Vida y obra de José María Arguedas

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INDICE:
PAG.
DEDICATORIA…………………………………………………………......2
INTRODUCCIÓN……………………………….…………………………..3
IMPORTANCIA DEL AUTOR……………………………………….……..4
BIOGRAFÍA………………………………………………………………….5
ANÁLISIS LITERARIO……………………………………………….……..12
ENTREVISTAS S0BRE EL AUTOR………………………………….…...19
CARTAS DE ARGUEDAS………………………………………….……….22
RESUMEN DE OBRAS LITERARIAS……………………………………..25
LA AGONIA DE RASU ÑITI…………………………………………………26
LA MUERTE DE LOS ARANGO……………………………………………28
LOS RIOS PROFUNDOS………………………………………………...…32
EL SEXTO……………………………………………………………………..36
YAWAR FIESTA………………………………………………………………38
TODAS LAS SANGRES……………………………………………………..46
TUPAC AMARU KAMAQ TAYTAN CHISMAN (Huaylli -Taki)…………...56
WARMA KUYAY………………………………………………………………68
CONCLUSION…………………………………………………………………73
BIBLIOGRAFIA………………………………………………………………..74
1
En homenaje a José María Arguedas,
Mahatma Gandhi y Nelson Mandela
Grandes personajes que lucharon por la
Igualdad de razas y los derechos Humanos.
2
INTRODUCCIÓN
Si hablamos de un mártir que defendió a los indígenas en todos sus aspectos como sus
costumbres, creencias, pensamientos y sentimientos. No puede haber otro mejor que
José María Arguedas Altamirano, quien vio el mundo indígena desde una visión interna.
Antes de él hubo otros defensores como Cesar Vallejo y Ciro Alegría que trataron de
mostrar la vida de los cholos y serranos. Pero fue con la llegada de Arguedas que la
literatura indigenista y la serranía tomó mucha importancia. Porque no fue un simple
visitante más que trato de conocer la vida del indígena, sino que vivió en ese mundo en
carne propia desde muy niño.
José María Arguedas nos introduce con sus novelas y cuentos al mundo indígena donde
narra toda su cultura y extraña hasta ese entonces. La mayoría de sus obras son
autobiografías del mismo autor.
El objetivo del autor fue que el mundo entendiera que los indígenas también son humanos
que sienten dolor, pena y alegría como cualquier otra persona en este mundo. Y que
tienen la gran capacidad de hacer grandes obras cuando se juntan entre ellos y se lo
proponen realizar. Un claro ejemplo lo narra en su obra YAWAR FIESTA donde los
Puquianos abrieron la carretera a Nazca más de 300 km. en solo 28 días.
En la actualidad el sueño Arguediano se está haciendo realidad porque en la capital la
mayor cantidad de habitantes son emigrantes del interior del país, personas humildes y
forjadores que llegan a Lima con todas las ganas de triunfar y comienzan formar parte de
la sociedad limeña.
Como grupo compartimos su pensamiento e ideología de que el hombre provinciano que
llega a la capital, no es menos que los demás y tiene los mismos derechos y deberes que
un limeño nacido en la capital.
3
IMPORTANCIA DEL AUTOR
José María Arguedas fue un intelectual multidisciplinario, por que brinda con un
sentimiento profundo, una visión interna del alma del hombre andino en sus múltiples
facetas y actividades, sin importar la posición social y productiva, donde quiera que se
hallen ubicados ya sea como hacendado, comuneros, pongos o autoridades civiles. Fue
un escritor, antropólogo y etnólogo peruano
Como escritor es autor de novelas y cuentos
Como antropólogo e investigador social no ha sido muy difundida, pese a su importancia y
a la influencia que tuvo en su trabajo literario.
Como Etnólogo por la recopilación, estudio y difusión de las manifestaciones artísticas
del pueblo andino sobre todo en danzas y la música.
4
I.- BIOGRAFÍA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS ALTAMIRANO
José María Arguedas Altamirano, nació el 18 de enero 1911, en la ciudad de
Andahuaylas, provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac, en la sierra sur del
Perú. Era hijo de Víctor Manuel Arguedas Arellano, un abogado cuzqueño que ejercía de
Juez en diversos pueblos, y de Victoria Altamirano Navarro, perteneciente a una
acaudalada familia de Andahuaylas. Cuando tenía dos años y medio de edad, falleció su
madre, víctima de "cólicos hepáticos"; pasó entonces a vivir a la casa de su abuela
paterna, Teresa Arellano, en la ciudad de Andahuaylas.
En 1915, su padre al ser nombrado Juez de primera instancia de la provincia de Lucanas
departamento de Ayacucho, se trasladó a dicha sede, donde poco después se casó con
una rica hacendada del San Juan de Lucanas, provincia del mismo nombre del
departamento de Ayacucho, Grimanesa Arangoitia Iturbi viuda de Pacheco en 1917. El
pequeño José María viajó entonces a Lucanas, para reunirse con su madrastra; el viaje
fue todo un acontecimiento para él, como lo recordaría siempre. La familia se instaló en
Puquio capital de la provincia de Lucanas del departamento de Ayacucho. José María y
su hermano Arístides, dos años mayor que él, fueron matriculados en una escuela
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particular. Al año siguiente, 1918, los dos hermanos continuaron sus estudios en San
Juan de Lucanas, a 10 km de Puquio, viviendo en la casa de la madrastra. En 1919,
Arístides fue enviado a estudiar a Lima y José María continuó viviendo con la madrastra.
En 1920, tras la ascensión al poder de Augusto B. Leguía, el padre de José María, que
era del partido contrario (pardista), fue removido de su cargo de Juez y tuvo que retornar
a su profesión de abogado litigante y viajero, trajinar que solo le permitía hacer visitas
esporádicas a su familia. Esta etapa de la vida del niño José María estuvo marcada por la
difícil relación que sostuvo con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco.
Aquella sentía por su hijastro un evidente desprecio, y constantemente lo mandaba a
convivir con los criados indígenas de la hacienda, de la cual solo lo recogía a la llegada de
su padre, tal como lo ha relatado Arguedas en el primer encuentro de narradores
realizado en Arequipa en 1965. Por su parte el hermanastro lo maltrataba física y
psicológicamente e incluso en una ocasión le obligó a presenciar la violación de una de
sus tías, que era a la vez la mamá de uno de sus compañeritos de escuela (los escoleros
mencionados en varios de sus cuentos). Al parecer, esa fue solo una de las tantas
escenas sexuales que fue obligado a presenciar, ya que el hermanastro tenía muchas
amantes en el pueblo.[] La figura de este hermanastro habría de perdurar en su obra
literaria personificando al gamonal abusivo, cruel y lujurioso. Sobre aquel personaje diría
Arguedas posteriormente:
Cuando llegó mi hermanastro de vacaciones, ocurrió algo verdaderamente terrible (…)
Desde el primer momento yo le caí mal porque este sujeto era de facciones indígenas y
yo de muchacho tenía el pelo un poca Cataño y era blanco en comparación con él. (…)Yo
fui relegado a la cocina (…) quedaba obligado a hacer algunas labores domésticas; a
cuidar los becerros, a traerle el caballo, como mozo. (…) Era un criminal, de esos
clásicos. Trataba muy mal a los indios, y esto sí me dolía mucho y lo llegué a odiar como
lo odiaban todos los indios. Era un gamonal.
Algunos, sin embargo, consideran que el supuesto maltrato de la madrastra fue una
ficción; entre ellos el mismo Arístides.
A mediados de julio de 1921 José María se escapó de la casa de la madrastra junto con
su hermano Arístides, que había retornado de Lima; ambos fueron a la hacienda Viseca,
propiedad de su tío Manuel Perea Arellano, situada a 8 km de San Juan de Lucanas. Allí
vivió durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los campesinos indios a
quienes ayudaban en las faenas agrícolas. De dos campesinos guardaría un especial
recuerdo: don Felipe Maywa y don Víctor Pusa. Para José María fueron los años más
felices de su vida.
1.1 ADOLESCENCIA
En 1923 abandonó su retiro al ser recogido por su padre, a quien acompañó en sus
frecuentes viajes laborales, conociendo más de 200 pueblos. Pasaron por Huamanga,
Cuzco y Abancay. En esta última ciudad ingresó como interno en el Colegio Miguel Grau
de los Padres Mercedarios, cursando el quinto y sexto grado de primaria, entre 1924 y
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1925, mientras su padre continuaba su vida itinerante y su hermano Arístides seguía su
educación en Lima. Esta etapa de su vida quedó conmovedoramente plasmada en su
obra maestra, LOS RÍOS PROFUNDOS:
Mi padre no pudo encontrar nunca fijar su residencia, fue un abogado de provincias,
inestable y errante. Con él conocí de doscientos pueblos. (…) Pero mi padre decidía irse
de un pueblo a otro cuando las montañas, los caminos, los campos de juego, el lugar
donde duermen los pájaros, cuando los detalles del pueblo empezaban a formar parte de
la memoria.(…) Hasta un día en que mi padre me confesó, con ademán aparentemente
más enérgico que otras veces, que nuestro peregrinaje terminaría en Abancay.(…)
Cruzábamos el Apurímac, y en los ojos azules e inocentes de mi padre vi la expresión
característica que tenía cuando el desaliento la hacía concebir la decisión de nuevos
viajes. (…) Yo estaba matriculado en el Colegio y dormía en el internado. Comprendí que
mi padre se marcharía. Después de varios años de haber viajado juntos, yo debí
quedarme, y él se iría solo.
En el verano de 1925, cuando se hallaba de visita en la hacienda KARKEQUI, en los
valles del Apurímac sufrió un accidente con la rueda de un trapiche, del cual perdió dos
dedos de la mano derecha y se le atrofiaron los dedos restantes. Se dice que atribuyó el
hecho a un castigo sobre natural por practicar la masturbación.
En 1926, junto con su hermano Arístides empezó sus estudios secundarios en el colegio
San Luis Gonzaga de Ica, en la desértica costa peruana, hecho que marcó su alejamiento
del ambiente serrano que había moldeado hasta entonces su infancia, pues hasta
entonces había visitado la costa solo de manera esporádica. Cursó allí hasta el segundo
año de secundaria y sufrió en carne propia el desprecio de los costeños hacia los
serranos, tanto de parte de sus profesores como de los mismos alumnos. Se enamoró
intensamente de una muchacha iqueña llamada Pompeya, a quien le dedicó unos
acrósticos, pero ella lo rechazó diciéndole que no quería tener amores con serranos. Él se
vengó llegando a ser el primero de la clase en todos los cursos, derrumbando así la
creencia de la incapacidad intelectual del hombre andino.
En 1928 reanudó su vida trashumante otra vez en la sierra, siempre junto a su padre.
Vivió entre Pampas y Huancayo; en esta última ciudad cursó el tercero de secundaria, en
el colegio Santa Isabel. Fue allí donde se inició formalmente como escritor al colaborar en
la revista estudiantil Antorcha; se dice también que por entonces escribió una novela de
600 páginas, que tiempo después le arrebataría la policía, pero de la que no ha quedado
huella alguna.
Cursó sus dos últimos años de secundaria (1929-1930) en el Colegio Nuestra Señora de
La Merced, de Lima, casi sin asistir a clases pues viajaba con frecuencia a Yauyos para
estar al lado de su padre, que se hallaba agobiado por la estrechez económica. Aprobó
los exámenes finales, terminando así sus estudios escolares prácticamente estudiando
sin maestro.
1.2 VIDA UNIVERSITARIA
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En 1931, ya con 20 años de edad, se estableció permanentemente en Lima e ingresó a la
Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí, contra lo que
esperaba, fue recibido con cordialidad y respeto por sus condiscípulos, entre los que se
contaban los futuros filósofos Luis Felipe Alarcón y Carlos Cueto Fernandini, y los poetas
Emilio Adolfo Westphalen y Luis Fabio Xammar. A raíz del fallecimiento de su padre,
ocurrido el año siguiente, trabajó como auxiliar en la Administración de Correos. Era
apenas un puesto de portapliegos, pero los 180 soles mensuales de sueldo aliviaron sus
necesidades económicas a lo largo de cinco años.
En 1933 publicó su primer cuento, «Warma kuyay», publicado en la revista Signo. En
1935 publicó Agua, su primer libro de cuentos, que obtuvo el segundo premio de la
Revista Americana de Buenos Aires y que inauguró una nueva época en la historia del
indigenismo literario. En 1936 fundó con Augusto Tamayo Vargas, Alberto Tauro del Pino
y otros, la revista Palabra, en cuyas páginas se ve reflejada la ideología propugnada por
José Carlos Mariátegui.
En 1937 fue apresado por participar en las protestas estudiantiles contra la visita del
general italiano Camarotta, jefe de una misión policial de la Italia fascista. Eran los días de
la dictadura de Óscar R. Benavides. Fue trasladado al penal «El Sexto» de Lima, donde
permaneció 8 meses en prisión, episodio que tiempo después evocó en la novela del
mismo nombre. Pero a pesar de simpatizar con el ideario comunista, nunca participó
activamente en la política militante. Estando en prisión, se dio tiempo para traducir
muchas canciones quechuas que aparecieron en su segundo libro publicado: Canto
kechwa (1938).
1.3 EDUCADOR, ETNÓLOGO Y LITERATO
Perdido su trabajo en el Correo y lograda su Licenciatura de Literatura en San Marcos,
Arguedas inició su carrera docente en el Colegio Nacional «Mateo Pumacahua» de
Sicuani, en el departamento de Cuzco, como profesor de Castellano y Geografía y con el
sueldo de 200 soles mensuales (1939-1941). Allí, junto con sus alumnos, llevó a cabo un
trabajo de recopilación del folclor local. Descubrió entonces su vocación de etnólogo.
Paralelamente contrajo matrimonio con Celia Bustamante Vernal, el 30 de junio de 1939,
quien junto con su hermana Alicia era promotora de la Peña Cultural «Pancho Fierro», un
legendario centro de reunión de artistas e intelectuales en Lima.
En 1941 publicó Yawar Fiesta, su tercer libro y primera novela a la vez. Entre octubre de
1941 y noviembre de 1942 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la
reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano
en el Congreso Indigenista Interamericano de Pátzcuaro (1942), reasumió su labor de
profesor de castellano en los colegios nacionales “Alfonso Ugarte”, “Nuestra Señora de
Guadalupe” y “Mariano Melgar” de Lima. En esos años publicó también en la prensa
muchos artículos de divulgación folclórica y etnográfica sobre el mundo andino.
En 1944 presentó un episodio depresivo caracterizado por decaimiento, fatiga, insomnio,
ansiedad y probablemente crisis de angustia, por lo cual pidió licencia repetidas veces en
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su centro de labor docente, hasta 1945. Este episodio lo describió en sus cartas a su
hermano Arístides y brevemente en sus diarios insertados en su novela póstuma El zorro
de arriba y el zorro de abajo; en una de esas cartas (con fecha 23 de julio de 1945)[]dijo:
Yo sigo mal. Van tres años que mi vida es una alternativa de relativo alivio y de días y de
noches en que parece que ya voy a terminar. No leo, apenas escribo; cualquier
preocupación intensa me abate totalmente. Sólo con un descanso prolongado, en
condiciones especiales, podría quizás, según los médicos, curar hasta recuperar mucho
mi salud. Pero eso es imposible.
Se recuperó, pero eventualmente tendría otras recaídas posteriores.
Según atestigua César Lévano, en esta época Arguedas estuvo muy cerca de los
comunistas, a quienes apoyó en diversas labores, como en la de capacitación a círculos
obreros. Los apristas lo acusaron de ser un “conocido militante comunista”, acusación que
sin duda tuvo mucho eco pues a fines de 1948 la recién instalada dictadura de Manuel A.
Odría declaró a Arguedas “excedente”, cesándolo de su puesto de profesor en el colegio
Mariano Melgar. Al año siguiente se inscribió en el Instituto de Etnología de San Marcos y
reanudó su labor intelectual. Ese mismo año publicó Canciones y cuentos del pueblo
quechua. En los años siguientes continuó ejerciendo diversos cargos en instituciones
oficiales encargadas de conservar y promover la cultura.
En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore del Ministerio de
Educación, para luego ser promovido a Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y
Despacho del mismo Ministerio (1950-1952). Llevó a cabo importantes iniciativas
orientadas a estudiar la cultura popular en todo el país. Por su gestión directa, Jacinto
Palacios, el gran trovador andino, grabó el primer disco de música andina en 1948. Los
teatros Municipal y Segura abrieron sus puertas al arte andino.
Entre 1950 y 1953 dictó cursos de Etnología y Quechua en el Instituto Pedagógico
Nacional de Varones. En 1951 viajó a La Paz, Bolivia, para participar en una reunión de la
OIT (Organización Internacional del Trabajo). En 1952 hizo un largo viaje con su esposa
Celia por la región central andina, recopilando material folclórico, que publicó con el título
de Cuentos mágico-realistas y canciones de fiestas tradicionales del valle de Mantaro,
provincias de Jauja y Concepción. En 1953 fue nombrado Director del Instituto de
Estudios Etnológicos del hoy Museo Nacional de la Cultura Peruana, cargo en el que
permaneció durante diez años; simultáneamente dirigió la revista Folklore Americano
(órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario).
En 1954 publicó la novela corta Diamantes y pedernales, conjuntamente con una
reedición de los cuentos de Agua, a las que sumó el cuento Orovilca. Habían pasado
unos 13 años desde que no publicaba un libro de creación literaria; a partir de entonces
retomó de manera sostenida tal labor creativa, hasta su muerte. Pero su retorno a la
literatura no lo apartó de la etnología. En 1955 su cuento “La muerte de los Arango”
obtuvo el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento organizado en México.
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A fin de complementar su formación profesional, se especializó en la Universidad de San
Marcos en Etnología, de la que optó el grado de Bachiller el (20 de diciembre de 1957)
con su tesis “La evolución de las comunidades indígenas”, trabajo que obtuvo el Premio
Nacional Fomento a la Cultura Javier Prado 1958. Por entonces realizó su primer viaje por
Europa, becado por la UNESCO, para efectuar estudios diversos, tanto en España como
en Francia. Durante el tiempo que permaneció en España, Arguedas hizo investigaciones
entre las comunidades de la provincia de Zamora, buscando las raíces hispanas de la
cultura andina, que le dieron material para su tesis doctoral: “Las Comunidades de
España y del Perú”, con la que se graduó el 5 de julio de 1963.
1.4 DEPRESIÓN Y SUICIDIO
La depresión de Arguedas hizo crisis en 1966, llevándolo a un primer intento de suicidio
por sobredosis de barbitúricos el 11 de abril de aquel año. Desde algunos años atrás, el
escritor venía recibiendo múltiples tratamientos psiquiátricos, describiendo sus
padecimientos en sus escritos:
Yo estoy sumamente preocupado con mi pobre salud (…) He vuelto del fatigadismo, sin
poder dormir y angustiado. Tengo que ir a donde el médico nuevamente; aunque estos
caballeros nunca llegan a entender bien lo que uno sufre ni las causas. Lo malo es que
esto me viene desde mi infancia (carta a John Murra, 28 de abril 1961).
Un poco por miedo otro poco porque se me necesitaba o creo que se me necesitaba he
sobrevivido hasta hoy y será hasta el lunes o martes. Yemo que el Seconal no me haga el
efecto deseado. Pero creo que ya nada puedo hacer. Hoy me siento más aniquilado y
quienes viven junto a mí no lo creen o acaso sea más psíquico que orgánico. Da lo
mismo. (…) Tengo 55 años. He vivido bastante más de lo que creí (carta a Arístides
Arguedas, 10 de abril 1966)
A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos
y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el
propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San
Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann,
quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo
publicó otro libro de cuentos: Amor mundo (en ediciones simultáneas en Montevideo y en
Lima, en 1967), y trabajó en la que sería su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de
abajo.
En 1967 dejó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi simultáneamente,
fue elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La
Molina, a la cual se consagró a tiempo completo. Continuó su afiebrado ritmo de viajes.
En febrero estuvo en Puno, presidiendo un concurso folclórico con motivo de la fiesta de
la Candelaria. En marzo pasó 15 días en México, con motivo del Segundo Congreso
Latinoamericano de Escritores, en Guadalajara, y ocho días en Chile, en otro certamen
literario. A fines de julio viajó a Austria, para una reunión de antropología, y en noviembre
estaba de nuevo en Santiago de Chile, trabajando en su novela de los zorros.
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En 1968 le fue otorgado el premio “Inca Garcilaso de la Vega”, por haber sido considerada
su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú. En esa ocasión pronunció su
famoso discurso: “No soy un aculturado”. Del 14 de enero al 22 de febrero de ese año
estuvo en Cuba, con Sybila, como jurado del Premio Casa de las Américas. Ese mismo
año y el siguiente tuvo su amarga polémica con el escritor argentino Julio Cortázar, y viajó
varias veces a Chimbote, a fin de documentar su última novela.
A principios de 1969 hizo su último viaje a Chimbote. Ese mismo año hizo tres viajes a
Chile, el último de los ellos por cerca de cinco meses, de abril a octubre. Por entonces se
agudizaron nuevamente sus dolencias psíquicas y renació la idea del suicidio, tal como lo
atestiguan sus diarios insertos en su novela póstuma:
Yo no voy a sobrevivir al libro. Como estoy seguro que mis facultades y armas de creador,
profesor, estudioso e incitador, se han debilitado hasta quedar casi nulas y sólo me
quedan las que me regalarían a la condición de espectador pasivo e impotente de la
formidable lucha que la humanidad está liberando en el Perú y en todas partes, no me
sería posible tolerar ese destino. O actor, como he sido desde que ingresé a la escuela
secundaria, hace cuarenta y tres año, o nada (epílogo, 29 de agosto 1969).
Finalmente renunció a su cargo en la Universidad Agraria y el 28 de noviembre de 1969
se encerró en el baño de dicha universidad y se disparó un tiro en la cabeza, a causa del
cual murió, después de pasar cinco días de penosa agonía (2 de diciembre de 1969). El
mismo día del disparo fatal, le había escrito lo siguiente a su esposa Sibyla:
¡Perdóname! Desde 1943 me han visto muchos médicos peruanos, y desde el 62, Lola,
de Santiago. Y antes también padecí mucho con los insomnios y decaimientos. Pero
ahora, en estos meses últimos, tú lo sabes, ya casi no puedo leer; no me es posible
escribir sino a saltos, con temor. No puedo dictar clases porque me fatigo. No puedo subir
a la Sierra porque me causa trastornos. Y sabes que luchar y contribuir es para mí la vida.
