Apartado de la "Revista Universitaria", (Universidad Católica de Chile) Año XLVIII, 1963 EL P E Q U E N Y LA LECHUZA * por RAFAEL BARROS VALENZUELA, Ing. Agr. U. C. EL PEQUEN, Speotyto cunicularia cunicularia (Molina). Esta rapaz, tan curiosa e interesante, muy popular en nuestros campos, que pertenece a la familia de las estrígidas (Strigidae), la cual encierra la mayoría de las especies de rapaces nocturnas del mundo, fue descrita por nuestro ilustre compatriota, el abate don Juan Ignacio Molina, a quien tanto deben las Ciencias Naturales, en 1782, en su famosa obra. La colocó en el género Strix, y para designarla creó la especie cunicularia, aludiendo con esta denominación al conejo (Cuniculus), a causa de que esta ave usa como vivienda una galería excavada por ella, en algo semejante a la habitación del roedor nombrado. El pequen, ampliamente distribuido en gran parte de las tres Américas, presenta algunas variedades de color y tamaño, en su gran área geográfica, las cuales constituyen subespecies, con residencias no bien delimitadas todavía; pero la de Chile es la forma típica, y conserva el nombre específico dado por el naturalista citado; esta forma también habita casi toda la Argentina (exceptuando el Noroeste), igualmente el Uruguay y alguna extensión del Sudeste del Brasil (1), y probablemente vive en parte reducida del Paraguay. Las actuales subespecies fueron descritas originalmente como otras tantas especies distintas, por diversos ornitólogos, y mantenidas como tales durante muchas decenas de años, hasta que, mediante cuidadosas investigaciones y comparaciones, se llegó a la conclusión de que todas eran variedades de una misma especie, y, en consecuencia, se las rebajó a la categoría de subespecies. En estos ligeros apuntes me referiré, como es natural, al ave dada a conocer por Molina, que es la que se halla en Chile y en los otros países nombrados. En el nuestro habita el pequén desde el extremo Norte hasta la provincia de Valdivia, en forma ininterrumpida, y en la de Magallanes (Tierra del Fuego). En la parte central se le encuentra desde la orilla del mar (Llico de Curicó), hasta a una altura de poco más de 1.500 metros, en la cordillera de los Andes (Río Blanco de Aconcagua). El punto más alto donde lo encontré allá, en el Cajón del río Blanco, fue en el sitio llamado Piedra de las Vizca• Leído en la sesión del 28 de abril de 1963, de la Academia Chilena de Ciencias Naturales. ( 1 ) Alfredo B. Steullet y Enrique A. Deautier. "Catálogo Sistemático de las Aves de la República Argentina", en "Obra del Cincuentenario del Museo de La Plata". Tomo I, pp. 8 2 4 - 8 3 0 . Buenos Aires, 1945. - 88 chas, más o menos a 1.750 m sobre el mar. (Rafael Barros V. "Nuevas Observaciones sobre Aves de la Cordillera de Aconcagua", en "Revista Chilena de Historia Natural". Año 33 (1929), pp. 355 - 364). Es más abundante en la zona de rulo de la costa; pero de seguro, antes de que el Valle Central y los valles transversales fuesen regados, abundaría tanto en ellos como actualmente en la zona costera. Se le encuentra en los llanos de Batuco (Santiago). En el valle del Mataquito se llamaba Pequén, la actual Villa Prat. Los argentinos denominan vulgarmente a esta ave con los nombres de lechucita y lechuza de las vizcacheras, por su costumbre de ocupar con frecuencia como habitación, las galerías que la vizcacha de allá construye para su guarida, en las pampas. El color del pequén es apagado, obscuro por encima, muy poco resaltante; podría decirse que es mimético, sobre todo si se considera su ambiente en los campos de rulo. Es pardusco en su parte superior; alas café claro con pintas blanquecinas; en la parte inferior es blanquecino amarillento; las piernas tienen algunas pintas más obscuras; en la garganta muestra listas o barras de café claro; el pico es verdoso