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DEUDA EXTERNA.
Mecanismos de perpetuidad y usura. Mitos, engaños y los efectos en la economía
La deuda es un condicionante total y absoluto, no solamente de las finanzas públicas, sino de la política
económica argentina. El que no entiende esto no entiende de finanzas, no entiende de economía y no
entiende de política.
Segunda observación, la deuda no es un hecho aislado, no es algo que nos ocurrió una vez y ahora lo
estudiamos como una cosa del pasado: es un proceso, es un sistema, es un mecanismo viviente que
estamos pagando todos los días. Es importante saber esto, por que hoy en día un discurso del tipo
oficialista trata de endilgar todos los males de la deuda al pasado, cuando lo estamos sufriendo también
en el presente y la van a sufrir las generaciones venideras.
La tercera observación es que si la deuda no es solo un hecho aislado, entonces es un sistema. ¿Cual es
la lógica que lo rige? Todos hemos oído hablar de usura, y normalmente lo asimilamos a la interpretación
corriente: la usura es el abuso que el acreedor, en función de su préstamo, hace sobre el deudor.
Pero extrapolando esto y llevando el tema al fondo de la cuestión, la usura es algo mucho más profundo
y mucho más perverso. La lógica del usurero no es que el deudor, cualquiera sea el sacrificio que haga,
le pueda pagar la deuda; la lógica del usurero es que el deudor nunca le pueda pagar la deuda, porque
el usurero vive de ése préstamo. Ésta regla de la usura, donde el deudor nunca deja de ser deudor, se
aplica a los individuos, se aplica a las instituciones y se aplica a los países.
La deuda pública argentina está concebida bajo ésa lógica, entonces se nos dice con toda
superficialidad: "No importa que no haya posibilidad de pagar la deuda mientras se la pueda refinanciar".
Y ésta es la trampa de concepto, la trampa del endeudamiento perpetuo, porque si yo deudor no puedo
cancelar una deuda estoy obligado inexorablemente a refinanciarla a medida que va venciendo. Si yo
tengo un cúmulo de deuda impagable esa deuda está destinada a ser refinanciada periódicamente.
La totalidad de la deuda argentina se refinancia y además se esta agrandando a un ritmo de U$S
10.000.000.000 por año que la deuda sigue creciendo. Ésta es la cruda realidad, esta es la trampa de la
deuda pública, que es la trampa de la deuda perpetua, una deuda que no se puede cancelar y se
refinancia en forma continua.
La última información del Ministerio de Economía con respecto al stock de deuda es de septiembre de
2011. Al 30 de septiembre pasado el Estado Argentino debía U$S 187.000.000.000. Cabe aclarar que
esto es la deuda solo en cabeza del Estado central, no está la deuda cuasi fiscal del Banco Central, no
están las deudas de provincias y municipios, de empresas del Estado, organismos, fondos fiduciarios, ni
deudas contingentes por juicios contra el Estado.
Este año, según presupuesto, le caen al país vencimientos de capital por U$S 40.000.000.000
(cualquiera puede consultar esto en la página web del Ministerio de Economía) y se refinancian
continuamente porque el país no tiene dinero para poder cancelar capital. Se refinancia en su totalidad y
además se toma nueva deuda, porque vencen U$S 40.000.000.000 y se prevé tomar nueva deuda por
U$S 51.800.000.000, es decir casi U$S 12.000.000.000 más. La deuda está creciendo en los últimos
años a un ritmo no menor de U$S 10.000.000.000 por año, por ende no es cierto que nos estemos
desendeudando.
Esto es deuda por capital, que no se paga sino que se refinancia. En realidad lo que se está haciendo es
un lavado de deuda, por que cada deuda nueva que se refinancia significa que la deuda anterior
desaparece y se reemplaza por títulos nuevos; es el equivalente al lavado de dinero porque de esta
manera se pierde la referencia de la deuda original. El país está en este mecanismo de refinanciación
permanente desde hace más de 30 años.
