la obra teatral de Antonio Buero Vallejo

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LA OBRA DRAMÁTICA DE ANTONIO BUERO VALLEJO
1.- Breve biografía
Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara, en 1916.
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La primera afición de Buero fue la pintura, de manera que en 1934, ingresó en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando (Madrid), alternando las clases con su asistencia al teatro y la lectura.
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No militó en ningún partido, pero se sentía afín al marxismo; y al comenzar la Guerra Civil quiso
alistarse como voluntario, pero su padre (militar de profesión) se lo impidió. Sin embargo, en 1937
fue llamado a filas.
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Al finalizar la guerra, comenzó a trabajar en la reorganización del Partido Comunista, al cual se había
afiliado durante la contienda y de cuya militancia se fue alejando años después.
Fue detenido en 1939 y condenado a muerte con otros compañeros por «adhesión a la rebelión».
Tras ocho meses, se le conmutó la pena por otra de treinta años. Salió del penal de
Ocaña en libertad condicional, aunque desterrado de Madrid, a principios de marzo de 1946.
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Fijó su residencia en Carabanchel Bajo y se hizo socio del Ateneo; en estos momentos, publica
dibujos en revistas, pero su afición principal ha cambiado, de manera que se siente atraído por la
escritura narrativa y, finalmente, la dramática.
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A pesar de la temática existencialista y de denuncia social de sus obras, Buero nunca tuvo problemas
para estrenar e incluso para recibir premios como el Lope de Vega, que ganó con Historia de una
escalera, escrita en 1948 y estrenada en 1949. Otros premios de este autor fueron el Cervantes, en
1986, y el Premio Nacional de las Letras Españolas, en 1996. Además, en 1971 ingresó en la Real
Academia Española.
Murió en el año 2000, a los 83 años de edad.
2.- Características generales del teatro de Buero Vallejo
Con frecuencia se clasifica toda la producción del autor en obras realistas, históricas y simbólicas. Aquí
señalaremos cuatro grandes bloques de características que se dan simultáneamente, en diferentes
proporciones, en todas sus obras desde.
A. TEATRO HUMANISTA. Sus obras son ante todo la defensa de la dignidad del hombre. Y se presenta de lo
humano una imagen totalizadora (la dimensión social, política, la de misterio). En sus obras encontramos
una reflexión sobre la situación del hombre en el mundo, en situaciones de opresión (El concierto de San
Ovidio), intolerancia (Un soñador para un pueblo), falta de horizontes (Hª de una escalera), la soledad (El
sueño de la razón), la mentira (El tragaluz)… Es un teatro poblado por los grandes temas humanos (libertad,
esperanza, violencia-crueldad…), un teatro existencial, donde por encima de la peripecia concreta del
personaje cobra importancia la dimensión metafísica del ser y sus actos.
En las obras de Buero es frecuente encontrar a un personaje buscando la verdad, luchando contra las
limitaciones (las propias o las impuestas). La liberación o purificación final (CATARSIS), alcanza, también, al
espectador, pues la obra le plantea una serie de interrogantes que afectan a su vida.
La tragedia es, para Buero, un medio de conocimiento del ser humano. Tragedia entendida como expresión
de las torpezas humanas. La actitud torpe del ser humano es en Buero lo que el "destino" en las tragedias
clásicas. Las obras de Buero son trágicas porque en ellas se pone en cuestión dicho destino. Las tragedias de
Buero, pues, no son pesimistas y cerradas, sino esperanzadas en el futuro de la humanidad.
Por otra parte, es habitual encontrarse en las obras de este autor la dicotomía personajes “activos” y
personajes “contemplativos” o “pasivos”. Los primeros ven el mundo como un lugar en el que hay que
actuar, hay que moverse y conseguir cosas .Pueden carecer de escrúpulos y actuar movidos por el egoísmo o
por sus bajos instintos, y, llegado el caso, ser hasta violentos.
Los contemplativos, o “soñadores”, se sienten angustiados. El mundo en que viven es demasiado pequeño.
Se mueven en un universo cerrado a la esperanza. A pesar de ser conscientes de sus limitaciones, sueñan un
imposible, están irremediablemente abocados al fracaso. Nunca ven materializados sus deseos. Tampoco
hacen nunca nada para cambiar el estado de las cosas; se quedan en los meros sueños.
B. REALISMO. En las obras de Buero, se retrata el presente de la realidad española contemporánea o bien
momentos de la historia de España. A veces encontramos varios momentos temporales, como es el caso de
Historia de una escalera, con diferentes fragmentos de un lapso de 30 años; Lázaro en el laberinto, 1986,
donde hechos pasados condicionan la actuación del personaje en el presente; El tragaluz, en que unos
personajes del futuro presentan una historia contemporánea a la del espectador, en la que a su vez
aparecen momentos del pasado de sus protagonistas.
