2ª Jornada - Obispado de Tenerife

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“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
2ª Jornada
PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2007-2011
“PARROQUIA QUE CELEBRA A JESUCRISTO”
“La gente tiene sed, y trata de apagar esta sed con diversas diversiones. Pero comprende bien que esas
diversiones no son el “agua viva” que necesitamos. El Señor es la fuente de “agua viva”… por eso tratemos
de beberla en la oración, en la celebración de la santa misa, en la lectura; tratemos de beber de esta fuente
para que se convierta en fuente en nosotros, y podamos responder mejor a la sed de la gente de hoy,
teniendo en nosotros el “agua viva, la realidad del Señor Jesús…” Benedicto XVI
OBJETIVOS
a. Reflexionar con los agentes de pastoral sobre la importancia de la celebración de
su fe tanto nivel personal como comunitario.
b. Invitar a los agentes de pastoral de la parroquia a la reflexión sobre las
consecuencias comunitarias de la celebración de la fe
c. Buscar los medios para que las celebraciones sean expresión gozosa de la fe vivida
en la parroquia.
DESARROLLO, DURANTE UNA TARDE CON LOS AGENTES DE PASTORAL Y
TODOS AQUELLOS MIEMBROS DE LA PARROQUIA QUE DESEEN PARTICIPAR
1ª Parte.- Reflexión compartida
Iniciamos el encuentro con una reflexión en clave orante en la que se puedan
exponer las claves que expresamos a continuación ayudados por los textos que se
proponen en el desarrollo.
 La parroquia casa y escuela de Oración.
 La Eucaristía como centro de la Vida Parroquial.
 La Parroquia comunidad viva de fraternidad cristiana.
2ª Parte.- Trabajo de Grupos
“PARROQUIA QUE CELEBRA A JESUCRISTO”
-
La Parroquia como propiciadora del encuentro con Cristo.
-
La Parroquia creadora de espacio y tiempo para orar.
-
La Parroquia como iniciadora en la oración comunitaria.
-
La Parroquia como espacio de formación litúrgica.
-
Cuidado de la celebración de la eucaristía.
-
Fomento de la participación activa de los fieles.
3ª Parte.- Celebración de la Eucaristía con Vísperas
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“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2007-2011
1ª Parte.- Reflexión compartida
Evangelio de San Mateo 6,5-13
5 “Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con
eso ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y
ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu
recompensa.
7 “Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan
que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. 8 No seáis como ellos, porque
vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido 9 Vosotros debéis orar
así: „Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra así como se hace en el cielo. 11 Danos hoy el pan que
necesitamos.12 Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a
quienes nos han ofendido. 13 No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
14 “Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre
que está en el cielo os perdonará también a vosotros; 15 pero si no perdonáis a los demás,
tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.
Exhortación Apostólica Christifideles Laici
La parroquia
26. La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra su
expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la
Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de
sus hijas.
Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la
parroquia; o sea, el «misterio» mismo de la Iglesia presente y operante en ella. Aunque a
veces le falten las personas y los medios necesarios, aunque otras veces se encuentre
desperdigada en dilatados territorios o casi perdida en medio de populosos y caóticos
barrios modernos, la parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un
edificio; ella es «la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de
unidad», es «una casa de familia, fraterna y acogedora», es la «comunidad de los fieles
El compromiso apostólico en la parroquia
27. Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella vive
y obra entonces profundamente injertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria
con sus aspiraciones y dramas. A menudo el contexto social, sobre todo en ciertos países
y ambientes, está sacudido violentamente por fuerzas de disgregación y deshumanización.
El hombre se encuentra perdido y desorientado; pero en su corazón permanece siempre el
deseo de poder experimentar y cultivar unas relaciones más fraternas y humanas. La
respuesta a este deseo puede encontrarse en la parroquia, cuando ésta, con la
participación viva de los fieles laicos, permanece fiel a su originaria vocación y misión: ser
en el mundo el «lugar» de la comunión de los creyentes y, a la vez, «signo e instrumento»
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de la común vocación a la comunión; en una palabra ser la casa abierta a todos y al
servicio de todos, o, como prefería llamarla el Papa Juan XXIII, ser la fuente de la aldea, a
la que todos acuden para calmar su sed.
“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
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Benedicto XVI responde a Sacerdotes de la Diócesis de Albano (31 Agosto 2006)
La gente tiene sed. Y trata de apagar esta sed con diversas diversiones. Pero
comprende bien que esas diversiones no son el “agua viva” que necesitamos. El Señor es
la fuente del “agua viva”. Pero en el capítulo 7 de san Juan nos dice que todo el que cree
se convierte en una “fuente”, porque ha bebido de Cristo. Y esta “agua viva” (v.38) se
transforma en nosotros en agua que brota, en una fuente para los demás.
