PRIMERAS JORNADAS DE HISTORIA REGIONAL COMPARADA

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PRIMERAS JORNADAS DE HISTORIA REGIONAL COMPARADA
Nacionalismo y región en el pensamiento autoritariorevisionista de Argentina y Brasil
Jauregui Aníbal
Méndez Liliana
Stortini Julio
Durante el período de entreguerras se expandieron por el mundo diversos sistemas
ideológicos, a los que se ha calificado de nacionalistas de derecha. Las características
que los distinguían fueron el común rechazo a la trayectoria liberal precedente, una
concepción sustancialista de la Nación (con la recusación de todo aquello considerado
ajeno a ese sustancia) y el reconocimiento del papel estratégico del Estado como
mecanismo articulador del orden y la armonía sociales. Muchas veces sus rasgos
comunes hicieron que fueran reducidos a la unidad cuando escondían diferencias
cualitativas de significación. Sin embargo, tenían algo que los identificaba: todas ellas
eran la expresión de una crisis de valores, de creencias, de referencias que se haría
sentir, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, por más de media centuria.
Entre estas diversas expresiones, a las que podemos definir como agrupaciones, o corrientes, de
intelectuales que se influían mutuamente, encontramos a las que germinaron en la Argentina y el Brasil.
La diversidad no está dada sólo por la pertenencia a dos países diferentes sino también dentro de cada uno
de ellos, vemos que existían diferencias de relieve entre los intelectuales ubicados en estas corrientes.
Inmersa en este espacio del mundo de las ideas de ambos países, esta ponencia bucea en aquellos aspectos
del pensamiento de la derecha autoritaria argentina y brasileña específicamente relacionados al problema
regional.
Ya hemos sostenido implícitamente que este pensamiento se presentaba como una
“ideología de Estado”1, cuya finalidad más ostensiva estribaba en colocar al Estado en
el centro del quehacer social. Pero desde ya el fortalecimiento del Estado no era un fin
en sí sino una forma de poner en evidencia la existencia de un sujeto nacional. Con
obvias diferencias respecto a la antagónica concepción marxista,
1
también era una
Lamounier Bolivar, “Brasil. La formación de un pensamiento político autoritario en la Primera
República: una interpretación” en Desarrollo económico, n° 62, jul-sept 1976, p. 256.
concepción “instrumentalista” del Estado en el que éste debía fortalecerse para servir a
una Nación, de la cual era expresión suprema. Esta relevancia absoluta del objeto
Estado ha sido fuertemente identificado por la historiografía brasileña con la imagen
hobessiana del Leviathan. Sin ser este problema el nudo de nuestro análisis, basta decir
aquí que esta preocupación ostensiva con el tema del poder hobessiano del Estado nacía
de la genuina preocupación por identificar las raíces históricas del autoritarismo
brasileño, claramente dominante en el período 1964-1985. La reflexión sobre el poder,
con obvias influencias weberianas, no partía de analizar el rol político de las fuerzas
armadas sino el monopolio del ejercicio del poder por las elites estatales dominantes
desde los tiempos del Emperador. Por el contrario, en Argentina el hobessianismo ha
sido mucho menos significativo como causal apuntada del autoritarismo, porque este ha
sido generalmente considerado como resultado de la incapacidad de la sociedad de
resolver el conflicto social dentro del marco democrático.
El nacionalismo ha sido descripto, entre otros autores por Hobsbawm, como una de las
grandes “invenciones” del siglo XIX. La idea de “invención” trae aparejada la de una
creación artificial, no espontánea, de vínculos comunes que se convierten en naturales
por quienes son comprendidos por ellos. ¿Cómo afectaba el federalismo a la
construcción de este artefacto?
Como los vínculos nacionales son canalizados y expresados por el Estado, el
federalismo como doctrina política y corriente histórica subyacente, pasa a ser percibido
lógicamente como un fenómeno problemático por el grupo de “inventores” del
pensamiento nacionalista, ya que significa dispersar el sujeto y el objeto del
nacionalismo. Esto era particularmente así en la Argentina y Brasil, que recibieron al
federalismo como herencia importada de los Estados Unidos. La doctrina federal partía
de la compatibilización de dos principios, descriptos por Alexis de Tocqueville en su
famoso La democracia en América, de la centralización política y la descentralización
administrativa. El problema que presentaba el federalismo sudamericano, y esto fue
remarcado por los pensadores autoritarios brasileños, radicaba en que las tradiciones
políticas locales llevaban a una descentralización política y administrativa, con la
consiguiente pérdida del sentido nacional.
Hoy sabemos que - al contrario de lo que sostenía la denominada teoría “emanacionista” de la ideología las ideas no “emanan” de la clase social, que tienen, por lo tanto, su historia y su lógica autónomas. En
ambos países encontramos una corriente de pensadores que aparecieron en la segunda década del siglo
XX y que cuestionaban el ordenamiento socioeconómico liberal dominantes en ambos países. Sin
embargo es necesario hacer desde ya varias salvedades para analizar las posibles convergencias entre
ambos. En primer lugar en Brasil, estos pensadores, cuyo antecesor puede ser Alberto Torres y sus
expresiones más trascendentes estuvieron representados por Francisco Campos, Alceu Amoroso Lima,
Oliveira Viana y Azevedo Amaral, se caracterizarían por la defensa explícita de un orden político basado
en la centralización y el fortalecimiento del Estado federal por medio de metodología autoritaria. Estos
autores se oponían a la actitud nacionalista denominada “ufanista” que fincaba la Nación en las
particularidades de la geografía y las peculiaridades de la población.
En la Argentina el nacionalismo tuvo por preocupación principal el reconocimiento de
una personalidad propia, particular, diferenciada del inmenso enjambre migratorio, que
le “mezquinaba” una identidad reconocible en el concierto de los pueblos del mundo.
Ricardo Rojas fue uno de sus precursores de esta búsqueda identitaria aunque no
compartiera con sus sucesores, Leopoldo Lugones, Julio Irazusta, Carlos Ibarguren,
Juan Carulla, Font Ezcurra, por citar algunos, su predilección por los gobiernos
autoritarios.
