Cookies La isla de los aromas

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Cookies
La isla de los aromas
l uso masivo de las tecnologías de la comunicación ha propiciado la aparición
de nuevas formas de cometer abusos y
fraudes, y como la ley siempre suele ir
por detrás, van surgiendo nuevas figuras delictivas. Es el caso del “tocomocho” de las denominadas cookies. Si nos ajustamos a la definición
que se ofrece de esta palabra en Wikipedia, la intencionalidad de su uso nos queda clara como
el agua: «Cookie (o galleta informática) es una
información enviada por un sitio web y almacenada en el navegador del usuario, de manera que
el sitio web puede consultar la actividad previa
del mismo».
Desde el punto de vista legal (Ley 34/2002), a
pesar de contar el usuario con un basamento tutelar de su derecho a la privacidad, ocurre lo de
«hecha la ley, hecha la trampa» y al más mínimo
resquicio, se crea el coladero. Esto sucede a causa
del llamado consentimiento tácito, algo que sucede en la mayoría de casos y que se infiere
cuando el usuario sigue navegando por esa página web ante el aviso de que «se entiende que
acepta el uso de cookies».
Aunque no es lo mismo que ni tan siquiera
aparezca el citado aviso, como viene sucediendo
cada vez con mayor frecuencia. Esto es al menos
lo que se extrae del reciente estudio llevado a
cabo por la UE y en el que ha colaborado la Agencia de Protección de Datos estatal. El incumplimiento observado en el uso de cookies roza lo
alarmante, ya que una vez analizadas sobre todo
las paginas web más populares, solo el 16% no
está bajo sospecha de mal uso o abuso en esta
práctica.
Al parecer, quien se lleva la palma de incumplimientos es Google, ya bajo sospecha en la UE
desde hace cinco años. Este buscador, líder mundial, se lo guisa y se lo come solito, ya que le
sobra la competencia. No le bastaba con derivar
cualquier tipo de búsquedas al «modelo de información pagado», sino que intenta ostentar el
monopolio de las compras online, distorsionando las búsquedas hacia su propio portal de
comercio. ¿Quién vigila al vigilante? Parlamentarios europeos, cinco años de incumplimiento
descarado ya es mucho margen, ¿no creen?
os medios, que nos
traen noticias terribles
de guerras y revueltas
en Somalia y Yemen me
hacen recordar la pequeña isla
de Socotora, perteneciente a
este último país y situada a la
entrada del golfo de Adén. Su
difícil acceso y clima la han protegido de invasiones y conquistas hasta llegar a ser refugio de
una flora excepcional. Cuenta
con más de 850 especies censadas, de las que un tercio son endémicas, es decir, específicas de
esta isla de 50.000 habitantes.
En 2008, fue nombrada Patrimonio Mundial Natural.
El árbol “Sangre de dragón”,
Draceana cinnabari, o drago
con forma de sombrilla, es el
emblema de la isla. Según los
griegos, en este lugar los dragones luchaban y eran vencidos
por elefantes. Su savia, que al
contacto con el aire enrojece
hasta parecer sangre, ha creado
el mito. Además, es un potente
cicatrizante y antihemorrágico,
lo que llevó a Alejandro Magno
a invadir la isla para conseguir este remedio para sus soldados heridos. Esta
savia la utilizaban los lutieres de Cremona para dar pinceladas rojizas a sus
stradivarius.
Socotora cuenta con otros árboles asombrosos, como el Dendrosicyos, un
pepino gigante con forma de botella, y Dorstenía, suculenta de la familia de
los baobabs africanos que acumula en su tronco cientos de litros de agua. Sin
olvidar la preciosa rosa del desierto Adenium obesum, con el pie hinchado
como reservorio de agua. También euforbias, aloes y crotones, de las que
huyen las cabras por su toxicidad. Otras como Euryops de margaritas amarillas,
kalanchoes y la violeta de Socotora, Exacum coerulea, ya han llegado a nuestros
viveros. Sin olvidar el árbol del que se extrae el incienso Boswellia, utilizado
en los rituales paganos y en la liturgia católica.
El nuevo aeropuerto ha hecho que el turismo haya llegado, cambiando
los tradicionales trabajos de ganadería y pesca. Se intenta que el turismo
sea ecológico durante los tres o cuatro meses que la isla es visitable, ya que
el resto del año está azotada y barrida por los vientos del monzón. Sin embargo, existe otro peligro. Las ramas altas de los árboles se encargan de
captar y almacenar la humedad de las nubes bajas que se acumulan en la
isla, pero esta nubosidad está desapareciendo a causa del cambio climático,
con el consiguiente peligro de desaparición o empobrecimiento de la flora.
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