica trabajar siempre, nunca entretenerse por ejemplo), con cierto
carácter de animalidad (más cercano a la naturaleza, sin raciocinio) y, no podía
faltar, la peligrosidad que acecha. Si le sumamos color encontraremos racismo
de clase. Todo conforma estereotipos repetidos hasta el cansancio, con alta
eficacia simbólica, determinando formas de producción del otro (y de
relacionarnos con él o ella).
He dado un rodeo explicativo con el ejemplo de la cultura de la pobreza, y la
generación de estigmas y prejuicios, para llegar con más herramientas a
develar las relaciones de poder implicadas en el sistema de grupos y grados
de edad en nuestra sociedad5. Pero antes algo más.
Las clasificaciones, es decir, la separación en clases de cosas, son
relacionales. Una persona puede colocar algo en un lado u otro a partir de
decidir que no va en otro lado, en otro casillero, para pensarlo como si
estuviéramos ordenando: las medias van con las medias, porque no son
bombachas, y las bombachas van todas juntas. Estos criterios de clasificación
por supuesto no son universales, no hay algo en sí en las medias, algo
esencial, que no permita que las agrupemos con las bombachas. Pero si el
criterio de organizar la diferencia es por forma, pues van separadas. Si la
diferencia a tomar en cuenta, -en realidad la diferencia que vamos a producir-,
fuera por colores. Entonces tendríamos clase roja, compuesta por medias y
bombachas rojas, clase blanca, compuesta por todo lo blanco, sean medias o
bombachas, y así sucesivamente. Hablaríamos de lo rojo y lo blanco. Para
diferenciar a cada clase siempre tiene que existir otra, lo otro, lo blanco es lo no
rojo, no negro, no verde, etcétera, ubicados en un sistema de colores.
Repitiendo lo dicho al inicio del párrafo, las categorías son relacionales. Se han
5
Utilizaremos en el texto la distinción entre grado y grupo de edad propuesta en 1929 por el
antropólogo Radcliffe-Brown:
“Grupo de edad—Un grupo reconocido y a veces organizado de personas (con frecuencia
hombres solamente) que son de la misma edad. (...) En el este y el sur de Africa, un grupo
de edad está normalmente formado por todos aquellos hombres que son iniciados al
mismo tiempo. (...) Una vez que una persona entra en un grupo de edad dado, ya sea por
nacimiento o por iniciación, permanece como miembro del mismo grupo por el resto de su
vida.
Grado de edad—Este término debe ser guardado para divisiones reconocidas de la vida de
un individuo mientras pasa de la infancia a la vejez. Por lo tanto cada persona pasa
sucesivamente de un grado a otro, y, si vive lo suficiente, pasará a través de toda la serie:
infante, niño, joven, hombre joven casado, anciano, o lo que sea. (Radcliffe-Brown,
1929:21)” (traducción Kropff, 2007)
4
construido históricamente y se reproducen cotidianamente. Al mismo tiempo
que “usan” la diferencia, la producen6.
Todas estas “confusiones” y consecuencias que describimos para lo pobre,
suceden también si pensamos las culturas juveniles actuales como separadas
de las culturas que hubo antes y de las que existen en el país y el mundo.
3. Aclaraciones sobre juventudes
Hemos acordado que la cultura se produce. Si lo llevamos a la particularidad de
lo joven podremos hablar de dos procesos: la producción cultural de la juventud
y la producción juvenil de la cultura7. Nos dedicaremos aquí al primer punto:
cómo la cultura produce juventud.
¿Cómo la cultura produce la diferencia etárea? ¿qué etapas de vida tenemos
en nuestras culturas? ¿Qué modelos se proponen desde la cultura para vivir
cada etapa de la vida? ¿Cuáles son las relaciones de poder entre los grados de
edad? Estos son interrogantes generales de la producción cultural de las
edades, y en particular para la juventud, podríamos preguntar ¿cómo se
inventó la juventud?, ¿cuándo apareció en la historia un grupo de personas a
las que se las llamaba asi?, ¿cuándo se empezó a estudiarlas?, ¿cuáles son
las diferentes formas de ser joven?, ¿cuáles formas de ser joven se lograron
establecer como “normales” y cuáles como “anormales”? Las respuestas nos
ofrecerian una construcción histórica de lo etario, nociones de cómo fueron
apareciendo, cómo se fueron marcando y experimentando las diferencias de
edad, qué etapas aparecieron y con qué características8.
3.1. Estructura etaria
Para avanzar en la explicación es necesario primero abordar otras dos
cuestiones más generales desde las que emergen, y en las que se nutren, las
clasificaciones etarias en la sociedad y la cultura. Se trata de las nociones de
tiempo y de ciclo de vida.
Desde el inicio del capitalismo en el siglo XIX, los científicos y políticos que lo
intentaban comprender, ya sea para profundizar el mecanismo de explotación
del hombre por el hombre que le da sustento, o para luchar denodadamente
contra ello, nos mostraron que la estructura de clases sociales se basaba en la
desigual distribución de las posiciones en torno a la propiedad (ya sea objetos,
medios o fuerza de trabajo). No solo por las firmes explicaciones dadas desde
aquel entonces por las ciencias sociales, sino también por la experiencia de los
6
Para profundizar conceptualmente se recomienda Joan Scott (2001), y para imaginarlo más
Jorge Luis Borges en su muy citado cuento “El idioma analítico de John Wilkins” (1952).
7
En esta oportunidad prefiero usar el término producción y no construcción, para alinearme
más con los trabajos de Karl Marx (1991), Pierre Bourdieu (1998) y Martín Criado Boado (1998)
reforzando el modo en que se producen los sujetos. Pero nombrarlo como construcción
también es adecuado, tal como se toma de la obra de Carles Feixa (1998) y escritos de mi
autoría (Chaves, 2010).
8
Para una historia de la juventud y sus análisis ver Feixa (1998), Groppo ( 2000) y Levi y
Schmitt (1996).
5
desiguales lugares que hemos ocupado, muchos aprendimos a pensar lo social
intentando no olvidar las clases sociales.
Más tarde, las luchas feministas y el desarrollo de las teorías de género, nos
empujaron a separar el sexo del género, a entender la diferencia entre la
naturaleza y la cultura desde este lugar. A aceptar que una cosa es el dato
biológico, por ejemplo ser hembra, y otra distinta el procesamiento cultural y
social de ese dato biológico, por ejemplo: hacerse -y que te hagan, y te traten
como- nena o como varón. El desarrollo de los estudios étnicos e identitarios,
muchas veces peleándole palmo a palmo terreno al racismo, nos mantenían
alerta sobre la cuestión relacional de lo identitario. El cómo se construye un
nosotros y los otros: siempre juntos, nunca hay una identidad sin una alteridad9.
