despues de la lluvia maria julia luco de esteves

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DESPUES
DE LA
LLUVIA
MARIA JULIA LUCO DE ESTEVES
(Año 1989)
INDICE
PRIMERA PARTE ............................................................................. 2
DE LA VIDA I ................................................................................. 3
DE LA VIDA II ................................................................................ 3
DE LA VIDA III .............................................................................. 4
DEL HOMBRE................................................................................ 4
DE LOS LUNES ............................................................................. 5
DEL PASAR ................................................................................... 5
DE LA SALVACION ....................................................................... 5
DE APARIENCIAS ......................................................................... 6
DE LOS PASOS ............................................................................. 6
ISLAS.............................................................................................. 7
DE LA LUZ ..................................................................................... 7
DEL SOÑAR ................................................................................... 8
DEL MORIR… UN POCO CADA DIA ........................................... 8
DE LA SOLEDAD........................................................................... 9
DE LA PALABRA........................................................................... 9
LABRIEGO ..................................................................................... 9
DE MARIONETAS........................................................................ 10
DE AUSENCIAS........................................................................... 10
DEL OLVIDO ................................................................................ 11
SIEMPRE (O POR LA VIDA) ....................................................... 11
SEGUNDA PARTE.......................................................................... 12
REGRESO .................................................................................... 12
CENIZAS ...................................................................................... 12
LA BUSQUEDA............................................................................ 13
LA LETRA DERROTADA ............................................................ 14
UNIDAD ........................................................................................ 14
EL CALDERO............................................................................... 15
RUEDAN ROSTROS.................................................................... 16
Y NO LO SABEN.......................................................................... 17
EL CAMINO.................................................................................. 18
HERMANA MADERA, HERMANO HIERRO............................... 19
LA SEQUIA .................................................................................. 20
EL SILENCIO ............................................................................... 21
EL ECO......................................................................................... 22
NIÑO MIO ..................................................................................... 24
TERCERA PARTE .......................................................................... 26
CANTO AL OTOÑO ..................................................................... 26
CANTO A SAN LUIS.................................................................... 27
CANTO A LA PATRIA ................................................................. 29
CANTO AL PUEBLO ................................................................... 31
PRIMERA PARTE
Gracias
Y la lluvia fecundará la tierra
y por sus eras yertas y dormidas
ondearán sobre el surco de la tierra
oro de mieses bajo el sol del día.
Lluvia de gracia bautismal y buena,
también el alma a veces necesita
cuando su solitaria y muda yerma
alas y cantos, bajo el cielo, olvida.
Y si un milagro azul en gotas claras
hiende la sombra y le ilumina vida
desatan los jinetes de la niebla.
El agua funda el tiempo de la siembra.
¡Primavera vendrás! El sol dilata.
La sementera del pecho está bendita.
DE LA VIDA I
Nos sitiaron un tiempo definido,
un espacio entre todos los espacios
y fuimos conminados a vivirlo
con buril mimetizando, en mano.
Microcosmos de geómetras perfectos
equilibrio en punto sostuvimos.
Solos estamos y estaremos solos
del principio al final – Pascal lo dijo –.
En cada cofre, la angustia y el secreto.
Las alas remontando tras los vidrios.
El espejo rompiendo en carcajadas
reflejando la sombra arrebujada.
Y aún con nuestra cruz y su tormento,
porfiaremos, que es libre el albedrío.
DE LA VIDA II
No miremos la vida tras el vidrio
ni la engañosa mueca del reflejo
rompamos esta pálida agonía,
caricatura o sombra del espejo.
Libertemos la luz de las raíces
que nos trepan alondras por el pecho
y abramos las mañanas con las manos
despojando mortajas del Averno.
El alma es libre. El corazón sujeto.
Gris en la rama aletargado invierno.
Alzará otra vez sus flacos dedos
y una violeta trenzará los ciclos.
Aquí la vida y Ahora la fundemos.
Que las máscaras caigan en silencio.
DE LA VIDA III
“El hombre es grande porque conoce su miseria”
PASCAL
“El hombre oscila entre el ángel y la bestia”
PASCAL
“El hombre ciudadano de dos reinos”
SAN AGUSTIN
Rescatemos la vida para el hombre,
elemental, universal, pensante.
Grande, solo, que asume su miseria
arrastra en bestia y purifica en ángel.
Desgarremos el límite que imponen
los sepulcros, el tiempo, las edades.
Fundado “ciudadano de dos reinos”
de la Tierra y del Cielo, indubitable.
Paradoja sutil o genial broma
sus plantas en el barro claudicantes
con los brazos en cruz; y en el velero
de los ojos que rompen hacia el cielo.
Sed, de infinitos. Es el ser del Hombre.
Sorbo de eternidad en sus instantes.
DEL HOMBRE
Azul ensueño más desvelo fuiste,
astilla y rezo en varoniles labios,
temblor de luna en una casta frente,
rosa de carne abierta en un regazo.
La luz tu día. La vida en un vagido
retoño a vara, presintiendo el árbol.
Redenta historia, la progenie, el hijo,
la huella abierta y el dolor fundado.
