12CASTELLA`¥ MA 21.qxd

Anuncio
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Texto en castellano
73
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Editorial
Barcelona y el cambio global
La publicación se complementa con una extensa entrevista con
Xavier Baulíes, Director educativo del proyecto internacional Land
Use and Cover Change (LUCC) y responsable, junto con Jaume
Terrades, Director del CREAF, del éxito que obtuvo la Conferencia sobre el Cambio Global que se celebró en Barcelona
Inundaciones en China, ciclones en las costas norteamericanas,
incendios en el Mediterráneo… Fenómenos que desde siempre
han acompañado la breve historia de la especie humana sobre
la Tierra, pero quizás con una diferencia: la intensidad y la frecuencia que caracteriza el tiempo actual. El riesgo y el cambio son ya
compañeros de la evolución humana en el planeta Tierra.
Precisamente hace unos meses, la ciudad de Barcelona -todos
desean venir a los congresos que se celebran en esta ciudad- reunió
a los más célebres estudiosos del cambio global a nivel mundial.
El Instituto Cartográfico de Cataluña, una de la pocas instituciones científicas del país con prestigio internacional, reunió ecólogos, químicos, biólogos, economistas, sociólogos… que discutieron sobre los cambios en la superficie terrestre. La publicación
Medi Ambient. Tecnologia i Cultura ha querido aprovechar la
concentración de capital intelectual y dedicar este monográfico
al cambio global, destacando su impacto sobre el ecosistema mediterráneo.
Desde aportaciones más generales a otras más concretas, este
número recopila las reflexiones de diferentes investigadores sobre
las últimas tendencias y la claves que explican el cambio global.
El profesor Körner, en un texto divulgativo, plantea los efectos
del CO2 en los sistemas vegetales. El investigador austríaco Gunter
Fischer, que nos recuerda que la historia del hombre, desde los
tiempos bíblicos, tiene mucho que ver con el control y los usos del
suelo, examina nuevas aproximaciones metodológicas y la utilización de la modelización en el estudio del cambio global. Eric
Lambin, de la Universidad Católica de Lovaina, profundiza en la
reconversión, degradación y intensificación de los usos del suelo
en distintas zonas del mundo.
Centrados en el Mediterráneo, tres investigadores catalanes dan
una visión más cotidiana del cambio global. Josep Peñuelas, del
CREAF,nos recuerda que los ecosistemas mediterráneos son todavía menos conocidos y más variables que otros como los de las
zona temperadas, ya que han sido menos estudiados y son más
diversos. Presentan gran variabilidad climática, una gran complejidad topográfica, unos gradientes en los usos del suelo y en la
disponibilidad del agua y una gran biodiversidad.Seguramente,
por todo ello son especialmente sensibles a los cambios atmosféricos, climáticos, de la economía mundial, de los usos del suelo
y demográficos. Ferran Rodà, también del CREAF, analiza los cambios
en nuestras comunidades vegetales. Finalmente, el geógrafo de
la UAB David Saurí nos recuerda que desde, aproximadamente,
la mitad de la década de 1950 a ambas orillas del Mediterráneo, los
diversos integrantes del medio económico y social han experimentado un conjunto de transformaciones muy rápidas que repercuten, y de manera muy seria, en el entorno socionatural tradicional.
•
Lluís Reales
Director de «Medi Ambient, Tecnologia i Cultura»
74
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Utilización del suelo y cambio
global
Eric F. Lambin
Departamento de Geografía.
Universidad Católica de Lovaina
La mayoría de los cambios en ecosistemas
terrestres provocados por la actividad
humana son forzados por la conversión de
la ocupación del suelo, la devastación o la
utilización intensificada del suelo. ¿Existe
algún modo de definir las causas y variables
generales de estos cambios? La respuesta es
”todavía no”, aunque se están llevando a
cabo algunos estudios para idear modelos
que explican los cambios de la ocupación
del suelo causados por la acción del hombre.
Algunos de estos modelos y especialmente
aquellos que hacen referencia a la
deforestación tropical se explican aquí;
éstos demuestran el gran abismo que
todavía existe entre la compleja realidad
condicionada por una gran variedad de
factores y la simplicidad que caracteriza a
los modelos.
A escala global, los cambios de la utilización del suelo
están transformando progresivamente la ocupación
del suelo a un paso cada vez más rápido, principalmente en la zona tropical (Turner et al., 1994; Houghton, 1994). Algunos de los procesos clave de los
cambios de utilización del suelo son la forestación
tropical, la degradación de tierras de secano, la expansión agrícola, la urbanización, la fragmentación del
paisaje, la intensificación de la utilización del suelo
y el abandono de tierras. Estos cambios en los ecosistemas terrestres están estrechamente vinculados con
el tema de la sostenibilidad del desarrollo socioeconómico, ya que afectan partes esenciales de nuestro capital natural como el clima, los suelos, la vegetación, los recursos de agua y la biodiversidad (Mather
y Sdasyuk, 1991). No obstante, todavía nos falta una
visión exhaustiva, global y cuantitativa sobre dónde,
cuándo y por qué tiene lugar estos cambios (Meyer
y Turner, 1994). Mientras nuestros conocimientos
acerca de las interacciones entre los procesos de la
superficie de la tierra y el cambio climático han alcanzado avances recientes (Adger y Brown, 1994; Henderson-Sellers, 1994; Dickinson, 1995), nuestra comprensión de los procesos del cambio de ocupación del
suelo y de su impacto sobre los sistemas naturales y
humanos todavía no es perfecta.
Los principales procesos del cambio en los
usos del suelo
La mayoría de los cambios en ecosistemas terrestres
provocados por la actividad humana son forzados por
la conversión de la ocupación del suelo, la devastación o la utilización intensificada del suelo. El ejemplo más difundido de la conversión de ocupación del
suelo es la deforestación tropical. Se estima que la
conversión de ocupación de los bosques ha alcanzado un promedio de 15,5 millones de hectáreas al
año en el período comprendido entre 1981 a 1990
(OAA, 1995). En muchos casos, la deforestación es
el resultado de cadenas de complejas causalidades
que tiene su origen más allá del sector forestal (Lambin,
1994). La conversión de bosques en la zona tropical
húmeda se debe en gran parte al flujo de carbono
provenientes de ecosistemas terrestres (Dixon et al.,
1994; McGuffie et al., 1995) y contribuye en grandes proporciones a la pérdida de biodiversidad (Pimm
et al., 1995). Otro proceso económica y demográficamente importante de la conversión es la urbanización. Sin embargo, menos del 2% de la superficie
de la tierra puede considerarse « urbana » y sólo un
0,2% posee una densa edificación (Meyer y Turner,
1992).
La devastación tiene su desarrollo más grave y difundido en regiones semiáridas. Abarca procesos como
la erosión del suelo o la salinización del suelo que
a veces son descritas por el controvertido concepto
de « desertización » (Binns, 1990). La devastación
implica un descenso de la base de recursos naturales utilizables y, por ello, afecta directamente al suministro de alimentos. Generalmente está asociada
con mecanismos sociopolíticos que conducen a una
« presión de producción sobre los recursos » (Blaikie y Brookfield, 1987). En una síntesis de las evaluaciones globales más recientes de la devastación producida por el hombre se estimó que un 69,5% de las
tierras de secano en todo el mundo son afectadas por
diferentes formas de devastación (Dregne et al., 1991).
Sin embargo, estas evaluaciones no se basaron en
mediciones sistemáticas y no permiten una derivación de índices de desertización espacialmente desagregados. Existen fuertes interacciones entre la degradación de tierras de secano, la productividad primaria
de vegetación y el clima (Charney y Stone, 1975; Schlesinger et al., 1990).
La intensificación de la utilización del suelo puede
asociarse a sistemas agrícolas, agroforestales o de
pasto. La gestión intensificada de tierra puede basarse
en técnicas como riego, el uso de fertilizantes o la integración de varias actividades de producción (Netting,
1993). Puede ser forzada por la presión demográfica, la demanda de mercado o factores de economía política.
la identificación de los factores de gran escala que
provocan los cambios de ocupación del suelo y permiten la proyección de futuras tendencias. De este modo,
existe la necesidad tanto de análisis comparativos
de los procesos principales de cambios de ocupación
del suelo como de métodos avanzados para supervisar y modelar cambios de ocupación del suelo a
escalas regionales.
Controlar los cambios de ocupación del suelo
Durante el último período (es decir, las últimas décadas) se han recogido sistemáticamente estimaciones cuantitativas del índice de cambio para los ecosistemas del bosque tropical, llevadas a cabo por tres
proyectos internacionales: « Evaluación de recursos
de bosques » (OAA, 1995), « Deforestación tropical
Landsat Pathfinder » (Skole y Tucker, 1993) y « ÁRBOLES » (Malingreau et al., 1995). Todos estos proyectos así como otras evaluaciones de deforestación tropical sobre países como Brasil, incluyen datos obtenidos
por detección a distancia, pero con estrategias distintas respecto al muestreo espacial y temporal de observaciones (Downton, 1995).
La medición de índices de degradación de tierras
de secano es un desafío mucho más complejo debido
a la fuerte interacción entre fluctuaciones erráticas en
la precipitación a causa de la variabilidad climática
y los cambios antropogénicos en la ocupación de
vegetación (Tucker et al., 1991; Helldén, 1991). Hulme
y Kelly (1993) intentaron separar ambos efectos comparando series temporales de un índice de vegetación
obtenido por detección a distancia y datos de precipitación. Llegaron a la conclusión de que harían
falta series temporales de observación más largas antes
de llegar a una conclusión firme. Sólo los estudios a
escala local apoyados por trabajos de campo y por
series temporales de fotografías aéreas y imágenes
por satélite consiguen presentar evidencias convincentes de la degradación de tierras de secano a nivel
local (Lindqvist y Tengberg, 1993; Sefe et al., 1996).
Hasta el momento, no existen intentos de aplicar estas
mediciones sistemáticas a escala global.
Cuestiones de investigación
Desarrollo de modelos para estudiar el
cambio en la ocupación del suelo
La investigación en el campo de procesos de cambio
de ocupación del suelo debería intentar estudiar al
menos una de las cuestiones siguientes:
• ¿Cuáles son las variables medioambientales y culturales que más contribuyen a una explicación de los
cambios de ocupación del suelo - por qué?
• ¿Qué localidades están afectadas por los cambios
de ocupación del suelo - dónde?
• Cuál es el índice de progreso para el cambio de
ocupación del suelo - cuándo?
El estudio de procesos del cambio de ocupación
del suelo requiere una aproximación de tres niveles
(Skole et al., 1994): (i) mediciones directas del índice,
la localidad, estructura espacial y las características
temporales de los cambios de ocupación del suelo;
(ii) estudios de casos e investigaciones de campo para
adquirir nuevas percepciones de la dinámica a escala
local de los cambios de ocupación del suelo; y (iii)
El control de cambios de ocupación del suelo tiene
una mayor utilidad cuando es acompañado por la
comprensión de las fuerzas que causan estos cambios
y por la predicción de sus efectos. La mejor manera
de conseguirlo se halla en el diseño de modelos de
simulación cuantitativos manejables, pero realistas
incorporando los efectos de las variables clave que
fuerzan los cambios de utilización del suelo (Riesbame et al., 1994). Estos modelos poseen tres beneficios potenciales:
• mejorar nuestra comprensión de las causas y los
mecanismos que dominan los cambios de ocupación del suelo;
• generar predicciones de - más bien, suposiciones
lógicas sobre - futuros índices de cambios de ocupación del suelo;
• apoyar el diseño de respuestas apropiadas por parte
de la política.
75
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
La capacidad de modelar estructuras tanto espaciales
como temporales de utilización del suelo es esencial para entender los cambios provocados por los
humanos y los impactos ecológicos.
Hasta ahora, el modelado de deforestación tropical
ha recibido mucha más atención que el modelado de
degradación de tierras de secano. Por ejemplo, Rotmans
y Swart (1991) desarrollaron un modelo de deforestación en relación con el modelo holandés « Modelo
integrado para evaluar el efecto invernadero », abreviado IMAGE. El modelo representa la cantidad de
ecosistemas distintos y procesos de cambio de ocupación del suelo como una función de fuerzas motrices.
Las transferencias de suelo entre ecosistemas son
descritas por ecuaciones de diferencial. Por ejemplo, la cantidad de bosque tropical cerrado es determinado dinámicamente por la cantidad inicial, la
conversión en otras utilizaciones del suelo y el restablecimiento de bosque cerrado. Los procesos de
cambio de ocupación del suelo son representados por
funciones dinámicas algebraicas. Por ejemplo, la
demanda de suelo agrícola depende de la población,
varios parámetros de consumo y producción, y la
degradación del suelo - calculado a través de una
función exponencial negativa. Las funciones logísticas se utilizan para simular el crecimiento de ganado
(que dirige la demanda de pasto), el consumo de
madera dura tropical (que dirige la degradación de
los bosques) y la reforestación. Los resultados de
las simulaciones revelaron que la causa inmediata más
importante de la deforestación es la demanda de suelo
agrícola. También se resaltó la importante función de
la degradación del suelo en la catalización de la deforestación. Sin embargo, el carácter basado en reglas
de este modelo es demasiado sencillo para generar
de forma interna efectos recíprocos en los precios,
la demanda y el suministro de recursos terrestres, y
las medidas de la política.
Mencionando otro ejemplo, Panayotou y Sungsuwan
(1989) construyeron un modelo teórico de la deforestación tropical introduciendo tres funciones de
demanda: la demanda de explotación forestal, como
función de los precios de troncos recogidos en el
mercado, los costes de recogida y un ”coste de usuario” de árboles todavía en pie; la demanda de leña,
derivada de un modelo de maximización de utilidad de consumidor sujeto a una restricción presupuestaria, donde el precio de leña y los precios de
sustitutos cercanos son conocidos; y la demanda de
conversión en tierra agrícola, derivada del comportamiento de maximización las ganancias del agricultor, sujeto a restricciones de función de producción
y precios paramétricos de entrada y salida. Se obtuvo
entonces una función global de deforestación y se
calculó empíricamente un modelo simplificado para
el norte de Tailandia. Las variables significativamente
relacionadas con la ocupación de bosques fueron
la densidad de población, el precio de la madera, el
nivel de ingresos, la accesibilidad y el precio del queroseno.
Se han desarrollado varios modelos de equilibrio
parcial o general de utilización del suelo para describir los intercambios entre el desmonte de suelo para
la agricultura y la conservación o el mantenimiento
de recursos (Walker, 1987; Southgate, 1990; Jones y
O'Neill, 1992). Jones y O’Neill (1992) examinaron el
impacto de decisiones de maximización de ganancias
modeladas en el nivel individual sobre consecuencias medioambientales a escala regional. Varios de
estos modelos subrayan, además de la presión demográfica, los problemas institucionales de regímenes
sesgados de posesión y políticas mal dirigidas de
gobiernos (Sandler, 1993). Los modelos de utilización
del suelo de Von Thünen también se aplicaron para
describir la deforestación periurbana a escala regional (Jones y O’Neill, 1993; Chomitz y Gray, 1996).
El modelo espacial de Chomitz y Gray (1996) aplicado a Belice indicaba que la intensificación de la red
de carreteras alrededor de áreas comerciales proporciona un mejor intercambio entre el desarrollo estimulante y la deforestación minimizante que la extensificación de la red.
Al contrario de la deforestación tropical (p.ej. la degradación de tierras de secano), las interacciones entre
los procesos físicos y antropogénicos que causan
los cambios de utilización del suelo son más complejas que en el caso de desmonte del bosque, y por ello
más difícil de modelar.
Desafíos de investigación
Un desafío principal para los estudios de cambios
de utilización del suelo consiste en el desarrollo de
diseños de modelos que son capaces de conciliar
los conocimientos ricos sobre ciencias sociales, pero
cualitativos y a veces detallados (p.ej. Paarlberg, 1994)
con la necesidad (que en su mayor parte tienen su
origen en las ciencias naturales) de modelos formales que se dejan generalizar y proyectar. Hay un
contraste acusado entre la complejidad de descripciones de los procesos de cambio de utilización del
suelo para estudios de casos (Kates y Haarman, 1982)
y la relativa simplicidad de los mecanismos que se
representan en los modelos. La última subraya de
manera casi invariable el papel del crecimiento demográfico, la expansión agrícola y la accesibilidad, pero
tiende a descuidar los factores relacionados con la
economía política y los estilos de vida así como las
causas geográficamente remotas de cambios de utilización del suelo (Heilig, 1994). Cuando se integran
complejas dimensiones humanas en los modelos de
cambio de utilización del suelo, la mejor manera de
efectuarlo es en forma de modelos conceptual representados con recuadros y flechas (p.ej. el modelo
de percepción de devastación en el Sahel de Lindskog y Tengberg, 1984).
Estas líneas de investigación deberían estimular nuevos
estudios teóricos y empíricos que tengan como objetivo establecer una teoría de cambios de utilización
del suelo a escala regional e incluso global. La disponibilidad creciente de datos de ocupación del suelo
de gran escala gracias a la detección a distancia facilitará la comprobación de nuevas hipótesis. El nuevo
proyecto sobre la Utilización del Suelo y el Cambio
de Ocupación del Suelo (LUCC) del Programa Internacional de Geosfera y Biosfera (IGBP) y el Programa
Internacional de Dimensiones Humanas sobre el
Cambio Medioambiental Global (IHDP) (Turner et al.,
1995) proporciona un marco inspirador para estas
investigaciones.
76
El ejemplo de la deforestación tropical
Según las estimaciones más recientes de la OAA que
se publicaron en marzo de 1993, la deforestación tropical ha avanzado con un índice anual de deforestación
del 0,8%. El índice de deforestación de bosques tropicales es de un 0,6% al año, siendo el índice más elevado
para bosques húmedos de hoja caduca y de la meseta.
La deforestación tropical es un fenómeno variado.
Existe una alta variabilidad en las clases de bosque,
los entornos físicos, las actividades socioeconómicas y los contextos culturales que están asociados con
la deforestación. Los párrafos siguientes intentan identificar algunas regularidades perceptibles de la deforestación tropical - una condición previa para el desarrollo de modelos de procesos de deforestación.
Causas inmediatas
Los agentes principales de la deforestación son ampliamente conocidos (p.ej. Allen y Barnes, 1985; Myers,
1989; Repetto, 1990; Brown y Pearce, 1994) aunque
sea difícil de evaluar su contribución relativa a la deforestación tropical. La deforestación resulta de: (i) cultivos de rozas y quema - tanto por nómadas sin tierras
como por cultivadores tradicionales migratorios, (ii)
planes de repoblación fomentados por los gobiernos,
(iii) recogida de leña y producción de carbón vegetal, (iv) la conversión de áreas forestales para la ganadería, (v) operaciones comerciales de exploración
forestal ineficientes, (vi) la previsión de infraestructura, e (vii) incendios forestales no controlados de
gran escala y de naturaleza excepcional. Williams
(1989) presenta una evaluación completa de estas
causas inmediatas. Amelung y Diehl (1992) sostuvieron que el grado de sensibilidad de la definición
de cambio de bosque tropical - es decir, la degradación forestal o modificación forestal - ejerce influencia sobre la conclusión de cuáles son las causas dominantes para la deforestación de una región
determinada.
Fuerzas motrices
Generalmente se cree que las causas inmediatas de
deforestación son forzadas por una combinación
de algunos de los factores siguientes: el crecimiento
demográfico, el hambre en la tierra, injustas condiciones sociales, régimenes basados en derechos inmobiliarios, políticas mal dirigidas por los gobiernos,
problemas al tomar acciones colectivas, tecnología
inapropiada, relaciones comerciales internacionales, presiones económicas de las que sufren los países
en vías de desarrollo cargados de deudas y corrupción en el sector forestal (p.ej. Myers, 1980, 1989; Plumwood y Routley, 1982; Guppy, 1984; Williams, 1989;
Repetto, 1990; Barbier et al., 1991; Burgess, 1993b).
En términos más fundamentales, la deforestación
rápida coincide con la incorporación de regiones con
bosques tropicales en una economía mundial en expansión (Rudel, 1989). La importancia relativa de estas
causas varía extensamente en lo que al espacio y al
tiempo se refiere. Sin embargo, muchas des estas
causas están enlazadas de manera funcional.
En un informe sobre el cambio global de ocupación
del suelo efectuado por el Programa Internacional de
Geosfera y Biosfera (IGBP) y el Programa Interna-
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
cional de Dimensiones Humanas sobre el Cambio
Medioambiental Global (IHDP) (1983), las fuerzas
motrices de los cambios de utilización del suelo se
clasifican en los grupos siguientes: (1) las variables
que afectan las demandas que se pondrán en la tierra
- es decir, la población y la riqueza, (2) las variables
que controlan la intensidad de explotación de la tierra
- mediante la tecnología, (3) las variables que están
relacionadas con el acceso al o el control de recursos agrarios - la economía política, y (4) las variables que crean los incentivos que motivan las personas individuales que toman decisiones - la estructura
política, las actitudes y valores (Turner et al., 1993).
La identificación de las causas de deforestación requiere
una comprensión de cómo interactúan estos distintos factores en contextos específicos ambientales,
históricos y sociales para producir utilizaciones diferentes del suelo (Turner et al., 1993).
Teorías sobre la deforestación
En cualquier situación particular geográfica y histórica, no existe una sola causa de deforestación. La
deforestación resulta de la interacción de varias cadenas causales que podrían tener sus orígenes en diferentes niveles de organización. Algunos autores han
intentado desarrollar un sistema teórico para entender los procesos de deforestación en términos generales.
Blaikie (1985) y Blaikie y Brookfield (1987) desarrollaron una ecología política regional de devastación. Su modo de enfocar el tema está concentrado
en el gestor del suelo - la(s) persona(s) que toma(n)
decisiones sobre la utilización y la gestión del suelo.
Estos autores advierten que debido a la variedad y
complejidad de las circunstancias no existe una sola
teoría de devastación. Proponen más bien un modo
global de enfocar el problema y proporcionar pautas
sobre cómo manejar pruebas empíricas. La base teórica
de su ecología política regional se halla en el modelo
de periferia núcleo, en las teorías aplicadas del estado
y en la ecología de sistemas agrícolas. El modo de
enfocar el tema de Blaikie y Brookfield explica las
acciones de los gestores del suelo dentro de un
conjunto de relaciones dinámicas del entorno humano
que incluyen las condiciones del acceso a recursos,
el entorno más amplio de tomar decisiones - es decir,
las decisiones de los demás, - la percepción medioambiental de diferentes clases y la capacidad así como
la buena voluntad de gestores de del suelo para
aplicar lo que saben o pueden aprender de los demás.
Desarrollaron una cadena arraigada de explicaciones
de devastación, que sigue jerarquías de escalas geográficas y de escalas de organización socioeconómica.
El análisis empieza, en el nivel inferior, con los gestores del suelo y asciende a niveles superiores considerando las relaciones de gestores del suelo entre
sí, con otros grupos de gestores del suelo en la sociedad más amplia, con el estado y, finalmente, con la
economía mundial. Una explicación exhaustiva de
devastación requiere una clara comprensión sobre
quién toma decisiones de gestión del suelo a qué nivel
y una evaluación de cómo los costes y ganancias
de estas decisiones (p.ej. degradación ecológica o
conservación del suelo) deben liquidarse. El énfasis
principal de este trabajo teórico se halla en la econo-
mía política de las relaciones interactivas entre los
gestores del suelo y los recursos basados en el suelo.
Guppy (1984) que trató la deforestación más específicamente propuso una explicación a varios niveles
de la destrucción de los bosques tropicales. En la
superficie, los factores obvios incluyen el crecimiento
demográfico, el hambre en la tierra, los objetivos
económicos asociados con el desarrollo y una demanda
de productos forestales, que crece muy rápidamente.
Por debajo, se encuentran otros niveles de causas más
decisivas e importantes. En primer lugar, Guppy echa
la culpa a las condiciones sociales bajo las cuales el
suelo adecuado no está disponible para la mayoría
de la gente. Una gran proporción de las tierras de
labrantío de alta calidad se infrautiliza y es retenida
para inversión por corporaciones y absentistas. En
segundo lugar, la deforestación está enlazada con
las motivaciones políticas de élites locales y su desgana
de afrontar realidades: la destrucción del bosque tropical rinde dinero rápido y por ello, evita abordar verdaderos problemas. Y en último lugar, la disponibilidad
de buena gana de fondos mediante préstamos extranjeros ha consolidado una élite rica y corrupta en gobiernos de países más desarrollados, ha fomentado la
planificación centralizada y proyectos de desarrollo
de gran escala que favorecen la destrucción de bosques
y ha estimulado el importe de tecnología inapropiada
y estrategias de desarrollo orientadas al exporte. La
tesis de Guppy pone énfasis en la interacción entre
varias causas de deforestación - sociales, políticas,
economía nacional y global, ideológicas - que refuerzan una u otra y actúan jerárquicamente. Esta teoría
también destaca el contexto internacional de
destrucción de bosques tropicales.
Palo (1987) desarrolló una teoría provisional de deforestación tropical que comprende veinte propuestas que constituyen generalizaciones inductivas sobre
las causas de deforestación. Este autor ve la deforestación tropical y la erosión del suelo asociadas a la
presión demográfica y la depresión rural en un círculo
vicioso. Los factores agravantes son: políticas inadecuadas respecto al bosque (caracterizadas por un horizonte de planificación a corto plazo), servicios públicos inefectivos del bosque (debido a la corrupción
y la falta de tradición y recursos), errores de mercado
en el sistema económico (debido a la propiedad pública
de suelos forestales, falta de competición y precios
bajos y fijos de la madera) y oportunidades perdidas de desarrollo basado en el bosque. Palo razona
que pocos países en vías de desarrollo han sido capaces de traducir la utilización forzosa de sus bosques
en la industrialización basada en bosques que produce
desarrollo. En su lugar, se han exportado grandes
cantidades de troncos. Las empresas y los individuales han maximizado sus ganancias a corto plazo
creando costes externos que deben ser soportados
por la colectividad - es decir, externalidades unidireccionales. A causa de la subvaloración de la madera,
el acceso libre a bosques (institucionalizado o de facto
debido a controles flojos por el gobierno) y el alto
coste de oportunidad privada para determinados suelos
forestales, los usuarios de los bosques tienen pocas
incentivas para impedir pérdidas externas asociadas con la deforestación. Palo concluye que la deforestación en países tropicales se expandirá a una velo-
77
cidad acelerada, a menos que haya un cambio radical de actitudes hacia la deforestación por parte de
los gobiernos nacionales y por personas individuales. En esta teoría, los factores causales de deforestación no están organizados de manera clara en un
esquema comprensivo y jerárquico, ya que, como
Palo ha observado, su relevancia e intensidad varía
según los países y clases principales de bosques.
Desarrollo socioeconómico y deforestación
Desde el punto de vista de desarrollo socioeconómico, no se deberían considerar destructivas y excesivas todas las formas de deforestación. Las sociedades humanas más bien deberían intentar determinar
la cuota óptima de deforestación (Panayotou y Sungsuwan, 1989) – es decir, la cuota de deforestación que
maximizará el valor económico derivado de las utilizaciones de bosques con la obligación de que los efectos adversos ecológicos y sociales de la deforestación
no superen un umbral razonable. Jones y O'Neill (1992)
observan que, incluso si los costes totales de los impactos ecológicos de, por ejemplo, actividades agrícolas se incorporaran e interiorizaran en proyectos de
conversión de bosques, estos impactos no se eliminarían, sino que sólo se reducirían a sus niveles óptimos. Una formulación alternativa del problema sería
maximizar el valor económico neto de todas las utilizaciones de bosques - es decir, la producción de
productos de madera y de no madera, las utilizaciones de sustitución de suelo forestal (p.ej. para agricultura, ganadería o la construcción de presas de agua)
y todas las utilizaciones de bosques en un estado
conservado (p.ej. sus variadas funciones ecológicas, el valor de opción del uso futuro de su biodiversidad, y su valor de existencia) (Barbier et al., 1991).
En ambas formulaciones, el punto importante es el
reconocimiento de costes de oportunidad de bosques
tropicales - es decir, la necesidad de considerar las
ganancias inevitables de las utilizaciones de bosques
de otros modos. La dificultad de traducir esta actitud general en líneas directrices de gestión prácticas para conseguir sostenibilidad procede de: (i) la
falta de datos sobre cambios del bosque reales y sobre
los impactos ecológicos de estos cambios, (ii) la
falta de información sobre los procesos de deforestación y sobre cómo se distribuyen y utilizan estas
ganancias de conversión de bosques y (iii) la dificultad
de medir el valor fuera del mercado de las utilizaciones
de conversión de bosques. Por consiguiente, la gestión
forestal es dominada demasiadas veces por vistas a
corto plazo, lo que lleva a una utilización excesiva de
recursos forestales (Barbier et al., 1991).
Efectos adversos de deforestación
Los impactos ecológicos y socioeconómicos de deforestación son variados y no siempre se entienden bien.
La deforestación tiene varios efectos adversos ecológicos: (i) sobre procesos físicos y ecológicos, p.ej.
la desorganización de régimenes hidrológicos y la
pérdida de protección de cuencas, (ii) sobre los recursos del suelo y del agua, p.ej. la erosión del suelo,
la pérdida de nutrientes y el aumento de cargas de
sedimento en sistemas fluviales, (iii) sobre el clima
local y global, p.ej. el cambio de albedo, los cambios
en el presupuesto energético de superficie y la alte-
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
ración de ciclos biogeoquímicos (como el ciclo de
carbono) que provoca un aumento de CO2 en la atmósfera y otros gases residuales que posiblemente afectan el clima y causan el cambio global de temperatura, (iv) sobre la diversidad y la abundancia de especies
terrestres mediante la destrucción y la fragmentación de hábitats y los ”efectos de margen” que lleva
a una disminución en la complejidad ecológica de
ecosistemas, la pérdida de fondos genéticos no descubiertos de flora y fauna y el empobrecimiento de
los recursos genéticos mundiales.
