“Busquemos y alcancemos una posición

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Busquemos y alcancemos una posición espiritual elevada
en la vida
Élder Robert D. Hales
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Qué gozo es estar en su compañía esta noche y compartir mi
testimonio del evangelio restaurado de Jesucristo. Me uno a
ustedes para dar gracias por los principios del Evangelio que nos
ofrecen una visión eterna y nos enseñan cómo tener gozo en esta
vida y en la vida venidera.
Después de ser apartado en el Templo de Salt Lake como
Ayudante de los Doce Apóstoles, el élder LeGrand Richards, que
era 46 años mayor que yo, me puso el brazo sobre los hombros y
me susurró al oído: “Oh, si pudiera volver a ser un muchacho con
toda la vida por delante”. ¿Volver a ser un muchacho? ¡Yo tenía
42 años! La razón por la que menciono esto es porque esta noche voy a hablarles como si
fueran un poquito más jóvenes de lo que piensan que son. Mis queridos hermanos y
hermanas, los miro a los ojos y veo en ustedes a la juventud de Sión, un ejército real con un
noble legado. Ustedes son el ejemplo para las generaciones futuras, como dice el himno:
“¿Fallará en la defensa de Sión la juventud … ? ¡No! … Firmes creced en la fe que
guardamos”.1
Esta noche me gustaría hablarles acerca de la manera de crecer siempre “firmes en la fe”, y
les digo que únicamente podemos hacerlo al buscar, alcanzar y retener una elevada
posición espiritual en la vida.
¿Qué se entiende por una posición elevada?
Resulta interesante que los profetas de todas las dispensaciones hayan buscado inspiración
en las cimas de las montañas; por ejemplo, Moisés vio a Dios cara a cara en una “montaña
extremadamente alta” (véase Moisés 1:1--2). Nefi “[subió] al monte y [clamó] al Señor”
(véase 1 Nefi 17:7--8). El hermano de Jared vio al Cristo preterrenal ---una experiencia
enormemente sagrada--- en el monte Shelem (véase Éter 3:13). Isaías y Miqueas, del
Antiguo Testamento, profetizaron que “en lo postrero de los tiempos… será confirmado el
monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes” (Isaías 2:2; véase también Miqueas
4:1; 2 Nefi 12:2).
Nuestro Salvador también ascendía a los montes con frecuencia en busca de guía espiritual
y para enseñar a Sus discípulos. Cristo se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan “aparte
[en] un monte alto” (véase Mateo 17:1--2; Marcos 9:2; véase también Lucas 9:28). Uno de
Sus más grandiosos discursos ---el de las Bienaventuranzas--- se enmarca en el gran
Sermón del Monte (véase Mateo 5:1). En otra ocasión ascendió a una montaña próxima al
mar de Galilea y cuando las multitudes se le acercaron Él las bendijo y sanó a todos los que
estaban afligidos (véase Mateo 15:29--31).
Desde esa posición elevada, tanto los profetas de la antigüedad como el Señor mismo
recibieron guía y poder para guardar los mandamientos y servir al prójimo. Buscar una
posición espiritual elevada consiste en alzarse por encima del mundo y sus tentaciones y
seguir a nuestro Salvador. Esta noche quisiera compartir con ustedes cierto relato de las
Escrituras en el que se demuestra la importancia de buscar una posición elevada y
permanecer en ella.
La importancia de la posición elevada
Lehonti, en el Libro de Mormón, nos enseña una importante lección sobre cómo buscar y
conservar una posición elevada (véase Alma 47). Lehonti condujo a sus seguidores a lo alto
de un monte donde edificó un fuerte que les brindara seguridad y protección. El rey
lamanita envió a su ejército, liderado por un disidente nefita llamado Amalickíah, para
vencer a Lehonti y subyugar a su pueblo. Pero Amalickíah era “un hombre muy hábil para
lo malo” (Alma 47:4), y deseaba “granjearse la buena voluntad de los ejércitos de los
lamanitas”, a fin de destronar al rey y “apoderarse del reino” (Alma 47:8).
En tres ocasiones Amalickíah envió mensajeros a Lehonti para decirle que descendiera
hasta el valle y se reuniera con él, y las tres veces Lehonti se negó a abandonar la seguridad
que le brindaba su posición elevada. Sin embargo, Amalickíah fue persistente. y la cuarta
vez fue él quien subió al campamento de Lehonti y le dijo, básicamente: “Sal de tu fuerte,
—lleva tus guardias y me reuniré contigo” (véase Alma 47:12).