córneo; el iris, amarillo. Su cuerpo, relativamente delgado, se ve derecho, sobre patas altas, formas extrañas en una rapaz nocturna; pero que se justifican por su hábito de excavar cuevas para vivir en ellas. El pequén es exclusivamente terrícola; habita en cómodas cuevas que perfora en el suelo, a veces en terrenos en pendiente; pero muy a menudo en partes planas, en puntos bien despejados; esos sitios suelen estar protegidos, pero no en forma inmediata, por arbustos propios de terrenos secos, tales como el michay, el huañil (Proustia pungens) o el romero, o por árboles bajos que proyecten poca sombra, a cuyo pie, a veces, se abriga la guarida, aunque con más frecuencia se halla a corta distancia de esas plantas; es preferido el espino (Acacia cavenia), si no es corpulento. De ordinario se encuentra al ave posada en el suelo, cerca de la entrada de su cueva, o bajo las plantas indicadas. Particularmente después de la puesta de sol o durante la noche, se posa en postes de los cierros, en algún quisco o en la copa de algún espino bajo o arbusto, cercano a la galería. La habitación de esta ave es fija; la construye en los terrenos enjutos o secos, descubiertos, de los llanos y partes bajas de las faldas suaves, y hasta en sitios arenosos, cuando vive cerca de las lagunas del litoral, o en dunas que no sean de arenas sueltas (Pilihua y otras partes, en Llico), donde sus cuevas encuéntranse en la extensión arenosa del plan. Contrariamente a lo que otros han expresado, puedo asegurar que el pequén de Chile, si bien es verdad que en raras ocasiones puede ocupar galerías de roedores, que él adapta a su uso, en la gran mayoría de los casos él mismo excava sus cuevas, lo que se puede comprobar porque todas presentan forma análoga, el material extraído se encuentra colocado en igual forma, y las cuevas empezadas conservan su semejanza con aquéllas que están terminadas. Consisten estas habitaciones en una galería única, sin ramificaciones, de cuatro a cinco o más metros de largo, que corre a cincuenta centímetros o poco más de - S9 profundidad; en su extremo, ensanchado un poco, se halla el nido, compuesto de pasto corto, de trozos de bosta de animales y pocas plumas. Al frente de la entrada, formando una especie de rampa, se presenta una eminencia constituida por los materiales extraídos de la excavación, acumulados ahí; siempre están tapizados de excrementos del ave y de restos diseminados de sus festines nocturnos. La actividad del pequén comienza en el crepúsculo; durante el día, aunque no le molesta la luz del sol, se mantiene inactivo cerca de su guarida, limitándose a permanecer dormitando, acurrucado indolentemente en la proximidad de la cueva, o de pie, alzado en sus largas patas, junto a ella. Sus gritos penetrantes, tan diferentes a los de las otras rapaces nocturnas, anuncian el principio de la labor cotidiana. Cuando ya la hora es conveniente, aléjase del sitio de su residencia, y se traslada a los terrenos húmedos o frescos, o bien al borde de las lagunas para ubicarse en los sitios que le ofrezcan más posibilidades de conseguir su alimento; allá, o a la orilla de los esteros, se pone al acecho. Si divisa algún insecto que vuele cerca de la superficie líquida, con rapidez se lanza sobre él, escuchándose un ligero chasquido en el agua, al chocar en ella; inmediatamente regresa a la orilla con la presa entre las garras, para devorarla ahí mismo. Si la presa que atrapa es grande, la transporta hasta su guarida para despedazarla y comerla allá, o para darle la ración a sus pollos que, muchas veces, esperan a la puerta. La comida de esta rapaz es constituida por animalillos variados que busca por la noche: pequeños roedores y otros mamíferos, sapos, ranas, camarones e insectos diversos. Los restos de sus comidas se ven esparcidos cerca de la entrada de