Martin Fierro - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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ENCUENTRO POLÍTICO CON JOSÉ HERNÁNDEZ
JOSÉ ISAACSON
ENCUENTRO POLÍTICO
CON
JOSÉ HERNÁNDEZ
Notas y digresiones
EDICIONES MAKYMAR
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
La reproducción total o parcial de ^ste libro en forma idéntica o
modificada, escrita a máquina por el sistema "multigraph",
mimeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola
derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente
solicitada.
801
Isaac son, José.
Encuentro político con José Hernández
Buenos Aires, Marymar, 1986
200 p. 23 cm. (Col. Filosofía y Crítica),
I. Título.
© MARYMAR EDICIONES S.A.
Chile 1432 - 1098 - Buenos Aires
Todos los derechos reservados
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723
ISBN 950-503-129-7
ÍNDICE
Para comenzar
Una lectura virgen
Poesía y denuncia
Los epígrafes del poema
Función dialógica del texto poético
..
'.
Una payada singular
Actualidad y vigencia del poema
En la Legislatura de Buenos Aires
Poesía y política
Belleza y verdad: lo estético como concepto englobante . .
Libertad y progreso
La pampa, escuela de Hernández
Una perspectiva antihistórica
"Atraer capitales"
El nacional-populismo
.
El todo singular y el todo social
Hernández y su pedagogía "represora"
Hernández liberal
El encuentro o la ontología trascendental
Buenos Aires capital
Clarividencia de Alem
Rosas visto por Hernández
Mitre y Sarmiento en el discurso hernandino . . . . . - . ,
"Fe en nuestro porvenir"
Hernández denuncia "la patria financiera"
La iniciativa personal y las reformas nacionales
Los privilegios feudales
Los derechos de la persona
Educar para producir
" ¡Ocupémonos del porvenir!"
Cuando los deseos se adelantan a la realidad
Desde la perspectiva de un historiador
La difusión de un libro de Alberdi
Positivismo e importación de tecnología
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L,as aristas de lo cotidiano
Política cultural
La lectura como reescritura
De la enseñanza técnica y la correcta conjugación
La inmigración
La riqueza paleontológica
La filología en el Senado
La educación no es una cosa mecánica
Fuertes en el interior, respetados en el exterior
-.
La educación común y la cultura
Política y justicia . . . . . , . . .
El racionalismo del legislador progresista
¿Ideólogos complacientes o intelectuales contestatarios? . .
La incorporación de nuevas tecnologías y el proteccionismo británico
Ultima sesión
El comienzo de la posteridad
Para concluir
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BLUME
Estos apuntes para un encuentro político con José Hernández
quieren llamar la atención sobre el autor de Martin Fierro, desde
una perspectiva personal, e intentan poner en primer plano al hombre que fue ese poeta. La intención que me mueve —y cuya exclusiva paternidad no pretendo—, es señalar que Martin Fierro no
emergió por generación espontánea, según tantos continúan sosteniendo.
Yo mismo, antes de llegar a mis actuales reflexiones, antepuse el
personaje a la persona, y sólo con la madurez —módica y melancólica recompensa que el tiempo, que todo lo deteriora, es capaz de
concedernos—, me interesé por el autor, por su entorno, por descifrar algunos enigmas que aclarados explicaran las razones de una
creación literaria, única entre nosotros y única en el ámbito de
nuestra lengua.
No procuré elaborar una obra didáctica; apenas unos "apuntes"
o, si se prefiere, unas notas que fueran mostrando las ideas y
los ideales expuestos en su poema, en sus discursos y, tangencialmente, me acerqué a algunos de sus artículos periodísticos.1 Atendí a escrituras diversas para comprender a su autor, para encontrarme con él.
Debe comprenderse que el encuentro con un poeta sólo resulta
posible gracias a la mediación de sus textos. 2 Las anécdotas de su
La actividad periodística de José Hernández ha sido tratada por diversos
autores. Nos ha sido particularmente útil el libro de Antonio Pagés Larraya, Prosas del Martin FÍOTO; Editorial La Pléyade, 1972, al que recurrent e m e n t e nos remitimos.
Utilizo el vocablo encuentro, en el sentido desarrollado en mi Antropología literaria: Marymar, 1982.
3
vida no son tema de estos apuntes, centrados en lo que escribió o
en lo que dijo y, tal vez, por eso mismo, capaces de favorecer el
acercamiento a lo esencial del ser que fue y sigue siendo José Hernández. Mediante una trayectoria sesgada traté de aproximarme a
un hombre cuyos perfiles fueron casi borrados por su criatura literaria. En ningún momento he pretendido elaborar mis tesis apoyado en menciones eruditas. Por el contrario, mi apetencia hubiese
sido olvidar la selva escrita que se interpone entre el poeta y su lector y mi deseo consiste en transmitir los análisis de textos más que
seculares realizados, sin interposiciones, por un interlocutor coetáneo con estos últimos lustros del siglo XX.
La idea, aparentemente ingenua es ambiciosa, pues este lector
que soy yo, difícilmente puede ser, ¡helas!, un lector ingenuo.
Menos puedo pretender una angélica virginidad cuando públicamente la perdí en escritas manifestaciones de amor al poema y al
poeta. Me refiero, para no mencionar artículos y notas, más o menos coyunturales, al volumen Martin Fierro Centenario, selección
de un siglo de crítica hernandina. 3
Quizá resulte sobreabundante señalar que la actitud del lector
enfrentado al poeta en su poema,4 debe ir mucho más allá de lo literario pues, sin duda, se trata de un poema político, lo que, finalmente decidió el título de mi texto.
Un historiador acaba de calificarlo de libelo político y, simultáneamente, de poema magistral. Contradiciendo a otro descendiente de Clío, sostiene que, en orden decreciente de importancia, Hernández fue un político, un periodista y un poeta y no un periodista, un político y un poeta, distinción más bien bizantina porque
José Hernández fue, fundamentalmente, el autor —mejor fuera decir, el padre— de Martin Fierro. O sea, ante todo fue un poeta y
luego, en el orden que se quiera, pues estimo que carece de toda
importancia, un periodista y un político. Y si digo que el orden carece de importancia es porque el que pasó a la historia de la cultura argentina es el poeta que fue, ciertamente, un poeta político,
como lo fueron, mutatis mutandis, el Dante, y, desde otra perspectiva, Cervantes. Claro que me refiero a la política cuando el referente es la transformación de una sociedad o la descripción de
un estadio del desarrollo social, como es el caso del poeta florentino o del hijo de Alcalá de Henares.
Lo dicho justifica —así lo creo— el título elegido, no para, anteponer la política a la poesía, sino para acentuar el carácter político del poema y, por lo tanto, el carácter político que explícita
o implícitamente reviste el encuentro con José Hernández. Resul-
José Isaacson, Martín Fierro Centenario; Ediciones Culturales Argentinas,
Ministerio de Cultura y Educación, 1 9 7 2 .
Ángel J. Battistessa, El poeta en su poema, Editorial Nova.
4
ta obvio subrayar que el hijo literario del político inmortalizó
—dentro de los limitados alcances que esa palabra tiene para los
hombres— el nombre del poeta. Todos los libros que le fueron dedicados nacen de esa circunstancia tan especial: Hernández no sólo
logró alcanzar el ápice de la poesía gauchesca, sino que realizó^ el
máximo aporte a la poesía escrita en español en el siglo XIX Que
esa poesía esté imbricada en el cuadro político de su tiempo no es
una cuestión adjetiva. Hernández logró —mucho más allá de lo
meramente especular"—componer un poema que justifica el dictum
de Aristóteles: los poetas pueden superar a los historiadores. Asimismo ejemplifica holgadamente la afirmación del entrañable
Shelley: 5 los poetas son los legisladores no reconocidos de la
humanidad.
Parece oportuno recordar la ira de don Paul Groussac contra
Ricardo Rojas 6 por haber incluido en su historia de La literatura
argentina a nuestra "poesía.popular". El escritor tolosano, a quien,
por otra parte, tanto le deben nuestras letras, equivoca mucho la
puntería cuando peyorativamente observa que Rojas admite a. la
gauchesca como parte valiosa de nuestrapoesía. Y, yerra, como decimos, más allá de lo admisible, pues la gauchesca es el aporta más
singular de los rioplatenses a la literatura de nuestra área idiomatica. Incapaz de percibir el valor estético de lo.auténticamente popular, Groussac 7 pronuncia su demoledora sentencia:. "Rojas confundió el rancho con la arquitectura''. No advierte q u e v precisamente, el rancho es la única arquitectura posible en el habitat pampeano. Tanto por sü estructura como por sus materiales, el rancho
surge en un determinado estadio social que sólo admite para su poblador esa arquitectura posible.
Así como las sextinas del poema, nutridas por la vida y por la
historia, resultaron ser el Doema posible y, en ese sentido^ el poema emerge de condiciones políticas y socioeconómicas dadas. Lo
que no significa un. planteo determinista n i u n postulado reduecio-:
nista* perq, si la historia ha sido definida como el lugar de*:liorna
bre, la cultura —incluyendo la literatura, p o r supuesto— es el correlato del proceso histórico y,: en consecuencia, los libros coherentes
con ese marco, resultan ser los libros que lahistoria elige como ; su
manifestación predilecta.
Que una determinada escritura sea posible, no implica que sea
inevitable. Esto sí significaría caer en el más craso de los determinismos, pero sólo en el siglo XIX, y en el ápice; de la parábola
Percy Bisshe Shelley, A Béfense of Poetry; incluido en The prelude to
poetry; Everyman's Lihrary, 1927
Ricardo Rojas, La literatura argentina; Ed. Losada;1948.
La cita de Paul Groussac, ha sido transcripta del Ricardo Rojas de Alfredo de la Guardia; Editorial Schapire, 1967.
5
iniciada por Hidalgo pudo inscribirse el nombre de Hernández. El
pudo de la virtualidad se concretó en la realidad del poema. No
puede, en cambio, revertirse el proceso: Hernández 8 no puede ser
el antecesor de Hidalgo. Salirse de la historia es salirse del lugar del
hombre, y esto es válido para los poetas que son hombres y no
meros "fabricantes" de artefactos verbales.
Incluso la nomenclatura que se utiliza en este trabajo es coetánea y resulta posible en una sociedad centrada en la fabricación de
los objetos. 9 Cuando esta fabricación es centrifugada como fin, el
objeto, convertido en el tótem de la tribu, se expande al punto de
convertirse en la idea dominante del sistema. Todo v entonces, se
cosifica: desde el hombre que pierde sus rasgos personales, hasta el
poema y, en general, la obra de arte, convertida en un objeto "producido" masivamente. La estética se transforma en la estética del
objeto en tanto que mercancía, y la razón crítica es arrinconada
por los esquemas rígidos de lo ideólogos quienes, en tanto que burócratas del pensamiento, sólo tienen como misión alentar las
diversas formas del populismo. Estas intentan ahogar la posibilidad de ser diferente, borrando los perfiles de la persona en la
barrosa ciénaga de una masa despojada de rostro humano por las
manipulaciones del sistema.
El futuro del hombre concreto exige --en todos los órdenes— la
comprensión del pasado, no para reincidir en él, sino para lograr
nuevos y luminosos desarrollos.
José Hernández no fue un versificador repentista. Bastaría leer
con alguna atención el prólogo de Lo Vuelta 10 para que de inmediato surja la extrema lucidez de un poeta ciertamente distante de
quienes intentan alejar la obra del autor. Hernández declara paladinamente que su libro está destinado "a despertar la inteligencia
y el amor a la lectura en una población casi primitiva, a servir de
provechoso recreo, después de fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente a los usos y
costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e interpretar
sus sentimientos en su mismo lenguaje, en frases usuales, en su
forma más general aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve y con sus giros más característicos, a fin de que el libro
José Isaacson, Poesía de la Argentina. De Tejeda a Lugones; Editorial
Universitaria de Buenos Arres, 1 9 6 5 .
José Isaacson, La revolución de la persona; Marymar, 1980.
C o m o es sabido, el Martín Fierro a p a r e e i 6 en dos partes. La primera,
"El gaucho Martín Fierro'*, en 1 8 7 2 y la segunda, 4t La vuelta de Martín
F i e r r o " , en 1 8 7 9 . De acuerdo con la nomenclatura usual, a lo largo de
este lihra y en las notas correspondientes,, serán designadas, respectivam e n t e , c o m ^ la Ida y la Vuelta.
En t o d a s las referencias al p o e m a , nos remitimos a la edición de Emilio
Carilla; Labor, Barcelona, 1 9 7 2 .
6
se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima, que
su lectura no sea sino una continuación natural de su existencia.
Sólo así pasan sin violencia del trabajo al libro ( . . . )".
José Hernández exhibe con toda claridad su poética que es la
poética posible, acorde con su poema y con el tiempo ltistórico en
el que fue engendrado. Sabe, y lo dice, que para sus fines puede (y
debe) decir "naides por nadie, resertor por desertor, mesmo por
mismo, u otros barbarismos semejantes cuya enmienda le está reservada a la escuela, llamada a llenar un vacío que el poema debe
respetar, y a corregir vicios y defectos de fraseología, que son también elementos de los cuales se debe apoderar el arte para combatir
y extirpar males morales mas fundamentales y trascendentes, examinándolos bajo el punto de vista de una filosofía más elevada y
pura".
Nuestro poeta no confunde arte con educación, aunque sus propuestas estén muy cerca de la educación por el arte, como quiso
Kerbert Read. Sabe, además, y lo manifiesta con una dosis de encomiable ironía, que el proceso de la locución no es la base del
proceso social. Esta formulación, tan actual, tan justa como penetrante, colocada - como ya hemos dicho— en la obertura de La
Vuelta, subraya cuan lejos están de una hermenéutica ajustada a la
realidad del poema, quienes pretenden tajarlo en una primera parte rebelde y en una segunda parte conformista. Hernández, al afirmar que el progreso de la locución no es la base del progreso social, se aleja vertiginosamente de la caliginosa retórica de cuantos
confunden política con demagogia, o simulan desdeñar la infraestructura de una sociedad, como si las cúpulas fuesen posibles sin
la existencia de invisibles, pero no por eso inexistentes cimientos.
Con plena conciencia de su tiempo histórico y de su condición
de hombre situado, el poeta político José Hernández sostiene:
"El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio
idioma, y sería una impropiedad, cuando menos, y una falta de
verdad muy censurable, que quien no ha abierto jamás un libro,
siga las reglas de arte de Blair, Hermosilla o la Academia'\
La cosmovisión del poeta sostiene su poema y aunque sea
irrefutable que toda poética es posterior al poema, cabe señalar
la interacción dialéctica entre la primera y el segundo o, si se
prefiere, entre el segundo y la primera, pues, a medida que los
poemas crecen y se desarrollan r crece y se desarrolla la poética
que los justifican. Así, el poeta que subraya la semejanza íntima
entre todas las razas del globo, escribe desde su latitud para
todas las latitudes del mundo. De la unidad del Universo surge,
como no podría ser de otro modo, y tal como lo proclama su
etimología, la unidad del poema como texto vinculante, como
texto generador de diálogos innumerables y distintos.
7
El carácter dialógico del texto poético, sobresaliente en el
Martín Fierro, lo ha convertido, más allá de las anteojeras de
cierta crítica sectaria, en el gran poema argentino.
Toda la vida de Hernández está en el poema; que es como
decir, todo su tiempo, de algún modo, en el poema se inscribe.
Ninguna vida es rectilínea y, aunque así fuera, ya se sabe que
la línea recta es otra forma del laberinto. José Hernández, tras
muchos azares, encrucijadas y opciones, eligió encontrarse con
el otro, reconocerse en el otro.
En lugar de cercarse con una filosofía solipsista, se aproxima
a los demás con una filosofía social pues sabe que el hombre
aislado es una entelequia imaginaria. Esta actitud engendra una
política convivencial: la del hombre que se reconoce en el diálogo, esto es, la del hombre que asume el proyecto de la persona.
Resumiendo este ideario, voz que ciertamente nada tiene que
ver con ideología* escribió: 11
A un cantor le llaman bueno
cuando es mejor que los piores—
y sin ser de los mejores,
encontrándose dos juntos
es deber de los cantores
el cantar de contra-punto.
Estas notas, imbricadas en el discurso hernandino, y estrechamente ligadas con su proyección en nuestra actualidad, exigieron
plurales digresiones hijas de un secular contrapunto entre su
ayer y nuestro hoy.
Para aproximarme al hombre que fue el poeta, me resultaron
de insustituible valor sus intervenciones en la Legislatura bonaerense, reveladoras de la evolución de sus ideas y de su permanente
vigilia intelectual sobre los problemas vinculados con el desarrollo
nacional. Numerosas son las ocasiones en que resaltan sus actitudes de vanguardia en relación con muchos de sus contemporáneos. En especial, como quedó enunciado cuando la oportunidad lo aconsejó, subrayé los puntos de contacto entre el legislador y el poeta, sin dejar de mencionar algunos artículos periodísticos de singular relevancia.
Quizá estas aclaraciones estén demás, pero como las lecturas
beatas no son mi fuerte, tampoco eludí la mención de contradicciones, allí donde las pude percibir. Procuré ser fiel a u n método analítico que, por un lado, exige el acercamiento a la razón
crítica y, por otro, el distanciamíento del irracionalismo ideológico.
11
8
Vuelta; versos 3919 al 3934.
Dentro de lo posible, traté de mantener mi promesa de elaborar
un encuentro con Hernández, mediado a través de sus textos
y no de sus múltiples comentaristas y hermeneutas, aunque,
a veces, sea por exceso de afinidad o por exceso de reacción,
quebré mi intención inicial. Según creo, esta actitud es la única
que puede significar algún aporte: la mostración de cómo un
lector coetáneo puede reaccionar frente a escrituras, especialmente las que integran el poema, tan transitadas, pero, las más
de las veces, recorridas ideológicamente, es decir, en un sentido
predeterminado y, por eso mismo, con un ánimo incapaz de
analizar los contenidos con la frescura que sólo puede conceder
la visión propia, no contaminada por la distorsión que todo
dogma apriorístico supone.
El pasado inmutable y compartido determina que la criatura
realimente la figura de su padre, cuyo fin, en el sentido mortal
propio de los hombres, jamás alcanzará al senador Martín Fierro.
Por eso, estas notas se propusieron registrar un encuentro
con José Hernández y, como no podía ser de otro modo, un
encuentro político, ya que Martin Fierro nació a la vida literaria
como resultante de una situación sociopolítica y, correlativamente, su padre nació a la vida política con el ideario que sostiene
la estructura de su hijo literario.
Hurlingham, 16 de enero d'e 1986
9
ENCUENTRO POLÍTICO
CON JOSÉ HERNÁNDEZ
Notas y digresiones
UNA LECTURA VIRGEN
¿Es posible pretender la virginidad de una lectura? Se trata,
seguramente, de una aspiración imposible. Ni siquiera durante
el aprendizaje la virginidad existe, pues con el aprendizaje la
virginidad se va perdiendo. Por un lado, las influencias extratextuales van transformando la primitiva interpretación del texto;
nuevas connotaciones se agregan a las viejas palabras que en la
hermenéutica derivada de sucesivas lecturas van cambiando de
valor, de peso, de significado. Según los circuitos que las palabras
recorren —coincidentes, de algún modo, con los que nosotros
mismos vamos recorriendo— se les van incorporando "cargas"
distintas.
¿Cómo pretender la lectura virgen de un texto que hemos
transitado a lo largo de varias décadas? No obstante, el objetivo
propuesto tal vez resulte más obvio que desmesurado, pues cada
viaje emprendido en distintas épocas de nuestra vida, supone
un enfrentamiento diferente. Ningún encuentro entre el lector
y el texto se repite, tal como lo hemos desarrollado pormenorizadamente en nuestra Antropología
literaria.12
Ningún encuentro puede ser congelado, salvo que pasemos
de la dialéctica a la lógica formal; es decir, al fosilizado ámbito
donde rige el principio de identidad. No obstante, tal vez podamos acercarnos a un texto repetidamente leído, con la aspiración de lograr una lectura parcialmente virgen. Algo así como
José Isaacson, Antropologia
literaria.
13
las demi-uierges, pero, si se nos permite moralizar la cuestión,
sin las "impurezas" de las protagonistas de Prevost, 13 pues,
aquí, la virginidad parcial nos remite a las variaciones que el
texto y su interlocutor experimentaron en el lapso mediado
entre encuentro y encuentro. Dicho de otro modo, el tema se
imbrica en el recurrente regreso a la fluidez heraclítea de la que
sólo saldremos —y quien sabe— en nuestra "salida" definitiva.
Intentaremos, entonces, acercarnos a los discursos de Hernández desprovistos de todo instrumental erudito y transmitir nuestro testimonio. Nuestro encuentro no podrá distanciarse de
nuestra visión del mundo y de la literatura como traducción
social y estética, o, si se prefiere, como traducción verbal del
universo.
Aproximarnos al discurso hernandino significa una experiencia
de múltiples vertientes que nos procurará la inteligilidad del
hombre, de sus actos y de sus obras (que son sus actos esenciales). Este enfoque no nos permite alejarnos de la situación sociohistórica en la que el hombre concreto que fue Hernández cumplió
los días de su tiempo cercado. Su genialidad podrá sobrepasar
sus límites vitales y su obra continuará ejerciendo influencias
multánimes, pues la riqueza de un texto se advierte en las inagotables interpretaciones que admite; más aún, que exige.
Si las coordenadas sociohistóricas definen las modulaciones de
una elocución cargada de significaciones posibles, la dimensión
metafísica, inseparable del choque entre la finitud del Hombre
concreto y la infinitud de sus aspiraciones, resulta imposible
de, circuir pues constituye una dimensión ahistórica. Entre la
finitud, como espacio de la conciencia histórica, y la infinitud,
cuya imposible aspiración es el espacio de la conciencia metafísica, la conciencia del hombre concreto establece su propia dialéctica que, paradójicamente, permite tanto la identificación
de la especie como la de sus individuos.
De ningún modo deberá esto entenderse como una aproximación al principio de identidad sino, más bien, a la sucesión
de las tríadas dialécticas. La identificación de la especie no se
logra mediante el principio de identidad; la identidad, en este
sentido, coincidiría con una concepción inmovilista de la naturaleza, mientras que, por el contrario, sólo asumiendo la realidad
del hombre como proceso consciente, podemos identificarlo.
Aquí identificar significa distinguir, y el hombre se distingue
como la posibilidad consciente del Universo. Mientras no haya
pruebas en contrario, el hombre, y sólo el hombre, es la conciencia del mundo. Un mundo en tránsito permanente que exige
Marcel Prévost, Les *demi-vierges\ 1894.
14
del hombre una capacidad de intelección permanentemente
móvil.
Si llegar al mundo significa tomar la palabra, esa palabra será
nuestro punto de apoyo en la medida en que se parezca al mundo
en su capacidad dinámica, en su riqueza combinatoria, en la
multiplicidad de sus posibilidades interpretativas, instrumentales
y transformadoras.
POESÍA Y DENUNCIA
Hacia fines de 1872, José Hernández, en el prólogo de "El
gaucho Martín Fierro", le escribe a su amigo José Zoilo Miguens:
"Al fin me he decidido a que mi pobre Martin Fierro ( . . . ) salga
a conocer el mundo. ( . . . ) . No le niegue su protección, usted que
conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es
víctima esa clase desheredada de nuestro país".
Queda bien explícita la intención reivindicatoría y mostrativa
de Hernández, así como el lógico distanciamiento con su criatura,
distanciamiento que no siempre hemos. advertido incorporándonos a la legión de quienes han querido ver en el Martín Fierro,
más el resultado de una generación espontánea, que el complejo
resultado de una cultura capaz de entrelazar los conocimientos
provenientes de una vida intensamente vivida y de un lenguaje
peculiar, a su vez, hijo de una literatura derivada de raíces seculares y de voces vivas provenientes de lenguas aborígenes, ya
entonces en proceso de extinción, pero que los eruditos han
rastreado prolijamente. "Me he esforzado —dice Hernández—
sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personifica el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo
de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar;
dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen y con todos los impulsos y arrebatos,
hijo de una naturaleza que la educación no ha pulido ni suavizado".
Resulta obvio agregar que José Hernández conocía bien a los
gauchos (inmoderados
hasta el crimen), hijos de determinadas
15
condiciones sociohistóricas, y no hacía falta llegar hasta nuestro
tiempo para que Martín Fierro Tuera calificado de cuchillero
vocacional, por escritores desinteresados de la sociedad y de
la historia, o sólo atentos a sus aspectos ornamentales. No es
posible, ya, efectuar una lectura asépticamente literaria y adscribirse a un enmohecido arte por el arte, lo que significa admitir una lectura distanciada de la estética. Nuestro referente sería,
entonces, un texto cosificado, perteneciente al mundo del Ello
y no un interlocutor, esto es, un Tú con el que podemos entablar
un diálogo.
Un texto será literario en la medida en que sea dialógico, y
sujeto dialógico es el poeta, en tanto podamos definirlo como
ser capaz de dejar testimonio de sus encuentros. El arte, en general, y la literatura, en particular, se inscriben en esos textos con
los que el lector, oyente u observador entablan, a su vez, un
diálogo distinto.
En el encuentro con su tema, Hernández explica que su ' 'objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus. hábitos de vida, su índole, sus vicios
y sus virtudes ( . . . ) . Y he deseado todo esto, empeñándome
en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa
sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones
con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte de filosofía propia, que sin estudiar, aprende, en la misma naturaleza;
en respetar la superstición y sus preocupaciones nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente;
sus desencantos, producidos por su misma condición social, y
esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una
de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias,
ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por
lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado
muchas veces, y que al paso que avanzan las conquistas de la
civilización, va perdiéndose casi por completo".
Hasta qué punto Hernández estaba compenetrado con su
hijo, hasta dónde llegó a conocerlo, se advierte, como si el poema
monumental no bastara, en las breves páginas dedicadas, más
que a Miguens, a cada uno de nosotros, sus lectores de hoy.
*
16
*
*
Resulta inútil acercarse a las grandes obras de la literatura
con un criterio meramente "literario". Por algo, como es bien
sabido, la obra literaria resulta de la adecuada organización de
sus elementos extraliterarios.14
En la adecuada
organización,
está el arte del poeta, en los elementos extraliterarios, están
los referentes extratextuales con los que se encontró. El extratexto es, asimismo, el contexto. Un texto carece de posibilidades de emergencia (o de concreción) sin el contexto del que
surge y que lo contiene (con-texto).
La página de Hernández que acabamos de transcribir resulta
reveladora de aspectos no siempre evidentes en la labor del poeta.
El espontaneísmo, tan celebrado por el tono payadoresco exigido por el poema, deriva de una cuidadosa, prolija, demorada
y minuciosa "conoscencia" del canto y del cantor, como si preexistiera, casi, a la existencia misma de Hernández.
Quizá el rasgo esencial de su genialidad resida en su
sabia reelaboración de elementos, en muchos casos folklóricos,
en otros, tradicionales, tanto con referencia a antiguas coplas
y refranes españoles como con la incorporación de temas y aun
de locuciones provenientes de antiguas culturas, 15 sin olvidar,
como ya se dijo, la utilización de voces indígenas. El resultado
impresiona, por su aparente espontaneísmo, como algo cuya
presencia resalta si se efectúa un corte textual sincrónico. Pareciera que se trata de un sistema, de una estructura, donde cada
elemento ocupara el lugar que le corresponde por designio propio. De ahí que el Martin Fierro adquiera una existencia autónoma, al punto de convertirse en Martín Fierro. El personaje
se ha convertido en persona.
Por este proceso, el poema ha dejado de ser del poeta para
convertirse en propiedad del pueblo, porque el poeta supo —aparentemente—, como el gaucho, sin estudiar, aprender en la misma
naturaleza. Claro que el poeta, que no es gaucho, tras un largo
proceso de consubstanciación logra, en el caso de José Hernández, no sólo la culminación de un género, sino elevar un túmulo
literario definitivo a ese tipo original de nuestras pampas16 que,
a pesar de ser un recuerdo casi perdido en un recodo de la historia, sigue siendo un símbolo y una advertencia.
Ese gaucho ya mítico para el Hernández de 1872, en Martín
Fierro adquiere una vigencia que una lectura del poema basta
1 5
Cf. Antropología
literaria.
Cf. Martin Fierro
Centenario.
Cf. la citada carta a José Zoilo Miguens.
17
para actualizar pues, lamentablemente, los muchos retrocesos
sufridos por la sociedad argentina, hacen que las injusticias señaladas hace un siglo largo continúen siendo reales aunque aparezcan
revestidas por ropajes distintos.
Eduardo Jorge Bosco, 17 autor del memorable poema "Payadores", dijo alguna vez que para ser argentino no hace falta disfrazarse de gaucho. De todos modos, para los argentinos, y el mismo
Bosco es un excelente ejemplo, el gaucho sigue viviendo, aunque
no precise de chiripá ni de lloronas para anunciarse. No pretendemos idealizar un tradicionalismo de papel maché, sino señalar, por
un lado, que ningún pueblo puede eliminar estadios de su historia
y, por el otro, y esto es lo más urgente, que las condiciones sociales imperantes en nuestro país reclaman la creación de estructuras
aptas para enfrentar con éxito al inminente siglo XXL
En el Martin Fierro, poesía y denuncia se conjugan en una unidad inseparable. Si su perduración es la prueba indiscutible de su
valor literario, paralelamente, cabe afirmar que su actualidad prueba que su denuncia mantiene una deplorable vigencia.
LOS EPÍGRAFES DEL POEMA
Los epígrafes del poema sirven a nuestro objeto: situar el poema
y mostrarlo como lo que fue: acto consciente de la voluntad de su
autor. Con esto no pretendemos caer en un voluntarismo ingenuo,
capaz de creer que se puede escribir un texto poético por mera
decisión del poeta, aunque tampoco compartimos las tesis de quienes pretenden que el poema nace como "gracia". Ni la aislada
voluntad ni la generación espontánea son la matriz del poema. Este
requiere un largo proceso de gestación y en el momento del encuentro entre el yo del poeta y el tú que es su tema o, si se prefiere, su interlocutor, surge la iluminación, la concatenación de las
palabras justas, ésas y sólo ésas que configuran el texto poético o,
según la nomenclatura de nuestra antropología literaria, el texto
dialógico que es el poema.
Como la Escritura, el texto sin azar donde los cabalistas estudiaron las formas y los sentidos del mundo, ha de ser la escritura del
poeta. Un texto donde el azar queda reducido a la mínima expreE d u a r d o Jorge Bosco, Obras- Ediciones del Ángel Gulab, 1952.
18
sión posible, pues así como no puede ser eliminado de la vida, tampoco puede ser anulado de los textos que la traducen. No obstante, en la medida en que la traducción sea válida, coherente y justa,
el azar textual ha de ser menor que el azar vital. En la vida, el azar
depende de las leyes a las que el hombre debe someterse; en los
textos que produce, el hombre, en cierto grado, inventa las leyes
que rigen sus invenciones. De su talento, o, con palabras menos
convencionales, de la apropiada organización de los elementos
extraliterarios surgirá el poema, la combinación verbal, la residencia del diálogo definidor del lenguaje posible entre personas.
Más aún, sólo las personas son capaces de utilizar ese discurso,
despojado del modo imperativo, que llamamos diálogo.
De aquí resulta que el diálogo poético —es decir, toda textualidad artística— es la mostración del mundo, o de aspectos del mundo, y nunca la imposición de interpretaciones privilegiadas según la
conveniencia de determinados sectores sociales. Una obra de varte
responde a las características de un estadio histórico, pero con un
afán omnicomprehensivo propio de esa época. El poeta no puede
saltar los límites impuestos por la conciencia posible, en tanto que
conciencia histórica, pero su conciencia desdichada, o sea, su conciencia metafísica, le permite una perspectiva ahistbrica que de
ningún modo es antihistórica. Al jugarse la conciencia del hombre
concreto en esos planos distintos, surge su cosmovisión como
resultado de una dialéctica y no como un emergente ideológicamente determinado.
Solamente ese juego dialéctico explica la cultura como proceso
capaz de integrar en la diacronía las sucesiones de una dinámica
sincrónica; más aún, fuera de ese marco la idea de la historia también carecería de sentido.
José Hernández elabora su poema a partir de circunstancias
bien definidas. Es plenamente consciente de lo que intenta y sabe
cuáles son los elementos extraliterarios que debe organizar para
formalizar su poema.
Los epígrafes que utiliza resultan sumamente esclarecedores: del
discurso pronunciado por Nicasio Oroño en la sesión del Senado,
el 8 de octubre de 1869, transcribe algunos párrafos. A nuestra
vez citamos:
"Parece que el despotismo y la crueldad con que tratamos a los
pobres paisanos, estuviera en la sangre y en la educación que hemos recibido. Cuando ven al hombre de nuestros campos, al modesto agricultor, envuelto en su manta de lana, o con su poncho a
la espalda, les parece que ven al indio de nuestras Pampas, a quien
se creen autorizados a tratar con la misma dureza e injusticia que
los conquistadores empleaban con los primitivos habitantes de la
19
América (. . .) Cuando se quiere mandar un contingente a l a frontera, o se quiere organizar un batallón, se toma por sorpresa al
labrador y al artesano, y mal de su grado se lo conduce atrincado
a las filas"
El segundo epígrafe es tomado de la edición de "La Nación",
correspondiente al 14 de noviembre de 1872:
"Cuando la grita ha llegado a su último p u n t o ; cuando ha venido a comprobarse que las guarniciones de los fortines eran insuficientes, que estaban desnudas, desarmadas, desmontadas y
hambrientas; sólo entonces se ha visto que por una especie de
pudor y a pesar de sus denegaciones, el Ministerio trataba de enviarles siquiera lo indispensable para mitigar el hambre y cubrir
la desnudez de los soldados".
Con las transcripciones precedentes queda enmarcado el ámbito en el que se desarrollará la epopeya hernandina. Como no
podía ser de otro modo, la misma surge de un contexto sociocultural determinado. Diversas raíces nutren la elaboración del poema, fruto, como ya hemos dicho, de la vinculación entre el texto
y el contexto. De otro modo, no podemos dejar de apuntar la
dialéctica establecida entre el poeta y su mundo, cuya síntesis
queda plasmada en el poema. En el caso de textos tan excepcionales como el Martín Fierro, la multiplicidad de los encuentros
del poeta se suceden en todos los planos de la realidad. Y ha de
entenderse, aquí, por realidad, la totalidad del mundo —o, más
precisamente, de la sociedad— que el poeta integra y en la que el
poeta se incluye. Desde este enfoque, lo interno y lo externo solamente expresan abreviaturas, pues existen como formas de internación continua, al punto que no siempre resulta fácil distinguir
lo uno de lo otro.
De ahí que pretender suprimir las fuentes literarias del poema
sería tan absurdo como suprimir las fuentes en que abreva su
realidad extraliteraria. Así lo confirma Hernández desde su poema: 1 8
. . .aquíno hay imitación
ésta es pura realidá.
La estética de la mimesis o, si se prefiere, la estética del reflejo, excluye lo que Cassixer19 llamó el universo simbólico del hom18
20
Vuelta; versos 90 y 9 l .
Ernst Cassirer, Antropología
1963.
filosófica,
F o n d o de Cultura Económica,
bre. Si aceptamos que la literatura surge de la adecuada organización de elementos no literarios, esta formulación descarta la estética del reflejo pues ella elimina la participación activa del poeta.
La adecuada organización resulta ser —como ya puntualizamos— la
tarea del poeta, pues, en este contexto, organizar adecuadamente
significa organizar artísticamente los sucesivos (o simultáneos) encuentros de ese hombre que es el poeta, capaz de traducir su vida
en textos que la perpetúan. Agreguemos que lo esencial de la vida,
integrada en esos encuentros, resumen los instantes de máxima
percepción, de mayor iluminación sentimental o intelectiva; instantes en los que la lucidez derrota transitoriamente a la alienación
siempre acechante. Si utilizamos —casi siempre lo hacemos— la voz
texto en un sentido lato, en forma correlativa, el poeta o, lo que es
lo mismo, el artista, engendra una textualidad en la que su pulso
modula el ritmo de la realidad social, histórica, económica y política que son las coordenadas situacionales de un determinado estadio cultural.
Los dos epígrafes que hemos transcripto acentúan lo-social y lo
histórico, aunque el discurso completo de Nicasio Oroño alude explícitamente a la situación económica de la época; el tercero, en
cambio, pone de manifiesto el deseo expreso de insertar el Martin
Fierro en la tradición poética rioplatense. De la cita de "El Payador", del poeta oriental Alejandro Magariños Cervantes, que transcribe Hernández, tomamos algunos versos: 20
Es un payador que tierno
alza allí sentida trova,
y al compás de la guitarra
versos a raudales brota,
pero versos expresivos
de cadencia voluptuosa
y que expresan
tiernamente
de su pecho las congojas.
¡ Y cuántas veces no obstante
sus desaliñadas coplas,
sin esfuerzo ni trabajo
como las tranquilas ondas,
una a una, dulcemente,
vari saliendo de su boca!
¡ Oh derrepente, veloces,
penetrantes,
ardorosas,
20
José Hernández, Martin Fierro; Editorial Labor, 1972. Cf. ps. 75 y 76.
21
se escapan c&mo centellas
y el fondo del alma tocan!
Porque su maestro es
la naturaleza sola,
a quien ellos sin saberlo
a oscuras y a tientas copian.
Asi el cantor sin curarse
de reglas que no le importan,
sigue raudo y caprichoso
su bien comenzada trova.
José Hernández, implícitamente, cree en el proceso cultural; en consecuencia sabe que su poema no será flor del aire. Se
sostiene (y lo sostiene) en una larga tradición de cantores. Además,
desde las injusticias que denuncian los textos, que no casualmente
pone al comienzo de su poema, buscará la justicia y la posibilidad
de vuelo para quienes conocieron las torturas del estaqueadero. De
paralelo modo, será un continuador rebelde del romanticismo, cargará de contenido ' i a s sentidas trovas" y no buscará la originalidad
como un fin en sí mismo sino como una dación que alcanzará por
añadidura.
Demasiado sólido para temer develar sus fuentes, sabe que sólo
los pobres de espíritu pueden creerse hijos de sí mismos y, frente
a esos parricidas ingenuos, José Hernández exhibe su musculatura
intelectual y el proceso sociohistórico fuera del cual su poema carecería de sentido. Sabe, insistimos, que ha bebido en hontanares
diversos, pero sabe, también, que ha sido capaz de elaborar su propia savia. Fiel a su empeño, le importan las criaturas que quiere
reivindicar. Como recordará el lector, a su amigo Zoilo Miguens, y
a nosotros, nos dice: ". . .mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de
vida (. . .) y he deseado todo esto, empeñándome (. . . ) en copiar
sus reflexiones con el sello de originalidad (el subrayado es nuestro) que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia, que sin estudiar,
aprende de la misma naturaleza.. /*
Aserción, esta última, coincidente con lo expresado en los versos citados de Magariños Cervantes, pero cuan poco importan para
valorar los textos de José Hernández estas precedencias parciales.
Hay escoliastas que se deleitan cuando "descubren" la coincidencia de un vocablo —aunque parezca exagerado— o de una grafía
—aunque parezca tonto— y son capaces de perder el tiempo haciendo el análisis combinatorio de las diversas formas como puede
aparecer en el texto hemandino la ese y la zeta en la palabra
zonzo.
Están en su derecho, sin duda, pero los juicios, conviene recordarlo, suelen juzgar más a los jueces que a los enjuiciados y no
22
hay que dar por ia ortografía más. de lo que la ortografía vale.
Pongamos nuestra atención, como Hernández sin duda hubiese
preferido, en el destino del desamparado hijo de la Pampa: 21
Es como el patrio de posta,
lo larga éste, aquél lo toma—
nunca se acaba la bromade nde chico se parece
al arbolito que crece
desamparao en la loma.
FUNCIÓN DI ALÓGICA DEL TEXTO POÉTICO
El poema como canto es uno de los temas recurrentes del Martín Fierro. Su carácter payadoresco acentúa esta característica
coherente, por otra parte, con la necesidad comunicante del poeta. La sextina final resulta bien expresa de sus intenciones:
Mas naides se crea ofendido
pues a ninguno incomodo—
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS.
Esta voluntad de canto aparece ya, como todos recuerdan, en el
verso inicial del poema:
Aquí me pongo a cantar. . .
Y al cerrarse el círculo, con el mismo énfasis que marcó su comienzo, conviene señalar que no se trata meramente de cantar sino
de expresar, de manifestar, de describir, de mostrar, de relatar, en
fin, la trayectoria del protagonista en el cuadro social de su época.
El canto es en el Martín Fierro la forma que debió asumir la poesía
en un estadio determinado de nuestra historia. Si el poema es la
culminación de un género, su madurez textual deriva de factores
concurrentes: la genialidad del autor se descuenta pues ella es la
Ida; versos 1 3 2 5 al 1330.
23
que le permite reunir, resumir y transmitir en su texto un cuadro
de época que lo trasciende, al punto que el poema llega a ser la representación estética de un universo social y de personajes que parecieran surgir de una espontaneidad ajena a la creación literaria.
Este espejismo engaña a quienes niegan la dimensión cultural del
poeta cuando, precisamente, es el elemento vital de su cultura lo
que le ha permitido crear al gaucho prototípico y recrear la sociedad que lo engendró.
José Hernández no pretende recomenzar una etapa de la vida
nacional que estaba concluyendo, quiso hacer lo que hizo, o sea,
escribir el poema que vale más que muchos volúmenes de historia. Aseveración que, no surge de un entusiasmo excesivo sino de
la recordada tesis de Aristóteles. Hernández, creador de una obra
sabiamente construida, es consciente de que su poema, menos que
un punto de partida, es un punto de llegada y, por eso, antes de
que desaparezca el personaje, destaca su deseo de retratar "ese
tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo
que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces,
y que al paso que avanzan las conquistas de la civilización va perdiéndose por completo".
No obstante, no ha de creerse que desaparecido el personaje, el
texto que lo tiene como protagonista ha perdido vigencia. Por el
contrario, como ocurre con las obras de arte que han podido ser la
expresión elaborada y no la manifestación especular de una época,
ha podido trascenderla, manteniendo una actualidad que no es
difícil poner de manifiesto.
El canto de Martin Fierro es su manera de entonar la palabra. A
su modo, sabe —como ya dijimos— que llegar al mundo es tomar la
palabra, pero una palabra que no es mero sonido pues viene cargada de intención:22
. . .dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.
Y aunque sostenga: 23
Yo no soy cantor letrao. . .
no debe adjudicarse este verso dicho por Martín Fierro al poeta
que lo puso en su boca. No sabemos por qué tantos se apresuran a
identificar a José Hernández con su criatura literaria; creen, tal
vez, que con eso amenguan su estatura, cuando, en rigor, sólo
muestran la precariedad de sus evaluaciones.
23
24
Ida; versos 35 y 36.
Ida; verso 4 9 .
Si no confundieran información con cultura, se demorarían un
poco más en la reflexión crítica y en el análisis estético de sextinas
tan ricas en su carga expresiva, que bien las hubiesen querido para
sí ios poetas letrados:24
Viene el hombre ciego al mundo
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
¡la pucha que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!
El canto de Martín Fierro fluye "como agua de manantial", pero sus aguas son profundas como la vida que lo madura y lo va
arrastrando, aunque no por eso cejará en su voluntad de vuelo: no
hago nido en este suelo/ande hay tanto que sufrir.
El texto hernandino, como todo textc auténticamente poético,
va siempre dirigido a su interlocutor. Ya hemos señalado que Hernández nunca pierde de vista su intención comunicante; en consecuencia, el solipsismo le es ajeno. Su canto es canto de denuncia, o
es relato de un sucedido, o descripción de un ambiente, o expresión de una circunstancia: en todos los casos cuenta
cantando,
tal es el carácter de su poética y el de toda poesía payadoresca: 2 5
A figúrese cualquiera
la suerte de este su amigo,
a pie y mostrando el umbligo,
estropiao, pobre y desnudo;
ni por castigo se pudo
hacerse más mal conmigo.
El carácter dialógico de todo poema se acentúa en las sextinas
hernandinas y si, como hemos establecido en otra ocasión, el
carácter dialógico de un texto nos da la pauta de su valor estético, va de suyo que la belleza —esa palabra tan fácil de emitir como difícil de justificar—, en ocasiones áspera y poco convencional, caracteriza a un poema escrito con objetivos distantes
de los que persiguen quienes intentan alcanzar fáciles armonías.
También, aquí, la belleza, en tanto que armonía entre la canción y
lo cantado, viene por añadidura, pues la poesía, se alcanza cuando la forma es el límite del contenido, pero siempre que el contenido sea capaz de determinar su propia forma. La vieja división entre forma y fondo pierde, así, todo sentido, salvo que demos a esas
24
Ida; versos 127 al 132.
Ida; versos 6 6 1 al 6 6 6 .
25
palabras un carácter simbólico, sólo apto para abreviar la intelección de un fenómeno estético.
En tanto que forma emocional del conocimiento, la poesía y,
por extensión, el arte, se manifiesta a través de textualidades diversas, caracterizadas, esencialmente, por su carácter dialógico. Su
análisis sólo puede realizarse, conjuntamente, por vía reflexiva y
sentimental. La obra de arte (el texto) es un todo y sólo como un
todo debe ser percibida; no caben, entonces, los falsos distingos
entre lo "interno" y lo " e x t e r n o " pues, en todo caso, lo externo
sería el límite de lo interno, pero un límite que debe ser considerado inseparablemente unido a lo interno. Por otra parte, tanto en el
orden estético como en el orden vital, no es fácil establecer dónde
comienza lo otro. Nuestras proyecciones hacia el mundo son modos de introducirnos en el mundo; tal vez sería justo decir que
son, además, nuestra forma de estar en el mundo.
La función dialógica del texto poético y la voluntad de canto que anima a José Hernández, se hacen presentes en una de
las sextinas más comentadas y menos comprendidas de la Vuelta,
precisamente porque los hermeneutas se han despreocupado de la
mentada dialogicidad: 2 6
Que cante todo viviente
otorgó el Eterno Padre,
cante todo el que le cuadre
como lo hacemos los dos,
pues sólo no tiene voz
el ser que no tiene sangre.
Uno de los comentaristas, Santiago M. Lugones, se pregunta con
referencia al cuarto verso. "¿Qué dos?" y se contesta: " A q u í incurrió el autor en un lapsus mentís". Otros estudiosos del tema, con
poca puntería, señalan que los dos es tan sólo una expresión ripiosa que Hernández introduce obligado por la rima y alguno hasta
imagina que los dos alude a un posible cantor gaucho y a otro cantor pueblero. Para sostener esta tesis, Emilio Carilla se apoya en la
sextina siguiente: 2 7
Canta el pueblero. . .y espueta,
canta el gaucho. . .y ¡ayy Jesús!. . .
No obstante, él mismo estima poco convincente esta explicación, aunque es la única que juzga posible. Creemos que el zarandeado verso aclara su sentido leído como texto dialógico; a partir
26
Vuelta; versos 4 3 al 4 8 .
27
Vuelta; versos 49 y 50.
26
de este enfoque, "los dos" nos remite al interlocutor o, incluso, a
los interlocutores. Argumento que se funda en el verso que cante
todo viviente, que centrifuga la posibilidad del canto, haciéndolo
posesión privativa de todos los seres que tienen sangre.
El carácter narrativo del poema acentúa la presencia de interlocutores posibles, incluso su tensión elocutiva alcanza ápices expresivos cuando discute con alguno de sus eventuales contradictores: 2 8
. . .ninguno se ha de animar
a corregirme la plana;
no pinta quien tiene gana
sino quien sabe pintar.
Hasta el pájaro en soledad, no ya el hombre, cantará cuando la
respuesta es posible. No otro es el objetivo de todo poeta y el
sentido de todo poema: hallar, en el silencioso universo, otra voz
capaz de rescatar la intención en los cantos que, de otro modo,
sólo serían mero sonido: 2 9
. . .pues el pájaro cantor
jamás se para a cantar
en árbol que no da flor.
En el canto VII y especialmente en el IX, de la Vuelta, el poema
se empina hasta la elegía cuando Fierro eleva su lamento por la
muerte de Cruz: 3 0
A quel bravo compañero
en mis brazos espiró. . .
Martín Fierro, gaucho alzao, tantas veces acusado de individualista, antisocial, cuchillero inmisericorde y otros dicterios coherentes, muestra a lo largo de su poema la verdad y hondura de sus sentimientos; asimismo, muestra —claro está, pues lo contrario fuera
hipocresía— la cruel y cruda reacción frente a sus desventuras y la
bravia respuesta frente a tanta intemperie y tanto desguarnecimiento.
Si al análisis sentimental agregamos el indispensable análisis
reflexivo, puesto que poesía y filosofía solamente marchan por
vías distintas para concepciones alienadas de la literatura, encontraremos en el poema hernandino el entrecruce entre lo social y lo
¿
*
29
3
°
Vuelta; versos 75 al 7 8 .
Vuelta; versos 148 al 1 5 0 .
Vuelta; versos 9 3 1 y 9 3 2 .
27
histórico, conjugado con los hontanares de lo emocional y lo estético. El hombre concreto es integración de elementos diversos: los
textos capaces de traducirlo en una visión omnicomprehensiva, son
textos privilegiados y apuntan al proyecto de la lucidez.
Hijo de su tiempo, el gaucho de Hernández es ya historia más
que presencia real. El carácter de su virtualidad, no obstante, es la
mejor prueba de que el poema escrito cuando ese tipo original de
nuestras pampas (. . .) va perdiéndose casi por completo, es el
resultado de una singular elaboración literaria. Más allá de influencias múltiples y aun seculares, y, tal vez por eso mismo, lo excepcional del texto lo destaca como un faro marcando el camino recorrido para llegar a la intensidad de sus iluminaciones. Pero no se
trata sólo de un faro que señala la ruta de los viajeros, sino de un
faro indicador de las sendas que por rispidos paisajes sociohistóricos es preciso recorrer para trazar la epopeya de este descendiente de Santos Vega.
A su modo, Martín Fierro descubre al otro en el encuentro con
Cruz. Este desdoblamiento lo fortalece, pues la identidad del hombre concreto, en tanto que persona, se logra cuando el Yo advierte
que su aislamiento es, en rigor, una abstracción. La persona es el
hombre que es con el otro; de otro modo, podemos decir que el
otro confirma nuestro ser. Llegamos así a una ontología dialógica,
pues es imposible imaginar un Yo sin un Tú. Cualquiera que sea el
interlocutor, sin el interlocutor el Yo desdibuja su perfil, pues el
perfil personal se alcanza cuando el otro o los otros van fijando
nuestros límites y, paradójicamente, nuestros límites nos enriquecen: sin ellos nos perderíamos en el vasto universo.