La deforestación también afecta las perspectivas para
el desarrollo económico. El grupo más afectado directamente es el de las poblaciones rurales en países
en vías de desarrollo que están ligadas de modo
más estrecho a la base de recursos natural para su
sustento y desarrollo económico. El agotamiento de
recursos de madera tiene efectos adversos sobre el
suministro de leña como energía doméstica, sobre
la demanda comercial de productos de madera y sobre
otras utilizaciones tísicas de bosques, p.ej. la caza
de la fauna y la recogida de productos forestales
que no sea madera (como la resina, la miel, los frutos
comestibles, aceites, fibra, nueces o plantas medicinales). La deforestación puede afectar negativamente
la escasez y el precio creciente de estas mercancías.
Sin embargo, hay que compensar esto contra los impactos positivos que la deforestación puede tener sobre
el estándar de vida de la casa, al menos a corto plazo.
La conversión forestal puede asociarse con la creación de oportunidades de empleo, la construcción de
nuevas infraestructuras (p.ej. carreteras), aumentos
de disponibilidad del suelo y un mejor acceso a tierra
cultivable para agricultores pobres. A largo plazo, la
devastación que a veces se asocia con la deforestación tiene impactos negativos sobre la sostenibilidad de agricultura y finalmente causa la emigración.
Bajo algunas circunstancias, algunos efectos adversos de la deforestación puede sentirse muy lejos del
área deforestada, p.ej. mediante el aterramiento de
sistemas de riego en las partes inferiores de cuencas o mediante una incidencia mayor de desprendimientos de tierras o inundaciones.
La deforestación también puede tener ciertos impactos sociales y culturales, p.ej. sobre la diversidad y
estilos de vida culturales, sobre condiciones de salud
mediante la propagación de enfermedades humanas,
o sobre la calidad de vida de poblaciones indígenas. La destrucción de bosques también lleva a una
pérdida de las utilizaciones recreativas de bosques
para la sociedad.
choso y el perjudicial (Turner y Meyer, 1991). Para
citar Brookfield (1991):
”...la alteración no necesariamente es degradación, lo
cual tiene el significado de reducción a un rango inferior (...). No viola la sostenibilidad para indicar que la
conversión de un bosque en tierra agrícola bien gestionada no es una degradación si el producto de la nueva
utilización es de mayor utilidad total y puede mantenerse a lo largo del tiempo."
•
Deforestación y devastación
No obstante, no se debería suponer que el desmonte
forestal constituye necesariamente un cambio hacia
lo peor. Incluso si es irreversible, la alteración de
ocupación del suelo no necesariamente significa la
devastación (Blaikie y Brookfield, 1987). Muchos sistemas de agricultura pueden combinar la cosecha de
alimentos con la producción de energía mediante
madera y la protección del medioambiente. Entre otras
cosas, el concepto de sostenibilidad nos permite distinguir entre el cambio de ocupación del suelo prove-
78
Bibliografía complementaria:
• Adger, W.N. and Brown, K. 1994: Land use and
the causes of global warming. Chichester: John Wiley
& Sons.
• Allen, J.C. and Barnes, D.F. 1985: ”The causes of
deforestation in developing countries”. ‘Annals of
the Association of American Geographers’ 75, 163184.
• Amelung, T. and Diehl, M. 1992. Deforestation of
tropical rainforests: economic causes and impact
on development. Mohr, Germany: Tübingen.
• Barbier, E.B., Burgess, J.C. and Markandya, A. 1991.
”The economics of tropical deforestation”. ‘AMBIO’
20(2): 55-58.
• Binns, T. 1990: ”Is desertification a myth?”
‘Geography’ 75, 106-113.
• Blaikie, P. 1985. The political economy of soil erosion
in developing countries. London: Longman.
• Blaikie, P. and Brookfield, H.C. 1987: Land degradation and society. London: Methuen.
• Brown, K. and Pearce, D.W. 1994: The causes of
tropical deforestation. London: UCL Press Ltd.
• Burgess, J.C. 1993. ”Timber production, timber trade
and tropical deforestation”. ‘AMBIO’ 22(2-3): 136143.
• Charney, J. and Stone, P.H. 1975: ”Drought in the
Sahara: A biogeophysical feedback mechanism”.
‘Science’ 187, 434-435.
• Chomitz, K.M. and Gray, D.A. 1996: ”Roads, land
use and deforestation: a spatial model applied to
Belize”. ‘World Bank Economic Review’ in press.
• Dickinson, R.E. 1995: ”Land-atmosphere interaction”. ‘Reviews of Geophysics’, Supplement, 917922.
• Dixon, R.K., Brown, S., Houghton, R.A., Solomon,
A.M., Trexler, M.C. and Wisniewski, J. 1994: Carbon
pools and flux of global forest ecosystems. ‘Science’
263, 185-190.
• Downton, M.W. 1995: ”Measuring tropical deforestation: Development of the methods”. ‘Environmental Conservation’ 22, 229-240.
• Dregne, H., Kassas, M. and Rozanov, B. 1991: ”A
new assessment of the world status of desertification”. ‘Desertification Control Bulletin’ 20, 6-19.
• Food and Agriculture Organisation of the United
Nations (FAO), 1995: Forest resource assessment
1990, Global synthesis. FAO Forestry Paper 124,
Rome: FAO.
• Guppy, N. 1984. ”Tropical deforestation: a global
view”. ‘Foreign Affairs’ 62(4): 928-965.
• Heilig, G.K. 1994: ”Neglected dimensions of global
land-use change: reflections and data”. ‘Population
and Development Review’ 20, 831-859.
• Helldén, U. 1991: ”Desertification - Time for an
Assessment?” Ambio 20, 372-383.
• Henderson-Sellers, A. 1994: ”Land-use change and
climate”. ‘Land Degradation & Rehabilitation’ 5, 107126.
• Houghton, R.A. 1994: ”The worldwide extent of
land-use change”. Bioscience 44, 305-313.
• Hulme, M. and Kelly, M. 1993: ”Exploring the links
between desertification and climate change”. ‘Environment’ 35, 4-11 & 39-45.
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Entender el cambio.
El uso de modelos integradores
• Jones, D.W. and O'Neill 1992: ”Endogeneous environmental degradation and land conservation: agricultural land use in large region”. ‘Ecological Economics’ 6, 79-101.
• Jones, D.W. and O'Neill 1993: ”Land use in the
presence of an atmosphere externality, with and
without corrective taxes”. ‘Journal of Regional
Science’ 33, 457-480.
• Kates, R.W. and Haarmann, V. 1992: ”Where the
poor live: are the assumptions correct?” ‘Environment’ 34, 4-28.
• Lambin, E.F. 1994: Modelling deforestation processes: a review. TREES Publications Series B: Research Report n°1, EUR 15744 EN, Luxembourg: European Commission.
• Lindqvist, S. and Tengberg, A. 1993: ”New evidence
of desertification from case studies in northern
Burkina Faso”. ‘Geografiska Annaler’ 75A, 127-135.
• Lindskog, P. and Tengberg, A. 1994: ”Land degradation, natural resources and local knowledge in
the Sahel zone of Burkina Faso”. ‘GeoJournal’ 33.4,
365-375.
• Malingreau, J.P., Achard, F., D'Souza, G., Stibig, H.J.,
D'Souza, J., Estreguil, C. and Eva, H. 1995: ”AVHRR
for global tropical forest monitoring: the lessons
of the TREES project”. ‘Remote Sensing Reviews’ 12,
29-40
• Mather, J.R. and Sdasyuk, G.V., 1991: Global change:
geographical approaches. Tucson: University of
Arizona Press.
• McGuffie, K., Henderson-Sellers, A., Zhang, H.,
Durbidge, T.B. and Pitman, A.J. 1995: ”Global climate
sensitivity to tropical deforestation”. ‘Global and
Planetary Change’ 10, 97-128.
• Meyer, W.B. and Turner II, B.L. 1992: ”Human population growth and global land-use/cover change”.
‘Annual Review in Ecology and Systematics’ 23, 3961.
• Meyer, W.B., and Turner II, B.L. 1994: Changes in
land use and land cover: A global perspective.
Cambridge, UK: Cambridge University Press.
• Myers, N. 1980. Conversion of tropical moist forests.
Washington, D.C.: National Academy of Sciences.
• Myers, N. 1989. Tropical deforestation: rates and
causes. London: Friends of the Earth.
• Netting, R.McC. 1993: Smallholders, Householders.
Farm families and the ecology of intensive, sustainable agriculture. Stanford: Stanford University Press.
• Paarlberg, R.L. 1994: ”The politics of agricultural
resource abuse”. ‘Environment’ 36, 7-9 & 33-42.
• Palo, M. 1987. ”Deforestation perspectives for the
tropics: a provisional theory with pilot applications”.
In Dykstra, D., Kallio, M. and Binkley, C., editors,
The global forest sector: an analytical perspective,
London: IIASA & John Wiley, 57-89.
• Panayotou, T. and Sungsuwan, S. 1989: ”An econometric study of the causes of tropical deforestation:
the case of Northeast Thailand”. ‘Development
Discussion Paper’ 284, Cambridge, MA: Harvard
Institute for International Development.
• Pimm, S.T., Russell, G.J., Gittleman, J.L. and Brooks,
T.M. 1995: ”The future of biodiversity”. ‘Science’ 259,
347-350.
• Plumwood, V. and Routley, R. 1982. ”World rainforest destruction: the social factors”. ‘The Ecologist’ 12: 4-22.
• Repetto, R. 1990. ”Deforestation in the tropics”.
‘Scientific American’ 262(4): 36-42.
• Riebsame, W.E., Meyer, W.B. and Turner II, B.L.
1994: ”Modeling land use and cover as part of global
environmental change”. ‘Climatic Change’ 28, 4564.
• Rotmans, J. and Swart, R.J. 1991: ”Modelling tropical deforestation and its consequences for global
climate”. ‘Ecological Modelling’ 58, 217-247.
• Rudel, T.K. 1989. ”Population, development, and
tropical deforestation: a cross-national study”. ‘Rural
sociology’ 54(3): 327-338.
• Sandler, T. 1993: ”Tropical deforestation: markets
and market failures”. ‘Land Economics‘69, 225-233.
• Schlesinger, W.H., Reynolds, J.F., Cunningham, G.L.,
Huenneke, L.F., Jarrell, W.M., Virginia, R.A. and Whitford, W.G. 1990: ”Biological feedbacks in global
desertification”. ‘Science’ 247, 1043-1048.
• Sefe, F., Ringrose, S. and Matheson, W. 1996: ”Desertification in north-central Botswana: causes, processes, and impacts”. ‘Journal of Soil and Water Conservation’ 51, 241-248.
• Skole, D. and Tucker, C. 1993: ”Tropical deforestation and habitat fragmentation in the Amazon:
satellite data from 1978 to 1988”. ‘Science’ 260, 19051910.
• Southgate, D. 1990: ”The causes of land degradation along "spontaneously" expanding agricultural frontiers in the Third World". ‘Land Economics’
66, 93-101.
• Tucker, C.J., Dregne, H.E. and Newcomb, W.W.
1991: ”Expansion and contraction of the Sahara
desert from 1980 to 1990”. ‘Science’ 253, 299-301.
• Turner II, B.L., Moss, R.H. and Skole, D.L., editors,
1993: Relating land use and global land-cover change:
A proposal for an IGBP-HDP core project. IGBP
Report 24, HDP Report 5, Stockholm: International Geosphere-Biosphere Programme.
• Turner II, B.L., Meyer, W.B. and Skole, D.L. 1994:
”Global land-use/land-cover change: towards an
integrated study”. ‘Ambio’ 23, 91-95.
• Turner II, B.L., Skole, D.L., Sanderson, S., Fischer,
G., Fresco, L. and Leemans, R. 1995: Land-use and
land-cover change: Science/research plan. IGBP
Report 35, HDP Report 7, Stockholm: The Royal
Swedish Academy of Sciences.
• Walker, R.T. 1987: ”Land use transition and deforestation in developing countries”. ‘Geographical
Analysis’ 19, 18-30.
• Williams, M. 1989. ”Deforestation: past and present”.
‘Progress in Human Geography’13(2): 176-208.
79
Günther Fischer
Instituto Internacional de Análisis de Sistemas
Aplicados (Laxenburg, Austria)
Existen muchos factores (biológicos,
climatológicos, sociales...) implicados en la
evolución del cambio de utilización del suelo
y ocupación del suelo (LUCC). Hasta ahora,
la mayoría de estos estudios no consideraba
todos estos factores y, por ello, las
predicciones no eran muy fiables. No
obstante, es cierto que los estudios de estos
cambios y especialmente la posibilidad de
pronosticar su evolución y sus
consecuencias todavía no constituye ningún
caso científico. La utilización de nuevos
modelos integrativos podría modificar este
escenario. Actualmente, se están
desarrollando estos modelos en un modelo
llevado a cabo en la China, en un estudio
basado en la ”aproximación al bienestar”.
El cambio en la utilización y ocupación del suelo
ha sido indentificado como significativo para una serie
de temas y asuntos centrales en el estudio del cambio
global del medio ambiente (Turner et al., 1995). Los
cambios de ocupación del suelo están directamente
relacionados con las alteraciones en el funcionamiento
de la Tierra en por lo menos cuatro motivos de preocupación:
• entrañan implicaciones principales para el equilibrio global de radiación y los flujos energéticos,
• contribuyen a cambios en ciclos biogeoquímicos,
• modifican ciclos hidrológicos, y
• ejercen influencia sobre la complejidad ecológica.
Mediante estos impactos ambientales en los niveles
local, regional y global, los cambios de utilización y
ocupación del suelo causados por la actividad humana
tienen el potencial de afectar de forma significativa
y a largo plazo la seguridad regional de alimentos,
la sostenibilidad de los sistemas mundiales agrícolas y de suministro de productos forestales y el desarrollo regional equilibrado y sostenible en términos de
medioambiente.
Introducción
Las implicaciones del cambio global para sustentar la
sociedad humana y su bienestar han creado una sensación de urgencia en la comprensión de las consecuencias. En los últimos años, se ha progresadp mucho
en acoplar y sintetizar disciplinas de ciencias naturales tradicionales. Sin embargo, en primer lugar se
ha prestado demasiado poca atención al estudio de
factores humanos en los tempranos programas de
investigación. El énfasis de las ciencias sociales en
el cambio global ha tratado las diferentes fuerzas motrices humanas como temas relacionados pero separadas. Por ejemplo, existen programas separados
de cambio demográfico, crecimiento de ingresos y
consumo de energía, etc. No obstante, todos estos
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
procesos tienen un único efecto integrativo importante, el de afectar la superficie de la tierra mediante
cambios en la utilización y la ocupación del suelo.
Sólo se ha reconocido hace poco que se necesita una
comprensión mejorada de las fuerzas motrices humanas del cambio global para permitir proyecciones
útiles del futuro estado del sistema de la Tierra.
La comunidad de cambio medioambiental global
ha reconocido cada vez más la importancia del cambio
de utilización y ocupación del suelo y la necesidad
de una aproximación de investigación interdisciplinaria al tema. Este reconocimiento incitó al Programa
Internacional de Geosfera y Biosfera (IGBP) y al
Programa Internacional de Dimensiones Humanas
sobre el Cambio Medioambiental Global (IHDP) a
establecer un proyecto/programa de investigación
cooperativo con la meta principal de mejorar nuestra comprensión básica de la dinámica del Cambio de
Utilización y Ocupación del Suelo (LUCC) a nivel
global, enfocando la mejora de nuestra capacidad
de modelar y proyectar este cambio (Turner et al.,
1995).
Se ha aproximado al modelado del cambio de utilización/ocupación del suelo en por lo menos tres
modos diferentes: mediante los estudios de casos basados en el campo de utilización del suelo; evaluaciones temáticas de las estructuras de cambio de ocupación del suelo; y modelos de pronóstico, regionales
y globales. Aquél muchas veces ha carecido de generalidad y comparabilidad para transmitir informaciones a modelos de macronivel; a éste se le critican por sus supuestos y simplificaciones irrealistas
que excluyen la utilidad para el mundo.
El Foco de Investigación 3 del LUCC (Modelos regionales y globales – Estructura para evaluaciones integrativas) está implicado con la creación de una nueva
estructura para el análisis interdisciplinario de asuntos del suelo a nivel regional al poseer una base teorética razonable y la capacidad de integrar la investigación y modelos de disciplinas de ciencias tanto
sociales como naturales. La implementación de modelos exhaustivos del cambio de utilización del suelo
que son capaces de efectuar simulaciones durante un
período de tiempo de unos 50 años, plantea un número
de desafíos metodológicos. Éstos incluyen la complejidad inherente de los problemas implicados y el
número elevado de agentes y factores que interactúan como el suministro y la demanda de productos y servicios basados en el suelo, la importancia
de aspectos intertemporales, la complejidad de reacciones biofísicas y el papel esencial de incertidumbres principales en la evaluación global de estrategias.
Fuerzas motrices humanas del cambio
La utilización del suelo se limita en su mayor parte
dentro de los límites establecidos por factores medioambientales como el clima, la topografía y características del suelo por una parte y dentro de los límites establecidos por tradiciones, mercados y políticas
por otra parte. El suelo es un recurso indispensable
para la mayoría de las actividades: agricultura,
producción de energía y madera, captación de agua,
ocio y colonización. El núcleo de la historia del hombre
desde las edades bíblicas hasta ahora trata sobre conflictos relacionados con el control de suelo y su utilización.
El cambio de ocupación del suelo es causado por una
multitud de procesos. Los procesos naturales como
la dinámica de vegatación modifican la ocupación del
suelo y se deben a los cambios naturales en el clima
y los suelos o incluso a incendios. Sin embargo, los
cambios de ocupación del suelo causados por fuerzas antropogéncias actualmente son los más importantes y rápidos de todos los cambios (Turner et al.,
1990). Los esfuerzos de proyectar el futuro estado
de ocupación del suelo deben considerar los determinantes de necesidades y actividades humanas como,
por ejemplo, la demanda de productos de la tierra
incluyendo alimentos, fibra y carburante, los determinantes de recursos minerales y energéticos y la utilización del suelo para ocio.
Desde el tiempo preindustrial, las conversiones de
ocupación del suelo principales han ocurrido como
consecuencia de la deforestación para adquirir terreno
para la producción de cultivos y ganado, así como de
la eliminación de madera para leña y árboles, de la
alteración de tierras pantanosas, el desarrollo de infraestructura, la construcción industrial y residencial y la
extracción de minerales. Estas conversiones de ocupación del suelo inducidas por el hombre han dado como
resultado una liberación neta de dióxido de carbono
a la atmósfera, cambios en las características de superficies de tierra y una biodiversidad reducida . Por ejemplo, se calcula que los cambios en la utilización del
suelo provocados por el hombre a través de los pasados 150 años han contribuido más o menos en la
misma cantidad de dióxido de carbono para la atmósfera que la cantidad que ha procedido de la combustión de combustible fósil (Turner et al., 1995).
Los procesos más delicados, las llamadas modificaciones de ocupación del suelo, afectan el carácter
de la ocupación del suelo sin modificar su clasificación general. Aunque las modificaciónes de ocupación del suelo tengan un efecto reducido en escalas
locales, su impacto cumulativo puede ser considerable (Houghton, 1991). Esto es válido para factores
de utilización del suelo como, por ejemplo, arrozales, ganado rumiante o la utilización de fertilizantes,
lo que a nivel local no tiene transcendencia para las
concentraciones atmosféricas de gases invernaderos.
Sin embargo, para utilizar este último ejemplo, puede
representar una contribución significante a las emisiones de óxido nitroso a nivel global, cuando se aplica
el fertilizante de nitrógeno con frecuencia en muchas
ubicaciones.
En la mayoría de los países, las necesidades socioeconómicas de poblaciones rápidamente crecientes
constituyen los impulsadores principales en la asignación de recursos del suelo a varios propósitos siendo
la producción de alimentos y carburantes la utilización primaria del suelo. La grave presión demográfica y la creciente competición relacionada por parte
de diferentes clases de usuarios del suelo subrayaron
la necesidad de una planificación y políticas de utilización del suelo más eficaces. La utilización del suelo
y la protección del medio ambiente sensatas y soste-
80
nibles constituye un problema de gran importancia
para los gobiernos y los usuarios del suelo que están
interesados en la preservación de los recursos del
suelo a beneficio de poblaciones presentes y futuras.
Los investigadores han clasificado las fuerzas antropogénicas que estimulan los cambios de utilización y
ocupación del suelo en varias amplias categorias:
cambios demográficos, niveles de riqueza crecientes,
cambio tecnológico, crecimiento económico y cambio
de la estructura económica, cambios en la configuración política e institucional y tendencias en las
actitudes y valores públicos (Stern et al., 1992; Turner
et al., 1993).
Una fuerza motriz dominante para el cambio de utilización de ocupación del suelo en la mayoría de países
en vías de desarrollo ha sido - y continuará siendo la demanda creciente del consumidor de productos
agrícolas y forestales. La demanda del consumidor
está estrechamente ligada con el tamaño de la población y los estilos de vida personales. Éstos, a su vez,
proceden en su mayor parte de los niveles de ingresos bajo la influencia y la especificidad local de factores culturales. Según la evaluación más reciente de
los NN.UU., la población mundial casi seguramente
continuará creciendo durante varias décadas para
llegar a una población global de unos 9,4 mil millones hasta el año 2050 (variante media de los NN.UU.;
Naciones Unidas, 1997). El aumento demográfico
anual actual de 80 millones probablemente permanecerá bastante constante hasta el año 2015. Es muy
probable que entre ahora y el año 2050 la población mundial crecerá unos 3,2 mil millones de personas - casi todos de ellas serán aportadas a los países
en vías de desarrollo (Fischer & Heilig, 1997).
La urbanización ha sido un fenómeno glboal en las
últimos décadas. Los números rápidamente crecientes de consumidores urbanos determinan cada vez
más la demanda de alimentos, fibra, carburante y
madera. Por ejemplo, en la República Popular China
un 70 por ciento aproximadamente de su inmensa
población de 1,2 mil millones fue clasificado de rural
en el año 1990. Los cálculos indican que esta proporción podría caer al 50 por ciento dentro de las próximas 2-3 décadas, lo que resultaría en una concentración de consumidores urbanos de aproximadamente
750 millones. Una fracción significante y creciente de
producción de la agricultura y silvicultura tendrá
que intercambiarse mediante mercados domésticos e
internacionales. Por lo tanto, se podría pronosticar sin
peligro que el papel de la producción y los mercados
comerciales será cada vez más importante en comparación con el papel que tienen los productores de
subsistencia rural. A consecuencia, las oportunidades
para el márketing, los precios de mercancías y las
contribuciones de producción y las políticas comerciales ejercerán cada vez más influencia sobre las decisiones de consumidores y la asignación de recursos
escasos de suelo y agua por productores y gestores
de tierras.
Durante las últimas décadas, el cambio tecnológico
ha sido crucial para hacer frente a la creciente demanda
de productos de la tierra. Hasta el comienzo del
siglo 20, la mayoría de los aumentos de la producción
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
mundial de alimentos se conseguía mediante la conversión de nuevas tierras en suelo cultivable. Como el
suelo adecuado será cada vez más escaso, con la
fijación de presiones medioambientales y la subida
de los costes de rescate de terrenos, en la mayoría
de las regiones casi todos los aumentos necesarios en
la producción mundial de alimentos tendrá que provenir de cosechas mayores. El progreso tecnológico
en la producción de cultivos ha ocasionado una intensificación tanto en espacio como en tiempo. Las cosechas mayores por héctarea de área de siega han resultado de siembras mejoradas, una mayor aplicación de
fertilizantes, un mejor protección de las plantas y unas
mjores herramientas y mecanización. La intensidad
de cultivos también se ha extendido, es decir, el número
medio de días al año que el suelo se utiliza para la
producción de cultivos ha aumentado; este aumento
se debe al riego y reducidos períodos de barbecho.
Los actores económicos principales – productores y
consumidores – actúan dentro y se adaptan a estructuras legales e institutionales creadas por gobiernos
y agencias internacionales. Las subvenciones y el
sistema tributario crean incentivos y deformaciones
económicos que afectan la asignación de recursos y
los niveles de utilización. En la mayoría de las regiones desarrolladas, rigurosos estándares medioambientales para contaminantes así como los instrumentos legales y económicos para conseguirlos han
proporcionado estímulos para la innovación tecnológica y para la extensificación de utilización del suelo
en áreas sensibles a nivel medioambiental. En pocas
palabras, los asuntos actuales de utilización del suelo
en los campos rurales y periurbanos se derivan frecuentemente de conflictos del medio ambiente frente al
desarrollo. Los políticos y usuarios del suelo se encuentran con dos desafíos básicos: la necesidad de invertir las tendencias de devastación en áreas ya cultivadas mejorando las condiciones y reestableciendo
sus niveles de fertilidad; e impedir la degradación
de recursos del suelo en nuevas de áreas de desarrollo mediante la utilización apropiada (OAA, 1995).
Algunos requisitos de herramientas de
modelado integrativas
Este extenso resumen de impulsadores humanos
del cambio de utilización del suelo permiten caracterizar la tarea de modelado por medio de algunas
características sucintas. En primer lugar, el modelado regional y global de LUCC para el horizonte de
tiempo previsto de 30-50 años y más allá es un
problema multi-agente implicando muchos actores e
los más veces conflictivos intereses diversos. La tarea
tiene una naturaleza multi-factores con interrelaciones complejas, aún no separables en los campos tanto
sociales como naturales. El cambio de utilización
del suelo no puede explicarse en una sola escala,
ya que abarca procesos a escalas distintas y temporales y por eso se debe utilizar un modelado bajo
un esfuerzo multi-escala. Las distintas relaciones
son complejas donde la aparición de retrasos y efectos fuera de sitio es la regla antes que la excepción.
Si añadimos a eso incertidumbres principales así como
la anticipación y adaptación humana, podemos concluir
que el sistema es intrínsecamente imprevisible durante
horizontes de tiempo medios y largos.
Para evaluar el cambio de ocupación del suelo bajo
condiciones casi naturales, uno podría arreglárselas
con el hecho de proyectar cambios climáticos y dinámicas de vegetación. Aunque un cálculo como éste
también puede ser complejo e implicar problemas no
resueltos, con todo es mucho más sencillo como
concepto que proyectar la ocupación de suelo gestionada por agentes humanos.
El modo de los sistemas de enfocar el análisis requiere
una estructura interdisciplinaria donde los aspectos
humanos (impulsadores sociales, económicos y políticos) y las condiciones biológicas y biofísicas (ecosistemas, ciclos biogeoquímicos, sistema de clima global)
se tiene en cuenta conjuntamente con el énfasis en
enlaces y mecanismos reforzantes. Una estructura
LUCC adecuada también debe ser capaz de proveer
interacciones a varias escalas espaciales y temporales. El desafío es analizar las dimensiones globales de
decisiones adoptadas por personas individuales en
un micronivel mediante efectos cumulativos y proyectar cómo los fundamentos (p.ej. económicos, psicológicos, institucionales) para decisiones individuales son afectados por el cambio global
A lo mencionado arriba podemos añadir además necesidades que se consideran indispensables para el
modelado de fenómenos de cambio global, particularmente de cambio de utilización/ocupación del
suelo. Existe un acuerdo general sobre el hecho de
que un modelo para estudiar el cambio de utilización/ocupación del suelo debe ser geográficamente
explícito. La representación geográfica debe tener en
cuenta la diferenciación suficiente de determinantes biofísicos de utilización del suelo, como por ejemplo condiciones climáticas, características del suelo
y forma del suelo. El modelo también debe reflejar
diferencias espaciales de organización social, económica y política, p.ej. regiones de cultivo contra regiones pastorales, o fronteras administrativas nacionales
y regionales. Por ello, se requiere un sistema de información geográfica (SIG) para organizar, manipular
y analizar datos. Ahora se podría pensar en sistemas de información geográfica como una herramienta
para pronosticar el cambio de ocupación del suelo.
El análisis estadístico de datos de serie de tiempo espaciales de alta resolución permite en principio extrapolar tendencias a corto plazo. A pesar de todo, esta
aproximación apenas es justificable para proyecciones a largo plazo de fenómenos de cambios globales.
Estas proyecciones requieren modelos que puedan
hacer frente explícitamente a los agentes de cambio,
sus objetivos, las principales fuerzas motrices y limitaciones.
El estudio del cambio global generalmente significa
ocuparse con fenómenos a largo plazo, es decir, tratar
de efectuar proyecciones para la segunda mitad del
siglo que viene. Bajo estas premisas, la descripcion
de procesos de acumulación de recursos explícita
se convierte en algo imprescindible, dado que las reacciones y respuestas no lineares podrían resultar esenciales. Aquí, los términos 'recurso' y 'acumulación'
se utilizan en el sentido general y abarcan recursos
humanos, naturales, biológicos y económicos. La
acumulación también incluye varios procesos de degra-
81
dación, de naturaleza física (p.ej. erosión del suelo,
degradación de la estructura del suelo, nivel freático)
y física (p.ej. acidificación, salinización, contaminación de los suelos, reducción de la capa de ozono,
nitrificación de aguas subterráneas).
La utilización del suelo trata de gestionar suelo. Por
ello, las unidades de gestión de agentes en control de
suelo necesitan describirse, igual que sus objetivos
y limitaciones y las señales a las cuales reaccionan. La
utilización del suelo tiene muchas facetas. El suelo
puede hallarse en un estado casi natural y puede estar
densamente poblado; puede ser de propiedad y de
uso privado o colectivo. Obviamente, la agricultura
de subsistencia y la agricultura comercial persiguen
diferentes objetivos, probablemente producen una
ocupación distinta del suelo y reaccionan a señales
distintas. Un modelo de cambio de utilización y ocupación del suelo debe prever ambas situaciones.