su cueva. Como vuela poco, caza al acecho; en el crepúsculo va a tomar posiciones en sitios estratégicos, ya sea al borde de lagunas que se hallan a no mucha distancia, o de alguna corriente, o, con más frecuencia, en la proximidad de las vegas; también suele ir a posarse en la cima de los quiscos, en los postes de los cierros, sobre las alambradas, o escoge cualquier arbolillo, desde cuya copa aguarda pacientemente la pasada de los insectos nocturnos voladores (pololos y otros). En ocasiones busca los puntos próximos a las guaridas de los roedores pequeños, que viven en colonias, donde el terreno se encuentra minado por sus galerías, suelos en que abunda la plantita liliácea llamada lahui, en la costa de Curicó, de cuyos sabrosos bulbos se alimentan. Este roedor es el cudo o cururo, Spalacopus cyaneus (Molina), que vive desde el mar hasta los vallecitos de los contrafuertes de la cordillera de los Andes, hermoso ratoncito de pelaje negro y cola corta. Atisba desde cerca la salida de los desprevenidos animalitos que, a menudo, asoman apenas la cabeza a la puerta de sus cuevas, y luego se esconden, en las que viven y almacenan sus provisiones para el invierno, y lanzándose sobre ellos, el pequén atrapa su presa con golpe seguro, rápido, fulminante, así como muchas veces lo hace el aguilucho común, Buteo polyosoma polyosoma (Quoy y Gaimard), sobre todo en la precordillera. En las vegas, en los campos húmedos o a la orilla de las corrientes, sorprende los sapos y, en especial, los camarones que salen y se alejan por la noche de sus guaridas, esos curiosos montículos de barro, que cual pequeños - 90 torreones, se alzan numerosos en ciertos campos húmedos, presentando al centro su salida tubular. Los camarones de vega excursionan por la noche alejándose de sus viviendas, protegidos por la obscuridad, para alimentarse de las hierbas y de las plantas cultivadas. Ciertas jaivas que salen a la orilla de las lagunas litorales y albuferas, como la de Llico, por ejemplo, o a las playas del curso inferior de los ríos donde se hacen sentir las mareas, como el Mataquito, el Maule, etc., también caen entre sus garras, según los restos que he hallado. Entre las sobras de los nocturnos banquetes del pequén, esparcidos alrededor de la entrada de su galería, o que decoran su frente, abundan los restos de sus cacerías. Al contrario de lo que sucede en las otras rapaces nocturnas, ésta es sociable; pero comúnmente vive en parejas o constituye reducidas agrupaciones, pequeñas colonias formadas por algunos individuos que se establecen en el mismo punto. Esto es una consecuencia de su hábito de vivir en galerías, que suelen estar vecinas, ocupando cada familia pacíficamente su propio subterráneo. Cuando forman esas reducidas sociedades, las cuevas se hallan a pocos metros unas de otras. Es raro encontrar más de tres galerías en un mismo punto. No obstante, en ciertos parajes apropiados, donde probablemente les es fácil procurarse el alimento, se reúnen muchos pequenes, viéndose el terreno minado por las bocas de sus cuevas; pero lo más común, a lo menos en el centro del país, es que vivan aislados, y no se hallen sino una o dos galerías en cada punto. Esta ave es sedentaria; por largos años habita las mismas cuevas. Cuando las familias han de dividirse porque los individuos se han hecho numerosos, o los hijos, ya crecidos, pueden valerse por sí mismos, se separan de la colonia y van a formar parejas que fundarán sus propias viviendas en otra parte del campo o, alejándose más todavía, se dirigen a otros lugares. En esta forma no experimentan dificultades para procurarse sustento. Rehuye los parajes donde los arbustos, como el romero, que abunda mucho en la costa, y otros, crecen tupidos, o los árboles sean grandes, o formen bosques o grupos. El carácter del pequén es tranquilo; pasa