No hacer nada es peor que la muerte, y tú has de comprender y, finalmente, aprobar lo
que hago
El día de su entierro, tal como el escritor había pedido en su diario, el músico andino
Máximo Damián tocó el violín ante su féretro, acompañado por el arpista Luciano Chiara y
los danzantes de tijera Gerardo y Zacarías Chiara, y luego pronunció un breve discurso,
en palabras que transmitieron el sentimiento del pueblo indígena, que lamentó
profundamente su partida.
Sus restos fueron enterrados en el Cementerio El Ángel. En junio del 2004 fue exhumado
y trasladado a Andahuaylas, el lugar donde nació.
El mismo año en que suicidó, Arguedas dijo en una entrevista concedida a Ariel Dorfman
para la revista Trilce: "Entiendo y he asimilado la cultura llamada occidental hasta un
grado relativamente alto; admiro a Bach y a Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y
Rimbaud, a Camus y Eliot, pero más plenamente gozo con las canciones tradicionales de
mi pueblo; puedo cantar, con la pureza auténtica de un indio chanka, un harawi de
cosecha. ¿Qué soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la médula un
11
Indígena del Perú; indígena, no indio. Y así, he caminado por las calles de París y de
Roma, de Berlín y de Buenos Aires. Y quienes me oyeron cantar, han escuchado
melodías absolutamente desconocidas, de gran belleza y con un mensaje original. La
barbarie es una palabra que inventaron los europeos cuando estaban muy seguros de
que ellos eran superiores a los hombres de otras Razas y de otros continentes 'recién
descubiertos'.
2. BREVE ANÁLISIS DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
2.1 ARMONÍA Y CONFLICTO EN LA OBRA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
La tensión entre armonía y conflicto en las novelas de José María Arguedas es una
cuestión literaria, pero enraizada en la situación existencial del autor. Los intentos de
explicar sus textos desde su sicología (o patología) carecen de valor crítico; una mirada
más profunda vincula su literatura con el problema de la identidad peruana. En el debate
celebrado en Lima en el año 1994, Gonzalo Portocarrero vio la razón de ser de la
creación literaria de Arguedas en la necesidad de armonizar el conflicto: “En Arguedas
hay una tensión entre concepciones del mundo y la vida muy distintas, entre sí,
orientaciones culturales que muy difícilmente pueden ser sintetizadas. El arte será la
manera de tratar de armonizar este conflicto tan desgarrador.” Otros participantes
debatieron acerca del concepto de “mestizaje”, concibiéndolo como una posibilidad de
“síntesis cultural”, una conciliación armoniosa. En cambio, Antonio
Cornejo Polar acentuó el polo conflictivo de la obra de Arguedas, contraponiendo a la
categoría de mestizaje los conceptos de migrante y multicultura. En el polo opuesto
aparece la interpretación de Mario Vargas Llosa que insiste en la armonización de
Arguedas desde un indigenismo utópico, en su libro polémico La utopía arcaica. José
María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996).
Tal vez no sea redundante agregar a este aspecto de la obra de Arguedas un breve
comentario desde otra región del mundo. Leer desde otro contexto nos limita, pero tiene la
ventaja de volver a la literatura misma.
En el último período, los estudios de cultura se imponen más que la crítica literaria, y la
literatura parece perder importancia. Sin embargo, los problemas discutidos por la crítica
cultural están implícitos en las obras literarias y la creación verbal por sí sola puede
comunicar una voz auténtica de una cultura a los lectores de otros países. La literatura
sigue siendo clave para comprender la cultura: forma parte del “fondo de imágenes
básicas de una nación”, donde la renovación de imágenes mantiene viva la cultura. La
obra de Arguedas tiene esta potencia creativa: se puede percibir aún sin conocer los
contextos, que se insinúan desde dentro del texto.
La literatura es un campo donde lo común y lo diferente no se excluyen. Posibilita ver lo
otro y, a la vez, descubrir cercanías íntimas entre regiones tan distantes como América
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Latina y Europa Central. La lectura de la obra de José María Arguedas posibilita tal
encuentro cultural y personal.
Mi comentario se centra en tres aspectos de la novela Los ríos profundos: la imagen de la
edad de oro, el conflicto de dos mundos y el héroe débil.
2.2 CONFLICTO DE DOS MUNDOS
La visión mítica forma un estrato de la novela de Arguedas sin neutralizar su polo
conflictivo. Una tensión entre la historia y la inclinación a la unidad del mundo es propia
del género novelesco como tal; en la distinta configuración de ambos polos se basan los
tipos de novela. El ansia de armonía determina la construcción del tipo idílico. Pero Los
ríos profundos pertenecen a otro tipo que podríamos llamar “novela de conflicto de dos
mundos” y cuyo antecedente es el Quijote. No es casual que en
Los ríos profundos aparezca una alusión al personaje cervantino (aún más visible en El
Sexto). En el sentido tipológico, la novela de Arguedas está más emparentada, por
ejemplo, con la novela La vorágine que con Don Segundo Sombra con la que fue
comparada. En Los ríos profundos el conflicto de los mundos tiene dos niveles.
El primero y más obvio es el enfrentamiento de dos tradiciones culturales en el ambiente
bilingüe. El protagonista está encerrado en el colegio eclesiástico ajeno y no es aceptado
tampoco por los indígenas de Abancay, humillados y pasivos. Vive entre dos
comunidades sin pertenecer plenamente a ninguna. Ambas tradiciones conviven y se
compenetran (p. ej. el motivo de zumbayllu en el colegio) pero no se fusionan.
La confrontación de las culturas no se resuelve con una armonización indigenista, que
solo invertiría la relación centro/periferia. La visión de Arguedas tampoco es mestiza en el
sentido de la concepción armónica de la sinfonía de culturas, que tiene su tradición en el
pensamiento hispanoamericano (Reyes, Vasconcelos, Carpentier).
José María Arguedas concibe la relación entre las culturas como una “superposición”.
Este concepto aparece en los ensayos de Mariátegui y más tarde en los de Octavio Paz.
La crítica no suele relacionar a Arguedas con Paz, pero ambos coinciden en temas
fundamentales: la posibilidad de revivir la unidad originaria del universo (el “eterno
presente” de Paz); el pensamiento analógico; la superposición de distintas tradiciones
culturales que se mantienen en convivencia dramática sin fusionarse. La coincidencia de
ambos escritores también revela una relación orgánica entre el ansia de armonía de illud
tempus y la visión conflictiva de la convivencia multicultural. En México el estrato no
moderno parece más oculto, mientras que en el Perú es visible.
En los dos países la tradición indígena forma la base – igual que en la arquitectura de los
palacios cusqueños. El muro incaico del primer capítulo de Los ríos profundos no es un
muro de Sacsayhuaman, sino el de una casa en que, sobre las piedras incaicas
ondulantes como el río, posa el segundo piso geométrico de construcción colonial: “La
pared blanca del segundo piso empezaba en línea recta sobre el muro.”18
13
La arquitectura de la novela es similar: su experimento lingüístico, que incorpora al
español la morfología, sintaxis, entonación y visión del mundo del quechua, construye la
escritura sobre las bases de un estrato profundo de una cultura oral. La búsqueda del
lenguaje que fundamentaría la escritura en la oralidad aparece como tema explícito en el
capítulo VI, cuando el protagonista (“poeta”) escribe dos versiones de una carta amorosa:
descontento con el estilo literario descubre el estilo del canto quechua (“¡Escribir! Escribir
para ellas era inútil, inservible. ¡Anda, espéralas en los caminos y canta! ¿Y si fuera
posible, si pudiera empezarse? Y escribí:…”).
La “superposición” no es sincrética: ya Ángel Rama, dentro de su concepto de
transculturación, destacaba “la actitud de quienes no se limitan a un sincretismo”. Y con
más claridad lo formula Antonio Cornejo Polar en sus conceptos de heterogeneidad y
multicultural.
2.3 COMPARANDO VICIOS
El contacto de la familia Arguedas con la capital fue aprovechado para que Arístides, el
hermano mayor, iniciara estudios en el Colegio Guadalupe. Arguedas también
comprobará que los señores poderosos de la urbe eran tan déspotas y abusivos como los
hacendados de Puquio y su natal Andahuaylas; ni en la ciudad los indígenas se librarían
de su destino. Lima fue tan glorificada por su padre que vino a pasar sus últimos días
como juez en la capital, un remedo grotesco de lo que acontecía entre patrones y siervos
en el campo. Si la sierra albergaba las materias primas para generar ganancia económica
en el país, Lima era la ciudad que centralizaba el confort, la cultura originada de la
modernidad y un referente importante de tecnología, concentración de conocimiento y
riqueza. En “Yawar fiesta”, Arguedas presentará una urbe generadora de fascinación:
“¡Llegar a Lima, ver, aunque fuera por un día, el palacio, las tiendas de comercio, los
autos que se lanzaban por las calles, los tranvías que hacían temblar el suelo, y después
regresar! Esa era la mayor ambición de los lucaninos.”
A diferencia de los indígenas, Arguedas formaba parte de los “privilegiados” con la
oportunidad de viajar a ese “mundo exterior” y “civilizado” llamado Lima: “Sólo los
principales iban a Lima con frecuencia; los ganaderos, los comerciantes, los hacendados,
los dueños de minas, las autoridades, el juez, el agente fiscal, el cura. Regresaban de
dos, de tres meses, con ropa extranjera nueva,; trayendo pelotas de jebe, trencitos,
bicicletas, sombreritos azules para sus niños, los uña werak’ochas”. La sociedad de
“clases- castas” existentes desde tiempos coloniales será un rezago durante la República
y profundizará un Estado instaurador de alianzas entre los terratenientes y capitalinos. Ya
para entonces Arguedas palpaba la sensación de marginalidad entre el mundo indígena y
“misti” -sin pertenecer realmente a ninguno. A partir de ese momento veremos si sus
primeras experiencias en Lima agudizaron o no sus síntomas depresivos y contribuyeron
a forjar su obra, marcada por la nostalgia, la marginalidad y la ambivalencia.
14
2.4 SU PASO POR LA UNIVERSIDAD LA CANTUTA. EL ARGUEDAS
OLVIDADO
Casi todas las áreas de la vida de José María Arguedas, desde su personalidad depresiva
hasta el legado de sus trabajos literarios han sido estudiadas a plenitud. Un investigador
escarba el paso del autor por la Universidad de La Cantuta y recuerda al Arguedas
educador. ¿Por qué José María Arguedas dejó con la mano en el aire a Jorge Basadre?
¿Por qué este entendió el desaire y fue a disculparse con Arguedas, diciendo que cuando
fue ministro se equivocó con el tema de La Cantuta?
Un machote que lleva por título Arguedas en La Cantuta, es la creación del profesor Raúl
Jurado Párraga. Ahí están algunas de las respuestas.
Ese conjunto de hojas anilladas, resume el trabajo al que le ha dedicado el catedrático los
tiempos libres de los pasados tres años que le deja su labor docente. Así, ha investigado
la relación entre José María Arguedas y la Universidad Nacional de Educación Enrique
Guzmán y Valle (UNE), La Cantuta.
Para Jurado Párraga, quien también dirige la revista Sol de Ciegos, tanto la relación del
autor con la UNE como con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no han sido
exploradas debidamente. Ha buceado en los archivos para conocer más la relación entre
el sujeto y el docente Arguedas. Dice que la relación del escritor andahuaylino con la
famosa universidad de la sierra de Lima se remonta a los años cuando La Cantuta
quedaba en Lima, se llamaba Instituto Superior de Varones, y funcionaba en el colegio
Fanning, en Jesús María.
2.5 Años De Enseñanza
Al poco tiempo de licenciarse en Literatura por la universidad de San Marcos, el escritor
se fue a trabajar al colegio Mateo Pumacahua, de Sicuani, Cusco, donde enseñó los
cursos de castellano y Geografía, entre 1939 y 1941.
Después de esa experiencia, el narrador vino a Lima y fue docente en el colegio
Guadalupe entre 1945 y 1948. Cuenta Jurado que, tanto sus años por este centro de
estudios como los del año siguiente, cuando enseñó en el colegio Alfonso Ugarte, son
"pasos invisibles", porque no queda registro de ello.
Entre 1949 y 1953, José María enseñó quechua en la universidad de San Marcos. Es en
1951 y 1952, que Arguedas inicia su relación con La Cantuta, que se denominaba Instituto
Pedagógico Nacional de Varones (el que, junto al Pedagógico de Mujeres, se trasladarían
a la Escuela Normal Central, que sería La Cantuta).
Ahí, José María enseña por horas los cursos de Quechua y El Perú y sus problemas
culturales, invitado por el filósofo y educador Walter Peñaloza Ramella, quien conocía a
José María desde los tiempos de estudiante en San Marcos y luego frecuentaron juntos la
peña Pancho Fierro.
2.6 UN APORTE EN LAS SOMBRAS
Después, José María vuelve a La Cantuta, ya movilizada a su sede en Chosica, entre
1956 y 1959. A la vez enseña en San Marcos entre 1958 y 1959, y en 1962 es nombrado
profesor en la universidad La Molina.
15
"Junto a maestros como Luis Jaime Cisneros, Arguedas aportó a la renovación de la
enseñanza del castellano también desde el colegio experimental que había en La
Cantuta. Hay un 'fantasma pedagógico', un libro que necesitamos buscar para ver si es
real, que se dice escribieron a partir de esas experiencias Arguedas, Cisneros y otros",
cuenta Jurado.
El principal problema para su investigación es que, a diferencia de lo que sucede en la
universidad Agraria, en La Cantuta no hay archivos de los documentos "de ida y vuelta", y
registros de notas. Probablemente en el traslado de una sede a otra, cree, se perdieron o
se quemaron muchos de ellos.
"Creo que por lo menos los documentos de los nombres importantes deberían de
mantener las universidades y los colegios. El caso de La Molina es muy distinto. Sí hay un
buen registro de los memos y de las notas, hasta cuando se suicida en 1969; se sabe de
lo irregular que es su estancia porque siempre está viajando por salud o trabajo, y se
conoce, en las cartas personales publicadas, de su malestar cuando no le quieren dar
permiso".
A la ausencia de documentos se suma que no todos "los viejitos" que dicen que fueron
discípulos de Arguedas, realmente lo fueron. Para eso se necesita rastrear las actas de
alumnos, que muchas veces también se han perdido. "En el caso del colegio Guadalupe,
por ejemplo, se conoce por alumnos que hablan sobre su maestro, pero son impresiones
a la distancia".
2.7 ANÉCDOTA CON BASADRE
"Creo que más que laboral, la cercanía con La Cantuta fue muy amical, de compromiso",
opina Jurado. "Arguedas fue profesor de La Cantuta por horas (lo cual era la forma común
en que trabajaban los maestros en esa época), pero venía mucho a la casa del poeta
Manuel Moreno Jimeno (1913-1993), aquí en la universidad, donde escribió parte de sus
obras", cuenta Jurado.
Y el compromiso de Arguedas con el profesorado de La Cantuta se resume en el
encontronazo que tuvo con Jorge Basadre. En una reunión, a inicios de la década de mil
novecientos sesenta, Arguedas dejó con la mano en el aire al historiador.
El autor de Perú, problema y posibilidad, lejos de molestarse, se acercó a José María y le
pidió disculpas, porque fue durante sus años como ministro de Educación de Manuel
Prado, entre 1956 y 1958, que a la Escuela Normal Central (Cantuta) se le quitó el rango
universitario y la autonomía, a través de una norma aprobada en esa época.
2.8 PERSONAJE DEL MUNDO EDUCATIVO
Para el profesor Julio Yovera Ballena, el protagonista Rendón Willka, de la novela Todas
las sangres (1964), igual que el de Paco Yunque (1931), de César Vallejo, son personajes
producto de la sociedad compleja y la diversidad étnica en el Perú.
Explica que Willka encarna el trauma de la asimilación, el alumno indígena insultado por
los otros niños, mestizos y blancos, y ante los cuales no puede defenderse ("la boca del
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indio no puede", le grita a Rendón, uno de los intérpretes, cuando este habla mal el
castellano).
Pero hay un detonante más importante para el personaje de Todas las sangres, dice
Yovera, y es la relación del escritor con los alumnos. Para Yovera es en este lugar donde
desarrolla su didáctica en la capacidad de comunicarse con los demás, "una enseñanza
de comunicación no vertical sino como actividad de diálogo e integración: Willka y Yunque
nos invitan a no permanecer con los brazos cruzados", opina.
2.9 APORTE OLVIDADO
El doctor Walter Peñaloza Ramella, en un texto titulado José María Arguedas en mi
recuerdo, recordó que recién en la Reforma Educativa de 1972 se tomó en consideración
para el curso de Lenguaje el método educativo de hablar, leer y escribir, "dedicando tres
de las cuatro horas del curso a la práctica de la lectura en clase, la elocución oral y la
redacción, y solo una hora de nociones gramaticales básicas". Sin embargo, dice el propio
Peñaloza, este método novedoso había sido aplicado ya treinta años atrás por el ministro
Oliveira, a sugerencia de José María Arguedas, quien lo había aplicado en sus tempranos
años de enseñanza.
2.10 “LOS IDEALES DE ARGUEDAS NO SON ARCAICOS, APUNTAN AL
FUTURO”
“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza
por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos (...). Dicen que
algunos doctores afirman eso de nosotros”, escribió José María Arguedas en 1966 en un
texto que tituló Llamado a algunos doctores. Líneas después, los desafiaría: “Saca tu
largavista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. Quinientas flores de papas distintas
crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la
noche y el oro, la plata y el día se mezclan”. Arguedas lanzaba así el reto: entender el
ande con una nueva mirada, una que valore la riqueza de la cultura andina como la de
todas las culturas que habitan el Perú, para lograr un país, como en el título de su novela,
de todas las sangres.
El reto de repensar a Arguedas sigue vigente y fue el propio Mario Vargas Llosa quien
recordó al autor en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2010.
Vargas Llosa saldaba con él una deuda que tenía desde que publicó La utopía arcaica
(1996) y los expertos de la obra de Arguedas, como Alejandro Ortiz Rescaniere y Rodrigo
Montoya, le salieron al encuentro. La especialista Carmen María Pinilla, miembro de la
Comisión del Centenario de José María Arguedas, nos acerca a esta polémica y a la vida
y obra del autor de Yawar Fiesta.
2.11 DESNATURALIZACIÓN LIMEÑA CONTRA COSMOVISIÓN ANDINA
Todo ello, al menos en ese momento, le fue ajeno al niño José María, quien desde
temprana edad hizo suyos la lengua y cosmovisión andina; las canciones en quechua que
lo arrullaban cuando niño eran contrastadas con una realidad muy extraña y parecida a la
vez.
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“Cuando visité Lima por primera vez en 1919, las mulas que arrastraban carretas de carga
se caían, a veces, en las calles, fatigadas y heridas por los carreteros que les hincaban
con púas sobre las llagas que les habían abierto en las ancas; un ‘serrano’ era
inmediatamente reconocido y mirado con curiosidad o desdén; eran observados como
gente bastante extraña y desconocida, no como ciudadanos o compatriotas. En la
mayoría de los pequeños pueblos andinos no se conocía siquiera el significado de la
palabra Perú. Los analfabetos se quitaban el sombrero cuando era izada la bandera,
como ante un símbolo que debía respetarse por causas misteriosas, pues un faltamiento
hacia él podría traer consecuencias devastadoras. ¿Era un país que conocí en la infancia
y aún en la adolescencia? Sí, lo era. Y tan cautivante como el actual. No era una nación”
Este testimonio reconoce que el Estado criollo peruano no realizó mayores intentos por
incorporarse al resto del país; por el contrario, definió su propia identidad sobre el
supuesto de que la Nación era el “mundo oficial” de las ciudades y que los pueblos del
Ande representaban una marginalidad intrascendente, a la que, tarde o temprano, el
desarrollo de la civilización haría desaparecer.
EL MALTRATO A LOS ANIMALES
Este primer encuentro de Arguedas con Lima se caracterizó por la aversión al cruel trato a
los animales. Algunos años después recordará: “Cuando fui a Lima, la primera vez, sufría
por el maltrato de los animales. No había camiones, pero sí carreteros sumamente
crueles porque tenían frecuentemente mulas muy cansadas y les hacían una herida
donde les hincaban con el palo y me acuerdo que una vez en la esquina de la calle
Amazonas uno de esos carreteros le pinchó tanto que por el dolor el animal se arrodilló”
Estos recuerdos los plasmarán en su cuento “Warma kuyay” (1935) donde el personaje de
Ernesto abrazaba, lloraba y pedía perdón a los animales que el indio de nombre Kutu
azotaba a manera de desquite por la violación a la india Justina. En “Los Escoleros”, de
ese mismo año, Juan, quien es hijo de un abogado que se identifica con los indios, abraza
el cuerpo muerto de una vaca y llora inconsolablemente. En “El Barranco” (escrito en
1938 y publicado en 1939) son los animales quienes asumirán un rol protagónico.
Arguedas testimonia la forma “desnaturalizada” en que el limeño trataba a los animales;
desde su cosmovisión andina, lo “natural” implicaba una convivencia armoniosa entre el
ser humano, los animales y la geografía, donde todos participan en la gran fiesta que es la
vida.
3 ENTREVISTAS
¿Mario Vargas Llosa ha cambiado su visión sobre la obra de José María Arguedas.
Ya no la considera ‘arcaica’?
–En primer lugar, Mario Vargas Llosa admira a Arguedas. Es un admirador sincero de la
obra de Arguedas y la ha estudiado a profundidad. Lo que pasa es que él considera que
José María Arguedas siente alguna añoranza porque se está perdiendo la tradición
andina, pero Vargas Llosa interpreta esta añoranza como un deseo de regresar a ese
orden andino, de que no cambie, de que se quede congelado. Entonces, sí, pienso que
con este último discurso Mario Vargas Llosa ha enmendado el calificativo de ‘arcaica’ a la
utopía de Arguedas, o a los ideales de Arguedas. No son arcaicos porque los ideales de
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Arguedas no son regresar al pasado sino más bien utilizar valores del pasado, que existen
todavía en las poblaciones actuales, herederas del pasado incaico, y que esos valores
tengan una utilidad en el futuro. Por último, sería en todo caso la utopía de todas las
sangres, como dijo Rodrigo Montoya.
¿Qué hace al mensaje de la obra de Arguedas un discurso tan actual?
–Este proceso por hacer del Perú un país de todas las sangres sigue vigente y las
expresiones culturales del ande también; no se opacan en absoluto con la llegada de las
tradiciones occidentales. Aún ahora sucede eso. Mira, por ejemplo, en Gamarra, las
creaciones de los empresarios de origen andino tienen todos los colores del ande. Fíjate
en la música chicha. Nuestro idioma también está lleno de imposiciones de la cultura
quechua. No es que se va a arrasar con el pasado; se está demostrando que eso no es
así necesariamente. Además, Arguedas habla de segregación y discriminación, que son
problemas que se viven aún ahora en todas partes del mundo, por eso lo estudian en
España, en Alemania.