Esta vez Lehonti aceptó la invitación de Amalickíah y abandonó la seguridad que le ofrecía
la cima del monte. Amalickíah compartió con él su pérfido plan y lo tentó con la victoria y
el poder, invitándole a descender del monte a la mitad de la noche con sus hombres para
rodear al ejército lamanita mientras éste dormía. Amalickíah le prometió rendirse a él y
entregarle el mando de todo el ejército lamanita, siempre y cuando Lehonti lo nombrara a él
segundo al mando.
El plan se llevó a cabo como había planeado Amalickíah; el ejército lamanita se rindió y
Lehonti se convirtió en su jefe. Pero entonces Amalickíah mandó a sus siervos que
administraran veneno lentamente a Lehonti. Una vez muerto Lehonti, Amalickíah tomó el
mando de ambos ejércitos, llegó a dominar al pueblo de Lehonti y regresó victorioso al rey
de los lamanitas, momento en el que completó su malévolo plan dando muerte al rey y
convirtiéndose en gobernante de los lamanitas.
El engaño de Amalickíah nos muestra la forma en la que obra Satanás en nuestra vida. Sus
tentaciones son invitaciones persistentes a que abandonemos nuestra posición elevada y
nuestro refugio espiritual. Armado con una gran paciencia, aguardará a que cedamos a sus
señuelos. Lehonti no respondió la primera vez que Amalickíah le envió un mensajero, ni la
segunda vez, ni siquiera la tercera, pero a la cuarta visita abandonó por un momento la
seguridad de su posición elevada y sucumbió a las falsas promesas de poder y gloria. Dado
que la muerte de Lehonti no fue inmediata, puede que por unos días llegara a gloriarse de
su condición de comandante en jefe del ejército lamanita y que hasta pensara que había
valido la pena abandonar la fortaleza edificada en lo alto de la montaña. Pero al igual que
acontece con la traición de Amalickíah, los señuelos del adversario siempre son de corta
duración, además de venenosos. Siempre que abandonamos nuestra posición elevada,
sucumbimos a la enfermedad espiritual.
¿Por qué debemos permanecer en una posición elevada?
¿Ven la gran importancia de permanecer en una posición elevada? Así como el Salvador
llamó a Sus discípulos a ir a Él a una montaña para ser ordenados con el poder del
sacerdocio (véase Marcos 3:13--15), Él nos invita a todos nosotros, Sus discípulos de la
actualidad, a venir a Él. Quienes acepten tal invitación recibirán bendiciones que no están a
su alcance en ningún otro lugar.
En esta vida tendremos pruebas constantes para ver si seremos obedientes a los
mandamientos de Dios; sin embargo, todas las pruebas de este período de probación tienen
como finalidad hacernos más fuertes, y ¡no hacernos caer ni derrotarnos! El Señor enseñó
al profeta José Smith:
“Todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7); tus
aflicciones no serán más que por un breve momento; “y entonces, si lo sobrellevas bien,
Dios te exaltará” (D. y C. 121:7--8).
En ocasiones olvidamos quiénes somos: ¡Somos hijos de Dios y estamos luchando por
alcanzar la exaltación! Queremos vivir eternamente en la más elevada de las posiciones: la
presencia de Dios, el Padre, y Su Hijo Jesucristo. Se llama la exaltación. Pero sucede que, a
veces, al igual que Lehonti, nos situamos en circunstancias comprometedoras cuando
optamos por abandonar, aunque sea brevemente, la seguridad que nos ofrece la observancia
de los mandamientos, volviéndonos vulnerables a Satanás y a las tentaciones del mundo.
Permanezcamos juntos en la posición elevada
Recuerden que Lehonti no fue el único que sufrió las consecuencias de sus decisiones. En
muchas ocasiones tanto ustedes como yo creemos que comprometer nuestras normas “no
daña a nadie salvo a uno mismo”, pero en realidad son muchos los que cuentan con que
seamos obedientes, dignos, verídicos y castos. Piensen en sus amigos, sus padres, sus
hermanos y hermanas, pero sobre todo piensen en su cónyuge eterno y en sus hijos. Aun
cuando no estén casados, ese cónyuge y sus futuros hijos tienen interés en el bienestar
espiritual de ustedes. Las decisiones que tomen ahora determinarán si serán dignos o no de
ellos en el futuro.