La profundidad de un texto depende, en general, de la visión del
lector, y en un libro tan rico en vertientes como el Martín Fierro
es fácil extraviarse en las sendas del bosque.
Lo aparente suele ocultar la esencia y, en las peripecias del relato, más de un lector eminente se ha propuesto leer una "novela"
en lugar de encontrarse con el poema mayor escrito en nuestra
tierra: 3 1
Un hombre junto con otro
en valor y en juerza crece-—
el temor desaparece,
escapa de cualquier
trampaentre dos, no digo a un pampa,
a la tribu si se ofrece.
Vuelta; versos 1177 al 1182.
28
UNA PAYADA SINGULAR
La payada es un texto dialógico sui generis, y lo distinguimos
del diálogo porque si éste es la traducción verbal de un encuentro,
de la payada podemos decir que es la traducción verbal de un
enfrentámiento.
Es cierto que todo encuentro implica una confrontación, pero una payada exige las voces contrapuestas de los
cantores: 3 2
. . .es deber de los cantores
el cantar de contrapunto.
Estos célebres versos definen la esencia de la payada como un
cantar con el otro que no significa, de ningún modo, la búsqueda
de una unanimidad de voces. El diálogo es precisamente alternancia de afirmaciones personales y no coral coincidencia en la que el
Yo se diluye en un nosotros capaz solamente de multiplicar
el volumen sonoro, pero distante de la verdad que cada uno puede
murmurar aunque su percepción resulte inaudible. La búsqueda
y la transmisión de la verdad no es un problema de decibeles,
aunque, obviamente, debemos procurar que sea audible.
Si el diálogo, que en este caso toma la forma de un canto, se
asume como un deber, el enfrentámiento puede llegar a convertirse en un verdadero encuentro.
La payada entre Martin Fierro y el Moreno se desarrolla con un
substrato adverso, pues éste quiere vengar la muerte de su hermano y guiado por esa intención se acerca, no precisamente para
cantar: 3 3
Todo el mundo conoció
la intención de aquel moreno—.
Era claro el desafio
dirigido a Martin Fierro,
hecho con toda arrogancia,
de un modo muy altanero.
Tomó Fierro la guitarra,
pues siempre se halla dispuesto,
Y ansí cantaron los dos
en medio de un gran silencio.—
No hay duda, al menos para un lector desprejuiciado, de que
José Hernández expone con claridad la animadversión que los
3 2
3 3
Vuelta; versos 3 9 3 3 y 3 9 3 4 .
Vuelta; Canto XXIX, versos 3907 al 3 9 1 6 .
29
negros —o, aclarándolos un poco, los morenos— y los gringos despiertan en el gaucho que, cuando se los menciona en el poema, son
motivo de befa y escarnio. Especialmente en el'gringo, el desconocimiento del idioma y de las faenas rurales provocó sus sarcasmos.
Los juegos de palabras y el humor irónico casi siempre apuntan, en
el Martin Fierro, a los gringos y a los morenos: 3 4
Jamás me puedo olvidar
lo que esa vez me pasó—
dentrando una noche yo
al fortín— un enganchao,
que estaba medio mamao,
allí me desconoció.
Era un gringo tan bozal
que nada se le entendía—
¡Quién sabe de ande sería!
Tal vez no fuera cristiano
pues lo único que decía
es que era pa-po-litano.
Quizá el único pasaje en el que Martín Fierro se refiere con ternura a los gringos es la justamente célebre sextina: 3 5
Había un gringuito cautivo
que siempre hablaba del barco—
y lo augaron en un charco
por causante de la pestetenía los ojos celestes
como potrillito zarco.
En los versos finales del canto XXX, la descalificación que hace
Fierro del negro es rotunda y reveladora de los mecanismos irracionales del prejuicio: 3 6
A hombre de humilde color
nunca sé facilitar,
cuando se llega a enojar
suele ser de mala entrañase vuelve como la araña,
siempre dispuesta a picar.
34
35
36
30
Ida; versos 847 al 8 5 8 .
Vuelta; versos 8 5 3 al 858,
Vuelta; versos 4 4 9 9 al 4504
Estas acotaciones, susceptibles de ser ampliadas, pueden, también, explicarse por la situación en que el gaucho vivía. Dentro de
su medio, sus reacciones fueron como las que mencionan los versos
transcriptos y que Hernández no encubrió porque se atuvo a la
regla de oro de su estética:
ésta es pura realidá.
Claro que no por eso explicar se convierte en sinónimo de justificar. El sentimiento de aversión al otro, al diferente, al distinto,
no puede, por otra parte, explicarse por reducción a niveles de
educación ni de cultura. Coetáneamente al poema y en nuestro
siglo, tendríamos a mano ejemplos mucho más tremendos (y no
meramente verbales) protagonizados por pueblos que están en la
avanzada de la cultura universal.
Sin intención de amenguar la injusticia allí donde la encontramos ni de disimularla porque es parte de un entorno entrañable,
el deber del cantor (y, en nuestro caso, el deber del lector que, a
su modo está dejando testimonio de su encuentro), es denunciarla, ponerla en evidencia. Huir de los eufemismos, esto es, desenmascararlos, ha de ser obligación de todos los que quieran aproximarse a la realidá con alguna posibilidad de éxito.
El valor del Martin Fierro y su carácter de denuncia exigen la
clara percepción de lo que muestra, no la adhesión a proposiciones que deben ser erradicadas si queremos alcanzar la personalización del hombre. No es cuestión de alabar lo detestable, adhiriendo a tesis xenófobas o racistas que nunca estuvieron en el ánimo
de Hernández; mucho menos necesita el Martín Fierro de lecturas
escondedoras, sino, todo lo contrario, reclama la honestidad intelectual de sus lectores, pues sus muchas liciones sólo seguirán
fructificando en nuestra conciencia, en la medida en que afrontemos la realidad que debemos transformar. Esta es la única forma
de amor que el poema exige y que, como no puede ser de otro
modo, debe conjugar el análisis reflexivo con el análisis emocional.
Lo otro, como ha dicho un político contemporáneo sólo es chachara o, si se prefiere mera efusión sentimental, y, lo que es peor,
efusión encubridora, elusiva, componedora de injusticias y no
desfacedora de entuertos, tal como lo exigen la historia y el proceso cultural cuando se intenta utilizarlos como medio de transformación social. Quienes creen que la cultura es un emergente del
homo ludens, ignoran que la cultura sólo puede ser un resultado
de la conjugación de actividades del hombre total, al punto que
toda actividad creativa exige la puesta en juego del hombre total.
El Moreno que se presenta a sí mismo diciendo: 3 7
3 7
Vuelta; versos 3977 al 3 9 7 8 .
31
Yo no soy señores mios
sino un pobre guitarrero. . .
representa mucho más que eso. No se trata de una payada más en
la que los protagonistas de la ficción (y el creador real de la payada) muestran su dominio de todos los aspectos de la vida gaucha y,
en particular, los inagotables recursos de su facundia creadora y la
virtuosidad de sus medios expresivos. Hasta la irregularidad métrica de algunos versos —y así lo han señalado algunos investigadores— pareciera corresponderse con la espontaneidad esperada en la
improvisación de los payadores reales.
El claro desafio dirigido a Martin Fierro tenía un objetivo, "una
intención" que, como siempre ocurre en el poema, iba mucho más
allá de "los sonidos". El Moreno apunta a vengar la muerte de su
hermano. Como las Euménides, el Moreno buscaba la venganza,
esa hermana menor de la justicia, y la justicia, en el texto del poema, habrá de ser una justicia poética.
El Moreno se afirma en su condición de hombre que, ciertamente, no reside en el color de su piel: 3 8
Bajo la frente más negra
hay pensamiento y hay vida
la gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche—
también es negra la noche
y tiene estrellas que brillan.
Remontando el curso de una antropología fantástica, el Moreno
inventa un mítico origen, señala precedencias imaginarias que, al
mismo tiempo, le sirven de punto de apoyo a su denuncia: 3 9
Cuentan que de mi color
Dios hizo al hombre primero—
mas los blancos altaneros,
los mismos que lo convidan,
hasta de nombrarlo olvidan
y sólo le llaman negro.
En todo racismo, cualquiera que sea el objeto de sus ataques, el
mecanismo cosificador del hombre a quien se discrimina exige
borrar sus atributos de persona. En este caso, no será ya Juan,
Pedro ni Diego, sino, simplemente un negro indiferenciado. En
lugar de un nombre, una etiqueta. Esta actitud, exactamente per*5
39
32
Vuelta; versos 4043 al 4048.
Vuelta; versos 4062 y 4067.
cibida por el Moreno, coincide con el tema desarrollado por Bernardo Verbitsky en su novela Etiquetas a los hombres.
En el curso de la payada, preguntado por Fierro qué debe entenderse por ley, el Moreno, socráticamente, aunque enriqueciendo la docta ignorancia con un sesgo peculiar, va diciendo: 4 0
. . .dende que aprendí a inorar
de ningún saber me asombro.
Y en el desarrollo de su canto prosigue
4 1
. . Ja ley se hace para todos,
mas sólo al pobre le rige.
42
Es la ley como la lluvia,
nunca puede ser pareja—
el que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo—
la ley es como el cuchillo:
no ofiende a quien lo maneja.
Martín Fierro, ante las certeras y bien trabadas respuestas del
Moreno, no vacila en reconocer: 4 3
. . .que sos por juera tinieblas
y por dentro ciar ida
Resulta importante, desde nuestro enfoque, que el enfrenamiento de la payada se haya convertido en encuentro, palabra que
explícitamente pronuncia Fierro: 4 4
. . .y me alegro de este encuentro. . .
Luego le da ''licencia" al Moreno para que, a su vez, le formule
las preguntas que estime oportuno hacerle. El lector del poema
recordará que, en su primer requerimiento, el Moreno pregunta: 4 5
Quiero saber y lo inoro
pues en mis libros no está,
y su respuesta vendrá
a servirme de gobierno—
40
4 i
42
43
44
45
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
versos 4 2 1 9
versos 4 2 3 3
versos 4 2 4 1
versos 4 2 6 9
verso 4 2 6 2 .
versos 4 2 9 5
y
y
al
y
4220.
4234.
4246.
4270.
al 4 3 0 0 .
33
para qué fin el Eterno
ha criado la caní ida.
La payada alcanza niveles metafísicos pues la pregunta del Moreno establece la dialéctica entre lo Uno y lo Múltiple. En una traducción verbal gauchesca, encontramos puntos esenciales propuestos dentro de la tradición filosófica en la que se inscribe el pensamiento de Spinoza. Si Dios coincide con el Universo, la multiplicidad que lo puebla se integrará en el Uno, y el poeta podrá
decirnos: 4 6
Uno es el sol, uno es el mundo,
sola y única es la luna,
ansí han de saber que Dios
no crió cantidá ninguna.
El Ser de todos los seres
sólo formó la unida—
lo demás lo ha criado el hombre
después que aprendió a contar.
Donde algunos eruditos en "letras" descubren el pecado aritmético de pasar de la sextina a una estrofa de ocho versos (¿podríamos llamarla octina?), advertimos la hondura de una cosmovisión
monista, muy distanciada de los dualismos aún subsistentes. Más
bien, debiéramos decir supérstites, pues luego de los avances de la
ciencia de nuestro tiempo, la substancia única (esa unida que la
payada menciona) es la substancia en la que el Universo se manifiesta. Y esto no significa adhesión a una identidad inalterable,
sino la comprensión de que la unidad sólo es posible como resultado de un monismo necesariamente dialéctico. 4 7
Podríamos abordar la señalización de otros tramos de la payada,
pero, con los ejemplos dados, estimamos que todos convendrán en
que el canto XXX es, sin duda, uno de los más trascendentes —en
todo sentido— de un texto tan denso como rico, tan profundo
como pasible de innumerables interpretaciones, dentro, claro está,
de la unida del poema.
Creemos que cuando el Moreno afirma: 4 8
. . . es muy larga y muy
la noche de la redota.
46
triste
Vuelta; versos 4 3 0 7 al 4 3 1 4 .
4 7
48
34
Para un desarrollo del tema consultar nuestro libro La revolución
persona.
Vuelta; versos 4407 y 4 4 0 8 .
de la
se refiere a las derrotas que la vida tan pródigamente nos depara y
no a la supuesta derrota en la payada que, de igual a igual, sostiene
con Fierro. Esas otras derrotas son las que le hacen decir: 4 9
Vive ya desesperado
quien no tiene qué esperar—
a lo que no ha de durar
ningún cariño se cobre—
alegrías en un pobre
son anuncios de un pesar.
Si el Moreno no se acercó a Fierro por casualidá sino para hacerse justicia, al no concretarse el duelo por impedirlo los oyentes de
la payada, cabe reflexionar que, no obstante, la justicia se alcanza
mediante la payada como justicia poética. El autor no quiso agregar otra muerte inútil cuando alcanzó en las alternancias de 1^ payada, tanto en el canto del Moreno como en el de Fierro, algunos
de los versos más significativos del poema.
La intervención apaciguadora de los presentes simbolizaría,
así, un avance en el proceso histórico que requiere aprender a convivir. Este suele (o puede) ser un enunciado retórico adecuado para
discursos de circunstancias, pero en las visiones maniqueas propias
de planteos dogmáticos, estériles y empobrecedores, los polos no
admiten que sólo en la coexistencia de los opuestos se logra la
posibilidad de la existencia de los unos y los otros. Esta lectura
simbólica tal vez nos aleje de una visión lineal del texto pero, en
cambio, nos acerca a la riqueza que su hermenéutica puede concedernos cuando nos distanciamos en un partí pris condicionador.
Abandonando los hechos consumados, por contrario imperio, nos
acercamos a la realidad viva, esa que hizo posible la parición del
texto hernandino.
Las muchas injusticias que sufrió el gaucho Martín Fierro no
justifican las que él mismo cometió, pero no podemos ni debemos acercarnos al poema como si estuviera protagonizado por un
héroe impoluto. Igualmente ingenuo resulta ignorar la responsabilidad del medio social que lo empujó fuera de sus fronteras luego
de haberlo esquilmado. Es lo que pretenden quienes, desde su
conciencia culpable, exigen que la víctima de tantos males, por
generación espontánea, se convierta en un modelo de virtudes.
El lector del poema no debe abandonar una actitud crítica;
claro que ésta se corresponde con el tipo de lectura que ese lector
conjetural está en condiciones de efectuar. La estética, la sociología, la historia, la lingüística, pueden suministrar puntos de apoyo
para afrontar un t e x t o . Pero el encuentro con el texto exige el
ser entero del lector.
49
Vuelta; versos 4415 al 4420.
35
Desde otro ángulo, digamos que la totalidad de las lecturas posibles es un desiderátum, pues sólo por una genial excepción un
mismo lector puede enfocar un texto desde todos los vértices
que el texto ofrece. Una lectura parcial, siempre será la lectura de
un especialista. Y, en este caso, el comentario posible estará viciado por la correlativa alienación. Incluso, en el caso de un especialista en muchas especialidades, el resultado será una acumulación
de alienaciones.
Sólo la estética dialógica permite acceder a aproximaciones totalizadoras. El encuentro es posible entre dos todos que en la relación se complementan como un todo. El encuentro exige la totalidad del lector que se relaciona con el poema (su interlocutor
textual). El ser entero, por mediación de la relación, es el sujeto
dialbgico cuya ecuación verbal es el Yo-Tú.50 A este ser entero
nos remitimos cuando nos hemos referido a la totalidad del lector.
La lectura que este lector puede hacer cuando se encuentra con el
texto es la única que importa.
Nuestro planteo no significa desdeñar los conocimientos parciales sino ubicar el problema. En otras palabras, los conocimientos
de territorios parciales, no debidamente integrados, son incapaces
de conceder una visión totalizadora, dicho esto en el sentido que
estamos sugiriendo, es decir, más como aspiración que como posibilidad real. Pero la aspiración es, en este contexto, más impor-,
tante que la posibilidad, pues sólo la aspiración señala el camino.
La totalidad no se alcanza con una mera suma aritmética; es elcomplejo resultado de una integración en la que los distintos planos de análisis interactúan hasta alcanzar la síntesis que nos permite una visión omnicomprehensiva del texto.
ACTUALIDAD Y VIGENCIA DEL POEMA
El título de esta nota puede parecer sobrepuesto o reiterativo,
pero actualidad y vigencia son voces con las que intentamos apuntar hacia blancos diferentes.
Todo poema estéticamente logrado mantiene su vigencia, no
sólo por su formalización, tradicionalmente considerada como el
Cf. La revolución de la persona.
tiene un sentido distinto.
36
En Martín Buber, la misma locución
logro del artista, sino porque toda normalización entraña una formulación de temas inseparables de la intimidad del hombre concreto. Intimidad que, como diría Sartre, resulta de la internalización
de le exterior, pero que va más allá de un mecanismo determinista,
pues la conciencia individual es el resultado de muchos entrecruces de sucesos acaecidos en planos históricos y metafísicos. Sucesos que no pueden ser considerados como un espectáculo puesto
que el hombre es un protagonista activo. Incluso, cuando se nos
aparece en actitudes pasivas, no es fácil determinar hasta dónde
llega su capacidad reactiva o, tal vez mejor fuera decir, cuando su
capacidad reactiva comienza a manifestarse. La vigencia de una
obra de arte está vinculada con su actualidad, aunque, como quedó
dicho, no se trata de conceptos equivalentes.
Ya hacia 1872, refiriéndose al gaucho, Hernández tuvo
la clara visión de que ese tipo original de nuestras pampas estaba
en vías de extinción. O sea, ya en la época de su aparición el
poema participaba tanto de la evocación nostálgica cuanto de la
realidad que le era coetánea. Nadie puede dudar que esa nostalgia
se anticipaba a los cambios sociales que en ese entonces pudieran
preverse y el casi permanente carácter de denuncia que el poema
conlleva puede rastrearse a lo largo de sus 6.710 versos. Denuncia
nutrida por una realidad cruel que el poeta desnuda sin preocuparse por los muchos intereses que su *'canto" marcaba para siempre.
Incluso en la Vuelta, donde algunos estudiosos han señalado una
suerte de "ablandamiento", la denuncia se sostiene más allá de
posibles contradicciones. Para convalidar el aserto, reproduzcamos
algunos versos dichos por el Moreno: s *
La ley es tela de araña,
en mi inorancia lo esplico,
no la teme el hombre rico,
nunca la tema el que mande—
pues la ruempe el vicho grande
y sólo enrieda a los chicos.
Sextina que tgrna evidente la actualidad del poema, pues sus
afirmaciones son esencialmente válidas en una sociedad estructuralmente débil. Cuanto mas débil es la estructura social, las arbitrariedades se hacen más visibles y aunque en los países desarrollados
las injusticias no hayan sido desterradas, la fuerza de las instituciones puede aminorarlas. Nos referimos, claro está, a naciones que
funcionan de acuerdo con normas democráticas.
En nuestro medio, la lectura del Martin Fierro se mantiene y, en
determinadas ocasiones se acrece, no sólo por razones de prestigio
literario sino, fundamentalmente, por la actualidad del texto. Es
5 l
Vuelta, versos 4 2 3 5 al 4240.
37
cierto que la realidad aparente del país, en el largo siglo transcurrido desde la escritura del poema ha vanado; pero los cambios son
más aparentes que reales, pues si en los años de la Organización
Nacional el país se desarrolló notoria y notablemente, a partir del
golpe de 1930, se ha producido una resquebrajadura institucional
que nos ha llevado a la alternancia de gobiernos civiles débiles y de
gobiernos autoritarios en cuya mira no estaba el auténtico crecimiento del país. Si éste hubiese sido su objetivo, la situación nacional —en el momento de escribir estas líneas— no sería la que es.
A la vigencia del poema por sus valores estéticos, se agrega la
actualidad que le confiere —lamentablemente— nuestra debilidad
estructural. Vigentes y actuales los consejos del Viejo Viscacha: 52
Hacéte amigo del juez,
no le des de qué quejarse:—
y cuando quiera enojarse
vos te debes encojer,
pues siempre es güeno tener
palenque ande ir a rascarse.
Pareciera inútil transcribir versos tan conocidos; no tan inútil
nos parece señalar el oportunismo mimético que caracteriza gran
parte de nuestra vida política. Más que reclamarse, los fines se
declaman en espirales retóricas cuyo crescendo estruendoso se
acentúa gracias a las modernas tecnologías de la comunicación.
En el contexto anterior, vida política no debe limitarse al sentido estricto de actividad partidaria, sino al sentido lato de toda
nuestra vida comunitaria. El oportunismo es uno de los grandes
males que soportamos y que debiéramos desterrar cuanto antes.
El Viejo Viscacha, agudo observador de la realidad, es una especie
de La Rochefoucauld del subdesarrollo, bien lejos, claro está, de
las formas ducales: 5 3
Siempre andaba retobao,
con ninguno solía hablarse divertía en escarbar
y hacer marcas con el dedo—
y cuando se ponía en pedo
me empezaba a aconsejar.
El oportunismo, el "acomodo", y sus parientes más próximos
en el tiempo, el yeite y la onda, no son modos de vivir con la dignidad que la persona reclama, pero en determinadas condiciones
52
5 3
38
Vuelta, versos 2319 al 2324.
Vuelta; versos 2 3 0 1 al 2306.
sociales son aceptadas y no sólo por multitudes ignaras, sino por
quienes simulan ejercer el magisterio de la verdad. Con menos
pretensiones, considerando que "el primer cuidao del hombre es
defender el pellejo", le aconsejaba al hijo segundo de Fierro: 5 4
Jamás llegues a parar
a donde veas perros flacos.
El "no te metas", tan difundido, y no sólo entre nosotros —pues
generalizar sobre un pueblo es la forma más segura de equivocar
el juicio—, tenía ya en el Viejo Viscacha un expositor decididamente sabio. Tal vez, lo que más nos moleste en este personaje,
que el talento de José Hernández ha convertido en persona, sea la
elusión de los eufemismos, esa otra característica que en nada nos
favorece, pues pareciera que elegimos la hipocresía en lugar de atacar frontalmente cuando corresponde hacerlo. El Viejo Viscacha
va enhebrando sus "verdades", sin moralizar sobre la realidad, en
ella se inscribe según su "ética": 5 5
Deja que caliente el horno
el dueño del amasijo—
lo que es yo nunca me aflijo
y a todito me hago el sordo—
el cerdo vive tan gordo
y se come hasta a los hijos.
La falta de espíritu comunitario, una de las características que
más negativamente influyen sobre el desarrollo nacional, quedan
implícitamente enunciadas y denunciadas en la sextina que acabamos de transcribir, harto elocuente de un mal argentino posteriormente atribuido a la inmigración. Muchos son los que han pretendido ver en la inmigración la causa fundacional de esta carencia
de espíritu de comunidad. El folklórico: yo me corto solo, o primero yo, tienen antigua data.
La inmigración promovida por la Generación del 80 cesó hacia
1920, al menos en su forma masiva. La Guerra Ovil Española y
la Segunda Guerra Mundial indujeron inmigraciones menores; en
rigor la inmigración que colonizó la pampa gringa y que decisivamente contribuyó a la construcción del país, se interrumpió, como
acabamos de señalar, en la década del 20. Atribuirle, entonces, los
males que conocen todos, denunciados por Hernández en 1872,
es una arbitrariedad más entre tantas que se suelen cometer
cuando se evalúa ideológicamente —queremos decir, ajustándose a
pautas sectoriales— un problema social. En verdad, cualquiera que
S4
55
Vuelta; versos 2312 y 2313.
Vuelta; versos 2355 al 2360.
39
sea el problema a estudiar, sólo el instrumental de la razón crítica
puede, actuando al servicio del pensamiento libre de compromisos
que distorsionen la búsqueda de la verdad, llegar a conclusiones
válidas.
Las afirmaciones del Viejo Viscacha, que hemos citado, ponen
el tema en su justo lugar. Es fácil —siempre lo ha sido a lo largo de
la historia— utilizar el método del chivo expiatorio. Los otros, los
extranjeros, los inmigrantes, los ajenos, son los culpables. Un mentido nacionalismo esgrime este argumento para justificar la traslación de responsabilidades.
José Hernández, por decisión propia y manifiesta, elige la opinión a la diversión.56 Sin subestimar el sentido del humor, la sextina citada apunta a la diversión en su sentido etimológico, es decir, en el sentido de apartamiento de los verdaderos problemas.
Desde que el mundo es mundo y desde que el hombre es portador
de la palabra, el poeta vive para cantar y su canto es el sostén y el
sentido de su existencia: 5 7
. . .he conocido, aunque tarde,
sin haberme
arrepentido,
que es pecado cometido
el decir ciertas verdades.
Pero voy en mi camino
y nada me ¡adiará,
he de decir la verdá,
de naides soy adulón;
aquí no hay imitación,
ésta es pura realidá.
La vigencia y la actualidad del Martin Fierro se encuentran a sí
mismas en el espejo del poema. Su lectura es la mejor confirmación que su actualidad —como ya hemos apuntado— testimonia el
inocultable retroceso del país, retroceso que no evitaremos cambindo las palabras sino transformando la realidad. Los eufemismos sólo contribuyen a apuntalar el statu quo.
Dramáticos acontecimientos vividos por nuestra generación,
traen a la memoria versos que parecen escritos hoy para señalar el
desguarnecimiento de la guarniciones, si se nos permite la expresión 5 8 que no es, precisamente, un juego de palabras:
58
40
Diversión, voz que deriva de divertir y ésta del latín divertere cuya primera acepción es apartar, desviar, alejar. Diccionario de la lengua española; Real Academia Española; Madrid, 1 9 3 6 .
Vuelta; versos 6 1 al 66.
Ida; versos 4 4 5 al 4 6 2 .
Recién entonces salía
la orden de hacer la riunión—
y cáibamos al cantón
en pelos y hasta enancaos,
sin armas, cuatro pelaos
que wamos a hacer jabón.
Ay empezaba el afán,
se entiende, de puro vicio,
de enseñarle el ejercicio
de tanto gaucho recluta,
con un estrutor. . .que. . .bruta,
que nunca sabía su oficio.
Daban entonces las armas
pa defender los cantones,
que eran lansas y latones
con ataduras de tiento. . .
Las de juego no las cuento
porque no había municiones.
Con todos los cambios de decorado que la situación exige, y sin
pretender una identidad histórica, las condiciones en que los
gauchos reclutas debieron, entonces y hace muy poco, afrontar el
encuentro con los "infieles" resultan lamentablemente similares.
Existe una continuidad histórica entre la Argentina del poema
y el país que estamos viviendo. El interregno que significó el período abarcado por la Organización Nacional y algunos breves
lapsos correspondientes a nuestro siglo, no bastan para desactualizar ^el poema, como si dijéramos, desactivarlo. Y no porque el
poema actúe como un artefacto destructor; por el contrario, Martín Fierro continúa mostrándonos una realidad en la que se sigue
jugando ". . .a la suerte/con una taba culera". 5 9 De atropellada,
como si fuera un bien mostrenco, los más audaces se alzan con lo
que pueden: 6 °
Yo he visto en esta milonga
muchos gefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia.
59
60
Ida; versos 809 y 8 1 0 .
Ida; versos 817 al 8 2 2 .
41
Este "cuadro de situación", pintado en una Argentina muy
anterior a la inmigración, se sigue pareciendo al que podría corresp o n d e r á a la Argentina de nuestro tiempo. La reiteración de situaciones similares que tantos intereses creados se empeñan en mantener, justifican plenamente la afirmación de nuestro gaucho paradigmático: 6 1
Y colijo que no quieren
la barunda componer. . .
A la denuncia de la vida en los fortines, la expoliación a que
eran sometidos los reclutas convertidos en piones, deben agregarse otras muchas y no es la menos importante, la del fraude electoral. Dentro de ese clima, que Martín Fierro fuera "enganchado"
por decisión del juez de paz es apenas una anécdota en un gran
cuadro de época, pero deja de serlo para el protagonista que verá
trastocada su vida entera: 6 2
A mi el juez me tomó entre ojos
en la última votación—
me le había hecho el remolón
y no me arrimé ese día;
y él dijo que yo servía
a los de la esposición.
Esta denuncia del fraude electoral se reitera en la Vuelta, en
la relación de Picardía que, al comienzo de su "historia", con
toda intención declara: 6 3
. . .siendo mi madre Inocencia
me llamaban Picardía.
El humor persiste a lo largo del poema, aunque las burlerías
suelen culminar en cruentos duelos criollos. Ese humor, propio
del gaucho, y que caracterizó al mismo José Hernández, reaparece en una nueva denuncia al fraude electoral.
Picardía, en este tramo de su relación (recordemos que la
Vuelta fue publicada en 1879), introduce, como se verá en seguida, un vocablo político que habrá de tener creciente importancia
con el correr del tiempo. Al realizarse los comicios, un personaje
que era el factótum del mismo, sostuvo: 6 4
61
62
63
64
42
Ida; versos 823 y 824.
Ida; versos 343 al 3 4 8 .
Vuelta; versos 2 9 6 3 y 2 9 6 4 .
Vuelta; versos 3 3 5 2 al 3 3 6 0 .
. . /que todo andaría muy mal
si pretendía cada cual
votar por un candilato.'
Y quiso al punto quitarme
la lista que yo llevé,
mas yo se la mesquiné
y ya me gritó . . . 'anarquista,
has de votar por la lista
que ha mandado el comiqué\
Y aunque Picardía osadamente proclamara: 6 5
. . .mande el que mande
yo he de votar por quien quiera,
su buena intención quedó, como era previsible, frustada pues: 6 6
A y nomás ya me cayó
a sable la oolecía . . .
X
No es casual que la recepción popular del poema, se midiera en
cifras que para la población de entonces, pueden considerarse
siderales. En las ''Cuatro palabras de conversación con los lectores", que sirven de prólogo a "La vuelta de Martín Fierro",
José Hernández señala que "en seis años se han repetido once
ediciones con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares".
Es que el pueblo quería oír el texto que lo retrataba y que
lejos de brindar una pasiva imagen especular, denunciaba las
injusticias sin eufemismos. Las diversas formas de opresión que
sufría el gaucho, el manejo de su persona como si fuera un mero
objeto al servicio de los que mandan, y la expresión elocutiva
finamente ajustada a su objeto por un poeta que conocía minuciosamente las filosas aristas de su tema, produjeron este milagroso fenómeno que es el poema, cuyo texto dialogico como
tal fue percibido por sus destinatarios inmediatos.
La condición de ser la voz de los que no tienen voz se dio
en forma insólita. Lejos de ser el mensaje unidireccional, habitual
en los textos retóricos cuyo único objeto es convencer, o sea,
lograr el sumiso acatamiento de los receptores del mensaje,
el poema de Hernández, por su carga social e histórica, por la
maestría de su realización, ha logrado la vigencia que el largo
siglo transcurrido desde su aparición confirma inapelablemente.
65
66
Vuelta; versos 3365 y 3366.
Vuelta; versos 3373 y 3374.
43
Que, además, su actualidad, trascendiendo sus valores estéticos,
permita encontrar en sus versos, hechos, acontecimientos y denuncias que reconocemos como válidos para nuestra cotidianidad,
revela que sus contenidos profundos se vinculan a una Argentina
cuyas debilidades estructurales exigen una adecuada transformación.
Martin Fierro ya ha ganado su vigencia como lo prueba la
creciente biblioteca que sobre él acumulan sucesivas generaciones
de escoliastas y si el país creciera como corresponde, su actualidad
solamente derivaría de su vigencia. Como el crecimiento y la
esperanza carecen de límites, seguiremos repitiendo: 6 7
Mas Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar. . .
Lo contrario sería suponer que el proceso histórico puede
desembocar en el inmovilismo. Mientras tanto, la poética de
José Hernández, por encima de los avatares de la sociología
y la historia, mantiene vivas sus pautas pues, según nuestro poeta,
el sentimiento y el pensamiento deben coexistir en el texto literario o, para usar su nomenclatura, en el " c a n t o " .
Quienes hacen de la acefalía una preceptiva, podrán, a lo sumo,
ser fluidos versificadores, hábiles productores de 4t soniditos"j
según diría Macedonio Fernández. Como contrapartida, quienes
renuncian a la emoción, empobrecen la poesía que no resulta
de restas lineales sino de complejas integraciones en las que el pulso cordial, ese que nos cuenta la vida, no puede estar ausente: 6 8
Procuren, si son cantores,
el cantar con sentimiento—
no tiemplen el estrumento
por solo el gusto de hablar—
y acostúmbrense a cantar
en cosas de jundamento.
No resulta fácil alcanzar el equilibrio propuesto por Hernández.
Más simple es seguir la corriente que desde los países centrales
imprime el coloniaje mental que permite estar a la moda. Permite,
además, la adhesión de los lectores que ya no son aquellos oyentes
de las pulperías. Por cierto que no predicamos un ritorno
alVantico, tan absurdo como retrógrado, además de imposible.
Las condiciones son otras y no es cuestión de componer una elegía
al chiripá reemplazado por los blue jeans. A lo sumo, éstos sólo
6 7
6 8
44
Vuelta; versos 4 8 3 5 y 4 8 3 6 .
Vuelta; versos 4 7 6 3 al 4 7 6 8 .
son signos exteriores; lo que verdaderamente importa es alcanzar
las transformaciones profundas que nos permiten ingresar en el
siglo XXI. Martín Fierro deberá perder actualidad, pero mantendrá
su vigencia. Constituye una etapa, todo un capítulo de nuestra
historia que, gracias a su valor textual, desafía con holgura los
tarascones del tiempo. De lo que se trata es de.otra cosa, y otro
es el tema: el contexto que lo engendró es el que debe perder
actualidad, pues ésa es la ley del devenir histórico.
Si, como estableció LA. Richards, un libro es una máquina
para pensar, muchas son las liciones del Martin Fierro que deben
ser repensadas.
EN LA LEGISLATURA DE BUENOS AIRES
José Hernández fue sucesivamente diputado (1879-1881)
y senador (1881-1886) en la Legislatura de la Provincia de Buenos
Ainis. Asimismo, entre 1882 y 1885 fue convencional para la
reforma de la Constitución de esa Provincia. Vale decir que dedicó
los últimos años de su vida a su actuación parlamentaria.
La lectura de los diarios de sesiones la revela intensa y extensa,
tanto por la seriedad de sus preocupaciones, demostradas en
los debates, como por la amplitud de los temas en los que interviene con equilibrada pasión y coherencia. Esa lectura muestra,
además, la evolución de sus ideas y lo entramado que está el
hombre que fue José Hernández con el poeta que estructuró
el Martin Fierro. En esta develación, corresponde señalar la
esclarecedora tarea cumplida por Antonio Pagés Larraya en su
libro Prosas del Martín Fierro:69 "Es tal la sensación de asombro
que el poema suscita, sobre todo si se lo coteja con la literatura
de la época que quien no posee elementos de juicio sobre el
mundo total de Hernández bordea lo inexplicable. Sólo por desconocimiento de la personalidad del poeta y de sus escritos ajenos
al Martín Fierro pudo Leopoldo Lugones elaborar aquella equivocada teoría de la 'creación a pesar suyo' y enlazar esta cadena
de errores: 7 0 (. . .) en ninguna obra es más perceptible el fenó-
Antonio Pagés Larraya, Prosas del Martín Fierro; La Pléyade, 1972
( l a . ed., Raigal, 1952).
Leopoldo Lugones, El payador, Editorial Centurión, 3ra. edición, 1 9 6 1 .
45
meno de la creación inconsciente. El ignoró siempre su importancia y no tuvo genio sino en aquella ocasión. Sus escritos posteriores y sucesivos, son páginas sensatas e incoloras de fábulas
baladies o artículos de economía rural".
Estas opiniones de Lugones —continúa Pagés Larraya—, "que
han sido repetidas muchas veces sin examen, son la salida verbal
que el crítico buscó para las muchas preguntas sin respuesta
que el poema le iba planteando. Afortunadamente, el conocimiento de lo mucho que Hernández escribió demuestra que
en su caso, como en el de todos los auténticos creadores, no
había nada fortuito. ¡Enraizados en el país y en su dolor nacieron
sus cantos y su prosa, de él se nutrían y a él retornan como inmarchita esencia! Si alguna obra está lejos de la 'creación inconsciente'
ésa es el Martin Fierro y si algún pensamiento está lejos de ser
'fábula baladp ése es el de José Hernández, que se expresa en
una prosa sin oropel y problematiza todos los sectores críticos
de la existencia nacional". 7 1
La cita resulta reveladora de la coherencia entre el hombre y
el poeta, entre el poeta y el poema, entre el poema y la realidad
que lo hizo posible.
Si en Lugones debemos reconocer una de las primeras y más
autorizadas voces nacionales que contribuyeron a consolidar
la definitiva apreciación del poema, no por ello deja de equivocarse cuando —en el párrafo citado por Pagés— nos remite
a "la creación inconsciente" del poema.
La crítica erudita ha mostrado ya, con todo detalle, la diversidad de hontanares que alimentan al poema. Hernández, lejos
de ser un repentista, un mero versificador afortunado, es un
poeta que ha transpuesto los umbrales del conocimiento para
ingresar en el ámbito de la sabiduría.
Intentamos en estas páginas relatar nuestro actual "encuentro"
con el poema y con el poeta que nos ha acompañado a lo largo
de los años. Desde esta actitud dialógica, elaboramos algpnas
reflexiones que continuarán eludiendo una erudición que no
poseemos y de la que, de todos modos, seguiremos desconfiando
(quizá por nuestra "docta ignorancia"), para entregarnos—dentro
de lo posible— a una lectura a primera vista. Es lo que hemos
hecho en las páginas anteriores; en las que siguen, aunque otros
lo hayan procurado a su modo, insistiremos en la mostración
de lo poco que puede haber de "creación inconsciente" en la
71
46
Prosas del Martín Fierro, ps. 91 y 92.
construcción de un poema escrito por alguien que sabía que
nada hay de "desinteresado" en la creación poética.
Sólo lo que mucho le interesa, sólo lo que más le afecta, sólo
los lúcidos "encuentros", impulsarán al poeta a entregar el testimonio de su diálogo.
La creación artística es según hemos desarrollado en otros
textos, 7 2 la forma que asume el descubrimiento. La creación
estética nos conducirá al poema; la creación científica nos revelará los inagotables secretos de la legalidad universal.
El irracionalismo es, en todos los casos, el lastre, el contrapeso
que demora todos los recorridos. Sólo cuando superamos lo
inconsciente, la creación devela las misteriosas vertientes de
la realidad; el análisis crítico y el análisis emocional nos entregan
sus frutos.
La actuación de Hernández en la Legislatura, como mostrarán
las notas que siguen, prueba hasta qué punto el hombre que
escribió el Martín Fierro fue congruente con el legislador atento
a su entorno. Sus intervenciones parlamentarias, en las qué el
conocimiento de la realidá no excluye el estudio de los temas
tratados, dicen bien a las claras que no fue un venturoso azar
quien dictó los versos del poema. Además, y como es obvio,
éste no hubiese sido posible sin una sabiduría esencial modulada
por su genio poético.
La tesis de la "creación inconsciente" convierte al Martin
Fierro en una afortunada emanación irracionalista y equivale
al imposible destierro de Hernández del Olimpo criollo, en el
que su eminencia poética lo instalara para siempre.
POESÍA Y POLÍTICA
En lo que sigue utilizaremos como texto de apoyo los tres
volúmenes editados en homenaje a José Hernández por la Cámara
Cf. nuestra Antropología
literaria.
47
de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. 73 Los dos primeros
recogen sus intervenciones parlamentarias como diputado y
como senador, respectivamente; el tercero reúne textos complementarios, discursos de circunstancias, notas necrológicas,
entre otras valiosas contribuciones periodísticas, literarias e
históricas.
En líneas generales, cabe afirmar que el discurso hernandino,
en cualquiera de sus formas, resulta ilustrativo para mostrárnoslos perfiles del hombre concreto, así como los vínculos entre
su actividad parlamentaria y los motivos del poema. Estos vasos
comunicantes ciertamente existen, lo que no significa que un
debate sobre la prolongación de una linea ferroviaria sea la transcripción de los consejos del Viejo Viscacha. Puede, en cambio,
mostrarnos la decidida vocación civil del poeta por cambiar
las condiciones sociales que hicieron posible su poema-denuncia.
En el prólogo de los mencionados volúmenes, que aparece
sin firma, pero que no resulta aventurado atribuir a Cipriano
V. Moreno, redactor de la obra, leemos: "A la facilidad de su
palabra, que no es la facilidad de lo superfluo, sino la facilidad
de convertir en fluidez de pensamiento las más graves razones,
Hernández une la serenidad, armoniosa de su acento, encuadrándose en el canon de los oradores clásicos. Benjamín Pose afirmaba
que la voz de Hernández era un órgano de catedral, por su vibración y sus matices".
Resulta inevitable, tanto por coincidencia temática como por
acuerdo con quien tan holgadamente nos precedió en la búsqueda,
volver a citar el texto de Pagés Larraya: 74 "Hernández no cantó
para solaz de los puebleros ni consideró nunca su obra como una
creación de amena literatura. Lo literario fue instrumento de
su lucha, un añadido que acabó por insurreccionarse y cobrar
un alcance cuya intensidad formidable probablemente él mismo
no imaginó. Hernández no quiso que Martín Fierro quedase
recluido en lo poético, aunque por ello sobreviviera. No es casual
que a comienzos de este siglo dos escritores, substancialmente
políticos, como Hernández, hicieran de Martin Fierro punto de
74
48
Personalidad parlamentaria de José Hernández; edición de la Cámara de
Diputados de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1 9 4 7 . En próximas
remisiones a esta valiosa publicación, abreviaremos la mención escribiendo P.P. de J.H.
A.P.L., op. cit.
arranque para el análisis de la Argentina como ente espiritual e
histórico. Las conferencias de Leopoldo Lugones en el Teatro
Odeón, de las que nació El payador (1916) y las de Ricardo
Rojas en la Facultad de Filosofía y Letras, de las que nació Los
gauchescos
(1917), fueron verdaderamente insubordinaciones
contra lo académico y lo convencional. Y en estas obras empezamos todos los argentinos a entender el misterio de Hernández".
Sin duda que al desfasaje existente para develar "el misterio
de Hernández", no resulta ajeno el contenido dé "Las dos políticas", 7 5 folleto de Olegario V. Andrade atribuido durante mucho
tiempo al autor del Martín Fierro. Las dos políticas, la unitaria
y la federal, continúan con su dicotomía maniquea entorpeciendo la comprensión de nuestra historia. Pero, si es cierto,
que la exacta evaluación del Martín Fierro demoró, más allá
de lo explicable en términos estrictamente literarios, resulta
de entera justicia calificar las actitudes reivindicatorías de Lugones
y de Rojas, casi medio siglo después de la aparición del poema,
como "insubordinaciones contra lo académico y convencional".
En cambio, creemos que si Lugones y Rojas hicieron del Martín Fierro el ' 'punto de arranque para el análisis de la Argentina
como ente espiritual e histórico", ello fue posible en cuanto
el poema muestra con la luminosidad de su estilo transparente
—palabra que utilizamos en el sentido que la emplea Todorov—
una realidad que nadie antes que él pudo desnudar con parecida
genialidad.
Esta -puntualización nos parece necesaria como señalización
de que Martín Fierro, ápice de la poesía gauchesca, amén de
documento político y social, puede ser punto de arranque para
el análisis de la Argentina, sin que esto signifique que el poema
sea el. arranque de la Argentina. Por el contraria, el poema pudo
ser escrito con una densidad textual tan excepcional porque
detrás existía una trayectoria histórica y cultural que lo apuntalan.
Años más tarde el mismo Pagés establece los vínculos entre
el Facundo de Sarmiento y el Martín Fierro. Por otra parte, al
referirse a la política de la tierra16 enlaza la prédica hernandina
con "la de Mariano Moreno en Representación de los hacendados
(1809); con la de Esteban Echeverría en el Dogma Socialista
(1839), que es la formulación teórica de los ideales de Mayo
7
76
5
-
Olegario V. Andrade, " L a s dos políticas". Su t e x t o ha sido incluido en el
t o m o III de P.P. de J.H.
A.P.L.,cf. p . 9 3 .
49
y el programa práctico para su realización; con la de Juan Bautista
Alberdi, a quien Echeverría instituye heredero de su pensamiento;
con la de Nicolás Avellaneda, en su Estudio de las leyes de las
tierras públicas (1865), libro inspirado en Sistema
económico
y rentístico de la Confederación Argentina (1854) de Alberdi.
A través de estas obras y de estas fechas se ve la continuidad de
una misma fuerza ideal que impulsa la historia argentina y que
mueve, más allá de apariencias y de las crisis transitorias, su
esencia espiritual".
En síntesis, y aunque las conclusiones pueden, tal vez, revestir
otra formulación que excluya las contraposiciones dualistas,
el hecho cierto es que para quienes saben que no es posible separar
la cultura de la historia, la señalización trazada en el párrafo
anterior es claramente ilustrativa de una realidad social. De ella
emerge, como traducción estética en el "espacio literario", toda
una vertiente textual cuya estación terminal es el Martín Fierro.
Por tanto, el poema no es un punto de partida sino como
quedó dicho, un punto de llegada, la culminación de un género
nacido en el Plata en las condiciones sociohistóricas marcadas
hacia fines del siglo XVDI.-Se sobreentiende que en estas materias
no es posible, o no es fácil, fijar fechas ciertas, salvo que se parta
de determinismos mecanicistas ajenos a nuestra cosmovisión.
Pero de ningún modo resulta arriesgado afirmar que el Martín
Fierro aparece como denuncia de una realidad que urge transformar y que, de hecho, cuando se publica el poema, ya está
en proceso de transformación. Lo que no quiere decir que la
transformación sea de ejecución mecánica.
Por razones diversas, las transformaciones que una determinada realidad social requiere, pueden quedar truncas o frustradas
y, aunque no vivimos en la Argentina del Martín Fierro, con
diferentes vestimentas y con distintos "aperos", el poema mantiene, como sabemos, no sólo su vigencia sino su actualidad.
De aquí la necesidad de aproximarse críticamente a las raíces
del poema, para intentar develar su "misterio" lejos de esas retóricas "sentimentales" a las que suelen ser tan afectos tantos
"intelectuales" que tienen el ojo puesto en el éxito circunstancial antes que en el intento de aproximarse a la verdad.
Todo depende del horizonte que nos propongamos como
meta. Si el horizonte es el papel sobre el que nuestro lápiz traza
sus registros, ya hemos logrado nuestro objeto; si el horizonte
es la incesante búsqueda del conocimiento, sabemos que hemos
asumido la interminable tarea de Sísifo. En este caso, el papel
sólo registra nuestras intemperies, nuestras oscilaciones, y, a
50
pesar de todo, nuestra decisión de continuar el inacabable proyecto que toda vida supone.
Lo más que podremos lograr, como dijo Shelley refiriéndose
a los poetas, será agregarle una estrofa al canto total de la humanidad. Y ya es bastante, pues aunque parezca mínima se trata
de una aspiración máxima.
Los hernandinos de efemérides se emocionan repitiendo mecánicamente las sextinas, sin advertir que el poema es un instrumento libertario, antes que una sucesión de versos convencionalmente literarios. El primero que lúcidamente supo lo que estaba
haciendo y cuál era su objetivo fue el mismo José Hernández,
que denunció desde el poema las tropelías contra los hombres
de la campaña, sin disimular la bárbara condición a la que fueron
empujados por los señores que por sí y ante sí se apoderaron
de lo que es propiedad común. La situación límite queda marcada en los tramos finales de la Ida, cuando Fierro y Cruz eligen
la toldería a la "civilización". Recordemos a Cruz cuando dice: 7 7
Pucha— si usté los oyera,
como yo en una ocasión,
tuita la conversación
que con otro tuvo el juez—
le asiguro que esa vez
se me achicó el corazón.
Hablaban de hacerse ricos
con campos en la fronterade sacarla más ajuera
donde había campos baldidos—
y llevar de los partidos
gentes que la defendiera.
Casi como un resumen y como una reflexión históricamente
válida, Cruz sostiene: 7 8
Hace mucho que sufrimos
la suerte reculativa
77
78
Ida; versos 2 1 0 1 al 2112.
Ida; versos 2 1 2 5 y 2126.
51
Como instrumento de transformación, lo acabamos de decir,
Hernández escribió su poema y en sus versos transmitió las meditaciones y el pensamiento crítico que sostiene los grandes libros
donde el hombre deja grabadas la historia de sus peregrinaciones individuales y colectivas. Su obra de periodista, político,
legislador y poeta nos da la medida coherente de un hombre
concreto que asumió con plenitud su destino de protagonista
y de testigo. Por eso, 79 "proclama como un triunfo de la ciudadanía el día que las generaciones argentinas puedan escribir
en su bandera este programa: no más caudillos ni de pluma ni
de espada; sobre los derechos imprescriptibles del pueblo argentino no hay hombre ni voluntad superior; desde hoy en adelante
debe imperar la ley, justa para todos, severa para todos". Este
párrafo representa un rotundo no a todo caudillismo; más aun,
en un medio, como el nuestro, tan acostumbrado a los esguinces
y a las gambetas, significa una oposición frontal a todas las concepciones demagógicas del populismo: Sobre los derechos del
pueblo no hay hombre ni voluntad superior: sólo la ley justa y
severa para todos.
A un siglo de su muerte, la maraña de intereses creados, la
falta de auténtico patriotismo (notable sobre todo en quienes
hacen del patriotismo una profesión y una ideología), la presión
de quienes quisieran que aceptáramos mansamente la división
internacional del trabajo y la de quienes hacen juegos semánticos
esgrimiendo la hegemonía como alternativa del
imperialismo,
contribuyen, directa o indirectamente, a mantener la frescura
del discurso hernandino. No al populismo, nos advierte con
su voz de órgano, no a los caudillos, no a los demagogos manipuladores de los pueblos.
Solo la ley, la definitiva institucionalización del país, es lo
que reclama. Que las aspiraciones de Hernández, puedan seguir
siendo las nuestras es la prueba más deplorable de nuestros naufragios. Para mí el diccionario es la Constitución,80
sostiene
en forma contundente el diputado José Hernández, y toda su
actuación parlamentaria se basará en esa ansia de estabilidad.
Aunque las condiciones no sean las mismas, nuestra generación
comparte esa ansiedad pues vivimos una crisis permanente que,
especialmente a partir del 30, reaparece con picos recurrentes.
No pretendemos que todo lo que haya dicho Hernández en
la Legislatura sea un credo inamovible; en sus años juveniles
19
80
52
P.P. de J.H.; T.I, p. XXXVII.
P.P. de J.H. Sesión de 19 de mayo de 1879; p. 17.
