el mausoleo de los pompeyos de torreparedones

Anuncio
SALSVM 1
Monografías del Museo Histórico Municipal de Baena
EL MAUSOLEO DE LOS POMPEYOS
DE TORREPAREDONES
(Baena. Córdoba)
análisis historiográfico y arqueológico
José Beltrán Fortes
Jorge Maier Allende
Javier Miranda Valdés
José Antonio Morena López
Pedro Rodríguez Oliva
ANTIQVARIA HISPANICA 17
EL MAUSOLEO DE LOS POMPEYOS
DE TORREPAREDONES
(Baena. Córdoba)
análisis historiográfico y arqueológico
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
MADRID
2010
SALSVM
Colección coordinada por
José Antonio Morena López,
Director del Museo Histórico
Municipal de Baena y editada
por el Área de Cultura del
Excmo. Ayuntamiento de Baena
CORRESPONDENCIA E INTERCAMBIOS
Museo Histórico Municipal de Baena
C/ Santo Domingo de Henares, 5
14850 BAENA (Córdoba)
EDITA: Excmo. Ayuntamiento de Baena
© Los autores
Ilustraciones: Los autores y Archivo Museo Histórico de Baena
Portada: Urna funeraria de Cneo Pompeyo Afer
Impresión: Gráficas Cañete, S.L.
Pol. Ind. Quiebracostillas. Avda. Alemania, 7 · 14850 Baena (Córdoba)
Tel./Fax: 957 67 09 66 · [email protected]
Dep. Legal: CO-791-2010
I.S.B.N.-13: 978-84-606-5140-6
SALSVM 1
Monografías del Museo Histórico Municipal de Baena
EL MAUSOLEO DE LOS POMPEYOS
DE TORREPAREDONES
(Baena. Córdoba)
análisis historiográfico y arqueológico
José Beltrán Fortes
Jorge Maier Allende
Javier Miranda Valdés
José Antonio Morena López
Pedro Rodríguez Oliva
BAENA
2010
ÍNDICE
Presentación por Luis Moreno Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Presentación por Martín Almagro-Gorbea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Capítulo I
EL JOVEN AURELIANO FERNÁNDEZ–GUERRA Y ORBE, TESTIGO FIEL
DEL DESCUBRIMIENTO DE LOS POMPEYOS por Javier Miranda Valdés . . . . . . . . . . . . 13
Capítulo II
EL MAUSOLEO DE LOS POMPEYOS EN SU CONTEXTO HISTÓRICO E
HISTORIOGRÁFICO por Jorge Maier Allende (Real Academia de la Historia) . . . . . . . . . . . . 29
Capítulo III
ESTUDIO ARQUEOLÓGICO DE “LA TUMBA DE LOS POMPEYOS”
por José Beltrán Fortes (Universidad de Sevilla) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Capítulo IV
las urnas del mausoLeo “de los pompeyos”
por Pedro Rodríguez Oliva (Universidad de Málaga) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Capítulo V
INVESTIGACIONES RECIENTES EN TORREPAREDONES: PROSPECCIÓN
GEOFÍSICA Y EXCAVACIONES EN EL SANTUARIO Y PUERTA ORIENTAL,
por José Antonio Morena López (Excmo. Ayuntamiento de Baena) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Apéndice Documental
por Jorge Maier Allende (Real Academia de la Historia) y
José Beltrán Fortes (Universidad de Sevilla) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
presentación
E
l Ayuntamiento de Baena da la bienvenida, a través de estas páginas, a un nuevo
proyecto editorial que nace con vocación de continuidad en el tiempo. La potente apuesta patrimonial y arqueológica sobre la que descansa buena parte del
empuje turístico de la ciudad tiene su prolongación en el campo bibliográfico en esta
publicación, titulada SALSVM –nombre dado por los romanos al actual río Guadajoz- y
que hoy ve la luz convertida en un valioso vehículo de acercamiento a nuestra historia.
El papel al que está llamado a desempeñar Baena en la historia del mundo romano de
la península ibérica está por descubrir. La talla histórica del yacimiento de Torreparedones, también conocido como Torre de las Vírgenes, es innegable, capaz de sorprender
a investigadores e historiadores y capaz de dejar boquiabierto al público general, y, lo
mejor, es que todo está por hacer en un enclave donde sólo se ha excavado apenas un
3% de su área.
La campaña arqueológica iniciada en 2009 y finalizada recientemente ha sacado a
la luz la plaza forense de una ciudad romana, reveladora de la majestuosidad del asentamiento en el cambio de era y fuente de conocimiento para futuros estudios acerca
del urbanismo antiguo. El macellum, las termas, el decumano máximo o la inscripción
pavimental con el nombre de una autoridad local, aparecida en plena plaza forense, han
disparado las posibilidades investigadoras del yacimiento, donde el Ayuntamiento ya
viene actuando en la puesta en valor y restauración de otros dos elementos distanciados
del viario urbano: la puerta oriental de entrada a la ciudad y el santuario extramuros.
Pero todos estos hallazgos constituyen sólo el final de un camino que posiblemente
se iniciara con el motivo central de este primer número de SALSVM: el descubrimiento
casi dos siglos atrás del llamado “Mausoleo de los Pompeyos”. El hallazgo casual de
esta tumba en 1833, por unos labradores en plenas faenas agrícolas en el Cortijo de las
Vírgenes, permitió recuperar diversas piezas del ajuar funerario allí depositado, con
especial relevancia para las urnas funerarias de piedra que contenían inscripciones relativas a los nombres de las personas a las que pertenecían, representantes de una misma
familia (los Pompeyos) integrantes de las élites locales de una importante ciudad cuyo
nombre aún se ignora, aunque bien pudiera tratarse de la colonia Ituci Virtus Iulia que
cita Plinio.
Asentamiento humano desde el milenio III a.C. hasta la Baja Edad Media, con notables periodos en su devenir histórico, en especial las épocas ibérica y romana; durante
la segunda, el viejo oppidum ibérico se transforma en una ciudad con estatuto municipal
privilegiado dotándose de instituciones propias de una ciudad romana.
9
Los valiosos artículos aquí reunidos suponen una minuciosa aproximación a lo que
representó aquel hallazgo en la década de los 30 del siglo XIX. Tenemos la oportunidad
de conocer de la mano de Javier Miranda Valdés, gran parte de los documentos originales
de quien fuera el primer estudioso del mausoleo, el jóven Aureliano Fernández-Guerra,
que se conservan en su archivo familiar. Los estudios arqueológicos de los catedráticos
José Beltrán Fortes y Pedro Rodríguez Oliva, de las Universidades de Sevilla y de Málaga
respectivamente, dedicados a la estructura de la tumba y a las urnas funerarias ponen de
manifiesto el enorme interés científico del hallazgo. Pero además, la Real Academia de
la Historia, está representada por Jorge Maier Allende y por Martín Almagro-Gorbea,
anticuario perpetuo de la misma. El trabajo realizado por Jorge Maier es clave para
comprender el alcance que tuvo el descubrimiento en la España de la época. No merece
menor aplauso el trabajo del arqueólogo municipal José Antonio Morena López, cuya
pasión por descubrir los encantos ocultos de Torreparedones alumbra nuestro trabajo
diario en el yacimiento; la puesta al día que ofrece de las investigaciones llevadas a cabo
en los últimos años pone de relieve la excepcional importancia de este enclave arqueológico durante las épocas ibérica y romana.
El apartado de dedicatorias incluye de forma inexorable a la Excma. Diputación de
Córdoba, sensible siempre a una iniciativa de corte histórico y académico asumiendo los
costes de la edición y también a la Real Academia de la Historia que, de alguna forma,
apadrina este primer número.
Tras este estudio dedicado “Mausoleo de los Pompeyos”, por el escaparate de SALSVM. Monografías del Museo Histórico Municipal de Baena pasarán el resto de emblemas
patrimoniales localizados en la ciudad, como el Castillo de Baena, el propio Museo
que abrirá sus puertas en unos meses en una rehabilitada Casa de la Tercia, los edificios
hidráulicos del río Marbella o el resto de lugares de interés de Torreparedones (el foro,
el santuario, el castillo medieval, etc.), entre otros.
Como puede verse, la pretensión primaria de esta colección editorial es la difusión del patrimonio de Baena y su catalogación como conjunto turístico asociado a la
historia y a la arqueología. Nuestro modelo de turismo, que ahora sólo acierta a dar los
primeros pasos, dirige sus retos de futuro hacia el ensamblaje cultural del municipio,
sin olvidar otros espectaculares recursos vinculados a la naturaleza como la Cueva del
Yeso. Sí, Baena aspira a ser un referente en el turismo andaluz de interior, no tenemos
complejos en reconocerlo, porque nuestra historia, la que nos ha traído hasta aquí junto
al aceite de oliva y la Semana Santa, es la que tiene también las llaves del futuro. Los
ciudadanos deben y tienen que conocer y valorar su pasado, la riqueza patrimonial que
les rodea, pero para ello hay que impulsar iniciativas como esta. Bienvenida sea.
Luis Moreno Castro
Alcalde de Baena
10
presentación
L
a ciudad de Baena es bien conocida por la belleza de los monumentos de su
casco urbano, que reflejan su singular pasado histórico y que han merecido que
sea reconocida como Patrimonio de la Humanidad. Pero esas bellas tierras de la
campiña cordobesa también atesoran un pasado más lejano, cuya huella se vislumbra
en importantes ruinas y monumentos, como los conservados en Torreparedones y su
entorno, yacimiento recientemente declarado Bien de Interés Cultural y que parece
corresponder a la antigua población de Ituci.
El descubrimiento en 1833 de un hipogeo romano, que pasó a ser denominado
“Mausoleo de los Pompeyos”, pues se atribuyeron a Cneo Pompeyo, el famoso hijo de
Pompeyo Magno, y a su familia, dio lugar a una amplio conjunto de trabajos y estudios,
que en su mayoría quedaron inéditos a pesar de su evidente repercusión en los especialistas de la época. Entre sus promotores destacó el joven Aureliano Fernández Guerra,
que iniciaba sus estudios como anticuario, en los que llegó a ser una de las mayores
personalidades españolas de nuestro siglo XIX como Anticuario Perpetuo de la Real
Academia de la Historia.
El interés del hallazgo y la importancia de los estudios que se le dedicaron, pues
constituyen una página llena de interés para comprender el desarrollo de la arqueología
española en el siglo XIX, ha movido a un selecto conjunto de estudiosos, impulsados
por el Dr. Jorge Maier, del Gabinete de Antigüedades, a ofrecer una visión de conjunto
de lo que representó el descubrimiento del “Mausoleo de los Pompeyos”.
El estudio se inicia por Javier Miranda Valdés con el pormenorizado análisis de la
actuación de Aureliano Fernández Guerra, en buena parte facilitada por la rica documentación conservada por su familia, seguido de un interesante y detallado análisis del
hallazgo en su contexto histórico, cultural y político y de los estudios en la arqueología
española de los últimos años de Fernando VII, debido a Jorge Maier Allende, que ha sabido aunar sus amplios conocimientos a la rica documentación de la Real Academia de
la Historia y en otros archivos. Los dos trabajos siguientes, llevados a cabo, respectivamente, por José Beltrán Fortes y Pedro Rodríguez Oliva, de las universidades de Sevilla
y de Málaga, se dedican al análisis arqueológico de la tumba con una profunda revisión
historiográfica del rico contexto arqueológico de Torreparedones y al detallado estudio
epigráfico de las inscripciones, que dan a conocer como merece este importante hallazgo
arqueológico, que, prácticamente, permanecía todavía inédito. Por último, José Antonio Morena, del Excmo. Ayuntamiento de Baena, expone las recientes excavaciones en
Torreparedones, tras el que se ofrece un amplio y cuidado Apéndice documental, orga11
nizado por Jorge Maier y José Beltrán, que recoge la rica e interesante documentación
sobre este significativo hallazgo.
Como Anticuario de la Real Academia de la Historia quiero expresar la profunda
satisfacción y el honor que supone presentar una obra como El Mausoleo de los Pompeyos en Torreparedones (Baena, Córdoba), editada con toda pulcritud y elegancia por el
Excmo. Ayuntamiento de Baena, que por su interés científico ha sido recogida en la
serie Anticuaria Hispánica de la Real Academia de la Historia. Además de cuanto supone
como colaboración institucional en el campo de la Arqueología, hay que resaltar en
esta publicación la afortunada selección del tema, pues rescata del olvido un interesante
monumento, una importante página de la arqueología española y la actuación de uno
de sus actores más brillantes en el siglo XIX. Todo ello merece un sincero aplauso, lo
mismo que la brillante labor llevada a cabo por los autores de la obra, reconocidos especialistas, quienes, además, han sabido estructurar los distintos capítulos del estudio con
un logrado sentido de unidad.
Conste por todo lo expuesto nuestra sincera felicitación, tanto a los autores por sus
valiosas aportaciones, como, en especial, al Excmo. Ayuntamiento de Baena, por esta
valiosa publicación de El Mausoleo de los Pompeyos en Torreparedones (Baena, Córdoba),
que sin duda redundará en el mayor prestigio y reconocimiento de los orígenes de esa
bella ciudad de la Bética y de su rico y variado Patrimonio Histórico y Arqueológico,
en el cual se inserta este monumento como un elemento singular que confirma la reconocida personalidad y riqueza de esa gran ciudad andaluza y de la bella campiña que la
rodea.
Martín Almagro-Gorbea
Académico Anticuario
de la Real Academia de la Historia
12
CAPÍTULO I
EL JOVEN AURELIANO FERNÁNDEZ–GUERRA Y
ORBE, TESTIGO FIEL DEL DESCUBRIMIENTO DE
LOS POMPEYOS
Javier Miranda Valdés
P
ermítame el lector, antes de iniciar mi artículo,
dedicarle dos renglones a las personas de Gregorio Serrano, de Archidona, y Guillermo Alba, de
Baena, que nos sirvieron de guía en nuestra primera visita sobre el terreno del Cortijo de las Vírgenes, ya que
ellos en su juventud, durante la guerra civil, vivieron en
dicho cortijo. Sus conocimientos de la zona, de difícil
acceso, nos fueron de gran ayuda para identificar sobre
el terreno los planos que Aureliano Fernández Guerra
había dibujado. Por tanto, todos los que colaboramos
en este trabajo, les quedamos agradecidos.
El pretexto para que ahora hablemos de Aureliano
Fernández–Guerra y Orbe (fig. 1) se debe a la aportación que hizo al descubrimiento del sepulcro de los
Pompeyo, acontecimiento al que tenemos que referirnos, aunque sea muy brevemente, para situar el inicio
de nuestra narración, pues ya en otros capítulos se habla del contenido bajo varios puntos de vista especializados. Nosotros veremos aquí la faceta más personal de
su figura, explicando quién era y cuál fue su educación
para que en temprana edad pudiera realizar un trabajo
histórico en el que se requería una gran preparación y
una abundante erudición.
La historia del descubrimiento comenzó el 18 de
agosto de 1833, cuando en el término municipal de
Baena, en la provincia de Córdoba, un zagal llamado Fig. 1. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe.
Antonio María Ortiz1, vio como un animal se clavaba
una pata en plena camada de olivos cerca de las ruinas de las Torres de las Vírgenes enclavadas en el cortijo
del mismo nombre.
Este hecho dio lugar a que allí se encontraran catorce urnas que resultarían ser los restos de las familias de Pompeyo, junto con unas
vasijas, una lámpara y una serie de
utensilios.
Dada su importancia epigráfica, la noticia se propagó con gran
rapidez y no faltaron opiniones
sensacionalistas creadas por los zagales que contaban que la lámpara emitía una luz, y creyendo que
guardaba un tesoro, no dudaron en
romperla. Fueron muchas las personas que se ocuparon del asunto
y pronto se conocieron distintas
hipótesis sobre el descubrimiento.
Aureliano Fernández Guerra tuvo
Fig. 2. Finca de Minerva en Zuheros.
la suerte de estar informado desde
1
Este dato aparece en una nota suelta, de puño y letra de Aureliano Fernández–Guerra, perteneciente al legajo H/2 de su
Archivo familiar en posesión de Emilio Miranda Valdés.
15
Javier Miranda Valdés
un principio, pues aunque oriundo de Granada, pasaba temporadas con su familia en un pueblo
cercano a Baena, Zuheros, a sólo
9 kms de distancia.
Esta zona está muy ligada a
la juventud de Fernández Guerra
porque la familia poseía allí propiedades. Su padre adquirió del
Conde de Luque una finca de olivar llamada Minerva (fig. 2), un
molino a la orilla del río Marbella y una casa en Zuheros2 (fig. 3)
que hoy se conserva como hotel.
Su juventud en Zuheros la recordaría siempre porque a lo largo de
Fig. 3. Casa de Fernández Guerra en el pueblo de Zuheros.
su vida estuvo en contacto con las
amistades surgidas en esta temprana edad, manteniendo correspondencia con todos ellos. Así hemos sabido
su relación con las familias Poyato, Almoguera, Delgado, Tallón, Cubero, Zafra, etc.
Ocho meses después del descubrimiento, en fecha 30 de abril de 1834, Aureliano es encargado de su
estudio desarrollando la Memoria Relativa al Descubrimiento de Antigüedades Romanas en el Cortijo de las
Vírgenes3, y que después de varias ampliaciones posteriores la acabó con el título de La Colonia Ituci Virtus
Figs. 4 y 5. Carta de nombramiento de socio.
2
3
16
Propiedades muy cercanas a las de Juan Valera en Doña Mencía, un motivo más para que se conocieran estos dos literatos.
Archivo familiar FG. Archivador AFG.
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
Julia, en el Cortijo de las Vírgenes, entre Bujalance
y Baena. Sepulcro de la familia Pompeya.
Seis meses después, el 28 de octubre, es
nombrado socio de la Sociedad de Amigos del
País de la Villa de Baena4 cuando sólo contaba
diecisiete años de edad. (Véase en imagen adjunta (figs. 4 y 5) la carta que firma Valbuena y
Rosa con su nombramiento y la recomendación
de Padilla encargándole el trabajo.)
No vamos a contar aquí la biografía de Aureliano Fernández Guerra y Orbe. Tan sólo trataremos de explicar como un joven de 17 años
era capaz de recopilar para la posteridad toda la
información que pudo del proceso y de la consecuencia del descubrimiento del sepulcro de
los Pompeyo, realizando fidelísimos dibujos y
observaciones.
Es importante recalcar que este trabajo que
realizó, nunca ha sido publicado, pues ha permanecido inédito durante 170 años hasta esta publicación en la que se transcriben sus memorias y
se reproducen sus dibujos. Documentación que
se incluye en esta obra, en el capítulo correspondiente al Doctor Maier que titula El mausoleo de
los Pompeyo, en su contexto histórico e historiográfico. Esto ha sido posible a que se ha conservado
gran parte de su archivo familiar y a la amabilidad de uno de sus descendientes, Don Emilio Miranda, que
lo conserva en la actualidad.
Los conocimientos tempranos de Aureliano pueden explicarse conociendo el ambiente en el que se
educó y estudiando el ambiente cultural de los seis años comprendidos entre 1833 y 1839 (que son los años
en los que tiene lugar el descubrimiento), hasta el año que este joven erudito fue víctima de un desagradable
plagio de su trabajo.
Llama la atención, viendo sus anotaciones, que por entonces Fernández Guerra poseyera ya unos
conocimientos profundos de Historia, y en concreto de la de Roma, y una gran soltura en lecturas epigráficas5, teniendo asimismo una gran facilidad para aplicar todo esto a casos concretos. Sabía darle vida a
un paisaje, a una escultura o a un monumento, adornándolos con la historia de su pasado. A la vez que se
dedicaba al estudio de los Pompeyo y de los alrededores del Cortijo de las Vírgenes, conseguía información
para estudiar la comarca, la Sima de Cabra, el Laderón de Doña Mencía y el Castillo de Zuheros6 amenizándolo todo con la lógica más coherente.
Para afianzarnos más a este respecto, podemos referirnos a lo que Manuel Silvela muchos años después, estando con Aureliano en Santoña, dijo de él: “Mi amigo que vive mas en el pasado que en el presente,
4
5
6
Archivo familiar FG. Archivador AFG.
Aureliano fue un gran epigrafista. Lo demuestra su trabajo constante, y referencias como la de Hübner: “el príncipe de los
arqueólogos españoles”. Además fue pionero en la Epigrafía cristiana junto a su amigo J. Bautista de Rossi.
La Sima de Cabra, El Laderón de Doña Mencía, El Castillo de Zuheros. Así como la obra que nos ocupa El Cortijo de
las Vírgenes, son obras muy tempranas de Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, todas ellas manuscritos inéditos, a excepción del último que se da a conocer en este trabajo. Todas ellas se conservan en legajo H/2 del Archivo familiar de
Fernández–Guerra.
17
Javier Miranda Valdés
animará esta roca y estas montañas7”, y también a lo que Juan Valera escribió a Fernández Guerra en la
dedicatoria de su obra El Cautivo de Doña Mencía8:
[…] el grave testimonio de mi querido y erudito amigo Aureliano Fernández– Guerra, a quien oí
referir no pequeña parte de los sucesos cuya narración me complazco en dedicar ahora a su inolvidable
espíritu.
Don Aureliano tenía hacienda de olivar y viñas en el cercano lugar de Zuheros; iba a menudo por allí y
se preciaba de saber, y había investigado y de seguro sabía, todo cuanto desde muchos siglos atrás había
acontecido en aquella comarca […]
En El Bermejino Prehistórico9 Valera añade:
[...] A corta distancia de Villabermeja10 hay un sito que apellidan el Laderón donde cada día se descubren vestigios de una antiquísima y floreciente ciudad.
El erudito y sagaz anticuario Don Aureliano Fernández–Guerra y Orbe prueba que allí estuvo Favencia en tiempos de los romanos, ciudad que de época muy anterior se llamaba Vesci. [...]
Hasta aquí queda clara una parte de los conocimientos que Aureliano ya poseía a temprana edad, testimoniado todo ello por sus trabajos y por las personas que lo conocieron. Pero, ¿cómo fue adquiriéndolos?,
¿cómo logró que se confiara en ellos como para que se le encargaran estos trabajos?
Su educación se debió en gran parte a su padre José, gran humanista y a un grupo de amigos de éste;
claro está que estuvo apoyado en su formación por el colegio y la universidad.
José Fernández–Guerra (Granada 1791–Madrid 1846), había sido catedrático de varias disciplinas
en la Universidad Literaria de Granada con las asignaturas de Lógica y Metafísica, Bellas Artes, Historia,
Numismática y Antigüedades.
Después de nacer Aureliano compró dos casas adosadas en la calle del Correo Viejo, en Granada, que
remodeló uniendo ambas en una sola. El tamaño de la nueva casa se adaptaba así a sus pretensiones: aparte
de vivienda familiar, dar cabida a una biblioteca de 18.000 volúmenes, un gabinete de antigüedades y una
pinacoteca, así como dar acomodo a una tertulia de un grupo de amistades que compartían comunes aficiones culturales e hicieron de esta casa una segunda universidad, no sólo por los medios de que disponían
sino también por las personas tan preparadas que la formaban.
El gabinete de antigüedades lo formaban piezas prehistóricas, restos de monumentos epigráficos, y
una gran colección numismática de la cual, posteriormente, 7.200 piezas serían cedidas al Museo Arqueológico Nacional. La pinacoteca estaba formada por numerosos cuadros, sin que faltaran firmas como Alonso
Cano, Murillo, Brueghel, o Sneyder. Es interesante mencionar un curioso retrato de Boabdil realizado
después de la batalla de Lucena y mandado a hacer por el entonces conde de Cabra, que llegaría a manos
del padre de Aureliano como regalo del conde de Luque. La biblioteca contenía interesantísimos libros de
Historia y Literatura, de los cuales se han recuperado 3.000 de ellos, con ediciones y manuscritos antiquísimos de obras del Siglo de Oro que se conservan hoy en el museo del Teatro de Barcelona recientemente
inventariado por Carmen Simón Palmer.
José Fernández Guerra no se limitaba a gozar de la lectura. Una de sus ocupaciones consistió en hacer
refundiciones de distintas obras del Siglo de Oro, involucrando a sus compañeros de tertulia Juan de Cueto
y Herrera, y al crítico entre los críticos, Bartolomé José Gallardo. Todo este material literario le sirvió además a José para inculcar en sus hijos, Aureliano y Luis el afán de estudiar y aprender, y muchos años más
7
8
9
10 18
Fernández–Guerra y Orbe, Aureliano. El libro de Santoña. Madrid 1872.
Valera, Juan. Cuentos. El Cautivo de Doña Mencía. Madrid 1907–1908.
Valera, Juan. Cuentos y diálogos, entre otros “El Bemejino Prehistórico”. Sevilla 1882, p. 77–78.
Villabermeja es un seudónimo que Valera utiliza para referirse a Doña Mencía.
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
tarde también beneficiaría a Cayetano Alberto de la Barrera para su Catálogo Bibliográfico y Biográfico del
Antiguo Teatro Español.
Hasta aquí hemos visto los medios que el padre dispuso para la educación de sus hijos, dotando su casa
de libros y objetos necesarios, así como de un ambiente propicio para tal fin. Ahora acudimos a nadie mejor
que Manuel Cañete, académico de la Real Academia Española y crítico literario para que nos lo cuente:
[...] Solícito y cariñoso padre, ha formado en sus hijos los modelos de honradez, inspirándoles al tiempo
mismo el amor al estudio y haciendo sean hoy, por el caudal de conocimientos que poseen, una excepción en medio de nuestra sociedad tan poblada de ignorantes. Para él no había mas en la tierra que el
amor de sus hijos y el de su esposa, el cultivo constante de las letras y el comercio desinteresado de sus
amigos a quienes siempre guiaba con la luz de los consejos [...]
Al hablar de Aureliano en este trabajo sobre el sepulcro de los Pompeyos, no nos debe llevar a la idea
de que únicamente dedicó su vida a su labor como historiador, arqueólogo y epigrafista, pues desarrolló una
tarea igual de importante en el estudio de la Literatura y de otras ciencias. Fue el mayor recopilador de las
obras de Quevedo además de autor dramático y poeta, siendo por tanto su educación amplia y humanista,
y uno de los que más ayudó en esta educación literaria fue el mencionado Bartolomé José Gallardo como
asiduo contertulio de la casa de su padre. La figura de Gallardo influyó mucho en la familia, así lo dice Sainz
Rodríguez: “Los Fernández–Guerra tenían a Gallardo como a un oráculo11”, y el apego que hubo entre
todos ellos nos lo demuestra aún más el saber que el único retrato que existe de Gallardo fue pintado por
Luis, hermano de Aureliano. Otra anécdota de esta relación la encontramos en la carta que Gumersindo
Laverde envía a Marcelino Menéndez y Pelayo en la que le refiere la utilización de Aureliano de la frase “siga
Vd. Gallardeando”12 en memoria de su maestro y amigo.
Por su valía bibliográfica y por su relación con Fernández–Guerra y porque también nos relaciona
con el Cortijo de la Vírgenes, nos sentimos obligados a hablar de Gallardo. Por lo pronto diremos que los
más tempranos escritos de Aureliano están influidos por la ortografía de éste que, junto con José Fernández
Guerra, trató de imponer en su círculo cultural. Puede verse un ejemplo de esta ortografía en la correspondencia entre ambos, donada a la Real Academia Española por el académico Antonio Rodríguez Moñino13.
Bartolomé José Gallardo conocido por su carácter crítico y burlesco, fue bibliotecario en las Cortes de
Cádiz. Reunió una gran biblioteca en la que la cantidad de libros variaba según la época, y es una anécdota
conocida y lamentable, que el gentío volcó parte de ellos en el Guadalquivir el 13 de junio de 1823, día
de la Belada de San Antonio, en el forzado traslado de Sevilla a Cádiz, de las Cortes del Trienio Liberal
(1820–1823). A Gallardo, se le respetaba además de por su condición de crítico, por la de bibliófilo, estando en estrecha relación con los bibliófilos conocidos de su época: Agustín Durán, Adolfo de Castro y
Rossi, José María de Álava, José María Asensio y Toledo, Cayetano Alberto de la Barrera, los tres Fernández
Guerra, etc.
De todos es sabido la desconfianza y los celos que originan la pasión bibliográfica y éstos tuvo que
sufrirlos Aureliano al menos en una ocasión, cuando al estar en relación con José María de Álava, mientras
estudiaba un códice en la Biblioteca Colombina de Sevilla, fue obsequiado por éste con un buen libro.
Pronto apareció Gallardo so pretexto de ayudarle, pero con la intención oculta de recibir él también algún
obsequio, cosa que no llegó a conseguir. Aureliano estuvo desde muy joven junto a Gallardo. A la muerte
de éste, su sobrino José Antonio Gallardo, heredero de la mermada biblioteca de su tío, decidió repartir lo
que quedaba de ella entre Fernández Guerra y Menéndez y Pelayo.
11 Alborg, Juan Luis. Historia de la Literatura Española. Tomo IV, Madrid 1982. p. 123……..
12 Carta de Gumersindo Laverde a Menéndez Pelayo de fecha de 5 de junio de 1876. Biblioteca Menéndez y Pelayo,
Santander.
13 Rodríguez Moñino ocupó el sillón X de la Real Academia Española, casualmente el mismo que ocupó Aureliano.
19
Javier Miranda Valdés
J. L. Alborg nos relata como después de la herencia se conservaban los libros que con tanto mimo
reunió: “los gatos de la vecindad convirtieron parte de ella en una masa infecta de papel inútil”14
Otro episodio de la vida de Gallardo vivido por Aureliano, es su destierro a Castro del Río, pueblo
muy cerca de Zuheros donde Aureliano reside temporadas con su familia y cerca también de Baena donde
tuvo lugar el descubrimiento del sepulcro de los Pompeyo en agosto de 1833, fecha que nos sitúa en el
mes anterior a la muerte de Fernando VII, en el límite de la Década Ominosa. Gallardo, por su conducta
política y carácter liberal, es perseguido y enviado a Castro del Río desde donde defendía sus pleitos a través
de sus abogados, José Fernández– Guerra, y su amigo de Granada, José de la Peña y Aguayo15. Aureliano,
por entonces estudiante de Derecho, hubo de ser testigo de las cartas y los comentarios que sobre diversos
asuntos se cruzaban los interesados, y probablemente sacaría enseñanza de todo ello.
Por su parte, Gallardo, por su cercanía a Baena, estuvo enterado desde el primer día del proceso del
descubrimiento y fue él quien escribió uno de los primeros artículos que se publicaron entonces, en el
Boletín del Comercio, con fecha martes 10 septiembre de 1833, dando primicias de las noticias sólo veintidós días después del hallazgo. Para ello y obligado a ocultar su nombre por su conducta enfrentada con la
situación política del momento, utilizó el pseudónimo de B. D. Gtábaro. Este dato ha sido posible obtenerlo gracias a un extracto del original que Gallardo envió al periódico, que se ha encontrado en el Archivo
Familiar Fernández Guerra que conserva Emilio Miranda Valdés.
En este extracto se observa claramente la ortografía que ya dijimos influyó en los primeros escritos de
Aureliano, que es interesante copiar:
Trascripción del extracto del original que Gallardo envió al periódico:
“El Sepulcro de los Pompeyos”.
Las cenizas de los Ponpeyos acaba de descubrirse en España: qe solo en España pudieron encontrar
sagrado contra la profanación tan venerables reliquias. A tal decadencia llegaron en Roma las virtudes
patrias, en la depravación general del inperio, cuando la señora del orbe se vio esclava de un honbre
de espada y fortuna!
Avasalladas las capitales del mundo bajo el inmenso poderio del coloso Romano; la España, no obstante
osaba levantar su zerviz exenta y cubierta. Los pueblos tienen un caracter indeleble, qe les influye sin
duda la acción perenne de las causas naturales: la naturaleza al salir de sus manos, hecha su sello á
sus producciones; y esta marca, si en los hábitos contrarios se obscurece, nunca llega á borrarse de todo
punto. Los franceses qe pinto J. Cesar en sus comentarios, son los mismos qe 1.600 años despues retrata
nuestro Saavedra en sus enpresas, y los mismos permanecen bajo el cetro de Luis Felipe. Los españoles
qe no sufrieron el yugo de Napoleón no habian de abatir el cuello para llevar sumisos el de Cesar.
La España combatiendo contra las cohortes Romanas, presentaba entonces un teatro de gloria grandioso
á los pueblos bizarros y generosos. Y qien mas generoso y bizarro qe el Gran Ponpeyo, aqella alma
excelsa, retratada vivamte en aqel dicho suyo: “si Cesar aspira al imperio del orbe, yo no anelo si no
al servicio de la humanidad, contento si el, no menos, qe con ser el primer inperante, yo con solo ser
el primer ciudadano del mundo”. Doctrina celestial, qe Ponpeyo predico con el egemplo, y nos dexó
sellada con su sangre.
Este arbol frondoso de libertad estendió á las Españas sus beneficas ramas. Sus hijos Neyo y Sexto,
cuando los españoles reluchaban desesperadamte contra el doble yugo de Roma y de un tirano intruso,
vinieron con los valientes qe pudieron arrancar de las filas Romanas, á prestarnos auxilios contra el
comun opresor. Mas habiendo arrestadamte peleado con varia suerte en varios trances de la guerra sangrienta, qe Cesar hacia á los españoles eroicos para sugetarlos á su coyunda; la fortuna qe no sienpre
da la victoria al valor y á la virtud, favoreció al usurpador, los Ponpeyo qedaron vencidos, (el mayor
14 Alborg, Juan Luis. Historia de la Literatura Española. tomo IV. Madrid 1982, p. 124.
15 José de la Peña y Aguado. Ministro de Hacienda. Casó con Mariana Pineda.
20
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
de ellos muerto en el canpo del honor) Cesar triunfante y españa esclava.
Medio siglo antes de la era cristiana murio Neo Ponpeyo en los canpos de la Bética y al cabo de 20
siglos se descubren ahora sus zenizas y sus huesos, no lejos del lugar mismo en qe perdio la vida mortal,
alcanzando la inmortal de la fama y de la virtud. El caso es peregrino.
El día 16 del corriente agosto, un zagal baqero en el despoblado de Castro el Viejo, cortijo qe llaman
de las Vírgenes en el término de Baena, imaginando por haber en cierto sitio al pisar sonado hueco qe
alli debia haber un tesoro socavó como pudo con el cayado hasta qe hubo de encontrar con una gruesa
piedra labrada. Viendo que con tan endeble instrumento no podia vencer tamaño obstáculo, acudió
al cortijo por erramienta mas habil y comunicada su idea a un conpañero, cavaron hasta qe por un
resquicio descubrieron una cámara á la opaca luz de una lánpara qe dentro ardía; la cual luego se les
apagó cuando entraron en la estancia.
Esta es de cuatro varas de largo, unas dos y media de ancho y sobre tres de alto.
En su recinto contenía 12 urnas de piedra franca con sus tapas de lomismo, en qe se espresaban las
cenizas y algunos fragmentos de huesos de los personages sin duda qe espresan las inscripciones de
las urnas qe á continuación les copiamos con pena de no saber de cierto si van copiadas en el mismo
orden que tenian, por la fatalidad de qe los zagales removiendo las cajas de sus asientos las barajaron
y confundieron.
Encontraron también varias vasijas, una de barro colado como bucaro, y un pedazo de espátula de
marfil.
Pero la alhaja mas preciosa de todas es la lánpara, por ser de la especie de las antiguas, que llaman
lánparas inextinguibles; la cual por desgracia se rompió al sacarla de una caja de plomo qe la forraba:
y lo qe es todavía mas sensible, se vertio cantidad como de un cuartillo de licor qe aun la qedaba. Era
de cristal de roca, pintado de varios colores y oro: tenia cosa de media vara de hondo, y cuarta y media
de ancho, con un agugero redondo para la luz.
Otra circunstancia hay preciosa en este hallazgo. Por los nombres exoticos de algunas inscripciones se
puede fundadamente creer, qe la familia Ponpeya, hubo en nuestro suelo de entroncar con familias
españolas de primitiva estirpe.
Mas si es honroso para el suelo español el haberse en el hallado, como en asilo, las zenizas de los Ponpeyos, eslo aun mas el haber encontrado á vuelta de ellas, la de los Gracos, Nonbres ilustres. Pero su
epitáfio qe sublime “Los Gracos”. Esta palabra solo dice mas, qe sin ella pudiera decir todo un vocabulario. = B. D. Gtábaro. Anagrama de Bartolomé Jose Gallardo.
Por lo que hemos contado vemos que la influencia de Bartolomé José Gallardo en la educación de
Aureliano, fue importante, pero aún lo fue más otro contertulio de su casa. Se trata de Juan de Cueto y
Herrera, nacido en Colmenar (Málaga), canónigo del Sacromonte y de mucha confianza de José, que ayudó
a Aureliano a saber manejarse en la Historiografía; de él aprendió a marcar las lindes de las poblaciones, a
conocer su etimología y sobre todo a sacar el mejor provecho en el estudio de yacimientos y monumentos
arqueológicos. Cueto escribió uno de los tomos del Diccionario Geográfico de la España Antigua y siendo
académico de la Real Academia de la Historia acabó un nuevo tomo de la España Sagrada. Son muchas
las referencias que hace Aureliano de admiración a la bondad y saber de su maestro. Tuvo la satisfacción
de pronunciar el discurso de contestación del ingreso en la Real Academia de la Historia de su idolatrado
profesor y vemos que su relación fue aún mas estrecha cuando conocemos que Cueto falleció en casa de
Aureliano cuando éste vivía en Madrid.
Manuel Cañete refiriéndose a la relación entre ellos, escribe:
Allí también, en el Sagrado Monte,
Claro Honor de Granada, nos espera
La cordial amistad del venerable,
Del puro sacerdote a quien debiste
21
Javier Miranda Valdés
Lecciones de Virtud; por quien un día
De los reyes austriacos las hazañas,
Las bondades o vicios a los ojos
Del mundo se pondrán, con los colores
De la verdad austera... 16
Hemos nombrado el colegio y la universidad como elementos de apoyo a la educación que recibió
Fernández Guerra de su padre. Vamos a referirnos ahora al colegio, que se encontraba en Madrid a pesar de
vivir ellos en Granada. Cuando Aureliano tenía 9 años y su hermano Luis 7, sus padres decidieron enviarlos
a Madrid, al colegio de D. José Garrigas, recomendado por el General Antonio Remón Zarco del Valle. Allí
estuvieron los niños internos durante tres años y esta experiencia les valió tanto para aprender, como para
relacionarse con niños de su edad. Muchos de ellos continuarían su amistad durante el resto de sus vidas.
Así, Aureliano, pudo jugar en el patio del colegio con los Escosura, Roca de Togores, Pezuela, Ventura de
la Vega, Diego de León, etc. Algunos de ellos formaron parte del grupo de los Numantinos y de La Partida
del Trueno. También se unía a estos grupos el poeta José de Espronceda, que hacía más migas con Patricio
de la Escosura y Ventura de la Vega a pesar de que Espronceda y Aureliano eran primos17.
Se viven los años posteriores al reciente Trienio Liberal: las primeras semillas del romanticismo están
echadas y estos alumnos están dejando de ser niños para entrar en la juventud. Parece obligado que todo
este grupo de amigos sean los que cojan la antorcha literaria y política de lo que va a ser el siglo XIX y así
es como ocurre.
Aureliano regresa a Granada con doce años para estudiar Derecho y no volverá a Madrid hasta los
veintiocho, ya empezado el año 1844. Aquí se encontrará apoyado por todos estos compañeros que ya tienen un sitio en la sociedad relevante de la época. Togores, ya siendo marqués de Molins, dará a Aureliano
respuesta a su discurso de ingreso en la Real Academia Española; Patricio de la Escosura compartirá con
él tareas académicas y al darse la circunstancia de emparentar con Espronceda, a su vez se relacionará con
Aureliano por parentesco político; Ventura de la Vega será uno de sus mejores valedores y lo apoyará en
toda su relación con el teatro.
En los años 1829–1830 en Granada, en su casa del Correo Viejo, empieza sus estudios bajo la dirección de un profesor particular, Miguel José Molinero, presbítero y profesor de Humanidades con título del
Real y Supremo Consejo de Castilla. Durante dos años se dedica al estudio de las asignaturas de Castellano,
Latín y elementos de Retórica para pasar después al Sacromonte. Allí cursa el primer año de Filosofía –Ontología, Lógica y Matemáticas– con el ya mencionado Cueto y Herrera, y con el archidonés José Alcántara
Navarro. Este último gestionaría la asistencia como alumno de su sobrino Miguel Lafuente Alcántara lo
que haría que los dos historiadores, Aureliano y Miguel, se conocieran. No sabemos cual de los dos influiría
más en el otro, pero los dos eran de la misma edad y escribieron temas parecidos en temprana edad: Miguel,
la Historia de Granada comprendiendo las cuatro provincias Almería, Jaén, Granada, y Málaga y Aureliano,
Reyes moros de Granada.
Este encuentro tuvo lugar en el Sacromonte en 1831, dos años antes del descubrimiento del sepulcro
de los Pompeyo. Y esto nos hace pensar que Lafuente Alcántara viviría en casa de Aureliano los pormenores
de los hallazgos y las interpretaciones que éste les iba dando. Y podemos imaginarlos rodeados de los mas
variados comentarios que iban surgiendo en la docta casa o “academia”, con una concurrida parroquia de
sabios y artistas que, como hemos dicho anteriormente, supo agrupar el padre de Aureliano.
Fernández Guerra prosigue su enseñanza en la Universidad Literaria de la misma ciudad cursando en
1.832/33 el segundo año de Filosofía –Física General y Particular– y en 1833/34 el tercer y último curso
16 Randolph, Donald Allen. Don Manuel Cañete, cronista literario del romanticismo y del posromanticismo de España. Universidad de North Carolina, 1972. p.20.
17 La madre de Espronceda, Ana Delgado era prima hermana de Francisca Orbe, madre de Aureliano, ambas naturales del
pueblo granadino Pinos del Rey.
22
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
de Filosofía –Metafísica y Ética–, para a continuación, y en la misma universidad, estudiar tres cursos de
Leyes, obteniendo en todos ellos la calificación de sobresaliente. En estos años estrenará Fernández Guerra
tres obras dramáticas.
El 27 de octubre de 1837 termina sus estudios jurídicos con la lectura de una lección en la entrega
de Grado de Bachiller en Leyes. Su aplicación y el respeto que consigue del claustro de catedráticos, hacen
que se le encargue la cátedra de Literatura e Historia, en fecha 20 de octubre de 1838, permaneciendo en
ella hasta el 18 de octubre del año siguiente, en que cesa de su cargo.18 En esta ocasión tuvo por alumno al
archidonés José Godoy Alcántara, que sería desde entonces gran amigo y compañero.
Hemos visto el papel que jugaron en la formación de Aureliano Fernández Guerra su padre y su
educación escolar. En la década de los treinta se culmina su formación y para completar las bases en las
que se formó, es indispensable ver cual fue el ambiente sociocultural e histórico de Granada. Del diario de
un archidonés, Antonio Alcántara Navarro19, entresacamos las obras que figuraban en las carteleras en los
primeros años de esta década:
– En febrero
– El 23 de febrero – El 1 de marzo
– El 22 de abril
– El 23 de abril
– El 24 de abril
– El 2 de mayo
– El 5 de mayo
– El 13 de mayo – El 15 de mayo – El 17 de mayo – El 21 de mayo – El 23 de mayo
– El 27 de mayo
– El 28 de mayo
El Jugado, de Gorostiza.
El Coquetismo y Presunción, de autor gaditano.
Marcela o ¿Cuál de las Tres? Comedia en tres actos, de Bretón de los Herreros.
Si No Vieran las Mujeres! Comedia en cinco actos, representada por Viñolas y
Teresa Baus.
Indulgencia para todos, de Gorostiza.
La esclava de Bagdad. Ópera bufa de Pacini, con Teresa La Vigne.
Los Dos Sobrinos, de Bretón de los Herreros, con la Baus.
Semíramis. Ópera de Rossini, con La Vigne y Dionisio López.
Marcela o ¿Cuál de las Tres? Comedia en tres actos, de Bretón de los Herreros.
Zelmira. Ópera de Rossini.
El Marido en Picos Pardos, de Scribe y Fulgence.
El Taso.
Elisa y Claudio, de Mercadante.
Las Mocedades del Cid, de Guillén de Castro.
Los Zelos Infundados o el Marido en la Chimenea, de F. Martínez de la Rosa.
Esto nos da una idea del ambiente cultural granadino de aquellos años. Más tarde, sobre el año 1839
se pudo asistir a las representaciones de Los Dos Fígaros de Mercadante, de La Niobe de Pacine y de La
Muette de Portice20, de Auber, con libreto de Scribe.
Podemos ver también como las óperas que se interpretan son de compositores del momento: Rossini
(1792–1868), Mercadante (1795–1870), Pacine (1796–1867) y Auber (1782–1871), y las obras de teatro
son de autores que marcarán las normas del romanticismo: Martínez de la Rosa, y Bretón de los Herreros.
Granada está atenta al acontecer cultural en el mundo, no sólo en el campo de la Música, y del Teatro,
si no también en el de la Literatura. En las bibliotecas particulares es frecuente encontrar la Historia de la
Revolución Francesa escrita por Thiers (1797–1877), editada en París en 1824 y la Biografía de Napoleón
de Walter Scott (1771–1832).
Todo amante de la literatura estaba abonado al Journal des Dèbats, periódico que informaba de los
libros que se estaban publicando. Por él se sabía título, autor, y precio, editor y lugar de venta al que debían dirigirse las peticiones. Los que no podían leer las obras en inglés, encontraban información en las
traducciones francesas que por esas fechas se estaban publicando y muchos pudieron así estar al día de la
18 Certificado expedido por la Universidad de 20 de octubre de 1938. Archivo familiar FG. Archivador AFG .
19 Archivo familiar FG.
20 Esta ópera se estrenó en 1829 y al año siguiente provocó una revolución nacionalista en Bélgica.
23
Javier Miranda Valdés
Literatura inglesa. Las notas y apuntes que hemos podido encontrar en los archivos de los jóvenes granadinos sobre la literatura inglesa del siglo XVIII nos dicen lo atentos que estaban a la literatura extranjera,
interés que queda reafirmado cuando expresan su satisfacción al saber que se ha traducido en París una obra
esperada de Walter Scott, titulada Biographie Litteraire des Romanciers Célebres,Depuis Fielding Jusqu`à Nos
Jours. Se leyeron también con avidez los 27 tomos en francés de Las Victorias y Conquistas de los Franceses
desde 1792 a 1815.
La literatura alemana tampoco les fue ajena y como dato curioso, se han encontrado referencias al
prerromántico Jean Paul Richter (1763–1825) que tan útil fue a Robert Schuman (1810–1856) para su
inspiración liderística y a Gustav Mahler para dar título a su Primera Sinfonía Titán.
La lentitud de las comunicaciones y las tardanzas de las ediciones, propias de la época, no eran óbice
para que los granadinos estuvieran al día del acontecer cultural de Europa. Entre muchos y como ejemplo
nos referiremos al caso de Alessandro Manzoni (1785–1873), pues a medida que iba escribiendo así se iba
leyendo en Granada. En 1823 comenzó su más famosa obra Fermo y Lucía, cuyo título cambiaría posteriormente por el de I Promessi Sposi publicándola por entregas entre 1840 y 1842. Pues bien, antes de que
acabara de publicarse, los granadinos ya le dedican un número de su periódico la Alhambra.
En una época tan ajetreada políticamente como la que vivía, Aureliano fue testigo de acontecimientos
ocurridos en Granada, que afectaron a la Historia de España e influyeron directamente en su vida. También
lo cuenta Lafuente Alcántara21. Veamos algunos de ellos:
Fernández Guerra contaba catorce años de edad cuando en la plaza del Triunfo ajusticiaban a Mariana
Pineda. Era el 26 de mayo de 1831 y toda Granada se estremecía con la barbarie absolutista. Por la misma
época, unos meses antes, se apresaba y fusilaba a Torrijos en Málaga. El tío de Aureliano, Juan José Bonel y
Orbe, que por esas fechas fue nombrado obispo de Málaga, presenció los dos acontecimientos.
En septiembre de 1833 muere Fernando VII dejando a su hija Isabel II, de sólo 3 años, con una guerra
civil en la que su tío Carlos le disputaba el trono. La reina madre María Cristina, reina gobernadora, para
defender a su hija, tiene que apoyarse en los liberales, los mismos que formaban la oposición a su marido
y que tan cruelmente fueron perseguidos. Las milicias realistas defensoras del orden absolutista, entregan
las armas a una nueva milicia urbana que se irá transformando en la Milicia Nacional, uno de los símbolos
del liberalismo. Hay que decir que un granadino, Francisco Martínez de la Rosa, es el responsable político
de los primeros cambios.
A principio de 1834 se confirma que los brotes de cólera morbo de los meses anteriores representan
una epidemia. Las gentes pudientes abandonan la ciudad, se suspenden las diversiones públicas, familias
enteras son víctimas de la enfermedad. A la animación de las calles le sigue un silencio lúgubre interrumpido por las comitivas que conducen los cadáveres a su última morada. A las calamidades del cólera siguieron
las de la guerra civil, la guerra fratricida entre isabelinos y carlistas, que comenzó en Talavera de la Reina en
1833, se propagó por toda España y en su primera fase acabó con el Abrazo de Vergara en 1839. En Granada, ocurrieron episodios que nos hacen ver que no se vivía al margen de esta guerra. En la calle Mesones
tocaba una banda de música que amenizaba a la concurrencia y a los transeúntes que escuchaban pacíficamente y, de repente, un miliciano urbano gritó “¡Hermanos, en Puerta Real hay carlinos, a por ellos!”.
El 16 de agosto de 1835 guerrillas carlistas amenazaban con incursiones desde Sierra Morena, donde se
refugiaban.
El mismo año, en octubre, hubo una intentona popular de vengar la muerte de Mariana Pineda en los
más responsables de dicha muerte, el General Campana y Ramón Pedrosa, pero la mediación de personas
más sosegadas evitó esta venganza.
La conocida Sargentada de La Granja, en la que fuerzan a María Cristina a ratificar su constitucionalismo, tiene origen en una revuelta acaecida en Málaga e inmediatamente seguida por Granada. El 7 de julio
21 Miguel Lafuente Alcántara, Historia de Granada, comprendiendo las cuatro provincias, Almería, Jaén, Granada y Málaga.
Tomo IV, capítulo XXI. Granada: 1843. p. 347 y 378.
24
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
se interna por la carrera del Genil, un carabinero a caballo sable en mano, y al grito de !Viva la Constitución¡ anima a las milicias para que hagan salir al capitán general López Baños que se había refugiado en la
Chancillería en la Plaza Nueva. Esta revolución tiene como triunfo la firma de la Reina y la salida de Istúriz
de la presidencia, llamando a José María Calatrava para que encabece el gabinete ministerial.
La expedición carlista del general Gómez, tuvo en estado de alerta a las guarniciones de Granada, pero
Gómez se internó en Córdoba y se dirigió hacia Extremadura. Estos hechos históricos repercuten directamente en el entorno de Aureliano, ya que las tropas del general Gómez acampan en Baena y Alcaudete,
huyendo del general cristino Alaix, que había salido de Antequera. Un descanso en la marcha de las tropas
carlistas provocó que los nacionales les dieran alcance y entraran a degüello por las calles y casas del pueblo,
lo que sembró la desmoralización entre los cansados expedicionarios. Estos acontecimientos bélicos fueron
presenciados por Aureliano, que por estas mismas fechas estaba trabajando en Baena para realizar estudios
arqueológicos del Cortijo de las Vírgenes y se hospedaba en su casa de Zuheros, situada a unos 6 kilómetros
de distancia.
Hasta aquí hemos repasado las óperas que se oían, las obras de teatro que se veían, y las lecturas que
se leían, enmarcados por los hechos históricos del momento.
Durante la juventud de Aureliano, todos estos acontecimientos formaron a una generación inquieta
por el saber, que tenía su punto de encuentro en la Universidad y en casa de José Fernández–Guerra pero
llegó un momento en que se sobrepasaron los intereses e inquietudes de jóvenes y mayores, dándose el caso
de que la reuniones del Correo Viejo llegaron a ser insuficientes, y con mucha ilusión tomaron iniciativas
para crear el Liceo Artístico y Literario de Granada.
La época que vive Granada en aquellos años es muy interesante culturalmente, y es reflejada por el
crítico Manuel Cañete, que se une al grupo de los granadinos, como fiel testigo de los acontecimientos.
Luego, mucho más tarde, recordará que Granada era uno de los centros culturales más importantes:
Una de las ciudades de provincia donde más se cultivaban Artes y Letras, y mayor culto se rendía
innovador, llamado providencialmente a regenerar la patria en Literatura, Bellas Artes, y en todos los
ramos del saber humano [...] 22
Así, el Liceo Artístico y Literario se fundó en 1839 como un lugar necesario de encuentro y de difusión de la cultura, a lo que se añadió la creación un periódico llamado La Alhambra que sirvió para difundir las creaciones del momento y para dar a conocer la Literatura y las Artes en general. La gestión del
Liceo estaba presidida por el marqués del Salar, pariente del conde de Luque. La sede fue decorada por los
artistas del momento, entre ellos Luis Fernández Guerra, y colaboraron en sus distintas secciones un gran
número de personas que destacaban en alguna faceta de las Artes o de las Ciencias, como por ejemplo, la
familia Enríquez, los Contreras, los Fernández Guerra, Javier de Burgos, Zacarías Acosta, José de Castro y
Orozco, Miguel Lafuente Alcántara, Juan Valera, Manuel Cañete, Luis de Montes, Fernández y González,
Juan Pérez de Castillo, José de Espronceda, Miguel González Aureoles, Manuel Ortiz y Zúñiga y un largo
etcétera.
La ilusión de estos jóvenes miembros la podemos ver en la recuperación que hicieron de objetos de
arte que estaban descontrolados y diseminados como consecuencia de la reciente desamortización. Restauraron con sus manos el antiguo convento de Santo Domingo23 para que sirviera de museo y cobijo de estas
valiosas piezas, en cuya solemne inauguración24 leyó Aureliano una de sus muchas poesías, esta vez dedicada
Al Genio, como se recoge en la primera estrofa:
22 Randolph, Donald Allen. Don Manuel Cañete, cronista literario del romanticismo y del posromanticismo de España. Universidad de North Carolina, 1972.
23 La Alhambra, año 1839. Tomo 2º, Núm. 10.
24 Señán y Alonso, Eloy. Universidad de Granada. Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico 1915–1916. p. 22.
25
Javier Miranda Valdés
Figs. 6 y 7. Testimonio del plagio del que fue objeto Fernández Guerra.
[...] de luz que brilla en el altura
en rededor del trono del Eterno,
una ráfaga pura
al corazón del hombre descendió.
Y le llenó de dulces ilusiones
Y descubrióle un mundo de esperanza
Y sujetó a su imperio las pasiones
Y el Genio le infundó.[...]
Nuestra tarea en esta publicación era aclarar como fue posible que un joven de diecisiete años se ocupara de recoger los testimonios de un descubrimiento que tan útil ha sido para esclarecer y aumentar nuestros conocimientos sobre nuestro pasado romano y creemos haberlo hecho, pero aún no hemos hablado del
plagio del que fue víctima Fernández Guerra en el año de 1839.
Veamos ahora el desagradable plagio que hizo a Aureliano, Manuel de la Corte y Ruano. Ya hacía
tiempo que Aureliano había terminado sus trabajos sobre el Cortijo de las Vírgenes y el Sepulcro de los Pompeyo y conservaba toda esta documentación aún sin publicar. Ahora en 1839, estaba ocupado en el estreno
de sus obras dramáticas25. Había sido nombrado Censor del Teatro y era un activo colaborador del Liceo
Artístico Literario. Ocupado en todas estas tareas, es informado por un alumno de la Universidad. Éste le
muestra un ejemplar del Semanario Pintoresco en el que Manuel de la Corte y Ruano copia su trabajo de la
25 Aureliano estrenó de 1839 a1841 tres obras dramáticas, La Peña de los Enamorados, La Hija de Cervantes y Alonso Cano o la
Torre del Oro.
26
El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyo
Sima de Cabra, y no se contentó sólo con eso, pues plagiaría también sus apuntes y dibujos sobre el Cortijo
de las Vírgenes en sucesivos números de la misma revista.
Aureliano denuncia públicamente el plagio apoyado por la gran mayoría de sus compañeros de Liceo,
que se reúnen para testimoniar los hechos con sus firmas. Se muestran públicamente en una de las salas del
Liceo los trabajos hechos por Aureliano y la publicación de Manuel de la Corte, demostrando así el plagio.
Todos ellos, tertulianos de la casa de José Fernández Guerra, habían sido testigos del trabajo que Aureliano iba desarrollando desde el año 1833 y de cómo guardaba toda la información que iba adquiriendo.
Su talante comunicador y confiado, dio pie para prestarlos a Manuel de la Corte y Ruano cuando se los
pidió para su estudio. Todo esto daría lugar a un enfrentamiento escrito y publicado como El Mas Solemne
Mentís.
Transcribimos el documento que se firmó en el Liceo, dando fe de que Aureliano Fernández Guerra
fue plagiado por Manuel de la Corte y Ruano.
Por honor a la verdad y como testigos oculares los más, están [ ] los que suscriben a sostener en juicio
y fuera de él que Don Juan, Don Manuel, Don [ ] y Don [ ] de la Corte y Ruano concurrían con frecuencia desde el año de mil ochocientos treinta y cuatro a la casa de Don Aureliano Fernández Guerra
y Orbe. Que éste le franqueó amistosamente sus apuntes y dibujos sobre antigüedades de Baena. Que
habían sacado copia de [ ] de los dibujos [ ] a través de luces cristal y a mano, igualmente sacaron copia
de un retrato del P. Echevarría hecho por Don Luis, hermano de Don Aureliano.
Y por último que los apuntes y dibujos son los mismos que han estado y aún están expuestos en el
gabinete de lectura del Liceo y los que sobre indudablemente han sido trazados los dibujos y artículos
insertos por el Don Manuel de la Corte en el Seminario Pintoresco.
Granada veintiocho de enero de mil ochocientos cuarenta.
Firmado por: Fº Contreras, Fº Javier Alonso, Fº Martínez de Robles, José María Zamora, Hidalgo,
–Antonio López del – Garrido, José de Mora, José Agujera, Carlos María de Funes, Julián Briones,
Manuel María de Cañizares, Fº de Paula López, etc.
Hasta aquí hemos tratado de convencer al lector de cómo un joven de 17 años estaba preparado para
realizar un trabajo arqueológico y epigráfico de un descubrimiento que tanto aportó al afianzamiento sobre
nuestra Historia Romana, y que tuvo su repercusión en Europa. No olvidemos que dos años después se
ocupa del descubrimiento Prospero Merimé, hecho que nos habla de su importancia.
Como posdata diremos que Aureliano Fernández–Guerra nació en Granada en 1816 y murió en
Madrid en 1894, se dedicó a la Literatura y a la Historia. Los honores alcanzados fueron merecidos reconocimientos a su labor investigadora:
Individuo de número y bibliotecario de la Real Academia Española, individuo de número y anticuario
de la Real Academia de Historia, preeminente de la sevillana de Buenas Letras, socio de la Real de Ciencias
de Berlín, miembro de la Dirección Central del Instituto Arqueológico de Roma, gran cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, caballero comendador de la Orden de la Corona de Prusia, antiguo
abogado del Ilustre Colegio de Granada, senador del Reino y director general de Instrucción Pública.
27
CAPÍTULO II
EL MAUSOLEO DE LOS POMPEYOS EN SU
CONTEXTO HISTÓRICO E HISTORIOGRÁFICO
Jorge Maier Allende
Real Academia de la Historia
1. Introducción
En agosto de 1833 España se encontraba entre sobrecogida y expectante por la salud de su Rey Fernando
VII había sufrido una recaída en la enfermedad que padecía y se temía por su vida. El país entero esperaba
de un momento a otro alguna noticia sobre su estado de salud. A su muerte nada iba a ser igual. Se respiraba
la conspiración en el aire. En los cafés, en las tertulias y en los paseos bullían las conversaciones. En Palacio
también, quizá aun con más intensidad que en cualquier otro lugar.
Mientras tanto, en Baena, una pequeña población entre la campiña y la Subbética cordobesa rodeada
por suaves lomas de olivos y viñedos en el sudeste del entonces reino de Córdoba, la plácida y monótona
vida rural se vio sobresaltada por el hallazgo de un panteón romano que contenía varias urnas con inscripciones apenas a 5 kilómetros al norte de la población en tierras de un cortijo llamado Las Vírgenes.
Las primeras noticias y detalles del hallazgo llegaron rápidamente a oídos del párroco de la iglesia de
Santa María, Diego de Padilla y Lumbreras, quien no dudó en comunicárselo a uno de los eruditos cordobeses más sobresalientes de este tiempo y franciscano recoleto del convento de San Pedro de Alcántara de
Córdoba, José María Jurado, con el que compartía su afición por las antigüedades. La noticia corrió como
un reguero de pólvora. A los pocos días la Real Academia de la Historia era informada del hallazgo por el
general Francisco Javier Venegas, Marqués de la Reunión de Nueva España, a quien Jurado había remitido
copia de la carta de Padilla. La prensa de la época, especialmente la de la Corte, dio amplia noticia del hallazgo con gran sensacionalismo al por atribuir el panteón a la familia de Cneo Pompeyo Magno y por difundir y dar crédito a que en él se había hallado una lámpara inextinguible, que debió causar asombro y fascinación en la mente popular acostumbrada ya en esta época a las mas variadas ensoñaciones románticas.
Para los eruditos anticuarios españoles Pompeyo era una figura muy atractiva y admirada, ya que
no se ignoraba la gran influencia, poder y respeto que había tenido entre los hispanos. Pompeyo, aunque
romano, era considerado, por ello, una figura importante en la historia de la España antigua, como lo fue
también Sertorio. El interés de esta figura en este tiempo, frente a la de César, que contaba ya con siglos de
admiración y eran copiosas las ediciones de sus Comentarios1; se debe en el caso español, pues ambas son figuras de carácter internacional, a la reactivación en la última década del siglo XVIII por localizar la antigua
ciudad de Munda a cuyos pies se había desarrollado la cruenta batalla en la que César acabó con las aspiraciones republicanas. Y es precisamente por este último aspecto con el que enlazamos con la segunda causa
del interés en España por la figura de Pompeyo, esto es, como defensor de la República, que tanto cuajó en
todos los liberales europeos. Son, por tanto, varias las razones por las que el descubrimiento del mausoleo
tuvo un amplio eco en aquella sociedad española en transición del primer tercio del siglo XIX, que superó
ampliamente el marco científico del mismo. El poderoso influjo que tuvo Pompeyo en Hispania, quien
supo promover y desarrollar un amplio espectro clientelar en distintas zonas de la Península2, tanto en la
Hispania Citerior como en la Ulterior, de la que la epigrafía nos ha dejado numerosos ejemplos –más en
la primera, que en la segunda–, no era en absoluto un hecho desconocido para los anticuarios románticos,
aunque si mal conocido. Hablar de Pompeyos en aquel tiempo suponía inevitablemente hablar de Munda,
pues aquí en nuestro país fue definitivamente vencido su partido, no sin gran esfuerzo y con riesgo de la
vida del propio Julio César (fig. 1). Este era un hecho que dignificaba a nuestra patria y a su historia para
los historiadores románticos.
El hallazgo del sepulcro de los Pompeyos está, por tanto, íntimamente conectado con uno de los
1
2
Escasos años antes del descubrimiento se publicaron las traducciones de Manuel Valbuena en Madrid, 1789, dedicada al
Conde de Floridablanca y la de José Goya Muniain, dedicada al Rey Carlos IV, en Madrid, 1798, que aún hoy en día continúan siendo reeditadas. La más antigua versión castellana de los Comentarios se debe a Fray Diego López de Toledo, que
fue publicada en Toledo en 1498 por Pedro Hagembach y dedicada al Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, que fue
reimpresa varias veces en el siglos XVI y XVII.
Véase el más reciente estudio al respecto, L. Amela, Las clientelas de Cneo Pompeyo Magno en Hispania, Barcelona, 2002.
31
Jorge Maier Allende
grandes temas de la arqueología española, la localización de una antigua ciudad de la Bética: Munda.
El interés por localizar Munda, ciudad partidaria
de Pompeyo, se debe como es bien conocido porque a sus pies se libró una sangrienta batalla entre
los ejércitos de Julio César y de los hijos de Cneo
Pompeyo Magno que fue determinante en la Historia Universal. Aunque el tema de la localización
de Munda cuenta con una larga tradición anterior
en nuestra historiografía que se remonta al Renacimiento, fue en la última década del siglo XVIII,
cuándo se le va a prestar una especial atención por
parte de distintos eruditos y anticuarios y acabará
por constituirse desde ese momento en adelante en
uno de los grandes temas de la arqueología española y europea durante casi un siglo. La magnitud de
dicho acontecimiento despertó en el último tercio
del siglo XVIII el interés de muchos eruditos, que
traspasó nuestras fronteras. No obstante, pese a todas las iniciativas emprendidas, en las que se han
barajado numerosas hipótesis, apasionadas las más,
Munda, la antigua ciudad Turdetana, continúa aún
sin ser localizada con exactitud3.
No fueron nuestros anticuarios sino la Sociedad de Anticuarios de Londres la que reactivó el
interés por la localización de Munda a finales del
siglo XVIII al solicitar al Conde de Floridablanca
que nombrase a un ingeniero de los reales ejércitos
Fig. 1. Grabado de Antonio Carnicero y Manuel Salvador Car- para que investigara sobre el terreno la ubicación
mona de la edición de Manuel Valbuena de Los Comentarios de Munda, pues deseaban aclarar ciertas dudas para
de Cayo Julio César de la Guerra Civil de 1789.
un estudio que estaba llevando a cabo uno de sus
miembros sobre la célebre batalla. En un principio
se propuso para la tarea al Teniente Coronel de Ingenieros José del Pozo y Sucre, por indicación del arquitecto Francisco Sabatini, aunque finalmente el encargo fue adjudicado al Teniente Coronel Domingo
Belestá y Pared (1742–1819), quien a pesar de estar poco instruido en antigüedades pero, sin embargo,
destinado en la dirección de las obras de la carretera de Málaga a Antequera, fue comisionado en noviembre
de 17894 para investigar en los archivos de Sevilla, Córdoba y Osuna, así como de Madrid tarea que llevó
cabo en 1790, tras lo cual emprendió un viaje exploratorio, en 1791. Belestá debía de ajustar su investigación a una Instrucción que había redactado el General Melville, miembro de la Sociedad de Anticuarios
londinense5. El escaso conocimiento de Belestá en antigüedades le obligó a solicitar la opinión de diversos
3
4
5
32
Para la historiografía de Munda es todavía una fuente indispensable el trabajo de José y Manuel Oliver Hurtado, Munda
Pompeiana, Madrid, 1861; para un estado actual de la investigación arqueológica e historiográfica véase E. Melchor, J. Mellado y J. F. Rodríguez Neila (eds.), Julio César y Corduba: tiempo y espacio en la campaña de Munda (49–45 a.C.), Córdoba,
2005.
Oficio de Jerónimo Caballero al Conde de Floridablanca, San Lorenzo del Escorial, 8 de noviembre de 1789, Real Academia de la Historia, CAMA/9/7962/2(3).
Una copia de dicha Instrucción, traducida al castellano por Marcos Gregory, cónsul británico en Málaga, se conserva en la
Real Academia de la Historia, CAMA/9/7962/2(21).
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
anticuarios6. Pese a que es, sin duda, la primera vez que en España se emprende una exploración directa del
territorio para la localización de Munda, su labor fue cuestionada por los supuestos escasos resultados de la
investigación, ya que fue incapaz de llegar a una conclusión sobre su emplazamiento, aunque si llegó a desestimar la tradicional identificación con Monda (Málaga). Por ello, el Rey, finalmente, resolvió publicar la
disertación que sobre el tema había redactado Francisco Pérez Bayer y remitirla a la Sociedad de Anticuarios
de Londres, que situaba Munda en Monturque y que, dicho sea de paso, acabó definitivamente con la tradicional identificación con la Monda malagueña. La investigación dio lugar a la aparición de otros estudios
sobre el tema, además del de Pérez Bayer, que siguieron la tradicional identificación de Munda con Monda
o bien con Ronda, excepto el de José Ortiz y Sanz que ubicó la ciudad entre Ecija y Osuna, hipótesis que
cuenta hoy en dia con la mayor aceptación. Entre los trabajos que aparecieron en estos momentos cabe citar
el de Cristóbal de Medina Conde, Canónigo de Málaga, condenado por Carlos III a no escribir obra alguna por el asunto de las falsificaciones de la Alcazaba de Granada, La antigua Munda, reducida a la villa de
Monda del Obispado de Málaga (1790), el del bibliotecario real José Ortiz y Sanz, Disertación histórico geográfica acerca del paraje de la célebre ciudad de Munda, junto a la cual venció Julio César a los hijos de Pompeio
(1792)7, el del catedrático de latinidad y retórica de Ronda, Antonio José Sánchez Palomino, Investigación
de la gran Monda o antigua Ronda (1793) y el de Guillermo López Bustamente sobre las falsificaciones de
las monedas de Munda, Examen de las medallas antiguas atribuidas a la ciudad de Munda en la Bética (Madrid, 1799). También se debe incluir en esta serie de trabajos el artículo del P. Manuel Risco publicado en
1800 en sus apéndices al tomo XLII de la España Sagrada: “Demostración de la existencia de dos ciudades
llamadas Munda y Certima en tiempos de los romanos” al que respondió en 1802, Juan Francisco Martínez
Falero con una disertación en la que revocaba la identificación de la Munda celtibérica con Segóbriga que
había propuesto el P. Risco8. Con estos estudios se inicia, pues, la investigación moderna de un tema que
continúa aún hoy en día abierto.
El descubrimiento del mausoleo de los pompeyos fue, en definitiva, uno de los más importantes de
la arqueología fernandina y de los primeros tiempos de la regencia, y no tanto por figurar en las urnas inscripciones de varios individuos pertenecientes a la gens pompeia, que fue el aspecto que más se valoró en
mejor o peor medida, sino por constituir un precioso dato para el conocimiento del proceso romanizador
de la Turdetania y la perduración de las estructuras prerromanas hasta épocas bastante avanzadas, lo que
nos indica que nunca llegaron a diluirse del todo. Simplemente hay que tener muy en cuenta que el estado
de los conocimientos en aquellos tiempos no les permitió a los anticuarios y estudiosos de las antigüedades
alcanzar a ver toda la dimensión real del descubrimiento, aunque algo se llegó a entrever. La abundante
documentación de la época conservada en la Real Academia de la Historia y especialmente en el archivo
personal de Aureliano Fernández–Guerra, que conserva su descendiente D. Emilio Miranda Valdés, quien
llevó a cabo el estudio más sobresaliente del mausoleo así como los inapreciables dibujos que realizó, inéditos hasta la fecha, nos han permitido hoy revalorizar tan sensacional como inusual descubrimiento.
6
7
8
Solicitó la opinión de Pedro de Castro, Manuel Risco, Andrés López, José Cornide, Cristóbal Medina Conde, Antonio
Medina Palomeque, Francisco Pérez Bayer, José Guevara Vasconcelos, Ramón Vicente Monzón, el Conde de Lumiares,
Antonio Mayans y Vicente Noguera. Todo el expediente se conserva en la Real Academia de la Historia, véase J. M. Abascal
y R. Cebrián, Manuscritos sobre antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2006, pp. 99–100; sobre la misión
de Domingo Belestá véase Mª José Berlanga, “Un capítulo en la historiografía sobre la localización de Munda: la comisión
de Domingo Belestá a fines del siglo XVIII”, Baetica, 23, 2001, pp. 325–342.
Enmendó algunos errores en su famoso Compendio cronológico de la Historia de España desde los tiempos más remotos hasta el
año de 1748. Madrid: Imprenta Real, 1795–1803; pocos años después, en 1805, presentó a la Real Academia de la Historia
una nueva versión Disertación histórico–geográfica acerca del sitio de la ciudad de Munda, pero el académico Juan Pérez Villamil no la consideró merecedora de ser publicada en las Memorias. El manuscrito no fue publicado hasta 1862 por Salvador
Eguídanos, sobrino del autor. Disertación histórico–geográfica acerca del parage de la célebre ciudad de Munda, junto a la
cual venció Julio César a los hijos de Pompeyo. Obra póstuma de D. José Ortiz y Sanz, Deán que fue de Játiba, Académico de la
Historia, y de mérito de la de Nobles Artes de San Fernando. Precedida de una advertencia por D. Salvador Eguídanos. Madrid:
Imprenta de El Clamor Público, 1862.
J. F. Martínez Falero, “Impugnación al papel que con el título de Munda y Certima celtibéricas dio a luz Fr. Manuel Risco”,
Memorias de la Real Academia de la Historia, IV, 1805.
33
Jorge Maier Allende
1.1. Fuentes Documentales
La documentación que se ha conservado sobre el sepulcro de los Pompeyos es muy abundante lo cual es
un aspecto indicativo del valor e importancia que se le otorgó al descubrimiento de este panteón funerario
hispano–romano. Contamos con tres series documentales fundamentales. La primera de ellas corresponde
al Archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia en el que se conserva en
distintos legajos la documentación sobre la notificación oficial del hallazgo, reales órdenes relativas al mismo y el informe que la Academia evacuó al ministerio, así como varios periódicos madrileños en los que
se difundió la noticia. Aquí también se conservan los papeles relativos a Manuel de la Corte Ruano y sus
actividades como Inspector de Antigüedades de Andalucía y la polémica que surgió entre éste y Aureliano
Fernández–Guerra.
La segunda serie documental corresponde al archivo personal de Aureliano Fernández–Guerra y Orbe
que hoy conserva D. Emilio Miranda Valdés, a quien desde estas páginas expresamos nuestro más sincero
agradecimiento por habernos facilitado la consulta y estudio de los preciosos documentos que se conservan
de su distinguido ancestro, los cuales han sido fundamentales para este estudio. En él se conserva la memoria que Aureliano Fernández–Guerra redactó al poco tiempo de efectuarse el descubrimiento, inédita
hasta la fecha y, lo que es más interesante, los dibujos que realizó del panteón, las urnas y otros objetos de
gran interés e igualmente inéditos y, hoy por hoy, el documento más importante para conocer la estructura
arquitectónica de este mausoleo funerario. En este archivo se conserva además la correspondencia del anticuario franciscano José María Jurado, uno de los principales eruditos involucrados en el descubrimiento,
amigo personal de Fernández–Guerra. El archivo de Jurado fue a parar a manos de Aureliano Fernández
Guerra a su fallecimiento en 1836. Entre dichos papeles se encuentra una suculenta correspondencia entre
Jurado y el entonces párroco de la iglesia de Santa María de Baena, Diego de Padilla uno de los principales
testigos oculares del hallazgo desde los primeros momentos9.
La tercera serie documental se compone de varios documentos impresos unos más conocidos que
otros. Entre ellos se cuentan los artículos publicados por Francisco Julián Madrid en el Boletín Oficial de
la Provincia de Córdoba (nos 96, 98, 127, 130 y 143 de 1834), los artículos publicados por Manuel de la
Corte y Ruano en el Semanario Pintoresco Español (entre octubre–diciembre de 1839), algunas referencias
que aparecieron en el periódico granadino La Alhambra (1839–1840) relacionadas con la polémica entre
Corte Ruano y Fernández–Guerra, aunque en esta revista también se publicó un artículo de Agustín Salido (nº 22, 1839). La polémica entre ambos arqueólogos se dilucidó, por voluntad de los redactores de
La Alhambra, quienes se opusieron a que la revista fuera el medio de tales disputas, en otras publicaciones
personalmente financiadas por cada uno de los litigantes. Así, Manuel de la Corte publicó El más solemne
mentis a D. Aureliano Fernandez ó Fernandez Guerra (1840), al que Guerra respondió con Ligeros toques al
retrato que de sí mismo ha hecho el autor el El mas solemne mentis (Granada, 1840), al que de nuevo replicó
Corte–Ruano con Banderillas de fuego al autor anónimo de los ligeros toques etc (cajón de sastre) (Córdoba,
1840) con el que finaliza la disputa. Pocos años más tarde el erudito médico cordobés Luís María Ramírez
y de las Casas–Deza dedicó un capítulo de su libro Corografía histórico–estadística de la Provincia y Obispado
de Córdoba (t. II, Córdoba, 1842) al sepulcro de los Pompeyos. Finalmente, Prósper Mérimée publicó un
artículo en el primer número de la Revue Archéologique (1844). Veinticinco años después Emil Hübner
recogió las inscripciones de las urnas en el volumen correspondiente a España del Corpus Inscriptionum
Latinarum (1869). Otros veinte años después Manuel Rodríguez de Berlanga le dedicó cierta atención en
su obra Los bronces de Lascuta, Bonzanza y Aljustrel (1881) y aun otros veinte después Francisco Valverde y
Perales se ocupó del mausoleo en su Historia de la Villa de Baena (1903).
9
34
Una parte de estos papeles de Jurado fueron donados a la Real Academia de la Historia, donde hoy se conservan, por Luis
Valdés Alberti, bisabuelo de D. Emilio Miranda Valdés. Véase, J. M. Abascal y R. Cebrián, Manuscritos sobre antigüedades
de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2006, pp. 304–306.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Todos y cada uno de estos documentos manuscritos –la mayor parte de ellos inéditos– así como los
impresos se han reunido en un apéndice documental dividido en cuatro grupos por orden cronológico en la
medida que ha sido posible, sin romper la tradición documental, con el fin de clarificar cómo se sucedieron
los hechos. En el grupo I se han reunido las cartas que se cruzaron José María Jurado y Diego de Padilla
(agosto 1833 – junio 1834) que se conservan en el archivo de Emilio Miranda Valdés. En el grupo II se
han reunido los documentos que se conservan en el archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real
Academia de la Historia (agosto 1833 – abril 1834), que constituye el expediente oficial sobre el descubrimiento, y en el que se recogen las comunicaciones privadas y oficiales del hallazgo, impresos, así como el
dictamen de la Academia. En el grupo III se han reunido los principales estudios publicados o inéditos y
algunas cartas de aquellos que se ocuparon en analizar y describir el sepulcro y los ajuares (1834–1903). Y,
finalmente, en el último grupo IV se han reunido todos los documentos relacionados con la polémica que
se desató entre Manuel de la Corte y Ruano y Aureliano Fernández–Guerra (1839–1840).
Antes de introducirnos de lleno en el descubrimiento y sus avatares propiamente dicho creemos necesario en un análisis de esta naturaleza, esbozar un cuadro general sobre la arqueología de la época en la que
se produjo el hallazgo, así como del funcionamiento del incipiente servicio de protección y conservación
de las antigüedades en España, aunque ya en aquellas fechas con casi treinta años de existencia, bajo la
coordinación de la Real Academia de la Historia.
2. La Arqueología en la España de Fernando VII y de la Regencia de
María Cristina
La Arqueología fernandina y de las regencias es una época realmente atractiva de nuestra Historia de la
Arqueología y en general de la de Europa. Son momentos de grandes convulsiones políticas, ideológicas,
económicas y sociales con amplio eco internacional que fueron las causantes de que se produjeran importantes transformaciones en las ciencias de la Antigüedad en su conjunto, que marcaron el nacimiento de
la Arqueología contemporánea, es decir, el nacimiento de la Arqueología como una disciplina científica tal
y como hoy la conocemos. En efecto, la renovación del Neoclasicismo, la aparición del Romanticismo, el
desarrollo espectacular de las Ciencias de la Naturaleza, al que se encuentra íntimamente asociado la renovación del espíritu científico–técnico, así como la expansión europea hacia el Norte de África y el Próximo
Oriente asiático, son los principales factores que contribuyeron de manera decisiva a la transformación
de las ciencias de la Antigüedad. Basten citar como ejemplos la expedición de Napoleón a Egipto, con la
que nació la moderna Egiptología, la adopción de las primeras medidas legislativas sobre la protección o
tutela monumental en los Estados Pontificios, en la Francia republicana, imperial y de la restauración y en
el reino de España, la creación de las primeras cátedras de Arqueología en Francia y en Italia y, sobre todo,
en la Universidad de Berlín, modelo adoptado después por todas las Universidades europeas y en cuyo
seno nació la Altertumwissenschaft y, por último, la creación de las Museos Nacionales de Antigüedades de
donde surgió, por ejemplo, el conocido Sistema de las Tres Edades, ideado por Christian Jürgen Thomsen,
conservador del Museo Nacional de Antigüedades del Norte de Copenhague, que dio inicio a la Prehistoria
como ciencia. No obstante, Roma continuaba siendo el centro del universo de las antigüedades. Desde
aquí partió el redescubrimiento de Grecia, al que contribuyó de manera decisiva el hallazgo de importantes
necrópolis etruscas, y en ella se fundó la primera institución internacional de la Arqueología el Instituto di
Correspondenza Archeologica, en 1829. La nueva conciencia de la Antigüedad y las antigüedades en Europa
fue arrollador y se convirtió en un exponente de alta cultura y civilización, también de libertad y de búsqueda de la verdad y la belleza. Por las energías dedicadas al desarrollo de su estudio y conocimiento llegó a
medirse el grado de civilización o barbarie de una nación. El gusto por el mundo antiguo lo invadía todo,
35
Jorge Maier Allende
penetró en los hogares, palacios y edificios públicos, en la literatura, en la pintura y en las artes decorativas.
Nunca cómo ahora se vieron muebles de inspiración egipcia, griega o romana. Los aristócratas se retrataron
vestidos a la griega (sobre todo las mujeres, recuérdese, por ejemplo, el retrato de la Marquesa de Santa Cruz
de Goya), también los reyes (Carlos III, Carlos IV) y los hombres de estado (Jovellanos, Godoy). Este gusto
por la antigüedad y sus valores fueron adoptados también, pasados por el tamiz de la nueva y emergente
estética romántica durante la Regencia, por la burguesía liberal y especialmente por la llamada aristocracia
del dinero, los grandes capitalistas. Es en el contexto de este tiempo singular cuándo se produjo el hallazgo
del mausoleo de los Pompeyos.
Pocos o ninguno, que sepamos, son los estudios que han fijado su atención al periodo que corresponde
al reinado de Fernando VII y de la Regencia de la reina María Cristina a pesar de las importantes transformaciones que tuvieron lugar en las ciencias de la Antigüedad en Europa, como hemos señalado10.
Un hecho muy desconocido es el que Fernando VII prestó un gran apoyo a la Real Academia de la
Historia para reiniciar sus actividades después de la guerra, ya que tuvo la iniciativa de reactivar y potenciar
la Cédula de 1803 en dos etapas de su reinado, en 1818 y en 1827, lo que indica el interés, de acuerdo con
el movimiento que en este sentido se estaba experimentado en el resto de la Europa culta, por desarrollar,
fomentar y consolidar un marco jurídico que velase por la conservación de los monumentos antiguos. Esto
permitió a la Real Academia de la Historia desarrollar y potenciar la inspección de antigüedades, además
de emprender algunos trabajos literarios importantes. No hay que valorar este hecho de una forma aislada,
ya que durante su reinado se llevaron a cabo otras importantes iniciativas culturales para el conjunto de
la nación y especialmente para las ciencias de la antigüedad, como fue la creación en 1819 del Museo de
Pintura y Escultura, hoy Museo del Prado, en el que Fernando VII mandó reunir al Duque de Híjar y al
escultor de cámara Valeriano Salvatierra, la colección real de escultura clásica y de cerámica griega en 1829,
que fue presentada al público al año siguiente11. La creación de museos como centros para el desarrollo de
la instrucción pública fue una iniciativa característica de este tiempo y así Fernando VII ofreció su apoyo
al proyecto de creación de un Museo de Antigüedades Españolas en 1830 que fue, como hoy sabemos, el
origen del Museo Arqueológico Nacional y Provinciales12. Asimismo hay que destacar el impulso que le
otorgó con su protección a la Real Academia Greco–Latina Matritense a partir de 1829 a la que concedió el
mismo rango que a la Española y a la de la Historia13. A estas iniciativas, entre otras, no se le ha otorgado la
valoración debida a la general denostación de este monarca que es, pese a todo, justificada desde un punto
de vista político.
A grandes rasgos se pueden establecer dos fases, antes y después del Trieno Constitucional, en un
período que podríamos considerar de transición, ya que si aún se mantienen los criterios de la anticuaria
neoclásica se comienza a experimentar, ya desde los últimos lustros del siglo XVIII, la cada vez mayor
influencia de las nuevas ideas románticas, característica que resulta particularmente evidente si la analizamos desde un punto de vista generacional, pues varios de los más destacados anticuarios neoclásicos de
las últimas décadas del siglo anterior, aunque alcanzaron a trabajar en las primeras décadas del siglo XIX,
fallecieron durante este reinado. José Antonio Conde falleció en 1820, Ambrosio Rui Bamba en 1821, José
Ortiz y Sanz en 1822, Juan Agustín Ceán Bermúdez en 1829 y Carlos Benito González de Posada en 1831.
10
11
12
13
36
He tratado algunos aspectos de esta interesante época en J. Maier, Noticias de Antigüedades de las Actas de Sesiones de la Real
Academia de la Historia (1792–1833), Madrid, 2003, pp. 29–42 y, especialmente, en “Las antigüedades en la España de
Fernando VII: de la Anticuaria a la Arqueología (1814–1833)”, Revista de Historiografía, 5, 2006, pp. 95–111; para la época de
la Regencia y reinado de Isabel II; véase mi introducción a las Noticias de Antigüedades de las Actas de Sesiones de la Real Academia
de la Historia (1834–1874), Madrid, 2008, pp. 11–102.
P. León, “La colección de escultura clásica del Museo del Prado”, en S. F. Schröder, Catálogo de la Escultura Clásica, vol. I:
los retratos, Madrid, 1993, pp. 21–22.
M. Almagro–Gorbea y J. Maier, “El futuro desde el pasado: la Real Academia de la Historia y el origen y funciones del
Museo Arqueológico Nacional”. Boletín de la Real Academia de la Historia, CXCVI, 1999, pp. 183–208.
P. Hualde y F. García, “La Real Academia Greco–Latina Matritense: documentos y semblanzas”, en J. L. Gómez–Pantoja
(ed.), Excavando papeles. Indagaciones arqueológicas en los archivos españoles, Guadalajara, 2004, pp. 90–110.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Pero es también en esta época en la que nacieron las futuras generaciones de los arqueólogos más representativos de la España romántica, ya que salvo alguna excepción la mayoría de ellos nacieron y se formaron
en el reinado de Fernando VII14. La mayoría de ellos tuvieron inclinaciones políticas moderadas salvo los
naturalistas que las tuvieron normalmente progresistas, es decir, fueron gente más bien conservadora, católica y románticos schlegelianos aunque de todos ellos unos tuvieron una relación más o menos estrecha
con la escuela romántica. Fueron en general, salvo excepciones, hombres polifacéticos, aunque a muchos de
ellos debemos de considerarlos especialistas que se entregaron en cuerpo y alma al estudio de la arqueología
siendo otras sus verdaderas profesiones.
La Real Academia de la Historia fue la principal institución de la arqueología española desde 1792,
año en el que se creó la Sala de Antigüedades –que más tarde pasó a denominarse Comisión de Antigüedades– pero sobre todo desde la promulgación de la Real Cédula de 6 de julio de 1803 por la que Carlos IV
mandó cumplir la Instrucción formada por la Real Academia de la Historia sobre el modo de recoger y conservar
los monumentos antiguos españoles15.
Los asuntos de antigüedades se trataban a través de la Primera Secretaría de Estado16 que era de la que
dependía la corporación, como se constata en la Novísima Recopilación, aunque en los últimos momentos
del reinado, en el que se introdujeron varias reformas en la administración del estado, pasó a depender del
Ministerio del Fomento General del Reino. Así, ante cualquier evento la Secretaría de Estado y el Ministerio en su momento, bien se tratara de hallazgos o de protección y conservación de los monumentos determinados en la Real Cédula, lo ponía en conocimiento de la Academia para que ésta emitiera el informe
correspondiente y se tomara ante su vista la resolución mas conveniente.
Los datos cuantitativos de los documentos conservados en los archivos de la Academia, la mejor fuente
para estudiar la arqueología de este período, nos muestran claramente que entre 1824 y 1833 se produjo
un incremento notable de las actividades arqueológicas en España17. Entre ellas cabe destacar las intervenciones en Itálica, Mérida y Segóbriga, así como algunas excavaciones entre las que destacan las de la necró-
14
15
16
17
Destacamos entre ellos, por orden de año de nacimiento, a: Miguel Cortés y López (1776–1854), José Caveda y Nava
(1796–1882), Casiano de Prado (1797–1866), Luis Mª Ramírez de las Casas–Deza (1802–1874), Antonio Delgado
(1805–1879), Ivo de la Cortina (1805–¿?), Sebastián Castellanos de Losada (1807–1891), Joaquín María Bover (1810–
1865), Buenaventura Hernández Sanahuja (1810–1891), Manuel de Góngora (1812–1884), Antonio Machado y Nuñez
(1812–1896), Manuel de Assas (1813–1880), Vicente Boix (1813–1880), Pedro Madrazo (1816–1898), Aureliano Fernández Guerra (1816–1894), Pablo Piferrer (1818–1848), José Amador de los Ríos (1818–1878), José María Quadrado
(1819–1896), Manuel Rodríguez de Berlanga (1825–1909), José Oliver y Hurtado (1827–1887), Demetrio de los Ríos
(1827–1892), Eduardo Saavedra (1829–1912) y Emilio Lafuente Alcántara (1830–1868).
La Real Academia de la Historia se había interesado desde su fundación (1738) por las antigüedades españolas como una de
sus principales tareas académicas especialmente para desterrar y neutralizar las fábulas y falsificaciones que sobre ellas se cernían, véase M. Almagro–Gorbea y J. Maier, “La Real Academia de la Historia y la Arqueología española en el siglo XVIII”
en J. Beltrán et alii, Illumismo e Ilustración. Le Antichità e i loro protagonisti in Spagna e in Italia nel XVIII secolo, Roma,
2003, pp. 1–27. Sobre la creación y actividades de la Comisión de Antigüedades, M. Almagro–Gorbea y J. Maier (eds.),
La Real Academia de la Historia: 250 años de Arqueología y Patrimonio Histórico. Madrid, 2003, con dos DVD en los que se
recogen más de 17.000 documentos sobre arqueología y patrimonio histórico–artístico. Sobre esta labor en el siglo XIX, J.
Maier, “La Real Academia de la Historia y la Arqueología española en el siglo XIX”, Eres Arqueología / Bioantropología, 12,
pp. 91–121. Existe otra visión, algo desenfocada, sobre la valoración de Real Academia de la Historia y las antigüedades
españolas, G. Mora y T. Tortosa, “La actuación de la Real Academia de la Historia sobre el Patrimonio Arqueológico: ruinas
y antigüedades”, Archivo Español de Arqueología 69, 1996, pp. 191–217.
Los Secretarios de Estado fueron entre 1816 y 1820: El Duque de San Carlos (1814), Pedro Cevallos Guerra (1814–1816),
José García de León y Pizarro (1816–1818), Marqués de Casa Irujo (1818–1819) Manuel González Salmón (1819); entre
1824 y 1833 el Conde de Ofalia (1824), el Duque del Infantado (1825–1826), Manuel González Salmón (1826–1832) y
Francisco Cea Bermúdez (1832–1833).
Que coincide plenamente con el espíritu reformista que caracteriza la que se ha denominado, con cierta exageración la “Década Ominosa”, cuando se trata de un periodo en el que se produjeron importantes reformas institucionales y de modernización del estado, como ha señalado recientemente J. P. Luis, “La década ominosa (1823–1833), una etapa desconocida en
la construcción de la España contemporánea”, en R. Sánchez Mantero (ed.), Fernando VII. Su reinado y su imagen, (Ayer,
41), 2001, pp. 85–117.
37
Jorge Maier Allende
polis romana de Tricio (1819), las de Cartama (1829–1830; 1833–1834), las más importantes de todas
las llevadas a cabo en este periodo, y las de la basílica paleocristiana de Santa María de Cami en Palma de
Mallorca (1833). Asimismo se aprobaron por Real Orden las solicitudes para realizar excavaciones en Complutum por José Casano (1831), en San Miguel de Erdol (Olérdula) por Alberto Pujol (1831), en la iglesia
de Duarria (Castro de Rei, Lugo) por Juan Varela (1831), pero no en Clunia (1832), que son indicativos de
la intensidad de los trabajos arqueológicos en esta época frente a lo que se venía considerando.
También se emprendieron importantes estudios bajo los auspicios de la Real Academia de la Historia
como la España griega y romana o colección de cuanto han dicho de España los geográfos e historiadores griegos y
romanos de Ambrosio Rui Bamba (1752–1821) que quedaron finalmente inéditos18 y sobre todo el de Juan
Agustín Ceán Bermúdez (1749–1829), Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España en especial
las pertenecientes a las Bellas Artes publicado póstumamente en 1832. Aunque los Diálogos19 aparecieron
antes que el Sumario, Ceán comenzó a trabajar sobre éste en 1816 hasta prácticamente el momento de su
fallecimiento. El Sumario es una obra que fue realizada en la Real Academia de la Historia y con materiales
extraídos de sus archivos y colecciones documentales de antigüedades y sin duda está en relación con las
atribuciones de este cuerpo literario en la inspección de antigüedades en la que Ceán se implicó mucho,
ya que su intención fue la de hacer una obra didáctica que fuera de utilidad a la vez que generar el respeto
por el patrimonio arqueológico – clásico evidentemente – y favorecer su estudio. Fernando VII mandó por
Real Orden del 21 de diciembre de 1829 que se costease por el real erario la impresión del Sumario quedando el beneficio de ella para Ceán y su familia y que la Real Academia de la Historia se encargase de la
corrección de la impresión. El Director nombró a Diego Clemencín, José de la Canal y José Musso. Pese al
noble esfuerzo del autor la comisión encargada de su impresión, manifestó (acta de 29 de enero de 1830) lo
siguiente: La comisión encargada de disponer la impresión del Sumario de Antigüedades romanas de España
de Céan, manifiesta las dificultades que encuentra por la frecuencia con que en muchos puntos del texto deben hacerse a su parecer rectificaciones o supresiones; se acuerda autorizar a la comisión para que proceda en este asunto
con discreción y prudente libertad que conviene para la ilustración del público y conservación del buen nombre
del autor y aún de la Academia como editora de la obra. Opinión que ha trascendido hasta nuestros días en
Menéndez Pelayo: Es libro que debe consultarse con bastante cautela, porque Ceán no vió muchos de los monumentos de que habla y, además, su fuerte no era la arqueología clásica ni la geografía antigua20. Acusaciones un
tanto duras que no comparte totalmente su principal biógrafo José Clisson aunque no tiene objección en
afirmar que Ceán fue un espiritu reaccionario, conservador esencialmente, su mentalidad neoclásica se mantuvo
hasta los años finales de su vida, a pesar de que los nuevos aires del romanticismo se respiraban ya en la calle y de
que su contacto con Goya no pudiera por menos de deslumbrarle21.
18
El manuscrito fue adquirido por Fernando VII a sus sobrinas en 1827 y mandó por Real Orden que lo publicase la Academia de
la Historia, la cual nombró a Francisco de Paula Quadrado y José Musso para que revisasen el texto, pero dadas las dificultades
que encontraron no pudo finalmente publicarse. El manuscrito se conserva en la Real Academia de la Historia, 9/4587–91. Ambrosio Rui Bamba es uno de los eruditos de la arqueología fernandina que han pasado más desapercibidos, ya que su obra
quedó inédita. Fue Archivero y Oficial Mayor de la Biblioteca Real (1805); en 1814 se le nombró Oficial Primero de la primera
Secretaría de Estado y en 1819 ocupó el cargo de Director General de Correos. Ingresó en la Real Academia de la Historia como
Académico Supernumerario en 1805 y fue ascendido a Numerario en 1815. Tradujo la Economía de Jenofonte y la Historia de
Polibio y se especializó en Claudio Tolomeo y la geografía de España, que fue el tema escogido para su discurso de ingreso en la
Real Academia de la Historia. Véase L. García Ejarque, La Real Biblioteca de S. M. y su personal (1716–1836), Madrid, 1997, y
para sus trabajos en la Real Academia de la Historia, J. Maier, “Las antigüedades en la España de Fernando VII: de la Anticuaria
a la Arqueología (1814–1833)”, Revista de Historiografía, 5, 2006, pp. 95–111.
19
Juan Agustín Céan Bermúdez, “Diálogo sobre el origen, formas y progresos de la Escultura en las naciones anteriores
a los griegos”, El Censor, nº 91, 4 de mayo de 1822; “Diálogo sobre el estado de perfección a que llegó la Escultura
en Grecia”, El Censor, nº 97, 8 de junio de 1822; “Diálogo sobre la Escultura en tiempo de la dominación de los
romanos”, El Censor, nº 102, 13 de julio de 1822.
20
21
M. Ménedez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, T. III. Madrid, 1962, p. 583.
J. Clisson Aldama, op. cit. p. 381.
38
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Uno de los aspectos más importantes para la historia de la cultura de este tiempo fue la introducción
de las ideas románticas, y especialmente del romanticismo Schlegeliano o romanticismo tradicionalista
también denominado primitivo o nacionalista22. Aunque resulta cada vez más evidente que sus prolegómenos se sitúan en la última década del siglo XVIII, se considera tradicionalmente que el proceso cobró cuerpo definitivamente en 1814 con los trabajos de Nicolás Böhl von Faber, que tuvieron su continuación en
Agustín Durán y en los editores del El Europeo de Barcelona. Pero, sin duda, la introducción y aceptación
del romanticismo no fue paralelo en todas sus manifestaciones culturales, experimentándose en algunas
disciplinas antes que en otras. La gran contribución del Romanticismo a la Arqueología se produce por la
nueva conceptualización y valoración del objeto artístico, es decir de la obra de arte, y en general de la teoría del Arte. Porque hemos de tener en cuenta que las fronteras entre la Arqueología y la Historia del Arte
en esta época son difusas, es lo que alemanes han denominado Kunstarchäologie, Arqueología del Arte. En
efecto, uno de los aspectos globales más importantes e influyentes de la estética romántica es el de la historización radical de nuestro modo de considerar la poesía y el arte23. El Romántico hace valer la exigencia y
el método de una comprensión histórica de los fenómenos en todas las esferas de la cultura – también en la
Ciencia – Así mismo lo expone Isaiah Berlin al decir: La conclusión principal en cuanto a nuestros propósitos
inmediatos es la siguiente: claramente los objetos no se pueden describir sin hacer referencia a los propósitos de sus
creadores. El valor de una obra de arte debe analizarse en relación con el grupo particular al que se dirige, de la
intencionalidad del hablante, del efecto sobre los interlocutores y del vínculo que se crea automáticamente entre
el hablante y el interlocutor. Es una forma de comunicación y, por tanto, no puede tener un valor impersonal ni
eterno24. En España estas ideas habían sido llevadas a la práctica por Antonio Capmany y por Jovellanos,
por sus “Reflexiones sobre la arquitectura gótica” incluidas en Memorias sobre la Marina, Comercio y Artes de
la antigua ciudad de Barcelona, y las Memorias históricas sobre el castillo de Bellver en la isla de Mallorca (Palma, 1813), respectivamente. También fueron importantes en este sentido los estudios sobre monumentos
árabes llevados a cabo por eruditos extranjeros, entre los que cabe destacar los de James Cavanagh Murphy,
The arabian antiquities of Spain (London, 1818). No sólo fue el interés por la Edad Media sino que las
nuevas ideas románticas potenciaron el interés hacia otras manifestaciones culturales, como los megalitos
o las antigüedades prerromanas, un mundo aún todavía por descubrir, de las que contamos con algunos
ejemplos en España. Es decir, la obra de arte es para el romántico una forma singular, irrepetible y fijada a
las condiciones históricas y geográficas en que nace. Esta visión fue determinante y se puede resumir en la
frase de Frederich Schlegel La ciencia del arte es su historia. Los focos más importantes se desarrollaron en
Cádiz, Barcelona y Madrid, aunque poco después en Sevilla y sobre todo en Granada, en el que tomaron
parte muy activa la familia Fernández–Guerra entre otros25.
Otro aspecto importante en el primer tercio del siglo desde el punto de vista del proceso de trasformación e institucionalización de una nueva conciencia sobre las antigüedades es el surgimiento del asociacionismo científico privado. En efecto, en estos momentos se observa una proliferación de ateneos, liceos y
22
23
24
25
La bibliografía es superabundante véase por ejemplo H. Juretschke, “El problema de los orígenes del romanticismo español”
en J. Mª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXXV, La época del romanticismo (1808–1874),
vol I, Orígenes. Religión. Filosofía. Ciencia. Madrid, 1996, p. 5–209; D. Flitter, Teoría y crítica del romanticismo español.
Cambridge, 1995 o R. Marrast, José de Espronceda y su tiempo: literatura, sociedad y política en tiempos del romanticismo.
Barcelona, 1985.
P. D’Angelo, La estética del romanticismo. Madrid, 1999, p. 46.
I. Berlin, Las raíces del romanticismo. Madrid, 1999, p. 90.
En general sobre la historiografía romántica, a la que no se han dedicado excesivos estudios, véase M. Moreno Alonso,
Historiografía romántica española: introducción al estudio de la Historia en el siglo XIX, Sevilla, 1979, en donde se dedican
algunas páginas a la Arqueología y la Historia Antigua. Otros trabajos sitúan su centro de atención en el nacionalismo español, aunque las ciencias de la Antigüedad apenas son tratadas, véase por ejemplo, P. Cirujano, T. Elorriaga y J. S. Pérez,
Historiografía y nacionalismo español (1834–1868), Madrid, 1985. Una visión más reciente en J. Maier, “Las antigüedades
en la España de Fernando VII: de la Anticuaria a la Arqueología (1814–1833)”, Revista de Historiografía, 5, 2006, pp. 95–111;
idem, “Introducción” en Noticias de Antigüedades de las Actas de Sesiones de la Real Academia de la Historia (1834–1874), Madrid,
2008, pp. 11–102.
39
Jorge Maier Allende
otros tipos de sociedades que si bien no tuvieron, por lo que respecta a la Arqueología, un gran desarrollo
en el reinado de Fernando VII, cuyo marco institucional continuó restringido a las Reales Academias
(Historia, Bellas Artes, Greco Latina), comenzó a dar sus frutos durante la regencia de María Cristina en
la que surgieron varias instituciones como la Sociedad Numismática Matritense o la Academia Mallorquina
de Literatura, Arqueología y Bellas Artes, que emulaban sin duda a sus homólogas italianas. Pese a todo,
este movimiento tuvo mucha más importancia en otros países europeos, especialmente en Inglaterra, ya
que en España se apostó por un modelo estatal, aunque no obstante, fue en este marco privado en el que
se desarrolló la enseñanza de la Arqueología al crearse una cátedra en el Ateneo Científico y Literario de
Madrid que le fue encargada a Basilio Sebastián Castellanos de Losada. Por otra parte, la Real Academia
de la Historia había propuesto al Gobierno la creación de cátedras de antigüedades asociadas al Museo de
Antigüedades Españolas, que no fueron nunca dotadas, pero que fue la línea que se siguió al crearse años
después la Escuela Superior de Diplomática, primer y único centro oficial en el que se impartió la enseñanza de la Arqueología durante todo el siglo XIX26.
Finalmente otro aspecto importante para el desarrollo de los estudios arqueológicos fue la aparición
de revistas periódicas ilustradas de arte, literatura y ciencias en las que comenzaron a insertarse artículos
sobre antigüedades que se beneficiaron de la implantación, en sustitución progresiva del grabado, de la
litografía, un sistema barato y eficaz en la difusión de imágenes, como se podrá comprobar en el caso del
mausoleo de los pompeyos. Se debe a Fernando VII el impulso de esta técnica en España con la fundación
del Real Establecimiento Litográfico en 1824 que se puso bajo la dirección de José de Madrazo27. Pero no
fue hasta la regencia de María Cristina cuando se liberalizó del todo este sistema que fue una de las grandes
novedades e impulso de las revistas románticas que incluían una cantidad importante de imágenes lo que
sin duda contribuyó a crear y arraigar un ambiente de sensibilidad hacia el patrimonio histórico–artístico y
arqueológico español y a la difusión de su conocimiento al gran público.
2.1. El marco legislativo e institucional de la arqueología fernandina y de regencias
Es conveniente que nos extendamos sobre algunos aspectos del marco legislativo de la arqueología española de esta época, pues nos será de gran utilidad para comprender el procedimiento oficial que se siguió
en el descubrimiento del mausoleo que nos ocupa.
El 6 de julio de 1803 Carlos IV expidió una Real Cédula por la que concedía la inspección de las
Antigüedades del Reino a la Real Academia de la Historia. Esta disposición, una de las primeras leyes que
se promulgaron en Europa sobre protección y conservación de monumentos arqueológicos28, es fundamental para comprender el protagonismo de esta institución a lo largo de todo el período que nos ocupa.
El cumplimiento de esta Ley, que había sido incluida en la Novísima Recopilación como la Ley 3ª del título
20, Libro 8º en 1805, fue renovada en el reinado de Fernando VII, a través de dos circulares, la primera de
ellas en 1818 y la segunda en 1827. Este hecho es fundamental, ya que la Real Academia de la Historia, a
la que Fernando VII dispensó un decidido apoyo, como hemos indicado, pudo continuar con sus labores
en la inspección de las antigüedades españolas y en sus archivos encontramos la mejor de las fuentes para
estudiar la arqueología fernandina.
26
27
28
40
J. Maier, “La enseñanza de la Arqueología y sus maestros en la Escuela Superior de Diplomática”, Revista General de Información y Documentación, 18, 2008, pp. 173–189.
J. Vega, Origen de la litografía en España: el real establecimiento litográfico, Madrid, 1990.
Iniciativa que fue promovida por el Secretario de Estado de Carlos IV, Mariano Luís de Urquijo en 1800, véase J. Maier,
“II Centenario de la Real Cédula de 1803. La Real Academia de la Historia y el inicio de la legislación sobre el Patrimonio
Arqueológico y Monumental en España”, Boletín de la Real Academia de la Historia, CC, 2003, pp. 439–473; una reproducción facsímil de la Real Cédula en M. Almagro–Gorbea y J. Maier (eds.), La Real Academia de la Historia: 250 años de
Arqueología y Patrimonio Histórico. Madrid, 2003, pp. 223–234 y en Internet: www.cervantesvirtual.com/portal/antigua/.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Fig 2.– Circular de 1827 publicada en la Gaceta de Madrid.
La primera de estas circulares data del 2 de octubre de 1818 y se formó por el llamamiento de la Real
Academia de la Historia ante el deterioro que habían sufrido las ruinas de Segóbriga (Cabeza del Griego) y
la consiguiente resolución real de 10 de septiembre de 1818 en la que no sólo se mandaba la restauración
de lo deteriorado sino que ...considerando al propio tiempo S. M. que las circunstancias de la pasada guerra
habrán causado varios perjuicios en las demás excavaciones que hay en el reino, se ha designado mandar igualmente se recuerde a las Justicias de la obligación que tienen de velar sobre el cumplimiento de las citadas leyes, y
la conservación de la gloria y buen nombre de los pueblos29. La Real Orden, que se trasmitió al Consejo Real
el cual se encargó de publicar una circular el 2 de octubre de 1818, se envió tanto a las Autoridades Civiles
como a los correspondientes de la Academia y tuvo su reflejo en el restablecimiento de las actividades de
29
Circular del Consejo de Castilla del 2 de octubre de 1818, transcrita en J. Maier, “II centenario…” op. cit., 2003, pp.
468–469.
41
Jorge Maier Allende
estos años de la Sala de Antigüedades, sección o departamento de la Real Academia de la Historia que se
encargaba de coordinar los trabajos30.
La segunda circular apareció nueve años después, el 19 de septiembre de 1827, pero en un contexto
político distinto. El motivo de su promulgación se encuentra, como en la precedente del año 18, por las
agresiones que sufrieron los restos monumentales de un yacimiento, en este caso los de Itálica. El Rey
solicitó a la Real Academia de la Historia que le informase sobre las medidas para la conservación de los
monumentos antiguos. La Academia ratificó en su informe la observancia de las leyes vigentes, es decir, la
Instrucción aprobada por Real Cédula de 1803, por lo que el Rey mandó de nuevo al Consejo de Castilla,
por Real Orden de 18 de agosto de 1827, que se formase una nueva circular, como así se hizo el 19 de
septiembre de este año (fig. 2). En ella se especificaba con cierta severidad: que se renovasen las ordenes y
circulares anteriores expedidas sobre la materia, recomendándose su más puntual observancia muy particularmente a todos aquellos a quienes competiese, manifestándoles que así como serían apreciados y distinguidos oportunamente los que se esmerasen en acreditar su vigilancia en la materia, incurrirían por el contrario en el Real
desagrado, y aun se procedería severamente contra los que mirasen con incuria y descuido la conservación de tan
preciosos vestigios de la antigüedad31. Como consecuencia de esta circular el Rey nombró además al Asistente
de la Provincia Protector de las ruinas de Itálica32.
Así, los asuntos de antigüedades se tramitaban a través de la Primera Secretaría de Estado33 que era
de la que dependía la corporación como queda reglamentado en la Novísima Recopilación. La Secretaría
de Estado ante cualquier evento, bien se tratara de notificaciones de hallazgos o de la protección y conservación de los monumentos determinados en la Real Cédula, lo ponía en conocimiento de la Academia
para que emitiera el informe correspondiente y se tomara ante su vista la resolución mas conveniente. Los
descubridores o informantes y las autoridades civiles y eclesiásticas también podían dirigirse directamente
al Secretario de la Real Academia de la Historia como se reglamenta en la Real Cédula. Tanto en uno como
en otro itinerario el Secretario lo ponía en conocimiento de la corporación la cual, normalmente, por indicación del Director, la trasladaba a la Sala o Comisión de Antigüedades para que se emitiera el informe
correspondiente. Ante la vista de dicho informe, que era presentado en junta académica por el Revisor o
Secretario de la Sala de Antigüedades, la Academia tomaba la resolución conveniente, la cual se comunicaba, o bien al Gobierno si se había solicitado de Real Orden, o bien a los interesados. Este fue, en definitiva,
el procedimiento que se instruyó en el descubrimiento del mausoleo, como veremos más adelante.
Esta situación se transformó ligeramente tras el fallecimiento del monarca. La transición del absolutismo moderado de los últimos años del reinado de Fernando VII al nuevo régimen liberal supuso un período
de profundos cambios en la estructura administrativa del Estado, en la que primó un marcado carácter
centralista. Una de las primeras medidas que va a ser determinante en la gestión del patrimonio cultural
30
31
32
33
42
La Circular fue remitida sobre todo a los correspondientes; entre los que acusaron su recibo, según consta en las Actas de
la Real Academia de la Historia, se encuentran: Antonio Manuel Trianes (Cádiz), Claudio Constanzo (Cáceres); Benito
Fernández de Navarrete (Zaragoza); Carlos González de Posada (Tarragona); Conde de Cervera (Cuenca); Juan Manuel Bedoya (Orense); Joaquín Antonio del Camino (Lugo); Ciriaco González Carvajal (Sevilla); Justo España y Romero (Guadalajara); Félix Torres Amat (Barcelona); Jaime Barcalli (Tortosa); Salvador Campillo (Teruel); Bartolomé Colomar (Murcia);
Fr. Segismundo Romero (La Rioja); José María de Zuaznavar (Pamplona); Joaquín Acosta (Palencia); Rafael de Hervias
(Toledo) y Juan Muntaner y García (Palma de Mallorca).
Circular del 19 de septiembre de 1827, transcrita en J. Maier, “II centenario…”, op. cit., 2003, pp. 470–471.
El Asistente de Sevilla era José Manuel de Arjona, hermano del famoso poeta Manuel María de Arjona fundador de la
Academia de Letras Humanas de Sevilla y de la Real Academia de Córdoba, quien además tuvo cierto protagonismo en el
descubrimiento del mausoleo de los pompeyos como se verá más adelante. No era el primer nombramiento de esta especie,
ya que Carlos IV había nombrado a Enrique Palos y Navarro, juez protector de las antigüedades de Sagunto.
Los Secretarios de Estado entre 1814 y 1833 fueron: El Duque de San Carlos (1814), Pedro Cevallos Guerra (1814–1816),
José García de León y Pizarro (1816–1818), Marqués de Casa Irujo (1818–1819), Manuel González Salmón (1819), el
Conde de Ofalia (1824), el Duque del Infantado (1825–1826), Manuel González Salmón (1826–1832) y Francisco Cea
Bermúdez (1832–1833). En 1832 María Cristina de Borbón creó la Secretaria de Estado de Fomento General del Reino,
que es a la que se comunica el hallazgo del mausoleo. Su primer titular fue el Conde de Ofalia, véase J. R. Urquijo, Gobiernos y Ministros españoles (1808–2000), Madrid, 2001.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
por el Estado Liberal, fue la reestructuración de la administración territorial del Estado con la creación de
las provincias por Real Decreto de 30 de noviembre de 1833. Como consecuencia de este decreto los Jefes
Políticos (futuros Gobernadores Civiles) fueron los encargados del progreso de las ciencias y las artes en las
provincias con la creación de bibliotecas públicas, museos, etc. y de la conservación de las obras artísticas y
monumentales34. Durante el período de las Regencias, de María Cristina de Borbón primero y del General
Espartero después, se van a perfilar ya los elementos que configuraran las distintas medidas adoptadas por el
Estado Liberal y que caracterizarán el Reinado de Isabel II (1843–1868), en un proceso sujeto a constantes
cambios, aunque con un predominio claro de la política del moderantismo35.
La reactivación del proceso desamortizador fue otra de las causas determinantes, pues de él se derivó
la consolidación definitiva del concepto de Patrimonio Histórico Artístico de la nación, que dará lugar
a la necesidad de crear nuevas instituciones específicas para velar con más eficacia por su conservación y
protección. Para reunir los objetos librarios y artísticos, que se exceptuaron de la aplicación al pago de la
deuda pública, se mandó a los Gobernadores Civiles por Real Orden de 25 de julio de 1835 que nombren
una comisión de tres a cinco individuos inteligentes y activos, los cuales tengan a su cargo examinar, inventariar
y recoger cuanto contengan los archivos, bibliotecas de los monasterios y conventos suprimidos, y las pinturas,
objetos de escultura u otros que deban conservarse (art. 1º). Para el nombramiento de estos individuos se
debería consultar a las academias de bellas artes o letras, a los encargados de los archivos públicos, o bien a las
sociedades económicas (art. 2º). Pero también se podía según el art. 3º En el caso de no haber en su provincia
estos cuerpos, nombrará V. S. directamente los comisionados, eligiéndolos entre las personas que por su ilustración
y gusto acreditado le merezcan mejor opinión y más confianza. No es necesario insistir que esta medida fue de
consecuencias funestas. Unos meses más tarde se mandó por Real Orden de 19 de diciembre de 1835 que
se valgan preferentemente de los correspondientes de la Real Academia de la Historia. Estas comisiones no
tuvieron nunca ninguna designación, ya que tenían carácter temporal. Su misión era reunir los objetos en
lugares apropiados, nada más. No fue hasta el 27 de mayo de 1837 cuando se crearon las Comisiones Científico y Artísticas –esta es la designación que se les da en la Real Orden– en cada una de las provincias. En el
punto 2º de la Real Orden se especifica cómo han de constituirse: En cada capital de la provincia se formará
una comisión científica y artística presidida por un individuo de la diputación provincial o del ayuntamiento, y
compuesta de cinco personas nombradas por el gefe político e inteligentes en literatura, ciencias y artes. Esta comisión reuniendo los inventarios particulares, formará uno general, en el cual designará las obras que merezcan,
según su juicio, ser conservadas, y las hará trasladar inmediatamente a la capital.
Estas medidas no tuvieron ninguna trascendencia directa para el patrimonio arqueológico, que aún
continuaba bajo la tutela de la Real Academia de la Historia. Sí lo tuvieron las medidas que tuvieron que
adoptarse para evitar la salida de objetos artísticos del país para lo que se promulgaron la Real Orden de 2
de septiembre de 1836, la Real Orden de 28 de abril de 1837 y la Real Orden de 20 de agosto de 183836,
aunque tampoco se trataba de normas específicas sino de carácter general.
Por ello y a pesar de todo la Real Academia de la Historia continuó con su labor secular en la inspección de antigüedades en este período de Regencias, ya que aún se mantuvo vigente la ley de 1803.
Tan sólo hemos de llamar la atención sobre la creación de un nuevo cargo que tendrá fortuna en años
inmediatos y que es importante para el tema que nos ocupa, como se tendrá ocasión de comprobar. Nos
referimos al cargo de Inspector de Antigüedades37. En 1838 se nombró, de acuerdo con el Gobierno,
Inspector de Antigüedades de Andalucía a Manuel de la Corte Ruano cargo en el que se mantuvo hasta
34
35
36
37
Así se estableció por Real Orden de 12 de diciembre de 1833.
J. L. Comellas, Los moderados en el poder 1844–1854. Madrid, 1970.
Véase: “Reales Ordenes de la Reina Gobernadora Doña María Cristina de Borbón (años 1836–1838), vedando la extracción a país extranjero de preciosos objetos artísticos e históricos”. Boletín de la Real Academia de la Historia, LI, 1907, pp.
390–393.
El cargo se mantuvo en vigor hasta 1876; J. Maier y J. Salas, “Los Inspectores de Antigüedades de la Real Academia de la
Historia en Andalucía”, en M. Belén y J. Beltrán, Las Instituciones en el desarrollo de la Arqueología en España (III Reunión
Andaluza de Historiografía Arqueológica), Sevilla, 2007, pp. 175–238.
43
Jorge Maier Allende
184438. Con esta figura se trataba de crear un interlocutor oficial entre las nuevas autoridades provinciales y municipales y la Real Academia de la Historia en las tareas de protección de las antigüedades.
Por ello la Academia solicitó al Gobierno el apoyo de los Gobernadores Civiles y de los Alcaldes en la
tarea encomendada al Inspector, aunque no se le dieron normas especificas, ya que el Inspector tenía que
atenerse a lo reglamentado en la Real Cédula de 1803, aun vigente.
Por otra parte la Real Academia de la Historia continuó insistiendo en la creación del Museo de Antigüedades Españolas39 así como apoyando la creación de Museos Provinciales de Antigüedades en aquellas
ciudades que más lo necesitaban como es el caso de Mérida, Tarragona y Sevilla, con cargo a los presupuestos del gobierno.
3. El descubrimiento y difusión del mausoleo de los Pompeyos
3.1. El hallazgo
El hallazgo del mausoleo de los Pompeyos se produjo el 16 de agosto de 1833, en plena época de cosecha,
en tierras del Cortijo de las Vírgenes que tenía arrendadas por aquel tiempo Diego María de Pineda y Escalera, vecino de Baena y Maestrante de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Del análisis de toda
la documentación conservada se desprende claramente que se trató de un hallazgo casual al introducirse
parcialmente una vaca por la parte superior del mausoleo. El zagal que acompañaba al herbívoro advirtió
que se trataba de una cámara y, tras sacar a la vaca atorada, examinó el hueco que se había producido. Avisados algunos trabajadores del Cortijo de las Vírgenes se introdujeron en la cámara y guiados por la codicia
desordenaron y destrozaron los objetos que se encontraron en su interior. También se difundió, aunque con
menor intensidad, otra versión en la que se atribuía simplemente a la curiosidad del zagal el practicar un
agujero e introducirse en la cámara (véase, por ejemplo, en el apéndice documental II, 12). En cualquier
caso, aunque no se precisa en la documentación, suponemos que los trabajadores del cortijo debieron de
dar parte a Diego de Pineda y que la noticia pronto llegó a otros personajes “ilustrados” de Baena entre los
que se contaba el cura párroco de la Iglesia de Santa María, Diego de Padilla. Al día siguiente (17 de agosto), como medida de protección, las urnas y los objetos funerarios fueron trasladados a Baena a la casa de
Diego de Pineda, a quien pertenecían según la legislación vigente40, donde se conservaron durante mucho
tiempo. A partir de este momento comenzó a difundirse el descubrimiento, que se propagó rápidamente,
tanto a nivel oficial como público, al publicarse que se trataba del mausoleo de la familia de Cneo Pompeyo Magno, un personaje histórico con atractivas connotaciones políticas para el momento que se vivía en
España, además de resultar un sensacional descubrimiento arqueológico. En efecto, la mayor parte de las
urnas cinerarias presentaban epígrafes, una circunstancia bastante inusual, pero además figuraba con cierta
frecuencia el nombre de la gens Pompeia así como la de los Gracos con nombres de claro origen prerromano,
lo que sin duda fue el principal aspecto que atrajo el interés de los eruditos y anticuarios. Tanto la documentación oficial conservada en la Real Academia de la Historia como la hasta ahora inédita conservada
en el archivo familiar de A. Fernández–Guerra, que actualmente conserva D. Emilio Miranda Valdés, nos
38
39
40
44
J. Maier, “La documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre Andalucía” en J.
Maier y J. Salas, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Andalucía: Catálogo e Indices. Madrid, 2000,
p. 16–17; J. Maier y J. Salas, “Los Inspectores de Antigüedades …op. cit. 2007, p. 178
M. Almagro–Gorbea y J. Maier, “El futuro...”, op. cit. 1999, pp. 193–197. También se reclamó públicamente la necesidad
de su creación en un artículo publicado en el periódico El Nacional (domingo, 28 de febrero de 1836) firmado por Manuel
Pardo Osorio.
Así se establecía en al artículo 2º de la Real Cédula de 1803.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
han permitido conocer pormenorizadamente todas
los detalles sobre el descubrimiento y los principales
personajes involucrados, de una u otra forma, en el
hallazgo del mausoleo del cortijo de las Vírgenes,
como veremos a continuación.
3.2. Correspondencia entre Diego de Padilla y
José María Jurado y notificaciones oficiales a la
real academia de la historia
La correspondencia entre Padilla y Jurado es una de
las principales fuentes documentales que nos informa sobre la forma en que se produjo el descubrimiento del mausoleo de la antigua Ituci y una de las
más fiables, ya que además de avalarles a ambos su
categoría y honradez intelectual y erudita, los datos
que nos ofrecen fueron generados casi a tiempo real,
es decir, casi al tiempo que se iban produciendo las
noticias y los detalles del descubrimiento41.
Se conocen pocos datos biográficos de Diego
de Padilla. Sabemos que en el momento del descubrimiento era párroco de la iglesia de Santa María
de Baena (fig. 3) de donde era natural42, aunque lo
había sido antes de Hinojosa del Duque. Sabemos
también que era miembro de la Real Sociedad Eco- Fig. 3.– Iglesia de Santa María (Baena, Córdoba).
nómica de Baena y, según se deduce de la correspondencia con el P. Jurado, un gran aficionado a las antigüedades. Diego de Padilla fue el que informó a Jurado
del descubrimiento y este a su vez al marqués de la Reunión de Nueva España, quien a su vez lo notificó a
la Academia, como veremos más adelante. ¿Por qué acudió Padilla a Jurado? Es evidente que por la amistad
y afición común que profesaban a las antigüedades, especialmente a partir de 1828, año en el que Padilla
descubrió una inscripción en el cortijo de Iscar, pero que fue estudiada por Jurado, que vino a corroborar
la identificación del lugar con el solar de la antigua Ipsca43. Pero seguramente también porqué Jurado era
correspondiente de la Real Academia de la Historia y uno de los mejores conocedores de las antigüedades de
los pueblos de la campiña cordobesa en aquel momento.
José María Jurado, franciscano recoleto del convento de San Pedro de Alcántara de Córdoba, nació
en Espejo (Córdoba) en la segunda mitad del siglo XVIII. Sabemos que residió también en el convento
franciscano de Lopera, pero desconocemos todo acerca de su formación y sobre todo de su afición por
las antigüedades, que es posible que despertara en su ciudad natal, pues sus primeros trabajos conocidos,
que datan de 1816, fueron dedicados a varias inscripciones que existían en dicha localidad. Por estos años
comenzó a escribir una Historia de Espejo, ya que en 1817 solicitó ayuda a la Real Academia de la Historia
41
42
43
Como veremos más adelante otros eruditos que escribieron sobre el descubrimiento tuvieron por informantes a otros religiosos residentes en Baena, entre ellos el también franciscano Fr. Ignacio Ortiz, que no es mencionado en la correspondencia.
Así lo indica José María Jurado en un manuscrito que se conserva en la Real Academia de la Historia 9/7378/11, en el que
se dice: La descubrio primero Dn Diego Padilla natural de Baena, en la misma altura llana o mesa qe ocupó en lo antiguo la
Republica Ipsense, qe oi se llama el Cortijo de Iscar, en el año de 1828.
En este mismo lugar también se descubrió al parecer una plancha de bronce con inscripción que Padilla no pudo rescatar al
ser fundida inmediatamente, como señala Jurado en el manuscrito que presentó a la Real Academia de la Historia sobre la
“Isis” de Espejo, noticia que a su vez recogió A. Fernández Guerra en su manuscrito (véase Apéndice Documental III, 8).
45
Jorge Maier Allende
para consultar los manuscritos del célebre anticuario cordobés José Vázquez Venegas (1713–1774) que se
conservaban en el archivo del cabildo de la Colegial de San Hipólito de Córdoba44. Esta, que fue su principal obra, y que finalizó en 1829, aunque le fue incorporando adiciones hasta 1834, no fue nunca publicada,
como ninguno de sus otros trabajos45. Algunas de estas adiciones, como el estudio de varios fragmentos
de estatuas halladas en Espejo, así como la inscripción geográfica hallada por Padilla en el cortijo de Iscar
(Castro del Río), por la que se identificaron aquellos terrenos como el solar de la antigua Ipsca, fue remitido
a la Real Academia de la Historia en 183146. Por estos y otros trabajos fue nombrado académico correspondiente el 30 de marzo de 183247, año en el que remitió una copia de la memoria y diez láminas de las pinturas rupestres de Fuencaliente descubiertas en 1783 por Fernando José López de Cárdenas, más conocido
como el Cura de Montoro, lo que indica su gran olfato arqueológico. El P. Jurado falleció en Córdoba el 8
de julio de 183648 y sus papeles fueron a parar a manos de Aureliano Fernández–Guerra con el que había
mantenido una gran amistad49.
Como se ha señalado, la relación de Diego de Padilla y José María Jurado se remonta por lo menos
a 1828, sino antes, según la documentación que hemos manejado (I, 1)50. Diego de Padilla comunicó el
hallazgo a Fr. José Mª Jurado en carta fechada el 18 de agosto de 1833, es decir, a los dos días después de
haberse producido. A dicha carta adjuntó la copia de cinco inscripciones, aunque Padilla le advirtió en ese
momento que se habían hallado diez urnas. Jurado, cumpliendo con su deber de académico correspondiente y con las leyes vigentes51, remitió copia de esta carta al Marqués de la Reunión de Nueva España52 el 25
de agosto de 1833 (II, 1 y 2). Esta carta junto con las transcripciones de cinco inscripciones de las urnas
fue presentada por el Marqués de la Reunión a la Real Academia de la Historia en junta del 30 de agosto de
44
45
46
47
48
Esta noticia la proporciona Tomás Muñoz y Romero en su Diccionario bibliográfico–histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades, villas, iglesias y santuarios de España, Madrid, 1858, aunque de tal petición no hay constancia en las actas
académicas.
Si llegó a publicar en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba una “Historia abreviada de Espejo” que comenzó a insertarse a partir del nº 174, del 25 de junio de 1835.
Acta del 6 de mayo de 1831, véase J. Maier, Noticias de Antigüedades de las Actas de la Real Academia de la Historia (1792–
1833), Madrid, 2003.
Expediente personal en el Archivo de Secretaría de la Real Academia de la Historia.
En un documento impreso remitido por A. Fernández–Guerra a la Academia en 1839 se refiere tanto a Jurado como a
Diego de Padilla como los malogrados (IV, 6), lo que indica que ambos entonces ya habían fallecido.
49
Una parte de estos manuscritos fueron donados a la Real Academia de la Historia por los herederos de Fernández–
Guerra en 1903. Entre estos destacamos: El sepulcro de Belisario, (circa. 1815), 9/7378/7; Memoria de la colección de
los mass Që del Lic Juan Fernández Franco, recogió y copió en un Lib. de a folo el Insigne Cura de Montoro D. Fernando
José López de Cárdenas, por los años de 1773, 11/8056/9; Adición. Noticia de otras Inscripciones descubiertas en Espejo
y posteriores a Cárdenas, (1816), 9/7382/6c; Inscripn hallada en Iscar, entre Castro y Baena, Baena, 25 de septiembre
de 1829, 9/7378/11. Historia abreviada de la Villa de Espejo ó sea Compendio de otra ideada con este Epígrafe ... La
colonia Claritas Iulia hoy Espejo villa del reyno de Córdoba con algunas disertaciones y apendices justificativos al fin. Historia surcida de varios remiendos Por un Frayle del Instituto asi vulgarmente llamado y Natural de la dicha villa. Año de
1829, 9/7378/1; Noticia de un fragmento de Inscripn Antiga existente en la Parroquia de la Villa del Río (hacia 1830),
9/7378/9; Triens. Moneda Egipcia (hacia 1830), 9/7378/3. Para una relación más detalla de estos manuscritos y sus
correspondencias con el CIL, véase J. M. Abascal y R. Cebrián, Manuscritos sobre antigüedades de la Real Academia de
la Historia, Madrid, 2006. Otra parte de los papeles de Jurado, especialmente la correspondencia, se conservan en el
archivo de D. Emilio Miranda Valdés.
50
Véase Apéndice Documental grupo I, en el que se recoge toda la correspondencia entre Diego Padilla y el P. Jurado que aquí
comentamos.
Según se especificaba en los artículos 3º y 6º de la Real Cédula de 1803, la cual Jurado, como académico correspondiente,
conocía y tenía obligación de cumplir.
Francisco Javier Venegas de Saavedra y Rodríguez de Arenzana (1754–1838), Teniente General y Virrey de Nueva España,
le concedió el título Fernando VII el 11 de octubre de 1816. Fue elegido Académico Honorario en 1825 para después pasar
a la categoría de numerario. Sobre el General Venegas, véase Documentos autógrafos e inéditos del General D. Francisco Xavier
Venegas primer Marqués de la Reunión de Nueva España anotados por D. Manuel Gómez Imaz de la Real Academia de Buenas
Letras de Sevilla y correspondiente de la Historia, Sevilla, 1888.
51
52
46
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
183353. No obstante, entre la documentación conservada en los archivos de la Real Academia de la
Historia, existe una copia de un fragmento de una
carta fechada el 20 de agosto (II, 3) con las transcripciones de las inscripciones de diez urnas y el boceto de dos de ellas, además de varios ungüentarios
de vidrio y un vaso de cristal en su caja de plomo, de
un coronel del regimiento de caballería del Príncipe
que se encontraba acuartelado en Baena en estas fechas y que fue convidado a ver el descubrimiento.
Mientras tanto, Padilla continuó remitiendo
información a Jurado puntualmente en sucesivas
cartas. El 24 de agosto (I, 3) le confirmó que las
urnas halladas eran once y que algunos de los nombres que aparecían en las urnas no eran de origen
romano. Le ofrece además algunos detalles sobre las
características de las urnas, que dice son todas de
piedra y que se encontraban en casa del arrendador
del cortijo, Diego de Pineda, junto con otros objetos. Finalmente se refiere al clima que había generado en el pueblo el descubrimiento al indicar que: no Fig. 4.– Francisco Javier Venegas, I Marqués de la Reunión de
se oye mas conversación, que de cenizas, y de Pompeyos, la Nueva España, por José Aparicio Museo Nacional del Prado
queriendo todos hacerse anticuarios en tales terminos, (depositado en la Real Academia de la Historia).
que han de perder el juicio. También le advierte que
las autoridades del pueblo han dado cuenta a sus superiores. Efectivamente, a la Real Academia de la Historia fueron llegando en los días sucesivos varias comunicaciones oficiales en las que se notificaba y describía
el hallazgo, como oportunamente veremos.
El 29 de agosto Padilla le informó a Jurado de la existencia de una duodécima urna, la cual había sido
hasta entonces ocultada por los mozos del cortijo, y que llevaba por única inscripción el nombre gracchi,
a lo que añadió un comentario sobre la posible identificación de los personajes, ya que el nombre figuraba
en plural. La noticia del hallazgo comenzó a hacerse popular en los pueblos vecinos, ya que como Padilla le
informa a Jurado habían acudido a ver el subterráneo mucha gente de Castro, Bujalance y Porcuna (I, 4).
Seguramente por indicación de Jurado, Padilla remitió oficialmente a la Academia de la Historia la
copia de las doce inscripciones el 25 de agosto de 1833, pero lo hizo a través de José Manuel de Arjona54,
quien la remitió a la Academia el 29 de agosto. Padilla se limitó a remitir la copia exacta de las inscripciones
y se ofreció a redactar una memoria sobre el hallazgo, promesa que dejó sin cumplir (II, 4 y 4.1.; 7 y 8).
