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camino real
CONSEJO EDITORIAL
Comité Editorial
Lic. Chiqui Vicioso (República Dominicana)
Lic. Ángela Hernández (República Dominicana)
Dr. Héctor Díaz Polanco (México-Rep. Dominicana)
Dr. Pablo Maríñez (República Dominicana)
Dr. Eliades Acosta (Cuba)
Dr. Rubén Zardoya (Cuba)
Dr. Ángel R. Villarini (Puerto Rico)
Coordinación Ejecutiva
Matías Bosch, Vicepresidente Ejecutivo
Ramón Tejeda, Encargado
de Patrimonio y Colecciones
Farah Hallal,
Asesora Cultural
Ysabel Florentino,
Encargada de Gestión Cultural y Literaria
Irene Hernández: Edición
Amado Santana: Diseño
Impresora Soto Castillo: Impresión
© Fundación Juan Bosch
Calle Paseo de los Locutores No. 43,
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Teléfono: 809-472-1920
809-472-1921
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LA FUNDACIÓN JUAN BOSCH es una organización no
gubernamental, sin fines de lucro, presidida por doña Carmen Quidiello
de Bosch, constituida para trabajar en la preservación y difusión de la
obra del profesor Juan Bosch, en vinculación con proyectos de diversa
índole que promuevan el desarrollo humano, social y ciudadano en
República Dominicana.
camino real
CAMINO REAL es una publicación de la Fundación Juan Bosch.
Pretende ser un espacio plural, democrático, al servicio del pueblo
dominicano, y en el que participen todas las personas dedicadas a
estudiar los fenómenos sociales y promover los valores y principios de
justicia, dignidad, patriotismo y democracia por los que vivió y luchó el
Profesor Juan Bosch.
2
PORTADA:
Manifestaciones en
Chile, 2011.
con
tenido
EDITORIAL .................................................................................................................. 2
MIRADA PRESENTE
Petróleo, dictadura e intervención en la Venezuela de comienzos del siglo XX ............... 7
SERGIO RODRÍGUEZ GELFENSTEIN
Las Constituciones dominicanas de 1963 y la de 1966: Un análisis comparativo ........ 21
AQUILES CASTRO
Manuel Belgrano y el camino a la Revolución ........................................................... 35
CAROLINA CRISORIO
La correlación entre las revoluciones sociales, las científico-técnicas y las productivas ..... 45
PEDRO L. SOTOLONGO
HUELLAS DEL FUTURO
Juan Bosch, intelectual orgánico y la carta del confinamiento ................................... 59
MANUEL JOFRÉ
CAMINO EN CONSTRUCCIÓN
La ausencia de un poder constituyente democrático en la historia de Chile ................ 79
SERGIO GREZ TOSO
DESDE MI ORILLA
Mario Vargas Llosa ................................................................................................ 101
ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ
camino real
Bosch: comprensión de la Historia y lucha democrática desde el trujillato
al golpe de Estado .............................................................................................. 71
MATÍAS BOSCH
Bases del Concurso Camino Real 2011 ..................................................................... 107
3
EN EL CAMINO
EDITORIAL
camino real
2011 se conmemora en República
E nDominicana
el cincuenta aniversario
4
de la caída de la tiranía trujillista y del retorno de Juan Bosch a su patria para acometer la tarea de conseguir una “fórmula
de convivencia democrática”.
El problema de la “tiranía”, el “mal gobierno” y el autoritarismo, ocupa en el pensamiento y la obra de Juan Bosch un lugar
de gran importancia. Primero porque Bosch
fue un luchador consumado en contra del
régimen tiránico de Rafael Leonidas Trujillo
Molina y de todas las formas de opresión,
dictaduras y empresas imperialistas que sacudieron a América y al mundo a lo largo
del siglo xx, en el que le tocó ser figura estelar. Pero también porque Bosch se ocupó
de reflexionar acerca del asunto, y trascendió
la denuncia para ahondar en las causas de los
malos gobiernos y las marcas que dejan en
las sociedades.
Para Bosch, diciéndolo en sus propias
palabras, las tiranías no caen del cielo. Hay
en él un esfuerzo sistemático por comprender eso que pudiera llamarse las “regularidades históricas” y a partir de ahí reconocer con qué fuerzas cuentan y de cuáles
carecen los pueblos a la hora de operar en
su redención, que no puede ser efectiva sino
se constituye como proceso conciente y colectivo. Las dictaduras no son consecuencia del infortunio o el inmerecimiento de
un mejor destino, ni se remedian mágicamente: son el fruto de “fuerzas”.
América Latina y su historia, están
atravesadas de experiencias tiránicas y autoritarias, pero también de intensas búsquedas por la libertad plena de hombres y
mujeres. De las dictaduras y los proyectos
colonizadores de ayer, a los golpes de Estado y las fórmulas de gobierno elitista y autoritario aún vigentes, nuestro continente
tiene una vasta experiencia que el discurso
demagógico de los sectores dominantes de
hoy quiere negar, blandiendo el éxito de la
“ola democrática”. América también cuenta con la memoria de los pueblos, de triunfos y derrotas, y de pensamientos complejos, como “canteras de ideas” para su construcción de futuros posibles.
El pensamiento crítico de Juan Bosch
y el proyecto político que invita a construir
con su llegada, encarnan la desconfianza
por cualquier mirada esponteanísta o complaciente sobre cómo superar el expediente caudillista-autoritario. No es otro caudillo, sino una “fuerza” social que supere a la
que sustentó al “mal gobierno” y que se exprese en una nueva concepción de relaciones liberadoras, el único proceso en el cual
se puede creer.
El pensamiento crítico del presente
nos invita a mirar el trasfondo del autoritarismo latinoamericano, y los referentes y
Hoy, afortunadamente, renace con
vitalidad, desde Chile hasta México, la utopía de sociedades sin “malos gobiernos” y
la idea de que sólo el “verdadero pueblo”
–como dijo Hostos– puede hacer posible
la verdadera democracia.
Camino Real acoge esa línea de pensamiento y debate, como aporte al momento
latinoamericano y a la revaloración de la
agenda histórica de Juan Bosch.
camino real
proyectos emancipatorios latinoamericanos,
en su larga cadena de intentos y utopías
incalcanzadas.
Hace cinco décadas, y luego de 30 años
de tiranía, el pueblo dominicano hizo posible
lo aparentemente –aún hoy– imposible para
las “verdades” consagradas: presentarse en el
escenario político como un actor autónomo y
crítico, orientado por una voluntad general
de superar viejas estructuras.
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camino real
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MIRADAPRESENTE
Petróleo, dictadura e intervención en la Venezuela de comienzos
del siglo XX.
SERGIO RODRÍGUEZ GELFENSTEIN
Las relaciones de Estados Unidos y Venezuela en la primera mitad
del siglo XX están signadas por dos factores fundamentales, la dictadura
del General Juan Vicente Gómez y la consolidación del Estado bajo su
mandato de represión y autoritarismo, revertiendo las medidas nacionalistas, de defensa de la soberanía del gobierno de su antecesor Cipriano
Castro y la transformación del petróleo en principal producto de exportación del país y eje de la estructura de la economía venezolana durante
todo el siglo XX, hasta nuestros días. En particular esto último va a ser el
elemento central que influirá en la configuración de la identidad venezolana en su quehacer político, económico y social.
Palabras claves: Venezuela, Petróleo, Autoritarismo, Nacionalismo,
Soberanía
[… ] pero yo quería recomendar a los señores expresidentes
que recordaran el hecho de que en todo este siglo,
hasta que llegó al poder Franklin Delano Roosevelt,
los Estados Unidos fueron un país interventor,
y no estoy hablando de la intervención económica,
no de la intervención cultural sino de la intervención militar,
que es la más burda, la más grosera
y la que más fácilmente ven los ojos de los pueblos del mundo.
Antecedentes del siglo
XX
americano
El comienzo del siglo XX significó la
pretensión de imponer la “modernidad” en
América Latina, una modernidad que
irrumpió con el siglo, a pesar que comenzó
en 1898 si nos atenemos a la definición de
Fernández Retamar que atribuye a ese año
el inicio del “siglo XX para las Américas y el
Mundo Hispano”.1 Resulta imprescindible
someter a breve razonamiento esta idea que
nos permitirá colocar en su justa dimensión la etapa que nos convoca porque el
inicio ese siglo está asociado a la búsqueda
de una modernidad que no llega a consolidarse en nuestra región y frente a la cual
en años precedentes José Martí había asumido una oposición constructiva proponiendo una alternativa de identidad común para nuestros pueblos, enarbolando
camino real
Juan Bosch
“El Discurso de Caracas”
Caracas, 7 de marzo de 1979
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camino real
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–precisamente– la idea de Nuestra América como antítesis del pensamiento panamericano que iba a signar la historia
de las relaciones entre la región y Estados Unidos como medida de la consolidación de la idea monroista por oposición al ideal bolivariano.
La solución de este debate es la que
expone Martí al escribir su extraordinario
artículo “Nuestra América” publicado primero en La Revista Ilustrada de Nueva
York, el 1º de enero de 1891, y después en
El Partido Liberal de México, el 30 de enero del mismo año. Algunos años antes durante un discurso pronunciado en la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 19
de diciembre de 1889, en una velada artístico-literaria ante delegados a la Conferencia Internacional Americana2 enunció la
idea de “nuestra América” todavía así, con
el pronombre posesivo en minúscula.
Vale la pena recordar un párrafo hermoso, pletórico de un sentimiento de hidalguía pura, ese sentimiento nuestramericano que brotaba de su alma y de su
corazón con el que Martí le recordaba a los
delegados que “[…] por grande que esta
tierra sea, por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln,
para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo
pueda tener a mal, es más grande, porque
es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la
América en que nació Juárez”3 y finaliza con
una pregunta y con una convicción “¿Adónde va la América, y quién la junta y guía?
Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola
pelea. Vencerá, sola”.4
Pero, no sólo Martí se inquietaba por
la situación de nuestra región en su relación con el mundo. En la época del imperialismo naciente, diferentes intelectuales se
proponían redefinir nuestra identidad a
partir de conceptos que iban más allá de lo
nacional. Se comienza a hablar de lo “latinoamericano” frente a la imposición de
hecho de la idea panamericana. Hombres
preclaros como el uruguayo José Enrique
Rodó, el chileno Francisco de Encina, el peruano, Francisco García Calderón y el
mexicano Francisco Bulnes a través de su
obra efectuaron mordaces críticas al imperialismo norteamericano.5
Esta impronta recorrería el sentir
nuestramericano en cualquier momento
del siglo que se anunciaba, en cualquier
latitud al sur del Río Bravo y auguraba el
espíritu con el que se encararía el vínculo
complejo, contradictorio y acaparador del
quehacer de nuestros países en su parentesco dolorosamente americano con Estados Unidos.
La Venezuela de comienzos de siglo.
El gobierno nacionalista de Cipriano Castro
El siglo XIX venezolano se caracterizó
por una larga seguidilla de gobiernos militares, donde la autocracia y el caudillismo
caracterizaron la gestión gubernamental
ante la debilidad institucional y la ausencia
del Estado en importantes regiones del país.
Dos figuras, José Antonio Páez y Antonio
Guzmán Blanco coparon el quehacer de la
vida política del país.
Parecía que este siglo finalizaría bajo
esa marca y así lo refleja la memoria de la
“historia oficial”. Sin embargo la llegada al
poder de Cipriano Castro establece –además del enlace entre dos siglos– la señal de
lo que sería una propuesta de transformación del país en su relación con las formas
de dominación y subordinación al capital
imperialista. Aunque la manera en que
Castro llega al poder no significó mayor
diferencia respecto a la de sus antecesores y
primeros años del gobierno de Castro–
acercarse a Manuel Antonio Matos, un
banquero, devenido general, opositor furibundo a Castro al sentirse afectado por la
ruptura del presidente con el sector financiero. Matos se dio a la tarea de organizar
un ejército uniendo a todas las facciones
que adversaban a Castro. Aunque logró el
apoyo de la Compañía Francesa del Cable
Interoceánico y la alemana del Gran Ferrocarril de Venezuela quienes ofrecieron
ayuda logística y financiera a la “Libertadora”, Matos fue derrotado en la Batalla de La
Victoria, el 2 de noviembre de 1902, poniendo fin a la intentona y consolidando el
poder de Castro en la conducción del país.
Loomis, por su parte, fue removido de
su cargo y sustituido por Herbert. W
Bowen, personaje que va a tener notoria
participación en los hechos que iban a vivirse en fechas muy cercanas.
Hacerse de la economía venezolana en
plena expansión petrolera era una ambición no enmascarada por las potencias europeas. En tales condiciones supuestos países adeudados apelaron al cobro compulsivo
de esa “deuda”, sabiendo que la solución
no era factible en las condiciones que lo
exigían, por lo que recurrieron a la intervención militar.
Los hechos se desataron cuando fuerzas navales de Inglaterra, Alemania e Italia,
asaltaron y posteriormente destruyeron de
manera parcial los puertos venezolanos,
para finalmente bloquearlos al mismo tiempo que bombardearon Puerto Cabello, a
lo cual sumaron al intento fallido de desembarco en las costas del Estado Zulia que
no se consumó por las particulares condiciones de navegación en el Lago de Maracaibo. Días después Francia, Holanda, España, Bélgica y hasta México se unen a la
reclamación.
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pues su discurso no variaba –en esencia–
del que los caudillos de la época trazaban,
su negativa a satisfacer las reclamaciones financieras de naciones europeas que optaron por el ataque, bombardeo y posterior
bloqueo de nuestras costas, marcaron para
la República un punto de inflexión del devenir político en su trato con Estados Unidos y el resto de las potencias del Viejo
Continente.
En el contexto de la época, el embajador de Estados Unidos en Venezuela, Francis Loomis había sido acusado de conspirar
contra el gobierno venezolano bajo presión
de la empresa New York and Bermúdez
Company. Esta compañía había logrado
una concesión maderera, –sin autorización
del estado venezolano– a través de una
transferencia recibida de Horace R. Hamilton y George A, Phillips, empresarios
privados, quienes la habían obtenido en
1884 durante el gobierno de Antonio
Guzmán Blanco para la explotación de “recursos naturales”. El gobierno de Venezuela rechazó la transferencia cuando se descubrió que el territorio en cuestión estaba
en las inmediaciones del lago de asfalto
más grande del continente, el gigantesco
Lago Guanoco. La Bermúdez Company
había tenido innumerables pleitos con
gobiernos anteriores al no poder demostrar la validez de la concesión y los términos de la operación.
El gobierno del presidente Castro inició acciones legales para lograr la conculcación de la concesión con lo que se inició
un gran conflicto con el Trust del Asfalto
que ejercía una gran influencia en el gobierno de Estados Unidos.6
Este país dispuso la cantidad de
130,000 dólares para financiar la conspiración llamada “Revolución Libertadora”.
La Bermúdez Company decidió –en los
9
camino real
10
La respuesta del Presidente venezolano conmocionó al país cuando, el 9 de
diciembre de 1902, proclamó “La planta
insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria”. En un primer instante se supuso que Estados Unidos daría
una contundente respuesta a la agresión
europea en el marco de la aplicación de la
Doctrina Monroe, sin embargo esto no
ocurrió. La explicación del gobierno estadounidense se fundamentaba en que la
misma no era aplicable en situaciones de
incumplimiento de compromisos por alguna nación americana.7
Esta actitud que aparecía como una
respuesta neutral al hecho acaecido, escondía -sin embargo,- la verdadera intención
del nuevo imperio al fijar los límites de acción de la intervención europea, estableciendo que ella fuera solo una medida de
presión para cobrar la deuda, pero impidiendo la profundización de la operación
militar para que no llegara a una invasión
con tropas, acción sólo concebida en nuestro continente para su realización por parte
del ejército de Estados Unidos en el marco de la aplicación de la Doctrina Monroe, demarcando –de esta manera– y con
precisión, el ámbito de su influencia expansionista.
Contraria a la aplicación de la Doctrina Monroe, desde América Latina surgió
una propuesta transformada también en
doctrina de derecho internacional americano a partir de la posición fijada por el
ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Luis María Drago, que exponía la ilegalidad de las acciones militares para cobrar deudas surgidas de empréstitos
contraídos por el Estado. El argumento de
Roosevelt para oponerse a la Doctrina Drago se fundamentó en que la intervención
en un país no estaba en contradicción con
la propuesta del jurista argentino si no estaba ligada a la conquista de territorios.
Durante la III Conferencia Internacional Americana que se efectuó en Río
de Janeiro en julio de 1906, a pesar de la
presión de Estados Unidos para no incluir
la discusión de la Doctrina Drago en la
agenda, varias delegaciones de América
Latina incorporaron el punto y por unanimidad se logró aprobar la resolución de
pedir a la II Conferencia de La Haya –
que se realizaría al año siguiente– que se
incluyera la Doctrina Drago en “la recopilación de las leyes internacionales y su
reconocimiento como principio de derecho internacional”.8 La intervención armada en Venezuela, a pesar de darse en
las descaradas condiciones del manejo imperial había ayudado a echar cimientos positivos en la construcción del edificio de
un sistema internacional de derecho para
nuestras naciones.
Sin embargo, dicha acción y la actuación del gobierno estadounidense a través
de su representante en Caracas fueron una
clara intervención en los asuntos internos
del país, trocando a su favor la actitud desmesurada de una Europa que veía decaer
su poder en el continente. En medio de la
debilidad estructural del sistema político
venezolano, y de su absoluta precariedad
financiera, el presidente Castro se vio obligado a negociar con los deudores el pago
de las acreencias, nombrándose al embajador Bowen como negociador por Venezuela, después de haberse aceptado la mediación de Estados Unidos en el conflicto. Se
firman así los Protocolos de Washington,
sin que ningún venezolano tuviera “arte ni
parte” en la gestión de los mismos. Cada
uno de estos 10 instrumentos –uno con
cada nación acreedora– fue acordado por
Bowen con estos países.
sus aliados europeos y sembrando un precedente de lo que sobrevendría en el siglo XX
americano.
El incumplimiento de los pagos acordados en los Protocolos de Washington, fue
la justificación para el golpe de Estado que
Juan Vicente Gómez (cercano a Castro,
pero más proclive a los intereses extranjeros) le diera en 1908 a quien era su jefe y
amigo. Es importante decir que la propia
Embajada de Estados Unidos en Venezuela había informado a su gobierno en 1907
que el gobierno venezolano había terminado de cancelar la deuda con las potencias
agresoras tal como se había establecido en
las instancias jurídicas y que se disponía a
pagar la deuda minoritaria a otros países
acreedores.11
Estos hechos mantuvieron las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela en
una situación de franco deterioro en la
medida que adentraba el siglo. Las potencias extranjeras nunca cesaron en su intención de derrocar al gobierno de Castro. Éste
no consiguió sostener la alianza que había
logrado construir ante la invasión extranjera, ni siquiera pudo mantener la unidad de
su partido, el Liberal Restaurador, en el cual
Juan Vicente Gómez comienzó a liderar a
una camarilla de descontentos. Ante la enfermedad del presidente, se comienza a vislumbrar la posibilidad de su salida del poder. Diversas facciones pugnan por
desplazar al mandatario que convalece, pero
es Gómez quien inicia contactos con el gobierno norteamericano, con el objeto de
obtener su apoyo para una futura conspiración.
La partida de Castro hacia Europa a
fin de recibir tratamiento médico, pone en
funcionamiento la confabulación interna
que tiene en Estados Unidos un evidente
aliado. El propio secretario de Estado de
camino real
Es ampliamente conocido que el embajador estadounidense tomó decisiones propias sin consultar al gobierno venezolano.
Bowen adujo que los protocolos son una
verdadera afrenta a Venezuela y una imposición fuera de toda cordura al interés nacional. Adujo que tanto él como su presidente ya se habían comprometido con los
reclamantes bajo esas condiciones que resultaban perniciosas para Venezuela, pero
que no podían modificarse.9
Huelgan comentarios respecto al tenor de la negociación, al margen no solo
del Derecho Internacional Público, también del Derecho Internacional Privado,
pero más allá de la Doctrina, está sólidamente sustentado en documentos que reposan en poder de la República que la deuda reclamada era sencillamente inexistente,
que no había pruebas que las respaldaran y
que las reclamaciones eran inviables porque los reclamantes no tenían derecho a
ella, incluso porque los documentos utilizados habían sido ilegalmente forjados.10
Todo este suceso que se hubiera podido solventar mediante una negociación bilateral con cada una de las partes, fue en
realidad el instrumento perfecto para la
medición de fuerzas entre Estados Unidos
y las potencias europeas. Europa quiso saber
cuánta fuerza había acumulado Estados
Unidos en su afán de aplicar la Doctrina
Monroe. Estados Unidos, por su parte,
quería que los países americanos entendieran que sus intereses económicos en el continente iban a ser salvaguardados a cualquier costo. Por esta razón había que
ponerle coto al intento nacionalista del general Cipriano Castro en Venezuela. Una
mezcla de instrumentos militares, presión
económica e injerencia diplomática habían
resuelto este conflicto a favor de la naciente potencia imperialista, fallando a favor de
11
Estados Unidos, Philander Knox, se pone
al frente de dicha componenda, ofreciendo apoyo para un golpe de Estado, además
de convocar a las potencias europeas para
lograr su apoyo. El 19 de diciembre de
1908, es la fecha elegida para consumar
el ascenso de Gómez al poder, mientras el
presidente Castro permanecía en Europa.
En breve arriban a La Guaira los acorazados de guerra norteamericanos Maine, Des
Moines y North Carolina y el alto comisionado de Washington, William I. Buchanan
arriba para ofrecer el respaldo irrestricto del
gobierno estadounidense a Gómez. A cambio, este se compromete a variar la política
nacionalista de Castro, por una a favor de
los inversionistas extranjeros y sus países.
camino real
Venezuela bajo el gomecismo.
La consolidación de la presencia
estadounidense
12
Las circunstancias políticas en que se
desenvolvió la dictadura de Juan Vicente
Gómez trazaron la señal sobre la cual iba a
desarrollar su política exterior, en particular en su relación con Estados Unidos. Durante su gobierno, la industria petrolera
pasó a transformarse en el centro de la economía y el eje sobre el cual giraba el quehacer de la República. Su afán de sostenerse en el poder mediante la represión contó
siempre con el apoyo de Estados Unidos
que se hizo de la “vista gorda” ante los innumerables hechos que violentaban cualquier claúsula democrática.
El interés en los gigantescos recursos
energéticos de Venezuela para un país en
expansión que emergía al siglo XX como la
primera potencia industrial y financiera del
mundo después de su irrupción en la guerra
hispano-cubana, la firma del Tratado de París
de 1898, y la apropiación del territorio de
Panamá donde construiría el canal, pero
sobre todo donde instalaría su poderío militar para ejercer su control del hemisferio
occidental, necesitaba del dominio y vigilancia de las gigantescas reservas petrolíferas que emanaban a raudales del subsuelo
venezolano. Nada más útil a sus intereses
que un gobierno servil y corrupto, al que
pudieran manejar.
La dictadura gomecista se propuso desde el comienzo la política de no participar
en conflictos latinoamericanos y establecer
las mejores relaciones con sus vecinos. Hizo
de la “neutralidad” en política exterior un
instrumento para evitar el control y la observación de la comunidad internacional
respecto a sus desmanes y tropelías en el país.
En 1908 reanudó las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que se habían
roto en julio del mismo año por el presidente Castro ante la evidencia creciente de
la intervención estadounidense en los asuntos internos de Venezuela. Desde el comienzo del gobierno, el canciller González Guinán mantuvo conversaciones con el enviado
especial de Estados Unidos, William Buchanan, mediante las cuales quedaron sin efecto las sanciones acordadas en 1906 contra
la New York & Bermúdez Company y otras
compañías norteamericanas que intervinieron en la política interna en 1902 dándole
apoyo a la Revolución Libertadora, como
se expuso anteriormente.
Tratando de tener alguna presencia en
el escenario internacional. Gómez a través
de su Cancillería, convocó a un “Congreso
Mundial de Neutrales” en 1914 después
del estallido de la Primera Guerra Mundial sin haber obtenido mayor éxito aunque eso le granjeara algunas desavenencias
con Estados Unidos. Su persistencia en
mantener la neutralidad en la guerra tuvo
su momento más álgido a finales de 1916
Como colofón de las relaciones de
Venezuela con Estados Unidos en esta
etapa, al finalizar la guerra, en un acto
que podría considerarse de distanciamiento de la posición estadounidense,
el país se adhirió a la
Liga de las Naciones el
3 de marzo de 1920,
suscribiendo varios de
los convenios que surgieron de ella.
El factor petrolero
cuando recibió fuertes presiones y amenazas del Departamento
de Estado a fin de lograr de Venezuela una
declaración de beligerancia a favor de los
aliados. El embajador de Estados Unidos,
Preston Mc.Goodwin, incluso protestó
por no tener contraparte con quien discutir el problema.
1. Es imposible hablar de la historia
de la Venezuela contemporánea sin
considerar al petróleo como factor
influyente y determinante de la
misma.
2. Es imposible hablar de la
consolidación del Estado venezolano sin considerar al petróleo como factor sobre el cual cabalgó este proceso.
3. Es imposible hablar de
este período de la historia sin
asumir que gracias al petróleo se
consolidó la dictadura gomecista,
la cual marcó la pauta de lo que devendría en las luchas políticas del siglo
XX y la instauración, en su segunda mitad, del sistema democrático representativo, mucho después que la mayoría
de los países de nuestro continente.
4. Es imposible hablar de las relaciones de
Venezuela con Estados Unidos sin
camino real
Cuatro variables nos
llevan a la obligatoriedad de
hablar del petróleo como factor decisivo en el estudio que encaramos:
13
camino real
entender que el eje conductor de las mismas es el carácter de Venezuela como
gran productor energético.
14
Por otra parte, es inevitable considerar dos momentos cruciales de la situación
internacional que influirán de manera determinante en la potenciación de este factor. Ellos son la Primera Guerra Mundial y
la crisis capitalista de sobreproducción de
1929 a 1933.
La confrontación bélica iniciada en
1919 en Europa va a cambiar definitivamente la estructura capitalista mundial. A
la debilidad política de las potencias europeas tras el fin del conflicto se le va a sumar un agotamiento de sus capacidades económicas, toda vez que tienen que destinar
ingentes cantidades de recursos a la recuperación de su devastada economía. También es menester recordar que en 1917
había triunfado en Rusia la Revolución Bolchevique que trastocó el habitual equilibrio
de fuerzas europeo.
Paralelo a este proceso, Estados Unidos, que vivió al margen de la conflagración, afianzaba su poderío político y económico, incrementando de manera
exponencial sus niveles de ingreso y de colocación de inversiones en el extranjero,
sobre todo para paliar la debilidad de Europa en la posguerra. En ese marco, la rivalidad entre los intereses petroleros de Estados Unidos e Inglaterra tuvo su punto
culminante cuando tras el Acuerdo de San
Remo de 1920, Gran Bretaña y Francia se
dividieron los territorios árabes del Medio
Oriente. Estados Unidos que quedó excluido del Acuerdo, entendió que debía incrementar su presencia en Venezuela, lejos del
área de influencia de las potencias europeas.
Para ello, las empresas petroleras estadounidenses recibieron todo el apoyo del presi-
dente Roosevelt quien dio especiales orientaciones a su Embajada en Caracas para que
les diera todo su respaldo. El precio del crudo se incrementó al triple entre 1913 y
1920.12
Por otro lado, la crisis económica y
financiera de 1929 a 1933 surgida de la
sobreproducción de materias primas en
Estados Unidos, también tuvo una repercusión directa en Venezuela. La reducción
de las importaciones de productos agrícolas desde Estados Unidos golpeó de manera potente las exportaciones venezolanas,
en particular las de café, cacao, y ganado,
que descendieron de manera abrupta, reduciendo la entrada de divisas al país. Ello
trajo como consecuencias inmediatas un
gran éxodo de mano de obra desde las zonas rurales que buscaron primordialmente
los campos petroleros en pos de un empleo.
Esta es la esencia de la mutación del país
que a través de su historia había tenido una
economía agrícola, para transformar el petróleo en el centro de su producción económica generando trascendentes cambios
políticos y sociales.13
Sin embargo, la nación no estaba preparada ni gerencial, ni tecnológicamente para
este cambio, mucho menos desde el punto
de vista de la organización de la economía. Tal situación permitió la instalación y
posterior control por parte de las compañías transnacionales del negocio petrolero. De esta manera se inicia la penetración
formal de esas empresas ael país en el proceso de toma de decisiones que afectaban
la soberanía nacional y que debieron involucrar exclusivamente al Estado venezolano.14
El instrumento jurídico que sirvió al
efecto fue el Régimen de Concesiones que
permitió a las empresas petroleras controlar todas las actividades de relacionadas con
comenzaron a fiscalizar la economía, construyendo una perspectiva de futuro acorde a sus propios intereses y aspiraciones y
negando las grandes necesidades de desarrollo del pueblo venezolano.
El post gomecismo. Transición fallida
a la democracia.
La dictadura de Gómez no murió formalmente con el fallecimiento de su progenitor. Ventisiete años de gobierno tiránico, habían consolidado un sistema político,
económico y social que aún iba a incidir en
el quehacer del país en el futuro más inmediato. La oposición no tuvo la fuerza suficiente para forjar una alternativa ante la
desaparición física del tirano. En tales condiciones el Ejército continuó siendo el actor más determinante de la vida política
nacional. Sin embargo, sería desacertado no
reconocer que el nuevo gobierno del general Eleazar López Contreras abrió un margen relativo de libertades que el país no
había vivido nunca.
López Contreras se propuso establecer una política proteccionista de la producción nacional. Para ello introdujo en
el Congreso, en octubre de 1936, un
proyecto de Ley de Arancel de Aduanas
con el objetivo de dar mayor impulso a
las industrias del agro, que afectó a las
importaciones provenientes de Estados
Unidos, en particular las de la industria
automotriz, todo lo cual motivó el interés
estadounidense de negociar un tratado
comercial bilateral que regulara el comercio entre los dos países. Venezuela, a través de su cancillería, mostró interés en firmar dicho instrumento, toda vez que
existía preocupación en Estados Unidos en
torno a que la nueva ley pudiera afectar el
negocio petrolero.
camino real
la exploración, producción, refinación y
comercialización del crudo; las cuales, además, disfrutaron de una gran cantidad de
facilidades que hacían extraordinariamente rentable su inversión en el país.
Así, se les exoneró del pago de aranceles aduanales pudiendo importar al margen de cualquier control todo tipo de
herramienta y maquinaria sin que esto significara ingresos para el Estado. Se determinó además exonerarlas en caso de
que no obtuvieran los resultados deseados, e incluso el gobierno dictatorial permitió que fueran los abogados de estas
empresas los que redactaran la ley de minas a través de la cual se consumó la cesión de soberanía a las mismas.15
Los capitales estadounidenses que llegaron tarde al reparto de las concesiones,
fueron ganando espacio hasta que un
Acuerdo de alcance internacional entre la
Shell y la Standard Oil les permitió tomar
una posición ventajosa en el control de las
reservas del país, lo cual los llevó en este
período a afianzar sus capitales en el país.
Al respecto Díaz de Arce 16 dice que si las
inversiones de Estados Unidos “se reducían
a 3 millones de dólares en 1912, en 1938
ascendían a 247 millones”. Así mismo, “de
1 millón de barriles en 1920, Venezuela
pasó a producir 35 millones en 1935”.17
El ministro de Fomento, Gumersindo
Torres –sin violentar la esencia del sistema–
intentó ordenar el pago de impuestos en el
momento de la elaborar la reglamentación
que debería surgir de la Ley de Hidrocarburos de 1929, pero fue severamente cuestionado por las transnacionales que protestaron ante el gobierno gomecista, el cual
aceptó la demanda de las empresas extranjeras. Esto fue delineando el modelo de explotación petrolera en el país, con una clara injerencia de las empresas que
15
camino real
En la primera
ventanilla,
se ve al General
Juan Vicente Gómez.
16
Sin embargo, los representantes de
Estados Unidos en las negociaciones, tenían
en mente la salvaguarda de los intereses de
las empresas petroleras en detrimento del
interés nacional de Venezuela, por lo que
sus delegados comenzaron a perder interés
en las deliberaciones en las que Estados
Unidos ofrecía la cláusula de nación
más favorecida a través de la nueva política establecida por el presidente Roosevelt
con el Trade Agreement Act, cuyos efectos
entraban en contradicción con la propuesta de Ley de Arancel de Aduanas que López Contreras había propuesto para fortalecer la economía nacional.
Tres años llevó la negociación del tratado que se firmó finalmente en 1939 en
condiciones totalmente desfavorables para
Venezuela, que actuó con el temor de iniciar un conflicto con quien significaba su
mayor comprador de petróleo y a la vez el
primer abastecedor comercial del país18.