Podemos entrever las diferencias entre ambos “nacionalismos” al observar su configuración, esto es la
forma en que se agrupaban las corrientes intelectuales de este sector en ambos países.
La configuración de la derecha nacionalista en el Brasil está curiosamente dotada de tres polos:
1.
Polo cientificista de raíz positivista. Aquí se congregaban intelectuales que consideraban a la realidad
social como resultado de un fenómeno evolutivo regulado por leyes naturales. Entre ellos
consideramos a dos autores de los más citados: Antonio Jose do Azevedo Amaral y Franciso José de
Oliveira Viana.
2.
Polo católico. Este núcleo consideraba a la nación originada en la común pertenencia aun credo
religioso. Este grupo giraba en torno al periódico A Ordem y al Centro Dom Vital. Sus más
conocidos representantes fueron Jackson de Figueiredo y Alceu Amoroso Lima, alias Tristäo de
Ataíde.
3.
Polo fascista.. Este está casi totalmente ocupado por el integralismo, expresión clara de la derecha
antiliberal. Encontramos como sus principales exponentes al dirigente máximo del integralismo,
Plinio Salgado pero también están en él Miguel Reale y Gustavo Barroso.
La derecha nacionalista argentina tiene una configuración distinta:
1.
Polo católico: aquí se reunían los intelectuales que orbitaban en torno a la revista Criterio,
equivalente argentina de
A Ordem. Julio Meinvielle, Gustavo Franceschi, Cesar Pico, Tomás
Casares estaban en esta lista
2.
Polo fascista entre quienes podemos ubicar a Juan Carulla, Enrique Osés. Roberto de Laferrere y
Leopoldo Lugones.
3.
Corriente neorrepublicana. Integrada por los integrantes de La Nueva República, cuyas figuras más
significativas fueron Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Mario Amadeo2.
2
Beired Jose Luis Bendicho, Autoritarismo e nacionalismo: o campo intelectual da nova direita no Brasil
e na Argentina (1914- 1945), Tese de doutorado apresentada ao Departamento de História da Faculdade
Creemos que el análisis somero de las respectivas configuraciones demuestra la ausencia en Argentina de
este componente cientificista y positivista que sí está presente en el Brasil.
Fue este sector de pensamiento el que nos parece de mayor relieve e influencia en la trayectoria del
autoritarismo político brasileño. Por otra parte se entronca claramente con una raíz más profunda del
positivismo que se advertía a sí mismo como una tentativa de construcción de la realidad a partir de
premisas civilizatorias indiscutibles. Valga como elemento de raigambre con la realidad el hecho de que
de este mismo positivismo, aunque de su veta riograndense había mamado Getúlio Vargas, discípulo fiel
de Julio de Castilhos.
En la Argentina por el contrario, si inicialmente encontramos en los jóvenes nacionalistas de “La Nueva
República” una clara vocación política, la participación en el golpe de Estado de septiembre de 1930 y el
rumbo, decepcionante para ellos, que tomarían los acontecimientos políticos, los hicieron desistir de la
militancia política inmediata, para dedicarse en gran medida a la investigación histórica y social. Esta
reorientación de su actividad justifica el nombre de “revisionismo histórico” con el que se conoce a esta
corriente. Aunque este nombre no haga justicia a la amplitud de sus inquietudes, revela cual era el sentido
principal de su trabajo.
ESTADO, NACIÓN Y REGIÓN EN EL BRASIL
Desde fines del siglo pasado, se instalaba en el Brasil la pregunta sobre la identidad nacional brasileña, la
“cuestión nacional”. 3. La literatura especializada insiste en mencionar como una de las características de
este primer nacionalismo al “ufanismo”, esto es, a la vanidad nacional basada en la geografía, en el
esplendor de la naturaleza, en el indigenismo, entre otros. Pero, como hablar de una identidad nacional, en
un país tan inmenso, surcado por tantos accidentes geográficos, conviviendo humanos provenientes de
todas las latitudes y continentes: el tupí-guaraní americano, el negro africano y el portugués, alemán o
italiano europeo e incluso, el japonés del Extremo Oriente. ¿Cómo pensar en esa identidad cuando lo que
se percibía era que predominaba claramente la diversidad?
La Primera Guerra Mundial y la Gran Crisis desataron las pasiones nacionalistas en todo el mundo y esto
impulsó al gigante sudamericano a una búsqueda interrogativa sobre la nacionalidad, una búsqueda que
fue emprendida por una gran parte de su intelectualidad, aún aquella que no compartía la visión
autoritaria y de derecha de los denominados nacionalistas. Entre ellos, el gran historiador Sergio Buarque
de Hollanda que, con sus Raízes do Brasil, inauguraba una indagación sobre la nacionalidad a partir de
los trazos culturales multidireccionales que habían definido la civilización brasileña. Esta última idea, que
era al mismo tiempo el nombre de la monumental obra histórica que dirigiera, estaba aludiendo al Brasil
de Filosofía, Letras e Ciencias Humanas da Universidade de Säo Paulo, sob a orientacäo de Maria Ligia
Coelho Prado, SP. 1996, p. 19.
3
Véase Oliveira Lúcia Lippi, A questäo nacional na Primeira República, Säo Paulo, Editora Brasiliense,
1990 y Freyre Gilberto, "A influencia política sobre a evoluçäo social, intelectual e artística do Brasil", en
Cultura Política,I: 5, julio 1945.
como un continente abarcador de una multiplicidad de contenidos.Las raíces del Brasil también estaban
siendo procuradas por Gilberto Freyre quien en Casa Grande e senzala, situaría su origen en las
relaciones patriarcales de la fazenda y del engenho.
Sin embargo, quienes mejor representan esta reflexión nacionalista son los “pensadores autoritarios”
surgidos en las dos últimas décadas de la Primera República. Estos hombres se habrían de caracterizar por
tener una relación directa o indirecta con el Estado y esto posición profesional reforzaba el componente
ideológica estatólatra fuertemente presente en su ideario. No puede sorprender entonces que esta corriente
se inclinara abiertamente por el Estado como elemento de integración social4. Como síntesis inicial de sus
posturas, consideraban que el mal de la República brasileña radicaba en el transplante al suelo brasileño
de instituciones nacidas en otras realidades, para otras culturas políticas.
