Brevitas vitae - MediaServer Filología - UCM

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Brevitas vitae
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Juan de Horozco y Covarrubias (c. 1545-1610)
Quotidie morimur
El tiempo vuela como el pensamiento,
huye la vida sin parar un punto,
todo está en un continuo movimiento:
el nacer del morir está tan junto
que de vida segura no hay un momento
y aun el que vive en parte es ya difunto,
pues como vela ardiendo se deshace,
comenzando a morir desde que nace.
Juan de Horozco y Covarrubias, Emblemas morales, Segovia, Juan de la Cuesta, 1589,
Segunda parte, f. 17r.
[Procedencia de la imagen: Ejemplar de la Universidad Complutense de Madrid:
http://cisne.sim.ucm.es/record=b1872658~S6*spi ]
Juan de Arguijo (1567-1623)
Soneto
Mira con cuánta priesa se desvía
de nosotros el sol al mar vecino,
y aprovecha, Fernando, en tu camino
la luz pequeña deste breve día.
Antes que en tenebrosa noche fría
pierdas la senda, y de buscarla el tino,
y aventurado en manos del destino
vagues errando por incierta vía,
hágante ajenos casos enseñado,
y el miserable fin de tantos pueda
con fuerte ejemplo apercebir tu olvido.
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Larga carrera, plazo limitado
tienes, veloz el tiempo corre y queda
sólo el dolor de haberlo mal perdido.
Juan de Arguijo, Poesía, ed. de Gaspar Garrote Bernal y Vicente Cristóbal López, Sevilla,
Fundación José Manuel Lara, 2004, p. 23.
2
Luis Martín de la Plaza (1577-1625)
Canción
Ya es tiempo que despierte
del sueño y que contemple el alma mía
cómo se pasa de la vida el día
y se acerca la noche de la muerte,
con paso tan callada
que no es sentida cuando ya es llegada.
Más que flecha ligera
lleva la vida el tiempo en presto paso
al general, forzosamente, ocaso:
¡oh tierna flor de vana adormidera,
que a la mañana adquieres
la hermosura y a la tarde mueres!
Como corriendo el río
se vuelve al mar donde su origen tiene,
al polvo va lo que del polvo viene,
principio y fin más noble, vuestro y mío,
que igualan estas leyes
a humildes pobres con soberbios reyes.
¡Ay ligero contento
de esta que ofrece al mundo falsa gloria,
y cómo reducido a la memoria
aumentas la ocasión, el sentimiento,
porque en pasando dejas
llanto a los ojos y a la lengua quejas!
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Un alto desengaño,
merced divina que mi bien procura,
de mi vista rompió la venda oscura
de la ignorancia, porque advierta el daño,
incauto peregrino,
si, como todos, a morir camino.
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Canción, si te notaren
de corta y encogida,
responde que más corta es nuestra vida.
Luis Martín de la Plaza, Poesías completas, ed. de Jesús M. Morata Pérez, Málaga,
Diputación Provincial de Málaga, 1995, pp. 197-198.
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Luis de Góngora (1561-1627)
De la brevedad engañosa de la vida
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,
que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.
Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.
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Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
Luis de Góngora, Antología poética, ed. de Antonio Carreira, Barcelona, Crítica, 2009, pp.
636-637.
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Francisco de Quevedo (1580-1645)
Represéntase la brevedad de lo que se vive
y cuán nada parece lo que se vivió
«¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
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En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Francisco de Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, ed. de Lia
Schwartz e Ignacio Arellano, Barcelona, Crítica, 1998, p. 5.
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Francisco de Quevedo (1580-1645)
Signifícase la propria brevedad de la vida,
sin pensar y con padecer salteada de la muerte
Fue sueño ayer; mañana será tierra.
Poco antes nada y poco después humo.
¡Y destino ambiciones y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
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Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.
Francisco de Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, ed. de Lia
Schwartz e Ignacio Arellano, Barcelona, Crítica, 1998, p. 7.
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García de Salcedo Coronel († 1651)
A una dama que sentía mucho que la hablasen de la muerte
Soneto
En vano, Clori, divertir procura
tu ciego olvido las veloces horas,
si te recuerda, cuando más lo ignoras,
el tiempo, que su término apresura.
Recelas el peligro, ¿y te asegura
la misma causa que infelice adoras?
¡Oh, cuánto yerras, si el amago lloras
y al golpe niegas la atención segura!
Flor caduca es la vida, cuya gloria
desvanecida yace al soplo leve,
que desconoce la ambición humana.
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No engaño, aviso sea la memoria,
que te propone duración tan breve,
¡oh Clori!, si te juzgas soberana.
García de Salcedo Coronel, Cristales de Helicona, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1649, f.
6r.
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Francisco López de Zárate (1580-1658)
Exhorta a aprovechar el tiempo
Como si fuera tuyo, te prometes
tiempo, haciéndote dueño de la vida,
sin exhortarte tanta ya vertida
que a recogerla el ánimo sujetes.
Tu causa en un contrario comprometes
que te está dando la fatal herida,
siendo el menor instante tu homicida
sin que con dilaciones lo interpretes.
¡Oh, necia calidad la del deseo,
que dispone a cegar en lo que mira
con advertencia, de imprudente, vana!
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¡Oh, si bien loco, general empleo,
pues a la incertidumbre sólo aspira!
Vive hoy bien, que es lejísimos mañana.
Francisco López de Zárate, Obras varias, ed. de José Simón Díaz, Madrid, CSIC, 1947, vol.
II, p. 91 [Grafías y puntuación modernizadas].
9
Gabriel Bocángel y Unzueta (1603-1658)
Soneto
Huye del sol el sol, y se deshace
la vida a manos de la propia vida;
del tiempo que, a sus partos homicida,
en mies de siglos las edades pace,
nace la vida, y con la vida nace
del cadáver la fábrica temida.
¿Qué teme, pues, el hombre en la partida,
si vivo estriba en lo que muerto yace?
Lo que pasó ya falta; lo futuro
aún no se vive; lo que está presente
no está, porque es su esencia el movimiento.
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Lo que se ignora es sólo lo seguro;
este mundo, república de viento
que tiene por monarca un accidente.
Gabriel Bocángel, La lira de las musas, ed. de Trevor J. Dadson, Madrid, Cátedra, 1985, p.
259.
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Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610-1686)
A la brevedad de la vida
El curso de los años repetido
gasta la edad con natural violencia,
y el tardo amanecer de la prudencia
conoce el tiempo cuando le ha perdido.
La mitad fue del sueño y del olvido,
la otra mitad, o error o negligencia;
mas, ¡oh vivir!, dificultosa ciencia,
¿quién en toda una vida te ha sabido?
Duran los días, ¿pero quién percibe
su duración, si es menos inconstante
la intrepidez de nuestra fantasía?
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¿O qué importa el durar, si sólo vive
el que sabe acertar aquel instante,
principio y siempre del eterno día?
Poesía de la Edad de Oro. II. Barroco, ed. de José Manuel Blecua, Madrid, Castalia, 1984, p.
365.
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