Pero el mensaje arguediano ha sido aprovechado políticamente también. Alejandro
Toledo, por ejemplo...
–Claro. Sin ir más lejos, también el gobierno de Fernando Belaunde. Belaunde apreció la
obra de Arguedas y muchas veces se inspiró en ella, incluso lo invitó a ser director de la
Casa de la Cultura. Esa es la propiedad y la actualidad de Arguedas, que es de todos y no
puede ser apropiado por un partido político o un determinado sector, ya sea de derecha o
de izquierda. Es algo parecido a lo que sucedió también con la figura de Túpac Amaru en
los tiempos de Juan Velasco Alvarado. Pero está bien que Toledo lo cite porque lo
difunde, y en la medida que lo lees te das cuenta de que no es el mensaje de Toledo sino
el de Arguedas.
3.1 ARGUEDAS EN SU TIEMPO
¿Cuáles son los hechos que marcan la escritura de José María Arguedas?
–Como dijo Alberto Flores Galindo, Arguedas vivió los procesos sociales más importantes
del Perú en el siglo XX. Entre los 9 y 14 años vio nacer los grandes movimientos
reivindicatorios del indio en la sierra. Entre los 20 y 23 años ve la serie de levantamientos
de los indígenas en contra del gamonalismo, que había alcanzado altísimos niveles de
explotación. Además, su padre era juez de primera instancia en Puquio y tenía que
recorrer con él varias regiones en el país. Ello sin contar que, desde niño, el escritor
estuvo expuesto a los contrastes. Mientras el padre salía de viaje, la madrastra en casa lo
maltrataba y lo exiliaba al mundo de la cocina, con los indios. Cuando el padre regresaba,
lo peinaban, lo limpiaban y lo sentaban en el comedor principal. Él pudo ver ambos
mundos, del indio y del gamonal con todas las desigualdades y contrastes entre ambos,
desde muy chico.
3.2 EN LIMA TAMBIÉN VE ESTOS CONTRASTES...
–Sí, en la década del 40 van a intensificarse los movimientos migratorios que cambian
totalmente el rostro de las ciudades. Todo esto va a cambiar la situación en el ande y,
coincidiendo con el empobrecimiento del agro, se produce el deseo de emigrar, de
abandonar el campo, la agricultura tradicional. Esto significa un cambio total en la costa,
donde Arguedas es testigo de cómo se van formando los pueblos jóvenes, las barriadas.
Él frecuenta estas barriadas, tiene allí amigos músicos, folcloristas, y los visita
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frecuentemente. Por eso es que critica a Luis Felipe Angell (Sofocleto) cuando este
publica su novela La tierra prometida, y –según Arguedas– las presenta como una
realidad deformada y sin futuro. Arguedas dijo que no es así y quiso demostrarlo en su
última novela El zorro de arriba y el zorro de abajo cuando presenta en el escenario del
mercado a migrantes de distintas partes del Perú que caminan juntos y luchan por un
proyecto común.
3.3 Emilio Adolfo Westphalen, íntimo amigo de José María Arguedas. Usted
estudió la correspondencia entre ambos. ¿Cómo era esta amistad?
Maravillosa y alturada. En mi libro Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José
María Arguedas se reúnen numerosas cartas, muchas de ellas de Emilio Adolfo
Westphalen. Y es que cuando ellos se escribían había siempre una parte dirigida a los
amigos y otra parte para las esposas. Se dirigían o bien a Celia o bien a Judith Ortiz
Rescaniere, artista plástica, hermana de José Ortiz Reyes, otro gran amigo de Arguedas.
En esas cartas se habla de literatura, de política. Además, cuando Arguedas está con sus
alumnos quechuahablantes les da a leer poemas de Westphalen. Es un amigo muy tierno.
Arguedas se preocupa mucho por las hijitas del poeta, Silvia e Inés. Se ayudan, se
aconsejan.
TAMBIÉN SE BURLAN DE PABLO NERUDA.
-
(Ríe). Sí, les parece horroroso el poema que hace Neruda a Machu Picchu.
Las mujeres jugaron un rol importante en la vida amorosa de Arguedas, pero
parece quejarse siempre...
Lo que pasa es que Arguedas era enamoradizo y enamorador. Su primer gran
amor fue Celia Bustamante Vernal, pero antes tuvo varias relaciones, no tan
fuertes. José María y Celia, que ya se habían conocido en la peña Pancho Fierro,
se enamoran cuando ella lo visita y ayuda en la prisión El sexto, en compañía de
su hermana Alicia, quien pertenecía a Socorro Rojo (organismo del Partido
Comunista). Arguedas estaba preso por protestar contra un general fascista que
visitó San Marcos. Viven 26 años de un matrimonio feliz para todos los que los
conocieron. Pero él frecuentemente se queja de insatisfacción. A la par, tiene
varios amoríos que no llegan a nada. Solo uno es importante, el romance que
tiene con Vilma Ponce, en Apata (Junín), que lo ayuda a terminar Los ríos
profundos. Finalmente, se enamora de Sybila Arredondo, pero también se queja
de insatisfacción. Con todo, cuando él se siente decaído, enamorarse e ilusionarse
le despierta la chispa de la vida.
PERO LA DEPRESIÓN LE GANA A LA ILUSIÓN.
-
Es característico de su tipo de personalidad. Esta personalidad que tiene
sentimientos de muerte, que luego de la muerte de la madre vive en ambientes
amenazantes. Con un padre casi ausente, tendrá luego problemas para mantener
vínculos afectivos estables. Va siempre buscando a la mujer perfecta, virginal, algo
que, evidentemente, no se puede alcanzar.
LAS CRISIS
-
Otra mujer, su terapista Lola Hoffmann, es fundamental también.
20
-
Sí, a partir de los años 60 él comienza terapia con Lola Hoffman. Arguedas dice
que es ella quien le da el empuje para terminar su matrimonio con Celia. Pero
luego Lola entrará en crisis también; muere su pareja sentimental y luego tendrán
que quitarle un ojo por un problema de glaucoma. Esto afecta a Arguedas
profundamente; su temperamento es bastante sensible.
Bastante sensible a las críticas también. La mesa redonda sobre Todas las sangres
en el año 65 lo hirió de muerte...
-
Esas críticas en el Instituto de Estudios Peruanos fueron devastadoras, pero no
creo que hayan sido determinantes de su decisión de suicidio. Su situación
afectiva, el problema de Lola Hoffmann –su ‘mama Lola’–, la situación política y
social, el hecho de que siente que otros han hecho cosas mejor que él –como la
traducción de los mitos de Huarochirí–, todo ello hace que no soporte más. Es
curioso, en el psicoanálisis se ve que las personas que han tomado esta decisión
radical sienten tranquilidad. Eso al parecer le ocurrió a Arguedas pues antes de
morir hizo llamadas para despedirse de sus seres queridos, dio recomendaciones,
escribió cartas.
Lo que dice en el último diario, incluido en El zorro de arriba y el zorro de abajo, lo
corrobora. “He sido feliz en mis llantos y lanzazos porque fueron por el Perú; he sido feliz
con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano (...). En la voz del
charango y de la quena lo oiré todo”. Sí lo oyó. Pero fue después de que sus amigos
trasladaron su cuerpo a escondidas para que fuera enterrado en su tierra, Andahuaylas.
Lo oyó todo: las danzas, los charangos, las quenas y los cantos.
4. JOSÉ MARÍA ARGUEDAS EN CARTAS INÉDITAS
Que José María Arguedas le tenía alergia a la piel de melocotón (comía esta fruta solo si
estaba pelada) porque de chico, cuando vivía en la sierra, fue perseguido por una
tarántula a la que le vio que cuya piel lucía como la del melocotón. Imágenes de su vida
cotidiana, hasta hechos como que retiró su firma de un homenaje a Luis Alberto Sánchez
o que con Enrique Congrains mantuvo discrepancia fraterna o que con Emilio Adolfo
Westphalen –quien en una misiva demolió a Neruda– nunca dejó de comunicarse. O
también enterarse de que su relación con Manuel Scorza no fue buena. O si no, saber
más de sus dolencias psíquicas y la gratitud que tuvo a su primera esposa Celia
Bustamante, a su cuñada Alicia y familares de estas. También su pasión trabajosa por la
literatura y la antropología.
Todo eso es posible saber gracias a la estudiosa arguediana Carmen María Pinilla quien,
una vez más, presenta documentos que revelan la dimensión humana del autor de Los
ríos profundos. Pinilla acaba de publicar Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José
María Arguedas (Fondo Ed. de la PUCP). Se trata de una serie de cartas y otros
documentos conservados por los familiares de Celia Bustamante (y también extraídos de
la Colección José María Arguedas de la PUCP).
4.1 CARTAS Y PASAJES
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Muchas de las misivas entre Arguedas y sus amigos estaban bien aderezadas. Por
ejemplo, cuando Westphalen le escribe (1939) sobre Neruda a quien acusa de hablar
solamente de España derrotada y no hacer críticas sobre las causas de la derrota y que
más bien exalta a Chile: "Muy demagógico, chauvinista y asqueroso". Y señala que a
Neruda habría que llamarlo "cursi sinvergüenza" cuando alaba a Roosevelt. Westphalen
dice que si tenía dudas sobre la capacidad filosófica y miras políticas del autor de
Residencia en la tierra, "con esas líneas ya está hecho su retrato como un infame
imbécil".
En otras, Arguedas hace confesiones de sus gustos y deudas literarias. En 1950 le
escribe a Ángel Flores: "El primer libro que me conmovió, revelándome el poder de la
literatura fue Los miserables, de Víctor Hugo". El libro lo encontró en una vieja biblioteca
en la hacienda Huayu Huay, en Apurímac, donde su padre lo dejó. Tenía 14 años. Lo que
sí nunca pudo leer "por más esfuerzo que hice" fue Ulises.
Con Enrique Congrains intercambió opiniones sobre sus respectivas obras. Leamos qué
dice Arguedas de No una sino muchas muertes en carta de 1959: "Debo confesarte que la
leí con desesperación creciente. ¿Qué has hecho con tu estilo, Enrique? No comprendo
cómo tu deseo de modernizar o de refinar tu estilo ha podido llevarte al extremo de
retorcerlo hasta comprometer tan gravemente una obra maravillosa".
Pero más adelante elogia la obra de Congrains al compararlo con Ribeyro: "...Tú eres la
vida que marchará más esplendente (...). Nuestro buen Ribeyro es el caballero refinado,
escéptico, que jamás llegará a la obra grande". Desliz de Arguedas.
Y en otra carta, a propósito de la réplica de Congrains, Arguedas comenta: "¡Qué
discrepancia más fraternal la nuestra!", y agrega "como debieran ser y serán , algún día,
las discrepancias. (...) Creo que el elemento más perturbador, más común es la
vanidad...".
Y como autocrítica a propósito de Los ríos profundos, afirma: "Me doy cuenta de que he
casi dominado el castellano pero no he dominado a la poesía; ella perturba a veces
horriblemente mi trabajo".
4.2 LIBRO DE CARMEN MARÍA PINILLA (ED. PUCP).
Arguedas también fue enérgico en sus principios y posiciones, por ejemplo, en octubre de
1959, cuando después de firmar una invitación para un banquete a Luis Alberto Sánchez,
pidió no ser incluido por tener discrepancias con Sánchez "no solo con respecto a la
ideología y a la conducta, sino en lo que se refiere a los criterios de valor con que ha
juzgado nuestra literatura".
4.3 ESQUIRLAS LITERARIAS
El libro recoge dos cartas del autor de Agua dirigidas a Manuel Scorza. Y las dos
drásticas. La primera, (agosto, 1957), sobre un pago de dos mil soles que Scorza ofreció
darle por una selección de himnos y canciones quechuas y que después solo quiso
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ofrecerle un cheque por 1,500. "No le he aceptado. Le he dejado en cambio, a la misma
empleada, un recibo por dos mil soles que usted recabará...". La segunda (dic., 1957),
cuando anula un contrato: "... comunico a usted y sírvase darse por notificado de que, por
convenir a mis intereses, he decidido rescindir irrevocablemente el contrato que firmé con
usted (...). Era para publicar el libro Diamantes y pedernales.
Esto es parte del perfil de Arguedas que tiene el libro. Por supuesto que hay más, del
literato, del antropólogo, pero esta vez, por su sensibilidad, preferimos al ser humano.
4.5 EN CARTA A ALICIA DESDE CHURÍN, 1944. "Hoy de puro roñoso perdí una joya.
Una india tenía un maravilloso prendedor: una media luna con un gran sol en medio y dos
colgajitos, una llave y una herradura. Le ofrecí ocho soles y aceptó; no tenía vuelto, y
mientras cambiaba la libra se arrepintió, fue a consultar con su marido, y el estúpido dijo
que no era para vender. Si yo le doy diez soles me lo hubiera llevado".
Churín (¿abril de 1944?) RATITA:
El carro llegó anoche tarde, y hoy me levanté a las siete y media para buscar tu carta (...).
Tu carta me ha llegado como el contenido del poema de Whitman (...) ¡Con una compañía
como tú, con tu amor, con tu espíritu fuerte a mi lado, bien podemos vencer la muerte, y
atajarla hasta cuando hayamos rendido a la vida todo nuestro fuego! ¡es acaso el instante
más feliz de mi vida¡ Estoy iluminado y purificado porque he sentido toda la luz de tu
alma. Siempre me parecía que había más hondura en tu alma, que todavía yo no había
llegado hasta su último secreto. Hoy recuerdo la luz que vi en tus ojos la primera vez que
me abriste un poco tu alma (...). Sí, era puro y sensible y podía sentir la belleza de las
cosas. ¡Pero jamás habría encontrado hasta entonces la más grande, la más absoluta
belleza¡: la del alma humana cuando es pura, fuerte (...). Desde ese instante debiste
haber sido dueña de mi vida; mi guía y mi escudo; porque yo soy débil, y los trabajos que
pasé enternecieron mi corazón en vez de endurecerlo. Yo también pasé malas noches,
estas tres últimas me hizo falta el Sedobral (...). Ayer me descubrí un pique y tengo el pie
hinchado. Me iré pasado mañana, cuando esté bien. Si no sale carro a tiempo ya no me
escribas.
Te adoro.
Aché Amores. Arguedas llamaba a Celia "Ratita" y a veces firmaba como "Aché".
23
5. RESUMEN
DE SUS
OBRAS Y
POEMAS DE
ARGUEDAS
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5.1 LA AGONIA DE RASU ÑITI (José María Arguedas 1961)
El cuento la agonía de rasu-ñiti, nos ofrece el desarrollo de un rito religioso donde el
danzante de tijeras “rasu-ñiti” presintiendo su muerte realiza su último baile frente a su
sucesor y alumno “Atok Sayku”.
Resumen:
Estaba tendido en el suelo, sobre una cama de pellejos. Un cuero de vaca colgaba de uno
de los maderos del techo. Por la única ventana que tenía la habitación, cerca del mojinete,
entraba la luz grande del sol; daba contra el cuero y su sombra caía a un lado de la cama
del bailarín. La otra sombra, la del resto de la habitación, era uniforme. No podía afirmarse
que fuera oscuridad; era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de
lana; los cuyes, cuando salían algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio.
La habitación era ancha para ser vivienda de un indio.
Tenía un altillo que ocupaba no todo el espacio de la pieza, sino un ángulo. Una escalera
de palo de lambras servía para subir a la troje. La luz del sol alumbraba fuerte. Podía
verse cómo varias hormigas negras subían sobre la corteza del lambras que aún
exhalaba perfume.
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El dansak’ quien se encuentraba al borde de la muerte, anuncia que está preparado para
realizar la danza de las tijeras
—El corazón está listo. El mundo avisa. Estoy oyendo la cascada de Saño. ¡Estoy listo!
Dijo el dansak’ “Rasu-Ñiti”
Se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero en que guardaba su traje de dansak’ y
sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.
Los pájaros que se espulgaban tranquilos sobre el árbol de molle, en el pequeño corral de
la casa, se sobresaltaron.
La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, dudaron.
— Madre ¿has oído? ¿Es mi padre, o sale ese canto de dentro de la montaña? —
preguntó la mayor.
— ¡Es tu padre! —dijo la mujer.
_Porque las tijeras sonaron más vivamente, en golpes menudos.
Corrieron las tres mujeres a la puerta de la habitación.
“Rasu-Ñiti” se estaba vistiendo. Sí. Se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos.
— ¡Esposo! ¿Te despides? — preguntó la mujer, respetuosamente, desde el umbral. Las
dos hijas lo contemplaron temblorosas.
—El corazón avisa, mujer. Llamen al “Lurucha” y a don Pascual.Luego llegan Lurucha, el arpista; Don pascual, el violinista y la gente del pueblo para
acompañarlo.
_la danza se realiza por el moribundu”rasu-ñiti”, así como su toque magistral ante cada
nuevo paso de baile que los músicos le ofrecen. Realiza el rito que culmina con la muerte
del bailarín y la iniciación de su discípulo y sucesor “Atok Sayku”; que comienza a realizar
su sacerdocio ante el cadáver del dansak.
26
5.2 LA MUERTE DE LOS ARANGO (JOSE MARIA ARGUEDAS 1955)
Este cuento narra la historia del Pueblo Sayla (Arequipa) cuando la peste Tifus, casi
arraza con toda su población, llevandose a las personas mas queridas del Pueblo “los
Hermanos Arango”.
Resumen:
Contaron que habían visto al tifus, vadeando el río, sobre un caballo negro, donde aniquiló
al pueblo de Sayla, a esta banda en que vivíamos nosotros.
A los pocos días empezó a morir la gente.
Sayla fue un pueblo de cabreros y sus tierras secas sólo producían calabazas y arbustos
de flores y hojas amargas.
Entonces yo era un párvulo (chiquillo) y aprendía a leer en la escuela. Los pequeños
deletreábamos a gritos en el corredor soleado y alegre que daba a la plaza. Cuando los
cortejos fúnebres que pasaban cerca del corredor se hicieron muy frecuente, la maestra
nos obligó a permanecer todo el día en el salón oscuro y frío de la escuela.
Los indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos; y muchas veces los brazos
del cadáver sobresalían por los bordes. Nosotros los contemplábamos hasta que el
cortejo se perdía en la esquina. Las mujeres iban llorando a gritos; cantaban el ayataki, el
canto de los muertos.
27
La plaza era inmensa, crecía sobre ella una yerba muy verde y pequeña, En el centro del
campo se elevaba un gran eucalipto solitario. A diferencia de los otros eucaliptos del
pueblo, de ramas escalonadas y largas, éste tenía un tronco ancho, poderoso, lleno de
ojos y altísimo; pero la cima del árbol terminaba en una especie de cabellera redonda,
ramosa y tupida. “Es hembra”, decía la maestra. La copa de ese árbol se confundía con el
cielo. Cuando lo mirábamos desde la escuela, las altas ramas se mecían sobre el fondo
nublado o sobre las abras de las montañas.
En los días de la peste, los indios que cargaban los féretros, los que venían de la parte
alta del pueblo y tenían que cruzar la plaza, se detenían unos instantes bajo el eucalipto.
Las indias lloraban, los hombres se paraban casi en círculo con los sombreros en la
mano; y el eucalipto recibía a lo largo de todo su tronco, en sus ramas elevadas, el canto
funerario.
Después, cuando el cortejo se alejaba y desaparecía tras la esquina, nos parecía que de
la cima del árbol caían lágrimas y brotaba un viento triste que ascendía al centro del cielo.
Por eso la presencia del eucalipto nos cautivaba; la maestra. Presintió el nuevo
significado que el árbol tenía para nosotros en esos días y nos obligó a salir de la escuela
por un, portillo del corral, al lado opuesto de la plaza.
El pueblo fue aniquilado. Llegaron a cargar hasta tres cadáveres en un féretro.
Adornaban a los muertos con flores de retama; pero en los días postreros las propias
mujeres ya no podían llorar ni cantar bien; estaban roncas. Tenían que lavar las ropas de
los muertos para lograr la salvación, la limpieza final de todos los pecados.
Pero cuando la peste cundió y empezaron a morir diariamente en el pueblo, las mujeres
que quedaban, aún las viejas y las niñas, iban a la acequia y apenas tenían tiempo y
fuerzas para remojar un poco las ropas, estrujarlas en la orilla y llevárselas, rezumando
todavía agua por los extremos.
El panteón era un cerco cuadrado y amplio. Antes de la peste estaba cubierto de bosque
de retama. Cantaban jilgueros en ese bosque; y al mediodía, cuando el cielo despejaba
quemando el sol, las flores de retama exhalaban perfume. Pero en aquellos días del tifus,
desarraigaron los arbustos y los quemaron para sahumar el cementerio. El panteón quedó
rojo; poblado de montículos alargados con dos o tres cruces encima. La tierra era ligosa,
de arcilla roja oscura.
5.2.1 EL CURA DESPEDÍA A LOS MUERTOS A LA SALIDA DEL CAMINO.
Muchos vecinos principales del pueblo murieron. Los hermanos Arango eran ganaderos y
dueños de los mejores campos de trigo. El año anterior, don Juan, el menor, había
pasado la mayordomía del santo patrón del pueblo. Fue un año deslumbrante. Don Juan
gastó en las fiestas sus ganancias de tres años. Durante dos horas se quemaron castillos
de fuego en la plaza. Volaban coronas fulgurantes, cohetes azules y verdes, palomas
rojas desde la cima y de las aristas de los castillos; luego las armazones de madera y
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carrizo permanecieron durante largo rato cruzadas de fuegos de colores. En la sombra
bajo la noche oscura.
Don Juan mandó poner enormes vasijas de chicha en la calle y en el patio de la casa,
para que tomaran los indios; y sirvieron aguardiente fino de una docena de odres, para los
caballeros. Los mejores danzantes de la provincia amanecieron bailando en competencia,
Los niños que vieron a aquellos danzantes, el Pachakchaki, el Rumisonk’o, los imitaron.
Recordando las pruebas que hicieron, el paso de sus danzas, sus trajes de espejos
ornados de plumas; y los tomaron de modelos, “Yo soy Pachakchaki”. “¡Yo soy
Rumisonk’o!”, exclamaban; y bailaron en las escuelas, en sus casas, y en las eras de trigo
y maíz, en los días de la cosecha.
5.2.2 DESDE AQUELLA GRAN FIESTA, DON JUAN ARANGO SE HIZO MÁS FAMOSO
Y RESPETADO.