Tal vez el más notable de todos estos intelectuales fuera Francisco de Oliveira Viana para quien el
paradigma de la copia estaba en la Constitución de 1891 que buscaba desarrollar en el Brasil las
instituciones del self government norteamericano. Sin embargo, en vez de esto, este constitucionalismo
importado sólo
reforzó las tendencias centrífugas subyacentes en la realidad brasileña desde el año
1500. La adopción de la técnica liberal de reforma política que da al pueblo la libertad de dirigir su vida
colectiva degeneró en un Estado anarquizado y en la imposibilidad de adquirir una conciencia colectiva
en la que se podría fundamentar el progreso de Brasil como Nación. En consecuencia, sólo una técnica
autoritaria de reforma política permitiría al Estado encontrar los mecanismos que permitieran alcanzar esa
conciencia colectiva.
Uno de los males que trajo este liberalismo mal entendido – ya que era apto para los países anglosajones
que tenían una mayor y mejor educación política (aún en los analfabetos - era el municipalismo. Esta
tendencia a institucionalizar la autonomía de las ciudades y el poder desafiante de los caudillos locales se
observa a lo largo de la historia pero su etapa de despegue se ubicaba en la Regencia durante la minoría
de Pedro II. La posterior emergencia de la provincia si bien debilitó este cáncer municipal, vino a crear
otro obstáculo al poder central. Los apóstoles del liberalismo lo consideraban la última palabra del
progreso político. El municipalismo, sin embargo, no sirve a la democracia, la libertad o el derecho sino
sólo a los instintos irreductibles del caudillismo local, a los intereses centrífugos del provincialismo, a la
dispersión rural, a la incoherencia, a la disociación, al aislamiento, al patriarcalismo colonial5.El peligro
de la democracia residía principalmente en que esto iba a acentuar la disociación regional. La ambigüedad
radica aquí en que estos fenómenos que expresaban la realidad tradicional eran considerados
positivamente como factores identificatorios del sentir nacional, de la sociabilidad brasileña. Esta
sociabilidad estaba determinada por la predominancia de un tipo antropológico de brasileño nacido del
aporte decisivo del hombre blanco europeo. Tanto el negro como el indígena – y en este último se
separaba de P. Salgado – no habían generado aportes de significación a la civilización brasileña. Pero el
hecho de existiera una tipo antropológico (que se correspondía con un tipo psicológico) que recorría todo
su espacio continental, era el fundamento biológico a la aspiración nacional. La consolidación psicológica
definitiva se alcanzaría cuando se completara el “blanqueamiento” de la población negra e indígena.
4
5
Beired, op. cit., p. 264
Oliveira Viana , Evolucäo do povo brasileiro, Rio de Janeiro, José Olympio, 193, p. 295.
¿En que se fundaba el regionalismo, el particularismo? Obviamente en la vastedad geográfica, a la baja
densidad demográfica y a la escasez de medios de transportes. Pero también en la incapacidad de la
configuración estatal para resolver estos problemas. Sólo el gobierno central, la única autoridad que por
su propia naturaleza tiene interés en hacerlo, podía hacerlo a través de la “comunicación directa” el
desarrollo ferroviario, la navegación interior, por la multiplicación de los medios de comunicación como
correos, teléfonos, telégrafos y de
la “comunicación indirecta”
representada por el incremento
poblacional, el crecimiento urbano, en suma la colonización intensiva y sistemática. Uno y otro apuntan a
la eliminación de lo que llama “la fuerza del desierto”6. En la práctica existe diversas comunidades,
clases, grupos, regiones y ciudades que no pueden ser contenidas en un continuum social. El estudio de
las personalidades regionales era el mecanismo científico necesario para poder aspirar a comprender el
Brasil global. Como expresión de esta tarea, nació el famoso Populacöes Meridionais do Brasil.
El pensamiento autoritario se definía claramente a favor de la diferenciación entre el país legal y el país
real. El divorcio entre ambos había nacido a partir de la pretensión de los constitucionalistas entre los que
se contaba Rui Barbosa, que habían pretendido aplicar al Brasil fórmulas jurídicas nacidas en otros
escenarios sociales. En el Brasil de la Primeira República, federalista y liberal eran casi sinónimos, ya que
en la práctica la adopción de las instituciones del republicanismo liberal significaba el fortalecimiento de
las autonomías estaduales. Así lo considera Viana refiriéndose a Francisco de Sá y la formación del
Estado de Acre, en una región carente de las condiciones mínimas para el establecimiento de un gobierno
propio, por su aislamiento, reciente incorporación a la federación brasileña, escasa población y
abundancia aventureros. “Fui liberal “ - decía Sá – en un reconocimiento postrero de su error en aquel
momento. “ a impressäo que me däo estes construtores de Constitucöes é de uma congregacäo de
logiciens, que raciocinam sobre expressöes técnicas do Direito Público como matemáticos sobre sinais
algébricos”7.
La inclusión de la masa de la población en estas instituciones liberales importadas sólo hacía agravar sus
carencias. En principio, todos estos autores despreciaban la democracia y exageraban los males que
podrían provenir del ejercicio del sufragio. Viana considera que “…temos utilizado, con excessiva
prodigalidade o sufrágio universal”8. La visión de la política era de que el sufragio debía ser manejado
por ciudadanos capaces de manejar este régimen. Para Brasil la experiencia había demostrado que incluso
en las municipalidades la democracia nunca funcionó correctamente. En la realidad, sólo habían
gobernado las oligarquías. El pueblo-masa nunca gobernó verdaderamente. En la etapa republicana se
intentó el gobierno democrático del pueblo masa, a través de la constitución de gobiernos municipales,
estaduales y central por la elección directa y por el sufragio universal, agravando los males del
6
Oliveira Viana, Evolucäo…op.cit. p. 309. Es notable que estas preocupaciones se encuentran en la
misma línea que había recorrido Sarmiento en el Facundo y aunque otorgándole a este regionalismo un
factor de disociación. Pero esta disociación era un factor de retraso económico, aunque es lógico suponer
que la preocupación no estaba en el desarrollo económico privado sino en la economía como fundamento
de la comunidad nacional presidida por el Estado.
