Cátedra Protocolo Público y Social Docente / es

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Cátedra
Protocolo Público y Social
Docente / es:
Lic. Marcela Argumedo de Erice
Tec. Mariana Lucero de Noguera
Año lectivo: 2013
LOGÍSTICA PERSONAL Y VESTIMENTA:
EL METALENGUAJE DE LA VESTIMENTA Y LA IMAGEN PERSONAL.
MODA, IMAGEN Y CEREMONIAL.
Su relación con la Moda es uno de los aspectos menos investigados y
tratados del Ceremonial en nuestro país. Quizás porque la temática sea
considerada injustamente frívola, y por ello, relegada a los ambientes de
farándula y del modelaje más prosaico.
Por el contrario, la vestimenta es un metalenguaje dinámico, en constante
evolución, a través del cual expresamos nuestra cultura, profesión,
procedencia, personalidad, gusto, identidad sexual, estado de ánimo,
viudez, poder adquisitivo, etc.; y lo que denominamos "Moda" es una
porción temporal del proceso evolutivo de la vestimenta.
Para la experta Alison Laurie, "la vestimenta es una lengua, que tiene un
vocabulario y una gramática como el resto de las lenguas... Elegir la ropa
es definirnos y describirnos a nosotros mismos". ("The language of
clothes", Bloomsbury, Publishing Ltd. Londres, 1981). En el mismo
sentido, se expresa Susana Pereyra Iraola quien, en su comentario al libro
"La Moda en la Argentina" de Susana Saulquin (La Nación, 19 de mayo de
1991) dice "La ropa que elegimos nos refleja, señala el deseo de seducir, de
decir quiénes somos o soñamos ser, nos identifica a un grupo, profesión o
categoría económica, responde a múltiples códigos personales o sociales.
En términos más amplios y más allá de su aparente intrascendencia o
fugacidad, la moda define estéticamente una época, se manifiesta en lo
efímero, pero alude a lo esencial. Actúa como un juego sutil, pero de
poderosa influencia; un lenguaje que todos empleamos, pero que se resiste
a ser descifrado. Obedece a una secreta coherencia, la condicionan
factores históricos y económicos, el grupo y la sociedad, pero también nace
de la inspiración individual y apela a ella".
En lo personal, siempre digo a mis alumnos que la vestimenta, junto con el
Lenguaje Gestual, es uno de los dos componentes de la "Ubicuidad
Protocolar", es decir, la forma correcta en que debemos saber estar y
relacionarnos y que no siempre quiere decir, necesariamente, estar vestido
de acuerdo a la Moda de un tiempo determinado.
Estar vestidos de acuerdo a "Ceremonial" es, para nosotros, llevar a cabo
una emisión comunicacional positiva a través de la vestimenta, es decir,
un proceso relacional y estructural correcto entre cada uno de los
componentes vestimentarios, los accesorios, el tiempo, el horario, la época
del año, la cultura en la que uno va a desenvolverse y el tipo de reunión a
la que se asiste. Para que quede claro, debe darse la triple adecuación:
modal, temporal y situacional.
Alison Laurie (en op.cit.) dice que "como ocurre con el habla, el significado
de cualquier prenda de vestir depende de las circunstancias. No se habla
en un vacío, sino en un espacio y un tiempo específicos, cuyo significado
puede verse alterado por cualquier cambio que se produzca en ellos".
En lo que a adecuación modal se refiere, digo que la vestimenta de acuerdo
a Ceremonial debe ser sencilla, ya que todo lo ostentoso es contrario a toda
Ubicuidad. También debe ser práctica (exenta de toda incómoda
complejidad), en armonía con los
accesorios, adecuada temporal y
situacionalmente, amplia, recatada, poli-temporal y poli-situacional,
pulcra, íntegra, acorde a la edad y de colores suaves. La adecuación
temporal es el encuadramiento de la vestimenta según sea diurna o
nocturna, y ésto corre tanto para el varón como para la mujer. Y la
adecuación situacional se refiere al tipo de vestimenta que deben llevar,
tanto el hombre como la mujer, de acuerdo al tipo de reunión a la que
deba asistirse; por ejemplo, elegante sport, formal, gala, luto, folklórica,
etc.
Según Irving Goffman, el concepto de "ropa apropiada" depende por
completo de la situación; y Laurie complementa todavía más el concepto
expresando que "llevar la ropa que se considera apropiada para una
situación actúa como un signo de implicación en ella, y a la persona cuya
vestimenta no se ajusta a estos criterios es posible que se la excluya de
forma más o menos sutil".
ANILLOS Y ALHAJAS EN GENERAL.
En este tema las mujeres tienen mayor libertad. Sus anillos pueden ser del
metal, piedra o motivo que sean. Sin embargo, nunca deberán olvidar el
buen gusto ni las debidas proporciones antropométricas que no les debería
hacer elegir anillos desmedidos respecto del largo de sus dedos ni anillos
anchos para aquellas mujeres que tienen dedos gordos y cortos.
Las mujeres deben tener en cuenta que la mesura es la regla. Uno o dos
anillos, más el de boda, por ejemplo, es lo más apropiado.
Pero he visto mujeres, y no pocas, que llevan uno o dos anillos en cada
dedo, ¡y hasta en los pulgares!. En lo personal, considero que eso es un
exceso, ya que el poder y la fortuna, cuando son verdaderos y se llevan con
clase, no se notan, se sobreentienden a través de una elegancia serena y
sin ostentaciones.
Lo que sucede es que, muchas veces, en los altos círculos sociales,
económicos o políticos, los hombres expresan su poder y su fortuna
enjoyando a sus esposas y queridas, como si fuesen exhibidores de
colgajos para los árboles de Navidad. Esto siempre ha sucedido de este
modo, y sobre todo, a partir de la Edad Contemporánea, en la que a los
hombres comenzó a serles vedado socialmente el uso de joyería, en razón
de las nuevas reglas del buen tono en el vestir.
En efecto, un hombre no debería llevar más anillo que el de bodas. Social y
protocolarmente sería admitido un anillo más, llamado de sello, en el que
se llevan grabadas las iniciales propias o las armas familiares. Nada más.
Ningún otro anillo y menos aún todavía pulseras y cadenitas de cuello. No
hay impresión más desagradable y vulgar que la que causa un hombre
cargado de anillos, pulseras y cadenitas de cuello. Y atención mis queridos
lectores y lectoras que no digo esto por criticar a quienes llevan anillos,
pulseras y cadenas de oro por adoptar una estética feminoide. ¡Dios sabe
que estoy lejos de hacer una crítica semejante!. De lo que hablo, vuelvo a
decir, es de una cuestión de buen gusto, por la que queda condenado
protocolarmente tanto el hombre que concurre a una fiesta o reunión
enjoyado porque se siente una faraona como el machoide rústico y
futbolero que lleva anillos enormes y baratos y pulseras anchas de plata
con el nombre de una hija, con el nombre de su esposa o simplemente con
la inefable y edípica palabra "MADRE".
También los relojes tanto de hombre como de mujer deben ser discretos y
acordes con las proporciones antropométricas de la muñeca. Los hombres
son de fijarse poco en este detalle y suelen creer (erróneamente, por
supuesto) que los relojes caros, enormes y complejos son marca y
demostración de masculinidad y poder. Quienes piensan así, suelen llevar
relojes enormes, con cronómetro, botones y accesorios que carecen de toda
utilidad para la vida diaria, tanto laboral, como social o protocolar.
Todavía me acuerdo (y me río al pensarlo) de aquel diplomático argentino
con el que coincidí una vez en Brasilia durante un viaje de los que
llamamos "de previa" a una visita oficial. Jamás voy a olvidarme de aquel
enorme y carísimo reloj europeo, que sobresalía desproporcionadamente
de la pequeña muñeca de su mano derecha, lleno de botones. Recuerdo,
que me contaba (quizás tratando de impresionarme) todas las funciones
con las que contaba el elefantiásico accesorio. Tenía de todo, le faltaba sólo
un barómetro y un tensiómetro, porque era realmente complejo. A mí me
parecía el tablero de comando de una nave espacial. Pero lo que más
recuerdo era que era un modelo muy exclusivo, porque estaba
especialmente formulado para ser altamente resistente al agua y podía ser
utilizado a buena profundidad, razón por la cual era el elegido por los
amantes del buceo. Pero lo que hizo inolvidable para mi esta anécdota, fue
que le pregunté -sin maldad, lo juro, como lo hubiese hecho cualquiera al
llegar a ese punto- si a él le había resultado útil en su práctica del buceo.
¡Grande fue mi sorpresa cuando el encumbrado, pequeño y sonrojado
diplomático no tuvo más remedio de confesarme que ni siquiera sabía
nadar y que sólo usaba el reloj para saber la hora!
Algo que debo decir aquí a las mujeres en particular es que las perlas son
las más apropiadas y distinguidas para lucir en piezas de joyería. Su valor
y su forma redonda, que representa la perfección y el carácter cíclico de la
vida y la eternidad, hacen que las perlas no sólo sean una marca de buen
gusto y distinción, sino además, la única joya que puede llevarse en
tiempos de luto porque no implican ostentación.