Entendíamos con esta suma de clivajes de lo social que no solo teníamos
estructura de clases sociales, sino también estructura de género, étnica y
racial. Múltiples mecanismos de producción de diferencias que se superponían
y nos complicaban “el objeto de estudio” impidiendo miradas certeras si no se
tomaban estos elementos de algún modo en cuenta.
Una característica de las clasificaciones antes mencionadas es que las
personas no imaginan una predeterminación de sus vidas para atravesar todas
las posiciones que hay en esas estructuras. Es posible, pero no siempre es un
deseo, y mucho menos una certeza. No siempre a lo largo de la vida se será
explotado y patrón, rico y luego pobre, mujer y luego varón, o viceversa,
aymara y antes de morirse toba qom o “gringo”, o encarar procesos de
blanqueamiento como Michel Jackson naciendo negro e intentando morir
blanco. No hay entonces previsibilidad ni proyección mayoritaria en atravesar
todas las categorías.
Pero hay una estructura aún no nombrada en la que sí nos imaginamos
ocupando todas las posiciones existentes. Es la estructura etaria. Nacemos,
nos piensan niños, nos pensamos luego adolescentes, jóvenes, adultos y nos
sabremos viejos. Está previsto socioculturalmente que ocupemos todas las
categorías, y lo hagamos sucesivamente, linealmente. En distintos tiempos que
serán medidos y pautados según parámetros que podemos anticipar como una
combinación de condiciones sociales e imágenes culturales (más adelante
tratamos este punto).
Con la edad, así como hicimos antes con el género, tenemos que aprender a
separar el dato biológico del procesamiento sociocultural de dicho dato. El dato
biológico de la cantidad de años transcurridos desde la fecha que nacemos
debe distinguirse del modo en que la cultura y la sociedad lee, genera
expectativas, promueve, que vivamos ese tiempo de la vida.
El plan analítico que propongo es desarmar, o por lo menos reflexionar, sobre
lo que nos representamos cuando nos contestan esa inefable pregunta de
conocimiento del otro que media las presentaciones en la vida cotidiana:
¿cuántos años tenés? El número contenido en esa respuesta disparará nuestro
sistema clasificatorio haciendo emerger representaciones que adscribiremos a
9
Para profundizar sobre le carácter relacional de lo identitario consultar Barth (1976)
“Introducción”.
6
esa persona. Sepamos que el contenido de lo que nos representamos sobre el
otro está procesado a partir de nuestra matriz cultural y social de pertenencia.
3.2. Procesamiento social de las edades
Si lo que pensamos de la edad no tiene un origen natural, no es universal,
único y permanente, ni compartido por todos por igual, podemos ir a husmear
el origen de los usos actuales para acercarnos a entender el presente. Para el
caso de la niñez el autor más citado es Philippe Ariés (1987), quien relata que
la infancia empieza a formarse en la Edad Media y se consolida con el sistema
capitalista a principios del siglo XX.10 Los inicios de la utilización del término
adolescencia y sus usos podemos rastrearlos a inicios del siglo XX en Estados
Unidos, donde Granville Stanley Hall (1844-1924) publica su enciclopédico libro
“Adolescencia: su psicología y sus relaciones con la psicología, la sociología, el
sexo, el crimen, la religión y la educación” (1904), proponiendo el término
adolescencia y elaborando una descripción de grupos de hijos
estadounidenses que compartían una situación familiar donde no estaban
obligados a trabajar sino principalmente a estudiar y divertirse esperando el
momento de madurez. Estos adolescentes estaban causando preocupación en
la opinión pública norteamericana por la rebeldía de sus comportamientos y el
temor a que sus prácticas cuestionaran la moral puritana que acompañaba la
formación de esa Nación. La teoría de Hall favorece la defensa explicando que
dicho comportamiento tiene bases biológicas, por lo tanto es natural, “normal”.
La causa del desorden comportamental, en relación a los padres y la sociedad,
es el efecto del desorden hormonal que forma parte del estadio de la pubertad
en el que se encuentran argumenta, pero sobre todo repite un momento de la
evolución de las sociedades.
Hall apoya su psicología del desarrollo infantil en la teoría biológica de la
recapitulación propuesta por Ernst Haeckel en 1886 quien sostenía que la
ontogenia recapitula la filogenia. Esto es, que el desarrollo embrionario del
individuo de una especie (desde la gestación hasta el nacimiento), repite los
capítulos del desarrollo de la especie en términos de su historia evolutiva,
desde lo que fueron las formas de “los antepasados” hasta el presente de la
especie. Esta explicación ha tenido numerosas críticas, asi como algunos de
sus argumentos, o parte de sus ideas, pasaron a formar parte de teorías más
complejas en la actualidad para la comprensión de la evolución humana tanto
en términos de ontogenia como de filogenia. Pero para nosotros, su
importancia radica en el impacto que produjo en las ciencias sociales y del
comportamiento. En el siglo XIX con un contexto de hegemonía del
pensamiento evolucionista, las búsquedas de las explicaciones sobre lo social
y comportamental buscaron sus argumentos en la biología, que ya se había
validado científicamente, o por lo menos había producido un importante efecto
de verdad.
El evolucionismo social que explica las diferencias entre sociedades y culturas
en términos de diferencias de grado evolutivo (salvajismo, barbarie y
civilización), o el darwinismo social que interpretaba la “supervivencia del más
10
Más sobre infancia y su procesamiento sociocultural en Agamben (2004) y contextualizado
en Argentina Corea y Lewkowicz (1999).
7
apto” y la “selección natural” como los criterios con los cuales se organizaba lo
social, eran un marco para que George Stanley Hall propusiera su teoría del
desarrollo basado en la teoría de la recapitulación embrionaria. Sostenía que la
maduración de la persona recapitula los estadios de la evolución de las
sociedades. De este modo los primeros tiempos de vida corresponden a un
modo animal y lo denominó infancia, luego se pasa a la niñez donde se repiten
actividades de los cazadores y recolectores, luego la juventud que corresponde
al estadio de salvajismo; más tarde un periodo de turbulencia que la humanidad
transitó corresponde a la adolescencia (el autor la ubica entre los 13 y 24 años)
y finalmente se ingresaría a la adultez donde el individuo se comporta y se
compone completamente como ser humano civilizado (Hall, 1904). La sociedad
debería tolerar -dar un permiso social-, para transitar el periodo adolescente
porque esto se debería, como ya dijimos a una cuestión hormonal, pero
además, y sobre todo, corresponde a un periodo de la historia de la humanidad
que está siendo recapitulado en el desarrollo psíquico individual.