Los actores en los sistemas sociales y económicos productores, consumidores, instituciones y gobiernos - actúan con más o menos previsión dependiendo
de su flexibilidad que les imponen las restricciones
a corto plazo, la cantidad de información disponible para ellos y sus prioridades inspiradas por normas
culturales y sistemas de valores. Por lo tanto, hacer
frente a la incertidumbre es algo inevitable; y esto
puede ser específicamente relevante en relación con
los recursos de la tierra, no sólo debido a la variabilidad habitual del estado del tiempo, sino también,
por ejemplo, debido a la incertidumbre en el conocimiento de los procesos de degradación medioambiental, la falta de información sobre los futuros costes
y ganancias de inversiones y la incertidumbre respecto
a la futura disponibilidad de recursos. Las decisiones pueden implicar transformaciones irreversibles
del medio ambiente o al menos pueden caracterizarse
como extremadamente costosas en términos de opciones para invertir sus impactos, muchas veces acompañadas por una considerable incertidumbre a la hora
de tener que tomar una decisión en lo que se refiere
a los futuros costes y ganancias económicos así como
a los riesgos mediambientales asociados con una decisión irreversible como ésta. La previsión, la incertidumbre y el riesgo son importantes y parece razonable y práctico para el análisis numérico aceptar una
aproximación dinámcia de dos etapas.
Modelar las fuerzas motrices
El Plan de Ciencias LUCC del IGBP-IHDP (Turner et
al., 1995) lista varias necesidades generales que se
consideran críticas para mejorar los apuntalamientos teoréticos y la suficiencia teórica de modelos para
proyectar dinámicas regionales de utilización/ocupación del suelo, las cuales son:
• llevar a cabo un análisis interdisciplinario de problemas del suelo a nivel regional durante un horizonte
de 30 a 50 años
• desarrollar una base teórica razonable
• integrar y generalizar la investigación de disciplinas científicas sociales y naturales
• presentar resultados relevantes para la política
La participación en la investigación de cambio global
y la comprensión general de que es necesario un modo
innovador e interdisciplinario de enfocar el estudio
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
de la naturaleza del cambio de utilización y ocupación del suelo incitó al Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicado (IIASA) establecer un proyecto
principal de investigación en este campo sobre el
Modelado de cambios de utilización y ocupación
del suelo en Europa y el Norte de Asia (IIASA-LUC)).
La región de estudio del Norte de Eurasia abarca grandes existencias de recursos naturales y tiene una importancia demográfica y económica que es crítica para el
análisis tanto de fuerzas motrices regionales de procesos globales como las implicaciónes regionales de
procesos globales. Al desarrollar un paradigma de
modelado, la imprevisibilidad inherente de los sistemas socioeconómicos y naturales y en particular la
multiplicidad de posibles consecuencias exigió una
aproximación normativa y un análisis de política
comparativo antes que una pronóstico exacto. Por
eso, se adoptó una aproximación en el proyecto, que
permite la representacióin explícita de varias medidas políticas porporcionando así un medio para buscar
‘futuros mejores’, es decir, trayectorías de desarrollo
futuro que puedan aliviar presiones medioambientales mientras mejoren el bienestar humano. El proyecto
subraya la necesidad de estudios comparativos de los
impactos de varios factores demográficos, económicos y políticos en la dinámica de cambio de utilización y ocupación del suelo y pone énfasis en una
especificación de modelo que introduce explícitamente políticas y decisiones de agentes económicos.
La aproximación del bienestar
En los estudios pasados, los mecanismos de interacción entre los ciclos biofísicos y los procesos económicos han sido estudiados en su mayor parte en modelos de simulación dinámicos que siguen cadenas de
causalidades, donde los eventos del pasado y del
presente determinan que pasará en el futuro. A lo
mejor no por sorpresa, muchos de estos estudios han
llevado a pronósticos dramaticos. En muchos casos,
esto se puede atribuir a la rigidez del paradigma de
modelado cuando se supone que los agentes (o actores) cuyo comportamiento se describe dentro del
modelo no son capaces de anticipar el futuro. En
contraste, la perspectiva en la microeconomía normalmente es suponer que los agentes no tienen capacidad de efectuar pronósticos informados y planes que
impiden la probabilidad de un desastre en el futuro.
Esto no puede ser suficiente, ya que incluso las informaciones completas y alternativas individuales racionales no siempre son una garantía para evitar desastres. Los mecanismos de coordinación que predominan
entre agentes económicos, la manera de funcionar de
mercados y la configuración institucional muchas
veces tienden a tener una importancia.
Es relativamente fácil proyectar resultados calamitosos en un modelo a largo plazo; una simple extrapolación de tendencia muchas veces ya basta. Encontrar una trayectoría de resultados deseables para el
futuro evidentemente es más dificil, y también más
desafiante. Para explorar estas trayectorías, el análisis de un programa de bienestar intertemporal proporciona trayectorías ideales (es decir, en el caso mejor)
de demanda, suministro y de asignación del suelo. En
comparación, un escenario en el que no se emprenden acciones o en el que se efectúan los negocios
como de costumbre se especifica para empezar desde
las condiciones actuales y sirve para subrayar algunas de las amenazas a las que el sistema se está enfrentando actualmente. Esta agrupación del futuro entre
escenarios ideales y escenarios más catastróficos se
denomina la aproximación de bienestar.
Desde la perspectiva económica, las interacciones
entre el clima, los recursos del suelo y la vegetación
forman parte de procesos de transformación física de
existencias de recursos y de capital inducidos por
inversiones humanas. Un aspecto importante del análisis económico es que las estructuras y las condiciones de desarrollo e inversión de recursos de la tierra
deberían ser eficaces según Pareto. Esto significa que
el interés se enfoca en soluciones no dominadas, es
decir, que ningún actor (o región) puede estar más
acomodado sin que otro esté peor. En este análisis,
estas inversiones podrían dejar algunas regiones sin
suficientes recursos o podrían privar futuras generaciones. El objetivo del proyecto IIASA-LUC es describir estas trayectorías deseables en términos sociales
y eficaces en términos económicos de inversiones y
de utilización de recursos.
La formulación de un programa de bienestar es el
objeto conceptual de mayor interés de las actividades
de modelado de IIASA-LUC que se está implementando actualmente para la República Popular China
El programa de bienestar está compuesto como un
problema de optimización que maximiza la suma
ponderada de las utilidades de los participantes, es
decir, los consumidores en los ocho regiones económicas distinguidas en el modelo. Existen cuatro clases
básicas de restricción a implementar en un programa
de bienestar:
1. La restricción de utilidad especifica de modo recursivo cómo la utilidad de un determinado grupo de
consumidores en el período t depende del consumo
en este período así como de la utilidad del grupo
en el próximo período. Esto es una caracterízación de
las preferencias de cada grupo y permite la consideración de concesiones mútuas entre el consumo
actual y el futuro.
2. Las restricciones de transformación describen los
suministros netos en el período t y los recursos en
el período t+1 que son factibles en un nivel determinado de recursos en el período t. Estas restricciones proporcionan una caracterízación de tecnologías
disponibles en la economía. Esa determina la capacidad de varios agentes de producir nuevas mercancías con mercancías actuales, mano de obra y recursos naturales. Se puede determinar que la dinámica
de recursos forme parte de esta configuración de
restricciones. En cualquier implementación práctica
para estudios LUCC, una parte importante de la recopilación de datos, del análisis y del cálculo debe dedicarse al hecho de especificar adecuadamente las restricciones de transformación describiendo la tecnología
y dinámica de recursos que dominan los sectores principales de la economía basados en el suelo – la agricultura y la silvicultura. Es un desafío tanto para los
economistas como para los científicos naturales encon-
82
trar maneras mejoradas de incrustar los conocimientos biofísicos y espacialmente explícitos en la especificación de restricciones de transformación.
3. Las restricciones de equilibrio de mercancías garantizan que la demanda de los consumidores no supere
el suministro neto que es factible en la restricción
de transformación y del comercio. Este equilibrio se
determina para cada mercancías y se impone para
cada región. Las restricciones de equilibrio de mercancías permiten aproximarse a la estructura regional
de mercado, representar características específicas de
mercancías e implementar distorsiones en la bolsa de
artículos de consumo. En la solución óptima, las variables duales asociadas con estas restricciones representan los precios de compensación del mercado.
4. La restricción de consistencia se asegura de que
el nivel de recursos utilizado en el período t+1 no
supere el nivel traspasado desde el período t.. La restricción de consistencia debe valer para cada recurso.
Este conjunto genérico de restricciones enlaza varios
períodos de tiempo en el modelo mediante la acumulación explícita de existencias de recursos.
El análisis de bienestar se ha convertido en una herramienta importante en los estudios de modelado aplicados. Proporciona la oportunidad de simular fuerzas motrices sociales y económicas de cambio de
utilización del suelo de una manera metodológicamente rigurosa. La combinación de definir una solución de referencia ideal derivada del programa de
bienestar y de examinar su sensibilidad a reglas miopes
específicas y supuestos conductuales parece ser un
método razonable y relevante para la política de enfocar el estudio comparativo de posibles trayectorías de
cambio de utilización y ocupación del suelo.
Representación espacial
En el estudio IIASA-LUC, la China se subdivide en
subregiones siguiendo un organización jerárquica. El
nivel inferior (es decir, más fino) es definido por
una cuadrícula regular. Mediante el uso de una
proyección geográfica con áreas iguales, las celdas
de cuadrícula tiene una extensión regular de 5 km por
5 km, es decir, 25 km2. El territorio de la China tiene
aproximadamente 9,6 millones de km2, lo que resulta
en más de 380.000 celdas de cuadrícula. Este nivel
espacial bastante detallado se utiliza para evaluaciones del suelo con respecto a características agroecológicas, hidrológicas y biológicas. El próximo nivel
de diferenciación espacial es definido por unas 2.360
unidades administrativas a nivel municipal. Cada célula
de cuadrícula está asignada a exactamente un municipio . La identificación a nivel municipal permite aprovechar el conjunto abundante de atributos estadísticos recopliados por el Departamento de Estadísticas
del Estado. La provincia se utiliza como un tercer nivel
de representación espacial. Los grupos de provinicias
contituyen el cuarto nivel definido como ocho regiones económicas. Estas ocho regiones forman los
componentes básicos geográficos del modelo económico LUC (Fischer et al., 1996). Juntos forman el
total nacional, lo que es el quinto nivel de la jerarquía.
Los agentes en el modelo se identifican en el nivel
de regiones económicas, en el cual se imponen los
equilibrios de mercancías y financieros y se pueden
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
implementar varias restricciones y medidas políticas. Esta característica permite introducir elementos
específicos de regiones en el modelo. La adopción de
decisiones puede representarse también en este nivel
o puede compartirse con el nivel nacional. Los mercados locales, nacionales e internacionales pueden simularse por separado y los flujos netos a o fuera de las
regiones se registran y son distinguidos por necesidades de procedimiento y transportación respectivas.
Esta estructura prevé mucha flexibilidad al modelar
fuerzas motrices que operan a diferentes escalas espaciales y organizacionales.
Aspectos temporales
Una tarea principal del estudio LUC en China es explorar la susceptibilidad de trayectorías de cambio de
utilización y ocupación del suelo a varias políticas,
supuestos conductuales, desarrollos demográficos
y socioeconómicos y condiciones medioambientales.
Por lo tanto, la dinámica es un punto crítico en el
esfuerzo de modelado. El estudio se concentra en
el período de 1990 a 2030; sin embargo, el lapso de
tiempo del análisis comprende el período de 1990 a
2050 que se subdivide en intervalos de cinco años.
De este modo, el modelo posee tiempo discreto con
trece pasos de tiempo, t = 1,...,13. El paso inicial, t =
1, se refiere al aöo 1990 z el paso final, t = 13, al
final del horizonte final, es decir, el comienzo del año
2050.
Una discusión de los aspectos temporales de modelar el comportamiento del consumidor y del productor en la aproximación de bienestar requiere que se
distinga entre dinámicas endógenas del modelo y
exógenas del modelo. El objetivo es describir cómo
las variables de interés cambian con el paso del tiempo.
Los factores exógenos dependientes del tiempo incluyen variables como, por ejemplo, parámetros que
describen el cambio de tecnología de funciones de
producción, cambios en características de agentes
incluyendo cambios de estilos de vida expresadas
mediante cambios de parámetros y formas funcionales del sistema de demanda, o cambios de variables de política como trayectorías de niveles tributarios. Los factores dinámicos exógenos son
implementados fácilmente por la previsión de funciones dependientes del tiempo en el modelo. Su introducción no conlleva ningún tipo de complicaciones
metodológicas esenciales y puede concluirse eficazmente, por ejemplo, mediante una simulación dinámica recursiva. Esto implica computar una secuencia de soluciones de equilibrio de un solo período
para períodos que están relacionados por medio de
la actualización de algunos parámetros y variables
exógenos.
Los factores enógenos en el modelo incluyen componentes como decisiones de asignación de consumidores (por ejemplo, la asignación de ingresos a ahorros
y consumo) y de productores (p.ej. decisiones sobre
inversion y utilización de recursos). Una formulación
de modelo estático es claramente insuficiente cuando
la dinámica depende de factores endógenos.
Estructura del modelo económico LUC
Se han definido ocho subregiones para China basándose en condiciones geográficas/naturales, características demográficas y económicas y subdivisiones
administrativas a nivel provincial. Las regiones económicas (es decir, sus agentes económicos) interactúan mediante el tráfico de mercancías, flujos financieros y flujos de recursos móviles (p.ej. mano de obra
o posiblemente agua). Se ha considerado una representación adecuada de los flujos físicos de mercancías en el sistema de modelo LUC . Hay dos aspectos que valen la pena ser mencionados la
transformación de mercancías mediante el tratamiento
cuando pasan del lugar de producción (p.ej. la granja)
al consumidor y las necesidades de transportación
para salvar las distancias al pasar mercados en ubicaciones distintas.
Para un implementación soluble, algunas simplificaciones deben adoptarse para ambos elementos. Un
método común para reducir la complejidad de una
matriz comercial completa y para evitar un posible
carácter indeterminado de flujos comerciales es imaginar un fondo comercial en el cual todas las exportaciones terminan y del cual todas las importaciones
se originan. Esta aproximación elimina flujos comerciales bilaterales, pero retiene informaciones sobre
costes de transporte así como restricciones sobre rutas
al y del fondo. De esta manera, el transporte se interpreta como un medio de homogenizar mercancías
que se produjeron en ubicaciones diferentes, pero
que poseen características físicas idénticas (Ginsburgh
& Keyzer, 1997). La compensación de mercado se establece en dos niveles, un mercado local en cada una
de las ocho regiones económicas y un mercado en
el nivel nacional que interactúa con economías fuera
de China. Una ilustración del modelo económico
IIASA-LUC para el análisis de cambio de utilización
y ocupación del suelo se muestra en la figura 1.
El diagrama dibuja la estructura considerada para cada
uno de los componentes básicos geográficos del
modelo para China. Las regiones están enlazadas
mediante flujos de recursos y de mercancías (representados como variables Y de tipo diferentes) con una
contabilidad consistente para balances de mercancías
y stocks.
El modelo incluye una componente de desarrollo
de suelo arraigada en la comprensión biofísica derivada de las bases de datos SIG de celdas de cuadrícula. La componente de desarrollo de suelo determina la asignación de suelo a varias actividades cómo
la agricultura de cultivos y el pasto de ganado (representada como utilización del suelo A), silvicultura
(utilización del suelo F), suelo para colonializaciones,
infraestructura e industrias (utilización del suelo N)
y suelo para ocio, reservas naturales o suelo no utilizado (utilización del suelo U). Incluye procesos de
acumulación y degradación de recursos. Aquí, el
término ‘recurso’ se utiliza en el sentido general.
Los recursos incluyen recursos humanos (fuerza laboral L), recursos de agua (representados como E), recursos biológicos (representados como R) y capital social
(representado como K).
Una secuencia de períodos de tiempo se establece en
el modelo. El capital social y las existencias del medio
83
ambiente en el período actual sirven como entradas
en el proceso de producción. Los suministros netos
de bienes de consumo y de niveles de stock al principio del período subsiguiente son los resultados
de producción (representados como salida comercializada QM y producción de subsistencia Y) y actividades financieras (variable representada por I). Por
lo tanto, los recursos mediambientales entran como
entradas en la producción y son, al mismo tiempo,
afectados por la producción y el consumo a través de
procesos de contaminación y degradación medioambiental (representados como flujos XQ y XC).
En el lado del consumidor, se hace una distinción entre
segmentos de población rural y población urbana
en cada región (variables PR y PU). Esta característica
permite diferenciar entre estructuras de preferencia
rural y urbana (es decir, estilos de vida de consumidores) y hacer explícita la migración rural-urbana
en el modelo. Los equilibrios de mercancías y financieros se imponen para cada clase y región de consumidores para asegurar que el consumo (consumo
de subsistencia CS y consumo adquirido en el mercado
CM) no supere el suministro de la producción y importaciones netas (definido por Y + QM + ZQ). Hay
dos variables que están asociadas con las condiciones de compensación de mercado, que representan
precios (representadas como P).
Conclusiones
Las próximas décadas guardan cambios principales
para las economías nacionales y las sociedades humanas. Sin duda, esto también efectuará cambios evidentes de utilización/ocupación del suelo y ejercerá presiones sobre los ecosistemas y la integridad del medio
ambiente. Para evitar que nos quedemos atrapados
en respuestas de sistema involuntarias y síndromes
de decaimento tenemos que mejorar nuestros sistemas de datos y los apuntalamientos teóricos de herramientas de evaluación.
Los datos necesitan implicar al menos cuatro campos:
la observación de datos de ocupación y utilización
del suelo, datos económicos, de la sociedad y medioambientales. El desarrollo de aproximaciones de multiescala requiere conjuntos de datos de multi-escala
compatibles y consistentes. La disponibilidad de datos
no está restringida en primer lugar por el volumen de
datos generados, sino por la falta de compatibilidad
con respecto a la resolución espacial, la cobertura y
la definición, la consistencia temporal y frecuencia
y las característica institucionales que limitan la accesibilidad.
En una conferencia electrónica organizada recientemente sobre la utilización y ocupación del suelo en
Europa, el debate de evaluaciones de impacto reveló
que las herramientas adecuadas para analizar
interacciones complejas entre varios sectores y para
implicar actores múltiples se encuentran en una fase
de desarrollo todavía pobre. Mientras se reconoció
que la compleja realidad europea requiere una vista
más coordinada a través de las fronteras tradicionales de agricultura, silvicultura, infraestructura y desarrollo industrial, turismo y protección de la naturaleza,
había consciencia que existen abismos y deficiencias bastante grandes tanto en los datos como en
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
El CO2 influencia la biodiversidad
los métodos disponibles que actualmente limitan cualquier intento de evaluaciones de impacto verdaderamente exhaustivas. La construcción de modelos
de cambio de utilización del suelo dinámicos e integrados que tratan las reacciones principales del medio
ambiente y de la sociedad fue considerado una tarea
desafiante pero críticamente importante de LUCC
en Europa (Lambin et al., 1998).
En la conferencia electrónica se plantearon un varios
temas metodológicos importantes. Las contribuciones identificaron varios grupos de investigación que
necesitarán estudiarse, incluyendo:
• una mejor comprensión de los procesos de tomar
decisiones a nivel de gestión del suelo,
• relaciones biofísicas/geoquímicas y económicas
espaciales a nivel de río-cuenca,
• los impactos de cambios de paisaje en la complejidad ecológica y en los atributos de calidad de
las existencias de recursos medioambientales,
• la descripción y evaluación de funciones medioambientales y servicios del suelo y ocupación del
suelo,
• incrustación de investigación de la ciencia natural
espacialmente explícita (biofísica, biológica, ecológica, etc) en el análisis económico,
• modelado integrado de sistema LUCC, y
• aspectos culturales, éticos y normativos de utilización del suelo.
El progreso en estas áreas de investigación determinará hasta qué punto la ciencia puede cumplir las
promesas trazadas en este artículo que parecen ser
de importancia crucial en el contexto de un desarrollo espacial armonizado en Europa
•
Referencias
• FAO (1995): Planning for sustainable use of land
resources. Towards a new approach. FAO Land and
Water Bulletin 2. Rome.
• Fischer, G., Ermoliev, Y., Keyzer, M.A., and Rosenzweig, C. (1996): Simulating the socio-economic and
bio-geophysical driving forces of land-use and landcover change: The IIASA land-use change model.
WP-96-010. International Institute for Applied
Systems Analysis, Laxenburg, Austria.
• Fischer, G., and Heilig, G.K. (1997): ”Population
momentum and the demand on land and water
resources”. The Royal Society. Phil. Trans. R. Soc.
Land B (1997) 352, 869-889.
• Ginsburgh, V., and Keyzer, M.A (1997): The structure of applied general equilibrium models.
Cambridge MA: MIT Press.
• Houghton, R.A. (1991): ”Releases of carbon to the
atmosphere from degradation of forests in Tropical
Asia”. Canadian Journal of Forestry Research, 21:
132-142.
• Lambin, E., Fischer, G., Jäger, J., and Baulies, X.
(eds.) (1998): Electronic Conference on Land Use
and Land Cover Change in Europe. Organised by:
the IGBP-IHDP Land Use and Land Cover Change
(LUCC) Project, and the Environment and Climate
RTD Programme (European Commission, Directorate General XII/D). LUCC Report Series Nº. 2,
Barcelona, Spain.
• Stern, P. C., Young, O.R., and Druckman, D. (eds.)
(1992): Global environmental change: Understanding the human dimensions. National Research
Council Report, Washington D.C.
• Turner, B.L., II, Clark, W.C., Kates, R.W., Richards,
J.F., Mathews, J.T. and Meyer, W.B. (eds.), (1990):
The Earth as transformed by Human Action: Global
and Regional Changes in the Biosphere over the
past 300 years. Cambridge university Press,
Cambridge. 725 pp.
• Turner, B.L., II, Moss, R.H. and Skole, D.L. (1993):
”Relating Land Use and Global Land-Cover Change:
A Proposal for an IGBP-HDP Core Project”. IGBP
Rep. No. 24 and HDP Rep. No. 5., International
Geosphere-Biosphere Programme and the Human
Dimensions of Global Environmental Change
Programme, Stockholm, 65 pp.
• Turner II, B.L., Skole, D., Sanderson, S., Fischer, G.,
Fresco, L., and Leemans, R. (1995): Land-use and
Land-cover Change Science/Research Plan, IGBP
Report No 35, HDP Report No 7, Stockholm and
Geneva.
• United Nations (1997): World Population Prospects.
The 1996 Revision. UN Population Division. New
York Washington
Christian Körner
Director del Instituto Botánico de la Universidad
de Basilea, Suiza
El gas carbónico es un compuesto esencial
para la vida en la Tierra. Se encuentra
presente en la espuma de la cerveza, los
poros del pan y las burbujas del agua
mineral. Siguiendo con ejemplos cotidianos,
mientras que una elevada concentración de
CO2 en una bodega para vinos con una mala
ventilación puede resultar letal, una
cantidad insuficiente acarrea daños a la
naturaleza porque sin CO2 morirían las
plantas, los animales y también el ser
humano.
Los residuos de CO2 presentes en la atmósfera en la
medida de un 0,036% (= 360 ppm) con respecto al
volumen del aire han sido noticia últimamente. Como
consecuencia de la combustión de fuentes de energía fósil, el reverbero de la irradiación solar en el
cosmos -análogamente a lo que pasa en el techo de
un invernadero- se ve ligeramente frenada. Se teme,
por lo tanto, y con razón, que dentro de poco tiempo
en la Tierra se registre un aumento de la temperatura de 2 - 3 ºC, lo que conllevaría consecuencias muy
serias para nuestro sistema climático.
La concentración de CO2 modifica el
crecimiento de las plantas
La biología se interesa, sin embargo, por otro aspecto
de este experimento global. Por el hecho de que el
CO2 representa el sustrato clave para la fotosíntesis
vegetal, las condiciones de vida para las plantas varían,
aunque no consideremos el aumento del efecto invernadero. Desde hace 2.200 millones de años la fotólisis del agua, causada por la energía solar, produce
una energía que permite a las plantas fijar el CO2 y
elaborar las sustancias carbónicas básicas indispensables para la vida. Las partes de plantas secas son
compuestas por casi la mitad de su peso de carbono
(símbolo químico = C). Desde hace más de 200 años
se sabe que en condiciones de crecimiento favorables las plantas desarrollan una marcada "hambre" de
CO2 y que pueden transformar una abundante oferta
de CO2 en una especie de " abono ".
En el cultivo con semillas, este principio se aprovecha
para fines comerciales desde hace casi un siglo. Los
tomates y otras verduras que desde el invernadero
llegan a nuestras mesas a menudo reciben como abono
CO2. Normalmente para este procedimiento se utilizan quemadores de gas que calientan y al mismo tiempo
proporcionan CO2 como producto de desecho. No
sorprende que el increíble aumento de la concentración atmosférica de CO2 haya sido considerado por
determinados sectores como un hecho positivo para
la biosfera. Desafortunadamente, desde el 1850 el nivel
de este gas en el aire ha crecido un 27%. En la segunda
Este artículo es una traducción del texto publicado en
la revista ‘Forum’, nº 1 (1996) de la empresa PAX Insurance.
84
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
mitad del próximo siglo la concentración se duplicará,
una previsión que pudiera ser desmentida sólo por un
colapso económico de insospechadas dimensiones.
¿Cómo reaccionará la vegetación de la Tierra, aunque
no se consideren los posibles cambios climáticos,
delante de esta nueva situación?
¿Puede la vegetación fijar más CO2?
Contestar a esta pregunta no es fácil porque un evento
similar no ha ocurrido nunca hasta ahora y la experiencia no nos puede ayudar. En el curso de la historia de nuestro planeta, el nivel de CO2 ha sufrido grandes variaciones. El nivel actual se alcanzó ya en el
cretáceo, hace más de 100 millones de años. En el
periodo de calentamiento de la edad terciaria hace
más o menos 30 millones de años, la concentración
de CO2 subió una vez hasta alrededor de los 500 ppm
para luego bajar a niveles entre 200 y 300 ppm durante
las glaciaciones. Todos estos cambios han ocurrido
mucho más despacio que hoy.
Casi toda la concentración de CO2 desde el inicio de
la industrialización se ha producido en el curso de
los 120 años de vida de un árbol del bosque. Excepto
en algunas regiones con fuertes precipitaciones de
nitrógeno disuelto, no se ha registrado un aumento
del crecimiento de los árboles, que se podría ver claramente por los anillos del tronco. También hoy, en
los bosques de Siberia y de Alaska, muy alejados de
las zonas industriales, el " abono CO2 " parece que
no haya influido positivamente sobre el crecimiento
de los árboles. En este sentido, los árboles resultan
muy interesantes por el hecho de contener más del
80% del carbón fijado a nivel global por las plantas.
Desafortunadamente, sin embargo, no es posible llevar
un bosque entero dentro de un instituto de investigación para la simulación de las condiciones futuras
de CO2. Por esta razón, todos los descubrimientos realizados en la investigación experimental en este sector
llegan de estudios efectuados sobre árboles jóvenes
(a menudo simientes) y en los prados. Los resultados de dichos experimentos han demostrado que
depende sobre todo del abastecimiento de las plantas
de sustancias nutritivas del suelo (por ejemplo nitrógeno, fósforo), el hecho de que el CO2 tenga un efecto
de abono o no. En los suelos de cultivo fértil se registra un aumento del crecimiento (como en el caso de
los tomates en invernadero) del 10 – 20 %. En el paisaje
natural sin abono, en cambio, el efecto es mínimo.
Por el hecho de que éstas son las condiciones que
predominan a nivel mundial, estos resultados dejan
entender que la biosfera no nos hará el " favor " de
recoger el producto de desecho CO2 en la medida
adecuada para evitar el aumento del efecto invernadero. A la misma conclusión lleva la observación según
la que el CO2 producido por el hombre actualmente
se está concentrando en la atmósfera y es absorbido
por la biosfera sólo en una mínima cantidad. No es
posible, por lo tanto, esperar que la vegetación terrestre pueda impedir los cambios climáticos previstos.
Biodiversidad y calidad del forraje
Lo que preocupa a la comunidad de investigadores
es la constatación de que el cambio global de la
dieta de las plantas (más CO2 sin una equivalente
reproducción de importantes sustancias nutritivas del
suelo) perjudica la calidad de las plantas mismas.
No importa si estas reaccionan o no a la mayor concentración de CO2 con un aumento del crecimiento, sus
hojas contienen de todas formas más carbohidratos y
menos proteínas aunque la cantidad atmosférica de
CO2 presente sea mayor.
Para poder asumir la misma cantidad de proteínas,
una vaca tiene que comer 120 matas de hierba en
cambio de sólo 100. Lo mismo se puede decir para
todos los demás seres vivos que comen hojas. Por
el hecho de que la composición de la vegetación y su
aspecto en los diferentes espacios vitales de la Tierra
son influenciados de forma determinante por los
animales herbívoros (también cuando son de pequeñas dimensiones), es evidente que la mutación de
la calidad del forraje podría tener consecuencias graves
para la biodiversidad. Según todos nuestros conocimientos, no nos podemos esperar una reacción idéntica para todas las plantas. Más bien todo lo contrario; la sola cosa que se puede afirmar con certidumbre
absoluta es que las plantas no reaccionan de la misma
manera en presencia de un aumento de CO2. La competitividad en el interior de los bosques sufre por lo tanto
un cambio. No existe ninguna teoría según la que
seríamos en grado de prever cuáles entras las 500
especies de plantas distribuidas en una hectárea de
foresta pluvial tropical saldrían ganando y cuáles en
cambio perdiendo.