Frente a la vida tu talla ha erigido
una estatura de riesgo y de milagro.
Sueñan lejanos cielos tus alondras.
Silencia el polvo en la piadosa copa.
Rotundéz de la estirpe. Hombre. Destino.
Dolor de Cristo, cruz, madera y clavos.
DE LOS LUNES
Y el lunes abrirá su itinerario
astillado de inercias y premuras.
Preludia en las veredas del presagio
el cálculo, el azar. Y la pregunta.
Cosmopolita lunes. Los horarios
baten fibras, arbitrios y desnudan
relojes de neblina. Es el gregario
afán de abrir sobre la tierra dura,
unidos por los dedos y el costado,
un día de esperanza o de tortura.
El comienzo de todos los comienzos
o el fin de fines que es igual intento.
Y el sardónico lunes heredado
mueca será de irónicas venturas.
DEL PASAR
Van rodando las huellas pasajeras
y los nombres, templando con sus lanzas
epitafios, en lápidas de arenas.
¡Y el carrousell que insiste sus volandas!
Es desmedido el brazo de la tierra
inexorable el opus de la nada.
Sólo una chispa. Y el tiempo reverbera.
Río fatal que indubitable pasa.
Registro inscripto donde “el logo” impera
en padrones precisos. Las palabras
con su siembra, de granos infinitos
apuestan las certezas. Y el destino,
evasivo supuesto, azar, estrella
en pertinaz mudez, trenza la trama.
DE LA SALVACION
Insistimos la huella y los espacios
los absurdos, las pujas, los umbrales,
la cúspide del sol en el sollozo
el aljófar, las alas, los fanales.
Y blandiremos nombres y el esbozo
que delínea al ser y sus ropajes,
un linaje de historias y de Olimpos
en la tierra de todos, que es de nadie.
Más acecha la eternidad ligera
y un poderoso temporal de instantes.
polvo de abismo, polvo de leyendas
compactaremos en todas las arenas.
Sólo nos salva una Cruz. Y el pecho arde
en esta patria secular del hombre.
DE APARIENCIAS
Noche, que el párpado agoniza en flama
la leve lumbre del fulgor de un día,
que todo pasa, el fuego en la ceniza
sueña su ayer y su esplendor de llama.
La luz hacia la lámpara transmigra
hacia su esencia todo se deriva,
sólo nos queda la apariencia vana
con que el sentido al alma complacía.
¿Qué hay de cierto si todo se desgrana
cuando lo toca el dedo que porfía?
Y en la corriente de la vida esclava
se sumergen las dudas y palabras.
y la verdad, como verdad, es nada
y es una ciencia exacta la mentira.
DE LOS PASOS
Pasos y pasos, pasos y más pasos
la maraña del tiempo los enreda
y en sollozos de rezos o blasfemías
la muerte luz aguardan del ocaso.
Flecha silente de invisibles arcos.
Desnuda caracola en las veredas.
Trazo sinuoso de inquietud o espera.
Yacente azul de algún azul alado.
Agonizan de brisas y veranos
y del vital torrente de horas viejas.
Pasos que pasan a cercar la nada
y que en la nada tenebrosa quedan.
Penélopes que hilamos la madeja
¿a dónde irán tus pasos y mis pasos?
ISLAS
El prójimo, el hermano. En el sosiego
la historia y las memorias que señalan
ayeres, siempres. Y no supimos, ciegos,
la página leer, inscripta al alma.
Por eso en la mañana el desconcierto,
la vista fija, la expresión helada
y nada por decir… o tantas cosas,
que por ser tantas, quedan sin palabras.
Somos los que somos, o somos sólo
reflejo, estela o pátinas heladas
de estrella errante, en trágico designio,
alejando o juntando los destinos.
O desmanadas islas. Puentes rotos
de inexorable mar, que une y separa.
DE LA LUZ
“Anhelo de la polilla por la estrella”
EDGARD ALAN POE
“El Dios del día azul”
JUAN RAMON JIMENEZ
He fundado la luz esta mañana
tras la sombra de la noche umbría
que aletarga en calvarios y en astillas
y el yo profundo, de la especie humana.
Y las marismas suben a mi playa,
en luz anega la huella peregrina
y bebo su cristal, que purifica
en gracia bautismal de nuevo el alma.
¿De dónde llega la corriente clara
que por las venas va encendiendo el día?
¿del milagro del ser en su epopeya
con el anhelo de polilla a estrella?
O el Dios del día azul que está y reclama
y en campanas de luz, tañe la vida.
DEL SOÑAR
Temeridad de noches en vigilia,
terquedad de los vuelos, de las alas,
inquietud pavorosa de las fibras,
insistencia de estrellas y palabras.
Es de roca, la víscera encendida
en que acrisola el sueño y la esperanza,
tremolando en la fuerza sostenida
que empuja ardiente, que avasalla y clama.
Sueños que sueñan. Vida enaltecida,
blancura de ángel, sobre piel amarga.
Un hechizo de azules en las manos,
un liviano giro en el livano.
