Al pedazo de mi corazón que descansa en el cielo

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Al pedazo de mi corazón que descansa en el cielo. Para ti, Reme.
También, como no, para otra Remedios que me ayuda y me comprende en nuestra soñada
Asturias. Gracias, Nademesías Abuelo(1).
1
Lo español no tiene parangón, aunque….
el que dice toda la verdad, miente.
¿Quién tiene la llave de las palabras?
No pasa el tiempo, pasamos nosotros; por tanto….
no me moriré tranquilo, hasta que sea inmortal.
¿Qué hace prosperar lo que no debe creerse en vano?
Pregúntale a Nostradamus.
Estoy enamorado de este mi idioma,
y no contentándome con logros ajenos,
comienzo mi paseo escrito por el país de las páginas,
que tantas veces surqué leyendo.
¿Quién quiere leer a González Alguacil, pudiendo leer a
Cervantes, a Unamuno, a García Márquez o a Borges?
¿Quién quiere ser Don Quijote,
pudiendo ser Don Cipote, Obelix, Unomás o Miguel?
¿Quién quiere desengañarse del Amor Ideal?
¿Quién creéis que soy?
Soy aquel que escapó de la caverna;
yo soy la Palabra y la Pluma(2)
que traerá el Bien al mundo.
2
Perdóname, oh cómico divino, por profanar tu Humana Tragedia(3); es un
atrevimiento que debería estar condenado, con el más profundo de los infiernos.
Soy un güelfo blaugrana, un poquito pirado; por eso me permito esta licencia, con el
mejor poeta que ha dado Florencia.
Canción trigésimotercera:
Hasta aquí he llegado, guiado por la genial poeta, Nademesías Abuelo, la primera y
única que ha comprendido este libro. Ella me deja en el más celeste de los firmamentos: la
gloria.
Conchi(4), hija de tu Hijo, la más humilde a la par que la más ¿alta? de las mujeres,
término fijo de la voluntad eterna; tú eres la que has ennoblecido la humana naturaleza, que
su Hacedor no se cortó, al convertirse en sí mismo. En tu teta se inflamó mi amor, cuyo
calor ha hecho germinar esta flor escrita.
Bueno, Dante, tienes razón, yo no sirvo para plagiarte; además, mi Alegría es
mucho más hermosa que tu Beatriz. Yo debería ser Dios, para describir el amor que llevo
dentro.
Después de Stephen Dedalus, Jean Valjean, Alonso Quijano, Augusto Perez y
Dorian Gray, hago lo que tú, aclamado poeta florentino, y me pongo a mi mismo, como
protagonista de mi Obelisea(5).
3
El llorador de palabras(6)
¡Silencio! ¡escuchemos al loco!; está llorando palabras; frases sueltas, sin sentido.
Nada lo tiene - cuenta él -; pero quizás, sólo sean delirios. Él grita y llora con rabia, se
siente pequeño, diminuto, tiene miedo.
El llorador está loco, eso es evidente; entonces, ¿por qué prestarle atención? nadie
dice nada, cuerdo, porque todo el mundo ha perdido la razón; es más, nunca la ha habido.
Tuvo la desgracia de nacer en España. Por supuesto, es aficionado a los toros y al
fútbol; no por ello, le toman por perturbado. Puede que debieran, pero los que le juzgan,
no son dueños, de dos centímetros cúbicos, de cerebro sano; están corrompidos.
Como fruta podrida, saben amargos, sus largos coloquios; sobre la razón. En el
sentido de inteligencia, no atinan. En cuanto al criterio de verdad, no la han conocido.
El soñador canta; pide paso, para caminar por el centro de la calle; lleva la mano
derecha extendida, como si paseara con alguien. Su princesa le tiene miedo; huye de él,
porque está loco, y a los locos no los quiere nadie.
La dama de su corazón es hermosa, pero vive lejos; al loco le gustaría que
estuviese encerrada en una torre alta. Pero no, ella vive en uno de los muchos
apartamentos pequeños, de la sociedad capitalista. No tiene corona, no es virgen, no es
princesa, no le quiere, no le soporta … todo en ella es no, menos su belleza. Esa, sí que es
esplendida.
El llorador tiene amigos que le quieren; alguno, incluso, le ha impulsado a escribir;
a chillar letras, le mandan. Cuando esté encerrado en el manicomio de papel, será el
momento de escucharlo. Mientras, no; que se calle, y nos deje en paz.
¿A quién pueden interesarle las ideas de un loco?; ¿acaso está demente por tener
ideas? Eso sería demasiado descabellado. Ha habido quien pensó, y no se volvió loco,
aunque ahora, no tengo ningún ejemplo que mostrar, porque éste es un mundo de
desequilibrados: - ¡viva la locura universal! - dice el soñador.
Si no estuviese tan trastornado me caería bien. Puesto a ser un demente, ¿por qué
no ser uno grande, un gran loco, uno enorme, tan grande, que se crea el centro del
universo, su origen y su fin?
Para eso, habría que ser Dios, digo yo. Pues, seámoslo - dijo el perturbado - , ya
que me pongo, lo hago de verdad. Para mostrar tan enorme desvarío, hay que estar loco;
pero, mejor eso, que estar cuerdo; para lo cual, hay que ser un poco tonto, o más bien
bastante.
Llorar palabras; eso hace el soñador; decir sandeces; eso es lo que hace el cuerdo.
No sé quien está más desesperado, pero sí tengo claro, quién me cae mejor, más vale
demente en mano, que cuerdo volando. - Los cuerdos no vuelan, listillo -. Pues que
aterricen y atrapen al loco; y lo metan en algún sitio, para que nos deje tranquilos.
¿Cómo se llama el loco? He ahí la cuestión, él llora palabras, pero no dice su
nombre, lo oculta entre la oscuridad y el miedo. Él habla, no calla pero tampoco se
descubre; eso sería su fin; un fin predecible, como el de todos, pero que él trata de sortear
bailando entre palabras, como si su danza pudiese evitar lo inevitable, y ya, nada le
pudiese parar; tiene una condena: escribir. Sólo con su castigo, puede hallar perdón a su
penitencia.
Debe hablar de muchas cosas: de su país, de su ciudad, de su familia, de sus
amigos, y, sobretodo, de su princesa. Tiene que tener cuidado; hay quien piensa que está
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demasiado cuerdo, para ser un cuerdo; y ser un trastornado, es un gran problema;
sobretodo, porque no se elige. Se pueden hacer dos cosas: la primera, recurrir a la horca;
la segunda, escribir algo que haga pensar a los locos dormidos, pues los desequilibrados
despiertos piensan tanto, que asustan; dan miedo.
El loco sueña pero confunde delirios y pensamientos; tiene ilusiones difíciles de
cumplir, le gustaría ser una persona del montón, uno de tantos, pero su locura es de
carácter megalomaníaco; no puede ser humilde, por mucho que lo necesite. El demente lo
tiene difícil, para huir de su locura, pero puede que sumergirse en lo descerebrado, sea la
única forma de salir a flote.
Nadie sabe su identidad, porque nadie le conoce; es un punto negro, entre un
millón de puntos negros; porque nada le diferencia de los demás, salvo que está loco, y los
demás, lo están, mucho más que él; por eso le señalan; le tienen miedo; es un peligro.
Alguien que habla como un mesías, que cree en un mundo sin dinero, que maltrata el
nombre de Dios, que cree en el amor … locuras y más locuras.
Es difícil, ser una persona como él; los hombres le tienen miedo, las mujeres le
odian y los niños le admiran. Es un rayo de esperanza, una luz al final del túnel, de un
túnel muy largo, pues nadie lo ha conseguido atravesar pero él, ha llegado al final; por eso
está loco.
Se paga un gran precio, por llegar tan lejos; salir fuera de la caverna, está
castigado. El perturbado tiene muchas cosas que decir; démosle tiempo; que hable; ya le
hemos juzgado; por tanto, al menos, merece que se exprese, decir unas cuantas cosas;
alguna de ellas será una gran verdad; como, que sus jueces están peor que él.
El llorador sufre, porque ha nacido para ello; pero, mientras sueñe, será libre,
capaz de abarcar el mundo en un abanico de sentimientos, se sentirá débil, y a la vez,
poderoso. Es sólo un pobre hombre, que debe convivir con su problema; pero éste es
demasiado pequeño, ante el inmenso logro que puede conseguir con su discurso; porque
un loco es un genio, y los genios están locos.
¡Pobre hombre! Puede que debiera intentar callarse, dejar de llorar, pero hay algo
que le impulsa, hacia el final del túnel, a llegar, donde nadie ha llegado, pues nadie ha
estado, lo suficientemente trastornado.
El loco tenía ideas propias de un desequilibrado; así empezó su locura. Se creía, un
ser mejor que los demás, un elegido, un nuevo mesías, para la gloriosa España; este país
de pandereta, que perdió la guerra civil. Sí, la perdió, porque ganaron los malos, que,
cuando el loco era joven, para él, eran los buenos.
El loco defendía a su amada patria, como si las demás, no pudiesen ser amadas; el
loco tenía ideas de asesino, como la tienen hoy, muchos perturbados. Por aquel entonces,
el llorador daba miedo, en sentido literal, no metafórico; tenía hielo en la mirada.
Creía que los que no pensaban como él; eran unos ignorantes, unos tontos y unos
incultos. Él era el sabio, el que decía, que su voto debería valer más porque el era
inteligente. No se daba cuenta, que había muchos hombres de sabiduría superior a la suya,
que acataban el valor de su voto, porque nadie, es más que nadie.
Era torpe, como cualquier patriota; el loco estaba tomando un sendero peligroso;
solo le quedaba un camino: explotar. Y explotó. Y todo cambió.
El azul se convirtió en rojo; la grandeza, en intento de humildad; y la agresividad,
en paciencia. - Hay que saber esperar - le decían al demente; quizás, hasta algún día,
llegue la princesa. Pero no te precipites; no te dejes vencer por el ansia de gloria; llora tus
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palabras; alguien las escuchará.
Así, el loco se hizo llorador de palabras, para tapar tanta vergüenza, por las
atrocidades cometidas, las peleas, las molestias a las chicas, y las innumerables veces que
creyó quedar por encima de los demás, cuando lo que pasaba, es que le daban por un caso
perdido.
El soñador ahora, es un caso ganado; asusta, en el sentido metafórico. Propone
ideas, dignas de un poeta delirante; como, crear un mundo sin naciones o hacer
desaparecer el dinero. Son, algunas de sus ocurrencias.
Él habla, y los demás no escuchan; ellos hablan, y el llora. No se ponen de
acuerdo; las cosas que propone el loco, son demasiado atrevidas; las que defiende la
sociedad, nadie las entiende, pero todos las acatan.
Uno que no las aceptó, fue tachado de loco; así es como empezó todo, con el
primer trastornado; pues desde que el mundo es mundo, hay perturbados; soñadores que
proponen ideas diferentes.
También hay locos peligrosos, como lo era él de joven; gente que se cree que es
mejor que los demás, y esos sí que están locos; a esos hay que encerrarlos a todos; pero
esos, son los que están bien vistos: los dementes del dinero, de la religión, de las patrias
… de tantas cosas…
Esos desequilibrados tienen la culpa de que los locos que lloran palabras, no sean
escuchados; y es una pena, pues estos últimos, tienen mucho que aportar. Dejemos a
nuestro llorador hacer su camino de lágrimas; pronto será un mar, que nos bañará de
esperanza.
Al principio, pedí silencio para escuchar al loco, pero nadie se calló, todos tenían
cosas que decir y creían que merecían ser escuchados. El soñador, no; él llora sus palabras
porque, sabe que nadie le escucha; su pasado y su presente no le ayudan.
Hace tiempo, fue un perturbado de los que hacen locuras; ahora, es un loco de los
que proponen sueños. De los dos, nos quedamos con el actual; con el que está cosiendo un
manto de lágrimas, para resguardarse de la locura.
Esa prenda será valiosa, no en sentido monetario, sino, en su intención onírica.
Todo sueño contenido en él, está condenado a cumplirse, a ser realidad, porque el llorador
cree en la Verdad, la busca y lucha por ella. Dicen, que eso es parte de su enfermedad; lo
ideal debe derrumbarse, para nacer de nuevo. De ese amanecer de sueños, hablará el
manto de lágrimas.
La prenda será polémica, por venir de quién viene; muchos dirán que procede de
un trastornado; solo unos pocos, reconocerán las ideas del soñador, el que propone
avances, sin miedo a transgredir las normas, porque éstas sostienen la locura de la
sociedad capitalista; pero ellas, como el Ideal, deben caer, para renacer en unos sencillos
consejos, que guíen al hombre, para ser libre de verdad, para no tener miedo, para que no
haya patrias, ni dinero, ni religiones. Sólo quedarían el hombre y su maravillosa
compañera: la mujer. Una de ellas, es vista, como una princesa, por el loco.
Éste no sabe amar; lo hace demasiado intensamente; por eso teme asustar a su
princesa, como antes, le pasó con otras. Es un hombre capaz de regalar un centenar de
flores, de escribir bellos poemas, de llorar sus palabras … pero de amar, no, eso es
demasiado difícil, para él.
Por ello, sabe que no debería soñar con su princesa; pero él es un demente y sueña,
porque no sabe hacer otra cosa. Es un soñador de princesas, un magnífico loco y un ser
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incomprendido.
Tiene miedo de ser como los demás; ellos sí que están locos con sus trabajos
aburridos, sus extrañas relaciones amorosas, sus partidos los domingos, su “mus” por las
tardes, su feria de abril seguida de la de San Isidro … están locos.
Pero él tiene ideas; claro, como es un loco. Por eso es distinto de los demás, por
eso es señalado por la calle, por eso, de vez en cuando es encerrado. Como no le
comprenden, lo alejan, pero él vuelve con su llanto de palabras.
Su manto es, cada vez, más extenso; hay algunos que han llegado a pensar, que si
no fuera porque está loco, sería un hombre sabio. Alguno le exige que llore sus palabras,
que lo haga sin miedo. Algún imbécil dijo, que los hombres no lloran; yo creo, que llorar
es de valientes, de gente de bien.
Y si se hace por escrito, tanto mejor, porque ese manto, puede proteger a otras
personas, no sólo, a uno mismo. Es un acto de generosidad, lo que hace el loco, pues él,
siempre ha sido tachado de egoísta, debido a que, de joven, lo fue; pero ahora, el busca
llorar por mucha gente, llorar el mundo, llorar el universo, llorar palabras.
El llorador de palabras es un loco; por eso es atrevido, y habla de sí mismo,
cuando lo más fácil sería esconderse, tras el velo de la locura; pero él no se conforma, y
lucha.
Su forma de combatir, es la palabra; cree que con ella, se puede forjar el mayor de
los imperios; confía en su poder, y sabe que es la única manera de conquistar, sin destruir.
Más bien se conquista construyendo. Por eso llora; lo hace para conquistar; llora por el
mundo, porque quiere conquistarlo. Quiere ser una persona que guíe; por ello, le toman
por loco.
¿A quién pretende guiar éste?; - se preguntan muchos-. Nadie quiere refugiarse,
bajo su manto de lágrimas, nadie le ama, nadie le escucha; es un desgraciado.
De su falta de fortuna, han nacido las ideas, que ahora gobiernan sus locuras; pero
un demente es un trastornado, y él no va a ser menos. Hace tiempo que no delira, pero
habrá quién diga, que estas lágrimas, son un mar de delirios, en el que se ahoga, cada vez
más.
¡Pobre hombre!; en fin, es sólo un loco; pero por ello, está condenado a vivir
alejado de los demás, a soñar con princesas, que no amará. Pero la locura da fuerzas; hay
veces, que ni una docena de hombres pueden sujetar a un perturbado. Al nuestro, no le
parará ni el mundo entero, porque su manto es indestructible. Tendrá que llorar mucho; él
lo sabe, pero no le asusta.
Ya hemos dicho antes, que llorar es de valientes, y con lagrimas se debe lavar la
imagen del mundo, que ahora es fea y triste.
Démosle la oportunidad de hacer una locura, de divertirse, de amar y ser amado. El
mundo quiere volverse loco, pues el soñador quiere convertirse en mundo.
El llorador de palabras, cree en una sociedad más elevada, más evolucionada; por
eso está loco. Es evidente, que ese hombre no tiene ni pizca de cordura; definitivamente
está desequilibrado.
¡Pobre desgracia creer que se pueden arreglar los problemas del mundo, cuando no
es capaz de solucionar su propio estado mental! Algunos dicen que es un soñador, que se
pasa el día pensando en su princesa; pero muchos saben la verdad: es un perdedor, un
inútil y un loco.
¡Qué triste! Y a mí, que empezaba a caerme bien, al menos, no es agresivo. Los
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que lo son, deben temerle, porque sus lágrimas quieren acabar con la violencia; confía en
el poder de la palabra. Eso le hace peligroso.
Mejor sería encerrarlo, para siempre; que nos deje en paz; basta de trastornados; él,
sólo se merece lo que se ha ganado a pulso: ser un loco. Porque, ¿a quién se le ocurre
soñar?, eso, ya no se lleva. Llorar palabras, es de gente cobarde, no nos engañemos. Es un
desgraciado; pero pese a ello, lo tengo que decir, me cae bien; démosle una oportunidad.
Que calle el mundo, y que llore el loco.
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La correspondencia
Valdemoro, un día triste, del recién nacido siglo XXI.
Hola, Leti:
Te sorprenderá que te escriba, pero no podía continuar con este silencio prisionero.
Han pasado muchas cosas, desde la última vez que nos vimos. Tú te fuiste a Barcelona; yo
estuve ingresado en un manicomio, como ese torero holandés(7), que lidió la más difícil
fiera, la que llevamos dentro; su brillante actuación, fue premiada con un apéndice, por el
más exigente de los presidentes. También intenté suicidarme, como el más sabio de los
hombres(8), el que no sabía nada, pero hizo pensar a todos; o como Gamper(9), el creador
de los colores del alma. En tu ausencia, mi corazón enjaulado entre tus huesos, se pintó de
tristeza. Sin tu amor, yo voy a enloquecer; te fuiste con el tren(10).
Los ojos ciegos; los ojos ciegos de tanto mirarte, sin verte, Asturias lejana. Dos
veces dos, has tenido ocasión para jugarte la vida, en una partida, y las dos te la jugaste.
Invencible y virginal, te muestras.
Leticia, no sé si quieres tener noticias mías; yo no sé nada de ti, excepto, que vives
con tu novio, en la Ciudad Condal. Muchas veces, me enfrento a tu recuerdo; no puedo
olvidarme de tus preciosas sonrisas. La memoria, mi reminiscencia, dibuja tu semblante.
Supongo, que sigues igual de divertida; espero, te alegren estas nuevas, de un viejo amigo.
He tardado en decidirme, a contarte mi versión, de lo que me ha pasado en los
últimos años. No me has visto en todo este tiempo, por lo que deberás confiar en mi
palabra. Me imagino, que habrás oído que me volví loco; en parte, es verdad. Mi lucidez se
hizo tan grande, que descansó en la afición del Estudiantes(11).
Soy una persona enferma, que necesita toda la ayuda de sus seres queridos; tú fuiste
uno de ellos; por eso, he decidido iniciar esta correspondencia, con la que ha sido sin duda,
el amor de mi vida. Te he amado con el desenfreno de la locura, y con la calma de la
cordura; por ti, de amor lloré tanto, que lo quieras o no, voy a escribirte estas letras, para
contarte el estado de mi vida.
Supongo, que me recordaras como un brillante ingeniero, que bebía más de la
cuenta. Bueno, pues eso ha cambiado; ahora soy un humilde pensionista, que ya no bebe
apenas, pero que ha empezado a escribir, torpemente, como puedes comprobar. Esta es una
imprecisa combinación de rimas, dedicadas a tu sonrisa:
Escondida en tu boca de fresa
de tierna y dócil tigresa,
brilla un collar de perlas.
Infinitas y blancas estrellas,
risas y destellos casi mil,
nacidos un trece de abril.
Mirada dulce y feliz,
pareces una emperatriz.
Ríe, ríe mucho, disfruta
mi más deseada fruta.
Necesito tu risa brillante,
no existe nada más importante.
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Cascabeles de dientes
se muestran sonrientes,
encienden en mí una llama
producida por ti, mi dama.
Ya sé que se trata de una poesía poco brillante; no doy mucho más de mí, como
trovador; lo mío va encaminado, a ejercer de portero de la “Juventus”(12); por ello recurro
a Luís Cernuda para cantarte, con palabras que estén a tu altura:
“Bien sé yo que esta imagen,
fija siempre en mi mente...”
“No eres tú, sino la sombra
del amor que en mí existe,
antes que el tiempo acabe…”
Eres la última chica, a la que he besado; ya sé, que de ese momento hace muchos
años, pero yo sigo recordando ese beso, en tu portal. La verdad es que yo estaba borracho,
como de costumbre. Tú estabas preciosa. Recuerdo nuestro paseo, cogidos de la mano; fue,
como caminar acompañado de un ángel, de belleza y virtud, inconmensurables. Como me
sentí yo, debió ser, como lo hizo Cervantes, cuando, la mayor musa literaria le guió la
pluma para realizar, la más inmortal de las maravillas.
He pensado muchas veces, en el día después, de nuestro primer y único beso; yo no
recordaba muy bien lo sucedido, y te defraudé; me avergüenzo de haberte fallado; nunca he
tenido ocasión para pedirte perdón, por mi injustificada falta; no supe cómo tratarte; no doy
para más. Aprovecho esta carta para pedirte, que me disculpes, por no haber estado
preparado, para el amor. Entre estas letras, dejo escapar una lágrima de rabia, por la
felicidad, que no supe agarrar; he llorado tantas veces en soledad, que esta vez, me
complace hacerlo en tu compañía. “La distancia separa mi mano de tu cintura,
irremediablemente ausente” como dice Nademesías Abuelo. ¡Cuánto me gustaba hacerte
reír, cogiéndote del talle!
Por hoy, ya he hablado bastante de mí; voy a decirte, que te imagino convertida, en
una maravillosa mujer; espero que todavía te peines, del mismo modo, en que lo hacías,
cuando nos conocimos; te quedaba genial. Te recuerdo, cómo ibas vestida en la noche
antigua, en que me rechazaste; decías, que había otro chico; pero yo no te creí. Estabas
preciosa, con aquel vestido negro, que dejaba al descubierto tu espalda, rebosante de
lunares.
Esa es la imagen que conservo de ti; creo que tú no guardas buen recuerdo de mí.
Sé, que incluso, llegaste a tenerme miedo; pero, como te explicaré en esta correspondencia,
tus temores eran infundados. Estaba loco, pero era pacífico, sólo que seguía enamorado; por
ese motivo, visitaba tu casa, como el musulmán que viaja a La Meca; tú eras mi guerra
santa, algo por lo que morir, con una sonrisa en los labios.
Estas primeras palabras, sólo tenían como misión, hacerte ver, que no te he
olvidado; más bien, te sigo idolatrando. Esta carta no serviría de nada, si tú no la leyeses; le
abro mi corazón a su dueña.
En Antena Boreal(13) suenan Los Secretos:
“He muerto y he resucitado;
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con mis cenizas
un árbol he plantado.
Su fruto ha dado
y desde hoy,
algo ha empezado …”
Apago la emisora del Amanecer, y me refugio en el disco de cada anochecida; me
siento sólo y desvalido; soy un loco dando voces, en un manicomio de papel; sé, que nunca
me responderás; aún así, yo te llamo a gritos.
Suenan acordes, del más español de los instrumentos, que tanto ensalzó Federico:
“Empieza el llanto
de la guitarra,
se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla,
es imposible
callarla.
Llora monótona,
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas
arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.”
En un momento dado, como diría el filósofo holandés(14), ese que es el único que
sabe más de fútbol que un servidor, el que nos hizo grandes, y luego se recreo en su locura
(como suelo hacer yo): “tú, nunca te equivocas, tulipán de oro, porque tú eres el profeta del
gol”. Sigue la música; Jesús de la Rosa, ruge en un patio de Triana:
“Yo quise subir al cielo para ver
y bajar hasta el infierno, para comprender
qué motivo es
que nos impide ver…”
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Espero, que esto sea el principio, de nuestra nueva amistad. La verdad, no sé que
veías en mí, pero lo cierto es, que congeniábamos bien. Esta carta debería servir, para que
te hicieses una ligera idea de mi enfermedad. No te voy a contar la leyenda de Narciso, pero
quiero que sepas, que yo también, estuve a punto de ahogarme, al ver mi reflejo, en las
aguas de la vida.
Me recordarás como un chaval, que había estudiado Ingeniería Técnica de
Telecomunicaciones, y que había conseguido un prometedor trabajo, en SGT, una empresa
del sector. Yo era feliz con mi empleo, pues encajaba con mi formación universitaria y me
permitía viajar por toda España. Mi futuro era brillante; estaba empezando a escalar, en la
montaña del éxito.
A finales de 1998, nos surgió un proyecto en Panamá. Se trataba de dos unidades
móviles; fui encargado del trabajo, y a principios del año siguiente, viajé a América. Allí
sucedió una cosa esencial, para entender mi caso; pero, por ahora, prefiero ocultar ese
episodio de mi vida; me sería muy incomodo, que tú supieses la verdad.
Pero, en fin, ¡que más da! ¿Conoces al poeta francés, Charles Baudelaire? Pues
bien, era esclavo de una mente como la mía; yo conocí mis flores del mal, en el Nuevo
Continente. Traicioné a la Mujer Azul(15), con una mujer roja, morena de piel.
Fue en el verano de 1999, cuando empezaron mis problemas con el sueño. Al
principio, todo comenzó, con unos fines de semana, que yo me pasaba, metido en la cama;
más adelante, falté algunos días a trabajar, vencido, por una somnolencia descomunal.
Me hicieron multitud de pruebas; el resultado fue negativo, en todas ellas. Nadie
sabía decirme, qué me pasaba, hasta que la doctora jefe del departamento de sueño del
Doce de octubre(16) me sugirió, que tal vez, padecía un trastorno bipolar, y me hizo visitar
al psiquiatra del hospital. Éste me encontró, en perfecto estado de revista.
Parecía que todo había sido una pesadilla. Volví a trabajar; todo aparentaba regresar
a la normalidad; pero fue en esos momentos, cuando despertó de nuevo, ese sueño
invencible, que me convirtió en un prisionero de mi cama. Mi familia estaba alarmada, y no
sabía qué hacer. Fue entonces, cuando mi tía Reme habló con un médico privado, en cuya
casa, había estado trabajando.
Don Luís vino una noche a casa; estuvo conversando conmigo, hasta que yo le
entregué un pequeño sobre, que contenía una foto mía. Le dije al doctor, que allí dentro,
estaba el enfermo imaginario. El médico me recomendó, que visitase a un tal Claudio; se
trataba de un argentino, seguidor de Boca, del Atleti y de Sigmunt Freud.
Así empezaron mis visitas a la consulta de Claudio, que perduraron hasta noviembre
de 2006. Tú me decías, que necesitarías la ayuda de un especialista, por no atreverte a salir
con gafas, a la calle. Mi caso resultaría, un poco más complicado.
Casi sin querer, llegó el día de mi primera sesión, con el psicoanalista. Su nombre
completo es, Claudio Román Acosta Fuentes; yo me presenté, e informé al argentino, que
no comprendía, qué hacia yo allí, pues tenía el trabajo ideal, la familia ideal y los amigos
ideales; sólo me faltaba, encontrar mi mujer ideal. Te recuerdo, que tú me habías
rechazado.
Me pareces más cercana, ahora que te estoy pensando; me siento lejos del mundo;
muy cerca de ti. A veces escribo cartas, para no aferrarme a remilgos, que de mí, quisiera
abolidos. Han cambiado tantas cosas en los últimos tiempos, que ya nada parece lo mismo;
espero, que tus sonrisas sigan igual de maravillosas.
Hoy estoy en casa, golpeando el teclado del ordenador, intentando acortar la
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distancia, que nos separa; son unos seiscientos kilómetros, los que nos alejan; mi mente te
trae fresca, con tu vestido de Nochevieja, y esa preciosa espalda lunar. Esa imagen está
grabada, en lo más profundo de mi cabeza; se encuentra, justo al lado, del gol de
Koeman(17), en Wembley(18). Son recuerdos que me sirven, para estar contento de estar
vivo.
Tú me llamabas culé; no creo que supieras, que ese calificativo es media vida, para
mí; la otra mitad, la llenan tus sonrisas. Supongo que ahora, presumirás de tu Real Madrid,
en Barcelona. Yo, continúo sufriendo con mi Barça; mi equipo, como me sucedió a mí,
pasó por el peor momento de su historia; pero la memoria sirve para endulzarnos la vida,
sabiendo, que hubo otros tiempos, en los que, Miguel, y los azulgranas, vivían tocando el
cielo. Esos instantes, en los que tú mostrabas interés por mí, junto con la conquista de la
Copa de Europa en Inglaterra, son los recuerdos más felices de mi vida. En mayo de
2006(19), tuvimos una aparición mágica, en París.
Las utopías se cumplen, con el tiempo; por eso sigo soñando, contigo. Era la
primera vez que salía de mi patria, esta tierra de Quijotes y Sanchos, y lo hacía, para visitar
la del hijo, del guantero más famoso de la historia, William Shakespeare, al que cito: “tan
imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras”;
yo, el vástago de un electricista, fui a ver el partido del siglo, y ese, en verdad, lo fue para
mí.
Fue un veinte de mayo, del año en que se celebraron las Olimpiadas, en la más bella
de las ciudades españolas, con el permiso de la insuperable San Sebastián. La villa, que fue
capital en época de los visigodos, y en la que un suizo, cuyo cantón de origen, tenía colores
azulgranas, fundó la más maravillosa de las leyendas; esa ciudad, en la que tú te escondes
de mí. Estuve acompañado, por dos hermanos catalanes, uno con nombre inglés, Ashley, y
otro, con nombre de escritor y poeta, Rubén.
Subí al avión de British Airways, cargado con un bocadillo de chorizo y mi bufanda
del Aston Villa, los que defienden nuestros colores en Inglaterra. Aterrizamos en Londres,
tras un apacible vuelo. En la capital británica, cogimos el metro, hasta llegar a Picadilly
Circus. Paseamos por esas calles, que últimamente han golpeado la ignorancia de los
religiosos. Pasamos a una tienda de artículos deportivos; había muchísimas camisetas; yo
dudaba entre una naranja, del Barça, y una amarilla, del Aston Villa, los villanos, del país
que inventó, el más maravilloso de los juegos.
Allí se reunía la afición culé, en tan significativo día. Devoré mi bocata con hambre
de gloria, mientras que veía a los policías locales, con sus graciosos gorros, en esa plaza,
que ilumina las noches londinenses. Desde allí partimos, hacia Wembley. Al llegar, me
quede admirado, ante la majestuosidad, de las dos torres del estadio. Entré en el recinto,
con la sensación, de que San Pedro, me acababa de entregar las llaves del paraíso. Las
gradas no estaban llenas, pero poco a poco, se fueron poblando, con los seguidores de
ambos equipos.
En la catedral del fútbol mundial, se oían rugidos en italiano: ¡Forza ragazzi!...,y
declaraciones de amor, en el mismo idioma: ¡Mamma, sólo tengo un amore, ella es la
Samp…! Doria, Doria, Doria...
Nosotros contestábamos, en las primeras palabras que habíamos usado, del idioma
de Dante: “Doria, Doria van fan culo”. Cuando los jugadores del Barcelona salieron a
calentar por el túnel de vestuarios, me quedé mudo y tembloroso, por el miedo, y la
desatada pasión. Cruyff le dijo a Guardiola, que ese era el partido, que siempre había
querido jugar; que saliera y disfrutara. Yo estaba gozando tanto, que casi me quedaba
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ciego, entre los rayos azules y granates. Tocó sufrir; es nuestro destino; pero esta vez, la
recompensa era insuperable. Llegamos a la prorroga, y, cuando todos pensábamos en una
triste noche sevillana del 86(20), Koeman rompió la portería, que protegía esa vez
inútilmente, Gianluca Pagliuca. Mis héroes se fundieron, en un inseparable abrazo naranja.
La televisión cambió de plano, y mostró a la afición barcelonista(21). Allí estaba yo, con mi
zamarra radiante como el sol, cuando es el capitán, del cielo marítimo. En mi corazón había
un león granate y desafiante, sobre un fondo azul, saltando como un loco, y levantando el
brazo, para liberar la rabia, tantos años contenida. Estuve a punto de manchar mis
pantalones, de gusto.
Cuando Alexanco alzó la soñada copa gorda, estalló un clamor, en todo el campo:
¡Campeones, campeones…! Tomamos aire, y nuestras gargantas reventaron, orgullosas:
¡Madrid, cabrón, saluda al campeón…! Yo, que siempre quise marcar el gol del
evangelista(22) en La Romareda, para hacer lo que hizo el nibelungo(23), exploté en un
grito valiente: ¡Barça, Barça, Barça...!
Esa noche no pude dormir; tampoco hacía falta; no se me ocurría ningún sueño, más
mágico. Fueron años maravillosos. En el 93, comprobamos, que el Madrid se parecía, a una
vieja puta: le das una copita, y le quitas la liga(24). Pero en fin, sigamos.
Al volver a la capital de Asturias(25), Valdemoro, mi padre me esperaba en el taller,
donde se ha pasado la vida trabajando. No podía imaginar, que un abrazo pudiese tener,
tanta poesía y fuerza, como el que me dio. Le quiero más que a nadie; más incluso, que a ti.
Ahora lucho, por construirme un futuro; mantengo la esperanza de encontrar a
alguien, que llene el enorme hueco, que tú dejaste en mi corazón. Por el momento, no hay
ninguna chica, que llame mi atención; casi todas estáis ya, emparejadas, y me da la
sensación, que estos años de enfermedad, me han alejado, del mundo de las mujeres. Os
veo distantes e inaccesibles, cuando mi mayor deseo es amar; más, me parece, que soy
incapaz de relacionarme, con el sexo contrario.
Mi vida es dura. Dispongo de todo el tiempo libre del mundo. Mis aficiones se ven
reducidas a mi Barcelona, a la lectura, y a escribirte esta carta, que no sé, si será bien
recibida. Es posible, que cuando llegue a tu poder, la destruyas, sin ni siquiera echarle un
vistazo; pero, eso no me desanima; creo, que más que comunicarme contigo, trato de dejar
impresa, mi historia, que al menos, a mí, me parece interesante.
Es duro contar estos años de enfermedad. en unas pocas líneas; por eso, te pido
paciencia, para que me des tiempo a transmitirte, todo lo que he sentido, en este periodo de
mi vida. No sé por dónde empezar. Debo hablarte de mi relación con otras chicas, de mis
peleas y riñas, de mi familia, y de mis amistades.
Tú y yo, siempre estábamos sonriéndonos, e intercambiando miradas, cómplices;
había magia entre nosotros. Estudiaste Química, a nivel universitario, así que, a lo mejor
sabes, por qué conectábamos. Antes, siempre, estábamos riendo, por cualquier cosa; ahora,
apenas nada, me hace sonreír.
Me cuesta pensar, que ha pasado tanto tiempo, sin vernos; puede, que tú me hayas
olvidado, o sólo sea para ti, un mal recuerdo; pero, si lees esta carta, acabarás por
comprender, que yo sólo era (y soy) un enfermo, que necesitaba (y necesita) ayuda.
Afortunadamente, me la están prestando, y los resultados son sorprendentes.
Trato de volver a ser, una persona normal. Hubo un tiempo, en que estuve alejado
de la realidad. De ahí, datan las continuas llamadas, a tu casa, y mis visitas, a tu hogar.
Estaba padeciendo una crisis psicótica. Comprendo la preocupación, que estos hechos te
causaron, pero, yo no me daba cuenta de nada; creía, que tú estabas deseando verme: fruto
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de mi delirio. Quizás me estoy precipitando, al contarte estas cosas, tan pronto. Voy a
describirte otros pormenores, antes de volver a mis crisis. Será mejor, que vayamos
despacio, para que nos entendamos bien.
Cuando nos conocimos, hablábamos bastante de libros. Recuerdo, que comentamos,
que a los dos nos había gustado mucho “Los pilares de la tierra”. Yo te decía, que a mí me
agradaba leer a los clásicos. En cambio tú, preferías los “best seller”. Yo continuo leyendo
mucho; hace que me sienta, cercano a ti.
Escribir me sirve de terapia. Quién padece de mi mal, tiene problemas con el
vocabulario; éste se vuelve reducido y redundante; por eso, siempre que me enfrento a una
hoja en blanco, estoy combatiendo mi enfermedad. Ya sé, que hasta ahora, apenas te he
contado, lo que me ocurre; esto es debido, a que trato de fomentar tu curiosidad.
Para mí, no es fácil hablar de lo que me ha pasado; son tantas cosas las que han
influido, que no me decido a empezar. No creas que no conozco lo que me pasa; lo sé,
perfectamente; pero, es que tengo que revelarte, secretos muy íntimos.
Por eso ahora, prefiero hablar de literatura. Mi vida se vio marcada, por la lectura
del Quijote, a los quince años; desde ese día, idealicé el amor, y encaminé mis pasos en la
búsqueda de mi Dulcinea. Muchas chicas habéis sido candidatas, a ocupar ese lugar, pero
ninguna estuvo tan cerca, como tú, de alcanzarlo.
El anhelado hallazgo del amor ideal, se convirtió en una trampa, que me impidió
encontrar, el cariño de las chicas, con las que trataba: ninguna era perfecta; incluso tú,
tenías una mancha: eras madridista. Tardé mucho tiempo en comprender, que vuestros
defectos son, los que os hacen especiales.
Como don Quijote, con el paso del tiempo, me voy haciendo cada vez, menos
idealista; pero ahora que busco el amor de una mujer de carne y hueso, no consigo
enamorarme, de ninguna. Te estoy escribiendo a ti, por el recuerdo de unos días felices; no
trato de conquistarte; al fin y al cabo, tú formas parte de mi pasado; aunque sería
verdaderamente hermoso, que fueses mi porvenir. Lo que de verdad me interesa ahora, es
mi curación, aunque yo sé, que me conoces lo suficiente para saber, que soy un soñador.
El caballero manchego acaba muriendo, cuando la realidad se le impone; a mí, la
verdad, me causó un grave efecto: intenté suicidarme, al descubrir, que el mundo no era,
como yo quería que fuese. No pude soportar la repentina muerte, de mi tía Reme, una
segunda madre, que, como una broma macabra, falleció el día de los inocentes de 2004. El
10 de marzo de 2005, me arrojé a las vías del tren, en la estación de Valdemoro; contaba
con 33 años, la edad con la que murió Cristo; afortunadamente, yo sobreviví, no pretendía
hacer una parodia de mi intento autolítico como hizo Baudelaire que sobre este asunto
escribió: “Me suicido porque me creo inmortal, y espero“.
