En la Orilla del Silencio - Espacio Fundación Telefónica

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“Jamás quisiera que importe más la fotografía que realizo,
que la naturaleza que la inspira”.
Claudio Almarza
Parque Nacional Torres del Paine, septiembre 2010.
Fundación Telefónica presenta el trabajo del naturalista y fotógrafo chileno Claudio Almarza,
desarrollado en el Parque Nacional Torres del Paine. Ecosistema que ha inspirado su profundo y
genuino interés por el resguardo y conservación de esta zona del planeta, recientemente distinguida como la 8ª Maravilla del Mundo.
La exposición se enmarca en la iniciativa impulsada por el autor: “Desafío Conservación Patagonia”,
orientada a la documentación científica y fotográfica para educar acerca de la importancia de preservar la biodiversidad austral.
La muestra, organizada en tres salas, refleja el riguroso estudio y dedicación del especialista.
El trabajo documental de Almarza converge en la moderna tendencia Science & Art (ciencia y
arte); la que nos permite contemplar escenas inéditas del paisaje patagónico bajo un estricto
tratado estético, como también aprender del comportamiento de las especies y geografía que
conforman la naturaleza salvaje de esta zona protegida.
La presentación del detallado material gráfico-­científico conjuga las voluntades del autor en
conjunto con variadas instituciones invitadas a formar parte, con un objetivo claro: despertar la
conciencia ciudadana a través de la educación y sensibilización, a fin de generar medidas concretas para la restauración y conservación del Parque Nacional Torres del Paine, declarado por la
UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 1978.
El Amor de un Naturalista por Torres del Paine
Desde el momento en que Claudio Almarza llegó a la Patagonia (1994), su visión de la naturaleza varió radicalmente. A casi dos décadas del
primer contacto con el Parque Nacional Torres
del Paine y la fascinante biodiversidad de las
242.242 hectáreas protegidas, sigue siendo ese
el momento alquímico que trocó al fotoperiodista en un naturalista.
El Parque encierra uno de los conjuntos naturales de mayor valía en el mundo, siendo declarado como Reserva de la Biosfera en 1978. Encierra 17 diversas formaciones boscosas, enormes
sistemas hídricos, la afamadísima cordillera Paine, y una flora y fauna de características profundamente salvaje y desconocida.
Debido a sus grandes atractivos naturales los
visitantes a Torres del Paine han ido en aumento en la última década, lo que ha influido, también, en un importante deterioro producto de la
negligencia humana con dos mega-­incendios,
que mermaron seriamente importantes zonas
vegetacionales. Debido a ello, este naturalista a
dedicado parte sustancial de su trabajo a la conservación del Parque, acrecentado sus estudios
y documentación de este maravilloso ecosistema, con el fin de crear suficiente material educativo que entregue a la comunidad un mayor
conocimiento de la vida en esta reliquia de la
Patagonia chilena.
El mundo es nuestro hábitat y si no lo conocemos, no lo respetamos. Almarza dice: “La información es vital para entender; si tu no conoces, no sabes, y si no sabes no puedes cuidar o
proteger, mucho menos valorar. El que conoce
entiende el valor de lo que posee, y si lo entiende, lo protege. Una filosofía de país para la
conservación de la naturaleza debe estar dada
por el necesario traspaso del conocimiento en
todo ambiente social para así fortalecer la
educación y una mejor conducta en torno a
nuestra biodiversidad”.
Como un manto verde que se agiganta y transforma a los árboles en formidables guardianes de
la geografía de Torres del Paine, los bosques residentes, centenarios y vivos, son parte fundamental del entramado natural del Parque.
El agua, factor elemental de la vida en la Tierra, es también fundamento de los ecosistemas del
Parque Torres del Paine. La era glacial sucedida en el Pleistoceno –2 millones de años atrás– cubrió de hielo todas las áreas del Parque, exceptuando las cumbres más altas.
Destaca, de entre las 17 formaciones vegetacionales residentes, el Bosque Magallánico Deciduo, con asociaciones de lengas (Nothofagus pumilio), coihue (Nothofagus betuloides) que se
erigen en gran altura –hasta 40 metros– en búsqueda del sol, predominando de entre el resto
de las asociaciones arbustivas.
Ciclos de fuerzas volcánicas y presiones sísmicas, sumados a la inclinación y empuje cordillerano, provocaron la retirada de esos mantos. Sus vestigios son los Campos de Hielo Patagónico
Norte y Sur, la tercera masa de agua dulce más grande del planeta, que se adentran en Torres
del Paine con kilométricas lenguas glaciares. Campos de Hielo Sur es el generador de los vistosos
glaciares Pingo, Zapata, Tyndall, Geykie, Dickson y Grey.
La familia de los Nothofagus es la más antigua del continente, sus orígenes se remontan a unos
45 millones de años atrás, posterior a la formación de Gondwana. De lento crecimiento, los bosques magallánicos deben alcanzar unos 300 años de antigüedad para considerarse maduros.