Sueños que sueñan. Ascua rediviva
y vuelo alzado en vuelo a los “mañana”.
DEL MORIR… UN POCO CADA DIA
El final determina los principios
Dijo: morir ayer. Y ayer morimos,
para nacer de pie sobre el abismo
al hoy, que talla sol inadvertido.
La vida nos erige sobre el mismo
brocal del pozo, donde ayer caímos.
Sin piedad, con su brazo y con su atisbo
nos sumerge en el mismo laberinto.
Esta noche morir. Así está escrito.
Un poco cada vez, y sin sentirlo,
desgranamos la piel sin pausa o prisa.
A morir y a vivir se nos concita.
Y arrastramos un tiempo persistido
bajo la piel. No habrá perdón, ni olvido.
DE LA SOLEDAD
Espejismo en el espacio abierto.
Voces truncadas, rostros claudicantes.
A la espada se oponen labios yertos
gestos cansados, planta itinerante.
un azogue cristal templa el invierno
cuando acuña la vida en soledades.
La sombra del letargo sin desvelo
es de muerte. El muro inexpugnable.
Crecemos pasos, piel, dudas, anhelos,
en fugas a pretéritos distantes,
a tiempos que alentaron soles nuevos,
a umbrales de cenizas. Y en el yermo
se seguirá tan solo, como “el antes”.
Los pétalos suicídanse en el pecho.
DE LA PALABRA
Y arrancamos con fuerza la palabra
desgarrando las manos, las entrañas,
la rueca de la sangre, donde enreda,
el torrente de fibras, donde calla.
Empalidecen rejas y clausuras
la gubia afila su expresión helada.
Solloza y arde el fuego vocativo
y el vendaval sin arredrarse, canta.
Y somos uno con el mismo fuego,
tempestad visceral, fulgor de llama.
Y en dantesco escenario modelamos
con la gubia de acero entre las manos,
en ofrenda total, desnuda el alma,
la serena vestal de la palabra.
LABRIEGO
Cuanto miro y sostengo en osadía,
es todo lo que anhelo, y lo que amo,
libre de hacerlo soy por ello esclavo,
mi tiempo es lazo y mi luz porfía.
Entierro el puño, en la tierra fría
que calientan lombrices y gusanos,
para pulir diamantes y el arcano
reflujo de la voz. Es la vencida
humana condición, enaltecida
por la Cibeles que en su vientre amargo,
atardece en criaturas y criaturas
todas iguales, todas diferentes.
Arde mi piel de tosca, de simiente.
Soy el oscuro labriego de mis días.
DE MARIONETAS
Y aprendimos de todo, buenamente
los gestos, las maneras, los modales.
A callar, a no hablar, a enmudecernos
por no ser el momento, ni el instante.
A hablar sólo permitidas veces.
La cortesía obligaba y obligaba.
En la madera del pecho se morían
las no dichas palabras, inmoladas.
Y aprendimos también, decentemente,
a no mirar el alma de la gente,
porque era una audacia desmedida
ser uno, ser el yo. Y la pretendida
formalidad de humanas cortesías
nos tornó, marionetas educadas.
DE AUSENCIAS
Porque a veces también desnuda el día,
se descalzan los muros de cementos,
se interrogan las calles, las esquinas,
y el lampo de la tarde es un desierto.
Porque a veces aprietan las espinas,
se suicidan las voces y los ecos,
desmaya la ternura, seca ruina
que bosteza su pétalo en silencio.
Sartré, piadoso, ausencias escribías
nombrándolas: “presencias”. En acierto.
Hoy el Hijo no está, toco su ausencia
hasta desesperar la no presencia.
No está y está. Y se me anuda al pecho
dolor y gozo por su imagen cierta.
DEL OLVIDO
Barro que somos, barro que seremos,
barro que tañe, deliciosa un alma,
chispa en cenizas de un fatal caldero.
Sueño de lumbres. El que un viento aguarda.
Alzó en urdimbres el olvido artero
la envanecida piel; en piel remansa.
Crédulos fuimos del poder, del gesto,
del argumento fiel de las palabras.
Y la voz del silencio en duro acero
segó la diurna esplendidez del alba.
En los ojos vacíos templó el tiempo
la noche oscura y la tristeza larga.
Fragua el olvido, que ya sopla el viento
vencidos somos, en la carne amarga.
SIEMPRE (O POR LA VIDA)
Quiero decir los siempres, porque hay “siempres”,
aunque la flor devenga en polvo o nada
y se plieguen las brisas y las alas,
en un ocaso, un sino, o en la tangente
imprecisión de real o de aparentes.
Voy a jugar con los “siempre”, a cruz o cara.
Voy a gritarlos, por siempre, en la palabra.
Encender y empuñar, cual tea, ardientes.
Porque hay siempres y siempres. Siempre, siempre.
Y la sombra no arredra a la mañana.
Y la espina lastima, más no mata.
Y el cristal es cristal, aunque se empaña.
Y el siempre se alzará en “mi siempre”. “Siempre”
desnudo en su sayal, por siempre: “Siempre”
SEGUNDA PARTE
REGRESO
Regreso de buscar pájaros, en la tarde.