Sigamos con los libros. He leído muchos. Me refugié en el país de las páginas. Allí
busqué el amor, y encontré a Beatriz y a Ana Karenina. Esas mujeres de papel, son mis
amantes; me enamoro en cada libro, pero cuando termino cada historia, me siento azul y
desvalido.
Compañeras imaginarias, que tratan de sustituir a las reales, por supuesto, no lo
consiguen. La verdad es que estoy solo, y tengo hambre de sexo, pero sobre esto, es mejor
callarse, por el momento; más tarde, no sé, si te contaré mis experiencias sexuales, que no
han sido muchas. Las mujeres de carne y hueso, sois un enigma para mí; nunca me he
sentido querido por vosotras. He besado a muy pocas chicas. Ya te dije, que no recuerdo
muy bien, si colmé mis labios en tu boca de rosas, en aquel día, que paseamos juntos, de la
mano. Me gusta pensar, que nuestro beso fue cierto, y que tú, todavía te pones colorada,
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cuando piensas en él. Me encantaba decirte cosas bonitas, para inyectar de sangre tus
mejillas.
No sé, si ya estás preparada para saber la verdad, sobre lo que me pasa; espero que
así sea, pues ahora, voy a contártelo. No sé qué habrá llegado a tus oídos, sobre mi locura,
pero lo cierto es, que yo me creo que soy Dios. Déjame que te cuente:
Hola, me llamo Miguel, y aunque no espero la visita de Augusto Pérez, se puede
decir, que, como él, soy un trastornado… Bipolarmente hablando, claro está, pues, sólo
existe una forma civilizada, de serlo. Creo que me estoy liando.
Mejor voy a empezar diciendo, que mi trastorno se parece mucho, al movimiento
armónico simple. Si no estás muy puesta, concédeme el honor de darte una pequeña clase
de Física. Todo se basa en la sencilla fórmula, que procedo a mostrarte:
x(t) = Acos (2t/T)
Donde x es la posición del péndulo, en función del tiempo, A, la máxima amplitud
de x, t, el tiempo, n=0,1, 2, 3, 4..., cos, la función coseno, y, T, el periodo de ciclo.
Bueno, pues ya lo sabes todo. No, no es tan sencillo. Si fuera tan fácil, no
sufriríamos tanto los afectados, por este problema. Quizás por explicarme, o por
curiosidad, veamos algunos valores, que toma x:
1º - Para 2t/T=n2, x=A. Entonces, yo soy Dios, literalmente, y digo: estoy
cansado, casi hastiado; lo he dado todo por los hombres, y ellos me niegan. Le di mi
inteligencia a Einstein, mi música a Mozart, mi ingenio a Leonardo, mi locura a Van
Gogh, mi sordera a Beethoven, mis piernas a Lewis, mi utopía a Marx, mi capacidad de
diálogo a Platón, mi razón más pura a Kant, mis brazos a Jordan, mis palabras a
Cervantes, mi sentimiento a Lorca, mi valentía a Manolete, mi maldad a Hitler, mi pie
izquierdo a Maradona, mi absolutismo a Luís XIV, mi paciencia a Job, mi bondad a
Gandhi, mi tiranía a Stalin, mi simpatía a Wilde, mi identidad a mi hijo, mi teatro a
Shakespeare, mi pie derecho a Cruyff, mis manos a Miguel Ángel, mi sabiduría a
Sócrates, mi voz a Gardel, mis origines a Darwin, mi psicología a Freud, mi pene a
Rocco, mi ímpetu a los numantinos, mi alma a los asturianos, mi pintura a Picasso, mi
belleza a sus mujeres, mi imaginación a Verne, mis entrañas a las madres, mi silueta a la
Kidman, mi piel a Cleopatra, mis faldas a la Monroe … pero, uno de ellos, Nietzsche,
dijo, que yo había muerto, luego, todos los griegos son mortales, como Dios.
Hasta el delirio, nace y muere. Continuemos observando el paseo de x, a través del
tiempo, cual si fuera, el viajero de Wells:
2º - Para 2t/T=/2 + n, x=0. Entonces, todo está en calma.
En estos momentos, vivo contento, escribo, voy al gimnasio, trato (inútilmente) de
ligar, disfruto con mi Barça, voy a los toros… se puede decir, que soy relativamente, feliz,
ya que, ese estado es tan deseado, como inalcanzable. Pero el viajero del tiempo, continúa
su peregrinar.
3º - Para 2t/T=(2n+1), x=-A. Entonces, me convierto en un ser desgraciado,
cuerdo, hasta la locura: todo lo pienso, todo lo sufro…tengo muchísimo sueño, me entran
ganas de suicidarme… nada tiene sentido, nada; ni mi amor platónico, por Ana
Raquel(26), una chica preciosa, que habita en mi imaginación, y a la que yo he convertido
en mi princesa, para su asombro (lo que le ha permitido, ver mis actuaciones más
endiosadas), ni el cariño de mi familia, ni mi sentimiento culé, ni mis ganas de dejar, para
los que vendrán, un buen libro, al menos uno. Cuando x=-A, tengo miedo, mucho miedo.
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Los profesionales que llevan mi caso, buscan, que A sea lo más pequeña posible,
y el periodo T, cuanto más extenso, mejor, para que mi estado de animo tienda a la
normalidad: la tan ansiada “eutemia”.
Bueno, ya sabes algo más, sobre el movimiento, del péndulo simple; ese loco
trastornado, a veces, genio, en muchas ocasiones, vulgar, y de vez en cuando, suicida
fracasado…
Es muy difícil explicar, cómo he alcanzado este punto; lo importante, o de dónde
parte la gravedad de mi problemática, es que he llegado a creerme que soy el Creador.
Sentía señales que me indicaban, que yo era el elegido, para guiar al mundo. Hice bastantes
cosas raras, entre ellas, llamarte en múltiples ocasiones. No fuiste a la única chica, a la que
asusté con mi insistencia telefónica, también trataba de comunicarme con Loli y Montse,
por cierto que ahora, ninguna de ellas me habla. La verdad es, que no sé, si tú me has
perdonado.
Espero que, ahora que conoces mi mal, dejes de temerme. Mi misión era traer el
paraíso, a la tierra. No tenía ninguna duda; todo parecía preestablecido, para que yo
cumpliera con mi cometido. No me daba cuenta del asombro o sorpresa, que causaba en los
demás; para mí, todo era parte de un plan, en el que yo era el protagonista. Se trataba de un
estado de bienestar tan elevado, que lo asemejo a mis mayores borracheras; no sentía
vergüenza, por nada; me daba la sensación, de que todo el mundo quería escucharme; en mi
delirio, todas las mujeres competíais por mi amor.
Mis llamadas eran, para tranquilizar a mis favoritas, y, por supuesto, no existía la
posibilidad, de que no quisieseis escucharme; ¿quién no quiere hablar con Dios?
De alguna forma, deberías sentirte contenta, pues, fuiste mi elegida; por eso, visité
tu casa, en un par de ocasiones; quería darte la noticia yo mismo, antes de que todo el
mundo te asediase, por ser la pareja de Dios.
Supongo, que todo esto te parecerá exagerado, pero si sigues leyendo mi
correspondencia, comprenderás, que es la verdad. Quizás me he precipitado, al contártelo,
pero, quería que supieses, que, mis visitas a tu hogar, no eran para hacerte daño alguno. Soy
incapaz de causar mal, a otra persona, y mucho menos, querría provocarlo en ti; es por eso,
que te llamó mi hermana, cuando me enteré, de que me tenías miedo. Mi inocencia era tan
grande, que me hacía pensar, que mi actitud no causaba mal a nadie. Comprendo tu recelo,
pero, si estas leyendo esto, iras comprendiendo, que yo era un enfermo inofensivo.
Como irás viendo poco a poco, era un Dios humano, con lo que eso tiene de
contradictorio, e incluso, de gracioso. Cuando estaba en plena crisis, tenía la absoluta
certeza de ser, el Todopoderoso.
Estas situaciones críticas, las viví en noviembre de 1999, noviembre de 2000, agosto
de 2001, y noviembre de 2001. Si haces un poco de memoria, comprobarás, que mis visitas
a tu casa, coincidieron con la segunda y tercera crisis. En estos momentos, veo estos
periodos, con la distancia, del tiempo transcurrido; son malos recuerdos, a pesar de la
sensación de omnipotencia que me invadía, en dichos instantes. Mis mejores amigas, no me
hablan, pero yo, hoy, no pierdo la esperanza, de recuperar su amistad. Por eso, te escribo
esta carta, que no sé si te llegará algún día, y, mucho menos, si tendrás ganas de abrirla.
Te voy a contar un cuento, inspirado, en algo que me pasó, en 2001:
La primera noche que pasé en el hotel, se me asignó la habitación número 5. No
recuerdo muy bien, cómo llegue hasta allí, supongo, que lo hice, algo bebido. Por ello, el
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gerente del hotel, decidió atarme a la cama, no fuera que, por algún avatar del destino,
pasase la velada en el suelo.
Cuando desperté, me sorprendió mi condición, de amarrado a la cama. No menos
sorpresa me causó, la adusta decoración de mi habitación; no había ningún cuadro, todo
estaba pintado de blanco y la limpieza no era la que yo esperaba, en un recinto de esa
categoría. No había ningún teléfono, ni campanilla a la vista, para llamar al gerente del
hotel.
Pasado un tiempo, un botones me desató, y me acercó el desayuno, que yo no
había pedido. Mi ropa estaba, impecablemente, doblada sobre una silla, junto a la pared
derecha; los zapatos habían sido, desprovistos de sus cordones… ¡vaya robo más inútil! pensé.
Tenía todo lo necesario, para darme una ducha, en el baño de la habitación. Lo
hice, y me vestí con mis ropas. Cuando me dirigí hacia la puerta, me sorprendió, que ésta
estuviese cerrada, por fuera.
Yo soy un hombre importante, en pleno siglo XXI; había ideado una nueva
filosofía: “el nuevo y definitivo idealismo”, también conocido, como ENYDI, también
llamada Asturias. Con estas nuevas teorías, dejaban de tener sentido en la tierra, las
religiones, las naciones, y el dinero.
Pensé, que costaría implantar el ENYDI, pero cuando expuse mis ideas a los que
querían escucharlas, enseguida, fueron aceptadas y llevadas a la práctica.
Comprendo que hice mal, al emborracharme, ante el éxito de mis teorías, pero qué
mejor que descansar una noche en este austero hotel, para reponer fuerzas; ahora, lo que
no me hacía ninguna gracia, era que ese botones, hubiese dejado la puerta cerrada, por
fuera.
Me exigí paciencia, mientras recitaba mi poesía:
Siempre buscando un lucero,
permanezco, mirando a Apolo.
Temiendo el avance de Kronos,
huyendo de la tiranía de su hijo.
Sueños delirantes de utopía:
poesía, reflejo artístico
y socialismo; visión práctica,
como decía Cortazar.
¿Cuándo llegará la deseada utopía?
No paren de cantarla los poetas,
No dejen de lucharla los soñadores.
¿Cómo se llamará el auténtico profeta?
Sin revoluciones ni muertes,
sin levantamientos ni condenas.
Saldrán hombres libres que encuentren,
lo que siempre desearon los hombres atenazados.
Entonces reventará el lucero,
y el cielo estallará en una sonrisa.
El Sol será dueño del azul y de las nubes;
la luna se tornará en princesa adorable.
La Tierra se convertirá en un lugar de recreo,
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dónde los hombres jugarán como niños,
y éstos ya no tendrán prisa por ser hombres.
La felicidad no será una quimera…
Me imagino, que te preguntarás, cómo se sobrevive a un mal, como el mío. La
verdad, es que es duro, ser Dios; pero lo es más, dejar de serlo. Subes a una altura
considerable, en la que te encuentras sólo; allí, arriba, no hay nadie. Afortunadamente,
tengo la ayuda de especialistas, sobre todo Eva y Mariví, para bajar, de la montaña de la
divinidad. Creo que nuestro trabajo, comienza a dar frutos.
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El mueble
Es difícil hablar de uno mismo, y más, sobre el propio juicio. Por lo tanto,
empezaremos con temas de decoración del hogar. La mente me recuerda a un viejo mueble
de salón, lleno de estanterías y cajones. Allí guardamos todas nuestras emociones,
empezando por la impresión que tuvimos, al abandonar el paraíso líquido, en el que
flotábamos dentro de nuestra madre; fuente de locura y manantial de amor, para salir a una
iluminada sala de hospital, donde unos hombres vestidos de verde nos golpearon el trasero,
para hacernos llorar. No sería la única vez que derramaríamos lágrimas; todas ellas se
encuentran, en un jarroncito azul, encima del mueble, donde hemos colocado unas rosas; la
tristeza hace florecer la belleza.
Dentro de un recóndito cajón, guardamos esa inolvidable primera vez, que besamos
unos labios, tiernos y ribereños, sentado en un banco del camino de la estación. El nombre
de la joven, cuya boca cobijó tan precioso beso, es el de la flor, a la que preguntamos, si
alguien nos ama, y nos responde burlonamente, con un sí, y con un no. Al lado de ese
momento tan maravilloso, tenemos escondidas, todas nuestras desilusiones amorosas. Estos
dos tipos de recuerdos los guardamos juntos, para que se compensen. En las estanterías,
están colocados todos los libros que hemos leído, desde el primer tebeo, regalo de la tía
Chon, hasta la obra que terminé ayer, pasando, por El Quijote, Ulises, Los Miserables o El
retrato de Dorian Gray. Las creaciones literarias, dejan una huella imborrable, en nuestra
mente; son, como nuevas vidas que disfrutamos, disfrazados de prodigiosos personajes. Mi
estantería está repleta de obras; siempre he sido un buen lector; me aficione a los cómics y,
desde entonces, he hablado con hombres sabios de otras épocas, como Dante, o
Shakespeare; también suelo conversar con grandes genios contemporáneos, como García
Márquez, o Saramago.
En un cajón de la izquierda, guardo el momento en que descifre el mensaje, que
lleva oculto la obra Juan Salvador Gaviota, en séptimo de EGB; esto, unido a ser el
primero de mi clase, cuando era tan niño (como para no recordar mi edad), en decir la tabla
del nueve, son mis mayores gestas académicas; mucho más grandes, que el haber obtenido
el titulo de Ingeniero Técnico, en Telecomunicación. También está en ese cajón, mi primer
día de colegio; rompí a llorar cuando mi madre se despidió, alejándose; pienso, que ese fue
el primer paso, hacia el difícil mundo de los mayores.
En otro cajón de la parte superior, guardo todos mis cumpleaños. Me encanta
cumplir años. Cada vez hay más velas en mi tarta, pero no me importa; sé que algún día, no
estaré para apagar las luces, sin embargo cada jornada que pasa, tengo menos miedo, a esa
muerte, que llega.
En un cajón muy grande, hay algo que nunca olvidaré. Tenía siete años, y mi madre
dio a luz, a mi hermano pequeño. La primera vez que vi a ese renacuajo rubio, me inundó
una satisfacción tan grande, que me creí más fuerte, que Mazinger Z. Allí tengo guardados
todos los recuerdos de mi hermano: el día que se le cayó el cordón umbilical, las veces que
le acunaba para que se durmiera y, por supuesto, la vez que, muy orgulloso, me enseñó su
primer pelo en los testículos. En el cajón de al lado, guardo las emociones que he vivido,
junto a mi hermana; yo soy, apenas, diecinueve meses mayor que Paula; ella comía muy
poco; en cambio, yo era un glotón. Reconozco que a veces, le cacheteaba, pues era un niño
muy travieso; tenía las manos muy largas. Siempre me estaba peleando con mi primo
Antonio; éramos inseparables; le guardo en un cajón, contiguo al de mi hermana.
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Mi mueble está lleno de cajones, que contienen a mis amigos. Recuerdo, juegos,
bromas, riñas…no sé por qué, pero a los chicos nos gustan las peleas. Me considero un
privilegiado, en el tema de la amistad, y si tuviera que escribir aquí los nombres de todos
ellos, esto se convertiría en la carta más extensa de la literatura. Por tanto, no voy a
particularizar aquí, sobre mis amistades, aunque anticipo que, algunas de ellas, las
encontraremos en las páginas, de este libro.
Solo había un cajón, que permanecía siempre cerrado; era un cajón muy oscuro; en
él está guardado mi inconsciente; es el fruto de mezclar todos los anteriores cajones, con los
recuerdos de mis padres; ellos están retratados en una foto de boda, que está situada junto a
la estantería. Mi madre estaba preciosa, vestida de blanco; ella me quiere con locura. Mi
padre, por su parte, parecía un galán de cine; no se explica nuestra falta de cordura. Ese fue
el principio de mi existencia; estaría marcado a fuego, por ambos; pero, volvamos al oscuro
cajón. Me daba miedo abrirlo. Tardé veintiocho años, en decidirme a investigar qué
contenía. Cuando lo hice, encontré, que mi inconsciente se creía omnipotente
(todopoderoso), era invencible e inmortal; resultó, que yo era Dios; más que pensar que era
un ser superior, resultó, que me comportaba, como tal; pero, para considerarse un Ser
Supremo, tienes que crear un universo; por supuesto, yo lo hice. Asturias ganó su sitio en el
país de las páginas, como verás.
En este relato, se viaja, a través de un mundo fantástico y maravilloso, para mostrar
las peripecias de un enfermo. No es un libro para intelectuales; se habla poco de sexo y
mucho de amor. Aunque al final, se desate la pasión, veinte siglos, reprimida: en el cambio
de centuria, que vio nacer el siglo XXI, explotó la mente de un hombre. He elegido el
sánscrito, como lenguaje de comunicación, porque todo el mundo lo puede leer, pero nadie
lo habla. Efectivamente, esta carta proviene directamente de Dios (te alabamos, Señor).
Quizás esto, no llegue a ser un libro, y sea más bien, un largo cuento, o mejor aún,
una Parábola. Mi primer lector me comparó con el realismo mágico, de Gabriel García
Márquez. Las comparaciones son neuróticas, digo, odiosas. Creo que se me puede
encuadrar, dentro de la corriente literaria, del “fantasismo real”, del magnífico escritor
miguelista, entre los mígueles, Unomás.
En cuanto a mi personaje principal, Obelix, es un príncipe azul frustrado. Pero no
quiero contarte más, porque estoy seguro, que le vas a coger cariño. Los demás personajes
son tan verosímiles, que podrían ser reales, aunque te advierto, que mi barrera, entre
certidumbre y fantasía, no es muy sólida. En cuanto a la gente que se ha preocupado por la
lucha del escritor Unomás(27), contra su eterno enemigo, Omnipo(28), quiero recalcar, el
papel del escritor, Antonio Paredes, y los amigos de Obelix. También deseo dar las gracias,
a todos mis personajes, haciendo especial mención, a las dos grandes mujeres de esta
historia, Carolina(29), y Ana Raquel. En cuanto a los masculinos, es justo reconocer el
papel del rey Creces(30), el personaje clave, para entender el viaje de su hijo, el príncipe de
Asturias.
En este libro conocerás mi historia. El antes y el después de la gran explosión, había
gente, que temía la llegada del año 2000; yo no me encontraba entre ellas; pero creo que he
sido uno de las principales víctimas, de dicho efecto. La expresión “cada uno ve la feria,
según le va en ella”; es una gran verdad. Yo pensaba, que mi vida era inmejorable; tenía
una familia maravillosa, un trabajo genial, unos amigos fantásticos, un jefe generoso…
todo era perfecto; sólo me faltaba encontrar mi mujer ideal; pero resulta, que ya la tenía.
Por tanto, no entiendo, cómo pudo pasarme esto, a mí.
Este libro está lleno de metáforas. Nada es lo que parece, aunque todo es evidente.
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Por ello, estimada lectora (vosotras leéis más y mejor), te voy a contar mi historia. Es una
apología del delirio. No sé si el árbol existe, en sí mismo, o existe, porque lo percibo.
Esto puede ser sólo, un mal sueño, pero es tan cierto, como el país que vamos a
visitar; soy un vagabundo en el mundo de la felicidad. Las limosnas que recibo, van
formando una preciosa nación; Asturias reluce bajo el sol invernal, con la fuerza de un
océano desatado; no puede parar de brillar, tras el desenfreno del mar. Olas azules, que
florecen en un campo fértil. El país de las maravillas sonríe, mientras ve nacer en sus
fauces, a la recién concebida Asturias.
Cómo podría confiarte mi secreto; es una trampa oculta, que fraguó mi mente.
Fueron muchos años de labranza: un padre muy permisivo, una madre posesiva y enferma,
dieron como resultado, a un pequeño dictador, un elegido, que tardó veintiocho años en
explotar. Por este motivo, necesito comunicarme. La palabra, “¿quién sería el mago, que
dijo la primera de todas ellas?” Ese sí, que fue el primer ser humano; vale más uno solo de
esos sonidos con significado emitidos por cualquier persona, que mil millones de imágenes,
porque esas visiones son también, percibidas por los animales, pero ellas, no les permiten
pensar. Ese primer parlamentario, dio origen a una sociedad, que es tan poderosa, que ella
misma es su máxima amenaza. Utilizamos las palabras para hacer poesía, y para declarar
guerras; nuestras amigas son, a la vez, las mayores enemigas del hombre; las que nos
fundaron, pueden destrozarnos.
El hombre es el mayor enemigo de la humanidad; si ésta vence al odio, a los
patriotas, y a sus enormes prejuicios, los poetas evolucionarán hacia la perfección. Ese
estado sublime, no será fácil de lograr; sin duda, deberán pasar cientos de años, tal vez
miles, pero el hombre encontrará la plenitud. Es complicado imaginarnos, cómo será ese ser
humano del futuro; pero hagamos un esfuerzo.
El hombre es mente, pues cuando pudo pensar, fue cuando alcanzó su estatus de
privilegio, sobre el resto de los animales. Así cabe imaginar, que, si nos desprendimos del
pelo que nos cubría, porque no nos hacia falta, creo que se podría considerar la siguiente
teoría: también nos desprenderemos del resto del cuerpo, al ser nuestra alma, lo único que
nos convierte en personas.
Sé que habrá gente, que se lleve las manos a la cabeza, por lo descabellado de mi
hipótesis, pero yo considero, que hay que tener la mente abierta.
Esto que cuento, puede parecer revolucionario, pero el hombre es la prueba, de que
caminamos hacia la gloria y la felicidad. Nuestra mente es lo más maravilloso de la
Creación; quizás en un futuro, sea eterna; entonces, lo material, no tendrá sentido; ese debe
ser el paraíso, que prometen muchas religiones; hasta entonces, debemos trabajar por un
mundo mejor, un lugar donde no se pase hambre, no haya violencia, y donde se enseñe a
vivir, en busca de un sueño: Asturias.
Todo empezó con un halo de locura. La razón salió despedida de mi cabeza, con la
fuerza de un huracán; los dementes sorprendemos, porque aunque hablamos vuestro
idioma, no se nos entiende; convivimos con una certeza absoluta, en nuestras convicciones
y, por supuesto, yo era tajante en mis manifestaciones. Mi mente tiene una historia que
contar. Mi inconsciente se cree omnipotente. Sé que eso no es muy probable, pero para mí,
no había nada imposible. Esto significa, que puedo con todo, que soy invencible, inmortal e
infalible. Por tanto, me siento Dios. Es curioso, cuando mi razón niega la existencia, de un
ser superior que justifique lo inexplicable, porque todo tiene un razonamiento, aunque
muchos son por el momento, desconocidos. Otra cosa es, que conozcamos toda la
sabiduría; pero la Humanidad, cada vez esta más preparada, para desterrar la idea, surgida,
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del miedo a lo desconocido: Dios.
Tener en cerebro de hombre, mente divina; esa es mi falta. Soy un ser extraño.
Puede, que todo tenga una explicación sencilla. Escucho los consejos de Sigmunt Freud, y
encuentro cierta similitud, entre mi caso y el del príncipe Edipo; pero en fin, vayamos a lo
concreto. He delirado al creerme una persona especial; pienso que los milagros y
apariciones, que supuestamente han existido a lo largo de la Historia, eran casos, similares
al mío. Mi increíble fuerza creadora, fundó un país mágico, gobernado por la igualdad, la
amistad, la solidaridad y la justicia. Esta región, tiene el nombre de Asturias, porque es mi
patria, y el resto, sólo tierra conquistada. Voy a dejar escrita mi utopía, porque soy un Dios
mortal; sólo a través de la palabra, se puede ser, realmente fuerte. La Biblia dice que, al
principio, fue aquella; pues bien, ella es el producto, de mi paseo por la divinidad.
Puede que se trate de una lejana utopía, pero me ilusiona pensar, que si yo puedo
pensar en ella, algún día será realidad; basta leer a Julio Verne, y sorprendernos con su
magnífico Nautilus, para comprender, que la imaginación del hombre, siempre se adelanta,
a los grandes avances de la humanidad; ese lejano país, que algún día se mostrará
orgulloso, nació dentro de mi cabeza, finalizando el siglo XX: el de la triste guerra civil, en
mi país, los dos conflictos mundiales, la congelada guerra fría, y los esperanzadores, viajes
espaciales.
En esta maravillosa nación, triunfa la verdad, por encima del victimismo actual. El
mundo ha dejado de estar dividido, entre ricos y pobres, para estar gobernado, por el poder
del bien, bajo el yugo abrasador de las sonrisas. La guerra es una antigua palabra, que ha
caído en desuso, en el imperio asturiano. Debo contar algunos secretos, de esta nación.
Lo primero que debo decir, es que en Asturias, las armas están obsoletas; no se
conservan ni en los museos. La paz reina bajo el sol, como siempre han soñado, los
hombres y mujeres, de buena voluntad; no hacen falta drogas, para vivir una realidad
alucinante. En Asturias, no se bebe alcohol, exceptuando, claro está, el preciado licor, de
colores tinto, rosado y blanco, que endulzan nuestros paladares, ni mucho menos, se fuma.
El país está lleno de bibliotecas, donde la población se ejercita, en el deporte rey de esta
nación: la lectura. Todo el mundo es feliz, paseando por el maravilloso país de las páginas,
que es el único lugar, al que se puede equiparar la belleza, del principado asturiano. El
clima es agradable, y el mar, casi siempre está en calma; todos forman una gran familia,
que vive sin temor a la muerte, pues disfrutan del Paraíso terrenal, donde el hambre, el
crimen y la pobreza, son términos, que han quedado desterrados del vocabulario, de los
felices asturianos.
La felicidad es una meta fácil de alcanzar, en Asturias. Para saber más acerca de
ella, es preciso que conozcamos más cosas, del imperio asturiano. En él, lo verdaderamente
bello, no tiene valor. Si algo tiene precio, no vale nada. Las cosas que no se pueden
comprar, son las más importantes, de nuestra vida. Las cosas de valor incalculable, son la
razón, para que exista un país mágico y legendario, llamado Asturias. Este estado paraíso
terrenal, que tantos hombres han buscado, algún día, nos abrirá sus brazos, para darnos un
apretón de fraternidad. Debemos empezar a enumerar las características, de este reino.
Empecemos por la salud; sin ella, no somos nada; con ella, somos capaces, de
cualquier cosa; me atrevería a compararla, con la persona amada, y como a ella, no
deberíamos apreciarla, sólo cuando está lejos, sino que tendríamos que disfrutar de ella,
cuando está cerca, abrazarla, y esperar que nos acompañe, el mayor tiempo posible; pues, al
ser mortales, sabemos, que nada es eterno.
Hablando de amor, ¿qué es la vida, sin él; cómo sería un cielo, sin el color azul, un
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mar sin olas; cómo podría existir la esperanza sin tus miradas, Leticia, las rosas sin los
amantes, el baile sin las parejas…? Los paseos de la mano, no tendrían sentido. Toda
persona busca su media naranja… ¿dónde esta la mía…?; ¿la encontraré…?; ¿de qué color
tendrá los ojos…?; ¿será morena, o rubia…? Ella, todavía, guarda sus secretos; los míos,
los cuento yo. Quiero besarte, desconocida señorita; el asturiano, cuando besa, es que besa
de verdad; un beso besado, para tu boca anhelada. Tu saliva, es la miel, mejor envasada;
precioso recipiente, que se mueve, mira, y respira.
¿Qué tal, Narciso?
¿Tú quién eres?
Hola, Miguel.
Adiós, Narciso.
¿Le conoces?
Compartíamos espejo; ahora, miro por la ventana.
¿Quién es quién?
Todas para uno, y uno, para todas. Dejad que las niñas se acerquen a mí.
Perdóname, estimada lectora; te ruego disculpes las molestias, y no olvides, que no
soy más, que una mente enferma. Una vez presentadas estas humildes excusas, voy a dar mi
opinión, sobre la generosidad.
A quién todo da, no se le debe mirar la cantidad, de lo dado. Mientras que, quién
todo tiene, no sabe dar, la cuantía adecuada. Mucha gente, no quiere ser generosa, sino
parecerlo, y a mí me enseñaron de niño (cuando vestía el uniforme con jersey azul marino,
y pantalón gris marengo), que se coge antes, a un mentiroso, que a un cojo, como decía
Don Mesías(31), director del Sabercalasanz.
Pero en fin, voy a hablar ahora, del más apreciado de los bienes; yo daría cualquier
cosa, por tener un amigo verdadero, aunque soy afortunado, y sé, que disfruto del cariño, de
varios de esos raros ejemplares. Quién tiene al menos uno, no debe ser despistado, y perder
tan valioso tesoro, porque, cuando alguien es tu amigo, te regala su fidelidad y ayuda, para
lo que necesites. En los malos momentos, se conoce a los buenos compañeros; son los
únicos, que se quedan a tu lado. Por fortuna, cuando estalló mi mente, nadie huyó de mi
orilla, excepto algunas jóvenes, que yo tenía por amigas mías, como Loli, o Montse, a
quienes asusté con mi extravagante comportamiento. Supongo que tú, cada vez estás menos
sorprendida, y estas torpes explicaciones, han despertado tu curiosidad, por conocer mi
extraño mal. Es un pecado buscar el Amor Ideal; eso queda para los dioses.
La humildad, es la característica más importante, de un gran hombre; no pensar que
alguien es inferior a otro, ni que siempre se está en posesión de la verdad; saber escuchar,
no ser tajante en las decisiones, dialogar, no hablar para enseñar, sino escuchar para
aprender, no querer destacar de los demás, sentir la necesidad de ser uno más. De esta
lucha, entre mi humildad y mi omnipotencia, saldrán los famosos personajes, Unomás y
Omnipo, que más tarde, conoceremos mejor.
La felicidad es el objetivo de la vida; para conseguirla, se necesita una combinación
de valores, de precio incalculable: salud, amor, generosidad, amistad, humildad…
Si estamos aquí por un tiempo limitado, ¿por qué no disfrutar intensamente, y
olvidar las rencillas, discusiones, y polémicas? Quizás no todos los caminos, lleven a
Roma. El camino de la felicidad, no lleva a la Ciudad Eterna (bonito nombre para un
cementerio); más bien, se aleja de allí. En Roma, el dinero dice, quién tiene razón, y quien
no; las mujeres no son románticas; las personas pelean por tonterías, y los tontos se hacen
pasar por personas.
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Los romanos deberían dedicar más tiempo a leer; es uno de los problemas, de su
sociedad; no se lee, lo suficiente. Pero en Asturias, la gente leerá más, y así, se podrá
comunicar con sus antepasados; y si les apetece, escribirán, para mandar mensajes, a las
futuras generaciones. Qué bonito debe ser, caligrafiar un buen libro. Debe ser lo más
parecido, a ver crecer a un hijo, tener descendencia. Sólo esa posibilidad, justificaría los
sufrimientos, que pasamos en esta corta (digan lo que digan), y efímera vida; sujetar la
antorcha, que ilumina nuestra existencia. Si encendemos la llama, nunca se apagará.
Necesitamos ayuda, para encender ese fuego asturiano. Hay muchas niñas monas; alguna
estará sola; la conocerás, cuando la veas; tranquilo; no la busques; aparecerá.
Cuando alcances la hora de fichar por la Vecchia Signora(32), llegará el momento
de hacer balance, de lo que has conseguido en la vida. ¿Cuántas copas de Asturias has
ganado; cuántos pinos has plantado, cuántos libros has leído o escrito, y a cuántas
Dulcineas has amado? Cuando te pongan la camiseta bianconera, no te valdrá de nada, el
dinero que tengas en los bancos romanos; lo importante será, que seas recordado como una
buena persona, que nunca se alegro del mal ajeno. Si esto se cumple, serás completamente
feliz, en Turín; dicen que es la ciudad del diablo; pues bien, habremos caído en la
tentación… (Mas, líbranos del mal. Amen).
“Diablo nuestro, que estás en los cielos; santificado es tu nombre”…; en casa de
Perico, te llaman Dios; en las montañas del Nepal, eres Buda, y los colgados de la guerra
santa, te conocen, por Alá. Tienes varios apodos, como los terroristas; han matado y
provocado guerras, en tu nombre; líbranos del mal que provocas, y perdona, a los que no
creemos en ti, como nosotros, a ti, te perdonamos. Me gustaría equivocarme contigo; pero
me pareces el peor invento del hombre, desde la espada.
Ser omnipotente, estar por encima del bien y del mal, tener en tus manos las vidas
de tus supuestos hijos, admitir el hambre y la miseria… no es que no existas, es que sería
injusto, que lo hicieses. Si de verdad existieses, no soportarías la farsa de tu propia Iglesia;
y si fueras humilde, no la necesitarías; porque cualquier persona sabe distinguir, entre el
Bien y el Mal; no se necesita a los fariseos.
Mi tío Camarón solía cantar, a la amenaza que supone, el paso de los años; pero
cuando eres Dios, ya no temes a tu padre Kronos; no te asusta el desbocado caballo, blanco
y negro, del día y de la noche. Un ser superior, juega con el tiempo, y es lo que pretende
hacer, cualquier artista: reírse de los relojes, como hacía Dalí. Tengo un inconsciente
artístico, que ha desembocado en estas Sagradas Escrituras.
Otra de las ventajas de ser divino, es que todo el mundo es una creación tuya; como
el final de Niebla, de mi amigo Unamuno, donde Augusto Pérez visita al autor, bilbaíno de
nacimiento y salmantino de adopción, para quejarse de su papel en la vida, y cuestiona el
poder de Don Miguel, como ser todopoderoso, en el libro. Porque Dios, es el hombre, y el
arte, es la mujer. Ahora mismo, creo que el único ser supremo que existe, es ese increíble,
multiracial, noble, traidor, divino, fiero, dócil, inteligente, ingenuo, y generoso ser, que es
el hombre; y si añadimos la belleza, tendremos a los ángeles, es decir, a las mujeres. Con
esto respondo a una de las preguntas de la Humanidad: el sexo de los ángeles.
Mi doctrina es hereje, integradora, asturiana, culé, española, dolorosa, alegre,
esperanzadora, y falsa, como todas las doctrinas. Los bosques y montañas verdes, de
nuestra patria, amparan un sueño, que llegará a hacerse realidad; puede que cueste mucho
tiempo y esfuerzo, verlo cumplido; pero vendrá el día, en que el inmenso sol ilumine las
colinas, de este maravilloso país.
La amenaza de las maquinas, es una gran mentira; la ciencia será bien acogida, en
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Asturias; debemos defendernos, del ataque de los no asturianos. Algunos de ellos, nacieron
a escasos kilómetros de Oviedo, pero reniegan de sus orígenes; otros llevan corbata, y unas
veces son asturianos, y otras, no, pero eso no vale. Mi amigo Hamlet, que fingió que estaba
loco, como yo, decía: “ser o no ser, esa es la cuestión”. Otros presumen, de no ser
asturianos, y la verdad, yo, casi me alegro; porque ser asturiano, es algo más que nacer en
el mundo; es un estilo de vida.
¿Dónde está Asturias? Yo creo, “que está dormida, en el vientre azul del universo,
pero no en mi mente”, como argumentaba en su libro, Nademesías Abuelo. Habita en todas
partes, y en ninguna; es la región más pequeña del mundo; incluso, es perecedera; pero
renace de sus cenizas, cual país fénix; por mucho que incendien paginas, éstas, iluminan
mentes, que vuelven a volcarse en libros.
Pero yo soy como Hamlet; me hago pasar por loco, para contar mi verdad. Él
conoce Asturias; la ha visto, la tiene dentro de su cabeza, y grita con rabia:
Ser asturiano o no serlo, ¿es que no lo ves? La respuesta eres tú. Mírate a un espejo,
y piensa cómo, un ser tan complicado, se está negando a buscar su patria, y se
conforma con ser su segunda piel.
Yo también, soy un hombre del Sur, pero no he pasado hambre. Por suerte, Asturias
está llena de jamón y zumo de naranja. Ojala, incluso, los no asturianos, no pasarán
necesidad, porque en el fondo, todos (insisto), todos, somos ciudadanos del Principado, y
tenemos derecho, a no pasar privaciones. Y si no hay jamón, pues, fabes con almejas.
No paro de pensar, en lo que me dijo Hamlet; parece ser, que yo tengo la respuesta,
a mis males. Quizás deba luchar, para salir de la prisión en la que me encuentro; pero esa
cárcel, está dentro de mí, yo me he metido en la celda, para no salir, y no dejar entrar a
nadie.
Soy como soy, y no voy a cambiar; me encanta ser romántico, idealista, español,
culé, y defensor de causas perdidas. Entre éstas, estoy yo mismo; no sé, qué normas seguir;
si estoy loco, para qué quiero leyes que no voy a seguir; y si soy un genio, yo soy quien
debe marcar pautas, que otros aplaudirán, y que, si vienen de un loco, criticarán. Dicen, que
los adelantados a su época, pagan un alto precio: la locura, o la muerte. Yo, estoy lo
suficientemente loco, para ser uno de ellos, y a veces, flirteo con la parca; alguna vez
estuve a punto, de llevarla al huerto.
El límite entre la normalidad y la locura, está en la capacidad para romper normas:
hecha la ley, hecha la trampa. Entonces, ¿qué diferencia hay entre un genio y un loco? El
primero, tiene billete de ida y vuelta, hasta la locura, mientras que el loco, no tiene ticket,
de regreso a la normalidad.
