“HACER `HAMLET` ES ENFRENTARTE AL FRACASO”

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / TEATRO
Israel Elejalde, actor
“HACER ‘HAMLET’
ES ENFRENTARTE AL
FRACASO”
Tiene una voz poderosa y un aspecto enigmático, tal vez porque, pese a que hace
muchas horas que dejó de encarnar a Hamlet, sigue atrapado por el personaje
mientras transcurre esta conversación en un bar de la Plaza del Dos de Mayo de
Madrid, cerca de su casa. “Hacer Hamlet es enfrentarte al fracaso”, afirma Israel
Elejalde (Madrid, 1972), pese al éxito de crítica y público que está teniendo este
montaje dirigido por Miguel del Arco. Israel Elejalde ha protagonizado obras como
El Misántropo, Veraneantes o La fiebre, ha trabajado con los mejores directores
teatrales del momento, pero confiesa que nunca se había batido en un duelo a vida
o muerte sobre las tablas como le ocurre ahora con Hamlet.
Por Luis Eduardo Siles
—Además, Shakespeare, a través de Hamlet, formula numerosas reflexiones de cómo
iguel del Arco ha dicho que se debe hacer teatro.
—Sí, Shakespeare critica en la obra a los
“Shakespeare se convierte para casi todos los que nos de- actores de una manera muy contradictoria.
dicamos al teatro en una es- Uno de los mejores intérpretes que ha encarpecie de guía espiritual”. ¿Qué piensa usted? nado a Hamlet, John Gieldgud, hablaba de
—Sí, es así. Hamlet es una obra paradig- que una de las escenas más difíciles de remática a todos los niveles, que habla de mu- presentar para él es esa en la que Hamlet se
chas cosas. Entre ellas, también, se refiere a la refiere a cómo hay que actuar. Porque el teximportancia del teatro en la sociedad. A có- to dice literalmente: “Me desagradan esos acmo se ve el teatro: para algunos de una forma tores que desgarran el oído del público”. Peirónica, pero yo, cada vez que me adentro más ro el propio Shakespeare ha escrito dos moen el personaje, creo que no es irónico, Sha- nólogos anteriores en los que exige al actor
kespeare concibe que Hamlet a través del te- estar a un nivel de intensidad muy alto, y a
atro alcanza la verdad. Y a través del teatro continuación obliga a ese mismo actor a cripuede desenmascarar a su tío, el rey. Hamlet, ticarse a sí mismo. Hay todo un trabajo de orpríncipe de Dinamarca, utiliza la representa- febrería en Shakespeare, de mostrarte un lución de una obra teatral para tener la certeza gar y el contrario. Hay un juego de espejos
de que su tío, el rey Claudio, ha matado a su constante en esta obra. Se trata, realmente, de
padre, el rey Hamlet, para quedarse con el tro- una pieza inabarcable, irrepresentable. Hano y con la reina Gertrudis, viuda del rey Ham- cer Hamlet es enfrentarte con el fracaso, selet. Considero que eso refleja la importancia
que Shakespeare concede al teatro. Shakespeare intenta hacer que el público conciba
que a veces el teatro constituye la mejor forma de hallar la verdad que todos anhelamos
y que en la vida es imposible de ver porque
el ruido nos impide alcanzarla.
M
“Intento que el texto
pase por mi cuerpo, por
mis emociones, que se
filtre por todo mi ser”
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gún el concepto con el que definió Samuel
Beckett el fracaso: “Inténtalo, inténtalo de nuevo. Fracasa, fracasa mejor”, decía. Veo que
enfrentarse a Shakespeare significa fracasar
constantemente. Porque nunca lograrás alcanzarle. Shakespeare es un dios.
—Miguel del Arco, en el programa de la
obra cita a Harold Bloom, que dijo: “Hamlet
tiene una mente tan poderosa que las actitudes, los valores y los juicios más contrarios
pueden coexistir dentro de ella coherentemente”. ¿Cómo lo ve usted?
—Estoy absolutamente de acuerdo. Creo
que es la línea fundamental de Hamlet, su
mayor dificultad y su mayor atractivo. En la
obra La venganza de Tamar, de Tirso de Molina, Amón dice: “Soy un compuesto de contrarios”. Yo creo que Hamlet es un compuesto de contrarios. Y eso es lo que provoca la
fascinación del público hacia este personaje,
y también la incomprensión, porque se trata
de alguien que va cambiando a la velocidad
de la luz, y se pasa de la risa al llanto en cuestión de segundos. Porque Hamlet es un hombre atribulado, sometido a un dolor profundísimo, y a una desconexión con la realidad
desgarradora. Y a la vez todo eso le permite
de vez en cuando inhibirse y podría parecer
que no le pasa nada, y se pone a ironizar con
los demás, a usar la palabra como si fuera un
látigo, y a la siguiente frase está otra vez inmerso en el dolor. Se trata de un personaje difícil de atrapar, enigmático, y por eso creo que
es uno de los grandes personajes que se han
escrito en la historia de la literatura.