Ambas especies, coihues y lengas, son especialmente resistentes al frío y a la ausencia de calor,
los primeros predominan en los sectores hasta 1000 metros de altitud, mientras que las lengas
se desarrollan en alturas mayores hasta el inicio de las morrenas.
El derretimiento de los hielos generó a los lagos Dickson, Paine, Azul, Nordenskjöld, Skottsberg,
Pehoé, Grey, Sarmiento y Toro –entre otros– que, en conjunto, son parte esencial de la extensa
red hídrica de la zona y que funda, mantiene y alimenta a la riqueza ecosistémica que detenta
el Parque y que lo convirtieron en Reserva de la Biosfera de UNESCO el año 1978.
Las estaciones de primavera y verano transforman a la flora en un colorido espectáculo. Las
llanuras, los bosques y los faldeos cordilleranos se llenas de flores. Torres del Paine cuenta con
más de 150 tipos de familias florales, con un alto porcentaje de endemismo –vale decir, que
son únicas de este territorio– y con una importancia fundamental para el equilibrio ecológico
del Parque.
Las flores, pequeñas y gráciles, son alimento de insectos y animales de poco tamaño, cuya voracidad provoca que el polen que se pega en sus diminutos cuerpos polinice o fecunde a otras
flores generando el proceso de reproducción para futuras semillas y frutos.
Entre las principales variedades florales están las orquídeas (Chloris chilensis), con siete especies que conviven en el Parque: Chloraea chica, Gavilea araucana, Gavilea littoralis, Gavilea
supralabellata, Chloraea magellanica, Codonorchis lessonii y Gavilea lutea. Además destacan
las amarillas y muy características flores del calafate (Berberis microphylla) y del capachito
(Calceolaria biflora); otra flor emblemática es el zapatito de la virgen (Calceolaria uniflora), de
tonos anaranjados y con manchas oscuras.
Símbolo del Parque Nacional, las montañas del Paine se han transformado en un punto de admiración desde hace siglos. Se cuenta que algunos habitantes originarios de la Patagonia, los
Aonikenk, venían a observar las formaciones rocosas que hoy son devoción de escaladores de
todo el planeta que desafían a la geografía y clima siempre cambiantes.
Las tres grandes agujas de granito, las Torres del Paine, símbolo clásico del Parque, emergen en
medio de la montaña: la Torre Sur o D’Agostini de 2.850 m.s.n.m, seguida de la Central de 2.800
m.s.n.m y la Norte o Monzino de 2.600 m.s.n.m.
Igualmente destaca el Paine Grande, cuya cumbre llega a los 3.050 metros de altura, siendo
la más alta de toda esta latitud. Los Cuernos del Paine, otra postal notable, llega en su cima
más alta a los 2.600 m.s.n.m. Destacan también los cerros Aleta de Tiburón (1.850 m.s.n.m),
Peineta (2.550 m.s.n.m), Almirante Nieto (2.670 m.s.n.m), Fortaleza (2.900 m.s.n.m) y escudo
(2.700 m.s.n.m).
Las aves encontraron en el Parque Nacional
Torres del Paine un refugio seguro. Las diversas formaciones vegetacionales que componen el área, un total de 17 incluyendo bosques, matorrales y estepas, son el hábitat de
más de un centenar de familias de aves. Diversas en hábitos, tamaños y particularidades, se
han contabilizado un total de 126 especies.
Existen desde enormes ejemplares terrestres
como los ñandúes (Rhea pennata pennata)
que con gran velocidad y destreza usan sus
alas cual alerones para virar y cambiar de súbito su rumbo, hasta los majestuosos e imponentes cóndores (Vultur gryphus), quienes
con sus casi 3 metros de envergadura alar
sobrevuelan a gran altura aprovechando las
corrientes cálidas ascendentes.
Ambos comparten con especies más pequeñas en tamaño, pero de vital importancia para
el equilibrio ecológico del Parque: cisnes de
cuello negro, pimpollos, taguas, caiquenes,
hualas, carancas y flamencos se ubican en las
riberas hidrográficas; mientras en los bosques
que guían hacia lago Grey, se visualizan coloridas catitas, la cabeza roja de los carpinteros
magallánicos, tucúqueres, caranchos y cometocinos, tan sólo por nombrar algunos.
De menor número que las aves pero con una alta
cantidad de representantes y familias, los mamíferos del Parque Nacional Torres del Paine viven en
completa libertad y resguardo, poblando y enriqueciendo los diversos ecosistemas del lugar.
Encontramos al puma (Puma concolor), quien se
ubica en la cúspide de la cadena trófica del Parque
y principal carnívoro sudamericano; el huemul (Hippocamelus bisulcus), ciervo de mediana estatura
que vive en las laderas, montañas y zonas boscosas,
además de ser figura emblema del escudo nacional;
y el guanaco (Lama guanicoe), camélido nativo del
continente que vive en grandes grupos familiares y,
tal vez, los más fáciles de poder avistar.
