Lecciones de las pugnas capitaListas en La primera Guerra

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buzos — 14 de julio de 2014
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ANÁLISIS
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Nydia Egremy
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Lecciones de las pugnas
capitalistas en
la Primera Guerra Mundial
L
a guerra inter-imperialista, que siguió al 28 de junio de 1914, detonó
por reclamos nacionalistas y la disputa de las potencias europeas por materias primas, mercados y territorios. El choque entre Alemania y Gran Bretaña, con
sus respectivos aliados, llevó al fin de la
hegemonía europea y los imperios austrohúngaro, alemán y ruso, además de acelerar la caída del otomano. De ese choque,
Estados Unidos (EE. UU.) emergió como
país hegemónico global; el petróleo y las
armas de destrucción masiva adquirieron
relieve estratégico y, por primera vez,
hubo oleadas masivas de refugiados. A
100 años del conflicto, los pueblos siguen
reclamando su derecho a la reivindicación.
Era un domingo de verano cuando dos
disparos detonaron en el centro de Saraje-
vo, capital de la provincia bosnia del imperio austro-húngaro. Al instante murieron el
archiduque austro-húngaro Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek a manos
del nacionalista serbobosnio Gavrilo Princip. Así comenzó el efecto dominó que desató la Primera Guerra Mundial (La Gran
Guerra), cuyas hostilidades tuvieron a
Europa como escenario y alcanzaron a 30
países de todos los continentes. Un siglo
después, el mundo gasta casi 10 billones
de dólares en los conflictos bélicos que se
libran en distintos puntos.
Lo que comenzó como protesta por la
anexión de Bosnia en 1908, se extendió a
una lucha económica y militar que integró
complejas alianzas y durante cinco años
trastocó tanto el mapa sociopolítico de Europa como la noción misma de la guerra.
Hasta 1914, los centros mundiales de decisión estaban en Viena, París, San Petersburgo, Londres y Belgrado. A 100 años de
aquella weltkrieg (Guerra Mundial, en alemán), las sedes de las finanzas y políticas
energéticas del planeta están hoy en Nueva York, Washington, Bruselas y Moscú.
En 1914, el sector industrial y armamentista veía un gran negocio en el conflicto. Su pronóstico se cumplió, pues el
costo de esa guerra se estima entre 180 mil
y 230 mil millones de dólares (al valor de
la época), y el de los daños causados por la
destrucción se valora en otros 140 mil millones de dólares. Un siglo después, el negocio de los enfrentamientos armados va
al alza, pues los conflictos actuales generan gastos por casi 10 billones de dólares,
según el Instituto para la Economía y la
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Paz (IRP), con sede en Sydney, Australia.
Esta cantidad representa el 11.3 por ciento
del producto interno bruto (PIB) de todos
los países del mundo.
Detrás del acto del bosnio Princip estaba el rechazo contra el expansionismo germano, aliado al imperio austro-húngaro.
En el momento del asesinato del archiduque, las potencias lideradas por Alemania,
Gran Bretaña, Francia y Bélgica habían
concluido su reparto del mundo, aunque
unas ambicionaban las colonias de otras y
veían hacia Europa Oriental y Rusia para
aumentar sus ganancias y acceder a nuevos mercados. Mientras tanto, ignorados
por las viejas potencias, EE. UU. y Japón
emergían como rivales potenciales.
Las potencias maniobraban para consolidar su poder e influencia en el contexto
geopolítico europeo. Alemania pretendía
dominar las colonias británicas y contener
al imperio ruso; como era concesionaria
del ferrocarril entre Berlín y Bagdad, que
cruzaría por Estambul, despertó la avaricia
de los inversionistas franceses. Gran Bretaña –que poseía una quinta parte del territorio mundial– quería contener el avance
germano y dominar el estratégico Medio
Oriente.
Austria-Hungría quería acceso al mar
por los Balcanes y someter a los eslavos en
Serbia y Montenegro; el imperio italiano
buscaba reconquistar los Balcanes, Crimea
y el Cáucaso; la Rusia zarista deseaba una
salida al Mediterráneo y su acceso a los
estrechos de los Dardanelos y el Bósforo,
bajo dominio otomano. Francia ansiaba
recuperar sus ricas provincias de Alsacia
y Lorena, perdidas en la guerra francoprusiana de 1871. Así, cada potencia había
definido sus nuevos intereses capitalistas.
El 28 de julio, el káiser alemán Francisco José I declaró la guerra en el documento
titulado A mi pueblo; enseguida su aliado,
el imperio austro-húngaro, envió un ultimátum a Serbia, que lo rechazó. Horas
después comenzaba esa guerra intercapitalista, que duraría cinco años. Al morir el
káiser, lo sucedió Guillermo II, cuya política expansionista rompió los débiles equili-
brios europeos hasta el fin de la guerra, por
lo que abdicó a su término.
