Avatar Meher Baba

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MEHER BABA
Su Vida en la Tierra
Biografía Del Avatar De Esta Era
TOMO I
1894 - 1922
BHAU KALCHURI
Título original en inglés:
Meher Prabhu. Lord Meher. The Biography of Avatar Meher Baba. Volume One. 1894/1922.
Texto original escrito en hindi por Bhau Kalchuri, 1971/1973. Copyright 1973.
Traducción inglesa por el autor, asistido por Feram Workingboxwala, 1973/1974.
Las vidas de Shahr-yar y Shireenmai certificadas por su hija, Mani, 1986.
Recopilación de manuscritos traducidos por David Fenster, 1980/1985 y manuscritos adicionales 1995/1996.
Recopilación de fotografías por Lawrence Reiter.
Edición final por Lawrence Reiter, 1985/1986 y reedición 1996.
Asistencia Técnica con el texto de la segunda edición, Douglas Cox, Tom Talley, John Dietz, Summer Turner, Louise Garnant y David Fenster.
Copyright en hindi del autor, 1973.
Copyright de la traducción en inglés, Lawrence Reiter, 1979.
Se hallan reservados todos los derechos. No está permitida la reproducción total ni parcial de este libro, ni la recopilación en un sistema informático, ni
la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos, salvo de breves extractos a efectos de reseña, sin la
autorización previa y por escrito del editor o el propietario del copyright.
Copyright de las palabras y mensajes de Meher Baba incluidos en esta edición, Avatar Meher. Baba Perpetual Public Charitable Trust, King´s Road,
Ahmednagar, M.S. 414001, India.
Copyright de las citas del libro “Dios Habla”, Sufismo Reorientado, 1300 Boulevard Way, Walnut Creek, CA 94595.
Traducción y compilación:
Fundación para las Artes
Amigos del Amigo Avatar Meher Baba
EL LILAH – JUEGO DIVINO
Solamente un ser humano Perfecto, que alcanzó el estado divino de Sahaj Samadhi (la Consciencia de Dios más la consciencia de la Creación) puede entender la vida del Avatar. Una persona común y corriente, cubierta con la ignorancia sanskárica,
nunca puede captar qué es la infinitud del Avatar. La vida terrena del Avatar se halla totalmente más allá de lo imaginable,
pues ¿quién podrá tener una idea de su labor interior y de su
actividad universal? Sin embargo, recorriendo este heterogéneo
mundo y mediante su labor y su actividad externas, el Canto del
Vino (de Amor) surge para enlazar al cantor con el Infinito y le
inspira para que cruce los mares de Maya (la Ilusión).
Cada acto del Avatar es su lilah o juego cósmico. En el libro Meher
Prabhu, hice todo lo posible para esbozar un cuadro de ese juego.
Este libro incluye no sólo un estudio histórico del advenimiento de
Meher Baba desde el comienzo, sino también lo que personalmente
experimenté al estar en estrecho contacto con Él, día y noche, durante muchos años. Esta obra constituye, sobre todo, el cumplimiento de lo que Meher Baba me ordenó directamente: que escribiera esta biografía. Puesto que soy un testigo del lilah de Meher, durante
muchos años en este plano físico, los sucesos que tengo grabados
en mi mente y en mi corazón se volvieron palabras cumpliendo sus
deseos. Sin embargo, la culminación de estos escritos, de acuerdo
con sus órdenes, fue posible únicamente a través de Él.
Estoy muy en deuda con Adi K. Irani, secretario de Meher
Baba durante muchos años, quien puso a mi disposición sus
constancias oficiales y permitió que Feram Workingboxwala
me ayudara a recopilar el material de este libro y a traducir los
documentos respectivos del gujarati y del marathi al inglés.
Feram se sintió inspirado para brindar su ayuda y, puesto que
era el encargado de la correspondencia y de los mensajes de
Meher Baba, su ayuda fue de incalculable valor. También se sintió inspirado para traducir al inglés todo lo que originalmente
escribí en hindi. Sin la versión de Feram, esta biografía habría
tardado muchos años más en llegar a los lectores.
Ha sido la labor de amor de mi hijo político, David Fenster,
por varios años tipeando y retipeando, revisando y corrigiendo
los extensos textos traducidos, incluyendo numerosas notas adicionales, lo que llevó a preparar el manuscrito para su publicación en idioma inglés. Su fiel servicio y su exacta y entera compilación del material han sido invaluables.
Me inclino ante el amor de mis allegados y amigos que me
proporcionaron minuciosa información en esta obra:
A las mujeres mandali de Meherazad: Mehera J. Irani, Mani, Dra.
Goher, Rano Gayley y Naja.
A los mandali de Meherazad: Eruch Jessawala, Baidul, Aloba,
Pendu y Kaka Baria.
A los mandali de Meherabad: Padri, Mansari y Sidhu.
A los mandali de Ahmednagar: Adi K. Irani, Chhagan,
Sarosh K. Irani y Feram.
Mis contactos personales y los relatos que reuní corresponden a muchas flores del Jardín del Amado. También compartieron conmigo la fragancia de su amor por Él:
Jangle, Nana Kher, Sushila, la hermana de Vishnu, y Tara, en
Meherabad; Bhau Cheema, Lala Kamble y Ramaji, de la aldea de
Arangaon; Bhagirath y Kokila Tiwari, Dhakephalkar, Meheru
Mehta, Nusserwan Satha, Rangole, Rustom Kaka, Waman
Padole y mi esposa Rama, mi hija Sheela y mi hijo Mehernath
Kalchuri, en Ahmednagar.
Me dieron a conocer sus anécdotas, en Bombay, los siguientes: Khorshed K. Irani, Alami Katrak, Arnavaz y Nariman
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Dadachanji, Asthma, Dina Talati, Homa Dadachanji, Jal y
Dolly Dastur, Katie Irani, Minoo, Bapai y Mehera Desai,
Raosaheb Afseri, Rhoda y Jim Mistry, Savak y Nargis Kotwal,
y Nargis Dadachanji.
También compartieron conmigo sus anécdotas, en Poona, los
siguientes: Beheram S. Irani y su esposa Perinmai, Jal (hermano
de Baba), Rustom y Sohrab Irani, Babu Cyclewala, Gaimai, Manu
y Meherwan Jessawala, Jangoo y Gulnar Sukhadwala, Meherjee
Karkaria y Sadashiv Patel.
Finalmente, me inclino ante el amor que sienten por el
Amado todos los que participaron en este juego divino, tanto en Oriente como en Occidente y, de esa manera, hicieron posible documentar para la posteridad la historia de este
Advenimiento Avatárico.
Bhau Kalchuri
MI PADRE
Todavía tengo ante mi vista, oh padre mío, tus terribles sufrimientos en la noche del 24 de enero de 1969; fue entonces
cuando me pediste que escribiera tu biografía en verso. Tu delicado cuerpo, que fue como una flor, soportó el peso infinito
de la ignorancia universal, para que los rayos de la Consciencia
brillaran poco a poco, en cada reino de la evolución. Ese agobio
aplastaba y despedazaba tu cuerpo. Cada ligero movimiento
de tu parte te provocaba dolorosas descargas eléctricas que yo
contemplaba como espasmos. Me es imposible medir, imaginar
o tratar de calcular el grado de tu sufrimiento.
En ese estado crítico, moviste lentamente tus dedos para decirme: “Te estoy asignando una labor muy importante. Debes
escribir mi biografía en verso”.
Mientras me hacías esos gestos, yo observaba cómo soportabas los dolorosos espasmos causados por los movimientos de
tus dedos. Tu cuerpo se elevaba del lecho, un espasmo tras otro,
y volvía a quedar postrado. Con el corazón destrozado, te supliqué: “Baba, ¿por qué me ordenas ahora que escriba el libro?
Espera y me lo dices cuando te sientas mejor”.
Pero tú seguiste haciendo tus gestos y sufriendo continuos
espasmos a medida que movías los dedos. Vacilantemente, durante casi treinta minutos me ordenaste: “Escribe ochocientas
páginas... Escribe de manera sencilla y atractiva... Hazlo muy interesante... Usa cuatro tipos de métricas poéticas... Escribe cien
páginas sobre mi manifestación... Te daré la métrica, y también
te daré a conocer mi manifestación posteriormente. No te preocupes, te lo explicaré todo”.
Lo único que pude hacer fue observarte. Mi corazón se negaba a cuestionar tus instrucciones, para que no se prolongara tu
agonía. Yo sólo quería que dejaras de hacer gestos para que tus
espasmos cesaran. ¿Cómo podía saber yo que, una semana después, tu cuerpo se desprendería de su conexión física con este
mundo, y que yo me vería obligado a llevar a cabo tus directivas con lágrimas de pesar en mis ojos?
Recuerdo que una vez me pediste que te trajera un ejemplar del Ramayana y te leyera unas pocas páginas de versos
pareados. Me acuerdo que me dijiste: “Vas a escribir mejor
que Tulsidas”.
Pero con tu partida, todo en la vida parece ahora vacío; aunque a veces siento los rayos de tu Presencia, esas ocasiones son
pocas y muy distantes unas de las otras.
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Oh Padre, te marchaste y estoy estremecido. Por esta razón,
no emprendí esta labor. Francis Brabazon me dijo: “Puesto que
Baba no te dio la métrica, estás liberado de lo que te ordenó y
no es necesario que escribas”.
Pero me pregunté si esto era verdad. Entonces, una noche
cumpliste tu palabra y me instaste a que escribiera. Te apareciste en mi sueño y me susurraste: “¿Querías la métrica? ¡Aquí
la tienes! ¡Tómala!” Entonces, señalaste un pizarrón lleno de escritos. Pero antes de poder leerlos, me desperté. Sin embargo,
entonces supe que deseabas que yo escribiera, y por eso empecé
a reunir el material. Pasé dos años y medio dedicado a esto y,
después de estudiar todo lo que reuní, estoy iniciando la labor
que me encomendaste. Sé que lo que me pediste que hiciera, lo
harás tú mismo. Yo soy solamente el instrumento, y este denso
instrumento que es la vida que recibí, dejo en tus manos.
Me has indicado con claridad que querías una muy minuciosa biografía tuya en prosa y por eso, antes de escribirla en
verso, estoy empezando con esto. Confío en que bendigas esta
obra. Sé que me darás la fuerza para completarla en las circunstancias que estoy afrontando.
Padre mío, soy totalmente tuyo. Eres todo para mí; ¡No hay
nadie más que tú! Que cada hálito de mi ser cuente con tu agrado para que se haga sentir de manera impactante lo que tú me
pediste que escribiera.
-BhauMeherazad 1971
LOS MAESTROS PERFECTOS
Los cinco ladrones más grandes del mundo
son los cinco Maestros Perfectos vivientes
de su tiempo.
Suelen robar el corazón de la gente,
y periódicamente también me roban y
me hacen descender en medio de ustedes.
Una y otra vez debo convertirme en lo que soy,
y cada vez se debe
a los cinco Maestros Perfectos.
Así, al encarnar,
(Persia, India, Nepal, Israel o Arabia)
en cualquier tiempo que sea,
se lo deberé siempre a aquellos cinco.
Jamás vengo porque yo lo deseo,
siempre son los cinco Maestros Perfectos
quienes me hacen descender (en forma humana)
en cada período Avatárico.
Ellos cinco tienen la llave de toda la Creación,
la cual contiene un número infinito de universos.
El hombre puede llegar a ser Dios
y los hombres que pueden llegar a ser Dios
pueden llegar a ser Maestros Perfectos.
Es a causa de los cinco Maestros Perfectos
que aparezco en la Tierra como hombre.
Ellos me hacen descender,
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y mi experiencia es la de ser todas las cosas,
y por eso digo que soy Dios,
Soy Todo.
El estado de realización de Dios
Conocimiento, Poder y Dicha Infinitos,
no puede describirse.
Sólo podrán conocerme
quienes alcancen la experiencia suprema
del estado consciente de Dios.
La realización de Dios se halla más allá del dominio de la mente.
Los cinco Maestros Perfectos son
las cinco Personas de su era
que no sólo llegan a ser Dios sino que,
después de alcanzar la realización de Dios, también descienden
a la consciencia corriente y normal del hombre.
Por ello, poseen simultáneamente la Consciencia de Dios
además de la consciencia mental, sutil y densa.
Al mundo nunca le faltan las cinco Personas
que son Conscientes de Dios, las cuales son Maestros Perfectos.
Todos los cinco Maestros Perfectos
Babajan,
Narayan Maharaj,
Tajuddin Baba,
Sai Baba,
Upasni Maharaj
juntos significan Yo: El Avatar.
Todos los cinco Maestros Perfectos
me han hecho descender,
y todo lo que he llegado a ser
es debido a estos cinco.
Poseo todos los atributos
de todos estos cinco Maestros,
y mi estado Avatárico abarca los cinco estados
de estos cinco Maestros Perfectos.
En consecuencia, las cualidades de todos estos cinco se hallan en mí.
Meher Baba
A pesar de que aparecen como cinco Personas diferentes,
son y siguen siendo siempre un solo Dios,
pues cada uno tiene exactamente la misma experiencia suprema
de la Consciencia de Dios.
No obstante ello, en las relaciones externas con el mundo,
cada uno muestra una personalidad distinta,
con sus propios rasgos característicos masculinos o femeninos,
sus gustos, su carácter, sus hábitos y
su modo de tratar a la gente.
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¡Tinieblas! ¡Tinieblas!
¡La oscuridad se esparce en todas las direcciones!
LAS LÁGRIMAS DE ESTA ERA
¿Qué puede dársele
a Quien lo tiene todo?
¡Nada le falta!
Sin embargo, la Nada
¿No se halla también incluida en la Perfección?
Le dedico todo,
pues renuncio a mi dicha por la Suya.
Si no soy capaz de ello... entonces ¡nada existe!
Cuando el siglo XIX tocaba a su fin, las tinieblas estaban expulsando a las fuerzas de la luz. Cada mente individual se había tornado inflexible y su infatuado ego se expandía. La mente
del hombre estaba despierta, sumamente activa, y en ese despertar del intelecto, su corazón se quedó dormido.