Actualmente, en una zona herbosa del Jura extremadamente rica en variedades vegetales, se están realizando trabajos de investigación sobre este tema promovidos por el Fondo Nacional suizo. Uno de los
descubrimientos más importantes hasta ahora atañe
al comportamiento de las comunidades vegetales naturales frente al CO2. Éste no se puede prever mediante
la observación experimental de plantas aisladas en
condiciones de invernadero. Además de una serie de
experimentos en zonas agrícolas, a nivel mundial existen sólo cinco ejemplos de investigación de este
tipo sobre el crecimiento de enteras zonas de bosque
en condiciones de alta concentración de CO2 donde
las plantas han escogido espontáneamente su propio
hábitat.
En todos los demás casos, han sido sembradas plantas extrañas a la zona, o bien plantadas artificialmente
unas mezclas. Los resultados de experimentaciones
sobre una vegetación natural con un crecimiento muy
reducido o ausente, proceden de la tundra de Alaska,
de los Alpes suizos, de la pradera de clima mediterráneo de California, de la pradera del Kansas, de
un campo herboso magro calcáreo del Jura. Dentro
de este grupo, el último es el proyecto más complicado, que puede ser considerado como modelo para
el desarrollo de comunidades vitales extremadamente
diversificadas con una más elevada concentración de
CO2. El crecimiento y la reproducción, así como la
reacción de "consumidores" micróbicos y animales
están siendo estudiadas por cinco grupos de investigación de las universidades de Basilea y Zurich.
Los dos primeros años han ya sido ricos de sorpresas.
El ganador no ha sido, como se esperaba, las papilionáceas, que pueden obtener el nitrógeno de forma
autónoma gracias a sus propias bacterias de los tubér-
85
culos radicales, sino una modesta ciperácea que ha
reaccionado con un crecimiento masivo, cuando en
cambio de 360 ppm se le han ofrecido 600 ppm de
CO2. Otras especies, como por ejemplo la rara genciana
germánica, han disminuido en cantidad.
Este " juego " tiene por lo tanto ganadores y perdedores. Para unos tipos de plantas, el contenido de azúcar
y de aminoácidos del néctar de las flores ha sufrido unas
variaciones aunque por ejemplo algunas mariposas
hayan reaccionado de forma diferente frente a estos
cambios según se tratara de hembras o machos. En
presencia de una concentración superior de CO2, los
hongos radicales llamados micorriza, que suelen ayudar
las plantas a asimilar las sales nutritivas, para una particular especie de planta se han portado más diligentemente todavía que con hasta otra parasitaria. Estos ejemplos muestran cómo pueden ser sutiles los efectos de
una mudada composición atmosférica sobre las comunidades de plantas, animales y microorganismos sin que
grandes cambios sean visibles del exterior.
El CO2 indudablemente influye sobre la
biodiversidad.
La diversidad genética favorece la evolución
Los cambios en el ámbito de la biodiversidad, la regresión a nivel de especie así como la pérdida de variedad, que probablemente tendrán lugar con el enorme
aumento de CO2 en el aire, atañen a todos, también
los rincones más remotos del planeta, muy alejados
de los responsables de dichos cambios. Contrariamente a la contaminación atmosférica habitual no
existen por lo tanto concentraciones regionales de
este fenómeno. Los cambios a nivel de variedad afectan al nervio vital de los sistemas ecológicos. La diversidad, es decir la ocupación múltiple (redundante) de
" puestos de trabajo " similares para el ciclo de las
sustancias naturales, representa una especie de sistema
de seguros. En caso de condiciones extremas la diversidad genética garantiza la presencia de un número
suficiente de agitadores capaces de asegurar la supervivencia de una especie y la continuidad evolutiva.
La velocidad de las actuales mutaciones ambientales supera enormemente la velocidad de la evolución.
La explotación incontrolada de los preciosos y agotables recursos de las fuentes de energía fósil, también
en este caso, es extremadamente discutible y, sin duda,
poco inteligente
•
El potencial de la biosfera para la
retenci n de carbono
Aunque se puede afirmar casi con toda seguridad
que el CO2 afectará la estructura de las comunidades
vegetales, se está discutiendo si los ecosistemas terrestres almacenarán más carbono en un mundo enriquecido con CO2, y, en concreto, si esto permitirá
evitar un mayor aumento del CO2 atmosférico. Para
calcular la magnitud de este tipo de reacciones ecológicas no necesitamos experimentos, ya que la propia
atmósfera tiene la respuesta.
Desde 1850, aproximadamente, la humanidad ha
producido un aumento del CO2 atmosférico de un
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
El Mediterr neo.
Alteraciones en el funcionamiento
de los ecosistemas
27%. En el cálculo del total de carbono elaborado
por los científicos especialistas en la atmósfera —
que se realiza a partir de la quema anual de combustibles fósiles, los registros de deforestación y la reserva
oceánica (disuelta) y atmosférica de CO2— faltan
unas 2 Gt de carbono (= 2$109 toneladas de carbono).
En otras palabras, la concentración atmosférica de
CO2 crece menos de lo que «debería». Nuevas y mejores estimaciones indican que el carbono que falta
desapareció en las biotas terrestres, a las cuales
hay que añadir 600 Gt de carbono de la biomasa y
1.500 Gt de carbono localizado en la materia orgánica del suelo (reserva total de carbono orgánico
terrestre = 2.100Gt). Si, a tenor de este razonamiento
simple, suponemos que la fijación global neta de
carbono de los ecosistemas era igual a cero hacia
el año 1850 (equilibrio entre la adsorción a largo
plazo y las pérdidas de carbono), el incremento anual
neto actual de unas 2 Gt puede atribuirse a una
producción neta del ecosistema (PNE) anual de la
Tierra, esto es, el carbono que ha quedado fijado sin
que, durante el mismo año, una cantidad equivalente
de carbono se recicle mediante la respiración (2 Gt
de carbono o un 3 % sobre una producción primaria neta [PPN] anual de unas 60 Gt que, sin embargo,
son compensadas por la misma cantidad de carbono
reciclado a través de la respiración). Si lo que provocó
este incremento fue únicamente el efecto de fertilización originado por el aumento de CO2 del 27 %,
esta cifra puede ser considerada como una pauta
para futuras tendencias. Si todas las emisiones de CO2
del futuro contribuyeran de un modo parecido a
producir un efecto de fertilización como éste, el incremento anual neto correspondiente a un incremento
del 100 % del CO2 atmosférico sería aproximadamente del 10 % de la PPN.
Sin embargo, este «modelo» simplificado presupone
una respuesta lineal del CO2 de la PPN (lo cual no
se corresponde con la realidad), y, además, no contempla otros factores, como el crecimiento restrictivo
y, en concreto, el ciclo de los nutrientes . Así pues,
una estimación más realista del aumento de la PPN
global no reciclada en un mundo «con el doble de
CO2» es más baja: se situaría entre el 6 % o el 7 % o
alrededor de 4 Gt de carbono por año. Puesto que
éstas son medias globales, los valores locales deberían de oscilar entre el 0 % y tal vez el +10 %. Estas
estimaciones suscitan unas primeras predicciones de
una multiplicación por dos o por tres provocada por
el CO2 de la reserva de la biomasa. A su vez, indican que aquel que consiga realizar una estimulación
experimental de la captura de carbono en un contexto
de un CO2 elevado superior al 6 % o al 7 % de la
PPN (0,2 % de la reserva global de carbono orgánico
actual) lo más probable es que trabaje con un sistema
muy atípico para la mayoría de biotas del mundo.
Actualmente nuestra atmósfera nos anuncia ya que
los ecosistemas terrestres no van a retener el exceso
de CO2 que nuestra sociedad libera hasta que no haya
transcurrido mucho tiempo después de que las reservas de carbono fósil se hayan agotado. Así pues,
no hace falta continuar las investigaciones para apoyar
las decisiones políticas dirigidas a reducir el consumo
de combustibles fósiles.
El dilema de Kyoto
Los bosques viejos de crecimiento lento acumulan
la mayor cantidad de carbono por área de tierra unitaria (¡1.000 t C!). En comparación, los bosques jóvenes de crecimiento rápido disponen de muy poco
carbono. Cuando se plantan estos bosques jóvenes en tierra deforestada, es posible que tarden
más de 100 años en alcanzar el “capital” de reservas de dichos bosques viejos. Las reservas netas de
carbono del paisaje sólo aumentan en aquellos casos
en los que se reforesta una tierra que nunca antes
había sido un bosque. Éste es el “dilema de Kyoto”.
Sería una catástrofe si la gente pudiera reclamar y
comerciar con unidades de secuestración de carbono
obtenidas mediante la replantación de tierras recientemente deforestadas. Esto representaría un reconocimiento tardío de todo lo contrario, es decir,
una emisión masiva de carbono. Los protocolos de
Kyoto se comprometieron a fijar un umbral en 1990.
Así, por lo menos en los últimos 8 años de deforestación, la reforestación no puede reportar “beneficios”. Lo más lógico sería pagar para que no se talaran árboles, en vez de pagar para la reforestación,
a pesar de que esto último es mejor que la destrucción
total del ecosistema a causa de una gestión agrícola posterior a la deforestación inadecuada.
Al igual que en los negocios, el volumen de transacciones (la velocidad de adquisición y emisión
de carbono, es decir, el ciclo del carbono) es un
predictor poco fiable del capital (las reservas de
carbono).
Bibliografía
• Körner Ch, Bazzaz FA (1996): Carbon dioxide, populations, and communities. Academic Press, San Diego,
New York, Boston.
• Körner Ch (1995): “Biodiversity and CO2: Global
change is under way”. ‘GAIA’ 4:234-243.
• Körner, Ch., Bazzaz, F.A. (1996): Carbon dioxide,
population and communities. Academic Press,
San Diego.
• Körner Ch, Miglietta F (1994): “Long term effects
of naturally elevated CO2 on Mediterranean grassland and forest trees”. ‘Oecologia’ 99:343-351.
• Hättenschwiler S, Miglietta F, Raschi A, Körner C
(1997): “Thirty years of in situ tree growth under
elevated CO2: a model for future forest responses?”.
‘Global Change Biology’ 3:436-471.
• Körner, Ch.(1998): “Tropical forests in a CO2-rich
world”. ‘Climatic Change’, vol. 39:2-3 (July)
• Steffen W. et al. (1998): “The terrestrial carbon cycle:
Implications for the Kyoto Protocol”. ‘Science’
280:1393-1394.
Fuente: ‘Gaia’, núm. 4 (1995).
86
Josep Peñuelas
CREAF (Centro de Investigación Ecológica y
Aplicaciones Forestales), Facultad Ciencias,
Universidad Autónoma de Barcelona, 08193
Bellaterra
Parece claro que nos encontramos ante un
cambio climático y que las actividades
humanas tienen mucho que ver, pero este
acuerdo se rompe al analizar los efectos
locales o regionales de este cambio global,
aunque las nuevas herramientas
(paleoecología, teledetección) han ayudado
a avanzar mucho en el conocimiento de
cómo las plantas reaccionan ante las
alteraciones climáticas y, por tanto, hacer
previsiones sobre las posibles
modificaciones paisajísticas. En el caso del
Mediterráneo, las posibilidades de
adaptación de la flora, las migraciones y la
relación con otros seres vivos hacen prever
la simplificación de la complejidad de la
biosfera y una acentuación de la sequía,
incendios y de la emisión de hidrocarburos
unida a la formación de ozono troposférico.
Nuestro planeta es muy poca cosa (¡casi nada!) en
medio del espacio y tiempo, pero es donde vivimos y es especial, con unas características que lo
hacen único dentro del conocimiento escaso que
tenemos del universo. Su atmósfera lo distingue claramente de los planetas vecinos. Es una atmósfera
rica en oxígeno y nitrógeno en unas proporciones
inverosímiles si no fuera porque hay vida, en especial, porque hay vegetación. Este planeta está instalado en el cambio como los demás. Hay que recordarlo antes de entrar en el tema que aquí nos ocupa.
Un cambio que, además, en muchas ocasiones ha
sido muy espectacular, mucho más de lo que ahora
denominamos “cambio global”. De todas maneras,
los grandes cambios se han producido, hasta donde
sabemos, a escala geológica, a menudo de millones de años, mientras que ahora estamos ante un
cambio acelerado en pocas décadas.
En efecto, a lo largo de estas últimas décadas el planeta
ha visto como crecía exponencialmente tanto la población de una de sus especies, la humana, como el
uso que ésta hace de los recursos y energía en sus
actividades no biológicas, exosomáticas, por ejemplo
en el transporte o la industria. Como resultado, se han
producido y se están produciendo toda una serie
de cambios de alcance global:
• cambios de la composición atmosférica, especialmente incremento de CO2 y otros gases invernadero como el metano, pero también del ozono
troposférico y gases del nitrógeno,
• cambios en el clima hacia un mayor calentamiento
y una aridez mayor,
• cambios en los usos del suelo (abandono de cultivos,
fragmentación de hábitats y sobreexplotación) y
• declive de la biodiversidad.
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
También son considerables:
• el aumento de la eutrofización (fertilización) de la
biosfera y
• la pérdida del ozono estratosférico (con el aumento
consiguiente de la nociva radiación ultraviolada).
Además, es de esperar, que todos estos cambios
se acentúen cuando los países subdesarrollados
vayan incrementándose, como por otra parte es
justo, el uso de recursos por cápita.
Todos estos cambios, entrelazados y sin precedentes en la historia humana por la rapidez en que los
estamos generando, están afectando el funcionamiento
de los ecosistemas de manera compleja. Sin embargo,
existe una incertidumbre y desconocimiento, tanto
referente a la magnitud como en la dirección de los
cambios y sus efectos. Los ecosistemas mediterráneos
son aún menos conocidos y más variables que otros
como los de las zonas templadas porque han sido
menos estudiados y son más diversos. Presentan
una gran variabilidad climática, complejidad topográfica, gradientes en los usos del suelo y en la disponibilidad de agua y una gran biodiversidad. Seguramente por todo eso son especialmente sensibles a los
cambios atmosféricos, climáticos, de la economía
mundial, de usos del suelo y demográficos. Aquí centraremos nuestra atención en los dos primeros tipos
de cambios y sus efectos sobre los ecosistemas mediterráneos. Los demás serán tratados de paso porque
son objeto de atención en los artículos de este volumen.
Efectos directos de los cambios atmosféricos
Como se sabe, ha habido un aumento del 25-30%
en la concentración de CO2 atmosférico como consecuencia, en gran parte, de la quema de combustibles fósiles pero también, en una parte considerable, de la deforestación y de los cambios en los usos
del suelo, como se comprueba con la composición
isotópica del carbono atmosférico. Cuando es de origen
vegetal, este carbono es más pobre en el isótopo estable C13 porque las plantas lo discriminan, mientras
que cuando su origen es a causa de los combustibles fósiles, es deficitario en el isótopo radioactivo
C14 ya que éste tiene una vida media relativamente
corta (5.700 años) y por tanto es muy escaso en
estos combustibles.
Dada la certidumbre del aumento del CO2 atmosférico, registrado desde los años 50 con medidas directas en diversos observatorios de todo el mundo y
su importancia para el crecimiento vegetal, se ha trabajado bastante en el estudio de los efectos directos
del aumento de CO2 y sus interacciones con otros
factores como son los nutrientes o el agua. Se han
llevado a cabo muchísimos experimentos en cámaras de laboratorio en condiciones controladas, bastante
alejadas de las naturales. Últimamente, se han utilizado cámaras descubiertas para mejorar la aproximación e incluso sistemas caros de fumigación al aire
libre, es decir sin ningún tipo de cámara que modifique la temperatura, la humedad relativa o la radiación donde crecen las plantas estudiadas. Sin embargo,
a menudo sólo se han estudiado plantas jóvenes y
en condiciones casi hortícolas, en abundancia de
nutrientes y agua y sin competencia, de manera que
se hace difícil explicar lo que realmente ocurre en
la naturaleza, que es mucho más compleja. Por eso
han proliferado también los estudios de plantas crecidas con alto nivel de CO2 en condiciones naturales
cerca de las fuentes naturales de este gas. Eso sí, se
deben escoger fuentes sin contaminación por otros
gases como el sulfhídrico.
En general, en todos estos estudios se encuentra
que las plantas responden al aumento de CO2 atmosférico con:
• un aumento de la fotosíntesis y de la producción de
biomasa (con respuestas diferentes según las especies y variedades),
• una disminución de la conductancia estomática
(y por lo tanto un aumento de la eficiencia en el uso
del agua, especialmente importante en los ecosistemas mediterráneos) y
• cambios en la composición química de los tejidos
vegetales (menos nitrógeno y más compuestos
secundarios de carbono y, por tanto, menos valor
nutritivo y menos digestibilidad y descomposibilidad).
También parece que
• se incrementa la asignación de carbohidratos en las
raíces y bajo tierra, lo que podría dar lugar a un
secuestro del carbono a largo término. Finalmente,
y entre otros efectos,
• la fenología también es afectada, de manera que en
estos experimentos hemos visto a menudo como,
al aumentar el CO2, se avanza la floración o
producción de frutos y semillas.
Cambios en los ecosistemas
A nivel de ecosistema, en el marco mediterráneo existen respuestas más intensas que en otros lugares como
los árticos donde las bajas temperaturas impiden, o
como mínimo disminuyen, las respuestas al CO2.
En los ecosistemas mediterráneos, las respuestas hídricas son especialmente importantes. La disminución
de la conductancia estomática resulta en una humedad mayor del suelo. Los estomas son orificios en
la epidermis de las hojas a través de los cuales entra
CO2 y sale agua. Parece lógico esperar que si en el
aire existe más CO2, las plantas no necesiten tener los
estomas tan abiertos para captarlo y así no pierden
tanta agua. Eso se traduce en que con la misma cantidad de agua las plantas crezcan más, o que para crecer
igual utilicen menos agua. Las implicaciones por el
ecosistema radican tanto en la modificación del balance
hídrico como del energético porque, por un lado,
menos gasto de agua significa más escorrentía, más
agua disponible y mayor productividad y, por otra
parte, el mayor cierre de los estomas significa menor
transpiración y, por tanto, que las plantas estén más
calientes, lo que afecta al intercambio de energía entre
el ecosistema y la atmósfera. El aumento de la temperatura de las hojas en uno o dos grados cambia, además,
la fenología y avanza la floración y la fructificación.
Cambios en la composición química
Los cambios en la composición química de los vegetales influencian la bigeoquímica de los ecosiste-
87
mas y las relaciones planta-animal, planta-planta y
planta-microorganismos. Al tener más carbono disponible y siempre que los demás factores no permitan
consumirlo en crecimiento, las plantas asignan la
entrada de carbono en exceso de almacenaje de
carbohidratos como el almidón o a defensa en
compuestos secundarios de base carbónica como los
compuestos fenólicos. Como resultado suele haber
una disminución de la concentración de nitrógeno (y
de proteínas y un aumento del cociente C/N (proporción carbono-nitrógeno). De todas maneras, otros
compuestos de base carbónica como los terpenos,
cuya síntesis pasa por vías metabólicas distintas, no
parecen venir igualmente incrementados y nos hemos
encontrado con resultados diversos.
Estos cambios químicos afectan a las relaciones de las
plantas con los herbívoros, que crezcan menos y
que parece que tendrían que comer más vegetal para
compensarlo, aunque en nuestros trabajos eso no
ha quedado claro.
También se alteran las relaciones con los animales
que la planta atrae con atrayentes químicos de base
carbónica como hemos comprobado en estudios de
los manzanos del Empordà, donde los fotoseidos,
depredadores de la araña roja son atraídos por la planta
cuando ésta empieza a ser atacada por el citado ácaro.
Los cambios químicos también afectan a las relaciones planta-planta, al alterar posibles relaciones alelopáticas o luchas tóxicas, fenómeno controvertido pero
probable en algunos casos. Así lo hemos comprobado
al ver como disminuía la respiración útil de plantas
vecinas ante los cambios de compuestos fenólicos y/o
terpénicos.
Finalmente, las relaciones entre plantas y microorganismos están afectadas, lo que es muy importante
para el funcionamiento del ecosistema. El material
vegetal pobre en nitrógeno y rico en compuestos
secundarios recalcitrantes se tendría que descomponer más lentamente. Sin embargo, actualmente
parece que la hojarasca de las plantas crecidas en CO2
elevado no necesariamente se descompone lentamente y por tanto el material vegetal no llegaría a
ser una boca para el exceso de carbono atmosférico y una retroalimentación negativa del aumento de
CO2 atmosférico. De hecho, ahora se ha visto que
la proporción C/N de la hojarasca no es siempre mayor
en CO2 elevado que en CO2 ambiente tal como ocurre
en los tejidos verdes. La translocación del nitrógeno
antes de la caída de la hoja lo explicaría. Dentro de
la relación con los microorganismos, el incremento
de exudados por las raíces puede tener dos efectos
bien distintos, con una importancia relativa que es
motivo de controversia entre los estudiosos de estos
temas. Por una parte, como los microorganismos tienen
más alimento para el aumento de exudados de
carbono, se activarían los procesos del suelo y eso
implicaría una mayor disponibilidad de nitrógeno
y, en general, más actividad biológica. Por otra parte,
podría existir el efecto contrario: que los microorganismos, al crecer más, inmovilizaran el nitrógeno
en lugar de hacerlo circular, de manera que en este
caso disminuiría la actividad biológica.
A parte de los balances de energía y de la bioquímica,
también la estructura de la comunidad y la biodi-
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
versidad pueden venir afectadas. Es difícil que los
centenares de miles de especies respondan de la misma
manera a estos cambios y eso se debe tener en cuenta
al querer hacer extrapolaciones de lo que tenemos
que esperar de la compleja naturaleza. Es conveniente
recordar también que al acabar este apartado, que
hacen falta más estudios de efectos del CO2 en plantas limitadas por los recursos -nitrógeno, fósforo, aguay en competencia con otras especies y con otros individuos de la misma especie para conocer el alcance
real de todos estos efectos. Sin embargo, por poco
que se afecten algunos o todos estos procesos, la
estructura, la biogeoquímica y el funcionamiento
de los ecosistemas son y estarán alterados de manera
considerable.
Otros cambios atmosféricos
Hay aumentos en otros gases atmosféricos con notable influencia regional como son los gases del nitrógeno o el ozono. Pero así como en algunos bosques
europeos, la gran deposición de nitrógeno constituye
un factor de peso en el funcionamiento del ecosistema, en la región mediterránea el aumento de ozono
troposférico es el cambio que preocupa más, ya que
su capacidad oxidativa se vuelve tóxica para las plantas y animales (incluido el humano) cuando su concentración aumenta por sobre de los niveles habituales. El ozono se genera a partir de unos precursores
que aquí abundan: los óxidos de nitrógeno (se forman
en las combustiones), los hidrocarburos (de origen
industrial y automovilístico pero también vegetal ya
que son emitidos por la vegetación mediterránea) y
la irradiación y temperatura elevadas propias del final
de la primavera y verano.. Su fitotoxicidad depende
no sólo de su concentración sino también de la sensibilidad de sus varias especies y variedades y de la
modulación que efectúan el ambiente y la meteorología. Por ejemplo, una misma concentración de ozono
es más tóxica en la costa que en interior por la mayor
humedad, la cual hace que los estomas de las hojas
estén más abiertos y que el ozono penetre más fácilmente y en más cantidad. Hemos visto también como
elevadas concentraciones de ozono inducen a un
incremento en las emisiones de terpenos y de otros
hidrocarburos para las plantas, con lo que si se confirmara, estaríamos ante una retroalimentación positiva
de la formación de ozono. Además, en un mundo más
caliente como el que preveíamos para el próximo
futuro es esperar un aumento de estas emisiones,
ya que aumentan exponencialmente con la temperatura.
Efectos ecológicos del cambio climático
Este mundo más caliente es el resultado previsible de
la absorción de la radiación infrarroja emitida por la
Tierra hacia un espacio por parte de los gases invernadero. Prácticamente todos los modelos prevén
un clima más cálido y árido. Sin embargo la predicción
es extremadamente compleja a nivel local y regional.
En nuestro país el clima se ha vuelto más cálido y
seco en lo que llevamos de siglo. La temperatura y
la evapotranspiración potencial han aumentado 0.10
°C y 13 mm respectivamente por década y la hume-
dad relativa mínima ha disminuido 0.85% por década.
Además, sequías extremas como las del 1985 y 1994
han sido más frecuentes. Los aproximadamente 3 °C
de incremento de las temperaturas previstas por
los modelos de circulación global para la región mediterránea para mediados del próximo siglo podrían
incrementar la evapotranspiración en 200-300 mm
anuales. Si consideramos que muchas regiones mediterráneas reciben menos de 500 mm de precipitación anual y hipotetizamos, como hacen muchos
modelos, un 10% de incremento en la precipitación anual, no sería suficiente para compensar la
mayor evapotranspiración. Las condiciones más áridas
pueden entonces producir estrés hídrico en una vegetación que a menudo vive al límite de sus posibilidades. Si se acentúan estas condiciones más áridas
en las próximas décadas y estas sequías se hacen
más frecuentes, los efectos sobre ecosistemas serán
enormes.
Por ejemplo, la fuerte sequía del 1994, después de
varios años de sequedad prolongada, afecto profundamente a la vegetación mediterránea hasta el punto
de que los años siguientes fueron húmedos, la afectación ha perdurado. Las encinas, por ejemplo, estuvieron fuertemente afectadas y en muchos lugares,
dependiendo del tipo de suelo y de su profundidad
y de la orientación de las vertientes se secaron. Los
estudios isotópicos de C13 y N15 muestran que a lo
largo de los años posteriores ha permanecido la afectación del encinar con un menor uso de agua de lo
que está disponible y con una menor demanda de
nutrientes por parte de una vegetación estropeada
que ha favorecido las pérdidas de nitrógeno del ecosistema más que las entradas. A largo plazo, la sequía
puede afectar a la estructura de la comunidad y competencia entre especies, como el falso labiérnago, Phillyrea latifolia, no estuvieron afectadas, por lo que se
pueden prever cambios en la composición y estructura del bosque mediterráneo. El falso labiérnago, por
ejemplo, podría llegar a desplazar la encina en un
clima aún más seco y más caliente ya que es más
eficiente en el uso del agua, eliminación del exceso
de radiación estival y en la conductividad hidráulica. De hecho, desde hace mucho tiempo que se sabe
que la distribución vegetal se correlaciona con la duración de la estación de crecimiento, la temperatura
mínima y la precipitación.
A pesar de que la vegetación mediterránea está adaptada a la sequía estival, la intensificación de la sequía
hasta niveles aún más intensos puede conducir a la
gradual degradación de la vegetación y finalmente en
los casos extremos, a la erosión y desertización, un
problema presente ya en zonas tan próximas como
las del sudeste español donde los suelos de los ecosistemas degradados son incapaces de retener el agua
suministrada por las ocasionales y extremas tempestades de inicio de otoño, que en lugar de aprovecharse
provocan inundaciones y erosión. La región mediterránea es también sensible a la acumulación de sales
a sus suelos. Cuando la lluvia es insuficiente para lavar
las sales, éstas se acumulan en las zonas de drenaje,
por ejemplo en Los Monegros. Entonces el agua pierde
calidad además de cantidad, con importantes implicaciones ecológicas y agrícolas.
88
Los cambios de temperatura afectan también las
funciones animales: el comportamiento de los padres,
especialmente crítico cuando la comida y los recursos hídricos son escasos, los procesos reproductivos incluyendo la fertilidad y fecundidad, la capacidad de las aves para mantener la temperatura
adecuada para los embriones o la determinación del
sexo de los reptiles. Parásitos y enfermedades pueden
aumentar en un mundo más cálido; la disminución del tiempo de desarrollo puede permitir generaciones extra. Y el calentamiento también afecta,
evidentemente, a los microorganismos, por ejemplo, estimulando los procesos de descomposición.
Sin embargo, la falta de agua va en sentido contrario, los modera, de manera que será necesario estudiar el balance de ambos factores en el ciclo de la
materia. Eso es lo que estamos haciendo en varios
proyectos en macha en el Garraf y en las montañas de Prades.
Estas condiciones más cálidas y áridas junto con el
posible incremento de biomasa e inflamabilidad por
el aumento de CO2 podrían aumentar la intensidad
y frecuencia de los incendios. Actualmente, los incendios han aumentado en lo que llevamos de siglo y
constituyen una de las perturbaciones más importantes en los ecosistemas mediterráneos. Pese a la
complejidad del sistema vegetación-fuego, los efectos sobre la población viva son suficientemente previsibles. Por ejemplo, con el aumento de incendios
aumentaría la expansión de especies heliófilas, intolerantes con la sombra y que requieren espacios abiertos. En cambio, disminuiría la presencia de las ombrófilas y los fuegos acabarían por mantener comunidades
en estadios sucesionales tempranos.
En resumen, el cambio climático acentúa las características mediterráneas:
• la emisión de hidrocarburos, unida con la formación de ozono troposférico,
• la sequía, y
• los incendios.
Cambios en los usos del suelo
Desde la perspectiva del funcionamiento de los ecosistemas existe otro componente del cambio global de
importancia creciente y que aquí sólo citaremos de
paso, ya que está tratado en otros artículos de este
volumen: es el cambio en los usos del suelo como
consecuencia principalmente de las necesidades de
alimentar la población creciente. Muchos de estos
cambios tienen lugar en los países no desarrollados
por ampliaciones de zonas de cultivo a regiones semiáridas y a tierras no del todo adecuadas, incrementando
el riesgo de erosión del suelo y degradación de las
tierras. Existe también la sobreexplotación de los sistemas forestales en áreas como las del norte de África
donde el pasto no deja de crecer a los bosques de
encinas, hasta el punto que parecen una especie de
bonsais. El abandono de tierras de cultivo y la fragmentación de los ecosistemas son otros dos grandes cambios en los usos del suelo, en este caso más
acentuados en la ribera norte del Mediterráneo. La
invasión de especies no nativas es otro problema que
aumenta día a día por los cambios en los usos del
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
suelo, la globalización del comercio y el aumento
general de las perturbaciones.
Con todo, en el futuro se prevé que haya más ecosistemas en estadios sucesivos tempranos y resultará
en una biosfera más simple con menos sistemas en
estados ancianos y de mayor complejidad ecológica.