su tiempo indolentemente durante el día; no causa daño a los demás pájaros, pues por excepción caza alguno; pacíficamente disfruta de su residencia, no viéndose tampoco molestado por ellos. Pero, a pesar de su aire perezoso, indolente, es un activo y hábil cazador; es un gran destructor de insectos, que empieza a cazar al obscurecer, atrapando neurópteros, sobre todo libélulas que pasan cerca; más tarde coge mariposas y coleópteros nocturnos voladores, siendo los lamelicornios de distintas especies, a veces tan abundantes, los que atrapa en mayor número; pero sobre el suelo coge también coleópteros que no vuelan, como los tenebriónidos, escarabajos, etc. En los primeros días de agosto he examinado excrementos frescos de esta ave, que consistían en una masa de restos no digeribles de coleópteros (sus partes quitinosas). Con ellos se encontraban algunos granos de arena, prueba de que los bichos habían sido cogidos mientras andaban sobre ella, y pequeños restos vegetales que, sin duda, el ave había engullido juntamente con ellos, en su apresuramiento. Al lado de las cuevas he hallado, - 91 junto a los restos de crustáceos, pelotitas de pelos y huesos de roedores, vomitados en la misma forma como lo hace la lechuza con esas materias no digeribles. En Río Blanco (Aconcagua), un pequén hembra que cacé en el punto llamado Piedra de las Vizcachas, a más o menos 1.750 m sobre el mar, el 8 de abril de 1926, contenía en su estómago, una langosta y un mántido casi enteros, y encerraba también restos de uno o dos coleópteros y trozos de tres alacranes. La reproducción del pequén acontece en primavera. Según observaciones de diversos naturalistas, su postura puede variar desde dos a seis huevos, que son blancos, de forma ovalado-redondeada. El Rvdo. P. Rafael Housse es, tal vez, el investigador que ha explorado el mayor número de nidos de nuestro pequén, y es quien ha encontrado las nidadas mayores; éstas variaban de cuatro a seis huevos. (P. Rafael Housse, "Las Aves de Chile", pp. 277-283, Santiago de Chile, 1945). Los pollos nacen cubiertos de plumón blanco; pero éste cambia pronto de color. Según mi distinguido amigo, el Dr. José A. Pereyra, ornitólogo argentino, excelente observador de las aves de su país, y que ha criado pollos de esta rapaz desde tres días de edad, el plumón blanco de los recién nacidos cambia desde los siete días en gris azulado, para ponerse después castaño crema en todo lo inferior del cuerpo y cabeza. (Dr. José A. Pereyra, "Contribución al estudio y observaciones ornitológicas de la zona norte de la Gobernación de la Pampa", en "Memorias del Jardín Zoológico". Tomo VII, 1936-1937, pp. 199-326. La Plata, 1937). Esta ave, de curioso aspecto, pósase indistintamente sobre el suelo y en los árboles bajos, en los quiscos, en los postes de los cierros, y en los alambrados, como ya hemos manifestado; pero prefiere el suelo para reposar al aire libre, fuera de su obscura galería, y cuando caza a la orilla del agua, y comúnmente lo hace en altura después de haber volado para escapar, o si se pone al acecho con objeto de sorprender y atrapar sus presas durante el crepúsculo y en la noche. Por sus gritos característicos, muy diferentes a los de las demás rapaces nocturnas, puede reconocérsele desde lejos sin dificultad. Mediante sus distintas voces demuestra sus emociones; cambian ellas según que el pájaro sienta temor, ira, impulsos de celo, o tenga un encuentro peligroso sorpresivo, etc. Se le escuchan al anochecer y, sobre todo, en el curso de la noche, anunciándolo a distancia; son bastante penetrantes, agudos, si teme el peligro, cuando se acerca algún enemigo a su guarida, al sitio donde está posado, o bien a donde se encuentra buscando su comida, como ser algún perro y, principalmente, el zorro; entonces lanza sus repetidos gritos de alarma. Si