—Hamlet dice en un momento de la obra:
“Claro: tal como va el mundo, ser honrado es
ser uno entre diez mil”. Ya entonces Shakespeare ponía sobre la mesa esta cuestión.
—Sí, es que Shakespeare expresa todo en
sus obras. Por eso se sigue representando
permanentemente. Un autor se convierte en
clásico porque tiene la capacidad de interpretar las pasiones, los defectos, y las virtudes del ser humano. Y en eso no hemos cambiado, o nunca cambiaremos del todo, porque es la pelea que tenemos constantemente. La decencia es uno de los trabajos más
difíciles del ser humano. Ya lo era en el siglo XV y lo seguirá siendo en el XXI. Es una
pelea diaria en la que resulta difícil vencer.
Pero se trata de la lucha que debemos intentar todos. Y Shakespeare lo refleja con una
dureza brutal. Él expone de una manera la-
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CEFERINO LÓPEZ
Israel Elejalde (dcha.) en una escena de ‘Hamlet’, de William Shakespeare, que puede verse en el madrleño Teatro de la Comedia.
cerante todas las contradicciones del ser humano.
—Esta obra incluye el memorable monólogo que dice: “Ser o no ser, esa es la cuestión (…) Morir, dormir, nada más”. ¿Como ha
afrontado ese monólogo que han interpretado tantos actores importantes?
—La verdad es que de todas las dificultades con las que me he encontrado al abordar
Hamlet, que han sido muchas y muy variadas, la del “ser o no ser” le puedo asegurar
que ha sido la menor, una vez puesto de lleno en el trabajo. Porque al final uno se da
cuenta de que lo han dicho muchísimas personas y de que cada uno tiene una idea de
cómo se debe decir, y todo eso finalmente resulta liberador. Porque llega un momento en
el que concluyes: “Da igual como lo diga,
porque habrá gente que piense que lo digo
bien, y habrá quien considere que lo digo
mal”. Yo realicé un trabajo a la inversa de lo
que es habitual. En vez de decir, no quiero saber nada de lo anterior, lo que resulta decididamente imposible con Hamlet, lo que hice fue ver cómo lo habían hecho todos los
actores anteriores a los que pude tener acceso. He visto grabaciones de John Gielgud, de
Laurence Olivier, de Blanca Portillo, de Eduard
Fernández, de mucha gente... Nadie lo dice
“La decencia es
uno de los trabajos
más difíciles del ser
humano”
igual. Y yo he pensado: “Bueno, pues dilo como quieras, porque no hay una fórmula, y
después que cada cual opine”. Como afirma
el propio Hamlet en la función: “No hay nada que sea bueno o malo hasta que el pensamiento lo define”. Pues así he abordado ese
monólogo. Lo digo como lo siento. Como
considero que hay que decirlo.
—¿Cómo consigue el actor que el texto sea
en el escenario palabra viva?
—Ese es otro de los grandes enigmas de
nuestra profesión. Yo intento que el texto pase por mi cuerpo, por mis emociones, que
se filtre por todo mi ser. Que mi alma esté
detrás de él. Para eso hay que tener todo un
aparataje técnico y bien preparado, porque,
por ejemplo, Shakespeare te pone al límite.
Interpretar a Shakespeare es muy difícil, porque te obliga a cambios tonales constantes,
a estar siempre a un nivel de presencia enorme. Pero finalmente el trabajo del actor siempre es el mismo y consiste en pasar eso por
tu filtro e intentar que todo lo que digas suene a verdad.
—¿Percibe en el escenario que usted es otro?
—Bueno, el sueño de todo actor es que eso
ocurra. Creo que el veneno del teatro tiene
que ver con ese encuentro, esa capacidad del
intérprete para aislarse de lo que está ocurriendo y ser otro. Eso no sucede siempre, lo
bonito sería que ocurriera siempre, pero no
es así, y para eso el actor debe tener una parte de arte y una parte artesana. Cuando ocurre eso, cuando consigues ser otro realmente
y olvidarte de todo, fluye el arte. Pero hay días
en los que eso no sucede. O incluso en la misma función hay momentos en los que sacas
tu parte artesana, que tiene que ver con el oficio, para intentar que, a pesar de que el sueño de ser otro no se ha producido, dar al público la historia, la trama, para que el público sí pueda pensar que tú estás en ese estado. A veces ocurre durante toda la función,
pocas, y a veces se da por momentos. Pero
cuando uno se convierte en otro, la magia viene a visitarte.
—En cierta ocasión afirmó usted: “No creo
en el teatro como psicoterapia, pero algo tiene que ver con tu dolor, con tu forma de ver
el mundo, y eso es lo que finalmente te hace
artista”.
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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / TEATRO
CEFERINO LÓPEZ
Otro momento del montaje dirigido por Miguel del Arco.
