& «5 SJ S8 " ^ ^ Sñ Sñ Í3S SIS SS S í 2S ^ ^ ?*? SK ??^ S^ fíS^'S?? " ^ "^^í "*!*' " -r*. í^ ••'• M C 'VI T^ f "• -v '•Vi', ,•(>! \ AÍiO I I I . > i-iK* rtHn i:^úv^ i T n ' . rtV,r i ' l . y ^ . P'rt\ : í * j . , U í i i . i1>i.. - A i . r i > , J^a'., c í ^ . , c,"-»., '?'^l. ir*j~ í i > i , NÚMERO XX •Mí f« .1 íi^ -1 ^ í Oi', S(^ r«g|^la.U3^a.otwrajá |o^nUwos sjiscriptores, ILUSTRACICN CATÓLICA DE ESPAÑA TALLERES DE TIPOGRAFÍA y Encuademación. LA REVISTA MODERNA M¡0m Sistsm ALBERT especialidad =^ Oü trabajos ilustrados, j Jj Este Establecimiento, m o n t a d o á la a l t u r a de los mejores en su g é n e r o y dotado de excelente y n u e v a m a q u i n a r i a , así como de todos los elementos m o d e r n o s necesarios para esta industria, admite encargos para la impresión de obras y toda clase do trabajos tipográficos, en condiciones inmejorables y á precios económicos. _-X:^ OBRAS EN Con el fin de vulgarizar interesantes y doctrinales obras á precios baratísimos, llamamos la atención de nuestros lectores acerca de las siguientes: Una p e s e t a el e j e m p l a r . La entrada en el mundo.—Libro debido alP.Bieesciani. La verdadera devoción á la Santísima Virgen, por el B. P. Grignon de Monfort. Cuentos y verdades, por el Rvdo. P.Francisco de P. Morell, S. J. Juan Miseria, por el P. Luis Colnma. El tesoro del pueblo, por el Rvdo. P.Francisco de P.Mor e l l , S . J. 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ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA J^QiB. y i^<7^^'' |t, embargo á los industriales y comerciantes morosos de Cataluña ha levantado tal i:)olvaroda en la cajíital del Principado, que sabe Dios á dónde llegaremos si no se contiene con mano de hierro á esa inquieta turba de embozados separatistas, que pretenden con sus insensatas doctrinas divorciar al honrado y laborioso pueblo catalán del imperio del orden y de la paz general. Mo sorprende á nadie, por haber sucedido en mil épocas y ser casi proverbial, el consorcio del radicalismo y el mercantilismo, pero bueno es que no se aviven las ocultadas pasiones catalanistas calificando de locura el propósito de cumplir las leyes tributarias, exigiendo el pago de la contribución industrial á aquellos comerciantes que ¡iredican el sacrificio del bolsillo ageno y no quieren soportar, cuando las necesidades lo exigen, ninguna molestia que redunde en provecho del Tesoro público. Semejante actitud, estimulada por el espíritu revolucionario, no es justa, ni patriótica, ni equitativa, y dice poco en favor de la industriosa tierra catalana. Puesto que desgraciadamente ha llegado la época do los sacrificios, deben hacerlos con resignación las Cámaras de Comercio, de igual modo que se resignan los rentistas contribuyendo con el 20 por 100; los poseedores de los billetes de Cuba, con el 36 por 100; el clero y el ejército amortizando vacantes; las clases pasivas con sus reducciones; los que tenían operaciones con el Tesoro, aceptando la rebaja del interés, y otras muchas clases que esperarán con paciencia la definitiva reducción de gastos públicos. Déjense, pues, los jaleadores de buena ó mala ley, de pasiones irreflexivas, de disturbios que avergüenzan, de peticiones antirracionales, de vejámenes y desafueros injustos, que no traen más que agitación de los ánimos y desórdenes públicos de perniciosos resultados para la unidad de la patria. Hasta la presente, mal les va saliendo la cuenta á los ambiciosos ingleses. Creyeron sin duda que llegar al Transvaal y merendarse á los boers sería cuestión de breves semanas; y en efecto, los merendados hasta hoy son parte de los jefes británicos que mandan la expedición. Así lo demuestran, al menos, la grave herida que ha recibido el general inglés Symmons, la captura de patrullas policiacas y los numerosos soldados que han regado con su sangre los alrededores de Natal, Durban, Mafeking y Capetown. Dícennos además los últimos despachos que el general en je!e Withe se ve muy comprometido en Kimberley, la famosa ciudad de los diamantes, sin contar con que el otro grueso de las tropas hállase incomunicado con el Cabo. Y cuenta que éste es el lado problemático de las fuerzas inglesas y por donde empujan con verdadero ahinco los boers. Mas por antipática que nos sea Inglaterra, á pesar de los poderosos elementos con que cuentan las dos Repúblicas africanas, tenemos la persuasión de que la guerra concluirá con la derrota de los transvalenses. Mucho fantasea la prensa de la Europa continental sobre la preparación militar de los boers, pero la realidad nos hace parangonar el actual rompimiento con la infausta guerra hispano-yanki, mostrándonos con evidencia el triunfo de la poderosa Albión. Con todo, la campaña por parte de las tropas regulares no será fácil, ni quizás breve, por la impedimenta que necesitarán llevar los ingleses á causa de la dificultad de las comunicaciones; pues el ejército invasor sólo podrá utilizar los ferrocarriles hasta las montañosas fronteras transvalenses, y desde allí á Pretoria tendrá que conducir en acémilas todos sus pertrechos y municiones. Para comprender estas dificultades, basta con echar una ojeada al mapa del Transvaal. Uñase á esto la insoportable temperatura, las frecuentes lluvias torrenciales, el flanqueo á-través de ríos y montañas y otra poi'ción de fatigosos entorpecimientos, que pueden íiasta desmoralizar á las tropas inglesas, como en 1880 y 81, y se comprenderá que Inglaterra tiene que derrochar muchos millones y muchas vidas para lograr su apetecido triunfo. ** Otra cuestión de capitalísima importancia para la Gran Bretaña es la de que pudieran surgir sublevaciones en sus dilatados dominios. Un levantamiento, por ejemplo, de los afridis sería para la poderosa nación grave contrariedad, como sería igualmente de gran transcendencia cualquier movimiento que adoptaran los agentes rusos en el Afghanistan. Y esto último no sería difícil si la guerra africana se prolonga. También puede producir natural inquietud entre las naciones continentales la tendencia á la federación imperial observada en la guerra contra el Transvaal y la alarmante solidaridad entre las tropas indias, egipcias, australianas y canadienses, cuyos hechos ostensibles dicen más que todos los discursos imperialistas. Finalmente, la actitud de Irlanda, siempre favorable á todos los enemigos de Inglaterra, puede ser también una nueva dificultad que causaría no poca inquietud al turbulento y audaz ministro Chamberlain, alma de la política agresiva del actual Gabinete de la Reina Victoria. Pero ni nuestros pasados desastres coloniales, ni el separatismo catalán, ni la guerra del Transvaal, ni otras muchas calamidades, tienen tanta importancia como la retirada del Guerrita. No hay que devanarse los sesos para averiguar quién es el caudillo y el héroe español durante el último tercio del siglo XIX: Rafael Guerra, el más diestro torero que ha pisado nuestros circos taurinos. Todo palidece ante este acontecimiento. Estos días no hablan grandes y chicos más que del infausto suceso. Esperamos que en las próximas sesiones parlamentarias se hable de los méi itos del gran torero, y aún habrá quien pida la coleta del Guerra como el único trofeo de que puede envanecerse nuestra patria. No escribimos en tono irónico: pues qué, si nuestros parlamentarios discutieran acerca de la áurea coleta del califa y de su bravura como matador de toros, ¿cometerían por eso punibles actos contra los intereses nacionales? No, porque demostrarían con esto ser tan i)atriotas como aquellos senadores romanos que discutían con toda seriedad el pescado que debía servirse en la mesa del em})erador. ** Como ya suponíamos, van siendo graves las dificultades que encuentra el duque de los Abruzos para descubrir los misterios impenetrables del Polo Norte. La aventura es difícil y peligrosa, pues nadie ha podido llegar á esas seseadas regiones de muerte y soledad, donde el sol no se pone en seis meses, donde los témpanos forman compactas y elevadas montañas de hielo, donde ni la vegetación ni las aves existen y los vientos tempestuosos reinan constantemente. El descubrimiento del Polo y la dirección de los globos son la preocupación de los hombres de saber en nuestro tiempo. En este combate entre la Naturaleza y la Ciencia, en la aspiración del hombre á regir á su antojo el etéreo elemento, ¿vencerá la energía y la voluntad humana? Problemas son estos que se resolverán si la luz Divina inspira á las eminencias del futuro siglo xx. M. GÓMEZ-CANO. -i ^güC-s^s- SS — i - •¡A noche de difuntos me despertó á no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo á las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí á escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo, cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, extremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ald va, como el caballo de copas. —Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta á la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. —¡Tan pronto! —A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán á tañer su campana en la capilla del monte. —¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? —No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido á él desde muy lejos.Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dura el camino, te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron á su; hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva á bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: —Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía á los templarios, cuyo convento ves allí, á la margen del río. Los templarios eran guerreros y religiosos á la vez. Conquistada Soria á los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio á sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir á sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, á pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con ecjmehg, como llamaban á sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fué parte á detener á los unos en su manía de cazar y á los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó á cabo. No se acordaron de ella las Aeras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fué una cacería, fué una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos á quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó á arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltos en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aullan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas on la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las ..^nÍKias, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche. La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso á la ciudad por aquel lado. Allí esperaron el resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y obscuras calles de Soria. II r>v fc ^. m Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón. Solas dos personas parecían ajenas á la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio. Las dueñas referían, á propósito de la noche de difuntos, cuentos temerosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias doblaban á lo lejes con un tañido monótono y triste. —Hermosa prima, exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban, pronto vamos á separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y pati'iarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano;señorío. Beatriz hizo un gasto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. f —Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido, se apresuró á añadir el joven. De un modo ó de otro, presiento que no tardaré en perderte... al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo á dar gracias á Dios por haberte devuelto la salud que viniste á buscar á esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu obscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló á la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? — No sé en el tuyo, contestó la hermosa, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aun puede ir á Roma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: —Lo sé, prima: pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos: hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios, y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron á quedarse en silencio, y volvióse á oir la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo torn'''» á anudarse de este modo: —Y antes que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. — ¿Porqué no? exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: —¿Te acuerdas de la banda azul que llevó hoy á la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? ILUSTRACIÓN CATÓLICA. DE ESPAÑA —Si. —Puea... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. —¡Se ha perdido! ¿y dónde? preguntó Alonso incorporándose de su asiento, y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. —No sé... en el monte acaso. —¡En el Monte de las Animas! murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial; ¡en el Monte de las Animas! Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda: —Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates como mis ascendientes, he llevado á esa diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de Aeras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; yo he combatido con ellas de día y de noche, á pie y á caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda y volaría gozoso como á una fiesta; y sin embargo, esta noche... esta noche, ¿á qué ocultártelo? tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora á levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas! cuya sola vista puedo helar de horror la sangre del má5 valiente, tornar sus cabellos blancos ó arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adonde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido, exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leíaa, arrojando chispas de mil colores: — ¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan obscura, noche de difuntos y cuajado el camino de lobos! Al decir esta última frase.la recargóde un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose á la hermosa que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: —Adiós, Beatriz, adiós. Hasta... pronto. —¡Alonso! ¡Alonso! dijo ésta volviéndose con rapidez; pero cuando quiso ó aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope; la hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído á aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidries del balcón y las campanas de la ciudad doblaban á lo lejos. III Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba á punto de sonar, y Beatriz se retiró á su oratorio. Alonso no volvía, no volvía cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. —¡Habrá tenido miedo! exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose á su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar alguno de los rezos que la Iglesia consagra en el día de difuntos á los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió: se durmió con un sueño inquie- MONSEÑOR RAHAMANI NUEVO PATRIARCA DE A N T I O Q U Í A to, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabió los ojos. Creía haber oído, á par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. —Será el viento, dijo. Y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con un chirrido agudo, prolongado y estridente. Primero una, y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso á su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve, y cuya aproximación se nota, no obstante, en la obscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba á escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, obscuridad, las sombras impenetrables. —¡Bah! exclamó volviendo á recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oir una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos, intentó dormir... pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió á incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y á su compás se oía crujir una cosa como madera ó hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba á la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía, y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna á Beatriz. Al ñn despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos á los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía á reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fué á buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron despavoridos á noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que á la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del monte de las Animas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos á una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror! IV Dicen que después de ocurrido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del monte de las Animas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, se asegura que vio á los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como á una fiera á una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso. GUSTAVO A. BECQUEU. ¿Por qué brillan en la obscuridad los ojos de los animales? SIR RKl)Vi:US BULLER GENERAL EN JEFE DE LAS TROPAS INGLESAS Algunas personas, al ver que á los perros, y sobre todo á los gatos, les brillan los ojos en la obscuridad, creen equivocadamente que éstos tienen una especie de fosforescencia. El hecho es que no existe la obscuridad absoluta. Aun en medio de la noche más negra y de las habitaciones más herméticamente cerradas, hay rayos de luz que los ojos humanos no pueden recoger; pero que recogen los de los animales,y sobre todo los de los carnívoros. El brilío ([ue vemos en ellos es, en realidad, esa luz reflejada en el fondo de FUS pupilas. Hace aparecer mayor este fenómeno de reflexión la facultad que tienen los animales de dilatar grandemente las pupilas en la obscuridad, con lo cual la claridad más débil se concentra en el fondo del ojo, y es reflejada porla retina comopor un espejo cóncavo. ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA nadie está excluido del i eino de los cielos, sea cual fuere su condición ó nacionalidad, si es que- en su locura no abandona la senda que á los cielos conduce; se inflama la caridad contemplando el amor recíproco que une aquellos A l<ilt'yia nos pvesenta cada día el noinl)re de uno ó espíritus y el encendido amor con que aman y amaron á varios Santos para que continuamente tengamos deDios Nuestro Señor.. lante un modelo ([ue imitar y un glorioso protector á (i[uien Además, vemos ([m^ allí tenemos en cada bienaventurado acudir en los sinsabores y contrariedades de la vida. Pero un intercesor si á ellos nos encomendamos. ¿Y quién puela falanje cíe esos bienaventurados es inmensa y los días de calcular cuánto pueden hacer en nuestro favor? Si todel año son muy pocos en comi)aración de <aquella gran dos sabemos por experiencia el soberano poder de alguno nmchedumb/e que ninguno podía contar, de todas las nade ellos, ¿qué no podrán esas miríadas de fieles servidores ciones, de todas las tribus, de todas las lenguas. > Por eso de Dios, á cuyo frente figura como nimbo celestial la Sanla Iglesia, además de presentarnos diariamente alguno de tísima Virgen María, la Madre de Jesús? ¡Oh, bendita mil esos héroes cuyos triunfos son inmarcesibles para que á veces la Iglesia que nos presenta ocasión tan propicia para su vista nos animemos á seguir sus huellas, á fin de ser valemos de tan poderosos intercesores, á la vez que de coronados con los mismos laureles, ha buscado un día en honrar á tantos hermanos, gloria de la humanidad! Es que, abriendo de par en par las puertas de los cielos, ])one siempre un placer i)ara todo corazón enamorado de lo en nuestra presencia esa legión incontable de Santos que grande honrar la memoria de cuantos se han distinguido el inspirado autor del Apocalipsis contemplara en sus éxá su paso por el mundo con la grandeza de sus hazañas y tasis divinos... con el esplendor de sus virtudes, y ahí nos presenta la Iglesia á cuantos han triunfado de los mayores enemigos, Durante el año vemos pasar ante nuestros ojos mártires de los enemigos implacables de nuestra felicidad. Al hon. invencibles, intrépidos conícsores, castas vírgenes... Unos conquistaron la feli rarlos en este día tributamos honor cidad e t e r n a entre ESI'^VÍsT-A. - A . I ^ T J S T I C - A . las grandezas del troá héroes, tal vez no, otros entre el frade sconocidos entre gor estruendoso del los hombres, pero combate, éste en un cuyos actos heroitaller, aquél entre los cos están escritos aperos de labranza. con caracteres de Aquí vemos una esoro en el libro de posa del Señor que la vida, y al mismo conquist(') la p a l m a tiempo conseguide la victoria entre mos protección delas destartaladas pacidida donde más redes de un convento, la necesitamos. La allí u n a v i r g e n á Iglesia nos presenquien el estrépito del ta esta magnífica mu n d o interrumpió ocasión de adelanmil veces en el sabrotar con pasos de so arrobamiento... jigante en la senda de nuestra santifiSantos de todas las cación. ¿Sal)rémos edades, de todos los aprovecharla para pueblos, de todos los que mañana seaEstados, desfilan ante mos nosotros honnosotros radiantes de rados de ese modo gloria, invitándímos SALAMANCA—Vista general de la ciudad. por nuestros paá que los sigamos por rientes, por nuestros amigos, por nuestros contemporáel camino que los condujo á tanta felicidad y nos repiten neos, y para que, cuando después de nuestra muerte, de continuo: «Si yo recorrí ese camino, si yo llegué á la vuelva esta festividad, no nos veamos en el lugar de perdicumbre, ¿por qué tú te has de quedar atrás? ¿Por qué no ción eterna, trocada nuestra esperanza en desesperación y has de llegar hasta donde yo he llegado? Yo fui lo que tú en odio nuestra caridad?... ores; ¿]ior qué no has de llegar tú á ser lo que yo soy? Las dificultades con que tropiezas también me salieron á mí al Octubre del 99. M- A R B O L E Y A Y MARTÍNEZ. encuentro, yo respiré la atmósfera corrompida que tú respiras, yo ociipé un puesto igual al que tú ociipas, yo estuve rodeado de hombres iguales á los que te rodean... Si, ¿Qué población tenía Madrid pues, yo triunfé, ¿por qué tú has de ser derrotado, si cuencuando se estableció en él la corte? tas con las mismas fuerzas que á mí me dieron el triunfo? > Pero la Iglesia no se cont(mta con esto; (piicu-e que en un . Según D. Nicolás Castor de Cauvedo, al tiempo de la día determinado veamos esa inmensa muchedumbre de estraslación de la corte había en Madrid 2.520 casas habitadas por 12.000 i)ersonas, ó sean 3.000 vecinos. píritus felices, para que, viéndolos así agrupados, de un Bien pronto amplióse extraordinariamente el recinto de sólo golpe vista, se nos aumente el dest o de ir á engrosar Madrid y creció grandemente su población. Trasladóse la sus filas. ¡Ah! El corazón humano es muy cobarde, y sólo inierta de Balnadú al camino de Fuencarral, la del Sol al el ejemplo, el ver que otros lo han hecho, lo mueve á obrar camino de Alcalá, la de Antón Martín al Arroyo de Atovaronilmente. ¿Y qué mejor acierto para nuestro corazón cha, y la de la Latina á las inmediaciones del puente de Toledo. endurecido que la contemplación de ese ejército de indoMesonero Romanos dice, citando á Ca])allero, que diez mables vencedores, cuyo número sólo al de las arenas del años después de establecida la corte se contaban en Mamar es compai-able? Á su vista se aviva nuestra fe, amordrid 4.000 edificios. tiguada en el tráfico incesante con las cosas del mundo; -K^o^ nuestra esperanza so acrecienta porque allí vemos cómo U FIESTA m LOS GRANDES HÉROES ^-€^#^^^4^ ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA II^O:RXJE^I ARTE cubres la tierra; aunque tu cetro humille al orbe inerte... ¡En tu trono sentada está la muerte! CRISTIANO Niña de labios rojos como cerezas, que á gozar de la vida feliz empiezas; que inocente, sonríes, de los amores al sentir los efluvios engañadores; al mirarte al espejo tan bella al verte... ¡Piensa que tras la vida viene la muerte! ** * Sabio, que con el brillo de vana ciencia quieres matar al astro de la evidencia; que con falsas teorías buscas la palma de tu siglo, negando que exista el alma; cuando tu orgullo necio crea y despierte... ¡Verá que en la materia vive la muerte! * * Joven que te desvelas tu osbcura historia por llenar de destellos la humana gloria; que sientes un coloso allá en tu pecho, diciendo que la fuerza es el derecho; has de saber que, joven, hermoso y fuerte...' ¡En tu exceso de vida llevas la muerte! Pues en la ruda lucha de aqueste suelo que por algo refleja la luz del cielo, imperios, hermosura, fuerza, experiencia, todo expira en la nada de la existencia: no hay más que una esperanza que no es mentida... ¡El beso de la muerte que da la vida! * * Poderoso monarca desvanecido, que á subyugar aspiras lo conocido; que si tu medro exige la cruda guerra, de lágrimas y sangre FLOBENCIO VILASECA. Cá iiz, Octubre 99. A P A R I C I Ó N P E J E S Ú S Á SAN ANTONIO Cuadro de Murillo.—De la colección de R. Almela, de Sevilla. EL CASTILLO DE LOS SIETE ESCUDOS CUENTO niANO el druida tenía siete hijas, á las cuales había iniciado en los secretos de la magia, hasta el ex^{ tremo de que podían bajar la luna del cielo. Fué tanta la fama que adquirieron por su belleza, que siete Príncipes poderosos quisieron tener el honor de desposarse con ellas. Los Reyes Mador y Bleys, procedentes de Powis y de la tierra de Gales, tenían los cabellos encrespados y su aspecto era repulsivo. Ewani, el cojo llegó de Strath, Clueyde, y Donaldo, el de la barba roja, de la ciudad de Galloway. Lot, Rey de Lodón, estaba jorobado, y á Dunmail de Cumbríe le faltaban los dientes. Sólo Adolfo de. . Bambro, Príncipe de ' Northumberlandia, era amable, valiente, , joven y agraciado. Los celos dividieron á las hermanas, porque todas querían al v a l i e n t e y hermoso Príncipe Adolfo. Tras de los celos vino el odio, y tras el odio las riñas. Entonces abrióse la tierra y apareció el rey de los infiernos. Prometióles á l a s hijas del druida contentarlas á todas ellas, y ellas, en cambio, le prometieron á su enemigo obedecerle cieg a m e n t e . El ángel proscripto les entregó una rueca y un huso á cada una, y les dijo: —Escuchadme. Con estos husos hilaréis á las doce de la noche, y en seguida se levantarán siete torres. Dentro de ellas se cumplirá el prodigio, triunfará el mal y habitaréis con el que á cada una le pertenezca. Mientras los husos rodaban ligeramente bajo el impulso de sus dedos, levantóse el castillo como un sueño y las siete torres salieron de la tierra como un vapor: siete puentes levadizos las daban acceso, siete fosos las rodeaban. En aquel terrible castillo celebraron sus bodas los siete Monarcas; pero al día siguiente por la mañana aparecieron seis asesinados. Las siete vírgenes, con los ojos encendidos y blandiendo en sus manos los ensangrentados puñales, rodearon la cama de Adolfo. ESPAÑA CÁDIZ. ARTÍSTICA VlSlA (ÍENEKAL DEL I'tTEUTO -^•'V\r;J^ÍC^'\/\/^^- —Acabamos de inmolar, dijéronle, á seis esposos coronados; eres dueño de seis reinos. Comparte tu amor con las siete desposadas, ó el tálamo del séptimo se llenará de sangre como los otros. Por fortuna, la víspera de su himeneo el Príncipe Adolfo había recibido la bendición de su piadoso confesor. Así fué que, saltando de la cama, cogió la espada é inmoló á siete hijas del druida Uriano. Cerró el castillo, y sobre cada puerta puso una corona y un escudo. Después encaminó los pasos al convento de San Dunstan, y terminó sus días bajo cilicio de un santo anacoreta. Los tesoros de los siete Monarcas están depositados en aquel castillo; los demonios lo vigilan y cierran el paso á los que se acercan. El que se atreva á penetrar á la hora del cubrefuegoy permanezca hasta el toque de diana será dueño de las riquezas. Pero á medida que el mundo envejecn, los hombres degeneran, y en la aetualidad no hayen la GranBrotaña un solo caballero bastante atrevido, b a s t a n t e valeroso y bastante prudente para correr esta peligrosa aventura. L a s c u m b r e s del Cheviot se inclinarán como la flexible espiga antes que los guerreros de Albión abandonen el Nortliumberland, y las duras rocas de Bambró se fundirán al sol antes que p e r s o n a alguna conquiste aquellos tesoros. WALTER SCOTT- ILUSTRACIÓN CAT(3LICA DE ESPAÑA ri J ii Ul n. j n j u i\ u 11 ir i I c 11 \i u ri u \ u i\ n. X i j I i i j j i j íl L A CULTURA ESPAÑOLA REPIÍESENTADA P O R LOS GRANDES HOMÜRES QUE MÁS HAN CONTUIUUÍDO Á su a DESARROLLO Cartón de Luis García Sampedro. 