En ambos casos se verifica un proceso crítico a la realidad: nos encontramos a los desheredados, los
oprimidos,…La guerra civil y sus secuelas es un tema recurrente, en unas ocasiones más en segundo plano
(Historia de una escalera) y en otras de modo más central (El tragaluz)
C. NEOSIMBOLISMO. El planteamiento indirecto o simbólico de temas, de situaciones problemáticas o
dolorosas se da con mucha frecuencia en el teatro de este autor; ello le sirvió para evitar la censura. Pero no
solamente es esta la finalidad de dicha característica, sino que en otras ocasiones el simbolismo adquiere
una dimensión más existencial o metafísica. Un ejemplo lo encontramos en la escalera (Historia de una
escalera) que representa el fracaso ante el paso del tiempo.
Y quizá en este sentido existencial hay que leer la frecuente presencia de personajes con taras físicas
(ceguera, sordera,…) o psíquicas: la lucha del hombre con / contra sus límites, etc.
Los recursos escénicos también se ven afectados por dicha dimensión simbólica (la elección de una música
determinada, la disposición de los elementos en el escenario etc.)
4. TÉCNICA TEATRAL. Enlazando con lo anterior, una de las innovaciones más notables de su lenguaje
teatrales la utilización dramática del tiempo y del espacio. De tal manera que encontramos, o bien en la
escenografía o bien en acotaciones implícitas, varios momentos temporales que se influyen; de tal manera
que se produce un distanciamiento que ayuda a superar o a comprender el conflicto al personaje y al
espectador.
En cuanto al espacio escénico, éste no se reduce en Buero al escenario. Sus obras procuran crear el "efecto
de inmersión" o inclusión del público en el espectáculo y en el mensaje de fondo. Para que el espectador se
conciencie se le debe sorprender incluyéndole en aquello que se le cuenta sobre la escena. Por ejemplo,
asistimos a la vida de Larra desde su mente atormentada de suicida en La detonación, 1977; oímos el
obsesivo ruido del tren que ocupa el cerebro del padre de El tragaluz; vivimos la sordera de Goya en El sueño
de la razón, 1970; quedamos completamente a oscuras como Valindín, cuando David el ciego apaga la vela
en El concierto de San Ovidio; o, con el protagonista de La Fundación, acabamos llegando a la cordura tras
varias fases de alucinación.
3.- Etapas del teatro de Buero
Aunque, evidentemente, hay una evolución, el teatro de Buero Vallejo presenta una unidad tanto en su
intención como en su contenido y su técnica. Por eso es difícil establecer etapas bien diferenciadas con
criterios cronológicos. Una posible división es la siguiente:
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Primera etapa, se abre en 1949 con Historia de una escalera, que supone la irrupción de un drama
realista (“realismo social” o “testimonial”), Alterna con la presencia del simbolismo en un pequeño
ciclo de obras de argumento mítico-legendario conocidas como “teatro del misterio” como es La
tejedora de sueños, 1952 (mito de Ulises). Se cierra dicho ciclo con dos obras que vuelven a ese tono
inicial de “tragedia contemporánea”: Hoy es fiesta, 1956; Las cartas boca arriba, 1957.
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Segunda etapa, en la que predominan los dramas históricos. Un soñador para un pueblo, 1958,
recreación del motín de Esquilache; Las Meninas, 1960, con Velázquez como protagonista; o El
Concierto de San Ovidio, 1962, ambientada en el París de fines del siglo XVIII. El marco histórico es
utilizado aquí con sentido crítico, con valor especular (semejante a un espejo): se trata de que el
espectador analice de forma distanciada las cuestiones del presente.
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Tercera etapa, denominada teatro filosófico (o “metafísico”) y marcada por la presencia significativa
de “obras de carácter simbólico” y de los “efectos de inmersión” como recurso escenográfico: El
tragaluz, 1967; La Fundación ,1974. Aparece el tema de la tortura y el asesinato por razones
políticas.
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Cuarta etapa, coincidente básicamente con el periodo posterior a la muerte de Franco, y
denominada por algunos críticos “teatro político”. Son obras, tachadas en ocasiones de más
“folletinescas” o “retóricas”. Jueces en la noche, 1979; Caimán, 1981; Lázaro en el laberinto, 1986; o
Misión al pueblo desierto, 1999, recogen los problemas que intranquilizan a esa nueva sociedad
democrática: amnistía, violencia en la calle, especulación, corrupción, tráfico ilegal, armamento,…
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