Campanarios solitarios, moretones del azul,
con tus dedos de agujas desmedidas
inscribían los monólogos, o la lengua del exilio.
Charcos, monedas de sol, alzaban
esa lejana tristeza, esa nostalgia,
la hora pedida, de algún día
hallada en la memoria
Así inscriben las rocas con su sueño
en la rugosidad del tiempo
la leyenda de sus orígenes
Entrego mi tiniebla, el temblor, el ensueño.
Todo cuanto poseo
¡Es tan pesada la piedra!
CENIZAS
Navegan las cenizas un Olimpo de mediodías,
de mares danzantes en caracolas mínimas,
de adelfas, lúpulos, orquídeas,
aquerrales...
Nadie creía
y deshojaban tus manos, hoja a hoja.
Tejías cielos, lluvias, encendías cigarras
fundabas la luz y las marismas.
Navegan las cenizas.
Gotas de sol, escudillos de oro
esculpidos en la grama,
que todos pisan,
también encienden la mañana.
LA BUSQUEDA
Arqueros aguzando
la locura, el infierno, los espectros rojos.
Acechanza del arpón,
filos, dientes.
Con los belfos húmedos por el rastreo
de hierbas verdes, buenas,
templos de rocíos,
epifonemas.
Estalactitas o estalagmitas
para hundir en el corazón
y sean
las molineras de los ojos nuevos.
Fustigada piel
en la diástole de la luz.
Clepsidra colmada o vaciada por las lunas.
Los ángeles desnudos de la tarde
con voz de cántaro
señalando minaretes.
Y la mano desierta,
desde su arista, oquedad, punto o línea
tendida a alcanzar
un manojo, un haz, un ramo
de pétalos y estíos
el verso destila y añeja.
Los puñales dislocan la exagerada fantasía.
Hieren a aquél, que los sostiene
aún así… la sangre puede alzar en llama
en coraje, y en sublimada estirpe
de lágrima llorada,
fecundando la tierra para el astro.
LA LETRA DERROTADA
Es la aterida y escuálida, letra, del sojuzgamiento
la que inició la ronda de la urdimbre
donde danzan
entre hidras, asfódelos, olas en timbales rítmicos
pensamientos que alargan sus puntas de pinos
y nervios de navajas afiladas.
La noche no tiene puertas
y es una moneda antigua el corazón del viento.
Naufragio del oboe
de la botella arrojada al mar
de los maderos, y las caracolas donde escribimos
alguna vez
Oráculo de una grave pitonisa
ante la oscura piedra liminar
que soy yo; o fui y no sé
abre el mar su desdentada boca abismal
mientras traga
el efluvio de sal de la marcha cansada
de los pies descalzos, de las flautas
de la voz descarnada en poemas rotos.
Cenizas, herrumbres, hojalatas
¡no manchen, no profanen, no hieran
el vientre grávido, solemne, insondable
del mar…!
UNIDAD
La hora agota su mano de nodriza
ese afán preciso
esa infidencia.
Desgaste de tortuosos calendarios
de hojas – ojos
insistencia para que el día sea día, y transparencias
para que la noche sea noche, y telón caído.
En el granero del Universo
los molinos trabajan
una misma y blanda harina.
Unidad de la tierra y la mies,
de los granos, los panes, las bocas,
las especies.
Unidad del agua para todos,
del sol
para todos,
del viento, el dolor, los ciclos,
lo efímero, lo fatal y lo constante.
Unidad
y el mismo cordón umbilical
siendo en todos, con todos,
el todo.
Cadena y eslabón
en el anillo circular.
EL CALDERO
El alba
los pájaros vocingleros
el aura.
Acorde del sol
a la molicie de las hierbas
a la indolencia de los ojos.
El jacarandá despliega
su sábana violeta
el agua lame solapada
la rugosidad de la piedra
y negros duendes combaten
en la veta subterránea de la tierra.
Las sombras resbalan
entrecruzan reflejos
gimen las estelas
o cantan.
Tiempo
no eres tú, quién se va.
Nos sigues.
Te burlamos.
La inercia es solo
una despojada, deshabitada
y estuprada pitonisa.
El caldero del Universo
hierve
todo es para ser
de un modo
a otro modo
transfiguración
arrebujo
o la frivolidad
cambiando los vestidos.
Así de simple.
RUEDAN ROSTROS
Y van rodando rostros
en la marea de las horas
monedas de países extraños
acuñadas en el cenit
de la frontera de la piel
cofres secretos
universos de distinto sol
distintas lunas
con su cruz
su ventana encendida
de faro solitario.
Nota desterrada en busca
de la melodía inconclusa.
No habrá respuestas.
Insondables, paradójicos
condenados a las mitades
en torres de Babel.
Conjuro extraño
o mayúscula broma.
Peregrinos de soledades
despojados de la otra parte,
la de ángel.
Los espejos
son el cieno, la inconstancia
la boca falaz
que reclama sombras
la burla de los vidrios;
ningún reflejo tallará
la imagen cierta.