Puede que algunos no se casen. Permítanme decirles que lo más importante que deben
recordar es mantenerse en una posición elevada y asegurarse de que sean dignos, porque se
nos dice que habrá muchas bendiciones en las eternidades que serán merecidamente suyas.
Así que no se desanimen tanto. Lo más importante es mantenerse dignos, fieles y en una
elevada posición espiritual.
Cuando Lehonti abandonó la fortaleza y sucumbió a la tentación, todo su pueblo sufrió por
ello. Amalickíah los llevó de nuevo al cautiverio y muchos murieron en batallas
posteriores. En nuestra condición de seguidores conversos del Salvador, se nos manda
fortalecer a quienes nos rodean. Ascendemos hasta una posición elevada no sólo para
salvaguardarnos del adversario, sino también para elevar a otros a un lugar seguro.
Las buenas amistades nos ayudan a permanecer en una posición elevada, nos fortalecen y
nos ayudan a vivir los mandamientos cuando estamos con ellos. Los verdaderos amigos no
nos obligan a escoger entre las vías del Señor y las de ellos (véase Isaías 55:8). Si sus
amigos actuales los están alejando del sendero estrecho y angosto, y los están bajando de su
posición elevada, ¡aléjense de ellos de inmediato! No permitan que las burlas de aquellos
que han escogido el “edificio grande y espacioso” los avergüencen al grado de alejarlos de
su refugio espiritual (véase 1 Nefi 8:25--28).
Escojan a sus amigos con cuidado. De pequeño mi madre me llevaba a un estanque donde
dábamos de comer pan a los cisnes. Era una gran maestra. Ella solía decirme: “¿Ves algún
buitre o ave de presa entre estos bellos y tranquilos cisnes? Sólo hay cisnes porque ¡las aves
de la misma especie vuelan juntas”! El mensaje fue sencillo. Los amigos reflejan el tipo de
persona que son ustedes y con el que se sienten cómodos en la vida. De entre sus amistades
ustedes escogerán a un compañero eterno, y son sus amigos quienes les ayudan a
mantenerse en el sendero recto y angosto y a permanecer firmes y fieles.
Al mismo tiempo, debemos preguntarnos: “¿Qué clase de amigo soy?”. Sean buenos
ejemplos; sean una luz al mundo; lideren y guíen a aquellos que estén a su alrededor por la
senda de la rectitud. Ellos dependen de ustedes para elevarlos y fortalecerlos.
Cómo permanecer en una posición elevada: El deseo y la fe
¿Cómo se logra alcanzar una posición elevada y permanecer en ella? En primer lugar,
debemos tener el deseo de ser siempre fieles a las enseñanzas, los mandamientos y los
convenios del Evangelio, y esforzarnos por hacerlo. Debemos procurar las bendiciones que
emanan de dicha obediencia, y esto se logra al cultivar un entorno en el que el Espíritu
pueda estar siempre con nosotros. Una vez que nos hallemos en esa posición elevada, nos
mantenemos en ella por medio de la obediencia a los mandamientos, el estudio y la oración,
al vivir los principios de una vida providente y de autosuficiencia, al prepararnos para
realizar y honrar los convenios del templo y al formar matrimonios y familias fuertes.
Para alcanzar una posición elevada primero debemos tener el deseo de estar en el reino de
Dios y por encima de las cosas del mundo. La fe es el elemento principal de ese deseo. Las
Escrituras explican que la fe “no [es] un conocimiento perfecto”, pero aunque no tengamos
“más que un deseo de creer”, podemos desarrollar nuestra fe experimentando con la palabra
((Alma 32:26--27); es decir, nuestra fe crece al guardar los mandamientos.
La fe en el Señor Jesucristo es el primer principio del Evangelio y la piedra angular de
nuestra salvación eterna. Al ejercer fe en nuestro Salvador y al poner en práctica Sus
enseñanzas en nuestra vida, nos fortaleceremos y no temeremos al mundo ni daremos oído
a sus cantos de sirena. La amonestación del Señor de confiar en Él es clara: “Elevad hacia
mí todo pensamiento; no dudéis; no temáis” (D. y C. 6:36).
Podemos ser como José Smith cuyo servicio al Señor comenzó con la sencilla fe de un
joven en un versículo de las Escrituras: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios” (Santiago 1:5). La oración sincera de José fue contestada con la Primera
Visión, y a partir de ese momento, él siguió las instrucciones del Señor. Al igual que le
sucedió a José a medida que maduró, también nosotros creceremos fielmente en el servicio
al Evangelio, seremos más como nuestro Salvador al cuidar de los demás, al ser generosos
y al testificar si confiamos en el Espíritu Santo para guiarnos en todo lo que hagamos.