Adaptación, migración, extinción
Los impactos de todos estos cambios sobre la composición y estructura de la vegetación son continuos.
Las especies, ya lo hemos subrayado, responden
de manera diferente dependiendo de sus capacidades competitivas y de recuperación después de la
perturbación y sus tasas migratorias. Así pues, se
espera que aparezcan nuevas combinaciones de especies y que los biomas no se muevan como entidades intactas.
A nivel individual, la capacidad de ajustarse a los
cambios ambientales depende de la plasticidad fisiológica, mientras que a nivel poblacional esta habilidad estaría determinada por el potencial de las especies de rápida evolución de nuevos caracteres y,
por lo tanto, por la heterogeneidad genética y por
el tiempo de generación. Se considera, en general,
que el potencial de evolución de las especies es insuficiente en comparación con las tasas de cambio global.
La evidencia paleoecológica de la respuesta a cambios
climáticos pasados parece indicar que la adaptación
evolutiva ha jugado un papel menor que no la migración, especialmente en el caso de las plantas. A pesar
de ello, algunos estudios de material vegetal de los
últimos siglos han mostrado también un papel significativo de la adaptación, como mínimo fenotípica.
Los estudios paleoecológicos sugieren que muchas
especies vegetales pueden emigrar de manera rápida
para adaptarse al cambio climático, pero sólo si hay
ecosistemas continuos no perturbados lo que nos
recuerda la importancia de la fragmentación de los
ecosistemas naturales como fenómeno global. La
importancia de la emigración depende de factores
como la severidad de las condiciones ambientales,
la habilidad de dispersión o el tiempo de generación,
con respuestas más rápidas para los animales que
las plantas. De este modo, los árboles con su largo
tiempo de generación serían más lentos en la respuesta
al cambio climático.
En las montañas de Catalunya, como los Pirineos,
las especies pueden responder al cambio climático
emigrando verticalmente en cortas distancias. Para
evitar un aumento de temperatura de tres grados es
suficiente ascender 500 m. De hecho, ya se han descrito
migraciones en las montañas de los Alpes y Pirineos
inducidas por el reciente y moderado calentamiento
de este siglo. Pese a ello, la emigración hacia latitudes mayores conduce a una reducción concomitante en el área total de cada hábitat, por lo que las
especies con mayores requerimientos de área pueden
extinguirse.
Un gran obstáculo para la migración viene de la
destrucción de hábitats para las actividades humanas,
lo que impedirá que muchas especies colonicen nuevos
hábitats cuando los suyos sean inadecuados. Parece
que la sinergía entre cambio climático y destrucción
de hábitats amenaza a muchas más especies que cualquier otro factor individual.
Estudios del pasado reciente
Sólo los estudios a largo plazo de ecosistemas completos en experimentos que consideren las complejas
interacciones multifactoriales entre el ambiente y
los organismos pueden ayudar a entender y modelar la respuesta real de los ecosistemas. Este tipo de
experimentos son muy difíciles y costosos, y por
eso también se han buscado alternativas o complementos como el estudio de materiales fósiles, material vegetal recolectado en los herbarios o de los anillos
de los árboles, es decir, el estudio de material crecido
en condiciones naturales cambiantes.
Los estudios paleoecológicos de testimonios sedimentarios nos muestran los cambios de la vegetación
asociados a los cambios climáticos de épocas pasadas como el reciente holoceno. Destacan las transiciones desde períodos húmedos a más secos, con
cambios dramáticos de vegetación y procesos erosivos como el que tuvo lugar después del óptimo climático de hace 5.000-6.000 años, especialmente en zonas
áridas y cálidas como las del sur de la Península, hasta
ahora poco estudiadas.
Los estudios de herbario llevados a cabo en Cataluña
han mostrado cambios recientes y rápidos en la fisiología de la vegetación producidos en los tres últimos
siglos paralelamente a los cambios atmosféricos. Se ha
visto que en este período ha disminuido la densidad
estomática en un 17% y la discriminación del C13 en
un 5.2% en el conjunto de unas veinte especies estudiadas, indicando una adaptación a la mayor disponibilidad de CO2 y a las condiciones más cálidas y secas
de la actualidad mediante una mayor eficiencia en el
uso del agua. Además, la concentración de nitrógeno
foliar ha disminuido un 31%. Así pues, la proporción
carbono/nitrógeno ha aumentado implicando posibles
consecuencias importantes para los herbívoros, los
descomponedores y, en definitiva, para los ecosistemas. Últimamente, también hemos encontrado un decremento del contenido de N15 tanto en material e herbario como en los anillos de los troncos indicando que
los ecosistemas mediterráneos podrían responder a
la mayor demanda de nitrógeno (N) para las plantas
que ahora crecen con más CO2 disponible disminuyendo las pérdidas de N del suelo e incrementando
la fijación de N y la mineralización, es decir, utilizando al máximo el nitrógeno disponible y favoreciendo las entradas de N en el ecosistema más que
las salidas. Lo que tiene de espectacular caso todos
estos cambios es el elevado grado de coincidencia con
el que se encuentra en los experimentos actuales en
condiciones controladas.
La teledetección: una herramienta para el
estudio del cambio global
Aparte de experimentar en condiciones lo más naturales posibles y utilizar herramientas históricas y paleoecológicas, los estudios del cambio global y sus efectos requieren ir ascendiendo sucesivamente desde
la hoja al ecosistema. Para estudiar lo que ocurre a
89
escala regional y planetaria se utilizan técnicas de teledetección. Estas técnicas se basan en que la luz reflejada, después de incidir sobre un material, presenta
diferentes características dependiendo tanto del tipo
de material como de su estado. Los espectroradiómetros instalados en los aviones o satélites pueden
medir la biomasa verde por la proporción entre el
infrarrojo y el rojo. Así se estudia la evolución de
las masas vegetales año tras año. De todas maneras,
la estricta estimación de la biomasa, pese a su gran
interés, no satisface totalmente las necesidades de los
ecólogos. Interesa medir no sólo la biomasa, sino
también el funcionamiento de las plantas y si puede
ser de los ecosistemas. Actualmente, disponemos
de espectroradiómetros más sensibles capaces de
medir nanómetro a nanómetro y aportar información
sobre el contenido hídrico y la fisiología de la vegetación. Todo es especialmente interesante para el estudio de nuestros sistemas mediterráneos de encinares y pinares están prácticamente inactivos en verano
y muy activos en primavera cuando hay agua.
Conclusiones
Los ecosistemas mediterráneos presentan una gran
variabilidad climática, una gran complejidad topográfica, unos grandes gradientes en los usos del suelo
y en la disponibilidad de agua y una gran biodiversidad, pero en general, se caracterizan por una escasa
disponibilidad de agua durante varios meses y por
incendios frecuentes y recurrentes. Los cambios globales pueden afectar de manera importante al funcionamiento y estructura de los ecosistemas mediterráneos tanto por sus efectos directos como por los
indirectos a través de las interacciones con la temperatura, el agua y los incendios. En los ecosistemas
mediterráneos, más secos que los templados, es especialmente importante el posible incremento en la
eficiencia en el uso del agua en respuesta al incremento de CO2 y al cambio climático. Los aumentos
esperados de temperatura, aridez, biomasa y flamabilidad pueden disminuir la periodicidad e incrementar
la intensidad de los incendios y cambiar de este modo
la composición específica y la estructura de la comunidad. Los cambios en la composición química
(carbohidratos, nitrógeno, fenoles y otros metabólitos secundarios) de los tejidos vegetales podrían alterar las interacciones planta-planta, planta-animal y
planta-microorganismos. Todos estos cambios atmosféricos y climáticos a parte de afectar el funcionamiento de los ecosistemas pueden afectar a su composición y estructura. Y en los casos extremos en que
las condiciones áridas se convirtieran demasiado intensas, la vegetación podría degradarse y aparecer la
erosión y la desertización que ya veíamos en algunos
lugares como el sudeste español o el norte de África.
Los cambios globales afectan, sin duda, al funcionamiento de los ecosistemas mediterráneos. Para saber
más con cuidado en qué grado lo hacen, son necesarios nuevos estudios, las condiciones experimentales que se acerquen al máximo a las naturales y
hay que aprovechar los avances tecnológicos aplicándolos por ejemplo a los estudios del pasado y a
la teledetección
•
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
El Mediterr neo.
Ecolog a del paisaje
Bibliografía
• Bradshaw, A.D., & Mcneilly, T. 1991: “Evolutionary
response to Global Climatic Change”. Ann. Bot.
67 (Suppl.1): 5-14.
• Dawson, W.R. 1992: “Physiological responses of
animals”. In: Peters R.L. and Lovejoy T.E. (eds).
Global warming and biological diversity. Yale University Press, New Haven & London. Pp. 158-170.
• Ford, M.J. 1982: The changing climate: responses
of natural flora and fauna. George Allen & unwin
(Publishers) Ltd., London. 190pp.
• Graumlich, L. J. 1991: “Subalpine tree growth, climate,
and increasing CO2: an assessment of recent growth
trends”. Ecology 71: 1-11.
• Houghton, J.T., Meira Filho, L.G., Callander, B.A.,
Harris N., Kattenberg A., & Maskell K. (eds). 1996.
Climate Change 1995: The report to the IPCC scientific assessment. Cambridge University Press,
Cambridge.
• Huntley, B. 1991: “How plants respond to climate
change: Migration rates, Individualism and the
consequences for plant communities”. Annals of
Botany. 67 (Suppl. 1): 15-22.
• Imeson, A.C., & Emmer, I.M. 1988. Implications
of climatic change on land degradation in the Mediterranean. UNEP (OCA)/WG 2/7 pp 35.
• Peñuelas, J. 1993: El aire de la vida (una introducción
a la ecología atmosférica). Ariel, Barcelona, 260 pp.
• Peñuelas, J., & Matamala, R. 1990: “Changes in N
and S leaf content, stomatal density and specific leaf
area of 14 plant species during the last three centuries of CO2 increase”. Journal of Experimental
Botany 230: 1119-1124
• Peñuelas, J., & Estiarte, M. 1997: “Trends in plant
carbon concentration and plant demand for N throughout this century”. Oecologia 109: 69-73.
• Peñuelas, J., & Estiarte, M. 1998: “Can elevated CO2
affect secondary metabolism and biogeochemical
cycles?”. Trends in Ecology and Evolution 13(1): 2024.
• Peñuelas, J., Filella,I., Lloret, F., Piñol, J., Rodà F. &
Siscart, D. 1998: “Drought memory effects on water
and N use by Quercus ilex and Phillyrea latifolia in
Mediterranean forests”. J. Veg. Science (submitted).
• Piñol, J., Terrades, J. & Lloret, F. (1998): “Climate
warming, wildfire hazard, and wildfire ocurrence
in coastal eastern Spain”. Climatic Change .
• Woodward, F.I. 1987: Climate and plant distribution. Cambridge University Press, Cambridge.
• Woodward, F.I. 1987: “Stomatal numbers are sensitive to increases in CO2 from pe-industrial levels”.
Nature 327: 617-8.
Ferran Rodà
Catedrático de Ecología de la Universidad
Autónoma de Barcelona. Centro de Investigación
Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF)
¿Cómo afectará el cambio climático en el
paisaje mediterráneo? No existen respuestas
concluyentes, aunque parece claro que será
más seco y abierto. Según las tendencias
socioeconómicas actuales, eso supondría un
incremento de la aridez y del riesgo de
incendios, el principal agente perturbador
en el Mediterráneo. De todas maneras, los
modelos predictivos no tienen como objetivo
elaborar argumentos pesimistas, sino hay
que dar bases para una actuación que
prevenga los posibles efectos negativos del
cambio. En cuanto a la gestión territorial, los
cortes de combustible parecen la propuesta
más sensata. Y mucho más efectiva que los
actuales cortafuegos.
Si pudiéramos mirar dentro de una bola de cristal y
ver cómo serán los paisajes de Cataluña dentro de 100
o 100 años! Como no podemos hacerlo, nos tendremos que contentar con lo que nos pueda decir la prospectiva: el análisis sensato de lo que ha ocurrido en
el pasado y las tendencias del presente. Si para empezar miramos atrás podemos utilizar diferentes técnicas de reconstrucción de los sistemas naturales del
pasado, entre otros, los fósiles de planta y animales,
el polen conservado en sedimentos, los indicadores
biogeoquímicos, las formas del paleorelieve, o en
tiempos más recientes los documentos históricos.
Cuando se aplican esas herramientas detectivescas,
los resultados llevan a una conclusión general: en
la naturaleza, lo más constante es el cambio. Es decir,
los ecosistemas son dinámicos y pocas veces, por
no decir nunca, se quedan idénticos a si mismos poco
tiempo. En el Mioceno había secuoyas en Montjuïc.
Hace cien años, las vertientes de muchas montañas
mediterráneas que actualmente están pobladas de
bosque espeso estaban cultivadas o llevaban una vegetación clareada. Los ecosistemas son un caso particular de lo que se conoce como sistemas complejos
adaptativos, en los cuales un cambio de los componentes induce a cambios en otros componentes que
están relacionados. Mediante la red de interacciones que hay en el ecosistema y que lo mantiene como
sistema funcional, estos cambios pueden reverberar
por todo él. El resultado final es que el sistema adquiere
una nueva configuración. Bajo los límites marcados
por las leyes de la física y, en particular, bajo las restricciones impuestas por la cantidad de energía disponible, el ecosistema que existe en una lugar determinado puede existir en muchas configuraciones
alternativas. La junglas asiáticas pueden tener tigres
o no tenerlos, como por ejemplo ocurre en Sri Lanka.
Los bosques mediterráneos pueden existir bajo un
régimen de fuegos con un tiempo medio de recurrencia entre fuegos de 80 o de 200 años. En todos
estos casos, el sistema que obtendremos será dife-
90
rente, a veces de una manera sutil, a veces evidente.
A menudo, pero no siempre, los diversos estados alternativos de un ecosistema pueden ser equivalentes
cuando se les valora en términos de funcionalidad
(producción, ciclo hidrológico, etc.) y de estabilidad (capacidad de persistir en el tiempo y de recuperarse después de una perturbación).
Este material introductorio me sirve para ahuyentar
a fantasmas más o menos fundamentalistas que querían
preservar el status quo de la naturaleza tal como ahora
la vemos, sin tener suficiente en cuenta ni el carácter dinámico y contingente de los ecosistemas ni el
hecho de que la situación actual en casi todos los
ecosistemas de las tierras del Mediterráneo es el fruto
de una larga, y a menudo complicada, historia de intervención humana. Por otra parte, también es prudente
huir del polo opuesto, lo que podríamos llamar liberalismo ecológico, que tomando como base el carácter cambiante y autoorganizativo de los sistemas naturales podría proponer un “todo vale”. Al contrario, no
todas las opciones que tomemos en actuar sobre un
territorio son equivalentes, por ejemplo en términos de la continuidad de la capacidad de este territorio de soportar vida abundante y variada.
Ecología del paisaje
En ecología, el término ìpaisajeî tiene un contenido
que va mucho más allá de la acepción perceptiva.
Es decir, el paisaje no es, o no sólo es, lo que se ve
desde un punto. Para un ecólogo, el paisaje es un
ecosistema, o si se quiere un conjunto de ecosistemas, considerado a una escala de orden de magnitud
kilométrica. El paisaje tiene una estructura: está formado
por elementos variados, de determinados tamaños,
formas y disposiciones en el espacio. A menudo estos
elementos se pueden clasificar como teselas (las
manchas o piezas del mosaico), pasillos (elementos
lineales) y matriz (el motivo dominante del paisaje,
constituido a menudo por el tipo de tesela más extendido y más conectado). Pero lo que caracteriza el
punto de vista del ecólogo sobre el paisaje es la
atención prestada en los procesos que tienen lugar
en esta estructura: flujos de energía, de materiales
(agua, materia orgánica, nutrientes minerales, sedimentos) y de organismos que tienen lugar entre los
diferentes elementos del paisaje y entre un paisaje
determinado y su entorno. Esos procesos son los que
hacen que el ecosistema-paisaje sea un sistema funcional y no meramente una postal. Un punto crucial es
que los procesos que tienen lugar en un paisaje están
en parte determinados por la estructura del paisaje
y recíprocamente la estructura actual del paisaje es
el resultado de procesos actuales o pasados actuando
sobre el paisaje. Por ejemplo, el movimiento de los
animales en el ecosistema-paisaje puede estar influido
por el tamaño, forma, y disposición en el espacio
de diferentes tipos de hábitat (bosques, matorrales,
cultivos, etc.), es decir por la estructura del paisaje.
A su vez, el movimiento de los animales puede modificar la estructura del paisaje, por ejemplo, dispersando semillas o pastando diferencialmente según las
teselas. Desde el punto de vista de la conservación de
la naturaleza y de la gestión del territorio, las impli-
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
caciones de todo eso son que tenemos que atender
simultáneamente a los aspectos culturales y a los
funcionales del paisaje, porque están intímamente
relacionados.
¿Cómo pueden afectar los procesos de cambio global
en los paisajes mediterráneos? Consideraré a continuación dos de los principales componentes del
cambio global: los cambios en los usos del suelo y
el cambio climático. Me centraré sobre todo en dos
aspectos primordiales: el agua y el fuego, dejando
para otra ocasión aspectos no menos importantes
como la fragmentación, las invasiones biológicas y
el diseño de redes ecológicas.
Cambios en los usos del suelo
Nuestros paisajes ya han sido profundamente modificados por uno de los componentes principales del
cambio global: los cambios en los usos del suelo.
En ninguna parte salvo la zona de la costa, este impacto
paisajístico ha sido el más brutal en los últimos 40
años. En el interior también ha habido cambios acusados. En la llanuras, la intensificación de la agricultura y la ganadería han conducido a una simplificación del paisaje (y a una fuerte contaminación del
medio). Contrariamente, las tierras de montaña han
experimentado un abandono generalizado de las actividades rurales tradicionales. La ganancia de la superficie de bosque para colonización espontánea de
los cultivos y pastos marginales abandonados ha sido
muy grande durante el siglo pasado. La consecuencia paisajística es de nuevo una homogeneización,
aunque de carácter distinto a la debida a la agricultura intensiva. En el caso del abandono rural, se ha
producido una pérdida de variedad en el paisaje
por desaparición de cultivos y pastos y, por extensión, del bosque. Éste ha llegado a ser en numerosas áreas más continuo, menos fragmentado; y también
por razones de la menor explotación de los árboles
y del sotobosque, más denso en sus estratos arbóreo y arbustivo. La mayor continuidad y densidad
forestales han tenido que beneficiar a las especies
de organismos más estrictamente nemorales, es decir
aquellas que no necesitan espacios abiertos en ningún
momento de su ciclo de vida. Ha tenido que favorecer muy especialmente a aquellas especies forestales, sobre todo a algunas plantas e invertebrados no
voladores, de reducida capacidad de dispersión (es
decir aquellas en que ni los individuos adultos ni
sus propágulos no pueden desplazarse mucha distancia). Por el contrario, la pérdida de fragmentación
forestal ha sido negativa para especies animales que
viven en zonas abiertas, o en que sus márgenes con
el bosque o que las necesitan al menos para alimentarse. Los casos de la perdiz, conejo y los rapaces que
cazan en cultivos o en otras zonas abiertas en medio
del bosque son paradigmáticos.
Cambio climático
El cambio climático como resultado del aumento
de las concentraciones de gases atmosféricos con
efecto invernadero es una hipótesis, aunque cada vez
más verosímil. Los modelos de circulación general
predicen que el clima de la región mediterránea en la
segunda mitad del siglo XXI será más cálido que el
actual y probablemente más árido. A pesar de que las
predicciones regionalizadas de la precipitación futura
son altamente inciertas, parece probable que incluso
si la precipitación anual media aumenta en la región
mediterránea, este aumento no sea suficiente para
compensar la mayor demanda evaporativa en un clima
más cálido, lo que provocaría el aumento de la aridez.
Por otra parte, la mayoría de los modelos predicen
una mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, como sequías o inundaciones. Estas situaciones
extremas pueden tener una importancia ecológica
igual o mayor que las condiciones climáticas medianas, en particular, en una zona de transición biogeográfica como es el Mediterráneo.
El agua
Como se sabe el agua es un factor ecológico crucial
en el Mediterráneo. La sequedad estival es uno de los
rasgos principales que definen los climas de tipo mediterráneo en todo el mundo y marca una constricción
de primer orden para la actividad de la vegetación,
animales y para usos del suelo. Si se va del norte al
sur dentro de la cuenca mediterránea, o más en general, cuando pasamos de las áreas mediterráneas más
lluviosas a las menos, el déficit hídrico estival para
la vegetación va aumentando. Pasamos en líneas generales desde bosques subhúmedos densos, a pinares
secos, a matorrales, hasta llegar a paisajes de carácter estepárico o subdesértico.
Los bosques densos requieren mucha agua para su
mantenimiento. Un bosque mediterráneo puede transpirar fácilmente en un año lo equivalente a una lámina
de agua de 400 mm (o 400 litros por metro cuadrado).
Hay que sumar a esa cantidad el agua que cuando
llueve, se evapora directamente de las copas, troncos
y hojarasca (lo que se conoce colectivamente como
pérdidas por intercepción) y también el agua que,
después de infiltrarse, se evapora directamente desde
el suelo. Todas estas aguas, que no son absorbidas
por la vegetación, pueden representar en un bosque
denso entre 100 y 200 mm por año. Así pues, el total
del agua “consumida” por un bosque denso en nuestras condiciones puede estar alrededor de los 500-600
mm por año, a pesar de que esa cantidad puede variar
bastante según la especie, características de la masa,
tipo de suelo y clima local. Si comparamos esta cantidad con los 450-700 mm anuales que son típicos como
precipitación media en la mayoría de las tierras catalanas de vocación forestal y de carácter propiamente
mediterráneo, podemos ver que no sobra mucha agua.
Que los ríos mediterráneos sean escasos no es ninguna
casualidad.
Un eventual cambio climático que comportara un
aumento, incluso ligero, de la aridez empeoraría el
balance hídrico de nuestros bosques y de otros tipos
de vegetación, incluyendo los cultivos. Un modelo
empírico sencillo desarrollado por J. Piñol, del CREAF,
predice que bajo escenarios climáticos futuros como
los que predicen algunos modelos de circulación general, encinares densos como los que actualmente cubren
el Bosque de Poblet no se podrían mantener y deja-
91
rían probablemente paso a bosques claros o a formaciones arbustivas. Los cambios en el paisaje podrían
ser considerables. En conjunto, los paisajes de Cataluña tenderían a parecerse a los que ahora predominan en tierras más meridionales, más abiertos y más
secos.
Un aumento del déficit hídrico tendría consecuencias
no sólo para el paisaje vegetal. Los caudales de los
ríos y la carga de los acuíferos disminuirían. Eso afectaría negativamente a las ya estropeadas comunidades fluviales de cualquier tipo de organismos (invertebrados, peces, vegetación ribereña...) tanto por la
disminución de agua como por el aumento de concentración de los contaminantes al faltar agua para diluirlos. Igualmente, las ciénagas que dependen de ríos
y acuíferos verían comprendida aún más su existencia. Por otra parte, también disminuirían los recursos hídricos utilizables por el hombre, aumentando
así la presión para construir grandes obras de infraestructura para traer agua de otra parte, con el coste
económico y ambiental que eso supone. Ante esta
perspectiva hipotética pero altamente verosímil, lo
más sensato parece impulsar un esfuerzo real, no
meramente nominal, para aumentar la eficacia en el
uso del agua promoviendo el ahorro y la reutilización
principalmente en la agricultura, pero también en la
industria y hogares. Iniciativas altamente consumidoras de agua, como los regadíos y los campos de
golf, tendríamos que mirárnoslas con ojos más críticos que ahora.
El fuego
El fuego es, simultáneamente, un factor ecológico
natural en muchos ecosistemas terrestres y una herramienta de gestión y destrucción de la que el hombre
ha usado y abusado en el pasado y en el presente.
Desconocemos cuáles serían los regímenes naturales
de fuegos (frecuencia, intensidad, estacionalidad, etc.)
que habría en nuestros bosques y matorrales. Lo
que parece seguro es que la mayoría de nuestros
ecosistemas mediterráneos se queman, actualmente,
debido a la acción humana intencionada o negligente,
con mucha más frecuencia de lo que sería natural.
El fuego es un agente importante de transformación
del paisaje. El cambio global actúa en el sentido de
hacer los incendios más probables, más intensos y
más extensos. Es decir, de consecuencias ecológicas más graves. Eso ya es un hecho constatado, y
no una especulación, en cuanto a uno de los componentes del cambio global: los cambios en los usos del
suelo.
El abandono rural y la caída en desuso de muchos
productos forestales tradicionales han llevado a Cataluña, como en el resto de las tierras de la ribera norte
del Mediterráneo a una mayor extensión, densidad
y continuidad de los bosques. La presencia de grandes masas forestales sin gestionar, o insuficientemente
gestionadas y la acumulación de gran cantidad de
sotobosque son condiciones que, en presencia de
numerosos puntos de ignición de origen humano
en bosques o alrededores, han propiciado la elevada
incidencia de incendios forestales en los últimos 25
años. Por otra parte, si en el futuro el clima llega a
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
ser más cálido y seco, aumentará la sequedad de
los bosques y matorrales y también la frecuencia de
situaciones meteorológicas de alto riesgo de incendio. De hecho, esa tendencia ya se ha dado durante
el presente siglo. El análisis de los datos de la estación de Roquetas entre 1941 y 1994 demuestra que
el número anual de días de elevado riesgo meteorológico de incendios aumentó muy considerablemente. La concurrencia de un clima más árido que
el actual y de bosques extensos, densos y con abundante sotobosque, es una combinación explosiva.
Paisaje y cambio global: bajo el fuego
Desgraciadamente, el fuego puede hacer que algunos de los cambios ecológicos derivados del cambio
climático no ocurran de manera gradual, a medida
que las especies modifican su abundancia y sus áreas
de distribución, sino de manera abrupta. El fuego
podría ser el agente que, en conjunción con la sequedad, diera el golpe de gracia a muchos bosques incapaces de mantenerse con un balance hídrico creciente
desfavorable.
La mayor continuidad forestal y la mayor densidad de
sotobosque producidas por los cambios en los usos
del suelo representan un mayor riesgo de incendio,
en particular un mayor riesgo de que una vez iniciado
el fuego, éste se propague de manera incontrolable y
acabe alcanzando grandes dimensiones. Los paisajes derivados del abandono rural favorecerían de este
modo un cambio en los regímenes de fuego, hacia
incendios de gran intensidad y extensión. Como decíamos anteriormente, un cambio climático hacia una
mayor aridez agravaría esta tendencia, al menos durante
un período de transición mientras todavía hubiera
masas bocosas densas
Cortes de combustible
¿Qué se puede hacer ante esta situación? Lo que parece
más sensato es actuar para corregir la continuidad
de las masas forestales y la gran abundancia de sotobosque. No es fácil, porque las superficies afectadas son muy grandes y porque las causas subyacentes (despoblamiento rural, desuso de productos
forestales) obedecen a tendencias socioeconómicas
y culturales que no se invierten fácilmente.
Una posibilidad que puede ser factible, si hay la voluntad política para explicarla a los diferentes sectores
sociales y para poner los medios necesarios para
llevarla a cabo, es romper la continuidad de las masas
forestales mediante un retículo de cortes de combustible. Estos cortes constarían de franjas de unos 200
m de ancho donde el fuego encontraría dificultades
para propagarse o al menos donde se facilitaría la
lucha contra él. Los cortes de combustible se diseñarían aprovechando lo posible de los terrenos agrícolas existentes, o los cultivos abandonados que se
pudieran recuperar. El resto del trazado pasaría por
pastos o, en última instancia, por matorrales y bosques.
A diferencia de los cortafuegos convencionales, demasiado estrechos y completamente denudados de vegetación, las partes de los cortes de combustible que
se tuvieran que hacer cruzando terreno boscoso, lleva-
rían un estrato arbóreo claro, con un sotobosque bajo,
idealmente herbáceo. Para estos segmentos boscosos
de los cortes de combustible el modelo a alcanzar
sería el de una dehesa. La reducción inicial de la cantidad de sotobosque en esos casos se tendría que hacer
por medios mecánicos. Posteriormente el mantenimiento de los cortes de combustible se puede hacer
mediante el pasto con rebaños o mediante quemas
prescritas (básicamente en invierno) en momentos en
que la humedad del combustible y las condiciones
meteorológicas sean las que permitan quemar, pero
con una combustión de baja intensidad calorífera y
propagación moderada, es decir, fácil de controlar.
En el sur de Francia actualmente se gestionan 180.000
ha de cortes de combustible diseñados con los citados criterios. De éstos, 120.000 ha son cultivos, donde
se priman cultivos poco inflamables, preferentemente
los que quedan verdes durante todo el verano, y en
caso de plantar cereales es obligatorio arar los rastrojos inmediatamente después de la cosecha. De las
60.000 ha restantes (prados, matorrales y bosques con
características de dehesas) la mitad se mantienen
pastándolas y la otra mitad quemándolas de manera
controlada. El objetivo es llegar a una superficie
total de cortes de combustible equivalente al 10%
de las superficies forestales a proteger. Este modelo
empezó a aplicarse de manera extensiva en 1991.
En los siete años transcurridos hasta ahora no ha habido
en la Francia mediterránea continental ningún incendio de más de 4.000 ha forestales. Aunque el periodo
es aún demasiado corto para hacer una valoración
con base sólida, estos primeros resultados son alentadores y se pueden contrastar con la situación en
Cataluña, donde en el mismo periodo varias comarcas han sido devastadas por incendios forestales de
grandes dimensiones. Hay que dar énfasis que el fuego,
en la mayoría de los casos, no se detiene por la mera
existencia de los cortes de combustible. Es decir,
los cortes de combustible no tienen que ser un
elemento pasivo de lucha contra el fuego, sino un
elemento más en un sistema activo. Los cortes de
combustible equipados con las infraestructuras necesarias (pistas a lo largo del corte, puntos de agua, etc.)
favorecen las tareas de extinción. En muchas áreas
forestales de Cataluña hay aún extensiones nada
menospreciables de cultivos que podrían servir de
base para un sistema como el descrito.