Don Juan hacía siempre de Rey Negro,. Es que era moreno, alto y fornido; sus ojos
brillaban en su oscuro rostro. Y cuando bajaba a caballo desde el cerro, vestido de rey, y
tronaban los cohetones, los niños lo admirábamos.
El hermano mayor, don Eloy, era blanco y delgado. Se había educado en Lima; tenía
modales caballerescos; Hacía de Rey Blanco; su hermano le prestaba un caballo tordillo
para que montara, era un caballo hermoso, de crin suelta.
Don Juan murió primero. Tenía treintidós años y era la esperanza del pueblo. Había
prometido comprar un motor para instalar un molino eléctrico y dar luz al pueblo, hacer de
la capital del distrito una villa moderna, mejor que la capital de la provincia. Resistió doce
días de fiebre.
A su entierro asistieron indios y principales. Lloraron las indias en la puerta del panteón.
Eran centenares y cantaron en coro el ayataky ., como cuando cantaban solas, tres o
cuatro, en los entierros de sus muertos.
Hasta lloraron y gimieron junto a las paredes, Cuando iban a bajar el cajón de la
sepultura, don Eloy hizo una promesa: “¡Hermano – dijo mirando el cajón, ya depositado
en la fosa – un mes nada más, y estaremos juntos en la otra vida!”
Entonces la mujer de don Eloy y sus hijos lloraron a gritos. Los acompañantes no
pudieron contenerse. Los hombres gimieron; las mujeres se desahogaron cantando como
las indias. Antes de los quince días murió don Eloy. Pero en ese tiempo habían caído ya
muchos niños de la escuela, decenas de indios, señoras y otros principales.
Las campanas; y los vivos estábamos sumergidos allí, separados por distancias que no
podían cubrirse, tan solitarios y aislados como los que morían cada día.
Hasta que una mañana, don Jáuregui, el sacristán y cantor, entró a la plaza tirando de la
brida al caballo tordillo del finado don Juan. La crin era blanca y negra. Repicaron las
campanas, por primera vez en todo ese tiempo. Repicaron vivamente sobre el pueblo
29
diezmado. Las pequeñas flores blancas de la salvia y las otras flores aún más pequeñas y
olorosas que crecían en el cerro de Santa Brígida se iluminaron.
Don Jáuregui hizo dar vueltas al tordillo en el centro de la plaza, junto a la sombra del
eucalipto; hasta le dio de latigazos y le hizo pararse en las patas traseras, manoteando en
el aire. Luego gritó, con su voz delgada, tan conocida en el pueblo:
– ¡Aquí está el tifus, montado en caballo blanco de don Eloy! ¡Canten la despedida!
Habló en quechua, y concluyó el pregón con el aullido final de los jarahuis; tan largo,
eterno siempre.
– ¡El tifus se está yendo; ya se está yendo!
Espantaban al tordillo, algunas mujeres y hombres emponchados, Miraban la montura
vacía, detenidamente. Y espantaban al caballo.
Llegaron al borde del precipicio de Santa Brígida,
Donde un río poderoso y hondo, de gran correntada, cuyo sonido lejano repercutía dentro
del pecho de quienes lo miraban desde la altura.
Don Jáuregui cantó en latín una especie de responso junto al "trono" de la Virgen, luego
se empinó y bajó los tapaojos, de la frente del tordillo, para cegarlo.
– ¡Fuera! – Gritó – ¡Adiós calavera! ¡Peste!
Le dio un latigazo, y el tordillo saltó al precipicio. Su cuerpo chocó y rebotó muchas veces
en las rocas. Llegó al río; no lo detuvieron los andenes filudos del abismo.
Vimos la sangre del caballo, cerca del trono de la Virgen, en el sitio en que se dio el
primer golpe.
– ¡Don Eloy, don Eloy! ¡Ahí está tu caballo! ¡Ha matado a la peste! En su propia calavera.
¡Santos, santos, santos! ¡EI alma del tordillo recibid! ¡Nuestra alma es salvada!
Con las manos juntas estuvo orando un rato, e1 cantor, el latín, en quechua y en
castellano.
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5.3 LOS RIOS PROFUNDOS
5.3.1 EL VIEJO.
Ernesto describe el Cusco la majestuosa ciudad de los incas, a este viaje acompaña a su
padre que es abogado y que recorre por los lugares del Perú en busca de ejercer su
profesión, ahora se dirigían al Cusco en busca del viejo, al parecer era familiar del padre,
pero el era avaro, era un hacendado, un terrateniente que se aprovechaba de los indios,
describe el comportamiento de los indios, de un pongo que era el servidor del viejo, decía
que el era muy débil y hasta parecía que tenia ganas de llorar, en este capitulo se
contempla al Cusco como la ciudad de piedras, del oro, como esa antigua ciudad de los
Incas y muestra a esa cultura como se aun vive, como si aun cuida sus ciudades.
5.3.2 LOS VIAJES.
Aquí describe a su padre, nos dice que siempre el viaja, que cada ves que se quedan en
un pueblo buscan que tenga un rió, luego nos comenta de las ciudades o pueblos que han
pasado, de las personas que Vivian ahí, nos habla de pueblos que no les gustaban los
forasteros y los miraban raro, en otros nos cuenta la dura vida que pasaban los pájaros
ante los niños que salían al campo a cazar aves para que no coman sus habas que
habían sembrado.
Cuenta que llegan al pueblo de Yauyos y ahí ve como los hombres matan a los loros y se
jactaban por esa hazaña, y los loros no se movían no hacían nada por defenderse y se
dejaban matar, él intentaba defenderlos y todos se reían de él.
sin duda se podría comparar la lucha de los loros, con esa lucha débil o talvez por temer
tanto a un sistema de explotadores.
5.3.3 LA DESPEDIDA.
31
Su padre le confiesa que su recorrido acabaría en Abancay, que ahí Ernesto debía
estudiar, y el padre pondré su estudio, fueron donde un amigo de su padre a alojarse,
pero su amigo había cambiado tanto, le decía a su padre – Gabriel dispensa, hermano
dispensa-. Su amigo era un notario pero parecía un hombre inútil, su trabajo lo hacia su
ayudante, su padre sintió pena por él, el amigo les dio las camas de sus hijos para que
ellos durmieran, y los niños estaban tirados en pellejos, ambos no soportaron esa casa y
decidieron marcharse, alquilaron una casa del pueblo, ahí su padre puso su estudio, pero
no había gente que los buscara, hasta le tiraban piedras y le decían que se fuera, que no
necesitaban un abogado, Ernesto empezó a ir al colegio, pero su padre necesitaba
trabajar, así que un señor de Chalhuanca le pide que le acompañe a su pueblo que allí
tenia un conflicto y que necesitaban abogado, Ernesto toma medio vaso de cerveza con
su padre y el señor chalhuanquino, y se despide de su padre quedándose él en el colegio
internado.
5.3.4 LA HACIENDA.
En este capitulo cuenta la vida de los indios de las haciendas; el al estar solo en el colegio
los domingos cuando salía del internado, bajaba donde Vivian los indios de las haciendas,
el antes había vivido con muchos de ellos, y necesitaba sentir ese cariño, pero aquí
tocaba las puertas y nadie salía, el decía – mamita ábreme- y los indios le respondían
manan, estos indios tenían miedo, vivían encerrados sumisos, cuenta también las misas
del padre hacia los hacendados, el padre los elogiaba y los hacia sentir como los mas
grandes pilares de esta sociedad.
Elogiaba a los hacendados; decía que ellos eran el fundamento de la patria, los pilares
que sostenían la riqueza.
5.3.5 PUENTE SOBRE EL MUNDO.
Al no poder hablar con los indios de hacienda se iba a buscarlos a las chicherías, ahí los
encontraba pero no eran de hacienda, pero también iba a escuchar la música, los
huaynos que el en su infancia y su niñez había oído hasta conocía muchos de esos
huayco. En este capitulo Aparece Añuco como uno de los alumnos rebeldes, también el
Lleras que es el abusivo y muy amigo de Añuco, pero en este capitulo, aparece una
jovencita "Marcelina" ayuda en la cocina y es enfermita le dicen "la Opa" a la ves es
victima de todos los alumnos mayores, enseguida aparece un niño tímido y débil Palacitos
su papa es un indio hacendado, este niño era la victima del Lleras y demuestra la
sumisión ante otros.
5.3.6 ZUMBAYLLU
Antero trae al colegio una especie de trompo al cual llaman zumbayllu, y todos los chicos
se quedan sorprendidos por este mágico instrumento, en la novela este instrumento será
el que desprende la magia, al traerlo todas las discusiones quedan de lado y el zumbayllu
es el que une a todos, Antero le regala uno a Ernesto y se vuelven los mejores amigos,
Antero le pide que le escriba una carta para la niña mas linda de Abancay, esta niña es
Salvinia, así Ernesto le hace la carta, pero a la ves se gana también un desafió con
rondines, un niño flaco, pero que el Zumbayllu acaba por unirlos. También encontramos a
32
Valle el alumno mas "culto" es el más elegante y aquel que representa la diferencia de
clases.
5.3.7 EL MOTIN.
Empieza el capitulo comparando al zumbayllu con la tierra que es redonda, había una
revuelta en el pueblo, los internos salen por curiosidad, Antero y Ernesto van juntos al
pueblo, a la plaza a ver lo que sucede, las mujeres indígenas y pobres se habían reunido
en la plaza pedían sal, ya que les habían dicho que no había sal en el pueblo, ellas al
mando de doña Felipa toman el almacén y cogen la sal y empiezan a repartir, Ernesto
destaca el orden que imponía esta mujer " Dona Felipa" , que no se olvido de los mas
humildes, tomo diez mulas y llevo sal a los indios de la hacienda de Patizamba, Ernesto
acompaño durante todo el camino, y coreaba con ellas los huaynos que cantaban.
Repartieron la sal y Ernesto se quedo dormido, al despertar estaba con una señora del
cuzco y ella le dijo que vinieron los soldados y a sonido del zurriago le quitaron la sal a los
indios.
5.3.8 QUEBRADA HONDA.
Llega al colegio y el padre se lo lleva a la capilla ahí lo azota le reclama, por que estaba
acompañado a la indiada, el le dice que llevaron sal a los indios, el padre le decía que eso
era robo, el padre le preguntaba si doña Felipa hablaba mal de él, luego fue a comer y a
su dormitorio, al día siguiente fueron al pueblo de los indios de la hacienda, el padre se
subió a un estrado y empezó a hablar, Ernesto cuenta que hacia sentir el padre a los
indios como si ellos dependieran de su patrón, los hacia menos con sus palabras, ordeno
que Ernesto se arrodillara aunque el no quería, y todos los indios lloraban arrodillados,
luego ya Ernesto regreso solo a el colegio, ahí se da la pelea del Lleras con el hermano A
gusto que era un hermano negro, también aquí Antero trae un Winku era un Zumbayllu
especial que llevaba los mensajes así Ernesto le manda un mensaje a su padre diciéndolo
que el soportara aquí pero que lo extrañaba.
5.3.9 CAL Y CANTO.
Había llegado un regimiento de soldados para castigar a las indias revoltosas, Doña
Felipa había huido junto con otras Chicheras, los soldados estaban en las plazas y el
junto con antero salen a la calle, el padre les había dado permiso, las chicherias estaban
llenas de soldados, Antero le llevo a conocer a Salvinia y Alcira su amiga de Salvinia, ahí
Ernesto la compara con Clorinda una Jovencita de la que en su Niñez se había
enamorado y se preocupaba, porque jamás supo nada de ella, cuenta que Clorinda tenia
su enamorado contrabandista, y que el siempre la contemplaba sin poder decir nada,
ahora estaba ahí Alcira que se parecía mucho a ella, pero luego los dejo y se fue al rió,
ahí vio al padre A gusto que bajaba cuesta abajo y a la opa que se regocijaba por
alcanzar el rebozo de tela de Doña Felipa. Regreso al colegio y se entero que al día
siguiente partiría Añuco hacia el Cuzco.
5.3.10 YAWAR MAYU.
En este capitulo resalta el cambio de Palacito al encontrar al prudencio, se sentía mas
feliz y mas fuerte, no tenia miedo y todo el día paraba con Prudencio quien era un indio de
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la hacienda de su padre, y que los soldados hace años se lo habían llevado ahora lo
había encontrado ya con su uniforme.
También Ernesto al ir a la Chichería reconoce a un viejo que tocaba el arpa, le decían el
papacha Oblitas con el pasa buen rato hasta le invito un picante, tocaban, conversaban y
después empezaron a cantar huaynos en tono de burla a los soldados, estos se
molestaron y llevaron a la cárcel al arpista y a la chichera.
Al regresar al colegio el Peluca le dijo que Marcelina ya no venia que no sabia que
pasaba. Ernesto que do en averiguar.
5.3.11 LOS COLONOS.
Antero había cambiado se peleo con Ernesto, este cogió el Zumbayllu y lo enterró en el
patio interior, también se entero que Marcelina estaba enferma, y a la ves que había una
peste, este acompañó en su muerte a Marcelina, y le cruzo los brazos, el padre al
enterarse de que el estaba ahí decidió desinfectarlo y encerrarlo, la peste antes que
contagiara a los demás alumnos decidió suspender las clases, palacitos se fue y le dejo
unas monedas de oro a Ernesto, este al estar fuera de peligro el padre lo dejo salir y que
fuera en busca de su padre, Ernesto bajo a donde estaban los indios cruzando el puente,
habían muchos soldados impidiendo que estos llegaran a la plaza, Ernesto vio las
atrocidades que pasaban estos con la fiebre, y ellos le decían que solo querían una misa,
así que regreso donde el padre, y le pidió que diera la misa y ellos se regresarían a sus
casa a morir, el padre acepto y Ernesto Toco las campanas para esa ultima misa, luego
huyo de la peste para que no lo atrapara a el también.
Cruzo el puente y contemplo a esas aguas que fluyen que purifican que se llevan a los
cadáveres a la selva de los muertos.
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5.4 EL SEXTO
Cuenta las experiencias de Gabriel durante su prisión en la conocida cárcel limeña. La
fetidez, el aspecto sombrío, el envilecimiento de la persona son las notas primeras que
diseñan la forma de la cárcel y su mundo cerrado. Gabriel ingresa en ella a causa de su
actividad como líder estudiantil: al hacerlo, tiene la impresión de haber penetrado en una
ciudad turbulenta y desconocida. Los personajes que encuentra (criminales, maleantes,
degenerados, presos políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos
convertidos en norma carcelaria, la estratificación del penal –especie de jaula rectangular
dividida en tres pisos horizontales– en donde se distribuyen, de abajo hacia arriba: vagos
y asesinos, maleantes no avezados, y detenidos políticos.
Esa realidad –que no es paisaje natural– cosificada en el volumen oscuro de la cárcel, lo
incita al recuerdo de la infancia serrana, bajo el sol brillante que fustiga el campo. La lluvia
menuda, el cielo descolorido le recuerdan que la cárcel está en Lima; el ruido de los
automóviles, la torre de la iglesia cercana, no obstante su proximidad, le recortan el
espacio y lo insertan en el paisaje de la prisión, crucero principal de la ciudad moderna. El
Sexto, erguido y voluminoso, se le antoja un monstruo que tritura a sus huéspedes
imperturbablemente. En diálogo con Cámac, su compañero de celda, sindicalista minero,
intuitivo y serrano como él, Gabriel aprende las más claras lecciones sobre la cárcel y la
vida. Cámac tenía un ojo enfermo que le supuraba sin pausa; pero por el sano irradiaba
una luz convincente, de tenaz rebeldía. La opacidad y el fulgor de sus ojos impresionan a
Gabriel y trasuntan la lucidez y el desvarío de las pláticas; entretanto, el monstruo
cosificado adquiere otra significación: en él se apretuja la estructura humana y económica
del Perú contemporáneo, sólo que, paradójicamente, el sector popular ocupa el nivel más
alto, cual si se hubiese invertido la pirámide.
En la tabulación de las costumbres carcelarias, de la conducta de los reclusos, y de las
amistades y los odios, entra en juego un conjunto de apreciaciones y sentimientos
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pertinazmente serranos. Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen
andino. La intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina,
hermanan a estos hombres en su percepción del país como secuencia de espacios
(sierra-costa), y como espacio con profundidad, en el prisma de base rectangular que es
el Sexto y todo el Perú.
La vida carcelaria debería ser entonces una experiencia compartida, mas, puesto que en
ella se revelan igual que al microscopio los vicios y virtudes del país, Gabriel descubre
que el suyo, como el problema de los otros políticos, no es un caso personal, no es un
caso de conciencia, y sin embargo está anegado de individualismo. "La soledad no se
goza; la soledad se sufre": junto a la escoria humana, en El Sexto se hallan los seres más
idealistas del país; sin embargo, la discrepancia en las cuestiones prácticas aleja a los
hombres más que las ideas, y lo que distingue a la persona, –para Gabriel ¡intelectual!–
no son las teorías, sino la conducta. Frente al monstruo cosificado, los hombres se
autodefinen y desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la
sociedad.
Después de oír las opiniones de Cámac sobre el estado del Perú y el remedio de su crisis,
Gabriel comenta: "Aun en la cárcel me parecían temerarias esas palabras". "Tenía 23
meses de secuestro en el penal y había recuperado allí el hábito de la libertad" (p.17). No
se había juzgado con tan punzante amargura a nuestros regímenes dictatoriales; en ellos,
la cárcel, negación de la persona, disforme reflejo de la sociedad, le ofrece al hombre lo
que la vida ciudadana le arrebata: la libertad de comprender y de expresarse; le promete,
en fin, el sueño de un nuevo país. Y aunque sólo sea en el plano simbólico, esta realidad
se desborda del prisma, y expande e incorpora las secciones parciales del territorio en un
nuevo "todo" ideal. Ese ideal habita en el Sexto; en ese sentido uno de los reclusos dirá
"Esta es nuestra casa…".
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5.5 YAWAR FIESTA
Es la primera novela del escritor peruano José María Arguedas publicada en 1941.
Pertenece a la corriente del indigenismo. Ambientada en el pueblo de Puquio (sierra sur
del Perú), relata la realización de una corrida de toros al estilo andino (turupukllay) en el
marco de una celebración denominada yawar punchay (fiesta de sangre). Según los
críticos, es la más lograda de las novelas de Arguedas, desde el punto de vista formal. Se
aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión lo más auténtica posible de la vida
andina sin recurrir a los convencionalismos y al paternalismo de la anterior literatura
indigenista de denuncia.
Cronológicamente la obra está ambientada en la década de 1930, aunque hace
regresiones a épocas pasadas, como los años 1920, e incluso a siglos antes, en tiempos
de la gestación del pueblo Puquiano.
5.5.1 ARGUMENTO
La novela relata una de las costumbres más tradicionales de las comunidades indígenas
del Perú: la “corrida india”, que se celebra todos los años el 28 de julio, aniversario de la
fundación de la República del Perú. La corrida india es un evento espectacular donde un
toro debe enfrentarse, en un pampón, a unos cien o doscientos indios a manera de
toreros o capeadores espontáneos, y del cual son parte otros elementos como la música
de los wakawak`ras, (trompetas de cuerno de toro), cánticos populares (huaynos), el
consumo de aguardiente, el uso de dinamita para matar al toro, e incluso la muerte de
muchos indios, despanzurrados por el cornúpeta. Esta tradición se ve amenazada por una
orden proveniente de la capital, que la prohíbe pues la considera una práctica “bárbara”.
Ante la negativa de los indios para acatar la orden, las autoridades buscarán la manera de
permitir las corridas pero “decentemente”: contratan un torero profesional que lidiará a la
manera “española”. Con ello quitan la esencia misma de la fiesta, pero esta finalmente se
realiza, imponiendo los indios su tradición ante los ojos de los principales del pueblo.
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Cabe señalar que en este relato de Arguedas no se menciona al cóndor atado al lomo del
toro, que actualmente es la variante más conocida del yawar fiesta.
5.5.2 TEMAS
El tema principal es la realización de la corrida de toros al estilo andino. Temas
secundarios son: la invasión de los blancos o mistis a Puquio, los abusos y violencias de
los gamonales sobre los indios, la construcción de la carretera de Puquio a Nazca, la
migración de miles de serranos a Lima.
5.5.3 ELABORACIÓN
El tema de una corrida de toros al estilo andino o “indio” como centro de un conflicto que
enfrenta a razas y grupos sociales en un poblado de la sierra peruana nació en la mente
de Arguedas cuando, según su confesión, asistió a una corrida en Puquio, en julio de
1935. En esa ocasión uno de los capeadores indios, apodado el Honrao, fue destrozado
por el toro. En 1937 Arguedas publicó dos relatos que son antecedentes de la novela: uno
titulado “El despojo”, que apareció en la revista limeña Palabra, nº 4, mes de abril (que
luego se constituyó en el segundo capítulo de la novela); y el otro titulado “Yawar
(Fiesta)”, publicado en la Revista Americana, año XIV, Nº 156, en Buenos Aires (que es
una versión primigenia de la novela). Su deseo de rehacer este relato se vio interrumpido
por su estancia en la cárcel de El Sexto, entre 1937-38, por lo que solo pudo llevarlo a la
práctica en el segundo semestre de 1940, luego de asistir al Congreso Indigenista de
Patzcuaro, en México. Se hallaba entonces en Sicuani, donde ejercía la docencia en un
colegio nacional. Aprovechando unas vacaciones de medio año, Arguedas escribió de
corrido la novela. Un incentivo fue un concurso continental de novela hispanoamericana
convocada por una editorial de los Estados Unidos: jurados reunidos en cada país
hispanoamericano debían elegir una novela representativa que sería enviada a un jurado
internacional auspiciado por dicha editorial. En el Perú el jurado nacional estuvo
conformado por Augusto Tamayo Vargas, Estuardo Núñez, Luis E. Valcárcel, entre otros.
A medida que avanzaba los capítulos de su novela Arguedas los iba enviando a Lima, a
su amigo el poeta Manuel Moreno Jimeno. La correspondencia entre ambos documenta al
detalle la labor de Arguedas. Pero para éste debió ser una decepción que no se eligiera
su novela como representante del Perú en el concurso internacional, siendo desplazado
por la obra de un desconocido, José Ferrando, titulada Panorama hacia el alba. Cabe
agregar que la ganadora del concurso internacional fue nada menos que la gran novela
indigenista de Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno, enviada en representación de
Chile, donde dicho escritor se hallaba desterrado.[]
5.5.4 ESCENARIOS
La novela está ambientada principalmente en Puquio, capital de la provincia de Lucanas
en el departamento de Ayacucho, en la sierra sur peruana. El pueblo está conformado por
cuatro ayllus indios:
•
Pichk’achuri.
38
•
K’ayau.
•
K’ollana.