La teoría de la recapitulación de Hall en psicología ha sido descartada, pero la
noción de adolescente que propuso, y principalmente, cómo esa noción o
algunos de sus elementos se expandieron e instalaron como representación
social compartida en el conocimiento cotidiano desde aquel entonces hasta hoy
nos habla de su vigencia. Las representaciones de la adolescencia como
periodo de turbulencia emocional y “tormenta y stress” se mundializaron.
Nos hemos remontado a principios de siglo XX, porque el conocimiento del
origen de algunas representaciones vigentes nos ayuda a discutir y
desnaturalizar la imagen de los adolescentes como portadores de desórdenes
innatos o de la adolescencia siempre vivida como época de turbulencia
problemática. Queremos con ello demostrar que son los distintos actores
sociales, en cada tiempo y lugar, los que construyen las formas de representar
las edades. Se trata de cómo la sociedad procesa socialmente (valga la
redundancia) las edades biológicas. Se trata de cómo cada sociedad se
organiza distribuyendo roles, representaciones, bienes, derechos, obligaciones
según las edades de las personas conformando estructuras etarias e
instalando formas de relación entre cada una de las clases de edad (grupos y
grados de edad).
Hay, por supuesto, quienes se opusieron a esta idea de la adolescencia en el
formato universal. Las críticas provinieron de la antropología del período de
entreguerras enmarcadas en el debate sobre naturaleza y cultura. Su principal
autora, Margaret Mead, se preguntaba,
Con tal actitud hacia la naturaleza humana, el antropólogo prestó
atención alas opiniones corrientes sobre la adolescencia. Observó cómo
actitudes que le parecieron dependientes del ambiente social –la
rebelión contra la autoridad, los interrogantes filosóficos, el florecimiento
del idealismo, el conflicto y la lucha- era atribuida a un período de
desarrollo físico. Y sobre la base de su conocimiento del determinismo
de la cultura, de la plasticidad de los seres humanos, vaciló. ¿Se debían
estas dificultades al hecho de ser adolescente o al de ser adolescente
en los Estados Unidos? (Mead, 1996:20 [1929])
8
La autora realizó un estudio de las formas de vida de las adolescentes en las
Islas de Samoa, y demostró que no existía la forma “adolescente” tal como se
había expandido en el ambiente educativo, familiar y religioso de EEUU. La
transición a la edad adulta no se vivía ni como turbulencia ni como stress.
Interpreta la autora que esa caracterización estaría correspondiendo
exclusivamente al modo de vida norteamericano respondiendo a los conflictos
de dicha sociedad en general y en particular de las presiones sobre el grupo y
grado de edad.
Han sido múltiples los aportes de la ciencia para convalidar la legitimidad de
esta representación conflictiva de lo adolescente y los adolescentes. El avance
y el uso de la noción en la vida cotidiana hizo –como suele suceder siempre -,
perder de vista el carácter de constructo histórico de la noción para presentarse
como parte de un orden natural, la naturaleza misma: así se es adolescente.
En parte por estas tradiciones diferenciales de las disciplinas el término
adolescencia es más usado en medicina, psicología, pedagogía y trabajo
social, que en sociología y antropología, donde circuló más la noción de
juventud.
El término juventud es posterior al término adolescencia en el campo científico.
La historia nos muestra que en el mismo orden que emergen como sectores
sociales diferenciados la infancia, adolescencia y juventud, en ese mismo
orden se fueron definiendo “científicamente” cada una de las edades. La
juventud irrumpe en la década del 50 (existía previamente pero no masificado)
como un formato de experiencia de vida que se mundializará en los ´60,.
Producto de transformaciones en el sistema capitalista (mercado de trabajo,
aumento de niveles de escolarización, entre otros) y en la producción cultural
de la época (posibilidad de reproducción masiva de bienes simbólicos,
expansión de la industria del entretenimiento y generación de productos
culturales desde los jóvenes y también mayor capacidad de consumo del
sector)11. En el mismo período irrumpe y se visibiliza masificado lo juvenil en
nuestro país.12
Historizar la cuestión de la edad permite romper con la idea naturalizada de
que el ciclo de la vida es igual para todas las culturas y todas las sociedades.
Nos lleva a comprender que la segmentación por edad y la institucionalización
de las edades son procesos que se construyeron en el tiempo como resultado
de transformaciones sociales. Ejemplos clásicos son las distintas ordenaciones
del sistema educativo, del ejército, o del sistema de salud, pero hay una
organización que actúa de fondo de todo el funcionamiento de nuestra
sociedad, ya que distribuye los bienes jurídicos sobre los que se asienta la
legalidad, la propiedad y la organización del Estado Nación: dependerá, en
principio exclusivamente13, del tiempo que uno/a lleve sobre este mundo los
11
Para profundizar sobre factores que contextualizan la emergencia de la juventud ver Feixa
(1998), Reguillo (2000), Groppo ( 2000) o Hobsbawn (1998).
12
Para Argentina consultar Manzano ( 2005, 2010)
13
Incluyo la aclaración “en principio”, porque es la edad biológica el criterio tomado como
equivalencia universal de la unidad e las pesonas en su posibilidad de igualdad de los
individuos. Pero esta construcción abstracta no ocurre en la práctica social sin la
interseccionalidad de otros clivajes como la clase, el género, la etnia, entre otras. Lo que hace
9
derechos y responsabilidades que le asignarán. Es un sistema organizado en
forma abstracta sobre la edad cronológica, biológica reforzando la percepción
de unidad del hombre y universalidad de la igualdad.
El discurso científico ha acompañado la segmentación e institucionalización del
curso de la vida. Diferentes teorías validaron las separaciones sobre la edad
biológica y muchas lo siguen haciendo en la actualidad. Como ejemplo la
psicología y pedagogía, que argumentaron por terminar con la enseñanza que
hoy llamaríamos no graduada, y también que no se educaran más en el
contexto de la familia, abogando por crear instituciones donde estuvieran juntos
los que tenían la misma edad biológica, fueran a su vez divididos en grados y
recibieran conocimientos divididos justificando bio-psicológicamente la
distribución gradual (un contenido para cada edad).
