La Intrusividad Del Otro

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"La Intrusividad Del Otro"
(*) Reunión Lacanoamericana De Psicoanálisis: Florianópolis, 2005.
Stella Maris Rivadero
“Cuando se trata del hombre, tal relación entre la satisfacción del sujeto y la satisfacción del
otro- entiéndalo bien, en su forma más radical- siempre está en tela de juicio”. (1)
El padecimiento sobre el cual hoy me centraré no se sitúa en la gravedad extrema, no está
entre la vida y la muerte, pero sí se acentúa en la tensión permanente entre el yo-ideal, el
super-yo y el ideal del yo. Ideal que queda consumido en la obligatoriedad de obediencia al
super-yo. Obediencia que exige un comportamiento paradojal para responder a una exigencia,
asimismo parodojal e incumplible: “Así como el padre debes ser, así como el padre no debes
ser”.
Podemos preguntarnos en qué registro ubicar la dificultad de aquellas neurosis narcisísticas
cuyo conflicto se juega en el deslizamiento y confusión entre lo que es del campo del ideal del
yo y lo que atañe al super-yó.
Tomando como soporte lo elaborado por Lacan acerca del Nudo borromeo, consideramos las
tres cuerdas y la escrituración de las tres faltas en los tres registros: en lo Imaginario -j, en lo
Real el significante fálico F, en lo simbólico el S1 el rasgo unario.
Tres registros anudados por un agujero central, nido del a, resto caído de la operación
alienación-separación entre el sujeto y el Otro, objeto que causará el deseo a condición de
que ninguna de las tres cuerdas tapone el agujero central. Si esto ocurriere, la intrusividad del
Otro cubrirá el campo del sujeto y lo dejará inerme: “una mirada de lo real delante de lo cual
el sujeto está completamente inerme” (2).
Cuando la cuerda de lo S avanza sobre lo R, tenemos el síntoma; cuando lo Imaginario
avanza sobre lo S, tenemos la inhibición, y cuando lo R avanza sobre lo Imaginario,
tendremos la angustia. Las neurosis narcisistas pivotean entre la inhibición y la angustia, la
masiva, la del desamparo que no permite alertar acerca de qué objeto se trata.
Freud mencionaba el trauma como aquello que tenía que ver con lo sexual y, posteriormente,
Lacan toma la entrada del parletre en el lenguaje como aquello que va a originar lo traumático.
Para cualquier neurosis, esto tiene un valor referencial y permite avanzar en el dispositivo
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analítico en esa teoría traumática para localizar no solamente una causa eficiente, sino
también lo que pueda contornear el objeto causa de deseo.
(gráfico disponible en biblioteca)
1
El neurótico cuenta con un objeto en su fantasma para proponer como tapón de la falta del
Otro, en la medida en que ese Otro se haya mostrado en falta para alojar ese objeto. En las
neurosis narcisistas nos encontramos con serias dificultades en el tiempo de alienación, y el
consiguiente problema de configuración fantasmática.
La intrusividad del Otro, aunque permitió el desgajamiento del Rasgo unario, no posibilitó que
este rasgo se haga señalador del objeto a –fantasma de la propia desaparición-. En la
gravedad no ha habido posibilidad de que el sujeto pudiera recortar adecuadamente un objeto,
en la medida en que no fue suficientemente demandado en ser ese falo que restañe la falta en
la madre -tomando en cuenta que la demanda es siempre demanda de amor y como tal es
siempre demanda de otra cosa-.
Pulsión y demanda no siempre logran anudarse. En tanto ese lazo no es natural, es gracias a
la demanda del Otro que se va a poder organizar algo del movimiento deseante del sujeto.
¿Cómo trabajar para que ese objeto -recortado y liberado de la fijeza- en el transcurso de un
análisis, devenga objeto-causa de deseo?
Sin el adecuado recorte separador en el campo del Otro, nos encontramos con una fijeza que
impide la aparición o creación de otro objeto. No hay posibilidades de perderlo y encontrar
otros; en consecuencia, no es posible un trabajo de duelo, recordando que estamos de duelo
por quien representábamos su falta, en tanto persiste la nostalgia de Otro a quien no se
termina de poder perder.
Cuando emerge algo de un vacío que implica la relación a un objeto perdido, pero que
paradojalmente nunca estuvo, los pacientes graves lo taponan rápidamente con el consumo
de cualquier cosa, pudiendo ser consumo de hombres, mujeres, fármacos, ropa, juego, etc., al
modo de un objeto protésico.