BOCA.
En primer lugar, por favor, con todos los dientes. Las ventanas y los
ventiluces son para las paredes y no para las bocas. Además, los dientes
deben lucirse siempre limpios, sin manchas y sobre todo, sin restos
visibles de comida. No suele ser raro que alguien concurra a una reunión
después de un almuerzo sin cepillarse y luzca entre los intersticios de los
dientes delanteros restos insolentes de lechuga delatora.
En segundo lugar, por favor, cuidar el aliento. A veces se nos acercan
personajes de vestimenta impecable, de cargos altísimos o de grandes
fortunas exhalando un aliento atroz. La halitosis es uno de los más
grandes y certeros conspiradores de la imagen personal. ¡Y atención con el
aliento alcohólico post almuerzo!. Jamás debe concurrirse a una reunión
después del almuerzo sin cepillarse los dientes y, sobre todo, haciéndose
un buen enjuague bucal para eliminar cualquier posible huella de vino en
el aliento.
La pintura de las bocas femeninas debe ser delicada y sin brillos
estridentes. Deben evitarse los colores obscuros, negros, marrones y
similares; y sobre todo, aquellos que no combinen con el color del esmalte
de las uñas.
CAMISA.
El hombre debe elegir camisas preferentemente lisas, blancas o
ligeramente celestes, estas últimas para ocasiones y reuniones de tipo
laboral menos formales. La formalidad la marca la camisa blanca, de
mangas largas y con puños que puedan sobresalir dos dedos del saco
cuando doblamos el brazo.
Las puntas del cuello deben tocar la tela de la camisa y no quedar volando
ni con las puntas arqueadas por un mal planchado o por las ballenitas de
plástico derretidas por el calor disolvente de la plancha. El puño de las
camisas de vestir debe ser el francés clásico o bien el doble puño rígido de
doble ojal para llevar gemelos.
El cuello de las camisas masculinas puede ser de cuatro (4) tipos; dos (2)
para vestir y dos (2) para ocasiones más informales y para el elegante
sport.
Cuellos de vestir: inglés e italiano. Cuellos informales o para ocasiones de
elegante sport: abotonado y con pasadores.
Cuello inglés: Es el cuello más clásico de las más clásicas y difundidas
camisas de vestir. Es el típico cuello estrecho de puntas alargadas.
Cuello italiano: Es un cuello más ancho y más corto que el cuello inglés.
Es también un cuello típico de las camisas de vestir y gran vestir. En mi
caso, es el que prefiero y aconsejo, porque es el que más se adapta al gusto
y al buen tono en el vestir de los argentinos.
Cuello abotonado: Es un cuello para camisas menos formales o para ser
utilizados en elegante sport, porque son los cuellos que rematan en un ojal
cada punta tomados por sendos botones cosidos a la camisa. Es un cuello
que tiene su origen en los Estados Unidos de América, y por ello, lleva
internacionalmente la denominación en inglés de cuello "botton down".
Cuello con pasadores: Hoy en día es un cuello que ha pasado algo de
moda. Es el que cada punta se encuentra unida por un alfiler o pasador
metálico.
Respecto de los diseños y los colores de las camisas decía que cuanto más
formal es la ocasión, más lisa y más blanca debe ser la camisa, y a partir
de allí, digo que los fondos lisos acelestados pueden irse alternando con
otros pasteles, siempre lisos y a tono con el traje y la corbata que vaya a
utilizarse.
Nunca camisas rayadas con corbatas rayadas y menos aún, camisas
cuadriculadas con corbatas cuadriculadas. Y todavía peor aún, camisas
rayadas verticales con corbatas rayadas oblicuas. Para los que ya somos
algo grandecitos, esas mezclas nos recordarán el final de transmisión y las
distorsiones de imagen de nuestros viejos televisores Ranser o Philips con
válvulas y estabilizador.
Jamás camisas hawaianas o con estampados similares para el elegante
sport. Siempre digo que lo que en South Beach, Bahamas o Camboriu
queda bien o pasa desapercibido, tales excentricidades, al ser
transculturadas a otros países, ciudades o situaciones más conservadoras,
quedan ridículas y mueven a la crítica y llevan al destierro social a quien
las viste.
Nunca camisa lisa oscura con corbata oscura lisa del mismo color.
Algunos señores, quizás tomando como modelo de vestir a los gansters de
Las Vegas o de cualquier barrio lumpen de cualquier ciudad, gustan de
llevar camisa negra con corbata negra "combinados" (con perdón de la
palabra) con ambo claro, preferentemente color crema. ¡Qué espanto!.
Cuando debamos vestir de sport y no llevemos corbata, no debemos
desabrochar más de un botón de la camisa, es decir, el del cuello. La
muestra del pecho en el ámbito social no sólo no es elegante sino además
es del peor de los gustos. Aunque se tengan los pectorales tarzanescos de
Johnny Weissmuller o la pilosidad pectoral de Lando Buzzanca en "Homo
Eroticus Super Macho" (1971) el pecho es una zona corporal íntima que,
por razones de buen gusto y de mejor imagen personal y profesional, debe
reservarse para momentos de mayor intimidad.
CEJAS.
Un hombre no debe depilarse las cejas, salvo que sobre los ojos lleve una
versión pilosa del monte chaqueño. Pero atención, si un hombre debe
depilarse las cejas porque son demasiado gruesas o se le juntan sobre la
nariz, debe tratar de que nunca le queden tan finas y arqueadas como las
de Jean Harlow o Mery Pickford.
En cambio, las mujeres siempre deben llevar las cejas prolijas y, de ser
necesario, depilarlas de manera femenina, tratando de resaltar y
acompañar la forma de los ojos. Las cejas gruesas en las mujeres no son
admitidas por el buen gusto y el buen tono social. Una mujer de cejas
gruesas podrá creer que luce como Frida Kahlo, pero la gente siempre la
verá -maliciosamente- más parecida a Groucho Marx que a la talentosa
compañera de Diego Rivera.
CINTURÓN.
Si bien es cierto que el cinturón femenino no puede ser ceñido a normas
protocolares, el cinturón masculino debe ser siempre de legítimo cuero y
del mismo color que los zapatos. Su hebilla debe ser sencilla. Aquí toda
excentricidad se torna abominable. En lo personal, deploro profundamente
las hebillas vaqueras de los cinturones tejanos que llevan algunos yuppies
y algunos nuevos ricos para llamar la atención o marcar diferencia. No
denotan mayor masculinidad sino por el contrario un mal gusto a toda
prueba.
El cinturón de vestir correcto es el de cuero negro con hebilla dorada
(también puede ser plateada) que debe llevarse con zapatos negros. Si el
color del traje o vestimenta que se lleva lo permiten, también podrá
llevarse un buen cinturón de cuero marrón, que puede ser combinado
tanto con zapatos marrones como con zapatos de color borra vino.
Debemos tener en cuenta que los cinturones en tela o tejidos sólo se llevan
en ocasiones deportivas o informales, pero nunca para reuniones de
trabajo u ocasiones de tipo protocolar. Los cinturones tejidos pueden ser
tanto lisos como con rayas, admitiéndose, en el caso argentino, aquellos
motivos de cinturón de diseño gauchesco, que copian las guardas de los
ponchos.
CORBATA.
No es un accesorio femenino. Si una mujer desea usar corbata para
marcar diferencia, llamar la atención o adoptar un llamativo estilo
andrógino tanguero, debe tener en cuenta que para hacerlo debe tener el
porte y la personalidad de George Sand, Marlene Dietrich o Greta Garbo.
Caso contrario, si no sabe o no puede absolutamente llevar la corbata con
ese estilo transgresor mortalmente chic, y encima no tiene las curvas de la
Dietrich, el talante hierático de la Garbo o el reconocimiento intelectual de
la Sand, terminará pareciendo un marimacho a medio hacer, un "garçon
manqué", como dicen sabiamente los franceses.
A veces, cuando veo una de esas mujeres rectangulíneas, de traje y
corbata, me viene siempre a la mente la imagen de nuestra querida
Azucena Maizani, que cantaba el tango como pocas lo hicieron, pero que
no tenía ni siquiera la más mínima idea de cómo lograr un vestuario
sentador.
Sin lugar a dudas, la corbata es un accesorio masculino, que no debe
faltar en el guardarropa de todo hombre que quiera vestir con estilo, tanto
en el ámbito profesional, como en el ejecutivo y el social.
Antes de hablar de cómo deben ser las corbatas para que ayuden a
construir una buena imagen personal, diré algo de su largo y de su ancho.
En cuanto al ancho, es algo que varía según las distintas épocas que
marcan los vaivenes de la moda. Recordemos las corbatas ultra delgadas y
sesentistas de Elvis Presley, Jerry Lee Lewis o de los cuatro cantantes
varones que acompañaban a Estela Raval en los "Cinco Latinos". Del
mismo modo, estoy seguro que ustedes también recuerdan las corbatas
doble ancho de los ochentas. Yo mismo, en la foto de mi DNI llevo una, que
hoy me parece espantosa, pero entonces me hacía sentir orgullosamente a
la moda, a pesar de sus psicodélicos contrastes de azules y celestes, y de
los múltiples círculos entrelazados que parecían surgir de la visión
alucinógena de un habitué del "Studio 54" de Nueva York.