La confluencia de todos los discursos, prácticas y formatos organizó una
estructura en edades en nuestras sociedades, que ha ido variando en el
tiempo. Al tratamiento que cada sociedad o cada cultura hace de las edades
biológicas y cronológicas es lo que denominamos el procesamiento social de
las edades, y nos demuestra que las edades se construyen culturalmente. De
ello que podemos hablar para el grado y grupo de edad que nos ocupa, de una
construcción cultural de la juventud. Valga la redundancia: las juventudes son
construidas por la cultura de la que forman parte. Son una “parte”, uno de los
grados de edad, que dicha cultura crea para pensar como vivir una parte de la
vida.
3.3. Relaciones de poder entre edades: la perspectiva adultocéntrica
La relación entre edades, como toda relación social, implica relación de poder.
Existen términos para nombrar conjuntos de representaciones y acciones por
los cuales una persona, o grupo de personas, se posiciona en superioridad
sobre otras (cree, enuncia y actúa). En la historia de la antropología cuando
algunos primeros investigadores europeos interpretaban las “otras” culturas, las
veían inferiores, primitivas, promiscuas. Llenaban de adjetivos peyorativos la
descripción de los otros pueblos. ¿Cómo lo hacían? Desde la posición de
superiordad étnica en la que se ubicaban, desde el convencimiento que su
producción cultural, su cultura, la civilización era el parámetro ideal para medir
el comportamiento social de los demás. Eran diferencias de grado nos enseñan
los manuales de antropología. A esa perspectiva desde la superioridad étnica
se la denomina etnocentrismo. Es sinónimo de pensarse el ombligo del mundo.
Un ombligo más lindo, más bueno y mejor que los demás. Las consecuencias
de la aplicación extrema de esta perspectiva se pueden encontrar en las listas
de los explotados hasta el exterminio y los genocidios.
Para el caso de las relaciones de poder entre los géneros conocemos la
posición de superioridad que enuncia el machismo. El análisis en términos de
género no implica que todos los varones tienen una perspectiva machista y que
todas las mujeres tienen una perspectiva feminista, sabemos que no funciona
de esa manera. El modo de entender y avalar la relación de poder con una
que en la concreción de la noción la aplicación de los derechos y responsabilidades no sea
igualitario sino desigual según clase, género, etcétera.
10
superioridad y una inferioridad no es propia de un género ni de un sexo, sino
que es una propuesta ideológica de cómo deben ser las relaciones entre
ambos. Hay entonces machistas tanto entre los que se criaron como varones
como entre las que se criaron como mujeres. Puede haberlos tanto entre los
que nacieron con pene como en las que nacieron con vagina. Separamos así el
sexo biológico del género y de las posiciones de poder que se asumen.
El mismo ejercicio hay que hacer con la edad. Separar el dato biológico del
procesamiento social de ese dato biológico (la edad), y comprender el
significado de sostener posiciones de superioridad de un grado o grupo de
edad sobre otro. La perspectiva adultocéntrica no es el modo de ver DE los
adultos sino el modo de entender las relaciones de edad con validez de la
superioridad de lo adulto; avalando la dominación de lo adulto sobre las demás
edades. Esta ideología la pueden portar personas que son niños, adolescentes,
jóvenes, adultos o viejos. No importa a qué grado o grupo de edad se
pertenece, sino quién se piensa con superioridad para subordinar a los demás,
ya sea que estemos ubicados en la posición de dominantes o de dominados.
Reitero, es un modo de interpretar las relaciones entre las edades, en las
cuales se adscribe y justifica a lo adulto la mayor concentración de poder.
La mayor concentración de poder se puede ejemplificar con la noción de sujeto
jurídico pleno. El mayor de edad capaz es la persona jurídica completa en
nuestra sociedad, para ser un ciudadano pleno, con ejercicio de todos los
derechos y responsabilidades, hay que ser por lo menos adulto. Se otorga
validez legal a esta posición de supremacía. Se legitima y refuerza lo adulto
-persona completa- como parámetro con el cual se miden las otras
experiencias de vida. Consecuencia de entender a este sujeto desde la
perspectiva adultocéntrica es que muchas veces se denigran las experiencias
de vida de las personas que no están dentro de ese modelo adulto. Se lee
tanto la infancia, la adolescencia y la juventud como personas incompletas a
las que “les falta”, y la vejez como momento de pérdida y se lo desjerarquiza
en muchos casos adscribiéndole deterioro de capacidades.
Lo anterior es una de las expresiones de lo adultocéntrico. Pero hay una
segunda cara que se hace posible por una particularidad de la estructura etaria.
Las otras clasificaciones sociales, como clase, género, etnia, no anticipan en sí
como la posibilidad de atravesar todas las categorías que incluyen en su
sistema. No son condiciones sociales que los seres humanos vivamos desde
que nacemos con la idea que vamos a transitar por todo el sistema de
clasificación que hay, es decir, las personas no vivimos con la posibilidad cierta
de: primero soy pobre después rico; o pertenezco a la clase baja después a la
clase media, después a la clase alta; o voy a ser primero femenino, después
masculino. Hay pasajes que se pueden hacer, pero la única condición social
que en sí su estructura concibe el paso por todas sus categorías es la etaria
porque el movimiento interno, el paso de una clase a otra, está dada
fundamentalmente por el paso del tiempo. Todas las personas creen que van a
pasar por todos las etapas temporales del ciclo de la vida que cada cultura
haya construido. Los individuos significan su pasaje por la vida y el tiempo
como niños, luego adolescentes, jóvenes, adultos y viejos.
11
Este sentido permite que las personas que ya han transitado alguna etapa
elaboren significados acerca de ella basados en el conocimiento práctico de la
experiencia vivida: fui niño, fui adolescente, fui joven, sé lo que es y cómo debe
ser. Muchos sujetos objetivan e internalizan esa experiencia etaria como la
forma adecuada de ser niño o joven. La recuerdan y validan como la forma
normal y la mejor manera de haber sido. Les permite por un lado elaborar su
historia personal con valoraciones positivas, pero por otro obtura el
reconocimiento de otras experiencias de vida como legítimimas. Esta es la
segunda cara del adultocentrismo. No es entonces sólo que lo adulto es el
parámetro de medición, sino que además la experiencia juvenil de los que
ahora son adultos aparece como el formato norma de la experiencia juvenil
actual. Sobre esa experiencia que pertenece a otro momento de la historia, que
es imposible de reproducir, se les reclama a los jóvenes por qué no hacen las
cosas que se hacían diez, veinte o treinta años atrás. Y aunque muchos
jóvenes quieran hacer las cosas que se hacían en el pasado, la tarea siempre
quedará trunca porque no hay manera de volver el tiempo atrás y repetir las
condiciones históricas que hicieron a aquellos sujetos posibles. Estaremos
cada día en otro momento, en otra confluencia de economía, cultura y política,
por lo tanto el análisis de la cuestión juvenil debe realizarse
contemporáneamente a la generación de las personas como jóvenes.