Si en la gravedad no se pudo pesquisar en qué le hizo falta al Otro, estos analizantes se van a
proponer como un todo entero, generalmente con su yo, para intentar encontrar un lugar en la
economía libidinal de ese Otro que fue esquivo en su don de amor, -dar lo que no se tiene a
quien no lo es-. Freud nos mencionaba la Liebesversagung – la frustración de amor- -como
causa etiológica de neurosis narcisistícas. (3)
¿Qué es lo que ellos están ofreciendo en forma mortífera? Están ofreciendo su ser, no pueden
jugar ni con el objeto ni con el Yo. El único objeto que ofrecen es el Yo, quedando la libido
acantonada en el mismo, lo que inhibe la posibilidad de construir objeto parcial.
En el Yo y el Ello, Freud explicita los enunciados paradójicos con que el superyó martiriza al
yo: “El superyó debe su posición particular dentro del yo, o respecto de él, a un factor que se
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ha de apreciar desde dos lados, primero es la identificación inicial ocurrida cuando el yo era
todavía endeble y el segundo, es el heredero del complejo de Ëdipo y, por lo tanto introdujo
en el yo los objetos más grandiosos. El yo debe servir a tres amos y sufrir la amenaza de tres
peligros por parte del mundo exterior: de la libido, del ello y de la severidad del superyó”. No
podríamos precisar qué es lo que el yo teme del peligro exterior del peligro libidinal del ello” 4.
La frustración de amor por parte del Otro materno deja al sujeto más expuesto a los embates
del superyó. Podemos decir que el superyó es aquello que se sedimenta en la dificultad o en
lo no tramitado del don simbólico, que es el don de la falta.
En tanto, el Ideal del yo no adquiere un valor propiciatorio sino que queda coagulado en la
imagen yoica; una imagen pétrea que no tiene agujero. El yo de los pacientes graves
representa lo que ellos son, van a primar las relaciones especulares y la transferencia va a
estar teñida con esta coloratura, en algunas ocasiones con un tinte paranoide.
Borrando la huella de goce del Otro, podrá tener a disposición su unario. Así podrá contar con
el “eso no es eso” para poder sustraerse a futuro de la demanda de cualquier otro que le
solicite ser objeto a disposición de goces espúreos que lo alejen de su deseo.
Su primer respuesta será pesquizar qué le hace falta al otro y hacerse cargo de lo que lee
como lo que le hace falta a ese. Cómo se ofrece, sacrificando el yo como objeto para cubrir
eso que supone le hace falta al otro, será por el camino de la angustia-señal que quede
advertido de la endeblez de su oferta y la inutilidad de su goce. La única salida posible, nos
dice Lacan, en el tiempo lógico, es la que soporta al otro, ya no como uno entre otros, sino
como ese pequeño que es bajo la mirada de los otros, experiencia de la otredad que nos
habita.
¿Cuáles serán las operatorias del analista con estos analizantes?. Si como analistas nos
ubicamos de entrada en una posición real, con nuestra presencia, vamos a garantizar, de
alguna manera, el despliegue del decir analizante.
A diferencia de las neurosis de transferencia, con las cuales habitualmente trabajamos contra
el sentido para no engordar el síntoma, en estos casos construimos sentido, ya que sin un
piso de sentido ofertado, no es posible deshacer algún sentido Como condición previa será
necesario la extracción del yo ideal del fondo del espejo. (4)
El trabajo con la gravedad no va exclusivamente por la línea del significante, sino que
intervenimos fundamentalmente en cuerda real y en cuerda imaginaria. La entrada por cuerda
imaginaria le dará algún sentido a aquello que les acontece.
El estar disponibles para ellos implica la posibilidad de hacer una diferencia con ese Otro
primordial que estuvo de una manera poco confiable, ya que ese Otro no se privó de gozarlos
fálicamente y no hubo demanda para ser significados fálicamente.
Vamos a intentar que emerja la angustia, señal aquella que emerge cuando falta la falta. La
angustia, en tanto bitácora de la dirección de la cura, nos permitirá leer el lugar donde el
sujeto se encuentra aún retenido en su goce, pero también vectorizar su posición deseante.