Beneficios y riesgos
La realización y el mantenimiento de un sistema de
cortes de combustible contribuye a fijar una parte
de la población rural. Ésta se beneficia de la inyección
de fondos públicos asociada, de la reducción en el
riesgo de que un incendio alcance proporciones catastróficas y de los productos agrícolas y ganaderos obtenidos.
Un retículo de cortes de combustible a escala territorial representa una intervención decidida sobre la
estructura de nuestro paisaje, que no dejaría de tener
consecuencias ecológicas que hay que evaluar. En
comparación con los cortafuegos convencionales, los
cortes de combustible tienen un menor impacto visual
y representan un riesgo menor de erosión, al menos
92
si las pistas forestales asociadas se diseñan y ejecutan
correctamente. Cortes de combustible como los aquí
propuestos no parece que tengan que tener un efecto
barrera importante para los organismos, ya que la
mayor parte de las especies animales que han persistido en nuestros paisajes hasta hoy día se mueven con
facilidad a través de mosaicos agro-silvo-pastorales.
El objetivo sería mantener la permeabilidad y la conectancia del paisaje para los organismos, disminuyéndola por el fuego. Para conseguir esos objetivos aparentemente contradictorios es fundamental, como decía
más arriba, que haya un esfuerzo activo de extinción que tome ventaja a los cortes de combustible.
Indudablemente, un sistema de cortes de combustible conllevará impactos negativos, por ejemplo, la
reducción de hábitats forestales, la afectación de especies o comunidades de especial interés de conservación, o problemas de erosión del suelo y de regeneración de los árboles. Algunos de esos tipos de
impactos, como son los dos primeros, se pueden minimizar con un diseño cuidado del trazado del retículo.
Es por eso que hay que utilizar herramientas como
los sistemas de información geográfica y aprovechar las bases de datos digitales actualmente disponibles, como son el Mapa de Cubiertas del Suelo de
Cataluña, actualmente en fase avanzada de realización en el CREAF, el Sistema de Información de los
Bosques de Cataluña (SIBosC), o los atlas de distribución de los diferentes grupos de organismos animales y vegetales. En último término, los posibles efectos ecológicos indeseables de un sistema de cortes de
combustible habrá que ponderarlos con los graves
efectos negativos que conllevan los grandes incendios forestales sobre los ecosistemas y sobre las poblaciones humanas afectadas.
Esperamos que las resoluciones aprobadas recientemente por el Parlamento de Cataluña que instan
al Gobierno de la Generalitat a continuar fomentando
la reducción de la cantidad y la continuidad del
combustible en los bosques catalanes represente
un paso hacia adelante en la decisión de afrontar
los riesgos derivados del cambio global. Como científicos, también es necesario pedir que la puesta en
marcha de un sistema de cortes de combustible vaya
acompañada de la monitorización y la investigación
necesarias para evaluar su eficacia y corregir este
sistema adaptativamente
•
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
El Mediterr neo.
Fuerzas socioecon micas y cambio
ambiental
David Saurí, Françoise Breton
Departamento de Geografía, Universidad
Autónoma de Barcelona
Toda actividad humana tiene un impacto
sobre el medio, que no tiene porque ser
necesariamente negativo ni destructor. El
actual paisaje en la cuenca del Mediterráneo
así lo demuestra. A pesar de ello, en las
últimas décadas, la intensidad de las
actividades extractivas, industriales,
turísticas y la expansión no planificada del
medio urbano, junto con el progresivo
abandono rural, sí que lo han tenido, y
continúan teniendo, un efecto claro sobre la
degradación del entorno en ambas riberas.
El cambio ambiental se nos presenta a menudo como
un fenómeno de connotaciones exclusivamente negativas. Si bien es cierto que estas connotaciones son
lo suficiente reales al definir el estado actual del medio
ambiente planetario, no hay que olvidar que son
las características materiales y morales de las sociedades humanas las que guían definiciones, valores
y actitudes ante las modificaciones introducidas en el
funcionamiento de los sistemas ambientales. Así pues,
en ese sentido, es necesario relativizar la misma noción
de cambio ambiental y admitir que de una manera
u otra este fenómeno siempre ha estado presente a lo
largo de la historia y la alteración profunda que las
acciones humanas han causado en la estructura y
composición de muchos ecosistemas (desde las selvas
tropicales húmedas hasta los prados de las zonas
templadas) pueden ser valoradas de manera negativa,
pero también positiva.
La profunda huella humana en los paisajes
mediterráneos
El cambio, pero también la estabilidad secular caracterizan las relaciones naturaleza-sociedad en el Mediterráneo. La huella humana en los sistemas naturales del Mediterráneo tiene una trayectoria milenaria
y el resultado de esa interacción naturaleza-sociedad no se puede categorizar globalmente como negativo o positivo. Por una parte, relatos de deforestación y degradación del suelo nos llegan ya desde la
Grecia Clásica y uno de los primeros autores en destacar el impacto (negativo) de las sociedades humanas sobre el medio, el geógrafo norteamericano George
Perkins Marsh, basó estas conclusiones en estudios
hechos en el Mediterráneo. Sin embargo, por otra
parte, los paisajes tradicionales mediterráneos, especialmente las asociaciones entre campos de cultivo,
pastos y bosques o las huertas de la costa constituyen
magníficos ejemplos de una relación con el medio
que, en términos de diversidad y calidad ambiental,
según las definimos actualmente, resulta francamente
positiva.
Ahora bien, desde aproximadamente a mediados
de la década de 1950 en ambas riberas del Mediterráneo, los diferentes componentes del medio económico y social han experimentado un conjunto de trans-
formaciones muy rápidas que repercuten y de manera
muy seria sobre el entorno socionatural tradicional.
En este artículo pretendemos ofrecer algunos elementos de reflexión sobre estos componentes del medio
socioeconómico y su papel en la configuración del
cambio ambiental reciente en el Mediterráneo. Así,
analizaremos en un sentido generalista las principales fuerzas inductoras del cambio como son la demografía, la agricultura, el entramado urbano-industrial, el turismo y también la conservación de la
naturaleza.
Dos realidades demográficas
En estos momentos, el mar Mediterráneo separa a dos
sistemas demográficos radicalmente opuestos.
Asimismo, esta dicotomía entre la ribera norte y sur
no ha sido siempre el caso. Efectivamente, la población mediterránea ha sido siempre muy dinámica, con
elevadas tasas de crecimiento (quizá a excepción
de Catalunya y de Francia meridional) y de densidades tanto rurales como urbanas.
Este dinamismo demográfico común en ambas riberas del mediterráneo empieza a mostrar claros síntomas de diferenciación hacia aproximadamente la mitad
del presente siglo hasta llegar a una situación actual
donde las realidades demográficas de las riberas septentrional y meridional ya no tienen nada que ver. Durante
las últimas décadas, la ribera norte ha pasado a tener
una de las fecundidades más bajas del mundo para
convertirse (contrariamente a la situación que ha
ocurrido en buena parte de la historia) en un área
de recepción neta de inmigración. Inmigración no
sólo procedente del sur, sino también del norte
opulento, principalmente gente de la llamada tercera
edad que, una vez jubilada, vive todo el año en las
costas españolas e italianas o en las islas griegas.
Además y dada la importancia fundamental del turismo,
los contingentes de población estacional también han
aumentado espectacularmente durante las últimas
décadas.
Los cambios demográficos de los últimos 50 años
en el Mediterráneo se podrían resumir en los siguientes puntos:
• Creciente divergencia entre una ribera norte con
tendencia al estancamiento demográfico y al envejecimiento y una ribera sur donde, pese a las grandes reducciones en la fecundidad de los últimos
años, el crecimiento demográfico sigue siendo muy
importante
• Desaparición del tradicional fenómeno migratorio
de los países de la ribera norte y crecientes trasvases de población de los países del norte y centro
de Europa hacia una ribera norte del Mediterráneo
y (a menudo ilegal) de la ribera sur a la ribera norte
• Importancia extraordinaria de la población estacional debida muy especialmente al turismo
• Cambios importantes en la distribución espacial de
la población: abandono de las áreas rurales y
creciente importancia de las ciudades (aunque a
lo largo de la historia la cultura urbana ha sido
muy importante en el Mediterráneo)
• Tendencia a la concentración de las actividades
económicas y de la población en las áreas litorales
93
Estos procesos se han consolidado ya en la ribera norte
y están en fases más incipientes en la ribera sur.
Las agriculturas mediterráneas
Las relaciones entre sistemas agrarios y el medio
son muy estrechas. Son las sociedades agrarias las que
en el Mediterráneo han diseñado el paisaje desde hace
miles de años. Por otra parte, los sistemas agrarios son
fundamentales o han sido fundamentales hasta ahora
para asegurar la alimentación de la población.
En la cuenca mediterránea las grandes llanuras aluviales formadas por ríos con caudales importantes son
escasas. La superficie de los suelos cultivados en relación con la superficie total de los distintos países es
siempre inferior al 10% en Argelia, Libia y Egipto, constituidos en gran parte por desiertos. A pesar de la
presencia de numerosos enclaves irrigados, históricamente la agricultura dominante ha sido de secano
(cereales, legumbres, vid, olivos, almendros, etc.),
complementada con el pasto extensivo, trashumante
en muchas áreas y el uso del bosque. Estos dos últimos usos representaban una superficie muy importante en relación con los suelos cultivados y a otros
usos del suelo.
La intensificación de la agricultura sólo se ha podido
llevar a la práctica en las mejores tierras (llanuras
aluviales y corredores de la costa) y, aún así, ha necesitado inversiones muy cuantiosas. Estas últimas han
sido generalmente asumidas por el sector público que
también ha jugado un papel muy notorio en la modernización de la agricultura. El objetivo de las políticas agrarias al menos hasta la década de 1980 en la
ribera norte y aún presente en la ribera sur, ha sido
aumentar y diversificar la producción agraria. De este
modo y junto con el aumento de la productividad
de los cultivos tradicionales, hay que destacar el fuerte
aumento de otras producciones con escasa tradición en el Mediterráneo, siendo el ejemplo más notable los cereales y el heno destinados a la cabaña bovina
de leche y carne.
La diversidad de los sistemas agrarios mediterráneos se puede simplificar a grandes rasgos, hablando
de los dos extremos: una agricultura de secano, extensiva generalmente dedicada a la huerta y a los frutales pero que comprende también otros cultivos de
regadío. Esta agricultura intensiva que menudea en
las llanuras aluviales y en el litoral está, pero, muy
desigualmente repartida entre las dos riberas mediterráneas. Francia, Italia e Israel son los países que
más se han beneficiado de esta intensificación. En
cambio, la agricultura de países como Argelia o Egipto
sigue caracterizada por una superficie limitada y
una producción insuficiente en relación con las necesidades de su población. Aquí nos encontramos con
otra paradoja que hay que destacar: el creciente superávit en la producción de alimentos ante una demanda
en declive en la ribera norte y las insuficientes
producciones de la ribera sur ante una demanda de
aumento.
El abandono de las actividades agrarias de secano ha
supuesto un despoblamiento del campo a menudo
brutal, tanto a escala geográfica (pueblos enteros han
quedado vacíos) como a escala histórica (el proceso
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
se ha hecho en un período de tiempo relativamente
breve, una o dos generaciones) que ha afectado especialmente a los países del norte. Si se mantienen los
niveles de emigración campo-ciudad actuales, este
proceso será aún mucho más intenso en la ribera sur.
Asimismo, la existencia de una agricultura intensiva
y del entramado industrial y comercial que la sustenta
y al mismo tiempo es sustentado por ésta, genera una
serie de transformaciones sociales, ambientales y culturales muy importantes que, en gran medida, son ajenas
al carácter mediterráneo y reflejan más bien las pautas
de comportamiento de las sociedades anglosajonas.
Nos referimos, por ejemplo, a la introducción de nuevos
hábitos de alimentación (a pesar de las virtudes de
la llamada “dieta mediterránea”), a la presencia cada
vez mayor de alimentos preparados y semipreparados, presentados en envases y embalajes que son una
fuente de residuos o al abandono de las costumbres
comunitarias de gestión del paisaje, abandono unido
a la pérdida de la cultura agraria y de los conocimientos
locales.
El crecimiento urbano-industrial
Aunque el Mediterráneo tiene una larga historia urbana
y también un conjunto de procesos muy interesantes de protoindustrialización, el fenómeno de la industrialización y urbanización a gran escala es relativamente nuevo. En parte, por la debilidad del capital
autóctono y con importantes excepciones (Catalunya,
Lombardia, etc.), la industrialización moderna debe
mucho al sector público, especialmente en el caso de
la industria pesada (siderurgia, petroquímica, química
de base, etc.) que la utilizó para promover el desarrollo económico de regiones retrasadas como Andalucía o el Mezzogiorno italiano. En la ribera sur y
durante los años de euforia de regímenes marcadamente estatalistas, como Argelia, Libia y Egipto, la
existencia de importantes reservas de petróleo y gas
natural generó también una notable industrialización
que, sin embargo, chocó con la debilidad de los mercados internos y la escasa competitividad de las exportaciones a excepción de los hidrocarburos.
En cuanto al sector industrial propiamente dicho,
los países mediterráneos también presentan claras
diferencias entre la ribera norte y sur. En la ribera norte,
el fuerte crecimiento industrial del período 1950-1975,
tuvo la industria pesada, de propiedad mayoritariamente estatal como elemento aglutinador. Hacia finales de la década de 1970, este modelo industrial (de
fuertes impactos sobre el medio) parece agotar sus
posibilidades de crecimiento futuro. Sectores enteros
como la minería, la siderurgia, la construcción naval,
etc. entran en una fase de reconversión que se concreta
en el cierre de instalaciones, pérdida de puestos de
trabajo y un llegado ambiental muy preocupante a
nivel de contaminación de los suelos, residuos y paisajes muy degradados. Sólo la industria petroquímica,
en manos mayoritariamente privadas, sigue creciendo
de una manera importante y empieza a dedicar una
parte cada vez más sustancial de las inversiones a
elementos de control de la contaminación y la
producción de residuos. En la ribera sur y después
del fracaso de la industrialización a gran escala, los
países ricos en recursos energéticos han vuelto a la
vía de exportación de materias primas (muy especialmente el gas natural) por lo que ha sido necesario construir grandes infraestructuras como el llamado
gaseoducto Magreb-Europa.
Las ciudades mediterráneas no han encajado demasiado bien en el nuevo modelo de desarrollo urbano
que ha tenido lugar desde la década del 1950, muy
basado en el transporte privado y el consumo de espacio a gran escala, siguiendo un poco la orientación
anglosajona. Hacia los años cincuenta las principales áreas urbanas ya habían cerrado los grandes procesos de expansión fuera de los antiguos recintos murallados (construcción de ensanches) y estaban a punto
de recibir los principios de lo que serían los grandes éxodos rurales de las décadas posteriores.
Las necesidades de acomodar grandes contingentes
de inmigrantes que provienen de los espacios rurales multiplicó el crecimiento del medio construido en
muchas aglomeraciones de la ribera norte. Como se
sabe, en buena parte de las ciudades, este crecimiento
quedará faltado de las infraestructuras socioambientales pertinentes, como son las redes de transporte
público, equipos sanitarios, educativos, culturales,
etc. Y evidentemente, un rápido proceso de deterioro
del medio rural al pasar en muy pocos años las poblaciones rurales a urbanas. En muchos casos (y eso
no fue exclusivo de regímenes dictatoriales como el
español o griego) fueron necesarios muchos años
de luchas vecinales para alcanzar unos niveles mínimamente dignos de calidad de vida. La herencia de
esta etapa es suficientemente conocida y en algunos casos dramática para la calidad de vida (como por
ejemplo, el caso de las viviendas construidas con
cemento aluminoso). El legado ambiental también es
bastante evidente aunque quizá no tan importante
como se podría pensar, sobre todo si la comparamos con el período posterior. Por supuesto que la
urbanización sin urbanismo (como se ha venido a
denominar este proceso) ha generado impactos
ambientales importantes, como dan fe los barrios
dormitorio de grandes ciudades mediterráneas como
Barcelona, Marsella, Roma o Atenas.
A partir del 1975 y, muy especialmente durante las
décadas de los 80 y 90, el crecimiento urbano en el
Mediterráneo empieza a experimentar un cambio
cualitativo importante. En síntesis, el medio construido
durante la etapa anterior tiende a degradarse de manera
bastante rápida y, en la medida de lo posible, es abandonado por sus residentes que buscan una nueva “calidad de vida” facilitada a veces por ciertas posibilidades de mejora del bienestar material. Es también
el periodo en el que las ciudades estrictas y también
las primeras coronas metropolitanas pierden población, cuando se multiplica el uso del transporte privado
y cuando en crecimiento de la “ciudad difusa” se intensifica. Las implicaciones a nivel ambiental de estos
cambios en las estructuras y dinámicas urbanas son
muy importantes por lo que suponen en términos
de consumo de recursos (energéticos, de agua, suelos,
paisaje, etc.), aumento de los riesgos naturales (muy
importantes en medios tan dinámicos como el Mediterráneo), etc. Paradójicamente, este modelo de expansión urbana estilo de “Los Angeles” presenta a los ojos
de los que así actúan una clara mejoría en términos
de calidad de vida, por el hecho de dejar (cuando
94
se puede) medios construidos compactos, más o menos
degradados y con una calidad de vida percibida como
baja, a medios más esponjosos y de una calidad de
vida percibida como superior. Si bien, a nivel individual es difícil negar estas evidencias, a nivel agregado, este cambio de modelo de ciudad genera un
conjunto de impactos cuantitativamente quizá más
relevantes que los impactos generados por el antiguo
modelo de urbanización sin urbanismo. Llegamos así
a una extraña dicotomía que no respeta lo que siempre ha sido una característica básica de las sociedades mediterráneas: la fuerte presencia de la ciudad,
una ciudad compacta, con una multifuncionalidad de
los usos del suelo y relacionada con su entorno inmediato. Esta concepción de la ciudad es lo que ahora
se intenta recuperar con la rúbrica de la sostenibilidad, pero pese a la tradición quizá el infortunado
modelo difundido ya sea algo irremediable y más
teniendo en cuenta, los malos tiempos que corren
para el planteamiento público del territorio donde
cada vez se afianza más la huella privada.
Evidentemente, el modelo anterior no sería aún aplicable a países de la ribera sur donde el crecimiento
urbano sigue una línea tan caótica como en la ribera
norte sin contar con los niveles de riqueza que permiten, al menos, disfrutar de unos equipos mínimos,
servicios e infraestructuras. En este sentido, las imágenes de las ciudades norteafricanas, también históricamente muy bien adaptadas a su entorno y con
una cultura urbana extraordinaria están cambiando
rápidamente hacia lo que sería una versión más pobre
aún que de la urbanización sin urbanismo de los países
del norte de las décadas de 1950 i 1960.
Sin duda, los medios litorales sufren las presiones y
degradaciones más fuertes. Actualmente, más de
125 millones de personas, el 35% de la población,
viven en el 10% del territorio, que corresponde al litoral. Según la hipótesis del Pla Blau, esa población
habrá doblado hacia el año 2025. Por otra parte, en
1985, 14.000 km2 estaban urbanizados; se calcula que
30.000 km2 o más lo serán dentro de 25 años.
El turismo: una industria estacional de difícil
compatibilización con los sistemas rurales
Durante la década del 1990 el turismo se ha consolidado como el primer sector económico de muchos
países mediterráneos. Hay que recordar que Italia,
España y Francia concentran aproximadamente la
quinta parte de los ingresos mundiales por turismo
y que en España, el turismo constituye más del 10
% del Producto Interior Bruto. Por otra parte, el turismo
también ha llegado a ser un elemento clave en la
economía de países como Marruecos, Túnez y Egipto.
Así pues, hay que otorgar a este sector un papel
muy relevante en la economía y sociedad mediterráneas.
La frecuentación turística en el Mediterráneo ronda los
100 millones de personas/año y se prevé que esta cifra
se triplique en 2025. Esta actividad turística se traduce
en un consumo extremadamente elevado de espacio,
a menudo el más interesante desde un punto de vista
ecológico o paisajístico. Se prevé un ritmo de pérdida
directa de espacios litorales de 10.000 km2 cada 5 años.
De este modo, el turismo en el Mediterráneo se expresa
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
sobre todo por la urbanización: construcción de apartamentos, hoteles, infraestructuras de ocio, comerciales, de transporte, etc. La característica básica es
la estacionalidad: el espacio urbanizado queda vacío
durante gran parte del año y la máxima concentración
se da en los meses de verano provocando fuertes
demandas de agua cuando más bajas están las reservas, picos de contaminación e impactos importantes
derivados de la frecuentación elevada (coche, pisoteo, residuos etc.). El crecimiento del turismo interior que se expresa con la segunda residencia y el
camping-caravaning, aunque más repartido a lo largo
del año se concentra en los periodos de fines de semana
y vacaciones, creando grandes olas de desplazamientos
por los grandes ejes de acceso con la consecuente
densificación de tráfico, retenciones y el aumento
del riesgo de accidentes, especialmente en los países
de la ribera septentrional.
Este modelo depredador de los recursos es especialmente problemático en los países de la ribera
sur, donde las multinacionales del ocio se instalan
para buscar la máxima rentabilidad, con poca sensibilidad para los sistemas naturales. En su conjunto,
todo el Mediterráneo se está transformando en el
área de descanso y ocio (turismo estacional o estancia más definitiva en el momento de la jubilación)
por diferentes segmentos sociales de los países desarrollados. Esta función tiene un precio importantísimo en el paisaje, la creciente urbanización, los
impactos ambientales y sociales, ya que no solamente significa una cierta homogeneidad urbanística (infraestructura de acogida, campos de golf,
puertos deportivos, hipermercados etc.) sino también
cultural (falta de interés por las culturas locales,
modelos culturales de consumo importantes el
mundo anglosajón, etc.). Hay que reconocer la emergencia de nuevas formas de turismo más específicas y más equilibradas respecto al territorio, economía y culturas locales (agroturismo, ecoturismo,
turismo de deportes de naturaleza). Pero desgraciadamente, no dejarán de ser marginales frente
al turismo de masa, organizado a través de los grandes “tour-operadores”. Aunque se vayan desarrollando formas alternativas de turismo, no se ve,
de momento, que puedan llegar a salir de la esfera
marginal en la que se encuentran respecto al turismo
de masa. Este tipo de turismo, que el mismo Pla Blau
en sus estimaciones de futuro considera que irá incrementándose y provocando fuertes impactos, sólo
es posible controlarlo con un cambio de conciencia social, de la sociedad en general, pero también
de los mismos empresarios del sector. Ejemplos
como el de Calvià (Mallorca), donde a partir de la
iniciativa de los propios empresarios está teniendo
lugar a una reestructuración y renaturalización del
espacio urbanizado, son esperanzadores pero muy
puntuales a escala mediterránea. Sería conveniente
que se diera una cambio de mentalidad en la
demanda turística que permitiera transformar la
oferta y asegurar la continuidad de la actividad en
condiciones razonablemente compatibles con los
sistemas rurales. Aquí hay una responsabilidad insoslayable de los países desarrollados hacia los subdesarrollados.
Los espacios protegidos
El Mediterráneo presenta una extraordinaria riqueza
florística y un alto nivel de biodiversidad (el segundo
del mundo después de las selvas tropicales húmedas).
También sirve como corredor de paso y escala para
unas cinco mil aves de 150 especies migratorias. La
presencia de las especies animales y vegetales representa sólo un aspecto del paisaje, pero es un indicador visible de lo que ofrece la cuenca del Mediterráneo en términos de biodiversidad.
Ante esta realidad territorial y ecológica rica y diversa,
hay que destacar que los espacios protegidos son relativamente escasos. Esta afirmación se puede matizar según los países, pero, en conjunto, sólo el 1%
de la superficie total de territorio se encuentra bajo
una figura de protección. Además, estas figuras varían
mucho según los países y, a pesar de su interés, responden sólo de forma parcial al objetivo de preservación
de la biodiversidad y de protección de paisajes. A
menudo, se trata de enclaves aislados y fragmentados, con pocos recursos económicos y humanos
que no facilitan ni el control ni la gestión. Particularmente, existen muy pocos espacios litorales y marítimos protegidos.
La escasez en el número y extensión de espacios protegidos, contrasta con la gran cantidad de visitantes que
reciben estos espacios. De este hecho se puede
desprender una lectura positiva, ya que motiva una
presión social cada vez mayor para la conservación
de la naturaleza (y que en este sentido es como podemos considerar la propia conservación de la naturaleza como un factor de cambio ambiental). Por otra
parte, a menudo y paradójicamente, la propia figura
de protección es la que crea una vulnerabilidad mayor
de estos espacios en la frecuentación humana.
Aprovechando la mayor sensibilidad social para la
protección de espacios, especialmente en la ribera
norte, se está trabajando en la investigación de fórmulas novedosas para proteger los espacios de interés
natural, especialmente los de la costa. En función
de las posibilidades de implementación, las políticas de conservación pueden llegar a ser una fuerza
a tener en cuenta en el cambio socioambiental aunque
la tarea es enorme frente a otros intereses económicos competidores.
El futuro de la sociedad y el medio en el
Mediterráneo
En este artículo, nos hemos interesado en trazar, de
una manera muy generalista, el estado de las fuerzas inductoras del cambio ambiental reciente en el
Mediterráneo. Entre estas fuerzas inductoras hemos
destacado los casos de la demografía, la agricultura,
el conjunto urbano-industrial, el turismo y la conservación de la naturaleza. Un aspecto crítico de este
entramado de factores socioeconómicos es la diferencia que separa a la ribera norte desarrollada de
la ribera sur más pobre. Al mismo tiempo, también
hemos querido destacar las similitudes en los procesos de cambio, pesar de su diferencia temporal. A
continuación y para concluir con estas líneas, quisiéramos plantear un conjunto de reflexiones sobre las
95
cuales, a nuestro parecer, sería necesario trabajar y,
sobre todo, actuar más a fondo.
En primer lugar, hay que decir que la presión de la
población sobre el medio mediterráneo ha experimentado un cambio cualitativo muy importante. En
la ribera norte, con tasa de crecimiento nulas o muy
bajas y con crecientes porciones del territorio mediterráneo sería más bien la falta de gente (y de las
actividades tradicionales que llevaban a cabo) que no
el exceso de efectivos humanos. La disminución de
la población rural resulta, pues, un aspecto fundamental y muy preocupante de cara al futuro. El mismo
proceso se puede ver reproducido en la ribera meridional en la medida de que la emigración campociudad continúe con el mismo ímpetu que lo está
haciendo actualmente.
La otra cara del despoblamiento rural y el abandono
de la agricultura es, sin duda, la expansión urbana.
Asimismo, esta expansión ha olvidado el modelo mediterráneo tradicional de ciudad compacta para adoptar un modelo “difuso” que consume enormes recursos (energéticos, territoriales, etc.) y genera muchos
residuos. La paradoja en este caso es que la percepción social del cambio en el modelo urbano (el paso
de una ciudad compacta a una ciudad difusa) no corresponde en absoluto con lo que sería una contribución al mantenimiento de la sostenibilidad global. De
este modo, existe un beneficio individual percibido
en términos de mejora de calidad de vida pero un
coste económico y ambiental colectivo de grandes
proporciones.
Otro gran impacto (a buen seguro matizable según
las áreas) sería el provocado por la concentración
de grandes cantidades de efectivos humanos en territorios muy reducidos como son las áreas litorales.
En este sentido, el peso de la actividad turística durante
el verano, acentúa los déficits hídricos locales y regionales, hace más problemática la gestión de los residuos y fuerza una cierta “saturación territorial” de
consecuencias angustiantes para la población humana
y el resto de seres vivos.
También hay que comentar la presencia de ciertos
cambios en las fuerzas inductoras que de manera incidental o premeditada pueden tener unos impactos
positivos en el estado ambiental del Mediterráneo. En
el primer caso, el cambio del modelo energético a
escala doméstica que supone la mayor presencia
del gas natural en detrimento de combustibles más
contaminantes está contribuyendo sin duda a una
mejora de la calidad del aire en muchas ciudades
de la ribera norte. Al mismo tiempo, la crisis industrial, que afecta sobre todo a los sectores más contaminantes, ha generado alteraciones favorables en el
medio (aunque queda un legado ambiental negativo que costará muchos años y mucho dinero en resolver).
Para terminar, la identificación de las fuerzas inductoras de los cambios junto con la dirección de estos
cambios representa una tarea urgente para poder pasar
el siguiente paso: el cambio de mentalidad o, si se
quiere, la “alfabetización” ambiental de estas fuerzas.
La tarea es larga y los impactos en el paisaje son diarios,
constantes y acumulativos, dirigidos básicamente por
las fuerzas económicas del mercado libre. ¿Tendrán
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Entrevista a Xavier Baulies
el conservacionismo y las prácticas relacionadas, capacidad de organización y fuerza sociocultural suficiente
para contrarrestar estas tendencias? Estas cuestiones
están en el corazón de la pregunta sobre el cambio
socioambiental. Y el análisis a escala general sólo nos
muestra las grandes tendencias. Hay que trabajar a
escala intermedia y local para entender mejor las
complejas relaciones entre sociedad y naturaleza que
históricamente, en el Mediterráneo, han sido particularmente fecundas y positivas, al menos según nuestra percepción actual
•
Director ejecutivo del proyecto internacional
Land Use and Cover Change (LUCC)
“No podemos estudiar el cambio climático como algo
externo a la actividad humana”
Biólogo especializado en geobotánica y
ecología, Xavier Baulies entró en contacto
con la cartografía a raíz de sus trabajos
sobre comunidades vegetales alpinas. Se
incorporó pronto en el Instituto
Cartográfico de Catalunya y en esa
institución empezó una línea de
investigación relacionada con los usos del
suelo y comunidades vegetales utilizando la
teledetección. Ha realizado también
inventarios forestales y análisis estadísticos
en cuestiones relacionadas con la
contaminación de aguas o el impacto
postmortem de los incendios. En 1996 se
dedicó a una actividad cada vez más
habitual entre los científicos: coordinador de
investigación. Fue nombrado director
ejecutivo del proyecto internacional The
Land Use and Cover Change (LUCC), el cual
tiene la oficina central en Barcelona.