Rostros que ruedan
ojos – manos extendidas
y el monólogo,
esa constante, ese exilio,
abierto y solo.
Y NO LO SABEN
Aún cigarras
en la ladera quieta de la tarde
aún el grillo y sus flautas
aún el cielo
y no alcanza
y no basta.
Es tiempo de botones
y otros
son los elementos.
Perspectivas, automatismos
proyecciones.
Exegetas de una biblia
despiadada
han tomado las bridas
de ese magnífico corcel
de sangre pura y raza
que fue la vida, de la vida.
Imperio de la computación
la electrónica
el cientificismo
todo standarizado, dirigido
deglutado
en preciosas latas
cintas de video
periódicos de pesadilla.
La perfección de monstruos
de acero
y el hombre en serie
el hombre robot
desnudado
del derecho al revés
del revés al derecho
y niños de probeta.
Violando el silencio de los astros
alunizajes, satélites
vuelos supersónicos,
se gana el cielo
se pierde el cielo.
Armamentismo, desarme
guerras biológicas,
radioactividad,
desgarramiento, huidas,
la muerte con su mano siniestra
envolviendo el horror,
para renacer en la última
pureza o esperanza:
no ser.
Y el apremio
de tenerlo todo
conocerlo todo
andarlo todo.
Y el todo, una rígida campana
que no cesa de tañer
que ensordece, atrapa
subyuga, aniquila
Voces proclamando ¡libertad!
declamando ¡paz!
y hambre… y no lo saben
hambre en los cuerpos
hambre en las manos
hambre en el corazón
y no lo sienten
y no lo ven
y no lo saben.
EL CAMINO
Lo sostiene el latido preciso;
lo delinea
el agua, el aceite, la sal;
lo inflama
la sed
alzando lastimaduras
y soles soñolientos,
pálidos, espectrantes,
acechos, atisbos.
Mayestáticos
intentamos su umbral
de interrogantes.
No diremos del miedo
de la zozobra de las lunas.
Callaremos el afán de magnolias
y la espera del mesiánico mensaje
bajo el ropaje lírico
de los almendros en flor.
El andar,
símbolo o emblema,
es el designio.
No importa el bagaje.
Somos hombres
sólo eso
sólo para eso
…y basta…
HERMANA MADERA, HERMANO HIERRO
Y la madera
memoria del bosque
memoria del tiempo.
Conversación antigua, detenida,
de las lluvias con los vientos.
Cuna quieta de la noche
indivisa estela de la luna
párpado del sol
corazón de las cuerdas
regazo de los hombres.
Sombra, descanso, amparo.
Y el hierro
dureza mineral, víscera oscura
sueño virgen, negro
visión de virtud, de fortaleza
indoblable, inviolable
mayestático
y el clavo
aguja invulnerada
pura vertical
exactitud, exacta.
Y la cruz
horqueta jubilosa de los pájaros
cruce venturoso de caminos
brazos del encuentro
regocijo
mayúsculo ademán a cielo abierto.
¿Por qué?
¿Por qué mi Dios?
Por qué la Cruz, la madera
el hierro de los clavos!!
¡Si yo soy tu Dolor!
¡Si soy quién
te está crucificando!
LA SEQUIA
La tierra
es una herida lacerante
que retuerce sus anillos
bajo un fuego – sol
languidecidas hierbas
en crespón de matas convulsivas
abaten agónicas;
tortura de hojas y raíces
llega en los ojos de las bestias
piel, gargantas, bocas
abiertas a una cielo
sin respuestas.
No hay reproche
en la desgarrada pregunta tácita.
Solo es libre el viento
el instante prolongado en las arenas
látigo alzado
restallante.
Vórtice de un meteoro maldito
San Luis, empalidece
espera.
¡Agua!... ¡el agua!
EL SILENCIO
Como en un tren de medianoche
deshabitado uno mismo
se arriba
a tu ciudad prometida
de párpados caídos
inexorabilidad del derrumbe
flujo del agua hacia la oscura corriente soterrada
acecho de la sombra
o del sueño
o del abismo
abrazo desmedido de la tierra
después el ultraje
la solapada risa
la burla impiadosa.
Cíclope, Polifemo
la vigilia de tu único ojo
abre callejas de vientres grávidos.
La tierra desova los huevos del insecto
proliferan larvas
ranas escandalosas
hilos de la Virgen.
El grillo en el acorde azabache
intermitente esculpe, el pecho de la noche,
chispean luciérnagas,
crisálidas afanan su adultez de mariposa,
desmembra el fuerte corazón, de la fuerte roca,
trenzan las raíces
embriagan los rizomas.
Seudópodos, cilias, gametos
no detienen el giro impostergable
ni los hemosporídeos
su danza de cuchillos
y una a una, las envejecidas células
desgranas su fin, abriendo los orígenes.
Te entendí: abstracto, religión o mito
nunca: tácito.
Embrión del día primero de la Alta Creación
cuando prístina estrella
todavía no sabía de los hombres
ni del tiempo descendido.
Una nebulosa clara, mostró su Paraíso
y en él, desplegaste tus alas de promisión
y allí quedaste.