éstos resuenan en la quietud de la noche, sin duda es porque alguna persona se ha acercado, o porque un animal peligroso, perro vago, zorro u otro merodeador se aproxima a su vivienda o al sitio donde está posado; cambia de sitio, repite los gritos estridentes que revelan su turbación. Se le oye entonces su voz de alarma y temor, un chillido áspero y fuerte: prr - rrriiiiii... o bien, chrr - rriiiii... seguido, a veces, de tih, tih... (la h, ligeramente aspirada). Estos gritos especiales del pequén, dan al campesino observador un medio seguro de reconocer a dis- - 92 tanda, la presencia de los nocturnos merodeadores, que excursionan sigilosamente amparados por las sombras; también anuncian así la presencia del hombre. Tales gritos son para ellos una señal inequívoca. Otras voces suyas son: trr - rrtí, trr - rrtí. ..; también trr - rrtí - ti - ti - ti... Sus voces a veces son de llamada o como respuesta a los reclamos de otros compañeros. En el curso del día pasa tranquilo, silencioso, de pie o acurrucado cerca de la entrada de su cueva; pero si alguien se aproxima a ella, lanza gritos de temor o advertencia para sus congéneres, mirando fijamente al que se acerca, para lo cual gira la cabeza sin mover el cuerpo, si el intruso llega por un lado o por detrás; al acercarse más, el pequén emprende el vuelo, que no es alto, y va a detenerse un poco más lejos, emitiendo algunos gritos. Una de sus variadas voces es cuú - cuú - cuú, o cuh - cuú - cuu... cuya segunda parte es gutural, grito que a menudo es seguido de las notas tíh, tíh. .. (Las h anotadas son un tanto aspiradas). Otro de sus gritos, que se le escucha cuando está posado en algún arbusto, en un espino bajo o dominando algún poste de los alambrados, parece decir tih - tabac. De aquí que, en muchas partes (costa de Curicó), los campesinos dicen que el pequén pregunta al que va pasando: "¿trei (traes) tabaco?", y aun suelen llamar familiarmente a estos pájaros "los trei tabaco". Todavía, otra de sus voces menos frecuente, que suele repetir por varias veces, a intervalos regulares, en tono apagado, es trrrrt, trrrrt. La rr es algo prolongada y se termina de repente, como si hiciera sonar una t final, que apenas se oye. Una curiosa costumbre de esta ave al emitir gritos, sobre todo si enfrenta a alguna persona o a un peligroso enemigo, es la de ejecutar unos movimientos con la cabeza, a manera de venias bruscas, de donde nuestros observadores y ladinos huasos han formado la expresión tan gráfica de "hacer pequenadas", al referirse a personas que hacen saludos de cabeza bruscos y ridículos. LA LECHUZA, Tyto alba tuidara (J. E. Gray). Nuestra lechuza, esta otra ave nocturna de que nos ocuparemos a continuación, haciendo pareja con el pequén, aunque de costumbres completamente distintas a las de éste, es una hermosa especie de la corta familia de las titónidas (Tytonidae). Sus costumbres son muy interesantes, aunque poco conocidas entre nosotros, por la dificultad de observarla. Tiene esta ave una distribución muy amplia en el mundo; la especie es casi cosmopolita; quizás ninguna otra ave tenga un área de dispersión tan vasta como ella, habitando en América, Europa, Africa y Asia. En esta enorme extensión se han formado diversas subespecies, discutidas entre los ornitólogos; de éstas la tuidara, con variada sinonimia, así como en las otras, corresponde a gran parte de Sud América; es la que tenemos en Chile y de ella nos ocuparemos ahora. Esta subespecie, sin embargo, es ligeramente variable en su colorido, observándose que hasta de una misma nidada salen individuos más blancos o más obscuros, los cuales, al ser mirados a la ligera, podrían ser considerados como pertenecientes a subespecies distintas. - 93 La observación de las costumbres de este pájaro tiene gran interés, que es avivado porque no rehuye, como