Así, tratemos de beberla en la oración, en la celebración de la santa misa, en la lectura;
tratemos de beber de esta fuente para que se convierta en fuente en nosotros, y podamos
responder mejor a la sed de la gente de hoy, teniendo en nosotros el “agua viva”, teniendo
la realidad divina, la realidad del Señor Jesús, que se encarnó. Así podremos responder
mejor a las necesidades de nuestra gente. (Benedicto XVI)
La Eucaristía, culmen y fuente de la vida de la Iglesia
La Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana, tanto comunitaria como personal.
Por tanto, es el eje alrededor del cual gira toda la vida de la parroquia. Toda la actividad
pastoral y misionera parte de la Eucaristía y conduce hacia ella. En el altar nos ofrecernos
por completo a Dios y en el altar recibirnos la misión.
Para comprender la importancia central de la Eucaristía, podemos recurrir a una preciosa
síntesis que aparece en el canon 897 del Código de Derecho Canónico:
El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo
nuestro Señor, es la Santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente.
El Sacrificio eucarístico, memorial de Ia muerte y resurrección del Señor, en el cual se
perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el
culto y de toda la vida cristiana, por la cual se significa y se realiza la unidad del Pueblo de
Dios y se lleva a término la edificación del Cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás
sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la
Santísima Eucaristía y a ella se ordenan.»
Se hacen aquí varias afirmaciones, íntimamente relacionadas, que vamos a intentar
explicar.
1. Cristo está en la Eucaristía.
Para nosotros Cristo es todo. Ser cristiano es vivir con, desde y para Cristo, es
decir, identificándonos, más aún, como insertándonos en su misma persona. Por eso san
Pablo hablaba de vivir «en Cristo» y decía que ese nombre, Cristo, designaba a la vez a
una persona individual, Jesús Hijo de Dios y un cuerpo de personas que se fundían con él,
los cristianos.
Pero, ¿dónde encontramos a Cristo para poder unirnos así a El? Pues, sobre todo,
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en la Eucaristía, En la celebración eucarística Cristo está presente de muchas maneras: en
la asamblea de los fieles congregados en su nombre, en su palabra, en la persona del
ministro y, de manera especial, en as especies eucarísticas». En virtud de las palabras de
la consagración, se produce una presencia única de Cristo, a la que llamamos «real» por
antonomasia: todo Cristo, Dios y hombre, se hace presente de modo corporal y sustancial.
No es ya la cercanía de su palabra o de su acción, sino su misma persona. Hasta el punto
“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
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que el pan y el vino que vemos, han dejado de ser tales para convertirse en el Cuerpo y la
Sangre de Señor.
Esta presencia de Cristo continua mientras se mantienen las especies del pan y del
vino. Por eso los cristianos, desde muy antiguo, han guardado en un lugar especial
algunas formas consagradas. Primero, para poder llevarlas a los enfermos. Pero también
para poder adorar más tiempo a Jesús en su entrega amorosa, tener un rato diario de
amistad con él y asociarse a su intercesión salvadora por toda la humanidad. De este
modo, el Sagrario se ha convertido en el corazón de la comunidad que ora unida a su
Señor. Y esta presencia permanente de Jesús en la Eucaristía, es adorada de forma
comunitaria y solemne en las exposiciones del Santísimo Sacramento, en Congresos y
Vigilias, y en procesiones eucarísticas como la del Corpus.
2. Cristo se ofrece en la Eucaristía.
Si Cristo se hace presente de tal forma es para entregarse al Padre por nosotros. En
la Eucaristía se hace presente, una y otra vez, el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, al
ofrecerse al Padre por nosotros, triunfó de la muerte y nos liberó a todos de pecado y de a
muerte. Por eso decirnos que es un memorial y un sacrificio ya que en ella se recuerda y
se realiza al mismo tiempo la entrega del Señor. Y esto sucede así para que nosotros, al
participar de la Cena del Señor, nos asociemos a su entrega ofreciéndonos juntamente
con Él. De este modo Cristo, en su Iglesia, vuelve a vivir con sus hermanos su tránsito al
Padre (¡la Pascua!) y su acción de gracias por el Reino, y con ellos va nuevamente de este
mundo a Dios.