Tengamos el Espíritu con nosotros
Al ejercitar nuestra fe, podremos alcanzar una posición elevada si confiamos en el Espíritu.
Al ser bautizados recibimos el don del Espíritu Santo por la imposición de manos por
aquellos que tienen la autoridad, tal y como dijo el Salvador que sucedería cuando prometió
a Sus antiguos apóstoles que les daría un Consolador (véase Juan 14:26). Me maravilla que
aunque los apóstoles fueron muertos por motivo de su fe —salvo Judas— permanecieron
fieles al Salvador hasta el fin.
El Espíritu Santo también nos ofrecerá guía, valor y entereza para permanecer en una
posición elevada. Mediante Su influencia, podemos recibir revelación como respuesta a
nuestras oraciones, mantener un fuerte testimonio del Salvador durante toda la vida,
perseverar hasta el fin y alcanzar la vida eterna.
Ninguno de nosotros es inmune a las tentaciones del adversario; por eso estamos aquí en la
mortalidad. Es una prueba. Todos precisamos la fortaleza que se nos dispensa a través del
Espíritu Santo. Cuán importante es que, durante los momentos de tribulación cuando somos
probados, ¡no hagamos nada que nos impida disfrutar del consuelo, la paz y la guía del
Espíritu! La compañía del Espíritu nos dotará de la fortaleza para resistir al mal y, cuando
sea necesario, arrepentirnos y regresar al sendero estrecho y angosto que conduce a la
salvación eterna.
Considero que no podremos alejarnos mucho de la posición elevada si tenemos siempre el
Espíritu con nosotros. Cada día de reposo se nos presenta la oportunidad de renovar nuestro
convenio bautismal participando de la Santa Cena, con lo cual prometemos al Señor que
estamos dispuestos a tomar Su nombre sobre nosotros, a recordarle siempre y a guardar Sus
mandamientos (véase D. y C. 20:77). Si estamos dispuestos a hacerlo, tenemos la gran
promesa de que siempre tendremos Su Espíritu con nosotros.
El rey Benjamín explicó en el Libro de Mormón la importancia de estar dispuestos a tomar
sobre nosotros el nombre del Salvador:
“No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación; por tanto, quisiera que tomaseis
sobre vosotros el nombre de Cristo, todos vosotros que habéis hecho convenio con Dios de
ser obedientes hasta el fin de vuestras vidas.
“Y sucederá que quien hiciere esto, se hallará a la diestra de Dios, porque sabrá el nombre
por el cual es llamado; pues será llamado por el nombre de Cristo” (Mosíah 5:8--9).
En nuestro esfuerzo por tomar sobre nosotros el nombre de Cristo, por ser cristianos,
hacemos que tanto Él como Su obra ocupen el primer lugar en nuestra vida. Nos
santificamos y tratamos de llegar a ser como Él al tratar de hacer Su voluntad y servir
fielmente a nuestro prójimo. Alcanzamos una posición espiritual elevada al obedecer de
este modo las impresiones del Espíritu Santo.
La obediencia
La obediencia a las enseñanzas de Cristo nos permite mantener nuestra posición elevada. El
salmista escribió:
“¿Quién subirá al monte de Jehová? …
“El limpio de manos y puro de corazón” (Salmos 24:3--4).
Nuestras manos quedan limpias y nuestro corazón puro por medio de la obediencia.
En la existencia preterrenal se nos bendijo con el albedrío, o sea, la capacidad para escoger,
y lo conservamos en esta vida mediante la obediencia; ésta nos libera de la esclavitud de
Satanás. Si somos fieles y obedientes, él no puede dominarnos ni controlarnos. Creo que lo
que debemos recordar es que, si tenemos el Espíritu con nosotros, tenemos luz, y Satanás,
el príncipe de la oscuridad, no puede soportar la luz. Por lo tanto, con esa luz, si le decimos
que se aparte, se tiene que apartar.