él mismo cambió de estilo y de ideario, pero más importante
que señalar disensos —lo que cuando cuadra no vacilamos en
hacer— nos parece mostrar su verdadero perfil. Lo que se nos
ocurre esencial, en tanto y en cuanto, determinadas facciones,
que suelen ser facciosas, y que suelen esgrimir el Martín Fierro
como un estandarte de su exclusiva pertenencia, pretenden desconocer que Hernández enfrenta un quietismo inmovilista y
evoluciona hacia la única filosofía posible para el desarrollo
y para la existencia del país. En el momento histórico que le
toca vivir, esa filosofía social coincide con la de los hombres
de la Generación del 80, ideológicamente inscripta en el marco
liberal. Por eso sostiene: 8 1 "Como individuo particular declaro
que soy oposicionista (sic) a las obras públicas practicadas por el
Gobierno y prefiero que se favorezcan las empresas particulares,
porque creo que el empleo de los capitales particulares puede
llevar a la Provincia al adelanto y al progreso y porque creo que la
intervención del Gobierno en las obras públicas tiende a matar la
iniciativa particular". Y agrega: "Pero no es este el caso del ferrocarril; es una empresa radicada en la Provincia, de un gran porvenir; debemos protegerla y fomentarla".
Esta prosa, que ciertamente no es verso, define con claridad, sin
interesadas traducciones, el pensamiento que sobre la cuestión
vierte sin tapujos el diputado Hernández.
Quien desde la mocedad participó en las luchas de la guerra civil
y fue soldado en Cepeda, Cañada de Gómez y Pavón, se vuelca de
lleno en esa otra lucha que la Generación del 80 se fija como destino: la Organización Nacional.
Los últimos años de su vida, prematuramente finalizada a los 52
años de edad, quedan registrados en su actuación en la Legislatura.
Sus intervenciones procuran consolidar las condiciones objetivas
sin las cuales el progreso sólo sería una ambición frustrada. La educación, los ferrocarriles, los caminos, los puertos que el país necesita son los temas de sus intervenciones continuas y vehementes,
pero no por eso menos equilibradas. Nada que pueda interesarle
al país le es ajeno y, en esa integridad, su preocupación por el
hombre de la campaña es permanente. Asomémonos a la sesión
celebrada el 18 de junio de 1879. 8 2 En la misma se trata el nombramiento de Jueces de Paz, tan malamente presentes en el Martin
Fierro. Dice el diputado Hernández:
"Esta cuestión de los jueces de paz es la más grave que ha tenido
el país desde 1820. Hace medio siglo que estamos en esto. Nos manejábamos antes con los antiguos alcaldes de la legislación espa-
1
2
P.P. de J.H. Sesión del 30 de mayo de 1879, p. 29.
P.P. de J.H. T.I, p. 47.
53
ñola. Creyeron los reformadores del año 25 que no nos manejábamos bien y nos introdujeron esta reforma francesa de los jueces de
paz.
"Marchamos así desde el año 25 al 35, en que un gobierno
fuerte encontró establecidos los rieles para dilatar su poder absoluto sobre los juzgados de paz, los comandantes militares, las comisarías de policía y todas las atribuciones administrativas y departamentales.
"Los jueces, vinieron s ser señores de horca y cuchillo, en cada
departamento.
"Así marchamos hasta el 52, en que deseando retirarles estas
facultades, empezó una legislación vacilante. Se nombraron
comandantes militares y se les fueron quitando las facultades policiales y hasta las facultades eclesiásticas que tenían los jueces de
paz.
"La reforma de la Constitución se hizo sentir, porque había
entrado el país en vías de organización, en vías de progreso, de
desarrollo y de asegurar sus libertades públicas y una organización
permanente y duradera. Era necesario reforzar ese mecanismo
administrativo. Fue una de las primeras razones que se tuvieron
para pedir la reforma de la Constitución.
"Me acuerdo que yo ocupaba entonces un lugar en la prensa de
Buenos Aires y fui uno de los apóstoles más fervorosos de esa
reforma, porque creía que el vecindario de cada partido tenía el
derecho de elegir su juez de paz, que dirimiera las cuestiones
civiles; tenía el derecho de elegir el comandante militar que debía
vigilar por la guardia nacional; que tenía derecho de elegir el maestro de escuela que había de educar a sus hijos y que tenía el derecho de elegir hasta el cura que había de dirigir sus familias.
"En este orden de ideas, considero que después de establecido el
principio constitucional de que la elección de los jueces de paz
corresponde al pueblo, estamos entre el Poder Legislativo y el
Poder Ejecutivo disputando por el ejercicio de una facultad que
a ninguno de los dos pertenece: estamos peleando por una cosa
ajena".
Esta intervención del parlamentario —coincidente con el año de
aparición de la Vuelta, 1879— es totalmente coherente con el
poeta que en 1872 publicó "El gaucho Martín Fierro", primera
parte del poema aparecido en un folleto que incluía un artículo
sobre materia ferroviaria.
El hombre concreto que fue José Hernández es el cierto padre
de su-hijo literario, engendrado con total lucidez y no como resultado de una no deseada casualidad. Si la conciencia histórica
correspondiente a una época, no puede fijar que un poema será
fatalmente escrito en un año determinado, se puede afirmar, en
54
cambio, que en ciertas condiciones alguien escribirá un texto coherente con su tiempo. Dicho esto fuera de una causalidad mecanicista y dentro, en cambio, de que es posible que surja un poeta
capaz de encontrarse —diríamos con la nomenclatura de nuestra
Antropología literaria—83 con su sociedad hasta convertir sus perfiles y sus características en pulpa activa de su intimidad. Nadie
puede predecir la genialidad, pero ésta puede aparecer encarnada
cuando esa constelación de circunstancias se conjuga al punto de
parecer resultado de una generación espontánea. De ahí el error de
considerarlo como una suerte de emanación del inconsciente colectivo.
En esta materia, como en tantas otras, el irracionalismo que por
su naturaleza ha de ser acrítico, pretende desconocer el verdadero
perfil de JOSQ Hernández. Lo que implica desconocer su consubstanciación con sus temas; los pormenorizados conocimientos, nada
inconscientes por cierto, de los mínimos detalles de la sociedad y
de la historia que vivió como protagonista y como testigo.
BELLEZA Y VERDAD: LO ESTÉTICO COMO CONCEPTO
ENGLOBANTE
Quienes han estudiado minuciosamente la vida de José Hernández reconocen su versación en distintos ámbitos. Si su lápiz
de taquígrafo en la legislatura de la Confederación —y son sus palabras— fue su universidad en derecho constitucional, su vida en la
campaña fue su universidad gaucha. Sino fue un scholar, en el sentido usual del término, traspasó los límites convencionales del
conocimiento para ingresar en el privilegiado ámbito de la sabiduría. Sin empinarnos en sacralizaciones estériles, conviene recordar que: 3 4
Aquí no valen dotores,
sólo vale la esperencia,
aquí verían su inocencia
esos que todo lo saben,—
porque esto tiene otra llave
y el gaucho tiene su cencía.
4
Antropología
literaria; Marymar, 1982.
i d a ; versos 1457 al 1 4 6 2 .
55
En el contexto de estas notas, el inicial aquí de la sextina es
trasladado al aquí del metalenguaje que estamos utilizando. Somos conscientes que más que un enfrentamiento crítico o que un
homenaje de efemérides, pretendemos el acercamiento, la projimidad que sólo el encuentro puede conceder. Situados así los términos de nuestro propósito y puesto que en tanto que lectores
de otro tiempo nos es imposible leer sin traducir el texto a nuestra
época, digamos sin rubor que gauchos seguimos siendo todos los
guachos, y no nos referimos a carencia de padres legítimamente
reconocidos por el Registro Civil, sino a la carencia de grupos,
capillas, partidos, que nos sostengan y amparen.
Como suele ocurrir, la lectura del poema puede ser retórica o
auténtica. En el primer caso nos quedaremos fuera de las intenciones y dentro de los sonidos; en el segundo nos arriesgaremos a
enfrentar el camino hacia Utopía, El único camino que realmente
vale la pena recorrer pues su meta es el inalcanzable horizonte,
objetivo que marca, precisamente, la desmesura de nuestra ambición. Somos los hombres de la intemperie y no nos conformamos
con la mezquindad de precarios refugios. Por eso continuamos
marchando y cuando leemos: 8 5
Sólo queda al desgraciao
lamentar el bien perdido.
sabemos que en el poema se denuncia la injusticia y que, esencialmente, se trata de un poema social, pero no por eso el bien perdido dejará de sugerirnos otras connotaciones. Como la pérdida del
Jardín del Edén, por ejemplo.
El encuentro con un texto se manifiesta con un diálogo en el
que el ser entero se pone en juego. De ahí resulta que además de la
lectura social, el texto admite una lectura vital, en la que el bien
perdido puede ser el amor; o una lectura metafísica, en la que el
bien perdido puede ser el estado de inocencia. El diálogo depende
de los dialoguistas y en el caso del diálogo suscitado por un texto,
resulta inevitable que el texto sea modulado por cada lector. Toda
lectura hace posible una interpretación distinta, porque distintos
hombres concretos leen distintas cosas aunque el texto sea el
mismo.
No pretendemos extender esta interpretación al infinito; se
comprende que no se trata de forzar interpretaciones originales,
sino de traer a primer plano que una verdadera lectura es un encuentro en el sentido dialógico y, por tanto, el lector, por la carga
connotativa de las palabras le sobreagrega la carga de su propia
experiencia.
85
56
Ida; versos 299 y 300.
El gaucho, en tanto que protohombre desprotegido, incita nuestra identificación, por una inevitable dialéctica entre nuestra
conciencia metafísica y nuestra conciencia histórica. En alguna
oportunidad hemos dicho 8 6 que la consideración de un absoluto
sobrehistórico no puede servir de coartada para avalar las injusticias sociales. Los problemas de la realidad no se resuelven declarándonos residentes en uno de sus múltiples planos, o anclando
nuestra machine á écrire en un ámbito solipsista, en el cual, a lo
sumo, coexistamos Yo y el Otro, pero donde el Otro no sea más
que una proyección del Yo.
José Hernández no es Martín Fierro, pero no lo es dialécticamente, es decir, es y no es Martín Fierro. De ahí que pudo ser el
autor del poema y el legislador que luchó por imponer leyes cuya
vigencia hicieran imposibles las penurias vividas por su hijo literario y por los gauchos reales. Por eso, en la intervención antes
citada sostendrá: "El poder Ejecutivo quiere retener en sus manos
el nombramiento de los jueces de paz que han sido funestos para
este país desde 1825; el Poder Ejecutivo quiere reservárselo a su
vez; y estamos alegando sobre la cuestión de la elegibilidad de los
jueces de paz, después que la Constitución ha dicho que ésa es una
facultad exclusiva del pueblo. Volvamos al pueblo lo que es del
pueblo y habremos resuelto la cuestión. Voy a votar en contra del
dictamen de la Comisión, porque deseo que se plantee el régimen
municipal y que los jueces de paz sean elegidos por el vecindario
de cada parroquia".
La vocación democrática de José Hernández no podrá ser puesta
en duda. Cabe, en otro orden de cosas, discutir la exactitud de su
enfoque cuando enfrenta a gauchos y a gringos que padecen el
mismo régimen de injusticias y, soslayando esta situación, subraya
privilegios donde no existen.
En el Canto Tercero de la Ida, cuando Martín Fierro relata la
leva compulsiva, aparece el juez de paz, tan bien conocido por el
legislador gracias a la experiencia del poeta: 8 7
Cantando estaba una vez
en una gran diversión;
y aprovechó la ocasión
corno quiso el juez de paz. . .
Se presentó, y hay no más,
hizo una arriada en montón.
Juyeron los más matreros
y lograron escapar—
yo no quise disparar—
José Isaacson, El poeta en la sociedad de masas; Ed. Americaiee, 1969.
Ida; versos 307 al 3 2 4 .
57
soy manso— y no había porque—
muy tranquilo me quedé
y ansí me dejé agarrar.
Allí un gringo con un órgano
y una mona que bailaba
haciéndonos reír estaba
cuando le tocó el arreo—
¡Tan grande el gringo y tan feo!
lo viera cómo lloraba.
Aquí el poeta supera sus prejuicios; su encuentro con la realidad le impide traducirla con un texto distinto al que la situación
le dicta, pues no se ajustaría a la verdad. Pareciera que nuestro
referente fuera teoremático antes que poemático. No obstante,
aunque las vías sean distintas la estación es siempre la misma, y no
es otra que la aproximación al conocimiento. Estético b analítico, el conocimiento es una aproximación a la verdad. Podrá
argüirse que la verdad no siempre coincide con cánones estéticos
o que la belleza puede parecer distanciada de normas analíticas,
pero eá imposible imaginar la belleza distanciada de la verdad.
Lo estético es un concepto englobante y la belleza puede parecer
distanciada do. normas analíticas, pero es el resultado de una integración, aunque no siempre sepamos cómo efectuar la operación
que a ella nos conduzca. Lo que no significa que en el plano del
arte, la belleza surja por sí misma. La espontaneidad es sólo aparente, pues resulta de una experiencia cuya intensidad puede suplir
su extensión, pero el aprendizaje —que puede revestir caracteres
muy singulares— siempre existe.
Hernández, al relatar la leva, más allá de sus prejuicios personales, no puede menos que mostrar que tanto los gauchos como los
gringos estaban expuestos a los mismos rigores de la inclemencia
social. El poeta, supera los prejuicios del hombre: dice lo que es,
y como es poeta, en su formulación se conjugan la verdad y la
belleza.
El' arte —y manteniéndonos en el espacio elegido—, el arte literario es, siempre, arte interesado y, coherentemente con la sentencia de Goethe, hijo de la circunstancia. La conjugación de la conciencia histórica y de la conciencia metafísica se opera, justamente, en la circunstancia. El reino del hombre —un reino bastante
precario, por cierto— no puede eludir la duración ni la coyuntura
existencial. A partir del clásico aquí y ahora, eleva desde su imaginaria turris ebúrnea, su ámbito y sus acciones, dialécticamente
derivada de su libertad y su necesidad. En la medida de su lucidez,
58
será consciente que su libertad depende de las relaciones de vinculo que le impone su situación.
La belleza y la verdad se nos muestran constantemente en los
versos del poema, y aun cuando no siempre compartamos la verdad tal cual la siente el gaucho —especialmente en relación con los
gringos y con los "salvajes"— no podemos menos que reconocer
que su suerte desgraciada, los muchos rigores que la sociedad le
imponía, no le facilitaba la intelección de verdades más verdaderas
que las que su cotidianidad le ofrecía: 8 8
Viene el hombre ciego al mundo
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
¡la pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!
LIBERTAD Y PROGRESO
Es bien visible en la actuación parlamentaria de Hernández su
preocupación por la educación popular. En la sesión el 25 de julio
de 1879, 8 9 se trata de otorgar una pensión graciable al maestro
Gerónimo Montero por cuarenta años de servicios prestados. Dice
Hernández en esa ocasión: ''El señor Montero, en aquellos tiempos
de la tiranía en que la educación no estaba tan desarrollada como
hoy, y en la que los preceptores eran muy escasos, este señor se
presentó con la mayor asiduidad a enseñar a la juventud, iniciándola, diremos así, no solamente en materia de educación, sino también en la idea de la democracia, en la idea de la libertad tan
necesaria en aquellos tiempos".
Más allá del tema en sí, vale destacar la actitud política de
Hernández y su manifiesta adhesión a la democracia, ideario del
que tantos de sus aparentes seguidores reniegan. Atento a todo lo
que pudiera significar el progreso de la Provincia, Hernández participa activamente en las diversas cuestiones vinculadas a su desarrollo: caminos, vías férreas o puertos. Integra la Comisión de
8
9
Ida; versos 127 al 132.
P.P. de J . H . ; T . I , p . 69.
59
Hacienda y en lá sesión del 28 de julio de 1879 9 0 le corresponde
ser miembro informante de un proyecto presentado por el Poder
Ejecutivo. Por el mismo se pide autorización para negociar un empréstito de treinta y tres millones de pesos moneda corriente,
para las obras del Riachuelo. La lectura de su intervención muestra
la versatilidad de sus conocimientos y la atención que dedicaba a
las cuestiones que le eran encomendadas. Dice entonces: "Los
puertos son los puntos de intersección entre el comercio interior
y el comercio exterior. Y si los ferrocarriles, los telégrafos, las vías
interiores de comunicación están llamados a dar facilidad a la
industria y a propender a su desarrollo, poniendo también un poquito de garantía y de buena administración, los puertos dan facilidad para el cambio de productos ( . . . ) Sin buenos puertos se dificulta la industria, se atrasa el progreso del país y se aleja la concurrencia marítima".
Su adhesión al progreso es el resultado de una evolución bien
significativa, pues diez años antes, en un artículo periodístico 9 1
había escrito: "¿Qué importa el progreso si la vida que debiera dar
testimonio de él carece de garantías?"
Implícitamente, Hernández, entre su manifestación periodística y su intervención parlamentaria, a una década de distancia logró
advertir la no linealidad del proceso histórico. Esto revela su capacidad intelectual, pues figuras muy eminentes de la inteligencia
contemporánea siguen insistiendo en la necesidad de construir "la
ciudad feliz" y, luego, comenzar "la construcción de la cultura". 9 2
Concepción totalmente utópica, y de utopía reaccionaria, pues de
haberse seguido esa imposible norma, no se hubiesen escrito los
cuartetos de Beethoven, ni el Caballero de la Triste Figura jamás
hubiese cabalgado su Rocinante.
Los tiempos del Eclesiastés son tiempos simultáneos y no sucesivos, como se suele interpretar comúnmente. En un corte sincrónico del devenir histórico todo sucede al mismo tiempo. Porque 1
así es, aunque refiriéndose a la lingüística, Román Jakobson pudo
señalar el carácter dinámico de la sincronía. Y porque así es, el
hombre debe enfrentar los simultáneos golpes que cada instante le
ofrece, y en cada instante debe afrontar su condición de hombre
situado, para construir en medio de las demoliciones, y cantar en
medio de los derrumbes que el nihilismo de diversos rostros
provoca con sus estériles explosiones.
90
9l
60
P.P. de J.H.;T.I, p. 73.
Cf. "El Rio de la Plata" 6 de octubre de 1869.
Herbert Read, ¡Al diablo con la cultura!, Ed. Proyección 1965.
LA PAMPA, ESCUELA I)L HERNÁNDEZ
José Hernández ha permanecido demasiado tiempo a la sombra
dé su hijo literario. Más allá de ingenuas tesis repentistas el poema
es el resultado de la cultura que lo hizo posible. Lo que no significa que 15 predeterminara mecánicamente. La cultura es el resultado de operaciones personales en un contexto social, y las obras
que van configurando un proceso cultural son el resultado de una
dialéctica imposible de ser conducida por bretes prefijados, precisamente, por el carácter personal de las acciones culturales. Subrayamos que esas acciones personales sólo son posibles en un contexto social, y lo reiteramos para que no se nos atribuya una regresión al individualismo solipsista que carece de sentido dentro de
una concepción dialógica de la sociedad y la vida. En definitiva,
no pretendemos descubrir a Hernández. Estas notas sólo intentan
reencontrarlo y destacar su paternidad poemática. Martín Fierro
es el hijo del padre que lo engendró porque sólo él pudo engendrarlo.
Recordemos las palabras de Manuel Gálvez: 93 ". . .en el campo,
junto a su padre, el muchacho pónese en contacto con la materia viva de su futuro poema. Aunque todavía niño, no está en la
estancia como huésped ni como empleado de escritorio. Trabaja
al igual que los peones, todos gauchos. Vive entre ellos, les oye
referir sus proezas campestres o guerreras, tocar la guitarra y cantar. Asiste a las payadas de contrapunto, participa en las danzas
nativas. Aprende a tocar la guitarra. Se hace hombre de a caballo.
Adquiere maestría en todas las faenas del campo: la doma de
potros, la hierra, el rodeo. Y junto a las estancias en. que acompaña a su padre, una en Camarones y otra en Laguna de los Padres,
combate más de una vez contra los indios.
"La pampa es la principal escuela en la que se educa el muchacho. En ella cursó su bachillerato de poeta épico, de narrador de la
vida campestre de su tiempo. Diez años pasa Hernández en aquellas estancias. No tiene mucho contacto con la ciudad. Cuando
viene es por pocos días. No obstante su encariñamiento con el
campo, él no se convierte en un gaucho. La barbarie de la pampa
—si exúte, según cree Sarmiento— no le barbariza. Abandona el
campo a los 19 años, sin haber perdido su cultura". Cultura, acotemos, enriquecida por esa experiencia que ninguna biblioteca
hubiese podido reemplazar. En el párrafo transcripto, Gálvez nos
remite a toda una serie de actividades cumplidas por el joven
Hernández y que invisten un decidido carácter cultural pues, de
ningún modo, aceptamos una visión fragmentada de la cultura.
93
Manuel Gálvez, José Hernández;
Huemul, 1945.
61
Sin la internalización del estadio cultural de la campaña bonaerense vivida por Hernández, jamás hubiese escrito el Martín Fierro.
No fue gaucho, como bien dice Gálvez, pero convivió su injusta
realidad y procuró transformarla. Lo hizo, y éste es su mayor
título, desde su poema, pero su labor periodística y parlamentaria,
a pesar de algunas opiniones oscilantes, nunca lograron mellar el
filo de su facón libertario. Sus contradicciones, que las tuvo, pueden ser interpretadas como la necesaria evolución que todo hombre experimenta a lo largo de su existencia.
Su posición afirmativa frente a la vida, lo impulsa a ser protagonista, un protagonista que ama a su pueblo y que será amado
por muchas generaciones ele argentinos que tampoco son gauchos,
ni fingen serlo. Quienes aman la justicia, quienes son capaces de
consubstanciarse con una realidad, aparentemente distante, pero
que en muchos aspectos mantienen su estructura creadora de privilegios y desigualdades irritantes e inaceptables, seguirán abrevando en "las aguas profundas" 9 4 del Martín Fierro.
Martín Fierro, José Hernández mediante, sigue enseñándonos
que el canto puede ser el camino y que vivir exige cantar desafiando a los fantasmas del miedo y la incertidumbre.
UNA PERSPECTIVA ANT1H1ST0RICA
Desde aquel muchacho, cuya azarosa vida no desconoció las
guerras civiles, hasta el legislador de sus últimos años, median
diversas universidades, si bien, en ocasiones, las cátedras tuvieran
los programas equivocados. Su compleja trayectoria le facilitó la
percepción de muchos fenómenos sociales, aunque no alcanzó a
advertir la decisiva importancia que la Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra hacia fines del siglo XVm, tuvo para la transformación de la civilización contemporánea. La debilidad de visión
de lo que debiera ser "la clase dirigente" puede apreciarse en las
siguientes formulaciones de Hernández: 9 5 "Hoy los pueblos modernos, en virtud del libre cambio, de la navegación a vapor, de los
progresos de la geografía, de los ferrocarriles y los telégrafos, de
95
62
Bernardo Canal-Feijóo, De las ''aguas profundas"
F o n d o Nacional de las Artes, 1 9 7 3 .
P.P. de J . H . ; T . I , p. 78.
en el Martín
Fierro;
los Bancos y del crédito, hoy los pueblos, digo, con esas instituciones pueden ser civilizados aunque sean ganaderos.
"Hoy un pueblo puede tener estancias y tener cátedras.
"Es tan rico, tan civilizado y tan culto un pueblo ganadero,
como puede serlo aquel que es rico por sus minas o aquel que es
rico por sus fábricas.
"Si somos la colonia de Europa con respecto a la materia prima,
los pueblos de Europa son nuestras colonias con relación a la materia fabril. Allí tenemos nuestras colonias.
"Hoy los pueblos ganaderos pueden tener instituciones libres,
pueden tener Bancos, un periodismo abundante e ilustrado y todos
los recursos de las artes; pueden tener jurisconsultos, poetas, médicos, hombres que figuran entre los benefactores de la humanidad; hoy los pueblos ganaderos no son los más atrasados de la tierra. Ejemplo: Buenos Aires".
Lo transcripto es sumamente revelador de la ideología de los
hombres del 80 y se corresponde con su realidad. Hernández no
tenía como referentes, el Mercado Común Europeo, el desarrollo
tecnológico aplicado al agro, la biogenética, que ha transformado
los antigos clientes en nuestros actuales competidores. Nuestro
legislador habitaba otro mundo y ya se sabe que nada hay más
fácil que profetizar el pasado.
Si lo que dijo Hernández pudo tener validez en su época, lo
inexplicable —según pautas en las que lo ético coexiste con lo
razonable —es que sobrevivan "señores" que todavía "piensen"
ajustándose a las mismos cánones. En el mejor de los casos, viven
en la Edad Media; en el peor de los casos son simples testaferros
de los intereses que inhiben nuestro desarrollo.
Seguimos confundiendo la capacidad discursiva con la capacidad constructiva, el arte de la retórica con el de la construcción.
Tan sólo con hermosos y "convincentes" discursos no se construye un país y, mucho menos, "una nueva y gloriosa Nación".
"ATRAER CAPITALES"
La actividad parlamentaria de Hernández es incesante. En la
sesión del I o de agosto de 1879, 9 6 se aprueba su proyecto para la
creación del pueblo de Necochea. Una semana más tarde interviene
96
P.P. de J.H. T.I, p. 87.
63
en el proyecto de ley general de ferrocarriles. Hernández es miembro informante de las Comisiones de Hacienda y Obras Públicas,
y destaca las ventajas que obtendría la Provincia con esa ley. Entre
sus objetivos está el atraer los capitales requeridos para la realización de las obras ferroviarias "porque es necesario que en elexterior'se tengan conocimientos perfectos de cuáles son las leyes que
rigen sobre la materia y que han servido para fomentar el progreso
de los ferrocarriles y para atraer los capitales que deben invertirse
en estas empresas tan útiles para el país". Cuando un diputado le
interrumpe para decir: "Los capitales vienen solos". Hernández
replica: "No vienen solos; a no ser que el señor diputado conozca
algún nuevo medio de locomoción; vienen protegidos por la legislación y por las garantías que se les ofrece".
Más allá de los intereses en juego, es notable la claridad y la
información que el diputado Hernández exhibe a lo largo de su
intervención. De la última, resulta obvio señalar su actualidad,
pues, con las constantes desestabilizaciones, los factores de presión
han ido conformando una mentalidad corporativa o, si se prefiere, un estilo corporativo en el que se diluyen las instituciones
de la democracia representativa. El "personalismo", y no precisamente el personalismo filosófico, sino el caudillismo resultante de una realidad caótica, reemplaza el sabio ordenamiento
constitucional, y el jefe "carismático" gobierna de acuerdo con
las posibilidades del verticalismo que las circunstancias le permiten ejercer. La fractura institucional de 1930, que estamos lejos
de haber superado, reactualiza ese viejo debate de 1879 en condiciones, naturalmente, distintas, pero del cual resulta pertinente subrayar la secular observación de Hernández: los capitales no
vienen solos salvo que se conozca algún nuevo medio de locomoción; vienen protegidos por la legislación y por las garantías
que se les ofrece. Además, los capitales "nacionales" han emigrado hacia zonas que les ofrezcan la rentabilidad que el caos no
puede concederles. A esta altura del desarrollo de la civilización,
continuar hablando de la "nacionalidad" de los capitales significa
aferrarse a una nomenclatura decimonónica. La nacionalidad del
capital está dada por el lucro que pueda obtener. Por algo el Chase
Manhattan Bank, como todo el mundo sabe, tiene una sucursal
en Moscú y las hermanas Cola (obviamente, nos referimos a Coca
y a Pepsi) se expenden en la URSS y en la República Popular
China. Las multinacionales son una realidad derivada de la concentración del capital, ley de la economía cuya vigencia no es incompatible con la circunstancia de que haya sido Marx quien extendiera su certificado de nacimiento.
Paradójicamente, la retórica "revolucionaria" denuncia las
multinacionales como hijas del diabólico Tío Sam 9 7 cuando
97
64
Sobre ei tema de las multinacionales, consultar el trabajo de Juan José
Sebreli, " ¿ C ó m o pensar la Argentina?".
son un resultado del crecimiento económico de los países desarrollados. Lo anterior no pretende justificar moralmente los
desaguisados que suelen cometer los dueños del poder económico, aunque más exacto fuera decir, sin adjetivar, los dueños
del poder. Pero un análisis socioeconómico, aunque sea tan precario como el que nosotros estamos en condiciones de esbozar,
nunca puede ser el resultado de una yuxtaposición de "moralizaciones" ni una sucesión de "buenos sentimientos" verbales.
Caeríamos, tan sólo, en una verbalización de la realidad. Tergiversar un juicio crítico con una modulación sentimental, equivale a trocar los planos del análisis correspondientes, y, en definitiva, eludir el enfrentamiento con la realidad que no será tan
racional como quería Hegel, pero que sólo racionalmente podemos interpretar.
Hoy, como en los tiempos de Hernández, pero en condiciones
mucho más duras, lo que los economistas llaman "inversiones
reproductivas", no se realizan por decreto. Nadie siembra en
día de tormenta. Si en la época de nuestro poeta el país necesitaba capitales, así como esos capitales necesitaban nuestro país,
necesitamos ahora, además, los capitales "argentinos" que han
emigrado. Si de una buena vez no se crean las fuentes de producción, no solamente no creceremos sino que, dada la aceleración
del desarrollo de los países centrales, nos iremos quedando en los
márgenes de la historia. Mientras tanto, las grandes potencias
continuarán luchando por dominar las porciones de la torta terráquea y sus proyecciones cósmicas.
Los "aborígenes" que no se decidan a comprender la tendencia histórica, sólo subsistirán como servidores de los países
centrales. Su "filosofía" no irá más lejos que la del Viejo Viscacha: 9 8
Yo voy donde me conviene
y jamás me descarrio,
—llévate del ejemplo mío
y llenarás la barriga;
aprende de las hormigas
nunca van a un noque vacio.
No es casual que a su muerte: 9 9
. . .ninguno lo acompañó,
ni lo velaron siquiera—
yo
99
Vuelta; versos 2373 al 2 3 7 8 .
Vuelta; versos 2717 al 2 7 2 0 .
65
y al otro día amaneció
con una mano dejuera.
Esa mano dejuera, despedida final del Viejo Viscacha, simboliza una ideología solipsista que, paradójicamente, se prolonga en
las corrientes populistas contemporáneas. En otra ocasión, 1 c o definimos el populismo como la ideología de la masificación; en nuestro tiempo, el populismo es el denominador común de nuestra vida
política. Conclusión que podría aplicarse a espacios más amplios,
pero pongámosle una frontera a esta nota.
La continuidad del discurso hernandino reaparece en la sesión
del 20 de agosto de 1879, 1 0 1 dedicada a fijar la función específica del Banco Hipotecario con respecto al mercado de cédulas.
Dice en el curso de su larga intervención: 1 0 2
". . .desde que estamos viendo amenazados grandes intereses
del país, desde que perdiendo el crédito interior es ponernos en
manos de los especuladores en el crédito exterior, es que he querido promover esto, para aclarar y definir las verdaderas responsabilidades.
"Es necesario colocar al Banco en la verdadera situación, reconstruirlo sobre bases sólidas o llevarlo definitivamente a su liquidación. No sirvo intereses inmorales, sirvo los altos y bien entendidos
intereses de la provincia en su representación genuina. Deseo que
sepan los padres lo que van a dejar a los hijos y no que mañana
por no haber atendido a esta institución de crédito se produzca
un cataclismo".
Cuando en los recientes lustros, la llamada Patria Financiera
se centrifugó al punto de convertir la especulación en un modo de
vida, las palabras del diputado Hernández recobran un sentido
pleno y enriquecedor. Definen una personalidad que es una persona y nos lo muestran en su cabal dimensión de hombre concreto intensamente preocupado por su circunstancia. Continúa diciendo: "Quiero salvar al Banco de la Provincia, porque con amenazas
no es posible valorizar el papel, porque si el Banco Hipotecario
ha de sacarle siempre las utilidades al Banco de la Provincia, inútiles son todos los sacrificios para darle valor al papel y para aproximarlo a la convertibilidad".
No es excesivo afirmar que el "bicicleteo" no es un "invento"
de nuestros días; tampoco resulta excesivo sostener que la estatura moral del hombre se corresponde con el perfil conjetural del
101
102
66
Cf. La revolución de la persona.
P.P. de J . H . j T . I , p. 109.
Op. c i t . ; p . 118.
poeta. De ahí que el diputado Hernández sostenga, con palabras
que hay que leer en el marco de su tiempo histórico: "Sirvo, sobre
todo, no a los cálculos de la especulación, ni a los hombres de fortuna (. . .), sino al capital del ahorro, que es la base del progreso;
ese pequeño capital del padre de familia, el pequeño capital de la
viuda, del obrero que no pueden comprar la casa hipotecada, sirvo
a ese ahorro que ha venido a ser considerado en el mundo como
elemento de progreso. . ."
Palabras pronunciadas en una época más optimista, para un contexto sociohistorico distinto y que, fácilmente, pueden provocar
la sobradora sonrisa de los cínicos que siempre están de vuelta de
todas partes, con la comodidad de no haber ido a ninguna. Lo importante, en todo caso, es que los que puedan hacerlo elaboren
propuestas alternativas.
Las palabras de Hernández pueden parecer,conmovedoramente
ingenuas si el lector no las sitúa en su tiempo histórico. Palabras
para un aquí y un entonces que, ciertamente, no son los mismos.
Si muchas de sus ideas no se corresponden a nuestro ahora, vale,
en cambio, su actitud resuelta y clara; una actitud de amor y de
entrega en los diversos ámbitos en que su arrojo lo situó.
En la sesión del 22 de agosto de 1879, 1 0 3 se trata el despacho
de la Comisión de Hacienda referente al proyecto presentado por
el Poder Ejecutivo en el cual pide autorización para negociar un
empréstito para las obras del Riachuelo. El diputado Hernández
declara que la Comisión ya ha informado al respecto, pero como la
Comisión introdujo en el proyecto primitivo el agregado: "este
empréstito podrá ser emitido en moneda metálica", se pregunta al
miembro informante la razón de ese agregado.
Responde Hernández: "Por las dificultades de colocar en el interior del país este empréstito y porque los capitales que vienen a
colocarse dentro del país no buscan esa colocación si no encuentran la seguridad de hacer su servicio en metálico.
"Al colocar en manos del gobierno esa facultad es para llamar
del extranjero esos capitales, porque no consignando esa facultad
en la ley de hecho quedarían excluidos (. . .) Los capitalistas
extranjeros (podríamos agregar que lo mismo pasa con los nacionales [J.I.]) cuando emplean su dinero buscan para él un rédito, un
producto fijo, y esa seguridad no pueden tenerla con la fluctuación de nuestra moneda. La respuesta es muy clara: las fluctuaciones del papel moneda no permiten a los capitales extranjeros que
hacen su cálculo desde Europa, saber cuál es el producto que van
a tener, y es por eso que buscan metalizarse ( . . . ) Por lo demás
esta operación es consecuente con lo que se ha hecho en la ley de
ferrocarriles. Esta es una ley, diré así, llamativa de los capitales
extranjeros".
103
P.P. de J.H.;T.I, p. 123.
67
El proceso histórico que nos colocó en la periferia de los países
centrales se rige por hechos que están más allá de los sentimientos
y de los prejuicios. Bien lo muestran estas palabras emitidas hace
más de un siglo, no precisamente por un "gringo" ni por un representante de la "sinarquía". Palabra ésta muy empleada por los
herederos- del lenguaje hitleriano. Amamantado y armado por los
barones del Rhur, el Sr. Schikelgruber, curiosamente, se erigió en
el héroe paradigmático de nuestros "nacionalistas" que asumieron
como propia la heráldica correspondiente a un nada nacional—para
nosotros— Deutschland über alies. Vacuamente recitan sus recetas
contra la plutocracia internacional y otros etcéteras y se anclan, en
el más letal de los inmovilismos cuando pretenden creer y, peor,
pretenden convencer que mientras otros se ajustan los trajes espaciales, nuestro ser nacional nos exige contar los flecos del chiripá.
El coloniaje mental llega al extremo que, hasta un espontáneo y
elemental sentimiento de amor al país o a la región, ha de ser
nutrido según pautas de importación.
Así como significa una política perversa pretender la comprensión de las leyes de la naturaleza sujetándolas, previamente a determinada moral, igualmente absurdo es moralizar sobre las leyes
económicas. Pocos, entre nosotros, con más claridad que José
Hernández comprendieron que si necesitábamos capitales para el
desarrollo, nacional debíamos asegurarles el rédito y no vacilóen propiciar una ley, por él mismo designada, "llamativa de capitales extranjeros".
Entre nuestras múltiples ignorancias, en materia económica
declaramos que nuestros desconocimientos son verdaderamente
eruditos, por tanto, no sabemos si otros caminos hubiesen sido
preferibles, pero estamos relatando lo que sucedió; no lo que pudo
haber sucedido. Y, muy particularmente, en nuestro caso y para
nuestro objeto, cuál fue la actitud asumida por el legislador Hernández, que actuó coherentemente con un ideario progresista cuyo
objetivo no fue otro que la modernización del país. A esto contribuyó desde su banca —como ya se señaló en el curso del texto—
con iniciativas tan concretas como la construcción de vías ferroviarias, puertos, nuevas ciudades, escuelas, entre otras muchas
que contribuyeron a cambiar el paisaje en el que vivieron sus desventuras los protagonistas de su poema-denuncia.
68
EL NACIONAL-POPULISMO
Como las líneas rectas sólo existen en las geometrías elementales, no es difícil señalar sus contradicciones, algunas presentes
incluso en el poema, que más de una vez lo indujeron a apreciaciones erróneas, pero ello no significa que abandonara sus ideales.
Por el contrario, las contradicciones pueden mostrar que su inteligencia le permitió superar concepciones lineales y sortear prejuicios que sólo una lectura beata del discurso hernandino es capaz de
negar. El, que tanto había denostado a los "gringos", cuya situación social no era superior a la de los gauchos del poema, comprendió que para superar el estadio pastoril era preciso el ingreso de
capitales, así como en otras intervenciones en la legislatura supo
que correspondía favorecer nuevas corrientes inmigratorias si se
quería derrotar el desierto.
Las palabras de José Hernández, en la sesión que acabamos de
comentar, nos parecen particularmente importantes por su carga
constructora. EÍ discurso hernandino acentuado sobre el progreso
del país, se corresponde con el de las mejores voces de su tiempo.
Esa imperiosa voluntad de hacer, diluida en la belle époque en
una no menos imperiosa voluntad de disfrutar, condujo al estruendoso fracaso de la clase dirigente y, correlativamente, debilitaron
las estructuras del país. La fractura producida el año 30 dista de
haber sido soldada. En lugar de haberse consolidado una conciencia nacional estructura institucionalmente y que se manifieste a
través de las normas constitucionales, en cada situación crítica
vemos la decisiva influencia de los factores de presión que actúan
corporativamente fuera de toda pauta democrática.
Enfocando el tema desde otro punto de vista, el de la pavorosa
deuda externa, podemos decir que en otros países de Latinoamérica, la misma se " v e " pues casi siempre ha sido invertida en obras
que sirven de punto de apoyo para crecimientos futuros. En cambio, nuestra deuda externa es "invisible"; parte puede "verse" en
los estadios futbolísticos construidos para "el mundial". Todos
fuimos campeones y la alienación nos encegueció para no ver que
nQS estábamos hundiendo mientras el populismo alentado desde
los mass media acrecentaba la ignorancia colectiva. No fue casual
el desarrollo que se le dio a la televisión en esa misma ocasión y
para ese mismo objetivo. Tampoco puede subestimarse el papel
que cumplieron los medios audiovisuales cuando en la trágica guerra de las Malvinas, los canales oficiales (¡todos!) transmitían nuestro triunfo inminente cuando ya estábamos derrotados antes de
comenzar.
Las mayores inversiones se han hecho en obras de alienación.
Mientras tanto, algunos de nuestros más difundidos intelectuales,
69
prefirieron recetarnos, desde París, por supuesto, elegantes prescripciones "antiimperialistas"; otros, cómodamente instalados en
sus imponentes despachos, pero siempre en la mítica Lutecia (porque la lejanía no da derechos pero permite una mejor apreciación
del paisaje), nos explicaban que seguíamos siendo un pueblo "maravilloso", todos éramos lindos y buenos ;q*ue el carisma es la condición esencial de un estadista y otros etcéteras que igualmente
contribuían a la blablización de la inteligencia "nacional" y "popular".
Mientras tanto, a fuerza de golpes de Estado y de golpes, simplemente, nos fueron achicando como país y como pueblo. Salvo
excepciones, nos hemos empobrecido en órdenes muy diversos;
cabe agregar que el retroceso fue muy completo y equilibrado.
No podemos negar que fue muy bien programado. Dicen algunos
connacionales que tenemos la mala costumbre de mirar hacia atrás
en lugar de vislumbrar el futuro; pienso que diversos intereses sectoriales nos han retorcido la cabeza de modo que "avancemos"
enfocando el pasado: lo que es muy difícil y muy distinto.
Lo actuado por Hernández, en la sesión citada vale, en distintos sentidos, como una lección magistral:
I o ) Demuestra que nuestros "nacionalistas" folklóricos carecen de bases de sustentación. El padre del gaucho paradigmático
extendió desde su cátedra legislativa su acta de defunción.
2 o ) Desde otro ángulo, demuestra que nuestros "nacionalistas" existen sólo en los niveles de la retórica. Declaman su odio a
las multinacionales que se fueron yendo vertiginosamente porque
aquí no logran los réditos que todo capital reclama (Hernández
dixit).
3 o ) Demuestra que los tradicionalistas, esos que han instaurado el 10 de noviembre, fecha del nacimiento de Hernández
como Día de la Tradición, no entienden que la tradición vive en la
medida en que está viva. Por cierto que bien vivo está nuestro
Martin Fierro, cuya vigencia literaria persistirá mientras haya lectores en lengua española. Pero Martin Fierro es un poema-denuncia y la tradición debe subrayar su verdadero carácter, lo contrario
sería convertirlo en mera pieza decorativa apta para efemérides.
4 o ) Demuestra que lo que se muestra es lo visible, pero no el
sentido de lo visible. El encuentro con el poema sólo se produce
cuando se pone en juego el ser entero del lector.
5 o ) Demuestra que encontrarse con Martin Fierro y desentenderse de la realidad social que es su contexto, es, simplemente,
desencontrarse.
6 o ) Demuestra que es imposible encontrarse con Martin Fierro y desentenderse de José Hernández.
70
7 o ) Demuestra que una aproximación ''impresionista" a un
texto que exige una lectura social, es otra forma de desencuentro.
Del mismo modo no es posible congelar el poema en una lectura
ahistórica.
8 o ) Y para concluir esta enumeración que no debiera terminar así porque sí, debemos volver a Hernández, porque más allá
de sus contradicciones, nos demuestra que la adhesión que simulan
muchos de los que pretenden usufructuarlo no tiene en cuenta, ni
remotamente, la totalidad de su discurso.
Entre todos los gurúes elaboraron —y en eso están, todavía—
una ideología "nacional-populista" que contribuye a la jibarización de la inteligencia argentina. Para percibirlo en toda su hondura no es cuestión de regocijarse con anécdotas p ¿aciales y parcializadoras y olvidar la mano dejuera, con la que el Viejo Viscacha
nos sigue saludando. Una mano que no quedó dejuera por casualidad, pues nos continúa alertando acerca de una situación que, ciertamente, no ha sido aún superada. Los falsos nacionalistas anclados en marcos precoloniales, persisten en su acción regresiva, distorsiva y ultramontana. Pretenden enquistarse en el movimientismo populista y someternos a los barquinazos de ambiciones personales y de una corrupción inextinguible. Medrar pareciera el
verbo predilecto de una "dirigencia" que tiene los ojos puestos en
las cuentas numeradas de los bancos "extranjeros".
EL TODO SINGULAR Y EL TODO SOCIAL
El poema dice sus verdades, como las dice el legislador José Hernández, pero éste, al mostrarnos el revés de la trama, nos revela
el envés del poema, y si la reconstrucción de la sociedad lo requiere no vacilará en anteponer los requerimientos de la realidad a las
inmutabilidades dogmáticas de la ideología.
La fractura del orden institucional, y con él, el fracaso de la
clase dirigente, nos dejó a medio camino. A pesar de la esperanza
que significa el reciente gobierno constitucional, estamos todavía
lejos de haber consolidado el camino hacia el futuro. La democracia exige un largo aprendizaje, sólo posible mediante su prolongado ejercicio. Los sectores corporativos no quieren perder su
hegemonía por ahora perdida, y si la democratización no es conducida con mano firme, las eventuales alianzas entre los tradicionales elementos de presión pueden frustrar un proyecto del que de71
pende nuestro futuro inmediato que, para nuestra generación, es
ya el único posible.
Ver sólo en los intereses exteriores las causas del deterioro
nacional, es simplificar el problema y eludir la propia responsabilidad. Es cierto, que cuanto más nos debilitemos, más fácil les será
a las potencias centrales amenguar nuestro crecimiento, pero
nuestras frustraciones son nuestras en la medida en que la venalidad, la corrupción, el enriquecimiento subitáneo, continúen siendo el Norte de la mayor parte de la "dirigencia".
Las medidas de fondo son reemplazadas por los discursos de circunstancias; en lugar de la imaginación aplicada a la creación de
fuentes de trabajo, a la redistribución de la población, a la consolidación de las estructuras educativas y culturales, se sigue exhibiendo una capacidad de creación de entes burocráticos y pareciera que la solución de todos los problemas consiste, no en la
extracción y en la elaboración de nuestros recursos, no en la utilización de nuestra inteligencia, sin duda, la más valiosa de nuestras materias primas, sino en cosas más simples como la creación
de nuevos impuestos, lo que equivale a cerrar un circuito eléctrico
sin incluir un generador, En tanto, la inteligencia se seguirá exportando o continuará huyendo pues no tiene marco de inserción.
Y mientras todos hablan, el esqueleto del ya envejecido "nuev o " edificio de la Biblioteca Nacional nos contempla, como el
mejor monumento a nuestra incapacidad de reaccionar.
Tal vez algunos consideren, con razón, que este tipo de generalizaciones sea equivocado, pero la situación de un país, que es nuestro país, impone identificaciones y sentimientos que se entremezclan en planos en los que es muy difícil separar lo racional de lo
afectivo. La situación de un país, es, en definitiva, la resultante de
las acciones particulares. El grado de responsabilidad varía por obvias razones de inserción social, pero no es posible hablar de
responsabilidad cero.
El grado cero de la responsabilidad en materia social no existe
pues, en mayor o en menor grado, por pecados de comisión o de
omisión, todos integramos un todo.
Diversas son las formas que asume la sociedad a lo largo de la
historia. La sociedad de masas que nos toca vivir, amenaza hacer
naufragar al hombre concreto en el proyecto de la cosificacion y
la capacidad reactiva que distingue a la especie no debe hacerse
esperar. Esta sociedad cosificadora debe ser transformada de modo
que sus integrantes individuales no sean meros entes intercambiables como repuestos. Cada uno debe ser un todo y con esto no pretendemos proclamar la bondad de las insalubridades egoístas. Por
el contrario, estamos aludiendo al hombre concreto como persona, como todo singular capaz de insertarse en el todo social.
Trocar el antagonismo en síntesis fructífera: no es otra la intención que sostiene el discurso hernandino.
72
HERNÁNDEZ Y SU PEDAGOGÍA "REPRESORA"
La vigilante actuación de José Hernández se manifiesta constantemente; la suya no es una presencia que pueda pasar inadvertida.
Si en la sesión del 3 de setiembre de 1879 apoya con entusiasmo
la exposición que prepara el Club Industrial, en la del 22 presenta
un proyecto de ley por el cual se autoriza al Poder Ejecutivo a fundar en el Colegio Santa Catalina una escuela teórico-práctica denominada "Escuela Científica de Ganadería".
En dicho proyecto 1 0 4 Hernández incluye hasta la nómina de las
materias que deben dictarse. En el artículo 5° de su proyecto leemos: "El Poder Ejecutivo dictará los reglamentos para la ejecución
de esa ley, organizando el plan de estudios, fijando el número, de
alumnos que deben educarse gratuitamente, determinando el grado
de preparación que deben tener los que aspiren a ingresar en la
Escuela Científica de Ganadería y estableciendo la compensación
mensual que abonarán aquellos alumnos que deseen practicar los
estudios a su costa". Este artículo —en realidad debiéramos haber
transcripto todo el proyecto— muestra la seriedad, la minuciosidad, la aplicación y el conocimiento evidenciados en las intervenciones del diputado Hernández y, además, subrayan su sentido de
la realidad. Casi diríamos, su irrestricto sentido de la realidad.
En lugar de ingresos irrestrictos, conquista demagógica que nada
tiene que ver con la democracia y que no existe en ningún país
civilizado, pues se trata de una medida profundamente reaccionaria cuya puesta en marcha contraría las condiciones requeridas
para el buen funcionamiento de institutos de enseñanza de alto
nivel. Lo único que se logra son aglomeraciones masivas al compás
de ese sutil instrumento de percusión llamado bombo que, entusiastamente golpeado por los activistas del populismo,, se ha
centrifugado desde las manifestaciones de la política hasta los ámbitos académicos como expresión de las reivindicaciones ¿estudiantiles? Y como lo anecdótico puede ser revelador de la realidad,
a pocos días de la escritura de estas líneas —marzo de 1985— sacudiendo Tos bombos los estudiantes fueron recibidos por el Decano
de la Facultad de Derecho y "sobre tablas" o, tal vez fuera más
exacto decir "sobre bombos", lograron la modificación —se entiende que en el sentido del facilismó— del programa de estudios.
Como acabamos de demostrar, el bombo cuya función específica es abombar puede, en ocasiones similares a la descripta, convertirse en instrumento académico.
¿Ocurre esto en los países desarrollados de Occidente o de
Oriente? ¿Pueden los activistas universitarios y los políticos que
104
P.P. de J.H.; T.I t p. 161.
73
detrás de los pizarrones manejan la orquesta de los "bombeadores" seguir hablando "en serio" de su lucha por "la liberación y
contra la dependencia"? El arma decisiva, el primer motor —para
decirlo escolásticamente—, es la inteligencia, y a partir de esta verdad axiomática quienes por todos los medios a su alcance la atropellan, mal pueden ser los intérpretes de la lucha por un país con
perfil nacional si empiezan por destruir lo esencial que es la educación y la cultura.
Hace más de un siglo, según acabamos de ver, José Hernández,
proyectaba una Escuela Científica de Ganadería teniendo en cuenta —como no puede ser de otro modo— el grado de preparación
de sus aspirantes. Hoy Hernández sería llamado —por lo m e n o s elitista, represor, o algún otro adorno similar.
En nuestra época tecnificada sobrevivirán como naciones
los países identificados por su nivel cultural; los otros serán lugares en el mapa, caprichos de la geografía antes que motores de la
historia. La centrifugación del capital prevista por Lenin en El
imperialismo, última etapa del capitalismo, tal vez plantee un final
precipitado, pues la dinámica de la historia y de las formas sociales, impide, en un análisis dialéctico, congelar los conceptos.
