Voluntad de cambiar

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LA VOLUNTAD DE CAMBIAR
Sin importar de qué se trate, o de si nos gusta o nos disgusta, algo absolutamente cierto es que todo cambia en
todo momento, por lo que eso que las cosas son el día de hoy, dejarán de serlo en alguna forma el día de
mañana. Es un hecho que los objetos, las situaciones y las personas, se ven sometidas de manera permanente a
las imponentes fuerzas del cambio. Esto, como evento natural, no es necesariamente un problema, salvo
porque esta tendencia nos sorprende y desafía; nos coloca frente a algo incómodo o inmanejable.
Muchos de los cambios que vivimos se producen sin que lo notemos, pues no siempre las transformaciones
que experimentamos han sido previamente planeadas y a veces ni siquiera podemos controlarlas, por los que
nos toca enfrentar sorpresas e incomodidades.
Aunque es ya un conocido cliché, los humanos somos seres de hábitos que justo por esa misma razón
resistimos el cambio. Nuestra tendencia es la de quedarnos anclados en ciertos hábitos, especialmente en los
que nos producen placer o satisfacción. Así, desarrollamos mecanismos para resistirnos a buena parte de lo
que vemos como nuevo, impredecible e incontrolable.
Acerca de los cambios involuntarios, además de actuar proactivamente y atender de manera sistémica o global
los aspectos prioritarios, no es mucho lo que podemos hacer. En cuanto a los cambios que en alguna medida
podemos predecir o controlar, estos deben realizarse de manera integral o equilibrada. Esto significa que
debemos atender varias pareas de nuestra realidad personal u organizacional: atender salud, relaciones, trabajo
y dinero e interioridad, es mejor que poner toda la atención únicamente en el dinero o en las relaciones. Como
un automóvil, requerimos que todos los sistemas funcionen para que el vehículo se mueva de manera estable.
Es más fácil controlar un cambio a la vez, en lugar de enfrentar varios cambios simultáneamente. Mudarse,
divorciarse y vender el automóvil, pueden acabar con cualquiera, si todo se atiende al mismo tiempo. La
saturación de cambios es, por salud, una mala idea. Todos tenemos un nivel de resistencia al estrés del cambio
que conviene conocer y respetar.
Además, los cambios deben realizarse gradualmente y no precipitadamente. Esto a menos que la situación nos
empuje u obligue. Busquemos un ritmo que no nos desestabilice.
El cambio debe ser abordado de manera responsable. Resulta infantil asumir el cambio como un chiquillo
regañado. Si hay algo que hacer, busquemos el lado positivo y asumamos con madurez la decisión de
movernos en otra dirección.
A veces nos detenemos y aferramos a excusas que impiden o retarden el cambio. Justificarse o autoengañarse
con creencias autolimitadoras, sólo genera conflictos y crisis individuales y grupales. Es necesario observarse
y detectar las trampas mentales que cierran la posibilidad al progreso, al bloquear lo novedoso, lo creativo, lo
diferente.
Las tensiones que acompañan al cambio, pueden hacernos creer que estos son complicadores, y que debemos
detenernos o retroceder. En realidad, sucede lo contrario, pues los cambios suelen ser más beneficiosos que
perjudiciales, sobre todo cuando obedecen a lo planificado, o surgen como consecuencia natural de nuestro
proceso evolutivo. Incluso, hay cambios que ni pueden ni deben posponerse.
Existen varios escenarios en los que podemos intervenir o influir para producir cambios en los resultados que
obtenemos. El nivel de pensamiento, que es donde todo comienza, al menos desde el punto de vista
psicológico tradicional. Como se piensa, se vive. Dependiendo del mapa, así será la ruta y por ende el destino
al que se arribará.
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Podemos ayudarnos a reducir el trauma de tener que cambiar. Algunas técnicas que nos ayudan son:
AFIRMACIÓN (decretar verbalmente el cambio como realizado y satisfactorio) VISUALIZACIÓN
(imaginar el cambio realizado y satisfactorio) MODELAJE (imitación de quienes saben manejar los cambios
positivamente) REENCUADRE (interpretación positiva de todo cambio necesario o irremediable).
Es inteligente trabajar para vencer los enemigos del cambio: el confort, el hábito, la inacción, el apego y el
temor. Quizás sea este un buen momento para elegir mirar los procesos de cambio como positivos, al menos
en cierta forma. Aceptemos que todo cambia, siempre, en todo momento y que ese cambio es desapego y
evolución. Como cada persona lo tome y lo maneje, depende de su nivel de conciencia, disposición y
flexibilidad.
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