•
Chaupi.
Cada uno de estos ayllus tiene su barrio propio y su plaza. Los mistis o principales del
pueblo (blancos y mestizos) vivían en el jirón Bolívar, en uno de cuyos extremos se
extiende la plaza principal o de armas, en torno al cual se levantan los principales edificios
públicos: la Subprefectura, el puesto de Guardia Civil, el Juzgado de primera instancia, la
Municipalidad, la Escuela Fiscal de Varones.
Otros escenarios son:
Las zonas altas cercanas a Puquio, donde vivían los punarunas (hombres de la puna) y el
toro Misitu.
La ciudad de Lima, adonde habían migrado miles de lucaninos, entre los cuales los
puquianos conformaban la colonia más numerosa y pujante.
5.5.5 EL NARRADOR
Para Vargas Llosa, el principal personaje de la obra es el narrador, que es sutil y versátil,
diferenciándose así del narrador tradicional (como por ejemplo, Ciro Alegría) que suele
ser intruso, egolátrico y que interfiere constantemente en el relato. Sutil, porque sabe
ocultarse y finge invisibilidad, y versátil, porque tiene la habilidad de desplazarse para
mostrarnos cabalmente el mundo complejo que recrea, dividido en grupos étnicos y
culturas enfrentadas entre sí. Según el criterio de Vargas Llosa, el modo de narrar de
Arguedas lo acerca más a los modernos narradores, siendo este uno de sus mayores
logros literarios.[]
5.5.6 CONTEXTO LITERARIO
La novela es una de las obras representativas del movimiento literario indigenista, donde
su autor utiliza una fusión estilizada de la lengua castellana y el quechua para tratar de
describir de la manera más auténtica posible la realidad de los pueblos andinos del Perú,
en particular los pueblos de la sierra centro y sur. El autor, aunque reconoce la
importancia de los anteriores representantes del indigenismo (Enrique López Albujar,
Ventura García Calderón), se diferencia de ellos y asegura mostrar más fielmente la
realidad del indio, al haberse él criado y vivido en medio de ese ambiente.
5.5.7 CONTEXTO SOCIAL
La obra describe una realidad enmarcada durante la primera mitad del siglo XX, época en
que la sierra del Perú se hallaba sumida en un enfrentamiento entre los terratenientes
blancos o mestizos (patrones) y los siervos indios (campesinos). Los opresores, apoyados
por el gobierno central, trataban de imponer sus costumbres occidentales sobre los
pueblos autóctonos del Perú; en contraparte, los indígenas pugnaban por mantener sus
39
tradiciones, en muchos casos ya amestizadas. Es también la época en que Lima empieza
a inundarse de inmigrantes andinos, quienes se organizan en asociaciones o centros
regionales para ayudarse mutuamente frente a los abusos y las discriminaciones que
sufren.
5.5.8 CONTEXTO IDEOLÓGICO
La novela surge en medio de una polémica nacional entre las dos posiciones ideológicas
más representativas de la segunda mitad del siglo XX: el socialismo y el capitalismo. La
primera estaba ligada a la valorización de la figura de José Carlos Mariátegui y a la
defensa del indio contra los abusos y la marginación de las autoridades. El capitalismo, a
su vez, estaba vinculado a una estructura económica basada en capitales americanos que
desconocía las tradiciones autóctonas. Esta tensión desigual fue la causa de que muchas
personas, entre ellas Arguedas, enfrentaran conflictos de identidad y tomaran conciencia
de la importancia de revalorizar el mundo andino, sus derechos y su idioma. Por ello, las
obras de este escritor plasman un mundo en conflicto entre indios y “principales” a la vez
que proponen una visión estética diferente basada en la perspectiva que tiene el mundo
andino de su realidad y de las realidades ajenas.
5.5.9 ESTRUCTURA
La novela está dividida en 11 capítulos, titulados y numerados con dígitos romanos; cada
capítulo trata temas aislados pero secuenciales, aunque algunos capítulos refieren
hechos sucedidos tiempo atrás con respecto al relato central, como el capítulo II donde se
relata del despojo que cometieron los invasores mistis, y el capítulo VII, donde se narra la
construcción de la carretera de Puquio a Nazca y la migración de los lucaninos a Lima
5.5.10 ANÁLISIS
Antonio Cornejo Polar señala que:
“Yawar fiesta rectifica varias normas básicas de la novela indigenista tradicional. Por lo
pronto, más que revelar la opresión y congoja de los indios, esta novela busca subrayar el
poder y la dignidad que el pueblo quechua ha sabido preservar pese a la explotación y al
desprecio de los blancos. Es la narración del triunfo de este pueblo en su decisión de
conservar su idiosincrasia cultural y ciertos aspectos de su organización social. La victoria
de los ayllus frente a las autoridades del poder central, los terratenientes y los mestizos
"alimeñados" es un episodio absolutamente insólito dentro de la norma indigenista. De
otra parte, Yawar fiesta inicia el tratamiento de un tema que tendrá su plasmación cabal
mucho más adelante: el de los señores que sin dejar de oprimir al pueblo indígena han
sido ganados por su cultura y en este sentido se sienten más cercanos a sus siervos que
a los hombres de la costa. Don Julián es el antecedente de don Aparicio (Diamantes y
pedernales) y de don Bruno (Todas las sangres). De aquí se desprende que en Yawar
fiesta se ausculta la posibilidad de entender el mundo andino como una totalidad, aunque
internamente conflictiva, y de oponerla, con todas sus contradicciones, al sistema sociocultural occidentalizado de la costa peruana. De esta manera comienza a construirse la
secuencia de ampliaciones y contrastes que sólo terminará en El zorro de arriba y el zorro
40
de abajo. Arguedas fue muy consciente de la necesidad de este proceso de
contextualización: "solamente pueden conocer bien al indio —decía— las personas que
conocen también, con la misma profundidad, a las gentes o sectores sociales que han
determinado que el indio sea tal como es ahora".
Julio Ramón Ribeyro ha dicho de esta novela que su autor:
“traza en ella la mejor semblanza social y económica de lo que puede ser un pueblo
grande de la sierra, que no tiene parangón en nuestra literatura por la exactitud de la
información y la lucidez del análisis.”[]
5.5.11 RESUMEN
Los primeros capítulos ofrecen el trasfondo histórico de los hechos dramáticos que van a
seguir. Se habla de un tiempo en que la ciudad de Puquio y los lugares aledaños eran
propiedad de los ayllus (comunidades indígenas), los mismos que después fueron
invadidos por los mistis (gente blanca y mestiza), quienes se apoderaron de las tierras de
cultivo para convertirlas en pastizales para alimento del ganado.
Luego se narra magistralmente las preparaciones para el turupukllay (corrida de toros) en
el marco de las celebraciones por el aniversario patrio; se oyen cánticos, suenan los
wakawak`ras, trompetas de cuerno de toro que se tocan incesantemente durante las
fiestas. Luego se describe al “Misitu”, el toro montaraz, el cual debe ser traído por los
indios desde la puna hasta el coso. El ambiente de la fiesta sube de temperatura y los
ánimos se exaltan.
Aparecen los problemas cuando el subprefecto prohíbe por mandato del gobierno central
que la fiesta sea a la manera “india”, es decir, con la intervención del público como toreros
espontáneos y con el uso de dinamita para matar al animal. Los principales mistis
sugieren que la fiesta sea en adelante con la participación de un torero profesional y que
se sigan las reglas de la tauromaquia española.
El pueblo de Puquio no está de acuerdo con que se realice la fiesta de la manera como
quiere el gobierno central, pero algunos puquianos que radican en Lima contratan un
torero español y lo envían a Puquio. Llega el día de la fiesta taurina, y el pueblo puquiano
impone finalmente su tradición. El torero español es abucheado y en su lugar entran al
coso los toreros puquianos, para lidiar a la manera “india”, ante lo cual el subprefecto y las
demás autoridades no se atreven a oponerse, temerosos de la reacción de la
muchedumbre.
5.5.12 RESUMEN POR CAPÍTULOS
I.- PUEBLO INDIO.- Se describe a Puquio, “pueblo indio” conformado por cuatro ayllus o
barrios indios: Pichk’achuri, K’ayau, K’ollana y Chaupi. Entre ellos existían competencias
para demostrar quienes sobresalían más. Los mistis o principales del pueblo (blancos y
41
mestizos) habían invadido el pueblo ya hacía mucho tiempo atrás, constituyendo un barrio
que después fue conocido como el jirón Bolívar.
II.- EL DESPOJO.- En este capítulo se describe los abusos y robos que realizaban los
mistis contra los indios. Les arrebataban sus tierras mediante argucias legales y
convertían terrenos tradicionalmente dedicados al cultivo de papa y trigo en alfalfares para
alimentar al ganado, pues la venta de carne era más rentable. Incluso invadieron las
tierras altas o puna, obligando a los indios de esa zona a entregarles ganado y a trabajar
la tierra como peones.
III.- WAKAWAK’RAS, TROMPETAS DE LA TIERRA.- Al acercarse las fiestas patrias del
28 de julio empiezan a oírse en el pueblo el sonido de los wakawak’ras, trompetas indias
hechas de cuernos de toro y que anunciaban las corridas de toros al estilo indio
(toropukllay). Se comentaba que para esta ocasión el ayllu de K’ayau se había
comprometido a traer al toro Misitu, animal montaraz que vivía en la puna, al cual hasta
entonces nadie había podido sacarle de su querencia.
IV.- K’AYAU.- Los del ayllu K’ayau lograron convencer al hacendado don Julián
Arangüena para que les cediera al Misitu, que pasteaba en las tierras altas de su
propiedad. Todos celebraron el acontecimiento y en el pueblo no se hablaba sino de las
próximas corridas que prometían ser todo un acontecimiento. Hasta mistis como el
negociante don Pancho Jiménez se alegran, más no el Subprefecto, quien consideraba
las fiestas como algo bárbaro y pagano.
V.- EL CIRCULAR.- El Subprefecto anuncia la llegada de un circular de parte del
Gobierno por la cual se prohibían en toda la República las corridas de toro al “estilo indio”,
a fin de evitar muertos y heridos. Los vecinos principales se dividen ante tal noticia: unos,
encabezados por don Demetrio Cáceres, están de acuerdo con abolir lo que consideran
una costumbre salvaje, mientras que otros, a través de la voz de don Pancho, solicitan
que al menos se permita ese año celebrar por última vez las corridas según la costumbre
india, pues los preparativos ya estaban avanzados. El Subprefecto se muestra inflexible y
advierte que castigará a quien se atreva contradecirle. Don Pancho es encarcelado,
acusado de revoltoso. Las autoridades municipales aceptan lo ordenado en la circular y
como alternativa se acuerda la contratación de un torero profesional en Lima, a fin de
realizar corridas al estilo “civilizado”, es decir, español.
VI.- LA AUTORIDAD.- Enterados de la prohibición, los indios se reúnen en masa en la
plaza principal, donde el alcalde y el vicario logran tranquilizarlos, garantizándoles que de
todas maneras habría turupukllay. El Subprefecto hace traer a su despacho a don
Pancho, con quien tiene una conversación muy accidentada; al final lo suelta,
advirtiéndole que no azuzara a los indios, pues de lo contrario volvería a prisión. Cuando
ya estaba don Pancho retirándose, caminando en medio de la plaza, el Subprefecto
ordena al Sargento que le dispare por la espalda, pero el Sargento se niega a realizar tal
villanía. Este capítulo nos muestra descarnadamente la degeneración moral de las
autoridades enviadas desde la capital.
42
VII.- LOS “SERRANOS”.- En este capítulo se describe la migración de miles de lucaninos
hacia la capital, lo cual fue posible gracias a la carretera de Puquio a Nazca, que los
mismos puquianos construyeron en solo 28 días, dirigidos por el Vicario o cura del pueblo.
La mayoría de los inmigrantes andinos trabajan como obreros, empleados y sirvientes, e
invaden terrenos en los arenales donde construyen viviendas precarias, aunque también
llegan a Lima algunos mistis adinerados quienes instalan negocios y compran terrenos
para vivienda en zonas residenciales. En general son tratados despectivamente por los
limeños y llamados “serranos” a modo de insulto. Los lucaninos residentes en Lima
forman una asociación para defenderse y apoyar a sus coterráneos, el Centro Unión
Lucanas. Su presidente es el estudiante Escobar, un mestizo de Puquio, influenciado por
el pensamiento de José Carlos Mariátegui, sociólogo marxista.
VIII.- EL MISITU.- En este capítulo se cuenta sobre el toro Misitu, que era un ser cuasi
legendario, pues los indios decían que no tenía padre ni madre sino que había surgido de
un remolino de las aguas de la laguna Torkok’ocha; su fama sobrepasaba los límites de la
provincia de Lucanas. Vivía en la puna o zona alta, abrigado por los queñuales de
Negromayo, en K’oñani. El hacendado don Julián Arangüena había intentado capturarlo,
sin lograrlo, por lo que decidió regalarlo, primero a los habitantes de K’oñani y finalmente
a los de K’ayau.
IX.- LA VÍSPERA.- El Subprefecto llamó a su despacho a los principales vecinos para
acordar la manera prudente de hacer cumplir la circular sin causar el malestar de los
indios. Uno de los vecinos, don Demetrio, le informa del plan del Vicario: harían construir
un pequeño coso en la plaza de Pichk’achuri y se convencería a los pobladores que era
mejor espectar allí el evento, en vez de usar todo el pampón de la plaza. También se les
persuadiría de evitar el uso de dinamita y el ingreso del público a la arena, a fin de evitar
muertos y heridos. Se informa también que ya en Lima el Centro de Lucanas había
contratado a un torero español para enviarlo a Puquio. El Subprefecto acepta todos estos
planes; el Vicario cumple entonces su parte y convence a los varayok’s indios de construir
un pequeño coso con troncos de eucaliptos.
X.- EL AUKI.- El narrador explica la relación y la veneración que tienen los puquianos
hacia los espíritus de los cerros, especialmente hacia el auki (jefe) K’arwarasu, padre de
todas la montañas de Lucanas. Los del ayllu de K’ayau se encomiendan a él para lograr la
captura del Misitu. Encabezados por el varayok alcalde suben a su cumbre y entierran
una ofrenda. De regreso les acompaña el layka (brujo) de Chipau, quien se ofrece a
guiarlos a capturar al toro. Los de K’ayau logran lacear al Misitu y lo llevan a rastras hacia
el coso de Puquio. El layka es destripado por el toro y su muerte se entiende como un
sacrificio de sangre para compensar el favor otorgado por el auki.
XI.- YAWAR FIESTA.- El día de la festividad patria apareció una multitud inmensa en
Puquio, proveniente de toda la provincia de Lucanas e incluso de otros lugares más
lejanos, para ver el evento taurino que se realizaría en el coso armado en la plaza de
Pichk’achuri. Mientras tanto, don Pancho y don Julián fueron encerrados en la cárcel por
órdenes del Subprefecto, para evitar que revolvieran a los indios. El coso rebalsó y
muchos se quedaron en las afueras, insistiendo ingresar vanamente. Apareció el Misitu en
43
la Plaza y de inmediato ingresó el torero Ibarito II, quien ante la música de los
wakawak’ras y el canto lúgubre de las mujeres, sintió inseguridad. Al principio capeó bien,
pero luego el toro buscó su cuerpo y trató de arrollarlo, aunque pudo escapar y refugiarse
en los escondederos. Ello provocó la burla de los indios, quienes exigieron que salieran a
torear los suyos: el Wallpa, el Honrao, el Raura, el K’encho. El primero en ingresar fue
Wallpa, quien luego de dos hábiles capeadas, fue alcanzado por el toro, que incrustó uno
de sus cuernos en su ingle, clavándolo en uno de los troncos de la cerca. Los demás
toreros indios lograron con gran esfuerzo separar al toro del cuerpo de Wallpa. El varayo’k
alcalde de K’ayau alcanzó un cartucho de dinamita al Raura, con el que finalmente
hirieron mortalmente al toro, mientras que Wallpa sangraba a borbotones por la pierna
hasta inundar el suelo con su sangre. El alcalde le dijo entonces al Subprefecto que así
eran sus fiestas, el yawar punchay verdadero.
5.5.13 ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
La novela fue llevada al cine por Luis Figueroa, cineasta cuzqueño. Se estrenó en 1986 y
su realización mereció varios reconocimientos internacionales. Cabe destacar que en la
película se adiciona un detalle que no figura en la novela: la participación del cóndor atado
al lomo del toro de lidia, que no obstante es una variante veraz del yawar fiesta celebrado
especialmente en los departamentos de Ayacucho y Apurímac
5.5.14 PERSONAJES
Los personajes de la obra se pueden dividir en tres grandes grupos:
Los indios de Puquio, divididos en cuatro ayllus: K’ayau, Pichk’achuri, Chaupi, K’ollana.
Sus autoridades son los varayoks, cuatro por ayllu, dieciséis en total. Cada uno de los
cuatro grupos de varayok’s está encabezado por un varayok alcalde.
Los mistis (blancos y mestizos), son los vecinos notables o principales del pueblo, que
viven en el jirón Bolívar. Conforman la clase dominante: terratenientes, negociantes,
letrados, autoridades municipales. Junto con ellos están las autoridades enviadas desde
Lima como representantes del gobierno central (subprefecto, jueces), generalmente
blancos y costeños.
Los chalos o mestizos pobres, al servicio de los mistis.
44
5.6 TODAS LAS SANGRES
Es la quinta novela del escritor peruano José María Arguedas publicada en 1964. Es la
novela más larga de dicho autor, y la más ambiciosa, siendo un intento de retratar el
conjunto de la vida peruana, por medio de la representación de escenarios geográficos y
sociales de todo el país, aunque el foco se sitúa en la sierra. El título alude a la variedad
racial, regional y cultural de la nación peruana. La novela se desenvuelve entre dos ideas
fundamentales: el peligro de la penetración imperialista en el país por intermedio de las
grandes transnacionales y el problema de la modernización del mundo indígena.
5.6.1 ARGUMENTO
La novela se inicia con el suicidio de don Andrés Aragón de Peralta, jefe de la familia más
poderosa de la villa de San Pedro de Lahuaymarca, en la sierra del Perú. Su muerte
anuncia el fin del sistema feudal que hasta entonces ha predominado en la región. Don
Andrés deja dos hijos: don Fermín y don Bruno, enemigos y rivales, quienes en vida del
padre se habían ya repartido sus inmensas propiedades.
El conflicto principal gira en torno a la explotación de la mina Apar’cora, descubierta por
don Fermín en sus tierras. Don Fermín, prototipo del capitalista nacional, quiere explotar
45
la mina y traer el progreso a la región, a lo que se opone su hermano don Bruno,
latifundista tradicional y fanático católico, que no quiere que sus colonos o siervos indios
se contaminen de la modernidad, que según su juicio corrompe a las personas.
Con la llegada de un consorcio internacional la Wisther-Bozart se inicia la disputa por el
control de la mina de plata. Don Fermín no puede competir ante la gigante transnacional y
se ve obligado a venderle la mina, que desde entonces adopta el nombre de Compañía
Minera Aparcora. Ante la necesidad de abundante agua para el trabajo de la mina, la
compañía muestra interés por las tierras del pueblo y de las comunidades campesinas
aledañas, obligando a que se los vendan a precios irrisorios; para ello cuenta con la
complicidad de las autoridades corruptas. La compañía actúa como una fuerza
desintegradora que hace de todo para conseguir el máximo lucro, sin importarle los
perjuicios que causa a los pobladores. Se inicia entonces un proceso de convulsión que
lleva a la movilización del campesinado liderado por Rendón Willka, un comunero indio
que ha vivido en la capital del país donde ha aprendido mucho. Bajo sus órdenes estallan
levantamientos que son reprimidos sangrientamente por las fuerzas gobiernistas pero que
son el anuncio de la rebelión final.
5.6.2 RESUMEN
La novela se inicia con la aparición de don Andrés Aragón de Peralta, jefe de la familia
más poderosa de la villa de San Pedro de Lahuaymarca, en la sierra del Perú. Don
Andrés, ya viejo, se sube al campanario de la iglesia del pueblo y desde allí maldice a sus
dos hijos, don Fermín y don Bruno, a quienes acusa de apropiarse de sus tierras;
asimismo, anuncia su suicidio, dejando en herencia a los indios todos los bienes que aún
conservaba. En efecto, se retira a su casa e ingiere veneno.
Los dos hermanos, don Fermín y don Bruno, viven en perpetua discordia. Don Bruno es
dueño de la hacienda La Providencia donde viven varios centenares de indios como
colonos o siervos. Don Bruno es un católico tradicional y fanático, que se opone a que el
progreso llegue a sus tierras pues cree que eso corromperá inevitablemente a sus indios,
al inoculárseles el llamado veneno del lucro. Un rasgo característico de don Bruno es su
ardor sexual desenfrenado que lo lleva a poseer y violar a muchas mujeres, de toda raza,
edad y condición social. Por su parte, don Fermín es el propietario de la mina Apark ora,
que trata de explotarla prescindiendo de la voracidad de las empresas transnacionales.
Don Fermín representa al capitalismo nacional y desea que el progreso y la modernidad
lleguen a la región, oponiéndose así a su hermano. Pero para explorar la mina necesita
como trabajadores a los indios de Bruno, quien acepta entregárselos, a condición de que
lo deje vivir en paz en sus tierras. Es entonces cuando entra en escena Rendón Willka, un
ex indio, es decir un nativo transculturado, que ha vivido varios años en Lima y que ha
perdido parte de su herencia cultural, pero que ha conservado sus valores tradicionales
más valiosos. Rendón Willka es contratado como capataz de la mina, pero tiene ya el
soterrado propósito de encabezar la lucha por la liberación de sus hermanos de raza y
cultura.
46
Don Fermín empieza a explorar la mina Apark ora en busca de la veta principal, para lo
cual empieza a usar la mano de obra de unos 500 indios enviados por don Bruno. El
sistema de trabajo que impone es el de la mita, es decir por turnos, pero los indios no
reciben jornal y solo se les da alimentos. Estos indios laboran como lampeadores y
cargadores, mientras que otros obreros especializados trabajan como jornaleros. Para
continuar su proyecto don Fermín calcula que necesitará más suelos con agua, por lo que
enfoca su interés en las tierras de su hermano y en las de los vecinos de San Pedro.
Empieza por comprar tierras de algunos de estos vecinos.