Pero tal y como sucede en el relato de Lehonti y Amalickíah, el adversario es muy listo en
sus tentaciones, y nos engatusa para que juzguemos escoger algo momentáneo a fin de que
descendamos de nuestra posición elevada. En ese proceso, podemos perder todas las
bendiciones que están reservadas para los fieles. Deseo inmensamente que comprendan que
ustedes no tienen que vivir lamentando sus malas decisiones o su desobediencia. Vienen a
mi mente las palabras de Whittier:
De todas las palabras, habladas o escritas,
son éstas las más tristes: “¡Podría haber sido!”.2
No hay nada más triste que pasar la vida presente abrumado por las decisiones del pasado.
Lo que tienen que recordar del arrepentimiento es que uno de sus elementos es el
perdonarse a uno mismo, el desprenderse de ello y el Señor no lo traerá a nuestra memoria.
Recuerda que no hay nada que hayas hecho que te impida abandonarlo.
Si llegara semejante momento de debilidad, entiendan que gracias a la expiación de nuestro
Salvador Jesucristo hay un camino de regreso para que mediante el arrepentimiento
regresemos a Ellos con honor. Aun cuando ya estemos sintiendo los efectos de la ponzoña
del mal, hay un antídoto. Podemos ser restaurados a una plenitud de salud espiritual y de
felicidad. La misericordia puede satisfacer las demandas de la justicia si nos arrepentimos y
nos volvemos al Padre en nuestras oraciones y nuestra conducta. El arrepentimiento y la
obediencia a los mandamientos, el ser fieles y cumplir nuestros convenios nos permitirán
volver a ser dignos de las bendiciones eternas.
El estudio y la oración
La oración y el estudio fieles y reflexivos constituyen otra manera importante de
mantenernos en nuestra posición elevada. ¡Hay tanto que aprender de nuestro Salvador!
Cuando fue tentado por Lucifer, oró a Su Padre Celestial en busca de fortaleza, y dijo:
“Vete de mí, Satanás” (Lucas 4:8).
Deben entender que tienen un cuerpo mortal debido a que tomaron la decisión de venir a
este mundo para tener una experiencia mortal, pero Satanás nunca tendrá un cuerpo, ni
tampoco sus seguidores. Y cuando le ordenen que se aparte, se tiene que apartar. Una vez
que entiendan eso, empezarán a comprender quiénes son como hijos de Dios.
¿Qué habría sucedido si Lehonti hubiera orado en busca de guía como lo hizo Jesús? Yo
creo que no habría accedido a la petición de Amalickíah que lo llevó a salir de la seguridad
que le ofrecía la cima de la montaña. Estoy convencido de que el Espíritu habría advertido
a Lehonti de los peligros que le acechaban a él y a su pueblo. Me siento agradecido por las
Escrituras, ya que puedo aprender de personas que han sido ejemplos de fidelidad y valor, y
evitar los errores de aquellos que no fueron fieles. Me siento agradecido por poder acudir a
la oración en busca de guía y seguir las impresiones del Espíritu.
También me siento agradecido por la oportunidad que tenemos de aprender al estudiar y
observar a otras personas, en particular a nuestras familias. Qué gran influencia tuvo mi
madre en mí. Nunca habría hecho nada que pudiera lastimarla. También amaba a mi padre;
él no me predicaba, sino que, calladamente, me dio un buen ejemplo, guiándome gracias a
su tierna persuasión y sus bondadosas expectativas. Siendo el menor de nuestra familia,
también aprendí de mi hermano y hermana mayores; me decía a mí mismo: “¡Caray, yo no
quiero cometer ese error!”. Es muy interesante. Si pueden aprender de las Escrituras y de
aquellos que les rodean sin tener que experimentarlo ustedes mismos, eso ayuda mucho.
Pero la mayor de las influencias que he recibido es la de mi compañera eterna. La decisión
más importante de nuestra vida es con quién nos casamos, y estoy muy agradecido por mi
querida esposa, por el ejemplo que ha sido para mí durante más de 50 años y por habernos
guiado, a mí y a nuestra familia, por el sendero estrecho y angosto.
El bienestar espiritual y temporal
Además de la fe, el don del Espíritu Santo, el estudio y la oración, el Señor nos ha dado
otros principios importantes para nuestro bienestar espiritual y temporal que nos permitirán
permanecer en una posición elevada.
El almacén del Señor es temporal y espiritual a la vez. Mediante la fe y la obediencia a los
mandamientos edificamos una reserva espiritual de fortaleza para encarar los problemas de
la vida. Pero debemos reabastecerla todo el tiempo. Es como la historia del maná en el
Antiguo Testamento. Los israelitas debían recoger maná fresco todos los días, así que
tenían que ser fieles para que se les reabasteciera. Así funciona el poder espiritual. De igual
modo, debemos ceñirnos a los sabios principios de una vida providente y de la
autosuficiencia para de ese modo disponer de recursos temporales con los cuales satisfacer
nuestras necesidades y servir al prójimo.