Esta es, por tanto, la primera lectura seria de las inscripciones que obtiene la Academia y que procedía de
un testigo ocular que había tenido la oportunidad de copiarlas del original, pues recordemos que Jurado,
53
54
En dicha junta académica se acordó que Jurado informase sobre el descubrimiento, pero dicho encargo no llegó a producirse oficialmente, pues no ha quedado constancia documental. De hecho no conocemos ningún informe sobre el descubrimiento redactado por Jurado; J. Maier, Noticias de Antigüedades….op. cit. 2003, p. 217.
José Manuel de Arjona (1781–1851), hermano del poeta Manuel María Arjona fundador de la Academia de Letras Humanas de Sevilla y de la Real Academia de Córdoba, había sido Alcalde de Madrid entre 1816 y 1820. Después fue Superintendente General de Vigilancia Pública de Madrid entre 1823–1824 y en este último año Fernando VII le nombró director de
la Superintendencia General de la Policía del Reino, cargo del que fue sustituido al poco tiempo. En 1827 era el Asistente
de Sevilla y, como tal, Fernando VII le nombró Protector de las ruinas de Itálica y sus contornos. La Real Academia de
la Historia le nombró en este mismo año Académico Honorario y, en 1847, pasó, tras la reforma estatutaria, a la clase de
número. Sabemos que en 1833 estaba otra vez destinado en Madrid en la Superintendencia General del Reino como indica
el membrete del oficio remitido a la Academia. Fue Senador vitalicio en la legislatura de 1849–1850.
47
Jorge Maier Allende
residente en Córdoba, se había limitado a informar al Marqués de la Reunión del hallazgo y tan sólo remitió copia de cinco inscripciones, pero no había tenido la oportunidad de ver las inscripciones de las que
sólo tenía referencia por la información que Padilla le había proporcionado.
Como hemos señalado, las autoridades de Baena informaron del hallazgo tal y como prescribían las
leyes. En efecto, el primero en informar fue el propietario del terreno –en este caso arrendador– en que se
había producido el hallazgo, Diego de Pineda y Escalera (II, 5 y 5.1), pues estaba obligado a ello por ley55. El
segundo fue el Alcalde de Baena, José María de Rodas (II, 9 y 9.1.), quien, por la razón de su cargo, también
lo estaba, además de velar por la seguridad de lo descubierto56. Ambos enviaron sus informes al Ministro
del Fomento General del Reino (antigua Secretaría de Estado) cuyo titular era entonces el Conde de Ofalia.
Como era preceptivo, el Conde de Ofalia remitió copia de ambos oficios a la Real Academia de la Historia el 5
y 9 de septiembre respectivamente, a la cual le estaba atribuida, como hemos advertido reiteradas veces, la inspección general de las antigüedades del Reino y en consecuencia se le encargó de Real Orden que informase
sobre el descubrimiento, a la vez que se le comunicó que se había prevenido al Intendente de Córdoba y que,
mientras se resolviera otra cosa, evitara que el mausoleo y los objetos hallados fueran maltratados57. Diego de
Pineda se limitó a notificar el hallazgo sin demasiadas precisiones pero adjuntó copia de las doce inscripciones
halladas, a la vez que comunicó que las urnas y otros objetos, que consideraba de menor importancia, los
tenía custodiados en su casa58. Por el contrario, el informe del Alcalde de Baena fue mucho más extenso y
detallado, de acuerdo con lo preceptuado en el artículo 4º de la ley de 1803, ya que no sólo especificó el lugar
del hallazgo y la relación de lo hallado en el panteón, sino que describió somera pero claramente el mausoleo
y el lugar en que se hallaron las urnas, de las que además adjuntó copia de las inscripciones que presentaban.
José María de Rodas también notificó el hallazgo al Intendente de Córdoba. Este último a su vez comunicó el
hallazgo al Conde de Ofalia quien lo reenvió, como en los otros casos, a la Real Academia de la Historia (II,
14 y 14.1.). Finalmente, dos días antes del fallecimiento de Fernando VII, el Conde de Ofalia comunicó a
la Academia de la Historia que el Intendente de Córdoba, de acuerdo con lo que se le había mandado, había
dado las instrucciones convenientes para la correcta conservación de los monumentos hallados, a la vez que
esperaba las indicaciones de la Academia acerca del destino que se había de dar a dichos objetos (II, 17).
Estas fueron todas las comunicaciones oficiales y reales órdenes que se tramitaron. En consecuencia de
todo ello, la Academia acordó en junta de 13 de septiembre formar una comisión integrada por José de la
Canal y Félix Torres Amat para estudiar los distintos documentos enviados y emitir el informe que le había
requerido el Ministerio. No obstante, la Academia pudo reunir algún documento más sobre el hallazgo.
En junta de 6 de septiembre el académico Pedro Sainz de Baranda, hijo del famoso alcalde madrileño, hizo
entrega a la Academia un documento en el que se ofrecía la descripción de los objetos encontrados en el
mausoleo y de las urnas (con copia de las inscripciones) todo ello con bastante detalle (II, 6). Se desconoce
el autor de dicho escrito pero, por las descripciones, podía tratarse de alguna persona culta, quizá eclesiástico del lugar, que pudo ver y copiar las inscripciones.
Los documentos quizá más interesantes que reunió la Real Academia de la Historia, aunque no por
su aportación científica, fueron varios ejemplares de periódicos madrileños y algunos boletines oficiales de
provincias en los que se publicó la noticia del hallazgo. Estos artículos muestran la difusión pública que
tuvo en la sociedad española el descubrimiento del mausoleo de los Pompeyos, ya que los anteriormente
aludidos eran totalmente confidenciales, si exceptuamos el dictamen de la Real Academia de la Historia que
fue comunicado a las autoridades competentes en Córdoba y Baena y cuyo contenido pudieron conocer
algunos de los eruditos locales.
55
56
57
58
48
Diego Pineda fue Alcalde Constitucional de Baena años más tarde, entre el 31 de marzo de 1844 y el 1 de enero de 1846,
véase F. Valverde y Perales, Historia de la villa de Baena, Toledo, 1903, p. 526.
Así había sido establecido en el artículo 2º de la Real Cedula de 1803 para el primero y en el artículo 7º de la misma disposición para el segundo.
El Intendente era un cargo civil, de designación real, relacionado con la administración territorial de la provincia que dependía en esta época del Ministerio del Fomento.
Derecho y deber que le correspondía, ya que así se establecía en el artículo 2º de la Real Cédula de 1803.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
3.3. Difusión pública del hallazgo
La noticia de tan sensacional descubrimiento fue publicada tanto a nivel provincial en los recién creados
Boletines Oficiales de la Provincia de Córdoba y de Málaga59, red de distribución de información estatal, así
como en varios periódicos de la Corte, La Revista Española, El Correo y el Boletín de Comercio, entre el 3 y el
10 de septiembre. Todos los artículos son anónimos excepto el publicado en el Boletín del Comercio que fue
firmado por B. D. Glábaro, seudónimo del famoso escritor y bibliófilo Bartolomé José Gallardo. En todos
ellos se reprodujeron los textos de las inscripciones con ligeras variantes.
El primer periódico en reproducir la noticia fue La Revista Española en su nº 91 correspondiente al
3 de septiembre de 1833 (II, 13), pero no el texto de las inscripciones, que no fueron publicadas hasta
una semana más tarde. En este número del periódico madrileño se dio una escueta noticia en la que tras
describir el fortuito hallazgo del mausoleo, del que da sus dimensiones, dice que sólo contenía once urnas
(y no doce) pertenecientes a la familia del gran Pompeyo, es decir Cneo Pompeyo Magno, y que dos de
ellas correspondían a su hijo y nieto, lo que constituye una evidente exageración. Pero el articulista centró
más su atención, como hicieron también el resto de los periódicos, en la existencia de una lámpara que aún
continuaba ardiendo en el momento del hallazgo, según había afirmado el primer muchacho que penetró
en el mausoleo. Los textos de las doce inscripciones fueron reproducidos una semana más tarde en el nº 93,
correspondiente al 10 de septiembre, al que se añadió la noticia, ya publicada en el Boletín de Córdoba, de
que una persona de Córdoba había manifestado su intención de hacer excavaciones en el lugar (fig. 5). Para
Diego de Padilla el comunicado era tan charro, y chabacano, como lleno de anacronismos, y falsedades.
Fig. 5.– Cabecera del nº 93 de La Revista Española en el que se publicaron las inscripciones de las urnas del mausoleo de los
Pompeyos, Real Academia de la Historia.
59
Los Boletines oficiales fueron creados por Real Orden de 20 de abril de 1833 con el objetivo principal de recoger todas las
órdenes, disposiciones y prevenciones que tuvieran que hacerse a las justicias y ayuntamientos de los pueblos. Aunque los
contenidos era preferentemente de tipo legislativo, se permitía insertar artículos divulgativos sobre artes o ciencias, por lo
que ofrecen una rica fuente de información sobre las antigüedades de una zona determinada. Véase R. Cal, “La articulación
estatal de una red de información: los Boletines Oficiales de las Provincias”, Boletín de la Real Academia de la Historia,
CLXXXVII, 1990, pp. 403–427.
49
Jorge Maier Allende
El Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba en su nº 34, correspondiente al jueves 5 de septiembre
de 1833 (II, 10), fue el segundo periódico que publicó la noticia del hallazgo, pero el primero que reprodujo el texto de las inscripciones. Los redactores, en un alarde de positivismo advertían: nosotros, firmes
siempre en el principio de no insertar relaciones vagas, no hicimos caso de las noticias que con excesiva variedad
corrían, y nos dirigimos al Ilmo. Ayuntamiento de dicha Villa para que nos remitiese una nota circunstanciada
de lo ocurrido, con inclusión de las inscripciones estampadas en las urnas cinericias. En efecto, así reproducían
una relación remitida por el Ayuntamiento de Baena, cuyo autor desconocemos aunque es muy posible
que se trate de propio Alcalde José María de Rodas, ya que es una noticia muy equilibrada y detallada del
lugar en que se produjo el hallazgo como de lo hallado, sin incurrir en especulaciones sensacionalistas y
fantásticas, como correspondía a una publicación estatal. Además, se animó a los anticuarios a estudiar
con detenimiento el mausoleo y su contenido, ofrecimiento que algunos asumieron, como veremos, y
finalizaba con la notificación de la solicitud de cierta persona, que no se menciona, pero que califica de
bastante instruida y aficionada a antigüedades, de realizar excavaciones en los alrededores. Según Diego de
Padilla esta fue la noticia menos mala de todas las publicadas, según le confesaba a Jurado en una de sus
misivas (I, 6) y que hubo de hacerse una reimpresión dado el número de personas que lo solicitaron. Y
no le faltaba razón.
Cuatro días después apareció un nuevo artículo anónimo en el periódico madrileño El Correo (nº 808
del lunes 9 de septiembre de 1833) (II, 11). La noticia fue redactada en primera persona por un personaje que afirmaba que tuvo la fortuna de ver directamente el mausoleo y las urnas, invitado por Diego de
Pineda a una comida en el campo junto a otros 12 comensales. Aunque ofrece algunos detalles sobre las
dimensiones y estructura arquitectónica del mausoleo y la disposición de las urnas, que atribuye a la familia
de Pompeyo, dedica la mitad del artículo a la descripción de la supuesta lámpara de cristal que vieron los
primeros descubridores en la cámara. En este artículo se da noticia de que Pineda había remitido una memoria al Ministerio del Fomento General del Reino y que albergaba la esperanza de que la Real Academia
de la Historia ofreciera una docta explicación sobre tan singular monumento de la familia pompeyana. Al
final del artículo se reproduce el texto de las doce inscripciones con algunas imprecisiones.
El último de los artículos que apareció fue publicado en el nº 86 del Boletín de Comercio, correspondiente al martes 10 de septiembre de 1833 (II, 12). El artículo fue firmado por B. D. Gáblaro, seudónimo
del famoso literato, bibliófilo y bibliotecario de las Cortes, Bartolomé José Gallardo (1776–1852). No son
desconocidas las inclinaciones políticas de Gallardo que le llevaron al exilio primero y al destierro después
tras el Trienio Constitucional. Cuando regresó a España fue obligado a permanecer en Castro del Río,
municipio colindante con Baena, donde permaneció desde 1830 hasta el fallecimiento de Fernando VII
y donde tuvo sin duda noticia del feliz descubrimiento. El artículo de Gallardo esta preñado de intencionalidad política y de no menos sensacionalismo, al hacerse eco de aquella ensoñación de la sorprendente
lámpara inextinguible de tanto sabor romántico. Se descubría Gallardo como un ferviente admirador de
la figura de Pompeyo: generoso y bizarro…aquella alma excelsa…árbol frondoso de libertad, son algunas de
las virtudes que ensalza del romano. Por el contrario, expresó un gran desprecio hacia la figura de Julio
César al que identifica con Napoleón y los franceses y aún a los de su tiempo gobernados por Luis Felipe
de Orleáns. Pompeyo significaba la libertad, ya que, según él, vino a España para ayudar a los hispanos a
luchar contra la opresión a los que César quería someter, aunque, en un claro paralelismo con los recientes
acontecimientos que vivió, y con cierta abnegación, asumía que Pompeyo fue finalmente abatido por lo que
quedó Cesar triunfante y España esclava. Para Gallardo no existía duda de que el mausoleo del cortijo de las
Vírgenes era, tal y como tituló el artículo, el “Sepulcro de los Pompeyos”, sino que, además, la familia de
Pompeyo, a juzgar por los nombres exóticos que figuraban en algunas de las urnas, había entroncado con
familias españolas. Pero si era honroso para España el descubrir que los restos de Pompeyo yacían en su suelo, más lo era aun el de los Gracos cuya palabra solo dice mas, que sin ella pudiera decir todo un vocabulario.
Pocas son las noticias que da sobre el mausoleo, entre las que destaca en especial, como hemos avanzado,
el hallazgo de aquella lámpara inextinguible. Hemos de advertir, no obstante, que Gallardo es el único que
menciona haberse encontrado en el interior del mausoleo una espátula de marfil, además de varias vasijas
50
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
de cerámica, una de ellas de barro colado como búcaro, que acaso haya que identificar con una terra sigillata
o con una cerámica campaniense más probablemente.
Menor interés tiene el nº 57 del Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, correspondiente al martes
10 de septiembre de 1833, ya que se limitó a reproducir literalmente el texto publicado en el nº 91 de La
Revista Española. Tres ejemplares de este boletín fueron remitidos a la Real Academia de la Historia por el
académico correspondiente e Intendente de Málaga, Pascual Genaro Ródenas (¿?–1837)60 (II, 15 y 15.1;
16), quien se encontraba excavando en esos momentos en Cártama.
Las noticias sobre el hallazgo publicadas en La Revista Española y el Boletín de la Provincia de Córdoba
(I, 6), además de las restantes citadas (I, 7) fueron inmediatamente conocidas por Diego de Padilla según
hemos visto por la opinión que había manifestado sobre ellas.
Pero conviene que nos detengamos una vez más en la correspondencia entre Padilla y Jurado, antes
de pasar a examinar los informes elaborados y presentados al Ministerio por Real Academia de la Historia,
pues nos ofrecen varios datos de interés sobre el mausoleo y otros hallazgos que se produjeron en el lugar,
ya que no llegaron al conocimiento de la docta corporación.
El 1 de septiembre Padilla a solicitud de Jurado, quien seguramente estaba investigando el hallazgo, le
informó detalladamente sobre el descubrimiento tras interrogar a los trabajadores del cortijo de las Vírgenes
(I, 5). Este documento es de especial importancia, pues se trata de un balance general de las averiguaciones
a los pocos días de producirse el descubrimiento. Padilla le confirmó que el hallazgo se produjo el 16 de
agosto, que el 17 se llevaron las urnas al pueblo y que el 18 le informó a Jurado. Describe las dos versiones
del hallazgo. Y añade que acudió allí mucha gente –la turba, dice él– del cortijo de las Vírgenes y de otros
cortijos y que se apoderaron de muchos objetos y que rompieron otros, por lo que le resultaba difícil evaluar
el total de lo encontrado. Por ello sospechó que el número de urnas fuera superior a doce, ya que alguien le
informó que las urnas eran catorce, pero que dos se habían quebrado. A continuación ofrece datos sobre el
lugar del hallazgo. Llama al lugar, cortijo de las Vírgenes de Castro el viejo, topónimo que revelaba sin duda
la existencia de una antigua población de la que se había perdido la memoria61. En el lugar existían algunas
ruinas visibles, especialmente una pequeña fortificación medieval entre otras, que le sirven como puntos de
referencia para ubicar el mausoleo. Pensaba Padilla que aquél lugar pudiera haber sido el campamento de
los Pompeyanos cuando, según él, César había estado en Baena, y menciona un estudio suyo, se entiende
que de la batalla de Munda, publicado en 1808. Intuición que no deja de ser interesante, pues Ituci tuvo
que estar involucrada en dichas operaciones militares dada su cercanía a Ategua. Por otra parte, Padilla
consideraba que las urnas correspondían a distintos tiempos, según sus análisis paleográficos, y concluía que
las más antiguas pertenecían a la época de Augusto. Como todos los que se ocuparon del descubrimiento
le fue inevitable referirse al gran vaso de vidrio y su caja de plomo, y preguntarse si se trataba de una lámpara inextinguible. Por último, le informó a Jurado sobre la existencia de otras inscripciones halladas en el
cortijo o en lugares cercanos que le habían ofrecido, a la vez que le manifestaba su deseo de continuar la
excavación del mausoleo pero que se lo impedían su edad y su pobreza.
Por fin, el 10 de septiembre Padilla le remitió la trascripción completa de las inscripciones a Jurado
(I, 6). Tras los comentarios sobre la interpretación de algunos eruditos locales de las inscripciones de las
urnas, le comunicó que Diego Pineda había recibido contestación del Ministerio de Fomento de las órdenes
que habían dictado a la Academia para que informase y al Intendente para la conservación y protección
60
61
Fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia el 11 de septiembre de 1818 por su afición
a las antigüedades. Fue Intendente de las provincias de Guadalajara y de Málaga. En esta última participó activamente en
las excavaciones de Cártama en 1829 y luego en 1833–1834, al tiempo que se produjo el descubrimiento del mausoleo del
cortijo de las Vírgenes. Falleció en Madrid el 16 de enero de 1837.
El yacimiento era conocido entonces como Castro viejo, pues así aparece mencionado este lugar en las fuentes medievales
desde el siglo XIII. El cortijo de las Vírgenes toma su nombre de una ermita que se levantó en el recinto de la antigua ciudad
en honor de las mártires Nunilo y Alodia, por una oscura tradición, que hoy sabemos no tiene ningún fundamento, que
pretendía hacer de aquel lugar su patria. Por este motivo a este paraje se le denomina Torres de las Vírgenes. Hoy en día ha
tomado el nombre de Torreparedones.
51
Jorge Maier Allende
de lo descubierto. Manifestaba también Padilla lo que en su opinión debería hacerse, ya que según él era
necesario que la Real Academia de la Historia enviase un académico, hacer excavaciones y decidir sobre la
conservación de los objetos hallados. También le comunicó que había emprendido gestiones para dibujar
las urnas. Además de la trascripción de las inscripciones de las urnas, le remitió otras dos trascripciones, de
las que dice que había podido ver los originales, que habían sido halladas en el cortijo hacía dos años. Según
la post data que incluye en la carta, parece haberse apoderado de Padilla una cierta pesadumbre sobre la
valoración del hallazgo por parte de unos y de otros, ya que cómo escribe a Jurado: La ignorancia, la codicia
conspiran e inutilizan el panteón, que va llenándose de piedras y de tierra, y cuya repisa (en la que estaban colocadas las urnas) trata de arrancarla, y llevarsela cierto sujeto, que arruinará de este modo en un momento la obra de
tantos siglos: los perros de los cazadores entran en el subterráneo y devoran los huesos, custodiados antes con tanto
esmero y venga pues el Académico, para que cese, y se acabe el desorden. Triste situación que nos revela cómo
se cumplían las leyes sobre el patrimonio monumental, pues, como hemos visto, no sólo era competencia
del alcalde de Baena velar por su seguridad sino que el Conde de Ofalia, ministro de Fomento, había dado
instrucciones sobre el mismo particular al Intendente de Córdoba, el cual además había afirmado haber
dado las instrucciones necesarias.
Cinco días después Padilla le comunicó (I, 7) que unos ganaderos habían emprendido una excavación,
aunque no especifica el lugar, y que habían hallado una inscripción y una lápida con esculturas en relieve de
un hombre y una mujer. Cuatro días después, le informaba sobre el nuevo descubrimiento (I, 8). En efecto,
le describe con detalle un bajo relieve, una inscripción en jaspe, de la que sólo quedaban las huellas de las
letras, y un pedestal de una columna, por lo que Padilla supone que todo ello procedía de un templo. Aunque continúa sin indicar el lugar preciso del hallazgo, todo parece indicar que estos materiales no procedían
del mausoleo o sus cercanías, y dice que años atrás se había hallado en el mismo lugar, esto es, en tierras del
cortijo de las Vírgenes, una estatua sin cabeza. Así mismo, le comunicó que había aparecido una urna más,
la decimotercera, pero que era anepígrafa.
Poco tiempo después de estos hallazgos, Padilla le comunicó a Jurado el hallazgo de una nueva inscripción en jaspe negro dedicada a Q. Mvmio (I, 9), aunque no da muchos detalles. En definitiva, todos
estos hallazgos no fueron comunicados a la Real Academia de la Historia, pero sí fueron recogidos por A.
Fernández Guerra, como veremos.
La correspondencia, cada vez más espaciada, parece indicar que Jurado decidió a finales de octubre
trasladarse a Baena (I, 10) con la intención de acudir al cortijo para contemplar el mausoleo, lo cual no era
ni mucho menos aconsejable –quizá sí en aquellos momentos– a causa de la terrible epidemia de cólera que
se había declarado en España y con especial virulencia en Andalucía.
No tenemos nuevas noticias hasta el 6 febrero de 1834 (I, 11) en que Padilla le comunicó que el ministerio había ordenado a Pineda que las urnas se depositasen en el ayuntamiento de Baena para que desde
allí pasasen al ayuntamiento de Córdoba, aunque según parece, Diego de Pineda no llegó a cumplir dicha
orden, pues quedaron en su poder. La última comunicación de Padilla relativa al mausoleo del cortijo de las
Vírgenes (I, 12), pues en la última carta no se refiere al mismo (I, 13), es la remisión de copia de un oficio
–que no se ha conservado– por el que se le nombraba a Jurado miembro de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de Baena, la cual esperaba que leyese la memoria que al parecer Jurado había escrito
sobre las urnas, cuyo contenido desconocemos. Así mismo le remitió una copia de oficio del Subdelegado
de Fomento (antiguo Intendente) del dictamen de la Real Academia de la Historia y de la consiguiente
resolución de la Reina María Cristina sobre la conservación de las antigüedades del cortijo de las Vírgenes.
El cólera avanzaba y la guerra carlista también62.
En definitiva, de la correspondencia entre Padilla y Jurado se deduce que se produjeron nuevos hallazgos interesantes, que no tenían relación con el mausoleo, pero no se consiguió, pese a las gestiones de Pa62
52
Según recoge Valverde Perales en su Historia de la Villa de Baena, pp. 251–268, el cólera y la sequia se cobraron la vida de
2.724 personas entre 1834 y 1835. La guerra carlista también afectó a Baena, ya que entró en dicha población el general
Gómez en su famosa expedición.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
dilla y las reclamaciones de Jurado, realizar dibujos ni del mausoleo, ni de las urnas, ni de los ajuares. Todo
parece indicar que Jurado se trasladó a Baena, que realizó un estudio sobre las urnas y que fue presentado a
la Sociedad Económica de Baena, pero que no ha llegado hasta nosotros. Por lo que en consecuencia la Real
Academia de la Historia tuvo que redactar su informe según las relaciones y trascripciones de las urnas que
enviaron, a través del Ministerio del Fomento, Diego de Pineda, arrendador del terreno, José María de Rodas, alcalde de Baena, y Diego de Padilla, cura párroco de Baena, además de las noticias que se publicaron
en el La Revista Española, El Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba, El Correo y El Boletín del Comercio.
3.4. El informe de la Real Academia de la Historia
A pesar de que Antonio Siles y Fernández había sido elegido Anticuario de la Real Academia de la Historia
el 9 de agosto de 183363, el informe sobre el descubrimiento del mausoleo de los Pompeyos le fue encargado
a una comisión integrada por José de la Canal (1768–1845)64 y Félix Torres Amat (1772–1847)65, el 13 de
septiembre de ese mismo año66. Aunque el informe resultante tiene fecha de 4 de octubre de 1833, en las
actas de la Academia consta que Félix Torres Amat lo leyó en la sesión del 27 de septiembre (II, 18). En
cualquier caso, Canal y Torres Amat, tras resumir las circunstancias del hallazgo y la descripción de lo hallado, según la documentación referida, se extienden con prolijidad en describir la presencia de los Pompeyos
en Hispania, especialmente de los hijos de Pompeyo y de las operaciones militares que desembocaron en la
batalla de Munda, que sitúan a 5 leguas de Málaga, es decir, en Monda, así como de los Gracos. Eran de la
opinión que los enterrados en el mausoleo debían de ser parientes o descendientes del gran Pompeyo y los
que presentaban nombre de antiguas estirpes hispanas, cuyos nombres no son ciertamente romanos, fueran
libertos de los Pompeyos. Tampoco se extrañaban de la existencia de una lámpara inextinguible al seguir la
autoridad de Wolfgang Lazius en su obra Comentarios sobre la República romana67, aunque señalaban, en
última instancia, que este asunto pertenecía a la Química. Respecto a la conservación de las antigüedades
opinaban que podía encargarse de ellas Diego de Pineda.
Sorprendentemente en el informe definitivo remitido por la Academia al Secretario del Ministerio del
Fomento, se trasladó un parecer completamente diferente (II, 19). Quiere esto decir que el primer informe
de Canal y Torres Amat fue desestimado en sus principales conclusiones. Así, se negaba categóricamente
la existencia de las lámparas inextinguibles y que los allí sepultados fueran parientes de los Pompeyos o de
los Gracos, además de no valorar demasiado las inscripciones por que no tienen la hechura ordinaria, ni las
formulas acostumbradas en el estilo lapidario, ni las particularidades que solían expresarse entre los romanos.
Asimismo se consideraba que: La expresión de los nombres de Pompeyo y de Graco, por sí sola, nada significa
sino que hubo personas que los llevaban en aquel país en tiempo de la dominación romana, fuese por pertenecer
a la clientela provincial de aquellas ilustres familias, o por haber sido libertos suyos, o por gratitud a los beneficios recibidos, o por partidarios en las guerras civiles, o por otras relaciones que pudieron existir, especialmente
63
Poco tiempo ocupó el cargo, ya que falleció de cólera en julio de 1834, al igual que el entonces Secretario de la Academia,
Diego Clemencín. Al fallecer en un cuarto de la Academia, que tenía su sede entonces en la llamada Casa de la Panadería,
en la plaza mayor de Madrid, hubo de desalojarse el edificio para desinfectarlo y celebrar las juntas académicas en la sede de
la Real Academia Española.
64
Nació en Ucieda (Cantabria); continuador de la España Sagrada. Censor (1834–1844), Director (1844–1845) y
Decano de la Real Academia de la Historia. El P. de la Canal extendió numerosos informes de antigüedades entre los
años 1826 y 1845.
65
Nació en Sallent y murió en Madrid. Ingresó en la Real Academia de la Historia en 1812 como académico supernumerario.
También pertenecía a la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, fue un buen conocedor de las antigüedades de Lérida y
Tarragona. Obispo de Astorga (1834).
J. Maier, Noticias de antigüedades de las actas de sesiones de la Real Academia de la Historia (1792–1833), Madrid, 2003, p.
218.
Se trata del humanista austríaco Wolfgang Laz (1514–1565), más conocido por su nombre latinizado.
66
67
53
Jorge Maier Allende
habiendo obtenido mandos superiores en
España varios personajes de las familias
romanas de los Pompeyos y de los Gracos.
Una de las inscripciones, que es la mas
clara y menos inculta de todas, expresa
que el difunto era de familia pompeia:
pero los inteligentes saben que la significación primitiva y radical de la familia en latin dice relación a los fámulos,
o siervos. Argumentos ciertamente de
mayor peso que los esgrimidos por el
P. la Canal y Torres Amat. Es evidente
que la Real Academia de la Historia,
si tenía en consideración el informe
de la comisión nombrada al efecto, no
compartía los puntos de vista de sus
integrantes.
En este segundo dictamen se indicaban además las instrucciones que
se debían de dar a las autoridades para
su protección y conservación, según
lo previsto en la ley de 1803, por lo
que se proponía que se le felicitase a
Diego de Pineda por su celo en recoger
los objetos hallados, que se recogieran
dichos objetos y se remitesen a la Real
Academia de la Historia y, por último,
que las urnas, cómo se había hecho en
Fig. 6.– Primera página del oficio de traslado del Ministro del Fomento General del Reino al Subdelegado de Fomento de Córdoba, Real Academia de la otras partes, además de cualquier antigüedad existente, ya en el pueblo y
Historia CAICO/9/3938/8(33).
su término o que en adelante se descubrieren, se conservasen en las casas consistoriales, es decir, en el Ayuntamiento. Este fue, pues, el dictamen
oficial, que le fue comunicado al entonces titular de la Secretaría del Despacho Universal de Fomento,
Francisco Javier de Burgos, el 28 de febrero de 1834, y que éste, a su vez, comunicó al Subdelegado de
Fomento de Córdoba, el 8 de abril del mismo año (II, 20) (fig. 6)68. Como hemos visto, el Subdelegado de
Fomento de Córdoba lo puso en conocimiento del Alcalde de Baena, el 15 de abril de 1834.
El dictamen final de la Real Academia de la Historia, que Padilla remitió a Jurado, dejó asombrado al
párroco de Baena según le confesaba al anticuario franciscano: […] contra cuyo dictamen, me parece, debe
haver graves fundamentos. Tampoco parece que satisfizo a Jurado, como se puede deducir de lo que Padilla
dice en una de sus misivas: […] se que la opinión de Vd. es que las urnas pertenecen a los legítimos Pompeyos.
Quedaba así abierta esta cuestión que no sería dilucidada ni por Padilla ni por Jurado y a la que se sumaron
nuevas aportaciones.
68
54
Este informe, además de una nota sobre el descubrimiento, fue publicado por la Academia años más tarde con motivo de
haberse producido el hallazgo de una inhumación en un sarcófago de plomo bajoimperial en el lugar llamado Arroyo del
Plomo en el término de Baena, en 1838, aunque no se indica quien o quienes fueron sus autores; véase M. Fernández de
Navarrete (1841), Discurso leído a la Real Academia de la Historia por su Director el Excmo. Señor D. Martín Fernández de
Navarrete, en junta de 27 de noviembre de 1840, al terminar el trienio de su dirección en cumplimiento de lo mandado en los
Estatutos, Madrid, pp. 65–67.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
4. Primeros estudios sobre el mausoleo del Cortijo de las Vírgenes
Los redactores del Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba hicieron un llamamiento a los historiadores
y anticuarios cordobeses para que estudiaran y opinaran sobre el carácter del mausoleo y las inscripciones
descubiertas. A la convocatoria acudió raudo Francisco Julián Madrid Caballero, erudito de Priego de
Córdoba. Redactó un artículo, sin título, al poco de producirse el descubrimiento que se publicó con
cierto retraso en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba distribuido en cinco números entre los meses
de enero a mayo del año de 1834. Para Madrid, no hay duda de que se trata de un mausoleo de la familia
pompeya, por lo que identifica los personajes de forma totalmente errónea. Para este anticuario de Priego,
el Q. Pompeyo de una de las urnas era nada menos que el cónsul Quinto Pompeyo que luchó contra los
numantinos. A continuación se detiene en describir las distintas ramas de la familia pompeya, que es, en
realidad, el principal contenido de su trabajo. Del mausoleo del cortijo de las Vírgenes no dice absolutamente nada, y simplemente se limita a transcribir y traducir diez de las inscripciones. El único mérito que
le encontramos a este trabajo, si es que tiene alguno que no hemos sabido valorar o apreciar, es que fue el
único que se publicó.
No podemos decir lo mismo de otros dos trabajos que quedaron inéditos y que, por lo menos en el
caso de uno de ellos, es el más importante que se ha escrito sobre este mausoleo augusteo del cortijo de las
Vírgenes o Torreparedones, como se prefiera. El primero de ellos, que se encuentra actualmente en paradero
desconocido, se debe a Juan José Jurado–Valdelomar y llevaba por título, Dilucidación historial sobre el descubrimiento de 12 urnas con sus inscripciones y una lucerna de luz perenne, escrita en honor de Castro el Río…
insigne patria, y extractada de nuestra historia de la misma aún inédita69. El segundo de estos trabajos se debe
a Aureliano Fernández–Guerra y Orbe y es sin duda el principal de estos tres primeros estudios, por lo que
nos centraremos en él a continuación.
No hemos de detenernos ahora en aspectos biográficos y de su entorno cultural que son tratados por
Javier Miranda en este mismo trabajo, pero sí debemos señalar que Aureliano tuvo conocimiento del descubrimiento, según la documentación que se conserva, en los primeros días del mes de septiembre de 1833
gracias a varias misivas enviadas desde Luque por José Mª Robles (III, 1), quien además le proporcionó la
trascripción de las inscripciones de las urnas, y desde Antequera por José Moreno Burgos (III, 2), personajes
ambos vinculados estrechamente a la familia, según se deduce del tono empleado en las cartas70. Aunque
69
70
A este trabajo, que por lo visto dedicó al Gobernador Civil, hace referencia Jurado en una de sus cartas a Fernández–Guerra
considerándolo como el único intérprete de las inscripciones, aunque la opinión de Jurado sobre esta disertación no es muy
favorable (véase III, 10). Juan José Jurado–Valdelomar Alarcón nació en Castro del Río en 1763. Sabemos que fue guardia
marina y que sus dos hermanos Antonio María y Francisco también sirvieron en la Armada como teniente–capitán de navío
y teniente de fragata respectivamente. Tanto él como sus hermanos presentaron pruebas de hidalguía en la Real Chancillería
de Granada en 1801, según consta en el inventario de la Sección de Hidalguía. En 1793 publicó una tragedia en cinco
actos en la Isla de León titulada La Filira, cuya acción se desenvolvía en guerras ficticias entre romanos y cartagineses en
Castro del Río. En 1814 ingresó en la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, aunque nunca
asistió a las sesiones. Al parecer trabajó en una Historia de Castro del Río que dejó manuscrita, de la que hace mención en
el título del manuscrito. Se conoce la existencia de este manuscrito por la referencia que de él nos dejó Hübner en el CIL
II, p. 213, quien dice que lo vio en Tarragona en poder de Juan Francisco Albiñana (1802–1868), fundador de la Sociedad
Arqueológica Tarraconense y conservador del Museo de Tarragona. Desconocemos cómo llegó el manuscrito a Tarragona,
donde hoy en día no se conserva en ninguna de las citadas instituciones, según nos ha indicado amablemente Jaume Massó.
No obstante, Manuel de la Corte Ruano dice que la disertación estaba a punto de imprimirse en Córdoba, pero que a causa
de la entrada del ejército carlista en Córdoba en 1835 se extravió. ¿Acaso se lo llevó un soldado u oficial carlista y acabó en
Tarragona? Es posible, pero lo cierto es que Jurado–Valdelomar redactó la disertación a los 71 años, lo que nos hace suponer, dada su avanzada edad, que se encontraba retirado del servicio activo en Castro del Río, donde pudo perfectamente
tener conocimiento del descubrimiento e incluso ver los restos arqueológicos. Sobre Jurado–Valdelomar véase, R. Ramírez
de Arellano, Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba con descripción de sus obras, I,
1922, p. 287, donde no se cita este trabajo.
Por otra parte hemos de tener en cuenta que José Fernández Guerra, padre de Aureliano, mantenía una fluida relación con
55
Jorge Maier Allende
residentes en Granada la familia Fernández–Guerra poseía ciertas tierras y propiedades inmobiliarias en
Zuheros71, municipio lindante con el de Baena, por lo que no es de extrañar que la noticia llegara a sus
oídos con cierta premura, y más aún en un joven interesado vivamente por las antigüedades y especialmente por la epigrafía. Además, Aureliano mantenía correspondencia con el P. José María Jurado (III, 4 y 5),
al que conoció en la Biblioteca episcopal de Córdoba. Y este último hubo de ser decisivo para que Diego
de Padilla recomendara a la Sociedad Económica de Amigos del País de Baena que acogiera a Fernández
Guerra en su seno y le encargara la redacción de una memoria sobre las antigüedades halladas en el cortijo
de las Vírgenes, como así se hizo el 30 de abril de 1834 (III, 3bis).
El trabajo de Aureliano Fernández Guerra es sin duda el estudio más importante, completo y fiable de
esta época –y de todas– por diversas razones. En primer lugar, porque en él se recogen sus investigaciones
y averiguaciones al año de producirse el descubrimiento, en el transcurso de las cuales tuvo oportunidad
de entrevistarse con Diego de Padilla y acceder a los materiales que Diego de Pineda custodiaba en su casa,
según lo mandado por las autoridades competentes, como hemos visto. En segundo lugar, porque fue el
primero y el único que dibujó el mausoleo, las urnas y algunos de los materiales de los ajuares que se recogieron, además de los fragmentos escultóricos, arquitectónicos e inscripciones halladas en el yacimiento.
Además, Aureliano, gracias a la mediación de su tío Juan José Bonel y Orbe (1782–1857), por entonces
obispo de Córdoba, pudo examinar el archivo episcopal y extraer interesantes noticias sobre Castro viejo,
nombre con que era designado entonces el despoblado que se encontraba repartido principalmente entre
las tierras de los cortijos de las Vírgenes y de Paredones de Medina.
No obstante, hemos de advertir que el manuscrito de Fernández–Guerra es un borrador fechado en
Granada, el 7 de noviembre de 1834, con algunas adiciones y correcciones que han de ser posteriores,
aunque no mucho, a esta fecha. A pesar de todo se trata de un texto bastante pulido y completo e ilustrado
con los dibujos originales del mausoleo, las urnas y otros materiales hallados en Castro viejo. Por otra parte,
tanto el manuscrito como los dibujos son con toda seguridad los que dieron lugar a la controversia con
Manuel de la Corte Ruano en 1839 como veremos más adelante.
Es conveniente, antes de continuar con el análisis y descripción de este trabajo de Aureliano Fernández–Guerra, que nos detengamos en el proceso de identificación que se había establecido del yacimiento
con un supuesto municipio Castrum Priscum, correspondencia que no era puesta en duda en aquel momento y así lo refleja el título que el anticuario granadino escogió para su memoria: Materiales para un opúsculo
sobre las ruinas de Castro–Prisco, y el sepulcro de los Pompeyos.
El origen de tal identificación se debe a una lectura errónea o mal interpretada de la línea sexta de una
inscripción honorífica a la sacerdotisa Licinia Rufina (CIL II2/5,387 = II, 1572). La inscripción procedente
de la Aldea de Iscar, la antigua Ipsca, fue trasladada a comienzos del siglo XVII del lugar de su hallazgo a
Castro del Río para servir de pedestal a la cruz que llamaban de Mari Montes. Allí la leyó y copió el célebre
anticuario y coleccionista cordobés Pedro Leonardo de Villacevallos en 173672.
Villacevallos leyó en la sexta línea munic. c. prsc. Lectura que recogió y asumió como correcta el
médico, erudito y anticuario D. Bartolomé Sánchez de Feria y Morales73 en su Disertación histórica y geo-
71
72
73
56
Bartolomé José Gallardo de la que se conserva un extenso epistolario. Como hemos visto, Gallardo publicó un artículo
sobre el hallazgo del mausoleo. Sobre la relación de la familia con Gallardo véase J. Miranda, Aureliano Fernández–Guerra
(1816–1894), un romántico escritor y anticuario, Madrid, 2005, pp. 27–28.
J. Miranda, op. cit….Aureliano Fernández–Guerra, pp. 28–32.
En el manuscrito que se cita a continuación, Sánchez de Feria dice que la había copiado antes Juan Fernández Franco, aunque con muchas erratas, en unas notas manuscritas a las obras de Morales, lo que nos indica que la inscripción era conocida
desde el siglo XVI.
Nació en Córdoba el 11 de septiembre 1719. Falleció en la misma ciudad el 1 de diciembre de 1783. Estudió tres
años de Filosofía y Teología, pasando luego a la Universidad de Osuna donde estudió Medicina. En 1739 contrajo
matrimonio con Rosa del Castillo y se doctoró en 1742 en Sevilla. Médico ya se colocó de auxiliar del titular de
Castro del Río, ciudad en la que residió hasta 1767 en que se trasladó a Córdoba y con la protección del Obispo,
de quien era médico y adscrito al Hospital general, prosperó a la vez que crecía su fama de humanista. Tanto es así
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
gráfica de la noble villa de Castro el Río y
su pais seis leguas distante de Córdoba (fig.
7), manuscrito que se presentó a la Real
Academia de la Historia en 175074. Llegó a la conclusión, tras no menos cavilaciones según afirma el erudito galeno,
que Castro del Río había que identificarla con la Castra Postumiana mencionada por Hircio en el Bellum, por lo que
necesariamente Castro Viejo había de
corresponder al municipio mencionado
en la inscripción en el que Licinia ejerció el sacerdocio, ya que Ituci la situaba
en Baena. Veamos cuales fueron sus razonamientos: Otro municipio es sin duda
el municipio Castro Viejo, porque aunque
la abreviatura prsc no tiene i en medio no
es estraño este modo de abrebiar, quando
juzgaron conveniente quitarla, por no caber en el renglon; ni es correspondiente,
que entre aquellas consonantes se pueda
dar otra vocal que la i; porque no forma
diccion alguna latina, ni usada en aquellos
tpos. Por esto este municipio es el que hoy
iace asolado en el termo de esta villa con un
castillo casi arruinado, y esta en el cortijo
de Padrones dos leguas de Castro hacia el
Norte, y que aun conserva el nombre de
Castro Viejo, de quien hazen mencion mi Fig. 7.– Trascripción de la inscripción de Licinia Rufina, según Bartolomé
Sancto D. Eulogio, y muchos Breviarios Sánchez de Feria y Morales en 1749, Real Academia de la Historia.
antiguos de España.
Algunos han pensado que Castro el Rio es solo translacion de Castro el Viejo, llevados solo de la semejanza
del nre., creyendo a Castro el Rio pr nuevo, respecto del otro Castro que llaman Viejo; pero ya todos se rien de esa
intelijencia en los exemplares de Córdoba la vieja, Sevilla la vieja, Ronda la vieja y otros. Ademas de esto Castro
el Rio en sus murallas, memorias, cimientos, lapidas y otros fragmentos está diciendo su ancianidad, notandose
tambien, que antes de la conquista era pueblo conocido con el nombre de Castro como consta de las Historias. Y
finalmte Castro el Rio y Castro el Viejo estubieron pobladas aun mismo tpo. desde los Romanos hasta los Arabes
acabando la memoria de su poblacion mas de 150 años despues de la conquista.
que el ayuntamiento cordobés le propuso continuar la Historia de Córdoba que Francisco Ruano (1704–1760) dejó
inacabada, pero el Marqués de la Puebla de los Infantes, que era un decisivo componente del Cabildo, inclinó el ánimo de sus componentes a que lo hiciera José Vázquez Venegas (1713–1774). En 1772 publicó en Córdoba, en cuatro
tomos, su Palestra Sagrada o Memorial de los Santos de Córdoba, con notas y reflexiones críticas, sobre los principales sucesos de
sus Historias, la más importante de sus obras.
74
El manuscrito está firmado por el autor y fechado en Castro el Río, el 15 de abril de 1749. El título completo es: Disertación
Historica y Geografica de la Noble Villa de Castro el Rio y su Pais seis leguas distante de Cordova / Dirigida a la Real Academia de
la Historia / Por el Dr Dn Bartholome Sanchez de Feria y Morales Colexial Theologo que fue en el de Sn Pelayo Martir de Corva,
su Patria, Pofesor de Mathematicas, Medico Rebalidado y titular de dha Villa, Real Academia de la Historia, 9/5951. La obra
fue remitida en junio de 1749 a Francisco Javier de Quesada, pero fue presentada la Academia por Benito Martínez Gómez
Gayoso en la sesión del 5 de junio de 1750, procediéndose a su lectura una semana después.
57
Jorge Maier Allende
Este trabajo fue muy alabado por el P. Florez75, a quien también Villacevallos había trasladado la misma lectura, y, aunque crítico con algunas de las concordancias geográficas de Sánchez de Feria, admitió la
interpretación de Villacevallos y la identificación de Castrum Priscum con las ruinas de Castro Viejo76: Esta
última interpretación de Castro Prisco me parece genuina, por cuanto en el término de Castro el Río hay un despoblado que llaman Castro el Viejo, a dos leguas de la villa, hacia el norte, y juntando el vestigio de este nombre
con la circunstancia del territorio donde se puso la piedra, que es en la misma comarca, se hace muy verosímil
que allí tuvo población llamada Castrum Priscum, acaso por diferencia de Castra Postumiana, que mencina en
aquel territorio el autor de Bello Hispan, capítulo 8, luego Castro el Río, según nuestros autores, como también
por Castra Vinaria, que Plinio expresa en el convento de Córdoba, y Castra gemina en el de Ecija, etc. Florez,
además, publicó por vez primera esta inscripción tal y como se la había transmitido Villacevallos y Sánchez
de Feria la llevaba copiada en su manuscrito, en el tomo XII de la España Sagrada que apareció en 1754, lo
cual fue definitivo para que la errada lectura de la inscripción se mantuviera por espacio de más de un siglo
y con ella la existencia de un municipio romano que nunca existió por la autoridad que Florez detentaba
en la erudición anticuaria. Fue, por tanto, Sánchez de Feria con la aquiescencia de Florez quienes dieron
vida a este municipio romano. La interpretación fue admitida sin vacilación a lo largo del siglo XVIII, pues
en ella se reafirmó Sánchez de Feria de nuevo77 y también la asumió Francisco López de Cárdenas78 y así se
mantuvo durante toda la primera mitad del siglo XIX, ya que la aceptaron varios historiadores de Castro del
75
76
77
78
58
Tanto es así que en la Real Academia de la Historia existe otro manuscrito titulado, Antigüedades de Castro el Río, 9/7567/37,
que es un extracto de aquel que se sacó para uso del P. Florez en 1753 y utilizó en la elaboración del t. XII de su España
Sagrada.
Discrepa Florez de la interpretación de Sánchez de Feria de la abreviatura C. IVL que interpretó como Castrum Julium y
el agustino como Claritas Ivila, acertadamente; para la discusión véase E. Flórez, España Sagrada, De las iglesias sufragáneas
antiguas de Sevilla: Egabro, Elepla, Eliberri, Itálica, Málaga y Tucci, XII, Madrid, 1754, pp. 36–39.
Así lo manifiesta en Palestra sagrada… op. cit, 1772, IV, p. 378. Sin embargo en el tomo III de esta misma obra Sánchez de Feria
identificó Castro Viejo con el Castrum Vigeti o Vegetum mencionado en el Breviario de Avila como el lugar en el que sufrieron
martirio las Santas Nunilo y Alodia, ya que allí se dice: In territorio Barbetano juxta antiquisimum locum, qui dicitur Castrum
Vigeti, in Villa Osca. En sus delirantes deducciones Sánchez de Feria identificó esta Osca –que llega a confundir con Osqua–
con la antigua Ipsca la cual, según él, había transformado su nombre en época visigoda. Así se expresa el médico cordobés, p.
196: Haviendo yo registrado con atencion todo el Pais, de que tratamos, y examinado todas sus antiguedades con reflexion, digo: que
Castro el Viejo estubo donde hoy se ven grandes ruinas, y un anciano castillo, cimientos de muralla, y otras antiguallas en el Cortijo de
Padrones, Termino de Castro el Rio a la parte del Norte, y parte tambien en Termino de Baena en el Cortijo que llaman las Virgenes de
Castro–Viejo, donde esta una Hermita ya asolada, dedicada a Santa Nunilo, y Santa Elodia, la que de poco tiempo a esta parte ha sido
desamparada, y en ella hay una profunda cueva a modo de carcel debaxo de tierra, que entra debaxo de la Hermita; y el Retablo antiguo
dice está dedicado a dichas Santas. Este territorio, a quien imaginó Carrillo la antigua Osca, fue Castro el Viejo, como lo evidencia el
nombre, que hoy conserva sin alteración. Mas adelante, p. 198, dice: La Ciudad de Osca, que buscamos estubo, donde hoy llamamos
el Cortijo de Isca, y permanecen sus ruinas con una antigua Torre, a orillas del Rio Guadahoz una legua distante de Castro, y otra de
Baena. En terrenos del cortijo de las Vírgenes existió una ermita dedicada a estas santas que se levantó en el siglo XVII pero que
ya en la época en que escribía Sánchez de Feria había sido abandonada. De esta ermita tomó el nombre el cortijo de las Vírgenes
e incluso el yacimiento, ya que a veces nos lo encontramos como Torre de las Vírgenes. Parece ser que esta falsa tradición fue
sustentada por Francisco Carrillo de Córdoba (¿?–1685) quien en su obra Certamen histórico por la patria del esclarecido proto
martir San Laurencio, Córdoba, 1673, identificó la Osca del Breviario con Castro Viejo. Como entonces las tierras de Castro
Viejo pertenecían a la ciudad de Córdoba se levantó una ermita en memoria de las Santas vírgenes martirizadas, cuyas ruinas
aún pudo contemplar Aureliano Fernández–Guerra en 1834. Hoy no cabe ninguna duda que el martirio de las Santas Nunilo
y Alodia tuvo lugar en Huesca y sus restos trasladados al Monasterio de Leire, véase R. Jiménez Pedrajas, Las datas del martirio
y traslado de las Santas Nulio y Alodia, Córdoba, 1967 y T. Moral, Santas Nunilo y Alodia: historia, culto, arte, Yesa (Navarra):
Monasterio de Leyre, 1999.
En sus comentarios al manuscrito de Juan Fernández Franco titulado, Monumentos de Inscripciones Romanas lapídeas en que
trata de varios Pueblos principalmente de Andalucía, dice lo siguiente: Por esta reducción está Dn. Bartolomé Sánchez de Feria
en su obra de Santos de Córdoba, sobre las Santas Nunilo y Alodia; pero es lo cierto q. el sitio de Castro el Viejo, que hoy es Cortijo
de Padrones a una legua de Castro del Rio por la parte del norte no fue Castrum Vegetum, ni Castrum Vegeti, como se lee en el
Breviario antiguo de Abila sobre estas Santas. Castro Viejo corrresponde a Castrum priscum de cuyo municipio habla la piedra de
la Sacerdotisa Licinia, q hoy ecsiste en Castro del Rio. Real Academia de la Historia, 9/7382/6.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Río79 y sobre todo Juan Agustín Céan Bermúdez80 y Miguel Cortés y López81. No es pues de extrañar que
ante tanta autoridad Aureliano Fernández Guerra tuviera por cierta en 1834 esta interpretación, aunque
con ciertas reservas82.
Tan dañino error para la geografía antigua de la campiña cordobesa, escenario principal de la guerra
civil en Hispania, no fue desenredado hasta que Emil Hübner revisó y ordenó el material epigráfico hispánico para el CIL. Le puso sobre la pista al epigrafista alemán un manuscrito del Marqués de Valdeflores
que se conserva en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia83. En él Valdeflores había copiado la
versión de Villacevallos de esta inscripción, pero, en algún momento, que no podemos precisar con exactitud, introdujo una pequeña papeleta con la siguiente indicación: el que copió la inscripción se erró sin duda
poniendo prsc en lugar de ipsc: dando motivo a que algunos hallan creido que aquí se haze mención de otro
pueblo que quieren llamar Castrum priscum: en lugar de Contributa Ipsca. Quiere esto decir que Valdeflores
leyó correctamente el epígrafe pero su lectura no llegó a conocimiento del P. Florez ni de otros anticuarios.
Posteriormente el propio Hübner pudo comprobar que la lectura de Valdeflores era la correcta al confrontar
el original en el Museo Arqueológico de Córdoba, donde hoy en día se conserva tan controvertida inscripción, cuya lectura, dicho sea de paso, es tan clara que no presenta ninguna dificultad. Castro Prisco dejó de
existir, aunque algunos se empeñaron en mantenerlo vivo84. No fue el caso de Fernández–Guerra quien tras
la publicación del CIL enmendó públicamente su error en 1875 e identificó las ruinas de Castro Viejo con
Ituci Virtus Iulia85. La introducción de este municipio fantasma influyó negativamente en la situación de
aquella colonia inmune mencionada por Plinio (III, 3) entre las del conventus astigitanus, que fue ubicada
en distintas poblaciones del entorno (véase Tabla nº 1)86.
79
80
81
82
83
84
85
86
Tal es el caso del trinitario calzado Francisco de Paula Sánchez de Feria y Castillo (1744–1817), hijo de Bartolomé y correspondiente de la Real Academia de la Historia, en un manuscrito que presentó al Ayuntamiento de Castro el Río en 1814 y
el carmelita exclaustrado Miguel Rodríguez Carretero (¿?–1875), en sus Memorias antiguas y modernas de la Villa de Castro
del Río, Año 1816; un extracto de este manuscrito se conserva en el archivo de D. Emilio Miranda Valdés.
Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, en especial las pertenecientes a las Bellas Artes, Madrid, 1832.
Diccionario geográfico–histórico de la España Antigua. Tarraconense, Bética y Lusitania, con la correspondencia de sus regiones,
ciudades, montes, ríos, caminos, puertos e islas a las conocidas en nuestros días, Madrid, 1836, II, p. 331.
Resulta sorprendente que el propio Fernández–Guerra albergara dudas sobre la lectura de la 6ª línea de la inscripción, como
así se lo manifestó a Jurado: Puede ser que en la lin. 6 se halla padecido equivocación (véase III, 5) y la contestación de Jurado
(III, 6) en la que le dice: de la numº 10, V. no espere mas que lo que en ella ha visto. Es decir, que Fernández–Guerra había
visto el original y había leído otra cosa pero le faltó confianza en si mismo y respeto a sus mayores para en ese momento
enmendar el error, actitud previsible en un joven de 17 años.
Signatura 9/4106.
Tal fue el caso del comandante de la Guardia Civil Francisco Valverde Perales en su Historia de la Villa de Baena, 1903, p.
23. Muchos años después aún insistía un veterinario de Castro del Río, José Navajas Fuentes, en su artículo “El municipio
barbetano de Castrum Priscum o Castro el Viejo”, Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles
Artes, 65, 1951, pp. 71–74.
Fue en la contestación al discurso de ingreso de Juan de Dios de la Rada en la Real Academia de la Historia, Discursos leídos ante
la Academia de la Historia en la recepción pública del señor D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, Madrid, 1875, pp. 117–120.
Hoy en dia es comúnmente aceptada por la mayor parte de los investigadores, a pesar de no haber aparecido aún epígrafe que
lo confirme, la identificación de Itvci Virtvs Ivlia en Torreparedones, véase A. Stylow, CIL II2/5, p. 111–112, Berolini, 1998.
Para la elaboración de esta tabla se han tenido en cuenta las obras siguientes: Bartolomé Sánchez de Feria, Disertación Historica y Geografica de la Noble Villa de Castro el Rio y su Pais seis leguas distante de Cordova, Castro del Río, 1749 y, Palestra
sagrada o Memorial de los Santos de Córdoba, con notas y reflexiones críticas, sobre los principales sucesos de sus Historias, Córdoba,
1772; Enrique Flórez, España Sagrada, De las iglesias sufragáneas antiguas de Sevilla: Egabro, Elepla, Eliberri, Itálica, Málaga y
Tucci, XII, Madrid, 1754; Francisco López de Cárdenas, Ilustraciones Correcciones y Notas a los M.S.S: del insigne Antiquario
Juan Fernnadez Franco natural de la Villa de Montoro: Monumento de Inscripciones Romanas lapídeas en que trata de varios
Pueblos principalmente de Andalucía de Juan Fernández Franco, ms., 1773–1775; Miguel Rodríguez Carretero, Memorias
antiguas y modernas de la Villa de Castro del Río, Año 1816, ms.; José María Jurado, Historia abreviada de la Villa de Espejo
ó sea Compendio de otra ideada con este Epígrafe ... La colonia Claritas Iulia hoy Espejo villa del reyno de Córdoba con algunas
disertaciones y apendices justificativos al fin, 1829, ms.; Juan Agustín Ceán Bermúdez, Sumario de las Antigüedades Romanas
que hay en España, Madrid, 1832; Miguel Cortés y López, Diccionario geográfico–histórico de la España Antigua. Tarraconense, Bética y Lusitania, con la correspondencia de sus regiones, ciudades, montes, ríos, caminos, puertos e islas a las conocidas en
nuestros días, Madrid, 1836.
59
Jorge Maier Allende
Todo ello nos muestra que el yacimiento era muy conocido desde antiguo, pero identificado erróneamente con Castrum Priscum, lo que dio lugar a una gran confusión y especulación en la identificación
correcta de Ituci y la de algunos de los antiguos lugares mencionados en las fuentes.
Tabla 1.– Propuestas de localización de las antiguas poblaciones del Conventvs Astigitanvs en el
siglo XVIII y primera mitad del XIX
sánchez de
feria
florez
lópez de
cardenas
rodríguez
carretero
jurado
ceán
cortés
ITVCI
CASTRVM
PRISCVM
CASTRA
POSTUMIANA
IPSCA
VCVBI
ATEGUA
Baena
Castro Viejo /
Torreparedones
Castro del Río
Iscar
Espejo
Teba la vieja
¿
Castro Viejo /
Torreparedones
Castro del Río
Iscar
Espejo
Teba la vieja
Albendín
Castro Viejo /
Torreparedones
Iscar
Espejo
Teba la vieja
Castro del Río
Castro Viejo /
Torreparedones
Iscar
Espejo
Teba la vieja
¿
Castro Viejo /
Torreparedones
Iscar
Espejo
Teba la vieja
Castro del Río
Castro Viejo /
Torreparedones
Castro del Río
Iscar
Espejo
Teba la vieja
Valenzuela
Castro Viejo /
Torreparedones
Castro del Río
Iscar
Espejo
Teba la vieja
Cabriñana
Tras esta extensa pero necesaria digresión volvamos sobre el trabajo de Aureliano Fernández Guerra.
Como hemos señalado, tuvo el joven anticuario granadino casi inmediato conocimiento del descubrimiento. La noticia debió de llegarle estando en Zuheros donde pasaba los veranos junto a su familia. Y su interés
por estudiarlo no fue, como en el caso de Francisco Julián Madrid Caballero, en respuesta al llamamiento
de los redactores del Boletín Oficial de Córdoba sino por su ya consolidada afición a las antigüedades y el
consecuente encargo de la Sociedad Económica de Amigos del País de Baena. Según manifestaba el mismo
Aureliano comenzó sus estudios anticuarios a los 12 años, aun niño, con hidrópica solicitud por el estudio
hermoso de la Historia, de la Geografía y de las Antigüedades, y mancebo, me llevó la suerte de visitar curiosísimas ruinas87. El hilo conductor de la obra está planteado como si de un “viaje literario” se tratara aunque,
dado los tiempos que corrían, habría que hablar con más propiedad de un “viaje pintoresco”, un viaje exploratorio de carácter artístico y científico. Así lo atestigua el comienzo del texto, entre otras cosas, donde
se nos describe, en un estilo romántico, cómo la expedición partió de la casería del Puntal (hoy cortijo del
Puntal), al norte de Cabra, y los paisajes por los que transitaron hasta llegar al yacimiento, para finalizar
con el regreso a los mismos campos de Cabra de donde habían partido los expedicionarios. En realidad,
sabemos que Aureliano no emprendió una única expedición sino que, bien en solitario, bien acompañado,
realizó varias visitas a Baena, al cortijo de Diego Carro, en las cercanías del monte Horquera, así como a la
biblioteca episcopal en Córdoba, donde era Obispo su tío Juan José Bonel y Orbe y en cuya residencia se
alojaba. Es decir, que no se trasladó a Baena en los días inmediatamente sucesivos al descubrimiento sino
que dejó transcurrir algunos meses, en los que debió de permanecer en Zuheros en tareas preparatorias.
87
60
Contestación al discurso de ingreso de Juan de Dios Rada y Delgado a la Real Academia de la Historia, 1875, p. 115.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
En sus notas leemos que en febrero de 1834 copió las urnas, bajo relieves, inscripciones y utensilios y
que adquirió varios objetos en Baena, tarea en la que contó con la ayuda de Diego de Padilla y Joaquín de
Caracuel. En abril estuvo en la Biblioteca Episcopal, donde tomó datos sobre Castro Viejo desde la conquista de San Fernando hasta la edad contemporánea. En julio dibujó en la casa o cortijo de Diego Carro88
una estatua femenina sin cabeza y varias inscripciones procedentes del yacimiento. De aquí se trasladó a
Zuheros desde donde le escribió al P. Jurado, a quien conoció en Córdoba el 10 de agosto (III, 5), para a
finales de este mes concluir sus estudios preparatorios. El 1 de septiembre, en compañía de “ciertos amigos
notables de Baena” se trasladó a examinar el yacimiento. La exploración se prolongó desde el 1 al 18 de
septiembre de 1834. En estos días levantó un plano del yacimiento (fig. 8), distintas vistas de las torres y
la planta de la fortificación, así como la planta y secciones del mausoleo (III, 8). A fines de octubre dio por
concluidos sus trabajos de campo y, a primeros de noviembre, una vez en Granada, concluyó la primera
versión del manuscrito. Contaba Aureliano con 18 años.
Fig.8.– Boceto del plano de Castro Viejo, con indicación del lugar del mausoleo, levantado por Aureliano
Fernández–Guerra en septiembre de 1834, Archivo Emilio Miranda Valdés.
El estudio de Fernández–Guerra del mausoleo de los Pompeyos consta de 55 hojas y está organizado
en tres grandes bloques distribuidos en veintidós apartados numerados, de mayor o menor extensión, en
88
Diego Carro y Díaz (1751–1828) fue, además del fundador de Nueva Carteya en 1828, un gran aficionado a las antigüedades. Según Valverde Perales, op. cit. Historia…, p. 394., hacía frecuentes excavaciones en las Vírgenes de donde extrajo
muchos objetos interesantes, entre ellos una estatua femenina y varias inscripciones, que pudo dibujar Fernández–Guerra
como así se lo comunicó a Jurado (III, 4) a quien le remitió una copia de sus dibujos que hoy se conserva en el archivo
familiar de D. Emilio Miranda.
61
Jorge Maier Allende
los que incluyó algunas digresiones sobre generalidades que hoy nos pueden parecer fuera de lugar. Tiene
el manuscrito, a pesar de ser estudio grave y científico del que no cabe ninguna duda, un cierto aire de
viaje pintoresco, un género en su cenit entonces, que delata la evidente asociación de su autor con el movimiento y el ideario romántico. Tras una corta introducción, en la que describe el viaje desde la Casería
del Puntal, desde donde partieron los expedicionarios, hasta la llegada al yacimiento, que corresponde al
primer apartado, se desarrolla el que hemos considerado primer bloque que comprende los apartados II al
VIII. En este bloque nos describe Castro Viejo, que identifica con Castro Prisco como hemos señalado, su
excelente situación y el castillo, del que dibuja la planta y el alzado del único torreón circular, que llama
Torre de las Vírgenes, en el que se apoya como punto de referencia para situar el mausoleo, cuya estructura
arquitectónica describe con todo detalle a continuación, para después insertar el relato de su descubrimiento, en el que aporta interesantes observaciones, especialmente sobre la filtraciones de las aguas de lluvia,
que le ayudaron a establecer el orden de las urnas. Tan genial observación, así como el análisis paleográfico
del texto de las inscripciones, le llevaron a establecer que el orden de las catorce urnas comenzaba por la
derecha según se entraba por la puerta del mausoleo. Ofrece algunas características y detalles interesantes
sobre las urnas, como algunas reparaciones que sufrieron de antiguo, aplicaciones de minio en las letras,
o el rastro de una anterior inscripción que presentaba la urna duodécima, para finalmente concluir que le
parecían republicanas. En el último apartado describe varios materiales de los ajuares funerarios, algunos
de los cuales dibujó.
El segundo bloque corresponde a los apartados IX al XV. En los tres primeros se detiene en varios
aspectos generales sobre las ceremonias fúnebres en Roma y especialmente en los municipios romanos, la
invención de la plástica y de los vasos de vidrio, para a continuación analizar con todo detalle la que muchos
creyeron una lámpara inextinguible y que no era más que un vaso de vidrio en una funda de plomo. Tras el
detallado análisis de varios fragmentos del vaso de vidrio que pudo adquirir en Baena concluía el joven anticuario que: “La funda de plomo se cayó de la cornisa muchos años antes del descubrimiento y se hizo pedazos. El liquido parte se derramó parte quedo cuajado en la pared de la ampolla que lo contuvo. Nadie la
vio arder, pues ni aun los gañanes que se hallaron en la invención no han oído en Baena esta especie. No se
puede averiguar si la ampolla estaba cerrada herméticamente, pues faltan los pedazos de cristal superiores”.
Seguidamente pasa a ocuparse de los Pompeyos y de su presencia en Hispania, y en especial de los hijos de
Cneo Pompeyo Magno, en cuyas valoraciones se pueden percibir ecos del pensamiento de Bartolomé José
Gallardo, que más arriba hemos comentado, en los que se destaca su valor. Ilustra la presencia de Pompeyo
en Hispania con algunas inscripciones en las que se mencionan sus nombres o simplemente la gens con el
objeto de demostrar que no se debe relacionar con los hijos de Pompeyo cualquier inscripción en la que
figure la gens pompeia. Concluye este bloque con el análisis y comentario, más o menos extenso, de cada
una de las inscripciones según el stemma conjeturado. Aureliano no duda que muchos de los personajes allí
enterrados presentan nombres turdetanos.
El tercer y último bloque corresponde a los apartados XVI al XXV y está dedicado íntegramente a
otros hallazgos que se produjeron en el yacimiento no relacionados con el mausoleo en distintas épocas,
aunque la mayor parte fueron hallados en excavaciones practicadas como consecuencia del descubrimiento
del mausoleo. La mayor parte de ellos, entre los que se incluyen esculturas, restos arquitectónicos e inscripciones, se conservaban en el cortijo propiedad de Diego Carro y Díaz, donde Fernández–Guerra pudo
dibujarlos. Entre los restos escultóricos destacan una estatua femenina de factura ibero–romana sin cabeza
de pie sobre un pedestal sin indicación de los pies, con ambas manos recogidas sobre el vientre y tocada
con palium. Fernández–Guerra la identifica, con cierta ligereza, con la sacerdotisa llamada Julia Leta, cuyo
pedestal con inscripción fue llevado a Cañete de las Torres en el siglo XVII89. Otra pieza muy interesante
es un bajo relieve de mármol blanco, que fue hallado en el lugar denominado la Mazmorra, al noroeste del
mausoleo, pero fuera del recinto de la ciudad, donde al parecer se habían encontrado un mayor número de
89
62
CIL II2/ 5, 421 = II 1571.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
antigüedades. De este mismo lugar procedía también un capitel y una inscripción cuyas letras aun presentaban rastros de plomo según él casi imposibles de leer, dado su lastimoso estado de conservación. Entre las
inscripciones, además de dos que se conservaban en el cortijo de Diego Carro90, es interesante el pedestal
de Quinto Mummio Gallo, ya que se trata de un magistrado91. Todos estos hallazgos, que fueron dibujados
por Fernández–Guerra, se produjeron, por tanto, en el sector norte extramuros de la ciudad, donde también señaló la existencia de los cimientos de un gran edificio en un montecillo (véase fig. 7). Finalmente, al
SE del castillo, muy próximo al cortijo de las Vírgenes, indica la existencia de un segundo espacio funerario
que califica de sepulturas de los pobres pues se encuentran muchas y no tienen más que las piedras de los lados
y la tapa (piedra de santa pudia) toscas y sin letrero alguno.
Intramuros de la antigua ciudad se encontraban las ruinas de la ermita de las santas Nunilo y Alodia
que describe sucintamente: Después vimos las ruinas de una hermita y pedazos de cornisas y algunos capiteles
diformes, pero de poco gusto. Las paredes unas son de sillares y otras de hermosos ladrillos; pero lo mezquino, en
proporción de las ruinas, de aquel monumento me hace dudar el objeto que tendría. Mas me dijeron que aquel
sitio había sido una iglesia de los godos. Claramente el informador de Fernández–Guerra andaba del todo
errado, pues no se trata ni mucho menos de una iglesia de los godos, sino de una ermita levantada a principios del siglo XVII en memoria de las santas Nunilo y Alodia martirizadas en el siglo IX en Huesca y que
una falsa tradición había pretendido situarla en aquel lugar92. La ermita, por causas que desconocemos, fue
abandonada al menos un siglo después.
Concluye Fernández–Guerra su memoria con la somera descripción de algunas obras hidráulicas de
abastecimiento de la ciudad de poca envergadura y la indicación que todas las monedas que había adquirido procedentes del yacimiento eran del bajo imperio. Es este último dato de cierta importancia pues nos
indica al menos una cronología relativa de abandono de la ciudad.
A pesar de que el manuscrito lleva fecha de 7 noviembre de 1834, que indica al menos la conclusión
de la redacción del texto, no supone la finalización de las investigaciones, ya que el hermano de Aureliano,
Luís Fernández–Guerra, se trasladó a Baena para revisar la inscripción de la doceava urna y dibujar algunos
de los vidrios y un cuenco con decoración vegetal, encargo que le comunicó haber cumplido desde Zuheros
el 11 de octubre de 1835 (III, 12).
Por otra parte es en este momento cuándo Aureliano estableció regular contacto epistolar con el P.
José María Jurado a quien había conocido durante su estancia en el mes de abril de 1834 en la Biblioteca
Episcopal de Córdoba. En la correspondencia entre el anciano franciscano y el joven anticuario se tratan
varios temas de antigüedades relacionadas con el descubrimiento o de pueblos del entorno, especialmente
de Espejo, Zuheros, el Monte Horquera, la aldea de Iscar y con preferencia por las inscripciones y sus comentaristas y, ocasionalmente, de numismática. El caso es que fue Aureliano, que entonces aun firmaba sus
cartas con los apellidos paterno y materno –poco después unió en uno compuesto los dos paternos– quien
inició los contactos epistolares en el verano de 1834, al momento de declararse en Córdoba la epidemia
de cólera que asoló gran parte de España. La correspondencia fue más o menos regular hasta julio de 1835
en que finalizó aunque desconocemos los motivos. Como decimos, son muchos los temas que trataron
pero especialmente el que aquí nos interesa. Aureliano le informó a Jurado de sus investigaciones sobre el
mausoleo e incluso le remitió los dibujos de las piezas que se encontraban en el cortijo de Diego Carro y
le transmitió sus dudas sobre la lectura de la inscripción del pedestal de Licinia Rufina que, como hemos
visto, había dado lugar a la existencia del municipio Castro Prisco (III, 4, 5 y 6). Jurado, por su parte, estaba
convencido de que el mausoleo debía de tener una inscripción en el exterior del edificio funerario, por lo
que se muestra muy interesado por saber si ha podido sacar dibujos del panteón y del bajo relieve (III, 6).
De esta correspondencia también se desprende que Jurado estaba preparando una memoria sobre el mausoleo que le había encargado la Real Sociedad Económica de Baena y que había tenido ocasión de leer la de
90
91
92
CIL II2/5,425 = II 1606 y CIL II2/5, 419 = II 1608.
CIL II2/5, 422 = 1584.
Véase supra nota 77.
63
Jorge Maier Allende
Francisco Julián Madrid y la de Juan José Jurado–Valdelomar, ya citadas, sobre las que no parecía tener muy
buena opinión (III, 10). De todo ello se infiere que entre Fernández–Guerra y Jurado, pese a la diferencia
de edad, existió una sincera amistad y admiración mutua, dato importante a tener en cuenta cuando años
más tarde Aureliano fuera objeto de un descarado plagio como tendremos ocasión de comprobar.
La epidemia de cólera, que alcanzó su momento más álgido en Baena en 1835, donde dice su hermano
Luís que mueren todos los días de las calenturas un exorbitante número de enfermos, además de las incursiones
de las tropas carlistas del General Gómez, no aconsejaban la prolongación de las investigaciones por el
momento. En cualquier caso, cabe preguntarse ¿por qué no publicó los resultados de investigaciones tan
minuciosas y tan completas? La respuesta nos la ofrece el propio Aureliano años más tarde (IV, 7). Las investigaciones del mausoleo del cortijo de las Vírgenes formaban parte de un proyecto mucho más extenso y
ambicioso en el que como dice había invertido más de nueve años de trabajos, su título, Viaje pintoresco del
antiguo Reino de Granada. En efecto, entre sus papeles aun se conservan abundantes notas y dibujos muy
románticos de monumentos de los pueblos de la campiña cordobesa y de Granada de estos años y sucesivos,
en los que continuó visitando estos enclaves en compañía del arquitecto Francisco Enríquez Ferrer y de los
que se sirvió en algunas de sus primeras publicaciones93. Esta circunstancia es por la que fue retrasando la
publicación del estudio sobre el mausoleo del cortijo de las Vírgenes, además de la que él mismo declara,
que desde 1838 data mi frialdad en el estudio de las antigüedades, y mi afición a la bella literatura, pero también tuvo que influir el desagradable plagio de que fue objeto su trabajo sobre el mausoleo y las antigüedades del Cortijo de las Vírgenes, en 1839.
5. El plagio de Manuel de la Corte y Ruano
Tras unos años de silencio, en los que como acabamos de señalar Aureliano continuó, una vez superada
la mortal epidemia y despejados los campos de las huestes de Don Carlos, sus visitas a los pueblos de la
fértil campiña cordobesa, aunque no tenemos constancia que visitara de nuevo el mausoleo, aparecieron
nuevas publicaciones sobre las antigüedades de Castro Viejo. La primera de ellas fue una escueta noticia
publicada en la revista La Alhambra de Granada en 1839, órgano de difusión de Liceo Artístico y Literario
de aquella ciudad, por uno de sus integrantes, Agustín Salido (III, 13), en el que denunciaba el estado de
abandono en que se encontraba el mausoleo. La segunda apareció en el mismo año en la revista madrileña,
dirigida por Ramón Mesonero Romanos, el Semanario Pintoresco Español que tuvo funestas consecuencias,
ya que dio lugar a breve pero intensa confrontación literaria entre su autor, Manuel de la Corte Ruano,
y Aureliano Fernández–Guerra al acusarle de plagio. Examinados los abundantes documentos que se han
conservado y que comentaremos a continuación, podemos ahora adelantar que tal acusación, que siempre
negó Corte–Ruano, estaba más que fundada. Veamos quien era Manuel de la Corte Ruano y cómo ocurrieron los hechos.
Manuel de la Corte Ruano y Calderón nació en Cabra en 1816 y falleció en Córdoba el 7 de agosto
de 1852. Fue su padre el Coronel de Ingenieros Felipe de la Corte, de noble linaje, ya que su hijo fue Caballero de la Orden de Santiago y Maestrante de Ronda. Es posible que cursara sus primeros estudios en
su Cabra natal o en Córdoba, aunque todo parece indicar que los universitarios los cursó en Granada, pues
allí frecuentaba la casa de los Fernández–Guerra en 1834 y 1835, y los finalizara en Madrid, ya que obtuvo
93
64
Aureliano visitó Doña Mencía, Cabra, Luque, Espejo, Priego, Lucena y Alcalá la Real y, especialmente, Zuheros, del que
realizó un estudio y dibujos sobre su castillo, y sobre el que publicó años más tarde un artículo en La Alhambra, II, pp. 411
y 473 en 1840. En 1832 había comenzado un trabajo sobre monumentos de Granada que nunca fue finalmente publicado
y cuyo manuscrito se conserva hoy en dia en la Real Academia de la Historia con el título de Iliberri, Nativola y Garnata tres
barrios del municipio florentino Iliberritano, 9/7364.
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
el título de Doctor en Derecho Civil. Al no poseer más datos de esta etapa de su vida no nos es posible
precisar cuándo nació su afición a las antigüedades, aunque podemos suponer que fuera durante su estancia
en Granada según manifiesta Aureliano Fernández–Guerra, ya que fue presentado en casa de sus padres so
color de aficionado a las antigüeadades, y de desear instruirse en este ramo con mi roce y amistad. No hemos de
olvidar la importante ebullición cultural que entonces se vivía en la ciudad, uno de los principales focos
del romanticismo andaluz. Debió aprovechar Ruano las enseñanzas anticuarias, además de contar con una
considerable influencia social, ya que ingresó en la Real Academia de la Historia en calidad de académico
correspondiente por Cabra el 4 de noviembre de 1836 al presentar unas Memorias del municipio Egabrense
(Cabra). Bosquejo de sus antigüedades históricas, en las que trata brevemente de la historia de Cabra bajo la
dominación de los griegos, romanos, godos y árabes, hasta su conquista por Fernando III, en 124094. Su
carrera en las antigüedades fue in crescendo, ya que con muy escasa experiencia –contaba con 22 años– ni
estudios conocidos en este campo fue encargado de la inspección de las antigüedades de Andalucía en representación de la Real Academia de la Historia en 183895.
Manuel de la Corte solicitó la inspección de antigüedades el 6 de septiembre de 1838 mediante un
escrito que presentó al Director de la Real Academia de la Historia Martín Fernández Navarrete96. El 14 de
septiembre la Academia remitió al Ministerio de la Gobernación un oficio en el que solicitaba protección
para Manuel de la Corte en el desempeño que se le tenía encomendado, la cual fue aceptada por el Gobierno el 9 de octubre de 1838.
Es interesante examinar brevemente la labor de Corte Ruano en el desempeño de este cargo pues nos
ofrece una visión sobre su personalidad y perfil psicológico. Durante el primer año del ejercicio de su cargo
remitió una serie de partes sobre sus actividades y estudios con carácter mensual97. Después del último parte
94
95
96
97
En las Actas de la Real Academia de la Historia, 28 de octubre de 1836, consta la noticia de que esta obra fue informada
verbalmente por Miguel Cortés y López y dice así: El Sr. Cortés informó de palabra acerca del merito de la Memoria de D.
Manuel de la Corte y Ruano sobre las antigüedades de la villa de Cabra, manifestando que aun cuando no es un trabajo de un
merito particular, lo tiene por descubrirse en él un punto hasta ahora desconocido, cual lo era, que Cabra fue Municipio Romano,
comprobandolo con una inscripción sumamente apreciable; y punto de que debería hacerse mérito en el primer resumen histórico
que se publique de nuestras Actas. En consecuencia, dijo, le parecía podría ser ventajoso a la Academia el nombrar al Sr. Ruano
individuo Correspondiente en aquel punto, en donde no hay otro, y así se acordó, quedando propuesto para la votación en la junta
proxima. A continuación se copia la referida inscripción, que corresponde a la CIL II2/5, 308 = II 1610; la inscripción no
era tan desconocida pues había sido recogida por Rambertus en 1561 y por Pérez Bayer en 1782. A este trabajo de Corte–
Ruano se refiere Tomás Muñoz y Romero, Diccionario bibliográfico–histórico de loas antiguos reinos, provincias, ciudades,
villas, iglesias y santuarios de España, 1858, p. 62.
Ingresó también en la Real Academia de Córdoba en 1841. Fue además Socio de la Real Sociedad Económica de Baena, de
la Matritense de Amigos del País y de la de Cabra. También perteneció a una Sociedad Arqueológica del partido de Cabra,
de la que al parecer fue su presidente, según afirma en uno de los documentos que remitió a la Academia. Después de ejercer
su cargo de Inspector de Antigüedades, del que se dio de baja por causa de salud, pasó a Catedrático de Lógica y Ética en
el Instituto de Teruel.
Sobre la figura del Inspector de Antigüedades véase J. Maier y J. Salas, “Los Inspectores de Antigüedades de la Real Academia de la Historia en Andalucía”, en M. Belén y J. Beltrán Fortes (eds.), Las Instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología
en España, Sevilla, 2007, pp. 175–238.
Noviembre de 1838 (remitido en diciembre de 1838): “La Sima de Cabra”; “Estatua de Belona en la Sierra de Montilla” (con dos dibujos firmados por J. A. La Corte); Diciembre de 1838 (remitido en marzo de 1839): “Escritores
de Cabra”; Descubrimientos en San Roque” (con dibujo de un fragmento de inscripción romana); Enero de 1839
(remitido el 31 de mayo) no consta, aunque trataba sobre unos “Apuntes históricos de la villa de Rute” y “Descubrimientos del Arroyo del Plomo en Baena”; Febrero de 1839 (remitido el 6 de junio): “Inscripciones y memorias
de Zambra (con dos dibujos de inscripciones romanas y de la disposición de los ladrillos de una tumba); “Descubrimiento de Baena, (Arroyo del plomo)”; “Descubrimientos de Santiponce”; Marzo de 1839 ( remitido el 17 de junio
de 1839): “Resumen de las preeminencias civiles del Municipio Igabrense”; “Estatua de la Sierra de Montilla”; Abril
de 1839 (remitido en julio de 1839): “El castillo de Carcabuey (con un dibujo); Mayo de 1839 (remitido el 11 de
julio de 1839): “Resumen de las preeminencias civiles del Municipio Igabrense”; Descubrimientos del Monte Horquera (Nueva Carteya)”; Junio de 1839 (remitido el 29 de julio de 1839): “Apuntes para la historia de Baena” (con
dos dibujos, una inscripción romana y un bajo relieve de una cabra); “Descubrimiento en la villa de Cabra”; Julio,
agosto y septiembre de 1839 (no constan); Octubre de 1839 (remitido el 10 de noviembre de 1839): “Resumen de
65
Jorge Maier Allende
del año de 1839, y al mismo tiempo en que era acusado de plagio por Fernández–Guerra, la comisión académica que fue encargada de informar sobre sus actividades, integrada por José de la Canal, Juan Bautista
Barthe y Justo José Banqueri, opinaba lo siguiente:
El tono con que se explica en sus partes mensuales especialmente en el último, y el membrete impreso que
ha estampado en sus oficios a la Autoridades en que parece comisionado por S. M. sin dependencia alguna
de la Academia ha llamado, no sin motivo, la atención de algunos Señores Individuos que preven el abuso
que puede hacerse de semejante conducta. Pero un joven andaluz no necesita tanto como ha hecho en su
favor la Academia para encaramarse sobre la Giralda de Sevilla. Pongamos los hechos cronológicamente.
El 6 de septiembre de 1838 hallandose en Madrid el Señor Ruano, presentó al Excmo. Señor Presidente
de la Academia un escrito, en que lamentándose del estado de abandono en que estaban los restos de
antigüedades tan copiosos en Andalucía, y recordando la incumbencia que dan las leyes a la Academia
sobre todas las antigüedades del reino, en el caso de no haber otra persona que hubiese designado la
Academia para estar a la mira e inspeccionar los descubrimientos que se hiciesen, se ofrecía generosamente a desempeñar este encargo. Pedia también que se le autorizase por el Gobierno para que se le
franqueasen los Museos, Archivos y depósitos de la provincia y pueblos de Andalucía, sin ser inquietado
por las Autoridades locales. El Excmo. Señor Director hizo presente a la Academia la utilidad y ventaja
de la Academia en tener un sujeto tan celoso, como daba a entender el Señor Ruano, y como los había
tenido la Academia en otras partes. Pero puso pues, y la Academia acordó, que se hiciese al Gobierno
un esposición para los fines indicados por el pretendiente, y en efecto accedió el Gobierno a la solicitud
de la Academia comunicandola por el Ministerio de la Gobernación de la Península con fecha de 9 de
octubre de 1838 la Real Orden siguiente: [se copia la Real orden]. Esta recibió con satisfacción la Real
Orden, y determinó que se comunicase al Sr. Ruano para su cumplimiento, y que se le acompañase un
ejemplar de la Real Cédula de 1803 para su gobierno. Asi se hizo en 22 del mismo mes de octubre; y
en 29 acusó el Sr. Ruano el recibo dando gracias a la Academia por tanto favor.
Estos son los fundamentos sobre los cuales ha levantado el Sr. de la Corte y Ruano el edificio de su título,
y el motivo de poner el membrete en los oficios que pasa a las Autoridades, y es ciertamente reparable
que no exprese su dependencia de la Academia como si a solicitud suya hubiera recibido el encargo de
S. M. inmediatamente, y sin el auxilio del Cuerpo de que tiene el honor de ser miembro, sin lo cual no
hubiera sido encargado de la inspección. Pero es joven, y acaso creyó que las Autoridades le servirían
mejor creyéndole inmediatamente nombrado para el efecto por S. M.
Por lo que hace a sus trabajos expuestos en los partes mensuales, la Comisión ha dado su parecer, alabando
el celo del Señor Ruano, insinuando que se le den gracias, y manifestando en las sesiones, que sería de
desear menos redundancia en las descripciones y relaciones, y exactitud en la copia de inscripciones que pudieran colocarse dejando a la Academia el cuidado de declararlas, y agregarlas a su colección litografica.
Ultimamente es de parecer la Comisión que se le escriba por Secretaría que esta ha recibido el folleto
del Señor Guerra al que no da crédito, y que la Academia altamente celosa del honor de sus individuos,
espera que el Señor Ruano conserve el suyo en su lugar, teniendo presente que según nuestros sabios estatutos, la Academia no sale responsable de las opiniones de sus individuos, ni toma parte en sus guerras
literarias. = Madrid, 16 de enero de 1840.
Hay una nota en este mismo informe a modo de post scriptum que dice lo siguiente:
las preeminencias civiles del Municipio Igabrense”; “Rectificación de dos escritores de Cabra”; Noviembre de 1839
(remitido el 8 de diciembre de 1839): “Descubrimiento de las Virgenes”; “Reciente descubrimiento de Porcuna”;
Diciembre de 1839 (remitido el 4 de enero de 1840): “Parte general de todo el año”. Todos los partes se conservan
en el Archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, CACO/9/7951/5–16 y se pueden
consultar digitalizados en el DVD adjunto en la obra M. Almagro–Gorbea y J. Maier (eds.), 250 años de Arqueología
y Patrimonio o en Internet: cervantesvirtual.com/portal/antigua/
66
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
Si la Academia exige de la Comisión que diga terminantemente lo que se puede escribir al Señor Ruano, dira 1º que se le den gracias por su laboriosidad. 2º que deseando la Academia ahorrarle gastos y
trabajo, se contentara con un parte de tres en tres meses. 3º que en estos partes se limite a los nuevos
descubrimientos que se hagan, y puedan ilustrar la historia; y ultimamente, que en el membrete de sus
oficios y en estos se hubiera deseado alguna indicación de dependencia de la Academia. Esta tomara
sobre el particular lo que parezca conveniente y digno de ella.
Manuel de la Corte acató las indicaciones de la Academia e informó sobre nuevos descubrimientos
que se produjeron en Montemayor, Baena, Fuente Tójar y El Carpio (en el lugar denominado la Huelga),
pero esta vez remitió los partes trimestralmente98. Pero en octubre de 1842 Ruano explicó las dificultades
que encontró en el desempeño de la inspección de antigüedades. Se trata de un interesante documento,
ya que nos ilustra fehacientemente de uno de los males que afectaron a la arqueología de este tiempo y de
siempre, la poca colaboración de las autoridades competentes, bien municipales, bien provinciales en la España de la primera mitad siglo XIX99. Para solucionar esta situación que tanto le enojaba a Ruano, propuso
a la Academia remitir una instrucción para que se enviara a los Gobernadores Civiles para que éstos a su
vez la hiciesen circular por todos los pueblos a través de los Boletines Oficiales Provinciales. El documento
en cuestión lleva por título: Bases principales, en que puede fundarse la instrucción, que se solicita, dirija el
Supremo Gobierno a las Provincias de Andalucía, por conducto de los respectivos Señores Gefes Politicos, mandando se circule y haga entender a todos sus pueblos, por medio de los Boletines Oficiales. La Real Academia de
la Historia, si bien agradeció la intención de Ruano, no aceptó su propuesta alegando que ya existía la Real
Cédula de 1803. El caso es que apareció publicada en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba (nº 151,
sábado 17 de diciembre de 1842) una circular del Gobierno Civil esparterista (nº 1180) en la que se daban
instrucciones a los Ayuntamientos y particulares para la conservación de las antigüedades de Andalucía100
que presenta estrechas semejanzas con el documento referido de Ruano que se conserva en el archivo de
la Academia. ¿Desobedeció Ruano a la Academia? Así parece. En cualquier caso, la circular fue finalmente
publicada y es especialmente interesante, ya que se trata de un desarrollo normativo especifico para los
Ayuntamientos andaluces del artículo 7 de la Real Cédula de 1803, que era la norma principal, a la vez que
un reconocimiento explicito de la autoridad del Inspector de Antigüedades como representante de la Real
Academia de la Historia. Se trata, que sepamos, de la primera normativa específica para las antigüedades andaluzas, tuviera o no la aquiescencia de la Real Academia de la Historia y aunque no tuviera continuidad.
Como podemos observar, el comportamiento de Ruano era un tanto excéntrico, no exento de soberbia y con unos aires de grandeza que hacen de este primer Inspector de Antigüedades un personaje un tanto
especial, que en vez de disipar las dudas sobre la acusación que sobre él recaía no hacen sino acrecentarlas
en nuestra opinión.
Ya hemos indicado que Aureliano Fernández Guerra y Manuel de la Corte y Ruano se conocieron
en Granada al ser éste último presentado en su casa en noviembre de 1834, es decir, justo en el momento
en que acababa de redactar su memoria sobre el mausoleo de los Pompeyos. Corte y Ruano permaneció al
menos todo ese año en Granada y como nos dice Aureliano:
Desde aquel momento no dejó ni un solo dia de visitarme, de remontar a las nubes mis adquisiciones y
ensayos, y de no perdonar medio para ganarse mi confianza. En sus ausencias de esta capital me juraba
que no podia vivir sin mi correspondencia: el ménos exagerado de los floreos que me prodigaba era
llamarme queridisimo &c.&c. Por abril de 835 tuvo el antojo de que formáramos una Sociedad anti98
99
Que se conservan igualmente en el Archivo de la Comisión de Antigüedades, CACO/9/7951/16–24.
Oficio de Manuel de la Corte Ruano al Secretario de la Real Academia de la Historia, CACO/9/7951/22(1), transcrito en
J. Maier y J. Salas, “Los inspectores de antigüedades…” op. cit., 2007, pp. 225–227.
100 Este documento se conserva en el Archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia,
CAG/9/7980/24(29), por lo cual la Academia tuvo conocimiento de su existencia; la trascripción del documento en J.
Maier y J. Salas, “Los inspectores de antigüedades…” op. cit., 2007, pp. 227–228.
67
Jorge Maier Allende
cuaria; y tanto y tanto dio en esta idea, que nos hizo hacer á varios locuras de que no quiero acordarme.
Así las cosas, en mayo del propio año de 835 me pidió Ruano todos todos mis dibujos y apuntes para
copiarlos y poseer de este modo una memoria mia!!! Yo no tan solo puse en sus manos todo lo que habia
adquirido en el reino de Córdoba, sino cuanto tenia del de Granada; porque este proceder léjos de ser
nuevo en mí, le habia usado ántes con los malogrados P. Jurado y Padilla101, cuyas cartas en que me
acusan el recibo de mis trabajos conservo, como una joya la mas apreciable, por el fondo de honradez
y virtud que en ellas resalta.
Marchó Ruano de Granada, acaso a Madrid o Cabra, lugares de su residencia habitual, con las copias
de los dibujos y apuntes de Aureliano Fernández–Guerra que no utilizó hasta 1839, una vez nombrado
Inspector de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Aparecieron en este año sendos trabajos suyos en el Semanario Pintoresco Español, célebre revista romántica dirigida por Ramón Mesonero Romanos,
del que dice ser su amigo, con el título “Sima de Cabra” (con una litografía) y, poco tiempo después, otro
titulado “Antigüedades Españolas. Descubrimientos de Baena”, dedicado íntegramente al mausoleo de los
Pompeyos. Este último, que es el que nos interesa, apareció en tres artículos sucesivos, divididos en cinco
partes, entre los meses de octubre y diciembre de 1839, ilustrados con seis litografías de algunos de los materiales hallados en tierras del cortijo de las Vírgenes y de los ajuares recogidos en el mausoleo (IV, 1). Está
el primer artículo dedicado a la descripción de Castrum Priscum y a la variedad y calidad de antigüedades
que en él se descubrían con cierta exageración y grandilocuencia. Se describe allí la inscripción de Quinto
Mumio y otros objetos. Continúa la descripción de las antigüedades en el segundo apartado del artículo y
especialmente de la estatua y el bajo relieve, de los que incluye ambos dibujos, además de un fragmento de
inscripción que presentaba aún restos de plomo de la que también incluye un dibujo. El segundo artículo,
que constituye el grueso del trabajo, está dedicado al descubrimiento y descripción del mausoleo. Para ello
afirma que ha utilizado un trabajo del P. Ignacio Ortiz, franciscano de Baena, personaje que sólo es mencionado por el egabrense. Describe con más o menos profusión y detalle la causa del hallazgo, el mausoleo,
las urnas y los ajuares, de los que incluye dos dibujos, aunque con cierta superficialidad. Se refiere también
a las medidas de protección y conservación de los objetos descubiertos por Diego de Pineda, maestrante de
Ronda como él, así como a las noticias del descubrimiento remitidas por éste y el ayuntamiento de Baena a
los periódicos de la corte, al Boletín Oficial de Córdoba así como a los estudios de Francisco Julián Madrid
y el P. Ortiz, a los que critica por un decidido empeño de identificar la suerte de la familia del gran Pompeyo
con el descubrimiento litológico de Castro Prisco. A continuación, y sin más indicación o razones que lo expliquen, trascribe los textos de las inscripciones en un orden totalmente aleatorio, que justifica, no obstante,
por haberse ajustado a los preceptos de Luis Antonio Muratori (1672–1750). En el tercer y último artículo,
trata de la cronología de las inscripciones, que sitúa entre los reinados de Vespasiano y Septimio Severo, lo
que nos demuestra sus habilidades como epigrafista. Prosigue con la identidad de los sepultados y muestra
su desaprobación con cierta extensión hacia aquellos que habían querido vincularlos con la familia de Cneo
Pompeyo Magno y con la de los Gracos, en un alarde de erudición un tanto enrevesada en la que invoca ocasionalmente la autoridad de Scipione Maffei (1675–1755) y de Johannes Gruterus (1560–1627),
aunque no ofrece ninguna conclusión sobre este importante aspecto. Por último, se ocupa del tema de las
lámparas inextinguibles a las que no da el menor crédito. Concluye su trabajo en un tono de falsa modestia
y reitera que se trata de una investigación original: […] pero obligados a llenar un deber que nos impone el país
en que vivimos, los monumentos célebres de que abunda nuestra provincia de Córdoba, y muy en particular los
contornos de Baena, donde a nuestro paso en octubre del año anterior de 1838 tuvimos ocasión de sacar, examinar y cotejar los diseños con sus originales; enmendando de esta suerte los defectos de muchos que obran en poder
de varios sujetos ilustrados de ella, no hemos vacilado en su publicación, para inmediatamente a continuación
ampararse en la protección de la Real Academia de la Historia.
101 Este dato es verídico, pues no sólo se conservan los dibujos enviados al P. Jurado sino la carta de remisión de los mismos,
véase III, 5. Estos documentos pertenecen al archivo de D. Emilio Miranda.
68
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
¿Esperaba Corte Ruano alguna reacción para justificarse de esta forma? No cabe la menor duda, pues
previamente a estos artículos había publicado otro en un número anterior de esta revista titulado “Sima
de Cabra” el cual llamó la atención de Aureliano Fernández–Guerra quien advirtió rápidamente que había
sido plagiado: En febrero del presente año me trajo uno de mis discípulos el num. 4º, segunda serie, tomo I del
Semanario pintoresco, con el artículo titulado Sima de Cabra suscrito por D. Manuel La–Corte; en el que, á excepción de la trama (!!!) el alma toda son los apuntes que yo habia franqueado al articulista en setiembre de 837, y
del croquis solo falta una figurilla que tuve el capricho de bosquejar asomada á la tal sima. Cobra ahora del todo
sentido la justificación de Corte Ruano, pues aquellas palabras fueron escritas con todas sus consecuencias,
ya que había sido advertido por el propio Aureliano, según se deduce de lo que afirma en un escrito posterior, ya que a su carta, de la que desconocemos su contenido, le respondió el inspector de antigüedades a
principios de octubre de 1839, con la prepotencia propia de quien se ve acusado, antes de que apareciera el
primer artículo sobre el mausoleo de los Pompeyos: Concluyo diciéndote he publicado y seguiré publicando,
sin interés alguno, una noticia y varios dibujos de las antigüedades de las Vírgenes, que en 3 de noviembre de
1838 tuve ocasión de ver en Baena y copiar mi hermano Juan, y a instancias de la Sociedad económica, de sus
dueños, y de mi amigo Mesonero salen a la luz. Te lo advierto por si (como has hecho antes) tratas de acusar de
robador y plagiario a tu amigo que te estima. Manuel de la Corte y Ruano publicó los siguientes artículos
sobre el mausoleo como amenazaba.
La reacción de Aureliano no se hizo esperar. En efecto, en el nº 20, correspondiente al 27 de octubre
de 1839, los redactores de La Alhambra insertaron una breve noticia en la que anunciaban que en el gabinete de lectura del Liceo Artístico y Literario de Granada se encontraban expuestos el artículo de Manuel
de la Corte Ruano publicado en el Semanario Pintoresco Español y los dibujos y manuscrito del mausoleo y
antigüedades del Cortijo de las Vírgenes de Aureliano Fernández–Guerra (IV, 2). En este mismo número
insertó Fernández–Guerra una hoja suelta impresa en la que acusaba al Inspector de Antigüedades de la
Real Academia de la Historia de plagio. A ella respondió Corte Ruano con un comunicado, fechado en
Cabra el 14 de noviembre de 1839, que se publicó en el nº 26 de La Alambra, en el que le emplazaba a
demostrar su acusación ante los tribunales (IV, 3). Los editores de la La Alhambra invitaron a los litigantes a
que utilizaran otros medios para ventilar sus diferencias. Pocos días después Corte Ruano remitió un nuevo
comunicado a los redactores del Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba que fue publicado el 20 de noviembre (IV, 4). Tras justificar la naturaleza de sus investigaciones, que según él fueron alentadas por Diego
de Pineda, del que dice ser su amigo (recordemos que era maestrante de Ronda como él), de su hermano
el Doctor Manuel María Pineda y de José María Morales, secretario de la Sociedad Económica de Baena, y
otros amigos de Baena que le facilitaron el estudio de las urnas del P. Ortiz –su principal fuente de datos–,
denunció la grave acusación de la que había sido objeto manchando su reputación y arremetió contra Aureliano, al que le acusó de atribuirse su trabajo y de ser él el plagiador, lo cual se mostraba dispuesto a probar
ante los tribunales de forma más circunstanciada.
Al mismo tiempo que envió estas comunicaciones a los medios públicos redactó uno de sus partes
como Inspector de Antigüedades, que aunque fechado en Cabra el 16 de noviembre, lo remitió a la Real
Academia de la Historia a principios de diciembre de 1839 (IV, 5). El texto era casi idéntico a uno de los
artículos publicados en el Semanario Pintoresco, aunque con algunos párrafos añadidos en los que subrayaba
la originalidad de sus investigaciones, al haber visto los materiales y sacar por si mismo los dibujos, que
prometía remitir a la Academia –lo que nunca se verificó– además de obtener de varios sujetos de Baena
una memoria con datos exactísimos del reiterado P. Ortiz. Manifestaba también haber tenido presente el
trabajo de Francisco Julián Madrid –que recordemos nada decía sobre el mausoleo– así como varias informaciones de testigos imparciales. Concluye diciendo que la Academia resolverá sobre la cuestión reñidísima
de si las personas del mausoleo de Castro Prisco, eran o no de la familia del gran Pompeyo, lo que indica
que desconocía el informe que la Real Academia de la Historia había remitido al Ministerio del Fomento
en el que desautorizaba tajantemente dicha suposición.
Mucha prisa se dio Corte y Ruano para desmentir las acusaciones que sobre él se vertieron. Aureliano
Fernández–Guerra por su parte se limitó a exponer sus dibujos y memoria en el Liceo granadino. No obs69
Jorge Maier Allende
tante, conociendo la vinculación de Ruano con la Real Academia de la Historia, Aureliano decidió remitir
a mediados de noviembre una hoja impresa, reimpresión, suponemos que corregida y aumentada, de la
insertada en La Alhambra (IV, 6). En ella describió con todo detalle la evolución de sus investigaciones
arqueológicas sobre el mausoleo y sus otros estudios y proyectos anticuarios, que pretendía publicar englobados bajo el título de Viaje Pintoresco del Antiguo Reino de Granada, pero que la penosa avaricia de una
mente mediocre nos ha privado disfrutar, sus relaciones con Corte y Ruano y su réprobo comportamiento,
del que fue prevenido por el P. Jurado, y la aceptación de acudir a los tribunales. Así quedó enterada la Real
Academia de la Historia de la acusación de que era objeto su Inspector de Antigüedades aunque, como
hemos visto, no dio crédito a Aureliano, que curiosamente acabaría por ser su anticuario años más tarde,
elaboró el informe que hemos trascrito más arriba y que es del todo elocuente de la opinión que se tenía de
Corte Ruano. Anunciaba en una nota final que en cuanto se estableciese la litografía en Granada publicaría
sus trabajos, promesa que finalmente no llegó a cumplir.
Manuel de la Corte continuó con su campaña en defensa de su herido honor. A principios de enero
presentó ante la Real Sociedad Económica de Baena, de la que era miembro al igual que Aureliano Fernández–Guerra, una memoria en la que expuso los argumentos que probaban su inocencia y la veracidad
de sus investigaciones, de la que envió una copia a la Real Academia de la Historia (IV, 8)102. Su defensa se
fundamentó en tres argumentos: que no existía constancia documental de que le entregasen los trabajos y
dibujos de Fernández–Guerra, que él conocía todas las noticias del descubrimiento y de otras antigüedades
antes que Fernández–Guerra, que justificó con la copia de varias cartas de José Mª Morales, secretario de la
Sociedad Económica de Baena, que incorporó al final de la memoria y, por último, que Fernández Guerra
no había concluido sus trabajos. Argumentos un tanto endebles que no le eximen, a nuestro juicio, de la
acusación de plagio, a pesar de aportar documentos que justifiquen el conocimiento del descubrimiento
que nada prueban en realidad, pues el mero hecho de tener conocimiento del mismo no le exime en absoluto de haber consumado el plagio, como veremos.
Aureliano Fernández–Guerra por su parte obtuvo de varios miembros del Liceo Artístico y Literario
de Granada el 28 de enero de 1840 que con su firma verificasen como testigos oculares que Manuel de la
Corte Ruano y sus hermanos, Juan y Felipe, habían sido asiduos visitantes de su casa en 1834, que les había prestado sus apuntes y dibujos sobre las antigüedades de Baena para que las copiasen, que éstas habían
adornado su estudio durante un tiempo y que eran las mismas que se exhibían en el Gabinete de lectura del
Liceo y habían sido reproducidas en el Semanario Pintoresco Español103.
Hasta aquí hemos examinado los documentos públicos o privados que redactaron los jóvenes anticuarios contendientes desde la más estricta seriedad. A partir de este momento se sucedieron una serie de
textos que fueron impresos por cuenta de los propios litigantes, de carácter más bien satírico, en los que
se ridiculizan mutuamente, de los que huelga todo comentario pues no aportan ningún dato sustancial a
la controversia. Nos parece mucho más interesante su lectura, a pesar que el estilo en que están redactados
pueda resultarle al lector actual complicado y no llegar comprender del todo a veces el sentido del humor
de aquel tiempo. Todos ellos aparecieron en 1840 en los respectivos lugares de origen de cada uno, esto es,
Córdoba y Granada respectivamente. El primero de ellos en publicarse fue El más solemne mentis a Aureliano Fernández, o Fernández Guerra, de Manuel de la Corte (IV, 9). A este respondió Aureliano Fernández–
Guerra con Ligeros toques al retrato de que de sí mismo ha hecho el autor de El mas solemne mentis (comedia
famosa) (IV, 11), al que replicó de nuevo Corte Ruano con Banderilla de fuego al autor anónimo de los ligeros
toques etc. (cajón de sastre) (IV, 12), con el que concluye la confrontación literaria.
102 Archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, CACO/9/7951/17(7).
103 El documento original, reproducido por J. Miranda en Aureliano Fernández–Guerra, op. cit…., p. 48, se conserva en el
archivo de D. Emilio Miranda Valdés. Los firmantes de este documento fueron: Salvador Andreo, Fr. Juan Chamizo,
Francisco Enríquez, Francisco Javier Alonso, Tomás Martínez de Robledo, José María Zamora, Serafín Hidalgo, Francisco
Barroeta, José Teruel, Antonio López del Rincón y Garrido, Francisco de Paula López Puyol, Manuel María de Cañizares,
José Barroeta, Miguel Picayo, Manuel Zamora, José Sánchez Dávila, José de Mora, Francisco Enríquez Ferrer, José Aquilera,
José Aguilera Suarez, Julián Léon Briones y Carlos María de Fúnez.
70
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
En conclusión, tras el análisis y confrontación de todos los documentos y dibujos publicados e inéditos, no nos cabe duda que Manuel de la Corte Ruano incurrió en el plagio de que se le acusó. En primer
lugar, resulta extraño que no se evite mencionar en ningún momento los trabajos de Aureliano que Corte
Ruano conocía de sobra. En segundo lugar, es particularmente evidente que los dibujos reproducidos por
Corte Ruano de la estatua y bajo relieve son los realizados por Aureliano Fernández–Guerra y que hoy
hemos podido cotejar con los originales, no así los restantes que ilustran su artículo y que fueron criticados
por inverosímiles por el propio Aureliano. Además, Corte Ruano no dice en ningún momento que hubiera
visitado el cortijo de Diego Carro, al que no menciona en ningún momento, que es donde se conservaba la
estatua femenina, con lo que difícilmente pudo dibujarla. De lo expuesto por el Inspector de Antigüedades
también se deduce que no visitó ni el yacimiento ni el mausoleo, pues siempre se refiere a sus visitas a Baena y que todas sus descripciones están tomadas del P. Ortiz, según él mismo asegura en todos sus escritos.
Resulta también extraño que no dibujara las urnas, el principal y más importante material del mausoleo,
que se conservaban en casa de Diego de Pineda en Baena, su amigo, según él. Por otra parte, su principal
fuente de datos, la disertación o memoria del P. Ortiz, además de los boletines –que son bastantes parcos en
algunos aspectos, como por ejemplo en identificar el yacimiento con Castrum Priscum–, no es mencionada
ni una sola vez por Diego de Padilla y José María Jurado y especialmente por éste último, que era franciscano como aquel, y que estaba al corriente, como se puede comprobar en su correspondencia, de todos los
trabajos que se habían elaborado en esos momentos, es decir, el de Francisco Julián Madrid y el de Jurado–
Valdelomar. Que Corte Ruano tuviera conocimiento del descubrimiento y los detalles y particularidades
del mismo desde el primer momento no es argumento suficiente para exculparle, pues mucha gente, como
hemos visto, tuvo noticia del descubrimiento al poco de efectuarse, pues la noticia se difundió con gran
rapidez, incluido A. Fernández–Guerra, como también hemos visto. Lo que si está claro es que aunque tuviera noticias tan tempranas no emprendió entonces ningún estudio, y si las tenía ¿porqué dilató 5 años su
publicación? En cualquier caso, el trabajo del inspector de antigüedades egabrense sobre el mausoleo es mediocre y de escasa calidad científica, al igual que los partes e informes mensuales que envió a la Real Academia de la Historia, como lo demuestra la opinión que merecieron a la docta institución, como se ha podido
comprobar. La Academia, ajena y neutral por principio estatutario a disputas literarias, no quiso dar crédito
a las acusaciones del que había de ser con el tiempo su anticuario perpetuo y no reprendió a su inspector
de antigüedades, lo cual es por otra parte comprensible, pero sí lo hizo privadamente por el modo de llevar
a cabo sus tareas de inspección de antigüedades. El trabajo de Corte Ruano y la consiguiente polémica en
los medios públicos tuvieron consecuencias negativas para la ciencia arqueológica, pues Fernández–Guerra
por esta causa, entre otras, no publicó el estudio y dibujos que hoy damos a conocer. De haber sido así los
trabajos que se publicaron pocos años después hubieran tenido, seguramente, otro cariz.
6. Otros estudios sobre el mausoleo de los Pompeyos
Enfriados los ánimos aparecieron dos nuevos trabajos sobre el mausoleo tras casi una década de haberse
producido su descubrimiento de muy distinto carácter. El primero de ellos se debe al entonces recientemente nombrado académico de Córdoba y correspondiente de la Real Academia de la Historia, Luis Mª
Ramírez y de las Casas–Deza (1802–1874)104, quien en su Corografía histórico–estadística de la Provincia
104 Nació en Córdoba el 26 de junio de 1802. Estudio latín con José Mariano Moreno y después filosofía en el Seminario conciliar
de San Pelagio. Se trasladó a Sevilla donde obtuvo la licenciatura de Medicina y después a Madrid donde ejerció y estudió Botánica y Zoología. Fue médico titular de Villafranca, el Carpio, Bujalance y Pozoblanco, pero abandonó la profesión y se trasladó
a Córdoba, donde fue Catedrático de Geografía e Historia. Colaboró en el Diccionario Geográfico de Madoz y suyos son todos
los artículos correspondientes a la provincia de Córdoba. En 1841 ingresó en la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles
71
Jorge Maier Allende
y Obispado de Córdoba redactada en 1840 pero publicada en 1842 (III, 14), insertó un artículo sobre el
mausoleo de los pompeyos que prácticamente es un extracto del artículo de Manuel de la Corte Ruano, al
que se refiere como nuestro apreciable amigo, en el Semanario Pintoresco Español, del que también era colaborador. El escueto texto no ofrece nada nuevo, ya que como hemos advertido reproduce casi literalmente
las descripciones de su colega, e incluso el orden dado a las urnas, además de insistir en la falsa tradición de
las santas Nunilo y Alodia. Da la sensación que Ramírez intentó restaurar la reputación de Corte Ruano,
el único, a pesar de todo, que había publicado un estudio sobre el mausoleo, pues el de Fernández–Guerra
quedó inédito y el de Jurado Valdelomar había desaparecido.
El segundo de los trabajos se debe al conocido escritor francés Prosper Mérimée, entonces Vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos de Francia, que apareció en la recién fundada Revue
Archéologique en 1844 (III, 15). Es conocida la afición de Mérimée por España y la cultura española de la
que dan fe sus trabajos literarios, pero no tanto su dimensión como anticuario105 y especialmente su admiración por la figura de Julio César. En 1838, Mérimée proyectaba escribir una historia de Julio César de la
que llegó a publicar en 1841 y 1844 un Essai sur la guerre social y la Conjuración de Catilina, pero no llegó
a publicar nada más. Las referencias a la vida de César en sus novelas fueron bastante frecuentes, como es
el caso de Carmen, en la que el protagonista de la novela viene a España en busca de Munda. Un año antes
de la aparición de su famosa novela, publicó el artículo referido sobre las urnas del cortijo de las Vírgenes. Aunque en algunos lugares se llegó a decir que la noticia del descubrimiento había sido difundida en
Francia, advierte sin embargo Mérimée, que nunca habían sido antes publicadas en el país vecino. No hace
ninguna mención a ninguno de los trabajos publicados o inéditos hasta ese momento en España. Se trata de
una artículo corto, pero de una concepción bastante alejada de sus homólogos españoles, en el que analizó
la prosopografía y onomástica de las inscripciones. A pesar de que se queja de no poder conocer su orden
original destacaba la particularidad del variado origen de sus nombres (latinos, turdetanos, púnicos), lo que
demostraba el estado de la romanización en la Bética en los tiempos de Augusto. Subrayaba acertadamente
la importancia del patronazgo a través de la clientela en la adopción por parte de los aristócratas indígenas
(el los llama ilustres) de la onomástica romana, con lo que encuadró correctamente este importante aspecto
que revelaban las urnas pompeyanas de Ituci. Sugería asimismo que los nombres romanos eran los más
modernos y los sitúa a finales del reinado de Augusto y principios del de Tiberio, por lo que supuso que los
turdetanos, aun no romanizados serían más antiguos, es decir, de tiempos republicanos106, cronología en
la que se fundamentó para proponer el stemma de la familia allí sepultada. También recoge la inscripción
de Q. Mumuio. En definitiva, un correcto y bien encuadrado análisis e interesantes conclusiones que no
tuvo, sin embargo, el eco que merecía en nuestro país, a pesar de ser uno de los mejores análisis de las inscripciones de las urnas. Con este artículo de Mérimée se cierra un primer periodo en la historiografía del
mausoleo de los Pompeyos.
Pese a la reactivación que experimentaron las investigaciones sobre la localización de Munda en la
segunda mitad del siglo XIX como consecuencia del concurso convocado por la Real Academia de la Historia en 1857, el mausoleo de los Pompeyos cayó en el más absoluto de los olvidos107. Fue Emil Hübner
Artes de Córdoba. Fue miembro honorario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, correspondiente de las Academias
de Medicina de Madrid, Barcelona, Sevilla y Cádiz, y de número de los Arcades de Roma. Fue asimismo miembro de la Real
Sociedad de Anticuarios de Copenhague y del Instituto Arqueológico Alemán de Roma, Académico Correspondiente de la Real
Academia de la Historia (1842–1874) y de la Lengua Española y Vicepresidente de la Comisión de Monumentos de Córdoba.
Murió en la pobreza el 5 de mayo de 1874.
105 Véase, por ejemplo, su biografía en E. Gran Aymerich, Dictionnaire biographique d’archéologie 1798–1945, Paris, 2001, pp.
455–456.
106 Es curioso señalar que Mérimée sugiere que el cognomen Icstnis que aparece en una de las urnas pudiera considerarse una
abreviatura de Icosetani, interpretación que también sugirió José María Jurado, según hemos constatado en sus papeles,
véase I, 3.
107 Nos referimos a los estudios de Ildefonso Marzo, Rafael Huertos (Marqués de Salvatierra) y especialmente a los hermanos
José y Manuel Oliver Hurtado que consiguieron el premio, del propio de Aureliano Fernández–Guerra y de Serafín Estébanez Calderón. Otros arqueólogos europeos también se interesaron por el tema como Emil Hübner y especialmente Napo-
72
El mausoleo de los Pompeyos en su contexto histórico e historiográfico
con sus estudios para la elaboración del CIL
quien dio un nuevo y significativo impulso a
la investigación al corregir la lectura de la inscripción de la sacerdotisa ipscense Licinia Rufina y acabar para siempre con la existencia del
municipio Castrum Priscum que dio lugar para
reconsiderar la ubicación de Ituci Virtus Iulia en
el despoblado de Castro Viejo108. Identificación
que asumió públicamente Aureliano Fernández–
Guerra, quien fue uno de los principales colaboradores de Hübner, en su contestación al discurso de ingreso de Juan de Dios de la Rada y
Delgado en la Real Academia de la Historia en
1875, como hemos señalado oportunamente, y
que ha sido la que ha prevalecido hasta nuestro
días. En los papeles que conserva D. Emilio Miranda hemos podido constatar que en los últimos
años de su vida Fernández–Guerra preparaba
una publicación acerca de sus estudios juveniles
sobre el mausoleo de los Pompeyos que tituló:
Ruinas de la Colonia Ituci Virtus Julia reconocidas
y dibujadas por mi el año de 1834 en las Torres de
las Vírgenes y Despoblado de Castro Viejo, térmiFig. 9.–Prosper Mérimée en 1829.
nos de Baena y de Castro el Río en la provincia de
Córdoba. Al quedar finalmente sin publicar, el
mausoleo de los Pompeyos continuó postergado en el olvido. No obstante, en 1881, Manuel Rodríguez de
Berlanga lo incluyó en su catálogo de epígrafes que mostraban la perduración de la onomástica fenicio–púnica en la Bética romana como ejemplo paradigmático y ofreció un nuevo análisis del stemma de la familia
del mausoleo de Ituci, en el que sigue a Hübner pero no tiene en cuenta el trabajo de Merimée, para la que
sugiere un origen africano (III, 16).
Alrededor de una veintena de años más tarde de la publicación del estudio de Rodríguez de Berlanga,
en 1903, apareció la obra de Francisco Valverde Perales (1846–1913), Historia de la Villa de Baena, en la
que de nuevo se retoman viejas hipótesis, ya superadas entonces por la crítica arqueológica, al no tener en
cuenta algunos de los estudios que corrían publicados (III, 17)109. Valverde pudo no obstante fotografiar las
urnas y algunos elementos de los ajuares que se encontraban en poder de las hijas de Diego Pineda, lo que
león III quien envió al General Eugene Stoffel a España para examinar sobre el terreno el teatro de las operaciones y localizar
así el escenario de la batalla definitiva y con ello la ubicación de Munda. La investigación se llevó a cabo en colaboración
con una comisión española. Sobre esta última iniciativa véase, J. Gómez Pantoja, “Buscando a Munda desesperadamente”,
en E. Melchor Gil, J. Mellado y J. F. Rodríguez Neila (eds.), Julio César y Corduba: tiempo y espacio en la campaña de Munda
(49–45 a. C.), Córdoba, 2005, pp. 89–137, donde se aportan novedosos datos, pero se pasan por alto los estudios que se
presentaron al concurso convocado por la Real Academia de la Historia, especialmente los de Ildefonso Marzo y el Marqués
de Salvatierra.
108 Como ya hemos indicado más arriba fue una schedae de Valdeflores la que le puso a Hübner sobre la pista. El arqueólogo
alemán tuvo presentes los trabajos de Fernández–Guerra, de Mérimée y Jurado–Valdelomar.
109 El autor nació en Baena el 1 de octubre de 1846 en el seno de una familia humilde. Ingresó en el ejército, estuvo en la batalla
de Alcolea, para después, en 1869, embarcarse a Cuba. De nuevo en España ingresó en la Guardia Civil el 23 de septiembre de
1873. Permaneció en el Cuerpo hasta 1904 del que se retiró con el grado de Comandante y con gran número de condecoraciones. Excavó en Iponuba, en el Cerro del Minguillar (Baena), de cuyos resultados informó a la Real Academia de la Historia, de
la que era Correspondiente en Baena, así como de la de Bellas Artes de San Fernando y de la General de Ciencias, Bellas Letras
y Nobles Artes de Córdoba.
73
Jorge Maier Allende
suponía la primera imagen que se daba a conocer de los originales, ya que los dibujos de Fernández–Guerra
nunca fueron publicados, como hemos advertido. Desde entonces las urnas se encuentran en paradero desconocido. Aun en 1913 el correspondiente de la Real Academia de la Historia en Cáceres Juan Sanguino y
Michel publicó en el boletín académico varias cartas que se atribuyeron erróneamente a Diego de Padilla110,
con el que se cierra otro ciclo historiográfico y se abre un largo tiempo de silencio hasta mediados del siglo
XX.
A pesar de todo, nunca se perdió completamente la memoria de este descubrimiento y de la riqueza e
importancia arqueológica del solar de la antigua Ituci Virtus Iulia entre los eruditos cordobeses quienes emprendieron nuevos estudios, aunque desconectados de la tradición historiográfica. Entre estos cabe destacar
el del veterinario de Castro del Río, José Navajas Fuertes, y el del farmacéutico de Zuheros, José Fernández
Cruz, quienes publicaron sendos trabajos de distinto mérito y temática, separados uno de otro por casi una
treintena de años. El primero fue dedicado al yacimiento de Torreparedones profusamente ilustrado111,
mientras el segundo fue dedicado a ensalzar la figura de Don Aureliano Fernández–Guerra112 en el que por
supuesto se hacen mención a sus trabajos en el Cortijo de las Vírgenes y del plagio de que fueron objeto.
Con la intervención de un equipo de investigación de la Universidad de Oxford, dirigido por Barry
Cunliffe y M. C. Fernández Castro desde 1987 se inician los actuales estudios en el yacimiento que dieron
como resultado más importante el hallazgo de un santuario ibero–romano, además de proporcionar una
secuencia estratigráfica del habitat, un tanto controvertida113. Estos trabajos de campo, además de otros
proyectos de investigación interesados por el mundo funerario y proceso de romanización han dado lugar a
la revisión de los antiguos materiales conocidos, especialmente de las urnas estudiadas por Pedro Rodríguez
Oliva114 y del mausoleo por José Beltrán115. A ellos se deben añadir los trabajos de revisión del material
epigráfico del Conventus Astigitanus bajo la dirección de Armin Stylow. Por otra parte la catalogación, indización, digitalización y publicación del Archivo de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la
Historia, ha permitido dar a conocer la documentación que existía en la institución sobre el descubrimiento
y primeros trabajos en el mausoleo que es, como se ha podido comprobar, de un gran interés116. Pero aun
más interesantes fueron los datos aportados por Javier Miranda en su reciente estudio monográfico sobre
Aureliano Fernández–Guerra y Orbe117, lo que ha permitido, gracias a la generosidad de su hermano,
Emilio Miranda, dar a conocer exhaustivamente los valiosos documentos inéditos que se conservan en el
archivo del insigne anticuario granadino sobre la historiografía de este singular monumento funerario.
110 J. Sanguino, “Antigüedades romanas del Cortijo de las Vírgenes”, Boletín de la Real Academia de la Historia, LXII, 1913,
pp. 483–485. Las cartas no pueden ser atribuidas a Diego de Padilla, pues una de ellas es la reproducida en El Correo.
111 “El municipio barbetano de Castrum Priscum o Castro el Viejo”, Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas
Letras y Nobles Artes, 65, 1951, pp. 71–74.
112 “Evocación de Don Aureliano Fernández–Guerra y Orbe”, Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras
y Nobles Artes, 105, 1983, pp. 5–26.
113 M. C. Fernández Castro y B. Cunliffe, Excavations at Torreparedones 1988. The Guadajoz Project, Oxford, 1988; J. Serrano y J. A. Morena, “Un relieve de baja época ibérica procedente de Torreparedones”, Archivo Español de Arqueología, 61,
1988, pp. 245–248; Morena, J. A., El santuario ibérico de Torreparedones (Castro del Río–Baena, Córdoba), Córdoba, 1989;
B. Cunliffe et alii, Proyecto Torreparedones, poblado fortificado en altura, y su contexto en la campiña de Córdoba. El
proyecto Torreparedones (Baena, Córdoba), en Investigaciones Arqueológicas en Andalucía (1985–1992), Huelva, 1993, pp.
519–523; B. Cunliffe y M. C. Fernández Castro, The Guadajoz Project. Andalucía in the first millennium b. C. I. Torreparedones and its hinterland, Oxford, 1999.
114 “La monumentalización en las ciudades del sur de Hispania entre la República y el Imperio” en Italia e Hispania en la crisis
de la República Romana (Actas del III Congreso Hispano–Italiano, Toledo 20–24 de septiembre de 1993), Madrid, 1998.
115 “Mausoleos romanos de Torreparedones (Castro del Río / Baena, Córdoba): sobre la “tumba de los Pompeyos” y otro posible sepulcro monumental”, Habis, 31, 2000, pp. 113–136.
116 J. Maier y J. Salas, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Andalucía: Catálogo e Índices, Madrid, 2000;
R. Cebrián, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Antigüedades e Inscripciones 1748–1845: Catálogo
e Índices, Madrid, 2002.
117 J. Miranda, Aureliano Fernández–Guerra (1816–1894) un romántico, escritor y anticuario, Madrid, 2005.
74
CAPÍTULO III
ESTUDIO ARQUEOLÓGICO
DE “LA TUMBA DE LOS POMPEYOS”
José Beltrán Fortes
Universidad de Sevilla
1. EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE TORREPAREDONES Y SU CONTEXTO
PRÓXIMO
El yacimiento arqueológico donde se descubrió en 1833 la “tumba de los Pompeyos” está localizado en la
divisoria entre los términos municipales cordobeses de Baena y Castro del Río y se denomina actualmente
como “Torreparedones” (fig. 1). No obstante, ha pasado por varias denominaciones toponímicas hasta esa
actual por diversas razones.
Fig. 1. Plano de Torreparedones, que aparece cortado en dirección N–S por el límite entre Baena y Castro del Río. En rayado los
límites del enclave antiguo amurallado, según Fernández–Cruz y Cunliffe, 2002, fig. 5
La existencia de los restos antiguos y medievales islámicos debió de inducir a los conquistadores cristianos al menos desde el siglo XIII, tras la conquista de Córdoba, a denominar el lugar como “Castro el
Viejo”1. Es posible que tras el topónimo se esconda la idea de que era en ese lugar donde se situaba el origen
antiguo de la moderna y cercana localidad citada de Castro del Río en una errónea asociación que se da asi-
1
B. W. Cunliffe y M. C. Fernández–Castro, The Guadajoz Project. Andalucía in the First Millenium B.C. Volume 1. Torreparedones and Its Hinterland, Oxford, 1999, pp. 37ss., y M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, El yacimiento y el santuario
de Torreparedones. Un lugar arqueológico preferente en la campiña de Córdoba, Oxford, 2002, pp. 12ss., citan las vicisitudes
de la ocupación medieval, y más en concreto del castillo cristiano, a raíz de los litigios que suscitó su propiedad entre varias
casas nobiliarias y la ciudad de Córdoba, al menos desde mediados del siglo XIII a la segunda mitad del siglo XV, en que
desaparece de las referencias documentales, lo que se relacionaría con la decadencia y desaparición de la ocupación en la
edad moderna. A ello asimismo se refirió más sucintamente, en su momento, F. Valverde y Perales, Historia de la Villa de
Baena, Toledo, 1903, pp. 44s.
77
José Beltrán Fortes
mismo en otros lugares de Andalucía como ocurre, entre otras, con Sevilla y “Sevilla la Vieja” 2 (= las ruinas
de Italica), Ronda y “Ronda la Vieja” (= las ruinas de Acinipo) o Úbeda y “Úbeda la Vieja” (= las ruinas de
Salaria)3. Lo cierto es que ese topónimo se mantuvo en época medieval y la edad moderna, relacionándolo
ya en el siglo XVIII como derivación de un asentamiento antiguo llamado Castrum Priscum, cuya falsedad
ya se ha analizado en un capítulo anterior de este trabajo4 y que asimismo fue aplicado a otros yacimientos
de la campiña cordobesa.
De forma en cierto modo paralela a esos hechos finales citados5 otro episodio localizado en este lugar
sirvió para consagrar el nuevo topónimo existente durante el siglo XIX y que afecta a los documentos que
nos sirven para el análisis de los descubrimientos arqueológicos de los años treinta de aquella centuria.
En efecto, en los testimonios conservados se denomina el lugar de forma mayoritaria como “Torre de las
Vírgenes” o, en todo caso, el “cortijo de las Torres de las Vírgenes” o simplemente “cortijo de las Vírgenes”.
Ese topónimo deriva –como asimismo se ha explicado en otro apartado anterior– de la asimismo errónea
vinculación al lugar del martirio ocurrido en el año 840 d.C. de las santas Nunilo y Alodio, las dos vírgenes,
a las que hacia mediados del siglo XVII el Ayuntamiento de Córdoba –del que dependía entonces el sitio–
construyó una ermita de culto. Conocemos ahora en los papeles inéditos conservados por los herederos de
Aureliano Fernández–Guerra que en los inicios del siglo XIX los restos de la citada ermita eran todavía bien
visibles, aportando este autor la planta rectangular del edificio6. Según consta en el plano que este autor
realizó sobre el yacimiento y alrededores en 1834 (fig. 2) –asimismo ya tratado– la ermita se construyó en
la vertiente SE del cerro donde se situaba la ciudad antigua, fuera del recinto amurallado, en un lugar muy
próximo al camino de acceso desde Baena, junto a una amplia curva de aquél a la derecha, pasado el cortijo
de las Vírgenes7.
Cuando en los inicios del siglo XX se lleva a cabo la cartografía de este sector de la campiña cordobesa el lugar aparece ya citado con el nombre de “Torreparedones”, que ha mantenido hasta nuestros días.
Desconocemos a qué se debió este nuevo término, que parece derivar de la denominación “torre de los
paredones”. En el plano elaborado por A. Fernández–Guerra se identifica otra elevación cercana, al norte
de la nuestra, como “Torre de Padrones” (aunque no se recoge ya en el mapa citado del siglo XX) y un cortijo situado al oeste se denomina como “Paredones de Medina”. Es por ello que la nueva denominación de
Torreparedones aparecida en la cartografía quizás se debió simplemente a una confusión o bien ya se usaba
el topónimo para referirse a la elevación donde se situaba el castillo. Por el contrario, en las fuentes del siglo
XIX es citado como “Torre de las Vírgenes”.
2
3
4
5
6
7
78
Sobre el tema vid, especialmente, J. M. Luzón Nogué, Sevilla la Vieja. Un paseo histórico por las ruinas de Itálica, Sevilla,
1999, esp. pp. 21ss., también en este caso las referencias documentales del topónimo “Sevilla la Vieja” en su aplicación a los
restos del yacimiento de Italica arrancan del siglo XIII d.C.
Cfr., sobre el yacimiento de la colonia Salaria en las tierras del cortijo de Dña Aldonza, p.e., J. Beltrán Fortes y L. Baena del
Alcázar, Arquitectura funeraria romana de la colonia Salaria (Úbeda, Jaén). Ensayo de sistematización de los monumenta funerarios altoimperiales del alto Guadalquivir, Sevilla, 1996; CILA Jaén, pp. 399ss. Cfr., ahora, H. Gimeno Pascual, “Nuevos
datos para la colonia Salaria”, Lucentum, XXIII–XXIV, 2004–2005, pp. 181–183.
Como se recuerda supra el error se debió a una mala interpretación de la inscripción CIL II2/5, 387, correspondiente a
un pedestal dedicado a Licinia Rufina en Ipsca (cortijo de Iscar, Baena), que fue mal leída por el erudito cordobés Pedro
Leonardo de Villacevallos y cuya versión siguió y difundió especialmente el también cordobés Bartolomé Sánchez de Feria.
Para la figura del primero, cfr. J. Beltrán Fortes y J. R. López Rodríguez, coords., El Museo cordobés de Pedro Leonardo de
Villacevallos. Coleccionismo arqueológico en la Córdoba del siglo XVIII, Málaga – Madrid, 2003.
También habría que considerar el que reputados autores del siglo XVIII, y más en concreto el padre Enrique Flórez (España
Sagrada, XII, Madrid, 1754, pp. 36ss.), ya consideraban errónea el que el topónimo de “Castro el Viejo” se relacionara con
la inexistente ciudad romana de Castrum Priscum.
La describe como: “...una hermita y pedazos de cornisas y algunos capiteles diformes, pero de poco gusto. Las paredes unas son de
sillares y otras de hermosos ladrillos; pero lo mezquino, en proporción de las ruinas, de aquel monumento me hace dudar el objeto
que tendría. Mas me dijeron que aquel había sido una iglesia en tiempo de los godos”, según Apéndice III, nº 8, XXII.
Se localiza en un sector intramuros de la ciudad antigua, en la parte sureste, donde aún se advierten restos de muros modernos, bajo acumulación de piedras.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 2. Plano de Torreparedones (“Torre de las Vírgenes”) y su entorno, realizado por A. Fernández–Guerra en su memoria inédita
de 1834. Archivo Familia Miranda.
Según recogen Serrano y Morena8, y siguen Cunliffe y Fernández–Castro9, el topónimo de “Torre de
las Vírgenes” se aplica actualmente para referirse a otro cerro cercano, situado a menos de un kilómetro al
SE de Torreparedones, por encima del cortijo de Las Vírgenes, donde se localiza una torre o recinto fortificado de planta cuadrada antigua. Corresponde a un recinto defensivo, de sólo 17 metros en dirección
norte–sur y 14 metros en dirección este–oeste, similar a otros del entorno del oppidum de Torreparedones,
para el control y defensa del territorio, como los llamados de “Piedras de Gilica”10, “El Castellar” o “Las
Almayas”. El recinto situado en ese cerro cercano que se denominaría actualmente como “Torre de las
Vírgenes” y que tendría continuidad en época romana, corresponde a “...un recinto importante, desde el
punto de vista estratégico, y en función del cercano poblado amurallado de Torreparedones, pero no se destaca, en
lo conservado, por su nitidez arquitectónica”11. Dado que los autores que han estudiado el yacimiento en el
8
9
10
11
J. Serrano Carrillo y J. A. Morena López, Arqueología inédita de Córdoba y Jaén, Córdoba, 1984, p. 70, para quienes el
recinto de la “Torre de las Vírgenes” sería de época ibérica.