En este contexto, el "capitalismo" no es un concepto fósil y, en
consecuencia, difícil resulta profetizar cuál será su "última etapa".
Un ejemplo de peso singular lo ofrece la República Popular China
que, sin abandonar su proyecto socialista, con el objeto de acelerar su desarrollo, abrió una amplia faja costera para que en ella se
instalen complejos fabriles del mundo capitalista.
Desde la época del proyecto escolar propuesto por Hernández
muchas cosas han cambiado. Lo que no cambia es la imposibilidad de que la relación docente alumno no puede ser de 1 a 1.000,
lo que no cambia es que la educación exige condiciones mínimas
en cuanto a conocimientos previos, espacios físicos adecuados,
laboratorios instalados con instrumental "coetáneo", bibliotecas
actualizadas y, para insertarnos en el futuro con perfil propio, los
sistemas computadorizados que correspondan.
Pretender una nación independiente, sin desarrollar a fondo sus
posibilidades culturales y educativas es simple retórica demagógica, declamación artera que simula señalar el camino de la independencia para sumirnos en una dependencia cada vez mayor.
No es posible creer en las banderas del populismo, necesariamente retrógrado e irracionalista.
En el caso específico de la educación, revisar el viejo proyecto
de Hernández es tarea actual, no porque haya que atenerse a su
letra sino porque continúa vigente el espíritu que lo anima. El programa de la "Escuela Científica de Ganadería", es redactado por el
74
diputado Hernández "criollo entendido" pero no desentendido de
los avances que en la materia alcanzaron, en ese entonces, los países desarrollados. No les pide a los potenciales alumnos —que,
como tales, nada o muy poco pueden conocer del tema—permiso
para que en la escuela se dicte: "Un idioma vivo; química orgánica y agrícola; mecánica aplicada; agronomía y agricultura nacional; cultivo de plantas de forrajes; zootecnia general y especial;
higiene veterinaria; refinamiento de lanas; mejora y cruzamiento
de razas; sistemas de cuidados; construcciones rurales; procedimientos gráficos para revelación de planos; nivelaciones; geografía
descriptiva de la República y especial de la Provincia; legislación
rural; contabilidad rural; higiene del hombre". La "prolijidad" del
proyecto hernandino, a pesar del tiempo transcurrido, sigue constituyendo un buen ejemplo en materia tan ardua como lo es la
educativa, en la que con tanta frecuencia se confunde la solución
científica de los problemas con supuestos condicionamientos "democráticos". Como si una experiencia de laboratorio pudiera resolverse por decisión autoritaria o por decisión electiva. Creer que el
teorema de Pitagoras puede ser alterado por una votación adversa
es creer que la democracia se agota en el acto eleccionario, cuando,
precisamente, en el acto eleccionario sólo comienza la posibilidad
de su funcionamiento.
El gaucho Martín Fierro nos dijo: 10:3
Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada—
no estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco—
pues debe saber muy poco
aquél que no aprendió nada.
Hay hombres que de su cencía
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.
Intuitivamente, el gaucho se coloca en una actitud antienciclopedista: el secreto está en aprender cosas buenas y esto no es de
fácil evaluación, pero cae de.su peso que la medida de la bondad
no es el facilismo ni el muchachismo ni el mimetismo oportunista. Martin Fierro ya sabía que el secreto está en aprender cosas
buenas, aunque esta locución suene cursi a los oídos de nuestro
tiempo (¿tal vez deteriorados por los ruidos estereofónicos?).
1
° 5 Vuelta; versos 4601 al 4612.
75
No pretendemos el retorno a ese mítico tiempo pasado "siempre mejor", sino la permanencia de la reflexión crítica, que es todo
lo contrario de lo que significa regresar a la realidad feudal denunciada por el poema. Todos los que emiten discursos antitecnológicos y suspiran añorando los aromas del pasado colonial reniegan
del poeta legislador que en el programa de la escuela de ganadería no incluye clases de equitación ni de danzas folklóricas. Además de dar por sentado su conocimiento, prefirió subrayar la
presencia de materias tan "internacionales" o "cosmopolitas"
como pueden serlo la química orgánica y agrícola o la zootecnia,
sin que esto obstaculice el dictado de "agricultura nacional".
El diputado Hernández, el poeta Hernández, el hombre concreto que fue José Hernández, no tenía los ojos en la nuca. Su
capacidad personal de respuesta le permitió evolucionar y advertir
que el futuro de la República se jugaba (y se sigue jugando) buscando, encontrando y transitando por las sendas que nos alejen
para siempre de la filosofía del Viejo Viscacha, para que esa mano
que se asoma de su tumba 1 0 6 sea, justamente, el símbolo de
uñ adiós definitivo.
HERNÁNDEZ LIBERAL
En la sesión del 16 de junio de 1880, 1 0 7 y en la que se trata
la suspensión de los términos de las obligaciones comerciales,
puede advertirse con inocultable evidencia la actitud definidamente liberal del diputado Hernández: 1 0 8 "La mayor garantía
que puede darse a los intereses de todos, es que los poderes públicos tomen la menor intervención posible en los negocios de los
particulares. Dejemos que los comerciantes se arreglen entre sí.
Para las dificultades que les produce una situación hallarán ellos
mismos su solución natural".
Resultan curiosas sus reflexiones en torno al tiempo económico: 1 0 9 "El comercio basa todas sus operaciones en los plazos
que se acuerda recíprocamente, y esas operaciones quedarían inte-
106
101
üa
109
76
Vuelta; cí. el verso 2 7 2 1 .
P.P. de J.H.; T.I, p . 2 3 1 .
Op. c i t . , p . 2 3 6 .
Op. c i t . , p s . 2 3 4 y 2 3 5 .
rrumpidas en absoluto, lo cual quiere decir que el primer efecto de
esta ley sería producir una completa paralización.
"El tiempo es uno de los elementos esenciales del giro mercantil, así es aquel proverbio del pueblo inglés tan conocido 'Timéis
money': el tiempo es moneda, no es una máxima del egoísmo.,
sino una verdad profundamente filosófica y científica cierta.
"Bajo el punto de vista económico:
"El capital es moneda;
"El trabajo es moneda;
"La tierra es moneda;
"Y el tiempo es moneda.
"Es verdad que el tiempo no es susceptible de apropiación
como la explotación provechosa; y en este sentido entra como
uno de los elementos fundamentales en las transacciones mercantiles".
No es nuestra intención, tampoco entraría dentro de nuestras
posibilidades, agotar el análisis de la cuestión planteada. Sí nos
pareció de interés mostrar una faceta sorpresiva del discurso
hernandino.
EL ENCUENTRO ü LAONTOLOGIA TRASCENDENTAL
No es fácil un encuentro, en el sentido totalizador del término,
con José Hernández. El encuentro siempre se produce —cuando
se produce— entre dos hombres concretos, y un hombre concreto
no admite división. El poeta, el diputado, el periodista y el luchador, constituyen los distintos perfiles de un único rostro. Estas
notas intentan ese encuentro y nos exigen continuos vaivenes
digresivos que no agotarán nuestro propósito. Sabemos que el
Martín Fierro nos da lo fundamental del legado hernandino,
pero si intentamos siquiera un conocimiento aproximado del
poeta debemos acercarnos al hombre que fue. Cosa que estamos
haciendo eludiendo todo enfoque ideológico, queremos decir, todo
apriorismo prejuicioso. La relación con el poema preexistió largamente como motivación vinculante al trazado de estas reflexiones,
pero, más allá del poema, el autor casi permanentemente oscurecido por su hijo literario, nos estaba esperando en una penumbra que nos interesó develar.
Y como partimos, según acabamos de enunciar, de un enfoque
no ideológico, en ningún caso nos interesó encubrir lo que descubríamos. Esperamos que no se nos malinterprete, porque bien
sabemos que no somos los descubridores de Hernández: toda
77
una biblioteca hernandina nos precede y buena parte de ella
no nos es del todo desconocida. 1 1 0 Nuestro intento, que no
podía partir de un grado cero de lectura, procuró, no obstante,
leer los textos hernandinos sin interposiciones eruditas y sin
presiones intelectuales, tan contrapuestas, por ejemplo, como
pueden serlo las que derivan del análisis pormenorizado de Martínez Estrada 1 ll o de la lectura impresionista de Borges. 112
Sabemos que, a pesar de los avances científicos y tecnológicos,
no hay forma de recuperar la virginidad perdida. Los zurcidos
celestinescos son siempre una forma del engaño. Sin embargo,
parafraseando versos del poema, podemos decir: 1 1 3
". . .que olvidar lo bueno
también es tener memoria".
Queremos decir que si en ningún momento intentamos la
aventura de un imposible descubrimiento,
sí, en cambio, procuramos encontrarnos con el discurso hernandino en forma
directa, eludiendo, en lo posible, las intercesiones de sus escoliastas por valiosos que sean, porque fundamentalmente nuestro objetivo es, por un lado, percibir la nota que sólo la voz
de Hernández puede darnos y, por el otro, acercarnos con la
mediación de su discurso al hombre de carne y hueso que fue
nuestro poeta. En este empeño seguimos y si no damos la medida
del personaje, daremos, en cambio el esbozo de nuestro "encuent r o " . Como les ocurre a quienes utilizamos la escritura, lo único
que cabe esperar es la traducción verbal del encuentro. En este
caso hasta se podría hablar de una metatraducción puesto que
se trata de la traducción verbal de un encuentro verbal.
Más allá de lo circunstancial y lo anecdótico, lo más importante, a nuestro juicio, es mostrar especularmente la imagen
que Hernández nos proporciona a través de sus propias palabras. Las abreviaturas esquemáticas siempre corren el riesgo
de mostrar una parte, que tomada como un todo, deforma el
original. Sabemos que los esquemas resultan imprescindibles
y que ningún metalenguaje es capaz de reproducir los innumerables recodos del camino real que supone la vida y la cosmovisión de un hombre concreto.
1 l
1
Cf. Martín Fierro
Centenario.
Ezequiel Martínez Estrada, Muerte y transfiguración de Martín
Fierro;
F o n d o de Cultura Económica, 1 9 5 8 .
Jorge Luis Borges, con la colaboración de Margarita Guerrero, Martín
Fierro. Ed. Columba, 1 9 5 3 .
* 3 Vuelta, versos 1887 y 1 8 8 8 .
78
-testas apuntan'
distanciadas de Í P ^ V d e m á s e s t á e I decirlo, se encuentran muy
n
egrantes d
° obstante conf
e un texto tipo "Vida y obra";
r m e ava
mostrando e'n la ° i
nza nuestra escritura, la vida se va
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los objetivos de , , r , ° , '
elativamente, la obra va señalando
Una mda
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S1
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algún' mérito ti
aproximaciones son parciales pero,
GS e l q u e
discurso h e r n a n d i n r '
P r o c uran no distanciarse del
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estemos proclaman"
PÜca, de ningún modo, que
U n a lm arci
frecuentes son n n í ?
P alidad que no ejercemos, pues
terísticas de este i f interferencias, y ésa es otra de las caracdiscurso hernandin
' e n t a n t o testimonia el diálogo entre el
Perspectiva actual
l e l i n e v i t a b l e interlocutor que desde su
e
n relación con P1 V a d e í a n d o la señal de su propio discurso que,
do grado.
anterior, debiéramos llamar discurso de segundo expresado
beata. Quienes la V l g n i f í c a adhesión incondicional ni lectura
y fosilizan a s „ a d o P t a n suelen congelar la visión del poema
ca
e n en l a c e e u " a u t o r \ D e l a s mayores admiraciones, cuando
surgir la s i n t e r n a P r ° p i a d e identificaciones ideológicas, suelen
Un análisis q u e ^ f , a c i o n e s más distorsionadas y esterilizadoras.
m e en cuen
evolución de ] J
t a el tiempo histórico y la notoria
se
corice
rá mucho m e l
P c i o n e s sostenidas por José Hernández,
qUe u n
en alguna de las •*£.
análisis y recalará, castradoramente,
8 recorr
Más q U e a t e n r S ? * 1
i d a s por el poeta,
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\a reaHdad histórica, se actuará por dogmaen U g a r d e
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Percibir una visión global del pera que
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Prefiera. Así, quienes hablan sentennues ra
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Heráclito.
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se demoraran s o h ? ^
nuestra inteligentzia se horrorizarían si
nuestra
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heterodoxia. Claro, estamos seguros,
maS
Pues sus m í t i c a ?
" " P e t a n t e s que reflexionar críticamente,
c nce
tuna guitarreada ° . P c i o n e s t o d o lo resuelven con unai oporgaucho Paradigmáti " 1 4 d i s t a n t e > P o r cierto, de la füosofia del
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eSpere
Sent
¡no seZtM
,
idos
lamentos,
1 14
t'ue/ía,- ver
° b ! 6 3 al 168
de aquel que en duros tormentos
nace, crece, vive y muere.—
La retórica —lo señaló Aristóteles para siempre y nosotros lo
repetimos cuando la ocasión nos parece oportuna— es el arte
de convencer. Arte más bien subalterno, más próximo a los vendedores que a los artistas, escritores y pensadores. Quien reflexiona
y, además, procura transmitir sus reflexiones, sabe que mostrar
es la mejor forma de demostrar. Estamos en el ámbito del así. El
cómo y el por qué de algún modo nos conducen al asi. No intentamos asumir una actitud fatalista; por el contrario, nos interesa
inferir del así, el cómo, el por qué y hasta el para qué. Si nos
alejamos del así, paralelamente nos estamos alejando de la realidad. Esa que definimos como lo que acontece, lo que nos acontece
y, sin forzar la expresión, el lugar donde acontecemos. Podríamos
agregar que alejarse del así es alejarse de la historia, es, asimismo,
alejarse de nuestra residencia en la tierra.
De ningún modo esto debe ni puede interpretarse como la
aceptación de una realidad inmóvil. Ese tipo de actitudes es
lo que justamente estamos denunciando: el inmovilismo es la
ideología de quienes pretenden retrotraernos a la colonia, son
los mismos que alegremente preparan la leña para que ardan
las hogueras inquisitoriales, cuyo rescoldo celosamente guardan
esperando vientos favorables. Son los mismos que intentan apoderarse del poema y de su autor como emblemas de una concepción social paleolítica.
No es José Hernández el personaje inmóvil, apto para ejemplificar sus concepciones retrógradas. Si su cosmovisión no es
lineal, si sus vertientes son múltiples, ello no es otra cosa que el
resultado de la riqueza de su vida que, confrontándolo con situaciones diversas, lo condujo a conclusiones diferentes. Sus contradicciones no excluyen su evolución. Porque no en vano pudo
decir, y no es casual que lo haya dicho: 1 * 5
. . Ja vaca que más rumea
es la que da mejor leche.
Quienes sueñan con el autoritarismo como panacea y denostan
el liberalismo, como mala y vetusta palabra, quienes creen que
la violencia y el temor son la solución para enderezar a los torcidos seres que intentan pensar por su cuenta, que no se apoyan
en el legislador que sustuvo: l l6
4
'La mayor garantía que puede darse a los intereses de todos,
es que los poderes públicos tomen la menor intervención posible
1 l 5
116
80
Vuelta; versos 2365 y 2366.
P.P. de J . H . j T . L , p. 236.
en los negocios de los particulares". Palabras que hay que leer
e interpretar en el marco sociohistórico para el que fueron emitidas, pero que, al cabo de un lapso secular, conviene reflexionar
sin demasiada prisa.
BUENOS AIRES CAPITAL
Es bien conocida la célebre confrontación entre Leandro N.
Alem y José Hernández con motivo de la cesión del Municipio
de Buenos Aires para Capital de la República. Un análisis pormenorizado de la cuestión excedería mis intenciones, pero dada la
trascendencia del tema, más aún, dada la actualidad que, a nuestro
juicio reviste, nos permitiremos algunas acotaciones.
Según el diputado Hernández: 1 1 7 "El asunto es importante;
se trata de resolver uno de los problemas más difíciles de la organización política; se trata de coronar la gran obra que nos legaron
nuestros padres en 1810.
"Esta es la noble misión que vamos a cumplir ahora, dando
un voto que ha de desarraigar para siempre las preocupaciones
antiguas, que ha de vencer las resistencias presentes, terminando
asi la obra de la reorganización nacional.
"Tanto los elementos materiales de la República, como los
elementos morales necesarios para el desenvolvimiento de sus
instituciones, para el afianzamiento de sus libertades, todo depende de la solución de este problema.
"En la situación en que nos encontramos, nos hallamos con
la República marchando siempre a lo desconocido, yendo siempre
a lo imprevisto, caminando sin brújula, sin saber a qué puerto
debemos arribar. Parecían resueltos los problemas políticos
desde que fue aceptada la organización federal; pero hasta que
el país no tenga capital definitiva, mientras el Gobierno nacional
no tenga asiento propio, mientras no se haya dado de esta manera
una base de estabilidad para la paz y para las instituciones, no
podemos decir jamás que el problema está resuelto (. . .) Esta
situación detiene nuestra marcha; esta situación perturba el desenvolvimiento de nuestros elementos de progreso, de nuestra riqueza
material; aleja los"capitales europeos por falta de confianza, impide
P.P. de J.H.; T.I, quinta sesión extraordinaria del 19 de noviembre de
1880.
81
el desenvolvimiento del crédito interior y detiene el desarrollo
y crecimiento del crédito exterior".
La actualidad de la descripción de Hernández, muestra bien
a las claras que su planteo admite, por lo menos, dos observaciones: I o ) Resulta indudable la necesidad de que la República
tuviera una capital definitiva. 2 o ) Es indudable, también, que
haber convertido a Buenos Aires en Capital de la República, no
ha resuelto los problemas argentinos.
Las razones históricas esgrimidas por Hernández a favor de
la capitalización de Buenos Aires, y las razones en contra aducidas
por Alem, importan menos que desentrañar las verdaderas causas
del deterioro argentino.
Mientras duró el proyecto del 80, la República creció, pero
las previsiones de Hernández acerca de Ensenada como gran puerto
de la Provincia de Buenos Aires y la fundación de La Plata como
capital de la Provincia, de ningún modo alcanzaron el desarrollo
imaginado por nuestro legislador.
La falta de los capitales que Hernández reclamó desde su banca,
similar a la falta de ''inversiones reproductivas" de igual modo
reclamadas por Raúl Prebisch —en su carácter de asesor presidencial— en 1984, son indicadores de la falta de polos de desarrollo nacional.
No estamos diciendo que el país es el mismo al cabo de un
siglo, sino que su crecimiento ha sido discontinuo y desordenado;
peor aún, que ha sido fracturado. Si se puede trazar una línea
ascendente entre 1880 y 1916, esa línea se quiebra en 1930
y, a partir de entonces, la vida nacional, en ciertos tramos, puede
compararse a los contornos poco amables de los dientes de sierra.
En el momento de escribir el primer borrador de estas notas
—marzo de 1985—, a 14 meses de un gobierno constitucional,
elegido casi por consenso, estábamos lejos de ver soluciones.
Un año después, marzo de 1986, se oye hablar que es preciso
cambiar de estructuras, lo que como avance no es mucho, aunque
al menos indica que algunos apuntan hacia el sentido correcto.*
El oportunismo de los intelectuales no es uno de los menores
síntomas de la decadencia moral de la República y si mencionamos en primer término a uno de los sectores más marginados
y preteridos de nuestra sociedad es porque, a pesar de todo, les
asignamos especial importancia. No habrá naciones con perfil
individual en el siglo XXI que marginen la actividad de sus intelectuales. Y nos referimos a intelectuales pensando en filósofos,
científicos, técnicos, escritores y artistas. O sea, pensamos en
* ^a compuesto este libro, es justo destacar el discurso del presidente de la Nación,
pronunciado el 15 de abril de 1986, en el cual propone el traslado de la Capital a Viedma, dentro del contexto de un conjunto de propósitos.
82
quienes por profesión, por vocación y por oficio deben ejercer
la razón crítica, el análisis racional, el análisis emocional y, correlativamente y como denominador común, deben apoyarse en
la personalización desalienante, esto es, en la lucidez.
No hay intelectuales conformistas; sólo los ideólogos, los
burócratas del pensamiento*, pueden ser conformistas. La socie.dad requiere la capacidad transformadora de la inteligencia en
acción dinámica y éticamente conjugada. Una inteligencia distanciada de la ética no es inteligente, es una de las formas más explosivas del nihilismo arrasador y estéril.
El oportunismo, el seguidismo, la sumisión al poder vertical,
no pueden caracterizar a los intelectuales, salvo que los confundamos con los burócratas del sistema.
Dejando para más adelante los argumentos de Alem y de Hernández, digamos que si la Capital hubiese sido instalada en una
zona desértica tendríamos un nuevo polo de desarrollo que contribuiría a la descentralización tantas veces mencionada como
no tenida en cuenta. Si, además de desértica, el área de la Capital
Federal fuera inhóspita, el número de golpes de Estado que
recurrentemente sufre la sociedad argentina se vería notablemente disminuido. Comprendemos que estamos psicologizando
un problema que no admite fáciles e inoperantes reduccionismos. Pero si tomamos en cuenta que los que mandan son "a pesar
de todo", seres humanos, podemos conjeturar que las incomodidades personales contribuirían a no desear con tanta avidez
la posesión del poder central. Como ejemplos, de ningún modo
peyorativos, aclara nuestra tesis citar algunos de los lugares posibles: Río Gallegos, Ushuaia, Rio Turbio. Esto contribuiría notablemente a un mayor equilibrio demográfico, además, como
se dijo, de crear un polo de desarrollo estratégicamente situado.
Y no nos referimos a una estrategia militar sino a una estrategia
adecuada a nuestro desarrollo socioeconómico.
Bien sabemos que no son los epifenómenos políticos los que
resuelven los problemas que atañen a las estructuras profundas,
pero los epifenómenos suelen ser los síntomas de un síndrome
que permite el diagnóstico.
Si la provincia-nación, de hecho fue reemplazada por una
ciudad-nación, en ambos casos la Nación quedó subsumida por
la Ciudad. Para que la Nación se fortalezca, condición básica
para que la institucionalización no resulte un mero juego de consentimientos alternativos, es imprescindible nuestra definitiva
consolidación estructural.
Las nuevas estructuras que el país reclama no se alcanzaron
convirtiendo a Buenos Aires en Capital y tampoco se alcanzarán
mudándola de lugar.
83
Pareciera que nos estamos contradiciendo, pero creemos que
no es del todo así. En primer término, porque reestructurar
la demografía, aunque importante, es sólo un aspecto de la modificación estructural que el país reclama con urgencia. Los problemas nacionales son múltiples, la historia no es un proceso lineal
y sólo por excepción puede ser programada en un laboratorio.
Es preciso, tal vez, atacar todos los problemas simultáneamente,
pero sin la pretensión de resolverlos simultáneamente. Lo cierto es
que yendo a la deriva de las improvisaciones, anteponiendo los
intereses sectoriales al interés nacional, a la larga o a la corta todos
salimos perjudicados.
Mientras existan las naciones, quienes en ellas estamos embarcados sufrimos las alternativas de la travesía. El juego de lo colectivo y de lo individual es de una interacción dialéctica, y no será
la bien intencionada retórica de los populismos benévolos, la
que salvará nuestras frustraciones. Cuando un barco se enfrenta
con la posibilidad de un naufragio, resulta algo más que ingenuo,
que alguno de los pasajeros alardee de su buena salud.
Nadie puede dudar de las buenas razones que Alem y Hernández esgrimieron en aquellas memorables sesiones de la legislatura
bonaerense. Y decimos "buenas razones", por la incuestionable
buena fe de los oradores y no porque buenas fueran en el sentido
de correctas. Parcialmente, ambos tenían razones, ninguno toda
la razón.
Del discurso del diputado Hernández rescatamos —sobre todo—
sus valores éticos. Refiriéndose a Alem dice:
"Mucho habló el señor diputado que dejó la palabra de la
sinceridad necesaria en estos casos, de la sinceridad con que
iba a tratar esta cuestión, y yo lo aplaudo, porque comprendo
que la sinceridad es la verdadera elocuencia en el Parlamento;
la base más sólida en las relaciones sociales y el fundamento
permanente de toda buena política".
Sin duda que la sinceridad es básica para el análisis desprejuiciado de los problemas, pero si es condición necesaria, no
es suficiente, pues con toda sinceridad puede sostenerse una
actitud errónea. Así, por ejemplo, el diputado Hernández se
refiere al comercio extranjero y sostiene: 118
"Ese comercio extranjero tiene en la prensa de Buenos Aires,
modelo de la prensa de Sudamérica, porque no sucede un fenómeno semejante en ninguna parte; ese comercio tiene diez periódicos en Buenos Aires. Tiene dos periódicos alemanes, tres ingleses, uno suizo, dos franceses, tres italianos y uno español; y
esos periódicos, sin excepción de uno solo, están a favor de la resolución de esta cuestión; haciendo la capital en Buenos Aires, y,
l i a
84
P.P. de J.H.;T.I, p. 275.
lo repito, sin excepción de uno solo. A ellos no les agitan
las opiniones políticas; a ellos no los mueve las ambiciones de
los partidos; no buscan la preponderancia de un círculo ni la
preponderancia de una bandera; ven la resolución de una gran
cuestión, que consólida la paz y el orden existente; y éstas son
las legítimas aspiraciones del comercio".
Sin duda que esas aspiraciones son legítimas, pero no son
las únicas que debemos tomar en cuenta. El país políticamente
independiente dista de haber logrado —salvo en los niveles retóricos— el poder de la decisión. Las razones son diversas pero
concurrentes. Si las legítimas aspiraciones del comercio
externo
coincidían en aspirar la capitalización de la República en Buenos
Aires, puede conjeturarse que "les convenía" que así fuera.
Las razones que hipertrofiaron nuestra capital en relación
con el resto de la República, coinciden con el papel de Buenos
Aires como foco concentrador de las exportaciones. Con este
objeto, como es obvio de tan sabido, Buenos Aires es la línea
terminal de nuestras líneas ferroviarias. Sería exagerado decir
que hoy, en 1986, trasladarse en avión de Salta a Santiago exige
pasar previamente por Buenos Aires, pero la exageración de
lo afirmado suele aproximarse a la realidad más de lo que una
buena caricatura a un retrato.
Ya es hora de tomar decisiones que se postergan indefinidamente. Hace un medio siglo que Ortega nos exigió: " ¡x\rgentinos, a las cosas!". Frase tan repetida como poco atendida.
No terminamos por encontrar el rumbo y aunque sabemos que
este lenguaje antropomórfico no concuerda con la realidad de
las transformaciones sociales, resulta —y así debe sernos computado— una forma de abreviar para entendernos.
Insistimos: nuestra debilidad estructural, en gran parte diagramada por las legítimas aspiraciones de quienes programan
la división internacional del trabajo, debe ser transformada para
que podamos integrarnos a la economía universal sin supeditarnos a ella. Nuestra debilidad estructural es realimentada por
dirigentes, en general, improvisados y carentes de una sinceridad
cognoscente. Sólo cuando el conocimiento de la realidad se
reúna con los valores éticos podrá llegarse a soluciones correctas, pero mientras no exista un convencimiento raigal de que
la ética no puede ser "negociada", se continuarán dictando "leyes
antijurídicas pero políticas". Por ese camino continuaremos
recorriendo los interminables despeñaderos del populismo y
corremos el riesgo, nada retórico por cierto, de contribuir al
fortalecimiento de tendencias corporativas que incuban sus serpentarios para lanzarse sobre la sociedad argentina en "el momento oportuno".
Bien sabemos que los problemas sociales sólo se resuelven
socialmente, pero esto no puede significar el silencio de las ideas
85
que reflejan aspiraciones sociohistóricas colectivas por el hecho
de haber sido gestadas individualmente. Aunque no sea ésta la
zona de nuestros deplazamientos habituales ocurre, a esta altura de nuestra vida y en esta hora de la vida de la República, que
sentimos la necesidad de eslabonar algunas reflexiones. Quizá,
subconscientemente, en estas apuntaciones que pergeñamos
para encontrarnos con José Hernández, subyazca el deseo más
amplio de encontrarnos con el país en el que hemos invertido
nuestra vida: máxima inversión que puede hacer un hombre.
Hernández, coincidiendo con Echeverría (a quien no cita),
sostiene: 1 1 9 "Quisiera que no volviera a hablarse nunca en la
República de unitarios y federales". Expresión clave de toda
verdadera política que, en lo esencial, ha de ser el arte de construir una sociedad mejor que la actual. No es posible que continuemos regodeándonos con una suerte —mala suerte— de necrofagia ideológica. Es preciso terminar con esos maniqueísmos,
esencialmente nominalistas, pues nadie fue más unitario que el
"federal" Rosas: si persistimos en mantener nuestros ojos en
la nuca, difícilmente recorreremos nuestro camino hacia adelante.
Urge consolidar el espíritu comunitario y eso sólo se logrará
mediante el crecimiento ininterrumpido de la educación popular,
la erradicación del analfabetismo, factores decisivos para nuestro
desarrollo cultural, y el fortalecimiento de las estructuras socioeconómicas sobre las que se cimentarán las instituciones de la
República. Las palabras deben inducir a la acción creadora. La
"chachara" en que suelen incurrir los mismos que simulan denunciarla, sólo encubre esa cenagosa retórica que, en los distintos
niveles del poder y de quienes lo ambicionan, resulta en los hechos
ser una aliada del inmovilismo social y económico.
Este es tiempo de hacer, tiempo de realizar; claro que no bastan
las buenas intenciones, ellas no serán nada más que meros adornos
si no operan como inductoras en la creación de los cimientos
sobre los que se sostienen las instituciones.
Institucionalizar
debe significar reestructurar. Muchos son los intereses sectoriales
que se oponen a toda modificación de fondo, pero los intereses
de la República están por encima de los sectores que pretenden
asumir la representación de la totalidad.
Dijo en el citado discurso el diputado Hernández: 1 2 0 "Las
necesidades de la época me imponen el deber de afiliarme a
un partido; pero los dictados de mi conciencia me dicen, como
119
120
86
P.P. ele J.H.;T.I,p. 277.
Op. cit.;p. 278.
argentino, que no deben haber partidos que dividan la sociedad.
Si pudiera haber un rincón de la República, un perímetro donde
no existan partidos, allí sería la residencia obligada de todos
los hombres honrados, de todos los que quieren con sinceridad
el bien de la Patria. ¡Ojalá no hubiera partidos! ¡Ojalá no estuviera nunca dividida la sociedad! Entonces no veríamos nuestro
suelo mancharse con la sangre de sus hijos."
Resulta aleccionadora esta declaración de Hernández, cuyo
referente utópico no se nos escapa, pero si consideramos la Utopía
como horizonte, ella resulta ser el motor de la historia. Ese atisbo
de sociedad sin clases, que asoma en el discurso hernandino
al postular una sociedad sin partidos, nos señala las finas intuiciones de que es capaz nuestro poeta.
Desde su juventud, el diputado Hernández toma el partido
de la totalidad, esto es, el partido de la República. La coyuntura
histórica, y su voluntad de servicio le exigen, para no automarginarse, enrolarse en una fracción de esa totalidad, aunque lo
hace con un sentido dinámico y lejos de asumir posiciones rígidas y, en definitiva, retrógradas, sigue un proceso evolutivo.
Por eso nos demoramos en el discurso hernandino de su madurez
y, muy especialmente, el de los años —sus últimos años— de
su participación en la legislatura bonaerense.
Así, en este inesperado recodo del discurso hernandino nos
encontramos con su interjección, ¡Ojalá no hubiera partidos!
Y aunque los dictados de su conciencia le exigen tomar partido, sabe que el desiderátum social es que los partidos ya no
sean necesarios. Innecesariedad sólo posible cuando los estamentos sociales no existan, pues lo contrario sería suponer en
Hernández un ideario corporativista que en ningún momento
manifiesta. Por el contrario lo que resulta evidente es su actitud
liberal que en los años de su joven madurez se acentúa, tal como
lo hemos mostrado en otros pasajes de estas notas.
No serán los factores de presión los que reemplacen a los
partidos. Ya hemos visto su nefasta actuación en nuestra realidad
social. Sólo una democracia, en la que todos podamos ser protagonistas, podrá permitir, con nuestro desarrollo personal, el
crecimiento social.
87
CLARIVIDENCIA DE ALEM
La pasión no siempre es aliada de la clarividencia. Frente
a Alem que sostiene: "Una vez constituida Buenos Aires en
Capital de la República nunca podrá detenerse una dictadura
o una tiranía'', Hernández le contesta: ". . .si el señor diputado
tiene la visión de una dictadura próxima, o más o menos remota,
yo le voy a demostrar para tranquilizar su ánimo, que la ley
que tratamos de sancionar quiebra en la República todos los
instrumentos de la dictadura, destruye todos los elementos de
la tiranía, y que si algo anhela el pueblo argentino para asegurar
sus libertades, para no verse nunca expuesto a nuevas tiranías
ni a futuras dictaduras, es ver resuelta esta cuestión de la Capital
en Buenos Aires; hacer de Buenos Aires la residencia permanente
de las autoridades nacionales, y garantirse por este medio contra
toda dictadura y contra toda tiranía en la República. Todo instrumento de dictadura o tiranía, lo repito, queda roto con esta ley".
De este tramo de su discurso sólo es posible rescatar su decidida actitud democrática, tan alejada de la de quienes quieren
usarlo como bandera para "restauraciones" imposibles o, al
menos, catastróficas. En cambio, su creencia en que Buenos
Aires como capital era algo así como una panacea universal, fue
simplemente una creencia que la historia se encargó de desmentir. Las palabras de Alem, arriba citadas, lo convierten, por el
contrario, en un verdadero visionario, aunque, lamentablemente,
tanto Alem como Hernández, y tantos otros coetáneos eminentes,
no supieron percibir que nuestros problemas no se hubieran
Resuelto meramente cambiando la ubicación de la Capital. Permanecieron indiferentes a la incidencia socioeconómica de la
Revolución Industrial y fueron incapaces de evaluar lo esencial
del tiempo histórico y las características de los países centrales
que convenía emular. Un verdadero cambio estructural hubiese
sido la clave decisiva para un futuro institucionalmente estable
que tanto Alem como Hernández querían, pero que de ningún
modo pasaba por la ubicación geográfica de la ciudad capital.
No es que la cuestión careciese de importancia; por el contrario,
la tenía y grande, pero por sí sola era incapaz de decidir el futuro
argentino. Sí se puede decir, ciñéndonos estrictamente al tema
en discusión, que ni su fundamentación, ni sus consecuencias,
de ningún modo justificaron las tesis defendidas por Hernández.
*
88
*
*
No se pueden emocionaüzar las demostraciones geométricas
ni geometrizar las íntimas dimensiones del amor. Tampoco,
en el orden social, bastan las buenas intenciones, aunque con
esto no pretendemos excluirlas de la acción política. Todo lo
contrario: una política distanciada de la ética podrá llegar a
crear una Nación poderosa integrada por subditos esclavizados
y temerosos, pero pretender apoyar una estructura sobre la malla
endeble de un "hermoso" discurso electoral es carecer de toda
noción de estabilidad social. La solución de los grandes problemas nacionales no depende de que se piensen "fatalmente" desde un punto dado del país. En su intervención, axiomática y
erróneamente, Hernández enfatizaba: 1 2 1 "No hay Nación posible
sin la Capital en Buenos Aires, o de otro modo: que no puede
haber paz, instituciones y progreso, si la Capital sale dé Buenos
Aires".
Al cabo de la década sangrienta que acabamos de vivir sin
paz, sin instituciones y no sólo sin progreso, sino con un notable
retroceso en casi todos los órdenes de la vida nacional, qué erróneas suenan las palabras de nuestro poeta.
Quienes creyeron que Buenos Aires, Capital de la República,
era la solución de todos los males, camino de la paz interior,
de la consideración exterior, y de todos los etcéteras concurrentes,
se equivocaron, pero no Se equivocaron "casualmente", se equivocaron "causalmente". Del mismo modo se seguirán equivocando todos los políticos que desvinculan los epifenómenos
políticos de los problemas que afectan a los cimientos de la
sociedad.
Por eso, un siglo después, con Buenos Aires Capital, seguimos
soportando un rasante proceso histórico, sin paz, con instituciones resquebrajadas y con políticas nacionales que en pocas zonas
pasan por la razón crítica.
Sabemos que el horizonte es una definición de lo inalcanzable,
dejamos esa tarea para "los hombres sabios"; nosotros apenas
queremos mostrarlo aun en sus contradicciones y no para amenguar su estatura. Por el contrario, consideramos a Hernández
como una excelente referencia para señalar a alguien que recorriendo sendas perdidas en el bosque supo encontrar verdades
inconmovibles. Si pretendiéramos disimular sus yerros, tan sólo
desnaturalizaríamos el perfil del hombre que le dio al país —como
121
O p . c i t . , p . 282.
89
metafóricamente dijera Marco Denevi— 122
miento.
su partida de naci-
ROSAS VISTO POR HERNÁNDEZ
La riqueza textual del discurso hernandino dibuja su retrato.
Trazado por él mismo adquiere particular significación, sobre todo
frente a los tétricos amantes del caos nihilista que confunden
el amor al país con el odio a su posible realización. Se convierten,
de hecho, en los verdaderos exponentes del cipayismo al que retóricamente atacan desde una xenofobia ingenua. O sea, estamos
mal porque hemos perdido las virtudes primigenias, esas que se
alimentan con las llamas inquisitoriales. La verdadera Argentina
que reclaman fue oscurecida por el Sol de Mayo y como, afortunadamente, son muy pobres en recursos auténticamente nacionales, inventan mitologías absurdas en las que José Hernández,
por ejemplo, desempeña un papel que de ningún modo se ajusta
a la verdad histórica. Siempre en el discurso citado, leemos: 1 2 3
"Veinte años dominó Rosas esta tierra, veinte años sus amigos
le pidieron que diera a la República una Constitución; veinte
años negó Rosas la oportunidad de constituir la República; veinte
años tiranizó, deportizó y ensangrentó el país, sin haber consentido jamás darle una Constitución escrita, diciendo que no
era oportuno, y que el pueblo no estaba preparado para las libertades y para el ejercicio de las instituciones. ¿Pero esto mismo,
los últimos peligros que ha pasado la nacionalidad, las últimas
convulsiones que han agitado la sociedad, ensangrentado el país,
imponiéndole el sacrificio de su tesoro y de sus hijos, no nos
está diciendo que debemos apresurarnos a resolver esta cuestión?
" ¿ N o hemos visto la nacionalidad argentina al borde del abismo
por el carácter atrabiliario de un gobernador de provincia? ¿No debemos colocar los intereses argentinos, los grandes y permanentes
intereses de la Patria, más arriba de los caprichos de un gobernador
12 2
123
90
En una reciente declaración formulada en Europa y recogida por " L a Nación", Marco Denevi dijo: " N o importa que cuando estamos en nuestro
país no nos demos cuenta de la dimensión del p o e m a , pero cuando nos
e n c o n t r a m o s en el exterior, advertimos que Martin Fierro es nuestra partida de n a c i m i e n t o " .
P.P. de J . H . ; T . I , p . 286.
cualquiera? ¿Se trata acaso de los intereses transitorios o pasajeros que podamos representar? ¿No se trata de los intereses más
trascendentales de las generaciones presentes y venideras? Entonces, pues, debemos darle una base sólida a nuestra organización,
afianzar la paz de una manera permanente y estable, para que no
hayan más sacudimientos ni convulsiones, para que no haya más
anarquía en la República, para que no exista dentro de los estados
otro poder mayor que el de la Nación; porque de este modo, con
la conciencia de esa paz y con el imperio de las instituciones,
vendrá el ejercicio de todas las libertades y el progreso general de
la Patria, que es de lo que todos debemos preocuparnos".
El párrafo transcripto muestra límpidamente la opinión que le
merece al diputado Hernández la gestión de Rosas como gobernador de la Provincia. Ningún giro permite el menor resquicio por
el cual pueda filtrarse alguna ambigüedad al respecto.
En forma coherente, el poeta describe la situación de los gauchos en los antiguos cuarteles de Palermo en la época de Rosas: 1 2 4
¡Barajo! si nos trataban
como se trata a malevos.
Porque todo era jugarle,
por los lomos con la espada,
y aunque usté no hiciera nada,
lo mesmito que en Palermo
le daban cada cepiada
que lo dejaban enfermo.
Y en el célebre episodio referente al reclamo de su paga que
formula Martín Fierro: 1 2 5
". . .dentro en todos los barullos
pero en las listas no dentro".
Vide el plaito mal parao
y no quise aguantar más. . .
es güeno vivir en paz
con quien nos ha de mandar—
y reculando patrás
me le empezé a retirar.
125
Ida; versos 407 al 4 1 4 . Emilio Carilla, al comentar el verso 4 1 2 , afirma:
"La mención de Palermo se asocia al lugar de los antiguos cuarteles, en
Buenos Aires. Particularmente, en la época de Rosas".
Ida; versos 7 6 1 al 7 7 4 .
91
Supo todo el comendante
y me llamó al otro día,
diciéndome que quería
aviriguar bien las cosas—
que no era el tiempo de Rosas,
que aura a naides se debía
Los versos del poeta coinciden con el discurso del diputado pues
muestran la situación desamparada del pueblo bonaerense, a pesar
de que en la mitología mazorquera el "amor" de Rosas por los
gauchos ocupa un papel central.
No deja de ser significativo y esto subraya la definida actitud de
Hernández, que el de Rosas ("El gaucho Martín Fierro", verso
773) sea el único nombre, escrito con la grafía correcta, de un personaje histórico que aparece en el poema. Resulta extraño el lapsus de un erudito como Emilio Carilla, 126 quien al referirse a la
mención que en el poema se hace del menistro Don Ganza (Verso
954), sostenga que "éste es el único nombre de un personaje concreto, directo, que aún dentro del leve disfraz, aparece en el poema
(la mención de Rosas es indirecta)", lo que contradice inexplicablemente el texto hernandino.
Quienes pretenden que la alusión al Restaurador de las leyes
supone una adhesión de Hernández, se confunden con sus propias
fantasías y quieren borrar la clarísima actitud expuesta por el legislador. Como los mentados versos se corresponden cronológicamente con la presidencia de Sarmiento, lo que sí cabe sostener es que
Hernández tira por elevación, por vía irónica, a su tradicional
adversario.
No obstante, resulta correcto señalar que en el desarrollo de sus
ideas, Hernández se va aproximando a las del sanjuanino. Su permanente brega por la creación de escuelas, por la educación popular y por la institucionalización del país, tal como resulta de la lectura del Diario de Sesiones, confirman lo que acabamos de manifestar, y, por otra parte, sólo reiteramos las propias actitudes del
legislador.
Lo que Hernández no puntualizó 1 2 7 es que convertir a Buenos
Aires en Capital Federal no resolvería automáticamente los problemas que Rosas, atento fundamentalmente a los intereses ganaderos de la Provincia de Buenos Aires -—que eran sus propios intereses—, dejó sin resolver. Agreguemos que esos crudos intereses saladeristas y no, tan sólo, el carácter atrabiliario de un gobernador de
127
92
Remitimos al lector a la página 123 de la edición del Martín
Fierro,
anotada por E. Carilla. El "menistro Don G a n z a " es el general Martín
de Gainza, ministro de Guerra de Sarmiento.
Cf. discurso citado en n o t a (123).
provincia —según la definición de Hernández, arriba transcripta—
condujo a la nacionalidad argentina al borde del abismo.
MITRE Y SARMIENTO EN EL DISCURSO HERNANDINO
En su apasionada defensa por establecer en,Buenos Aires la Capital de la República, José Hernández sostiene: 1 2 8 "¿Puede Montevideo decir que no debe ser la capital de su Nación? ¿Puede
decirlo Río de Janeiro y sostener que la Capital del Imperio debe
ir a Pernambuco, a Bahía o a Río Grande?"
Este tipo de antropomorfismo, o de animismo ciudadano, es,
como se comprende, una modalidad retórica; lo malo es que esa
forma de expresarse suele reflejar concepciones biológicas aplicadas a la sociología que, inevitablemente, conducen a la confusión de los términos en discusión y, lo que es peor, a sacar la discusión del marco que le corresponde. Montevideo no dice nada; a lo
sumo, quienes dicen son los orientales. Tampoco Río de Janeiro
dice nada: lo que tuvieron que decir lo dijeron los estadistas que
fundaron Brasilia.
José Hernández no lo advirtió y, posiblemente, no fuera fácil
advertirlo en su tiempo; aunque no tan difícil como puede suponerse, porque Washington y no Nueva York era la capital de los
Estados Unidos. Resulta oportuno señalar que cuando defiende la
federalización de Buenos Aires, Hernández explícitamente se
apoya en Mitre y en Sarmiento, lo que indica —como ya señalamos—, la notable evolución de sus ideas políticas: 1 2 9 ". . .si es
conciencia hecha que Buenos Aires debe ser capital de la República, si hay una tradición de que no lo sea, si hay peligro, ¿por
qué los hombres que más se han distinguido en la lucha por nuestra organización, los que con más brío y mejor voluntad han defendido los prestigios liberales, han vetado las leyes sancionadas
por el Congreso, sacando la capital de Buenos Aires? ¿Por qué la
vetó Sarmiento dos veces y el mismo general Mitre? ¿Tenían acaso
otra conciencia?
"El mismo Sarmiento, que tanta parte había tomado con sus escritos desde Chile, en el estudio de los problemas de nuestra organización, que había sostenido que la cuestión capital no tenía otra
128
129
P.P. de J.H.;T.I,p. 294.
Op. cit.,p. 3 0 1 .
93
solución sino la capital en Argirópoiis, es decir en Martín García,
¿por qué cuando se encontró colocado en la alta magistratura de la
República, vetó la ley que sacaba los poderes públicos de Buenos
Aires?" La pregunta que formula es contestada por el propio Hernández: "Porque, si bien los periodistas y publicistas pueden entregarse alguna vez a la fantasía y a las abstracciones, los hombres
de Estado tienen que resolver las cuestiones con arreglo a los intereses positivos del país, con arreglo a la corriente de ideas y sentimientos de su época; y el general Sarmiento no podía desconocer
que no había gobierno posible si sacaba de Buenos Aires la Capital
de la República".
Nos importa, en lo transcripto, la visión política de Hernández
coincidente con Sarmiento y Mitre, más que la tesis de Buenos
Aires capital, aunque hay que convenir que, tal vez, para la época
en que esa tesis fue sostenida no hubiera otra posibilidad, pues
podría haberse producido la balkanización de la República. Agreguemos que la reconsideración del tema puede ser un proyecto
político válido para nuestro tiempo.
Con referencia a Sarmiento, prosigue Hernández: "Recuerdo
que he sido actor en los sucesos de su época; que era uno de sus
opositores y, ciertamente, puedo decir que si no hubiera estado
escudado por la grandeza y poder de los elementos que la concentración en la ciudad de Buenos Aires ponía a su servicio, el gobierno del señor Sarmiento no hubiera tal vez alcanzado la terminación de su período legal".
Estas afirmaciones, válidas para aquel entonces, no bastan para
nuestro presente. Toda nuestra generación es testigo fiel de lo que
decimos. La visión realista de Hernández se confirma en el marco
de las circunstancias en que ubica el problema y sus argumentaciones resultan válidas para su conciencia histórica si situamos el
tema en su tiempo. De todos modos, si en aquel momento no
había otra posibilidad porque los factores socioeconómicos e históricos así lo determinaban, debe aceptarse que la capitalización
de Buenos Aires no es hoy la panacea universal de los males argentinos, aunque así pareció serlo en ese entonces. En términos de
necesidad plantea sus reflexiones un Hernández que habla como
un estadista sorprendentemente progresista:130
"Los debates que se desencadenaron contra el general Mitre después de Pavón, que fueron cinco años de lucha a brazo partido con
los elementos reaccionarios (el subrayado es nuestro) del interior,
¿los habría resistido ese gobierno, si no hubiera tenido su residencia en Buenos Aires?" El diputado Hernández desea gobiernos
estables y sostiene que la potencia de Buenos Aires frente al inte-
130
94
Op. c i t . , p . 3 0 2 .
rior le aseguró a Sarmiento, Mitre y Avellaneda una fuerza suplementaria.
No obstante ella no fue suficiente para asegurar la continuidad
del gobierno de Rivadavia que sancionó la capital en Buenos Aires,
como el mismo Hernández recuerda y, asimismo, agrega, sin temor
a contradecirse: "Rosas la tuvo de hecho, porque la capital en
Buenos Aires, con la organización que le diera el virreynato, era el
primer instrumento de su tiranía". 1 3 1 Buenos Aires capital no garantiza el régimen democrático, que sólo las circunstancias históricas hacen viable, como en forma paradigmática lo demuestran las
presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
Con la madurez que da la perspectiva, resulta obvio que ni la estabilidad, ni las características del régimen dependen del lugar geográfico en el que se asiente la capital de la República. A partir de
la fractura institucional producida el año 30, nuestra generación,
al menos, está en condiciones de afirmar que los yesos siempre
han sido quitados prematuramente. Lo que no significa la expresión del anhelo de vivir enyesados, sino, por el contrario de no
vivir un permanente estado de fractura que requiere la centripetación de un espíritu comunitario al cual, por ahora, sólo encontramos en los discursos electoralistas. Ya Hernández manifestó
en su tiempo: "Estas no son cámaras legisladoras; éstas son cámaras electorales".
Conviene puntualizar que cuando hablamos de consolidar el
espíritu comunitario no nos referimos a chauvinismos imbéciles,
sino a un elemental sentido de pertenencia a un lugar, a formas
de sentir y de expresar lo sentido, sin caer en las vacuas formulaciones de "nuestro estilo de vida", nuestro "ser nacional" y lemas
similares que sólo conducen a una xenofobia castradora. Suponer
una congelada manera de ser incompatible con ideologías ajenas a
nuestra idiosincrasia y adjudicarles todos nuestros males a los intereses foráneos —además de ser una forma muy cómoda de eludir
responsabilidades—, implica propagar una "mentalidad" insular.
Ello contradice el camino que debemos recorrer para asegurarnos
un lugar en el futuro, con el perfil propio de un pueblo que sabe
que los ojos tienen la misión de mirar hacia adelante y hacia afuera. Con lo que no pretendemos alcanzar la continuidad histórica
negando un pasado que en muchos tramos alcanzó una estatura
que los recientes lustros, a pesar de todo, no podrán borrar.
131
Op. c i t . , p . 3 0 1 .
95
"FE EN NUESTRO PORVENIR"
Como decía Balzac, regresemos a la realidad. Esto es, regresemos a nuestro encuentro con José Hernández y, a través de él, con
la República.