¡Y qué puedo decir del largo!. Pues bien, que no sea tan corta como la de
Cantinflas ni tan larga como la de nuestro recordado Payaso Firulete. El
hombre debe llevar la corbata de manera tal que la punta delantera del
mismo toque la hebilla del cinturón. Jamás la punta trasera deberá
dejarse ver sobrepasando la delantera. Tampoco debe llevarse la corbata
metida dentro del pantalón y estrangulada por el cinturón, al estilo de los
personajes masculinos gritones, vulgares y tragicómicos del cine
costumbrista italiano de la década del cincuenta.
En cuanto a los estampados y texturas de la corbata masculina voy a decir
algunas cosas que me parece importante destacar, porque quizás el error
más común que se comete es el de la elección de los dibujos y las texturas
sin tener en cuenta el tipo de reunión o compromiso a los que se asiste, la
función o profesión que se ejerce o del efecto que se quiere lograr de
acuerdo con el objetivo que se desea alcanzar o la impresión que se quiere
causar.
Diré que deben ser desterrados los estampados de colores chillones,
porque son difíciles de combinar y, sobre todo, porque no nos permiten
causar la impresión de elegancia sobria que exige de nosotros el más
elemental sentido del gusto y el llamado imperativo del buen tono social a
la hora del vestir.
También debemos desterrar las corbatas estampadas con las caras de las
estrellas de Hollywood, los Tres Chiflados o los Hermanos Marx. Son
ridículas y dejan en evidencia no sólo a un hombre sin sentido de la
elegancia, sino además, a una personalidad sin frenos inhibitorios,
desesperada por llamar la atención a cualquier precio.
Nunca confundamos transgresión con vulgaridad. Lo que en Woody Allen
puede ser festejado como genial, en cualquier otro hombre puede resultar
irremediablemente lapidario.
Una corbata de acuerdo con lo que requiere el Ceremonial para lograr una
buena imagen personal debe ser siempre discreta. Atención que no digo
aburrida. Digo discreta, es decir, que puede ser lisa o llevar animales,
flores, figuras geométricas, quiméricas, heráldicas, pintas tramas,
lágrimas, gotas y cualquier otro dibujo, pero siempre combinados con
buen gusto. Los colores pueden ser contrastantes o degradados en varias
tonalidades de un mismo color, pero siempre dentro de las reglas clásicas
de la combinación cromática.
Jamás debemos llevar corbatas promocionales que muestren la marca de
la empresa que nos la regaló de manera ostensible o profusamente
repetida hasta el hartazgo. Una corbata promocional atiborrada de
logotipos es un accesorio vulgar que no debe entrar jamás en nuestro
corbatero.
También digo, respecto de las corbatas, que debemos desterrar
definitivamente las tejidas de punta recta. Llevar corbata tejida con traje
de calle equivale, para el Ceremonial, a llevar zapatos de charol con medias
blancas de toalla. Vulgar, ¿verdad?
Tan vulgar como dar vuelta la corbata para mostrar la marca y decir lo
cara que es cuando alguien nos pondera el colorido, el diseño o la tela de
nuestro longuilíneo accesorio. Que quede claro: las etiquetas no se
muestran. El buen entendedor ve el precio y la calidad de una corbata en
su textura, su estampado y su confección.
Y atención: nunca corbata a pintas grandes, cuadros o rayas con camisas
con estampados grandes, cuadros o rayas.
GEMELOS.
Los gemelos son un accesorio de gran eficacia para dar el toque final a la
elegancia de todo caballero. Es por eso que siempre digo que quien elige
los gemelos correctos hace una gran contribución a su estilo y su
consideración social. No creo que haga falta aclararlo, pero igual quiero
destacar que los gemelos se utilizan en aquellas camisas que tienen puños
con doble ojal.
Por lo general, la costumbre marca llevar gemelos de oro. Muchas veces se
llevan gemelos confeccionados a partir de antiguas medallas familiares,
con escudos, imágenes o iniciales. Sin embargo, veo que se están
fabricando buenos y estéticos gemelos de bisutería a precios muy
razonables. También estoy viendo que van apareciendo gemelos que son
reproducciones de objetos o símbolos de profesiones o hobbies realizados
en oro o plata. Existen otros gemelos de gran originalidad y aptos para
todo tipo de reunión: son los gemelos de nudo de tela, con forma de bola
trenzada, de uno o varios colores. La ventaja de este último tipo de
gemelos es que pueden ser llevados en ocasiones menos formales, aun
cuando llevamos blazer. Pero atención, debo aclarar que la camisa de puño
de ojal doble o volado para gemelos no debe llevarse nunca sin corbata.
Aquí debo hablar de un accesorio que a veces se utiliza para simular
gemelos: los cubre botones. Atención con ellos: deben ser de una factura
delicada y que realmente simulen o se asemejen a gemelo, y no que sean,
como he visto algunos, una especie de grageas metálicas enormes,
desproporcionadas y hasta decoradas con motivos lamentables.
Y una última cosa que quiero decir de los gemelos respecto de su relación
con la imagen. Los gemelos deben ser elegidos en armonía con los colores
o los metales de su confección. Con ello quiero decir que deben estar en
combinación con los colores de la vestimenta que llevamos o bien, si son
metálicos, con los restantes accesorios de metal que llevamos puestos,
tales como anillos y relojes. Plata con plata, oro con oro.
Estoy escribiendo sobre los gemelos y sobre este accesorio también tengo
una anécdota imborrable, de aquéllas que sirven para matizar la lectura y
para fijar un concepto de manera didáctica. Recuerdo a un ex alumno mío
y conocido colega, que últimamente ha logrado bastante notoriedad, quien,
tratando de halagarme y de demostrarme que había "asimilado" mis clases
de Imagen Personal me mostró cierta vez los gemelos que llevaba y que
había mandado a confeccionar a partir de dos medallitas de su propio
Bautismo. ¡Ay de mí!. ¡El esfuerzo que tuve que hacer cuando vi que mi
colega ex alumno llevaba en un gemelo a la Virgen María y en el otro
gemelo a San Pantaleón!
TRAJE DE VESTIR MASCULINO.
Es el también llamado traje de calle. Para las situaciones más formales y
luego de las 17 o 18 horas, el traje de vestir masculino debe ser de color
oscuro: gris oscuro, azul (en todas sus gamas más subidas) y negro. Para
el día, también el traje de vestir puede ser en tonalidades claras tales como
gris, y algunas paletas discretas del verde, crema y el marrón. También
puede llevarse, y queda muy elegante el traje de vestir de rayas verticales
finísimas sobre tela oscura.
En cuanto a las telas más apropiadas son la lana para los trajes de
invierno y el lino y el algodón para los trajes de verano y media estación.
Sin embargo, hoy la variedad de telas es inmensa y ya se utilizan
innumerables mezclas de tejidos y de la más variada calidad.
Básicamente, podemos llevar tres tipos de traje de vestir: el traje recto de
dos botones, el traje recto de tres botones y el traje cruzado.
El traje recto de dos botones debe llevarse con ambos botones abrochados
o sólo con el superior abrochado pero jamás únicamente con el último
botón abrochado y el de arriba desabrochado. El traje de tres botones debe
llevarse abrochado únicamente con los dos primeros y el tercero final
desabrochado. Los norteamericanos tienen una regla que alguna vez
escuché por las tierras del norte y que me parece bien contarles aquí. Una
de mis colegas estadounidenses más notables y una de las "newyorkers"
más protocolares y más NYC´s (nacidas y criadas) en Manhattan, me dió
una fórmula infalible mientras tomábamos nuestro acostumbrado high tea
en el hall del Hotel Roosevelt. Esa colega Edna Greenbaum del Council of
Protocol Executives de U.S.A. y la fórmula que me dió respecto del
abrochado de los tres botones fue la siguiente: "always, sometimes, never".
Es decir, el primero se abrocha siempre, el segundo botón algunas veces,
pero el tercer botón jamás.
El traje de vestir de tres botones puede llevarse también con chaleco. El
chaleco de la misma tela y color que el traje ha ido cayendo un poco en
desuso, pero pueden vestirse chalecos de fantasía, de telas y dibujos
distintos, aunque siempre delicados y acordes con el mejor tono en el
vestir.
En cuanto al traje cruzado diré que, si bien ha ido lentamente caído en el
desuso (¡Oh dictadura de la Moda!), es una vestimenta que también puede
llevarse en situaciones de cierta formalidad. El saco lleva dos hileras de
tres botones cada una, de los que se abrochan sólo dos de ellos.
Para los tres tipos de traje de vestir, diré que siempre deberá contar con
un buen forro, preferentemente de seda, con una buena costura y con
bordes y rebordes interiores bien prolijos.
Siempre digo que los sacos de los tres tipos de traje deben llevar un
pequeño ojal en la solapa izquierda, para que podamos colocar en él pines,
insignias institucionales o botones de condecoraciones, cuando
corresponda llevarlos.
