LA SEMANA NACIONAL DE MIGRACIÓN Y EL OBJETIVO DE LA

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LA SEMANA NACIONAL DE MIGRACIÓN
Y EL OBJETIVO DE LA REFORMA MIGRATORIA, 2014
Columna semanal del arzobispo Charles J. Chaput, OFM Cap.
06 de enero del 2014
Nota del EDITOR: la Semana Nacional de Migración se observará en las diócesis del país del 5
al 11 de enero. Las metas en curso de los esfuerzos católicos por la justicia de inmigración
incluyen:
1. Proporcionar un camino a la ciudadanía para las personas indocumentadas en el país.
2. Preservar la unidad familiar como una piedra angular de nuestro sistema de inmigración
nacional.
3. Proporcionar caminos legales para los trabajadores inmigrantes poco cualificados para venir
a EE.UU. a trabajar.
4. Restaurar las protecciones procesales a las políticas de cumplimiento de la inmigración.
5. Abordar las causas fundamentales de la migración causada por la persecución y la
disparidad económica.
La observancia de la Semana Nacional de Migración se inició hace más de un cuarto de siglo
por los obispos de Estados Unidos para dar a los católicos la oportunidad de ver la gran
diversidad de pueblos en la Iglesia y los ministerios que les sirven.
Mientras que durante años se ha mantenido ardiente el debate de la inmigración en este país, el
Congreso ha fallado consistentemente en aprobar leyes de reforma adecuada. Ningún partido
tiene la culpa de la parálisis. Demócratas y republicanos han abusado de este asunto y las
poderosas emociones que genera, para obtener beneficios políticos. Como resultado, a pesar de
millones de palabras en la propaganda partidista, nuestra política de inmigración nacional
todavía falla en abordar las fuerzas económicas y sociales complicadas que conducen la
inmigración.
Peor aún, esta paralización tiene consecuencias muy humanas en la separación de los niños que
son ciudadanos estadounidenses de sus padres no ciudadanos y la separación enorme de las
comunidades inmigrantes.
Como los obispos de los Estados Unidos han insistido muchas veces en el pasado, en Estados
Unidos ahora empleamos una subclase permanente de seres humanos que construyen nuestros
carreteras, recogen nuestras frutas, limpian nuestras habitaciones de hotel y mantienen nuestros
céspedes y jardines. La mayoría de esos hombres y mujeres, como los millones de inmigrantes
antes que ellos, simplemente quieren una vida mejor para sus hijos. Pagan miles de millones en
nuestros sistemas de Seguridad Social y fiscal. Pero así como nos beneficiamos de esa mano de
obra, demasiado a menudo no les ofrecemos la protección básica de la ley. Cuando es
conveniente, podemos culparlos por nuestros males sociales y llevamos a cabo políticas que los
intimidan a ellos y sus familias.
Nuestras leyes de inmigración apoyan este preocupante statu quo. A pesar de miles de millones
gastados en su ejecución cada año, la mayoría de los migrantes no autorizados encuentran trabajo
una vez que llegan, o, en los casos de visas expiradas, permanecen en Estados Unidos. Y
mientras cientos de miles de estos trabajadores se agregan a nuestra economía cada año, sólo una
fracción de ese número de visas de inmigrantes están disponibles anualmente para las personas
que ingresan a nuestro país legalmente.
El Congreso puede terminar esta actual política y fallas humanitarias mediante la adopción de un
paquete de reforma migratoria integral. Cualquier reforma seria debe proporcionar un camino a
la ciudadanía para los indocumentados ya aquí y crear avenidas para que los futuros trabajadores
y sus familias ingresen legalmente al país.
Obviamente, mantener el Estado de derecho es un aspecto fundamental de la reforma. Los
estadounidenses tienen preocupaciones muy legítimas por la seguridad pública y la solvencia de
nuestras instituciones públicas. Tampoco es el problema puramente un producto de mala
voluntad en Washington, D.C. Algunas personas disfrutan culpando a Estados Unidos por casi
todos los problemas, y por desgracia, la política estadounidense ha tenido una historia muy
mezclada en América Latina. Pero hasta que las naciones latinoamericanas reformen en serio sus
propios sistemas jurídicos y económicos, ellos también tienen responsabilidad por la crisis
actual. Sólo culpar a Estados Unidos logra muy poco. Una de las implicaciones de una economía
hemisférica es que ambos lados de la frontera necesitan cooperar. Ambos lados de la frontera
tienen responsabilidad.
Sin embargo, debemos recordar que mientras que somos una nación de leyes, también somos una
nación fundada en el principio de justicia. Lograr una reforma migratoria sería restaurar la
justicia a nuestro sistema de inmigración y fortalecer, no debilitar, el Estado de derecho.
Al proporcionar a la población indocumentada la oportunidad de trabajar hacia la ciudadanía
permanente a través de la legalización merecida, la animamos a identificarse con el gobierno.
Mediante la creación de vías para que los trabajadores migrantes y sus familias crucen la frontera
de manera segura, se le permitiría al gobierno supervisar mejor quién entra en el país y con qué
propósito. Las autoridades policiales podrían concentrarse en capturar a los verdaderos
criminales: los traficantes de drogas, los traficantes de seres humanos y los terroristas
potenciales.
No hace falta valor político para quejarse de los inmigrantes indocumentados. Hace falta valor
político para buscar y lograr un cambio real en las políticas de inmigración sostenidas sobre la
debilidad de los que carecen de derecho y voz.
Necesitamos orar para que nuestros funcionarios federales electos encuentren el valor en este
nuevo año de Nuestro Señor, 2014, de finalmente pasar una reforma migratoria real. Al final, la
pregunta definitiva para el Congreso –y para todos los estadounidenses– es si queremos vivir en
una sociedad que acepta el esfuerzo de los migrantes con una mano y los trata como parias con la
otra. Por nuestro propio bien, quiero creer que la respuesta es «no».
Materiales educativos y otros recursos para la Semana Nacional de Migración pueden
encontrarse en www.usccb.org/ about/migration-and-refugee-services/national-migration-week.
En www.justiceforimmigrants.org puede encontrarse información sobre cómo pueden unirse los
católicos en los esfuerzos para pedir al Congreso que apruebe una reforma migratoria justa y
comprensiva.
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