B. W. Cunliffe y M. C. Fernández–Castro, The Guadajoz Project, cit., p. 417, nº 452, que lo datan en época ibérica y
romana.
Este recinto de “Piedras de Gilica” es descrito por F. Valverde y Perales, op. cit., pp. 42s. (según se reproduce en el Apéndice
III, nº 14), y presenta una estructura más compleja que otros.
B. W. Cunliffe y M. C. Fernández Castro, “Informe sucinto. Prospección arqueológica superficial. Torreparedones (Castro
del Río, Baena, Córdoba)”, AAA /1988, Sevilla, 1990, vol. II, p. 58.
79
José Beltrán Fortes
siglo XX han seguido el uso del topónimo de Torreparedones, también nosotros lo seguiremos usando en
esta ocasión, aunque el enclave era citado en las fuentes del siglo XIX como “Torre de las Vírgenes”, donde
se produjo el descubrimiento de la “tumba de los Pompeyos”.
Fig. 3. Vista de Torreparedones, desde el O. Casi en el centro de la línea del horizonte se advierten las ruinas del castillo medieval.
En la parte izquierda las construcciones del cortijo de “Paredones de Medina”.
El principal asentamiento antiguo, que corresponde en época romana a la ciudad que controlaría este
territorio, se situaba en la elevación más alta de esta comarca, denominada ahora –como ya se ha dicho–
Torreparedones. Se trata de una elevación montañosa dispuesta en sentido noroeste–sureste, que presenta
una amplia meseta en la parte superior, en el punto más alto, donde se situó el asentamiento humano; la
meseta presenta cortes más abruptos en las laderas norte, este y oeste, mientras que hacia el sur desciende
más suavemente, lo que le proporcionaba una excelente defensa natural, a la que se adecuaron los diferentes
sistemas de murallas desde el Calcolítico en adelante. Los trabajos arqueológicos llevados a cabo en el marco
de un importante proyecto de investigación codirigido por B. W. Cunliffe y M. C. Fernández–Castro entre
fines de la década de los ochenta e inicios de los noventa del siglo XX (denominado “Proyecto Guadajoz”)
tuvieron precisamente como uno de sus objetivos prioritarios el análisis de los sistemas de murallas del
yacimiento en épocas protohistórica y antigua, estableciendo una secuencia de hábitat continuado desde
momentos calcolíticos hasta la época romana, con un floruit durante este último período y época ibérica,
en que el asentamiento de Torreparedones era un importante oppidum en este territorio de las campiñas
cordobesas12 (fig. 3). No obstante, debe de tenerse en cuenta que la excavación ha consistido en diversos
sondeos en sectores periféricos del asentamiento, especialmente de zonas de muralla y del santuario extraurbano, por lo que desconocemos la urbanística del asentamiento en sus diferentes fases. Como afirman estos
autores son los resultados de una investigación parcial, que habría que continuar: “...los datos extraídos.. son
los recuperados en cuatro cortas campañas de excavación que no se prolongaron por más de dos semanas cada
12
80
B. W. Cunliffe y M. C. Fernández Castro, op. et loc. citt.; M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit.; además, B. W.
Cunliffe y otros, “Proyecto: Torreparedones, poblado fortificado en altura, y su contexto en la campiña cordobesa”, Investigaciones Arqueológicas en Andalucía. 1985–1992. Proyectos, Huelva, 1993, pp. 519–528. No citamos los diferentes informes
publicados en el Anuario Arqueológico de Andalucía, ya que los resultados se desarrollan en las anteriores publicaciones
citadas.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
una... Un sondeo estratigráfico (1987); la campaña de urgencia del santuario (1988); un corte junto al sector
nororiental de la fortificación (1990); y una última campaña de trabajo en el interior del poblado (1992)”13.
El plano del asentamiento viene predispuesto, pues, por esos condicionantes topográficos y adopta una
forma básicamente triangular, con la base más corta orientada hacia el norte, correspondiente en su centro
al punto más elevado, donde precisamente se construyó el castillo medieval (fig. 4).
Fig. 4. Plano del asentamiento de Torreparedones, con indicación de sus murallas. En la parte sur, adosado a la muralla se sitúa el
santuario de Caelestis. Según Fernández–Castro y Cunliffe, 2002, fig. 3.
Esos aspectos topográficos destacados y la presencia de los restos defensivos medievales han sido puestos de resalte siempre por los autores que han tratado el sitio. Fernández–Guerra llama la atención sobre
la gran visibilidad que el enclave tenía en la campiña de la alta Andalucía, otro de los atractivos, sin duda,
para el asentamiento humano en época antigua: “Sus ruinas son muy grandes y el pueblo estaba situado en el
balcón de Andalucía. Al norte se ve la sierra morena y antes Porcuna y otros pueblos. A SSE se descubre Baena,
Luque y Zuheros; al SSO se distingue Espejo, Montilla y los destruidos muros de Attegua. Parece que estas torres
eran el punto al cual se dirigen todas las atalayas de Andalucía. Las de sierra morena, sierras del reyno de Jaén,
las de Alcalá, Priego &c, todas se distinguen desde aquí.”14
Manuel de la Corte incide más en la entidad del yacimiento y la fortaleza islámica: “...Sobre un altozano de gran elevación campea el muro y torre de las Vírgenes, desquiciado en su mayor parte, habiéndolo sido
13
14
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 80. Cfr., ahora, los resultados de los trabajos recientes.
Apéndice III, nº 7, II.
81
José Beltrán Fortes
en otras épocas de una vasta plaza de armas, centro y punto principal de defensa del Municipio de Castro Prisco,
cuyos cimientos, derruidos ó encubiertos por los escombros, dan á conocer la fuerte argamasa de su fábrica de
hormigón y piedra, robustecida á trechos con cubos salientes de figura cuadrada, y capaz de contener en su ámbito
nutrida guarnición. En derredor de la fortaleza y parte más suave de la colina, se dilata un villar estensísimo,
cargado de preciosos fragmentos, sillares, pedestales, troncos y capiteles de columnas de varios órdenes, losas, sepulcros, ladrillos massaríes, tégulas y barros...”15 (fig. 5).
Fig. 5. Vista actual del yacimiento intramuros de Torreparedones, visto desde el sur y ahora parcialmente cultivado con olivos,
antes de las últimas excavaciones.
Finalmente, a los comienzos del siglo XX Francisco Valverde y Perales describe de una forma más mesurada los restos de aquel yacimiento: “A unos 18 kilómetros de Baena, al lado N., se encuentran las venerables
ruinas de una importante población romana, de la que se conserva en pie algunos muros y torres de la fortaleza,
que dan nombre al terreno; pues es conocido con el de Torres de las Vírgenes...”16.
Determinaron la importancia histórica del enclave distintos elementos, entre los cuáles la orografía
óptima para el asentamiento humano y su fácil defensa, el control de un territorio agrícolamente muy fértil, así como su destacada posición geográfica y visibilidad en la zona septentrional del valle del Guadajoz,
en el centro de una vía natural que enlazaba la zona media de esta cuenca del Guadajoz –que une en el
Guadalquivir muy poco por debajo de Córdoba– con la del arroyo Salado en el alto Guadalquivir. A partir
de los resultados parciales establecidos en el proyecto sistemático antes mencionado dirigido por Cunliffe
y Fernández–Castro los niveles más antiguos del yacimiento arrancan desde los momentos calcolíticos,
documentándose en un sector extramuros en la zona nordeste de la meseta, advirtiéndose la continuidad
con los momentos del Bronce antiguo, donde ya está más presente el utillaje metálico, y hasta el período
del Bronce final, en que continúa esa secuencia indicada, quizás asociada ya a una muralla, y arranca una
15
16
82
Apéndice IV, nº 1.
Apéndice III, nº 14.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
segunda secuencia en la zona sur de la meseta. El período orientalizante está constatado especialmente en la
zona sur y los cambios ocupacionales del enclave están en relación con la nueva órbita de intercambios que
la presencia fenicia impone en el sur hispano y que asimismo llegan a afectar a estos territorios del medio
Guadalquivir de las campiñas cordobesas en frontera con el alto Guadalquivir de las campiñas giennenses.
Fruto de ello es la primera construcción de una gran línea defensiva que se dataría hacia el 600 a.C. y que
proporciona las bases suficientes para la constitución del enclave ya en época ibérica como un importante
oppidum que controlaría el territorio circundante así como las vías de paso a través de un sistema defensivo de torres o recintos amurallados. Como afirman los autores citados: “Torreparedones es ante todo un
poblado ibérico fortificado, un oppidum, utilizando un término consagrado en la bibliografía local. Es uno entre
los muchos oppida de las campiñas de Córdoba y Jaén, y, por tanto, representativo del proceso de urbanización
de Turdetania, del que tanto y tan bien hablaron los autores antiguos”17. En efecto, los niveles ibéricos ya se
constatan en los tres sondeos efectuados y una actividad constructiva renovada en relación con los sistemas
de defensa. Así, a finales del siglo IV a.C. se monumentalizó la entrada oriental de la ciudad, amortizando
la antigua línea de muralla y construyendo una puerta defendida por torres, más efectiva par la defensa en
unos momentos de conflictos políticos y militares. Por falta de documentación arqueológica no sabemos
exactamente cuándo y cuáles de los recintos amurallados del entorno se construirían o estarían en activo
en estos momentos. Es muy posible que entonces se pusiera en activo, además, un nuevo sistema defensivo
mediante recintos que rodearían el oppidum principal, si bien en el ámbito de la campiña giennense se defiende que los dos momentos principales de construcción de estos enclaves (las famosas turres Hannibalicas)
serían plena época ibérica, durante el siglo VI a.C. – inicios del siglo V a.C., y época romana, en momentos
tardorrepublicanos18.
Sin solución de continuidad se asiste a la secuencia romana de época republicana, a la que pertenece
la única estructura documentada al interior del amurallamiento, “un edificio substancial de mampostería,
del que parece se descubrió un sótano o ambiente subterráneo... [con] gradas descendentes desde el nivel alto”19,
datado entre mediados del s. III a.C. – mediados del s. II a.C. y que se reforma en el siglo I a.C. En general
advierten los excavadores una intensidad constructiva desde fines del siglo II a.C. y el s. I a.C., que alcanzaría hasta época julio–claudia, pero sin continuidad en época imperial. En efecto, para estos autores surge
la duda de la continuidad del asentamiento romano im perial a partir del siglo I d.C. desde época flavia en
adelante, lo que tiene un importante antecedente en la anterior hipótesis que defendía que la ciudad había
sido abandonada en el contexto de las guerras hispanas entre César y los pompeyanos, cuando el enclave
habría sido destruido por los cesarianos en la campaña de Munda20.
En principio esa misma solución de continuidad advertían estos autores en relación con el sector
más importante de excavación en el yacimiento, que correspondía a un santuario suburbano, adosado a la
muralla en su extremo más meridional. El santuario ya era conocido desde los inicios de los años ochenta
del siglo XX, pero había sufrido el expolio como consecuencia de las labores agrícolas y de la nefasta acción de buscadores de antigüedades. No obstante, parte del amplio conjunto de los exvotos pétreos que,
de carácter antropomorfo, procedían del santuario fueron recuperados y estudiados por J. A. Morena, casi
17
18
19
20
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 31.
Cfr., a nivel general, J. R. Díez–Pinés, “Turres Baeticae: una reflexión arqueológica”, AAC, 10, 1998, pp. 33–86; P. Moret
y T. Chapa Brunet, eds., Torres, atalayas y casas fortificadas. Explotación y control del territorio en Hispania (s. III a.C. – s. I
d.C.), Jaén, 2004. Para el cercano municipium de Obulco (Porcuna, Jaén), cfr. las interesantes conclusiones del “Proyecto
Porcuna”, según, p.e., O. Arteaga Matute y otros, “Acerca del trazado urbano y la ordenación catastral del territorio de la
“civitas” Obulconense (Porcuna, Jaén). Campaña de 1989”, AAA’1990, Sevilla, 1992, vol. II, pp. 225–229; O. Arteaga
Matute y otros, “Balance a medio plazo del ‘Proyecto Porcuna’. Campaña de 1991”, AAA’1991, Cádiz, 1993, vol. II, pp.
295–301.
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 46.
Un análisis de esa problemática la llevó a cabo A. Caballos Rufino, Contribución al estudio de la obra colonizadora de Julio
César en la Ulterior: C. Claritas Iulia Ucubi, C. Virtus Iulia Ituci y C. Hasta Regia, Sevilla, 1978 (inédito). Cfr., de manera
más parcial, Idem, “Iptuci, civitas stipendiaria del Conventus Gaditanus”, Gades, 7, 1981, pp. 37–46.
83
José Beltrán Fortes
en un número que llegaba al centenar21, datando la serie por criterios estilísticos y formales entre los siglos
II–I a.C. Ya este autor dio a conocer el exvoto más interesante, que corresponde a una cabeza femenina,
que tiene grabado en la frente la inscripción: DEA CAELIVS, identificándola de forma correcta con la Dea
Caelestis22. Corroborando esta interpretación A. U. Stylow propuso la lectura: DEA CAEL(estis) IVS(sit)23,
lo que certifica que el culto rendido en este santuario suburbano de Ituci fue a la diosa norteafricana de
Carthago que continúa en el ámbito romano el culto púnico de la diosa fenicia Tanit.
De las excavaciones llevadas a cabo por Cunliffe y Fernández–Castro en este sector del yacimien24
to se concluía que el sitio concreto presentaba niveles de ocupación datados desde finales del siglo IV
a.C. – inicios del siglo III a.C., documentándose ya un primer santuario de piedra durante esa centuria,
con reformas posteriores, hasta la construcción “...de un destacado santuario, con paredes de mampostería
regularizada, seguramente con posterioridad a la contienda política entre César y los hijos de Pompeyo (50–49
a.C.)... reemplazó a una estructura de piedra más antigua, la cual, a su vez pudiera haber sido sucesora de una
tradición religiosa precedente en el lugar... El edifico mayor y más tardío del santuario estuvo activo a lo largo
de todo el tiempo del reinado de Augusto, pero para el término del reinado de Tiberio, en los años 30 del siglo I
d.C., el edificio se relegó al abandono. El santuario principal y conocido, por consiguiente, de Torreparedones fue
una construcción religiosa de la era de César y de Augusto conmemorativo y continuador de un lugar religioso de
cierta antigüedad”25 (fig. 6).
Ese santuario corresponde a una estructura aterrazada –en función del desnivel del terreno desde la
muralla–, en la que se suceden dos estancias de planta rectangular, muy alargadas desde el punto de vista
longitudinal precedidas por un espacio interpretado como una galería o corredor. Desde éste se accede a la
primera estancia, que tiene un suelo de opus signinum y que pudo corresponder a un patio central, desde
el que abre un vano hacia la cella del santuario, en cuyo centro se dispone una pequeña columna y una
segunda adosada a la columna, que deben de corresponder a representaciones betílicas relacionadas con el
carácter púnico de la divinidad de culto, cuyo culto y características han sido bien analizadas por Fernández–Castro y Cunliffe26. En otro interesante exvoto pétreo se reconoce una representación leontocéfala, que
enlazaría con representaciones de Tanit con cabeza de león27. Todos estos elementos y la propia tipología del
santuario apuntan a “un templo de estructura rectangular alargada, patio anterior y cella al fondo, característico
del mundo feniciopúnico, como los célebres de Salomón en Jerusalén y el más cercano de Melkart en Gadir”28.
No obstante, las cronologías aportadas en estos trabajos han sido sustancialmente revisadas merced a las
más recientes intervenciones arqueológicas llevadas a cabo por J. A. Morena, que se resumen en este mismo
volumen y a las que remitimos consecuentemente, ya que rebajan la cronología de las fases de construcción
y usos de los varios santuarios superpuestos, llevando su época más floreciente hacia mediados del siglo I
d.C.
21
22
23
24
25
26
27
28
84
J. A. Morena López, El santuario ibérico de Torreparedones. Castro del Río–Baena, Córdoba, Córdoba, 1989, esp. pp. 39ss.
Ibidem, pp. 48, 70 (nº 36) y lám. XLII, de 6,7cm de altura, 7 cm de anchura y 6 cm de grosor, elaborada en piedra arenisca,
como todos los otros exvotos. Vid., M. C. Marín Ceballos, “Dea Caelestis en la epigrafía hispana”, II Congreso Peninsular
de Historia Antiga, Coimbra, 1993, pp. 825–845.
CIL II2/5, 406.
B. W. Cunliffe y M. C. Fernández–Castro, op. cit., pp. 90ss.; M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., pp. 52ss.
Ibidem, p. 67.
Ibidem, pp. 69–79. Sobre esa representación betílica, vid., I. Seco Serra, “El betilo estiliforme de Torreparedones”, Spal, 8,
1999, pp. 135–158.
M. C. Marín Ceballos y M. Belén, “En torno a una dama entronizada de Torreparedones”, BAEAA, 42 (= Homenaje a la
Dra. Dña. Encarnación Ruano), 2002–2003, pp. 177–192.
M. Bendala Galán, “Urbanismo y romanización en el territorio andaluz: aportaciones a un debate en curso”, Mainake,
XXVII, 2005, p. 20.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 6. Dibujo axionométrico del santuario de Dea Caelestis de Torreparedones, según Fernández–Castro y Cuuliffe, 2002, fig. 22.
Los resultados parciales de los trabajos arqueológicos realizados dentro del “Proyecto Guadajoz” llevaron a secundar, en un primer momento, el extremo de defender la interrupción de la ocupación humana
tras los acontecimientos de la batalla de Munda, afirmándose, p.e, que “...Torreparedones no sobrevivió a
los acontecimientos que con ocasión de la guerra entre César y los hijos de Pompeyo (47–44 a.C.) tuvieron como
85
José Beltrán Fortes
escenario Ategua y la campiña de Córdoba”29, aunque finalmente se acepta que –teniendo en cuenta la existencia de otros testimonios descontextualizados como inscripciones y esculturas, pero datables en los inicios
de época imperial30– la ciudad debió mantenerse al menos hasta fines del período julio–claudio en función
de los datos arqueológicos, y es probable que más adelante. En resumen, como argumentan los propios excavadores, es posible que sólo se deba a ausencia en la documentación, ya “...que las excavaciones realizadas
son sólo una indagación arqueológica de pequeña dimensión en comparación con la extensión del yacimiento y
las sorpresas que las futuras investigaciones pudieran deparar”31.
No nos parece muy factible que una ciudad de la entidad e importancia que debió tener el enclave
de Torreparedones en los inicios del siglo I d.C. se abandonara en la segunda mitad de la centuria. Ello
no quiere decir que el enclave no pudiera sufrir cambios urbanísticos importantes en aquellos momentos,
como nos demuestra el panorama arqueológico de otra ciudad cercana, el municipium de Obulco (Porcuna,
Jaén). En este yacimiento se ha constatado arqueológicamente el abandono en los inicios de época flavia del
llamado “barrio” de San Benito, todo un sector urbano de nueva planta que había sido construido en época
augustea32, aunque la ciudad lógicamente siguió su existencia hasta la tardoantigüedad.
Parece más lógico pensar que –dada la importancia del enclave en el ámbito territorial de ese importante sector de la Hispania Vlterior, que comunicaba el alto Guadalquivir desde Porcuna hasta Córdoba
a través del valle del Guadajoz– el asentamiento, tras los traumáticos acontecimientos de la guerra civil
césaro–pompeyana, siguiera desempeñando un importante protagonismo en la ordenación romana. De
hecho, desde el siglo XVIII, como se refleja en la España Sagrada del padre Flórez33, se consolidó la hipótesis
de fijar en este lugar la localización de la colonia Ituci, citada como inmunis por Plinio34, y así se mantiene
como hipótesis más plausible en la actualidad35, como se indica ahora en el estudio realizado por A. U.
Stylow en CIL II2/536. Aunque realmente no existe una certeza sobre su identificación con la colonia Ituci
ello parece muy probable, dado que la importancia del enclave, controlando aquella importante ruta de
comunicación ya citada, traería como consecuencia que César o Augusto37 la reconstruyeran, mediante una
deductio colonial, según un proceso similar al documentado en otros enclaves de la campiña y testimonia
el cognomen Iulia en su titulación. Especialmente así ocurre también en al caso de la cercana ciudad de la
colonia Claritas Iulia Vcubi (en Espejo, Córdoba), de la que sabemos también que era inmunis38, y que
como Torreparedones se situaría en el territorio septentrional del conuentus Astigitanus, en el límite con el
Cordubensis. Finalmente, Fernández–Castro y Cunliffe apuntaban asimismo esa probabilidad: “...la destacada representación de Torreparedones en la arqueología de la campiña de Córdoba, induce a creer verosímil la
tesis de que Torreparedones, una ciudad vecina de Ucubi, en la lista de Plinio con referencia a Munda, pudiera
haber sido la Ituci Virtus Iulia”39.
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
86
B. W. Cunliffe y otros, “Proyecto: Torreparedones..., cit., p. 524.
Estos materiales arqueológicos los analizaremos más adelante.
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 47. Efectivamente, han sido premonitorias las palabras expresadas, ya
que en las últimas excavaciones llevadas a cabo por J. A. Morena en el sector intramuros se ha localizado el centro forense
de la ciudad romana imperial.
Vid., especialmente, O. Arteaga y otros, “El abandono de un sector urbano de Obulco en época flavia”, AAA/1990, Sevilla,
1992, vol. II, pp. 310–316.
E. Flórez, op. cit., pp. 13ss. y 368ss.
Plinio, NH, 3, 12.
Si bien para Ituci también se han propuesto otras localizaciones en este mismo sector de la campiña cordobesa, como en la
localidad de Nueva Carteya; cfr. A. U. Stylow, “Inscripciones romanas del sur de la provincia de Córdoba”, Gerión, 1, 1983,
p. 289. Sobre la epigrafía romana de Nueva Carteya, vid. asimismo CIL II2/ 5, p. 95.
CIL II2/ 5, pp. 111s. Cfr., las consideraciones de E. Hübner en CIL II, p. 213.
Se documenta la adscripción de sus ciudadanos a la tribus Galeria (CIL II2/ 5, 409–424), que es típica en los territorios hispanos
de las fundaciones de época de Augusto.
Plinio, NH, 3, 12.
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 50.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 7. Plano de los caminos y ciudades romanos en la Alta Andalucía, donde se advierte la localización de Torreparedones (Ituci
Virtus Iulia), según Fernández–Castro y Cunliffe, 2002, fig. 9.
Para época imperial sabemos que la uia que desde Obulco iba a Vcubi y terminaba en Vlia (Montemayor, Córdoba) –y de aquí a Corduba, al norte, y Antikaria (Antequera, Málaga), al sur–, discurría sólo a algo
más de un par de kilómetros al sur de Torreparedones (fig. 7) y, sostiene E. Melchor, que Ituci, aceptando
su localización en Torreparedones, comunicaba con esa uia “...por un camino secundario que aún se conserva,
aunque totalmente reformado”40.
40
E. Melchor, Vías romanas de la provincia de Córdoba, Córdoba, 1995, p. 140. Aunque este autor la denomina como Iptuci.
87
José Beltrán Fortes
2. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS ROMANOS DE TORREPAREDONES APARECIDOS EN FECHAS DIVERSAS
Interesa en este punto el somero análisis de la documentación arqueológica, epigráfica y numismática que
conocemos en relación con nuestro yacimiento, en orden a poder fijar los límites cronológicos del asentamiento de época romana, al que se adscribe la “tumba de los Pompeyos”. Como complemento de los datos
arqueológicos obtenidos en el marco del ya citado “Proyecto Guadajoz”, debe hacerse, pues, la revisión de
otros materiales arqueológicos aparecidos en diferentes épocas que sirvan para ajustar asimismo la cronología del asentamiento de época romana en Torreparedones, a la vez que en el territorio más cercano, antes
de pasar al análisis arqueológico de la propia “tumba de los Pompeyos”. No obstante, siempre hay que tener
presente la existencia ya indicada de diversos topónimos referidos al mismo lugar y, sobre todo, la incertidumbre de en qué punto concreto se producen tales descubrimientos descontextualizados.
2.1. Siglos XVI y XVII
Los materiales arqueológicos más antiguos procedentes de Torreparedones antes de los descubrimientos de
1833 remontan a los siglos XVI y XVII y se trata de inscripciones, recogidas por los anticuarios de la época
en sus estudios como procedentes de “Castro el Viejo”, aunque no son tampoco muy abundantes. Así, tenemos referencia de una interesante inscripción desde el siglo XVI, según la describe Fernández Franco, que
indicaba los límites de un locus sepulcral, de 20 pies de frente y 30 pies de profundidad1, lo que sirve para
documentar la existencia de este tipo de recintos o acotados funerarios en el enclave2. Como procedente
de este mismo lugar se refiere la inscripción en que sólo se recoge el nombre FANNIVS, y que comunicó
al epigrafista alemán Emil Hübner el baenense José María Morales, con la indicación de que se encontraba
“en la casa Corona, en el patio”3. Es posible que el citado corresponda al licenciado José María de Morales y
Valenzuela, que hacia los años treinta del siglo XIX ejercía de Secretario de la Real Sociedad Económica de
Baena y aparece como amigo de Manuel de la Corte en su polémica contra Aureliano Fernández–Guerra:
a él le mandó diversas cartas de contenido erudito citadas por De la Corte4. Por otro lado, la “casa Corona” –término que asimismo usan M. de la Corte y F. Valverde– se identifica como el “cortijo de Carro”,
según cita A. Fernández–Guerra y se ve más adelante. Esta hacienda, donde se encontraban antigüedades
procedentes de Torreparedones y otros lugares del entorno5, fue propiedad efectivamente de Diego Carro,
de quien escribió breves referencias biográficas el mismo Valverde y Perales6. De todos modos sabemos
que Diego Carro muere en 1828, por lo que la afición debió seguir por parte de los siguientes propietarios
o herederos, aunque él no tuvo descendencia directa. En cualquier caso debe tenerse en cuenta que en la
colección de este cortijo no sólo se llevan piezas desde Torreparedones, por lo que no existe total fiabilidad
de que el epígrafe que comentamos sea de este lugar, al menos con los datos que manejamos.
Otra pieza epigráfica de gran interés corresponde a un pedestal de estatua, conocido desde el siglo
1
2
3
4
5
6
88
CIL II, 2154; CIL II2/ 5, 430.
Vid., especialmente, D. Vaquerizo Gil, “Recintos y acotados funerarios en Colonia Patricia Corduba”, MM, 43, 2002, pp.
141–200.
CIL II, 1603; CIL II2/ 5, 433.
Apéndice IV, nos 4, 8 y 12. Las cartas son de fecha 8 y 22 de agosto y 4 y 22 de septiembre de 1833. Aunque asimismo
aparece, citado como “Pepito Morales”, favorecedor de la visita de Luis Fernández–Guerra a Baena (Apéndice III, nº 9),
aunque antes del inicio de la ruptura.
En una de las cartas mandadas por Diego de Padilla a José María Jurado el 20 de enero de ese año 1828 le refiere “...las
excabaciones hechas por el S(eñor) D(on) Diego Carro, no lejos de la nueba Carteya, en el monte Horquera... y en cuya caseria se
conserva la losa de las columnas, con otras preciosidades.” (Apéndice I, nº 1).
F. Valverde y Perales, op. cit., pp. 394s. Cfr. lo dicho por J. Maier en el capítulo correspondiente.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
XVII y que se conservaba en Cañete de las Torres, aunque posteriormente desapareció7. La fuente original
de su procedencia –en este caso segura en “Castro Viejo”– era Vaca de Alfaro, según recogió en el XVIII
Vázquez Venegas, aunque asimismo aparece citado en el manuscrito llamado por Hübner del padre Cattaneo, conservado en Módena, que hoy sabemos que fue escrito por Pedro Díaz de Rivas, autor cordobés
también del XVII8. El pedestal se dedicaba a Iulia Laeta, M(arci) f(ilia), sacerdos Divae Augustae, y sería
posterior al año 42 d.C.
El mismo Vaca de Alfaro, según referencia de Vázquez Venegas, indicaba que estaba empotrada en “el
castillo de Castro el viejo... à la esquina de una torre que está hacia el occidente” una inscripción fragmentada
de la que sólo se leía la última línea pero donde se testimoniaba que el personaje citado era posiblemente
duouir de la ciudad y la dedicación se hacía d(ecreto) d(ecurionum) p(ecunia) p(ublica)9. Del resto de las inscripciones conservadas, por ejemplo, en Castro del Río o en Baena y de las que no se conoce un exacto origen no podemos asignar ninguna con seguridad a nuestro yacimiento, aunque también es muy posible que
alguna procediera de Torreparedones, dado el conocimiento que se tuvo de él durante aquellas centurias.
2.2. Siglo XIX. Descubrimientos anteriores a 1833
Los principales descubrimientos antiguos de los que tenemos noticia se concentran, pues, en aquellos momentos de la primera mitad del siglo XIX, en el marco en que se produjo el de la “tumba de los Pompeyos”.
Posiblemente en los inicios de la década de los años treinta de aquel siglo XIX se había descubierto una
interesante estatua de tamaño algo menor al natural, que está elaborada en una caliza blanca de origen local
y que no conserva la parte superior del cuerpo desde los hombros, así como los pies. Así lo refiere el párroco
baenense Diego de Padilla en una carta al presbítero cordobés José María Jurado, de 19 de septiembre de
1833, cuando indica que la estatua había aparecido años antes: “...todo indica, q(ue) son ruinas de un templo,
especialmente siendo el mismo sitio donde, años pasados se hallo una estatua, que permanece sin cabeza...” 10.
Actualmente la escultura se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, en
la sala dedicada al mundo ibérico (fig. 8). Según recogía Valverde y Perales se trataba de “...la estatua de una
matrona... labrada en piedra berroqueña, que fué hallada sin cabeza en el punto nombrado la Iglesia, y conducida á la casería nombrada Casa Corona, donde existe y la hemos visto”11. No obstante, ese dato de Valverde en
relación al lugar de descubrimiento estaba tomado del trabajo de De la Corte y Ruano, en que se expresaba
casi con los mismos términos: “Fue estraida de los escombros de un templo en el sitio que llaman la Iglesia
próximo a la torres de las Vírgenes y conducida a la Hacienda de Casa–Corona, termino de Baena, donde subsiste
actualmente”12. No se explicita dónde se situaba en el yacimiento la citada “Iglesia”. El que procediera del
contexto de un templo estaba ya expresado anteriormente, como dice Diego de Padilla en 1833 a propósito
de otras piezas que aparecerán en ese año13, pero se trataría por el contrario de un ambiente funerario, por
lo que la estatua debe ser interpretada quizás como un retrato sepulcral de época romana.
7
8
9
10
11
12
13
CIL II, 1571; CIL II2/5, 421.
H. Gimeno Pascual, “Novedades sobre los estudios epigráficos en España en los siglos XVI–XVII. Manuscritos y Epigrafía.
Metodología: el ejemplo del ms. Cattaneo”, en J. Beltrán y F. Gascó, eds., La antigüedad como argumento, II. Historiografía
de Arqueología e Historia Antigua en Andalucía, Sevilla, 1995, pp. 93–114.
CIL II, 1577; CIL II2/ 5, 423.
Apéndice I, nº 8.
Apéndice III, nº 14.
Apéndice IV, nº 1.
Apéndice I, nº 8. El texto lo reproducimos poco más adelante.
89
José Beltrán Fortes
Fig. 8. Estatua de Torreparedones. Museo Arqueológico de Córdoba.
En el estudio inédito de Fernández–Guerra se ofrece el dato más preciso sobre la localización de la
pieza, ya que lo llega a situar en su mapa del sitio14, antes mencionado, afirmando además: “No lejos del
panteón camino del alcázar se encontró la estatua... Hoy dia se conserva en la casería de Carro (antes de llegar
al monte Horquera por Baena), y aquí la copié el 30 de julio”. El citado panteón es la “tumba de los Pompeyos” y el alcázar corresponde al castillo medieval, y el punto concreto está señalado en el plano mediante
la indicación de “estatua de Julia Leta”, en un lugar extramuros, intermedio entre la muralla norte de la
ciudad antigua y la tumba, casi al comienzo del que denomina como “arroyo del Plomo”, a los pies del
castillo medieval. En efecto, Fernández–Guerra consideró que la estatua sería la de la sacerdotisa citada en
el pedestal anteriormente mencionado, como dice en una hoja suelta que acompaña el citado trabajo manuscrito: “Esta estatua descabezada, es la de Julia Leta, hija de Marco sacerdotisa de diva Augusta (Faustina).
Su pedestal, con inscripción, existe en Cañete de las Torres desde mitad del siglo XVII, y dice así ivlia m f laeta /
sacerdos divae / augustae. La citan mis manuscritos de Vaca de Alfaro”. Aunque la identificación es errónea,
ya que no coinciden cronológicamente, sirve para conocer la localización propuesta por el granadino en ese
sector extramuros, lo que avalaría su contexto original funerario. La referencia debieron comunicársela sus
informantes locales (“ciertos amigos notables de Baena”), ya que –como indica– él la vio en julio de 1834 en
la “casería de Carro”, citada ya como “Casa Corona” por Ruano y Valverde, según dijimos antes (fig. 9).
14
90
En ese plano no se recoge ningún punto identificado como “Iglesia”, ya que no nos parece plausible que los anteriores se
refieran a la “iglesia de las Vírgenes”, la construcción religiosa del siglo XVII, localizada fuera del yacimiento, hacia el sur
–como ya se dijo–, al otro lado del lugar donde sitúa el descubrimiento de la estatua.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 9. Borrador y dibujo final de la estatua de Torreparedones, según Fernández–Guerra (1834).
También en una carta que De la Corte adjunta como documento 3º en la Memoria presentada a la
Real Sociedad Económica de Baena en 1840, que le había enviado el 8 de agosto de 1833 su amigo José
de Morales, se cita aquel cortijo que había pertenecido a Diego Carro como “la bonita caseria de Noriega”,
mencionando que, amén de la escultura ya citada, “...tiene bajo de un arco a Flora y frente un jarron... entero,
con asas largas”15.
Los textos epigráficos conservados en esa hacienda también los refiere Diego de Padilla en una carta a
su interlocutor José María Jurado. Primeramente le da noticia de su existencia en una carta fechada en 1 de
septiembre de 183316, en que le dice: “Me han ofrecido copia de una inscripción, hallada en el mismo cortijo17,
hace dos años, la qual se conserva con otra, hallada en otro sitio, y en una casa de campo de este termino. Veremos,
si la consigo... Tambien me han ofrecido copia de otra inscripcion [hallada] en el referido cortijo, y me han dado
noticia de la que se halla en otro, cuyos antiguos labradores decian, que era del tiempo de Neron.”.
Posteriormente, en otra carta de 10 de septiembre de 1833 le remite los textos:
“...remito adjuntas otras dos inscripciones, halladas, hace dos años, en el consavido cortijo...
1ª
GNSFRVII
FGALER
2ª
FRVFVSSH
15
16
17
Apéndice IV, nº 8. Aunque la segunda pieza debe corresponder al ánfora que dibuja Fernández–Guerra, la que cita como
“Flora” no sabemos a qué se refiere.
Apéndice I, nº 5.
Se refiere al cortijo de Las Vírgenes, ya que estaba describiendo anteriormente la “tumba de los Pompeyos”.
91
José Beltrán Fortes
Tales son las inscripciones, y sospecho, que no se
hallan copiadas fielmente, no haviendome sido dado,
ver los originales, que se hallan en poder de un sujeto
de este pueblo.” Agregando en una nota que: “Estas
son del mismo sitio p(ero) no del Panteon ni del mismo
año descubiertas”. En efecto, las dos inscripciones
habían aparecido en Torreparedones algunos años
antes.
Quien sí las vuelve a referir y dibuja convenientemente fue el joven Aureliano Fernández–Guerra
en 1834 a su paso por Baena (fig. 10). Ya las cita en
una carta dirigida al mismo José María Jurado el 10
de agosto de 1834, donde expresa que: “Dias pasados fui a la caseria de D. Diego Carro (a la entrada del
Monte Horquera por Baena) y copié las antigüedades
que ahí le remito. La estatua y las inscripciones 1 y 2
fueron encontradas en las vírgenes: el nº 3 es un ladrillo
que, con varias monedas (todo encontrado en el mismo
sitio), me regaló un sugeto de Baena.”18. Junto a esta
carta no se conserva actualmente en el Archivo de Fig. 10. Ánfora y materiales epigráficos de Torreparedones,
la Familia Miranda los dibujos citados. Por el con- dibujados en la memoria inédita de A. Fernández–Guerra
trario, sí aparecen dibujados la estatua femenina, así (1834).
como los dos epígrafes en su memoria inédita de ese
mismo año de 1834, de los que se dice: “...hay fijos en la pared dos pedazos de marmol cárdeno con restos de
inscripciones... Fueron encontrados cerca del camino desde el panteón a la mazmorra...”19.
Por esa indicación concreta al punto de descubrimiento, en relación con el croquis que él elabora –que
analizaremos más específicamente en el apartado siguiente–, sabemos que las dos inscripciones habían salido en un sector también extramuros, al norte del recinto urbano y de la propia “tumba de los Pompeyos”, y
que bien pueden corresponder en ambos casos a inscripciones sepulcrales: la primera, recogida por Hübner
en CIL II, 1608, sólo recoge los tria nomina –con el cognomen incompleto– de un ciudadano adscrito a la
tribus Galeria: CN(naeus) · SERVILI[us /---] F(ilius) · GAL(eria) · PRO[---]20; la segunda es más breve aún,
como se recogiera en CIL II, 1606: [---] F(ilius) · RVFVS · HV[ic ---]21, ya que tras el cognomen –el único
elemento que aparece en este caso– sólo se conserva la parte de la primera palabra con la que se iniciaría la
típica fórmula en que el ordo decreta una serie de honores, entre los cuáles algunos funerarios, por lo que
es posible que fuera grabado en el pedestal que soportara una estatua en la tumba y recordatorio de los
honores, como es habitual en la epigrafía bética.
Se dibuja en el mismo lugar un ánfora, que puede considerarse como un recipiente de contenido
salsario, perfectamente clasificable como una forma Beltrán IIB, frecuentemente producidas en los alfares
costeros hispanos surpeninsulares en especial desde mediados del siglo I d.C. en adelante22. Debemos, pues,
18
19
20
21
22
92
Apéndice, III, nº 4.
Apéndice III, nº 7.
Se recoge ahora en CIL II2/5, 429.
CIL II2/5, 425.
Dos ánforas de similar tipología y completa una de ellas recogía F. Valverde y Perales (Historia de Baena..., cit., p. 33, grabado nº 9) aparecidas en el cercano yacimiento del “cerro del Minguillar” (Baena), donde se situaría la ciudad romana de
Iponuba. Para ver la distribución de estos tipos de ánforas salsarias, efectivamente desde época julioclaudia tardía y flavia, en
zonas al interior de la Bética –aunque no en este sector concreto al que nos referimos–, puede verse ahora E. García Vargas
y M. Camacho Moreno, “El comercio del garum hacia el interior del valle del Guadalquivir. El papel de Hispalis y Astigi”,
VII Congreso de Historia. Écija, Economía y Sociedad, Écija, 2005, pp. 111–121.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
interpretarla como fruto de la importación de ese producto desde alguna de las factorías de salazones de
pescado de la costa, sin olvidarse, por ejemplo, las óptimas relaciones viarias con la zona malagueña, donde
estas producciones cerámicas están bien documentadas23. La pieza apareció en un sector impreciso, según
indica Fernández–Guerra en relación con su croquis, ya que la relaciona en el camino entre el montecillo
situado al NO del castillo y el cortijo de Las Vírgenes, por lo que pudieron atravesar el recinto urbano o no,
ya que cita a continuación los restos de la ermita del siglo XVII: “En el camino hallamos varios casquillos de
búcaros algunos bonitos y una pesa de barro...”24.
2.3. Siglo XIX. Descubrimientos de 1833 y años posteriores
Otros descubrimientos arqueológicos y epigráficos tuvieron lugar en el mismo año de 1833 en que se descubrió la “tumba de los Pompeyos”, como fruto de los mayores afanes que este hecho desencadenó entre los
lugareños –según ha analizado ya J. Maier en el capítulo correspondiente–, y que se desarrollaron a lo largo
del mismo mes de agosto y septiembre de 1833.
En la correspondencia de Padilla a Jurado se recoge en fecha de 15 de septiembre de 1833: “...lo
que se ha encontrado en el mismo sitio, el miercoles ultimo, lo qual se ignora en este pueblo, por que ha llegado
solam(ente) a noticia de mui pocas personas. Sepa Vd. pues, que unos ganaderos, estimulados por el deseo de hallar riquezas, hicieron una excabacion, y encontraron una lapida de tres varas de larga, y una y media de ancha
con una inscripcion, y en otra lapida mas pequeña las imágenes esculpidas de un hombre, y una mujer...”25.
En otra epístola fechada sólo cuatro días después ya refiere Diego de Padilla las piezas, identificándose
un fragmento de friso decorado con relieves de carácter báquico en uno de sus frentes26, parte de una inscripción originalmente con letras de bronce27 y la basa de una columna28. De interés es la referencia que
lleva a cabo el citado párroco al afirmar que: “...todo indica, q(ue) son ruinas de un templo, especialmente
siendo el mismo sitio donde, años pasados se hallo una estatua, que permanece sin cabeza, cuyo fabor le hicieron
los rusticos de este lugar. Este hallazgo lo verificó el Porquero sin auxilios algunos: ¿qué seria, si con los necesarios se
emprehendiesen excabaciones? Pero quieren los que no pueden; y los que pueden no quieren”29 (fig. 11). Obviando la cuestión de su identificación como templo –al que ya nos referimos al tratar de la estatua femenina
aparecida varios años antes–, los anteriores elementos apuntan claramente a un contexto sepulcral, en concreto de un mausoleo en el que bien pudo estar expuesta la estatua citada. En todo caso, si no se quiere unir
todas las piezas en un mismo monumento, se trataría del contexto genérico de la necrópolis septentrional
del enclave romano, sobre cuya realidad arqueológica trata J. A. Morena en otro de los apartados a raíz de
los resultados de las prospecciones geofísicas y arqueológicas recientes.
23
24
25
26
27
28
29
Vid., especialmente, AA.VV., Figlinae Malacitanae. La producción de cerámica romana en los territorios malacitanos, Málaga,
1997.
Apéndice III, nº 5.
Apéndice I, nº 7.
Apéndice I, nº 8: “...una de media vara de altura, y casi otro tanto de grueso contiene dos figuras humanas en relieve: la de la
izquierda (la qual ocuparia antes el centro, respecto de q(ue) a su izquierda se reconoce quebrado un pedazo, que tenia otra figura)
es un busto hasta por baxo del pecho, mui bien sacado; pero deteriorado, especialm(ente) en las narices. Los ojos devian ser de otra
materia, diversa de la piedra, en la que estaban embutidos, como se infiere de los hoyos, que subsisten. Tienen d(ic)ho busto por
de muger; pero es un Baco, con corona de pampanos, mui bien expresada. La otra figura de su derecha es de cuerpo entero, y de
hombre, q(ue) apoya su brazo siniestro sobre un pedestal, y tiene una vara larga en la diestra. Se halla bastante deteriorada. Nada
digo del ancho de d(ic)ha piedra, pues le falta la 3ª parte de ella, en que devia contenerse la otra figura, y que toda ella devia ser
parte de la fachada de un edificio, que acaso seria un templo”.
Ibid.: “La 2ª piedra es jaspe, en la qual hay ciertos hoyos, que estaban llenos de plomo, colocados a distancias desiguales, y en cuyos
alrededores se reconocen señales inequivocas de letras. Estas devian ser de bronce, u otro metal (según hay en la Catedral de esa Ciudad) unidas a la piedra por medio del plomo, hallado en sus hoyos. Esta quebrada por diversos lados”. Comentario acertado.
Ibid.: “La 3ª es un pedestal de una columna.”
Ibidem.
93
José Beltrán Fortes
Fig. 11. Dibujo del friso con relieves báquicos de Torreparedones, editado por M. de la Corte (1839).
Al menos el relieve báquico fue llevado a Baena y, aunque seguía siendo propiedad de Diego de Pineda,
se colocó en la casa de otro vecino de la localidad, José de Asas, donde en 1838 lo verá Manuel de la Corte
y Ruano, acompañado de su hermano Juan Antonio y de sus amigos de Baena, el mismo Diego de Pineda,
José María Morales y Domingo Valenzuela30. Por el contrario, Manuel de la Corte da otra localización en
otro sector del yacimiento para este descubrimiento del relieve y el epígrafe. Cita este autor una carta que
le dirigió José María de Morales desde Baena en 22 de septiembre de 1833 donde se describe el bloque
con los relieves, aunque en ella sólo se decía que había sido llevado a Baena, pero no de qué lugar exacto
del cortijo de Las Vírgenes procedía31. Quizás el dato lo extrajera del manuscrito desaparecido del padre
Ignacio Ortiz, que él cita como su principal fuente y del que dice que: “A principios de noviembre ya corria
este opusculo en manos de los curiosos.”32, aunque no lo podemos asegurar. En el relato de su publicación ha
hecho inmediatamente antes referencia de la “tumba de los Pompeyos”, y a continuación dice: “...se dieron
ordenes muy severas para la conservación de cuanto se encontrase, y aun emprendieron excavaciones, que, ojalá se
hubieran proseguido en beneficio de las artes y glorias del pais. El resultado de ellas fue la extracción del sitio que
describimos, y de una cavidad o estancia subterránea, llamada la mazmorra, de varios miembros de arquitectura
muy acabados, un pedestal cincelado de buen gusto, y parte de un friso (que es el que indica el grabado)...” y,
más adelante, habla “...del trozo de mármol oscuro, sacado de sus escombros, en que a regulares distancias se ven
practicados taladros y hendiduras cubiertas de plomo capaces de recibir otras tantas letras de bronce”33.
También da para las piezas esa misma localización Valverde y Perales, aunque ello no es extraño, ya que
copia el texto del anterior. “La Mazmorra” sí aparece perfectamente identificada en el croquis de Fernández–
Guerra al norte del plano que realiza y coincide con las indicaciones topográficas dadas por todos los autores
que la refieren. Aún llega a verla Valverde y Perales quien la describe como una torre cuadrada con un piso bajo
abovedado de 4,65 m de frente y 2,60 m de anchura y “unos 400 metros al N. de la fortaleza” medieval34. Esa
30
31
32
33
34
94
Apéndice IV, nº 12.
Apéndice IV, nº 8 (en una nota al final del documento).
Apéndice IV, nº 8.
Apéndice IV, nº 1.
F. Valverde y Perales, op. cit., p. 36.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
planta y disposición, así como el que se dijera que procedían de aquí los materiales citados, de claro carácter
funerario, nos hizo con anterioridad suponer que se trataría de los restos de un mausoleo romano de época
tempranoimperial35, como también se analizará más adelante. Queda ahora la duda sobre la exacta localización, que frente a lo expresado por De la Corte, no estaba recogido en lo referido por Diego de Padilla. No
obstante, para De la Corte “la Mazmorra” debía ser un templo dedicado a Baco, dado el carácter evidente de
los relieves, pero asimismo afirmaba que la estatua femenina había sido extraída de los cimientos de un templo, aunque a éste lo llama “la Iglesia” –como se dijo–. Si pensáramos que pudo haber una confusión y que
la estatua realmente procedía de “la Mazmorra”, por el contrario, ello entraría también en contradicción con
el dato expresado por Fernández–Guerra, que la situaba en un lugar entre la “tumba de los Pompeyos” y el
castillo medieval. Además, la procedencia que ofrece el propio Fernández–Guerra para el descubrimiento del
relieve báquico, la inscripción y alguna otra pieza también difiere, ya que el granadino indica:
“Antes de llegar a esta mazmorra hay un llano en el que estuvo la plaza del pueblo si creemos al aperador del cortijo. Aquí es justamente donde se han encontrado más antiguallas y donde se debía cavar. En
mi concepto lo que hubo en este sitio fue un templo consagrado a Baco y no a Ariadna ni Estafile como
dice Padilla). Aquí se descubrió un hermoso pedazo de un gran relieve colocado tal vez en el friso del
templo. Es de mármol blanco, su altura media vara 2 pulgadas 7 líneas y ancho 1 vara 2 pulgadas 6
líneas. Estaba dividido este monumento en tres cuarteles. En el primero se ve un Baco joven... Aquí se
descubrió el capitel…y también se hallaron la inscripción y otras dos que por lo consumidas y destrozadas que están no comprendí ni aun salgo por garante de la que va dibujada. Las letras son muy grandes,
y eran de plomo doradas, pero por aprovecharse de él no han dejado mas que los huecos...”36.
El llano está localizado en su croquis, un poco al sur de “la Mazmorra”, nominado como “La Plaza”
y dibujado como un rectángulo. A pesar de las consideraciones del granadino se trataría de parte de la rica
necrópolis septentrional de la ciudad, que se extendería varios cientos de metros por esta zona al norte del
enclave urbano. Como se observa Fernández–Guerra describió y dibujó el relieve y la inscripción de letras
metálicas y –siendo éste un nuevo dato– también refiere otras dos inscripciones no reconocibles y un capitel
muy simple y decorado en el kalathos cóncavo con una roseta de nueve pétalos dentro de un círculo.
Como ya se ha indicado, los trabajos más recientes llevados a cabo por J. A. Morena concluyen con la
identificación del lugar de situación de esa “Mazmorra”, que correspondería efectivamente a un mausoleo
de la necrópolis septentrional, situado al borde de una posible “vía funeraria” en cuya prolongación hacia la
ciudad se situarían otras tumbas monumentales, ente las cuáles la de los Pompeyos.
Dada la posible pertenencia de todos estos elementos arqueológicos antes citados a una o varias de las
tumbas monumentales de la necrópolis norte de la ciudad los estudiaremos en un apartado posterior.
En el marco de los trabajos que siguieron al descubrimiento de la “tumba de los Pompeyos” conocemos por la ya citada información epistolar de Diego de Padilla a José María Jurado, en carta de 8 de octubre
de 1833, que salió a la luz otro documento epigráfico37:
“El dia 29 de Setiembre se descubrio una lapida de jaspe negro, mui bien labrado, con la inscripcion
sig(uiente)
35
36
37
J. Beltrán Fortes, “Mausoleos romanos de Torreparedones (Baena–Castro del Río, Córdoba): sobre la “tumba de los Pompeyos” y otro posible sepulcro monumental”, Habis, 31, 2000, pp. 113–136.
Apéndice III, nº 7, XX. Como indican los otros autores –y es lo más probable– el material no sería mármol sino caliza local
(“piedra cipia”).
Asimismo aparecerá recogido por todos los otros autores que tratan las antigüedades e inscripciones de Baena. Previamente,
en una carta que le envió José Morales y Valenzuela a M. de la Corte el 30 de septiembre de 1833, ya le refiere la aparición
del pedestal en los mismos términos que Padilla: “Se ha descubierto ahora una parte de acueducto y una dedicatoria de jaspe
negro...”, según se recoge en Apéndice IV, nº 8 (se incluye en la “tabla de documentos”, nº 4). Nada sabemos del llamado
“acueducto”.
95
José Beltrán Fortes
Q.MVMMIO
L·FGAL
GALLO II
VIR·D·D”38.
La inscripción fue recogida por Emil Hübner
(Fig. 12)39, con la bibliografía pertinente, aunque
el epigrafista alemán siguió el texto de Aureliano
Fernández–Guerra, que asimismo se recoge en su
manuscrito de 183440. El original ha desaparecido,
pero se conserva en el Museo Arqueológico Nacional dos copias del frente con la inscripción, a la que
le falta la parte derecha, que apareció fragmentada;
los fragmentos que casaban en ese lado se han perdido41, aunque no afectan mucho a la inscripción.
Nos encontramos, pues, aquí con un claro ejemplo
de que en Torreparedones se situó una ciudad de
estatuto jurídico privilegiado –seguramente la colonia Ituci, como se dijo– en la que Quintus Mummius Gallus, Lucii filius y perteneciente a la tribus
Galeria, llegó a desempeñar el duovirato. En este
caso no existe referencia al lugar de descubrimiento
en el yacimiento, pero el carácter honorífico del pedestal y la indicación de que se hace la dedicación
de la estatua correspondiente mediante d(ecreto)
d(ecurionum) hace plausible que fuera erigida en el
foro de la ciudad, en un sector intraurbano, no correspondiendo a una estatua sepulcral. Se trata del
bloque paralelepipédico que constituye el cuerpo
central en un típico pedestal tripartito pero elaboFig. 12. Pedestal de estatua con inscripción, de Torreparedorado en tres partes, siendo aparte la base y el coro- nes. Vaciado del MAN. Imagenes/CIL II2/5, 422.
namiento con sus correspondientes molduras –un
sistema de trabajo que está bien documentado en
los talleres lapidarios hispanos–, estando el campo epigráfico delimitado por una típica moldura de talón
entre biseles. Con respecto al material en que fue elaborado difieren las referencias de los autores; así,
Fernández–Guerra dice que era de mármol de color cárdeno (rojizo), por lo que podría corresponder realmente a la caliza oolítica blanco–rojiza característica de amplias zonas del Surco Intrabético, que en esta
zona se denomina “mármol rojo de Cabra”42, aunque por el contrario en la referencia de Padilla se dice que
es un “jaspe negro”. La simple estructura de la inscripción y la paleografía del texto, que sitúa además un
38
39
40
41
42
96
Apéndice I, nº 9.
CIL II 1584. Aunque por un error de edición se dice que la pieza aparece en el cortijo de las Vírgenes en 1853. Vid., CIL
II2/ 5, 422.
Apéndice III, nº 7: “Inmediato a estos sitios se descubrió el pedestal cárdeno de mármol...”.
En el buen dibujo de Fernández–Guerra se advierten varios fragmentos menores de esa parte derecha, que casaban en aquellos momentos.
Vid., el estudio que sobre estas canteras egabrenses lleva a cabo M. L. Segura Arista, La ciudad íbero–romana de Igabrum
(Cabra, Córdoba), Córdoba, 1988, pp. 12ss. A esta variedad corresponde asimismo el “mármol rojizo” de la sierra del Torcal
de Antequera; cfr. J. Beltrán Fortes y M. L. Loza Azuaga, “Explotación y uso de marmora malacitanos en época romana”,
Spal, 7, 1998, pp. 129–148.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
punto triangular en el centro de la Q del praenomen, apunta a una época tempranoimperial, quizás todavía
en época augustea o muy poco después.
En la visita que realizó Aureliano Fernández–Guerra al enclave de Torreparedones, en 1834, recogió
e incorporó a su colección un fragmento de un ladrillo o tégula43 con un sello que fue dibujado como A ·
PER44., aunque Hübner plantea la duda de que pueda ser leído como el cognomen APER45. Sin embargo, en
ese caso asimismo cabría plantear la posibilidad de que la lectura fuera AFER46, que precisamente aparece
documentado en uno de los cognomina de las inscripciones de las urnas de la “tumba de los Pompeyos”,
aunque –como se sigue en la reedición del corpus47– debe seguir dándose por válida la versión original de
Fernández–Guerra. Esta pieza se descubrió en otro sector del yacimiento, en la zona SE, en un sector también extramuros, ya próximo al cortijo de Las Vírgenes, hacia el que se habían dirigido desde el norte, según
el relato del propio Fernández–Guerra: “Cerca ya del cortijo en la cañada... se encontraron años pasados un
casco de bronce y ahora el ladrillo con el letrero Aulo Persio que conservo en mi gabinete.”48
Interesante es el dato aportado en un oficio de 1834, donde se dice: “En el expediente académico constan al menos tres transcripciones [de inscripciones] más que al parecer fueron remitidas a la Academia en 1838
con motivo del hallazgo de una tumba romana en el arroyo del Plomo. Son todas anónimas.” 49. Estas inscripciones no sabemos cuáles son, pero en todo caso este descubrimiento, aunque realizado en el “arroyo del
Plomo”, el mismo que aparece junto a Torreparedones, no debe relacionarse con este yacimiento si tenemos
en cuenta los datos de localización de la tumba con sarcófago de plomo que da F. Valverde y Perales50, donde el lugar se sitúa sólo a tres kilómetros al norte de Baena en la carretera a Valenzuela y alejado por tanto
de Torreparedones.
También refiere Fernández–Guerra en su memoria un dato de gran interés, al decir que: “Las monedas
que yo he adquirido encontradas en las Vírgenes son todas del bajo imperio”51. No dibuja ni estudia ninguna
de ellas, pero la referencia a esa datación tardía va en contra de un temprano abandono del asentamiento,
aunque no sea efectivamente un hecho concluyente, ya que pudieron asociarse a enclaves no urbanos.
Manuel de la Corte Ruano cita la existencia de otro epígrafe latino en Torreparedones, aunque no
sabemos en qué contexto o momento habría aparecido, en todo caso anterior a la fecha de su publicación
en El Semanario Pintoresco Español de 1839: “Un fragmento de otra dedicatoria aparece hoy en aquellas ruinas,
de que solo hay legible esta palabra….marcellus”52.
Finalmente este autor se refiere a otros materiales arqueológicos de Torreparedones de forma
genérica:
“...son de admirar los infinitos objetos y utensilios, que a cada paso se conservan en poder de sujetos
curiosos algunos trozos de aquellos y otros íntegros, cuya incomparable finura y barniz sorprende; los
entallados y labores, festones y grotescos, en que el primor, el gusto y la religión se ostentan a porfia,
atestiguan los progresos del arte en este pais. Hemos tenido ocasión de observar detenidamente tales
preciosidades, y compararlas con otros de uso mas ordinario cuales son evillas de forma irregular, las
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
En una carta a José María Jurado de 10 de agosto de 1834 se refiere a esta pieza del modo siguiente: “...es un ladrillo que,
con varias monedas (todo encontrado en el mismo sitio), me regaló un sugeto de Baena”, según Apéndice II, nº 4. No obstante,
Hübner lo considera un fragmento de una tégula.
Así también lo cita M. de la Corte Ruano en su publicación del Semanario Pintoresco Español de 1839 (Apéndice IV, nº 1),
sacado de los papeles de A. Fernández–Guerra.
CIL II, 49673. Inscripción sobre tégula según Hübner.
Ese cognomen en epígrafes sobre tégulas o ladrillos aparece documentado en CIL II, 4970487 y 62576–7–8.
CIL II2/5, 436. Asimismo se dice que el epígrafe estaba realizado sobre una tégula.
Apéndice III, nº 7, XXIII. Nada sabemos de ese citado casco de bronce.
Apéndice II, nº 20.
op. cit., pp. 47–48.
Apéndice III, nº 7.
Apéndice IV, nº 1. A ella se refiere E. Hübner en el comentario a la inscripción anterior CIL II, 1584. Se recoge ahora en
CIL II2/5, 434.
97
José Beltrán Fortes
unas de hierro, otras de bronce cerradas de una chapa del mismo metal, en que aparece relevada la
figura de una matrona, adornado y trenzado el cabello; cuentas de vidrio y piedras preciosas, destinadas
sin duda a los collares, torques y preseas de las nobles romanas, anillos de hierro colado con caracteres
misteriosos, balanzas, pesas y medidas de varios tamaños, algunas de piedra, y un sinnumero de objetos
que seria enfadoso describir. No debemos pasar en claro los instrumentos de guerra, armas ofensivas y
defensivas encontradas aquí. En 26 de marzo del año corriente se descubrieron varias piedras de jaspe
negro triangulares, afiladas en linea curva por uno de sus frentes, y la punta opuesta recortada o roma,
cuyo uso sin duda fue el mismo que de los sparos o dardos de figura corva, arrojados en los combates
por los sitiados a los sitiadores. Hanse hallado además en diferentes ocasiones flechas, lanzas espadas y
glandes o bellotas de plomo y hierro tan usadas por nuestros fundidores baleares.”53
2.4. Siglo XX
Ya durante el siglo XX el yacimiento, perdida su antigua denominación como “Torre de las Vírgenes”, ha
seguido proporcionando materiales arqueológicos descontextualizados, aunque de algunos se sabe el lugar
más o menos exacto de descubrimiento. Diversas inscripciones latinas de carácter funerario proceden de
cortijos del entorno y pueden corresponder o a zonas de necrópolis urbanas más o menos alejadas o a enterramientos asociados a hábitat rural ubicado en el ager itucitano. Están perfectamente recogidas en CIL
II2/5, 424 (fig. 13) y 426 (fig. 14) (ambas aparecidas en el cortijo Alcoba), 427 (fig. 15) (genéricamente en
Torreparedones) y 428 (fig. 16) (en el “cerro de los Términos”):
Fig. 13. Bloque de caliza negra con inscripción sepulcral de unos libertos, que debió pertenecer a una tumba familiar. Del cortijo Alcoba, en el
entorno de Torreparedones. Imagenes/CIL II2/5, 424.
53
98
Apéndice IV, nº 1.
Fig. 14. Fragmento de lápida sepulcral, aparecida
en terrenos del cortijo Alcoba, en el entorno de Torreparedones. Imagenes/CIL II2/5,426.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 15. Cipo sepulcral del entorno de Torreparedones. Imagenes/CIL II2/5,427.
Fig. 16. Cipo sepulcral del “cerro de los Términos”, en el entorno de
Torreparedones. Imagenes/CIL II2/5,428.
En el conjunto de esas cuatro inscripciones podemos destacar la inscripción CIL II2/5, 424, elaborada
sobre “piedra de mina”, caliza micrítica de color negro típica de la epigrafía cordobesa de los inicios del
Imperio, y que recoge un epígrafe sepulcral conjunto de una serie de libertos de la gens Calpurnia, ocupando el primero el cargo de séviro augustal. Por tipo de soporte, estructura y paleografía puede datarse
hacia mediados del siglo I d.C. y debió de corresponder al titulus sepulcralis de una tumba familiar, aunque
desconocemos el desarrollo arquitectónico que pudo tener.
En una fecha similar, de hacia los comedios del siglo I d.C., se elaboró asimismo un espléndido togado
que se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba (fig. 17). Aunque se hacía proceder de
Espejo, y por tanto de la colonia Claritas Iulia Ucubi, Fernández–Castro y Cunliffe aportan el dato de que
la escultura realmente procede de Torreparedones, “...recuperada del sector occidental del yacimiento (demarcación de Castro del Río) y que fue donada por los hermanos Castro del Río al Museo Arqueológico de Córdoba
en 1964”54.
Como procedente de Espejo la pieza había sido citada por H. R. Goette55 y estudiada más ampliamente por I. M. López56, quien la data a principios de época claudia; se elabora en mármol blanco cristalino de
grano fino y la ejecución remite a talleres de la propia colonia Patricia Corduba de mediados de ese siglo I
d.C., donde se encuentran los mejores paralelos en la serie aparecida en la Avda. de Ronda de los Tejares,
dentro de su problemática particular57. En la disposición iconográfica sigue el modelo establecido por
54
55
56
57
Fernández–Cruz y Cunliffe, op. cit., p. 4; Cunliffe y Fernández–Cruz, op. cit., pp. 24ss. Ingresó el 15 de marzo de 1964 con
el nº de inv. 23800. Mármol blanco. Dimensiones: 1,56 m altura y 0,64 m anchura.
H. R. Goette, Studien su römischen Togadarstellungen, Mainz, 1990, p. 124, nº Ba 230.
I. M. López López, Estatuas masculinas togadas y estatuas femeninas vestidas de colecciones cordobesas, Córdoba, 1998, pp.
39s., nº 10, lám. XII, A–D.
Ibidem, pp. 43ss., nos 14ss., y pp. 163–166. Corresponde a once togados.
99
José Beltrán Fortes
la estatua del Augusto de “vía Labicana” en Roma,
que cuenta con claros ejemplos elaborados en talleres béticos desde la época augustea y especialmente
en momentos del período del emperador Claudio, a
la que corresponde ese amplio conjunto de togados
patricienses. De todos modos no puede afirmarse
en el estado actual de la investigación que la pieza
de Torreparedones fuera ejecutada en el taller de la
capital provincial, aunque tampoco se puede descartar, dado que en otros lugares se documenta asimismo la existencia de talleres escultóricos, como
el identificado en la cercana ciudad del yacimiento
ya citado del “cerro de Minguillar” (Baena), del que
proceden una estatua togada asimismo datada en
época claudia junto a otras femeninas58. Sería más
lógico pensar que nuestra pieza hubiera sido ejecutada en este centro más cercano, pero tampoco ello
es concluyente, sobre todo porque formal y estilísticamente el trabajo de elaboración se acerca más a los
ejemplares de Córdoba capital. Estos paralelos cordobeses, que debieron proceder del foro colonial, y
la calidad de la pieza de Torreparedones hacen plausible que fuera colocada asimismo en el foro de la
colonia de Ituci a mediados del siglo I d.C., cuando
todavía –en el marco de la problemática sobre su
pretendido abandono– la ciudad mantenía un pulso vital que hizo que el ordo o más bien el propio
homenajeado encargara una estatua pública seguramente en un taller de la capital de la prouincia.
Como el último de los descubrimientos descontextualizados aparecidos antes de la puesta en
Fig. 17. Estatua togada procedente de Torreparedones. Museo
marcha del proyecto de excavación sistemática de
Arqueológico de Córdoba.
Cunliffe y Fernández–Castro debemos referirnos
ahora a un interesante relieve grabado sobre el frente de un bloque de piedra caliza local, de 0,83m de altura, 0,75 m de anchura y 0,46m de grosor, que fue
descubierto en 1985 en el curso de tareas agrícolas, según su editor J. A. Morena59, y que hoy se conserva
en el Museo Histórico Municipal de Cañete de las Torres (Córdoba). El relieve representa a una pareja de
damas que portan un vaso ritual y a la derecha de ellas una columna sobremontada por un animal, que ha
sido identificado como un león, de cuyo análisis concluyó el citado autor que se trataba de “...un producto
local que representa una escena oferente desarrollada ante un templo, cuya función desconocemos, y que debe fecharse en lo que se ha dado en llamar la baja época ibérica con influencias acaecidas en los siglos correspondientes
al Helenismo”60. Esa datación ha sido seguida asimismo por Fernández–Cruz y Cunliffe, pero fijándola ya
58
59
60
100
Ibidem, pp. 52ss., nº 25, y pp. 166s.
J. A. Morena López, “Relieve ibérico de Torreparedones (Córdoba)”, en J. González, ed., Estudios sobre Urso Colonia Iulia
Genetiva, Sevilla, 1989, pp. 335–343. Idem, El santuario ibérico de Torreparedones. Castro del Río–Baena, Córdoba, Córdoba,
1989, lám. LVIII. Lo recoge asimismo D. Vaquerizo Gil, La Cultura Ibérica en Córdoba. Un ensayo de síntesis, Córdoba,
1999, pp. 209s. y lo fecha en la primera mitad del siglo II a.C.
Ibidem, p. 340.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
en “época romano–republicana” en relación con el mismo santuario dedicado a Caelestis que se documenta
en la parte meridional, extramuros, de la ciudad61. Estos autores indican que fue descubierta en el límite
septentrional del yacimiento, en un ambiente intraurbano próximo a la muralla norte, al este del castillo
medieval, aunque consideran que no estaría situada in situ62 y que quizás haya que relacionar con el santuario suburbano dedicado a Caelestis. Esa misma idea desarrollan otros autores, como M. Bendala, en una
atractiva hipótesis, para el que seguramente la pieza debía completarse por la derecha con otro bloque que
asimismo incorporaría otra columna y que podría ser la propia representación del frente del santuario local,
con dos columnas en el frente, como es habitual en estos santuarios feniciopúnicos63. Por último, debemos
indicar que se ha propuesto también que el relieve pudo no tener un carácter votivo, sino funerario, acorde,
además, con la zona indicada de descubrimiento64.
Sí parece que pudieron tener carácter funerario otras cuatro piezas arquitectónicas que se descubrieron
junto a ésta –según datos de J. A. Morena– que son de evidente interés; una de ella es interpretada como
posible cornisa en forma de gola, pero las otras tres son fragmentos “con decoración geométrica a base de
rombos” en su frente65. Precisamente piezas que representan en relieve estos tipos de celosías romboidales
enmarcadas con listeles horizontales y verticales se documentan en arquitectura funeraria de tumbas romanas de la zona de Jaén66.
61
62
63
64
65
66
M. C. Fernández–Castro y B. W. Cunliffe, op. cit., p. 4.
Ibidem.
M. Bendala Galán, “Urbanismo y romanización en el territorio andaluz: aportaciones a un debate en curso”, Mainake,
XXVII, 2005, pp. 21s.
A. Jiménez Díez, “Necrópolis de época republicana en el Mediodía Peninsular: “romanización” y sentimientos de identidad
étnica”, en D. Vaquerizo Gil, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, p. 223, nota 7.
J. A. Morena, op. cit., p. 338, láms. IX, 2 y X, 1–3.
Cfr. el estudio de los materiales sepulcrales que realizaremos en el apartado siguiente.
101
José Beltrán Fortes
3. “LA TUMBA DE LOS POMPEYOS”. SITUACIÓN Y CARACTERÍSTICAS
TIPOLÓGICAS
Debemos recurrir a las constantes referencias contenidas en las obras citadas que se refieren durante los siglos XIX y XX a la “tumba de los Pompeyos” para poder situar su localización aproximada en el yacimiento
y, sobre todo, algunas de sus características arquitectónicas.
La mayor parte de las referencias de su localización se ofrecen en función de la posición de la fortaleza
medieval, lógicamente el hito arquitectónico más destacado del enclave (fig. 18). Sobre la identificación de
esta fortaleza –que interesa sobremanera ya que la localización del recinto funerario se hace con respecto a
ella– indica Francisco Valverde y Perales en los inicios del siglo XX:
“Esta [la fortaleza], que es de buenas proporciones, ocupa el lugar más elevado, y se componía de cuatro
baluartes que se unían á cuatro torres colocadas en las esquinas, conservando todo el edificio restos de
la primitiva construcción romana, mezclados con obras de tiempos más modernos.
La torre posterior del lado N. está ya destruída, y las tres restantes amenazan derrumbarse en breve
por estar socavadas en sus esquinas y cimientos por la codiciosa ignorancia de los campesinos, que han
minado el terreno en busca de soñados tesoros...”1.
Fig. 18. Castillo medieval de Torreparedones. Detalle de la torre SE.
1
102
Apéndice III, nº 14.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Valverde y Perales incurre en el error de considerar que los restos de murallas y torres del castillo
medieval coincidían con los de las murallas de la ciudad romana, en un error extendido entre los autores
del siglo XIX, que llamaban la “Torre de las Vírgenes” a la edificación. Según dejan insinuar sus propias
palabras, debió pensar el erudito de Baena que los cimientos de la fortaleza medieval correspondían a los
restos del recinto amurallado de la ciudad de época romana. Ese castillo se sitúa en la parte norte del cerro,
aunque dentro del recinto amurallado de época antigua, ocupando el lugar más elevado del enclave, por
lo que las indicaciones de distancias y orientación referidas a la citada fortaleza podemos trasladarlas con
respecto al recinto antiguo.
La “tumba de los Pompeyos” siempre es situada al norte de la fortaleza medieval y, considerando las
diversas fuentes decimonónicas, podemos ajustar su situación con respecto a ésta. Poco explícito es el caso
de M. de la Corte, quien indica: “... En los villares contiguos al muro y torre de Castro Prisco... por el lado septentrional de esta fortaleza...”2. Diego de Padilla asimismo ofrece una referencia poco precisa: “La hermita de
las Stas Virgenes estubo a esta parte de la cordillera, esto es, al medio dia de la torre. La mazmorra a la otra parte,
entre occidente, y norte de ella: y el panteon, a alguna distancia de la mazmorra, y mas occidental respecto a la
torre y mui cercano a la mojonera de Castro.”3
Otros autores ofrecen medidas que parecen más rigurosas. Así, es importante el dato aportado en una
carta del Alcalde mayor de Baena en 1833, José María de Roda, donde se decía que la tumba “… está como
á trescientos pasos al Norte de un torreon que hay en las tierras de dicho cortijo…”4. Este torreón corresponde al
torreón mejor conservado en la fortaleza medieval, que aún se mantiene en pie, aunque según el valor que
le demos al “paso” varía la distancia: si consideramos el valor de un paso ordinario de 0,75m tendríamos
225 m; pero si le damos el valor de un paso corto de 0,33m obtenemos la distancia de 99 m., siempre al
norte del torreón.
También en la memoria desaparecida de fray Ignacio Ortiz se encontraba una clara referencia que
indica la distancia con respecto a la citada torre medieval, según la cita hecha por M. de la Corte: “Este
panteon se halla á 140 varas de la torre y á su norte…”5. En este caso la distancia indicada es algo diferente,
ya que la equivalencia corresponde a 117,4 m.
Interesante es el hecho de que Aureliano Fernández–Guerra sitúe la localización de la tumba en el
croquis que realizó del sitio, aunque la referencia textual no es muy explícita y desconocemos si el plano está
hecho a escala. Así, dice: “Las torres de las Vírgenes6 están construidas con piedras... Propiamente no hay más
que una torre con dos cuerpos... Bajando después por la parte del norte por una pequeña calzada se llega (poco
más de un tiro de escopeta de la torre) al Panteón de los Pompeios.”7
En cualquier caso, dado que la torre está en un sector intramuros con respecto al amurallamiento de la
ciudad romana, pero muy próxima a éste, hemos de concluir que la tumba se situó casi inmediatamente en
las afueras de la ciudad, aproximadamente a un centenar de metros o poco más, seguramente en un flanco
de la vía de acceso septentrional. Si analizamos la topografía del lugar del asentamiento de Torreparedones,
corresponde a esa zona noroeste un declive menos abrupto que en las otras laderas, que se extiende hacia el
norte y noroeste formando una especie de loma sobre dos zonas más deprimidas a este y oeste, lo que debió
favorecer no sólo el que discurriera un fácil camino por este lado, sino que también se localizara en ese lugar
una zona importante de necrópolis (fig. 19).
2
3
4
5
6
7
Apéndice IV, nº 1; cfr. nº 8.
Apéndice I, nº 5.
Apéndice II, nº 9.
Apéndice IV, nº 8; se encuentra reproducida en la tabla de documentos.
Es evidente que cuando cita “las torres de las Vírgenes” se refiere al castillo medieval.
Apéndice III, nº 7.
103
José Beltrán Fortes
Fig. 19. Vista actual de la zona norte extraurbana de Torreparedones, desde el castillo medieval. La “tumba de los Pompeyos”
debió situarse a la derecha del actual camino, en la zona de olivos de la parte derecha.
Si seguimos el plano de Fernández–Guerra a
mitad de esa zona se situaría “la Plaza” y al final “la
Mazmorra”, pero sin embargo la “tumba de los Pompeyos” la localiza hacia el este, en la parte derecha del
inicio del “arroyo del Plomo” –no localizable hoy día–
(fig. 20). Creemos que la hipótesis de J. A. Morena es
perfectamente aceptable en cuanto a su localización,
correspondiendo a una serie de estructuras que la prospección geomagnética sitúa, efectivamente, a algo más
de un centenar de metros de la muralla norte y del
castillo medieval. Como se advierte en los resultados se
ha propuesto como probable la existencia de una serie
de mausoleos que –aparte de los de los Pompeyos y “la
Mazmorra”– trazarían una curva hacia el oeste entre
ambas tumbas, con restos de otras, que coinciden además, con el trazado de curvas de nivel que se insinúan
en el croquis de Fernández–Guerra, en paralelo al discurrir del llamado “arroyo del Plomo”. Ello asimismo
corrobora las hipótesis de Morena que se explicitan en
su capítulo correspondiente de este volumen.
En relación con la propia descripción de la “tumba
de los Pompeyos” tenemos muchas referencias, pero casi
todas ellas muy genéricas y discordantes en relación con
las medidas exactas. Manuel de la Corte da la siguiente
descripción de la tumba, que acompaña con un conocido dibujo reconstructivo, bien conocido por su publicación en El Semanario Pintoresco Español, en 1839:
104
Fig. 20. Detalle del plano de A. Fernández–Guerra (1834),
con la localización de “la Mazmorra”, “la Plaza” y la “tumba
de los Pompeyos”.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
“... un aposento cuadrilatero, cuya longitud de E. á O. no era menos de diez pies y medio, por siete de
anchura de N. á S. y nueve de elevación hasta el clave de los arcos en que termina la boveda por sus
extremos...”8
“La fábrica de este panteon familiar era muy sólida y bien concebida, los arcos y techo abovedado,
de argamasa indestructible. Los bordes de esta bóveda apoyan en un semi círculo ú estribo de sillares
dentados, los unos más cortos que los otros, haciendo la obra tan vistosa como durarera. El interior de
la estancia presentaba un aspecto agradable; pues los muros y techo estaban revocados de aquel barniz
ó enlucido de cal y arena de color oscuro que los romanos llamaban arenatum opus, y cuya duración ha
quedado en proverbio. La puerta colocada en el lado de la pared hácia el norte, compuesta de un arco
y matizada por escombros, daba á entender otro descenso más practicable que el del cierre de la bóveda
por donde se verificó el descubrimiento...”9.
La referencia de F. de Valverde es más abreviada en los aspectos descriptivos, pero incorpora algunas
referencias complementarias de interés. Así, no corresponden exactamente con la descripción anterior ni las
medidas de la planta de la tumba, ni el lugar de la colocación de la puerta:
“En una pieza abovedada que mide 3 metros de largo por 1,70 de ancho, se encontraron, colocados en
orden, sobre una repisa del muro, doce urnas... Otra urna se encontró sin inscripción alguna.
Es de presumir, que la dicha pieza fuera un columbario particular ó panteón de alguna familia numerosa y rica, que, á juzgar por lo que dicen las inscripciones, estaría emparentada con los renombrados
Pompeyos, desempeñando, algunos de sus individuos, avecindados en Ituci, los cargos públicos de Ediles
y Duumviros...
... La bóveda del columbario está hecha de fuertes sillares y en la pared O. se ve una puerta, con arco
de sillares también, que era la que daba entrada al recinto ó columbario dicho. Hoy está todo ello casi
soterrado y puede entrarse con no poca dificultad.” 10
Las dimensiones que indica Manuel de la Corte corresponderían a algo más de tres metros (diez pies
y medio) en dirección E/O y algo más de dos metros (siete pies) en dirección N/S, mientras que según
Francisco Valverde tendría una planta asimismo rectangular de dimensiones un poco inferiores, de 3m x
1,70m11.
Más escuetas, aunque a veces más precisas, son las referencias a la tumba y a sus dimensiones que se
incluyeron en las cartas e informes realizados a raíz del descubrimiento, de las que seleccionaremos algunas.
Así, Diego de Padilla en la carta de 25 de agosto de 1833 dice que se trataba de “...un Panteon de unas tres
baras de ancho, 4 de largo y dos y media de alto...”12 –lo que daría unas dimensiones, aproximadas (multiplicando por la medida de 85,59cm de la vara castellana) de 3,34m de longitud, 2,50m de anchura y 2,92m
de altura, respectivamente–, mientras que en la carta fechada a 1 de septiembre de 1833, publicada en El
Correo y asimismo atribuida a Padilla, se indica por el contrario que era “...un Panteon subterraneo de tres
baras y cuarta de largo y dos de ancho, con un arco por la entrada y una Cornisa en su mitad...”13, o sea sólo
2,80m x 1,67m, aproximadamente.
El coronel anónimo del Regimiento de Caballería del Príncipe indicaba, en una carta de 20 de agosto
de 1833, que era una “…Sala como de 4 varas, 2 ½ de ancho y 3 de altura, con una loza alrededor formando
8
9
10
11
12
13
Apéndice IV, nº 1.
Apéndice IV, nº 1.
Apéndice III, nº 14.
Apéndice III, nº 14.
Apéndice I, nº 3bis. Reproducida, como anónima, por J. Sanguino Michel, “Antigüedades romanas del cortijo de Las Vírgenes, cerca de Baena”, BRAH, 62, 1913, pp. 483–486.
Apéndice II, nº 11. Tenemos dudas sobre la identificación del autor con Diego de Padilla, a lo que apunta asimismo las
diferentes dimensiones expresadas.
105
José Beltrán Fortes
como repisa á la altura de vara y tercia del suelo, que es de arena fina…”14, lo que daría unas dimensiones iguales que las recogidas por D. de Padilla en su carta citada antes de 25 de agosto, pero en posiciones alteradas
las correspondientes a anchura y altura. El informante anónimo del cura de Alhambra dice, de forma más
simple, que “…la estancia… tiene… tres y media baras en cuadro…”15, es decir, unos 2,92m. Y otra carta
anónima de 6 de septiembre de 1833 indica que era un “…cuarto o sala de 4 varas de largo, como 2 ½ de
ancho y cerca de 4 de alto…”16 en unas dimensiones similares a las del coronel citado, pero que superan en
una vara la altura.
El Alcalde de Baena José María de Roda (en otra carta de fecha de 31 de agosto al Ministerio) daba,
por su parte, las siguientes dimensiones, con un criterio más estricto: “…boveda ó panteon subterraneo… de
tres varas de longitud, dos de latitud, y como unas tres varas y media de profundidad”17, es decir, 2,50m, 1,67m
y 2,92m, aproximadamente. Finalmente, en la memoria inédita de Ignacio de Ortiz se decía que era un “…
panteón… de figura cuadrilonga, su longitud de poniente a Oriente de tres varas y media, su latitud de Norte á
Sur de dos y media, y su altura poco más de tres varas…”, lo que ofrece unos 2,80m de longitud (orientado
E–O), 2 m de anchura (orientado N–S) y 2,5m de altura.
Diversas dimensiones de la “Tumba de los Pompeyos”, según los autores citados
Autores
D. Padilla, 1833 (Apénd. I, nº 3bis)
Coronel de Caballería, 1833 (Apénd.
II, nº 3)18
Anónimo, 1833 (Apénd. II, nº 3bis)
Anónimo, 1833 (Apénd. II, nº 6)
Alcalde de Baena, 1833 (Apénd. II,
nº 9)19
El Correo, 1833 (Apénd. II, nº 11)20
Longitud
4 varas = 3,34 m
Anchura
3 varas = 2,50 m
Altura
2,5 varas = 2,92 m
4 varas = 3,34 m
2,5 varas = 2,09 m
3 varas = 2,50 m
3,5 varas = 2,92 m
4 varas = 3,34 m
3,5 varas = 2,92 m
2,5 varas = 2,09 m
––
4 varas = 3,34 m
3 varas = 2,50 m
2 varas = 1,67 m
3,5 varas = 2,92 m
3,25 varas = 2,80 m 2 varas = 1,67 m
3,5 varas = 2,92 m 3,5 varas = 2,92 m
I. Ortiz, 1833 (según Apénd. IV, nº 8)
(E–O)
(N–S)
M. de la Corte, 1839 (Apénd. IV, nº 1)
3m
2m
F. Valverde, 1903 (Apénd. III, nº 14)
3 m (E–O)
1,70 m (N–S)
––
3 varas = 2,50 m
(o algo más)
––
––
Son, por tanto, bastante diversas las dimensiones aportadas por cada uno de los autores –como se
resume en el cuadro anterior–, aunque dentro de una estructura básica de planta rectangular, frente a una
sola fuente que indica una planta cuadrada. En referencia a las fuentes de 1833, la longitud variaría entre 4
varas (tres autores), 3,5 varas (1 autor), 3,25 varas (1 autor) y 3 varas (1 autor), mientras que Manuel de la
Corte y Valverde (que lo sigue) indican 3 m. En la anchura se citan 3,5 varas (2 autores), 3,5 varas (2 autores), 3 varas (1 autor) y 2,5 varas (2 autores), mientras que De la Corte y Valverde indican una anchura de
2m y 1,70 respectivamente. Finalmente, también hay diversidad en la indicación de la altura de la bóveda,
14
15
16
17
18
19
20
106
Apéndice II, nº 3.
Apéndice II, nº 3bis.
Apéndice II, nº 6.
Apéndice II, nº 9.
Esas medidas se dan en los artículos publicados, en 1833, en el Boletín del Comercio (éste de Bartolomé José Gallardo, bajo
seudónimo), en La Revista Española y en el Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, según Apéndice II, nº 12, nº 13 y nº
15.1.
En el Informe de la RAH elaborado por José de la Canal y Félix Torres Amat se siguieron estas medidas aportadas por esa
fuente, que quizás parecerían más “oficiales”, según Apéndice II, nº 18.
Frente a las otras publicaciones citadas en El Correo se dan dimensiones diferentes.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
desde 4 varas (1 autor), 3,5 varas (1 autor), 3 varas
(2 autores) y 2,5 varas (1 autor).
A estas dimensiones cabe ahora añadir las que
recogió A. Fernández–Guerra en su memoria inédita, que tienen la validez de que corresponden a
un dibujo de planta y alzado a escala, con lo que
debemos pensar que fuera más fiable que las otras
referencias no gráficas (figs. 21 y 22).
Además, también la descripción de Fernández–Guerra parece más ajustada:
“Un hoyo sobre la superficie de la tierra, por
el que sólo cabe un hombre descolgándose
con trabajo es la actual entrada al sepulcro.
Este estará cerca de vara debajo de la tierra. Por cima no se ve otra cosa que restos
de un obelisco que sería el remate de aquel
monumento, y un agujero (2) que taladra la
bóveda perpendicularmente, el cual serviría
para dar alguna respiración a aquella estancia. Esta es de tres varas y tercia de largo, dos
varas y una pulgada de ancho, y ocho pies 6
líneas de alto. La boveda es semicircular y
lo mismo la puerta de entrada, aunque ésta
era más alta por la parte interior del sepulcro que por la exterior, como todo se ve en
la lámina 2 nos 1, 2, 3. Los planos cortes y
alzados están por mi mismo en los mismos
Fig. 21. Dibujo de las secciones (N–S y E–O) de la cámara de
la “tumba de los Pompeyos”, según dibujo inédito de Aureliano Fernández–Guerra (1834).
sitios trabajados con una escrupulosidad y precisión
matemática.”21
Fig. 22. Dibujo de planta de la cámara de la “tumba de los Pompeyos”, según A. Fernández–Guerra (1834). La flecha indica el N.
21
Se dice que la estancia tendría –con el traspaso
a metros– unos 2,786m de longitud, por 1,67m de
anchura y poco más de 2,438m de altura de la bóveda. Sin embargo, si seguimos las dimensiones de
los dibujos de planta y alzado, que se acompañan de
una escala en varas, las medidas de la altura varían
sorprendentemente; así, son coincidentes la longitud (las citadas 3 varas y una tercia) y la anchura
(las 2 varas), pero la altura es sólo de 2,228m (es
decir, dos varas y dos tercias), lo que da una medida
menor a todas las expresadas anteriormente, aunque
el dibujo a escala debe ser más fiable. En línea con
Apéndice III, nº 7.
107
José Beltrán Fortes
esos dibujos de Fernández–Guerra, asimismo autores como Ignacio de Ortiz, y posteriormente F. Valverde,
indican que los dos lados más largos se situaban al este y al oeste respectivamente, por lo que hemos de pensar que era correcta esa orientación, y en el occidental se colocó la puerta de acceso a la cámara. Es errónea
la indicación de M. de la Corte de que la puerta estaba en el lado norte de la cámara, que correspondería
a uno de los lados cortos; por el contrario, correctamente en el lado oeste la situaba Ignacio Ortiz22. En
efecto, si vemos la indicación del norte en el dibujo de planta de Fernández–Guerra se observa que la puerta
estaba situada en el lado corto occidental. Si consideramos la ubicación de la tumba en el margen derecho
del arroyo del Plomo (que vierte en dirección N/NE en este sector) la entrada quedaba orientada así hacia el propio arroyo. Lo más habitual es que la puerta se sitúe en la cara contraria a la cara principal, que
generalmente es una de la de mayor dimensión en las tumbas de planta rectangular, por lo que podemos
concluir que en este caso la fachada pudo estar situada en la cara oriental, que se orientaría hacia el camino;
si bien tampoco es descartable totalmente que se situara en la occidental, integrando la puerta de acceso a
la cámara situada en la planta baja.
En cuanto al sistema constructivo para M. de la Corte se trataba de una estructura abovedada realizada
de argamasa que cubría los paramentos de un enlucido de mortero y con arcos de sillares. Para Valverde
por el contrario toda la construcción es de fuertes sillares. En el fondo, cabían ambas soluciones, ya que
o bien toda la estructura pudo ser de opus quadratum o se combinaron los sillares y el opus caementicium.
Así se advierte en el dibujo de la sección de Fernández–Guerra, en el que la obra parece corresponder a
opus caementicium, o más bien opus incertum, en la parte baja de la cámara, hasta el inicio del arranque de
la cornisa, y a partir de ese punto la construcción se haría en opus quadratum, para constituir la cornisa, la
bóveda de medio cañón que cubría la cámara y la puerta de acceso. El granadino advierte de la existencia de
un orificio en el centro de la bóveda, que asimismo reproduce en el dibujo de la sección, y que interpreta
como agujero de respiración.
Elemento singular de la cámara sepulcral lo constituye la presencia de una cornisa moldurada sobre
la que se situaban las urnas y ajuares, en vez de un poyete o banco corrido de escasa altura y adosado a las
paredes alrededor de toda la estancia –como es habitual en otras tumbas béticas–. Frente al erróneo dibujo
de Manuel de la Corte, el inequívoco dibujo de Fernández–Guerra así lo demuestra, y lo corroboran otras
referencias textuales que describen el interior de la cámara. Ignacio Ortiz dice textualmente que “…alrededor del cuadrilongo se halla una repisa de la misma piedra donde estaban colocadas las urnas la mayor parte
de ellas acia levante, y las otras hacia Norte y Sur. La lampara estaba como he dicho en el rincon entre Levante
y Norte…”23. La misma idea expresa el comentario del autor del artículo de El Correo, tradicionalmente
identificado como Diego de Padilla, aunque quedan dudas, al afirmar que la tumba tenía “... una cornisa
en su mitad, donde se veian 12 sepulcros o urnas de piedra... colocadas sobre poyos alrededor de la estancia...”24.
También el Alcalde de Baena indica en su carta que “…alrededor tenia una cornisa de piedra de una tercia de
ancho q(ue) era donde se hallaron las doce urnas…”25. Finalmente, en el informe de los académicos Canal y
Torres Amat se dice: “...corre alrededor del panteón (no se dice en que altura) una faja o poyo de piedra labrada
que sale de la pared como una tercia, sobre cuya faja o poyo se hallaban las doce urnas”26. Es decir, una repisa
de unos 28 cm. de anchura, sobre la que se colocan las urnas y ajuares.
Podría pensarse que A. Fernández–Guerra vio la tumba bastantes meses después de su descubrimien27
to y que la cámara ya estaba colmatada parcialmente28, pero ello no pone trabas a nuestro juicio al dibujo,
22
23
24
25
26
27
28
108
“La puerta por donde tenia la entrada acia el Poniente…”, Apéndice IV, nº 8, en la tabla de documentos.
Apéndice IV, nº 8, en la tabla de documentos.
Apéndice I, nº 11.
Apéndice II, nº 9. Similar descripción y medida se daban en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba, Apéndice II, nº 10.
Apéndice II, nº 18.
La vio personalmente en 1834, casi un año después. No queda claro cuándo lo hace Manuel de la Corte, seguramente
bastante después, ya que sobre esa circunstancia versa buena parte de su defensa ante la acusación de plagio y el asunto no
es muy fiable. De todas formas el dibujo de éste sí parece una invención o, al menos, no sabemos a quien copia.
Según refiere Fernández–Guerra ya en el momento de su descubrimiento la cámara estaba colmatada de “tarquín... cerca
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
en que aparece claramente esa especie de cornisa y donde se dice la profundidad del pavimento. En efecto,
no dibuja Fernández–Guerra un poyete bajo o corrido –como Manuel de la Corte–, sino que corresponde
a una cornisa baja –según expresa también el autor (“...en una cornisa que casi circundaba...” la cámara)29– o
mejor incluso a una “repisa” (como la llama Diego de Padilla), ya que se sitúa su arranque desde el suelo
sólo a una altura de aproximadamente una vara (es decir, 83,59m). Lo destacado en este caso es que, como
se reconoce en el dibujo de la sección, dispone una molduración que se desarrolla en unos 30 cm y que, de
abajo a arriba, dispone un caveto, un listel, un cimacio recto y un segundo listel, que conforma la plataforma superior de la repisa, que tendría –como se dijo antes– unos 28 cm de anchura. Como recoge el propio
Fernández–Guerra esta “repisa” sirve tanto desde el punto de vista constructivo para iniciar el arranque
de la bóveda de medio cañón que constituía la cubierta (que iniciaría su arranque sólo desde algo más de
1,10m desde el suelo), cuanto para la colocación de las urnas. Según se advierte en el dibujo de la planta,
este elemento arquitectónico se interrumpía en la parte occidental de la cámara, motivado por la presencia
de la puerta, que –como describe el autor– tendría una anchura decreciente hacia el exterior. No pasaremos
revista a la disposición de las urnas, ya que será tratado en un apartado posterior.
El sistema del banco o poyete corrido está bien documentado en la arquitectura funeraria bética y, más
en concreto, podemos testimoniarla ampliamente en la necrópolis occidental de Carmo30. Aparte de las excavadas por Jorge Bonsor en el siglo XIX e inicios del XX31, podemos destacar una tumba que fue excavada
más recientemente y que no había sido violada, localizada en la zona inmediata del anfiteatro, de la que se ha
podido recuperar la
serie de urnas de piedra y ajuares colocados en el interior de
loculi, así como sobre
el poyete, de 0,70m
de altura y 25–30cm
de anchura32 (fig.
23). Las dimensiones
interiores de la cámara rectangular son de
1,65m por 0,98m,
mientras que el techo
casi plano correspon- Fig. 23. Detalles de la cámara, urnas y ajuares de una tumba de la necrópolis occidental de Carmo
día a una altura máxi- (Carmona), en el área del Anfiteatro, según Belén, 1983.
29
30
31
32
de media vara” (o sea, aproximadamente unos 40 cm), aunque en el párrafo siguiente dice por el contrario que “contiene
encima dos tercias de tierra el pavimento del panteón” (lo que daría unos 56 cm aproximadamente) (Apéndice III, nº 7, IV).
Diego de Padilla relata el proceso de deterioro del monumento con algo de desesperación: “La ignorancia, la codicia conspiran e inutilizan el panteon, que va llenandose de piedras, y de tierra, y cuya repisa (en la que estaban colocadas las urnas) trata de
arrancarla, y llevarsela cierto sujeto, que arruinará de este modo en un momento la obra de tantos siglos: los perros de los cazadores
entran en el subterraneo, y devoran los huesos, custodiados antes con tanto esmero” (Apéndice I, nº 6).
Apéndice III, nº 7, III.
M. Bendala Galán, La Necrópolis Romana de Carmona, Sevilla, 1976; cfr., además, Idem, “Necrópolis y ritual funerario en
la Hispania altoimperial”, Arqueoloxía da Morte, Limia, 1995, pp. 279ss.
J. Maier Allende, Jorge Bonsor (1855–1930). Un académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y la Arqueología
española, Madrid, 1999.
M. Belén Deamos, “Aportaciones al conocimiento de los rituales funerarios en la necrópolis romana de Carmona”, Homenaje al prof. Martín Almagro Basch, Madrid 1983, vol. III, pp. 209–226. En esa misma necrópolis occidental de Carmo se
testimonió más recientemente otro mausoleo más cercano a la Puerta de Sevilla (de hecho, es el más oriental de la necrópolis), también con banco o poyete corrido y antesala hipogeas, aún inédito, aunque se refiere en M. Belén y R. Lineros, “15
años de arqueología en Carmona”, en A. Caballos, ed., Carmona Romana. Actas del III Congreso de Historia de Carmona,
Carmona, 2001, p. 131, fig. 33.
109
José Beltrán Fortes
ma de 1,51m.; el período de uso fue establecido a lo largo de todo el siglo I d.C., correspondiendo en este
caso a una cámara hipogea excavada en la roca a la que se accedía desde un pozo, según la habitual tradición
carmonense de esta necrópolis occidental “neopúnica” que reaprovechaba una zona de afloramientos calcáreos que había sido una cantera anterior.
También la “tumba de los Pompeyos” ha sido considerado mayoritariamente como la cámara subterránea de un mausoleo desde el momento de su descubrimiento y hasta fechas recientes, como se observa
en el expreso comentario de E. Hübner: “… Cella est oblonga in viva rupe excavata…”33. Sin embargo, ese
dato expresado por el epigrafista alemán es erróneo, ya que –como queda claro a partir de los dibujos de
Fernández–Guerra y su descripción– ahora sabemos que no estaba excavada en la roca, como en el caso de las
tumbas carmonenses citadas, sino que era una obra desde sus cimientos, obligado por el carácter arcilloso del
terreno34. Es así posible que corresponda a una cámara originalmente no subterránea, como ya se ha indicado
por algún autor en fecha reciente35 e incluso hemos planteado nosotros36. Cabe así la posibilidad de que la
cámara fuera soterrada por los depósitos posteriores, en esa zona de escorrentía hacia el “arroyo del Plomo”,
hasta hacer parecer que se trataba de un subterráneo37, sobre todo si tenemos en cuenta la existencia de una
puerta de entrada en una de las paredes de la cámara. A ello apunta también los comentarios de uno de sus
primeros estudiosos, Diego de Padilla, quien en alguna ocasión
pide que se descubra la puerta por fuera, donde según él debería
estar aún situada la inscripción de la tumba, lo que da a entender
que consideraba que la cámara era exenta38. De similar opinión
es A. Fernández–Guerra: “...es de inferir que esterior encima de la
puerta (que está soterrada como dejamos indicado) tuviese alguna
inscripción.”39. Es quizás la solución más plausible, teniendo en
cuenta además los paralelos mucho más abundantes en el desarrollo de la arquitectura romana de momentos finales de la República
e inicios del Imperio, con el desarrollo de mausoleos en altura.
Realmente tampoco puede descartarse completamente la
posibilidad de que sea una cámara hipogea a pesar de que no
está excavada en la roca; sobre todo si tenemos en cuenta que el
más claro paralelo con el que contamos se encuentra en Corduba,
se fecha asimismo en torno al cambio de Era y es interpretado
como una cámara hipogea, que seguramente se coronaría por
Fig. 24. Tumba del “Camino Viejo de Almouna estructura en forma de altar monumental, como defiende dóvar” (Córdoba), hoy restaurada en los JardiDesiderio Vaquerizo40. Se trata del conocido monumento fune- nes de la Victoria de Córdoba.
33
34
35
36
37
38
39
40
110
CIL II, p. 214.
No obstante, también podría pensarse como solución extrema en paramentos de caementicium y quadratum que reforzaran
una cámara excavada en el terreno, pero sobre todo el tipo arcilloso del terreno lo desaconseja.
A. U. Stylow en CIL II2/5, p. 112; Idem, “Los inicios de la Epigrafía Latina en la Bética. El ejemplo de la epigrafía funeraria”, en F. Beltrán Llorís, ed., Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en Occidente, Zaragoza, 1995, p. 225, nota 37, y
fig. 17: “…una construcción en superficie, más tarde soterrada por las lluvias…”.
J. Beltrán Fortes, “Mausoleos romanos de Torreparedones… (cit.), p. 129.
Fernández–Guerra dice que cuando vio la tumba “...estará cerca de vara debajo de la tierra” (Apéndice III, nº 7, III). Pueden aducirse otros ejemplos. Así, en una tumba de la ciudad romana de Singilia Barba (“El Castillón” de Antequera) se
reconocía una cámara rectangular de sillares con loculi y bóveda de medio cañón asimismo de opus quadratum, que estaba
soterrada, según R. Atencia Páez, La ciudad romana de Singilia Barba (Antequera – Málaga), Málaga, 1988, p. 91, pero
desconociéndose –porque no se excavó– si originalmente era de cámara subterránea o no.
Apéndice I, nº 11.
Apéndice III, nº 7, IV.
Aunque el mismo autor indica que: “...soy consciente de que cabría interpretar los que yo denomino hipogeos como la parte inferior, la cripta, de otros edificios mayores, hoy desaparecidos, en superficie y exentos, que el tiempo se habría encargado de soterrar. Sin
embargo, el tipo de cierre de los dos primeros, y la escalera de acceso del segundo, me llevan a interpretarlos en principio como tumbas
hipogeicas, o al menos semi–hipogeicas” (D. Vaquerizo Gil, “Espacios y usos funerarios en Corduba”, en D. Vaquerizo, ed.,
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 25. Dibujos de planta y sección de la tumba del “Camino Viejo de
Amodóvar” (Córdoba). Según Vaquerizo, 2002, fig. 16.1.
Fig. 26. Dibujo del alzado de la tumba del “Camino Viejo de Amodóvar” (Córdoba). Según
Vaquerizo, 2002, fig. 17.1.
rario del “Camino Viejo de Almodóvar”, que fue excavado por E. Romero de Torres en los años 30 del siglo
pasado y hoy está colocado en los jardines de La Victoria de Córdoba41 (figs. 24, 25 y 26).
Esta tumba presenta una cámara de planta rectangular, con unas dimensiones interiores de 2,22m de
longitud por 1,90m de anchura y 1,85m de altura, en parte similares a la de los Pompeyos, especialmente
en el lado menor, aunque la tumba de Torreparedones era más alargada y más alta. Además, tampoco coincide en la disposición de la puerta, que en el caso de la tumba del “Camino Viejo de Almodóvar” se sitúa
en uno de los lados cortos. Por el contrario, sí son similares ambas tumbas en el hecho de que el interior se
cubre con una bóveda de medio cañón elaborada en opus quadratum y que también a media altura de la pared –aproximadamente a un metro desde el suelo– se dispone una cornisa; como ha indicado D. Vaquerizo
“...el tránsito entre la pared y la bóveda queda marcado por una cornisa moldurada en forma de cima recta... A
la mitad de aquélla, y en ambos lados, un resalte en los sillares dibuja una pilastra coronada con la misma gola
recta, simulando un capitel”42. Parece evidente que en el caso de esta tumba cordobesa esta cornisa por sus
dimensiones no se utilizó para la colocación de las urnas, dado el estrecho espacio que proporcionan, pero
desde el punto constructivo sí se asemeja parcialmente a la solución de la “tumba de los Pompeyos”, asimismo con el empleo de una gola recta como perfil, aunque también faltarían las pilastras interiores en el caso
de la tumba de Torreparedones. Además es interesante el ejemplar cordobés porque en este caso contamos
con el dato que apunta a que la cámara se coronaba por otra estructura arquitectónica superior, de la que
sólo se conserva la primera línea de sillares a partir de una molduración inferior. Es por ello que desconocemos qué tipología concreta adoptaba; además no se situaba por encima de todo el espacio dedicado a la
cámara, sino que disponía una planta rectangular un poco menor, en línea con el frente en que se abría la
puerta de la cámara43.
Es posible que el mismo taller fuera el que ejecutara en una fecha similar otra de las tumbas monumentales identificadas más recientemente en la colonia Patricia Corduba, la llamada tumba de “La Bodega”
(figs. 27 y 28), ejecutada asimismo en opus quadratum, con una cámara rectangular de 2,10m por 1,90m
41
42
43
Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. II, p. 181, nota 77). Lo que nos parece adecuado.
E. Romero de Torres, “Tumba romana descubierta en el Camino Viejo de Almodóvar (Córdoba)”, Corona de Estudios que
la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria dedica a sus Mártires, Madrid, I, pp. 323–326. Vid., D. Vaquerizo Gil, “Topografía y usos funerarios en la capital de Baetica”, Archeologia Classica, LIX, 2008, pp. 69ss. Cfr., A. B. Ruiz
Osuna, La monumentalización de los espacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a.C.–II d.C.), Córdoba, 2008.
D. Vaquerizo Gil, opp. et locc. citt.
E. Romero de Torres, op. cit., fig. 1; D. Vaquerizo, “Espacios y usos funerarios en Corduba… (cit.), figs. 16.1 y 17.1 (que
reproducimos nosotros). La planta de esta estructura superior tendría 3,5m de frente (similar al de la cámara en su fachada
exterior) por 2,53, de fondo, y disponía sillares en el perímetro y relleno de opus caementicium en su interior.
111
José Beltrán Fortes
Fig. 27. Dibujo de planta y sección de la tumba de “La Bodega”
(Córdoba), según Vaquerizo, 2002, figs. 16.2.
Fig. 28. Dibujo del alzado de la tumba de “La Bodega”
(Córdoba), según Vaquerizo, 2002, figs. 17.2.
y una altura de 2,10m44. Como en el caso anterior se cubre por una bóveda de medio cañón y la puerta se
situaba en uno de los lados cortos, conservándose aún in situ el sistema de cierre por el exterior mediante
varios sillares, como debió ocurrir en el caso anterior. Por el contrario, el sistema interior de la cámara se
acerca mejor a la solución más habitual que se mencionó antes de poyetes bajos adosados a la pared sobre
los que se disponían las urnas y ajuares. En este caso nos encontramos en uno de los laterales de la cámara45 con un poyete bajo de 0,337m de altura
y 0,37m de anchura, donde se colocó la urna
de incineración con el ajuar46, con materiales
de diversa cronología pero cuya amortización
debió tener lugar “en torno al cambio de Era o
primer tercio del siglo I d.C.”47.
En ambos casos considera su editor como
más probable que correspondan a cámaras hipogeas situadas en recintos más o menos desarrollados, y al menos en la parte delantera
a la que abren las correspondientes puertas,
a diferencia del sistema utilizado en la necrópolis occidental de Carmo, donde el acceso se
hacía normalmente mediante pozos, aunque
asimismo en otros casos se sitúan recintos
Fig. 29. Dibujo de planta de la “Tumba de Postumio”, de la necrópolis abiertos a un nivel más bajo, con esquemas
occidental de Carmo (Carmona), según Bendala, 1976, lám. XXIII.
más o menos desarrollados, que van desde el
44
45
46
47
112
Es estudiado en D. Vaquerizo, op. cit., pp. 182ss., figs. 16.2 y 17.2 (que asimismo reproducimos nosotros). Cfr. Idem,
“Topografía y usos funerarios en la capital de Baetica… (cit.), pp. 69ss.; A. B. Ruiz Osuna, op. cit.
Singular es el hecho de que en la pared del fondo “un murete de sillares de 51 cm de altura y 31cm de grosor reserva un espacio
de 57 cm. De anchura para una inhumación que seguramente se encuentra todavía in situ, por cuanto no llegó a ser excavada”
(D. Vaquerizo, “Espacios y usos funerarios en Corduba… [cit.], pp. 182s.).
Ibid., pp. 182s., nota 82. Se trata de una urna pintada y un ajuar cerámico compuesto por un cuenco de cerámica campaniense B (Morel 1232a) y otras dos piezas de tipo indeterminado, de un vaso y un cubilete de paredes finas (Mayet XIV y
VIII), de un ungüentario cerámico (Oberaden 28), una lucerna (Ricci H), dos tapaderas cerámicas, un botón, una asita, un
espejo de bronce y cuatro clavos de hierro.
Ibidem.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 30. Dibujo de planta y sección de la tumba del “Palacio de la Merced” (Córdoba), según Vaquerizo, 2002, fig. 18.
más simple de la “tumba de Postumio” (Fig. 29), hasta –en cierto modo– los más complejos de la “tumba
de Servilia”48.
El sistema del recinto abierto por delante de la cámara hipogea estaría avalado en el caso cordobés
–según Vaquerizo– por una tercera tumba monumental, la situada bajo el “Palacio de la Merced”,
que fecha en el siglo I d.C.49 (fig. 30). En este caso
presenta planta de cruz latina, con una puerta que
abre a un recinto delantero rectangular, al que se
bajaba mediante una escalera situada en uno de los
laterales50. El recinto bien pudo estar cubierto, accediéndose desde la edificación superior superpuesta
a la cámara, o bien pudo estar al descubierto, accediéndose directamente desde el exterior a través
la escalera y teniendo sólo la cámara la estructura
arquitectónica superior51.
Aunque corresponde a un momento más avanzado, posiblemente de los momentos finales del siglo
II d.C., también podemos referir otro monumento
de interés situado en tierras del conuentus Astigitanus
y que corresponde a la interesante “tumba de Acilia
Plecusa”, excavada por Manuel Romero en la necró- Fig. 31. Tumba de Acilia Plecusa. Necrópolis de “Las Maravipolis de “Las Maravillas” (Bobadilla, Málaga)52, den- llas” (Bobadilla, Antequera), según dibujo reconstructivo de
tro del ager de la ciudad de Singilia Barba53 (fig. 31). Romero, 1993–1994, fig. 2.
48
49
50
51
52
53
Vid. M. Bendala Galán, La Necrópolis Romana de Carmona (cit.), láms. XVII–XXI (tumba de Servilia) y XXIII (tumba de
Postumio).
D. Vaquerizo (op. cit., pp. 186ss.) añade la hipótesis, debida a Ángel Ventura Villanueva, de que a la tumba corresponda
la inscripción CIL II2/7, 334, por lo que hubiera pertenecido a Marcus Aerarius Telemachus, liberto y médico de la Societas
Aerariorum en época augustea.
Ibidem, p. 185, fig. 18 (que reproducimos nosotros).
El paralelo más cercano en este caso sería la citada “Tumba de Postumio” en Carmo, según M. Bendala, op. cit., lám.
XXIII.
M. Romero Pérez, “La necrópolis romana de Las Maravillas, Bobadilla, Málaga”, Mainake, XV–XVI, 1993–1994, pp.
195–222. Ahora se encuentra en fase de restauración para su exposición en el futuro y nuevo Museo Municipal de Antequera. Cfr. L. E. Fernández y M. Romero, “Las necrópolis en el entorno de Antikaria y Singilia Barba. Bases para su estudio
sistemático”, Mainake, XXIX, 2007, pp. 401–432, esp. 407ss.
Sobre ella, R. Atencia Páez, op. cit., passim; para las necrópolis, pp. 90ss.
113
José Beltrán Fortes
La tumba es el mausoleo familiar de una conocida matrona singiliense, la citada Acilia Plecusa, una rica liberta
viuda que se había casado con su patrono y antiguo amo, Manius Acilius Fronto, y que, a la muerte de
éste, era la guía de una importante familia de la que se conocen diversos epígrafes que sirven para conocer
el stemma familiar, de hijos y nietos54. De la alta posición social que había alcanzado a pesar de su origen
servil da muestra que aparece, durante el reinado de Cómodo, como dedicante de sendos pedestales para
el procurator Augusti Publius Magnius Rufus Magonianus y su mujer Caruilia Censonilla en Singilia Barba,
llamándolos a ambos en las dos inscripciones como amici optimi55, a la par que otro dedicado al primero
–aunque quizás asimismo era doble– gemelo del singiliense pero erigido en Osqua (“cerro del León”, Villanueva de la Concepción, Málaga) y en el que asimismo lo denomina como amicus optimus56. La tumba
estaba ejecutada en opus quadratum, de planta rectangular, de grandes dimensiones, de 10,5 m por 8,6 m,
con una puerta cerrada con sillares en uno de los lados cortos; presentaba también un poyete bajo y corrido
en dos de sus lados, sobre el que se ha situado un altar funerario (el dedicado a Acilia Plecusa), una mesa o
un pequeño mueble y un sarcófago liso, que demuestra la introducción ya del nuevo rito57. La cubierta se
resolvía asimismo con una bóveda de medio cañón y, según la restitución propuesta, la cámara se encontraba semisubterránea, ya que la bóveda quedaría emergente, aunque quizás debió tener una resolución
diversa que la propia bóveda, como ocurre en el caso de los ejemplos cordobeses; de todas formas, aunque
la cámara fuera subterránea, por delante de la puerta también se hace necesario la disposición de un espacio
abierto por el que acceder a esa puerta de la cámara.
Paralelos de esta tumba excepcional de Acilia Plecusa son, por ejemplo, los mausoleos de incineración
de los cortijos de Valsequillo y El Castillón (Singilia Barba), con cubiertas abovedadas de sillería, y, en un
ámbito más alejado, la tumba monumental de Ocuri (Ubrique, Cádiz)58.
Los paralelos aducidos de las tumbas de la necrópolis occidental de Carmo junto a los otros ejemplos
cordobeses –de similar cronología y elaborados en sillares– y este último malagueño, a pesar de la fecha más
avanzada, son argumentos suficientes para no poder descartar la hipótesis de que la cámara de la “tumba de
los Pompeyos” no fuera también una construcción hipogea, en línea con lo dicho tradicionalmente y frente
a nuestra aseveración anterior de que se trataría de una cámara exenta. Además, otro argumento a tener en
cuenta es el hecho evidente de que este tipo de cámaras hipogeas se desarrolla en época romana en zonas de
perduración o influencia neopúnica, como se demuestra especialmente en el caso citado de Carmo, uno de
los principales centros de la presencia bárquida en el sur peninsular en momentos anteriores a la conquista
romana59, y no debemos olvidar que en las inscripciones de las urnas de la “tumba de los Pompeyos” se
54
55
56
57
58
59
114
Ibidem, pp. 150ss.
CIL II2/5, 781 y 782. Para la primera, R. Atencia Páez, “Proc. Aug. ad ‘Fal. Veget.’ Sobre un epígrafe gemelo de CIL II
2029 (P. Magnius Rufus Magonianus)”, Estudios dedicados a Alberto Balil in memoriam, Málaga, 1993, pp. 113–132; para
la segunda, Idem, La ciudad romana... (cit.), p. 72, nº 14.
El epígrafe es gemelo, y realizado seguramente en el mismo taller. El epígrafe es recogido en CIL II, 2029 = CIL II2/5, 780;
cfr. R. Atencia, “Proc. Aug. ad... (cit.), pp. 113ss. Aunque la pieza se encontraba en Antequera reutilizada en la iglesia de
San Sebastián se decía que había sido traída desde Osqua según fuentes del siglo XVI. Sería más lógico pensar que ambas
habían sido erigidas en Singilia Barba, pero no tenemos argumentos para dudar de la información citada; cfr. R. Atencia
Páez, op. cit., p. 153.
Sobre el sarcófago en el contexto de la tumba y de las producciones locales de los talleres de la Bética, vid. P. Rodríguez
Oliva, “Talleres locales de urnas cinerarias y de sarcófagos en la Prouincia Hispania Ulterior Baetica”, en D. Vaquerizo, ed.,
Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, p. 287 y lám. X.
L. Baena y M. J. Berlanga, “Las antigüedades romanas de Ocuri (Ubrique, Cádiz), según los datos conservados en la Real
Academia de la Historia”, Mainake; XXVI, 2004, pp. 395–416.
Podemos citar de forma concreta, M. Bendala Galán, “La perduración púnica en los tiempos romanos. El caso de Carmo”, Huelva Arqueológica, 6, 1982, pp. 193–203. Más recientemente, Idem, “La Cármona bárquida”, en A. Caballos, ed.,
Carmona Romana. Actas del III Congreso de Historia de Carmona, Carmona, 2001, pp. 37–51; Idem, “Perduraciones y
romanización en Hispania a la luz de la arqueología funeraria: notas para una discusión”, AEspA, 75, 2002, pp. 137–158,
donde revisa ese tema de manera general. Cfr., asimismo, la aproximación general y revisión reciente de D. Vaquerizo Gil,
“Posibles influjos norteafricanos en el mundo funerario hispanorromano de época plenoimperial. Una revisión crítica”, en
D. vaquerizo, y J. F. Murillo, eds., El concepto de lo provincial en el mundo antiguo. Homenaje a Pilar León, Córdoba, 2006,
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
reconocen todavía nombres indígenas y entre ellos uno claramente púnico, Bahannon60, lo que indica que
el componente ibero–púnico aún perduraba claramente entre los elementos familiares que ocuparon aquel
enterramiento. Se puede traer a colación también que –como se dijo en el apartado correspondiente– en
el siglo I a.C., en época de César o de Augusto, según Cunliffe y Fernández–Castro, o más probablemente
en época de Claudio, según J. A. Morena, se construyó la última fase del santuario suburbano dedicado a
la Dea Caelestis, que tuvo un amplio predicamento a tenor de la gran cantidad de exvotos recuperados, sin
olvidar que esta divinidad romana escondía realmente la perduración en aquellos momentos del antiguo
culto fenicio–púnico de Tanit, lo que denota la importancia de ese componente neopúnico en la colonia de
Ituci. Lo púnico reverdecía aún en el siglo I d.C.
Como recoge ahora A. Jiménez Díez61, se puede reconocer una cámara hipogea en la necrópolis
occidental de Baelo Claudia, aunque fue identificada como restos de un ninfeo por sus excavadores62.
No debe olvidarse que se trata de una ciudad en un
ámbito costero de tradición púnica, aunque hay que
reconocer que predominan claramente otras tipologías monumentales de tumbas en las necrópolis
baelonenses, entre ellas las turriformes y las de recinto63. Menos apropiadas para esa argumentación64
son las tumbas hipogeas de la “necrópolis de las cuevas” de Osuna, ya que no son de época altoimperial y se asocian a inhumaciones65. Por el contrario,
tenemos otro claro ejemplo en una tumba hipogea
con varias cámaras sepulcrales –algunas con bancos
corridos y un pozo en la estancia central–, datada en
el siglo I d.C. y situada en la necrópolis meridional
de Carissa Aurelia (Espera–Bornos, Cádiz)66, aunque en este caso se trata de cámaras excavadas en
el corte del terreno, que no presentaban estructuras
emergentes (fig. 32).
La mayor rareza de este tipo de enterramientos
hipogeos lo constatamos en el ámbito del Levante Fig. 32. Dibujos de planta y sección de la tumba hipogea de
y el SE, donde sólo se testimonia, que sepamos, en Carissa Aurelia (Espera–Bornos, Cádiz), según Perdigones y
dos ejemplares asimismo del siglo I d.C., uno de otros, 1986, fig. 1.
60
61
62
63
64
65
66
II pp. 317–364.
CIL II2/5, 418. Véase el estudio de las urnas.
A. Jiménez Díaz, “Necrópolis de época romana en el Mediodía peninsular: “romanización” y sentimientos de identidad
étnica”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, pp. 217–232, esp.
p. 225, nota 10, siguiendo a P. Sillières, Baelo Claudia. Una ciudad romana de la Bética, Madrid, 1997, p. 189. Vid., A.
Jiménez Díaz, Imagines Hibridae. Una aproximación postcolonialista al estudio de las necrópolis de la Bética, Madrid, 2008.
P. Paris, G. Bonsor, A. Laumonier, R. Ricard y C. de Mergelina, Fouilles de Belo (Bolonia, Province de Cádiz), 1917–1921.
I, Paris, 1923, pp. 99ss.
P. Sillières, op. cit., pp. 189ss.
A. Jiménez, “Necrópolis de época romana en el Mediodía peninsular… (cit.), p. 225.
M. L. Loza Azuaga y D. Sedeño Ferrer, “Referencias antiguas sobre la necrópolis de Osuna”, en J. González, ed., Estudios
sobre Urso. Colonia Iulia Genetiva, Sevilla, 1989, pp. 177–185.
Que ya referí en J. Beltrán Fortes, “La arquitectura funeraria en la Hispania meridional durante los siglos II a.C. – I d.C.”,
en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, p. 242, según L. Perdigones
y otros, “Excavaciones de urgencia en ‘Carissa Aurelia’ 1986. Segunda campaña”, AAA’1986, Sevilla, 1987, vol. III, pp.
67–74.
115
José Beltrán Fortes
La Alcudia de Elche (justificado también por “las influencias púnicas, quizá desde Almería o, más próximo,
Cartagena”)67 y otro de la propia Carthago Noua68, el centro del control bárquida en la Península Ibérica.
No obstante, construcciones funerarias hipogeas están documentadas en los territorios romanos también
fuera del área de influencias púnicas, como ocurre, por ejemplo, en Italia, en la Campania o en la antigua
Etruria –aquí enlaza con tradiciones etruscas– y, sobre todo, en la propia Roma69.
Importante para dilucidar el tipo que seguía la “tumba de los Pompeyos” y el carácter subterráneo o no
de su cámara sería evidentemente que supiéramos el desarrollo en altura de la tumba, ya fuera la estructura
emergente en el caso de que la cámara fuera hipogea, o ya fuera el segundo cuerpo si la cámara correspondía
al cuerpo bajo, como tumba emergente o semihipogea. Sobre ello sólo tenemos la enigmática aseveración
en la descripción de Fernández–Guerra de que: “Por cima no se ve otra cosa que restos de un obelisco que sería
el remate de aquel monumento...”. No podemos dictaminar ahora a qué se refiere el autor cuando menciona
tal “obelisco”, a no ser que aún se conservaran restos de una estructura arquitectónica superior. Las dimensiones y la planta rectangular de la cámara sepulcral hacen plausible que correspondiera tanto a la tipología
similar de las tumbas monumentales de Corduba, que asimismo disponían de una estructura superior sobre
la cámara –como claramente aparece en la tumba del “Camino Viejo de Almodóvar”, aunque lamentablemente no conservada–, cuanto a alguno de los tipos arquitectónicos de edificios turriformes, sobre todo documentados en nuestra Península desde los momentos finales de la época republicana. Las dimensiones del
frente largo exterior de la “tumba de los Pompeyos” oscilaría sobre los 3,5m o quizás los 4m70 y encuentran
paralelos, por ejemplo, en algunos de los monumentos funerarios testimoniados de forma abundante en la
zona del alto Guadalquivir, que en general hemos asociado a mausoleos de varios pisos y decoración pseudoarquitectónica, bien cerrados o, más comúnmente, abiertos71. No obstante, por esa referencia expresa a
un “obelisco” podemos traer a colación la conocida tumba de la “Torre Ciega” de Cartagena72, que dispone
una estructura cónica sobre la cámara “a dado”73 revestida con opus reticulatum, y datada en el siglo I a.C.
67
68
69
70
71
72
73
116
R. González Villaescusa, El mundo funerario romano en el País Valenciano. Monumentos funerarios y sepulturas entre los siglos
I a. de C. – VII d. de C., Madrid–Alicante, 2001, p. 118 y pp. 398–400.
S. Ramallo Asensio, La ciudad romana de Carthago Noua: la documentación arqueológica, Murcia, 1989, pp. 116s.
H. von Hesberg, Römische Grabbauten, Darmstadt, 1992, pp. 76ss.
Si tomamos la medida de 2,786m para el lado mayor de la cámara de la “tumba de los Pompeyos” –según las medidas de
Fernández–Guerra– uniendo el grosor de los sillares de ambas paredes y los recubrimientos debía corresponder un exterior
que efectivamente rondaría esas dimensiones.
En general, J. Beltrán Fortes y L. Baena del Alcázar, Arquitectura funeraria romana de la colonia Salaria (Úbeda, Jaén). Ensayo
de sistematización de los monumenta romanos altoimperiales del alto Guadalquivir, Sevilla 1996.
L. Abad Casal, “La Torre Ciega de Cartagena (Murcia)”, en Homenaje al Profesor Antonio Blanco Freijeiro, Madrid, 1989,
pp. 243–266.
Sobre este tipo de tumbas “a dado” sobremontadas con estructuras piramidales o cónicas, vid. H. von Hesberg, op. cit., pp.
113ss.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
4. OTROS MATERIALES Y LA TUMBA DE “LA MAZMORRA”
Importante sería poder adscribir a la “tumba de los Pompeyos” algunos de los materiales arqueológicos que
en los inicios de ese decenio de los años treinta del siglo XIX tuvieron lugar en el ámbito de la necrópolis
septentrional de Torreparedones y a los que nos hemos referido en el apartado anterior, es decir, la estatua
femenina descubierta en 1830 ó 1831 y las otras piezas descubiertas en septiembre de 1833 (el friso relivario báquico, el bloque con la inscripción de letras de bronce, una base de columna y un capitel), pero
–como ya se dijo– no hay ni referencias del todo precisas, ni coincidentes entre los diferentes autores. De
cualquier modo, no parece en principio que podamos relacionarlos con la “tumba de los Pompeyos”, ya que
ninguna de las fuentes más o menos coetáneas los adscriben a ella sino a otros ambientes funerarios de esa
necrópolis norte de Torreparedones.
Teniendo en cuenta que Diego de Padilla no indica ningún lugar preciso para aquellos descubrimien1
tos , ni se conserva el trabajo de Ignacio Ortiz, básicamente podemos destacar dos tradiciones: en primer
lugar, la indicada por Fernández–Guerra en su memoria de 1834, en que dice que todas las piezas de 1833
proceden de “la Plaza”, un sector situado entre “la Mazmorra” y la “tumba de los Pompeyos”, mientras que
la estatua sería de un sector entre la segunda y la muralla septentrional; no obstante, al quedar inédita esa
memoria no tuvo repercusión en la erudición posterior. En segundo lugar, la expuesta por M. de la Corte
que diferenciaba el descubrimiento de la estatua en el sitio llamado “la Iglesia”2 –sin localización posible– y
los dos frisos (el relivario y el epigráfico) y la basa en el edificio de “la Mazmorra”3 –que sigue asimismo Valverde y Perales4–, que es la más concreta. Es por ello probable que estos elementos hubieran salido a la luz
efectivamente en las búsquedas realizadas en otra tumba monumental, que se denominaba entonces como
“la Mazmorra”, como resultado del interés despertado por los descubrimientos de la “tumba de los Pompeyos” y su repercusión. Fernández– Guerra la dibuja en su plano de 1834 y asimismo la describe: “Caminando desde el panteón hacia el NO, como a unos trescientos pasos está la mazmorra... Sus paredes son de argamasa.
En medio de la boveda hay un agujero que no es de antiguo abierto. Se entra por un callejoncillo...”5.
Valverde y Perales todavía en los inicios del siglo XX puede reconocer aquella construcción que en la
centuria anterior era llamada “la Mazmorra”, y ofrece nuevos datos de interés, así como su estado de conservación en aquellos momentos:
“La llamada Mazmorra se compone hoy del piso bajo de una torre cuadrada con bóveda de mortero y
que mide 4,65 metros de largo por 2,60 de ancho: al lado de Poniente tiene dos gruesos muros de 3,20
metros de largo que forman un estrecho pasillo que da entrada á la torre, la cual se halla á unos 400
metros al N. de la fortaleza...” 6.
Esta última referencia fija exactamente la localización de la estructura arquitectónica, que se situaría a
1
2
3
4
5
6
Éste sólo indica que tanto la estatua como el lote de 1833 procedían del mismo sitio, un templo dedicado a Baco, pero sin
localización precisa.
Apéndice IV, nº 1: “…estatua de cuatro pies y medio de altura, representando una matrona estolada, de escelentes formas y
mejores paños, cubiertas sus manos de un ropage transparente, al través del cual aparecen aquellas ejecutadas con singular primor.
Fue estraida de los escombros de un templo en el sitio que llaman la Iglesia próximo á la torre de las Vírgenes y conducida a la
Hacienda de Casa–Corona…”.
Apéndice IV, nº 1: “…la estraccion… de una cavidad o estancia subterránea, llamada la mazmorra, de varios miembros de
arquitectura muy acabados, un pedestal cincelado de buen gusto, y parte de un friso (que es el que indica el grabado) de piedra
cipia, largo, como de tres pies y medio por dos escasos de altura, adornado de casetones, enriquecidos de bellísimos relieves…”
También nosotros identificamos “la Mazmorra” como una tumba monumental a partir de la localización tradicional de
esas piezas claramente sepulcrales, en J. Beltrán, “Mausoleos romanos de Torreparedones (Baena–Castro del Río, Córdoba):
sobre la “tumba de los Pompeyos” y otro posible sepulcro monumental”, Habis, 31, 2000, pp. 131ss.
Apéndice III, nº 7, XIX.
Apéndice III, nº 14.
117
José Beltrán Fortes
400 m al norte de la fortaleza medieval, y por tanto a poco menos del recinto amurallado de época romana,
en el punto en que se sitúa asimismo en el plano de Fernández–Guerra. Ello reafirma su identificación con
una estructura arquitectónica situada a unos 400m al NO del castillo de Torreparedones, localizada en los
trabajos arqueológicos realizados por Serrano y Morena7 y propuesta ahora por el segundo de ellos según
los resultados de las recientes prospecciones geofísicas de la necrópolis septentrional, que se recogen en otro
apartado del volumen, donde se constata efectivamente la planta rectangular –y cubierta abovedada–, con
un apéndice o pasillo en la parte sur, construida en opus caementicium.
Es “la Mazmorra”, pues, otro mausoleo romano y podemos afirmar que la necrópolis septentrional
se extendía a lo largo del camino de acceso septentrional a la ciudad romana. De los datos aportados por
Valverde –aparte del estrecho pasillo de gruesos muros de 3,20m, que es considerado como entrada– se
advierte claramente que se trata de un edificio de dimensiones algo mayores que la tumba de los Pompeyos,
sobre todo en el frente principal –realmente de más de 5 m, aunque éstas corresponden al perímetro exterior–, que en el caso de la “tumba de los Pompeyos” podría ser de 3,5/4m. La planta y secciones del edificio
citado coinciden con esas medidas aportadas y aún con la disposición que del edificio presenta sumariamente Fernández–Guerra en su croquis, con el alargamiento en la parte meridional y que, en efecto, debe
de corresponder a un estrecho acceso a la cámara sepulcral, hipogea. Ese mismo esquema se documenta,
por ejemplo, en tumbas colectivas de Gades (Cádiz), datadas en época julio–claudia, aunque de menores
dimensiones y técnicas constructivas: así ocurre con los columbarios gaditanos localizados en c/ General
Ricardos, 5–7, y en c/ Santa Cruz de Tenerife, en los que los pasillos de acceso –siempre estrechos y que
sobresalen asimismo de uno de los lados largos de la planta rectangular de la cámara–, se cierra con sillares,
siguiendo tradiciones púnicas8.
Así, es probable que pueda corresponder a este mausoleo alguno de los materiales que analizaremos a
continuación y que –especialmente en el caso de los dos frisos– son adecuados a la ornamentación exterior
de monumentos generalmente turriformes, cerrados o abiertos. Si ello fuera así, nos encontraríamos con
un mausoleo de dos pisos y un acceso posterior mediante el pasillo citado, ya que del estudio reciente de
Morena –incluido en este volumen– se concluye que la vía se situaba al norte del monumento funerario.
En primer lugar, podemos citar un bloque epigráfico, en forma de friso, que presentaba la inscripción
con letras de bronce, posteriormente doradas (fig. 33). El bloque de Torreparedones medía “tres varas de
larga, y una y media de ancha” según D. de Padilla9, es decir, unos 2,5m de longitud y 1,25m de altura,
aunque asimismo dice que: “...Esta quebrada por diversos lados”10. Es muy probable que la inscripción se
desarrollara en sólo tres líneas, con la forma de las letras rebajadas –como es habitual en este tipo de contextos–, aunque con una lectura poco clara, quizás por desgaste de la superficie o porque ya originalmente
no se ejecutó fielmente, como también ocurre a veces.
Fig. 33. Dibujos de la inscripción funeraria con letras de bronce de Torreparedones, según Fernández–Guerra (1834) y De la
Corte (1839), que copia al anterior.
7
8
9
10
118
J. Serrano Carrillo y J. A. Morena López, Arqueología inédita de Córdoba y Jaén, Córdoba, 1984, p. 63, figs. 23 y 24.
L. Perdigones Moreno, A. M. Gordillo Acosta y F. J. Blanco Jiménez, “Excavación en el solar de la calle General Ricardos
nº 5–7”, Anuario Arqueológico de Andalucía/1986. III. Actividades de Urgencia, Sevilla, 1987, pp. 55–60.
Apéndice I, nº 7.
Apéndice I, nº 8.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Con base en la versión de Hübner podríamos restituir el epígrafe de la forma siguiente:
[---]SVS · L(ucii) · [---/---] PLOTIA · C(aii) [---/---]IVAEA · NIGR[a? ---]11.
Efectivamente el epigrafista alemán leyó en las líneas 2ª y 3ª el nomen Plotia, seguida de una C,
correspondiente a C(aius), referido a su filiación o patronazgo, y parte de un segundo nombre femenino
compuesto por ...iuaea · Nigr[a ?]12; finalmente, en la primera línea, reconocía un nombre en masculino
que termina en ...sus, que se continúa por una letra vertical entre dos puntos, por lo que es probable que
corresponda en este caso al praenomen L(ucius), de su padre o de su patrono, en función de que fuera liberto
o no. Teniendo en cuenta que este tipo de inscripciones sepulcrales de inicios de época imperial ofrecen
unos formularios simples, podemos suponer varias posibilidades. Así, que los tres citados fueran difuntos de
una tumba colectiva (familiar); o que en la línea primera se dispusiera el nombre del difunto y en la segunda
el de la difunta, siendo la dedicante la segunda mujer; o que el difunto fuera sólo el primer personaje y las
dedicantes las dos siguientes. Por otro lado, es asimismo muy hipotético poder indicar siquiera relaciones
familiares entre los tres, aunque lo más fácil sería pensar en un matrimonio y su hija, acorde con este tipo
de mausoleos familiares; o incluso también el estatus social, dado que podía ser asimismo una familia libertina. De cualquier modo, si así lo fueran los dos primeros lo serían de dos patronos diversos, L(ucius) y
C(aius) respectivamente, o bien corresponde a las filiaciones. Faltaría ese elemento de filiación o indicativo
de liberta en el nombre de la segunda mujer, ...iuaea · Nigr[a ?].