Las mangas de los tres tipos de sacos deben rematar en dos o tres botones
perfectamente alineados y de los cuales no deberá faltar ninguno, caso
contrario ello denotaría no sólo una personalidad poco elegante sino,
además, una alarmante dejadez personal.
Y siguiendo con las mangas debo decir que, cuando los brazos no están en
flexión debe dejarse ver al menos un cuarto del puño de la camisa.
El pantalón de los trajes de vestir, como todo pantalón masculino en
realidad, debe llegar hasta la altura del comienzo del taco de los zapatos.
Jamás el pantalón debe arrastrarse por el piso ni tampoco llevarse por
encima del inicio del zapato o los tobillos, mostrándose las medias, al
estilo del personaje de Felipe creado por nuestro recordado Luis Sandrini.
Los sacos de los trajes no deben quedar jamás ajustados acompañando los
contornos de las protuberancias y las sinuosidades de la adiposidad
corporal. Por el contrario, los sacos (todos en general) deben llevarse
holgados, sin que quede evidenciada ninguna tirantez en la abotonadura.
UÑAS.
Siempre digo que a la persona aseada y asentada se la conoce por las
uñas. Quiero decir con esto que una persona que quiere tener una buena
imagen debe procurar tener siempre las uñas limpias, tanto debajo como
sobre la superficie, que deberá encontrarse sin ningún tipo de manchas ni
invadidas por antiestéticas cutículas. Tampoco las uñas deben verse
comidas. Para el Lenguaje Gestual, las uñas comidas evidencian una
personalidad poco asentada, nerviosa, tímida o temerosa. No hay tampoco
manos más horribles que las que casi carecen de uñas porque la persona
se las ha comido casi al límite de su eliminación.
En el caso de los hombres, éstos deberán llevar no sólo sus uñas limpias y
no comida, sino además, cortadas unos milímetros más abajo del borde
final de los dedos. Hay pocas cosas tan desagradables como un hombre
con las uñas largas. Transmite un aspecto descuidado socialmente
imperdonable.
Por su parte, las mujeres deben llevar también las uñas prolijas, limpias y
bien limadas. Pero a diferencia de los hombres, las mujeres deben llevar
las uñas largas, de un largo moderado, con una saliente del borde de los
dedos que sea proporcional a la medida de la uña que se asienta sobre el
dedo. Deben estar pintadas de colores suaves, nunca estridentes y jamás,
absolutamente jamás, con cualquier tipo de apliques de fantasía, tales
como estrellas o cualquier otro elemento brilloso. Eso es vulgar y
demuestra la posesión de un gusto pésimo.
Por más fina y a la moda que se crea que está una mujer con sus uñas
larguísimas, pintadas de rojo furioso y adornadas con apliques brillantes,
nunca llamará la atención de los demás porque la consideren transgresora
o de vanguardia, sino porque sus manos les recuerdan a las de Ilona
Staller o Linda Lovelace, figuras paradigmáticas de la pornografía
internacional, pero ubicadas en las antípodas del buen gusto y los modelos
protocolares más elementales.
Respecto de las uñas femeninas debo decir otra cosa: cuando se rompe
una, se recortan todas buscando dar al conjunto una alineación pareja. No
hay excusa para la dejadez. Y también es dejadez llevar las uñas saltadas,
con la pintura cascada. Cuando la pintura se deteriora, deben despintarse
todas las uñas y volverlas a pintar de manera uniforme.
Y tampoco la consabida medialuna blanca pintada en la base de las uñas,
porque eso ya configura el epítome de la vulgaridad.
CABELLO.
Tanto para los hombres como para las mujeres, la limpieza es la regla. El
cabello debe encontrarse siempre limpio, libre de caspa y de grasitud. Si se
lo lleva tenido, la tintura debe renovarse regularmente, para que el cabello
no se vea desteñido o con las raíces ostensiblemente visibles.
Los varones deben llevarlo corto, con los rebordes prolijamente cortados,
las patillas cortas y sin ninguna excentricidad en cuanto a coloración o
decoloración. Los “claritos” y las “iluminaciones” no son aconsejados para
aquellos hombres que quieren emitir una imagen adecuada al buen tono
social y protocolar.
En cuanto a su extensión si bien las profesiones más liberales admiten los
cabellos más largos, con cortes más osados o con coletas, lo cierto es que
las profesiones más formales y las reuniones protocolares o de negocios
requieren que el cabello del hombre sea corto, con
cortes más
tradicionales y sin ningún tipo de colas, coletas o trenzas. Y por supuesto
nada de extensiones, brushings y cepillados voluminosos.
Las mujeres, por su parte, tienen mayor libertad y más posibilidades para
llevar su cabello como le dicte la moda, su gusto o los consejos
profesionales de su estilista. Sin embargo, debo decir algunas cosas sobre
el cabello de las mujeres.
En primer lugar, deben evitar los platinados furiosos. Cuanto más se llama
la atención menos se está de acuerdo a buen tono y Ceremonial.
En segundo lugar, diré que los cabellos alisados son preferibles a los de
grandes rulos, bucles o efectos de brushing al estilo de Farrah Fawcett
Mayors. También diré que deben evitarse los recogidos ostentosos al estilo
de Ivana Trump y, por supuesto, jamás llevar vinchas o broches de
plástico o materiales similares.
Tampoco las mujeres deberán recoger su pelo con gomitas o sujetadores
de toalla.
También se desaconsejan los postizos muy evidentes, las extensiones y los
apliques de flequillos y cortinas.
Y atención con los desmechados. Para ser exhibidos en la “red carpet” de
los Oscars pueden ser óptimos y muy celebrados por su originalidad. Sin
embargo, en la vida formal o de negocios el desmechado se desaconseja
absolutamente.
MAQUILLAJE.
Aquí doy por sobreentendida la cuestión de que estamos hablando de un
artilugio de embellecimiento netamente femenino. A los hombres nos
queda vedado cualquier tipo de maquillaje para la vida social, formal y de
negocios. Alguna vez me ha tocado negociar o tener que departir con un
interlocutor que se había puesto tapa-ojeras y la visión de su cara me
pareció francamente lamentable. En esa ocasión, toda mi atención
incrédula y azorada se dirigió, desconcentrándome, a los ojos de mi
interlocutor.
Entonces, repito, el maquillaje es un tema estrictamente femenino. Para
las ocasiones formales y de negocios diurnos el maquillaje debe ser tenue,
en colores tranquilos, sin bocas excesivamente rojas u obscuras ni ojos
que resalten por sus entornos negros o marrones. Jamás durante el día
debe llevarse pestañas postizas ni rímeles recargados que empasten el
vello ocular. Las mujeres deben evitar los delineados “Cleopatra”, esos que
tratan de alargar la línea de los ojos, entre su confín y las orejas.
Para la noche, el maquillaje queda librado a la creatividad y podrá llevarse
de acuerdo con el vestuario o tipo de acto, recepción, reunión o ceremonia
a la que se concurre. Sin embargo, aquí debo decir que la mesura y la
discreción son siempre la regla. Las mujeres deben evitar, entonces, las
pestañas postizas demasiado largas, las purpurinas y el givré, cosas que
en un escenario ayudan a resaltar los ojos y las facciones, pero que debajo
del escenario confieren al rostro un aspecto carnavalesco.
PERFUMES.
Aquí la regla es pareja para hombres y mujeres: los perfumes deben ser
suaves. Los perfumes fuertes no deben llevarse. Más de una vez en alguna
reunión muchos personajes sofisticados, con perfumes caros y ostentación
aromática me condenaron irremediablemente al estornudo. Existe una
falsa creencia en que si uno gastó una fortuna en perfume, este perfume
debe sentirse mucho y muy fuerte para que se note el gasto. Eso es un
error, un lamentable error.
GUANTES.
Los varones deben quitarse los guantes para estrechar la mano de su
interlocutor o interlocutora. Los guantes deben ser preferentemente negros
o marrones, pero nunca tejidos. Las mujeres tienen mayor libertad en
materia de colores y texturas, aunque siempre es conveniente que, si no
combinan con la cartera y los zapatos, al menos deben combinar con los
colores de la ropa. Las señoras no deben abusar de los guantes de raso
largos, sólo hoy reservados para las grandes galas y no para cualquier
ocasión, función de teatro o casamiento. También deben evitar los guantes
tejidos multicolores y los guantes de encaje y mitones, esos que llevan
cortadas las puntas de los dedos.
SOMBREROS. BOINAS. GORRAS.
El sombrero ha dejado de ser un accesorio común para el hombre
argentino. Sólo los hombres mayores y quienes se visten con estilo europeo
suelen llevar sombrero, y sobre todo, durante el invierno, no como
accesorio elegante, sino muchas veces como prenda de abrigo. Son más
formales los sombreros de ala corta. En el verano pueden llevarse
sombreros claros, ya que existen magníficos sombreros estivales. Un toque
de distinción es el cambiar la cinta de los sombreros para adaptarlos a la
ocasión o para darles un toque de sofisticada combinación respecto del
conjunto del atuendo. No deben llevarse jamás sombreros de ala grande al
estilo tejano.