3. Cristo se nos da en la Eucaristía.
La Eucaristía es también el banquete que alimenta al Pueblo de Dios en su
peregrinar por este mundo. Porque, por medio de la comunión en el Cuerpo y la Sangre
del Señor, participamos de los bienes del sacrificio pascual, renovamos la nueva alianza
en la sangre de Cristo que nos constituye como pueblo, y anunciarnos y anticipamos el
banquete final en el Reino del Padre, anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva.
4. La Eucaristía hace la Iglesia.
Al incorporarnos a Cristo por la recepción de su Cuerpo y de su Sangre, formamos
un solo cuerpo. La unión con Cristo es la que produce la unidad del Pueblo de Dios, la
iglesia. Por eso empleamos a misma palabra, “comunión”, para designar nuestra
participación en la Eucaristía y el lazo profundo que nos une a todos los cristianos. San
Pablo lo explicaba así: «El pan que partimos, ¿no es la comunión con el Cuerpo de Cristo?
Porque, aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos
de un solo pan» (1 Cor 10,16-17) - Y los cristianos tuvieron conciencia desde el principio
de que era la Eucaristía la que reunía la Iglesia, como consta en la primera plegaria
eucarística que conocemos: «Como este pan, que estaba antes disperso por los montes,
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una vez recogido se ha hecho uno, así se reúna tu Iglesia desde los confines de la tierra
en tu Reino. (Didaché, 9,1).
Toda la actividad que desarrolla la iglesia para anunciar el Evangelio (primer anuncio,
catequesis, predicación, testimonio) y todo el itinerario del cristiano desde su primera
conversión (catecumenado, Bautismo, Confirmación) son actos preparatorios que
conducen hacia este culmen donde se manifiesta y realiza la plenitud de la comunidad
“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
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cristiana: todos unidos en torno a la mesa del Señor. Y, de este centro, como de una
fuente, nace todo el despliegue de la caridad y del compromiso por transformar el mundo,
que no son más que consecuencias de la Eucaristía, exigencias de un sacramento que
necesita convertirse en vida.
La Eucaristía, pues, hace la Iglesia. Pero la Iglesia, a su vez, es la comunidad cuya
única misión es hacer la Eucaristía. Y la parroquia es Iglesia porque es la comunidad que
convoca, prepara, celebra y verifica la Eucaristía.
5. Comunión y misión en la Eucaristía Parroquial.
La comunidad parroquial debe vivir su Eucaristía dominical como acogida de Cristo
e identificación con su misión. Cada domingo, la comunidad orante convocada por el
ministerio apostólico, revive, con María, la experiencia de Pentecostés: recibe el Espíritu
que la envía a evangelizar a los pobres y a los pecadores.
Hay aquí dos aspectos que, aunque están íntimamente relacionados, conviene
distinguir.
En la Eucaristía dominical, toda la comunidad parroquial se encuentra con Cristo. En
la parroquia hay, o puede haber, muchos grupos evangelizadores, distintos en sus
objetivos y opciones: en la Misa dominical todos se juntan para ofrecer sus actividades y
recibir de nuevo el impulso del Espíritu. En la parroquia hay diferentes niveles de fe, desde
los que se están iniciando hasta los cristianos más maduros: en la Eucaristía del Domingo
todos se unen para compartir la fe y enriquecerse con el testimonio mutuo. En la parroquia
existen diferentes clases de personas, niños y mayores, hombres y mujeres, ricos y
pobres: el Domingo, todos viven la experiencia de que, en Cristo, todos recibimos por igual
la condición de hijos de Dios y formamos una sola familia. Por eso la Misa dominical es la
manifestación más clara y significativa de lo que es nuestra comunidad. Al encontrarnos
con el Señor, se nos revela nuestra verdad más profunda.
Pero, también en esta Eucaristía dominical, la parroquia vive la profundidad del
llamamiento misionero. Porque, el unirse con Cristo, su Cabeza glorificada, descubre que
existen aún muchos miembros que todavía no han sido incorporados a su cuerpo y siente
la necesidad de trabajar por el crecimiento del Cristo total en la humanidad, asumiendo
todo lo que hay en el hombre. De este modo, en la Eucaristía, la parroquia se va haciendo
hogar de un cristiano que orienta su acción hacia el mundo de forma permanente.
En una palabra, la Eucaristía es la manifestación principal y la fuente de una
comunidad parroquial evangelizada y evangelizadora.
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“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
Documento 1
PLAN DIOCESANO DE PASTORAL 2007-2011
La Parroquia, casa y escuela de oración
Las parroquias han de propiciar que el encuentro con Cristo se exprese en petición
de ayuda, acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y vivacidad de
afecto hacia el arrebato del corazón. Han de ser “casas y escuelas de oración” para el
aprendizaje de la oración personal, la iniciación a la oración comunitaria y el aprecio de la
Palabra de Dios.