¡Qué lamentable ocaso tuvo lugar! ¡En qué lamentable estado se encontraba nuestra Era! Cuánta ira y cuánto sufrimiento habían perpetrado las tinieblas. La evolución de la consciencia quedó inmovilizada. Es imposible que avance sin la
intervención del Avatar.
Nuestra Era está llorando su trágico apremio. La pena y la
confusión la vencieron. Clama continuamente a Dios y lamenta sus infortunios. Las lágrimas de nuestra Era suplican a Dios
que salve al mundo. La luz de nuestros ojos se está extinguiendo a medida que se aproximan las tinieblas del día final. La ignorancia del hombre anda a tientas en la lóbrega noche y llora
su total desamparo y agotamiento.
Prisionera de su desesperación, nuestra Era ha olvidado que
siempre que derramó lágrimas, éstas fueron enjugadas. Los ciegos cuentan siempre con el cayado del Antiguo, y los cojos, con
su hombro. ¿Acaso el Antiguo no ha prometido a todas las Eras
que, siempre que las tinieblas expulsen a la luz, Él asumirá nuevamente un cuerpo para secar las lágrimas del hombre? Pero,
¿cómo puede nuestra Era recordar esto, cuando las nubes de las
tinieblas la ciegan y está debilitada y sin consuelo? Si nuestra
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Era recordara lo que el Antiguo aseguró, entonces tendría fuerzas para soportar su carga. Sin embargo, en esta época, su sufrimiento es demasiado grande y sus pruebas y penurias constituyen una tortura. Nuestra Era no puede soportar más.
La confusión de esta Era no es algo que se halle oculto para
Dios. ¡Éste es su juego! Ahora, la oscuridad parece triunfar en la
eterna lucha entre las tinieblas y la luz. Sin embargo, su aparente victoria sólo le acarrea su propia derrota. El misterio consiste
en que éste es el juego de la luz (del conocimiento) que permite
que la oscuridad (la ignorancia) se crea vencedora. ¿Qué es esta
oscuridad ante la refulgencia cuando un solo rayo de luz es capaz de absorber las tinieblas más profundas?
No obstante, estamos inquietos y desanimados; se nos acabó la paciencia. Nuestra angustiada Era solloza amargamente.
¿Cómo podremos implorar a Dios que acuda en nuestro auxilio? La voz de nuestra Era es demasiado débil. Nuestra mente es
limitada y desconoce el ilimitado accionar del universo. La autoridad divina cuenta solamente con los cinco Maestros Perfectos
de nuestra Era. Sólo ellos pueden ayudarnos. ¡Sólo ellos pueden
hacer que Dios Mismo tome forma humana!
¡Oh! ¡Cuán trágica es nuestra Era! ¿Durante cuánto tiempo
continuarán nuestras copiosas lágrimas? ¿Nos acordaremos de
la antigua promesa? Este mundo está a punto de morir; respira
ahogadamente. El hombre renunció a la esperanza. “¡Oh Era,
no llores!”, la voz divina empieza a hablar. “El mundo está durmiendo y, para despertarlo, el Que Despierta ha encarnado otra
vez. Fuerte es el alboroto del mundo, y para silenciarlo, el Que
Despierta observará silencio”.
“Todas las mentes están trabajando con celeridad y, para aniquilarlas a todas hasta cierto punto, el Que Despierta se convertirá en un buscador. A la humanidad se le mostrará el sendero
del amor. Sean pacientes; no desesperen. La intervención del
Antiguo está a punto de comenzar. El torrente de lágrimas de
nuestra Era se torna más lento. Reflexiona sobre lo que ha oído,
y su corazón habla: “¿El Antiguo? ¿El Que Despierta? ¿Podrá
esto ser cierto? Han pasado tantos siglos... ¿Podrá ser tan enorme la suerte?” Nuestra Era se detiene a contemplar a la Tierra,
en busca del origen de ese mensaje divino. Descubre a los cinco
Maestros Perfectos.
A pesar de su felicidad, nuestra Era comienza a dudar de
las noticias y se pregunta cómo el Antiguo puede nacer en esta
época. Después de reflexionar profundamente, se vuelve a desanimar y confundir. Pero oye la voz que una vez más la llama:
“¡Oh Era, no tengas dudas! ¡Él está aquí! Al ver tus lágrimas,
los cinco Maestros Perfectos trajeron al Sin Forma nuevamente
a la forma. Los cinco Maestros Perfectos cubrieron con un velo los ojos de El Que Despierta, pero lo levantarán a la hora señalada. Entonces, su labor y sus sufrimientos comenzarán una
vez más, y el vino del amor fluirá de Su mirada”.
Nuestra Era está convencida; una alegría y una esperanza
resplandecientes inundan su corazón. “¡Oh Dios! ¡Oh Dios, cuán
misericordioso eres! Cuán afortunados somos. ¡Finalmente,
nuestro Salvador, nuestro Redentor ha venido! ¡Cuánto anhelamos verle! Nuestra Era da un giro, y esto es lo que ve, esto es lo
que oye... “¡Esto es todo lo que Yo he creado!… ¡Yo soy el origen de
todo en la creación!”
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HAZRAT BABAJAN,
EL EMPERADOR
Hazrat Babajan de Poona, durante los comienzos de 1900.
“¡Yo fui quien lo creó todo! Yo soy el origen de todo lo creado”.
Al oír estas declaraciones, una encolerizada muchedumbre
de fanáticos soldados Baluchi enterró viva a la anciana. Más
de diez años después, cuando estuvieron en Poona algunos
de ellos, quedaron atónitos al ver a la misma anciana, Hazrat
Babajan, que estaba dando su bendición a un grupo de devotos.
Al darse cuenta de su terrible error, aquellos soldados se acercaron a Babajan y suplicaron su perdón, poniendo sus cabezas
a los pies de ella en señal de reverencia.
La personalidad de Babajan era la de una reina. Se enojaba si alguien se dirigía a ella llamándola “Madre”. La anciana
solía protestar con vehemencia: “Tonto, no me llames ‘Madre’.
¡No soy mujer, sino un hombre!” Después de alcanzar el estado espiritual más elevado del que un ser humano es capaz, el
de Qutub o Maestro Perfecto, Prakruti1 se puso a su servicio. Así
fue cómo esta mujer, conocida como Hazrat Babajan, se convirtió en un Hombre Perfecto.
El nombre que le pusieron a HAZRAT BABAJAN al nacer
fue Gool Rukh. Nacida en una familia musulmana real, de
Baluchistan, en el norte de la India, entre 1790 y 1800, su nombre le sentaba a la perfección; Gool Rukh significa “como una
rosa” o “de mejillas como las rosas”. Era físicamente bella y su
espíritu semejaba una rosa cuya fragancia y belleza jamás se
desvanecieron. Gool Rukh conservó toda la vida su delicada
belleza, y como Hazrat Babajan, las personas se sentían atraídas
hacia ella dondequiera que acudiera.
Gool Rukh fue criada como una princesa rica, sin escatimar
gastos para instruirla y educarla de acuerdo con su regio linaje. La
niña era brillante e inteligente, y cuando, siendo pequeñita apren1 Prakruti es la Naturaleza, la causa material del universo. Ver ‘La Nada y el Todo’, de Bhau
Kalchuri.
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dió todo el Corán de memoria, se la conoció como Hafiz-e-Koran a
muy corta edad. También hablaba fluidamente varios idiomas, incluidos el árabe, el persa, el pashtu, el urdu, e incluso el inglés.
Inclinada a la espiritualidad desde su niñez, Gool Rukh pasaba muchas horas en soledad recitando las plegarias que había aprendido del Corán, o bien, meditando en silencio. Cuando
sus compañeras iban a su casa para jugar con ella, quedaban
contrariadas al descubrir que prefería una habitación silenciosa
a jugar con ellas, y se entristecían y la extrañaban.
Cuando la niña se convirtió en una joven mujer, sus inclinaciones espirituales aumentaron, y Gool Rukh pasaba cada
vez más y más tiempo sola. También su belleza física aumentó, y verla causaba tanto placer que todos decían que el esposo
de Gool Rukh sería realmente un hombre afortunado. Cuando
Gool Rukh estuvo en edad de contraer matrimonio, sus padres
sacaron a relucir el tema, pero quedaron azorados ante su firme
rechazo a casarse. Era algo inaudito que una princesa Pathan
permaneciera soltera y, en especial, una persona tan bella como ella. Los padres de la joven trataron entonces de imponerle
que se casara, sin saber que ella ya había escogido a su Amado,
Dios mismo. La doncella se había enamorado de Aquél que hacía muy largo tiempo había cautivado su corazón. Ningún príncipe ni joven apuesto podría reemplazarlo. El corazón de Gool
Rukh sentía la embriaguez del éxtasis divino, y ella lloraba, divinamente enamorada, por unirse con su Amado.
Con el paso de los meses, sus padres insistieron aún más y
programaron celebrar su boda en determinada fecha con cierto príncipe. Informaron a Gool Rukh que no tenía opciones; ya
se habían hecho todos los arreglos. Aunque ella amaba a sus
padres, lo que ellos planeaban le resultaba insoportable. Su anhelo de encontrar a su verdadero Amado venció todos los obstáculos y dificultades; escapó de su casa y de Baluchistan; sus
padres no la encontrarían nunca más.
Gool Rukh viajó hacia el nordeste, primero a Peshawar,
y después a Rawalpindi2. Era una empresa increíble que una
doncella de dieciocho años se fugara de su casa y atravesara sola las regiones montañosas de la India. Pero Dios, el Amado, velaba por ella, por lo que en los escabrosos caminos de montaña
no fue reconocida ni capturada. Mientras viajaba, aquella doncella usaba el tradicional velo musulmán, pero ¿cuánto tiempo
su Amado mantendría velada a su amada? El Amado estaba
empezando a hacer los preparativos necesarios para quitarle el
velo de la dualidad y transformarla en el Ser Omniexistente.
El corazón de Gool Rukh ardía con el fuego del amor divino, sufriendo las terribles angustias de estar separada de Dios,
y el estado de ardiente inquietud hacía que ella se olvidara del
hambre, la sed y el sueño. La joven princesa se había convertido
en una paria en este mundo. Vagaba día y noche por las calles
de Rawalpindi, ensimismada en la divina locura que ella sentía por el Dios Amado. Convertida ahora en un ser trashumante, esta terrible inquietud era su único descanso. ¿Quién sabe
cuántas vidas de ardua penitencia y austeridades habían creado en ella este anhelo espiritual? Dicen que, en una encarnación
anterior, había sido la famosa Rabia Al-Adawiya, de Basra, Irak
-la santa de belleza y gracia excepcionales- pero Gool Rukh estaba destinada a aquello que es más grande que la santidad. Lo
que la gente veía era una mujer aparentemente loca que vagaba
por calles y callejones, pero lo único que ella deseaba era contemplar el rostro del Amado, y su corazón gritaba: “¡Ven a encontrarte conmigo, Amado mío! ¡Ven pronto, o moriré!”
2 Baluchistan actualmente forma parte de Pakistán. Cuando Babajan nació, era entonces
una parte de la India gobernada por los británicos. Su ciudad principal es Quetta, que Meher Baba
visitó varias veces en la década del veinte. Peshawar y Rawalpindi son actualmente ciudades de
Pakistán. Cuando Babajan vivía allí, eran ciudades del norte de la India.
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Así pasaron los años, pero las anhelosas lágrimas de Gool
Rukh nunca cesaron; la locura divina se había convertido en
embriaguez divina que solía provocarle más lágrimas. Sólo después de que las lágrimas destrozaran su corazón, Gool Rukh
conoció a un Sadguru hindú, su nombre no se recuerda, cuyo
destino era guiarla por el sendero de la perfección. Bajo su guía,
ella escaló una montaña en el desierto y vivió en retiro dentro
de una cueva. Permaneció durante un año y medio en las regiones montañosas de lo que actualmente es Pakistán, practicando
un riguroso ascetismo.
El Sadguru le señaló que se marchara. Entonces, ella abandonó esa región y viajó a pie hasta el Punjab de la India. Las llamas de la separación ahora estaban consumiendo a Gool Rukh,
y su corazón gritaba: “Ven, Amado, ven... Estoy yéndome ¡Me
fui! ¡No puedo esperar!”
A no ser por sus rosadas mejillas, aquella princesa era irreconocible después de casi veinte años de austeridad. Gool Rukh
tenía treinta y siete años cuando se encontró totalmente preparada para experimentar la muerte final. Ni siquiera quedaba
una mota sanskárica de apego material que le impidiera marcharse finalmente. El Amado también estaba aguardando ansiosamente para abrazarla y luego absorberla.
En Multan conoció a un Qutub mahometano, quien según
constancias se llamaba Maula Shah; su gracia divina hizo que Gool
Rukh desapareciera para siempre, permitiendo que el Amado se
uniera con su alma. Gool Rukh experimentó la muerte espiritual.
Realizó a Dios, y no quedó nada salvo Dios. Su alma gritaba con
una dicha que la devoraba: “Tan sólo Yo soy. No hay nadie además de mí. Yo soy Dios: Anal Haq”3. La ilusión del universo se
3 “Anal Haq” significa literalmente “Yo soy Dios”. Quien alcanzó la Consciencia de Dios
perdió su consciencia humana individual y puede proclamar: “Yo soy Dios”. Este estado divino es
la meta de toda consciencia y el propósito de la Creación.
desvaneció ante sus ojos cuando ella se convirtió en el Creador.
También el tiempo desapareció. Sin embargo, Gool Rukh no
estaba destinada a escapar de Prakruti, aunque temporalmente
perdió conciencia del Universo y de sí misma. En su estado de majzoobiyat, se dio cuenta que era Consciente de Dios, pero inconsciente respecto de la creación y de su cuerpo y su mente. Había
alcanzado la meta: Anal Haq. Pero Prakruti sabía que esta mujer,
que se había vuelto Consciente de Dios, podía permanecer indefinidamente en ese estado de absorción divina. Esta mujer, ahora
espiritualmente perfecta, tenía que conocer y controlar a la ilusión como tal, a fin de desempeñar el sumamente magnífico papel para el cual ella sola estaba destinada: convocar a esta Tierra
al Que Despierta para que revelase al Dios sin forma.