Por vida providente se entiende no codiciar las cosas de este mundo, utilizar los recursos
terrenales con prudencia y no malgastarlos, aunque vivamos en épocas de abundancia. Una
vida providente implica además evitar las deudas excesivas y contentarse con tener lo
suficiente para cubrir nuestras necesidades.
Por ejemplo, uno de los elementos de una vida providente es obtener una formación
académica o vocacional que nos prepare para acceder a una profesión con la que podamos
sostenernos a nosotros mismos y a nuestra familia. El siguiente paso consiste en ser
merecedores del salario que cobramos. Semejante ética laboral, aunada a cualidades como
la integridad, el carácter y la confiabilidad, nos califican para ser un “obrero… digno de su
salario” (D. y C. 31:5).
Otro elemento de una vida providente es la facultad de ser dichosos viviendo dentro de
nuestras posibilidades, evitando contraer deudas excesivas y no codiciando las cosas
temporales de este mundo. Mi deseo es que ustedes lleguen a entender esto ahora, a su
edad. En la sociedad actual parece reinar cierto sentimiento de que se debe adquirir de
inmediato todo lo que nuestros padres tardaron años en conseguir. La deuda puede
esclavizarnos. La carga de la deuda excesiva acaba con nuestro preciado albedrío para caer
en una servidumbre autoimpuesta que nos obliga a dedicar todo nuestro tiempo, esfuerzos y
medios al pago de las deudas. Una creciente sensación de desesperanza derivada de esta
situación genera una tensión que culmina en una depresión mental y física que afecta
nuestra autoestima, nuestra relación con el cónyuge y, en última instancia, nuestros
sentimientos hacia el Señor.
Es esencial que entendamos la necesidad de tener un plan de gastos y de ahorro, un
presupuesto, y que distingamos entre deseos y necesidades. He pensado a menudo que una
relación de compañerismo no sólo se fundamenta en las atesoradas dos palabras “Te amo”,
sino en cinco palabras que demuestran verdadero cariño: “No tenemos dinero para
comprarlo”. Cuando una pareja toma decisiones económicas es preciso que hablen el uno
con el otro. Si uno de los cónyuges realiza una compra sustancial sin antes analizarlo juntos
y consultarlo con el Señor en oración, se produce una tensión económica en el matrimonio,
¡y esa tensión ecónomica es la causa principal del divorcio! (Eso y, por supuesto, la
inmoralidad.) Si las parejas no son uno tanto en lo temporal como en lo económico, les
garantizo que no van a serlo tampoco en lo espiritual.
La autosuficiencia conlleva el aceptar la responsabilidad de nuestro propio bienestar
temporal y espiritual, y la de aquéllos que nuestro Padre Celestial ha confiado a nuestro
cuidado. Es más fácil emular al Salvador y servir y bendecir al prójimo cuando se es
autosuficiente. Nos elevamos a una posición más alta para poder tender una mano y elevar
a los demás. La razón de su éxito en la vida no será para su propia gratificación, sino para
ayudar al prójimo. Nuestra capacidad para servir aumenta o disminuye según nuestro nivel
de autosuficiencia.
Estos principios de bienestar son pautas prácticas que nos enseñan un estilo de vida
prudente, el cual nos reportará felicidad en nuestro diario vivir y nos preparará para encarar
y soportar los retos y los imprevistos ante las pruebas de la vida. Una vez aplicados dichos
principios de bienestar a nuestra propia vida, entonces seremos capaces de permanecer en
una posición elevada y de tender una mano a quienes necesiten ayuda. También podemos
enseñarles a tener una vida providente y a ser autosuficientes en su vida.
Estos principios son igual de importantes para una persona y para una familia. Si aún no
están casados, empiecen a ponerlos en práctica ustedes mismos para que, llegado el
momento, hayan adquirido buenos hábitos. Esa autodisciplina bendecirá enormemente a su
familia en el futuro.