Los hombres deben tener en cuenta que deben quitarse el sombrero
cuando ingresan a un ámbito cerrado bajo techo. Lo mismo debe hacer
con gorras y boinas. Atención con las gorras. Las gorras, si se usan, deben
ser clásicas y para alguna ocasión deportiva y preferentemente campestre
o marinera. No deben usarse jamás gorras promocionales o de tipo similar.
En cuanto a las mujeres, ellas pueden dejarse el sombrero puesto bajo
techo sin ningún inconveniente. Lo mismo ocurre con el velo facial de los
sombreros pequeños de fieltro, que pueden mantenerse sobre el rostro
durante los actos y ceremonias de carácter formal. Las mujeres deben
tener en cuenta que las capelinas, o pamelas como les llaman los
españoles, son accesorios eminentemente nocturnos. Esto lo digo porque
más de una vez he asistido a un casamiento nocturno con madrinas de
capelinas enormes. Las capelinas, repito, son diurnas y para las
formalidades y casamientos al aire libre. Bajo techo, en un acto o en un
auditorio, sólo sirven para obstaculizar la visión de quienes se encuentran
sentados atrás y para iniciar con ellos interminables peleas.
También las mujeres pueden cambiar la cinta de sus sombreros para
adaptarlos a la ocasión o al conjunto de su vestuario.
ZAPATOS.
Para los hombres, los zapatos más formales son los abotinados o los
zapatos con hebilla de color negro. Si utilizan el negro charolado, sólo lo
harán para las recepciones muy formales y las funciones de teatro de gran
gala, en las que deben llevarse frac, smoking o jaqué (este último si son
funciones diurnas). Los hombres deben tener en cuenta que deben hacer
combinar los zapatos con el cinturón.
Los hombres también pueden utilizar zapatos color borra vino de gran
calidad, o de gamuza marrón claro u obscura, aunque sólo para reuniones
diurnas y de trabajo. La formalidad, la gala y la gran gala requieren
zapatos de color negro. Los hombres no deben usar mocasines
canadienses o similares para cuestiones formales y de negocios. Tampoco
zapatos mocasines de pana, nobuk o similar.
Y jamás zapatillas ni aún para la vestimenta sport. Los trajes formales o
semi-formales y el smoking con zapatillas que dan un toque excéntrico a
Woody Allen o a cualquier otro actor de actitud vital transgresora, en
cualquiera de nosotros pueden quedar vulgar y fuera de lugar en aquellas
reuniones, aún informales, de cierto nivel. Y no importa el precio de la
zapatilla. El buen gusto no es cuestión de precio o de marca, sino sólo de
buen gusto.
Los zapatos de hombres deben ser siempre de buena factura, sin
plataformas de ninguna especie ni suelas gruesas de goma. Deben ser de
cuero y sierre, absolutamente siempre, deben estar bien lustrados,
impecables.
Yo siempre digo que para conocer a alguien debemos mirarle tres cosas:
las manos (cuidadas), los dientes (todos) y los zapatos (limpios). Son tres
puntos clave.
Si nuestros zapatos se ensucian durante el trayecto, debemos limpiarlos
antes de entrar en la reunión. Limpiémoslos en el auto o pidamos un baño
antes de entrar al salón donde se celebre el encuentro.
Los varones deben evitar los zapatos combinados, más propios del golf o de
la country house. También deben evitar los zapatos blancos en otoño e
invierno y no deben usar zapatos blancos durante las horas de la noche,
tanto en invierno como en verano.
Y atención con las botas. Se desaconsejan siempre las botas tejanas, y
sobre todo, las de reptil o con combinaciones similares de reptil y otros
animales.
En cuanto a las mujeres y su relación con la vestimenta, siempre digo que
ellas tienen más libertad a la hora de elegir qué zapatos llevar puestos. En
cuanto a combinación, debo aclarar que los zapatos deben llevarse
combinados con la cartera. Por ello, siempre digo que las mujeres deben
pensar la compra de sus zapatos en función de las carteras que tienen o
que van a comprarse. A veces las señoras se dejan deslumbrar por un
zapato de un color originalísimo y luego se dan cuenta que no tienen
cartera para acompañarlo. Algunas se resignan en homenaje al buen gusto
y archivan los zapatos, otras –en cambio- se empecinan contra viento y
marea y terminan saliendo a la calle con sus zapatos originalísimos y una
cartera absolutamente diferente y sin noción de combinación alguna. ¡Qué
quieren que les diga!..., un mamarracho.
Para las mujeres, los zapatos cerrados son preferibles a las sandalias, y
estas últimas sólo deben llevarse en verano. La sandalia en invierno no
sólo no está en estación, sino además, demuestra que su portadora es una
caprichosa que, o por mal gusto o por enamoramiento con la sandalia que
se acaba de comprar, es capaz de cualquier cosa para poder exhibir
libremente su mal gusto. Y atención con las sandalias y las medias. Este
es otro tema. Como las sandalias son para el verano, lo lógico es que se
lleven sin medias. No hay peor cosa que los costurones de las medias
desparramándose por afuera de las tiras de las sandalias. Y como en todo,
tener conciencia del cuerpo propio. Las sandalias exhiben el pie. Lo
exponen, podría decir. Si no se tienen buenos pies, si la mujer tiene alguna
protuberancia ósea en la base de su dedo gordo del pie, no debe llevar
sandalias jamás.
Las mujeres deben evitar los zapatos excesivamente altos, sobre todo si no
saben caminar con tacos de ocho o diez centímetros. Una mujer haciendo
equilibrio sobre un zapato de ocho o diez centímetros por primera vez en la
vida, da un tristísimo aspecto de ave zancuda en estado de ebriedad.
Sin embargo, por la noche y en las ocasiones más formales siempre el taco
alto es aconsejable en lugar de los zapatos bajos o las famosas “chatitas”.
Las mujeres deben descartar las “ballerinas” para las ocasiones formales y
todo zapatito que la haga parecer una religiosa mendicante. El pie de las
mujeres se hizo para lucir. Un buen empeine vale más que mil zapatos, y
un zapato que luzca bien el pie de una mujer, vale más que cualquier otro
artilugio de embellecimiento, de realce funcional o de seducción.
¡Por Dios! Las mujeres no deben usar jamás pulseritas en los tobillos. Lo
digo porque he visto algunas mujeres espléndidas, con pies maravillosos y
zapatos carísimos, que llevan una pulserita en su tobillo. ¡Y qué decir de
las que hicieron una promesa y la pulsera es una cinta de tela con una
invocación milagrosa a un santo determinado!. No tengo palabras. Sólo
diré: vulgar, innecesario y poco efectivo. En ese caso el único milagro es
que esa mujer todavía no haya muerto de mal gusto.
Atención con las botas. Las mujeres llevan botas en otoño e invierno, pero
nunca en primavera o verano. Tampoco son aconsejables las botas de caña
corta y con taco alto o muy alto, ya que dan a la mujer un innecesario
aspecto de “Batichica”, bastante poco elegante por cierto.
Y jamás botas de lluvia, por más que sean de marca y combinen con la
cartera. Una mujer podrá utilizar en la calle botas de lluvia, pero se las
cambiará siempre al llegar a su lugar de trabajo.
CARTERAS.
Los hombres no llevan cartera. Al menos en ocasiones formales y de
negocios. ¡En su vida privada que hagan lo que quieran!. Ni carteras, ni
carterines, ni bolsos, ni bolsines, ni riñoneras. Repito: nada de eso.
Tampoco el antiestético porta documentos gigante que algunos hombres
suelen llevar para guardar los “documentos del auto”, tan vulgar, como
llevar el estéreo del auto en la mano.
Las mujeres, por su parte, optarán siempre por carteras que hagan juego
con sus zapatos y que sean pequeñas. Deben evitar las carteras gigantes,
que parecen un repositorio de cosas olvidadas o una pañalera con
cambiador. Una mujer elegante lleva dos o tres tonterías en la cartera, no
lleva todo lo que fue agarrando de reuniones, muebles y visitas a casas de
parientes y amigos.
Para las fiestas, son ideales los “sobres” sin ningún tipo de manija o tira de
hombro. Se llevan en la mano, como símbolo de mesura y de distinción
social.
El objeto de que las carteras deban ser pequeñas, es porque estas últimas
no se dejan en el guardarropas, y no hay nada más incómodo –supongo
yo- para una mujer, que llevar y tratar de luchar toda la noche con un
carterón inmenso.
Y alguna me dirá: ¿cómo hago para comer y tomar al mismo tiempo con
una de las manos ocupadas con el sobre? Y a esa señora le contestaré: ¡el
hambre se saca en casa! A las fiestas vamos a estar con otros, a hacer
sociales, a hacer negocios y a mojarnos la boca para seguir hablando. Si
no podemos comer no importa. Repito, y lo repetiré siempre hasta el
cansancio: ¡el hambre se saca en casa! No hay cosa más deprimente que
esas señoras que en las recepciones te piden que les tengas la cartera para
poder comer con mayor comodidad. Y comen hasta el hartazgo, toman,
tosen, se atoran, escupen migas y vuelven a comer y a tomar hasta el
hartazgo. Pero atención: esto también lo hacen muchos señores, la única
diferencia es que ellos no llevan cartera. Son brutos, pero al menos no
molestan ni al marido ni a sus compañeros de conversación pidiéndoles
que les tengan una cartera.