Buscamos otra vez
el tren de medianoche
alzamos el gesto del ¡Adiós!
a la ciudad de las neblinas
en el astro o la galaxia intocada.
Nuestras plantas transitorias
retoman el peregrinaje.
La angustia y el secreto, pecado original,
nos signa,
y no pregunta
y no responde.
EL ECO
¡Andar la Casa de la Infancia!
trasponer los portones
y ser otra vez el hombre puro
el niño de las manos blancas
y el corazón de luz
andar el Paraíso Perdido
(el ángel vengador duerme
y en empalidecida niebla
claudica la flameante espada)
Y otra vez
el hechizo con que nos miran
las cosas viejas
con ojos vírgenes, abiertos
lúcidos, patéticos.
El hombre vuelve a ser niño
mordiendo la granada de cristales rojos
la andanada de rocío en los “suspiros”
Las casa viejas y las viejas cosas
nunca nos abandonan.
Los protagonistas ya no están
y en apretado muro
de mortajas violentadas
y silencios desgarrados
algo los fija
y redivivos son los nombres.
No se leen respuestas
solo abren callejuelas de antiguas esfinges
relato de olores, sabores, susurros, asperezas
voces o murmullos.
El Eco es un piadoso espejo de ayeres y presencias.
Y aún está
el fabulario en el techo, bosque hechizado
dragón, duende, Hespéride;
mancha de humedad y de salitre
y la incrédula, atónita mirada del candor.
Trenzan herrumbres;
contorno circunstancial o línea contingente
y el ser allí – siendo.
Extrañas dimensiones
¿Cuántas?
Si hasta las palabras, son facetados brillantes
con infinitos ósculos, soles, reflejos
lucerío inédito, prodigioso
magnífico o maldito
y una larga conversación a puerta abierta.
si cada cosa
una medalla, un rosario, un libro
un escapulario, un guante
es una antigua tibieza
una memoria.
Y no sabemos
si tocamos la seda o el ensueño
la presencia, el mensaje
el Eco.
Y no sabemos.
Y somos esas cosas
y están en esas cosas, tantas otras
disímiles, distantes, diferentes
flotantes o remotas.
Tal vez por eso:
la eternidad.
Tal vez por eso, el
¡Padre nuestro que estas en los Cielos!
Tal vez por eso:
Mañana. No importa
“suspiro” nombre popular que se da a la campánula.
NIÑO MIO
Niño… niño mío
calidoscopio con todos los colores, los tamaños,
los ojos, los cabellos, los olores, las tibiezas,
pléyade de islas o de estrellas
que en abismales adultos e infinitos
engarzas vida y luz
oasis…y retablo
musical caracola donde habitan los duendes del asombro
y en imperceptible liana, me enlazas
al jardín de tus jardines.
Manito y llave
abriendo el cofre de mi corazón
echando a andar la rueca de la risa y el júbilo
por ámbitos celestes
trenzando la ternura, otra vez “ternura”
No sé nombrarte, sin decirte aquí a mi lado
No sé de mis edades, y sí de tus nombres
No sé de mis manos, y sí del ademán
y el hueco aquí en mí brazo para arroparte la caricia.
Desde mí siempre “tú”… desde mí siempre “yo”
y tu pincel en mi paleta para pintar el mundo
el blanco de tu nardo
el rosa de tus rubores
el bronce de tus campanas
el amarillo de tu risa – mis soles,
ebrios girasoles libres en tu viento –
… y la gama de los grises, en tu ausencia,
cuando me dejabas
y era una sola sombra deshabitada
tendida hacia tu ronda inconclusa.
Niño mío… niño de mi sangre
Niño mío… de la sangre de mi sangre
Niño mío… de mi delantal y de mi tiza
Niño mío… de las calles… de las playas… de las plazas
de las sierras
gorrión… gaviota… alondra…palomita tibia
carrousell de moños, delantales, pasitos de luna
ojos, chispas y collares de uvas y veranos.
Trapito de cielo. Ladronzuelo de todo el sol.
Rosa de carne que hiciste de cuna mí regazo
y de mis dedos un largo pañuelo blanco
para secar tus lágrimas y encender las estrellas
en un cielo tuyo y mío.
mi alma está bordada por los hilos de tus manos
y en cordel de pétalos intocados
me aprietan tus brazos.
Transmigraste tu enjambre con sus mieles
tus fanales
tus aljófares, a la cuenca de mi pecho.
Juntos caminamos la vida
tu manito en la mía
“¿Quién llevando a quién?”
- era mi pregunta –
Corríamos salpicados de alegrías
y a veces… ¡cuántas!... la tristeza.
Y yo escribía: “¡Y el cielo no se opone!”
y tus ojos maduraban en el dolor atónito
incomprensible, árido, del desamparo
- la miseria del amor – la peor miseria.
Maldije la tierra de los grandes
el escuálido espectro del silencio
cuando orabas a un Dios, que no escuchaba
y vi el estupro en tus ojos puros
y blasfemé… y alcé los puños
los más duros anatemas
y lloré
en el desierto de los hombres
donde nadie ve las lágrimas,
porque fecundan sólo en el pecho
del día y de la noche hermana.
