LA INNOVACION SOCIAL COMO POSIBILIDAD DE DESHACER Y RE-HACER EL MUNDO Y A NOSOTROS MISMOS EVENTO DE AYUDA EN ACCION, FUNDACION LA MERCED, ASHOKA. Ciudad de México, Marzo 2014 BENJAMIN BERLANGA GALLARDO UNIVERSIDAD CAMPESINA INDÍGENA EN RED UCI-RED CENTRO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO RURAL CESDER Para hablar de la innovación social y del emprendedor social como figura específica de la subjetividad innovadora, voy a tomar prestadas algunas ideas que pertenecen a otros discursos que no tratan de la innovación social. Propongo un movimiento atrevido de apertura que amplíe el horizonte de la reflexión más allá del horizonte habido y trazado comúnmente cuando de este tema se trata1. En principio, la mía es una apreciación crítica que en la misma operación quiere develar otra manera de ver las cosas. En ese sentido, parto de las siguientes consideraciones que dibujan un modo de abordar el tema: + pienso que la potencia de la innovación social no está en resolver problemas, en buscarle acomodos al mundo; creo que debemos mirar la innovación social como un movimiento en el que des-hacemos y re-hacemos el mundo y a nosotros mismos desde la pasión del querer vivir; + pienso que en la innovación social sobredimensionamos la “idea” innovadora; creo que la innovación social más que una idea, o antes que una idea, es una visión colectiva en la que el destino se somete a la potencia, con lo que ello implica de revelación y de pasión; + pienso que los innovadores o emprendedores sociales estamos sobrevaluados: mitad creadores, mitad gestores, terminamos administrando lo real como la única realidad posible, porque nos encerramos en la resolución de problemas y porque dejamos de producirnos como parte de esa visión colectiva que des-hace y re-hace de otro modo el mundo de la vida. Desde aquí, porque ya está dibujada en lo que he dicho, quiero proponer una idea de la innovación de otro modo. Creo que la innovación social puede ser nombrada de la siguiente forma como posibilidad de un modo potente para hacer las cosas de otro modo: LA INNOVACIÓN SOCIAL CONSISTE EN LA PRODUCCION DE UNA NUEVA VISIÓN COLECTIVA EN LA CUAL EL DESTINO ESTÁ SOMETIDO A LA POTENCIA, CON LO QUE ELLO TIENE DE REVELACIÓN. LA INNOVACIÓN SOCIAL ES RENOVACIÓN DE LA PASIÓN POR LA VIDA, ES PUESTA AL DÍA DE UN QUERER VIVIR QUE DES-HACE Y RE-HACE EL MUNDO Y QUE HOY EMERGE COMO EXIGENCIA, COMO PROTESTA CONTRA LO QUE ESTÁ, CONTRA LO QUE PASA, COMO DESAFÍO DEL PODER POR TANTO. En este marco, voy a desarrollar cuatro ideas acerca de la innovación social que creo pueden ser útiles para que ustedes generen resonancias con su propio modo de abordar En este abordaje de la innovación social tomo ideas fuerza de tres autores que aunque no tratan este tema -quizá nada más lejos de sus preocupación intelectual- sus ideas tienen, además del valor explicativo y demostrativo en el marco del sistema de pensamiento que elaboran, un valor “mostrativo”, en el sentido de que la fuerza de esas ideas puede mostrar (nos) de manera novedosa, inédita, la realidad, la vida, de una manera que conviene para intentar hablar de otro modo de la innovación social, del emprendedor social. Son ideas de Antonio Negri, en una pequeña obra inspiradora “Job: la fuerza del esclavo”; de Santiago López Petit, en tres textos densos y profundos: “Breve tratado para atacar la realidad”, “Amar y pensar, el odio de querer vivir” “Entre el ser y el poder, una apuesta por el querer vivir” y Marina Garcés, en dos textos necesarios: “En las prisiones de lo posible” y Un mundo común”. De Negri retomo las ideas de “visión colectiva” y de “destino sometido a la potencia” (él las usa para definir la verdad: la verdad como una nueva visión colectiva en la que el destino está sometido a la potencia), así como la idea de “pasión por la vida” (que encuentra en Job como figura paradigmática). De López Petit, retomo las ideas de “atacar la realidad” como acción necesaria en este tiempo y, sobre todo, la idea del “querer vivir” desarrollada ampliamente en su pensamiento. De Marina Garcés, me inspiro en su idea de las “prisiones de lo posible”, en la idea de posibilidad desde la potencia, como un des-hacer y re-hacer el mundo y a nosotros mismos, y en la idea de lo común. Hay también un tono claro retomado de H. Arendt al hablar de la acción como novedad, como producción de lo nuevo; además me inspiro en la idea de “revelación” como irrupción en el continum de la historia, que está presente en W. Benjamin y en Franz Rosenzweig. 