Con respecto al único nomen testimoniado con mayor probabilidad, podemos decir que la gens Plotia
no es muy abundante y –para la Bética– se testimonia especialmente en la epigrafía de Gades, precisamente
en una serie de inscripciones que aparecieron algunos años antes que la “tumba de los Pompeyos”, en el año
1829 en la necrópolis romana de “Puerta de Tierra”, correspondientes a cinco epígrafes todos ellos relativos
a Plotii, seguramente de condición liberta si consideramos el carácter de los cognomina, la ausencia de filiación y el que se repita el praenomen Aulus, correspondiente así al del patrono; pudieron corresponder a una
tumba colectiva de libertos de una familia Plotia de Gades: [.] Plotius Eratus, A. Plotius F[--]13, A. Plotius
Iucundus, A. Plotius Stephanus y [.] Plot[--]14. A esta serie gaditana debe unirse otra inscripción sepulcral de
Baelo Claudia, en que la madre Plotia Septuma la dedica para su hijo L. Fabius Nouellus, de 68 años15.
Junto al bloque epigráfico de Torreparedones que hemos comentado, recogió también E. Hübner otro
fragmento con letras de bronce con el texto: [---] CLI [-- / --] R · PO [---], del que dice que asimismo le
había sido comunicado por A. Fernández–Guerra como aparecido junto con el anterior, en 1834, en el
yacimiento de “Las Vírgenes”16. Ese fragmento debe corresponder a una de las otras dos inscripciones que
cita a continuación en la memoria de 1834, pero de las que no da ninguna lectura: “...también se hallaron
la inscripción17 y otras dos que por lo consumidas y destrozadas que están no comprendí”18. Puede pensarse también que, dado que tenían letras de bronce, como indica Hübner, fueran otros dos fragmentos de la misma
inscripción monumental del sepulcro.
11
12
13
14
15
16
17
18
CIL II 1604 a. Cfr. CIL II2/ 5, nº 435. Debió enviar posteriormente Fernández–Guerra una lectura más ajustada, dado que
la versión editada por Hübner con dificultad puede deducirse del dibujo ahora conservado.
Parece preferible esta resolución que Nigr[ina], aunque ésta es más frecuente en la epigrafía hispanorromana, dado que parece reconocerse una A al final del dibujo. Una Nigra se documenta en una inscripción sepulcral de Gades (CIL II, 1854).
Si bien J. González Fernández, Inscripciones Romanas de la Provincia de Cádiz, Cádiz, 1982, nº 259, considera la F como
parte de la filiación es más posiblemente la primera letra del cognomen.
Respectivamente, CIL II, 1862, 1863, 1864, 1865 y 1866. J. González, op. cit., nos 258-262
J. González, op. cit., nº 69, lám. XXXVI; AE, 1982, nº 555.
CIL II 1604 b: “...ex Guerrae exemplo tantum novi, videtur enim periisse”.
La anteriormente citada CIL II 1604 a.
Apéndice II, nº 7, XX. Desconocemos de dónde saca el dato Valverde el dato de que: “...se descubrieron por el dicho año
de 1833 algunas losas de mármol negro... de letras de bronce, y cubriendo el todo de una de ellas, una plancha de aquel metal
para dar mayor resalte y firmeza á las letras” (Apéndice III, nº 14). No es probable el uso de mármol negro, sino que debe
corresponder a la “piedra de mina” –una caliza micrítica de color negro– que se documenta en otros soportes epigráficos de
Córdoba que citamos a continuación. No sabemos si es cierto el dato de la plancha de bronce, que no cita ningún autor del
siglo XIX.
119
José Beltrán Fortes
El uso de inscripciones monumentales con letras de bronce que irían finalmente doradas se impone
en la epigrafía romana durante la época de Augusto19 y aunque en principio se vincula a las obras públicas
y, especialmente, a aquéllas que tenían que ver con el princeps y la Domus Augusta y –más adelante– con el
desarrollo del culto imperial, se constata ya su empleo en la epigrafía sepulcral durante el siglo I d.C., como
ocurre en los territorios béticos. Según indicó A. U. Stylow, “...no parece que este tipo de inscripciones, concentrado en el valle medio del Guadalquivir, rebase generalmente el final del siglo I”20. En la epigrafía funeraria
cordobesa se han recuperado precisamente algunos ejemplos que pueden ser considerados buenos paralelos
del epígrafe de Torreparedones. Se trata de soportes elaborados en piedra caliza micrítica negra o “piedra
de mina” –el material pétreo por excelencia para la epigrafía cordobesa del siglo I d.C.21– con inscripciones
que iban elaboradas con litterae aureae, como una dedicada a Quintus Valerius en Alcolea de Córdoba (fig.
34) y otra a dos magistri Larum Augustorum, un liberto y su patrono, de la necrópolis norte de Córdoba22
(fig. 35).
Fig. 34. Inscripción sepulcral con letras de bronce, de Corduba. Foto: Imagines–CIL II2/7, 720.
19
20
21
22
120
Vid., G. Alföldy, “Augustus und die Inschriften: Tradition und Innovation. Die Geburt der imperialem Epigraphik“, Gymnasium, 98, 1991, pp. 289–324 (= Augusto e le iscrizioni: tradizione ed innovazione. La nascita dell’epigrafia imperiale”,
Scienze dell’Antichità, 5, 1991, pp. 573–600).
A. U Stylow, “Los inicios de la epigrafía latina en la Bética”, en F. Beltrán Llorís, ed., Roma y el nacimiento de la cultura
epigráfica en Occidente, Zaragoza, 1995, p. 225, y fig. 15.
Ibidem, pp. 223s.
Respectivamente, CIL II2/7, 720 y 323. Las comenta A. Ventura Villanueva, “La epigrafía funeraria en Córdoba”, en D.
Vaquerizo Gil, coord., Funus Cordubensium. Costumbres funerarias en la Córdoba romana, Córdoba, 2001, pp. 178 y 181.
Asimismo cita A. Ventura (op. cit., p. 182) como paralelo otra inscripción de letras de bronce de Celti (Peñaflor), dedicada
a la pareja Licinia Mancina y C. Licinius Gallupus (CILA II, 1, 183; J. Remesal Rodríguez, “De topografía y epigrafía celtitana”, en S. Keay, J. Creighton y J. Remesal, Celti (Peñaflor). La Arqueología de una Ciudad Hispanorromana en la Baetica:
Prospecciones y Excavaciones 1987–1992, Sevilla, 2001, pp. 188s., nº 23, fig. 8.15).
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Fig. 35. Inscripción sepulcral con letras de bronce, de Corduba. Foto: Imagines–CIL II2/7, 323.
Como en estos casos citados el epígrafe de Torreparedones debía presentar no sólo los agujeros para
fijar las letras de bronce, sino también los rehundimientos para el asiento de las letras correspondientes,
según se deduce del dibujo de A. Fernández–Guerra, que copia evidentemente M. de la Corte, aunque la
lectura no era fácil, posiblemente por el desgaste de la superficie. Teniendo en cuenta la técnica empleada
nuestra inscripción habría que datarla en época postaugustea, seguramente en la primera mitad del siglo I
d.C. si se unía al siguiente bloque relivario.
El segundo caso corresponde a un fragmento de un friso de relieves con esquema de casetones, propio
de elementos decorativos de la arquitectura funeraria altoimperial, generalmente colocados en el cuerpo
inferior, y bien constatados en el sur hispano23. De este bloque relivario contamos con mayores referencias.
Diego de Padilla lo describe y nos da sus dimensiones: “de media vara de altura, y casi otro tanto de grueso”24,
es decir, de algo más de 40cm de altura y grosor, mientras que las dimensiones dadas por Manuel de la
Corte son: “...largo, como de tres pies y medio por dos escasos de altura...”25; es decir, poco más de un metro de
longitud por más de medio metro de altura, en lo que difiere de la medida dada por Padilla. Finalmente A.
Fernández–Guerra dice que es de “altura media vara 2 pulgadas 7 líneas y ancho 1 vara 2 pulgadas 6 líneas”,
es decir, coincidente con lo expresado por Padilla en la altura. A la descripción y dibujo que de ella publicó
Manuel de la Corte y Ruano en 183926 –copiado el dibujo claramente del de Fernández–Guerra–, que nos
sirvió para identificarla como un friso sepulcral de carácter báquico27, podemos sumar ahora los datos y,
sobre todo, los diversos dibujos de frente y de perfil de Fernández–Guerra28 (figs. 36, 37 y 38).
23
24
25
26
27
28
Así lo indicábamos ya en J. Beltrán, “Mausoleos romanos de Torreparedones… (cit.), pp. 131–136, a cuyo estudio
remitimos.
Apéndice I, nº 8.
Apéndice III, nº 1.
Apéndice IV, nº 1.
J. Beltrán, op. et loc. citt.
El que nosotros reproducimos en segundo lugar ha sido editado en J. Miranda Valdés, Aureliano Fernández–Guerra (1816–
1894). Un romántico, escritor y anticuario, Madrid, 2005, p. 47, fig. 26
121
José Beltrán Fortes
Fig. 36. Dibujo de A. Fernández–Guerra del friso con relieves de Torreparedones.
Fig. 37. Segundo dibujo de A. Fernández–Guerra del friso con relieves de Torreparedones.
Fig. 38. Dibujo de los perfiles de dos secciones del friso anterior; a la izquierda a la altura
de la figura de Baco y a la derecha a la del busto.
122
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Si comparamos las dimensiones resultantes con las medidas de este tipo de frisos que hemos documentado de forma abundante en los territorios de la actual provincia de Jaén hallamos buenos paralelos,
en piezas que superan el medio metro de altura y que tienen esa función indicada en los monumentos funerarios29. Asimismo es coincidente el empleo de piedra local (“...piedra cipia...”)30, areniscas, calcarenitas
o calizas, en un uso que continuará durante todo el siglo I d.C. en el ámbito de la arquitectura funeraria31,
frente a otros lugares donde el cambio al empleo del mármol se produce más rápidamente, como en la
propia capital provincial, la colonia Patricia32. También la estructura de casetones decorados con relieves en
el frente es habitual en este tipo de frisos, con diversos esquemas decorativos33. Detalles menores como el
que los ojos de la figura representada en forma de busto aparezcan perforados (“...los ojos de la figura están
huecos...”), vinculan efectivamente el bloque a los conocidos frisos que decoraban los monumentos funerarios surhispanos, sobre todo documentados en la zona del alto Guadalquivir, pero asimismo en zonas de la
campiña cordobesa, como en la localidad de Puente Genil34. Al igual que ocurre en este relieve cordobés,
precisamente en tales frisos giennenses los relieves representados tienen muchas veces carácter dionisíaco,
más o menos genérico.
Siguiendo la descripción y, sobre todo, los dibujos conocidos, que derivan de la fuente original de A.
Fernández–Guerra, podemos aceptar que en el recuadro de la izquierda del dibujo se reconoce la representación del dios Baco o un miembro de su
thiasos –quizá un sátiro–, que sostiene el tirso
con la mano derecha, mientras apoya el cuerpo sobre un soporte alto, según un modelo de
tradición praxiteliana. Es posible que también
se representara en el recuadro incompleto de
la derecha una escena dionisíaca, aunque no
se pueda suponer mínimamente a qué correspondería, dada la escasez de lo conservado35.
Este tipo de representación que incluye en
un recuadro del frente del friso una escena
báquica se testimonia muy raramente en los
relieves funerarios de Jaén que conocemos,
datados en general durante el siglo I d.C.,
especialmente hacia los decenios centrales
del mismo (fig. 39). De hecho, junto a otro Fig. 39. Detalle del frente de un bloque con relieves funerarios de Iliejemplar que citaremos poco más adelante, turgi (Mengíbar, Jaén), según Baena y Beltrán, 2002, nº 91.
29
30
31
32
33
34
35
J. Beltrán y L. Baena, op. cit. Vid., especialmente, L. Baena y J. Beltrán, Las esculturas romanas de la provincia de Jaén, CSIR
– España, tomo 1, vol. 2, Murcia, 2002, esp. pp. 52ss.
Se equivocaría Fernández–Guerra al decir que el friso estaba elaborado en mármol (Apéndice II, nº 7), a tenor del resto de
las referencias y de los paralelos aducidos.
Cfr. J. Beltrán Fortes, “La arquitectura funeraria en la Hispania meridional durante los siglos II a.C.–I d.C.”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, p. 255.
Vid., H. von Hesberg, “La decorazione architettonica di Cordova. Sulla funzione dell’ornamentazione architettonica in una
città romana”, en P. León, ed., Colonia Patricia Corduba. Una reflexión arqueológica, Córdoba, 1996, pp. 155ss.; C. Márquez
Moreno, La decoración arquitectónica de Colonia Patricia, Córdoba, 1998. En general, vid., H. von Hesberg, “Il profumo
del marmo. Cambiamenti nei riti di seppelimento e nei monumenti funerari nel I sec. d.C.”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios
y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, pp. 33–50.
L. Baena y J. Beltrán, op. cit., pp. 57ss.
J. Beltrán, “La arquitectura funeraria en la Hispania meridional… (cit.), pp. 233ss.
Aunque quizás pudo existir otro fragmento que completaba ese recuadro (“cuartel” le llama A. Fernández–Guerra) y aún
otros más, si es fiable la información dada por el granadino, que no llegó a ver la pieza que le refirieron: “El resto (y aun tal vez
otros tres cuarteles) se descubrió el mes pasado de octubre; pero se ha vuelto a perder según he sabido, sin haber tenido otra relación
de lo que representa si no tal que me han hecho desfigurada y poco acorde gentes de aquel cortijo.” (Apéndice III, nº 7).
123
José Beltrán Fortes
sólo podemos traer a colación otro paralelo que procede de Iliturgi (Mengíbar) y apareció en los comienzos
del siglo XX en los terrenos del cortijo de Maquiz, estando actualmente conservado en una colección particular de esa localididad giennense. Forma un bloque de esquina de un friso de un monumento sepulcral,
con una altura de 0,585m –similar, por tanto, a la del bloque que analizamos–, una longitud de 0,85m y un
grosor de 0,33m.36. En el frente del bloque se disponen dos recuadros de desigual tamaño, separados mediante listeles decorados con ovas y hojas y con una decoración en relieve que hace referencia a escenas de
la vida de Baco, aunque de escasa calidad en su composición y ejecución: en el de la izquierda se representa
un Hermes Dionysophoros, mientras que en el de la derecha aparece el dios Baco, coronado y con el tirso y
una copa, delante de un sileno que le llena el recipiente, posiblemente el kantharos37. De cualquier manera
el estilo de ejecución debía ser mucho más elaborado en el friso de Torreparedones, que llevó a Fernández–
Guerra a confundirlo con mármol.
Por el contrario, la figura representada en el recuadro central, de mayor anchura, del friso que estudiamos cabría interpretarlo en un doble sentido. En primer lugar, parece evidente que –en el sentido expresado
por los autores del siglo XIX– se tratara de la representación del propio dios Baco, especialmente por la presencia de la cinta y las ramas de vid y corimbos, aunque en la serie giennense no es habitual la representación
del propio dios ocupando de medio cuerpo uno de los casetones del friso; de hecho, nunca aparece el dios claramente figurado, sino a lo sumo miembros de su thiasos, como sátiros, pan o silenos, o incluso las máscaras
teatrales de esos personajes, con las pupilas horadadas y coronados por hojas y corimbos –pero que nunca se
disponen en forma de busto o de medio cuerpo–, como podemos ver en un ejemplar de Castulo38 (Fig. 40)
Fig. 40. Friso de Castulo (Jaén), que representa la máscara de un personaje báquico, a la derecha
del campo epigráfico del friso del monumento sepulcral, según Baena y Beltrán, 2002, nº 51.
36
37
38
124
L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 91, lám. XLII, 3–4 (con bibliografía anterior).
En la otra parte de la esquina se representa un erote alado que ofrece unos frutos a un animal, disponiendo el brazo por
encima de la cabeza; tema éste que también aparecerá –cronológicamente más adelante– en la decoración de los sarcófagos
dionisíacos (L. Baena y J. Beltrán, op. cit., lám. XLII, 4).
L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 51, lám. XXV, 2. Sobre el esquema de los frisos, Ibidem, p. 57–60.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
Es por ello también posible que en la pieza aparezca la representación del difunto o difunta (lo que
sería en este caso) en forma de busto o medio cuerpo39. El mejor paralelo en este caso lo tenemos en una
pieza desaparecida hoy día, pero conocida por una fotografía de los inicios del siglo XX, procedente de Los
Villares de Jaén40; también aquí se nos ofrece en el frente del friso dos recuadros decorados con dos escenas
de diferente escala: la representación de la parte superior de una figura vestida –no se reconoce si hombre
o mujer– en la metopa de la izquierda, y dos figuras completas con diversos atributos y en una escena que
no reconocemos, en la metopa de la derecha. Es éste el más claro paralelo para el esquema del bloque de
Torreparedones (fig. 41).
Fig. 41. Friso de monumento funerario de Los Villares (Jaén), hoy desaparecido, que presenta un
recuadro con el busto del difunto/–a y otro con dos personajes de cuerpo entero y a una escala
diversa, en una escena de difícil interpretación, según Baena y Beltrán, 2002, lám. LXXX, 1.
Sin responder a ese esquema de diversidad de escala entre las escenas de los relieves de los recuadros,
sí podemos ofrecer algunos otros ejemplos en que se representa el posible difunto de medio cuerpo. Otro
bloque –también desaparecido actualmente y sólo conocido por una fotografía de inicios del siglo XX– (fig.
42) procedente de la ciudad romana de Ossigi (Cerro Alcalá, Jimena, Jaén) presenta en una esquina la representación de la parte superior de un cuerpo femenino41, asimismo bastante deteriorado, pero que parece
ir acompañado de una guitarra, atributo funerario que asimismo aparece en la representación de la difunta
de la célebre estela emeritense de Lupatia Lutata42.
39
40
41
42
Un similar tipo de representación en contextos sepulcrales hispanorromanos aparece frecuentemente en los altares–estelas
de Augusta Emerita, como destacan ahora J. Edmonson, T. Nogales y W. Trillmich, Imagen y memoria. Monumentos funerarios con retratos en la colonia Augusta Emerita, Madrid, 2001, aunque el modelo de las piezas giennenses –y quizás también el
de Torreparedones– remite a claros modelos itálicos del siglo I d.C.; cfr., especialmente, el estudio de P. Zanker, “Grabreliefs
römischer Freigelassener”, JdI, 90, 1975, pp. 267ss.
J. Beltrán Fortes, “Esculturas romanas desaparecidas de la provincia de Jaén, a partir del Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de E. Romero de Torres”, Habis, 33, 2002, pp. 464ss., figs. 1–2; L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 177, lám.
LXXX, 1.
J. Beltrán, “Esculturas romanas desaparecidas... (cit.), pp. 484s., fig. 13; L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 165, lám. LXXVII,
1.
J. Edmonson, T. Nogales y W. Trillmich, op. cit., nº 12, lám. 12. La fecha de esta pieza emeritense es bastante posterior, del
siglo II d.C.
125
José Beltrán Fortes
Además, podemos mencionar como un ejemplo cercano a la representación que pudo estar en
el relieve de Torreparedones otra pieza que formaría parte de un friso funerario de un mausoleo de
Castulo –hoy en los fondos del Museo Arqueológico
Nacional de Madrid43–, que dispone la separación
de los recuadros relivarios también con listeles decorados de ovas y dardos, con una altura de 0,56
m., y anchura de 0,55 m. (fig. 43): en este caso se
representa la parte superior del cuerpo de la difunta,
con las pupilas horadadas, cubierta con el manto y
con un complejo tocado. En conclusión, también
cabría la posibilidad en el caso de Torreparedones
que no fuera la representación del dios Baco, sino
Fig. 42. Friso de monumento sepulcral de Ossigi (“Cerro Alca- una representación de una de las difuntas, como en
lá”, Jimena, Jaén), hoy desaparecido, con el busto de la difunta
en el frente y una decoración de roleos en el lateral, según Bae- los paralelos apuntados.
Dejando aparte si la figura del bloque de Torrena y Beltrán, 2002, LXXVII, 1.
paredones fuera representación de Baco o de uno de
los miembros de su thiasos o del busto de la difunta
con atributos dionisíacos, parece evidente que el relieve de temática dionisíaca tuvo una clara función
sepulcral y que formaría parte del friso ornamental
del cuerpo inferior de un mausoleo turriforme, de los
denominados como cerrados o de edícula sobre podio, que bien pudo corresponder con el edificio denominado como “la Mazmorra”, según se ha dicho.
Las dimensiones del friso (de algo más de 40 cm de
altura) encuentran también abundantes paralelos en
los frisos funerarios de diversas necrópolis de ciudades romanas de la actual provincia de Jaén –e incluso también de la actual provincia cordobesa, aunque
diversos en la temática decorativa44– y podría corresponder perfectamente a la decoración de un friso en
la citada tumba de “la Mazmorra”, dadas las dimensiones exteriores que presenta. En lo que respecta a
la cronología no contamos en esta ocasión –como
en el caso de la “tumba de los Pompeyos”– con otros
Fig. 43. Friso de Castulo (Linares, Jaén), que representa el bus- elementos para su más exacto establecimiento, pero
to de la difunta, según Baena y Beltrán, 2002, lám. XXI, 1.
los paralelos aportados del área giennense se datan
a lo largo del siglo I d.C., especialmente durante el
período de los emperadores julio–claudios, cronología que asimismo se adecuaría a esta edificación sepulcral de la necrópolis septentrional de esta ciudad privilegiada localizable en el asentamiento de Torreparedones. Desde la hipótesis que establecimos con anterioridad este segundo mausoleo de mayores dimensiones
que la “tumba de los Pompeyos” tendría, pues, una cronología más avanzada que esta segunda, aunque
43
44
126
L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 43, lám. XXI, 1.
Los hemos recogido en J. Beltrán, “La arquitectura funeraria en la Hispania meridional… (cit.), pp. 252ss. El esquema de
estos frisos aparece ahora también testimoniado en algunas localidades de la actual provincia de Sevilla, en materiales aún
inéditos.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
dentro aún del siglo
I d.C. y seguramente
época julio–claudia.
Debemos traer a
colación el hecho de
que en algunas de las
tumbas romanas de
la actual provincia de
Jaén de esa tipología
de edificios turriformes de edícula sobre
podio –como puede
observarse en el mausoleo augusteo de los
Stlaccii de la colonia
Salaria, que reproducimos más adelante–
se insertaban bloques
pétreos que se decoraban en su frente exterior con el motivo de
celosías romboidales,
circunscritas general- Fig. 44. Tres fragmentos pétreos decorados con motivos romboidales (celosías), de Torreparedomente al cuerpo bajo nes, según Cunliffe y Fernández–Castro, fig. 2.11.
del edificio, aunque
asimismo podía situarse en el superior. Estaban delimitadas en la parte superior por elementos moldurados, que simulaban la parte superior de la barandilla en forma de celosía que representaban, y se situaban
asociadas a pilastras, de las que podía incluso colgar guirnaldas45. Precisamente de Torreparedones se han
recuperado tres fragmentos de bloques pétreos con esa decoración romboidal46 (fig. 44), que podrían corresponder, pues, a este tipo de celosías apropiadas para la decoración exterior de tumbas turriformes. No
obstante, como se dijo en el apartado correspondiente, las tres piezas aparecieron en una zona intramuros,
aunque próxima a la zona norte, junto al bloque con el relieve de carácter votivo con dos damas junto a una
columna sobremontada de un león, por lo que sus editores han considerado que no se encontraban in situ.
Serían otro argumento que testimonia la presencia de tumbas monumentales turriformes en la necrópolis
septentrional de Ituci.
Aparecieron junto a los dos frisos analizados antes –según el testimonio de A. Fernández–Guerra– un
capitel que dibuja de forma simple un ábaco superior y una especie de equino o kalathos de perfil cóncavo
y casi completamente liso a excepción de la presencia en el centro de éste de una roseta de nueve pétalos
enmarcada en un círculo (fig. 45). No encuentra paralelos en la decoración de los capiteles hispanorromanos47, aunque los escasos capiteles de época romana que se han conservado de Torreparedones constituyen
soluciones peculiares, donde se aprecia la perduración de gustos prerromanos, tanto en las formas como en
los materiales, de arenisca o caliza48.
45
46
47
48
Sobre estos esquemas ornamentales trataremos más adelante.
J. A. Morena López, “Relieve ibérico de Torreparedones”, en J. González, ed., Estudios sobre Urso. Colonia Iulia Genetiva,
Sevilla, 1989, p. 338, lám. X, 1–3; B. Cunliffe y M. C. Fernández–Castro, op. cit., pp. 29–31, quienes lo databan a fines de
la República o época augustea.
Vid., M. A. Gutiérrez Behemerid, Capiteles Romanos de la Península Ibérica, Valladolid, 1992.
En un capitel aparecido en la cella del santuario de Caelestis (M. C. Fernández–Castro y B. Cunliffe, op. cit., lám. 36) se
observa la adaptación a formas locales de un esquema de capitel corintizante con esquemáticas hojas de acanto.
127
José Beltrán Fortes
Quizá debemos pensar en este caso en una
adecuación entre formas derivadas del mundo romano y esquemas de tradición local, como quedan
en evidencia por su comparación con un capitel ibérico conservado en una colección particular y hallado hacia 1970 en Torreparedones49, que presenta un
perfil similar al nuestro y que, aunque dispone una
decoración mucho más barroca, con un evidente
horror vacui, destaca en el centro de cada cara del
cuerpo de perfiles cóncavos una gran roseta, hexapétala en este caso (fig. 46).
Fig. 45. Dibujo de un capitel aparecido en la necrópolis norte
La arquitectura sepulcral que se desarrolla en
de Torreparedones, quizás en la tumba de “la Mazmorra”. Di- bastantes puntos del sur hispano desde época aubujo de A. Fernández–Guerra (1834)
gustea y julio–claudia es claro exponente de un verdadero proceso de “romanización” del mundo funerario y sus modelos tienen su origen en la Península
Itálica, aunque sufren diversas y lógicas adaptaciones en los territorios hispanos en un proceso que
varía según lugares y momentos50. En ese marco las
dos tumbas monumentales de “los Pompeyos” y “la
Mazmorra” encontrarían una plena justificación, a
la vez que explicables en una perspectiva diacrónica.
Así, la primera se dataría en época augustea, con
un menor desarrollo arquitectónico, e incluso con
la posibilidad de que corresponda a un tipo que preFig. 46. Capitel ibérico de Torreparedones. Colección particu- senta la cámara sepulcral subterránea –extremo que
lar, según Fernández–Castro y Cunliffe, 2002, lám. 6.
no podemos dilucidar por ahora–. Posteriormente,
en momentos más avanzados del período julio–
claudio se construiría la segunda tumba, en un sector de la necrópolis más alejado de la ciudad y con unas
dimensiones mayores, incluyendo en este caso ya elementos característicos como el friso de metopas con
relieves, de carácter báquico (¿y quizás representación de la difunta en forma de busto? ¿la Plotia citada en
la inscripción?), y el bloque epigráfico con una inscripción de letras de bronce.
En los territorios surhispanos los primeros exponentes de una monumentalización del mundo funerario en momentos republicanos deben asociarse a la presencia de estatuaria zoomorfa, sobre todo de leones
funerarios, que aúnan tradiciones ibéricas y romanas de tradición itálica51. Estas esculturas se asocian a
49
50
51
128
J. A. Morena López, El santuario ibérico de Torreparedones. Castro del Río–Baena, Córdoba, Córdoba, 1989, lám. LXI; M. C.
Fernández–Castro y B. Cunliffe, op. cit., p. 4, lám. 6.
J. Beltrán, “Mausoleos romanos en forma de altar del sur de la Península Ibérica”, AEspA, 63, 1990, pp. 183ss.; Idem,
“Monumentos funerarios”, Hispania Romana. Desde tierra de conquista a provincia del Imperio, Madrid, 1997 (= “Monumenti funerari”, Hispania Romana. Da terra di conquista a provincia dell’Impero, Roma–Milano, 1997), pp. 119–125; J.
Beltrán y L. Baena, “Arquitectura funeraria romana del Alto Guadalquivir. Informe final”, AAA/1994. II, Sevilla, 1999,
pp. 125–131; J. Beltrán y L. Baena, “Pulvinos monumentales de Mérida”, Anas, 6, 1996, pp. 105–132; J. Beltrán, “La
arquitectura funeraria en la Hispania meridional… (cit.), pp. 233–258. Una actualización del tema para Hispania en J.
Beltrán, “Monumenta sepulcrales en forma de altar con pulvinos de los territorios hispanorromanos: revisión de materiales
y estado de la cuestión”, AEspA, 77, 2004, pp. 101–142. A nivel general, sigue siendo básico, H. von Hesberg, “Römische
Grabbauten in den hispanischen Provinzen”, en W. Trillmich y otros, Hispania Antiqua. Denkmäler der Römerzeit, Mainz
am Rhein, 1993, pp. 159–182.
I. Pérez López, Leones romanos en Hispania, Madrid, 1999; J. Beltrán Fortes, “Leones de piedra romanos de Las Cabezas
de San Juan (Sevilla). A propósito de un nuevo ejemplar identificado”, Spal, 9 (= Homenaje al Profesor Vallespí), 2000, pp.
435–450; Idem, “La arquitectura funeraria en la Hispania meridional… (cit.), pp. 238–241; C. Aranegui Gascó, “Leones
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
tumbas de desarrollo arquitectónico importante, aunque no se ha documentado aún en Hispania los contextos arqueológicos de época romano–republicana de forma adecuada. Si exceptuamos esa estatuaria animalística y conjuntos excepcionales como el de Estepa y, sobre todo, los “relieves de Osuna”52, los inicios de
la arquitectura sepulcral surpeninsular se datan a partir de la segunda mitad del siglo I a.C. y, especialmente,
durante la época augustea y julio–claudia53, incorporando como un elemento definitorio la ornamentación
escultórica, junto al desarrollo paralelo del retrato funerario54.
Los monumenta funerarios que hemos documentado por ahora responden, sobre todo, a dos tipos básicos, cuyos orígenes, de tradición helenística en muchos casos, se localizan en la Península Itálica durante
el siglo II a.C., teniendo una amplia representación a lo largo de los siglos I a.C. – I d.C. por Italia central
y por otros amplios territorios de las provincias occidentales55. Responden a fenómenos de autorrepresentación de las élites locales, en general vinculado al propio proceso de romanización y colonización de extensos
territorios de la Península Itálica y provincias occidentales. Desde el punto de vista tipológico se asocian en
muchas ocasiones al motivo denominado de “friso dórico”, hecho que se constata asimismo en territorios
de la Península Ibérica56, pero que no tienen correlato en el territorio de la prouincia Baetica. De hecho,
sólo ahora conocemos un único ejemplo
de verdadero “friso dórico” en la Bética, a propósito de un excepcional ejemplar de “El Guijo” (Écija, Sevilla), lugar
donde se sitúa un oppidum ignotum, y
que corresponde a un fragmento con un
triglifo y parte de otro a la derecha, así
como dos metopas decoradas respectivamente una con una cabeza de buey y
la otra –no completa– con un jarro (el
urceus) junto al lituus57 (fig. 47).
En el sur peninsular sobresalen
dos tipos de mausoleos, que en cierto
modo siguen la pauta de lo que conocemos ahora para buena parte del resto Fig. 47. Friso dórico de “El Guijo” (Écija, Sevilla). Colección particular. Según Beltrán y Ordóñez, 2004, fig. 3.
de Hispania:
52
53
54
55
56
57
funerarios de época iberorromana. La serie asociada a cabezas humanas”, IV Reunión sobre Escultura Romana en Hispania,
Madrid, 2004, pp. 213–227; J. Beltrán Fortes y M. L. Loza Azuaga, “El ‘oso de Porcuna’. Una escultura funeraria excepcional de la Hispania romana”, Romula, 4, 2005, pp. 163–176; J. Beltrán Fortes, “Esculturas romanas de Arua (Alcolea del
Río, Sevilla), conservadas en el Museo Arqueológico de Córdoba”, en D. Vaquerizo y J. F. Murillo, eds., El concepto de lo
provincial en el mundo antiguo. Homenaje a Pilar León Alonso, Córdoba, 2006.
Para el caso ursaonense, de amplísima bibliografía, J. Beltrán Fortes y J. Salas Álvarez, “Los relieves de Urso”, en F. Chaves,
ed., Urso. A la búsqueda de su pasado, Osuna, 2000, pp. 235–272, con bibliografía anterior. En general, cfr. también J. Salas
Álvarez, Imagen historiográfica de Urso (Osuna), Sevilla, 2002.
Cfr., en general, L. Abad Casal, “El tránsito funerario. De las formas y los ritos ibéricos a la consolidación de los modelos
romanos”, en L. Abad, ed., De Iberia in Hispaniam. La adaptación de las sociedades ibéricas a los modelos romanos, Alicante,
2003, pp. 75–100.
P. Rodríguez Oliva, “Las primeras manifestaciones de la escultura romana en Hispania”, en J. Massó y P. Sada, eds., .Actas
II Reunión sobre Escultura Romana en Hispania, Tarragona, 1996, pp. 13–30. Recientemente, J. M. Noguera Celdrán, “La
escultura hispanorromana en piedra de época republicana”, en L. Abad, ed., De Iberia in Hispaniam. La adaptación de las
sociedades ibéricas a los modelos romanos, Alicante, 2003, pp. 151–208.
Cfr., en general, P. Gros, L’architecture romaine, 2. Maisons, palais, villas et tombeaux, Paris, 2001.
En general, vid., M. A. Gutiérrez Behemerid, “Frisos dóricos funerarios en la Península Ibérica: sistematización y cronología”, BSAA 56, 1990, pp. 205ss.
J. Beltrán Fortes y S. Ordóñez Agulla, “Un friso dórico funerario de El Guijo (Écija, Sevilla)”, Habis, 35, 2004, pp.
233–256.
129
José Beltrán Fortes
A) Monumenta en forma de altar58, con una cámara hecha a base de sillares, en cuyo interior se situarían las urnas cinerarias, y que se corona con pulvinos de grandes proporciones59. En algunos casos, pudo
situar un frontón entre los frentes de los pulvinos, quizás unas piezas que tienen una forma triangular casi
equilátera, como demuestra un ejemplar monolítico de Castulo60. Con la excepción de esta pieza castulonense todos los otros frontones andaluces61 tienen una típica decoración en el frente del triángulo, que corresponde a un gorgoneion, pero las formas y dimensiones son diversas. Los de base estrecha –casi equiláteros, según se ha dicho– podrían corresponder en efecto a coronamientos de altares, pero para otros tipos de
base más ancha se ha dicho que pudieron constituir coronamientos de monumentales estelas, frontones de
edificaciones funerarias, parapetos de grandes altares o de pequeñas edículas funerarias62. Aunque en Hispania nunca se ha documentado el monumento completo, por lo que debe quedar sólo como hipótesis.
En lo que respecta a los monumenta en forma de altar en Hispania podemos ahora tener una visión mucho más completa que abarca a amplios territorios peninsulares donde sólo queda fuera de esta moda sepulcral
el cuadrante noroeste. No obstante, destacan los conjuntos de la costa catalana y todo el valle del Ebro, hasta
Navarra y La Rioja, y la serie andaluza, donde sigue destacando el núcleo giennense del alto Gudalquivir, aunque ahora se conocen más ejemplares de fuera de este territorio, mientras que sobresalen algunos núcleos fuera
de estos ámbitos, como Augusta Emerita
(de los primeros momentos de la colonia), Egitania o Segobriga (fig. 48).
Fig. 48. Mapa de localidades para la distribución de mausoleos en forma de
altar en Hispania, según Beltrán, 2004, fig. 3.
58
59
60
61
62
63
64
65
130
B) Monumenta turriformes o de
varios pisos63, bien de carácter turriforme más acentuado, cerrados en el piso
superior, o bien coronados con edículas abiertas, para la exposición exterior
de las estatuas funerarias64. El modelo presenta diversas variantes y desarrollos; aunque normalmente tienen
planta rectangular, asimismo podría
integrarse en esta categoría los mausoleos en forma de túmulo, con grandes
tambores elaborados de mampostería y
sillares y un coronamiento de túmulo
artificial, cuyo exponente más paradigmático es el Mausoleo de Augusto65.
A nivel general, H. von Hesberg, Römische Grabbauten, Darmstadt, 1992, pp. 171ss.
Para Hispania, vid. nuestra síntesis reciente en J. Beltrán Fortes, “Monumenta sepulcrales en forma de altar con pulvinos...
(cit.), pp. 101–142.
Cfr. J. Beltrán y L. Baena, Arquitectura funeraria romana... (cit.), p. 131, fig. 62.
Que pudieron o no coronar altares, según se analiza –recientemente– en J. Beltrán, op. cit., pp. 132–134.
Junto a nuestra propuesta de 1990 de considerarlos como frontones de altares asociados a los pulvinos (Idem, “Mausoleos
romanos en forma de altar..., cit., pp. 183ss.) se ha dicho efectivamente que pudieron asimismo haber servido para coronamientos de estelas monumentales (según J. Beltrán, op. cit., pp. 199ss.), fachadas de tumbas (según C. Weiss, “Die Steindenkmäler der Sammlung ‘de la Chica’ in Mengíbar (Jaén) in Kontext der Sepulkralkunst des oberen Guadalquivirteiles”,
MM, 41, 2000, pp. 284s.), parapetos laterales de grandes altares (según D. Boschung, Recensión del libro de G. Gamer,
Formen römischer Altäre auf der Hispanischen Halbinsel, Mainz am Rhein, 1988, BJb, 193, 1993, pp. 539–548) o, más
probablemente, edículas (según H. von Hesberg, “Römische Grabbauten in den hispanischen Provinzen... [cit.], p. 167).
H. von Hesberg, Römische Grabbauten (cit.), pp. 121ss. (“Mehrstöckige Aediculabauten”).
P. Gros, “Les monuments funéraires à édicule su podium dans l’Italie du Ier s. av. J. C.”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos
funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. I, pp. 11–32.
H. von Hesberg, op. cit., pp. 94ss.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
En el sur peninsular hemos documentado estos tipos de tumbas, sobre todo, en la zona del alto Guadalquivir, destacando la rica
ornamentación exterior de los monumentos resueltas mediante relieves y esculturas de bulto redondo, como se documenta, sobre todo,
en ejemplares de Castulo, Iliturgi, Tugia y Salaria66.
De esta última ciudad, que es una colonia fundada en época
de César o Augusto, sobresale el mausoleo turriforme “abierto” de
la familia de los Stlaccii, de momentos tardoaugusteos, con restos
del friso epigráfico decorado con relieves, de la estatua de una de las
difuntas y de un león sepulcral, aunque de éste no sabemos la colocación exacta, que pudo ser en una de las esquinas del coronamiento,
del cuerpo superior o del cuerpo inferior, formando pareja con otra
escultura leonina67 (fig. 49)
Destaca la riqueza de la decoración en relieve de estos mausoleos del alto Guadalquivir, que es verdaderamente peculiar en el
panorama hispano por su concentración y variantes con respecto a
unos esquemas comunes. Como de forma significativa indicara A.
Balil en un artículo publicado póstumamente:
“Estas esculturas del Alto Guadalquivir, con su especial gusto
por la labra de materiales locales y la exclusión del mármol,
nos muestran un mundo muy distinto del que se vivía en las
grandes ciudades, hoy diríamos cercanas, del valle del Betis. Se
comparte una cultura, un gusto y un estilo de vida que, como
en aquéllas, es romano pero este ropaje tan adaptado, que no
puede considerarse ni disfraz ni apariencia exterior, se une a
las reminiscencias de la tradición popular”68.
Fig. 49. Restitución ideal de la tumba de
los Stlaccii, de la colonia Salaria (“Úbeda
la Vieja”, Úbeda, Jaén), según Baena y
Beltrán, 2002, fig. 16.
En primer lugar, se identifica una típica decoración pseudoarquitectónica, basada en pilastras corintias de las que normalmente cuelgan guirnaldas de frutos, hojas y flores –en ocasiones asociadas a celosías
bajas de desarrollo romboidal–69. Las variantes se establecen en función de la presencia o no de elementos
colgados de la comba de la guirnalda (instrumentos musicales, objetos cultuales, como flautas frigias o tympania, otros objetos, como espejos o máscaras, teatrales o báquicas) y de erotes alados –en parejas o dobles
parejas– que se asocian a la ornamentación vegetal. A pesar de que algunos de estos modelos se documentan
en la pintura romana desde época tardorrepublicana y en algunos mausoleos itálicos de hacia mediados del
siglo I d.C. (por ejemplo, de la región de Brescia)70 –lo que sirve para enmarcar en parte la cronología de
origen–, los programas desarrollados en los mausoleos giennenses son únicos, conformando un conjunto
excepcional en Hispania, por su número y variantes y por sus peculiaridades en el estilo y temática de su
ornamentación en relieve.
66
67
68
69
70
Ahora, L. Baena y J. Beltrán, Esculturas romanas de la provincia de Jaén... (cit.), passim.
J. Beltrán y L. Baena, Arquitectura funeraria romana... (cit.), esp. pp. 145ss. Frente a otras propuestas anteriores, la inscripción debería decir: M(arcus). Stl[accius. M(arci). ? f(ilius)] / Se[rgia (tribu)] / Stlacci[a --] / sibi. et. s[uis. --] // ---.
A. Balil Illana, “Notas sobre las esculturas romanas del Alto Guadalquivir”, Estudios dedicados a Alberto Balil. In memoriam,
Málaga, 1993, p. 47. Cfr. L. Baena y J. Beltrán, op. cit.,p. 37.
Un resumen en J. Beltrán y L. Baena, op. cit., pp. 60s.
Vid. G. Cavaliere Manase, Il monumento funerario romano di via Mantova a Brescia, Roma, 1990. Cfr., en la Campania, A.
Simonelli, “Alcune osservazioni sull’architettura funeraria di Abellinum”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en
el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. II, pp. 27–56, con mausoleos y relieves similares a los surhispanos y bibliografía
y paralelos adecuados.
131
José Beltrán Fortes
En segundo lugar, destaca la ornamentación de los frisos71, que debieron corresponder tanto al primer
como al segundo piso y que, a diferencia que en el resto de los territorios romanos, no se resuelven como
“frisos dóricos”, según ya se dijo72. Por el contrario documentamos diversas variantes de los que hemos
denominado como “frisos de metopas”, que incluyen normalmente el epígrafe y que presentan, sobre todo,
máscaras teatrales y dionisíacas y otros motivos. Además, tenemos los más típicos frisos de roleos acantiformes, que se vinculan a los modelos impuestos en la ornamentación arquitectónica romana desde época
augustea y julio–claudia.
Estos tipos monumentales de tumbas representan también en el sur hispano el reflejo de un interés de
los grupos socioeconómicos privilegiados por formas de enterramiento vinculadas al nuevo poder de Roma
y, por tanto, exponentes del proceso de “romanización”. Momento determinante de ese proceso será la
época césaro–augustea, en que se conforma un nuevo mapa de ciudades privilegiadas, potenciando algunas
de las antiguas ciudades con el estatuto municipal, arruinando otras, que son abandonadas, o fundando
colonias que controlaban de forma más certera territorios y caminos. En ese proceso aumenta la presencia
de nuevos colonos y gentes itálicas, pero la escasa epigrafía que por ahora podemos asociar a los mausoleos
no sólo corresponde a las nuevas presencias foráneas de origen itálico, sino asimismo documenta la trascendencia de personas derivadas de las antiguas oligarquías de las poblaciones prerromanas. Las inscripciones
de las urnas del “sepulcro de los Pompeyos” –con sus nombres y cognomina indígenas– es quizás el más
completo ejemplo que contamos en nuestros territorios para documentar esa latinización de la onomástica
y el desempeño de las magistraturas romanas en las nuevas ciudades romanas, como ocurriera en la colonia
Ituci.
Fig. 50. Friso con inscripción y relieves de “Arjonilla” (Arjona, Jaén), de la tumba del duoviro M. Horatius Bodonilur y su esposa
Lucretia Sergieton, según Baena y Beltrán, 2002, lám. IV, 1.
Junto a los Stlaccii citados del monumento de Salaria, de clara vinculación itálica, o los Cornelii de
Castulo, perviven los nombres indígenas –sobre todo en cognomina de tria nomina romanos– como el Marcus Horatius Bodonilur, duoviro del municipio de Vrgavo, y su esposa Lucretia Sergieton (fig. 50), que también ilustran el proceso de integración de las antiguas oligarquías locales en las nuevas elites conformadas
con la presencia romana, en otra ciudad que de nuevo recibió su estatuto jurídico privilegiado en momento
césaro–augusteos.
71
72
132
Un resumen en J. Beltrán y L. Baena, op. cit., pp. 57–60.
Junto al ejemplar de “friso dórico” de Castulo (Linares, Jaén) (L. Baena y J. Beltrán, op. cit., nº 79, lám. XXXIX) tenemos
ahora el ya citado ejemplar de “El Guijo” (Écija, Sevilla), según J. Beltrán y S. Ordóñez, op. et loc citt..
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
5. MATERIALES DEL AJUAR DE LA “TUMBA DE LOS POMPEYOS”
El elemento excepcional del sepulcro descubierto lo suponía, sobre todo, el interesante lote de urnas de
piedra con las inscripciones grabadas en sus frentes –a cuyo estudio se dedicará el siguiente capítulo–, pero
es asimismo muy interesante el análisis de los ajuares que acompañaban las urnas, tanto en su disposición
general y relación con éstas, cuanto en su análisis concreto en orden a obtener una cronología más ajustada
del período de uso de la tumba. Aunque en general son las urnas de piedra y la de vidrio dentro del contenedor de plomo (considerada lámpara de luz inextingible) los materiales que más atraen el interés, describiendo su forma, epígrafes, lugares y modos de colocación, etc., también existen referencia y descripción de
los principales elementos de los ajuares en algunos de los autores que tratan del descubrimiento. Incluso en
muchos casos se acompañan de dibujos, que sirven más o menos para llevar a cabo un estudio aproximado
de muchos de estos materiales.
Así, en la carta anónima ya citada que escribe un coronel del Regimiento de Caballería del Príncipe el día
20 de agosto del mismo año 1833 también se citan las urnas y algunos ajuares de una forma muy simple:
“…sobre otra repisa,... en las esquinas varias botellas de vidrio de hechuras particulares, lagrimatorios
y una caja como sombrerera de plomo y dentro una gran redoma de vidrio todavia con un mantillo de
licor que dicen sería la inestinguible; las urnas son como de media bara de largo y una cuarta de ancho
con su tapadera como el diseño…”1
Mucho más extensa es la información transmitida en otra carta de 22 de agosto de 1833 que el baenense José de Morales dirige a M. de la Corte, con algún dibujo de escasa calidad, y que reproduce en su
memoria presentada a la Real Sociedad Económica de Baena, en 1840:
“…se han encontrado cuatro botellitas de esta figura que se cree tendrian esencias, del grandor cada
una de seis dedos de largo y dos ó tres de ancho de cristal, asi como tambien la botella del liquido, cuyos
pedazos por dentro estan de todos colores, como si los hubieran pintado, azul, color de fuego, pajizo, una
especie de taza, como las ordinarias, redonda y sin asas, azul celeste, con una botellita dentro tambien
azul y de cristal de esta hechura una taza de cristal pajiza y otra de bucaro finisino, con muy finas
labores de esta hechura y color encarnado, descolorido y un puntero como de marfil… asi como una
espuerta de huesos negros por dentro y calcinados por fuera de haberlos quemado para meterlos en las
urnitas… se conocen muy bien algunas canillas, el hueso de la rodilla y algunos de la cabeza: hay otros
como dorados que corresponden á una urna, que está por dentro con polvos dorados…”2
En otra carta de 6 de septiembre de 1833 su autor anónimo asimismo describe parte de los ajuares,
tras haber descrito las urnas de piedra y la de cristal dentro del recipiente de plomo, siempre interpretada
como una lámpara (“…una linterna encendida de vidrio que aun conserbaba como un cuartillo de licor metido
en una funda de plomo de media vara de altura, cuarta y media de diametro, su suelo conbejo y su cubierta
plana del mismo metal con un agujero redondo en dicha funda que seria para q. diese luz a dicho salon.”), de
la siguiente manera escueta: “...Ademas hallaron tres redomas, la una de cabida de medio cuartillo y las demas
pequeñas de una racion. Tambien hallaron un tarro casi redondo de barro de color y olor de bucaro de cabida de
dos cuartillos. Y ultimamente una espatula de marfil de media cuarta de longitud…”3.
De la escasa calidad que en ocasiones presentan los dibujos que acompañan a algunas de las descripciones
dan buena prueba las que Francisco Julián Madrid incluyó en sus artículos publicados en el Boletín Oficial de
la Provincia de Córdoba, en concreto en el nº 127, de 10 de abril de 1834 junto al siguiente texto (fig. 51):
1
2
3
Apéndice II, nº 3.
Apéndice IV, nº 8 (tabla de documentos” nº 1).
Apéndice II, nº 6.
133
José Beltrán Fortes
“Núm. 1.º La lampara inestinguible, esto es, la funda de plomo que tenia con su tapadera, como indica la letra V.: tiene de alto media vara menos una pulgada y una linea, y de su ancho de una tercia y una pulgada.
Núm. 2.º Es la figura de tres vasos, el uno de búcaro con hermosos grabados, otro de cristal color de
cuerno, y otro su color comun.
Núm. 3.º Es un barrilito de cristal muy fino, y solo un poco mayores otros tres de barro.
Núm. 4.º Otro barrilito pequeño color azul.
Núm. 5.º Son tres como ollas de barro con asas, dos iguales y la tercera mas pequeña á la manera de
un puchero.” 4
Fig. 51. Esquemáticos dibujos que dio a conocer F. J. Madrid en el Boletín Oficial de la
Provincia de Córdoba el 10 de abril de 1934, del ajuar de la “tumba de los Pompeyos”.
Es por ello que hasta ahora las fuentes principales para el estudio de estos materiales eran básicamente dos, los dibujos y descripciones publicados por M. de la Corte en el Semanario Pintoresco
Español y la fotografia de las urnas y parte de los
otros materiales que aún se conservaban en 1903 y
que dio a conocer F. Valverde y Perales. Ahora podemos sumar los dibujos realizados por A. Fernández–Guerra, que habían quedado inéditos, pero que
cronológicamente son los que se realizan primero.
En efecto, el autor granadino recoge en su memoria inédita de 1834 la referencia a tales elementos
de los ajuares e incorpora dos láminas de dibujos, incluyendo en la primera la urna de cristal y el contenedor de plomo. El problema radica en que describe
más piezas de las que dibuja y que, además, no coinciden en algunos casos la referencia de la numeración
de la descripción con la colocación en las láminas, por
lo que en ocasiones existen dudas sobre la correspondencia exacta. En resumen, sólo dibuja nueve de los
objetos pertenecientes a los ajuares (figs. 52 y 53).
En efecto, la relación de descripciones que
acompaña estos dibujos no se corresponde exactamente con la disposición de las figuras en las láminas y tampoco dibuja todos los que cita en la siguiente relación5:
4
5
134
Apéndice III, nº 6.
Apéndice III, nº 7, VII.
Fig. 52. Primera lámina de materiales de la “tumba de los Pompeyos”, realizada por A. Fernández–Guerra (1834), lám. 5ª.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
“El número 1º lám. 5ª es la funda de plomo
de 15 pulg. 7 lin. de alto; 14 p. 31 de diámetro en la que se incluia la ampolla de vidrio nº 2 de la figura de una pecera. Yo conservo 4 grandes pedazos de ellas de los que
hablaré del sitio donde estaba colocada.
N. 3 Dos ollas grandes (ollae)6 acaso de la
en que acabados los misterios en el sacrificio,
cocían con el vino y sangre e incienso que se
derramaba del ara, la carne de las víctimas
que comían los sacerdotes y demas ministros
que habían estado presente en el sacrificio.
Solo existía cuando yo copié aquellos monumentos una de estas ollas completas, y los
restos de la otra. Las letras 00 indican el
sitio donde estaban en el panteón.7
N. 4 Jarrito pequeño de barro a manera de
Fig. 53. Segunda de las láminas elaboradas de los ajuares de la
prefericulo, tal vez para depositar en él el “tumba de los Pompeyos”, según A. Fernández–Guerra (1834),
vino del sacrificio.
lám 6ª.
5. Sugrundario, tazón donde depositaban
los restos de los niños que morían antes de cumplir los 40 días. Había varios de estos y no queda ninguno actualmente. Dentro del sepulcro vi restos de varios de diámetro de una tercia. De este conservo
pedazos.
6. Tres lacrimatorios de barro8. En ellos se recogían las lágrimas de los amigos y parientes. Estaban
colocados a los lados de las urnas. Los vi estos también en Baena, y muchos pedazos y de la lámpara en
el sepulcro.
7. Otro lacrimatorio muy fino de cristal.
8. Otro de vidrio, muy azul.
9. Bucarillo finísimo con relieves muy lindos de tirsos hojas de yedra, de pámpanos y racimos y unos
satirillos. Fue el último que vi en mi primera y no lo pude copiar con detención, lo dejé para la segunda
en que me dijeron que un chiquito lo había hecho pedazos9. Creo sin embargo que existe todavía..!!
10. Vasito de cristal. Eran dos los que vi en Baena.
11. Otro de color cenizoso obscuro.
12. Un pedazo de espátula de marfil10.”
Aunque en el texto ya nos indica que varios de las piezas habían desaparecido o fracturado, tampoco
debemos olvidar que los ajuares debieron ser mucho más ricos y completos, como indica él mismo a continuación: “Mas eran los vasos de barro y vidrio y otras pequeñas vasijas pero como fáciles de quebrarse ha perecido
la mayor parte. Dos espuertas vi en Baena solo de casquillos de aquellos monumentos y otras de huesos quemados.
De estos tomé una gran porción y los conservo en mi gabinete.”
También Manuel de la Corte describió las piezas del ajuar, acompañado de un dibujo de ellas (fig. 54):
6
7
8
9
10
No corresponde con la numeración de las láminas que acompañan finalmente la memoria, sino que se trata del nº 1 de la
lámina 6ª. El ungüentario dibujado en el nº 3 de la lám. 1ª se describe en el nº 6 de esta relación manuscrita.
Se refiere al dibujo de la planta de la cámara que él había realizado, por lo que las dos orzas se situaban respectivamente en
las esquinas NE y SE, donde colocó dichos signos.
No sabemos si los tres ungüentarios que dibuja en las dos láminas son estos tres, o alguno de ellos (en concreto el de la lám.
5ª, nº 3) es de vidrio, de los que cita a continuación también varios.
Ello hace que el dibujo pueda no ser muy fiable.
Debe corresponder al nº 7 de la primera lámina.
135
José Beltrán Fortes
“Entre cada dos de las urnas ocupando el intervalo que estas dejaban, habia colocados dos vasos lacrimatorios, dos cinericios de barro muy duro, dos capendulas de vidrio, dos ullas ú ollas de barro tambien
para el uso de los sacrificios á Pluton y los Manes; un bucaro de mediano tamaño, terso, brillante y de
admirable finura, recargado de preciosas labores y entallados que representan guirnaldas de vid, apio
y otros arbustos consagrados á los Dioses; y varios utensilios sacrificiales, que en su mayor parte se conservan con esmero en la villa de Baena... los descubridores..., volcaron en el suelo y mezclaron aquellas
cenizas, sin otro fruto que lograr, en vez de tesoros, restos humanos y algunas ampollas de vidrio, pomos
de esencias, una espatula de marfil y un botecillo de figura muy elegante y color azul formado de vidrio
mas compacto. No es fácil venir en conocimiento de estos útiles sin verlos dibujados, por lo cual los
insertamos a continuacion.”11.
Fig. 54. Dibujo de parte de los ajuares de la “tumba de los Pompeyos”, según M. de la Corte (1839)
En este dibujo parece advertirse sólo una composición con diversa perspectiva, pero a partir de los
dibujos de Fernández–Guerra, ya que básicamente coinciden entre sí. Así, de izquierda a derecha los dos
primeros ungüentarios corresponden a los recogidos por Fernández–Guerra en su lám. 6ª, nos 2 y 3; la taza
cerámica en lám. 5ª, nº 6; la orza con dos asas en lám. 6ª, nº 1; la espátula en lám. 5ª, nº 7; la orzita carenada en lám. 5ª, nº 5; el pequeño cuenco en lám. 6ª, nº 3 y el último ungüentario en lám. 5ª, nº 3. Sólo
le faltó la jarrita de dos asas recogida en lám. 5ª, nº 4. También la urna de vidrio (“la lámpara”) que dibuja
M. de la Corte se asemeja a la realizada por Fernández–Guerra, aunque desde otra perspectiva, lo que es
algo evidente ya que como afirma éste la urna estaba quebrada en 1834 –cuando él visita Baena– e incluso
se llevó consigo algunos fragmentos, por lo que el cordobés no pudo dibujarla posteriormente.
Finalmente, Francisco Valverde, a comienzos del siglo XX, no se refiere ya a los elementos de los
ajuares, sino sólo a las urnas de piedra y a la de cristal, criticando su interpretación como lámpara de luz
inextinguible12. El elemento más destacado de la obra de este autor para el análisis de los ajuares citados lo
constituye la inclusión ya de una fotografía que incluye –en un montaje superpuesto en la misma lámina–
las urnas y otras piezas que todavía en su época se conservaban en poder de los descendientes del antiguo
propietario, las hijas de Diego de Pineda (fig. 55).
Si analizamos los materiales de ajuar de la fotografía podemos identificar algunos de las piezas ya dibujadas. Así, en la banda superior, sólo aparece la orza globular con dos asas (lám. 6ª, nº 1, de Fernández–
Guerra). En la banda intermedia, se dispone el pequeño cuenco (lám. 6ª, nº 3), sobre la urna de la derecha,
y dos ungüentarios sobre las dos urnas colocadas más a la izquierda; sin embargo, la forma de ambos no se
corresponde exactamente con ninguno de los dibujados por Fernández–Guerra, por lo que deben ser otros
dos nuevos ejemplares. Finalmente, en la banda inferior sí reconocemos la orza de dos asas, de menores
dimensiones y cuello más corto que la anterior (lám. 5ª, nº 4, de Fernández–Guerra), aunque tampoco
ninguno de los dos ungüentarios piriformes colocados encima de la urna de la derecha corresponden exac11
12
136
Apéndice IV, nº 1.
Apéndice III, nº 14.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
tamente con el dibujado por el granadino
en su lám. 6ª, nº 4; tampoco el cubilete de
la parte izquierda había sido referido por
Fernández–Guerra.
Dentro de los límites que lógicamente
nos impone la documentación existente podemos intentar un ensayo de identificación
y clasificación de los citados materiales.
Así, aparte de las urnas de piedra, podemos
identificar la presencia de una urna vítrea
y su contenedor plúmbeo, en una asociación típica para proteger el recipiente de
vidrio13. Fernández–Guerra la describe de
la forma siguiente: “...la ampolla contenida
en la funda de plomo... cuya figura representa
el nº 2 de la lám. 5, era de vidrio bastante
claro, y mas grueso por la parte más expuesta
a quebrarse que por el fondo (el mayor grueso 21/2 lin.; el menor 1)”14. La forma vítrea
Fig. 55. Urnas y otros materiales arqueológicos de la “tumba de los Pom- corresponde a una forma globular tipo 67
de Isings15. Cuestión aparte es la debatida
peyos”, en una fotografía editada por F. Valverde (1903).
identificación todavía entre los curiosos y
algunos eruditos de la época de esta urna vítrea como “una lámpara de fuego inextinguible”16, que aún
mantiene el propio Manuel de la Corte y Ruano en 183917. El erudito cordobés resumía la polémica, con
referencia al tema recurrente entre ciertos anticuarios defensores de la existencia de un líquido secreto
usado por los romanos que hacía arder a las lámparas de forma perenne18 y que incluso había sido buscado
de forma experimental por algunos químicos, frente a autores críticos frente a ese planteamiento, como el
español ilustrado el padre Feijoo19; aunque ya éste negaba la verdad de que ello hubiera sido documentado
13
14
15
16
17
18
19
Cfr., por ejemplo, M. Bendala Galán, La necrópolis romana de Carmona... (cit.), lám. 77, 2; R. Atencia Páez, La ciudad
romana de Singilia Barba (Antequera, Málaga), Málaga, 1988, pp. 99–103; S. Vargas, “El conjunto funerario de La Constancia (Córdoba). Ajuares y cronología”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba,
2002, II, pp. 297–310; D. Vaquerizo, J. A. Garriguet y S. Vargas, “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la
topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Córdoba, 2005, pp. 98ss.
Apéndice III, nº 8, XII.
C. Issings, Roman Glass from Dated Finds, Groningen, 1957, pp. 86s.
Otra cuestión es el hecho cierto de que, sobre todo en época tardoantigua, se usaron recipientes de vidrio de formas profundas y abiertas (cuencos hemiesféricos o cuencos y vasos troncocónicos, o de forma globular u ovoide, con asas y umbo, etc.)
como lámparas rellenas de aceite y con mechas colocadas en el borde o flotando en el líquido; cfr. M. Uboldi, “Diffusione
delle lampade vitree in età tardoantica e altomedievale e spunti per una tipologia”, Archeologia Medievale, XXII, 1995, pp.
93–145; y para ejemplos hispanos, M. Xusto Rodríguez, O vidro provincial galaicorromano, Vigo, 2001, pp. 421–427.
Apéndice IV, nº 1. Por el contrario el joven Fernández–Guerra, sin creer en la especie del “fuego inextingible”, se debate en
su incapacidad para identificar el objeto (“...imposible clasificar este monumento, tan raro, tan singular.”, Apéndice, III, nº 8,
XII); así, describe minuciosamente los fragmentos que recogió y consideró que estaba lleno de un líquido fosfórico, por lo
que apuntaba a ser una lámpara originalmente, pero se extrañaba de que fuera dentro del recipiente del plomo, que invalidaba esa función. En el informe oficial de la Real Academia de la Historia se dice, de forma poco clara: “Ni es cosa nueva lo
de la lampara que dicen ardia y se apagó al abrir el sepulcro. Walfango Latio en su erudita obra con el titulo de Comentarios sobre
la República Romana habla de esto refiriéndose a la autoridad de Plinio y de Apiano: pero este punto pertenece a la Quimica.”
(Apéndice II, nº 18).
Una tradición que también recogía Francisco Julián Madrid en su estudio sobre la “lámpara” de la “tumba de los Pompeyos”
refiriendo la aparecida, según la tradición, en la “inexistente” tumba de Tulia, la hija de Cicerón (Apéndice II, nº 10).
B. J. Feijoo, Teatro Crítico Universal, tomo IV, Madrid, 1730, discurso tercero, párrafos I–XIII, quien refería el episodio de
Tulia en los siguientes términos: “La tercera [lámpara de luz inextinguible] se atribuye al sepulcro de Tulia, hija de Cicerón,
137
José Beltrán Fortes
en tumbas de Roma, Manuel de la Corte refería a descubrimientos de Pompeya y Herculano –pero no cita
cuáles– para su aceptación20.
Otros recipientes recuperados en el contexto de la cámara de la “tumba de los Pompeyos” parece que
pudieron tener una función de urnas cerámicas, en función de las dimensiones de las vasijas y los paralelos que podemos destacar. Así, citaremos dos urnas
cerámicas de cuerpo globular, ollae, sin pie, con dos
asas laterales de perfil redondeado y con cuello ancho y labio exvasado, que –al menos la dibujada por
A. Fernández–Guerra (lám. 6ª, nº 1) y si aplicamos
las medidas derivadas de la escala que acompaña
una de las láminas– tendría unos 30cm de altura.
El uso de este tipo de vasijas como urnas está bien
constatado en el sur peninsular durante época republicana y al menos el siglo II. d.C., con diversas
variantes, que han sido estudiadas para el caso de
las necrópolis de Corduba con el establecimiento de
cinco tipos21. Son formas locales que encuentran sus
precedentes formales en la cerámica ibérica, razón
por la que muchos de ellas conservan aún decoración pintada en bandas de tradición indígena. Los
mejores paralelos se encuentran en ejemplares del
tipo V, como algunas piezas que proceden de la necrópolis del “Camino Viejo de Almodóvar”22 (fig.
Fig. 56. Urna de la necrópolis del “Camino Viejo de Almodó- 56). Formas similares recuperadas en Baria (Almería) fueron datadas en época augustea23 y en Ampuvar” (Córdoba), según García Matamala, 2002, lám. VI.
rias hacia mediados del siglo I d.C.24.
De similar forma, se cataloga otro recipiente cerámico de cuerpo globular y con el labio asimismo
exvasado de cercana tipología, aunque de menor tamaño y con variantes formales –según el dibujo de
Fernández–Guerra– en la forma de las asas, con el borde más corto y con pie. Sin embargo, en la fotografía
de Valverde la similitud entre los dos ejemplares es más apreciable, por lo que quizás se trate de otra vasija.
En todo caso nos encontraríamos, pues, con dos vasijas cerámicas –tres si seguimos la indicación de Fernández–Guerra de que vio una tercera fragmentada– con función de urnas cinerarias de tradición indígena.
En el mismo dibujo citado (lám. 5ª, nº 5) se representa un recipiente cerámico que podría identificarse
como un cuenco de cuerpo globular y pequeño pie, que delimita el cuello pero presenta el labio exvasado,
con unas líneas dibujadas en la zona del hombro, que quizás correspondan a elementos de la decoración.
Se trata de cuencos cerámicos de amplia cronología, por lo que no sirven para afinar la datación concreta
de estos ajuares.
20
21
22
23
24
138
descubierto en la Via Apia; unos dicen que en el Pontificado de Sixto Cuarto; otros que en el de Paulo Tercero. Conocióse ser de
esta Señora el cadáver por la inscripción Latina que tenía puesta por su mismo padre: Tulliolae filiae meae. A mi hija Tuliola.
Añaden que al primer impulso del ambiente externo se apagó la Lámpara, que había ardido por más de mil y quinientos años, y
se deshizo en cenizas el cadáver que antes estaba entero. En efecto sabese, que Cicerón amó con tan extraordinaria fineza a su hija
Tulia, y estuvo en su muerte tan negado a todo consuelo, que se debe extrañar que quisiese, siendo posible, eternizar la memoria
de su amor en aquella inextinguible llama sepulcral.”
Apéndice nº IV, nº 1.
B. García Matamala, “Enterramientos con urnas de tradición indígena en Corduba”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos
funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, vol. II, pp. 275–296.
Ibidem, pp. 285, figs. 9–10 y láms. VI–VII. Cfr., Idem., “Enterramientos de tradición indígena en Corduba”, Anales de
Arqueología Cordobesa, 13–14, 2002–2003, pp. 251–278.
M. J. Almagro Gorbea, Necrópolis de Baria (Almería). Campañas 1975–1978, Madrid, 1984, p. 201.
M. Almagro Basch, Las necrópolis de Ampurias, Barcelona, 1955, p. 52.
Estudio arqueológico de “La tumba de los Pompeyos”
En relación al otro cuenco que describía Fernández–Guerra como “bucarillo finísimo con relieves muy
lindos de tirsos hojas de yedra, de pámpanos y racimos y unos satirillos” y que dibujó en su lám. 6ª, nº 6, ciertos
aspectos como el perfil de la vasija, sus dimensiones (diámetro de unos 20–25cm) y la citada decoración en
relieve parecen caracterizarlo ya como una vasija de terra sigillata, itálica –que en ese caso debería corresponder a una forma Drag. VI– o gálica –a lo que apunta mejor el perfil de vaso, cercano a la forma Drag. 37–.
No debemos olvidar que las primeras se introducen en la Bética desde época de Augusto, en los últimos
decenios del siglo I a.C., mientras que las segundas a partir del reinado de Tiberio y, especialmente, desde
el de Claudio.
Asimismo se dibujan o fotografían varios ungüentarios cerámicos de diverso desarrollo. Los tres dibujados por Fernández–Guerra –si fueran todos de cerámica– parecen corresponder a ungüentarios clasificables dentro de la forma Oberaden 29, con cuerpo piriforme, más o menos desarrollado, base plana y cuello
largo, con datación desde mediados del siglo I a.C. hasta mediados del siglo I d.C., pero especialmente
abundante en época augustea25. A esa misma clasificación corresponde el ungüentario cerámico identificado sobre la urna colocada a la izquierda en la banda central de la fotografía de Valverde y Perales. No
obstante, es posible que los de cuerpo más piriforme fueran ya ungüentarios vítreos, dentro de la forma De
Tommasso 70, formalmente similar a la Isings 8 pero de datación algo anterior, desarrollada a partir del
reinado de Tiberio, según aquel autor26. En esa misma fotografía los otros tres ungüentarios parecen corresponder a formas vítreas, aunque sigan formas propias de ungüentarios cerámicos. Así parece ocurrir con el
de cuerpo globular y diversa altura del cuello. Por el contrario, el situado en la banda central se caracteriza
por una basa plana y ancha, con el cuerpo de forma casi triangular y el cuello corto.
Junto a ellos destaca la presencia al menos de un vasito de paredes finas con paredes oblicuas y carena
en la parte baja del cuerpo, asimilable a la forma XII, 167, de Mayet, forma común entre las producciones
de paredes finas que se data especialmente en época augustea27. Por sus escasas dimensiones es posible también que el pequeño cuenco hemiesférico dibujado por Fernández–Guerra (lám. 6ª, nº 3) y, seguramente,
recogido en la fotografía de Valverde fuera asimismo de paredes finas, correspondiendo a algunos de los
pequeños cuencos hemiesféricos, lisos y sin pie o con un ligerísimo resalte de las formas XXXIII, XXXV ó
XXXVII de Mayet28. Aunque también podría tratarse de un cuenco hemiesférico de cerámica campaniense29 o, incluso, de un pequeño cuenco de cerámica común.
Como se dijo, sólo corresponden a una selección de los materiales aparecidos en el interior de la
cámara, sobre todo más abundante en ungüentarios –cerámicos y vítreos– y en otras piezas de vidrio,
en consonancia con una tónica general en que las formas vítreas coexisten en principio y luego irán sustituyendo a las urnas de piedra o cerámicas, lo que justifica en la serie de la “tumba de los Pompeyos” la
preponderancia de urnas pétreas y cerámicas, pero ya con la presencia de una urna vítrea y materiales de
ajuar vítreos. Aunque no son bien conocidos en los territorios béticos la cronología o secuencia diacrónica
de enterramientos de época augustea y del siglo I d.C., destacan ahora los trabajos llevados a cabo en el
marco de las necrópolis cordobesas, a raíz del proyecto dirigido por D. Vaquerizo30, que sirve además para
apreciar las similitudes y diferencias de ajuares existentes entre la capital provincial y la “tumba de los Pompeyos” 31, como ya hemos visto en el caso de las urnas cerámicas. El ejemplo mejor estudiado y reciente lo
25
26
27
28
29
30
31
Corresponde a la forma 63 b de M. Vegas, Cerámica común romana del Mediterráneo Occidental, Barcelona 1973, pp. 153s.
También las clasifica A. Camilli, Ampullae. Balsamari ceramici di età ellenistica e romana, Roma, 1999, p. 144.
G. De Tommasso, Ampullae Vitrae, Roma, 1990, p. 83; C. Isings, op. cit., p. 24.
F. Mayet, Les céramiques à parois fines dans la Péninsule Ibérique, Paris 1975, vol. I, p. 50.
El primero de época de Augusto/Tiberio, el segundo de época de Tiberio/Claudio y el tercero de momentos de Tiberio/
Claudio a Flavios (F. Mayet, op. cit., pp. 67, 71 y 73).
En el ajuar de la tumba cordobesa de “La Bodega” se encuentra un cuenco campaniense C, de perfil similar, según B. García
Matamala, “Enterramientos con urnas de tradición indígena… (cit.), p. 289, fig. 11 y lám. VIII.
D. Vaquerizo Gil, “Espacios y usos funerarios en Corduba”, en D. Vaquerizo, ed., Espacios y usos funerarios en el Occidente
Romano, Córdoba, 2002, vol. II, pp. 143–200.
Especialmente en el caso de las cámaras hipogeas cordobesas en relación con la “tumba de los Pompeyos”, ya que faltan
–o tienen desarrollos diferentes en la forma y el material (rápida adopción del mármol)– los mausoleos con edículas sobre
139
José Beltrán Fortes
supone el del sector llamado de “La Constancia” en la necrópolis septentrional de colonia Patricia, donde se
documentan recintos o acotados funerarios y enterramientos de incineraciones en urnas con ricos ajuares,
datables en una secuencia de los siglos I y II d.C.32 Aquí se advierte la convivencia y sustitución a lo largo
de ese período de urnas cerámicas de tradición ibérica33, urnas de piedra de formas cuadrangulares y urnas
de vidrio dentro de recipientes plúmbeos, las tres variedades documentadas asimismo en Torreparedones,
aunque en el caso cordobés de “La Constancia” la secuencia arranca de época de Tiberio. De todas formas
asimismo sirve para destacar cómo en el caso de los ajuares de la “tumba de los Pompeyos” –a pesar de no
estar completos– faltan ejemplares significativos y muy abundantes en los de las necrópolis cordobesas de
inicios del Imperio, como son la terra sigillata hispánica precoz, sobre la que –junto a las “paredes finas”
y ungüentarios cerámicos o vítreos, sí presentes en Torreparedones– se basa el modelo de “ajuar–tipo” de
aquellos momentos en “La Constancia”34. Sí es similar la escasez de terra sigillata, que sólo esporádicamente
ya en época de Claudio/ Nerón se testimonia con t.s. gálica y, desde Nerón/inicios de los Flavios, con t.s.
hispánica35. En nuestro caso sólo contamos con la presencia de un cuenco que debe corresponder mejor a
t.s. gálica.
En conclusión, podemos mantener como plausible la datación tradicional de época augustea, durante
los últimos decenios del siglo I a.C., para la construcción de la tumba y consecuentemente los enterramientos más antiguos, mientras que algunos de los materiales de los ajuares podrían apuntar mejor a una
cronología algo más avanzada, que afectara a los reinados de los emperadores siguientes durante los primeros decenios del siglo I d.C. Sin embargo, las características de los contextos impiden poder establecer
una secuencia exacta en la ocupación de la cámara, aunque el uso principal debió tener lugar especialmente
durante la época augústea. La imposibilidad de asociar los ajuares a sus respectivas incineraciones imposibilita una discriminación cronológica entre ellas. Sin embargo, parece lógico pensar que la incineración en
el interior de la urna vítrea pueda ser la más reciente, dadas las consideraciones anteriormente expuestas, en
relación con ese momento ocupacional más avanzado del siglo I d.C., así como los otros elementos de ajuar
elaborados en vidrio y el cuenco de t.s. gálica, si hemos de pensar que se trata de éste y no de un recipiente
de t.s. itálica.
32
33
34
35
140
podio tan característicos de otras zonas surpeninsulares y que asimismo se constatan seguramente en Torreparedones en la
tumba de “la Mazmorra”.
D. Vaquerizo, J. A. Garriguet y S. Vargas, op. cit., passim.
Cfr., B. García Matamala, op. cit., passim.
D. Vaquerizo, J. A. Garriguet y S. Vargas, op. cit., p. 172.
Pero sólo un plato gálico en el enterramiento nº 14 y otros hispánicos en los enterramientos 34 y 42 (Ibidem, pp. 179ss.,
en la tabla de resumen).
CAPÍTULO IV
las urnas del mausoLeo
“de los pompeyos”
Pedro Rodríguez Oliva
Universidad de Málaga
D
e entre todos los documentos arqueológicos que se hallaron con motivo del fortuito descubrimiento en agosto de 1833 en el cortijo de las Vírgenes, término municipal de Baena (Córdoba),
de la que vino en llamarse “Tumba de los Pompeyos”1, la mayor difusión la han tenido el conjunto de urnas de piedra con epígrafes allí aparecidas. Son estas piezas, efectivamente, las que, a lo largo
de los más de ciento setenta años transcurridos desde su aparición, han venido suscitado un mayor interés
en la comunidad científica fundamentalmente por la llamativa onomástica que sus textos ofrecen2 y que
ponen en relación a los allí nombrados con las clientelas de Pompeyo en la Hispania Ulterior3. Frente a la
atención que por tal razón se ha prestado a esas urnas, sobre la arquitectura de la tumba se ha escrito, muy
al contrario, bien poco4. El gran interés que le suscitaron las inscripciones de esas urnas al francés Prosper
Merimée en un trabajo que publicó en Francia una década después del hallazgo, no tuvo contrapartida en
el caso del edificio funerario al que apenas mencionó5. Quienes le habían antecedido en la publicación de
aquel descubrimiento, como era el caso del cordobés Luis María Ramírez y de las Casas–Deza6, basaron su
descripción de la tumba en la un tanto fantasiosa que en 1839 había realizado el inspector de antigüedades
Manuel de la Corte y Ruano en un trabajo publicado en el Semanario Pintoresco Español y que apareció en
varias entregas entre octubre y diciembre de ese año7. Fue precisamente esa publicación el motivo del enfrentamiento entre de la Corte Ruano y un aún bastante joven Aureliano Fernández–Guerra quien por esos
años8 había realizado un trabajo muy completo sobre el descubrimiento arqueológico de Torreparedones
de 1833 y cuyos escritos, detallados planos, anotaciones y calcos y dibujos de los epígrafes de las urnas, al
parecer, Manuel de la Corte había utilizado como propios en su publicación9.
De entre todos los estudios realizados en el siglo XIX sobre las urnas aparecidas en el sepulcro de Torreparedones el mejor es, sin duda, el que realizara el alemán Emil Hübner10, autor que, sin embargo, también manifestó un escaso interés por el análisis arquitectónico del edificio funerario. Varias veces se refiere
a la “Tumba de los Pompeyos” en los diversos trabajos que publicó como resultado de su viaje epigráfico–
arqueológico por diversos lugares de España y Portugal entre marzo de 1860 y el mes de octubre del año
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
J. Sanguino Michel, “Antigüedades romanas del cortijo de Las Vírgenes, cerca de Baena”, BRAH 62 (1913), pp. 483–486.
P. Rodríguez Oliva, “La monumentalización en las ciudades del Sur de Hispania entre la República y el Imperio”, Italia e
Hispania en la crisis de la República romana. Actas del III Congreso hispano–italiano (Toledo, 20–24 de septiembre de 1993),
Madrid, 1998, pp. 313–338; Id., “Ensayo preliminar”, en J. Beltrán Fortes, Los sarcófagos romanos de la Bética con decoración de tema pagano, Málaga–Sevilla, 1999, pp. V–LXIII; Id., “Urnas cinerarias de un sepulcro familiar de época romana
de Torredonjimeno (Jaén)”, Baetica 23 (2001), pp. 363–385; Id., “Talleres locales de urnas cinerarias y de sarcófagos en la
Provincia Hispania Ulterior Baetica”, Espacios y usos funerarios en el Occidente Romano, Córdoba, 2002, pp. 260–311.
Luis Amela Valverde, Las clientelas de Cneo Pompeyo Magno en Hispania, Col·lecció Instrumenta núm. 13, Edicions Universitat Barcelona, Barcelona, 2002.
Ha habido que esperar hasta fecha muy reciente para que se hiciera la primera clasificación correcta de este monumento
que es la de J. Beltrán Fortes, “Mausoleos romanos de Torreparedones (Castro del Río / Baena, Córdoba): sobre la “tumba
de los Pompeyos” y otro posible sepulcro monumental”, Habis 31 (2000), pp. 113–136.
P. Merimée “Inscriptions romaines de Baena”, Revue Archeologique, 1 (1844), pp. 176–181.
L. M. Ramírez y de las Casas–Deza Corografía histórico–estadística de la Provincia y Obispado de Córdoba, II, Córdoba, 1842,
pp. 100–108.
M. de la Corte y Ruano, “Antigüedades españolas. Descubrimientos de Baena”, Semanario Pintoresco Español, octubre–
diciembre 1839, pp. 318 s., 326–328 y 356–358.
Sobre ello vid. supra el primer capítulo de este libro: J. Miranda Valdés, “El joven Aureliano Fernández–Guerra y Orbe,
testigo fiel del descubrimiento de los Pompeyos”, pp. 13–25.
El indebido uso de este trabajo inédito de Aureliano Fernández–Guerra sobre el hallazgo del Cortijo de las Vírgenes es, efectivamente, el motivo del enfrentamiento entre ambos personajes, disputa sobre la que existe una abundante documentación
que ahora se publica junta por vez primera en el “Apéndice documental” que constituye el último de los capítulos de este
libro.
CIL II 1585–1596. Para las lecturas de los epígrafes Emil Hübner utilizó también un manuscrito –ya citado por Manuel
de la Corte– del vecino de Castro del Río Juan Jurado Valdelomar, escrito que, al parecer, llevaba por título: Dilucidación
historial sobre el descubrimiento de doce urnas con sus inscripciones y una lucerna de luz perenne, escrita en honor de Castro el
Rio... mi insigne patria, y extractada de nuestra historia de la misma aun inedita.
143
Pedro Rodríguez Oliva
siguiente11. En sus Inscriptiones Hispaniae Latinae12 señaló erróneamente que la cámara de esa tumba era
hipogea y excavada en la roca13, opinión que repitió aún muchos años después: “Pero no faltan tampoco en
España sepulcros, menos antiguos y característicos, tajados en la roca... De esta clase son los de la familia de
los Pompeyos, cerca de Baena, de la época de Augusto”14. De esas interpretaciones del mausoleo proceden
posteriores descripciones del mismo monumento funerario como la que bastantes años después hiciera
Mélida: “De grutas sepulcrales, especie de hipogeos, abiertos en roca… no faltan ejemplares en Andalucía.
Uno es la gruta sepulcral de la familia Pompeya, existente a dos leguas de Baena (Córdoba). Su entrada es
angosta. El interior es una cámara rectangular de tres metros por dos, con techo abovedado y con un banco
corrido por las cuatro paredes, sobre el cual estaban alineadas las urnas cinerarias, que eran pequeñas y de
forma oblonga. Data este enterramiento de la época de Augusto”15. De entre los varios estudiosos que se
hicieron eco de la importancia de este descubrimiento podríamos nombrar a los hermanos Oliver, quienes escribieron sobre aquello: “En 1833 se descubrieron en el Cortijo de las Vírgenes, término de Baena,
doce urnas cinerarias en algunas de las cuales se leían los nombre de la familia Pompeia. El vulgo creyó al
principio que estos sepulcros fueron los de los hijos del gran Pompeyo. A poco tiempo del descubrimiento,
empezaron á publicarse unos artículos en el Boletín Oficial de Córdoba (desde 28 de Enero de 1834), firmados por D. Francisco Julián Madrid, en que se hacía una larguísima reseña da cada una de las campañas de
César, sin crítica ni conocimiento histórico”16.
En sus “Antichità della Spagna” el epigrafista Hübner se había referido con cierta atención al contenido de este monumento funerario, escribiendo que “in un podere non lontano da Bäena, chiamato la
torre de las Virgenes, fu scoperto nel 1833 un sepolcro, che in una camera a bassa volta con stretto ingresso
conteneva, a modo dei sepolcri etruschi, disposte sopra banchi, dodici urne cinerarie dei membri d´ una
famiglia. Le iscrizioni sono pubblicate da Mérimee nella Revue arch. 1844, I, p. 177, dopo che ne’ giornali
spagnuoli se n’ era parlato molto, ma con poco giudizio. A destra dell’ ingresso stava l’ urna del capo della
famiglia (Henzen 7042), M. Pompeius Q. f. Icstnis (il nome non è corrotto, ma celtibero) che si chiama II vir
primus de familia Pompeia. Venendo nominata questa famiglia qui, si credette dover pensar assolutamente
ai figli del grande Pompeo. A sinistra stava l’ urna di un altro magistrato della stessa famiglia: Cn. Pompeius
Cn. f. Gal. Afer, aed(ilis) II vir. L’ iscrizione originariamente sembra essere stata progettata in altro modo;
giacchè sotto la scrittura si riconobbero ripetute con leggiere traccie le ultime parola sia da Afer e dopo alcuni segni non chiari la parola Cerealis; onde il sig. Guerra credette poter pensare a Ebura quae Cerialis presso
Plinio (III, 1, 10). Se questa lezione non fosse assicurata dal Cod. Leidense e dalle piccole varietà del Toletano e Riccardiano che offrono Ebora, si protrebbe esser tentato a metter in relazione con essa le già citate
medaglie di Bora d’ altronde sconosciuta. Atteso però il gran numero di tali città sconosciute della Betica,
sarà sempre più sicuro di astenersi affato da tali identificazioni. Accanto all’ urna del primo Pompeo stava
quella della sus moglie Fabia M. f. Aninna; seguono quelle di due fratelli di lui: Q. Pompeius Q. f. Sabinus e
Velaunis. Il centro della parete, dirimpetto all’ ingresso, occupa un peregrino, come fanno fede i suoi nomi
Igalchis Ildrons f(ilius), forse un ascendente de’ Pompei giunti alla cittadinanza romana per l’ amministrazione d’ un magistrato municipale in conseguenza del diritto latino accordato a’ Spagnuoli nel 74 p.C. Non
è dunque necessario che abbiano derivato il loro nome gentilizio da uno de’ figli di Pompeo, ma forse da
qualche proconsole a noi ignoto di questo nome. Accanto a Igalchis riposano le ceneri del suo padre Ildrons
Velaunis f., e dall’ altro lato quelle di uno chiamato semplicemente Gracchus, forse un servitore della casa,
come il Velgaan (cosi) riposante a sinistra di Cn. Pompeo. Le due urne che restano, sono quelle d’ una Iunia
11
12
13
14
15
16
144
E. Hübner, “Epigraphische Reiseberichte aus Spanien und Portugal”, Monatsberichte der Königlichen Preuss. Akademie der
Wissenschaften, Phil.–Hist. Kl. aus den Jahre 1860, Berlín, 1861; Ibidem, aus den Jahre 1861, Berlín, 1862.
Corpus Inscriptionum Latinarum, vol. II, Berlin, 1869 (= CIL II).
CIL II, p. 214: “Cella… oblonga in viva rupe excavata”.
E. Hübner, La arqueología de España, Barcelona, 1888, p. 254.
J. R. Mélida, Monumentos romanos de España. Noticia descriptiva, Comisaría Regia del Turismo y Cultura Artística, Madrid,
1925, p. 137. Cfr. R. Thouvenot, Essai sur la province romaine de Bétique, Paris, 1940, pp. 208, 550.
J. y M. Oliver Hurtado, Munda Pompeiana, RAH, Madrid, 1861, p. 368.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
L. f. Insghana e d’ un Siseanba Hannonis f. (così sembra esser da dividere, non Sisean Bahannonis; un punto
in mezzo non esiste). L’ ultimo è interessante a ragione del nome indubitatamente africano del padre; nella
mescolanza delle tribù originariamente africane nel mezzogiorno della Spagna coi Celti del settentrione e
ponente forse consiste la proprietà ancor ben oscura della razza celtiberica. Soltanto tre di queste urne ho
potuto vedere; ma il sig. Guerra al tempo del ritrovamento ha preso disegni esattissimi di tutte, onde la
lezione de’ nomi non romani deve considerarsi come ben assicuta. I caratteri corrispondono all’ epoca di
Vespasiano. Ho parlato distesamente di questi monumenti, onde ognuno sia in istato di giudicare del loro
merito; e ne risulta, che sono ben interessanti, ma in nessun modo un tesoro inapprezzabile, come il loro
possessore cercò di persuadere ad altri ad a sè stesso.” 17
Aparte esta última de las varias descripciones que se han dado de la “Tumba de los Pompeyos” de
Torreparedones18 no resulta fácil dilucidar con toda seguridad si la cámara de este sepulcro era o no subterránea19. El que se indique que en su paramento septentrional se abría una puerta en forma de arco de medio punto, hace pensar que el edificio se encontró enterrado aunque originalmente no hubo de estarlo. La
construcción funeraria, según las varias descripciones que de ella nos han llegado, parece que en gran parte
era de sillería de bloques de opus quadratum20 y su cámara de planta rectangular debía cubrirse con una
bóveda de medio cañón adovelada. En las paredes de la cámara es segura la presencia de un banco corrido
que la bordeaba y que estaba destinado a colocar sobre él los diversos ajuares y urnas cinerarias21. El tipo de
tumba recuerda a un hipogeo de la necrópolis cordobesa del Camino Viejo de Almodóvar, también construido en opus quadratum y que fue trasladado junto a la Puerta de Sevilla, donde aún se expone22 y a otros
monumentos funerarios de Corduba como un hipogeo de planta rectangular de la calle La Bodega, que en
su pared occidental ofrece también una puerta de acceso a la tumba con arco de medio punto adovelado,
y otra tumba similar que se conserva bajo el Palacio de la Merced23. Una cierta relación cabria establecer
entre estas tumbas monumentales de Corduba y otras, asimismo en obra de sillería, que se han encontrado
en algunas de las necrópolis de Singilia Barba (Antequera, Málaga) y otros lugares de la Vega de Antequera,
aunque las singilienses en vez de bancos para colocar los ajuares ofrecen normalmente diversos loculi en sus
paramentos interiores24. A la misma serie pertenece una gran tumba monumental que debió pertenecer al
ager de Singilia y que ha aparecido no hace muchos años en la cercana Bobadilla, (Málaga). Construida en
opus quadratum de sillares de arenisca local, se cubre con una bóveda de medio cañón y, aparte los loculi
de sus paredes y sendos bancos, contenía un sarcófago y un ara funeraria cuyo epígrafe permite suponer
17
18
19
20
21
22
23
24
E. Hübner, “Antichità della Spagna. V. Monumenti romani in Andalusia”, Bullettino dell´Instituto di Corrispondenza Archeologica per l´anno 1861, Roma, 1861, p. 232.
Vid. supra la detallada descripción de “El descubrimiento y difusión del mausoleo de los Pompeyos” que J. Maier escribe en
las pp. 4–46 de este libro.
Vid. supra los acertados comentarios que J. Beltrán dedica a las características tipológicas de la “Tumba de los Pompeyos” y
a sus paralelos.
M. de la Corte y Ruano, loc. cit., pp. 357 ss.: “aposento cuadrilátero, cuya longitud de Este a Oeste no era menos de 10
pies y medio por 7 de anchura de Norte a Sur y 9 de elevación hasta el clave de los arcos en que termina la bóveda por sus
extremos… Los bordes de esta bóveda apoyan en un semicírculo ú estribo de sillares dentados, los unos más cortos que los
otros... La puerta colocada en el lado de la pared hacia el Norte”.
F. Valverde y Perales, Historia de la villa de Baena, Toledo, 1903, pp. 39 ss.: “En una pieza abovedada que mide 3 metros
de largo por 1,70 de ancho, se encontraron, colocadas en orden, sobre una repisa del muro, doce urnas de piedra franca, de
dimensiones diferentes, (entre unos 31 x 18 y 14 x 7 cm) con cubiertas adornadas de molduras, y dentro de ellas los restos
incinerados de individuos cuyo nombre se veía escrito en un lado de la urna correspondiente. Otra urna se encontró sin
inscripción alguna… Es de presumir que fuera un columbario particular o panteón de alguna familia numerosa y rica. La
bóveda está hecha de fuertes sillares y en la pared Oeste, se ve una puerta, con arco de sillares también”.
E. Romero de Torres, “Tumba romana descubierta en el Camino Viejo de Almodóvar (Córdoba)”, Corona de estudios que
la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria dedica a sus mártires, I, Madrid, 1941, pp. 323–326.
D. Vaquerizo Gil, “Formas arquitectónicas funerarias de carácter monumental en Colonia Patricia Corduba”, AEspA 74
(2001), pp. 131–160.
R. Atencia Páez, La ciudad romana de Singilia Barba (Antequera, Málaga), Málaga, 1988, pp. 90–103; E. Serrano Ramos,
“Aproximación a las necrópolis de época romana en el territorio malagueño”, 28–22 (2006), pp. 159–174.
145
Pedro Rodríguez Oliva
que esta era la tumba de Acilia Plecusa, la conocida liberta de Singilia Barba25 y esposa del
praefectus fabrum Man. Acilius Fronto que, a
fines del II o principios del III, ya viuda y con
una muy holgada posición económica dedicó
en varios lugares públicos de esta ciudad de
la Vega de Antequera una serie de estatuas en
honor de su esposo, hijos, nietos26 y al procurador de la Bética P. Magnius Rufus Magonianus y a su esposa.27
Aunque no se traten de paralelos directos, también deberíamos relacionar el sepulcro
de Torreparedones con los de tipología similar
que se documentan en la Serranía de Ronda.
El mas conocido de estos monumentos funerarios de carácter familiar es el que se localiza
en el sitio llamado Salto de la Mora a pocos
kilómetros de Ubrique (Cádiz), lugar que se
identifica con el emplazamiento de la antigua
ciudad romana de Ocuri28. Construído todo
con sillares bien escuadrados de caliza local,
su cámara funeraria (que posee loculi a media
altura de sus paredes) se cubre con una bóveda de cañón de factura excelente (Figs. 1–2).
Otro monumento funerario a tener en cuenta
es un sepulcro situado en el territorio de lo
que debió ser una villa en las proximidades
del cortijo del Moro, junto al arroyo de las
Bovedillas, en el término municipal de Benalauría (Málaga) y cerca de la Estación de Cortes de la Frontera (Málaga)29. Se trata de una
cámara sepulcral rectangular de 2’70 por 3’68
metros a cuyo interior se accede por medio de
tres escalones. En sus paramentos interiores se
25
26
27
28
29
146
M. Romero Pérez, “Arqueología de urgencia en la comarca de Antequera”, Revista de Arqueología, 151 (1993), p. 56; Id.,
“La necrópolis romana de Las Maravillas. Bobadilla. Málaga”, Anuario Arqueológico Andalucía 1993, pp. 485–497; Id., “La
necrópolis romana de Las Maravillas. Bobadilla. Málaga”, Mainake XXVI (1993–1994), pp. 195 –222; Id., “La necrópolis
romana de las Maravillas. Bobadilla. Málaga”, Revista de Estudios Antequeranos, 7–8 (1996), pp. 269–291.
CIL II2/5, 780, 781, 782, 784, 795, 796, 802, 803.
M. M. Alves Dias, “O caso de Acilia Plecusa: un exemplo de mobilidade social na Hispânia (fins do séc. II d. C.)”, História
e Sociedade, 10 (1983), pp. 73–77; P. Guichard, “Sur les procurateurs du Kalendarium Vegetianum et quelques notables
municipaux”, Anejos de Gerión, 3 (Alimenta. Estudios en homenaje al Dr. Michel Ponsich), 1991, pp. 297–308; M. D. Mirón
Pérez, “Matrimonio y promoción social de las esclavas en la Bética: el caso de Acilia Plecusa”, II Congreso Internacional de
Historia Antigua: La Hispania de los Antoninos (98–180), Valladolid, 2005, pp. 292–304.
L. Baena del Alcázar–Mª J. Berlanga Palomo, “Las antigüedades romanas del Ocuri (Ubrique, Cádiz) según los documentos conservados en la Real Academia de la Historia”, Mainake XXVI (2004) pp. 395–416; L. J. Guerrero Misa, “Luis Javier
Juan Vegazo, descubridor de la ciudad romana de Ocuri y pionero de la arqueología de campo en Andalucía”, Papeles de
Historia 5 (2006), pp. 34–58.
B. Nieto González, “El mundo romano en la depresión natural de Ronda”, Historia de Ronda desde la Romanización a la
época musulmana (I Congreso de Historia de Ronda), Ronda, 2006, pp. 11–131.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
abren 8 loculi destinados a colocar las urnas
cinerarias30. Aunque los paramentos de la
cámara se han fabricado en opus quadratum
con sillares de arenisca perfectamente escuadrados, la bóveda de medio cañón, hoy desaparecida, con que se cubría es de caementicium (Figs. 3–4). La última hilada de sillares
de la que arrancaba la bóveda muestra una
moldura que en su forma recuerda la cornisa que recorría el interior de la “Tumba
de los Pompeyos”, aunque en el caso de la
tumba de Torreparedones este elemento era
un banco corrido de una mayor anchura
porque estaba destinado a servir de lugar de
colocación de las urnas y de los ajuares.
Era sobre esa cornisa moldurada sobre
la que aparecieron colocados tanto las urnas
cinerarias de piedra como los ajuares que les
acompañaban (Fig. 5, según de la Corte y
Ruano). Como aportación a la cronología
de este monumento funerario al que pertenecían las urnas cinerarias de piedra a las
que ahora nos referiremos, merece la pena
atender siquiera someramente a los materiales arqueológicos que en ella se encontraron, según lo que al respecto hizo notar el
historiador local de Baena, F. Valverde Perales: “se encontraron muchos lacrimatorios
de vidrio y barro, con otros pequeños objetos, y una lámpara de cristal con un líquido
dentro, metida en un cubo de plomo, con
tapadera, como de 40 centímetros de alto,
que estaba medio enterrado en el suelo... La
bóveda del columbario está hecha de fuertes
sillares y en la pared del O. se ve una puerta,
con arco de sillares también, que era la que
daba entrada al recinto”31.
Especialmente el grupo de urnas cinerarias de piedra encontradas en este sepulcro, es un buen conjunto que permite su
comparación con otras urnas de piedra en
forma de cajas que estaban en uso en la Ulterior a fines de la República y a comienzos
30
31
F. Villaseca Díaz, Puesta en valor del Patrimonio Histórico del Valle del Guadiaro, Jimera de Líbar–Ronda, 2001, pp. 112 y
125.
F. Valverde Perales, op. cit., pp. 39 s., fig. 12. Sobre los ajuares vid. supra la clasificación que de ellos hace J. Beltrán Fortes
en el capítulo III de este libro (“Estudio arqueológico de la Tumba de los Pompeyos”) pp. 136–145.
147
Pedro Rodríguez Oliva
del Imperio32. Sin que por lo lejano de las noticias y el no haberse conservado para su análisis los originales,
carezcamos de los datos arqueológicos que un control adecuado de los hallazgos hubiera proporcionado,
y aún moviéndonos por ello en un campo conjetural, se puede establecer una cierta relación cronológica
entre las piezas a través esencialmente de los epígrafes de las urnas. El sepulcro de los Pompeyos es un buen
ejemplo de la arquitectura y de los ritos funerarios que se utilizaban en el Mediodía peninsular, entre la
segunda mitad del siglo I a.C. y la primera mitad del I de la Era. En esa misma cronología encajan algunas
de las piezas cerámicas y de vidrio que formaban parte de los ajuares que se pueden reconocer en los dibujos
y grabados que de ellos se hicieron y en la fotografía de los mismos que se reproduce en el libro de Valverde
y Perales. La caja circular de plomo que contenía una urna vítrea y los demás materiales pertenecientes a
los ajuares funerarios proporcionan, aún dentro de su ambigüedad, ciertas conclusiones cronológicas; así,
mientras algunos ejemplares cerámicos señalan la utilización temprana de aquella cámara funeraria hacia
los finales del siglo I a.C. y los comienzos de nuestra Era, la urna de cristal con su estuche de plomo, los
ungüentarios cerámicos, los de vidrio y los vasitos de paredes finas indican que este monumento funerario
(como algunos otros de los sepulcros que antes hemos relacionado) aún estaba en uso en un momento
bastante avanzado de la segunda mitad del siglo I d.C.
En cuanto a las urnas de piedra, aunque los originales se han perdido, gracias a los dibujos que de ellos
se hicieron, a la fotografía de Valverde y Perales y a las copias en escayola de siete de ellas que se guardan
en el Museo Arqueológico Nacional, podemos establecer algunas consideraciones de importancia. Aspecto
fundamental –como ya se vio desde los primeros estudios que sobre ellas se hicieron– es el de la onomástica
donde varios de los difuntos tienen nombres plenamente latinos, como es el caso de los Pompeyos, al lado
de otros como son los de Ictnis, Aninna, Nanna, Velaunis, Ildrons, Igalchis, Insghana, Siseamba y Velgana,
que todos ellos son nombres que revelan un origen turdetano o de raigambre púnica como sería el caso de
Bahanno si aceptamos la lectura tradicional que se dio del personaje nombrado
en una de estas urnas y que no son un
caso único en los epígrafes latinos del sur
peninsular33.
De todas las piezas halladas en el
sepulcro, incluidas las urnas, tras haber
sido fotografiadas y publicadas en 1903
por Valverde Perales (Fig. 6), se perdió su
rastro sin que aún hoy sepamos nada de
su actual paradero. Este autor, que repitió
lo que otros anteriores ya habían señalado y era que “D. Diego María de Pineda,
persona de ilustración, que apreciando en
lo que valía aquel tesoro arqueológico, lo
hizo conducir a su casa de Baena”, añadió
el interesante dato de que, tras su fallecimiento, todos estos objetos arqueológicos “pasaron después, ocho de las urnas y
la lámpara, a poder de sus hijas Dª. María
Josefa y Dª. Carmen, que las conservan
32
33
148
L. Fernández Fuster, “Urnas cinerarias en la Bética”, Crónica VI Congreso Arqueológico del Sudeste español (Alcoy, 1950),
Cartagena, 1951, pp. 230–238, fig. 6.
M. L. Albertos Firmat, La onomástica personal primitiva de Hispania Tarraconense y Bética, Salamanca, 1996, p. 276.; P.
Rodríguez Oliva, “La monumentalización en las ciudades del Sur de Hispania…, pp. 321 s.; Id., “Ensayo preliminar…”,
pp. XIX ss.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
hoy en la casa paterna de la plaza del Coso, y las cuatro restantes, al de su otra hija Dª. Antonia, que las
guarda en su morada de la calle Alfonso XII. Entre todas ellas hay ya dos hechas pedazos”34.
Aparte estas noticias, los diversos avatares a que estuvieron sujetas estas “urnas o cajoncitos de piedra cuadrilongos35 de tercia y media de largo una cuarta de ancho y otra de altura con sus cubiertas
correspondientes”36, son bien conocidos: tras su hallazgo, once de ellas fueron llevadas de inmediato a Baena y depositadas “en casa de Dn Diego Pineda, arrendador del cortijo de las Virgenes de Castro el Viejo”37;
poco después, le entregaron otra más, “la duodecima, que havia sido ocultada por los mozos del cortijo… y
acaso las mas interesante. Dice… GRACCHI”38, aunque el total de las urnas aparecidas fueron “treze, pero
la decima tercia no tiene inscripción”39 o, mas probablemente, como en noviembre de 1834 escribió Aureliano Fernández–Guerra fueron “catorce urnas… de piedra–franca… Dos… del mismo gusto y tamaño
con huesos y sin inscripción alguna”.
Interesantes son algunos otros detalles
que aportan los varios autores que de las urnas escribieron a poco de su hallazgo. A tener en cuenta es el dato de cómo estuvieron
colocadas en el interior del sepulcro. Sobre
la colocación de las urnas M. de la Corte había señalado que en el interior del mausoleo,
en “sus flancos ó lados de E. a N.” estaban
colocadas las “catorce urnas cinerarias de diversos tamaños y figura… de piedra blanca
cipia, cerradas con losas herméticamente”40.
Ahora, gracias al muy detallado estudio inédito de Fernández–Guerra fechado el 7 de
noviembre de 1834, que por vez primera se
da a conocer en este libro41, sabemos como
aquellas catorce urnas –de las que “doce
tenían inscripción y las otras dos (aunque
igualmente en si contenían cenizas) no tenían letrero ninguno”– aparecían colocadas
sobre la “cornisa que casi circundaba el sepulcro”, ya “por las medidas ya por los vestigios que estas dejaron
en la superficie de la cornisa”, en “el orden que observo” al “empezar por la derecha del que entra por la
puerta”. En el croquis que acompaña a ese trabajo figuran ubicadas las urnas en su lugar original de colocación (Fig. 7), aunque este asunto es problemático porque, como en el texto que en este libro se reproduce
dicen sus editores, existen dos numeraciones diferentes. El orden de colocación, pues, si atendemos a la
primera ordenación que hizo Fernández–Guerra, sería de derecha a izquierda:
1.– CIL II 1585: M (arcus). POMPEIVS. Q (uinti). F (ilius). GAL (eria). ICSTNIS / II. VIR. PRIMVS. DE FAMILIA / POMPEIA42.
34
35
36
37
38
39
40
41
42
F. Valverde Perales, op. cit., p. 40., fig. 12: “el grabado núm. 12, que representa once de las urnas, la lámpara y algunos
objetos citados.”
Infra. Apéndice II, 9.1 (Escrito del Alcalde de Baena de 31 de agosto de 1833): “dhas urnas contenian cenizas… y porción
de huesos pequeños calcinados”.
Infra. Apéndice II, 6 (Escrito a la RAH de Pedro Sainz de Baranda de 6 de septiembre de 1833).
Infra. Apéndice I, 3 (Carta de 24 de agosto de 1833 del P. Diego de Padilla a Fr. José María Jurado).
Infra. Apéndice I, 4 (Carta de 29 de agosto de 1833 del P. Diego de Padilla a Fr. José María Jurado).
Apéndice I, 8 (Carta de 19 de septiembre de 1833 del P. Diego de Padilla a Fr. José María Jurado).
M. de la Corte y Ruano, loc. cit., p. 356.
Aureliano Fernández Orbe, “Materiales para un opúsculo sobre las ruinas de Castro–Prisco, y el sepulcro de los Pompeyos”
(Archivo Emilio Miranda Valdés). Infra. Apéndice III, 8.
CIL II2/5, 409.
149
Pedro Rodríguez Oliva
2.– CIL II 1586: FABIA. M (arci). F(ilia). ANINNA / M (arci). POMPEI. Q (uinti). F (ilii)43.
3.– CIL II 1587: Q (uinti). POMPEI. Q (uinti). F (ilii). SABINI44.
4.– CIL II 1588: POMPEIAE. Q (uinti). F (iliae). / NANNAE45.
5.– CIL II 1594: SISEAN. BAHAN / NONIS. F (ili–)46.
6.– CIL II 1589: Q (uintus). POMPEIVS. Q (uinti). F (ilius). / VELAVNIS47.
7.– CIL II 1590: ILDRONS / VELAVNIS. F (ilius)48.
8.– CIL II 1593: IVNIA. L (ucii). F(ilia). / INSGHANA49.
9.– CIL II 1591: IGALGHIS. ILDRONS. F (ilius)50.
10.– CIL II 1595: VELGANA51.
11.– CIL II 1592: GRACHI52.
12.– CIL II 1596: CN (aeus). POMPEIVS. CN (aei). F (ilius) / GAL (eria). AFER. AED (ilis) / II
53
VIR .
Aparte, señalaba Fernández–Guerra que había otros “dos sepulcros del mismo gusto y tamaño con
huesos y sin inscripción alguna”.
Con la otra numeración, la urna que aparece colocada en el número 5 (CIL II 1594 = CIL II2/5, 418)
debería estar colocada en el número 10 y la que ocupa este lugar (CIL II 1595 = CIL II2/5, 419) debería
estar en el número 11. Del mismo modo la urna colocada en sexto lugar (CIL II 1589 = CIL II2/5, 413)
debería ocupar el puesto inmediatamente anterior. La urna siete (CIL II 1590 = CIL II2/5, 414) pasaría al
lugar seis, la octava (CIL II 1593 = CIL II2/5, 417) ocuparía el lugar noveno; la novena (CIL II 159 = CIL
II2/5, 4159 debería pasar al número siete, la décima (CIL II 1595 = CIL II2/5, 419) pasaría a ocupar el
lugar undécimo y la que se colocó en ese sitio sería la número ocho (CIL II, 1592 = CIL II2/5, 416).
Muy importantes son las indicaciones de que las urnas de Quinto Pompeio Velaunis, hijo de Quinto54
y la de Velgaan o mejor Velgana55 “es de inferir que se quebraron…, luego unieron los pedazos con plomo taladrando por el grueso de la urna toda la rotura y haciendo otros taladros trasversales, de suerte que
introducido el plomo líquido quedaron empotrados perfectamente. El diez está además medio aserrado
perpendicularmente…”; igualmente que la de Ildrons, hijo de Velaunis56, “tiene teñidas con minio las letras
de la inscripción, y algunas urnas lo están interiormente” como era el caso de las de Fabia Aninna57, Quinto
Pompeio Sabino58, Pompeia Nanna59 o la de Siseanba, hijo de Hannón, o mejor, de Sisean, hijo de Bahanno60. De la de Gracchi61 se dice que “está muy toscamente fabricada, sus faces no están ni aun plisadas y
sus letras le son correspondientes” y sobre la de Cneo Pompeyo Afer62 se hace notar que se grabó “borrando
otra de la que aun se conservan vestigios… aun se lee con claridad el nombre ceralis… pero la cuarta letra
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
150
CIL II2/5, 410.
CIL II2/5, 411.
CIL II2/5, 412.
CIL II2/5, 418.
CIL II2/5, 413.
CIL II2/5, 414.
CIL II2/5, 417.
CIL II2/5, 415.
CIL II2/5, 419
CIL II2/5, 416.
CIL II2/5, 420.
CIL II 1589 = CIL II2/5, 413.
CIL II 1595 = CIL II2/5, 419.
CIL II 1590 = CIL II2/5, 414.
CIL II 1586 = CIL II2/5, 410.
CIL II 1587 = CIL II2/5, 411.
CIL II 1588 = CIL II2/5, 412.
CIL II 1594 = CIL II2/5, 418.
CIL II 1592 = CIL II2/5, 416.
CIL II 1596 = CIL II2/5, 420.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
es la mas confusa… Reconocida con toda detención… no queda duda que la voz borrada es Crealis… los
otros vestigios borrados son de la misma inscripción”63.
Estas urnas a las que Emil Hübner denominaría como “arcae parvae cinerariae ex lapide calcareo”64,
fueron editadas por este epigrafista en Berlín en 1869 en el volumen II del Corpus Inscriptionum Latinarum
(Inscriptiones Hispaniae Latinae)65. En esa
publicación se hacía eco de las circunstancias
del descubrimiento66 y de las principales publicaciones y estudios realizados sobre ello.
Relató que en 1860 él solo pudo llegar a ver
tres ejemplares de todo el conjunto67 y que su
edición dependía de la copia “cuidadísima” de
los textos que le facilitó Fernández–Guerra,
cuya segunda numeración es, precisamente,
el orden que sigue la edición hübneriana68.
Años después (1885) seleccionó los textos de
tres de estas urnas69 como ejemplos de escritura de época augustea70. Cuando mas tarde
publicó el Supplementum del CIL II71 anotaba erróneamente que por entonces las urnas
podían verse en el Museo Arqueológico Nacional72. Realmente lo que ingresó en aquél
centro oficial madrileño fueron siete copias
en escayola (Fig. 8. Según Fernández Fuster)
que se hicieron de otras tantas de estas urnas73
y que son las que se guardan en ese Museo
Arqueológico Nacional de Madrid74, cuyas
fotografías son las que publicamos aquí.
Estas urnas cinerarias aparecidas en
1883 en el llamado sepulcro de los Pompe-
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
Infra. Apéndice III, 8.
E. Hübner, Exempla scripturae epigraphicae latinae a Caesaris dictatoris morte ad aetatem Iustiniani (Auctarium Corporis
Inscriptionum Latinarum), Berlin, 1885, núm. 43.
CIL II 1585–1596.
J. Maier–J. Salas, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Andalucía. Catálogo e índices, Madrid, 2000,
pp. 132 s., 135, 137–140, 168.
“Mihi monstratae sunt a Pineda heredibus tres tantum arcae, reliquae celatae invidia quídam stolida”. Son CIL II 1586,
1588 y 1593
En la antología de Vives no se sigue el orden de Hübner y ni siquiera están recogidas todas las inscripciones. Las que aparecen son: J. Vives, Inscripciones latinas de la España romana, Barcelona, 1971, núms. 1675, 2205–2212, 2132, 6544.
CIL II 1586, 1593, 1588.
E. Hübner, Exempla…, núm 43 a, b, c. Sobre la cronología de este tipo de urnas, A. U. Stylow, “Los inicios de la epigrafía
latina en la Bética. El ejemplo de la epigrafía funeraria”, en F. Beltrán (ed.), Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en
Occidente, Zaragoza, 1995, p. 225, figs. 16–17.
Los viajes de Hübner en la Península Ibérica para la redacción del CIL II y del Supplementum en A. U. Stylow–H. Gimeno
Pascual, “Emil Hübner”, en Pioneros de la Arqueología en España del siglo XVI a 1912, (Zona Arqueológica 3), Alcalá de
Henares, 2004, pp. 333–340.
E. Hübner, Corpus Inscriptionum Latinarum II: Inscriptiones Hispaniae Latinae. Supplementum, Berlin, 1892, p. 871: “Arcae
ex sepulcro Pompeianorum, quas ego vidi a. 1860, nunc translatae sunt in museum archaeologicum Matritense, ubi contuli
titulos forum meaque exempla proba esse vidi”.
Son CIL II 1587, 1588, 1589, 1591, 1594, 1595, 1596.
C. M. del Rivero, El lapidario del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, Valladolid, 1933, núms. 144–150.
151
Pedro Rodríguez Oliva
yos en el “Cortijo de las Vírgenes” de Baena, tan
interesantes tanto por sus textos escritos como por
las variantes formales que ofrecen y, sobre todo,
por proceder todas de un mismo edificio funerario,
según el orden de Fernández–Guerra que antes se
comentó, y a partir de la antigua edición de Emil
Hübner y de la actualización hace pocos años realizada por Armin U. Stylow75, son las que siguen:
1.– Como en el Museo Arqueológico Nacional no hay calcos de ella ni aparece reproducida en la
fotografía del libro de Valverde y Perales hay que reconstruir su forma y medidas a partir del dibujo de
Aureliano Fernández–Guerra (Fig. 9). En él se ve que se recuperó falta de su cubierta y que era una de esas
cajitas funerarias de caliza fina, lisa y que carecía de patas. Por su texto es, quizá, el ejemplar que de todos
reviste mayor interés por la indicación de que este Marco Pompeyo Icstnis, hijo de Quinto, y de la tribu
Galeria habría sido el primer miembro de la familia Pompeia que ostentó el cargo municipal de duumvir
lo que, además, indica pertenecer esta urna al momento mas reciente del uso de este sepulcro que, por esa
indicación, debe ser posterior a la constitución del municipio y, por tanto, fechable en un momento avanzado del siglo I d.C.
El texto76 dice:
M (arcus). POMPEIVS. Q (uinti). F (ilius). GAL (eria). ICSTNIS
II. VIR. PRIMVS. DE FAMILIA
POMPEIA
Sobre el cognomen (Icstnis) del personaje se pensado que se trataría de un antiguo nombre turdetano77, aunque Merimée opinó que podría ser la abreviatura de Icositanus, origo de los habitantes de Icosi
que eran contributi de Ilici según Plinio (Nat. Hist. III, 19). R. Thouvenot, por otra parte, afirmó que la
referencia sería no a este lugar hispano sino a la Icosium de la Mauretania78.
2.– El dibujo de Fernández–Guerra (Fig. 10) enseña que la urna es del tipo de estas cajas funerarias
trabajadas en una caliza de grano finísimo cuyas patas se obtienen por un corte a bisel en el borde inferior
de sus lados mayores y en los lados menores por otras dos incisiones también a bisel que se cruzan en ángulo
en el centro. Su cubierta es circular a doble vertiente con molduras laterales. La inscripción79 incisa en su
cara principal era:
FABIA. M (arci). F(ilia). ANINNA
75
76
77
78
79
152
CIL II2/5=Corpus Inscriptionum Latinarum, vol. II: Inscriptiones Hispaniae Latinae, Editio altera, Pars V: Conventus Astigitanus,
Berlín–Nueva York, 1998, pp. 112–114, núms. 409–420.
CIL II, 1585 = CIL II2/5, 409.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 123, 276, 284.
R. Thouvenot, op. cit., p. 208.
CIL II, 1586 = CIL II2/5, 410.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
M (arci). POMPEI. Q (uinti). F (ilii) (uxor)
Esta Fabia Aninna, hija de Marco, cuyo cognomen (Aninna) parece ser indígena80, debió ser la
esposa del Marco Pompeyo, hijo de Quinto, citado
en la inscripción de la urna anterior. Como Hübner incluyó el epígrafe en sus Exempla81 (Fig. 11)
sabemos que la medida de las letras de la primera
línea era de 1,6 cms., y descendía a 1 cm. en la línea
inferior.
3.– Con patas y cubiertas obtenidas por cortes a bisel como los descritos en la urna anterior,
ésta, de la que se conserva una copia en yeso en el
Museo Arqueológico Nacional82, mide 19x39x19,
5 cms. y presenta una forma más alargada que el
resto. La tapa remeda una cubierta a doble vertiente
moldurada con los laterales elevados. Su leyenda83,
“De Quinto Pompeio Sabino, hijo de Quinto”, con
letras de 3 de altura (las I longae tienen 4, 2 cms.) e interpunciones triangulares, es:
Q (uinti). POMPEI. Q (uinti). F (ilii). SABINI (Figs. 12–13).
4.– También se conserva en el Museo Arqueológico Nacional una copia en yeso84 de esta urna de Torreparedones que perteneció a Pompeia Nanna, hija de Quinto. (Figs. 14 y 16). La copia carece de cubierta y en
la parte inferior de sus caras principales los cortes biselados que dan forma a las patas presentan en el ángulo de unión un corte que destaca esa molduración.
Sus medidas son: 17,5x32x24 cms. y su epígrafe85,
con letras que oscilan entre los 3, 1 y 2, 7 cms. (Fig.
15) y separadas con puncta in virgulae86, dice:
POMPEIAE. Q (uinti). F (iliae).
NANNAE
80
81
82
83
84
85
86
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 26, 276.
E. Hübner, Exempla…, núm 43 a.
MAN inv. núm. 16786.
CIL II, 1587= CIL II2/5, 411.
MAN inv. núm. 16780.
CIL II, 1588 = CIL II2/5, 412.
E. Hübner, Exempla…, núm. 43, b.
153
Pedro Rodríguez Oliva
María Lourdes Albertos señaló que el nombre
indígena Nanna, que es aquí el cognomen de la difunta, es del tipo basado en el balbuceo infantil87.
5.– Esta urna, que ocupaba el quinto o sexto
lugar en la repisa que recorría los paramentos interiores del sepulcro de los Pompeyos, y de la que
hay una copia de escayola en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid88, presentaba en la base
de su cara principal una molduración obtenida a
bisel semejante a la de la urna número 4 aunque
esas molduraciones destinadas a dar forma a las
patas, son en este ejemplar mas ligeras. Su cubierta es lisa y de sección semicircular89. La urna de
Quinto Pompeyo Velaunis, hijo de Quinto (Figs.
17–18), tiene estas medidas: 21 x 32 x 18 cms. y
con letras de entre 3–4 cms. y puncta triangularia,
lleva la inscripción90:
Q (uintus). POMPEIVS. Q (uinti). F (ilius).
VELAVNIS
El cognomen Velaunis es uno de esos nombres
turdetanos caracterizados por el prefijo Vel–91.
6.– En el sexto o séptimo lugar de la repisa
apareció la urna que portaba la leyenda92:
ILDRONS
VELAVNIS. F (ilius)
Por el dibujo de Fernández–Guerra (Fig. 19)
se ve que el cuerpo de esta urna presentaba patas
rectas insinuadas por el corte en bisel que se le había
hecho en la base de la cara principal. La tapa que
la cubría era lisa y de sección semicircular. Este Ildrons o Ildronis, hijo de Velaunis, lleva un nombre
indígena93 como el de su padre94.
7.– La copia en yeso del Museo Arqueológico Nacional95 de esta otra urna de la tumba de
los Pompeyos va acompañada de una cubierta que
no es la suya. Efectivamente, esa tapadera es de un
ejemplar algo mayor y en los dibujos de Fernández–
Guerra (Figs. 20–21) solo aparece el cuerpo sin cubierta. La urna, que ocupaba en el sepulcro el lugar
87
88
89
90
91
92
93
94
95
154
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 165, 276, 305.
MAN inv. núm. 16785.
A. U. Stylow, “Los inicios de la epigrafía latina…”, fig.
16.
CIL II, 1589 = CIL II2/5, 413.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 245, 262, 267, 276.
CIL II, 1590 = CIL II2/5, 414.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 124, 265, 276.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 245, 262, 267, 276.
MAN inv. núm. 16783.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
séptimo (o noveno), mide 25,5 x3 9x 21 cms. y sus
patas rectas han sido levemente trabajadas a base de
cortes biselados en el borde inferior de sus cuatro
caras. Su inscripción, en una sola línea de escritura
con letras de entre 3–3, 3 cms. de altura e interpunciones de puncta triangularia, dice:
IGALGHIS. ILDRONS. F (ilius)
Este epígrafe de la urna de Igalchis o Igalghis,
hijo de Ildrons96, ofrece dos casos más de esta onomástica turdetana97.
8.– El lugar octavo (o el undécimo) correspondía a otra urna de la que no se recuperó su tapadera y que era más cuadrada que la generalidad
de este tipo de contenedores cinerarios (Fig. 22).
Con el texto algo desplazado a la derecha y letras de
altura semejante, con excepción de la I final que es
longa, su epígrafe en genitivo contenía solamente el
nombre del difunto:
GRACHI98
o mejor
GRACCHI.
9.– Nomen latino y cognomen indígena llevaba la mujer cuyas cenizas ocupaban la urna situada
en el octavo o noveno lugar. Decía el texto99:
IVNIA. L (ucii). F(ilia).
INSGHANA
Esta urna de Junia Insghana100 (o Inschana)
(Figs. 23–24), hija de Lucio y puede que esposa
de Velaunis, era de forma rectangular, con patas
hechas a bisel en la parte baja del frontal y con
un corte en el ángulo, llevaba una tapa de sección semicircular. Insghana o Inschana es nombre
indígena101.
96
97
98
99
100
101
CIL II, 159 = CIL II2/5, 415.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 123 s., 265, 276, 284.
CIL II, 1592 = CIL II2/5, 416.
E. Hübner, Exempla…, núm. 43 c.
CIL II, 1593 = CIL II2/5, 417.
Mª L. Albertos, op. cit., 125, 245, 265, 276.
155
Pedro Rodríguez Oliva
Fig. 25
Fig. 26
Fig. 27
Fig. 28
156
10.– El lugar décimo (aunque podría haber
sido el quinto) entre las urnas de la tumba de los
Pompeyos, era un ejemplar del que asimismo hay
una reproducción en el Museo Arqueológico Nacional102. Carece de patas, es lisa y su cubierta semicircular, midiendo: 22 x 32,5 x 2 1, 5 cms. y lleva
la inscripción:
SISEAN. BAHAN
NONIS. F (ili–) (Figs. 25–26).
Epígrafe con letras de entre 3, 5–3 cms. e interpunciones triangulares, cuya lectura tradicional
Siseanba Han / nonis. f.103 ofrecía el nombre indígena Siseanba104 y el del padre, Hanno, de clara
ascendencia púnica105. Con la lectura Siseanbahan,
hijo o hija de Non, nos enfrentamos a dos probables nombres turdetanos. La interpretación mas
cierta parece esta de Sisean Bahannonis f(ilius) o
f(ilia)106.
11.– Esta arqueta cineraria en piedra caliza
(Figs. 27–28), cuyo tamaño es de 22 x 25 x 23
cms. lleva patas levemente insinuadas mediante
unos cortes biselados en la arista inferior de la caja
en cada una de sus caras. Su tapa es de sección
semicircular. Existe una copia en yeso en el Museo
Arqueológico Nacional107. En la repisa moldurada del interior de la tumba ocupaba, al parecer, el
lugar diez u once. En su frontal hay un breve epígrafe con nexo de AN108, referido al difunto cuyas
cenizas allí se contenían, y con letras de 6 cms.,
que dice:
VELGANA
El nombre Velgana o Velgan, Velgaan o
Velgaau(nis) es indígena109.
12.– De la urna que aparecía sobre la repisa a
la izquierda de la puerta ocupando el lugar duodécimo, existe una copia en yeso en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid110 que mide 25 x 33,5
x 23 cms. Es del tipo de estas cajitas funerarias trabajadas en una caliza de grano finísimo cuyas patas
se obtienen por un corte a bisel en la parte baja de
102
103
104
105
106
107
108
109
110
MAN inv. núm. 16781.
CIL II, 1594.
Mª L. Albertos, op. cit., 1966, 209, 266, 276.
Mª L. Albertos, op. cit., p. 276.
CIL II2/5, 418.
MAN inv. núm. 16784.
CIL II, 1595 = CIL II2/5, 419.
Mª L. Albertos, op. cit., pp. 245, 265, 267, 276, 282.
MAN inv. núm. 16800.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
cada una de sus cuatro caras. Lleva cubierta semicircular. Con grandes y descuidadas letras capitales
que oscilan entre 5–6 cms. (excepto la O que tiene
3 cms.) separadas por puntos redondos y triangulares, lleva escrito111 en su frente:
CN (aeus). POMPEIVS. CN (aei). F (ilius)
GAL (eria). AFER. AED (ilis)
II VIR [cerealis] (Figs. 29–31).
Este texto referido al edil y duumvir Cneo
Pompeyo Afer hijo de Cneo, de la tribu Galeria,
parece que se colocó encima de otro anterior pintado con minio sobre el que se grabaron las líneas
2 y 3 del texto actual. Fernández–Guerra, como
más arriba señalamos, leyó esa inscripción pintada que podría referirse, quizá, a los cargos de un
personaje que pudo ser aedilis curules y duumvir
cerealis:
FER AED /–––/ VR
II+I+CEREALIS112 (Fig. 30).
Esta urna, por la onomástica ya plenamente romana, pero sobre todo porque los cargos que
desempeñó son lógicamente –como en el caso de
la de Marco Pompeyo Icstnis– posteriores a la
constitución del municipio, representa el último
momento de uso de la tumba ya en un momento
avanzado del siglo I d.C.
Uno de los problemas que surge ante los varios
nombres propios y las relaciones familiares que estos epígrafes reflejan es el de establecer un stemma.
En su trabajo de la Revue Archeologique de 1844,
Prosper Merimée ya lo planteó. Más completo y razonado es, sin embargo, el stemma familiar de estos
Pompeyos de Baena que realizó Manuel Rodríguez
de Berlanga113, como hizo notar Emil Hübner en el
Supplementum al CIL II114. De los nombrados, Rodríguez de Berlanga pudo establecer varios grupos
como los que siguen:
111
112
113
114
CIL II, 1596.
CIL II2/5, 420.
M. Rodríguez de Berlanga, Los bronces de Lascuta, Bonanza y Aljustrel, Málaga, 1881, pp. 255–259.
“Edidit titulos post me Berlanga Hispania anteromana p. 256 s., qui stemma Pompeiorum illorum studuit redintegrare”.
157
Pedro Rodríguez Oliva
El tipo de urnas cinerarias en piedra al que pertenece
el conjunto de Torreparedones, sobre cuya cronología A.
U. Stylow ha señalado que “arcae tales in Baetica aetatis
Augusti vel saec. I prioris esse solent”115, es, efectivamente,
un material arqueológico muy común en las necrópolis de
la Hispania meridional entre fines de la República y a lo
largo de la primera mitad del siglo I d.C.116 Trabajadas
con forma de cajas cuadrangulares, usualmente en calizas
blandas locales, compactas y de color claro o blanco, se
fabricaron por doquier en una buena parte de Ulterior117.
Fig. 32
Son característicos de estas cajas funerarias (cuando no
son lisas y de forma prismática) el presentar simuladas unas patas que simplemente son el resultado de un
corte a bisel en la arista inferior de la caja en dos o en cada una de sus cuatro caras. Esa forma de trabajar las
patas a veces se hace mediante dos cortes a bisel lo que da como resultado
que en el centro del pie de cada una de sus cuatro caras se consiga una figura en forma de frontón triangular invertido. Esa talla biselada en la base en
forma de ángulo diedro a veces suele decorarse con otra incisión angular en
el centro (Fig. 32. De la necrópolis de Carmona, según Bonsor). Son muchos y variados, dentro de su uniformidad, los ejemplares que se conocen
de este tipo de urnas en piedra a lo largo de la amplia y variada geografía
andaluza. Este tipo de urnas cinerarias, y con las mismas características
formales que las de la Ulterior Baetica, también se encuentran en algunas
zonas de la Lusitania, como es el caso de su capital, Emerita Augusta, de
donde se conocen un número importante de piezas. Los ejemplares emeritenses son todos muy uniformes y de ellos son ejemplo los expuestos en la
sala VI de la primera planta del Museo Nacional de Arte Romano de Mé115 CIL II2/7, 746.
116 P. Rodríguez Oliva, cit. supra nota 2.
117 L. Fernández Fuster, loc. cit., p. 237, fig. 6; P. Rodríguez Oliva, “Incineración/inhumación…”, pp. XIX–XXIII, fig. 6.
158
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
rida (Fig. 33). Estas cajas suelen mostrar también
una hendidura en el borde para el perfecto encaje
de la cubierta que puede ser plana, semicircular, a
dos vertientes o bien, en los ejemplares mas decorados, a dos vertientes con molduras laterales. Un
ejemplar de procedencia andaluza del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Fig. 34) tiene esas
características propias de este tipo de urnas cinerarias en diversos de sus talleres. La urna, que procede de Almedinilla, con medidas de 35 x 21 x 22
cms., ingresó en el Museo Arqueológico Nacional
de Madrid (Fig. 35) y fue ya publicada en 1872118.
Coetáneas, en alguna ocasión, de otras piezas de
calidad importadas, para su mejor clasificación no
siempre tales ejemplares arqueológicos pueden ser
asociados –por su condición, la mayoría de las ocasiones, de hallazgos casuales– a los monumentos
funerarios de los que en buen número de casos formaron parte. En algunas necrópolis del Mediodía
hispano se observan determinadas características
que permiten identificar algunos de los talleres que
las produjeron, siendo, además, no escasas en número las que se acompañan de breves textos escritos
haciendo referencia a los personajes cuyas cenizas se
contuvieron en tales cajas de piedra. Tal es el caso
de la necrópolis de Carmo (Carmona, Sevilla) en la
que algunas urnas que llevan epígrafes –como en el
caso de las de la Tumba de los Pompeyos– ofrecen
antropónimos latinos, indígenas o, en alguna ocasión puntual, de raigambre púnica119. Del grupo de
urnas de Carmona, de comienzos del principado de
Augusto, un nombre indígena es el referido a un
individuo masculino que aparece en uno de estos
ejemplos que carece de cubierta y que ha sido inciso con punzón en su frontal. Dice en genitivo:
ATITTAII120, es decir, Atittae, un nombre personal
de tradición turdetana, como ya hiciera notar Bonsor121 (Fig. 36 d). Con cubierta a dos vertientes con
118 M. Catalina, “Urnas cinerarias con relieves del Museo Arqueológico Nacional”, Museo Español de Antigüedades, 1 (1872),
p. 526, nota 1.
119 M. Bendala Galán, La necrópolis romana de Carmona (Sevilla), Sevilla, 1976, p. 102; C. Fernández–Chicarro y de Dios,
Guía del Museo y Necrópolis de Carmona (Sevilla), Madrid, 1969, pp. 45 s., lám. LXXVIII, 2.
120 A. U. Stylow, “Una aproximación a la Carmo romana a través de su epigrafía. Nuevas aportaciones y revisión crítica”, en A.
Caballos Rufino, Carmona romana, Carmona, 2001, p. 102; J. M. Abascal Palazón, Los nombres personales en las inscripciones latinas de Hispania, Murcia, 1994, p. 289.
121 G. E. Bonsor, An Archaeological Sketch–book of the Roman Necropolis at Carmona, Hispanic Society, Nueva York, 1931, p.
130, lám. LXXVII, fig. 41. Hijo de un personaje de nombre Atitta era el Urchai<e> Chilasurgun que de su dinero costeó
en Ilipa la construcción de unas portas fornie (CIL II 1087), nombre del que Mª Lourdes Albertos (op. cit., 39, 276, 290 y
305) señaló que solo se documenta en el sur de Hispania y que “no parece... indoeuropeo, aunque es nombre basado en el
balbuceo infantil”.
159
Pedro Rodríguez Oliva
molduras laterales es la urna que llevan el epígrafe:
PYLADES S T T L122 (Fig. 36 e). En otra urna de
caliza de la necrópolis de Carmo que sin la tapa
mide 16 cms. de altura, aparece un epígrafe grafiteado en dos líneas que dice GALLAII / VICALI123,
que debe entenderse como Gallae Vicani, quizá Gallae Vicani (filiae)124 (Fig. 36 a) en la que el nombre
del padre, Vicanus, se documenta, como nombre
indígena, en varios epígrafes hispanos125 con radical
vic– y que está presente en Britania, la Cisalpina y
en las Galias126.
Nombre indígena quizá es también el de una
urna de caliza semejante (25 x 25 cms.) conservada
en el Museo Arqueológico Provincial de Granada
pero de la que se desconoce su lugar exacto de procedencia127. En la cara principal lleva el nombre del
difunto: ASANAN128.
En cuanto a las formas el parecido entre unos
y otros talleres es muy grande, al igual que el material utilizado (Fig. 37. Urna de Córdoba. Reales
Alcázares).