Desde la India, en su estado de Realización de Dios, Gool
Rukh, ya casi a punto de llegar a los cuarenta años de edad,
regresó a las regiones del Norte, atraída nuevamente hacia
Rawalpindi, donde residía su anterior Maestro hindú. Los hindúes la llamaban “Brahmi-bhoot”4, ella percibía que era Dios,
pero sin ser consciente de sí misma ni del mundo exterior.
Había alcanzado la meta, pero la consciencia divina de Maestro,
de conducir a los demás hacia la meta, no se había perfeccionado en ella. En su dicha perfecta, tan sólo ella existía. Gool
Rukh había llegado a ser perfecta, Una con Dios, pero no tenía
consciencia de la existencia ilusoria de Prakruti en la Existencia
Infinita. La majzoob femenina era Consciente de Dios, pero su
percepción estaba exenta de la consciencia sanskárica vinculada con la ilusión cósmica. En este estado de majzoobiyat, no
existe la dualidad ni la multiplicidad; sólo existe el “Yo” o el
“Ego” Divino. Gool Rukh se había convertido en un majzoob
4 En la Vedanta, un Brahmi-bhoot es una persona que realizó a Dios, ahogándose en el
Océano (la Infinitud) de Dios. Los sufis llaman majzoob a esa persona.
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perfecto, del séptimo plano, ella misma era Dios. Ella no percibía que toda la Creación se ocultaba, como una sombra, en la
luz de su Estado de Dios.
Después de varios años, con la ayuda de su Maestro hindú,
Gool Rukh recuperó la consciencia del universo y de la dualidad, se transformó en un Maestro Perfecto y le fue dada autoridad divina. Junto con su consciencia divina del Ilimitado
Océano de la Realidad, empezó a ver a todas las gotas como
una gota, y tuvo la facultad para convertir a cada una de ellas
en el Océano Mismo.
Al ser Una con los cinco Maestros Perfectos de la Tierra,
abandonó Rawalpindi y emprendió largos viajes por los países
de Medio Oriente: Siria, Líbano, Irak y otros. Dicen que viajó
a la Meca disfrazada de hombre, y pasó por Afganistán, Irán
y Turquía, en su viaje hacia Arabia. En la Kaaba, de la Meca,
efectuó cinco veces por día las habituales plegarias mahometanas, sentándose siempre en un mismo sitio. Mientras estuvo en
la Meca, solía recoger comida para los pobres, y personalmente se encargaba de atender a los peregrinos que caían enfermos. También pasaba largas horas consiguiendo forraje para el
ganado abandonado.
Desde la Meca, Gool Rukh viajó hasta la tumba del Profeta
Mahoma, en Medina; allí volvió a adoptar la misma rutina, rezando y cuidando a sus compañeros de peregrinación. Al marcharse de Arabia, viajó por tierra hasta Bagdad, y desde Irak
hasta el Punjab. En la India, viajó hacia el Sur, rumbo a Nasik, y
se radicó en Panchvati, zona que los hindúes saben que fue santificada por Rama. Para la gente del lugar, su “hombría” espiritual era evidente. El poder de su mirada eclipsaba su cuerpo y
atuendo femeninos. Desde Nasik, Gool Rukh siguió más allá,
rumbo al Sur, hasta Bombay, donde permaneció varios meses.
Después de terminar allí su labor espiritual, volvió al Punjab y
pasó varios años recorriendo todo el norte de la India.
En ese lapso, mientras se hallaba en Rawalpindi, en estado de gloriosa embriaguez espiritual, declaró, en presencia de
un grupo de mahometanos, que tenía autoridad divina: “Fui
yo quien creó el universo. Yo soy el creador de todas las cosas”. Estas impetuosas declaraciones hicieron que un grupo de
soldados Baluchi se volviera furiosamente exaltado. No tenían
idea de que esa mujer, a la que consideraban demente, era realmente consciente de ser Dios. Acometieron contra ella y, mientras la retenían por la fuerza, otros cavaron un pozo. Entonces,
la enterraron viva.
Aquellos soldados estaban sumamente orgullosos porque
consideraban que lo que ella había dicho era una blasfemia
contra el sagrado Islam. Creían que con la muerte de esa loca serían recompensados espiritualmente; según ellos habían
puesto al Islam en el sitio que le correspondía. Después de haber salvado a su religión mahometana de la blasfemia proferida
por aquella mujer, aquellos fanáticos abandonaron su tumba,
deleitándose con su perversidad. Esos soldados habían esculpido para sí un buen sitio especial en el Paraíso matando a esta
kafir (infiel o hereje). A pesar de que la habían dado por muerta al enterrarla en una tumba anónima, Gool Rukh no murió.
No se sabe cómo sobrevivió a este suplicio, pero hacia el año
1900 regresó sana y salva a Bombay, a más de mil seiscientos
kilómetros al sur; allí vivió, en la vereda de una calle llamada
Chuna Bhatti, cerca de Sion, Bombay.
Sin embargo, varios años después, cuando estos mismos soldados vieron viva a Babajan en Poona, su soberbia y su ignorancia quedaron totalmente destruidas. Entonces comprendieron que la infiel no era Babajan, sino que ellos mismos lo eran.
Abrumados y arrepentidos por su horrible acción, cayeron a sus
pies implorando su perdón. Algunos de estos soldados se convirtieron en sus devotos y se pusieron a su servicio como guardaes11
paldas. Poco a poco, la fama de Gool Rukh se difundió y muchos
creían que ella era un Qutub. Los mahometanos empezaron a
referirse a ella como Hazrat, que significa su Alteza, y a rendirle
culto como a una persona que era una con Dios: Babajan5.
Hacia 1901 volvieron a ver a Babajan en Bombay. Paseaba
especialmente por el distrito conocido como Pydhonie. A veces
solía encontrarse con el santo Maulana Saheb, de Bandra, y con
el santo Abdul Rehman, de Dongri. Era glorioso ver cuán feliz
estaba esta anciana en compañía de ellos, a quienes solía dirigirse amorosamente como sus hijos. Estos dos santos formaron
parte de su círculo de discípulos y posteriormente les conferiría a ambos la realización de Dios; de hecho, Abdul Rehman se
convirtió en un Qutub por su gracia.
En abril de 1903, Babajan partió de Bombay en el vapor S.S.
Hyderi en su segunda peregrinación a la Meca. Aunque cada segundo se hallaba absorta en su estado de dicha, a bordo
del barco actuaba con total normalidad. Solía conversar abiertamente con los demás pasajeros, recitando versos pareados
de los poetas persas Hafiz y Rumi, y exponiendo con palabras simples los profundos misterios del Absoluto. Todos se
sentían atraídos hacia la anciana -quien en ese momento tenía
más de cien años de edad- incluida la tripulación, a la que ella
hablaba en inglés.
Durante este viaje ocurrió algo insólito. Hubo una gran lluvia y se desató una terrible tormenta. Todos estaban aterrados,
cundía el pánico, y estaban convencidos de que la nave se hundiría. Babajan apareció en la cubierta, ajena al peligro. Con una
5 Babajan significa literalmente Uno con Dios: Unión Consciente. Unida con Dios, una persona que Realizó a Dios tiene la Consciencia Infinita del Padre en el estado de Nirvikalpa Samadhi.
Ver Dios Habla, de Meher Baba.
voz inusualmente estentórea, gritó a uno de los pasajeros, que se
llamaba Nooma Pankhawala: “Ata un pañuelo en tu cuello, en
forma de bolsa, y acércate a cada pasajero, incluidos los niños y
los europeos, y recoge un paisa (centavo) de cada uno. Luego,
eleva a Dios esta súplica: “Oh Dios, ¡Salva nuestro barco de esta
tormenta! Al llegar a Medina, ofrendaremos comida a los pobres en nombre de tu amado Profeta”. Inmediatamente, aquel
hombre, Nooma, recogió un paisa de cada persona y todos repitieron con fervor lo que Babajan había ordenado. La tormenta
menguó poco a poco y escaparon milagrosamente de lo que parecía ser una muerte segura.6
Al llegar a la Meca, se corrió la voz acerca de aquel milagroso
rescate y una gran multitud se congregó para recibir la bendición de Babajan. En la Kaaba, Babajan asumió el rol de un peregrino corriente, rezando cinco veces por día en el santuario,
pero cinco días después emprendió viaje hacia el norte, rumbo
a Medina. Allí distribuyó alimento a los pobres en nombre de
Mahoma, el Profeta del Todo Misericordioso.
Hacia el año 1904, Babajan regresó a Bombay y, poco después, se dirigió a Ajmer, en el norte de la India, para rendir
tributo ante la tumba del Sufi Qutub-e-Irshad, Mu´innuddin
Chishti, quien estableció el Islam en la India. De Ajmer regresó
a Bombay, y poco después viajó hacia el oeste, rumbo a Poona.7
La primera vez que Babajan vivió en Poona no se quedaba
6 Entre los pasajeros a bordo del Vapor Hyderi estaban: Noor Momammed Kasam Mitha,
Nooma Pankhawala, Seth Saleh Mohammed, Hyder Ibrahim Sayani, y su madre y su hermano.
Hyderi Ibrahim Sayani era profesor de la Facultad Deccan, en Poona, y es probable que él fuera
quien contó esta anécdota.
7 Babajan solía referirse a Merwan como su “amado hijo”. En 1904, era un niño de diez años
de edad. Después de llegar Babajan a Poona en 1905, los viajes de ella por toda la India tocaron
a su fin y se quedó permanentemente en Poona para velar por Merwan. El único motivo de que
residiera en Poona fue el de cumplir su deber espiritual de revelar finalmente a Merwan como el
Avatar.
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en un lugar fijo. Solía vagar por la zona del Acantonamiento,
o bien por la ciudad, frecuentando incluso los sucios arrabales.
Aunque sus ropas estaban harapientas y sucias, su belleza y su
rostro radiante atraían a muchas personas. Había sido una princesa; ahora, su majestad era inequívoca, ella era un emperador.
Poco tiempo después, Babajan nunca estuvo sola, una multitud la rodeaba siempre. Sus necesidades físicas eran prácticamente nulas y raras veces comía. Sin embargo, era muy afecta
al té, y sus seguidores le llevaban una taza tras otra, que ella solía ofrecer como prasad. Si alguna vez alguien le llevaba flores,
lo reprendía por derrochar el dinero, diciéndole: “¿Por qué no
gastas sabiamente tu dinero en algo como golosinas o té, que
todos puedan disfrutar? ¿Qué tienen de bueno estas flores?”
Si por casualidad Babajan miraba a alguien que pasaba por
ahí, la persona quedaba paralizada contemplando fijamente su
rostro divino. Los dueños de restaurantes y los vendedores de
frutas le pedían que los visitara, y le ofrecían todo lo que ella
quisiera. En caso de que Babajan aceptara, se consideraban afortunados ante los ojos de Dios.
Cuando Babajan iba a la zona del Acantonamiento, en Poona,
visitaba frecuentemente la casa de un musulmán, que era relojero y se llamaba Shaikh Imam. Al verla harapienta, la madre de
Shaikh quería bañarla y vestir a Babajan con ropas nuevas, pero
ella siempre se rehusaba. Sin embargo, un día, Babajan estuvo de
acuerdo y, con suma dificultad y paciencia, la madre de Shaikh
bañó amablemente su viejo cuerpo y la vistió con prendas limpias
y con ropa interior cosida especialmente para ella. Éste fue el último baño de Babajan durante el resto del tiempo que vivió. Pero a
pesar de esto, su cuerpo estaba siempre fragante. Se hallaba libre
de las impurezas del mundo como si se bañara siempre en el vino
del amor que fluía de la divina embriaguez de sus labios y ojos.
Puesto que no tenía un lugar permanente en Poona, Babajan solía descansar por la noche en la vereda de cualquier calle. Una vez
estuvo cerca del santuario musulmán de Wakadia Bagh y, desde
allí, se asentó durante un tiempo, cerca de otro santuario musulmán de Panch Pir, en Dighi. Cerca del santuario de Panch Pir había
muchos hormigueros, las hormigas se apiñaban sobre Babajan y la
picaban causando grandes ronchas en su cuerpo, pero ella se quedaba tranquilamente sentada como si nada estuviera sucediendo.
Un día, un hombre llamado Kasam V. Rafai fue a Dighi y, al
ver a Babajan cubierta de hormigas, las lágrimas corrieron por
sus mejillas. Con el permiso de ella, Kasam trató de quitarle todas las hormigas, pero no tuvo éxito en sus intentos. De algún
modo persuadió a Babajan para que fuera hasta la casa de él, en
la que, con mucha dificultad y uno por uno, le quitó centenares
de aquellos diminutos insectos. Babajan apenas dio señales de
molestia durante este doloroso suplicio.
Tras permanecer temporalmente en diferentes sitios de la
ciudad de Poona, Babajan se afincó debajo de un árbol neem,
cerca de la mezquita de Bukhari Shah, en Rasta Peth. La mezquita se hallaba al lado del hogar de un devoto llamado Sardar
Raste. Muchedumbres aún mayores empezaron a congregarse
allí incomodando a Babajan, limitando el espacio que la rodeaba. Sus devotos seguidores le imploraban que cambiara de sitio, pero Babajan les contestaba terminantemente “¡Aquí hay un
demonio y, hasta que no me libre de él, no me es posible moverme ni una pulgada!”
Frente al sitio que eligió, había un gran árbol baniano y, cuando la municipalidad lo taló para ensanchar el camino, Babajan
decidió repentinamente mudarse. Durante dos semanas se la vio
cerca de una tumba abandonada, en la localidad de Swar Gate,
y de allí se mudó a la zona llamada Char Bawdi, que significa
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Cuatro Pozos, en el Malcolm Tank Road, y allí se sentó bajo un
árbol neem. Éste resultó ser el último lugar en el que se quedó
durante muchos años hasta que la anciana abandonó su cuerpo.