las demás aves nocturnas, la vecindad del hombre, sino que, por el contrario, parece buscarla, siendo esto de incalculable provecho, pues ella, como veremos más adelante, es la más activa y formidable destructora de roedores, sobre todo de aquellas especies más perjudiciales para nosotros, según lo han comprobado diversos investigadores de distintos países. Si fuese posible contar con la lechuza en cautividad para mantenerla recluida en las bodegas y graneros, de seguro no habría necesidad alguna de los perjudiciales, sucios, molestos y peligrosos gatos, portadores y propagadores de tantos parásitos peligrosos, sobre todo para los niños, que tan a menudo se entretienen jugando con ellos. En todas las partes donde la lechuza se establece es de gran utilidad, al consumir innumerables ratas y ratones; su acción es continua durante todo el año, y, por consiguiente, muy eficaz. En Chile vive la subespecie de que nos ocupamos, encontrándosele desde el extremo norte a la Tierra del Fuego. En mi anterior colección de pieles, tuve un ejemplar macho cazado en Maullín, el 29 de noviembre de 1940. Allá observé varias veces esta ave. A través del país se le halla desde el nivel del mar hasta en la cordillera de los Andes, a poco más de 1.800 metros sobre el océano (provincia de Aconcagua). La lechuza no es sedentaria, sino que efectúa viajes relativamente largos y cambios de residencia; pero suele habitar durante meses en un mismo punto, recorriendo cada noche un vasto sector en busca de sus presas. Entonces llega a la vecindad de las casas, ejerciendo su benéfica policía contra los roedores que suelen infestarlas. Si no es molestada, toma confianza y llega a ellas; con frecuencia penetra en los graneros y bodegas. En la casa de administración del Vivero Forestal de Linares, en los años 1947 a 1949, una pareja solía detenerse por largos ratos en los bordes del estanque elevado, donde se acumulaba el agua para el uso doméstico, o en las varas del parrón que cubría un patio, en puntos bien iluminados por la luz eléctrica. Es ésta, tal vez, la rapaz nocturna más confiada, la que se aproxima con menos temor al hombre; se establece en su vecindad, y muchas veces, anida en edificios o en la proximidad de las casas, si encuentra sitios que le ofrezcan abrigo conveniente, como troncos huecos, los desvanes y entretechos, en los graneros, etc., si no se la molesta y se la deja tranquila. Durante el día permanece oculta, retirada en su guarida, reposando somnolienta o durmiendo, y por la noche dedícase a sus actividades. Su refugio diurno pueden ser las grietas existentes entre las rocas de las laderas, u otros sitios obscuros; más frecuentemente reposa posada en ramas elevadas de árboles frondosos de los bosques, o grupos de árboles altos. Luego que obscurece se pone en movimiento; abandona su oculta guarida, y revoloteando a escasa o regular altura en todas direcciones con su silencioso vuelo, recorre los campos y poblados en busca de sus presas. Como una sombra cae sobre sus víctimas, que principalmente son pequeños mamíferos, y siempre con extraordinaria seguridad, aunque la noche sea muy obscura, guiándose por su sutilísimo oído y su potente vista, órganos adaptados especialmente para este objeto. Sus plumas tan blandas y suaves como la seda, nunca la delatan; es ella la - 94 que anuncia su presencia durante su trayecto, como señora de la noche, emitiendo su extraño grito repetido con largos intervalos, semejante a una imperativa orden de silencio: chiiit; la ch suena como en francés; la t casi no se oye. Así como otros pájaros de esta categoría, la lechuza suele infundir temores pueriles a gentes simples, y es origen de diversas supersticiones en otros países. Una de las más inocentes en ciertos campos de Chile, es la de creer que cuando esta inofensiva y útilísima ave, pasa