Por esas mismas fechas, aunque con algunas
diferencias en su forma y distintas en el material
empleado para su fabricación, urnas con patas, forma de caja y cubierta imitando un tejado a doble
vertiente no son ajenas en las necrópolis de la misma Roma y de otros lugares del Imperio. Son en cierto sentido una derivación de modelos que ya estaban
presentes en el Lacio desde los siglos X–VIII a.C., como lo fueron los ejemplares villanovianos en cerámica que tienen forma de choza y de los que hay incluso buenos ejemplos en los hallazgos funerarios del
Foro romano. Esas urnas oikomorfas romanas, puede que hayan ejercido alguna influencia en estas de la
Ulterior de las que ahora nos ocupamos, pues aunque en ellas la mayor influencia es, sin duda, la de la
tradición ibérica, dado su destino para romanos no cabe descartar también unas ciertas influencias itálicas.
En este sentido, cabe pensar que su forma es muy parecida a la que ofrecen los conjuntos de urnas familiares, del siglo III a.C., de los Furii –como las nuestras en forma de cajas de piedra con cubiertas planas o a
doble vertiente– encontradas, a mediados del siglo XVII, en el bosque de los monjes camaldolenses, cerca
de Tuscolo129 (Fig. 38); las semejantes de la gens Rabiria, halladas en 1957 cerca del anfiteatro tuscolano y
que se han dicho del siglo IV–III a.C.130, así como un ejemplar de parecida cronología encontrado en la
localidad de Camposanto, junto a la autovía Frascati–Tuscolo131. Igualmente, de la misma Roma, deben
122
123
124
125
126
127
128
129
130
131
160
CIL II, 5424.
M. Bendala Galán, op. cit., p. 102, lám. LXXVIII, 3
Para Bendala, Gallae Vic. an. I; según Alföldy (op. cit., p. 392, nota 15) habría de leerse como Gallae Vicari (filiae?).
CIL II, 743 y 5182; Vives, ILER, 3492.
Mª L. Albertos, op. cit., p. 249.
M. Pastor–A. Mendoza Eguaras, Inscripciones latinas de la provincia de Granada, Granada, 1987, pp. 228 s., núm. 126, lám.
79.
CIL II2/5, 672.
M. Borda, “Ipogei gentilizi tuscolani”, Bullet. della Comiss. Comun. 19 (1956–1958), pp. 16–18, fig. 2.
M. Borda, loc. cit., pp. 19–27, figs. 6–18.
M. Borda, loc. cit., p. 19, figs. 3–4.
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
citarse las urnas del “sepolcreto arcaico” del Esquilino132 (Fig. 39 a). Trabajadas en peperino, algunas son cajas de gran tamaño con cubierta a doble
vertiente y que se vienen fechando entre fines del
siglo VI–comienzos del V a.C. De otras necrópolis
de Roma de época republicana mas avanzada proceden también algunas urnas de piedra con epígrafes, cuya forma de cajas con las patas marcadas
recuerdan bastante a las urnas cinerarias de las que
aquí tratamos133 (Fig. 39 b). Aunque de tradición
muy antigua, urnas que imitan el tejado de tegulae
e imbrices de un edificio y hasta el edificio mismo
con representación a veces de sus puertas (no las
simbólicas del Hades) abundan en Roma en época
de Augusto y de sus sucesores de la dinastía julio–
claudia134. Aunque la urna cineraria de Roma en
forma de caja se caracteriza en época altoimperial
por su barroquismo decorativo, no faltan ejemplos
que, en su sencillez, enlazan con la forma de las
que estamos comentando de la Ulterior Betica y
que, decoradas o no, responden a un esquema simplísimo de articulación arquitectónica. Aunque a
éstas hispanas se las ha relacionado con toda razón
con los tipológicamente muy parecidos larnakes de
época ibérica, muy bien documentados entre las
poblaciones indígenas del Alto Guadalquivir y del Sudeste andaluz. Estos ejemplares ibéricos de piedra
en forma de cajas cuadrangulares se documenta especialmente entre las poblaciones indígenas del Alto
Guadalquivir y del Sudeste andaluz135, destacando entre todos el ejemplar de Villargordo, conservado en
el Museo Arqueológico Provincial de Jaén, que se ha fechado sin precisión entre los siglos V–III a.C.136 y
los encontrados en el interior de las tumbas monumentales de Toya (Jaén) y Galera (Granada)137, algunos
132 L. Lanciani, “Le antichissime sepolture esquiline”, Bullet. della Comiss. Arch. Municipale, III (1875), pp. 43–56 ss.; M.
Borda, loc. cit., pp. 33 s.
133 Un ejemplo CIL VI 40909 = CIL I2 2999. Cfr. M. G. Schmidt, Corpus Inscriptionum Latinarum, Berlin–Branderbusgische
Akademie der Wissensschaften, Berlin, 2001, p. 21. Es de travertino y se halló en el Casale di Carcaricola en las afueras de
Roma.
134 F. Sinn, Stadtrömische Marmorurnen, Mainz am Rheim, 1987, p. 93, núm. 10. láms. 5–6; p. 95, núm. 17, lám. 8; 97, núm.
23, lám. 10; p. 98, núm. 27, lám. 11; 113, núm. 87, lám. 25; p. 114, núm. 92, lám. 26.
135 A. Blanco Freijeiro, “Fragmento de larnax con decoración pintada en el Ashmolean Museum de Oxford”, Cron. VI Congr.
Arq. Sud.–Alcoy 1950, Cartagena, 1951, pp. 199 s.; M. Pellicer–W. Schüle, “Ein Grab aus der iberischen Nekropole von
Galera (prov. Granada), MM 4 (1963), pp. 39 ss.; E. Kukahn, “Una caja funeraria ibérica con representaciones en relieve”,
I CNA (Valladolid 1965), Zaragoza, 1966, pp. 293 ss. ; P. García Serrano, “Dos piezas escultóricas ibéricas en la Provincia
de Jaén”, Oretania 10–11 (1969), pp. 230 ss.; C. San Martín Grego, “Caja funeraria y soporte pétreos de época ibérica
procedentes de Dalías (Almería) conservados en el Museo Arqueológico de Barcelona”, Ampurias 48 (1982), p. 105 ss.; A.
Madrigal Belinchón, “Cajas funerarias ibéricas de piedra en Andalucía oriental”, Actas II Congr. Hist. Andalucia, III Córdoba, 1994, pp. 113 ss.
136 T. Chapa Brunet, “La caja funeraria de Villagordo (Jaén), Trabajos de Prehistoria 36 (1979), pp. 445 ss.
137 J. Cabré, “El sepulcro de Toya”, AEspArtArq 11 (1925), pp. 25 ss.; C. de Mergelina, “Tugia. Reseña de unos trabajos”, BSAA
(1943–44), pp. 13 ss.; A. García Bellido, “La cámara sepulcral de Toya y sus paralelos mediterráneos”, Act. Mem. Soc. Esp.
Antropol. Etnogr. Preh. XIV (1935), pp. 67 ss; A. Fernández Avilés, “La cámara de Toya”, AEspA 49 (1942), pp. 344 ss.;
J. M. Blázquez “La cámara sepulcral de Toya y sus paralelos etruscos”, Oretania 5 (1960), pp. 25 ss.; J. Cabré–F. Motos,
Excavaciones en la necrópolis ibérica de Galera (Granada), Memor. JSEA 25, Madrid, 1919–20.
161
Pedro Rodríguez Oliva
de los cuales llevan en sus paredes exteriores, y en las tapas planas o a doble vertiente con que se cubren,
unas muy interesantes y simbólicas decoraciones pintadas138. Entre las urnas de la cámara sepulcral de
Toya, una llevaba una cierva y otras figuras139. De las de Galera, otra conservada en el Museo Arqueológico
Nacional, muestra en una de sus caras una mujer sentada, representada de perfil, que parece llevar una
lanza en la mano y frente a la que se ve otra figura, también de perfil, en actitud oferente; en otro de sus
lados se ha representado un grifo140. En el siglo XVIII, Álvarez Gutiérrez refiere la existencia de decoración
pintada y en relieve en algunas urnas procedentes de las necrópolis ibéricas de Basti: “El arca esta pintada
por los lados y así mismo sus pies y toda la coronación. En el frente hay tres bultos de mujeres mozas una
de frente y dos de perfil con peinados muy notables... En el lado derecho hay dos guerreros a caballo,
lanza en ristre, a guisa de combatientes; en el izquierdo hay dos conejos muy grandes y delante de ellos
dos perdices”141. Esa decoración pintada y en relieve en estas urnas pétreas debe tenerse en cuenta porque
algunos ejemplares romanos (como el de Clodia Hospita de Torredonjimeno, que mas abajo comentaremos) pudiese ser un reflejo en época romana de esta tradición presente en las urnas funerarias indígenas.
Tales urnas, dentro de su uniformidad, son numerosas y variadas las formas de estas urnas que se fabricaron por doquier en toda la región, y su presencia en un buen número de localidades arqueológicas de
Andalucía hace suponer, por lo tanto, que fueron diversos sus talleres de elaboración. En este sentido se
debe hacer notar que en algunas de las urnas de estas necrópolis romanas se observan ciertas características
particulares, que permiten identificar algunos de los talleres que las produjeron, siendo, además, no escasas
en número las que se acompañan, como en el caso de las de la tumba de los Pompeyos, de breves textos
escritos que hacen referencia a los personajes cuyas cenizas se contuvieron en tales cajas de piedra. Por su
condición, la mayoría de las ocasiones, de hallazgos arqueológicos casuales no siempre tales piezas pueden
ser asociadas a los monumentos funerarios de los que, en buen número de casos, formaron parte; de ahí el
interés que para el tema tiene cualquier noticia que permita relacionarlas con otros ajuares y, fundamentalmente, con los sepulcros a los que estuvieron destinadas. Dado que este es el caso de las urnas del sepulcro
de los Pompeyos de Torreparedones, de ahí su particular importancia. Las urnas de Baena se caracterizan
fundamentalmente por sus epígrafes, lo que obliga a relacionarlas con otros ejemplares procedentes de la
región con iguales características.
Quizá la noticia escrita mas antigua de que dispongamos sobre el hallazgo de estas urnas cinerarias
de piedra de época romana sea la que, referida a una de las necrópolis de Mentesa Bastitanorum, ofreció
M. Jimena Jurado en 1639142. Cuenta este autor que en la localidad jiennense de La Guardia, a orillas del
rio Guadalbullón, “cabando unos muchachos en un derrumbadero de esta parte del rio en la ribera abaxo
del lugar descubrieron dos cajas quadradas como celemines de piedra blanca... llenas de cenizas; la una
quebraron y echaron en el rio; la otra sacaron entera y llena de ceniza y huesos quemados y mas a modo de
cachurruelas con sus puas. Vióla el maestro Fco. de Ruíz y Cuesta Prior de Bailen en la Iglesia de este lugar
en la sacristia”. Tal urna, según indica Jimena Jurado y deja ver el dibujo que en su manuscrito ofrece143,
llevaba grabado en su frontal un texto, referencia al difunto cuyas cenizas se contuvieron en tal urna de piedra, nombrándolo sólo por su cognomen: SAT.VRNINVS, siendo la supuesta interpunción tras la tercera
letra que incluye el transmisor del epígrafe, quizá simplemente un desconchón en la piedra144.
138 R. Olmos Romera, “Vaso griego y caja funeraria en la Bastetania ibérica” Hom. Fernández–Chicarro, Madrid, 1982, pp.
260 ss.; M. Almagro Gorbea, “Tumbas de cámara y cajas funerarias ibéricas. Su interpretación sociocultural y delimitación
del área cultural ibérica de los Bastetanos”, Hom. Fernández–Chicarro, Madrid, 1982, pp. 250 ss.; A. M. Jiménez Flores,
“Nueva caja ibérica decorada procedente de Alhonoz (Herrera, Sevilla)”, Lucentum XIX–XX (2000–2001), pp. 113 ss.
139 A. García Bellido. “Arte ibérico” en Historia de España dirig. Menéndez Pidal, I–3, Madrid, 1954, pp. 436 y 605, fig. 314.
140 Ibidem, pp. 603 ss. figs. 529–531; A. García Bellido, Arte ibérico en España, Madrid, 1980, p. 23, figs. 129–130.
141 J. Cabré, “La necrópolis de Tútugi. Objetos exóticos”, Bol.Soc.Esp.Exc. XIX (1921), p. 42; A. García Bellido, Historia España..., p. 608.
142 M. Jimena Jurado, Antigüedades del Reino de Jaén. Baeza, 1639, ms. Biblioteca Nacional Madrid, sign. 11, fol. 39 r.
143 CIL II2/5, 17.
144 C. González Román–J. Mangas Manjarrés, Corpus de inscripciones latinas de Andalucía. Jaén, Sevilla, 1991, núm. 288, lám.
204.
162
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
De las necrópolis de Mentesa se conocen también una pareja más de estas urnas con textos escritos. De
ellas, un ejemplar de caliza blanca de 24 x 32 x 20 cms., que lleva cubierta moldurada en forma de frontón,
y, en una de sus caras, en genitivo, los tria nomina del difunto: M(arci). POPLICI. FVSCINI, se conserva
en Écija (Sevilla)145. Otra, también de La Guardia (Jaén), y ahora en paradero desconocido, se cubría con
una tapa plana con el epígrafe: CRESCENTIS146.
En la misma provincia de Jaén se conocen otras urnas como las dos de arenisca (25 x 41, 5 x 26 cms. y
37,5 x 21,5 x 25 cms.) que se encontraron en 1955 cerca de Martos con restos en su interior de los difuntos
cremados y, como ajuar, algunos ungüentarios y un vaso de cerámica. Ambas urnas, una de ellas con cubierta a dos vertientes, se guardan en la colección arqueológica formada por el P. Recio en el Convento de los
Franciscanos de Martos. También portan textos epigráficos otra serie de urnas aparecidas en esta provincia
de Jaén. De Detumo es una de estas urnas de piedra con cubierta que da solo el nomen de la difunta147 de
este modo: CORNELIA. De Obulco (Porcuna, Jaén) es otro ejemplar, igualmente de caliza, con cubierta
y cuatro patas, de 36 x 31 x 18 cms., adquirido en el mercado anticuario por el Museo Arqueológico Nacional de Madrid donde se guarda y que lleva en una de sus caras el siguiente texto148: L(ucii). PAP(irii ?).
/ SENECIO / NIS.
Otra urna jiennense con inscripción latina se
conserva igualmente en el Museo Arqueológico Nacional y procede de la Dehesa de Cerrogordo, en
el término municipal de Villardompardo149. Trabajada sobre un paralelepípedo de caliza, de interior
ahuecado, rebajado en su parte inferior para obtener las cuatro patas que están en sus esquinas (33,
5 x 36, 5 x 25 cms.), presenta sus paredes externas
laterales y trasera toscamente labradas, mientras su
frontal y tapa –que hace tejado a dos aguas visto
desde el lateral– han sido bien alisadas. En la cara
principal entre líneas–guía y con letras capitales
(4,5–5 cms.), que se separan con interpunciones
triangulares, se ha escrito150: VERANA. / PRIMI.
L(iberta) (Fig. 40).
De Arjona se conocen un par de ejemplares más. Uno es el descubierto en el centro de la ciudad con
motivo de la construcción del mercado, y que, trabajado en caliza local, en el momento de su hallazgo
contenía “huesos y cenizas”. Con tapadera a doble vertiente, sus medidas son: 32 x 30 x 20 cms. El texto,
contenido en su frontal151 decía: M(arcus). (A)EMILIVS. SIICVNDVS.
De la misma localidad es la urna también de caliza blanca (26 x 36 x 25 cms.), que ingresó en el Museo
Arqueológico Provincial de Granada152 y que lleva grabada en su frente, con capitales cuadradas de 3 cms.
de altura e interpunciones triangulares de lados curvos, esta inscripción: M(arci). HELVI. LOCHI153.
Precisamente de otra de esas necrópolis romanas del Alto Guadalquivir proceden unas urnas de
piedra que, como estos ejemplares de La Guardia que acabamos de referir, se acompañan de breves textos
145
146
147
148
149
150
151
152
153
CIL II2/5, 15 a.
CIL II2/5, 13 a.
CIL II2/7, 746.
CIL II2/7, 134.
C. M(illán) G(arcía), “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones de 1955 a 1957. Urna cineraria romana (Villardompardo, Jaén),MMAP 16–18 (1955–1957), pp. 55–56.
CIL II2/5, 62.
C. González Román–J. Mangas Manjarrés, op. cit., núm. n. 570.
M. Pastor–A. Mendoza Eguaras, op. cit., p. 263 s., núm. 139, lám. 87.
CIL II2/5, 82.
163
Pedro Rodríguez Oliva
escritos referidos a los difuntos y que en este caso,
además, sugieren que, al menos en parte, hubieran
pertenecido a un mismo monumento funerario
de carácter familiar. Nos referimos a tres de tales
urnas que se hallaron, en momentos distintos, en
un despoblado en las cercanías de Torredonjimeno
(Jaén). En los primeros años del siglo XX, en una
zona imprecisa de este yacimiento arqueológico, el
correspondiente de la Real Academia de la Historia
en Jaén, don Félix García, había encontrado –no se
sabe en que circunstancias– un par de estas urnas
en forma de “cajas de piedra”, que conservaba en
una colección arqueológica que había formado en
Jaén, ciudad ésta donde las vio y fotografió Enrique
Romero de Torres, dándolas a conocer poco después154. Ambos ejemplares habían sido trabajados
en piedra caliza del lugar, tenían forma rectangular
y patas de sección cuadrada. La primera de ellas,
cuyas medidas son 26 x 36, 5 x 21,5 cms., pasó
al Museo Arqueológico Provincial de Jaén, donde
ahora se conserva155, presenta una cubierta, que se
unía al cuerpo de la caja “con plomo derretido”,
imitando la doble vertiente de un techo, y, con
letras capitales actuarias de 4 cms. alt., inciso en
su frente, el epígrafe156: TERTIOLA. AVITI. LIBERTA. La segunda urna, que pasó años después
junto a otra urna semejante pero sin epígrafe a una
colección particular de Málaga157 y de las que no se
sabe de su actual destino (Figs. 41–42), se tapaba
con una cubierta plana de reborde ancho para su encaje en el cuerpo. Su altura era de 23 cms. y, en su
cara frontal, llevaba inscrita con letras capitales cuadradas e interpunciones triangulares, la inscripción158:
SATVLA. AVITI. L (iberta). Existen noticias antiguas de urna tercera urna cineraria hallada en aquél mismo sitio arqueológico. Se trataba de una caja cuadrada, con decoración figurada en su frontal, aunque no
sabemos (porque ello no se indica) si estaba trabajada en mármol o, lo que es mas que probable, sobre la
caliza blanca del lugar como las dos anteriores. A este ejemplar lo conocemos por relación de Rus Puerta y
dibujo del mismo autor, dado a conocer, en versión retocada de Romero de Torres, dibujo con todo el aire
artístico y su característico estilo que es la errónea imagen de esta pieza arqueológica que se ha difundido
en los ambientes de investigación159. De este ejemplar se dice en el manuscrito de 1646: “En este sitio
fue hallada una caja de piedra blanca dentro de la qual estaba una estatua de un niño, y una redomilla
con cenizas: y en la frente de la caja estan abiertas estas letras, y corazoncillos, que sirben de puntos: Las
quales quieren decir en Castellano: Clodia Hospita, Liberta, ó áhorrada de Apio. Está la caja en casa de
154 E. Romero de Torres, “Nuevas inscripciones romanas de Córdoba, Porcuna y Torredonjimeno”, BRAH LXV (1914), pp.
135–138.
155 C. González Román–J. Mangas Manjarrés, op. cit., núm. 511, lám. 340.
156 CIL II2/5, 213.
157 Antigua colección Marquina. Málaga. Archivo fotográfico “Legado Temboury”. Biblioteca Provincial Cánovas del Castillo, fotos núm.
4554 A–B.
158 CIL II2/5, 212.
159 E. Romero de Torres, loc. cit., p. 136 s.
164
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
Christoval Fernandez de Ribas en Torreximeno. Y debajo de las letras está relevada una estatua de muger
recostada”160. Desconociéndose su paradero, hemos de servirnos de la descripción y dibujo de Rus Puertas para analizarla. En los manuscritos que nos la trasmiten no hay variantes en cuanto al epígrafe de su
frontal161 con haederae distinguentes separando las palabras: CLODIA. APPI(i). L(iberta). HOSPITA. Si
atendemos a la forma con la que el dibujo muestra a la tal urna, debe considerarse que, sin duda, se trata
de la típica caja cineraria trabajada en caliza y de producción local, según venimos comentando, y que,
en este caso, lleva cuatro patas trabajadas y perdida su cubierta, tipo que, como antes se ha dicho, es muy
corriente en los ambientes funerarios del Mediodía peninsular, aunque éste sería de todos los conocidos
el único ejemplar altoimperial ornamentado con una decoración figurada en relieve y de ahí su más que
especial interés. Por el dibujo que nos la ha trasmitido debe deducirse que se trata de una representación
que responde a la idea del reposo de los muertos162 con la figura de la difunta en posición yacente; aunque
debe llamarse la atención de que en la descripción se dice estar “recostada”; por ello, Alberto Balil matizó
este último aspecto señalando que “el manuscrito del siglo XVII alude a una figura recostada, en el texto,
pero el dibujo muestra una figura yacente que requiere muy buena voluntad para identificar trazos de una
posible corona. Si atendemos exclusivamente a éste, entraríamos en el campo de las figuras de difuntos
dormidos en el sueño eterno, no de difuntos representados como vivos, según se deduce de la posición
recostada”163.
En el Museo Arqueológico de Granada también se conservan otras dos urnas del mismo tipo. La
primera, de procedencia desconocida, de caliza (25 x 25 cms) lleva en su cara principal el epígrafe ASANAN164. La segunda, anepigráfica, se hace proceder de Urci. Ingresó en el Museo granadino en 1880. Carece de tapa y sus medidas son: 35 x 25 x 17 cms. Su singularidad estriba en que sus patas, frente a lo que
es mas usual en estas piezas, son muy elevadas (9 cms.) y han sido trabajadas en las caras externas a base de
una serie de cortes en bisel que ofrecen una decoración triangular en escalera165.
De la colección arqueológica que, hace años, formó en su casa de Pizarra (Málaga) el pintor norteamericano Gino Hollander y cuyos fondos conforman hoy el Museo Municipal de esta localidad166, se
expone en dicho museo una urna cineraria de procedencia andaluza, pero de la que se no se conocen ni el
lugar de su hallazgo ni las circunstancias en que éste se produjo. Está formada dicha urna por una caja de
caliza blanca de grano muy fino que, por la propia naturaleza del material, ha sufrido un fuerte deterioro
en la zona alta de su cara principal, habiéndose perdido parte de la misma. La caja, que se cubre con una
tapa remedando un tejado de doble vertiente, lleva en sus paredes exteriores, entre líneas verticales incisas
que encuadran las esquinas, una decoración a base de tres bandas horizontales paralelas de círculos incisos
con una perforación en su centro; en la frontal, además, hay un epígrafe latino en tres líneas de escritura de
letras capitales cuadradas (Fig. 43), del que se lee:
CORNELIA / BADIDAVTER / ANNOR(um) LXV
Si singular es el modo de decoración de este ejemplar167 entre los que son usuales en la ya conocida
y abundante serie de este tipo de ollae ossuariae de la Ulterior Baetica, llamativo lo es, del mismo modo,
160 Fr. Fco. de Rus Puerta, Corografia antigua y moderna del reyno y obispado de Jaén., 1646, ms. Real Academia de la Historia
Madrid, sign. 9/528, fol. 64 v.
161 CIL II2/5, 211.
162 L. Fernández Fuster, “La idea del reposo en la escultura funeraria provincial”, AEspA, XXII (1949), p. 398.
163 A. Balil, “Esculturas romanas de la Península Ibérica (VI)”, BSAA XLIX (1983), p. 251, notas 116 s.; P. Rodríguez Oliva,
“Torredonjimeno. Urna cineraria con relieve”, en L. Baena del Alcázar–J. Beltrán Fortes, Esculturas romanas de la Provincia
de Jaén, Corpus Signorum Imperii Romani–España, t. I, vol. 2, Murcia, 2002, pp. 162 s., núm. 181, lám. LXXXII, 1–3.
164 M. Pastor–A. Mendoza Eguaras, op. cit., p. 228 s., núm. 126, lám. 79; CIL II2/5, 672.
165 L. Fernánde Fuster, loc. cit., p. 234, fig. 4, 1.
166 Que se expone allí desde fines del año 1994, fecha en que dicho Museo Municipal se inauguró en el “Cortijo de Casablanca”
en Pizarra.
167 En la Real Academia de la Historia en Madrid se guarda una urna sin epígrafe y con una decoración de círculos incisos con
perforación en su centro idéntica a la que llevan los dos ejemplares que ahora comentamos.
165
Pedro Rodríguez Oliva
el cognomen con sufijo –uter/–ter 168 del nombre de
la difunta, que es, hasta ahora, caso único en la Península; su prefijo Bad– recuerda al que aparece en
los antropónimos Badius/Badia y sus derivados en
diminutivo Badiolus/Badiola de los que hay varios
ejemplos hispanos, unas veces usados como nomina
y otras como cognomina, aunque sobre la posibilidad de que en estos casos hispanos sean algunos
nombres indígenas se debe hacer notar en este sentido que una localidad de la Baetica llevaba como
topónimo este mismo nombre Badia (Val. Max., 3,
7, 1) y que una Badua –quizá la misma localidad
antigua– es conocida por su cita en el Itin. Anton.
(419). En cuanto al taller de donde esta urna salió
–y donde debió ser usada– hay que señalar que otro
ejemplar idéntico en su forma y motivos decorativos se encuentra en Barcelona. Efectivamente, entre las importantes piezas que formaron parte de la
exposición “Scripta Manent”, celebrada en la sede
central en Montjuic del Museu d´Arqueologia de
Catalunya, entre agosto 2002 y enero 2003, figuró
una urna cineraria de imprecisa procedencia bética169, tallada en caliza blanca, y formada por una
caja rectangular, que mide 29, 7 x 18, 3 x 18, 2 cms.
y por su tapa, que es a doble vertiente, con “perfil
curvilíneo con una línea incisa que marca el vértice
y que ha perdido uno de los ángulos”, y cuyas medidas son: 32, 4 x 4, 7 x 17 cms. (Fig. 44). Lo mas
interesante de esta nueva urna es el texto epigráfico
que hay inscrito en su frontal así como los motivos que decoran tanto el cuerpo de la caja como la
cubierta y que son, como en el de la del museo de
Pizarra y el ejemplar anepigráfico de la Real Academia de la Historia, líneas de círculos incisos y el
centro marcado con una pequeña oquedad. Cada
uno de los cuatro lados de la caja lleva dos líneas incisas verticales que, en la cara delantera, delimitan
el campo epigráfico aunque las tres últimas letras de
la línea 1 lo rebasan. En este campo del frontal de
la urna, con letras que carecen de pies o refuerzos;
colas de Q y de R, rectas y forma arcaica de L como T invertida figura esta inscripción en dos líneas referida
al difunto:
Q (uintus). VALERIVS. ANCHIALVS. SITVS. EST / ANNOR (um). LX
Por el cognomen griego que el personaje lleva se le ha supuesto un liberto, como el L(ucius) Valerius
Anchialus de una inscripción augustea o julioclaudia de Roma170, aunque para este ejemplar bético, por
168 M L. Albertos, op.cit., pp. 290 s.
169 Aa.vv., Scripta Manent. La memoria escrita de los romanos, Barcelona–Murcia, 2002, p. 252, núm. 95.
170 CIL VI, 7175.
166
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
sus aspectos paleográficos y el empleo de la fórmula situs est, sus editores le han dado una cronología muy
temprana próxima al 100 a.C.
Como en estos dos ejemplares de Pizarra y Barcelona que acabamos de ver, la indicación de los años
del difunto se encuentra también, en una urna de esta misma clase –aunque es de la variante de las que
llevan patas– tallada, asimismo, sobre un bloque de
caliza blanca (35 x 30 x 21, 5 cms. de anch., alt. y
gr.) y con tapadera plana (4 cm. alt.). Este nueva
pieza dada a conocer no hace muchos años171, que
se conserva en Mairena del Alcor (Sevilla) y de la
que se ha dicho que debió ser encontrada “en un
lugar del Bajo Guadalquivir, posiblemente en Alcalá de Guadaira o... Carmona”, lleva, con letras de
entre 3/4 cms., puntos de separación circulares y
descuidada ordinatio, el texto:
VALERIA. RVSTI / CA. AN(n)os X.X.X.I.I.
(Fig 45), que, por su paleografía y “la inclusión de
la fórmula de indicación de la edad del difunto”,
sus editores la han supuesto de fines del siglo I d.C.,
fecha que quizá se debería rebajar algo.
Son estos los tres únicos casos de epígrafes sobre este tipo de cajas funerarias hispanas que ofrecen la indicación de la edad de los difuntos, ya que la
interpretación que en este sentido se hizo con referencia a un ejemplar de Carmo por G. Susini no parece
que pueda aceptarse. Nos referimos a la tapa de una urna de la necrópolis de Carmona que lleva inciso con
punzón un texto de descuidada paleografía172 que se ha venido leyendo VRBANIVAL173 y que se ha venido considerado un nombre púnico. Susini planteó la posibilidad de leer el texto como: VRBANI V(ixit)
A(nnis) L174, que ahora no se admite dándose como nueva lectura, aunque también discutible, la de VRBANI VAL (eriorum) (servi)175 (Fig. 36 c).
En lo que respecta a estas urnas cinerarias de piedra, el más completo y variado de los conjuntos lo ha
ofrecido la necrópolis romana de Carmona (Sevilla) de donde proceden más de dos millares aproximadamente de piezas, lo que permite establecer una tipología básica como punto de referencia para otras localidades de la Bética176. En las diversas tumbas de esta necrópolis se ve que las urnas se colocaban en lugares
muy diversos, aunque especialmente se ubicaban, siguiendo un determinado ritual funerario177 en los loculi
u hornacinas que para tal destino se labraban en las paredes de las cámaras funerarias178. De entre las urnas
carmonenses hay un ejemplar que resulta único en el conjunto, y que por sus caracteres paleográficos se viene fechando en el siglo II, aunque esta cronología sea más que discutible. Frente a todas las demás, que son
de piedra, esta se ha tallado en mármol blanco. Es de reducido tamaño (27 x 15 cms.) y se encontró falta de
171 P. Sáez Fernández–S. Ordóñez Agulla–S. García Dils de la Vega, “Inscripciones romanas inéditas en la provincia de Sevilla”,
Habis 34 (2003), pp. 229–231
172 CIL II 5427.
173 C. Fernández–Chicarro y de Dios, op. cit., 45 s.; M. Bendala Galán, op. cit., p. 102, lám. LXXVIII, 2.
174 Epigraphica 37, 1975, p. 266.
175 G. Alföldy, “La sociedad del municipio de Carmo”, en A. Caballos Rufino (ed.), Carmona romana, Carmona, 2001, p.
384.
176 L. Fernández Fuster, op. cit., pp. 231 s., 237 s.; M. Bendala Galán, op. cit., pp. 107 s.
177 M. Belen de Amos, “Aportaciones al conocimiento de los rituales funerarios en la necrópolis romana de Carmona”, Homenaje al Prof. Martín Almagro Basch, Madrid, 1983, pp. 209 ss.
178 Grupos numerosos de urnas se han encontrado colocadas en loculi excavados en las paredes de las cámaras funerarias de
las tumbas llamadas del “Mausoleo circular”, del “Elefante”, de Las Guirnaldas”, de los “Cuatro Departamentos”, de las
“Cuatro Columnas”, de “Prepusa”, del “Ryton de Cristal” o de “Las Jarras”, de “Postumio”, de “Las Tres Puertas”, del
“Columbario–Triclinio”, vid. M. Bendala Galán, op. cit., pp. 107 s.
167
Pedro Rodríguez Oliva
cubierta en una de las tumbas del Campo de las Canteras. En tres de sus caras lleva repartida la inscripción:
EVNI FILIAE / OSSA PREPVSAE / ANN XXV dentro de una moldurada cartela rectangular179.
Por lo que respecta al numeroso conjunto de urnas anepigráficas de la necrópolis de Carmona (aunque
algunas pudieron tener inscripciones pintadas que han perdido) conviene destacar el grupo descrito por Bendala como de forma “prismática, tallada por lo general en piedra caliza blanca, arenosa y compacta, tratada
con cuidado... se simulan patas talladas a bisel” que son piezas talladas en una caliza blanca de grano fino y
cuyas medidas suelen ser 35 x 20 x 22 cms., a las que Fernández Fuster describía con “patas talladas a bisel
en el grosor de la caja en forma de ángulos diedros que se cruzan en ángulo en el centro donde se labra, a
menudo, otra incisión angular. La cubierta puede ser plana, a dos vertientes, o bien, en los ejemplares mas
ricos a dos vertientes con molduras laterales”180. Son varias las de este tipo y que antes se han descrito por
llevar epígrafes grafiteados con punzón son las antes descritas de Pylades181, de Gallae (filiae) Vicani182, la de
Atittae183, nombre que Bonsor consideró un “masculine name of Iberian origin”184 y puede que aquella a la
que perteneció la tapadera de Urbanival185. Otro de los grupos de urnas mas numeroso en la necrópolis de
Carmona es aquél que Bendala describe como “un cofre de dimensiones variable... tallado toscamente en
la piedra del lugar; la tapadera suele estar rehundida por su parte inferior y encaja en un reborde tallado en
el borde superior del recipiente”186. A este grupo pertenece un ejemplar de arenisca en cuya tapadera se ha
colocado, con grandes letras capitales de descuidado ductus, la inscripción: S II N II que Fernández Chicarro
entendió como la inscripción funeraria “de un anciano o Séneca, ya que cabe interpretarse por Senes, Senis
o Senecae”187. La gran mayoría de las urnas carmonenses de este grupo carecen de patas, son de sección cuadrada, muchas se trabajaron toscamente en la caliza porosa de los Alcores y se cubren con una tapadera que,
como señalara Bendala, rebordeada en su parte inferior, encaja en las ranuras trabajadas para ello en el borde
de la caja. Otra modalidad de urnas cimerarias en esta necrópolis son las de cerámica en forma de caja188,
unas con cubiertas simples de un imbrex, otras con cubiertas que imitan a las de piedra a doble vertiente y
unas terceras cuyas tapas tienen resaltes laterales elevados y molduraciones en la parte que imita al tejado.
Para algunas de estas urnas cimerarias de cerámica son de importancia las que han aparecido en las necrópolis
de la antigua Munigua (Mulva, Villanueva del Rio y Minas, Sevilla)189. Las hay con iguales formas que las
cajas funerarias de piedra y se fechan con cierta precisión entre época neroniana y fines de la época flavia190.
Por la abundancia de urnas cinerarias de piedra, cuya cronología va aproximadamente desde comienzos del Imperio hasta los Flavios, también son de especial importancia las de las necrópolis de Baelo Claudia
(Tarifa, Cádiz). Unos tres centenares de estas urnas se localizaron en las excavaciones realizadas por la misión hispano–francesa en los años 1917–1918 y 1919–1921191 El tipo de urna que aparece en Baelo suele
ser el de la caja rectangular, elaborada unas veces sobre calizas de grano medio de canteras cercanas, o bien a
base de la porosa caliza conchífera del lugar, lo que obligaba en ocasiones a recubrir sus paredes con estuco.
Algunas presentan patas y cubierta a dos aguas. La cronología que asignaron los primeros excavadores de
esta necrópolis a las incineraciones en urnas de piedra: “une période qui s’etend de la fin de la République
179
180
181
182
183
184
185
186
187
188
189
CIL II 5423.
L. Fernández Fuster, op. cit., p. 237.
M. Bendala Galán, op. cit., p. 107; CIL II 5424.
M. Bendala Galán, op. cit., lám. LXXVIII, núm. 3.
Eph. Epigr. VIII 95.
G. E. Bonsor, op. cit., p. 130, lám. LXXVII, fig. 41.
G. E. Bonsor, op. cit., 130, lám. LXXVII, fig. 42; CIL II, 5427.
M. Bendala Galán, op. cit., p. 107.
C. Fernández–Chicarro y de Dios, op. cit., p. 41.
M. Bendala Galán, op. cit., p. 108, lám. LXXVIII, 5.
M. Vegas, Mulva II. Die Südnekropole von Munigua. Grabungskampagnen 1977 bis 1983, Madr. Beitrag. 15, Mainz am
Rheim, 1988.
190 M. Vegas, op. cit., pp. 25 s., lám. 10, núm. 19, 1.
191 P. Paris–G. E. Bonsor–A. Laumonier–R. Ricard– C. de Mergelina, Fouilles de Belo (Bolonia, province de Cádix) (1917–
1921). II. La Nécropole, Burdeos, 1926, p. 20.
168
Las urnas del mausoleo “de los Pompeyos”
au comencement du IIIe siècle”, ha sido precisada por los trabajos mas recientes en esta necrópolis de Baelo
Claudia que han puesto de manifiesto la cronología claudia de muchas de estas urnas de piedra de las que
algunas son contenedores de urnas de vidrio que se fechan entre Nerón y los Flavios192.
También en las ricas necrópolis de Gades se documentan algunas urnas en piedra del tipo de las que
venimos comentando. Esos ejemplares gaditanos están realizados generalmente en la caliza local fósil, comúnmente llamada “conchífera” u “ostionera”. La mayoría de estos cofres de piedra carecen de patas y sus
cubiertas unas veces son planas, otras a doble vertiente. Igualmente, en las necrópolis gaditanas se da esa
otra variante de urna en forma de caja de piedra labrada en caliza de mejor calidad de color blanco o claro
y grano muy fino193.
Urnas cinerarias de ese mismo tipo se conocen también en Corduba, la capital de la prouincia. Urnas
cinerarias en forma de cajas de arenisca y caliza con opercula a doble vertiente y con remates laterales se
documentan en hallazgos de la Torre de la Malmuerta y en la carretera de Trasierra. El otro grupo es el
que ofrecen unas cajas cuyas patas se han obtenido mediante dos cortes a bisel en la base de cada una de
sus cuatro caras, dejando en el centro una figura en forma de frontón triangular invertido. De este tipo
es una urna aparecida junto a las antes mencionadas de Trasierra, dos halladas en Marrubial y otra pareja
procedente del cementerio de la Salud. También se conocen estas urnas en Italica, lugar de donde proceden
algunos ejemplares del museo Arqueológico de Sevilla (Sala XXI) entre los que existen ejemplares tallados
en caliza blanca, compacta y de grano fino y otros en arenisca de los Alcores sin patas, con tapa plana y otras
imitando un tejado a doble vertiente con rebordes laterales. Asimismo las hay de cerámica.
Al lado de estos conjuntos, cajas cinerarias de piedra con tapadera del mismo material, planas o en forma de cubierta a doble vertiente, aparecen por doquier en otras localidades de la región. Se documentan en
las necrópolis de Carissa Aurelia (Bornos, Cádiz), del “Cerro de los Castillejos” (Teba, Málaga), de Acinipo
(Ronda la Vieja, Ronda, Málaga).
De las necrópolis de esa localidad antigua de
Acinipo proceden una serie de urnas, la mayoría
cofres de piedra de muy ruda calidad con cubiertas
planas o a doble vertiente (Fig. 46). Un ejemplar
del Museo Arqueológico de Málaga tiene forma de
caja cuadrada y ha sido tallado en una caliza fosilífera (28 x 24,5 x 21, 5 cms.) que es roca que aflora en los alrededores de ese importante yacimiento
arqueológico de la Serranía de Ronda. Le falta la
cubierta y presenta la particularidad de un buen pulimento exterior y de llevar en sus cuatro esquinas
restos de una línea roja horizontal que, por arriba,
remata en sendas volutas; en el centro de la cara
principal, y con el mismo color, se ha trazado un
círculo. Algunos de estos tipos de urnas se han podido localizar en una excavación realizada en una de las
necrópolis de esta ciudad el año 2004194 (Fig. 47). Otra urna pintada de Acinipo es la del Museo Municipal
de Ronda que perteneció a la antigua colección Llamazares. Es una caja de caliza blanca de grano finísimo
(38 x 25 x 28 cms.) cuya base se ha rebajado para labrar sus cuatro patas. Lleva decoración pintada en
rojo y negro en sus cuatro caras. Enmarcadas las esquinas por líneas paralelas verticales rojas y negras, las
caras van recorridas por dos cenefas de líneas horizontales que cobijan semicirculos contínuos. En la cara
192 J. Remesal Rodríguez, La necrópolis sureste de Belo, EAE 104, Madrid, 1979, pp. 36 s., 46; M Almagro Gorbea, “Nota sobre
la seriación de las urnas de la Necrópolis SE. de Belo”, MelCasVel XVIII/1 (1982), pp. 419 ss.
193 P. Rodríguez Oliva, “Talleres locales de urnas cinerarias…”, pp. 280 s.
194 J. M. Castaño Aguilar–B. Nieto González–J. Padial Pérez, “Intervención arqueológica en la necrópolis iberorromana de
Acinipo”, La Serranía 30 (2005), pp. 42–44.
169
Pedro Rodríguez Oliva
principal ocupando el espacio libre entre ambas cenefas, se
ha dibujado una cerradura cuyo espacio para la llave se ha
rebajado en hueco (Fig. 48). Junto a algunos restos óseos del
difunto cremado, se halló, al parecer, un ajuar consistente en
veintiséis cuentas de vidrio verde, una fusayola de cerámica,
una aguja de cobre (9, 2 cms.), dos aretes de cobre (3, 6 cms.
diámetro), dos pequeñas fíbulas de bronce del tipo llamado
“unguiforme” y un anillo de hierro con un entalle en pasta
vítrea y decorado con una figura de Eros.
A propósito de la decoración pintada de estas urnas de
Acinipo, se puede traer a colación, por su recubrimiento de
estuco rojo y por la decoración en relieve de su tapa, un ejemplar de procedencia andaluza –aunque no se sepa de su exacto
lugar de hallazgo– que en el pasado siglo perteneció al museo de los Marqueses de Casa–Loring en Málaga y que ahora
se guarda en los fondos del Museo Arqueológico Provincial
malagueño195. Es de caliza y presenta restos de estuco rojo en
algunas partes y lleva decoración geométrica incisa y en relieve. Tiene 43, 5 cms. de anchura, 22 de grosor y una altura de
21 en el cuerpo de la caja y de 38 cms. incluyendo la cubierta. Bien recortada y ahuecada, se sostiene sobre
cuatro patas de sección cuadrada. En sus frentes, a una altura media, se han rebajado unas bandas rectangulares de lados laterales en escocia. Las de la cara principal y trasera tienen 22, 5 cms. de ancho por 4 cms
de altura; las de las laterales, 12 cms. de anchura por igual altura que las antes descritas. Dentro de estas
cartelas quedan restos del estuco que debió recubrir toda la caja y de la pintura roja que, al menos en esas
zonas, la decoraba. La cubierta, a doble vertiente,
ha sido ahuecada en su interior y presenta, en las
partes alta y baja de cada uno de los lados del tejado, sendas líneas incisas. Estaba toda ella recubierta de estuco y, entre tales líneas, cobijaba, en cada
lado, dos rosetas hexapétalas inscritas en un círculo
y trazadas a compás sobre el blando estuco pintado
de rojo. En los dos laterales de la cubierta, centradas
en los frontones triangulares que los forman, se han
trabajado en relieve, con un diámetro de 10 cms.,
unas rosetas de seis pétalos que igualmente estuvieron estucadas y pintadas de minio.
A este respecto cabe recordar que varias de las
urnas de Torreparedones habían utilizado el minio
bien para resaltar sus textos escritos, bien para recubrir de este color su interior196. Esta particularidad y todas las demás que hemos ido señalando en los
diversos grupos de urnas cinerarias de piedra de varios lugares de la Bética que hemos ido comentando muy
brevemente son paralelos para tener en cuenta en cuanto se refiere al conjunto excepcional de las aparecidas
en el sepulcro familiar del Cortijo de las Vírgenes de Torreparedones al que se vino en llamar, desde poco
después de su casual descubrimiento, la “Tumba de los Pompeyos”.
195 P. Rodríguez Oliva, “Talleres locales de urnas cinerarias…”, p. 283, lám. IV, 1.
196 Así, llevaba minio resaltando la inscripción la de Ildrons, hijo de Velaunis (CIL II2/5, 414) y la de Cneo Pompeyo Afer (CIL
II2/5, 420) y tenían pintado su interior con este color las de Fabia Aninna (CIL II2/5, 410), Quinto Pompeio Sabino (CIL
II2/5, 411), Pompeia Nanna (CIL II2/5, 412) y la de Sisean, hijo de Bahannón (CIL II2/5, 418).
170
CAPÍTULO V
INVESTIGACIONES RECIENTES EN
TORREPAREDONES: PROSPECCIÓN GEOFÍSICA
Y EXCAVACIONES EN EL SANTUARIO Y
PUERTA ORIENTAL
José Antonio Morena López
Excmo. Ayuntamiento de Baena
1. Introducción
Aunque la presente monografía está dedicada, básicamente, al estudio del “Mausoleo de los Pompeyos”,
en el capítulo firmado por José Beltrán, que aborda el análisis arqueológico de la mencionada tumba, se
incluye también un apartado sobre la historiografía del yacimiento, apartado que se completa con este
capítulo que supone una puesta al día de las últimas actuaciones llevadas a cabo en el yacimiento de Torreparedones y, más concretamente, sobre los trabajos de excavación en el santuario y la puerta oriental1, y de
la prospección geofísica2 que ha aportado una información de gran interés en relación al objeto principal
de esta monografía. Conviene dejar claro que sólo se trata de una primera aportación pues está previsto
publicar estudios monográficos sobre dichos temas, en próximos números de esta misma revista. También
se presentan unos breves comentarios sobre la excavación que desde el mes de abril de 2009 se realiza en un
sector intramuros, cuya finalización está prevista para el mes de febrero de 20103.
El estudio realizado por José Beltrán hace un recorrido por los hallazgos más significativos de que se
tiene constancia, desde el siglo XVI hasta la década de 1990, cuando finalizó el proyecto de investigación
sistemática desarrollado por un grupo de arqueólogos británicos y españoles en el yacimiento de Torreparedones, bajo la dirección de Barry W. Cunliffe y Mª Cruz Fernández Castro. Ese proyecto, se denominó
“The Guadajoz Proyect” a efectos de las instituciones británicas que lo financiaban y “Torreparedones y su
contexto en la Campiña de Córdoba” para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, administración encargada de otorgar la preceptiva autorización y tuvo una duración de siete años, desde 1987 a 1993.
Se llevaron a cabo cuatro campañas de excavación que se alternaron con otras de estudio de materiales. Sin
duda, los trabajos realizados en 1988 y 1990 fueron los más fructíferos al ponerse al descubierto el santuario
y la puerta oriental, respectivamente. En el primer caso, la excavación, tramitada por vía de urgencia ante
el expolio que estaba sufriendo el sitio, no sólo fue de gran interés por los datos obtenidos (materiales, estructuras murarias, etc.), sino porque puso fin a las dudas que se estaban planteando sobre la autenticidad
de los exvotos publicados previamente procedentes de recogidas superficiales.
Si el hallazgo del Mausoleo de los Pompeyos supuso un hito en la historia del yacimiento de Torreparedones, el citado proyecto de investigación hispano-británico significó otro pues los resultados del mismo
constituyen un referente para el estudio de diversos aspectos de la prehistoria, protohistoria e historia antigua de la Campiña de Córdoba y, en especial, para el conocimiento de la religión ibérica y de la arquitectura
militar antigua.
A pesar de ello, ha tenido que transcurrir una década para que de nuevo se retomen los estudios en
el yacimiento. Y, en este caso, ha sido el Excmo. Ayuntamiento de Baena que, en su deseo de acrecentar
el potencial cultural y turístico del municipio, ha puesto en marcha un ambicioso proyecto para crear en
Torreparedones un parque arqueológico. Aquí, en la cota más elevada de la campiña oriental de Córdoba,
los valores históricos y arqueológicos se unen a los paisajísticos, una combinación que resulta de gran interés
para todo aquel que desee reconocer la historia de este territorio y su relación con el medio natural que lo
rodea. El consistorio baenense dio un paso fundamental con la adquisición de los terrenos del yacimiento
que se localizan en su demarcación territorial, los ha vallado y ha iniciado un proyecto de investigación
cuyos primeros resultados se exponen en este informe a modo de avance. Previamente, el Ayuntamiento
hubo de elaborar un Plan Director del yacimiento a instancias de la Consejería de Cultura, al tiempo que
se procedió a la reparación del camino de acceso. Por su parte, la propia administración cultural, declaró el
1
2
3
Excavación autorizada por la Dirección General de Bienes Culturales de fecha 04.09.07 bajo la dirección de José A. Morena
López que contó con la participación de Antonio Moreno Rosa y Raimundo F. Ortiz Urbano como arqueólogos de apoyo.
Un avance de los trabajos en MORENA, J.A; MORENO, A. y ORTIZ, R.F. (e.p.): “Actividad arqueológica puntual en el
santuario y la puerta oriental de Torreparedones (Baena, Córdoba)”. Anuario Arqueológico de Andalucía/2006.
Actividad autorizada por resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de fecha 31.10.08 bajo la dirección de
José A. Morena y realizada por la empresa alemana Eastern Atlas.
Autorizada por resolución de fecha 31.03.09 bajo la dirección de José A. Morena, con la colaboración de Antonio Moreno
como arqueólogo de apoyo.
173
José Antonio Morena López
lugar como Bien de Interés Cultural, otorgándole el máximo grado de protección4.
Más recientemente, en noviembre de 2008 se firmó, en la Delegación Provincial de Cultura, un protocolo general de colaboración entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de
Baena para la integración del yacimiento arqueológico de Torreparedones en la Red de Espacios Culturales
de Andalucía. Esta red se configura como “un sistema integrado y unitario formado por aquellos Espacios
Culturales ubicados en el territorio de la Comunidad Autónoma que sean incluidos en la misma por la Consejería competente en materia de patrimonio histórico, así como aquellos enclaves abiertos al público que
por sus condiciones y características no requieran la dotación de un órgano de gestión propio”, tal y como
recoge la vigente Ley 14/2007 de 26
de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía, en su art. 83.
2. Campaña de 2006-07
Fig. 1. El santuario tras su excavación en 1988.
4
5
174
Los trabajos de excavación en el
santuario en 1988 y los de la puerta
oriental en 1990 fueron parciales y,
en ningún caso, se pudo documentar su planta completa5, de modo
que ese era uno de los objetivos de
la presente campaña. Por otro lado,
hay que tener en cuenta que los
restos exhumados en el santuario
se cubrieron con plásticos y éstos a
su vez con tierra, pero no de forma
completa; en el caso de la puerta
oriental, tan sólo se volvió a cubrir
la parte más occidental del corte, al
interior de la muralla que circunda
el asentamiento, mientras que el resto quedó al descubierto.
En octubre de 2007, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía acordó declarar Torreparedones como Bien
de Interés Cultural. La declaración se ha efectuó mediante dos decretos. El Decreto 265/2007 supuso la declaración
de BIC del castillo medieval de Torreparedones, con la categoría de Monumento, mientras que el Decreto 266/2007
declaró BIC, con la categoría de Zona Arqueológica, el yacimiento completo, que incluye además el sector del manantial conocido como Fuente de la Romana. El acuerdo relativo a la Zona Arqueológica declara y delimita un entorno de protección. Así mismo, se declararon Bienes de Interés Cultural, por constituir parte esencial de la historia del
inmueble, una serie de exvotos y piezas arquitectónicas procedentes del yacimiento que se custodiaban en los Museos
de Baena, Cañete de las Torres y Arqueológico y Etnológico de Córdoba.
Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, The Guadajoz proyect. Second interim report. Excavations at Torreparedones 1988.
Oxford. B.W. Cunliffe y Mª.C. Fernández, The Guadajoz Proyect. Andalucía in the first millenium BC. Volume 1.
Torreparedones and its hinterland. Oxford, 1999. Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El yacimiento y el santuario de
Torreparedones. Un lugar arqueológico preferente en la campiña de Córdoba. BAR International Series 1030. Oxford,
2002. Id., “Torreparedones 1990”. Anuario Arqueológico de Andalucía/90. Actividades Sistemáticas, II. Sevilla, 1992,
pp. 234-239. Id., “Torreparedones 1991. Campaña de estudio de materiales. Informe sobre los materiales cerámicos
ibéricos del Corte 3 (Campaña 1990)”. Anuario Arqueológico de Andalucía/91. Actividades Sistemáticas, II. Sevilla,
1993, pp. 150-157.
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 2. Estado de la cella en 2006 antes de iniciar los trabajos de excavación.
Con el transcurso del tiempo, y como consecuencia de la acción antrópica y de la propia climatología,
ambos sectores del yacimiento estaban sufriendo un deterioro continuo. Por ello, y dado que el objetivo
último del proyecto que ahora tiene
en marcha el consistorio baenense no
es otro que recuperar y poner en valor
el yacimiento de Torreparedones, se
consideró como prioritario retomar los
trabajos de excavación en estas zonas
pues, junto al interés que ambas presentan desde el punto de vista histórico
y arqueológico, estaba la necesidad de
intervenir, urgentemente, para frenar
ese proceso de ruina progresiva.
Los resultados obtenidos, que insistimos, se presentan a modo de avance y pendientes de confirmar cronologías, han sido de lo más interesantes,
tanto en el sector de la puerta oriental
como en el santuario. Las estructuras
existentes en ambos puntos han sido
documentadas en extensión y permiten acometer con garantías su restauración y musealización que ya está en
marcha.
Fig. 3. Panorámica de la torre S. de la puerta oriental en 1990.
175
José Antonio Morena López
2.1. La puerta oriental
El objetivo inicial que perseguía la intervención en este sector del yacimiento de era documentar por
completo el acceso oriental a la ciudad mediante el planteamiento de un gran sondeo cuya delimitación se
apoyaba en lo que ya se conocía de dicha estructura a partir de los datos obtenidos en 1990. La superficie
total excavada en este sector alcanzó un total de 515 m2. La amplitud de la zona a intervenir, así como la
evidente entidad de las estructuras presentes en ella, hicieron recomendable establecer una subdivisión del
sondeo en seis sectores o cortes. Estos cortes, que toman como límites, aparte de los propios del sondeo,
las principales estructuras de la puerta, se establecieron en base a los diferentes espacios que el gran bastión
permitía vislumbrar: el Corte 5A se situó en la gran explanada frente a la puerta, extramuros de la misma, el
5B sobre el tramo de muralla al N. de la puerta, el 5C sobre la misma torre N., el 5D en la zona de tránsito
descrita entre las torres N. y S., el 5E en el espacio intramuros tras la torre S., y el 5F tras el mismo espacio
intramuros, en este caso de la torre N. Esta subdivisión facilitó, además de las propias labores de excavación,
la propia interpretación de los elementos aparecidos en las mismas. Vamos a analizar los dos cortes que más
nos interesan, el 5C y el 5D.
El Corte 5C se ubicó directamente sobre la torre N., y estaba rodeado por las demás unidades de actuación. Los límites del sondeo coincidieron con los propios muros exteriores de la torre. Básicamente, los
estratos que cubrían la torre eran dos, el primero que descansaba directamente sobre ella compuesto por
restos constructivos procedentes de su propio derrumbe y alteración superficial de su superficie de ruptura
y otro, directamente, encima que conformaba el propio suelo natural. En cuanto a la secuencia estratigráfica presente en el sondeo, el periodo más sobresaliente es el correspondiente con la propia estructura de la
torre, en época romana (periodo IV, Fase 1), mientras que el colapso de la misma estructura quedó encuadrado en época tardoantigua (periodo V).
La estructura de la torre N. es idéntica a la de la torre S., con una forma cercana al cuadrado (8
m de fachada por 9,70 m. de profundidad, que deriva en la proporción 1:1,2). Los muros perimetrales
Fig. 4. Torre N. de la puerta oriental.
176
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
muestran al exterior una técnica basada
en la superposición de grandes bloques
de piedra careados por 5 de sus caras, a
excepción de la cara que da al interior
del núcleo del muro de modo que, aparentemente, simulan sillares bastos hacia
el exterior.
En ocasiones, las aristas exteriores
de las piezas se encuentran rehundidas
con respecto al centro de las mismas,
derivando en una superficie convexa en
la cara vista que produce un efecto de
abombamiento de las piedras conocido
como “almohadillado”. Los bloques de
piedra se disponen en hiladas horizontales de similar grosor, con algunos casos
de engatillado. La esquina de la estructura que da a la puerta principal (la exterior) está resuelta con un motivo estético
a modo de listel consistente en un retalle
de la arista, al igual que sucede en el caso
de la torre S. Hacia el interior, estos los
muros están realizados con mampostería
irregular careada de mediano tamaño,
de caliza y calcarenita, enrripiada con
fragmentos más pequeños del mismo
material.
El espacio que queda entre estos
cuatro muros de cerramiento de la estructura aparece atado por cuatro muros
que conforman una cruz en el centro de Fig. 5. Panorámica del acceso de la puerta oriental, desde el interior de la
la torre. Dichos muros presentan idénti- ciudad.
ca técnica constructiva que el interior de
los muros de cerramiento de la torre. Los cuatro espacios que quedan entre estos muros están rellenos de
tierra arcillosa muy compacta y piedras de pequeño y mediano tamaño.
El Corte 5D se ubicó entre las dos torres englobando el paso permitido por el espacio entre las dos
estructuras. Los límites de este sondeo coinciden con los lienzos sur de la torre N. (Corte 5C) y norte de
la torre S., así como por los sondeos 5E y 5F, localizados intramuros en las traseras de ambos baluartes.
Por el este aparece delimitado por la línea de fachada de la puerta, límite que comparte con el Corte 5A.
Estratigráficamente, este sondeo se caracteriza por estar definido muy claramente como espacio de tránsito y acceso a la ciudad, entre las estructuras paralelas de las dos torres y divrsos muros del sondeo 5E, los
cuales continúan la alineación de las torres. De este modo, se muestra un pavimento de losas irregulares
bien imbricadas entre sí, con 3 m. de ancho y una orientación de O-SO. a E-NE, superficie que asciende
suavemente conforme el paso se adentra intramuros conformando una rampa del 13,9% de pendiente. A
cada lado del pavimento y avanzando bajo cada pared de las torres existen dos acerados de unos 50-60 cm.
de anchura, sobreelevados unos 35 cm. sobre la cota del viario, y con el mismo porcentaje de inclinación.
Estos elementos constructivos, realizados a la vez que las torres permiten ver que tanto las propias torres
como el espacio de tránsito entre ellas fue diseñado dentro de un mismo proyecto de edificación, en el que
se preveía la creación de un espacio de tránsito doble entre ellas, uno a un nivel más elevado y más estre177
José Antonio Morena López
cho para el paso de personas, y otro más bajo y ancho para permitir la circulación de elementos de mayor
tamaño, como animales y vehículos de carga, que además sirviera para aliviar la escorrentía superficial del
interior de la ciudad.
En cuanto al control en el acceso, han aparecido indicios que apuntan a la existencia de un sistema de
doble puerta. Ambas puertas son de doble batiente, dato que nos aportan las cuatro quicialeras talladas en
grandes piezas de calcarenita. La primera puerta, es decir la más externa, está situada en la misma línea de
fachada de las torres, enmarcada cada una de sus dos hojas por una mocheta creada hacia el interior en cada
una de las jambas existentes en la propia esquina de las torres. La situación de las quicialeras respecto a estas
mochetas indica que las dos hojas se abrían hacia el interior de la ciudad. Los goznes superiores de estos
batientes estarían mantenidos por piezas gorroneras, de las que no han aparecido restos, y que formarían
parte de la zona superior de las jambas de las torres, las cuales dan forma al vano de entrada.
La segunda puerta se halla pasadas las dos esquinas interiores de las torres dentro de este ámbito de
paso a una distancia de 14,30 m. de la primera puerta. En este caso, aunque también se trate de una puerta de doble batiente, no aparece definida por jambas con mochetas en su vano (aunque quedan algunos
indicios), de modo que para evitar la apertura hacia el exterior de ambas hojas existe sobre el pavimento
una piedra de pudinga colocada a modo de tope que sobresale de la superficie del pavimento, en eje con
las quicialeras de la puerta y alineado también en el punto medio entre éstas. Este dato nos apunta que esta
puerta también se abriría hacia el interior.
Hacia el interior de la ciudad, los muros de las torres que delimitan el espacio de entrada se prolongan
en el mismo sentido de la calle con dos estructuras, adosada cada una a la esquina interior de cada torre.
Estos muros prolongan además la calle de acceso, permitiendo que vaya cogiendo altura progresivamente
hasta acercarse a las cotas habitadas del interior.
Las superficies de paso y la gran explanada frente al acceso de la puerta se pavimentan con losas bien
encajadas entre ellas. La ejecución de la obra finalizaría con la reparación de las roturas abiertas en la muralla para encajar la puerta, de modo que la cerca perimetral de la ciudad quedara de nuevo sellada. Con
esto se obtiene una construcción de planta totalmente simétrica y de estructura cuadrangular, planteada
con una suave y homogénea pendiente de acceso. La complejidad de la obra puede hacer pensar que se
trata de un proyecto planteado y ejecutado, probablemente, por ingenieros militares. El hallazgo de varios
fragmentos de cerámica campaniense en los rellenos de la zanja de fundación de la torre S. y de tegulas en
los casetones internos de la torre N. apunta a una cronología romana republicana para la construcción de
esta puerta oriental6.
Una segunda fase dentro del mismo período IV se inicia una vez construida la puerta oriental y modificada la fisonomía de la ciudad en este sector de la misma. A esta fase corresponden diversas unidades
que forman parte de estructuras de habitación al interior de la ciudad, conformando dos viviendas que, en
el caso de la situada en el sector NE., se adosa al propio muro de la muralla recién reconstruida. Aunque
la superficie excavada ha sido muy pequeña se han podido definir varios espacios de los que uno de ellos,
correspondería a un almacén o bodega. Se han recuperado dos grandes contenedores tipo dolium, con
restos de trigo en su interior. Una de las unidades estratigráficas de colmatación del espacio de este espacio
contenía abundantes fragmentos de adobes, tegulas e imbrices que pertenecerían a la techumbre. Bajo los
niveles de derrumbe se excavó otra unidad con abundantes cenizas y las paredes estaban enrojecidas por
la acción del fuego y los sillarejos habían saltado como consecuencia de las altas temperaturas alcanzadas
durante el incendio de la casa.
La otra vivienda romana republicana, construida después de la torre, está al O. de la torre Sur. Se conserva con una altura importante en sus muros norte y este y presenta su pavimento en buen estado. Uno
6
178
La datación anterior que se dio a esta puerta oriental de la ciudad era muy anterior, en plena época ibérica. Cfr. B.W.
Cunliffe y Mª.C. Fernández, The Guadajoz Proyect, op, cit., p. 72. Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El yacimiento, op. cit.,
pp. 36-40. La construcción de la puerta se incluyó en la fase 20 datada a finales del s. IV a.C. o comienzos del s. III a.C.
Curiosamente, la presencia de varios fragmentos de cerámica campaniense y una lucerna republicana, recogidas del interior
de uno de los casetones de la torre, no fue tenida en cuenta, considerándose como material residual.
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
de los muros ya fue documentado en la excavación de 1990. Poco después, la vivienda sufrió una serie de
reformas y pasado un tiempo se amortizó con la construcción de una estructura circular a modo de pozo
que, a su vez, quedó abandonado a mediados del s. II d.C.
El periodo V (Tardoantigüedad) se inicia con el colapso de la construcción que conforma la puerta,
y la consiguiente pérdida de sus funciones defensivas y de acceso a la ciudad. El inicio de este periodo, el
colapso estructural, aparece representado en el registro por unos potentes estratos de derrumbe en los que
los restos constructivos conforman el total de los componentes de los mismos.
La datación del derrumbe, en torno a finales del s. V y principios del s. VI d.C., viene avalada por la
identificación de las cerámicas recogidas directamente sobre los pavimentos bajo los derrumbes antes mencionados. La presencia de africana D, terra sigillata hispánica tardía meridional y cerámica tosca tardía deja
clara la cronología centrada entre los ss. V-VI d. C. En este caso dos fragmentos de la forma Hayes 91 lo
dejan claro. Si consideramos la existencia de la variante tardía Hayes 91C, el estrato se centraría claramente
en el s. VI d.C.
En este período se llevan a cabo algunas actuaciones que ponen de manifiesto la pérdida de funcionalidad del acceso a la ciudad a través de la puerta oriental. La quicialera S. de la contrapuerta queda
amortizada y la presencia de varios muros indican que este paso ya estaba inutilizado. Otras estructuras
muy arrasadas, probablemente domésticas, se adscriben a este momento, así como la tumba excavada en el
C-5E, que contenía el esqueleto de un neonato, de unas 30 semanas de edad. La “anarquía” urbana que se
advierte en este período, así como la presencia de tumbas en el interior de la ciudad es algo habitual durante
este período, tal y como se ha comprobado en otros yacimientos.
Teniendo en cuenta esta cronología republicana para la construcción de la puerta oriental habría que
valorar la posibilidad de considerar su razón de ser en el contexto histórico de la guerra civil romana que
enfrentó a Julio César y los hijos de Pompeyo a mediados del s. I a.C., conflicto que tuvo como uno de sus
escenarios más significativos la campiña de Córdoba.
Ante la noticia de que la provincia Hispania Ulterior había sido ocupada por los hijos del gran Pompeyo (Sexto y Gneo), controlando numerosas ciudades, entre ellas Corduba, César vino a finales del año 46
a.C. desde Italia y se instaló en Obulco (Porcuna) para iniciar las operaciones militares. Las ciudades campiñesas situadas la mayoría de ellas en puntos elevados y lo suficientemente cercanas unas de otras para verse
implicadas directamente en cualquier acción bélica, tuvieron un decisivo protagonismo además de la propia
Corduba. Es el caso de Ategua (Cortijo de Teba, cerca de Santa Cruz), Ucubi (Espejo), Ulia (Montemayor),
y otras muchas de ubicación incierta, emplazadas en el valle del Guadajoz (flumen Salsum). En ese mismo
territorio se sitúa Torreparedones, en la cota más elevada del sector oriental de la campiña de Córdoba,
con un emplazamiento, ciertamente, estratégico y una extraordinaria visibilidad; la comunicación visual
es directa con Obulco, y desde allí sus habitantes hubieron de divisar los movimientos del ejército de César
hacia Ulia donde acudió en su auxilio ya que estaba asediada por los pompeyanos y hacia Corduba; también
debieron observar las operaciones militares en torno a Ucubi y quizás el propio asedio de Ategua.
En algún momento se ha llegado incluso a identificar Torreparedones con uno de esos núcleos poblados citados en el B.H., en concreto, con Bursavo. Esta ciudad debía ser importante y cercana pues cuando
César está asediando Ategua envía a dicha ciudad una embajada de senadores y caballeros, así como algunos
bursavonenses que habían sido capturados en Ategua, para asegurarse su apoyo mediante una alianza.
En cualquier caso, no cabe duda de que una ciudad de la envergadura de Torreparedones, provista de
una imponente fortificación y ubicada sobre una posición geográfica dominante, difícilmente pudo haber
permanecido neutral o mostrarse impasible en aquel contexto bélico desarrollado durante los primeros meses del año 45 a.C. Y, por tanto, no resultaría extraño que sus habitantes (fuesen cesarianos o pompeyanos)
realizaran obras de fortificación entre las que habría que considerar la construcción de la puerta oriental,
recordando que las puertas constituyen los puntos más débiles de cualquier fortificación y aquellos en los
que los asaltantes concentran sus esfuerzos para conseguir la expugnación del sitio.
Curiosamente, en la excavación de 1987, junto a la muralla S. se detectó una zanja que penetró en la
estratigrafía 1,2 m. por debajo de la superficie contemporánea que, inmediatamente se rellenó con masas de
179
José Antonio Morena López
arcilla. Se considera que fue una obra urbana importante y que por su posición junto a la muralla, podría
haber servido para la instalación de máquinas de guerra. Esta actuación de fechó en el s. I a.C. y se contextualizó entonces dentro de la contienda civil narrada por el B.H.
En este mismo contexto bélico hay que valorar también el hallazgo de una inscripción latina en la
localidad campiñesa de La Rambla que menciona la construcción de una puerta. Está fechada en el año 49
a.C. por los cónsules que figuran al comienzo (C. Claudius Marcellus y L. Cornelius Lentulus); se trata del
epígrafe más antiguo fechado en la provincia de Córdoba. Los nombres de los magistrados del oppidum
ignotum de La Rambla que procuraron la construcción de la puerta y corrieron con los gastos son Bisnes,
hijo de Vercelonis, son claramente indígenas, mientras que el segundo es de origen itálico Marco Corano
Acrinio. Por tanto, parece que el primer magistrado era indígena y el segundo, con sus tria nomina sería
inmigrante o hijo de inmigrantes itálicos. Ambos desempeñaron, respectivamente, los cargos de decemvir
maximus y de aedilis en el oppidum ignotum rambleño, aunque identificado por algunos con Sabetum.
En opinión de diversos investigadores, la construcción de una puerta en el oppidum de La Rambla
constituiría una prueba evidente de diversas obras de refuerzo realizadas en la fortificación para prevenir
posibles ataques de los pompeyanos, obras que, probablemente, se extendieron a otros oppida de la zona,
tanto adeptos al bando cesariano como al pompeyano.
2.2. El santuario
El planteamiento técnico de la actuación arqueológica preveía la excavación en el sector del santuario mediante la apertura de cuatro cortes. El C-1 tenía unas dimensiones de 20x5 m; el C-2 de 5x3 m; el C-3 de
5x3 m. y el C-4 de 10x4 m. Como todos los cortes resultaron positivos se procedió a su ampliación con el
objeto de documentar la planta completa del santuario. Al final de los trabajos, una vez abiertos los cortes
mencionados y ampliados, convenientemente, resultó una superficie total excavada de 763 m2.
Las unidades más antiguas detectadas en la zona del santuario se encuadran en el período III (Ibérico)
y corresponden a la edificación de la muralla de la ciudad, una de sus torres de refuerzo, la fosa abierta en
el terreno geológico para el foso, así como diversos estratos de colmatación de ese foso.
Pero es al período IV (Roma) el momento al que corresponden la mayor parte de las unidades estratigráficas documentadas. Tras la colmatación parcial del foso en época ibérica, se pudieron definir dos fases
a las que pertenecen las dos edificaciones de carácter religioso exhumadas. A la Fase I se asignó la construcción, uso y abandono del primer templo que se denominó A y a la Fase II corresponde la construcción, uso
y abandono del templo B.
Aunque no tenemos certeza absoluta, creemos que el templo A se levanta en época romana republicana (s. II a.C.); podría ser algo anterior pero todos los restos materiales recuperados indican, al menos, un
uso importante durante los s. II-I a.C. y podría sobrepasar incluso el cambio de Era. Los restos estructurales
conservados de este templo A son escasos pues, cuando en la fase siguiente se procede a la construcción del
templo B, se derribaron aquellas estructuras del primer templo localizadas en el ámbito espacial ocupado
por la nueva edificación. De tal modo que es al N., en el espacio que queda entre la cella del templo B y la
muralla, así como al E. y al O., donde encontramos restos constructivos del primitivo edificio de culto.
Para facilitar la construcción del templo A hubo de extenderse una terraza en la parte más elevada,
colmatando completamente el foso, al menos en el sector occidental. Parte de este templo fue excavado en
1988 y en la presente campaña se ha completado la planta de las estructuras murarias que se localizan al S.
de la muralla y al N. de la cella del templo B. Se trata de una estructura rectangular, orientada en sentido
E-O. cuyas dimensiones internas son de 7x2,4 m. El aparejo utilizado en sus muros es mampostería, de pequeño y mediano tamaño, trabada con tierra y ripios que aseguran el encaje de los mampuestos. En cuanto
al pavimento de esta habitación, tan sólo se detectó un pequeño resto en la esquina NE. del C-1, consistente en una pequeña capa de color blanquecino; en el extremo opuesto se encuentra un nivel de tierra
compactada que pudo servir de suelo a este espacio. Estamos ante una gran estancia rectangular dividida en
180
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
su interior por un muro que se descubrió en la excavación de 1988 y podría interpretarse como una doble
cella, aunque este extremo no se puede afirmar con rotundidad. Diversos momentos se señalaron entonces
en la historia de esta edificación, entre ellas una reforma del muro F9 que originó un nuevo muro al N. Sin
embargo, no debe descartarse que estemos ante un mismo muro, contemporáneo, que se retranquea hacia
el N. generando una especie de rebanco.
En el C-2 hay varias estructuras que corresponden a bancos o túmulos relacionados con el desarrollo
de actividades cultuales y sendas alineaciones de mampuestos que parecen delimitar el espacio sagrado en
su sector SO. En el C-3, un muro con dirección E-O. parece tener continuidad hacia el E. con otro del
C-1. Mientras que en el C-4 estarían los restos de una rampa de acceso a este primer templo, sobre la que
después se situó otra nueva.
Diversos niveles excavados, tanto al E. como al O. evidencian la realización de fuegos relacionados con
ceremonias cultuales, algunas de las cuales podrían estar relacionadas con sacrificios de animales que luego
eran consumidos in situ. En determinados casos, estos fuegos se hicieron de forma continuada, por lo que
las piedras se enrojecieron y resquebrajaron debido a las altas temperaturas.
Vistos los restos estructurales que quedan en pie del templo A, resulta harto complicado definir la
planta y la decoración del edificio, pero tanto en el C-2 como en el C-4 se recuperaron algunos fragmentos
de decoración arquitectónica. Se trata de dos volutas que pudieron pertenecer a sendos capiteles de estilo
jónico. En la techumbre de este primer edificio de culto se usaron tegulas e imbrices.
En cuanto a la cronología de esta fase II, y más concretamente, la fecha de construcción del templo A,
resulta compleja. Los datos obtenidos en la campaña de 1988 apuntaban a una fecha anterior a los ss. III-II
a.C., pues el nivel más antiguo documentado, después de que hubiesen levantado las paredes del edificio,
“contenía material cerámico ibérico característico de esas centurias”, según sus excavadores7.
En esta campaña hemos recogido sobre los suelos de ocupación documentados en el C-2 material
cerámico ibérico, pero asociado a cerámicas romanas campanienses y de tipo industrial (tegulas e imbrices)
y lucernas republicanas, lo que indicaría que durante los ss. II-I a.C. el templo A estuvo en pleno funcionamiento. Si los fragmentos de decoración arquitectónica del C-4 pertenecen a la decoración de este templo
A, como pensamos, estaríamos ante un edificio construido en esa misma época, o al menos, reformado en
ese momento. Respecto a su momento final, ignoramos si su destrucción fue casual o intencionada, pero
lo más probable es que su derribo coincidiera con la construcción del templo B a mediados del s. I d.C.,
aunque no debe descartarse un breve período de abandono entre el abandono del templo A y la construcción del templo B.
La mayor parte de los restos estructurales exhumados en la excavación del sector del santuario corresponden a otra construcción religiosa que hemos llamado templo B. Parte de este edificio, en concreto, la
cella, parte del patio y del vestíbulo se excavaron en 1988. En esta campaña se ha documentado completamente la planta de todo el edificio con la exhumación de todo el patio y el vestíbulo, al tiempo que se ha
localizado el acceso al complejo de culto, a través de una rampa situada en el extremo meridional.
El estado de conservación es medio, con un mejor estado de las estructuras situadas más a. N. La topografía del sitio tiene el aspecto de un pequeño promontorio que ofrece un acusado buzamiento en sentido
N-S. lo que obligó a los constructores a excavar en la parte más alta y a rellenar en la más baja, para obtener
así la nivelación del terreno. Por otro lado, una vez construida la cella, el terreno circundante se colmató con
importantes aportes de arcilla y margas, quedando dicho espacio soterrado, como si de una construcción
subterránea se tratara, a excepción del techo, que se podía pisar. Estas unidades de colmatación sellaron los
niveles y estructuras del templo A, ofreciendo una pista importante durante el proceso de excavación.
El templo B consta de tres espacios bien definidos, distribuidos a lo largo de eje en sentido N-S. En
primer lugar, y en el extremo más meridional, encontramos un espacio rectangular a modo vestíbulo o
7
B.W. Cunliffe y Mª.C. Fernández, The Guadajoz Proyect, op, cit., p. 100. Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El yacimiento,
op. cit., p. 55 Los depósitos votivos que se incorporaron después, entre los que había cuencos, caliciformes y algún fragmento de campaniense, se dataron en el s. II a.C.
181
José Antonio Morena López
porche, con una dimensiones internas de 9x3,4 m. A continuación, un gran patio al aire libre, del cual aún
se conserva parte de su pavimento, de planta también rectangular de 9,4x7,2 m. Y, finalmente, al N. una
estancia, que tuvo las funciones de cella, de planta ligeramente cuadrangular de 4,9x3,9 m. Un elemento
clave para la interpretación del edificio es la estructura realizada con mampostería con dos caras algo regularizadas, al E. y O. parte de la cual quedaría vista, y un relleno más informe de piedras y tierra. Se trata de
una rampa o escalinata a través de la cual se accedería al templo, constituyendo la única entrada. Presenta
una acusada inclinación en sentido N-S. que en lo conservado supera los 2,6 m. En la zona de contacto de
esta rampa con el muro S. del vestíbulo estaría la puerta del templo que, curiosamente, no está en línea con
la puerta de la cella, sino que esta última está algo desplazada al O.
Para intentar aproximarnos al tipo de fachada de este templo B debemos recordar la escena grabada
en el relieve hallado en este mismo yacimiento que se conserva en el Museo Histórico Municipal de Cañete
de las Torres (Córdoba), que constituye un hapax en la plástica ibérica en piedra. Se trata de un sillar de
esquina con un rebaje importante en la zona superior/posterior, a modo de rebanco, para el encaje de otras
piezas. El artista grabó en este sillar una sugestiva escena de claro contenido religioso en la que dos figuras
femeninas, ataviadas con túnica y manto ceñido con cinturón a la altura de la cintura, se presentan en actitud oferente portando ambas un mismo vaso ritual con
forma de tulipa, vaso que probablemente estén ofreciendo a la divinidad que estaría representada quizás en otro
sillar colocado a su derecha.
Aunque en alguna ocasión se ha propuesto la posibilidad de una libación que la dama de la izquierda hace
en una pátera que tiene su compañera, es más probable
que ambas figuras hagan una misma ofrenda, con un
vaso caliciforme, que las dos sostienen con sus manos.
Hay quien piensa que el acto ritual consiste en el depósito de un vaso, probablemente de plata, en el tesoro
sagrado del templo. A su lado el artista ha tallado un elemento arquitectónico compuesto por una columna con
basa ática, sin plinto, fuste estriado y capitel zoomorfo.
En la parte superior, a modo de dintel, hay una franja
ricamente decorada con roleos o flores de loto y palmetas de siete pétalos. Conviene destacar, a la hora de fijar
la cronología del sillar, a parte de la basa, un elemento
decorativo consistente en unos pequeños puntos localizados en el extremo inferior del fuste, justo en la zona de
unión de los canales, elemento que también aparecen en
las basas de la C/ Braulio Laportilla de Córdoba, fechadas en época tardoaugustea o tiberiana.
Aunque la pieza pudo formar parte de un monumento funerario de tipo turriforme, perteneciente a un
personaje destacado, algo que no se puede saber con certeza ya que se trata de un hallazgo casual y, por consiguiente, descontextualizado, la escena en sí representaría
una de las ceremonias más asiduas del santuario ubicado
junto a la ciudad, es decir, la ofrenda de un depósito
votivo en el santuario, o una libación ritual, lo que se
ha podido corroborar en las excavaciones efectuadas que
Fig. 6. Planta del templo B, sobre fotografía aérea. En
la parte inferior la rampa de acceso; a continuación la han proporcionado numerosos vasos de la misma tipología. Por su parte, el elemento arquitectónico que, en
puerta; el vestíbulo, patio y cella.
182
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
nuestra opinión, se completaría con otra columna y capitel similares, talladas en otro sillar colocado en el
lado opuesto, haciendo la franja superior las veces de arquitrabe, evocaría la fachada de una construcción
religiosa que debemos suponer estaría situada en la zona del santuario. Creemos que el artista no se ha basado en un simple modelo sino que ha plasmado un edificio que debió existir realmente.
El hallazgo de una basa similar a la labrada en el mencionado relieve, en un contexto claro de derrumbe excavado en el extremo más meridional del sector del santuario estaría indicando que la fachada del
templo B contó con columnas apoyadas sobre basas de tipo ático, sin plinto. El hecho de que tan sólo se
haya recuperado una basa y un pequeño tambor, liso, podría indicar que no se trataría de un templo próstilo, pues aunque no debe descartarse la posibilidad de que existan otros elementos arquitectónicos fuera
del área excavada, más al S., la excavación habría proporcionado en el sector ahora intervenido más piezas
de la decoración de esa fachada (tambores, capiteles, cornisas, etc.).
En consecuencia, lo más probable es que la fachada del templo B contase sólo con dos columnas
flanqueando el acceso al interior del edificio sacro, como si de un templo in antis se tratase; el resto de esa
fachada estaría cerrado por un muro de mampostería quedando, curiosamente, la puerta descentrada y no
en el eje de fachada como cabría esperar; quizás la explicación de este hecho se deba al interés de los constructores del templo de mantener en un mismo eje las puertas de la fachada con la de la cella, aunque no
se consiguió del todo.
Fig. 7. Posible aspecto de la puerta del templo B. A la derecha, el relieve con escena oferente y elementos arquitectónicos. A la
izquierda, restitución con los mismos elementos arquitectónicos.
Esas dos columnas tendrían sus correspondientes basas áticas, sin plinto, fustes estriados y capiteles
zoomorfos, con un dintel sobre ellos decorado con motivos vegetales a base de roleos y palmetas, tal y como
se ve en el citado relieve. La ausencia de cornisas y otros elementos decorativos como acróteras o antefijas
nos lleva a pensar que, en principio, esa fachada no tuvo frontón, quedando resuelta con un techado de
tegulae e imbrices a un agua, aunque no hay que descartar una techumbre con opus signinum (así la tuvo la
cella) ya que en los niveles de derrumbe se han documentado numerosos trozos de este material, incluso
con las típicas medias cañas que se documentaron en 1988 en el interior de la cella.
Esta distribución de vestíbulo, patio y cella ya se advirtió tras la campaña de 1988, calificándose como
183
José Antonio Morena López
“corredor” el espacio que ahora
denominado vestíbulo, aunque
entonces también se planteó
la posibilidad de que fuese un
espacio abierto entre el muro
S. del patio y el N. de la otra
estancia.
El patio constituye el espacio de mayores dimensiones y de
el se ha conservado aproximadamente la mitad, en concreto, el
sector NO. pues el resto ha sido
destruido por la acción del arado.
Una vez levantados los muros de
cierre del patio se procedió en la
zona donde la pendiente natural
desciende empinada, al vertido
de tierra y arcilla para conseguir Fig. 8. Propuesta de restitución de la puerta de entrada al templo B (según Morenaque el suelo quedara a la misma Moreno-Ortiz, 2007).
cota que el suelo de la cella. En
la zona conservada de este espacio se ha documentado el pavimento, a base de opus signinum, aplicado sobre
un lecho de cascajo y grava mezclada con trozos de teja o rudus.
En cuanto a la cella, el acceso se realizaba
a través de un vano localizado en el muro S., en
una posición ligeramente desviada con respecto al
centro. Dispuso de un umbral de piedra con su
batiente al exterior, de modo que la puerta abría
hacia el interior. Tiene una planta ligeramente
cuadrangular de 4,9x3,9 m. con una altura considerable en sus paredes, que en el N. supera los
2 m. En el centro se ubica una columna de fuste
liso, conservada hasta una altura de 1 m., que es la
que servía de apoyo a la cubierta. Esta se resolvía
mediante en un entramado de vigas de madera
cuya disposición exacta no pudo determinarse,
aunque la solución estructuralmente más razonable pasa porque la columna central sostuviera el
centro de un madero principal que atravesaría la
cella en sentido E-O. con los extremos apoyados
sobre los muros laterales; maderos independientes
de menor tamaño colocados en sentido N-S. apoyarían sobre ese madero principal y en las paredes
N. y S. Un tablado de madera cubría este armazón sobre el cual se extendió un potente suelo de
opus signinum.
Respecto de la cronología de este segundo
templo, las conclusiones a las que se llegó en 1988
Fig. 9. Cella y parte del patio del templo B, excavada en 1988. Al fueron la siguientes; su construcción tuvo lugar en
la segunda mitad del s. I a.C. y su uso se concretó
fondo, en la parte superior, la muralla de la ciudad.
184
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
en el cambio del milenio o comienzos del s. I d.C. prolongándose durante toda la época julio-claudia como
ponían de manifiesto una serie de lucernas de venera, derivadas del tipo Dressel 3; antes de finales del s.
II d.C. el edificio ya se había abandonado como se desprendía del hallazgo de una moneda de Commodo
(180-193 d.C.) en el nivel situado sobre el suelo de la cella8.
Los datos obtenidos en esta campaña modifican, en parte, esas conclusiones, en concreto, en lo relativo al momento de construcción del edificio. La excavación del C-4 donde se ubica el contrafuerte y, más
concretamente, el material recuperado en las unidades de relleno de la fosa abierta para su construcción,
indica que el templo B debió levantarse a mediados del s. I d.C. Esas unidades estratigráficas contienen
diverso material cerámico ibérico y también romano, junto con numerosos exvotos que pensamos podrían
proceder del templo A. El hecho de que muchos exvotos presenten huellas térmicas, como consecuencia de
una exposición directa al fuego, plantea la posibilidad de que el templo A se incendiara, quemándose todo
lo que hubiera en su interior, incluidos los exvotos y otros materiales cultuales, y que los constructores del
templo B recogieran parte de los “escombros” generados tras la destrucción del templo para “ocultarlos” en
la citada fosa, como si de una auténtica favissa se tratara.
La mayor parte de los materiales romanos son cerámicas industriales (tegulas e imbrices) que podrían
haber pertenecido a la techumbre del templo A, cerámicas comunes, de cocina, destacando los morteros, algunos fragmentos de terra sigillata y ungüentarios de vidrio. Estos ungüentarios se localizan principalmente
en ambientes de hábitat, sobre todo, termales y funerarios, siendo usados como elementos de tocador para
contener esencias o perfumes, aunque también son aptos para la venta al por menor; aquí los tenemos
en un contexto claramente cultual. Se trata de ungüentarios correspondientes a la forma Isings 8 aunque
alguno podría considerarse Isings 27 o ungüentario probeta. En cuanto a su datación, tradicionalmente se
les asigna un arco cronológico muy amplio. Para el tipo Isings 8, comienzan a fabricarse desde época julioclaudia y son muy numerosos a partir de mediados del siglo I d.C.
Esta datación de los ungüentarios se complementa con el hallazgo de una moneda de Claudio, de
modo que podríamos tener una cronología centrada a mediados del s. I d.C. para la construcción del templo B. En esta cronología podría encajar la basa ática recuperada en el derrumbe, pieza que debió formar
parte de la fachada del templo. Se trata de una basa lisa de la variante itálica del tipo ático, sin plinto, con
dos grandes toros separados por una escocia de sección parabólica con sendos listeles.
La basa sin plinto caracteriza la arquitectura religiosa en la Italia de los dos últimos decenios de la República. En Roma se introduce a partir del s. II a.C. y se generaliza en monumentos de finales del mismo y
del s. I a.C., perviviendo en época augustea y, al menos, durante parte del s. I d.C. El plinto no se generaliza
hasta la época augustea momento en el que se construyen incluso algunos edificios sin él, como es el caso
del templo de Apolo in Circo y de la Magna Mater. Su presencia se confirma en construcciones postaugusteas, hecho que se puede comprobar en las provincias hispanas con la misma rotundidad a como se hace en
la península itálica o en la Galia. En efecto, se puede evidenciar que la mayoría de los edificios augusteos
que cuentan con una datación precisa en la península ibérica, carecen de tal elemento: templo de Diana en
Mérida, templo de Barcino, Arco de Bará, monumento funerario de Iulipa, templo de Carteia, etc.
Dos detalles debemos señalar para concretar la datación de la pieza: por un lado, se observa una
disminución del tamaño del toro superior respecto del inferior, mientras que, por otro, se aprecia que el
imoscapo del fuste no está labrado en la misma pieza que la basa. Ambos aspectos son característicos de
edificios con una datación augustea y julio-claudia e incluso flavia. La ausencia de plinto, no resulta muy
problemática porque se conocen algunos casos que ponen de relieve esta ausencia en edificios notorios
como el arco de Cáparra y el foro de Conimbriga, ambos de época flavia.
En cuanto al momento de uso y abandono final de la edificación, coincidimos con la fecha de finales
del s. II d.C. propuesta en 1988 por la presencia de la moneda de Commodo, asociada a lucernas de venera,
de las que hemos recuperado nuevas piezas en la excavación. Estas lucernas son típicas de época julio-clau8
B.W. Cunliffe y Mª.C. Fernández, The Guadajoz Proyect, op, cit., pp. 104 y 108. Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El
yacimiento, op. cit., pp. 60-62.
185
José Antonio Morena López
dia, derivadas del tipo Dressel 3, algunas de los cuales presentan en la base la típica hoja de hiedra que las
identifica como procedentes de los talleres de Los Villares de Andujar (Jaén), aunque en Corduba también
se ha documentado este tipo de lucerna con defectos de cocción. Cronológicamente, perviven en época
flavia, e incluso llegan hasta la segunda mitad del s. II d.C. como se ha documentado en Corduba, donde
se halló un ejemplar en un contexto funerario cerrado asociado a cerámica africana Hayes 9 B/Lamboglia
2 b, formando parte del ajuar del enterramiento.
A parte de los restos estructurales ya descritos, la excavación ha proporcionado abundantes materiales
relacionados con las actividades cultuales que se practicaban aquí. Sobre todo, hay que destacar los más
de doscientos exvotos de piedra similares a los ya conocidos, si bien, muchos de ellos aportan interesantes
novedades.
Cuatro tipos de exvotos podemos señalar en el santuario de Torreparedones tras la excavación de
2006/07: animales, figuras humanas completas, los llamados exvotos anatómicos que reproducen partes del
cuerpo, en concreto, piernas, y un cuarto grupo que hemos denominado “indeterminados”. Una característica que les une a todos, es el material en que se fabricaron, piedra caliza local, de diferente grosor en su
granulado que otorga una mayor o menor terminación a las piezas; tan sólo 4 piezas son de terracota. En
consecuencia, podemos decir que el 98,17 % de los exvotos son de piedra, mientras que el 1,83 % es de
terracota. Estos porcentajes se mantienen en el resto del conjunto votivo que se conoce del santuario. En
ninguno de los casos se han reconocido piezas de bronce tan frecuentes en otros centros religiosos como son
los santuarios jiennenses o levantinos.
En cuanto a la tipología de los exvotos, observamos un predominio absoluto de los antropomorfos, es
decir, aquellos que representan figuras humanas completas, ya sean femeninas o masculinas. En este caso,
contamos con 150 piezas, lo que supone el 68,50 %. Le sigue el grupo de anatómicos con 64 ejemplares,
1 zoomorfo y 4 que hemos incluido en indeterminados u “otros”. Los antropomorfos representan tanto
figuras masculinas como femeninas, éstas últimas más abundantes, aunque existe un nutrido grupo de indeterminados que podría desequilibrar los porcentajes iniciales. Hay 76 exvotos femeninos (50,66 %), 10
masculinos (6,67 %) y 64 indeterminados (42,67 %).
Fig. 10. Porcentajes de tipologías.
Los exvotos anatómicos, son aquellos que reproducen partes del cuerpo y están presentes en la mayoría
de los santuarios antiguos del Mediterráneo, incluidos otros lugares de culto ibéricos como El Cigarralejo,
Alarcos, Castellar de Santisteban, Nuestra Señora de La Luz o Collado de los Jardines y, como hemos indicado, en casi todos los lugares de culto actuales. En Córdoba, estos exvotos los encontramos tanto en Ategua
(sólo se conoce una pieza), como en Torreparedones, lugar éste último donde se cuentan por decenas, con
la particularidad de que en ambos yacimientos representan siempre una misma parte del cuerpo humano,
las piernas, por lo que es lícito hablar de una cierta “especialización” de este santuario. Algunos exvotos
186
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 11. Algunos de los exvotos recuperados en la excavación (Museo Histórico Municipal de Baena).
anatómicos representan ambas piernas pero en otros casos, sólo una de ellas. El porcentaje de piezas es importante pues de los 219 exvotos recogidos en la presente campaña, 64 son anatómicos (29,22 %); de ellos
34 representan las dos piernas (53,12 %), 11 corresponden a la pierna izquierda (17,19 %) y 9 a la derecha
(14,06 %); los 10 restantes son indeterminados (15,63 %).
También hay que destacar la presencia de abundante material cerámico (sobre todo cuencos y lucernarios, y en menor proporción platos y caliciformes) y de fauna, este último de gran relevancia por cuanto
nos informa de la práctica de sacrificios en honor a la divinidad. La práctica de sacrificios de animales en
la cultura ibérica está bien atestiguada a través de las fuentes y también gracias la arqueología. Diversos autores clásicos, como Estrabón, nos dicen que “los iberos sacrificaban al modo griego, recogen su sangre en una
crátera o recipiente y atenúan los gemidos de la víctima con los cantos de los asistentes y el sonido de la flauta”.
Por su parte, la arqueología ha evidenciado en numerosos casos la realización de estos sacrificios rituales.
Uno de los elementos que mejor ponen de manifiesto estos rituales son los cuchillos de filo curvo que se
han encontrado en algunos santuarios ibéricos, caso de Castellar de Santisteban (Jaén), La Encarnación y
La Luz (Murcia) y Casas Viejas (Almaciles (Granada). Aunque en algunos casos concretos, estos pequeños
cuchillos hallados en santuarios se han interpretado como simples exvotos se cree, más bien, que estamos
ante un elemento ritual propio del sacrificio animal.
Sin embargo, apenas tenemos escenas en el arte ibérico muestras iconográficas de que este tipo de
cuchillo afalcatado se utilizara para el degüello sacrificial. Como pieza excepcional está el bronce, conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y procedente al parecer de la zona jiennense de Segura
de la Sierra, que representa a un personaje masculino, que introducido en una fuente de agua, mata a un
carnero con un cuchillo de estas características. Otras escenas de sacrificio las vemos en uno de los relieves
del monumento funerario de Pozo Moro (Albacete), donde aparece representado un altar sobre el que se
sitúa un jabalí, el relieve con escena de sacrificio de Estepa (Sevilla) donde se procede a inmolar un carnero
sobre un ara y el varón con manípulo o mango de asador de Porcuna (Jáen) que está a punto de efectuar
un sacrificio. Esta práctica también está corroborada por la epigrafía, pues así se desprende de la inscripción
187
José Antonio Morena López
procedente del Artemisión de Sagunto donde se menciona un rito de ofrendas a Dianae Maximae (vacam
ovem albam porcam…).
Pero, además, estas prácticas se advierten en los santuarios ibéricos a través de los abundantes restos
óseos pertenecientes a diversas clases de animales como los cerdos, que se han hallado en los santuarios de
Montemolín (Sevilla), La Muela (Jaén), Nuestra Señora de la Luz (Murcia), las cuevas santuario de Puntal
del Horno Ciego y Meriñel (Valencia), Santa Bárbara (Castellón), la Illa d’en Reixac, etc. En la Cueva de
Meriñel se han documentado, curiosamente, como especies animales más significativas cápridos y suidos,
las más abundantes en el santuario de Torreparedones. Otras especies documentadas incluyen ovicápridos
que se han detectado en los santuarios citados, así como en el Cerro de los Santos (Albacete), El Cerrón
(Toledo) La Moleta del Remei (Lérida), Alorda Park (Tarragona), Mas Castellar de Pontós (Gerona), etc.
También se han documentado ciervos, caballos, carneros, bóvidos, perros, conejos, aves, incluso lagartos y
serpientes, pero de forma excepcional.
El estudio de los estos restos óseos (realizado por D. Rafael Mª Martínez), por lo general de los ovicápridos, una de las especies más abundantes, ha permitido poner de manifiesto que se trataría de animales
jóvenes o, de corta edad, que alcanzarían los 5-9 meses de vida en el mejor de los casos conocidos, aunque
algunas excepciones ponen de relieve que los animales serían de edad adulta, tal y como se ha comprobado
en varios jabalíes hallados en La Luz (Murcia) o en determinados restos óseos recogidos en Montemolín
(Sevilla) que pertenecerían a individuos de dos años y medio de edad.
En el caso de Torreparedones contamos con dos elementos que indicarían la práctica ritual del sacrificio animal para favorecer los ruegos y peticiones que los fieles realizarían a la divinidad: por un lado, hay
que mencionar la presencia de un cuchillo afalcatado procedente de la U.E. 31 del Corte 2 y numerosos restos óseos animales recogidos, básicamente, de los Cortes 1 y 2 que podemos adscribir al período de uso del
templo A, durante la época republicana y comienzos del Imperio. El porcentaje del número de elementos
identificables por taxón muestra una extraordinaria abundancia de especimenes incluidos en caprinae (36
%), suidae (34 %) y bovinae (17 %). En menor medida, tenemos equidae (10 %), cervidae (1 %), canidae
(1 %) y aves (1 %).
Aunque disponemos de pocos datos, el sacrificio se llevaría a cabo dentro de los límites físicos del
santuario siguiendo una costumbre bien documentada en el Mediterráneo oriental, Grecia y Creta. En los
santuarios del mediodía peninsular dicha ceremonia se realizaría en el patio, un lugar a cielo abierto y con
altar, donde el animal sería conducido en procesión. Se cree que tras los rituales de purificación y lavado,
probablemente con la presencia del vaso de agua lustral, o la jarra del agua para la libación, las ramas de
la aspersión lustral y la ofrenda de perfumes como evidencia la escena ya citada de la pátera de Tivissa, se
procedería al sacrificio y muerte del animal con un cuchillo, siendo parte de él quemado, quizás sobre el
mismo altar o en mesas portátiles como parece advertirse en el santuario de La Escuera (Alicante). Pero
no siempre ocurría esto sino que en ocasiones el cuerpo del animal se enterraba de forma ritual en hoyos
abiertos en el suelo, junto al altar, habiéndose observado una selección de determinadas partes del cuerpo,
sobre todo, de la cabeza y extremidades.
Al parecer, estos sacrificios de animales estaban dirigidos, principalmente, a una divinidad celeste y
ctónica al mismo tiempo como evidencia la presencia de cerdos y carneros, habiéndose interpretado estos
animales como ofrendas características de los dioses ctónicos, como es el caso de Torreparedones. La mayor
parte de los restos óseos de animales sacrificados pertenecen, como ya se ha indicado al templo A, pero con
toda seguridad, estos sacrificios debieron continuar tras la construcción del templo B. En el primer caso,
apenas podemos apuntar algo sobre el lugar donde se llevarían a cabo las muertes de los animales.
En cuanto al sacrificio propiamente dicho, habría que valorar la estructura existente delante mismo de
la puerta de la cella, de la que tan sólo queda la base, de forma cuadrangular, con las medias cañas en opus
signinum, de la que ya se ha apuntado que podría corresponder a un altar. La presencia de esas medias cañas
de opus signinum facilitarían las posteriores tareas de limpieza. Además, en diferentes unidades estratigráficas de ambos templos se han recuperado altares de pequeño y mediano tamaño que servirían para la quema
de sustancias aromáticas, también con un sentido cultual. Hay que mencionar también los siete “brase188
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
rillos” recogidos que presentan evidencias de un uso prolongado y
que, probablemente, habría que relacionar con actividades de culto,
bien para quemar perfumes y otras sustancias o bien para cocinar, en
el caso de los más grandes, partes de los animales sacrificados.
Otra de las aportaciones más interesantes de la reciente excavación es la referente a la divinidad adorada en este santuario. La
excavación de urgencia realizada en 1988 permitió descubrir la cella
del templo B y dentro de ella, adosada a la pared N. una columna de
piedra que apareció caída y dispersa: se trataba de la imagen divina,
un betilo estiliforme. Dicha columna estaba en una posición ligeramente excéntrica con respecto a la columna central y colocada en el
interior de un receptáculo rectangular delimitado con lajas de piedra
cuadrangulares y estuvo pavimentado con otras piedras irregulares
trabadas con mortero; tan sólo el tambor inferior se hallaba in situ
mientras que del resto sólo se recuperaron otros dos tambores y el
capitel decorado con motivos vegetales; el tambor situado en la parte
central del fuste debió ser retirado en la antigüedad quizás por contener algún tipo de ornamentación. Todas las piezas del fuste y parte
del capitel estuvieron en su día enlucidas de un fino mortero.
La anastylosis realizada permitió conocer que la altura de esta
columna era 2,8 m. por lo que no tenía una función estructural sino
más bien decorativa y cultual9. Además, buena parte del material recogido en su interior (exvotos, altares…) permite afirmar que allí se
llevaron a cabo diversas actividades rituales relacionadas con el culto
a la divinidad, coronada por un capitel muy original decorado con
ocho hojas almendradas de marcadas nervaduras.
Respecto del nombre, no conocemos el que pudo tener la divinidad indígena ibérica (suponiendo que antes de la época romana
el lugar de culto de Torreparedones hubiese estado activo), pero ya
en época romana sabemos que su nombre fue Dea Caelestis, gracias
al epígrafe que consta en la cabeza de un exvoto conservado en el
Fig. 12. Restitución de la columna sacra
del santuario de Torreparedones (según Museo Arqueológico de córdoba. Aunque se trata de una pieza sin
Cunliffe-Fernández, 1999: 102, fig. 3.62)
contexto definido el dato es relevante por cuanto en muy contadas
ocasiones, como ya se ha apuntado, podemos conocer este aspecto.
Evidentemente, estamos ante una asimilación, un fenómeno de sincretismo religioso. Aunque para
algunos se trata de una imagen de la propia divinidad, otros creen que dicha pieza debe referirse más bien
al ofrendante teóforo que a la propia diosa, pues si es una divinidad anicónica –como es el caso- a la que
se dirige la ofrenda aquella toma contacto con la forma humana a través del exvoto y el nombre divino en
él grabado. Caelestis fue una deidad romana del espacio del cielo que heredó las atribuciones astrales de la
divinidad cartaginesa Tanit. Las inscripciones con su nombre son bastante numerosas en España, Norte de
África e Italia. Avanzado el imperio romano su culto llegó a territorios alejados del Mediterráneo y alcanzó
a Germania, Dacia e incluso Britania.
Poco después de la victoria del ejército romano sobre Cartago y la destrucción de dicha ciudad en el
146 a.C., el culto a Caelestis fue introducido en Roma. Cuando Cartago se refundo con el título de colonia
Iuniona en el 122 a.C. la diosa cartaginesa Caelestis se asoció con la diosa estelar del panteón puramen9
B.W. Cunliffe y Mª.C. Fernández, The Guadajoz Proyect, op, cit., p. 102; fig. 3.62. Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El
yacimiento, op. cit., p. 56. En ese betilo pétreo habitaba la divinidad. I. Seco, “El betilo estiliforme de Torreparedones”. Spal,
8, pp. 135-158
189
José Antonio Morena López
te romano Iuno; de la unión sacra de ambas
divinidades resultó la advocación e identidad
de Iuno Caelestis, nombre con el que su culto tomó amplia difusión en Roma y fuera de
ella.
En la mitología romana Juno era una
diosa, aproximadamente equivalente a la Hera
griega, diosa del matrimonio y reina de los
dioses. Esposa de Júpiter, con el que tuvo dos
hijos, Marte y Vulcano y una hija, Ilitía. Juno
fue una deidad mayor de la religión romana
y formó parte, junto a Júpiter y Minerva, de
la llamada Tríada Capitolina, protectoras del
estado romano y fue adorada bajo múltiples
acepciones y adquirió una gran popularidad
entre las mujeres romanas. Por eso es significativo que se utilizara el término de Juno
para referirse al ángel guardián o ser protector
del que disfrutaba cada mujer; si los varones
disponían de sus genii, de igual manera, aunFig. 13. Cabeza de exvoto procedente de Torreparedones, con inscripción en la frente alusiva a Dea Caelestis (Museo Arqueológico y que con posterioridad, la población femeniEtnológico de Córdoba).
na acabó contando con las iunones. Entre las
diferentes advocaciones con que fue conocida
Juno podemos citar Juno Moneta. Juno Martialis, Juno Sospita, Juno Regina, Juno Caelestis, Juno Pronuba y
Juno Lucina.
Y es, precisamente, esta Juno Lucina la que nos interesa sobremanera porque es muy probable que recibiera culto en el santuario de Torreparedones, pues teniendo presentes esas asimilaciones entre Caelestis y
Juno disponemos además de un documento de excepcional interés que podría concretar aún más el carácter
de la divinidad adorada en este lugar de culto. Se trata de un fragmento de cerámica ibérica decorada con
motivos geométricos a base de bandas de color rojo que contiene parte de una inscripción en caracteres
latinos10.
La inscripción está fragmentada y tan sólo se lee: [---?] Mart [---]. Podría ser la divinidad Marte, o
bien un cognomen como Martialis, el más frecuente. También podría ser M·Art[orius] o similar, pero no
se ve interpunción. Ahora bien, al estar pintada antes de la cocción, debería ser el nombre del alfarero y no
conocemos marcas de alfarero latinas en cerámica ibérica. Por el tamaño de las letras, y la posición singular,
debe tener un sentido ritual. Y por eso, otra posibilidad es que se trate de una fecha calendárica: “[a.d. ---- ? Kal.] Mart [ias], vel [Kal] Mart. vel [non.] Mart. vel [Eid.] Mart: o sea, un día entre el 16 de febrero y el 15
de marzo. Teniendo en cuenta el calendario romano y el contexto en el que estamos, es decir un santuario
local romanizado, sería probable el siguiente texto: «[Kal(endas)] Mart[ias], el 1º de marzo, festividad de
Juno Lucina, diosa de las embarazadas y de los partos. Ese día se celebraba la fiesta llamada de Matronalia.
Este posible culto a Juno Lucina vendría avalado, en buena parte, por el tipo de exvotos recuperados
en el santuario, pues la mayoría son femeninos y parecen representar, en muchos casos, a mujeres embarazadas, a veces desnudas. Resulta evidente que muchos de los devotos que acudían al templo eran mujeres
grávidas que, con el objeto de tener un parto sin complicaciones, implorarían a la diosa su mediación. La
cronología también coincidiría con este culto ya que la mayor parte del material votivo cabe fecharlo en
época republicana, el s. I d.C. y parte del s. II d.C.
10
190
Agradecemos al Dr. Ángel Ventura los comentarios que incluimos acerca de este epígrafe.
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
3. La prospección geofísica11
El objetivo de esta prospección era obtener información del subsuelo, mediante métodos geofísicos no
destructivos, en varias zonas del yacimiento y su entorno más inmediato. La utilización de los métodos
geofísicos en prospecciones arqueológicas es una práctica cada vez más común y se debe a la necesidad, cada
vez mayor, de una investigación no destructiva y más eficiente, es decir, estudiar los yacimientos arqueológicos sin destruir los registros existentes. Ello es posible gracias a que los métodos geofísicos son técnicas
como se ha dicho no destructivas y pueden proporcionar importantes informaciones sin que los registros
sean perturbados, permitiendo nuevo análisis y lecturas, por lo tanto constituyen una herramienta eficiente
para la prospección arqueológica.
Desde hace algunas décadas, los métodos geofísicos han sido cada vez más empleados por los arqueólogos, ya que la excavación completa de ciertos yacimientos supone unos costes muy elevados, y por lo tanto se ha tornado impracticable. Se debe tener en cuenta que una excavación de un yacimiento arqueológico
es un proceso meticuloso y lento, para tener un registro de toda la información útil, dado que la excavación
es destructiva y sólo permite una única oportunidad de lectura. Por ello, la geofísica permite saber con antelación la localización de estructuras y restos, facilitando de ese modo, el proceso de excavación. Teniendo
en cuenta el enorme coste de una excavación a nivel de recursos humanos y tiempo, los métodos geofísicos
pueden resultar de gran valor. En resumen, las prospecciones geofísicas cuando se aplican a la arqueología
permiten evaluar el potencial de un yacimiento antes de comenzar una excavación, con el consecuente
ahorro de tiempo y dinero, además de ayudar a planificar la posterior intervención, ya que al iniciar la
excavación se dispone de un mapa bien detallado del urbanismo del asentamiento.
Fig. 14. Preparativos previos al inicio de los trabajos.
Como, en cada una de las zonas investigadas ha resultado necesario tener coordenadas precisas de las
anomalías detectadas, para posibles replanteos, se han tomado coordenadas en puntos escogidos con un
sistema G.P.S. geodésico. Dos han sido los sectores estudiados.
11
Los datos que se aportan han sido extraídos del informe elaborado por Cornelius Meyer y Dana Pilz de la empresa alemana
Eastern Atlas Geophysical Prospection.
191
José Antonio Morena López
La zona A ó 1 está situada al N. del asentamiento. Se tenía constancia de la existencia de una necrópolis en este sector y el objetivo de la prospección geofísica pretendía conocer su delimitación y entidad.
Toda la zona está plantada de olivos y la superficie a explorar era de unas 13 Ha. Sin duda, uno de los objetivos que se perseguía era la localización del llamado “Mausoleo de los Pompeyos” ya que su excavación,
o al menos su limpieza y documentación, podría constituir un elemento de gran interés de cara a la futura
puesta en valor del yacimiento. La zona B ó 2 corresponde a la propia ciudad, que tiene una superficie de
10,5 Has. y también está plantada de olivos.
En cuanto a la metodología, cuando se trata de superficies superiores a 1 Ha. el método más adecuado
es la prospección magnética, ya que por su rapidez de ejecución permite explorar superficies extensas con
un costo razonable. La prospección magnética facilita la elaboración de mapas de anomalías que proporcionan información relevante sobre la distribución de las estructuras soterradas donde la eficacia de dichos
mapas deriva de su continuidad espacial.
3.1. Prospección geomagnética
El contraste de las características magnéticas del suelo causa anomalías que literalmente proyectan las estructuras arqueológicas por encima del suelo. La amplitud del contraste de la susceptibilidad magnética entre el suelo virgen y las capas influidas por el hombre determina la reconocibilidad de las estructuras arqueológicas. Por lo general, las anomalías son muy bajas, por eso se necesitan y usan equipos muy sensibles.
Fig. 15. Trabajos de prospección con equipo geomagnético de siete sensores fluxgate con data logger heslab DLAD62001 montado en carro.
Para las mediciones se ha utilizado un equipo compuesto de seis hasta ocho gradiómetros fluxgate. Las
imágenes, también llamadas magnetogramas, muestran el gradiente magnético vertical con una dinámica de
±6 nT. Los datos geomagnéticos no permiten la determinación exacta de la profundidad de las estructuras
localizadas, pero la componente Z del gradiente vertical refleja, generalmente, las estructuras u objetos que se
192
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
encuentran en profundidades hasta 2 m., aproximadamente. El data logger heslab DLAD 62001 registra los
datos con velocidades hasta 40 samples/sec. La distancia entre los perfiles puede ser entre 50 cm. y 1 m; la distancia entre los puntos de medición es de 5 cm. Las imágenes resultantes, también llamadas magnetogramas,
muestran el gradiente magnético con una dinámica de unos nanoteslas. Habitualmente, blanco significa el
mínimo negativo negro análogamente, el máximo positivo; mientras, el gris corresponde al valor de cero.
Categoría
Prospección geomagnética
Sistema
MAG-DRIVE con 8 sensores cómo máximo
Sensores
Foerster fluxgate 4.032
Data logger
EALOG 8C
Parámetros de medición
Componente Z del gradiente vertical del campo magnético terrestre
Configuración
max. 8 sensores con separación de 50 cm.
Distanciómetro
GPS y odómetro integrado en carro
Distancia de perfiles
0,5 m.
Tasa de medida
20/m.
Área investigada
ca. 100.000 m² = 10 Ha.
Formato de ficheros
ASCII, imágenes en PNG
Resolución de imágenes
0,25 m. x 0,25 m.
Procesamiento de datos
Corrección de media en perfiles singulares
Fig. 16. Parámetros técnicos de la prospección geomagnética.
Fig. 17. Magnetograma en olivar (extremo meridional del asentamiento) con dinámica ±6 nT de los datos geomagnéticos. Las
franjas blancas corresponden a las hileras de los olivos.
193
José Antonio Morena López
3.2. Prospección de georadar
El método de georadar se basa en la emisión de ondas electromagnéticas de alta frecuencia en el subsuelo. Estructuras arqueológicas, por ejemplo, muros y cimientos pueden reflejar una parte de la energía de las ondas.
Por medio de una antena se registra la parte reflejada de las ondas. La amplitud y el tiempo de estas informan
sobre posibles estructuras en el subsuelo. Usamos equipos de la seria SIR de GSSI para las mediciones.
Fig. 18. Prospección con georadar en el entorno del castillo e imagen obtenida con dicha técnica en el sector meridional del
asentamiento.
Categoría
Prospección de Georadar (GPR)
Sistema
GSSI SIR-3000
Sensores
GSSI 270 MHz antena, mono-estática
Data logger
SIR-3000 consola
Parámetros de medición
Tiempo transitorio y amplitud de las ondas electromagnéticas
Configuración
Antena singular, montada en carro
Distanciómetro
Odómetro integrado en carro
Distancia de perfiles
0,5 m.
Tasa de medida
40/m.
Área investigada
ca. 30.000 m² = 3 Ha.
Formato de ficheros
DZT (formato RADAN), transformado a formato REFLEXW y ASCII,
imágenes en PNG.
Resolución de imágenes
0,125 m x 0,125 m
Procesamiento de datos
Move of start time, Background removal, Energy decay function.
Fig. 19. Parámetros técnicos de la prospección con georadar.
194
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Las frecuencias de las antenas, habitualmente utilizadas en la prospección arqueológica, son de entre
200 MHz y 1.000 MHz. La distancia entre los perfiles debe ser entre 20 cm. y 1 m. La distancia entre los
puntos de medición dentro de los perfiles es alrededor de 0.02 m. El procesamiento de los datos se realiza
por medio del software científico REFLEXW (Sandmeier, Karlsruhe, Alemania). Los resultados son visualizados por cortes horizontales y también en modelos de tres dimensiones. La escala de colores muestra la
distribución de la reflectividad del subsuelo en una capa definida.
La prospección geomagnética ofreció los siguientes resultados en lo que se refiere a la zona del término
de Baena. En las partes del N. y E. la densidad de estructuras localizadas era más baja que en la parte S. del
área considerada. Esto no significa que no haya estructuras en el subsuelo sino que las condiciones físicas
no resultaban con un contraste suficiente en los magnetogramas para reconocer esas estructuras. Generalmente, en el N. y E. del área investigada se produjeron más perturbaciones causadas por objetos de hierro
y por desniveles en la superficie.
Los datos geomagnéticos registrados en el llano del entorno del castillo medieval ofrecieron varias
indicaciones de la presencia de muros. Paralelamente, a las curvas de nivel se apreciaron unas anomalías
lineales y positivas que, probablemente, tenían su origen en caminos antiguos. En la zona situada al O. del
C-5 de la excavación realizada en 1990 aparece un conjunto de muros que forman edificios, parcialmente
fragmentarios. Otros muros parecen reflejar recorridos de terrazas. Los muros están acompañados por fosas
y fosos rellenos que remiten también a restos de edificios en el subsuelo.
3.3. Sectores investigados
3.3.1. El asentamiento
Fig. 20. Zona investigada mediante prospección geomagnética y georadar en el asentamiento. Esc. aprox. 1/10.000. Ortofoto
Junta de Andalucía, 2004.
195
José Antonio Morena López
La zona localizada más al E., en el entorno de la puerta oriental, es la que más perturbaciones modernas mostró. A causa de esto no ha sido posible localizar estructuras complejas. Sólo en la prolongación
del eje de la puerta se detectan unas anomalías lineales que indican muros. Además, aparecen anomalías de
fosas al N. y al S. de la puerta. La parte S. del área mostraba gran densidad de estructuras arqueológicas en
el subsuelo. En la zona central del yacimiento se podía seguir una estructura lineal que correspondía, muy
probablemente, con el eje central viario que conecta la puerta oriental y con la probable puerta occidental,
situada en el sector del término de Castro del Río, a modo de decumanus maximus.
Al S. de este eje se extiende un área edificada hasta el extremo meridional del asentamiento. Lo que
más llama la atención es una estructura semicircular que está acompañada por muros longitudinales y
transversales. Aunque la anomalía que presenta es similar a la de los caminos y calles, es probable que
represente el trazado de una muralla. Otro indicio de que, efectivamente, se trata de una muralla es que
la prolongación estimada de su extremo nororiental termina al N. de la puerta oriental, en el sitio de la
denominada torre 7, por donde los profesores Barry W. Cunliffe y Mª.C. Fernández suponían la existencia
de una muralla más antigua que la que delimitó el asentamiento en época ibérica12. En efecto, en el C-5
abierto en 1992 en el interior del asentamiento, se detectaron sendas unidades estratigráficas (F103 y F104)
que fueron interpretadas como sendos muros de revestimiento que, muy probablemente, pudieron haber
correspondido a una antigua muralla de la ciudad o a una ciudadela. Ambos muros se encuadran en la fase
2 perteneciente a lo que sus excavadores llaman “ocupación urbana antigua”.
Fig. 21. A la izquierda, trazado probable de una muralla antigua detectada en la campaña de 1993 (según Fernández-Cunliffe, 2002, p. 33, fig. 13); a la derecha, ubicación del tramo S. de la hipotética muralla antigua, detectada en la prospección
geomagnética.
12
196
Mª.C. Fernández y B.W. Cunliffe, El yacimiento, op. cit., p. 33, fig. 13.
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Al S. de esta supuesta muralla más antigua que la que en la actualidad delimita el sitio, la densidad de
las edificaciones decrece. En el entorno de la excavación del santuario casi ninguna estructura arqueológica
aparece en los datos geomagnéticos. Es posible que, o en esta zona nunca hayan existido edificaciones o
que la erosión acumulada resultó en una cubierta potente que oculta los señales geomagnéticas de posibles
estructuras arqueológicas.
En la parte occidental del asentamiento (término de Castro del Río) se realizaron sólo mediciones
geomagnéticas porque el terreno fue arado, profundamente; las condiciones superficiales imposibilitaron
investigaciones de georadar razonables. Pero los olivos jóvenes, muy bajos, permitieron una prospección
geomagnética completa de toda el área. En cuanto a la prospección geomagnética, se reconocieron áreas
edificadas, especialmente, en la parte N. y S. Sin embargo, no hay indicios claros de lo que pudiera ser una
construcción similar a la puerta oriental. Alteraciones características de fosas documentan la existencia de
rellenos antrópicos y, posiblemente, de restos de hornos. La situación en el término occidental del eje viario
central queda incierta.
A base de los datos geomagnéticos no es posible decidir si la topografía actual corresponde con la
antigua. Es posible que la erosión natural y movimientos de tierra causaran cambios graves y destruyeran
estructuras arqueológicas. Parece evidente que los movimientos de tierra que se llevaron a cabo hace tan
sólo unos años, previos a la plantación del olivar actual, causaron importantes daños, no sólo a las estructuras murarias subyacentes, sino a todo el depósito arqueológico.
En la parte N. del área también existen zonas edificadas grandes. Además, es posible seguir los ejes ya
localizados en el recinto vallado del yacimiento. Hacia el extremo occidental del sitio se han identificado
muros de terrazas pero sin indicaciones de construcciones mayores. Generalmente, baja la densidad de
construcciones hacia el NO. pero hay que tener en cuenta que las condiciones del terrero fueron más difíciles en este sector que en el resto del área investigada.
Fig. 22. Detalle del sector N. del yacimiento (término de Castro) con los resultados geomagnéticos.
Por su parte, la prospección con georadar cubrió, aproximadamente, un 50 % de la superficie de la
zona del asentamiento localizada en el término de Baena y fue realizada en las partes menos pendientes de la
197
José Antonio Morena López
zona. La discusión de los resultados se sigue en función de la profundidad medida que va desde la superficie
hasta –1,5 m. Así, entre 0-0,3 m, se aprecian indicios de edificaciones de menor entidad. Las densidades
más grandes se encuentran en el centro del asentamiento y en el S. Estas estructuras reflejan, posiblemente,
los restos de la fase más reciente de construcción. Por la poca profundidad, su estado de conservación no
debe ser muy bueno. En algunos casos, las irregularidades resultantes de superposiciones múltiples causaron, posiblemente, erróneas interpretaciones. La estructura más llamativa en esta profundidad es un muro
de cierta anchura, con orientación NO-SE., perpendicular a las curvas de nivel en el centro del sitio, al N.
de los depósitos de piedras artificiales.
Entre 0,3-0,6 m, en el N. y centro del área siguen las edificaciones menores, generalmente orientadas
a lo largo de las curvas de nivel. En el centro aparecen estructuras lineales (algunas de cierta longitud) que
se corresponden con el recorrido del eje central que se muestra en los datos geomagnéticos. En el S. cambia
la orientación, lo que puede interpretarse como un indicio de otra fase de construcción distinta. La orientación de los restos arquitectónicos se aproxima a las estructuras visibles en los datos geomagnéticos. Además,
hay un cambio en la dimensión de los edificios. Aparecen construcciones de mayor tamaño. En el recorrido
de la muralla antigua supuesta, una discontinuidad llama la atención que se encuentra, directamente, en el
borde de la cuadrícula del georadar. Las construcciones complejas permiten llegar a la conclusión que en
este punto se pueda localizar una puerta antigua asociada a esa muralla.
Entre 0,6-0,9 m. la estructura de las edificaciones se aclara en los sectores N. y central, de tal modo
que los recorridos de calles y caminos son bien visibles. Generalmente, discurren paralelos a las curvas de
nivel. Sólo el eje central forma una excepción por cruzar las curvas de nivel en la parte central del área.
En dirección S. del eje los planos de los edificios muestran mayores dimensiones, lo que posiblemente
sea una prueba de que los datos reflejan los cimientos de esos edificios. En el S., el recinto de la muralla
interior muestra una red relativamente clara de muros y calles. Además, siguen detectándose indicios de la
discontinuidad de la muralla. El hecho que se encuentren al final de un eje transversal a la muralla, apoya
la conclusión de que aquí se ubique una puerta.
Entre 0,9-1,2 m. aparecen más elementos constructivos menores, lo que es un indicio de otra fase más
antigua de construcción. La orientación de las edificaciones sigue igual, manteniéndose, sobre todo, los ejes
principales. En la parte S. se muestran superposiciones de construcciones que dificultan la identificación de
edificios individuales. Las construcciones aquí, sobre todo, las del recinto de la muralla antigua son visibles
con gran claridad. Finalmente, la parte situada entre el extremo S. sur de la posible muralla antigua y el
santuario también contiene algunas construcciones. Esto apoya la suposición de una cubierta más potente
que ya se dedujo en base a los datos geomagnéticos.
Por último, entre 1,2-1,5 m. se advierte ya una menor densidad de construcciones que se justifica
por la penetración limitada de las ondas electromagnéticas. Es posible que se conserven estructuras arqueológicas a mayor profundidad pero no son visibles por medio de las mediciones de georadar realizadas.
Se reconocen unas estructuras llamativas de orientación perpendicular a las curvas de nivel que pudieran
interpretarse como cimientos bastante profundos que limitarían las insulae del asentamiento. En la parte S.
se mantiene la estructura urbana ya detectada pero con menor claridad. Todavía son visibles las construcciones en el sitio de la puerta supuesta perteneciente a una muralla antigua.
Si pasamos a una interpretación conjunta de los datos geomagnéticos con los del georadar, se observa una buena coherencia como complementaciones de las estructuras arqueológicas. El método del
georadar resultó más adecuado para la detección de elementos constructivos, aunque se trate de muros de
construcciones menores. De complemento se mostró que la prospección geomagnética ofreció los mejores
resultados en la localización de calles, caminos y fosas. Otro efecto sinérgico interesante es que los datos de
georadar ofrecen información sobre la profundidad de las estructuras localizadas por medio de la prospección geomagnética. En la parte S. del yacimiento los datos geomagnéticos y del georadar se complementan
de una manera clara. La combinación de las dos interpretaciones permite la comprensión de la estructura
urbana de esta parte del yacimiento.
198
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 23. Detalle del plano con la interpretación conjunta de los datos geomagnéticos y de georadar con la ubicación
de una posible puerta en el extremo S., el macellum y el foro.
Los dos métodos requieren diferentes precondiciones en relación a la superficie de terreno. La prospección geomagnética fue posible hasta los extremos pendientes en los márgenes del yacimiento, en lugares
donde fue imposible pasar con el equipo de georadar. Además, el georadar reacciona más a las ondulaciones
menores del terreno de tal manera que pueden formar anomalías ficticias. Pero la prospección geomagnética es más sensible a todos los objetos de hierro (alambrado, chatarra, etc.), ya que las alteraciones que
causan estos objetos ocultan casi toda la información arqueológica que pueda existir.
Los resultados menos satisfactorios se obtuvieron en la parte E., en el entorno de la puerta oriental. Las
razones están en los cambios de la superficie como consecuencia de las actividades arqueológicas recientes y
la acumulación de objetos metálicos. Por otro lado, se registraron ondulaciones en el terreno causadas por
regueros de agua, especialmente, en la parte que presenta una pendiente más acusada.
Otra cuestión que merece algunos comentarios es la relativa a la probable ubicación del foro de la ciudad
romana. En el plano correspondiente a la interpretación conjunta de los datos ofrecidos por la prospección
geomagnética y el georadar, sobre todo, en la zona vallada perteneciente al término de Baena se advierte con
cierta claridad la presencia de un eje viario que, muy probablemente, comunicaría la puerta oriental ya excavada con la occidental y cuya existencia se sospecha en el punto que se marca en el plano, si bien, hay que
decir que la investigación geofísica no ha proporcionado datos sobre esa puerta occidental similares a los de
la puerta oriental flanqueada con dos grandes torres para su defensa. Además, junto a esa calle se localizan,
tanto al N. como al S., importantes estructuras murarias que discurren paralelas a dicha calle y que podrían
corresponder a edificios públicos ligados al foro de la ciudad. En este sentido hay que hacer mención a la
excavación que se realiza en estos momentos en este sector intramuros del yacimiento. Los resultados hasta
ahora obtenidos, sobre los que se trata líneas abajo, confirman un importante eje viario en sentido E-O.
similar al documentado en la puerta oriental que podría interpretarse como el decumanus maximus y al S.
de dicho eje un edificio romano de grandes dimensiones que puede identificarse con el macellum. El estudio
geomagnético también evidenció la presencia del kardo por el que se accede, desde el decumano, a la plaza del
foro. Esta vía parece continuar hacia el S. articulando todo este sector, como si del cardo maximus se tratara.
199
José Antonio Morena López
3.4. La necrópolis N.
En la zona de la necrópolis ubicada al N. del asentamiento, el método aplicado fue la prospección
geomagnética en un área de aproximadamente 6,5 Ha. Los trabajos de campo se realizaron en enero/febrero del año 2009. Un resumen de los datos generales de este sector aparece en la siguiente tabla.
Categoría
Sistema
Sensores
Data logger
Parámetros de medición
Configuración
Distanciómetro
Distancia de perfiles
Tasa de medida
Área investigada
Formato de ficheros
Resolución de imágenes
Procesamiento de datos
Prospección geomagnética
MAG-DRIVE con 7 sensores, a pie
Foerster fluxgate 4.032
EALOG 8C
Componente Z del gradiente vertical del campo magnético terrestre
max. 8 sensores con separación de 50 cm.
GPS y odómetro integrado en carro
0,5 m.
20/m.
65.016 m²
ASCII, imágenes en PNG
0,25 m. x 0,25 m.
Corrección de media en perfiles singulares
Fig. 24. Datos generales de la prospección geomagnética de la necrópolis N.
Fig. 25. Zonas investigadas mediante prospección geomagnética en la necrópolis N. Esc. aprox. 1/10.000. Ortofoto Junta de
Andalucía, 2004.
200
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Uno de los objetivos que se perseguía con la prospección geofísica era el estudio del área localizada,
inmediatamente, al N. del yacimiento, donde parece ser que se ubicó una de las necrópolis pertenecientes
a la ciudad romana. Una de las tumbas de esa necrópolis es la conocida como “La Mazmorra” que puede
identificarse hoy día sin dificultad y otra el “Mausoleo de los Pompeyos” descubierto de forma casual en
agosto de 1833, pero del que ya no queda rastro alguno en superficie. Aparte de estos datos, se consideraba
necesario investigar toda esta zona para determinar el potencial de la misma, proceder a su delimitación y
conocer otras evidencias arqueológicas que pudieran identificarse como estructuras funerarias.
Fig. 26. Prospección geomagnética de la necrópolis N., junto a La Mazmorra.
Para precisar la ubicación del “Mausoleo de los Pompeyos” resultan de gran interés los datos que
disponemos de la época del hallazgo: varios croquis que sitúan el mausoleo y también diversas referencias
sobre la distancia a la que estaba respecto de la Torre de las Vírgenes (castillo medieval) y también respecto
de “La Mazmorra”. Los croquis son obra de Aureliano Fernández-Guerra que poco después del descubrimiento acudió al Cortijo de las Vírgenes para anotar y dibujar aquel sorprende hallazgo arqueológico. Este
sitúa la tumba al E. de un camino que desde el castillo bajaba hacia el N.
Nos parece interesante la ubicación respecto del camino que figura en el croquis, paralelo al arroyo del
Plomo, camino que inmediatamente después se bifurca hacia el E. en dirección a Porcuna y hacia el NO.
en dirección a Bujalance, ya que ambos caminos parecen haber sido detectados en la prospección geofísica.
Por otro lado, resulta significativo que este camino parece haber servido para establecer la divisoria entre las
demarcaciones municipales de Castro del Río y Baena, pues tanto el camino como el límite entre términos
son paralelos y llevan idéntica dirección.
201
José Antonio Morena López
Fig. 27. Plano realizado por Fernández-Guerra en 1834 con indicación del Mausoleo de los Pompeyos a la derecha y
La Mazmorra, a la izquierda (cortesía Emilio Miranda).
Las referencias más significativas que disponemos en cuanto a la distancia respecto del castillo nos la
proporcionan Manuel de la Corte, citando un informe que no se ha conservado del padre Fray Ignacio Ortiz
que dice que el panteón estaba a 140 varas al N. del castillo. Dicha distancia equivaldría a unos 117 m. Otro
dato muy valioso lo proporciona el entonces alcalde mayor de Baena D. José María de Rodas en un oficio
que remitió al secretario de Estado y del Despacho del Fomento General del Reino poco después del hallazgo: “La bóveda o panteón subterráneo está como a trescientos pasos al Norte de un Torreon qe hay en las tierras de
dicho Cortijo [de las Vírgenes], dista como unos 30 pasos del termino de la Villa de Castro del Río: su fábrica al
parecer romana, de tres varas de longitud, dos de latitud y como unas tres varas y media de profundidad…”.
Esos 300 pasos de distancia del castillo difieren de los 117 m. anteriores ya que si tenemos en cuenta
que el valor de un paso ordinario es de 0,75 m. tendríamos una distancia para el panteón del castillo de 225
m. Lo que si es importante es la distancia que nos ofrece respecto del término de Castro, 30 pasos, que son
22,5 m. hacia el E. Esta ubicación, próxima al término de Castro, la confirma D. Diego de Padilla, párroco
de la iglesia de Santa María la Mayor de Baena en un oficio que remitió a Fray José María Jurado, el 1 de
septiembre de 1833, en la que informaba del hallazgo: “La hermita de las Stas Vírgenes estubo a esta parte de
la cordillera, esto es, al medio dia de la torre. La mazmorra a la otra parte, entre occidente y norte de ella; y el
panteón, a alguna distancia de la mazmorra, y mas occidental respecto de la torre y mui cercano a la mojonera
de Castro”.
Es muy probable que el “Mausoleo de los Pompeyos” corresponda a la estructura detectada por la
prospección geomagnética en la zona central investigada, a una distancia de 117 m. al N. del castillo y unos
22 m. al E. del término de Castro. Lógicamente, la confirmación se obtendría mediante la correspondiente
excavación que habrá de realizarse en su momento.
202
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 28. Planta y sección de La Mazmorra, (según SerranoMorena,1984, p. 63; figs. 23 y 24).
Fig. 29. En la parte superior izquierda, situación de La Mazmorra en la ortofo del vuelo americano de 1956. En el centro,
el castillo y abajo a la derecha el cortijo de las Vírgenes.