Cuando Babajan se mudó por primera vez a Char Bawdi, allí
sólo había un camino sucio y plagado de mosquitos, e incluso
se sospechaba que había gérmenes de pestes. Durante el día,
aquella zona estaba desolada y vacía, pero por la noche cobraba vida con los ladrones y los delincuentes más peligrosos de la
ciudad que se encontraban allí.
Babajan permaneció sentada bajo el árbol neem en Char
Bawdi, era como un peñón de la Deidad absoluta, en el movedizo polvo de la lamentable ignorancia que se movía alrededor de ella. Después de haber estado durante meses a merced
de los elementos de la naturaleza, a regañadientes permitió que
sus devotos confeccionaran con sacos de yute algo que la resguardara. Ahí se quedó durante todas las estaciones, aliviando
el sufrimiento de la humanidad al permitir que todos acudieran a ella, para sorber el vino de su constante presencia. Varios
años después se produjo un cambio maravilloso en el lugar.
Construyeron grandes edificios modernos; casas de té y restaurantes hicieron su aparición, y pusieron electricidad en las casas
de la zona. A causa de que Babajan había establecido su asiento debajo del árbol neem, Char Bawdi se convirtió en una zona
encantadora para vivir en ella y formar una familia.
Nadie puede eludir la luz de la iluminación cuando se
aproxima a su fuente. Aunque un velo nos ciegue, uno siente
el efecto de esa luz; su llama consume el velo. Tal era la luz de
Babajan, en ella y alrededor de ella. La Corte de Babajan estaba
en la calle. Le entonaban Qawaalis (cantos devocionales en persa y urdu), las multitudes acudían para prosternarse ante ella
como si fuera un emperador, la fragancia de las flores flotaba
por doquier, y el incienso que ardía dulcemente purificaba el
aire. Quienes recibían su darshan y su bendición, daban gracias
a Dios por la extraordinaria suerte que tenían.
En una ocasión, en 1919, Babajan previno a la muchedumbre
congregada alrededor de ella: “¡Todos deben irse a sus casas inmediatamente! ¡Váyanse!” Acataron sus deseos, pero nadie comprendió por qué insistía tanto en que se marcharan. Sin embargo, poco después, un tornado con lluvias torrenciales arrasó Poona
causando estragos en toda la ciudad. Los devotos de Babajan le
suplicaron que fuese a refugiarse a sus casas, pero ella se negó a
moverse de su sitio, debajo de aquel árbol, y los mandó de regreso.
Aunque ella veló por la seguridad de los demás, soportó los rigores de aquella furiosa tormenta.
La fama de aquella anciana se difundió poco a poco, y los
hindúes, musulmanes y zoroastrianos de distintos lugares
acudían a ella en procura de darshan. Char Bawdi se convirtió en un santo lugar de peregrinación, y Babajan escanció el
vino sobre los seres sinceros. El corazón de las personas quedaba contento y agradecido después de encontrarse con aquella santa anciana. Día tras día, la cantidad de devotos iba en
aumento, y millares de personas de toda la India veneraban y
reverenciaban a Babajan.
Las autoridades militares británicas se fastidiaron al advertir
que la carretera cercana a Babajan estaba permanentemente bloqueada por vehículos y oleadas de gente. Sin embargo, nada pudieron hacer al respecto porque si retiraban a Babajan por la fuerza, se produciría un disturbio difícil de calmar. Evidentemente,
era necesario construir para aquella anciana un refugio permanente y sólido. Los militares británicos proporcionaron los fondos iniciales, pero ya concluido el nuevo refugio, Babajan se ne14
gó obstinadamente a mudarse porque lo habían construido a
muy pocos pasos de su sitio original. Por ese motivo, se efectuó
una ampliación, cuyo costo mayor fue por cuenta de las autoridades municipales, con el objeto de resguardar a Babajan debajo del árbol neem, pero ella volvió a negarse a sentarse allí.
Finalmente, ante las súplicas de sus devotos, aceptó, pero murmurando entre quejas que eso no estaba para nada bien.
El modo de ser de Babajan era majestuoso. Era un emperador
con harapos de fakir. Aunque tenía entre 120 y 130 años de edad,
su arrugado rostro aún parecía una rosa en plena floración, y sus
expresivos ojos, de un marrón azulado, eran de tal atracción que
cualquiera se aproximaba para verla más de cerca. Dicen que su
mirada enloqueció a algunos, ¡se volvieron locos por Dios! De baja estatura y un poco encorvada, su aspecto era el de una ebria de
Dios. De tez blanca, y arrugas profundas, como cinceladas, su rodete de suave cabello era de un blanco inmaculado, con rizos que
caían sobre sus hombros. Su voz era extraordinariamente dulce y
agradable para el oído. No mendigaba, aunque su vida era la de
un simple fakir; sólo tenía lo puesto, pero su sencillez era un tesoro inefable, de incalculable valor. Permanecía sentada en la calle,
como si fuera polvo; nadie estaba enterado de su rango de princesa y de que había renunciado a su herencia real. Su renunciamiento demostraba, con su vida de cabal pureza, que ella había ganado
una riqueza divina que no tenía precio. En su interior se ocultaba
todo, lo cual consistía en esta divina herencia (Qutubiyat, Maestría
Perfecta), que consagró al mundo.
Tanto en invierno como en verano, Babajan vestía amplios
pantalones blancos de algodón y una larga túnica de igual color. Con un chal siempre cruzado sobre los hombros, además de
esa humilde indumentaria, no usaba otra cosa que la protegiera
contra la intemperie. Su cabeza estaba siempre descubierta, sin
que lavara ni peinara nunca sus cabellos. Al recorrer las calles,
su paso era rápido como el de una joven. Cuando escuchaba
música devocional, su cuerpo se mecía con el ritmo de la melodía. El estado físico de Babajan cambiaba con frecuencia. Un
día tenía fiebre alta y al siguiente, sin tomar medicina alguna,
se sentía bien.
Dirigía su palabra a todos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, llamándolos “hijo” o “baba”. Si alguien la llamaba “Mai”
(Madre), lo reprendía haciéndole una mueca, “Soy un hombre, no una mujer”. Esto que ella declaraba era fiel a las palabras del Profeta Mahoma, “Quien ama al mundo es una mujer,
quien ama al Paraíso es un eunuco, y quien ama a Dios es un
hombre”. En consecuencia, la gente la llamaba afectuosamente
“Amma Saheb”, que significa Madre y Señor al mismo tiempo.
Se le atribuían milagros. A su manera, ella era un médico. Si
se le acercaba un enfermo para que lo aliviara, le decía, “Esta
criatura está sufriendo a causa de sus pesares”. Lo que realmente significaba con estas palabras era que esa persona sufría por los sanskaras de sus acciones. Ella sujetaba la parte del
cuerpo que a esa persona le dolía e invocaba misteriosamente
a un alma imaginaria. Después sacudía dos o tres veces la parte dolorida y les decía a los sanskaras que eran la causa, que se
fueran. Este tratamiento curaba inevitablemente la afección de
su paciente. Un día le llevaron un chico zoroastriano que había
perdido la vista por completo. Lo tomó en sus brazos, murmuró
algo y después sopló los ojos de la criatura, quien de inmediato
recuperó la vista y salió de un salto de su regazo gritando alegremente, “¡Puedo ver! ¡Puedo ver!”
Babajan vivía en la calle como un pobre fakir, pero por reverencia, sus devotos le llevaban como regalo ropas caras y joyas.
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Ella se mostraba indiferente a esas ofrendas materiales, pero los
ladrones le birlaban astutamente esa ropa o esas joyas; algunos
llegaban a robarle mientras ella los miraba. Babajan nunca trató
de detenerlos. Una vez, Babajan estaba aparentemente dormida,
debajo de su árbol, cubierta por un delicado chal. Un ladrón se
acercó furtivamente y, al ver el chal intentó robárselo, pero una
punta de la prenda estaba debajo del cuerpo de Babajan y era
arriesgado tirar de ella. El ladrón se estaba preguntando cómo
se las ingeniaría, cuando en ese instante Babajan se dio vuelta.
Aprovechando que había cambiado de posición, el ladrón tomó
el chal y salió corriendo. Babajan ayudó de esta manera a concretar su deseo a ese ladrón que nunca fue atrapado.
En otra ocasión, un devoto de Bombay le trajo dos caros brazaletes de oro y, tras prosternarse ante Babajan, se los puso en la
muñeca. Aquel hombre le dijo que, como ella lo había bendecido
anteriormente, se le había cumplido un deseo material y que le había traído esos brazaletes como prenda de su reconocimiento. Ese
hombre no tenía idea de que ella era indiferente a eso. Poco después, una noche, un ladrón se deslizó detrás de Babajan y le quitó
por la fuerza esos brazaletes haciéndole sangrar la muñeca. El ladrón intentó huir rápidamente, pero quienes estaban cerca vieron
lo que ocurría y pidieron auxilio. Al escuchar sus gritos acudió un
policía, quien preguntó a qué se debía ese alboroto. ¿Pero qué hizo Babajan? La anciana desconcertó a todos cuando, alzando un
palo, exclamó “Arreste a quienes están gritando, son ellos quienes
me molestan ¡Lléveselos!”
A Babajan raramente se la veía comer. Un hombre fue asignado el mujaver de Babajan. Su ocupación era cuidar de sus necesidades personales y servirla. Esta persona tenía muy buen
humor y cuando le pedía a Babajan que comiese, él le decía
jocosamente “Amma Saheb, el jodna (parche para la tela) está
listo”. Esto se refería a las permanentes quejas de Babajan que
decía que comer era como emparchar una tela raída, lo cual significa que ingerir comida era algo similar a emparchar esta tela,
para preservar el cuerpo.
Babajan musitaba de manera constante frases aparentemente incoherentes, como éstas: “¡Las alimañas me molestan sin
cesar! Me las quito, pero se juntan de nuevo”. Entonces restregaba vigorosamente su cuerpo como si se estuviera quitando
polvo o telarañas.8
Los Maestros Perfectos, como lo era Babajan, poseen su propio modo de trabajar interiormente. Por ejemplo, una noche,
en el pueblo de Talegaon, a unos treinta y dos kilómetros de
Poona, estaban representando una obra en un teatro local. El
público era muy numeroso y el teatro estaba atestado. Se habían
agotado las localidades y el administrador cerró las puertas
para impedir que continúe el ingreso. Durante la representación estalló un incendio y el público fue dominado por el pánico, puesto que las puertas estaban cerradas. Simultáneamente
observaron en Poona que Babajan se estaba comportando de
manera muy extraña. Empezó a caminar de un lado para el
otro inquieta, mientras gritaba con furia, “¡Fuego! ¡Fuego! Las
puertas están cerradas y la gente se va a quemar. ¡Fuego maldito, apágate!” Quienes la rodeaban no podían entender qué
estaba sucediendo. Pero en Talegaon, tal como la gente posteriormente lo contó, de repente las puertas del teatro se abrieron
8 Polvo o telarañas: al explicar esto, Meher Baba observó que: “El infinito número de sanskaras (impresiones) es atraído hacia los cinco Maestros Perfectos, y se purifican o aniquilan en el fuego divino de éstos (yogayoga sanskaras). Si los sanskaras se purifican, regresan, esparciéndose por
todo el universo como sanskaras espirituales. De este modo, los cuerpos de los Maestros Perfectos
sirven como centros para recoger y limpiar los sanskaras universales del mundo, y para volver a diseminarlos como sanskaras espirituales. Si los Maestros Perfectos aniquilan los sanskaras, entonces éstos desaparecen o se borran de la corriente universal de las impresiones sanskáricas mentales,
sutiles y materiales.”
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de par en par y la muchedumbre aterrorizada salió corriendo,
evitando así una horrible tragedia.
Los métodos de los Maestros Perfectos son únicos y también
curiosos; su labor espiritual es ilimitada y el intelecto racional
humano no la puede abarcar. Un ejemplo de esto es el siguiente
hecho. Aunque Babajan detestaba que le regalaran joyas, usaba
en sus dedos ajustados y llamativos anillos que nunca se sacaba. Uno de ellos le apretaba tanto el dedo que éste empezó a
hincharse hasta que se le produjo una profunda herida por la
que salían y entraban gusanos. Cuando éstos se caían del dedo,
ella los recogía y, volviéndolos a poner sobre su herida, les decía: “Hijos míos, coman y pónganse cómodos”. Naturalmente, la
gente trataba de llevarla a un médico, pero ella se negaba siempre; ni siquiera aceptaba que un médico acudiera para tratar la
infección. Como consecuencia de esto, la gangrena le afectó el
dedo y lo perdió. La herida de su mano se curó, pero al verla en
ese estado, sus devotos lloraban y ella los regañaba así: “¿Por
qué lloran? Disfruto al sufrir”.
Babajan era muy generosa con los enfermos y desamparados.
Si un hombre hambriento acudía a ella, le daba su propia comida; en invierno, si alguien se acercaba a ella temblando de frío, le
daba su chal. Sin embargo, una vez observaron una excepción en
su generosidad. Una noche terriblemente fría, fue a verla un anciano que temblaba lastimosamente. Estaba muy resfriado y con
mucha fiebre, e imploró a Babajan que le curara con su nazar (mirada). Sin embargo, Babajan se enfureció y le arrancó la delgada
manta que envolvía sus hombros y constituía su única y escasa
protección contra el frío. Después de esto, Babajan no le prestó
atención, y aquel anciano se sentó en silencio para pasar esa gélida noche junto a ella. Pero, por la mañana, se sintió insólitamente
fuerte y sano, y muy contento se marchó totalmente recuperado.