gritando al principio de la noche, al revolotear sobre las casas o sus alrededores, es un aviso cierto de que al día siguiente ha de amanecer nublado. La alimentación de la lechuza es variada; pero, como es natural, es de composición exclusivamente animal, dominando en ella los pequeños mamíferos, entre los que sobresalen por mucho los roedores perjudiciales, tanto silvestres como domésticos (lauchas y guarenos). Caza también algunas aves, sobre todo pajarillos; pero su número no puede compararse, por lo reducido, al de los roedores. Casi todas sus presas las traga más o menos enteras, y los huesos, plumas, pelos, todos los restos no digeribles, los expulsa vomitándolos en forma de bolillas, que quedan en su guarida. En ellas pueden reconocerse los componentes de sus comidas: aparecen en la mayor abundancia los cráneos de roedores, y se hallan restos de aves; en ocasiones, de sapos, ranas, hasta de lagartijas y aun de murciélagos; come también mariposas y coleópteros nocturnos. A la pareja que durante algún tiempo pude observar desde muy cerca, en el Vivero Forestal de Linares, repetidas veces la vi cazar mariposas nocturnas, atraídas a la luz de las ampolletas (bombillas eléctricas). Durante sus exploraciones en busca de algún sitio donde se establecerá a fin de fundar su familia, se anuncian con gritos que resuenan a intervalos mientras vuelan. Entonces sus voces son características, pues tienen cierta entonación metálica; suenan como si al mismo tiempo se golpease y frotase un fierro; semejan pequeños aullidos: chi - chi - chi - chi - chi... Este grito más o menos rápido, emitido durante largo rato, mientras revolotea, y que parece provenir del macho, suele ser seguido, en particular después que el ave se posa, de la breve nota tch (ch francesa). Por ratos revolotea cerca de estos sitios, lo que hace prever sus propósitos; aléjase y torna después, dejando oír sus voces de vez en cuando. Recorre los alrededores al alejarse para cazar; en seguida regresa al sector, donde se posa en árboles, en postes o edificios; desde allí alcanza con rapidez los insectos que ve pasar volando. Así transcurre la noche, sin incidentes, en forma casi silenciosa. Al comienzo de ella es cuando se escuchan sus gritos con más frecuencia; en el resto de la noche, sólo de vez en cuando. Al vislumbrarse las primeras claridades del alba, aléjase del punto visitado para volver a ocultarse en alguna rama alta, del follaje protector de los árboles elevados, o en otro refugio donde reposará, anunciando su partida con algún grito breve. Anida la lechuza en distintos sitios, pero siempre en situaciones que guarden cierta analogía, como que esos sitios también constituyen ocultas guaridas: se establece en excavaciones, grietas o huecos que descubre en los cor- - 95 tes de los grandes barrancos y farellones, en hoquedades de las paredes de altos edificios, tales como iglesias o bodegas, en lo alto de las murallas de los graneros, en los troncos huecos de árboles viejos, en todos aquellos puntos que puedan ofrecerle algún albergue oculto. En el sitio escogido no construye nido; se contenta con poner sus huevos en una especie de cancha o era plana. Aunque parezca extraño, nuestra lechuza pone en diversas épocas del año, aun cuando su postura en la primavera y, sobre todo, a fines de esta temporada, sea la más frecuente. En abril de 1937 una pareja anidó en un hueco del muro posterior de la Iglesia Parroquial de San Fernando, y crió sus pollos. Probablemente a la misma pareja le oí repetidos gritos en igual punto, del 17 al 20 de septiembre de ese año: chi-i-i-i-it (ch francesa), cada día, poco después de obscurecer. Al comienzo de la noche del día 21 escuché por dos c tres veces gritos repetidos por largo rato; eran voces breves, como al ejecutar un chasquido con la lengua. Pensé sería éste