1 1 el tema, y para que yo elabore también mis propias resonancias en esta conversación. Propongo nada más resonancias, ni siquiera concordancias, nada más reconocimiento de resonancias: 1. la innovación social es renovación de la pasión por la vida, por la vida común 2. la innovación social es un querer vivir que des-hace y re-hace el mundo 3. la innovación social es una nueva visión colectiva (que dice del querer cambiar la vida) 4. en la innovación social el destino está sometido a la potencia UNO. LA INNOVACIÓN SOCIAL ES RENOVACIÓN DE LA PASIÓN POR LA VIDA, LA VIDA COMÚN2. De acuerdo al diccionario innovar es “alterar las cosas introduciendo novedades”; alterar es “perturbar o transformar el estado normal de un cosa”; y, la novedad o lo nuevo es “lo diferente y distinto a lo que existía y se conocía antes” Asumamos que la innovación es lo que altera, lo que perturba, lo no previsible y lo no esperado. De alguna manera es lo que irrumpe en lo que hay, es creación de lo nuevo. La innovación está en su surgimiento más del lado de pasión que de lo que puede ser previsto y regulado por la razón. Es más iluminación que cálculo. En la innovación se manifiesta la pasión por la vida3 que resulta de la composición compleja de la alegría, del querer, del odio, el asombro, el amor, la angustia, la sorpresa. En cuanto a su producción, lo nuevo es apertura no repetición: es re-creación, hechura de vida que re-hace la vida, facturación de la vida desde la novedad. En particular, en la innovación social se manifiesta la pasión por la vida que nos es común, lo que es de todos, lo público. Podemos decir que la innovación social es un querer producir lo común de otro modo. Lo inédito no repite lo que hay, no se coloca en los marcos de lo posible-imposible, es surgimiento de lo que no está pensado. La novedad es irrupción en el orden, es desorden: se construye como otra cosa que lo que hay, ni siquiera desde lo im-posible, porque sería ya querer hacer lo posible. En estos términos, la innovación no es del orden de los recursos de la razón para vencer la contingencia en la producción de la realidad, como lo son las razones de la elección, de la alternativa o de la opción. La innovación irrumpe y se coloca del lado de la i-rrealidad, pero no para verificar la condición de real de la realidad como posibilidad, no para paliar lo irrepetible e imprevisible de la acción humana (que para eso están el perdón y la promesa, como anota claramente Hannah Arendt), sino para profundizar aún más lo imprevisible, mediante la afirmación entusiasta de lo real como inacabado, provocando con ello la emergencia de lo que aún no ha sido, lo que todavía no está y que no podía Retomo aquí a Marina Garcés en su libro “En las prisiones de lo posible” La idea de “pasión de la vida” en la connotación de fuerza desde adentro de la persona, la tomo de Antonio Negri en su ensayo sobre Job 2 3 2 aparecer sino trastocando el orden de lo establecido, mediante el sueño, las imágenes desiderativas, la revelación. Innovar, es decir, la acción humana de hacer lo nuevo, no sólo está del lado de las razones del corazón, sino que es ya en si misma pasión por la vida, celebración de la vida que no se instala como si fuera la vida misma, como si la vida toda, porque la vida no es sólo apertura, producción infinita de una fuga hacia delante, sino que es reproducción de lo vivido para saberse, para verificarse como vida; la vida es también necesario aseguramiento de lo que hay, es memoria y sedimento. Por ello la innovación tiene la condición de lo repentino, de lo milagroso en un sentido laico del término: es lo que aparece sin que se le espere (aunque no sin esperanza), lo que viene a mostrar que hay más, que siempre hay más; por eso perturba, aunque más perturba porque altera lo existente, lo que se está dando como repetido, lo que hay. Esta es una cuestión clave e importante en la consideración de la innovación porque resulta que tendemos a atrapar la innovación social en la resolución de problemas, queriendo atar lo que altera y perturba porque no es previsible, a un objeto conceptual que es producido de manera racional (el problema) y a la lógica instrumental de medios fines que implica su resolución. La formulación de una situación como problema supone una construcción conceptual que recorta la realidad de una manera determinada. Pensar la innovación desde el problema es producir su encierro en las “prisiones de lo posible” (Marina Gerces), por dos