7
8
Viana Oliveira, , Institucöes políticas brasileiras, Niterói, EDUFF, 1987, p. 24.
Viana Oliveira, Institucöes…, p. 139.
federalismo. Un análisis sensato de la realidad llevaba a que: o sufrágio universal e o sufrágio igual é
anticientífico quando aplicado sistemáticamente a nosso povo9.Desde esta perspectiva, la noción de
Pueblo Soberano, que tanto atraía a figuras como Rui Barbosa, eran generalidades abstractas, inútiles a la
hora de operar en la construcción de un aparato político eficiente.
La República, organizada por la Constitución de 1891 crea una historia de “veinte particularidades,
correspondientes a otros tantos miembros de la Federación”10. Se suponía que estas particularidades
provenían de las diferencias de conformación física, cultural y económica de cada Estado, cuya expresión
jurídica será la constitución estadual. Ahora bien, Oliveira Viana nos advierte que quien busque
originalidad en las constituciones escritas de cada uno de los estados no va encontrar, salvo la de Rio
Grande del Sur, más que un modelo predominante común a todas ellas. Y en ellas se advierte la tendencia
a reforzar los poderes del Ejecutivo en detrimento de las cámaras legislativas y los municipios. En
consecuencia, al interior de cada una de estas unidades federativas existía un proceso de centralización
que se proyecta sobre el espacio nacional. Desde el punto de vista de su configuración jurídica, los
Estados federales brasileños sólo presentan una uniformidad que desmiente la pretensión de justificar la
autonomía sobre las diferencias de personalidades jurídico - políticas.
Los males se agravan si a este mar de autonomías se agregaban las dificultades de circulación que oponía
la geografía al contacto humano y que no habían sido salvados por una limitada red ferroviaria y
caminera. La conclusión obligada era que el Brasil precisaba de un Leviathan benévolo capaz de fraguar
los elementos dispersos de la nacionalidad y de orientar al pueblo insuficientemente alcanzado por la
nacionalidad.
La oposición de los dos Brasiles, el real y el legal, que realizaba Oliveira Viana, se repetía en Plínio
Salgado, máximo dirigente del integralismo, quien vuelve a recusar la importancia de la ley, pero
partiendo de un cierto voluntarismo romántico que recordaba al ufanismo precedente. Ante el Brasil
letrado de los políticos, los juristas, los científicos, los comerciantes y los industriales se yergue : O outro
Brasil, dos aglomerados municipais, das populacöes disseminadas pelo imenso territorio, das massas
proletarizadas, dos bandos sertanejos – esse procede do século XVI;
é o Brasil individualista,
aventuroso, fetichista por índole, acomodatício ás injuncöes patricarcais ou imperativos caudilhescos11.
Una característica singular del pensamiento de Salgado era su indigenismo que remembraba los caminos
recorridos por José de Alencar en su reconocimiento del tupí como el fundador de la cultura brasileña.
Curiosa y contradictoriamente, esto no le impedía realzar los valores de la colonización portuguesa. .
Esta lectura de una realidad dicotomizada se encuentra con el grave problema de que aquello que es al
mismo tiempo reserva de la nacionalidad, esto es aquello que se encontraba alejado de las grandes
ciudades, era al mismo tiempo la fuente de mayor parcelamiento del poder político. Esta contradicción era
reconocida por Salgado al indicar que los caracteres negativos del pueblo brasileño consistían en su
carácter empírico, personalista, estadualista y municipalista12. Estos desvíos de la personalidad colectiva
hacían que no se pudiera confiar plenamente en este povo-crianca que según la ingenua visión de
Salgado, sólo podía ser guíado por un guía mesiánico. Salgado construye una representación de la nación
9
Viana Oliveira, Institucöes…. p. 140.
Viana (1937) 303.
11
Salgado Plínio, Psicologia da Revolucäo, Rio de Janeiro, José Olympio, 1935, p. 162.
12
Salgado Plínio, Despertemos a Nacao, Rio de Janeiro, José Olympio, 1935, p. 135.
10
que se basaba en el irracionalismo, el sentimentalismo, la xenofobia y el ruralismo, articulados en una
concepción política autoritaria13. Precisamente el reconocimiento de la trascendencia de las tradiciones
rurales determinaba un punto problemático al no ser una sino muchas.
Estaba claro que no era esta la visión del nacionalismo que cultivaban autores como Oliveira Viana y
Azevedo Amaral, que se respaldaban en la ciencia y en el positivismo. Pero a pesar de estas diferencias,
ellos compartían con Salgado, más volcado al voluntarismo y al romanticismo, y con otros, la convicción
de que la nacionalidad brasileña aún estaba más o menos inconclusa, que debía ser acabada de construir
con los materiales que le legaba el pasado. Azevedo Amaral fue el que sostuvo más firmemente la idea de
que la Nación se encontraba en el futuro y sólo podía ser el fruto del progreso tanto político como
económico. Su adaptación original de la teoría del progreso partía de una consideración francamente
negativa de la colonización portuguesa. El Estado lusitano era visto como un parásito transatlántico, cuya
burocracia vivía de la succión del trabajo y las riquezas coloniales14. De esta forma, la historia brasileña
era la de una sociedad en busca de la erradicación de los elementos exóticos que le habían trabado el
acceso al encuentro con su razón de ser.
Cassiano Ricardo, de origen integralista y más tarde integrado al Estado Novo como intelectual orgánico
del régimen, también pretendía hallar un punto de partida sobre el que se fundaba el Brasil y lo halló en
la bandeira. Estas huestes de colonizadores, aventureros y descubridores de nuevas tierras, tenía la virtud
de poder juntar como haz explicativo, la unidad y la diversidad de los Brasiles. Los bandeirantes con su
despliegue y su afán colonizador permitieron ampliar el espacio para el desarrollo de las relaciones
sociales e interétnicas. En su libro cumbre, La marcha hacia el oeste, Ricardo nos muestra a la bandeira
como el gran elemento unificador del Brasil en oposición a los otros dos componentes básicos de la
sociabilidad brasileña, la sociedad agraria del litoral, de la Casa Grande y la Senzala de Gilberto Freire, y
de la sociedad pastoril, relatada por Oliveira Viana en Poblaciones meridionales del Brasil. Ricardo
considera a la bandeira con un contradictorio sentido de expansión y unificación al mismo tiempo,
sirviendo entonces al proyecto de un Estado fuerte como el que se proponía en el régimen varguista. La
bandeira es un fenómeno esencialmente urbano, democrático y popular que nace en la ciudad de Säo
Paulo y se irradia por el centro, oeste y sur del país. El caudillo de la bandeira sólo organiza su ejército
en la ciudad y cuenta siempre con el asentimiento de todos sus integrantes15.