1 j i j a ríasasaHasaHasasasasaEsasaHasasasasasaErasasasii rvJ m j c cn. j ri i j ri n. j i I 1 j 1 j n m PAISAJE Inst. de J. Alvarez. i1 m nJ & sasasasaErasasasasasasasasasasasasaHaHaHasasi ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA 10 I ^A anciana marquesa del Robledal de Escuderos estaba muy enfermiía; ella, que siempre había sido tan viA'aracha y tan inciuieta, y así por esto tan animada y parlera, llevaba ya mucho tiempo cautiva en la cama, silenciosa por mandato del médico, y casi inmóvil por la sujeción de finas sál)anas y calados cobertores como entre cordajes y redes. ¡Prisionera en su alcoba, que le resultaba tétrico calabozo! Ya hacía muchos meses que no ocupaba la presidencia de su elegante tertulia del salón amarillo, picotero corro de suave, á la vez que picante, murmuración de hermosas jubiladas. A veces no se sentía aburrida en la cama; poníase a orar mirando una preciosa imagen de la Virgen que se hallaba colocada frente á la cabecera del pomposo lecho... pero otras veces el mundo tentador llegaba fantásticamente, por exaltación de brillantes imaginaciones, á perturbar y distraer á la señora. ¡No tener noticias de lo que pasaba en Madrid! ¡Verse condenada casi siempre á la soledadysiem])re al silencio!... Aquellos nerviecillos tan tínos y sensibles, aquella ingeniosidad tan fecunda, acjuel espíritu que hal)ía aleteado siempre en la vida expansiva y grata del más selecto trato del gran mundo... todo se hallaba allí empaquetadito, guardado... en el lecho como en un estuche. Una mañana, sin embargo, recibió inesperado consuelo para su tedio. Ya el doctor días antes la había dicho... ' Voy á levantar á usted, querida Carolina, la incomunicación absoluta...» Y, en efecto, sin duda el doctor cumplía su palabra... En el gal)inete contiguo á la alcoba, Carolina vio á una persona sentada y con un libro en la mano... La enferma tosió ligeramente... y la persona que se hallaba en el gabinete se levantó y se dirigió á la alcoba y habló, habló, hizo lo que desde mucho tiemi)o tan sólo lo hacía, y muy lacónicamente, el doctor Zarzos. —¿Quiere algo la señora? Muy buenos días nos dé Dios Nuestro Señor. Era la desconocida una inonjita, cuya voz dulce y cuyo hablar, de dicción clarísima, produjeron en la marquesa una complacencia inefable, un gozo profundo. —¡Ay hermana!... El mayor tormento es el que se imponen los cartujos. —No hable mucho la señora... Ya se lo permite el doctor Zarzos, pero si la señora abusa me obligarán á salir otra vez al saloncillo; y únicamente entrará aquí Julia, la camarera, con los labios cosidos y con la obligación de salir en cuanto hubiere servido á la señora. —Sí, es verdad... pero hablaremos—dijo la marquesa con sumo contento. - Sí, hablaremos, y con un terceroq ue nos escuche. ¿Cómo?... Otra personaV (Jlaro; porque lo i)rimcrito que mi señora querrá hacer será que recemos las dos para dar gracias al que siempre, siempre se muestra atento á sus criaturas. La pobre ancianita se mordió los labios; por(iue, en efecto, lo primero ([ue debía de hacer al recolDrar la libertad de la palabra era mostrar su gratitud á Dios. Rezaron. La anciana miraba la cara plácida, virginal, llena de una belleza religiosa y seráfica do la pobre niña, su liermanita; sus grandes ojos candorosos y piadosos... su boca piu'ísima do la que, como dulce música, salían las oraciones, y como aroma el suave suspiro de su aliento. También la hermanita miró con simpatía y gusto la cabeza canosa y rizosa, la faz ebúrnea y la potente y bien expresiva belleza aristocrática do noble y gracioso relieve de aquella gran señora, que había arrastrado ricos mantos en los ])alacios de los reyes y halua adornado su pecho con ricas bandas, su cuello con preciosos collares y su cabeza con ostentosa corona. Veíanse dos mujeres, cuyas almas una aún no había sentido, ni por curiosidad, deseos del mundo, y otra ni aun por los años se había cansado de él. Una, joven y grave; otra, anciana y alegre. Tanto aquélla, sencilla y modesta, cuanto la otra, vanidosa y bullidora; capullo prieto, de retardado aunque hermoso brote, hallábase en su primavera la religiosa... y en su mustioz otoñal... pero bella y ostentosa, la genial señora. Hablaron templada, lenta, suavísimamente, según el tono y compás que á la plática daba la hermanita; ésta cuidaba de no entristecer con austeridades ol ánimo infantil de la señora marquesa, y Carolina moderaba la viveza de su ingenio... jíor no ofender la castísima pudibundez de aquella «monj ita >>. «Mi monjita, mi santita» la llamaba. Así pasaron días... y una mañanita entró en el gabinete Sor Clara muy contenta. - -jAy señora, (¡^ué alegría!... yo no lo había visto... Me ha producido un regocijo... ¡Bendito sea el Señor Nuestro Dios...! —¿Qué es ello? preguntó Carolina. —Los pajaritos... Me gustan mucho... mucho... y la señora los tiene preciosos... y ahí en esa jaula tan hermosa, grande como una catedral, están muy contentos. ¡Miren (pié lindeza! ¿Cómo habrá quien haga daño á esas inocentes avecillas, simulacro qiu* la naturaleza terrestre tiene de los angelitos del cielo? Bendito sea el seráfico San Francisco, ((uo tanto los amaba. Yo, señora, soy de un pueblecito de Andalucía, y allí el señor cura tanto amonestó y predicó para que no martirizasen los muchachos á los i)aj aritos, que nadie se atrevería ni aun á cazarlos, y los que hay cautivos son muy queridos por las jiersonas que los tienen. Antojósele entonces á la marquesa, contagiada por la alegría de Sor Clara, que llevasen el jaulón monumental allí al gabinete; esta sería gran distracción que no había sido prohibida por el rígido doctor Zarzos. Vaya, pensaba Carolina; esta monj ita, esta monjita ya mostró su taloncito vulnerable como el de Acjuiles, y desde entonces, con humor de dulce apicaramicnto, puso apodo á la religiosa: llamóla Sor Pajaritos. Pronto entraría ('arolina en convalecencia; los diabólicos nervios habían descansado, la fuerza vital do aquella sensibilidad (exquisita vencía... qué charla tan chis])eante fué la de la marquesa; con maUgnidad de chicuelo travieso atajaba muchas veces á aquella monjita inocentona, simplizoncilla, que por votos temporales había dedicado los primeros latidos de una sana y }>urísima juventud á las rudas empresas de la caridad. —Vea, señora, decía Sor Clara contemplando con embeleso la pajarera—parecen cuando cantan los pajaritos coro de religiosos que entonan alabanzas al Señor... ¡(iué primor de gracia! ¡qué vHelccitOH tan ligeros! ¡(pié ojos tan vivos! Luego visten los pardillos un hábito, y así los jilguerillos otro y otro los canarios... Son alegres, sí, pero como Dios manda, como Dios manda. —No son tal, hermanita... se ven prisioneros, ellos no hicieron voto... No digo ((ue no canten á Dios... pero pocas veces ha de ser, y mejor lo harían si sueltos se vieran... Ahí, son muy picaron.izos... golosotes y glotones y pendencieros... El mundo, el mundo... hija mía, que no es más (pie una enorme pajarera... bien que, si en él entra la hermana, cuando cumpla ius votos, si no los renueva... ya verá, ya verá... ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA ¡Ya verá! Predicción, no de profetisa, sino de brujo era aquella, y produjo un inconsciente extremecimiento en el corazón de Sor Clara, de Sor Pajaritos. 