veces. Primero porque el problema es una ratificación de la realidad al colocarse en el marco de lo posible-imposible: el problema se da en el marco de lo que hay y la resolución a la condición de problema, es decir, la manera de superación como problema, es lo posible y lo posible es lo que se puede dar, lo que por ello ya está dado de antemano, es ya lo que hay, no otra cosa, al menos no lo imposible. Luego, el problema es encierro también porque es un recorte de lo real, elaborado de un modo determinado que marca las condiciones para moverse en él (el problema social de la pobreza, por ejemplo, es una construcción social discursiva que determina el marco en el que hay que moverse para resolverlo, y resolverlo es asunto de escudriñar lo posible, lo que se puede dar). Y, más aún, la construcción del problema es siempre un modo interesado de mirar la realidad. Si el problema y la idea de resolución del problema están inscritos en el orden de la realidad, la innovación se coloca en el orden de la apertura, allí donde la realidad es pensada como inacabada. La innovación es lo i-rreal, el despliegue de la potencia que está contenida en el movimiento de la vida misma y, en ese sentido, es renovación de la pasión por la vida (A. Negri): cada acto de novedad reanuda la pasión porque actualiza lo inacabado de la realidad, restaura el querer vivir como un impulso de vida, sacándolo 3 de los sentidos dados y establecidos del querer: produce el querer vivir como un querer vivir desde lo nuevo, desde lo que aparece como lo aun no sido. Podemos decir que en el ámbito social hay buenas ideas que pueden dar lugar a buenas prácticas para resolver problemas sociales, y que son expresión de lo posible; y hay la producción de lo inédito, de lo que no estaba allí y funda de otro modo la vida: lo que se abre más allá de lo que está: lo nuevo, la innovación social. No es que en las buenas ideas no se de, pero es en lo inédito donde se encuentra contenida plenamente la pasión por la vida, el “empeño rabiosamente social” y por tanto ético (diría Savater) de hacer la vida común, porque en la innovación el querer vivir no se contenta con lo que hay, sino que quiere otra cosa. Es la diferencia entre resolver problemas de la realidad y hacer la vida de otro modo. Es la diferencia entre querer la vida que hay y querer la vida más allá de este querer la vida, encontrándole nuevos sentidos al querer. DOS. LA INNOVACIÓN SOCIAL ES UN QUERER VIVIR QUE DES-HACE Y RE-HACE EL MUNDO, LA VIDA.4 Desde esta perspectiva, la innovación social al plantear lo inédito saca el querer vivir de los sentidos que ya están dados: la pasión por la vida se coloca como querer vivir de otro modo: no es un querer vivir lo que hay, sino otra cosa. Porque hoy el querer vivir está sometido a la vida que hay: todos los resquicios de la realidad han sido ocupados en un auténtico dominio por un modo de vida que es el que habitamos (a esto Santiago López Petit, le llama movilización total de la vida por lo obvio). Estamos como si encadenados a la vida que hay, a su reproducción completa en todos los actos y acciones: los íntimos y personales, los de nuestras relaciones intersubjetivas (en el yo-tu del amor, de la amistad, del encuentro con el otro), los de nuestra relación con la naturaleza, los de nuestras relaciones que hacen comunidad y los sociales generales (económicos, políticos, culturales….). Por ello la vida he devenido campo de batalla: se presenta como multiplicación de resistencias, de fugas y de éxodos: batalla por otros modos de querer vivir. La pregunta que se plantea entonces es ¿cómo el querer vivir quiere otra vida? López Petit dice que solo el odio lo puede hacer: odiar la vida que el querer vivir quiere. Se trata, plantea, de un odio liberador que produce la exacerbación de la vida y el desafío. De la primera, la exacerbación, nacen el amar y el pensar; del segundo, el desafío, nace la lucha. Amar, pensar y luchar aparecen como los tres gestos para enfrentar la realidad. En la argumentación sobre el “querer vivir” retomo libremenete a Santiago Lopez Petit en “Amar y pensar, El odio de querer vivir”. La formulación del querer vivir contra el querer vivir que tomo aquí varias veces es, por supuesto, de López Petit. 