MEDIAS.
Los varones usarán medias de acuerdo con la tonalidad de la vestimenta
que llevan puesta. Los contrastes osados hay que saber llevarlos, y no
siempre el personaje termina quedando como un gentleman distinguido.
Muchas veces un hombre pseudo osado termina quedando como un
payaso de circo en decadencia. Las medias más formales son, por
supuesto, las negras lisas. Se admiten pintas, pero atención, que sean
discretas. Nunca medias de lana, y menos aún de toalla. ¿Qué hay peor
que un hombre de traje, con zapatos de vestir y medias de toalla blancas?
Nada. Realmente nada. Si…tal vez el Cuco.
Las medias de lana, lisas o con rombos los hombres pueden llevarlas para
ocasiones informales o de sport, días de campo o encuentros similares,
pero jamás para ocasiones de vestir o gran vestir.
Las mujeres, por su parte, si bien tienen –como siempre mayor libertaddeben tener cuidado al momento de elegir las medias. Deben llevarlas,
preferentemente, de color piel. Si llevan medias con costuras, deben llevar
bien derechas las costuras. Si una vez que corrigen las costuras no les
quedan derechas, allí deben recurrir al segundo paso, que es revisar las
piernas.
Bromas aparte, debo decir que por lo general las mujeres quieren llevar las
medias que les gustan y no las que les sientan, y las medias son un
accesorio importantísimo en el vestuario femenino. Atención entonces con
las medias muy osadas, o con tramas excesivamente rebuscadas. Atención
también con las medias de red, de trama gruesa, porque una mujer
elegante puede terminar dando aspecto de “femme apache” de los barrios
bajos parisinos. Y en esto diré lo mismo que dije del maquillaje. Una media
de red que en un escenario de teatro de revistas puede realzar hasta el
infinito el cuerpo de la vedette, abajo del escenario, en la calle, en la vida
diaria, puede convertir a una mujer en el epítome de la vulgaridad.
Atención también con las medias con dibujos, frases o símbolos. Hay que
saber llevarlas, hay que tener buenas piernas y hay que conocer el
significado de lo que se muestra, sean dibujos, frases o símbolos. No vaya
a ser que a la pobre mujer le pregunten qué dicen las medias, y ella
termine contestando que no lo sabe, y que sólo se las puso porque le
gustaron. ¡La gente es mala, señoras!, y les terminarán preguntando, sólo
para ponerlas incómodas, qué dicen sus medias.
SMOKING.
El smoking es un traje de gran vestir para caballeros. Puede decirse que es
de gala, pero en un grado menor al frac. Debe ser negro, y se lleva con
moño negro, sobre todo negro y con bufanda blanca. En verano, repito:
sólo en verano, puede llevarse smoking con saco blanco. La faja clásica del
smoking es negra. A veces hay quienes aconsejan llevar smoking con saco
bordeaux. Pero yo digo siempre que hay que tener cuidado. ¡No vaya a ser
que nos terminen pidiendo una repetición de vino al confundirnos con el
sommelier!
El smoking es una prenda nocturna. No se lleva jamás de día. Atención: lo
digo por los casamientos en los que suele verse cualquier cosa a cualquier
hora del día. El pantalón del smoking puede ser liso o puede llevar una
banda negra en contraste de textura a los costados exteriores de ambas
piernas. El cuello del smoking puede ser redondeado o el clásico cuello de
chaqueta de vestir, pero siempre en contraste de texturas, por lo general,
acerado.
JAQUÉ. (O CHAQUÉ).
El jaqué también es considerado como traje de etiqueta para caballeros,
pero únicamente puede llevarse de día. Y también lo digo por los
casamientos, en los que suelo ver jaqués en casamientos nocturnos.
El jaqué es de color negro o gris y el pantalón es de rayas grises. La
corbata debe ser larga y de seda gris claro. El chaleco debe ser negro y
puede llevarse con galera negra o gris, de acuerdo con el color de la tela del
jaqué.
FRAC.
Es la prenda masculina de gran gala por excelencia. Mejor dicho, de
máxima gala. Hace años que ya no se utiliza en la República Argentina,
aunque es habitual en otros países del mundo, en los que esta prenda es
obligatoria para muchas recepciones y ceremonias oficiales. Puede llevarse
en ceremonias diurnas y nocturnas, aunque debo hacer la salvedad de que
durante el día se utiliza con moño negro, y de noche con moño blanco.
Con el frac deben llevarse zapatos de charol negro, y puede también
llevarse galera y abrigo, aunque siempre de color negro. El abrigo puede
ser sobretodo de gala o capa negra. La camisa debe ser blanca,
almidonada, y puede usarse botonadura de vestir. El pantalón del frac
debe ser siempre negro, con banda de seda negra, que recurre la costura
exterior de ambas piernas.
En el saco del frac, únicamente la parte de adelante de las solapas debe
ser de raso. Por detrás las solapas serán de la misma tela que el resto del
saco. El chaleco del frac debe ser blanco y debe sobresalir entre dos y tres
dedos por delante. El frac debe llevarse con guantes de piel negros sólo en
los funerales, y de noche, deben llevarse guantes blancos o de color crudo.
El frac es la prenda ideal para llevar condecoraciones. También quizás por
eso ha caído en desuso en la República Argentina, ya que en nuestro país
no es habitual lucir condecoraciones.
Cuando se llevan condecoraciones con el frac se lo hace llevando las
miniaturas colgadas en el pecho izquierdo de la prenda y las placas en el
lado izquierdo del saco, un poco más abajo de la línea por la que termina
la solapa. Si son dos, se colocará la más antigua o de grado mayor (1) más
cerca de la botonadura, y la restante (2) a su misma altura pero a la
izquierda de ésta. Si se coloca una debajo de otra, la más antigua o de
grado mayor (1) será colocada por encima de la más nueva o de grado
menor (2).
(1)
(2)
o
(1)
(2)
Si se colocan tres condecoraciones en placa, la más antigua o de grado
mayor será colocada arriba, mientras que las restantes de derecha a
izquierda serán colocadas en el nivel de abajo.
(1)
(2)
(3)
Si se colocan cuatro condecoraciones en placa, la más antigua o de grado
mayor será colocada arriba, y en el orden decreciente de grado o
antigüedad serán colocadas las restantes en forma de cruz.
(1)
(2) (3)
(4)
Cuando se utiliza collar sobre el frac, deberá colocarse sobre los hombros y
cuando se lleve una condecoración en cinta de cuello, deberá colocarse de
manera tal que la cruz quede inmediatamente por debajo del moño del
cuello.
Cuando se lleva una banda de condecoración, la banda se llevará debajo
de la chaqueta y sobre el chaleco. Por lo general desde el hombro derecho
a la cadera izquierda. Sin embargo, hay algunas órdenes que invierten el
sentido de la banda y, además colocan las placas del lado derecho del
pecho. En todos los casos, siempre hay que consultar el reglamento de
cada condecoración.
TRAJE SASTRE.
Como dicen las señoras, el traje sastre “es muy agradecido”. Es una
prenda polivalente y politemporal. Es decir, que con algunas leves
diferencias en el grosor de la tela puede llevarse tanto en verano como en
invierno, tanto de noche como de día. Un traje sastre siempre viste bien y
hace que las señoras estén bien vestidas en cualquier ocasión. Puede
llevarse tanto con sombrero como sin sombrero. Tanto con guantes como
sin guantes. Tanto con camisa debajo como sin camisa debajo. Tanto con
cartera de trabajo como con bolso o sobre de vestir. Es decir, ¡una
maravilla!.
Cuando una mujer sale de mañana vestida con un traje sastre y una
camisa debajo para ir al trabajo y no pudo pasar nuevamente por su casa
para cambiarse, puede recurrir a quitarse la camisa debajo del traje
sastre, colocarse un accesorio que puede ser una camelia Chanel que
puede tener siempre guardada en su escritorio y… ¡listo!, ya puede
enfrentar cualquier trance de cóctel o cena formal.
CAMISAS DE MUJER.
Siempre clásicas. De colores suaves. Jamás llamativas ni transparentes.
No deben llevarse jamás excesivamente abiertas, mostrándose
generosamente la anatomía del bajo-cuello.
Y jamás camisas o remeras cortas, de las llamadas "puperas", porque la
exhibición del ombligo es una muestra de innegable mal gusto. Tan de mal
gusto como insinuar la visión del corpiño a través de las transparencias o
el calado de una camisa o chaqueta.
PANTALONES DE MUJER.
Nunca de talle bajo, de esos que dejan ver el ombligo. Hay mujeres que van
al gimnasio y que orgullosamente quieren mostrar la turgencia de su
abdomen. Si esto se desaconseja absolutamente para mujeres jóvenes, se
desaconseja aún más y con mayor énfasis para aquellas mujeres que han
comenzado a adquirir una edad considerable. Una mujer mayor sexy, que
en la intimidad puede ser una inobjetable pantera, a la hora de tratar de
resultar sexy en su lugar de trabajo o en reuniones formales, puede
convertirse en el hazmerreír de todos los que la rodean o se encuentren
con ella.