Fernández-Guerra sitúa en su plano de 1834 la construcción llamada “La Mazmorra” que ha sido interpretada, recientemente, como otro sepulcro monumental de la necrópolis N. y al que, muy posiblemente, pertenecieron otros elementos arqueológicos, caso de un friso decorado y una inscripción como expone
José Beltrán en este mismo libro. En su informe nos dice: “Caminando desde el panteón hacia el NO. como a
unos trescientos pasos está la mazmorra… Sus paredes son de argamasa. En medio de la bóveda hay un agujero
que no es de antiguo abierto. Se entra por un callejoncillo…”.
Valverde y Perales reconoció esta estructura a comienzos del s. XX describiéndola así: “La llamada
Mazmorra se compone hoy del piso bajo de una torre cuadrada con bóveda de mortero y que mide 4,65 metros
de largo por 2,60 de ancho: al lado de Poniente tiene dos gruesos muros de 3,20 metros de largo que forman un
estrecho pasillo que da entrada a la torre, la cual se halla a unos 400 metros al N. de la fortaleza”. Esta estructura
está bien identificada en la actualidad en el lugar que indicaban Fernández-Guerra y Valverde y Perales. Sus
coordenadas U.T.M. son x= 378.581 y= 4.180.180 referidas a la hoja 945 (2-2) del Mapa Topográfico de
Andalucía, a escala 1/10.000. Se ubica a unos 400 m. al NO. del castillo y muy próxima al término municipal de Castro del Río. Se trata de una construcción realizada en opus caementicium, que en la década de
1980 pudo ser reconocida y dibujada (se publico con el topónimo de La Cárcel). A mediados del siglo XX,
esta construcción era visible en la fotografía aérea del vuelo americano realizado en 1956 (Fig. 29).
Es de forma rectangular de 5x4 m. al exterior, con los lados mayores orientados en sentido O-E. En el
muro S. se han colocado sendos muros que conforman un paso de entrada de 1 m. de anchura al interior
de la construcción, cuyo techo es abovedado. Los muros del pasillo tienen una longitud de 3 m., un grosor
de 0,90 m. y una altura de 1,10 m. Hoy día se reconoce la construcción pero está muy soterrada (Fig. 30).
Hace más de 20 años se consideró que esta estructura de hormigón romano podía ser una obra de ingenie203
José Antonio Morena López
ría agrícola, relacionada con el abastecimiento y cultivo de cereal a la antigua ciudad de Torreparedones13.
Pero en la actualidad, “La Mazmorra” se interpreta como una tumba monumental romana similar a
la de los Pompeyos, aunque de mayores dimensiones (véase el estudio de José Beltrán en este libro). A esta
tumba podrían pertenecer dos frisos, uno epigráfico que presentaba la inscripción con letras de bronce,
posteriormente doradas; el bloque medía 2,5 m. de longitud y 1,25 m. de altura, aunque podía ser mayor
ya que se dice que estaba fragmentado. La inscripción se desarrollaba en tres líneas con la forma de las letras
rebajadas, aunque la lectura resulta compleja por el desgaste de la piedra. En cualquier caso, parecen referirse a los personajes enterrados en aquella tumba, seguramente de tipo familiar, habiéndose identificado
una posible Plotia. Otra pieza que encajaría en la misma tumba sería un friso de relieves con esquema de
casetones, tallado en piedra local, propio de frisos decorativos de la arquitectura funeraria altoimperial, generalmente colocados en el cuerpo inferior del monumento funerario de tipo turriforme. Sus dimensiones
1 m. de longitud y algo más de 40 cm. de altura y grosor.
Fig. 30. A la derecha “La Mazmorra” en la década de 1980 y a la izquierda, su estado en la actualidad.
En consecuencia, tanto el “Mausoleo de los Pompeyos” como “La Mazmorra” corresponden a tumbas
monumentales pertenecientes a una gran necrópolis situada al N. de la antigua ciudad romana de Torreparedones, tumbas que se localizaban, como era costumbre, junto a una vía de acceso que conduciría hacia la
puerta N. de la ciudad o a la puerta oriental, bordeando el flanco septentrional. Dicha vía, que parece haber
sido detectada también en la prospección, discurre paralela al límite con el término municipal de Castro
y podría tener como destino Corduba o incluso otros núcleos urbanos como Ategua, pasando por diversos yacimientos de época romana localizados en las proximidades como el Cerro de los Términos o Torre
Mocha. Entre “La Mazmorra” y el límite septentrional del recinto amurallado la prospección geofísica ha
puesto de manifiesto la presencia de diversas estructuras murarias y fosas que, muy probablemente, hay que
interpretar como otros recintos o acotados funerarios, sobre todo, los marcados con los números 1, 2, 3 y
posiblemente también el 6 (Fig. 31).
La práctica de señalizar el locus sepulchri mediante un recinto funerario se remonta al menos al s. II
a.C., alcanzando su máximo apogeo a lo largo del s. a.C. ya en la misma Roma. Los primeros recintos
eran de madera pero con Augusto comienzan a construirse de obra, en principio bajos y sin decoración,
para acabar convirtiéndose en un elemento monumental independiente de la misma tumba; pero siempre,
-aparte de proteger la propiedad del espacio funerario- con el objetivo de resaltar las tumba o el monumento integrado en su interior.
13
204
J. Serrano y J.A. Morena, Arqueología inédita de Córdoba y Jaén. Córdoba, 1984, p. 63. J.A. Morena y J. Serrano, “Obras
hidráulicas en la Campiña oriental de Córdoba (Baena-Cañete)”. II Encuentros de Historia Local. La Campiña. Córdoba,
p. 120, fig. 3A. P.J. Lacort, “Infraestructura hidráulica rural de época romana en la Campiña de Córdoba”. Memorias de
Historia Antigua, 9, 1988, p. 53.
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 31. Ubicación de los monumentos funerarios del “Mausoleo de los Pompeyos” y de “La Mazmorra” en la
necrópolis N. Los números del 1 al 6 indican otros posibles recintos o acotados funerarios.
Uno de estos epígrafes alusivos a un espacio funerario se halló en Torreparedones y aunque ignoramos el
lugar exacto de su procedencia podría pertenecer a la
necrópolis N. La inscripción, hoy perdida, dice: /l(ocus)
in fronte p(deum) XX / in agro p(deum) XXXX (C.I.L.
II2/5, 430) (Fig. 32).
4. Campaña de 2009
Los trabajos de excavación que se desarrollan desde el
mes de abril en el interior del asentamiento pretenden
poner al descubierto un sector intramuros con el objeto
de reconocer el entramado urbano y continúan aún en el
momento de entregar este trabajo. Y, más concretamente, se trata de confirmar la presencia de un importante
eje viario en sentido E-O. y documentar qué tipo de
edificaciones se ubican junto a dicha calle. En efecto, la
prospección geofísica a que se ha hecho referencia líneas
arriba puso de manifiesto la presencia de una calle, cuya
dirección y situación en el yacimiento apuntaban a que
pudiera tratarse de un decumano, quizás el mismo que
se documentó en la puerta oriental. Esta calle se ubica
en una zona muy próxima al sector del yacimiento que
se encuentra en el término municipal de Castro del Río
Fig. 32. Cipo funerario con delimitación de un área sepulcral de Torreparedones, (según Fernández Franco,
M.S. 1567, 38 r.).
205
José Antonio Morena López
y su dirección parece apuntar hacia una supuesta puerta occidental. De ser así estaríamos, muy probablemente ante el decumanus maximus de la ciudad romana. La vía tiene unos 3 m. de anchura conservándose
bastante bien los muros de fachada. Presenta un pavimento de losas de piedra caliza irregulares, trabadas
con tierra y dispone de una cloaca en el eje de la calle que servía para evacuar el agua de lluvia del edificio
localizado inmediatamente al S.
Al S. de la calle se localiza un gran edificio, construido con muros de opus vittatum que puede interpretarse como el macellum de la ciudad (Fig. 33). Se aprecian varias fases constructivas, correspondiendo la
primera a un mercado típico de planta central con patio al aire libre porticado en torno al cual se distribuyen las tabernae, y con dos puertas de entrada desde el decumano. El agua de lluvia se recogía mediante un
canal perimetral que la evacuaba hacia la cloaca situada bajo la calle. En este espacio se conserva una basa
in situ (ática con plinto) y también se ha recuperado un capitel de estilo corintio.
Fig. 33. Panorámica del macellum.
Pero, sin duda, el hallazgo más relevante ha sido la plaza del foro, a la que se accede a través de un
cardo que parte del decumano, frente al mercado. La plaza está pavimentada con grandes losas de caliza
micrítica y tiene una planta cuadrangular, de unos 24x22 m., con un canalillo perimetral en sus lados O.,
N. y S. para evacuar el agua de lluvia. Lo más singular de este espacio urbano es la inscripción con letras
de bronce incrustadas sobre el pavimento (hoy perdidas) que informa del nombre del mecenas que costeó
dicha pavimentación. También hay que destacar el hallazgo de varias esculturas de mármol (Fig. 34), un togado, una escultura femenina y un retrato de Claudio (Fig. 35) que, muy probablemente, formarían parte
de un conjunto escultórico julio-claudio dedicado al culto imperial.
206
Investigaciones recientes en Torreparedones (Baena – Córdoba): Prospección geofísica y excavaciones en el santuario y puerta oriental
Fig. 34. Detalle del ángulo NE. de la plaza del foro con las dos esculturas de mármol in situ
En definitiva, las excavaciones realizadas en el santuario,
la puerta oriental y las que actualmente se desarrollan en la
zona del foro de la ciudad romana suponen un vuelco importante en la visión que hasta entonces teníamos de Torreparedones tras los estudios llevados a cabo en la década de 1990;
así, de un lugar en el que prevalecía el componente ibéricoindígena frente a una etapa romana casi imperceptible, se nos
muestra ahora como uno de los enclaves más importantes para
comprender la romanización y el desarrollo urbano de un viejo
oppidum ibérico que se convierte en una ciudad romana privilegiada que intenta emular a la capital provincial, como esta lo
hace con respecto de la Urbs.
Fig. 35. Retrato de Claudio.
207
APÉNDICE DOCUMENTAL
Jorge Maier Allende
Real Academia de la Historia
José Beltrán Fortes
Universidad de Sevilla
I
cartas de diego de padilla a josé marÍa jurado
(Archivo Emilio Miranda Valdés)
I, 1
Casa de los Alamos 20 de Eno de 1828
M. R. P. Guardian, y Señor mío: el mal estado de salud no me ha permitido hasta ahora contestatr la
apreciable de Vd, fha 9 de Diciembre ultimo, en la que me habla de el devito de Mariano Ximenez a fabor
de el Pe Estrada. A la verdad este Pe pide con mucha razon, y deviera haver esperado otra correspondencia
de parte de el Mariano, a quien he recordado en otras ocasiones esta obligacion, y bolbere a recordarsela
luego, que se presente en esta, donde no continuo mas que hasta setiembre. Sino tuviera recividas dho
Ximenez mayores cantidades, que las que le corresponden, no seria imposible descontar de el devito al
tiempo, de pagarle; pero ya que esto no es factible, le hablare sobre ello, como he dicho, y practicare las
diligencias que dicte la prudencia, para que verifique la satisfaccion de su deuda en obsequio de la razon y
de nra amistad.
Contestando al asunto pral de dha apreciable de Vd demos algun pabulo a nra mania dominante. Si
Vd hubiera venido por este pais hubiera visto las excabaciones hechas por el Sor Dn Diego Carro, no lejos
de la nueba Carteya, en el monte Horquera, pero ya que de ha sido tan omiso en descredito de su opinion
de antiquario, le remito adjuntos dos diseñitos, formados por el mismo descubridor, de cuya mano son las
notas qe los ilustran, y en cuya caseria se conserva la losa de las columnas, con otras preciosidades. Digan lo,
que quieran, nros escolasticos, estos restos de la riqueza, y de el gusto de los antiguos moradores de el pais,
son para mi mas agradables, que todas las sutilezas peripatéticas.
Por ahora es necesario, que vd se de por satisfecho con esos dos papelillos, interin me sea posible
adquirir otras noticias, que no le ocultará su apasionado servor y capellan Q.B.S.M. = Diego de Padilla =
I, 2
P. Fr. José María Jurado
Baena 18 de agosto de 1833
Mui Señor mio de todo mi respeto: aunque Vd me tiene olvidado, mucho tiempo ha, yo tengo mui
presente su merito literario, y su buen gusto, y erudicion. En prueba de ello me apresuro a comunicarle un
descubrimiento insigne, que se ha verificado en estos ultimos dias en un cortijo de este termino, a donde
deseaba yo hacer una expedicion literaria, según manifesté a Vd, dos años ha. A la verdad este suceso ha
acreditado la razon que tenia para sospechar, que en aquel sitio devian encontrarse antigüedades mui recomendables, como en efecto se han hallado. Si Señor, se ha encontrado nada menos, que un panteon, donde
en diez urnas cinericias estan depositadas las cenizas de los Pompeyos, segunas las inscripciones, que se
hallan en todas ellas. Por ahora remito a Vd en esta copia de cinco de aquellas, reservando para otra ocasión
embiarle copia de las restantes, pues no tengo tiempo para copiarlas todas; aunque las urnas se hallan a la
vista. Se encontraron también otras muchas particularidades, que el talento de Vd podria devidamte apreciar, y de ellas tambien le dire en la oportunidad. Entre tanto, aunque la lectura de las adjuntas me parece
facil, deseo, que Vd. Me comunique a correo tirado la inteligencia que les da. Las otras cinco me parecen
mas dificiles.
211
Apéndice documental
Esta carta va dirigida franca a el Pe Guardian, para que se la dirija, si Vd no se hallare a la sazon en esa
ciudad. No se olvide de mi en sus sacrificios, y oraciones, y mande a su servor y capellan q.b.s.m. = Diego
de Padilla =
I, 3
Baena 24 de Agosto de 1833
M. R. P. Fr. Jose mª Jurado, y Señor mío: recivida la apreciable de Vd, fha 22; me apresuro a comunicarle las inscripciones restantes, hasta el numero de onze: pues aun a que dixe a Vd que eran diez; ha
parecido otra posteriormte y no desconfio de que se presenten algunas otras. Van pues seis inclusas en esta,
y me parece su lectura mas dificil, que la de las anteriores. A lo menos, los nombres contenidos en la 2ª 3ª
212
Apéndice documental
4ª y 5ª no son de origen Romano, como ni el 2º nombre de la 6ª tambien es obscura para mi la lectura de
la abreviatura icstnis1 que se alla en la 1ª y no acierto con ella. Bien es verdad, que esto procede de falta de
conocimientos en la materia; pero vd dotado de mayores, y con mas fundados antecedentes podra ilustrar
este asunto, como espero de su bondad.
Las urnas cinericias son todas de piedra, y se hallan actualmte en casa de Dn Diego Pineda, arrendador
del cortijo de las Virgenes de Castro el Viejo, donde solamte ha quedado el panteon, en que estaban encerradas, desconocido en tan gran numero de años. Tambien se hallan en poder de dho Cabo otros efectos,
encontrados alli mismo, que llaman la atencion, y excitan la curiosidad. Parece, que se hallaron mayor
numero de urnas que las diez insinuadas, que estan en poder de Pineda, y tengo evidencia de la existencia
de una mas, cuya copia de inscripcion remito a Vd entre las adjuntas; sin embargo de que la reservo de los
curiosos por encargo de el que me la ha confiado, lo qual me parece conveniente por ahora, quando no se
oye mas conversacion, que de cenizas, y de Pompeyos, queriendo todos hacerse antiquarios en tales terminos, que han de perder el juicio. Se dice que las autoridades de este pueblo han dado cuenta del hallazgo
a los respectivos superiores, y yo la doy a Vd, cuya superioridad conozco en luces, instrucción, y en otras
brillantes qualidades.
En fin, inmediatamte despues del dia de la Virgen espero a Vd en esta su casa, calle Carrera, y vera
aquellas, y otras antigüedades, sin que por ello omita remitirme entretanto sus instrucciones, para ilustrar
del algun modo mi ignorancia, efecto, entre otras causas, de la escasez de libros de la materia.
Encomiendeme Vd. a Dios, y mandeme como a su afecto servor y Capellan q.b.s.m. = Diego de
Padilla =
I, 4
Baena 29 de agosto de 1833
M.R.P. Fr. Jose Maria Jurado, y Señor mio: sin contestacion a la que le dirigi a Vd. fha 24 del corriente, no dilato comunicarle, que ademas de las onze urnas cinericias, cuyas inscripciones le he remitido en
mis dos anteriores, se ha presentado la duodecima, que havia sido ocultada por los mozos del cortijo: y vea
Vd justificada de la sospecha, que le insinué en mi ultima, acerca de que existian mas urnas, que las onze
primeras. La inscripcion de la 12ª es la mas brebe, y acaso las mas interesante. Dice pues asi = GRACCHI
= Vd sabe, que hubo un proconsul de este nombre, que murio en una enboscada de las tropas de Anibal.
Tambien tiene noticia del Tito Sempronio Graccho, nieto del antecedte el qual fue dos veces Consul, y
merecio otras dos los honores de triunfo, y que tomó, y arrunió gran numero de ciudades en la Celtiberia
Española. Sabe Vd igualmente que el anterior inmediato fue padre de Tiberio, y Cayo Gracco, los quales se
distinguieron por su eloquencia y demas talentos ¿quales son de estos, cuyas cenizas se hallan en esta urna?
He dicho quales, porque el numero plural de la inscripcion manifiesta, que no es uno solo de ellos, quien se
contiene en la urna sepulcral. Deseo pues, que Vd me instruya en ello, y si pueden ser otros Gracos, que los
antedhos. Tambien quisiera saber, como lee Vd la palabra icstnis, que se halla en la urna de M Pompeyo2.
Ha ido a ver el subterraneo mucha gente de Castro, Bujalance, y Porcuna, y deseo, que Vd lo vea
despues de lo que hay en este pueblo, que es lo pral. Vera Vd tambien la inscripcion, que esta en el camino
de Luque, cuyo sitio determinado me consta por relacion del dueño de la haza, donde se halla, y de otros.
Venga Vd pues, y en el entretanto instruyame de lo que deseo saber y mandeme como a su mas afecto
servor y capellan q.b.s.m. = Diego de Padilla = P.D. Digame Vd si tiene la obra escrita por el Sor Conde, en
la que habla de los nombres etc de los antiguos pueblos de España, y que pudiera dar mucha luz en el caso
presente.
1
2
Nota de Jurado: Icosetanis II vir.
Nota de Jurado: Primus Icosetanis II vir de familia Pompeia.
213
Apéndice documental
I, 5
Baena 1º de setbre de 1833
M.R.P. Fr. Jose Mª Jurado, de mi estimacion, y respeto: sin embargo de haver escrito a Vd en el correo
inmediato, y haver remitido la 12ª inscripcion contesto ahora a su apreciable, fha 29 del proximo, para
informarle de alguno puntos, sobre que me pregunta.
El descubrimto consavido se verificó el día 16 del mes, que acaba: traxeron las urnas el 17, y avisé a Vd
el 18. La casualidad, de pasar unas reses bacunas sobre el subterraneo, motibó, que una metiese el pie por
parte, que ya estaria descargada de tierra, según dicen unos: y otros afirman, que el muchacho del ganadero
advirtió el dia 15, que sonaba hueco aquel sitio, en el qual se imaginó que havia un tesoro, y que haviendolo
dicho a su compañero, formaron el agujero, por donde se introduxeron el dia 16. De uno, y otro modo
pudo ser, siendo lo cierto que inmediatamte acudio la turba rustica de aquel, y de otros cortijos con la esperanza del pillage; y se apoderaron de muchos preciosos efectos, de los quales quebraron unos, y otros se
han hecho perdidizos, ignorandose hasta ahora el total encontrado. Yo me informé de diversos mozos del
cortijo, de los quales me dixo uno, que havia nuebe urnas, y luego traxeron diez a su amo. Otro dixo, que
havia 12, lo qual me sirvió pa indagar el paradero de la 11ª y 12ª. Otro aseguró que havia catorce; pero que
se havian quebrado dos; y no desconfio todavia, que pueden descubrirse, pues pongo el mayor cuidado, en
que parescan, y se recojan tan preciosos restos de la antigüedad.
El cortijo de las Virgenes, de Castro el viejo, donde se ha verificado el descubrimto pertenece a los
propios de esa ciudad de Cordoba, y ha sido su arrendador Dn Diego de Pineda, Cabo de este pueblo, en
cuyo poder se hallan las urnas, y otros efectos: pues aunque hay otro nuevo arrendador; pero el sitio del
panteon se halla en el tercio, que todavía disfruta aquel Cabo el qual dio cuenta por el correo inmediato a
el Sor Ministro del Fomento.
La hermita de las Stas Virgenes estubo a esta parte de la cordillera, esto es, al medio dia de la torre. La
mazmorra a la otra parte, entre occidente, y norte de ella: y el panteon, a alguna distancia de la mazmorra,
y mas occidental respecto a la torre y mui cercano a la mojonera de Castro.
La distancia de este pueblo a mencionado cortijo es de dos leguas, y media, poco mas, a menos: y
en suposición de que cada legua contenga dos millas, y media, según quieren algunos, resultan las seis
millas, de que habla la inscripcion, con corta diferencia, siendo de suponer, que si la lapida consavida
se fixó en aquel tiempo, en que las circunstancias no permitian una medida exacta, siguieron la opinion
comun, que muchas veces no es la mas exacta en esta materia. Yo me inclino a pensar, qe efectivamte se
hallaban alli los Reales de los Pompeyanos, quando Cesar en esta. Muebeme cierto la grandeza, y opulencia de aquella antigua poblacion, la abundancia de sus aguas potables, la cercania a Ategua, de donde
no dista mas qe legua, y media, no menos, que la altura, y dilatado orizonte de aquel lugar, desde donde
se ve este pueblo, y desde este aquel, pudiendo con este motibo observarse mutuamte los dos exercitos. Si
ha leido Vd el impreso que di a luz publica el año 1808, habra visto que hablo de dho sitio relativamte a
el asunto, que me propuse.
No son iguales las urnas, ni sus letras: pues aquellas tienen diverso tamaño, y figura, y entre estas se
nota bastante diferencia en la belleza de los caracteres, que tienen especialemente tres de ellas, quando otras
constan de caracteres mas rudos, y peor formados. Esto me induce a pensar, que son de diversos tiempos,
y que las 1as se acercan mucho a el siglo de Augusto. No omitiré referir a Vd una particularidad, que me
han contado los testigos presenciales, la qual es qe quando entraron en el subterraneo, estaba tan blanda la
piedra de las urnas, que fue motibo de qe se quebraran algunas; pero qe luego que les daba el aire atmosférico
se consolidaba la piedra, y adquiria su dureza natural.
Entre otros efectos llamaba la atencion, y excita la curiosidad una funda de plomo, con tapadera de lo
mismo, a semejanza de una caldera, dentro de la qual se contenia un gran vaso de una especie desconocida, que no es vidrio, ni cristal, y en el vaso, de el qual restan fragmentos, porque lo quebraron los rusticos
avarientos, se contenia un liquido, tambien ignorado, porque fue derramado por su estupida codicia, que
214
Apéndice documental
deseaba encontrar plata, oro, y riqueza, según se havia figurado, y destruia lo que no lo era. ¿Seria por ventura aquel vaso una lampara inextinguible?
Me han ofrecido copia de una inscripción, hallada en el mismo cortijo, hace dos años, la qual se conserva con otra, hallada en otro sitio, y en una casa de campo de este termino. Veremos, si la consigo: pues
tambien hay avarientos en la literatura.
Tambien me han ofrecido copia de otra inscripcion en referido cortijo, y me han dado noticia de la
que se halla en otro, cuyos antiguos labradores decian, que era del tiempo de Neron.
Si mis facultades lo permitieran, continuaria la excabacion con esperanza de éxito feliz, según los
informes, que tengo; pero ¿qué ha de poder un pobre, e ignorante cura, sin tiempo, ni salud, y que carece
hasta de los mas necesario para su subsitencia? Dii meliora ferant.
Venga Vd, pues le espera con avidez su servor y capn q.b.s.m. = Diego de Padilla =
I, 6
Pe Fr. José Mª Jurado.
Mui Señor mio: adjunta remito a Vd la lectura, que doy a las inscripciones, con el objeto de que la
enmiende, y corrija en la parte defectuosa.
Como todos se han hecho aqui antiquarios, emiten interpretaciones, mas, o menos, acertadas, y entre
ellas es notable la, que ha dado un sugeto de un pueblo inmediato. Dice que en la decima, en la que se
contiene la palabra Nonis F debe leerse hijo de Nonisio, lo qual no me parece acertado, ya porque tal nombre
es absolutamte desconocido, y ya porque la primera palabra es mui conocida entre los latinos, especialmte
quando le sigue la inicial de un mes en la forma, que acostumbraban los Romanos, también en las palabras
Gal–Afer, contenidas en la 11ª lee Colonia ferrata: siendo asi, que no se puede rastrearse de modo alguno el
nombre Colonia ademas de que no hubo jamas tal Colonia ferrata; aunque si legion ferrata. De este modo
incurre en otras equivocaciones, según mi pobre modo de entender.
Ha de saber Vd, que Dn Diego Pineda, arrendador del cortijo de las Virgenes recivio ayer una contestacion mui honorifica del Sor Ministro del Fomento. En ella le dice, que S.M. tenia ya noticia del hallazgo
de las urnas, aunque no por conducto mui seguro: que havia dado orden a la Real Academia de la Historia,
para que diga lo que se debe hacer: y que en el entretanto coopere Pineda a la conservacion etc de dhos
efectos, para lo qual oficiaba tambien al Intendente de Cordoba, a fin de que no se verifique descuido por
parte de las Autoridades etc, etc.
En este estado entendera Vd, que el informe pende de la Academia, la qual, según parece, deveria
embiar un Academico, que sobre el terreno practicase las diligencias convenientes, a fin de poner el asunto
en toda su luz, adelantando excabaciones, dando destino a las urnas etc, etc. este es modo de pensar mio,
como tambien lo es, que en este tiempo en qe se hallan parados los jornaleros, bastarian media docena de
hombres, para hallar en quatro, o seis dias otras antigüedades, y no vacilaria en el nombramto de academico.
Vd conoce mejor que yo lo que se debe hacer en el caso, y, si lo tiene por conveniente, puede escribir allá
por el correo del juebes inmediato, pues con el mismo objeto le remito esta anticipadamte por mano de un
Religioso estudiante en el Convento de San Pablo.
No remito el impreso de que he hablado a Vd anteriormte porque no es interesante para el caso presente, y porque no haviendome quedado mas que un exemplar, sentiria, que se extraviase; sin embargo lo leera
Vd, luego que tenga la fortuna de verle en esta. En lugar de aquel remito adjuntas otras dos inscripciones,
halladas, hace dos años, en cansavido cortijo.
Practico diligencias, para sacar dibujo de las urnas etc pero repito, ser lo mas conveniente, que Vd las
vea etc, etc.
Soy spre con el mayor afecto servor de Vd q.b.s.m. = Diego de Padilla = 10 de Setbre de 33
215
Apéndice documental
1ª3
GNSFRVII
FGALER
2ª
FRVFVSSH
Tales son las inscripciones, y sospecho, que no
se hallan copiadas fielmente, no haviendome sido
dado, ver los originales, que se hallan en poder de
un sujeto de este pueblo.
Un literato, conocido en todo el Reyno, escribe desde Madrid a un amigo suyo las palabras
siguientes: = 6 de setbre Las inscripciones, y reliquias
de la familia de los Pompeyos, y los Gracos son de lo
mas precioso, qe puede en nro suelo encontrarse de
los Romanos. Guardase hasta el ultimo polbo de cenizas como cosa santa, y custodiense en viriles esos
huesos para eterna veneracion de las almas excelsas,
y sublimes, que los animaron. El sitio debe acotarse
como sagradas, y si yo tuviera algun imperio, mandaria no solamte levantar ahí un monumento, que
inmortalizase los nombres de esas victimas ilustres,
sino que levantaria de nueba planta una ciudad con el nombre de Pompeya = Hasta aquí el sabio antedho,
a cuyos deseos no corresponde lo que sucede actualmente. La ignorancia, la codicia conspiran e inutilizan
3
216
Nota de Jurado: Estas son del mismo sitio po no del Panteon ni del mismo año descubiertas.
Apéndice documental
el panteon, que va llenadose de piedras, y de tierra, y cuya repisa (en la que estaban colocadas las urnas)
trata de arrancarla, y llevarsela cierto sujeto, que arruinará de este modo en un momento la obra de tantos
siglos: los perros de los cazadores entran en el subterraneo, y devoran los huesos, custodiados antes con
tanto esmero y Venga pues el Academico, para que cese, y se acabe el desorden.
Si ha leido Vd el numero 91 de la Revista Española, habra visto un comunicado sobre el asunto, tan
charro, y chabacano, como lleno de anacronismos, y falsedades. Menos malo esta el de el boletin de esa
ciudad, del qual hicieron reimpresion, con motibo de el gran numero de los que lo buscaban. = 10 de setbre
de 33.
I, 7
Baena 15 de Setbre de 1833
Pe Fr. Jose Mª Jurado, y Señor mio: el miercoles ultimo salio de este pueblo para esa ciudad un Religioso estudiante del Convento de San Pablo, a quien entregué carta para Vd con encargo de que se la diese
aquel mismo dia, o en la mañana del siguiente. Hize esta prevencion, a fin de proporcionar tiempo de que
Vd escribiese a Madrid, si lo tenia por conveniente, en vista de que le noticiaba, que S.M. havia mandado
a la Academia de la Historia, que informase sobre lo que se debe hacer acerca del hallazgo consavido de
antigüedades, que es nro asunto faborito. Ignoro, si dha carta ha llegado a manos de Vd, lo qual habra sido
mas dificil, si a la sazon havia salido de esa Ciudad, en cuyo caso, dixe a aquel Religioso, que la pusiese en
poder del Pe Guardian, para que le diese direccion.
Ya habra visto el boletin de la provincia, en que se hablaba del hallazgo de las urnas, y tambien debe
haber leido lo que traen el boletin de comercio, que sale en Madrid, el correo, y la revista española en diversos numeros, que no seran los ultimos, que traten del asunto; pero no tendra Vd noticia de lo que se
ha encontrado en el mismo sitio, el miercoles ultimo, lo qual se ignora en este pueblo, por que ha llegado
solamte a noticia de mui pocas personas. Sepa Vd pues, que unos ganaderos, estimulados por el deseo de
hallar riquezas, hicieron una excabacion, y encontraron una lapida de tres varas de larga, y una y media
de ancha con una inscripcion, y en otra lapida mas pequeña las imágenes esculpidas de un hombre, y una
mujer, que no es dificil conocer, quienes son, en atencion a las señas, que me han dado ellos. No se sabe lo
que contiene la inscripcion, y para leerla, me trasladaria yo inmediatamte a aquel sitio, si lo permitiera mi
quebrantada salud; sin embargo he tratado con un amigo, que pase mañana a el cortijo, y me traiga copia
de dha inscripcion, con señas individuales de todo, que participaré a Vd inmediatamente.
Parece, dice la Revista, que un sujeto de esa ciudad ha pedido permiso, para venir, y hacer excabaciones. Tambien se dice qe venia el Sor Intendente; y entretanto Vd retarda su venida.
Deseo la salud de Vd, pida a Dios por la mia, y mande a su afectmo q.b.s.m. = Diego de Padilla =
I, 8
Baena 19 de Setbre de 1833
P. Fr. Jose Mª Jurado, y Señor mio: esta mañana he visto las piedras nuebamte traidas del cortijo de las
Virgenes. La una de media vara de altura, y casi otro tanto de grueso contiene dos figuras humanas en relieve: la de la izquierda (la qual ocuparia antes el centro, respecto de qe a su izquierda se reconoce quebrado
un pedazo, que tenia otra figura) es un busto hasta por baxo del pecho, mui bien sacado; pero deteriorado,
especialmte en las narices. Los ojos devian ser de otra materia, diversa de la piedra, en la que estaban embutidos, como se infiere de los hoyos, que subsisten. Tienen dho busto por de muger; pero es un Baco, con
corona de pampanos, mui bien expresada. La otra figura de su derecha es de cuerpo entero, y de hombre, qe
217
Apéndice documental
apoya su brazo siniestro sobre un pedestal, y tiene una vara larga en la diestra. Se halla bastante deteriorada.
Nada digo del ancho de dha piedra, pues le falta la 3ª parte de ella, en que devia contenerse la otra figura,
y que toda ella devia ser parte de la fachada de un edificio, que acaso seria un templo.
La 2ª piedra es jaspe, en la qual hay ciertos hoyos, que estaban llenos de plomo, colocados a distancias
desiguales, y en cuyos alrededores se reconocen señales inequivocas de letras. Estas devian ser de bronce, u
otro metal (según hay en la Catedral de esa Ciudad) unidas a la piedra por medio del plomo, hallado en sus
hoyos. Esta quebrada por diversos lados.
La 3ª es un pedestal de una columna, y todo indica, qe son ruinas de un templo, especialmente siendo
el mismo sitio donde, años pasados se hallo una estatua, que permanece sin cabeza, cuyo fabor le hicieron
los rusticos de este lugar. Este hallazgo lo verificó el Porquero sin auxilios algunos: ¿qué seria, si con los necesarios se emprenhendiesen excabaciones? Pero quieren los que no pueden; y los que pueden no quieren.
Aun quarto de legua del cortijo de las Virgenes se ha encontrado una cañeria de plomo, cuya direccion
era hacia dho cortijo.
Estos hallazgos son efecto de la casualidad, i de la codicia de los campesinos de los cortijos, los quales
desbrozan todo lo que no vale dinero. ¡Miserable condicion de la ignorancia! No se ha movido a cosa alguna ningun sujeto de proporciones; ¡Que no las tuviera el Cura de Sta Maria!....Con solo dos onzas de oro
podrian hacerse preciosos descubrimientos.
Las tierras del cortijo del Quadrado lindan con las de Padrones, y los albergues respectivos se hallan a
distancia de menos de media legua.
Ya no son doze las urnas cinericias; son treze, pero la decima tercia no tiene inscripcion. En mi ultima
que remiti a Vd. por el correo del domingo inmediato, le decia el motibo de haver embiado la anterior
fuera de correo. El objeto era que Vd la recibiera antes del dia de correo, lo qual esperaba yo del portador,
que es un Religioso, que me debe fabores; pero me engañé, respecto a que Vd no la revicio hasta dos o tres
dias despues ¡tales son los hombres!
En quanto a el sujeto, que escrivio de Madrid, conocido el interes, la caridad nos obliga a la mas benigna interpretacion. No sabemos, como se hubiera exaltado la imaginacion de Morales, y de Caro, si se
hubieran hallado en igual caso.
Celebrare, que Vd haya tenido alivio, y deseo mande a su servidor y capellan q.b.s.m. = Diego de
Padilla =
Nota de Jurado: La caveza del Dios Baco antiguamte se le fabricó templo en Arjona en memora de ser
Padre de la Patria, y pr pedestal tenia a esta inscripn como consta de D. Mtin Ximena, en su hista ms. de citda
villa, qe dice = Libero Patri Aug. Sacrum in Honore. Pontifi = catus, L. Calpurnin. L.F.Gal. Silvinus. II.Vir.
Bis.Flamen. Sacr.Pub. Municip. Al.B.VR = Pontif. Ex Domus. Augusta. D.S.P.D.D.
I, 9
Baena 8 de Octubre de 1833
Pe Fr. José Mª Jurado, y Señor mio: aunque he tardado algunos dias en contestar a su ultima apreciable, le remito al fin la dedicacion, que Vd esperaba. En efecto el dia 29 de Setiembre se descubrio una lapida
de jaspe negro, mui bien labrado, con la inscripcion sigte
Q.MVMMIO
L·FGAL
GALLO II
VIR·D·D
218
Apéndice documental
Aqui Quinto Mummio parece ser hijo de Lucio Mummio, Pretor de la España ulterior el año 153
antes de Cristo, y que obtuvo en Roma los honores del triunfo el año 152. Acaso este sea tambien el mismo
a quien se hizo una dedicacion, hallada en Martos, que Vd habra visto en Masdeu, y dice
L.MVMMIO
L.F.RVFO
IIVIR.PONTIFICI
D.D.4
Ya he dicho a Vd lo que alcanza mi atenuada vista; y Vd no quiere manifestarme lo que descubre la
suya perspicaz. Asi es, que estoy en ayunas por lo que hace a las siete siglas, cuya inteligencia ignoro; sin
embargo con relacion a palabra Primus, devo decir, salvo el respeto, devido por un discipulo a su Maestro,
qe no puedo considerarla en este caso como nombre gentilicio; y si como numeral de orden en atencion a
el caso gramatical, que le subsigue. Ita sentio; salvo meliori.
No ha sido posible remitir a Vd algunas noticias, que exige, por los obstaculos, que se oponen a ello.
¿Podra Vd creer, que no querian qe se leyese por persona alguna la adjunta dedicacion, y que su copia ha
sido sacada clandestinamente? ¿Podra Vd persuadirse, que con el mismo objeto fue trasladada la lapida a
un cortijo del monte Horquera? Bien es verdad, que la han puesto en la puerta con dos destinos igualmte
decorosos, que son, para majar esparto, y para subir desde ella a las caballerias. De aquí inferira Vd el delicado gusto de mis paisanos.
Ignoro qual es el numero del Boletin de comercio, que traia el asunto de las inscripciones, como tambien el del Vapor de Barcelona.
Es mui probable la congetura de la situacion de los Reales de Pompeyo entre Osca, y Castro Prisco, las
quales Ciudades existian mucho antes de aquella epoca.
¿Y cuando viene Vd por aca? ¿Vendra antes el colera–morbo? No lo permita Dios.
Tambien me parece verosimil la etimologia del nombre Castro–Prisco.
Seria necesario mucho tiempo, y salud, para extenderse en el asunto: se la desea a Vd mui cumplida
su servor y capellan q.b.s.m. = Diego de Padilla =
I, 10
Baena 20 de Octubre de 1833
M.R.P. Fr. Jose Mª Jurado, y Señor mio: he recivido la apreciable de Vd, fha 17, con el jubilo, que
inspira su proxima venida; y al mismo tiempo con el sentimiento de que mi quebrantada salud, y graves
ocupaciones acaso no me permitan pasar a las Virgenes, cuyo arrendador no es ya el Sor Dn Diego de Pineda,
y si una Señora, a la que no me he atrevido a decir cosa alguna con motibo de mi propia inutilidad; pero
no dudo, que el aperador llamado N. Albendin (a quien inutilmte he procurado hablar, porque se halla en
dho cortijo) atendera a Vd, como es devido. Yo, en caso de no pasar allá, le esperaré el 24 a la entrada de
este pueblo, para acompañar a Vd a esta su casa, donde tendra la satisfaccion de ofrecerse a sus ordenes su
servor y capellan q.b.s.m. = Diego de Padilla =
4
Nota de Jurado: Pontificis nomm propium non dinitatis, qia // pontificense municipm appellabatur Porcuna // Sobre el
Primus, vease otratal, en una qe yo tengo hayada nuevamte en Ategua.
219
Apéndice documental
I, 11
Baena 6 de Febo de 1834
P. Fr. Jose Mª Jurado.
Mui Señor mio: mis enfermedades, quebrantos, y ocupaciones, especialmte en tiempo de ayuno, no me
han permitido contestar la apreciable de Vd, fha 16, luego que la revivi, como ni haverle avisado, que la llave del cajon llegó a mi poder sin demora alguna. La prudencia de Vd disimulan a mis faltas involuntarias.
No havia leido numo alguno del Boletin oficial; pero recivida la de Vd, procuré leer los numos que cita
en la suya. Todo va mui bueno, y no interrumpiré el silencio, hasta qe llegue el eterno: es verdad, que yo quisiera como Vd, que se sacara dibujo de tan antiguas preciosidades, como tambien copia de la inscripcion,
que debe hallarse en la puerta del panteon; pero carezco de medios para ello. Vd tendra fundamentos, para
persuadirse de la tal inscripcion; mas yo no tengo noticia de esta, ni de aquellos, y sera lo mas acertado, en
vez de buscarla, ir formando un epitafio para mi sepultura.
Sin salir de la especie de monumentos antiguos, debe Vd saber qe el Sor Subdelegado de fomento oficio
a Dn Diego Pineda, en cuya casa estubimos viendo las urnas pompeyanas; para que las pusiese en poder del
Ayuntamto de esta villa, y a este, para que las remitiese a esa Ciudad a peticion del Exmo Ayntamto y haviendo contestado dho Cabo Pineda a referido Sor Sub–delegado, respondio este, que siga aquel conservando
mencionadas preciosidades etc. Con este motibo continuamos por ahora, disfrutando la vista de aquellos
monumentos; pero ignoro qual sera la suerte futura.
Hace pocos dias, que se ha descubierto en termino de Luque una lapida sepulcral, de cuyo epitafio
remitire copia, si puedo hacerlo. Entretanto me encomiendo a las oraciones de Vd, a cuya disposicion me
ofrezco como su mas afecto servor y capellan q.b.s.m. = Diego de Padilla =
I, 12
Baena 5 de junio de 1834
M.R.P.Fr. Jose Maria Jurado, y Señor mio: adjunto remito a Vd un oficio del secreto de esta Rl Sociedad, la qual le ha agregado a el numero de sus individuos, y espera de su ilustracion, le faborezca con la
presencia de su memoria relativamte a las urnas cinericias, que se hallaron en el cortijo de las virgenes. Con
este objeto incluyo en esta igualmente copia literal del oficio, que el Sor Sub–delegado del fomento en esta
Provincia dirigio al Ayuntamto de este pueblo, para que Vd vea qual ha sido la opinion, que ha emitido la
Rl Academia de la historia, contra cuyo dictamen, me parece, debe haver graves fundamentos. Vd los conoce mejor que yo, y su bondad no nos privara del conocimiento, que desea la Sociedad, la qual celebra sus
sesiones con bastante regularidad, y lucimiento, a pesar de las circunstancias aflictivas, que nos rodean, con
la falta de cosecha de grano, y con la invasion del colera en Albendin, distante una legua, y aun con algunos
casos en este mismo pueblo. Yo me considero en la necesidad de buscar intercesores para con Dios, y me
encomiento a las oraciones de Vd, de quien soy afecto servidor, y capellan, q.b.s.m. = Diego de Padilla =
Copia =
El Exmo Sor Secreto de estado, y del despacho del fomento gral del Reyno en Rl Orden de 8 [Abril de
1834] de corrte me dice lo que copio = Por Rl Orden de 9 de Setbre del año ultimo se mando al Alcalde mayor de Baena no se hiciese alteracion alguna en el sitio de las Virgenes, propio de Dn Diego Pineda, donde se
havian hallado doze urnas cinericias, que parecian pertenecer a la familia de los Pompeyos, conservandose
todos los objetos, encontrados, hasta que con vista de lo que informe la Rl Academia de la hista se resolviese
lo convente. Haviendolo verificado esta con presencia de todos los documtos que se le remitieron, ha sido
de opinion, que atendidas las inscripciones, y la falta en ellas de formulas, y particularidades, que usavan
220
Apéndice documental
los Romanos, no pueden pertenecer los sepulcros hallados a la familia de Pompeyo, y Graco, sino a la de
algunos habitantes acomodados de pais, insignificantes para la historia, siendo una equivocacion lo de la
lampara inextinguible, pues que jamas las hubo en este supuesto, y conformandose S.M. la Reyna Gobernadora con lo determinado por la Acada se ha servido mandar = 1º Que se manifieste a Dn Diego Pineda
haver sido mui grato a S.M el celo, que empleo en reunir, y conservar los fragmentos de la lampara y los
demas objetos menores, los quales dispondra V.S. se recojan de poder del mismo Pineda, y se remitan a esta
Corte para unirlos a otras antiguallas, que hay en la Acada = 2º Que las urnas y qualesquiera otras cosas, que
se hayan encontrado, o descubran en lo sucesivo, se pongan bajo de cubierto en las casas de Ayuntamto para
preservarlas de las injurias del tiempo, y para que sirvan de honor a los pueblos, y de objeto de curiosidad
a los viageron instruidos = 3º Que en ocasión de semejantes hallazgos se observe lo que esta prevenido por
las leyes para estos casos = Lo que comunico a V.S. de Rl Orden pa su inteligencia, y cumplimto = Lo que
traslado a V.V. para su conocimto y demas efectos, que se expresan, cuidando de darlo a Dn Diego Pineda
de la parte que le concierne, y auxiliando al alcalde mayor de ese pueblo; para que pueda dar evacuado el
encargo, que con esta fha le hago sobre este particular = Dios etc. Cordoba 15 de abril de 1834 = Jn Anto
Delgado = Ses del Ayuntamto de Baena =
I, 13
Baena 26 de Junio de 1834
M. R.P. Fr. Jose Mª Jurado, y Señor mio: luego que recivi la apreciable de Vd, fha 9 del corrte pase a
visitar a Dn Lucas Balbuena, con el objeto de leer el escrito, que me indicaba; pero ni le encontré en casa
ni le he visto despues, con motibo de haverse suspendido las sesiones de la Sociedad por las desgraciadas
ocurrencias de este pueblo. Deseo con ansia verle, y leer aquel escrito: veremos si el tiempo, y las circunstancias, me lo permiten.
Esta en mi poder, y a la disposicion de Vd, el arte de taquigrafia castellana, que escrivio Dn Franco de
Paula Marti, en cuya introduccion trae algunas noticias historicas, copiadas de la Enciclopedia, según advierte; pero entre ellas no veo otra, que pueda servir a los antiquarios, sino la conbenida en tres renglones,
que literalmente copio:
“Tenian (los Romanos) sigles contrapuestos, como CL para significar conlibertus, y vueltos hacia
abaxo para demostrar el femenino, como conliberta”
Esto es lo que dice, a mi parecer, mas importante. Yo embiare a Vd desde luego el original, sino temiera, que lo de detubieran en Castro, i a la entrada de Espejo, como sospechoso de llebar el colera; mas a
pesar de esto, si Vd lo juzga oportuno, se lo remitire inmediatamte.
Dice Vd, que yo puedo formar el escrito, o memoria de las urnas Pompeyanas....¿Yo, ¡pobre de mi!
Que no puedo haver aprendido sino de Vd, cuya elevacion de ideas no me ha permitido comprehenderlas
por la rudeza de mi entendimimto? Mas, suponiendo, que la he entendido, y aprovechado, ¿qué se hace
despues? Quiero decir: se, que la opinion de Vd es, que las urnas pertenecen a los legitimos Pompeyos; pero
¿cómo podre probar este asunto, ignorando la historia? Se, que según Vd dice, debe existir una puerta en el
panteon; pero ¿dónde esta ella? Ciertamte no existe para mí; sin emabrgo de que quisera encontrarla; pero
nadie me da noticia de ella. En quanto a los dibujos de las urnas, no pierdo la esperanza de que la Sociedad
mande formarlos, especialmte si se le estimula con alguna memoria. Dios nos conceda mejor tiempo, para
pensar en ello.
En comprobacion de lo que Vd dice relativamte a ortografia advierto, que he escrito con B el nombre
de Balbuena; deviendo escribirse con V, según Vd lo escribe. Asimismo escribo, como Vd, taquigrafia; y el
arte tachigrafia.
Encomiendeme Vd mui de veras a Dios, pues lo necesito mucho, y mandeme como a su mas afecto
servor q.b.s.m. = Diego de Padilla =
221
Apéndice documental
II
expediente oficial del descubrimiento
(real academia de la historia)
II, 1, Carta de José Mª Jurado al Marqués de la Reunión de Nueva España, Córdoba, 25 de agosto
de 1833, CAICO/9/3938/8(5).
Exmo. Señor: a su devido tiempo recivi la muy apreciable de V.E. de 28 de junio ultimo, con el placer
de saber como en efecto habian sido gratos mis pequeños donativos a tan distinguidos Sres.; y cuanto a el
benevolo conductor el Sr. Marqués de las Atalayuelas, asi qe tube noticia de su feliz regreso a esta ciudad,
pasé a significarle mi particular reconocimiento, el que con el motivo de estar poniendo una portada nueva
a sus casas principales, y ser esa mi ruta ordinaria pa las Capuchinas le veo con frecuencia y disfruta salud;
asi quiera el todo poderoso, como se lo pido de continuo, que V.E. esté ya mas tranquilo y combalezido
perfectamte de su molesto ataque en la vista que tanto martiriza.
Con esta ocasión, y no teniendo yo pr mi buena suerte otro Mesenas, le incluyo a V.E. esta ocurrencia
antiquaria, a fin que le sirva de distracción, y por si cree oportuno qe ntra Academia se entere de rarísimo
hallazgo.
El que con mis ocupaciones domesticas de qe no puedo desentenderme, y con haber tenido qe satisfacer al gusto curioso del Cura qe me hace este obsequio, no he podido remitir esta copia con el aseo qe
debiera. Por tan justificados motivos lo paso por la mano de V.E., y siendo disimulables sus accidentales
defectos, pueda creditar al Cuerpo, como cumple a su aijado con los fines del instituto.
Deseo igualmte que mis Sras. Antonina y Pilar con los demas señoritos, disfruten salud, y a quienes
me repito; como asimismo a las Sras amigas Roldanas. Dios ntro Sor gue a V.E. ms as como se lo pide su
menor Cappn q.s.m.b.
II, 2, Copia de carta de Diego de Padilla a José María Jurado, Baena 18 de agosto de 1833,
CAICO/9/3938/8(6).
[Nota en la cabecera] Papel presentado por el Exmo Sor Marques de la Reunion en la junta academica de
30 de Agto de 1833
P. Fr. María Jurado = Baena 18 de agosto de 1833 = Muy Señor mio de todo mi respeto: aunque V. me
tiene olvidado mucho tiempo ha; yo tengo muy presente su merito literario, y su buen gusto y erudición.
En prueba de ello me apresuro a comunicarle un descubrimiento insigne, que se ha verificado estos últimos
días en un Cortijo de este término, a donde deseaba yo hacer una expedición literaria según manifesté a
V. dos años ha. A la verdad este suceso ha acreditado la razon que tenía, para sospechar, que en aquel sitio
debían encontrarse antigüedades muy recomendables, como en efecto se han hallado. Si Señor, se ha encontrado nada menos, qe un panteón, donde en diez urnas cinerarias están depositadas las cenizas de los
Pompeyos, según las inscripciones, que se hallan en todas ellas. Por ahora remito a V. la adjunta copia de
cinco de ellas, reservando para otra ocasión enviarle copia de las restantes, pues no tengo tiempo pa copiarlas
todas, aunque las urnas se hallan a la vista. Se encontraron también otras muchas particularidades, que el
talento de V. podría debidamente apreciar, y de ellas también le diré en la oportunidad. Entretanto, aunque
la lectura de las adjuntas me parece fácil, deseo que V. me comunique a correo tirado la inteligencia, que les
da. Las otras cinco me parecen más difíciles = Esta carta va dirigida franca al P. Guardian, pa que se la dirija,
si V. no se hallase a la sazon en esa ciudad. No se olvide de mi en sus sacrificios y oraciones, y mande a su
servidor y Capellan que su mano = Diego de Padilla.
222
Apéndice documental
Es copia = Nota
El Dr. Enrique Baca de Alfaro medico
cordovés, en un ms. con este titulo: Descripcn
de alguns lugars del reyno de Cordoba = Dice
asi: “El licenciado Juan Fernandez Franco en
la relacion ms. qe he visto de los nombres antiguos de las poblaciones de Andalucía, qe en
tiempo de Romanos tubieron, qe escribió en 9
ojas de a fol. en Bujalance, y la remitió a instancia de Pablo de Céspedes raciono de la Sta
Igla de Córdoba a 21 de marzo de 1601 fol. 21
Staella :: Baena –
En Baena en la Contaduria del Duque de
Sesa hay un marmol redondo con estas letras:
Tempore Iulii Caesaris = invictiss. Imp. hoc
oppi = dumfundatum est Iulia = Caesarea cum
Castra = Pompeianorum ad sex mil = Piaria
essent. =” Lo qe he copiado de un exemplar del
Dr. José Vazqz Venegas, quien asegura paraban
estos citados mss. de letra de Franco, en D.
Pedro Villacevallos.
Esta noticia, aun cuando el expresado letrero de Baena sea mas moderno que la época
del César (Franco nada advierte) es sin duda
mui antiguo; y el Castra Pompeianorum y
la distancia de 6 millas, corresponde perfectamte con el punto de Los Cortijos actuales de
Iscar adonde me persuado a sido la imbencion
de estas urnas, según lo qe anteriormte me tiene
comunicado el Cura de Sta María de Baena D.
Diego de Padilla. Sin embargo la Academia puede juzgar y disponer lo qe crea mas conveniente
a su menor individuo.
Fr. José María Jurado.
II, 3, Copia de un fragmento de una carta de
un Coronel del Regimiento de Caballería del
Príncipe acuartelado en Baena, Baena 20 de
agosto de 1833, CAICO/9/3938/8(3–4).
Antes de ayer estube convidado para ir a
ver el Panteon digamoslo asi de Pompeyo a tres
leguas de aquí en el cortijo llamado de las vírgenes. No fui pero si Sotomayor Va la historia.
Estando pasturando unas bacas se le hundió a
una la pierna en un hoyo y viniendo el Pastor a
223
Apéndice documental
sacarla tubo la curiosidad de ver qe era aquello: metió su largo palo qe entró todo y redoblandose entonces
mas su deseo de averiguarlo llamó a los del cortijo y con azadores abrieron una gran boca y descolgándose
encontraron una Sala como de 4 varas 2/ de ancho y 3 de altura con una losa alrededor formando como
repisa a la altura de vara y tercia del suelo qe es de arena fina y sobre dicha repisa, once cajones de piedra
blanca con sus inscripciones qe copio en papel separado dentro de los cuales no se encontraron mas qe cenizas y algunos huesos medio calcinados, en las esquinas vacias botellas de vidrio de hechuras particulares,
lagrimatorios y una caja como sombrera de plomo y dentro una gran redoma de vidrio todabia con un
cuartillo de licor qe dicen seria la inestinguible; las mas son como de media vara de largo por una cuarta de
ancho con su tapadera como el diseño.
II, 4, Oficio de remisión de José Manuel Arjona a Diego Clemencín de un oficio de Diego de Padilla
de 25 de agosto de 1833 al que se adjunta la copia literal de 11 inscripciones de las urnas cinerarias,
Madrid, 29 de agosto de 1833, CAICO/9/3938/8(7).
Tengo la complacencia de acompañar a VI. para conocimiento de esa Real Academia la esposición y
copia de once inscripciones romanas encontradas el día 16 del corriente en una Panteon sito en tierras del
término de la villa de Baena que al efecto me remite su párroco D. Diego de Padilla.
Dios gue a VS. ms as Madrid, 29 de agosto de 1833.
José Manuel de Arjona.
Señor D. Diego Clemencín, Secreto de la Real Academia de la Historia.
II, 4.1 Oficio de Diego de Padilla a la Real Academia de la Historia, Baena, 25 de agosto de 1833,
CAICO/9/3938/8(8–9).
Sres de la Real Academia de la Historia.
El infrapto Párroco de la Mayor de
la de la Villa de Baena en el Reyno de
Cordoba tiene el honor de trasladar a conocimiento de la Academia, con la muy
respetable recomendación del Exmo Sor
Dn José Manuel de Arjona, la adjunta
copia literal de once inscripciones romanas, gravadas en otras tantas urnas cinericias, que se hallaron el 16 del corriente
en un panteón subterráneo, desconocido
hasta ahora, en tierras del cortijo llamado
de las virgenes de Castro–Viejo, termino
de esta villa. Si el asunto fuere tan digno
de la atención de la Academia, como es
de la del público el conocimiento de los
que pertenece a una familia tan ilustre como la Pompeya, el que suscribe, se ocupará gustoso en formar una
memoria relativa a dho descubrimiento, no dudando de las superiores luces de la Academia, que ilustrará
224
Apéndice documental
un punto de historia, tan interesante a la de España, como unida a los adelantos de su literatura. Dios gue
a VSS ms as Baena, 25 de agosto de 1833.
Diego de Padilla
II, 5, Oficio de remisión del Ministro del Fomento General del Reino, Conde Ofalia, al Secretario de
la Real Academia de la Historia de un oficio de Diego María de Pineda y Escalera en el que se notifica
el hallazgo, Madrid, 5 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(13).
Remito a V.S. de Real orden la adjunta copia de una esposición de D. Diego de Pineda y Escalera en
que da parte de haber hallado en el cortijo de las virgenes territorio de Baena un panteón subterráneo con
doce urnas cinerarias, cuyas inscripciones ha copiado en el papel que también se acompaña, y es la voluntad
de S. M. que esa Real Academia informe lo que convendrá disponer para la extracción y conservación de
estos monumentos, en la inteligencia de que con esta fecha prevengo al Intendente de Cordoba de, si fuese
necesario, las disposiciones convenientes para evitar sean maltratados mientras se resuelva otra cosa con
vista del informe de la academia. Dios guarde a V.S. muchos años. Madrid, 5 de septiembre de 1833.
[Conde de] Ofalia
Sr. Secretario de la Real Academia de la Historia.
II, 5.1, Copia de oficio de Diego de
Pineda, Baena, 28 de agosto de 1833,
al que adjunta copia de las inscripciones de las urnas, CAICO/9/3938/8
(14–15).
Exmo Señor Secretario de Estado
y del Despacho del Fomento general del
Reino = D. Diego de Pineda y Escalera,
Maestrante de la Real de Ronda, vecino
de la villa de Baena en el Reino de Córdoba, tiene el honor de participar a V.E.
que en el dia 16 del actual, sus sirvientes, en el Cortijo llamado las Vírgenes
de Castro viejo situado a distancia de
dos leguas y media al Norte de esta villa
y cuyas tierras ha disfrutado en arrendamiento, hallaron un panteón subterráneo de fábrica romana, donde estaban
depositadas doce urnas cinericias con
inscripciones latinas, (de que remite
copia adjunta) y otros efectos de menos
importancia; los cuales, al parecer son
emblemas que ponían los romanos en
sus sepulcros, según sus costumbres; y
que recogidas con aquellas y custodia225
Apéndice documental
das por el que suscribe, se hallan a disposición de V.E. = Exmo. Señor: si los hombres distinguidos, que
obtienen los mas elevados empleos en una nación, son dignos de respeto hasta en sus cenizas; si pertenecen
a esta clase las de los Pompeyos y Gracos halladas en dicho subterráneo: si al aprecio que merecen redunda
en gloria de la Nación Española, y fomenta su literatura, ampliando sus conocimientos; y si la dirección en
estos asuntos, corresponde al Ministerio que tan dignamente desempeña V.E.; su fina discreción apreciará
debidamente esta sincera y respetuosa manifestación, que debe considerar como un homenage, tributado a
su relevante mérito y distinguidas virtudes = El infraescrito espera las Superiores ordenes de V.E., se ofrece
a su disposición, y ruega a Dios le guarde muchos años. = Baena, 28 de agosto de 1833.= Exmo. Señor =
Diego María de Pineda y Escalera.
Es copia
II, 6, Nota que entrega a la Academia Pedro Sainz de Baranda el 6 de septiembre de 1833, en la que
se describe el hallazgo y se transcriben las inscripciones, CAICO/9/3938/8(16).
A dia 16 de agosto de 1833
en el termino de la Villa de Baena a su norte y a distancia de
tres leguas en el cortijo y torre
de las virgenes qe anteriormente
era la poblacion llamada Castro
el viejo y en tiempo de los Romanos municipio Castro prisco
según el [sic] tomo 6 fo 122 en
las inmediaciones de dicho cortijo y torre, por un joven guarda
de ganado bacuno fue descubierto el panteon o sepulcro de
los Pompeyos; mobido este de
haber advertido 3 o 4 dias antes qe sonaba debajo hueco con
su callado hizo un agugero y de
ello dio aviso a su compañero
para qe fuese al cortijo por un
instrumento para hacer la entrada lo qe berificado y entrando
los dos hallaron un cuarto o sala
de 4 varas de largo como 21/2 de
ancho y cerca de 4 varas de alto
donde habian depositado diez o mas urnas o cajoncitos de piedra cuadrilongos de tercia y media de largo
una cuarta de ancho y otra de altura con sus cubiertas correspondientes cubriendo las cenizas de los que alli
abian sepultado y de los que restan algunos pedazos de huesos. Tambien una linterna encendida de vidrio qe
aun conserbaba como un cuartillo de licor metida en una funda de plomo de media vara de altura cuarta y
media de diametro su suelo corbejo y su cubierta plana del mismo metal con un agujero redondo en dicha
funda qe seria para qe diese luz a dicho salon. Ademas se hallaron tres redomas la una de cabida de medio
cuartillo y las demas pequeñas de una racion. Tambien hallaron un tarro casi redondo de barro con color
y olor de bucaron de cabida de dos cuartillos. Y ultimamente una espatula de marfil de media cuarta de
longitud. Los cajones o sepulcros tienen sus inscriciones y son como siguen. También hallaron dos vasos de
vidrio de medio cuartillo.
226
Apéndice documental
Se advierte que dichos cajones no tienen numero: son todos de la figura que se ha dicho y de piedra
de la que por esta tierra llaman Franca, [sic] la redoma que serbia de lampara la quebraron al sacarla de su
funda derramose el licor qe la quedaba y en los pedazos ha quedado pintura de colores y dorados. Se ha
estrabiado muchos de los pedazos y de las cenizas no se hayan mas que los pedazos de los huesos por qe todo
lo derramaron para los fines que los descubridores codiciaban.
II, 7, Minuta de oficio a José María de Arjona de agradecimiento por la remisión de los textos de
Diego de Padilla, Madrid, 7 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(11).
Exmo Sor
He dado cuenta a la Aca del oficio que se sirvió V.E. dirigirme en 29 del mes po po acompañandome
una exposicion que D. Diego de Padilla, Cura párroco de la Va de Baena dirige por mano de V.E. a la Aca
con copia de once inscripciones romanas sepulcrales halladas en el término de la expresada Va. Y mientras
la Aca examina mas despacio este asunto, ha acordado se den gs a V.E. por esta demostracion de su amor a
la ilustracn publica, y de su afecto a un cuerpo que se complace en contar a V.E. entre sus individuos.
Lo que por acuerdo de la Aca tengo el honor de comunicar a V.E. añadiendo las seguridades de mi
particular consideran y respeto. Dios gue etc. Md 7 de sete de 1833.
Exmo Sor D. José Manl de Arjona, individuo hono de la Rl Aca de la Hista
II, 8, Minuta de oficio de la Real Academia de la Historia a Diego de Padilla de agradecimiento por
los textos de las inscripciones, Madrid, 7 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(12).
He dado cuenta a la Aca de la exposicn que le dirigió V en 25 de agto po po con copia de once inscripciones sepulcrales romanas, descubiertas el 16 en el termino de esa Va. La Aca lo ha recibido con gratitud,
y acepta gustosamte la oferta que le hace V. de extender una Memoria relativo a dho descubrimto esperando
que con ella contribuirá V. a la ilustracion de nras. Antigüedades.
Lo que de acuerdo de la Aca comunico a V. y ruego a Ds N. S. le gue. ms años. Md 7 de Sete de 1833.
Sr. D. Diego de Padilla, Cura Párroco de la Mayor de Baena.
II, 9, Oficio de remisión del Ministro del Fomento General del Reino, Conde Ofalia, al Secretario de
la Real Academia de la Historia de un oficio del Alcalde de Baena, José María de Rodas, Madrid, 9
de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(17).
En 5 del corriente remití a V.S. de Real orden copia de una exposición de Dn. Diego de Pineda, en
que daba parte del descubrimiento de un Panteon subterraneo en el territorio de Baena, y ahora acompaño
a V.S. otro aviso mas detallado remitido por aquel Alcade mayor, a fin de que con vista de todo proponga
a S.M. esa Real Academia lo que deba practicarse para la extracción y conservación de estos monumentos.
Dios guarde a V.S. muchos años. Madrid 9 de setiembre de 1833.
[Conde de] Ofalia
Sr. Secretario de la Rl Academia de la Historia.
227
Apéndice documental
II, 9.1, Copia de oficio del Alcalde de Baena al Secretario de Estado y del despacho del Fomento
General del Reyno, al que adjunta copia de las inscripciones, CAICO/9/3938/8(18–19).
Excmo. Señor:
El 16 del corriente, los sirvientes de D. Diego de Pineda descubrieron una boveda subterránea en las
tierras del Cortijo de las Virgenes, situado al Norte de este villa, dos leguas y media de ella en este termino,
limitrofe a el de la Villa de Castro el Rio, dentro de la cual hallaron según manifestación qe los mismos han
hecho, doce urnas de piedra labrada con inscripciones Romanas iguales a las que aparecen de la copia que
respetuosamete acompaño a V.E.: También se halló un vaso grande de vidrio dentro de una funda de plomo,
qe según se advierte es de inferir fuese una lámpara, cuyo vaso está quebrado, bien porqe se haría pedazos al
sacarlo, por los qe lo encontraron, o bien porqe lo estaría; además se encontraron algunos jarritos de barros
de figura estraña qe todo se conserva en poder del citado Dn. Diego quien lo recogió.
Luego qe el Juzgado recivió esta noticia, y en vista de que según las inscripciones, las urnas contenían
las cenizas de los Pompeyos y Gracos, personas qe se distinguieron en su tiempo, dispuso lo conbeniente
pa adquirir cuantas noticias pudiesen ser utiles al descubrimito y de ellas resultó qe dhas urnas contenian
cenizas qe fueron derramadas en el acto de encontrarlas por los hombres rusticos qe las hallaron, creídos en
qe encontrarían otra cosa, y porción de huesos pequeños calcinados. La boveda o panteon subterraneo está
como a trescientos pasos al Norte de un Torreon qe hay en las tierras de dicho Cortijo, dista como unos
treinta pasos del termino de la Villa de Castro del Río: su fábrica al parecer Romana, de tres varas de longitud, dos de latitud y como unas tres varas y media de profundidad: alrededor tenía una cornisa de piedra
de una tercia de ancho qe era donde se hallaron las doce urnas: todo aquel terreno y sus inmediaciones,
indica haber habido Población, y con este hallazgo se combence mas y mas que efectivamente la habría en
tiempos remotos.
228
Apéndice documental
He creido de mi deber poner esta ocurrencia en conocimto de V.E. para qe le sirva de conocimto, y si
lo estima digna de atención, determine lo qe a bien tenga; estando como estoy pronto a desempeñar con
el mayor placer, cualquier cometido que V.E. me ordene en este y en otro cualquier negocio para qe me
considere util.
Dios gue a V.E. ms as Baena, 31 de agosto de 1833.
Exmo Señor
Dr. José María de Rodas.
Exmo Sor. Srio. de Estado y del Despacho del fomento gral. del Reyno.
[Consta en el documento una nota al margen que es como sigue]
5 de setiembre de 1833
Que ponga el mayor cuidado en que estos objetos se conserven y no sean maltratados ni se haga alteracion alguna en el sitio en que fueron hallados hasta que S.M. oyendo a la Rl Academia de la Historia
resuelva lo convente.
Pasese esta exposicion a la Academia de la Historia adonde se han remitido ya otras sobre el mismo
descubrimto.
II, 10, Copia del artículo publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba (nº 34), el jueves
5 de septiembre de 1833 (AEM)5.
Descubrimiento
Muchas personas han objetado a esta redaccion el no haver publicado yá noticias del descubrimiento hecho en Baena de un Sepulcro Romano; pero nosotros, firmes siempre en el principio de no insertar
relaciones vagas, no hicimos caso de las noticias que con excesiva variedad corrian, y nos dirigimos al Ile
Ayuntamiento de dha Va para que nos remitiese una nota circunstanciada de lo ocurrido, con inclusión de
las Inscripciones estampadas en las urnas cinericias. Con efecto dha corporación sin pérdida de momento
nos ha remitido la siguiente descripcion.
“El 16 del corriente los sirvientes de D. Diego de Pineda descubrieron una boveda subterranea en
las tierras del Cortijo llamado de las Vírgenes, situado al N de esta Va, dos leguas y media de ella en este
termino, limítrofe al de la Va de Castro el Rio, dentro de la cual hayaron, según manifestación que los
mismos han hecho, doce urnas de piedra labrada con inscripciones Romanas iguales a las que aparecen de
la copia adjunta: tambien se halló un vaso grande de vidrio, dentro de una funda de plomo, que según se
advierte es de inferir fuese una lámpara, cuyo vaso está quebrado, bien por que se haria pedazos al tiempo
de sacarlo por los que lo encontraron, o bien por que lo estaria: ademas se encontraron unos jarritos de
barro de figura estraña, que es presumible pusiesen en la bóveda con las Urnas. Luego que el Juzgado de
esta Va recibió esta noticia, dispuso lo conveniente para adquirir cuantas pudieran ser útiles al descubrimto
y de ellas resultó: que dhas Urnas contenian cenizas, que fueron derramadas en el acto de encontrarlas por
los hombres rústicos que las hallaron, creídos que encontrarian otra cosa, y porcion de huesos calcinados.
La bóveda o Panteón subterráneo está como á trescientos pasos al N. de un torreon que hay en las tierras
de dho Cortijo; dista como unos treinta pasos del termino de la Va de Castro el Rio; su fábrica al parecer
5
Este documento pertenece al Archivo de Emilio Miranda y no figura en el Archivo de la Real Academia de la Historia. Nos
ha parecido oportuno incluirlo aquí, entre los otros periódicos que publicaron la noticia del descubrimiento, con el fin de
completar la tradición documental.
229
Apéndice documental
Romana, de tres varas de longitud, dos de latitud, y como unas tres varas y media de profundidad: alrededor tenia una cornisa de piedra de una tercia de ancho qe era donde se hallaron las doce Urnas. Todo aquel
terreno y sus inmediaciones indica qe ha existido población en él, y con este hallazgo se convence mas y mas
que efectivamente la habria en tiempos remotos; no siendo extraño que haciendose algunas excavaciones se
encuentren antigüedades muy apreciables”.
Inscripciones &a &a
La simple lectura de estas inscripciones es suficiente para convencerse de lo absurdas qe han sido la
mayor parte de las noticias que acerca de este descubrimiento han circulado; y seria de desear que los aficionados a antigüedades hiciesen al público ilustrado el obsequio de disertar algun tanto sobre un punto que
ofrece utilidad á la par que distracción.
Tambien es de nuestra noticia que se solicita por cierta persona, bastante instruída y aficionada á antigüedades, el permiso para hacer algunas excavaciones en los alrededores del sitio en que ha sido descubierto
el Sepulcro; y desearemos que por parte de los dueños del terreno no se pongan obstáculos a una empresa
que tanto puede ilustar, y de que tan conocidas ventajas pueden sacarse.
Cordoba Imprenta Real
II, 11, Artículo publicado en El Correo (nº 808) del 9 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8
(20)6.
Correo Interior
Baena 1º de setiembre
El famoso descubrimiento que acaba de hacerse el 16 de agosto último en el cortijo de las virgenes,
propio de D. Diego Pineda, que le labra por su cuenta, y está situado en el término de esta villa (véase el
número 806, Correo Interior), ocupa la atención de todos los que saben apreciar tan precisos restos de
la antigüedad. Este hallazgo importantísimo ha sido, como lo fueron casi todos, puramente casual; pues
pasando por cierto punto el ganado vacuno que volvía de beber, hundióse repentinamente una piedra,
que dejó descubierto un gran vacio. Figurándose unos trabajadores que el hundimiento observaron, haber
encontrado un gran tesoro encerrado en alguna cueva, se apresuraron a separar y quitar otras piedras, hasta
facilitar la entrada de una gran bóveda, a la cual hicieron bajar a un muchacho, que después de haberlo
todo examinado, subió lleno de admiración, y les refirió lo que había visto, que es lo mismo que yo vi después y registré con el mayor detenimiento y complacencia. Hallóse, pues, en el centro de aquella bóveda
un panteon subterráneo de tres varas y cuarta de largo por dos de ancho, con un arco por la entrada y una
cornisa en su mitad, donde se veian 12 sepulcros o urnas de piedra de una tercia a media vara de longitud,
colocadas sobre poyos alrededor de estancia, llenas de huesos calcinados y cenizas, teniendo cada una de
aquellas su inscripcion latina, que copiaré a vmds. al fin de esta carta, para que se sirvan presentar tan agradable entretenimiento a los lectores del Correo que tengan aficion a los descubrimientos arqueológicos. En
medio del panteon habia una lámpara colocada en una bomba de cristal, puesta en una caja de plomo, que
solo tenia dos pequeños agujeros, como para dar respiracion y claridad. Por lo que no puede menos de dejar
a vmds. asombrados, es saber que la lámpara estaba ardiendo (según aseguró el primero que bajó) despues
quizá de cerca de 2000 años. El peso de la bomba hizo creer a los avidos descubridores que allí se contenia
el tesoro, que ya en idea se repartian y devoraban; ya era tanta su precipitacion que la dejaron caer, rompién6
230
Una carta que coindice íntergramente con este artículo fue encontrada años más tarde por Juan Sanguino Michel, académico correspondiente, quien la remitió a la Real Academia de Historia y fue publicada en su Boletín, J. Sanguino, “Antigüedades romanas del Cortijo de las Vírgenes, cerca de Baena”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 1912. En esta
publicación se atribuye su autoría a Diego de Padilla, pero la lectura de sus cartas nos permite albergar serias dudas sobre
esta atribución, véase en el Apéndice Dcoumental I, 6 y 7.
Apéndice documental
dose y vertiéndose por el suelo el misto que
le contenía. Yo he tenido el placer y la fortuna de pasar un dia entero en el cortijo de las
Vírgenes, donde el Sr. Pineda nos obsequió
a 12 compañeros y a mi con una esquisita
comida, que se nos sirvió en el campo, y durante la cual cada uno de nosotros discurria
segun sus alcances y los datos históricos que
recordaba sobre las últimas desgracias de la
ilustre familia de Pompeyo, de la cual parece
que son los preciosos restos que poseemos.
El apreciable y comunicativo propietario del
cortijo ha formado apresuradamente una
memoria descriptiva del panteon, y la ha dirigido al ministerio de Fomento general del
reino. Yo me figuro que a esa real academia
de la Historia, a la que sin duda se pasarán la
memoria e inscripciones, no puede presentarse un campo mas vasto donde ejercitar su
sabio y autorizado criterio: y dado que hayamos tenido la desgracia de perder dos de sus
individuos tan capaces de ilustrarnos sobre
este descubrimiento, como los Sres. Marina
y Sabau, y estemos tambien amenazados de
no conservar al arqueólogo infatigable el Sr.
D. Martin Fernandez de Navarrete, gravísimamente enfermo en la provincia de que es
natural, todavía sabemos que no faltan en
tan ilustre cuerpo sugetos que saquen bastante partido de este hallazgo para dilucidar la historia de la familia de Pompeyo y de la dominación romana en España. Las inscripciones encontradas son como sigue:
II, 12, Artículo publicado en el Boletín del Comercio (nº 86) del martes 10 de septiembre de 1833,
firmado por B. D. Glábaro, seudónimo de Bartolomé José Gallardo, CAICO/9/3938/8(21).
El sepulcro de los Pompeyos
Las cenizas de los Pompeyos acaban de descubrirse en España: que solo en España pudieron encontrar sagrado contra la profanacion tan venerables reliquias. ¡A tal decadencia llegaron en Roma las virtudes
patrias, en la depravacion general del imperio, cuando la señora del orbe se vio esclava de un hombre de
espada y fortuna!
Avasalladas las capitales del mundo bajo el inmenso poderío del coloso romano; la España, no obstante
osaba levantar su cerviz esenta y cubierta. Los pueblos tienen un carácter indeleble, que les influye sin duda
la accion perene de las causas naturales: la naturaleza, al salir de sus manos, echa su sello a sus producciones;
y esta marca, si en los hábitos contrarios se oscurece, nunca llega a borrarse de todo punto. Los franceses,
que pintó J. César en sus comentarios, son los mismos que 1.600 años despues retrata nuestro Saavedra en
sus empresas, y los mismos permanecen bajo el cetro de Luis Felipe. Los españoles, que no sufrieron el yugo
de Napoleon, no habian de abatir el cuello para llevar sumisos el de César.
La España combatiendo contra las cohortes romanas presentaba entonces un teatro de gloria grandio231
Apéndice documental
so a los pueblos bizarros y generosos. Y ¿quién mas generoso y bizarro que el Gran Pompeyo, aquella alma
escelsa, retratada vivamente en aquel dicho suyo: “Si César aspira al imperio del orbe, yo no anhelo sino
al servicio de la humanidad, contento, si él no menos que con ser el primer imperante, yo con solo ser el
primer ciudadano del mundo?” Doctrina celestial, que Pompeyo predicó con el ejemplo, y nos dejó sellada
con su sangre.
Este árbol frondoso de libertad estendió a las Españas sus beneficas ramas. Sus hijos Neyo y Sexto,
cuando los españoles reluchaban desesperadamente contra el doble yugo de Roma y de un tirano intruso,
vinieron con los valientes que pudieron arrancar de las filas romanas, a prestarnos auxilios contra el comun
opresor. Mas habiendo arrestadamente peleado con varia suerte en varios trances de la guerra sangrienta que
César hacia a los españoles heróicos para sujetarlos a su coyunda; la fortuna, que no siempre da la victoria
al valor y a la virtud, favoreció al usurpador: los Pompeyos quedaron vencidos (el mayor de ellos muerto en
el campo del honor) César triunfante, y España esclava.
Medio siglo antes de la era cristiana murió Neo Pompeyo en los campos de la Bética; y al cabo de veinte
siglos se descubren ahora sus cenizas y sus huesos, no lejos del lugar mismo en que perdió la vida mortal,
alcanzando la inmortal de la fama y de la virtud. El caso es peregrino.
El 16 del corriente agosto un zagal baquero, en el despoblado de Castro–viejo, cortijo que llaman de
las Vírgenes en el término
de Baena, imaginando por
haber algun tesoro, socavó
como pudo con el cayado
hasta que hubo de encontrar con una gruesa piedra
labrada.
Viendo que con tan
endeble instrumento no
podia vencer tamaño obstáculo, acudió al cortijo
por herramienta mas hábil; y comunicada su idea
a un compañero, cavaron
hasta que por un resquicio
descubrieron una cámara a
la opaca luz de una lámpara que dentro ardia; la cual
luego se les apagó, cuando
penetraron en la estancia.
Esta es de cuatro varas de largo, unas dos y media de ancho, y sobre tres de alto.
En su recinto contenia doce urnas de piedra–franca con sus tapas de lo mismo, en que se encerraban las cenizas y algunos fragmentos de huesos de los personajes sin duda que espresan las inscripciones
de las urnas que a continuacion se copian, con pena de no saber de cierto si van copiadas en el mismo
orden que tenian, por la fatalidad de que los zagales removiendo las cajas de sus asientos las barajaron y
confundieron.
Encontráronse también varias vasijas, una de ellas de barro colado como búcaro, y un pedazo de espátula de marfil.
Pero la alhaja mas preciosa de todas es la lámpara, por ser de la especie de las antiguas, que llaman
lámparas inextinguibles; la cual por desgracia se rompió al sacarla de una caja de plomo que la forraba: y
lo que es todavia mas sensible, se vertió cantidad como de un cuartillo de licor que aun le quedaba. Era
de cristal de roca, pintado de varios colores y oro: tenia cosa de media vara de hondo, y cuarta y media de
ancho, con un agujero redondo para la luz.
232
Apéndice documental
Otra circunstancia hay preciosa en este hallazgo. Por los nombres exóticos de algunas inscripciones se
puede fundadamente creer que la familia Pompeyo hubo en nuestro suelo de etroncar con familias españolas
de la primitiva estirpe.
Mas, si honroso es para el suelo español el haberse en él hallado, como en asilo, las cenizas de los Pompeyos, eslo aun mas el haber encontrado a vuelta de ellas las de los Gracos. ¡Nombres ilustres! Pero su epitafio
¡qué sublime! “Los Gracos” Esta palabra solo dice mas, que sin ella pudiera decir todo un vacabulario. =
B. D. Gáblaro
II, 13, Artículos publicados en La Revista Española (nos 91 y 93) de 3 y 10 de septiembre de 1833,
CAICO/9/3938/8(22)7.
[Nº 91]
baena
Agosto 58. = Estando arando una yunta de vacas, en un
cortijo llamado las Vírgenes, hundiéronse las manos de una
de aquellas en un agujero que descubrió un panteón de unas
tres varas de ancho, cuatro de largo y dos y media de alto
del tiempo de los Romanos; habiéndose hallado en este once
urnas o sepulcros pequeños de piedra, no del mejor pulimento, las que contenían las cenizas, y algunos huesos, que por
las inscripciones que tienen pertenecen a la familia del gran
Pompeyo; una es de un hijo y otra de un nieto de aquel famoso guerrero llamados Quinto y Sesto. También se encontró,
aunque quebrada, una redoma de vidrio de colores, colocada
en una funda de plomo, que según las señas dadas por la historia, sería una lámpara de las que usaban los romanos poner
en los enterramientos o sepulcros de grandes personages, y
conservaban luz permanente; contenía un liquido blanco y
partículas doradas como de plata y oro, la que derramaron
los hombres del campo que hicieron el descubrimiento, persuadidos eran los metales referidos. Este proceder, hijo de la
ignorancia, ha privado de haberse hecho algunos análisis de
dicho líquido, que hubieran llamadao la atención, porque el
muchacho que bajó sostenido de una cuerda, dice que observó al entrar en el panteón una claridad como de luz artificial,
pero que desapareció al instante, y es de creer que estaba la
lámpara ardiendo, y tan luego como recibió el aire se apagó.
[Nº 93]
baena
Las doce urnas antiguas que se han encontrado en las
tierras del cortijo de las Vírgenes (véase el número 91 de la
Revista), llevan las inscripciones siguientes:
7
8
El nº 91 no se conserva en el expediente de la Real Academia d ela Historia.
La fecha aquí consignada es un error de imprenta, ya que el descubrimiento se produjo el 16 de agosto.
233
Apéndice documental
Un sugeto de Córdoba, de mucha instrucción y aficion a las antigüedades, ha solicitado del gobierno
de la provincia permiso para hacer escavaciones en los alrededores del sitio en que se ha hecho ya tan preciso
descubrimiento, y es de desear que los dueños de las tierras no pongan impedimento a una esploracion tan
interesante.
II, 14, Oficio de remisión del Ministro del Fomento General del Reino, Conde de Ofalia, al Secretario de la Real Academia de la Historia de un oficio del Intendente Córdoba en el que notifica el
hallazgo, Madrid, 11 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(23).
Para unir a los antecedentes que se han pasado a esa Real Academia sobre el descubrimiento de antiguedades Romanas, en territorio de Baena, remito a V.E. de Real orden el parte que sobre lo mismo me ha
dado el Intendente de Córdoba. Dios guarde a V.S. muchos años. Madrid, 11 de septiembre de 1833.
El Conde de Ofalia.
Sr. Secretario de la Real Academia de la Historia.
II, 14.1, Copia de oficio del Intendente de Córdoba al Ministro del Fomento General del Reino,
Córdoba, 5 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(24).
Exmo Sor
El Alcalde mayor de Baena me dio parte en 31 de Agosto antor, de que en 16 del mismo los sirvientes
de D. Diego Pineda descubrieron una boveda subterranea en las tierras del cortijo de las Virgenes en el
termo de dha Va situado al norte de ella dos leguas y media, limitrofe con el de Castro el Rio, dentro del
cual se hallaron según manifestacion hecha por los mismos sirvientes doce urnas de piedra labrada con
inscripciones Romanas y un vaso grande de vidrio con funda de plomo, cuyo baso está quebrado, y según
se deja inferir es una Lampara con otros pormenores que refiere.
Como al darme este parte me manifieste haberse dirigido tambien en derechura a VE, no me parece
necesario remitir lo original a V.E. pues le contemplo sobradamte ilustrado del asunto, aunque al mismo
tiempo creo no debo omitir ponerlo en su conocimto por si tiene a bien qe esta Intenda proceda a entender
en la materia.
Hagolo pues presente a VE. Para su noticia, esperando se sirba comunicarme las ordenes que a bien tenga.
Dios gue a VE. Ms as Cordoba 5 de setiembre de 1833.
Exmo Señor
Firma no legible
Exmo Sor Secreto de Estado y del Despacho del Fomento Genl del Reyno.
II, 15, Oficio de remisión de Pascual Genaro Ródenas a Diego Clemencin de tres ejemplares del Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, Málaga, 11 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(25).
La noticia que inserta este Boletin Oficial del 10 del corriente, me imponia el deber de remitir a VS. sin
dilacion dos o tres ejemplares. El descubrimiento hecho en Baena de un panteon romano perteneciente a la
familia del gran Pompeyo es un hecho digno de la noticia de esa Real Academia y de sus investigaciones.
234
Apéndice documental
Se me dijo que el descubrimiento se habia hecho en esta provincia; al instante cuidé de informarme
para dar aviso a VS. y tomar algunas disposiciones por si podia salvar de una curiosidad rustica y destructora monumentos que por desgracia llegan simpre tarde a manos que los sepan manejar y apreciar. Aora
solo puedo dar aviso a VS. y ofrecer a esa Real Academia el tributo de mi respeto y consideracion.
Dios gue a VS. ms as Malaga 11 de Setiembre de 1833.
Pascual Genaro Rodenas
Sr. D. Diego Clemencín, Academico de No y Secretario de la Real de la Historia.
II, 15.1, Artículo publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Málaga nº 57, martes 10 de setiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(26).
Seccion Segunda
Noticias
España. = Baena 5 de agosto. = Por carta particular se nos dice lo siguiente: Pongo en su noticia el
gran descubrimiento que se ha hecho en este término en un cortijo llamado las Vírgenes, a saber: Estando
arando una yunta de vacas, metió una de estas las manos, e hizo un agujero, que a no haber estado diestro
el que las dirigia hubiera caido en un panteon de unas tres varas de ancho, cuatro de largo y dos y media de
alto, del tiempo de los Romanos; habiéndose hallado en este once urnas o sepulcros pequeños de piedra,
no del mejor pulimento, las que contenian las cenizas y algunos huesos, que por las inscripciones que tiene,
pertenecen a la familia del gran Pompeyo. Uno es un hijo y nieto de este famoso guerrero que se titulaban
Quinto y Sesto. Tambien se encontró, aunque quebrada, una redoma de vidrio de colores, colocada en una
funda de plomo, que según nos dice la historia, seria una lámpara que usaban los Romanos poner en los
enterramientos o sepulcros de los grandes personages, y conservaban luz permanente. Contenia un liquido
blanco y partículas doradas como de plata y oro, la que derramaron los hombres de campo que hicieron el
descubrimiento, persuadidos eran los metales referidos. Este proceder hijo de la ignorancia, ha privado de
haberse hecho algunos analisis de dicho líquido, que hubieran llamado la atencion infinitamente, porque el
muchacho que bajó, sostenido de una cuerda, dice observó al entrar en él una claridad como de luz artificial;
pero que desapareció al instante: y es de creer que estaba la lámpara ardiendo, y tan luego como recibió el
aire se apagó. Este gran descubrimiento recuerda la historia de esta memorable familia de mil años, y que el
referido hijo fue el que estuvo de gobernador en Córdoba, porque el otro fue muerto en una cueva en Tebas
por los soldados de Cesar, despues del asesinato de su padre el gran Pompeyo por Tolomeo. (B. of. de J.)
II, 16, Minuta de oficio de la Real Academia de la Historia a Pascual Genaro Ródenas de agradecimiento por la remisión de tres ejemplares del Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, 21 de septiembre de 1833, CAICO/9/3938/8(29).
He dado cuenta a la Acada del oficio que V.S. se sirvió dirigirme en 11 del corrte con los tres ejemplares
del Boletin Oficial de esa prova en que se inserta la noticia del descubrimto en un panteon romano en Baena:
y la Acada ha acordado qe se den a V.S. las debidas gs como lo ejecuto, por esta demostracion de su celo, y
por las atentas expresiones con que la acompaña.
Dios gue a V.S. mhos años. Md 21 de sete de 1833.
D[iego]. Cl[emencín]. Srio. de la Aca
Sr. D. Pascual Genaro de Rodenas.
235
Apéndice documental
II, 17, Oficio del Ministro del Fomento General del Reino, Conde de Ofalia, en el que informa
sobre las medias adoptadas por el Intendente de Córdoba, Madrid, 27 de septiembre de 1833,
CAICO/9/3938/8(30).
El Intendente de Córdoba en cumplimiento de lo que le previne de Real Orden en 5 del actual me
dice con fecha del 22 haber dado las disposiciones convenientes para que se mantengan intactos los monumentos de antigüedad romana encontrados en el Cortijo de las Vírgenes del territorio de Baena. Lo que
digo a V.S. de orden de S.M. para que esa Real Academia proponga lo conveniente acerca del destino ulterior de estos objetos, cuyos antecedentes se le pasaron ya por este Ministerio. Dios guarde a V.S. muchos
años. Madrid 27 de Setiembre de 1833.
[Conde de] Ofalia
Sr. Secretario de la Real Academia de la Historia.
II, 18, Informe de José de la Canal y Félix Torres Amat, Madrid, 4 de octubre de 18339,
CAICO/9/3938/8(31).
En cumplimiento de lo resuelto por esta Real Academia en la sesión del 13 de este mes, examinados
los documentos que de su orden se nos entregaron pocos días después sobre las antigüedades nuevamente
descubiertas en el mes pasado a fin de que informáramos sobre ellas y sobre lo que podría practicarse para
su extracción y conservación, decimos: que de los partes que han dado al Ministerio del Fomento general
del Reyno Dn. Diego de Pineda y Escalera vecino de Baena con fecha de 25 de agosto, el Alcalde mayor
de dicha ciudad en la del 31 del mismo mes, el Intendente de Córdoba con fecha del 5 del corriente y
del oficio de Dn Diego de Padilla cura de la misma ciudad al Sr. Superintendente Gl de la Policía nuestro
digno académico honorario, y de las cartas que antes había recibido la Academia, resulta que en el dia
16 de agosto los sirvientes de Dn. Diego Pineda descubrieron una boveda supterránea o panteón en las
tierras del Cortijo de las Vírgenes, término de Baena al Norte de ella y a distancia de 2 leguas y ½ muy
cerca del término limítrofe de Castro del Río o Castro viejo y a 300 pasos de un torreón antiguo hacia el
norte que hay en dicho cortijo. Alláronse en dicho Panteón según han manifestado los mismos servientes
de D. Diego Pineda 12 urnas cinericias de piedra labrada que llaman franca cada una de las cuales tiene
su inscripción en letras romanas cuya copia se acompaña en los partes. Dícese también en estos que la
fábrica del panteón es de tres varas de longitud, dos de latitutd y como unas tres y media de profundidad
corre alrededor del panteón (no se dice en que altura) una faja o poyo de piedra labrada que sale de la
pared como una tercia, sobre cuya faja o poyo se hallaban las doce urnas. La figura de estas es cuadrilonga
y tienen tercia y media de largo una cuarta de ancho y otra de alto, con sus cubiertas correspondientes;
y dentro de estas urnas habia cenizas y porción de huesos pequeños calcinados; todo lo cual echaron por
tierra los rústicos descubridores que pensarían encontrar allí otra cosa diferente. Hallose también en el
panteón un vaso grande de vidrio con colores y dorado todo el forrado con una funda de plomo, vaso que
según dicen los descubridores se apagó a poco de haberse habierto el Panteón: es este vaso de vidrio, o sea
lámpara, de media vara de altura y cuarta y media de diámetro, su suelo o asiento es de figura conversa
con una cubierta de plomo plana: en la funda o cubierta de plomo hay un ahugero redondo por el cual
saldría la luz. Esta lámpara está ahora echa pedazos, y derramado por tierra cosa de medio cuartillo de
licor que le quedaba. Encontraronse además tres redomas de figura extraña; la una de cabida de medio
cuartillo y las otras dos algo más pequeños y también dos vasos de vidrio de medio cuartillo cada uno,
9
236
En las Actas de Sesiones de la Real Academia de la Historia consta que el informe fue leído en la sesión celebrada el 27 de
septiembre de 1833.
Apéndice documental
un tarro o vaso casi redondo, de tierra, con color y olor de Búcaro, de cavidad de dos cuartillos y ultimamente una espátula de marfil de media cuarta de largo. Tal es la idea de este panteón y de su contenido
que resulta del conjunto de los varios documentos o escritos que se nos han pasado, y devolvemos con
este informe.
En primer lugar observamos que en ninguno de los partes se refiere todo lo que contiene la relación
que hemos hecho tomada del conjunto de todos: que hay alguna variedad no despreciable entre ellos y en la
misma copia de las inscripciones: y por lo tanto nos parece necesario que se pida al Intendente de Córdoba
o al Alcalde de Baena o tal vez mejor a Dn Diego de Pineda dueño de estas antigüedades, una noticia mas
exacta y circunstanciada de ellas, calcando las inscripciones y formando un dibujo de las urnas y demás
vasos y aun de todo el panteón y que se prevenga que se recojan y examinen los restos del licor derramado
o el que tal vez haya quedado en la lámpara, y asi mismo cuanto hay quedado dentro del panteón y que se
pregunte a los descubridores sobre la colocación que tenían las urnas y demás antigüedades, si todas las urnas contenían cenizas, el tiempo que tardó en apagarse la lámpara y se recojan finalmente las demas noticias
que puedan sacarse de los que primero entraron en el panteón.
¿Pero contendrá este panteón las cenizas de las familias de los Pompeyos y de los Grachos? No nos
atreveremos asegurar que si. Pero hallamos en la historia algunos datos que persuaden que puede ser este
verdaderamente un panteón que contiene las cenizas de alguno de la familia de Pompeyo y de los Gracos
que murieron en España y aun en aquella tierra. Es notorio que la familia de los Pompeyos estuvo muchos
años en España. Quinto Pompeyo vino a ella de Consul y luego el año 614 sucedió la muerte alevosa del
célebre General español Viriato por los mismos embajadores que este caudillo había embiado a Pompeyo.
Este emprendió luego el sitio de Numancia. Tiberio Gracho cuestor que era muy amado de los españoles,
por la buena memoria que dejó en España su padre Sempronio Gracho, hallándose después el ejercito
romano mandado por Mancino obligado a levantar el sitio, fue atacado por los Numantinos y casi enteramente destrozado en la retaguardia y a pesar de que contaba con 20.000 hombres se vio precisado a pedir la
paz que le concedieron los numantinos haciendo un tratado solemne con el Consul por medio del virtuoso
y prudente Tiberio Gracho: así se lee en Apiano de Bella Hispano y en otros historiadores.
El año 618 vino a España Quinto Pompeyo como legado o teniente del Consul Publio Turio Philon.
En el 676 vino Gneyo Pompeyo a instancia del Consul Metelo y con igual poder.
Pompeyo tomadas Osuna y Calahorra y varias otras ciudades entró triunfante en Roma el año 683.
Cuando vino después Cesar a España contra los hijos de Pompeyo, se observó cuan generalmente eran
amados de los Españoles los Pompeyanos. Y cuando por muerte de Pompeyo en Africa quedó Spion[sic]
en España al frente del ejército de Pompeyo fueron muchas las ciudades que le requerían para que viniese
a su amparo. Vino después de Africa Gneyo Pompeyo que era el mayor de los hijos del gran Pompeyo
con algunos otros generales. Vino también después Sexto Pompeyo hermano de Gneyo trayendo consigo
el resto del ejército que les quedó en Africa después de su derrota. Gneyo discurriendo por la Bética se
apoderó de muchas ciudades sugetadas ya por Cesar. Córdoba fue una de ellas en la cual dejó Gneyo a su
hermano Sexto, pasó el a sitiar a Ulia y otras ciudades. Los tenientes que había dejado César en España
excusaban pelear contra el ejército de Pompeyo, esperando la venida de César para echar de España a los
Pompeyos y acabar con ellos. Mas ocupado en celebrar en Roma 4 triunfos y en el arreglo de las cosas
de aquella república entonces muy alteradas dilató su venida hasta el año siguiente 709 de la fundación
de Roma. Llegó a Obulco, pueblo llamado hoy Porcuna, situado entre Cordoba y Jaén, solo luego al
socorro de Ulia sitiada por Gneyo y puso también sitio a Córdoba Sexto Pompeyo lleno de temor avisó
a su hermano Gneyo para que dejado el cerco de Ulia acudiese pronto al socorro de Córdoba cerca de la
cual tenía César sus reales. Pasó este de noche con 13 legiones a la ciudad de Ategua a 4 leguas de Córdoba donde al presente hay muchos rastros de varios edificios antiguos con el nombre de Teba la Vieja.
Tenían los Pompeyanos reunido en aquel pueblo el dinero con las municiones para la guerra y por lo
mismo creya Cesar que de este modo obligaria a Gneyo Pompeyo a dar la batalla. Gneyo escusandola u
evitandola pasó con su ejército a los dos pueblos que hoy se llaman Castroelrío y Espejo y antiguamente
Castra Posthumiana lugares fuertes en que pensaba entretenerse. Mas pero después asentó sus reales a la
237
Apéndice documental
otra parte del río Salso o salado, que hoy es Guadajoz desde donde hacia frecuentes excursiones contra los
cesarianos habiendo logrado antes de entrar por medio de un ardid socorros en Ategua. Algunos de sus
ciudadanos ofrecieron a César entregarle la ciudad aunque con tales condiciones que eran más propias de
vencedores que de vencidos, por lo cual César las despreció. Lo que sabido en Ategua fueron degollados
todos los partidarios de César y lo mismo se hizo con las mujeres de los estaban en el campo enemigo y
hasta los mismos niños, unos en los brazos de sus madres y otros fueron enterrados vivos o echados sobre
las lanzas de los soldados en presencia de sus padres. César al fin se apoderó de Attubi y de otros pueblos y
enseguida puso sitio a la famosa ciudad de Munda gran partidaria de los Pompeyanos sita en un rivazo a 5
leguas de Málaga y en las cercanías de Munda bravaron finalmente la famosa batalla de este nombre César
y Pompeyo. Grande fue el denuedo y grande el peligro de los unos y de los otros y después de derramada
mucha sangre; y estando ya de huida parte del ejército de César, apeose éste y tomando un escudo de un
soldado de a pie, comenzó a pelear entre las primeras filas y a detener a muchos de los suyos que volvían
atrás, con lo cual enardeció extraordinariamente el valor de sus soldados logró enseguida la más completa
victoria contra los pompeyos que perdieron 30.000 infantes y 3000 hombres de caballería. Diose esta
famosa batalla de Munda 40 años antes de J.C. en memoria de la cual se puso la inscripción siguiente que
es una de las 5 que hay en los Toros de Guisando. Vencidos aquí en el campo bastetano Sexto y Gneyo
hijos del gran Pompeyo se ha acabado en gran parte la guerra de César y de la patria. Y enseguida se lee
que Longino mandó poner a su padre Prisco Calecio esta memoria: lo que tal vez fue por haber muerto
gloriosamente en esta vatalla:
BELLVM
CAESARIS. ET. PATRIAE
EX. MAGNA PARTE
CONFECTVM FVUIT
E.ET.CN
M. POMPEII. FILIIS
HIC. IN BASTETANO
PROFVGATIS
LONGINUS
PRISCO. CALECIO. PATRI.
F. C.
Gneyo Pompeyo fue herido en un hombro y se embarcó para la España citerior, donde tenía mucho
partido; pero luego tuvo que saltar en tierra por habersele enconado mucho la herida con el ayre del mar; y
como le seguia en el rastro de orden del César Lecomio por tierra, y Didio por mar, le encontraron en una
cueva y allí le mataron. Floro dice que peleó y fue muerto cerca de Landora o Landigis, hoy Liria.
Su hermano Sexto Pompeyo con tan tristes nuevas abandonó a Córdova y partió para la españa citerior para dar tiempo al tiempo. César se apoderó de Cordova y Quinto Fabio que quedó sitiando Munda la
tomó algunos meses después. Al ir César a Sevilla le presentaron en el camino la caveza de Gneyo del cual
quedan en España muchas memorias. Habiendo vuelto Sexto con un nuevo ejército a Andalucía venció
a Pollion lugarteniente del César y se apoderó de ella. Entonces César envió desde Roma a Marco Lépido
quien supo persuadir a Sexto que con el dinero que había recogido en España se fuese a Roma. Así lo hizo
habiendole dado el Senado toda seguridad y devuelto todos los bienes de su padre el gran Pompeyo de que
se había apoderado el erario público por derecho de confiscación. Así lo dice Dion lib. 45. Yornando refiere
que muertos Publio Pompeyo y Gneyo Pompeyo este en la vatalla de Munda y el otro por los Cartaginses,
Spion vino a España para vengar estas muertes y Veleyo Paterculo lib. 2º y Eutropio lib. 1º y Aurelio Victor
dicen que la caveza de Pompeyo Magno fue presentada a César quien la mandó quemar cubierta de una
gran cantidad de preciosos aromas. Y Sexto Pompeyo perdida la vatalla naval que le dio en Asia Agripa fue
muerto alli por orden de Antonio.
238
Apéndice documental
Tiberio Sempronio Gracho padre de los célebres hermanos Grachos casado con Cornelia hija de
Scipion el mayor fue Pretor de la España citerior y muy estimado de los españoles. Cornelia hija suya y
de Cornelia hija de Scipion el mayor, caso con Scipion el menor y tanto los grachos como los Scipiones
y Pompeyos tuvieron siempre gran partido en España atrayendo con su prudencia y humanidad muchos
pueblos de ella al dominio de los romanos.
La célebre Numancia hizo por primera vez estrechísima confederación con estos por la buena maña y
afabilidad del pretor Gracho como insinua Plutarco. Donde está hoy Agreda estuvo antiguamente la ciudad
de Grachurris fundada o engrandecida por Gracho, como atestiguan varias monedas. En la historia consta
la unión y amistad mutua de las familias de Pompeyo de Scipion y de Gracho: todas ellas entusiastas por la
libertad del pueblo romano y por consiguiente enemigas del César al cual mirarian como un tirano opresor
de su patria y por lo mismo serian muy estimadas de los españoles que tanto aborrecieron y se opusieron
al dominio de César.
El P. Mariana estractando las historias antiguas nos dice que Scipion celebró las exequias de su padre y
de su tio en Cartagena. Publio Cornelio Scipion que vino de Pretor a España en la edad de 24 años; el cual
se desterró el mismo de Roma, cuando vio perdida la libertad del pueblo, rogó después antes de morir a su
mujer que de ningún modo su cuerpo fuese llevado a Roma. Así se lee en Aurelio Victor.
En atención, pues, a todos estos datos que acabamos de presentar sobre las familias romanas de Pompeyo, Gracho y de Scipion que estuvieron por tanto tiempo en España, nos ha parecido verosimil que las
urnas halladas en el término de Baena y en cuyas inscripciones leemos los ilustres nombres de Quinto Pompeyo, Gneyo Pompeyo, y Marco Pompeyo, el nombre de Gracho etc. etc. contienen realmente las cenizas
de varios individuos o descendientes de la esclarecida familia del gran Pompeyo, de la no menos célebre de
los Grachos y de varias principales familias de la España antigua, cuyos nombres no nos ha conservado la
historia y son los que están delante de algunas urnas en que se lee Ildrons, Velanius f = Igalghis Ildrons f =
Quintus Pompeyus, Q.F. Velaunis = Sisenbahan = Nonis F. y quizá la urna cuya inscripción consiste en la
sola palabra Grachi y otra que no tiene mas que Valgan y de cuyo laconismo no hemos visto hasta ahora
ningún ejemplo en la colecciones de las antigüedades ni modernas inscripciones, pertenecen a la familia
romana de los Grachos y a otra española de Velgan cuya celebridad, muy notoria entonces en aquel pais,
no necesitaba más explicación que el mero apellido o nombre de ellas; como sucedería ahora con la palabra
Napoleón. Estas familias cuyos nombres no son ciertamente romanos, no se hallan en nuestras historias,
pudieron ser libertos de los Pompeyos, y formar para estos y para si el panteón de que se trata; y aunque en
las urnas no se contengan las cenizas de todos los Pompeyos ni de los Grachos, se sabe que también había
entre los romanos cenotafios para memoria de los parientes o amigos. Igualmente se sabe que los mismos
romanos ponían en los sepulcros vasijas de vidrio o de barro, vino y otros licores, y para esto servirian las
vasijas que menciona una de las relaciones, además de las redomitas llamadas lacrimatorias. Ni es cosa nueva lo de la lampara que dicen ardia y se apagó al abrir el sepulcro. Walfango Latio en su erudita obra con el
titulo de Comentarios sobre la República Romana habla de esto refiriéndose a la autoridad de Plinio y de
Apiano: pero este punto pertenece a la Quimica.
Por lo que hace a la extracción y conservación de estos monumentos la comisión es de parecer que se
puede encargar al Sr. Pineda mientras S.M. no disponga otra cosa. La Academia con sus luces superiores
podrá erigir y reformar el parecer de la comisión. Madrid, 4 de octubre de 1833.
Félix Torres Amat / Fr. José de la Canal
239
Apéndice documental
II, 19, Minuta de oficio en la que se comunica el dictamen de la Academia al Secretario del Despacho Universal del Fomento, Francisco Javier de Burgos, Madrid, 28 de febrero de 1834,
CAICO/9/3938/8(32).
En el mes de septiembre último se remitieron por el Ministerio del cargo de V.E. a la Academia de
la Historia varias noticias sobre unos sepulcros antiguos encontrados en el término de la villa de Baena,
provincia de Córdoba, para que la Academia informase lo conveniente acerca de la conservación de dichos
monumentos. Para hacerlo con todos los datos y auxilios conducentes, la Academia consultó los informes,
que le dieron varios de sus individuos, establecidos unos en el mismo país otros en la corte, y nombró
una Comisión para que informase reuniendo todo lo relativo a este asunto. Los papeles públicos habían
anunciado el descubrimiento, como muy importante, y la Academia había recibido diferentes copias de
las inscripciones halladas en los sepulcros. Se hablaba de una lámpara de las llamadas inextinguibles, que
se suponia habían apagado los trabajadores al hacer el descubrimiento, vertiendo el resto del licor, que la
alimentaba; y se llamaba la atención sobre los nombres de los Pompeyos y de Gracho, que se leen en las inscripciones, con otros desconocidos, suponiéndose que los sepulcros contenían las cenizas de los Pompeyos
y Gracos, famosos en la historia de Roma.
La Academia ofendería la ilustración del Gobierno, si se detuviera a hablar del absurdo, creído vulgarmente en otro tiempo, de las lámparas inextinguibles. Las inscripciones (en cuyas copias, recibidas por
varios conductos, no se halla la uniformidad, que fuera de desear) no tienen la hechura ordinaria, ni las fórmulas acostumbradas en el estilo lapidario, ni las particularidades, que solían expresarse entre los romanos.
La expresión de los nombres de Pompeyo y de Graco, por sí sola, nada significa sino que hubo personas
que los llevaban en aquel país en tiempo de la dominación romana, fuese por pertenecer a la clientela provincial de aquellas ilustres familias, o por haber sido libertos suyos, o por gratitud a los beneficios recibidos,
o por partidarios en las guerras civiles, o por otras relaciones que pudieron existir, especialmente habiendo
obtenido mandos superiores en España varios personajes de las familias romanas de los Pompeyos y de los
Gracos. Una de las inscripciones, que es la mas clara y menos inculta de todas, expresa que el difunto era de
familia pompeia: pero los inteligentes saben que la significación primitiva y radical de familia en latin dice
relación a los fámulos, o siervos. La mención de apellidos ilustres romanos es frecuente en las inscripciones
antiguas sepulcrales de la península, que se encuentran en todas las colecciones de esta clase, sin que por eso
se haya pretendido por los Anticuarios, que sus individuos, establecidos en Roma, venían a sepultarse en
España. Por otra parte los sepulcros nada contienen ni ofrecen que llame la atención por su estructura con
relación a las bellas artes: y añadiéndose a esto el contexto rudo e informe de las inscripciones de Baena, y la
reunión de otros nombres desconocidos, que no pueden ser romanos, sino de los indígenas, puede creerse
que los sepulcros de Baena verosimilmente perteneciesen a habitantes acomodados del país, pero obscuros
y del todo insignificantes para la historia.
Esto es cuanto el merito esencial de las inscripciones, consideradas como monumentos históricos.
Respecto a lo que debe practicarse en ocasiones de semejantes descubrimientos, está provisto en la Novísima Recopilación de leyes del Reino, y en repetidas circulares del Consejo sobre la materia, sin que sea
necesario hacer otra cosa por regla general que insistir en la debida observancia. Y puesto que el Intendente
de Córdoba en virtud de las ordenes de ese Ministerio tomó desde luego las disposicones convenientes para
que se mantuviesen intactos los monumentos de Baena, como el antecesor de V.E. se sirvió decir en 27
del citado septiembre a la Academia, entiende esta que pudiera escribirse al subdelegado de la provincia de
Córdoba, diciéndole:
1º que a nombre del Gobierno manifieste a D. Diego de Pineda lo grato que le ha sido su celo en
recoger los fragmentos de la lampara y demas objetos menores encontrados en los sepulcros, que ofreció a
disposición del Gobierno en su exposición de 28 de agosto ultimo.
2º que disponga se recojan de poder de Pineda dichos objetos y se remitan a esta Corte para que se
reunan a otras antiguallas que se custodian en la Academia.
3º que disponga asimismo lo conveniente para que a imitación de lo que se ha practicado en otras
240
Apéndice documental
partes, tanto las urnas cinericias recientemente encontradas, como otras cualesquiera antigüedades o existentes ya en el pueblo y su término, o que se descubrieren en adelante, se coloquen bajo cubierto y de un
modo estable y permanente en las casas consistoriales, procurando por regla general que se haga lo mismo
con todos los monumentos de antigüedad para que de esta suerte se preserven de las injurias del tiempo y
de la ignorancia, sirviendo de honor a los mismos pueblos y de loable objeto de curiosidad a los viajeros
instruidos.
Todo lo cual tengo el honor de comunicar a V.E. para que, sirviéndose elevarlo a conocimiento de
S.M. recaiga la resolución que fuere de su Real Agrado.
Dios guarde a V.E. ms. as. Madrid, 28 de febrero de 1834.
II, 20, Oficio de traslado de Francisco Javier de Burgos, Ministro del Fomento General del Reino, al
Subdelegado de Fomento de Córdoba, Madrid, 8 de abril de 1834, CAICO/9/3938/8(33).
Al subdelegado de fomento de Córdoba digo con esta fecha lo siguiente:
“Por Real Orden de 9 de septiembre del año último se mandó al Alcalde mayor de Baena no se hiciese
alteración alguna en el sitio de las Virgenes propio de Dn Diego de Pineda donde se habían hallado doce
urnas cinerarias que parecían pertenecer a la familia de los Pompeyos, conservándose todos los objetos
encontrados hasta que con vista de lo que informase la Real Academia de la Historia se resolviese lo conveniente. Habiendolo verificado ésta con presencia de todos los documentos que se le remitieron ha sido
de opinión que atendidas las inscripciones, y la falta en ellas de formulas y particularmente que usaban los
romanos, no pueden pertenecer los sepuclros hallados a la familia de Pompeyo y Graco, sino a la de algunos
habitantes acomodados del país insignificantes para la historia, siendo una equivocación lo de la lampara
inestinguible, pues que jamas las hubo; en este supuesto y conformándose S.M. la reina Gobernadora con
lo dictaminado por la Academia se ha servido mandar:
1º Que se manifieste a D. Diego de Pineda haber sido muy grato a S.M. el celo que empleó en reunir y conservar los fragmentos de la lampara y los demas objetos menores, los cuales dispondrá V.S. se
recojan de poder del mismo Pineda, y se remitan a esta Corte para unirlos a otras antiguallas que hay en la
Academia.
2º Que las urnas y cualesquiera otras cosas que se hayan descubierto o descubran en lo sucesivo se
pongan bajo de cubierto en las casas de Ayuntamiento para preservarlos de las injurias del tiempo y para
que sirvan de honor a los pueblos y de objeto de curiosidad a los viajeros instruidos.
3º Que en ocasión de semejantes hallazgos se observe lo que está prevenido por las leyes para tales
casos”.
De Real orden lo traslado a V.S. para noticia de la Academia y efectos correspondientes. Dios guarde
a V.S. muchos años. Madrid 8 de Abril de 1834.
[Francisco Javier de] Burgos.10
10
nota:
En el expediente académico constan al menos tres transcripciones más que, al perecer, fueron remitidas a la Academia en 1838 con motivo del hallazgo de una tumba romana en el arroyo del Plomo. Son todas anónimas. En uno de estos
documentos se añade la transcripcion de una inscripción de q. mumio, que se descubrió el 29 de septiembre de 1833 a corta
distancia del panteón, según se indica en uno de los documentos.
241
Apéndice documental
III
Cartas y estudios
de
José maría jurado, aureliano fernández guerra,
francisco julián madrid, Luis fernández–guerra, agustín salido,
luis maría ramírez y de las casas–deza, prosper merimé,
Manuel Rodríguez de Berlanga y Francisco Valverde y Perales
III, 1, Carta de José María de Robles a Aureliano Fernández Guerra, Luque 1 de septiembre de 1833 (AEM)11.
Sor Dn Aureliano Fernz. Guerra y Orbe
Luque 1º de Setiembre de 1833
Mi apreciable amigo. Por mi hermano Juan José, creo habrás savido, que en termino de Baena, a
dos leguas y media de la villa, en un Cortijo nombrado de las vírgenes, han descubierto un cementerio,
con doce sepulcros, cuyas inscripciones son adjuntas: según ellas, son de los Pompeyos. Al descubrir dho.
cementerio vieron una luz indefinible; y cuando llegaron a ella, creyendo habria debajo algun tesoro, rompieron la botella que la contenía, y de consigte se apagó. Para que la expresada botella, no se rompiese con
facilidad, estaba forrada con una plancha de plomo, de dos dedos de gruesa.
Esas inscripciones las he sacado de una copia que me franqueó un amigo, pero en pasando algunos
dias, quiero ir a ver el referido cementerio, y cuando lo verifique, llevaré esa u otra copia para cotejarla con
los originales, a ver si está exacta, cuyo resultado, te noticiaré.
A algunos amigos, he ofrecido manifestarles en Castellano, lo que contienen esos caracteres, fiado en
que tu los entiendes; por lo que espero hagas el fabor de remitirme esa u otra copia, con la traduccion en
sus correspondientes claros, para que lo entendámos.
Si cuando vaya a ver el citado cementerio, puedo adquirir algo de aquella antigüedad, te lo remitiré,
pues dicen pasa de 2000 años.
En el sitio del hallazgo, habia una poblacion que llamaban Castro el viejo.
Que con tu Sra. Mamá y Luisito te conserbes bueno, desea tu afectto S.S.Q.B.T.M.
José Mª de Robles
P.D. Has el fabor de decirme cuando viene a Córdoba el Sor. Obispo.
III, 2, Carta de José Moreno Burgos a José Fernández Guerra, Antequera 6 de septiembre de 1833 (AEM).
Sor. D. José Fernandez Guerra
Antequera 6 de Septe 1833
Mi querido tocayo: ¡querrá V. creer que no he tenido lugar ahora pa contestar su carta de 11 de agosto!
Me falta tiempo, me sobran cuidados, y andan abundantes los disgustos ¡Mal haya de negocios, que repugnan mis ideas, y á que soy llamado pr inclinacion!
11
242
AEM = Archivo de Emilio Miranda.
Apéndice documental
Mis dadivas a V. son demasiado pequeñas, pa qe se muestre tan expresivo: yo quisiera qe hubiera habido
motivo pa tanta finura. Y pues qe ya nada tengo que remitirle de efectivo, vayan noticias.
Escriben de Baena haberse alli descubierto una magnifica bobeda qe contenia doce soberbios sepulcros, de gente Romana, entre los cuales se encuentra el de C. Pompeyo. Es lo mas sensible haber roto los
gañanes una excelente lampara de fósforo, que llevava pr otro tanto tiempo, en razon del liqdo qe quedaba
qe fue derramado ¡Que lastima! Cierro esta carta (por qe tengo mucho que hacer) reiterandole los deseos de
qe ocupe su afmo
José Moreno Burgos
III, 3, Documento firmado por Robles sin fecha con la transcricpión de las inscripciones de las urnas
y algunos datos sobre el hallazgo (AEM).
III, 3bis, Oficio de Lucas María Valbuena, Secretario de la Sociedad Económica de Amigos del País
de Baena, a Aureliano Fernández Guerra en el que se le encarga redacte una Memoria relativa al
descubrimiento de antigüedades romanas en el Cortijo de la Vírgenes, Baena, 30 de abril de 1834
(AEM).
La Sociedad de Amigos del pais de esta Va, en sesion del 29 del corriente, acordo fuese V nombrado su
Socio, y en el interin se imprima el oportuno titulo, paso a V este abiso, de su orden, con el fin de no pribarse esta corporación, pr este incidente, de la ilustración que le distingue, y que con sus demas relevantes
meritos ha sido causa de llamarle a su seno.
243
Apéndice documental
En la misma se acordó nombrar a V pa ilustrar la proposicion fijada por su socio Sr. D. Diego de Padilla Presbo a saber =Memoria relativa a el descubrimiento de antigüedades Romanas en el Cortijo de las
Vírgenes= Lo qe paso a el conocimiento de V pa que desde luego pueda empezar sus trabajos.
Dios gue a V ms as
Baena y Abril 30 de 1834
Sr. D. Aureliano Frnz Guerra
III, 4, Carta de José María Jurado a Aureliano Fernández–Guerra, Espejo, 3 de agosto de 1834 (AEM).
Espejo, 3 de Agto de 1834
Señor D. Aureliano Frnz. Orbe
Muy sor. Mio: por darle una muestra de cuanto le aprecio y pr significarle mi gratitud le remito al
momto copia del catálogo mal formado pero puntual y exacto de inscripciones de esta mi patria, a donde
he recivido su apreciable del 24 inmediato. V. disimule qe no me estienda, pues el 25 al 26 se a declarado,
aunque con benignidad el contagio qe nos aflige, y me tiene sin tino y no poco asustado. V. si me gusta
distraer escribame, que de pereza no lo habia ya ejecutado con anticipación.
La inscripcn nº 10 es la misma qe me cita, y se halló cerca de Iscar y de allí pasó a Castro del río: el
medico D. Brme Sanchez de Feria, la publicó pr 1ª vez en una Dicertacn qe presentó a la Academa de la hista
y la repitió en Palestra Sagrada o santorl de Cordva, qe anda mui comun en todos los pueblos.
Por lo espuesto no me dilato mas, y en los terminos qe dixe, V. y Sr. Padre a quien me ofrecera, hallaran
en todo tiempo un verdadero amigo, y que les desea placer y q. s. m. b.
Fr. José Maria Jurado
244
Apéndice documental
¡que rara y singular es la incripcioncilla! del Munica, creo se habla en las Memors Sevillanas. No puedo
mas.
Inscripciones de Espejo e Iscar remitidas por José Mª Jurado a
Aureliano Fernández–Guerra.
III, 5, Carta de Aureliano Fernández Guerra a José María Jurado, Zuheros, 10 de agosto de 1834
(AEM).
Zuheros 10 de agosto [1834]
Muy Revdo P. Fr. José María Jurado
Muy Sor. mio y di mi mayor aprecio: recibí su estimadisima carta y tambien a la vez las inscripciones
que me agradaron infinito por haberme aficionado a este ramo de las antigüedades. Mucho le hubiera estimado, ya que se tomó la molestia de anotarlas, que me hubiera explicado, [sic] 23 inscripciones primeras
son o estan en Espejo, y las que no tienen cita son inéditas. También ignoro que obras escribieron el Licdo
Franco, y Alfaro.
Mucho me han gustado las inscripciones nº 7, 16, 17, 19, 20 (y esta con singularidad), 21, 22, 24, 25
y 26. En gran manera le agradeceria me esplicase alguna de las de dificil interpretacion: que de las inscripciones citadas me digere el sitio: y por último me comunique cualquier otra antigualla.
Dias pasados fui a la caseria de D. Diego Carro (a la entrada del Monte Horquera por Baena) y copié
las antigüedades que ahí le remito. La estatua y las inscripciones 1 y 2 fueron encontradas en las vírgenes:
245
Apéndice documental
el nº 3 es un ladrillo que, con varias monedas (todo encontrado en el mismo sitio), me regaló un sugeto
de Baena.
Tambien le envio a V. copia de la estatua de Isis que la saqué de prisa y corriendo a mi regreso de
Cordoba: el nº 2 es el idolillo qe V. tiene; dibujado de memoria.
La inscripcion que se halla en la España Sagrada T.XII fol. 378 habla (según el mismo Florez med. de
municip. & moneda de eBORA) de el pueblo antiguo de Bora, y en la qe V. me copia no leo yo esa palabra.
Puede ser que en la lin. 6 se halla padecido equivocacion.
Estas dudas, y estos deseos de saber mio, y alguna que otra noticia que V. sepa de Zuheros, pueden ser
obgeto de nuestras cartas. No deje V. de satisfacerme a todas mis dudas.
Hay en Masdeu alguna inscripcion de Bora? En que sitio se encontró? Estoy trabajando para averiguar
el sitio de esta poblacion.
De mi Papá mil afectos. El Señor quiera librar a V. de tan cruel azote como desea su eterno, obligado
e invariable q. b. s. m.
Aureliano Frnz Orbe de Guerra
No eche V.m. en olvido el encarguito de las monedas.
Apuntes y dibujos remitidos por Aureliano Fernández–Guerra a José Mª Jurado
246
Apéndice documental
III, 6, Carta de José María Jurado a Aureliano Fernández Guerra, Espejo 10 de septiembre de 1834
(AEM).
Espejo 10 de Septe 834
Señor D. Aureliano Frnz Orbe de Guerra.
Mui Sr. Mio: razon es qe ya siendo cumplido un mes justo qe reciví su apreciable, le participe el motivo
de mi demora; qe no es otro qe pr satisfacer a su curiosidad mas de lleno, y engolfado con el placer del asunto
he delineado numo pr numo de inscripc. el hacerle una explicacn tan esacta (qe aun yo no tenia sino a retazos)
qe podra servir a su ilustracn pa formar hista de Espejo si gustare algn dia. Tengo ya mas de un pliego bien atestado, pero como el asunto es tan difuso y son muchas sus complicaions, me ha detenido ahora pr no hablar de
memoria, el hacer un cotejo del comentario de bello hispaniensi, pr qe por fortuna tengo aquí uno, con muchas enmiendas y el anotado pr D. Anto Agustin, qe si supiera manejarlos con felicidad, hoirá lo qe otros no
han observado o no han querido escribir. Para estas especies es indispensable tiempo, y yo aun cuando estoi
fuera de campanilla, pr otros objetos indispensables tengo el tiempo mui cortado, naturaleza bien cansada, y
los miedos del Colera, qe qdo le creiamos haber desaparecido completamte; la noche del 8, le atacó a un vecino
tan conjunto qe no dista su lecho del mio, un tiro de piedra. Por estas causas le ocasionaré impaciencias, pero
no dude qe le complaceré mas alla de sus deseos, y le manifestaré aun lo mas reservado; y V. qe mas puede, si
gusta, no guarde etiqueta qe bera no se engaña del espacio de mi ingenuidad pa en su obsequio.
En el interin sirvase decirme si a sacado dibujo de la deidad y arquits y demas, del panteon de las Virgs
qe para en Baena, o lo podrá hacer algn dia, pues he repetido mis suplicas a los de citada Villa y no se mueben pa un paso tan indispensable; ya qe ni me dan gusto de gastarse un par de peones pa descubrir la lapida
qe precisamte tiene dho panteon a su entrada esterior; pr qe estando manifiesta (como lo está) la puerta de su
interior, a ojos cerrados se daria en vreve con la esterior, y esperando como es de esperar tenga inscripcn; ya
ve cuanta luz nos prestaria. Ellos me han invitado a qe escriba, mas de las dos cosas ninguna me flanquean,
y asi si V. lo tiene a bien, siquiera me contentaria con el dibujo. Si V. permanece en esa, tiene mucho pabulo
a su curiosidad. Alfaro, o sea el hijo de Franco, manifestó mucho deseo de visitar una piedra escrita cerca
de Valenzuela: hai inmediato tiene hacia el nacimto del Carchena y termino de Cabra, vestigs qe un ms. de
Cabra quieren sean de un Carteia: la torre del Puerto tambn los tiene, y donde se sacó la inscripcn numo
25. De Zuheros nada me acuerdo tener, quisiera me digese si a la inscripn hai hallada le acompañabn otros
monumtos o ruinas: de la de mi numo 10, V. no espere mas qe lo qe en ella ha visto: del Bora no puedo aquí
hablar sin libs &c; ¡Y cuanto no estimaria verle en Espejo siquiera pr 3 dias? V. veria y yo aprenderia, las
inscripcs sin cita son ineditas, las demas han pecido. Valle et vive, encarecids mems a Sr. Padre, y mande a
su Cappn = Fr. Jose Mª Jurado =
III, 7, Artículos de Francisco Julián Madrid publicados en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba (1834).
Nº 96, de 28 de enero de 1834, págs. 436–437:
articulo comunicado.12*
Sr. Redactor. = Muy Sr. Mio: consiguiente al raro y grande descubrimiento hecho en los confines de
la villa de Baena, he creido mi deber el manifestar al publico instruido algunos conocimientos que sobre él
12
∗
El Autor de esta memoria nos la remitió á pocos dias de acaecido el descubrimiento que indica; pero no ha podido insertarse antes de ahora por las muchas órdenes que con urgencia han debido comunicarse y que de suyo tienen una preferencia
sobre todo lo demás.
247
Apéndice documental
he podido alcanzar. Habiendo leido el Boletin Oficial de V. número 34, en el que políticamente invita á los
anticuarios de la Provincia, para que disertasen sobre este suceso que refiere, me determiné á escribir (mas
por mera aficion, que por sobrada confianza) á mi amigo corresponsal D. José Romero, Cura Parroco en
dicha villa, á fin de que me comunicáse copia exacta y ajustada del contexto literal de todas las inscripciones
halladas en la bóveda sepulcral encontrada el 16 de Agosto de 1833 en tierras del cortijo de las Virgenes;
y con arreglo á ella en un todo tengo la satisfaccion de mostrar la traduccion, que como mas natural he
podido hacer, con las demas investigaciones análogas al asunto que se versa, y nociones correspondientes
á los usos de los diferentes vasos que en todos los antiguos sepulcros Romanos se ven. El grande y verdadero mérito de este hallazgo debe ser constante á todos los curiosos, el que como estraordinario podria
demostrarse por mil capitulos diferentes: su antigüedad tan remota, el elevado carácter de algunos de los
personages que contiene, su estension, la rarísima lámpara inestinguible en él suspendida, y su integridad,
unida á la perfecta conservacion de todo lo en él contenido, lo recomiendan positivamente, y presentan á
la consideración de todos los sabios el motivo mas crítico, y objeto mas vasto que ofrecer se puede para una
disertacion completa é instructiva, al par que divertida. Estoy muy lejos de poder aspirar á esta empresa tan
ardua para mi, y mucho mas de merecer el tal título: mis deseos solo son el espresar mi opinion con el fin
sincero de que [–] los verdaderos literatos en este genero me tachen, rectifiquen, y en lo posible adelanten
un descubrimiento tan singular. Las dichas inscripciones manifiestan ser evidentemente de la familia Pompeia, por lo que me ha parecido hablar tambien algo sobre ésta y sus tres ramas.
Los sepulcros de los antiguos Romanos eran comunmente en el campo por la disposicion de las doce
tablas, que trageron de los Griegos de Ténas, que dice: “In civitate hominem mortuum neque sepelito,
neque urito:” cuya ley no tubo vigor respecto de algunas familias nobilísimas. Los sepulcros, unos eran levantados con columnas, pirámides, y otras fabricas de arquitectura, erigiendo alli estatuas de los defuntos,
imágenes de Pluton, y de los Dioses Manes. Otros no estaban erectos sino en la superficie de la tierra, que
estaba señalada, y no podia ararse ni cabarse por no profanarla: unos eran comunes, y otros particulares:
en aquellos se enterraban los que no tenian sepultura propia, y eran como cementerios junto á los caminos
públicos: en estos se enterraban los que no querian fabricarlos para sí, para los de su familia y libertos. No
todos se quemaban para llevarlos á la sepultura, pues que entre los Romanos fue promiscuo el uso de la
humacion y combustion de sus cadáveres; pero los que se quemaban era en lugares destinados del campo,
que llamaban Bustos, ó Ustrinas. Algunos envolvian los cadáveres en un saco de Amianto, que es un lienzo
incombustible, para que no se mezclasen las cenizas de la leña con las del cuerpo quemado. Pero esto solo
podian costearlo los muy ricos. Los demas se contentaban con recoger las cenizas en el fondo del ustrino, y
de alli las pasaban á las urnas: otros sepulcros los formaban haciendo un hoyo grande en circunferencia tomado con lodo y mezcla y ladrillos por la parte de adentro. Otros eran cabados con espiocha en piedra viva,
otros en tierra quadrados, otros con paredes de argamasa y cubierta de piedras ó ladrillos: y otros metidos
dentro de la tierra en cajas de plomo. Seguirá.
Nº 98, de 1 de febrero de 1834, págs. 444–446:
Continua el articulo inserto en el núm. 96.
No todos los sepulcros tenian inscripciones, sino solamente aquellos que las mandaban poner en sus
testamentos, ó que sus herederos se las costeasen. Dentro de los grandes sepulcros se suelen hallar Prefericulos, Discos, Vasos, Pateras, Lacrimatorios, Cinericios, tazas pequeñas que llamaban Sugrundarios, Ullas
ó por mejor decir ollas, y tambien se suelen encontrar, aunque rarisimas veces, lamparas inestinguibles con
otras cosas. Los Prefericulos eran unos vasos de cobre ó de otro metal, que los llevaban delante cuando los
Sacerdotes iban á sacrificar. Los Discos eran como tarros ó cubos, de los que se servian para poner dentro los
intestinos de las victimas con la sangre y el vino que se derramaba de los altares y aras, cuando sacrificaban.
Los Vasos servian para recoger los Sacerdotes y agoreros la sangre de las victimas sacrificadas. Las Pateras
eran donde libaban vino ó sangre de animales á los Dioses Manes, y eran de vidrio ó barro fino. Los Lacrimatorios eran de vidrio y barro; servian para recoger las lágrimas de los amigos y parientes. Los Cinerarios
248
Apéndice documental
eran como unos cántaros estrechos de vientre y muy largos de cuello, cuyo fondo remata en una punta, por
lo que no pueden mantenerse en tierra, y si los sueltan se caen, y vierten lo que contienen, por cuya causa
les daban el nombre de vasos sutiles, y usaban de ellos en los sacrificios, teniendolos siempre en brazos para
que no se derramasen las aguas lustrales, que era lo que contenian, y de que usaban principalmente en los
sacrificios la Diosa Vesta. Sugrundarios eran unas como tazas pequeñas, que servian para recoger las cenizas
de los infantes que morian antes de cumplir cuarenta dias, ó en el preciso momento del puerperio. Las Ullas
eran ollas de barro con asas de que usaban para cocer las carnes sacrificadas á los Dioses con el vino y sangre
que se derramaba en los altares y aras, que despues se comian por los Sacerdotes, Agoreros, y Ministros.
Se dice que se halló una lampara inestinguible en Italia bajo el Pontificado de Paulo III, en el sepulcro de Tulia hija de Marco Tulio Cicerón, y en el que habia sido encerrada 1550 años antes. Solin refiere
tambien que se halló en un sepulcro una candela que ardia hacia 15 siglos, y que se redujo á polvo entre las
manos de los que la sacaron.
INSCRIPCIONES.
Núm. 1.º
GRACCHI
Urna Cineraria de Graggho, ó Graccho.
Núm. 2.º
Q. POMPEIVS. Q. F
VELAVNIS
Quintus Pompeyus Quinti Filius Velaunisus.
Quinto Pompeyo Velauniso hijo de Quinto.
Núm. 3.º
M. POMPEIVS. Q. F. GAL. ICSTNIS
TT. VIR. PRIMVS. DE FAMILIA
POMPEIA
Marcus Pompeyus Quinti Filius Galeria Icstnis TT. Vir. Primus de Familia Pompeya.
Marco Pompeyo de la Tribu Galeria. Duumviro de Icstnis, hijo de Quinto que fué el primero de la familia Pompeya.
[–]
Núm. 4.º
IGALGHIS. ILDRONS. F
Igalghisus Ildronsii filius.
Igalghiso hijo de Ildronsio.
Núm. 5.º
SISEAN BAHAN
NONIS. F
POMPEIAE. Q. F
NANNAE
Sisana Bahan Nonisi Filia.
Sisana Bahan hija de Noniso.
Pompeyae Quinti Filiae Nannae.
Urna Cinericia de Pompeya Nanna hija de Quinto.
Núm. 6.º
VELGAN
Velgaanii
Urna de Velgaano.
Se continuará.”
249
Apéndice documental
Nº 127, de 10 de abril de 1834, págs. 117–118:
Continua el artículo inserto en los números 96 y 98.
Núm. 7.º
FABIA. M. F. ANINNA
M. POMPEI. Q. F
Fabia Marci Filia Aninna.