4 4 Se trata aquí de una movilización contra la obvio: de des-hacer y re-hacer cada vez el mundo en un mismo movimiento, considerando la realidad como inacabada5. La creación de lo inédito, de lo nuevo, surge des-haciendo lo que hay en el mismo movimiento que se hace lo nuevo. Des-hacer lo que hay, atacar la realidad, odiar la vida que el querer vivir quiere, son condiciones de la innovación, de lo inédito social. Esto nos coloca en el registro de la memoria y en la tesitura del reconocimiento del dolor como generadores de conocimiento de lo nuevo, de lo que no está. Ambos, memoria y dolor, son ignorados en lo que aparece hoy como innovación social: un acto de gracia concedido, una iluminación depositada en un iluminado (el innovador tal y como se le reconoce ) que casi no se pregunta de dónde viene el malestar de lo que hay, que casi no indaga el por qué del apuro por hacer otra cosa, por “resolver un problema”: simplemente el innovador aparece como el que se elabora a si mismo como generador de una idea genial que cambia el mundo porque resuelve problemas sociales, y pareciera solo mirar para adelante imbuido de un especie de fe misionera que quiere contagiar. Frente a ello está otro modo: el modo de des-hacer y re-hacer el mundo: hacer memoria y ex-poner el dolor habido, pero más allá de ello, protestar, rebelarse contra lo que hay, cuestionar el poder de lo real, considerando la realidad como inacabada para introducir la fuerza del querer vivir otra cosa, re-haciendo el mundo, la vida propia, la común compartida. Así por ejemplo, cuando los zapatistas en Chiapas crean su sistema educativo o su sistema de gobierno, los caracoles y las juntas de buen gobierno, no están resolviendo un problema, están haciendo lo nuevo, lo inédito: reivindican en su hacer otro modo de hacer educación y de hacer lo común, des-haciendo lo que hay desde el ejercicio de la memoria, desde la exposición del dolor y desde el atacar lo real para hacer de otro modo la vida. En Tlamanca Zautla, en la Sierra Norte de Puebla, encuentro hoy otro ejemplo de surgimiento de lo inédito social, de la innovación, que muestra lo que está sucediendo en muchos lados. Es un ejemplo que puede ser también iluminador si se mira en el contexto del trabajo de un organización de la sociedad civil, la organización de la que formo parte, que se puede nombrar como una organización que “hace innovación social” (no recuerdo, pero supongo que ya hemos recibido algún premio de innovación social, además de mi reconocimiento como becario emprendedor social con una idea innvadora, hace más de veinte años en la Fundación Ashoka). Durante años hemos trabajado junto con las personas y los colectivos de la región en la “resolución de problemas sociales” (la falta de agua, el deterioro de la naturaleza, el Esta es la idea la tomo de Marina Garces en su libro “ En las prisiones de lo posible”: des-hacer y re-hacer el mundo desde su consideración como realidad inacabada, abierta 5 5 hambre, la desnutrición, las relaciones desventajosas en los mercados, las relaciones de género, el no cumplimiento del derecho a la educación, la formación de recursos humanos técnicos y profesionales locales etc.) produciendo ideas, buenas ideas que han dado lugar a buenas prácticas (y a malas) Y eso, sin duda, está bien. Pero de pronto, ante la realidad percibida como lo que amenaza la memoria de vida colectiva, y ante el dolor producido por los atropellos en las personas y las comunidades, por una fuerza que quiere despojarlos de lo propio vivido en la forma de una minera que pretende instalarse en la comunidad, pareciera producirse a nivel local y de hecho se produce, al margen de nuestros planes como organización que “trabaja con ellos”, una revelación que no nos pertenece, que es de ellos y a la que nos hemos sumado de manera decidida no sólo por ellos sino por nosotros mismos, y que es condensación de algo nuevo, algo inédito que se da desde el rechazo a lo que pasa: a nivel municipal, y regional porque encuentra eco en otras comunidades a las que amenaza el mismo despojo, se da una movilización que rompe al menos por un momento el destino mediante la aparición de lo nuevo, lo inédito: un proceso que revitaliza de otro modo lo común en la lucha contra la minera y que está generando una visión colectiva acerca de la vida que se quiere vivir, que se va compartiendo de una manera notoria y novedosa. Nuestro afán innovador como organización que busca “mejorar las condiciones de vida”, palidece ante la fuerza novedosa de la acción colectiva, ante el empuje de vida que hay en una nueva visión compartida que no resuelve problemas, ni siquiera éste planteado como problema, sino que es posibilidad abierta, nada más posibilidad lo que ya es mucho, de