La mujer elegante jamás usará pantalones de jean para ocasiones
formales. Y nunca, pero nunca, deberá llevar pantalones de jean bordados
con pedrerías o combinados con pieles de reptil, leopardo, cebra o
cualquier otro ser fallecido del mundo animal. ¡Que las mujeres no se
dejen llevar jamás por las divas televisivas o por las cantantes de moda!.
Ellas no suelen ser regla y medida de buen gusto. Sólo son instrumento y
vehículo de canje para empresas textiles.
BARBA.
El hombre debe llevar su barba bien cortada. Prolija. La barba de Tagore o
de Marx sólo quedaba bien en Tagore o Marx. Hay que tener un peso social
e histórico impresionante para poder impresionar con una barba. Caso
contrario, el hombre parece un dejado que busca interponer entre él y
nosotros una barrera pilosa. El hombre que lleva barba debe controlarse
en forma permanente, debe ir al espejo cada vez que bebió o comió para
cerciorarse de que ningún resto de bebida o comida haya quedado en la
barba. ¡No hay cosa más horrible en un hombre con barba, que poder
seguir su itinerario gastronómico a través de los restos de comida que
tiene en su barba!. Y atención los hombres que fuman: la nicotina tiñe la
barba, y es francamente desagradable ver partes de la barba o de los
bigotes teñidos por el cigarrillo. Eso es tan horrible como ver los dedos
teñidos de los fumadores empedernidos.
COMBINAR COLORES Y ADECUARSE A LA EDAD.
Ya he descrito varias prendas y accesorios por separado. Quisiera ahora
hablar de dos temas que me parecen sumamente importantes y que no
puedo dejar de abordar si quiero escribir seriamente acerca de la
vestimenta. Una persona elegante, sea hombre o mujer, debe tener en
claro dos cosas fundamentales. Una persona elegante debe saber combinar
los colores y debe vestirse de acuerdo a su edad.
Porque el secreto no es tener mucha ropa y muy cara. El secreto es tener
la ropa justa y necesaria, del valor adecuado, pero siempre combinable
entre sí, adaptable a la mayor cantidad de ocasiones posibles y sobre todo,
que nos siente bien, que al llevarla nos sintamos cómodos, que no
parezcamos encorsetados dentro de una cáscara rígida, que parece haber
sido hecha para otro y no para nosotros.
Hablaré primero de los colores. Y por supuesto, como no podría ser de otra
manera, voy a comenzar con el color protocolar por antonomasia, es decir
el negro.
El negro es el color que combina más fácilmente con casi la totalidad de
los colores que uno pueda llevar sus prendas. Quizás la salvedad sean el
marrón y el azul obscuro, que no deben ser combinados con el negro. Esta
es una combinación que no siempre queda bien y a no todos sienta bien.
El negro estiliza la figura, hace más delgado al que no lo está y hace más
serio al que no lo es. Hace mayor a la persona joven y hace más grave a la
persona que no despierta naturalmente el respeto de los demás. Es
generalmente el color del luto. Digo generalmente porque en algunas
culturas no lo es. El negro es el color con que las mujeres asisten a las
audiencias privadas con el Papa en el Vaticano (con excepción de tres
soberanas católicas que tienen el privilegio histórico de vestir de blanco).
El negro es el color de la gala masculina y de los más elegantes vestidos de
noche, esos que sientan bien a todas las mujeres sin excepción.
Por su parte, el blanco, es también un color fácilmente combinable con el
resto de los colores, aunque con las tonalidades claras de otros colores a
veces no quede bien combinado. Blanco y verde agua o blanco y amarillo
suave no son combinaciones, por ejemplo, muy sentadoras o correctas
desde el punto de vista de la estética protocolar. El blanco es, para los
hombres, el color propio de los trajes de verano o de regiones tropicales.
También es el color que simboliza la pureza, y por ello es llevado por las
novias, en asociación con una ya lejana y poco creíble virginidad. Es en
líneas generales un color “muy agradecido” sin embargo, atención: resalta
la gordura corporal.
En la preferencia general sigue el azul. El azul combina perfectamente con
casi todos los colores, con excepción de algunas combinaciones con el
negro. En especial combina bien con el blanco, el rojo, el bordeaux, el
borra vino, el beige y el crema. Debo decir que, por lo general, se utilizan
las gamas más obscuras del azul, que son las tonalidades más elegantes
ya que el celeste y el turquesa, por ejemplo, no son fácilmente combinables
y no pueden llevarse en cualquier ocasión tampoco. El azul, sobre todo el
azul oscuro, estiliza y afina la silueta, ya que –como el negro- disimula la
gordura corporal.
Luego sigue el gris. Este es un color muy usado sobre todo por los
varones. El gris combina bien con todos los colores. Destaco su
combinación con el negro, el azul, el rojo, el bordeaux, el verde y el
marrón. También combina bien con los distintos tonos de su gama. Es un
color serio, elegante y discreto para ambos sexos. Cuanto más oscuro sea
el gris, más contribuye a estilizar la silueta.
El rojo es un color muy utilizado por las mujeres. No es un color
masculino. Tiene la ventaja de combinar con todos los colores. Es un color
al que las mujeres recurren cuando quieren o necesitan llamar la atención
en una reunión, recepción, comida o ceremonia. Es el color de la pasión,
de la intensidad, del amor, del fuego.
Por el contrario, el marrón, es uno de los colores más difíciles de
combinar. Combina bien con los tonos de su propio color, tales como el
beige, el terracota y el arena. En sus tonos claros, el marrón destaca la
gordura corporal, mientras que en sus tonos oscuros, afina la silueta.
Actualmente es un color poco usado por los varones, quienes lo reservan
para la vestimenta sport o informal. Sin embargo, para varones y mujeres
es un color especialmente utilizable en otoño e invierno. No suele ser un
color estival. Su relación con la tierra y la naturaleza es evidente.
Al igual que el marrón, el verde, es también un color de muy difícil
combinación. Son preferibles los verdes oscuros sobre los claros, y se
combina con toda la gama del mismo color y con la gama de los marrones
y el color arena. Verde y marrón, colores del árbol. Atención: no es una
combinación “agradecida”, no le sienta bien a todo el mundo.
El rosa, es un color generalmente asociado con la pureza infantil
femenina. Por eso no debe ser utilizado por las señoras mayores. Una
señora mayor, bajita, entrada en físico, vestida con un diminuto vestido
rosa ceñido al cuerpo, se convierte automáticamente en el hazmerreír de
toda reunión, recepción, ceremonia o función de teatro. Para que quede
claro: el rosa combina bien con todos los colores pero no con todas las
edades.
Más arriba decía que una persona elegante, sea hombre o mujer, debe
tener en claro dos cosas fundamentales. Una persona elegante debe saber
combinar los colores y debe saber vestirse de acuerdo a su edad.
Quisiera hablar ahora de esa lucha desigual y de final anunciado que
muchos acometen contra su propia edad.
Disimular la edad con la vestimenta no es aconsejable. Uno debe vestirse
de acuerdo con su edad. El tiempo es inexorable. Si una mujer de 50 años
intenta aparentar 30 años, va a terminar pareciendo aún mayor de 50
años. Es normal que una niña intente vestirse como su madre, ya que ello
forma parte de los juegos de rol que impone el crecimiento, pero lo opuesto
no está bien, sobre todo si esa mujer madura quiere que la tomen en serio.
El aire adolescente que tratan de conseguir muchas mujeres a la hora de
negociar o de presentarse a conseguir un trabajo o una mejora en su
empleo no juegan a su favor. Las cirugías estéticas faciales que dejan a las
mujeres como recién llegadas en moto tampoco ayudan.
Las mujeres grandes no deben usar para su vida de negocios zapatos de
taco aguja, camisolas transparentes y sacos demasiado estrechos, como
así tampoco los hombres maduros deben llevar los sacos de los ambos con
solapas demasiado delgadas o muy ajustadas en la cintura. Todo ello está
pensado para cuerpos más jóvenes y para rostros más frescos. Tengamos
en cuenta que si uno usa algo que fue pensado para una persona de 25
años y uno tiene el doble de esa edad, irremediablemente se verá ridículo.
Es inevitable.
EVA PERÓN Y SU CONTRIBUCIÓN HISTÓRICA AL "ESTILO
PROTOCOLAR
ARGENTINO".
El de Eva Perón ha sido el estilo paradigmático de la imagen pública y
política femenina en la República Argentina.
No por nada muchas de nuestras políticas y casi todas las esposas de
nuestros políticos sueñan con entrar una noche de gala al Teatro Colón
con la gracia y el vestuario de Eva Perón, envuelto en lamé y seguido por
un impresionante "tren" de cola que descienda acariciando las escaleras
marmóreas de nuestro primer coliseo.
No por nada, tampoco, muchas de nuestras políticas y casi todas las
esposas de nuestros políticos gustan de recogerse el cabello, vestir de traje
sastre y presidir una fundación para visitar hogares y hospitales besando
criaturitas.