Al historiar las leyes presentadas para capitalizar Buenos Aires,
nuestro poeta puntualiza: 1 3 2 "En el año 1826 fue presentada por
Rivadavia, en el año 1853 por el general Mitre, y en el año 1880
por el doctor Avellaneda. Siempre los jefes del Poder Ejecutivo
presentando la solución de este gran problema". Capitalizar Buenos Aires, a juicio de Hernández, es "colocar la corona al soberan o " . Sin duda su argumentación es hija de hondos convencimientos apoyados en acontecimientos históricos cuya interpretación
cabe discutir. En especial, pensamos que no tiene en cuenta el
equilibrio social del país y carece de una visión geopolítica no
ajena, por cierto, a los desarrollos económicos que vertebraran una
adecuada estructura, cuya inexistencia nos hace más vulnerables a
las continuas rupturas institucionales.
La historia se ha encargado de demostrar que concentrar la fuerza socioeconómica del país en Buenos Aires, casi como excluyente
polo de desarrollo, no ha sido una receta salutífera para prolongar
la vida de los gobiernos y, en muchas ocasiones, esa concentración
de poder ha sido un factor contraproducente. Ya hemos señalado
otras contradicciones, en la argumentación del propio Hernández.
Por nuestra cuenta, cerramos el debate. Lo que pudo ser, en
cierto momento, una necesidad o una exigencia histórica, de ningún modo aseguró la paz interior ni la estabilidad de los gobiernos. Lamentablemente, estas cuestiones distan de haberse resuelto.
A más de un siglo de la capitalización de Buenos Aires, la situación del país, es incuestionablemente más compleja que en vida de
nuestro poeta, pero siguen siendo válidas sus palabras: 1 3 3 "Tenemos una República que posee los principales recursos de prosperidad, una República que está esperando tranquilidad, confianza y
paz inconmovibles para desenvolver grandes elementos". Es difícil
creer que alguien, en estos días, y en las actuales condiciones
sociohistóricas, pueda repetir estos conceptos sin un dejo de
nostalgia. Nadie, salvo que atrase el reloj de la historia, puede retomar el discurso hernandino: 1 3 4 "Actualmente he visto en los
periódicos la noticia de la llegada de tres o cuatro vapores, con un
número considerable de inmigrantes.
132
133
134
96
Op. cit.;p. 303.
P.P. de J . H , T . I , p. 313.
Op. cit.; 314.
"Esta es la única República Sud-Americana que recibe inmigración europea en ese alto grado. ¿Por qué? Porque encuentran en
nuestro país lo que ninguna República les ofrece. Encuentran un
territorio fértil, un clima benigno, una producción valiosa, una
legislación liberal, (el subrayado es nuestro) un erario generoso,
una índole como es la índole argentina, que no tiene grandes preocupaciones, no tiene fanatismos religiosos arraigados (el subrayado es nuestro), ni esa resistencia nativa contra el extranjero, tan
común en otras partes." Cuan coherentes resultan las palabras de
Hernández con las realizaciones que, más allá de eventuales
disidencias, compartió con los hombres de la Generación del 80.
La República, fracturada en 1930, no se acaba de reponer. La
organización liberal, sostenida por Hernández, fue reemplazada en
sectores de fuerte presencia en el panorama sociopolítico argentino, por adhesiones a concepciones autoritarias y corporativas,
es decir, antidemocráticas, o, directamente, totalitarias. En nuestro tiempo, y con las actuales características sociales, con el
auxilio de los modernos medios de comunicación, manipulan las
masas que condicionadas por la unidireccionalidad de los mensajes que constantemente reciben, actúan con la inercia de las cosas.
El populismo, ideología de la masificación cuyo objeto no es otro
que la cosificación del pueblo, con sus abalorios —versión aggiornata del antiguo circo romano— seduce a las "grandes mayorías
nacionales" con "movimientismos" políticos reemplazantes de los
partidos programáticos que auténticamente podrían defender los
intereses populares.
En lugar de transmitir ideas, los mass media transmiten imágenes seductoras; en lugar de programas se emiten slogans; en lugar
de estimular el ejercicio de la razón crítica se procura inducir la
sumisión al "hombre providencial" o, como se dice ahora, al líder
carismático que oficia de mediador —o de médium— para lograr la
hipnosis colectiva. De este modo nos han vendido el verticalismo
que al exigir la delegación de nuestra capacidad intelectiva nunca
puede ser democrático, sin caer en una insalvable contradicción
en los términos.
En todos los casos, el verticalismo pretende la sumisión al gran
jefe de la tribu, hermoso, sonriente, primero en todo, único depositario de la Verdad. Quienes no aceptan el dictado del poder autoritario incurren en crimen de lesa patria, porque el Führer es la
patria. Es decir, caemos en el ámbito de las religiones seculares,
de acuerdo con la irreemplazable formulación de Raymond
Aron. 1 3 5
Cuando tantos políticos de pacotilla surgen de pequeñas trampas de comité, o de un sindicalismo acostumbrado a imponer sus
13 5
Cf. Jacques Ellul, Les nouveaux possédés, Librairie Arthéme Fayard, 1973.
97
dirigentes a punta de revólver, sin hablar de las logias vinculadas
con los otros factores de poder, olvidados los unos y los otros de
programas sociales coincidentes con los intereses que simulan
defender, nuestra debilidad estructural hace posible todos los
desafueros. La indefinición política de las mayorías, más aduladas
que esclarecidas, aceptan los mensajes unidireccionales que los
medios les venden ininterrumpidamente y se confunde un mero
acto eleccionario con la implantación de la democracia.
La democracia sólo puede estabilizarse luego de un largo ejercicio, de una ejemplar docencia por parte de quienes detentan el
poder, y de bases económicas lo suficientemente sólidas como para
que los factores de presión, debidamente equilibrados, no sojuzguen y avasallen la posibilidad de personalizar a las masas cosificadas. No se trata de concepciones elitistas, sino de todo lo contrario. Las élites, por todos los medios, procuran extender su reinado y aquí pretendemos que cada uno de los integrantes de la masa
recupere su perfil personal.
Personalizar las masas significa pulverizar los procesos masificadores, significa arrasar con los privilegios de las élites, significa
que los hombres puedan asumir su vida como personas. Y esto
supone alcanzar la libertad como resultado de una dialéctica entre
los vínculos que relacionan al individuo con la sociedad que integra. Es decir, el hombre concreto, en tanto que persona, comprende que su proyecto secular no puede tener las pretensiones de convertirse en un absoluto. En esto reside, tal vez, su mayor virtud,
pues un proyecto que se distancie de la pretensión de alcanzar un
absoluto puede llegar a transformarse en una herramienta social
válida. El único absoluto en el nivel del hombre es la indetenible
fluidez mencionada por Heráclito, esa que convirtió al punto de
apoyo arquimédico en un punto que se traslada en el espaciotiempo: con el hombre que en él encuentra la posibilidad de apoyar su palabra elemental y, por eso mismo, esencial e irreemplazable. Otro absoluto histórico sería una vana ficción cuyo perfil
totalitario congela la posibilidad de intelección y la subordina a un
poder dogmático erigido como parodia del absoluto sobrehistórico. Este, desde el plano de lo sacro es una señal de la trascendencia que el hombre es incapaz de declinar como aspiración de prolongar su no aceptada e incomprensible finitud.
No hay posibilidad de asumir el proyecto de la desalienación
si cada uno no se decide a afrontar la intemperie cosmológica sin
peticiones de principio. Estas pueden resultar muy cómodas porque graciosamente nos conceden la solución de todos los problemas. No se trata, tampoco, de congelar la naturaleza humana
como si se tratara de un objeto. A este detestable resultado llegan,
justamente, quienes hacen de la cosificación del hombre su ''negocio' \ Por cierto que los caminos que a esa cosificación con98
ducen son varios y diversos: desde los más simples y directos que
buscan transformarlo en mero consumidor de objetos y, a su vez,
en un objeto especial que colabora en la fabricación de los objetos
que consume.
También intentan la cosificación del hombre quienes pregonan
el retorno a etapas históricas concluidas, en nombre de una momificada "manera de.ser". Con ella se pretende inducir a "las mayorías nacionales" a integrarse en ese mítico "ser nacional" que desdeña las investigaciones científicas como burdos emergentes de
la materia. Ellos se presentan como los fieles custodios de una
tradición que, a lo sumo y en el mejor de los casos, sólo fue una
etapa de nuestra historia y, en plena inflación retórica, pretenden
ser los verdaderos argentinos cuando, en rigor, son los portavoces
de un inmovilismo que sólo favorece la dependencia y el sometimiento.
José Hernández, una de las banderas que agitan estos falsarios
(o, para decirlo más dulcemente, estos enceguecidos portadores de
una actitud antihistórica imposible de ser defendida racionalmente), nos sigue señalando caminos verdaderos que, individual y
colectivamente debemos recorrer, si es que todavía la existencia de
las naciones tiene algún sentido: 1 3 6 "No nos descuidemos. No nos
quedemos atrás del movimiento científico. No nos quedemos atrás
del movimiento comercial y económico del mundo. Tengamos fe
en nuestro porvenir. Y tengamos fe en la obra que el país acomete".
No pretendemos que la totalidad de lo dicho por Hernández
tenga vigencia, pero importa destacar que la modernidad de su
pensamiento se identifica con las necesidades del país; importa
destacar, asimismo, la continua evolución de su pensamiento y su
estatura moral. Virtudes todas que deben seguir iluminando a
quienes queremos nuestro país con un sentimiento natural y que,
como todo sentimiento, no puede discutirse. Ya sabemos que hay
gente que hace una profesión del sentimiento, pero también sabemos cómo deben ser calificados.
El hombre concreto no puede castrarse de sus emociones ni de
sus ideaciones. Más aún, tenemos la certeza que las emociones y las
ideaciones coexisten en sus intelecciones y esto no significa confundir el Libro de Job con los textos de Copérnico. Simplemente,
queremos señalar la no compartimentación estanca de los sentimientos y los razonamientos, aunque tampoco intentamos identificarlos. Se trata de un distingo válido: una secuencia razonada es
sometida a la razón crítica y su continuidad depende de la razón
dialéctica. En cambio, el sentimiento, la percepción de una totalidad, exige un análisis que acentúa a los integrales del amor antes
136
P.P. de J.H.,T.I.,p. 315.
99
que a los diferenciales constituidos por el objeto amado, y esa
totalización no admite discusiones en el plano racional. Amamos
lo que amamos con las incomprensibles leyes del amor que, tal
vez, pueden ser racionalizadas como intento de explicarnos una
actitud consumada. De ningún silogismo nació el amor.
Recordemos como Fierro reúne el corazón, el entendimiento y
el habla: 1 3 7
Dios formó lindas las flores,
delicadas como son—
les dio toda perfeción
y cuanto El era capaz—
pero al hombre le dio más
cuando le dio el corazón.
Le dio claridd a la luz
juerza en su carrera al viento,
le dio vida y movimiento
dende el águila al gusanopero más le dio al cristiano
al darle el entendimiento.
Y aunque a las aves les dio,
con otras cosas que inoro,
esos piquitos como oro
y un plumaje como tabla—
le dio al hombre más tesoro
al darle una lengua que habla.
HERNÁNDEZ DENUNCIA "LA PATRIA FINANCIERA"
Esa lengua que habla concertadamente en los cantos del Martin
Fierro y en todo el ámbito del discurso hernandino para denunciar
injusticias o para enunciar proyectos que conduzcan al progreso
nacional, no puede coincidir con la retórica de quienes disfrazados
de gaucho pretenden convertirse en el epítome de lo argentino,
cuando, en verdad, son incapaces de suscribir las ideas que con tanta claridad y con tanta convicción Hernández expuso en su ho137
Ida; versos 2 1 5 5 al 2172.
100
ra: 1 3 8 "El centro monetario de Londres tiene hipotecada a su
favor una gran parte del orbe. Sólo los Estados del continente sudamericano le deben la enorme suma de 180 millones de libras".
Aunque otras sean las metrópolis que en la actualidad debieran
ser nombradas, Londres, para una lectura contemporánea tiene
que ser considerada una metonimia. Cambian los nombres y las
cifras, pero la situación, notablemente peor, no ha cambiado.
Interesa, aquí, la seriedad ejemplar con la que el diputado Hernández enfoca su tema, modelo que muchos intelectuales, no por aborígenes menos desaprensivos, podrían tomar en cuenta:
"Hay más de 1.500 empresas, según los libros que publica la
Bolsa de Londres, formadas actualmente por capitales ingleses que
están desparramados por todo el globo; empresas de puentes y
caminos, de telégrafos, de ferrocarriles, de canales, de alumbrado y
de todo cuanto constituye el gran movimiento comercial del
mundo.
"Así, pues, la Inglaterra recibe el tributo constante del dinero
de todas las naciones. Por eso es que importa mayores valores de
los que exporta con sus mercaderías. Pero no sucede esto en todas
las naciones del mundo. Todas las naciones tienen que exportar
más de lo que importan.
"A nosotros nos sucede eso mismo; exportamos más de lo que
importamos. Y exportaremos muchísimo más cuando una buena
administración, finanzas bien organizadas, gobiernos morales, pueblo trabajador, se acostumbre a producir, economizar y enriquecerse, por medio de la libertad de labor constante.
"La importación, para nosotros, no solamente significa manufactura extranjera, significa también civilización; significa imprenta, libros y una cantidad de elementos de progreso que el país
aún no recibe".
En la misma intervención, Hernández 1 3 9 se refiere a un episodio económico de 1824, cuya sintetizada reproducción transcribiremos, pues proporciona una imagen de nuestra situación actual
en un espejo no por antiguo menos fiel. En ese entonces, "el
gobierno argentino, de un empréstito de un millón de libras esterlinas, recibió solamente setecientas mil; de estas setecientas mil,
nuestros acreedores, los mismos que nos hacían el empréstito,
dejaron en su poder lo correspondiente a los trimestres de tres
años, cobrados anticipadamente. De modo que, descartados los
gastos de comisión y demás, el gobierno recibió más de seiscientas
mil libras, o sea menos de tres millones de fuertes.
"Tres años estuvo pagándose.
'Vino la desorganización del país; vino el gobierno de Rosas.
Y se presentó en Buenos Aires un señor Falconet, agente de la casa
138
139
P.P. de J.H.;T.I, p. 317.
Op. cit.;p. 320.
101
de Baring quien negoció con Rosas el pago del empréstito. Rosas le
entregó cinco mil patacones mensuales durante mucho tiempo ( . .) Y siguió haciéndose el servicio hasta que tuvo lugar la batalla de Caseros".
Nuestro diputado continúa aportando datos hasta resumir el
tema contundentemente: "Vamos a pagar por esta historia de desórdenes y desquicios, por un empréstito de tres millones de duros,
la enorme suma de veinticinco millones".
"¿Hay país próspero gobernado de esta manera?"
La actualidad de situaciones reiteradas en materia de deuda externa, se mantiene en lo relativo a lo interno y, en una referencia
al Banco Hipotecario, Hernández informa: 1 4 0 "Los deudores morosos, que en las cuentas del Banco se llaman deudores en gestión,
le deben más de nueve millones de duros". La hoy llamada "patria
financiera", ni siquiera es un "invento" coetáneo y nuestra proclividad a los eufemismos es, como puede apreciarse, de antigua data:
llamar a los deudores morosos, deudores en gestión, no deja de ser
una cortesía propia de "caballeros".
Ya citamos en otro tramo de estas notas, que el asesor económico del actual presidente de la Nación subrayó la importancia de
las inversiones reproductivas. El diputado Hernández, sin tantos
títulos en materia económica, sostuvo en 1880: la única y verdadera fuente de riqueza es aumentar nuestra producción. E insistió: es imperativo aumentar la producción, normalizar la administración y organizar las finanzas.
¿Habrá que repetirlo de siglo en siglo?
¿Habrá otro siglo en que un argentino tenga la oportunidad de
repetirlo?
LA INICIATIVA PERSONAL Y LAS REFORMAS NACIONALES
La actualidad se asoma constantemente en las distantes palabras
de Hernández: 1 4 1 "O nos mantenemos estacionados, es decir, retrogradamos, o entramos de lleno en el ancho camino de las reformas nacionales".
140
141
102
Op. c i t . ; p . 325.
Op. c i t . , p . 327.
Las ideas de José Hernández, así como sus actitudes políticas
y sus adhesiones personales, evolucionaron a lo largo de su vida,
pero existe una continuidad en su pensamiento que es, precisamente, lo que explica su proceso personal: 1 4 2
En los editoriales aparecidos en "El Río de la Plata", puede
apreciarse que la línea que va del poeta al legislador, necesariamente pasa por el periodista. El hombre concreto que fue José
Hernández podía contradecirse, pero sus contradicciones nunca
fueron sumisiones o vaivenes meramente acomodaticios. Como
puntualiza Pagés Larraya: 1 4 3 "Diario de combate en hora de bullentes pasiones políticas, 'El Río de la Plata' se caracterizó por su
tono equilibrado y por su ausencia de ataques personales, recurso
que por entonces era tan habitual en la prensa y bordeaba casi
siempre lo calumnioso. Salía a luz 'El Río de la Plata' a menos de
un año de la asunción presidencial por parte de Sarmiento, y combatía su gobierno con seriedad, a la par que atacaba con más
violencia al partido liberal de Mitre, entonces en la oposición.
Pero más que la crítica de lo contingente, el periódico de Hernández procuró afrontar los problemas fundamentales y no
resueltos de la nacionalidad".
En relación con sus rivalidades con Sarmiento y Mitre, ya hemos señalado, como las cambiantes coyunturas históricas influyeron en la actitud de Hernández y en la de sus ilustres adversarios. También mostramos, en las intervenciones de nuestro diputado, las opiniones coherentes con los nuevos tiempos. Quien
había luchado en Cepeda y en Pavón en los ejércitos de la Confederación, en 1879 le envía a Mitre un ejemplar de "La vuelta
de Martín Fierro", con una dedicatoria que refleja la límpida honestidad intelectual y la admiración que era incapaz de dejar de
sentir por uno de los hombres más notables de nuestra historia.
Leemos en la mencionada dedicatoria: 1 4 4 "Hace 25 años que formo en las filas de sus adversarios (. . .) Pocos argentinos pueden decir lo mismo, pero pocos, también, se atreverían como yo, a saltar
por sobre ese recuerdo para pedirle al ilustrado escritor que conceda un pequeño espacio en su biblioteca a este modesto libro".
En cuanto a los notables editoriales aparecidos en "El Río de la
Plata", debieran ser estudiados sistemáticamente para rescatar su
doctrina e insertarla en el pensamiento argentino contemporáneo.
143
En los 207 números de 4t El R í o de la Plata", aparecidos en Buenos Aires
entre el 6 de agosto de 1869 y el 22 de abril de 18.70, o sea, una década
antes de su actuación parlamentaria, se perciben con claridad las tendencias fundamentales del pensamiento hernandino.
Cf. p . 66 de Prosas de Martin Fierro.
El ejemplar se conserva en la biblioteca del Museo Mitre.
103
En estas notas, sólo nos demoraremos en algunos pasajes suficientemente ilustrativos y, quizá, inductores de estudios más comprehensivos.
En el editorial titulado "La división de la tierra", 145 dice
Hernández:
"Los gobiernos que no deben tener ni aún la inspiración de ser
propietarios, se empeñan entre nosotros, en arrebatar las grandes
empresas de progreso a la acción fecunda del individuo, y en vez
de buscar el restablecimiento del equilibrio industrial, introducen
de esa manera una honda perturbación en la marcha de la sociedad.
"En vez de despojarse de falsas atribuciones devolviéndolas al
pueblo al que pertenecen, nuestros gobiernos se arrogan facultades monstruosas, estableciendo privilegios y monopolios odiosos
en favor del que está encargado precisamente, como ya lo hemos
dicho, de asegurarnos los beneficios de nuestras liberales instituciones".
El liberalismo de Hernández, ya señalado más arriba, se muestra
explícitamente en estas páginas que aunque escritas para un periódico, parecieran poseer la serenidad expositiva de lo que se piensa
para el libro; impresión que seguramente resulta por tratarse de
ideas largamente meditadas y —aceptables o no— ajenas a la improvisación. Esta actitud caracteriza casi toda la obra de Hernández,
pues fue vertebrada por una demorada reflexión de los problemas
que la realidad le propone y a la que afronta con una razón crítica
que, generalmente, controla sus impulsos emocionales y los encauza certera y sabiamente. El ápice, no hace falta decirlo, se
ordena en su poema, verdadero Aconcagua del discurso hernandino.
Una observación, compartida por algunos estudiosos contemporáneos, es que Hernández de ningún modo puede ser calificado
de espontaneísta. Se han engañado, sobre todo, quienes en sus versos han percibido sonidos cuando el autor reclamaba advertir la
intención que los amamantaba.
El canto nunca fue para Hernández residencia lúdica; el canto
fue su mejor instrumento para denunciar las injusticias, tan bien
estudiadas por Martínez Estrada. 146 Que los paisanos, conscientes
de ellas, transformaran la realidad adversa, fue para el poeta la
intención primera de su canto.
En una célebre invocación, Hernández reclama: 147
j 4 * "El R í o de la Plata", I o de setiembre de 1 8 6 9 .
Ezequiel Martínez Estrada, Muerte y transfiguración
de Martín
Fierro;
F o n d o de Cultura Económica; I r a . ed. 1 9 4 8 ; 2a. ed. corregida, 1 9 5 8 .
147
/ d a ; versos 37 y 3 8 .
104
Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra. . .
Con esa palabra, la del "último payador", como lo designara
Ricardo Rojas, la del periodista, la del parlamentario; palabra
esgrimida por el ser entero, el hombre concreto, con distintos
medios, adhiere a un mismo objetivo: una sociedad más justa, un
ordenamiento más equilibrado de los poderes capaces de agobiar
a los individuos.
Como todo texto, los diversos textos de Hernández reclaman
una lectura histórica, y esto no significa eliminar los necesarios
cortes sincrónicos. Por el contrario, la diacronía es posible como
sucesión de sincronías, aunque conviene advertir que, lejos de tratarse de sucesiones mecánicas es preciso articularlas para poder
ingresar en la historia.
Queremos subrayar que en cada sincronía la dialéctica está presente y sólo a partir de cada estadio cumplido podemos pasar al
siguiente. Con esta tesis nos alejamos dt un fatalismo determinista y, por eso mismo, ahistórico; nuestra sugestión es distinta:
leer los textos hernandinos situándolos en su época y, como no
puede ser de otro modo, interpretándolos desde la nuestra. Sostener lo contrario sería negar el valor y la existencia de la perspectiva. Por esta vía absurda negaríamos la necesidad y la función
de las ininterrumpidas generaciones de escoliastas y hermeneutas
que nos van entregando nuevos perfiles y nuevas comprensiones
de textos cuya lectura, y, .por tanto, cuya reescritura, sólo es
posible a partir de nuestra conciencia histórica.
Con lo anterior nos interesa, fundamentalmente, advertir
que nuestra adhesión a los textos hernandinos es, como siempre,
una actitud crítica. Y lo que en forma especial importa mostrar
es la actitud crítica de Hernández en relación con múltiples
aspectos de su coetaneidad.
Así, en el citado editorial, sostiene: "La sociedad no hace de los
gobiernos agentes de comercio, ni los faculta para labrar colosales
riquezas, lanzándolos en las especulaciones atrevidas del crédito.
La sociedad no podía delegar sin suicidarse semejantes funciones,
que son el resorte de su actividad y de su iniciativa.
"Gobernar no es comerciar, es simplemente administrar, dentro
de las leyes. Percibir impuestos y aplicarlos a la marcha regular de
los poderes, que consiste en mantener el orden público, hacer
justicia, garantir el ejercicio de los derechos comunes, y propender a que la iniciativa individual encuentre en la libertad el poderoso resorte de su desenvolvimiento.
"El mecanismo de la administración de un estado no puede ser
más sencillo, cuando el estado gira en la órbita de sus funciones
legales. Se hace complicado cuando invade las funciones de la
sociedad, y queriendo ejercitar su acción más allá de su esfera,
105
arrebata un derecho que debe respetar, y perturba de esa manera la
armonía del orden económico y político del Estado.
"Como se ha dicho, todas las libertades, todos los derechos son
solidarios, y jamás un pueblo verá su libertad política realizada en
todo su esplendor, si no goza de libertad económica, en una palabra, de la libertad de trabajo como fundamento de la propiedad
que es base de la civilización y del progreso."
Bien claras, y ceñidas a su punto de vista, surgen dé las palabras
del periodista las tesis que una década después el legislador expondría en la legislatura bonaerense.
Más allá de actuaciones públicas, interesa subrayar que las mismas derivan de convicciones íntimas, y esto es lo que realmente
importa, pues es aquí donde hallaremos la piedra de toque de su
personalidad integérrima.
Las libertades deben ser solidarias, sostiene nuestro poeta: no
hay libertad política cuando la misma no se apoya en la libertad
económica. La libertad en abstracto no existe o, a lo sumo, existirá como mera abstracción.
El primer objetivo que debe perseguir la República —sostiene
Hernández— es ''poblar sus tierras por el sistema que haga mejor
y más rica su población ( . . . ) ese sistema consiste en la distribución de la tierra en pequeños lotes. En subdividir la propiedad
reside el secreto de un mayor beneficio.
"Las grandes fortunas tienden, sin embargo, a irse agrandando cada vez más, y manteniendo la tierra, por lo general, en la esterilidad y el abandono. La avaricia de la posesión, no es ésa la
noble aspiración del trabajo inteligente y activo.
"No hay países más pobres y más atrasados, que aquellos donde
la propiedad está repartida en unas cuantas clases privilegiadas."
Hernández denuncia los latifundios estériles como verdaderos
causales de pobreza y sostiene: "Por medio de la subdivisión de la
tierra se atrae una población, cuyo espíritu emprendedor se excita
en una lucha proficua y estimulante."
Es preciso, continúa, "fomentar la población industriosa, llevar
al desierto las locomotoras del progreso, que traerían a su regreso
a nuestros mercados los pingües productos que regala la tierra a los
que la abonan y cultivan.
"La tierra estéril durante largos años, es una protesta contra
mentidas alucinaciones de progreso, y abona la incuria de nuestros
hombres públicos, que se dejan siempre llevar por extremas y peligrosas teorías, y que, ora quieren hacerlo todo, arrebatando el
campo a la actividad individual y colectiva de la sociedad, ya vegetan en la indolencia y en la culpable inacción de los que esperan,
de brazos cruzados, el maná de los cielos".
"No basta tener instituciones liberales; es necesario secundar su
espíritu progresista, y acreditar la resolución de hacerlas prácticas
y fecundas".
106
"No nos alucinemos con el brillante oropel de las grandes capitales (. . .) de esas alucinaciones fastuosas se despierta siempre, al
rudo golpe de la verdad, para ver en el fondo un abismo de miseria".
Aunque diversos son los comentarios que este artículo puede
suscitar, resulta obvio, que Hernández no podía de ningún modo
prever la industrialización de la explotación agropecuaria y no
todas sus aserciones pueden ni deben tomarse a la letra. Pero más
que la letra, lo que interesa es el espíritu progresista que lo anima
y, en tal sentido, cabe afirmar que este artículo escrito en 1869,
con los retoques del caso, pudo ser fechado en nuestros días.
Su honradez al describir la situación del campo, más que si el
retrato de entonces se ajusta a la realidad de hoy, es lo que verdaderamente importa. Y tampoco deja de importar, y mucho, su
denuncia contra la incuria de los hombres públicos, que, desde los
tiempos de Hernández hasta la actualidad puede haber asumido
formas distintas sin afectar una ineptitud conductiva que pareciera ser una constante nacional.
Si las tradicionales clases dirigentes fracasaron de modo estruendoso, no se advierte su relevo por políticos de otros orígenes
capaces de manejar la cosa pública con mayor eficacia y, digámoslo de una vez, con mayor patriotismo.
Psicologizar los problemas sociales es una forma de encubrir su
verdadero carácter y es, ademas, contribuir a dificultar sus soluciones. No obstante, más allá de la psicología particular, la corrupción generalizada dista de ser el problema de unos pocos. Salvo
que se intente disfrazar la realidad enmascarándola con los eufemismos a los que somos tan afectos, como si encubrir la realidad
fuese el equivalente de su transformación, el hecho cierto es que
gran parte de nuestra sociedad está enferma y corrompida. Algunos sectores, quizá los que más estentóreamente aclaman la democracia, están utilizando este lapso de vida institucionalizada para
rearmar, al amparo de la Constitución, los cuadros y "las formaciones especiales" de los extremos del espectro político. Los elementos corporativos que durante tantas décadas reemplazaron
mediante los grupos de presión el normal funcionamiento de los
partidos en la convivencia democrática, no dejan de soñar con la
asunción del poder total. El oportunismo de la hora les exige
cubrir la mercadería con el pabellón de la democracia y, retóricamente, al menos, nadie defiende con más ardor verbal la democracia "pluralista", adjetivación sobreabundante, por pleonástica,
y cuyo énfasis sólo puede encubrir una intención ideológica. Los
disfraces pueden ser muchos y variados, las camperas, los hábitos,
los guantes blancos o las charreteras, pero los resultados siguen
siendo el abismo de miseria que el brillante oropel no es capaz de
ocultar.
107
Picardía puede creer, con toda buena fe: 1 4 8
. . .mande el que mande
yo he de votar por quien quiera.
pero se trata de una opinión, no de una realidad, pues votamos por
los candilatos que aparecen en las boletas, y eso en el mejor de los
casos. Basta una simple observación de nuestra realidad política
para advertir el crecimiento de la avalancha populista. La debilidad
estructural de los países periféricos incide directamente en su inestabilidad institucional.
Mientras subsista esta situación, el totalitarismo de cualquier
signo siempre será un peligro latente y medio siglo de desprecio
total por las instituciones, al amparo del crecimiento de las corporaciones, exige un firme ejercicio de la democracia para sortear ese
abismo de miseria, exigencia imprescindible para no caer en una
Edad Media mecanizada, que las estructuras feudales supérstites
favorecen activamente. Conviene señalar que cuando hablamos de
estructuras, no dejamos de tener en cuenta las estructuras mentales, las más difíciles, quizá, de transformar. El pre-juicio, equivale a sutura mental, a cerrazón espiritual, a ceguera dogmática y
es, con toda seguridad, el principal obstáculo para el libre ejercicio
de la razón crítica. Y sin el libre ejercicio de la razón crítica no
hay ninguna posibilidad de vivir en una sociedad abierta, protagonizada por un hombre concreto capaz de elegir el proyecto de una
comunidad personalizada.
Entre nosotros, el reciente triunfo electoral de un partido democrático puede ser considerado como una reacción positiva, pero
seria ingenuo suponer que ya está todo logrado cuando lo único
que cabe afirmar es que se nos dio una oportunidad y que de nosotros depende luchar para no perderla. Muchas son las fuerzas que
se oponen a la definitiva institucionalizacion del país. No pocos
son los políticos que no se avienen a la "modesta" idea que
la lucha por el poder no es el fin sino el medio para la consolidación de las estructuras democráticas, tantas veces prometidas como frustradas por la conjunción corporativa de los "factores de presión".
Vuelta; versos 3 3 6 5 y 3 3 6 6 .
108
LOS PRIVILEGIOS FEUDALES
En su artículo "La ciudad y la campaña", Hernández escribe: [ 4 9 "La capacidad de la provincia se resiente todavía de los privilegios monstruosos del coloniaje. Aquí se ha creado una especie
de aristocracia a la que se paga un tributo de campaña desamparada, como los vasallos del señorío feudal, de los tiempos antiguos,
anterior a la formación de las sociedades". En relación con las angustias que sufre el hombre de la campaña, perseguido especialmente por la "Ley de vagancia", recordemos que es expresamente
citada en el poema y a ella alude la relación de Picardía: 1 5 0
He servido en la frontera
en un cuerpo de milicias;
no por razón de justicia
como sirve cualesquiera.
A este respecto, Pagés Larraya 1 5 1 nos recuerda: "Una denuncia
se escucha en los artículos de 'El Río de la Plata', y es la misma
que surge de Martin Fierro: en el país existen privilegiados y desposeídos, ciudadanos e ilotas, hijos y entenados. Misionero, el poeta ha asumido el deber de conjurar esa injusticia. La redención del
gaucho como persona humana es la idea de más empuje en el mundo de Hernández ( . . . ) En la extrema frontera, frente a la constante amenaza del indio y cercado por el desierto, vegetaba el gaucho
en los fortines. Allí subsistían pobres, mugrientos, sin paga, sin
armas, semidesnudos, estafados por el pulpero y el jefe que era su
socio, y, de cuando en cuando, convertidos en peones en la chacra
del coronel ( . . . ) Ese bárbaro tributo humano, en el que aparecían
complicados jueces y comandantes, jefes militares y comerciantes,
iba devorando irremisiblemente al gaucho (. . .) Lo más injusto del
sistema consistía en que los habitantes de la ciudad no estaban
obligados a este servicio" (El subrayado es nuestro).
Es decir, el enganche, similar a un arreo de ganado, se hacía con
los hombres de la campaña, amén de las arbitrariedades que enconos personales de los mandantes —mencionados en diversos tramos
del poema— eran la causa de la incorporación forzada a un contingente.
Del trato que sufren los enganchados da testimonio el citado
relato de Picardía, cuyo final es especialmente señalable por su
carga intencional y su fluidez expresiva. Transcribimos un frag149
150
Editorial aparecido en "El Río de la Plata", el 3 de octubre de 1869.
Vuelta; versos 3589 al 3592.
Prosas de Martín Fierro; cf. "Hijos y entenados".
109
mentó, especialmente para los que insisten en el ''ablandamiento"
de Hernández, en la Vuelta. 1 5 2
. . .si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le cain encima
con la ley de la vagancia.
[verso 3705]
Y ya es tiempo, pienso yo,
de no dar más
contingentesi el gobierno quiere gente
que la pague y se acabó.
Y saco asi" en conclusión,
en medio de mi inorancia,
que aquí nacer en estancia
es como una maldición.
Y digo aunque no me cuadre
decir lo que naides dijo:
la Provincia es una madre
que no defiende a sus hijos.
Mueren en alguna loma
en defensa de la ley,
o andan lo mesmo que el güey,
arando pa que otros coman.
Y he de decir ansimismo,
porque de adentro me brota,
que.no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota.
Por algo el poema tiene tantos lectores apasionados, mientras
desaprensivos evaluadores, pretenden atender a ornamentos externos, juegos de palabras, indagaciones lingüísticas, inserciones
paremiologicas, antiguos orígenes literarios, etcétera, y eluden 'lo
esencial que es su carácter de denuncia, su testimonio de amor a
quienes más lo necesitan.
Cuando comenzamos este excursus partimos, como recordará el
lector, de un articulo en el que Hernández denunciaba una estructura feudal a la que la campaña pagaba su tributo. No es casual,
entonces, que tantos se hayan hecho los desentendidos, o hayan
entendido tan mal, y definan al Martín Fierro como u n a 1 5 3 "epo1 52 Vuelta; versos 3702 al 3724.
La ley de la vagancia está explícitamente mencionada en el verso 3 7 0 5 .
A los que no estaban conchabados en trabajo fijo se les aplicaba el calificativo de vagos y de acuerdo al Código Penal de la Provincia de Buenos
Aires, entonces vigente, se los destinaba durante tres años al servicio de
las armas.
1 5 3 Alberto Navarro Viola, Anuario bibliográfico de la República
Argentina,
1880.
110
peya de crímenes puestos cuidadosamente de relieve como hechos
heroicos". Opinión que no pocos "bien pensantes" siguen compartiendo aún hoy, sin olvidar al más eminente de nuestros escritores
contemporáneos que, abstraído de realidades sociales y secuencias
históricas, es capaz de amar a Heráclito, pero congelando la eterna fluencia en la peculiar ontología solipsista- que lo distingue.
Desde esa perspectiva, que hace de la sincronía un absoluto, Martín Fierro seguirá siendo un "cuchillero", per sécula seculorum.
Una lectura literaria no se agota en su vertiente estética; en rigor
una lectura nunca nos entrega toda su virtualidad y sólo sucesivas
relecturas nos van concediendo las traducciones textuales que
somos capaces de percibir. Nosotros mismos, en tanto que seres
históricos, protagonistas de una duración, debemos atenernos a
nuestras relaciones de vínculo y, a partir de ellas, intentar nuestras
aproximaciones a la realidad, entre las que, naturalmente, incluimos nuestras interpretaciones textuales.
En el citado artículo, nos sigue diciendo Hernández: "Abandonada a todos los instintos brutales, sin conocer la autoridad sino
por la violencia y la arbitrariedad que se ejercía sin medida sobre
sus inermes pobladores, la campaña se hallaba entonces entregada
al estado primitivo de la barbarie". A partir de esta situación,
Hernández hace un análisis político en el cual la ciudad representa
a la civilización, pues en ella el derecho estaba robustecido y eso, a
su juicio, le permitía asegurar que era "invulnerable". Por ello,
"los gobiernos despóticos surgidos de la anarquía y de las convulsiones sociales, concibieron entonces una idea satánica.
"No podemos imponernos al pueblo, se dijeron con diabólica
sonrisa. Pero podemos fraccionar ese pueblo y levantar una fracción contra la otra. Podemos sublevar a la campaña y hacer que el
casco de sus potros abata y pisotee su arrogancia. La dictadura de
Rosas cumplió ese plan, y sabemos cuál fue su resultado. Una tiranía de veinte años se desplomó sobre la República Argentina.
"Rosas cayó, pero la desaparición de Rosas, ¿fue acaso la aurora
de regeneración para los pueblos? No queremos proferir una lisonja cobarde. El poder del caudillaje fue abatido, es cierto, pero la
igualdad de las clases sociales no fue un hecho (. . .) El servicio de
las fronteras, parece haberse ideado como un temible castigo para
el hijo de la campaña (. . .) La campaña y la ciudad, es una misma
población, con iguales derechos constitucionales, con idénticos
intereses, con aspiraciones confundidas".
José Hernández, con péñola impoluta, como la lanza de Don
Quijote, sigue empujando palabras viriles distantes de toda retórica complaciente: "Infatigables y perseverantes en defender la
causa de los oprimidos, no desmayaremos antes de ver que las
111
garantías individuales se conviertan en una verdad incuestionable
y dejen de ser una simple y lujosa declaración de la ley". Hernández no abusa de las palabras, sabe que, a su modo, son la traducción verbal de nuestra sangre; sabe que las palabras pueden ser el
símbolo de la dignidad del hombre.
El hijo mayor de Martín Fierro, al narrar sus cuitas: 1 5 4
". . .en la escuela del sufrir
he tomado mis leciones,
instruido por ellas alcanza a comprender la pena que en la Penitenciaría sufre cuando lo obligan a callar: 15 5
. . .no le permiten hablar,
no le permiten cantar
para aliviar su dolor. . .
Conoce sin conocer que la vieja sabiduría latina legisla, summumm jus, summa injuria, y la expresa a su m o d o : 1 5 6
La justicia muy severa
suele rayar en crueldá. . .
La relación entre el hombre y la palabra es tan estrecha, que la
obligación del silencio tuerce las exigencias de la condición hu15 7
mana:
Sin poder decir palabra
sufre en silencio sus males—
y uno en condiciones tales
se convierte en animal,
privao del don principal
que Dios dio a los mortales.
La consubstanciación entre hombre y palabra, destierra los
ripios de los textos hernandinos. Mejor, diríamos, de la cosmovisión hemandina, ¿y hay mejor prueba de ello que la riqueza incesante de su poema que, como un bien tallado diamante, continuamente agrega significados a su sentido? ¿Y qué valor tienen sus
señalables contradicciones frente a su decidida posición, infatigable y perseverante en defender la causa de los oprimidos?
154
1 55
1 56
1 57
112
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
versos
versos
versos
versos
1763
1990
1995
2007
y
al
y
al
1764.
1992.
1996.
2010.
El humanismo de José Hernández, desde su tiempo que ya es
historia, crece hacia el nuestro, tan necesitado de poetas, de escritores, de hombres concretos plenamente conscientes de que urge
optar por el partido de las victimas para reducir la magnitud del
daño}5*
LOS DERECHOS DE LA PERSONA
Poeta, legislador, guerrero o periodista, un hombre es el conjunto de sus vertientes. Variarán los instrumentos, y aun los transitorios blancos, no la meta. El inmenso talento de Hernández, tal
como quedó inscripto en su poema, no puede ser separado de sus
valores éticos, pues la ética es la inteligencia de la conducta y la
belleza del poema resulta inclusiva en todas las emociones y en
todos los análisis espirituales, sentimentales y racionales, que es
capaz de realizar el hombre concreto cuando es poeta y amalgama
las facetas de la realidad en el texto testimonial de sus encuentros.
No le pedimos al periodista otra cosa que la verdad que percibe; en el poeta la reencontraremos en el nivel de la estética, aunque no por ello perderá grados de veracidad. Creemos en la verdad
como esencia de la belleza y, paralelamente, creemos en la belleza
como forma inmanente de la verdad. Belleza y verdad, al conjugarse, se acrecientan exponencialmente; cuando eso ocurre, la obra
estética enriquecida por la vida que la nutre se encarama en los firmamentos del arte.
Nuestro Martin Fierro, como miembro de esa singular y rarísima familia, continuará galopando por su pampa.metafísica, más
allá de las prisiones que el papel impreso le ofrece para siempre.
Como un Ricardo III, pero a la criolla, nos seguirá diciendo: 1 5 9
¡Qué diera yo por tener
un caballo en que montar
y una pampa en qué correr!
José Hernández, firmemente enraizado en la patria, no concibe
la felicidad individual fuera de un marco colectivo. Por eso nos
1 59
Albert Camus, La sangre de la libertad; Americalee, 1960.
Vuelta; versos 1920 al 1 9 2 2 .
113
lanza una pregunta capaz de dar en el blanco de nuestro grisáceo
presente: "¿Qué importa el progreso, si la vida que debiera dar testimonio de él carece de garantías?"
La vida de cada uno —en el marco social— es el supremo valor
hacia el que apunta Hernández y, en rigor, el gran tema que lo absorbe es lograr el armonioso desarrollo del país, no en el sentido
de quien opera con esquemas geográficos o históricos meramente
cuantitativos, sino teniendo en cuenta, permanentemente, al habitante de esa geografía, al protagonista de esa historia.
La dialéctica entre persona y sociedad es tenida en cuenta en las
reflexiones de Hernández quien, en el citado artículo, escribe:
<4
Se ha llegado a creer que el individuo nada representa, cuando
es precisamente el derecho individual, la base del edificio social
y político de los pueblos.
"La colectividad de individuos que toma el nombre de sociedad, no tiene más derechos que un solo individuo. El número nada
hace a la esencia del derecho. Se suman los individuos, pero no se
pueden sumar los derechos, porque ellos no componen cantidad y
son siempre el resumen de una misma entidad". Párrafo singularmente significativo pues, como hemos desarrollado en otra oportunidad, 1 6 0 los individuos, en tanto que miembros de una especie
son sumables. En cambio, no son sumables las personas que esos
individuos pueden llegar a ser. La persona es un proyecto que el
hombre concreto puede asumir y no es término de una suma sino
el resultado de actos vitales y espirituales ajenos, por ahora, a ecuación matematizable. Aunque Hernández, en el párrafo siguiente
emplea el vocablo personalidad en lugar de persona y utiliza
individuo sin distinguirlo de persona, por encima de la nomenclatura, destacamos significativas coincidencias: "Ante el derecho, la
sociedad es una simple personalidad, como la del individuo. La
asociación colectiva no tiene por objeto aumentar el derecho, sino
garantirlo, robustecer la fuerza en que se apoya".
El desarrollo armónico de la sociedad es preocupación constante de Hernández y para la salvaguarda de los derechos de cada uno,
esa armonía exige que la sociedad fortalezca el derecho de la persona. Para ello —como señala Hernández— los derechos individuales no son susceptibles de ser sumados, siendo ésa la tesis que sostienen los Estados totalitarios. Si la persona es lo que el individuo
no tiene de cosa,161 quienes suman elementos distintivos de las
personas efectúan acciones cosificadoras; en consecuencia, actúan
en el sentido de la despersonalización.
En forma implícita, este concepto es expresado por Hernández
cuando, en el párrafo transcripto, sostiene: La asociación colectiva
161
114
La revolución
Cf. op. cit.
de la persona,
no tiene por objeto aumentar el derecho, sino garantirlo, robustecer la fuerza en que se apoya.
En forma inesperada, encontramos en nuestro poeta una formulación coherente con la filosofía personalista y, particularmente,
con nuestros propios desarrollos, tal como quedaron expuestos en
La revolución de la persona.
EDUCAR PARA PRODUCIR
Demócrata consecuente, el periodista Hernández sostiene: 1 6 2
"Más sirve a los gobiernos la prensa opositora que la prensa oficial,
porque ella señala siempre los errores y los escollos, mientras que
ésta se empeña en facilitar el camino y en oscurecer la verdad que
hiere y que deslumhra ( . . . ) ¿A qué buscar la dudosa sinceridad
del aplauso interesado?"
Como venimos reiterando a lo largo de estas notas, la actualidad
de los textos hernandinos, lo convierte en un valioso interlocutor
de nuestro presente. Más aun, la difusión de sus ideas resulta una
aliada de formidable peso para apuntalar nuestra endeble democracia, tan necesitada de su voz de órgano, cuando en la mayor parte
de los casos sólo escuchamos a quienes repican para su propio campanario. Pocos son los que se abren al vasto horizonte con un sentido que exceda los intereses particulares; no obstante, apertura,
aperturisrno y abierto, son voces de moda. ¿Será un problema de
claustrofobia o de erotismo? Claro que el problema no lo presentan las palabras, sino su desgaste por abuso complaciente.
Al cabo de muchas décadas entre demagógicas y autoritarias,
al cabo de largos períodos en que se actuó por delegación y en los
que diversos rostros del verticalismo crearon costumbres antidemocráticas internalizadas por la falta de participación popular en
la cosa pública, participación impedida por un Estado paternalista y coercitivo, la ciudadanía se corrompió en el chacun pour soi
al que fue sucesivamente inducida por los poderes de turno. El verticalismo larga y diversamente ejercido redujo las instituciones de
la República a la inconsistencia de un flan. No será con una nueva
serie de discursos ni cambiando una sonrisa por otra, como revertiremos nuestra crisis.
162
"El peligro de la oposición", editorial de "El R í o de la Plata"; 20 de
agosto de 1 8 6 9 .
115
Es preciso comprender que sólo mediante el trabajo colectivo y
el esfuerzo prorrateado pero conjunto, saldremos de una situación
enferma y corrompida, que no será superada con analgésicos ni
con sermones edulcorados por una moralina intrascendente y encubridora de los verdaderos males que sufrimos.
En el momento en que son escritas estas notas, la institucipnalización del país pareciera una meta por la que se está (en ciertos
sectores, al menos) bregando luego de la dilatada cesura constitucional. Nuestra única opción es apoyar los esfuerzos por estabilizar la debilidad de nuestra democracia, acorde con la debilidad
de las estructuras socioeconómicas sobre las que se apoya. Pero
esto, de ningún modo puede significar la coincidencia servil o logrera, ni la caída en el oportunismo de quienes siempre están
atentos a la satisfacción de sus intereses personales, aunque ellos
signifiquen el sacrificio de las posibilidades colectivas.
No será por las complacientes vías del populismo, por las que
accederemos al desarrollo de las posibilidades nacionales. El populismo ofrece diversos rostros, hoscos o simpáticos, más o menos
higiénicos, mejor o peor maquillados; sin embargo, no se trata de
un problema de afeites. La cuestión es más ardua y no se resolverá
con una falsa ''unidad nacional" asentada sobre una ideología consumista, sin que se proclame, como corresponde, desde todos los
estrados la pedagogía de la construcción. Educar para consumir
ha sido más sencillo y, aparentemente, más redituable que educar
para producir, 1 6 3 como claramente lo ha expuesto Gregorio
Weinberg.
Aparece, así, una nueva versión de la antinomia civilización o
barbarie, cuando no es la disyunción sino la conjunción la que continúa siendo válida en nuestros días y en nuestra latitud, y no sólo
en la nuestra, lamentablemente. Civilización y barbarie, asuelan
a los países y a los hombres de nuestro tiempo. No hay que recurrir a eruditos repositorios del saber para enterarse; nos basta con
asomarnos a la ventana o a esa otra ventana electrónica que nos
permite telever la sangre que corre por las calles del m u n d o .
Gregorio Weinberg, Entre el descontento
1982.
116
y la promesa,
Ecl. de Belgrano,
¡OCUPÉMONOS DEL PORVENIR!"
En la sesión-del 22 de noviembre de 1880, la actualidad del pensamiento hernandino reaparece cuando sostiene: 1 6 4 "O nos mantenemos estacionarios, es decir, retrogradamos, o entramos en el
ancho camino de las reformas nacionales". Refiriéndose a los millones que adeuda la Provincia "y que Dios sabe a cuanto mehtan 7 ', agrega significativamente: "No puedo hablar de las inversiones de esos caudales, pero me parece que se han gastado en remington y otros utensilios semejantes" (el subrayado es nuestro).
La agudeza del legislador Hernández puede sorprender a quienes sólo se han demorado en la observación de rasgos exteriores:
su memoria o su volumen físico, pero aun defendiendo tesis con
las que el lector puede estar en desacuerdo, no cabe cuestionar
la calidad de sus argumentos: 1 6 5
"Hemos examinado la cuestión desde el punto de vista histórico; y la historia, eco de los acontecimientos pasados, debe servirnos de ejemplo para el porvenir. La hemos examinado bajo el
punto de vista comercial y de los números que, como dijo Pitágorás, están llamados a gobernar el mundo o, como comenta'Goethe, sino están llamados a gobernarlo, están por lo menos destinados a enseñar cómo se gobierna".
En un país cuyos bien pensantes suelen cultivar con exceso la
nostalgia, olvidados de las lecciones de Echeverría, buen nadador
contra la corriente, Hernández proclama: ¡Ocupémonos del porvenir! Admonición que nos parece de una actualidad, más que
necesaria, imprescindible.
Nos permitiremos aquí una interferencia, que estimamos oportuna. Escribimos estas notas poco después de.haber participado
en un seminario realizado en Puerto Rico. 1 6 6 No dejó de llamarnos la atención que la mayor parte de las ponencias se centraran
en los mitos y en el inconsciente colectivo. Podemos afirmar que el
leit motiv del Seminario se resumió en la aspiración de recuperar
el pasado. Asimismo, tanto los intelectuales que pueden —para
seguir la nomenclatura tradicional— ser calificados de izquierdistas,
como los derechistas, coincidieron en su ataque a la Utopía.
164
165
6
P.P. de J . H . ; T . I , p. 327.
Op. c i t . , p . 3 3 1 .
"Tercer Seminario de Cultura Iberoamericana", organizado por la "Asociación Iberoamericana de Cultura", Universidad de San Juan de Puerto
Rico. Rafael Castro Pereda fue el director del Seminario, que tuvo lugar
los días 19, 20 y 21 de noviembre de 1 9 8 5 .