re-creación de la vida común. TRES. LA INNOVACIÓN SOCIAL ES UNA VISIÓN COLECTIVA (QUE DICE DEL QUERER CAMBIAR EL MUNDO, LA VIDA) En principio la innovación, como inédito que altera lo que hay, no se da en la solución de un problema y cuando se da es porque ya se está más allá, pero más allá, de la solución del problema. La solución de un problema es una elección racional de lo posible en el marco de lo que ya está dado. Lo inédito, para serlo, es primero una visión, es decir, la condensación de una manera de ver las cosas y de interpretarlas en una idea que es imagen(es), más contorno que composición detallada, imagen que anuncia; pero al mismo tiempo, la visión es condensación de esa manera de ver las cosas, en impulsos, desplazamientos, movimientos del cuerpo, de las ganas, del deseo que irrumpe y trastoca el orden existente; y, además, es condensación de una manera de ver las cosas en un haz de sentimientos que galvanizan la voluntad y ponen en marcha a la persona. 6 Imágenes, decisiones, sentimientos, conforman la visión en la que surge lo inédito, lo que no está, lo que no tiene “una existencia verdadera” porque aun no es, aunque ya es como prefiguración. La innovación social tiene que ver entonces con la capacidad colectiva para condensar una manera de ver las cosas y de interpretarlas en imágenes de lo que no está, de lo que en un sentido no tiene “existencia verdadera” (aunque la tenga, en tanto deviene “promesa” de lo que quiere ser), pero también de condensar lo nuevo en impulsos y desplazamientos que irrumpen en lo existente, y de provocar la condensación de lo inédito en sentimientos compartidos que galvanizan voluntades (esa sensación, por ejemplo, de estar ante algo nuevo, “algo que no nos había pasado hace mucho tiempo”). Y aún si la innovación surge de una idea individual, de una visión individual, solo es innovación social y no profecía, augurio, imaginación fértil, desvarío, cuando deviene en visión colectiva, es decir en capacidad de producción compartida de imágenes, deseos, creaciones de lo que no está. Porque la innovación social tiene esa condición para serlo: es visión colectiva. Y en ese sentido surge como “revelación”: es lo que irrumpe en lo que hay, para mostrar lo que no está, lo inacabado de lo real como potencia de otra cosa, como lo que se abre a otra cosa y genera desplazamientos, modos de tocarse-sentirseconmoverse-presentarse. La innovación social “tuerce” la repetición de lo que hay, el destino que aparece como asignado al colectivo, porque da lugar a la posibilidad de pensar lo otro, lo que no está, al mismo tiempo que se hace, que acontece ya como otra cosa.6 En el ejemplo de la comunidad de Tlamanca se muestra cómo lo inédito irrumpe en el reconocimiento del dolor provocado y en la protesta colectiva por el intento de expolio de lo propio y se torna promesa, un atacar la realidad para defenderse trayendo al ahora y lanzando al futuro, en el mismo movimiento, una memoria histórica de vida que se actualiza porque se considera buena, y que se opone como nueva visión colectiva al despojo y al destino previsto por el progreso, por la modernización o por el necesario acomodo en el desarrollo. La innovación social como proceso puede derivarse de una idea, la idea de alguien, sin duda alguna y hay muchos ejemplos de ello, aunque a final de cuentas resultan siempre pocos si los comparamos con la creatividad social que se despliega cotidianamente a nivel colectivo, pero que no trasciende más allá de ciertos límites. Hay buenas ideas que fundan buenas prácticas que resuelven problemas y eso cuenta; sin embargo, para que una idea innovadora elaborada a nivel individual resulte un proceso de innovación social, requiere primero que la idea sea inédita en el sentido que trasciende lo que hay, la 6 Estoy retomando aquí de manera libre la idea de “revelación” que desarrolla F. Rosenzweig 7 realidad, para proponer lo que no está, lo nuevo y, luego, requiere que encarne como idea que se autoproduce y alimenta en una nueva visión colectiva. Me gusta la formulación que propone C. Castoriadis del “inmenso magma de creatividad social”, para describir la novedad que surge en los momentos de auto institución de lo social. Algo así parece estar aconteciendo: un inmenso magma de creatividad social que genera la novedad, lo inédito social y que toma la forma de luchas, resistencias, fugas, éxodos, frente a una realidad que se presenta como la única realidad posible, se está dando en todos los ámbitos