Fabia Aninna hija de Marco.
Marci Pompeyi Quinti Filii.
Y urna tambien Cinericia de Marco Pompeyo hijo de Quinto.
Núm. 8.º
CN. POMPEIUS. GN. F
GAL. AFER. AED.
II. VIR
Cneyus Pompeyus Cneyii Filius Galeriae Afer Aedil II Vir.
Neyo Pompeyo hijo de Neyo de la Tribu Galeria fue Edil y Duumviro de Africa.
Núm. 9.º
Q. POMPEI. Q. F. SABINI
Quinti Pompeyi Quinti Filii Sabini.
Urna Cinericia de Quinto Pompeyo Sabino hijo de Quinto.
Núm. 10.
ILDRONS
VELAVNIS. F
IVNIA. L. F
INSGHANA
Ildronsius Velaunisi Filius.
Ildronsio hijo de Velauniso.
Iunia Lucii Filia Insghana.
Junia Insghana hija de Lucio.
Núm. 1.º La lampara inestinguible, esto es, la funda de plomo que tenia con su tapadera, como indica la
letra V.: tiene de alto media vara menos una pulgada y una linea, y de su ancho de una tercia y una pulgada.
Núm. 2.º Es la figura de tres vasos, el uno de búcaro con hermosos grabados, otro de cristal color de
cuerno, y otro su color comun.
Núm. 3.º Es un barrilito de cristal muy fino, y solo un poco mayores otros tres de barro.
Núm. 4.º Otro barrilito pequeño color azul.
Núm. 5.º Son tres como ollas de barro con asas, dos iguales y la tercera mas pequeña á la manera de
un puchero.
Se continuará.
Nº 130, de 17 de abril de 1834, pág. 638:
Continua el artículo inserto en los números 96, 98 y 127.
Nota sobre la historia análoga á la urna marcada con el número 3. Este Quinto Pompeyo fue Consul,
persona de grande opinion, que vino a España por los años 613 de Roma, 141 antes de Jesu Cristo, á concluir la Guerra de Numancia, Ciudad que nunca armó mas de diez mil mozos de su pueblo. Pero ó por la
250
Apéndice documental
natural ferocidad de éste, ó por la visoñería de los Capitanes Romanos redujo á infames y cobardes condiciones á varios Consules, Proconsules, y Generales de los Ejércitos Romanos, entre ellos á Quinto Pompeyo
el primero de este apellido, no siendo menos feos y detestables los partidos del Consul Cayo Mancino
Hostilio; mas á el Consul Quinto Pompeyo le eximió de la pena el favor, como que era uno de las personas
mas principales en riqueza y autoridad en Roma en aquel tiempo; á Mancino Hostilio la afrenta, pues que
llegó á sufrir que desnudo el cuerpo, y atadas atrás las manos, como se acostumbraba cuando entregaban
algun Capitan á los contrarios, lo condugesen los Feciales á manera de mal hechor, y lo pusiesen enfrente
de las puertas de la Ciudad de Numancia. Espectaculo de ignominia por cierto. Los valerosos Numantinos
reusaron recibirlo. Desde el amanecer hasta caer del dia permaneció el Mancino Hostilio á la vista de sus
conciudadanos y de los enemigos.
Se continuará.
Nº 143, de 17 de mayo de 1834, págs. 736–738:
Concluye el artículo pendiente sobre el sepulcro Romano.
La familia de los Pompeyos, ilustre en Roma entre los plebeyos, estaba dividida en tres ramas: la primera llevaba el apellido de Rufo, la segunda de Sexto y la tercera de Longino. Quinto Pompeyo Rufo, el
primero de este apellido, fue elegido Cónsul en 613 de Roma, 141 antes de Jesucristo, con Cneo Cervilio
Cepion. Pompeyo dejó dos hijos, á saber: Quinto Pompeyo, y Aulo Pompeyo Rufo, que murió en el Capitolio. Este fué padre de otro Aulo Pompeyo, llamado el Bithynico, orador célebre que dejó á Aulo Pompeyo, que fue muerto por uno de los hijos del gran Pompeyo en Cicilia. Quinto Pompeyo Rufo, prefecto de
Roma en 664, fué Cónsul en 666 y 88 años antes de Jesucristo con Lucio Cornelio Sila, y fue asesinado por
los soldados en la guerra civil. Los emisarios de Sulpicio, Tribuno del pueblo, mataron á Quinto Pompeyo
Rufo, su hijo. Este dejó otro Quinto Pompeyo Rufo, á quien el Senado de Roma puso preso por haber impedido los comisios. Sexto Pompeyo Rufo, Cónsul en 719 de Roma y 35 de antes de Jesucristo, fue muerto
dejando un hijo del mismo nombre, que fué Cónsul con Sexto Apulello el año 767 de Roma 14 de la era
Cristiana.
La otra rama de los Pompeyos, apellidados Sextos, es conocida por Pompeyo Strabón, que casó con
Lusilia, y fue Capitán Romano, sirviendo utilmente la República en la guerra social de los Marzos, particularmente en el territorio Piseno, en que tambien ganó á Ascoli, y fue Consul con Porcio Catón en 665
de Roma y 89 antes de Jesucristo. Tubo dos hijos, Sexto Pompeyo, excelente orador, filosofo estóico, y
geómetra, y á Cneo Pompeyo el grande, que casó con Julia, y edificó en Roma las Galerias, y un suntuoso
Teatro, siendo el primer General Romano que conquistó á Jerusalen, y entró en el Templo por el derecho
y autoridad de la victoria. Dejó dos hijos Neyo Pompeyo, y Sexto Pompeyo, que fueron los que tubieron
una fuerte batalla en la Betica con Julio Cesar sobre una fortaleza llamada Castra Postumiana, hoy Castro
del Rio, en cuyas inmediaciones fue muerto por los legionarios Pompeyanos un Rey llamado Indo, que
venia acompañando á Julio Cesar con tropas de á pie y de á caballo: mandando degollar despues Pompeyo
á 74 ciudadanos Ucubenses, ó de Espejo, por ser personas afectas al partido de Cesar; por lo cual huyeron
muchos de aquella comarca; señalandose en esta batalla Quinto Pompeyo Niger, caballero Romano, natural
de Italica. Dandoles Julio Cesar la última batalla á los hijos del Gran Pompeyo en Munda á 17 de Marzo de
Roma 709, 45 años antes de Jesucristo, dia en que Roma celebraba las fiestas al Dios Baco, siendo preso y
muerto Sexto Pompeyo, escapandose Cneo Pompeyo con Lavieno.
Quedaron en el campo de batalla cerca de treinta mil hombres, ó algo mas: con tres mil caballeros
Romanos, parte de Italia, y parte de la Provincia, y quinientos heridos. Cogieronse trece Aguilas de los
Pompeyanos, con las demas insignias, y las fasces; y se hicieron prisioneros diez y siete cabos principales.
Cesar circunvala la Plaza. Las armas y cadáveres de los enemigos sirvieron de Cespedes: de sus escudos y picas se compuso la empalizada: y encima los cadaveres, los dardos, y las cabezas puestas en órden y
vueltas ácia la Plaza.
251
Apéndice documental
Sobre la tercera linea de Pompeyos Longino se encuentra á Pompeyo Longino, tribuno de la cohorte
Pretoriana en tiempo del Emperador Galba á los 68 años de J.C.
Longino de la familia Pompeya fue Gobernador en Siria por los Romanos, á quien el Emperador
Claudio quitó este destino por las suplicas que continuamente le hacia el grande Agripa.
Longino fue de la misma familia Tribuno Romano en el egercito de Sestio por los años de J.C. 67 fue
muerto despues que obligaron al General Sestio á levantar el sitio del Templo de Jerusalen.
Concluyendo por último con decir como esta familia Pompeya dexó una tan celebrada Ciudad por
los Romanos en Italia de su nombre llamada Pompeya, que en el Reinado del Emperador Tito el año 79 de
J.C. desapareció con otra Ciudad nombrada Herculano bajo montañas de cenizas, conglutinadas despues
con la materia derretida que vomitaba el Volcan monte di soma flamigero ó vesuvio de Campania cerca de
Napoles por espacio de tres dias continuos, llegando sus cenizas hasta la Ciudad de Roma.
El que desee satisfacerse de cualquiera de los hechos de esta breve memoria podrá con facilidad hallarlos en los siguientes autores. Los comentarios de Julio Cesar. = El gran Diccionario de Luis Moreri. =
Millot, su historia universal. = Mariana continuado por Miñana. = Valerio Probo. = Anales de Roma por
Tácito. = Franco ilustrado. = Antiguedades de Roma por Felini. = Antiguedades de Roma por Chol. =
Antiguedades de Roma por Molo. = Pineda. = Itinerario instructivo de Roma por Mr. Vasi. = Pataról. =
Antonio Agustin Arzobispo de Tarragona. = Masdeu. = Y en particular se ha seguido el testimonio de Cayo
Veleyo Paterculo.
No me ha sido posible coordinar absolutamente esta memoria, ni menos el pulir su estilo por la mucha perentoriedad y grande anhelo de que cuanto antes se publique, para que se acabe de ilustrar por los
eruditos anticuarios de tan bueno como noble gusto. = Francisco Julian Madrid.
III, 8, Memoria de Aureliano Fernández–Guerra tituladada Materiales para un opúsculo sobre Las
ruinas de Castro–Prisco, y el sepulcro de los Pompeyos, Granada, 7 de noviembre de 1834, (AEM).
I
Castro Prisco y el sepuclro de los Pompeyos
El dia primero de setiembre de 1834 a las 3 de la mañana salimos de casería del Puntal (donde estábamos acantonados), una legua al N de Cabra, y dirigimos nuestra caminata al cortijo de las vírgenes, al sepulcro de los Pompeyos. El cielo estaba despejadísimo y la luna que ya iba acabando su carrera alumbraba con
escasa luz al atravesar las viñas, las alamedas y hermosos olivares que hacen que los campos de Cabra sean
el Eden del reyno de Córdoba. Saludamos al nuevo dia en las cumbres del monte Horquera desde donde
gozabamos de la mas encantadora perspectiva. El sol por entre pequeñas nuves de color fuego provenientes
de lo muy cargado de la atmósfera a causa de epidemia, que hacia horribles estragos por todos aquellos contornos, empezaba a iluminar aquellas campos clásicos de antigüedades. Al oriente se distinguian las sierras
del reyno de Jaén, el peñon de Martos que parecia [sic] un triangulo, a todo lo que los rayos solares daban
un color morado claro: al sud–este las sierras de Alcalá y de Priego y el monte Simolia del que habló Rasis,
en cuya cima se descubria el Santuario de la virgen de la Sierra, de Cabra, que brillaba mucho por lo muy
blancas que estan sus paredes. Al sud se veia el otro santuario de la virgen de Araceli en un picacho triangular. Se seguían las montañas de Lucena, y detrás de estas unas que apenas se distinguían y me dijeron ser las
de Carmona. Todo el poniente lo cubria la sierra morena y al norte mirabamos las torres de las virgenes en
unos montes tan altos y escarpados que parecía imposible que pudiésemos llegar en aquel dia a superarlos.
Bajamos de las cumbres del Horquera al centro del mismo monte y admiramos la hermosura de sus encinas,
lo robusto y bien aparado de ellas y la feracidad del terreno. Despues de un gran rato de camino pasamos el
río Gualmoral y a las nueve llegamos a la vista de la torre de Iscar, único resto de la Republica Contributa
Ipscense (1), por cuyo pie pasa el río Guadahoz, el Salsum (salado) tan célebre en las guerras de Cesar, cuyas
márgenes en las inmediaciones de Iscar estan cubiertas de tarajes. A la derecha dejamos las ruinas de un
252
Apéndice documental
antiguo aqueducto. La torre casi arruinada tiene un no se qué de romántico. Tres almenas destruidas y un
agugeranco sobre la puerta forman fachada principal; mas por detrás está desmantelada y se descubren sus
habitaciones colocada en unos deformes peñascos forman éstos una cueva que hace mas misteriosas aquellas
ruinas. Dejando la torre a la izquierda se empieza a subir a las vírgenes que distan legua y media de aquel
sitio y no se ve ya ni una mata ni un árbol. La tierra agrietada por los ardores del estio, respira fuego y los
arroyos que se forman al pie de los montecillos no son otra cosa mas que capas de sal. Por fin a las once llegamos al cortijo abrasados por el sol y nos sentamos a descansar en un pedazo de cornisa antigua que copié
al momento. Por la tarde subimos a pié a las ruinas de Castro Prisco y a las dos de la madrugada volví a subir
con mis instrumentos de dibujo y hasta las diez de la mañana copié y medí todos aquellos monumentos.
II
Castro Prisco
Cerca de tres leguas al NNO, distan las torres de las Vírgenes, de Baena en cuya jurisdicción están.
Ellas son restos del alcázar de una antigua población que en tiempos más felices se llamó Castrum Priscum
y hoy se llama aquel despoblado Castro el viejo. Hallase mención de este pueblo en la famosa inscripicón
de Rufina hallada en Iscar y existente en Castro el Río, y por la que sabemos que era municipio:
Liciniae q f rvfinae
Sacerdoti perpetvae
In col c ivl
Et in mvnic c prisc(ense)
Et in mvnic flor illiberrit
Sus ruinas son muy grandes y el pueblo
estaba situado en el balcón de Andalucía. Al
norte se ve la sierra morena y antes Porcuna
y otros pueblos. A SSE se descubre Baena,
Luque y Zuheros; al SSO se distingue Espejo, Montilla y los destruidos muros de Attegua. Parece que estas torres eran el punto
al cual se dirigen todas las atalayas de Andalucía. Las de sierra morena, sierras del reyno
de Jaén, las de Alcalá, Priego &c, todas se
distinguen desde aquí.
Las torres de las Vírgenes están construidas con piedras inciertas excepto el
zócalo sobre que estriban que forma parte
del foso siendo las paredes de éste de piedras labradas (estructura cuadrata). Propiamente no hay más que una torre con dos
cuerpos a la que se entraba, por las ecaleras
que conducen a la muralla, y de esta por las
dos ventanas que se ven al medio de la torre.
Solo existen los modillones que formaban el
puente levadizo para entrar en sus dos habitaciones. La planta del alcázar era un cuadrilongo y su mensura
puede verse en la lam. 1ª nº 3. En cada ángulo tenía un torreoncillo cuadrado, cuya construcción es de la
que los antiguos llamaron emplecton. Bajando después por la parte del norte por una pequeña calzada se
llega (poco más de un tiro de escopeta de la torre) al Panteón de los Pompeios.
253
Apéndice documental
III
El Panteón
Un hoyo sobre la superficie de la tierra, por el que sólo cabe un hombre descolgándose con trabajo
es la actual entrada al sepulcro. Este estará cerca de vara debajo de la tierra. Por cima no se ve otra cosa
que restos de un obelisco que sería el remate de aquel monumento, y un agujero (2) que taladra la bóveda
perpendicularmente, el cual serviría para dar alguna respiración a aquella estancia. Esta es de tres varas y
tercia de largo, dos varas y una pulgada de ancho, y ocho pies 6 línesas de alto. La boveda es semicircular y
lo mismo la puerta de entrada, aunque ésta era más alta por la parte interior del sepulcro que por la exterior,
como todo se ve en la lámina 2 nos 1, 2, 3. Los planos cortes y alzados están por mi mismo en los mismos
sitios trabajados con una escrupulosidad y precisión matemática.
Aquel recinto contenía, en una cornisa que casi circundaba, catorce urnas cinericias de piedra–franca,
varios lacrimatorios, y una funda de plomo que en si encerraba cioerta vasija de vidrio. Todos los monumentos portátiles se habían conducidao anteriormente a Baena y yo los copié con mucha detención en esta
villa el 18 de febrero y con posterioridad el 18 de septiembre. De todo he de hablar separadamente; pero
antes voy a referir con parcialidad, y según me lo contaron los mismos gañanes la invención de este panteón
que hará célebre al cortijo de la Vírgenes al despoblado de Castro el viejo13.
13
254
En esta parte del manuscrito original hay unas notas insertas en papel indivudual, que acaso sean las señaladas en el texto
como (1) y (2), que dicen lo siguiente: (1) “En la disertación sobre la Isis de Espejo que presentó a la Academia de la Historia mi amigo el P. Jurado se da noticia de nuevos descubrimientos hechos en Iscar por el Presbítero D. Diego Padilla, sugeto
de mucha erudición vecino de Baena. Descubrió una plancha de cobre con inscripción pero cuando tuvo de ello noticia del
citado Padilla ya la habían fundido. (2) Otros juzgan que servía para que por allí llorasen los parientes!!!”
(3) “Advierto para descargo de mi conciencia que no es mi animo criticar a los sabios que han tratado de este descubrimiento por relaciones de otros. A nadie intento zaherir. Solo que se desengañen los que habiendo tocado con las manos y visto
con sus ojos aquellos monumentos aun sostienen que se ha de leer los Graccos, u otro semejante desatino.”
Apéndice documental
IV
El dia 16 de agosto del año pasado de 1833 una vaca (que estaba, con otras, pastando los rastrojos
de las tierras que están al pie del alcázar de las vírgenes por la parte del septentrión) hubo de pisar en un
pequeño hoyo, y entonces empezó a reundirse el terreno de suerte que la vaca quedó atollada o entorcalada.
Advertido esto por el zagal de la manada corrió a socorrer al infeliz animal, y que pudo conseguir con no
poco trabajo. Entonces queriendo tantear con el cayado si el hueco era mayor de lo que parecía, éste se le
cayó de las manos por lo que creyó que allí había una cámara y tesoro encerrado en ella. Comunicó su idea
al pensadro que por allí andaba y con mucha facilidad agrandaron el agujero y se introdujo en la estancia.
No fue poca su admiración al ver tanta arquita. “Baja verás cuanta arquita” decía a su compañero. El sol
se ponía y a oscuras no hacía el zagal otra cosa que encenderse en deseo de ser dueño de aquel tesoro de
duendes. Bajó por luz el compañero al cortijo, con él subieron luego otros zagales, y hallando vanos sus deseos rompieron de ira varias urnitas del sepulcro, arrojaron al suelo los huesos y los testeros los destruyeron
con parte de la cornisa, por ver si detrás encontraba el oro tan anhelado. En el suelo vieron tendida como
una sombrerera de plomo casi cubierta con el tarquín (de que tenía el sepulcro cerca de media vara) que
no contenía mas que vidrios rotos y la volvieron a dejar luego que tampoco encontraron en ella nada que
satisfaciese su codicia.
Efectivamente aquellas tierras son muy esponjosas y las domina el montecillo donde están la torres;
de manera que en los años muy lluviosos se reune en aquel paraje no poca cantidad de agua. El sepulcro
venía a servir de pozo. Por las junturas de las piedras se introducían las aguas en aquella cámara y los testeros
iban con su impulso poco a poco perdiendo el nivel. Retiradas, quedaba mucho tarquín, que anualmente se
aumentaba, así es que contiene encima dos tercias de tierra el pavimiento del panteón. Este supuesto y que
la lámpara, (nombre con que se conoce la funda de plomo que encerraba la ampolla de vidrio) ocupaba el
medio de la cornisa sobre la que está la entrada actual del sepulcro, es fácil comprender que por las lluvias el
testero del norte hubo de hundirse viniendo los tiempos, y llevarse en su ruina la lámpara y varias vasijillas
pequeñas. En los días siguientes condujeron a Baena a la casa del arrendatario de aquellos terrenos, todas las
urnas y huesos (barajados y confundidos), los lacrimatorios y todo cuanto se podía trasportar con facilidad.
En Baena existe parte de estos monumentos pues muchos de los vasos de barro, ollas, etc, han sido ya destruidos y poco a poco es regular que no quede ni aun memoria de este monumento!! El panteón es de inferir que
esterior encima de la puerta (que está soterrada como dejamos indicado) tuviese alguna inscripción. Otros
mas felices podrán llegar a verla, sino se sepulta en el olvido la memoria de los Pompeios14.
V
Ya dejamos indicado que las urnitas cinericias que el sepulcro en si encerraba, eran catorce, resta ahora
decir que las doce tenían inscripción y las otras dos (aunque igualmente en si contenían cenizas) no tenían
letrero ninguno. Yo he descubierto el órden con que estaban colocadas, ya guiándome por las medidas
ya por los vestigios que estas dejaron en la superficie de la cornisa: aunque las mismas inscripciones casi
manifiestan el lugar que debían ocupar. Todo puede completamente comprenderse en la lámina 2ª y por
las siguientes 3 y 4, las que explicaré según los números y demás señales estampando las inscripciones traducidas; pues aunque la traducción de ellas es muy fácil, sin embargo cuantos han manejado esta materia
han sufrido las mas graves equivocaciones. El orden que observo es empezar por la derecha del que entra
por la puerta del Panteón.
14
Hoja inserta con el siguiente texto: “Boveda de silleria, de canón seguido de medio punto que arranca de una cornisa que
sireve de imposta // forma de rectangulo de [sic] en su longitud: formado por cuatro muros de fabrica de piedras inciertas
sobre los que a la altura de corre una cornisa que sirve de imposta a cuya boveda de cañon seguido de medio punto que
forma su cerramiento. Las porciones semicirculares que resultan en los estrmos de la boveda están cerrados con la misma
clase de fabrica de los muros. La entrada situada al lado de [sic] por un arco en forma de embocinada de [sic]. En el centro
de la bóveda hay practicado un agujero de x diámetro [sic].”
255
Apéndice documental
VI
Urnas de la familia Pompeia15
1ª Marco Pompeio Icstnis, hijo de Quinto, de la tribuo Galeria Duumvir. El primero de la familia
Pompeia.
2ª Fabia Aninna, hija de Marco, (esposa) de Marco Pompeio hijo de Quinto
3ª Quinto Pompeio, Sabinio hijo de Quinto
4ª De Pompeya Nanna, hija de Quinto
5ª Siseanbahan hijo de Non [10]
6ª Quinto Pompeio Velaunis hijo de Quinto [5]
7ª Ildrons, hijo de Velaunis [6]
8ª Junia Insghana, hija de Lucio [mujer de Velaunis] [9]
9ª Igalghis hijo de Ildrons [7]
10ª Velagaan (o Velgaaunis) [11]
11ª Gracchio [8]
12ª Cneo Pompeyo Afer (o Africano) hijo de Cneo, de la tribu Galeria, Edil, Duumvir.
&& Dos sepulcros del mismo gusto y tamaño con huesos y sin inscripción alguna.
Los números 6 y 10 es de inferir que se quebraron cuando se labraron o al trasportarlos si fueron
conducidos de alguna parte, luego unieron los pedazos con plomo taladrando por el grueso de la urna
15
256
Nota de los editores: En el texto hay dos numeraciones que responden a dos ordenaciones distintas. Hemos respetado la
última de ellas, aunque no obstante señalamos entre corchetes la primera de ellas que es además por la que están ordenados
los dibujos de las urnas.
Apéndice documental
257
Apéndice documental
toda la rotura y haciendo otros taladros trasversales, de suerte que introducido el plomo líquido quedaron
empotrados perfectamente. El diez está además medio aserrado perpendicularmente por el lado que se ve
en la lám. 1ª. El 7 tiene teñidas con minio las letras de la inscripción y algunas urnas lo están interiormente
entre ellas los nos 2, 3, 4 y 5. La 11 está muy toscamente fabricada, sus faces no están ni aun plisadas y sus
letras le son correspondientes.
La inscripción del cinerario 12 se gravó borrando otra de la que aun se conservan vestigios. Véase en
la lám. 1ª aun se lee con claridad el nombre ceralis. Yo quise encontrar la voz cerealis; pero la cuarta letra
es la mas confusa. Reconocida con toda detención por mi hermano el 5 de octubre de 1835 no queda duda
que la voz borrada es Crealis. Me asegura Luis igualmente que los otros vestigios borrados son de la misma
inscripción que existe, esto es que el cantero diseñó primero la inscripción, pero que no habiendo gustado
la borraron y formaron de nuevo otra16. El carácter de las inscripciones por lo hermoso y redondo parece
del tiempo de la república romana.
VII
El número 1º lám. 5ª es la funda de plomo de 15 pulg. 7 lin. de alto; 14 p. 31 de diámetro en la que
se incluia la ampolla de vidrio nº 2 de la figura de una pecera. Yo conservo 4 grandes pedazos de ellas de
los que hablaré del sitio donde estaba colocada. N. 3 Dos ollas grandes (ollae) acaso de la en que acabados
los misterios en el sacrificio, cocían con el vino y sangre e incienso que se derramaba del ara, la carne de
las víctimas que comían los sacerdotes y demas ministros que habían estado presente en el sacrificio. Solo
existía cuando yo copié aquellos monumentos un de estas ollas completas, y los restos de la otra. Las letras
00 indican el sitio donde estaban en el panteón.
N. 4 Jarrito pequeño de barro a manera de prefericulo, tal vez para depositar en él el vino del
sacrificio.
16
258
Este último párrafo es un añadido posterior al texto primitivo y acaba en la última línea anotando “Lo que no es cierto”.
Apéndice documental
5. Sugrundario, tazón donde depositaban los restos de los niños que morían antes de cumplir los 40
días. Había varios de estos y no queda ninguno actualmente. Dentro del sepulcro vi restos de varios de
diámetro de una tercia. De este conservo pedazos.
6. Tres lacrimatorios de barro. En ellos se recogían las lágrimas de los amigos y parientes. Estaban
colocados a los lados de las urnas. Los vi estos también en Baena, y muchos pedazos y de la lámpara en el
sepulcro.
7. Otro lacrimatorio muy fino de cristal.
8. Otro de vidrio, muy azul.
9. Bucarillo finísimo con relieves muy lindos de tirsos hojas de yedra, de pámpanos y racimos y unos
satirillos. Fue el último que vi en mi primera y no lo pude copiar con detención, lo dejé para la segunda en
que me dijeron que un chiquito lo había hecho pedazos. Creo sin embargo que exite todavía..!!17
10. Vasito de cristal. Eran dos los que vi en Baena.
11. Otro de color cenizoso obscuro.
12. Un pedazo de espátula de marfil.
Esto es justamente lo que contenía el panteón en su recinto junto con las urnas. Mas eran los vasos
de barro y vidrio y otras pequeñas vasijas pero como fáciles de quebrarse ha perecido la mayor parte. Dos
espuertas vi en Baena solo de casquillos de aquellos monumentos y otras de huesos quemados. De estos
tomé una gran porción y los conservo en mi gabinete.
VIII
Ya que queda hecha la descripción del sepulcro de la Familia Pompeya y de lo que en él se encerraba;
quiero separarme algún tanto de mi intención y de describir y esplayarme un poco sobre el panteón, sobre
los Pompeyos; alguno de estos son los mismos hijos de Pompeyo el Grande como todos los papeles públicos
lo han cundido; diré algo de los cargos públicos que ejercieron los de nuestra familia Pompeya.
IX
Ceremonias sepulcrales
“Nuestros antepasados (decía Cicerón, Phil. IX. 6) decretaron que se erigiesen estatuas a muchos:
sepulcros a pocos. Porque las aquellas estatuas las destruye el tiempo, el hierro las tempestades, mientras lo
sagrado de estos está en el mismo suelo y ninguna fuerza los pueden mover ni destruir. Así, en tanto que
todo lo demas perece, la vejez hace más santos los sepulcros”.
Una de las leyes de las doce tablas prohibía que, dentro de la ciudad, se quemasen o enterrasen los
cadáveres: Hominem mortuum endo urbe nei sepeletio, neve, urito. Esta es la ley que cita Cicerón en el lib.
Segundo de legibus 23, cuando dice Sed ea non tan ad religionem spectant, quam ad jus sepulcrorum. Hominen
mortuum, inquit lex in XII tabulis, in urbe ne sepelito, neve urito. Credo, vel propter ignis periculum. Quod
autem addit, neve urito, indicat, non qui uratur, sepeleri, sed qui humetur. Sin embargo, es muy sabido que
las Vestales en todos tiempos gozaron el privilegio de enterrarse dentro de la ciudad, lo mismo los generales
que merecieron los honores del triunfo, los Sacerdotes y viniendo los tiempos los Emperadores, y aun todos
los Ministros del templo.
Esto es cuanto a Roma y en las colonias por ser estas propagación de aquella; pero no en cuanto a los
Municipios los cuales se gobernaban con propias leyes. Uno de los derechos que concedian los Romanos
a los pueblos que conquistaban, o se les entregaban, era el del Lacio antiguo, o de Latinos antiguos, que
consistía en poder militar en las legiones romanas, disfrutando los honores que mereciesen, y en participar
y pretender cargos públicos y magistrados en Roma por los cargos y magistrado que hubiesen obtenido
en su patria. En esto estribaba la razón de los Municipios, estos es que admitidos al honor de ciudadanos
17
Este texto está tachado.
259
Apéndice documental
Romanos gozaban de las derechos de tales de aquí municipes como si dijeramos munerum participes. Pero
unos gozaban solo el fuero de ciudadanos Romanos pudiendo militar en las legiones sin derecho de sufragio; y otros podían obtener cargos en Roma, como agregados a la participación en fuerza del privilegio
concedido. En resumen las leyes de los Municipios eran las mismas que ellos en tiempos anteriores habían
establecido, podían aspirar a todos los honores de los Romanos, y estaban menos dependientes de Roma.
Así es que su condición era mucho mejor que las de las colonias, aunque la capital del mundo manifestase
mas cariño a aquellos vástagos suyos. Plinio dice que en la Bética había 18 municipios. Por la inscripción
citada arriba consta que Castro Prisco lo era, de suerte que no se podrá citar la ley de las XII tablas cuando
se trate del sepuclro de los Pompeyos por no obligar estas leyes en los Municipios. El panteón como ya se
ha dicho está situado dentro de la población en el camino de la ciudadela. Sin embargo, si se pretendiese
que la misma ley de las XII tablas la hubiesen adoptado algunos municipios diremos que no se quebrantó
en el presente caso según la interpretación de Cicerón indicat, nonqui uratur, sepeleri, sed qui humetur (El
panteón no contenía cuerpos muertos sino las cenizas quemadas). El mismo Plinio nos aclara estas palabras
lib. VII Cap. 54 Sepultus intelligitur quoque modo conditus, humatus vero humo contectus. La ley no prohibía
que se conservasen dentro de los muros los restos quemados de los hombres, sino que prohibía quemar o
enterrar en la ciudad los cadáveres.
No fue muy antigua costumbre en los Romanos la de quemar los cadáveres, los enterraban. Pero
después que, abrumados con porfiadas y continuas guerras con naciones bárbaras, conocieron que en muchas ocasiones se veían los huesos enterrados, ultrajados y descubiertos, ordenaron quemarlos. Y con todo
varias familias ilustres no admitieron la nueva práctica, como la Cornelia; pues no se sabe que ninguno
fuese quemado antes de Sila dictador. Y este lo fue por disposición de él mismo que se recelaba de sufrir la
pena del talion por haber desenterrado el cadáver de Mario y arrojadolo al Tiber. Plinio lib. VII cap. 54 Val.
Max. lib. 9 Cic. 2 de Leg. 5 Varr 4 de [sic].
Con el objeto de evitar incendios, preservan a la ciudad de las exalaciones de los cadáveres, y de alejar
el espectáculo tan triste de la vista de los ciudadanos, la ley mandaba expresamente hacer todas las ceremonias en el campo, lejos de la población, y lo mismo enterrar y sepultar a los difuntos.
El lugar donde se quemaban los cadáveres se llamaba bustum, pira, rogué según la figura. Estas eran
más o menos costosas según las proporciones de las personas. Las piras se fabricaban de cedro, de tejo,
pino, fresno a otros árboles fáciles de inflamarse. Añadían también la planta del papiro. Rodeaban además
la pira de ramas de ciprés, según Varrón, para que la fortaleza del olor de este árbol, distrayese el malo de
los cadáveres que precisamente habían de incomodar a los que asistían a la ceremonia y que respondían a
las lamentaciones de la Praefica [plañidera]. Los cuales permanecían hasta que el cuerpo se consumía, y se
recogían las cenizas. Los que quemaban el cuerpo se llamaban Ustores y Bustuarii. La pira, adornada con
estatuas, era de figura cuadrada y luego se iba disminuyendo a manera de pirámide, como se puede ver en
las monedas de Antonino Pío y de Caracalla. En ella arrojaban incienso, cinamono y otros aromas. Y sobre
el cuerpo del difunto tortas amasadas con vino, leche y miel. Así que era quemado el cadáver, la mujer, los
hermanos, los hijos o los parientes del difunto vestidos de luto, recogían las cenizas y los huesos que no
había consumido, y las depositaban en el cinerario. Comenzaban esta ceremonio invocando a los Manes y
al alma del muerto pidiéndole que les fuese grato aquel acto.
Después se lavaban las manos, y vertian en le brasero leche y vino. Colocadas las cenizas el Sacerdote
hacia sobre la urna y sobre los circunstantes aspersiones para purificarlos con ramos de romero de alurel o
de oliva, y despedía a todos con las palabras I licet, Ya os podeis ir. Los demás decían en seguida al cadáver
Vale, vale, vale, nos te ordine, quo natura permisserit, cuncti sequem[sic] Adios, adios, adios, todos te seguiremos conforme la naturaleza vaya disponiendo de nosotros.
Hay en un bajo releive antiguo, que se hallo copiado en la lám. 68 del Diccionario para la inteligencia
de los Autores clásicos de Sabbathier, que representa el modo de quemar un cadaver. Varios hombres lo
depositan en un pequeño lecho de metal debajo del que hay un brasero ardiendo. Acompañan el cuerpo
hasta 15 personas todos tristes llorosos y algunos arracándose los cabellos. Dos esclavos tienen en las manos
grandes vasijas cuyo fondo acaba en punta que contenían las esencias y bálsamos para la ceremonia.
260
Apéndice documental
Las urnas las depositaban luego en el sepulcro de sus mayores, para que allí descansasen y estuviesen
seguros los huesos. A esto alude la deprecación de Ovidio en su [sic] a Tibulo: Ossa quieta precor, tuta requiescite in urna. Et sit humus cineri non onerosa tuo, Ovidio Amorum?, lib. III, eleg. IX. Alguno de los cinerarios
eran a manera de cántaros y se colocaban en nichos. De aquí se llaman Columbaria los sepulcros de esta
clase, por los nichos parecidos a los casilleros de las palomas.
Muchas familias acostumbraban adornar con flores los sepulcros anualmente. Annua constructo serta
dabit tumulo. Et, Bene, discedens dicet, placide que quiescas Teraque ecurae sit supet ossat levis”, Al. Tib.
Lib. III eleg. 4. Las guirnaldas eran de apio y también de rosas.
Los plebeyos tenían hogueras y sepulturas comunes mas o menos grandes. Hic miserae plebe stabat
comune sepulcrum (Horat. Lib. I, od. 8)
X
Invención del arte plástica
Dentro de las urnas, o de las sepulturas y al lado de cinerarios cuando estos estaban en el sepulcro o
en columbaria, colocaban los lacrimatorios, las pateras, ídolos y todo lo que había sido mas del gusto del
difunto. También mucho de lo que servía en el funeral. Los lacrimatorios eran unas vasijitas, de vidrio, o
de barro, de cuello angosto por lo común y servían para recoger las lágrimas de los parientes y de los que
asistían a las ceremonias.
Los mas de los utensilios eran de búcaro y les daban un barniz finísimo. También solían ser de cobre;
pero el barro era muy noble entre los romanos. “Dibútades Sicyonio, alfaharero, fue el primero que inventó
hacer figuras de arcilla, por obra de su hija, que mando con extremo a un joven, y habiendo este de partir
a tierras muy remotas, señaló con lineas el perfil de la sombre que hacia el rostro del mancebo en la pared
a la luz de una lamparilla. Guiándose por aquellas lineas hizo el padre una figura, que después de seca y
endurecida la puso al fuego con otras piezas. Aquella se conservó en Corinto hasta que Mummio destruyó
esta ciudad. Fue invención de Dibútades añadir tierra roja al barro o hacer este y la greda de las misma
tierra roja. El inventó también hacer con moldes las obras de esta materia, y el rostro humano, que perfeccionó Lysistrato Sycionio así fundiendo cera en los moldes. En fin la ciencia plástica es mas antigua que la
de fundir el cobre. Los frontispicios de los templos que se ven en Roma y en otras provincias son de barro
admirablemente labrado y más firmes que de oro. En los mismos frontispicios entre tantas riquezas no se
libaba con vasos múrrinos ni de cristal, sino con simpulos de barro. Siendo de tanta utilidad y tan nobles
los utensilios de esta especie el rey Numa Pompilio creó el séptimo colegio de alfahareros. Fuera de esto
muchos quisieron hasta que sus cadáveres fuesen colocados en vasos de barro, como M. Varrón que quiso
le sepultasen al modo Pitagórico entre ojas de arrayán, de oliva y álamo negro. Finalmente la mayor parte
de los hombres usan de vasijas de loza, siendo dignos de alabanza los que se fabrican en Sagunto. Y tanto
llegó la estima de las vasijas de esta materia que aun contaban más los vasos de barro que los múrrinos”
(Plin. Lib. XXV, c.12).
XI
Vasos e invención de vidrio
No eran de menor estima los utensilios de vidrio. La invención de esta materia fue en Fenicia, según
refiere Plinio (Lib. XXXVI, c. 26), y este la refiere así: “Hay una parte de Siria, llamada Fenice, muy cercana
a Judea, que, dentro de las raíces del monte Carmelo, tiene una laguna de nombre Cenderia. De esta es
comun opinión que nace el río Belo que camina al mar por espacio de cinco mil pasos junto a la Colonia
Ptolemaida. Es perezosa la corriente de este río, por lo que sus aguas no son saludables, mas él es sagrado en
ceremonis y ritos, es cenagoso y de profundo vado, y no descubre sus arenas sino con la refusión del mar,
las que lavadas por las ondas se muestran resplandecientes. El espacio de la ribera no es mayor de quinientos
pasos, y solo por muchos siglos ha estado produciendo vidrio.
261
Apéndice documental
Es fama que habiendo arribado allí una nave de mercaderes de nitro, como esparciendose por la ribera
buscasen con que aderezar la comida, y no encontrasen piedras con que formar hornillas para las ollas,
colocaron estas sobre terrones de nitro que sacaron de las naves. Estos encendiendose y mezclandose con
la arena de la ribera corrieon derretidos en arroyos de un noble licor trasparente; y este fue el origen del
vidrio. Después los fueron perfeccionando y lo emplearon en diferentes cosas. Lo derriten en hornos que
arden continuamente, luego lo funden en las oficinas, lo tiñen y forman los utensilios que quieren unos con
soplo, otros a torno y aun otros se esculpen como la plata”.
XII
Lámpara sepulcral
En el Panteón de la familia Pompeya, había varias vasijas de vidrio. Lacrimatorios algunos ellos de un
color azul muy subido, paterillas las mas muy bastas y verdes y la ampolla contenida en la funda de plomo.
Esta tiene dos agujeros hechos toscamente como con un clavo grande, cuya figura representa el nº 2 de la
lám. 5, era de vidrio bastante claro, y mas grueso por la parte más expuesta a quebrarse que por el fondo (el
mayor grueso 21/2 lin.; el menor 1).
Ya hemos dicho que se encontró en el pavimento del panteón (letra L), hecha pedazos dentro de su
funda. La causa también se ha dicho, y fue llevarsela en su ruina el testero del norte, en tiempos anteriores
al descubrimiento, pues las roturas están con costra de barro casi petrificado como la parte exterior de la
ampolla. El licor que quedó está cuajado en el vientre. Descripción de los pedazos que yo tengo:
1º (6 pulg. 7 lin. de alto: 7 p. 41 l. de ancho). De las paredes, con resto del suelo (2 p. 8 l.[sic] 4 p. 3 l.)
de la lámpara. Parte exterior sucia con una costrilla de barro muy endurecido. Superficie interior, una capa
como de azogue (que a veces penetra el grueso del cristal y se ve, en la superficie exterior, debajo del lodo).
Sobre esta capa, que en algunos parajes no es plateada sino que toma todos los cambiantes del iris según la
disposición en que la hiere la luz, hay otra también muy tenue de una materia blanca anacarada muy fina,
que en otros sitios es de un color de rosa muy claro, y en otros amarilla. Los lugares mas aglomerados de las
materias referidas tienen una capa, en lo más elevado, de un color parduzco que se hace al soslayo, bronceado. También los tachonan como lentejuelas doradas a la manera que la mica en un neix. Sitios hay que
vacios de estas materias, solo tienen como ligeras aguadas que, por reflejar menos en ellos la luz aparecen de
un color morado muy tenue. En fin, las diferentes materias caujadas están en forma de ondas que era como
se iban coagulando al tiempo que se derramó el líquido.
2 (7 p. al. 7 p. 5 l. an.). También las paredes de la ampolla inmedato al mismo suelo. Este pedazo
aunque de menos materia pesada que el anterior, es sin embargo más interesante. Superficie exterior, toda
azogada como un espejo, pero muy estropeado el azogue, capa de lodo que lo cubre. Lo azogado no se
conoce bien sino mirándolo por la parte interior de la ampolla. Superficie interior, 5 pulgadas sobre el
fondo era la altura del licor que contenía la redoma cuando este se derramó, pues hasta esta altura llegan
los vestigios. Por todo el sitio que ocupan estos corre una línea tortuosa, acompañada de otras a la manera
que la playa del mar. Esta línea esta sin duda hecha por la fortaleza del líquido como la hubiera hecho un
diamante, el color de ella es amarillo, en parajes se ensancha más de dos líneas y se ve consumida la tez del
cristal. Hay otras líneas muy ligeras y su color es melado que al soslayo resulta de bronce. Los colores que
sobresalen en todo el ámbito son los del arco iris circundando los sitios donde hay una poco materia que
siempre parece azogue, y el melado bronceado. Desde los fines del licor hasta el del pedazo de vidrio hay
una pequeña capa como si fuera de humo, parduzca que degenera sucesivamente en blanquecina y luego
en pardo amarillento.
3 y 4. Pequeños, del fondo. Lo mismo que el 1º pero más materia blanca muy fina, y más azogada. La
tez del vidrio muy destruida (4 p. al. 3 anch.)
5 (2 p. al. 2 p. 4 lin. an). Pedazo del vientre de la ampolla, agua blanquizca y azogada en la que refracta poco la luz. Pedazo de licor cuajado y pegado tenazmente al cristal ( 1p. 8 lin. lar. 1 p. anch. 2 lin. de
grueso max. 8 punt. min.) La superficie exterior del licor cuajado es como una masa de harina apolillada,
262
Apéndice documental
cuyo corte forma esta figura [dibujo]. Está esta masa ligada con partículas azogadas y estriba sobre una
capa como de azogue muy luciente. Puesta esta masa al fuego a poco le pone candente, pero no se destruye
y arañadas las dos partes, quemada y no quemada, parece que están como calcinadas ambas aunque muy
compactas.
6. Varios pedacillos pequeños de poca consideración.
De lo dicho pues acerca de la lámpara emanan las siguientes proposiciones verdaderas:
La funda de plomo se cayó de la cornisa muchos años antes del descurbimiento y se hizo pedazos.
El líquido parte se derramó y parte quedó cuajado en la pared de la ampolla que lo contuvo.
Nadie la vió arder, pues ni aun los gañanes que se hallaron en la invención no han oido sino en Baena
esta especie.
No se puede averiguar si la ampolla estaba cerrada herméticamente, pues faltan los pedazos de cristal
superiores.
Es probable que lo contenido en ella fuese fósforo. ¿Pero, para que colocaron la ampolla de fósforo
dentro de una funda de plomo de suerte que no diese luz a la cámara? Era entonces inútil. En mi opinión
es imposible clasificar este monumento, tan raro, tan singular.
XIII
Los Pompeyos
Empeño común de todos los pueblos ha sido prohijar los hombres grandes o pretender poseer sus
restos.
No se puede negar que los hijos del Gran Pompeyo, Sexto y Cneo fueron dos guerreros valentísimos,
de grandes virtudes, y los que hicieron vacilar al coloso de Roma. Toda la España estaba a su devoción y les
tenía el mismo cariño que a su padre. En un dia hubiera perdido César todos los triunfos, todo el esplendor
que se había labrado por tantos años si la fortuna no hubiera favorecido al tirano. En la batalla de Munda,
tan cruel y tan desgraciada para la República, confesó el César que en todas las anteriores que había peleado
por la gloria en aquella por la vida. Los dos hermanos Sexto y Cneo mandaron el ejército español, pero los
cesarianos gritaron la victoria quedando en el campo mas de 30.000 hombres. Este fue el resultado de la
batalla de Munda. Después habiéndose acogido a esta plaza los derrotados, se vieron los cesarianos obligados a circunvalarla. Las armas y cadáveres de los Pompeyanos sirvieron de céspedes; los escudos y picas
formaron la estacada, y sobre los cadáveres, se colocaron los dardos, las espadas, las azagayas y las cabezas
ordenadamente mirando a la ciudad con el objeto de consternar a los sitiados viendo el vallado que los
rodeaba. Esta cruel manera de combatir la había aprendido César de los Franceses. Huyó Sexto a Córdoba,
Cneo a Carteya. Después de varios desgraciados lances de fortuna de los que salió Cneo Pompeyo herido
en un hombro y en la pierna izquierda se le torció un pie, al salir huyendo en una lancha, por lo que se vio
precisado a saltar en tierra. Soldados de César, que estaban de guarnición en una fortaleza inmediata, le
acometen. El y los suyos se resisten, más se ven precisados a huir; pero Cneo, herido, y torcido un pie no
podía huir deprisa, y por lo fragoso del terreno ni a caballo ni en litera. Pompeyo entonces se refugió en
una hondonada de un valle en una caverna donde tal vez se hubiera salvado a no ser descubierto por unos
prisioneros. Cesenio Lenton lo sorprendió en la gruta y le quitó la vida. Appiano refiere que se defendió
vigorosamente. Su cabeza presentada al César fue sepultada con honor. Su hermano Sexto con nuevo ejército y la escuadra se hallaba en Andalucía haciendo nuevas conquistas cuando la muerte de César, capaz
de sostener la República si se uniese al partido de Bruto y Casio, pero se dejó engañar por Lépido, que le
aconsejaba se mantuviese solo y formase facción separada. Viendo el triumvirato sus muchas fuerzas y que
podía oponersele sin ser posible la resistencia se vio obligado a proponerle de parte del senado que le serían
devueltos sus bienes paternos, que le indemnizaría de las pérdidas de todos los frutos que habían entrado
en el erario y que se le concedía el mando de Sicilia y del mar. Con este título se hallan muchas medallas
suyas alusivas a la memoria de su padre. MAGNVS. IMPERATOR ITErum PRAEFECTUS. CLASSI.
ET. ORAE. MARITImae. EX Senatum Consulto. Por último habiendo sido vencido por Augusto en una
263
Apéndice documental
batalla naval, por perfidia de los suyos y no por falta de valor, huyó a Armenia, donde Antonio le hizo asesinar. Tal fue la suerte de los hijos del Gran Pompeyo tan gloriosa y tan desgraciada como la de su padre.
Cneo el joven tenía el valor y las virtudes del Grande y Sexto aunque valiente era de poco talento.
***
“Algunos han querido decir que por una piedra que se halla en Toledo, se entiende como una hermana deste Gneyo Pompeyo el mozo estaba en Toledo, y hubo el cuerpo de su hermana y lo quemó como
entonces se usaba. Mas aunque la piedra tiene el nombre de Pompeyo, yo no creo que es de este, ni que su
hermana estuviese aca”...Y así creo lo juzgará quien viere la piedra” (Morales, Ambr., Lib. VIII, cap. 46)
pompei peregrini peregre. d. ann.xxx
coll.f.cornelia cin.f.
“Esto no mas dicen que se lee, por estar la piedra quebrada...y luego se ve en ella, como no tiene razón
lo que que la tiene por cippo de Gn. Pompeyo el Mozo”. En Talavera en la torre del muro que llaman de S.
Pedro, está una piedra con mención calra y cierta de este Pompeyo el mozo, pues tiene esta letra: g. pompeio. magni. pomp. f. y por estar muy quebrada no se lee mas en ella.”18
Las que tienen el nombre del hijo de Pompeyo lo dicen claramente:
set gn. magni pompeii filiis hic
in bastetanorum agro profligatis
Toros de Guisando
......sub cn pompei mag
ni filio occidi pro liberta
te ro...............................
Piedra de Caparra Mor. 1.VIII.C.L8
Cn. Pompeii filii (el hijo)
Id. Id
Cneo Pompeyo hijo del Grande. Cneo Pompeyo el hijo etc. Es por consiguiente un absurdo atribuir a
estos la inscripción que no se lea de las maneras citadas. Los sobrenombres que en otras inscripciones se ven
indican terminantemente ser de otros sugetos19. El famoso Pompeyo dio su nombre a Pamplona y es regular
que también lo atribuyese a alguna familia particular, a libertos, etc. cosa que también pudieron hacer sus
hijos, y de aquí tantas inscripciones donde se lee esta palabra con diferentes pronombres y sobrenombres.
Creo que con estos ejemplos no se volverá mas a aplicar a aquellos dos generales cuantas piedras llevan
el nombre de Pompeio y que no se confundirá en adelante los Pompeyos de Castro Prisco con los Pompeyos de Munda. Sin embargo estoy seguro que mis palabras, si llegasen a los oídos de ciertos les causaría
el mismo efecto que las de las mismas urnas de la famila Pompeya.
18
19
264
En la entrega 20 del tomo 1 que se publica en Madrid con titulo “El Artista” se cita otra inscripción existente en Palencia
aplicándola al mismo hijo de Pompeyo asegurando que su madre Cornelia le puso aquel monumento. ¡Pobres huesos de
Cneo Pompeyo cual os multiplicais y cual os traen de acá para acullá los anticuarios! La inscripción dice así d.m/g pompe/
io seve/ro an/xxxxi po/corne/lia ce/m.a.pi Tengo reunidas mas de treinta inscripciones de Pompeyos. Y todas aunque el
sobrenombre sea Severo, Afer, Cantabro etc, todas han de ser de Gneo Pompeyo hijo del Grande.
M pompeio/cantabro/ann xxix s r/ossa condta/hic pompeia/posvit.sttl (Inscripción de Valera); cn pompeio/cn fil gal/
pompaelonensi/ii vir/flam p h c (en Barcelona) L. Pompeyo Bucco (med. De Celsa), CN Pompeyo Flacco (id. de cvinr),
Pompeyo Fortunato (insc. de Valera) CN Pompeyo Fructo (insc. de Tarragona), G. Pompeyo Mucron, SEX Pompeyo Nepos (ins Pamplona), SEX Pompeyo Niger (Med. de Celsa), L. Pompeyo Paterno (insc de Coruña del Conde), L. Pompeyo
Primiano (id. en Pamplona), L. Pompeyo Reburro Fabro (en Valdeorres), Q. Pompeyo Secundino (med. de Celsa), CN
Pompeyo Severo (en Palencia), CN Pompeio (med. de Celsa), y otros infinitos.
Apéndice documental
XIV
Los Pompeyos de Castro Prisco
1ª
m pompeivs q f gal icstnis
ii vir primvs de familia
pompeia
Marcus (Praenomen) Nombre propio, como nosotros decimos de bautismo, Juan Diego etc. Se imponía con ciertos ritos y ceremonias al noveno dia20 después del nacimiento. Los primogénitos llevaban
siempre el nombre del padre, de donde se infiere que no lo era nuestro Pompeyo.
Pompeius (propium & gentile) Apellido o nombre común de la familia. La de los Pompeyos en Roma
era muy esclarecida entre los pebleyos, y de esta hubo sugetos muy ilustres por sus empleos y por su valor.
Quintius Filius, Hijo de Quinto. Su padre se llamaba Quinto Pompeyo. Muchos hubo de este nombre
en España por lo que es temeridad decir que fuese este o el otro.
Galeria, Nombre de la tribu en ablativo como si dijeramos, ex Galeria. Tribu era cierta porción del
pueblo romano distribuida en cuarteles. Roma en sus principios de dividió en tres partes que se llamaron
precisamente regiones, o tribus, hasta que después tribus se aplicó a las personas y regiones a los barrios.
Rómulo creó primero tres tribus o regimientos [sic] tenientes le llamaban tribunos diferentes de los del
Pueblo y militares, cuyos nombres eran Ramnenses (que suponen los autores es lo mismo que Romulenses),
Tatienses, por T. Tatio, Rey de los Sabinos y Luceres, que no es muy cierto su origen. Tito Livio confiesa lo
ignora; y Varrón dice que la denominaba así por Lucumon Jefe de los Toscanos que ayudo a Rómulo contra
Tatio. Cada tribu estaba dividida en diez curias (como si dijeramos parroquias). Multiplicándose luego los
habitantes de Roma Servio Tulio rey haciendo un todo de las tres tribus anteriores las volvió a dividir en cuatro que llamó urbanas y les dio los nombres de los barrios donde habitaban los vecinos que las componían:
Suburana, Palatino, Esquilina y Collina21. El mismo Servio Tulio, según Dionisio Halicarnaso, dividió en
tribus a los labradores y habitantes del campo de Roma a las que llamó suburbanas o rústicas y les dio el
nombre de Ronulia o Romulia (de Rómulo o por ser la más inmediata a Roma), Laemonia, (por una villa
así llamada, a la que se salia po la puerta Capena), Pupipia o Popinia (del territorio pupinio a la otra parte
de allá del Tiber en el país latino), Vejentina (por comprender una porción de los veyentes en Toscana),
Crustumina (de crustuminum villa), Galeria, Pollia y Voltiria (cuyo origen se ignora). Estas se aumentaron
hasta el número de 21 que se completó, según Livio, el año 258 o 59 de Roma. Los nombres de estas nuevas
se tomaron de ls Dumviros que las establecieron: Claudia, de Appio Claudio que [sic] a Roma, del país de
los Sabinos; Aemilia de un Emilio del que descendieron muchas familias ilustres, Cornelia, Fabia, Horatia,
Menenia, Papiria, Sergia y Veturia.
En el año 379 se aumentaron otras que fueron llamadas Stellatia por el territorio Stellato en Toscana,
Trementina, Sabatina (por territorios en la Toscana) y Arniense o Narniense por la ribera del Arno que pasa
por Florencia. En 397 otras dos llamadas Pomptina, por el territorio Pomptino 3 leguas de Terracina y
Poblilia o Popilia. En 421 otras son dichas Moetia, del castillo Moetium, y Scoptia por una villa. En 435
la Ufentina, del río Ouefente, y la Falerina de la villa así llamada en los Falircos. En 454 la Aniense (de la
rivera del Anio) y la Tarentina (de Tarento en el campo de Marte). Y por último en 512 la Velina y la Quirina (por villas Sabinas). Después de las guerras con los Marcos se formaron dos nuevas que se volvieron a
refundir en las 35 [sic] de estas son las Camila, Cluentia, Cluvia, Dumia, Minucia, Papia, Votiva, Certia,
Tauria etc. Las más apreciadas de todas las tribus eran las Suburbanas o Rústicas, pues siempre merecen más
aprecio los labradores que ganan el sustento con el sudor de su frente que no el ocioso populacho encerrado
20
21
Nudina, Diosa de los Romanos llamada así por el dia 9º que se llamaba lústrico. El nombre se imponía a los varones el dia
noveno y a las hembras el octavo.
La primera ocupó el monte Celión y los valles de enderredor de la costa de oriente: la segunda casi toda la antigua ciudad,
esto es, el monte Palatino y el Capitolio, la tercera todo el monte Esquilino, y la cuarta el Quirinal y el Viminal.
265
Apéndice documental
dentro de los muros dispuesto a cada instante a los alborotos, y que no las sanguijuelas de la República. En
los grandes apuros de ésta siempre echó mano de los labradores.
A las tribus suburbanas se iban aplicando los pueblos que adquirían el derecho de ciudadanos Romanos, y por lo general los de nuestra España (aunque algunos lo fueran en la Quirina, Sergia y Aniense)
estaban comprendidos en la Galeria.
A esta tribu pertenecía M. Pompeyo Icstnis.
Icstnis (cognomen). Los romanos tenían tres nombres, propio, gentilicio, y otro para distinguirlos mas
y se llamaba sobrenombre. Este por lo común se tomaba de algún suceso memorable, cualidad personal o
adquirida, o de algún otro accidente como Q. Fabius, Maximus Verrucons, M. Tulius Cicero etc. y estos
solían ser hereditarios.
El sobrenombre de nuestro Pompeyo es exótico y parece del antiguo lenguaje español. El lenguaje turdetano, según dicen, era compuesto de muchas palabras griegas; pero me parece una temeridad pretender
averiguar el significado de Icstnis. Esta palabra se da un aire a la [palabra griega] (el hurón); a la [palabra
griega] (justo) o [palabra griega] (hijo); pero todo es delirar de imaginación.
Quiero advertir antes que pasemos adelante, que los adoptados, y los libertos y los admitidos a ciudadanos romanos tomaban el nombre del adoptante, de su Protector o de su patrón. Y en el primer caso
el adoptado conservaba el nombre, o uno de los apellidos de su familia para memoria de la de que había
salido. Los libertos eran en extremo honrados por sus dueños. Estos le daban su nombre, sepulcro. Podían
gozar de altos empleos como Seviros.
II VIR (Duunvir), El gobierno de casi todos los pueblos se parecía mucho al de Roma. Los magistrados municipales eran como los Senadores en la capital del mundo, y se llamaban Decuriones. De estos se
elegían anualmente dos que presidiesen, llamabanse Duunviros y venían a ser como Cónsules y aun en el
traje muy parecidos. Aunque por lo común su cargo no duraba mas que un año a veces se daba por cinco
a personas muy ilustres. En algunas ciudades había también Quatorviri (esto es cuatro varones) y aun en
algunas con este nombre no eran más que dos los sugetos. Los seviros eran todos del orden sacerdotal. Las
personas de mas alto rango, como los reyes Juba, Ptolomeo, y hasta muchos césares de Roma, gozaron en
España de este honorífico cargo. Los oficios municipales además de la dignidad, tenían jurisdicción en el
municipio. Pero por los excesivos gastos que ocasionaba a los Curiales el dar a su costa al pueblo espectáculos, juegos y convites (que a veces absorvian todo su patrimonio), hubo caso de agregar a la Curia a muchos
cristinianos por castigo. Pero esto fue en el tiempo de los Emperadores. Siendo tantos a veces los prejuicios
que traían consigo estos cargos se concedió a los Curiales muchos privilegios como fue la legitimación en
el hecho de ofrecerse a la Curia los que no estaban legitimados sin embargo que muchos dieron púbico
testimonio de satisfacción y complacencia. El cuerpo que formaban los Decuriones se llamana Ordo; el
lugar donde se juntaban Curia, sus determinaciones Decreta. En algunas ciudades de España daban a los
Decuriones el nombre de Senadores, al Orden el de Senado, y a los Duunviros el de Cónsules.
Primvs de Familia Pompeia, El primero de la familia Pompeya. Es locución muy buena. Esta inscripción, prescindiendo de que ocupaba el primer lugar en el sepulcro, indica ella misma el que debe
ocupar M. Pompeyo, era el primero de la familia. Esto parece quiere decir, o que era el primero de los que
estaban sepultados en el panteón, o que era el origen de toda la familia; habiéndole venido aquel nombre Pompeyo si fue admitido al honor de ciudadano romano, por su protector, y si fue adoptado por el
adoptante que en este caso no empezaba en él la familia puesto que no se considera desde entonces de la
del que adoptaba. Puede ser también que el Primus haga relación a único más antiguo de aquella Familia.
La Pompeya en Castro Prisco era muy noble, según se infiere, de gran consideración, tuvieron los primeros
cargos del Municipio como de Edilidad y Duunvirato, hicieron grandes beneficios al pueblo, o acciones de
valor en el hecho de tener su sepultura dentro de la población en el camino de la ciudadela.
266
Apéndice documental
2ª
fabia m f aninna
m pompei q f
Fabia. Por considerarse en la mujer (el fin de la familia) no se cuidaba observar con las hembras el
orden en los nombres que con los varones. Aquellas no tenían regularmente mas que dos. El primero era
por lo general el propio gentilicio del Padre como Fabia de Fabio22. Y el segundo que es el (cognomen)
sobrenombre, así como en los varones, se tomaba de los sucesos notables etc. El nombre Fabia es honroso
y noble si, como es de inferir, proviene de la familia de los Fabios tan célebre en Roma.
Marci Filia, Hija de Marco. Además de los nombres (propium gentile et cognomen) usaban en las
inscripciones del prenombre del padre. El padre de Fabia se llamó Marco Fabio.
Marci Pompei Quinti Filia, Esposa de Marco Pompeyo hijo de Quinto. Esta es la locución que usaban
las matronas romanas para indicar cuyas esposas eran. El nombre del marido se haya siempre en genitivo y
se suple la voz uxor. Fabia Aninna era esposa del anterior Marco Pompeyo Icstnis.
Aninna (cognomen) sobrenombre de Fabia. Es voz del antiguo lenguaje turdetano. Este cinerario es el
más escrupulosamente trabajado como puede verse en los cortes (a) alzados y demas del nº 3 lám. 3.
3ª
q pompei q f sabini
Quinti Pompei, Huesos o restos de Quinto Pompeyo Sabinio. Los letreros de las urnas están uno en
nominativo otros en genitivo. Creo que esto no indica cosa particular mas que giros diferentes para buscar
el mejor sonido y armonía.
Quinti Filii, Hijo de Quinto. Es probable que Quinto Pompeyo Sabinio fuese hijo del hermano mayor de Marco Pompeyo Icstnis, el cual muriese dejando, de, muy pocos años al niño Pompeyo en la tutoría
de su hermano Marco, o el niño quedó en la potestad de su abuelo si este vivía.
Sabini, Sabinio y no Sabino como otros han interpretado. Los nombres en ivs de la segunda declinación, en todos los casos acabados en i duplican ésta, como Pompeii, Lucii23, Lucilii, Grachii, Gratii,
Servii, Martii etc., filii, dolii, munipii. Este nombre Sabinio no lo he visto en inscripciones en España.
El carácter de esta inscripción es redondo hermoso, bien perfilado y la urna es la más bella en
porporciones.
4ª
pompeiae q f
nannae
Pompeya Nanna era hermana o hija del anterior. A mi me parece que era hija según el orden riguroso
que he visto observado en la colocación de los cinericios en el panteón. Creo también que era la hija mayor.
Su sobrenombre Nanna, exótico, propio tal vez de antiguas familias españolas o del lenguaje del país.
5ª
q pompeivs q f
velaunis
Hijo del anterior Q. Pompeyo Sabinio. El sobrenombre Velaunis esta escrito con letras mucho más
grandes que las de los otros nombres tal vez por ser éste con el que era conocido.
22
23
Con las hijas no se observaba gran rigor en el orden de los nombres. Muchas tenían el primero de la madre y el gentilicio
del padre, otras ninguno de sus padres.
Nombre propio y cierto pez enemigo de las ranas.
267
Apéndice documental
6ª
ildrons
velaunis f
Era Velaunis efectivamente el nombre principal del anterior, pues su hijo usa de el y no el de Quinto.
Si no se hubiera perdido el antiguo lenguaje de Andalucía supiéramos el significado de las dos voces exóticas
Ildrons y Velaunis. Sin embargo los doctos en lenguas orientales tal vez lo podrán rastrear algún dia. En esta
inscripción vemos la particularidad de dejar Ildrons el nombre gentilicio y de no usar prenombre ninguno
costumbre que siguen sus descendientes. Es digno de notarse.
7ª
igalghis ildrons f
Este o esta es hijo del anterior. No es facil averiguar el género de este nombre; pero es más probable
que sea de varón como Velaunis. Tampoco usa de prenombre romano ni del nombre gentilicio. El carácter
de la inscripción, aunque no tan redondo, es hermoso, sus letras están teñidas con vermellón.
8ª
gracchi
La urna más pequeña de todas, carácter bien proporcionado. Si reflexionamos cómo desde Ildrons se
fue perdiendo el uso propio de los nombres cual se observaba entre los romanos el sitio de este cinerario, y
su cabida tan pequeña, casi podríamos asegurar que Graequio era hijo de Igalghis y que murió niño.
El nombre gracchi (exótico también a mi enteneder, pero latinizado) está en genitivo. La i final larga
equivale a dos ii y ya tengo dicho (inscrip. 3ª) propiedad de los nombres en ivs de la segunda declinación.
La leyenda de esta urna es gracci (gracchivs, ii) y no gracchi (gracchus, i). Esto es restos de Graequio.
9ª
ivnia l f
insghana
No se puede con verdad comentar la presente inscripción porque el padre de Iunia se llama Lucio,
prenombre que no se ve en las anteriores. Es también imposible averiguar el parentesco pues si fue esposa
de alguno de los de nuestra familia no se expresa el nombre del marido.
10ª
siseanbahan
nonis f
Siseanbahan hijo de Non (Non, is). Es bonita la urna de este y es de las mas primorosamente trabajadas, aunque no sea de las de mejor gusto. Pudo Siseanbahan ser hijo de Non y de Junia Insghana.
No creo buena lectura de este epígrafe, el de Siseanba Hannonis filius o filia. Habiendo punto antes de
f, ¿cómo no le pusieron antes de han? Sin embargo es notable el sitio en que colocaron el nonis f al fin de
un blanco.
11ª
velgan
Velgaan o Velgaaunis (prefiero la primera lección). Siguiendo el método que parece se observó en los
sitios de los cinerarios este puede ser hijo de Siseanbahan. La urna de Velgaan es la más tosca de todas; sus
letras desproporcionadas, y ni aun las superficies de la urnita están pulimentadas. La tapa se parece a un
trozo del tronco de un árbol partido.
268
Apéndice documental
12ª
cn pompeivs cn f
gal afer aed
ii vir [cerealis]
Este cinerario y el de M. Pompeyo Icstnis acupaban los sitios de la cornisa al lado de la puerta del
panteón. Los dos Pompeyos son magistrados. La urna de Marco es mezquina, sus letras pequeñas, y la
construcción es muy sencilla. La urna de Cneo es más grande, más trabajada y más orgullosa. Pero la de
Marco es la principal por que el es “el primero de la familia”. Marco y Cneo serían tal vez Duunviros a un
mismo tiempo y en mi sentido parientes muy cercanos. Aunque la inscripción dice cn.f. este Neo pompeyo
no es el hijo del Grande, como ya lo tengo probado, porque no dice magni f y se llama por sobrenombre
Afer, Africano. No es hijo del Gran Pompeyo por que si lo fuera lo hubiera expresado (ya que expresó otros
títulos menos honoríficos) de esta manera cn.f.magni nepos. No fue nieto de Pompeyo el mozo pues no se
quedara sin decirlo: cn.f.cn.n.magni pronepos de suerte que me parece he probado hasta las semini[sic] (es
este único del que se podían valer los que pretenden ser esta familia de Pompeyos descendiente del Grande)
que ni los hijos del Gran Pompeyo ni los de estos son los Pompeyos de Castro Prisco.
Cneus Pompeivs Cnei (Cnaeus y Cneus, i) Filius
Galeria Afer. El sobrenombre de Cneo era Africano nombre que pudo adquirir por varias causas.
Aedilis. Era un magistrado a cuyo cargo estaba la policia de la ciudad. Había tres clases de Ediles. Aediles plebeii o minores, Aediles curules o maiores, Aediles cereales. Los Ediles tomados del pueblo fueron creados
para aliviar a los Tribunos de los negocios de menor importancia el año 261 de Roma.
No fueron mas que dos. Cuidado suyo era la conservación de los edificios que pertenecían a la R.P. y
de los Templos, la limpieza de las calles, la buena proporción y disposición de los caminos, fuentes, acueductos, calzadas etc. Ponían los precios a todos los géneros y tenían cuidado de la fidelidad en los pesos y
medidas, cuidaban de reprimir los excesos de las tabernas, mujeres, etc. Disponían los espectáculos y fiestas
y convites para el pueblo, censuraban las comedias, entendían en los entierros, y en los fuegos. Los ediles
nombrados del cuerpo de la nobleza o Curules se instituyeron a instancias de los pebleyos por quejarse éstos
de no poder sobrellevar los gastos que ocasionaban los grandes juegos. Asi es que a los Curules se les señaló
el cuidado de hacer celebrar los juegos en el circo, naumaquia, peleas de fieras, espectáculos de gladiadores,
y las comedias. También se les hizo cargo de la censura. Los ediles Cereales, cuya creación fue de Julio César,
tenían particular cuidado en que los graneros públicos estuviesen bien provistos para que nunca faltase trigo
al pueblo.
En cada ciudad había dos ediles que nombraban los Decuriones por lo regular y su cargo duraba un
año, aunque a personas muy beneméritas se conferían los honores por toda la vida.
La edilidad era un escalón para el duunvirato, y la promoción de los Ediles, Duunviros, Flamines y
Seviros Augustales se celebraba extraordinariamente.
La inscripción de esta urna la escribieron borrando otra de la que aun quedan algunas líneas y al fin la
palabra cerealis. Por mas esmero que he puesto en buscar en las líneas casi borradas alguna dicción ha sido
infructuoso mi trabajo. La voz cerealis puede significar muchas cosas ii cerealis si era Edil Cereal; natural
de bora (viboras si el nombre es de la patria de aquel cuyos huesos se depositaron o habían de depositar en
la urna.
XV
Los sepulcros eran erigidos ya por los magistrados a ciudadanos muy beneméritos por sus servicios a
la patria; ya por los mismos ciudadanos para entierro suyo o de su familia, con licencia de los decuriones.
Es probable que el de la familia pompeya fuese decretado por el magistrado en vista de su situación. Todo
lo que sabremos si algún dia llega a descubrirse (cosa muy fácil de hacer) la fachada occidental del túmulo
donde ha de estar la inscripción sepulcral sobre la puerta del panteón. Entre tanto podemos asegurar que
269
Apéndice documental
las urnas son de distintos tiempos según los en que
fallecían los sugetos cuyos restos contenían. Algunos estaban lindamente construidos y eran de bellas
porporciones, su carácter redondo y hermoso y algunas estaban teñidas interiormente con vermellón
o con minio y aun los caracteres. Otras toscas y de
mal gusto o amazacotadas. Sin embargo es bastante
raro que, colocadas de suerte que ocupaban no mas
sitio que el mismo que hubieran ocupado hecho expresamente para ellas el panteón de algunas inscripciones están, unos latinizados y otros conservan su
antigua aspereza y son indeclinables. Ya creo se ha
dicho suficiente sobre las urnas y sobre el sepulcro
de los Pompeyos.
XVI
No lejos del panteón camino del alcázar se
encontró la estatua de piedra tosca dura que se ve
dibujada en la set. lám. A mi me parece de mujer.
Hoy dia se conserva en la casería de Carro (antes
de llegar al monte Horquera por Baena), y aquí la
copié el 30 de julio. Su altura 4 pies 4 pulg. 8 lin. de
codo a codo, por la espalda 2 pies 7 lin.24
XVII
En la misma casería hay fijos en la pared dos
pedazos de marmol cárdeno con restos de inscripciones. En el primero se lee
Cn servil
F gal pro
En caracteres muy hermosos y en el segundo:
F rvfvs ii vir
Fueron encontrados cerca del camino desde el
panteón a la mazmorra.
XVIII
Inmediato a estos sitios se descubrió el pedestal cárdeno de mármol que aparece al nº
24
270
En una hoja suelta consta la siguiente anotación: “Esta estatua descabezada, es la de Julia Leta, hija de Marco sacerdotisa de
diva Augusta (Faustina). Su pedestal, con inscripción, existe en Cañete de las Torres desde mitad del siglo XVII, y dice así
ivlia m f laeta / sacerdos divae / augustae. Le citan mis manuscritos de Vaca de Alfaro”.
Apéndice documental
q mvmmio
l f gal
callo ii
vir d d
“A Quinto Mummio Gallo hijo de Lucio, de la
tribu Galeria, Duunvir por decreto de los Decuriones”.
Este Quinto, fue duunviro en Castro Prisco y por sus
méritos se le levantó una estatua a un trofeo hecha
la dedicación por los magistrados. El sitio en que estribaba el monumento está indicado en el pedestal.
Puede Quinto ser pariente de Lucio Mummio
Pretor del Consul Q. Fulvio Nobilior; pero eso no
es mas que una débil conjetura.
XIX
Caminando desde el panteón hacia el NO,
como a unos trescientos pasos está la mazmorra.
Esta es una estancia de 8 pulgadas 5 líneas de largo,
3 pulgadas 3 líneas de ancho y como otras tantas de
alto. Sus paredes son de argamasa. En medio de la
boveda hay un agujero que no es de antiguo abierto. Se entra por un callejoncillo en donde se conoce el sitio
de los rastrillos? Es probable que servía de cárcel esta mazmorra y aun me aseguraron que no ha muchos
años que arrancaron una de una de las esquinas resto de gran cadena de hierro.
XX
Antes de llegar a esta mazmorra hay un llano en el que estuvo la plaza del pueblo si creemos al aperador del cortijo. Aquí es justamente donde se han encontrado más antiguallas y donde se debía cavar. En mi
concepto lo que hubo en este sitio fue un templo consagrado a Baco y no a Ariadna ni Estafile como dice
Padilla. Aquí se descubrió un hermoso pedazo de un gran relieve colocado tal vez en el friso del templo.
Es de mármol blanco, su altura media vara 2 pulgadas 7 líneas y ancho 1 vara 2 pulgadas 6 líneas. Estaba
271
Apéndice documental
dividido este monumento en tres cuarteles. En el
primero se ve un Baco joven coronado de pámpanos
y el tirso lo tiene en su derecha; está recostado sobre un pedestal. En el segundo que es el principal
está de relieve entero y como asomándose un busto
de una deidad coronada de yedra todo como se ve
en la lám. Sale la cabeza una tercia desde el plano
del fondo. El tercer cuartel no se conserva mas que
un pie de una figura por estar roto por aquí este
monumento. El resto (y aun tal vez otros tres cuarteles) se descubrió el mes pasado de octubre; pero
se ha vuelto a perder según he sabido, sin haber tenido otra relación de lo que representa si no tal que
me han hecho desfigurada y poco acorde gentes de
aquel cortijo.
Aquí se descubrió el capitel que aparece en
el… y también se hallaron la inscripción y otras
dos que por lo consumidas y destrozadas que están
no comprendí ni aun salgo por garante de la que
va dibujada. Las letras son muy grandes, y eran de
plomo doradas, pero por aprovecharse de él no han
dejado mas que los huecos. Parecen algunas letras griegas otras son latinas y su figura es muy particular.
Todos estos monumentos los copié en Baena el 18 de septiembre.
XXI
Como el terreno que ocupan las ruinas de Castro Prisco es montuoso están las alturas ocupadas regularmente por ruinas de torreones según se puede inferir de la disposición de los cimientos. En un montecillo frontero al SE del alcázar están las sepulturas de los pobres pues se encuentran muchas y no tienen
más que las piedras de los lados y la tapa (piedra de santa pudia) toscas y sin letrero alguno.
XXII
Al NO de las Torres se conservan cimientos de un gran edificio en un montecillo. Desde aquí tomamos la dirección del cortijo que está en una cañada ESE del alcázar. En el camino hallamos varios casquillos
de búcaros algunos bonitos y una pesa de barro [lám.] Después vimos las ruinas de una hermita25 y pedazos
de cornisas y algunos capiteles diformes, pero de poco gusto. Las paredes unas son de sillares y otras de
hermosos ladrillos; pero lo mezquino, en proporción de las ruinas, de aquel monumento me hace dudar el
objeto que tendría. Mas me dijeron que aquel había sido una iglesia en tiempo de los godos. A poca distancia se ven ruinas de una pequeña casa y la llaman la cárcel. En verdad los más de los nombres que han
impuesto a todos aquellos monumentos son muy arbitrarios.
XXIII
Cerca ya del cortijo en la cañada que forman inmediata a él varios montes hay unos pozos antiguos
cuyas cañerías no se sabe desde donde vienen. Su agua es buena y es admirable cómo sea conducida a aquel
25
272
Esta fue la hermita dedicada a las santas Nunilo y Alodia. Vide Franco, Feria, Cárdenas etc.
Apéndice documental
paraje. Cerca de ellos se encontraron años pasados un casco de bronce y ahora el ladrillo con el letrero Aulo
Persio [lám] que conservo en gabinete.
Las ruinas en fin de Castro Prisco son dilatadísimas y a cada paso se ven restos de estatuas, de monumentos apreciables. Continuamente se encuentran algunos dignos de conservarse en una Academia. Los
relieves que he visto son de muy buena mano y es de creer que aquel pueblo fuese de gran suposición.
XXIV
Las monedas que yo he adquirido encontradas en las Vírgenes son todas del bajo imperio.
XXV
A las 5 de la tarde del mismo dia dejamos aquellos parajes y nos dirigimos a los campos de Cabra.
Granada, 7 de noviembre de 1834
Aureliano Fernández Orbe
III, 9, Carta de José María Jurado a Aureliano Fernández-Guerra, Espejo 11 de diciembre de 1834 (AEM).
Sor. D. Aureliano Frnz y Orbe
Espejo 11 de Dice 834.
Mui Sr. mio: aun cuando fuera mi costumbre, he buelto a escribir a V. hace días, le advierto mui
desaguisado qe no a querido faborecerme mas ¡Ojalá sean las antiguallas como a mi, quien le traigan tan
astraido. Para desenojo, le incluio esa lista puntual de la Colección qe tengo de mss. de Juan Frnz Franco; y
ademas le suplico se digne leer y revisar con todo el rigor de la ley el pliego del Artículo historial de Espejo,
y diga con franqueza si está ese monton de barro en el todo o en parte: suplicandole asi mismo, forme un
borron de las 23 inscripcs de Espejo, y se lo franqueará al M. R. Pe. Mtro Prior de Carmelitas Calzados, que
será el benebolo entregador de esta, y mi amadisimo paisano, quien le instruira mas pr estenso.
El lunes inmediato paso a Cordva, y alli me podrá comunicar sus ordenes, y decirme de qe modo o pr
qe conducto le remito el mayr pegullon, qe con algunas mayores esplicacions comprehendido en cinco o seis
pliegos, tiene formada la hista de esta Villa, s. s. s. y C.
Fr. José Maria Jurado
P.D. A Sr. padre mil afectuosas memors de mi parte & &
III, 10, Carta de José María Jurado a Aureliano Fernández Guerra, Córdoba, 4 de junio de 1835 (AEM).
Cordva 4 de jun. 1835
Sr. D. Aureliano Frnz. Orbe
Mui Sr. mio: he recibido con el maior placer su apreciable del 16 qe pasó, y con el recibo de la copia de
la medalla 6c, de mi Atubi queda V. mas qe completamte sincerado; asi consiga yo cuanto me ofrece, no pa
273
Apéndice documental
censurar si pa aprender; y como no sé dibujar estimaré al tanto qe me franquee lo dho, asi como las medidas
o plano del sitio de las Virgenes: no se qe halla havido mas interpretes de las inscripcs de citado panteon qe
Valdelomar el de Castro, de quien si viera la Disertacn qe sobre esto á escrito dedicada á este Governadr civil,
soltaría completamte la risa; pr qe ya no sé qe halla entre los antiquars un aturdido mayor, qe de la mal aplicada dedicasion de Rufina Licinia á su Castro infiera, qe aquella Colonia estendia sus limites hasta Iliberia.
Cuio testo y el del otro qe imprimieron hace mas de un año en este Boletin, no tendrá V. mucho qe sudar pa
grangearse la victoria. Sin embargo, le ruego qe no se crea haver llegado al termino final, pr qe halla podido
reunir tantos esquisitos materiales, ps yo tengo tambien pa otro buen tomo de materiales, y no sabemos si
algun otro escondido pr ai tendrá mas y mejores.
Amigo, creo no poder significarle mejor mi ingenuidad y aprecio, qe cuando le insinuo se cautele, y
e
lo q le suplico no reciva pr ofensa. Asi consiga yo qe cediendo de su urbanidad pa conmigo, me diga con
la maior lisura de lo mio lo qe en realidad sienta. Del plano pr ejemplo, qe nada me dice, y qe tengo manifestado estar formado sin arte, si se sirviera patentizarme sus defectos pudiera aspirar a enmendarlo &c
La cita qe me insinua del tomo 6º del Masdeu me á llamado mucho la atencion y quisiera me la diera mas
espresa en ordn a la medalla de Atubi qe V dice, pues aunqe no tengo a Masdeu le tengo, a mi entender,
bien registrado y me dá golpe es descubrimto, á no ser qe sea de otra edicion qe tambn es frecuente este
caso. En este mismo correo le digo al Rmo. Pe Prior me desate la duda, de sí fue solo el articulo de Espejo
a Barcelona, o fueron simul las 23 iscripcs, copia de la celebradisima medalla Atubiense, el plano con las
demas baratijas, qe entiendo son el alma de aquel escrito, en la cuenta de qe V. se hubiese dignado hacer
sus copias; y le ruego ahora al Pe qe cuando conteste imbie una copia de mi Disertacn de la Isis &c, qe tiene
en su poder pa mejor informar de lo qe en el articulo solo se insinua; y pr ser pieza con la aprobacion de
mi Académia de la historia, lo mejor qe yo podré trabajar en el resto de mi vida, y asi se estenderá mejor
esa rareza de Espejo.
Por lo de Agla minor y otra cosa qe yo pueda no me tiene qe rogar, sino con confianza mandar: la
inscripcn en mi catalogo nº 25 sepulcral a Sab. Compse la tome del ms. sobre Castro el rio de Feria (sea el
padre, ó el hijo, pr qe parte de este ms. es de uno, y parte del otro) en qe dice. Qe se halló en la torre del Puerto, qe se llamó Aglaminor = Pero yo ni hallo fundamto solido pa citada torre asi como ni pa Luque; recuerde
lo qe le dije en mi articulo mui de pensado sobre Atubi, estas son pruebas solidas, sobre fundamtos ciertos
&c no como las qe se alegan, pr Castra Postumiana, Soricaria &c: cuia proposicion, la senté, pa indicar;
que pueblo en donde no se halla descubierto Dedicasion (no inscripcn puramte sepulcral), ú otro fundamto
solido, si es qe lo hai; no debe desidirse el critico a caracterizar con tal o cual nombre. Este sistrema es el qe
tiene adoptado la Academia de la historia, y es el qe yo sigo con mas confianza: en cuio supuesto le digo, qe
la coloque a Aglaminor donde guste. Yo tengo ms. qe dice, qe fue Carteia en la torre del Puerto...Para Vaena,
hai tantas conjeturas pa poder decir, qe fue las Castra Vinaria (de aquí Vaena, no Baena) qe si me fuera doble
dable indultar a alguna poblacion de las antecedtes reglas criticas qe acavo de insinuar, seria en esta o pa esta
poblacion. Yo no alcalzo pr qe le parezca apocrifa la inscripcn del Franco, qe yo le noticié al Sr. Padilla, y este
se la habrá comunicado de: Julia Caesera : pr qe pa mi no le hallo cosa qe repugne.
Dice V., qe no me perdona mi oferta sobre mi esplicasion de las 23, inscripcs de Espejo (digo 23 pr qe la
24 es del monte jorquera (asi los Anales toledans lo escriben), qe al frente de Espejo poco mas de una legua,
se hallo un cazador y me la dio, y ya la tengo yo descartada de él, pr qe Espejo no ha menester monumtos
estraños: lo mismo qe la 26, qe aun cuando está hoy en Espejo, habrá cosa de 6 ú 8 años qe la trajo D. Anto
Ricardo de Teba), ni yo dejaré de cumplirlo pr mi propio interes, en qe las revise primo un amigo, antes qe
me desacredite un no amigo. Pero sin pensar lleva o sigue este mi escrito el orden qe la naturaleza nos enseña, ps comenzó como en embrion, y solo pa esplicar las citads 23 inscripcs, desps pasé a tentar pruebs de la
esistencia de Espejo en la epoca goda y arabe, con el fin de no cortar el hilo, mas qe sea de esparto, y poner
al publico las pruebas qe me figuro mui ciertas de la conquista de mi pueblo pr S. Ferndo y aun alguns meses
anterior a la ciud de Cordva ¡ya ve V. si me olgaré de qe esto lo vea!; como asimismo la qe a impulsos de mi
imaginacn he formado, deducida naturalmte del privilegio de qe tanto se envanecen los Castreños! De todo
ello, será mi maior interés el qe lo vea. Como la trabesura de pr haver registrado con detencion, la qe se le
274
Apéndice documental
dice arca de las aguas pa la fuente de la fuensta de Espejo haverme sospechado, qe pudo ser el panteon es
mas hermso y capaz qe el de Castro Prisco & & it. Quiero formar a sus epocas en qe lo divido, introducions
oportunas, y ver como lo dejo de ultima mano. El sabio Burriel aprobando el metodo de la esp. Sagda decia,
qe en el estado de confusion en qe se hallava la hista ecca. de España, no se debio adoptar otro metodo, qe el
desenterrar documents, presentar al publico sus pruebs, y desantando dudas, con facilidad cualquiera podia
desps escribir la historia dha. En este concepto aspiro, a qe este mi escrito, benga a ser un Comentario formal de la hista de mi patria. Lo principal está hecho, si V. acelerare su arrivo pr aquí, lo veria de otro modo
no está mi dama pa presentarla en su estrado interior no se le cuelguen cuantos arreos tengo meditados. Si
mi sobervia no me lo oculta no interbiene otra mayor dificultad qe la falta de manos pa emplearlas a dos
objetos diversos.
A de saber qe proyecto una majaderia cual es, la de continuar la historia de mi patria ecca y civil hasta
ntros. Dias, y como ni tengo las facultads necesarias (como son dinero pa mandar hacer copias, y licencs del
gobierno pa qe se franqueran papeles &), y no hai otros monumtos trabajados en parte según tengo noticia
de otros pueblos, qe conserban de sus mayores: comentarios, apuntamtos, u anotacions de lo qe ocurrió en
sus dias &c, he creido no haver otro recurso, si bien el mas cierto, qe el de ir estractando cuantos testamtos,
y escriturs pueda ir pescando. A este fin a soplado la providencia Divina, qe de resultas de haverse hundido
una casa pingüe en Espejo, y quedar todo su Archivo en poder de una onrada Sra. Viuda, esta me los entregó el imbierno anterior pa dho fin; y haviendome yo descuidado pr tanto como ocurre diariamte ya me los
reclama, y como no quero perder este lance qe no será facil de conseguir otro dia, ello me trae sin tino. Para
tanto habré de sufrir mas picads qe el otro de las Avejas.
Disimule V. Sr. mio tanta tonteria como le espeto de una vez, en testimonio de lo qe le aprecio: Debuelva con aumento mi grata memora a su Sr. padre, disculpeme su bondad tantas y tantas ignorancs, enmiendas y erratas como lleba esta qe no la he podido harrerar de siguido, y cuente in eternum con su Cappn
y menor servidor & = Fr. José María Jurado.
P.D. las ojas de la deidad, qe podrá ser Ceres, ó Lucina, me figuro qe las observé con detencion; y las
tube mas pr ojas de laurel, qe de parra......it. qe mi pesadez a sido motivo á qe no halla podido salir esta hasta
oi, 11 de id.
III, 11, Carta de Aureliano Fernández–Guerra a José María Jurado, Granada, 18 de julio de 1835
(AEM).
Granada 18 de julio de 1835
M. R. P. Fr. José Jurado
Muy Sr. mio y de mi mayor aprecio: recibí su estimadísima de 4 y 11 del pasado, con el placer que era
de esperar; ya por no haber visto carta a mi de V. en tanto tiempo, y ya por saber que quedaba completamte
sincerado, gracias a su mucha indulgencia. Dejé el contestar a V. pa el correo inmediato; pero fui atacado
de una fuerte irritación al estómago, y por la mucha debilidad de cabeza no lo he podido poner en práctica
hasta ahora.
La cita de Masdeu es tomo Diez y nueve pag. 232, memorias geográficas, edic. de Sancha, Madrid
1800 citando a Ocrouley, Musaeum pag. 195. Libros que es regular que esten en la Biblioteca episcopal.
Ocrouley me parece que fue el traductor de los diálogos de Addison.
No he comprendido bien por qe me dice V. que me cautele.
Ya que V. se empeña que diga a V. mi parecer sobre el plano (que entiendo es el del término de su patria), haciéndome en ello el favor que yo no merezco, le digo que me parece mas que bien; sin embargo de
que que yo hubiera colocado los puntos principales (Castro, Montilla, Cabra, Lucens &a) teniendo a la vista
un plano topográfico bueno y arreglándome y ciñéndome a él en todo lo posible. Estos son escrúpulos…
275
Apéndice documental
El artículo fue mondo y lirondo a Barna, a causa de no haber ni el M. R. P. Prior no yo estudiado el
obgeto de haberle V. remitido los dibujitos. Como ha de ser!
Me parece que se holgará V. mucho al encontrar en Masdeu su medalla, que aunque no lo conoció el
P. Florez, hay ya mas de 40 años que se tiene noticia de ella.
Yo a causa de mi mala cabeza y pero estómago con los relieves de muchas tareas que tengo (y más ahora
que me hallo casi solo, por haberse ido Papá a ese reyno de Córdoba), trabajo tan poco en mis antiguallas
que no adelanto un palmo de terreno. Sin embargo conforme vaya poniendo en limpio mis taquigráficos
apuntes iré enviando a V. estarcidos de ellos.
En un librote, posterior al Rmo. P. Florez, se dice: “Lucena es con muchísima probabilidad el Castra
Vinaria de Plinio. Baena el Ituci o Virtus Julia”, y me parece que no tiene razón. Si V. en ello no tiene incoveniente, le estimaré me manfieste las suyas conjeturas. Mucho le apreciaré me envie copia de la inscripción
de Julia Casarea de Franco. Yo dige entonces mi opinión (tal vez poco exacta) y ya no conservo memoria
alguna.
Habló aquel (Franco) de Ituci, Bora, &a de Baena, Luque, Zuheros?....?? He recibido copia de unas
inscripcioncitas encontradas en Cabra, o por allí cerca. He adquirido una estatua romana colosal (togada)
y una piedra, pila de agua lustral preciosisima, de marmol de carrara, y otras antiguallas que están a sus
órdenes.
No puedo mas. V. sí que ha de dispensar tantas molestias, tantas preguntas, tantas gazafatones….
Conservese V. bueno y no dude que es su invariable afectísimo amigo s.s.
Aureliano Fernández Orbe
III, 12, Carta de Luis Fernández–Guerra a su hermano Aureliano, Zuheros, 11 de octubre de 1835
(AEM).
Querido Aureliano: por fin vine de Baena adonde fui mas bien a evacuar tus encargos que a otra cosa
ninguna; y de donde podemos dar gracias a Dios pr no haber salido nadando: tal fue el aguacero de las
muchas tormentas que se sucedian sin cesar.
En primer lugar: después de haberte escrito el correo pasado, (esto es acabados de llegar) fuimos a casa
de Pepito Morales, quien, en la convalecencia de una enfermedad, y sin haber salido a la calle desde que
cayó malo, hubo de acompañarnos a casa del Señor Pineda; tuvimos la fortuna de que esta tan etiquetera
familia estubiese en la feria, y después de vencidas mil y quinientas dificultades para que nos manifestasen
aquellos restos antiguos, hubimos a la primera de cambio con la bendita inscripción que se buscaba y con
los tan negados lacrimatorios. El picapedrero que hizo el sepulcro trazó con el buril la inscripción y luego la
fue corrigiendo: de manera que adonde trazó la r puso la e, y donde la a puso la r y luego la a afer aed y le
parecio demas cerialis (si lo dice asi). La única letra borrada en mi concepto es la D por el hoyo. En seguida
te copié los bidrios y el liadísimo búcaro qe es del tamaño y hechura del baso = cuatro dedos tuyos.
276
Apéndice documental
Supimos por Morales que, habiendo el Sr. Dn Diego Padilla quedado Retor del hospital (donde mueren todos los dias de las calenturas un exorbitante número de enfermos) vivia en dicho hospital; nos parecio
muy expuesto el ir, y el Sr. Morales (aunque el Señor Don Diego no da inscripciones de Baena a nadie)
quedó encargado de pedírselas. Da expresiones a la Señora Bernabela & de este y nras.: mil besos a mi adorada Mamá y sabes que te ama de beras tu hermano.
Luis
III, 13, Artículo publicado por Agustín Salido en La Alhambra, t. 2, nº 22, 1839, pp. 261–262.
viajes. baena
Grande ha sido, y es a pesar de las revoluciones que ha experimentado nuestra patria desde principios
de este siglo, la riqueza artística española.
Por donde quiera que se extiende la vista se encuentran monumentos que lo publica, siendo de lamentar la indiferencia con que hasta aquí se ha mirado su destrucción o su pérdida. Pocas ciudades poseen en
tanto copia estas riquezas como la tan nombrada villa de Baena, provincia de Córdoba, en donde se halló
el dia 16 de agosto de 1833, el sepulcro que encerraba las cenizas de los Gracos y Pompeyos, en doce urnas
de piedra franca que existen y he visto en casa de D. Diego María de Pineda. Detenerme a hablar de este
famoso descubrimiento sería separarme de mi propósito, y nada podía ya decir cuando en este asunto tomó
parte el famoso literato D. B. D. Gallardo, publicando algunos artículos sobre él, en el Diario mercantil,
político y literario de Barcelona: solo sí diré que al ver aquellas urnas cinerarias, no pude menos de quedar
por bastante tiempo en un religioso silencio al contemplar los restos de los que fueron tan grandes dos mil
años ha, y del que salí preguntándome a mi mismo: ¿y este tesoro que los extranjeros hubieran comprado
a fuerza de millones, está olvidado por nuestro gobierno?...¿y es posible que se haya de abandonar esto por
más tiempo, y no haya de ocupar uno de los primeros sitios en las Museos de la Corte?...Creo que no. El
gobierno que hasta aquí ha dedicado todos sus desvelos a la conclusión de la guerra civil que nos afligía,
ahora que ya resuena en nuestros oidos la encantadora palabra de Paz, cuidará de recoger esta y otras antigüedades que tanto honran nuestro suelo.
III, 14, Texto publicado por Luis Mª Ramírez y las Casas–Deza en su obra Corografía histórico–
estadística de la Provincia y Obispado de Córdoba, T. II, Córdoba, 1842, pp. 100–108.
En el termino de Baena está la torre de Isca, (otros dicen Iscar) que conserva aunque alterado el nombre
de una de las antiguas Oscas que existió en aquel sitio, y de que hace mención San Eulogio lib. 2 cap. 726;
como, igualmente el cortijo llamado de las virgenes de Castro–viejo, nombre que según la mas fundada opinion se le dio por las Santas naturales de Osca, Nunilo y Alodia o Elodia que padecieron alli martirio en 22
de Octubre de 851, y sus cuerpos se veneran en Bolonia27. El Doctor Sanchez Feria que examino con atencion
todo aquel teritorio y sus antigüedades siendo medico de Castro el Rio, dice que Castro el viejo estubo donde
hoy se ven grandes ruinas de un vetusto castillo, cimientos de murallas y otras antigüedades en el cortijo de
padrones y en el de las virgenes, donde habia una hermita destruida dedicada a las Santas Nunilo y Elodia, y
26
27
Es indudable que San Eulogio escribió Osca y no Bosca como leyó Morales y puso en las obras que publicó de este Santo
que prueba al antiguo breviario Cordobés y el de Avila que dice así: in territorio Barbetano juxta antiquissimum locum qui
dicitur Castram Vegeti in Villa Osca. Donde es de notar que habiendo pertenecido el municipio Barbitano a la diocesis
Tucitana o de Martos, dista de esta villa solo seis leguas, el territorio de Castro el viejo. Ceán Bermúdez coloca a Barbi una
legua al occidente de Martos; mas no ha faltado quien haya ido a buscarle sitio en Valsequillo no lejos de Antequera.
Otras Santas llamadas tambien Nunilo y Elodia fueron martirizadas cerca de Nájera en 812 cuyos cuerpos se conservaban
en el monasterio de San Salvador de Leire.
277
Apéndice documental
en ella se encuentra una profunda cueva a modo de carcel subterranea que entra debajo de la hermita cuyo
retablo tenia un letrero que decia estaba dedicado a dichas Santas. En aquel sitio existió una aldea hasta el
siglo XVII llamada Isca, lo que unido a los demas argumentos prueba la existencia alli de la Osca patria de
las expresadas hermanas martires, que se reduce a la Contributa Ipscense de los Romanos como consta de la
célebre lápida hallada allí que existe en Castro el Río de la cual hablaremos en su correspondiente lugar.
Todo este territorio de Castro–viejo, Torre de las Vírgenes y Torre de Isca es fecunda en vestigios de
antigüedad, donde se encuentran piedras labradas, arcos, aqueductos, especialmente hacia la espresada Torre de las Vírgenes y cimiento de la que llaman iglesia, sitio en que con frecuencia halla la gente del campo
alguna antigualla notable. Hace algunos años se sacó de alli una hermosa estatua, aunque sin cabeza, de
cuatro pies y medio de alto que fue llevada a la posesion de Casa–corona, donde permanece. Posteriormente en excavaciones, varios miembros de arquitectura y parte de un friso de piedra cipia como de tres pies
y medio de largo y unos dos de ancho adornado de bellisimos reliebes que representan el busto al parecer
de Baco y a la derecha de esta una figura de cuerpo entero con un tirso en la mano: pero el mas señalado
dscubrimiento hecho en este sitio es el de las urnas cinerarias de la familia Pompeya, de que por su singularidad no podemos menos de dar noticia con alguna estension, eligiendo de lo que sobre él hemos visto;
para hacer un extracto del artículo que publicó nuestro apreciable amigo el Doctor D. Manuel de la Corte
y Ruano en el améno periódico títulado Semanario Pintoresco.
El 16 de Agosto de 1833 un muchacho operario del cortijo de las Virgenes buscó entretenidamente
entre las grietas y hendiduras de los antiguos cimientos, encontró una por donde introdujo el brazo; pero
viendo que no encontraba el fondo volvió al cortijo y notició el hallazgo, y acompañado de algunos trabajadores armados de instrumentos dieron principio a abrir una brecha capaz de permitir la entrada. Descolgose en efecto y halló una estancia coadrilatera cuya longitud de E. á O. no era menos de diez pies y medio
por siete de anchura de N. á S. y nueve de elevacion hasta la clave de los arcos en que tremina la bobeda
por sus extremos; y en ella colocadas alrededor sobe un zócalo de piedra una lámpara de vidrio de figura de
olla redonda por el suelo encerrada en una funda de plomo con cobertera del mismo metal y hasta catorce
urnas cinerarias de piedra blanca cipia toscamente labradas y sin adornos con tapas de la misma materia
de diversos tamaños y figuras. Entre cada dos de las urnas ocupando el intérvalo que estas dejaban habia
colocados dos vasos lacrimatorios, dos cinericios de barro muy duro, dos capéndulas de vidrio, dos ollas, un
búcaro de mediano tamaño, fino, de figura de taza adornado alrededor de ojas de vid. Sacaron las urnas y las
volcaron creyendo sin duda enontrar tesoro; pero no hallaron otra cosa que huesos calcinados por el fuego
unos, otros pulverizados, otros convertidos en ceniza, otros en fin mezclados con polvos dorados que la
humedad habia enrojecido; como igualmente algunas ampollas de vidrio, pomos de esencias, una espátula
de marfil y un botecillo de vidrio azul.
El objeto mas interesante de este descubrimiento que era sin duda la lámpara se quebró al tiempo de
estraerla de entre los escombros que sobre ella habian caido al tiempo de entrar en al panteon, el licor contenido en ella se derramó, el vaso de vidrio se hizo pedazos y el sedimento de aquella desconocida sustancia
quedó como petrificado y la parte inferior del vidrio humedecida por el líquido, bañada de una capa sutil
de lineamentos y figuras caprichosas de los colores del iris.
En las urnas se leian las inscripciones siguientes.
m pompeius. q. f. gal. icstnis
ii. vir primus. de familia
pompeia
“Marco Pompeyo Icstnes, hijo de Quinto de la tribu Galeria; el primero de la familia pompeya”.
fabia m. f. aninna
m pompei. q. f.
“Fabia Aninna, hija de Marco, Esposa de Marco Pompeyo, hijo de Quinto”.
278
Apéndice documental
q. pompei q. f. sabini
“Quinto Pompeyo Sabino, hijo de Quinto”.
q. pompeivs q. f.
velavnis
“Quinto Pompeyo Velaunis, hijo de Quinto”.
pompeiae q. f.
nanna
“Pompeya Nanna, hija de Quinto”.
ildrons
velavnii. f.
“Ildrons, hijo de Velaunis”.
igalghis. icdrons f.
“Igalghis, hijo de Ildrons”
ivnia. l. f.
insghaana
“Junia Insghaana, hija de Lucio”
velgan
“Velgaan.”
siseanbahan
nonis. f.
“Siiseanabhan. Dia 5 de febrero.
cn. pompeivs. cn.
gal. afer. aed.
ii vir
F.
“Cneo Pompeyo Africano, hijo de Cneo de la tribu Galeria, edil, duunviro”.
gracchi
“Graccho”.
La fábrica del panteon era muy sólida, los arcos y techo abovedado de argamasa indestructible. Los
bordes de esta boveda apoyan en un semicirculo u estribo de sillares dentados, los unos mas cortos que los
otros haciendo la obra tan vistosa como duradera. El interior de la estancia presentaba un aspecto agradable; pues los muros y techo estaban revocados de aquel barniz de cal y arena de color obscuro que los
279
Apéndice documental
romanos llamaban arenatum opus, y cuya duracion ha quedado en proverbio. La puerta colocada en el lado
de la pared hacia el norte compuesta de un arco y macizada con escombros, daba a entender otro descenso
mas practicable que el del cierre de la boveda por donde se verificó el descubrimiento.
Las urnas y demas objetos fueron recogidos, por D. Diego Pineda y Escalera, labrador del cortijo de
las virgenes en cuya casa se conservan.
No siendo propio de este lugar disertar a la larga sobre este descubrimiento ni trasladar integras las
reflexiones del Señor la Corte, nos contentamos con recapitular lo que juzgamos a saber: que este panteon
no es de los Pompeyos ni de los Gracos Romanos, tan célebres en la historia, sino de otra familia romano–
hispana habitante de Castro–Prisco; que los nombres exóticos de icstnis, igalghis, insghana, ildrons,
siseanbahan, no parecen ni aun Españoles originarios, sino de alguna nacion bárbara como se infiere de sus
terminaciones y de la aspereza que les comunican tantas consonantes sin vocal intermedia; que el hallazgo
de la lampara, por no haber sido observada esta antes que le hubiesen tocado los trabajadores, por persona
de conocimientos, no puede resolver la cuestion, si es que ya no está resuelta, de las lámparas perpetuas o
inextinguibles entendiendo por tales, no las que siempre duraren, sino las capaces de permanecer ardiendo
por una larga serie de años; y por consiguiente que este descubrimiento notable no ha sido de la útilidad
que hubiera podido a las ciencias y a las artes; y finalmente que este y otros casos semejantes, por su anomalia y singularidad demuestran que no sabemos ni podemos saber cuanto es necesario de la antigüedad para
esplicar satisfactoriamente sus mas notables y curiosos monumentos.
III, 15, Artículo de Prosper Merimé “Inscriptions romaines de Baena”, publicado en la Revue Archeologique, 1, 1844 pp. 176–181.
Les inscriptions suivantes, découvertes en Andalousie aun mois d’août n’ont jamis été publiées, du
moins en France; nos lecteurs nous suront gré les leur faire connaître.
Ces bergers gardantieurs troupeaux au lie dit Cortijo de las Vírgenes, dépendant du bourg de Baena,
à quelques lieues de Montilla, découvrient un tombeau souterrain, voûté, long de 3 mètres environ, large
de 2, ayant sus clef 3 mètres 50 centimètres. Le long des murs régnait une corniche sailante, à hauteur
d’appui, sur la quelle étaient reangées treize urnes en pierre, dont douze portaient des inscriptions en beaux
caractéres, parfaitement gravés. Ils trouvèrent encore un grand vase de verre dans une espèce de boîte en
plomb, une lampe, des fioles et quelques poteires grossières de fabrique romaine. Persuadés qu’un pareil lieu
devait renfermer un trésor, les bergers le mirent au pillage, dispersérent les cendres et les ossements calcinés
que contenaient les urnes, birsèrent le vase de verre, en ouvrant la boîte de plomb, et n’avertirent de leur
dècouverte le propiétaire du terrain, M. Don Diego Pineda, que lorsqu’ils se furent assurés que le caveau
ne contenait aucun objet en métal précieux. M. D. Diego Pineda mit les urnes en sûrete el recueillit de son
mieux les débris échappés aux mains sacriléges des chercheurs de trésor.
Voici les inscriptions:
1. q.pompei.q.f.sabini
2. pompeiae.q.f / nannae
3. velgan
4. ildrons / velavnis f
5. fabia.m.f.aninna / m.pompei.q.f.
6. cn.pompeivs.cn.f. / gal.afer.aed / ii vir
7. m.pompeivs q.f.icstnis / iivir.primvs.de familia / pompeia
8. igalgiiis.ildrons.f
9. q.pompeivs.q.f. / velavnis
10. ivnia.l.f. / insghana
11. siseanbahan nonis.f
12. gracchi
280
Apéndice documental
Nous rapportons les inscriptions dans l’ordre qu’elles ont sur la copie qui nous a été envoyée de Baena;
il est plus que probable que telle n’était point la disposition originelle des urnes dans le tombeau. Leur déplacement est regrettable, car l’arrangement primitif aurait pu fornir quelques indications sur les rapports
de parenté ou d’alliance existait entre les treize individus réunis ainsi dans une sépulture commune; nous
essaierons tout à l’heure d’y supplér par nos conjectures.
Remarquons d’abord que dans les douze urnes, portant des inscriptions, il n’y en a pas une seule qui
renferme les restes d’un affranchi. Cette particularité distingue se tombeau de la plupart des sépultures
romaines, et, á notre avis, est un indice qu’il a été construit á une époque où l’Espagne n’avait point encore adopté complétement les usages de Rome. Le mélange de noms latins, carthaginois et espagnols vient
confirmer d’ailleurs cette présomption.
Dans toutes les provinces de l’empire, les habitants barbares prirent de bonne heure des patrons parmi
les conquérants et adoptèrent leurs noms, empressés de faire oublier leur origine et de s’affilier à la nation
souveraine. La naturalisation entraînait toujours pour le barbare un changement de nom; le patronage seul
d’un Romain illustre avait le même résultat: on est en droit de le supposer, en voyant sur des médailles
gauloises des chefs protégés qui portent le nom de Julios28. Lors donc que dans une inscription, à un nom
purement romain, se trouve joint un surnom barbare, et surtout, lorsqu’après le nom romain d’un personnage, se lit le nom barbare de son pére, on peut en conclure avec vraisemblance que peu avant l’époque où
l’inscription a été tracée, ce personnage a été naturalisé ou bien est entré dans une clientèle romaine, et,
dans certains cas, que le pays auquel il appartient, est passé, en même temps que lui, sous l’influence de la
civilisation de Rome. Que si le nom romain est précisément celui du magistrat de la République qui a subjugué ou gouverné le pays auquel l’inscription se rapporte, c’est une forte présomption pour croire qu’elle
remonte à une époque peu postérieure au gouvernement de ce magistrat. Faisons l’application de la règle
que nous venons de poser à l’inscription de l’arc de Saintes, laquelle ayant une date certaine (le quatrième
consultat de Tibère) ne peut nous égarer. Le dédicace du monument est faite par un magistrat portant le
prénom et le nom du conquérant de la Gaule, et un surnom latin. Son père et son grand–père avaient les
mêmes noms et prénoms, mais des surnoms gaulois. Enfin, son bisaïeul n’avait qu’un nom gaoulois.
c. ivlivs c. ivli. Ottvanevni. F. rvfvs c. ivli
gededmonis nepos. Epotsorovidi. Pronepos…etc
On voit, au premier coup d’œil, que la famille de Julius Rufus était entrée dans une clientèle romaine,
deux générations avant lui; que son auteur, Épotsorovide, est demeuré barbare, et que le fils de ce dernier,
Gededmon a obtenu de César le droit de cité romaine, ou du moins qu’il a été protégé–
Nous allons, maintenant, rechercher dans les inscriptions de Baena des indications analogues à celles
dont nous venons de constater la valeur. La cause qui a multiplié les Jules dans la Gaule a dû répandre en
Espagne le nom de Pompée. Obligés de se choisir un protecteur à Rome, les Barbares préféraient avec raison le plus puissant, et tel était à leurs yeux celui qui les avait vaincus, ou qui les gouvernait. Le vainqueur,
de son côté, surtout dans les derniers temps de la République, accordait facilement son patronage aux chefs
barbares: c’étaient autant de soldats dévoués pour le cas, toujours probable, d’une guerre civile.
Tous les noms romains inscrits sur les urnes de Baena appartiennent à des familles illustres, dont quelques membres, par une coïncidence remarquable, ont exercé une influence politique en Espagne, pendant
une période de temps antérieure à la complète soumission de cette province. On remarque sinc Pompée,
dont deux ont des surnoms purement romains; ce sont vraisemblablement le plus modernes. Vient ensuite
une Fabia Aninna (nº 5) dont le nom rappelle celui de Q. Fabius Maximus, lieutenant de César en Espagne.
Il faut remonter plus haut pour trouver l’origine du nom de Junia Insghana, (nº 10). Tite Livie nous faite
connaître deux membres de la famille Junia, qui ont tous les deux commandé en Espagne; le premier, M.
Junius Silanus, lieutenant de Scipion en l’an de Rome 545 ; le second, M. Junius Pennus, prêteur en 579.
Mais le nom le plus extraodinaire à recontrer, c’est celui de Grachus. On sait, en effet, que ce nom, ou plutôt
28
Duratius, chef des Pictons, et un certain Togirix qui n’est connu que par des monuments numismatiques.
281
Apéndice documental
ce surnom, s’éteignit avec les deux fameux tribunus Tiberius et Caïus. Pour expliquer sa présence dans une
inscriptions espagnole, il faut admettre qu’il ait été introduit dans la Péninsule Ibérique, par le patronage,
soit de Tiberius, questeur dans la guerre de Numance, soit de sont père, préteur quelques années auparavant, dans la guerre contre les Celtibériens. Ont peut inférer de ce qui précède que le tombeau de Baena
aurait été construit à une époque postérieure à la guerre civile de Pompée et de César, et probablement une
ou deux générations aprés cette lutte mémorable.
Une dernière considération peut encore servir à confirmer la date à laquelle nous a conduits le rapprochement des noms romains et barbares. Nos lecteurs ont remarqué la formule très–singulière, qui se
lit sur l ’urne nº 7. Nous traduisons ainsi: Marcus Pompeius Icstnis (nous reviendrons sur se surnom) Fils
de Quintus, de la tribu Galeria, le premier de la famille Pompeïa qui ait été duunvir. On a quelque peine à
s’empêcher de sourire à cette remarque naïve, où le nom de Pompée se trouve associé à l’ambition du magistrat d’une ville de province, Munda suivant toute apparence, car Montilla qui occupe l’emplacement de
Munda est voisine de Baena29. Il peut paraître étrange qu’un homme prenne soin d’apprendre à la postérité
que les honneurs municipaux sont noveaux dans sa famille. Cette modestie ou cet orgueil, si l’on veut, ne
se rencontre pas d’ordinaire chez les Anciens. On peut soupçonner une énigme; voici l’explication que nous
en proposerions. Aprés les victoires de César et d’Auguste, la clentèle de la famille Pompeïa dut cesser d’être
un litre à la faveur des magistrats romains. Il fallut que Sextus, le dernier des Pompées, fût anéanti avec
toute sa faction, pour que ce nom illustre cessât d’être un obstacle pour parvenir aux honneurs dans une
province longtemps agitée par la guerre civile. Cette espèce de réprobation ne dut cesser que sous Auguste,
lorsque l’empire juit enfin d’une compléte paix. L’inscription, alors, au lieu d’être offensante pour les aïeux
de Pompeius Icstnis, marquerait seulement d’une manière détournée qu’on avait rendu tardivement justice
à sa maison. Si l’on voulait se lancer plus avant dans le champ des hypothéses, ne pourrait–on pas supposer
que M. Pompeius Icstnis dut les honneurs municipaux à son mariage avec Fabia Aninna, dont la famille par
le patronage d’un lieutenant de César, donnait des garanties au parti vaingueur? Quelle que soit la valeur
de cette dernière conjeture, en réunissant les observations qui précèdent, on peut, avec beaucoup de probabilité, placer le date des inscriptions de Baena, soit à la fin de l’empire d’Auguste, soit au commencement
du règne de Tibére.
Les rapports de l’Espagne méridionale avec l’Afrique furent toujours si fréquents, que personne ne sera
surpris de voir un nom cartahginois sur l’urne (nº 11), Siseanba, fils ou fille de Hannon. J’ignore si ce nom
Sisesanba est espagnol ou punique. Le surnom d’Afer donne à un Cneïus Pompée (nº 6), prouve, d’ailleurs,
que la famille à laquelle appartenait le tombeau des Africains parmi ses membres.
Nous avons promis de revenir sur le surnom bizarre de Icstnis. Il est probable qu’un tel groupe de
lettres ne forme un mot dans aucune langue, car on ne saurait le prononcer; suivant toute apparence, des
voyelles ont été omises dans l’écriture, suivant l’usage des Phéniciens, imité par les Celtibériens, autant
qu’on en peut juger par quelques–unes de leurs médailles30. Alors, peut–être, faudrait–il chercher dans
Icstnis, un surnom dérivé d’Icosium, ville de la Mauritanie, dont Pline nomme les habitants: Icositani. Il y
avait encore en Espagne une ville d’Ictosia dont l’emplacement n’est point connu avec certitude, mais que
la plupart des géographes croient être la même que Octogesa, au confluent de la Sègre et de l’Ébre.
Tâchons maintenant d’indiquer les liens de parenté ou d’alliance qui ont pu exister entre les individus
rassemblés dans le caveau de Baena.
Le chef de la famille paraîtêtre Ildro ou Ildron, fils de Velaunis (nº 4); mais ce Velaunis pourrait bien
être le même que Velgan (nº 3). La difficulté de transcrire en lettres romaines des nom barbares expliquerait
jusqu’a un certain point la différence dans l’orthographe de deux inscriptions.
Vient ensuite Igalghis, fils d’Ildron (nº 8).
Puis, il a nécessairement une lacune; la famille de Velaunis et d’Ildron adopte le nom romain de
Pompée; un de ses membres a le prénom de Quintus. Ce Quintus n’est point renfermé dans le tombeau
29
30
282
V. Diccionario geográfico–histórico de la España antigua, por don Miguel Cortés y López, tomo III, Munda Baetria
Par exemple: Clsa, pour Celsa, Csa, pour Cissa.
Apéndice documental
commun. Nous pensons, cependant, que le surnom de Velaunis, que porte
son fils (nº 9), établit suffisamment son origine commune avec les précédents.– Le même Quintus a une fille nommé Pompeia Nanna (nº 2).
De Pompée Velaunis, ou de son père, Quintus Pompée...sereient fils:
M. Pompeius Icstnis (nº 7), marié a Fabia Aninna (nº 5) et Q. Pompeius Sabinus (nº 1).
Quant aux autres noms, il nous paraît impossible de les rettacher avec
certitude aux précédents.
Nous joignons ici un fragment d’inscription gravé sur pierre, et trouvé
plusieurs mois après la découverte du tombeau, dans le voisinage du Cortijo
de las Vírgenes.
p. mérimée,
de l’Insitut
III, 16 Texto de Manuel Rodríguez de Berlanga publicado en Los bronces de Lascuta, Bonanza y
Aljustrel, Málaga, 1881, pp. 255–259.
El hipogeo de la familia Pompeya, hasta ahora ni descrito ni esplicado convenientemente, vino hace ya
años a aumentar el catálogo onomatológico peno–bético. “Descubierto en Agosto de 1833 en el Cortijo de
las Vírgenes, a dos leguas de Baena, en el sitio llamado Arroyo de plomo, aun se conserva allí intacto según
se dice. La habitación cabada en la roca viva era oblonga, de tres metros de largo por dos de ancho con
una entrada estrecha y el techo abovedado. Las urnas cinerarias no eran grandes, tenían también la forma
oblonga y estaban colocadas sobre un escalón que corría alrededor de los cuatro muros del subterráneo…
donde se encontraron trece, de las que solo una carecía de inscripción…Fueron llevadas a Baena a la casa
de Diego Pineda y Escalera, de quien era entonces la finca, que luego pasó a la de Fernando Rodríguez de
Arjona31. Hübner logró ver algunas de estas urnas, las letras de cuyas leyendas asegura que eran elegantísimas y de la época de Augusto32., copiándolas de esta forma
m·pompeivs·q·e·gal·icstnis
iivir·primvs· de familia
pompeia
Marco Pompeyo Icstnis, hijo de Quinto de la tribu Galeria, primer duumvir de la familia pompeya.
Quinto Pompeyo, padre de este Marco, debió ser liberto, que tomara el prenombre y el nombre de su
patrono. La urna anapigráfica pudo ser la suya, a la que no pondrían el epitafio por no hacer patente su origen servil de la nueva familia pompeya, de la que el hijo de Quinto, ingenuo y ciudadano en la plenitud de
sus derechos de ciudad, fue el primer magistrado de entre esta gente, que egerciera su mando en la colonia,
o municipio, a que hubo de pertenecer dicho sepulcro.
fabia·m·f·aninna
m·pompei·q·f
Fabia Aninna, hija de Marco, muger de Marco Pompeyo, hijo de Quinto
Esta Aninna fue la muger de Icstnis.
q·pompei·q·f·sabini
De Quinto Pompeyo Sabino, hijo de Quinto
pompeiae q·f
nannae
De Pompeya Nanna, hija de Quinto.
Sabinus y Nanna debieron ser hermanos de Icstnis, hijos los tres de Quinto.
31
32
C. I. L. II, p. 214.
C. I. L. II, 1585 a 1596
283
Apéndice documental
q·pompeivs q·f
velavnis
Quinto Pompeyo Velaunis, hijo de Quinto.
Hubo de ser sobrino de Icstnis y de Nanna, hijo de Sabinus y nieto del Q. Pompeyo, padre de Marco
y de otro Quinto.
ildrons
velaunis·f
Ildrons, hijo de Velaunis
igalchis·ildrons·f
Igalchis, hijo de Ildrons.
Aquí vuelve a aparecer el Ildrons, ahora sin la correspondiente terminación en genitivo.
gracchi
De Graco
ivnia·l·f
insghana
Junia Insghana, hija de Lucio.
siseanbahan
nonis·f
Siseanba, hija de Hannon
Siseanba guarda cierta analogía con sisbesicra·f.
velgan
Es raro este epígrafe con solo el nombre de Velgana.
gn·pompeivs·gn·f
gal·afer·aed
iivir
Gneo Pompeyo Afer, hijo de Gneo, de la tribu Valeria, edil, duumvir.
De estas doce leyendas tumulares, las cinco primeras vienen repitiendo el nombre de Pompeivs, que
desparece en las sesta y sétima, las que sin embargo conservan la indicación de las descendencia del último
Q Pompeyo nombrado. La octava y undécima se reducen a un solo agnombre cada una, que no se refiere en
nada a la antes indicada gente pompeyana, como tampoco alude a ella la novena y décima, aun que estas
dos marcan la ascendencia paterna. En la última vuelve a presentarse el nombre de Pompeyo en un Gneo,
hijo de otro, cuyo parentesco con los Quintos y Marcos no es posible determinar.
El enlace de los diversos miembros, que de esta familia se conocen, puede fijarse, pues, del modo
siguiente:
así como de este otro, la ascendencia paterna de los cónyuges Marco Pompeyo y Fabia Annina:
284
Apéndice documental
Se ignora por completo de cual de los dos hijos del viejo q·pompeivs hubieron de descender
como también el grado de relaciones, que pudieron tener con estos Pompeyos los demás sugetos nombrados en los restantes epígrafes
si bien parece lo probable que estuvieran enlazados por matrimonio con velaunis, ildrons, igalchis y
nanna.
Por lo demás la generalidad de estos cognombres trasparenta su procedencia africana, dando a entender,
que la familia tenía dicho origen, el sobrenombre de afer, que tomo su último descendiente. De todas estas
denominaciones, la de nanna y aninna, muestran cierto parentesco con las que se leen en otras piedras
antiquísimas hispanas, algunas de las cuales he examinado sobre los mismos originales.
III, 17, Texto de Francisco Valverde y Perales publicado en Historia de la Villa de Baena, Toledo,
1903, pp. 34–43.
Ruinas de las Torres de las Vírgenes
A unos 18 kilómetros de Baena, al lado del N., se encuentran las venerables ruinas de una importante población
romana, de la que se conservan en pie algunos muros y torres
de la fortaleza, que dan nombre al terreno; pues es conocido
con el de Torres de las Vírgenes. El sabio Plinio, al referir las
ciudades que en aquel territorio estaban, cita una llamada Ituci,
con el cognomen de Virtus Julia, colocándola entre Martos y
Espejo, que es precisamente la situación que ocupan las citadas
Torres de las Vírgenes. Algo se ha divagado en esto, pero está ya
admitido entre las personas ilustradas, que allí tuvo su asiento
la referida Colonia inmune Ituci Virtus Julia. El eminente P.
Flórez asegura que batió moneda, y copia una medalla, en comprobación de su aserto, en la que se ve por un lado la figura de
un jinete con escudo y lanza y el nombre de itvci entre los pies
del caballo. Al lado opuesto se ven dos espigas, símbolo de la
fertilidad de la tierra, y en medio de ellas un astro de ocho rayos
que puede creerse sea el sol, de quien la luna está recibiendo la
luz: también pudieran significar esos astros a Isis y Osiris. Apiano cita igualmente a Ituci como ciudad muy ilustre y principal
en aquel territorio.
Los descubrimientos hechos en sus ruinas no son muy
numerosos, pero sí interesantes, y vamos a dar de ellos algunas
noticias. Del año 1833 datan casi todos ellos, y fueron debidos
a puras casualidades; pues, desgraciadamente, no se han practicado hasta ahora excavaciones formales en aquel terreno, donde
se asentó la rica colonia romana.
Grabado núm. 10.
285
Apéndice documental
Citaremos primero la estatua de una matrona (grabado número 10), labrada en piedra berroqueña,
que fue hallada sin cabeza en el punto nombrado la Iglesia, y conducida a la casería nombrada Casa Corona,
donde existe y la hemos visto.
Mide 1,20 metros de altura, y es comparable, por los pliegues de su traje y disposición de las manos, a
las descubiertas en el Cerro de los Santos, aunque de menos sabor egipcio chipriota, según puede verse en
las diferentes láminas de aquellas, que ilustran el discurso de D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, leído
por él en la recepción pública de su ingreso en la Real Academia de la Historia.
D. Manuel de la Corte habló de esta estatua, ponderando sus bellezas con marcada exageración, en el
Semanario Pintoresco Español de 1839.
Del lugar llamado la Mazmorra se extrajo un pedestal cincelado graciosamente, y parte de un friso de
piedra como de 1 metro de largo y 40 centímetros de anchura, adornado de casetones, con muy buenos relieves, representando el de la derecha del observador una figura casi de medio cuerpo y tamaño natural, con
la cabeza vuelta un poco a la izquierda. Tenía el cabello ondeante sobre cuello y espalda, partido en medio
de la cabeza y sujeto por una diadema que se fijaba en ambos lados de la frente. En el lado izquierdo se veía,
entre delicadas molduras, la figura de un hombre, de cuerpo entero, casi desnudo, cubriendo sólo su cintura
y muslos un ropaje que llevaba recogido en el brazo izquierdo y apoyándose en una columna cuadrada o
pedestal. En la mano derecha tenía un tirso de árbol de pino, en cuyo extremo superior se veía una piña,
y en el inferior se apoyaba en el suelo, detrás del pie derecho de la estatua. Al lado opuesto se vía la pierna
derecha de otra figura rota que formaba parte del friso, según se representa en el grabado núm. 11.
Se cree que todo ello pudiera haber pertenecido a pasajes de alguna historia del dios Baco, que allí
veneraran como protector de la Agricultura33.
La llamada Mazmorra se compone hoy del piso bajo de una torre cuadrada con bóveda de mortero y
que mido 4,65 metros de largo por 2,60 de ancho: al lado del Poniente tiene dos gruesos muros de 3,20
metros de largo que forman un estrecho pasillo que da entrada a la torre, la cual se halla a unos 400 metros
al N. de la fortaleza.
Grabado núm. 11.
33
286
Todas estas noticias las hemos tomado de unos artículos publicados en el Semanario Pintoresco Español de 1839, por el Sr.
D. Manuel de la Corte Ruano.
Apéndice documental
Esta, que es de buenas proporciones, ocupa el lugar más elevado, y se componía de cuatro baluartes
que se unían a cuatro torres colocadas en las esquinas, conservando todo el edificio restos de la primitiva
construcción romana, mezclados con obras de tiempos más modernos.
La torre posterior del lado N. está ya destruida, y las tres restantes amenazan derrumbarse en breve
por estar socavadas en sus esquinas y cimientos por la codiciosa ignorancia de los campesinos, que han
minado el terreno en busca de soñados tesoros, mal ya muy viejo, pues el poeta Miguel de Colodrero, que
visitó aquel sitio a mediados del siglo XVII, cuando todavía no se llamaba Torres de las Vírgenes, aunque se
veneraban allí en un santuario las que le dieron tal nombre, se burla de los supersticiosos y avaros cavadores
en un donoso romance que principia así:
Castillo de Castro viejo
y acaba diciendo:
Cercado de cabacotes
te veo, cuando de caba,
que de algunos tontos hizo
la codicia mentecata
………………………
Adios, castillo de bien
embejecida compaña
de estas vírgenes prudentes
cuyas luces no se apagan
También se descubrieron por el dicho año de 1883, algunas losas de mármol negro que tenían taladros
a regulares distancias unos de otros para recibir las patillas de letras de bronce, y cubriendo el todo de una
de ellas, una plancha de aquel metal para dar mayor resalte y firmeza a las letras.
En una de dichas losas quedaban las siguientes, cuyo sentido no ha podido entenderse por estar ya
separadas de sus compañeras:
Otra piedra fue allí descubierta que parece haber sido pedestal de alguna estatua, a juzgar por la inscripción que tenía grabada, que es la siguiente:
q. mvmio
l. f. gal.
gallo. ii
vir. d. d.
A Quinto Mumio Galo, hijo de
Lucio, de la tribu Galeria, Duumviro,
por decreto de los Decuriones
En una pieza abovedada que mide 3 metros de largo por 1,70 de ancho, se encontraron, colocadas
en orden, sobre una repisa del muro, doce urnas de piedra franca, de dimensiones diferentes, (entre unos
31x18 y 14x7 cm) con cubiertas adornadas de molduras, y dentro de ellas los restos incinerados de individuos cuyo nombre se veía escrito en un lado de la urna correspondiente. Otra urna se encontró sin
inscripción alguna.
287
Apéndice documental
Es de presumir, que la dicha pieza fuera de un columbario particular o panteón de alguna familia
numerosa y rica, que, a juzgar por lo que dicen las inscripciones, estaría emparentada con los renombrados
Pompeyos, desempeñando, algunos de sus individuos, avecindados en Ituci, los cargos públicos de Ediles
y Duumviros.
En la misma pieza se encontraron muchos lacrimatorios de vidrio y barro, con otros pequeños objetos,
y una lámpara de cristal con un líquido dentro, metida en un cubo de plomo, con tapadera, como de 40
centímetros de alto, que estaba medio enterrado
en el suelo. La disposición en que se hallaron la
dicha lámpara, hizo creer a los rústicos descubridores del panteón, que eran unos muchachos que
apacentaban vacas, que se encontraba aquella ardiendo todavía y que se extinguió al darle el aire;
especie que fue admitida, bien a la ligera, por otras
personas más ilustradas que se ocuparon luego del
hallazgo.
Ocurrió este curioso suceso el dia 16 de agosto de 1833, y fue debido a que cuatro días antes
se hundió el terreno, bajo los pies de una de las
reses, dejando una abertura, lo que notado por un
niño de doce años, llamado Antonio María Ortiz,
avisó a otros compañero suyo, y ambos convinieron en guardar el secreto, sin duda soñando con
tesoros que allí encontrarían, y así estuvieron hasta
el dicho dia 16, en que se decidieron a ensanchar
la abertura, avisando al aperador del cortijo, que
asistió con ellos a la operación, y descolgando al
muchacho con una soga, fue este dándoles cuantos objetos encontró, vertiendo el contenido de la
lámpara, que debía ser aceite, aunque entonces se
divagó mucho sobre lo que pudiera ser, y esparciendo las cenizas de las urnas, rebuscando entre
ellas algo que satisfaciera su codicia, cosa que no
lograron, y entonces se decidieron a enviar aviso
al dueño de la finca, que lo era D. Diego María
de Pineda, persona de ilustración, que apreciando
en lo que valía aquel tesoro arqueológico, lo hizo
conducir a su casa de Baena, y por fallecimiento
suyo, pasaron después, ocho de las urnas y la lámpara, a poder de sus hijas Dª María Josefa y Dª
Carmen, que las conservan hoy en la casa paterna
de la plaza del Coso, y las cuatro restantes, al de su
otra hisja Dª Antonia, que las guarda en su morada de la calle Alfonso XII. Entre todas ellas hay ya
dos hechas pedazos.
A continuación copiamos, con la traducción
castellana al pie, las inscripciones de dichas urnas:
Véase el grabado núm. 12, que representa
once de las urnas, la lámpara y algunos objetos
citados.
288
Apéndice documental
La bóveda del columbario está hecha de fuertes sillares y en la pared del O. se ve una puerta, con arco
de sillares también, era la que daba entrada al recinto o columbario dicho. Hoy está todo ello casi soterrado
y puede entrarse con no poca dificultad.
Grabado núm. 12
289
Apéndice documental
IV
documentos para una polÉmica
IV, 1, Artículos publicados por Manuel de la Corte Ruano en el Semanario Pintoresco Español entre
octubre y diciembre de 1839.
Antigüedades Españolas.
Descubrimientos de Baena.
[1839, págs. 318–319]
“La religion favorece las artes….los trabajos de los romanos tienen el sello de la religion”. Asi decia el
inmortal Canova al capitan del siglo, y dice tambien el viajero a cada paso cuando penetrando en aquella
porcion de la Bética ocupada en otro tiempo por el sabio pueblo búrdulo, visita sus reliquias y contempla
sus monumentos. En esta página auténtica, palpitante y perenne de veinte siglos de glorias y hazañas, se
spacía dulcemente su imaginación, al ver consignada en yertas y cuasi olvidadas ruinas la historia de la
nación ibera; nacion ilustre, que en mejores edades, luchando cuerpo a cuerpo con el poder de Roma repúblicana, pulverizó sus laureles en Numancia y Sagunto, hasta que devorada por sus propios hijos, víctima
de la perfidia y del doblez de Roma imperial ató sus manos desfallecidas al carro del vencedor de Farsalia
en la batalla de Munda.
Aquí tuvo su origen esta fastuosa celebridad, esos privilegios y grandeza, que hoy admiramos en las
ciudades Beticas; cuya contemplación nos ofrecen de algun tiempo a esta parte varios fragmentos, memorias y vestigios descubiertos años pasados, en los escombros del Municipio de Castro Prisco, población
romana, que no sin alteraciones ni desgracias ha llegado hasta nosotros con toda la poesía de sus fábulas y
todos los recuerdos de la religión gentilita.
Aquí nos acompañarán hoy nuestros lectores, para dar principio a la observación importante, que de
suyo merecen las antiguallas que acompañan a este articulo.
Castrum Priscum, Castro viejo ó Castro el viejo (pues con toda esta variedad de nombres e conocido)
tuvo su asiento donde hoy el Cortijo de las Vírgenes, a los ’37 grados 50 minutos de la latitud austral, y 12
con 16 de longitud, al sudeste de la ciudad de Córdoba, dentro de su provincia y a 6 millas de distancia de
Baena, en la parte septentrional de su término, sirviendo de cimiento a una cordillera montusa y quebrada,
que se prolonga hacia Oriente hasta las orillas del Gudalquivir, no lejos de Calpurniana, hoy villa del Carpio. Su origen alcanza a los primitivos pobladores de la Tarteside, que confundidos al cabo de los siglos con
el restos de España y las colonias latinas, llegaron a formar una ciudad considerable, ilustre y colamada de
privilegios, gozando del fuero Municipal y de otros muchos, cuya memoria se conserva en sus inscripciones.
Las hordas bárbaras, la invasión agarena y las guerras suscitadas hasta principio del siglo decimoquinto en
esta region, la han borrado del número de los pueblos Españoles, susbsistiendo hoy solamente en los anales
de la dominacion romana en nuestra Península.