un reclamo de la hembra; de tarde en tarde resonaba el grito chi -i-i - i- it, de otro ejemplar, que probablemente sería su compañero. Se trataba, al parecer, de maniobras preliminares de una nueva nidificación en lo alto de la iglesia mencionada. Debí regresar a mi trabajo en el Bosque de Santiago, a cuyo cargo estuve ese año, y no pude continuar la observación empezada. En el lugar llamado La Punta, cerca de Llico (Curicó), otra pareja tuvo crías en el hueco del tronco de un viejo sauce, en el mes de julio de 1938. En Cutemo (costa de Curicó) unas lechuzas criaron sus pollos en un tronco hueco de álamo, frente a la casa de un tío mío, a la orilla del patio principal, en enero de 1915; la postura fue en diciembre. Al hacerme cargo de la administración del Vivero Forestal y Dunas de Llo-Lleo, el 7 de junio de 1951, había un nido de lechuza con crías, en el hueco del techo de una casa de dos pisos, del pueblo. Al obscurecer, los pollos empezaban a llamar a sus padres con chillidos insistentes, pidiéndoles comida. Tardaron más de un mes en volar. El 16 de abril de 1946 una pareja empezó a visitar los alrededores de la casa de administración del Vivero Forestal de Linares, quizás las mismas aves que durante las noches del invierno del año anterior, se posaban en la enmaderación del parrón inmediato, después de revolotear gritando, y a las que me he referido más atrás. Allí pasaban tranquilas parte de la noche cazando mariposas, de las que acudían a una de las ampolletas de luz, cerca de nuestro dormitorio, o bien descansaban pacíficamente después de sus paseos; podía contemplarlas a veces desde cuatro o cinco metros de distancia, a través de las ventanas. Cuando una de ellas, que creo debía ser la hembra, estaba posada y la otra se acercaba*volando y lanzando los gritos breves y repetidos : chi - chi - chi.. . tratando de aproximársele, entonces dejaba oír ruidos secos con el pico, como de desagrado y escapaba en vuelo, seguida por la que acababa de llegar; ésta la perseguía por un momento lanzando gritos. A fines de la primavera de 1926, en diciembre, unas lechuzas anidaron dentro de un canasto uvero, que se guardaba sobre una viga del granero, en el fundo Nilahue (Curicó), administrado entonces por un primo mío. Dos o - &6 tres huevos habían sido puestos, cuando el canasto, que estaba mal afirmado, rodó al suelo y se perdió la nidada. La pareja se cambió de ubicación y fue a establecerse en una alameda cercana; allá anidó nuevamente en un álamo cortado a unos dos metros de altura algunos años antes. Le sirvió de cuna la plataforma del corte, ocultándola los gruesos renuevos que crecían de sus bordes. Pone esta ave de cuatro a cinco huevos y aún más, de color blanco y forma redondeada; entre la postura de uno y otro suelen pasar dos o más días de intervalo, pero la incubación empieza desde el primer día, o sea desde la postura del primer huevo, por lo cual los nacimientos son escalonados y muy irregulares, hallándose en la misma nidada pollos de distintas edades; mientras la primera lechucita nacida está en condiciones de abandonar la cuna y poder seguir a sus padres, en ella quedan todavía de todas edades, hasta algunas que no empiezan a emplumecer; así los nidos están ocupados durante mucho tiempo, y tardan muchísimo los pollos en desocuparlos, llegando a hacerse molestos para ciertas personas, cuando se crían cerca de las casas, por sus repetidos gritos, sus conciertos nocturnos de agudos chillidos, con que reclaman su comida, y éstos comienzan en el crepúsculo y pueden prolongarse durante horas. Si esta hermosa ave nocturna tan benéfica, cuyos constantes servicios son de valor incalculable, se siente segura, si se la deja en paz, repite sus posturas en el mismo punto donde lo ha hecho, ocupándolo por varios años seguidos. Santiago, 1 ? de enero de 1962.