Y entonces… sólo entonces
cuando el dolor no alcanza
cuando el amor no basta
tu Angel de la Guarda
nos trae otra vez… al Dios cansado
que regresa
a abrirte una puerta… un Camino.
Niño, niño mío
como abren de noche, en el cielo, las estrellas
abres tú, flor silvestre, en este suelo, en tu madre.
Si algún día, tal vez, al alzar tus ojitos no alcancen
las ruedas y las bananas de tu cielo
y rueden en las piedrecitas de la calle
- Y no estemos!
Ha como enseñaba el abuelo
siembra tú la semillita
en el dulce pecho de la tierra.
Es la esperanza, ¿sabes?
Es el sol que alumbra desde abajo
para brotarte los dedos
en violetas, jazmines, azucenas…
en Pureza
que a veces sin saberlo, olvidaron los grandes.
TERCERA PARTE
CANTO AL OTOÑO
Porque eres el tiempo detenido.
Aria triste inscripta en pentagramas
de frágiles soles y melancólicas hierbas.
Te advierto, te vivo, te siento
oráculo de augur, sayal, sandalia
monólogo susurrado
alumbración íntima
como salmo de inciertos calendarios.
Hoja, niño dorado
con la voz prendida en el cenit
de un cielo – red húmedo de escamas
imprecisas, ciegas, volanderas,
reverberando luces tímidas, vacilantes.
Reminiscente
nostalgia de infancias
adolescencias de exiguos fuegos
tiempo de vientres preñados
y senos henchidos.
No hay sollozo… no hay risa
solo eco.
Eco… y el pie desnudo trenzando senderos.
Soledad soledosa.
…y caricia aún enredada en los cabellos
de las viejas manos que nos tocaron la frente
y contaban los cuentos.
Otoño
cruz ardiendo en el pecho de la tarde
campana, bronce, tañido, palomas
aire de mantillas, reclinatorios
Hora del Angelus
y al fin, por fin, el recogimiento y las certezas.
Te escuchan solo los niños
solo los ancianos
te acunan en sus regazos
de inocencias primeras y últimas
libro del devenir abierto en palmas puras
…y entienden.
Cofre, recamado en espacios quietos
cobres solitarios, y pálidas manos solidarias
que solo consiguen unir
las auras templadas de los ojos.
En ti el milagro, el sueño de la bellota
el castañeteo de las bayas
la lluvia de la silícula
el letargo de los bulbos
la altanería de los piñones.
En ti, el dedo de Dios
para ser, para estar.
Haciendo de lo sueños una vida
y de las vidas, sólo un sueño.
Caminas
hacia dentro de ti mismo
y nos comulgas mansedumbre al corazón.
Sol partido
entre lontananzas
y vagido o balbuceo prístino.
Derramas tu copa en la piel
Somos tu hojarasca.
“La vida es sueño” CALDERON DE LA BARCA
CANTO A SAN LUIS
San Luis
anclada nave en el ancho río de la Patria,
aunque perfumado por todas las esencias
de orientes u occidentes,
un mitológico Olimpo de venados y volcanes
desnudos caciques indios
blancas mujeres
y torrentes de lanzas y peñascos
cañaverales y gélidas bocas de sal
salvan tu puerto cierto
y tu congoja de fuerte perdido
Plaza del día madurado a soles
A golpes de ala de paloma
y sueño y lugar aún de los gorriones.
Salpican piececitos niños,
ruedan estaciones, ciclos, grietas de nostalgias
heridas de melancolías
y la risa suelta. Simples lastimaduras
Lázaro…o Ycaro…o Fénix…
solo tus hombres.
Guitarra
en la cuerda de todos los ojos
lúcida y patética herida
corazón de madera y flor silvestre
agreste voz llorada.
Al bajar la noche acercando estrellas
estalla su lira secreta
y el arpegio funda ensueños
en la copa de luna bebida con desesperado sorbo.
Cielo
que baja su azul más azul
por la ventana
donde el hombre de los ojos cansados
trabaja, vibra, ama,
y diafaniza
su piedra elemental
cristal de viajeras aguas marinas
solsticios, equinoccios
caminos
dolorosa rosa de los vientos
estrella del sur.
Tierra, viento
arañazo y rasguño
carne remansando, para sentirse carne
sollozo de arenas, temblor, mechones de hierbas
Cúspide: el Chorrillero
y una carlinga: el corazón y el nombre de puntanos.
Calles
largas como la esperanza, angostas como el miedo
casa, cementos, prolijos hormigueros
donde aún… aún
nos transmutan niños híbridos
mientras descarna la miseria en las esquinas.
Vives pueblo
oigo tu latido apresurado
los desalentados bolsillos,
el cansancio cansado,
la mirada que busca
desatar los nudos del presagio,
la peregrinación del rezo
en el sagrario del salmo y del incienso,
y el hilo celeste remendando la ternura.
¡Ya no responde nada, San Luis
a tu alarido de silencio!
Y en un eco de atávicos martirios
las manos se gastan
despeñando mortajas para abrir el día.