117
En el trabajo que habíamos preparado para la ocasión. "Presencia de Pedro Henríquez Ureña en la cultura hispanoamericana", se subraya el papel de la utopía en el pensamiento del maestro dominicano: 1 6 7 "La utopía, esa bella flor nacida en el Mediterráneo".
Quienes adhieren a un absoluto sobrehistórlco, la atacan por
considerar que la misma invade sus dominios metafísicos; de igual
modo, quienes sin arredrarse frente a las contradicciones pretenden instalar "científicamente" el absoluto en la historia se oponen
a la utopía como mera fantasía desviacionista del verdadero camino revolucionario. En cambio, en ei planteo de Henríquez Ureña,
la utopía es el horizonte que nos proponemos como sociedad ideal
y que si no puede ser nuestra meta cumple, al menos, la función
de faro orientador de nuestros derroteros.
Un joven hispanista norteamericano, con el fervor de los conversos, en el debate que siguió a la lectura de nuestro trabajo, expuso
su duda acerca de si la propuesta de Henríquez Ureña no era demasiado europea. Es decir, nosotros, en tanto que latinoamericanos,
sólo somos discernibles como cultores de un pasado irredimible y
mítico. De acuerdo con este criterio, ocuparse del futuro ha de ser
cosa de los países centrales. Nosotros sigamos siendo los hombres
del maíz y la patata, sigamos evocando los antiguos dioses de la
Pachamama, cepillemos los briosos potros y que las cápsulas espaciales sean de su exclusiva incumbencia.
Por supuesto, una caprichosa lectura ideológica de lo que acabamos de escribir podría arribar a la conclusión de que renegamos
del pasado. Si el día del nacimiento de José Hernández ha sido
declarado Día de la Tradición, ello se debe a que, precisamente,
el autor de nuestro poema no se dedicó mansamente a recuperar
el pasado. Se apoderó con sus manos fuertes de un pasado que
había que transformar y declaró taxativamente: 1 6 8
" ¡Ocupémonos del porvenir! Entreguemos a la generación que
viene una Patria grande, libre, fuerte, organizada y respetada.
Y habremos cumplido la misión de nuestros padres". A más de un
siglo de esa declaración, no pretendemos que la nomenclatura utilizada por el legislador conserve íntegramente su validez. Es posible que en el contexto de la sociedad de masas, en una época signada por las revoluciones científicas y tecnológicas que Hernández
no pudo prever, el mapa político de la tierra cambie como fue
Pedro Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra
Cf. Obra crítica; F o n d o de Cultura Económica, México, 1960.
P.P. de J . H . ; T . I , p . 3 3 4 .
118
expresión.
cambiando a lo largo de la historia (y en nuestros días hemos sido
testigos de múltiples modificaciones). Las construcciones del hombre —y qué otra cosa son las naciones— no pueden reclamar la eternidad cuando sólo la duración les corresponde.
Pero mientras las naciones existan, no nos borraremos sumisamente. Por el contrario, procuraremos inscribirnos en la universalidad a partir de nuestra singularidad. En nuestro país y en Latinoamérica, como acabamos de comprobar, no siempre se advierte
que si la historia es el lugar del hombre, lo es, en la medida en que
se comprenda que el hombre concreto es lo que es, como bisagra
montada sobre el pretérito que lo nutre y el futuro que, a partir
del presente, contribuye a construir. Lo contrario, que es el punto
de vista fomentado por un nacionalismo crudamente antinacional,
nos confina a un ser nacional,119
ontológicamente congelado y
desde el cual la palabra futuro es netamente subversiva.
Resulta paradójico que quien, como José Hernández, fue tan
usado como abusado para imposibles detenciones del río de la historia, imparta una lección tan adversa a los ultramontanos de siempre, aunque se disfracen de luchadores contra la dependencia.
En lugar de sumergirse en los túneles de la geología —que de ningún modo desdeñamos— empuña su voz, instrumento esencial del
poeta, y nos ofrece, como si fuese un telescopio para investi^r el
firmamento, una interjección que es una tarea: " ¡Ocupémonos del
porvenir!"
Pudo equivocarse al proponer Buenos Aires como capital de la
República, pero no eran equivocadas sus intenciones. Creyó que
así se consumaba el mandato de la Asamblea de 1813, que en el
Himno Nacional manifiesta:
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión.
Hernández concluye de este modo su intervención del 23 de
noviembre de 1 8 8 0 : 1 7 0
4
'Desde hoy en adelante puede decirse sin peligro de que estas
palabras vengan a ser desmentidas por los sucesos; desde hoy en
adelante las generaciones argentinas pueden escribir en su bandera este programa: 4No más caudillos ni de pluma ni de espada;
sobre los derechos imprescriptibles del pueblo argentino, no hay
hombre ni verdad superior; desde hoy en adelante en la República
debe imperar la ley justa para todos, severa para todos'. Vamos al
169
]70
Un desarrollo del tema puede verse en el trabajo de Juan José Sebreli,
" ¿ C ó m o pensar la Argentina?". El mismo, publicado por el Centro de
Estudiantes " L a Línea R e c t a " , se integra en el ciclo Pensar la Argentina,
que organizamos en la Facultad de Ingeniería, en 1985.
P.P. de J . H . ; T . I , p. 3 4 5 .
119
fin a coronar la obra empezada por Moreno, Castell, Belgrano y
tantos otros ilustres proceres de nuestra Independencia. Demos un
voto a favor de la Capital de la República en Buenos Aires, un voto
definitivo; consolidemos para siempre la obra de la Nacionalidad
Argentina; demos un voto honroso para todos y sellemos en 1880
la obra que nuestros ilustres predecesores iniciaron gloriosamente
el 25 de-Mayo de 1810".
La transcripción es válida, pues muestra la relación inversa que
puede (y suele) existir entre el avasallador oleaje retórico y la
endeblez de las buenas intenciones. Estas, muy lamentablemente,
de nada sirven para sostener las construcciones sociales ni personales de cada hombre.
Las mismas razones que Hernández proclama para Buenos Aires, capital mercantil, industrial y científica de la República, a fin
de convertirla en capital política, pudieron ser utilizadas para preferir Nueva York a Washington como capital de los Estados
Unidos.
Por otra parte, la persistencia de los caudillos —más los de espada que los de pluma— es una prueba adicional que la estabilidad
institucional de ningún modo quedaba resuelta con Buenos Aires
capital. El imperio de la ley, justa para todos, severa para todos,
sólo se logra con el afianzamiento de las instituciones y de las estructuras que las soportan. Ya lo hemos dicho, pero nos parece
oportuno repetirlo, .como una forma de recalcar que sin el permanente ejercicio de la razón crítica'naufragaríamos en un texto
ideológico que ninguna relación tendría con el discurso hernandino, al cual, más allá de sus desvíos, focalizamos en sus aciertos.
En el Norte de su brújula proclama: ¡Ocupémonos del porvenir!
CUANDO LOS DESEOS SE ADELANTAN A LA REALIDAD
En ocasiones, Hernández permite que sus deseos se adelanten a
la realidad. Así, cuando en la sesión del 24 de noviembre de
1880, 1 7 1 declara: ". . .dentro de una República constituida y organizada como la nuestra, que ha resuelto todQS los problemas de
su organización, no teniendo como no tenemos cuestiones polí171
120
Op. c i t . , p . 358 y sgts.
ticas con tendencias radicales; ni antagonismos económicos; ni
condiciones sociales que modificar violentamente; ni cuestiones
religiosas, ni nada, en fin, que nos divida profundamente, los partidos son sólo divisiones sociales; y he dicho y repito ahora,
cuando esas divisiones van hasta ensangrentar el suelo de la patria,
no tienen ninguna simpatía de mi parte". Es obvio que al imaginar
una realidad sin conflictos, el poeta elabora una fantasía, generalmente ajena al equilibrio del legislador. El hecho cierto es que el
suelo de la patria fue ensangrentado pero sería ingenuo suponer
que las contradicciones socioeconómicas son ajenas a las causas
que provocan la manifestación violenta de los conflictos y que
éstos sólo se deben a evitables enfrentamientos políticos.
Los partidos serían innecesarios si, realmente, se cumplieran las
condiciones de no contradicción entre estamentos sociales y económicos, si no existiera nada, en fin que nos divida profundamente. Hernández salta, en este discurso, de una realidad imaginaria a un deseo ilusorio y, en consecuencia, no representativo de la
realidad real. De lo cual resulta, contrariando los deseos del poeta,
que el lugar de los hombres honrados ha de ser la sociedad tal cual
es y en la que cumplen la fundamental misión de contribuir a
transformarla (en este contexto honrado, como se comprende,
trasciende su sentido estricto y debe ser trasladado a una inserción social, en cuanto hombre dispuesto a servir a la comunidad),
como lo hizo a lo largo de su corta vida con intensidad, talento y
procurando profundizar las cuestiones que le fueron
encomen112
dadas,
aun cuando, algunas veces, se dejara seducir por sus pro 1
pios espejismos. Su profundización de las cuestiones es constantemente perceptible en la tarea del legislador —aunque no sea imprescindible compartir sus puntos de vista— y, claro está, el máximo grado de profundización lo alcanza el poeta que, como nadie,
interpretó la realidad de su tiempo. Lo que puede advertirse
abriendo al azar el texto centenario. La denuncia de la expoliación resulta bien distante de la idílica descripción que acabamos
de transcribir y que tornaba inútil la existencia de los partidos: 1 7 3
Hoy tenemos que sufrir
males que no tienen nombre,
pero esto a naide lo asombre
porque ansina es el pastel;
y tiene que dar el hombre
más vueltas que un carretel
172
173
Op. cit.,p. 356.
Ida; versos 1723 al 1728.
121
Y para quienes en forma contumaz se solazan señalando que la
Vuelta pretende borrar la inolvidable huella marcada por la Ida,
citemos los versos finales de la relación de Picardía: 174
Y se hallan hombres tan malos
que dicen de buena gana:
'El gaucho es como la lana
se limpia y compone a palos\
Y es forzoso el soportar
aunque la copa se enllene;
parece que el gaucho tiene
algún pe cao que pagar.
Las contradicciones apuntadas pueden señalar que el rigor de la
razón crítica puede tener desfasajes con la hondura del análisis
emocional, 1 7 5 que, a su vez, no es de ningún modo ajeno a la razón crítica.
Resulta difícil, y quizá inútil, establecer compartimentos estancos entre las diversas vías por las que el hombre accede al conocimiento. Puede ocurrir, en cambio, y ocurre, que un mismo hombre esté más dotado para transitar la pura racionalidad teoremática que los espacios poemáticos, forma emocional del conocimiento de ningún modo acéfala. Por el contrario, el hombre concreto es el hombre total, un hombre que no puede ser dividido en
cuerpo, alma y espíritu, según antiguos y útiles esquemas que, por
inercia, se continúan utilizando, como si se pudiera superponer la
rigidez de un diagrama con el dinamismo de una realidad en permanente cambio y fluctuación.
Más acá de su genialidad, José Hernández no pudo sobrepasar
los límites de la conciencia posible, porque todos vivimos cercados
por contingencias históricas que se nos imponen más allá de nuestras intenciones y de nuestros deseos. Negarlos sería pretender que
somos claveles del aire, aparentemente ajenos a la sequía que
atormenta las travesías de la savia. Y aun esto es falso, pues todo
depende de todo y lo Uno sólo tiene sentido en el marco de lo
Múltiple.
El hombre que fue el poeta quizá vio mejor que el legislador,
porque manejó otro instrumental para el cual, tal vez, nadie, en su
tiempo, estuvo mejor dotado. Aun así, sería totalmente injusto
subestimar los consecuentes y serios aportes del legislador que
durante los siete últimos años de su vida ocupó su banca con decidida vocación de servicio, y, en más de una oportunidad, demostrando sobresalientes condiciones para el ejercicio de su misión.
1 74
1 75
122
Vuelta; versos 3 7 7 9 al 3 8 8 6 .
Cf. nuestra Antropología
literaria.
En estas notas, hemos ido mostrando las relaciones entre el poeta y el legislador que se reunieron en el singular hombre concreto
que fue José Hernández. Si en alguna ocasión advertimos contradicciones, las hemos señalado sin reparo, pues ellas también integran la unidad del discurso hernandino, que se yergue como rasgo
prominente de nuestra cultura.
DESDE LA PERSPECTIVA DE UN HISTORIADOR
En "El senador Martín Fierro", 1 7 6 el historiador Tulio Halperín Donghi escribe: "Ni la autoría de una obra que Hernández,
ocultándose tras los editores de la quinceava edición, proclama
'uno de los trabajos que más honor hacen a la literatura de este
Continente', ni la presencia en ella de un acervo de sabiduría milenaria, proviniese éste de esos gauchos cuyo lenguaje sentencioso
emulaba el poema o de fuentes letradas a ellos inaccesibles, iban a
conferir entonces a quien volvía a la escena pública otro prestigio
que el irremisiblemente ambiguo derivado de la representatividad
de todo un mundo rural en agonía, que le era ahora unánimemente
reconocida".
El libro de Halperín Donghi está centrado en la actividad
periodística y, consecuentemente, en su posición política. 1 7 7 No
obstante, dada la evolución de las ideas de Hernández, habría
que hablar de posiciones políticas, aunque desde su enfoque, el
historiador 1 7 8 sostenga que "en el legislador disciplinadamente
integrado en las huestes de Dardo Rocha no siempre es fácil reconocer a quien prestó su canto a los desheredados de la campaña".
Creemos que lo transcripto merece algunos comentarios: en
primer término, la vergonzante autovaloracion que le enrostra al
poeta en relación con un poema que es, efectivamente, uno de las
trabajos que más honor hacen a la literatura de este Continente.
Reacción más que razonable dado el escaso reconocimiento que en
Tulio Halperín Donghi, José Hernández y sus mundos; Ed. Sudamericana; Instituto T o r c u a t o Di Telia, 1985. Cf. el capítulo VIII.
Si las cifras algo significan, digamos que un volumen de 344 páginas dedica al p o e m a las 39 del capítulo VII, "Nacimiento y metamorfosis de
Martín F i e r r o " , t í t u l o que obviamente parafrasea el memorable libro de
Ezequiel Martínez Estrada.
José Hernández y sus mundos, cf. p . 14.
123
su momento tuvo en relación con su valía, por parte de los intelectuales. En lo presuntamente escrito por Hernández, ''ocultándose
tras los editores", sólo hay la reiteración de una antigua costumbre
literaria.
En nuestro siglo, George Bernard Shaw, con el desenfado que le
era propio, y con la autoridad que ni siquiera sus enemigos políticos son capaces de refutar, sostuvo: "Los ingleses son gente
muy estúpida. Cuando aparece un genio alguien debe señalárselo;
como nadie se tomó ese trabajo con respecto a mí, no tuve otra
alternativa que señalar mi propia genialidad".
En un ambiente pacato, como el nuestro, cuyo provincianismo
alcanza muy especialmente a "la primogénita ilustre del Plata"
(y .esto sigue siendo válido aún en nuestros días, después de Macedonio y, ¡ay!, casi después de Borges), que Hernández —con una
versión muy amenguada de la soberbia shawiana— quisiera adelantarse a su remolona posteridad, debe ser exaltado como una virtud derivada de una consciente autoestima, lo que, en definitiva,
sólo nos alerta acerca de la inteligencia del personaje.
Como acabamos de ver, Halperín Donghi sostiene 1 7 9 que "el
prestigio de José Hernández derivaba de la representatividad de
todo un mundo rural en agonía, que le era ahora unánimemente
reconocida". Tal vez se refiera a un reconocimiento de tipo personal y no al que fundamentalmente debió basarse en su obra
magna. Que esta inferencia es justa, salvo que el historiador se
contradiga, surge de lo que él mismo afirma pocas páginas ant e s : 1 8 0 "Sin duda, el descubrimiento de que Martín Fierro tenía
un legítimo lugar central en la literatura argentina sólo iba a producirse décadas después de la muerte de su autor. . .'V 81
Desde otro ángulo, decir que el poema emulaba el lenguaje
sentencioso de los gauchos, obliga a situar el Martin Fierro, como
un resultado de la estética del reflejo, cuando se trata de un vasto
fresco donde lo social, lo histórico, lo económico y hasta lo metafísico se conjugan en una sabiduría que, por milenaria, no sólo es
de los gauchos, sino que se nutre en las distantes fuentes de la cultura universal, como han mostrado muy distinguidos escoliastas.
Este acervo de cultura milenaria no es uno de los menores
méritos del poema y la genialidad del autor reside, precisamente,
en haber sabido utilizar materiales de tan distinta procedencia,
tanto en la geografía como en el tiempo, sin que por ello se mancille la frescura ni la- fluidez de una inspiración que parece correr
ininterrumpida y espontáneamente.
179
j
8 0
124
Op.cit.,cf.p.320.
Op. c i t . , c f . p . 280.
Un desarrollo sistemático del tema puede encontrarse en Martin
Centenario.
Fierro
Calificar a Hernández de "fidelísimo secuaz" de Dardo Rocha,1 82 nos parece un innecesario exceso de lenguaje; tan excesivo,
quizá, como llamarlo 183 "secuaz fidelísimo", lo que invierte
el orden de los términos sin alterar la carga agresiva del sintagma.
Comprendemos que un historiador no se maneja con simpatías,
pero quizá una dosis de respeto por el personaje sea imprescindible para ponderar las calificaciones; respeto que, por cierto,
no debe ser apriorístico, puesto que en ese caso el historiador
arrancaría de una posición dogmática. Pero lo mismo puede
decirse, sólo que "desde otro enfoque, si se parte de una subestimación, igualmente apriorística, nacida de la relación insuficiente que el mismo historiador declara en relación con la poesía.
Pensamos que vale la pena transcribir el párrafo: 1 8 4
"Hay otro aspecto de la obra de Hernández que aquí se ha
tomado como un dato antes que como un tema problemático:
el hecho de que Hernández es efectivamente un gran poeta.
Quizá no sea superfluo indicar que la decisión de encarar este
aspecto central de su figura de modo sólo tangencial no supone
postular que la grandeza poética de Martin Fierro exista separadamente de su inspiración ideológica o afectiva; tampoco que
el carácter instintivo, y por lo tanto rebelde a cualquier intento
de explicación discursiva, que comenzó por reconocerse al arte
de Hernández condene de antemano la línea de exploración
a la que aquí se renuncia. Es mi incompetencia para aquilatar
valores poéticos de acuerdo con los criterios preferidos por la
cofradía de los críticos (o cualesquiera otros) la que me veda
tomar ese camino de análisis, pero al celebrar que la economía
de este estudio no haga necesario afrontar en su marco los problemas que plantea Martín Fierro como obra poética, no dejo
de advertir (si se perdona la tautología) que cualquier aproximación menos oblicua a Hernández como poeta debería necesariamente centrarse en ellos".
Quizá esa incompetencia para aquilatar valores poéticos, que
el historiador reconoce hidalgamente, le induzca a utilizar expresiones como "prestó su canto al lamento de los desheredados"
pues, precisamente, ningún poeta presta su canto y, como el
mismo historiador reconoce, no es posible postular que la grandeza poética de Martín Fierro exista separadamente de su inspiración ideológica o afectiva. Ningún poema puede ser separado
de sus referentes extraliterarios, pues los textos sólo existen
en el'contexto que los determina y que los nutre.
*~
183
184
*
*
José Hernández y sus mundos, cf. p. 3 2 1 .
Op. cit.,cf. p . 33.1.
Op. cit.,cf. p . 15.
125
La actualidad temática que el poema expresa —especialmente
para su época— no se contradice con las fuentes letradas inaccesibles a los gauchos, pero no por eso ajenas a la tradición oral
que generación tras generación, desde Babel hasta nuestros días,
va encadenando y enriqueciendo la sabiduría de los hombres.
Para percibirlo, sólo es preciso aceptar la realidad del proceso
cultural y la unidad de la cultura, así como la falsedad de las
dicotomías entre cultura erudita y cultura popular.
No hubo, entre nosotros, un libro más popular que el Martín
Fierro y, simultáneamente, tampoco hubo un libro que inspirara
más trabajos eruditos, como el documentado y polémico de
Halperín Donghi, por ejemplo.
De manantiales profundos se alimenta la inspiración del iletrado
cantor: 1 8 5
Yo no soy cantor letrao,
mas si me pongo a cantar
no tengo cuando acabar
y me envejezco cantando,
las coplas me van brotando
como agua de manantial.
LA DIFUSIÓN DE UN LIBRO DE ALBERDI
El 2 de mayo de 1881, José Hernández se incorpora a la Cámara
de Senadores de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires.
Una rápida revisión de sus intervenciones muestra como una
constante su permanente apoyo a la creación de escuelas, ferrocarriles, caminos, y toda obra que pueda contribuir al desarrollo
de la Provincia. Asimismo, las iniciativas culturales contarán con
su incondicional adhesión.
De particular interés nos parece su intervención en favor de
la compra de un cierto número de ejemplares de la obra de Alberdi, La República Argentina en 1881.186
185
186
126
Ida; versos 49 al 54.
P.P. de J.H.;T.II, p. 41.
El senador Ortiz de Rozas sostiene que previamente es preciso
estudiar "este libro para ver si las doctrinas que encierra merecen
que la Legislatura le preste su adhesión por medio de una ley".
En su respuesta, Hernández opina como sigue: "Si creyera que el
estudio que una Comisión va a hacer del libro de Alberdi, pudiera
agregar algo en la opinión que todos los hijos de este país tenemos
por su competencia y por sus libros, me adheriría a la opinión
del señor senador; pero hay hombres que por sus largos años,
por su constante dedicación al estudio de la ciencia y, sobre
todo, por el concepto universal de que gozan, están fuera del
criterio individual, y solamente pueden ser juzgados por las generaciones y los pueblos.
"Sólo las generaciones futuras juzgaron a Platón y a Sócrates;
sólo las generaciones futuras juzgarán las grandes luminarias
de la inteligencia humana; sólo las generaciones futuras juzgarán
las obras del doctor Alberdi, hijo de América, argentino que
ha estado con su inteligencia en servicio de la organización de
su país, dilucidando con una competencia sin rival sus cuestiones sociales, sus cuestiones políticas y sus cuestiones económicas;
y cuando después de setenta años de labor en favor de la Patria,
se pide al Senado de Buenos Aires la suscripción para un libro
que este Platón argentino ha dado a la prensa, no se puede decir:
pase a la Comisión para que lo estudie".
Más allá de simpatías y diferencias, José Hernández muestra
el saludable respeto a la inteligencia que debiera ser una actitud
permanente en las manifestaciones de los hombres públicos.
Claro que, en su caso, se trata de un hombre público excepcional. No obstante, sus palabras, por el estrado desde el que las
pronuncia debieran resultar aleccionadoras para tantos diputados,
senadores, concejales y, en general, funcionarios con poder de
decisión, que poco y nada respetan a quienes ponen su inteligencia al servicio del país.
Cuando el criterio ideológico es lo que priva en la mentalidad
de los funcionarios, suele prevalecer un extendido desdén por
la cultura y, en especial, por los intelectuales que no se someten
a coyundas partidarias, y hacen del ejercicio de la razón crítica
el instrumento de su vocación de servicio comunitario. Aun
en plena vigencia de las instituciones democráticas, poco es lo
que los pensadores, científicos, artistas y escritores pueden hacer
para difundir su obra si no cuentan con los medios masivos de
difusión. Especialmente, en nuestro tiempo, cuando la sociedad de masas impone la utilización de la moderna tecnología
de las comunicaciones, la libertad de expresión puede ser una
hermosa e inane expresión retórica si los intelectuales independientes de las grandes concentraciones de poder no ven facilitados los medios que les permitan transmitir sus mensajes.
127
No es casual que los mass media se encuentren en poder del
poder, y esto no es un mero juego de palabras. Se trate del poder
económico o del político, quienes tienen acceso a los medios
directa o indirectamente, están al servicio del sistema que los
manipula según mejor convenga a sus intereses o, y también
suele ocurrir, según convenga a los intereses de quienes los detentan. No siempre los intereses de un sistema—y especialmente
de un sistema democrático— coinciden con las apetencias de
j o S ideólogos que, con notable habilidad de mimetización, suelen
fingirse democráticos a ultranza para mejor encubrir la defensa
¿e ideas absolutistas que nada tienen que ver con el ideario que
simulan representar,
Ocurre, y es lamentable, que la ignorancia supina de muchos
políticos, desconozca el papel central que la cultura (o la anticultura) desempeña en la formación y en la deformación de la
sociedad, especialmente, por su especial receptividad, sobre
las jóvenes generaciones.
Los políticos suelen ser más impresionables por los ruidos
que por las melodías, puesto que lo ensordecedor parece surgir
de multitudes mientras que lo audible sólo puede provenir de
grupos menores y electoralmente poco computables. A la postre,
resultan ser los seductores seducidos por los instrumentos de
percusión, que los activistas golpean con el entusiasmo virgen
¿e quienes no han tenido que perder años en el estudio del solfeo
ni la armonía.
Como ya queda dicho, la percusión populista se ha centrifugado
a zonas insospechadas del espectro político aunque, como es
evidente, los virtuosos en la manipulación de las masas residen
e n sus extremos. El poder que anhela sumisión, e incondicionalldad, promueve la anticultura populista. No obstante, si le
conviene, for export, sus servidores tienen experiencia en adornar
los paquetes que encubren el emocionalismo nihilista con herbosos moños. Su policromía encubre la vaciedad con que los
expertos en fórmulas irracionalistas distraen a "la guada". Y
éstos son sus términos, cuando están en confianza, se entiende.
En definitiva, la masificación es la ideología del pppulismo
y el Estado busca servidores y no personas capaces de ejercer
la razón crítica.
Aunque los políticos de barrio se resistan a admitirlo —y en
j a palabra político quedan incluidos todos los que de un modo
sean dirigentes partidarios,
u otro se ocupan de la cosa pública,
civiles o militares, simples particulares que disfrazan su ideología
detrás de virulentas parrafadas ''antipolíticas"— la cultura, en
el más lato de los sentidos, como reunión de las actividades creadoras del hombre, es hoy por hoy la llave indispensable para
128
enfrentar todo proyecto englobante del futuro de las naciones
y de los individuos.
De ahí que un siglo después, las palabras dichas por Hernández
para inducir al Senado a apoyar la difusión de un libro de Alberdi
recobran toda su actualidad y debieran ser reconsideradas por
aquellos políticos que aún hoy tienen la -vagarosa idea de que
la cultura es algo así como un adorno, algo que podría llegar
a ser prescindible si no fuera porque "queda mal" declararse
"inculto", aunque, en rigor, no se sepa de qué se está hablando.
Y asi es que hemos tenido funcionarios del área que, con
toda "ingenuidad" hablaron de "cultura alegre", como si la
copa que le hicieron beber a Sócrates o la hoguera que incineró
a Giordano Bruno, nada tuviera que ver con la cultura y sí, en
cambio, con esa alegría a la que mencionan con tan poca oportunidad y con tanto desconocimiento.
Como bien dijo Hernández en la ocasión citada, los hombres
eminentes sólo pueden ser juzgados por las generaciones futuras.
Nosotros, claro está, y es quizá una pérdida de tiempo y de energía, nos estamos refiriendo a esos enanos intelectuales a los que
la ignorancia ajena y el oportunismo propio ubicó donde jamás
debieron estar. Al revés de los hombres eminentes, en lugar de
la historia ingresarán en la historieta y ninguna generación futura
alcanzará a juzgarlos. A lo sumo "gozarán" de la diatriba de
algún intelectual coetáneo que no aspira a disfrutar de las prebendas oficiales.
La intervención de Hernández, que acabamos de citar, es una
muestra del excelente nivel de su actuación parlamentaria, que
algunos pretenden limitar al gran debate sobre la capitalización.
Es cierto, más allá de la simpatía que se tenga por las tesis en
juego, que ése es un aporte sustancial de Hernández legislador;
lo cual de ningún modo significa que en el lapso que va desde
su incorporación, el 30 de abril de 1879 hasta la última sesión
a la que asiste, el 17 de agosto de 1886, poco antes de su muerte
acaecida el 21 de octubre de ese año, la presencia de Hernández
en la Legislatura haya pasado inadvertida. Por el contrario, en
muchas oportunidades, y la que acabamos de mencionar es sólo
una de tantas, la voz de Hernández se eleva para intervenir con
inspiración o, al menos, con precisa documentación, sobre muy
diversos temas. No en vano dijo que profundizaba las cuestiones
que se le encomendaban asi se tratase de las cloacas.
La atenta lectura del Diario de Sesiones, muestra la labor
tenas; y pormenorizada del legislador Hernández, incluso en
cuestiones de rutina parlamentaria. Resulta obvio que no concurrió a las cámaras a sentarse sobre sus bien ganados laureles
de poeta, cosa que, en su tiempo, contados fueron capaces de
129
apreciar, sino a contribuir al afianzamiento institucional, que
el país reclamaba y continúa reclamando.
Desde los debates referentes a la extensión de las líneas férreas
fuera de los límites provinciales y la aprobación de un proyecto
de ley referente a estudios hidrográficos, hasta la fundación
de una escuela de veterinaria, para citar unos poquísimos temas,
nada permaneció ajeno al interés del ciudadano-legislador. Se
podrá argumentar que esto sólo significa que cumplió con su
deber, pero cuando, en nuestros días, son tantos los señores
legisladores a quienes no se les conoce la voz —y tantos otros
a quienes fuera mejor nunca habérsela escuchado—, Hernández continúa siendo un ejemplo de responsabilidad que no es
del caso subestimar.
POSITIVISMO E IMPORTACIÓN DE TECNOLOGÍA
En la sesión del 24 de setiembre de 1 8 8 1 , 1 8 7 al tratarse el
proyecto de* ley sobre expropiación, aflora la profesión de fe
positivista propia de los intelectuales de la época y, en especial,
de los hombres más característicos de la Generación del 80. Dice
Hernández: "Aunque en este largo debate se ha hecho gala de
discursos llenos de conocimientos jurídicos que hacen la merecida alabanza de los senadores que han tomado parte en él, yo
profeso otra filosofía distinta, que aplico en todos los ramos
de la vida, que encuentro muy conforme con el espíritu moderno
y es la filosofía positiva, la parte utilitaria de la legislación."
Ese espíritu moderno encarnado por la filosofía positiva, implícita o explícitamente guía o subyace en las innumerables intervenciones de nuestro legislador. Así, por ejemplo, su decidido
apoyo al proyecto de ley 1 8 8 por el que se autoriza al Poder
Ejecutivo a invertir hasta la suma de doscientos cuarenta y cuatro
mil pesos, en los gastos que demande la Comisión a Australia
y a Estados Unidos, para estudiar las cuestiones agrícolas. En
la citada sesión defiende con sólidos argumentos la necesidad
de racionalizar el trabajo o, como se diría con una nomenclatura
coetánea, la necesidad de importar tecnología. Situando el
7
8
130
Op. cit.;T. II, p. 152.
Op. cit.;T.II,p. 153.
discurso de Hernández en la época en la que fue emitido, resulta
innecesario acentuar, la modernidad de su pensamiento y, más
aún, su subsistente actualidad, pues aunque centre el tema en
la agricultura y en la ganadería, el lector advertido no dejará
de aplicar sus conceptos a ése y otros campos. Dice Hernández:
"Creo que un país que tiene por única base de su riqueza pública
la ganadería y la agricultura, debe preocuparse por estudiar con
acierto y* con prudencia los medios que otros países tan adelantados como nosotros, o más adelantados quizá, ponen en ejercicio
para obtener buenos resultados de estos elementos primordiales
de riqueza. Por muy adelantada que esté la agricultura entre
nosotros ( . . . ) no ha llegado, y no llegará tampoco en mucho
tiempo, al grado de desenvolvimiento y de progreso que ha llegado
en los Estados Unidos (. . .) Todavía tenemos que estudiar mucho,
que aprender de lo que se hace en otros países (el subrayado
es nuestro).
"Nuestros sistemas no son adelantados; es preciso reconocerlo. Válenos para el progreso, la bondad del suelo, la benignidad
del clima; válenos las condiciones de la naturaleza. Pero mucho
hay que hacer de parte del hombre para que esta industria alcance
el grado de desarrollo que debe adquirir.
"El defecto del proyecto, en mi concepto, es uno, y es que
se gasta poco. Tal es la importancia de la idea, en cuanto al perfeccionamiento de la industria rural y agrícola, que una sola idea
de mejora que esta Comisión traiga de la Australia y de los Estados Unidos, vale bien para el país los cuatrocientos mil pesos 1 8 9
que va a gastar".
El discurso hernandino, impregnado de modernidad y preñado
de futuro, pone las cosas en su lugar: una sola idea que contribuya al progreso del país bien vale por los cuatrocientos mil
pesos que deban invertirse. Hoy, que todo el mundo repite la
frase del Pandit Neliru: La India es un país demasiado pobre
para no invertir millones de dólares en investigación
científica,
nadie recuerda la frase de José Hernández que, palabra más,
palabra menos, dice exactamente lo mismo o, al menos, tiene
el mismo sentido.
Quienes sólo han hojeado el libro de sesiones de la Legislatura
bonaerense y, además, lo han hecho de muy mala gana, suelen
repetir la cantilena de la pobreza de sus intervenciones. Intelectuales "progresistas", con cátedras muy bien rentadas en las
universidades del "imperialismo" —a las cuales, a su modo, no
vacilan en ordeñar—, ubican apodícticamente a José Hernández
en una "honorable segunda fila", como si el padre de Martín
1 R9
Op. cit.; T. II, ps. 253 y 254. La diferencia de cifras es reproducción
textual de las que figuran en el Diario de Sesiones.
131
Fierro, protagonista esencial de nuestro proceso cultural, pudiera
ser "acomodado" en la fila que se le ocurra al acomodador, por
decisión propia y no según los valores del presunto acomodado.
Desde otra perspectiva, la modernidad que señalamos en el
pensamiento de Hernández se contrapone abruptamente con
los seudo nacionalistas que suelen usarlo como bandera y que
deben taponar sus oídos con cera para no escuchar frases como
la que más arriba hemos subrayado: ". . .todavía tenemos que
.estudiar mucho, que aprender de lo que se hace en otros países".
Además, y esto es más importante, Hernández vio con claridad,
frente a quienes continúan declamando las inagotables riquezas
de la cornucopia con que nos dotó la naturaleza y que deslumhrara
los años de nuestra primera escolaridad, pues más allá de sus
regalos, mucho es lo que hay que hacer para alcanzar el grado de
desarrollo que debemos adquirir.
Pedimos perdón por la reiteración: quienes fueron los clientes
de nuestras industrias agropecuarias, gracias a esas ideas "ajenas,
seguramente, a nuestro ser nacional", es decir, gracias a la tecnología de cuyo acelerado desarrollo nos hemos mantenido como
pasivos espectadores, se han convertido en nuestros actuales
competidores.
Como ya señalamos hemos perdido la Revolución Industrial,
así como la Revolución Tecnológica, y estamos en un tris de
perder el ingreso a la sociedad posindustrial. Si "demoramos el
progreso —sostiene Hernández— 190 habremos dilatado por mucho
tiempo la prosperidad general, y, por el contrario, la habremos
aproximado, si hombres competentes, inteligentes, fuesen a
los grandes centros de la industria a estudiar los medios adoptados
para emplearlos entre nosotras".
Palabras seculares que tienen la virtud —y hay que lamentarlode mantener la plenitud de su vigencia. La figura del legislador
Hernández se agranda, no por una devoción simplemente afectiva,
sino, por el contrario, atendiendo a la justa medida de sus palabras.
Así, esta polémica con el senador de la Barra, en la que Hernández
señala: "Encuentro en los argumentos del señor senador no
solamente una gran falta de lógica, sino una contradicción. Hace
el elogio de la revista y la condenación del libro. ¡Raro modo
de difundir los conocimientos! Cree que el progreso, en gran
parte se debe a la revista y condena al libro como innecesario".
Actitud, y es triste consignarlo, que se prolonga aunque adopte
distintas formas. Las ideas y los libros, la cultura, en fin, continúan
siendo considerados como un agregado y no como el camino
real que nos conduce al conocimiento. Como decía Wittgenstein,
la filosofía no es una teoría, es una actividad; lo mismo corres190
132
Op. cit.;T.II, p. 254.
ponde decir del conocimiento, sin el cual las naciones y los hombres se encuentran en un callejón sin salida.
Cuanto mayor es el subdesarrollo, mayor es la subestimación
hacia la cultura; menor es la comprensión de que las posibilidades
de inserción en el siglo XXI decrecen en la medida en que la
cultura no asume el papel protagónico que la sociedad de nuestro tiempo exige. Demás está decir que dentro de nuestra concepción la idea de la unidad de la cultura es centralmente necesaria. En ese marco, el valor de las ideas, más que presentido,
claramente expuesto por Hernández, sobrepasa la percepción
habitual en los hombres públicos, generalmente «más preocupados
por la solución de los problemas parroquiales que por asomarse
a las ventanas que dan al universo, con el propósito de conjugar
la acción política con la intelección de ios fenómenos que, desde
muy diversos planos, asedian al hombre y a la sociedad.
Con e! enunciado acerca del peso de las ideas para la transformación de la sociedad, Hernández muestra y demuestra el
calado de su percepción política. En especial, si lo contraponemos con algunos de nuestros analistas políticos que enaltecen
un supuesto swing, como ingrediente facilitador de la comprensión de problemas que exigen juicios críticos imposibles sin
análisis racionales. De ningún modo, éstos pueden ser reemplazados por relaciones anecdóticas que en rigor,'muy poco explican las motivaciones profundas de las corrientes socioeconómicas, pues ellas a su vez influyen sobre los vaivenes políticos.
No se puede confundir el swing, con la inoperante superficialidad que se conforma con el colorido recuento de epifenómenos
y aunque no descartamos que guardan relación con causales
profundas, de ningún modo, pueden reemplazar a la razón crítica
para la elucidación de esas causales. Ellas exigen formas de análisis más pausados que los que la "atractiva" superficialidad
puede conceder.
La percepción política de Hernández alcanza ámbitos que
el habitual lector de su poema está lejos de sospechar. Inesperadamente, Hernández puede distinguir entre la necesidad de
consumir y la falsa creación de necesidades; como si dijéramos
en un lenguaje más actual, es capaz de establecer la distancia
que media entre el consumo y el consumismo.
133
LAS ARISTAS DE LO COTIDIANO
En la sesión del 10 de diciembre de 1 8 8 1 , 1 9 1 afirma: "Ateniéndonos al orden general, como buena doctrina económica,
es bueno todo comercio que lleva la mercadería adonde está
la necesidad. Este es un punto que está fuera de toda discusión:
aproximar la mercadería adonde está la necesidad, y no llevar
la necesidad adonde está la mercadería. Así se multiplica el consumo". Es decir, se llega al consumismo como ideología del
consumo. Formulación que también en este caso, permite señalar
una más de las muchas intuiciones con las que José Hernández
se adelantó, no sólo a muchos políticos de su tiempo, sino incluso,
que alcanzó a palpar nociones que, en una sociedad muy distinta,
casi un siglo luego de su muerte, la sociología alcanzó a distinguir.
El llevar la mercadería adonde esta la necesidad significa,
traducido al lenguaje de lo cotidiano defender la libertad de
comercio y, en este caso, la del muy modesto que ejercían los
buhoneros. Dice Hernández: "Estos buhoneros van a proporcionar a cada una de las estancias y ranchos de las provincias
una porción de elementos de bienestar, que no puede ir cada
individuo a buscar a los pueblos. Generalmente venden libros
y todos los elementos que las familias necesitan, para bordar,
tejer, coser y otra porción de cosas necesarias diariamente para
las familiares ocupaciones".
Todas las aristas de lo cotidiano ocupan y preocupan al legislador quien no encuentra temas pequeños, pues bien sabe que
la vida, a la larga, no es más que la sumatoria de pequeños acontecimientos. Sabe que en una sociedad ordenada, la justicia no
debe ser aplicada tan sólo en el caso de las situaciones límite,
sino que debe ser un elemento siempre presente para que la
convivencia civilizada sea posible. Así, el senador Hernández
sostiene: "Respecto a los robos diré que los que se verifican
en la campaña son como los robos de la ciudad. Hay una porción
de clases de ladrones; y así como en los pueblos se dividen en
categorías, así en la campaña hay ladrones que viven con mercaderías de otros; ladrones que aunque tienen de su propiedad,
comen, sin embargo, vacas ajenas y persiguen un peón porque
les roba un cuero".
La coherencia entre el legislador y el poeta resulta más que
notoria en la relación que hace el hijo segundo de Fierro cuando
91
134
Op.cit.;T.II, p. 197.
describe el despojo que sufre a manos del juez de paz en ocasión
de heredar los bienes que le lega "una t í a " . 1 9 2 Según leemos: 1 9 3
Era hombre de mucha labia,
con más leyes que un dotor.
Me dijo "vos. sos menor
y por los años que tienes
no podes manejar bienes,
voy a nombrarte un tutor".
El tal tutor no resulta ser otro que el Viejo Viscacha, con
cuya designación el juez legaliza la peor forma de robo que se
agrega a las enumeradas por el legislador.
De robos y ladrones, de despojos e injusticias, mucho sabía
quien, como José Hernández, había vivido con los ojos bien
abiertos. Atento a su circunstancia, conocedor profundo de su
ámbito terrestre, denunció el despojo y sus causas allí donde
fue capaz de percibirlos, desde su banca en la Legislatura y,
antes, desde las sextinas que incorporaron definitivamente su
nombre en la mitología de lo argentino.
En la vigésima quinta sesión del 5 de agosto de 1882, 1 9 4 se
acuerdan concesiones a las personas que edifiquen en la nueva
Capital de la Provincia. Hernández apoya el proyecto: "Tenemos
un inmenso desierto cuya población debemos fomentar". No
por sabida esta afirmación ha perdido vigencia, aunque, quizá,
como prefiere Luis Mario Lozzia, corresponde hablar de población mal distribuida. De un modo u otro, ambas formulaciones
son ciertas y la elegida por Hernández, era la más adecuada a
su tiempo. Además, resulta reveladora de la evolución de sus
ideas que lo convierten en un auténtico hombre de la Organización Nacional. Como tal, debía forzosamente colocarse del
lado del fomento de la inmigración, único modo de construir
un país moderno. Lo otro, podría ser tan sólo la añoranza de
la virginidad perdida; la impoluta persistencia de una tierra no
hollada, apta para los delirios de quienes continúan soñando
con la imposible existencia de una América ideal y arquetípica,
diseñada según el perfil augusto de una identidad congelada y
eternamente igual a sí misma. La sacralizacion del desierto como
símbolo ahistorico, sigue siendo el sueño de quienes aborrecen
las fechas claves que engendraron el paísf 1810, 1813, 1816,
1852, 1853.
193
194
Vuelta; cf. verso 2 1 0 5 .
Vuelta; versos 2126 al 2 1 3 2 .
P.P. de J.H.jT.II, p . 2 9 5 .
135
Si fueran realmente consecuentes con su posición, debieran
abjurar, incluso, de aquel 1492 que trajo esos primeros inmigrantes, cuya "dudosa" pureza de sangre distraídamente fingen
ignorar para repetir, una vez más, el relato que acunó nuestra
infancia: ". . .nació en Genova. Sus padres eran humildes cardadores de lana".
Entre las muchas iniciativas que contaron con la participación,
el apoyo y la intervención de José Hernández, desde el punto
de vista estrictamente cultural, resulta de particular interés, la
Segunda Sesión Extraordinaria del 13 de noviembre de 1882. 1 9 5
En Ja misma, se refiere, en primer término a la existencia de
un cargo de inspector en el Museo Público. El empleado designado' como inspector no ejerce como tal función alguna: "Presta
sus servicios como bibliotecario, pero no tiene inspección ninguna
que hacer. Por consiguiente es una denominación inadecuada.
Creo que podría ponerse (en el presupuesto) "Un bibliotecario".
Aunque aparentemente se trata de una minucia, creemos que
un mínimo principio de ordenamiento de la administración
pública exige el conocimiento de la misión que cumplen sus
agentes y así lo pensó, en su momento, José Hernández. A la
luz del gigantismo que, como una suerte de acromegalia indetenible sufre la administración pública, qué difícil debe de ser,
en nuestros días, adjudicarle una tarea definida —siquiera en el
plano de lo meramente nominal— a cada uno de los succionadores del erario público. Aunque, debemos reconocer la infinita
imaginación de la burocracia para inventar nuevos cargos —ya
que parecería imposible hablar de nuevas funciones—; en esta
lucha en la que el nominalismo triunfó largamente sobre el realismo, el déficit fiscal es el gran derrotado. Un ejemplo que surge
de las informaciones periodísticas en el momento en que se
escriben estas notas, resulta por demás ilustrativo. La Municipalidad de Buenos Aires acaba de crear una secretaria de gestión
democrática.
¡Qué falta nos haría un Macedonio Fernández
para describirnos las funciones cumplidas por ese no existente
secretario!
195
136
Op. cit.,T. II, p. 349 y sgts.
POLÍTICA CULTURAL
Una cuestión que revela hasta qué punto los asuntos vinculados con la cultura suelen ser desatendidos entre nosotros, es la
importancia que Hernández le atribuye a la creación de un cargo
de naturalista
explorador. Dadas las características del tema
y los intereses enjuego, transcribiremos parcialmente el debate.
Dice Hernández: ". . .me parece necesario crear un nuevo
empleo para el Museo, si ha de dársele vida y ha de responderse
con el presupuesto a las exigencias de su importancia actual,
y de la importancia que adquiere cada día el Museo de la Provincia de Buenos Aires.
"Se hacen por varias comisiones y por individuos especuladores,
al respecto, exploraciones en toda la Provincia, para recoger
fósiles, y el Director del Museo, por el poco dinero que dispone
no puede adquirirlos.
"Estos exploradores forman sus pequeñas colecciones, a veces
muy ricas, y las llevan a Europa. Están enriqueciéndose los museos
europeos con los productos paleontológicos de nuestras regiones.
"Creo, pues, indispensable, para dar a este Museo la importancia
que debe tener, crear el empleo de un naturalista explorador.
Propongo este empleo con dos mil quinientos pesos mensuales.
"Lo demás es condenar al Museo a adquirir alguna que otra
producción, alguno que otro fósil que se encuentre, que quieran
venderlo barato, generalmente incompleto.
"Emprendidas por la Provincia, como va a emprenderlas,
las obras de nivelación, que han de dar grandes descubrimientos
paleontológicos, es justo que nuestro Mueso se enriquezca con
ellos antes que nadie. La Provincia debe tener un naturalista
explorador que haga esos estudios".
El planteamiento propuesto por José Hernández dice bien
a las claras de su lucidez, sabedora de las líneas que deben ser
trazadas para una política cultural que fortalezca y favorezca
el desarrollo científico del país. Cuestiones similares a la que,
en esa ocasión, motiva la intervención parlamentaria de Hernández
se siguen repitiendo a lo largo de las décadas. La subestimación
de la cultura, propia de los países subdesarrollados, suele ser
reemplazada por empinados discursos en los que la retórica reemplaza holgadamente los claros reclamos de la realidad.
En lugar de procurar, ante todo, una clara definición de los
problemas culturales, se los encubre con adjetivaciones distorsionantes y empobrecedoras. La política cultural, ingrediente
prioritario de la política, es manejada a favor dé la dependencia,
y nada mejor para ello que proclamar adhesiones a una seudo
cultura "nacional y popular", o enarbolar banderas de una cultura
137
democrática, como si la cultura, en tanto que herencia social de
la humanidad, pudiera ser, considerada en cortes sincrónicos,
algo distinto que el resultado de acciones personales inscriptas
en un determinado marco comunitario. 1 9 6
Las preguntas surgen en sucesión indetenible: ¿Qué quiere
decir cultura popular? ¿Acaso exista alguna cultura posible fuera
de un marco popular? ¿O lo que se nos quiere sugerir es que
el paródico Johann Sebastian Mastropiero de nuestros días,
creado por el ingenio de "Les Luthiers", hubiese podido ser
imaginado sin la previa existencia de Johann Sebastian Bach?
¿La gramática generacional es antipopular? ¿Lo es la mecánica
cuántica? ¿Gagliardi sería lo popular y Borges lo antipopular
y, por consiguiente, lo antidemocrático?
En esta etapa del desarrollo social, la política cultural define
el proyecto del país que queremos. Tal vez siempre ha sido así,
pero hoy más que nunca, el desarrollo cultural (en el que incluimos la ciencia, la tecnología, las artes, las letras y todas las aproximaciones al conocimiento que el hombre construye) está ceñidamente unido al desarrollo nacional.
Basta una fugaz comparación entre los países centrales y los
países periféricos para advertir la diferencia. Esta se manifiesta,
especialmente, en los niveles retóricos. Mientras que los países
subdesarrollados son manejados según esquemas populistas derivados de su debilidad estructural, en las naciones con sólidas
infraestructuras se construye constantemente, limitando al mínimo el esfuerzo invertido en vanilocuencias que a nada contribuyen, salvo a la confusión general.
Construir significa actuar de acuerdo con normas culturales.
Por eso, subestimar el trazado de una legítima política cultural
es trabar toda posibilidad de desarrollo futuro.
La intervención parlamentaria de José Hernández, que acabamos de transcribir es suficientemente explícita de una actitud
que debiera ser subrayada, proclamada y compartida, tanto por
los políticos prácticos como por aquellos intelectuales que se adscriben a los caminos del porvenir. No obstante, lamentable es
decirlo, ni en los unos ni en los otros encontramos la respuesta
adecuada. Por de pronto, los políticos comenzarán a ser realmente prácticos cuando dejen de subestimar el trazado de auténticas políticas culturales. Más aún, una política que implícitamente no sea una política cultural no es una política, a lo sumo
es un mal manejo de la cosa pública. Por otro lado, los intelectuales lo serán cuando abandonen las ideologías, —esto es,
los sistemas de pensamiento encorsetados por dogrras deforJosé Isaacson, " N o t a s para una teoría de la cultura", en Pensar la Argentina.
138
mantés— y, sin cepos ni caminos preestablecidos, se lancen a la
azarosa búsqueda de la verdad.
Veamos cómo el senador Ortiz de Rozas le contesta a Hernández: 1 9 7 "El propósito que inspira al señor senador es muy
loable, indudablemente, porque es indispensable que se vaya
enriqueciendo nuestro Museo con todos los descubrimientos
de objetos que se exportan del país, porque no hay quien los
busque, y más que todo, porque no hay quien los compre cuando
alguien los encuentra.
"Sin embargo, no creo que vamos a conseguir gran cosa. Me
parece difícil que encontremos un naturalista que tenga la idoneidad necesaria para dedicarse a la misión que se le encomienda
y que se considere suficientemente pagado con 2.500 pesos
( . . . ) Esta es una retribución ínfima que no nos permitirá encontrar persona alguna capaz de semejante cometido.