¿Es bueno que yo piense que soy un genio? Para eso, sería necesario saber, qué es
un genio. Algunos dicen, que es una persona capaz de ver cosas, que nadie ve (joder, pues
parece un lunático), y luego explicarlas; según Consomehauer(33), un hombre moderado,
nunca será un genio. Yo reclamo mi derecho a ser tratado, como una persona; cuando sea
un mito, ya tendréis tiempo para juzgarme; y si no llego a leyenda, seré un conjunto de
insólito alimento, para las flores que cubran mi tumba, esperando haber sido un buen
hombre, que no hizo mal a nadie.
Sé, que debo cumplir las normas de la sociedad: trabajar, casarme, y morir; pero no
sé por qué, debo seguir otras leyes; creo, que no me gusta ser normal; quiero ser un genio,
asombrarme a mí mismo; los demás, ya se asombrarán, más tarde. Me encantaría, que estas
palabras se leyesen, dentro de unos siglos; tu mirada, sobre estas letras, me resulta
insuficiente.
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Estoy tratando de comportarme, como un escritor normal, pero sólo escribo
tonterías; debe ser, por mi falta de talento, o mi exceso de locura, que no me dejan ver que
escribo, sobre un niño grande, que adora a sus padres, que está enamorado de todas las
mujeres, que sueña con vestir la camiseta del Barça, y en sus ratos libres, trabaja de
ingeniero, y sale con sus amigos; aunque, como diría Omnipo: “no es tan listo, como él se
cree…”
Y si lo fuera, y empezase a querer dejar de justificarse, por defender hasta la muerte
a su madre, necesitar como el respirar, a su padre, amar a sus hermanos, ser fiel a sus
amigos… y no perder la esperanza, de que en algún lugar, estará el amor de su vida, que no
sabemos, si se llamará Ana Raquel, Alba, Leticia o…, pero que debe existir, porque la
realidad, siempre supera a la ficción. ¡Vaya, parece que cada vez, estoy menos loco!
Si estoy menos loco, soy menos genio; he crecido un poco más, siendo cada vez,
más hombre, y alejándome de la infancia; pero yo no quiero perder mi inocencia; esa es mi
enfermedad, y por eso, me gusta tanto la Literatura. En la realidad, en cambio, todos somos
normales; pese a que todavía existe el empleo más antiguo del mundo, para consuelo de
desgraciados como yo, las drogas, como aliciente para ignorantes (como algunos de mis
amigos), la incultura, para vergüenza colectiva, los locos, para mostrar el camino a los
genios, y los genios, para indicar la senda, a la gente normal.
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El protagonista
No sé quién soy, ni quién no soy. Sólo sé, que me encuentro en este país, que se
fundó hace miles de años, cuando los hombres se dibujaban cazando. Ese fue el comienzo
de la escritura y, por tanto, el principio de mi nación.
Aquí estamos, los que no morimos, los inmortales. Porque haberlos, haylos, y
tenemos partida de nacimiento, para los que duden, sobre si somos reales.
Somos lo más auténtico, que hay en el mundo; las ideas y los personajes que las
damos a conocer; somos imperecederos.
Alguno de nosotros, muere; pero es sólo una ficción, de los entes de realidad; ellos
no resucitan, cuando alguien abre un libro; nosotros, sí.
Ellos están muertos; todos, todos ellos han de morir. Sólo les queda el consuelo, de
vernos sobrevivirles.
Ya es hora de presentar al héroe de esta historia; es el príncipe de Asturias; tiene
veintiocho años; está entradito en kilos; se considera invencible, y su nombre es Obelix.
Viste un extraño pantalón, a rayas verticales, blancas, y azules, y va a pecho descubierto;
no como muestra de valentía, sino como alivio, contra el calor. Tiene dos ojos oscuros; de
esos que transmiten sentimientos; su nariz es horrible, y sus labios, desproporcionados;
lleva el pelo corto, y no luce coletas trenzadas, por parecerle poco masculino; su cabello es
negro y fuerte.
El príncipe nació en la Paz(34), como deberían hacerlo todos los niños; de allí, fue
trasladado al Palacio de los Padres, situado en la mitad del Paseo de la Rambla; era un
edificio blanco, de cuatro alturas. En la tercera planta, estaban los aposentos reales; se
debían ascender muchos peldaños, para divisar su puerta marrón; tras ella, se desarrolló la
vida de Obelix, durante veintisiete años. Allí jugó, con sus hermanos, estudió, y creció. En
frente de las habitaciones de los reyes, vivieron los condes de Barcelona, que
posteriormente, se trasladaron a un Palacio naranja, contiguo al de los Padres; el lugar
cercano a las dependencias reales, fue ocupado por Hada Chón, mujer misteriosa y bella,
hermana mayor de la reina de Asturias, y el abuelo Julián, quién encontró fin, a su dilatada
y hermosa leyenda, en estos aposentos.
La madre de Obelix, la dulce Carolina, era una señora de gran dignidad; podría
recordar, a alguna mujer, que idolatrase la humanidad; una “Virgen María” terrenal. Su
belleza daría, para todo un capítulo, de adulaciones. Por respeto a las demás damas del
relato, diremos sólo, que se trataba, de la más hermosa de las mujeres. El rey Creces,
marido de Carolina, era un joven guapo y delgado, de estatura superior a la media;
poseedor de una preciosa nariz, y un cabello, negro y rizado.
El príncipe, enseguida comprendió, que no era un chico como los demás; él
entendía las cosas muy rápidamente, y tenía siempre, los sentimientos a flor de piel.
También era un niño travieso, que se pegaba con su primo Paredes(35), y hacia rabiar a su
hermana Splinter(36). Pero todo cambió, cuando nació Lacoste(37), su hermanito. Nunca
había querido tanto a nadie; le amaba, como un padre quiere a su hijo; le llevaba de la
mano, a todas partes; era su mejor, y más querido juguete.
La familia real ya estaba completa, y era fantástica; era la obra maestra, de Carolina
y Creces. ¡Qué bello debe ser, formar una familia, de la nada!; dos personas que se aman,
pueden crear un universo; todo hombre tiene el suyo, dentro de la cabeza, donde habrá
alegrías y tristezas, pero nunca, faltará el amor y la esperanza.
Un hombre debe encontrar su pareja; junto a ella caminará, hacia Asturias. Allí
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encontraran la tranquilidad, la felicidad, la descendencia y, finalmente, la decadencia. Pero,
cuando ésta llegue, la vida habrá tenido sentido, sólo, por el hecho de ver reír a tus hijos, y
luchar por un mundo, en el que no tengan que llorar.
Creces, sólo tenía dos amores, Carolina y el fútbol; si con la reina ganó tres copas
de Asturias (1971,1973 y 1979)(38), en el balompié, tampoco le fue mal, al ser uno de los
mejores jugadores de todos los tiempos, del Atlético Valdemoro, y ser elegido, como el
mayor seguidor del Barça, equipos con los que simpatizan, en honor a su padre, Lacoste, y
Obelix.
El Palacio de los Abuelos, donde reside actualmente la familia real, se encuentra en
la calle Tirso de Molina, y es la obra cumbre, de Splinter, como artista. Su entrada, de estilo
mejicano, las cocinas de castaño, las habitaciones asturianas, su salón español, y sus baños
turcos. Entre esas paredes amarillo vainilla, se desarrollan cinco vidas, un sueño, y un país.
Asturias nace, crece, y se reproduce. Nunca debería desaparecer, y de hecho, al
nacer, se ha asegurado, que nunca morirá; mientras que se pueda soñar, Obelix vivirá en
Asturias, y sólo las circunstancias, le harán dejar su país. Pero siempre volverá, porque está
escrito, que debe morir en Asturias, ya que nació de ella.
Quizás Asturias, sea como una madre, la mujer ideal e inalcanzable. El hijo del
Amor, es más ciego que sus padres. ¡Qué difícil es ver, cuando se mira con el corazón!
¡Qué castigo tan cruel, ser el más fiel de los amantes, enamorado de un imposible!
Todo el mundo sabe, que la reina del país de las maravillas, la bella Carolina, dio a
luz, a Obelix, sobre un caldero, de zumo de naranja; esto le hizo invencible. Pero era
demasiado pequeño, para ser tan fuerte. Su padre le sacó del recipiente, y el niño se puso a
llorar.
La condesa de Barcelona y la reina, criaron al bebé. Los condes de la ciudad de los
prodigios, querían al príncipe, como si fuese el hijo, que nunca habían tenido.
Remedios(39), mujer obesa, de pelo teñido de colorado, de carácter fuerte, y dominante, y
Camarón(40), un tipo bajito, con pelo cano, y aires de buena persona, eran un matrimonio
feliz, con el lunar, de los varios abortos de la condesa, que la condenaron a la esterilidad.
Obelix quería mucho a Remedios; le prometió que, cuando fuese mayor, ella sería la
madrina de su boda. A Carolina no le gustó mucho, la idea; pero tuvo que aceptar la
decisión de su hijo, aunque significase romper el protocolo.
El príncipe fue a la escuela, por primera vez, a los tres años, a uno de los colegios de
monjas, que hay en Valdemoro, el “San Pepe”(41). Cuando tenía seis años, fue
discriminado por las eclesiásticas, por llevar colgantes naturales. Las hermanas, sólo daban
“egebé”(42), a niñas; se alejó de los hábitos, y se puso el uniforme, de jersey azul y
pantalón gris, del “Sabercalasanz”. Allí, aprendió letras, acompañadas de sangre; después,
pasó a la Escuela Imperial Arzobispo Verga(43), donde estudió leyes(44), por expreso
deseo, del rey Creces; fue allí, donde se interesó por las palabras, de la mano de Esther(45),
su profesora de Literatura, una bonita mujer, de edad comparable a la de la reina Carolina,
y cuya cultura, era asombrosa. El príncipe admiraba a su maestra, y seguía sus sabios
consejos. Ella presentó al príncipe, algunos escritores con nombre de genio, como
Cervantes, y Unamuno; y a otros grandes literatos, como Umberto Ecco, o Alejandro
Dumas.
Un día, Esther le dijo al hijo de Creces, que le iba a dar a conocer, a un joven
escritor, que quería entablar relación con un príncipe. Obelix aceptó, pues él, también tenía
ganas de ser presentado, a un guardián del país de las paginas.
Unos días más tarde, la profesora de Literatura reunió, en su casa blanca, situada al
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final del paseo de la Rambla (extraño color para una casa situada en Canaletas(46)), a los
dos jóvenes que, curiosamente, tenían la misma edad, y eran muy parecidos, físicamente,
sólo que, el escritor llevaba una cuidada barba y un jersey granate, cubriéndole el pecho.
Pero ambos, tenían mirada de soñador, y estaban pasaditos de peso. La anfitriona hizo las
presentaciones:
Hola, muchachos. Obelix, este es Unomás, el futuro príncipe de Asturias, y,
Unomás, este es Obelix, el actual príncipe de Asturias.
Los dos jóvenes se estrecharon las manos. Desde el primer momento, congeniaron.
Obelix le contó a Unomás, que le esperaba un viaje a Roma. Unomás le pidió permiso, para
escribir sobre su travesía. El príncipe aceptó, y le dijo:
Yo haré el camino andando, mientras tú, viajarás escribiendo. Espero, que
lleguemos al mismo sitio.
Obelix caminará; yo escribiré – contestó el escritor – juntos derrotaremos, a los
numerosos enemigos de Asturias, porque hay gente que va a conocer el poder de
la palabra.
Más tarde, Esther recibió algunas cartas de Unomás; eran difíciles de comprender,
pero en ellas, se adivinaba el nuevo estilo, del que sería creador del “fantasismo real”.
Había algo que asustaba; parecían las ideas de un loco, aunque sólo fuesen, las reflexiones
de un genio; alguien que miraba al mundo, desde una perspectiva distinta a la habitual y,
por tanto, llamaba la atención.
Volvamos a los estudios del príncipe. Se desplazó a Rumania, a la zona de Bayekas,
donde estudió su carrera de Radiocharlas, en la Politécnica de Timisoara(47). Se doctoró
con un trabajo, sobre el noise, un pájaro romano. El estudio lo realizó, en colaboración con
el famoso boloñés, Luigi Aguador, en la localidad de, Don Hostias de los González(48).
Obelix quiso cumplir con Asturias, y fue destinado a la Hipotenusa Voladora, de
Carafe(49), y pasó nueve meses vestido de azul, a las órdenes del Capitán Trueno(50). El
momento de mayor actividad del día, era la hora del bocata de tortilla española con jamón,
del condado de York. Lo peor era el tedio; pero todas las etapas terminan, incluso las
aburridas.
El príncipe empezó a trabajar en el cuerpo diplomático, junto al hijo del embajador
de Asturias. Maza(51) era una persona fiel a su majestad, el rey Creces, pese a que éste,
siempre le decía, que no entendía, cómo habiendo nacido en Asturias, era madridista, el
equipo romano por excelencia. A Obelix le gustaba hablar de fútbol, con Maza, cuando el
príncipe era niño. Vivió una época gloriosa, del Atlético Valdemoro, mientras el embajador
ocupaba la presidencia, del mítico equipo asturiano. Al transcurrir un año, el príncipe
decidió abandonar el cuerpo diplomático, para entrar a colaborar en Exígete(52); allí trabaja
a las ordenes de Chechema(53), y comparte sus horas laborales, con un ex coronel Dulce,
una Golondrina mensajera, un Guillermo sin Tell, un Oenege andante (pasado de peso y de
bondad , algo colgado, aunque tras un justo juicio previo), un poeta
Dimecomocomesytedirecomofollas, el bandido Sevilla, un Luego que todos esperamos por
su inteligencia y simpatía, el monstruo de Leganés, el ángel Sin Miguel, un motorista
evangelista, una Raya de calcetines, un ave Ocecé, un Ramiroesguay, la Gestapo andalusa,
un Setienequepoderhacer y otro ángel…, éste, todo un caballero(54). Es una tarea exigente;
pero el príncipe se siente feliz, y disfruta mucho, charlando con su jefe, del que piensa, que
es una buena persona, un quijote, y un tío, de puta madre.
De repente, todo cambió en 1999. La vida del atlético Obelix, dio un giro; se sentía
un deportista de segunda división; él, nunca hubiese esperado ese paseo, por el Infierno, lo
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tuvo que hacer en solitario al estar Dante y Virgilio bien muertos y mejor enterrados. Él,
que siempre se creía el campeón, era ahora, un descendido de categoría. Su amigo
Cimbel(55), le dijo:
Ánimo, príncipe; la victoria más rotunda, aunque estemos en segunda.
Se sentía bien, pese a no hacer deporte; estaba incluso, pensando en buscar a
alguien, que escribiera sus memorias. La familia real se negaba, a que el príncipe contara
sus intimidades, pese al interés de la prensa asturiana; El Correo de San Petersburgo, El
Diario de Asturias, y Libertad(56), ofrecieron a sus mejores redactores; pero el príncipe
quería, que su historia fuera contada por Unomás, su amigo invisible.
A Obelix le apetecía volver a salir, con sus amigos, todos ellos deportistas. El
comité olímpico de Asturias, había condecorado a Bigote, presidente de la Gimnástica
Astral(57), de cuyas instalaciones, han salido tantos medallistas, en barra; en este
establecimiento, el príncipe empezó a encapricharse de una joven, la marquesa de
Salamanca(58).
Lacoste era el único deportista, que quedaba en la familia; era joven, y todavía debía
madurar, para dedicarse a sus obligaciones, como infante; se trataba de un chico guapo y
rubio. Obelix discutía, de vez en cuando, con Lacoste, pero los dos hermanos, se querían
mucho. Lacoste era más inteligente que el príncipe; por eso, no se hacía preguntas
transcendentales, y vivía, el día a día. El infante tenía muchos amigos: Torrente, Galleto,
Giovanni, Mortadelo, Pissa, Coco(59), y otros grandes deportistas; porque las nuevas
generaciones, siempre están destinadas, a superar a sus predecesoras. Todos eran jóvenes,
se creían invencibles, no tenían miedo al imperio romano. La vida es preciosa; sobre todo,
cuando se es joven.
Llegados al tema de las mujeres, Obelix no había tenido suerte. Los toros que le
embestían, no tenían fuerza, y cuando uno tenía fuerza, no tenía clase; el toro es quién
decide, si la corrida va a ser un éxito. “Si se cae el toro, se cae la fiesta”, dicen los taurinos.
El torero debe esperar, que el animal embista, y si el astado se descubre pidiendo la muerte,
hay que matarlo de una estocada certera, en el hoyo de las agujas. El príncipe seguía
esperando su oportunidad, pese a las cogidas recibidas, que habían cubierto su cuerpo, de
cicatrices dulcinearias; pero él seguía siendo valiente, en el tema de las mujeres, aunque
llevaba una temporada viéndolas, desde la barrera: ¡qué bellas eran!
Obelix disfrutaba, tras su retiro de gran tranquilidad; le parecía que el mundo
giraba, más lentamente; entendía las posturas moderadas, que antes le parecían cobardes.
Hablaba mucho con su padre; el rey estaba contento, con la recuperación de su hijo.
Obelix quería ser una referencia, alguien especial; no se daba cuenta, que él, ya era
príncipe de Asturias, por tanto, ya era un líder; la vida le reservaba muchas sorpresas,
todavía. Quién sabe si, algún día, su existencia sería contada por historiadores, como la
leyenda del hombre que conquistó Roma, para el imperio asturiano; aunque él prefería
pasar a la posteridad, como un torero, antes que como conquistador. El era un soñador, un
buscador de imposibles, un lidiador de arte, un culé empedernido, un valdemoreño
orgulloso, un hijo fiel, un hermano noble, un amigo leal, y un príncipe valiente; su
problema era, la falta de humildad. Aunque su lesión de cabeza había sido, toda una cura,
en ese sentido.
La leyenda cuenta, que Cervantes estuvo preso, en Argamasilla de Alba. Obelix
colocó ciento diez caballos, para arrastrar un carruaje toledano, de color arena de plaza de
toros, y se hizo acompañar, por hada Chon(60), los condes de Barcelona, y Manolo
Eldelbombo(61), el músico preferido de Obelix.
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Manolo fue todo el camino, cantando, pidiendo paso, para el loco de la calle, que
tenía ansias de vivir. El príncipe iba a las riendas redondas, del carruaje, bajando el
trayecto, de Camina Lucia(62).
La condesa de Barcelona era una gran admiradora de Manolo, y le pidió que cantase
“Aviones Plateados”, para ella; pero el músico se negó, por respeto al príncipe; esa canción
era sagrada. Obelix fustigó los caballos, como si tuviese prisa, por llegar a un lugar de la
Mancha, cuyo nombre recordaba: El Toboso. Los caballos se desbocaron, y cada uno corrió
en una dirección; sólo el fiel Albero, se quedó junto a su dueño. Obelix subió a las damas
en el corcel, y continuó a pie, junto a Camarón y Manolo.
No encontraron Argamasilla, hasta después del alba. Allí no estaba ya el famoso
asturiano, que tanto le había hecho sufrir, y disfrutar, al presentarle, a la inaccesible
Dulcinea. No comprendía, por qué se burlaban de él, haciéndole pasar por delgado
caballero andante, montado en un esperpento, llamado Rocinante; sin embargo, Obelix
tenía un precioso corcel, su fiel Albero; estaba, más bien, rellenito, y era un príncipe azul y,
a veces, grana.
Obelix quería llevarse al genio, a Palacio; deseaba hacer de la capital, un punto de
referencia cultural para el mundo asturiano, y al no tener Valdemoro más que un gran
escritor, Antonio Paredes Alguacil, no podía organizar la tertulia, del Café de la Torre, ya
que, a los anuncios colocados en el Diario de Asturias, sólo habían respondido dos
escritores, de cuyo nombre no quiero acordarme; aunque mi memoria es casi tan traidora,
como Figo(63), y me recuerda, que se llamaban Unomás, y González Alguacil.
Tras laboriosas investigaciones, Camarón dedujo, que el gran Miguel habría
escapado, a dos posibles destinos: Las Tablas de Daimiel, o Las Lagunas de Ruidera. La
condesa de Barcelona recordó, que Las Tablas estaban secas, por ser pleno verano; sin
agua, perdían su encanto, y don Miguel tenía demasiado buen gusto, como para elegir un
sitio, que no se encontrase en su esplendor. En cambio, sabía que la duodécima laguna de
Ruidera, se llamaba, laguna de San Pedro. Fluidos de ojos “azul turquesa”, que incluso, tiñe
de ese precioso color, la dura roca, bañándola con aguas, que limpian y acarician. Según
Remedios, estaba claro que Miguel debía estar escondido, en esa última laguna; así llaman
también, a la eternidad. Hasta allí se desplazó Obelix; no tardó en encontrar, al genio de la
literatura mundial. El príncipe decidió hacerle una propuesta:
Me gustaría, que participases en la tertulia, del Diario de Asturias; se celebrará los
días, doce de octubre de cada año, como homenaje a la mujer de mis sueños,
Hispanidad, mi madre patria. – pidió el príncipe.
Te recuerdo, que Dulcinea es mía; aunque te la presenté, no pienso compartirla. –
respondió Cervantes.
Yo quiero una mujer a la que pueda abrazar, con la que tener hijos, y ser feliz; por
tanto, comprenderás que me he desengañado, y me he dado cuenta, que yo no
soy como me vistes. Vale que he leído mucho, también estoy un poco loco, y
busco a la mujer de mi vida, pero yo quiero ser Obelix, no don Quijote. –
contestó el príncipe.
Tú serás, como yo quiera que seas. – repuso Miguel.
Déjame ser, yo mismo; quizás no supere al mito, pero seré libre, y encontraré lo que
busco. – reclamó el príncipe.
No soy yo, quién hace que te parezcas a mi personaje; ¿no te das cuenta, que eres tú,
quién quiere ser como mi caballero? – le respondió el escritor.
Me estoy volviendo loco, déjame en paz. – suplicó Obelix.
32
No olvides, que tú estas loco; a lo mejor te estas volviendo cuerdo, y no te gusta. –
contestó Cervantes.
De lejos, Manolo, Camarón, Chon, y Remedios, se extrañaron, al ver hablar, solo, a
Obelix. Parecía que hablaba consigo mismo, reflejándose en el espejo azul turquesa, de la
laguna de San Pedro. Los expedicionarios decidieron regresar a Valdemoro, y no comentar
con nadie, el extraño comportamiento de Obelix.
Retrocedamos un poco en el tiempo. El blasón de Valdemoro, es un moro(64),
encadenado a una torre; ésta es el símbolo, de la casa de los González, dinastía que trajo la
corona de Asturias, a la capital, cuando Crescenciano González(65), decidió abandonar la
corte de San Pedro del Arroyo, Ávila, junto con la reina Rosario(66), natural de
Burgohondo, y trasladar el trono, hasta el Palacio de los González, construido, cerca de la
catedral de Asturias(67). En ese edificio, creció el actual monarca de Asturias, don Miguel
Foncho Creces; el rey está enamorado (desde los quince años), de Carolina.
El rey Crescenciano, ordenó construir el Palacio de los Padres, detrás de la catedral.
Allí formaron su familia, los príncipes de Asturias, que cada vez que tenían descendencia,
iban al santuario de la Paz, para hacer ofrendas.
En la fortaleza real, estaba prisionero un joven moro, encadenado a la torre; la
leyenda cuenta, que su mano haría famosa, a la ciudad de los González. Por tanto, estaba
encadenado por la muñeca izquierda, a la torre del castillo, y con la mano diestra, escribía
en un extraño dialecto; para acceder a su pequeña celda, había que subir muchos peldaños,
elegir entre cuatro puertas, y tener las llaves del Paraíso, para abrir la adecuada.
El prisionero sólo tenía unos cuantos libros, y hojas de papel, que manchaba con
extraños símbolos. Nadie podía descifrar ese lenguaje; no era moro, ni mucho menos,
cristiano, por lo que, se le había tomado por un demente. Hay que reconocer, que era un
loco tranquilo. En sus ojos negros, siempre se divisaba, un rayo de esperanza; puede que
pensase, que algún día, alguien entendiese sus señales, y con esa esperanza, lanzaba papeles
escritos, en indefinible idioma, por la ventana de la torre.
Desde esa ventana, veía pájaros plateados, rozando los tejados de la ciudad
fantástica; su celda era cada vez, más oscura, iluminada durante el día, por tres velas, y
durante la noche, por el espejo de Apolo.
Cuentan, que el moro estuvo largos años, prisionero en la torre, pero que
aprovechando las fiestas de Nochevieja, del 2000, escapó. Dicen, que ayudado por una
princesa; habladurías de la gente; comentan, que esta es una historia extraña, donde el
prisionero es el hombre, y la heroína salvadora, la mujer. Pero, ¿quién era ella?, ¿eres tú?
Nadie lo sabe, excepto el moro; no sabemos cómo se entiende, con su libertadora; tal vez,
esté aprendiendo a escribir…digo, a hablar, pensando en ella.
Cómo conoció el prisionero a su heroína, es todavía un misterio; quizás fue ella,
quién reconoció al moro, y al comprenderle, se dio cuenta, de que no merecía estar
encerrado; debía gozar de la libertad, que le había sido robada, quizás, por una reina, que
quería tanto a su patria chica, que deseaba mantener, ese escudo viviente: el moro,
amarrado a la torre. El moro decidió mandar mensajes de ayuda; tenía el problema del
idioma, pero en temas de amor, las palabras sobran, cuando aparecen las miradas; la de una
princesa, es más poderosa, que mil tratados de paz, o de guerra; en esos ojos, está el secreto
de la vida. Persiguiendo una de esas miradas, el moro decidió poner fin, a su cautiverio;
aunque no sería fácil hacer saber al mundo, que estaba preso. El moro era inteligente, y
mandaba palomas mensajeras; también le ayudó hablar, frente a un espejo, porque él
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conocía perfectamente, cómo podía escapar de la torre, y romper su cadena. Pero no quería
hacerlo; de cualquier manera, quería agradecer a su captora, el trato recibido, durante todos
estos años, en los que, más que un prisionero, era tratado, como un hijo; por tanto, debía
alejarse, pero no huir; no sería justo. Él era agradecido, y sabía, que le habían puesto en el
escudo de Valdemoro, junto a la torre, el símbolo de la casa de los González. Quería salir
de su presidio, sin herir a nadie, y dejando el camino abierto, para regresar de vez en
cuando, de visita, con su princesa.
Esa desconocida princesa, sería cuanto menos, valiente y, por supuesto, bella.
Desde su torre, el moro había visto pasar a muchas asturianas; ninguna comprendió las
señales, y las que las comprendían, no eran atendidas por el moro. Parece que hay, en la
capital, una chica de una belleza, sencillez, dignidad, y capacidad de comprensión, que ha
llamado poderosamente, la atención del moro; ahora, él se esfuerza por aprender el
lenguaje, que haga, que ella le libere.
La concordancia de la razón y la locura, es la genialidad. Obelix, siempre se dejaba
guiar, por una sola, de estas componentes: La razón; la mayor parte del tiempo, y, algunas
veces, cuando, buscando la poción mágica, bebía sin sed, era dominado por la locura.
Cuando se es un genio, el mundo tarda en reconocerte. Sólo Splinter, la bella
hermana del príncipe, conoce al genio, teme al loco, y aborrece al teórico. Pero, incluso ella
duda; y si no reconoce Asturias, la mayor artista del país de las maravillas, ¿cómo la va a
vislumbrar, el pueblo llano? Don Juan Tenorio(68) es un asturiano, afortunado; se lleva el
mayor tesoro del Palacio Real; el famoso ángel Paula.
El rey Creces envió a su hijo mayor, a ser cuidado por Hada Chon, madrina de los
avariciosos. Ella mantuvo, bajo su protección, a Obelix, mientras Splinter trataba, de que
Moliere(69) salvara, al enfermo imaginario, soñador de Asturias; pero el francés, para
intentar congratularse con Remedios, condesa de Barcelona, decidió delegar en un druida,
experto en el mal de Obelix, Claudio Ranieri(70), que entrenaba en el Calderón.
Los males del príncipe, continuaban, y la princesa Splinter, habló con Ranieri; y
éste pidió a Moliere, que buscara un camello; el elegido fue, el pastillero Birras(71). Con la
ayuda de Ranieri y Birras, Obelix empezó a recuperarse; incluso, salía a pasear, en su
nuevo corcel, Albero(72), regalo del rey Creces, a quién le gustaban bastante, los caballos.
El rey se alegró mucho de la recuperación de su hijo, ya que, siempre tuvo la esperanza, de
que sería un digno príncipe de Asturias. Obelix sigue buscando su Dulcinea. Por cierto,
Splinter encuentra ahora, mucho más humano, al heredero.
Durante su enfermedad, el príncipe pensó en retirarse solo, a la montaña; de hecho,
pasó largas temporadas, en el monte Piltra(73). Estuvo meditando desaparecer,
sin compartir sus ilusiones, sobre Asturias; incluso, pensó en la muerte. Pensaba,
que no tenía cosas que hacer, por Asturias; la soledad, en dosis excesivas, puede
ser peligrosa, porque lo único más triste que conocer la amenaza de la muerte, es
querer anticiparla; pero poco a poco, el príncipe fue abandonando su precaria
situación.
Con gran modestia, Obelix se apartó del palacio, para dejar impresos, en tinta azul,
sus pensamientos:
Dulce y amarga ilusión.
Desoír el impulso de la razón.
Un latido atronador,
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Un guiño del Dios del Amor.
Lápiz, sobre papel,
La describe él,
Corazón abierto,
Caballo galopa, experto,
Ingenuidad encontrada,
Isla maravillosa, hallada.
Negar la razón,
Nombrar el corazón.
España renace
Esperanza crece.
Asturias se ennoblece.
¡Amor, aparece!
Después de escribir esto, Obelix decidió visitar el país de las musas, abandonándose
a una reparadora siesta; tuvo un extraño sueño: no veía a nadie, hasta que, a lo lejos, vio
una persona, extremadamente delgada, con una camiseta naranja, un león negro, grabado en
el corazón, y el número catorce, en la espalda; llevaba unos calzoncillos blancos. Se acercó
hasta él.
Buenos días, señor. Me he perdido - dijo Obelix.
Estás en el Campo Nuevo; esta es tu casa. Forma parte de Asturias; a lo mejor estas
aquí, para encontrarte. ¿No eres tú el príncipe? – contestó el hombre de la
camiseta naranja.
¿Quién eres tú? – preguntó Obelix.
Eso quisiera saber yo; para los demás, soy Johan; se puede decir, que soy un amante
de la sabiduría – respondió el del numero catorce.
Tienes un aspecto extraño, estás muy flaco, ¿a qué te dedicas? – le consultó el
príncipe.
Soy filósofo, porque el saber es poder; pero antes, fui fumador y futbolista – dijo
Johan.
¿Por qué dejaste de fumar? - quiso saber Obelix.
Todos debemos acabar con nuestros vicios, antes de que ellos acaben con nosotros;
si no hubiese dejado de fumar, habría tenido que dejar el Barça, para fichar por
la Vecchia Signora; creo que tú, también has dejado atrás algunas lacras, ¿no? –
contestó Johan.
Si; he dejado de practicar la barra, y el lanzamiento de vaso; tanto deporte, me
perjudicaba; pero, ¿por qué dejaste tú, el fútbol? – volvió a preguntar el
príncipe.
Todo termina en la vida – respondió Johan – incluso, ella. Pero hay que saber
retirarse, a tiempo; mejor irse, antes de que te echen.
A mí no me gusta ser príncipe; quizás debería dejar de serlo. Ser una persona
normal, es mi mayor deseo, casi el único – dijo Obelix.
El fútbol es un estado de ánimo. Si piensas que vas a ganar, ganas, o, si al tirar un
penalti dudas, lo tirarás fuera. Nosotros mismos, somos nuestros mayores
rivales; es decir, el gran enemigo del Barça, es el Barça – dijo el filósofo.
Cada vez, estoy más perdido; ¿podrías enseñarme el camino, de salida? – suplicó
Obelix.
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Tú sabes el camino de salida; de hecho, es el mismo, que el de entrada; si has
llegado hasta aquí, tienes que saber salir – le contestó Johan.
Para ti, es fácil hablar; eres un genio, y me han dicho, que eras el ídolo del rey
Creces; yo sólo, soy un aprendiz de rey, que quiere crear un verde país, llamado
Asturias; pero para ser monarca, necesito tener soberana – dijo Obelix.
Tú tendrás a la reina de corazones, en cuanto liberes tu mente, y te quites la venda,
que llevas en los ojos; porque tú ves la paja en el ojo ajeno, pero no ves las pajas
que te haces. No tengas miedo de escuchar los gritos del silencio; ya sabes, que
quién te quiere, te hará pensar – habló el sabio.
Yo veo signos, que me marcan, que debo vivir mi vida; empezar a volar, cuando,
siempre he viajado, andando…espero no caerme – dijo Obelix.
Ten cuidado; puede que no interpretes bien, las señales; ten paciencia, y sé humilde,
para conseguir lo que deseas. Primero debes saber, que los príncipes, también
lloran, se equivocan y sufren. Es menos difícil, ser arrogante, que sencillo, pero
a veces, lo más fácil, no es lo más adecuado – replicó Johan.
Regreso al Campo Viejo. Allí me esta esperando el sabio Foncho. Me dice, que ser
humilde, es un precioso arte; nadie es mejor que nadie, y detrás del último, no
va ninguna persona. Por tanto, según él, no debes mirar atrás, más de lo
necesario; lo que pasó, ya no existe, y ahora, mejor es olvidar – dijo Obelix,
alejándose.
El príncipe bajó el camino, que separaba el Campo Nuevo(74) del Campo
Viejo(75). Allí estaba otro sabio, Foncho(76). Llevaba un extraño atuendo; vestía camiseta,
a rayas verticales, rojas, y blancas, con unos gayunbos azules; en la elástica, el sabio
llevaba un numero cuatro a la espalda, y un escudo en el corazón, en el que se podía ver a
un moro, encadenado a una torre, símbolo de los González, la dinastía, de los reyes de
Asturias.
Obelix se quedó embelesado, mirando el emblema; parecía que, tras éste, se
escondiese un gran secreto, y le preguntó a Foncho, quién era el moro.
Se trata de un loco, encerrado en la torre: Unomás. – contestó el sabio. - Está allí,
por error, como todos los locos; pero él mismo, convencerá a la humanidad de
que, más que perturbado, es un genio. Era una persona sorprendentemente,
sabia, y fue acogida, en la corte de Asturias; pero a los veintiocho años, decidió
romper la cadena, que le sujetaba a la torre del pueblo; rompió sus ataduras, con
la ayuda de un loro argentino, delgado y cano, y que era profesor de cante, de la
reina Carolina.
Ahora que el moro tenía la mano derecha libre, podía escribir cartas, a San
Petersburgo. Las cartas iban dirigidas a una mujer; pero él no conocía ni su nombre ni su
dirección, por lo que, las enviaba al Ermitage, palacio de invierno de los zares. Allí, habían
enviado paquetes, tantos asturianos… Leonardo Vini Vidi Vinci, envió a “La Madonna
Benois” y “La Madonna Litta”; Rembrant, a “Saskia como Flora”; Matisse, a “La Música”
y “La Danza”; Van Gogh, a “Arbusto”, y Picasso, a “La bebedora de ajenjo”. La carta más
famosa del moro, decía así:
“De entre todas las ciudades del mundo, ¿por qué te he elegido a ti, como la ciudad,
donde se encuentra mi dama de bronce?, te preguntarás. Quizás sea, porque mis amigos
Pushkin, Gogol y Dostoievski, siempre me hablaban de ti, como la ciudad del Apocalipsis;
siempre amenazada por el hambre, la muerte y la guerra. Surgiste de la lucha del hombre,
contra los elementos. El dieciséis de mayo, de 1703, en un pueblo abandonado, cerca de la
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bahía del Neva, empezaron a retumbar los ruido de sierras, y los golpes de hacha. El día
veintinueve de junio, día de San Pedro y San Pablo, se pone la primera piedra, de la cuna
del “fantasismo real”. La inauguración de la ciudad, data de mil setecientos doce; el escudo
de la ciudad, recupera elementos de los escudos de Roma y el Vaticano, como las anclas
cruzadas, que corresponden a las llaves papales, que simbolizan la fe, y la flota, creada por
Pedro el Grande que, como las llaves del apóstol Pedro, abren las puertas del cielo. Desde
su construcción, San Petersburgo fue conocida, como el Paraíso.
Pienso, que las llaves de mis cadenas, las tienes tú, bella dama de bronce, surgida de
la Nueva Ciudad Eterna, el París ruso, la Venecia fría…, donde ya no hay ruinas; eres, en
fin, mi valle moro.
Veo tus ojos reflejados en el Neva. ¡Quién pudiese abrazar a la mujer amada, en tus
noches blancas, de solsticio de verano!
Sobre el cielo, que dora
un eterno rayo,
la aurora
decía, el caballero de bronce.
La mujer es el Paraíso, y si San Petersburgo, es una dama de bronce, con ojos de
Neva, y pechos increíblemente, bellos; contigo, los días son mágicos, y las noches
ardientes. Quiero desafiar el frío, para visitar en cómplice desnudez, tus fuentes de
Peterhof, dónde siempre he querido bañarme, bajo tu Gran Cascada. Ahora, estoy más
confundido, que nunca; quiero pasar mis noches blancas, en blanco, contigo; mirar por mis
ventanas, y ver tus ojos, nevados por el Neva; reflejarme en ti, mientras me sonríes,
suplicándome otro paseo por las fuentes de Peterhof, y yo, empapado por la Gran Cascada,
intentaré complacerte.
Ya sé, que primero debo encontrarte, ciudad del norte, donde están las llaves de mi
Paraíso. Cuando te encuentre, escaparé de la torre, en la que estoy prisionero; pero, ¿qué es
antes: escribirte o amarte? Yo creo, que ya te estoy amando al escribirte, o te estoy amando
de forma escrita, mi desconocida dama de bronce, de ojos de Neva.
Quizás, hasta ahora, no había podido escapar de la torre, por propia voluntad; pero
ya no tengo miedo de encontrarte, mi amada; juntos, construiremos una ciudad: “San
Miguel, donde va, triunfa”.
Una noche estrellada, Ranieri hipnotizó a Obelix. El príncipe vio al druida, como a
un cura y, de repente, expuso el monólogo que prosigue:
Esta historia comienza, con la proposición que me hizo el padre Acosta, mi
sacerdote. Él pensaba, que si yo quería ser ateo, debía serlo, después de conocer a Dios. Yo
no entendía nada. ¿Cómo conociendo al ser supremo, y omnipotente, podría no creer en él?;
creo, que el cura me estaba tendiendo una trampa.