“Trabajo en la coordinación de ideas. Es una
posición muy fértil, el tipo de fertilidad que
se produce en las interfases de las cosas”,
explica Baulies.
El director del Centro de Investigación
Ecológica y Aplicaciones Forestales
(CREAF), Jaume Terrades, y el propio Xavier
Baulies fueron los presidentes del comité
organizador de la conferencia GCTE-LUCC
sobre el cambio global celebrada en
Barcelona, con gran éxito, el pasado mes de
marzo.
¿Cómo se explica que la oficina del proyecto
LUCC se haya instalado en Barcelona,
concretamente en el Instituto Cartográfico de
Catalunya?
A causa de una serie de circunstancias que confluyeron. El Instituto Cartográfico de Catalunya (ICC)
es un centro reconocido mundialmente, relativamente
joven, el cual empezó sus actividades en plena era
digital. El ICC es uno de los centros pioneros en Europa
en remote sensing y en cartografía de los usos del
suelo. El hecho de “trabajar” sobre un territorio -Catalunya- de sólo 23.000 km2 ha dado la posibilidad
de desarrollar una cartografía sistemática de los usos
del suelo. Empezó muy fuerte y ha conseguido una
posición de vanguardia en la cartografía moderna.
El ICC es una institución pequeña, pero un punto
de referencia para otras iniciativas. Además, está muy
bien conectado a nivel internacional. No obstante,
es posible que se escogiera como sede del LUCC
por el hecho de que se ha desarrollado el concepto
de fast mapping, que es la respuesta rápida en la cartografía de observación.
¿En qué consiste y qué aporta el remote
sensing?
El remote sensing es una técnica que, por primera vez,
nos permite medir de manera integrada las observaciones de la Tierra. Se relaciona con la biogeoquímica o el ciclo de carbono con el hecho que, en
una determinada zona, llueva más o menos en los
próximos años si sabemos utilizar los patrones de
cambio de fragmentación de la Tierra a través de satélite. El LUCC se encarga de crear y coordinar ese
tipo de agenda científica, que es realmente interdisciplinar.
¿Cómo se financian estos proyectos
interdisciplinares?
¿Qué es el LUCC?
El LUCC es el nuevo programa internacional de cambio
global. Posiblemente es el que genera más entusiasmo
entre los estudiosos de la superficie de la Tierra: ecólogos terrestres, climatólogos, químicos atmosféricos,
todos quieren trabajar en él. El LUCC combina la observación de la Tierra a través del remote sensing, que
mide los cambios en la superficie terrestre, con los
aspectos socioeconómicos que les explican. De hecho,
el LUCC integra en sus proyectos las tres ciencias
de impacto que se han ido desarrollando en el estudio del cambio global: la química atmosférica, las
respuestas biofísicas y su impacto en los ecosistemas terrestres y, finalmente, los cambios en la climatología terrestre. Esa integración de la información
facilita las decisiones sobres los usos del suelo. El
LUCC se ha convertido en una plataforma central
de aspectos socioeconómicos, aspectos de observación directa de la Tierra y feedbacks biogeoquímicos.
Las instituciones que hospedan oficinas internacionales deben tener un perfil de actividad relacionado
con el proyecto, como es el caso del Cartográfico y
dedicar unos recursos mínimos al funcionamiento
básico. Los proyectos se financian con dinero que
obtiene el LUCC. Mantenemos unas relaciones muy
buenas con la Comunidad Europea y cuando, por
ejemplo, organizamos actividades internacionales
la NASA, la National Science Foundation de los Estados Unidos o el gobierno japonés subvencionan a sus
científicos para que puedan asistir. Llevamos a cabo
investigaciones más allá de las fronteras pero respetando las reglas del juego del financiamiento científico.
¿Cuáles son las principales aportaciones de la
conferencia dedicada a los cambios de la
superficie terrestre celebrada en Barcelona?
La conferencia del Earth Changing Land celebrada en
Barcelona fue una iniciativa conjunta del Global Change
and Terrestrial Ecosystems (GCTE) y del LUCC. No es
un hecho normal porque habitualmente cada proyecto
96
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
organiza su conferencia. ¿Por qué se hizo conjuntamente? El LUCC ha despertado mucho interés en el
si de la comunidad científica porque integra aspectos
socioeconómicos e intenta explicar las causas, los
orígenes de los cambios de la superficies continental.
Y los factores, los motores de cambio son de origen
antrópico. Ese punto de partida ha provocado el acercamiento del GCTE, hecho que se ha traducido en
la organización conjunta de la conferencia y en la
voluntad presente y futura de trabajar juntos. De hecho,
en el campo del cambio global existe una clara voluntad de trabajar de manera más coordinada y la colaboración GCTE-LUCC es el primer gran ejemplo a
nivel mundial de ese esfuerzo transdisciplinar. Esas
cosas ocurren cuando hay salud científica, cuando las
cosas evolucionan rde manera rápida y abundan las
nuevas hipótesis. El científico no está hecho para darse
la satisfacción a él mismo sino para dar respuesta a
preguntas que interesan. La sociedad pide que los
científicos salgan de sus ámbitos académicos habituales y creo que aquellos que no lo hagan no tendrán
tanta competitividad en el futuro. De hecho, el Cuarto
Programa Marco de la Unión Europea ya se ha inspirado en esa manera más abierta de entender la ciencia y el próximo V Programa Marco lo subraya aún
más claramente.
¿Qué se le pide al científico, dejar de ser un
especialista?
Se pretende que el científico continúe profundizando
en su especialidad pero que haga el esfuerzo de entender otros lenguajes. El objetivo es que centre sus esfuerzos al servicio de proyectos comunes y, por tanto, más
complejos. Eso requiere un gran esfuerzo para aprender distintos lenguajes: conocer aspectos socioeconómicos, sociológicos, demográficos y saberlos integrar. Al contrario, las personas que han trabajado sobre
patrones de comportamiento humano tienen que hacer
el esfuerzo de abordar cuestiones más cuantitativas.
No se trata de formar personajes polifacéticos -eso
supondría cierta disolución- sino tener especialistas
que aprendan, como quien aprende una lengua, otros
lenguajes. Una sociedad tan compleja necesita científicos interdisciplinarios.
O sea que el ecólogo, por ejemplo, sepa cómo
trabaja el geógrafo…
Exactamente, que sepa leer la literatura de otros especialistas que trabajan en el mismo ámbito de interés
y que establecen hipótesis similares.
Pero en la carrera científica – el famoso
curriculum- esas nuevas aptitudes no están
reconocidas. El artículo superespecializado
en las grandes revistas de referencia es lo
que vale. Se tendría que reconocer que el
dominio de otros lenguajes científicos
agranda el curriculum de los científicos y eso
no es así...
Es cierto, no es así, pero lo será. Para hacer un edificio más complejo y atrevido necesitamos subrayar ese
aspecto de comunicación entre las especialidades. En
Barcelona quedó claro que necesitamos esa integración entre las ciencias de impacto y las ciencias
que explican los factores de cambio. Entre las conclusiones de la conferencia sobre el cambio global se
destacó la importancia del trabajo conjunto. También
quedó claramente explicitado que en un futuro se
tendrá que abordar la integración de diferentes disciplinas.
Por tanto, ¿Las prioridades futuras en el
estudio del cambio global se centrarán
mucho más en la actividad humana?
Efectivamente. Creemos que las respuestas asimétricas del sistema climático, como por ejemplo “El
Niño”, y la imprevisión creciente de las predicciones,
otorgan más trascendencia al factor sorpresa que está
introduciendo el hombre. Por tanto, cada vez resulta
más fundamental cómo la sociedad humana interviene en el planeta, cómo muerde por aquí, cómo
deja crecer por allá, qué ocurre cuando deforestamos
una zona y cómo afecta a su entorno. La actividad
humana es el aspecto central del cambio global: ya
no podemos estudiar el sistema climático como un
sistema externo a la actividad humana, se debe entender integradamente.
¿Qué papel tienen reservado los científicos
sociales en el estudio del cambio global?
Los científicos sociales y los economistas deben tener
un papel muy importante en el estudio del medio
ambiente. La preservación del medio ya no es una
especie de idealismo deteriorado de unos señores que
buscan la florecilla sino que el eje de la preocupación
es cómo nosotros impactamos en el medio. Hasta
ahora nos preocupaba nuestra capacidad de hacer
daño al sistema -la florecilla, la especie en vías de
extinción- pero lo que tendría que preocupar son
las respuestas del ecosistema sobre nosotros. En síntesis, es la frase que acostumbra a repetir el ecólogo
Ramon Margalef: “la Tierra no está amenazada, la que
está amenazada es la especie humana”. El medio
ambiente ya no es un placer ni un lujo de unos cuantos naturalistas, está intrínsecamente relacionada con
nuestro futuro como sistema y, por tanto, las dimensiones económica y social son centrales.
¿Cómo se trasvasa la información de
programas como el LUCC al conjunto de la
sociedad, a quiénes toman las decisiones que
impactan sobre el medio?
El científico tiene que estudiar las consecuencias de
las actividades humanas y poderlas valorar, no sólo
desde el punto de vista de pérdida de especies; sobre
todo se debe excitar a la clase política. Tenemos
que argumentar el por qué es importante la pérdida
de determinadas especies como indicadores de escenarios futuros. Ciertamente, actualmente en la toma
de decisiones, la información sobre los impactos y
consecuencias en el medio ambiente interviene relativamente poco. Los factores decisivos son la compe-
97
titividad, la creación de puestos de trabajo, la generación de riqueza. Cuando hablamos de crecimiento
económico en la calle, tenemos que introducir adjetivos como sostenible, de manera que las cosas se
piensen y se aborden con más complejidad.
Desde un punto de vista más científico,
¿Cuáles fueron las aportaciones más
destacadas de la conferencia celebrada en
Barcelona?
A partir de los resultados obtenidos por los investigadores del GCTE, una de las conclusiones centrales fue que el cambio en la composición de gases
de efecto invernadero afecta tanto a la estructura como
a la composición florística de las comunidades vegetales. O sea que los ecosistemas cambiarán, quizá
no tanto sus especies dominantes como en su composición. Esa es una gran conclusión científica. Respecto
al LUCC, que se trata de un proyecto relativamente
nuevo, quedó claro que necesitamos incorporar
respuestas biogeoquímicas de la actividad humana
en nuestros modelos. Por ejemplo, si en los años
60-70 (Revolución Verde) en las llanuras del río Ganges
en la India, Nepal y Pakistán se produjeron gran cantidad de cereales gracias a la masiva fertilización de las
llanuras. Actualmente, las cosas han cambiado. Hay
un declive de la productividad debido a un exceso de
fertilización inorgánica y se ha perdido la capacidad orgánica del suelo. Ese hecho tiene una gran trascendencia en las decisiones sobre usos del suelo en
esta zona. Se han querido producir alimentos para
mucha gente pero a través de un modelo insostenible. Abordar ese tipo de cuestiones, centrales en el
tipo de investigación que hace el LUCC exige la cooperación entre disciplinas laterales si se quieren entender los procesos de cambio.
¿Cómo se contempla en los trabajos del LUCC
el punto de vista de las culturas del sur del
planeta con visiones de desarrollo y del
medio ambiente diferentes a las de
Occidente?
Es una reflexión que va más allá de la pregunta científica. Es cierto que este debate existe en el marco
de la comunidad científica. Hay perspectivas diferentes entre una sociedad en desarrollo y una sociedad desarrollada. A finales del siglo XX, se habla de
diferentes estadios de desarrollo, de diferentes tipos
de sociedad y, sobre todo, de la velocidad, del ritmo
en que el hombre actúa sobre el medio. Desconocemos lo que significa deforestar a la velocidad que
se está deforestando actualmente el sudeste asiático, algunas zonas de África y la cuenca amazónica. La gran incógnita es la capacidad del sistema
para adaptarse y crear respuestas. Desde el LUCC
existe la voluntad de abordarlo utilizando un lenguaje
claro, desinteresado y antiimperialista.
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Legislaci n ambiental
¿El LUCC “vende” un patrón ambientalcultural característico del Norte por todo el
planeta?
La protecci n del litoral
mediterr neo y la ordenaci n
territorial
Es difícil decirlo. Si hay algo que es utópico es la objetividad. El científico es inseparable de su cultura, de
su contexto. El hombre mediterráneo tiene tendencia
a hacer ciencia distinta de la de un señor del Norte.
Esas tendencias existen aunque haya una serie de
parámetros comunes entre los científicos. De hecho,
iniciativas como el LUCC o el GCTE tienen que garantizar la diversidad, deben resultar suficientemente
representativas para integrar todas estas visiones de
una manera convincente para los intereses comunes.
En el estudio del cambio global evitamos la idea de
colonización científica. Intentamos ser integradores
y respetuosos, especialmente en el caso del LUCC
donde hablamos de modelos de comportamiento
humano y que siempre incorporan valores cualitativos.
Ignasi Doñate
Abogado experto en cuestiones medioambientales
Desde la perspectiva de los usos del suelo,
¿Cómo valoraría la evolución del territorio
catalán en los últimos años?
Los grandes cambios han sido los incendios. Pese a
ese fenómeno, ha tenido lugar una recuperación forestal significativa en hectáreas. Asimismo, ha habido
una colonización de la costa, un incremento de las
viviendas en toda la zona de la costa y un cierto abandono agrícola en comarcas interiores, como es el caso
del Priorat y los dos Pallars. Los catalanes hemos pasado
de vivir de manera apretada a residir en zonas laxas
y de menos densidad -las llamadas coronas urbanas-. Desde un punto de vista agrícola, se ha producido un incremento de la vid. De hecho, zonas que
tradicionalmente habían cultivado la vid y la habían
abandonado, ahora la están recuperando. Es el caso
del Priorat y del Ampurdán. En cambio en el Maresme
se ha perdido espacio agrícola a causa de la presión
residencial. Esos patrones de cambio deben entenderse, interpretar y relacionar con los factores socioeconómicos que los complementan.
¿Tenemos suficiente información para
evaluar si Catalunya evoluciona hacia un
modelo económico sostenible o insostenible
desde el punto de vista ambiental?
No tenemos estudios suficientes para afirmarlo o
negarlo. Existe la infraestructura de información para
empezar a generar proyectos bajo este enfoque y que
profundicen y valoren las dinámicas socioeconómicas. De hecho, se necesitan estudios que integren
todos los tópicos característicos del Mediterráneo:
el fuego, el turismo, la intervención necesaria sobre
el paisaje tan propio del Mediterráneo. El hombre
interviene en el cien por cien del planeta y tenemos
que entender los efectos de estas acciones
•
1. Los escenarios del Pla Blau
Hace diez años, en el marco del Programa de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente, se hizo público
el Plan de Acción para el Mediterráneo, presentado
con el nombre de "Pla Blau. Los futuros de la Cuenca
Mediterránea” y con un segundo título "Medio
Ambiente-Desarrollo 2000-2025”.
Las conclusiones del Pla Blau confirmaban una hipótesis de trabajo: las estrategias y políticas de desarrollo aplicadas por los países del Mediterráneo, fueran
las que fueran, tenían una influencia determinante en
la situación y preservación del medio ambiente de
la cuenca. El trabajo nos indicaba, muy particularmente, como la protección del mar Mediterráneo
de sus riberas y regiones de la costa, no se podía llevar
a cabo con actuaciones limitadas en el mismo mar
o en las regiones de las costa. La protección de la
región dependía globalmente y de forma clara de
las políticas que adoptaran en tres ámbitos generales:
desarrollo, medio ambiente y gestión del territorio. La
protección de la cuenca mediterránea se veía también
condicionada por las interacciones de orden económico y comercial entre el conjunto de los países mediterráneos y los del resto del mundo, en sectores como
la agricultura, industria, energía, turismo y transportes. En este sentido, los diferentes escenarios del
Pla Blau confirmaban la validez de los análisis efectuados en el marco de otros trabajos, como el del
informe de la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo o las perspectivas en materia de medio ambiente hasta el año 2000 y más allá,
del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente.
Los diferentes escenarios previstos en el Pla Blau se
fundamentan o en el cumplimiento, más o menos
acentuado, de las tendencias estudiadas (escenarios
llamados “tendenciales”) o en un alcance más voluntarista de la cooperación mediterránea, tanto a nivel
de medio ambiente como a nivel de desarrollo (escenarios llamados ”alternativos”). Unos escenarios u
otros, en la perspectiva del 2000, no nos llevan imágenes o perspectivas del medio ambiente mediterráneo
radicalmente diferentes las unas de otras. El horizonte
2000 ya era, hace diez años, un horizonte muy próximo.
Fueran los escenarios que fueran, las principales líneas
políticas hasta el 2000 ya estaban aprobadas y las medidas legales, sociales y económicas ya estaban en
proceso de aplicación.
En cambio, los escenarios para el horizonte 2025
nos mostraban que la situación podría cambiar mucho
de un escenario a otro y que el estado del medio
ambiente corría el riesgo de agravarse considerablemente. Teniendo en cuenta los plazos necesarios para obtener efectos claros en la protección del
entorno, el Pla Blau planteaba que hacía falta, desde
ese momento, adoptar políticas más decididas que las
98
que se estaban aplicando si se quería evitar, o reducir, las graves faltas de recursos o las degradaciones
irreversibles que amenazan el medio ambiente de
la cuenca mediterránea, especialmente en cuanto a
los suelos, aguas, bosques, al litoral y a los medios
urbanos.
De una manera muy concluyente, el Pla Blau nos planteaba que todas las hipótesis -considerando los escenarios más favorables- sobre la salvaguarda de la franja
terrestre-marítima, a largo plazo, son muy difícil de
conseguir debido a las presiones humanas emergentes
y a la vulnerabilidad de los entornos naturales. Estas
no eran sólo las predicciones para las regiones del Sur
y Este de la cuenca, sino también para las costas urbanizadas de la región Norte. La condición sine qua non
para preservar la cuenca mediterránea pasa por la
voluntad política constante y sin desfallecimiento
de los gobiernos e instituciones públicas, pasa también
por una política fundamentada en el soporte activo
y en la complicidad permanente de las poblaciones
afectadas. Los mejores escenarios posibles expuestos
en el Pla Blau conllevan una movilización permanente
en favor del medio ambiente.
2. Las diferentes presiones sobre el litoral
Todas las actividades humanas ejercen una presión
considerable sobre el litoral mediterráneo degradando
los paisajes que le dan una reputación cultural y turística y degradan, muy especialmente, la zona infralitoral particularmente amenazada por el hecho de
ser la más frágil, pero también la más importante desde
el punto de vista de los recursos vivos marítimos. Esta
presión física se añade, evidentemente, a la degradación agraviada por los vertidos contaminantes en
la zona marítima litoral.
Citando a Miquel Ventura (El Temps Ambiental, junio
1998) "El litoral catalán está muy afectado por las transformaciones antropogénicas, como ocurre en la mayoría de los países ribereños del Mediterráneo. En España,
con una longitud de costa de aproximadamente 7.880
kilómetros, el 24% corresponde a playas, con un patrimonio público de unas 13.560 hectáreas. Desde los
años 60 se está produciendo un proceso acelerado de
traslado de la población interior al litoral, de tal manera
que más de un 40% de la costa estatal ya está urbanizada o tiene la calificación de urbanizable, un 7%
se dedica a instalaciones portuarias, un 3% a las instalaciones industriales y un 8% a usos agrícolas, no
teniendo aún el 42% restante los usos claramente definidos”.
2.1 El proceso de desertización
El proceso de desertización ha sido considerado por
la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra
la desertización de los Países afectados, firmada en
París, el 17 de junio de 1994 (BOE 11/2/97). Para luchar
contra la desertización, la Conferencia de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, acordó la redacción de un instrumento internacional, que concluyó
con la citada Convención subscrita por 100 países y
que entró en vigor, de forma general y para España,
el 26/12/96. La Convención tiene cuatro anejos que
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
plantean específicamente la lucha contra el fenómeno
de la desertización en África, Asia, Latinoamérica y
el Mediterráneo septentrional. El secretariado de la
Convención tiene por función ayudar a los programas específicos nacionales y regionales de cooperación entre países para invertir el proceso de desertización.
2.2 La degradación de las zonas no
urbanizables y los incendios
El abandono de las zonas rurales y de la agricultura
extensiva son también fenómenos que han acentuado
la problemática del litoral, incendios y erosiones
del suelo. Los incendios forestales, que también afectan gravemente zonas del litoral y del prelitoral mediterráneo, están regulados a nivel estatal por la Ley
81/1968 de 5 de diciembre y su Reglamento aprobado
por el Decreto 3769/72 de 23 de diciembre, estatales.
A nivel de Catalunya, habrá que tener en consideración la Ley 6/1988, de 30 de marzo, Forestal de Catalunya, el Decreto 241/1994 de 26 de julio y el Plan
de protección civil de emergencias para incendios
forestales de Catalunya (INFOCAT) aprobado por
Acuerdo de Gobierno de 29 de septiembre de 1994.
Con posterioridad a la promulgación de estas disposiciones se ha aprobado el Decreto 64/1995, de 7
de marzo, por el cual se establecen medidas de prevención de incendios forestales y el Decreto 268/1996,
de 23 de julio, por el cual se establecen medidas de
corte periódico y selectivo de vegetación en la zona
de influencia de las líneas aéreas de conducción eléctrica para la prevención de incendios forestales y la
seguridad de las instalaciones. En relación con los
espacios naturales de protección especial el Decreto
378/1986, de 18 de septiembre, acordó el establecimiento de planes específicos de prevención de incendios en estos espacios.
2.3 La alteración del medio natural y del
paisaje litoral
El proceso de destrucción de los parajes naturales dio
lugar a la elaboración del Protocolo de 3 de abril de
1982, ratificado por Instrumento de 21 de diciembre de 1987, para la implantación de zonas especialmente protegidas del Mediterráneo, con el objetivo de preservar las zonas marinas más significativas
por los recursos naturales, los parajes naturales y el
patrimonio cultural de la región. (BOE 11/1/88).
Con carácter general de protección, el 13 de junio
de 1985 se aprobó la Ley 12/1985 de Espacios Naturales de Catalunya con el objeto de proteger la diversidad genética, la riqueza y la productividad de todos
los espacios naturales. El Decreto 328/1992, de 14
de diciembre aprobó el Plan de Espacios de Interés
Natural. La adecuación de esta legislación catalana
fue regulada por el Decreto Legislativo 11/1994, de
26 de julio. La protección básica de los Espacios Naturales y de la flora y fauna silvestres a nivel estatal
fue desarrollada por la Ley 4/89, de 27 de marzo.
La protección de los espacios naturales específicos en
el litoral de Catalunya fue regulada por:
• La Ley 21/1983, de declaración de Parajes Naturales de Interés Nacional y de Reservas Integrales
Zoológicas y Botánicas de los aiguamolls del
Empordà y disposiciones reglamentarias posteriores. Decreto 136/1984, de 17 de abril, de despliegue de la Ley 21/1983, de 28 de octubre, de declaración de Parajes Naturales y de Reservas Integrales
Zoológicas y Botánicas de los aiguamolls del
Empordà. Decreto de 231/1985, de 15 de julio, de
concreción topográfica de los límites del Paraje Natural de Interés Nacional y de las Reservas de Interés Zoológico y Botánico de los aiguamolls del
Empordà.
• El Decreto 332/1986, de 23 de octubre, modificado por el Decreto 53/1992, sobre declaración del
Parque Natural del Delta del Ebro i de les Reservas Naturales Parciales de la Punta de la Banya y de
la isla de Sapinya. En el mismo marco del Delta
del Ebro se dictó el Decreto 269/1996, de 23 de julio,
por el cual se aprobó el cambio de nombre y la
modificación de la superficie de la Reserva de caza
de la Encanyissada, y se amplían los límites del
parque natural del delta del Ebro.
• La Orden de 9 de noviembre de 1992 por la cual
se prohibe la circulación motorizada por determinados caminos de las reservas naturales del Delta
del Llobregat.
• La Resolución de 31 de julio de 1996, por la que
se hace público el Acuerdo de 23 de julio de 1996,
del Gobierno de la Generalitat, por la cual se aprueba
definitivamente el Plan especial de protección del
medio natural y del paisaje de la Rojala-Platja del
Torn.
• La Ley 4/1998, de 12 de marzo, de protección de
Cap de Creus.
2.4 El cambio climático
El cambio climático, reconocido en el progresivo y
global aumento de las temperaturas y en los últimos efectos catastróficos ejemplificados en el fenómeno de El Niño, fue objeto de la Convención Marco
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
hecha en Nueva York el 9 de mayo de 1992, ratificada
por España por Instrumento de 16/11/93 (BOE 1/2/94).
Posteriormente, las Naciones Unidas celebraron, el
1/12/97 en Kioto, la tercera Cumbre sobre el Clima,
donde se reunieron las partes firmantes del Convenio del Cambio Climático, después del inicio de Río92 y del fracaso de Berlín-95. Como consecuencia,
el 10 de diciembre de 1997 un total de 159 países se
comprometieron en reducir sus emisiones de gases
invernadero en un 5’2% de media, entre 2008 y 2010.
La Unión Europea luchó desde el principio por una
reducción mayor, que finalmente se autoaplicó, acordando una reducción del 8% de las emisiones para los
Estados miembros. Estados Unidos consiguió la inclusión en el protocolo de tres gases más de los que se
pensaba al empezar la cumbre. La Comisión europea
interpretó el protocolo firmado en Kioto como la primera
batalla ganada contra el calentamiento de la tierra, mientras que los ecologistas tildaban de farsa el hecho de
presentar como fantástico un avance realmente insuficiente. Un 56’25% de los expertos consultados consideraron que los acuerdos de Kioto no eran suficientes.
99
En 1999 se celebrará la cumbre de cambio climático en
Buenos Aires.
3. La presión urbanística sobre el litoral
Entre las amenazas que recaen sobre los espacios
naturales litorales, la más importante es la presión
urbanística, que llega a afectar el 65'8% del litoral.
Siguiendo el Pla Blau, en 2025 más de 150 millones
de personas vivirán en ciudades de las regiones mediterráneas (82 millones en 1985). Las zonas naturales, salvajes o aún intactas, tienen el riesgo de reducirse cuando, en cambio, tendrían que extenderse.
Los casi 70 "Espacios especialmente protegidos" censados en 1985 no están suficientemente protegidos y
piden una vigilancia de las autoridades y de la opinión
pública. Sería conveniente doblar las superficies protegidas en los próximos diez años para asegurar una
protección más significativa. Entre las zonas especialmente vulnerables figuran sobre todo las zonas
húmedas y la mayoría de las que se podrían dedicar a la acuicultura.
A nivel de los Estados, y en el ámbito específico de
la gestión del territorio, el Pla Blau, constataba la voluntad de las administraciones de orientar o frenar el
proceso de urbanización con planes urbanísticos,
de ocupación del suelo y con políticas de gestión
del litoral. Sin embargo, esa voluntad a menudo se
veía frenada por la descentralización política en el
ámbito de la gestión del territorio y contrapuesta
por la falta de control del proceso de construcción de
viviendas y por las presiones de la indústria turística. La voluntad manifestada en crear áreas protegidas o de salvar ciertas zonas de la presión urbana
casi nunca corresponde con la realidad: a pesar de los
objetivos públicos de protección del litoral, la realidad nos muestra como en los años 60 y 70 cerca de
2.000 kilómetros de costa fueron sacrificadas por la
presión de los intereses económicos. "La presión constructiva y humana sobre la franja litoral no para de
crecer hasta provocar la saturación de muchas zonas
y crear una problemática ambiental específica.- Esta
manifiesta saturación no sólo repercute en el estado
y disfrute de las playas, sino en el del área litoral y
prelitoral" (Diagnóstico del Plan Territorial General
de Catalunya. Generalitat de Catalunya. Departamento
de Política Territorial y Obras Públicas. Dirección
General de Planificación y Acción Territorial).
La cooperación entre los Estados, la gestión del litoral mediterráneo -comprendidas las islas- pide un intercambio de experiencias entre las diferentes políticas estatales, así como un intercambio de las diversas
prácticas de gestión del territorio susceptibles de reducir la presión sobre el litoral y favorecer una ordenación en profundidad mirando los espacios interiores. La cooperación, especialmente en los estudios
comparativos, podría centrarse en los métodos de
gestión, reglamentaciones, mecanismos jurídicos y
financieros de protección, sensibilización de los turistas hacia el medio a proteger, la conservación del espacio infralitoral, la utilización de la teledetección, etc.
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
4. La respuesta de la legalidad territorial
urbanística
La respuesta a la presión urbanística corresponde
en gran parte a la administración pública mediante
los planos de ordenación territorial, la ordenación del
suelo, la planificación y gestión urbanística.
La ordenación del litoral se fundamenta básicamente
en el derecho urbanístico, dependiendo por lo menos
-de una manera global y poco concreta- de la planificación territorial, que tiene como objetivo básico
el establecimiento de importantes líneas de ordenación de grandes extensiones del territorio. El actual
sistema jurídico de ordenación del territorio de Catalunya se concentra en la Ley 23/1983, de 21 de noviembre, de política territorial y en la Ley 1/1995, de 16
de marzo, por la cual se aprobó el Plan Territorial
General de Catalunya.