Babajan solía hablar en pashtu o persa, y nombraba con
frecuencia a los poetas persas Shams-al-din Hafiz y Amir
Khushru. A menudo citaba estos versos:
“A pesar de los millones de pundits eruditos
y de los millares de sabios,
Sólo Dios comprende Su modo de obrar”
“¡Maravillosa es Tu Creación, oh Dios!
¡Maravilloso es Tu juego!
¡Vertiste aceite de jazmín en la cabeza de una arpía!”
A veces mencionaba a distintos santos o maestros, y efectuaba esta especial observación respecto de Tajuddin Baba “Taj es
mi Califa, Gobernante o Sucesor Supremo... Lo que Taj da, lo
obtiene de mí”.
En la medianoche del 17 de agosto de 1925, Babajan exclamó
de repente, “Mi pobre fakir Taj se ha ido”. Nadie podía entender lo que ella quería decir, pero a la mañana siguiente, cuando
los diarios mencionaban que Tajuddin Baba había fallecido en
Nagpur, la gente captó el significado de sus palabras.9
Babajan vivió continuamente en las calles de Poona durante
casi veintiséis años, durante los cuales fueron miles los corazones “heridos” por la daga de su mirada. En torno de ella había
un fuego invisible, en el que se mecían y quemaban impresiones de toda clase.
En mayo de 1913, su llama besó también a la Luz de esta Era,
Merwan Sheriar Irani, a quien Babajan siempre llamaba “Mi
amado hijo”. La misión de ella fue quitarle el velo a Merwan;
9 No hay constancias de si estos dos Maestros musulmanes, Babajan y Tajuddin, se encontraron alguna vez. Sin embargo, Babajan siempre se refería con sumo afecto a Tajuddin como “Taj”.
17
por su “amado hijo”, Babajan había viajado, muchos años antes, a Poona desde el Punjab. Su asiento debajo del árbol neem
quedaba a pocas cuadras de la casa de él. Solía verlo pasar, caminando con sus amigos, pero esperó muchos años antes de
abrazarle. La gente la veía llorar, y cuando le preguntaban el
motivo, ella contestaba: “Lloro por amor a mi hijo”. Esta afirmación era sorprendente pues no podían concebir que esta anciana fakir hubiera dado a luz un hijo.
Con lágrimas en sus embriagados ojos decía, “Un día, mi hijo vendrá... ¡Vendrá y sacudirá al mundo!” Nadie tenía idea del
significado de estas palabras.
La presencia física de Babajan en esta Tierra duró entre ciento
treinta y ciento cuarenta y un años. El 18 de septiembre de 1931,
operaron quirúrgicamente un dedo de Babajan en el Hospital
Sassoon; sin embargo, después de esto, la anciana no dio muestras de recuperarse y unos pocos días después, antes de abandonar su cuerpo, Babajan musitó “Es tiempo... es tiempo de que ahora me marche... El trabajo está terminado... Debo cerrar la tienda”.
Uno de sus devotos le suplicó “No digas eso, Babajan; te necesitamos con nosotros”.
Con una singular mirada le replicó “Nadie, nadie quiere mis
mercancías. Nadie puede pagar su precio. Devolví mis bienes
al Propietario”.
El 21 de septiembre de 1931, a las cuatro y veintisiete de la tarde, Babajan abandonó su cuerpo. La gente quedó muda al saber
que esta anciana había muerto. Toda Poona la lloró y la tristeza
pendió sobre la ciudad como si las nubes se hubieran convertido
en su chal. Miles de personas integraron el séquito de su último
viaje por las calles de Poona. Babajan fue sepultada debajo del
mismo árbol, en el sitio en el que durante tantos años estuvo sentada, y la gente aún visita su tumba.10
Aunque Babajan, las Rosadas Mejillas del Dios Amado, está
durmiendo en su tumba, sus devotos y amantes saben que ella
está siempre despierta en sus corazones.
¡Oh Babajan! ¡Te tributamos un amoroso y cariñoso homenaje!
¡Tu beso despertó al que Despierta y le dio dicha!
¡Tú revelaste al Ser Sin Forma!
10 Los gastos de la erección de la tumba o dargah (santuario o monumento) de Babajan fueron
por cuenta de su amado hijo Merwan, quien personalmente contribuyó con cuatro mil rupias para
los mahometanos que se encargaron de construirlo.
18
NARAYAN MAHARAJ,
SEÑOR DEL CORAZÓN
Narayan Maharaj en perfecta postura yóguica;
en su frente está la marca de Shiva: el tercer ojo.
Un niño, que era huérfano para los ojos del mundo, llegó a
ser un rey del universo. Este niño no era Narayan-Dios, solamente de nombre, sino que llegó a ser, de verdad, Narayan: Dios
Consciente. Y quién sabe cuántos recibieron el vino de divino
amor de su inocente mirada, y a cuántos guió por el sendero hacia la realización de Dios.
Un hindú de mediana edad, que se llamaba Bhim Rao, vivía
en la aldea de Sindgi, en la ciudad de Bijapur del sur de la India.
Bhim Rao era profundamente religioso y su esposa Lakshmi,
que significa “riqueza”, era la riqueza misma por su devoción.
Hasta los treinta y cuatro años de edad, Bhim Rao y su esposa no tuvieron hijos: éste fue un aspecto decepcionante de su
matrimonio. Sin embargo, la felicidad llegó a su hogar el 25 de
mayo de 1885, cuando nació su hijo, a quien llamaron Narayan11
-Señor del Corazón-. La alegría de los padres no tenía límites,
pero la del padre fue efímera, pues cuando Narayan tenía solamente catorce meses, Bhim Rao contrajo de repente una grave
enfermedad que le provocó la muerte. Lakshmi Rao quedó desconsolada y, de no haber sido por su deber de velar por su hijo
Narayan, habría muerto de pesar. Aunque viuda, su destino era
el de cuidar a su hijo. En medio de su dolor por la pérdida de su
esposo y de la alegría por su pequeño hijo Narayan, Lakshmi
soportó valerosamente su carga.
Tras la muerte de Bhim Rao, su hermano Kashappa llevó a
Lakshmi y a Narayan a la ciudad de Bagalkot, pero de una forma u
otra el infortunio estaba destinado. Cuando Narayan tenía sólo cinco
años de edad, su madre falleció repentinamente y quedó huérfano.
11 Narayan es un vocablo sánscrito que tiene distintos significados. En este texto, a Narayan
se lo menciona como “el Señor del corazón”. Los hindúes interpretan también que esta denominación significa “el Dios de mil cabezas y un ojo que lo ve todo”: esto simboliza la INTELIGENCIA
INFINITA, que es un atributo de Dios.
19
La abuela paterna de Narayan vivía en Nargund, sitio en el
que poseía una pequeña parcela de tierra. No tenía otros nietos, por lo que después de estar un año con su tío Kashappa,
Narayan se fue a vivir con ella.
Aunque Narayan parecía un chico normal, que jugaba con
los demás niños de la aldea, sus pensamientos estaban con Dios
incluso a una edad temprana. Desde que tenía seis años, visitaba diariamente el templo hindú de Vyankatesh12 para recibir allí
el darshan de la deidad. Aquel niño participaba fervorosamente en los bhajans y kirtans (música e himnos devocionales) y esta seria tendencia devota era evidentemente advertida y respetada por los sacerdotes del templo.
Un día, mientras jugaba con sus compañeros en el bosque
de las afueras de la aldea, Narayan y sus amigos escalaron una
colina cercana. Descubrieron una cueva y se incitaron unos a
otros a entrar en ella. Aquel grupo de curiosos compañeros de
juegos se aventuró a ingresar, pero pronto éstos se aterrorizaron y salieron corriendo de la cueva que era muy oscura. Sólo
Narayan se quedó y la exploró más profundamente. Sus compañeros pensaron que se había perdido dentro, pero Narayan
vagó durante varios días por los pasadizos, hasta que descubrió
unos escalones tallados que descendían a una oquedad que era
una habitación. Encontró en el fondo a un yogui desnudo, absorto en profunda meditación. Cuando Narayan se sentó frente
a aquél, el yogui salió lentamente de su trance y abrió los ojos
para contemplar a ese niño. Después de hacerle una reverencia,
Narayan regresó, dejando atónitos a sus amigos y mayores.
12 Vyankatesh es, en algunas regiones de la India, otro nombre de Vishnú: el Conservador
de la Creación.
Hay en el hinduismo una ceremonia tradicional de confirmación: el hilo sagrado. La confirmación de Narayan se celebró
ante una gran cantidad de invitados. Aquel jovencito era gallardo, de rasgos refinados y su espiritualidad impresionó profundamente a los de la aldea. Todas las personas se sentían atraídas por su suave belleza, instintivamente lo amaban, y parecía
como que el cántico del vino ya estuviera entonándose en el corazón de esa criatura.
Aunque era muy pequeño, la vocación espiritual de Narayan
le causaba desasosiego, y consideró que el hogar de la abuela lo
limitaba muchísimo. Una vez, mientras comía, pidió una mayor porción de ghee (manteca). En vez de dársela, su abuela le
reprendió. Después de este incidente, en 1894, harto ya y sin importarle más su hogar ni sus parientes, Narayan desapareció.
En esa época, tenía solamente nueve años de edad cuando renunció al mundo.
Aunque era muy joven para concretar su renunciamiento espiritual, aquél quien tiene el Canto en el corazón, no tiene edad.
La edad carece de importancia. Este anhelo y este fervor por
Dios enloquecen a un ser; y en esta locura divina, es posible jugar con tigres, escalar montañas, caminar por el fuego y sufrir
las peores calamidades.
Durante seis o siete años, nada se supo sobre el paradero
de Narayan, pero se rumoreaba que en esa época viajaba entre
Nargund y Poona como un sadhu.13 Durante sus desplazamientos, Narayan tuvo que hacer frente, sin duda, a muchas penurias que despejaron su camino hacia la meta. Impulsado por
su búsqueda, Narayan llegó a la aldea de Saundatti, cerca de la
13 Sadhu es un aspirante formal, alguien que renunció al mundo. Aunque Narayan vivía
como un sadhu, por el hecho de sus muchas vidas en el sendero espiritual, había superado el ascético renunciamiento al mundo.
20
cual se halla la montaña Yellamma, en la que hacía penitencia
un yogui llamado Jamdagni Rishi. Se dirigió hacia el templo de
Yellamma, situado en la montaña, y allí recibió el darshan de la
deidad de esa montaña y pernoctó.
En su trayecto, mientras se bañaba en el río cercano al templo,
su vista reparó en una anciana, una tapasvini14, o sea, una mujer
asceta. La tapasvini hizo señas a Narayan para que se acercara,
y le preguntó, “Niño, eres muy joven y pequeño. ¿Cómo es que
has venido hasta aquí totalmente solo? ¿Quiénes son tus padres
y dónde están? Cuéntame tu historia”.
El niño sadhu se sentó junto a ella y empezó diciendo, “Me
llamo Narayan. Mi padre es Shri Datta Maharaj15. Datta es mi
padre y mi Dios; él es mi único sostén, y solamente él vela por
mí. Después de mis baños diarios, matutinos y vespertinos, repito su nombre hasta que sé que él está complacido”.
Al escuchar esto, la anciana asceta le dijo, asombrada,
“Aunque eres muy joven y pequeño, tu devoción avergonzaría
a los hombres. Estar desamparado en la vida es adquirir fuerzas. ¡Sólo los desamparados llegan a la Divinidad!”
Tras decir esto, aquella anciana se marchó. Entonces, Narayan
se bañó en el río y recibió el darshan de Renuka, que era otra
deidad del lugar. Permaneció unos pocos días en Yellamma, y
después siguió caminando hasta Gurlhosur, sobre la ribera del
río Malprabha; allí se quedó cinco días en el templo de Vithoba:
el Señor Krishna.
En una ocasión, mientras estaba en Gurlhosur, tuvo muchísima hambre y fue a la casa de un brahmín a pedirle comida.
El brahmín estaba furioso y le replicó “¿Ésta es la casa de tu padre? ¡Vete de aquí, granuja, o te golpearé!”
14 Tapasvini es una asceta. Tapas son actos ascéticos de penitencia.
15 Cuando Narayan hablaba de Shri Datta Maharaj se refería al dios hindú Dattatrey: el
Señor de la Trinidad constituida por Brahma, Vishnú y Mahesh.
Narayan quedó desconcertado, y su hambre desapareció por
el momento. Regresó al templo, y allí empezó a llamar a los gritos, “¡Vithoba! ¡Krishna! ¡Krishna!” Las lágrimas rodaban por
sus pálidas mejillas, y quedó semiconsciente.
Después, al atardecer, una anciana entró en el templo, trayéndole comida. Después de su ofrenda ante la estatua de Vithoba,
la anciana puso la comida delante de Narayan, pero él le dijo,
“No te pedí comida. Se la pedí a Vithoba”.
La anciana le replicó amablemente, “Pero hijo... esto es de
Vithoba: es el prasad del Señor, y puedes participar de él”.
Entonces, Narayan comió eso y dio gracias a Vithoba por responder a su llamado.
¿Cómo no podrá ser protegido quien es de Dios?
¡Hasta un tigre se acerca a él como un manso gato!
Narayan abandonó la ciudad de Gurlhosur para internarse en
una selva tupida, en la que permaneció en un templo consagrado a Shiva, el más grande de los yoguis. Él estaba solo en el templo deshabitado. Una noche, entró un tigre que rugía de hambre,
pero Narayan no tuvo miedo cuando el animal se deslizó cautelosamente hasta estar muy cerca de él. La bestia olfateó sus pies,
y luego desapareció en la selva. Narayan rió porque, aparentemente, el tigre había acudido para posar su cabeza en sus pies,
marchándose después de recibir sus bendiciones.
Tras permanecer un tiempo en el templo de Shiva, Narayan
reanudó su deambular. En ese lapso, solía estar sin alimento hasta durante dos semanas, pero seguía caminando, con calor, lluvia o frío, sin saber hacia dónde le conduciría su búsqueda. En
su corazón había una Canción, y en ese estado de dicha, se olvidaba de todo. Avanzaba hacia donde su Canción le llevaba, y por
21
rigurosas que fueran sus privaciones, nada significaban en comparación con lo que él estaba experimentando interiormente.