La acción política más importante que
debió enfrentar López Contreras fue la
Huelga Petrolera de 1936 en la que los trabajadores demandaban mejores condiciones de trabajo y de vida en los campos petroleros y reconocimiento a sus justas
exigencias en materia de organización sindical. Estas peticiones fueron desoídas por
las compañías petroleras extranjeras, generando un gran conflicto en el que el gobierno tuvo que actuar de mediador, pero
al no llegarse a ningún acuerdo decretó el
inicio de labores, favoreciendo en los hechos la posición de las empresas transnacionales, que al sentir el apoyo del gobierno icomenzaron grandes persecuciones y
encarcelamientos a los dirigentes sindicales. Con esta acción el gobierno de López
no beligerancia de un país que jamás –desde 1830– hizo la guerra a ningún otro.19
Durante el período presidencial de
Medina, Venezuela estableció relaciones
diplomáticas con la Unión Soviética en
1945 y asistió a la Conferencia Interamericana Extraordinaria sobre los problemas de la guerra y la paz en marzo de 1945
en el Palacio de Chapultepec, en México,
y a la Conferencia de San Francisco que
dio origen a la Organización de Naciones
Unidas
A manera de conclusiones
En el período estudiado las relaciones
entre Estados Unidos y Venezuela está signado por dos factores fundamentales, la dictadura del general Juan Vicente Gómez y la
consolidación del Estado bajo su mandato
de represión y autoritarismo, revertiendo las
medidas nacionalistas y de defensa de la soberanía del gobierno de su antecesor Cipriano Castro y la transformación del petróleo
en principal producto de exportación del
país y eje de la estructura de la economía
venezolana durante todo el siglo XX y hasta
nuestros días. En particular esto último va a
ser el elemento central que influirá en la configuración de la identidad venezolana en su
quehacer político, económico y social.
La relación con Estados Unidos y sobre todo la presencia de las empresas transnacionales petroleras van a señalar el rumbo de la construcción del Estado y la
economía del país. Su fuerte potencial intervencionista y de control de los destinos
de la nación y omnipresencia en la toma de
las decisiones más importantes, marcaron
el carácter de la construcción nacional y del
desarrollo del país en la primera mitad del siglo XX. Gobierno y empresas estadounidenses
actuaron como un todo, con el objetivo claro
camino real
marcó continuidad con las prácticas del
gobierno represivo y entreguista de la dictadura gomecista, en los marcos que Estados Unidos le señalaba a un país que se
iba transformando en uno de sus principales abastecedores de petróleo cuando
la situación internacional avizoraba un
difícil momento ante el inicio de hostilidades en Europa por segunda vez en el
siglo.
Isaías Medina Angarita fue elegido
presidente de la República para el período
1941-1945. A pesar de provenir del gabinete de López Contreras en el cual ocupó
la cartera de Guerra y Marina, el nuevo
mandatario se preocupó por marcar una
diferencia con su antecesor y mucho más
con los métodos del gomecismo. Durante
su mandato se desarrolló la Segunda Guerra
Mundial y eso puso pautas al comportamiento internacional de Estados que como
Venezuela eran abastecedores de materia
prima para los países que intervenían directamente en el conflicto.
En 1944 Medina viaja a Estados Unidos, se entrevista con el presidente Roosevelt
y le plantea el punto de vista venezolano
ante el cambio de soberanía de Aruba y
Curazao, toda vez que Holanda había sido
ocupada por las fuerzas hitlerianas y la cercanía de las islas al territorio venezolano y
en particular a la mayor zona petrolífera
del país, el Lago de Maracaibo, preocupaba a las autoridades del país.
Vale decir que Venezuela formó junto
a otras naciones latinoamericanas un grupo
de países que por diferentes razones se mantuvo neutral durante toda la guerra. Sólo
entrado el año 1945 se decidió por apoyar
la alianza antifascista. En el caso de Venezuela, a pesar de que el sentimiento popular
estaba con los aliados y que siempre se apoyó a esa coalición, se respetó la tradición de
17
de apoderarse de los ricos yacimientos petroleros del país que brotaban de las entrañas de la tierra como el maná de la sobrevivencia de los años futuros.
Desde el gobierno nacionalista de Cipriano Castro, ningún otro marcó profundas diferencias que establecieran un rumbo
soberano para el devenir del país y esa alianza entre Estados Unidos y los gobiernos entreguistas cercanos al imperio señalaron un
camino sinuoso para los intereses de la nación, el cual ha sido muy difícil de alterar.
Notas
1
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camino real
5
18
6
Roberto Fernández Retamar: “Reflexiones
sobre el significado del 98” en: Con eñe, Revista de Cultura Hispanoamericana, Nº 4,
Cáceres, 1998, en: Joaquín Santana Castillo,
Utopía, Identidad e Integración en el pensamiento latinoamericano y cubano. La Habana,
Editorial de Ciencias Sociales. 2008.
José Martí: “Madre América”. Discurso pronunciado en la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 19 de diciembre de 1889, en
una velada artístico-literaria ante delegados
a la Conferencia Internacional Americana.
En: Obras Completas, ob.cit.
José Martí: Ob. cit.
Ibíd.
Carlos Marichal: “La historia latinoamericana: ¿Quo vadis? Reflexiones sobre el concepto de América Latina desde la perspectiva de
las relaciones internacionales”, en: Tierra Firme, N° 55. Caracas, julio-septiembre, 1996.
Moravia Peralta Hernández: “Los protocolos de Washington como antecedente del
establecimiento de una política hegemónica
de los Estados Unidos de Norteamérica” en:
La conspiración internacional contra Cipriano
Castro (1903-1924), Caracas, República
7
8
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10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Bolivariana de Venezuela, Ministerio del
Poder Popular para Relaciones Exteriores,
2009.
Irene Rodríguez Gallad: Venezuela entre el
ascenso y la caída de la Revolución Liberal.
Caracas, Editorial Ateneo de Caracas. Colección Ensayo, 1980, en: Raúl López Alacayo, Historia Contemporánea de Venezuela, Caracas, El Dorado Ediciones. 1992.
Sergio Matos Ochoa: El panamericanismo a
la luz del derecho internacional, Caracas, Universidad Central de Venezuela. Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales. 1980.
ACMRE, Archivo Antiguo, Estados Unidos,
vol. 231, folios 282-283 en: Moravia Peralta Hernández, ob.cit.
Moravia Peralta Hernández: Ob. cit.
ACMRE, Archivo Antiguo, Alemania.
Vol.56. Folios 76-77, en: Moravia Peralta
Hernández, ob. cit.
Fundación Polar, Diccionario de Historia de
Venezuela, tomo 3, segunda edición, Caracas, 1997. p. 616.
Sergio Aranda: “La Economía Venezolana”,
en: Raúl López Alacayo, Historia Contemporánea de Venezuela, Caracas, Ediciones El
Dorado, Reimpresión, 1992 Fuente: Ramón
J. Veloz “Economía y Finanzas de Venezuela, desde 1830 hasta 1944”.
Ibíd.
Raúl López Alacayo: Ob. cit.
Omar Díaz de Arce: “Contradicciones interimperialistas en América Latina entre las dos
guerras mundiales (1917.1939)”, en: Eurídice González Navarrete, (comp.) Historia
de América Latina y el Caribe III. Selección
de Lecturas. La Habana, Editorial Félix Varela. 2004.
Ibíd.
Fundación Polar: ob. cit, tomo 2, p.1010.
Demetrio Böersner: Historia de las Relaciones Internacionales de América Latina. Breve
Historia, quinta edición, Caracas, Nueva Sociedad, 1996.
Sergio Rodríguez Gelfenstein es venezolano, desde muy joven se integró a las luchas populares como estudiante de la enseñanza media.
Participó en las luchas de liberación
en Nicaragua, El Salvador y Chile hasta 1992
cuando regresa a Venezuela
Inicia estudios universitarios durante
ese año obteniendo reconocimientos como
la Mención Magna Cum Laude y el primer
lugar de su promoción en la Escuela de
Estudios Internacionales de la Universidad
Central de Venezuela en diciembre de 1996
y Mención Honorífica al obtener su maestría en Relaciones Internacionales en 2003
en la misma Casa de Estudios.
Desde 1993, inició su carrera periodística siendo corresponsal de prensa, ha
escrito para periódicos y revistas de Uruguay,
México y Venezuela, además ha publicado
artículos en revistas especializadas de Puerto Rico, Bolivia, Perú, Brasil, Venezuela, México y España. Sus artículos circulan en innumerables páginas de Internet
Fue Director de Relaciones Internacionales del Gobierno de Chiapas en México, Director de Relaciones Internacionales de la Presidencia, Director de Relaciones Internacionales
del Ministerio del Ambiente y Director de Relaciones internacionales del Ministerio de Cultu-
ra de la República Bolivariana de Venezuela,
asesor de Política Internacional de la Presidencia de Telesur, Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Nicaragua.
En 1993 publicó su primer libro como
investigador, teniendo a la fecha en su haber
un total de 3 libros, ha coordinado otros 3 y
participado como coautor de 6 publicaciones más.
Durante estos años ha enfocado su
análisis y estudio a los problemas de América Latina y el Caribe, en particular sus relaciones internacionales, temas de los cuales
ha dado conferencias en diversos países. Ha
dictado cursos de temas afines a las relaciones internacionales en México y Chile.
Ha sido profesor de la Universidad
Central de Venezuela, la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y en el Instituto de
Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual del
Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela. Es investigador del Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina
(CEPSAL) de la Universidad de los Andes en
Mérida, Venezuela
Actualmente comparte las funciones
académicas con su carrera profesional como
asesor y consultor en relaciones internacionales y se desempeña como analista internacional en el canal de televisión internacional Telesur.
E-mail:
[email protected]
camino real
EL AUTOR
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camino real
Las Constituciones dominicanas de 1963 y la de 1966:
Un análisis comparativo
AQUILES CASTRO
La Constitución votada en abril de 1963 es uno de los referentes
fundamentales para la evaluar y comprender la evolución política de República Dominicana en el período inmediatamente posterior a la caída
de la dictadura de Trujillo. Esa Constitución expresa un punto clave en la
lucha del pueblo dominicano por la democracia y su soberanía. El balance al proceso que hizo posible la proclamación de esa Constitución,
así como su derogación y sustitución, ayuda a explicar cómo los sectores más conservadores de la sociedad dominicana, aliados al poder
extranjero, se reciclaron en un neo-trujillismo cuyo sustento jurídico fundamental fue la Constitución de 1966.
Palabras clave: Constitución, Constituyente, democracia, gobierno,
nación.
Las dos Constituciones que mayor
impacto han tenido en la historia política
contemporánea del país han sido: la del
1963 y la de 1966.
La Constitución dominicana de 1963,
expresa el texto constitucional más democrático que se haya dado al pueblo dominicano en toda su historia, y como es sabido
su contenido y alcance están indisolublemente vinculados al nombre y la figura del
profesor Juan Bosch, que en ese momento
ocupaba la presidencia de la República.
El proceso que da lugar a esa Constitución forma parte del agitado período histórico que se inicia con la caída de la dictadura de Trujillo en 1961 y cierra con la
instalación del Dr. Joaquín Balaguer en el
poder en 1966 y el advenimiento de un
nuevo marco constitucional.
En ese sentido el análisis comparativo
de ambas Constituciones la de 1963 y
1966, ofrece un escenario propicio para
evaluar las vicisitudes políticas pos-dictadura
en el país y para desvelar cómo es que muchos referentes institucionales, ideológicos
y políticos de la dictadura se reciclaron en
un neo-trujillismo al amparo de la Constitución votada en 1966 como contrapartida a la del 1963.
La Constitución de 1963:
su marco político
El contexto político en que surge la
Constitución de 1963 y sus antecedentes
inmediatos se pueden resumir en los siguientes aspectos:
Tras la caída de la dictadura de Trujillo, el pueblo dominicano logra importantes conquistas democráticas entre las cuales
camino real
Introducción
21
camino real
22
destaca la libre organización y expresión de
las ideas. Esa situación de apertura, en alguna medida, era lo que prevalecía a nivel
regional, con la caída de varias dictaduras
a principios de la década de 1960; sin embargo la realidad comenzó a cambiar rápidamente, cuando EE. UU. en su estrategia
para reducir potencialidad a la Revolución
cubana y a su influencia en la región, retomó una ofensiva intervencionista dirigida
a colocar gobiernos ultra-conservadores.
En ese marco se celebran las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962
en las cuales Bosch, candidato del Partido
Revolucionario Dominicano resulta ganador, obteniendo también mayoría en el
Congreso Nacional. La convocatoria a elecciones de representantes para la Asamblea
Revisora de la Constitución contenida en la
Ley Número 6050 de 1962, fundamentada
en la Constitución del 16 de febrero de 1962,
no puso limites a la reforma, como generalmente había sucedido antes. Esto permitió
conocer un nuevo texto constitucional y no
reformas parciales. Las sesiones se iniciaron el
1º de febrero y concluyeron el 20 de abril,
siendo proclamada la nueva Constitución
el 29 abril 1963. Dicho texto fue publicado en la Gaceta Oficial Número 8758 del
30 de abril de 1963.
La oligarquía y demás sectores conservadores de la sociedad dominicana que
habían sido derrotados en las urnas, no admitieron su fracaso e iniciaron la conspiración contra el gobierno democráticamente electo.
El nuevo gobierno adoptó medidas y
desarrolló proyectos de amplia simpatía en
la población tales como: la Reforma Agraria, un Plan de Austeridad que suprimió
cargos medios y altos en la burocracia estatal ahorrando más de 2 millones de pesos,
rebaja del salario del presidente y del vice-
presidente de la República, vigencia plena
de las Libertades y Derechos civiles y políticos, entre otras.
Todo el desarrollo del proceso constituyente fue un escenario de confrontación
entre las ideas y sectores democráticos de
un lado y los conservadores por otro. El
proyecto que fue presentado tenía un esquema totalmente distinto a los que habían
regido antes, con 17 títulos: por ejemplo,
instituía principios de democracia y justicia social no contemplados antes; fue muy
controversial y discutido lo relativo al clima
de libertad existente y el alcance de las propuestas de reformas en curso.
Una muestra de la situación existente
se expresó el 5 febrero 1963, cuando se
produjeron Comunicados de prensa de los
presidentes de la Cámara de Comercio, la
Asociación de Industrias y la Confederación Patronal, postulando contra el proyecto; y el 25 de abril, después de concluidos
los debates, el Episcopado declaró que “carecía de la universalidad necesaria para ser
justa”.
La Constitución de 1963 consagró
conquistas importantes como la ampliación de las libertades públicas, otorgó a
los obreros el derecho a participar en los
beneficios de las empresas donde trabajaban, proclamó la libertad sindical; enalteció el derecho a la tierra para los campesinos y prohibió el latifundio; instituyó que
solo los dominicanos tenían el derecho de
adquirir tierras en propiedad; estableció
el derecho a la vivienda y facultó al Estado para su cumplimiento y declarió la plena
vigencia de los derechos humanos. La nueva
Constitución entonces aprobada fue, sin dudas, la más avanzada en toda la historia
republicana.
La confrontación política generada
alrededor del proceso constitucional
Principales puntos de controversia
entre los sectores enfrentados
La condición o estatus del hijo natural (nacidos fuera de matrimonio) por sus
consecuencias en el tema de herencia y la
propiedad, fue un punto de discordia durante los debates.
Fue rechazado el artículo 14 contenido en el proyecto original el cual otorgaba
participación a los sindicatos en los tres
poderes del Estado.
El Artículo 23 que instituye el magisterio como función pública y el papel del
Estado y la Educación.
Derechos de propiedad sobre la tierra,
control de latifundio y prohibición de desahucios: en los artículos 12 y 13.
La cuestión de la religión y la iglesia,
cuyo tratamiento en el Artículo 57 implicó
la revisión del famoso Concordato suscrito
entre Trujillo y el Vaticano en 1954, que
garantizaba una serie de privilegios a la jerarquía católica que son los que explican,
en gran medida, el apreciable poder económico y político que hoy aún conserva.
Mediante el Artículo 14 se reconoció
plena capacidad civil a la mujer dominicana.
Tras la promulgación de la Constitución
del 63
El golpe de Estado contra el gobierno
constitucional del presidente Juan Bosch
fue la consecuencia más dramática de la
entrada en vigencia de dicho texto constitucional. Fue saldada así a favor de la oligarquía y demás sectores conservadores, la
contradicción surgida en la sociedad dominicana alrededor de ese marco jurídico
de la nación.
El golpe de Estado dio lugar a una
crisis política que tuvo como consecuencia
ulterior la Revolución Constitucionalista de
abril de 1965 cuyo avance victorioso provocó, a su vez, la intervención militar de
Estados Unidos, posteriormente “legalizada” con el manto protector de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esa
intervención frustró el proyecto democrático iniciado por el pueblo dominicano tras
la muerte de Trujillo y, al final, instaló en el
poder al régimen encabezado por el Dr. Joaquín Balaguer con la misión, probada por
los eventos posteriores, de poner en pié una
escalada contrainsurgente y fortalecer la
penetración y el dominio del capital financiero internacional en la economía dominicana.
La Constitución de 1966: marco político
En 1966, el país acababa de sufrir los
rigores de la Revolución de Abril y la intervención militar de 1965. Hechos estos que,
como ya se refirió, estuvieron motivados en
la Constitución de 1963. Si el golpe de estado del 25 de septiembre de 1963 no fue
suficiente por sí solo para anular la Constitución de ese año, la intervención militar
norteamericana vino a completar la obra.
En tal sentido, el gobierno que resultó de esa intervención con las elecciones
celebradas en 1966, vino a ser el gobierno
de los vencedores durante la guerra y por
tanto la nueva Constitución delineada en
1966 en sus líneas esenciales es una negación de la de 1963.
camino real
continuó una vez aprobado el texto; la conspiración se activó mediante el desarrollo de
una campaña de prensa calumniosa contra
el gobierno tanto en Estados Unidos como
en República Dominicana, campaña en la
cual destacaron los diarios El Caribe y La
Nación.
23
camino real
Acto de proclamación de
la Constitución de
1963, el 29 de abril de
dicho año. A la
izquierda, el presidente
de la Cámara de
Diputados y de la
Asamblea Revisora,
Rafael Molina Ureña.
24
La contrarrevolución se había impuesto y los sectores más conservadores de la
sociedad dominicana asociados con el gobierno norteamericano se dispusieron a articular su nuevo proyecto de dominación
post-Trujillo. La tarea requería de dos piezas claves respecto del Estado: reestructuración del ejército y la policía política, y un
marco legal constitucional acorde con esos
fines.
El nuevo proyecto de dominación
esbozado por los norteamericanos contaba con dos factores como ejes del mismo:
uno económico-social y otro políticoideológico. El primero se expresó en la
estrategia de fortalecimiento de las empresas multinacionales en el país y el auspicio de un modelo económico que además de garantizar la explotación
neo-colonial de la nación, creara las condiciones para el surgimiento de una clase
media que hiciera de amortiguador de los
conflictos sociales y políticos. El segundo
factor, político-ideológico, relacionado
con el anterior respondía a la necesidad
que tenía el gobierno norteamericano de
mantener cercada a Cuba y en el marco
de la llamada “Guerra Fría” (pugna entre la URSS y EE. UU.), preservar su
hegemonía en la región.
A nivel regional, en América Latina y
el Caribe estaba en curso un proceso de
endurecimiento del control político por
parte de EE. UU. que auspiciaba gobiernos dóciles a sus intereses, con vocación represiva y antidemocrática para poder llevar a cabo los planes de contrainsurgencia
que había diseñado.
En el plano jurídico destaca como
antecedente al texto constitucional de
1966:
El Acto Institucional del 3 de septiembre de 1965, protocolo de los términos
acordados por las partes beligerantes para
concluir formalmente la guerra. En su Artículo 53 establece: “El gobierno elegido
de acuerdo con el artículo 49 del presente
Acto Institucional deberá convocar, en un
be, 15 octubre 1966, citado por Guzmán,
1982:590).
Algunos contenidos que destacan
en la Constitución de 1966
Los aspectos sobre los cuales hubo debate especial, entre otros, fueron:
instauración de la reelección presi· Ladencial.
establecimiento de los derechos indi· Elviduales.
rechazó la moción que prohibía la
· Sedeportación
de dominicanos.
rechazó también una moción que fa· Secultaba
a la Suprema Corte de Justicia a
conocer y decidir recursos especiales de
inconstitucionalidad.
El Artículo 7 incorporó el tema fronterizo como parte de la definición de la
nación: “Es de supremo y permanente interés nacional el desarrollo económico y
social del territorio de la República a lo
largo de la línea fronteriza así como la difusión en el mismo de la cultura y la tradición religiosa del pueblo dominicano”.
Fue revisado el tema de la propiedad
establecido en la Constitución anterior, por
medio del artículo 12 en la del 1966 se estableció claramente que no se podrá ordenar la confiscación de bienes.
Un punto clave fue el de la reelección presidencial que figura restablecida
en el texto de 1966. Como se sabe en todo
el proceso histórico de la República, las
grandes crisis políticas y los debates constitucionales han tenido de telón de fondo la
cuestión de la reelección presidencial, piedra de diferenciación entre los actores políticos liberales y conservadores durante la
vida republicana.
camino real
plazo no mayor de cuatro meses después de
su instalación, a una Asamblea Constituyente, a fin de que proceda a tomar una decisión sobre el problema constitucional. La
convocatoria deberá fijar el término de duración de la Asamblea Constituyente, y el
Congreso, una vez elegido, determinará los
medios por los cuales se integrará dicha
Asamblea”.
El Articulo 49, por su parte reza: “El
gobierno provisional se compromete a celebrar elecciones dentro de un plazo no menor de seis meses ni mayor de nueve, a partir de la entrada en vigencia del presente
Acto Institucional, para elegir al Presidente y Vicepresidente de la República y a los
miembros del Congreso Nacional por el
término de cuatro años, y a los alcaldes y
regidores de los municipios por el término
de dos años”.
La Ley No. 17 del 13 de septiembre
de 1966, dispuso que la Asamblea Nacional se reuniera en funciones de Asamblea
Constituyente.
El presidente de la República Dr. Joaquín Balaguer, convocó la Asamblea Nacional en función de Asamblea Constituyente, a fin de que se reuniera el 29 de
septiembre de 1966 y en términos de 60
días redactara una nueva Constitución, la
cual fue promulgada el 28 de noviembre
de 1966 y se encuentra publicada en la
Gaceta Oficial Número 9014 del 29 de noviembre del mismo año.
Para tener una idea del ambiente político predominante durante las sesiones
de esa Constituyente, se recuerda que la
oposición hubo de retirarse en un momento “en razón de que no existe en la República el clima adecuado para discutir y
aprobar los artículos relativos a los derechos individuales señalados en la Constitución del Partido Reformista” (El Cari-
25
Además de la no-reelección, varias
propuestas sustentadas por la oposición
fueron rechazadas durante los debates,
entre ellas destacan: la atribución del Congreso Nacional de interpelar a los Secretarios de Estado, la no deportación de dominicanos, el libre acceso de los periodistas
a los medios de información oficiales y
privados.
Se debe advertir, sin embargo, que
el contenido del artículo 8 de la Constitución de 1966, constituye básicamente
un reconocimiento a los derechos inalienables del ciudadano, lo cual permite afirmar que esta Constitución expresa un texto contradictorio en algunos de
sus contenidos, ya que coexisten principios democráticos con otros que riñen
abiertamente con ese espíritu, como la
concentración de poder en la presidencia
de la República y el hecho de que no ofrece los medios adecuados para que los señalados principios democráticos se hagan efectivos.
camino real
Algunas conclusiones
26
Un somero análisis comparativo entre
los dos textos constitucionales –el de 1963
y del 1966–, permite desvelar las razones
del golpe de Estado al gobierno constitucional encabezado por el profesor Juan
Bosch.
Los intereses de la oligarquía criolla,
la jerarquía católica, las multinacionales y
el gobierno norteamericano, son plenamente revindicados por la Constitución de
1966, en detrimento del interés nacional
expresado en el texto de 1963.
La selección de varios aspectos considerados importantes, como muestra de
los puntos neurálgicos en ambos textos,
arroja el siguiente resultado: Ambas
Constituciones registran los mismos contenidos, a menudo el mismo texto, para
los siguientes temas: libertad de asociación, sobre los monopolios, vivienda, la
nacionalidad, funciones del presidente
de la República, Las reformas constitucionales.
En otros temas es marcada la distancia entre ambos:
Libertad de conciencia: La Constitución del 63 reconoce todas las religiones,
lo cual implica distancia del Concordato y
el consiguiente vínculo entre Estado y religión católica. La del 66 recupera este anacronismo.
Los beneficios de la empresa: La del
63 es taxativa sobre este derecho de los trabajadores, indicando incluso que es irrenunciable. Las del ’66 lo posterga a la definición de una ley.
De la propiedad: La del 63 contempla la confiscación de propiedad por motivo de interés social, lo cual es negado
por la del 66. La del 63 limita el derecho
de propiedad sobre la tierra a los nacionales dominicanos constriñendo el acceso de los extranjeros; la del 66 anula este
principio.
Reforma Agraria: La del 63 concibe
como de alto interés la Reforma Agraria.
La del ’66 no contiene ningún dispositivo
claro al respecto, salvo lo referido al tema
de propiedad que reivindica sin ningún
condicionamiento.
Sobre el Latifundio: La del 63 expresa claramente la prohibición del latifundio,
mientras que la del 66 propone su eliminación gradual.
Cooperativas: En la del 63 el Estado
recibe un mandato claro en el sentido de
auspiciar el sistema de cooperativas, mientras que la del ’66 lo plantea como una
posibilidad al indicar que el Estado podrá
una reivindicación de la profesión. Se plantea promover la educación universitaria y
técnica para obreros y campesinos, mientras la Constitución del 66 habla de “educación doméstica” y contiene una declaratoria general sobre el analfabetismo, en
tanto anuló los mecanismos previstos en
el texto del 63.
El Trabajo: En la versión del 63 se asume un concepto del trabajo como fundamento de la nación y es valorado como actividad esencial, base de su organización
social, política y económica. Lo referido a
la organización sindical de los trabajadores es considerado en los mismos términos
en ambos textos constitucionales, sin embargo la del 63 (a diferencia de la del 66)
reconoce explícitamente una serie de derechos a los trabajadores, tal como el derecho de huelga.
Aspecto judicial: La diferencia en este
tema crucial es que la Constitución del 63
camino real
hacerlo, es decir que le estaría permitido
más no obligado a ello.
La Familia: La Constitución del 63 reconoce la igualdad de derechos de los hijos
con independencia de si son o no reconocidos por el padre. Esta Constitución prohíbe
a los funcionarios públicos registrar la condición de hijo natural o legítimo. La del 66
retoma la versión existente antes de 1963
que establece esa discriminación.
Educación: La Constitución de 1963
contiene una verdadera revolución al respecto. Declara de alto interés social la
erradicación del analfabetismo, al tiempo
que indica mecanismos específicos para hacerla posible. Proclama la ciencia como
fundamento básico de la educación, con
lo cual se distancia de factores como el religioso de amplia gravitación antes de su
proclamación. El oficio del magisterio es
elevado a la condición de función pública
con rango constitucional, constituyendo
27
contempla una ley que apunta a la carrera
judicial, mientras que la del 66 prescinde
de ese dispositivo con el evidente propósito
de que el Ejecutivo desde el Senado y por
sí pueda continuar ejerciendo control sobre dicho poder del Estado. Esto queda claro al comparar ambos textos: el del 66 es
un extracto del primero sustrayendo la parte
indicada.
Al realizar una valoración final sobre
las circunstancias históricas en que se produce la Constitución de 1963 y la evolución de los acontecimientos en virtud de
los cuales fue derogada, se puede aseverar
que el carácter profundamente liberal y
democrático de esa Constitución, requería de unas fuerzas sociales y económicas
que le sustentaran y la sociedad dominicana de entonces carecía de esas fuerzas en
condiciones suficientes para dar la pelea por
ella; por esa razón es que el espaldarazo del
pueblo en las urnas no pudo ser reiterado
e imponerse cuando las fuerzas conservadoras y reaccionarias pasaron a la ofensiva
mediante el golpe de estado.
Bibliografía
Guzmán, Raymundo A.: Constitución Política y
Reformas Constitucionales, vol. III, Santo Domingo, UASD-ONAP, 1992, pp. 489-550.
Jiménez, Félix: “La Constitución de 1963”, en:
¿Cómo fue el Gobierno de Juan Bosch: Santo
Domingo, Alfa y Omega 1978, pp. 89-139.
EL AUTOR
Aquiles Castro es graduado de Licenciatura en Antropología por la UASD y Master
en Historia Dominicana. Profesor del Departamento de Sociología e Historia de la UASD
y del Instituto Filosófico Pedro Francisco
Bonó, se desempeña actualmente como
Encargado del Área Fuentes Orales, en el
Departamento de Investigación del Archivo
General de la Nación.
camino real
E-mail:
[email protected]
28
Manuel Belgrano y el camino a la Revolución
CAROLINA CRISORIO
La autora centra su análisis en el pensamiento de Manuel Belgrano, en especial el que desarrolla cuando arriba al Río de la Plata
y que evoluciona hasta el momento en que toma las armas para
luchar por la independencia. Así mismo se aborda la realidad de la
época y las condiciones en que rodearon al intelectual devenido luchador.
Introducción
El Bicentenario de los procesos de
emancipación política de América Latina y
el Caribe nos invita a repensar las propuestas de los líderes revolucionarios que abandonaron su cómoda vida para luchar por
la soberanía de las posesiones hispanas. Retomar el pensamiento y acción de estas figuras es un camino necesario para avanzar
en los procesos de integración de Nuestra
América. Hoy, el desafío es avanzar en la
unión latinoamericana y caribeña con propuestas propias frente a los embates panamericanistas promovidos por Washington.
Retornar a sus escritos y repensar su
conducta en el largo camino hacia la construcción de nuestra soberanía constituye un
fructífero desafío, en un escenario mundial
convulsionado por una profunda crisis económica internacional cuyas implicancias
políticas y estratégicas aún no se han terminado de sentir. En efecto, no sólo se ha enterrado “el fin de la Historia” proclamado
tras la disolución soviética, sino que el poder
de la principal superpotencia atómica es
puesto a prueba en distintos puntos del globo. Grandes masas de europeos, africanos
y asiáticos hacen oír sus reclamos por un
orden más equitativo. En Nuestra América
el escenario es más diverso.
Si bien hay mucho por hacer, una parte significativa de nuestros gobiernos se han
encaminado por vías heterodoxas en el afán
de construir fórmulas de crecimiento con inclusión social. Parte de esa construcción es
acrecentar la vinculación e intercambio
entre los países latinoamericanos y caribeños. Las propuestas de integración regional impulsadas en la segunda posguerra en
general apuntaron principalmente al intercambio comercial. En los años noventa, iniciativas como el Mercosur antepusieron la
importancia de la creación de un mercado
ampliado. El paradigma neoliberal había
llevado a encarar la reforma del Estado.
Por ejemplo en la Argentina se privatizaron todas las empresas estatales con una
fuerte participación del capital extranjero
(principalmente europeo, encabezado por
el hispano, seguido de EE. UU., Canadá, Brasil, Chile y México). Ello fue acompañado con
camino real
Palabras clave: Belgrano, revolución, desarrollo económico, agricultura, libre comercio, industria, educación, independencia, libertad.
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camino real
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cambios legislativos favorables a la inversión extranjera, la flexibilización laboral,
la apertura de la economía a las importaciones y otras medidas que profundizaron
la concentración y centralización del capital, como también acentuaron el proceso de reprimarización de la economía y el
creciente endeudamiento interno y externo. Ese camino se había iniciado por la
última dictadura (1976-1983) que se cobró 30,000 detenidos desaparecidos. En
otros países del área, quizás con matices
más o menos acentuados, también se aplicaron recetas semejantes. Sin embargo, en
el siglo XXI el abismo en el que cayeron
muchos de estos países – en el caso argentino en 2001–, y el recurso de hacer pagar el costo de la crisis a los trabajadores y
no a los sectores más poderosos de la economía (gran burguesía y terratenientes
asociados al capital extranjero y capital financiero), terminó colocando al 40% de
la población por debajo de la línea de pobreza. La devaluación de la moneda sin
tomar medidas a favor de la clase trabajadora, ni el creciente número de desocupados y marginados, subió la línea de pobreza a más del 50% de los argentinos,
situación inusitada en uno de los principales productores mundiales de alimento.
Ello creó las condiciones para que tuviera
lugar un cambio de dirección a partir de
2003. Mientras las instituciones económicas internacionales habían cerrado las
puertas a la Argentina, América Latina se
perfiló como alternativa para acrecentar
los vínculos económicos, políticos y socioculturales. Esta nueva ola tiene muchos
matices pero aún está alejada de esa Unión
Americana que pensaron Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Manuel Belgrano,
Mariano Moreno, José de San Martín,
Antonio Sucre entre otros.
Por ello este breve trabajo se ha puesto el foco en el pensamiento belgraniano,
sobre todo durante el período en el que
el joven Manuel llegó al Río de la Plata
con destacados antecedentes, dispuesto a
mejorar las condiciones de vida de la colonia. Sin embargo, las circunstancias que
enfrentó llevaron a que el entusiasmo reformista propio de la ilustración española y europea, se transformara en desencanto y, finalmente en compromiso
revolucionario. En tal sentido se lo podrá
encontrar cerca de personalidades con
fuertes matices conservadores –que al final terminaron engrosando las filas realistas–, como también acercándose al ala más
radicalizada rioplatense: Mariano Moreno, Juan José Castelli o Bernardo de Monteagudo. Por ello, Belgrano es difícil de
etiquetar. Formado como intelectual no
se resignó con ser un técnico sentado detrás de un escritorio. Fue un hombre
político y cuando lo consideró necesario
tomó las armas para la construcción de
Nuestra América.