11 faltó quien quisiera enterrar los cadáveres... Tres días, tres faltaban á Sor Clara para cumplir sus votos y disponerse á renovarlos ó revocarlos... Ella había trabajado... pero cuidaron las hermanas de no emplearla en servicios muy duros... cuando una noche Sor Filomena, un jovencilla angelical y valerosa, llegó á la santa casa y dijo á Sor Clara: —Hermana, hermana, venga, venga á ayudarme... —Voy i^rontamente. —Hay que enterrar á una pobre joven que ha muerto esta misma tarde y no hallo quien me ayude. Pobrecita... hiede ya; se ha puesto negra, negra como un carbón... Y Sor Clara fué, y entre ella y Sor Filomena, en unas angarillas, sacaron el cuerpo de la difunta de la casa en que había muerto y salieron del pueblo... camino del cementerio, que se hallaba á tres cuartos de legua del lugar. ¡Qué horrible! ¡Qué fatigosa marcha á la indecisa luz de la luna, velada por densos nubarrones! ¡Sudaban aquellas dos débiles mujeres!... Tuvieron que detenerse... porque les faltaban las fuerzas... ¡Ánimo, heroínas c r i s t i a n a s ! ¡Ánimo, fé! Llegamos, se decían... Y luego cavaron l a b o r i o s a m e n t e la fosa, abrazáronse al cadáver, todo hedor y podre, lo enterraron. Y luego de orar volviéronse al pueblo. ¡Qué noche, qué noche! ¿Cómo olvidarla? Ni alabanzas en trazos de imprenta, ni bandas, ni cruces... pagarían á la vanidad aquel servicio... ¡Ellas lo habían hecho a b r a s a d a s en a m o r de Dios!... II Sí, á su pueblo, á su pueblo natal, donde la Orden tenía casa con asistencia do seis religiosas, fué mandada por la superiora Sor Clara, poco después de haber cumplido su misión de caridad cerca de la señora marquesa del Robledal de los Escuderos, la cual ya se hallaba bien, con batuta ó cetro de maestra de charla y parla mordaz y jovial en su aristocrática tertulia del salón amarillo. La superiora no quería que Sor Clara renovase sus votos, que ya pronto iban á cumplirse, no quería que prolongase la joven su estado religioso sin que antes volviera á ver el mundo... la casa paterna, la familia, su vida anterior... la vida, en fin, que legítima y honestamente podía esperar. Sor Clara obedeció. Pocos eran los días que para cumplir el plazo de sus votos faltaban. El padre, la madre, los hermanos acudían á visitarla... Por fin una mañana se la ordenó fuese á su casa... y fué. ¡Qué emoción! Entró allí, allí donde se había criado; recorrió el jardín con sus hermanitos, fué objeto de las caricias expansivas y tiernísimas de su madre... hubo de oir los suplicantes y discretos consejos de su padre... y, en fin, fué á su cuarto... y allí, inesperada y gozosísima sorpresa; allí estaba el magnífico jaulón dorado de la marquesa Días d e s p u é s todo el del Robledal de los Escumundo esperaba' la resoderos, el mismo con sus lución de Sor Clara... Ésta bulliciosos y l i n d í s i m o s fuese á su casa, ])enetró en pajaritas... ¡Qué alegría! ella, encerróse en su cuarto, contempló con embeleSerían suyos... la señora so la linda pajarera... y luese los había enviado... ¿Se go... luego abrió la ventapodrá creer que ninguna na de la habitación y totentación del mundo tenía das las portezuelas del jauel poder que aquella? ¡Ah, lón... del cual, v i v o s y que lo han de creer cuanrápidos como c e n t e l l a s , tos tuvieren alma límpida huyeron al libre vuelo por y pura como la de un niño! el azul inmenso y brillante ¡Vacilaba! Tornar á casa... TRISTES RECUERDOS donde el sol difundía sus y á la infancia... y al dulce relumbrares y sus exi^lendores... recreo y á poseer y á amar lo humano, lo terrenal, aunque honestísimo... oir gorjeos en vez de ayes, piar en vez de Sor Clara... renovó sus votos, se encarceló en religiosa, quejumbres... ver aleteos y regocijo en vez de enfermedad se obligó á la caridad... se hizo cautiva por los infortunay muerte... dos, sierva de Dios... •—¿Cómo se llamaba aquella monjita que me asistió?... No, no volvería á la casa... no... Era soldado que pronto —decía poco desjmés la marquesa—¡Ah! No me acuerdo, •alcanzaría su licencia... pero aún, aún estaba obligada á la pero yo siempre la llamaré «Sor Pajaritos.» bandera jurada. . Quince días después el pueblo de Sor Clara se hallaba JOSÉ ZAHONERO. en el más espantoso dolor; una horrible epidemia variolo20 Octubre 99. sa lo diezmaba... Las religiosas acudían á la asistencia de los enfermos; de Madrid habían llegado más hermanas, no bastaban... El terror era tan grande en el vecindario, que ^ M "^^^£3 BÉm R ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^^fe .^-TM gfá^^ ^fe^ "~^S ír-A;:^:;^^,^' III KAMTASIAS SOBRK LOS IVIUERTOS (Aguafuertes del siglo X VIII.) 12 ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA Los ojos de aquel joven están fijos en la verde yerba que cubre los sepulcros, y por sus mejillas se resbalan abundantes lágrimas, nacidas en el fondo de su corazón. III 'El huérfano. E' STOY solo!... Todos mis amigos se han mai;chado al cementerio á hacer la visitaanual á las tumbas de los qué fueron sus parientes. No sé si marchar yo también. ¿Pero qué sepultura voy á visitar?... Me encontraron en la calle; ni mi padre ni mi madre me creyeron digno quizá de que llevase su apellido... no los conocí, ni sé si viven. ¡Dichoso quien los conozca y que cuando mueran pueda ir á rezar al pie de su sepultura!... ¡Quién sabe si mis queridos padres se hallarán también en la morada de los muertos y su tumba se verá solitaria, cubierta de yerba y sin que nadie vaya á rezar una plegaria por el eterno descanso de sus almas! Si yo supiera dónde está su fosa, si Dios me iluminara en estos momentos de meditación á que convida el día de Todos los Santos y me señalara con su infalible mano el lecho donde ellos descansan, iría presuroso á postrarme de hinojos en aquella sepultura y rezaría con fervor por los qxie ni la dicha tuve de llamarlos padres. Mas ¿á qué titubear? Seguiré la corriente que el mundo me marca y la religión me señala; bajaré al cementerio y rezaré, ¿dónde? no lo sé... Miraré todas las tumbas, y en aquellas en que vea que ni una luz las alumbra, ni \in deudo las asea y las cuida, oraré fervorosamente, porque no me cabe la menor duda, en alguna fosa solitaria, en la que ni una Jágrima se haya vertido, se hallarán mis padres. II Coronas, flores, luces, suspiros, sollozos, todo se halla confundido en el lugar donde los muertos reposan. Los sacerdotes son llamados de una á otra tumba, para que recen por los que bajo aquella tierra se encuentran. Muchas de las sepulturas se hallan solitarias; ni una luz, ni una corona, ningún signo, recuerdo de los vivos, existe en ellas que haga comprender que todavía hay personas de la familia á que el difunto perteneció. En un trozo del camposanto, donde existen varias tumbas de esas que nadie cuida, alumbra ni vela, se halla de rodillas un joven de unos veinticinco años; todos se fijan en él, sin que nadie pueda adivinar cuál sea el sitio en que tiene enterrado algún deudo, ó persona querida, dentro de aquel recinto abandonado. La mayoría do aquellos sepulcros tienen cruces de madera cuyas inscripciones las ha borrado el tiempo, como se borran en el mundo los buenos hechos. Comienzan á caer sobre la tierra las sombras de la noche. Aquellas tumbas, que tantas visitas han recibido durante todo el día, quedan solitarias; ya no hay diferencias; ya no se nota quién tiene parientes, ni quién riquezas; aquel santo lugar queda trist9*como de ordinario. Todos son iguales; aquellos seres que con la misma ley fueron juzgados, por más que algunos ante los ojos del mundo aparezcan como personas superiores por sus méritos, virtudes ó riquezas, que á veces hasta en sus tumbas lo pregonan, aquello no pasa del mundo de los vivos, pues quizá aquel que por toda señal de su tumba tiene una tosca cruz de madera, cuya i^intura haya desaparecido por las inclemencias del tiempo, se ha presentado ante los divinos ojos del Juez Supremo con más virtudes que el que yace en suntuoso panteó,n de marmol, cuajado de coronas é iluminado por gruesos cirios; ante los ojos de Dios no son los méritos mundanos los que se respetan y premian; son los hechos de la vida, las acciones, las buenas obras que en esta corta pero escabrosa peregrinación por la tierra hemos ejecutado. ¡Cuántos de esos sepulcros que causan admiración al que los contempla, por el asiático lujo que los decora, no habrán sido humedecidos por una lágrima ni se habrá rezado ante ellos la más insignificante oración!... ¡Y cuántos de los que veis solitarios, serán durante el año los más visitados y en los que más se llora y se reza!... La oración no necesita testigos, el que ora no necesita que lo vean; lo que se debe desear os que las oraciones lleguen hasta Dios, no hasta los hombres IV He rezado... he llorado..." ¡qué satisfecho estoy!... Desde el momento en que abandoné el cementerio encuentro un bienestar inesplicable; á mis oídos llegan voces desconocidas para mí, que me consuelan, que me dicen palabras cariñosas por mí nunca escuchadas... ¿Si serán de mis ])adres?... ¿si habré orado en su tumba?... Quién sabe; quizá la casualidad me haya hecho encontrar la sepultura de los que en vida no pude conocer. Así hablaba en su cuarto el joven que en el cementerio oraba ante las tumbas solitarias, sobre las que nadie se acordó en poner una luz ni una corona. Presa de profiindas meditaciones se acostó el joven, y cuando apenas había concillado el sueño, llegaron á sus oídos armoniosos sonidos de celestial orquesta, y entre aquellas n o t a s q u e desconocidos instrumentos hacían brotar á raudales, oyó una voz clara y bien timbrada que le decía: «Gracias, hijo mío, tú eres el único que en el cementerio rezaste por mí.» Una de las tumbas donde oró el huérfano era la de su madre. T. OSÁCAR. Madrid Octubre del 99. ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA El, CAMPANERO (Leyenda Rusa.) A noche es muy obscura. La aldea está envuelta en el k^ crepúsculo peculiar á las noches estrelladas de la primavera, bañada con esa niebla sutil que se levanta de la tierra sombreando las siluetas de los árboles, y extiende sobre los espacios descubiertos su jaula de plata y azul. La aldea duerme tranquilamente. Se distinguen apenas los contornos de sus humildes chozas; algunas hogueras lanzan débiles resplandores. Por momentos, una puerta cochera chilla y se abre; im perro de oído fino ladra; ó bien del bosque, que suavemente murmura en las tinieblas, se destacan siluetas de peatones, un jinete, un carro cuyas ruedas se quejan pesadamente; son los aldeanos que regresan á su aldea para asistir á la fiesta de la primavera. La iglesia ocupa el alto del monte en el mismo centro de la aldea; las ventanas reflejan las luces. El viejo campanario se esconde en el azul del cielo. Los peldaños de la escalera gimen... jMikheitch, el viejo campanero, sube, sube, y poco después aparecen linternas como una estrella en el cielo. La escalera es pesada. La subida penosa para el viejo. Sus pobres piernas rehusan servirle. Sus ojos ya no ven... Es ya hora de que descanse, pero la muerte tarda en llegar. Ha enterrado á sus hijos y á sus nietos; ha acompañado hasta su última morada á los viejos y á los jóvenes. Él vive aún. Esto es muy duro. ¡Ha visto tantas veces esa fiesta de la primavera!... ¡Cuántas veces ha venido á guardar la hora en ese mismo campanario! Ya son tantos los años, que ha olvidado su número. Pero el Señor le deja volver nuevamente á su puesto. Se acercó al parapeto y se apoyó en él; abajo, alrededor de la iglesia, se destacaban, apenas visibles en la noche, las tumbas del cementerio del pueblo; desde la tierra subía hasta Mikheitch un olor aromático de botones próximos á abrirse; el aliento triste y melancólico del sueño eterno. ¿Qué será de él el año próximo? ¿Subirá aún á ese vetusto campanario? ¿Se colocará otra vez bajo el bronce de la sagrada campana? ¿Ó bien descansará acaso en aquel rincón sombrío del cementerio bajo una cruz nueva? T T T T T ' T T T ' T T T T i r T ' T ' (4) BTOVELAS CORTAS EL PüilL BE PLITl POR piliberto Audebrant. (Continuación.) —¡Silencio!—exclamó la madre;-¿habéis oído ruido de pasos? —Será algún lobo del bosque inmediato que dé vueltas en rededor de la cabana—dijo la niña mayor abrazando á su madre con espanto. —No temas, Catalina, es vuestro padre, hijas mías. En aquel instante apareció en el umbral de la puerta un hombre de unos cuarenta años, con la frente surcada de arrugas'y los cabellos largos y lacios que le caían hasta los ojos. Llevaba un vestido de algodón, cubría su cabeza uno de esos sombreros de anchas alas que desde tiempo inmemorial llevan los habitantes del Borbonés: sostenía en el brazo derecho una escopeta, y en el extremo del cañón se veía un pan de cuatro libras. 13 ¡Quién sabe! El está dispuesto á morir. Sea como fuere, Dios le ha permitido celebrar la fiesta una vez más. ¡Alabado sea Dios! balbucean sus labios, y alzando los ojos al cielo, donde brillan millones de estrellas, hace la señal de la cruz. —¡Mitkheitch! ¡Mitkheitch!—gritó una vez desde abajo, la voz temblona de un viejo. Es el sacristán, viejo también, el cual, con la cabeza levantada hacia el campanario, trata de ver á través de las tinieblas. —¿Qué qiüeres? Estoy aquí,—contesta el campanero.— ¿No me ves? —No, no te veo. ¿No es tiempo aiín de repicar? ¿En qué estás pensando? Los dos miran las estrellas. Los millares de focos celestes centellean. La osa mayor brilla... Mikheitch reflexiona. —Todavía no, aguarda un poco... ya me reconozco. En efecto; ya se reconoce. No necesita reloj. Las estrellas de Dios le prevendrán, seguramente, cuando haya llegado la hora... La tierra y el cielo y esa nube blanca que se desliza suavemente en el espacio, y también el sombrío bosque que murmura sordamente á lo lejos, y aun el susurro del río que no logra ver entre las tinieblas, todo eso lo conoce, todo eso lo quiere... No en vano ha vivido allí toda la vida. Vuelve á ver el pasado, hasta en sus tiempos más remotos. Recuerda el primer día que subió al campanario con su padre. ¡Qué lejos está aquel tiempo! Era entonces un niño; subió con ojos brillantes. Vuelve á ver aquel chicuelo. El viento hace voltear su cabellera. En la tierra, quedo, muy quedo, se agitan los hombres muy pequeñitos; las casas del pueblo también se han vuelto muy chiquitas. El bosque se ha aleado en el horizonte, y el cerro donde está construida la aldea parece inmenso, infinito... —Hele ahí toda su extensión pensó el viejo campanero, sonriendo al ver el claro del bosque. Así sucede en la vida. La juventud la cree sin límites, sin fin... Sin embargo, está recogida ahí, debajo de él, como en la palma de la mano, de los primeros días de su niñez liasta aquella tumba que ha elegido en un rincón del cementerio... ¿Y qué? ¿Es tiempo ya?... ¡Alabado Dios! ¡Irá á descansar! XX • T "T T T • T • T T T ^ ^ y ^ V y y r ? Apenas entró, se dejó caer rendido de cansancio en un banco, y dijo después de un momento de silencio, entregando la escopeta á su mujer: —Toma, Mariana, este pan y comedio entre las tres. —¿No quieres tu parte Juan? —No, te digo que es para vosotras. La madre y las dos niñas se arrojaron sobre el pan con ahinco salvaje, sin detenerse en dar gracias ni abrazar á su bienhechor: hacía dos días qvie no habían probado alimento. Juan Barbeau contemplaba este cuadro con mirada sombría y feroz. No obstante, después de algunos minutos, cuando se apaciguó el primer afán del voraz apetito, Mariana dio un paso hacia su marido, y dijo con voz conmovida y vertiendo lágrimas: • -Perdóname, pobre Juan; he sido muy injusta y cruel, pues no he pensado más que en mí: el hambre me devoraba. ¡Cielos! ¿cómo no te he dado las gracias por habernos salvado de una muerte horrible? Y añadió haciendo un ademán á las niñas: —Venid, ángeles míos, venid á abrazar y á dar gracias á vuestro padre. f T T T T T T T T T I —^Es cierto—exclamó Catalina llenando de besos la frente y las manos del leñador;—nos has salvado, querido padre, y te deberemos á tí el vivir mañana. Al oir estas palabras el leñador frunció involuntariamente el entrecejo, y dijo con tono de voz extraño: —¡Mañana! ¡ah, hijas mías!¿quién sabe si habrá un mañana para vosotras? El pan que os he traído era mi único recurso. —¿No te han dado nada—dijo Mariana—por los troncos que debías vender al panadero de Cerilly? —No los ha querido, por ahora al menos, porque no necesita encender el horno; no le venden trigo en el mercado ni harina en el molino. —¿Y el cura? —Se halla en la misma situación que nosotros, y su bolsillo está tan lleno como el mío. He salido de su casa con tanta tristeza como cuando cerré esta mañana la puerta de la cabana. —Pero los señores del castillo no estarán en igual caso, y si no te han dado, al menos te habrán prometido, —Me han prometido llevarme á la cárcel si continúo matando sus liebres y perdices en las márgenes del parque. 14 ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA rango de gran potencia; para ello ha de poseer la armada más poderosa del mundo. En el vapor brasileño Julián Sclilonsfíf, el piloto asesina al capitán y su señora, suicidándose al apoderarse de él en Tenerife los soldados españoles del crucero Infanta Isabel. Del dfa 15 a l 30. La Unión Catalanista dirige un mensaje Al mando del capitán Vesbitt se envían á Mafeking pertrechos de guerra en un á la reina por haberse prohibido en el meetren blindado, que descarrila, y los boers ting de Bordils exhibir atributos de Catale destruyen con su certera artillería, reco- luña. En Ladysmith se realiza un reñido engiendo muchos cadáveres y prisioneros. . ^ Se retira del toreo el célebre matador cuentro entre ingleses y boers, resultando bastantes soldados muertos por ambas Raíael Guerra (Ouerrita). partes. En Barcelona se amotinan loa estudianEl Daily News dice que el campamento tes á causa de la cesantía del alcalde señor inglés de Ramatlilabama ha sido tomado Robert. .^^En la Cámara de los lores dice lord por los boers, habiendo entrado en él á Kimberley que Inglaterra se ha compro- saco. .^^Despachos de la Ciudad del Cabo dimetido en una guerra que tiene el carácter de civil, y censura á Salisbury por su polí- cen que es atacado por considerables fuertica internacional, criticando las negocia- zas boers el campamento inglés de Glenese. Los agresores disparan con cañones de ciones anteriores á la guerra. Contesta Salisbury que la república del grueso calibre desde una colina que domiTransvaal ha obrado de modo que ha he- na la población. Los primeros consiguen ocupar la posicho inútil toda explicación sobre las causas de la guerra, y que el Transvaal ha lanzado ción de Sundey. Fuerzas del regimiento un desafío tan audaz, que no tiene Ingla- King Royal Ritíees y de los fusileros de terra que explicar al país por qué va á la Dublín atacan la altura de Glencoe, donde tenían montados los boers sus cañones de lucha. .^_^En el banquete celebrado en el Ayun- artillería gruesa. Desde Ilatingsprint avantamiento de Hamburgo con ocasión de la za un cuerpo de 9.Ü00 boers. Los burghes botadura del acorazado Karl der Orosse, el se apoderan de un tren que conducía proemperador Guillermo pronunció un discur- visiones, entre Glencoe y Ladysmit. Se calcula que las fuerzas británicas han so en el que declaró que ante la rápida transformación del mundo es indispensa- tenido 1.000 bajas, entre ellas 800 muertos. ble que el pueblo alemán renuncie á sus ^. Madame Loubet, mujer del presidente divisiones y secunde los esfuerzos del so- de la república, recibe un espléndido regaberano, á ñn de que Alemania conserve su lo de Su Santidad León XIII, consistente en un magnífico rosario de ágatas engarzadas en oro. Entre los heridos hechos prisioneros en el combate de Elandslaagte figuran el general Kok y Pedro Joubert, sobrino del generalísimo de las fuerzas transvaalesas. Se calculan las bajas de los ingleses en IGO entre muertos y heridos. Entre los prisioneros hay muchos subditos alemanes, holandeses y de varias naciones europeas. .