Pero el consorcio internacional Wisther Bozart, que ha puesto sus miras en la mina, infiltra
en ella al ingeniero Cabrejos para que boicotee las labores y haga fracasar la exploración;
de esa manera don Fermín se vería obligado a vender la mina al consorcio. Cabrejos
logra la ayuda del mestizo Gregorio, quien planea una estrategia. Se sirve de las
creencias indígenas sobre una serpiente gigantesca, el Amaru o espíritu de la montaña,
que supuestamente vive los socavones de la mina. Gregorio da aullidos desde el interior,
simulando al Amaru, a fin de asustar a los indios, algunos de los cuales efectivamente se
espantan, pero de pronto ocurre una explosión dentro de la mina y Gregorio muere
despedazado. Rendón Willka tiene la certeza de que el causante de esa muerte es el
ingeniero Cabrejos. Gregorio estaba enamorado de una joven de San Pedro, la señorita
Asunta de La Torre, quien más adelante se vengará asesinando al ingeniero Cabrejos.
Entretanto don Bruno sufre una transformación milagrosa, tras asesinar a una de sus
amantes, de nombre Felisa. Abandona la vida lujuriosa, uniéndose definitivamente a una
mestiza, Vicenta, de quien espera un hijo. Redimido por el amor, Bruno visita a los
comuneros de Paraybamba, a quienes ayuda a elegir a su alcalde y regidores, así como
les ofrece semilla para la siembra. De pronto se asoma en la plaza del pueblo don
Adalberto Cisneros, un hacendado cruel y abusivo que había arrebatado sus tierras a los
indios. El nuevo alcalde de Paraybamba humilla públicamente a Cisneros, a quien hace
azotar y pasear desnudo por las calles. Don Bruno se despide de Paraybamba aclamado
por los indios, pero el incidente con Cisneros origina después que el alcalde y los
regidores sean arrestados, y que el mismo don Bruno sea denunciado por Cisneros.
Ambos se encuentran en la capital de la provincia, ante las autoridades, pero don Bruno
se defiende bien y Cisneros se marcha jurando vengarse.
Volviendo a la mina, al fin se encuentra la veta del metal argentífero y don Fermín viaja a
Lima para tratar de formar una sociedad con capitales peruanos, ya que se había
quedado descapitalizado. Sin embargo, la Whistert-Bozart tiene mucho poder e
influencias y logra finalmente que don Fermín le venda la mina, tras una reunión que se
realiza en un edificio capitalino. Don Fermín terminar por ceder pues no puede competir
con la gigantesca transnacional. La empresa le reconoce un porcentaje de las acciones
de la mina y le cancela los gastos iniciales de la exploración. Don Fermín decide invertir
este dinero en la industria pesquera, adquiriendo fábricas de harina y conservas de
pescado en Supe, de la que se encargará administrar su cuñado, mientras que él vuelve a
San Pedro, dispuesto a ampliar y modernizar su hacienda La Esperanza.
47
Mientras tanto, la compañía minera necesitaba agua para represarlas en beneficio de la
mina y a fin de ello consigue una orden judicial que obliga a los propietarios de San Pedro
a vender sus tierras de labranza de la hacienda La Esmeralda. Los vecinos se niegan a
hacerlo, y como protesta deciden quemar el pueblo, marchándose del lugar. Son acogidos
temporalmente por una de las comunidades indígenas. Mientras tanto llegan las
maquinarias pesadas de la compañía y cientos de indios como jornaleros. Empieza
también a proliferar en la región los locales de vicios nefandos (bares y burdeles).
Don Bruno, que retorna a San Pedro, encuentra destruida la iglesia, por lo que siente
honda pena. También llega don Fermín, trayendo todo lo necesario para modernizar su
hacienda La Esperanza y promete que el pueblo volvería a renacer con su ayuda. Se
anuncia también la llegada del hacendado Cisneros, quien quiere vengarse de don Bruno,
para lo cual se entrevista con el subprefecto. Este se ofrece para matar a don Bruno a
cambio de dinero, pero su plan se desbarata.
La empresa minera, continuando con la expropiación de la hacienda La Esmeralda,
comienza a aplanar la pampa con máquinas bulldozer. Pero uno de los residentes de esa
zona, Anto, un antiguo empleado de don Andrés (el padre de don Fermín y don Bruno) se
niega abandonar su propiedad y cuando una de las máquinas ya se acercaba a
derrumbar su casa, se tira contra ella con varios cartuchos de dinamita en la mano,
volando en pedazos con todo.
Don Bruno se culpa de todas esas desgracias por haber contribuido con la explotación
minera, y decide purificar el mundo acabando con los responsables. Encomienda a su hijo
y a su mujer Vicenta a Demetrio Rendón Willka, coge sus armas y se dirige a la hacienda
de don Lucas, gamonal cruel y abusivo que no pagaba a sus trabajadores y que tenía a
sus indios famélicos y harapientos. Don Bruno mata a don Lucas, ante el regocijo de los
indios; luego se dirige a la hacienda La Esperanza de su hermano don Fermín, a quien
acusa de ser responsable de todas las desgracias del pueblo y le apunta con su revólver.
Al verse amenazado, don Fermín corre pero cae herido en las piernas. Al ver lo que ha
hecho, don Bruno se derrumba y llora, pidiendo que lo lleven a la cárcel. Don Fermín es
trasladado a Lima donde se recupera de sus heridas, mientras que don Bruno es
encarcelado en la capital de la provincia.
En la hacienda de «La Providencia», Demetrio Rendón Willka se entera de la prisión de
don Bruno y la probable muerte de don Fermín. Entonces, con la aprobación de Vicenta,
se proclama administrador de la hacienda y protector del niño Alberto, hijo del patrón. Los
colonos trabajarían en adelante para ellos mismos, sin patrones. Esto significa ya una
revolución, por lo que el gobierno envía a los guardias civiles a sofocar la revuelta que
considera de inspiración comunista. Vicenta y su hijo se esconden en el pueblo de
Lahuaymarca. Mientras que Demetrio se queda alentando a los indios a resistir. Los
guardias irrumpen a sangre y fuego, encuentran a Demetrio Rendón Willka y lo fusilan
junto con otros indios. Pero Demetrio ha cumplido la misión de despertar la conciencia de
sus hermanos de raza dejando abierto el camino para la liberación.
5.6.3 ANÁLISIS
48
La novela presenta la imagen de una nación sometida por la penetración imperialista y,
sobre todo, el problema de la modernización de la cultura indígena. Arguedas intenta
ofrecer un retrato global del Perú por medio de la representación de escenarios
geográficos y sociales de todo el país, aunque el foco narrativo se sitúa en la sierra. El
título de la novela expresa la compleja vida nacional del Perú, en el que «todas las
sangres» se entremezclan y rivalizan duramente. Pero en esta lucha no sólo está envuelto
el Perú sino también un poder imperialista que pretende manejarlo.[1]
El enfrentamiento de las fuerzas de la modernidad con una cultura y una sociedad
tradicionales es el principal conflicto que aborda la novela, cuya gran pregunta gira en
torno a la posibilidad de lograr un desarrollo genuinamente nacional, ante la certidumbre
de que ha terminado una época en la historia del país y debe construirse, sobre sus
ruinas, una nueva patria. El orden destruido es el viejo orden feudal. Las alternativas que
se enfrentan van desde el proyecto imperialista hasta el utópico retorno a un orden feudal,
imaginado por don Bruno como un sistema natural presidido por principios morales,
pasando por la propuesta del capitalismo nacional, tal como lo plantea don Fermín. En la
novela se invalidan estas opciones y se enfatiza la legitimidad moral e histórica de otra
alternativa, representada por el comunero Rendón Willka, que podría resumirse en su
sentido colectivista (en el plano social), en su adhesión a los valores quechuas (en el
plano cultural), y en una cauta modernización (en uno y otro nivel).
El proyecto de Willka tiene, sin embargo, algunos componentes más ideales que reales y
una limitación tal vez insubsanable: es un proyecto cerradamente campesino-serrano que
desconfía y hasta rechaza la participación del proletariado y pone en cuestión el servicio
de los partidos políticos. Es un proyecto más cultural que social (aunque ponga de relieve
la importancia de la organización colectivista bajo el modelo de la comunidad indígena) y
más ético que político.
De todas maneras, en el curso de la novela se despliega una consistente reflexión sobre
múltiples aspectos de la realidad peruana: en este proceso, precisamente porque es
reflexivo, se observa la imposibilidad de comprender la dinámica nacional, integrada por
las oposiciones ya conocidas, al margen de la estructura global del mundo
contemporáneo.[]
5.6.4 POLÉMICA EN TORNO A LA OBRA
En 1965 el Instituto de Estudios peruanos organizó una serie de mesas redondas para
discutir la relación entre literatura y sociología. La segunda de esas mesas, realizada el
día 23 de junio, se dedicó a la discusión de la novela Todas las sangres, con la
participación del mismo Arguedas. Este evento fue sumamente importante ya que
significó la incorporación de la narrativa de Arguedas a la discusión de la literatura de su
tiempo.
La mesa redonda estuvo conformada por intelectuales de izquierda admiradores de
Arguedas. Todos, unos de manera cautelosa y otros de manera abierta, criticaron la obra
porque habría en ella una versión distorsionada de la sociedad peruana. Comenzando
49
con la descripción de una estructura de castas que había desaparecido ya hacía tiempo
en el conjunto de la sierra peruana, así como una visión caricatural y rudimentaria de los
mecanismos sociales. Estas críticas fueron devastadoras para Arguedas, quien aquella
misma noche escribió estas líneas desgarradoras:
… casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, […], que mi libro Todas
las sangres es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo. Mis
fuerzas han declinado creo que irremediablemente
5.6.5 CRÍTICA
Según Vargas Llosa, las críticas que se hicieron a la obra durante la mesa redonda del 23
de junio de 1965 serían válidas viéndolas desde un punto de vista sociológico.
Obviamente, otro sería el análisis viendo a la novela como ficción literaria. En este
aspecto, la obra también sería fallida, al carecer de un poder de persuasión interno, pues
a decir del mismo Vargas Llosa, la descripción que hace de la sociedad peruana resulta
profundamente falsa e inconvincente, no por apartarse de la verdad objetiva, sino por
carecer de la fuerza propia que emana de los entresijos de la ficción. En otras palabras,
no es muy convincente como ficción literaria. Objetivamente, hasta el momento no existe
una nación peruana ni un proyecto nacional; puede decirse que hay varios núcleos
nacionales, pero no ubicables geográficamente. El error que Vargas Llosa lo piensa un
Perú integrado y Arguedas, uno que podía integrarse. Sin embargo, los conflictos socio
ambientales y los de Vrae revelan fracturas enormes y para rato.Los académicos de Perú
tienen una cosmovisión occidental, fuertemente refutada y contrahecha por la realidad
social histórica del presente siglo.
5.6.6 ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
La adaptación cinematográfica de la novela fue dirigida por Michel Gómez en 1987. En el
elenco de actores de la película figuraron Ricardo Tosso, Rafael Delucchi, Pilar Brescia,
Andrés Alencastre, Oswaldo Sivirichi y Juan Manuel Ochoa.
5.6.7 MENSAJE
La gran propuesta arguediana que se trasluce en esta novela es la siguiente: la cultura
indígena no debe ser destruida, conjuntamente con alguna u otra forma de modernización
que asimile. El pensamiento mítico es válido, también, para desarrollar una mentalidad
revolucionaria que proyecte un futuro de bienestar y libertad. El ideal de nación es el de
un Perú diverso, multiétnico, multicultural y plurilingüe.
50
5.7 “TUPAC AMARU KAMAQ TAYTANCHISMAN (HUAYLLI-TAKI)”
5.7.1 ¿SOLEDAD CÓSMICA O COMBATE CULTURAL?
Cada vez que se lee algunos textos referidos a la poética de José María Arguedas es
frecuente encontrar calificativos que señalan su poesía como aquella que expresa el dolor
cósmico del pueblo quechua, o que simboliza el desarraigo y la soledad: “la poesía de
Arguedas expresa la soledad cósmica, el dolor milenario del pueblo quechua” (Pérez
1991;94).Probablemente el préstamo descontextualizado, la generalización y ampliación
acrítica de esta idea tenga sustento en un artículo que el propio Arguedas consagro a la
explicación de la poesía quechua: La soledad cósmica en la poesía quechua”(1963). Lo
cierto es que la naturaleza de dicho fraseo pasa por alto algunas particularidades que
tiene la poesía arguediana. En esta disertación se pretende romper con aquella lectura
que, al designar la poesía de Arguedas como la que expresa la soledad cósmica del
pueblo quechua, indirectamente define un campo semántico de pasividad y resignación.
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Mediante la explicación del himno-canción “Túpac Amaru kamaq taytanchisman (hayllitaki”/”A nuestro padre creador Túpac Amaru (himno-canción)” se mostrará que la
tropología del universo poético Arguedas representa a sujetos andinos nada resignados,
sino más bien beligerantes. Asumimos el poema como un manifiesto que alienta la
revolución cósmica contra los históricos enemigos. Con ello no reducimos su riqueza
estética o su dimensión literaria. Incorporamos más bien el discurso poético dentro de los
relatos sociales o los diversos discursos que modelan la sensibilidad y construyen la
historia de las naciones.
“A nuestro padre creador Túpac Amaru (himno- canción)” puede ser dividido en tres
momentos que se corresponden con la distribución de elementos en el mundo
representado.
En el primero se dispone a los tres agentes que desempeñarán roles importantes en la
configuración significante del poema:”Túpac Amaru, hijo del dios Serpiente”, modelado
como el que fue derrotado por los españoles, tiene el cuerpo lacerado y cuarteado.
Cuerpos cuyas heridas sangrantes insuflen los corazones quechuas para la venganza. La
palabra poética que dibuja a este personaje trama un doble referente según el histórico,
Túpac Amaru puede ser el último Inca exiliado en Vilcabamba, muerto en 1572, o también
el curaca de la histórica rebelión de 1780-1781. Si bien es cierto que no queda del todo
determinado si es Túpac Amaru I o II, la alusión poética subraya la imagen de una
resistencia y una derrota indígena por parte del poder occidental. Según el referente
mítico, la construcción genealógica que se hace de Túpac Amaru alude a una divinidad,
hijo de Amaru, serpiente bicéfala de la mitología andina. La relación entre lo histórico y lo
mítico, entonces queda trazada desde el primer momento. ”Túpac Amaru”. ”Dios
Serpiente”. “Salqantay”. “Dios montaña”. El segundo agente corresponde a “los falsos
wiracochas”, son los españoles caracterizados como vencedores del Dios serpiente.
Poseedores del poder, la técnica y todo el instrumental para asegurar el dominio: “ahora
el corazón de los señores es más espantoso, más sucio, inspira más odio”. Ellos son los
señores de la ciudad, hostiles y sanguinarios; según su sistema de valores, los indígenas
son como animales. Finalmente, el personaje que levanta la voz en plural: los
sobrevivientes, los desplazados y los perseguidos. Son los que invocan al Dios serpiente
para que guie la revuelta del presente histórico. La invocación mítica es para que la
actuación en el presente sea efectiva y triunfante. De la combinación del presente con el
pasado surge el horizonte por-venir la enfática afirmación plural: “soy tu pueblo” hace que
la voz personal pierda su individualidad para fundirse en la totalidad social y cultural del
“pueblo”. La licencia no solo es formal. La palabra de este colectivo comunica al unísono
el estado de opresión en él se encuentra. Por lo mismo señala el preparativo de la
revuelta que derrota a los opresores. La experiencia mítica es también experiencia
revolucionaria.
El segundo momento está marcado por la descripción de los procesos de exclusión que
sufre el pueblo. La derrota de Túpac Amaru, hijo del dios Serpiente, trae como efecto la
inscripción del drama del pueblo quechua. Sus tierras son expropiadas, su universo
entero trastocado:
”como perro que huye de la muerte, corremos hacia los valles
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calientes”. Una suerte de animalización y eliminación de sus derechos caracteriza a
situación y condición de la voz colectiva del poema. Pese a ello, la voz poética es
notoriamente contestataria muy alejada de la resignación o la desidia: “De tu inmensa
herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que
hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre, hermano nuestro, mi dios Serpiente.
Ya no tenemos miedo al rayo de pólvora de lo señores, a las balas y la metralla, ya no le
tememos tanto”. A esta fuerte actitud de combate que se alimenta del drama y dolor
instalado en la deidad mítica, se suma la definición del lugar de enunciación del hablante
poético colectivo. No la fría y silente puna, tampoco algún poblado desierto y alejado, si
más bien, Lima. La ciudad de los amos y patrones: “hemos huido y nos hemos extendido
por las cuatro regiones del mundo, estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los
falsos wiraqochas. En la pampa de comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi
fuerza, con mi sangre, cantando, edifique una casa”. La voz colectiva señala este
desplazamiento migratorio como una estrategia de combate, como una manera de hacer
frente al enemigo:” ya no tememos a la muerte”. La toma de la ciudad es como una
estrategia de guerrilla que combate el centro organizador de los abusos: primero se
desintegran “por las cuatro regiones del mundo”, luego se articulan en el territorio de los
falsos dioses, para realizar el combate desde el arenal de comas o desde cualquier otro
lugar próximo al solar de los señores. La actitud forma una nueva experiencia centrada en
la migración. Esta resultaría ser un táctica legítimamente nómada que busca la restitución
de los derechos perdidos y la sutura de las heridas milenarias. Es decir, dentro de la
lógica que venimos explicando, no se huye del enemigo, tampoco se le confronta desde
lejos, sino se aproxima y se toma su territorio. ¿Soledad cósmica del pueblo quechua o
combate abierto del mismo contra los históricos enemigos?
Tercer y último momento marca el desarrollo de aquella estrategia para conquistar la
ciudad. La reivindicación de la migración tiene como resaltado la imposición espiritual del
pueblo quechua. Una conquista creativa y transformadora.
Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo .Con nuestro
corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la
relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con
nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo, estamos apretando esta
ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballo. Hemos de
convertirla en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de
nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no
odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montana donde la pestilencia del mal no
llega jamás
Advirtamos un detalle que hasta esta última parte se ha presentado por completa: el
sujeto colectivo es autor representado como aquel al que se le da muerte cual animal
salvaje, o aquel despreciado como excremento de caballo. La percepción indirecta que se
tiene de él es como alguien que no tiene dignidad, excluido de lo humano y próximo a la
animalidad. Infrahumano. Por ello, el proyecto transformador busca revertir este sistema
de valores que se ha hecho sobre el hombre quechua. La extensa cita textual que
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acabamos de realizar señala cuáles son los elementos: la sensibilidad figurativamente
representada en el corazón, las tradiciones vernaculares y la cautivadora energía del ser
trágico y sobreviviente del pasado mítico y la actualidad histórica. Aquel capital cultural y
espiritual que no ha borrado la lucha contra la diferencia, ni mucho menos que ha
mermado el desprecio de los patrones. Los marginados, los vilipendiados y tratados como
animales, se han apoderado estratégicamente de las herramientas del enemigo para
usarlos contra ellos mismos: “Aprendo ya la lengua de Castilla,/ entiendo la rueda y la
máquina”.. Es lógico que la alocución ininterrumpidamente enérgica termine con la
confirmación de una continuidad histórica que supone la revuelta contra los españoles:
“Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo que tú no
pudiste lo haremos nosotros”.
La migración es el procedimiento para cercar y tomar la ciudad; luego, para aprender la
lengua y las tecnologías del otro. Si en un inicio del poema el pasado mítico y el presente
histórico se combinan a raíz del trato inhumano que recibía el pueblo quechua, la
afirmación del colectivo “lo que tú no pudiste lo haremos nosotros” instaura el terreno de
lo posible en el tiempo histórico presente. El pasado, el presente y el futuro entrelazados
conforman la triada dura del horizonte utópico. Comprendido este no solo como un intento
de comprender el pasado o por ofrecer una alternativa al presente, sino sobre todo como
vocación y entrega para vislumbrar el futuro.
5.7.2 CONCLUSIÓN.
Al inicio de esta intervención señalamos que la generalización del calificativo poesía que
expresa la soledad cósmica, o poesía que expresa el desarraigo del mundo quechua,
desatendía en propiedad las características propias de la poesía de Arguedas. La sucinta
explicación de los sujetos sociales representados en Túpac Amaru kamaq taytanchisman
(haylli-taki). A nuestro padre creador Túpac Amaru (himno canción)” ha permitido mostrar
que lejos de hallarnos frente a la figura de un sujeto resignado, contemplativo y pasivo,
encontramos la representación más beligerante de su pensamiento y acción. El poema de
Arguedas sugiere cuestionar aquellas lecturas que reducen el espíritu combativo del
pueblo quechua. El sentido de la palabra poética parece luchar contra la representación
del quechua derrotado, cautivo y abatido de muerte. Abandonar entonces, las lecturas
que reducen la actitud del pueblo quechua a una condición de subordinación permitirá en
cambio promover su figura desestabilizadora y beligerante que ha transformado creativa y
pacíficamente la sociedad. Quizá este sea el modo de comprender el proyecto
transformador del migrante: Hemos de convertir (la ciudad) en pueblo de hombres que
entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada
hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses
montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás”.
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5.8 DIAMANTES Y PEDERNALES
5.8.1 Argumento
La novela relata la incorporación del indio Mariano a la vida de un pueblo de la sierra
como arpista al servicio exclusivo del terrateniente don Aparicio. Mariano es un ser
talentoso y marginal a quien la incomprensión de la gente común lo ve como un upa o
idiota. Luego se narra el amor de don Aparicio por Irma, una mestiza a la que había
raptado de un pueblo lejano, amor que es correspondido, pero estos amoríos se ven
luego perturbados por la llegada de Adelaida, una hermosa joven costeña de la que el
terrateniente se enamora apasionadamente. Finalmente, se narra la muerte de Mariano
en manos del terrateniente como castigo por haber tocado el arpa en casa de la celosa
Irma y por involucrarse en las artimañas de ésta para atraer nuevamente a don Aparicio.
Como expiación a su crimen, don Aparicio abandona el pueblo yéndose lejos.
5.8.2 Época
Aparentemente los sucesos de la novela están ambientados en los años 1920, época en
la que todavía existía un abismo insalvable entre los habitantes de la costa y los de la
sierra, tendencia que empezaría a revertirse muy lentamente al empezar las primeras
migraciones de campesinos de la sierra a la costa.
5.8.3 Personajes
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Don Mariano, un indio, hábil arpista y cantante, a quien le dicen upa, apelativo
con el que en el habla quechua se designa al idiota o persona abstraída, “el que
no oye”. Siempre va acompañado de un killincho o cernícalo, a quien llama
“inteligente Jovín”. Natural de un pueblo frutero, se traslada a la capital de la
provincia donde es acogido por don Aparicio, fascinado por su música.
Don Aparicio, mestizo, joven y corpulento, terrateniente del distrito de Lambra,
que se había instalado en la capital de la provincia. Es un cruel abusador de los
indios y un donjuán empedernido; seduce a innumerables mujeres a quienes luego
abandona.