4. Cultura/s juveniles en el margen y en el centro
4.1. La producción juvenil de la cultura
La producción juvenil de la cultura nombra el aporte de un grado y/o grupo de
edad joven en la matriz cultural general. Para nuestro caso ¿cuáles son las
producciones culturales de los y las jóvenes? ¿cuáles son las transformaciones
y las reproducciones que estas prácticas juveniles producen en esa cultura
general? ¿Se abandonan cuando las personas jóvenes ingresan a otro grado
de edad? ¿Se continúan y entonces ya no son juveniles? ¿Aparecen otras
construidas por los nuevos miembros de la sociedad? ¿Por qué algunas
producciones culturales se tornan visibles y otras no?
Aportes para una teoría y una metodología del estudio de la juventud y su
participación en la cultura las brindó Margaret Mead en su clásico libro ya
referido en este capítulo; pero era insuficiente, sobre todo para comprender el
engranaje histórico del que emerge toda producción cultural, la complejidad
que suma la desigualdad social y la complicación analítica que generan las
disputas de poder en el campo simbólico. Desde esta combinación los primeros
aciertos se ubicaron en Gran Bretaña con los textos del Centro de Estudios
Culturales Contemporáneos (CCCS su sigla en inglés) de la Universidad de
Birmingham, editados en Resistencia a través de rituales (Hall y Jefferson,
1975 –en castellano 2010) que incluía autores que se convirtieron luego en
referentes: Stuart Hall, Tony Jefferson, John Clarke, Paul Willis, Brian Roberts,
Dick Hebdige y Angela Mc. Robbie entre otros.
Esas investigaciones visibilizaron prácticas culturales de jóvenes como objeto
de investigación, cuestión que no había sucedido con anterioridad. El coctel
12
conceptual para su análisis incluía ingredientes de la historia pensada desde
las clases sociales (el fundador y primer director del CCCS en 1964 había sido
Richard Hoggart) y la cultura desde Antonio Gramsci y la escuela de Frankfurt.
El resultado: estudios que historizaban las prácticas culturales, las leían desde
su origen de clase, a través de las disputas de poder en la cultura (hegemonía,
subalternidad y contracultura), e intentaban comprender las lógicas internas y
el sentido que los actores otorgaban a sus producciones.
Una detallada, y más compleja, explicación de este cruce lo encontramos en el
libro de Carles Feixa De jóvenes, bandas y tribus, quien presenta un modelo
analítico para el abordaje de la cultura juvenil bajo la denominación de “la
metáfora del reloj de arena” (Feixa, 1998:104). La propuesta ofrece
herramientas para analizar una práctica cultural en clave generacional, es
decir, cómo producen culturalmente las nuevas personas que se generaron en
la sociedad. En primer lugar hay que tener en cuenta lo que ya existía en la
sociedad, ya que ningún producto cultural nace de un repollo o baja de un ovni,
ningún conjunto de símbolos emerge en el vacío sino que tienen contexto
diacrónico y sincrónico. Hay historia y hay contemporáneos. A partir de allí
podemos adentrarnos en los conceptos: cultura hegemónica, cultura parental,
lo generacional, condiciones sociales (por ejemplo clase, género, territorio),
homología, bricolage, imágenes culturales y estilos, cuya utilización nos
permitirá comprender prácticas culturales de jóvenes.14
Podemos iniciar un análisis a partir de esa lista de conceptos, tomar una
situación y ver por ejemplo primero cómo funciona la hegemonía cultural en
ese contexto, qué sentidos hegemónicos circulan e identificar si algunos
elementos de esa cultura hegemónica son tomados por las prácticas culturales
de los jóvenes. Una aclaración: ver y reconocer cuál es la cultura hegemónica y
qué elementos de esos son retomados, tanto sea para reproducirlos, como
para resignificarlos o tomarlos como oposición. Porque algunas veces sucede
que las personas que “aparecen” a la vida social, las personas más chicas, se
constituyen identitariamente en oposición a lo preexistente. Como la edad, la
cultura y la identidad son relacionales, necesitamos para interpretar la situación
elegida ver con qué se relacionan, ya sea para sostenerlo, para ignorarlo o
para estar explícitamente en contra.
En segundo lugar corresponde identificar cómo son las prácticas culturales
parentales (de sus familias de origen), porque no necesariamente las familias
de origen o sectores sociales a los que pertenecen van a tener prácticas
hegemónicas. Habrá prácticas con una coincidencia de la cultura parental y la
cultura hegemónica, y otras donde la cultura parental no sea la cultura
hegemónica, sino que la cultura parental contendrá prácticas contra
hegemónicas, o lo que sucede generalmente, sea una práctica cultural
subalterna.
Continuando el modelo debemos observar las intersecciones entre culturas
juveniles y condiciones sociales (generación, clase, género, territorio) para
14
Las definiciones de cada categoría analítica se encuentran en el capítulo 3 “De subculturas,
culturas y estilos” (Feixa, 1998:83-105) disponible en
www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Feixa%20cap3.pdf
13
obtener cuáles son las características del conjunto de símbolos que este grupo
toma para armar una particular visión del mundo dentro de la matriz cultural
general. Es necesario hacer el análisis con la guía de los conceptos de
homología15 y bricolage16 que son dos formas en las cuales se resignifican y
apropian símbolos, lugares y objetos. El resultado de este análisis nos lleva a
hablar de estilos culturales juveniles. Estas producciones llaman la atención
cuanto más espectacular es la elaboración de su apariencia: mods, punk,
hippie, gótico, flogger y emo para más actualidad. Estéticas de maquillaje,
adorno y vestimenta no convencionales, no normativos convocan la mirada y
detonan comentarios. Hablaremos de esos procesos en la siguiente sección,
pero vale antes recordar que son numéricamente mayoritarios los miembros de
lo que podríamos llamar el estilo “común” o como los nombran algunos
jóvenes: “los normales” (Chaves, 2010).