Reformas borbónicas y resistencia
Existe una fuerte convicción de que la
Emancipación se debió a las particulares
circunstancias que vivían las colonias como
consecuencias de los cambios operados en
los intercambios entre la metrópoli y las
colonias a causa de las guerras con la Francia revolucionaria y luego napoleónica. Sin
embargo, a partir de las reformas borbónicas se produjeron conflictos y tensiones.
Estos descontentos frente a los cambios en
las reglas de juego dieron lugar a reclamos,
revueltas y levantamientos. En el cono sur
entre los más notorios se pueden mencionar los movimientos de principios de
la década de 1780: el de José Gabriel
ron una marca en la memoria histórica de
los colonos del virreinato del Río de la Plata fundado poco antes (1776).
En este contexto, frente al despotismo ilustrado de la corona se gestó otra
mirada reformista en aquellos que propusieron de una u otra manera mejorar
la vida de los colonos. Eugenio Espejo en
Quito, el venezolano Francisco Miranda
en todos los escenarios que eligió actuar,
entre otros, en un comienzo pensaron en
que era posible encarar un camino de
reformas para mejorar la situación de las
posesiones americanas. Sin embargo, chocaron contra la muralla de los intereses
metropolitanos y de las minorías coloniales que también salían beneficiadas con
el monopolio y otras políticas de exclusión. Es apasionante ver cómo estos reformistas se convirtieron en precursores
de la emancipación de Nuestra América.
Luego, los sucesos de Bayona dieron lugar a la Guerra de Independencia Española, pero también pusieron en marcha
el proceso independentista (Chuquisaca,
Quito, Caracas, Cartagena, Buenos Aires, como también Colombia, México,
Chile, etc.).
El viaje de Belgrano
Manuel José Joaquín del Corazón de
Jesús Belgrano (1770/1820), nació en Buenos Aires. Hijo de un próspero comerciante
italiano y una criolla, inició sus estudios en el
Real Colegio de San Carlos.3 Fue enviado a
estudiar a Salamanca, Valladolid y Madrid
recibiéndose de abogado y perfeccionándose en economía política. Al estallar la Revolución Francesa el joven criollo confesaba:
[…] se apoderaron de mí las ideas
de libertad, igualdad, seguridad,
camino real
Condorcanqui en el virreinato del Perú,1 y
en el virreinato del Río de la Plata los levantamientos de los altoperuanos Tomás
Katari y Julián Apaza que adoptó un nuevo nombre: Túpac Katari.2 Estas revueltas
expresaban el repudio a nuevas presiones
económicas, pero también a la opresión
política y socio-cultural que sufrían amplias
capas de pueblos originarios, mestizos y criollos. Sin embargo, el temor al cambio social
también dio lugar a que una parte importante de la élite altoperuana tomara distancia de estos movimientos, y si bien fueron
cruelmente sofocados y reforzaron el bastión realista del virreinato del Perú, deja-
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propiedad y sólo veía tiranos en los
que se oponían a que el hombre,
fuese donde fuese, no disfrutase de
unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún
las mismas sociedades habían acordado directa o indirectamente.4
camino real
Belgrano tomó como propias una parte
sustancial de los principales postulados de
la Revolución, y se inspiró en el contrato
social de J.J. Rosseau, pero también estuvo
influenciado por la ilustración española y,
entre otras cosas, mantuvo vivo su catolicismo y su inclinación a las formas monárquicas. Su actuación fue tan destacada5 que, a
pesar de ser criollo, recibió el cargo de secretario perpetuo en el recientemente creado
Consulado de Buenos Aires (1794). Estando aún en la metrópoli el flamante secretario llegó a pensar que los consulados
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[…] no tenían otro objeto que suplir a las sociedades económicas, tratando de agricultura, industria y comercio, se abrió un vasto campo a
mi imaginación, como que ignoraba
el manejo de la España respecto a sus
colonias, y sólo había oído un rumor sordo a los americanos de quejas y disgustos, que atribuía yo a no
haber conseguido sus pretensiones,
y nunca a las intensiones perversas
de los metropolitanos que por sistema conservaban desde el tiempo
de la conquista.
Tanto me aluciné y me llené de visiones favorables a la América,
cuando fui encargado por la secretaría, de que en mis memorias describiese las Provincias, a fin de que
sabiendo su estado, pudiesen tomar
providencias acertadas para su felicidad […] y aunque ya entonces se
me rehusaran ciertos medios que
exigí para llenar como era debido
el encargo, me aquieté, pues se me
dio como disculpa que viéndose los
fondos del Consulado se determinaría.6
La triste realidad
Arribó a Buenos Aires en 1794 donde se propuso difundir las nuevas ideas. En
una Memoria presentada en 1796, si bien
aducía no conocer bien el país, planteaba
la necesidad de difundir la agricultura.7
Una de las causas a que atribuyo
el poco producto de las tierras y,
por consiguiente, el ningún adelantamiento del labrador, es porque no se mira la agricultura como
un arte que tenga necesidad de
estudio, de reflexiones, o de regla.
Cada uno obra según su gusto y
práctica […].8
Para contrarrestar la falta de formación de los habitantes de la campaña impulsó la creación de escuelas:
¿Y de qué modo […] corregir la ignorancia? Estableciendo una escuela de agricultura, donde a los jóvenes labradores se les hiciese conocer
los principios generales de la vegetación y desenvoltura de las siembras, donde se les enseñase a distinguir cada especie de la tierra por sus
producciones naturales, y el cultivo
conveniente a cada una, los diferentes arados que hay […]; los abonos
[…]; el modo de formar sangrías en
Sugería, además, promover el cultivo
del cáñamo y el lino para producir textiles,
así como elementos útiles a la navegación.10
Si bien le dedica menos espacio a la actividad ganadera el Secretario proponía impulsar la introducción del lanar, el cual cobró relevancia en la Argentina varias
décadas después. La Memoria continúa haciendo referencia a otros aspectos técnicos
como evitar dejar la tierra en barbecho aplicando en cambio la rotación de cultivos, el
uso de abonos, la preparación de los terrenos para sembrar, etc.
Mientras propiciaba que se diera libertad a los productores para fijar los precios, también sugería que era necesario que
se crearan tanto mecanismos de control
como de estímulo para la introducción de
mejoras tecnológicas:
Premiando a cuantos en sus exámenes dieran pruebas de su adelantamiento, franqueándoles instrumen-
tos para el cultivo y animándolos por
cuantos medios fuesen posibles, haciéndoles los adelantamientos primitivos para que comprasen un terreno proporcionado en que
pudiesen establecer su granja y las
semillas que necesitasen para sus
primeras siembras, sin otra obligación que volver igual cantidad que
la se ha había expedido para su establecimiento en el término que se
considerase fuese suficiente para
que sin causarles extorsión ni incomodidad lo pudiesen ejecutar. 11
Estaba preocupado por el medioambiente y entre otras recomendaciones
sostenía:
Es indispensable poner todo cuidado y hacer los mayores esfuerzos en
poblar la tierra de árboles, mucho
más en las tierras llanas, que son
propensas a la sequedad cuando no
estaban defendidas; la sombra de
los árboles contribuye mucho para
conservar la humedad, los troncos
quebrantan los aires fuertes, y proporcionan mil ventajas al hombre,
así que es conocido en el día en
Europa, se premia por cada árbol
que se ha arraigado […] en Vizcaya
hay mucho cuidado para que todo
propietario que corte un árbol ponga en su lugar tres […].12
Comprendía las limitaciones al crecimiento económico que significaba el peso
del monopolio, por ello quería fundar:
[…] una escuela titulada de comercio, donde los jóvenes vayan a instruirse en la aritmética, en el modo
de llevar las cuentas y razón, y tener
camino real
los terrenos pantanosos; la calidad
y cantidad de simientes que convengan a esta o aquella tierra […]; el
verdadero tiempo de sembrar, el
cuidado que se debe poner en las
tierras sembradas; el modo de hacer y recoger una cosecha; los medios de conservar sin riesgos y sin
gastos los granos; las causas y el origen de todos los insectos y sabandijas; y los medios de preservar los
campos y graneros de ellas; los medios de hacer los desmontes; los de
mejorar los prados; los de aniquilar
en la tierra los ratones y otros animales perjudiciales, tal como la hormiga, etc. y por último, donde pudiera recibir lecciones prácticas de
este arte tan excelente.9
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los libros: en el cálculo y regla de
cambio; en las reglas de la navegación mercantil, de los seguros, etc.;
en el modo de establecer la correspondencia mercantil y mantenerla,
en las leyes y costumbres usadas entre negociantes, etc. donde al menos
se les enseñen los principios generales de la geografía y las producciones que abundan o escasean [en] los
países a fin de que con estos principios puedan hacer sus especulaciones con el mayor acierto posible y que
si se dedican al comercio les proporcionen ventajas y adelantamiento
que los empeñen al trabajo.13
camino real
Debido a las guerras que la Revolución Francesa había generado, la metrópoli se había visto perjudicada y debilitada,
por lo tanto había tomado diversas medidas de flexibilización del monopolio. En tal
sentido Belgrano reclamaba que la corona
estableciese diferentes disposiciones para
favorecer la producción y exportación de
varios productos:
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Al gobierno, haciéndole presente a
su majestad el estado actual de la
navegación y falta de buques mercantes, motivo de lo subido de los
fletes y que no habiendo esta proporción de ningún modo se puede esperar que nuestros labradores se dediquen al cultivo, a cuyo
fin se le suplicaría se dignase mandar que dos barcas de la real armada viniesen anualmente sin más
objeto que conducir los linos y cáñamos que se cultivasen, ya en
rama, ya en pasta, según su majestad acordase en beneficio de esta
colonia, el trigo en grano o harina
y las carnes saladas; señalando unos
fletes moderados que sufragasen
a los salarios de los que navegasen
en ellas y a la deterioración de los
buques.
El gobierno podría igualmente
adoptar el medio de comprar todos
los linos y cáñamos que se cosechasen; teniendo los labradores la certeza de la venta de sus cosechas no
se puede dudar que se aplicarían
con constancia, y este ramo de comercio vendrá a ser algún día uno
de los más interesantes a este país,
mucho más si su majestad sigue dispensándole las gracias que hasta
aquí, como son la real cédula de
comercio de negros, la real orden
sobre el comercio con las colonias
extranjeras y particularmente la que
declara esta misma para que se haga
con Brasil; la real orden de la libertad de derechos a las harinas, la que
concede permiso a los vasallos de
América para que tengan buques
propios; gracias que hacen a que
todos los pueblos de estos vastos sus
dominios se levantase y se le erigiesen monumentos […].14
Para favorecer el comercio externo proponía favorecer el librecambio y crear una
entidad que favoreciera las exportaciones:
[…] una compañía que no tuviese
otro fin que la exportación de los
frutos propuestos, pues además de
que la agricultura recibiría un fomento increíble en este país, se pondrían en giro muchos caudales que
hoy permanecen sepultados a causa
de no tener aquí un cuerpo donde
Mientras no se adopten estos recursos y permanezca nuestra marina
mercantil en el actual estado, no
esperemos que tengan valor nuestros frutos, ni que la agricultura reciba fomento como el que se necesita en este país […]. Persuadámonos,
señores, que en esta provincia la verdadera mina es la tierra bien cultivada, que mientras no se la atienda
nunca seremos felices, y que como
dice el célebre Quesnay, con preferencia a todo, un Estado agricultor debe estar poblado de ricos labradores.15
En la Memoria de 1798 vuelve a insistir en contra del monopolio:
Muchos creen que si se concede entera libertad para la extracción de frutos, el país quedará pobre y miserable
y todo vendrá a ser caro, y se presenta
a su imaginación un cuadro lastimoso […] me contento con citar aquí
las máximas 16 y 25 del célebre
economista Quesnay, que dicen:
1º) que no se impida el comercio
exterior de los frutos, porque según es la extracción, así es la reproducción y aumento de agricultura. 2º ) Que se dé entera libertad
al comercio, pues la policía del
comercio interior y exterior, más
segura, exacta y provechosa a la nación y al Estado, consiste en la plena libertad de concurrencia.16
También reiteraba que era menester
promover la agricultura, la industria, el
comercio de exportación y la educación
sin distinción de sector social o género
(fue un pionero en sus propuestas de que
el Estado regulara la enseñanza de hombres y de mujeres). Por lo tanto, reclamaba el fin del monopolio, pero también remarcaba el papel del Estado como
generador de políticas de estímulo para
la economía colonial. Más de una década después, entre marzo y principios de
mayo de 1810 desde el Correo de Comercio de Buenos Aires el Secretario del Consulado seguía proclamando la necesidad
de impulsar el libre comercio, promover
la agricultura, la ganadería, la industria
y la educación.17 Belgrano, desalentado
por no conseguir ninguno de sus objetivos se había terminado inclinando a favor
de la Independencia.
[…] no puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres
nombrados por el Rey de la Junta,
que había de tratar de agricultura,
industria y comercio, y propender
a la felicidad de las Provincias que
componían el virreinato de Buenos
Aires; todos eran comerciantes españoles; exceptuando uno que otro,
nada sabían más que su comercio
monopolista, a saber, comprar por
cuatro para vender por ocho con
toda seguridad […].18
Paralelamente, reconocía que el monopolio resultaba imposible de remover
camino real
con confianza los pudiesen poner a
giro. Para ello debería tener la compañía sus buques en los que fuesen
los frutos propuestos de cuenta de
los labradores, bien fuesen de particulares comerciantes, o de la
compañía misma, los fletes deberían
ser moderados, pues no por eso dejarían de tener réditos regulares.
35
por las presiones de los comerciantes ligados al tráfico metropolitano-colonial.
Por lo que después he visto, la Corte de España vacilaba en los medios
de sacar lo más que pudiese de sus
colonias, así es que hemos visto disposiciones liberales e iliberales a un
tiempo, indicantes del temor que
tenía de perderlas: alguna vez se le
ocurrió favorecer la agricultura, y
para darle brazos, adoptó el horrendo comercio de negros y concedió
privilegios a los que lo emprendiesen: entre ellos la extracción de frutos para los países extranjeros. Esto
dio mérito a un gran pleito sobre si
los cueros, ramo principal del comercio de Buenos Aires, eran o no
frutos; […] decidieron que los cueros no eran frutos, y por consiguiente no debían comprenderse en los
de la gracia de extracción en cambio de negros.
camino real
Mi ánimo se abatió, y conocí que
nada se haría a favor de las Provincias por unos hombres que por sus
intereses particulares posponían el
del común […].
36
Los frenos puestos a la educación también ahogaron las esperanzas de cambio:
Escribí varias memorias sobre la planificación de escuelas: la escasez de
pilotos y el interés que tocaba tan
de cerca a los comerciantes, me presentó circunstancias favorables para
el establecimiento de una Escuela
de Matemáticas, que conseguí a
condición de exigir la aprobación
de la Corte que nunca se obtuvo, y
que no paró hasta destruirla; porque aún los españoles, sin embargo, de que conociesen la justicia y
utilidad de estos establecimientos
en América, francamente se oponían a ellos, errados a mi entender,
en los medios de conservar las colonias. No menos me sucedió con otra
de diseño, que también logré establecer, sin que costase medio real el
maestro: ello es que ni éstas, ni otras,
propuestas a la Corte, con el objeto
de fomentar los tres importantes
ramos de agricultura, industria y
comercio, de que estaba encargada
la corporación consular, merecieron la aprobación; […] se decía que
todos estos establecimientos eran de
lujo y que Buenos Aires todavía no
se hallaba en estado de sostenerlos
[…] desde principio de 1794, hasta julio de 1806 pasé mi tiempo
en igual destino, haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien público; pues todos escollaban en el
Gobierno de Buenos Aires, o en la
Corte, o entre los mismos comerciantes individuos que componían
este cuerpo, para quienes no había
más razón, ni más justicia, ni más
utilidad, ni más necesidad que su
interés mercantil; cualquier cosa
que chocase con él, encontraba un
veto, sin que hubiese recurso para
atajarlo. 19
Algunos desencantos más
Debilitada la presencia hispana en
los mares, por su alianza con Francia, la
ciudad, que había comenzado a cobrar
importancia en el último cuarto del siglo
XVIII se transformó en un objetivo atractivo
para algunos como el voraz imperio británico dando lugar a las invasiones de
1806 y 1807. Belgrano había sido nombrado capitán de las milicias urbanas,
pero nunca había tenido necesidad de
ejercer el cargo:
El marqués de Sobre Monte, virrey
que entonces era de las Provincias,
días antes de esta desgraciada entrada me llamó para que formase
una compañía de jóvenes del comercio, de caballería, y que al efecto me daría oficiales veteranos para
la instrucción: los busqué, no los
encontré; porque era mucho el
odio que había a la milicia en Buenos Aires con el cual no se había
dejado de dar algunos golpes a los
que ejercían la autoridad, o tal vez
a esta misma que manifestaba demasiado su debilidad.20
La inoperancia del virrey, la falta de
organización del ejército y la falta de formación de la milicia posibilitaron el éxito
de los invasores ingleses. Con la entrada
del general Beresford a la ciudad, Belgrano propuso a otros funcionarios salir
de allí con el archivo y los sellos acompañando al virrey que había huido hacia
Córdoba.
[…] al mismo tiempo les expuse,
que de ningún modo convenía a la
fidelidad de nuestros juramentos
que la corporación reconociese otro
Monarca: habiendo adherido a mi
opinión, fuimos a ver y a hablar al
general, a quien manifesté mi solicitud y defirió la resolución; entretanto los demás individuos del consulado, que llegaron a extender
37
Juan Manuel Belgrano
estas gestiones se reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justas
ideas y prestar juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin otra consideración que la
de sus intereses.
camino real
Me liberté de cometer según mi
modo de pensar, este atentado y
procuré salir de Buenos Aires, casi
como fugado, porque el general se
había propuesto que yo prestase juramento […] y pasé a la banda
septentrional del río de la Plata, a
vivir en la Capilla de Mercedes.21
38
Belgrano tomó distancia frente al oportunismo de los miembros del consulado
quienes rápidamente se subordinaron a los
invasores ingleses, lo que reforzó su opinión
negativa sobre estos comerciantes ligados
al comercio metropolitano-colonial y afianzando la idea de obrar en beneficio de las
Provincias del virreinato. Cuando los invasores fueron expulsados frente a la indisciplina de las milicias prefirió retornar a su
cargo de Secretario del Consulado aunque
comprendió la importancia de estudiar táctica y estrategia militar, conocimientos que
utilizará luego de 1810. En 1807 se produjo una nueva incursión británica al mando del general Whitelocke y Belgrano colaboró en la exitosa defensa de la ciudad,
pero siempre criticó la poca disciplina de
las milicias que no querían someterse a ningún entrenamiento:
[…] gente que era paisana que nunca había vestido uniforme, y que
decía con mucha gracia, que para
defender el suelo patrio no habían
necesitado de aprender a hacer
posturas, ni figuras en las plazas
públicas para diversión de las mujeres ociosas.22
Cuando tuvieron que recibir el juramento de los oficiales británicos prisioneros, Belgrano pudo conversar con uno de
ellos, el brigadier general Crawford:
Así es que después de haberse desengañado de que yo no era francés
ni por elección, ni otra causa, desplegó sus ideas acerca de nuestra
independencia, acaso para formar
nuevas esperanzas de comunicación
con estos países, ya que le habían
salido fallidas las de conquista: le
hice ver cuál era nuestro estado, que
ciertamente nosotros queríamos el
Amo viejo o ninguno; pero que nos
faltaba mucho para aspirar a la empresa, y que aunque ella se realizase
bajo la protección de la Inglaterra,
esta nos abandonaría si se ofrecía
un partido ventajoso a Europa, y
entonces vendríamos a caer bajo la
espada española, no habiendo una
nación que no aspirase a su interés,
sin que le diese cuidado de los males de las otras: convino conmigo y
manifestándole cuánto nos faltaba
para lograr nuestra independencia,
difirió para un siglo su consecución
[…]. Pasa un año, y he ahí que sin
que nosotros hubiésemos trabajado
para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión avívanse
entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanos empiezan por primera vez
hablar con franqueza de sus derechos. En Buenos Aires, se hacía la
jura de Fernando VII y los mismos
europeos aspiraban a sacudir el yugo
Belgrano compartió con otro pequeño grupo de conspiradores la ilusión de que
Carlota Joaquina, la hermana de Fernando VII podría ser regente de la Provincia
del Río de la Plata y, eventualmente, terminar acompañando el proceso de emancipación política. Pronto descubrió que
este plan era un espejismo. También intentó frenar sin éxito la llegada del nuevo
virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien
había participado de la represión del levantamiento de 1809 en Chuquisaca. El
arribo del nuevo virrey hizo que Belgrano
se retirara nuevamente a Mercedes. Tiempo después, un grupo de amigos de Belgrano convenció a Cisneros que era necesario sacar un periódico. El abogado
regresó a Buenos Aires y participó en esta
empresa con fines políticos:
Sucedía esto a mi regreso […] y tuvimos este medio ya de reunirnos
los amigos sin temor, habiéndole
hecho estos entender a Cisneros que
si teníamos alguna junta en mi casa
sería para tratar de los asuntos concernientes al periódico: nos dispensó toda protección e hice el prospecto del Diario de Comercio que se
publicaba en 1810 antes de nuestra
revolución: en él salieron mis papeles que no eran otra cosa que una
acusación contra el gobierno español; pero todo pasaba y así creíamos
ir abriendo los ojos a nuestros paisanos: tanto fue que salió uno de mis
papeles titulado: “Origen de la
grandeza y decadencia de los Imperios”, en las vísperas de nuestra revolución, que así contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada
uno aplicaba el ascua a su sardina,
pues todo se atribuía a la unión y
desunión de los pueblos.24
A modo de conclusión
Para concluir, queremos resaltar que
hacia 1809 muchos de los habitantes de las
colonias comenzaron a pensar seriamente en
independizarse de la metrópoli. En el caso
del Río de la Plata, el contacto con las ideas
revolucionarias y la negativa de las autoridades coloniales a tomar medidas para mejorar la vida cotidiana en las colonias, la represión de los movimientos de 1809 en
Chuquisaca y Quito favorecieron el desarrollo de un sentimiento separatista. Por
otra parte, las invasiones inglesas habían
dejado una experiencia de autodeterminación política que culminó no solo en la
expulsión de los invasores, sino también
en el pronunciamiento que impidió el regreso de Sobremonte como virrey, poniendo en su lugar a Liniers, quien había dirigido exitosamente la reconquista de 1806.
Luego, los rumores del movimiento juntista fueron el catalizador para poner en
marcha los planes de personalidades como
Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan
José Castelli, Bernardo de Monteagudo,
Nicolás Rodríguez Peña o Tomás Guido,
para desplazar a Cisneros, personaje resistido por haber participado de la represión del movimiento de Chuquisaca.
Como registró Guido, la noche del 24
de mayo de 1810, Belgrano juró a la patria y a sus compañeros que si a las tres de
la tarde Cisneros no había renunciado lo
pasaría por las armas. Su figura, prestigiosa
camino real
de España por no ser napoleonistas. ¿Quién creería que don Martín
de Álzaga, después autor de una
conjuración, fuera uno de los primeros corifeos?23
39
camino real
Movimiento de
Chuquisaca
40
entre los revolucionarios lo colocó en el
cargo de vocal del primer gobierno revolucionario del Río de la Plata. Luego fue puesto al mando de las tropas que se dirigieron
al Paraguay y fue en dos misiones militares
hacia el Alto Perú. Queda para otro trabajo realizar el análisis de la acción y pensamiento de Belgrano a partir de la Revolución de Mayo. Por último conviene tener
en cuenta que la posibilidad de que los criollos se sintieran representados en las Cortes de Cádiz, o en las medidas tomadas
en la Constitución de 1812 llegó demasiado tarde. El largo período de dominación colonial había dejado en la memoria
colectiva malos recuerdos. Eso explica por
qué si bien el Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental no quisieron mantenerse unidos a Buenos Aires, lucharon contra la opresión colonial. Aunque finalmente se logró
la independencia política, quedaron cuestiones pendientes que terminaron sometiendo a las ex colonias al influjo de las grandes potencias extra regionales. Pero eso es
también tema para otro trabajo.
BIBLIOGRAFÍA
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Oriental, 1993.
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Estado y sociedad en el Río de la Plata Colonial, Buenos Aires, Imago Mundi,
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Chiaramonte, J.C.: Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de la
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Suriano, Juan (comp.): Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
Terán, Oscar: Historia de las ideas en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.
NOTAS
1
Mucho se ha discutido sobre el significado
de esta rebelión. Como adoptó el nombre de
Túpac Amaru II para demostrar que era
descendiente del último inca, algunos sostienen que su movimiento sólo apuntaba a
retornar al pasado. En otras palabras, si
Túpac Amaru negaba la figura del rey y
quería reconstruir el imperio de los incas,
mal puede considerarse un antepasado de
las guerras de la independencia. Otros
plantean que su lucha es parte de un movimiento que se inició con la derrota del
incario y que aún continúa, es decir, que
esta rebelión sería un episodio más en una
larga lucha de liberación nacional de los
pueblos originarios. Sin embargo, en su
inicio no rechazó a la figura del rey y fue
secundado por los pueblos originarios
como también por europeos, criollos, mestizos. Cuando vio que las autoridades virreinales no cedían, radicalizó su postura
(ejecutó al corregidor de Tinta), y proclamó que no reconocía al rey. La sociedad
peruana se dividió y la mayoría de españoles y criollos tomó distancia de Túpac
Amaru, sin embargo existió un puñado de
ellos que continuó la lucha hasta el final y
que también sufrió la dura represión de
las autoridades coloniales. Esto pone en
evidencia que existían sectores significativos (criollos, españoles y otros europeos),
que al igual que los pueblos originarios
no estaban de acuerdo con las presiones
económicas metropolitanas y que dieron
batalla a las medidas de ajuste llevadas a
cabo por estos funcionarios que respondían
a una monarquía inspirada en el despotismo
ilustrado.
camino real
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Para la Rebelión de Túpac Amaru y Tomás
Katari ver Colección Pedro De Angelis La
Rebelión de José G. Túpac Amaru tomo VII,
Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1971.
Ver también: Jürgen Golte, Reparto y rebeliones, Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1980; Boleslao Lewin: La rebelión
de Túpac Amaru y los orígenes de la emancipación americana, Librería Hachette, Buenos Aires, 1957; Juan Javier Zárate Caballero: Ponencia presentada en América Latina en el
Bicentenario: la Historia entre el Pasado y Presente. Diálogos del Bicentenario-Grupo Bicentenario. Quito Ecuador. 7 al 10 de Agosto de
2009. Para las reformas borbónicas en el Río
de la Plata ver también: Raúl Fradkin y Juan
Carlos Garavaglia, “La Argentina colonial”,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2009.
Este colegio había sido fundado por los jesuitas y hoy es el Colegio Nacional de Buenos
Aires que depende de la Universidad de
Buenos Aires.
Manuel Belgrano: “Autobiografía”, en: Manuel Belgrano, Escritos Económicos, Editorial
Raigal, Buenos Aires, 1954, p. 48.
En Salamanca fue nombrado Presidente de
la Academia de Práctica Forense y Economía Política. Asimismo ingresó como miembro de la Academia de Santa Bárbara en
Madrid.
Manuel Belgrano: Ob. cit., pp.48-49.
En el virreinato del Río de la Plata la región pampeana, las provincias del litoral
y en la Banda Oriental del Uruguay la
principal actividad era la caza de ganado
cimarrón, del cual se extraía sobre todo
para exportación el cuero, el sebo y se producíatasajo, carne salada al sol que en general se destinaba a la alimentación de los
esclavos. Una parte importante salía por
contrabando junto con metales del Alto
Perú (Potosí). En la región de Cuyo se había difundido la vid y el olivo sin el apoyo
de la corona que prefería enviar sus propios
vinos y aceites. Paraguay producía yerba
mate. En el Córdoba y Tucumán, había
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cierta actividad agropecuaria para consumo interno, además de la producción artesanal, como textiles, mulas, carretas, etc.
El contrabando con portugueses de Brasil
y británicos había permitido el florecimiento de la región del Río de la Plata.
Manuel Belgrano: Ob. cit., p. 67.
“Memoria que leyó el licenciado Don Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y Secretario por su Majestad del Real
Consulado de esta capital, en la sesión que
celebró su Junta de Gobierno el 15 de julio del presente años de 1796”. En: Manuel Belgrano, ob. cit., p. 68.
Consultar “Memoria escrita por el Licenciado Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y Secretario por su Majestad
del Real Consulado del Virreinato de Buenos Aires en 1797”. En: Manuel Belgrano,
ob. cit., p. 84 y ss.
“Memorias ... de 1796”. En: Manuel Belgrano, ob. cit, pp. 68-69.
Ibíd, p. 74.
Ibíd, p. 82.
“Memorias ... de 1797”. En: Manuel Belgrano, ob. cit., p. 96.
Ibidem, pp. 96-97.
“Memoria escrita por el Licenciado Manuel
Belgrano, abogado de los Reales Consejos
y Secretario por su Majestad del Real Consulado de esta capital en la sesión que celebró su Junta de Gobierno a 14 de junio de
1798”. En: Manuel Belgrano, ob. cit.,
p.103
Ver los artículos del Correo de Comercio
de Buenos Aires correspondientes en: Manuel Belgrano, ob. cit., pp. 113-148.
En este párrafo se refiere al momento de su
llegada a Buenos Aires en 1794. Ver: Manuel
Belgrano, “Autobiografía”, ob. cit., p. 49.
Ibíd. p. 50.
Ibíd, p. 51.
Ibíd, p. 52.
Ibíd, p. 55.
Ibíd, pp. 55-56.
Ibíd, p. 60.
Bachiller del Colegio Nacional de Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires (UBA),
Profesora de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue docente en la
Facultad de Ciencias Sociales y del CBC,
UBA. Fue Becaria de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) UBA (1991-1997).
Realizó los cursos de la Maestría en Historia
Económica y de los procesos económicos
FCE, UBA. Becada en el Doctorado Iberoamericano de la Universidad de Huelva está
trabajando en su tesis. Actualmente es docente e Investigadora FCE, UBA donde ha
dirigido y codirigido proyectos de investigación. Tiene numerosas publicaciones nacionales e internacionales de historia económica y relaciones internacionales sobre la
emancipación política del río de la Plata, la
integración latinoamericana desde la Argentina; la cuestión de la dependencia; la política exterior argentina: las Malvinas; las relaciones con Brasil, Cuba, Uruguay (el caso
de las pasteras), con la ex URSS y la Federación de Rusia entre otros. Ha sido profesora invitada de distintas universidades nacionales y extranjeras. Es Vicepresidente de
ADHILAC Internacional; Directora de Ariadna Tucma Revista Latinoamericana
(www.ariadnatucma.com.ar); Directora de la
página de ADHILAC Internacional
(www.adhilac.com.ar). Miembro del Centro
Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
E-mail:
[email protected]
camino real
LA AUTORA
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La correlación entre las revoluciones sociales, las científicotécnicas y las productivas.
PEDRO L. SOTOLONGO
El trabajo trata el desafío que se desprende del emerger del modo
tecnológico de producción flexible-automatizado-robotizado, cualitativamente nuevo con relación al fabril-mecanizado, el de la anterior Revolución Productiva –“la Industrial”– con su economía-de-escala (succionadora de gran cantidad de fuerza de trabajo); mientras éste nuevo, por los
medios técnicos creados por la Revolución Científico-Técnica (RCT) del
2do. tercio del siglo xx, la máquina automatizada y las TICs, con su economía-de-rango, expulsa gran cantidad de fuerza de trabajo, lo que, junto al salto en la productividad del trabajo, está suscitando otro salto: el de
los excluidos del trabajo.
Introducción
Está emergiendo –desde las dos últimas décadas del finalizado siglo– un modo
tecnológico de producción, el flexible-automatizado-robotizado, cualitativamente nuevo (una auténtica Revolución Productiva)
con relación al fabril-mecanizado, que caracterizara a la anterior Revolución Productiva (que solemos denominar como “la Industrial”, en sus dos grandes etapas, la de la
máquina-herramienta y la máquina-de-vapor durante el entre-siglos XVIII y XIX y la
del ferrocarril, el automóvil -el motor de
combustión interna- y la electricidad durante el entre-siglos XIX y XX).