Esto es el capital, vencimientos que no se pagan; lo que sí se pagan son los intereses. A la Argentina le
caen este año intereses por U$S 10.200.000.000, que son U$S 28.000.000 por día, U$S 1.200.000 por
cada hora que pasa de nuestras vidas, como en un contador de taxi. De eso que se paga en intereses, el
70 % está en moneda extranjera. Lo que se paga por intereses es $ 45.000 millones, equivalente a esos
U$S 10.000.000.000. Para tener un dato comparativo el presupuesto en Salud es de $18.000 millones, o
sea pagamos de intereses dos veces y medio lo que es el presupuesto de Salud de la Nación; el
presupuesto de Seguridad Interior es de $ 22.000 millones, el presupuesto de Defensa de la Nación no
llega a $ 20.000 millones, el de Educación es de $ 19.961,4 millones. Esto para poner en contexto y
explicar cual es el grado de sacrificio que implica el pago de intereses en relación a la renovación
permanente del capital. Esta es la trampa; incluso, la Argentina no paga la totalidad de los intereses:
una parte, entre U$S 1200 y U$S 1300 millones por año, se capitaliza. Esto quiere decir que el interés
que vence y no se puede pagar se transforma en capital y se refinancia, por eso el anatocismo es la
clave de la usura: el interés sobre los intereses. Es decir que la Argentina no solo no paga un centavo de
capital sino que, además, capitaliza una parte, no llega a pagar la totalidad de sus intereses.
Los servicios de capital son crecientes: este año vencen U$S 40.000.000.000 de capital, el año que viene
vencen U$S 43.000.000.000, en 2014 vencen U$S 46.000.000.000. De intereses se pagan U$S
10.000.000.000, U$S 13.000.000.000 el que viene y U$S 16.000.000.000 el 2014. Todas estas cifras son
del Presupuesto Nacional, es decir que el Congreso está aprobando deuda impagable, que no tiene
capacidad de repago, y cuando tengo una deuda sin capacidad de repago tengo una deuda perpetua.
Ese es el nudo de la cuestión, entonces estamos en el círculo vicioso perpetuo de la usura: tenemos una
altísima deuda impagable, esa deuda genera intereses, ni siquiera podemos pagar la totalidad de los
intereses y tenemos que patear para adelante la totalidad de los vencimientos de capital. Los intereses
pasan al gasto corriente, el gasto corriente genera déficit
(porque la Argentina en este momento tiene déficit fiscal, producido por el pago de intereses) y eso
obliga a tomar más deuda, entonces el circuito vuelve a empezar.
Pero lo importante es saber qué está pasando hoy en relación a esto, pese a que el gobierno como toda
administración trata de soslayarlo. La Argentina está en el epicentro de una nueva crisis de deuda: si el
sistema de deuda es un sistema de servidumbre permanente es inevitable que periódicamente (a nivel
internacional se estima que entre 3 y 5 años los países caen en crisis de deuda) tenga que “barajar y dar
de vuelta”, es decir producir una nueva refinanciación, porque no puede pagar. Nosotros estamos
haciendo eso desde la caída del gobierno militar: primero fueron los acuerdos de Alfonsín en Nueva York
de 1985-1987, cosa que no duró ni tres años porque tuvo que dejar el gobierno anticipadamente tras
una nueva crisis de deuda en el 89’, luego llega el gobierno de Menem que firma un supuestamente
exitoso acuerdo, el ‘Plan Brady’, y en 1995 tiene que firmar debido al ‘Tequila’ un seguro con todos los
grandes bancos; acuerdo que le alcanza justo para dejarle la papa caliente al gobierno de De la Rúa.