El primer constructor de ese estilo que hoy se llama nacional e
internacionalmente como "Evita" fue nuestro recordado, querido y
admirado Paco Jamandreu.
Quienes recordamos a Paco Jamandreu, lo asociamos inevitablemente con
las más grandes funciones protocolares del Estado argentino y con el
forjado de la imagen vestimentaria de su mítica musa: Eva Perón.
"Que el descamisado sea Perón, yo quiero estar linda para mis grasitas"
dice Jamandreu que le dijo la Señora un día, y con esa premisa diseñó o
modificó para ella las más inolvidables piezas de su vestuario público.
Jamandreu, modisto, creador, diseñador, showman, escritor, pintor, fue el
primero que supo interpretar acabadamente la relación entre Vestimenta,
Moda, Ceremonial y Poder; todo ello, con un sentido innato de la
ubicuidad y con una percepción genial y contemporánea de la
trascendencia histórica del personaje que vestía. Paco Jamandreu, sin
saberlo, o quizás presintiéndolo instintivamente, estaba vistiendo a Eva
Perón para la eternidad. Una eternidad que ha fundido en una indivisible
unidad iconográfica tanto al personaje como a su vestimenta.
Tal como lo hiciera el Prof. Higgins con Eliza Doolittle, fue Jamandreu
quien con sus diseños, con sus consejos y con las reformas que llevó a
cabo sobre las creaciones de modistos y modistas extranjeros y locales,
convirtió a esa frágil y pálida morocha de 54 kilos a la que conoció "vestida
de pantalones de satén gris plata, chemisier celeste y zapatos blancos con
grandes plataformas de corcho", en el epítome de la elegancia oficial y
protocolar de su tiempo y para todos los tiempos.
Sólo Jamandreu podía aconsejar a la Señora sobre la ocasión de llevar tal
o cual prenda, sobre la combinación de tal o cual accesorio o sobre
oportunidad de lucir tal o cual abrigo de piel. Él era el único modisto que,
con autorización de Eva Perón podía herir con sus tijeras los diseños
vernáculos de Henriette, de Paula Naletoff y de Bernarda, o las
costosísimas creaciones de Jacques Fath, Balenciaga, Balmain o
Christian Dior, para adaptarlas al gusto argentino, al carácter y al ritmo de
trabajo de la Primera Dama y a las ocasiones en que cada prenda debía ser
llevada de acuerdo al tipo de reunión, de auditorio y de efecto que debía
causarse entre sus seguidores o sus detractores.
Si es que existió un estilo Eva Perón, fue Jamandreu el creador de dicha
tendencia, un estilo que quisieron copiar, sin lograrlo jamás hasta hoy,
muchas mujeres de la Política y de los políticos de nuestro país, que no
llegaron a ser sino pobres caricaturas que sólo se quedaron en la anécdota
del platinado, del rodete y del traje sastre.
¿Cuál es entonces el estilo vestimentario protocolar creado por Paco
Jamandreu? Es el de una mujer que debió revestir de ceremonia y poder
los sueños adolescentes de brillo y glamour de una vocacional estrella de
cine.
Cuando llama a Jamandreu, Eva lo hace para que la ayude a crear un
estilo propio para ella, un estilo propio, mezcla de austeridad y de lujo, a
sabiendas de que estaba llamada a renovar el papel tradicional de las
primeras damas argentinas, que hasta ese momento sólo se conformaban
con presidir la Sociedad de Beneficencia y con acompañar de manera
sumisa y decorativa a sus presidenciales esposos.
Jamandreu entendió como nadie, que en ese mismo cuerpo pequeño, de
apariencia frágil, pero de energía inagotable, convivían las dos identidades
consubstanciales de una misma mujer: la de Evita Duarte y la de Eva
Perón; esposa de un presidente-general que se enamoró de la actríz pero
que necesitaba presentar una primera dama acorde a los gustos
vestimentarios protocolares de por aquél entonces.
"No pensés en mi como en una de tus clientas -le dijo la Señora al joven
Paco- en mí habrá desde ahora una doble personalidad; por un lado, la
actríz, ahí mariconeá hasta el más allá: lamés, plumas, lentejuelas. Por
otro lado, lo que este mandón quiere hacer de mí: una figura política".
Y quizás sea por ello que el "estilo Eva Perón" creado por Jamandreu sea el
producto de la amalgama perfecta del estilo austero y trabajador del
modesto y simple traje sastre de la Evita militante y el lujo deslumbrante
que él mismo ya había aplicado en creaciones anteriores para Zully
Moreno, Sabina Olmos, Olinda Bozán, Nuri Montsé, Norma Castillo, María
Duval, Irma Córdoba, Fanny Navarro, Nélida Bilbao y Tilda Thamar, entre
muchísimas otras.
Para la Eva trabajadora y militante, Jamandreu creó, por ejemplo, aquel
famoso tailleur a cuadros Príncipe de Gales de doble abotonadura con un
pequeño cuello de terciopelo con el que posó para la foto que más tarde
sería una de sus piezas iconográficas más difundidas.
También para esta Eva, creó Jamandreu el tailleur cuadrillé en blanco y
negro con adornos de terciopelo negro y pequeño sombrero con rosa, que
fue tantas veces repetido en otros dibujos y texturas.
Para la Eva incansable en las interminables audiencias de la Fundación,
creó por ejemplo, aquel simple vestido de surado de seda a lunares, gran
cuello, cierre relámpago delantero, mangas cortas y falda en campana.
Para Eva Perón, Primera Dama, llamada a cumplir con las más altas y
tradicionales funciones protocolares del Estado, Jamandreu creó muchos
de sus diseños más inolvidables e iconográficos.
De Jamandreu era aquel vestido de raso negro de enorme pollera con
corsage y largas mangas hechas en tiritas muy finas de terciopelo negro
con un strass en cada cruce, con el que Eva Perón hizo su primera
aparición oficial del brazo del General en una función de gala del Teatro
Colón.
También de Jamandreu es aquella deslumbrante creación iconográfica
consagratoria del lujo vestimentario supremo: tapado y corsage de raso de
seda natural blanco ricamente bordado en perlas y strass con una enorme
falda de varias capas de tul.
Inolvidable es también aquella otra creación de Jamandreu, consistente
en un vestido de gran gala en lamé de oro con drapeados que se continuan
en largos "manteau-train", y que tanto gustó a la Primera Dama que lo
mandó a reproducir en varias telas distintas por varios modistos franceses.
Cuando Eva Perón enfermó, luego de un breve lapso durante el cual la
vestimenta de la Señora era traída directamente de París y confeccionada
según los maniquíes que, con sus medidas, se encontraban en las más
grandes casas de modas, Jamandreu fue nuevamente llamado al Palacio
Unzué (*) para que achicase el guardarropas de la Primera Dama y lo
adaptase a sus nuevas y casi cadavéricas proporciones corporales. Eva
Perón pesaba ahora sólo 38 kilos.
Jamandreu hizo lo que pudo, y achicó, como pudo, la mayor parte del
guardarropa de la Primera Dama. Sin embargo, la Señora -como todos la
llamaban en la Residencia- no tendrá mucho tiempo para usar la ropa que
su modisto y amigo debía adaptar ahora a la medida de su agonía.
La noche del 22 de julio de 1952, Jamandreu fue llamado a la
Residencia por orden de Perón. "Eva se muere -le dijo el General- tengo
que apelar a tus sentimientos (...) Lo que te voy a pedir es muy importante
para mí: quiero hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y que
vos le estás diseñando ya la ropa. Si vos me hicieras en seguida, para hoy
mismo (eran las dos de la mañana) unos dibujos en colores yo haría que
abrieran las sederías para que puedas elegir las telas. Aunque no será fácil
hacérselo creer. Pero trataremos de levantarle su ánimo. ¿Te das cuenta?,
una piadosa mentira". "Por supuesto señor -contestó el joven Paco- cuente
usted con esos dibujos para mañana". Dice Jamandreu que al día
siguiente, muy temprano, llevó él mismo sus diseños a la Primera Dama.
"¡En qué poco tiempo ha hecho los diseños! ¡Qué bonitos! Debería ser
modisto en París -dijo Eva a su marido- allí tendría mucho éxito. Tenés
que explicarle que ahora estoy muy flaca. Tendrá que achicar las medidas.
Que empiece con los deshabillés, después seguiremos con los otros".
Cuenta Jamandreu que el mismo Perón salió a despedirlo. Había lágrimas
-cuenta- en los ojos del General. "Ya ves -dijo Perón- la hemos hecho feliz.
Te llamaré. Prepara algunos vestidos. No creo que llegué a probárselos,
pero hace algo. Te estoy muy agradecido, pibe". La muerte sobrevino
sólo cuatro días después.
Años más tarde, Jamandreu escribió: "Pienso que Dios da a cada uno de
nosotros una cuota de bien para con los demás. Desde mi lugar de
modisto había cumplido con la mía, sólo que la destinataria es la mujer
más importante del siglo: Eva Perón".
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(*) Residencia Presidencial que se encontraba en el terreno que hoy ocupa
la Biblioteca Nacional.
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