Después de pensarlo mucho, decidí negarme a conocer a ese Dios; yo nunca, he
creído en ninguno, y no quería tratar con impostores; entonces, el padre Acosta sonrió y me
dijo, que ya conocía a ese Dios, tan bien o mejor, que a mí mismo. Ante esta disyuntiva,
decidí aceptar su proposición, y conocer a ese ser omnipotente. El pastor se asustó, y me
dijo, que el Dios que iba a conocer, era la divinidad del Mal, el demonio, y que, el viaje que
íbamos a realizar, era muy corto; iba, desde mi razón, hasta mi subconsciente.
Me enfadé; ¿cómo podía ser, que llevara dentro de mi, algún Dios. Yo no quería
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hacer daño a nadie; era una buena persona; amaba a mis seres queridos, y supuestamente,
era feliz.
Ante esto, el sacerdote me dijo:
Miguel, tú no eres feliz. Hay algo dentro de ti, que te hace daño, que te conduce a la
locura. Debes ser valiente; sólo conociendo al enemigo, puedes vencerle.
Yo era un mar de dudas. ¿Quién era ese Miguel? Yo siempre había creído, en mí
mismo; nunca creí en Dioses, y menos, en demonios. Estaba asustado, como nunca lo había
estado. Mi problema y mi solución era yo, el agua y la fuente, la noche y el día, creyente y
hereje, justo y traidor, Dios y hombre.
Necesitaba pedir ayuda, pero no sabía a quién; estaba sólo con mi problema, porque
el problema era yo. El padre Acosta me pidió que fuese comedido, que no expusiera mis
problemas, a demasiada gente, ya que podían ser mal interpretados, y caer preso, de la
Inquisición de la Mayoría. Yo no hice mucho caso, y hablé con mis seres queridos, de aquel
dilema; quizás, volvía a aparecer mi ansia por destacar; algo que los seres supuestamente
superiores, siempre intentan. Después, yo me quise mostrar humilde, como el lobo que se
pone la piel de cordero, para cazar.
Estaba aprendiendo a conocer, a mi enemigo; pero él, era más fuerte que yo, y lo
que más me asustaba de ello era, que él me superaba en inteligencia. Yo no era creyente,
pero decidí confesarme al padre Acosta; pudiera ser que, mostrando mis debilidades,
consiguiéramos acorralar, a mi peor enemigo. Le conté todo: borracheras, peleas, mentiras,
pequeñas y grandes traiciones, desilusiones, y falsas esperanzas. También respondí lo mejor
que supe, a las cuestiones que me hacía Acosta, sobre ese ser que me estaba volviendo loco.
Finalmente, el sacerdote fue conociendo al Miguel endiosado, que quería llevarme, hacia la
pérdida de la cordura.
Era un ser inteligente, ganador, avasallador, valiente, constante y, por encima de
todo, fuerte. Quizás, el peor enemigo, que se puede tener, porque no hay mayor enemigo,
que el que no necesita esconderse, porque se sabe triunfador. Yo, cada vez, estaba más
asustado. Este descubrimiento fue traumático, para mí; las características que yo creía que
eran mías, pertenecían a mi lado negativo.
El padre Acosta y mis dos “yos”, llegamos a un acuerdo; esto lo deberíamos
resolver con mis dos “yos”, es decir, conmigo mismo. Para diferenciarme de mí mismo,
llamaremos, a partir de ahora, Omnipo, a mi “yo” todopoderoso, y Unomás, a mi “yo”
mediocre.
Unomás y Omnipo, se emplazaron para los siguientes días, despidiéndose del padre
Acosta, que vigilaría las conversaciones de Miguel, consigo mismo.
Estos encuentros se desarrollaron, en la Iglesia de las Cuatro Esquinas. Esta
parroquia tiene un portón rojo, por donde accedían Unomás y Omnipo, todas las tardes, de
los días, Martes y Viernes, para confesarse ante el padre Acosta. La verdad que, en esas
confesiones, era Omnipo, el que hablaba en un extraño lenguaje, que el eclesiástico parecía
entender. Mientras Unomás escuchaba la traducción que le daba el cura, el padre Acosta,
parecía conocer muchas cosas de Omnipo; pero lo que le resultaba extraño a Unomás, es
que, según pasaba el tiempo, tenía la sensación de que, el sacerdote, era sólo el arbitro de
una partida de ajedrez, que jugaban él, y su rival, Omnipo.
Unomás movía fichas negras, y tenía ocho peones, dos torres, dos alfiles, dos
caballos, una reina y el rey; mientras que Omnipo, movía fichas blancas, tenía diecisiete
reinas y un rey. Omnipo, siempre vencía; una y otra vez. Hasta que un día, Unomás
decidió, antes de empezar a jugar, dar un puntapié al tablero, que tenía las fichas colocadas.
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Se puso a leer las normas del ajedrez, y sacó un juego de fichas, donde los dos jugadores,
tenían las mismas piezas. Ese día, Omnipo se negó a jugar, y se fue, muy enfadado.
Ya nunca, volvieron a practicar el ajedrez. Unomás, de repente, sintió la necesidad
de escribir, y empezó a describir una historia, sobre la lucha del hombre que camina hacia
la perfección, tratando de crear un mundo ideal, donde la fantasía es mejor que la realidad.
El método que empezó a utilizar, fue el de criticar, y alejarse de esa realidad.
El novel escritor (esa “v”, algún día será una “b”), se sentía contento con su obra, y
se la enseñó a su compañero y rival, Omnipo. Éste, enseguida aceptó leerla, y le dijo,
después de hacerlo, que le parecía una obra maestra, en la cual, se mostraba el camino,
hacia el hombre ideal, dominante como un Dios, y que desprecia los valores de la realidad,
porque siente, que está por encima de ellos. Estos elogios, lejos de animar a Unomás, le
preocuparon, y decidió volver a leer su obra; se dio cuenta, que parecía escrita por Omnipo,
por lo que decidió dar un giro hacia la sencillez, y terminarla.
Esto desagradó a su rival, que le dijo:
Esta vez, has ganado; pero seguirás escribiendo; esta no es tu primera y última obra,
porque en el fondo, tienes las mismas ganas de destacar, que yo.
Unomás continuó escribiendo, mostrando las diferencias, entre alguien
delirantemente megalomaníaco, y otro, terriblemente asustado, y en reconstrucción.
Cuando Omnipo se enteró, le dijo:
Tú, sólo eres la pluma que muevo, para contar mi historia; si no fuera por mí, no
sabrías, sobre qué escribir.
Estas palabras, volvieron a dejar pensativo a Unomás; ¿estaría dejándose llevar por
Omnipo, o al escribir, lo estaba combatiendo? Para Unomás, era muy importante vencer a
su rival, mientras que Omnipo, estaba seguro de derrotar, a su débil contrincante.
A Omnipo le gustaría que, su compañero y rival, fuese un gran escritor, porque así,
él sería un gran personaje, como Hamlet, Don Quijote, Jean Valjean, u Obelix. Unomás
admira a los grandes escritores, como Cervantes, Unamuno, Joyce, o Wilde, pero no
ambiciona llegar a su nivel; se conforma, con contar la historia de su enemigo.
El joven escritor, quería describir la belleza de las mujeres, pero Omnipo se burló de
él, y le dijo:
Tú no conoces a las mujeres; les tienes miedo.
Unomás, en cambio, se imaginó paseando por un lejano jardín, sobre un césped
turquesa, repleto de rosas azules, bajo un sol radiante y amarillo, que iluminaba un cielo,
despejado y celeste. Iba cogido de la mano de una preciosa chica rubia, de ojos claros. Con
ese dulce pensamiento, Unomás cayó en un profundo sueño. Dentro de su sueño, Omnipo
paseaba, con esa misma preciosa chica rubia; estaba borracho, y no paraba de molestar a la
joven; ella hacía lo posible, para que él la dejase en paz.
Cuando el sueño se estaba poniendo escabroso, Unomás despertó, empapado en
sudor. En el umbral de su cama, estaba su enemigo, riéndose y diciéndole:
Tranquilo hombre, sólo bromeaba. Ella pensaba, que yo era tú.
Unomás se vino abajo. Omnipo podía destrozar, todo lo que él quería. Tuvo ganas
de suicidarse; nada tenía sentido. Ante esta situación, Unomás le pidió un favor a su rival;
éste aceptó, porque alguien que es todopoderoso, es generoso, hasta con sus reos, le dijo,
riéndose.
El favor era, que le dejara un día, a solas, sin vigilancia, porque quería hablar con la
muchacha del sueño. Omnipo empezó a reír, y le dijo:
Primero, deberás encontrar a la chica, porque es una creación mía; en fin, no te será
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fácil encontrarla; se llama Alba(77).
Después de estas palabras, Unomás se separó de Omnipo. Quedaron en volverse a
ver, transcurridas veinticuatro horas. Unomás se fue corriendo (tan elegantemente como lo
hace Jesús Patria, cuando defiende ese hermoso escudo que preside su pecho), hacia el mar.
Tenía la necesidad de nadar, y estuvo haciéndolo, durante unos cuarenta y cinco minutos.
Estuvo pensando, en cómo encontraría a Alba. Con el paso del tiempo, se hizo de noche, y
él no había encontrado a su chica.
Se quedó dormido, sobre la fina arena de la playa; esta vez, no tuvo ningún sueño,
pero al despertarse, notó los rayos del Sol, en la cara. Estaba amaneciendo, y vio una
cabellera soleada, sobre unos ojos marítimos; quizás fuese una señal. Alba le estaba
esperando, pero Unomás, no sabía dónde, y se agotó el plazo que le había dado Omnipo,
quién, al verle, le preguntó:
¿Qué tal has estado, sin mí?, ¿me has echado de menos?
Unomás no le respondió; se quedo pensativo, mirando el cielo azul, donde lucía el
sol. Al rato, vio pasar, caminando, a una chica preciosa; pero tuvo miedo por Omnipo, y no
la saludó. La muchacha se quedó extrañada; se acercó a Unomás, y le dijo:
Hola, Unomás, ¿qué tal estas?
Bien, Alba. Ayer te estuve buscando; tenía ganas de pasear contigo - respondió
Unomás
Pues paseemos – le contestó Alba.
Omnipo, loco de celos, se acercó e intervino:
Hola, pareja. ¿Puedo acompañaros?; si me dejáis solo, me aburriré.
Unomás se temía lo peor; no podía negarse. Alba no entendería que rechazase la
invitación, de su otro yo, pero fue la propia Alba, quién solventó el problema, diciendo:
Perdona Omnipo, pero vamos a dar un paseo, solos. Dos es compañía; tres,
multitud.
Unomás se sintió el hombre más feliz de la tierra; nunca supo por qué, pero se
decidió a coger la mano izquierda de Alba, y empezó a caminar. La verdad es que Unomás
no recordaba, más tarde, sobre qué hablaron, pero el paseo duró, cerca de dos horas y
media.
Quedaron en volver a pasear, todas las tardes, de cuatro, a seis y media; cogidos de
la mano, descubrirían el maravilloso mundo, que se estaba formando para ellos. Unomás
iría a buscarla; no se sabe muy bien, adónde, pero los enamorados, están destinados a
encontrarse.
Omnipo estaba muy enfadado, y al ver a Unomás, le dijo:
Tú quieres ser ahora, un romántico amante, pero no olvides que dependes de mí, y
yo soy un líder nato, además de un borracho. No te será tan fácil, librarte de mí;
no eres tan listo como tú te crees. Mañana iré yo, a pasear con Alba, y tú, te
quedarás aquí.
Unomás se negó en redondo; no iba a permitir a su enemigo, acompañar a tan dulce
muchacha.
Entonces no irá nadie – dijo Omnipo.
Unomás prefería dejar plantada a Alba, antes que traicionarla, y aceptó, que ninguno
fuese a pasear, con ella. Omnipo no podía perder, y se sintió mejor, fastidiando, de nuevo, a
su rival.
Al día siguiente, nadie fue a recoger a Alba; pero ella no se enfadó. Pasaron los días,
y nadie pasaba a buscarla, aunque el sol seguía saliendo cada mañana, encima del mar.
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Unomás decidió olvidarse de Alba, y seguir escribiendo; esto era otra victoria de
Omnipo, que veía, cómo, su personaje, era reflejado en la historia del escritor. Tras muchos
esfuerzos, Unomás decidió enfrentarse a Omnipo, y le dijo:
Estoy harto de ti; no quiero que me sigas a todas partes; además, hoy, voy a ir a
buscar a Alba.
Omnipo le miro sonriendo, y le contestó.
Yo voy a ir contigo siempre; soy tu cruz (esto si que tiene gracia), y en cuanto a esa
Alba, ve a buscarla, si quieres; ella no te va a estar esperando; no eres el centro
del universo.
Unomás pensó en lo que le había dicho, y se dio cuenta que era verdad. Se quedó
deprimido.
El padre Acosta decidió intervenir e interesarse, para ver cómo se llevaban Omnipo
y Unomás; el primero estaba fresco y radiante, mientras que el segundo, era un mar de
dudas.
El sacerdote llamó primero a Omnipo y le preguntó:
¿Cómo estás?
Me encuentro bien; tengo la situación dominada. Unomás trata de luchar, pero no
tiene fuerzas para vencerme; de hecho, dudo que quiera hacerlo. – respondió
Omnipo.
¿Por qué dices que no quiere derrotarte? – le preguntó el cura.
Porque no quiere perder las virtudes, que admira de mí - dijo Omnipo.
¿Y cuales son? – volvió a preguntar Acosta.
La arrogancia, la fuerza y el poder - respondió Omnipo.
Bueno, ¿y no crees, que algo no le gustará? – inquirió el cura.
Si; pienso que ya no le gustan como antes, mis borracheras, juergas, y peleas –
contestó Omnipo.
Eso ya es algo; quizás se agarre a eso, para tumbarte; porque es muy inteligente; no
le subestimes – dijo el cura.
¡Bah! - exclamó Omnipo.
Acosta reflexionó sobre su conversación con el supuesto Dios del Mal, y decidió
llamar a Unomás, para conocer, qué pensaba de ese ser divino, que estaba empezando a
conocer.
¿Qué tal estás? – le dijo.
Mal; necesito ayuda; Omnipo es muy duro de roer; no se rinde jamás, y ataca donde
más duele – contestó Unomás.
¿Has estado escribiendo? - pregunto Acosta.
Si; he empezado hoy; llevo algunas líneas, pero me asusta estar contando la historia
de un monstruo; quizás yo le esté haciendo famoso - respondió Unomás.
Estás empezando a conocer a la divinidad que yo quería presentarte, porque ningún
Dios es bueno, y menos éste – le contestó el cura.
Unomás se quedó pensativo, reflexionando, sobre las cosas que le habían sucedido,
al quedarse a solas, con su enemigo. Ahora comprendía, que siempre, había estado a solas,
con él. La pérdida de Alba, y la impresión de luchar con un enemigo más fuerte, hacían que
se sintiese triste, y decidió decírselo, a Acosta.
El sacerdote le explicó, que luchando contra Omnipo, se le estaba empezando a
derrotar, y le animó a defender, a Alba. Unomás decidió ir a una ceremonia eclesiástica, el
domingo siguiente; “París, bien vale una misa”, pensó. Quería refugiarse en la fe católica,
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huir del mal, salir de Málaga e ir a Malagón… encontrar a un Dios bueno, como si algún
Dios pudiese serlo.
El día que estuvo en misa, el cura Acosta estuvo hablando, de la victoria de David,
frente a Goliat; pero él no creía en ese mito, y no podía evitar la comparación, con su caso;
hacia falta algo más que una onda y una piedra, para derribar al gigante Omnipo.
Unomás envidiaba la fuerza, que le proporcionaba a Omnipo, su confianza en sí
mismo, capaz de derrotar a los más difíciles enemigos, pero también, de ser destructiva y
peligrosa.
Omnipo, en cambio, estaba tranquilo. Era consciente de su fuerza; era el más listo
de la clase, y el preferido de sus padres; sólo tenía una espina clavada: envidiaba, que
Unomás tuviese más éxito con las chicas; pero ya se encargaba él, de fastidiarle las
conquistas, a su rival.
No era el mejor, en algo, y para él, eso era lo mismo, que ser débil. Por tanto, hace
tiempo, que decidió sustituir a las mujeres, por las borracheras. Unomás, también
participaba en esos bacanales, llevado por el yugo arrollador, de Omnipo. Los dos llegaron
a ser celebres, por su estado ebrio; quizás Omnipo haya sido, el mayor borracho de
Asturias.
Unomás bebía, para no llevar la contraria a Omnipo; pero éste era, cada vez, más
despreciable, y el escritor se avergonzaba de su rival, y eterno acompañante. Para Omnipo,
nada estaba mal hecho, cuando estaba cometido por él: peleas, discusiones, resacas, y
enfados, estaban justificados, porque estaban hechos por un semidiós, aunque sabía en su
interior, que no obraba bien.
El escritor se dio cuenta, que Omnipo no necesitaba beber, para ser despreciable;
cuando él quería, se convertía en el mayor de los déspotas. Pero había algo que sorprendía,
a Unomás: Omnipo era admirado; tenía capacidad de liderazgo, a pesar de ser muy
criticado; no respetando, se hacía respetar.
Nuestro escritor seguía pensando en Alba, porque él había decidido abandonar,
definitivamente, las borracheras; pensaba que no las necesitaba, que lo que quería, era
encontrar una chica, con la que formar una familia, y no deseaba que esa dama pensase de
él, que era un borracho; pero sobre todo, no quería ser un arrogante e insensible, imbécil.
Por tanto, decidió que la próxima vez que saliese con Omnipo, no bebería.
Omnipo tubo unos problemas médicos, y dejó de beber, ya que, estaba
medicándose; esto convirtió a la pareja, en un par de abstemios. Unomás llevaba la
situación, con alegría, pero Omnipo se sentía herido, en su orgullo; él, que era uno de los
mejores borrachos de la historia, se veía obligado a colgar el vaso; ya no había excusa, para
no hablar con las chicas, que conocía Unomás. Omnipo le pidió permiso a su eterno rival
para cortejar a algunas de sus amigas, pero éste se lo negó, diciéndole:
No voy a consentir, que amargues la vida de una buena chica; cuando cambies,
podrás hablar con todas, incluso, con Alba.
Alba es mía – rugió Omnipo.
Alba, es de Alba; no, tuya – le contestó Unomás.
Me pertenece; yo la vi primero. Tú tienes a Raquel, a Loli y a Leticia; esas son las
tuyas, Unomás. Por cierto, al final, siempre te han despreciado, prefiriendo a
otros – dijo riéndose histéricamente, Omnipo.
Alba se preocupa por mí. Tú no le gustas, más bien, te aborrece – respondió
Unomás.
Luego dices, que yo soy el prepotente; unos cardáis la lana, y otros hacemos lo que
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nos da la gana – bromeó Omnipo.
Quizás Unomás, se había hecho demasiadas esperanzas; Omnipo, subliminalmente,
se lo estaba recordando, y una vez más, el escritor era un mar de dudas. Decidió dar un
paseo, hasta la taberna; estuvo a punto de beber; después, se dirigió al templo; le faltó poco,
para rezar, pero al final, decidió continuar su paseo; se perdió, y se sentó debajo de un pino.
Se preguntaba, dónde estaría Alba, cómo encontrarla. Desde su posición, sentado bajo el
árbol, se veía el mar; estaba anocheciendo; caía una melena soleada, sobre unos ojos
marítimos.
Omnipo se sentía bien; había dejado de beber, y veía las cosas, desde el mundo de
Sprite. Sin duda, era una visión más fiel de la realidad; pero él seguía pensando, que
necesitaba destacar, y se marcó como meta, conseguir a Alba; se pondría la piel de cordero,
para salir de cacería. Ahora quería ser, el personaje ideal.
Unomás, en cambio, no se sentía bien; era una persona normal; más bien gorda, fea,
y empezaba a perder pelo; pero eso no era lo más preocupante; conocía a su divino
enemigo, y le asustaba su fuerza. Sabía, que Omnipo le quitaría a Alba; no estaba
cumpliendo en su trabajo, y era un escritor barato, que vivía obsesionado, por su personaje.
Unomás meditaba: “yo no soy una persona normal. ¿Qué significa eso? ¿Existen
personas normales? Ayer vi a Leticia; Omnipo me puso los cuernos con ella. Toda la vida
esperando una estrella, y cuando la tuve en mis manos, la dejé escapar; nunca me lo
perdonaré. ¿Por qué, a veces me convierto en Omnipo? Él aparece, para reírse de mí. Estoy
harto de ser dos personas”.
Omnipo, al escuchar estas meditaciones, intervino para hacer notar, que él tenía la
sartén por el mango, y que no la iba a soltar. Entonces, Unomás contestó:
Has estado a punto de destrozarme la vida con peleas, desengaños, traiciones y
falsas esperanzas; pero ahora te conozco mejor que nunca, y no voy a dejar que
me suplantes –exclamó Unomás.
Es tu ansia por destacar, lo que me hace aparecer; porque tú, no quieres hacer honor
a tu nombre literario, sino a tu nombre real, elegido por Dios. Y ese ser divino,
eres tú mismo, que te escoges como el centro del universo; te tomas muy en
serio, la afirmación musulmana: “el día que yo muera, es el día del fin del
mundo”. Quieres destacar; lo necesitas tanto, como el comer, respirar, o
encontrar a Alba, que, por cierto, yo elegí para ti – dijo Omnipo.
¿Y como es ella? – quiso saber Unomás.
¿”En que lugar se enamoró de ti”? – bromeó Omnipo.
En la vertiente italiana, del camino de la salud, es decir, de tu destrucción, falsa
divinidad; eres mortal, y sólo te conduces, hacia la soledad. Somos, o tú, o yo;
no, tú y yo – dijo Unomás.
No la hemos vuelto a ver; quizás no esté tan interesada, como piensas – dijo
Omnipo.
Me hizo sentir liberado de ti, y eso es lo que necesito; quizás, no sea la Diosa del
país de las páginas, como Dulcinea, ni la señora del marquesado de la Alegría,
como Leticia, pero me hizo sentirme feliz; en cinco minutos de conversación,
me obligó a destruirte, para siempre – dijo Unomás.
Entonces, Ranieri decidió, que el sueño debía llegar a su fin, y despertó a Obelix, al
que le preguntó:
¿Qué te ha parecido tu monólogo?
Bueno, no sé quién es ese Miguel, pero está claro, que no tiene las ideas muy claras,
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como demuestra su lado Unomás. – contestó Obelix.
¿Qué te parece Unomás? – preguntó Ranieri.
Me parece un soñador romántico, del país de los descontentos; sólo sabe llorar –
dijo Obelix.
¿Qué te parece su otro “yo”, ese tal Omnipo? – inquirió Ranieri.
Se le presenta, como el malo de la película; pero, es quién elige a Alba para Miguel,
y es su parte ganadora y conquistadora – dijo Obelix.
Pues para mí, en esta historia, está la lucha de nuestros dos “yos”: el consciente,
gobernado por nuestra razón, y el inconsciente, influido por los hechos que nos
ocurren, desde que nacemos, y las relaciones con nuestros padres. – contestó
Ranieri.
Pues, yo no creo en esas chorradas; Omnipo es presentado, a veces, como el villano,
cuando es más ganador y líder, que Unomás –dijo Obelix.
Quizás el problema sea, desear ser, demasiado ganador. Porque debe haber alguna
derrota, en la vida de cada hombre. Nadie es perfecto; ni siquiera tú – le contestó
Ranieri.
Yo voy a construir un mundo perfecto. Asturias, dónde los Omnipo no sean Dioses
del Mal, y los Unomás, no sean mediocres, - dijo Obelix.
Hay un Omnipo, dentro de ti – respondió Ranieri – tú desprecias a los Unomás, y
nunca sabrás, cuándo parar de ganar, como tampoco sabes, asimilar una derrota.
Dime. ¿Quién es el padre Acosta?
Eso es, como si yo pregunto al autor de mi libro, quién es Obelix. – contestó el
príncipe.
¿Qué libro? – preguntó Obelix
Ese, en el que Obelix es Omnipo, y ese tal Miguel, es Unomás – contestó Obelix.
Tú debes estar loco; siempre estas mezclando la realidad y la ficción; nadie esta
escribiendo ningún libro, sobre ti; tú eres una persona más – le dijo Ranieri.
Ya lo sé; y aunque tú no lo creas, voy a ir a Roma, a conversar con Nerón, con
objeto de conseguir el mundo, para Asturias. Y así poder ofrecérselo a los
Omnipos, Unomases, Acostas, Ranieris, Obelix, Albas, Ana Raqueles, Leticias,
y demás asturianos.
Ranieri miró a Obelix, quién estaba llorando, desconsoladamente; pensaba en su
amada madre, la reina Carolina, tantas veces incomprendida. Él quería crear un nuevo
mundo para ella, pero no sabía dónde encontrar una princesa, que le ayudase a sustentar ese
reino mágico; el príncipe, siempre buscaba en los libros, a su amante, pero una vez, conoció
a la marquesa de Salamanca, y se enamoró; ella era una chica especial, pero Obelix fue
gobernado por Omnipo, y la maltrató. El príncipe visitó el marquesado de Salamanca,
intentando invadirlo; la marquesa se asustó del violento y delirante comportamiento, de
Obelix. El Amor había llamado a las puertas de un ser, que no estaba preparado para
recibirlo; dicen, que la rosa azul más bonita de todas, tiene por nombre, el de Leticia, que
significa: alegría.
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La Obelisea
Un día, Juli, primo de Obelix, e hijo de Lani Alguacil(78), el hermano de Carolina,
se acercó al príncipe. Parecía preocupado; trabajaba en la embajada, dónde había oído, que
los hijoputaris(79) querían secuestrar a la reina Carolina, para forzar la rendición de
Asturias; los terroristas sabían, que el príncipe amaba con locura, a su madre. Obelix estaba
unido a Carolina; no la había abandonado, ni por la marquesa de Salamanca; esto no era
ajeno, a los sicarios de Lluscabrón(80), los temibles hijoputaris de Euskonazi. En la
embajada, estaban muy preocupados, porque el rey Creces, no podía abandonar el reino; su
majestad era el único vínculo, entre el príncipe y la Ley. Sin Creces, Asturias no sería más,
que una anarquía decadente; era el rey, quién se encargaba de dar algo de sentido, al
delirante mundo, creado por su hijo.
Al enterarse de las noticias que le traía su primo, Obelix decidió viajar a Roma, para
negociar con Nerón, la mejor solución para Asturias y, sobre todo, para su queridísima
madre. El hijo de Carolina, no concebía un alejamiento de su progenitora. El rey no quería
que su hijo partiese, ya que le parecía, muy peligroso; ya estaba bastante preocupado, el
dulce Creces, con la creación de ese país, del que era máxima autoridad. Asturias era
demasiada carga, para su hijo; pero éste, no renunciaba a defender a su bella madre.
Entonces Obelix rugió, como el legendario león azul:
¡Por mi madre, lo que sea!
Después, se dirigió hacia la ventana del Palacio, y tras abrirla, gritó con todas sus
fuerzas:
- ¡Baaaarça!
Su grito fue de rabia, no de júbilo; había emprendido un viaje sin retorno, hacia la
locura; sin duda, debía emprender su particular Obelisea.
Ese día, en la Corte, todos comprendieron, que Obelix tenía que viajar, que había
llegado la hora del cambio, de la lucha, y de la metamorfosis. En la obra de Kafka, Gregor
se convierte en un escarabajo; pero el príncipe, se estaba convirtiendo, en un bicho más
horripilante; estaba transformándose en Dios, creador de un mundo maravilloso, pero
prisionero de una mente tiránica, que le alejaba de los demás. La travesía se hizo inevitable;
debía abandonar la tierra de los sueños, para dirigirse hacia Roma, donde le esperaba la
realidad y la Ley.
Pasó un tiempo, preparando el viaje, pensando en Asturias y percibiendo, que algo
estaba cambiando en su interior; sentía grandes emociones, visitó las tumbas de sus
abuelos, Crescenciano y Rosario, los padres del rey Creces. Pidió audiencias con Doria,
Montaña, Platónica, y Alegría(81); ésta se asustó, ante las visitas del príncipe, que se
presentaba en Salamanca, sin previo aviso. Muchos días, se ponía a escribir posibles
discursos, mientras que su amigo y jefe, Chechema, escuchaba a Biondi, que había dejado
la natación, para hacerse violinista, y tocaba música de Vivaldi, para violines rojos. Se
puede decir, que en ese periodo, Obelix explotó.
Abrió todas las ventanas del Palacio Real; necesitaba aire fresco, sentirse vivo, para
emprender tan difícil tarea. Tras muchos preparativos, se decidió, que la expedición la
formarían Obelix, la reina, la infanta, el conde de Barcelona, Paredes, y los brujos reales,
Ranieri y Birras.
Para Obelix, era muy difícil separarse de su padre; era su persona más querida, a
pesar de que, de vez en cuando, tenían sus diferencias; pero independientemente del viaje,
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el príncipe quería al rey, más que a nadie en el mundo; era su modelo; lo daría todo por él,
y posiblemente, su majestad, Creces, era el máximo admirador de su amado hijo; todo
padre es ciego, ante las locuras filiales. Obelix quería ser una gran persona, para satisfacer
al rey; no podía dejar, que Asturias no estuviese protegida; a veces, el príncipe se
apoderaba del cetro real; y es que el rey era tan bueno, que le costaba tomar decisiones, que
pudiesen causar daño, mientras que Obelix, era muy contundente; quizás demasiado.
Cuando estuvo preparado para la Obelisea, decidió ocupar su verdadero lugar.
Quería alejarse, para tener perspectiva. Las cosas se ven mejor desde la distancia, y
escaparse, no es lo mismo que huir. Trataba de encontrar, lo que siempre había buscado, a
ciegas; el problema es, que seguía sin comprender, qué anhelaba. Obelix, nunca dejaría de
luchar por Asturias, pero puede, que quisiera luchar por él mismo; por encontrarse.
Es un buen momento, para una reflexión. Asturias es arte; el ideal no puede
alcanzarse; siempre se ha de perseguir, pero nunca, se podrá abrazar. De hecho, Obelix es
una invención, un príncipe de un país maravilloso, dónde no existe la miseria ni la tristeza;
una nación feliz. Pero su brujo, Ranieri, le ha dicho, que Obelix es quién ha creado este
estado; que sólo él puede verlo, y todo el mundo piensa, que Asturias ha sido incendiada,
por los romanos, posiblemente, por orden de Nerón.
El rey romano, no cree en el mundo de las ilusiones; sólo cree en realidades; por
eso, se le ocurrió la barbaridad, de prender fuego a Asturias. Ahora, el príncipe asturiano,
no sabe dónde está, porque él necesita su país. Nerón ha intentado destrozar cualquier
posibilidad, de que Asturias gobierne el mundo. Para el rey pirómano, “no podemos creer
en lo que no vemos, ni ilusionarnos con lo que soñamos”. Sólo nos queda resignarnos, a
vivir sin Asturias; pero Obelix, no quiere dejar de ser asturiano. Prefiere vivir de pie, a
morir en cualquier postura. El príncipe piensa, que siempre hay un sueño que soñar y, a
veces, trata de huir de la realidad. Porque, ella nos ha hecho débiles, blandos, y mortales.
Nuestra fantasía, puede superar a la realidad (Dulcinea).
El monarca romano, en el fondo, es un cobarde; ha visto nacer bajo su reinado, a
muchos asturianos, que han sido desterrados, por miedo a que conquistaran Roma, la
Ciudad Eterna, y que, por tanto, no puede cambiar. En la metrópoli romana, hay ricos y
pobres, sacerdotes y creyentes, monjas y putas, laziales y romanistas, fachas y rojos,
vikingos e indios, obreros y ministros, traidores y traicionados. Nerón no desea la libertad
de pensamiento, ni la capacidad de crítica; sólo acepta la realidad, porque es lo que está
vigente, pero ésta, siempre cambia; por eso, el asturiano, intenta conocer la realidad del
mañana, en lugar de permanecer anclado, en el pasado, que pronto, sólo será recuerdo. La
ficción debe ser la realidad del futuro; el presente, es la historia del mañana. Esa es la gran
diferencia: si crees que todo debe estar determinado (y ya, todo está inventado), sin duda,
eres un buen centurión romano; si por el contrario, piensas que no hay nada preestablecido,
y siempre habrá universos por descubrir, entonces, móntate en tu caballo, y galopa hasta
Asturias. Allí estará Obelix, esperándote. Su nombre, ya lo sabes, y su país, esta lleno de
ricos, culés, princesas, toreros, toros, conejos y reyes. Aquí, la realidad es constantemente,
superada por la fantasía, de un maravilloso pueblo.
Para ser valiente, es preciso haber sido cobarde, antes; por tanto, para tener una gran
imaginación, es necesario ser una persona muy realista, para saber diferenciar los sueños,
de las realidades soñadas; porque si algo no es posible hoy, posiblemente, mañana, lo sea.
En Asturias, no tenemos guerras, ni fronteras, ni dinero, ni hambre, ni prostitutas, ni
drogas, ni leyes, ni posesiones. Roma nunca aceptará un país así; cuando no hay leyes, no
hay jefes, y si nadie es mejor que nadie, no hay súbditos. Pues bueno, el príncipe ha nacido
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pobre, que, pecador de él, monta su caballo, y se dirige a Asturias. No quiere mirar atrás,
mientras Albero galopa.
Un día de frío invierno, padre e hijo, es decir, rey y príncipe, charlaban, en los
aledaños del Palacio de los Abuelos. Cada vez, quedaba menos tiempo para la Obelisea, y
ambos, tenían mucho que comunicarse. Creces, estaba asustado, por el estado de soledad
(autoimpuesta), en la que vivía su hijo. El rey estaba consternado.
Padre, ¿qué te preocupa? – le preguntó el príncipe a Creces.
Hijo mío, me parece que exiges demasiado, a tu posible compañera, y por eso, no la
has encontrado – respondió el rey.
No es eso, padre. Yo, antes, buscaba un sueño, no una chica. En Asturias, todo el
mundo esta emparejado: tú y mama, Splinter y Tenorio, Torpeda(82) y
Paredes… y las princesas que me han gustado, Alegría, Doria, o Montaña, están
comprometidas. Debo salir de Asturias, para encontrar a mi compañera – dijo
Obelix.
Pues, me han dicho, que Nerón tiene una hija guapísima, llamada Ana Raquel –
sugirió el rey.
Será bella, pero tonta; en Roma, todas las mujeres viven para estar hermosas, y muy
pocas leen, a pesar de saber hacerlo – contestó el príncipe.
Sé que la vas a descartar, pero deberías conocerla – dijo Creces.
Pero el amor no es un negocio.
Obelix, tú naciste en Roma. Puede que la realidad no sea tan mala, y tu enamorada
no se encuentre en el país de las páginas, sino en el país de las mujeres.
Si es mi obligación, iré – dijo el príncipe.
Hijo, el paso del tiempo es cruel, y sabio; nos quita libertades, y nos añade
responsabilidades; esto cambiará en Asturias, pero para rectificarlo, debemos ser
inteligentes, y cumplir nuestras actuales obligaciones – le respondió su padre.
Obelix iba meditando, sobre los consejos del rey; su padre tenía razón: las princesas
son mujeres, no habitantes del país de las páginas. En ese momento, vio un grupo de gente,
cantando y bailando; contagiaban su alegría. Al acercarse, vio a Manolo Eldelbombo, que
estaba tocando con su habitual destreza, su vieja guitarra, y le saludó:
Hola, Manolo.
Hola, alteza – devolvió el saludo, el músico loco.
Por favor, estamos en Asturias; aquí todos somos iguales; tutéame; además, quiero
pedirte dos favores – sonrió amablemente, el príncipe.
¿Cuáles son? – preguntó Manolo.
El primero, que compongas una canción, dedicada a una princesa romana, llamada
Ana Raquel, y el segundo, que te vengas a Roma, a cantarla – respondió Obelix.
Podemos empezar a componer, ahora mismo – sugirió Manolo.
Manolo se enfrascó en tan dulce tarea, con la ilusión de un principiante; rasgaba su
vieja guitarra, mientras miraba hacia el cielo, buscando a una bella musa. El resultado de
dos horas de concentración y esfuerzo, fue esta canción, que los dos amigos cantaron
alegremente, a la luz azul anaranjada, de una hoguera:
Mañana, salgo en tu busca, atravesando el mar;
el camino, entre Asturias y Roma, debo atravesar …
Los dos jóvenes, tomaron unos tragos de zumo de naranja; las sonrisas de sus
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rostros, mostraban claramente, su satisfacción.
Una vez aliviadas las sedientas gargantas, Obelix comentó:
Parece más una canción de viaje, que una declaración de amor.
Todos los viajes, son una declaración de amor; siempre nos dirigimos, hacia
alguien, como Don Quijote a Dulcinea. ¿Qué conoces de esa princesa romana? –
intervino el músico.
Muy poco; es, bellísimamente, fría. Tiene el cabello rubio y los ojos azules, es
nacida del pecado y de la realidad. Siempre viste, unos mágicos guantes, de
hielo; me pica la curiosidad, y quiero conocer, cómo funcionan esos guantes.
¿Has estado en Roma? – respondió Obelix.
Si; allí fue dónde me tildaron, de músico loco. Un artista debe viajar, porque esto, le
ayuda a conocerse a sí mismo, y comprender a los demás. Para construir tu
Asturias, queda mucho por hacer. – intervino Manolo.
Espero que este viaje, sea para bien. Me siento un traidor, abandonando Asturias,
para buscar el amor. ¡Ojala!, que esa Ana Raquel, no sea una belleza vacía –
contestó Obelix.
El tiempo nos lo dirá. Estamos atrapados en un reloj de arena; yo siento, que tengo
arena en mis bolsillos. El tiempo, es el juez más justo y paciente. – dijo el
músico.
Pues espero, que el tiempo haga justicia, a esta extraña, pero posible, Dulcinea. Yo
siempre creí, que mi amor sería morena y asturiana. Al destino le preguntaría,
cómo es su aroma, con qué sueña, por qué suspira, y muchas cosas más. ¿Para
qué quiere unos guantes de hielo? No puede tocar a nadie, ni sentir el tacto de
los demás. – se preguntó el príncipe.
¿Cuántos partiremos mañana? – quiso saber Manolo.
Ocho: Splinter, Paredes, Birras, Ranieri, Camarón, mi madre, tú, y yo. – respondió
Obelix.
¿El rey Creces no nos acompaña? – interrogó Eldelbombo.