Este último, condicionado por la índole de los medios técnicos ya aludidos (que
trasladó a esos medios técnicos las funciones productivas de índole tecnológica hasta entonces privativas de los seres humanos
trabajadores se apoyó en su economía de-
escala (necesitada de succionar –y explotar
en su forma social capitalista– grandes cantidades de fuerza de trabajo); mientras el
que emerge, condicionado por los medios
técnicos surgidos de la Revolución Científico-Técnica (RCT) del segundo tercio del
siglo XX, la máquina- automatizada (que ha
trasladado a los medios técnicos las funciones productivas de índole lógica, hasta ahora
privativas de los seres humanos productores) y las tecnologías de la comunicación e
informatización (TICs), se apoya en su economía-de-rango (asimismo explotadora bajo
la égida del capital, pero necesitada de expulsar gran cantidad de fuerza de trabajo),
lo que, junto al nuevo salto en la productividad del trabajo, está suscitando otro salto: el de los excluidos del trabajo.
Este proceso emergente, epocalmente hablando, sólo comienza… Sin embargo ya nos plantea un cúmulo de problemáticas y desafíos, práctica(o)s y teórica(o)s.
camino real
Palabras clave: Modo tecnológico de producción; revolución productiva; revolución técnica; revolución social; trabajo
45
Comencemos por examinar más de
cerca los dos procesos epocales que han
transformado cualitativamente la manera
en que se producen los bienes materiales
y culturales necesarios para la vida material y espiritual de los seres humanos y que
han suscitado el emerger del aludido modo
tecnológico de producción flexible-automatizado-robotizado, con esa “economía-derango” que lo caracteriza.
camino real
Importancia de una caracterización adecuada de las revoluciones científico-técnica
y productiva del segundo y tercer tercio,
respectivamente, del siglo XX
46
Aunque ya se puede hablar de que se
halla muy avanzada la elaboración de la
caracterización conceptual de la problemática de la denominada Revolución Científico-Técnica (RCT), acaecida a partir del
segundo tercio del finalizado siglo, no obstante, la riqueza de su contenido y multidimensionalidad de sus procesos, obligan a
su estudio ulterior. Pero no se puede decir
lo mismo de la caracterización conceptual
de la concatenación de la RCT con la posterior Revolución en la Alta Tecnología
(RAT) (High Technology Revolution, en
Inglés) –-también denominada “Reconversión Industrial”– una verdadera Revolución Productiva (RP) originada en el último tercio de dicho siglo y que se extiende
hasta nuestros días, plasmando una manera tecnológicamente nueva de producir. Ese
estudio ulterior es, por lo mismo, necesario
y pertinente también en el plano de la aludida caracterización conceptual e interpretación de dicha Revolución Productiva (RP
o RAT); o sea, que no todos los aspectos de
fenómenos tan complejos como la RCT y
la RP (RAT) estén resueltos y/o agotados
en su caracterización conceptual, ni en la
interpretación de su impacto y consecuencias como procesos epocales globales.
En ambas direcciones es necesario partir de un fundamento sólido que permita
una caracterización adecuada de-lo-queimplican y de-lo-que-aportan tales procesos para el desarrollo tecnológico y social
en general. Un examen cuidadoso de los
trabajos pertinentes a dicho propósito arroja
que –gústele a quién le guste o disgústele a
quién le disguste– las ideas de C. Marx acerca del papel de la ciencia y la técnica en el
desarrollo de la producción brindan un
fundamento que posibilita una caracterización muy sólida y pertinente de lo que
ha ocurrido y está ocurriendo. Es necesario, pues, que sus ideas fundadoras sean
objeto de ulterior desarrollo, teniendo en
cuenta las tendencias contemporáneas de
los avances científicos y tecnológicos del siglo XX; lo que puede –y debe– resultar en
una concepción histórico-general integral
de la RCT y la RP (la RAT).
En semejante concepción, la RCT y
la RP (la RAT) deben ser contempladas no
solo en el plano científico-técnico y/o tecnológico, sino como procesos sociales de amplia envergadura e impacto, en cuya médula se halla la problemática de la satisfacción
de las necesidades humanas por medio de
una modalidad tecnológica específica de producir los bienes necesarios para ello, la que
siempre está condicionada históricamente
por el estado de la ciencia y de la técnica;
pero que también siempre requiere y origina para su amplia y generalizada difusión
en los procesos de producción de una u otra
sociedad, su articulación con determinada
modalidad de la organización social del trabajo. En particular, esto último se vincula
con lo concerniente a la correlación de la
RCT y la RP (la RAT) con las regularidades
tendenciales más generales de la sociedad.
Uno de los objetivos principales de este trabajo, por lo
mismo, es estudiar el vínculo
entre las Revoluciones Técnicas
(incluyendo a la RCT) y las
Revoluciones Productivas (incluyendo a la RAT) con la
regularidad social tendencial
general1 de la correspondencia
entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas
sociales. Para ello es necesario
enfocar a la RCT, la RP (o
RAT) y las otras revoluciones
anteriores acaecidas en la
técnica y en la manera tecnológica de producir, desde el
punto de vista de su interacción
con el conjunto de las relaciones sociales.
Lo anterior hace necesario, a su vez,
dar una caracterización histórica concreta
de las modalidades de plasmarse la ya aludida regularidad social tendencial general, en
ese plano –más particular y concreto– de
la interacción entre uno u otro modo tecnológico de producción y una u otra clase de
las relaciones de organización social del trabajo. Caracterización y concreción que
muchas veces se obvian, dándose por sobreentendidas, lo que es una gran laguna
en el conocimiento y aprehensión cabales
–e insuficiencia en la capacidad de discernir lo-que-está-ocurriendo y lo-que-no-estáocurriendo- y por lo mismo, un obstáculo
para pensar e implementar las estrategias
de actuación prácticas respecto a tales realidades (las que nos gustan y las que no nos
gustan). Y por ende, una gran deficiencia
para una caracterización que vaya más allá
de repetir incansablemente lo siempre afirmado acerca de dicha regularidad social
tendencial general, en lugar de avanzar en
explicarnos, con auténtica fuerza heurística, lo-que-está-ocurriendo actualmente en
el ámbito de la producción y en el ámbito
del trabajo humano.
Esa falta de concreción en la caracterización conceptual sociológico-general de
los modos tecnológicos de producción, con
su especificidad de manifestarse, no permite anticipar (e incluso en ocasiones, ni caracterizar lo ya ocurrido), el porqué uno u otro
proceso de cambio cualitativo de las relaciones de propiedad social (la quintaesencia
de la comprensión tradicional de lo que
constituye una Revolución Social) al producirse precisamente en un determinado
momento epocal (y no en otro), resulta condicionado, ya bien en mayor, o ya bien en
menor grado en el logro (o no logro) de
algunos de sus objetivos, metas y/o aspiraciones sociales reivindicativas,. por dichas
realidades de la manera de producir tecnológicamente los bienes (por el desarrollo
camino real
Y ello resulta así, por la circunstancia
de que tal manera –una u otra–- en que ya
bien uno o ya bien otro modo tecnológico
de producción y unas u otras relaciones de
organización social del trabajo se articulan
mutuamente, no constituye otra cosa que
la manera específica, en una u otra época, de
manifestarse, de plasmarse, a su vez, la mutua articulación entre el accionar conjunto
de las fuerzas productivas y el accionar conjunto de las relaciones de producción de una
u otra socialidad. En otras palabras, lo que
caracteriza desde el punto de vista productivo, a uno u otro modo-de-producción-social.
47
camino real
técnico y tecnológico alcanzado –o no alcanzado aún– en el momento histórico en
que advino a la existencia una u otra Revolución Social, debido a la presencia o ausencia real de ciertos medios técnicos y de
su articulación masiva en los procesos tecnológico-productivos. Las Revoluciones
Sociales latinoamericanas del siglo XIX, no
constituyen excepción alguna, sino al contrario, confirmación, de lo expresado.
Trascender ese vacío e insuficiencia
permiten, además, examinar el papel y lugar histórico-general de las Revoluciones
Técnicas (y de la RCT) y de las Revoluciones Productivas (y de la RAT) en el desarrollo de la socialidad; así como aquilatar en toda
su importancia, el carácter y el impacto socio-económico de los actuales procesos de
cambio cualitativo en la ciencia, en la técnica y en sus aplicaciones tecnológico-productivas que transcurren “ante-nuestros(asombrados) ojos”.
Particularmente importante es pasar
de las caracterizaciones, acertadas pero demasiado generales, de los fenómenos y procesos mencionados, a mostrar las modalidades más particulares del emerger, difundirse y generalizarse los mismos, y de las circunstancias necesarias y suficientes (pero
también en ocasiones suficientes, aunque
no necesarias) que les dieran lugar.
48
La comprensión de la historicidad de las
fuerzas productivas a partir de su especificidad sistémica epocal
Para el logro de los objetivos expresados, debe precisarse cómo transcurre el
proceso del desarrollo técnico y su papel
en el desarrollo de las fuerzas productivas
de la sociedad; en particular en lo que concierne a los desarrollos de la técnica que se
plasman en medios de producción, ese im-
portante –aunque no único–2 componente de las fuerzas productivas sociales.
El desarrollo de la técnica y las fuerzas
productivas sociales.
El proceso del desarrollo técnico tiene lugar, ante todo, a través de diversos estadios:
·
·
·
El emerger –con la utilización de nuevos principios del conocimiento y/o de
nuevas regularidades de la naturalezade un tipo de medio técnico cualitativamente nuevo (por el tipo de funciones
productivas que quedan traspasadas al
mismo y que antes eran privativas de
los seres humanos); incluyendo una
nueva –cualitativamente- herramienta
de trabajo (aquella clase de medio técnico que entra en contacto directo con
el objeto de trabajo);
El emerger de una nueva clase de base
técnica (conjunto de una “masa crítica”
ya notable de esos medios técnicos cualitativamente nuevos) de la sociedad, asimismo cualitativamente nueva;
El emerger de un modo tecnológico de
producción3 cualitativamente nuevo;
que marca la introducción, masiva ya,
de dicha base técnica en los procesos
tecnológico-productivos imperantes;
lo que, en su conjunto, va conformando,
en una o en otra época, lo que denominamos como Revolución Técnica (en nuestra
época Revolución Científico Técnica);4
cuya aprehensión y caracterización no debe
limitarse al ámbito del desarrollo de la técnica y la tecnología, sino debe incluir la
caracterización de la articulación de esos
cambios cualitativos en los medios de producción, con los otros componentes de las
fuerzas productivas que, junto a los medios
técnicos de producción configuran en toda
La composición holístico-sistémica de las
fuerzas productivas sociales
Para tener en cuenta de manera holístico-sistémica, íntegramente y sin reduccionismos, la composición de las fuerzas productivas sociales, es imprescindible remitirnos a su caracterización en el
primer tomo de El Capital que es donde, a juicio nuestro, han quedado mejor
caracterizadas. Allí. C. Marx, explícitamente, distingue los siguientes cinco “factores del desarrollo de la fuerza productiva
del trabajo”:
1. Las condiciones naturales,
2. El grado promedio de habilidad del trabajador,
3. La dimensión y la efectividad de los
medios de producción,
4. El nivel de desarrollo de la ciencia y el
grado de su aplicación tecnológica,
5. La combinación social del proceso de
producción,5
en los cuáles se reconoce en el 2 y 3 el ya
aludido “determinante-principal” de esa
composición de las fuerzas productivas,
pero se ve claramente que las mismas no se
agotan en dicho determinante.
En ese lugar de su monumental obra,
Marx lleva a cabo un estudio sistémico –
sin utilizar dicho término- del accionar
conjunto de los cinco componentes en el
desplegarse histórico de las fuerzas productivas, lo que resulta clave para precisar la
cualidad y el carácter de las mismas de periodo histórico en periodo histórico. Tal
aprehensión sistémica muestra cómo, de
época en época, ese accionar conjunto varía cualitativamente –de formación económico-social en formación económico-social– debido al hecho de que el grado de
inserción (el impacto) de uno u otro de esos
cinco componentes en la fuerza productiva del trabajo está lejos de ser el mismo.
Así, algunos de esos componentes van incrementando su inserción e impacto,
mientras que otros experimentan una tendencia a la disminución relativa de su influencia.
Si se examina ese accionar sistémico de
los cinco componentes de la fuerza productiva del trabajo de formación económicosocial en formación económico-social, se
puede constatar, sin dificultad, como el
mismo resulta característico ya para una, ya
para otra de ellas; pudiendo ello entonces
proporcionar un criterio para la precisión
de la cualidad específica de las fuerzas productivas para la formación económico-social
camino real
época las relaciones entre los hombres y la
naturaleza para producir.
Y debe señalarse que con demasiada
frecuencia se aprecia en muchos trabajos
un tratamiento reduccionista de las fuerzas
productivas sociales. Si bien es generalizado el reconocimiento de dos de sus componentes: los medios de producción y el hombre (el ser humano) productor –el (o la)
trabajador(a), no sucede lo mismo con sus
otros componentes. Y aunque el ser humano productor -el o la trabajador(a)- y los
medios de producción (en particular las
herramientas de trabajo) constituyen sin
duda lo que podemos llamar “el determinante-principal” en la composición de las
fuerzas productivas sociales desde la perspectiva de su desarrollo en el sistema: sociedad-seres-humanos-naturaleza, tal determinante-principal no agota la composición holística de las fuerzas productivas,
cuándo las examinamos en el plano del despliegue histórico de la productividad del
trabajo.
49
camino real
50
dada. En particular, puede constatarse, con
tal examen, como de formación económico-social en formación económico-social no
es el mismo componente de las fuerzas productivas sociales el que ejerce la influencia
o impacto principal o más significativo sobre el crecimiento de la productividad del
trabajo.
Lo anterior en absoluto contradice la
ya aludida circunstancia de que sea el ser
humano productor –el o la trabajador(a)–
en cualquier formación económico-social,
el componente-agente más activo de las
fuerzas productivas; ni tampoco que en
cualquier formación económico-social
sean los medios de producción (en especial las herramientas de trabajo) el componente de las mismas que de manera más
inmediata y directa caracteriza su acción
productiva sobre los objetos de trabajo. Lo
que nos enfatiza adicionalmente la necesidad de distinguir –y no confundir– la
cuestión del determinante- principal en
la composición de las fuerzas productivas
sociales, con la cuestión del papel de uno
u otro de los componentes de estas últimas sobre la productividad del trabajo. Son
dos cuestiones que se complementan, pero
que no deben ni identificarse, ni contraponerse.
Teniendo en cuenta lo expresado, no
es difícil constatar que en las formaciones
económico-sociales pre-capitalistas, fueron
los componentes 1, 2 y 3 de las fuerzas productivas del trabajo, los que caracterizaron
a las mismas desde el punto de vista del carácter específico epocal de esas fuerzas productivas sociales.
En los inicios de las socialidades humanas sus fuerzas productivas dependían
de las condiciones, menos o más favorables, que proporcionaban las condiciones naturales circundantes a esas primeras
comunidades (climas suficientemente benignos; ríos copiosos; localidades con alimentos frutales y caza animal abundante;
sabanas fértiles; etc.) Y poco a poco fueron aumentando tanto el grado promedio
de habilidad del ser humano como trabajador, así como la dimensión y la efectividad
de los medios de producción de que fueron
disponiendo, por rudimentarias y/o primitivos que fueren unas y otros al comienzo. Lo que marcó la especificidad de las
fuerzas productivas tanto del esclavismo,
como del feudalismo. En ambas formaciones económico-sociales se plasmó un modo
tecnológico manual-artesanal de producción, si bien la forma social de la que se
revistió en cada una de ellas fue diferente:
Las plantaciones y ergástulas esclavistas (de
la producción con esclavos) de la antigüedad y los feudos y gremios medievales. Pero
unos y otros basados en un modo tecnológico de producción manual y/o artesanal (en el que solo las funciones productivas más elementales del hombre
trabajador –las mecánicas y las energéticas, basadas en sus movimientos y fuerzas
físico-corporales fueron siendo gradualmente transferidas a uno u otro medio de
producción (por ejemplo, a la lanza, al arco
y su flecha, al arado con tracción animal y
–ya en el Medioevo– a los molinos de agua
y/o de viento).
Sería el capitalismo el que modificaría
tal situación productiva, no el capitalismo
inicial (que continuaba basándose en el
mismo contenido tecnológico –el aludido ya
modo tecnológico de producción manual y/
o artesanal– si bien revestido de una nueva
–y más progresista– forma social: la manufactura capitalista); sino el capitalismo del
entorno de los siglos XVIII y XIX (y de ahí en
adelante), con su impetuosa –e impresionante– capacidad de generar avances en el
traspaso a esas máquinas-herramientas de
las funciones productivas tecnológicas, antes privativas de los seres humanos), lo que
aumentó extraordinariamente la productividad del trabajo social.
El resultado global ya ha sido mencionado: Un nuevo modo-tecnológico-de-producción, el fabril-mecanizado (articulado
con una nueva modalidad capitalista de las
relaciones de organización social del trabajo); todo lo cual, mutatis mutandi (es decir,
cambiando y cambiando) atravesaría diversas etapas (taylorismo, fordismo, etc.) de la
producción en cadena en la línea fabril (inolvidablemente caracterizada y satirizada
por Charles Chaplin fílmicamente en la
primera mitad del siglo XIX), y que dominaría –potenciada ulteriormente por el
advenimiento de la energía eléctrica– caracterizando tecnológicamente al capitalismo de este último siglo en sus dos primeros
tercios.
No obstante, los cambios en el proceso del devenir de los estadios del desarrollo técnico no cesaron –nunca lo han
hecho históricamente– y así, en el segundo tercio del siglo XX tuvo lugar la ya aludida Revolución Científico-Técnica (RCT),
en la cuál a diferencia de anteriores Revoluciones Técnicas, fue el desarrollo de la
Ciencia –y no el del probar y errar empíricos- el que hiciera surgir un medio técnico
cualitativamente nuevo, incluso comparado con la anterior máquina herramienta:
la máquina-automatizada; la que posibilitó traspasar a ella las funciones productivas
intelectual-reguladoras de carácter lógico, privativas hasta muy recientemente del ser humano productor.
Circunstancias que, a partir de la introducción cada vez más masiva y acelerada desde el último tercio del recién finalizado siglo de esas máquinas-automatizadas
camino real
nivel de desarrollo de la ciencia y el grado de
su aplicación tecnológica (es decir, en el cuarto entre los componentes enumerados más
arriba de la fuerza productiva del trabajo),
que generó ese nuevo medio técnico: la máquina-herramienta, que tornó factible traspasar
a ella las funciones productivas tecnológicas
hasta entonces privativas del hombre productor. Nuevo –cualitativamente– medio
técnico y traspaso al mismo de funciones
productivas6 que produjeron un enorme
incremento de la productividad del trabajo, e hizo emerger un nuevo modo tecnológico de producción: el fabril-mecanizado;
así como que en medio siglo Europa se poblara de chimeneas industriales y el capitalismo evidenciara su superioridad (disputada aún durante los dos siglos previos)
sobre el anterior modo tecnológico y modo
social de producción.
De hecho, como resultado de todo lo
expuesto, el nivel de desarrollo de la ciencia
y el grado de su aplicación tecnológica se ha
convertido ya –y esa viene siendo la justificación histórica del capitalismo en el plano del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad– en el componente de
la fuerza productiva del trabajo que mayor impacto ha tenido –y continuó teniendo en el recién terminado siglo XIX– en la
productividad contemporánea del trabajo, convirtiéndose, de hecho, en una fuerza productiva directa.
Dicho proceso, como hemos descrito,
se originó con la Revolución Técnica en el
siglo XVIII, que hizo posible la máquinaherramienta y la ulterior Revolución Productiva (RP), más conocida como la Revolución Industrial de la primera mitad del
siglo XIX, con la introducción masiva de la
máquina-herramienta (movida cada vez
más por la máquina de vapor) en los procesos tecnológicos de la época (y con el
51
camino real
52
en las cadenas tecnológicas ya
existentes, –la nueva Revolución Productiva (RP), a la que,
como ya apuntáramos, se le conoce como
Revolución en la Alta Tecnología (RAT)
(High Technology Revolution, en Inglés) y
también como la “Reconversión Industrial”–, comenzaron a propiciar, junto al desarrollo de las TICs, el emerger de otro –
cualitativamente nuevo respecto al anterior
fabril-mecanizado– modo tecnológico flexible automatizado de producción que ha ya
experimentado el tránsito a través de sus
etapas iniciales, como la de la automatización simple, la de la automatización sistémica (con el empleo de sistemas enteros de
máquinas-automatizadas), la de la robotización inicial de la producción, todo ello
aprovechando también el desarrollo paralelo y contemporáneo de las aludidas nue-
vas técnicas de la computación, la información y de la
comunicación (las TICS).
Pero como sucedió con el
anterior modo tecnológico
de producción, el
ahora emergente requiere un
diferente conjunto de relaciones de organización social
del trabajo, para
poder plasmar
toda su potencialidad productiva.
Con la diferencia de
que en lugar de requerir cada vez mayor
cantidad de fuerza de trabajo humana –como requería el anterior– este requiere cada vez menos, porque son las máquinas automatizadas, potenciadas por las
TICs, las que sustituyen cada vez más al ser
humano trabajador, eliminando más y más
puestos de trabajo ahora innecesarios.
La combinación social de la producción y
el desarrollo contemporáneo de las fuerzas
productivas
Pero las aludidas ya RCT Y RP (o
RAT) del siglo XX han propiciado otra circunstancia adicional cualitativamente nueva, aún no suficientemente aquilatada (incluso ignorada aún por muchos de los que
estudian y caracterizan el desarrollo contemporáneo de las fuerzas productivas)7
pero de suma importancia actual, y sobre
todo por su potencialidad futura de constituirse en premisa –en el plano del desarrollo de las fuerzas productivas- de otro,
también cualitativamente nuevo, modo social
una reconformación –asimismo cualitativa– en la combinación social de la producción? Y, además, si ello se muestra efectivamente así: ¿resultaría factible tal radical
reconformación bajo la égida del capital o
requeriría el paso a una economía auténticamente socializada?
Por otra parte, ¿en qué medida dicho ámbito “informal” (con su precariedad, la de los “excluidos” de la economía
formal –y sin esperanza de retorno–) es
la fuente nutricia del tráfico ilegal de
personas, de las migraciones masivas, así
como de otras prácticas ilegales aún más
graves (pero organizadas); es decir, de la
crisis de convivencia social que se extiende con pasos de “gigante-de-siete-leguas”
por nuestra región latinoamericana y caribeña?
Tales nuevas circunstancias solo recientemente emergidas en el desarrollo de
las fuerzas productivas sociales tiene una
enorme importancia potencial9 para el curso futuro de las socialidades contemporáneas, en la medida en que convertir a la
combinación social de la producción en
una fuerza productiva directa implica no
meramente el aprovechamiento de ese factor de desarrollo de la fuerza productiva
del trabajo a escala de una u otra rama o
incluso sector de la producción -lo que
puede ser llevado a cabo hasta cierto punto por el modo de producción social capitalista, a pesar de su innata competencia,
al precio de la también eufemísticamente
llamada re-ingeniería empresarial (en realidad equivalente a la eliminación de cientos de miles de puestos de trabajo anteriormente necesarios)10 y de las concomitantes
oligopolización y/o monopolización de la
propiedad- sino sobre todo a combinar
socialmente la producción a escala interramas e inter-sectores y desembocando en
camino real
de producción. Lo aludido no es otra cosa
que el potenciamiento por la RCT y la RP
(la RAT o Reconversión Industrial) del siglo XX (aunque debe decirse que, en propiedad, esta RP no puede afirmarse que
haya concluido aún), de otro de los factores
de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo distinguidos por Carlos Marx: la combinación social de la producción. Proceso
cuyo potenciamiento tiende (pues se halla
aún, epocalmente hablando, en una etapa inicial de sus posibilidades), a ir convirtiendo a la combinación social de la
producción en una fuerza productiva directa; es decir, en aquel factor de la fuerza productiva del trabajo que mayor impacto ejerza sobre el aumento de la productividad del trabajo (de la misma manera que el modo de producción social
capitalista a partir del entorno de los siglos XVIII y XIX (y aún ulteriormente durante los dos primeros tercios del siglo
XX), transformó el factor del nivel de desarrollo de la ciencia y el grado de su aplicación tecnológica en el que más elevara la
productividad del trabajo.
Lo que nos da pie para interrogarnos: ¿Hasta dónde el emerger del nuevo
modo tecnológico de producción flexible-automatizado-robotizado (con su
“economía de rango”) y su concomitante
repercusión, ya evidente, sobre el ámbito del trabajo humano, que está propiciando con dicho impacto –aunque está
sólo en sus inicios- una transición de la
preponderancia del trabajo en la industria y en el sector público como ámbitos
laborales prevalecientes, a su contracción
radical (con la concomitante expansión
del eufemísticamente denominado ámbito “de la economía informal”),8 está precisamente constituyendo uno de los síntomas que apunta hacia la necesidad de
53
camino real
54
combinarla a escala de toda la producción
en su conjunto, tanto a escala nacional
como internacional; lo que parece al menos problemático –y problematizable– de
poder ser plasmado sobre la base de un
modo de producción social orientado ante
todo hacia el mercado y la propiedad privada de los medios fundamentales de producción.
Asimismo, si la aludida reconformación en la combinación social de la producción se revela efectivamente necesaria, cabe el preguntarnos: ¿podría ser
asumida exitosamente solo sobre la base
–como se nos afirma a menudo– de la actual “globalización” y del desarrollo de la
denominada “economía de los servicios”?
Tal era el papel que se le asignaba a dicha “economía de los servicios” hace algunos años, en medio del optimismo por
el emerger de las TICS y de la denominada “sociedad informatizada” por aquellos
que ponían en ese sector de servicios la
esperanza de que pudiera absorber a los
desempleados en masa de la producción
industrial, desempleo que entonces era
incipiente –pero ya impulsado por las
empresas con su “reingeniería empresarial” y con la concomitante automatización, robotización e informatización de
la producción industrial.
Pero a la altura de la ya finalizada primera década del nuevo siglo XXI, ya se
constata que lejos de asumir tal papel,
creando suficiente número de nuevos
puestos de trabajo en los servicios, por el
contrario, este sector se ha ido también
informatizando y automatizando (reconocimiento de formas y rostros, reconocimiento de caligrafía y de voz, procesamiento automático de nóminas, tabulaciones,
registros, etc.), eliminando a su vez miles
de puestos de trabajo.
Entonces, más bien ese potenciamiento a escala de toda la socialidad en su
conjunto del factor de la combinación
social de la producción, pareciera requerir –lo que, por supuesto es asimismo problemático, y problematizable– de una
orientación primordial hacia la propiedad social y a la solidaridad social y a la
socialidad misma en su conjunto y no
hacia la propiedad privada, la competencia y el mercado; así como una orientación sostenida (sin que ello quiera decir
que ello se sea la orientación única, pero
sí la que marca el rumbo) hacia una socialización de las fuerzas productivas (que
incluye, pero que no debe reducirse exclusivamente, a su estatalización (como lo
fue, con indeseables resultados a la postre, en muchos de los primeros experimentos sociales del siglo XX el de socializar las fuerzas productivas).
Lo expresado sugiere la posibilidad
al menos, de que estén de hecho creándose las condiciones suficientes para que
pueda emerger –aunque de ningún manera necesariamente, es decir no teleológicamente– un modo de producción
social no orientado primordialmente a
la propiedad privada –aunque la admita a cierta escala de poca concentración
y/o nivel de desarrollo de esas fuerzas
productivas, en particular de los medios
de producción- y que tampoco se subordine a los vaivenes y veleidades del mercado –sin suprimirlo- sino que por el
contrario lo subordine a los fines y objetivos colectivos que toda verdaderamente auténtica combinación social de
la producción a escala de la sociedad
como tal presupone, so pena de no poder plasmarse como la ya aludida fuerza
productiva directa para la que presenta
potencialidad.
examen de la articulación de los cambios
cualitativos en las relaciones sociales y el
estado histórico-concreto de desarrollo de
las fuerzas productivas que uno u otro de
tales cambios encuentra al advenir a la existencia. Para así poder discernir mejor algunas condicionantes que caracterizarán
a esos procesos de cambio social, independientemente de la voluntad de sus actores
sociales.
Carlos Marx desarrolló su obra acerca del advenir de un futuro de revoluciones sociales basándose en las realidades del mundo económicamente desarrollado de la Europa de su tiempo. Incluso
para ello se trasladó expresamente a Manchester, para poder ser testigo del capitalismo más desarrollado de aquel tiempo.
No obstante, la historia, veleidosa como
suele ser, nos trajo las primeras revoluciones sociales que deseaban trascender
al capitalismo no en aquellos países, sino
en su periferia atrasada (Rusia, China,
Vietnam, Corea, Cuba, etc.), que han
tenido entonces que potenciar al máximo el factor subjetivo ante el relativo atraso del factor objetivo en sus fuerzas productivas subdesarrolladas. Y así les ha
ido, cuando ese factor subjetivo se deformó (estalinismo, maoísmo, etc.). Todavía en los procesos actuales de cambio social radical en tales países “periféricos” el carisma subjetivo de un líder
ha sido y sigue siendo de primera importancia (Fidel, Ho-Chi-Minh, el Ché,
Chávez, Evo, Correa, etc.). No obstante,
la historia vuelve con sus veleidades y
cuándo parecía que los pueblos de los
países desarrollados estaban “dormidos”,
irrumpen “los indignados” españoles, y
los griegos, y al parecer seguirán otros…
¿Será ello el preludio de que se cumplirá, mutatis mutandi, algo de lo previsto
camino real
Circunstancias que, análogamente a
las acaecidas dos siglos atrás con el emerger
de la máquina herramienta y del modo tecnológico fabril-mecanizado de producción,
parecen propiciar que se sitúe “en-el-adyacente-epocal-posible”, socio-históricamente hablando, en el plano del aprovechamiento pleno de la fuerzas productivas del
trabajo-OTRO modo SOCIAL de producción. En aquel entonces, dos siglos atrás, esto
fue concomitante con el florecimiento de
un modo de producción social –el capitalista– que llevaba ya, por lo menos, dos centurias pugnando –sin lograrlo del todo– por
mostrar su superioridad sobre el anterior
modo social feudal de producción.11 Hoy,
lo apuntado pareciera estar, reiteramos,
creando las condiciones suficientes (pero
“suficientes” solo en el plano técnico, tecnológico y del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano) para que sea
trascendido ese modo social capitalista de
producción.
Evidente resulta, sin embargo, y la historia del recién finalizado siglo XX es más
que elocuente al respecto, que tales condiciones suficientes en ese plano, requieren de
todo otro conjunto de circunstancias que,
a su vez, aporten las condiciones sociales,
ante todo, en lo que respecta a la presencia
de relaciones de producción sociales que aprovechen (y sepan aprovechar sin deformaciones y errores), que impulsen (y sepan
impulsar sin deformaciones y errores) y que
desarrollen en toda su potencialidad (y sepan impulsar sin deformaciones y errores)
el proceso de conversión de una fuerza productiva del trabajo como la combinación
social de la producción en una fuerza productiva directa a escala de toda la sociedad
en su conjunto.12
Lo expresado en este acápite, nos
debe conducir, como “de la mano”, al
55
por Marx para esos países desarrollados,
dónde las fuerzas productivas están más
que preparadas para adecuarlas a nuevas
relaciones sociales? ¿Y, hará ello allí necesario o no, el potenciamiento al máximo del
“factor subjetivo” –el carisma de un líder– o
será necesario y también suficiente el emerger –como lo estamos viendo– de “Movimientos Sociales-sin-líder” o al menos sin el papel
tan preponderante de uno u otro líder? Sólo
el futuro dará la respuesta…
4
BIBLIOGRAFÍA
Marx, Carlos: El Capital. Tomo I. La Habana.
Editorial Venceremos, 1965.
Morin, Edgar: Los Siete Saberes necesarios para
la Educación del Futuro. París. UNESCO,
1999.
Rifkin, Jeremy: Fin del Trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de
una nueva era. Primera. Edición. Buenos Aires. Editorial Paidós, 1996.
Sotolongo, Pedro: “El lugar histórico y el carácter socioeconómico de la Revolución
Científica Contemporánea”, Revista Cubana de Ciencias Sociales, No. 4. La Habana,
Editora de la Academia de Ciencias de
Cuba, 1984, Pp. 82-105.
5
6
7
NOTAS
camino real
1
2
56
3
Nótese como empleamos la noción de “regularidad
social tendencial”, para de esta forma eludir utilizar la
noción de “ley social”. En todo caso, emplearíamos el
de “ley social tendencial”, por cierto, en alguna ocasión empleado por el propio Carlos Marx. No es lo
mismo un proceso que marca una tendencia –sujeta a
interrupciones, retrocesos y hasta eventuales incumplimientos– que una ley (sin más cualificación) que
no admite tales y supone un cumplimiento irrestricto
y rígido.
Más adelante en este mismo acápite haremos énfasis
en el resto de los componentes –además de los medios
de producción- que conforman las fuerzas productivas
y que con mucha frecuencia no son considerados.