Dos tipos de zorros también destacan en Torres: el
chilla (Lycalopex griseus), de unos 90 centímetros
de altura y 4 kg de peso; y el culpeo (Lycalopex
culpaeus), el zorro más grande del país, de hábitos
nocturnos, solitario y que llega a pesar 12 kg y medir 120 centímetros. También está el chingue (Conepactus chinga), afamado por su pelaje albinegro y
por el apestoso perfume que lanza cuando se siente
amenazado.
El Fine Art en la Fotografía de Naturaleza
Las Bellas Artes es una corriente nacida en el siglo XVII y que desarrolló a la estética como foco primario de atención, siendo el artista el encargado de aplicar
técnicas que permitan concretar un estilo depurado, fino y expresivo.
Este género ha sido usado en diversas disciplinas artísticas, creando un fuerte
nicho de perfeccionamiento en la fotografía, la que se remonta como tendencia
artística desde 1945 y que busca entregar la percepción del artista mediante
el uso efectivo de técnicas y una individual creatividad. Hoy en día, la moderna
corriente Fine Art mantiene los mismos principios, pero se torna más exigente
en términos de la durabilidad de la obra; sea por su estabilidad química como un
obligado soporte (papel) libre de ácidos.
Claudio Almarza incorpora esta corriente a su trabajo, manteniendo indivisible
su trayectoria naturalista respecto del artista. Y es que ambas convergen de manera poderosa en su extensa obra que busca emocionar y hallar el sentimiento
más profundo del observador. La finalidad es palpar la conciencia a través de los
sentidos; el despertar de la reflexión mediante el discurso estético. Una ecuación
entre un arte sublime y contenido.
En palabras del autor, “la fotografía es una voz icónica e ilustrada de infinitos
signos directos a la mente del espectador”.
“La naturaleza tiene sus formas para mostrarnos el valor de las especies y como
todas conllevan a favorecernos en un mutuo desarrollo. Y es que, todos formamos
parte de la ecuación de la vida y de este planeta… pues, no tenemos otro”.
Claudio Almarza
Parque Nacional Torres del Paine, invierno de 2001.
“El lugar es de los más salvajes y grandiosos. Selvas, lagos, ríos, cascadas,
constituyen el pedestal de este fantástico castillo torreado, con murallones
gigantescos, acorazado de hielos, sobrepasado por agujas de terrible aspecto que
tanta seducción ofrecen al denuedo de los montañistas”.
Alberto D’Agostini.
El Parque Nacional Torres del Paine
detenta un salvajismo animal desconocido. Los pumas (Puma concolor),
son los principales depredadores en la
cadena alimenticia de esta zona patagónica. Es sigiloso y extremadamente
táctico al momento de cazar. Son muy
territoriales, con zonas que alcanzan los
150 km2 y que en una jornada recorren
hasta 50 km2. Generalmente solitarios,
es en la noche cuando desarrollan todo
su potencial táctico logrando presas altamente valoradas como los guanacos,
pues le permiten alimentarse hasta por
3 días. Animal emblemático del Parque,
la cifra de ejemplares que vive en Torres
ronda los 40 ejemplares.
“El amor por todas las criaturas vivientes es el
más noble atributo del hombre”.
Charles Darwin
Embajador de Canon
Claudio Almarza agradece a las siguientes empresas e instituciones por su vital apoyo al
desarrollo de la difusión de nuestra naturaleza:
El trabajo realizado en el Parque Nacional Torres del Paine por parte de Claudio Almarza, ha
contado con un gran aliado: Canon.
La compañía fotográfica de origen japonés, ha promovido el trabajo de Almarza con la designación
de “Embajador Canon”. Esto no sólo significa un importante reconocimiento a la extensa carrera
del fotógrafo y apoyo de material, sino también una conjunción de visiones y filosofías respecto
a la naturaleza, su conservación y promoción de la misma con fines educativos.
La filosofía de la empresa Canon se denomina Kyosei. Una definición breve de esta palabra
sería “vivir y trabajar juntos por el bien común”. Consecuente con ello, a nivel mundial están
los embajadores de Canon; en Estados Unidos el programa de investigación en ecosistemas
Canon Nacional Parks Science Scholars, además de la conocida iniciativa Clean Earth Campaign
para el cuidado del medio ambiente; y en Europa, trabaja activamente con la WWF (World Wild
Foundation).
En Chile, ha sido fundamental en el apoyo otorgado a Claudio Almarza, permitiéndole a través
de su proyecto “Desafío Conservación Patagonia”, generar documentos fotográficos de máxima
calidad y contribuir de esta manera a la educación y difusión de la biodiversidad del Parque
Nacional Torres del Paine y otras áreas sensibles.
Proyecto Desafio Conservación Patagonia
www.claudioalmarza.org
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