Después de recorrer durante jornadas enteras una región
árida, un día, la garganta de Narayan se secó tanto que pensó
que iba a exhalar su último suspiro. No podía encontrar agua
y, completamente exhausto, e incapaz de seguir caminando, se
desplomó debajo de un árbol para esperar la muerte.
De pronto apareció un jinete quien, señalando determinado
árbol, dijo al atónito Narayan: cerca de ese árbol hay un arroyo.
Después se esfumó, y cuando Narayan caminó en la dirección
indicada, descubrió azorado, un pequeño arroyo. Merced a este
auxilio divino, Narayan pensó confiado que la mirada de Dios
estaba de veras sobre él.
Narayan se trasladó a la aldea de Kundgol, y allí permaneció
cuatro meses en la casa de un rico terrateniente, dueño de vastas
propiedades, que se llamaba Nargode. Aquel terrateniente y su esposa no tenían hijos, se sintieron muy atraídos hacia el joven sadhu, y le cuidaron con mucho amor. A los pocos meses, se ofrecieron para adoptarlo y convertirlo en su heredero, pero Narayan se
rehusó, y pronto se marchó de Kundgol hacia Belgaum.
En 1901 ó 1902, pasó de Belgaum a Poona, y se quedó en el
templo de Hanuman, cerca de Raviwar Gate. Entonces tenía
quince o dieciséis años de edad. En Poona tuvo graves problemas cuando un comerciante le acusó de robarle dinero. Narayan
escapó de Poona y se trasladó a Kopargaon, permaneciendo en
otro templo consagrado al dios Hindú Bahiroba16. La gente empezó a sentirse atraída por Narayan, quien dirigía los cánticos del bhajan. El tiempo pasaba agradablemente y el eco de la
Canción en su corazón tenía ese efecto sobre cualquier persona
que estuviera en contacto físico con él.
16 Bahoroba, como Renuka y Mudraleshwar, es otro dios del Panteón hindú ¡en el que hay
millones: trescientos treinta millones! Son los ángeles de Indra: el Señor de la lluvia.
Un hombre, llamado Wadkoba, acompañaba diariamente a
Narayan, y el amor por este joven sadhu capturó su corazón.
Wadkoba estaba maravillado por las cualidades divinas que
descubría en este joven. Un tiempo después, Narayan se trasladó del templo de Bahiroba al hogar de otro comerciante, llamado Roop Chand, quien piadosamente había hecho arreglos
para que Narayan estuviera cómodo. Un día, Narayan visitó
la casa de Wadkoba, en la que conoció a un hombre llamado
Trimbak Rao, quien era de Kopargaon, pero residía en Arvi.
Cuando Wadkoba presentó a Trimbak, éste se sintió inmediatamente atraído hacia Narayan y le preguntó si podría acompañarle hasta Arvi. Narayan aceptó, y el eufórico Trimbak y el
joven sadhu partieron.
Trimbak Rao y su esposa Lakshmi no tenían hijos, y adoraban con verdadera devoción al dios Hindú Mudraleshwar,
con la esperanza de que les bendijera con un hijo. Mientras
Trimbak estaba en camino hacia Arvi con Narayan, Lakshmi
tuvo un sueño, en el que una voz le dijo: “El joven que viene hacia tu casa es un gran santo... Cuídalo bien y trátalo como si fuera tu propio hijo”. Una hora después de este
sueño, su esposo y el joven llegaron al hogar y Lakshmi recibió a Narayan con gran reverencia. Se dijo que, en una ocasión, cuando Lakshmi estaba rindiendo culto en el templo de
Mudraleshwar, Narayan se le apareció en una visión y le dijo: “Yo soy tu hijo. Ya no es necesario que reces para tener
uno”. De este modo, las plegarias de Lakshmi se cumplieron
y Narayan dejó de ser un huérfano. Lakshmi sirvió a Narayan
con gran devoción y, en retribución, Narayan la trató amorosamente como si realmente fuera su madre.
Los días pasaron, luego los meses, con paz y alegría, pero
la flecha de la Canción estaba empezando a atravesar nueva22
mente el corazón de Narayan. Salvo él, nadie sabía de su dolor. La Canción lo estaba desasosegando otra vez, instándole a que fuera a otra parte, y Narayan anhelaba averiguar de
dónde provenía aquélla.
Narayan escuchó muy intensamente la Canción interior y supo que le inspiraba para que viajara a Gangapur, un lugar sagrado para los devotos de Dattatrey.17 Ya no le fue posible quedarse
en Arvi con su familia de adopción, mientras interiormente se
debatía en un tempestuoso desasosiego. Ansiosamente comenzó a prepararse para marchar hacia Gangapur, pero le detuvieron las lágrimas de Lakshmi al pensar en su partida. Durante
sus seis meses de estadía en casa de ellos, Narayan se había
convertido en el hijo que Trimbak y Lakshmi nunca habían
engendrado, y a esa madre le era imposible dejar que su hijo
adoptivo se marchara.
Narayan tenía, por ese entonces, diecisiete años de edad;
aunque joven, se estaba fusionando en la consciencia espiritual
de un verdadero Maestro, y estaba muy cercano el momento de
unirse con Dattatrey. Este momento de unión no podía posponerse, por lo que permitió que Lakshmi le acompañara cuando
partió hacia Gangapur. Sin embargo, durante el viaje, aquella
mujer contrajo una fiebre y, como Narayan no podía abandonarla, la acompañó de regreso hasta Arvi, frustrado por el giro
de los acontecimientos.
Después de que Lakshmi se recuperó, esta vez las lágrimas
de ella no pudieron detener a Narayan cuando reemprendió su
17 Gangapur es un famoso lugar sagrado de peregrinación de los devotos hindúes de
Dattatrey. Los hindúes creen que Dattatrey es el Señor de la Trinidad compuesta por Brahma,
Vishnú y Mahesh, cuya presencia puede sentirse especialmente en Gangapur. A quienes arden en
el fuego del amor divino, Dattatrey se les aparece en diferentes formas y los ayuda de diversos modos espirituales. Cuando Narayan adoraba a Dattatrey, estaba adorando a Dios como Quien Crea,
Conserva y Disuelve el universo.
viaje hacia Gangapur. Narayan se regocijó por hallarse finalmente en la ciudad santa; permaneció debajo de un árbol neem,
cerca de la confluencia de dos ríos, y allí, gradualmente se fue
pareciendo a un mast o ebrio de Dios, mediante sus experiencias espirituales, abrumadoramente dichosas. Ahora siendo más
un mast que un sadhu piadoso, el joven daba muestras de estar
loco, y aparentemente, todas sus santas cualidades también se
habían consumido. Sin sentir hambre ni sed, un fuego divino
le estaba consumiendo. Si es que comía algo, mientras vagaba
por las calles pidiendo limosna, lo consumía como si estuviera
poseído. Y cuando el río se desbordaba por las lluvias, Narayan
incluso trepaba al árbol neem y allí se quedaba, impertérrito,
sentado en una rama, absorto en su trance espiritual.
Narayan se sintió impulsado a escalar una montaña cercana y vivir en una cueva, en la que no comía ni bebía, sino que
¡se quemaba con fuego divino! En este fuego de amor, él experimentaba ambos, alegría y dolor, simultáneamente. El dolor
de su anhelo ahora era tan intenso que le mantenía conectado
con su cuerpo físico. Al mismo tiempo, la alegría espiritual era
tan abrumadora que le liberaba de su cuerpo. El sufrimiento
le doblegaba, y entonces gritaba dentro de aquella cueva: “Ay,
Amado Dios, ¿Por qué no acudes a mi encuentro? ¿Por qué te
alejaste de mí? ¿Por qué no vuelves a mostrarme tu glorioso rostro?” Narayan tenía visiones: llorando con dolor se fundía interiormente en un mar de fuego. Aún siendo torturado por este abrasador fuego de anhelo, Narayan ansiaba quemarse más.
Extrañamente, sin este dolor no hubiera habido dicha para él.
Cuando Narayan abandonó la cueva y recorrió los acantilados, era tan sólo piel y huesos. Unos días después, estaba aturdido, sentado a la vera de un monasterio situado en la montaña,
absorto en su estado interior, cuando una voz le despertó ha23
ciéndole salir de su trance. La voz le estaba llamando claramente, y él entró en los recintos del monasterio, en el que en el extremo de un pasadizo, vio a un anciano. Cuando Narayan llegó
hasta él y se inclinó, de pronto la mirada del anciano convirtió
su mar de desasosiego en un mar de dicha. Narayan cayó a sus
pies, reconociendo a aquel anciano como el Maestro que había
visto en sus sueños. La inquietud que había experimentando
durante casi diez años se disolvió, convirtiéndose en paz ante
la vista de su Gurú.
El anciano abrazó al joven Narayan, y después le dijo “Tengo
hambre. Ve a pedir limosna, y tráeme un poco de comida”.
Cuando Narayan regresó con ésta, se encontró con que las
puertas del monasterio estaban cerradas. Muy impresionado, se
puso a llamar a gritos a su Maestro. Al oír estos gritos, apareció
el encargado del monasterio y le dijo “nadie ha estado aquí en
todo el día”. Sus palabras indicaron que el Maestro había aparecido sólo para Narayan.
Cuando la puerta se abrió ante la insistencia de Narayan, no
había nadie adentro. Narayan, desconcertado, se sentó fuera del
monasterio, debajo de un árbol neem, clamando a su Gurú a
fin de que regresara para comer. En medio de su desconsolado llanto, aquella terrible inquietud que había desaparecido en
el joven, volvió a manifestarse con renovada intensidad.
“Maestro, ¿dónde estás? ¿Por qué te escondiste? Permíteme volver a ver tu rostro... Te traje comida, tal como me lo ordenaste.
No comeré hasta que vuelvas para recibirla. Ven, Maestro, ven
pronto o moriré sin ti”.
Narayan lloró amargamente durante tres días. Aquella dolorosa separación le estaba matando, cuando de pronto vio que su
Gurú estaba de pie frente a él. El anciano se sentó junto al joven y
aceptó la comida. Después, el Gurú le dio a Narayan lo que quedó, diciéndole “Termina la comida, éste es mi prasad para ti”.
Tan pronto Narayan probó el primer bocado, el aspecto del anciano cambió por completo. Descubrió que el anciano no era otro
que Dattatrey. El cuerpo del anciano se había transformado en el
de un joven de seis brazos, y su viejo rostro se había transformado en tres cabezas.18
Junto con esta aparición de Dattatrey, Narayan mismo se transformó en Narayan, el Ser Universal. El joven se convirtió en Dios
Realizado, cruzando los límites de la dualidad. Sin embargo, el joven Narayan, al lograr la consciencia divina, el estado de “Aham
Brahmasmi”19, perdió su propia consciencia individual y su nexo con
el mundo o con su cuerpo.
Sin embargo, tiempo después, poco a poco, la gracia de
Dattatrey permitió al joven recuperar la consciencia de su cuerpo y del ambiente que le rodeaba. Durante esta fase en la que
descendía del estado Divino, la salud de Narayan se quebrantó
completamente, pero al recuperar su consciencia física, también
recobró su salud con una consciencia perfecta, y su cuerpo de
dieciocho años de edad se volvió fuerte y vibrante.
El joven Sadguru abandonó la montaña y el río de Gangapur,
regresando al hogar de sus padres espirituales, Trimbak Rao y
Lakshmi en Arvi, quienes experimentaron una gran alegría. La
comunidad de Arvi pronto reconoció que aquel joven había alcanzado el supremo estado espiritual de la Consciencia Divina
18 Cuando el anciano se transformó en Dattatrey ante la vista de Narayan, se trataba realmente de Khwaja Khizr; éste era el anciano que tomó la forma de Dattatrey. Khwaja Khizr es un
Maestro Perfecto, quien toma diversas formas para conceder la Realización y la Maestría Perfecta
a aquellos individuos que no tienen un maestro vivo. Narayan no lo tenía y, por consiguiente,
Khwaja Khizr tomó la forma de Dattatrey porque era la amada forma que Narayan adoraba. Khwaja
Khizr fue también el maestro de Moisés y se apareció como fuego ardiente ante el Profeta hebreo
(quien estaba en el sexto plano). Khwaja Khizr fue también el maestro de Francisco de Asís y a este
santo cristiano se le apareció como Jesús crucificado. En realidad, Francisco de Asís fue más que un
santo, un Maestro Perfecto, y Realizó a Dios mediante la intervención de Khwaja Khizr.
19 “Aham Brahmasmi” es, en la mística vedántica, el estado (o la declaración) de “Yo soy
Dios”. Ver Dios Habla.
24
con la consciencia de la Creación (Sahaj Samadhi) y empezaron a reverenciarle, considerándole francamente un Sadguru,
Maestro Perfecto, por sus bendiciones.
Su aspecto era en ese entonces el de un niño; Narayan era pequeño, de aproximadamente un metro cuarenta de estatura, de aspecto lozano y una agradable voz aguda. Los niños le adoraban.
Jugaba amorosamente con ellos, riendo y saltando. Así, durante algún tiempo, Narayan empapó el suelo de Arvi con su amor. La
gente le estaba agradecida por la extraordinaria fortuna de tener
su pueblo como residencia de un Sadguru vivo.
Tiempo después, Narayan no estuvo conforme con tener a Arvi
como su sede principal. A unos cincuenta y cinco kilómetros de
Poona, el joven Gurú y “Maharaj” eligió una pequeña aldea agrícola, llamada Kedgaon, como su centro principal de actividad.
Empezó residiendo cerca del viejo Kedgaon Bet, una pequeña
isla, en 1903. Nueve años pasaron. Su deseo era comprar tierra
allí, pero puesto que los granjeros se negaron a vender, en 1912 se
trasladó a unos pocos kilómetros de distancia, hasta el nuevo Bet,
y allí compró tierra para su ashram permanente.