Irma o la ocobambina, mestiza, natural de un pueblo lejano. Fue raptada por don
Aparicio, quien la convierte en su querida favorita. Ella le corresponde fielmente.
Adelaida, una bella costeña, rubia y de ojos azules, que llega al pueblo
acompañada de su madre. Don Aparicio se enamora intensamente de ella aunque
su amor queda limitado a la manera platónica.
Don Félix, el mayordomo de don Aparicio.
5.8.4 RESUMEN
Los sucesos transcurren en Alk'amare, un barrio en la capital de una provincia de la sierra
peruana, donde cuatro personas foráneas entrecruzan sus vidas: el arpista Mariano, el
patrón don Aparicio, Irma la ocobambina y Adelaida la costeña. Mariano, un eximio
arpista, a quien la gente común lo ve como un upa o idiota por su carácter ensimismado,
llega al villorrio acompañado de su cernícalo (killincho), a quien llama “inteligente Jovín”.
Era originario de un pueblo frutero cercano, del que partió instigado por su hermano
Antolín, quien le aseguró que en la capital de la provincia triunfaría pues los arpistas eran
muy apreciados y solicitados.
En Alk'amare Mariano conoce a don Aparicio, joven terrateniente que tiene bajo su mando
a mil indios. Este personaje era también foráneo pues provenía de Lambra, donde tenía
latifundios. Don Aparicio se siente fascinado por la música de Mariano y lo acoge,
tratándole de “don”, pero le obliga a que toque solo para él.
Don Aparicio es un enamorador empedernido y seduce a muchas mujeres, siendo su
preferida una mestiza llamada Irma, natural de Ocobamba, a quien había raptado
separándola de su familia. Sin embargo, al llegar al pueblo la joven costeña Adelaida, don
Aparicio queda deslumbrado con la belleza de esta mujer, rubia y de ojos azules. Él
asume que lo que siente por Adelaida es amor, ya que ésta le genera un dolor que ni
siquiera la música de don Mariano logra calmar. Don Aparicio colma de regalos a la recién
llegada y de esta manera se siente con dominio sobre ella, aunque sin saber para qué la
quiere.
Todo ello entristece a Irma, quien se había mostrado fiel al terrateniente. Celosa, trama un
plan para recuperar el amor de don Aparicio: lleva con engaños a don Mariano a su casa
y lo oculta. Cuando llega don Aparicio, Irma empieza a cantarle, siguiéndole don Mariano
con los acordes de su arpa, tal como habían acordado. Pero don Aparicio se da cuenta de
la presencia del arpista y se enfurece, pues considera este acto como una traición. Don
Mariano siente mucho pesar y espera al patrón en la puerta de su habitación para pedirle
perdón, pero don Aparicio no acepta sus disculpas y le pide que se marche. Pero ante la
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insistencia de don Mariano, don Aparicio pierde el control y lo lanza por la baranda desde
el segundo piso hacia el patio. Producto de la caída don Mariano muere.
Don Mariano es velado en casa de don Aparicio y enterrado con una ceremonia digna de
un comunero grande. Esta muerte pesa mucho al joven terrateniente y sirve para que
empiece a redefinir su existencia disipada.
Don Aparicio planea vengarse de Irma: imagina casarse con ella para hacerla sufrir toda
la vida, pero finalmente decide dejarla ir. Asimismo, se despide fríamente de Adelaida
antes de alejarse, montado en su potro negro y llevándose al cernícalo de don Mariano, a
quien alimenta con un pedazo de carne que destaja del cuello de su propio caballo. Su
partida hacia un lugar indefinido tiene como propósito expiar de alguna manera su
culpabilidad en la muerte del arpista
5.8.5 CRITICAS
LA PASIÓN SÁDICA EN DIAMANTES Y PEDERNALES
La narrativa de José María Arguedas (1911-1969) ha sido enfocada permanentemente
desde el conflicto económico y social. Referencias y luchas sobre terratenientes
poderosos y opresivos que subyugan a indios o lacayos pobres y lastimeros es lo que se
observa en los estudios acerca de tal autor; pero también se aborda con miradas míticas y
del lenguaje.
Cuando aparece Diamantes y Pedernales, en 1954, Arguedas ya había publicado el libro
de cuentos Agua (1935) y la novela corta Yawar Fiesta (1941). En ambos títulos ya se
bosquejaba la separación o confrontación entre dos mundos, el de los indios y el de los
blancos, aunque ambos compartan un espacio geográfico común: la sierra peruana
Quizá esa inclinación por analizar casi exclusivamente el abuso del terrateniente sobre el
pobre pongo, sea la razón para que DIAMANTES Y PEDERNALES hayan sido obviados
o marginada como objeto de estudio. Porque en esta novela breve lo que resalta es el
comportamiento anómalo, signado por la crueldad, por el sadismo de uno de los
personajes, don Aparicio, que no puede ser otro que un terrateniente, blanco o misti,
dueño no solo de los animales y objetos de su hacienda de Lambra, sino también de las
personas.
Que el blanco terrateniente tenga esta característica de sadismo y quien sufra la crueldad
sea el indio, que el misti sea el demonio depositario de todos los males, y que el indio, el
pongo, la servidumbre encarnen la bondad y la inocencia mancillada, es decir, una
temática más bien moral y sicológica. Y a pesar de las diferencias sociales y económicas,
don Aparicio, el patrón, y don Mariano, su sirviente, se parecen pues uno y otro tienen sus
propios conflictos individuales.
Don Aparicio, el malo, el perverso, el demonio, se parece a otros personajes de la
narrativa general de Arguedas. En este aspecto, hay coincidencia con ciertos cuentos,
especialmente “El vengativo”, en el que don Silvestre también es un sicópata sádico.
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Sádico es un calificativo que le conviene a don Aparicio de Diamantes y pedernales. Si
el sadismo consiste, según palabras del diccionario de la Real Academia Española, en la
crueldad que se comete en otra persona, con placer de que la ejecuta entonces don
Aparicio es un sádico, tiene la pasión sádica. Pero ese placer carece de referencias
precisas, en cambio el sadismo se convierte en un modo de ser, en un desenvolvimiento
frecuente en el que prima la agresión. Se descarta entonces el sadismo de índole sexual,
temática poco abordada en la narrativa del autor. Tres son los seres que sufren este
escarnio: el arpista Mariano; la ocobambina Irma; y el caballo preferido, tanto que lo llama
cariñosamente “gran volador”. Con los tres, don Aparicio guarda una relación ambigua,
pues los quiere pero los maltrata; este maltrato es físico con el músico y con el animal;
sicológico con su amante Irma.
5.8.6 EL AFECTO – DESPRECIO
La relación de don Aparicio con Mariano puede revelar la personalidad o el espíritu
inestable y violento del propietario de la hacienda de Lambra. Por momentos se muestra
afectuoso y agradecido porque tiene la sensación de que cuando escucha la música del
arpista, se apaciguara su alma atormentada; incluso tiene tendencia a la confesión:
Don Mariano, a ti no más te dejo tranquilo, por su canto; por tu arpa también le decía el
corpulento señor de Lambra, paseándose lentamente en la sala, a la luz temblorosa de la
única vela que prendía en el candelabro. (Arguedas 1983:37).
Está claro que el hacendado sentía fascinación por la música andina, por la ejecución
magistral del arpa en manos de Mariano. Hay que observar, además, el tratamiento de
Don que le otorga, lo que ya significa una distinción, una vinculación especial con
respecto a los otros integrantes de la servidumbre. Don Aparicio no tiene ningún recelo
para solicitar, entre soberbio y humilde, los huaynos de su preferencia: “Palomita del
campo”, “El sauce ingrato”. Pero esta debilidad por el arte del siervo le preocupa; además,
el patrón quiere sentir el deleite musical solo él y nadie más que él. En tal sentido. Se
puede entender lo que amenaza:
Al primero que arrastre a Don Mariano a tocar en cualquier casa ajena, lo mato a
puntapiés –había dicho Don Aparicio en muchos sitios y en forma rotunda-.¡Lo mato a
puntapiés! Aquí hay más de veinte arpistas, nadie necesita de Don Mariano.
Tal exclusividad sorprende si se considera que Mariano es un “upa”. En la misma obra
explica
el significado de tal palabra, a todas luces ofensiva y degradante en la dignidad
y humanidad de quien la recibe:
Los indios llaman “upa” (el que no oye) a los idiotas o semi-idiotas. El músico Mariano
tenía algo de upa: iba a ver la fiesta de los barrios, y contemplaba los grandes bailes de
indios y mestizos, los convites fastuosos, las danzas, desde lejos.
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¿Es suficiente que el upa haya acompañado con su música a Irma que quería aliviar su
despecho porque el patrón se iba con otras mujeres?. La reacción cacera de lógica, salvo
que se piense en su inestabilidad emocional y en su inclinación hacia el mal. Se debe
recordar que él la llama así mismo “endemoniado”, “maldito” cuando golpeaba contra la
pared alguna amante que le rogaba que se quedará en la cama hasta el amanecer.
Esta naturaleza violenta descargada contra un ser de naturaleza inocente e inofensiva
tiene escenas indescriptibles; primero arremete contra el arpa que queda convertida en
añicos y después emprende contra el músico:
Entonces él dio un paso violento arrastrando al “upa”, y lo alzo después agarrándolo del
cuello y de las piernas, corrió hacia la baranda y lo lanzó al aire. No grito al caer; ni un
quejido oyó el patrón de Lambra, solo el ruido del cuerpo al estrellarse sobre el
empedrado del patio.
La pudorosa crítica peruana todavía está postergando el estudio de este crimen, a pesar
de que se comete contra un probable símbolo del arte vernacular. El estudio de la pulsión
de la muerte física, concreta, o de la muerte en vida, metafóricamente hablando, también
contribuye a la ampliación del horizonte narrativo de Arguedas.
5.8.7 LA RESIGNACIÓN Y SUMISA IRMA
La sed de violencia, de causar daño, de encarnar el mal se puede observar así mismo en
la segunda vinculación tormentosa de don Aparicio, ahora con Irma. La conoció en el
pueblo de Ocobamba, al cual viajo para realizar un trato comercial. La corteja, la adula
con una yegua fina, y por fin ella sale de su casa en la madrugada. A este hecho en la
novela se le llama el rapto de Irma y se agrega que es una aventura corriente. En efecto,
se entiende en el relato que así conseguía don Aparicio a sus mujeres.
No se puede hablar exactamente de amor entre don Aparicio e Irma. Más bien es el trato
del dueño con una persona que forma parte de su propiedad, ni más ni menos que como
si fuera su objeto. Aquí hay un acuerdo tácito, pues Irma escucha los galanteos sin tener
ninguna posibilidad de rechazo o de retirada. Sabe, además, que existen otras mujeres
que harán todo lo posible por propiciar que el capricho de rijoso hacendado pase rápido. Y
aquí surge la relación reciproca pues aun sádico le corresponde como complemento una
masoquista. Obviando, asimismo, el componente sexual para entender la palabra en un
sentido más amplio, la conducta de Irma está marcada por la resignación, la sumisión, la
humillación; en pocas palabras, soporta con humildad el sufrimiento que le inflige el amo.
Incluso el narrador afirma que agrandaba sus penas cantando acompañada de una
guitarra que ella misma ejecutaba. En un papel, el personaje puede llegar a una situación
extrema:
“Cuando él se case con otra, me mataré; mientras no se case seré la preferida. ¡Quién
sabe, pues; quien sabe!”, reflexionaba.
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Por su parte el dueño de Lambra ya tiene fijado un destino para la ocobambina: - Me
casare con ella, temprano, al amanecer. Y la haré sufrir toda la vida. No saldrá ni a ver los
árboles de pisonay de la plaza”.
A Irma la condena su pasividad, la suposición de que por ser pobre debe soportar toda
clase de humillaciones. como justificación para su abúlico proceder.
¿Cómo puede explicarse el amor de Irma por el hacendado? ¿Es verdaderamente amor?
Más bien parece la atracción de una muchacha que ve colmada su vanidad, porque el
patrón la escogió. Se siente bien ante esa preferencia; por eso lleva con firmeza su
aislamiento y solo le basta la confianza y amistad de Mariano, pero recordemos que el
arpista es un desvalido mental. Tampoco está preocupada por el furor uterino de ser
madre, pues no se manifiesta en el relato una esperanza o una fantasía de tener un hijo
con su dueño.
En Diamante y pedernales no hay amor, solo deseo, un deseo brutal, cruel, que produce
daño en la mujer; un deseo envilecido, pues la satisfacción sexual va acompañada de una
devaluación del objeto deseado. Con razón.
Junto a Irma, como estamos diciendo, aparece otro personaje: la rubia Adelaida.
Solamente desempeña un papel decorativo, con fugaces apariciones. En términos
generales, el personaje decorativo no aporta nada a la acción ni posee significado
particular alguno Sin embargo, su presencia refuerza la idea de que don Aparicio esta
siempre detrás de una mujer para conquistarla, hacerla suya y dejarla, aunque todo esto
queda como alusión, pues con la gringa, el hacendado no llega a conseguir nada, no
porque ella no lo quiera sino porque no se desarrolla en la obra. Hay si en su escasa
intervención una frase que sirve para enfatizar la personalidad del protagonista: “serrano
bárbaro” porque observa en él unas formas inusuales de cortesía, marcada por la
brusquedad, por la heterodoxia del gamonal que cree que lo puede conseguir todo.
5.8.8 EL HOMBRE CONTRA EL ANIMAL
En la concepción de los lugareños de Lambra, don Aparicio representa el mal, la
perversión. Los comentarios de vecinos de un pueblo chico son insistentes acerca de las
rarezas del comportamiento del señor de la comarca. Siempre con alusiones, es decir, sin
desarrollo de lo que se manifiesta en la obra, se tiene esta muestra:
Dice que don Aparicio hizo caminar de cuatro patas a varios señores y que a algunos los
monto todavía.
Dicen que a don Esteban lo hizo subir al mostrador para que discurseara…
Dicen que don Aparicio se reía como un condenado y hasta en la plaza retumbaban sus
carcajadas. (Arguedas 1983:36)
El imaginario local, entonces, tiene una acertada visión acerca de la extraña personalidad
del hacendado basado en comentarios conforme se aprecia en el uso del verbo
impersonal “dicen”. Hasta ahí tenemos la regularidad de la percepción dentro de la
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anomalía de su desenvolvimiento. Don Aparicio es proclive al maltrato contra los seres
humano. Pero por el exotismo de esta conducta alcanza su exacerbación cuando en una
acción que carece de toda lógica arremete contra “Halcón” el noble caballo que incluso se
desempeña como compañero de aventuras. So pretexto de que no había carne para el
cernícalo del “upa” procede del siguiente modo:
Se puso de pie. Saco una cuchilla de su bolsillo. Abrió la hoja más grande y la afiló en el
pilar. Se acercó al potro. –Tú gran volador, le darás tu carne. Le tomo un trozo del cuello,
le agarro duro con la mano izquierda, y de un fuerte tajo lo cortó. El mayordomo. El potro
dio un salto atrás… (Arguedas 1983:83)
Todo esto que sucede en Lambra es como una maldición, por el hecho de ser un pueblo
grande. Así se entiende cuando el narrador interno establece una comparación respecto a
las pequeñas aldeas del interior, pues no había por esos rumbos terratenientes voraces y
crueles” (41). La comparación es patente con su enseñanza implícita: los hombres vive en
mejor, sin sobresaltos, dentro de una paz idílica en los pueblos pequeños, en los que
todos los vecinos se conocen y se vive para la danza.
5.8.9 LA RECEPCION DE DIAMANTES Y PEDERNALES
Temprano no más, en 1955, Carlos Eduardo Zavaleta, bajo el seudónimo de Telemaco
tuvo un juicio duro sobre esta novela de Arguedas. Estimaba que la índole de sus relatos
nos lleve a la autenticidad serrana “dicho espíritu se manifiesta aun a través de su
imperfección narrativa” (Zavaleta 1955:79) Sí, imperfección narrativa, eso es lo que afirma
Zavaleta en el quizá primer comentario sobre la narrativa de Arguedas hasta ese
momento. Porque la opinión trata sobre los tres libros del autor apurimeño publicados
hasta 1954.
Luego de sugerir que el lector debe aceptar el impacto de ruda belleza, ese mismo lector
debe atestiguar que la narración avanza a saltos y los cambios de escenarios y
personajes, son súbitos, semejantes a hachazos. Refiriéndose a Diamante y pedernales,
“Telemaco” asegura que una de las anécdotas (la de Irma) prosigue aun cuando el tema
haya concluido. En compensación sostiene que los primeros capítulos son de los más
logrados. (Zavaleta1955:79 y 90)
Hoy, con tantos lectores que veneran a Arguedas, esta opción critica puede parecer una
injuria. Pero para ser honesto en nuestra percepción, a veces da la impresión que el autor
de Agua muestra una riquísima materia que debió tener más cuidado en su expresión. Por
eso decíamos que hay pocos trabajos interesados en la estructura narrativa de Arguedas.
Después de un amplio lapso, en 1979, Zavaleta reconoce que ese artículo de 1955 era
algo irreverente para una figura prestigiosa. Agrega que la crítica peruana por ese tiempo
no se atrevía a poner peros a las obras de autores nacionales, pues los silenciaba del
todo o los elogiaba en exceso. Enseguida, establece un balance; se equivocó al
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subestimar a Agua y Yawar fiesta, pero acertó al sostener que Arguedas le faltaba
dominar su lenguaje y que tampoco dominaba la estructura del cuento y la novela
En el balance, mantiene su idea esencial: a Arguedas le faltaba hasta 1954, un par de
atributos fundamentales: la ausencia de dominio del lenguaje y de dominio de la
estructura del cuento. En otros términos, largos años después, es como si Zavaleta
estuviera contra la invención de autores mitos en nuestra narrativa, que se debería dejar
de lado el apasionamiento para poder juzgar a los escritores en sus virtudes y sus
defectos.
Mencionaremos ahora a un estudioso de la novela peruana poco mencionado: Mario
Castro Arenas. Lo hacemos porque ya estamos reiterando que Diamante y pedernales
ha tenido poca fortuna como objeto de investigación; recurrimos a los que abordan esta
novela aunque sea en forma breve, como es este caso. En unas cuantas líneas se nos
dice que el libro enfoca la historia de un señor principal, lujurioso y violento, quien impone
su dominio sobre indios, mestizos y lacayos, así como sobre las doncellas. Indica que su
contrapartida es don Mariano músico prodigioso, indefenso y tierno (Castro s.a.:238).
Se puede apreciar que se enfatiza el rasgo sicopatológico del hacendado don Aparicio:
lujurioso y violento. Ambas marcas hemos tratado de destacarlas en la ponencia. La
atención se centra en el personaje misti; también en el desvalido don Mariano; ambos
representan una polaridad no solo social y económica, sino sobre todo sicológica.
Considerado uno de los estudiosos más importantes de Arguedas, Antonio Cornejo Polar,
en un primer momento, descarta el plano Diamantes y pedernales como objeto de
investigación. Se ha dedicado a desentrañar toda la obra narrativa de Arguedas, menos el
título que citamos. En su libro Los universos narrativos de José María Arguedas se lee
en la introducción.
El presente estudio intenta ofrecer una imagen global de la obra narrativa de José María
Arguedas. Sin duda reconocemos los riesgos de tentativas de esta índole, especialmente
cuando se carece de aportes monográficos suficientes… (Cornejo 1973:12 – 13)
En esta “imagen global” no tiene cabida Diamantes y pedernales, no encontramos en el
volumen la razón por la que se excluye, pero se puede suponer que dicha ficción no
incide en la problemática económica y social. La justificación de esa ausencia la vamos a
ubicar varios años después.
Luego sostiene que, si bien la comparación con las otras novelas no le es favorable,
ahora piensa que Diamantes y pedernales tiene mucha mayor significación de la que
originalmente pudo captar (Cornejo 1997:138).
La significación de la novela para Cornejo radica en la importancia de la música, en la
simbolización de la música como organizadora de la vida de la comunidad y como
pacificadora ante la violencia de la clase terrateniente. Propone que el valor de la música
indígena se opone a toda manifestación maligna, en especial al encadenamiento del sexo
y el pecado. (Cornejo 1997:139-140)
62
Aquí el sexo está asociado al pecado, pero al estudioso no le interesa desarrollar esa
contienda moral, sino el contexto cultural en el que puede simbolizar la importancia de la
música indígena. Este es el tema que desarrolla en el “Excurso” que incorpora a la
segunda edición de su libro.
Mario Vargas Llosa en La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del
indigenismo (1996), se aleja de la música que le interesó a Cornejo. Relacionando
hechos, personajes, tiempos, espacios e interpretaciones de la narrativa de Arguedas
formula algunas ideas sobre Diamantes y pedernales, apelando a la personalidad singular
de don Aparicio y de don Mariano. Detalla primero la violencia de personajes de diversas
ficciones para aludir también a Diamantes y pedernales.
Y el don Aparicio de “Diamantes y pedernales” perpetra crueldades vertiginosas, como
despedazar contra las baldosas a su dócil arpista y cortar en vivo a su potro una lonja de
carne.(Vargas 1996:88)
Vargas Llosa también se detiene en el probable masoquismo de ciertos personajes:
La compasión por el débil, por el indefenso, por la víctima en esta sociedad disimula aunque a veces la disimula sin tapujos- una tendencia a la autocompasión, e incluso, un
latente masoquismo: el hombre se complace en sufrir para poder apiadarse de su
sufrimiento. (Vargas 1996:91)
En Diamante y pedernales llora el “upa” Mariano y llora la amante Irma. Llora los más
desvalidos, los marginales, los que dependen de otros, los que no pueden concretar una
superación en cualquier nivel de la existencia. El lector está tentado a considerar que el
sufrimiento es una forma de autocomplacencia.
El llanto y el sufrimiento, el diseño lastimero de los personajes no se agotan en Diamante
y pedernales, reaparecen con fuerza en la novela extensa Todas las sangres (1964).
Pero esa es ya otra novela.
5.8.10 SOBRE LOS RÍOS PROFUNDOS EL TIEMPO DE LOS ENCUENTROS
Relato de viajes y de encierros, de revelaciones íntimas y descubrimientos épicos, Los
ríos profundos (1958), de José María Arguedas, traza -por medio de la historia que narra y
de la voz que la vierte- un poderoso drama ético y cultural. El personaje central de ese
drama, figura al mismo tiempo ejemplar y única, tiene que encontrar su definición y su
sitio en "un mundo de monstruos y de fuego, y de grandes ríos que cantan con la música
más hermosa al chocar contra las piedras y las islas". Crónica de una educación
sentimental en los Andes y retrato del artista adolescente en el Perú de las primeras
63
décadas del siglo XX, la segunda novela de Arguedas es -en su intenso claroscuro-uno de
los libros capitales de nuestra literatura.