Él, debe permanecer en su trono; Asturias no puede quedarse descabezada. – dijo el
príncipe.
¿No llevamos protección, ni séquito? – preguntó Manolo.
No lo necesitamos; somos ocho personas, realizando el trayecto, que separa la
Ciudad de los Condes de Nápoles, a bordo de la nadadora y esbelta góndola, del
capitán Colón(83), cuyo guardapolvos negro, no es muy apropiado, para las
tórridas y calurosas temperaturas, que soportaremos en nuestra travesía; la
Santamariallenaeresdegraciaruegapornosotrospecadores. En lo referente al
trayecto existente, entre Valdemoro y Barcelona, transcurre sobre suelo
asturiano; no precisaremos nada. Mientras pisemos Asturias, nuestra patria
estará en nuestros zapatos, y no necesitaremos auxilio, de ningún ejército –
respondió Obelix.
¿Qué debo llevar? – le dijo el músico al príncipe.
Naranjas, jamones, guitarras, baterías, altavoces, bajagritos, fabes, libros, discos,
peras, manzanas, bañador, bronceador… - contestó Obelix, que, al ver la mirada
atónita de Manolo, rectificó – Perdona, tienes razón; con tu vieja guitarra,
bastará; en las noches frías, nos cantarás tus canciones, a la luz del fuego.
Obelix se sentía feliz, por tener un músico en su expedición; pensó, que a todas las
mujeres les gusta sentirse alabadas, y qué mejor que hacerlo, con elegantes melodías.
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Al día siguiente, la expedición dejaba Valdemoro; comenzaba la Obelisea; las
gentes de la capital arrojaban flores, al paso de la comitiva; el pueblo lloraba de emoción,
en sus balcones; cuando el príncipe y sus amigos se alejaron, hubo un gran silencio, en la
capital de Asturias; sin duda, el más triste de todos, era el rey Creces, que no pudo evitar,
que una lágrima pasease, junto a su nariz, de artista de cine. Los expedicionarios
recorrieron la carretera de Camina Lucia, en sentido Norte, dejando a su izquierda, las
localidades de Dibujo y Carafe; en esta última localidad, había cumplido su servicio militar
Obelix. A la hora de la comida, ya estaban en Madrid, pues todos galopaban en espléndidos
caballos; el mejor de todos, era Albero, sobre el que montaba el príncipe; las damas de la
casa real, eran expertas amazonas, y viajaban contentas. Las gentes de Madrid, famosas por
su hospitalidad, colmaron de presentes, a los recién llegados; aprovechando las viandas que
les regalaron los madrileños, la reina Carolina hizo una paella (la comida preferida de
Obelix), para todo el mundo. Los expedicionarios dieron buena cuenta, del plato
valenciano.
Está deliciosa – dijo Birras.
Ya lo creo – confirmó Ranieri.
Es la especialidad de la casa, ¿verdad, mamá? – intervino el príncipe.
Siempre estás igual, hijo - reprochó la reina.
Me gustaría, que todas las personas del mundo, tuvieran la posibilidad de comer,
como lo hacemos en Asturias; es decir, aprovechar los frutos de la tierra, sin
tener que pagar para obtenerlos; porque, si ponemos un intermediario, el dinero
puede adquirir más importancia, que el propio alimento – razonó Camarón.
En Asturias, eso, es fácil, pero en mi país, necesitamos el dinero para muchas cosas
más, que para la comida; por ejemplo: la vivienda, el caballo, la educación, los
brujos… – intervino Paredes.
Paredes, tranquilo; llegará un día, en que Roma se librará del imperio del dinero,
que la tiene prisionera; escapará del “tanto tienes, tanto vales” – volvió a razonar
el conde de Barcelona.
Manolo, me parece, que no eres el único músico, loco. En este país, o sois muy
listos, o sois muy tontos. Me admira, que mantengáis la ingenuidad del niño, y
la serenidad del hombre. Pienso, que no se puede implantar vuestra idea, en un
país como Roma – contestó Paredes.
Camarón, acompáñame en una canción, para que conteste a este incrédulo. El mar
es azul y el sol amarillo, como nuestra bandera, que tiene una estrella, por cada
país que se une, a la gran idea de Asturias. – repuso Manolo.
El conde y el músico loco, se armaron con sus guitarras, y empezaron a cantar:
Siempre hay que intentar olvidarte.
Eres, poderoso caballero.
Te llaman, Don Dinero.
Estoy en Asturias, para derribarte …
Me gustaría pensar, que ese día llegará – susurró Paredes.
A esta canción, le siguieron varias más; la vieja guitarra de Manolo, se mostró en
todo su esplendor, gobernada por los dedos sabios, del músico loco. Las canciones sonaron,
hasta que Obelix comunicó, que deberían seguir la marcha, para llegar a Guadalajara, al
anochecer. El viaje fue ameno, entre las bromas, que se iban haciendo, Paredes y Splinter.
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Obelix estaba enfermo, y Birras le suministraba su medicación, después de cada
comida; el pastillero decía, que los problemas del príncipe se solucionarían, en cuanto
diese, con la dosis de fármacos, oportuna. Pero el enfermo tenía problemas con sus sueños;
eran difíciles, unas veces cortos, otras largos, inalcanzables y extraños. Esto repercutía, en
su estado de ánimo; algunas veces, tenía ideas delirantes, y otras, se sumergía en una
tristeza infinita.
Ranieri era un brujo, que tenía muchos estudios en el Nuevo Mundo, en concreto,
Argentina; pero, no era fácil tratar a un paciente, como Obelix.
La Asturias, en la que tú crees, no es posible; no hay nada perfecto, y mucho menos,
el hombre – dijo Claudio, al llegar a Guadalajara.
No hay nada más perfecto que un hombre, si exceptuamos a una mujer. Nunca
crearemos, algo parecido. Bueno, sí que lo hacemos…cada vez que tenemos
descendencia – contestó Obelix.
Tú piensas que eres especial, porque tus delirios son geniales, y las cosas que te
oprimen, transcendentales – repuso Ranieri.
Yo pienso, que soy el iniciador de una llama, que provocará una enorme revolución,
pacifica, dónde el hombre abandonará la realidad, y llegará a una maravillosa
fantasía. No sé bien qué estoy buscando, pero me estoy acercando; yo no busco,
encuentro, - dijo Obelix.
Si eres tan idealista, ¿para qué viajas a Roma, la cuna del saber actual, dónde el
materialismo se puede palpar? – quiso saber el brujo.
Claudio, a ti te gusta el fútbol; un día me dijiste, que sentías los colores de Boca
(curiosamente, son los mismos de nuestra bandera), y no es cierto, que la
victoria más saboreada, es la que se produce en casa de River Plate, el eterno
rival – contestó el príncipe.
¡Ya estamos!; te he dicho que, si quieres ser un líder, no debes hablar de fútbol. Ya
sabes, es algo que gusta a todo el mundo, pero un intelectual debe distinguirse
del pueblo – dijo Ranieri.
Pues yo pienso, que un filósofo debe ser tan de pueblo, como las amapolas. Los
intelectuales de ciudad, son turistas en su país; lo ven, pero no lo sienten –
razonó Obelix.
Durante tu enfermedad, te creías Dios – espetó Claudio.
No me creía Dios, era Dios; podía crear, porque mi cabeza, era una fuente
inagotable de ideas – dijo el príncipe.
Pero, si tú eras Dios, ¿quiénes éramos los demás? – preguntó Ranieri.
Me estabais buscando, porque a Dios se le anhela. Yo soy ateo; creo en mi mente,
en mis sueños y en Asturias, pero no creo en un ser superior; por eso, no le
busco – contestó Obelix.
Pero, ¿tú nos reconocías? – preguntó Claudio.
Por supuesto, Claudio. Yo conocía tu consulta, situada en el Vicente Calderón; sabía
que iba a prepararme con los demás jugadores, para ser uno más, y renunciar a
Asturias – respondió el príncipe.
Pero tú sigues pensando, que eres especial – dijo Ranieri.
No me creo Dios, pero sí, una persona con unas ilusiones muy altas (porque de
éstas, también se vive), y en la Edad Media, era una quimera el avión, la
televisión, Internet, la cirugía láser, las vídeo - conferencias, la clonación… y
tantas cosas más. Alguna de estas cosas, como la democracia en España, la
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donación de órganos, el voto femenino, la “no militarización” de la juventud, no
las tenemos desde siempre, porque nunca se tiene todo; pero tenemos que desear
una sociedad, cada vez mejor – explico Obelix.
Quizás el problema este ahí, en que tienes muchas ilusiones, y no todas se
cumplirán – replicó Claudio.
Soy asturiano, nací en Valdemoro, el seis de octubre, de mil novecientos noventa y
nueve. Desde ese día, soy una persona diferente; para mis biógrafos, cito, que
hay alguna incorrección; mi nombre es Obelix, no Miguel. Estoy negando mi
existencia; lo que no sé si es peor, que creerse Dios. Miguel tiene veintiocho
años, y es inmortal; debe dejar paso a su creación, Obelix, que tiene apenas unos
meses, pero le sobran ideas, para cambiar el mundo – dijo el hijo de Creces.
¿Dónde estamos ahora? – preguntó Ranieri.
Estamos en Guadalajara, tú te llamas Claudio Ranieri, y yo Obelix. Según tus
estudios neronistas, estamos en Valdemoro, calle, Pozo Chico 9, 1ºD(84); tu
nombre es, Claudio Román Acosta Fuentes, y el mío, Miguel Ángel González
Alguacil, pero estás equivocado. Tú eres una creación mía, existes, gracias a
Asturias, no tienes sentido sin ella, a pesar de que la niegas – respondió el
príncipe.
Splinter estaba preocupada por la salud de su hermano, y decidió, que al día
siguiente, hablaría con Birras, y Ranieri. Ella quería mucho a Obelix; le había visto delirar,
diciendo que él era Dios; la hermana del príncipe esperaba, que esas ideas mesiánicas,
hubiesen abandonado a su ser querido. Estuvo toda la noche haciéndose preguntas, de
difícil respuesta. Por fin, cuando salió el sol, a la mañana siguiente, la expedición partía de
Guadalajara, con dirección a Arcos de Jalón. Splinter se acercó, y le preguntó a Birras.
¿Cómo se encuentra mi hermano?
No sé, pero las pastillas me las toma muy bien – contestó Birras.
Y tú, ¿cómo le encuentras? – dijo la hermana de Obelix, dirigiéndose a Claudio.
Yo le encuentro muy bien, y además, le viene sensacional este viaje, por el país de
los sueños, nuestra amada Asturias. Las soluciones a sus problemas, están en el
mundo fantástico, no en el real; dirigirse hacia Barcelona, le gusta y le motiva.
Luego navegaremos; a Obelix le encanta el mar – respondió el gaucho.
Pero, ¿está loco, o cuerdo? – insistió Splinter.
Pues la verdad, no lo sé; aunque, parece que está delirando, constantemente. Ve
cosas, que nadie ha visto – intervino Birras.
Él fundó Asturias, y es un país que no para de crecer; por tanto, debemos darle un
margen de confianza; quizás, nosotros estemos peligrosamente, cuerdos; porque,
estar un poco loco es necesario, para ser un genio – dijo Ranieri.
Voy a tranquilizar a mi madre, gracias – sonrió Splinter.
Carolina iba cabalgando al lado de Paredes, cuando les alcanzó la infanta. El trío
manejaba sus caballos con maestría, mientras charlaban alegremente. Por otro lado, Obelix
y Manolo eran, cada vez más, inseparables, y esta vez, estaban hablando de mujeres; un
tema que une a señores y vasallos, pues el más poderoso de los hombres, envidia a aquél
que, aunque pobre, es dueño del amor, de una bella señorita.
Manolo, tú que eres músico, habrás conquistado muchas doncellas – le inquirió
Obelix.
Tú eres príncipe y, además, casi siempre vistes de azul. También te gusta la música,
y podrías tener a quién quisieras – dijo Manolo.
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Eso es falso; si pudiese tener a quien quisiese, ya estaría casado con la marquesa de
Salamanca. Es madridista, presumida y mentirosa, sin embargo me hace reír, y
se ríe conmigo; mas está comprometida, y yo soy un caballero. – esbozó
tristemente, el príncipe.
Si de verdad lo eres, no tardarás en encontrar, al amor de tu vida – contestó el
músico.
A veces pienso, que no voy a encontrar el amor de mi vida, porque no lo deseo con
la fuerza necesaria, ni lo espero con la paciencia debida. Todavía soy joven;
prácticamente, acabo de nacer; he abandonado mi antiguo cuerpo. Estoy en
Asturias, todo es nuevo aquí, y así debe ser. No tengo nada que ofrecer, sólo mi
amor. – le dijo el príncipe.
Me gusta hablar contigo, me haces pensar. – repuso Manolo.
Quién te quiere, te hará pensar. Yo estoy descontento de mi relación con las
mujeres. Necesito hablar menos y actuar más: en el teatro de los sueños, la cama
– contestó Obelix.
Príncipe, tú tienes mucha capacidad para expresarte, ¿por qué no la habías usado,
hasta ahora? – preguntó Manolo.
Necesitaba el estímulo de la enfermedad, para ver Asturias, por primera vez respondió Obelix.
Yo no te encuentro enfermo; es más, me parece que tienes muchas ideas que sacar,
de esa cabeza, que es bastante menos cuadrada, de lo que piensas. Me encantaría
que se creara el país de los hombres y mujeres, unidos, bajo la bandera azul, con
infinitas estrellas amarillas – dijo el músico loco.
Asturias era cada vez más fuerte y más grande; se trataba de un país maravilloso,
cuyos ciudadanos vivían felices, bajo la bandera azul, con infinitas estrellas amarillas; pero
lo importante consistía, en no retroceder. El rey Creces supo enseguida, que era un
momento especial, para el destino de todos sus súbditos, y por eso, redactó el siguiente
bando:
“Amigos asturianos: todos estamos esperanzados con el viaje de Obelix; quizás sea
la primera vez, en que Nerón acepte hablar con uno de los nuestros. Espero que todos
estéis tan contentos, como lo estoy yo.
Debemos ser elegantes en las formas; nosotros somos humildes y modestos, pero no
cobardes. Viajamos para ganar, porque un asturiano que viaja, ya está ganando; el rival
es dificilísimo, el peor de todos, pero esto, hace más interesante, el viaje.
Los romanos no nos han tratado bien, históricamente, pero ha llegado el momento
de decirles, que todos somos hermanos, y que perdonamos sus ofensas. Sabemos que a
algunos romanos, les gustaría vivir en Asturias, pero no pueden pagarse el viaje, porque
viven en ciudades lejanísimas, como Móstoles, Sarajevo, Coslada, Buenos Aires,
Villatobas, o Berlín. A todos los que quieran venir, les digo, que se les espera con los
brazos abiertos. En nuestro país, hay naranjas y jamones, para todos; nuestras casas están
abiertas, a los viajeros. Este es un país libre, dónde se acoge a los recién llegados, y todos
tenemos comida y casa; nadie tiene dinero, y nadie lo echa de menos. Debemos estar
preparados para enseñar, cuando todavía, estamos aprendiendo.
Esperando que nuestros compatriotas tengan un buen viaje, se despide, vuestro rey.
¡Viva Asturias, y Viva Carolina!”
En Nápoles, en un hermoso palacete de dos plantas, el famoso mafioso
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Gasolina(85), conversaba con su bella María de los Mercedes(86); ella estaba diciendo:
¿Recuerdas cuando vivíamos en Valdemoro, cerca de Creces y Carolina?; fuimos
felices allí.
En aquellos tiempos, Asturias sólo era una idea, en la cabeza de mi ahijado; todavía
gobernaba allí, el reino del dinero. Nosotros vivíamos muy cerca del Pozo
Bueno, luego nos ofrecieron cambiar a la calle Real; debimos imaginarnos, que
con ese nombre, no podríamos vivir en Asturias. Obelix iba creciendo, pero a él,
le gusto siempre más el paseo de la Rambla, que la calle Real. Yo intenté
hacerle vikingo, desde su nacimiento, cuando le envolví en una bandera del Real
Madrid; jamás he visto a nadie llorar, como lo hizo el príncipe, hasta que se la
quité. Él no quería ser de un conjunto Real; necesitaba ser de un equipo
fantástico, y desde el primer día, fue del Barça. Yo le decía, que él había nacido
en Madrid, pero siempre contestaba, que había nacido, para y en Asturias. Por
entonces, yo no le entendía; ahora lo veo claro. El año del centenario del Barça,
fue el año del nacimiento de Asturias. Se confirmaba el lema, de más de un
siglo, “el Barça es más que un club”. Está por encima de algo tan importante,
como es la victoria, porque al existir, ya ha ganado. El Madrid es real, pero el
Barça es fantástico, y en Asturias, la fantasía, siempre gana a la realidad. Obelix
bebió mucha agua de la fuente, de la Villa (Canaletas). Nosotros tuvimos que
emigrar a Nápoles, en el sur de Roma. – respondió Gasolina.
En Nápoles estamos tranquilos, pero estamos un poco lejos del resto de la familia.
Quizás, algún día, debamos juntarnos todos, en esa Asturias que quiere construir
Obelix – dijo María.
El príncipe siempre me ha dicho, que quiere establecer su corte en Versalles, un
pueblo que está cerca de una aldea, llamada París, limítrofe con Valdemoro(87).
Pero, para establecer su corte, debe encontrar a su Dulcinea, igual que Paredes
encontró a Torpeda, o Splinter a Tenorio. Creces me ha dicho, que esa Ana
Raquel, hija de Nerón, es una chica especial, soñadora y bellísima, que puede
gustar a Obelix. Aunque, la gran preocupación de Creces, es que Obelix guste a
Ana Raquel; por eso, ha enviado a Carolina y a Splinter, con objeto de que
hablen de mujer a mujer, con la princesa romana, para hacerla ver que Obelix es
un chico especial, y que ha nacido con un destino. Debe tener descendencia, con
la intención de que no se extinga el sueño de Asturias; su hijo Miguel será la
persona que gobierne, en la Europa asturiana, y está escrito que, el nacimiento
del niño, certificará la unión de Asturias con Roma. – dijo el Padrino.
Por mi parte, haré lo que haga falta, con el fin de que, su estancia en Nápoles, sea lo
más agradable posible, para ambas expediciones. Paredes me ha contado, que ha
notado cambiado a Obelix; lo encuentra menos orgulloso, y algo más humilde.
Quizás esté llegando el momento, en que debe encontrar el amor de su vida;
porque Obelix, siempre asustaba con su soberbia, y esa insultante confianza, en
sí mismo. Un hombre debe ser sencillo y accesible, para ser seductor – dijo
María.
En ese momento, se incorporó a la conversación, Torpeda, la novia de Paredes; se
trataba de una chica bajita con nariz de pájaro, y un hermoso lunar en la cara; saludó, y
preguntó después:
¿Sabéis algo del viaje de Paredes y de su primo?
Deben estar entre Madrid y Zaragoza – contestó Gasolina.
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Me he enterado que viene el rey Nerón, a Nápoles; ¡ya era hora!, porque aquí, en
Roma, el sur está discriminado, frente a la capital, y las ciudades del norte,
como Turín, o Milán – dijo Torpeda.
Turín, la ciudad del diablo, debería ser la capital del imperio romano – sugirió el
Padrino.
No sé, si eso es más cruel, que tener lo que tenemos, es decir, Roma, la ciudad de
ese tal Pedro, como capital de un imperio de banqueros, curas, empresarios,
jefes y políticos – repuso Torpeda.
Debemos ser buenos anfitriones, y no hacer estos comentarios, delante de Nerón –
dijo María.
Nosotros, seguro que nos contenemos, pero lo difícil, es saber cómo reaccionará
Obelix, en esta reunión; él es joven, y Nerón, veterano. A todos nos gustaría,
que nuestros nietos vivieran en esa Asturias, con la que sueña el príncipe, y por
la que han muerto tantos hombres y mujeres, a lo largo de la Historia de la
Humanidad. Porque ahora, en el nombre de la civilización, estamos haciendo
muchas barbaridades, contra la naturaleza, nuestra segunda madre, y en el
nombre del capitalismo, nos estamos convirtiendo en maquinas, diseñadas para
trabajar. En lugar de eso, deberíamos ser personas, disfrutando de nuestro paso
por este planeta; un paso, por cierto, corto, y que no merece ser malgastado en
trabajar, más de lo necesario – dijo sabiamente, Gasolina.
Si nosotros empezamos con estas ideas, no sé por dónde continuará Obelix; a lo
mejor, somos más asturianos que él – intervino María.
Todo el mundo es igual de asturiano; nadie es más que nadie. No hay que vencer
ninguna disputa; la cuestión es, sentirse asturiano, o no. Quizás, Obelix sea
especial, porque él fue el primero que vio Asturias, y está escrito, en las
Sagradas Escrituras del Reino de Asturias, que Miguel, hijo de Obelix, y nieto
de Creces, será el rey asturiano, que gobierne un planeta azul, dónde todos
seamos iguales: blancos y negros, españoles e italianos, franceses e ingleses,
sudamericanos y norteamericanos, madridistas y culés, hombres y
mujeres…todos, unidos, bajo la bandera azul, con infinitas estrellas amarillas,
haciendo círculos. Ese día, Obelix se retirará a descansar, junto con su Dulcinea,
con la consciencia de haber pasado por el mundo, dejando una huella azul, en él
– dijo el Padrino.
Pero, Dulcinea ya tiene a su Don Quijote, como yo tengo a mi Paredes. Obelix debe
encontrar su propio amor, sin poner ninguna condición, porque él, no sabe lo
que pasa por la cabeza de cada persona, y a lo mejor, su chica es rubia, y no
morena, y tiene los ojos azules, y no oscuros – dijo Torpeda.
El príncipe no es racista; como buen asturiano, seguro que no tiene prejuicios, y a lo
mejor nos sorprende, con una chica china, o de color, porque Obelix es
sorprendente – expuso el mafioso.
¿De qué color? – preguntó la novia de Paredes.
Azul – respondió el Padrino.
La expedición llegó a Arcos de Jalón; Carolina preparó una fabada para reponer
fuerzas; comida asturiana, para empresas difíciles. El almuerzo gustó mucho, a los
comensales; a los ocho viajeros iniciales, se unió un amigo de Obelix, que estaba allí, para
comer carne de avestruz; el amigo del príncipe se llamaba, Couto(88); era un joven de la
misma estatura que el príncipe, aunque más delgado; su rostro guardaba cierta similitud con
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el de Manolo, pero tenía el cabello, mucho más largo y rizado; vivía en el país de los
descontentos. Obelix se dirigió a su amigo diciéndole:
¡Que casualidad!, Couto ¿qué haces aquí?
Pues, el otro día cogí mi caballo Comunista, y me vine hasta aquí. Tú sabes, que yo
vivo en el país de los descontentos(89), y quería comer carne de avestruz –
contestó Couto.
La verdad, que este animal debe ser muy apreciado en tu país, porque vosotros, os
comportáis como él: escondéis la cabeza, cuando veis algo que no os gusta, pero
os quedáis parados, sin hacer nada. El que no lucha, no vence; querer es poder.
En fin, no hay que ser descortés, en la mesa; yo pienso, que tú, lo que quieres es
ser asturiano, pero te encierras en obsoletos ideales, que te convierten en un
protestón – dijo Obelix.
Yo, nunca he comprendido a los descontentos; siempre se están quejando, pero no
exponen ninguna solución; sólo quieren trabajar menos, y ganar más. En el
fondo, son unos avariciosos, que están bajo el influjo de don Dinero, y no
escuchan el tic-tac amenazador; ese caballero, sí que es poderoso. El tiempo,
siempre está avanzando, y algún día, nos sobrepasará; eso lo tenemos seguro.
¿Para qué estar descontentos? Hay que tratar de aprovechar el tiempo del que
disponemos, porque no hay una segunda oportunidad – intervino Camarón.
Yo soy anarquista, estoy en desacuerdo con los jefes, y por eso, te miro con recelo,
Obelix – dijo Couto.
Yo no soy un jefe; me gusta más hacer el indio. Soy un elegido desde que nací;
estaba escrito, que yo moriría riéndome de la muerte. Si no se tiene miedo a la
vieja dama, no se teme al paso del tiempo. Kronos es mi gran aliado; yo debo
dejar las reglas básicas de lo que será el mundo, cuando Asturias esté
establecida – repuso el príncipe.
Pero, ¿quién te ha elegido a ti? – preguntó Couto.
Nadie; esa es mi fuerza. No dependo de ninguna persona, pero sirvo a todo el
mundo. Yo sólo soy un transmisor de ideas; éstas sirven para hacer un mundo
mejor, según mi opinión, pero no obligo a nadie seguirlas; es más, sólo existen,
realmente, en el país de las páginas; sería demasiado bonito, que escaparan de
este maravilloso estado – contestó el príncipe
Aquí, el escritor es Paredes; explícanos qué es eso del país de las páginas – quiso
saber Carolina.
Es un país, que yo visito con frecuencia, donde existen sabios, malvados, princesas,
dragones, dioses, y todo lo imaginable. Sus fronteras están abiertas a la fantasía;
no hay más prisioneros que los personajes, pero algunos, son más libres que sus
autores. Nadie muere realmente, aunque todos están entre comas – expuso
Paredes.
Me gustaría que nos acompañases a Nápoles; vamos a ver al rey Nerón. Si no te
muestras muy negativo, puede que sea bueno, tener un embajador del país de los
descontentos – le dijo Obelix a Couto.
No he traído nada para el viaje, no estoy preparado – contestó el descontento.
La gente nos va regalando comida; nosotros, tampoco llevamos nada. Lo que
necesitamos, nos lo van dando nuestros compatriotas. Ya sabes que nosotros no
tenemos dinero, pero dentro de Asturias, éste no hace falta. No se puede
comprar lo que es gratis – intervino Camarón.
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Anímate, Couto; conocerás Nápoles, y a la bella Ana Raquel – dijo Splinter.
Está bien, os acompaño. Quizás comprenda en este viaje, qué significa ser asturiano
– se rindió Couto.
Antes de la batalla, debemos ser optimistas; durante la contienda, calculadores, y
después, piadosos. No nos van a regalar nada, y empezarán a criticarnos, por
nuestro desprecio a las clases sociales, al dinero, a las posesiones y, sobre todo,
a la religión. Porque en el mundo romano, Dios es indispensable, para que el
hombre, no se sienta vacío y solo. - dijo el conde de Barcelona.
Pues, ese es el punto, dónde más crítico voy a ser; según podemos ver en Asturias,
un hombre ya se ha realizado, por el hecho de nacer, y, aunque sabe que debe
cavar en la tierra la tumba que le espera, es un privilegiado – afirmó Obelix.
Esas teorías, tuyas, parecen las de Fidel, rey de la isla de los Cubatas – dijo Couto.
Te equivocas; son las aberraciones, como la de la isla de los Cubatas, anteriormente,
parte del bloque rojo (quizás por la vergüenza). Esas negaciones son las que dan
sentido, a un mundo gobernado por los romanos; al menos, éstos se inventan
algo, para repartir la riqueza. Esa idea es el dinero, pero los colorados no quieren
repartir nada. Son como el rey Sol, “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Los descontentos pensáis, que los colorados son la solución, y los asturianos, en
cambio, pensamos, que son una aberración. De hecho, el país que antes me
gustaría conquistar, es la isla de los Cubatas, prostíbulo del mundo romano, que
aprovecha su dinero para oprimir a los cubanos, casi tanto, como ese
impresentable rey, Fidel, que tú, tanto admiras – explico el príncipe.
Pues yo pensaba que la isla de los Cubatas, ya era asturiana – repuso Couto.
Lo será. Los descontentos sois unos ingenuos, y pensáis que ser colorado, es ser
muy moderno, justo, y solidario. Pero, los colorados han sido, los mayores
opresores del siglo XX. De hecho, todavía tienen prisioneros a los habitantes de
la isla de los Cubatas, y a más de mil millones de chinos. Ya es hora de que los
liberemos; bastante han sufrido – aclaró el príncipe.
Quizás, algún día, sean estrellas amarillas, en la bandera azul – dijo Camarón.
España es Europa, y lo demás, será tierra conquistada. Me encanta la frase: “el sol
no se ponía en nuestro imperio” – intervino Obelix.
El imperio asturiano, es sólo una ilusión. A lo mejor, nunca llega a ver la luz; pero
nadie, nos puede impedir soñarlo – dijo Splinter.
Yo nací en Tarragona; por tanto, soy asturiano de nacimiento. – dijo Couto.
Pero tú eres socio del Real Madrid; eso no es posible, siendo asturiano y, además,
catalán – insinuó Paredes.
Yo soy del Nastic y del Real; Obelix, por ejemplo, es del Valdemoro y del
Fantástico(90), a pesar de ser romano y madrileño, de nacimiento. Es mi caso,
pero al revés; nos une la amistad, el vehículo más rápido y poderoso, que existe
– repuso Couto.
Aquí todos somos del Atlético Valdemoro, incluso Gasolina, que vino de joven, del
eterno rival, el Cienlocuelos(91). El rey Creces ha sido su mayor gladiador, y
era el capitán, del glorioso equipo que unía a los valdemoreños, bajo los colores
rojiblancos. Su número cuatro está guardado en el Museo del Club, situado en el
mítico “Campo Viejo” – contó Carolina.
Esa mañana, partieron con dirección a Zaragoza. Estarían todo el día de viaje, y
esperaban llegar, a la hora de la cena, a la capital maña. Pasaron gran parte de la mañana,
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escuchando las canciones de Manolo, que no dejaba de amenizar el viaje con dulces
melodías. Hasta él se acercó Splinter, para pedirle una canción, sobre Asturias. Manolo le
contestó, que no se atrevía cantar, al mayor de los sueños que había tenido un hombre. Esto
lo escuchó el conde de Barcelona, que intervino diciendo:
Un músico, sólo debe cantar a los sueños; es la única forma de olvidar que estamos
despiertos.
Aun así, es demasiado pronto para cantar, a un país en formación, y que es difícil
que, alguna vez, sea una realidad – dijo el brujo argentino.
Tú siempre piensas, que la realidad es inamovible; yo creo en cosas, que tú no
puedes ver – sentenció el príncipe.
En ese momento, intervino la dulce Carolina, que sabía estar callada, pero también,
cuándo debía hablar.
¡Canta por mí!, te prometo hacer un delicioso cocido romano. Tú, sólo debes cantar
a la tierra que estamos pisando, que pisábamos y que pisaremos. Los países
tienen sus himnos, y tú has viajado con nosotros, para cantar al nuestro, en
Roma. Asturias tiene muchos himnos, pero nos encantaría escuchar el tuyo.
Ante esa tesitura, Manolo se vio obligado a componer un nuevo himno, a Asturias.
Pidió una hora, y la ayuda de Camarón. Los dos músicos se dedicaron a plasmar una idea
en notas sonoras, que salían de la vieja guitarra, del músico loco. Entre tanto, la expedición
llegó al Monasterio de Piedra, cerca de Calatayud. Carolina se dedicó a preparar el cocido
romano, con la ayuda de Obelix y Splinter. Mientras que Couto, Paredes, Birras, y Ranieri,
jugaban una partida de mus, para conocer, qué pareja debía fregar los platos, cuando
acabasen de almorzar. Antes de comer, Manolo llamó a todos, para cantarles su himno.
Todos aplaudieron a Manolo, sobre todo Obelix, que trataba de contener las
lágrimas, sin conseguirlo; su rostro estaba desencajado, por la emoción; el país de sus
sueños, seguía creciendo, de manera imparable. Por fin, consiguió decir:
Pronto estaremos en el buen camino, para la construcción de Asturias; porque no
debemos olvidar, que ahora mismo, estamos empezando.
Al haber empezado, estamos también terminando – dijo el sabio Camarón.
No podemos continuar hablando; el cocido nos espera en la mesa. Por cierto, ¿quién
ha perdido la partida de mus? – intervino la reina.
Pues los de siempre, Ranieri, y Birras. – se rió Paredes.
En el mus, no hay nadie humilde, ¿verdad, primo? – le dijo Obelix.
Los juegos deben servir para evadirnos, y a través de ellos, deshacernos de nuestro
lado negativo, dejando el positivo, para la construcción de Asturias. – dijo
Camarón.
Cerca de la capital maña, el cocido de la reina fue un éxito. Cuando Ranieri y Birras
fregaron los platos, la expedición partió, hacia Zaragoza. El brujo argentino, cada vez
estaba más confundido con el príncipe, no sabía si estaba mejorando, o empeorando; quizás
por eso, se decidió a preguntarle:
¿Qué es Asturias para ti?
Asturias es mi imaginación; es el mundo, como debería ser, el paraíso terrenal, la
tierra prometida, Valdemoro, Versalles, San Petersburgo, y cada par de zapatos.
– contestó Obelix.
Pero, ¿existe, o es sólo parte de tu imaginación? – quiso saber Ranieri.
Existe, porque está en mi imaginación. De hecho, en este viaje, estamos sacando
Asturias, de paseo. – respondió Obelix.
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Pero, Versalles está en Francia – repuso Ranieri.
Francia, España, Italia…esos países, ya no existen ni en la realidad. Estamos en
Europa, es decir, Asturias. Las únicas diferencias entre Europa y Asturias, son
las fronteras y la bandera. Europa es la cuna de la civilización asturiana, suma
del pensamiento romano, griego, ruso, alemán, español, británico y, por qué no,
musulmán. – afirmó el príncipe.
¿Estas hablando en el mundo de las ideas, o en el mundo real? – preguntó el brujo.
Yo siempre hablo en el paraíso de las ideas; ese es el universo, en el que estamos
todos los hombres. La realidad es una mala copia, del mundo de las ideas. El día
que la sociedad sea una fotocopia del paraíso de las ideas, la realidad será
Asturias. – respondió el príncipe.
Quizás sea peligroso que navegues por esos dos mundos; podrías ahogarte en el
mundo de las ideas, queriendo escapar de la realidad. – razonó Ranieri.
Sé nadar muy bien; para eso, entreno en el mar Naranja. Yo no me voy a ahogar, si
no quiero hacerlo, y deseo vivir el tiempo que esté escrito. Con respecto a la
razón, creo que me funciona perfectamente; sólo está el “pero”, de que me
siento especial. – dijo Obelix.
¿Ser especial, es ser Dios? – preguntó el brujo.
No, Dios no existe. Yo soy especial, porque significo el nacimiento de un sueño: la
dulce Asturias. – contestó el príncipe.
Entonces, ¿tú eres un símbolo, una divinidad, un ídolo, o algo parecido? – inquirió
Ranieri.
Yo, sólo soy un asturiano; puede que el primero. Pero, sólo soy distinto en esto, al
resto de asturianos. Asturias está en construcción; la tarea será larga, pero
placentera. – respondió Obelix.
Pero, ¿tu cabeza es capaz de distinguir, entre la realidad y la ficción?, porque,
durante algún tiempo, estabas siempre en el plano imaginario, y asustabas a las
personas que tenías a tu alrededor. Esa gente empezó a pensar que te estabas
volviendo loco, y por eso recurrieron a Birras y a mí. – expuso Ranieri.
No quiero distinguir entre ficción y realidad. Sé que he vivido siempre en Roma,
pero quiero habitar el resto de mi vida, en Asturias; no es una pelea que se deba
librar dentro de mi cabeza, o en el país de las páginas. Deseo que todos los
hombres y mujeres, seamos asturianos; para eso, mi ficción debe envolver a la
realidad; por eso, viajamos a Roma. Hablaremos con Nerón, para hacerle ver,
que Asturias no conquista, libera. Porque, Roma está prisionera de las ataduras
del capitalismo, la religión, la xenofobia, y alguna cosa más. – contestó el
príncipe.
Al llegar a Zaragoza, Carolina preparó la cena, a base de la poción mágica, jamón y
zumo de naranja; todos se alimentaron, con el elixir sagrado. Habían recorrido la mitad del
camino, entre Valdemoro y Barcelona. Una vez ingeridos los alimentos, la reina estaba
hablando con sus hijos. Obelix le dijo:
Madre, soy muy feliz de encontraros tan sana y hermosa; ¡qué afortunado es mi
padre, por estar casado con la reina de las maravillas!
Yo, sin embargo, estoy algo disgustada. Splinter tiene a Tenorio, y tú, que eres el
heredero al trono, no tienes pareja. No debes ser tan soñador; saca tu cabeza del
país de las páginas, Dulcinea sólo existió allí, y además, ya tiene novio; ese tal
Quijote. Sé que te impresionó mucho esa historia, cuando te la contó ese juglar,
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de nombre Cervantes. Pero aquí estamos en la realidad, y todo tu país espera que
tengas descendencia, porque tu sueño es ser padre, y eso es lo que te obsesiona.
– le dijo Carolina.
Para ser padre, necesitas encontrar una chica; quiero que le des una oportunidad a
Ana Raquel. Es una chica como tú, separada de los demás, misteriosa, y bella.
Tienes que comprender, que vive en la sociedad romana, dónde nadie es
completamente libre, y quizás, ella tenga más recelos que tú. – intervino
Splinter.
Yo no tengo miedo a conocer, a ninguna chica; es más, empieza a picarme la
curiosidad, con esa Ana Raquel; pero este viaje lo hago como el heredero al
trono de Asturias, y no como posible Romeo; como príncipe, deberé atender al
rey de Roma, que me presentará a la princesa de ese país. Pero este viaje, no es
personal; es el viaje del pueblo asturiano, hasta la capital italiana, siguiendo uno,
de todos los caminos. Queremos solicitar una serie de mejoras, no ya para
Asturias, sino para Roma. Por supuesto que atenderé como se merece, a la
princesa de los guantes de hielo, incluso, quizás le ofrezca pasar unos días, en la
corte de Asturias. – dijo Obelix.
Prométeme que, ocurra lo que ocurra, le invitarás a nuestra corte de Valdemoro – le
pidió a su hijo, la reina.
Madre, os lo prometo; nunca puedo negaros nada. Pero, quizás ella no quiera visitar
Asturias; recordad que es romana, y la hija de Nerón – contestó él.
Yo le pediré que venga a Valdemoro; somos antiguas amigas; no podrá negarse.
Prepararemos un baile en la corte; así podrás conquistar al padre en Nápoles, y a
la hija, en casa –intervino Splinter.
Puede que ella no quiera ser conquistada, ni yo conquistarla. El juez sabio,
dictaminará. Quizás cuando Asturias llegue a sus oídos, ella esté comprometida,
o prefiera aferrarse a la realidad, como tantos otros romanos – repuso Obelix.