La ambición imperial estaba lista para
incendiar Europa. Los bandos se organizaron así: Alemania, Austro-Hungría e
Italia formaron la Triple Alianza (llamados
también Imperios Centrales), a los que se
sumaron Japón y el Imperio Otomano. Se
enfrentaron con Gran Bretaña, Francia y
Rusia, integrados en la Triple Entente, a los
que se alió EE. UU. El conflicto tuvo tres
etapas: la Guerra de Movimientos (19141915), la Guerra de Trincheras (19151917) y el Fin de la Guerra (1918-1919).
La Gran Guerra movilizó a 65 millones de personas en todos los continentes
y perdieron la vida unos 17 millones de
personas, la mayoría trabajadores y solda-
Costo de la Primera
Guerra Mundial
Total: 180 mil
millones de dólares.
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dos reclutados. Como dato anecdótico, la
historia reseña que la primera bala de las
fuerzas británicas en 1914 no se disparó
en Europa sino en África, y que fue el soldado Alhaji Grunshi, quien la detonó en la
ofensiva contra la colonia alemana de Togoland (actual Togo).
Se estima que dos millones de africanos
sirvieron como soldados o trabajadores
para las metrópolis europeas; Gran Bretaña y Francia reclutaron a 135 mil chinos
para que trabajaran a su favor en Europa.
Al librarse en varios frentes, en Europa,
Medio Oriente y el Pacífico, ese conflicto
interrumpió el desarrollo capitalista que
hasta entonces había transferido la riqueza
de los pueblos hacia el seno de esas potencias.
EE. UU.: 3 mil 500
millones de dólares
(mdd).
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Gran Bretaña: 28 mil mdd
Los opositores al capitalismo rechazaron el ingreso de Rusia a la guerra. Vladimir Ilich Lenin la calificó de imperialista,
porque estaba protagonizada por burgueses que luchaban entre sí por el reparto
de mercados con ayuda de trabajadores
y campesinos engañados. Rusia inició la
guerra como imperio y salió como una nación en revolución que la alejó de ser un
mercado, fuente de materias primas y zona
de inversiones de las potencias europeas,
señala el historiador ruso A. I. Utkin.
La guerra se inclinó a favor de la Triple
Entente en la segunda batalla del río Marne. Ahí, tropas británicas, francesas y estadounidenses –que por primera vez combatían en tierra– se enfrentaron con las de
la Triple Alianza y lograron contenerlas.
En esa batalla se usaron armas biológicoquímicas (gas mostaza y lacrimógeno) y
lanzallamas, que paralizaban al enemigo.
Los primeros en utilizarlas fueron los franceses y las potencias centrales respondieron a esas armas con máscaras antigás.
En tierra, oficiales y soldados defendían
sus posiciones en trincheras y alambradas;
técnicamente eran mejor las alemanas; el
tanque fue tan eficaz que acabó con la caballería. Se lanzaron ofensivas aéreas con
dirigibles y en ultramar los submarinos
alemanes U-Boat hundían barcos de abastecimiento y civiles, como el Lusitania, lo
que favoreció el ingreso de EE. UU. a la
guerra en 1917.
México, en plena Revolución, entraba
en los planes de las potencias por su privilegiada situación geográfica y sus recursos estratégicos. En su análisis titulado
Inglaterra y el petróleo mexicano durante
la Primera Guerra Mundial, el profesor
Reino
de Italia:
23 mil
500
mdd
del Colegio Luterano de Texas, Ray C.
Gerhardt, señala que la necesidad de petróleo de la marina llevó a Gran Bretaña a
maniobrar en nuestro país en 1918, propiciando el escándalo que se generó con la
revelación del Telegrama Zimmerman, en
la gestión de Venustiano Carranza.
El 16 de enero de ese año, el canciller alemán Arthur Zimmerman envió a
su embajador en este país, Heinrich Von
Eckardt, un telegrama en el que Alemania
ofrecía una alianza al gobierno mexicano
para que declarara la guerra a EE. UU.,
con la promesa de que al término de la
misma, México recuperaría los territorios
que perdió en 1846-1848 ante el país vecino. El mensaje fue interceptado y descifrado por el contraespionaje británico, que
había pinchado el cable submarino que
pasaba por EE. UU., de donde sería reenviado a México.