El pago del diezmo y de las ofrendas de ayuno es un elemento importante al establecer un
estilo de vida próvido. El pago del diezmo y de las ofrendas contribuye al desarrollo de la
rectitud personal y fortalece nuestra fe para sostenernos en medio de las pruebas, las
tribulaciones y los pesares de la vida. Permite sofocar la sed egoísta y temporal de las cosas
del mundo y redirige nuestros pensamientos y hechos hacia objetivos eternos, así como
hacia una disposición para ayudar a los necesitados. Si estamos dispuestos a dar el diezmo
y las ofrendas, seremos bendecidos y experimentaremos un poderoso cambio de corazón:
de la mentalidad mundana de tomar y obtener pasamos a la actitud cristiana de amar,
compartir y dar.
Si nos preparamos obedeciendo los principios de bienestar, no sólo no temeremos (véase D.
y C. 38:30) por nosotros mismos, sino que seremos capaces de superar nuestra adversidad y
de ayudar a otras personas que pasen por momentos de necesidad. Ésa es la gran bendición
de la vida providente y de ser autosuficientes. Espero que todos ustedes lo aprendan y lo
pongan en práctica en su vida.
El templo
El tener una vida providente también nos bendice con el tiempo y la paz mental para
concentrarnos en otros aspectos importantes relacionados con el mantenerse en una
posición elevada. Llegar al templo es alcanzar la más elevada de las posiciones que
podemos lograr en la vida terrenal. Actualmente, el templo constituye nuestra cima de la
montaña; es la casa que el Señor ha escogido para impartir Sus sagradas enseñanzas,
efectuar convenios y ordenanzas eternos y comunicarnos personalmente con Él. Ahí es
donde hacemos convenios con el Señor y, cuando los hacemos, es como si estuviéramos
ante Su presencia.
El templo es un lugar alejado del mundo, dedicado y consagrado al Señor. Es un sitio donde
se aprende sobre la fundación del mundo, el propósito del hombre para esta vida y los
requisitos necesarios para recibir bendiciones eternas. Allí, lo que se registra en la tierra
queda registrado en los cielos y lo que se sella en la tierra queda sellado en el cielo por el
tiempo de esta vida y por la eternidad. Los convenios eternos que concertamos con el Señor
en el templo jamás pueden quebrantarse—salvo por nuestra propia desobediencia. Si somos
obedientes a esos convenios y ordenanzas eternos, estaremos preparados para vivir
eternamente con Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. El templo es, además, el sitio al que
podemos acudir ante el Señor en oración y presentarle nuestros deseos e inquietudes. Es un
lugar sagrado en el que podemos meditar y orar pidiendo fortaleza para hacer frente a los
problemas y para solicitar guía para nuestra vida. En los momentos de tribulación o de toma
de decisiones cruciales que tanto abruman nuestra mente y alma, podemos llevar nuestras
inquietudes al templo y recibir guía espiritual. Espero que todos ustedes aprovechen de eso
en su vida.
Los convenios del templo y la adoración en él son vitales para mantenerse en una posición
elevada. Si aún no hemos recibido los sagrados convenios del templo, debemos tener la
mira puesta en ir allí y recibir las bendiciones que el Señor nos promete. Después de haber
ido al templo, debemos regresar a él de manera fiel y con frecuencia para adorar y efectuar
ordenanzas sagradas a favor de otras personas.
Muchos de ustedes se están preparando para sellarse eternamente con un hijo o hija
escogido de nuestro Padre Celestial. Algunos de los presentes ya tienen esa bendición y se
están preparando para cumplir con sus responsabilidades como padres. Tanto si esas
bendiciones llegan en esta vida o en la venidera, ellas vendrán a todos los que son fieles. Si
ustedes nacieron de padres sellados en el templo, agradézcanles a ellos y a su Padre
Celestial esa gran bendición. Si no es el caso, sientan gratitud por sus padres y por todo
aquel que les haya ayudado a estar hoy en la posición elevada del Evangelio.
Comprométanse a sellarse en el templo para así criar a sus hijos en el convenio. Las
bendiciones del matrimonio en el templo que disfruten en esta vida y en la venidera los
bendecirán a ustedes y a su posteridad por toda la eternidad.
Cómo edificar matrimonios y familias fuertes
Al esforzarnos por observar los convenios del templo y edificar matrimonios y familias
fuertes, nos fortalecemos a nosotros mismos con el escudo de la fe para defendernos de los
dardos encendidos del adversario.
Sabiendo que necesitamos las ordenanzas y los convenios del templo para acceder al más
alto grado de gloria del reino celestial, a menudo me he preguntado qué motiva a quien los
ha tomado sobre sí y ha llegado a una posición elevada a quebrantar tales convenios y bajar
de tal posición. Dicha infidelidad, por otro lado, rompe los corazones del cónyuge y de los
hijos, quienes desean ser una familia eterna.