La metáfora del reloj de arena sienta las bases para pensar la producción de la
cultura juvenil en el cruce entre condiciones sociales e imágenes culturales.
Pero además nos impulsa a mantener nuestro análisis al ritmo de la dinámica
cultural porque la arena del reloj siempre se desliza, y al darlo vuelta,
observaremos cómo las prácticas culturales juveniles impactan, influyen,
transforman o pasan desapercibidas en la matriz cultural general. Cómo lo
subalterno o contracultural juvenil puede llegar a convertirse en hegemónico,
por acción propia o por apropiación de las industrias culturales y la masificación
de su reproducción. La dinámica de la cultura en términos etarios queda
dibujada en el reloj de la historia, sin homogeneizar, disputando cada granito de
arena o reproduciéndose sin enfrentamientos.
La ventaja de esta metáfora es también la posibilidad de analizar cómo las
micro-culturas juveniles transforman y llegan a convertirse en prácticas
parentales. Porque las personas jóvenes van a tener hijos, conformarán
familias, pasarán a otro grado de edad y muchas de sus prácticas culturales
van a ir con ellos. Ya no serán prácticas de jóvenes sino de adultos o viejos.
4.2. Procesos de (in) visibilización17
Hemos utilizado varias veces la noción de imágenes culturales bajo el subtítulo
anterior, y en secciones previas escribimos sobre representación social. Sin
ofender a los creadores de cada una pretendo usarlas casi como sinónimos (la
primera es anglosajona, la segunda francesa y proviene de la psicología
social). Escribí que la representación de un adolescente “normal” se había
15
“El concepto de homología remite a la simbiosis que se establece, para cada subcultura
particular, entre los artefactos, el estilo y la identidad de grupo. El principio generativo de
creación estilística proviene del efecto recíproco entre los artefactos o textos que un grupo usa
y los puntos de vista y actividades que estructura y define su uso.” (Feixa, 1998:99)
16
“El concepto de bricolaje sirve para comprender la manera en que objetos y símbolos
inconexos son reordenados y recontextualizados para comunicar nuevos significados.” (Feixa,
1998:98)
17
Esta sección constituye una síntesis didáctica de procesos sociales complejos que llevan
décadas de estudio y debate. Para ampliar sobre los procesos de construcción de realidad,
mecanismos de visibilización, relaciones entre medios, ideología y control social en la misma
línea que aquí se ofrece, pero con mayores aciertos, se recomienda en castellano Berger y
Luckman (1991), Hall (2010) y Verón (2009). En inglés: Hall, Hobson, Lowe y Willis (1980) y
Cohen (1985).
14
construido desde principios del siglo XX en base a términos e interpretaciones
de la biología y cierta psicología. Décadas después en la misma Norteamérica
una imagen cultural masificada de la forma de ser joven rebelde a mitad de los
´50 la podíamos ver en las películas con James Dean (Al Este del Edén y
Rebelde sin causa, ambas de 1955).
Las imágenes culturales circulan a través de textos, conversaciones, fotos,
videos, películas, publicidades, comentarios, libros científicos y de ficción,
periódicos. Están disponibles en la memoria individual y colectiva. Hay
recuerdos de distintas formas de ser joven, se le asocian valoraciones morales,
juicios estéticos o ideológicos. A la mano de todos y todas las representaciones
se internalizan, sin querer o a propósito -eso no importa aquí-, pasarán a
formar parte de un acervo de interpretación del mundo. Tanto las imágenes a
las que se adscriba, como a las que se opongan o rechacen, permitirán
articular identificaciones que constituirán al sujeto, sus pertenencias grupales y
sus representaciones sobre los otros.
Nos incluímos /excluimos de cada imagen cultural: tal estilo, el rebelde, el
revolucionario, el que “no hace nada”, el adolescente conflictivo, el
reproductivista. Un repertorio de significados. Pero ¿Cómo se hacen visibles
unas imágenes y otras no? ¿Por qué los “chicos buenos” aparecen en la
sección sociales y los “chicos malos” en la de policiales” del diario? ¿Por qué a
cada uno de ellos se los describe/construye con un color de piel, una edad, una
ropa, un consumo determinado? ¿Por qué no tienen difusión los trabajos de los
pibes en las escuelas pero cuando alguno se lastima aparecen varios móviles
televisivos y radiales en la puerta? ¿Por qué no se ven las miles de
producciones culturales de jóvenes en la tele y sí ocupan horas semanales los
programas que muestran cuando se pegan, chocan, roban o están borrachos?
¿Por qué cuando un grupo de jóvenes están conversando, seduciéndose,
aprendiendo de la vida, mirando a los vecinos pasar, bebiendo, fumando, un
montón de gente dice que eso es “hacer nada”?
Cuando vemos algo, hay otra cosa que no estamos viendo. La mirada no es
solo parcial por impedimento físico, sino también por intereses. Pero aquí no
queremos centrarnos en la dimensión volitiva individual de qué ver, sino en los
procesos sociales –colectivos y complejos- que colocan algunas prácticas
culturales a la vista y otras no, y las valoraciones que se les asocian. El
desarrollo a fondo de esta cuestión excede el capitulo, pero punteo algunos
criterios para trabajar en pos de la desnaturalización de los mecanismos que
producen visibilidad e invisibilidad -y que son necesarios para explicar en la
siguiente sección el dispositivo del pánico moral-.
En principio debe existir un conjunto de actores que compartan un sistema de
ideas y realicen acciones para instalar lo que debe verse y cómo debe
interpretarse. Son actores colocados en una posición social con mayor
potencial de poder, y que reproducen la diferencia de su posición -a su favor-,
al generar imágenes sobre ellos y sobre los otros. Su producción es
hegemónica. Logran decidir qué, cómo, dónde y cuándo debe verse “algo” o
no. Pero no es un grupo maquiavélico encerrado en una torre que “maneja” la
sociedad. Tras la obra de Antonio Gramsci (entre otros 1984) en la mitad del
15
siglo XX ya no tendríamos que pensar así, sino pasar a comprender la
formación de bloques históricos hegemónicos.