—Sí, yo no creo que a través del teatro, a
través de ninguna manifestación artística, uno
solucione sus problemas, por eso sostengo
que no creo en el teatro como psicoterapia.
La psicoterapia es una especialidad médica
que intenta resolver una serie de problemas.
El teatro es otra cosa. Pero sí es verdad que el
teatro es una forma de encauzar el dolor y de
darle una posibilidad para que sea también
algo positivo. Es una suerte que tenemos los
actores, los artistas en general, que consiste
en que podemos convertir todo aquello que
es tu sombra en luz para los demás. Creo que
esa es una de las cosas que más amo de mi
profesión: la capacidad de canalizar ese dolor y de convertirlo en algo que puede ser bueno para otros. Mis padres murieron el año pasado. Uno detrás del otro. Esas pérdidas dejaron en mi un vacío, un dolor terrible. Y evidentemente eso se refleja en mi Hamlet, ese
dolor profundo de la orfandad.
—También ha dicho usted que “el teatro es
un lugar de encuentro ciudadano donde nos
reunimos para reflexionar e intentar reconstruir un mundo mejor”.
—Borges decía que el teatro es un lugar
en el que una persona finge ser otra, y otras
fingen creerlo. Se trata de una definición maravillosa del teatro. El teatro, a diferencia del
cine, que tiene otros valores diferentes, se
realiza a través de un fingimiento constante.
Porque el cine consigue finalmente aislarte
y logra meterte de una manera individual en
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El maremoto
Shakespeare
—Muchos profesionales del teatro se han
preguntado: ¿cómo estar preparado para enfrentarse a Shakespeare?. ¿Le ha pasado también a usted?
—Sí, porque para mí Shakespeare supone
la cumbre del teatro e implica tener todas las
cosas en la mejor disposición para poder
afrontar la gran marea que supone Shakespeare. Yo creo que hace diez años no hubiera podido hacer Hamlet, o habría sufrido mucho más de lo que he sufrido ahora. Y preguntarte si estás preparado para abordar a
Shakespeare es necesario siempre. Incluso el
actor debe formularse esa pregunta ante otros
autores. Pero en el caso de Shakespeare resulta fundamental. Hay que intentar ser honestos, porque, de lo contrario, Shakespeare
te arrastra como en un maremoto. Interpretar
a Hamlet es un sueño para un actor, porque
ese personaje es el paradigma de todos los
personajes. Y quizás el más deseado también.
Por su dificultad y por lo vasto que es. Se trata de un personaje que lo tiene todo, que tiene una paleta de colores y de emociones tan
enormes que es como hacer todos los personajes en uno.
lo que está ocurriendo en la pantalla. Consiste en una relación mucho más personal
entre tú y lo que sucede en la pantalla. En el
teatro, sin embargo, todos sabemos que estamos alrededor de una función, y todos somos conscientes de que lo que está ocurriendo es una gran mentira a través de la
cual queremos alcanzar una gran verdad. Pero la única forma de alcanzar la verdad es a
través de la mentira. Es una paradoja. Pero
el arte siempre es un fingimiento de la realidad a través del cual podemos reflexionar
sobre lo que está sucediendo. Esa distancia
que hay es lo que después nos permite volver a nuestra vida y decir: esto es así, y esto
era de otra manera. Me apasiona esa concepción de comunión del teatro con el público, que viene de los griegos. Incluso los
griegos obligaban a los ciudadanos a ir al
teatro para reflexionar sobre ellos mismos y
sobre el funcionamiento de la sociedad.
—El novelista Francisco García Pavón, que
fue crítico teatral del diario Ya, escribió que
Hamlet no se consideró nunca por los críticos como la obra más acabada, ni la mejor
construida por Shakespeare, pero que en ninguna obra de su producción, el protagonista,
por su grandeza literaria y filosófica, es como
Hamlet. ¿Está de acuerdo?
—Es cierto que Hamlet no es la obra perfecta tal y como la entendemos nosotros hoy
en día. Porque el sentido de lo que es la dramaturgia perfecta ha cambiado mucho con
el tiempo. Y Hamlet podía estar encuadrado
en obras muy heterogéneas, muy abiertas, en
las que a Shakespeare por momentos parece
que le da igual la unidad de acción y otra serie de cosas. Esa es la grandeza de Shakespeare. Pero Hamlet es mi obra preferida, a pesar
de que muchas cosas de la obra no las entiendo, o no consigo alcanzar qué es lo que
Shakespeare quiere contarme. Pero intuyo que
él sabía muy bien lo que hacía. Y ese enigma
es lo que más me atrae. Finalmente hay un
juego en ese teatro que es la resolución de
enigmas, como decía John Gielgud. Y hay algo apasionante en eso. El teatro, a diferencia
de la crítica literaria o de la Filología, no es
un arte científico, es un arte que tiene más
que ver con lo mítico, también con lo místico, y que haya enigmas, que haya cosas que
no respondan a lo que uno cree que debería
ser, que no se comprendan, es una de las cosas que más me atraen de Hamlet. l
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