No confundir la noción de “modo tecnológico de producción”, con la de “modo de producción social”;
8
9
por supuesto que este último siempre “contiene” a
aquél, pero no se reduce a él. Uno –el modo tecnológico de producción– se refiere a la especificidad
de la articulación tecnológica de la más avanzada
base técnica (conjunto de medios técnicos) para la
época para producir (así como al tipo de medio
técnico que caracteriza dicha base técnica); pero
como hemos mencionado más arriba, correlaciona
siempre ya con uno, ya con otro conjunto de relaciones de la organización social del trabajo que tal
modalidad tecnológica de producir requiere. Esta
articulación es precisamente la abarcada por la noción de “modo de producción social”, es decir, del
conjunto de las fuerzas productivas en articulación
con el conjunto de las relaciones sociales de producción.
Científico-Técnica por la importancia de los logros
científicos en el emerger de los medios técnicos cualitativamente nuevos (lo que la distingue de las anteriores Revoluciones Técnicas).
No confundir la “combinación social de la producción” con la “organización social del trabajo”. No son
lo mismo.
Lo que casi siempre se confunde con la aparición de
la máquina de vapor, la cual, con toda su importancia (que efectivamente tuvo) no hizo más que continuar el traspaso ancestral de las funciones productivas energéticas del ser humano trabajador a los medios técnicos, no siendo ello lo cualitativa –sino lo
cuantitativamente– nuevo en ese momento para el
capitalismo. Lo cualitativamente nuevo fue el emerger de la máquina-herramienta con su traspaso a los
medios técnicos de las funciones tecnológicas del ser
humano productor, hasta entonces privativas de este
último.
Este “ignorada” viene condicionado, en mucho, por
el ya mencionado frecuente reduccionismo en el tratamiento de las fuerzas productivas a solo dos de sus
componentes (el ser humano productor y los medios
de producción), obviándose el resto de los componentes sistémicos de las mismas.
Eufemismo que –junto al de “la reingeniería empresarial”– pretenden invisibilizar discursivamente lo
que en realidad objetivamente constituyen: la eliminación, de decenas de miles (ver la profusión de cifras al respecto en el ítem 1 de la Bibliografía) de
puestos de trabajo (eliminación creciente a partir del
último tercio del recién finalizado siglo), con la obligada migración de los desplazados a un ámbito de
actividades que en realidad es un sector de “precariedad informal”.
Nótese que utilizamos el calificativo de “potencial”
con toda intención, para alejarnos –y así eludir- tratamientos teleológicos y/o deterministas sociales, en que
se dé “de antemano” asegurado lo que solamente es
potencialmente factible como una de las alternativas
11
12
Más aún si tenemos en cuenta la combinación social de la producción a escala internacional e incluso global, planetaria, ámbito más amplio en donde
el actual modo social capitalista de producción está
mostrando toda su intrínseca contradictoriedad y
limitación histórica, a través del proceso que ha desencadenado de internacionalización y de transnacionalización del capital, de globalización con orientación neoliberal, que ha conducido a la humanidad a las crisis ambiental, energética, alimentaria,
financiero-económica, ético-política, de convivencia humana (tráfico y consumo de drogas; precarización, marginación y exclusión laborales; criminalidad organizada; tráfico de personas y migraciones
masivas, etc., etc.).
EL AUTOR
Miembro de la Unión de Escritores de
Cuba (UNEAC), Sección de Historia y Ciencias Sociales. Presidente Fundador de la Cátedra para el Estudio de la Complejidad de
La Habana. Coordinador Académico de Diplomados de Complejidad en FUNGLODE
y en el Instituto Global de Altos Estudios en
Ciencias Sociales, en Santo Domingo. Órdenes ´J. T. Roig y C. J. Finlay, la más alta
concedida a científicos cubanos por la obra
de vida.
E-mail:
[email protected]
camino real
10
posibles (entre otras, algunas de ellas menos deseables) de tornarse en realidad.
El lector que dude esta afirmación puede convencerse
de su veracidad leyendo el documentado libro que se
da como ítem 1 de la Bibliografía.
Fue así, como ya apuntáramos, que la manufactura
capitalista moderna y el taller gremial feudal-medieval –que compartían un mismo modo tecnológico
de producción: el manual-artesanal, aunque diferían en la modalidad social de las relaciones de organización social del trabajo -más progresistas históricamente en la manufactura- compitieron sin embargo por varios siglos sin que se pudiera evidenciar un
aumento cualitativo de la productividad del trabajo
hasta el advenir la Revolución Industrial del entresiglos XVIII - XIX.
57
camino real
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HUELLASDELFUTURO
Juan Bosch, intelectual orgánico y la carta del confinamiento
MANUEL JOFRÉ
Bosch en Chile
No conocimos a Juan Bosch en Chile.
Pero sabemos de su vida en el centro de
Santiago. Y en el sur de Chile. Según una
versión, Juan Bosch habría venido primero a Chile, probablemente desde Bolivia,
en el invierno de 1953. Viene a informar
a los intelectuales chilenos sobre la dictadura en República Dominicana. Cuando
llega a residir a Chile, posteriormente, en
1954, Neruda publica el primer libro de
las Odas elementales y Parra publica Poemas
y antipoemas.
Está con su hijo León y lo acompaña
un colaborador. Vive en el Hotel Ritz, en
la calle Estado. Necesita urgentemente una
fuente de ingreso. Instala un taller automotriz, basándose en su habilidad práctica para
descubrir y arreglar fácilmente un motor.
Esta es también, en él, una habilidad política. El local estuvo ubicado en calle Arturo Prat, tal vez en el número 45 o tal vez en
el número 240.
Bosch da una conferencia en el Salón de Honor de la Universidad de Chile.
Hace amistad con muchos escritores, con
Manuel Rojas (con quien sale a acampar a
la cordillera), Alone, González Vera. Con
Neruda inicia una amistad que perdurará
más allá del golpe de Estado de 1973.
Bosch va a vivir a Molinos de Niebla, cerca de Valdivia, en el sur de Chile, y escribe dos cuentos: “La muchacha de La Guaira” y “El indio Manuel Securi”. Inicia allí
también la escritura de David, biografía
de un rey.
Mientras tanto, sigue trabajando en
Poker de espanto en el Caribe. Participa de
las tertulias en la librería y editorial Nascimento, en Calle San Antonio, donde publicaría, por primera vez, el libro de cuentos recientemente re-editado en Chile, La
muchacha de La Guaira. Fue presentado el
31 de julio de 1955 y es su primer volumen de cuentos publicado en el exilio de
América del Sur.
Todavía en Chile, publicará en 1955
dos libros más: Judas Iscariote, el calumniado, una re-interpretación del personaje del
Nuevo Testamento y otro titulado Cuba, la
isla fascinante. Ha vivido los primeros
años del exilio en La Habana y hablar
sobre la dictadura de Batista es casi como
hablar de la dictadura de Trujillo en República Dominicana. En Santiago, le
camino real
Se aborda la estadía de Juan Bosch en Chile como un evento que
para los intelectuales chilenos fue y sigue siendo importante. Hace algunos comentarios sobre la relación teoría y práctica en su quehacer literario. Finalmente, realiza una comprensión de su obra como intelectual
orgánico y concluye con un análisis discursivo de la carta del confinamiento.
Palabras clave: Bosh, cuento, intelectual orgánico, carta, pueblo,
libertad, dignidad, justicia.
59
camino real
60
invitan a dar clases en la Universidad de
Chile pero esto no logra concretarse.
Luis Alberto Mansilla es quien ha investigado más detalladamente la estancia de
Bosch en Chile. Su libro, Los días chilenos
de Juan Bosch, fue editado hace unos años
en República Dominicana. En diciembre
de 1955 deja el país con rumbo a Brasil.
En 1956 aparece en Chile “Cuento de
Navidad”.
Estas narraciones, que presentan un
choque de realidades, están también tensionadas por un tránsito hacia el neorrealismo superrealista, más imaginista, más simbólico, más alegórico. La emergencia de lo
fantástico, sin embargo, no disminuye la
presencia de la muerte. Además, Bosch continúa con su idea de armar volúmenes de
cuentos que van desde los más extensos a
los más cortos.
El cuento nacional y el cuento en el exilio
Sobre la teoría del cuento de Bosch
Juan Bosch comenzó a escribir relatos
a los 9 años de edad. Los escritos en República Dominicana y contenidos en Camino
real (1933), su primer libro, presentan una
dimensión nacional y estéticamente, y son
parte del realismo criollista, teniendo al campesino del Caribe como protagonista. Este
es un espacio naturalista, violento, caótico,
donde impera la muerte y el ser humano es
uno más en el medio ambiente natural.
Veintinueve cuentos de denuncia social pertenecen a este periodo, en el que se
prefieren las narraciones en tercera persona. En las 27 narraciones compuestas en el
exilio (1938-1953), continúa el escenario
trágico y dramático, con un enriquecimiento temático formal paralelo a sus vivencias
vitales en Cuba y América Latina. Los cuentos serían más, pero no hay que olvidar que
Bosch perdió en 1948 otras 11 historias
escritas en Cuba. Total, 56 cuentos publicados entre 1932 y 1962, distribuidos en
cuatro volúmenes.
En los relatos del exilio, el universo
representado es problemático y violento,
ahora en una dimensión continental, latinoamericana. En estos se mantiene la visión externa impersonal, y se desarrolla una
teoría del cuento, especialmente durante
los años 1958-1961, en Venezuela.
Escribir cuentos es una práctica escritural. Pensar sobre ellos es teorizar. Estas dos
dimensiones se retroalimentan en Bosch. Ya
en los primeros años del exilio, desde 1944, en
La Habana, hasta 1987, en Santo Domingo, Bosch organiza una teoría del cuento,
contenida en un libro y varios artículos. En
este género básico del contar no importa la
extensión. El interés del lector lleva a centrarse en el desarrollo y no en el final.
Etimológicamente, es llevar la cuenta de
un hecho. Aunque importa la unión de la historia (o tema) y del discurso (forma o técnica)
siempre lo central es la acción. El cuento para
Bosch es el relato breve (forma) de un acontecimiento. Hay pues, una unidad de tema.
Pero en lo técnico, en lo formal, lo que
importa es ir derecho al final, como una
narración recta. Las leyes del cuento son
finalmente dos para Bosch: primero, la
fluencia constante, y segundo, utilizar solo
las palabras indispensables.
Para él, el cuento es un producto típicamente latinoamericano y caribeño (y nota
que España ha aportado poco a este género) caracterizado por la intensidad, que no
había sido estudiado antes y teorizado, como
forma pura básica.
Finalmente, para él, autor de varias tipologías del cuento y constructor de un
Bosch, intelectual orgánico
Juan Bosch, intelectual orgánico. La
expresión no sorprende. Lo que podría
cambiar son los argumentos que se emplean
para llegar a esa definición gramsciana que
implica que el ideólogo, como diría Bajtin,
es un sujeto con propuesta y que esas ideas
tienen una relación con la historia y la conciencia humanas que se ha desarrollado a
través de los sistemas discursivos.
En el caso de Bosch, conviene partir
estableciendo como argumento basal la integración entre teoría y práctica. Por cierto
que la teoría es un tipo de práctica y ambas
experiencias no se oponen. Las dos situaciones interactúan entre sí para retroalimentarse mutuamente, ascendiendo así de
calidad y condición.
La primera parte de nuestra argumentación es que Juan Bosch es un político de
la acción política (o de la acción ética, como
diría Bajtin). Esta práctica, por otro lado,
no es pura acción, puro pragmatismo. Y la
teoría no es pura idea, tampoco. Es una
práctica teórica.
Bosch es un politólogo, un estudioso
y planeador de la acción política, pero además, en el aspecto práctico de ello, lleva
adelante esas ideas en tareas organizativas y
materiales que tienen significación histórica porque buscan transformar el mundo.
Político y politólogo, pues.
También podría decirse que es, simultánea e interactivamente, hombre de acción y hombre de ideas. Concreciones prácticas y proposiciones discursivas integradas
y convergentes. Un sujeto que se alimenta
de la realidad nacional y continental con
acciones y que como escritor (aspecto más
teórico) complementa ambos aspectos. A
lo largo de su vida son por lo menos 40 los
volúmenes dedicados al análisis histórico,
político, sociológico y cultural (y solo publicó dos novelas).
Se trata, pues, de un intenso enriquecimiento entre estos dos aspectos –teoría
y práctica– que como columna vertebral
se manifiestan de distinta manera a lo largo de la vida de Bosch, en República Dominicana, en América Latina y luego de
vuelta a la República Dominicana (y finalmente en su exilio europeo). Es esa interacción la que lo convierte en un intelectual orgánico, entre la praxis y la
imaginación literaria.
Tomemos como una esfera aislada, en
pro de la focalización precisa, la situación
de Bosch como escritor. Por cierto que hay
una interacción entre el Bosch narrador y
el Bosch cientista político (expresión que
usamos en sentido amplio para incluir sus
trabajos sobre sociología, cultura, política,
antropología, historia, periodismo).
Dejando de lado su trabajo de escritura documental, mimética, referencial, nos
queda el sector de escritura imaginativa,
verosímil, ficticia, imaginaria, simbólica. Ese
sector de la escritura literaria está compuesta por el Bosch novelista y el Bosch cuentista.
En suma, por el Bosch narrador.
Centrémonos en el Bosch cuentista.
Consideremos que su labor como cuentista es una tarea, una actividad creativa, una
práctica escritural. Frente a ello, está la parte teórica, en el sentido de la reflexión
camino real
canon occidental del mismo mediante sus
menciones frecuentes a obras y autores, el
cuento está al servicio del pueblo. Su libro,
Teoría del cuento: Tres ensayos (Universidad
de Los Andes, Mérida, 1967) es la obra más
elaborada al respecto. Estas reflexiones sobre Bosch cuentista y Bosch teórico del
cuento llevan directamente al tema central
de la relación entre la teoría y la práctica.
61
camino real
62
metadiscursiva sobre el género cuento. La
teorización acerca del género discursivo escogido en el momento en que no se puede
realizar plenamente la práctica política.
Aquí es donde hay un aporte central,
diferente, como ideólogo del género cuento. Bosch escribe grandes cuentos dominicanos, caribeños y latinoamericanos, y por
otro lado, crea una teoría del cuento latinoamericano, paralelamente, y en interacción con la práctica cuentística escritural
propia.
En todos estos niveles tenemos la interacción activa entre la teoría y la práctica.
Sin embargo, no podemos dejar de mencionar además, para concluir, que hay una
relación teoría y práctica entre la experiencia vital de la realidad del exiliado en América Latina, con la práctica como escritor
de cuentos (que llamaremos práctica teórica), y por supuesto, la teoría del cuento
desarrollada por Bosch.
En nuestro ánimo de componer la figura intelectual de Bosch, armamos una
figura y un conjunto de actividades cronotópicas (concretadas en un tiempo y en un
espacio) para poder descifrar la rizomática
experiencia de un sujeto que vive en el exilio, fuera de su patria, pensando y organizando lo que pasa en ella, bivocalmente,
como diría Bajtin. Viviendo, simultáneamente, el interior y el exterior de su país, y
escindido, por la dictadura de Trujillo, homologando al país mismo.
Y luego, inmerso por segunda vez en
su medio natural (Santo Domingo, 19611963) está en un momento donde ya no
escribe cuentos sino que hace política, al
liderar un proceso de democratización, justicia y libertad, desde la presidencia. Antes, escribía cuentos y pensaba sobre el
género del contar porque no podía hacer
política.
Cuento y política parecen pues dimensiones excluyentes, desde un punto de
vista práctico. O se dedica a una actividad,
o a la otra. Contradicción irremediable
entre literatura y poder. Haciendo política, de regreso del segundo exilio, a partir
de 1970, hace literatura de ideas, de análisis político, o de crítica literaria. Publica una
obra tras otra, constantemente.
A continuación queremos prestar atención a un momento coyuntural decisivo de
la escritura de Bosch, que permanece con
nosotros. Es quizás su texto más impensado,
lo que nunca quiso escribir, lo que le impusieron las circunstancias. La carta del confinamiento. Texto crucial en una vida.
Análisis de la declaración del golpe
Preso en el Palacio Nacional horas después de su derrocamiento, Juan Bosch escribe una carta desde el confinamiento, fechada el 26 de septiembre de 1963. En la
versión que hemos visto, la proclama tiene
siete párrafos y va precedida de un encabezamiento doble.
Dice en primera instancia este memorable texto de ciencia política y de estilo
poético:
El Presidente de la República Dominicana
Al Pueblo Dominicano:
En este doble encabezamiento, se fijan claramente los actores componentes del
proceso político y del proceso comunicacional implicado en la carta. La carta es
un género de la vida y un género discursivo, consistente en una comunicación escrita con un remitente, el Presidente de
la República Dominicana, la más alta autoridad, que establece su propio rango,
tor de la carta, es decir, todos los ciudadanos de la República.
Vendrá a continuación un tipo de discurso decisivo, climáctico, de rasgos estilísticos muy definidos, contenido en la escritura. El texto que viene a continuación está
conformado por seis u ocho párrafos según
las diferentes graficaciones de él. El lenguaje
de los enunciados es afirmativo, asertivo,
con el carácter de una declaración, como si
camino real
confirmándolo en momentos en los cuales
no puede ejercer el mandato recibido por
parte de la ciudadanía, al estar privado de
libertad.
El autor establece pues su cargo y
luego especifica inmediatamente su interlocutor. Este destinatario es plural,
máximo, y será el concepto central reafirmado a lo largo de la llamada carta del
confinamiento. El pueblo será el recep-
63
camino real
fuera un manifiesto donde se establece una
posición definitiva.
No se trata de un discurso vertical y
autoritario sino que horizontal y participativo. Es el discurso o carta de alguien que
ha sido derrocado y apresado, y que no sabe
qué suerte le espera, pero sin embargo, entiende toda la situación y traslada el lugar
del poder del Presidente mismo a la ciudadanía toda, el pueblo.
Dice la primera parte del primer
párrafo:
Ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta.
64
La carta comienza sin una introducción ni un exordio y pone al receptor en la
circunstancia misma. Al escribirlo, Bosch
no podía decir todo lo que quería ni podía
comunicar el carácter de la grave coyuntura política misma. Escoge hablar acerca de
sí mismo en primera persona plural, revelando las presiones de toda índole a las cuales se encuentra sometido.
Las condiciones extremas del horizonte
de expectativas de la escritura se conforman
a partir de un riesgo vital establecido en el
primer sintagma. El enunciado se estructura a partir de cuatro negaciones, y el texto comienza con una de ellas: “Ni…, ni…,
ni…”. Con esta primera oración se da comienzo a una organización sintáctica de
gran organización interna, que establece
clara y precisamente las condiciones de
enunciación y la estructura tensional, binaria y polarizada de toda la carta.
Con la primera afirmación negativa se
dice lo que no se conseguirá de quien escribe, estableciéndose cuatro espacios o dimensiones: vida/muerte, calle/poder. En esta
doble polarización se alude a la voluntad de
quien habla y al establecimiento de los principios que animan su conducta. En ninguno de estos cuatro espacios acontecerá ni la
debilidad, ni la traición.
El discurso marca pues, registrando,
una precisa alternativa ética y política. En
todo espacio todo será igual; será el mismo
sentido de la misma acción, consistente en
mantenerse íntegro y no aceptar las presiones externas que alteren la conducta previa. Con ello se confirma todo lo realizado
y dicho anteriormente. No hay un retroceso. Ya sin poder, se remarca el poder del
pueblo, en la calle, el espacio público ciudadano por excelencia.
La segunda parte del primer párrafo
dice:
Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo,
a la persecución, a la tortura.
Se continúa con el discurso en primera persona plural, cuya fuerza discursiva es fundamental para integrar al interlocutor que es el pueblo. El eje del
discurso es un “nosotros”, ya inscrito en
la primera enunciación. Se establece nítidamente la propia actitud al establecer
una oposición a cuatro elementos: privilegios, robo, persecución, tortura. Esta
afirmación marca una distancia y oposición total con respecto al regimen previo,
en particular, con respecto a la dictadura
de Trujillo, la cual queda inmediatamente
caracterizada en sus rasgos más evidentes
y terribles.
La posición explicitada diseña el propio marco valórico y ético y construye a un
adversario u oponente, aquel que está a favor de estos cuatro aspectos. La permanencia o inalterabilidad de la posición propia
consiste en oponerse (en presente y en futuro) a algo que no corresponde a la dignidad
Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo
dominicano a vivir y a desarrollar
su democracia con libertades humanas pero también con justicia
social.
Este párrafo establece claramente un
credo, el cual es un género vital y discursivo preciso, consistente en la confirmación
de las orientaciones pertinentes y continuando con la caracterización de la actitud ética propia. Ahora esto se hace no
por oponerse a algo, sino que confirmando algo. En el esquema axiológico, los valores o conductas confirmadas son: libertad, dignidad, derechos, desarrollo,
democracia, justicia social. Todos ellos tienen un carácter positivo.
El núcleo declarativo está en la conexión de las tres primeras menciones,
vinculadas directamente con el vocablo
axial, eje de toda la carta: el pueblo. Este
pueblo debe vivir y desarrollarse. Se vuelve
a enfatizar la libertad humana, esta vez ligada directamente con la justicia social. El
campo propio queda nuevamente demarcado con toda claridad.
También decisivo es el otro concepto
eje (o hipograma del texto, palabra clave
semánticamente integradora), que es la
noción de democracia, la cual, justamente,
ha sido sobrepasada y violada por los que
han confinado al Presidente, mandatario del
pueblo. El héroe de la narración implicada
en la carta no es otro que el pueblo dominicano, el cual ha sido atropellado.
La unidad comunicativa comienza mencionando sustantivos simples positivos, pasa
por dos verbos del mismo tipo y concluye
nuevamente con sintagmas sustantivos binarios más complejos. Estilísticamente, es importante el encadenamiento sintáctico generado
por la preposición “en…, en…, en …”.
Gradualmente, el mecanismo rítmico
y enfático, como dispositivo comunicativo,
va regulando la economía discursiva de la
carta. La tonalidad sin duda es decisiva, pero
las diferentes cláusulas se organizan internamente a partir de un procedimiento reiterativo, consistente en repeticiones de palabras en cada una de las unidades
comunicativas bajo estudio.
Por otro lado, el orden binario o polarización que venía dándose en el texto comienza a complejizarse con estructuras trinarias, que se reiteran, estando presentes
tanto en la primera parte del enunciado
como en su segunda parte. Es decir, una
combinación de estructuras binarias y trinarias que hablan de la complejidad de la
situación y de su cambio.
El párrafo a continuación dice:
En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre
ni hemos ordenado una tortura ni
hemos aceptado que un centavo del
pueblo fuera a parar a manos de
ladrones.
En esta carta se procede a realizar una
recapitulación en el tiempo: los siete meses
de gobierno del año 1963. Esta cifra que
aquí emerge podría permitir decir que la
carta del confinamiento debería estar organizada en torno a 7 párrafos.
camino real
humana. Se ha dicho no a los privilegios, al
robo, a la persecución y a la tortura. Con
ello queda reseñada claramente la actitud
que se defiende, por oposición. El enunciado toma su fuerza a partir de la reiteración “nos…, nos…”. Esto se liga a la iteración del “ni” anteriormente notada.
El párrafo siguiente dice:
65
camino real
66
A lo largo de la carta la negación a ciertas actitudes viene generándose como fundamental. Junto con ello, un fonema, un
sonido, viene también emergiendo una y
otra vez, en las palabras “ni”, “nos”, “en”, y
finalmente “no”, como se confirmará más
adelante. Justamente este último enunciado se organiza en base a las partículas “en”,
“no”, “ni”, “ni”. Todo el procedimiento
discursivo es evidentemente literario con
profundas resonancias políticas, y se da en
la palabra viva de un escritor, narrador y
político.
Se establecen ahora precisamente los
errores o distorsiones en los que no se ha
incurrido. Esto habla de la conducta ética y
política que se ha desarrollado desde la presidencia para con el pueblo. La radicalidad
de las afirmaciones sigue siendo sustanciada por la noción central de pueblo, el cual
ha sido el guía y el receptor destacado así
como el testigo de las circunstancias.
Lo que se ha evitado, en lo que no se
ha caído, es en derramamientos de sangre,
en ordenar torturas o robar dinero del pueblo. Resuenan las afirmaciones anteriores
referidas a las persecuciones, torturas y robos. El mensaje es reiterativo en este punto
de integridad moral y humana. Con ello
vuelve a rediseñarse el terreno del adversario, la referencia al pasado dictatorial y por
sobre todo, la injusticia y anomalía de la
situación actual en la cual el Presidente se
encuentra, indirectamente.
Destacan en el párrafo las menciones
a la “gota de sangre”, “centavo del pueblo”
y “manos de ladrones”. Todo ello tiene que
ver con lo minúsculo y con el detalle precioso y preciso. No se ha incurrido ni en lo
más mínimo (gota, centavo). No hay manos de ladrones sino que manos limpias. Se
enfatiza también el orden trinario de las tres
acciones negadas, en consonancia con las
estructuras tripartitas que han comenzado
a emerger anteriormente.
El texto de la carta dice en seguida:
Hemos permitido toda clase de libertades y hemos tolerado toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante; pero no
hemos tolerado persecuciones ni
crímenes ni torturas ni huelgas ilegales ni robos porque la democracia respeta al ser humano y exige que
se respete el orden público y demanda honestidad.
Este es el período más extenso de la
carta y muestra que la argumentación descriptiva de la proclama que es a la vez manifiesto va en ascenso hasta llegar a un clímax al final de ella. Nuevamente hay un
orden binario, organizado en torno a la tolerancia y lo no tolerado. Esta noción (tolerar) es la que rige aquí toda la unidad ideática que es el párrafo. Hay tres elementos
tolerados primero (libertad, insultos, democracia), y luego cinco elementos no tolerados, donde, más allá de los cuatro aspectos
negativos ya señalados anteriormente (persecuciones, crímenes, torturas, robos) viene a agregarse un quinto (huelgas ilegales).
La enumeración apunta a una dimensión
caótica, desorganizada, rechazada.
Todo ello lleva hacia la segunda emergencia del concepto central de “democracia” (reiterada dos veces en este párrafo) y
que contribuirá al sentido semántico final
de la carta. La democracia permite la estructura dual (que se convierte rápidamente
en trinaria) del respeto al ser humano y al
“orden público y demanda honestidad”.
La democracia como respeto al ser
humano es aquí el mensaje. El párrafo concluye y remata con el imperativo ético
Los hombres pueden caer, pero los
principios no. Nosotros podemos
caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática.
Aquí la estructuración discursiva manifiesta se centra en el concepto de caída,
reiterado tres veces. Claramente, se ve que
Bosch no puede mencionar a los agentes
que provocan “la caída”. Por otro lado, la
estructura es binaria, entre personas y principios. Se dice esto en un momento histórico y político en que las personas caen (él, y
otros defensores de la democracia).
El principio o fundamento central
que no debe caer es la “dignidad demo-
crática”, sintagma que une lo ético y lo
político, y que revela el sentido del nosotros, la unión del poder presidencial con
el poder del ciudadano, articulación de la
democracia. Esta organización dual del
párrafo queda remarcada con la reiteración “no…, no…”. La fuerza de la negación, de los dos últimos “no”.
Nuevamente la dimensión ética es conclusiva en el sistema del enunciado. Y todo
ello gira en torno al concepto de “pueblo”
que hemos argumentado como el eje fundamental, factual y discursivo de la carta
desde el confinamiento.
El párrafo comienza en tercera persona (los hombres), continúa en primera persona plural (nosotros) y finaliza en un regreso de la tercera persona (el pueblo).
Gradualmente, la carta ha ido abriéndose
a la tercera persona, más objetiva. Esto se
reiterará, más adelante.
Finalmente, el último párrafo, constituido por dos oraciones, dice lo siguiente:
La democracia es un bien del pueblo
y a él le toca defenderla. Mientras tanto, aquí estamos, dispuestos a seguir
la voluntad del pueblo.
La misiva, algo usualmente personal,
pero aquí colectiva (para todos) va concluyendo. Está propuesta la conexión directa
entre pueblo y democracia, en un enunciado, en la primera oración, en tercera
persona singular. La democracia no es meramente un sistema de gobierno sino que
un estado de lo popular. El Presidente representa la democracia pero le corresponde al pueblo todo su defensa. El lugar del
poder es el pueblo, no la presidencia.
Esto es lo que sido fundamentalmente aplastado y reprimido: la democracia del
pueblo, no el poder presidencial. La doble
camino real
omnipresente de la honestidad. El campo
del hablante de la carta incluye pues la democracia que él representa, y que ha desaparecido al anularse el orden público y la
propia figura presidencial que lo defiende
con honestidad.
La estructura sintáctica y comunicativa se centra nuevamente en la profundidad de la primera persona plural: “hemos…, hemos…, hemos”, dos de ellos
positivos (permisivos) y el último negativo
(no permisivo). Además, en este párrafo más
extenso se multiplican los mecanismos reiterativos: “no…, ni…, ni…, ni…, ni…”
que re-enfatizan lo que no se acepta. Esas
son las transgresiones rechazadas. Hay aquí
una re-marcación de la conducta ética.
Finalmente, hay en la primera parte
del enunciado además la repetición del sintagma “toda clase”, dos veces. Por otro los
dos “porque” establecen organizaciones
discursivas explicativas, causales y consecutivas que justifican y aclaran las acciones y
la vinculación entre los conceptos.
Sigue la carta:
67
línea de argumentación, sobre el pueblo y
sobre la democracia, ha venido a converger. Lo social y lo político se integran por la
obra del Presidente, sin embargo. Y es la
difícil hora de la defensa.
La segunda oración retorna a la primera personal plural, y al rol protagónico
del pueblo, el único que puede salvar la
democracia. Establece una localización,
como única certeza en el tiempo. Y se refiere a la voluntad humana, a la libertad
de elegir sus acciones. Concluye un estructurado discurso escrito, organizado en torno a conceptos positivos y conceptos negativos, finalmente. Ahora sólo resta
agregar el nombre propio del Presidente,
para concluir:
camino real
Juan Bosch
68
Este es el nombre propio del articulador de todos los principios éticos, históricos, políticos, filosóficos, discursivos y literarios que se encuentran en la carta.
Volvemos al inicio, al autor, de donde emergió el texto y la odisea política que aquí se
reseña. Ese es el nombre del exiliado que
llegó a ser Presidente y que volverá (aún no
lo sabe pero lo intuye) al exilio.
En el formato que ahora tiene en Internet, la carta finaliza con el cronotopo, es
decir, con la mención a las coordenadas espacio-temporales. Primero dice:
Palacio Nacional,
Esta es la sede del Presidente, del
poder ejecutivo, pero paradojalmente
este palacio ha sido anulado, al confinarse al Presidente. Ya no es más Palacio
Nacional, al haber sido hollado y allanado por el poder de la fuerza, la violencia
y lo retrogrado. El espacio ha perdido su
sentido. Y se cierra la carta con una lacónica fecha.
26 de septiembre, 1963.
Es la mención al tiempo, al sucederse
histórico y temporal. Lo que no puede sin
embargo ser anulado. Es la convención
temporal de todos los seres humanos. Esto
pasó en esta fecha. Tal fue el día, el mes, el
año. Quede recuerdo de este espacio y
este tiempo y de la peripecia humana que
ello implica.
…
Con la escritura de Juan Bosch todo
se ha complejizado. Pertenece a una generación de avanzada que se inicia en el primer tercio del siglo XX. Exiliado como Bello, caribeño como ningún otro que haya
llegado a América Latina, inicia una relación entre dos regiones americanas que aún
no llega a concretarse. Formidable estilista,
múltiple en sus actividades, reivindicamos
para él una actitud diferente, original,
anunciadora de futuro. Marcó con su vida
una nueva actitud ética en la política y en
la literatura. La reciente publicación de sus
Obras completas, darán una visión íntegra e
integral de su escritura. Algo olvidado de
los cánones, Bosch escribió volcado hacia
nuestro futuro, registrando un pasado rural dominicano primero y un pasado cultural latinoamericano, posteriormente.
América Latina está llena de figuras de su
dimensión: Bolívar, Martí, Zapata, y tantos otros. Su escritura es, como en los otros
casos, una suma de discursos, documentales, políticos, narrativos, periodísticos, didácticos.
Su verdad nace de una suma casi increíble de circunstancias. Heredero de
Bello, y tantos otros, lleva su palabra a la
EL AUTOR
Manuel Jofré, Doctor of Philosophy,
profesor de las Universidades de Carleton,
York y Toronto, en Canadá y de Duke University, Simón Bolívar, en Quito, y Columbia University, New York. Sus libros de poesía son 2:
Historia natural y Cabos sueltos. Sobre poesía chilena ha publicado 8 libros: Pablo Neruda: Residencia en la tierra, En el ojo del huracán, Neruda-de Rokha: La escritura total,
Pateando piedras, Pablo Neruda: De los mitos y el ser americano, Pablo Neruda: Hombre del sur, poeta americano, chileno del
mundo; Nicanor Parra: Figura del Bicentenario y Parrafadas: Nicanor Parra, poeta del
Bicentenario. Sobre teoría literaria y cultural
dio a conocer 6 libros: Supermán y sus ami-
irracionalidad. Los antivalores degradados
denunciados por Bosch son la violencia, la
dominación, la pobreza, la traición, el robo,
la falsedad. Hay pues algo negativo en la
experiencia caribeña y latinoamericana, que
debe ser mejorada y transformada. A eso
convoca la escritura de Juan Bosch.
gos del alma, Teoría literaria y semiótica,
Cultura local, Para leer al lector, Tentando
vías y Palabra sobre palabra. A la literatura
latinoamericana dedicó 4 libros: Narrativa
argentina contemporánea: Marechal, Borges
y Cortázar; Encuentro y fundaciones: Manual
de Literatura hispanoamericana y chilena; La
literatura en el sistema colonial dependiente
latinoamericano y Lo nuestro: Versiones y
subversiones. Y 2 libros de literatura chilena: Ignacio Domeyko: científico y humanista
y Salvattori Coppola: Su obra y su época. Profesor de la Universidad de Chile desde 1968,
es miembro del Directorio de la Fundación
Pablo Neruda.