Y amaneces Pueblo
Y la dorada escarcha o antífona del rocío
es el agua
y un bautismo
para blandirnos espada!
“La Patria es un dolor, que aún
no sabe su nombre”
LEOPOLDO MARECHAL
CANTO A LA PATRIA
(…fue un dos de abril…)
Un presagio de soles abatidos
empalidece el cielo de la Patria
y es inútil la palma de laureles
el seibo rojo
la paloma blanca
la Patria ruge
y estremece herido
su corazón de pampas y montañas
de manos juntas, roturando lunas,
de novias niñas
y de madres blancas.
La Patria llama
La Patria altiva su pendón levanta
se aguza el grito
el reto soberano
que envuelve en sombras
el cristal de sus mañanas;
y desgarra la lumbre, la tibieza
el cotidiano pan
el mantel blanco
porque la Patria mi Patria!
mi Patria azul, mi Patria blanca
mi Patria del arado y la semilla
del horizonte inaugural y la torcaza
del vagido y el canto de la luvia,
mi Patria colmenar, panal radiante
de las espigas y las lunas
del sudor y de la vida roturada
en el yunque del tiempo redimido
por la Cruz, en su Luz y su Esperanza.
Mi Patria azul, mi Patria blanca…
ha desvelado su ensueño de palomas
y como herida bestia, del letargo
abre sus ojos rojos de cañones
sus manos de metralla
alza su frente de trueno y de tormenta
crispa su boca de furor y espada
y agrede desde la hondura negra de raíces
con su brazo de vidas inmoladas
al tiempo de la humillación y la vergüenza
cincelando inéditas mañanas.
Patria, Patria, dispara la flecha de las alas
tu ejército de espumas y de arenas
enciende en fuego tu crisol de soles
y cierra al invasor tu hondura de agua,
que el mar resista, enfurecido y bravo
que no cese el fragor de tus oleajes
ni se derrumbe la espuma de muralla!
Que no arredren tus vientos, tus relámpagos
ni tu nieve endurecida y pálida!
No permitas que rasguen o profanen
el vientre de tu océano anchuroso
depredadoras e infamantes anclas!
Patria, defiende la floración de la corola,
la leyenda en huevos de pingüinos,
en promisoria semilla, en pulmón blanco
de gaviotas como antorchas sacras
que pueblan la fecundidad de tu regazo
de vida buena, de promesas blancas.
Patria, defiende el crepúsculo marino
vigila el sueño nocturnal del alba
las briznas acunadas por el viento
el húmedo mecido de las algas,
junta los pedazos de la roca
de la roca herida y desmembrada,
apriétala en la dureza del cristal y el siglo,
en la historia de ayer, nombres ahora,
sueño eterno, en la roca desgarrada,
y álzala incólume, soberbia, majestuosa
como lábaro o símbolo de esta tierra
blanda en la siembra, imponente y dura
cuando defiende su estirpe soberana
Quieren repartirte, Patria.
Para ti las espumas, el canto de la lluvia,
las alas.
Para mi la terquedad azulosa de la piedra
la guirnalda
señera de la noche, de la noche de estrellas
parpadeante de plata.
Quieren repartirte Patria.
Quieren llevarse el claro de la luna
en tus playas
la cara mojada de tu turba oscura
las ciudades de criaturas libres
que hinchan el seno de tus aguas grávidas.
Quieren repartirte Patria.
Alza tu velamen Patria, despliega tu Bandera
ya sopla el viento!
…y el cielo canta…
“Dad al pueblo una razón grande,
y el pueblo será grande”
CANTO AL PUEBLO
(…fue un dos de abril…)
- Fragmento -
Es el hijo pródigo el que avanza
¡Es el Pueblo!
por la tierra caliente de las eras
desde la entraña mineral del surco
desde su estirpe visceral de piedra
desde un grito ancestral que lo concita
antorcha viva, redentor, columna,
torreón, cruzado, centauro, fortaleza
y lo erige dura lanza, aguerrido puño
vástago de la tormenta y el meteoro,
olor a roca, corazón de roca
esfinge de volcán o de centella
ronda de manos, mano innumerable
sangre de luna y pan, cumbre y hoguera.
Es el Pueblo
el Pueblo de la Patria, el mismo Pueblo
que galopó la pampa del venado
y soñó con las últimas estrellas,
que cobijó la luna en las guitarras
que roturó terrones, que fundó la espiga
que domeñó la tierra.
Es el Pueblo que va hacia su destino
héroes anónimos de otros tiempos, próceres
desde el bronce inspiran su grandeza
y desde la tierra donde se ahogó su sangre
le germinan homérica epopeya.
Rosas rojas, rosas de fuego, incendiarias rosas,
le transitan el rumbo de las venas
le conmueven la sangre, aún más rojas
le suben como raíces por las piernas
hasta la catedral de gaviotas que en el pecho
sueltan las alas, que en el azul comulgan
y hacia el azul se elevan.
Como azules y blancas son las alas al viento
de nuestra Bandera sin mancilla
que en el techo del cielo se despliegan.
*** FIN ***
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