Con los años he visto a muchísimas parejas que han logrado tener matrimonios fuertes y
dinámicos al haberse mantenido fieles a sus convenios del templo. A modo de conclusión,
permítanme compartir con ustedes lo que he visto hacer a esos matrimonios de éxito. Estas
cosas aparentemente “pequeñas” han fortalecido y reforzado a esas familias.
Primero, las parejas que edifican matrimonios y familias fuertes saben quiénes son: hijos e
hijas de Dios. Se fijan metas eternas para regresar nuevamente a vivir con nuestro Padre
Celestial y con Su Hijo, Jesucristo, esforzándose por dejar atrás las sendas del hombre
natural.
Segundo, conocen las doctrinas del Evangelio y la importancia de las ordenanzas y los
convenios del templo. Saben que la observancia de estos convenios es necesaria para
alcanzar sus metas eternas.
Tercero, eligen obtener las bendiciones eternas del reino de Dios antes que las posesiones
temporales y pasajeras del mundo; buscan una posición elevada y permanecen en ella.
Cuarto, esas parejas saben que cuando son selladas por el tiempo de esta vida y por la
eternidad, ya han escogido a su compañero o compañera eterno, y que ya no hay necesidad
de seguir buscando. Los días de cortejo se han acabado.
Quinto, estas parejas piensan en su cónyuge antes que en sí mismos. Crecen juntos, sin
distanciarse, a medida que se prestan servicio mutuo, se aman, se cuidan y se comunican
juntos con el Señor en oración. Suelen conversar con frecuencia, por lo que las cosas
pequeñas nunca se convierten en grandes cosas. Hablan de las “pequeñas heridas” sin
dilación y sin temor a ofender. Así evitan las grandes explosiones de sentimientos amargos.
¡Es mucho mejor dejar salir algo de vapor antes de que estalle la válvula de presión! Estas
parejas buscan el beneficio del cónyuge y evitan caer en el egoísmo, pues éste asfixia la
sensibilidad espiritual. No fastidian, ridiculizan ni critican a sus cónyuges delante de otras
personas, pues saben que tales palabras y conductas dañan el potencial eterno de su
relación. Están dispuestos a cambiar su corazón, a arrepentirse, a disculparse y a pedir
perdón si han herido a un ser amado. Trabajan ahora para mejorar su relación, ¡sabiendo
que la muerte no los va a hacer más buenos como por arte de magia! Cultivan un espíritu
considerado y amable y siempre se aman, y al obrar así se levantan uno a otro a una
posición elevada y se fortalecen mutuamente en su determinación por permanecer allí
juntos.
Conclusión y testimonio
Mis hermanos y hermanas, espero que alcancen a ver la importancia de buscar y mantener
una posición espiritual elevada en la vida y traer a otros a esa posición con nosotros. Espero
y ruego que entiendan verdaderamente quiénes son y dirijan su vida de modo que siempre
tengan el Espíritu con ustedes. Sólo así alcanzarán la posición espiritual elevada que les
permitirá, a ustedes y a su posteridad, merecer todas las bendiciones que por derecho les
pertenecen.
Ruego que las más selectas bendiciones del Señor desciendan sobre ustedes, la nueva
generación. Ustedes son el ejército real que les conducirá a ustedes, a sus familiares, a sus
amistades y a aquellos a quienes sirven hasta una posición elevada. Testifico que los que
hacen de la búsqueda de una posición elevada y del mantenerse en ella el propósito de su
vida recibirán un día la bendición de estar en la más elevada de todas las posiciones: la
presencia de Dios, el Padre, y de Su Hijo, Jesucristo. Ruego que todos vivamos dignos de
alcanzar tales bendiciones celestiales por medio de nuestra obediencia al observar
convenios sagrados; es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas:
1. “Firmes creced en la fe”, Himnos, Nº 166.
2. John Greenleaf Whittier, “Maud Muller”, estrofa 53; en The Complete Poetical
Works of Whittier, 1894, pág. 48.
(Charla fogonera del SEI para jóvenes adultos • 1 de marzo de 2009 • Universidad Brigham
Young).
© 2009 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Aprobación del
inglés: 10/08. Aprobación de la traducción: 10/08. Traducción de Seek and Attain the
Spiritual High Ground in Life. Spanish.PD50013423 002
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