EL REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO Y LA CUESTION REGIONAL
En el clima cargado de incertidumbre de las décadas del ’20 y del ‘30, un grupo de
destacados intelectuales, periodistas, políticos y docentes argentinos comenzaron a
bucear en el pasado las razones históricas de la crisis del espíritu colectivo para terminar
construyendo una visión histórica confrontativa con la por ellos denominada “historia
oficial”. Los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta, Ernesto Palacio, José M. Rosa, Juan P.
13
Beired, op. cit., p. 267.
Azevedo Amaral, Aventura política do Brasil, Rio de Janeiro José Olympio, 1935, p.70.
15
Ricardo Cassiano, La marcha hacia el oeste, México, FCE, 1956. p 482
14
Oliver y Ricardo Font Ezcurra entre otros (sin olvidar otros precursores como Manuel
Gálvez y Carlos Ibarguren), constituyeron el llamado Revisionismo Histórico Argentino
que se expresó a través de artículos, libros y de la obra de difusión realizada a través del
Instituto de Investigaciones Históricas Juan M. de Rosas (1938) y de la revista
publicada por esta institución.
Este grupo, tras aplaudir el golpe de Estado de septiembre de 1930, cayó rápidamente en
la decepción, debido al giro de los acontecimientos que derivaron en la restauración del
régimen oligárquico conservador, al cual identificaban con la entrega del país a los
intereses extranjeros. Alejados de la participación política, la historia se convierte así en
un campo de batalla política para incidir en un presente cada vez más amenazador. Pero
a diferencia de lo que sucedía por entonces en el Brasil, lo que estos intelectuales
pretendían discutir era la historiografía oficial sobre la organización nacional, cuyos
hitos fundamentales fueron Bartolomé Mitre y Vicente F. López.
Esta tarea como hito la publicación de La Argentina y el Imperialismo Británico de los
hermanos Irazusta, del año 1934, meses después de la firma del pacto Roca - Runciman
entre la Argentina y Gran Bretaña, acuerdo que en el contexto de la crisis mundial
consolidaba la influencia del capital británico en el país. Esa indagación del pasado
encontró, en el período gobernado por Rosas (1829-1852), un paréntesis frente a una
política antinacional ya iniciada en la primera década independiente y continuada
después de ser derrocado en 1852. Para los revisionistas, si bien la Revolución de Mayo
de 1810 había iniciado el proceso emancipatorio, esa libertad tuvo como costo la
pérdida de la independencia económica.16 El momento clave de la historia
independiente dejaba de ser Mayo y se trasladaba a la época en que la soberanía
nacional, la autoridad, el rechazo a las pretensiones de las grandes potencias, la fe en
nuestros valores y creencias habían encontrado a su paladín: Rosas.
Pero en la Argentina el nacionalismo consideraba que la Nación era un dato anterior a la
propia independencia. Esa nación más que tener sus raíces en el antiguo Virreinato del
Río de la Plata, era el Virreinato mismo, “jurisdicción de la patria”, espacio que a partir
de 1810, pese a que sus componentes tendían a la unidad, había sido disgregado por la
acción negativa de los dirigentes porteños enfrentados con los caudillos federales y por
la injerencia de Brasil y de Gran Bretaña. Así, el Alto Perú, el Paraguay y la Banda
16
Rosa, José M., Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, Buenos Aires, Huemul, 1967,
p. 13
Oriental parecían ya perdidos e incluso provincias litoraleñas como Entre Ríos y
Corrientes eran atraídas para separarse del cuerpo nacional17.
También encontramos aquí la oposición, ya vista en el Brasil, entre las dos naciones que
conviven, las dos Argentinas - aunque no se le diera esta definición - representadas en
este caso por la “tradición” y por las “leyes”. Esta oposición representaba en esencia, un
ataque al liberalismo político y económico, considerado como una doctrina extraña
introducida en el país por los “doctores” de Buenos Aires, en contra de los intereses del
resto del territorio y de la verdadera esencia nacional. Así, la primera representaba la
libertad, la segunda el
sometimiento al extranjero. Una identificada con los caudillos
descendientes de los conquistadores españoles, la otra con los doctores y comerciantes,
miembros de una nueva aristocracia de origen dudoso. En esencia, la primera remitía a
la imagen del verdadero nacionalismo presente en los pueblos del interior, la segunda a
la entrega del patrimonio nacional, perpetrada por Buenos Aires.
Como podemos apreciar, en las premisas que justifican la oposición entre tradición y
leyes, sobrevuela el tema del regionalismo. En este contexto el problema regional se
presenta bajo la forma del enfrentamiento entre Buenos Aires, unitario y liberal y las
provincias, que preservaban las genuinas tradiciones nacionales. Para Ernesto Palacio,
por ejemplo, los caudillos regionales eran los representantes de la resistencia nacional
frente a los embates de las ideas e intereses de lo no nacional. Gracias a ellos “ Las
provincias, (…), permanecían alejadas de tales controversias de facciones,
conservando su estabilidad y un verdadero orden substancial, incompatible con el
puramente formal al que aspiraba la oligarquía metropolitana”.18Valorizando así al
interior, se valorizan también los poderes locales responsables del orden y la estabilidad
en las provincias, remarcando asimismo el contraste con la situación de Buenos Aires,
donde la lucha de las distintas facciones genera anarquía e inestabilidad. Para Palacio
los caudillos provinciales encarnaban las libertades comunales en las circunstancias
especiales de la guerra, de independencia y civil de un interior, donde los revisionistas
ubican ese respeto por las libertades comunales proveniente de la costumbre hispánica
y donde el orden es impuesto a las masas por los caudillos federales, auténticos
17
Irazusta, Julio, Ensayo sobre Rosas y la suma del poder, en Ensayos históricos, op. cit., pp. 63-64; Font
Ezcurra, Ricardo, La unidad nacional, Buenos Aires, La Mazorca, 1944, pp. 82-83
18
Palacio Ernesto, Historia de la Argentina, Buenos Aires, Peña Lillo, 1975, libro I, p. 304
aristócratas, descendientes de los conquistadores españoles.