Es una chica con problemas, necesita ayuda. No le es fácil expresar sus
sentimientos; a lo mejor por eso, lleva todavía, esos guantes de hielo – dijo
Splinter.
También debes pensar como príncipe de Asturias, y debes buscar pareja, entre las
casas reales – sugirió la reina.
Madre, yo soy príncipe por casualidad, y muy poco habríamos avanzado, si
pensamos que somos una casa real, al estilo de la española, inglesa, o romana.
Nosotros, sí que representamos al pueblo y, por tanto, actuamos como él;
sobretodo, en asuntos de amor, nos guiamos, por las ordenes del corazón. En
Asturias, éste, siempre puede con la cabeza, y os prometo comportarme como un
caballero, con Ana Raquel; después, lo que tenga que ser, será, pero sin
exigencias – dijo Obelix.
En el otro lado de la mesa, los dos eternos fregaplatos, Birras y Ranieri, discutían
sobre los sueños de Obelix. Para Birras, estos sueños se originaban químicamente, en el
cerebro del príncipe, sin que él pudiera controlarlos, y por ello, Obelix pensaba, que
Asturias era la Tierra, y que el propio Birras, era un agente, encargado de su seguridad.
Desde sus estudios neronianos, Birras diagnosticaba un trastorno bipolar; es decir, que
Obelix tenía fases, en que veía Asturias con claridad meridiana, y otras, en las que
simplemente, no la veía. Para su compañero de mus, eso no estaba tan claro; Ranieri
pensaba, que Obelix era un megalomaníaco, un narcisista, y que por eso, inventaba un
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mundo, donde él era un príncipe; pero Birras desmontaba su teoría diciendo, que en
Asturias, no había ni reyes ni príncipes, lo cual, era verdad. Birras, sólo tenía una duda en
su planteamiento, y era, por qué Obelix sufría crisis, en las que olvidaba la existencia de
Asturias; eso le desconcertaba. Para Ranieri, eso tenía una explicación, clara: era, el choque
con la realidad. Obelix estaba demasiado obsesionado, en conseguir ese mundo ideal,
llamado Asturias, y olvidaba sus orígenes romanos. Esto hizo pensar a Birras, que para que
el mundo fuese asturiano, debería dejar de ser romano, y si el mundo era Asturias, que está
en la cabeza de Obelix, quizás esa fuese la reacción química, que descontrola el cerebro del
príncipe. Ranieri insistía, en que no era un problema de Química, sino de ideales. Obelix
era demasiado ambicioso, en sus pretensiones y sueños; puede que el problema surgiera,
cuando el príncipe decidiera dejar Roma, desatendiendo su trabajo de ingeniero en Exígete,
para fundar una pequeña colonia, en Tirso de Molina, un barrio de la metrópoli
valdemoreña; desde allí quisiese emprender la construcción de su Asturias, y desde su
habitación, empezara la conquista, obteniendo la Copa de Europa, hablando con el gran
dictador del continente, Adolf Hitler, tiñendo su campo de azul y grana, encerrado entre
paredes amarillas, durmiendo en su campo de sueños azul (con almohada amarilla), con su
ciclomotor, para recorrer Valdemoro, separado de Roma por una ventana(92),
emprendiendo viajes a Egipto, Florencia, París, Granada, Gran Bretaña, Little Scotland,
Panamá, Salamanca, Cantabria, Palma de Mallorca, Valencia, Basilea, Kaiserlautern,
Berna, Barcelona, Londres, Lisboa… y tantos otros, mágicos lugares; escuchando las voces
de Manolo Eldelbombo, Hombres Goliat, Secretos revelados, Construcción, Santos Brunos,
La niña se muestra, Par Dinámico, Muchomasque2, Los3tenores, Mozart, Beethoven,
Schubert, Vivaldi, Rossini, Despacho de Moda, Uchu, Miguelcampoviejo(93)…eso, por no
mencionar, a todos los trastornados bipolares, que han estado influenciando a nuestro
amigo: Cervantes, Unamuno, Dickens, Wilde, Joyce, Shakespeare, Victor Hugo, Tolstoi,
Dostoieski, Gogol, Lorca, Neruda, Baudelaire, Machado, Orwell, Alejandro Dumas, Marcel
Proust, José Saramago, Umberto Ecco, Eduardo Mendoza, García Márquez, Nietzsche,
Valle Inclán, Goethe, Scott Fitzgerald, Hemingway, Borges, Hesse, o Calderón del Barça…
Por eso, para el argentino, Obelix tenía un problema, y es que quería ser un trastornado
bipolar. Pero Birras le rebatía diciéndole, que el príncipe ya era un trastornado, por tanto, a
lo mejor, deberían escuchar sus enseñanzas, sobre Asturias; la reacción química puede que
se produzca, por la pena, por el tiempo perdido, y por las personas que han abandonado
Asturias, sin conocerla; se han ido, con la venda del romano, puesta en los ojos. En ese
momento, Ranieri pensó, que, a ver si él, iba a ser uno de esos romanos, incrédulos, y
conformistas con la sociedad, que tenemos; pero eso no era posible, pensaba; él era un
hombre de ciencia, de finales del siglo XX, y principios del XXI. Por otro lado, pensaba,
que antes que él, hubo otros hombres de ciencia, de finales del siglo XIX, y principios del
XX, que hoy alucinarían con el papel de la mujer en la sociedad, Internet, la televisión y los
viajes espaciales. Todo esto, le hizo reflexionar y razonar, que a lo mejor, no debía cerrarse
en banda; el mundo se hizo para mejorarlo, y la idea de Asturias, aunque difícil de
conseguir, la verdad, es que era encantadora. Decidió pensar menos como romano, y actuar
un poco más, como asturiano, para comprender a Obelix.
A su vez, Couto estaba muy contento, de haberse unido a la expedición; el joven del
caballo rojo estaba descubriendo Asturias, y estaba maravillado con el país, que se abría
ante sus ojos. Así se lo hizo saber a Obelix, cuando a la mañana siguiente, se dirigían
dirección Lérida.
Obelix, yo pensaba, que en tu familia habría divergencias, por el hecho de ser una
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familia real; pero es al contrario, estáis tan unidos, como una familia de
aldeanos. – dijo Couto.
Es que somos gente de pueblo; pero las circunstancias han hecho, que seamos una
familia real; pero es sólo por el hecho de que, el rey Creces, debe ser el abuelo
del rey de Asturias, que conquiste Roma; si no fuera así, estaríamos disfrutando
del paso del tiempo, y trabajando como una familia más, para construir Asturias.
– le contestó el príncipe.
La verdad, es que no me importaría dejar el país de los descontentos, y vivir en
Asturias. Creo que aprendería a vivir sin dinero; pero creo que me sería más
fácil encontrar una buena mujer, en un país, dónde el cielo siempre sea azul
clarito, con su reluciente sol, amarillo – afirmó el descontento.
Tú, ya vives en Asturias; la tienes en la planta de tus zapatos; y sus únicas fronteras,
son los limites, de tu cabeza; si ésta está abierta, Asturias es el mundo, por
muchos romanos que queden. – dijo Obelix.
Convencerme a mí, puede no ser difícil, porque vengo de un país que no es enemigo
de Asturias. También nos gusta pensar, en construir un mundo mejor, aunque no
encontremos muchas soluciones, para hacerlo. – dijo Couto.
Las soluciones están en Asturias, y Asturias es la solución; el tiempo es nuestro
aliado – dijo el príncipe.
¡Ojalá!, en Nápoles, Nerón te escuche; pero él es un enemigo de Asturias; piensa,
que las ideas de los asturianos, pueden destruir el imperio romano. Si ya cayeron
una vez, ¿por qué no, la segunda? Mi país esta influenciado por el uso del
dinero; por eso, está bajo el yugo romano. – expuso Couto.
Quizás, cuando terminemos con el dinero, acabemos también, con los problemas de
mucha gente. Nunca he entendido la avaricia y el afán por acaparar dinero; en
todo caso, lo entendería, si fuera para amasar salud y amor; pero una vez más, lo
verdaderamente importante, no se puede comprar – razonó el hijo de Creces.
A mí me gustaría comprar la vida eterna. – replicó Couto.
Eso es lo que explica vuestras ansias, por crear Dioses. La vida eterna no se puede
alcanzar; pero eso, no debe ser excusa para generar falsas expectativas, sobre la
muerte. Ella es el final de la vida, y ese día, se termina nuestro paso por
Asturias; porque todo lo que empieza, debe finalizar, y la vida tiene un trastorno
bipolar: empieza con un momento de euforia, y termina con otro, de depresión.
En medio, es un péndulo entre esos dos valores. Pero igual que nadie nos
explica qué somos antes de nacer, y me refiero a unos años antes, tampoco,
nadie nos puede explicar, qué somos, después de la muerte. El razonamiento
más consecuente, sin necesidad de crear falsos símbolos, es que, antes de nacer,
somos un anhelo; después de nacer, una persona, y tras la muerte, un recuerdo. –
explicó Obelix.
Pero hay gente que tiene miedo, de convertirse en un recuerdo; después de la
muerte, necesitan más. – insistió Couto.
Eso es, porque no han sido, realmente felices, en su vida; en Asturias, no esperamos
la muerte, como una vía de salvación, o de castigo; esto hace, que tampoco la
temamos; es el día que abandonamos la realidad, para pasar al mundo
mitológico, y de ficción. Tus actos serán los que te juzguen, en el país de la
fantasía, y serás recuperado en forma de recuerdo, por tus compatriotas
asturianos, para rememorar tus hazañas, bromas, y gestas. No necesitamos
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inventarnos una teoría, sobre el bien y el mal, porque en Asturias, todo camina,
hacia el bienestar común. El diablo no existe, porque no tiene a quién asustar.
Por tanto, Dios no existe, porque no tiene a quien salvar. Nosotros tenemos la
tierra prometida en Asturias, y si somos asturianos, ya nos estamos comportando
como tales; es decir, bien. En Asturias, no existen ni dioses ni diablos; sólo
personas. – razonó Obelix.
Por detrás, charlaban Camarón y Manolo, que pasaban mucho tiempo hablando de
sus canciones, de la cercanía de Manolo al flamenco (cante en el que el conde de Barcelona
era un semidiós), y de Asturias.
Esta es la idea más importante, que ha tenido un hombre: convertir el mundo en la
tierra prometida; quizás salga mal, pero merece la pena, tratar de llevarla a cabo.
Un lugar mágico, dónde la gente no pase hambre ni opresión, dónde no existan
las armas ni la guerra. – dijo Camarón.
Eso me recuerda, la historia del soldado Adrián, al que hallaron muerto en el campo
de batalla. Entre sus posesiones, sólo encontraron una carta, dirigida a su novia
Milagros; en dicha carta, el soldado muerto, hablaba de la sinrazón de la guerra,
frente a la fuerza de su amor, hacia Milagros; la guerra es la muerte de la razón.
– dijo el músico loco.
La expedición ya estaba a mitad de camino, entre Zaragoza y Lérida, cuando
Carolina avisó, que iba a preparar unas judías pintas con arroz, para reponer fuerzas. En ese
momento, como cada mediodía, se prepararon, para jugar la partida de mus del
“pierdefrega”; esta vez, jugaban Manolo y Camarón, contra Ranieri y Birras. Couto
preguntó al príncipe, si le gustaría jugar al día siguiente, contra los vencedores; Obelix
aceptó. La partida la perdieron de nuevo, Ranieri y Birras, que deberían fregar los platos.
Cuando estuvieron preparadas las viandas, se sentaron a comer, los nueve comensales.
¡Por nuestra reina, la más guapa dama! – brindó el conde de Barcelona.
Mi tía, no sólo es guapa; es inteligente, trabajadora, dulce, y es la persona que,
desde niño, le decía a Obelix, que era el elegido. – añadió Paredes.
Estas judías están deliciosas. – dijo Couto.
Como se dice en Asturias, estamos mejorando, con estas comidas que nos preparan
Splinter y mi madre. – bromeó Obelix.
Ni que decir tiene, que todos rebañaron sus platos. Después, pidieron zumo de
naranja, como postre, y reemprendieron la marcha, rumbo Lérida.
Me preocupa Obelix; de vez en cuando, me llama Paula, y habla de un país llamado
España. – iba diciendo, Splinter a Paredes.
No debes preocuparte; a mí, un día me dijo, que él no era asturiano; que había
nacido en Madrid, hablaba de un tal Miguel, y decía, que Valdemoro era un
pueblo. También me dijo, que no quería hacer el viaje de Asturias a Roma, sino
al revés. Ese día a mí, también me preocupo; pero, para eso viajan con nosotros,
Birras y Ranieri, para intentar comprender qué pasa, por la cabeza de Obelix;
espero que hagan eso, mejor, que jugar al mus. – contestó Paredes.
La comitiva se acercaba a Cataluña, la región de los muy europeos, como Dalí,
Gaudí, Miró o Guardiola. Es una región extraña, nunca han estado aliados con Roma, y
siempre han sido asturianos; pero tienen una curiosa secta, llamada los independentistas,
procedentes del país de los descontentos, y quieren inventar una Cataluña, que nunca ha
existido, alejada de Asturias.
En la entrada a la región catalana, la expedición recibió la visita sorpresa, de Pep
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Guardiola(94), y Piojol(95); este último, saludó malignamente:
¡Benvinguts(96)!.
Por favor, Pep, traduce lo que dice este maleducado. – dijo enfadado el príncipe.
Perdonad a Piojol, virrey de Cataluña, no es muy asturiano; pertenece a la secta
independentista; la misma que ha provocado las últimas guerras, en Yugoslavia
y Rusia. Esperemos que aquí se imponga la cordura, y no ocurra lo mismo. –
dijo Pep.
Guardiola consiguió que Piojol los dejara, y se volviese a su reducto
independentista, de Gerona. En una época en que se tiende a la unión de los pueblos, como
es el caso de Europa, aparecen las sectas, para separarlos, provocando guerras, o acciones
terroristas. En Asturias, la peor de estas sectas, era la de los hijoputari; eran unos
desalmados, que bajo las ordenes de Dispa Roenlanuka(97), querían secuestrar a la bella
Easo, joven de curvas delicadas, como una concha, y ojos, de azul mar. La Real Sociedad
de Asturias, jugaba en la parada de metro, de Atocha; por tener tan hermosa musa, había
nacido, para hacer felices a los asturianos. Roenlanuka quería alejar a Easo(98) de su
destino, y pensaba secuestrarla, para llevarla a la montaña de Ermua. En dicha cima, los
hijoputari hacían sacrificios humanos, como el de Mikel Angel Madridista(99), que tanto
estupor causó en Asturias. Allí, Dispa, pensaba obligar a la joven, a mantener relaciones
sexuales, contra su voluntad, con el cardenal de Euskonazi(100), Arza Lluskabrón.
El cardenal tenía extrañas teorías, sobre la pureza de la raza euskonazi, según las
cuales, sólo él y sus seguidores, estaban legitimados para vivir, en el campo de
concentración, en que pensaban convertir el territorio robado a Asturias.
Arza practicaba en su iglesia unos razonamientos, con doble lectura; defendía a los
hijoputari, pero criticaba algunos de sus actos. En cambio, cuando se dirigía a la montaña,
se quitaba todos los disfraces, y se ponía la camiseta de Presoak(101), y un pasamontañas.
Lluskabrón era un pervertido; una vez, en la catedral de San Mames, vio a
Bilbo(102), un chico alto y fuerte; llamó a Roenlanuka para que se lo llevase a la montaña,
junto con otra joven, llamada Álava(103), que había visto en un pueblo del sur.
Pasado un mes, los tres jóvenes fueron secuestrados. La primera en llegar al zulo,
fue Easo; era primera hora de la mañana, y vestía camiseta azul y blanca. Bilbo llegó más
tarde, con pantalón negro y jersey rojiblanco. Al mediodía trajeron a Álava, con un bonito
vestido blanquiazul.
Por la noche, Dispa y el cardenal, se reunieron con los tres jóvenes; Arza tomó la
palabra:
Sólo uno de vosotros, saldrá vivo de aquí; será el que más me agrade, sexualmente.
Elegid vosotros el turno, por el cual visitareis mi cama; quitaros esos horrorosos
atuendos, y poneros estas preciosas prendas, rojas, con una cruz blanca, y un
aspa verde.
Los tres jóvenes hablaron entre sí, y decidieron no quitarse la ropa, y mucho menos,
acostarse con el cardenal; ante esta actitud, Dispa se enfureció, y disparó, su “nueve
milímetros”, contra los muchachos. La bala alcanzó en el corazón a Álava, que murió casi
en el acto. Bilbo y Easo se abrazaron, se miraron, y sintieron miedo e impotencia. Iban a
morir por conservar su dignidad; eran vírgenes, y no querían ser mancillados por unos
asesinos, que acababan de matar a una niña, en la flor de la vida.
En un arranque de determinación, Bilbo se fue hacia Roenlanuka, quién, al sentir
miedo, disparó todo su cargador, sobre el pecho del joven.
Easo no sabía qué hacer; sólo quedaba ella; quería morirse, antes de que la matasen.
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El cardenal se acercó hasta la joven; Easo retrocedió, hasta que sus espaldas chocaron con
la pared, y dijo:
Por favor, matadme, pero no me toquéis.
Arza y su macabro ayudante hicieron caso a Easo, pero sólo en su primera petición;
con la segunda, no hubo tanta suerte.
Un montañero encontró los cuerpos; tres días más tarde, se celebró por ellas una
misa, en la iglesia de Euskonazi. Una vez más, el cardenal culpó a los asturianos, de la
violencia de la región. Arza hizo un discurso, en el que señalaba, la necesidad de expulsar a
los asturianos, recalcando, que Asturias era una amenaza.
Sobre este crimen, nunca más se supo; pero Roenlanuka fue detenido por colocar
una bomba, junto a un colegio; la primera visita que recibió en el presidio, fue la de Arza,
quién le recordó la lealtad, entre hijoputaris, y el final que le esperaba, al que traicionara a
un traidor. Dispa decidió callar; un día robó una pistola a un celador, y tras matarlo, se voló
los sesos.
Ante la sorpresa de los padres de los niños muertos en el atentado al colegio, el
cardenal hizo una misa, por Dispa Roenlanuka, del que decía, que había sido un héroe del
pueblo euskonazi, y había sido cruelmente asesinado, víctima del gobierno asturiano.
El cardenal siguió en su cargo, hasta su muerte; este tipo de personas, demuestran la
falsedad de los supuestos líderes, que pueden crear sectas y conducir hacia la muerte, a sus
seguidores. El legado del cardenal, fue un gran campo de concentración; pero los
asturianos, han escapado de sitios peores. Esperemos que acaben, también, con Euskonazi.
En Lérida se sentían felices los expedicionarios; Obelix y Guardiola, eran dos viejos
amigos que se admiraban, desde que el príncipe estuvo, en mayo del noventa y dos, en
Inglaterra, como seguidor del Barça; Pep estaba abajo, en el campo de ilusines, donde se
dilucidaba la batalla; quizás, ellos dos fueron las personas más felices, ese día; desde
entonces, una bandera les hermana; es blaugrana, y baila con el viento; el sentimiento que
los une, tiene un nombre, que lo sabe todo el mundo.
Estuve con el rey Creces en Wembley, el diecinueve de octubre, de mil novecientos
noventa y nueve, viendo vuestro partido de Copa de Europa, frente al
Arsenal(104). – dijo el príncipe.
Fue un honor, que el rey Creces asistiera a esa confrontación. – agradeció
Guardiola.
Couto se acercó a saludar a Pep, gladiador técnico donde los haya; Guardiola le
devolvió el saludo y le comentó, que se parecía mucho al portugués, Fernando(105), un
jugador que había sido compañero suyo, en el Barça.
Splinter encontró muy guapo a Pep. Pero el mayor saludo fue la reverencia que usó
Guardiola, para besar la mano de la reina Carolina.
Es un verdadero placer; los comentarios sobre vuestra majestuosidad, se han
quedado cortos; por usted, yo me haría madridista, olvidaría nuestro sueño de
crear Asturias, y no jugaría al fútbol. Si necesitáis cualquier cosa, no dudéis en
pedirla, a vuestro servidor más fiel y sincero. – dijo Pep.
Me estás ruborizando, joven; debes tener mucho éxito con las damas; por favor,
levántate; el honor también es mío; eres mi gladiador preferido. – contestó la
reina.
Me gustaría probar una de vuestras famosas paellas; su fama ha atravesado Asturias.
– pidió Guardiola.
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Eso será mañana, para comer; hoy vamos a cenar unos pimientos del piquillo,
rellenos de bacalao, que me han regalado en Zaragoza.- dijo Carolina.
La reina, con la ayuda de sus dos hijos, preparaba la cena. El brujo Birras exprimía
las naranjas para el postre, y los demás, cantaban canciones y bailaban , al son de Camarón
y Manolo. Cuando la cena estuvo lista, fue servida, para alegría general; alguno tomó dos
platos de pimientos. Después, estuvieron bebiendo zumo de naranja, hasta altas horas de la
noche. Antes de ir a dormir, Guardiola preguntó a Obelix:
Príncipe, ¿puedo acompañaros hasta Nápoles?
Sería un placer.
Al día siguiente, la expedición se dirigiría hacia Barcelona, la ciudad de los condes;
había un viajero, especialmente contento; ese era Camarón.
Encaminarme a mi ciudad, me recuerda a Remedios, la condesa; debe estar
esperándome en las Ramblas valdemoreñas; ese barrio es un reflejo, entre la
plaza de Cataluña y el puerto. – iba diciéndole, Camarón a Guardiola.
¿No es allí, dónde pasó su infancia, Obelix?, ahora entiendo, por qué tiene tanto
amor a todo lo barcelonista. Vosotros tenéis la famosísima fuente de la Villa,
donde el glorioso Atlético Valdemoro celebra sus numerosos éxitos; nosotros
tenemos nuestra humilde fuente de Canaletas. Pero, en Valdemoro no hay playa.
– bromeó Guardiola.
Camarón y Guardiola continuaron departiendo, mientras Splinter escuchaba a su
hermano:
Estoy pensando en dejarlo todo, e irme al monte, como Zaratrusta; escribir los
diecinueve mandamientos, y desaparecer de esta Roma, que tanto me señala. –
decía el príncipe.
Estas palabras alarmaron a Splinter; ella pensaba que Obelix debía seguir viajando,
costase lo que costase, y no entendía por qué, el príncipe quería escribir; un príncipe debe
dedicarse a mandar, y no a perder el tiempo, en cosas triviales. Una vez más, dudaba de su
hermano, y se acercó a charlar con Ranieri y Paredes.
Hace calor; debería llover algo. Sería bueno para el campo, y si es bueno para la
naturaleza, es bueno para el hombre. – decía Paredes.
La lluvia refresca nuestras cabezas; quizás por eso nos guste el otoño, cuando caen
hojas y gotas. Pero lo que no me gusta, es lo que me ha dicho mi hermano; cada
vez le entiendo menos. – dijo asustada Splinter.
Tras repetir las palabras de Obelix, Splinter esperaba una respuesta de Ranieri. Pero
éste contestó de modo enigmático, con una sonrisa:
Cada vez le entiendo mejor; él sabe lo que quiere.
Carolina se acercó a Guardiola, y le pidió, que la ayudase a preparar la prometida
paella. Por otro lado, la partida de mus de cada mediodía, se presentaba más igualada que
nunca; la pareja vencedora del día anterior, Manolo y Camarón, se enfrentaba al dúo,
formado por Couto y el príncipe. Los músicos volvieron a ganar, por tanto, Obelix y su
descontento amigo, serían los encargados de fregar los platos. Los diez comensales
degustaron una deliciosa paella; ni que decir tiene, que partieron luego, unos taquitos de
jamón, y terminaron con un zumo de naranja. Tras unos vítores a la reina, se cantó el himno
de Asturias, compuesto por Manolo.
Birras le pidió a Obelix que hablase con Ranieri, después de la comida; la
expedición prosiguió su viaje a Barcelona, y al final de la comitiva, iban hablando, el brujo
y el príncipe.
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Debes de ser absolutamente sincero; debo conocer cuáles son tus pensamientos. –
dijo el argentino.
Seré sincero; es una de mis virtudes. – contestó Obelix.
¿Qué es Asturias? – preguntó directamente Ranieri.
Asturias es sólo una ilusión, quizás mi imaginación; un mundo mágico, dónde todo
es posible. No hay ningún pobre. Pero quizás sólo sea mi sueño, y si sólo es
mío, no es de nadie más. Puede que no interese a nadie, excepto a mí. –
respondió el príncipe.
¿Piensas que es posible construir Asturias? – inquirió Ranieri.
Si, pero si estoy equivocado, sólo se pierde un sueño; quizás, alguien se despierte. –
contestó Obelix.
¿Qué consideras imposible? – quiso saber Claudio.
Nada es imposible; con tiempo, todo es posible. – contestó el hermano de Splinter.
Pero tú sabes que tienes un tiempo limitado, que tu estancia en la tierra no es eterna,
tienes que morir. – razonó el argentino.
Si, lo sé. Hay cosas que para mí, como individuo, son imposibles, como viajar a
Marte, volar, o vencer a la muerte. Pero como hombre que pertenece a una
comunidad, sólo la muerte es insalvable, porque a las demás amenazas, las
vencerá el hombre; incluso, yo diría, que como Humanidad, se puede vencer a la
muerte, salvando a la naturaleza y a nuestro planeta, de la amenaza que nosotros
mismos representamos. – respondió Obelix.
Pero ¿existen los imposibles, o, no? – quiso saber Ranieri.
Para Obelix, sí existen, pero no para el hombre, y menos para la humanidad. –
contestó el príncipe.
Entonces, ya no te amenaza el tiempo. – insistió el brujo.
Claro que me amenaza, y me preocupa hacerme más mayor, perder la ingenuidad de
la infancia…; pero también me gusta disfrutar del paso del tiempo, tratar de
encontrar la sabiduría, y sobretodo, hacerme más humilde. La sabiduría es
hermana de la humildad; “no es más rico quién más tiene, sino quién menos
necesita”. – rebatió Obelix.
¿Qué es para ti, un reloj? – preguntó Ranieri.
Una maquina que gobierna Roma. Marca la hora de despertar, la hora de entrar al
trabajo, de ir a comer, de salir del trabajo… es una maquina aburrida; todas las
horas tienen sesenta minutos, y cada minuto, sesenta segundos; es un
instrumento indispensable, en la sociedad romana. – dijo el príncipe.
¿En cuantas horas se construirá Asturias? – preguntó el argentino.
En ninguna; Asturias ya existe; lo que pasa, es que está oprimida por Roma. –
respondió Obelix.
¿Qué cosas te molestan? – dijo Ranieri.
La ignorancia y la traición, en los demás; en mí, el orgullo, la prepotencia, la
vanidad, y la arrogancia. – contestó el príncipe.
¿Qué cosas te alegran? – preguntó el brujo.
La alegría, y la felicidad. – respondió Obelix.
Ranieri dio por terminada la charla. Estaban a las puertas de la ciudad Condal, y en
la Diagonal les esperaba Colón, el marinero; llevaba un guardapolvos negro, y su cabello
estaba peinado, a lo Cleopatra; tenía ojos de soñador, y mirada universal; no era joven, ni
tampoco viejo; el mar no tenía secretos para él, pues lo conocía, como un ciego al color
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negro; pero en tierra, era un almirante tranquilo y sencillo, que caía bien a todo el mundo.
Bienvenidos a Barcelona; seguidme; atravesaremos la Diagonal, hasta la plaza de
Cataluña; bajaremos las Ramblas, y desde el puerto, os mostraré, en qué
dirección esta Palma de Mallorca; tardaremos tres días en llegar a la isla. Si todo
va bien, mañana cargaremos en la embarcación, los víveres, y partiremos. – dijo
Colón.
Estamos deseando partir, rumbo a las islas Baleares, último reducto de costa
asturiana, la ventana mediterránea, de Asturias a Roma.- comentó Camarón.
Pero hoy debéis descansar, y para ello, os he preparado habitaciones, en la Fira de
Barcelona, - dijo Guardiola, que mirando al príncipe, comentó. – la zona de
nuestra ciudad, que más os gusta.
Barcelona es la ciudad más europea, de España; es decir, la más española. Aquí
encontraremos el casco antiguo, muy parecido a Toledo; la zona de la Fira, muy
similar a la capital portuguesa, Lisboa; el anillo Olímpico, que representa a la
Barcelona universal, y el Parque Güell, y la Sagrada Familia, como elementos
singulares. El Tibidabo, recuerda a Río de Janeiro. En fin, Barcelona es una
ciudad cosmopolita, asturiana, española…, incluso, catalana. – dijo Guardiola.
Es una pena que no tengamos tiempo de visitarla; pero es, junto a Lisboa, las dos
grandes ciudades de la Península, frente a la “mejorable” Madrid. – dijo Obelix.
Hacia allí partiremos. – dijo Colón, señalando el mar azul, como si fuese una
estatua.
Yo pensaba que tu imagen apuntaría hacia América, pero ahora veo, que tu estatua
señala hacia Roma(106). – dijo Obelix.
América, sobre todo su parte de arriba, es romana, pero es sólo un continente. El
contenido de la cultura romana, está en Roma.- explicó el marinero.
Tú piensas que Roma ya conoce a Asturias, pero que no quiere aceptarla; quizás sea
cierto. Yo soy un presuntuoso pensando, que lo que a mi se me ha ocurrido, no
lo había pensado nadie, antes. – le contestó Obelix.
Confiemos en que nuestro viaje, no sea en balde; al menos conoceremos a la
princesa Ana Raquel; quizás, sólo por ella, valga la pena viajar. – dijo Manolo.
Viajar siempre es un placer; yo vuelvo a casa, y tengo ganas de volver a ver a
Torpeda; es duro estar separado de la persona amada. – intervino Paredes.
Estamos en la ciudad, de la cual yo soy conde; hagamos un descanso en nuestros
pensamientos sobre el viaje a Nápoles, y aprovechemos para cenar. Mañana será
un día duro, en que tendremos que empezar cargando el barco. Repongamos
fuerzas. – sugirió Camarón.
De este modo, nuestros diez amigos, empezaron a cenar; el menú estuvo compuesto,
por judías verdes y lomo de ciervo, deliciosamente cocinados por la reina Carolina.
Acabada la cena, los comensales salieron a pasear por las Ramblas, y después, se retiraron a
sus aposentos, en la Fira de Barcelona; desde éstos, se podía contemplar la preciosa Plaza
de España, de la ciudad Condal.
Obelix, ya estaba en la ciudad de los condes; se encontraba a mitad de camino, y se
dio cuenta, que cada vez pensaba más en Ana Raquel. Decidió comentarlo con su madre y
con su hermana:
Estoy extrañado; ya no creo que esté buscando a Dulcinea, y me estoy alejando de
la salmantina Alegría; bastó un sueño que tuve, para pensar, que esa
desconocida, es el amor de mi vida.
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Tú sabes, que los sueños son el lenguaje del subconsciente; te lo ha enseñado
Ranieri. Por otro parte, tú, siempre has sido un soñador. – dijo Carolina.
Yo le envié una carta a Ana Raquel, explicándole tus problemas. – dijo Splinter.
Fue muy extraño; yo me dirigía hacia el norte de la capital en un día lluvioso, y en
la calle que sube hacia el parque del Cristo de la Salud, por la vertiente latina, de
lejos, vi a una chica, a la que no reconocía, pero que me pareció preciosa. De
repente, ella me dijo: Hola Miguel. ¿Qué tal estás? – contó el príncipe.
¿Quién es ese Miguel?; siempre aparece tomando tu personalidad, Obelix. – dijo
Splinter.
Ella me hacia ver, que yo era ese tal Miguel, y no sé, por qué yo estaba seguro, de
que ella era Ana Raquel, a pesar de que no llevaba los guantes de hielo; quizás
ese Miguel, fuese el hombre de su vida. Yo no sé, por qué le dije, “dame dos
besos”, a lo que ella accedió, de muy buen grado. Y yo, hipnotizado por sus
ojos, suplantaba a ese Miguel; ya no era Obelix; era otra persona. Le hablé de
mis problemas de sueño, de mi sentimiento de omnipotencia, y algo que me
sorprendió aún más, hablamos de lo que era para mí, la mayor ilusión de mi
vida. Bueno, he dicho para mí; quiero decir, para ese tal Miguel, esa ilusión, era
formar una familia y tener varios hijos. Yo no se lo dije, pero estaba pensando
en hacerle el amor, allí mismo, aunque tenía la sensación, de que ella lo sabía.
Ella me pidió la mano, justo lo que yo pensaba hacer, cuando viese a Nerón:
pedir la mano de su hija. Me dijo, que creía mucho, en la ciencia que estudia las
líneas de las manos, y me dijo, que en las mías se percibía, que estaba muy
unido a Conchi, mi madre. Al oír eso, yo le dije, que mi madre se llamaba
Carolina, y ella sonrió. Se puso seria, y me dijo: se llama Conchi, y ¡ojalá!
alguien me ame alguna vez, como tú amas a tu madre. Ella me dijo, que estaba
menos unida a su progenitora. También me dijo, que ahora comprendía mi
comportamiento, actuando a veces como Obelix, y otras, como Miguel.- relató
el príncipe.
No entiendo nada. – dijo Splinter.
Ella me dijo, que tenía tu carta, pero decía que te llamas Paula. Me dijo, que le
asusta un poco visitar a brujos y druidas, pero que pueden ser necesarios. A ella,
también le preocupa el paso del tiempo, y dar demasiada importancia al trabajo.
Después, yo le prometí comportarme siempre, como Miguel, y olvidarme de
Obelix. Luego hubo un momento precioso, en el que a ella se le puso la nariz
colorada; posiblemente, por el frío, aunque a mí me gustaría pensar, que era por
mi causa. – dijo Obelix.
Me gusta esa chica. – afirmó Conchi.
A mí también. – confirmó Paula.
Yo, ya estoy deseando llegar a Nápoles, no para ver a Nerón, como Obelix, sino
para ver a mi Ana Raquel. Espero que se derritan sus guantes de hielo, al verme.
– dijo Miguel.
¿Cómo acabo el sueño? – preguntó la reina.
Yo le comente a Ana Raquel, que me había gustado mucho verla; ella me contesto,
que ella también se alegraba de haberme visto, y quedamos para tomar café,
algún día, quizás en Nápoles. – contestó el príncipe.
A la mañana siguiente, la expedición estaba en el puerto, preparando la salida, hacia
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Palma de Mallorca. El barco iba cargado de naranjas, jamones, y buenas intenciones. El
marinero Colón era muy divertido, y bromeaba mucho con Obelix, quién, siempre estaba
riéndose, con las gracias del capitán. El príncipe, algunas veces, parecía preocupado, y no
le venían mal unas risas. Siempre estaba mirando el reloj; el tiempo avanzaba lento, pero no
paraba de hacerlo. Le daba miedo el mar; el vaivén de las olas, asemejaba al océano, con
un inmenso cronógrafo. Todo se movía armónicamente, y podía contar los segundos y las
olas; su alegría menguaba, a pasos agigantados.
Se preguntaba, para qué viajar; reflexionaba, sobre su travesía a Roma. Él no quería
abandonar el mundo de los sueños. Pero había algo que le impulsaba a viajar; no entendía,
si era el poder de seducción del mar, o su orgullo, que le hacia querer ser, siempre, el
vencedor, incluso, cuando luchaba contra sí mismo.
A lo lejos, veía el Tibidabo haciéndose pequeño, en un día soleado. El mar, siempre
había impresionado, al príncipe, por su inmensidad y su capacidad de destrucción; pero las
previsiones meteorológicas, eran excelentes. El barco navegaba, con bandera asturiana. El
comandante Colón dirigía la nave con maestría, y en cubierta, los pasajeros charlaban. Para
Paredes, Barcelona era la ciudad más interesante que había visitado; tan española como
Madrid, pero mucho más cosmopolita. Todos estaban contentos, especialmente, Manolo y
Guardiola, que se sentían satisfechos, al comprobar, que el encanto de su ciudad, no pasaba
desapercibido. Mientras, el conde de Barcelona se acercó a Obelix, y le preguntó:
¿De que vas a hablar con Nerón?
Estoy pensando en ser breve; sólo soy una humilde persona, pero él es,
prácticamente, un dios, dentro del imperio romano - respondió el príncipe.
Al salir de Valdemoro, parecía que ibas a la guerra, y ahora, parece que no quieres
discutir. Me parece, que vas por el buen camino; las voces hay que darlas en voz
baja, para que se escuchen mejor. Sería de tontos hacer tantos kilómetros, para
pelear. ¿Cuál va a ser el tema central, de tus conversaciones? - repuso el conde.
La felicidad del mundo; pero yo no sé si sabré defenderla, ante Nerón, que ha
creado el Derecho Romano, para proteger los privilegios y derechos, de los
ricos. Yo no tengo nada que ofrecer, salvo Asturias, y ésta, no es mía. – dijo
Obelix.
En ese momento, el príncipe sonrió, al ver a su madre y a su hermana, en top-less,
encima de la cubierta. El viaje era de negocios, pero había que disfrutar del momento.
Obelix no entendía, por qué las mujeres toman el sol, en lugar de bañarse en el mar; ellas
tienen tantos secretos… Las mujeres eran una fuente de contradicciones, en la cabeza de
nuestro héroe.
Pensaba mucho en esa desconocida, llamada Ana Raquel; intuía que podía ser
preciosa, pero no era eso lo que le atraía; había algo más, y se decidió a conversar con su
primo Paredes.
Hola, primo. ¿Qué tal llevas, estar separado de Torpeda? – preguntó Obelix.
Siempre se lleva mal la distancia, con la persona amada, pero es mucho peor la
ausencia de amor. Tu vives sin esperanza y sin querer tenerla; necesitas una
chica. – le contestó su primo.
Tengo muchas cosas en las que pensar; una joven es una fuente de problemas.
Necesito libertad, para ser el príncipe de un país, que está naciendo en mi
cabeza. – replicó Obelix.
Estas equivocado; una mujer es una fuente de belleza, alegría, y soluciones. Tú
necesitas formar una familia; es allí, dónde comprenderás el verdadero
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significado de ser asturiano, y dónde conocerás a tus verdaderos compatriotas.
Lo más importante para formar una familia, es encontrar una compañera; por
eso haces tantas reflexiones sobre las mujeres, a pesar de que aparentes
despreciarlas. – dijo Paredes.
Yo no las desprecio; de hecho, a mi madre, la reina, le debo la vida, y es el ser a
quién más amo. Además, a mi hermana Splinter, es una de las personas, a las
que más admiro – contesto el príncipe.