^^Presenta la dimión en el cargo de Ministro de Gracia y Justicia de España don Manuel Duran y Bas, reemplazándole el s e ñor conde de l'orreanaz. Es nombrado subsecretario de Hacienda D. Francisco Aparicio, D. Javier Ugarte Director de Administración local, y Gobernador del Banco de España D. Antonio María Fabié. Según informaciones del Ministerio de la Guerra, el número de bajas sufridas por los ingleses en Elandslaagte se elevó á 190, ó sean 88 muertos, entre ellos cinco oficiales, y 152 heridos. Según el corresponsal del Daily MaiU, los boers tuviero 400 bajas en el combate del sábado, muriendo el general orangés VanVilioen. . ^ Se suspenden en Barcelona las garantías constitucionales con el fin de cobrar los tributos. Los boers avanzan hacia Melmoth y atacan á Dundée. La prensa de Rusia y la independiente de Alemania atacan con dureza á Inglaterra. Los despachos de toda Europa que publica la prensa ds París, coinciden en suponer que Inglaterra teme que Rusia, unida con Francia y con alguna otra potencia, trata de crearle alguna dificultad en Persia. En Hamburgo se celebra un meeting, al que asisten tres mil personas de las clases acomodadas. Después de enérgicos discursos contra Inglaterra, se vota el acuerdo de suplicar al emperador Guillermo que renuncie á su proyecsado viaje á Londres. Nuestros apreciables lectores leerán e a la presente edición un anuncio de la bien reputada firma de los Sres. Valentín & C", banqueros, y expendeduría general de lotería en Hamburgo, tocante á la lotería de Hamburgo, y no dudamos que los interesará mucho, ya que se ofrece por pocos gastos alcanzar en un caso feliz una fortuna bien importante. Esta casa envía también gratis y franco el prospecto oficial á quien lo pida. rTT'T'T-rT-"rTTTTTT'T-'T'TTT'T"TT'TT'TTTTVT"rT'T'T''T' Así me lo ha avisado el guarda Vanier. Los señores del castillo son ricos y tienen el corazón tan duro como las losas de su patio. —Juan-^respondió Mariana—haces mal en tenerles odio; no saben cuánto padecemos. —¿No lo saben? Pues bien, tiempo es ya de que lo sepan. —Sin duda, pero con dulzura. —¡O con violencia! —¿Qué quieres decir, Juan? ¿Has perdido la razón? Nunca te había visto con rostro tan feroz. La desgracia ó el infierno te inspiran tan malas ideas. Juan, vuelve en tí; padeceremos si Dios lo tiene así dispuesto, pero te suplico que dejes las amenazas. Hubo un momento de silencio. Mariana vertía un torrente de lágrimas. — Oye, Mariana añadió el leñador; es preciso que acabe nuestra miseria. Siempre fui hombre honrado y respeté lo ajeno. ¡Necio de mí! No ha mucho que he encontrado en el camino á Santiago Balmat, que me ha dicho al oído: «Ven conmigo.» —¡Virgen Santísima! Santiago Balmat, jun ladrón! —Será lo que quieras; pero hay dinero en su bolsillo y encuentra albergue y comida en todas las posadas del país. Sus hijos no lloran de hambre como los nuestros... ¡Ah! la virtud es para mí un peso insoportable; quiero imitar á Santiago, y hoy mismo me lanzaré á mi nueva vida. Mariana, que no tenía fuerza para hablar, se arrojó á sus pies para contenerle. —No tengo pólvora ni dinero para comprarla, y no me serviré de la escopeta; pero en caso de necesidad luego se encuentran armas. —¡Juan! ¡(luerido Juan! piensa en tus hijos, en tu mujer, en tu salvación eterna. Pero el leñador no la escuchaba, y salía de la cabana diciendo. —¡Desgraciado del primero que encuentre en el camino! H Luego que Juan salió, su esposa tomó á sus hijas de la mano y les mandó que se arrodillasen delante de un crucifijo de madera. —Venid,—hijas mías—enjugad las lágrimas, y repetid esta oración: «Señor, T ' - T T T ' T T T T - r T T"1 Dios mío, haced que nuestro j^adre no se convierta en ladrón.» Juan Barbean corría en tanto á esconderse detrás de los matorrales que forman la margen del camino, por donde á largos intervalos pasaban algunos viajeros. La noche empezaba á tender sus negras sombras. —Si pasara por aquí—decía el bandido improvisado - algún príncipe ó banquero cargado de oro, me vería en el mayor apuro. En primer lugar, soy muy novicio en este oficio maldito, y por otra parte, no tengo absolutamente nada para atacar ó defenderme. ¿Qué haré? ¿Cortaré un palo en el bosque? Pero ¿de qué me servirá un palo? Si tropiezo con algún tratante de bueyes, por ejemplo, llevará ,también el suyo y además un gran cuchillo. ¿Qué haré? En el momento que acababa de pronunciar estas palabras se oyó á lo lejos el trote de un caballo, y prestando el oído hacia el lado donde se oía el ruido, Juan se convenció de que se acercaba un viajero. —¿Cómo le atacaré?—se preguntaba á sí mismo. (Continuará.) ILUSTRACIÓN CATÓLICA DE ESPAÑA A NUESTROS LECTORES REEMOS hacer un bien á la humanidad dando publicidad á este reaumen: La mayor parte de las personas atacadas •de la presbicia, ó sea vista cansada, y la miopía, vista corta, creen que el usar anteojos les perjudi•ca, cuando está evidentemente probado lo contrario por la ciencia de todos los países, que los anteojos es el único y verdadero medio de conservar la vista. M. J. Dubosc, óptico, establecido en Madrid hace •27 años, da un método práctico sencillo, particularmente para los atacados de la presbicia, y también p a r a aquéllos que usan anteojos, de saber si est^ín bien á su vista el grado que usan; pues es muy perjudicial el usar grados que, tanto por flojos •como por fuertes, no sean los verdaderos que necesitan. Dicho método consiste en coger un metro y med i r desde los ojos hasta la letra pequeña del párrafo siguiente: Invitación para p a r t i c i p a r á la próxima Gran Lotería de Dinero 500.000 Marcos Ó aproximadamente Pesetas 750.000 cono premia raayor pueden ganarse en caso más feliz en la nueva gran Lotería de dinero garantizada por el Estado de Haniburga. Especialmente: Premio El que no pueda leer estas letras pequeñas con toda claridad, como cuando tenín veinte años, á treinta centímetros de la vi^ta, y se vea obligado á alejarla más de cuarenta ceniimetros tiene la presbicia declarada, y si no quiere echar á perder su vista, tiene que gastar anteojos de roca buenos en seguida para tpdoí los trabajos diminutos, si dudáis; preguntad á Vuestro médico ú oculista, y confirmarán lo que dice el ó p t i c n J. D u b o s c , A r e n a l , 19 y 21, IMadrid, y M a g d a l e n a , 16, Oviedo. La misma operación tienen que hacer los que usan anteojos; bien entendido, que si ven más lejos de cuarenta centímetros, el grado es flojo, y si tiene que acercarse más de veinticinco, el grado es fuerte, y no viendo claro á treinta centímetros hay •que cambiar de grado en seguida. Aconsejamos, por tanto, á nuestros lectores, no •dejen de proveerse de los renombrados anteojos p o c a d e p r e c i s i ó n , que son los verdaderos que conservan la vista, reconocidos como tales por los mejores oculistas de Madrid. Para mayor garantía los da á prueba, y no siendo satisfactorio el resultado, devuelve el dinero. Nuestro.5 lectores pueden recibir dichos anteojos por correo certificado á todas las poblaciones de España. Para más detalles pídase el catálogo, que da explicaciones para el tratamiento de la vista y se envía gratis, á vuelta de correo, á todo el que lo soH•cite, mandando su tarjeta con señas. J . Dubosc, Óptico. A r e n a l , 19 y 21, M a d r i d . iNTEiíKSA saber que las mejores aguas sulfuradas y purgantes son las de CARABAÑA^ 15 á }!. Premio áitf. Premio á i»f. Premios á M. Premio á M. Premio á J/. Premio á .V. Premio á M. Premios á M. Premio á .1/. Premio ' á M. Premios á .V. Premios á M. Premios á M. Premios á .V. Premios ú M. Premios á M. Premios á M, Premios á .V. 300.000 200.000 100.000 75.000 70.000 65.000 60.000 55.000 50.000 40.000 30.000 20.000 2 26 10.000 5.000 56 3.000 106 2.0Ú0 206 1.000 812 400 1.518 36.952 155 19.490 ""'TT 300, 200, 134, 104, 100, 73, 45, 21. La Lotería do dinero bien importante autorizada por el Alto Gobierno de Hamburgo y garantizada por la hacienda piíblica del Estado, contiene 118.000 billetes, de los cuales 59.180 deben obtener premios con toda se«íuridad. Todo el capital Incl. 58.820 billetes gratuitos iinporta Marcos 11.764.525 ó sean aproximadamente: Pesetas 1 8 . 0 0 0 . 