14 de julio de 2016

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14 de julio de 2015
A la Comunidad Universitaria de la Unidad Azcapotzalco
Veo con preocupación, como buena parte de la comunidad, la situación en la que se
encuentra la Unidad Azcapotzalco en particular y la UAM en general. Hoy jueves 14 de
julio la Unidad cumple 7 días hábiles de paro, más uno por resolución del SITUAM el 28
de junio y otros dos por el paro de alumnos del 21 y 22 de junio. Acumulados en el
trimestre suman ya 10 días hábiles. El trimestre 16-P fue aprobado con 52 días de
clase y se deben de garantizar al menos 51 días. Está corriendo la semana 10 y de
acuerdo con el calendario escolar el próximo miércoles 20 terminan las clases para
iniciar las evaluaciones. Lo que resta del mes es insuficiente para programar una
recuperación de los días de paro. Además, las vacaciones ya están pactadas con el
sindicato. En este panorama, la opción parece ser la de hacer las evaluaciones al
regresar de vacaciones. Como la literatura lo demuestra y la experiencia en la
Universidad también lo mostró, pedagógicamente es inadecuado hacer las
evaluaciones de las UEA regresando después de un período vacacional.
He sostenido en diversas ocasiones y en varios foros, que la forma más inadecuada
para analizar, debatir, proponer y resolver problemas en las universidades es irse a un
paro. El paro desmoviliza, desinforma, fomenta la apatía, propicia la irresponsabilidad,
irrita los ánimos y corta de tajo la posibilidad de contribuir activamente a la solución de
los conflictos, pero el impacto más fuerte es la afectación de miles y miles de alumnos
y profesores que por diferentes razones soportan en soledad este agravio, que una
minoría activista impone. La mayor parte de los alumnos viene a la universidad a
estudiar una licenciatura y lo hace con gusto, responsabilidad y dedicación y de pronto
se ven obligados a aceptar con resignación lo que una minoría “acuerda” en nombre de
todo el alumnado.
La UAM tiene mecanismos pactados y pautados de representación de los diferentes
sectores de la comunidad que, constituidos en órganos colegiados, toman las
decisiones de conducción de la Universidad, de la Unidad y de las Divisiones
Académicas. Son “autoridades institucionales” plenamente reconocidas en la
legislación y no hay ninguna otra. Los alumnos, como señala la Ley Orgánica, se
“pueden asociar de manera independiente de los órganos de la universidad y se pueden
organizar democráticamente en la forma en que los mismos determinen” pero de
ninguna manera se constituyen en órganos de autoridad. Los alumnos tienen su
representación en los órganos colegiados de la Universidad y en ellos se manifiestan y
toman sus decisiones. Pero, vale la pena recalcarlo, las asociaciones de alumnos o
asambleas de alumnos de ninguna manera son autoridades institucionales. Pretender
incorporar otras instancias de autoridad institucional es abrir un camino con muchos
riesgos, amén de no ser reconocidos en la legislación universitaria.
En el conflicto que ahora tenemos en la universidad se han conjuntado varios problemas
externos e internos que irrumpieron juntos en la vida universitaria. Problemas internos,
que mal haríamos en negarlos, cuestionan e irritan a la comunidad e indudablemente
deben corregirse. Por ejemplo: soberbia de algunas autoridades en la atención y trato
a alumnos y profesores; una administración torpe del enorme e importante conjunto de
las 14 becas institucionales; un manejo financiero opaco y poco transparente de los más
de 120 millones de pesos asignados a las becas que da lugar a sospechar de un uso
discrecional y político de un fondo que es tan cuantioso como el de los gastos de
operación de las Unidades Académicas; acuerdos que son competencias del Rector
General pero que no explican los motivos de su emisión en este momento y a estas
alturas del trimestre; algunos gastos que los estudiantes observan y que pueden
reducirse. Los alumnos tienen razón para expresar su inconformidad y es razonable y
atendible su exigencia de enmendarlos. Pero los elementos de corrección deben
tratarse de acuerdo con los mecanismos institucionales que tenemos: los órganos
colegiados.
No procede que los alumnos pretendan erigirse en un nuevo órgano de autoridad
institucional. Ni tampoco es aceptable que para señalar los errores que se cometan en
la administración se recurra a paros en donde los más perjudicados son los propios
pares.
Si a los entuertos internos sumamos los problemas externos: una reforma educativa
necesaria e indispensable pero no la que está en curso, evaluaciones necesarias al
profesorado, sí, pero no las que actualmente se aplican. La observación y afectación
de la aplicación inequitativa de la Ley, el uso desmedido de la fuerza pública que
provoca muertes, lesionados y desplazamientos de la población; la impunidad de los
que transgreden ostensiblemente la Ley; la incapacidad de la justicia para detener a los
culpables de asesinatos; la colusión entre autoridades y el narco para cometer fechorías
y un largo etcétera. Son factores, que como dije, irrumpen en la vida académica. Pero
estos problemas ciertos, reales, preocupantes no deben ser utilizados para parar la
universidad. Esos problemas con frecuencia son recurridos por alumnos que tienen
intereses no académicos sino políticos. Hay abuso de unos cuantos cuando se pretende
sustituir el pluralismo de pensamiento, de libertad de pensamiento por una postura
hegemónica partidaria; cuando en aras de una bandera ideológica se mutilan las
libertades y se coartan las actividades de investigación de miles de profesores. El paro
de actividades, además, pone en riesgo el prestigio de la universidad: cientos de
contratos y actividades de investigación pactadas con otras instituciones y
universidades nacionales e internacionales y con la misma sociedad.
Hago un llamado a los alumnos que mantienen tomadas las instalaciones a que las
entreguen y atendamos sus reclamos con la universidad trabajando; a que atendamos
su pliego petitorio en el ámbito de nuestra vida colegiada y en el marco de las
competencias universitarias; a revitalizar la representación de los alumnos que libre y
democráticamente eligieron para defender sus causas en los órganos colegiados.
La UAM es de todos, a todos nos compete protegerla y defenderla de aquellos externos
que reniegan de la universidad pública y autónoma y de aquellos internos que pretenden
usarla para fines no académicos.
Romualdo López Zarate
Rector
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