". . .más importante sería que esos 30.000 pesos que se van
a gastar en sueldos se asignen al Museo para adquisición de objetos.
"Y no tenga duda el señor senador que entre las muchas personas que se dedican a hacer esas colecciones, encontrarán ventaja en presentarse al Museo, desde que supieran que podrían
ser vendidas, en vez de mandarlas a Europa con graves erogaciones".
El senador Ortiz de Rozas, a pesar de su buena voluntad, tal
vez por su condición de político práctico no advierte las ventajas de fomentar la investigación científica y, en lugar de que el
Museo planifique las excavaciones, deja la suerte de los hallazgos
y de los ofrecimientos al azar de quienes a esas tareas quieran
ocuparse. Más azarosa aún es la cuestión pendiente por su índole
netamente crematística. ¿Los hallazgos paleontológicos serían
mejor pagados por el Museo de la Provincia que por los centros
europeos? Con oportunidad y precisión, Hernández le contesta:
"Precisamente, hay que invertir el orden de la exposición
que acaba de hacer el señor senador.
"Estoy seguro de que el Gobierno encontrará el naturalista
competente para este puesto, por el sueldo que se fija, hombre
suficientemente científico que conozca bastante la formación
de este territorio, que haga las exploraciones necesarias para
enriquecer nuestro Museo.
"Y debe saber el señor senador que una vez hecha la exploración y una vez obtenido el descubrimiento de un fósil, eso no
vale 30 ni 40.000 pesos, puesto que la colección hecha en Mer197
P.P. de J.H.; T.II, p. 350 y sgts.
139
cedes por Ameghino se ha vendido en 100.000 francos. Eso lo
sabe el señor senador.
"Asi es que 30.000 pesos para enriquecer el Museo no es nada;
pero 30.000 pesos para un naturalista científico, nombrado por
el Gobierno, da muchísimo más resultado.
"Estoy cierto que el Gobierno ha de encontrar un empleado
competente, recomendado tal vez por el mismo señor Burmeister,
que por esa suma haga ese trabajo, y enriquezca el Museo; porque
tenemos la riqueza paleontológica, pero nos falta gastar para
que vayan a recogerla".
Luego de una intervención del Ministro de Gobierno, asimismo
contraria a la propuesta de Hernández, la misma es votada y
aprobada. Más que el episodio en sí, lo que verdaderamente
importa es el contexto en el que se inscribe y la claridad de la
visión cultural del legislador. Temas como el que acabamos de
comentar, suelen pasar inadvertidos para los habituales pesquisidores políticos de la trayectoria hernandina. Lo que de ningún
modo es casual sino coherente con el criterio que hace de la
política no una actividad que resume los intereses sociales, económicos y culturales de la sociedad, sino algo así como' una
técnica cuyo único objetivo pareciera ser la toma del poder,
aunque luego no se sepa qué hacer con él. Una política vaciada de contenidos socioeconómicos, a su vez considerados, por
separado y en conjunto, como actividades distanciadas de la
cultura, deja de ser una actividad política en el amplio y genérico sentido que debe tener el término, como actividad al servicio de la polis, y se convierte en mera subordinación a intereses sectoriales.
Según hemos sostenido, en esos episodios, generalmente subestimados por los investigadores atentos a las anécdotas periféricas
o epiteliales, es donde mejor puede calibrarse la penetración
intelectual de José Hernández y donde con claridad se advierten
sus múltiples contribuciones. Entre ellas, por supuesto, nada
es comparable al Martin Fierro, pero asomarnos a sus discursos
parlamentarios fue, para nosotros, una ayuda insustibuible para
una mejor valoración y una más profunda comprensión del hombre que fue ese poeta.
Bien sabemos qué lejos estamos de haber agotado nuestro
intento. Tampoco ha sido nuestra intención enumerar exhaustivamente el repertorio de sus intervenciones, cosa que el interesado
lector puede complementar por su cuenta.
140
LA LECTURA COMO REKSCRITURA
Nadie puede postular —salvo que tenga ganas, se entiende— que
la genialidad dé un poema pueda existir separada del poema, y
ya se sabe que toda lectura auténtica significa una reescritura
del texto. Nuestro encuentro198
con el poema no puede desatender sus peculiaridades; o sea, no puede dejar de lado la singularidad que lo convierte en un texto único, pues si estas condiciones no se dieran el encuentro carecería de sentido.
Lo reiteramos a sabiendas: quienes son incapaces de la lectura
social de un texto, nunca se encontrarán con el Martin Fierro,
inseparable de su carácter de denuncia. Para ellos, Martín Fierro,
seguirá siendo un cuchillero y, desde su perspectiva, ese gran
fresco de época queda reducido a una serie de anécdotas, más
o menos prescindibles, que convierten el poema en una módica
novela. El destinatario de esta observación es nuestro admirado
y admirable Jorge Luis Borges en cuya weltanschauung los analfabetos —¿y que' otro alfabeto podía conocer el gaucho salvo
el que desde los pastos y las estrellas le ofrecía el vasto Universo?—
no existen. Sabemos —y voluntariamente nos contradecimos—
que esto no es cierto ni siquiera para Borges, autor de milongas
de singular belleza, como esa que habita Muraña, "ese cuchillo
de Palermo". Pero ni siquiera la seducción que sobre nosotros
ejerce Borges nos permite acompañarlo en su lectura del Martin Fierro, al menos hasta que se decida, o esté en condiciones,
de emprender la lectura social que el texto exige.
Por otra parte, quienes persisten en hablarnos de "la misteriosa grandeza de quien al cabo de su breve vida alcanza un modesto triunfo" y creen tener como referente a José Hernández, confesamos que no podemos menos que manifestar nuestra perplejidad. Pues "el modesto triunfo" nos remite, sin duda, a una
modesta y coyuntural senaduría, desde la cual, lo acabamos de
comprobar a lo largo de estos apuntes, el poeta-legislador imparte
innumerables lecciones válidas para nuestro tiempo. Además,
inevitablemente, surge una pregunta: ¿qué sentido tiene la palabra triunfo? Un escaño en la Legislatura puede significar un
honorable ingreso en el anonimato o en la historia, depende
de quién sea el que ocupe la banca, es decir, de cuál es el fin
de esa banca. ¿Asegurarse un buen pasar o contribuir a la construcción de nuestras instituciones? A esta altura de nuestro texto,
en el caso de José Hernández, la respuesta le corresponde al
lector. Pero si el "modesto triunfo" se refiere al que pudo lograr
el autor del poema, ¿cómo hablar de "modesto triunfo" cuando
1 A
O
Cf. nuestra Antropología
literaria.
141
nos remitimos al poema de mayor proyección hispanoamericana
escrito en el siglo XIX? Además, ¿qué sentido tiene hablar de
"la misteriosa grandeza" de José Hernández?
Acotemos que la grandeza siempre es misteriosa. En primer
lugar, porque todo es misterioso, salvo que sigamos anclados
en una cosmovisión en la cual la tierra es plana, los elementos
son cuatro y los estados físicos, tres. En ese lejano mundo donde
lo que no era aire, tierra o fuego, necesariamente debía ser agua,
y en el cual todo lo que no era sólido o líquido era gaseoso, se
podía contraponer el fondo con la forma, el espíritu con la materia y la repetida cotidianidad con el insólito milagro.
En segundo lugar, si todo es misterioso, es decir, si todo está
escondido, ¿por qué han de ser evidentes las raíces de la abrumadora grandeza?
Mucho más que una "queja inmortal", como pareciera anunciar la priirera sextina, José Hernández nos entrega el mayor
poema de denuncia de la literatura hispanoamericana y, asimismo,
la mayor profesión de fe en la palabra eslabonada en el canto
y, dicho de otro modo, la presencia del hombre como persona
establecida en la palabra.
No nos privemos del placer de compartir algunos versos que
recoge la memoria colectiva, en la medida en que ella es posible
cuando la memoria de cada uno al coincidir con la memoria
del otro provoca una suerte de resonancia memoriosa, si se nos
permite utilizar en este contexto una voz proveniente de la
física: x 9 9
Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan;
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.
Cantando me he de morir
cantando me han de enterrar,200
19 9
2oo
Ida; versos 25 al 4 3 .
T
.•
.j
,
,
L.a continuidad de la poesía gauchesca puede advertirse en la transcripción de los versos que Bartolomé Mitre utiliza c o m o epígrafe de su
poema a Santos Vega, escrito en 1 8 3 8 : Cantando me han de enterrar/
cantando me he de ir al cielo (cf. José Isaacson, Poesía de la Argentina.
De Tejeda a Lugones; EUDEBA, 1964). Observación que también ha sido
recogida en la edición del poema de Hernández, tan cuidadosamente
a n o t a d o por Emilio Carilla, en 1972. El verso 32 es inclusión literal
( " c a n t a n d o me han de enterrar"), mientras que el segundo verso del epígrafe ("cantando me he de ir al cielo"), es reformulado por Hernández
en los versos 33 y 34: y cantando he de llegar/al pie del Eterno Padre.
142
y cantando he de llegar
al pie del Eterno Padre
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
ni me falle la palabra
el cantar mi gloria labra
y poniéndome a cantar
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.
DE LA ENSEÑANZA TÉCNICA Y LA CORRECTA
CONJUGACIÓN
Es raro encontrar en los discursos parlamentarios de José Hernández, explícitas precisiones semánticas, ni ninguna suerte
de alusiones al poderío verbal del poeta. Pero es bueno recordar
que sus contemporáneos más ignaros fueron realmente el pedestal de su popularidad, mientras que los clercs demoraron notablemente el reconocimiento de su genialidad. Más que con modestia, diríamos que con cautela, José Hernández raramente emite
una cita literaria o una precisión lingüística. Por eso resulta curiosa
la afirmación que se permite en la sesión del 29 de noviembre
de 1882. 2 0 1 En la misma se discute la necesidad de sostener
una escuela de aprendices cuando, según el senador Ortiz de
Rozas, "tenemos una Escuela de Artes y Oficios lujosamente
dotada (. . .). Con esto podríamos ayudar a costear la Escuela
de Artes y Oficios, a perfeccionarla si fuera necesario; pero me
parece que no hay objeto alguno en mantener esta Escuela. Se
explica su existencia en otra época, y fue una medida muy acertada del Directorio del Ferrocarril del Oeste cuando la Provincia
no tenía un establecimiento paira la formación de artesanos capaces de realizar trabajos de carpintería, herrería, etc., pero ahora
que tenemos los mismos talleres establecidos en la Escuela de
Artes y Oficios, me parece que estos 680.000 pesos anuales
es un gasto que no está suficientemente justificado".
El senador J. Dillon le sale al cruce diciendo:
2
° * P.P. de J.H.; T.II, p. 367 y sgts.
143
"Extraño mucho de la ilustración del señor senador que deja
la palabra que proponga la supresión de esta escuela.
"Que hubiera propuesto la supresión de la otra escuela, se
hubiera podido explicar; pero la supresión de esta escuela destinada a crear los verdaderos mecánicos, que jamás podrán formarse en otra escuela (. . .), esta escuela de artesanos mecánicos,
que son tan necesarios y tan útiles en el país, que salen de esos
talleres manejando las máquinas del ferrocarril, porque no sólo
estudian sino que practican; esta escuela, digo, es imposible
suprimirla. Aunque hubiese veinte escuelas más en el país no
sería posible suprimirla".
Hernández, toma entonces la palabra: "Estoy enteramente
de acuerdo con la opinión que acaba de emitir el señor senador
Dillon. Creo que sería muy raro el procedimiento de la Legislatura destruyendo una escuela ya creada, nada más que porque
tiene en perspectiva otra que va a crearse.
"La otra escuela no tiene ni los elementos, ni los discípulos,
ni el edificio concluido (. . .) Esta escuela de aprendices de Ferrocarril, es una escuela que está concurrida por alumnos que han
de ser con el tiempo un elemento de progreso y prosperidad para
el país ( . . . ) Algunos de estos alumnos que han salido de la Escuela de Aprendices están actualmente en Inglaterra ocupados
en establecimientos mecánicos completando sus estudios. Algunos de ellos con los conocimientos que han sacado de esta escuela, han ido a rendir examen a Inglaterra y han obtenido los mejores títulos y las notas más distinguidas, allí, que es el centro
de los mecánicos. ¿Por qué, pues, destruir este establecimiento,
de tanta importancia para la Provincia?"
En otra alternativa del debate, Hernández señala: "Me referiré
simplemente a la oposición del señor senador Ortiz de Rozas
fundada en que estando lujosamente dotada la escuela. . ."
Ortiz de Rozas intenta rectificar a Hernández sosteniendo
que sus palabras textuales fueron: "He dicho que habiendo una
escuela lujosamente dotada, convendría que a ella pasaran los
jóvenes aprendices; pero no que debe suprimirse ésta por estar
lujosamente dotada aquélla".
Aquí viene algo más que una corrección verbal, cuando Hernández replica: "El señor senador se equivoca en la conjugación
del verbo; debió decir: 'habiendo de haber una escuela', porque
si el señor senador hubiera estudiado ese presupuesto como
corresponde, hubiera visto que todavía no existe esa escuela".
Frente a la insistencia de Ortiz de Rozas, Hernández sostiene
demoledoramente: " ¡No existe! No está concluido el edificio,
no están instalados los maestros, los talleres no están montados,
las municipalidades no han enviado aún los discípulos que deben
enviar. Será escuela después; no lo es actualmente.
144
"Entonces, ¿es aceptable el argumento del señor senador,
es justo destruir una escuela ya hecha, que está montada hace
tanto tiempo, que está ofreciendo resultados al país, solamente
porque vamos a tener otra? ¿Por qué pues, el señor senador
tacha de importuno mi argumento de que de esa escuela habían
salido discípulos que habían dado sus exámenes en Inglaterra,
donde han obtenido los mejores títulos? Se trataba de esa escuela, de los discípulos que ha tenido, de la carrera que han hecho".
Ortiz de Rozas trata de salir airoso del debate: 'Tero no negué
la existencia de la escuela, y sólo objeté que teniendo una Escuela
de Artes y Oficios . . . "
Hernández remata el torneo en forma contundente: "El señor
senador sigue la'táctica de siempre; dice una cosa; se lo combate,
y después la contradice".
A nuestro juicio la transcripción valió la pena por varias, diversas y concurrentes razones. La Argentina de la carreta se enfrenta
con la Argentina del ferrocarril. Hernández, mucho más que una
clase de gramática en la que subraya que para legislar es preciso
conjugar los verbos con corrección, imparte una clase de política
progresista en la que se distingue, con conocimiento de causa,
lo que existe y la función que cumple, contrastándolo con los
fantasmas esgrimidos por quienes se oponen como constante
política, y no como "equivocación" meramente coyuntura!,
a la incorporación del país al grupo de naciones centrales. Son
los mismos que ahora, cuando la Argentina, superando condiciones asaz penosas y, más que penosas, afrontando una política de desmantelamiento industrial y de verdadero vaciamiento
económico, llegó a tener una tecnología de punta en materia
de energía nuclear, y luego abandonó el proyecto o, al menos,
lo amenguó notablemente, en mÉrito a argumentaciones muy
discutibles.
Hernández, con intervenciones como la que acabamos de
detallar —a pesar de no tener, como ya mostramos en páginas
anteriores, una conciencia lúcida en cuanto al significado de
la Revolución Industrial— supo colocarse en el grupo de avanzada de la burguesía progresista que enfrentaba a quienes, a
sabiendas o no, defendían una Argentina pastoril ajena a todo
avance tecnológico. Estos políticos y sus descendientes espirituales, son los mismos que a mediados de este siglo, cuando
el país contaba con medios para ello, dilapidaron la posibilidad
de que ingresáramos en la Revolución Tecnológica y hoy, amparándose en las consignas de la "pedagogía del reparto" antes
que haya qué repartir, propias del vasto populismo, continúa
su tarea de contención impidiendo que el país ingrese en la sociedad posindustrial.
*
*
*
145
El análisis de la actualidad política de José Hernández debe
pasar por esta línea de pensamiento, antes que por las trilladas
sendas del anecdotario mitológico, al que estamos tan acostumbrados, y que distorsiona la percepción de la realidad social,
económica; cultural, en suma, que coarta la despejada intelección de los fenómenos políticos.
No pretendemos negar la importancia de los hombres que
encarnan, en un momento dado, las diversas corrientes de la
historia. Menos aún, se nos adjudicará la intención de despersonalizar o de impersonalizar la historia, como si la historia fuera
posible sin los hombres que la sufren o que la protagonizan, o
ambas cosas a la vez. Pero en nuestro medio, y no sólo en nuestro medio, suele prevalecer lo anecdótico sobre las ideas que,
a lo sumo, las anécdotas pueden ilustrar.
El oportunismo es capaz de llegar a obnubilar las mejores
intenciones y si el populismo encarnado por demagogos manipuladores rinde frutos políticos —y no sólo políticos— a corto
plazo, los dirigentes que sólo atienden a la mezquindad de sus
intereses inmediatos, se insertan en una ciénaga de infinitas corruptelas con las que nos condujeron al callejón crítico en el que
hoy se encuentra la realidad argentina.
Es cierto que el camino hacia la institucionalización, que
estamos transitando, constituye el único de los caminos posibles
para que el país se inserte en el grupo de naciones civilizadas
del que nunca debimos apartarnos. Pero en el seno de la sociedad de masas es difícil llegar a oír otras voces que las transmitidas por los medios masivos de difusión.
En esta hora de la historia no basta disponer de discursos
coherentes con la posibilidad de una sociedad con rostro humano.
Resulta imperiosa la necesidad de poder transmitirlos y cuando
los mass media están en las manos de un sistema que sólo atiende
a los intereses inmediatos de sus usufructuarios, mal puede pensarse que éstos cederán siquiera un retazo de su poder. No queda
expedita, quizá, otra vía que no sea la aparentemente utópica
de la transmisión boca a boca. Como si se tratase de reanimar
a un náufrago, tal vez no quede otra alternativa que regresar a
las pulperías en las que los gauchos "iletrados" escuchaban la
lectura del texto que, al relatar sus cotidianas desventuras, les
permitía reconocerse. 2 0 2
No pretendemos la imposible propuesta de un ritorno alV
antico. Por el contrario, nada nos importa más que seguir la
incitación hernandina y ocuparnos del porvenir. Pero eí por-
' En Martín Fierro Centenario
146
cf. "Acotaciones finales", pág. 387.
venir de cada uno está estrechamente ligado al provenir del otro.
Más aún, sólo la existencia del otro nos confirma. 2 0 3
Más de una vez hemos señalado lo mucho que se habla de
humanismo y, más aún, de nuevo humanismo. El primero, casi
siempre vinculado a lo que en el Renacimiento del quattrocento
se entendía por humanidades clásicas. Bastaba saber hebreo,
griego y latín para ser un humanista.
Los nuevos humanismos,
generalmente no llegan a ser más
que humanismos sectoriales, pues el adjetivo sólo atiende a una
parcialidad del hombre. Pocos reparan que un nuevo humanismo, requiere un nuevo protagonista y éste, hoy, en el vórtice
de la sociedad de masas, exige la personalización del hombre
alienado por el constante bombardeo de mensajes unidireccionales. Si la alienación, en el siglo pasado, era esencialmente pensada
como fenómeno derivado de la división del trabajo que fragmentaba las conciencias, hoy, ya se sabe, la fragmentación de las
conciencias deriva de una multiplicidad de factores que alguna
vez, incluso, intentamos formalizar. 204
El neohumanismo exige, repitámoslo, un nuevo protagonista,
y éste no es otro que la persona, esto es, el sujeto dialógico, el
hombre de la lucidez, el hombre concreto que adoptó el proyecto de la persona.
Este proyecto personalizador es, asimismo, un proyecto social,
y no puede ser de otro modo, pues bien sabemos que el hombre
aislado asi como la humanidad son meras
abstracciones.205
No pretendemos otra cosa que transmitir nuestro deseo, nuestra
esperanza de que esta región del mundo que es nuestra por derecho de pisada y de compartido destino, salga del bache en el
que la historia nos ha situado, sin rehuir las parciales responsabilidades que cada uno debe asumir. De una actitud solidaria
nació el Martín Fierro que, a su vez, provocó, además de la valoración del poema, nuestro interés por su autor, más que por
los conocidos episodios políticos de su juventud, por lo que
en la última etapa de su vida —desde los 45 a los 52 años de
edad— dijo —es decir, hizo— desde la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires.
No se nos escapa que nuestros propios condicionamientos,
hacen que destaquemos, subrayemos o "descubramos", aquellos aspectos que personalmente más nos interesan. Tampoco
pasamos por alto, que en estas notas son muchos los aspectos
que comúnmente se entienden por políticos que no hemos men-
204
205
Cí. La revolución de la persona.
Ver "Persona y sociedad", en El poeta en la sociedad de masas. Elementos para una antropología literaria; Ed. Americalee, 1969.
Martín Buber, Yo y Tú; Ediciones Galatea-Nueva Visión, 1956.
147
cionado, pero son aquellos, precisamente, que el interesado
lector encontrará con toda facilidad en la mayor parte de los
libros dedicados a José Hernández: con esto describo una
tendencia y, de ningún modo, propongo una línea crítica.
Nuestra intención es enfocar su actitud en relación con los
problemas de la sociedad de su época, más que los enfrentamientos
personales que el tiempo se encargó en ir pasando a un segundo
plano. Y mostramos su actitud., social a través de sus propias
textualidades. Cuando las analizamos o las proyectamos hacia
nuestro tiempo procuramos poner en claro nuestra mediación.
De ahí que más que nombres de políticos con los que pudo
estar de acuerdo o en desacuerdo o con los que pudo reencontrarse, el lector se encontrará y se encontró con una sucesión
de temas y problemas vinculados con la tarea de construir el
país, tan necesitado aún hoy, y quizá más que ayer, de políticos
que dejen de pensar en el comité y en los parientes, a fin de
dedicarse al bien común, tarea para la que específicamente fueron convocados por la confianza popular.
De ninguna manera suponemos haber logrado la totalidad
de nuestro propósito, pero pensamos que valió la pena intentarlo aunque la meta inalcanzable haya sido reemplazada por
una insuficiente aproximación. De todos modos, a la vasta bibliografía hernandina es inevitable que se sigan agregando títulos.
Innecesaria prueba de la irresistible atracción que el poema y
su autor continúan ejerciendo sobre las generaciones argentinas;
testimonio, además, de su vitalidad y de su actualidad.
LA INMIGRACIÓN
En la sesión del 4 de diciembre de 1 8 8 3 2 0 6 se discute un proyecto de la ley para enajenación de tierras públicas. Las mismas deberían estar destinadas a atraer la inmigración extranjera.
Importa destacar que Hernández objeta el proyecto porque las
hectáreas destinadas con tal objeto son pocas y su intención es favorecer la inmigración sin descuidar a los paisanos. La propuesta
del Ejecutivo provincial consistía en dividir 400.000 hectáreas en
fracciones de 100, lo que da un total de 4.000 chacras.
206
148
P.P. de J.H.;T.II,p. 451 y sgts.
"¿Vale la pena —pregunta Hernández— que la provincia de Buenos Aires se presente en Europa a ofrecer mil chacras en venta por
medio de agentes?" Y agrega: "Necesitamos, ciertamente, del elemento extranjero. Pero también necesitamos cuidar con mucho
empeño la condición, la suerte de nuestros paisanos; porque es un
axioma en los pueblos modernos que las sociedades que olvidan la
suerte de sus pobres están condenadas a ser siempre pobres. El
medio de enriquecerse es cuidar de los pobres".
Aunque la nomenclatura que aquí utiliza nuestro legislador ha
perdido vigencia, la idea que expone guarda continuidad con las
del autor del Martin Fierro. Como se comprueba, incluso en expresiones literales: "Un proyecto de colonización que autoriza al Gobierno a reservar, cien, doscientas leguas de las que tiene para arrendarlas, venderlas a nuestros paisanos según un padrón que se levantara en cada juzgado de paz, diciendo que hay tal número de
necesitados, de infelices que no tienen ni hogar y que sólo sirven
para votar, ese sería un proyecto conveniente, necesario ( . . . ) , un
remedio positivo a tanto mal".
El Hernández que en su Martin Fierro, en toda referencia al
"gringo", nos remite a un sentido humorístico o peyorativo, salvo
en el dramático episodio del gringuito que tenía los ojos "como
potrillito zarco", ha crecido hasta manifestar, como acabamos de
ver, que necesitamos del elemento extranjero y, en consecuencia,
es preciso alentar la inmigración, lo que no contradice que en la
misma intervención ponga de relieve la desdichada condición de
los paisanos.
No sólo el legislador no contradice al poeta, sino que hasta le pide prestados algunos versos; 2 0 7 algunas palabras y, lo que es más
importante, el espíritu que las anima:
El nada gana en la paz
y es el primero en la guerrano lo perdonan si yerra,
que no saben perdonar,—
porque el gaucho en esta tierra
sólo sirve pa votar.
Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones—
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre,
que son campanas de palo
las razones de los pobres.
207
Ida; versos 1367 al 1 3 7 8 .
149
En la sesión siguiente 208 se continúa debatiendo el proyecto de
ley autorizando al Poder Ejecutivo para fundar colonias en las reservas de tierras públicas. Nuevamente interviene Hernández para
favorecer la inmigración y establecer un buen sistema de colonización Al mismo tiempo estimula la adopción de disposiciones que
impidan la especulación codiciosa que se ha hecho en Buenos
Aires con respecto a tierras. Coherentemente propone la reducción del precio de cinco pesos nacionales la hectárea, propuestos
por la Comisión de Hacienda. "He de votar - s o s t i e n e - que se reduzca el precio a dos pesos".
La claridad con que Hernández expone sus ideas y la bien fundada oposición, que acabamos de mencionar, quedan expuestas
como sigue: "¿Qué hará Buenos Aires que trata de abrirlas puertas a la colonización, de dar el primer paso en esa senda, que es la
base del progreso moderno, yendo a ofrecer a Europa terrenos de
chacra a razón de cinco pesos nacionales la hectárea?
"Esas chacras son de cien hectáreas, son quinientos pesos de
valor; son casi dos mil quinientos francos.
"El pasaje de cada familia costará a la Provincia lo menos quinientos francos, son tres mil. Esa familia necesita animales de labranza, necesita hacer su rancho, necesita semillas, instrumentos
y su manutención hasta las cosechas. Todo esto no lo hace una
íamilia con menos de otros tres o cuatro mil francos. Esto quiere
decir que mandaremos agentes a Europa para ofrecer chacras pequenas trayendo colonos ricos. Esto no es posible.
"¿Cree el Senado que el medio de empezar a colonizar, de fomentar la colonización, es ir a buscar colonos a Europa que tengan
seis u ocho mil francos disponibles para venir a establecerse en
Buenos Aires? Ciertamente que no".
La cartesiana lucidez del razonamiento, la correcta doctrina que
enuncia, concordante con las necesidades nacionales, se contradicen con la "romántica" concepción del bardo vagando entre las
nubes, grata a una concepción burguesa incapaz de ubicar al artista
y, especialmente, al poeta - c o m o bien advierte Herbert R e a d - en
la cadena de producción en serie y, en consecuencia, de acuerdo
con esa perspectiva, "inútil" para la sociedad. La acuidad de Hernández no ha de sorprender, en cambio, a quienes saben con Novalis que la poesía es la esencia de la realidad y con García Lorca, que
el poeta ha de ser doctor en los cinco sentidos.
Reuniendo ambas formulaciones no sorprenderá, entonces, que
ese doctor, tan singular, sea capaz de advertir la esencia de la realidad y transmutarla en poesía: 2 0 9
20 8
209 f'P' d e J - H - i T - n , P- 4 5 7 . Sesión del 5 de diciembre de 1 8 8 3 .
ida; versos 1325 al 1330.
150
Es como el patrio de posta,
lo larga éste, aquél lo toma—
nunca se acaba la broma—
dende chico se parece
al arbolito que crece
desamparao en la loma.
La actitud política de Hernández, tanto la que se manifiesta en
el poema, como la que sostiene sus numerosas y notables intervenciones en la Legislatura, se apuntalan mutuamente. Un mismo
hombre es el que pronunció los discursos y el que "cantó" las sextinas de la Ida y de la Vuelta.
Más acá de las contradicciones, más allá de las regresiones y síntesis superadoras, en esa espiral que gira y se traslada y que parece
retroceder aunque avance, y cuyos puntos marcan la trayectoria de
un espíritu que como los puntos de esa hélice simbólica siempre
se encuentran en planos distintos, sin dejar por eso de pertenecer a
la misma figura, el legislador suele coincidir, más de lo previsible,
con el poeta Hernández. Si, borgianamente, un hombre es todos
los hombres, la proposición inversa es igualmente admisible: diversos hombres se encuentran, se tropiezan, se superponen en el mismo hombre. Cada uno de ellos está condenado a recorrer su propio
laberinto, pero todos han de verse en el mismo espejo y, en algún
recodo distante, advertirán la luz anunciadora-de la única salida
posible. En el afán por alcanzar el remoto destello anunciador de
la liberación, el poeta y el legislador se reconocen. Salir del diario
laberinto es el último triunfo y la última derrota que marca con su
sello definitivo el destino de cada hombre. Y el destino no es, en
rigor, lo predeterminado, sino lo irreversiblemente acontecido.
LA RIQUEZA PALEONTOLÓGICA
En la sesión del 6 de diciembre de 1 8 8 3 , 2 1 0 se vuelve a tratar la
situación del Museo Público.
Dice Hernández: "Voy a permitirme repetir la moción que el
Honorable Senado tuvo a bien aceptar y que tenía por objeto la
creación del empleo de naturalista viajero. Esta creación del Senado quedó entonces sin efecto en la Cámara de Diputados (,. . .)
2l
° P.P. de J.H.; T.II. p. 465 y sgts.
151
El Museo Público de la Provincia, que guarda en sus salones tantas
riquezas paleontológicas, que es necesario cuidar constantemente,
se encuentra, puede decirse, en un estado vegetativo.
"Estamos sosteniendo el Museo sin poderlo enriquecer, por no
dotarlo de los elementos necesarios para ello. No tiene de las riquezas paleontológicas de la Provincia sino aquéllas de que fue provisto por las exploraciones del naturalista Bravard, cuyas colecciones
adquirió el Gobierno.
"Los demás naturalistas exploradores que han recorrido la Provincia formando colecciones fósiles, como el señor Seguén, los
Bretones, Larroque, Ameghino, Pozzi, Brassé y algunos más, las
han llevado a vender a Europa.
"Es un hecho muy sabido, señor Presidente, que en esta región
de América, en la formación pampeana se encuentran muchos fósiles que acreditan la existencia de formas desconocidas, y una vez
descubiertas por los esfuerzos de los particulares, salen del país,
privando a nuestro Museo de su importante posesión. Están enriqueciendo los museos de Londres, de París, de Milán y de Filadelfia.
"Actualmente acaba de realizarse una exploración en San Nicolás, por un señor Santiago Rut, que ha sacado de los alrededores de
la ciudad curiosidades de especies desconocidas, que no existen en
ningún museo y esas colecciones se encuentran ya en Copenhague
( . . . ) Creo, pues, que el Honorable Senado haría bien en crear el
puesto de naturalista viajero, con el sueldo de 2.500 pesos de moneda corriente".
En el debate que sigue a esta intervención se produce un lamentable intercambio de ideas pues un senador propone aumentar el
sueldo del naturalista viajero con una partida relativa al cazador
ayudante, a condición de que el naturalista haga de cazador. Otro
senador, en cambio, propone que "el mismo director del Museo
debería ser un poco viajero y ocuparse un poco de esto" (sic).
Pareciera —nos referimos al debate^- el fragmento de una página de Kafka. Entre senadores semejantes a los funcionarios del
inalcanzable Castillo, sería "un poco inútil" hablar del sentido ontolótico que puede revestir un empleo, y agresivamente fuera de
lugar sería mencionar al Agrimensor que nunca quiso ser otra cosa
que Agrimensor. En medio de tanto desbarro, Hernández opina:
"Quizá tenga razón el señor miembro informante de la Comisión
al decir que el director del Museo debería ser un poco viajero, pero
la misión de un director de Museo no es viajar.
"Y a un hombre de la altura, de la categoría y de la importancia
universal del señor Burmeister, no le puede decir una Cámara ilustrada que se ponga a viajar, sobre todo cuando se halla al frente de
un Museo de la importancia del de Buenos Aires, que es uno de los
primeros de América, y que, en sus riquezas paleontológicas es uno
de los primeros del mundo. ( . . . ) El único medio de enriquecer
152
nuestro Museo, de aumentar sus ya valiosas colecciones, es votando el empleo de naturalista viajero".
Respondiendo a otro senador, que sostiene desapresivamente
que la colección paleontológica del Museo es muy completa, Hernández replica: "'. . .debo hacerle presente al señor senador que algunos de los fósiles americanos-argentinos no existen completos
en nuestro Museo, hallándose completos los de Europa.
"Hay fósiles en los museos de Londres y de París que están
completos, mientras que en nuestro Museo existen pero faltándoles complementos importantes y a algunos de ellos les falta el cráneo".
Una vez más, José Hernández muestra la consecuencia de su
actitud, su vigilancia de bienes culturales que por lamentable tradición hemos descuidado y que, aún en nuestros días, son objetos
de una secundaria atención por quienes debieran ser sus custodios,
no sólo de colecciones de fósiles, sino de artes plásticas, de manuscritos, de riquezas arqueológicas que sistemáticamente son desmanteladas, expoliadas y exportadas.
Quienes más se llenan la boca con locuciones como identidad
nacional, tradición y afines, muy poco han hecho durante las largas décadas en la que manejaron y —continúan manejando— la
cosa pública como para que en nuestro país existan museos, arqueológicos dignos de tal nombre y no hablemos de la Biblioteca
Nacional, porque el estado en que se encuentran los residuos que
aún subsisten en el local de la calle México, bien pueden ser calificados como una radiografía de la desesperanza. En cuanto al
edificio en construcción, lo único que cabe acotar es: ¿hasta
cuándo?
LA FILOLOGÍA EN EL SENADO
En la sesión del 29 de enero de 1884, 2 1 1 se considera un proyecto enviado en revisión por la Cámara de Diputados, por el que
se acuerda una suscripción para el Diccionario filológico comparado de la Lengua Castellana, que actualmente publica el doctor
Matías CalandrellL
Resulta previsible el entusiasta apoyo que Hernández presta a
la iniciativa.
211
Op. cit., T. II, p . 497 y sgts.
153
"Tenía conocimiento de este asunto desde que se trataba en la
Cámara de Diputados y vacilaba en hacer uso de la palabra respecto de él, porque dudaba mucho de mis fuerzas para hacer una demostración clara y evidente de la importancia de la obra de que se
trata.
"En esta perplejidad de mi espíritu fui llamado por el señor
Rector de la Universidad de Buenos Aires, para pedirme, en nombre de esa universidad, que hiciera presente a la Honorable Cámara
que ella vería con gusto esta sanción, porque cree que es una obra
de gran provecho para la República y honra para el país, autorizándome el mismo señor Rector para invocar su nombre como testimonio de la opinión de la Universidad(. . .)Los estudios filológicos, lo sabe el Honorable Senado, estudios que comprenden la
historia de la lengua, de todas las lenguas, y de todo lo que se refiere al lenguaje hablado, a esa comunicación entre los hombres, es
siempre de interés para los mismos; es siempre de interés averiguar,
no sólo la historia de las lenguas, sino hasta donde reside la facultad de la palabra, cómo pueden los hombres comunicarse entre sí,
cómo perfeccionar y mejorar este medio de comunicación.
"Todos los pueblos del mundo se asocian a este trabajo, y la
República Argentina no puede quedar excluida de esa obra.
"Obras de esta naturaleza existen muy pocas (. . .)me parece
que en la lengua castellana será el primer Diccionario de Filología
que tenga el mundo.
"Los conocimientos filológicos son necesarios para todos los
hombres que se dedican al cultivo de las letras. Hacen falta a los
abogados, a los médicos; hacen falta a los jóvenes que quieren estudiar su propio idioma; hacen falta a los jóvenes que se dedican al
estudio de las lenguas extranjeras, porque en la filología encuentran la razón de un vocablo, que es la misma razón de todas las
demás lenguas, el fundamento de una palabra.
"Se me hacía una objeción, no en el Senado, sino fuera de él
cuando he hablado con algunos amigos respecto de la protección
que debía prestarse a esta obra, objeción que quiero desvanecer.
Se me decía que la obra no era del país, porque el autor era extranjero.
"Pero las obras de la inteligencia pertenecen al país que las estimula, al país que las proteje, al país que las hace suyas; no pertenecen a la nacionalidad del individuo que las produce".
La buena doctrina enunciada por Hernández, tan distante del ingenuo chauvinismo de muchos que creen ser sus continuadores,
cuando en los hechos reniegan de su iluminado magisterio, debe
ser honrada con la transcripción de sus ideas. Ellas son tan actuales
hoy, que rigen la vida de todos los países centrales y, especialmente, aquellos que han hecho de la cultura algo más que un adorno
circunstancial y efímero. La cultura que, con el correr de los años
se ha convertido en el camino real que conduce al porvenir, crece
154
y se desarrolla en los países que no establecen falaces discriminaciones nacidas en ámbitos prejuiciosos y, por eso mismo, amamantados con la cicuta del irracionalismo.
LA EDUCACIÓN NO ES UNA COSA MECÁNICA
El 26 de junio de 1884 2 1 2 se discute la pensión a un profesor,
en la que tercia Hernández: ". . .me parece que hay una contradicción entre la exposición de sentimientos nobles que guían (. . .)a
los que votan pensiones (. . .)en virtud de sentimientos de filantropía, de amistad, o de influencia. ¿Por qué (no mencionan) el pensamiento de justicia que nos puede llevar a los que votamos en favor de una pensión? Me sorprende, realmente, que siendo miembro
del Consejo General de Educación, diga el señor senador que la
educación es una cosa mecánica.
"Francamente, se coloca muy lejos del punto de vista de donde
debe apreciarse los recomendables servicios de un profesor que se
ha sacrificado treinta y seis años en favor de la educación.
"¿Acaso los poderes públicos no tienen más misión que economizar? ¿Acaso no deben desenvolver los elementos de comercio y
de progreso material? ¿Acaso no deben vigilar por levantar el nivel
intelectual de la sociedad?
" ¿ . . .cómo quiere el señor senador prescindir de estos hechos, y
hacer un parangón entre un maestro que ha servido treinta y seis
años y un portero que ceba mate?
" ¡Es rebajar mucho el nivel del debate!"
Por cierto que lo es, pero, lamentablemente, la actualidad del
populismo, por mucho menos que la valoración de la labor docente en relación con la de quien durante igual lapso se dedicó con refrescante ahínco a la sabrosa tarea de cebar mate, estigmatiza como elitista a quien se atreve a establecer una estimación relativa
entre ambas tareas.
Los políticos que confunden —o simulan confundir— la democracia con el rejunte de los votos, se adscriben a los lemas populistas porque el oportunismo es la vía más directa de acceso al poder.
Es más fácil convencer con lemas esquemáticos que con las arduas
elaboraciones de la razón crítica. De ahí que ciertos personajes in-
212
Op. cit.,p. 523 y sgts.
155
verosímiles puedan acaparar —aceitando debidamente los medios
de difusión— la atención pública. Claro que esto no resulta de un
voluntarismo unilateral sino de los sectores socioeconómicos que
sostienen a sus voceros políticos; de los grupos de presión que poseen los medios y ejercen el poder para manipular a las masas seducidas por la publicidad y la propaganda.
El populismo no es un invento de nuestro tiempo, pero en la sociedad de masas que es - cualesquiera que sean sus diversos matices— la sociedad de nuestro tiempo, el populismo constituye,
como ya sabemos, la ideología de la masificación. La cosificación
del pueblo lo convierte en masa manipulable, gracias a la inestimable mediación de las modernas tecnologías de la comunicación.
De esto no resulta, ni debe interpretarse, un ataque a tecnologías que, por sí mismas, son neutras. De lo que se trata es de la
forma como los medios son manipulados. No es casual que el
Estado persista en no declinar su posesión. Se habla, es cierto de
libertad de expresión y, en un régimen democrático, la libertad de
expresión existe. Conviene acotar, sin embargo, que la libertad de
expresión existe en la medida en que nos permiten transmitir nuestro discurso. Si sólo nos permiten leerlo en la plaza, este sistema de
comunicación apto para la aldea aristotélica, carece de sentido en
la aldea planetaria.213
La libertad de expresión debe coincidir con la posibilidad de
comunicarnos con los otros y esto depende de nuestro acceso a los
medios. La democracia participativa dejará de ser una formulación
retórica cuando podamos emitir nuestro mensaje sin pasar por tamices ideológicos. El populismo, ya denunciado por Hernández en
el debate que acabamos de citar, sigue creciendo paradójicamente
nutrido por la pobreza y la correlativa ignorancia.
El lamentable estado en que sigue estando la educación en todos
sus niveles y las paupérrimas asignaciones que se destinan a quienes
dedican su vida "al sacerdocio de la educación pública", constituye una verdad irrebatible desde la época de Hernández y, por lo
que puede percibirse, mantendrá su lamentable vigencia durante
un rato largo.
En forma coincidente, en el mencionado debate, el senador
Fonrouge puntualiza: "Creo que si alguna vez puede hacerse el reproche a la Legislatura de Buenos Aires, de haber sido pródiga en
acordar pensiones, nunca se le podrá hacer por haber asegurado la
vejez de los que han gastado su vida en la enseñanza del pueblo".
Ver mis comentarios sobre las tesis de Marshall McLuhan en
logía Literaria.
156
Antropo-
En esta sesión, así como en la siguiente, 214 se pone de manifiesto la deplorable situación de los maestros. El Ministro de Gobierno
reconoce: " E n el ejercicio de mis funciones, cuando dirigía las escuelas comunes de la Provincia, he tenido la ocasión de ver maestros de 45 a 50 años, que eran completamente inútiles para seguir
desempeñando el magisterio y perdidos para todo otro género de
trabajo.
"Su vista era completamente apagada y su físico anunciaba una
terminación fatal y pronta. Eran Tos efectos de la tisis a la laringe
que se lleva una tercera parte de los maestros (. . .)Creo justo que
el Estado no abandone a un empleado en estas condiciones".
Al Sr. Ministro se le rompe el corazón, pero, en lugar de proponer alguna iniciativa que resuelva la cuestión, le resulta más cómodo ampararse en el artículo 99 de la Constitución, según el cual
"la Honorable Legislatura no puede acordar jubilaciones ni pensiones, sino por servicios distinguidos prestados al país". Prosiguiendo
con su escalada retórica, afirma: "El poder Ejecutivo entiende que
los servicios distinguidos a que se refiere este artículo, son aquellos
verdaderamente extraordinarios que acusan cualidades morales superiores y que no son comunes a la generalidad de los hombres".
Será por eso que, a un largo siglo de distancia, un profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, con la máxima bonificación
por antigüedad, percibe netos 90 australes, mientras que un miembro del Consejo Deliberante cobra (entre sueldo y gastos de representación) alrededor de 1800 australes. Aplicando una regla de tres
simple un edil vale (cualquiera que sea su edad, antigüedad, etc.)
por veinte profesores universitarios. Los tiempos han cambiado, no
el grado de estimación ni el reconocimiento de la sociedad a quienes dedican su vida a la educación del país.
Dicen que toda comparación es odiosa, pero los números suelen
tener una elocuencia imbatible y aunque no queremos que nos
odien los ediles, ni los congresales ni los funcionarios que pululan
en la cúpula de nuestra simpre creciente burocracia, estamos seguros de que dadas sus múltiples ocupaciones, poco tiempo les podrá
quedar para hojear siquiera estas notas, paradójicamente escritas
en homenaje de un legislador que honró una profesión tan necesitada hoy de referentes paradigmáticos.
2 14
'P.P. de J.H. ;T.II, p. 537 y sgts. Sesión del 1° de julio de 1884.
157
FUERTES EN EL INTERIOR, RESPETADOS EN EL EXTERIOR
El curioso lector de los discursos parlamentarios de Hernández
encontrará que pocos fueron los temas a los que no dedicara su
atención: desde precisar que "nuestra forma de gobierno está copiada de la de los Estados Unidos", hasta la preocupación por la
seguridad de los pasajeros de los ferrocarriles, temas de particular
actualidad, y que muestra, una vez más, hasta qué punto el legislador no desatendía las innumerables vertientes de la realidad. La
legislación ferroviaria, las medidas para combatir una epidemia
de viruela en Monte: la lista es interminable y resulta una clara
mostración que su banca nunca fue un lugar de descanso. Los
muchos temas que le preocupan, pueden resumirse en uno solo:
el desarrollo de la sociedad argentina. De particular significación
es el discurso que pronuncia a favor del proyecto por el cual se
cede a la Nación los municipios de San José de Flores y de Belgrano: 2 1 5 "Por mi parte, miembro del partido autonomista, creo
que nuestra religión debe ser defender la autonomía de los Estados. Pero miembro de la gran Nación, creo que debemos poner el
óbolo a la organización y engrandecimiento nacional.
"Debemos ser fuertes en el interior, para ser respetados en el exterior. Es preciso que los hombres, que los pueblos que ven, no diré con envidia, pero sí con recelo nuestro engrandecimiento nacional, aprendan a respetarnos.
"Por mi parte, viendo de una manera terrible el porvenir, prefiero entregar dos municipios al Gobierno de la Nación, antes que
Entre Ríos y Corrientes sean del Brazil (sic), por un lado. Por otra
parte quiero que en toda la América suene el nombre de la Provincia de Buenos Aires respetado, como la expresión de la civilización, del progreso, de la libertad y del poder americano.
"A Buenos Aires le toca el lote de los sacrificios, porque también es la primera beneficiaría en la distribución de los bienes
nacionales.
"¿Quién sino Buenos Aires ha cosechado los beneficios de la
gran organización nacional?
"Cuando el Gobierno Nacional se empeña en traer al país capitales, en traer inmigrantes, en traer la civilización europea, ¿quién
es la primera que participa de esos beneficios?
"Buenos Aires.
"De cada cien habitantes que introduce el Gobierno Nacional
setenta son para Buenos Aires.
"De los empréstitos que realiza el Gobierno Nacional, con el
crédito de todos, más de la mitad son para Buenos Aires; porque
215
158
Op. cit.; T.II, p . 585 y sgts. Sesión del 2 de setiembre de 1884.
Buenos Aires, como provincia, no es un estado aislado, hace la vida
del conjunto, la vida armónica de la República.
"Entonces si trabajamos por el engrandecimiento de la República, trabajamos directa o indirectamente por el engrandecimiento
de'la Provincia".
Cualesquiera que sean las coincidencias o las discrepancias con
las tesis de esta polémica intervención, es obvio que no fue un espectador de la vida parlamentaria que le tocó vivir. También resulta claro que expone sin reticencias ni eufemismos. Por el contrario,
resulta evidente la pasión que pone en sus participaciones y la sinceridad que podemos apreciar sin vernos compelidos a aceptar
sus tesis.
LA EDUCACIÓN COMÚN Y LA CULTURA
Cuando se pone a consideración un proyecto de ley sancionado
por Diputados, por el cual se autoriza al Consejo General de Educación para emitir hasta la suma de tres millones de pesos moneda
nacional oro, en títulos que se denominarán "Bonos Escolares", 2 1 6 Hernández afirma:
"Pocos proyectos pueden ser más simpáticos al Honorable Senado (. . .)que este que acaba de leerse. . ."
"Se trata de la Educación Común; se trata de proporcionar al
Consejo General de Educación de la Provincia los elementos necesarios para la construcción de edificios, una de las necesidades más
sentidas en la educación pública de Buenos Aires.
"Ha llegado la época feliz, sin duda, de poner término a la educación vegetativa que siempre ha habido tanta en la Provincia de
Buenos Aires como en las demás provincias que componen la
República.
"Edificios estrechos, inadecuados para su objeto; falta de útiles,
falta de personal docente, la educación pública se resiente, de todas estas deficiencias.
"Si el Senado medita un poco sobre la importancia de este proyecto, verá que una de las causas que más influye en el espíritu y
en la inteligencia del niño es el local en el que se educa. Los niños
se adhieren generalmente a las primeras impresiones. Y no es lo
216
Op. cit.,T. II, p. 599.
159
mismo formar ciudadanos de elevadas ideas en casas oscuras, pequeñas, malsanas, que formarlos en buenos edificios".
Resultaría superabundante subrayar la justeza argumental del
discurso hernandino y, aunque suene reiterativo, cuan lejos se sitúan de la grandeza espiritual del personaje quienes pretenden disminuir la estatura de alguien que, con tanta devoción y con tanta
capacidad, puso su acción legislativa al servicio de la educación y
del desarrollo intelectual como lo prueban numerosas intervenciones registradas en estas notas.
Tangencialmente, corresponde puntualizar la actualidad de sus
ideas pedagógicas y la lamentable coincidencia entre la actualidad
y la realidad descripta a un siglo de distancia. Todos sabemos la
pobreza que suelen ostentar los edificios escolares en todos los
niveles de la enseñanza. La precariedad de muchos locales continúa siendo impresionante y el deterioro se ha acentuado notablemente en las últimas décadas. El subdesarrollo, que ha crecido durante la éjida populista, y el desdén por la inteligencia, propia de
los gobiernos autoritarios, se han traducido en el abandono de escuelas, universidades, museos y bibliotecas. A partir de 1930, para
resumir la referencia en una fecha asaz significativa, y salvo brevísimos paréntesis, de ningún modo hemos puesto "término a la
educación vegetativa". Por el contrario, nunca fueron más actuales las palabras de Hernández, con la diferencia de que las pronunció para inducir una cuantiosa inversión en favor de la educación
común, mientras que en la actual coyuntura el discurso no pasaría del plano verbal.
Todavía no se ha encarnado en nuestros dirigentes que el futuro
nacional pasa inevitablemente por la educación y la cultura. La
prioridad que debe adjudicársele al complejo educativo-cultural
está bien lejos de quienes no vacilan en adjudicar millonarias inversiones para la ilimitada extensión de la burocracia. Esta falta de
perspectiva no debe ser confinada al ámbito político, pues el irracionalismo populista abarca el conjunto social y las clases y grupos
que por su formación - r e a l o presunta— se debiera suponer dotadas de una mayor madurez, también suelen confundir educación
con información, y cultura con espectáculo. Incluso en ámbitos
tradicionalmente culturales, los encantos de la frivolidad han
arrasado el pensamiento crítico, como si el progreso social, sobre
todo en nuestro tiempo, fuese posible sin la presencia activa
y transformadora de los intelectuales inconformistas.