No solamente para que confíen en nuestra palabra, sino también para que confíen en su
propia palabra; para que hagan su apuesta al inconsciente para dar lugar a las formaciones
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del inconsciente. Por ejemplo, para que la palabra recorte ese borde, que es la garganta,
desde donde se emiten los sonidos. Lugar que además es el mismo que se usa para hablar y
para comer. La misma zona erógena donde podríamos empezar a pensar que se conjuga la
pulsión oral en su intrincación con la pulsión invocante.
En la gravedad no solamente hay carencia de un bien decir sino también han tenido
dificultades en haber sido alimentados de una manera amorosa; los fenómenos de la anorexia
y la bulimia dan cuenta de estas dificultades.
En consecuencia, los impasses se presentan en el armado de una respuesta fantasmática
frente a la pregunta fundante Che vuoi? en tiempos instituyentes. En la medida en que el Otro
primordial no ha donado su falta, el sujeto no pudo leer finamente en qué le pudo haber hecho
falta o quizás leyó demasiado bien qué estaba destinado a ser tapón de la angustia de la
madre o eterno acompañante de una soledad descomunal.
Aquello que tendría que haber alimentado el ideal del Yo quedó en un cono de sombras y lo
que se transmitió fue la obediencia al mandato. Solemos encontrar un Otro en tiempo de
duelo, en tiempos instituyentes, donde el sujeto debe advenir. Ese Otro no pudo hacer don de
su amor, por lo cual el sujeto quedó apresado en esa posición enloquecedora.
En el segundo despertar sexual tampoco hubo una respuesta del Otro, con lo cual se confirmó
que el sujeto sólo podía ser un consuelo del Otro. Estas vicisitudes en la construcción del Yo y
del campo imaginario tienen también como una de sus consecuencias la dificultad de armar el
potlach (5), armar el circuito de intercambio con los otros.
La extracción y apropiación del rasgo unario permite la pacificación de las relaciones con los
otros, los semejantes que advienen a la categoría de prójimos cuando la diferencia se hace
soportable y respetable, limitándose la especularidad y la dialéctica hegeliana, del amo o el
esclavo, el otro o yo. Tensión entre poder leer las demandas de los otros y una respuesta
adecuada a los intereses del sujeto. Intereses que excluyen la pureza del ser, la santidad y la
armonía universal, negadora de las diferencias que enriquecen.
Para que ellos puedan empezar a leer que hay algo más allá del dicho, que resuene el decir y
que hay algo más allá del espejo agujereando el campo Imaginario y balizando con lo
Simbólico para dar lugar a canales fálicos por donde circule el a como causa.
Si lo anterior fracasa es por la inadecuada salida del espejo, donde la mirada del Otro
desconoció el real del niño, sólo pudo mirar y nombrar una imagen virtual, impidiendo que el
niño cuente con su propia reserva libidinal para restarse del Otro sin tener que pagar el caro
precio de una vida sin vida atormentado bajo el modo injurioso del goce superyoico. Frustrado
de amor y no frustrado de goce, queda bajo el peso oscuro del mandato, con la única chance
de nominación cronificada imaginaria, sin poder jugar el juego de la vida con una creativa
tensión lúdica.
NOTAS:
(1) Lacan, Jacques: Seminario 2 El Yo en la teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica.
Paidós 1984
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(2) Lacan, Jacques: Seminario 24 L´Insu
(3) Freud, Sigmund: Introducción Zur Psychoanalise des Kriegneurosen (1919) .Obras
Completas Amorrortu editores.
(4) Freud, Sigmund: El yo y el Ello. Los vasallajes del yo. Cap.V. (1923). Volumen 19 Obras
completas Amorrortu.
(5) Agradezco a Silvia Amigo, porque su libro .... me permitió articular estos problemas clínicos
con su enlace teórico.
(6) Jacques Lacan : menciona el potlcha en relación al intercambio, y al don de amor. Esta
lógica implica regalar para hacerse amigo y mezclar el alma de uno con las de los otros, a
través de los dones e intercambios, incluyendo la devolución de los regalos y también de las
malas acciones. En el Seminario 4 Las relaciones de objeto y las estructuras freudianas”
Paidós 2004. Esta lógica implica regalar para hacerse amigo y mezclar el alma de uno con las
de los otros, a través de los dones e intercambios, incluyendo la devolución de los regalos y
también de las malas acciones.
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