19
¿Qué es eso, sino una
referencia elíptica al regionalismo, a los poderes regionales? El federalismo no era otra
cosa que la forma tradicional hispánica que se rebelaba contra el centralismo de la
antigua capital virreinal. Sin embargo, las diversas regiones no tenían capacidad para
articularse entre sí en un proyecto colectivo por que sus ciudades capitales se
vinculaban sólo” en el sometimiento a una autoridad común, en la comunidad de
intereses para la defensa contra el salvaje y en la mayor o menor facilidad de las
comunicaciones” Esta herencia era la que dificultaba que la confederación se armara
espontáneamente.20
El proyecto constitucional de Rivadavia (1826) fracasó según Ricardo Font Ezcurra,
por la falta de cohesión política y territorial de esos años y por las soberanías locales
que se negaban a delegar en el poder central la capacidad de conducirlas. Cada caudillo
“se consideraba libre e independiente... Esta era la causa principal de la anarquía y de la
permanente guerra civil”. Era necesaria la disciplina y el sometimiento a la ley y a la
autoridad pero Rivadavia carecía tanto de la razón como de la fuerza. Esta última,
imprescindible para eliminar la anarquía, encontrará su instrumento en la dictadura de
Rosas.21 No sólo se aplicaría contra la pretensión unitaria de sofocar las autonomías
provinciales, sino contra las ambiciones personales de los mismos caudillos, ya que la
omnipotencia de ambas tradiciones había impedido, según Font Ezcurra,
“dar al
antiguo virreinato la cohesión nacional propia que soñaron los hombres de Mayo...”
Rosas unía la suma del poder público y la delegación de las relaciones exteriores que
unidas a su ascendiente sobre los caudillos terminaba por consolidar la unión de las
provincias en el Pacto Federal de 1831 (firmado por Buenos Aires, Santa Fe, Entre Rios
19
“Ahora bien todas esas modalidades transmitidas de generación en generación, ¿ Qué eran sino
cultura?...Esas modalidades políticas tradicionales, manifestaciones de una cultura tres veces secular en
nuestro suelo, constituyeron el alma de nuestro federalismo. Su sentido no era barbarie, sino tradición,
repetimos. Tradición de libertades comunales y de inspiración hispánica y católica a que los pueblos
obedecían. No fue tampoco un fenómeno de masas, como se ha pretendido, sino de minorías dirigentes y
se encarnó en caudillos militares porque las circunstancias eran de guerra. Estos caudillos militares
provenían por lo demás, salvo alguna excepción, de la mejor prosapia, muchos descendientes de
conquistadores y encomenderos; algunos, de auténtica estirpe real. Si las masas los seguían es porque
eran los jefes”. Palacio Ernesto, op.cit., libro I p. 306/7
20
“Pero así como había intereses afines, los había contradictorios entre una ciudad y otra y entre los
diferentes grupos... es decir entre representantes de los poderes civil, militar y espiritual, con toda la gama
de combinaciones entre los términos. Estas ciudades, imbuidas del orgullo de su libertad, tenían su
enemigo natural en el gobernante que venía de afuera, que se aceptaba a regañadientes (cuando se
aceptaba) y que generalmente debía pactar, para sostenerse en el poder con algunos de los partidos locales
y usar todos los expedientes de la más refinada política... A las tensiones locales y regionales se añadía –
otra constante—el clásico resquemor con tras la capital del Virreinato” Palacio Ernesto, op. cit., libro I, p.
305/6.
21
Font Ezcurra, Ricardo, La unidad nacional, Buenos Aires, La mazorca, 1944 pp. 169-174 y 184-185
y, más tarde Corrientes), y, por otra parte, la personería nacional en el campo
internacional. También Irazusta insistía en el estado de conflictividad previo a la llegada
de Rosas, al tratar el conflicto entre los caudillos del Litoral. A Estanislao López lo
hacía aparecer en una posición intermedia entre el centralismo porteño y Artigas, ya que
pretendía consolidar exclusivamente su autonomía provincial. 22
El proyecto revisionista reivindicaba el federalismo por representar la respuesta
“nacional” ante las iniciativas “ilustradas” Ahora bien, el problema se plantea a la hora
de definir el federalismo del centro político rioplatense, la provincia y la ciudad de
Buenos Aires. El análisis de este problema lo emprende Carlos Ibarguren, para quien el
federalismo porteño representaba las fuerzas genuinas de la provincia, representadas por
algunos de los hombres más importantes de la época como los Anchorena, Aguirre,
Arana, Terrero, García Zuñiga y Lezica que eran quienes podían sujetar las pasiones
peligrosas que animaban a la plebe. Ambos, pueblo y oligarquía se alzaban contra la
política unitaria puesta en práctica por Bernardino Rivadavia y su partido unitario en la
década de 1820 “que había herido dos puntos sustanciales del alma popular: el amor del
porteño a su provincia (por la federalización de la provincia) y el sentimiento religioso
que dominaba en la sociedad”. Vemos que para este autor el federalismo tenía
connotaciones religiosas ya que a partir de las reformas seculares rivadavianas “… El
clero se incorporó en masa a las filas federales. En las provincias la oposición contra los
unitarios fue formidable, se agrupó en torno de la bandera que enarbolaron los caudillos
en defensa de las autonomías provinciales amenazadas y de la religión católica
agredida.”23
El Pacto Federal de 1831 ( a la Liga del Litoral se le había sumado el resto de las
provincias) aparecía entonces como el punto de partida de una organización nacional
que no necesitaba de un instrumento constitucional para dar cohesión política al país. La
organización empírica (constitución consuetudinaria según Irazusta) se imponía así a
una organización definitiva (constitucional) ya que daba primacía a la realidad del país
y no a las veleidades institucionalistas de la minoría liberal. Rosas imponía el vínculo
22
Font Ezcurra, Ricardo, op. cit., pp. 100, 169-174 y 184-185; Irazusta, Julio, Estanislao López o el
autonomista por antonomasia, en Ensayos Históricos, Buenos Aires, Eudeba, 1968., p. 90
23
Ibarguren, Carlos, Juan Manuel de Rosas, Su Vida, Su Tiempo, Su Drama,
Librería La Facultad de Juan Roldán y CIA, Buenos.Aires,1930, pp. 137/8.
nacional a las provincias logrando una unidad “estrecha y permanente” lo que había
resultado finalmente en la Confederación Argentina 24.