Yo no me refería a ese tipo de relación con las mujeres, sino a una relación de
pareja; un hombre aspira a ser padre, y necesita a una compañera, para convertir
en realidad su objetivo. Quizás esa chica romana, sea la mujer que estás
buscando, y no esperabas encontrar. – le dijo a Obelix, su primo.
No me gustan las chicas romanas; mi chica debe estar un poco loca, como yo. Cada
día tengo más claro, que estoy perdiendo la cabeza… que despiste. – contestó el
príncipe.
En la proa, hablaban Couto y Guardiola; Pep le estaba comentando, la felicidad que
sintió en la pequeña villa inglesa de Londres, en mayo del noventa y dos. Hablaban todo el
tiempo, de fútbol, discutían, si el Boeticher era más grande, que el Alamo(107), o sobre
quién había sido el jugador más famoso, del Atlético Valdemoro, si Miguel “Creces”,
Moreno, o Espejo(108).
Carolina y Splinter, iban pasando el viaje, tumbadas al sol; a ellas se unió Ranieri,
quién quiso conocer la historia de amor, de los reyes de Asturias.
La reina pertenecía a la humilde familia, del alguacil de Valdemoro. Su padre se
llamaba Julián, y su madre, Paula. Carolina era la pequeña de ocho hermanos; desde
chiquitita, fue la joya de la casa, y destacaba por su inocencia y belleza; siempre soñó con
ser princesa; su entorno le decía, que eso, sólo era un sueño. El príncipe era el hijo, del,
entonces, rey Crescenciano, y la reina Rosario; la primera vez que vio a Carolina, el
príncipe estaba jugando al fútbol, con su famosa camiseta rojiblanca, y el número cuatro;
ese mismo día, supo que esa bella niña, sería la madre de sus hijos.
Carolina, iba otro día, caminando por la calle Grande, cuando vio a Creces; iba
paseando con sus amigos, Churri y Trapero(109). El futuro rey se acercó, y le dijo:
Sois la mujer más bella, que he visto en mi vida; si vuestra bondad es la décima
parte de vuestra belleza, también sois, sin duda, la más buena.
Estas palabras sonrojaron la cara de la futura reina; este cambio de tez, hizo feliz a
Creces. A los pocos días, ya eran novios; les gustaba bailar la música del grupo de moda,
“Par dinámico”(110). Cuando ambos cumplieron veinticinco años, fue el momento de la
boda; celebrada en la catedral de Valdemoro, la luna de miel, fue en el condado de
Barcelona. La pareja era feliz, y los hijos iban llegando, primero fue Obelix, luego Splinter,
y más tarde, Lacoste.
Cuando Obelix era un adolescente, murió el rey Crescenciano, y su padre pasó a ser
monarca de Asturias. Este hecho, marcó la forma de pensar del príncipe; la muerte tan
cruel, fría, e invencible, le impactó. Desde entonces, la Vecchia Signora, preside los
razonamientos, del hijo mayor de Carolina.
Después de conocer estos detalles, Ranieri quiso conocer, cómo debía ser la futura
primera dama, la esposa de Obelix. La reina dio su opinión, sobre su sucesora:
Divertida, y buena chica.
¿Sólo eso? – preguntó Ranieri.
A mí me parece muchísimo. – dijo Carolina.
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Obelix iba pensando, y se daba cuenta, de que andar hacia los pozos, no quitaba la
sed. Navegando sobre el mar, pensaba: “me doy cuenta que el agua salada, moja, pero no
calma al sediento”. Tenía ganas de beber de la fuente del amor, pero no podía saciarlas.
Puede ser que el príncipe, siempre vaya a tener sed; hasta que encuentre el manantial en el
que descansar, y beber con calma, saboreando cada trago.
Dicen, que en las montañas y valles de las mujeres, se encuentran las aguas que dan
sentido a la vida. Obelix se dio cuenta, que le apetecía beber de la boca de Ana Raquel, y
explorar su cuerpo, buscando el elixir de la vida. Se preguntaba, si algún día encontraría esa
musa, que tanto espacio ocupaba en sus sueños. Ranieri le dijo, una vez:
A ti, te gustan las chicas que te aseguran el no, para poder luchar contra molinos de
viento; porque no eres más que una mala copia, de un don Quijote, que busca
una Dulcinea, que no quiere encontrar. Cuando una chica te dice sí, la
desprecias.
Recordaba el príncipe esas palabras, como si las estuviese oyendo en esos
momentos; él no despreciaba a Ana Raquel, por tanto, debía ser una de esas mujeres
ideales, que no existen, realmente: una Dulcinea. Si esto era cierto, no podría nunca,
besarla.
Obelix se puso a recordar la lectura del Quijote, y lo maravilloso que le parecía, que
un hombre tirara su vida por la borda, a causa de un amor imposible. Ahora, él no quería
desperdiciar su vida, buscando utopías; le encantaría que su vida fuese una suma de
realidades, y le enfadaba la posibilidad de que Ana Raquel, fuese un producto de su
imaginación.
¡Qué bonito hubiese sido pasear con ella, por los jardines de Versalles! Cogidos de
la mano, harían planes, para su viaje a San Petersburgo, dónde llegarían, montados en
Albero, el corcel dorado de Obelix. Visitarían Barcelona, París, Praga, Viena, Budapest,
Moscú…y volverían por Berlín, Amsterdam, y San Sebastián.
Pero, eso eran sólo ilusiones; ya estaba, como siempre: pensando en lo que pudo ser,
y no fue. Lo mejor seria, aferrarse a la realidad. Él no quería dejar de soñar con Asturias;
Ana Raquel, y ese mundo imaginario del país de las páginas, del que era inquilino.
El príncipe se sentía bien, viajando; estaba de acuerdo con Homero: “lo más bello
de viajar, es el viaje”. Empezaba a dudar, si no era él, quién llevaba esos curiosos guantes,
de hielo. Quizás lo mejor sería, desandar lo andado; tratar de ser un escritor, como Unomás;
una persona humilde, que lucha contra su gran enemigo. Como dijo el filósofo holandés:
“el mayor enemigo del Barça, es el propio Barça”.
El mar estaba en calma, por la noche, y Obelix tardó poco, en dormirse; su sueño no
era muy profundo; trató de realizar el trabajo de los dioses: soñar.
Le costaba conciliar el sueño, y se fue a hablar con su hermana:
Splinter, debo tomar una decisión. Creo que este viaje, puede acabar conmigo. –
dijo Obelix.
Yo creo que lo estamos pasando muy bien, y cada vez, estás más humano y
mejorado, de tu enfermedad. – le contestó Splinter.
Con estos pensamientos, volvió a quedarse dormido. Durmió plácidamente. De
repente, se encontraba en la escuela Arzobispo Verga; ¡ya estaba soñando, otra vez! La
catedrática, Esther, le preguntaba sobre cuál era el mensaje, implícito en el Quijote, y él
contestaba muy seguro, que era la lucha, entre el idealismo y el materialismo; la profesora
sonrió, y dijo:
No es tan radical, como tú lo ves; al final, Sancho es un poco soñador, y don Quijote
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se hace un algo realista. Entre el blanco y el negro, tenemos una infinita gama de
grises.
Al acabar sus clases, Obelix se fue a casa. Extrañamente, en el sueño no tenía un
palacio; vivía en un pisito, de clase media - baja. Su padre no era rey; trabajaba de
electricista, y la reina Carolina, era una simple ama de casa. En la calle jugó con muchos
niños: Pollo, Pincha, Tejeiro, Saiz, Frontelo, y Agüero(111). Pese a todas estas rarezas, el
sueño le pareció muy bonito.
Por la mañana, se despertó tranquilo; las cosas eran más sencillas, de lo que él las
hacía. Debía pensar; saber, qué cosas tenían importancia, y cuáles no. Quería dormir
tranquilo, tener sueños placenteros. La verdad es que, se conformaba con dormir bien, sin
preocupaciones; aunque por las noches, se sorprendía a sí mismo pensando, qué diría a Ana
Raquel, cuando la viese. ¿Por qué se acordaba tanto de ella?; quizás fuese su perdición; a lo
mejor se dirigía a Roma, sólo por la necesidad de verla. Pero él quería verla en Asturias, no
en Roma.
Le gustaría no ser príncipe, y aún le gustaría más, que ella no fuese princesa. Su
amor sería sólo, de dos; su reino serían los ojos de Ana Raquel; el izquierdo suyo daría, por
volver a verla; sólo la había visto en sueños. Quizás, hasta él, fuera un sueño; la vida es
sueño, dijo el campo del Atleti; ese estadio, sí que sabe de fútbol, es decir de la vida; “la
victoria más rotunda, aunque estemos en segunda”.
A veces, Obelix pensaba en lanzar mensajes en botellas, por la borda del barco;
puede que alguno, llegara a su amada. Pero, ¿qué decirle?; no encontraba palabras, que
superaran la belleza del silencio. Además, los besos se dan callados, y él quería besar a
Ana Raquel. No comprendía, cómo un sueño le había vuelto cuerdo; estaba demasiado
sereno, y temía convertirse en un ser aburrido.
Miró al mar azul, y sobre el cielo, al sol; pensó una vez más, en los ojos de Ana
Raquel. No estaba seguro de su color; no sabría definirlos. Parecían azul turquesa, o verdes,
o azul española… no sabía, ni dónde estaba, ni de dónde venia, ni adónde iba… su timón
era Ana Raquel.
El cielo estaba en calma; a lo lejos, se distinguían extrañas formas en unas nubes
anaranjadas; por el nacimiento del sol, que parecía incendiar su destino. Arde Roma; hace
calor; esto es lo que debió sentir Dante, cuando se dirigió al infierno; pero él, no quería
llegar hasta el lugar de los malditos. Estaba pensando en Ana Raquel; ella no puede vivir en
suelo romano; debía estar equivocado; quizás, debiera dar la vuelta y volver a tierra firme,
como si alguna lo fuese, realmente; caminar con seguridad, sin que crujan maderas bajo tus
pies. Todo el mundo dormía. Obelix se había levantado el primero.
¿Qué es despertarse?; salir de un mundo perfecto, dónde no existe ni el dolor ni la
miseria, y las miradas son piadosas, para entrar en otro mundo imperfecto, en el que reinan
las verdades crueles, como la guerra, el hambre, y el dolor. Despertarse es, como nacer; la
luz nos hace llorar, y nos aleja de la tranquilidad.
La cuestión, entonces, es, ¿para qué despertarnos? Quizá por eso, tras la vida, llega
la muerte. Morir es descansar, olvidar las penas, las alegrías, los compromisos, los
desengaños…pero para descansar, primero es necesario fatigarse, porque se duerme mejor.
La razón principal del príncipe, para tener ganas de levantarse, era Ana Raquel; ella
simboliza la ilusión, la esperanza, y el desafío. El deseo es la razón, por la que no quería
dormir, no quería soñar. Deseaba hacer realidad sus sueños.
Para hacer verdaderos esos sueños, se necesita estar despierto, por tanto, debía
aprender a dominar su reloj biológico, hasta que un día se parase. Llegados a ese día, lo
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importante, es haber vivido algún dulce sueño.
No temer a la muerte, no es desearla; se debe respetar al enemigo, pero no mirarle
con miedo. Se parte con desventaja en un partido, del que ya sabemos el resultado, pero no
la duración. Tampoco debemos forzar nuestro encuentro, con la Vecchia Signora; ya vendrá
ella a buscarnos, porque al final, todos jugaremos en la Juve.
En resumen: se trata de vivir los sueños, no sólo de soñarlos. Aunque hay que
reconocer, que no todos los sueños son felices. No sé por qué, existen las pesadillas; debe
ser, por nuestros temores. El sueño es vida, o, ¿era al revés? Es verdad, estaba equivocado;
la vida es sueño, o lo que es lo mismo, vivir es soñar. Por tanto, morir es no soñar; no tener
sueños, debe de ser, estar muerto.
Las nubes que antes eran naranjas, son ahora, grises; el sol deja de ser rojizo, para
ser ahora, amarillo; el sol es español. Durante un tiempo, no se posaba en nuestro imperio;
pero ahora, nace rojo, vive gualda, y muere rojo. La verdad, me alegro que el sol se ponga,
en nuestro imperio, y que todos los días, vuelva a salir.
Parece, que todo sería más fácil, sin la muerte; pero quizás sea, el motor que da
sentido a la vida, y nos recuerda lo corta que es; nos enseña, que no poseemos nada más
valioso, que nuestro tiempo.
Debemos aceptar la muerte, como un hecho, contra el que no se puede luchar; pero
podemos sonreír, ante la infinidad de estratagemas, que la humanidad ha inventado para
intentar burlarla. ¿Hay seres en otros planetas?, ¿hay vida detrás de la muerte? ¡Las
estúpidas guerras santas, y las, no menos, estúpidas guerras, justas! Por favor, que los
Mesías no se aprovechen de la ignorancia de la gente; que no hablen de tierras prometidas;
deberían contentarse, con acabar con el hambre en el mundo, y preocuparse del medio
ambiente, que disfrutarán las generaciones venideras.
Las doctrinas están bien, para ser escuchadas, pero no para ser seguidas. No
debemos dejar, que nadie piense por nosotros; los hombres tenemos dos cabezas, y no sólo
debemos pensar, en utilizar la pequeña. Cuando pensamos, nos realizamos como personas;
no debemos creer en profetas, lideres, y elegidos; todos somos iguales.
En fin, buenos días princesa; la vida es bella.
El príncipe estaba llorando; debía ser el rocío; una gota de su ojo izquierdo, cayó en
el mar, lo que le hizo más grande. Nadie tendría que llorar; el mar no lo necesita, para
crecer; él baila, al son que marca la amante pálida del Sol.
El mar estaba en calma; el cielo era azul, y brillaba un sol amarillo, que no era
enturbiado por nube alguna. Al mirar por la borda y ver el mar, el cielo, y el sol, pensó, que
quizás ese mundo, con el que tanto soñaba, ya existía, y su bandera no podía ser más
grande.
El viaje marítimo prosiguió su camino, entre olas y espuma. De repente, Paredes
empezó a llorar; se sentía triste y desamparado, a causa una noticia, que le había traído una
paloma mensajera, procedente de Nápoles: su madre había muerto; la bella María de los
Mercedes, había sido visitada, por el presidente de la Juventus, el señor Agnelli(112). El
hijo de Gasolina, le comunicó su tristeza al príncipe, quién decidió mandar una carta a su
padrino, para acompañarle en el sentimiento; la misiva decía lo siguiente:
Querido, tío:
Hoy es un día, como otro cualquiera. Estoy en el siglo de las sombras. En este
siglo, llegará mi hora, más larga; la eterna oscuridad; la que me hará libre. La vieja
señora responderá a todas mis preguntas, con su contundente sabiduría: el silencio.
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Mi compañera eterna, espera mi llegada. Con paciencia sabe, que no voy a dejarla
plantada; me es imposible. Tan elegante dama, se sabe irresistible, y yo, no quiero pensar
en Dioses, cuando estoy comprometido con la Diosa de la vida: la vieja señora. No hay
recuerdo, que el tiempo no borre, ni pena, que la muerte no acabe.
Hay gente, que no está enamorada de la vieja señora; ella es la dama, que da
sentido a nuestra vida. Sin ella, no tendría sentido, estar vivo. Es una mujer, como otra
cualquiera: morena, con ojos oscuros, más bien alta, delgada, bella, y extremadamente
fiel, a sus amantes. Tiene el poder de seducir, tanto a hombres como mujeres, porque su
mirada es irresistible. Yo no quiero burlarle mi eterno amor, con ninguno de sus
imitadores, Dios, Buda o Alá. Ellos son, sólo, ilusiones creadas, para intentar evitar, su
implacable beso frío. No comprendo, cómo los hombres, han podido ser tan ignorantes,
como para buscarla sustitutos masculinos. En el libro de mi amigo Unomás, se informa
sobre el sexo de los ángeles, y está claro, que no existe Dios, pero, sí, la Diosa negra.
La Muerte, tan temida por mi admirado Unamuno, su bello nombre empieza por M,
como el mío, mi bonito nombre acabara, cuando me llegue el suyo. ¡Dulce sueño, eterno,
silencioso, descanso tranquilo, apreciada calma, esperada!. La vida es una muerte, que
llega; la muerte es una vida, vivida; la muerte es el remedio, de todos los males; pero no
debemos echar mano de éste, hasta la última hora.
El final de la vida, será el principio de nuestro romance, negra dama; seremos
pareja, sin que nada pueda separarnos, sin salud ni enfermedad, sin pobreza ni riqueza…
siempre fieles, sin tristeza ni alegría.
Hola, Muerte.
Adiós, vida.
Tengo frío.
Ya no lo tengo.
Tengo mucho sueño.
La muerte es sueño.
No pienso, luego descanso.
Descansa en paz.
¿Apago la luz?
Me parece, que da lo mismo.
Lo veo muy negro.
¿Ya estás de cachondeo?
Me muero de risa.
No se puede matar a un muerto.
Ni se puede resucitar, a un vivo.
Túmbate, y duerme.
A tumba abierta, ganancia de enterradores.
Todavía no se ha podrido.
¿San Miguel?
Sí, y un pincho de tortilla.
Que te tumbes, Miguel.
Todavía no es la hora, vieja dama.
Ya estás con los relojes.
El único importante, es el mío.
Te equivocas, como siempre.
Pues, no me da la gana tumbarme.
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Tú no decides; si yo te digo ven, lo dejarás todo.
La vida es agradable. La muerte, tranquila. Lo molesto es la transición.
Duérmete niño; duérmete ya.
Cántame una nana, vieja dama.
No me da la gana.
¿Con qué se sueña, cuando se duerme eternamente?
Con Nada.
¿Con quién se duerme, cuando se duerme eternamente?
Conmigo; tranquilo, mi niño.
Bueno Gasolina, espero que estas letras sobre la muerte, te ayuden a soportar la
ausencia de tu querida mujer; ella duerme, para siempre, el más tranquilo de los sueños;
vive tu existencia sin ella, con la seguridad, que, algún día, tú reposarás, en el mismo
sueño.
Tu sobrino.
Obelix.
El príncipe leyó la carta a todos los presentes, a modo de homenaje por su tía
difunta; su primo le agradeció, con una angelical mirada, esas palabras, que le revelaban la
certeza, del fin de su madre; un destino, que a todos nos aguarda, aunque nos cueste
concebirlo. Paredes ató la carta, a la pata izquierda de la paloma mensajera; ésta voló
rumbo a Nápoles, surcando un cielo, que estrenaba azul, con la llegada de un nuevo
amanecer; entonces, Guardiola, que estaba en el puesto de vigía tronó:
¡Tierra!
Todos miraron hacia estribor, donde apuntaba el dedo de Pep; Colón sonrió, ante el
espectáculo del destino alcanzado. Mallorca estaba, a sólo unas millas; la alegría se apoderó
del barco; todos los navegantes, estaban deseosos de tomar una enorme ensaimada, con un
tazón de leche caliente. Paredes limpió las lágrimas de su rostro, y se dispuso a ayudar al
capitán, en su intento de dirigir la embarcación, rumbo al puerto de Palma. A medida que se
acercaban a tierra firme, podían divisar el espléndido paseo marítimo de la ciudad,
presidido por su preciosa catedral. Splinter y Carolina deseaban caminar por las hermosas
playas baleares, luciendo su piel morena, ganada, en la travesía existente, entre Barcelona y
las islas. Camarón quería experimentar, qué se sentía en un lugar, rodeado de liquido, azul
y salado, en todas las direcciones; le parecía maravillosa, esa prisión, con barrotes de agua
y techo de cielo. Manolo pretendía seguir componiendo canciones, pues las musas seguían
acompañándole. Birras por su parte, quería reponer su botiquín, con fármacos, que usaba
para mitigar el sueño del príncipe. Ranieri necesitaba hablar, con un médico austriaco,
llamado Sigmund Freud, el cuál, estaba pasando unas relajadas vacaciones, en las islas
baleares. Guardiola quería saludar a Navidad(113), central del Real Mallorca, y antiguo
militante del Dream Team(114). A Paredes, era al que menos ilusión le hizo ese pequeño
descanso, en Palma; tenía prisa por ver a su padre, que tan recientemente, se había
convertido en viudo. La expedición desembarcó a mediodía, bajo un calor sofocante; los
isleños estaban muy contentos, ante la visita de tan excepcional comitiva; los regalos fueron
variados y coloristas; desde bikinis para las damas, pasando por un violín, para el príncipe,
unos kilos de naranjas, para todos, y un catalejo nuevo, para Colón, que, al fin y al cabo,
había sido el artífice, de la presencia de la expedición, en Palma. Toda la isla se instaló en
un delirio colectivo, que rayó lo irracional, sumergida en una fiesta que nació con el alba, y
no terminó, hasta después de varios amaneceres. Los viajeros fueron felices, en Mallorca,
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pero decidieron abandonar el continuo carnaval balear, para dirigirse hacia el puerto, dónde
estaba amarrada la embarcación de Colón, que tenía las bodegas repletas, de víveres y
juguetes; los primeros, para los viajeros, y los segundos, para los niños romanos.
Obelix, extenuado de tanta fiesta, se durmió en su cómodo camarote. En Mallorca,
había disfrutado de la compañía de muchas alegres señoritas; pero él continuaba soñando,
con la muchacha de los guantes de hielo. Su sueño fue profundo. Cuando despertó,
reflexionó sobre la mayor de las musas, y sobre las jóvenes que habían sido, sus amores de
juventud.
Obelix creía, que, a Cervantes le gustaban mucho, los toros; sin duda, él ha sido el
mayor asturiano de la historia; él le presentó a Dulcinea, cuando tenía quince años. En ese
momento, pensó que ella vivía en el país de las páginas, que era demasiado encantadora
para existir; como siempre, el juez que todo lo aclara, le enseñó, que Dulcinea es asturiana,
y es mujer de rostro variable, ingenuidad infinita, clase atemporal, y femenina belleza.
Por esa época, su amigo Asterix le presentó su primera aspirante, a Dulcinea. Fue en
el ducado de Salmón de Valdemoro, lugar del que salen los soldados de Asturias, y que
mueren asesinados en la lucha, contra el país de los desagradecidos; ¡que triste estaría
Unamuno, si supiese a lo que se dedican sus paisanos, de la secta de los hijoputari!
Platónica no se enamoró de él. Ante esta tesitura, se refugió en Montserrat, la Virgen de la
Moreneta, y fue ella, quién le presentó su siguiente aspirante, a Dulcinea. Al principio, todo
iba bien; pero después, Doria, siempre, prefería a otro. Tardó años en superarlo; miraba al
cielo, y siempre veía aviones plateados; miraba libros, comía poco… estaba atado a ella;
siempre solía querer lo que no tenía, y se estaba consumiendo; ella estaba a vueltas de todo,
y el príncipe, sólo podía llorar.
Después, conoció a la, “supuesta, enamorada del Amor” y princesa de las flores;
pero, cuando el amor la abordó, se asustó, y huyó, dejándole plantado, con diecinueve
declaraciones de amor, en una mano, y diecinueve rosas, en la otra. Entonces, Obelix
partió, montado en su primer caballo Bólido(115); un potro americano, y verde bosque, que
fue su primera cabalgadura, hacia tierras salmantinas, dónde conoció a Alegría. No paraban
de mirarse; era un acto reflejo; se reían mucho, juntos, y, de hecho, es la chica que más
cerca estuvo, de derribar el mito de Dulcinea. Pero no estaba preparado para dejar la aldea,
y, mucho menos, a Carolina, por lo que, se comportó como un bruto, rompiendo la magia,
que existía entre ellos. ¡Ojalá!, algún día, una estudiante de química, reencuentre la fórmula
mágica. Panoramix, nunca apareces, cuando se te necesita.
Obelix, de inmediato, pensó en escribir a su amada; se armó con una pluma, y
emborronó un viejo pergamino, con las siguientes palabras:
Querida, Ana Raquel:
Tengo muchas ganas de verte. La próxima que te vea, será especial, para mí. No sé
por qué, pero mi otro yo, Miguel, te eligió a ti, entre todas las mujeres; en cambio, yo,
siempre te miraba, sin verte. Hasta ese día que nos vimos, en la cuesta que conduce al
Parque del Cristo, me miraste, con una compasión infinita, y me sentí, tu más humilde
admirador. Desde entonces, sueño con pasear contigo, por las tardes, como hacen Unomás
y Alba, cogidos de la mano. Por favor, dame una oportunidad; he cambiado, y tengo claro,
que para mí, lo más importante, eres tú. Quizás no leas nunca, esta carta; pero necesitaba
escribirla, para contarte, que es contigo, con quien quiero formar mi familia.
Pienso todos los días, en ti; no sé, cómo veinte minutos, pudieron ser tan
aclaradores. Yo no sé leer las manos, pero vi mi futuro, escrito en las tuyas. Sé, que estas
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palabras te van a conmover, aunque no sé, si lograrán derretir, tus guantes de hielo.
Mi mayor ilusión, es pasear contigo; nuestro hijo Miguel y nuestra hija Alba, en
cuanto que ellos puedan caminar.
Te pido que me escuches, porque necesito que me oiga el amor de mi vida. Entra en
mi vida; te estoy esperando. Creo, que no he hecho otra cosa, desde que nací; eres el
amanecer de mi felicidad.
Te pienso constantemente.
No soy digno de que entres en mi casa,
pero un beso tuyo, bastará para sanarme.
Me gustaría oírte palpitar, en la oscuridad;
por tus valles y montañas, pasear,
gritar tu nombre, a quién me quiera escuchar;
de tu mano, recorrer el camino de la felicidad;
encontrar rosas en el mar, y perlas en el rosal.
No puedo esperar más; tengo ganas de ti.
El alba será, el final de nuestro sueño;
el anochecer, el principio de nuestra realidad.
No me quiero dormir; hoy, tampoco quiero descansar;
tú eres la piedra, sobre la que edificaré Asturias.
Eres principio y fin, río y mar, la pimienta y la sal;
espero no desilusionarte, por plagiar a Unomás.
Sólo soy un chico, que necesita ayuda, para conquistar
a la chica, que siempre ha querido encontrar:
sencilla, humilde, discreta, bella y natural.
Parece mentira que existas; ha merecido la pena buscar;
esperar es un placer, cuando tú eres la esperada.
Un día lluvioso, conocí en tus ojos la piedad;
una mano dulce y sabia, tomó mi mano temblorosa;
tus palabras calmaron mi sed, apasionada.
Necesito volverte a ver; ya sabes dónde esta mi casa.
Asturias te está esperando; yo he llamado a tu puerta;
llama tú, a la mía, y deja tus guantes derretir.
Ya sé, que tú, te mereces a alguien mejor, a quien amar;
pero, yo te voy a querer, con todo mi alma; más, no se puede dar.
Si por casualidad, mis palabras llegan a tu alma solitaria,
enséñales el camino, que lleva a tu corazón.
Yo te gritaré palabras de amor, y te cubriré de rosas rojas.
Si tengo que ser un loco, lo seré por mi amada.
Si tengo que estar cuerdo, será sin ti, mi llama sagrada.
Tengo miedo, de que tanto amor, te parezca mal;
Pero, no puedo descansar; eres mi razón para respirar.
Sin ti, para qué escribir, cantar o soñar.
Contigo… cómo definir un sueño alcanzado.
Sólo veo rosas rojas, y una dama, dormida y preciosa.
¡Que guapa eres!; cuando duermes, te oigo palpitar.
Ahora podría llorar de alegría; no te voy a despertar;
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no me quiero despertar; vivir, es soñar.
Bueno, debo levantarme; espero que estés a mi lado.
Si tú estás, seré un hombre colmado.
Te espero en mi casa, que ya es tuya.
Te cogeré de la mano, y saldremos a comprar rosas.
Te piensa.
Obelix.
Una lágrima se deslizó, desde el ojo derecho del príncipe, hasta aterrizar en el papel,
adornado con tinta negra. El hijo de Carolina hizo un avioncito con la carta, y la arrojó por
la borda. La nave blanca, se convirtió en una gaviota, que voló, rumbo a Roma. Allí, Nerón
y Ana Raquel, estaban preparándose, para partir hacia Nápoles. Llevaban un impresionante
séquito, formado por cinco mil soldados, doscientos oficiales, tres bandas de música,
cuatrocientos elefantes, y catorce decenas de jirafas. La gaviota que llevaba en su vientre la
carta de Obelix, se sintió curiosa. Al llegar a Italia, y observar de lejos, una monumental
polvareda producida por los elefantes, se acercó, y vio dos luceros, protegidos por una
melena rubia, en una piel tersa y dulce; se trataba de una doncella, de una belleza
insuperable. Las palabras no son suficientes, para mostrar la hermosura de esa dama, que
llevaba puestos unos guantes de hielo. Sobre su mano diestra, se posó la gaviota, que se
convirtió de nuevo, en avioncito de papel. Ana Raquel desplegó la hoja, y comenzó a leer.
Le pareció muy bonita, la letra de su pretendiente, y sus palabras calaron en su corazón. El
guante izquierdo, goteó unas lágrimas, que se habían derretido del duro hielo. La princesa
de Roma, guardó en su pecho la carta, y se dirigió sonriente hacia Nápoles, donde esperaba
el viudo Gasolina.
En medio del Mediterráneo, la Santa María navegaba a gran velocidad, sobre las
aguas cristalinas. Colón, en el timón de la nave, estimaba, que las costas de Nápoles,
estarían a unas horas de marcha; el viento era favorable, y en el cielo, no había ninguna
nube, que presagiará una tormenta. Splinter y Carolina, tomaban el sol alegremente, con sus
bikinis nuevos, en la proa del navío. Camarón tenía largas charlas con Paredes, para
consolarle de la muerte de su madre. El que más se aburría, era Birras, pues, siempre perdía
al mus, y sus medicinas, no producían una gran mejora, en Obelix. Pero el príncipe
disfrutaba de sus charlas, con Ranieri, en las que, el argentino, le analizaba sus sueños.
Couto se divertía en la travesía, charlando con Guardiola, a quién, en el fondo, admiraba
mucho. Manolo, por su parte, se dedicaba a alegrar los oídos de los navegantes, con sus
preciosas melodías. Así, entre canciones y copiosas comidas, la expedición se aproximó a
Nápoles, dónde los romanos esperaban, curiosos, la llegada de la comitiva asturiana. En el
barco, alguien divisó tierra, y Obelix ordenó alzar una preciosa bandera de Asturias, que
guardaba para la ocasión; era de seda azul, con múltiples estrellas doradas, que relucían,
bajo el sol imponente de la mañana. Había mucha gente en el puerto; una verdadera
multitud de personas enfervorecidas, que aclamaban la belleza de la reina Carolina; ésta
saludó con gracia, desde la proa de la embarcación. A Paredes le correspondió el honor de
ser el primero, en tomar tierra. De entre la maraña de gente, surgió un hombre,
completamente vestido de negro; se trataba de Gasolina, que no pudo evitar derramar unas
lágrimas de añoranza, hacia la esposa muerta; su hijo se fundió con él, en un abrazo
inseparable, mientras, el resto de viajeros, iban tomando tierra, en Nápoles. Obelix
preguntó por Nerón, al alcalde de la ciudad; éste le hizo saber, que se esperaba su llegada,
78
para mañana. Ranieri no se separó de su paciente, al que notaba algo agitado. El príncipe
escribió un monólogo, que anotó en una servilleta de papel, para que Ranieri tuviese por
escrito, sus impresiones; sentía que estaba llegando a un momento vital decisivo por ello
quiso dejar plasmadas unas confesiones que el creía que eran importantes.
.
¿Quién soy yo, el genio o el loco? Eso es lo que me estoy preguntando, si estoy al
final del viaje, o sólo lo he empezado. ¿Recuperé la razón, o es que nunca la había tenido,
o era toda mía, o sólo un poco?
Creo, que la amante fiel e ideal que estaba buscando, la estoy estrechando ahora
mismo, entre mis dedos. Es, como yo quiero que sea: dulce y elegante, sarcástica, pero
bella, y es sólo mía, porque sin mí, es otra diferente, de la que yo sueño. Me pertenece,
cuando yo la sostengo. Con mi enamorada, conquistaré miles de corazones, de esos, de
verdad, imperfectos y adorables, que escucharé por boca de una de las suyas. Mi amada
mostrará, cómo es el amante que llevo dentro, y serán ellas, las que me tildaran de loco
por amarlas, y de genio por despreciarlas; pero, ¿ y si no fuese más que un sencillo
escritor, que cuenta cosas bellas, porque habla de mujeres, y lo son ellas? Ni genio ni loco;
simplemente, uno del montón; pero ¿de que montón, del de los genios, o del de los locos?
Creo, que me estoy liando, o, ¿quiero liarme?... Puede, que trate de confundirte a ti,
lectora, que has llegado hasta aquí, y te estás preguntando, si escribo de oídas, o escucho
lo que escribo, pues, no todo es tan cierto, como que me llamo Miguel, y me gustaría, que
tú fueses Ana Raquel. Si tú no eres tú, deja al menos, que yo sea yo, y declare mi amor, a
quien me quiera escuchar. Todas las puertas tocaré, con la esperanza, de que alguna se
abrirá. No sé, si para socorrer al loco, o para esconder al genio.
Me siento, al final de un largo camino. Yo, que era invencible, necesito ser
derrotado; y la derrota más bella, es la que te obliga, a pasar la noche en vela, en el lecho
de tu vencedora, la que hará, que deje de ser Dios, para convertirme en un hombre; pero
seré libre, porque los seres divinos, son todos presos de ellos mismos, y los hombres son
libres, cuando desprecian a los dioses. Después de leer esto, me tildaran de hereje. No me
gustaría refugiarme en mi locura, para llamarles la atención, hacia su ignorancia, semilla
de toda religión. No me considero un genio; más bien, una persona torpe, porque he
tardado mucho en darme cuenta, que yo era el principio de mis males, y que debía ser yo,
quién les pusiese fin, mirándome hacia dentro, sin miedo, porque allí estaba la solución, y
también el problema. En fin, estoy hablándole a mi amada, de mí, usándola a ella, para
transmitir mis aventuras a los demás, porque es más agradable escuchar a una bella
mujer, que a un tipo, que, no esta claro, si es un genio, o un loco.
Mi amada me obliga a confesarme, cansado de tratar de ser un genio, y harto de
hacerme pasar por loco; me pide que vuelva a la normalidad; me ha dicho, que siempre
estará conmigo, para escucharme, para pedir perdón al mundo, por mis faltas, y suplicar,
que alguna dama se digne, a prestar atención a un viajero, que ha vuelto de una travesía,
en la que ha conocido el bien y el mal, dioses y diablos… pero que, ahora necesita
descansar en esos brazos que sostienen las manos, y que aguantan este libro.
Pero entonces, ¿yo existo, o soy de ficción?, creo que me encantaría ser de ficción,
como esos Obelix, Miguel, Unomás, u Omnipo. Soy mi personaje favorito, pero luego está,
la persona que está escribiendo estas letras, y esa, sí que existe; incluso se puede decir,
que fue víctima de su idealismo. Soy un caso interesante y una buena persona, según
Claudio. Yo soy el que debe decidir, si estoy curado o no; pero mejor será, que lo diga mi
amada; creo que ella, va a marcar mi existencia, y es ella quién tiene que apreciar, si he
79
cambiado lo suficiente, desde que empecé a conquistarla, cogiéndola con mis dedos
pulgar, índice y corazón, de mi mano derecha, por la cintura, para hacerla bailar sobre el
papel, contando las aventuras, de un príncipe infeliz, que se convierte en una rana,
contenta al final del cuento, verde, como Asturias.
Mi amante dijo: “Yo creo, que mi dueño y enamorado, está curado de sus males, y
pronto me veré obligada, a compartir sus caricias, con otras damas; pienso, que siempre
me será fiel, porque en mí, ha encontrado la libertad”.
¿Qué es ser libre?; sólo se es libre, cuando uno cumple las reglas, o las cambia; si
no le gustan, o vive en otra realidad, alejado del mundo, o se es un niño sin
preocupaciones, que solo vive para las ilusiones, sintiéndose un Dios y viendo a mamá,
como la Virgen María. ¡Vaya!, ya está aquí otra vez, el loco; ni que él fuera Jesucristo; eso
es, lo que se creía Joyce, no yo. Bueno, a mí, también me gusta el azul, y me comporto
como un niño, porque quiero serlo, no quiero crecer, y no me gustan los relojes ni la
muerte; me gustan los juguetes, pero quiero ser bueno, y estudiar. Me gusta escribir, y voy
a ser un genio o un loco; prefiero ser un genio; lo de loco, esta bien, para pasar unas
Navidades originales, pero yo quiero formar mi propia familia, con mi Ana Raquel, o
contigo, lectora. Tener muchos hijos, y enseñarles a jugar al ajedrez, como mi padre me
enseño a mí. Luego veremos, qué ficha es cada uno, en la vida; yo he sido alfil negro, de
cuadros negros, hasta la locura, y rey negro asustado, ante la amenaza, de las malditas,
fichas blancas. Ser monarca es muy duro; sobre todo, cuando se quiere tanto, al resto de
las fichas negras. Pero ¿quién me dice a mí, que tengo que ser una pieza?; quizás sea el
tablero, o un balón de fútbol, o una tortuga ninja. Cada vez estoy peor, lectora; olvida
todas estas tonterías. Ha vuelto a salir el niño, que llevo dentro; el que puede convertirme
en loco, o en genio. Esperemos, que se porte bien conmigo, y lo de las pasadas Navidades,
sólo fuese una travesura. La verdad, a mí me gustaría ser libro; y si tengo que
reencarnarme, mi piel será blanca, como la leche, con pecas negras, de extrañas formas,
según el país. Si puedo, me gustaría convertirme, en mi mismo; es decir, en “Obelix en
Asturias”; me estoy cogiendo aprecio. Soy tan egoísta, como un niño; quizás también, tan
sorprendente, inocente y dulce, como un genio, y tan caprichoso, como un loco. Además,
soy tan español, como la bandera rojigualda, tan culé, como Guardiola, tan fiel, como tú,
lectora, que sigues leyendo, tan Quijote, como Miguel, tan buena gente, como mi padre,
tan violín rojo, como Splinter, tan juerguista, como Lacoste, y tan sensible, como mi
madre. En fin, tantas cosas para describir a un loco, que se comporta como un niño, y va
camino de convertirse en un genio. ¡Seré chulo!; no me estoy curando; quizás esté peor,
que al principio. ¿Dónde estaba el principio? ¿Quién soy yo? Obelix, Unomás, Omnipo,
Miguel, Guardiola, o Manolo Eldelbombo. ¡Ah, coño! yo soy el moro; ese, que rescata una
princesa; la verdad, es que, en los cuentos infantiles, ocurre al revés. Yo me estoy liando;
¿es el niño quién escribe, o es el personaje, o los dos? Bueno, mi lectora, gracias por
llegar hasta aquí; un beso si eres dama, y mis disculpas por llamarte lectora, si no lo eres.