La principal discípula de Narayan, llamada Anjani Bai
Malpekar, otrora cortesana (prostituta) de Bombay, conocía a
muchos personajes prominentes de la sociedad y la política. La
mujer se había enriquecido muchísimo con su profesión y cantaba con una voz exquisita, con la que despertaba la pasión de
sus ricos clientes. Un celoso enemigo la engañó dándole de comer una hoja de paan venenoso y, aunque no murió, sus cuerdas
vocales se dañaron y perdió la dulzura de su voz. Intentó durante meses curarse con medicinas, pero sin resultado.
Finalmente se puso a consultar a yoguis y gurús, pero no pudieron curarla. Un gurú le sugirió que visitara a un sadhu que acostumbraba sentarse a la vera del camino; se trataba de Narayan.
La mujer se le acercó suplicante: “Me dijeron que tienes poder
para restablecer mi voz”.
“¿Por qué debería yo restablecerla?”, le replicó el sadhu.
“Para poder volver a cantar”, contestó ella.
“¡Ah, para que puedas cantar! ¿A quién le cantarás? Si restablezco tu voz, ¿cantarás para mí?”, replicó Narayan.
La mujer le dijo: “Por supuesto, haré cuanto tú desees”.
“Bien, ¡adelante, canta para mí!” Y tan pronto él dijo estas palabras, la mujer empezó a cantar, quedando totalmente azorada.
Después de este hecho, Anjani Bai abandonó su vergonzosa
profesión y dedicó toda su riqueza a atender las necesidades de
Narayan quien, de esta manera, se convirtió en un rico maharaj, dejando atrás su desnudez de sadhu.
En su ashram de Kedgaon, Narayan había construido un
hermoso templo, consagrado a Dattatrey, en el que diariamente celebraba el culto –puja– según el estilo hindú. Se dice que
el dios Dattatrey se aparecía físicamente todos los días en que
Narayan le adoraba.20 La fama del joven Sadguru se difundió;
acudía cada vez más gente en procura de su guía espiritual y
su bendición, y esta otrora lejana y árida tierra de Kedgaon fue
habitada poco a poco, por un número creciente de adeptos de
Narayan Maharaj.
Los modos con los que un Maestro Perfecto actúa son únicos
y trascienden verdaderamente al intelecto normal, como para
que éste capte su significado. Según los ritos hindúes, Narayan
Maharaj adoraba a Dattatrey, y alentaba a sus discípulos que hicieran lo mismo. Todos los días, de madrugada, él recibía darshan de la estatua de mármol de Dattatrey, en el templo, de la
20 Cuando la estatua de mármol de Dattatrey cobraba vida, en realidad se trataba de Khwaja
Khizr, en forma de Dattatrey, quien aparecía en el templo, todas las mañanas, durante la adoración
de Narayan.
25
que se dice que cobraba vida. Después, él daba darshan a sus
adeptos. El mismo Narayan dirigía la procesión en honor a
Dattatrey, que se efectuaba todos los jueves, y entonaba cánticos bhajan a los allí reunidos.
A veces, Narayan adoraba a Shiva: la Primer Alma, el más
grande de los yoguis, o al Shiva Lingam fálico, y a menudo llevaba la marca de Shiva. La adoración era gran parte de la labor de
este Maestro Perfecto. Se dice que una vez congregó a seis mil
sacerdotes hindúes, conduciendo para ellos una ceremonia formidable. En ocasiones, Narayan era como un niño y jugueteaba
con sus devotos para después, como su maestro, explicarles los
misterios espirituales que eran la esencia de estos juegos.
Finalmente, construyeron un pequeño palacio para
Narayan, en el que vivió y dio darshan al público en el salón
principal. En la parte trasera del palacio se encontraba su sala de estar, su dormitorio y la cocina. En 1926, le construyeron
un sótano al costado del palacio; allí se recluía para realizar
su labor universal.
La fama de Narayan Maharaj alcanzó también mayor difusión a causa de un artículo periodístico aparecido en el Times
of India; lo escribió el Profesor A. G. Woodhouse, del Colegio
Deccan, de Poona. El Profesor Woodhouse, viajando por la árida región de Kedgaon, tenía mucha sed debido al excesivo calor. En el camino se encontró con Narayan, quien milagrosamente hizo surgir agua de sus manos vacías para apagar la sed
de Woodhouse. Después de esto, Woodhouse se encontró varias
veces con Narayan para hablar sobre los diversos aspectos de la
espiritualidad y la mística hindú (Vedanta). El prestigio intelectual y profesional del Profesor Woodhouse hizo que Narayan
adquiriera un gran reconocimiento por el público en general.
En su labor universal, un Maestro Perfecto no tiene una ocupación regular ni una rutina diaria. La labor de un Maestro
Perfecto consiste en emancipar a los otros del mundo que los esclaviza, y a los diversos medios y maneras con las que trabaja se
los puede llamar su ocupación. Un Maestro Perfecto es Dios en
forma humana; es un individuo que devino Dios, y trasciende
todo límite; cada actividad suya está fuera del alcance de nuestra
limitada visión humana.
Narayan Maharaj –literalmente significa Dios el Rey– fue un
Maestro del tipo jamali; era amable, agradable, como un niño y
raras veces injurioso. Sus discípulos afirmaban que su aspecto
físico no cambió durante casi treinta años: tenía “juventud perenne”. Aunque extremadamente bajo de estatura, su cuerpo
delgado era tan bello y sutil como el de un yogui. Su vía espiritual era la del raja yoga21.
Sus discípulos cercanos sabían que su linaje espiritual se
hallaba conectado con Dnyaneshwar22, el más joven de los
Sadgurus, quien siglos antes vivió en Alandi, una aldea en las
afueras de Poona en el mismo distrito de Maharastra.
Narayan había decorado su palacio con una gran pintura de
Dnyaneshwar encontrándose con el anciano gran yogui Chang
Deva. Narayan, otrora el raja yogui desnudo, quien había sufrido terribles penitencias y ascético renunciamiento siglos atrás,
se encontraba ahora regiamente ataviado con sedas y terciopelo, bordados de oro y botones de diamantes.
21 El Raja yoga es la práctica yóguica de riguroso ascetismo, penitencia y disciplina a fin de
controlar y dominar al yo ilusorio constituido por la mente, la energía y el cuerpo.
22 Dnyaneshawar, un Sadguru de Maharastra, de sólo nueve años de edad cuando se convirtió en “perfecto” y vivió tan sólo hasta alrededor de los diecinueve años. Chang Deva fue un
mahayogi, del cuarto plano, quien solía montar un tigre, llevando una cobra enroscada en su cuello. Este gran yogi desafió un día al joven maestro pero sus poderes ocultos le fallaron y, después,
Chang Deva se convirtió en discípulo de Dnyaneshawar.
26
Aquel quien alguna vez viviera en cuevas, residía ahora en un
palacio imponente. Según se decía, su círculo de doce hombres lo
integraban todos los maharaj de la India. Aunque personalmente
vestía como un rico maharaj, y contaba con los mejores sastres de
Bombay e incluso compraba todos los años un automóvil nuevo,
era espiritualmente perfecto, un rey que supervisaba los tres mundos –Triloka– las esferas mental, sutil y física.
Narayan celebraba el darshan en su palacio, sentado en diferentes tronos exquisitamente ornamentados. Un trono, con
la imagen tallada de Dattatrey, estaba cubierto con láminas
de plata y era enorme, de alrededor de tres metros de altura, y dentro de este trono había una silla bellamente tallada,
también plateada.
En una ocasión, un devoto zoroastriano, a quien Narayan
llamaba “hijo”, le preguntó “Narayan, me llamas tu hijo; entonces, ¿por qué no me das algunas de esas joyas que llevas para
que yo parezca tan majestuoso como tú?”
El humor de Narayan cambió de repente y, mirándole con
desdén y repugnancia, le dijo “¡Jamás desees esas cosas! ¡Estos
anillos y joyas son inmundicias!”
En abril de 1915, mientras Narayan estaba dando el darshan
desde su trono de plata, de pronto un rayo luminoso refulgió a
través de la muchedumbre, y apareció ante él un joven andrajoso derramando vino divino de sus ojos. El joven estaba absorto.
Era aquel zoroastriano a quien Babajan había besado.
De inmediato, Narayan dispersó a la multitud y bajó de su
asiento. Tomó amablemente al joven de la mano, le indicó que
se sentara en su trono y, sacándose una guirnalda del cuello,
la puso en el del joven. Después, dio al joven zumo fresco, de
mango, para que bebiera. Tras terminar ese zumo el joven se
levantó, hizo una reverencia a Narayan y desapareció traspo-
niendo la puerta. Narayan se quedó mirando a ese joven hasta
que estuvo fuera de la vista, y parecía sumamente complacido.
Durante el resto del día, no hubo más darshan, y sus devotos se
preguntaban quién debía haber sido ese joven que había estado
sentado en el trono de su maestro.
Narayan Maharaj solía viajar a Poona y Bombay, al igual
que a otras partes de la India, acompañado frecuentemente por
los hijos de sus devotos. En 1934, fue huésped del Maharaj de
Mysore y viajó a Indore, en el propio carruaje del Maharaj, presidiendo un desfile. En 1935, viajó al norte, hasta el Himalaya,
para realizar su labor; se dice que el rey de Nepal le regaló un
trono. También viajó a Benarés, y allí bañó a muchos devotos y
niños en el río Ganges.
El darshan o la bendición de los santos y gurús, es un hecho que ocurre con frecuencia en India. Se supo que Narayan
había realizado varios milagros en Kedgaon, y la gente procuraba su contacto. Sin embargo, los milagros eran su juego.
Narayan Maharaj era dueño de la taberna del amor de Dios, y
por medio de esos milagros, la gente de todas partes acudía a
él para que la bendijera.
Estos milagros eran las sombras de la verdadera labor de
Narayan: dar a las personas la oportunidad para que saborearan el vino del amor divino que vivía en su cuerpo. No hay otro
prasad verdadero que este vino. Y Narayan lo distribuía a todos los que sólo anhelaban el amor de Dios. La vida tiene como
propósito imbuirnos de este vino y, después de beberlo –cuando la vida cesa de ser vida– nace la Existencia Eterna. Éste es
el más elevado de todos los dones espirituales, y solamente un
Maestro Perfecto puede llenar nuestro corazón con este prasad.
27
En agosto de 1945, Narayan Maharaj partió de Kedgaon rumbo al sur hasta Bangalore.23 Allí, dentro de las murallas de un
fuerte abandonado, se hicieron los preparativos para diferentes
tipos de yagnas: ceremonias en las que, a modo de sacrificios, se
quema sándalo y aceites. Duraron tres semanas, y fueron centenares los devotos que llegaron de lejanas regiones de la India
para esa sagrada celebración. Alimentaron a miles de personas
cada día en los predios de esa festividad. Narayan la dirigía, y
con sus propias manos distribuía dakshina: prasad en forma de
dinero, dándolo a centenares de indigentes.
Nadie sabía que Narayan estaba consumando su obra universal, irradiando un gozo indescriptible. El vino del amor se
hallaba en su cenit, y todos sus devotos y peregrinos parecían
estar “enloqueciendo” con los efectos embriagadores de la atmósfera creada por Narayan. Una mezcla de dicha y frenesí
agitaba el aire. Sin embargo, al terminar jubilosamente los yagnas, ese vino de sonrisas, que era de todos, se convirtió en lágrimas, pues el 3 de septiembre de 1945, el Sadguru Narayan
Maharaj abandonó su cuerpo físico. La ciudad de Bangalore fue
un torrente de lágrimas y lamentos. Estas lágrimas contenían
el vino que Narayan había dado a sus devotos, y a medida que
ellas fluían, revelaban la forma verdadera de Narayan Maharaj.
El cuerpo del Maestro Perfecto fue cremado en Bangalore.
La mitad de sus cenizas fueron llevadas hacia su ashram, para
guardarlas en la sala del palacio de Kedgaon; el resto fue llevado a Benarés para que las aguas del gran Ganges lo absorbiera.
¡Oh Narayan Maharaj! ¡Te saludamos repetidas veces!
¡Cubriste con las guirnaldas de tu gracia al Antiguo!
¡Tú entronizaste al Rey del universo!
23 Es interesante señalar que Narayan Maharaj realizó su último viaje desde Kedgaon en
agosto de 1945, después de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, en Japón.
28
TAJUDDIN BABA,
LA CORONA DEL PROFETA
Ésta es la pose más famosa
del Maestro Perfecto mahometano Tajuddin Baba,
tomada probablemente en el manicomio de Nagpur,
hacia fines del siglo diecinueve.
Nadie podía entenderle
¡Nadie tenía idea de quién era realmente!
¡Nadie sabía que Taj era la Corona!
Varias damas británicas charlaban y bebían su té de la tarde del viernes en el club campestre cuando, de repente, vieron
a un indio desnudo que pasaba caminando por las canchas de
tenis. Escandalizadas por este molesto espectáculo y pensando que ese hombre debía estar loco, llamaron a la policía, que
lo arrestó, siendo después sentenciado a permanecer recluido
en un manicomio.
Sin embargo, este “loco” era maravillosamente extraño y diferente. En torno de los muros de ese manicomio se congregaría una multitud esperando su bendición. Construyeron una
entrada aparte, en ese manicomio, sólo para que la gente pudiera ver a este lunático. ¿Por qué? ¿Estaba realmente loco, o las
locas eran las personas que determinaron que estaba loco? ¿Por
qué algunos buscaban la bendición de este loco en especial? Por
el vino, ¡por el vino que solamente él tenía!
Aunque los británicos pensaban que este mahometano estaba loco, los maniáticos debieron haber sido ellos porque no
lo reconocieron. Él era dueño de una taberna espiritual. Era
el Taj de la India: ¡la Corona del Islam! Era Tajuddin Baba, un
Qutub –el eje del universo–, el eje de las fuerzas cósmicas. Este
Maestro Perfecto abrió su taberna en un manicomio, y quienes
acudían a él en tropel se embriagaban y enloquecían divinamente. Si este mahometano no estaba loco, ¿por qué lo habían
encerrado en un manicomio? La gente común y corriente no
puede sondear este misterio. ¿No había venido él precisamente por los locos? ¿Por los perdidos en la locura de este mundo?