Frecuentes y marcados vestigios de aquella celebridad interesan hoy la admiración del curioso, revelándose en sus mármoles y columnas la existencia de mejores tiempos, en que floreciendo las artes a par de
los ritos del paganismo, se cincelaban en sus aras y templos, los nombres de sus dioses, la piedad y lustro
de sus familias, la opulencia de sus banquetes sagrados y sus solemnidades públicas. Sobre un altozano de
gran elevación campea el muro y torre de las Vírgenes, desquiciado en su mayor parte, habiéndolo sido
en otras épocas de una vasta plaza de armas, centro y punto principal de defensa del Municipio de Castro
Prisco, cuyos cimientos, derruidos o encubiertos por los escombros, dan a conocer la fuerte argamasa de
su fábrica de hormigón y piedra, robustecida a trechos con cubos salientes de figura cuadrada, y capaz de
contener en su ámbito numerosa guarnicion. En derredor de la fortaleza y parte mas suave de la colina,
se dilata un villar extensísimo, cargado de preciosos fragmentos, sillares, pedestales, troncos y capiteles de
columnas de varios órdenes, losas, sepulcros, ladrillos, massaries, tégulas, y barros, signo indeleble de la an290
Apéndice documental
tigua opulencia y grandeza de la ciudad, donde se ostentaron colocados en eternas obras. Algunos de estos
barros y ladrillos tienen la contramarca o sello de la oficina del alfarero: no ha mucho se halló uno con estas
letras a p e r. Don Juan Agustín Cean Bermudez, ilustre Académico de la real de la historia, publicó en su
apreciable Sumario de Antigüedades Españolas, varias inscripciones de Castro Prisco, existentes hoy unas en
Castro el rio, y otras en el cortijo de las Vírgenes. Posteriormente se ha descubierto muchas, la mayor parte
sepulcrales, y esta dedicatoria grabada en mármol negro, que hubo de pertencer sin duda a un pedestal de
la estatua del personage que en ella se contiene. Dice así:
q. mvmmio
l.f.gal
vir.d.d.
Después de su hallazgo, ocurrido en 23 de setiembre de 1833, se ha ilustrado por algunos esta inscripción, y no falta quien opine ser el Dunmviro, Q. Mummui, hijo o nieto del pretor y general romano, que
el año 153 antes de nuestra era vino a la Bética y sojuzgó los Lusitanos en diferentes encuentros: ignoramos
que grado de probabilidad tendrán estas conjeturas. Un fragmento de otra dedicatoria aparece hoy en
aquellas ruinas, de que solo hay legible esta palabra….marcellus. Así mismo son de admirar los infinitos
objetos y utensilios, que a cada paso se conservan en poder de sujetos curiosos algunos trozos de aquellos y
otros íntegros, cuya incomparable finura y barniz sorprende; los entallados y labores, festones y grotescos,
en que el primor, el gusto y la religión se ostentan a porfia, atestiguan los progresos del arte en este pais.
Hemos tenido ocasión de observar detenidamente tales preciosidades, y compararlas con otros de uso mas
ordinario cuales son evillas de forma irregular, las unas de hierro, otras de bronce cerradas de una chapa del
mismo metal, en que aparece relevada la figura de una matrona, adornado y trenzado el cabello; cuentas de
vidrio y piedras preciosas, destinadas sin duda a los collares, torques y preseas de las nobles romanas, anillos
de hierro colado con caracteres misteriosos, balanzas, pesas y medidas de varios tamaños, algunas de piedra,
y un sinnumero de objetos que seria enfadoso describir. No debemos pasar en claro los instrumentos de
guerra, armas ofensivas y defensivas encontradas aquí. En 26 de marzo del año corriente se descubrieron
varias piedras de jaspe negro triangulares, afiladas en linea curva por uno de sus frentes, y la punta opuesta
recortada o roma, cuyo uso sin duda fue el mismo que de los sparos o dardos de figura corva, arrojados en
los combates por los sitiados a los sitiadores. Hanse hallado además en diferentes ocasiones flechas, lanzas
espadas y glandes o bellotas de plomo y hierro tan usadas por nuestros fundidores baleares.
Antigüedades Españolas.
Descubrimientos de Baena.
(Conclusión. Véase el número anterior.)
[1839, págs. 326–328]
Las nobles artes parece haber fijado su residencia en Castro Prisco con tan aventajados progresos como
en las mas ilustres ciudades latinas. La escultura admirará siempre una bellísima estatua de cuatro pies y
medio de alto, representando una matrona estolada, de excelentes formas y mejores paños, cubiertas sus
manos de un ropaje transparente, al través del cual aparecen aquellas ejecutadas con singular primor. Fue
estraida de los escombros de un templo en el sitio que llaman la Iglesia próximo a la torres de las Vírgenes y
conducida a la Hacienda de Casa–Corona, termino de Baena, donde subsiste actualmente. El dibujo, que
va a continuación, hará formar a nuestros lectores la verdadera idea de este monumento.
La arquitectura greco–romana ha dejado tambien en estas ruinas huellas indelebles de su existencia en
copiosos restos de edificios, arcos y acueductos, que diseminados por todas partes, ofrecen suma variedad
a la observación de la arqueología en las columnas, plintos y arquitrabes, pedestales del mejor gusto con
preciosos entallados, cornisamentos y basas, que abundan en número y excelencia, conforme se van aproxi291
Apéndice documental
mando al pie de la torre y cimiento de la llamada iglesia, de
donde todos los días arrancan los labriegos del cortijo alguna
notable antigualla.
En agosto y setiembre de 1833 con ocasión del descubrimiento del panteón o suggrundarum de la familia Pompeya,
(que será objeto de los articulos siguientes) se dieron ordenes
muy severas para la conservación de cuanto se encontrase, y aun
emprendieron excavaciones, que, ojalá se hubieran proseguido
en beneficio de las artes y glorias del pais. El resultado de ellas
fue la extracción del sitio que describimos, y de una cavidad o
estancia subterránea, llamada la mazmorra, de varios miembros
de arquitectura muy acabados, un pedestal cincelado de buen
gusto, y parte de un friso (que es el que indica el grabado) de
piedra cipia, largo, como de tres pies y medio por dos escasos
de altura, adornado de casetones, enriquecidos de bellísimos
relieves, que por lo curiosos e importantes para el conocimiento de las bellas artes, describiremos aquí con extensión. El primero a la diestra del mira es una figura casi de medio cuerpo, y
tamaño poco menos que el natural, cuya cabeza juvenil, vuelta
algun tanto sobre su izquierda, deja ver el compartimento del
cabello, que ordenado sobre el cuello y espalda, se halla sujeto
arriba por una fascia o diadema, y sosteniendo en ambos lados
de la frente dos ramas de vid con pámpanos y fruto, cae con gracia y soltura formando un agradable conjunto.
Hállase vestida de una túnica que le cubre el pecho, hombros y brazos con sus airosos plieges, recogidos con
orden simétrico bajo el ceñidor o balteus, haciendo su talla mas esbelto. La morbidez de su rostro, y los atributos de que está adornado, la túnica y diadema, trage peculiar de las deidades de Roma, denotan evidentemente
ser imagen del Dios Baco, y nunca de Ariadna o Estafile, como equivocadamente suponen algunos en vista
de su cabellera blonda y prolongada; pero esto sin duda es lo que mas nos da a conocer el Númen de quien
nos refieren los poetas haber sostenido gran competencia con Apolo sobre cual parecía mas jóven y tenia mas
luengos y poblados cabellos. Los ojos de la figura están huecos, habiéndose desprendido el mosaico o piedras
preciosas que le debieron llenar; costumbre muy generalizada entre los egipcios y característica de todas las
obras de los griegos, de que tenemos frecuentes ejemplares en las poblaciones de la Bética, principalmente en
la de Ulia hoy Montemayor, donde se han hallado estatuas y relieves con esta clase de adorno.
Ocupa el lado izquierdo del friso un caseton igual en tamaño al que describimos, y guarnecido como
aquel de molduras en su parte esterior. Campea en el centro la figura de un hombre, de cuerpo entero, casi
desnudo, cubierta su cintura y muslos de un ropaje que revuelve sobre el brazo izquierdo, apoyado en un
pedestal o vaso cuadrado, donde parece descansar, empuña en la diestra mano un tirso del árbol de pino,
que, rematado en la parte superior por el fruto del mismo, deja ver el mango liso, sin festones de yedra ni
de pámpanos, y termina en el suelo detrás del pié derecho de la estatua, mutilado, según espresa la lámina.
Formando simetría en el lado opusto e izquierda de Baco, hay un fragmento de otra figura pequeña tambien,
de que solo se nota la pierna en actitud diferente de aquella; cosa que nos hace presumir irían alternando
sucesivamente en estos casetones y relieves varios pasages de la historia del Dios venerado allí. Cuantos aficionados y anticuarios han tenido ocasión de examinar este bello trozo de escultura, convienen en que hubo en
el sitio de su invencion de erigirse un templo dedicado a Baco, númen dorado en la Bética como protector e
inventor de la agricultura, cuyos cultos, transmitidos de los egipcios a los griegos y de estos a sus colonias, se
connaturalizó y cimentó entre nosotros, siendo varios los delubros, aras y sacelos que consta haberse dedicado por los hispano–romanos en diferentes ciudades, tales como la colonia Romulense, hoy Sevilla, y el municipio de Urgas Albas o Urgavonense, hoy Arjona, poco distante de Castro Prisco, donde se ven inscripciones
que a gran costa levantaron sus repúblicas. La de este municipio lejos de omitir tan importante memoria,
292
Apéndice documental
excedió a aquellas en lujo y primor, según aparece del trozo de mármol oscuro, sacado de sus escombros, en
que a regulares distancias se ven practicados taladros y hendiduras cubiertas de plomo capaces de recibir otras
tantas letras de bronce, y cubriendo el todo para mayor seguridad y belleza una gruesa plancha del mismo
metal. Estas letras o caracteres, la mayor parte ilegibles por su mala conservación y figura, hasta el número de
catorce, que a continuación copiamos, se hallaron cerca del mármol, al tiempo del descubrimiento de las demas antiguallas. Hombres mas versados que nosotros en la ciencia litológica y conocimiento de los alfabetos
primitivos, tal vez logren con sus observaciones y buena crítica dar alguna luz sobre su significado.
Las dedicatorias en bronce, raras en nuestras ciudades latinas de que Mérida presenta hoy singulares
ejemplos, son un testimonio positivo, no solo de la perfeccion y gusto de las obras a que se destinaron, sino
de la civilizacion del pais, privilegios y renombres de los pueblos españoles en aquellos siglos florecientes.
Castro–Prisco, según todas las probalidades, ocupó este lugar entre las ciudades Turdulas, y un vivo testimonio de ello son las reliquias que hoy nos ofrece entre sus escombros; reliquias que llevan impreso el sello
de las artes, del gusto y grandeza de la religión pagana en su mayor apogeo; por fin, el de las costumbres
públicas y privadas de los españoles que al cabo de 200 años de heroísmo y de batallas, vinieron a cambiar
sus usos y creencia por los usos y la creencia de Roma. Asi lo dijo Estrabon. “Turdetani, praesertim qui circa
Caetim loca tenent in romanos penitus ritus, transformati sunt, nec propriae memoriam linguae servant,
amplius plurimique latini facti, etiam secum accolas accepere romanos, ita parum abest, quin universi romani situ. Los Turdetanos, mayormente aquellos asentados a las márgenes del betis, casi todos han tomado
las maneras y género de vida de los Romanos. Aun del idioma nativo se han olvidado, y yá los más hablan
el latino, a causa de estar mezclados con muchas familias romanas domiciliadas entre ellos; de modo que
poco falta para que todos parezcan del mismo Roma.
Manuel de la Corte y Ruano.
293
Apéndice documental
antigüedades españolas
Descubrimientos de Baena.
Artículo 2º (1).
[1839, págs. 356–358]
No siempre es aplicable á la historia el dictado de mensagera de la antigüedad, con que Ciceron la
califica; suele por el contrario aparecer á veces aislada esta en medio de un país, y sentada sobre sus escombros inmortales trazar a aquélla un nuevo camino, recto y espacioso, en que el hombre observador pueda
contemplar sus recuerdos al lado de los monumentos de otros siglos. Entonces cada cual prescinde de sus
propias ideas, de sus hábitos y peculiares aficiones, y arrastrado, digámoslo así, por una fuerza superior,
rinde admiración á la gloria de aquellas edades y de aquellos varones, cuyos pensamientos originales, sin
menguarse ni corromperse, hablan hoy á la posteridad sobre la urna de sus cenizas, grabados en el título de
sus dictados y de sus honores. No son las inscripciones como los papeles y códices; “estos, y los pergaminos
ó ceras, (ha dicho muy bien el sabio Antonio Agustin) donde sus palabras se escribieron, las consumió el
tiempo; las piedras y tablas de bronce, y las medallas de plata y de cobre están en pié, y son estas mismas,
y no sus traslados de traslados; antes bien, los mismos originales de sus palabras.” Véase con cuanta razon
debe interesar á toda suerte de personas un descubrimiento antiguo; principalmente, cuando constituyen
su riqueza los mármoles en inscripciones; y cuan poco es de admirar, en vista de tales antecedentes, que la
España literaria, y la Francia, su émula, hiciesen señalada mencion del que vamos á describir.
Era el 16 de agosto de 1833 tiempo en que la recoleccion de cereales mantiene en las campiñas crecido
número de operarios, y que por esta circunstancia se habían aumentado los del cortijo de las Vírgenes, (término de Baena) cuando un muchacho de su labor, práctico en el terreno, movido de la curiosidad propia
de los pocos años, ó tal vez de la codicia inseparable de esta clase de gentes, buscó entretenimiento en los
villares contiguos al muro y torre de Castro Prisco, de que va hecha mencion en el articulo 1.º, por el lado
294
Apéndice documental
setentrional de esta fortaleza. Allí son mas frecuentes, que en otros sitios, las hendiduras y quiebras de los
antiguos cimientos, cuya mole respetable y maciza todavia parece querer sepultar en aquellas cavidades las
últimas reliquias del poder romano. El calor de la estacion contribuia no poco á su ruina, dando márgen
á creer, que bajo las grietas de estas fábricas habia estancias subterráneas ó se ocultaban pingües tesoros.
Preocupada la razon del labriego con tales ideas, no vaciló en abrirse paso entre los escombros, y metiendo,
como por instinto, el brazo en aquella que le pareció mas profunda, al ver que ni tocaba en su fondo, ni la
dureza de la argamasa cedia á sus esfuerzos, volvió al cortijo, reveló el secreto y seguido por el operador y
algunos criados del campo armados de instrumentos para destruir, dieron principio á la penosa faena, y no
sin trabajos ni dificultades practicaron una brecha de la cabida de un cuerpo humano, por la cual fue introducido el muchacho pendiente de una maroma. A muy corto descenso tocaron sus pies el terreno, y un grito
de sorpresa involuntario revelo á los de afuera el hallazgo apetecido. Recorria entretanto y deslumbrados la
vista del primero, al hallarse como por ensueño en un aposento cuadrilatero, cuya longitud de E. a O. no era
menos de diez pies y medio, por siete de anchura de N. a S. y nueve de elevacion hasta el clave de los arcos
en que termina la boveda por sus extremos. Una lámpara embebida en una funda de plomo y colocada en el
ángulo que hay entre O. y N. reflejaba su luz amarilla sobre el pavimento, muros y zócalo de piedra, que en
derredor de la estancia se levantaba más de un pié o pié y medio, sustentando sus flancos ó lados de E. a N.
catorce urnas cinerarias de diversos tamaños y figura. Estas urnas eran de piedra blanca cipia, cerradas con losas herméticamente, conteniendo cada cual los huesos de una persona humana calcinados por el fuego, otros
pulverizados, otros convertidos en cenizas, otros en fin mezclados con polvos dorados que la humedad habia
enrrojecido. Adornaban doce de ellas otras tantas inscripciones latinas, de caracteres mas ó menos limpios
y conceptos mas ó menos elegantes, prueba inequívoca de que ni fueron los individuos depositados en un
mismo tiempo, ni quizá en un mismo siglo trabajados sus epitafios. Su construccion en general es tosca, sin
adornos, relieves, símbolos y figuras que expresen una elevada gerarquia ni menos los progresos de las artes,
tan dignamente egecutados en los atributos del templo de Baco de que va hecho mérito en el primer artículo.
Estas urnas asentaban, como hemos dicho, sobre el zócalo en dos lineas paralelas, que declinando oblicuamente desde su origen venian á juntarse en el punto donde posaba la lucerna. El diseño que va por cabeza de
esta relacion informará á los lectores de su verdadera posicion, de la figura del panteon subterraneo, zócalo
y demas objetos hallados en su seno. Entre cada dos de las urnas ocupando el intérvalo que estas dejaban,
habia colocados dos vasos lacrimatorios dos cinericios de barro muy duro, dos capendulas de vidrio, dos ullas
ú ollas de barro tambien para el uso de los sacrificios á Pluton y los Manes; un bucaro de mediano tamaño,
terso, brillante y de admirable finura, recargado de preciosas labores y entallados que representaban guirnaldas de vid, apio y otros arbustos consagrados a los Dioses; y varios utensilios sacrificiales, que en su mayor
parte se conservan con esmero en la villa de Baena. ¡Ojala los descubridores de estas preciosidades hubiesen
tenido mas esmero y menos codicia pero desgraciadamente no sucedió asi; pues no solo obligaron al mozo,
que dentro estaba á entregarles todas las urnas y objetos, sin que incitados de una curiosidad harto funesta
para las artes y ciencias, volcaron en el suelo y mezclaron aquellas cenizas, sin otro fruto que lograr, en vez de
tesoros, restos humanos y algunas ampollas de vidrio, pomos de esencias, una espatula de marfil y un botecillo
de figura muy elegante y color azul formado de vidrio mas compacto. No es facil venir en conocimiento de
estos utiles sin verlos dibujados, por lo cual los insertamos á continuacion.
La fábrica de este panteon era muy sólida y bien concebida, los arcos y techo abovedado, de argamasa
indestructible. Los bordes de esta bóveda apoyan en un semi círculo ú estribo de sillares dentados, los unos
mas cortos que los otros, haciendo la obra tan vistosa como duradera. El interior de la estancia presentaba
un aspecto agradable; pues los muros y techo estaban revocados de aquel barniz ó enlucido de cal y arena
de color oscuro, que los romanos llamaban arenatum opus, y cuya duracion ha quedado en proverbio. La
puerta, colocada en el lado de la pared hácia el norte, compuesta de un arco y matizada con escombros,
daba á entender otro descenso mas practicable que el de el cierre de la bóveda por donde se verificó el descubrimiento, el cual necesariamente hubo de perjudicar á los obgetos interiores: así fue, que los escombros cayendo sobre la lámpara la quebrantaron y soterraron hasta cerca de la mitad de su altura, y como al intentar
los labriegos del cortijo estraerla del sitio que ocupaba, hallasen obstáculos insuperables, recurrieron á los
295
Apéndice documental
instrumentos y picos, con los cuales lo lograron al fin: pero bien se dejan conocer los efectos de tan bárbara
medida: el licor contenido en ella se derramó, el vaso de vidrio que lo encerraba saltó en pedazos, y el sedimento de aquella prodigiosa substancia, que es un secreto para la química de nuestros dias á la impresión
del aire atmosférico quedó como petrificado y la parte interior del vidrio humedecida por el líquido, bañada
en una copa sutil de lineamentos y figuras caprichosas de los colores del iris. Una tercera ó cuarta parte de
la lámpara subsistió íntegra y por ella, se nos revela la forma que tuvo, tal como vá á continuacion.
Justo es, despues de referir los hechos y los abusos, que tuvieron lugar en el descubrimiento de las urnas Pompeyas, hijas en su mayor parte de la ignorancia inseparable de las personas, á quienes una casualidad
lo confió dulcificar la impresión producida en los lectores con la idea del empeño, celo y entusiasmo que el
vecindario de Baena demostró en tan importante hallazgo. Alarmóse la villa, un número crecido de personas corrió al lugar del suceso: algunos eclesiásticos y sugetos de buen nombre é ilustracion reconocieron los
monumentos, copiaron sus inscripciones, midieron la estension del panteon familiar, y aun delinearon los
objetos de mayor interés; promoviendo de esta suerte el anhelo de la gente vulgar, para que en lo sucesivo
no diesen tan mala cuenta de las memorias del pais, do quiera que
las hubiera á las manos. El P. Fr. Ignacio Ortiz, religioso franciscano
del convento de Baena, estimado en el pueblo mas por su honradez y
probidad, que por su erudicion en punto de arqueologia, redactó sobre
informes exactísimos un trabajo descriptivo del descubrimiento, cuyos
datos nos han servido con preferencia para la redaccion del presente
articulo. D. Diego de Pineda y Escalera, caballero maestrante de la real
de Ronda, propietario de distincion é influjo en el pais y no menos
celoso de sus glorias científicas, aprovechó la circunstancia de ser arrendador del cortijo de las Vírgenes,
para conservar y trasladar á su propia casa todas las urnas, obgetos y útiles en que aquel consistía, cuidando
de remitir noticia de lo mas importante á los periodicos de la corte, y publicada por estos, á tiempo que
un ilustre literato español residia accidentalmente en París, mereció de su bien cortada pluma una prolija
traduccion en que se contenian nuevos datos dados á luz en los números siguientes, la cual se insertó por
entonces en los papeles franceses, circulando rápida y felizmente por el orbe literario.
El ayuntamiento de Baena dirigía á la sazon otro comunicado al boletin oficial de Cordoba, invitando
á las personas entendidas de la provincia á trabajar una memoria, capaz de informar á todos del mérito y
celebridad del descubrimiento. No fueron estériles semejantes escitaciones, pues al año salió á luz en los números 96, 98, 127, 131, y 143 del espresado boletin un tratado difuso, esplicito, y sin duda el mas erudito
de los publicados hasta el dia, firmado por D. Francisco Julian Madrid, vecino de Priego. Desgraciadamente el ilustrador, ó por falta de tiempo, ó por causas que no son de nuestro propósito, hizo un breve analisis
del suceso, fijando únicamente su atencion en transcribir, lo que nos dicen los historiadores romanos sobre
la guerra de Numancia y la batalla de Munda, exornado la relacion con curiosas citas de sus ritos y ceremonias en los funerales de personas ilustres, un apéndice sobre las tres líneas que forman la ascendencia del
gran Pompeyo, y la version de los doce epitafios descubiertos en las Vírgenes con transposiciones, agregaciones ó divisiones, de que carecen los originales, y que no nos incumbe el deslindar; previniendo tan solo,
296
Apéndice documental
que hay allí errores (tal vez casuales) en los nombres, caracteres y puntuacion. Así en esta memoria, como
en la relacion descriptiva del P. Ortiz se entreve un decidido empeño de identificar la suerte de la familia
del gran Pompeyo con el descubrimiento litológico de Castro Prisco. Esta identidad no parece tan facil de
probar, como de establecer. Dejemos á cada cual gozar del lleno de sus opiniones y seguirlas á su antojo,
para hacer ver á nuestros lectores la traduccion que concebimos, mas adaptable y literal al contenido de
aquellas inscripciones.
1.ª urna.
m pompeius. q. f. gal. icstnis
ii. vir primvs. de familia
pompeia
“Marco Pompeyo Icstnis, hijo de Quinto, de la tribu Galeria, Duumviro; el primero de la familia Pompeya.”
2.ª
fabia. m. f. aninna
m. pompei. q. f.
“Fabia Aninna, hija de Marco, esposa de Marco Pompeyo, hijo de Quinto.”
3.ª
q. pompei. q. f. sabini
“Quinto Pompeyo Sabino, hijo de Quinto.”
4.ª
q. pompeius. q. f.
velavnis
“Quinto Pompeyo Velaunis, hijo de Quinto.”
5.ª
pompeia. q. f.
nannae
“Pompeya Nanna, hija de Quinto.”
6.ª
ildrons
velavnis. f.
“Ildrons, hijo de Velaunis.”
7.ª (1)
igalchis. ildrons f.
“Igalghis hijo de Ildrons.”
8.ª
ivnia. l. f.
insghana
“Junia Insghana, hija de Lucio.”
297
Apéndice documental
9.ª
velgan
“Velgan.”
10.
siseanbahan.
nonis. f.
“Siseanbahan. Día 5 de febrero.
11.
cn. pompeivs. cn. f
gal. afer. aed.
+ vir
“Cneo Pompeyo Africano, hijo de Cneo de la tribu Galeria.
“Edil, Duumviro.”
12.
gracchi
“Grachio (ó Graccho).”
Sin creer en modo alguno que la version precedente pueda llenar los deseos de todos los eruditos
prácticos en el conocimiento de la antigüedad, ni que el nuestro alcance á descrifrar cuanto dichas inscripciones presentan asi en el órden y estilo, como en las voces y siglas, de que se componen, seguimos y hemos
procurado adherirnos en este trabajo á la opinion mas juiciosa de hombres respetables y conocedores, á
las reglas fundamentales de la arqueologia, y á la doctrina, que con tanto acierto y laboriosidad publicó en
sus instituciones anticuario–lapidarias el autor de los Anales literarios de Italia. Sensible nos es disentir en
este punto y en otros de la opinion de los Sres. Madrid y Ortiz, y aun mas que no hallen cabida en estos
principios generales las ampliaciones con que el primero convirtió en gentilicios romanos los nombres
semi–bárbaros de dichos sepulcros; y el segundo pretendió ilustrar en absurdas sinonimias y conjeturas
arbitrarias la existencia y arribo á nuestro pais, al municipio de Castro Prisco y al panteon de las Vírgenes,
de las cenizas de los Pompeyos, Gracos, Fabios y otros personages, mal que les pese á la historia y cronología
contemporánea. Seanos permitido en honor de la crítica hacer un breve episodio al que nos condujo insensiblemente la calidad del asunto é importancia de la materia que lo constituye.
Manuel de la Corte Ruano
Descubrimientos de Baena
Artículo 3º y último
La ciencia de los monumentos acompañada del grave interés que ellos alcanzan a darle, y engalanada
de sus mas preciosos atavios, sus recuerdos y pasadas glorias nos entretuvo sabrosa y dulcemente en una
relacion, que a ser espresada con menos desaliño y manejada por mas hábiles plumas que la nuestra, habria
producido en los lectores aquellas agradables sensaciones de entusiasmo, y aquel delirio que según opinión
de un moderno imprime en los ánimos el estudio de la antigüedad. Preciso es confesarlo; ninguna otra buscarémos mas florida, ninguna mas nueva y variada, ninguna mas digna de auxiliar a todas las ciencias que
distraen al hombre, que la en que se nos ofrece el hombre mismo; el hombre en los esfuerzos de su valor
guerrero, en las obras levantadas por su brazo bajo la influencia de las artes nobles; el hombre en los deberes
religiosos, los cultos y la divinidad que adora, el hombre, en fin, en el polvo frio de su existencia que supo
298
Apéndice documental
librar de la carcoma los siglos, para que otros siglos le admirasen después de morir.
Ha pasado tambien en nosotros el encanto de estas imágenes, dejando en su carrera la huella de verdades importantes, circunstancias y sucesos, cuyo interés reclama otra atención mas prolija al ilustrarlos.
Hemos leido y descifrado las inscripciones, dando a conocer al público las antiguallas descubiertas en las
Vírgenes; réstanos ahora clasificar su especie, discurrir sobre la época de su ereccion, y emitir aquel juicio
que se crea mas adaptable al objeto del asunto. Para tratarle con la dignidad y acierto que de suyo requiere,
y metodizar en cuanto permitan los diversos puntos que abraza, no hallamos otra via mas conducente que el
explicar en tres principios toda la doctrina, demostrando: 1.º La antigüedad de las inscripciones de la familia Pompeya. 2.º La identidad de estos personages con los que equivocadamente se supone. 3.º El uso de los
objetos hallados, el conocimiento que dan para la historia, y ventajas que ofrecen a la literatura del pais.
Los epitafios del panteón de las Vírgenes pueden esplicarse y contraerse a una época, examinando
su ortografia, su estilo, su concepto, los dictados de las personas y títulos que llevaron. Hemos dicho y
repetimos ahora que el carácter de letra de estas inscripciones no es igual en todas, ni menos tiene la hermosura y perfeccion que notamos en las del siglo de Augusto, ninguna debe reducirse a aquel tiempo, y
mucho menos anticiparla a los florecientes de la república, vista su poca elegancia. En vida de Ciceron y
aun antes de la perfeccion de la lengua latina, Lucillo, docto gramático, habia adoptado e introducido en
monumentos públicos el uso de los diptongos y vocales dobles tales como captivei, deido, civeis, y otras
que marcan por regla general los buenos tiempos del idioma del Lacio. En las provincias romanas se vió
tambien, y la España nos presenta singulares ejemplos. Consolidado el Imperio de Roma duro el buen gusto en los mármoles hasta el erinado de los Antoninos, en que introduciéndose la corrupción y mezclándose
la lengua con inflexiones y terminaciones bárbaras de otros paises, vino a decaer de su brillo y pureza en el
de Claudio el gótico y Domiciano, y perder su belleza y armonía en el de los treinta tiranos y Constantino.
Si examinamos despacio el gasto, forma y estilo de las inscripciones arriba dichas, no es muy difícil calcular la fecha de su construccion: la de Eneo Pompeyo (número 11) Marco Pompeyo Ictsnis y Fabia Aninna
(números 1º y 2º) no pueden colocarse mas arriba de Septimio Severo, si bien la circunstancia de contener
la Tribu, cuyo uso en España data en los doce Césares, siendo raros los ejemplos posteriores, nos obliga a
poner en duda nuestro juicio, entre aquellos reinados y el de Vespasiano34. Muchas inscripciones de todas
clases se erigieron entonces en la España romana, y principalmente en la Bética, como vivo testimonio de
su gratitud al fuero latino otorgado a sus ciudades. Los artífices habian perdido ya aquel primor y buena
colocacion en los caracteres que tanto señalaron el imperio de Augusto: imitando sin embargo algunos de
ellos sus obras, y mezclando el degradado gusto de su escuela con la libertad y nobleza de las de los buenos
tiempos, dieron por resultado varias inscripciones correctas, per que siempre se resentian del atraso de sus
autores. A esta especie corresponden las tres citadas, y en cuanto a las ocho restantes, no alcanzan ni pueden
alcanzar el reinado de los Antoninos, y mas bien se acercan al de sus sucesores. La ortografía poco usada
en las lápidas del epitafio número 9 es una comprobación de esta verdad. Respecto a la l prolongada, no
entraremos en el fondo de la cuestion suscitada por varios arqueólogos, sobre su verdadero significado; unos
establecen que en ello espresaron los antiguos la vocal doble; otros la cuantidad de las palabras, como pensó
Gori, otros la importancia y uso mas frecuente de la voz, la cadencia de los nombres gentilicios, y otras
innumerables reglas desmentidas por la experiencia diaria, según nos enseña el doctísimo Walchi en sus
mármoles Stroszianos. Lo que observamos en los que tenemos a la vista es que el genitivo de la palabra pompeivs, debiendo terminar en dos vocales, termina en una sola, y siguiendo este rumbo debió traducirse mas
propiamente gracchio, que Gracho como supuso el P. Ortiz. No desvirtua nuestra reflexion la I de sabini;
porque es muy dudoso si fue Sabinus o Sabinius el nombre gentilicio del hijo de Quinto Pompeyo. Es una
observación de Mafei Reinesio y otros que los individuos de algunas familias romanas por circunstancias
pecualiares que en ellas ocurrieron, mudaron supernombres en nombres gentilicios, haciendo declinar en
ius la terminacion usual en us.
34
Véase el artículo segundo. La inscripción de Eneo Pompeyo Africano (número 11) está cincelada sobre otra mas antigua,
quizá contemporánea de Augusto, atendida la forma de las letras, de que solo se conoce al final esta palabra. cerpalis.
299
Apéndice documental
No es necesario detenernos mucho en comprobar la poca pureza y elegancia del estilo de las urnas
Pompeyas. Aquellas dicciones, Primus de familia etc. son un tanto disonantes, no porque sean impropias
no bárbaras, sino porque los modelos que hoy nos han quedado de aquel siglo rara vez contienen unos giros
semejantes. Ya hemos hablado de las Tribus: la tribu Galeria como todas las romanas fue un timbre propio
de ciudadanos con derecho y voto en los comicios; pero disueltas estas asambleas por la tirania de Tiberio,
cayó en desprecio y desuso, llevándolo con el tiempo hasta los esclavos y libertos. Durante la república fue
título de honor y aun bajo los primeros Césares. Siendo las urnas citadas del último de ellos según su estilo
y caracteres, claro es que la opinión del P. Ortiz y de otros que hicieron de esta especie un mérito relevante,
no puede servir de base a las conjeturas de identidad de las personas.
Otra observación nos queda para atestiguar la fecha de las inscripciones. La del número 2.º que hemos
traducido, Fabia Aninna, hija de Marco, esposa de Marco Pompeyo, hijo de Quinto, por no hallar version mas
acomodable, y notar entre ambas urnas la mas absoluta igualdad de caracteres de estilo y construccion, viene en apoyo de lo establecido. Siempre usaron las mujeres casadas de Roma los nombres de sus maridos no
tanto por amor cuanto para cumplir la ley de las cosas, mancipi o mancipacion que en virtud del contrato
conyugal sujetaba aquellas a estos, y entraban en sus bienes. Pero donde mas se generalizó una costumbre
autorizada como derecho, fue en Roma imperial, adaptándola los Césares y consignándola en medallas e
inscripciones; asi vemos en la de Emperatrices Domitia Augusta Imperatoris Domitiani = Sabina Aug. Adriani Augusti y otras, que contribuyeron poderosamente a esta misma publicidad en la Península y sobre todo
en la Bética, según aparece del mármol y urna número 2.º Fabia Aninna.
Muy controvertida es, desde el hallazgo del panteón de las Vírgenes, la identidad de las personas
sepultadas en él, y mas de un erudito ha transportado en su imaginación desde las costas del Egipto y las
riberas del Tiber hasta el municipio de Castro Prisco las cenizas del gran Pompeyo y de los Gracos. Si el P.
Ortiz y sus prosélitos, defensores de esta opinión aventurada, tuvieron fundamentos y causa para emitirla
¿por qué no nos han dado a conocer sus pruebas? Que, ¿basta solo un nombre genérico, frecuente y muy
sabido en la España romana, establecido en varios de sus pueblos y regiones, para fallar en la disputa? ¿Era
creible que el gran Pompeyo y sus dos hijos, los Gracos Tiberio y Cayo, los Fabios y los Junios de Roma,
todos ilustres, llenos de hazañas gloriosas, colmados de títulos y de honores, de dictaduras, consulados,
preturas, tribunados y magistraturas de ambas órdenes, renunciasen para siempre a sus títulos; borrasen de
la memoria de la posteridad tantos hechos; y oscurecidos, sin nombre los unos, sin dictados los otros, sin
familia y sin patria, viniesen, como a esconder su ignominia en un rincón de la Bética? ¿Tan injusto fue
su siglo, el teatro de su heroísmo (que tal pudo llamarse este pais respecto de algunos) que ni una lapida
honoraria, ni un monumento público, ni un sepulcro digno de su renombre, levantó a la memoria de estos
varones que hoy se quieren colocar en el suggrundarium de Castro Prisco? Reflexionen sobre la realidad
de los hechos, sobre la convicción misma que presta un raciocinio derivado de la historia contemporánea,
y entonces abandonarán por fuerza un terreno harto inseguro para fundar la opinión de los críticos y de
los anticuarios: esta conducta vaga, este presuntuoso delirio en abultar glorias sin cuento para el pais ha
arrancado mas de una vez páginas ilustres de sus anales que un dia sirvieran a la posteridad de verdadero
barómetro, a sus costumbres, civilización y progresos.
Descubrimientos de Baena
Artículo 3.º y último
(Conclusión. Véase el número anterior.)
Abranse nuestras colecciones lapidarias y conoceremos lo inverosímil de tales conjeturas: pues si con
haber leido en ortografia nada correcta el nombre de gracchi si prenombre ni agnombre, no otros títulos,
que necesariamente habrian de tener y tuvieron en efecto los defensores de la libertad de Roma se dice a
boca llena, que Cayo y Tiberio Graco están sepultados ahí; ¿con cuanto mas fundamento atribuiria a su
suelo esta gloria del Abula Augusta de los Oretanos, cuyas memorias e inscripciones públicas revelan la exis300
Apéndice documental
tencia de Cayo Sempronio Graco, ciudadano del municipio y Sevir Augustal en su templo de la Victoria?
¿Qué responderian los ilustradores de las urnas Pompeyas a la objeción que le presentan en sus mármoles
ciudades insignes de la Bética Tarraconense y Lusitania del establecimiento de la familia Pompeya en su
territorio? Toledo y Tarragona se envanecen de esta distinción, Mérida les ofrece en sus lápidas a Pompeya
Rodope, Talavera su Pompeya Inventa, Beniarjó en Valencia su Pompeya Asteroe, Calles en su Pompeya Paterna
u asi cada cual pudiera alegar a favor de tan aventurada pretensión documentos no menos auténticos que
los de Castro–Prisco. No alegan, sin embargo, de su riqueza, de su fama y renombre lo que este municipio
por boca del P. Ortiz quiere exclusivamente vincular en su suelo. Aun mas: Pamplona, de quien realmente
consta haber celebrado pactos y alianzas con la descendencia del gran Pompeyo, de haber luchado frente
a frente con el poderío de los Césares, para librar de la ignominia un nombre proscrito, Pamplona que
le debió su origen, según las historias, ¡no nos daría en rostro con sus monumentos, justificando la prioridad de sus tratados y relaciones con esta familia? El sumario de Cean nos habla de un mármol erigido
en dicha ciudad en el séptimo consulado de neron, en que los Pampilonenses confirmaban sus antiguos
pactos federales con Lucio Pompeyo Primiano, de la tribu Aniense. Cotejémos las circunstancias, nombre
y sobrenombre del verdadero representante de los Pompeyos de Roma y la tribu a que pertenecia con los
de las urnas halladas en las de las Vírgenes. Es una observación general de los mas eruditos arqueólogos que
todas las familias adoptaban un mismo prenombre y se inscribian en una misma tribu. Ni esto ni aquello
es aplicable a los Pompeyos de Castro Prisco. La tribu Aniense no es la tribu Galeria, ni el prenombre de
Lucio es el de los supuestos héroes de la batalla de Munda. Debemos buscar entre nosotros los personages
de esta gente que usaron el de Quinto, que fuesen domiciliados en España, en la Bética misma y obtuvieron
cargos honrosos en sus ciudades latinas. ¿Concurrieron estas circunstancias en el gran Pompeyo o sus hijos
Cneo y Sexto?...¿Hay memoria de haber obtenido el Dumvirato, el empleo de ediles y los derechos de los
ciudadanos en ellas? Nadie se atreveria a asegurarlo. Antes bien la historia contemporánea nos conserva la
de Quinto Pompeyo Nigro; caballero romano, natural de Itálica, del partido de César, ilustre competidor
de Antistio Turpion en la batalla de Munda. Si alguna vez pensaron el P. Ortiz y sus prosélitos en calificar
las personas sepultadas en el panteón de las Vírgenes, ¿cuanto mas juiciosos y razonables habrian parecido,
designando a M. Pompeyo hijo de Quinto, Quinto Pompeyo Sabino su hermano y los demas individuos,
como descendientes de este Pompeyo Nigro, que no atravesar luengos paises y buscar en ellos por una serie
de improbables conjeturas los mas ilustres conquistadores romanos? Rara vez nimia credulidad en punto
de historia y cronología produce el resultado de averiguar la identidad de las personas y de los sucesos.
Contentémonos y conténtese los de Baena con memorias de una antigüedad de diez y ocho siglos, con un
descubrimiento célebre, que depone de la existencia de una familia distinguida de la Bética, cuyas inscripciones sepulcrales publican, casi todas, sus prenombres y nombres gentilicios, signo indeleble de no haber
sido siervos ni cada cual la diferencia de personas por medio del sobrenombre: porque tales fueron, y no
gentilicios, como equivocadamente juzgó D. Francisco Julian Madrid, ni pudieron ser abreviados, atendida
la estructura de estas voces, ni acabar en ivs contra la inviolabe regla anticuaria, que observó el gran Mafei,
de que los agnombres rarísima vez tuvieron esta terminacion, no se acomodaron a las inflexiones del idioma
del Lacio. Velgaan, Siseanbahan, Velavnis comprueban un origen exotico, y muy diverso al parecer del
que correspondia a la linea del gran Pompeyo: hay ejemplos infinitos en piedras medallas de estas terminaciones bárbaras, y los hay tambien de que nunca se abreviaron.
No hemos sabido dar al epitafio núm. 1.º35 versión mas propia que una nota cronologica. Es raro en
mármoles latinos poner las fechas, pero no absurdo. Italia nos ofrece varias inscripciones jurídicas, como la
del fragmento que cita Grutero, pág. 1107 de su colección lapiadaria svbschripsi. iii. non. noemb: y sepulcrales, la de Tiberio Latinio, del museo Veronense dedicada por Agrasia iiii. k. sept. En España consta este
uso en otra tambien sepulcral, que copio Muratori y después Cean en el Sumario de antigüedades, articulo
Ximena de la Frontera, donde se dice, que Herennio Rustico puso aquella memoria a Ilerennio Herenniano su
35
Véase el articulo 2º.
301
Apéndice documental
abuelo, nonis martiis. Fundados en estos ejemplos y en la colocacion de los caracteres, diversa de las demas
urnas, hemos adherido a dicha traducción, sin creer que sea la única que admite; pero sí la mas propia en
nuestro concepto.
No es necesario detenerse mucho, para probar la evidencia del tercer principio establecido; insignes
anticuarios lo testificaron en varios lugares de sus obras, “Una sola inscripción, ha dicho el sabio Mafei, nos
da mas luz del imperio romano y de sus dignidades, que todas las medallas y casi todos los escritores”. Ellas
nos trasnmiten las costumbres, artes y ciencias, religión, leyes y acontecimientos del pueblo rey, los de los
paises sometidos al poder de sus armas. Arranquemos de la historia antigua estos rasgos luminosos, estos
signos parlantes del pensamiento de nuestros mayores, y la veremos reducida a un esqueleto sin vida, sin
animación, sin recuerdos y sin gloria. Siguiendo el mismo propósito, no es justo echar en olvido hasta los
mas insignificantes objetos de la antigüedad; estudiemos en los hallados dentro del Panteón de las Vírgenes,
y su figura nos dará a conocer su primitivo uso entre los romanos los vasos cinerarios, ampollas o ampollas
para la conservación de los restos humanos, los lacrimatorios para honrar el llanto de los deudos y amigos
que se creia contener la memoria de los muertos, las ullas, ánforas y vasos sútiles, los bucaros, pateras y
capóndulas, para los sacrificios a los dioses infernales, las libaciones y aguas lustrales que se acostumbraban
a ofrecer por los manes de los difuntos en 21 de enero, designando estas fiestas el calendario romano con
el nombre de Feralia. En cuanto a los polvos dorados, en que envolvian los huesos, no debemos estrañarlo
teniendo casos muy semejantes en varias ciudades de la Bética. El Sumario ya citado nos refiere el descubrimiento hecho en Lucena por los años de 1590 de un gran cippo o sepulcro de enorme longitud, dentro
del cual habia varios esqueletos, utensilios y armas, y cerca de ellos una grande ánfora de cobre con asas y
tapa, llena de polvos de oro.
Lo que caracteriza de raro el descubrimiento de este panteón familiar, es la lámpara inextinguible, o
luz perpetua, colocada entre las urnas. Antes que el ilustrado celo del rey Carlos III diese impulso a las excavaciones del Herculano y Pompeya al pie del Vesubio, habian ya dado a luz varios anticuarios importantes
tratados sobre estas lámparas, su frecuente uso entre los romanos y el secreto de la composición del líquido
que las hacia alumbrar perennemente. El mismo empeño que mostraron en descubrir estos arcanos de la
química Fortunnio Liceto y el Auditor Passeri, hombres doctisimos, dio margen a las dudas y sospechas que
nuestro benedictino Feijoo estampó en el tomo 4º, discurso 2º de su teatro critico, donde niega absolutamente la existencia de tales hallazgos de lámparas, en el sepulcro de [sic] y de Máximo Olibio; porque según
su parecer era imposible que faltando la primera propiedad del fuego, que es consumir los cuerpos, haya
luces eternas, líquidos que no se evaporen, y mechas que resistan a la accion de la llama en una larga serie
de siglos. No nos toca en modo alguno impugnar de frente la opinión de este gran critico: solo diremos que
procedió con harta ligereza en un asunto cuya realidad se demostraba a cada paso por la experiencia misma.
Ningun anticuario verdaderamente erudito podrá establecer el principio atribuido por Feijoo a todos los
defensores de lámparas perpetuas, de que no se apagan jamás, si han de merecer el nombre de tales. ¿Por
ventura, no les basta para obtener el título de perpetuas la duracion de dos mil o mas años? ¿Es indispensable
se nos revele el secreto quimico de su composición para dar crédito a la realidad? ¿Qué se diria entonces del
fuego griego y otros inventos conocidos de los antiguos e ignorados de los modernos…? ¿Ha habido algun
arqueólogo de nuestros dias que atestigue la existencia de estas lámparas al tiempo d descubirse tales como
fueron en sí, al tiempo de su colocacion en los sepulcros…? El Herculano con sus portentosos hallazgos
de dichos objetos ha acabado de convencer la tenaz credulidad de muchos, y el de las urnas Pompeyas de
Baena disipará las dudas, si algunas quedan todavía. La figura de esta lámpara, la escasa porcion de líquido
que contenia, el sedimento pegado a la superficie interior, dan claras muestras de que si bien sus inventores
pretendieron hacerla durar dos mil años, estaban lejos de creer que agotada la substancia, que servia de
pábulo a la luz, ardiese esta eternamente. Una duracion de veinte siglos en obras de industria humana es
una eternidad para los hombres; porque revela un esfuerzo extraordinario de la naturaleza sobre sus mismas
leyes y principios.
Concluimos el presente relato, en que nuestra escasa erudición ha importunado tal vez demasiado, a
los lectores con observaciones y disgresiones poco a propósito para distraerlos: pero obligados a llenar un
302
Apéndice documental
deber que nos impone el pais en que vivimos, los monumentos célebres de que abunda nuestra provincia
de Córdoba, y muy en particular los contornos de Baena, donde a nuestro paso en octubre del año anterior
de 1838 tuvimos ocasión de sacar, examinar y cotejar los diseños con sus originales; enmendando de esta
suerte los defectos de muchos que obran en poder de varios sujetos ilustrados de ella, no hemos vacilado en
su publicación. Somos deudores, y debemos corresponder a la confianza de la real academia de la historia,
que sin mérito alguno de nuestra parte, solicitó y obtuvo de S. M. la inspeccion de Andalucia, en cuyo desempeño nos ha auxiliado y auxilian continuamente sus celosos individuos. El buen deseo que en dar a luz
estas noticias ha insinuado en varias ocasiones el apreciable y digno director del Semanario han vencido al
fin la natural repugnancia nuestra a tocar de un asunto reservado a mas hábiles ingenios y plumas libertos,
antes bien de ilustre origen. Establezcamos en mejor cortadas, contando de antemano con la benevolencia
del público y los hombres eruditos amantes de las glorias del pais. Interesados en ella como españoles, es de
nuestro deber y mision escitar el patriotismo de la villa de Baena, el de poseedor de las urnas y antigüedades
de las Vírgenes D. Diego de Pineda y Escalera, el buen deseo de su hermano el doctor D. Manuel María
y el de los vecinos, a quienes la suerte deparó tan importante descubrimiento, para que auxiliados mutuamente, logren llevar a cabo la empresa de erigir en esta población un museo, digno de su antigua fama u de
la emulación y envidia de los estrangeros36.
manuel de la corte y ruano.
IV, 2, Nota publicada en la La Alhambra, t. 2, nº 20, 27 de octubre de1839, p. 240.
Desde el dia mismo en que se expuso en el Gabinete de Lectura del Liceo el número 41 del Semanario
Pintoresco Español, en el cual se inserta un artículo sobre descubrimientos de Baena, suscrito por D. Manuel
La–Corte Ruano; se hallan de manifiesto en el mismo Gabinete los dibujos y demás trabajos de uno de
nuestros colaboradores, que, contra todas leyes del honor y de la amistad, han servido para aquella producción. También lo están algunas cartas interesantes del articulista, que ilustran la materia. Con la debida
oportunidad hablaremos de este impudente plagio.
IV, 3, Nota de Manuel de la Corte Ruano publicada en La Alhambra, tomo 2, nº 26 (1839), p. 314.
comunicado.
Sres. redactores del periódico la alhambra.= Muy Sres. mios: un incidente casual que
ha proporcionado el saber, que en el número 20 de su apreciable publicacion, dia 27 de octubre, estampó
D. Aureliano Fernandez–Guerra cierto comunicado37, cuyo contenido ignoro, y cuyo objeto parece ser, el
calumniar mi reputacion y honor con groseras imposturas, dándome por plagiario del artículo, que, sobre
los Descubrimientos de Baena acabo de insertar, en dos números del Semanario Pintoresco Español.
La tardanza en llegar á mis oidos esta nueva, y lo ageno que conceptuo un periódico literario, lastimar
los de sus ilustrados suscritores con polémicas y escitaciones importunas, me han estorbado el contestar
pronta y debidamente á ellas; verificándolo ahora, para desmentirlas con la verdad y rectitud que me inspiran mis sentimientos, mi conciencia y mi franco carácter. Y supuesto, que el Sr. de Guerra, esquivando
toda contestacion directa á mis reconvenciones, adopta el sendero tortuoso de herirme en terreno propio
36
37
Ademas de los sujetos citados en el discurso de estos articulos como ilustradores del descubrimiento de las urnas Pompeyas
de Baena, debe hacerse justicia y contarse entre ellos en lugar preferente a D. Juan Jose Jurado Valdelomar vecino de Castro
el Rio, miembro de varias academias y corporaciones científicas, y autor de una dilucidación historial sobre el mismo asunto
que ya proxima a imprimirse en Córdoba, padeció su original un inevitable estravio durante las ocurrencias de setiembre y
octubre de 1835.
Véase IV, 7, 9–12–1839. Este impreso se incluyó en página suelta en este número de La Alhambra.
303
Apéndice documental
y desusado, le emplazo desde luego, para que pruebe sus asertos, ó bien en papeles, destinados por su extencion y objeto á esta clase de correspondencia, ó ante un Jurado ó Tribunal civil, donde, de no hacerlos
demostrables, me veré en el duro caso de obligarle á comparecer.
Suplico á V se sirvan, en cumplimiento de la ley de imprenta, dar cabida á estas líneas en el número
próximo de su apreciable periódico, quedándoles muy obligado por este obsequio S. S. S. Q. B. S. M. =
Manuel de la Corte y Ruano. Cabra 14 de noviembre de 1839.
Nota de la Redacción: Tenemos á la vista un artículo firmado por el Sr. D. Aureliano Fernández–
Guerra y Orbe, en el que con el mayor decoro y solidez se ratifica en cuanto aparece en la nota estampada
al núm. 20 de este periódico. Mas no admitiéndose, ní debiendo admitirse polémicas de ninguna especie
en la Alhambra, rogamos al mismo y al Sr. Ruano que elijan otro terreno donde ventilar y justificar sus
respectivos asertos.
IV, 4, Artículo de Manuel de la Corte Ruano publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba, 20 de noviembre de 1839.
Sres. Redactores del Boletín oficial.
Muy Sres. Mios: la ilustracion, que VV. manifestaron y el interés nada comun, con que en 1833 escitaron el celo y laboriosidad de los anticuarios de esta provincia, apenas verificado el importante descubrimiento de las Urnas Pompeyas de la villa de Baena, dió por resultado la publicacion de varias observaciones
críticas, un relato prolijo y varios diseños de los mas principales objetos encontrados allí. D. Francisco
Julian Madrid, vecino de Priego, y el Ayuntamiento de Baena, autor el primero de aquéllas y el segundo de
éste, dieron á conocer en parte todas las ventajas, que de la conservacion y analisis de dichos monumentos
debiera sacar la historia del pais.
Estimulado por tales antecedentes, y muy en especial por la autorizacion de S. M., que con fecha
9 de Octubre del año prócsimo pasado se sirvió, a consulta de la Academia de la Historia, conferirme la
inspeccion de antiguedades de Andalucia, pasé en Noviembre del mismo á la villa de Baena, con el fin de
ecsaminar (como lo hice) las espresadas urnas, vasos y objetos, informándome por mi mismo de las personas que intervinieron en su hallazgo, de cuantos pormenores, circunstancias, é incidentes habian ocurrido,
procediendo acto continuo á copiarlos con la mayor escrupulosidad, purgando los diseños sacados anteriormente, de varios errores de que adolecian. El empeño que el Sr. D. Diego de Pineda, mi digno amigo,
á quien pertenece la propiedad de aquellas preciosidades artisticas, el del Doctor D. Manuel María su hermano, el del Sr. D. José Maria de Morales, distinguido secretario de la Real Sociedad Economica de dicha
villa, y otros sujetos de categoria mostraron en que ejerciese por primera vez la comision de S. M. dando
preferencia á un tratado narrativo y crítico sobre los descubrimientos de las Vírgenes, ayudado todo esto
del deseo que me animaba y anima de hacer participar al público y á la España entera de las incomparables
bellezas anticuarias que en su seno encierra la provincia de Córdoba, venciendo mi natural repugnancia, me
obligaron á emprender los trabajos dados á la luz sobre este asunto en los números 40 y 41 del Semanario
Pintoresco Español. Debo advertir en honor de la verdad, que siempre me ha caracterizado, que reunidos
aquellos datos en Baena, obtuve del Ayuntamiento de Cabra los Boletines de 1834, de los amigos de Baena,
el tratado sobre las urnas Pompeyas del P. Fr. Ignacio Ortiz, y de los dueños de éstas, varias noticias curiosísimas é importantes.
Así las cosas, y fuera de la prensa el primer articulo, tuvo la infame osadía de atribuirse mi propia obra
y sus fundamentos un D. Aureliano Fernandez, ó Fernandez Guerra, vecino de Granada, bien conocido en
estos pueblos por el mucho fruto que en su favor a sacado de varias personas sencillas y acomodadas, que
por cierto no me dejarán mentir. Cobardemente atrevido el Sr. Guerra ha tratado de manchar mi reputacion, colocándose maliciosamente en una arena, al parecer inespugnable, cuál es el periódico La Alambra,
de que es colaborador (segun se dice) y públicado un comunicado lleno de imposturas, en que me acusa
304
Apéndice documental
nada menos que de plagiario de sus obras. Como afortunadamente en la Provincia y fuera de ella, y en
Granada tambien me conocen, saben mi modo de obrar y de pensar un sin número de personas de juicio,
categoria é ilustrada imparcialidad, y le conocen sobradamente á él, es escusado justificarme de calumnias,
estimadas en lo que valen, y altamente despreciadas de hombres de buen criterio. Pero, por si acaso este
verdadero plagiario de mis trabajos (como probaré) interpretase mal la indiferencia, que con el silencio
me merecen sus hablillas, tomo la pluma para desmentirlo ó para denunciarlo de impostor descarado y
robador de mis propias composiciones. Sepa el público, que este Señor, engreido con una fama, que nadie
le há otorgado, y cuatro lisonjas á grandes Señores, que le hán valido algo mas que el viento de que parece
enchirse sin fundamento, há osado manchar mi reputacion con soeces calumnias, solo con la baja idea de
desacreditar la honrosa comision obtenida por la Academia de Historia y por S. M. para inspeccionar, conservar é ilustrar las antiguedades de Andalucía. Ante los órganos de la ley comparecerá á probar sus falsas
inculpaciones ó sufrir la mengua de verse tratado como impostor. Despues de leido el hostil é insolente artículo del Sr. Guerra, contestarémos mas individualmente. Baste saber al público, que ninguno de los datos
insertos en enunciados artículos pertenecen á él, que los dibujos que le acompañan, mas individuales que
cuantos él pudo haber tenido, están sacados de su original, como se demostrará á su tiempo; y que entretanto que el prosigue en su insolente acusacion, me abstengo de citar los hechos, las personas y los escritos
que comprueban la legitimidad de mis obras, y la impstora originalidad de las suyas.
Sirvanse V V. dar cabida á este articulo en beneficio del bien general y honor de las preciosidades y
glorias de nuestra Provincia, cuyo análisis se quiere el Sr. Guerra atribuir.
Cabra y Noviembre 17 de 1839.= Manuel de la Corte y Ruano.
Córdoba: Imprenta de Nóguer y Manté, 20 de Noviembre de 1839.
IV, 5, Informe de Manuel de la Corte Ruano remitido a la Real Academia de la Historia, 28 de noviembre de 1839 RAH–CACO/9/7951/15(3)38.
Parte que dá a la Real Academia de la Historia el Doctor D. Manuel María de la Corte y Ruano–Calderon,
individuo de la misma, Inspector por S.M. de las Antiguedades de Andalucía, etc.
De los trabajos de su comision correspondientes al mes de noviembre de 1839.
Descubrimientos de las Vírgenes.
Parrafo 3.º
Era el 16 de agosto de 1833, tiempo en que la recoleccion de cereales mantiene en las campiñas crecido numero de operarios, y que por esta circunstancia se habían aumentado los del cortijo de las Vírgenes,
(término de Baena) cuando un muchacho de su labor, practico en el terreno, movido de la curiosidad propia de los pocos años, ó tal vez de la codicia inseparable de esta clase de gentes, buscó entretenimiento en los
villares contiguos al muro y torre de Castro Prisco, de que vá hecha mencion en el articulo 1.º, por el lado
setentrional de esta fortaleza. Allí son mas frecuentes que en otros sitios las hendiduras y quiebras de los
antiguos cimientos, cuya mole respetable todavia, parece querer sepultar en aquellas cavidades las últimas
reliquias del poder romano. El calor de la estacion contribuia no poco á su ruina, dando margen á creer,
que bajo las grietas de estas fábricas habia estancias subterráneas ó se ocultaban pingües tesoros. Preocupada
la razon del labriego con tales ideas, no vaciló en abrirse paso entre los escombros, y metiendo, como por
instinto, el brazo en aquella que le pareció mas profunda, al ver que ni tocaba en su fondo, ni la dureza de
la argamasa cedia á sus esfuerzos, volvió al cortijo, reveló el secreto, y seguido por el operador y algunos
38
Aunque buena parte de este informe fue publicado de forma literal por su autor en su artículo 2º (1) de “Descubrimientos
de Baena”, ya transcrito con anterioridad, incorpora algunas variantes de interés.
305
Apéndice documental
criados del campo armados de instrumentos de destruccion, dieron principio á la penosa faena, y no sin
trabajos ni dificultades practicaron una brecha de la cabida de un cuerpo humano, por la cual fue introducido el muchacho pendiente de una maroma. A muy corto descenso tocaron sus pies el terreno, y un grito
de sorpresa involuntario revelo á los de afuera el hallazgo apetecido. Recorria entretanto y deslumbrabase
el primero, al hallarse como por ensueño en un aposento cuadrangular, cuya longitud de E. á O. No era
menos de diez pies y medio, por siete de anchura de N. á S. y nueve de elevacion hasta la clave de los arcos
en que termina la boveda por sus extremos. Una lampara embebida en una funda de plomo, y colocada
en el ángulo que hay entre O. y N. reflejaba su luz amarilla sobre el pavimento, muros y zocalo de piedra,
que en derredor de la estancia se levantaba mas de un pie ó pie y medio, sustentando sus flancos ó lados,
de E. a N. catorce urnas cinerarias de diversos tamaños y figura. Estas urnas eran de piedra blanca cipia,
cerradas con losas herméticamente, conteniendo cada cual los huesos de una persona humana, calcinados
por el fuego, otros pulverizados, otros convertidos en cenizas, otros en fin mezclados con polvos dorados
que la humedad habia enrrogecido. Adornaban doce ellas otras tantas inscripciones latinas, de caracteres
mas ó menos limpios, y conceptos mas ó menos elegantes; prueba inequívoca de que ni fueron los individuos colocados en un mismo tiempo, ni quizá en un mismo siglo trabajados sus epitafios. Su construccion
en general es tosca, sin adornos, relieves, simbolos y figuras, que espresen una elevada gerarquia ni menos
los progresos de las artes, tan dignamente egecutados en los atributos del templo de Baco, de que va hecho
mérito en el primero y segundo parrafo39. Estas urnas asentaban, como hemos dicho, sobre el zocalo, en
dos lineas paralelas, que declinando oblicuamente desde su origen venian á juntarse en el punto, donde
posaba la lucerna. Entre cada dos de las urnas, ocupando el intervalo, que estas dejaban, habia colocados
dos vasos lacrimatorios, dos cinericios de barro muy duro, dos capendulas de vidrio, dos ullas, ú ollas de
barro, tambien para el uso de los sacrificios de Pluton y los Manes; un bucaro de mediano tamaño, terso,
brillante y de admirable finura, recargado de preciosas labores, y entallados que representaban guirnaldas de
vid, apio y otros arbustos consagrados á los Dioses; y varios utensilios sacrificales, que en su mayor parte se
conservan con esmero en la villa de Baena. Ojalá los descubridores de estas preciosidades hubiesen tenido
mas esmero y menos codicia: pero desgraciadamente no sucedio asi; pues no solo obligaron al mozo que
dentro estaba, á entregarles todas las urnas y objetos, sin que instados por una curiosidad harto funesta
para las artes y ciencias, volcaron en el suelo, y mezclaron aquellas cenizas, sin otro fruto que lograr, en vez
de tesoros, restos humanos y algunas ampollas de vidrio, pomos de esencias, una espátula de marfil, y un
botecillo de figura muy elegante, de color azul, formado de vidrio mas compacto. La fábrica de este panteon familiar era muy solida, y bien concebida, los arcos y techo abovedado, de argamasa indestructible.
Los bordes de esta boveda apoyaban en un semicirculo u estribo de sillares dentados, los unos mas cortos
que los otros, haciendo la obra tan vistosa como duradera. El interior de la estancia presentaba un aspecto
agradable; pues los muros y techo estaban revocados de aquel barniz ó enlucido de cal y arena, de color
obscuro, que los romanos llamaban arenatum opus, y cuya duracion ha quedado en proverbio. La puerta
colocada en el lado de la pared, acia el N. compuesta de un arco y macizada con escombros, daba á entender otro descenso mas practicable que el del cierre de la boveda, por donde se verificó el descubrimiento, el
cual necesariamente hubo de perjudicar á los objetos interiores: así fue que los escombros cayendo sobre la
lámpara la quebrantaron y soterraron hasta cerca de la mitad de su altura, y como al intentar los labriegos
del cortijo estraerla del sitio que ocupaba, hallasen obstaculos insuperables, recurrieron á los instrumentos y
picos, con los cuales lo lograron al fin; pero bien se dejan conocer los efectos de tan barbara medida; el licor
contenido en ella se derramó, el vaso de vidrio que lo encerraba saltó en pedazos, y el sedimento de aquella
prodigiosa sustancia que es un secreto para la química de nuestros dias á la impresión del aire atmosférico
quedó como petrificado, y la parte interior del vidrio humedecida por el liquido, bañada en una copa sutil
de lineamentos y figuras caprichosas de los colores del iris. Se ha podido conservar integra una parte de esta
lucerna, y por ella se deduce su figura, tal como va al n.º 1
39
306
Partes de agosto y setiembre del año corriente.
Apéndice documental
La Academia ha considerado desde luego los abusos y escesos que de un descubrimiento semejante
podrian resultar por los anuncios difundidos en los periodicos pocos dias despues del suceso. El entusiasmo
del pueblo de Baena, y el empeño decidido del arrendador del cortijo de las Virgenes, D. Diego de Pineda
para la conservacion de estas antiguallas es sin embargo muy digno de elogio, y á ambas circunstancias debe
hoy la Inspeccion el analisis que se propone hacer. Cuando en 3 de noviembre del pasado año de 1838
observamos por nosotros mismos las enunciadas preciosidades y sacamos los dibujos que se han remitido
y remitirán á la Academia, logramos tambien de varios sujetos curiosos un tratado narrativo del descubrimiento, compuesto por el P. Fr. Ignacio Ortiz, religioso franciscano de Baena, sobre datos exactisimos, é
informes practicos, que lo constituyen en el mas veraz de sus ilustradores. Pero desgraciadamente le faltaban
los conocimientos arqueologicos, lapidarios, historicos y sobre todo criticos para un buen éxito: razon que
priva á la obra del concepto á que su autor, teniendolos, pudiera elevarla. Tanto de su relato, como de un
articulo impreso en los Boletines de Cordoba de 1834 y suscrito por D. Francisco Julian Madrid, vecino de
Priego, y de las deposiciones de testigos imparciales, hemos entresacado los materiales del presente trabajo.
La Academia, justa censora del merito respectivo de nuestras glorias y monumentos, resolverá, con mayor
criterio que nosotros pudiéramos intentar, la cuestion reñidisima de si los personages sepultados en las
urnas de Castro Prisco, son ó no de la familia [–] del gran Pompeyo, como sostienen con variedad algunos
arqueologos de esta Provincia, no tan acertados, á nuestro modo de entender, en este, como en otros puntos
de las antiguedades Beticas.
Las inscripciones ó epitafios de cada urna en numero de doce, como hemos dicho, abundaban en
siglas, terminaciones y conceptos obscuros, hasta tal punto, que la traduccion castellana á que algunos la
redujeron es tan varia, como sus opiniones. Esta misma confusion produce en los animos el deseo de inquirir la verdad; y obligados nosotros por deber y por aficion, á no omitir tal cualidad, haremos en los partes
sucesivos las versiones mas adaptables á nuestro sentir, á los principios que el autor de las Instituciones
anticuario–lapidarias establece, y al dictamen de hombres de prudencia y buen tacto, á quienes consultamos sobre la materia.
Cabra Noviembre 16 de 1839.
Manuel de la Corte
IV, 6, Oficio de remisión de Aureliano Fernández Guerra a la Real Academia de la Historia de un
impreso en el que acusa de plagio a Manuel de la Corte Ruano. Granada, 18 de diciembre de 1839,
RAH–CACO/9/7951/17(1).
Siendo indudable para mi, y para la Nación toda que las distinciones debidas por D. Manuel de la
Corte Ruano, Vecino de Cabra a la Real Academia de la Historia no han podido tener otro objeto que estimular a la juventud al estudio de uno de los ramos de mas curiosidad e interés; y cierto por muy buenos
conductos de la probidad y celo que distinguen a V.S.; – bien puedo suplicarle se sirva elevar al conocimiento de la misma Real Academia el adjunto impreso, como que al fin a este ilustre Cuerpo tocará decidir en
su caso, con la imparcialidad e ilustración que le son propios, quien ha venido en la lid a que por medios
tan arteros se me ha provocado.
Dios guarde a V.S. ms as Granada, 18 de diciembre de 1839.
Aureliano Fernández Guerra
Sr. Secretario de la Rl Academia de la Historia.
307
Apéndice documental
IV, 7, Impreso de Aureliano Fernández Guerra en el que acusa de plagio a Manuel de la Corte Ruano,
Granada, 9 de diciembre de 1839, RAH–CACO/9/7951/17(2).
Al ver cómo un interes sórdido, ó acaso una vanidad pueril, labran en el corazon de algunos hombres,
y cómo este corazon degradado se resiste a la conciencia íntima de sus deberes; hay momentos en que el
hombre que conoce su dignidad, hasta se avergüenza de pertenecer a la especie que racional se proclama.
Pero al replegarse despues en sí mismo; al contemplarse libre de pasiones mezquinas, de torcedores remordimientos; su alma se dilata, y se siente en una region cuyo atractivo no es posible expresar: porque pura y
dulce es la luz, tranquila la alborada del estío; pero mas pura y mas tranquila es la conciencia del inocente.
Dos medios sencillísimos se me ofrecian para terminar la cuestion a que me provoca el Sr. Dr. D. Manuel La–Corte Ruano: la publicacion de sus cartas dirigidas a mí, y la reimpresion de sus obras, con notas y
comento; o presentarle algunas posiciones, de las que, luego fuesen evacuadas, se deducirian consecuencias
legítimas e infalibles. Mas por cuanto la verdad no necesita de rodeos, ni sería justo abusar de la paciencia
del público dando a esta contienda un aspecto rigurosamente jurídico; dejo, si necesario fuere, para mas
adelante el emplear el primer medio (que siempre ofrecerá una coleccion muy divertida), y procedo a la
simple y exacta referencia de los hechos, pues que de hechos se trata.
Dedicado, desde la edad de doce años, al penoso y árido estudio de las antigüedades con el empeño y
constancia de un capricho dominante, pero sin pretensiones de ningun género, – oí en setiembre de 833,
con un entusiasmo difícil de ponderar, la noticia del descubrimiento romano del Cortijo – de – las vírgenes;
y en el instante empecé a recoger datos y á preparar materiales para discurrir con algun tino á la vista de tan
preciosos monumentos: exámen que logré en el año siguiente de 834.
En 28 de febrero, acompañado del sabio literato y anticuario el Presbítero D. Diego de Padilla, del
Licenciado D. Joaquin de Caracuel, y de otros sugetos de Baena, copie con una escrupulosidad matemática todas las urnas, bajo–relieves, inscripciones y utensilios, procedentes de aquel descubrimiento, y que
existian en la misma villa, casa de D. Diego de Pineda y Escalera. Adquirí entónces cuatro pedazos de la
supuesta lámpara, mayores todos de cinco y seis pulgadas de diámetro; una porcion de huesos; y algunos
fragmentos de las urnas [2]. En abril del propio año pasé a Córdoba; y, posando en el palacio del Sr. Obispo
(hoy Arzobispo electo de Granada y Patriarca de las Indias), mi señor tio, por la mediacion y bondad del
caballero Bibliotecario de la Episcopal, y por el sincero afecto con que me distinguió el R. P. Fr. José Jurado,
Lector del Convento de S. Pedro de Alcántara de aquella ciudad, logré hacerme de los mas curiosos apuntes, tanto de los libros raros que se custodian en aquella biblioteca pública, como de los tesoros literarios
que se conservan en los archivos de los Cabildos eclesiástico y civil, sobre la historia de Castro–viejo (que
así se llamó el terreno de las Vírgenes) desde la conquista de S. Fernando hasta nuestros dias.
Con estas singulares adquisiciones regresé a Zuheros, villa inmediata a la de Baena, y consagreme a
formalizar mis trabajos, y á empaparme en la historia del paraje que me faltaba reconocer: los villares de
Castro–viejo.
A fines de agosto habia ya concluido mi propósito; y, en 1º de setiembre, asociado con ciertos amigos
notables de Baena, sugetos á quienes simpre he debido muy señaladas atenciones, tuve ocasión de examinar
con toda prolijidad que anhelaba los restos antiguos esparcidos en el Cortijo – de – las – vírgenes. Entónces
dibujé topográficamente el villar todo; saqué distintas vistas de las torres; y geométricamente copié con
plano y cortes el panteon que se encuentra debajo de tierra. Fui tan minucioso en esta copia, que en ella
aparecen medidos todos los sillares de la bóveda, y hasta las toscas piedras que corren por bajo de la cornisa,
y las que forman los testeros de aquella estancia40. Y en verdad no tuve que arrepentirme de mi paciencia;
pues, midiendo una por una las piedras labradas de que se componia la cornisa, observé en la superficie
superior los rastros que habian dejado las urnas: descubrimiento que me hizo lanzar un grito de alegría.
Efectivamente las aguas, cayendo filtradas sobre la tierra que contenia la superficie de la cornisa no defendi40
308
El dibujo que el Sr. Ruano ha presentado del panteon, es absurdo, arbitrario, quimérico, risible, indigno de la circunspeccion y conocimientos que deben suponerse en un Inspector de antigüedades.
Apéndice documental
da por las urnas, se tornaba en lodo, y este luego quedaba petrificado por el trascurso de los tiempos. Medí
en el punto mismo aquellos rastros; combiné las dimensiones de las urnas con las de las huellas que dejado
habian; y obtuve un resultado felicísimo para los anticuarios, á saber = dar averiguado el orden41 con que
las doce urnas de la familia Pompeya de Castro–Prisco estaban colocadas en la panteon. No ménos curiosos
e importantes para los anticuarios son los dibujos y apuntes que de otros restos antiguos saqué en aquellas
ruinas, y las preciosidades que levanté yo mismo del suelo y conservo en mi gabinete, consistentes en varias monedas, de cobre, municipales y del alto y bajo imperio; alguna evilla particular, del metal mismo;
el ladrillo que (sin nombrar al bienhechor) cita el Sr. Ruano, con la inscripcion Aper; y muchos pedazos
de finísimos bucarillos. Pasé en seguida, en union siempre con los mismos sugetos, a la casería de Carro
(hacienda de Casa–corona); y allí diseñé la estatua que ha publicado el Sr. Ruano, y dos inscripciones y un
gran jarro (vasa subtilia), monumentos todos pertenecientes a Castro–Prisco, o sea Castro–viejo. De allí
visité, cerca de la nueva Carteya, el cortijo de Colon, logrando sacar una copia de la inscripcion de Quinto
Mummio.
En fines de octubre habia ya dado cima á todos mis trabajos. En mi cartera se veian infinitos dibujos
de los castillos de las Vírgenes, Baena, Luque, Zuheros y Doña Mencía; planos ignográficos de los villares de
la Torre–del–puerto, el Laderon, el Minguíllar, Padrones y Castro–viejo; y croquis de cuantas antiguallas,
peñascos célebres, &c. &c. habia visto en cualquiera de aquellos parajes. Y en este tiempo, rico de diseños
exactisimos y de noticias y apuntes los mas curiosos y selectos, volví a Granada, mi patria. A todos mis amigos (que son Muchos y Buenos), á todos los extranjeros que visitaban la casa de mi señor padre con motivo
de su escogida y copiosa biblioteca, numofilacio, y gabinete de antigüedades, historia natural, pinturas y
manuscritos; les mostraba yo los felices resultados de mi expedicion, no para ufanarme de mis conatos,
sinó para hacer participantes á todos de curiosidades tantas. Varias personas me reprendian mi desidia en
publicarlas; y no puedo ménos de citar entre ellas con engreimiento al Sr. D. Salvador Lopez, Canónigo
de la Santa Igesia Catedral de Málaga, quien (acompañado del Dr. D. Salvador Andreo y Dampierre y de
otras personas muy distinguidas), habiendo visto mis croquis y discursos, les prodigó alabanzas que repito
me envanecen por la sinceridad é ilustracion de quien las prodigaba. Otro de los innumerables sugetos
que observaron mis trabajos, fue el Sr. D. Manuel de Bofarull, Oficial del archivo general de la Corona de
Aragon, individuo de la Academia de la Historia, jóven de vastísimos conocimientos en arqueología, diplomática, &c.; quien con tal vehemencia exigió formalmente de mí que los publicase, que tuve que empeñar
mi palabra de hacerlo así luego que concluyese un Viaje pintoresco del antiguo reino de Granada, en el que ha
nueve años que me ocupo, y del que debian hacer parte. Pero ¿a qué citar como aprobantes y encomiadores
de mis tareas al Sr. D. Juan de Cueto y Herrera, Canónigo del Sacro–monte de esta ciudad, consumadísimo
literato, y á tantos otros sugetos respetables por su ilustracion, dignidad, carácter y categoría (muchos de
los cuales hacen parte del Liceo artístico y literario de esta capital) en un asunto de suyo tan público para
cuantos me conocen? Volvamos a tomar el hilo de mi narracion.
En noviembre del mismo año de 834 fue presentado en la casa de mis señores padres el D. Manuel La–
Corte, só color de aficionado a las antigüedades, y de desear instruirse en este ramo con mi Roce y Amistad.
Desde aquel momento no dejó ni un solo dia de visitarme, de remontar a las nubes mis adquisiciones y ensayos, y de no perdonar medio para ganarse mi confianza. En sus ausencias de esta capital me juraba que no
podia vivir sin mi correspondencia: el ménos exagerado de los floreos que me prodigaba era llamarme queridisimo &c.&c. Por abril de 835 tuvo el antojo de que formáramos una Sociedad anticuaria; y tanto y tanto
dio en esta idea, que nos hizo hacer á varios locuras de que no quiero acordarme. Así las cosas, en mayo del
propio año de 835 me pidió Ruano todos todos mis dibujos y apuntes para copiarlos y poseer de este modo
una memoria mia!!! Yo no tan solo puse en sus manos todo lo que habia adquirido en el reino de Córdoba,
sino cuanto tenia del de Granada; porque este proceder léjos de ser nuevo en mí, le habia usado ántes con
los malogrados P. Jurado y Padilla, cuyas cartas en que me acusan el recibo de mis trabajos conservo, como
41
Orden que con la mas refinada malicia ha invertido el Sr. Ruano.
309
Apéndice documental
una joya la mas apreciable, por el fondo de honradez y virtud que en ellas resalta. El Sr. La–Corte no estuvo
muy acertado en conducir el proyecto que habia concebido al pedirme mis producciones; pues tanto al
llevarse de mi casa mis legajos y dibujos, como al traerlos, tuvo la desgracia de encontrar a mi lado personas
de juicio e imparcialidad que no tan solo no me dejarán mentir, sinó que se hallan prontas a deponer sobre
este hecho. Ademas de que todos cuantos frecuentaban la casa del Ruano, tuvieron motivo de observar las
copias por él sacadas; porque adornaron por mucho tiempo las paredes de su estudio; juntamente con el
retrato del P. Echevarría, copia tambien de una de mi hermano D. Luis Fernandez–Guerra y Orbe. Y aquí
de perlas lo que el R. P. Fr. José Jurado, de la Academia de la Historia, en carta que conservo (toda de su
puño), fecha 4 de junio de 1835, me decia acerca de haber franqueado mis borrones al D. Manuel La–
Corte, de que por incidencia le hablaba yo en una anterior: Sin embargo le ruego que no se crea haber llegado
al término final porque haya podido reunir tantos exquisitos materiales; pues yo tengo tambien para otro buen
tomo. Amigo, creo no poder significarle mejor mi ingenuidad y aprecio, que cuando le insinuo se CAUTELE, y
lo que le suplico no reciba por ofensa. Así consiga yo que, cediendo de su urbanidad para conmigo, me diga, con
la mayor lisura, de lo mío lo que en realidad sienta. Esto me aconsejaba un ejemplar religioso y estudiosísimo
literato cargado de años y de experiencia; y dejo para otra ocasión trasladar lo que me aconsejaba D. Diego
de Padilla en Baena, y soliloquiar entre tanto á los que, tal vez como yo, hayan podido deslumbrarse con la
fantástica amistad del Sr. Ruano.
En junio de 836 volví a recorrer el reino de Córdoba con el distinguido arquitecto D. Franciso Enriquez Ferrer. Alcalá–la–real, Priego, Zuheros, Cabra, Lucena, Espejo y otros diferentes pueblos ofrecieron
entónces innumrables objetos á nuestra curiosidad. Al año siguiente de 837 hice otra expedicion al propio
reino: en 25 de agosto visité la sima de Cabra, saqué un dibujo de ella exactísimo, y en 27 merecí de la
finura de D. Francisco Pastor, Escribano y hacendado de aquella villa, una copia de todo lo relativo a la
famosa cisterna, consignando en cierta causa célebre seguida por los años de 1683, que se guarda en su Escribanía. El extracto que obtuve, de mano todo de su hijo mayor, está acompañado del cróquis de la sima,
y de los pasajes de Cervantes, Vicente Espinel, Covarruvias, Alfaro, Sanchez Feria, Pellicer, Juan Antonio
&c. donde recordé haber leido algo concerniente á aquel pozo singular. – D. Manuel La–Corte me pidió
este cuaderno y otros entretenimientos mios para copiarlos; y yo, consecuente siempre, se los franqué. – Por
junio de 838 regresé á Granada: y desde esta época data mi frialdad en el estudio de las antigüedades, y mi
aficion á la bella literatura; y data igualmente la suspension de nuestra correspondencia por parte del que
tanto me pregonó su amigo, sin que yo sepa ostensiblemente la causa.
En febrero del presente año me trajo uno de mis discípulos el núm. 4º, segunda serie, tomo I del Semanario pintoresco, con el artículo titulado Sima de Cabra suscrito por D. Manuel La–Corte; en el que, á
excepcion de la trama (!!!), el alma toda son los apuntes que yo habia franqueado al articulista en setiembre
de 837, y del cróquis solo falta una figurilla que tuve el capricho de bosquejar asomada á la tal sima. Aun
que en el hecho de disponer en silencio de mis obras, veia una señal indudable de rompimiento y mala fe, lo
sufrí todo, porque mi ambicion estaba mas que satisfecha con muestras muy repetidas de distincion y aprecio de todo lo mas noble y principal de Granada: muestras que no está bien en mi pluma circunstanciar.
Pero á principios de octubre último recibí una insultante carta del La–Corte, en que suponiendo, por
solo suponer, mil cosas, y clavándose y contradiciéndose en otras doscientas, me desafiaba á que escribiera,
en la inteligencia de que él buscaria un hombre de letras que me contestase!!! Tan notable documento acaba
de este modo: “Concluyo diciéndote he publicado y seguiré publicando, sin interes alguno, una noticia
y varios dibujos de las antigüedades de las Vírgenes, que en 3 de noviembre de 1838 (en 3 de noviembre de
1838) tuve ocasión de ver en Baena y copiar mi hermano Juan” (sorda sea la Academia española), “y a instancias de la Sociedad economica, de sus dueños, y de mi amigo Mesonero salen a la luz. Te lo advierto por
si (como has hecho ántes) tratas de acusar de robador y plagiario á tu amigo que te estima &c.” Con efecto
á la siguiente semana vi sobre la mesa del Gabinete de lectura del Liceo el número 40 del Semanario pintoresco, y en él el artículo primero que anunciaba mi amigo que me estima. Los muchos que lo son mios de
veras, sugetos de clase, jóvenes ilustradísimos, honor y orgullo de la brillante Sociedad que hoy ennoblece á
Granada, oyeron leer con indignacion la carta del ingratísimo Sr. Ruano, en la que (como dice el refran) se
310
Apéndice documental
ponia el barro antes de que le picase la avispa; y todos á una voz me significaron que no debia tolerar tamaña
afrenta, y que lo mas legal y acertado era exponer en el mismo Gabinete mis dibujos y apuntes, para que,
conforme fuesen saliendo mis trabajos desfigurados en el Semanario, todo el Liceo y toda persona curiosa
fuesen haciendo la oportuna comparacion. Lo que asi verificado, en el número inmediato de La Alhambra,
se estampó la siguiente Nota.– Desde el dia mismo en que se expuso en el Gabinete de lectura del Liceo el número
40 del Semanario pintoresco, en el cual se inserta un articulo sobre descubrimientos de Baena, suscrito por D.
Manuel La–Corte Ruano, se hallan de manifiesto en el mismo Gabinete los dibujos y demas trabajos de uno de
nuestros colaboradores, que, contra todas las leyes del honor y de la amistad, han servido para aquella produccion.
Tambien lo estan algunas cartas interesantes del articulista, que ilustran la materia. Con la debida oportunidad
hablarémos de este impudente plagio. Nota que aquí reproduzco, y en que me ratifico con cuantas solemnidades exija el Sr. La–Corte.
Por muchos dias ha sido entretenimiento de personas de buen humor y de ilustracion conocida,
el modo capcioso con que mi buen amigo se aprovecha de mis apuntes y dibujos, alterando á veces un
si–es–no–es el tamaño de estos, y trastornando otras aquellos con menoscabo de la verdad. Y si, cual
yo, hubiesen tenido á las manos las copias que conservo de los materiales que, fuera de mis apuntes, ha
tenido á las suyas el Sr. La–Corte, habrian acabado de convencerse del ningun trabajo con que se aparece
escritores por tales medios.
Al ver el Sr. Ruano demoronarse, cuando tal vez ménos lo esperaba, el pomposo edifico que con tal teson y con tanto riesgo se ha empeñado en levantar; ha recurrido al medio comun y vergonzoso de desatarse,
allá en terreno propio, en injurias que solo prueban la rabia en que arde su corazon.
Por toda respuesta á este escrito, y al que, en gracia y virtud de la Ley de imprenta, se inserta al número
25 de La Alhambra, digo al Sr. Ruano que acepto los dos medios á que me invita= La Prensa y el Jurado; y
que, aclarado que sea aisladamente (cual pide el órden lógico) el punto en cuestion sobre cuál de los dos en
el plagiario en lo que dicho y circunstanciado queda, estoy pronto, muy pronto, á habérmelas con el Sr. Doctor en cuantos conceptos estime. Todo entónces, se reducirá, Sr. La–Corte, a dar otro corte á la pluma.
Granada 9 de diciembre de 1839.– Aureliano Fernandez–Guerra y Orbe.
NOTA
Al reimprimir este artículo con el desaliño que le escribí de primera mano, no puedo ménos de avergonzarme; pero ni
mi salud ni mis atenciones me permiten otra cosa. Establecida en esta ciudad la litografía, como se espera de un momento
á otro, podré á lo ménos publicar los trabajos que tanto han merecido de la bondad de mis amigos y favorecedores.
IV, 8, Memoria presentada por Manuel de la Corte a la Real Sociedad Económica de Baena. Cabra,
6 de enero de 1840, RAH–CACO/9/7951/17(8).
Copia de las observaciones que dirigió a la Real Sociedad Economica de Baena ál tiempo de presentar su
Memoria de Descubrimientos de esta villa, inserta en el Semanario Pintoresco Español,
El Doctor Don Manuel María de la Corte y Ruano–Calderón, individuo de la misma, de la Matritense de Amigos del Pais, y de la de Cabra, Académico Correspondiente de la Real de la Historia, Inspector
por S.M. de las Antiguedades de Andalucia, Socio del Ateneo cientifico, literario y artistico de Madrid,
Caballero Maestrante de la Real de Ronda, etc.:
En comprobacion de su legitimo derecho á la anunciada obra que se atribuye D. Aureliano Fernandez,
ó Fernandez Guerra, vecino de Granada.
Aliud est malecicere, aliud accusare. Accussatis crimen desiderat, veni ut definiat, hominem ut notet; argumento
probet, teste confirmet. Maledictio nil habet propositi, praeter contumeliam.
Cicero, pro M. Celio.
311
Apéndice documental
Señores:
Al presentar á la Sociedad los adjuntos opúsculos sobre el importante descubrimiento de las urnas
Pompeyas y secundar de esta suerte las miras de tantos ilustres miembros de su seno, ocupados un dia en su
preciosa historia, no soy dueño de desentenderme de la de los hechos y fundamentos, en que apoya su veraz
y legitima procedencia. Se trata, pues, alli de un suceso notable, de desplega á vista á vista de la España literaria el cuadro de nuestras glorias, de las grandezas de nuestro pais, y toda tendencia á arrebatarnoslas, todo
ademan de privarnos de ellas, oscureciendo nuestro empeño con mordaces imposturas, es un baldon á la
Provincia entera, á la autoridad de la Real Academia, que represento, y al Gobierno mismo, cuyos poderes
me han confiado la Inspeccion de Antiguedades de los reynos de Andalucia. Es un baldon, repito, que, tolerarlo una vez, daría en tierra con nuestros sudores, con la obra de benemeritos patricios, que desde el frio
sepulcro nos invocan para vindicar sus ofensas. He aquí, señores, la razon a mi conducta, al cumplimentar
las leyes orgánicas de la Sociedad, y la prevencion del articulo 15 capitulo 1º de su reglamento interior. Excitado por mi buen deseo y por la atenta comunicación de su digno Secretario, de fecha 8 de julio del año
proximo pasado, me propongo hacerla partícipe de mis tareas en la adjunta memoria descriptiva é historica
de Descubrimiento de Baena, publicada en los numeros 40, 41, 45, 50 y 51 del Semanario Pintoresco
Español, dirigiendole al propio tiempo estas observaciones a que la impostura ha dado lugar. Pudiera, sin
embargo de ella, esquivar este medio honrosamente, despreciando al calumniador hasta oir la prueba de su
denuncia: porque, como ha dicho muy bien el padre de la elocuencia romana “diferentes son la acusacion
y la contumelia ó injuria: aquella exige delito, reo, testimonios, tachas y probanzas: esta las escluye, odia las
razones, infamia sin demostrar, habla sin convencer, de todo usa, menos de la verdad y la justicia”.
Pero, á seguir tan noble consejo, fuera preciso trasladarse al siglo de Roma, al siglo en que Marco Tulio hollaba la maldad con intentar solo combatirla, y esta situacion no cuadra á la en que vivimos, ni a los
hombres con quienes disputamos. Ellos han seguido al carro revolucionario por sola una via, desechando la
del bien y adhiriendo á la del mal, quebrantaron los ejes de la moral publica y lanzados en el torbellino de
las pasiones, que una discordia civil suscita, estrellan su rabia ante el umbral del ciudadano pacifico. La Sociedad, á quien me dirijo sabría facilmente aplicar estas alusiones, despues de leer el folleto de D. Aureliano
Guerra, confirmatorio de su injurioso anonimo estampado al fin del numº 20. tomo 2º de la Alhambra,
fechado en aquella ciudad á 3 de Diciembre. Mi objeto en punto á las personalidades que contiene, á las
aserciones que vierte, agenas del asunto, se ha llenado cumplidamente en la respuesta que acabo de darle
con fecha 23 del mismo mes. Pero, no siendolo al presente salir de los limites de aquella, vamos á aislar y
reducir la esencia de la acusacion, esponerla cual es en si, y rebatirla con hechos y documentos.
El Señor Guerra, bajo su esclusiva protesta, dice que los dibujos y demas datos de su pertenencia han
servido para mis articulos, insertos en los citados numeros del Semanario. Se ratifica en ello, es decir, en
el contenido injurioso de la nota de la Alhambra, y alega esto como primera demostracion. Prosigue afirmando ser suyos por que yo le pedí todos sus trabajos, en lo que sin duda muestra que carecia de los necesarios para la relacion adjunta; porque él habia hecho un viage á Baena y á las Virgenes en 1834, recogio en
Cordoba datos de su historia, diseñado los sepulcros, copiado las inscripciones, y que por consiguiente, ni
yo ni otro alguno lo pudimos tener antes, mucho mas habiendo hecho mi viage á Baena en 3 de Noviembre
de 1838. Estas son en resumen las bases de la denuncia injuriosa del Señor Guerra, que ex profeso ha dilatado con cuestiones é intereses, que ni pertenecen á ella, ni son de este lugar. A sus asertos responderemos
con la negativa de cuanto expone, comprobada con hechos, documentos y autoridades indestructibles,
advirtiendo de paso á la Sociedad que ninguno de estos medios, ni otros legales y razonables, presenta el
acusador. Haremos ver =Primero= Que el Señor Guerra no demuestra su derecho á mis articulos de Baena
con ningun testimonio digno de llamarse tal, asi en juicio, como fuera de él =Segundo= El Señor Guerra no
pudo tener noticias anteriores á las publicadas por mí en aquellos trabajos, y por consiguiente no pudo ser
dueño de lo que yo poseía antes que él =Tercero= El Señor Guerra al calumniarme, obligando mi pundonor
á una justa vindicacion, dá con esta misma á conocer al publico que no es tál, ni pudo serlo de los trabajos
que se adjudica= Procurare abreviar en esta articulacion.
312
Apéndice documental
¿Donde obra ni carta, recibo, vale, apunte, ó documento que de pone de la entrega de los datos que
poseía el Señor Guerra...? No lo ha exhibido, por que no lo hay, ni es posible. ¿Donde la clasificacion de
los trabajos entregados, para que el publico los conozca en mis articulos...? Tampoco existe. ¿Donde el
testimonio de esos sugetos que cita...? Mucho menos. Probable és que siendo yo miembro de la Academia
de la Historia desde 1836, y teniendo, como supone el articulista, todas sus obras desde Mayo del 35, las
remitiese á aquel cuerpo, unido á los demas trabajos de antiguedades: probable tambien, que hubiese yo
hecho merito de esta adquisicion a alguno de mis amigos: probable en fin, que si yo poseia estos apuntes
con el dañado fin que se me imputa, procurase no solo buscar el lauro de la primacia en enviarlos, sino
impedir directa o indirectamente que los demas lo hiciesen. ¿Y ha satisfecho al publico el Señor Guerra
con una aclaracion de esta especie? ¿Por que no la cita...? Yó sí pudiera citar á la Sociedad documentos, que
el calumniador retiene donde consta todo lo contrario. Mi empeño se cifró siempre en que diera á la luz
sus procurados datos, y en mi propia correspondencia obran varias escitaciones, que una amistad sencilla
le hacia frecuentemente para este fin. “Sin embargo, (me dice en carta de 29 de Abril de 1838) el interes
con que me animas para que prosiga en mis delirios de literatura, etc”. Si mi animo fuese el que el Señor
Guerra se atreve a asegurar, ¿era creible le estimulase tan vivamente á proseguir en sus tareas...? Aun mas.
Los trazos del articulista para ser identicos á los mios, debian convenir al menos en la esencia del relato,
¿Y convienen acaso...? Comparémos. El Señor Guerra dice, que recojió a su paso por Baena algunos pedazos de la supuesta lámpara, no reconoce el orden con que ponemos los epitafios y lo atribuye (á falta
de razones) á una refinada malicia del autor; tampoco la forma del panteon, que califica de arbitraria, y
por ultimo, se abstiene de rectificar lo que él llama errores. Nosotros, por el contrario, reconocemos con
el P. Ortiz, el Señor Padilla y P. Jurado (42) la existencia de la lampara, no solo al tiempo de su colocacion,
sino al del descubrimiento, seguimos el orden natural de los nombres de la familia Pompeya, para deducir
conclusiones arregladas á la critica, transcribimos exactamente la relacion del susodicho P. Ortiz, como despues
se verá, y por ella nos guiamos al hacer el diseño, no sin tomar antes datos de testigos oculares mayores de toda
excepcion. Ahora bien, si en la parte mas vital del asunto contradice el Señor Guerra la relacion del Semanario, discrepa en lo que todos nuestros conprovincianos convinieron, tacha lo que él mismo se atribuye
de una manera absoluta y sin pruebas. ¿Donde ó como quiere persuadir al publico de su derecho á aquellos
trabajos? Ó eran, ó no eran del impugnador; si lo eran, debian corresponder á los suyos sin escepcion; sino
lo eran, como se deduce del cotejo antedicho, ¿cuál es su fin al disputarlo...? Arrebatar los sudores de los
hijos de la Provincia y acumular sobre si glorias agenas (43). No se entrevee hasta ahora otro designio: mucho
menos el deseo de ilustrar con observaciones las antiguedades de las Virgenes; pues desde junio de 1838
según el Guerra, ha mirado con frialdad el estudio de ellas, aplicandose á la bella literatura. El impostor,
pues, solo ha tratado, al fijar su anónimo, de ofender la inocencia, y de desmayar á los ingenios de nuestra
Provincia de todo empeño en enriquecer su historia.
Mas palpable es la calumnia del Señor Guerra en la cuestion de fechas, sobre que versa el siguiente
axioma, y comprende á la parte narrativa de mis trabajos.
Descubrieronse las urnas Pompeyas el viernes 16 de agosto de 1833, según los mas fidedignos relatos.
La noticia de su hallazgo cundiría en Baena á lo mas breve de la noche del mismo ó mañana del siguiente,
circulando por la poblacion el sabado ó domingo proximos, y en este dia ó en el lunes siguiente (dando
42
43
Nada dijo de D. Francisco Julian Madrid, y su memoria inserta en el Boletin de Cordoba de Febrero de 34, á la cual el P.
Jurado en carta dirigida al Señor Padilla de fecha 19 de junio del mismo año, dá el epiteto de sabia conviniendo con su amigo
en la existencia de la lampara. Parece hubo de confirmar esta opinion D. Juan José Jurado en su Dilucidacion historial
inedita. Todo viene muy bien en apoyo de mi sentir, y dá á conocer que este dictamen del Señor Guerra, no solo no es la
que yó––– sino que se opone al de todos los escritores coetaneos del suceso.
Según carta del P. Jurado de fecha 20 de junio de 34 consta que debia dar á luz publica muy luego su tratado sobre las urnas
Pompeyas de Baena. Es casi evidente que pasase su original inedito aun, con los demas papeles de este religioso á manos del Señor
Guerra. Vease pues si todo el trabajo que anuncia es propio esclusivamente, cuando miró con tal entusiasmo la adquisicion de
aquellos documentos. Adbierto tambien á la Sociedad que el dicho P. Jurado opinó siempre ser barbaros los nombres de las
urnas Pompeyas, que el Señor Guerra analizó como griegos.
313
Apéndice documental
por sentado el general entusiasmo de sus vecinos) verificarian los mas curiosos su espedicion al cortijo de
las Virgenes. De suerte que, aunque todos se apresurasen á coordinar una verosimil esposicion del hecho,
nunca podria fijarse esta, y anunciarse lo ocurrido hasta el miercoles ó jueves inmediato. Entonces pasaria a
varios sugetos de Cordoba y asi sucesivamente á las demas capitales. Era tambien urgente examinar despacio las antiguallas descubiertas, tomar idea de su numero, tamaño y calidad, y esto no pudo tal vez lograrse,
cual se deseaba, hasta la translacion de ellas á casa de D. Diego de Pineda en 21 ó 22 del mismo més. Por
consiguiente para que el Señor Guerra hiciera siquiera razonables sus asertos, era preciso tubiera á las manos
datos circunstanciados y prolijos, copia de los epitafios, etc. ocho dias despues de acudir a Baena el hallazgo,
es decir el sabado 21 de agosto, dando tambien por supuesto que en un dia solo llegasen las comunicaciones
de Baena á Granada, residencia de aquel; cosa muy dificil, sino imposible. Veamos la fecha de los mios. Dos
dias despues del suceso, hallandome en el santuario de la Sierra, extramuros de esta poblacion, vino desde Zuheros
al mismo D. Domingo Ortiz de Zafra, capellan de Nuestra Señora, y sabedor de mi aficion á las antiguedades,
no vaciló en trasmitirme el acontecimiento del cortijo de las Virgenes: esto fue el 18 de agosto. El viernes 23 por la
mañana recibi entre otras carta de mi distinguido amigo el Licenciado D. Jose Mª de Morales, actual Secretario
de la Sociedad, donde con la exactitud mas prolija, y guia única á la sazon, confirmaba el relato del Señor Zafra,
ampliandolo en curiosisimos pormenores, con traslado de los Epitafios, delineacion breve de las ampollas y vasos
encontrados, fecha del descubrimiento y un sinnumero de especies, que podra ver la Sociedad en el traslado literal
de dicha carta (su fecha 22 de agosto) al nº. 1º. de Documentos (44).
Ahora bien, ha presentado el Señor Guerra una sola carta, una nota, un dato de fecha anterior y tan
extensa, no diré como esta, que es imposible, sino aun posterior al suceso, y arreglado al calculo establecido? Ha citado personas que le informasen en el instante, como supone, de una nueva tan curiosa y con
tal prolijidad? Que le refiriesen lo ocurrido á 14 leguas de distancia de un pueblo, cuyas comunicaciones
con Granada son semanales, como á mi lo hizo un sugeto, en cuyo pais son diarias, y aun de horas las de
Baena...? Hablen los hechos demostrados, y no las gratuitas suposiciones. Comparense los exhibidos por mi
con los alegados por el Guerra, y convengamos en que estos aparecen cual una calumnia visible.
El articulista afirma que en 1834 se veia precisado á pasar á las Virgenes para formalizar sus trabajos.
Entonces, dice, midió el Panteon y el lugar de las urnas: prueba de que antes nada sabia de su estension
y tamaño: necesitaba ir á los Villares de Castro Prisco para conocer el terreno: luego ignoraba antes de
su arribo a Baena su verdadera posicion: ignoraba por consiguiente la relacion del P. Ortiz, su historia de
Castro Prisco, y aun el origen del nombre de Castro–Viejo, cuando tuvo que pasar á Cordoba a informarse
individualmente. Esto se deduce de las mismas palabras del Señor Guerra y de su articulo, en que se guarda
muy bien de afirmar lo contrario. Semejante reticencia es harto sospechosa porque si sabia todos los citados
pormenores antes de su arribo á Baena, á qué hacer merito ¿unicamente de su viage...? Y si los ignoraba
¿á que atribuirse la gloria de ilustrados y la primacia, habiendo muchos meses que el enunciado P. Ortiz
circulaba su descripcion? Este buen religioso y buen patricio, inquiriendo, examinando, oyendo y cotejando
datos con datos y noticias con noticias, dio á su patria una relacion puntualisima del suceso, y lo que es mas, la
historia abreviada de Castro–Viejo, la medida del Panteon, una idea de su forma, de la colocacion de las urnas,
su numero, etc, etc. La Sociedad podrá mas fielmente hacer el analisis y comparacion de lo relacionado por
mi en el parrafo 4º. Articulo 1º. De Descubrimientos de Baena (45) y lo publicado por el P. Ortiz en 1833,
al nº. 2. de Descubrimientos, donde se inserta un trozo de su obra. Apareciendo como aparece la identidad
44
45
314
Tan detenida y explicita fue esta relacion que sus datos me han servido á par de los del P. Ortiz para coordinar el art. 2º. de
Descubrimientos de Baena inserto en el Semanario nº. 45. He dicho quizá unica por que ni el mismo D. Diego de Padilla
que tan principalmente intervino en ellos, y á quien oyó mi amigo muchos de sus datos, pudo coordinar hasta algun tiempo
despues su relacion. Asi lo dijo en una de sus cartas fecha 29 de agosto el P. Jurado ál expresado Señor Padilla “Esta general
confesion y peculiar ingenuidad espero que le estimule á....... tener la bondad de continuar haciendome relaciones aun
mas estensas de todas sus circunstancias...”. En otra de 22 de setiembre, vuelve á quejarse del silencio del dicho Padilla asi
= “Como V. me tiene penitenciado á no decirme nada de lo que le tengo preguntado, etc.”. Toda la carta no habla de otro
asunto que de este descubrimiento.
Nº. 40 del Semanario.
Apéndice documental
palpable ¿cuál es aquí el trabajo del Señor Guerra...? No, el dado á luz por aquel Religioso, porque fué muy
anterior á su viage á Baena; no el incluido en el Semanario por ser un transcrito de la espresada descripcion.
Luego, á pensar con la malicia con que de mi lo hace el Señor Guerra, mas bien aparece éste plagiario de
mis obras, que yó de las suyas. Que el manuscrito del P. Ortiz fué anterior al arribo del Guerra lo prueba
plenamente una carta de mi amigo el Señor Morales, fecha 4 de setiembre de 1833, donde entre otras cosas
dize = “Se trabaja mucho en el dia sobre este asombroso descubrimiento, y van ya escritos algunos pliegos
de papel con mucho conocimiento y estilo; se estan registrando la historia Romana de España, se leen las
Batallas de Munda”, etc, etc. A principios de noviembre ya corria este opusculo en manos de los curiosos, y
cuando el Señor Guerra vino á Baena, más que los marmoles y antiguallas de las Virgenes, le suministraron
datos y auxiliaron personalmente los mismos vecinos de la poblacion. De ahí sus estimosos aplausos, sus
elogios, su empeño, su aprovecharse de lo que el publico de ella sabia para darlo, pasado algun tiempo, cual
parte original y resultado de largas vigilias.
Hablemos ya de la inscripcion de Q. Mumio, estatua de Casa–Corona, y noticias sobre la procedencia de ambos monumentos, que el articulista se atribuye. Prescindamos antes de ello de mi viage á dichos
puntos de abril de 1839, acompañado del Secretario de la Sociedad, durante el cual se sacaron los diseños
insertos en el art. 5º. de mi tratado, (46) y entremos por segunda vez en la cuestion de fechas, que es la mas
indubitable. A mediados ó fines de setiembre de 34 hizo su espedicion el Guerra á Casa–Corona y á Colón.
Hasta entonces no consta tuviera noticias de la altura y forma de la Estatua, inscripciones, etc. Pues bien:
tómese la molestia la Sociedad de leer la carta inserta al nº. 3. de Documentos, y verá que desde el 9 de
agosto de 1833, es decir un año antes que el Señor Guerra la visitase, y cerca de medio ó quiza mas que
tuviese la menor idea de la Existencia de estas preciosidades, me hallaba yo muy familiarizado con todos sus
pormenores, dimensiones, etc. De la lapida de Q. Mumio puedese asegurar otro tanto, pues no solo habia
circulado noticia de su descubrimiento y copia de su inscripcion unida al manuscrito del P. Ortiz en 1833,
sino que conservo carta fecha 30 de setiembre del mismo (un dia despues de su hallazgo), donde se espresan
individualmente todas sus circunstancias. (Nº. 4 de Documentos) ¿Qué trabajos y que datos son los que el
Señor Guerra pretende, que no acierto á averiguar su existencia? ¿Aludirá á la parte critica de mi tratado...?
Esto no es posible, por dos razones; primera, por que en su articulo no hace de ella la menor mencion;
segunda, por que como dije arriba, discrepan sus opiniones de las mias, asi en la narracion como en las
observaciones ulteriores. ¿Se fijará en la traduccion de los marmoles? Mucho menos. La de mis opusculos es
conforme á la del Señor Padilla, muy anterior a la venida del Guerra a Baena, como consta de las espresadas
cartas. ¿A los dibujos tal vez...? Veamoslo. El Señor Guerra lo asegura en su anonimo de la Alhambra, y al
ratificarse en su Memoria, vacila, se contradice y he aquí su argumento. “Mis dibujos estan copiados de
sus originales con exactitud matematica. Cotéjeme”. Esto en 27 de octubre, cuando solo habian salido los
relieves: presentada su copia y la mia notaron personas entendidas é imparciales la diferencia, y esperaron la
publicacion del panteon y las urnas, juzgando referirse a esto el Señor Guerra. Llega el numº. 45 del Seminario, y en él grabado el mayor comprobante de la mentida acusacion del Señor Guerra. (47) Pero ¿cuál fue
su sorpresa al notar que ni las urnas, ni el suggrundarium, ni la lámpara y objetos que contiene, tomados,
parte de los originales y parte de la descripcion del P. Ortiz, eran, ni aun remotamente idénticos á los suyos...?
¿Qué hacer en tan duro conflicto? Cambiar de medio y argüir esta forma. “Los dibujos del Señor la Corte
son mios, son identicos; pero, arbitrario el, en que fundo mi querella, quimerico y aun risible: está alterado
en el orden y en el pensamiento con refinada malicia”. ¿Qué significa esta contradiccion? ¿qué este empeño
en decir, que sus dibujos (48) han servido para mis trabajos, y despues que estos mismos son quimericos
46
47
48
Nº. 41 del Semanario.
Debo advertir á la Sociedad que con fecha 3 de setiembre se enviaron los articulos y dibujos insertos en el Semanario a su
Director el Señor Ramon de Mesonero Romano, cuya carta fecha 15 de octubre en que me acusa su recibo conservo original
para los efectos convenientes. Por consiguiente intentaría en vano habiendo documentos el Señor Guerra aun cuando su
malicia quisiera hacer suposiciones gratuitas.
Nota de la Alhambra: vease.
315
Apéndice documental
y risibles? Como comprender la sustancia de la acusacion, como interpretar esta vacilante conducta al argüir de falsedad...? Ya lo he apuntado arriba. Solo puede atribuirse á un desidido empeño en privar de sus
glorias á la Provincia, á nuestros cordobeses de sus afanes, y al [–] pais de sus cronistas é historiadores, esta
importuna, verdaderamente risible del Señor Guerra. Aun mas; es el dañado objeto de desacreditar la honrosa comision de S.M. y de la Real Academia que represento en estas Provincias, comision cuyos trabajos
han obtenido la aprobacion y censura de tan ilustre cuerpo, como puede informar á la Sociedad su digno
Secretario; comision en fin que tomando por tipo y punto de sus observaciones la Provincia de Cordoba ha
querido en el relato de Descubrimientos de Baena dar a la España literaria una sucinta idea de sus tesoros
mas notables, capaces de competir con los de Merida y de Ytalica. (49) Seame permitida esta digresion, hija
de la misma naturaleza del asunto, y pasemos á la prueba del tercer axioma.
Al intentar el Señor Guerra la injuriosa acusacion debiera preveer al menos que serian leidos sus asertos con detenimiento y reflexion por las personas interesadas. Debiera cuidar de no esponerse a ver su obra
derribada por los mismos instrumentos, con que la edificó: debiera por ultimo proceder con orden logico,
ya que no con la mesura y dignidad que exige un asunto literario. Pero nada menos que eso. Envuelto en sus
propias redes, como aquel creador de la fabula, se ha colocado en terreno escabroso, para afianzar la presa
y el mismo terreno ha contribuido á precipitarle. Examinense los hechos. ¿Qué pudo entender el Señor
Guerra por trabajos propios en el caso de que hablamos...? Tres cosas solamente. O los datos narrativos y
noticias del descubrimiento; o los dibujos; ó la reunión de ambas especies, bajo una descripcion historica,
prolija, detenida y exornada de observaciones criticas que ilustran la materia. Lo primero, ya ha visto la
Sociedad, cuan posterior es en fecha, é infimo en noticias á mis propios documentos. Lo segundo caduca de
falsedad en la evidente contradiccion del principio y de los argumentos. Luego sin duda habló de su tratado
y sus observaciones. Veamos si las hubo y cuales fueron.
Afirma el Señor Guerra en su comunicado de 9 de diciembre que á fines de octubre (de 1834) habia
ya dado cima á todos sus trabajos. Mas adelante expresa que no pudiendo resistir á las instancias del Señor
Academico Bofarull, para que las publicase, tuvo que empeñar su palabra de hacerlo asi, luego que concluyese un viage Pintoresco del antiguo reyno de Granada”. Es decir que la obra se habia terminado, las observaciones concluido y que para ver la luz publica solo faltaba coordinar el espresado viage. Esto era como
hemos visto en 1835. Oiga ahora, si á bien lo tiene la Sociedad, lo que el mismo Señor Guerra me decia
en carta de 29 de abril de 1838 (tres años despues) “Tambien estoy coordinando algo sobre los Pompeyos,
y para esto necesitaria enviar un oficio al Señor Secretario de la Sociedad Historico–anticuaria (50) de la
Betica, para que tubiese la bondad de franquearme una descripcion exacta y detenida del nuevo panteon y
caja de plomo descubierto en la villa de Baena, á fin de deducir por paridad de razon algunas consecuencias
de este para el otro descubrimiento”. Tres pruebas resaltan contra los asertos del Señor Guerra en este escrito. Primero que es falso que sus trabajos estuviese concluidos. Segundo que no solo no lo estaban, como
afirma en su comunicado, sino que antes bien, buscaba tres años despues, nuevos datos para sus observaciones, apenas comenzadas. Tercera y ultima, que no existiendo estos trabajos –como pretende el Guerra,
mal pudieron haber servido para los mios. ¿Cuáles son los que iba á publicar y mostró al Señor Bofarull...?
¿Cuáles los que esperaban solo la conclusion del viage Pintoresco, que supone..? Cual en fin, el cumplimiento de la palabra dada (si es que la hubo) por el Señor Guerra, cuando él mismo asegura en su articulo,
mirar ya con frialdad el estudio de las antiguedades, substituyendole el de la bella literatura..? Tantos y tales
desatinos, tamaños dislates, son dignos ciertamente de compasion. En vano el Señor se ceba en el terreno
de las personalidades. La verdad es inalterable. Los hechos hablan: la razon jamás declina y en el mismo pais
49
50
316
Nada digno de los paises extrangeros. Ya ha podido la Francia ver con placer metodisado el anuncio de los Periodicos de Madrid
de 1833 y ampliada la relacion del descubrimiento de las Virgenes. Un literato compatriota nuestro, ha llevado nuestro tratado á
Paris para su traduccion y publicacion alli.
Muy mal se avienen estas razones con las que en su comunicado espresa sobre las locuras que hizo con motivo de la ereccion
de esta Sociedad. Ahí vera la Economica de Baena evidenciada la contradiccion del articulista y cuanto le sirvio este medio
para adquirir datos. Por lo demas esta Sociedad, ni fue obra esclusivamente mia ni jamas recurri á ella como el Señor Guerra
para que me auxiliase.
Apéndice documental
se forjan la calumnias, y se circulan las difamaciones, suele generalmente vindicarse la inocencia, y brilla,
cual siempre, aun entre los enemigos del acusado. Si yo no contase con ese poderoso auxilio, jamas habria
tomado la pluma para dirigir mis querellas á la Sociedad. Ojala el tiempo, las ocupaciones y asuntos de la
Inspeccion de mi cargo, y otros de no menor interes, me permitiesen dilatar aun esta vindicacion hasta el
periodo á que alcanza el caudal inmenso de datos justificativos que poseo, y que pasados estos momentos,
participaré á los hombres sensatos, poniendo en su balanza los hechos contrapesados con las injurias y las
pruebas con las contumelias y ofensas.=
Cabra 6 de Eno de 1840.
Es Copia
M. La Corte.
Tabla de Documentos.
Numero 1º= 2º. Parrafo de la carta que se cita fecha 22 de agosto de 33 = “El 17 del presente mes de
agosto sucedió que en el cortijo de las Virgenes, que labora D. Diego Pineda, un toro, al tiempo de pisar en el suelo
(51) metio el pie por la hendidura de una piedra, acudieron los cortijeros, y se la sacaron a fuerza de fuerzas; observaron que habia un grande hueco, y cabaron inmediatamente hasta que, á poco, se encontraron con un cuarto
subterraneo en forma de bobeda, donde se contenia sobre una cornisa enderredor lo siguiente.
Diez sepulcros (52) ó mejor urnas cinerarias cada cual con sus correspondientes huesos petrificados y con una
inscripcion que es como sigue.53
Primer Sepulcro.
Q. POMPEI. Q. F. SABINI.
2.º
FABIA. M. F. ANINA
3º
IGALCHIS. ILDRONS. F
4º
POMPEIAE. Q F.
NANNAE.
5
CN. POMPEIVS. CN. F.
GAL. AFER.
II VIR
6
Q. POMPEIVS Q F.
VELAVNIS
51
52
53
Este incidente se ha rectificado en mis articulos despues de leida la descripcion del P. Ortiz.
En carta posterior me noticia ser 12 las urnas.
Vease si es antiguo en mi poder el orden de colocacion progresiva de las urnas pompeyanas, pero como en el grabado solo
tratamos de demostrar la delineacion progresiva de la linea de esta familia y enlaces con otras, juzgamos oportuno seguir el
orden mas adaptable á la critica sin faltar á la exactitud y hacer conocer á los lectores la forma de los sepulcros de aquellos
personajes mas ilustres, por orden de edad y de dictados.
317
Apéndice documental
7º
VELGANA.
8
IVNIA L. F
INSCHANA
9
SISEANBAHAN
NONIS. F
10
ILDRONS.
VELAVNIS. F.
Las inscripciones estas estan al frente y son tan inteligibles por lo bien escritas y limpias, que cualesquiera que
sepa leer las entiende. Te dire su tamaño. ¿Recuerdas aquel arquita de nuestro compañero Roldan, que despues
conservó Atanacio? Pues de esa misma hechura (54) con la diferencia de ser algunas mas pequeñitas. Tienen su
tapa todas y esta suelta, y son de piedra blanca ordinaria, y muy fuerte: pero muy bien labradas. En medio del
deposito del sepulcro se han encontrado una botella de tamaño y figura de una sombrerera muy grande, redonda
por abajo y forrada con plomo: era una lampara inestinguible que ponian los Romanos en sus sepulcros y que
aun subsistia ardiendo; los ..... del campo quitaron la tapadera que tenia de plomo, hicieron pedazos la botella
antiquisima y derramaron en el suelo como un cuartillo de liquido, que aun conservaba y que causaba luz aun
subsistente. Aun mas, á los lados de todo esto se han encontrado cuatro botellitas de esta figura [2 dibujos] que
se cree tendrian esencias, del grandor cada una de seis dedos de largo y dos ó tres de ancho de cristal, asi como
tambien la botella del liquido, cuyos pedazos [–] por dentro estan de todos colores, como si los hubieran pintado,
azul, color de fuego, pajizo, una especie de taza, como las ordinarias, redonda y sin asas, azul celeste, con una
botellita dentro tambien azul y de cristal de esta hechura [dibujo] una taza de cristal pajiza y otra de bucaro
finisino, con muy finas labores de esta hechura [dibujo] y color encarnado, descolorido y un puntero como de
marfil, asi [dibujo] todo esto se conserva en casa de Diego Pineda, asi como una espuerta de huesos negros por
dentro y calcinados por fuera de haberlos quemado para meterlos en las urnitas, y que los cortijeros derramaron
por el suelo; se conocen muy bien algunas canillas, el hueso de la rodilla y algunos de la cabeza: hay otros como
dorados que corresponden á una urna, que está por dentro con polvos dorados. Esta mañana misma he visto muy
despacio todo esto con Jose Joaquin Villareal; de manera que todo es certisimo y evidente. Ayer fueron una porcion
de caballeros al reconocimiento del sitio; pero Padilla que es el gefe de todo esto, se nego á ir con el bullicio: dentro
de poco acaso irá, y entonces pienso acompañarle y te descifraré detenidamente el nicho referido.= Saludos etc=
Firmado= José de Morales= P.D.– Tambien se ha encontrado un jarro de esta forma [dibujo].
Numero 2º. “Lugar del Panteon. A seis millas de la Villa de Baena, Reino de Cordoba en Andalucia, y á
su norte se halla el cortijo y torre de las Virgenes (Numilo y Alodia) que hace unos cuatro siglos tenian
consagrado un templo para su culto: fue ciudad fundada por los fenices y engrandecida despues por los
Romanos. Desde el tiempo de estos fue conocido por municipio de Castro–Prisco hasta el tiempo de la
espulsion de los Moros..... Licinia Rufina fué sacerdotisa de este Municipio y á su memoria los Decuriones
de la Republica Contributa Ipscense le dedicaron una estatua en bronce..... desde la ruina de los Pompeyos
hasta la retirada [–] de los arabes fue perdiendo en hermosura y fortaleza y vino á reducirze á pocos habitantes como se infiere del Real Decreto que dio Enrique tercero en el dia 15 de noviembre de 1406 a favor de
D. Pedro Fernandez de Valenzuela Caballero del Orden de Santiago y comendador de Estepa, haciendole
54
318
Era tan exacta esta sencilla comparacion, que solo pude conocer palpablemente su verdad, cuando en 3 de noviembre del
1838 reconocí los originales en Baena.
Apéndice documental
merced del Castillo y termino de Castro–viejo, antiguo patrimonio de sus antepasados, etc (Articulo 2.º de
la descripcion del P. Ortiz)”.
“Este panteon se halla á 140 varas de la torre y á su norte: su figura cuadrilonga, su longitud de poniente
a Oriente de tres varas y media, su latitud de Norte á Sur de dos y media, y su altura poco más de tres varas. (55)
alrededor del cuadrilongo se halla una repisa de la misma piedra donde estaban colocadas las urnas la mayor
parte de ellas acia levante, y las otras hacia Norte y Sur. La lampara estaba como he dicho en el rincon entre
Levante y Norte, y la puerta por donde tenia la entrada acia el Poniente. El descubrimiento fue por la parte del
Norte, lo que fue causa de haberse quebrado algunas urnas al entrar el joven en el Panteon” (Idem al fin. Descripcion del dicho P. Ortiz)
“Aunque eran 14 urnas solo doce se han presentado, escusandose de que las otras dos, ni tenian inscripciones
ni cenizas, etc”= Articulo 1º de la enunciada Descripcion.
Numero 3.º Carta de 8 de agosto de 33 fecha en Baena parrafo 2º= “El otro dia estuve en la bonita caseria
de Noriega y tiene bajo de un arco a Flora y frente un jarron del mismo tamaño y hechura que el decantado
(56) con la diferencia de estar entero, con asas largas etc. Tiene una estatua romana de piedra blanca dura
encontrada en el cortijo de Diego Pineda, llamado las Virgenes. Es de alta la estatua una vara y media,
bastante ancha con vestido talar y manto, los brazos tiene bajos y las dos manos asiendo el manto, cerradas,
sus dos buenos pechos, pero sin cabeza”= Firmada José de Morales (57).
Numero 4.º– Carta del mismo fecha de Baena á 30 de setiembre de 833= Parrafo ultimo– “Se ha descubierto ahora una parte de acueducto y una dedicatoria de jaspe negro que dice asi:
q. mvmmio
l. f. gal.
gallo ii
vir. d. d.
Creo no esta muy bien copiada (58) Pero ahí la llevas, etc.
Nota
Como mas adelante hablamos del legitimo origen de la copia del relieve, convendria aquí transcribir
á la Sociedad la carta que con fecha 22 de setiembre de 833 nos dirigia el mismo Señor Morales, cuando el
articulista Guerra ni aun imaginaba venir á la Provincia de Cordoba. Despues de hacer una prolija descripcion del descubrimiento de los caracteres de bronce, marmol que se sospecha los contuvo, etc, dice sobre
esta antigualla lo siguiente= “Otra piedra grande han traido, sobre la que está colocado Baco, en figura de
un joven, como hinchado, cara muy abultada, coronado con pampanos, bien sacados y un sarmiento con
hojas... esto á la izquierda, á la derecha está otro hombre con vestido talar una mano puesta sobre el pedestal, y la otra empuñando una como lanza: á su derecha se conoce habia otra figura; pero está quebrada la
piedra. A Baco le faltaban los ojos, teniendo solo [–] la concavidad, etc”.
Tampoco hemos juzgado oportuno copiar á la letra otro parrafo de esta carta del espresado Señor
Morales, donde obran las traducciones del Señor Padilla, dejandolo para mas adelante cuando ofrezca á la
consideracion de la Sociedad los nuevos é importantes datos que poseo sobre esta materia, que tan legitimamente aparece tratada por mí en el tratado Descubrimientos de Baena.
[garabato].
55
56
57
58
Vease si el contesto de la descripcion que copiamos no es identico al relato de nuestro articulo 2.º
Igual á uno que poseia el dignisimo D. Diego de Padilla.
Es digna de citarse otra carta que con fecha de setiembre dirigia á mi hermano el mismo hablando de nuestra contestacion á
su carta de 22 de agosto= “Me hago cargo, (dice,) de vuestro enagenamiento de mi modo tan exacto; pues que solo comparandolo con el mio me parece que es hasta donde puede llegar”. Advierto que entonces ni aun de todas conocia yo al Señor
Guerra.
Lo esta exactisimamente.
319
Apéndice documental
IV, 9, Manuel de la Corte Ruano, El mas solemne mentís a D. Aureliano Fernández ó Fernández
Guerra. Córdoba: Imprenta de Noguér y Manté, 7 de Enero 1840.
ADVERTENCIA
Al tomar la pluma para impuganar las calumnias de D. Aureliano Guerra, que obran en su comunicado de 16 del corriente, hemos podido observar las circunstancias singulares que contienen. Primera: Que
habiendole provocado a deducir ante un tribunal su acusacion contra el supuesto plagio de sus trabajos,
por ser quien cobardemente intentó arrebatarme mi propiedad en su nota anonima de la Alhambra, ni aun
lo ha intentado siquiera, como yo desearia para confudirlo.– Segunda.– Que separandome del terreno de
la cuestion sin atreverse á presentar datos capaces de asegurarle en su pretendido derecho, y descendiendo
á personalidades ridiculas, indignas de hombres de educacion y criterio, me ostiga a revelar pormenores
de su correspondencia privada que jamas habrian salido de mis labios, si el por su parte no hollase todas
las leyes del pudor, dando publicidad á la mia, que lejos de aprobar sus descabellados asertos, corrobora
el consecuente giro de la verdad, y obra del modo mas victorioso el hostil ó ingrato conportamiento del
Fernandez.
Ha sido necesario en la impugancion siguiente, seguir hasta esta mezquina arena al calumniador,
adoptando su estilo ironico, como el suyo, si bien tan veras y franco, que no solo pulverice sus sarcasmos
risibles, sino que haga ver al publico los fundamentos en que estriban mas articulos de Baena, tan diversos
de cuantos él en su delirios pudo imaginar.
No es raro en los desdichados tiempos que tocamos, abusar los hombres de la sencillez de los incautos,
lisongear sus pasiones y envilecer su propia conviccion hasta la hipocresia mas refinada, sobre todo, cuando estos mismos ardides redundan admirablemente en honra de sus envidiosos amaños y provecho de los
bolsillos y de los estomagos. Corrompida su moral; (si alguna vez la tuvieron,) perdido el decoro; cargada
la pluma de veneno y bramando en la mas horrible confusion, se lanzan como el tigre á la espalda de reputaciones honradas, las muerden y desollan á placer, y en premio obtienen, ora la mesa del potentado, ora
la proteccion de gentes de su estofa, ciegas admiradoras del interés mezquino ó del venal orgullo. Pero: no
nos perdamos en reflecciones generales, cuya aplicación dejamos al observador filosofo, para entrar desde
luego en el asunto.
Es el caso, lector mio, que D. Aureliano Fernandez Guerra, Fernandez Orbe de Guerra, y en nuestros
ultimos dias, Fernandez Guerra y Orbe59 joven anticuario, á quien no han visto la gracia las antiguedades,
ha dado un manifiesto al público de ocho paginas no muy cumplidas, ni mucho mejor parladas y un anuncio de cortas lineas en el boletin oficial de Granada (núm. 659) de que es abastecedor, arrendador ó fabricante, segun malas lenguas, por obra de 320 del pico mensuales, donde avias aquel en venta (no el Guerra)
en el despacho ordinario del periodico: y por cierto que faltó á la verdad con el escandalo que acostumbra,
pues ni tal articulo se encontró en el sitio designado, ni hubo trazas de dar razon de ello los encargados60.
Pero vamos al caso. El anticuario repentizador (válganos la academia de la lengua) saltando de embuste en
embuste y de periodo en periodo; repartiendo baldones y chufletas, á quisa de hisopo de Colegiata nos
cuenta del pê á pá sus soñadas observaciones, sus viages pintorescos, (por supuesto inéditos) á la Provincia de
Córdoba, en busca de aventuras y bienandanzas; sus espediciones tambien sin publicar, pero harto publicas,
á Baena, Cabra &c. sus grandes planes de ilustracion y civilizacion de ciertas gentes y de cierto pais, que
no quiso tan precioso regalo de manos tan sutilmente celebres: de sus planes iconograficos, topográficos,
59
60
320
Asi lo atestiguan sus mismos documentos, y firmas &c. en que prevalece este método saltuario.
Esta graciosa morisqueta del Guerra y las dudas y contradicciones en que incurrieron los del despacho del Boletin cuando
se les trató de comprear un ejemplar, prueban no diré si miedo, cobardia, ó deseo de salir fallido, como en todo lo demas,
el autor del anuncio. Pensó en vista de semejante ocultacion, pregonar á mi costa el papelucho, como se acostumbra con
ciertos animalitos: pero luego llegó á mis manos, y celebré en el alma no haber empleado el dinero en cosa de tan corta
valía.
Apéndice documental
geográficos y mentirográficos de varios villares de su término, dando fin á sus dislates y sandeces con que
tiene un tio Obispo (cosa muy rara!!) que vivió en su palacio61, y visitó su biblioteca. (ah! la Biblioteca...!
entiendo:) y sacó libros (quiero decir apuntes) muy raros; y que le visité yo á mi vez, y le pedí y me llevé
legajos de su biblioteca (pues!! la biblioteca...!) y luego ecsaminé su numofilacio, su gabinete, y que se yo
si su retablo de antiguedades, que me mostró, no por vanidad, que es planta que desconoce, sino porque
admiráramos los profanos, curiosidades tantas Oh!!!!
Si vinieras
Ami estancia
Cuantas cosas
Te enseñara!
Luego entra otro parrafito, diciendo mil lindezas de un Señor Canonigo, y otro Sr. Académico, quien
pasmado de tanto saber, creyendo ver en le Guerra otro Merlin, con la boca abierta, y suspenso en medio de tantas!! tantas!! tantas...!! curiosidades, le instó con vehemencia para la publicacion del susodicho
viage pintoresco, que hace nueve años62 tiene in pectore ó mejor diriamos in ventre, y atendido el tiempo
debe de ver muy pronto la luz de la culta Granada, sacando al autor de su cuidado felizmente. Asi Dios lo
haga! Que viage, Señores, ó mas bien, que viages! que cosazas deberá de tenernos guardaditas del antiguo
Reyno de Granada!63 Por supuesto es un lenguaje tan claro, limpio y elegantemente propio, que sea nuevo
y desconocido de todos; donde los nombres y apellidos de las personas que se citan, queden privados de
conjunciones y preposiciones: (como el del que suscribe) cosa muy gramatical: para lo cual el Fernandez
tiene un permiso especial de la Academia Española y un salvo conducto de proscripcion, en que puede á
su sabor, suprimir con toda la violencia de su carácter naturalmente atrabiliario y colrico esta inutil parte
de la oracion. Mas, nos desviamos del núcleo de la cuestion, analizando su historia, que con el tiempo iran
sabiendo nuestros lectores, conforme vaya aquella prologandose; para lo cual hay datos biograficos curiosísimos, cartas, noticias, y para complacer al Guerra, habrá comentos, observaciones, notas &c. Entretanto
prescindamos un poco de la risa y desprecio que sus razones nos inspieran, ocupandonos del impreso que
tenemos á la vista.
miente el Guerra á boca llena, y sin reparo; miente escandalosamente cuando dice, que fui presentado
en casa de sus padres, so color de aficion de antigüedades64. Yo, al hacer el sacrificio de pisar sus umbrales,
ni le busqué á él, ni á ninguno de los suyos: guiabame alli la venida y hospedage de D. Francisco y D.
Diego de Alcalá, cuya familia unida por relaciones de abuelos y de padres á la mia, era acreedora á este
acto de politica y urbanidad. Si el impostor desconoce uno y otro, y su orgullo le cegó en aquel momento,
no tengo, ni nadie tiene la culpa, ni tampoco la tuve, de que á fuerza de infinitas estancias, ofertas &c.
me comprometiesen á ecsaminar sus curiosidades, con miras tal vez, que mi delicadeza calla. La vista de
bienvenida á los Sres. Alcalá, fue devuelta con el apéndice del articulista, y repetida una y mil veces, como
sabe todo el mundo, y se probará á su tiempo. Esta ha sido sin rodeos ni circunloquios, la causa de aquella
amistad, éste el origen, origen en que mi decoro de acuerdo con mis principios guardó la linea que debia,
y que solo una refinada malicia, osará truncar y obscurecer; origen en fin, que nunca habria llegado, como
todos saben, sin los ruegos é instancias del Fernandez y los suyos65. Bien le consta que desde 1828 en que
pasé á Granada para nada les he habido menester hasta hoy dia de la fecha, y que si esta misma delicadeza,
61
62
63
64
65
Peregrina ocasión, Sr. Guerra! aquí del parentesco; un memorialito ó carta gratulatoria á S. E. incluyendo el artículo: de
golpe se os viene mondo y lirondo un beneficio simple.
Por el tiempo se calcula el saber..Caramba! decia un Padre bobalitón á su hijo, que leia en un enorme
La primera noticia de este viage la recibo ahora, y debe de ser muy buen bocado, cuando el autor se lo elogia hasta las
nubes.
Bien le consta al Guerra, aunque lo niegue, por solo mentir, que el sistema de presentaciones no lo he seguido jamas, resistiendo (tal vez por capricho) este medio de adquirir relaciones. Bien es verdad que como estas me sobran, y han sobrado
siempre, no adherí á los empeños de los que me lo proponían.
Desde este momento me predijeron varias personas de Granada lo que después ha sucedido. Es visto que no necesita ser
profeta para adivinar, siendo numerosas y frecuentes las experiencias.
321
Apéndice documental
que traba la lengua del hombre honrado, no me detubiese, daria á conocer al lector la certeza de aquellas
palabras de su carta de 23 de Agosto de 1836. “El placer (dice) de dirigirme á unos amigos, como vosotros
y á quienes profeso un tan entrañable cariño, ademas de reconocerme por muchos modos en estremo obligado,
me haria prescindir de todo…”66 ya se deja entender el significado de estas palabras.
Todavia mas; insiste el Guerra en sus calumnias, dice y dice mintiendo que no dejé un solo día de visitarle, que le llamaba queridisimo en mis cartas, y que en ausencia le juraba67 no poder vivir sin las suyas…
Hase visto mayor sandez, ni osadia mas grosera!! No solo no le visité diariamente, sino que por cada dos
visitas suyas, y aun cuatro, le hacia yo una, y no siempre68. Respecto de la expresiones que mi buena fé y
urbanidad otorgaba de corazon nunca fue sino contestando á otras infinitamente mas ecsageradas69, como
aquellas de invariable, eterno, sicenro, amigo del alma y en cierta carta de un individuo de su familia se nos
llamaba amigos y todo. Imponderable falsedad que hasta nauseas produce el recordarla! Para desmentir con
pruebas la supuesta estremada pasion de cartas, bastele saber al lector, que en todo el año de 1835 solo
le escribí dos, en el 36, dos ó tres, y hasta los cuatro meses del 38 otras tantas, que por supuesto fueron
cumplimentadas con elgios y rubores, versitos, y mil juguetes pidiendo aprobación. Mi amistad siempre se
acreditó con hechos, no con palabras, y apelo al futuro testimonio de la citada correspondencia, que integra
conservo
Descargar