Hoy por diferentes causas, apenas se ora y no resulta fácil encontrar guías que
inicien en la vida de oración. Es necesario que la parroquia misma ofrezca espacios y
tiempos para orar; que hayan personas con experiencia para atender a quienes se inician
y den respuestas a quienes tienen dificultades.
Hay que buscar la forma de facilitar al Pueblo de Dios un espacio en el que sea
posible hallar el recogimiento y el silencio. Tenemos que recuperar la costumbre de que
los templos permanezcan abiertos algunas horas cada día, para que los fieles que así lo
deseen, puedan acudir a orar ante el sagrario.
Junto a la oración personal es necesaria la iniciación en la oración comunitaria. La
liturgia, ha dicho el Concilio Vaticano II, “es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia
y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos
se ordenan a que todos, hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, se reúnan, alaben a
Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor’. (SC 10)
Es necesario mejorar la formación litúrgica de nuestras comunidades. Recuperar
especialmente el aprecio por el sacramento de la reconciliación y la celebración
comunitaria de la muerte y de la resurrección de Jesucristo en la Eucaristía del domingo.
Hay que destacar el aspecto de oración en los demás sacramentos.
Cuidar la celebración de la Eucaristía: cantos, moniciones, etc. Descubrir y vivir el
significado de la liturgia y de sus signos, la hondura de la oración y la implicación mutua
entre la liturgia que celebrarnos en el templo y la respuesta creyente que damos a las
cuestiones que plantea una existencia evangélica.
Es preciso fomentar la educación litúrgica y la participación activa de los fieles,
externa e interna, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura
religiosa. Iniciar en el rezo de la Liturgia de las Horas y en ejercidos de piedad que resulten
más apropiados a las costumbres y características de cada comunidad cristiana. Visitas al
Santísimo, adoración eucarística.
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Para el trabajo de Grupo:
Comentar en grupo los aspectos fundamentales que más te han llamado la atención
y que podrían ayudar al enriquecimiento de la dimensión celebrativa de la Parroquia.
“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
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Documento 2
Pistas de acción para lograr una parroquia viva que celebra a Jesucristo
1. Acogida de la Palabra de Dios. Introducir en el conocimiento y lectura de la Palabra de
Dios, organizando unas charlas o cursillo bíblico.
2. Difundir la «lectio divina» como método sapiencial de lectura de la Palabra de Dios.
3. Organizar en la Parroquia la Campaña «Ni una familia, ni una persona, sin el Nuevo
Testamento»
4. Fomentar el encuentro personal con Cristo mediante la iniciación a la oración y
ofreciendo espacios y medios adecuados para la oración personal y comunitaria. Facilitar
el acceso al templo como ámbito especialmente idóneo para la oración personal,
fomentando la adoración eucarística.
5. Iniciar en el rezo de la Liturgia de las Horas y en ejercicios de piedad apropiados a la
comunidad cristiana.
6. Organizar ejercicios espirituales anuales y retiros espirituales periódicos de ámbito
parroquial o junto a otras parroquias de! arciprestazgo.
7. Mejorar la formación litúrgica, ayudando a descubrir la riqueza del año litúrgico y su
celebración. Renovar o crear el Equipo de Liturgia. Impartir cursillos o jornadas de Liturgia.
8. Potenciar las celebraciones litúrgicas como pueden ser oraciones y celebraciones
comunitarias con ocasión del Adviento y la Cuaresma. Cuidar especialmente la celebración
de los sacramentos.
9. Cuidar la celebración del domingo como día del Señor, de la Comunidad y de la
Caridad. Animar a la participación de la Eucaristía dominical y mejorar la celebración de la
misma, entregando una hoja con las lecturas, con reflexión breve sobre ellas y el sentido
de lo que se celebra.
10. Potenciar la celebración del Sacramento de la Penitencia, ayudando a tornar
conciencia de su necesidad para la maduración en la vida cristiana, ofreciendo y facilitando
la celebración individual frecuente y organizando celebraciones comunitarias de la
Penitencia, especialmente en los tiempos de Adviento y Cuaresma.
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Posibles pistas para la reflexión del grupo
Para ser concretos, dentro del primer Año del Plan Pastoral dedicado a la
Parroquia, cuáles de las pistas propuestas en el presente documento podríamos convertir
en acciones prioritaria que lleven a hacer realidad la incidencia que el Año de la Parroquia
quiere tener sobre la pastoral de la misma comunidad.