Desde este lugar unas preguntas básicas pueden servir para examinar cómo
se distribuyen las valoraciones/decisiones que hacen visibles una producción
cultural:
- ¿qué es una producción cultural? (a qué se atribuye la calidad de
producción cultural –cultura- y a qué no; por qué se atribuye sentido,
significado a algunas prácticas y a otras no)
- ¿cómo se la adjetiva? (qué valoraciones se le asocian, son valoraciones
morales)
- ¿quiénes la producen? (qué se “dice” de esos actores)
- ¿Dónde se ubica la producción? (a qué territorios se la asocia, por
origen, por uso; qué representaciones circulan sobre esos territorios; con
qué valoraciones)
- ¿Cuándo se ubica la producción? (se la asocia con algún tiempo
histórico: pasado, presente, futuro; con alguna circunstancia histórica
particular; y si fuera asi qué representaciones hay sobre esos
momentos)
- ¿A quién favorece que esa práctica se haga visible positivamente? Y
negativamente? ¿Por qué?
- ¿en dónde se la visibiliza? ¿TV, diario, cámara de diputados, discurso
presidencial, sistema judicial, plaza pública, redes sociales, etcétera?
¿en el marco de qué discusiones se visibiliza? ¿en el marco de qué
disputas? ¿quiénes son los propietarios de esos espacios?
- ¿parecen existir manipulaciones de imágenes para provocar
determinadas opiniones?
Los procesos de visibilización y/o invisibilización y las valoraciones morales de
las prácticas culturales son operaciones ideológicas que actúan como
dispositivos de control social. Retomando la metáfora del título de este capítulo:
¿qué se coloca en “la tapa del diario”? ¿Qué se coloca en “el margen”?
Propongo como hipótesis heurísticas para una sistematización acerca de los
relatos sobre los/las adolescentes y jóvenes, la existencia de dos grandes
modos de hablar de ellos/as: uno el que coloca la vida al margen, y otro
centrado en la vida. La primera posición ofrece por lo menos dos formatos.18
Un primer formato de la vida al margen, es la colocación de las prácticas de
jóvenes en la tapa del diario como espectacularización, exotización y estigma.
Es un formato que logra ubicar al margen a partir de colocar determinadas
representaciones en el centro. Lo puede conseguir presentando imágenes
culturales de jóvenes asociadas al “conflicto” y “la violencia”; siempre
entendidas como inconvenientes, encarnadas en estos individuos y con una
imperiosa necesidad de que desaparezcan (en el sentido que encuentren
“solución”). O también con imágenes culturales de jóvenes realizando prácticas
que, según cada coyuntura histórica y/o proyecto ideológico, se asocian a “lo
problemático”, el “caos”, el “desorden” o simplemente, aquello que no debe
hacerse o no debería suceder. Ambas son operaciones simbólicas de
18
He logrado sólo conceptualizar mínimamente dos, queda abierto a discusión y aportes de
otros formatos.
16
asignación de estigmas que construyen estereotipos y proponen lecturas -por
lo menos- alarmistas. No propone al conciudadano una identificación positiva
con las y los jóvenes, sino rechazo. Se habilita la estigmatización y/o la
exotización a través de representaciones pintorescas, casi caricaturescas, de
acciones colectivas juveniles, quitando o menospreciando el valor simbólico, la
potencia identitaria, la capacidad expresiva y el aporte a la matriz cultural
general que realizan dichas prácticas. Además aquello que se toma para ser
visibilizado de la cuestión juvenil son prácticas de los jóvenes que se presentan
como deshistorizadas, descontextualizadas, despolitizadas, generalmente
asociadas a la marginalidad, en el sentido de construir una representación de
estar al margen de la vida social. Son miradas sobre las culturas juveniles por
fuera del contexto social que las genera, por eso propongo nominarlas como
representaciones de las culturas juveniles al margen de la vida social.19
El segundo formato al margen de la vida consiste en la invisibilización por la
ubicación en el margen de la hoja -o fuera de ella – de las prácticas culturales
de jóvenes de sectores subalternos, o de prácticas contraculturales y
subculturales de cualquier sector social. En estos últimos dos casos se las
invisibiliza porque estas prácticas no han permitido, por oposición o resistencia,
que se impongan sobre ellas valoraciones morales hegemónicas negativas. Lo
explico de otra forma: si no se puede generar un proceso de estigmatización o
exotización de la práctica cultural juvenil, ésta “no califica” para ser tenida en
cuenta en el armado de la tapa del diario. Al no mostrar esa práctica cultural, al
no difundirla, al no hablar o escribir sobre ella la invisibilizan. Hay una
operación simbólica, de carácter ideológico, que tiene por resultado generar el
efecto de la inexistencia de la práctica: si no se ve, no es real, no existe, no es
parte de la vida social. Esto por supuesto no quiere decir que la práctica no
exista, o que no tenga significado para todos los que participan, la conocen y
acceden, o que no tenga algún nivel de impacto en sectores de la población. El
planteo es que hay un proceso de selección de actores y prácticas culturales
juveniles a visibilizar, que no son fundamentalmente las que asocian a los
jóvenes con la productividad cultural y los proyectos de vida, sino todo lo
contrario mostrando a los y las jóvenes sin producción cultural, o las
producciones que se muestran se cargan con valoraciones morales
peyorativas.
Había indicado que hay una segunda posición, la que se centra en la vida, esto
en un doble sentido. Por un lado la vida de los y las jóvenes validada
positivamente como centro del relato (la inscripción de los sujetos), y por otro,
la lectura de esas vidas como producto y productores de un contexto (los y las
jóvenes como miembros centrales, que emergen del centro de la vida social –al
igual que las demás personas-). Si no vemos la juventud en la tapa, y ni
siquiera en el diario, lo que podemos buscar son las escrituras de esos sujetos
en otros medios o por otras mediaciones. Visibilizaremos entonces la
inscripción de los y las jóvenes en distintos espacios de la vida social. Para el
caso que nos ocupa de la cultura, si hay un ámbito donde las nuevas
generaciones se expresan con frenesí es justamente en éste, principalmente
19
Un texto sin contexto, ese es el sentido en que está colocada la noción de margen.
17
en lo artístico, la música o lo estético que es lo que mayoritariamente se
nombra como “la cultura”.
El plan para visibilizar desde la experiencia vital al sujeto es mirar, en primer
lugar, lugares donde las personas están atadas a lo social: ¿Cuáles son los
lazos sociales que se crean en esos términos?, ¿cuáles son los lugares a los
que se anudan colectivamente? ¿cuáles los lugares a los que cuentan
pertenecer? Esos son lugares de partida para empezar a trabajar con
adolescentes y jóvenes. Los pibes se inscriben en muchos lugares.