E-mail:
[email protected]
camino real
acción. Habitó una multiplicidad de espacios americanos. En su cuento “La mujer”,
antologado una y otra vez, muestra la superrealidad como un encuentro, una solidaridad, la ayuda de un ser humano a otro,
un compartir lo poco que se tiene. Lamentablemente no logra realizarse fructíficamente, por error, por inconciencia, por
69
70
camino real
Bosch: comprensión de la Historia y lucha democrática desde
el trujillato al golpe de Estado.
MATÍAS BOSCH
Una introducción
nos dispongamos todos a matar el miedo, que seamos nosotros mismos el San
Jorge de ese dragón que nos esta oprimiendo hace mas de treinta años […].
Al llegar a la República Dominicana,
el 20 de octubre de 1961, Juan Bosch habló de “matar el miedo”:
.
.
.
Es un esfuerzo de la voluntad conciente: requiere una toma de posición, a partir de una reflexión y toma de conciencia respecto al dilema histórico y el rol
de los actores, y que implica un acto de
“matar a los fantasmas” y enfrentarse a
la realidad de un país que es “de un grupo de dominicanos”.
Conlleva usar la razón: no es posible
que el miedo sea derrotado sin una
comprensión sustentada en la lógica
del pensamiento, en la búsqueda de
respuestas fundamentadas en la “meditación” y en explicaciones coherentes sobre el problema nacional y la
estrategia para enfrentarlo.
Es mostrar lo imposible como posible:
La unidad social puede darse a través
de una definición de cuál es la gran
lucha a librar, y cambiar tanto los
treinta años de opresión como el sufrimiento de cuatrocientos años por
“libertad” y “justicia social”.
camino real
Yo pido al pueblo dominicano, a la
juventud dominicana, a los hombres
y a las mujeres maduros de este país, a
los funcionarios públicos, a los que llevan uniformes y a los que no lo llevan,
a todos, que pensemos en nuestro pueblo, un pueblo sufrido durante mas
de cuatrocientos años; un pueblo
cuyo sufrimiento últimamente se exaltó a términos increíbles, inexpresables.
Pido a todos que meditemos un momento en que esta tierra es de los dominicanos, no de un grupo de dominicanos, que su riqueza es para los
dominicanos, no para un grupo de dominicanos, que su destino es el de la
libertad, no el de la esclavitud, que su
función es unirse a América en un camino abierto y franco hacia el disfrute de todo lo que significa para los
pueblos la libertad pública y la justicia social. Yo pido por fin, por último,
a mi pueblo y a los funcionarios gubernamentales y a los funcionarios militares de todas las categorías, que
como consecuencia de esta meditación
Al examinar la propuesta de Juan Bosch, vemos –al menos– cuatro dimensiones
de lo que él llama “matar el miedo”:
71
.
Quiénes lo van a matar: no serán otros
que “nosotros mismos” como el san
Jorge que mata al dragón, quienes deben ocuparse del miedo a ser superado. El bien común no está al alcance
de la nación sino es por un acto de
voluntad colectiva, de autosuperación
histórica.
Sin embargo, ¿en qué estaba sustentada tal propuesta? ¿Cuál sería la base del
planteamiento de Bosch que al final le daría un importante grado de efectividad evidenciado en las elecciones de 1962?
Michel Foucault señalaba que
[…] el conjunto de las relaciones
de fuerza existentes en una sociedad dada constituye el dominio de
la política, y que una política es una
estrategia más o menos global que
intenta coordinar y darles un sentido a estas relaciones de fuerza
[…].
camino real
Para comprender la propuesta de Bosch, es necesario analizar si comprendió y
cómo lo hizo, las “relaciones de fuerza” en
la sociedad dominicana, en su historia política, que sostendrían la propuesta de “matar el miedo” y la eficacia de su estrategia
partidaria y de gobierno.
72
¿Qué fuerzas sostienen a Trujillo?
En su libro Trujillo, causa de una tiranía sin ejemplo, Bosch plantea la necesidad de desprenderse de cualquier interpretación que intente reproducir
mecánicamente, en el caso dominicano,
los esquemas validos para otros lugares
donde el sistema de gobierno esta “afectado por la opinión pública”.
Por ello, dice Bosch:
La significación de los movimientos antitrujillistas que se producen
de manera esporádica dentro y fuera de la República Dominicana es a
menudo deformada por el afán de
aplicar al caso dominicano la experiencia de otros países de América;
y eso llevó a los observadores más
sagaces a hacer cálculos herrados
sobre la situación de la dictadura
de Trujillo.
Para Bosch, esos errores se basan en
una comparación entre Trujillo y otros dictadores de la época (Perón, Pérez Jiménez,
entre otros) basada fundamentalmente en
“semejanzas aparentes” como pueden ser
“dos fiebres en dos dolencias que solo tienen en común la alta temperatura de los
enfermos”. Así las cosas, se creyó que siendo la Iglesia un actor fundamental en el
debilitamiento de otros regimenes similares, en Republica Dominicana el activismo
de los obispos tuvo un efecto mas bien leve.
De acuerdo a Bosch, la fortaleza de la
tiranía no puede ser entendida sino en la
combinación de varios factores, sin los cuales cualquier análisis podría ser insuficiente, sostén de estrategias oportunistas o voluntaristas.
Uno de ellos es el mapa geopolítico.
Otro, la debilidad de la sociedad nacional.
Del primero se puede citar su carta
del 27 de febrero de 1961, prácticamente
tres meses antes de la muerte del tirano.
Del segundo –la debilidad de la sociedad nacional– puede referirse cómo
Trujillo pudo convertir sobre la base de
la invasión –dictadura norteamericana–
a la nación dominicana en una “empresa capitalista despiadada”. Así las cosas,
[…] ni sus habitantes son un pueblo ni el poder que los domina
puede ser llamado gobierno […]
los dominicanos son los trabajadores y consumidores forzados de esa
empresa y el poder dominante está
en manos del amo de la empresa […]
esa organización tiene [solo] apariencia gubernamental.
Esta debilidad, la del pueblo y el Estado, que podría condensarse en el pensamiento de Bosch de aquellos años en el
concepto de “nación”, es una de orden
histórico:
En efecto, la historia de Santo Domingo es intensa, porque sobre el país se
han desatado con amarga frecuencia
fuerzas a menudo mas poderosas de
lo que el pueblo podría soportar. Porción de una isla del Caribe, en ella ha
descargado su poder el imperio español, el francés de Luis XIV, el voluntarioso Napoleón, la Inglaterra de Oliverio Cromwell y de William Pitt, los
Estados Unidos en sus días más temibles. Luchas de esclavos contra amos,
de negros contra blancos, de colonos
contra metropolitanos, han sacudido sus
entrañas, han quemado sus bosques y
sacrificado sus hombres. Por su tierra
han pasado los temibles piratas de la
Tortuga, pero también las ideas fecundas de Eugenio Maria de Hostos.
Esta historia de la isla se expresa en el
caso de Trujillo en que “cuando el personaje nació, y aun antes de que llegaran al
país sus primeros antepasados, ya la sociedad
dominicana estaba deformada y esa deformación sirvió de molde a la psique de Trujillo. Puede decirse que en el sentido psicológico el trujillismo nació antes que
Trujillo”, esto es, en “la división del pueblo en gentes ‘de primera’ y gentes ‘de segunda’”.
Sin embargo, no hay en Bosch algo
así como una moral cientificista, o que los
hechos se basten a si mismos en el pragmatismo de una política sin sustancia ética.
Para el:
Ningún pueblo merece un mal gobierno. Lo que sucede es que un mal
gobierno no se produce espontáneamente; es el resultado de una
infección del cuerpo social, un desdichado mal que en determinadas
circunstancias favorables a su desarrollo, acaba tomando posesión del
organismo colectivo. Pero no hay
duda de que mientras ese organismo viva, o lo que es lo mismo, mientras el pueblo no haya perecido,
puede recuperar su salud, retornar
a lo que era y aun mejorar su antigua condición.
En resumen, para Bosch es fundamental abandonar cualquier forma de pragmatismo en el tipo “todo pueblo tiene el gobierno que se merece”: el oprobio del
trujillato no es ni será merecido por pueblo
alguno, incluyendo el dominicano. Cualquier forma de achacar al pueblo un subdesarrollo tal que justifique la existencia de
la tiranía es inaceptable.
Pero tampoco, para Bosch, se puede
incurrir ni en el espontaneísmo de considerar al pueblo como la “víctima” de un mal
extraño e inaceptable, que con su eliminación quedaran erradicadas del todo las
camino real
Santo Domingo no podía ser visto como
una nación:
73
razones de la existencia indignante de las
masas. Por eso puede considerarse populista y voluntarista toda promesa que identifique a la caída de la tiranía la fuerza capaz
de reconstruir la vida nacional.
Las causas de la tiranía están en el desarrollo histórico de la sociedad dominicana, la cual por si sola, espontánea y naturalmente, no puede superar sin una toma de
conciencia expresada en un proyecto histórico alternativo.
Dicho de otra manera, en sus propias
palabras, pasado y futuro se parecen, y “mucho mas si el pasado que ha producido un
hecho social no es removido y ordenado en
forma tal que la combinación de valores que
él originó resulte de imposible reproducción”.
¿Con qué fuerzas y con quiénes contar?
camino real
Para Bosch el asunto clave es no idealizar. Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, en tal sentido, “se trata de un análisis, y
no de una pieza de agitación” por lo cual
en dicha obra:
74
[…] no hay que buscar un lenguaje
de tipo proselitista. En la larga lucha por las libertades publicas de
su país, el autor hace un alto para
comportarse no como militante antitrujillista, sino como investigador
de la historia dominicana.
En realidad, no hay tal cosa como una
diferencia irreconciliable entre “militante”
e “investigador”. Uno podría asumir –desde Bosch y tantos ejemplos más de hombres y mujeres que combinan la lucha con
la indagación teórica– que más bien tal aclaración seria el recurso teórico para afirmar
que la mirada del militante no debe opacar
ni torcer la mirada de quien investiga; que
la voluntad ni la emoción deben impedir
la puesta en ejercicio del razonamiento.
En política, por cierto, es tanto o mas
difícil algo como la pretensión de “objetividad” en sentido de asumir lo analizado
como prescindiendo de la participación del
observador. Por eso se trata más bien de una
aplicación conciente de la teoría, o en palabras de Bosch de hacer la política de
“quien le interesa sobre todo dar con los
orígenes del mal de su pueblo, a fin de que
otros puedan evitar que el porvenir vea su
repetición”.
Por eso, y en línea con la comprensión
de las debilidades que son la base de las fortalezas del trujillato,
[…] los males sociales pueden ser
aislados, analizados en sí mismos y
en sus consecuencias, y esa tarea facilita que se les pueda combatir con
buen éxito. Ahora bien, si no son
aislados, analizados estudiados, permanecerán ocultos en el cuerpo de
la comunidad, aunque esta se libere del régimen producido por esos
males […], en tanto permanezcan
agazapados en la carne del pueblo
están llamados a recobrar su antiguo vigor y a reproducir los efectos
que produjeron una vez.
Esto es, para Bosch el estudio y análisis del cuadro nacional es tan crítico, tan
fundamental, que en el error de comprensión puede ir implícito, más que la caída o
no de la tiranía, la perpetuación de sus causas y por tanto de los males que el tipo de
sociedad trujillista genero.
Para eso es fundamental “superar la
etapa primitiva de los conceptos”. Bosch
visualiza en el momento dominicano y latinoamericano una especie de vanguardismo,
Cuando actúan en función política, los hombres no son buenos ni
malos; son los resultados de las fuerzas que los han creado y los mantienen, y con cierta frecuencia son los
juguetes de esas fuerzas o son sus
beneficiarios. Los dictadores no
caen del cielo.
Visto así, la única manera de derrotar a
la tiranía no es tan sólo derrocando al tirano,
sino oponiendo a su fuerza otras fuerzas superiores. La dictadura “no cae del cielo”,
sus causas están “en sus propias entrañas”,
tiene bases sólidas. La fuerza que se le oponga tiene que comprender que la revolución
no es “la caída de Trujillo”, sino que:
[…] consistirá en la aplicación de
una serie de medidas, que antes de
convertirse en medidas son –o deben ser– un cuerpo de ideas; y esas
medidas tienen que dirigirse a la
eliminación de las causas que han
producido y sostenido el régimen
trujillista.
Para Bosch:
[…] la gente heroica que se ha
lanzado a luchar en Santo Domingo no ha podido aprovechar
las enseñanzas de sus antecesores.
Los mártires de 1960 no tuvieron a
su alcance ni el consejo de uno de
los veteranos de 1944 y de 1934 ni
documentos públicos o privados
para estudiar las causas que hicieron
camino real
detectado en una interpretación de que
existen ciertos “hombres puros” o “buenos”
que derrotarán a los “hombres impuros” o
“malos”, o bien de “apóstoles del bien contra legiones del mal, por regimientos de
ángeles contra batallones de demonios”.
Frente a esto Bosch hace énfasis en
hacer una comprensión de las “fuerzas” al
afirmar que:
75
camino real
fracasar los movimientos anteriores
[…] Trujillo no es un tirano político, a la manera tradicional de nuestra América. Es el amo de las tierras, de los bancos, de las fábricas y
de los negocios, es también el amo
de los hombres.
76
Desde Bosch, pues, no existirían las
condiciones objetivas ni subjetivas que harían posible la aparición de una revolución
armada popular como en Cuba. A diferencia de Trujillo, la tiranía estrictamente política de Batista no es “dueña” y “ama” de la
economía nacional, y mucho menos de los
hombres; allá existe un escenario donde se
ha dado la organización de fuerzas sociales
con vida propia, capacidad material y desarrollo político para derrocar mas de una
tiranía, mientras Trujillo ha ido constituyendo su régimen sobre la base de la erradicación y absolutización de todo espacio o
dinámica de organización de la sociedad.
Mientras hay “programas de grupos
políticos y en los llamados ‘estudios’ de sociólogos de encargo” que abogan por medidas urgentes para responder a los problemas apremiantes, para Bosch es preciso
introducir otro paquete de acciones de carácter mas profundo, “llamadas a cauterizar males que no se advierten fácilmente
en el exterior de la sociedad dominicana” y
“tendrán que responder a viejas deformaciones del alma nacional”. En la distinción entre la opción de derrocamiento y
medidas urgentes de carácter general, y la
opción de medidas sustantivas y profundas,
radica para Bosch la diferencia entre el radicalismo vanguardista y la autentica revolución a desarrollar.
Hay, finalmente, en Bosch una comprensión del desarrollo de la subjetividad
–la “psique”– del pueblo dominicano que
se hace fundamental a su propuesta. Para
él, la “inhibición” es lo que había llevado al
pueblo a una supuesta obediencia a las jerarquías, actitud sobredeterminada en la
historia reciente por el uso del terror en el
régimen trujillista.
Sin embargo, el mismo régimen clavaba la cruz de la conducta de subordinación del pueblo dominicano. Al haber reunido en sí todos los estatutos de la
preeminencia social, política y económica,
a la muerte del tirano o su derrocamiento
podía esperarse del pueblo el no reconocimiento de ninguna otra regla jerárquica
que supeditara su voluntad a la de otros, y
generaba las condiciones subjetivas, incluso, para una “guerra social”.
La política y el gobierno
para “matar el miedo”
El 16 de agosto de 1963, en Capotillo,
le tocó al presidente Bosch encabezar los actos de homenaje al centenario de la Guerra
de la Restauración. En ese discurso –39 días
antes de ejecutarse el golpe de Estado– hay
elementos claves para ponderar en la fórmula
que propone el pensador y dirigente:
1.
La capacidad histórica del pueblo dominicano: “La Guerra Restauradora es
el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana. Y
es el más importante porque en él tomó
parte directa, activa y principal el propio pueblo dominicano. No fue una
guerra hecha por caudillos, fue una
guerra hecha por el pueblo.
”La guerra, como es claro, dio caudillos
a los que probaron durante los catorce
meses de la acción que eran más bravos, más capaces y más desinteresados
”[…] la guerra restauradora no fue solamente una guerra para libertar a la
República Dominicana y para restaurarla, sino que fue una guerra revolucionaria, y después que terminó, y los
hombres que la dirigieron alcanzaron
el Poder, de esa guerra salieron los ferrocarriles, y los cables interoceánicos,
y los vapores y la luz eléctrica, y los
centrales azucareros, las primeras manifestaciones de verdadero progreso
que tuvo la República Dominicana”.
2.
La fragilidad del pueblo para ser su
propio san Jorge: “Si esa guerra dio
grandes hombres y produjo una revolución, y después se agotó para terminar en una tiranía, que fue la tiranía
de Ulises Heureaux, a quien el pueblo llamaba Lilís, la responsabilidad de
ese agotamiento y de esa tiranía final
no puede caer sobre los hombros de
quienes hicieron la guerra en Capotillo y la convirtieron después en un régimen progresista.
”Tiene que caer, así como la responsabilidad mayor de la guerra estuvo en el
pueblo, la responsabilidad mayor del
fracaso del régimen político que produjo la Restauración, está también en
el pueblo, porque una democracia no
se sostiene si no hay un pueblo que la
practique y la defienda; no puede surgir
un tirano donde haya un pueblo dispuesto a defender la libertad”.
A nuestro juicio, Bosch identifica en
esta la clave de lo que debe hacerse en 196163: apostar a la posibilidad histórica de construir las bases sociales de la democracia con
justicia social, más que en el evento electoral y en la eventual sustitución de un tirano
por un presidente electo. Al final, fue en esa
magra meta (como en el Gatopardo de Lampedusa, en el cual se cambia para no cambiar nada) donde Juan Bosch vio centrada
la labor de muchos opositores a la tiranía,
dueños de gran prestigio pero consagrados
más bien a reemplazar a Trujillo.
En esa dirección pueden comprenderse el conjunto de acciones del Bosch candidato y del Bosch presidente, que reconoció
las relaciones de fuerza existentes en la sociedad y con su propuesta y su conducta,
horadó allí donde más peligroso era para el
status quo: el pueblo dominicano ya sabía que
era posible aspirar a contar con un presidente
como servidor y no como jefe; que tanto debía
de esforzarse el gobierno como el pueblo por
hacer las transformaciones sociales; y que una
política sin necesidad de comprar ni de vender el alma ni la conciencia era imaginable
en la República Dominicana.
Matar el miedo, como un esfuerzo
conciente, racional, de la voluntad y sustentado en las fortalezas y fragilidades del
pueblo, fue una práctica permanente,
arraigada en la comprensión histórica de
las condiciones del pueblo, que dieron a la
lucha democrática desde el trujillato al golpe de Estado, y más allá, un sentido ampliamente transformador, radical, en su sentido ético pero también en su carácter no
idealista-caudillista y su posibilidad de ser
realizado con el pueblo y desde el pueblo.
camino real
al servicio de la causa de la libertad. Pero
la guerra fue hecha por el pueblo, a tal
extremo de que entre los presos del 27
de febrero de 1863 en Santiago, los había peones, y sastres, y zapateros, y las
armas con que contaban eran especies
arrancadas de las cercas de los campos,
piedras y pedazos de madera que habían
afilado como lanzas.
77
camino real
78
CAMINOENCONSTRUCCIÓN
La ausencia de un poder constituyente democrático
en la historia de Chile
SERGIO GREZ TOSO
En este artículo el historiador Sergio Grez Toso realiza un rápido
recorrido histórico por los doscientos años de historia republicana de
Chile, demostrando que en su país nunca se ha desarrollado en Chile un
proceso constituyente democrático. El autor sostiene con abundantes fuentes primarias y secundarias que todas las constituciones chilenas han sido
elaboradas y aprobadas por pequeñas minorías, en contextos de ciudadanía restringida o como resultado de imposiciones de las Fuerzas Armadas
que, actuando como “garantes” del Estado y del orden social, pusieron
sus fusiles y cañones para inclinar la balanza a favor de determinadas
soluciones constitucionales propiciadas por facciones social y políticamente minoritarias.
Refutando el mito ampliamente difundido acerca del supuesto carácter “ejemplar” de la democracia chilena, Sergio Grez demuestra que
la ciudadanía en su país ha sido casi siempre un espectador o un actor
secundario en la generación del marco político de la nación que, a lo
sumo, ha sido convocado a última hora por los grupos en el poder para
respaldar o plebiscitar proyectos constitucionales preparados sigilosamente, pero nunca para participar activamente en su generación.
Difícilmente podría la Ciencia Política considerar democrático un país en el que
nunca se hubiese realizado un debate nacional acerca de las normas esenciales que
deben regir su vida en comunidad. Un Estado cuyas cartas constitucionales más importantes siempre hubiesen sido el fruto de
las discusiones, conciliábulos, consensos o
imposiciones por la fuerza de pequeños grupos. Una sociedad cuyas Constituciones
más duraderas fueran el resultado de la
presión ejercida por la fuerza militar. Mal
podría definirse dicha sociedad política
como democrática y a sus habitantes como
ciudadanos de derecho pleno. A lo sumo
se diría que se trata de un país semidemocrático con una ciudadanía restringida.
Chile es un país de ese tipo: ninguno
de sus textos constitucionales ha sido producido democráticamente. Aunque la historiografía chilena ha sido generalmente
esquiva a abordar esta cuestión (porque las
evidencias históricas contradicen los supuestos de la mitología “patriótica democrática” en los que se ha basado el consenso político nacional), una breve revisión de la
camino real
Palabras claves: Historia política, Constituciones chilenas, Ciudadanía, Procesos constituyentes, Democracia, Historia de Chile, Asamblea
Constituyente.
79
gestación de las cartas constitucionales en
el Chile republicano basta para ratificar la
hipótesis de la ausencia de procesos constituyentes de carácter democrático, como
podrá apreciarse a continuación.
camino real
Los primeros ensayos constitucionales
80
Para entender el carácter que tuvieron los primeros ensayos constitucionales,
realizados durante los años de la lucha por
la Independencia, es necesario tener presente que la emancipación política de Chile fue
un acto eminentemente aristocrático. Por su
riqueza, poder, intereses, instrucción y el conjunto de sus características que la habían
convertido en la clase dirigente de la vieja
sociedad colonial, solo la aristocracia criolla
estaba en condiciones de liderar la lucha independentista y echar las bases para la construcción de un Estado nacional. Y lo hizo de
acuerdo a sus intereses y concepción del
mundo, implementando los mecanismos que
aseguraran su plena hegemonía en la vida
social y política de la nueva era histórica que
se iniciaba en el primer cuarto del siglo XIX.1
Uno de estos dispositivos –vigente hasta comienzos de la década de 1870– fue la ciudadanía censitaria, que excluyó de la vida
política legal a la inmensa mayoría de la población, acordando solo a los hombres más
pudientes los derechos políticos de elegir, ser
elegidos y, por ende, de debatir sobre el destino de la nación.
Por eso, en las deliberaciones sobre
los primeros reglamentos constitucionales
solo participó una ínfima minoría de personajes “ilustrados”. El primer Congreso
Nacional ordenó en agosto de 1811, poner en vigencia un Reglamento constitucional que consagró al mismo órgano legislativo como “único depositario de la
voluntad del reino” e instituyó una Junta
denominada “Autoridad ejecutiva provisoria de Chile”, destinada a funcionar hasta
que se dictara una Constitución política
definitiva. Pero la comisión encargada de
redactar el texto constitucional no alcanzó a cumplir su misión ya que las rivalidades entre dos poderosas familias aristocráticas del bando patriota –los Larraín y los
Carrera- derivaron en noviembre del mismo año en un segundo golpe de Estado
del general José Miguel Carrera quien ordenó la clausura del Congreso Nacional a
comienzos del mes siguiente.2
El Reglamento Constitucional de
1812 –que estableció una “Junta Superior
Gubernativa” de tres miembros, a la espera de la elección de representantes, que elaboraría una Constitución definitiva–, fue
preparado por una comisión nombrada por
el gobierno y luego fue sometido a la ratificación exclusiva de los vecinos (de alcurnia)
de Santiago mediante firmas recaudadas a
través del sistema de “suscripciones”, reservado exclusivamente para quienes recibían
una invitación a manifestar su opinión.3
Igualmente restringida a una ínfima cantidad de personas fue la preparación, discusión y aprobación del Reglamento Constitucional de 1814, que alcanzó a estar
vigente menos de siete meses.4
La “Reconquista española” (18141817) puso fin a estos primeros ensayos
constitucionales de la élite patriota. Pero su
triunfo en Chacabuco y Maipú y la instauración de la dictadura del general Bernardo
O’Higgins al inicio de la llamada “Patria
Nueva”, colocaron nuevamente a la orden
del día la cuestión de las normas esenciales
que debían regir la vida política del emergente Estado republicano. Aunque
O’Higgins logró concentrar en su persona
y círculo más cercano la plenitud de los
poderes dictatoriales, muy pronto las ten-
[…] la noticia del fusilamiento de los
hermanos Juan José y Luis Carrera
en Mendoza, en el que se atribuyó
concomitancia a O’Higgins, precipitó en Santiago la reunión de un
Cabildo abierto que exigió de
O’Higgins la convocatoria de un
Congreso y la dictación de un reglamento constitucional provisorio.
O’Higgins rehusó de inmediato
todo lo que se le pedía, pero un mes
después nombró una comisión encargada de redactar una carta política, que al fin fue sometida a la
aprobación popular por el sistema
de “suscripciones”.5
El mismo historiador sostiene que la
Constitución provisoria de 1818 resultante de este procedimiento, “no vino sino a
dar apariencia legal a la dictadura” ya que
entregó el Poder Ejecutivo en manos de un
Director Supremo, “cuya designación se
daba por verificada y al que no se le fijó
término para su mandato”. Además instituyó un Senado de cinco miembros y un
Supremo Tribunal Judiciario, todos nombrados por el Director.6
No obstante el origen no democrático de sus cargos, muy pronto los senadores designados expresaron la arraigada tendencia de la aristocracia a gobernarse por
sí misma y resistieron a la omnipotencia
de O’Higgins. La prueba de fuerza concluyó en 1822 con la clausura del Senado
y la convocatoria a elecciones para una
nueva asamblea. La Constitución de 1822
fue finalmente aprobada por una Convención Preparatoria en cuyo nombramiento
intervino activamente O’Higgins por medio de las autoridades locales designadas
por él mismo. De tal modo que el texto
constitucional fue un instrumento adecuado a sus ambiciones: el Poder Ejecutivo
quedó confiado a un Director Supremo
elegido por seis años y reelegible por cuatro más. El historiador Eyzaguirre –de escaso fervor democrático- no pudo ser más
lapidario respecto al origen espurio de esta
nueva Constitución, al sentenciar pertinentemente que:
La circunstancia de haberse generado en una asamblea gubernativa y al ser
redactada por el impopular favorito Rodríguez Aldea, quitaron todo prestigio a
la nueva Carta y aceleraron el derrumbe
del régimen.7
La caída de O’Higgins trajo un nuevo escenario político, más abierto y dinámico, en el que era posible un debate más
amplio e inclusivo sobre las cuestiones constitucionales y el futuro del país. Bajo el
mando del general Ramón Freire en el cargo de Director Supremo, el Congreso de
1823 tuvo también un carácter constituyente. El reglamento electoral elaborado
ese año significó una ampliación importante del cuerpo electoral por cuanto acordó el derecho a voto a todos los hombres
mayores de 23 años que supieran leer y
escribir y que cumplieran alguno de los
siguientes requisitos: tener una propiedad
de más de $2,.000; o un negocio de más de
$3,000; o un título profesional: o una pensión de Estado de más de $300 anuales: o
un empleo público (aunque no tuviera
sueldo); o haber sido miembro de un Cabildo; o ser un eclesiástico secular; o tener
un grado militar superior a alférez; o ser
maestro mayor de un oficio, y/o tener un
capital superior a $3,000 sumando todos
sus bienes. De este modo, contrariando al
camino real
dencias “frondistas” de la aristocracia se hicieron sentir. El historiador conservador
Jaime Eyzaguirre cuenta que en 1818:
81
camino real
82
Senado que propiciaba derechos políticos
(votar y ser elegidos) solo a los propietarios de bienes raíces (la clase de los grandes terratenientes), el gobierno de Freire
amplió ese derecho incluyendo –de acuerdo al historiador Gabriel Salazar– a quienes componían la clase media de la época:
“letrados pobres, sacerdotes, oficiales de
bajo rango, empleados públicos, mineros
y otros empresarios”. Pero el “bajo pueblo” (inquilinos, peones y otras categorías
que constituían la mayoría de la población)
siguió excluido del país legal.8 Según Salazar, esas fueron las “primeras elecciones
libres realizadas en Chile desde 1811”,9
pero agrega más adelante, que el texto
constitucional propuesto por encargo del
gobierno por el jurisconsulto Juan Egaña,
además de confuso y engorroso, representó una clara opción por un sistema político centralista, europeizante, elitista y aristocrático (ya que la soberanía popular
electoral debía ser calificada por un sindicato “ilustrado” compuesto por el Senado y la Cámara). Contando con el apoyo de
los diputados santiaguinos, que abreviaron el plazo de discusiones, se aprobó con
pocos debates el proyecto de Egaña. Pero
esta Constitución –que reflejaba casi exclusivamente los intereses de Santiago y
la región central– nació muerta por la
fuerte oposición de las provincias de Coquimbo y Concepción, del propio Freire
y de diputados como Camilo Henríquez y
Manuel de Salas, de reconocida filiación
liberal.10
La llamada “Constitución de 1826”
fue, en realidad, un conjunto de “leyes federales” propuestas por José Miguel Infante y sancionadas por el Congreso entre julio y octubre de ese año, pero el proyecto
constitucional nunca fue aprobado ya que
el Congreso se disolvió pocos meses más
tarde a causa de la inestabilidad política11.
Lo que no impidió la realización de un breve ensayo de federalismo que no prosperó
debido, principalmente, a la férrea oposición de la aristocracia santiaguina.
La Constitución de 1828 fue la más
avanzada de aquella época de ensayos constitucionales. Su sello fue liberal-democrático por los amplios derechos individuales
que garantizaba, el igualmente amplio poder electoral de los ciudadanos y porque
para ser ciudadano no se requería contar
con cierto patrimonio sino solo un mínimo de edad: 21 años los hombres casados
y 25 años los solteros. Solo quedaron excluidos de los derechos políticos los sirvientes domésticos, los deudores al Fisco y los
viciosos reconocidos. En teoría, hasta los
analfabetos que no estuvieran en estas categorías gozarían del derecho a sufragio,
algo poco común para los cánones de la
época, incluso en Europa.12 Desde su óptica conservadora, Jaime Eyzaguirre comentaría este avance democratizador diciendo que:
El derecho a sufragio era tan amplio que podía ejercerlo cualquiera que se inscribiese en las milicias, lo que iba a generar un poder
electoral en su mayoría analfabeto, entregado al control de los audaces. El Ejecutivo radicaba en un
Presidente y un Vicepresidente
nombrados por votación indirecta y cuya gestión dependía casi
por entero de la voluntad de un
Congreso bicameral. Por añadidura la gran autonomía de las provincias, que conservaban sus asambleas con derecho a generar los
senadores, a formar ternas para el
nombramiento de los Intendentes
La génesis de esta Constitución –al
igual que la de 1823– fue semi-democrática ya que el Congreso Nacional que la
aprobó había sido elegido en base a un
electorado masculino que incluía a las capas medias, más precisamente, hasta el estrato superior de los sectores populares representado por el artesanado–, pero no al
“bajo pueblo”.
Ese fue el punto más alto de democratización alcanzado en Chile en el período que siguió a la Independencia. Pero
luego vino la virulenta reacción aristocrática centralista contra los proyectos liberales, dirimiéndose el conflicto entre ambos bandos en la guerra civil de
1829-1830.
El poder constituyente de las bayonetas:
la Constitución “portaleana” de 1833
El triunfo conservador (estanqueropelucón) en la batalla de Lircay (abril de
1830) puso término a la guerra civil e inauguró una larga etapa conocida como el
“régimen portaleano” o el “Estado en forma”,14 cuya fase inicial fue la más clara expresión del dominio sin contrapeso de la
aristocracia, especialmente de Santiago y
la región central.