“Haz memoria de Jesucristo Resucitado”
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ORACIÓN INICIAL POR LA PARROQUIA
Señor, haz crecer en todos los fieles el compromiso de escuchar, celebrar,
testimoniar y anunciar tu Palabra. Que nuestra parroquia descubra su vocación de ser una
casa de familia, fraterna y acogedora, donde los bautizados y confirmados tomen conciencia
de ser Pueblo de Dios. Que todos podamos encontrar en nuestra parroquia tu presencia,
Señor, que hable, santifique, perdone, consuele y confirme en el Espíritu, asociándonos a tu
santa pasión y a tu gloriosa resurrección. Alimentados en mesa de la Palabra y del pan
Eucarístico, haz que nos sintamos enviados a cumplir una misión apostólica en todos los
campos de la vida de mundo. Amén.
CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA,
CENTRO DE LA VIDA PARROQUIAL
Dinámica inicial de la Celebración de la Eucaristía
1. Veneración del Altar por parte de los participantes de la Asamblea
Monición Introductoria
Hermanos: El Altar es el centro y el corazón de nuestra Comunidad. Primero,
porque es la Mesa donde nos encontramos con el Señor, mejor dicho, la Mesa a la que El
nos invita una y otra vez para entregarnos todo lo que tiene, toda su persona. Por eso esta
Mesa representa para nosotros la entrega amorosa del Señor. Siempre tiene los manteles
puestos, como signo de que el Señor está continuamente a nuestra disposición,
ofreciéndose al Padre por nosotros.
Pero, además, ésta es la Mesa de la fraternidad, donde aprendemos a amar y de
donde sacamos fuerzas para preocuparnos por todos los hombres. Como Jesús ha muerto
por todos, ésta es la mesa de todos. Por eso todos los domingos nos reunimos en torno a
ella grandes y pequeños, ricos y pobres, hombres y mujeres. Y dejamos siempre un
puesto, en nuestro corazón y en nuestra plegaria, para todos aquéllos que aún no han
acudido a este convite de familia.
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Por todo ello, os invito a comenzar nuestra celebración besando el altar, como lo
hace el sacerdote en todas las Misas.
2. Oración de Vísperas dentro de la Eucaristía…
3. Las Lecturas pueden ser del día o elegir algunas apropiadas.
4. Las peticiones de la Oración de los fieles se propone que sean espontáneas y en ellas
hagamos referencia a todo lo reflexionado.
5. Hacer referencia al sentido comunitario-celebrativo del Padrenuestro y al momento
fraterno y de compromiso del gesto de la paz.
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ORACIÓN COMUNITARIA DE VÍSPERAS
HIMNO
Te damos gracias, Señor, porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva, la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos: «¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande; su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra! Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo, el Dios que nos
justifica!» Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Mirad, pueblos todos,
y ved si hay dolor como el mío.
Salmo 115,10-19
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
Ant. Mirad, pueblos todos,
y ved si hay dolor como el mío.
Ant. 2. Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Salmo 142,1-11
Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Ant. Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Ant. 3. Jesús dijo: «Está cumplido.» E, inclinando
la cabeza, entregó el espíritu.
Cántico: Flp 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso
a la muerte, una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre sobre todo nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla doble en el cielo, en la tierra,
en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria
de Dios Padre.
Ant. Jesús dijo: «Está cumplido.» E, inclinando
la cabeza, entregó el espíritu.
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CÁNTICO EVANGÉLICO
Magníficat, Lc 1,46-55
Alegría del alma en el Señor
Ant.: Cuando éramos enemigos,
fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo.
ORACIÓN POR LA PARROQUIA
Señor, haz crecer en todos los fieles
el compromiso de escuchar, celebrar,
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
testimoniar y anunciar tu Palabra.
Que nuestra parroquia
descubra su vocación
de ser una casa de familia,
fraterna y acogedora,
donde los bautizados y confirmados
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
tomen conciencia de ser Pueblo de Dios.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
– como lo había prometido a nuestros padres –
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
consuele y confirme en el Espíritu,
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Que todos podamos encontrar
en nuestra parroquia tu presencia, Señor,
que hable, santifique, perdone,
asociándonos a tu santa pasión
y a tu gloriosa resurrección.
Alimentados en mesa de la Palabra
y del pan Eucarístico,
haz que nos sintamos enviados
Ant.: Cuando éramos enemigos,
fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo.
a cumplir una misión apostólica
en todos los campos
de la vida de mundo. Amén.
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