Estalla la deuda nuevamente y en el año 2001 De la Rúa-Cavallo dicen haber logrado un exitoso
‘Megacanje’, que no duró ni 6 meses, y volvió a haber una crisis de deuda. Lo interesante es que la
actual administración firma un acuerdo de ‘Megacanje’ en 2005, el acuerdo Kirchner-Lavagna, que no
duró ni tres años porque en este momento la Argentina está paliando la situación refinanciando la
totalidad de la deuda, agregando nueva deuda y tomando medidas de emergencia económica para
controlarla. ¿De qué forma opera esto? Lo estamos viendo en estos días: el gobierno no tiene recursos
para cubrir los pagos y la refinanciación de la deuda. Cuando asumió el ministro Boudou en Economía
fijó la llamada ‘Hoja de ruta’, que consistía en, primero, resolver los juicios con los tenedores de bonos
que no entraron en el acuerdo de 2005. En este momento eso implica una masa de U$S 10.000.000.000,
de los cuales la mitad está en juicio, y que la Argentina está perdiendo: el famoso juez Griesa está
dictando continuamente sentencias que la Argentina no cumple; lo mismo pasa con las del CIADI: Eso se
lo puede patear hoy, mañana o pasado pero inexorablemente nos caerá un embargo o una presión
directa para pagarlo. Ocurre que el gobierno carece del superávit para pagar la deuda: el año pasado el
déficit fiscal fue de $ 30.700.000.000. El gobierno confunde a la opinión pública diciendo “Tenemos
superávit primario”, pero eso es el resultado sin contar los intereses; cuando se los cuenta aparece el
déficit de $ 30.700.000.000. Esta ‘Hoja de ruta’ implica que la prioridad del gobierno es resolver los
juicios con los tenedores de bonos que le hacen juicio a la Argentina porque no entraron en el acuerdo
de 2005. Segundo, arreglar la deuda con los países del Club de París, con la paradoja de que más de la
mitad de esa deuda proviene de deuda ilegítima arrastrada desde el último gobierno militar. ¿Y todo esto
para qué? Para volver al mercado internacional de capitales, que en buen romance significa volver a
endeudarse, así que todo este esfuerzo que estamos viendo ahora con la emisión de dinero que hace el
Banco Central para prestarle adelantos al Tesoro, para que este pague deuda con aumento de las
reservas del Banco Central que se prestan al gobierno para que a través del ‘Fondo de
Desendeudamiento’ pague deuda a los organismos multilaterales y a los acreedores privados y,
consecuentemente, la deuda paralela que está tomando el Banco Central para comprar esos dólares que
le presta al gobierno para pagar deuda. O sea que el Banco Central imprime billetes para comprar
dólares, esos dólares los incorpora a las reservas, luego presta esas reservas al Tesoro para que este
pague deuda externa. Además, el Banco Central se queda con la deuda en pesos por LEBAC y NOBAC
que tuvo para comprar esos dólares. En este momento el Banco Central tiene por este concepto deuda
de U$S 25.000.000.000; por eso el gobierno tiene que modificar la Ley de Convertibilidad y la Carta
Orgánica del Banco Central porque era ilegal que el Banco Central le girara al gobierno más dinero que
el permitido por la Carta Orgánica, entonces tuvieron que modificar la Ley de Convertibilidad para
efectuar esos pagos. La clave del manejo del gobierno está en el uso de la deuda intraestado, esto es:
utilizar el dinero excedente de otras agencias del Estado para tomarlos prestado y con eso pagar deuda.
Le prestan al Estado fundamentalmente la ANSES y el Banco Central, pero le prestan también un montón
de agencias como los fondos fiduciarios, la AFIP, la Lotería, ¡hasta el PAMI!; o sea estamos ya a en ese
nivel de necesidad. Esa plata prestada en pesos o en dólares es para que el Estado les pague a los
acreedores externos, o a los internos y le entrega una especie de ‘vale de caja’, un título, a la ANSES o al
Banco Central, con lo cual el Estado está empapelando su propio erario. Alguno podrá objetar que si el
Estado se endeuda consigo mismo el acreedor y el deudor son la misma persona y, por lo tanto, la
deuda es neutra, pero eso es una trampa: la plata que le presta la ANSES al Estado no es del Estado, es
de los jubilados, la ANSES la administra pero de los más de $ 209.000.000.000 que tiene acumulado la
ANSES el 55% está prestado al Estado y, mientras tanto, la ANSES no actualiza por ley el 82% móvil
jubilatorio y cesantea todos los juicios por actualización que le están haciendo para privilegiar el traspaso
de dinero al Estado para que le pague a los acreedores privados. Es un verdadero lavado de deuda lo
que se está haciendo, y se hace frente a las narices de todo el mundo mientras se dice que se está
avanzando en materia de desendeudamiento. Es un juego bastante peligroso porque ya se está
apelando a medidas desesperadas. ¿Por qué? Porque sostiene un retraso cambiario. Esto se debe a que
recauda en pesos pero tiene que pagar deuda en dólares, entonces cuando más bajo sea el valor del
dólar, más dólares puede comprar. Esta es la famosa pugna entre la economía productiva, que necesita
y quiere un tipo de cambio alto, y la economía financiera ligada a la deuda, que quiere un cambio bajo.