La célebre Constitución portaleana
de 1833, inspirada y redactada principalmente por el ultraconservador Mariano
Egaña, fue el fruto directo de la victoria
militar estanquero-pelucona en la guerra
civil de 1830. Aunque el artículo 133 de
la Constitución de 1828 establecía que esta
no podía reformarse hasta 1836, los vencedores de Lircay pasaron por encima de
la disposición y, recurriendo a diferentes
argucias, impusieron su reforma. Poco
después de instalado el régimen dirigido
por el comerciante Diego Portales y el general José Joaquín Prieto, el Cabildo de
Santiago (controlado por el bando vencedor) pidió al gobierno que autorizara al
próximo Congreso a emprender la reforma constitucional a través de una “Gran
Convención” convocada exclusivamente
con ese objeto. Aunque el organismo estaría en principio compuesto por 16 diputados elegidos por el Congreso Nacional
(ya depurado de los liberales más prominentes) y 20 ciudadanos “de reconocida
probidad e ilustración” nombrados por
el mismo cuerpo legislativo (mediante el
envío de “esquelas de invitación”), en la
práctica fue una hechura completa del
Congreso ya que a los 16 diputados del
bando vencedor se sumaron 14 más en
ejercicio para llenar los cupos reservados
a los hombres de “reconocida probidad e
ilustración”.15
A estas libertades tomadas con las formas legales se sumaba algo aún más grave
y decisivo: la instauración de una verdadera dictadura aristocrática resuelta a barrer
con cualquier obstáculo que se le antepusiera. Muchos opositores fueron encarcelados u obligados a partir al destierro; el
Ejército sufrió una severa purga de oficiales sospechosos de simpatizar con los liberales; se generalizó y fortaleció una red de
espionaje de la policía secreta y se estableció una férrea censura de prensa que impidió cualquier debate de fondo del texto
constitucional que se preparaba, a no ser
el intercambio de ideas que podía darse
entre los partidarios del nuevo régimen.
Gabriel Salazar sintetiza de esta manera algunos de los aspectos del clima represivo
al que estaba sometido el país cuando se
camino real
y supervigilar a las municipalidades, reducían aún más las atribuciones presidenciales.13
83
desarrolló el proceso constituyente portaleano:
camino real
[…] centenares de funcionarios
públicos no adictos al nuevo régimen fueron exonerados, se eliminaron con el mismo objetivo establecimientos como la Casa de
Moneda de La Serena, becas para
estudiantes como las del Liceo de
Chile […], se clausuró la Sociedad
Médica de Chile (establecida por
Blanco Encalada y encabezada por
un médico español), mientras se
cerraban o aplicaban grandes multas a los periódicos de oposición y
se creaban nuevos cuerpos de
“guardias cívicas”.16
84
La afamada Constitución de 1833
no fue sino un texto destinado a dar legitimidad jurídica a un régimen con características dictatoriales resultante de la victoria militar del bando conservador en
1830. El nuevo texto constitucional fue
un traje a la medida de la facción dominante de la aristocracia, que concentró
de manera excluyente el poder durante
varias décadas. El centralismo, autoritarismo y elitismo fueron sus rasgos principales. La inmensa mayoría de la población resultó excluida de la vida política
activa a través del sufragio censitario. El
derecho a elegir y ser elegidos para cargos representativos quedó reservado solo
a los hombres casados mayores de 21
años o solteros mayores de 25 años, que
sabiendo leer y escribir fueran dueños
de una propiedad inmueble o un capital invertido “en una especie de giro o
industria” cuyo valor sería fijado para
cada provincia cada 10 años por una ley
especial, o que en su defecto, ejercieran
“una industria o arte”, o que gozaran de algún empleo, renta o usufructo, cuyos emolumentos o productos guardaran proporción
con la propiedad inmueble o capital, de que
se hablaba en la disposición anterior. Los sirvientes domésticos estaban expresamente excluidos de los derechos políticos.17
Un comentario del historiador conservador Fernando Campos Harriet, admirador de Portales y su régimen, nos ahorra
más acotaciones sobre el sistema político
consagrado por esta Constitución:
El cúmulo de atribuciones del Presidente de la República, reforzadas
por la ley electoral, hicieron de este
el gran elector durante 60 años. El
Presidente tenía veto absoluto: un
proyecto vetado no podía iniciar
sus trámites constitucionales hasta
el año siguiente. Declarado el estado de sitio, se suspendía en ese
punto el imperio de la Constitución […].
El sufragio limitado y controlado por
el Ejecutivo, el veto, la ausencia de responsabilidad efectiva en el Jefe de Estado, las
facultades extraordinarias, la organización
del Consejo de Estado, la preponderancia
de la Cámara de senadores con su comisión conservadora, manifiestan claramente
el espíritu aristocrático y oligárquico de esta
Constitución.18
Durante casi un siglo Chile no vivió
otro proceso constituyente,19 solo reformas y reinterpretaciones a la Constitución
portaleana que recortaron poderes del Presidente de la República, aumentaron los
del Parlamento e instauraron –en la década de 1870– el sufragio universal masculino con el solo requisito de saber leer y
escribir.
Cuando en 1925 se planteó la discusión en torno a una nueva Constitución, el
contexto político y social era muy distinto al
que había existido al imponerse la carta de
1833. La “cuestión social” había cambiado
la relación entre las clases sociales y alterado el
debate político nacional. El movimiento
obrero se encontraba en pleno desarrollo y
las tendencias más radicales (anarquistas y comunistas) gozaban de una notoria influencia en su seno, llegando a controlar las principales organizaciones sindicales. Como
respuesta al malestar y rebeldía de “los de
abajo”, un sector de la burguesía había levantado un programa reformista de marcado corte populista, logrando instalar a su líder, el liberal Arturo Alessandri Palma, en la
presidencia de la República a finales de
1920. Pero sus planes se habían estancado
debido a la crisis económica y la cerrada oposición de la oligarquía parlamentaria.20
El sistema parlamentario impuesto por
los vencedores de la guerra civil de 1891 se
encontraba profundamente desprestigiado
y la crisis de la economía salitrera, reiterativa desde 1918, tenía sumido al país en un
clima de permanente agitación social y fuertes tensiones políticas. Por su parte, la oficialidad joven del Ejército, luego de constatar el fracaso del populismo civil, desde
septiembre de 1924 había ocupado el escenario político enarbolando programas de
reforma social. La entrada activa en política de los militares con dos irrupciones sucesivas –septiembre de 1924 y enero de
1925– había cambiado los parámetros del
juego político. La crisis era general. El país
se aprontaba a una refundación política en
base a un nuevo texto constitucional.
Entonces, por primera vez en la historia de Chile, otros actores, los sectores populares, especialmente el movimiento obrero organizado, intentaron hacer oír su voz
en el debate constitucional.
El movimiento obrero y popular
llevaba varios años interesándose por este
tipo de cuestiones. Las gigantescas movilizaciones impulsadas durante el bienio
1918-1919 por la Asamblea Obrera de
Alimentación Nacional habían puesto en
el tapete de la discusión entre vastos sectores de la clase obrera y de las capas medias la necesidad de un nuevo orden social y político. Poco después, en 1923,
durante el gobierno de Arturo Alessandri
Palma, un organismo denominado Asamblea o Comité de Obreros, Estudiantes y
Profesores, empezó a pensar en reformas estructurales, pero la reflexión no avanzó mucho, diluyéndose sin trascender mayormente
en esa coyuntura. No obstante, por iniciativa
del Partido Comunista y de la Federación
Obrera de Chile, pocos días después del golpe de Estado de los militares jóvenes que llamaron de vuelta a Alessandri al gobierno, el
25 de enero de 1925 numerosas organizaciones obreras junto a la Asociación General
de Profesores, la Federación de Estudiantes y
la Unión de Empleados de Chile, decidieron
crear un organismo denominado Comité
Obrero Nacional que convocó a la realización de un Congreso Constituyente de
Asalariados e Intelectuales.21
Lo que más distinguió esta iniciativa de
los proyectos constitucionales de la clase política tradicional fue la exigencia de una
Constituyente de base gremial. Uno de sus
promotores, el dirigente comunista Salvador
Barra Woll, lo precisó en estos términos:
La Juventud Militar nos ha ofrecido ahora una Constituyente.
camino real
Populismo y fuerza militar
en la gestación de la Constitución
democrático-liberal de 1925
85
camino real
No queremos dudar que vendrá esa
Constituyente. Hemos adherido
nuestra cooperación a ese propósito para encarnar más ese deseo en
las masas. Pero cuando llegue el
momento de llamar a la Constituyente se verá que las bases no consultarán la representación obrera
sindical revolucionaria porque la
burguesía le impedirá su resguardo
de sus privilegios de clase […].
86
Hay pues que no olvidar este detalle,
tenerlo muy presente: Queremos una
Constituyente; pero a base gremial.
Si no se nos da una Constituyente en
esa forma la burguesía habrá traicionado
una vez más al proletariado, de quien se ha
servido para fines propios.22
De acuerdo con estos postulados, la
convocatoria para la reunión de la Asamblea Constituyente de Obreros e Intelectuales (conocida también como la “Constituyente chica” ya que sus impulsores la
concebían como un “preludio de la futura Constituyente fundamental” en la que
estarían representados todos los sectores de
la nación23), fijó como objetivo la presentación de un proyecto de Constitución Política de Chile que contendría las aspiraciones inmediatas del proletariado y de los
intelectuales que simpatizaban con los “modernos principios de justicia y solidaridad”24. El comité de iniciativa estableció los
siguientes porcentajes de congresales para
cada una de las categorías socio profesionales llamadas a participar en la “Constituyente chica”: proletarios, 45%; empleados,
20%; profesores, 20%; profesionales e intelectuales, 8%; y estudiantes, 7%.25
Rápidamente las fuerzas comprometidas en la iniciativa se desplegaron por distintos puntos del territorio nacional para
difundir su propuesta. El Comité Obrero
Nacional (al que se incorporaron dirigentes de distintas tendencias incluidos los
anarquistas) mandó a algunos de sus miembros en gira al sur del país a explicar la convocatoria26.
La Asamblea Constituyente de Obreros e Intelectuales inauguró sus sesiones
en el Teatro Municipal de Santiago el domingo 8 de marzo de 1925 en medio de
un clima de gran expectación. Los 1,250
delegados provenientes de distintas provincias eran el reflejo de las tendencias políticas que actuaban en el seno del movimiento popular y de las clases medias
asalariadas: comunistas, fochistas (militantes de la Federación Obrera de Chile, que
por esos días casi se confundían con los
comunistas), demócratas, laboristas sin
partido, anarquistas, radicales, feministas
y distintas expresiones del “alessandrismo
popular”. Los debates entre estas corrientes fueron apasionados, a ratos muy duros. El obrero anarquista Alberto Baloffet
logró hacer aprobar por amplia mayoría
una moción en la que se sostenía que los
proletarios no debían proponerse la redacción de una Constitución que reglamentara los poderes del Estado, sino limitarse
a fijar principios generales que orientaran
la acción de las autoridades hacia los productores. Un fuerte enfrentamiento se
produjo entre el Presidente de la Federación de Estudiantes, y el vice-presidente
del Centro de Propaganda del Partido Radical, Enrique Rossel, y la mayoría de los
delegados obreros claramente alineados
con las posiciones del Partido Comunista.27 Algo menos virulentos fueron los debates entre el sector comunista-fochista
(alrededor de 300 delegados, esto es, alrededor del 25% del total) y los representantes de los profesores, de los intelectuales
resistida por algunos integrantes de la
“Constituyente chica” y apoyada fervorosamente por los comunistas. Uno de sus
impulsores la explicaba como el instrumento
que permitiría abolir las “cámaras políticas”,
fuente de la opresión política del pueblo:
La Cámara Funcional, que como su
nombre lo indica reúne en su seno todas las
funciones de las diversas actividades de la vida
económica, intelectual y moral de la sociedad, es el sistema necesario y eficiente capaz
de destruir, desde sus raíces, todos los intereses creados y privilegios de castas que hoy
producen el estado caótico de la administración del país, injusticias irritantes y el desconcierto social.
Será la única forma de nivelar todos
los derechos que disminuirán, grandemente, las desigualdades odiosas porque
siendo la finalidad de la Cámara Funcional esencialmente de armonía y de progreso donde convergen y se complementan todos los pensamientos de las fuerzas
creadoras del trabajo, la resultante de su
labor será lógicamente, de perfección y
armonía social.
Y recién, entonces, desapareciendo
la causa de todas las desgracias del pueblo, con la extinción del aparato político
opresor de la oligarquía y burguesía en
general, empezará la era de justicia y armonía social.
La técnica de la producción y el consumo controlados por los productores mismos, y peritos profesionales, se perfeccionará gradualmente y desaparecerá la
miseria, la ignorancia y la maldad que el
actual egoísmo de los privilegiados reinantes, produce a la sociedad.
La Cámara Funcional a base gremial,
es pues, el antídoto de las Cámaras políticas mantenedoras de la esclavitud y los sufrimientos del proletariado.30
camino real
y de los empleados, entre los que se contaban
personas de distintas filiaciones, especialmente anarquistas, demócratas y radicales28.
Las divisiones internas le restaron fuerza a la “Constituyente chica”. Durante cuatro días los delegados aprobaron distintas
mociones en las que se formularon una serie de demandas a los poderes públicos y
aprobaron varios “principios constitucionales”, que debían servir de base para la discusión nacional cuando se convocara a la
“Constituyente grande”. El primero y más
importante de estos principios fue el reclamo de una Asamblea Constituyente compuesta de delegados de las “fuerzas vivas de
ambos sexos”, y en cuyo seno los elementos
asalariados tuvieran la mayoría de la representación para asegurar el cumplimiento de
sus postulados de redención social. Como
principios específicos se inscribieron, entre otros: la socialización de la tierra y de
los medios de producción; la forma federal del gobierno; el deber del Estado de
coordinar y fomentar la producción y asegurar la distribución de los productos; el
sistema colegiado de gobierno tanto a nivel comunal, nacional, como de los Estados federados; la organización del Poder
Legislativo en base a “cámaras funcionales”, compuestas por representantes (revocables en todo momento) de los gremios
organizados; la separación de la Iglesia del
Estado; la enseñanza gratuita desde la escuela hasta la Universidad, colocando su dirección en manos de los maestros, padres y
estudiantes; la igualdad de derechos políticos y civiles de ambos sexos y la supresión
del ejército permanente.29
La proposición de las “cámaras funcionales a base gremial” (cercana en algunos aspectos a las ideas corporatistas que
estaban en boga por aquellos años en Europa) constituía una innovación mayor,
87
camino real
88
Los acuerdos tan laboriosamente concluidos en la “Constituyente chica” no tuvieron mayor eco político. Gabriel Salazar,
autor de la visión historiográfica más optimista acerca del significado y alcance de la
Asamblea Constituyente de Asalariados e
Intelectuales de 1925 (interpretada en sus
escritos como un ejercicio de soberanía de
“las bases sociales”, con menciones poco relevantes a las fuerzas políticas que la promocionaron y se enfrentaron en su seno),
ha señalado que a su retorno al gobierno,
Arturo Alessandri Palma “restauró el régimen estrictamente civil (marginando a los
militares) y las decisiones estrictamente
políticas (marginando a los movimientos
sociales de base)”.31
Así ocurrió, efectivamente. Haciendo caso omiso del ejercicio deliberativo
de los trabajadores manuales e intelectuales sobre las normas constitucionales que
deberían refundar la organización social
y política de la nación, Alessandri, por sí
y ante sí, designó a los miembros de las
dos comisiones que debían preparar la
Asamblea Constituyente, escogiendo a
una mayoría de viejos políticos como Luis
Barros Borgoño (su rival en la elección
de 1920), Guillermo Edwards Matte,
Eleodoro Yáñez, Juan Enrique Concha,
Ernesto Barros Jarpa, Guillermo Subercaseaux y Domingo Amunátegui, entre
otros. Solo unos cuantos dirigentes de
organizaciones sociales y de partidos y
grupos de izquierda que habían formado
la “Constituyente chica”, como Carlos
Contreras Labarca, Víctor L. Cruz, Manuel Hidalgo, Carlos Alberto Martínez,
Onofre Avendaño y Fernando García Oldini, fueron invitados a participar en las
discusiones32. El propio Alessandri presidió
la comisión que debía estudiar las reformas constitucionales y Arturo Lyon quedó
a la cabeza de la comisión encargada de
preparar la convocación a la Asamblea
Constituyente. Este grupo –lo dejó consignado el “León de Tarapacá” en sus Recuerdos de gobierno- nunca se reunió33.
Como bien observaría el historiador Gonzalo Vial, “esto solo indica hacia donde se
dirigía Arturo Alessandri”.34
Es necesario recalcar que inicialmente Alessandri había expresado su deseo de
convocar a una Asamblea Constituyente
en el menor plazo posible, nombrándose
dos tercios de sus integrantes mediante
elección popular y el tercio restante con
representantes de “las fuerzas vivas de la
Nación”, en su concepto: “la Universidad,
el Ejército, la Marina, la Iglesia, representados por sus jefes, las actividades obreras
y algunos gremios que tienen importancia
en la vida de la República”.35 El 26 de
marzo el Presidente de la República firmó
un decreto fijando el 15 de abril como
fecha de inicio de las inscripciones extraordinarias para la elección de una Constituyente36. Pero muy pronto abandonó la idea
aduciendo “falta material de tiempo para
verificar las inscripciones del electorado,
para instalar enseguida la Constituyente
y para que dispusiera del tiempo necesario para terminar su misión y alcanzar a
fijar las reglas de la elección del Congreso y del Presidente” que debía sucederlo
el 23 de diciembre de ese mismo año.37
El único grupo de trabajo que funcionó (conocido como la “comisión chica”) se dividió en tres corrientes al discutirse las fórmulas propuestas para aprobar
la nueva Constitución: elección de una
Asamblea Constituyente mediante sufragio universal; organización de una Constituyente sobre una base gremial, o ratificación del proyecto preparado por la
comisión mediante un plebiscito.38
Yo más que nadie me había resignado a abandonar la idea de la
Constituyente por la falta material
de tiempo apuntada y, principalmente, porque tenía la resolución
firme e inquebrantable de implantar en nuestro país la fórmula salvadora. Tenía el convencimiento
profundo, como lo he dicho reiteradas veces que, si llevábamos el
asunto a una asamblea, no saldría
jamás de allí el necesario régimen
presidencial. Un grupo de hombres en asamblea, carece de la superioridad moral necesaria para
despojarse de atribuciones y facultades.40
Entre el 18 de abril y el 23 de agosto
de 1925, en 33 sesiones a las que asistieron un promedio de 12 personas, la “comisión chica” preparó el proyecto de Constitución presidencialista que reemplazaría a
la Constitución de 1833 (reinterpretada en
un sentido claramente parlamentarista desde 1891). Los debates de este pequeño grupo transformado en “comisión constituyente” se centraron preferentemente en
cómo equilibrar los poderes Ejecutivo y
Legislativo, conforme a la perspectiva liberal. El único “convidado de piedra” de
la “Constituyente chica”, el comunista
Manuel Hidalgo, quedó completamente
aislado.41 Por último, el elemento decisivo
que inclinó la balanza, fue, una vez más,
el Ejército. A partir del 23 de julio el general Navarrete apoyó de forma abierta
las proposiciones de Alessandri de Constitución presidencialista y plebiscito como
fórmula de aprobación.42 De esta manera, el jefe de Estado logró imponer la vía
plebiscitaria en vez de la convocatoria a
una Asamblea Constituyente que implicaba un verdadero debate constitucional
nacional. La presión militar en apoyo de
esta alternativa, fue –como señala con
acierto el historiador conservador Gonzalo Vial– el tercer golpe de Estado (después de los de septiembre de 1924 y enero
de 1925):
Así se consumó el tercer golpe de
Estado: la imposición militar de que
se llamase a plebiscito inmediato, sin
Asamblea Constituyente, la nueva
Carta conteniendo las reformas de
Alessandri. Un silencio casi generalizado recibió el úkase: partidos
y prensa (salvo, respecto de la última El Diario Ilustrado) doblaron la cerviz […], con mayores o
camino real
La exigencia de la Constituyente sobre base gremial era inaceptable para la
clase política y Alessandri puesto que,
como sostiene Salazar, significaba su propio colapso.39 Por otra parte, intuyendo
que su proyecto de Constitución presidencialista no sería aprobado en una Asamblea Constituyente (en la que los partidos
tradicionales, muy reticentes a abandonar
el sistema parlamentario, tendrían la mayoría), Alessandri apostó a la vía más expedita convirtiendo a la comisión en la
Constituyente misma y utilizó toda su influencia y poder para vencer las múltiples
resistencias que suscitaba su proyecto constitucional, tanto entre muchos representantes de la vieja clase política adictos al
régimen parlamentario como en el movimiento obrero y popular partidario de la
Constituyente de base gremial. Aunque invocó la falta de tiempo, su comportamiento
estuvo motivado sobre todo por la intuición
de que en una Asamblea Constituyente su
plan de reforma no prosperaría, como lo
confesaría posteriormente:
89
camino real
menores y más o menos audibles rezongos, pero la doblaron. Ni siquiera, esta vez, hubo necesidad de complotar en las sombras, sublevar
regimientos y entrar a La Moneda
empuñando pistolas. Indudablemente, el establishment político había aprendido las “múltiples lecciones objetivas” del 5 de septiembre y
el 23 de enero, de las que hablara
Navarrete, la “enseñanza práctica”
señalado por Grove.43
90
El plebiscito fue convocado el 31 de
julio para el 30 de agosto. Los ciudadanos
deberían elegir entre tres cédulas de voto:
una roja, de aprobación del proyecto de la
mayoría de la “comisión constituyente”
armada por el gobierno; una azul, obra de
los disidentes (especialmente radicales, conservadores y comunistas), que conllevaba la
aprobación de una serie de proposiciones
destinadas a recortar el poder del Ejecutivo (como la posibilidad de que el Congreso acusara y destituyera al Presidente); y una
blanca, que importaría “buscar otros procedimientos para restablecer la normalidad institucional del país”.44 Los opositores subrayaron la amenaza implícita de esta última
fórmula que insinuaba, casi sin disimulo, una
nueva intervención militar. Igualmente criticaron el reducido plazo –apenas un mes–
para hacer campaña y el hostigamiento y
represión policiales a sus mítines. El proyecto de Constitución impulsado por Alessandri fue aprobado el 30 de agosto del mismo
año por una minoría de electores. Sobre
302,304 inscritos solo votaron 135,783, de
los cuales 127,509, o sea, 42.18% de los inscritos y 93.9% de los sufragantes aprobaron
el proyecto de Constitución. La alternativa
de los partidos opositores (cédula azul) obtuvo 6,825 votos (2.26% de los inscritos y
5.03 de los sufragios); la cédula blanca (la
incierta búsqueda de “otros procedimientos”) reunió solo 1,449 preferencias (0.48%
de los inscritos y 1.07% de los votos).45 La
Constitución de 1925 –calificada generalmente como “la más democrática de la historia de Chile”– fue, pues, aprobada por
menos del 50% de los votantes potenciales,
pero con el apoyo decisivo de los militares,
que expresaron con sutileza la amenaza de
una nueva intervención.
Con algunas reformas, dicho texto constitucional sobrevivió hasta septiembre de
1973,46 cuando una nueva irrupción de las
Fuerzas Armadas –la más violenta y de mayores consecuencias– la echó por tierra, arrastrando junto con ella al frágil “Estado de
compromiso” que tanto enorgullecía a la clase política y buena parte de la ciudadanía.
Nuevamente el poder constituyente
de las armas: la Constitución dictatorial
y neoliberal de 1980
Las condiciones y la forma en que
fue elaborada y aprobada la Constitución
de Pinochet en 1980 son ampliamente
conocidas. Chile vivía los años más duros
de la más dura dictadura militar. Un régimen de terror mantenía al país sometido a la cúpula castrista y empresarial que
se encontraba implementando un proyecto de sociedad y economía neoliberal
extremo. La ciudadanía carecía de las
condiciones mínimas para debatir y manifestar libremente sus ideas y preferencias. Miles de opositores habían sido asesinados, encarcelados, torturados o
exiliados. No existía libertad de prensa,
derecho de reunión ni de asociación para
los opositores; los registros electorales
habían sido quemados por los militares
golpistas; el estado de emergencia regía
un proyecto de Constitución de acuerdo
con los planes del gobierno militar. Al cabo
de casi un año de trabajo, la Comisión
Constituyente produjo el texto que la presidencia esperaba, de modo que el 31 de
octubre de 1978, Pinochet pidió formalmente al Consejo de Estado que comenzara a analizarlo. Al término de ese estudio, el
26 de junio de 1980, 12 días antes de la
fecha fijada para que el Consejo de Estado
presidido por el ex presidente Jorge Alessandri entregara oficialmente el proyecto
de nueva Constitución, el gobierno formó
un grupo de trabajo encargado de revisarlo a cuya cabeza quedó la ministra Mónica
Madariaga. La ministra y cuatro auditores
militares más algunos invitados ocasionales,
realizaron un trabajo sigiloso e intenso dando lugar a 175 cambios que reflejaron las
contradicciones y debates en el seno del
bloque dominante.48
Última marcha
de la UP, 4 de
septiembre de 1973.
camino real
en todo el territorio nacional y el “receso
político” o prohibición de funcionamiento de los partidos políticos se prolongaba
desde el mismo día del sangriento derrocamiento del presidente Salvador Allende.
Desde 1973 la dictadura militar, había venido preparando su proyecto constitucional. Pocos días después del golpe de
Estado, la Junta Militar de Gobierno había creado una Comisión de Estudio o
Comisión Constituyente encabezada por
el ex ministro Enrique Ortúzar del derechista ex presidente Jorge Alessandri Rodríguez. Durante cinco años este grupo trabajó en un anteproyecto constitucional,
siguiendo las orientaciones del gobierno de
facto.47 En noviembre de 1977 el dictador
Pinochet entregó a Ortúzar instrucciones
escritas por su ministra de Justicia Mónica
Madariaga y por Jaime Guzmán, principal
ideólogo del régimen, para que elaborara
91
camino real
92
El texto corregido fue remitido oficialmente el 8 de julio por el Consejo de
Estado a la Junta de Gobierno, luego fue
analizado durante algunas semanas por
juristas y algunos miembros del cenáculo
en el poder, y el 10 de agosto de 1980 se
aprobó la versión final. Todas las deliberaciones fueron secretas. El 11 de agosto, el
gobierno de la dictadura anunció por la
cadena nacional de radio y televisión que
en un plazo de 30 días se realizaría un plebiscito para aprobar o rechazar la nueva
Constitución.49
El debate ciudadano se realizó en las
condiciones que imperaban desde 1973 y
que pueden sintetizarse en la vigencia en
todo el país del estado de emergencia, el
receso político, el control gubernamental
de las publicaciones, un clima de terror generalizado y, como ha sido señalado por un
cientista político norteamericano, “sin alternativas para los votantes, sin el claro establecimiento de las consecuencias jurídicas de una derrota y, lo más significativo
para la oposición, sin registros electorales
y sin supervisión ni recuento electoral independiente”.50 Aunque el gobierno autorizó la realización de un meeting opositor encabezado por el ex presidente
democratacristiano Eduardo Frei Montalva (que luego de apoyar el golpe de Estado se había pasado a las filas de la oposición), otras manifestaciones contrarias
al régimen fueron prohibidas y las fuerzas oficialistas pusieron todos los recursos que les daba su dominio total del aparato de Estado y un amplio control de los
medios de comunicación al servicio de la
campaña por la aprobación (el voto “Sí”)
de la nueva Constitución.51
Los resultados oficiales del plebiscito
organizado por la dictadura según el principio de gobierno interior, esto es, a través
de los intendentes, gobernadores y alcaldes nombrados por el gobierno, fueron los
siguientes: votos por el “Sí” a la nueva Constitución, 4,204,879 (67.04%); por el “No”
(rechazo); 1,893,420 (30.19%); nulos,
173,569 (2.77%)52.
La oposición denunció todo tipo de
fraudes e irregularidades. En el 39.7%
de las mesas controladas por sus voluntarios se detectaron irregularidades,
llegando a precisarse posteriormente
que, en al menos nueve provincias (Tocopilla, Chañaral, Linares, Cauquenes,
Huasco, Choapa, Valparaíso, San Antonio y Malleco) había “votado” más del
100% de la población.53 Cinco años más
tarde, el sociólogo Eduardo Hamuy
(“padre” de las encuestas de opinión en
Chile) informó que un equipo de 660
voluntarios había observado los votos y
los recuentos del plebiscito de 1980 en
981 mesas electorales escogidas al azar
en el Gran Santiago (alrededor de 10%
de las 10,522 mesas en 170 locales de
votación), registrando cinco tipos de fraudes o irregularidades: recuento erróneo
de votos (contabilización de votos “No” y
nulos como blancos o “Sí”, o anulación
de votos “No”); inconsistencias entre el
número de votos contados y el número
de firmas de votantes registrados (votantes excesivos o faltantes); recuentos no
públicos; personas que votaron más de
una vez; y una categoría de diversas irregularidades. Aunque Hamuy no pudo
cuantificar la magnitud exacta del fraude, estimó que, a partir del 39.7% de las
mesas donde se cometieron irregularidades, era legítimo suponer que sin fraudes
electorales el resultado del plebiscito habría sido contrario al gobierno en el Gran
Santiago, concluyendo que estaba “probabilísticamente justificado dudar de la
Tanto en sus orígenes como en su
forma de ratificación, la Constitución de 1980 aparece nada más
que como una imposición a la fuerza, un acto coercitivo, que, de
acuerdo a los principios del derecho público, era jurídicamente
nulo y vacío. Desde esta perspectiva, su validez no era diferente que
la de cualquier otro decreto ley; la
Constitución era de facto; y su eficacia práctica, una función exclusiva de las relaciones de fuerza que
la sostenían. Al momento de su
promulgación, aparecía como un
mero mecanismo de prolongación
del régimen militar y, dada la propensión del régimen a organizar
plebiscitos bajo sus propios términos, esta carta fundamental parecía presagiar dieciséis años más de
régimen militar. El texto permanente, por ende, era meramente
nominal, dado que era ineficaz;
mientras que las disposiciones transitorias, la constitución efectiva,
hacían que la Constitución en sí
misma fuera semántica porque solo
codificaba el monopolio del poder
existente.55
Conclusión
Este rápido recorrido histórico prueba que en Chile nunca se ha desarrollado
un proceso constituyente democrático. Todos los textos constitucionales han sido elaborados y aprobados por pequeñas minorías, en contextos de ciudadanía restringida
(como ocurrió con algunas variantes en el
siglo XIX) o como resultado de imposiciones de la fuerza armada (como sucedió durante ese mismo siglo e invariablemente
en el siglo XX). Las tres cartas principales
(1833, 1925 y 1980) tuvieron como parteras a las Fuerzas Armadas que, actuando
como “garantes” del Estado y del orden
social, pusieron sus fusiles y cañones para
inclinar la balanza a favor de determinadas soluciones constitucionales propiciadas por facciones social y políticamente
minoritarias. Los momentos de refundación del Estado y de la sociedad política
en Chile han tenido siempre ese mismo
rasgo. Incluso ciertas coyunturas históricas en las que no se desarrolló un proceso
constituyente sino una mera reinterpretación constitucional –como la lectura parlamentarista de la Constitución presidencialista de 1833 a partir de 1891– también
fueron el fruto de la “crítica de las armas”.
Las evidencias históricas demuestran que
las Constituciones chilenas han surgido de
la imposición militar y de maniobras, generalmente combinadas con el uso de la
fuerza armada, de los grupos hegemónicos de las clases dominantes y de la clase
política (civil y militar). Exceptuando algunas tentativas abortadas, como la
“Constituyente chica” de 1925, la ciudadanía ha sido casi siempre un espectador
o un actor secundario que, a lo sumo, ha
sido convocado a última hora por los grupos en el poder para respaldar o plebiscitar
camino real
legitimidad de la Constitución de 1980 e
incluso negarla”.54
En un penetrante estudio sobre la génesis, contenidos y efectos de esta Carta
constitucional, el cientista político norteamericano Robert Barros emite un certero juicio que nos permite concluir este
punto:
93
camino real
94
proyectos constitucionales preparados sigilosamente, pero nunca para participar
activamente en su generación.