de la vida humana (personal, intersubjetiva, social) y en todos los espacios de habitación que construimos. La innovación como producción social aparece continuamente y surge de manera privilegiada allí donde emerge la memoria y la conciencia del dolor ante lo que (nos) está pasando: emerge cuando la pasión por la vida, se presenta como un querer vivir que se despliega contra el querer vivir, que quiere vivir en los márgenes que han sido dados, que han sido destinados. La innovación se elabora entonces como rechazo de la realidad en la exposición del dolor y en la recuperación de la memoria de lo que (nos) ha pasado (movimiento de des-hacer el mundo develando la falsedad de su inevitabilidad), al mismo tiempo que se elabora como pre-figuración de lo inédito, innovación que es, ante todo, elaboración de imágenes compartidas, desplazamiento, movilización y producción colectiva de a-sentimientos que galvanizan la voluntad (momento de re-hacer el mundo como despliegue de la pasión de un querer vivir) CUATRO. EN LA INNOVACIÓN SOCIAL EL DESTINO ESTÁ SOMETIDO A LA POTENCIA.7 En la innovación social el destino aparece sometido a la potencia al menos tres veces: en la visión de otra cosa frente a lo que hay que se presenta como imagen, como desplazamiento y como sentir; en la formulación de la promesa que se da con el despliegue de lo nuevo, de lo inédito, y que se actualiza cada vez que la promesa se actualiza; y, en el ponerse en marcha, todas las veces del ponerse en marcha. La visión que apertura la innovación social, es una visión que no es iluminación gratuita, ejercicio de fantasía, fuego fatuo, sino que es formulación de lo nuevo frente a lo que hay, porque se propone como por-venir, es decir, como aspiración colectiva de torcer lo inevitable, lo que aparece como lo único viable, como lo posible que certifica lo que ya hay. En la visión, el destino asignado resulta interrumpido por la potencia, por la He tomado la idea de A. Negri en “Job: la fuerza del esclavo”. Negri dice que la verdad solo puede ser una nueva visión colectiva en donde el destino está sometido a la potencia. Yo propongo aquí que lo inédito, para hablar de la innovación social es una visión colectiva en donde el destino aparece sometido a la potencia (que tiene que ver con la pasión por la vida, con la fuerza del querer vivir) 7 8 posibilidad de otro modo que lo posible: lo inédito. Es una ruptura del tiempo lineal, el tiempo que ya se sabe a dónde va, el tiempo que aparece como marcha inevitable del destino, el destino asignado: es la condensación de una manera de mirar las cosas en la que el destino, lo que siempre ha aparecido como inevitable, se tuerce por la fuerza del deseo de lo por-venir elaborado. Para ello la innovación social se sostiene en la promesa8. Para darse, lo nuevo como nuevo se presenta como promesa, como lo que se ha decidido hacer: aun sin pronunciarse, es de suyo promesa, encontrar motivos, asumir razones de lucha y dibujar lo que se quiere, suponen en como construcción colectiva un “lo he de hacer”, la promesa de un actuar de quienes participan. En el colectivo la presencia es ya una manera de prometer: decir “estoy aquí” es un com-prometerse. Y así, cada vez que la promesa se actualiza, cada vez que se elabora en el colectivo la promesa de lo que ha de hacerse, la potencia somete al destino en tanto deviene compromiso que sostiene lo que ya está viniendo como un dándose en la determinación colectiva (imagen-movimiento-ponerse en marcha). La potencia desplegada como inédito viable, somete al destino. Cuando los habitantes de Tlamanca y de las comunidades vecinas se reúnen para manifestar su rechazo al proyecto social que se les propone como única realidad posible (la inevitabilidad del progreso), se renueva la promesa y en ese momento, al menos por ese momento, el destino se somete a la potencia. Y el ponerse en marcha 9 es siempre una ruptura con lo que aparece como dado e inevitable: la vuelta al mismo pozo, siempre lo mismo; frente a ello, realizar el querer vivir como desafío, como lucha contra lo que hay, es romper con el destino para intentar otra cosa. CINCO. LA SUBJETIVIDAD INNOVADORA: LA IMPORTANCIA DE ENCONTRAR EL SENTIDO DE PROPORCIÓN EN EL EMPRENDEDOR SOCIAL En la figura del emprendedor o innovador social se recoge la configuración de la subjetividad innovadora. Considero que hay un sobredimensionamiento del innovador y de su “idea genial” y por ello creo que debemos cuestionar esta configuración para encontrar el