La expedición romana, estaba a una jornada de distancia, pero quien sería el
atrevido que supiese medir con precisión en asuntos del querer. El príncipe empezaba a
ponerse nervioso. El enamorado lo primero que pierde es la paciencia, luego la cordura y,
finalmente, el corazón. La espera fue larga; un día puede ser más extenso que un milenio,
cuando se aguarda la llegada de una bella señorita. La hermosa Ana Raquel, ocupaba todos
los pensamientos de Obelix, en verdad solo la conocía en sueños, no obstante, en ellos
aparecía más hermosa que aquella Marcela(116) que se refugio en los montes manchegos
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para huir de su propia belleza, que propiciaba que ningún hombre se fijase en ella por otra
razón que no fuese sus bonitas formas. Cervantes una vez más se había adelantado a lo que
debía ocurrir en la vida del príncipe, pero éste no había aprendido la lección.
La noche tardó siglos en llegar; por supuesto, el príncipe no consiguió conciliar el
sueño, cuando solo existe un pensamiento, y además éste se vuelve obsesivo, Morfeo no
consigue abrazarnos, por mucho que estemos deseando dormir; en la oscuridad, el tormento
del enamorado, es mayor. Los segundos parecían horas, y el reloj de arena, estaba parado.
Son innumerables las ideas que rondaron por la cabeza de Obelix, pensó en quitarse la vida,
también en ir a recoger flores, quiso rezar pero no había ningún dios que pudiese ayudarle;
cuando menos lo esperaba sus ojos se cerraron proporcionándole algo de reposo.
Por fin, llegó el alba; nuestro héroe se aseó, y salió en busca de la expedición, del
rey de Roma. Pronto la encontró; los guardias de seguridad, le impedían el paso; estaba
sujeto por cuatro hombres, cuando vio al ser más dulce, que ha pisado la tierra; sus ojos se
llenaron, de lágrimas de alegría. La princesa ordenó a los soldados, que le soltasen; estos
obedecieron, y Obelix cayó al suelo, exhausto y jadeante. Se incorporó ligeramente, y dijo:
Hermosa dama, he pretendido crear un mundo perfecto, pero nada tiene sentido, sin
el calor de vuestros labios. Desde ahora, dimito de todos mis cargos, como líder
de Asturias, para convertirme en el más humilde, de vuestros siervos. Una
palabra de vuestra boca, serviría para aliviar, el más hondo de los dolores, pues,
estoy herido de amor, por vos. El universo, ya no tiene ningún atractivo, fuera
de tanta beldad. Sé, que usted no podrá rechazar la proposición, que voy a
hacerle: casémonos el 12 de octubre de 2007(117), en la Sagrada Familia, de
Barcelona.
La princesa escuchó a su pretendiente; el hielo de sus guantes llegó hasta su rostro
en forma de llanto; después, dio media vuelta, y se fue, por donde había venido. El
asturiano le había defraudado; no quería a alguien, que renunciase a sus ideales; Obelix no
era más, que uno de tantos.
Que difícil es definir como se sintió la princesa de Roma, una profunda decepción la
invadió. Ella era una mujer soñadora, tal vez todas lo sean, incluso las romanas. Ana
Raquel había percibido en su corazón la irrupción de una inquietud nueva. Ese príncipe
asturiano que tan bellas palabras le había regalado en su anterior carta, ahora parecía un
simple adolescente cegado por la Belleza, pero sin ver nada fuera de ella.
Esto le dolió a la hija de Nerón, pues pensaba que su pretendiente era un proyecto
de poeta, un bohemio y un revolucionario; pero ese entregarse a la hermosura de su amada
a cualquier precio, fue interpretado por ésta como algo propio de un ser insensible, cegado
por la beldad y de costumbres groseras. Pues un príncipe azul sabría que palabras usar para
declararse a su enamorada y no sería un sencillo esclavo de ella, sino que sería fuerte para
ser su señor y dócil para ser su amante.
Ese viaje desde la capital romana hasta Nápoles había sido completamente inútil,
había que tomar una decisión drástica. Una sentencia ejemplar para que nadie pudiese
pensar que la princesa era una vulgar Marcela a la que se podía incordiar en montes
napolitanos. Decidió Ana Raquel que cayese todo el peso de la Justicia sobre ese
pretendiente tan atrevido y tan poco afortunado. La hija de Nerón pensó en cual sería la
decisión que tomaría su padre, tras una breve reflexión, tomó la voz de mando.
Llamó al capitán de los soldados, y le ordenó, que ejecutaran a su pretendiente, el
cuál, se había atrevido a hablar con ella, desafiando el Derecho Romano. Los militares,
siempre asesinos de la utopía, cumplieron el mandato, y mataron al príncipe de Asturias.
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Con él, murió el sueño de una nación, que tal vez, sólo pueda existir en el país de las
páginas.
82
¿FIN?
La despedida
Como puedes comprobar, esto no ha acabado. Antes, quiero cumplir algunos
sueños; como ves, no ligo ni en el país de las páginas; pero deseo un presente. Creo que
estoy de suerte; voy a echar una quiniela. Crear es más difícil, que trabajar. Escribo, para
hacer algo bello; algo que haga pensar, reír, y llorar: Arte.
Escribir-Trabajar
1
Unamuno-Cervantes
X
Miguel-Ángel
1
Leticia-Ana Raquel
2
Azul-Grana
1
Papa-Mama
X
San Petersburgo-Valdemoro 2
Eva-Claudio
1
Pecho-Entrepierna
X
Pochi-Paula
X
Barça-Madrid
1
Asturias-España
X
Toros-Fútbol
2
Don Quijote-Don Cipote
2
Pleno al quince: Cuerdo-Loco
X
No es fácil, soportar la carga que llevo: tener mente divina, en cuerpo de hombre.
Efectivamente, me creo Dios. No es que me crea muy listo, es que soy el creador del
mundo, y la explicación de todos sus problemas.
83
Supongo, que no me crees, lectora, y esperabas, que Dios fuese un señor mayor, con
cara de buena persona, al que sólo tendrías que ver, después de morir; pero, para tu
sorpresa, aquí estoy yo, mostrándome ante ti, como tu ser celestial. Estoy algo sorprendido,
por tu escasa euforia, al contemplarme. Soy lo que buscabas; la respuesta, a todas tus
preguntas. Ya sé que esperabas, que el Altísimo fuese guapo; pero lo siento, soy feo, pues
no consigo ser feliz; nadie me cree, y es un tanto inútil, todo mi esfuerzo, por mostrar la
verdad.
He intentado multiplicar los panes y los peces, pero no me sabía la tabla adecuada;
he conseguido multiplicarlos por uno; no sé, si será suficiente. Lo de caminar sobre el mar,
lo he tenido que dejar. Mas, tú estás viva, gracias a mí. No te conozco tan bien, como
quisiera, pero sé, que tú, a mi, sí. Compruebo en tu mirada, que me tomas por loco.
Recapacita; sólo soy un hombre especial, que ha venido para mostrarte el camino. En el
fondo eres una afortunada, al coincidir conmigo. Algún día te darás cuenta, de lo cerca que
estuviste de conocer a tu Señor.
Adivino, que esas carcajadas significan, que no te crees nada de lo que te estoy
contando; pero, ¿cómo quieres que te diga otra cosa? Soy Dios; es evidente, al menos, para
mí. No puedo ser uno de tantos, uno que sufre y llora, uno que debe morir. Estos
problemas, los dejo para ti, pobre mortal.
Ahora sé que ríes, por no llorar. Cuando tú te mueras, me tocará sonreír a mí. No me
tienes miedo, y deberías. Yo soy el creador de todo, por tanto, puedo eliminar cualquier
cosa, incluida, tu estúpida sonrisa.
Dicen que la culpa de todo, es el de mi amor por mi madre; ¿acaso ella, no es la
mejor de todas las mujeres; la Mujer Azul de Baudelaire? Cuentan, que mi padre no supo
infundirme la Ley; pero, yo no tengo padre, pues yo soy el Padre del mundo, y debo ser yo,
quién cree leyes que lo gobiernen. Mi caso se diferencia del referente al poeta francés en mi
ciego amor hacia mi padre, el hombre más grande que he conocido.
Puede que sólo se trate de un mal sueño, pero he pasado por él. Me creía el Creador,
pensaba que el mundo giraba por mí, pero me he dado cuenta, de que todo esto ya existía
antes de mí, y que seguirá existiendo, cuando yo me vaya. Porque yo también me iré,
moriré; por tanto, no puedo ser Dios, mi madre no es la Virgen María, y yo, sólo soy un
pobre enfermo que está siendo tratado, para que pueda formar una familia.
Ahora resulta, que no soy Dios; no es fácil bajar de los cielos; estaba en las nubes,
pero pisar tierra firme, no es sencillo. Me parece más complicado ser humano, que divino;
tiene gracia, pues, ni delirando, he conseguido ser celestial.
Te preguntarás, si soy el primero que se cree Dios, pues, no. Somos unos cuantos,
los que lo hemos pensado; unos crean sectas, otros fundan religiones, pero yo, no quiero ser
uno de ellos. Veo por tu semblante serio, que comprendes mi problema; la mente es una
gran desconocida, y la mía, tenía una gran confusión interna.
Ya no escucho carcajadas; ¡pobre loco! - debes estar pensando -, pero esto, no es
más que la verdad. No trato de darte pena; sólo te pido que respetes a este ser humano, que
está luchando por dejar de lado, su vena divina, para entregarse a vivir, como lo hacen las
personas de carne y hueso.
Sufrir es el privilegio, del que sabe lo que es disfrutar. Me quedan muchas cosas
bellas por realizar, que un Dios no las puede hacer; la primera de ellas, es encontrar una
mujer, para formar una familia. Confieso que lloraré el día que sea, por fin, padre. Dios no
sabe llorar, porque nunca se ha reído.
También me gustaría escribir, algún buen libro, viajar, y envejecer, pues me doy
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cuenta, de que si no muero, nunca habré vivido. No te pongas tan seria, Leti, estoy
luchando por escapar de este paraíso traicionero, que mi mente ha construido; te prometo,
que no voy a rendirme. Tú, lectora, eres para mí, lo que fue Nora, para James Joyce.
Claudio, al principio de mi terapia, siempre me hablaba del genial escritor irlandés,
que sujetó su psicosis con la Literatura. Cuando mi hermana Paula me regaló el Ulises, me
sorprendió el conocimiento sobre las religiones, de ese loco dublinés. Sin duda, es una obra
maestra. Algún crítico ha escrito, que lo que pretendía Joyce, era burlarse de Dios. Ante
esto, yo quiero dejar claro, lo que pretendo con el Obelix; me gustaría escapar de la prisión,
que encierra mi mente.
¡Dios, todopoderoso!, sólo te pido una cosa: ¡Déjame en paz! Me pregunto, por qué
no inviertes tu imponderable fuerza, en endulzar al mundo, en que haya menos hambre,
menos pobreza, y más alegría. Sí a partir de mañana empiezas a cambiar tu forma de
gobernar la civilización, te prometo discutirle, a mi incredulidad, la posibilidad de que seas
cierto.
La vida se presenta, como una sucesión de imágenes; unas me hacen reír, mientras
que otras, provocan que asomen lágrimas por mis ojos. Ya no soy un niño, pero tengo la
impresión, de no ser un hombre; prolongo hasta el delirio, mi adolescencia.
Me gustaría contarte, que mi existencia es un puñado de sueños, por lograr; sin
embargo, la angustia me ahoga, y casi no puedo respirar. Quisiera hablarte de mis
proyectos futuros, pero la fuerza de las miserias presentes es tan grande, que no me deja ver
ese porvenir esperanzador, que quiero imaginarme.
Voy a hacer un esfuerzo para contarte, que pienso seguir escribiendo; es mi manera
de defenderme; necesito armas, para luchar contra la desidia. Mi enemigo manifiesto, tiene
el mismo nombre que yo; luchar contra uno mismo, no es fácil, pero pienso presentar
batalla a ese Miguel, que a veces piensa en suicidarse, se aburre, y está prisionero de su
cama.
La guerra está declarada; me queda un resquicio de alegría, y pienso en todo lo bello
que está por venir. Yo he querido ser un enamorado del amor y, sin embargo, conozco más
bien poco, de ese maravilloso sentimiento; por algún lugar paseará una muchacha, que hará
que todo cambie; que los largos y aburridos días actuales, se conviertan en felices y
veloces; pero ella, no puede venir a verme a casa. Tengo que salir; fuera está el mundo,
dónde pasean las jóvenes, para disfrute de quien quiera decirles un piropo, sacarles a bailar
o, por qué no, enamorarlas. Sé que soy capaz de sentir el amor, dentro de mí, pero debo
compartir mis ansias de ser querido, para conseguir, que alguien se anime a hacerlo. Me
pregunto, si alguna vez llegará hasta mí, esa señorita que cambie mi destino. Siento
añoranza, de los brazos de una mujer; abrazo íntimo, que se dan los amantes. Dime tu
nombre, lejana dama; quiero gritarlo mirando al mar; las olas me contestarán con los
suspiros, que espero escuchar desde mi cama.
Tengo mucho tiempo libre; esto que es una buena noticia, se convierte en una
tortura; el mayor de los calvarios, es no tener nada que hacer, y ser elegido por Kronos,
como guardián del tiempo. Odio mi bonito reloj; cada minuto, es un barrote que tengo que
limar, y una oportunidad perdida, para ser feliz. No sé, si esta tensión desaparecerá algún
día, el miedo a hacer cosas, y el pánico a no hacerlas.
Estar solo, es estar acompañado, por uno mismo; si te sientes feliz, disfrutarás de tu
soledad, pero si eres desgraciado, desearás la muerte de tu acompañante. Morir no es un
problema; el hándicap es, vivir desgraciadamente. La felicidad es una cometa, que surca el
cielo, pero a la que, casi nunca sujetamos, por el fino hilo; que vuela alto, mostrándonos
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que existe, pero que está muy lejana. Me tocó el gordo de la lotería, un 6 de octubre, de
1971. Cuando vi el premio, me puse a llorar; mi familia se alegró tanto al verme llegar, que
hoy, muchos años después, todavía me avergüenzo, cuando me pongo triste. Vivo, y eso,
ya, es bastante.
Escribo; hago uso de mi escaso vocabulario. Quiero contar quién soy; un conjunto
de penas, y una única alegría. Esta extraordinaria felicidad, es que puedo lanzar mensajes,
que se grabarán en el país de las páginas. Allí, descansaran mi desdicha y mi tristeza,
asfixiando lo poco que queda, de alegre en mí.
Desprenderse de una realidad, no es nada; lo heroico, es deshacerse de un sueño. No
disponemos de poco tiempo, en la vida; lo que sucede, es que perdemos demasiado. No es
sencillo comprender la vida; me conformo con vivirla.
Sopor, duermevela, incertidumbre, insomnio indeseado, sueño desmedido… te
confieso, que no consigo alcanzar la calma; nada ansío más, y es lo que menos tengo. Lo
menos frecuente en este mundo, es vivir; la mayoría de la gente, existe, eso es todo.
Soy una víctima, de la batalla de mi tempestad, y de mi calma. No hay caminos para
la paz; la paz es el camino. Sólo puedo ganar la guerra, cuando no participo en ella.
Recuerdo el dicho asturiano “cruzar los brazos, pasar de largo”; puedo parecer un bicho
raro, pues pienso que la indiferencia, es la mejor defensa.
La duda humaniza; quizás sea redundante humanizar al hombre, pero no absurdo. El
hombre es el animal menos racional; come sin hambre, bebe sin sed, y habla… sin parar,
para no decir nada. Cuando una persona dice algo interesante, no se la escucha, y casi
nunca disponemos, de una tempestad de silencio en la que nadar, hacia el mar de las ideas.
Me siento tranquilo. Tarde no es, y prisa no tengo. Mi destino está marcado.
Camino hacia la muerte, y no quiero evitarla, con mi trabajo; simplemente, no quiero
morirme en la vida (ya me ha aparecido la vena divina).
Mi calma viene, desde mi lado humano. Tengo un problema; si tiene solución ¿por
qué me preocupo?, si no tiene solución ¿por qué me angustio?; por tanto, sólo sé que me
preocupo, porque soy débil; cuando deje de angustiarme, dejaré de perder mi precioso
tiempo (mi único tesoro), y emprenderé el camino de la sabiduría; tenderé a ser, un
superhombre.
Mi tempestad proviene, de mi lado divino. Si Dios existe ¿por qué me interrogo?, y
si Dios no existe ¿por qué me cuestiono?; por tanto, no soy ateo (por si debo ser creyente, y
viceversa). Bueno, seamos sinceros, ¿qué tiene que pasar para convencernos, de que no
existe?; a mí, el sólo hecho de morirme, me lo confirma; aunque, para los demás, eso es
precisamente, lo que les motiva a creer en JHVH; pero bueno, que Dios reparta suerte, que
Dios reparta fe, que Dios espante la mala muerte, y que ustedes lo pasen bien. La paz viene
con la calma, y toda tempestad, termina en tranquilidad, por consiguiente, señor González,
su lado divino es finito, y por tanto, humano.
¿Eres especial? Bueno, veamos, ¿naciste de mujer?, sí, pero eso es inevitable.
¿Tienes miedo a la muerte? Sí, pero eso, es inevitable. ¿Antes querías ser mayor, y ahora,
pequeño? Si, pero eso, es inevitable. Dime, si hay tantas cosas que no puedes cambiar,
¿para qué quieres arreglar el mundo?; confórmate con ser una buena persona, que ensucie
poco el silencio con sus sandeces, y, si no tienes nada bello que aportar, cállate. Bendito sea
el hombre, que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo, con sus palabras;
“es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas, definitivamente”,
como decía Groucho Marx.
Me imagino, lectora, que te preguntaras por qué escribo; pues bien, la respuesta es
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que lo hago para no chillar; mientras escribo, pienso. Cuando hablo, desvarío. Somos
nosotros mismos, los que nos encerramos en la prisión de nuestros miedos, y el camino
para salir de ella, es la puerta, por la que hemos entrado en la cárcel, es decir, nuestra mente
(en eso estamos).
El deseo es el motor del mundo, la plenitud su destrucción. Nada debe ser perfecto;
todo lo ideal, es irreal. Mientras que deseemos la perfección, la humanidad avanzará;
cuando creamos haber alcanzado la plenitud, la humanidad perecerá. Todo se puede
mejorar, porque nada es perfecto, afortunadamente.
Si no debo preocuparme y mi final está marcado, ¿por qué no aprovechar el tiempo
para vivir, sin más?; es tan sencillo, que podría ser genial, y es tan cierto, que podría ser
verdad. Lo verdadero, ofende al orgullo, por eso nos refugiamos en la mentira. La mayor de
las falsedades, es que somos racionales; la mentira, alegra al orgullo. Ser orgulloso, debe
ser algo parecido a ser un mentiroso, sólo que, en lugar de engañar a los demás, lo hacemos
a nosotros mismos. Creo que ser orgulloso, es estar prisionero de mí mismo; conozco el
camino para dejar mi penitenciaria, pero no sé si me estoy alejando. ¿Hasta cuándo, estaré
luchando conmigo mismo?; quizás, hasta que sane de mi enfermedad. ¿Estás enfermo? Sí;
vivo tratando de no morir, cuando debería vivir, antes de morir. No lo entiendo; si respiro,
ya estoy viviendo, ¡que más quiero!… Pues no lo sé; quizás sea, no saber lo que quiero, lo
que me enferma….o, saberlo, demasiado bien.
Puede que la tranquilidad conduzca hacia la felicidad; no se puede saber todo; es
más, no se debe. Yo también, “sólo sé, que no sé nada”, y si el saber no ocupa lugar, ¿por
qué no dejarlo, fuera de la cabeza? “El hombre más sabio, es el que menos necesita”, de lo
que se deduce, quién es el más ignorante. A un tonto se le teme; a una persona que vive
tranquila, hay que admirarla. Claro, que la virtud está en el término medio, pero no es fácil
encontrar la regla de medida; no destacar, ser comedido, respetar a los demás, ser culto sin
ser arrogante, ser inteligente sin convertirse en estúpido…. en fin, ser uno más; uno; como
cualquiera, que vive la vida con calma, sin pausa, y sin prisa. Un proverbio ruso dice, “que
si vas demasiado deprisa, caminas hacia el desastre, y, si vas demasiado despacio, la
desgracia te alcanza”. No andan descaminados, los rusos. El frío y el hambre, agudizan el
ingenio, la tristeza lo nubla, y la euforia, lo ciega. “Nada carece de importancia, cuando
nada es importante”. Bonita máxima, siempre que no creas en máximas. Sólo creo, que no
creo en nada; esto parece la lógica de la nada, es decir, la lógica del todo: blanco o negro;
¿qué pasa con los grises, y los azules, y los verdes, y los rojos …? yo paso de política. Mi
color preferido es el azul, de ojos de mujer, de ojos de mar. Me gustan las rosas rojas, el
naranja de las frutas; de ese nombre, el color piel, de una dama bella, el blanco de una
sonrisa, el negro, del cielo nocturno.
El amor delirante, produce obsesión; yo sólo amaba, cuando no quería; si amaba,
era por la distancia. Efecto sombra: si me acercaba, se alejaba, si me distanciaba, se
aproximaba. Psicosis al querer, amor miedoso, solución complicada…esto ha cambiado; la
lógica de la metamorfosis empieza, comenzando a amar.
La realidad supera a la ficción; más vale una chica posible, que ciento imposible, o
como se diga, eso de las pájaras. Esto es como los melones: a cata y a prueba; alguna será
tu perita, en dulce (perdón, estoy disléxico), alguna te regalará, sus dulces peritas. No seas
melón; aprovecha la ocasión. Peras, manzanas, fresas, naranjas, melocotones, kiwis…el
plátano no me gusta. Por si gustas, están las frutas. Me encanta una buena pieza; pues
disfruta, muerde, saborea, repite, y, ¡buen provecho! - Gracias. Pero pruébalas; si sólo las
miras, podrás escribir sobre ellas, pero no conocerlas. Si pruebas, encontraras tu preferida;
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si sólo miras, te volverás loco buscándola. ¿Existe alguna fruta azul? - Puede que no exista,
pero, ¿por qué tiene que ser azul? – Mejor, color piel de mujer; (sobre esa piedra edificaré
mi iglesia). Sólo existe una tierra santa: España, es decir, la madre. Santa, en el sentido de
incomprensible, inalcanzable, intocable, adorada, lejana, mítica, legendaria… pero no
quiero acogerme a sagrado(118); no me persigue nadie, salvo yo mismo; quiero explorar
otras tierras, sobre todo, valles y montañas. En Escocia, tocar mi gaita, en Italia, enderezar
mi torre de Pisa, en Inglaterra, mostrar mi Bigben, en Francia, levantar la torre Eiffel, en
Rusia, acariciar la plaza roja, en Estados Unidos, disfrutar de mi estatua de la libertad…
escalar montañas en los Alpes, en los Urales, y donde haga falta. Penetrar en las “selvas de
las Amazonas”, respetando la naturaleza, pero con destreza. Don Quijote quiere despedirse
de su bello público, para dejar paso a Don Cipote, a quién le encantaría visitar el vello
púbico: de Nuria y sus bragas amarillas, de Raquel y sus piernas infinitas, de Marta y su
portal, de Silvia (la morena) y su sensual forma de bailar, de Silvia (la rubia) y su atractivo
felino, de Aida y su guerra de las galaxias, de Mercedes y sus parches, de Mírian y sus
lecturas miguelinas, de Blanca y sus gesvivales, de Charo y sus cuarenta bien llevados, de
Sabrina y su espalda inferior tatuada, de Choni y su filosofia, de Mayola y su irrepetible
sentido del humor, de Sandra y su estética macarrilla, de Rejane y su dulzura, de Dorine, y
su buen gusto(119)…y de algunas de vosotras, lectoras, que sois mi destino y mi objetivo.
Espero, que alguna de vosotras, sea la madre de mis hijos.
Ahora quiero dedicar unas palabras, a la persona que más he querido en mi vida: mi
madre, la heroína de este relato. Mamá, tú has sido mi Alba, Dulcinea, y Ana Raquel. En ti,
veía el amor perfecto, ideal, y realizado. Me estaba engañando, a mí mismo; me escondía
en tu regazo, para no buscar entre las chicas, a mi amor real. Mi idealismo, teñido de
romanticismo, me impedía relacionarme con las mujeres, porque yo, sólo tenía ojos para la
mujer ideal, y, por tanto, no me interesaban las chicas reales, aunque fuesen bellas,
divertidas, y posibles amantes. Yo estaba obsesionado, con la Mujer insanamente hermosa,
pocas veces divertida, e intocable.
Mi búsqueda de la Mujer perdida, ha terminado; me ha servido para encontrar, a
muchas chicas por el camino; han sido bastantes, las sacrificadas, y ahora quiero pedirles
perdón a todas, por mi extraño comportamiento; espero, que ahora me comprendan. He
sufrido mucho, por estar enamorado del Amor, es decir, estaba enamorado de mí mismo, y
sólo yo era, lo suficientemente bueno, para mí.
Es el momento de comenzar, un nuevo periodo en mi vida; esta etapa está marcada
por un grito de libertad, que sale, desde dentro de mi cabeza; ya no me creo una persona
especial. Me siento libre, estoy condenado a vivir mi vida (dulce sentencia). Ya no tengo
miedo al paso del tiempo; es un problema, del que yo no tengo solución; ahora, incluso
sonrío, al pensar que yo enfermé, por miedo a la muerte; en el fondo, no hubiese sido mal
clérigo, aunque lo del celibato, fastidia un rato. He decidido quitarme el hábito, “que no
hace al monje”, pero favorece un montón. Me gusta más el traje de luces, azul marino y
oro, para convertirme en un torero valiente, y de espada caliente; matador, que busca el
hoyo de las agujas de sus toros, entrando con fijeza y determinación, hacia la gloria.
Mi padre, mi mejor amigo, es afortunado, por tener a mi madre, y a tres hijos que le
quieren. Ha sufrido mucho. Mi progenitor ha superado las enfermedades de mi madre y la
mía, sacando adelante una familia, de la que me siento orgulloso. Cuanto más le conozco,
más le admiro; ejemplo de fidelidad a la persona amada, a unos colores, a su pueblo, a su
país, y a sus hijos. Gracias papá, por dejarme ganar, a veces, al ajedrez; en el juego de la
vida, sigues dándome lecciones.
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En cuanto a mí, he nacido para morir. Hasta entonces, practico el juego de la vida;
un juego, en el que, ni se gana ni se pierde, se participa. Yo no decidí cuándo empezaba el
partido, ni sé cuándo terminará; puede que así sea más interesante. Si el encuentro no
tuviese fin, seria eterno, y todo lo que no acaba, nunca ha empezado; por tanto, te
recomiendo, que aproveches cada instante. Después de un momento precioso, llega la
vulgaridad; lloro desconsoladamente, al saber el secreto de la vida; nadie me ha visto llorar
así, a pesar de que he de cavar en la tierra, la tumba que sé que me espera. Este es un juego
de búsqueda, en el que, lo deseado, no se encuentra, aparece. Como dice Unomás: “No por
mucho vivir, se muere más temprano”.
Mi felicidad está oculta, en las sombras de mi mente; jugar a vivir, ilumina el rincón
más oscuro de mis pensamientos; quiero dejar de ser el Dios de mi país de las páginas, y ser
un hombre, en la civilización de los hombres y mujeres; ser sencillamente, una persona,
como otra cualquiera que busca el amor, la felicidad, y la alegría, sin separarse de la
realidad del mundo, y aceptando los defectos y virtudes, de éste. Porque sólo un Dios,
podría cambiar lo que no le gusta del mundo, y el camino hacia la Divinidad, es la misma
vía que conduce a mi locura. Sólo los niños, los borrachos, y los locos, decimos la verdad.
Ser sincero (mi gran defecto), me delata como niño grande, antiguo borracho, y proyecto de
loco. Tengo tantas cosas que contar, que estas páginas me parecen pocas; tras este libro,
vendrán otros, porque ya no puedo estar callado; el silencio martillea mi cabeza. Ahora, por
fin, he sacado los demonios y, sobre todo, los dioses que me martirizaban.
En cuanto a ti, deseada lectora, sólo puedo decirte, que no voy a morirme, sin volver
a probar la fragancia de tus labios de fresa, y que esconden para mí, el mayor de los tesoros:
tus soñadas sonrisas. Esos paseos por los vellos púbicos de tantas chicas maravillosas, no
son más, que recursos literarios; mejor llamarlos bromas, para tratar de que tu permanente
presencia en mi memoria, se desvanezca un poco, sólo un poco. Vive en mí tu recuerdo,
que alimenta mis sueños con tu alegría. Te quiero, Leti. Estoy deseando beber del cántaro
de tu boca, mi verdadero escudo de armas. No busco a alguien como tú; trato de encontrarte
a ti. Porque esa noche mágica en que tomé tu mano, descubrí, lo que tantas veces había
anhelado, en las páginas de esos libros, y que me convirtieron en un bohemio (aspirante a
don Quijote), y tan enfadado con el Dios que me maneja, como Augusto Pérez. Quizás,
todo fuese tan fácil, como volver a Salamanca, muchos años después, del personaje de
Niebla, dónde las mujeres sois hermosas, como las flores en primavera; pero, no una
estación cualquiera que convierte el invierno en verano, sino, como la del más bello mes de
abril, que el mundo haya visto, jamás. Allí fue dónde hablamos, por primera vez,
retrocediendo en el tiempo, hasta un puente de agosto, de mediados, de los 90, y decirte,
mirándote a los ojos, la gran verdad de mi vida; no voy a poder querer a ninguna mujer, con
el ímpetu, que lo hice contigo. Si quieres que seamos amigos, lo seremos. Si no sientes
nada ya, por mí, no me pidas que te olvide. Descartes dice, que Dios existe, porque somos
capaces de pensar en él, por tanto tú, siempre existirás en mi mente, porque no hay nada
que pueda borrar la huella que dejaste en ella. Desde luego, tú eres mi más bello público, y
prefiero no hacer más juegos de palabras, una v que sustituye una b, o una l de menos, me
parecerían triviales, para describir tu paraíso, en el que espero me dejes, alguna vez, entrar.
La vida es sueño, pero lo bonito de los sueños, es soñarlos; es el primer paso, para que se
hagan realidad. Si éste se cumpliese, mi amor hacia la Literatura, alcanzaría cotas, como las
que tiene mi pasión por ti. Una simple carta, aunque algo extensa, trato de convertirla en un
presente, para una chica maravillosa.
Me cuesta despedirme de este libro; quisiera que no se terminara. Pero debe morir;
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estaba escrito, desde que nació; pronto será un recuerdo, como mi primer beso, mis dos
viajes a Wembley, los dos conciertos de Hombres G en la plaza, nuestro paseo cogidos de
la mano, el histórico triplete de este año… bonitas reminiscencias que me permiten apreciar
los placeres de la existencia, todos ellos insuficientes mas absolutamente deliciosos. Pero el
juego de la vida continua, y yo camino hacia mi muerte, con paso firme. Llegados a este
punto, me gustaría saber, cuántos he acertado en mi quiniela; espero, al menos, tener
fortuna, en la casilla cuatro. Si Ana Raquel no existiese, habría que inventarla.
Un beso, y gracias, por llegar hasta aquí.
Miguel
Valdemoro, 29 de mayo de 2009
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NOTAS
1- Remedios Nieto Lorca.
2- Escritor que vendrá a mostrar el camino, según el Corán.
3- La Divina Comedia de Dante.
4- En el original de Dante aquí aparece la Virgen María, el autor la sustituye por su madre.
5- Viaje de Obelix desde Valdemoro a Nápoles.
6- El autor.
7- Van Gogh.
8- Socrates.
9- Fundador en 1899 del F.C. Barcelona.
10- Guiño a la muerte.
11- La Demencia.
12- La Juventus en esta obra simboliza la muerte y su cancerbero es el internacional italiano Gianluca
Buffon.
13- Emisora local.
14- Johan Cruyff.
15- La Mujer Azul para Baudelaire es la madre, encarnación de la Virgen María; mientras que las mujeres
rojas son las prostitutas.
16- Hospital madrileño.
17- Futbolista holandés autor del gol más importante de la historia del F.C. Barcelona.
18- Mítico estadio inglés, posiblemente la catedral del fútbol mundial.
19- El F.C. Barcelona se proclama campeón de Europa por segunda vez en su historia.
20- Derrota histórica del F.C. Barcelona frente al Steaua de Bucarest en los lanzamientos desde el punto
fatídico.
21- Imágenes de la retransmisión televisiva en las que el autor sale festejando el tanto culé.
22- Delantero del F.C. Barcelona, Marcos Alonso.
23- Bernd Schuster, jugador alemán del F.C. Barcelona, quien tras el gol de su compañero Marcos, guiado
por la rabia contenida; se puso a hacer cortes de manga a sus rivales madridistas.
24- En un final de temporada muy incierto, un miércoles el F.C. Barcelona cae derrotado en su feudo ante el
Real Madrid en las semifinales de copa del Rey; mas al siguiente domingo le arrebata el título liguero en la
segunda Liga de Tenerife.
25- En esta obra Asturias (la utopía) tiene por capital a la patria chica del autor.
26- Esta chica será tomada más adelante cómo la princesa de Roma.
27- Alter ego del autor, humilde y sencillo.
28- Alter ego del autor, narcisista y egocéntrico.
29- En la obra el autor llama Carolina a su madre en homenaje a Carolina Dufays, madre de Baudelaire.
30- El rey Creces es el monarca de Asturias (el padre del autor) a quien Obelix idolatra.
31- Don Salvador, director del Samer Calasanz, colegio en que el autor curso E.G.B.
32- La vieja señora (la Muerte), la Juventus italiana.
33- Schopenhauer.
34- Hospital madrileño.
35- Antonio Paredes Alguacil, primo del autor.
36- Paula González Alguacil, hermana del autor.
37- Joaquín González Alguacil, hermano del autor.
38- Años de nacimiento del autor y sus hermanos.
39- Remedios Alguacil, tía del autor.
40- Cosme Marcos Morante, tío del autor.
41- Colegio San José.
42- E.G.B.
43- Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo.
44- El autor estudió electricidad para seguir los pasos de su padre, electricista de profesión.
45- Esther de Miguel, profesora del autor.
46- La casa de Esther se encuentra al final del Paseo de la Rambla de Valdemoro, al final de Las Ramblas
de Barcelona está la fuente de Canaletas, lugar de celebración de gestas azulgranas.
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47- Madrid, zona de Santa Engracia cercana a Vallecas, donde el autor estudió en la Universidad
Politécnica.
48- El proyecto fin de carrera del autor fue un mapa de ruido de San Sebastián de los Reyes, ejecutado en
colaboración con el toledano Luis Sánchez.
49- Base aérea de Getafe.
50- Capitán Mañero.
51- Fundador de Joaquín Mazarracín S.L., donde han trabajado: el autor, su padre y su hermano Joaquín.
52- S.G.T. (compañía de broadcast).
53- José María Álvarez González, jefe del autor en su etapa en S.G.T.
54- Compañeros del autor en su etapa en S.G.T.
55- Juan Reig Castro, amigo personal del autor.
56- Prensa asturiana inventada por el autor.
57- Bar Horoscopo.
58- Leticia.
59- Amigos de Joaquín González Alguacil.
60- Ascensión Alguacil, tía del autor.
61- Manolo García, cantante.
62- Andalucia.
63- Jugador portugués que traicionó al el F.C. Barcelona fichando por el Real Madrid.
64- El autor.
65- Abuelo paterno del autor.
66- Abuela paterna del autor.
67- Iglesia de Valdemoro.
68- Juan Pañeda, cuñado del autor.
69- Luís Dettoni, doctor.
70- Claudio Román Acosta Fuentes, psicoanalista.
71- Francisco Cañas, psiquiatra.
72- El coche del autor, un Seat Toledo de color albero.
73- La cama.
74- Estadio Camp Nou de Barcelona.
75- Antiguo campo, ya desaparecido, donde el Atlético Valdemoro jugaba como local.
76- El padre del autor vestido de futbolista del Atlético Valdemoro.
77- Dama imaginaria.
78- Julián Alguacil, tío del autor.
79- Etarras.
80- Arzayus.
81- Raquel(no confundir con Ana Raquel), Montse, Loli y Leticia.
82- Raquel Gallardo, esposa de Antonio Paredes.
83- Cristóbal Colón.
84- Consulta del psicoanalista argentino.
85- Joaquín Paredes Martín, tío y padrino del autor.
86- María Alguacil, esposa de Joaquín Paredes y tía del autor.
87- Geografía fantástica.
88- Juan Manuel Gómez, amigo personal del autor.
89- Izquierdistas.
90- F.C. Barcelona.
91- Ciempozuelos.
92- Descripción onírica de la habitación del autor.
93- Músicos del agrado del autor.
94- Jugador y entrenador del F.C. Barcelona.
95- Jordi Pujol.
96- Bienvenidos, en catalán.
97- Asesino etarra.
98- San Sebastián.
99- Miguel Ángel Blanco.
100- Euskadi.
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101- Símbolo proetarra.
102- Bilbao.
103- Vitoria.
104- El autor asiste con su padre al Arsenal-F.C. Barcelona celebrado en dicha fecha en Wembley.
105- Fernando Couto.
106- Referencia a la estatua de Colón situada al final de las Ramblas cerca del mar.
107- Rivales del Atlético Valdemoro.
108- Ex-jugadores del Atlético Valdemoro.
109- Amigos personales del padre del autor.
110- El Duo Dinámico.
111- Amigos del autor.
112- Mítico presidente de la Juventus, simboliza el ángel negro que viene a recogernos para dejarnos en
brazos de la vieja señora, la Muerte.
113- Miguel Ángel Nadal.
114- Apelativo del Barça de Cruyff.
115- Primer coche del autor, un Ford Fiesta color verde bosque.
116- Personaje del Quijote.
117- Trigésimo tercer cumpleaños de Ana Raquel y día de la Hispanidad
118- Acogerse a sagrado en la Edad Media era refugiarse en tierra sagrada , como iglesias o catedrales, en
nuestro relato la Madre.
119- Mujeres por las que el autor siente admiración.
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