Por eso estamos viendo una paradoja: inflación con retraso cambiario, que es contradictorio porque
cuando hay inflación, generalmente, se afloja el valor del dólar, pero el gobierno lo está reprimiendo
porque necesita desesperadamente esos dólares para pagar servicios de deuda. Toda esta movida
monetaria tiene ese sentido.
Frente a este panorama surge la pregunta: ¿Qué se hace frente a esto? Muy sucintamente diré lo
siguiente: En la vida de las personas, de las instituciones y de los estados, siempre hay un dilema
fundamental con los problemas pesados: convivir o confrontar, esto le pasa a todo el mundo. Ante al
problema insoluble de la deuda pública todos los gobiernos sufren este dilema, o acepta la servidumbre
del sistema o confronta. Si existiera un gobierno que confrontara tendría tres vías para hacerlo: una es
cuestionar la legitimidad de la mayor parte de la deuda pública, que es el camino que eligió Alejandro
Olmos: existen cuatro causas judiciales en la Argentina, una con fallo del año 2000 y las autoridades
eligieron soslayarla olímpicamente. Segundo, plantear debidamente la cuestión de la insolvencia, según
la cual el Estado no tiene que pagar más dinero que el que puede recoger, porque así se sigue con el
círculo vicioso del refinanciamiento. Tercero, plantear la responsabilidad y corresponsabilidad, porque
hace treinta años que el país está encadenado en un sistema de deuda y no ha habido un solo preso, las
investigaciones están paralizadas, hay causas que hace quince años que no se mueven y hay
responsabilidades directas de los funcionarios actuantes, de los acreedores que siguen prestando
sabiendo que la Argentina no tiene capacidad de repago, de los organismos financieros multinacionales,
empezando por el FMI, que avalaba el endeudamiento sin capacidad de repago, con las agencias
calificadoras de riesgo, que fabricaban buenas notas… Está todo enganchado, por eso el gobierno
central se está endeudando, pero también lo hacen provincias y municipios. La Provincia de Buenos
Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y otras provincias se están endeudando tomando
moneda extranjera al 10% anual en dólares, que es una brutalidad: Grecia que está en plena crisis
colocó deuda hace poco al 4,9% anual, ¡y las provincias argentinas están colocando al 10% en dólares!
¿Qué significa? Que después, para poder pagar los servicios de la deuda hay que aumentar la presión
tributaria, y de ahí viene el apriete; como el gobierno no reconoce la inflación entonces entramos en un
engaño: si yo no reconozco la inflación entonces no aumento los mínimos no imponibles, no permito el
ajuste por inflación en los balances de las empresas, y claro, el IVA crece por consumo pero por el
aumento de precios. Entonces, la carga de deuda está provocando una presión tributaria adicional.
Redondeando: hasta acá hemos hablado de cifras, pero detrás de cada una de estas decisiones hay
personas con nombre y apellido, no son decisiones impersonales, en esto hay complicidad de la clase
política en su conjunto, sea oficialismo u oposición. Por eso el día que haya que replantear las cosas
como corresponden hay que analizar muy bien el rol de los partidos políticos primero porque carecen de
representatividad en cuanto a los verdaderos problemas nacionales, segundo porque los partidos se han
convertido en una oligarquía que defiende sus propios intereses como sector, como grupo, antes que los
intereses nacionales y, por último, porque el esquema de la partidocracia está manejado por una
plutocracia, que es el gobierno de los grandes grupos de poder económico-financiero que son los que
realmente determinan las políticas de estado a largo plazo y la deuda es, lamentablemente, una política
de estado a largo plazo.
Este es el dilema de fondo que tiene la Argentina y lo que la pone en necesidad de esclarecimiento, que
acá no está en juego solamente el futuro de una política económica sino la gobernabilidad del Estado
argentino.
por H. Giuliano
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