Como se ha visto, Rosas resumía en su persona los ideales del revisionismo. Será el
defensor de la tradición y la libertad frente a los doctores y las leyes, el paladín del
federalismo frente al unitarismo encarnado en la elite ilustrada de Buenos Aires y en
última instancia, el que mantendrá en pie la integridad de la nación frente a la
prepotencia extranjera. Pero por sobre todas las cosas, será aquel caudillo federal que, a
pesar de haber nacido en la provincia enemiga, sabrá oponerse a sus comprovincianos
ilustrados y garantizar la unidad nacional, conciliando los intereses del poder local que
él mismo representaba, con los de las provincias del interior.
En los escritos de los revisionistas se reitera el tema tópico de los doctores, de los
demagogos intelectuales enfrentados a los hombres de acción, como Rosas. Los
primeros, burgueses advenedizos e inescrupulosos defensores de los intereses de la
aristocracia mercantil. Los segundos descendientes de la aristocracia colonial, paladines
de la tradición y la libertad. Con Rosas se repite aquella idea que hemos visto en el
revisionismo de la identificación
federalismo y
entre federalismo y tradición, es decir entre el
la libertad de los pueblos, que oportunamente hemos señalado al
considerar períodos anteriores. Al mismo tiempo, esta afirmación nos remitirá una vez
más, aunque de manera subrepticia, al asunto regional. En efecto, el mismo podrá
vislumbrarse en la referencia a los deseos de Rosas de conciliar autonomía con unidad,
ante el peligro de la desintegración perseguida por los unitarios, quienes a través de su
accionar, no hacían otra cosa que exacerbar en forma permanente el localismo
provincial.
Rosas encarnaba la lucha aparentemente contradictoria del federalismo contra la
desintegración. Esto lo llevaba a la búsqueda del equilibrio entre los dos principios que
aparecían enfrentados en ese momento: autonomía y unidad.
Para ello Rosas necesitaba la Dictadura, justificada hasta en sus aspectos más
repudiables ¿Cómo reprocharle que haya sido a veces duro, si él consideraba esta
dureza necesaria? En esas ocasiones es casi seguro que tenía razón y que las
ejecuciones capitales que ordenó para salvar la patria asumieron un carácter de
sacrificio de sangre ineludible y casi diríamos sacramental.25 Pero este carácter
24
Font Ezcurra, Ricardo, op. cit., p. 191 y ss. ; Irazusta, Julio, “Ensayo sobre Rosas y la suma del poder “
en Ensayos …1968, pp. 58 y ss.
25
Palacio Ernesto, op. cit., libro I, p. 339/340
dictatorial no lo convertía en un tirano de aldea. Rosas asumía la condición paradójica
de ser al mismo tiempo un gobernante local y nacional, hecho que quedaría comprobado
con la ley de Aduanas de 1835 que regía para el ámbito provincial pero tenía por
función favorecer las industrias del interior en el mercado bonaerense.
Para Julio Irazusta, Rosas aparecía cumpliendo un doble papel: dictador y unificador.
Ambos roles se complementaban y justificaban ya que tenían como objetivo el evitar la
disgregación territorial y el poner orden interno para sostener la unidad nacional frente a
la amenaza extranjera. Rosas se convertía así en un dictador clásico al estilo de Cesar,
Tiberio, Cromwell y Napoleón, similar a ellos en la dedicación al trabajo, la
participación personal en cada medida adoptada y en la “severidad represiva “. Irazusta
lo comparaba también con Bismarck y Cavour, los grandes unificadores de naciones en
el siglo XIX, pero que a diferencia de Rosas habían visto facilitada su obra por el apoyo
de una burguesía liberal y por una política no agresiva de las grandes potencias. Rosas
enfrentado a una burguesía enemiga del país había logrado, por medio de la violencia
pero también de la razón, la viabilidad de la nación.26.
Esto adquiría una significación fundamental desde la lectura hecha en clave revisionista.
Rosas se ha transformado en una autoridad nacional, imponiéndose a las autoridades
locales, algo que los unitarios, a pesar de sus proclamadas intenciones no habían
conseguido. Rosas, representante del caudillismo y de la montonera, adquiría ese
carácter especial de líder nacional por haber enfrentado en dos oportunidades la
intervención de las dos grandes potencias del momento, Inglaterra y Francia, estimulada
por la conspiración de los unitarios. Fue este conflicto con las grandes potencias el que
explicaría la caída final del gobierno rosista, a la que colaboraron los traidores como
Urquiza y el imperio brasileño 27.. La traición urquicista era tanto más grave cuanto ella
colaboraba seriamente con el objetivo de disolver o disgregar la confederación que tan
dificultosamente Rosas había logrado mantener28. En cuanto a la referencia a la cuestión
26
Irazusta, Julio, Introducción, en Ensayos…, pp. 12-13
“El gobierno del general Rosas cayó por obra de los poderes –nacionales y extranjeros—que se habían
coaligado para combatirle. Correspondió parte principalísima, en este suceso, al Imperio del Brasil, cuya
política, que tendía a la realización de sus fines nacionales, utilizó todos los medios que se hallaban a su
alcance... Tocóle al general Justo José de Urquiza, favorecer las intenciones del Imperio, capitaneando a
las fuerzas brasileñas, orientales y del litoral argentino, que tramaron el derrocamiento de Rosas”. Garcia
Mellid Atilio, Montoneras y caudillos en la historia argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1985, p. 51.