Generalmente es donde colocan sus deseos -diversos, contradictorios,
parciales, como sean-. Hagamos el ejercicio de encontrarlos como sujetos
activos a partir de la pregunta ¿dónde colocan los deseos? Es un puntos de
partida para estar con ellos/as y comenzar, por ejemplo, trabajos de
intervención. Habilitar espacios para narrar(se) colectivamente. La narración
colectiva del deseo implica una pertenencia como posibilidad de poder ser en
común, de vivir con otros respetando y siendo respetado.
5. Últimas palabras de la tapa del diario: el dispositivo del pánico moral
Si algo sabemos en Argentina, por el aprendizaje histórico de las acciones
colectivas realizadas, es que si queremos que nos presten atención hay que
salir en algunos medios de comunicación: en televisión (que suele ser más fácil
porque tienen más tiempo y más pantalla que llenar), en los diarios y/o en la
radio. La receta sería: “si quiere aparecer en tapa, arme kilombo”. Pero tal
como venimos explicando, sucede que a veces se figura en tapa sin que uno lo
busque. En este capitulo no hicimos foco en las acciones colectivas para
tornarse visibles a los medios de difusión masivos, sino en cómo es el
mecanismo por el cual grupos de personas (expertos, industrias de la
comunicación, funcionarios, legisladores, organizaciones, entre otros),
producen un evento mediático que instala un hecho social como una situación
problemática. Muestra el hecho personalizándolo en sujetos investidos de
caracteres negativos, lo narra exagerada y repetidamente en términos
naturalistas y/o morales, se apoya en discursos “expertos”, genera
preocupación en la ciudadanía, logra colocar el tema como problema
preocupante en la agenda de debate público y propone “soluciones”.
Este dispositivo recibe el nombre de modelo de pánico moral, y ha sido
estudiado desde la década del setenta. Su conceptualización se la debemos a
Stanley Cohen quien en 1972 publica Folk devils and moral panics20
explicando cómo sucede la secuencia de eventos que llevan a que "[una]
condición, episodio, persona o grupo de personas emerge para ser definido/a
como una amenaza a intereses y valores sociales" (Cohen 1972, 9). Las
personas y grupos que habían sido marcados en los sesenta por este
dispositivo, eran jóvenes. Rockers y Mods oponían estilos, paseaban por las
calles y entrecruzaron golpes más de una vez en las playas de Brighton en
Inglaterra.21 Cohen y otros colegas miembros de la Escuela de Birmingham
(Hall, Critcher y otros, 1978; Hall, Hobson, Lowe y Willis, 1980) se ocuparon de
20
A la fecha sin edición en castellano conocida.
La película Quadrophenia muestra esta disputa y ofrece una buena pintura de época con
música de The Who. Director: Franc Roddan, Reino Unido, 1979, Duración 120 minutos
21
18
analizar el proceso por el cual ocuparon las tapas de los diarios, cómo se dió el
debate público, quiénes intervinieron, cuál fue el accionar del estado, y cómo,
para todo ello, fue necesaria la demonización de estos jóvenes, de su
apariencia y de sus prácticas.
No será en este libro en el que desarrollaremos en profundidad este modelo,
pero mínimamente explicaré que se trata de un mecanismo de amplificación
que se compone de varios momentos: Espectacularización (exageración y
reproducción multiplicada), Escandalización (cración y uso de discursos
morales), Debate público (banalización de la discusión, deshistorización de los
acontecimientos y desjerarquización del conocimiento); Políticas (incidencia en
la transformación o creación de políticas públicas generalemente represivas).
Para su accionar es necesaria la participación de actores diversos: grupos de
emprendedores morales, grupos de acción preexistentes o armados para la
ocasión, agentes del estado (legisladores, funcionarios de distintos poderes,
fuerzas de seguridad), medios de comunicación, sectores empresariales,
religiosos, de partidos políticos y científicos, entre otros posibles. Al estilo de la
conformación de un bloque histórico para la producción de hegemonía, estos
sectores deben aliarse en un objetivo común. Puede ser una alianza histórica
de algunos sectores, o coyuntural, pero deben coincidir en la puesta en
marcha, estratégica, del mecanismo de amplificación para la generación de un
“demonio social”, que debe encarnarse en un grupo de personas en particular
con acciones singulares, que permitan hablar en términos de problema, en el
marco de una sociedad armónica, donde este “grupo” causa problemas, tiene
problemas o es un problema. La colocación del tema/grupo como problema
social expande el temor, se retroalimenta con los discursos morales, y si es
exitoso, si prende, diríamos, se genera consenso que habilita políticas
represivas sobre el grupo “del mal”.
Los discursos morales no explican en términos de análisis crítico de la
estructura social, no miran de un lado y del otro ejerciendo el relativismo, o la
diversidad de puntos de vista, o en términos de cómo se produce la cultura.
Funcionan como discursos dicotómicos absolutos, por lo menos en el momento
en que se ponen en acto: el bien y el mal. La noción de grupos portadores del
mal, como ya dijimos, puede generar un consenso que permita la aplicación de
políticas represivas sobre esos grupos que pueden ir hasta el extremo de
políticas de extermino. En la historia Argentina tenemos ejemplos de
consensos habilitadores de políticas de exterminio: en el terrorismo de Estado
se diseñó y ejecutó una politica de exterminio sobre varios sectores sociales,
un grupo importante, fueron los y las jóvenes. En Brasil existen actualmente
políticas de exterminio sobre niños conducidas por grupos no estatales o
mixtos. En estos casos aparecerán en las tapas de los diarios o en el centro de
la hoja como cuerpos muertos, y un gran sector de la población aplaudirá el
triunfo del “bien”.
Al iniciar esta sección escribía sobre los aprendizajes históricos, ¿cómo
aprender de lo que ha pasado?, me interesa cerrar con una referencia al
semiólogo argentino Eliseo Verón (1971), para traer en mi provecho una frase
suya que me permite sostener la pregunta sobre ¿cómo leer lo que está
pasando?:
19
La ideología no es un tipo particular de mensajes, o una clase de
discursos sociales, sino uno de los muchos niveles de organización de los
mensajes, desde el punto de vista de sus propiedades semánticas.
La ideología es entonces un nivel de significación que puede estar
presente en cualquier tipo de mensajes, aun en el discurso científico.
Cualquier material de la comunicación social es susceptible de una lectura
ideológica. No debe pensarse, entonces, que las declaraciones de un
funcionario del gobierno, por ejemplo, constituye un material "más
ideológico" que una revista de modas (1971)
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