Los británicos pretendían impedir la
alianza entre Alemania y México y tuvieron éxito: el 14 de abril, el Gobierno
de Venustiano Carranza declinó la oferta
alemana. Al concluir la guerra, el canciller
mexicano Francisco León de la Barra presidió los Tribunales Mixtos de Arbitraje y
el Arbitral Anglo-Franco-Búlgaro, creados por los Tratados de Versalles. Desde
entonces, México se alineó con EE. UU.
en los sucesivos conflictos bélicos y políti-
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cos internacionales, entre ellos la Segunda
Guerra Mundial, la llamada Guerra Fría y
la Guerra contra el Terrorismo.
El historiador británico Eric Hobsbawn
afirma que los efectos de la Gran Guerra
de 1914 terminaron en 1989, con la caída del Muro de Berlín, que recompuso el
mapa europeo a finales del siglo XX. En la
posguerra, las antiguas rutas coloniales del
comercio mundial fueron redistribuidas
entre los nuevos ejes de poder y en algunas de las viejas potencias las burguesías
se reforzaron o surgieron otras nuevas.
EE. UU. emergió como la potencia
industrial dominante en el mercado internacional y como el acreedor principal y
sucesor de Europa en la hegemonía capitalista. Además, expandió su influencia y
poder en Europa, Canadá, América Latina
y la Cuenca del Pacífico, de donde no se
apartaría en todo el siglo XX. Otro efecto
fue la persistencia de las reivindicaciones
nacionalistas, no sólo de los Balcanes, sino
también de los vascos, corsos, rusos étnicos en Crimea, catalanes y escoceses, que
ahora reclaman su autodeterminación.
La destrucción de ciudades y tierras
agrícolas europeas convino a Canadá y
Argentina, que aumentaron notablemente sus mercados como exportadores de
alimentos; además, la reconstrucción de
edificios, puentes, caminos, ferrocarriles
y fábricas reactivó al capitalismo. Al perder sus colonias y pagar las reparaciones
de la guerra, Alemania quedó en manos de
los ultranacionalistas del partido Nazi que
detonarían la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945).
Hasta 2010, Alemania terminó de pagar esas deudas de guerra. Despojada de
su potencial bélico, hoy es el motor industrial y económico de Europa. Si en 1918 se
le negó un sitio en la Liga de Naciones, en
el siglo XXI aspira a un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Otro perdedor fue el Imperio Otomano,
el más extenso y rico de la Triple Alianza.
Cubría el sureste europeo y sur de Rusia
hasta Medio Oriente –Palestina, Egipto,
Irak y Siria quedaron en manos británi-
31
Imperio de Japón: 14 mil mdd
cas–, su economía florecía por la inversión extranjera en comercio, ferrocarriles,
banca e industrias. Quedó tan débil que no
resistió la Revolución de los Jóvenes Turcos (que creó una Turquía laica) y tras la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se
desmembró.
Un siglo después
En noviembre de 1914 se confirmó el rol
estratégico que tendría el petróleo, luego
de que una fuerza expedicionaria británica, con base en la India, se apoderara de
Basora para controlar los yacimientos petrolíferos de Persia (hoy Irán). En 1991,
los británicos regresarían a esa zona con
la fuerza multinacional que invadió Irak.
Durante el resto del siglo XX los Balcanes siguieron siendo foco de interés de
la avaricia capitalista y punto de inestabilidad étnica. Tras la desintegración de
Yugoslavia y la llamada Guerra de los
Balcanes (1992-1999), los europeos alineados con EE. UU. libraron ahí con la
OTAN otra ofensiva contra Serbia, en
Kosovo. Hoy se sabe que las multinacionales occidentales explotan las reservas
de minerales de Kosovo (plomo, cinc,
cadmio, plata y oro) y su abundante exis-
tencia de carbón (17 billones de toneladas).
El pasado 28 de junio se conmemoró
en esa región el centenario de la guerra con
la inauguración del pueblo Andricgrad,
ideado por el cineasta y nacionalista serbio Emir Kusturica, en honor al Nobel de
Literatura Ivo Andric. Mientras tanto, en el
barrio serbio de Sarajevo se develaba una
estatua en memoria a Gavrilo Princip, el
hombre que disparó contra el archiduque
Francisco Fernando; sin embargo, para los
musulmanes croatas, Princip es un terrorista y han borrado su huella.
Europa concluyó el siglo XX con la supresión de los controles fronterizos por el
Convenio de Schengen en marzo de 1995,
esa ciudad luxemburguesa, a 400 kilómetros del sitio donde se libró la ofensiva del
río francés Somme, –que cobrara un millón de vidas en 1916– de la Primera Guerra Mundial.
A un siglo de esa confrontación éstas
son las principales lecciones. El escenario
global está dominado por una superpotencia militar: EE. UU., cuyo presupuesto
bélico para este año supera los 572 mil millones de dólares, según el diario especializado en asuntos legislativos The Hill.
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