27
28
En la coalición de 1851, el enemigo obtenía sus objetivos de desmembrar a la República Argentina y
despojarla de la soberanía sobre sus ríos y grandes fracciones de territorio, a cambio de su apoyo militar a
regional y los poderes locales, la misma volverá a aparecer en un contexto fundado en
el ataque a Urquiza, detrás de cuya figura se alineaban una vez más los enemigos de la
tradición y la nacionalidad, es decir, los villanos unitarios. Como podemos apreciar
entonces, el localismo, como asunto secundario vuelve a ser
utilizado por los
revisionistas. En efecto, si bien es cierto que, buscando demonizar al enemigo liberal y
al mismo tiempo reforzar el discurso nacionalista, centran su atención en la supuesta
ingenuidad de Urquiza frente al accionar de los unitarios, el tema de los poderes locales
no es abandonado debido a que resulta particularmente útil a los
propósitos del
revisionismo.
Urquiza pasaba a ser efectivamente en un hombre de acción, un típico caudillo federal pero por sus
debilidades personales, fácil de ser arreado hacia la causa de los enemigos de la confederación. Así se
presentaba una historia donde las pasiones y las debilidades individuales adquirían una relevancia
decisiva. Con su actitud Urquiza puso en peligro la unidad de una Nación, que es bueno recordar, existía
como realidad precedente tanto a él como a Rosas
Lo expuesto nos remite entonces al destino que los revisionistas reservaban a los líderes
e intereses económicos locales en el esquema de poder: el de permanecer subordinados
a la autoridad nacional, siempre y cuando ésta fuera representativa de los verdaderos
intereses nacionales, lejanos por cierto a los del liberalismo y sus representantes
PALABRAS FINALES
Fácil es deducir después de la lectura de las páginas precedentes que el regionalismo se
ubicaba en un lugar conflictivo para el nacionalismo de derecha, autoritario y
revisionista histórico, de Argentina y Brasil de entreguerras. Esta conflictividad surgía
simplemente a partir de la propia lógica del nacionalismo que aspiraba a amalgamar los
retazos de comunidades yuxtapuestas que vivían bajo la sombra de un mismo Estado y a
diferenciar esa amalgama de las otras que habitan el universo. En este último aspecto el
regionalismo tenía necesariamente un lugar positivo por el hecho de que aparecía como
un lugar de refugio de la tradición frente a la innovación proveniente del exterior. En un
sentido, la identidad nacional de cara al mundo era construida por los nacionalistas con
materiales localistas. Sin embargo, estas tradiciones localistas en la medida que
aspiraban a hacer valer el aislamiento y las distancias para afianzar su aspiración a la
aun partido interno, el cual aceptaba el pacto que implicaba la obtención del poder, a costa de tamaña
humillación nacional y contra la voluntad de la mayoría de los compatriotas.” Palacio Ernesto, op. cit.,
libro II, p. 126.
autonomía política frente al Estado central, se convertían en una amenaza para la
constitución definitiva de la Nación o, lo que para ellos era lo mismo, del Estado
Nacional. En esta construcción, pasado y presente se presentaban trazados en una recta
sin solución de continuidad - por fidelidad sin duda a la idea de que la Nación era una
sustancia sin tiempo - por lo que la historia resultaba capital para el armado de un
discurso de innegable incidencia sobre la coyuntura política inmediata.
Por un lado es muy plausible lo afirmado por Beired en el sentido de que la cuestión
nacional en ambos países presenta una gran asimetría29. Por una parte, en el Brasil la
construcción era un proceso en curso. Evidentemente, el problema del regionalismo era
mucho más acuciante en el Brasil de aquella hora. La amenaza que cernía sobre la
comunidad este regionalismo sería, como es sabido, el alimento del autoritarismo
varguista. Los intelectuales autoritarios apostaban a un gobierno fuerte que hiciera
frente a las veleidades de las oligarquías estaduales. Así, en esta situación política, el
reconocimiento de un papel activo de las tradiciones locales, de la especificidad de sus
personalidades, se podría confundir con la defensa de las prerrogativas locales en
materia jurídica y política.
En la Argentina, la nacionalidad según nuestros nacionalistas había sido construida en la
etapa colonial pero había sido alienada en la etapa independiente. Las provincias y las
oligarquías provinciales habían aceptado desde las presidencias de Mitre, Sarmiento y
Avellaneda la subordinación al poder central de Buenos Aires.
Si para los revisionistas la nación existía por lo menos desde 1810, la cuestión regional y el papel de los
caudillos en la historia argentina pareciera de inclusión compleja en el proceso, en tanto, si bien los
caudillos eran defensores de los valores tradicionales hispanocatólicos y de un orden paternalista que
rescataba los intereses provinciales frente al centralismo porteño, esta dicotomía que explicaba las guerras
civiles de las primeras dos décadas de vida independiente de la Argentina, se desvanecía con el acceso de
Rosas al gobierno.
En función de lo señalado, si el revisionismo ha hecho un alegato explícito en defensa
del federalismo, lo realizó en tanto contendiente contra el centralismo liberal y como
expresión de una tradición colonial de la cual derivaba nuestra idiosincrasia. Pero ese
conflicto terminante entre dos posiciones ideológicas no necesitó para estos autores de
una mayor profundización de los fundamentos políticos y económicos del federalismo
argentino y de los problemas regionales. En efecto, esta dejaba de ser el modelo de
organización constitucional que reconocía la autonomía provincial o el movimiento a
favor de esa autonomía y se convertía, por medio de argumentos absolutamente
forzados, en una apuesta a favor del Estado fuerte, del culto al jefe, de la especificidad
cultural nacional.
Para terminar, estas reflexiones nos colocan ante la necesidad de repensar la cuestión
regional sin el velo paralizante del nacionalismo que de alguna manera se impuso como
metodología de análisis histórico en todo el mundo. El regionalismo nos permite
avanzar sobre los espacios multinacionales como los comprendidos por Rio Grande del
Sur, Uruguay, y la Mesopotamia Argentina cuyos vínculos comunes se mantuvieron,
pasando por arriba de las fronteras nacionales. Contra la voluntad de muchos, el
nacionalismo y la nación se habían convertido en autoritarismo metodológico.
29
Beired Jose Luis Bendicho, op.cit., p.288.
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