Los objetivos y criterios legales de la política territorial en Catalunya son la distribución equilibrada del
crecimiento, la promoción del crecimiento económico
ordenado para incrementar la actividad económica,
conseguir una mejor calidad de vida y luchar contra
el paro. Sin embargo, estas políticas en función de
unos valores socioeconómicos genéricos y parciales,
no garantizan por si mismas una ordenación equilibrada de los recursos. Aún así, la misma ley precisa
que el desarrollo del Plan Territorial, mediante planes
parciales y sectoriales, debe hacerse teniendo en consideración el fomento del desarrollo sostenible, el
respecto a las tierras agrícolas o forestales, el uso
eficiente de los recursos energéticos e hidráulicos,
la preservación de los espacios naturales de interés
y la producción del mínimo impacto ambiental de las
actuaciones territoriales.
El Plan Territorial General de Catalunya se desarrolla en seis Planes Territoriales Parciales definidos
por las afinidades geográficas de agrupaciones de
comarca. Sorprende que no haya ningún plan territorial que trate con carácter singular y global todo
el litoral catalán. Una vez aceptado que la mayor parte
de la población se concentra en el litoral, que esta
población se duplica o triplica en ciertas zonas con
motivo del turismo, que la falta de recursos naturales y la degradación de la zona se acentúan día a
día pese a las medidas que se adoptan, sorprende
la falta de directrices estratégicas de planificación
del litoral. En este sentido sería necesario que, en el
marco del Plan Territorial General de Catalunya al
igual que se dictó la Ley 2/83, de comarcas de montaña,
se dictara una normativa adecuada que encaminara
el litoral de Catalunya hacia unas perspectivas de
desarrollo sostenible.
Por falta de criterios estratégicos claros de carácter
territorial, la ordenación del litoral se lleva a cabo
mediante la normativa urbanística recopilada en el
Decreto Legislativo 1/1990, de 12 de julio, por el
cual se aprueba la fusión de los textos legales vigentes en Catalunya en materia urbanística. Más específicamente esta ordenación se ha llevado a cabo
mediante los Planes Generales Municipales que en
Catalunya han sido hasta ahora los instrumentos reales
de ordenación del territorio. Citando a Miquel Ventura
(El Temps Ambiental. Junio 1998. Nº 32) estos Planes
Generales presentan bastantes carencias: " Primero,
los límites de ordenación del litoral establecidos en
los planes generales municipales no se corresponden
con los límites físicos, los cuales no son estáticos, sino
al contrario. Segundo, no hay una ordenación del litoral cohesionada con otros planes municipales, ni
tampoco a nivel regional. Y tercero, los aspectos
ambientales han sido, como mínimo hasta ahora, por
debajo de los aspectos económicos y urbanísticos."
La normativa urbanística a nivel estatal ha visto reducido muy claramente su ámbito de actuación después
de la Sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de
marzo de 1997 (BOE 25/4/97) por la que se declaró
la inconstitucionalidad y la nulidad de una serie de
preceptos del texto Refundido de la Ley sobre el Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, aprobado por
el Real Decreto Legislativo 1/1992, de 26 de junio,
para infringir la competencia exclusiva de las comunidades autónomas, a las cuales corresponde realmente dictar las normas que afectan a la ordenación urbanística, integrándolas sistemáticamente con
las competencias estatales que puntualmente pueden
afectar la materia urbanística.
De acuerdo con esta sentencia, el urbanismo debe ser
entendido como disciplina jurídica del hecho social
o colectivo de los asentamientos de población en el
espacio físico. La Constitución Española no contempla la definición de urbanismo, pero establece los
principios rectores más importantes: la utilización del
suelo de acuerdo con el interés general, impedir la
especulación y regular la participación de la comunidad en las plusvalías generadas por la acción urbanística de los poderes públicos. Al margen de estos
principios rectores, queda a España la competencia
para regular las condiciones básicas que garantizan
la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de
los derechos y en el cumplimiento de los deberes
constitucionales (art. 149.1ª de la Constitución Española). En medio de estos derechos se cuenta el derecho de propiedad reconocido en el artículo 33 del
texto constitucional.
De este modo, ha sido, como, tomando como fundamento la competencia del Estado “para regular las
condiciones básicas que garanticen la igualdad en
el ejercicio del derecho de propiedad del suelo en
todo el territorio nacional, así como regular otras materias que inciden en el urbanismo como son la expropiación forzosa, las valoraciones, la responsabilidad
de las administraciones públicas o el procedimiento
administrativo común” se aprobó por 167 votos a
favor, 143 en contra y cuatro abstenciones la Ley 6/1998,
de 13 de abril, sobre régimen del suelo y valoraciones. Según el gobierno español, el objetivo de la nueva
normativa es "incrementar la oferta de suelo urbanizable y así permitir la disminución del precio del suelo
y de la vivienda”.
La nueva normativa limita a un máximo del 10% la
cesión del suelo que se tendrá que hacer a los ayuntamientos. En este sentido y, como ejemplo, la nueva
ley choca con la normativa vigente en el País Vasco.
Sin embargo, los consistorios son los organismos que
tienen la potestad de definir si el suelo es urbanizable o no. En el nuevo texto legal el “suelo no urbanizable” deja de ser lo común residual y pasa a defi-
nirse como lo que se debe incluir en esta categoría
por el hecho de estar sometido a un régimen especial
de protección incompatible con su transformación
o lo que el planteamiento general considere necesario preservar o considere inadecuado por el desarrollo urbano. Con esta normativa el suelo con carácter residual es el “urbanizable”, a excepción de los
municipios sin planteamiento en los que el suelo
no sea “urbano será “no urbanizable”.
La Ley insta a los promotores a pagar los gastos de
urbanización, lo que hasta ahora no era obligatorio
y establece un nuevo sistema de valoración del suelo,
según el cual los métodos para determinar el valor
real del suelo serán establecidos en el mercado inmobiliario o los que habitualmente se aplican en las
ponencias de valores catastrales.
Con este tipo de disposiciones la ley pretende facilitar el aumento de la oferta del suelo, haciendo
posible que todo el suelo que aún no se ha incorporado al proceso urbano y en el que concurran razones para su preservación, pueda considerarse como
susceptible de ser urbanizado, lo que supone una
medida contraria a una ordenación equilibradora
de la superocupación del litoral de España. Los efectos negativos de esta ley se prevén para la ordenación
territorial por el hecho de que a pesar de decir que,
equívocamente, que se fundamenta en el derecho
individual de propiedad, su auténtico fundamento
y objetivo no es la defensa de este derecho, sino abaratar la oferta del suelo contrariamente a la misma lógica
del mercado, que lleva al encarecimiento de un recurso
cada día más escaso como es el suelo. Los que más
rentabilizarán esta normativa en beneficios particulares no serán tanto los propietarios de los terrenos
como las sociedades promotoras y urbanizadoras, las
cuales con la finalidad única del beneficio y en la peor
posición para concebir el suelo como un recurso escaso
en el marco del ecosistema urbano, aprovecharán
la bajada del precio del suelo derivada del aumento
de oferta de suelo urbanizable en beneficio propio.
Sin embargo, no hay que insistir en el hecho de que
la competencia territorial y urbanística permanece en
las comunidades autónomas y en las instituciones
locales, las cuales tendrán que optimizar las técnicas territoriales para reducir el impacto o tendencia
negativa derivada de la nueva ley estatal.
5. La regulación jurídica de otros ámbitos
sectoriales
5.1. El marco internacional de regulación de
los mares
La protección de los mares y la regulación de su uso
viene marcada básicamente por los diferentes convenios y tratados internacionales, dado el carácter interterritorial de los espacios marítimos.
La regulación básica está contenida en la Convención
de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar,
hecha en Montego Bay el 10/12/82, ratificada por
Instrumento 20/12/96, que entró en vigor de forma
general el 16/11/94 y para España el 14/2/97 jurídica internacional.
Las medidas internacionales de protección se concentran en el Convenio de 22/11/73 de prevención de
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
la contaminación por barcos, modificado por el Protocolo de 1978 y ratificado por Instrumento de 20 de
enero de 1988, así como por el Convenio Internacional
sobre Cooperación, preparación y lucha contra la
contaminación por hidrocarburos, hecho en Londres
el día 30/11/90 y ratificado por Instrumento 3/12/93
(BOE 5/6/95)
La protección internacional del mar Mediterráneo está
centrada en el Convenio de Barcelona, de 16 de febrero
de 1976 de Protección del Mediterráneo contra la
contaminación (BOE 21/2/78). A este convenio básico
hay que añadir el Protocolo de 17 de mayo de 1980,
ratificado por Instrumento de 21 de mayo de 1984
para la protección del Mediterráneo contra la contaminación de origen terrestre (BOE 26/6/84). Este protocolo fue ampliado con el Anejo IV, en el cual se definen sus condiciones de aplicación (BOE 10/12/93).
Esta normativa internacional ha sido completada y
desarrollada por una seria de normas estatales que
hacen referencia al vertido de sustancias peligrosas
desde tierra -Real Decreto 258/89, de 10 de marzo,
desarrollado por la Orden de 31 de octubre del mismo
año-, y por las normas específicas que regulan la explotación de los recursos marinos (la pesca y la acuicultura).
5.2. La regulación de las instalaciones
portuarias
La regulación de los puertos del Estado y de la Marina
Mercante viene dada por la Ley 27/92, de 24 de noviembre, modificada por la Ley 62/1997 de 26 de diciembre i por la Sentencia 40/1998, de 19 de febrero del
Tribunal Constitucional que declara inconstitucionales algunos de sus artículos por vulneración de
las competencias autonómicas en los puertos no comerciales y otros.
En cuanto a Catalunya que cuenta con 580 kilómetros de costa y con una 25.000 amarres para el 2000,
los puertos de su litoral son regulados por la Ley 5/1998,
de 17 de abril y son considerados básicamente por su
estricta vertiente económica. El Plan de Puertos de
Catalunya es un instrumento de ordenación del litoral catalán dentro del marco de los directrices de la
ordenación territorial y tiene como objetivo el establecimiento de los criterios para el uso portuario
adecuado y racional de la costa catalana, incorporando medidas correctoras de carácter ambiental.
Específicamente se exige el estudio de impacto para
la construcción y explotación de un puerto, cuyo
concesionario debe adoptar las medidas adecuadas
para la protección del medio natural y la calidad de
las aguas marítimas.
La vigilancia de las zonas portuarias corresponde básicamente a la administración pública, específicamente
a partir de la figura del dominio público portuario, de
la necesaria planificación sectorial y de los planes
urbanísticos especiales y la implantación del adecuado
régimen de policía.
5.3. La protección específica de las costas
La Ley 22/88, de 28 de julio, de Costas estableció
los criterios de protección, uso y policía de las costas
marítimas, una protección basada en la categoría jurídica de dominio público, que se extiende a la zona
marítima-terrestre, playas, mar territorial y a recursos naturales de la zona económica y de la plataforma
continental.
Esta Ley fue desarrollada por el Real Decreto 1471/89,
el cual aprobó el Reglamento General de protección, uso y policía de costas, modificado por el Real
Decreto 1112/92 de 18 de septiembre y por el Real
Decreto 1771/94. De acuerdo con esta normativa,
el espacio litoral a proteger está constituido por:
a) Una zona de servitud de protección de 100 metros,
zona que se puede ampliar en otros 100 metros
más cuando haya un acuerdo entre las administraciones regionales y locales, aunque es una medida
que no se aplica.
b) Una zona de influencia, en previsión de impactos producidos alrededor del litoral para zonas
de aparcamiento, procesos de urbanización y actividades que puedan implicar vertidos, que será
como mínimo de 500 metros.
c) Los accesos al mar, la servitud de paso y la de salvamento.
En resumen, la franja litoral sobre la que se ejerce
un control más o menos riguroso no excede de los
500 metros de la línea de la costa. Esta limitación es
aún mayor si se tiene en cuenta que esta normativa
sólo es de aplicación para el 40% de la costa estatal,
ya que el resto está urbanizado u ocupado por instalaciones industriales o portuarias.
6. La falta de ordenación global del litoral
mediterráneo
Los escenarios tendenciales del Pla Blau, en cuanto
a la preservación del litoral, empiezan a ser realidad. Se siguen constatando -incluso acentuadoslos problemas derivados de la gestión pública, faltada
de una ordenación territorial específica del litoral y
de una legislación urbanística adecuada a las necesidades de gestión de estos espacios.
Habría que dotar al espacio litoral de la condición
de unidad territorial singular, una unidad territorial
que pide respuestas institucionales distintas a las
convencionales. El modelo clásico jerarquizado (administración estatal, autonómica y municipal) mezclado
con distintos sectores o áreas competenciales no siempre responde a las necesidades de un territorio tan
frágil y peculiar como es el litoral.
A lo largo de los años setenta, los organismos internacionales ya manifestaban su interés específico
por el reconocimiento de la singularidad del espacio litoral dentro de la disciplina científico-técnica
de la Ordenación y Planificación Territorial.
Actualmente, este tratamiento singular se limita a la
reglamentación de costas, por si misma incapaz de
ser un elemento ordenador, concebida por una estricta
visión “protectora” y limitada al eje de la costa. La
normativa de costas está faltada de una visión integrada del litoral, tanto en el plano conceptual como
en el plano metodológico, que trascienda el mero
análisis y las propuestas de actuación.
La Carta Europea del Litoral, propuesta en 1981 por
la Sesión Plenaria de la Conferencia de las Regiones
Marítimas de la CEE recogía la preocupación por el
tratamiento singular del litoral y se inclinaba para esta-
blecer una seria de objetivos a nivel de una estrategia
global caracterizada por:
1. Desarrollar una economía litoral competitiva y
selectiva.
2. Proteger y desarrollar las peculiaridades de cada
zona litoral.
3. Organizar el espacio litoral.
4. Administrar el espacio litoral.
5. Prevenir los riesgos.
6. Controlar el turismo.
7. Informar ampliamente.
8. Desarrollar la investigación científica.
9. Armonizar el derecho europeo.
10. Desarrollar la cooperación transfronterizo.
En conclusión, el principal déficit que nos puede llevar
a alcanzar los escenarios más pesimistas del Pla Blau
para 2025 se sitúa en la falta de un tratamiento territorial singular del espacio litoral. A nivel español, serán
las instituciones locales y autonómicas las que tendrán
que enderezar sus esfuerzos en esta dirección, evidentemente soportados por los análisis globales sobre
la capacidad de carga del litoral, sobre los límites
de la industria turística descapitalizada en buena parte
de sus inputs económicos, dado que la degradación
natural y cultural de las zonas del litoral. Habrá que
incentivar la concertación social para extender el
concepto de ordenación global y en profundidad,
para impulsar y consolidar los planteamientos que
conducen a la protección y conservación de los espacios naturales, para profundizar en todos los aspectos relacionados con la investigación, ordenación y
conservación del medio marino
•
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Actualidad
Bosques, nuevas perspectivas
Los bosques, y concretamente la necesidad de encontrar estrategias de gestión alternativas a las actuales,
han sido, por suerte y por desgracia, uno de los “protagonistas ambientales” de los últimos meses en nuestro país.
Por suerte, porque la recién creada Fundació Territori i Paisatge ha iniciado sus actividades que se dirigen, fundamentalmente, a adquirir territorios de
elevado interés ambiental que quedan fuera de la red
oficial de espacios protegidos. Su objetivo es evitar
su degradación, o restaurarlos si conviene. La fundación ya ha comprado los derechos de tala de cinco
bosques del Pallars (Cataluña) y tiene previsto desarrollar un proyecto para recuperar un bosque de ribera.
Por desgracia, los bosques también han sido noticia
porque en el mes de julio se quemaron 27.000 hectáreas de bosque mediterráneo en la Cataluña central
(comarcas del Bages y Solsonés). Los incendios dejaron en evidencia, una vez más, que los bosques,
aunque se consideren espacios naturales, no pueden
sobrevivir en estado “salvaje”, ya que la actual situación socioeconómica de Cataluña los hace extremadamente vulnerables a los efectos catastróficos de los
fuegos estivales. Por lo tanto, parece aconsejable modificar la estructura de las masas forestales catalanas;
el problema es encontrar la financiación necesaria.
¿Agente ecológico o infernal?
El clima mediterráneo favorece la declaración de incendios forestales en verano, cuando se acentúa la escasez de agua y aumentan las temperaturas. Como consecuencia, los bosques devienen grandes almacenes de
madera seca, de combustible que quema con gran
facilidad. Por esta razón, el fuego los visita regularmente y, también por esta razón, algunas especies
vegetales propias del bioma mediterráneo se han adaptado a su presencia, como el caso de las plantas
pirófitas y pirófilas. fuegos, por lo tanto, ha habido
siempre, pero en los últimos años han aumentado
tanto el número de incendios como la extensión de
la superficie quemada, de manera que el fuego ha
pasado de ser un factor ecológico a ser un elemento
central de la degradación paisajística.
Obviamente, el riesgo de incendio aumenta cuando
coinciden la escasez de lluvias, las temperaturas elevadas y una humedad relativa del aire baja. Pero, aunque
la meteorología es una variable importante, el factor
humano es la clave para entender la recurrencia
creciente y la magnitud de los incendios forestales.
Actualmente, sólo el 8% de los incendios se explica
por fenómenos naturales como los rayos, mientras
que las causas principales son la elevada frecuentación humana de los bosques (carreteras, líneas eléctricas, turistas, urbanizaciones) y la progresiva emigración desde las zonas rurales. Estas migraciones
comportan el abandono de los campos de cultivo colonizados por masas boscosas- y de la limpieza
de los bosques, donde proliferan arbustos y matojos que favorecen la propagación del fuego y dificultan su extinción. El resultado es un paisaje de
infierno. En definitiva, la nueva estructura social de
las áreas rurales, con una población en descenso y un
número creciente de visitantes de fin de semana, y su
situación económica, normalmente caracterizada por
la falta de recursos y de expectativas económicas, tiene
un impacto notorio en el riesgo de incendio. Por lo
tanto, una política forestal eficiente debe abarcar más
áreas de gestión que las propiamente referidas a los
árboles y, concretamente, debe incorporar medidas
que corrijan el desequilibrio territorial ocasionado por
la elevada concentración de población en los grandes núcleos urbanos y en la costa, y el despoblamiento
de las tierras de interior.
A lo largo de los últimos años, la superficie ocupada
por masas forestales ha ido avanzando progresivamente en Cataluña, y actualmente más del 70% de
su territorio está cubierto de bosques, bosques que,
paradójicamente, contribuyen a la pérdida de suelo
y a la degradación del territorio. Además, en estos
momentos, la gestión adecuada de estos espacios
no resulta rentable para sus propietarios en términos estrictamente monetarios. Por eso, una de las vías
para solucionar el problema consiste en pensar actividades económicas basadas en la explotación de los
recursos naturales y, al mismo tiempo, compatibles
con su conservación.
En cuanto al paisaje, la prevención de incendios
requiere una estructura de mosaico que combine
masas forestales discontinuas con campos de cultivo
y pastos. Por otro lado, los tradicionales cortafuegos parecen insuficientes para poder controlar los
incendios y, entre otras propuestas, el Centro de Estudios Ecológicos y Aplicaciones Forestales (CREAF) de
la Universidad Autónoma de Barcelona defiende la
“construcción” de cortes de combustibles: amplias
franjas de territorio donde la densidad del bosque
se ha reducido hasta parecer una dehesa. El impacto
paisajístico es notable, como también lo es su coste
económico, pero no pueden menospreciarse las ventajas que estos cortes de combustible pueden presentar en las estrategias preventivas, en la preservación
de los sistemas naturales y en la calidad paisajística
a largo plazo.
El “National Trust” catalán
Otra forma de afrontar la degradación ambiental
consiste en regenerar y conservar los espacios naturales que por sus peculiaridades presentan un interés
especial. Y hacerlo aunque ello no reporte un beneficio económico inmediato. La Fundació Territori i
Paisatge, liderada por el antiguo director del Parque
Nacional dels Aiguamolls de l’Empordà, Jordi Sargatal, y nutrida por los fondos de la obra Social de Caixa
Catalunya, aposta por esta estrategia. La fundación,
que se presentó públicamente en Barcelona el pasado
mes de marzo, tiene dos objetivos fundamentales:
contribuir a la conservación del patrimonio natural
y el paisaje, y realizar una labor de educación ambiental dirigida a toda la población.
En cuanto a la educación, y al margen de las actuaciones más convencionales basadas en cursillos, jornadas y publicaciones, prevé la creación de centros
de educación ambiental desde una perspectiva innovadora. A diferencia de las escuelas de naturaleza o
de los centros interpretativos convencionales, no sólo
pretenden dar a conocer las áreas en las que están
ubicados, sino también la problemática ambiental a
nivel planetario, además de convertirse en centros
dinamizadores de la comarca, con propuestas de
desarrollo sostenible y equipamientos de investigación. Los propios edificios son ejemplos de sostenibilidad, construidos según los principios de la arquitectura bioclimática, y basados en la eficiencia
energética y en el uso de energías renovables. Ya está
en marcha la construcción de dos de estos centros,
uno en el Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà,
zona litoral húmeda, y otro situado en un área de
alta montaña, en el municipio de Alt Àneu, entre el
Parque Nacional de Aigüestortes y la Mata de Valencia, uno de los abetares más extensos y en mejor estado
del Pirineo.
Pero el rasgo más característico de la nueva fundación, y el que la hace ser pionera en nuestro país,
es su intención de adquirir mediante compra, arrendamiento o cesión, territorios de interés para la conservación, el paisaje o la educación ambiental. De hecho,
la adquisición de espacio naturales es su objetivo
primordial, siguiendo la tradición de los ya clásicos
Nacional Trust y Wildlife Trust del Reino Unido, el
Conservatoire du Litoral et de Rivages Lacustres y
los Conservatoires d’Espaces Naturels de Francia, o
el Nature Conservancy en Estados Unidos. La fundación no gestiona directamente los espacios adquiridos sino que ésta encarga un plan de gestión como
base para establecer un contrato con una organización no gubernamental, una institución o la Administración pública, que serían los tres tipos de posibles entidades gestoras.
La Fundació Territori i Paisatge ya ha empezado a
moverse en este sentido. Recientemente, compró por
4,5 millones de pesetas los derechos de tala de cinco
bosques del Pallars por un periodo de 40 años, con
el objetivo de convertirlos en reservas forestales.
Los bosques tienen una extensión de unas 30 hectáreas, y pertenecen a los municipios de Llavorsí, Cardós,
Farrera y Ainet de Besan. Son, por lo tanto, bosques
maduros de alta montaña, con abetos y pinos negro
y rojo, el hábitat idóneo para ciertas aves en peligro
de extinción como el urogallo o la lechuza Tengmalm.
Estas especies sufren una grave recesión en el resto
del Estado a causa, precisamente, de la progresiva
destrucción de los bosques. Por otro lado, este otoño
comprará territorio por valor de 80 millones de pesetas, en concreto, territorios en una zona de alta montaña
y en una fluvial, donde prevé desarrollar un proyecto
de restauración del bosque de ribera, unos ecosistemas también muy amenazados en nuestro país y
que juegan un papel central en la conservación de
la buena calidad ecológica de los ríos y, lógicamente,
de su agua.
Otro aspecto interesante es que la conservación no
se entiende como algo opuesto a la actividad humana,
de manera que una de las tareas a realizar en los territorios de la fundación implica el replanteamiento y
potenciación de las actividades humanas tradicionales del área, como, por ejemplo, la ganadería, la
agricultura, etc. Es decir, que puede servir de instrumento para la dinamización económica de las áreas
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
Ecolog a del ocio
rurales no incluidas en la red oficial de espacios protegidos. Así, entre las cosas que pretende proteger la
fundación se encuentra la presencia humana y, por
ende, su intervención en el medio como parte integrante del paisaje.
En definitiva, la mejor manera de conservar la naturaleza -y de preservar a los bosques del fuego- es,
justamente, “desnaturalizarla”, gestionarla, es decir,
asegurar una presencia humana responsable
•
J.C.
L’interès empresarial de les polítiques
ambientals.
La gestió dels residus sòlids urbans
Alexandre Casademunt
Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1998, 401 pp.
Libros y revistas
El cambio climático
Josep Enric Llebot
Rubes, Barcelona, 1997, 160 pp.
Casi todo el mundo habla del cambio climático, ya
sea para explicarlo o juzgarlo con rigor, para hacer
comentarios frívolos o para exagerar o minimizar
los posibles efectos. Libros como este del doctor Llebot,
catedrático de Física de la Universidad Autónoma
de Barcelona, sirven de introducción completa pero
bien sintetizada sobre todo lo que afecta el posible
cambio que estamos viviendo.
La obra contiene descripciones del clima y de la evolución del clima terrestre en la historia del planeta.
Después, analiza el clima actual y la complejidad
de sus causas e interrelaciones. La segunda parte
del libro está dedicada al cambio climático actual.
Llebot analiza la evidencias, causas, imprecisiones,
los posibles efectos ecológicos, sociales, económicos.... El epílogo estudia lo que se podría hacer y lo
que se está haciendo y comenta brevemente la conferencia celebrada en Kioto en diciembre de 1997
•
X.D.
Viatge als orígens
Jaume Bertranpetit y Cristina Junyent
Bromera-Universitat de Valencia, Alzira, 1998,
197 pp.
La biología apasiona y últimamente tiene un impacto
mediático que, a pesar de que no siempre es con rigor,
le da una proyección popular importante. Pero la
biología no sólo sirve para plantear nuevas intervenciones sobre las especies, incluida la humana, sino
también para entender el pasado. En esta obra, los
dos biólogos explican la evolución de la especie
humana, tanto a la luz del registro fósil como de las
últimas técnicas de biología molecular.
La obra empieza hablando de la biodiversidad y de
la posición de la especie humana entre los seres vivos.
Después describe con detalle las características del
código genético. Seguidamente, entra de lleno en el
tema del libro, explicando la evolución humana y
de qué manera los fósiles y ahora el DNA nos proporcionan datos. La obra que fue ganadora del III Premio
Europeo de Divulgación Científica-Estudio General,
muestra una visión muy amplia, que también hace
referencia a los descubrimientos más recientes sobre
la relación entre las diversidades genética, cultural
y lingüística y acaba con un capítulo sobre el futuro
genético de la humanidad
•
X.D.
La relación entre intereses particulares y generales
es uno de los elementos que puede provocar los debates más vivos cuando se tiene que concretar una legislación ambiental. Pero contraponer las dos cosas
no es operativo, según la tesis que defensa el autor
en este extenso trabajo. Este estudio profundo que
aporta gran cantidad de documentación y datos y tiene
carácter eminentemente académico, significa una interesante aportación teórica al debate sobre legislación
ambiental.
La primera parte del libro se refiere a “Actores, intereses e intermediación de intereses” y expone las
dimensiones ideológica y epistemológica, económica
y política de la temática ambiental además de aportar un marco interpretativo para estudiar el caso
concreto de los residuos sólidos urbanos.
La segunda parte entre de lleno en el tema y analiza
la gestión en la Unión Europea, con las formas para
armonizar intereses generales y empresariales. Los
diversos escenarios expuestos y analizados permiten
obtener una visión muy amplia del problema y significan una aportación que ningún dirigente, tanto de
instituciones públicas como ciudadanas, ni ningún
empresario tendrían que descuidar
•
X.D.
Duel per un municipi verd. El medi ambient i
la gestió municipal
Montserrat Cunillera y Jordi Miralles
Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia-Fundació
Terra, Barcelona, 1997, 237 pp.
Si la obra citada anteriormente era ineludible para dirigentes, ésta también lo es. Se trata de un estudio sobre
los problemas ecológicos y la forma de cómo desde
el municipio se pueden trazar políticas que permitan afrontar los retos actuales. El primer apartado es
una introducción que analiza los problemas ecológicos en relación con el compromiso político. Después,
el libro expone las competencias municipales en medio
ambiente, tanto en general como en temas concretos -residuos, agua, atmósfera-. El último capítulo
muestra la necesidad de una política sostenible en los
municipios y aporta diversos datos sobre los compromisos que algunas ciudades han adquirido. Finalmente, se aporta bibliografía y otras direcciones de
interés
•
X.D.
•••••••••••••••••••••••••••••••••••
El temporal perfecto
Sebastian Junger
Península, Barcelona, 1998, 283 pp.
En octubre de 1991 una gran temporal batió la costa
de Nueva Escocia. El periodista Sebastian Junger decidió novelar ese temporal calificado de “perfecto” para
los meteorólogos -por el número de factores inusualmente combinados que concurrieron- y que llegaron
por sorpresa.
Junger ha querido sobre todo hacer una narración
humana, pero junto con el drama que vivieron muchas
personas en esos momentos –sobre todo pescadores–, el autor aprovecha para exponer conocimientos científicos sobre los temporales y hacer un recorrido por la industria pesquera. El libro también muestra
las repercusiones legales económicas del temporal.
Pero en la obra se vive sobre todo de manera conmovedora la tragedia humana que existe detrás de esos
fenómenos naturales
•
X.D.
Escalando el monte improbable
Richard Dawkins
Tusquets, Barcelona, 1998, 373 pp.
Richard Dawkins es uno de los científicos que no necesitan presentación para los aficionados a la divulgación científica. Su extensa obra de artículos y ensayos
lo ha situado en uno de los nombres de referencia
en el mundo de la comunicación científica. Pero
leer a Dawkins no sólo significa leer a una persona
que sabe divulgar y reflexionar, sino se trata de un
científico que tiene unas ideas concretas y suficiente
habilidad para difundirlas a un amplio público.
De Dawkins conocemos sus tesis sobre la evolución gradual -que le enfrenta a Stephen Jay Gould,
otro científico-divulgador- y sus controvertidas opiniones sobre lo que denominó “gen egoísta”. En este libro
el autor expone la diversidad biológica y la forma
de cómo la evolución debe ir modelando organismos
tan diferentes y tan bien adaptados a situaciones bien
diversas. Un libro interesante i apasionante, que hay
que leer, como las tesis de un científico, que no tienen
porque coincidir con las del resto de sus colegas
•
X.D.
Descargar