En lugar de acelerar la construcción y el desarrollo de los instp
tutos educacionales,.ya que " n o es lo mismo formar ciudadanos de
elevadas ideas en casas oscuras, pequeñas y malsanas, que formarlos en buenos edificios"; en lugar de designar pocos pero esclarecidos funcionarios que realmente conozcan el carácter omnicomprehensivo de la cultura, quienes tienen el poder de la decisión si160
guen confundiendo cultura con adorno, con "salsa que se agrega
para hacer tolerable un manjar rancio", 2 1 7 y constribuyen a fortalecer un inmovilismo retrógrado.
Como ya dijimos, el complejo educación-cultura ha de merecer la prioridad de los proyectos por poner en marcha para que los
países subdesarrollados dejen de serlo. No será con eufemismos, intercambiando el subdesarrollo por el más tolerable en vías de desarrollo, como resolveremos nuestros problemas. Porque nuestros
problemas no serán resueltos con trucos semánticos. Si no acentuamos decididamente y de una vez por todas nuestro desarrollo
cultural nos ubicaremos entre los países en vías de subdesarrollo.
Y no se trata de un rasgo de humor ni siquiera de mal humor. Un
economista tan respetado como Raúl Prebisch dijo ..con toda seriedad que la Argentina es un país subdesarrollado gracias a su
propio esfuerzo. Es probable, además, que los de afuera nos
hayan ayudado, y no precisamente por causas generosas, pero el
hecho es que fueron argentinos los que solicitaron los créditos y
fueron los grandes bancos los que nos hipotecaron, situándonos
en un laberinto que ni siquiera a un especialista en el tema como
lo es Borges se le hubiera ocurrido. La única Ariadna, fuera del
ámbito mitológico, capaz de alcanzarnos el hilo que nos -guíe a la
salida, es la posibilidad de desarrollar nuestra cultura: es deeir, la
ciencia y la tecnología; todas las actividades creadores, tanto en el
ámbito teoremático como en el poemático. Cada día que perdamos significará perder oportunidades irreversibles, y ninguna se da
fuera del ámbito cultural.
Ocurre, lamentablemente, que el vocablo cultura, conlleva una
carga de ambigüedad tal que pocas veces los que lo utilizan saben
de qué se trata, o, si se prefiere, pocas veces, quienes lo emplean lo
cargan con el mismo significado. Así, para ciertos funcionarios, la
cultura y el entretenimiento van de la mano, al punto que al asumir su cargo un Secretario de Cultura - -como ya lo mencionamosnos habló de cultura alegre. No es que pretendamos o aspiremos a
una cultura triste pero, evidentemente, ni siquiera confundiendo
cultura con espectáculo, la adjetivación resulta adecuada. Una
buena representación de Edipo Rey, por ejemplo, nada tiene de
alegre. Claro que en la mentalidad que emitió la memorable expresión cultura alegre, no habría demasiado espacio para Sófocles.
Resulta tan absurdo hablar de cultura alegre como de ciencia
alegre.
No obstante, desde otro punto de vista puede decirse que el
conocimiento (¿y que otra cosa es la cultura sino el lugar del conocimiento?) nos produce alegría. Pocas alegrías son mayores que
las derivadas de la intelección del mundo y la sociedad. Pero no es
Herbert Read, ¡Al diablo con la cultura!
161
ésta, seguramente, la idea que bullía en el cerebro del funcionario
que eufóricamente nos habló en el primer día de su era de cultura
alegre.
Resulta obvio que si se pone la cultura en manos de quienes tan
vaga y misteriosa idea tienen de la materia para cuyo desarrollo
fueron designados, mal podrán diseñar las políticas congruentes
para que nuestro futuro se inscriba dentro de las naciones culturalmente computables.
A ningún funcionario de nuestro tiempo le hemos escuchado,
en materia educativa, un planteamiento tan lúcido como el que
acabamos de transcribir de José Hernández en relación con el
vínculo de los ámbitos escolares y su efecto sobre el espíritu de
los niños. Un hombre como Hernández, el autodidacta que en su
juventud panaerense dijera que su tarea de taquígrafo de la Confederación había sido su universidad, supo formular con hondura y
espléndida claridad: "No es lo mismo formar ciudadanos de elevadas ideas en casas oscuras, pequeñas, malsanas, que formarlos en
buenos edificios". Cuántos doctores recibidos de culturólogos en
lóbregos locales hubieran debido frecuentar la gran fábrica deL
Universo en el aue se formó el espíritu hernandino: 2 1 8
Para mí el campo son flores
dende que libre me veo—
donde me lleva el deseo
allí mis pasos dirijo—
y hasta las sombras, de fijo,
que adonde quiera rumbeo.
POLÍTICA Y JUSTICIA
El 10 de mayo de 1 8 8 5 , 2 l 9 Hernández, en una de sus frecuentes
discusiones con Ortiz de Rozas, afirma: "Deploro vivamente que el
señor senador haya colocado como importantes para las deliberaciones del Senado, las opiniones y los sentimientos de la política
sobre los sentimientos de la justicia". Una política sin justicia, viene a decir Hernández, nos aleja de la democracia: " ¿ D e dónde un
ÁlG
219
162
Ida; versos 991 al 996.
P.P. de J.H.;T.II, p. 665.
gran interés político puede hablar más alto, en este recinto, que
un alto interés de justicia?
"¿Acaso el sueldo de un empleado, la remuneración de un servidor de la Provincia, no es un acto importante para la Legislatura?
"¿Acaso podemos nosotros quitar al empleado una parte de su
sueldo, sin que se cometa una injusticia, sin que levanten la voz los
que tienen el deber de defender la justicia? (. . .)Los que defendemos la justicia, los que creemos que los empleados deben estar
bien remunerados, desde el primero hasta el último, sostenemos
con pasión estas cuestiones. Y estas cuestiones que, a mi juicio,
son de justicia, están en este recinto más altamente colocadas que
las cuestiones políticas".
Aunque resulta clara la doctrina sustentada por el legislador
Hernández, la misma que como una columna vertebral sostiene la
estructura de su poema, tal vez convenga acotar que su actitud
política estuvo imbricada y nutrida por su afán de justicia.
Si Martin Fierro es un máximo poema de denuncia, lo es porque pone en evidencia las injusticias que sufren los desposeídos.
El lector recordará que, precisamente, "Las injusticias" se titula
uno de los capítulos sobresalientes del libro 2 2 0 de Ezequiel Martínez Estrada, que continúa siendo uno de los aportes mayores
para el estudio y la interpretación del poema, más allá de los disensos que, en diversos enfoques, pueda suscitar.
La justicia es el leit motiv del poema y la política ha de ser
muy perversa cuando elude la justicia y funda su basamento en el
arbitrario poder que concede la autoridá.
José Hernández, desde su banca en la Legislatura, siguió buscando la justicia y no pudo considerar que algo tan mínimo como
"un pequeño aumento a un auxiliar" comprometiera "la seriedad
de las sesiones" del Senado. Como legislador y como poeta, Hernández sabía que cuando la justicia no se cumple con destinatarios
fijos, se convierte en mera abstracción, en vana declamación retórica. Se explica en este caso, aunque nunca pueda ser justificada, la
lamentable comprobación de Picardía: 2 2 1
¡Es señora la justicia. . .
y anda en ancas del más pillo!!
Política y justicia no siempre suelen ir juntas, tal vez fuera más
exacto decir, pocas veces van juntas. En la voz de José Hernández
la aspiración supera la realidad: de ahí su pervivencia, su validez,
su permanente actualidad. Una nueva confirmación de la continuidad y de la contigüidad entre el legislador y el poeta y, ya en el
2
22 l
Ezequiel Martínez Estrada, op. cit.
Vuelta; versos 3395 y 3 3 9 6 , con los que finaliza el Canto XXIV.
163
ámbito del poema, una nueva mostración de que el autor de "La
vuelta de Martín Fierro" es el mismo que escribió "El gaucho
Martín Fierro". La denuncia de las injusticias y de las artimañas
políticas para la manipulación de los paisanos es una de las
ideas-fuerza que impulsan la gestación del poema cuya unidad resulta de sucesivas síntesis, como en el caso de todo proceso resuelto dialécticamente. Sólo quienes se aferran a una lectura ideológica
del poema y quisieran ver un José Hernández distinto al que fue,
congelado en un determinado corte sincrónico, y no al hombre de
carne y hueso que resolvió las contradicciones propias de su época
dentro del marco de la conciencia posible, o lo que es lo mismo,
de la conciencia histórica.
EL RACIONALISMO DEL LEGISLADOR PROGRESISTA
Cuando se trata la modificación de los límites del Partido de
Patagones, 222 propone el nombre del piloto Basilio Villarino por
haber efectuado las primeras exploraciones en el Río Colorado y
en el Río Negro: " F u e en 1780, 1782, 1783 y 1784 que el püoto
Villarino hizo en esa parte de nuestro territorio sus grandes exploraciones, a las que los descubrimientos modernos han venido a corregir en poca cosa.
"Me parece, pues, que sería un acto de estricta justicia honrar
en estos lugares el nombre y la memoria del hombre que tanto
trabajó por extender el dominio de la civilización en aquellos territorios desiertos y salvajes.
"Propongo que se cambie el nombre de 'el Colorado', por el de
Villarino". La sugestión es aceptada, pero antes, Hernández la
fundamenta: "Antiguamente se adoptaba para las denominaciones geográficas los nombres^indígenas o los nombres de los santos,
es decir, los tomaban del martirologio romano. Hoy se toman los
nombres indígenas y los de los hombres que han prestado servicios
a la sociedad. Así es que no propondré que se cambien las denominaciones de Guaminí, Trenque-Lauquen, etcétera; pero sí sostendré que se cambien otros nombres que nada significan, por el de
algunos hombres que han prestado eminentes servicios".
El racionalismo, otra de las virtudes menos mentadas de José
Hernández, caracteriza las actitudes del legislador, que elude el
222
164
P.P. de J.H.;T.II, p. 703. Sesión del 22 de setiembre de 1885.
espontaneísmo para actuar meditadamente, como corresponde a
la función que ejerce.
José Hernández legislador no tendrá la dimensión de José Hernández poeta, pero no ocupa su banca en vano. En su poema dibujó un país que, como todas las creaciones sometidas a las
oscilaciones del tiempo, cambia y se transforma, pero que no por
eso deja de existir en un pasado que nos pertenece y desde el que
venimos, para remontarnos hacia lo que vendrá. Correlativamente,
como legislador que protagonizó ese pasado, procuró contribuir
a la modificación de las vertientes sociales, económicas, culturales
y políticas de una realidad raigalmente necesitada de justicia como
cimiento de sus construcciones.
Si procuró que la política no se alejara de la justicia, pretendió,
asimismo, evitar las arbitrariedades incluso en las designaciones
geográficas.
Si la historia es ei lugar del hombre, resulta ingenuo juzgar a
Hernández fuera del marco de la conciencia posible. Gracias a esa
conciencia posible —posible según las coordenadas históricas que la
sitúan, y esto no significa caer en ningún determinismo— es justo
reconocer su obra legislativa progresista, que hemos podido consignar en el curso de estos apuntes.
Su ánimo progresista lo impulsa a apoyar 2 2 3 el proyecto de ley
"autorizando al Poder Ejecutivo a garantir a Don Federico Lacroze
el 5% sobre el costo de la construcción de varias líneas de trariv
ways (sic) en la campaña". De igual modo, Hernández sostiene la
necesidad de evitar la "persecución al capital, y especialmente al
capital extranjero, que no sale de sus cajas para venir a hacer una
obra de duración eventual".
Con la perspectiva de un siglo, el tema se presta a distintas interpretaciones, pero la posición de Hernández y la de quienes
como él pensaban era la que correspondía a su época. En nuestro
tiempo, a quienes proclaman políticas "nacionales y populares" y
hablan de capitales argentinos, habría que preguntarles dónde
están y qué es lo que le otorga ciudadanía al capital. Salvo el interés que pueda devengar, no es otra la bandera que los capitales
aceptan, y aunque no sea éste el tema de las presentes notas,
todos saben que en el exterior del país hay capitales ¿argentinos? equivalentes a "nuestra" deuda externa.
Fortalecer las estructuras del país es una tarea impostergable;
hoy más que en el ayer de Hernández. En su época, los capitales
extranjeros venían al país, hoy emigran los supuestos capitales
"nacionales".
La dilatada quiebra institucional fomentó la corrupción e instiló un espíritu escéptico que, sólo la recomposición democrática
223
Op. cit.;T.II, p. 715 y sgts. Sesión del 20 de octubre de 1885.
165
y la demolición de los sectores habituados a los autoritarios métodos del corporativismo, podrán ser superados por una nueva generación con fe en el porvenir argentino. Sabemos que no basta con
racionalizar los problemas para resolverlos, pero sólo racionalizándolos podremos conocerlos y diseñar las transformaciones sociales que nos permitan compactar el cenagoso suelo populista sobre el cual se puede delirar acerca de ilusorios repartos pero no establecer las sólidas bases que toda construcción exige.
¿IDEÓLOGOS COMPLACIENTES 0 INTELECTUALES
CONTESTATARIOS?
Es preciso que el sistema opte entre los ideólogos complacientes
y los intelectuales contestatarios. Los ideólogos, en tanto que burócratas del pensamiento parten de un postulado y elaboran argumentos para apuntalar su punto de partida. Es decir, los ideólogos
se mueven en un plano estrictamente retórico y en lugar de contribuir a la solución de los problemas sólo proporcionan respuestas
verbales. Aparentemente, el ideólogo es más "servicial" y más
"eficiente" que el pensador, pues sus ofertas esquemáticas ven facilitada su difusión, o sea, su aceptación masiva, porque en lugar
de buscar la verdad, pretenden convencer.
Los intelectuales, los pensadores, generalmente tan marginados
por el sistema, eligen el duro camino del análisis crítico de la realidad. Parten de hipótesis y construyen sus interpretaciones de la
realidad que los pueden conducir a conclusiones contradictorias
con sus puntos de partida, en cuyo caso deben revisar el camino
transitado e, incluso, volver a comenzar buscando nuevas sendas lo
que obliga a elaborar distintos y arduos recorridos. No tratan de
convencer sino de buscar la verdad, una verdad que puede exigir
transformaciones de los mecanismos sociales.
El populismo utiliza los mass media para la manipulación de las
muchedumbres, en lo que son tan hábiles "los alcahuetes del sistema", según la feliz expresión de Herbert R,ead.
En cambio, cuando se buscan soluciones de fondo, es preciso
pagar "precios políticos", único camino para salir del fondo del
pozo populista; camino que requiere del esfuerzo colectivo y de la
activa participación de los intelectuales. Esto exige, entre los costos que el sistema debe pagar, pasar de la retórica superficial
166
pero convincente, al diálogo que reclama interlocutores capaces
de utilizar un discurso signado por continuas confrontaciones.
Paralelamente, podemos agregar que la retórica, con sus mensajes unidireccionales, es el método adecuado para la comunicación
ideológica, es decir, para la difusión de sistemas cosificados de
ideas. Tal vez fuera más correcto decir: sistemas de ideas cosificadas. En cambio, el diálogo es el lenguaje de la persona o, más propiamente, del hombre concreto que ha asumido el lenguaje de la
persona. En una sociedad cosificadora no es casual que una de las
corrientes más difundidas de la crítica contemporánea se haya caracterizado por reivindicar la retórica. Este regreso a Aristóteles,
más contundentemente, este regreso a una nueva mentalidad escolástica significa la búsqueda del arte de convencer, adecuado a los
medios de comunicación aptos para la sociedad de masas y desterrar el diálogo, en tanto que discurso eminentemente subversivo.
Optar por la retórica es elegir la sumisión (la del otro); optar por el
diálogo es confirmarse en el otro, es haber llegado a la conclusión
que sin el otro no existimos.
La crisis del lenguaje es el correlato de la crisis de la persona.
El hombre cosificado, individuo emblemático de la sociedad de
masas, es un receptor de mensajes unidireccionales cuya eficacia reside en el acatamiento y no en la discusión de los mensajes.
El Martín Fierro, en cambio, es un poema permanentemente
meditativo y enderezado a un interlocutor ante quien se presenta,
porque quiere que sepan quién es. Aspira a compartir el canto que
es, además, una forma de afirmar el orgullo anejo a la dignidad de
quien sabe que su única posesión es la palabra. Nada más lejos de
un hombre masificado que ese gaucho capaz de sentir la fuerza de
su canto.22¿+
Me siento en el plan de un bajo
a cantar un
argumentocomo si soplara el viento
hago tiritar los pastoscon oros, copas y bastos
juega allí mi pensamiento.
Ese gaucho a quien las coplas le van brotando "como agua de
manantial", siente la dignidad de su persona afirmada en la música
como única y compartida posesión: 225
224
Ida; versos 44 al 49,
Ida; versos 55 al 60.
167
Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman,
naides me pone el pie encima,
y cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.
Acorralado por la alversidá, se apuntala en sus palabras, porque
aunque no es cantor letrao sabe que llegar al mundo es tomar la
palabra:226
". .. y si me quieren probar,
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos.
El sujeto dialógico, la persona, sabe que es y se reconoce en lo
que es, en la confrontación con el otro, y sabe que el proyecto del
hombre alcanza su ápice cuando se asume como persona. A pesar
de su desamparo es capaz, entonces, de salir al ruedo, porque en
tanto que persona no teme los parangones:
.. . y veremos quién es menos.
LA INCORPORACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS Y
EL PROTECCIONISMO BRITÁNICO
En la sesión del 2 de mayo de 1886, 2 2 7 al tratarse un proyecto
de ley tendiente a proteger la industria ganadera, Hernández declara: "Es notorio que el mal estado de mi salud no me permite tomar en este debate la participación que desearía y que merece la
importancia del asunto". No obstante, Hernández interviene con
su lucidez habitual y proclama su adhesión "a la explotación racional del agro y la necesidad de aplicar la tecnología adecuada para
la venta de las carnes aplicando los sistemas actuales por medio del
frío". Esto es, instalando como corresponde la industria frigorífica.
Hernández reclama la constitución de comisiones científicas
para clasificar los pastos determinando sus ventajas y calidades.
226
227
168
Ida; versos 64 al 6&.
P.P. de J.H.;T. II, p. 758.
Del mismo modo, otras comisiones científicas debieran estudiar
las enfermedades de las ovejas y establecer estaciones de ensayo
para saber las causas por las que se pierde el lino.
En todos estos asuntos, el legislador Hernández, con un pie ya
en el estribo definitivo, está despierto en su banca atendiendo todas las cuestiones vinculadas con el desarrollo del país y, en este
caso,, con la protección de la industria.
Transcribamos parcialmente esta intervención de Hernández:
"Voy a hacer una moción previa, en vista de las consideraciones
expuestas, de la gravedad del proyecto, de la importancia que
tiene para la Provincia y de la vaguedad en que se apoya la oposición, trayendo a examen textos ingleses, cuando los ingleses son,
en la práctica, los primeros protectores de la industria (. . .)Esta es
la práctica inglesa, a pesar de la teoría de los libros: proteger la
producción nacional".
Quienes sobrevolaron los Diarios de Sesiones de la Provincia de
Buenos Aires y efectuaron una lectura ideológica de las intervenciones del senador Hernández, han pasado por alto múltiples pruebas de un espíritu preocupado por el desarrollo agroindustrial de
acuerdo con las tecnologías que ya en su tiempo debían ser impuestas para salir del "saladerismo" y poder entrar en la exportación de carnes para "los rubios". 2 2 8
Por otra parte, el liberalismo de exportación que subraya como
vigente en los libros ingleses de hace un siglo, continúa siendo válido, un siglo después, para los países centrales siempre dispuestos
a proteger a los natiues o, si se prefiere utilizar una expresión grata
a Rudyard Kipling, a soportar la carga del hombre blanco (the
white man's burden). En este caso, se entiende, la blancura de la
piel no depende tanto de los caprichos de la pigmentación como
del grado de desarrollo económico.
ULTIMA SESIÓN
El 17 de agosto de 1886 2 2 9 José Hernández asiste a la última sesión y presenta el último proyecto de ley dedicado a garantizar el
manejo de la tierra pública.
Dice el artículo I o : "Todos los asuntos sobre contratos, ventas y
228
229
Op. cit.;T,II, p, 724.
Op. cit.;T.II,p. 805.
169
enajenación de tierra pública que celebre el Poder Ejecutivo, será
pasado a la aprobación de la Suprema Corte, sin cuyo requisito no
tendrán valor alguno".
El proyecto, continúa Hernández, " n o discute al Poder Ejecutivo, ninguna de sus facultades (. ..)Pero como una buena garantía
de los intereses públicos, llama para la decisión de esos asuntos a
otra parte, de cuya rectitud no se puede dudar",
El interés de Hernández por el correcto manejo ae ios bienes
públicos se manifiesta así hasta en sus últimas actuaciones parlamentarias. Años antes, cuando era diputado, en la misma Legislatura, había expresado: 2 3 0
"Somos patriotas ingenuos y sinceros, que venimos a este recinto a defender los intereses de la patria, las libertades públicas,
las instituciones, tal cual nosotros los comprendemos y conforme
a los dictados de nuestra conciencia".
Estas palabras, más allá de la retórica circunstancial que las
motiva, son a la hora final un modesto pero correcto resumen de
una conducta: somos patriotas ingenuos y sinceros.
Qué duda puede caber en cuanto a la sinceridad del que las
emite y en cuanto a la ingenuidad que hoy, tan lejos de aquel hoy
que fue ese entonces, pueden sonar en los oídos de las generaciones coetáneas acostumbradas a otras retóricas, a otros lemas. No
estamos seguros si esa sabia ingenuidad, apoyada en un auténtico
patriotismo, ha sido superada por quienes utilizan expresiones más
alambicadas y eluden las declaraciones de amor.
En general, cabe decir que las declaraciones de amor " n o se
usan", aunque más grave, nos parece, es que no se " u s e " el amor y
que el cinismo de tantos profesionales de la política —especialmente de aquellos que se manifiestan contra la "política"— haya
convertido "el amor a la patria" en el encubrimiento retórico de
su amor. . .al presupuesto.
La corrupción se ha generalizado al punto que la palabra patriota ha sido vaciada de contenido y, salvo discurso de efemérides,
pocos se atreven a pronunciarla. Por otra parte, lo esencial no es la
utilización • de la palabra sino la autenticidad del sentimiento que
sólo se consuma en el acto. Las virtualidades verbales, cuando no
se traducen en realidades fácticas, pueden ser signo de lamentable
importancia o, gambeta escondedora con la que los profesionales
del "patriotismo" superan a los teros: 2 3 1
De los males que sufrimos
hablan mucho los puebleros,
que hacen como los teros
230
231
170
Op. cit.; T.I, p ¿ 282. Sesión del 19 de noviembre de 1880.
Ida; versos 2 1 3 1 al 2 1 3 6 .
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otro tienen losgüevos.
El gaucho sabio en padeceres, al despedirse de sus hijos, les advierte: 232
. . .en la barba de los pobres
aprienden pa ser barberos.
Cómo no habría de saberlo quien pudo afirmar: 233 •
Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada. . .
En esa escuela aprendió - como se diría con una moderna nomenclatura— que es preferible optimizar la información antes que
maximizarla. Traduciéndolo al lenguaje de nuestro poeta: 2 3 4
Hay hombres que de su cencía
tienen la cabeza llena:
hay sabios de todas menas,
mas digo sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.
Lo que decíamos: optimizar la información. Varían los tiempos
y con ellos las nomenclaturas, aunque, a veces las mismas ideas se
expresen en el lenguaje de la informática o en el lenguaje gauchesco.
Nuestra fluctuante intimidad, niega la existencia de una condición humana congelada según pautas ontológicamente indeformables. Lo que sí corresponde es negar, con Sartre, una condición
humana igual a sí misma, independiente del "mundo exterior", como si se pudiera fijar el preciso límite de un ser cuya existencia
—en tanto que idea clara y distinta, como diría Descartes —sólo se
individualiza en relación con los otros.
Variamos con el mundo, puesto que integramos un universo
cuya fluencia es, paradójicamente, el absoluto que podemos percibir, y, al mismo tiempo, nuestro móvil punto de apoyo. Pero variar con el mundo no significa declarar la inexistencia de un hilo
que va enhebrando nuestra identidad como integración de nuestras
232
233
Vuelta;
Vuelta;
Vuelta;
sos son
versos 4755 y 4 7 5 6 .
versos 4 6 0 1 y 4 6 0 2 .
versos 4607 al 4 6 1 2 . Cf. la nota 105, en la que los mismos vercitados con un sentido diferente.
171
contradicciones. Nuestras y del mundo en el que cumplimos "las
tareas 5 ' en "los d í a s " de nuestra duración.
Nuestra identidad, resultado de múltiples contradicciones, es
lo que nos distingue y lo que nos permite distinguir, único modo
de entrar en diálogo con el universo: 235
No aprovechan los trabajos
si no han de enseñarnos nada—
el hombre de una mirada,
todo ha de verlo al momento
El hombre, mencionado aquí por Hernández-Fierro, es el hombre total, el hombre concreto, o, quizá con mayor precisión, la
persona, en tanto que hombre de la lucidez, no fragmentado por la
alienación, es el único capaz de verlo todo de una mirada.
Dicho de otro modo, el hombre concreto que ha asumido el
proyecto de la persona, 236 coincide con el poeta porque ambos
son definibles por el diálogo; o sea, son sujetos dialógicos. El hombre capaz de verlo todo de una mirada, coincide con la definición
lorquiana —citada en páginas anteriores—, del poeta como doctor
en los cinco sentidos. Nada más lejos de esta formulación que la
imagen burguesa del poeta como individuo perdido en las nubes.
José Hernández es un irrefutable ejemplo de que la búsqueda
de la verdad y la búsqueda de la justicia se concretan en el destino
de un hombre, entendiendo el destino, no como ruta prefijada,
sino como camino recorrido. Desde la Legislatura ese hombre nos
sigue diciendo: ¡Ocupémonos del porvenir! y desde el poema, como las metas son arduas y el héroe ha de sortear los obstáculos
que se le oponen con ánimo levantado y canto compartido, lo describe con el ímpetu que la empresa requiere: 237
Mas ande otro criollo pasa
Martin Fierro ha de pasar,
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan,
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.
Aunque distintas sean las nomenclaturas, la búsqueda de la verdad y de la justicia seguirán siendo anhelos de las generaciones. La
existencia de una meta impone la virtualidad de un camino y en
esa dialéctica entre la meta y el camino se cumplen los días del
235
237
172
Vuelta; versos 4 6 1 3 al 4 6 1 6 .
Cf. La revolución de la persona.
Ida; versos 25 al 30.
hombre. Por intransitable que el camino parezca, la meta continuará movilizando a los conjeturales caminantes.
Montado en un moro de número o en un maltratado reyuno,
Martín Fierro continuará su galope ilimitado y en la lucha desigual
que ía sociedad le impuso, por adversa que sea la coyuntura que
deba soportar optará por la vida: 238
De este modo nos hallamos
empellaos en la partidano hay que darla por perdida
por dura que sea la suerte;
ni que pensar en la muerte,
sino en soportar la vida.
Como el galope ilimitado de Fierro, el discurs.o hernandino nos
ha dejado innumerables lecciones. Sería ingenuo pretender alambrarlas, pues sucesivas generaciones de lectores continuarán saltando el imaginario cerco, y nuevos encuentros con sus jóvenes textos
seculares engendrarán nuevos y distintos diálogos,
Hay sesiones que comienzan pero cuyo fin es inaceptable admitir.
EL COMIENZO DE LA POSTERIDAD
En ia sesión del 26 de octubre de 1886, 2 3 9 el senador Fonrouge
propone un homenaje que, aunque teñido por la previsible retórica, cumple con el propósito impuesto por la circunstancia: "La
banca, que el talento del legislador ilustre convirtiera en tribuna de
prédica insuperable y de ideas ejemplares, queda como el pedestal
vacío que interroga al futuro".
La "originalidad" del proyecto de decreto de honores resulta
realmente abrumadora. Transcribamos el Artículo 2o : "Costeará
— el Senado de la Provincia— una chapa de bronce con la siguiente
inscripción: "El Senado de la Provincia a José Hernández, autor de
Martín Fierro".
238
239
Vuelta; versos 331 al 336.
P.P. de J.H.;T.II, p. 809.
173
Convengamos que en ciertas ocasiones no cabe la originalidad y
que los lugares comunes —no recordamos quién lo dijo— resultan
cómodos pues son como vehículos que nos llevan a todas partes.
También del senador Fonrouge son estas palabras: u L a muerte
del senador Hernández deja un vacío en este Cuerpo, donde estábamos acostumbrados a oír su palabra siempre autorizada.
"El senador Hernández se halla evidentemente en el caso en el
que la Constitución permite que se hagan estas manifestaciones de
gratitud postuma. No sólo como legislador, sino como poeta nacional, su obra ha influido en las costumbres de manera decisiva. Esta
obra popular conocida como Martín Fierro, es una creación inmortal que dará eterna fama al nombre del autor"
Debe reconocerse que Fonrouge dijo más de lo que se atrevieron
a decir la mayor parte de los intelectuales de la época. Entre ellos,
corresponde destacar el discurso pronunciado por el general Lucio
V. Mansilla al despedir sus restos, y del cual transcribimos un párrafo realmente memorable: 2 4 0
" N o sé si el genio consiste en tener mucha o ninguna originalidad, en ser el representante genuino de una tendencia, de un sentimiento, de una pasión nacional, de un momento dado de la historia".
Mansilla, en estas pocas palabras resume las diversas aristas de
la genialidad, pues más que las alternativas que ofrece, quizá es la
reunión de t o d a s - y esto es aún más visible en el caso de nuestro
poeta— las que realmente definen la grandeza de Hernández.
Con valentía, y afrontando la superficialidad de muchos prohombres de la cultura, Mansilla prosigue:
"Afirmo que cuando haya sido sepultada en el polvo del olvido
la fama de muchos de nuestros grandes hombres, persistirá en la
memoria del pueblo el nombre de Martín Fierro, y que José Hernández no habrá muerto, aunque sus despojos se hayan desvanecido"
Previsión cumplida: Martin Fierro, como ya lo fue en vida de su
autor, continúa siendo el libro más difundido de nuestra literatura.
Asimismo, nos parece oportuno transcribir parcialmente el
juicio de Juan José García Velloso, publicado el 22 de octubre
d e ' 1886 en "La Prensa Española" y que, al día siguiente, fue
transcripto en "El Nacional": "Cuando hayan desaparecido del
mundo los mal llamados sabios e inteligentes que tuvieron y
tienen en muy poco tus improvisaciones, cuando hayan muerto,
como tú, esos grandes capitalistas y esas improvisadas fortunas
que deslumhran con su efímera grandeza, las coplas del trovador
P.P. de J . H . ; T . III, p . 29. El citado discurso del general Mansilla, fue pronunciado en el acto de inhumación de los restos, es decir, el 23 de octubre de 1886.
174
modesto continuarán viviendo para no morir nunca. Tu musa (. . .)
sintetiza la gloria de la poesía popular".*
La oralidad del poema es, sin duda, una de las características
que más contribuyó a su popularidad. Este aspecto fue bien observado por Rodolfo Borello, 241 quien escribe: ". . .es la voz y las voces de los personajes lo que carga de lirismo el poema. Este nivel
de comunicación (el subrayado es nuestro) con el lector es el que
da un tono íntimo y a la vez distanciado; como parte de la comunicación oral eso supone una cercanía, una inmediatez con el que
escucha, mucho mayor que la separación que establece el relato
en prosa".
En nuestra antropología literaria, 242 fundamentamos esta comunicación lograda por el texto poético como resultante de su
cualidad esencialmente dialógica.
Bien sabemos que mucho más que lo " a n o t a d o " es lo que nos^
hubiese gustado "anotar". Quede para la próxima reencarnación la
tarea pendiente. En la actual, apenas si pudimos marcar alguna mínima huella. El criollo entendido que la encuentre sabrá seguir el
rastro.
241
24 2
*
Rodolfo Borello, Poesía y política;
Cf. Antropología
literaria.
Ed. Plus Ultra, 1 9 7 3 .
Juan José de Urquiza, La vida y la obra de Juan José García
Academia Argentina de Letras, 1949. Cf. p . 2 1 .
Velloso;
175
PARA CONCLUIR
No sé cómo concluir estas notas; tampoco sé si es posible concluirlas. Una sucesión de notas no puede pretender erigirse en una
obra cerrada; por otra parte, los textos que intentan continuar su
desarrollo en los lectores, es decir, en conjeturales interlocutores,
sólo en los otros adquieren la posibilidad de nuevos y enriquecedores significados, pues cerrados sobre sí mismos corren el riesgo
de perder su sentido.
El destino de toda textualidad cuya intención sea trascender el
cerco de la escritura, impone mantener un espacio abierto que permita la interlocución, el encuentro denunciado por el diálogo incesante, continuamente distinto.
Enfrentado con estas notas, yo mismo no advierto si debo
continuarlas o interrumpirlas. Sé que pueden proseguir indefinidamente pues han sido originadas en un referente de ilimitada riqueza contextual: ¿cómo es posible agotar el discurso hernandino
manifestado en textos tan ricos como diferentes? Textos reveladores de la presencia vitalmente entrelazada entre el hombre concreto y el discurso poliédrico que lo traduce verbalmente.
Si como quería Shelley, 243 los poetas son los legisladores no reconocidos de la humanidad, Hernández que fue poeta y legislador,
legisló doblemente: su actuación en la Legislatura muestra que la
24 3
Percy Bisshe Shelley, A Defense
of
Poetry.
179
generación del Martin Fierro no fue un hecho casual, ocurrido inexplicablemente, en la vida de un hombre. Tesis que los cultores del
"inconsciente colectivo" rechazarán airados, pues antes que analizar procesos culturales e inserciones sociohistóricas, prefieren situar al poema y al poeta en un misterio, que nada explica y todo
lo encubre.
El ejercicio de la razón crítica no debe confundirse con una
ideología racionalista, que quiere reducir todo el hombre a una
arista rectilínea. Me acerco al hombre concreto que fue José Hernández, gracias a las posibilidades que la riqueza de su discurso me
ofrece. No puedo ni debo privilegiar ninguna de. sus vertientes:
literaria y estética pero política, en el caso del poema; política
--pero social, histórica^ y económica, cultural, en fin— en el caso
de "las prosas del Martín Fierro".
La malla se va tupiendo, y, sin temor a la paradoja, digo que
a medida que se adensa va ganando en transparencia.
Si complejos eran ya los vínculos entre el poeta y su poema,
entre el hombre y el poeta, entre el poeta y ese hombre que fue
"criollo entendido", legislador atento, periodista y político apasionado, hombre concreto, en suma, y, como tal contradictorio,
"patriota sincero e ingenuo" que amó a su país no como a una
entelequia inmarcesible, sino como a una poluta realidad que
debía ser urgentemente transformada, agreguemos a esta enumeración de complejidades —que no- admite suma aritmética— mi
propia e inevitable interferencia.
Es cierto que los textos hablan por sí mismos y por sí mismos
denuncian los perfiles de la realidad que los hizo posibles, pero el
lector de un metalenguaje acepta o, al menos, admite, la existencia de una lectura mediadora entre el discurso hernandino y su
propia lectura. Además, el lector, de un metalenguaje tendrá en
cuenta que el referente del referente con el que se enfrenta es
aquella dura realidad de otrora con la que, presentada en otras
versiones, es preciso luchar sin pasividades suicidas y castradoras: 2 4 4
Hoy tenemos que sufrir
males que no tienen nombre,
pero esto a naide lo asombre
porque ansina es el pastel;
y tiene que dar el hombre
más vueltas que un carretel
244
180
Ida; versos 1723 al 1740.
Yo nunca me he de entregar
a los brazos de la muertearrastro mi triste suerte
paso a paso y como pueda—
que donde el débil se queda
se suele escapar eljuerte.
Y'ricuerde cada cual
lo que cada cual sufrió,
que lo que es, amigo yo,
hago ansí la cuenta mía:
ya lo pasado pasó,
mañana será otro día.
Con coraje, con optimismo, con memoria pero sin encono
(". . .porque olvidar lo malo/también es tener m e m o r i a " 2 4 5 ) , ya
que recordar lo sufrido no debe incapacitarnos para afrontar un
nuevo día, Martín Fierro, desde la alta voz de José Hernández,
ese gigante singular que supo ser padre y amigó, nos enseña la
dura lección del tiempo compartido.
La deshilacliada realidad, le agrega al discurso hernandino una
actualidad que contradice el normal destino de los clásicos: por
eso abandona los inaccesibles estantes de las bibliotecas, donde
se encuentran los libros que es preciso poseer pero que sólo por
azar se leen, para encontrarse en las manos de los argentinos.
Como dije, nada puede reemplazar la lectura del poema pero,
para descubrir sus fuentes, sus raíces intelectuales y vitales, me
introduje en sus discursos de la legislatura bonaerense y en algunos escritos periodísticos. Así encontré, en la presentida unidad
del hombre, la evolución de sus ideas que, especialmente en sus
intervenciones parlamentarias, pueden ser percibidas con toda
acuidad.
Con mi acercamiento al discurso hernandino procuré, antes
que explicarle a los otros —lo que suena como comedimiento
presuntuosa— explicarme a mí mismo la hondura y la altura de un
poema de denuncia, único en los anales de nuestras letras. De ningún modo intenté una obra erudita: muchos son los volúmenes
que integran ya una verdadera biblioteca hernandina.
Además, aunque comprendo que en el proceso histórico la
aparición de la división del trabajo fue un acontecimiento ineludi245
Vuelta; versos 4887 y 4 8 8 8 .
181
ble y, aunque también comprendo que, en el proceso cultural,
resulta igualmente indispensable la división del trabajo, no por eso
deja de ser cierto que si esas divisiones fueron necesarias para el desarrollo de la sociedad, su "consecuencia directa—en tanto se produjo
la fragmentación de la perspectiva globalizadora de la obra, en
cualquiera de los niveles de trabajo que se considere—, es la correlativa fragmentación de la conciencia, es decir, la alienación.
Los eruditos cuya labor admiro —y, hasta cierto punto, envidio— se ven expuestos, por los excesos de la especialización, a que
en los desvíos del pormenor se pierda la percepción totalizadora
de un texto de múltiples referentes extraliterarios.
Lo anterior no debe interpretarse como una manifestación contra los investigadores que tanto han contribuido a la comprensión
de una obra tan rica en giros idiomáticos autóctonos, o en arcaísmos, que cuando no se está en el tema, nos parecen neologismos,
siendo, en cambio, expresiones estrictamente castizas. De gran interés resulta, asimismo, la elucidación de voces provenientes de
lenguas de los pueblos aborígenes, que sólo unos pocos lingüistas
han sido capaces de rastrear y desentrañar. Todos esos eruditos
hicieron posible nuestra lectura directa del texto.
Y de eso se trata, precisamente: he procurado una aproximación
directa, con el apoyo de quienes tanto aportaron para facilitar la
lectura sin tropiezos de un lenguaje que no siempre es fácil de
abordar sin los andadores de los estudios que lo clarificaron; pero
esa aproximación directa —hecha la aclaración precedente— fue
guiada por mis propios trabajos.
La metodología crítica que he empleado, si bien no pretende
excluir otros enfoques, se centra en mi antropología literaria 2 4 6 que,
como estética de la persona, he venido desarrollando desde anteriores textos. 2 4 7
De un modo explícito o implícito, la estética de la persona, en
tanto que estética dialógica, está presente en el análisis del poema
y, asimismo, tampoco es posible distanciarla estética de la persona
de la concepción del hombre concreto como protagonista de un
nuevo humanismo, idea que sostiene una cosmovision secular
conducente a una nueva versión del concepto de persona. 2 4 8
En el marco, sucintamente descripto, debe inscribirse mi concepción del hecho literario, y de todo acto textual, como testimonio de un encuentro y como relación poemática con la realidad.
Un metalenguaje implica el crecimiento de un texto que, aunque nutrido por otros textos, no puede abandonar el vínculo con
1 4 ft
Antropología
literaria (1982).
El poeta en la sociedad de masas.
literaria (1969).
2 4 8
•
Elementos
para una
antropología
• •
Mis remisiones al c o n c e p t o de persona deben tener en cuenta la perspectiva secular, que desarrollo en La revolución de la persona.
182
quien lo elabora y establece. Esto no significa creer en el espontaneísmo del metalenguaje lo que equivaldría a pensar en el crítico
como en un ser prescindiente, alguien que se dedica a atar cabos
sueltos, peor aún, alguien que ata cabos mecánicamente. Todo
frecuentador de metalenguajes sabe que esto es totalmente falso,
pues distintos críticos, elaboran distintos metatextos sobre el
mismo texto generador.
En una visión superficial del problema se puede afirmar que los
críticos sobran, lo que en algunos casos es tan cierto como que la
mayor parte de la producción presuntamente literaria es totalmente prescindible, salvo por el hecho esencial de que asegura la continuidad de la industria gráfica.
Filón de Alejandría 249 enseñó que la Creación es recreada para
cada generación. Con cuánta mayor razón esta idea es aplicable a
las creaciones del hombre. Cada obra, en cada etapa de la historia
adquiere nuevas y distintas significaciones.
Aferrado a mi lápiz/como un náufrago a su madero,250 trato de
encontrarle un sentido a la vida y cuando, como en este caso, me
acerco a la obra de los otros, con la misma sed de significados que,
allá en el horizonte, serán capaces de alcanzarme algún sentido, de
igual modo procuro justificar con este acto la vida que me dieron.
La vida que sismográficamente se va inscribiendo en cada uno de
estos trazos y que te estoy entregando en este callado texto que
espera reencontrarse en tu voz, para que yo pueda sobrevivirme.
Tal vez éste sea el verdadero anhelo de estas notas, aunque no
su declarado propósito.
En una vida que ya comienza a no ser breve, puedo confesar que
la lectura del Martín Fierro fue un amor a primera vista. Sucesivas
lecturas fueron agregando nuevas adhesiones; empecé a comprender —una comprensión emocional, se entiende— por qué lo quería.
Del curso de esas lecturas nació la necesidad de conocer qué se había
escrito sobre el poema y, como resultado, nació una crestomatía
crítica 251 que tuvo en cuenta diversos enfoques que desde la aparición de "El gaucho Martín Fierro" (1872) hasta su centenario, se
habían ido publicando.
Ahora —aunque resulta innecesario aclararlo al lector de estas
notas—, la intención que me guía es muy otra, casi imposible: traté
de lograr un acercamiento al discurso hernandino sin intermediaciones. Como quedó dicho en las primeras páginas, una lectura virgen, como si dijéramos, el grado cero de la lectura.
24
Philo; T h e Loeb Classical Library. William Heinemann Ltd. London,
1929.
José Isaacson, Elogio de la poesía; Ed. Hachette, 1 9 6 3 .
Martín Fierro
Centenario.
183
Bien sé, lo repito, que esto es imposible, pero aspiro a haberme
aproximado a mi propósito o, al menos, a haber logrado un 4 'nuevo" encuentro con Hernández.
Si no es del todo nuevo, lo siento intensamente renovado. En
primer término, porque tengo la convicción que alcancé una lectura no ideológica; y en segundo lugar, porque estas notas confirman
con nitidez que el Martin Fierro no surgió como Palas Atenea de la
frente de Zeus, lo que contribuye a contradecir la corriente irracionalista que proclama la génesis espontánea del poema. Este es el
resultado de un proceso cultural y vital, y no estamos planteando
el problema en términos de un fatalismo determinista, sino como
la resultante posible dentro de determinadas coordenadas históricas y culturales. Por último, el texto muestra la evolución progresista de Hernández que desde las ideas encarnadas en los caudillos,
o sea desde una concepción populista, llega a la necesidad de institucionalizar la República y en su banca en la Legislatura de
Buenos Aires, dicta cátedra de actuación democrática y republicana dentro del amplio y necesario margen de la Constitución Nacional. De ahí, la importancia que tiene su actuación parlamentaria y la especial relevancia con que constantemente se la menciona
en el curso de estas notas. Del populismo a la institucionalización,
tal puede ser el resumen de la trayectoria de las ideas de Hernández, y dada la actualidad del tema, todo lo que se haga por subrayar esa trayectoria me parece poco. Un siglo luego de su muerte,
del populismo a la institucionalización
sigue siendo el fervoroso
reclamo de la República: todo lo otro sólo es corporativismo.
Este encuentro
con José Hernández, que en rigor conduce a
encontrarse con el país, me permitió superar congeladas antinomias, encontrar síntesis esclarecedoras y comprender el tiempo histórico en el que se genera el discurso hernandino. A un siglo de su
muerte, las estructuras feudales denunciadas por Hernández, en
gran parte, continúan existiendo; con ellas se mantiene la debilidad institucional del país, a cuyas anunciadas transformaciones
retóricas mi generación asiste recurrentemente.
Los males que conocen todos, en su hora enunciados por Hernández, con las oscilaciones del caso, pero, a veces, exponencialmente acrecidas, nos siguen aprisionando en el cepo del subdesarrollo. Las "almas sensibles", bien lo sabemos, prefieren hablar de
"países en vías de desarrollo" y otras, mas "sensibles" todavía,
enceguecidas por una soberbia xenófoba, cultivan —tal vez sin darse cuenta— una verdadera autofagia, pues creen, o simulan creer,
en la posibilidad de un retroceso a las épocas de la colonia, que
sólo podría conducirnos a nuestra desaparición de la faz de la
tierra.
El nuevo encuentro con Hernández —que estas notas procuran,
no con un afán de ingenua originalidad sino con el deseo de una
184
visión coetánea que, aunque personal, por estar inscripta en el marco social, establece una dialéctica como corresponde a una propuesta dialógica- me ha facilitado la visibilidad del país.
Quienes procuran empantanarlo en la ciénaga usufructuada por
los tahúres del oportunismo populista, cubren sus ambiciones de
vuelo rasante y de corto plazo con sus banderas corporativas. Estas
pueden resultar seductoras para lograr la adhesión de masas codificadas por un largo medio siglo de propagandas corruptoras, diagramadas por una pedagogía consumista, y deterioradas por un sistema educativo que al anteponer un ilusorio reparto de bienes que
previamente no se han producido, acelera la centrifugación del populismo a niveles de ideología nacional.
La corrupción llega al punto que quienes, de hecho, consciente
o inconscientemente, elaboran políticas al servicio de la dependencia —pues eso es lo que hacen quienes destruyen los laboratorios,
las universidades y los institutos de investigación— suelen cubrirse
con la bandera de un nacionalismo ficticio y denuncian toda posibilidad de crecimiento como una deleznable y detestable declaración de fe materialista. Esos voceros de un idealismo "desencarnad o " son, en rigor, los sepultureros de la esperanza.
Para que el país soñado por Hernández florezca y fructifique,
debemos tener —como él la tuvo— una memoria prodigiosa, pero
no una memoria castradora que actúe a modo de contrapeso para
arrastrarnos hacia un pasado irredimible, sino una memoria que
nos evite la reiteración de errores que ya no estamos en condiciones de repetir. El ejercicio de esa memoria al servicio del futuro se
canalizará en el sentido comunitario que debemos consolidar: sólo
un acendrado sentido comunitario profundizará nuestras raíces y
dará sentido al único patriotismo posible, el patriotismo capaz de
afrontar las nutricias tinieblas raigales y continuar el indefinido
crecimiento hacia la integración con la universalidad que la historia contemporánea nos muestra como un imperativo de nuestra
época.
La aproximación a José Hernández, muestra que el espíritu
comunitario no es otra cosa que el amor a cada uno de los hombres con los cuales compartimos un destino. En un sentido más
lato, pero no menos cierto, en este mundo tan dividido por intereses e ideologías, nos iremos acercando cada vez más a la idea
de un único mundo y, en ese momento, el espíritu comunitario
adquirirá su verdadero sentido universal, pues, en última instancia, común en sus similitudes y en sus aparentes diferencias, es el
destino de los hombres. Ninguna latitud geográfica, ninguna pe tite
histoire, por mucho que la inflen los miopes de siempre, cambiarán la biología ni la metafísica.
*
*
*
185
Toda travesía debe afrontarlos riesgos de la tormenta: 2 5 2
No te trabes lengua mía,
no te vayas a turbar—
naide acierta antes de errar,
y aunque la fama se juega,
el que por gusto navega
no debe temerle al mar.
Espero que ese naide acierta antes de errar, preanuncie nuestro
acierto como Nación, luego de haber errado tanto. Para ello es preciso abandonar las distorsiones populistas y el amplio espectro de
sus variantes: desde el autoritarismo demagógico hasta el totalitarismo manipulador de masas cosificadas. Es hora de liberarnos de
quienes a toda costa pretenden mantenernos anclados en las coyunturales anécdotas de la historieta, para surcar el mar de la historia con nuestro perfil de comunidad diferente. Formulación que
dejará de ser una expresión de deseos cuando se concrete en construcción colectiva.
Y abandono estas notas seguro que José Hernández nos está
echando una cuarta.
252
186
Vuelta; versos 4277 al 4 2 8 2 .
ÍNDICE
Para comenzar
Una lectura virgen
Poesía y denuncia
Los epígrafes del poema
Función dialógica del texto poético
..
'.
Una payada singular
Actualidad y vigencia del poema
En la Legislatura de Buenos Aires
Poesía y política
Belleza y verdad: lo estético como concepto englobante . .
Libertad y progreso
La pampa, escuela de Hernández
Una perspectiva antihistórica
"Atraer capitales"
El nacional-populismo
.
El todo singular y el todo social
Hernández y su pedagogía "represora"
Hernández liberal
El encuentro o la ontología trascendental
Buenos Aires capital
Clarividencia de Alem
Rosas visto por Hernández
Mitre y Sarmiento en el discurso hernandino . . . . . - . ,
"Fe en nuestro porvenir"
Hernández denuncia "la patria financiera"
La iniciativa personal y las reformas nacionales
Los privilegios feudales
Los derechos de la persona
Educar para producir
" ¡Ocupémonos del porvenir!"
Cuando los deseos se adelantan a la realidad
Desde la perspectiva de un historiador
La difusión de un libro de Alberdi
Positivismo e importación de tecnología
1
13
15
18
23
29
36
45
47
.55
59
61
62
63
69
71
73
76
77
81
88
90
93
96
100
102
109
113
115
117
120
123
126
130
L,as aristas de lo cotidiano
Política cultural
La lectura como reescritura
De la enseñanza técnica y la correcta conjugación
La inmigración
La riqueza paleontológica
La filología en el Senado
La educación no es una cosa mecánica
Fuertes en el interior, respetados en el exterior
-.
La educación común y la cultura
Política y justicia . . . . . , . . .
El racionalismo del legislador progresista
¿Ideólogos complacientes o intelectuales contestatarios? . .
La incorporación de nuevas tecnologías y el proteccionismo británico
Ultima sesión
El comienzo de la posteridad
Para concluir
190
134
137
141
143
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151
153
155
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