No obstante, en los últimos años se
han manifestado síntomas de un progresivo malestar popular que se relaciona, en
una de sus expresiones más propositivas, con
la idea de generar democráticamente una
nueva carta constitucional. Las reformas
constitucionales acordadas hacia finales del
gobierno de Ricardo Lagos entre las cúpulas partidarias, sin participación de la ciudadanía, dejaron intactas las bases fundamentales de la Constitución de 1980.56 El
descontento ha ido in crescendo. Personas
de variada condición comenzaron a organizarse y movilizarse para proponer un proceso constituyente verdaderamente democrático. El 21 de julio de 2007 se presentó
públicamente en Santiago el movimiento
“Ciudadanos por una Asamblea Constituyente”, encabezado por el abogado de Derechos Humanos Roberto Garretón y el sociólogo Gustavo Ruz. En su Comité de
Iniciativa, figuran personalidades como ex
juez Juan Guzmán Tapia, el ex canciller Enrique Silva Cimma y el ex ministro Jacques
Chonchol. Durante algunos años este movimiento organizó en varias ciudades conferencias, debates y otras iniciativas destinadas a difundir su propuesta.57
Su convocatoria fue creciendo sistemáticamente hasta comienzos del año
2010: numerosas organizaciones sociales,
grupos de izquierda extra parlamentaria,
personalidades de distintos ámbitos y un
núcleo no despreciable de parlamentarios
de la Concertación de Partidos por la Democracia (o disidentes de dicha coalición),
se pronunciaron a favor de una Asamblea
Constituyente. Pero la elección a la presidencia de la República de Sebastián Piñera, candidato de la derecha clásica cuya
principal base política de apoyo son los sectores que promovieron y sostuvieron la dictadura de Pinochet, incidió negativamente, provocando un reflujo de este
movimiento. El terremoto de finales de febrero del mismo año y otros factores contribuyeron durante algunos meses a acentuar el retroceso de los movimientos
populares y con ello de la demanda de
Asamblea Constituyente. Pero desde comienzos de 2011, el poderoso despertar
de los movimientos sociales, cuyos hitos
más importantes han sido la protesta y
petitorio de la Asamblea Ciudadana de la
Región de Magallanes; la permanencia del
movimiento mapuche tras sus reclamaciones de tierras, libertad para sus presos políticos, reconocimiento de su identidad y
autonomía; las protestas ciudadanas en
todo el país contra el mega proyecto Hidroaysén; el gigantesco y persistente movimiento nacional por la educación pública; el paro y protesta de la ciudad minera
de Calama, y la huelga general de los trabajadores del cobre, ha instalado la demanda por una Asamblea Constituyente con
creciente fuerza en variados sectores de la
sociedad chilena. Así, por ejemplo, el movimiento de estudiantes secundarios, ha
levantado junto a sus reivindicaciones sectoriales las exigencias de renacionalización
del cobre, reforma tributaria y convocatoria a una Asamblea Constituyente.
Aunque es claro que estos movimientos ciudadanos y populares aún no tienen la fuerza suficiente para imponerle
al establishment político la convocatoria
a una Constituyente, es altamente probable que esta demanda siga creciendo
en los tiempos que vienen. Si se lograra
concretar la aspiración de elegir una
Asamblea Constituyente como resultado de un amplio e informado debate
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Latinoamericana, 1973.
camino real
democrático ciudadano, significaría que
por primera vez en Chile se empezaría a
hacer y escribir otra historia, una historia
de ciudadanía activa y efectiva.
95
NOTAS
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
camino real
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15
16
17
96
Un desarrollo de estos temas en Sergio Grez
Toso, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago, 2ª ed., RIL Editores, 2007, pp.
233-248.
Jaime Eyzaguirre, Historia de las instituciones políticas y sociales de Chile, Editorial
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Ibíd, p. 64.
Los textos de los Reglamentos Constitucionales de 1811, 1812 y 1814 están disponibles en la página web de la Biblioteca del
Congreso Nacional: http://www.bcn.cl/ecivica/histcons
Eyzaguirre, ob. cit., p. 71, 72.
Ibíd., p. 72.
Ibíd., p. 73.
Gabriel Salazar, Construcción de Estado en
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2005, pp. 192, 193.
Ibíd, p. 193. Las cursivas son del original.
Ibíd, pp. 209-222.
Véase: http://www.bcn.cl/ecivica/histcons;
http://www.educarchile.cl/integracion/
nuestrosmomentosNuestrosMomentos
_Hitos.asp?periodo=41752&ano=1826
Ibíd, pp. 322-327.
Eyzaguirre, ob. cit., p.. 77.
Esta última fórmula fue acuñada por el historiador conservador Alberto Edwards en
La fronda aristocrática en Chile, Imprenta
Nacional, Santiago, 1928.
Eyzaguirre, op. cit., pp. 97-100; Fernando
Campos Harriet, Historia Constitucional de
Chile, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1983, pp. 356-358.
Salazar, ob. cit., p. 378.
Constitución de la República de Chile jurada y promulgada el 25 de mayo de 1833,
Imprenta de la Opinión, Santiago, 1833.
Posteriormente, mediante una ley complementaria se estableció que para gozar de derecho a voto, los ciudadanos debían poseer
“una propiedad inmueble de diez mil pesos,
18
19
o un capital en giro de dos mil”, prohibiendo expresamente que fueran calificados
como electores los soldados, cabos y sargentos del ejército permanente y los jornaleros y peones gañanes. Rafael Sotomayor
Valdés, Historia de Chile bajo el gobierno del
general D. Joaquín Prieto, 2ª ed., vol. I, Imprenta y Litografía Esmeralda, Santiago,
1900, pp. 270, 271.
Campos Harriet, ob. cit., pp. 363 y 364.
Entre los análisis críticos de la Constitución de 1833 conviene destacar: Julio César Jobet, Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile, Editorial Universitaria,
Santiago, 1955, pp. 33-35; Sergio Villalobos R., Portales, una falsificación histórica,
Editorial Universitaria, Santiago, 1982, pp.
107-112.
Hacia finales de 1858 los liberales intentaron crear opinión pública a favor de la
convocatoria a una Asamblea Constituyente. Para ello fundaron clubs políticos y periódicos en Santiago, Valparaíso, San Felipe, Talca, Concepción, Los Ángeles, La
Serena, Caldera y Copiapó. Pero sus esfuerzos fueron anulados por las medidas
autoritarias adoptadas por el gobierno de
Manuel Montt, que decretó el estado de
sitio el 12 de diciembre, cerró los centros
opositores y encarceló a las principales figuras del liberalismo. El Club de la Unión
de Santiago y el periódico La Asamblea
Constituyente fueron los principales blancos de la represión gubernamental. Benjamín Vicuña Mackenna, Isidoro Errázuriz, Ángel Custodio Gallo y los hermanos
Manuel Antonio y Guillermo Matta, entre otros, fueron encarcelados y sometidos
a proceso por sedición. Poco después los
opositores se alzaron en armas, pero al cabo
de unos meses de combates su “Revolución Constituyente” fue aplastada por el
gobierno. Pedro Pablo Figueroa, La Revolución Constituyente (1858-1859), Imprenta Victoria, Santiago, 1889; Luis Vitale,
Interpretación marxista de la historia de Chile,
2ª ed., tomo III, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1973, pps. 249-287; Grez,
ob. cit., pp. 401-438.
21
22
23
24
25
26
Sobre el proyecto populista alessandrista,
véase, Julio Pinto y Verónica Valdivia: ¿Revolución proletaria o querida chusma? Socialismo y Alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932), Lom
Ediciones, Santiago, 2001; Sergio Grez
Toso: “El escarpado camino hacia la legislación social: debates, contradicciones y encrucijadas en el movimiento obrero y popular (Chile: 1901-1924)”, en Cuadernos
de Historia, diciembre de 2001, Santiago,
pp. 160-178; y “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular y
los mecanismos de conciliación y arbitraje
(Chile, 1900-1924)”, en Historia, vol. 35,
Santiago 2002, pp. 138-149.
“La formación del Comité Obrero Nacional”, Justicia, Santiago, 27 de enero de 1925.
Salvador Barra Woll, “Nuestros puntos de
vista. La Constituyente y sus bases”, Justicia,
Santiago, 29 de enero de 1925.
“Asamblea Constituyente de Obreros e Intelectuales”, Justicia, Santiago, 8 de marzo de
1925.
“El nuevo gobierno del país. Las bases del
próximo Congreso Constituyente de Asalariados e Intelectuales”, Justicia, Santiago,
1º de febrero de 1925.
Ibid. La pretensión del Partido Comunista
de asegurar una cuota de cuatro representantes de sus filas en la “Constituyente chica”, fue rechazada por la mayoría de los integrantes del Comité Obrero Nacional que
adujeron que dicho partido ya estaba representado a través de los delegados de la
Federación Obrera de Chile. Esta decisión
motivó el retiro del representante comunista del Comité Obrero Nacional y la acusación en contra de ese organismo de dar
espacio a “elementos de partidos burgueses”. “Las actividades obreras alrededor del
movimiento militar”, Justicia, Santiago, 5
de febrero de 1925; “Actividades del Comité Ejecutivo Nacional”, Justicia, Santiago, 9 de febrero de 1925.
“La delegación del Comité Obrero Nacional”, Justicia, Santiago, 16 de febrero de
1925; “Lota. Ecos de la jira hecha por el Comité Nacional Obrero”, Justicia, Santiago, 21
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de febrero de 1925. En algunas provincias
como, por ejemplo, en Llanquihue, se efectuaron convenciones regionales pro-Asamblea Constituyente. “La Gran asamblea de
anoche de obreros e intelectuales. Se forma el Comité Obrero Rejional”, La Jornada Comunista, Valdivia, 13 de febrero de
1925; “La Convención regional de Llanquihue pro-Asamblea Constituyente”, La
Jornada Comunista, Valdivia, 19 de febrero
de 1925.
Rossel había sido nombrado por la Junta
de Gobierno militar como miembro oficial de
la comisión de festejos en honor al presidente Alessandri con motivo de su retorno
al país. “Asamblea Constituyente de obreros e intelectuales”, Justicia, Santiago, 10
de marzo de 1925.
Ibíd; “Asamblea Constituyente de obreros
e intelectuales”, Justicia, Santiago, 12 de
marzo de 1925; “El grandioso triunfo del
Comunismo en la Asamblea Obrera e Intelectual” y “El Congreso Constituyente de
Obreros e Intelectuales pone fin a sus labores el Miércoles en la noche”, Justicia, 13
de marzo de 1925; Carlos Contreras Labarca: “Una polémica que debe terminar”,
Justicia, Santiago, 17 de marzo de 1925;
“La opinión de ‘El Mercurio’ sobre la actuación que cupo a los trabajadores”, Justicia, Santiago, 18 de marzo de 1925. “¡Alerta
comunista!”, Justicia, Santiago, 28 de marzo de 1925.
“Principios constitucionales de la República
de Chile. Aprobados por la Asamblea de
obreros e Intelectuales”, Justicia, Santiago,
14 de marzo de 1925; “Principios porque
debe luchar el proletariado en las elecciones para la Constituyente. Aprobados en el
Congreso de Asalariados e Intelectuales celebrado en Santiago el 8 de marzo de
1925”, La Jornada Comunista, Valdivia, 4
de junio de 1925.
Manuel A. Silva R.: “El Congreso de asalariados y los debates doctrinarios. La Cámara Funcional gremial a base gremial”, Justicia, Santiago, 22 de marzo de 1925.
Gabriel Salazar V., “Movimiento social y construcción de Estado: la Asamblea Constituyente
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popular de 1925”, Documentos de Trabajo, Nº133, Centro de Estudios Sociales y
Educación SUR, Santiago, noviembre de
1992, p. 15.
Arturo Alessandri Palma, Recuerdos de gobierno, tomo II, Editorial Nascimento, Santiago, 1967, pp. 167-163; Gonzalo Vial,
Historia de Chile (1891-1973), vol. III,
Empresa Editora Zig-Zag S.A., Santiago,
2001, pp. 536, 537. Es importante destacar
que casi todos los dirigentes sociales militaban en algún partido político: Carlos
Contreras Labarca, Víctor L. Cruz y Manuel Hidalgo eran destacados líderes del
Partido Comunista; Fernando García Oldini y Onofre Avendaño eran dirigentes del
Partido Democrático.
Alessandri, ob. cit., p. 173.
Vial, ob. cit., vol. III, p., 537.
El Presidente Alessandri y su gobierno, Imprenta Guttenberg, Santiago, 1926, pp.
351.
“Sobre la Constituyente”, Justicia, Santiago, 30 de marzo de 1925.
Alessandri, ob. cit., tomo II, p. 173. Sobre
las razones que motivaron el cambio de posición de Alessandri respecto de la forma
cómo debía gestarse la nueva Constitución,
véase también, Vial, ob. cit., vol. III, pp.
532-536.
Alessandri, ob. cit., tomo II, pp. 177, 178.
En realidad, el único miembro de la “Constituyente chica” que participó en la única
comisión gubernamental que funcionó, fue
el comunista Manuel Hidalgo. Ignoramos
si el demócrata Nolasco Cárdenas, que también fue invitado a formar parte de ella,
había participado en la Asamblea de Asalariados e Intelectuales.
Salazar, “Movimiento social…”, ob. cit., p.
15. Sobre la “Cámara funcional” como alternativa a las “Cámaras políticas”, véase
Manuel A. Silva R., “El Congreso de los
Asalariados y los debates doctrinarios. La
Cámara funcional a base gremial”, Justicia,
Santiago, 22 de marzo de 1925.
Alessandri, ob. cit., tomo II, p. 229.
Felipe Portales, Los mitos de la democracia
chilena, vol. II. Desde 1925 a 1938, San-
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tiago, Catalonia, 2010, 34-39, Alessandri,
ob. cit., tomo II, pp. 189-242.
Portales, Ibíd.; Vial, ob. cit., vol. III, pp.
539-546; Alessandri, ob. cit., tomo II, pp.
228, 229.
Vial, ob. cit., tomo III, p. 546. Las cursivas
corresponden a destacados o cursivas en el
original.
Alessandri, ob. cit., tomo II, p. 235, 236.
Vial, ob. cit., tomo III, p. 548.
El texto íntegro de la Constitución de 1925,
con indicación de las reformas que sufrió posteriormente se encuentra en: http://
www.leychile.cl/Navegar? idNorma=131386
Al cabo de algunos años, los únicos elementos que no eran totalmente dóciles al gobierno dejaron de integrar esta comisión:
Alejandro Silva Bascuñán y Enrique Evans
abandonaron la comisión, molestos por la
lentitud de su trabajo y por su oposición al
decreto ley de disolución de los partidos
políticos; más tarde, Jorge Ovalle fue separado del grupo al ser objetado por Pinochet por su cercanía con el general Leigh, y
en 1979 falleció el ex rector de la Universidad de Chile, Juvenal Hernández. Ascanio
Cavallo, Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda: La historia oculta del régimen militar.
Memoria de una época 1973-1988, 2ª ed.,
Editorial Randomhouse-Mondadori, Mitos
Bolsillo, Santiago, 2004, pp. 425-427.
Ob. cit., pp. 426-441. Poco tiempo después,
Jorge Alessandri, profundamente irritado
porque sus propuestas de relativa liberalización del régimen no fueron tomadas en
cuenta, renunció a su cargo de presidente
del Consejo de Estado, pero no manifestó
públicamente su malestar y no se atrevió a
“cruzar el Rubicón” que lo hubiera llevado
a formar parte de la oposición moderada,
como se lo sugerían algunos dirigentes democratacristianos. Cavallo, Salazar y Sepúlveda, ob. cit., pp. 442, 443, 447 y 448.
Ob. cit., pp. 440, 441.
Robert Barros: La junta militar, Pinochet y
la Constitución de 1980, Editorial Sudamericana, Santiago, 2005, pp. 411, 412.
Cavallo, Salazar y Sepúlveda: ob. cit., pp.
444- 456.
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Ibíd, p. 455.
Ibíd, pp. 456, 457 y 852.
Citado en Barros, ob. cit., p. 255. Las cursivas son del autor.
Ramos, op. cit., p. 212.
El “texto refundido, coordinado y sistematizado” de la Constitución de 1980, que
EL AUTOR
Sergio Grez Toso, Dr. en Historia de la
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Desde 1992 se ha desempeñado como profesor en distintas universidades e
instituciones académicas chilenas. Entre 1994
y 1997 fue investigador del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Biblioteca
Nacional de Santiago de Chile. Entre noviembre de 1997 y febrero de 2010 ocupó el cargo
de director del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna (Santiago). Entre marzo de
2005 y marzo de 2009 fue director del Magíster en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS. Actualmente es profesor de
jornada completa del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y
Coordinador del Doctorado en Historia de la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la
misma casa de estudios. Su obra historiográfica está centrada en el estudio del movi-
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lleva la firma de Ricardo Lagos y sus ministros con fecha 17 de septiembre de 2005,
se encuentra disponible en: http://
www.leychile.clNavegar?idNorma=242302
Informaciones sobre este movimiento en:
http://chilenosconstituyente. blogspot.com
miento popular y la “cuestión social” en Chile. Sus libros son: La “cuestión social” en
Chile. Ideas y debates precursores (18041903) (Santiago, DIBAM, 1995); De la “regeneración del pueblo” a la huelga general.
Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890) (Santiago,
DIBAM, 1998, 1ª ed.; Santiago, RIL Editores,
2007, 2ª ed.); Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile
(1893-1915) (Santiago, Lom Ediciones,
2007); Magno Espinoza. La pasión por el
comunismo libertario (Santiago, Editorial de
la Universidad de Santiago de Chile, 2011);
Historia del comunismo en Chile. La era de
Recabarren (1912-1924), Santiago, Lom Ediciones, 2011. Además es autor de numerosos artículos y capítulos de libro publicados
en diversos países.
E-mail:
[email protected]
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DESDEMIORILLA
Mario Vargas Llosa
ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ
Se trata de un ensayo sobre la obra El sueño del celta de Mario
Vargas Llosa. Se hace un análisis de la novela, sus personajes y las
personas y eventos de la vida real que sirvieron de base al libro.
I
La publicación de El sueño del celta, la
más reciente novela de Mario Vargas Llosa, coincidió con el otorgamiento a este del
Premio Nobel de Literatura (2010). Feliz
concurrencia.
En esta novela Vargas Llosa recurre,
una vez más, a la historia como fuente
narrativa. Se trata, en efecto, de la biografía novelada de un personaje que no solo
es histórico, en razón de la importancia histórica de sus actuaciones en la vida real,
sino que su vida fue, además, realmente
novelesca.
Roger Casement, figura central de la
novela, fue un irlandés que vivió entre 1864
y 1916, cuando fue cumplida la sentencia
de muerte a que había sido condenado por
un tribunal británico, acusado, entre otras
cosas, de traición a la patria, agravada por
el hecho de haberla cometido en tiempo
de guerra. En ese lapso relativamente corto de su vida Casement realizó una serie de
actividades que, por su carácter, bien pueden calificarse de hazañas, y le reportaron
un inmenso prestigio, dadas las dificultades
para realizarlas y la importancia mundial
de tales realizaciones, al punto de que dieron motivo para que el gobierno inglés le
hiciera un merecido reconocimiento, incluidas la concesión de un título de nobleza.
No obstante lo cual, aquel prestigio ganado a lo largo de muchos años de labor, con
particularidad en el campo diplomático,
paradójicamente se vino debajo de forma
aparatosa en dos o tres meses, hasta convertirlo en un ser furibundamente aborrecido y despreciado.
Casement fue, en la vida real, autor,
por encargo del gobierno británico, de sendos informes sobre la vil explotación de los
negros del Congo por la monarquía colonialista belga, y de los indígenas de la Amazonía peruana por las empresas extractoras
de caucho, sometidos a un régimen vilmente esclavista, de una brutalidad y de una
alevosía que todavía hoy, a muchos años de
los sucesos que narra la novela, enmarcados en las dos primeras décadas del siglo XX,
causan indignación y estupor aun en los
lectores más insensibles o indiferentes.
Ambos informes tuvieron una repercusión
mundial, y aunque no lograron su objetivo
primordial de cambiar radicalmente las
cosas, quedaron como vibrantes denuncias
del colonialismo.
Un hecho en la vida de Casement que
en la novela cobra particular interés, es
cómo aquellas experiencias produjeron en
camino real
Palabras clave: Vargas Llosa, El sueño del celta, novela, historia,
explotación, colonialismo, personajes, planos narrativos.
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él un cambio absoluto de pensamiento y
acción, al despertar su conciencia acerca de
las vilezas del colonialismo y convertirlo en
un ardiente y radical combatiente por la
independencia de su Irlanda natal, lo que
lo llevó a enfrentarse con valentía a la Inglaterra imperial, a la cual, sin embargo,
había servido con ejemplar dedicación y
pericia.
Su amor a la patria irlandesa y su
odio al colonialismo indujo a Casement
a cometer un grave error, el aliarse con Alemania contra Inglaterra, durante la Primera Guerra Mundial, convencido de que
la derrota de la Gran Bretaña por Alemania era la vía más segura para la ansiada
independencia de Irlanda. Esto dio origen a que, fracasados los planes militares
que había concebido con los alemanes,
fuese hecho prisionero por los ingleses,
sometido a juicio por traición y condenado a morir en la horca.
La manera como Vargas Llosa enfoca
la vida y acción de Casement permite observar que, paralelamente a la denuncia que
hace el personaje sobre las atrocidades del
colonialismo y la explotación de los negros
africanos y los indígenas del Perú, la misma
novela se erige hoy día como una nueva
acusación de aquellos hechos, válida en tanto que, si bien la realidad actual no es
idéntica a la que se muestra en la novela,
de todos modos las circunstancias no han
variado radicalmente, y aún se practican
métodos de explotación cercanos a la más
abominable esclavitud.
No menos importante es el hecho de
que esta novela contiene un inquietante
muestrario de la perversidad de que es capaz el ser humano. Paralelamente se da en
ella también un testimonio de la lucha del
hombre por la libertad, y de cómo esta alcanza, según dijera José Carlos Mariátegui,
el valor de uno de los grandes y eternos
mitos universales.
II
El sueño del celta no ofrece mayores
aportaciones al arte de novelar. Su estructura, podría decirse, se corresponde con lo
que hoy ya es rutinario en ese punto. Uno
de sus mayores atractivos está en el juicioso
manejo de los planos temporales, dentro de
una concepción y una técnica puestas en
práctica sobre todo por los narradores del
boom, uno de los cuales, y de los más conspicuos, es precisamente Vargas Llosa.
La novela se va desarrollando, mediante la técnica de la alternancia o del contrapunto, entre lo que podría verse como la
actualidad para el narrador, y el pasado
correspondiente a diversos momentos en la
vida del protagonista.
En un primer plano narrativo se va
mostrando, de forma sucesiva, la vida del
personaje en la prisión donde aguarda,
al mismo tiempo, la hora de su ejecución y
el resultado de su solicitud de indulto o conmutación de sentencia. Curiosamente, el
mayor dramatismo en la vida del personaje
en esta parte de la novela no está, como
pareciera lógico, en la espera angustiosa de
la muerte que se presiente segura y a plazo
fijo, sino en la expectativa ante la solicitud
de clemencia. Esta había contado con el
respaldo de numerosas personalidades de
todo el mundo, entre ellas George Bernard
Shaw, y hasta el presidente Wilson, de los
Estados Unidos, había prometido interceder ante el gobierno británico, sin que, por
cierto, quede claro en el texto si cumplió o
no su promesa.
Los episodios de este primer plano
se van alternando con los del pasado del
protagonista, su viaje tempranero, como
III
Particular interés tiene en esta novela
la maestría con que Vargas Llosa describe
a sus personajes. Por ser una novela histórica, saca a sus actuantes de la realidad correspondiente al lapso que corre de 1903
a 1916. Sin embargo, una vez más se pone
en evidencia que, cuando se trata de novelas de alto nivel cualitativo, una cosa son
las personas reales que sirven de referentes a los personajes novelescos, y otra estos
mismos.
Es decir, los personajes de El sueño del
celta, aunque responden con toda precisión
a seres reales y figuran con sus propios nombres, pero son las creaciones de Vargas Llosa, elaboración por él con gran cuidado.
Particularmente el protagonista, Roger
Casement. No hay duda de que la persona
real, una vez descubierta, despertó en el
novelista primero una gran curiosidad, que
luego trascendió a un especial afecto. El
escritor no disimula el atractivo que la persona y sus hazañas despiertan en él, al margen de su realidad, de sus virtudes y defectos. De suerte que al construir, sobre esa
base real, su personaje, no puede menos que
trasmitir al lector su simpatía.
Tal simpatía se mantiene aun en el final, cuando la imagen del admirado héroe,
del esforzado irlandés que realiza la vibrante denuncia de las atrocidades del colonialismo, cae al extremo opuesto, y trasmuta
en un sujeto odiado y escarnecido por todo
el mundo, acusado de uno de los delitos
más repugnantes como es el de traición a la
patria –aunque irlandés de nacimiento,
Casement era ciudadano británico, en virtud de ser entonces Irlanda colonia inglesa–, agravado por la condición de homosexual, ejercida, aparentemente, con cierto
grado de depravación, en tiempos en que
en Irlanda, y en general en Inglaterra, tal
conducta despertaba un rechazo virulento, y en que la homosexualidad, en el mundo entero, era un atroz desprestigio. Todo
ello agravado aun por el hecho de que Casement no hacía nada por disimular su condición homosexual, y aun podría verse en
él cierta tendencia a hacer alarde de ello.
IV
El sueño del celta se inscribe, como
novela, dentro del concepto de lo real maravilloso que Alejo Carpentier definió con
gran precisión. No hay en ella, ciertamente, nada fantasioso o inventado por el novelista. Este se ciñó en todo momento a la
veracidad de los hechos, reconstruidos minuciosamente a través de una rigurosa investigación, que le llevó largo tiempo. Y
como se trata de hechos de por sí maravillosos, en tanto insólitos, narrados, además,
camino real
simple aventura, al África; su presencia,
sobre todo, en el Congo colonizado por los
belgas, encargado por el gobierno británico de levantar un informe sobre las atrocidades a que eran sometidos los nativos congoleses por los enviados de la monarquía
belga, bajo el reinado de Leopoldo II, quien
pretendía justificar su presencia en la colonia africana con el pretexto de que el propósito era llevar la civilización a aquellos
pueblos primitivos, cuando en realidad se
trataba de la explotación, en mucho irracional, del látex que abundaba en la selva
congoleña.
Lo mismo ocurre con el viaje de Casement a la Amazonía peruana, de nuevo con
el encargo del gobierno inglés de un informe sobre el trato ignominioso que los caucheros de la compañía del siniestro Julio C.
Arana le daba a los indígenas.
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camino real
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con una técnica y un lenguaje adecuados,
de todo ello resulta un relato singular, en
que el lector, aun a sabiendas de que se trata de sucesos históricamente veraces, tiene
la certeza de que lee una novela, y por tanto una obra de ficción.
Esto me lleva a reiterar un planteamiento que he hecho otras veces, sobre
la necesidad de redefinir el concepto de
ficción literaria. Ya esta no sería sólo producto de la invención del autor, sino que
habría una ficción que podríamos llamar
estilística, es decir, una ficción que, más
que provenir de la invención de hechos y
personajes, se basaría en la manera de contar tales hechos, de modo que, sin perder
estos, ni los personajes, su empaque veraz, produzcan, no obstante, en el lector
el efecto que induce la lectura de un hecho
literario en la cual predomine la invención
o la fantasía del escritor.
Uno de los mayores méritos de esta
novela radica en que, aunque narra hechos
reales, cuyo desenlace es de antemano conocido, o al menos presentido por la mayoría de los lectores, el autor logra mantener el suspenso.
V
Podría decirse que, de todas novelas
escritas y publicadas por Mario Vargas Llosa, esta es la menos novelesca. No es una
paradoja. Sin dejar de ser novela, El sueño
del celta, en la misma línea de La guerra del
fin del mundo y La fiesta del Chivo, del propio Vargas Llosa, muestra una marcada influencia del periodismo, que él ha ejercido
Cabe decir también que es esta la primera novela de Vargas Llosa en la que el
autor descuida, hasta cierto punto y por
decirlo de algún modo, el lenguaje. Las
novelas de Vargas Llosa siempre se han caracterizado, entre otras cosas, por la perfección formal, en que el lenguaje alcanza
un notable grado de atildamiento. En El
sueño del celta pareciera percibirse lo contrario, pues sin dejar de ser un texto muy
bien escrito, en ciertos momentos se echa
de menos aquella perfección lingüística.
Quizás en este caso estemos frente al hecho
de que Vargas Llosa, al escribir esta novela,
se atuvo, conscientemente o no, a su veteranía como narrador, y dejó plena libertad
a su escritura.
En fin, El sueño del celta no es la mejor
novela de Mario Vargas Llosa. Pero es una
excelente novela.
EL AUTOR
Destacado intelectual venezolano.
Personalidad distinguida de la cultura latinoamericana, que dirigió durante años la
Editorial Monte Ávila.
E-mail:
[email protected]
[email protected]
camino real
en paralelo con su oficio de novelista. No
sería aventurado sugerir que la obra pareciera más bien un gran reportaje periodístico en que se narra la vida de una
persona famosa. En ella la minuciosidad
en las descripciones de personajes y de
lugares, o en el relato de determinados
episodios, así como la inserción frecuente de pasajes en los que el narrador emite
opiniones o interpretaciones de los hechos, parecieran más atribuibles a la pretensión de objetividad de un periodista
que a la subjetividad literaria de un novelista. Lo mismo ocurre con el “Epílogo”, esencialmente antinovelsco, con que
Vargas Llosa cierra la novela, en el cual,
prescindiendo de todo propósito literario, registra una serie de datos sobre la
vida real de Roger Casement. La detallada búsqueda realizada antes de escribir
el libro, con observación in situ de los lugares de África e Hispanoamérica en que
ocurrieron los sucesos que dan cuerpo a
la historia, fue una investigación típicamente periodística.
Pero, como dije más arriba, el lector
siente que se trata de una novela, y no de
un texto periodístico. Ello se debe a que,
aun cuando el autor usa abundantes recursos periodísticos, da a los sucesos narrados y
a los personajes un tratamiento novelesco.
De ahí que, como también ya he señalado,
los personajes, por ejemplo, todos absolutamente veraces, cuando actúan en la novela dejan de ser las personas que en la vida
real les sirven de referentes, y pasan a convertirse los personajes de Vargas Llosa. Trasmutación vedada al periodismo, que no
puede despojar a los personajes ni a los sucesos narrados de su auténtica catadura,
mientras que la novela, para ser tal, necesita dejar a un lado la objetividad real, y asumir una subjetividad estética.
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camino real
Objetivo del concurso: Promover el ejercicio del pensamiento y la comunicación de ideas y valores sobre
aspectos fundamentales de su realidad social.
Participantes:
Jóvenes de 18 a 35 años de edad, residentes en el país y en el extranjero.
Criterios:
1.
Esta edición del concurso está dedicada al género ensayo. Cada participante podrá presentar un máximo
de dos propuestas. El tema a tratar es “Las luchas por la democracia y verdadera libertad en la República
Dominicana”; el ensayo presentado a concurso debe distinguirse por la sensibilidad ética, estética y la
perspectiva crítica con que el autor o la autora lo desarrollan.
2.
Los trabajos deben ser originales, no plagiados, no publicados en ningún medio digital ni escrito, y si se
llegara a comprobar algún plagio, la Fundación no asumirá la responsabilidad, quedando responsable el
autor que sometió la obra.
3.
El Jurado considerará el grado de dominio del tema seleccionado, la calidad de la redacción, la ortografía
y la composición, así como el grado de creatividad presente en la obra.
4.
El ensayo debe ser presentado por escrito (digitado), en letra a tamaño 12 y a doble espacio, en una
extensión mínima de seis (6) páginas y un máximo de quince (15) páginas.
5.
Cada ensayo debe presentarse en un original y tres copias. Cada ensayo deberá figurar con una página de
presentación que contenga el título del ensayo y el seudónimo de su autor o autora. De figurar algún dato personal
del autor (a) en la página de presentación, el ensayo quedará descalificado. Dentro del sobre principal, en un sobre
aparte, cerrado e identificado sólo por el seudónimo y el título del ensayo, debe figurar una hoja con sus datos
personales que contenga: nombre del autor o autora, edad, fecha de nacimiento, número de cédula de identidad,
universidad o centro educativo en que estudia (si corresponde), teléfono, dirección electrónica (email) y dirección
residencial, más un CD, que contenga el ensayo y sus datos. Este sobre principal debe contener todo lo antes
mencionado y debe estar sellado e identificado con el título Concurso Literario para jóvenes Camino
Real. Debe entregarlo o enviarlo a la Fundación Juan Bosch, ubicada en la calle Paseo de los Locutores No.
43, 2do piso, Ensanche Evaristo Morales, Santo Domingo, D.N.
6.
La fecha límite para la entrega de los trabajos será el viernes 30 de septiembre de 2011, a las 4:00 de la
tarde.
Premios
Habrá un único premio dotado de cincuenta mil pesos (RD$50,000), el diploma oficial del Concurso, la colección de libros
del Centenario del Profesor Juan Bosch y la publicación del ensayo en una edición especial de la revista Camino Real.
El jurado podrá otorgar tres Menciones de Honor dotadas de diez mil pesos (RD$10,000), el diploma de
reconocimiento y la publicación en la revista Camino Real.
El acto de premiación se celebrará en diciembre de 2011.
La Fundación Juan Bosch tendrá los derechos de la primera publicación de los ensayos premiados.
El jurado del concurso estará compuesto por destacados escritores e intelectuales del país.
Para más información diríjase a: Fundación Juan Bosch. Calle Paseo de los Locutores No. 43, Ensanche Evaristo
Morales, Santo Domingo, D.N. con los teléfonos.: 809-472-1920/809-472-2805, visite nuestro blog:
fundacionjuanbosch.blogspot.com o escriba al correo electrónico: [email protected]
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Las luchas por la democracia y la verdadera libertad en la República Dominicana
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BASESDELCONCURSOCAMINOREAL2011
BASES DEL CONCURSO LITERARIO PARA JÓVENES CAMINO REAL 2011
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