sentido de proporción en su presentación y para abonar en la modestia necesaria como emprendedor. Lo que sostengo es que si la innovación social es un proceso colectivo, el innovador no puede sino querer “perder su genialidad” en lo La idea de la promesa que uso aquí, la he tomado de H. Arendt La idea de “ponerse en marcha” como cualidad de lo humano la retomo de Maria Zambrano. Quiero significar la condición de ruptura con lo dado, con lo mismo, que hay en la capacidad humana de ponerse en marcha, de ir más allá 8 9 9 colectivo, asumiendo intencionada y conscientemente la dimensión social de lo que hace, dice, cuenta, imagina, como modo del despliegue de lo nuevo. En ese sentido, tenemos que tomar la inquietud y la fuerza de vida o de deseo del que busca otra cosa y que intenta dar forma a lo nuevo, más como manera posible de la existencia que irrumpe en la vida humana concreta que como representación de una personalidad que es así: el innovador. La inquietud, la fuerza del deseo, la insensatez, la capacidad visionaria, son modos de nuestra estancia en el mundo, condiciones que nos hacen forjar la realidad. El problema es que en la figura del innovador socialmente establecida, la capacidad humana de forjar la realidad deviene en la personificación de un ser especial, mitad iluminado, mitad gerente de su propia idea. Cuántas veces ha sido cierto que quienes hemos sido nombrados innovadores sociales nos investimos de esa valía asignada, de la rareza de la superioridad del ver más allá, “porque no cualquiera” sino solo los seres especiales, y hacemos de ese valor de vida lo que aparece como un desinteresado “dar a los demás” (la vida, el tiempo, la ocupación) que en realidad está cargado de tanta biografía que el dar deviene en intercambio interesado. Es necesario transitar del afán social de personificar la figura del innovador en alguien y de insistir en su condición de ejemplo a nivel público, para hacer otra cosa: promover intencionadamente el testimonio, un reconocimiento de momentos y de modos en los que tú, yo, nosotros, personas comunes y normales, “cualquiera”, “la cualquieridad”10, somos por un instante, siempre y cada vez que lo hacemos, capaces de forjar la nuevo desde la renovación de la pasión y desde la fuerza del querer vivir. Es decir, más que buscar “innovadores sociales”, que muchas veces terminan siendo personas con buenas ideas que intentan buenas prácticas, que resultan buenas o malas, o, más bien, que siempre son ambiguas en su resultado como lo humano mismo, debemos buscar y hacer testimonios que nos muestren la fuerza de la pasión y los modos humanos del querer vivir que quiere vivir contra el querer vivir lo dado. Y es que al insistir en la figura del innovador social hacemos una doble operación que la contamina. Por un lado, queremos personificarla, encarnarla en alguien y nos dedicamos a buscar al innovador, a reconocerlo y distinguirlo entre la medianía de los demás (el que inventó el método para darle agua a todos, el banquero que llevó el crédito a los pobres, el que resolvió con su idea tal o cual necesidad…) para premiarlo y auspiciarlo. Y, por otro lado, nos convencemos que la figura no es figura sino existencia real, que la figura es una representación de la realidad, o que en la realidad se puede dar. Hay que cambiar esto. La figura del innovador no es representación de la realidad, de lo que tiene Es una expresión que tomo de Carlos Skliar para decir de nosotros, cualquiera, “cualquieridad”. La escuchamos en su presentación en un seminario en la Maestría en Pedagogía del Sujeto y Práctica Educativa de la UCI-RED al que lo invitamos 10 10 existencia como tal, no es arquetipo de carácter prescriptivo que funcione como modelo de lo que ha de ser la realidad; tampoco es una utopía para llegar a ella, ni mucho menos un estado de la conciencia al que se piensa que otros, otras, acceden. Tenemos que transitar de la idea figurativa del innovador a la de siendo sujeto que (se) da cuenta de lo que está pasando. No la ejemplaridad imitable sino la fuerza del testimonio. Si hay figura que importe lo que muestra la figura y no su condición de modelo, de ejemplo a replicar. Lo que debemos buscar no son personas ejemplares sino testimonios y testigos. El testigo muestra sin definir, sin categorizar, sin “modelizar” la fuerza de la pasión y del querer vivir para proponerla como imitable; muestra, nada más, la potencia de lo humano contenida en el impulso profundo del querer vivir. Al contrario, el