0 0 0 La instalación favorable de esta lotería está r.rreglada de tal raanera, que todos los arriba indicados 59.180 premios hallarán seguramente su decisión en 7 clases sucesivas. Kl premio mayor de la primera clase es de 50.600 Marcos, de la segunda 55.000,asciende en la tercera á60.000, en la cuarta á 65.000, en la quinta á 70 000, on la sexta á 75.000 y en la sétima cías** podría en caso mus feliz evontualmenteimportar500.000, especialmente300.000, 200.000 Marcos, &c. La casa infrascrita invita por la presente á interesarse en esta gran lotería de dinero. Las personas que nos envían sus pedidos se servirán añadir á la vez los respectivos importes en billetes de Banco, libranzas de Giro Mutuo, extendidas á nuestra orden, giradas sobre Barcelona ó Madrid, letras de cambio fácil á cobrar, ó en se 1^3 de correo Para el sorteo de la primera clase cuesta; / Billefe orlglnsl, entero: 9 pesetas. / Billete origlml, meólo: 4'50 pesetas. E) precio de lo^ billetes de las clases siguientes, como también la instalación de todos los premios y las fechas de los sorteos, en fin, todos los pormenores se verá del prospecto oficial. Cada persona recibe los billetes originales directamente, que se hallan previstos de las armas del Estado, como también el prospecto oficial. Verificado el sorteo, se envía á todo interosado la lista oficial de los números agraciados, provista de las armas del Kstado. El pago de los premios se verifica según las disposiciones indicadas en el prospecto y bajo garantía del Estado. En caso que el contenido del prospecto no convendría á los interesados, los billetes podrán devolvérsenos, poro siempre antes del sorteo, y el importe remitídonos será restituido. Los pedidos deben remitírsenos directamente lo más pronto posible, pero sienpre antes del 30 úe NoviBUiUrB úe 1899 V A L E N T Í N Y O.^'^ Expt-iKleduría general de lotería. HAIVIBURGO Alemania. Pan orientarse se envía gratis y franco el prospecto oñcial á quien lo pida. D E P Ó S I T O C E N T R A L POH MAYOE R. J. GEAVARRL—ATOCHA, 87 ivacgiciT-icaL. LORENZANA Y SU OBRA por la ^'izcondet.a de B a r r a n t e s . Esta importante obra, que contienfi los mis celebrados artículos •le Loronzana, se vende en todas las librerías y en casa del depositario J. Jerez, Fuencarrai, 155, 3.° izq.", á ó pesetas, en Madrid. También ee ha V)nesto á la venta la 9." edición del Planiilir.v:) di' c :ucaiiim, por la citada autora, á 1 peseta. Para provincias y extranjero, 50 céntimos más. Ey>- '^'J> '«R¡;£á> 5íK)a> -^SUfy ^* jf^. PV^^ > v ^ AVy^ ^WK m^^'m^m ¡OCASIÓN! Se vende muy barato nn ejemplar de la Biblia, ilustrada por Doré. En la Administración de este periódico se da razón 3 »vftV BMPLBAK los SALICILATOS ^'ámVAS PÉREZ ,, Guerra. .^ LOS RECOMIENDAN '^ INDISCUTIBLES AUTORIDADES MÉDICAS C^LjERRAN CON E N T U S I A S M O S V S E F E C T O S CUANTOS LOS U S A R O N P Í D Í A N S E E N T O D A S L A S F A R M A C I A S Y D R O G U E R Í A S D E L MUNDO i • - . . j^Ón falsas todas las cajas que no lleven en el prospecto inscripción ', ., transparente con los nombres del medicamento y del autor. i"^ ¥ ^ m ^ ^ La salud á domicilio.-La Mamarita en Loeclies _Ant¡biliosa, antiescroíulosa. antiherpética, antiparasitaria y MUY RECON.STITÜYKNTE.—Con esto acaa de d u o general haoG CINCUENTA j ... ..^ ^ í/rauda.s ineilallas de oro y distinciones. A.NOS se tiene LA S A L U D A DOMICILIO.—Premiada siempre la ^primera c m «liploina.-i, Depósito central: Jardi-ies, 15, bajos, Madrid.—Prevenirse contra anuncios de aguas LLAMADAS naturales y qae pretensión ser iguales y aun meiores, y dicen que no irritan, y es porque carecen de íaerza: la de LA M A R G A R I T A se adapta á TODOS los estómagos, NO I R R I T A , y mezclándola con agua, resulta aún MUY superior á las similares. Aunque como purgante no tiene igaal el agaa de LA M A R G A R I T A , sus conaiiiiones terapéuticas tampoco.—Hecho el análisis por Mr. H A R D Y, químico ponente de la Academia de Medicina de París, fué declarada, esta agua la mejor de su clase, y del minucioso reconocimiento practicado durante seis meses por el reputado químico Dr. D. Manuel Sáenz Diez, acudiendo á los copiosos manantiales que nuevas obras han hecho aun más abundantes, resulta que LA M A R G . l R TA D E LO ECHES es, entre todas las conocidas y que se anuncian al públii-o, Is más lica en su ía'o sódico y magnésico que son los más podero.sos pargantes, y la única que coatenga carbonato ferroso y manganeso, agentes medicinales de gran valor como reconstituyentes. Tieif n las aguas de L\ MARGA RITA doble cantidad de gas carbónico que las que pretenden ser similares, y es tal la proporjión y combinación eo q^e se hallan su^ componentes, que las conátituyeu en un espe'ítico irreemplazable para las enfermedades herpétieas, eseroí alosas y do la matriz, sífilis inveterada, bazo, est luago, mesenterio, llegas, t.ses rebeldes y demás que (xprcsa la etiqueta de las botellas qae se expenden en todi s IHS farmacias y dr^^gu-rías principales de todasparces. ILUSTRACIÓN CATuLICA D E E S P A Ñ A 16 BRONCES PARA IGLESIA PASTILLAS BONALD CLORO - BORO - SÓDICAS A LA COCAÍNA Lampistería de Marín Plaza de Serradores, 12 (esquina á San Felipe Keri.) <joi sol- o Lámparas de todos los sistemas y clases.—Petróleo el uon plus. — Ininflamable de frran luz y sin olor. A domi cilio latas y bidoncitos.— Utensilios de cocina y cafeteras filtros. «ttttttOO«««««tt«tt«000 A CEUZ, revista religiosa de España y demás países católicos, se publica mensualmente bajo la dirección de D. León Carbonero y Sol. Se admiten suscripciones en la calle de la Reina, número 4. ^ L Á LOS AFICIONADOS AL BUEN TK Bajo la 8_encilla denominación de T é e s n e c i a i p la C o m p a ñ i a C o l o n i a l ha puesto á la venta en sus dos establecimientos, sitos c a l l e M a y o r , 18, y M o n t e r a , 8 , an T é n e g r o s u p e r i o r , de finísimo aroma y exquisito gusto, puesto en e l e g a n t e s c a j i t a s c h i n e s c a s de metal, al módico precio de u n a p e s e t a c a j i t a de 60 gramos (quince tazas). L a C o m p a n í a C o l o n i a l expende además diferentes clases de tés, negro, verde y mezcla, desde cuatro pesetas los 460 gramos, al peso y en cajitas de cartón. El Perpetuo Socorro publicada por los Padres Redentoristas. A d mi n istr ación: D. 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Parii. lípísltoBenerjl n llsn,ñ;i: HIJOS (le VIOaL y RHaS. Hsrclmn. y 'on< las ParrajclM. >V 1 Mcx a, c ó n GRAN ALMACÉN DE MÚSICA Y PIANOS É DE I AYA, EDITOR P B O V E E D O E D E L A R E A L CASA Y DE LA E S C U E L A N > C I O N A L DK MÚSICA 3 4 —CARRERA DE S A N JERÓNIMO—34 en nmsica I RABADOS directos, se haGmetro cen á seis céntimos centícuadrado en el taller RAO/CAL Especialidad \fj¿s^^ ñFDAClTn r^DrriAT ^^ coronas, flores, í Archicofradia de Nuestra J J t j r U J l I U I i j r L U A L flfigifls y d ñ m á s ftdorSeñora del Perpetuo So- í Bos para altares y cementerios, así como para el I corro y de San Alfonso • alumbrado en estos últimos. > María de Ligorio Esta casa sirve á la vez, como ninguna otra, bajo ^'«^«^^^A^^Mi^^^^S ZOZ ÍÉBICO S U C U R S A L EN M A D R I D D E LA Mayor, 18, y Montera, 8 ^ Hmi Concepción J e r ó n i m a , 3.—Téíé/^ono 59. 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Trece viajes anuales, saliendo d e Barcelona cada c u a t r o sáljados. ó sean los días 26 Marzo, 23 Abril, 21 Mayo, 18 Junio, 16 J u l i o , 13 Agosto, 10 Septiembre, 8 Octubre, 5 Noviembre y 3 Diciembre de 1898; y de Manila cada cuatro sábados, ó sean los dias 1/ Marzo. 9 Abril, 7 Ma.vo, 4 J u n i o , :i y 30 J u l i o , 27 Agosto, 24 Septiembre, 22 Octubre, 19 Noviembre y 17 Diciembre de 1B99. Línea de Buenos Aires.— SelB viajes a n u a l e s dará Montevideo y Buenos Aires, con escala en Santa Cruz de Tenerife, saliendo de Cádiz y efectuando antes las escalas de Marsella, Barcelona y Málaga. Linea de Fe. nando Pao.—Cuatro viajes a l a ñ o para F e m a n d o Póo, con escalas e n Las Palmas, puertos de la Costa occidental de África y Golfo de Guinea. SKKVICIO DE AVKICA.—Linea de Marruecos.—Un viaje mensualde Barcelona á Mogador, con escalas en Malaga, Ceuta, Cádiz, Tánger, Larache, Kabat, Casablanca y Mazagan. Hervido de Tánger.—^\ vapor Joaquin del Piélago, sale de Cádiz para Tánger, Algeciras y Gibraltar lo-t lunes, miércoles y viernes, r e t o r n a n d o á Cádiz los martes, jueves y s á b a d o s . AVISO IMPORTANTE —La Compañia previene á los señores comerciantes, agricultores é i n dustriales, que recibirá y e n c a m i n a r á á los destinos que los miamos designen, las muestras y notas de precios que con este objeto se le entreguen. Esta Compañia a d m i t e carga y expide p a sajes para todos ios puertos del mun lo, servidos por lineas regulares. Para más informes: En Barcelona: l a Compañia Trasatlántica y los Sres. Ripoll y C.*, Plaza de Palacio.—Cádiz; l a Delega(!ión de l a Compañía Tra8atlá7itica.— y\a.áriá: Agencia de l a Compañia Trasattántica, Puerta del Sol, 18—Santaiiderr Sres. Hijos de Ángel H. Pérez. Agua higiénica para t e ñ i r i\ cabello y la barba: la mejor é inofensiva. Destinamos i i i l l p « « e t a i i al que lemuestre que nuestro preparado tiene n i t r a t o de plata. No mancha la piel ni la ropa Usase con la mano ó esponjita. P r e c i o <lel f r a i l e o 3'SO p e s e t a s De venta en las principales Perfumerías y Peluquerías de Madrid y provincias. Por mayor en casa del autor, il. Macián CAB.\llERO DE GR,iiCIA, 30 Y 32, ENT. comunidades y conventos. MADRID «SPORTACIÓN Á PKÜVINCIAS wmmmmmmmmmmmmmi M DEPÓSITO DE RELUJES DE FABRICAS SUIZAS CARLOs''cOPPEL 2 5 , F u e n c a r r a l , 25 Esta casa vende á los mismos precios de la fábrica, acompañando á cada reloj un certificado de garantía. Los relojes de esta casa que no marchen bien se cambian. CARLOS CCOPPL 25, FUENCARRAL, 2 5 BIEN: E N E L N U M E R O \ym 2 5 mm^mmmímmmm MADRID.—Imprenta encuademación y estereotipia de L». REVISTA MODERNA, iSspíritu Santo, 18.