A los catorce años, interno en un colegio católico de Abancay, el protagonista de Los ríos
profundos debe cruzar el umbral riesgoso que separa la niñez de la juventud; décadas
más tarde, ya adulto, da cuenta de esa temporada decisiva. Así, la novela se presenta
como una ficción autobiográfica. Las vicisitudes infantiles de Ernesto, alter ego de
Arguedas, habían ocupado las páginas de "Agua" y "Warma Kuyay", dos de los tres
cuentos que en 1935 formaron la primera edición de Agua. Los ríos profundos encuentra
a su personaje en el paso de una edad a otra: en esa encrucijada del crecimiento, el
entrañable héroe de la novela se siente solo y se percibe vulnerable, pero no está
dispuesto a rendirse. Tiene a su favor los dones de la palabra y la observación, así como
el patrimonio de sus recuerdos: el oficio de la escritura -que, con los años, será el suyodepende de esos filtros de la experiencia. Criatura en crisis, ser en estado de zozobra,
Ernesto libra una ardua brega cuyo escenario principal, se diría, se encuentra en su
cuerpo y en su mente. En carne propia, con visceral y poética insistencia, repercuten las
tensiones de una sociedad premoderna donde, en quechua y castellano, pugnan indios,
mestizos y señores. De hecho, la formación del individuo -o, mejor dicho, un lapso crucial
de esta- orienta el argumento y determina el tema de Los ríos profundos.
El Cusco, donde se inicia el relato, es el centro simbólico del mundo al que pertenece el
protagonista. Destino del peregrinaje, la antigua capital de los incas tendría que ser el sitio
del bienestar y del reposo. Por el contrario, se convierte en una escala turbadora de la
existencia, pues en ella impera una semifeudalidad andina que, dentro de la novela, es
semejante al Mal -a la vez metafísico y tangible- de las novelas góticas. "Los señores
avaros habrían envenenado quizás, con su aliento, la tierra de la ciudad", conjetura
Ernesto al partir con su padre, fracasado el "extraño proyecto" que los había llevado hasta
la residencia del Viejo, el pariente cruel y devoto, señor de cuatro haciendas, que usurpa
el lugar utópico de la autoridad legítima. Esa atmósfera maldita, sin embargo, no anula la
experiencia de lo sublime, que arrebata a Ernesto durante su ritual privado ante el muro
del palacio de Inca Roca o cuando de noche escucha, transido, "el canto de la María
Angola", la campana de la catedral. Para la sensibilidad a la vez alerta y febril del
protagonista, en el Cusco -como, luego, en Abancay- se representa la tragedia de la
comunicación en una sociedad bilingüe y dividida por ancestrales barreras étnicas y de
clase. En esa tragedia, donde el saber mítico y la densidad histórica se conjugan, él es el
actor que hace de testigo.
En "La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú", Arguedas confiesa que a
principios de los años 30, mientras se esforzaba por darle forma a los relatos de Agua
(1935), le "alumbraron el camino" dos libros: El tungsteno, de César Vallejo, y Don
Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes. Los ríos profundos muestra -sin calco ni copia,
por cierto- que, en las décadas siguientes, Arguedas no habría de olvidar el relato
elegíaco de Güiraldes. En efecto, Los ríos profundos es también una novela de
aprendizaje, como aquella en la cual Fabio Cáceres -que, al comenzar la historia, tiene la
misma edad que Ernesto- evoca sus andanzas por la pampa argentina con su mentor, el
gaucho Sombra. En ambos textos, la crisis adolescente se presenta como una búsqueda
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del sentido de la socialización; en los dos, el vínculo estrecho con el paisaje natural y con
la cultura popular nutre y fortalece al personaje durante un estadio crucial de su vida. Hay,
sin embargo, una diferencia de fondo. En la novela de Arguedas no hay un maestro que,
armoniosamente, guíe al púber por la ruta de su formación. De hecho, las figuras
masculinas de autoridad -el padre biológico o el Padre Linares, "santo predicador de
Abancay y director del colegio"- son, en un sentido radical, ambiguas. En rigor, no son
modelos de conducta, sino objetos de observación. Como señala Franco Moretti, el subgénero de la novela de aprendizaje se bifurca en dos grandes vertientes: en una, el héroe
se integra al orden adulto; en la otra, esa integración es problemática o imposible. Don
Segundo Sombra ilustra, sobriamente, la primera opción. Los ríos profundos, con agónica
intensidad, ilumina la segunda.
La memoria, al modo de un horizonte retrospectivo, orienta al sujeto de la historia y del
discurso. En la ceremonia de la escritura, el narrador adulto intenta recobrar el pasado,
pero el mismo impulso lo define también a los catorce años. La nostalgia no alude
necesariamente a un tiempo feliz, sino más bien a la herida melancólica de la pérdida.
Eso vale tanto para el cronista maduro como para su encarnación adolescente. Uno de
los pasajes más hermosos y conmovedores de la novela, que los entrega generosamente,
comienza con estas palabras: "En esos días de confusión y desasosiego, recordaba el
canto de despedida que me dedicaron las mujeres, en el último ayllu donde residí, como
refugiado, mientras mi padre vagaba perseguido". Reveladoramente, la imagen que
invoca Ernesto para afirmarse es la de la separación, la del momento en que ha de
abandonar el que ha sido para él un sitio de plenitud y amparo. "La impagable ternura en
que vivo", dice el narrador, se la debe a los miembros de la comunidad. La letra del haraui
del adiós, transcrita íntegra y en versión bilingüe, expresa la esperanza del reencuentro,
pero no hay indicios en la novela de que Ernesto haya vuelto a visitar a sus protectores: la
comunidad indígena es un paraíso perdido.
Son más las tinieblas que las epifanías en la experiencia del protagonista. Sin embargo,
Los ríos profundos no es una memoria del fracaso personal y del triunfo de la injusticia.
Hasta los pongos -esos siervos que, reducidos al borde inferior de lo humano, parecían
haber olvidado hasta su propia lengua- invaden, en una procesión que las autoridades
habían prohibido, la ciudad de Abancay. Ernesto, a su vez, termina por vencer el cerco del
internado y se imagina, libre, lejos del sitio de su enclaustramiento. Los conflictos que
laceran la realidad representada no se resuelven, pero la última palabra no la tienen
quienes mandan y oprimen, aunque sean tan elocuentes como el padre Linares o tan
imperativos como el Viejo. Esa palabra le corresponde al testigo que en la crónica del
aprendizaje da fe, con sobrecogedora e inspirada dicción, del mundo donde fue puesto a
prueba.
65
5.9 WARMA KUYAY
Agua. Los escoleros. Warma kuyay, o simplemente Agua, es un libro de cuentos del
escritor peruano José María Arguedas publicado en 1935. Fue el primer libro publicado
por este autor, que entonces tenía 24 años de edad. Correspondiente al movimiento
66
indigenista, obtuvo el segundo premio en el concurso internacional promovido por la
Revista Americana de Buenos Aires y fue traducida al ruso, alemán, francés e inglés por
La Literatura Internacional, de Moscú. La edición original la conformaban tres cuentos,
especificados en el título de la obra.
Desde 1931 Arguedas era estudiante de la Facultad de Letras de la Universidad de San
Marcos en Lima y entre 1933 y 1934 publicó sus primeros cuentos que aparecieron en la
prensa local. Estas primeras obras convencionalmente se calificaron de «indigenistas»,
aunque ya se distinguían notoriamente de los relatos de Enrique López Albújar y Ventura
García Calderón, hasta entonces los más conspicuos representantes del indigenismo
literario en el Perú. El mismo Arguedas explica los motivos que le impulsaron a escribir:
Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre los indios; los describían
de una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he recibido lecciones
como López Albújar, como Ventura García Calderón. López Albújar conocía a los indios
desde su despacho de juez en asuntos penales y el señor Ventura García Calderón no sé
cómo había oído hablar de ellos... En esos relatos estaba tan desfigurado el indio y tan
meloso y tonto el paisaje o tan extraño, que dije: "No, yo lo tengo que escribir tal cual es,
porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido" y escribí esos primeros relatos que se publicaron
en el pequeño libro que se llama Agua
La aparición de la colección Agua en 1935 inauguró pues una nueva etapa en la historia
del indigenismo literario en el Perú.
5.9.1 ÉPOCA
La obra fue publicada a mediados de la década de 1930, pero los sucesos que relatan se
inspiran en episodios de la niñez del autor, es decir la década de 1920, episodios que sin
duda están distorsionados y con la carga de fantasía propia de las creaciones literarias.
En cada uno de los tres relatos el protagonista es un adulto que narra en retrospectiva,
rememorando su infancia: en Agua y Warma Kuyay se llama Ernesto, y en Los Escoleros
es Juan o Juancha. En todos ellos podemos identificar al Arguedas-niño.
5.9.2 ESCENARIOS
Las tres historias que conforman dicho libro se inspiran en sucesos de la niñez del autor,
durante su estancia en la provincia de Lucanas, junto con los indios de las comunidades.
Los tres escenarios son:
• San Juan de Lucanas (Agua)
• Ak’ola (Los escoleros)
• La hacienda Viseca, cercana a Puquio, la capital de la provincia (Warma Kuyay).
5.9.3 LOS TRES CUENTOS
5.9.3.1 Agua
Este primer relato está ambientado en San Juan de Lucanas y trata sobre un reparto de
agua para las comunidades por disposición de don Braulio Félix, el principal o hacendado
más poderoso. La ausencia de lluvias hace necesaria una repartición justa de las aguas
canalizadas, pero don Braulio suele otorgarla a sus amigos y allegados, propietarios
blancos o mestizos como él, mientras que las tierras de los comuneros indios se secan.
La repartición, como cada semana, se realizará en la plaza del pueblo donde se convoca
67
a los pobladores. Llegan el niño Ernesto y el cornetero Pantaleón (Pantaleoncha o
Pantacha); luego se asoman otros muchachos o maktillos; todos ellos son escoleros o
escolares. Oyendo la música interpretada por Pantaleoncha todos se divierten. Los
primeros comuneros en llegar a la plaza son los tinkis, que se precian de ser los más
valientes y osados; luego aparecen los de San Juan o sanjuanes, los más miedosos.
Pantaleoncha, quien había vivido un tiempo en la costa, trata de infundir ánimos en los
comuneros para que se enfrenten a los abusos de don Braulio. Mientras tanto llega a la
plaza don Pascual, el repartidor de agua o semanero, quien ya está decidido a contrariar
la voluntad de don Braulio dando el agua de la semana a los comuneros pobres que más
la necesitan. Llega finalmente don Braulio, borracho, quien da la orden para iniciar la
repartición, pero al oír que el semanero solo otorgaba agua a los comuneros, se enfurece,
saca su revólver y balea a todos. Los comuneros huyen, y entonces Pantaleoncha
empieza a gritar para animarlos a la resistencia, pero una bala disparada por don Braulio
lo alcanza en la cabeza y cae herido de gravedad. Ante tal situación, nadie ya se atreve a
enfrentar al enloquecido patrón. Solo el niño Ernesto se llena de coraje y lo enfrenta,
llamándolo ladrón y arrojándole la corneta de Pantaleoncha, que acierta en la cabeza de
don Braulio, haciéndolo sangrar. Mientras que sus ayudantes le rodean para atenderlo,
Braulio brama ordenando que disparen al niño. Pero éste logra huir y se va a la
comunidad de Utek’pampa, cuyos comuneros, a diferencia de los tinkis y sanjuanes, eran
indios libres que se hacían respetar.
5.9.3.2 LOS ESCOLEROS
Los escoleros son los escolares de la comunidad de Ak’ola. El relato empieza
presentando a tres de ellos: Bankucha, Juan (Juancha) y Teófanes (Teofacha). Bankucha
es el mayor y el cabecilla de todos; los demás lo ven como ejemplo y tratan de imitarlo.
Todos son muchachos de entre 12 y 14 años. Teófanes es huérfano de padre y vive con
su madre; juntos crían una vaca lechera llamada la Gringa, que es su tesoro más
preciado; la llamaron así por ser de pelaje blanco. Es la mejor vaca del pueblo, lo que
provoca la envidia del hacendado don Ciprián, dueño del distrito, quien ofrece por ella
mucho dinero, siendo rechazada su oferta por la viuda. Juan es hijo de un abogado que
trabaja para don Ciprián, y temporalmente se halla alojado en la casa-hacienda, porque
su padre se hallaba de viaje; allí es testigo de la violencia de don Ciprián contra su propia
familia y subordinados. Juan teme la venganza de don Ciprián contra la Gringa, pero junto
con Teófanes y el resto de los escoleros promete defender a la vaca, a la que querían
como a una madre. A pesar de ser mestizo Juan se siente más identificado con los indios.
Un día don Ciprián se ausenta, diciendo que iría a requisar los «daños», es decir ganado
que invadía sus tierras situadas en la puna (región alta). Esos días de ausencia del
malvado patrón fueron de felicidad para los habitantes del pueblo; la patrona (esposa de
don Ciprián) organiza una reunión en la casa-hacienda, donde los indios cantan y bailan.
Otro día Bankucha y el resto de escoleros se dedican a amansar chanchos en la plaza del
pueblo que luego trasladan al chiquero. Hasta que una noche retorna el patrón y Juan ve
de lejos que trae un animal blanco, presintiendo que es la Gringa. Al principio no quiere
creer que don Ciprián se atreviera a entrar como ladrón a corral ajeno, pero al día
siguiente confirma su temor. Teófanes y su mamá van a reclamar al patrón, pero éste les
exige 20 soles de compensación pues aducía que encontró a la vaca pastando en sus
68
tierras, lo cual era falso. La viuda lo desmiente y llena de ira insulta al patrón. Luego, por
intermedio de Juan, don Ciprián le ofrece 80 soles como pago por la vaca, reconociendo
que, efectivamente, lo había sacado de su corral, pero que lo hizo por no aceptar el hecho
de que siendo la mejor vaca del pueblo no fuese suya; en caso de no aceptar su oferta
amenaza con llevarla al matadero, en la costa. Pero la viuda rechaza tal oferta y vuelve a
injuriar al patrón. Fuera de si, don Ciprián va al corral, saca su revólver y dispara dos tiros
en la cabeza de la vaca, ante el estupor de Juan, que abraza el cuerpo muerto del animal
y llora inconsolablemente. Ese mismo día, Juan y Teófanes son llevados a latigazos a la
cárcel, donde lloran largo rato hasta que el sueño los vence. El patrón vivió por algún
tiempo más, sin que nadie intentara frenar sus abusos, hasta que murió de viejo. Pero el
odio de los indios hacia sus explotadores continuó, acrecentándose día a día.
5.9.3.3 Warma Kuyay
Warma Kuyay significa en quechua «amor de niño». Es el relato del amor del niño
Ernesto, mestizo pariente de los patrones, por una india adolescente, la Justina. Ella
prefiere al Kutu, un joven indio y novillero, empleado de la hacienda Viseca, donde
ocurren los hechos. Cierto día el patrón, don Froylan, abusar sexualmente de Justina y
Ernesto le pide al Kutu que asesine al ofensor, pero el novillero se niega por «ser indio»,
es decir, socialmente inferior. Esto causa el repudio de Ernesto hacia el Kutu, a quien
califica de maula o cobarde. Hasta que un día el Kutu, hastiado de las humillaciones, se
marcha de la hacienda, dejando a la Justina. Ernesto mantiene su amor por la muchacha
aunque sin guardar esperanzas. Finalmente Ernesto es llevado a la costa, donde vive
amargado, comparándose con un animal de las alturas frías trasladado al desierto,
imaginando que lejos, el Kutu, aunque cobarde, llevaría una vida mejor trabajando en las
haciendas de la sierra.
5.9.4 EL PROBLEMA DEL LENGUAJE
En estos relatos se advierte el primer problema que tuvo que enfrentar Arguedas en su
narrativa: el encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas
(monolingües quechuas) se expresaran en idioma castellano sin que sonara falso. Tras
una larga y angustiosa búsqueda del estilo adecuado, Arguedas resolvió el problema con
el empleo de un «lenguaje inventado»: sobre una base léxica fundamentalmente
castellana, injertó el ritmo sintáctico del quechua.
5.9.5 Análisis
Los tres cuentos de Agua relatan la vida y sufrimientos del pueblo quechua en las
haciendas y aldeas de la sierra. El espacio que en ellos se representa es limitado y
aparece escindido tajantemente en dos segmentos irreconciliables: los indios y los
señores, sin mayor vínculo con las otras dimensiones del país. Es un libro de rebelión y
protesta (de «odio puro» decía Arguedas) cuyo gesto reivindicativo queda constreñido al
que pueden asumir dentro del relato algunos personajes excepcionales y no la comunidad
íntegra, todavía sometida por el terror. Al mismo tiempo es un primer y muy logrado
ensayo de aprehensión de la naturaleza andina y de las relaciones que guardan con ella,
desde una posición animista, los indios y quienes han sido tocados por su cultura. Por
último, Agua es también un documento personal que incide en la ambigua situación de
personajes que, como el autor, se encuentran a caballo entre dos mundos en conflicto y
69
optan por inscribirse en el de los indios. Es una opción radicalmente problemática pues
parte de la conciencia de ser «un mak’tillo (muchacho) falsificado». Dentro de la obra de
Arguedas, y no sólo por razones cronológicas, Agua tiene un sentido fundacional: expresa
una inconmovible adhesión al mundo indígena y señala las dos rutas (una
fundamentalmente social, en cierto sentido objetiva, que tienda hacia la representación
épica; y otra más bien psicológica, introspectiva, de raíz y plasmación líricas) por las que
discurrirá la obra del autor de Los ríos profundos y de Todas las sangres
CONCLUSIÓN:
70
José María Arguedas fue un defensor y protector que vivió en carne propia el maltrato y
la discriminación indígena a lo que él los llamo sus hermanos y hermanas.
Toda su vida se paso difundiendo el mundo andino, fascinado por la cultura de estos
escribe varios libros. El personaje que toma el escritor como modelo es el dansak o
danzante de tijera quien lo menciona en varios de sus obras.
Es más los mejores amigos que tuvo fue el violinista y arpista Damián, quien tocaba para
los danzak en Puquio – Ayacucho.
Él aun siendo un hombre blanco proveniente de una familia acomodada, se considero un
cholo mas.
Una anécdota que cuenta su biografía dice: “cuando llego a estudiar junto a los costeños
en el colegio San Luis Gonzaga de Ica, conoció a una chica llamada Pompeya de quien
se enamoro perdidamente. Un día tomando fuerzas decide declarar su amor entregándole
unos poemas inspirados por el mismo autor. Pero esta le devolvió como aclarando su
situación diciendo yo no me meto con serranos. Herido en su amor propio José María se
propuso demostrar por el resto de su vida el error que cometían aquellos que
despreciaban todo lo que fuera andino, y así comenzó convirtiéndose en el mejor de la
clase.
Estas vivencias marcaron su vida para sus grandes creaciones literarias, como a la vez el
rechazo de los críticos contemporáneos, lo cual lo llevo a la depresión.
El debate mas polémico que tuvo el escritor fue con el Argentino Julio Cortázar quien
criticó y tildó de Telurismo o nacionalista de escarapela y banderita. Lo que más le
molesto fue que Cortázar sugiriese que viviendo en Europa se podía comprender mejor la
realidad de Latinoamérica. Esto aumento su depresión y pensó en el suicidio.
A raíz de esto decide escribir su último libro “los Zorros de arriba y los Zorros de abajo”
donde anuncia la fatídica decisión que estaba por tomar, allí decía: “escribo estas paginas
porque se me ha dicho hasta la saciedad, que si logro escribir recuperare la sanidad, pero
como no he podido escribir sobre los temas elegidos. Voy a escribir sobre el único que me
atrae. Esto de como no pude matarme y como ahora me devano los sesos buscando una
manera de matarme con decencia”.
Ahora en estos tiempos las obras de Arguedas son conocidas mundialmente, Mario
Vargas Llosa al recibir el Premio Novel 2010, dijo que no había mejor manera de llamar al
Perú, que como lo llamo su compatriota y escritor José maría Arguedas el País de todas
las sangres.
71
6. B I B L I O G R A F I A
ARGUEDAS, José Maria
1983 Relatos completes. Prólogo de Mario Vargas Llosa. Madrid – Buenos aires: Alianza
Losada.
BOURNEUF, Roland y Réal OUELLET
1989 La novela. Barcelona: Ariel
CASTRO ARENAS, Mario
S.s. La novela peruana y la evolución social. Segunda edición. Lima: José Godard
CORNEJO POLAR, Antonio
1973 Los universos narrativos de José María Arguedas. Buenos Aires: Losada.
1977 Los universos narrativos de José María Arguedas. Lima: Horizonte
GARCIA, José Uriel
1973 El nuevo indio. Lima. Universo
MILLER, Gerard
1988 “El acto fallido por excelencia es el acto sexual”. Gerard Miller (Director).
Presentación de Lacan. Buenos Aires: Manantial.
VARGAS LLOSA, Mario
1996 La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. México:
Fondo de Cultura Económica.
ZAVALETA, Carlos Eduardo
1955 “José María Arguedas”. Letras peruanas. Revista de Humanidades, 1955, Año IV,
N° 12, pp. 79 y 90.
1997 El gozo de las letras. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
Peter Elmore: Fuente: El Comercio, Lima 29/05/07
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Referencias
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Antonio Cornejo Polar, pp. 130-131.
Vargas Llosa 1996, pp. 261-263.
Vargas Llosa 1996, p. 264.
Jessica Tapia Soriano, guía de lectura de El Comercio.
Antonio Cornejo Polar, pp. 130-131.
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Bibliografía
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Sánchez, Luis Alberto: La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del
Perú, tomo V. Cuarta edición y definitiva. Lima, P. L. Villanueva Editor, 1975.
Vargas Llosa, Mario: La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del
indigenismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1996. ISBN 968-16-4862-5
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Fondo de Cultura Económica. México, 1996. ISBN 968-16-4862-5.
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latinoamericana El Comercio, Tomo 15, con ficha de lectura. ISBN 9972-40-219-3
Cornejo Polar, Antonio: Historia de la literatura del Perú republicano. Incluida en Historia
del Perú, Tomo VIII. Perú Republicano. Lima, Editorial Mejía Baca, 1980.
Sánchez, Luis Alberto: La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del
Perú, tomo V. Cuarta edición y definitiva. Lima, P. L. Villanueva Editor, 1975.
Vargas Llosa, Mario: La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del
73
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