ejemplo se presenta como modelo, como lo imitable (o en su caso lo eludible). Necesitamos la fuerza del testimonio no el deslumbramiento del ejemplo para pensar la innovación social como posibilidad: la afirmación, una prueba de la certeza delo que ha ocurrido. Un testimonio no propone imitación, simplemente se da y al darse afirma la certeza de algo: cualquier testimonio de innovación social, por más efímero y momentánea que sea la experiencia que narra, nos muestra siempre cómo la fuerza de la pasión da lugar a un querer vivir que quiere vivir contra el querer vivir lo dado. De un testimonio no se espera invitación, ni imitación. ¿Se quiere animar y alentar la innovación social? Hay que buscar testimonios y hay que dar(se) (a) la escucha. Porque tal y como se ha elaborado la figura del innovador social, lo que se presenta es la ejemplaridad imitable: personas construidas como personajes, con una narrativa elaborada sobre su propia historia y, ante todo, sobre el momento en el que nace la idea “innovadora” que cambió su vida y la de los demás. Nada más seductor que ello: todo pareciera decir que para “resolver el mundo” necesitamos innovadores, porque el mundo lo cambian ellos y ellas. Sin embargo, ya no nos sirven los cuentos que cuentan “cómo lo hice yo y por qué lo hice”, cuentos para desplegar la investidura del innovador, emprendedor, que así lo cuenta (todos esos relatos en el periódico, los programas en la televisión, los artículos en las revistas, las conferencias para “aprender a dar-se a los demás y ser feliz” en donde el innovador se presenta a si mismo como el ejemplo a seguir). Necesitamos otra cosa: historias recogidas y contadas entre todos y todas que muestren la irrupción de la conciencia del dolor y la indignación, la revelación y las imágenes de otra cosa, la conformación del querer como desafío en acciones y proyectos que trastocan lo que hay. Narrativas que den testimonio, testigos que las narren. 11 SEIS. LA POSIBILIDAD DE ALENTAR LA INNOVACIÓN SOCIAL COMO TAREA PEDAGÓGICA. ¿Es posible alentar la innovación social y el fortalecimiento de capacidades emprendedoras? Yo creo que si, y esta tarea es antes que otra cosa una tarea pedagógica, pero no en el sentido de “te voy a formar”, “te voy a enseñar” sino en el sentido de transmitir, heredar, dar, contagiar, aprender a producir la pasión por la vida y el querer vivir, y aprender a esperar con una espera activa la revelación, la irrupción de lo nuevo. Así, desde esta perspectiva lo educativo no consiste en formar, ¡como si se pudiera! al innovador social. No hay la posibilidad de un acceso al sujeto “innovador” como si se tratara del modo de acceso a una determinada conciencia, una conciencia que se pudiera programar como asunto de acumular conocimiento e información de la realidad o de realizar ejercicios para acceder a ella. Lo que hay es esto que somos: nosotros y nosotras, personas comunes y normales y por lo tanto rebeldes11, subjetividades que se ponen a sí mismas como sujetos desde el dar (se) cuenta de lo que está pasando y desde el decidir hacer cosas juntos. Lo que hay es la emergencia de la pasión, la posibilidad permanente de la renovación de la pasión por la vida. Lo que queremos, lo que buscamos, es un ethos, una idea que sea principio ordenador de sentido del acto educativo y que sea animación de la pasión por la vida, del re-nacer permanente del querer vivir. Y proponemos la idea de intentar la educación como posibilidad de florecimiento del sujeto desde una subjetividad que se pone a sí misma en el dar cuenta de lo que está pasando, de donde pueden surgir los actos creadores de otra cosa que no lo que hay. BIBLIOGRAFÍA + Marina Garcés, Un mundo común, Edicions Bellaterra, 2013 Barcelona + Marina Garcés, En las prisiones de lo posible Edicions Bellaterra, 2002, Barcelona + Santiago López Petit, Amar y pensar. El odio de querer vivir, Edicions Bellaterra, 2005, Barcelona + Santiago López Petit, El infinito y la nada. El querer vivir como desafío Edicions Bellaterra, 2003 Barcelona + Antonio Negri, Job: la fuerza del esclavo, Paidos Iberica 2004 “Nosotros, personas comunes y normales, y por lo tanto rebeldes” es una formulación que tomamos de J Holloway. Con ella expresa John la capacidad que está en nosotros, capacidad humana para rebelarnos. Tiene que ver sin duda con la idea de Camus del hombre rebelde, aunque aquí el énfasis está en la idea de “cualquieridad”: cualquiera, nosotros, comunes y normales, por tanto, rebeldes. 11 12