Los dieciséis años que este Qutub pasó en ese manicomio fueron una fase de su labor interior.
29
Este joven mahometano no estaba loco cuando lo encerraron
en aquel manicomio, el que estaba loco era el mundo que le rodeaba. El loco es el mundo, solamente quien es Uno con Dios es
verdaderamente cuerdo. Tajuddin Baba fue un maestro singular que vivió con los más locos entre los locos, y él, el Señor de la
mente, estableció su sede central espiritual en un manicomio. Su
historia es sumamente sugerente.
En la mañana del 17 de enero de 1861, en la ciudad de
Kamptee, en las afueras de Nagpur, en la India central, la inquieta familia de Mariambi recibió la alegre noticia de que ella
había dado a luz a un hijo a las cinco y cuarto. Pero lo que resultó bastante curioso fue que el bebé no lloró cuando lo sacaron del vientre de su madre. “¿El bebé nació muerto?”, preguntaron algunos. “¡Oh, no se atrevan a pensar eso!”, replicaron
otros; “¡éste es el primogénito de Mariambi!”
El bebé estuvo inerte durante algunas horas. Finalmente, según la leyenda, la familia decidió marcar las sienes y la frente
del niño con un hierro caliente. Esto hizo que la criatura abriera los ojos y llorara o, de lo contrario estaría muerta. Eligieron
a una persona mayor de la familia para que hiciera eso. La varilla de hierro quemó la carne del bebé, y éste gritó con fuerza.
Después, quedó callado, pero mientras sus lágrimas fluían, miraba alrededor como si estuviera examinando lo que le rodeaba. Finalmente se movió, para deleite de la familia.
Le llamaron Tajuddin Mohammed Badruddin. Literalmente,
Tajuddin significa “quien lleva una corona”: en este caso, la
corona del Profeta Mahoma. Su padre, Sayyed Mohammed
Badruddin, era militar: comandante de un batallón en el ejército británico. Antes de nacer su hijo, lo habían transferido de
Madrás a Kamptee. Sayyed estaba orgulloso de tener un hijo y
agradecía a Alá el Más Misericordioso que su hijo viviera.
Sin embargo, la tragedia se abatió pronto sobre la casa de
Badruddin: su padre murió cuando Tajuddin tenía un año de
edad. Mariambi se esforzó en criar un hijo que hubiera enorgullecido a Sayyed. El niño asistió a una excelente escuela a los
seis años de edad, y le consideraban un alumno superior al nivel normal. Pero ocurrió una nueva tragedia: su madre murió
cuando él tenía nueve años. El peso de criar a la criatura recayó
sobre los hombros de su abuela materna.
En una edad muy temprana se percibieron en Tajuddin singulares cualidades espirituales. El niño siguió con su escolaridad y aprendió árabe, persa, urdu y también inglés; asimismo, leía con avidez. Tajuddin prosiguió sus estudios superiores
hasta los dieciocho años, cuando ocurrió un hecho prodigioso
que cambió su vida.
Había en Nagpur un santo famoso (pir), llamado Hazrat
Abdullah Shah24, quien era sumamente reverenciado por la comunidad mahometana. Un día, este santo visitó la escuela de
Tajuddin y, al observar al joven, dijo “¿Por qué este joven debe estar en la escuela? ¿Qué necesidad tiene de estudiar? ¿Qué le queda
por aprender?... El joven posee gnosis... ¡conocimiento divino!”
El santo se acercó a Tajuddin, y los ojos de ambos se encontraron. Abdullah Shah tomó un bizcocho, comió la mitad
y dio la otra a Tajuddin. El santo le dijo, mientras el joven
masticaba el bizcocho: “Come menos; duerme menos; habla
menos... y estudia el Corán ¡cómo si el Profeta Mahoma te estuviera mirando!”
Tan pronto Tajuddin había comido el bizcocho, el ghazal
(poema) del vino empezó a cantar en su corazón y sus ojos
derramaron anhelosas lágrimas ante el santo. El joven desapa24 No disponemos de material bibiográfico sobre el santo mahometano Abdullah Shah.
30
reció de la escuela y, durante tres días, permaneció en un estado de gozo, con lágrimas y anhelo de ver a su Amado. El
santo había despertado el anhelo del alma de Tajuddin por el
conocimiento de Dios.
Tajuddin cambió. Dejó de ser el ávido estudiante; ahora prefería la soledad, y desapareció su interés por alternar con sus
amigos. Había recibido un tesoro interior, pero ¡no tenía idea de
qué se trataba!
Aunque se había convertido en un solitario y un extraño para
sus amigos, el joven salió poco a poco de ese estado y se mostró
razonablemente normal. En esa época, empezó a leer con fervor
al Divan de Hafiz. Las palabras de éste cobraron vida, y los dos
versos siguientes le impresionaron profundamente:
“¡Bebe vino! ¡Enciende con tu fuego al Corán y a la Kaaba!
Ve y quédate en el templo, y no molestes a nadie”.
Tajuddin estaba bebiendo el vino divino; y estaba quemando el Corán y la Kaaba en las llamas de su corazón. Había entrado en su propio templo interior de soledad, y se hallaba en
un estado de dicha.
Después, en 1879, la situación del mundo hizo que Tajuddin
se encontrara con su Amado Maestro. Negras nubes se cernían
sobre el distrito; fuertes lluvias causaron un terrible desborde
del río Kanhan, y el ejército buscaba reclutas para afrontar el
desastre. La ciudad de Kamptee resultó muy dañada, y muchos
se ahogaron o perdieron sus hogares. Para paliar la situación financiera de su angustiada abuela, Tajuddin se alistó en el ejército, aunque, en su interior, estaba clamando a Dios y su corazón
había despertado para encontrarse con Él. Su corazón era una
copa de vino resumida en esta canción “¿Dónde estás? ¿Dónde
estás? ¡Oh Amado, ven! Llámame para que acuda a Ti, o ven Tú
mismo. Ya no puedo esperar más”.
Después de todo, el Amado Dios es siempre misericordioso, y al escuchar el fervoroso grito de Tajuddin, no pudo permanecer indiferente. El alistamiento del joven en el ejército le
conduciría finalmente hacia aquél a quien buscaba, cuando su
regimiento fue prontamente transferido después de Kamptee a
Sagar. Sagar significa océano. ¡Tajuddin estaba destinado a ir
a Sagar para convertirse en un océano! Mientras a los demás
soldados se los estaba entrenando para combatir al enemigo,
Tajuddin estaba luchando consigo mismo. Para un soldado es
sencillo vencer al enemigo en comparación con vencer la propia
personalidad limitada y obtener la victoria sobre el falso ego.
La suya era una guerra secreta. ¿Cómo puede medirse la lucha interior del joven Tajuddin? Él era su propio soldado, tratando de ser valiente en medio de una terrible batalla interior.
Tajuddin sumaba una derrota ignominiosa tras otra sobre sus
enemigos interiores, y en su corazón ardía un grito de victoria
“¡Amado! ¡Amado! ¡Amado!”
Finalmente, una noche en la que Tajuddin estaba de guardia, alguien le llamó. Alarmado, miró alrededor y después
caminó en dirección a esa voz. Fue más allá del cuartel y se
internó en el tupido bosque; abriéndose camino entre la arboleda, al final encontró a un anciano sentado bajo un árbol.
Era el Qutub musulmán, famoso en el distrito, Hazrat Daood
Chishti25, el Verdadero Amado que había llenado de inquietud
el corazón de Tajuddin.
25 Qutub Hazrat Daood Chisti fue el maestro que concedió a Tajuddin su Realización de
Dios. Sin embargo, no se conocen constancias sobre la vida o linaje espiritual de Daood Chisti.
31
Sin mirarle, el viejo maestro le ordenó que le trajera una taza de té caliente. Tajuddin salió de la espesura y volvió a la cocina del cuartel, y allí preparó una taza de té caliente. Volvió a
recorrer la senda por el bosque y llevó la taza de té sin que se
derramara. Daood Chishti sorbió un poco de té y dio el resto a
Tajuddin, diciéndole que lo bebiera.
Tan pronto el joven Tajuddin bebió el té, su desasosiego se
consumió en un instante y se transformó en un océano de dicha. En ese momento, Tajuddin alcanzó la Realización de Dios.
En su estado Divino, el mundo dejó de existir, y se aniquiló.
Se esfumó todo; Tajuddin perdió totalmente la consciencia de
su cuerpo y del mundo externo. Estaba experimentando “Anal
Haq”: el estado de “Yo soy Dios”. Tenía únicamente la consciencia del Yo divino y se había convertido en Dios. En Sagar, a los
dieciocho años de edad, Tajuddin se había transfigurado en sagar ¡en un océano infinito!
El joven Tajuddin se había transformado en un Majzoob:
uno que se había ahogado en Dios. El joven ignoraba la rutina
militar y, debido a que se estaba comportando de manera insólita, sus camaradas se convencieron de que había enloquecido. Sin embargo, en verdad, se había fusionado con la dicha, el
poder y el conocimiento infinitos. Tajuddin vagaba todas las
noches por el bosque para encontrar a Hazrat Daood Chishti y
sentarse a su lado durante horas.
La abuela de Tajuddin todavía se preocupaba por él y había hecho arreglos para que se casara con una mujer musulmana, pero a causa del peculiar estado mental del joven, la
familia de la chica deshizo el compromiso. Poco después de
su Realización, los oficiales lo consideraron inepto para el
servicio, por lo que su abuela tuvo que viajar hasta Sagar y
llevárselo de vuelta a Kamptee.
Allí, su abuela pronto se convenció de que él se había vuelto
loco. Muy alterada por el estado de Tajuddin, la anciana buscó
toda clase de tratamientos médicos para su nieto, pero no dieron resultado, y el estado del joven no se modificó. Su abuela
murió poco después, y él quedó solo.
Nadie sabía cuán solo estaba Tajuddin. Es virtualmente imposible recogerse dentro de uno mismo y estar solo, cortando
todos los apegos kármicos y asociaciones corrientes. El objetivo
de la existencia es estar verdaderamente solo como Dios mismo.
Tajuddin había alcanzado esta meta, a pesar de su comportamiento externo, ¡era un hombre Consciente de Dios, sin vínculo
externo con el mundo!
Solo y en la casa de su abuela, sus parientes le abandonaron,
desdeñándole como un loco incurable. Vivió así cuatro años, atormentado y angustiado por los crueles pueblerinos. Pero la verdadera agonía de Tajuddin consistió en volver a la consciencia normal.
Aunque vivía en una absoluta desolación, se hallaba en un estado de majzoobiyat; y aunque un majzoob se ahogue en la Infinita
Existencia de Dios, ¡es maestro de toda dicha! El sufrimiento no
puede afectar a un majzoob porque no tiene consciencia humana.
Para ser un Qutub, un Maestro Perfecto, esa persona que
realizó a Dios debe descender del estado divino y recuperar la
consciencia normal, en primer lugar, del mundo mental, y después, de los mundos sutil y material. Lo único que hay en este
descenso es sufrimiento, ni la soledad ni la locura fueron el verdadero sufrimiento de Tajuddin, sino ese agónico descenso.
Sin embargo, durante estos cuatro años, Tajuddin dio muestras de estar más delirante aún. Compadecido del estado de
su sobrino, su tío materno, Abdur Rehman, llevó a su casa, en
Chanda, a ese joven de veintidós años. También allí tuvo tratamiento médico, pero no pudo mejorar. Convencido de que su ca32
so era incurable, el tío Abdur abandonó también a su sobrino en
la indigencia y la locura. De vuelta en Kamptee, Tajuddin sufrió
terriblemente tanto en lo físico como en lo mental, convirtiéndose en objeto de burlas para sus parientes y en el loco de la aldea.
Ni su tío ni otras personas, excepto Daood Chishti, se dieron
cuenta de que estaba sufriendo a fin de recuperar su consciencia humana: para reingresar en la consciencia de la Creación a
fin de que pudiera reducirse el sufrimiento de la humanidad.
Para escapar de las calles de Kamptee, Tajuddin pasaba la
mayor parte de su tiempo vagando por las colinas de los alrededores. Cada vez que volvía a entrar en la ciudad, las personas le observaban con más atención y, poco a poco, se dieron
cuenta de que no estaba loco en el sentido corriente. No obstante, los chicos le acosaban continuamente. Le fastidiaban y
arrojaban piedras, pero Tajuddin nunca los detenía. Recogía las
piedras que le golpeaban para que no se las volvieran a tirar. El
hecho de ser apedreado puede haberle ayudado a recuperar su
consciencia normal. Es probable que por medio de esos chicos
traviesos y ese aparente tormento que le propinaban, Daood
Chishti estuviera haciendo que Tajuddin retornara a la consciencia total de la Creación, porque inmediatamente después
de haber sido apedreado duramente varias veces, ¡Tajuddin
empezó a actuar normalmente! Nadie sabía que Tajuddin se
había convertido en un Qutub. En ese entonces, Tajuddin tenía
veintidós años de edad.
Poco a poco, el joven Maestro Perfecto pasó a ser sumamente
respetado. Una vez, mientras paseaba por la ciudad, entró de repente en la casa de un tejedor, a quien le dijo enérgicamente “¡Lo
mejor que puedes hacer es reunir a toda tu familia y cosas de
valor, y escapar inmediatamente de esta casa!” El hombre vaciló
un momento, pero le impresionó tanto la personalidad santa de
aquel intruso que acató la advertencia. Pocos instantes después
de marcharse, la casa se incendió y consumió hasta los cimientos. Así la familia de aquel hombre y sus bienes se salvaron.
En otra ocasión, un hombre acudió a Tajuddin suplicándole
“¡Hazrat, ven! Mi hija está a punto de morir”. El hombre había
buscado la mejor asistencia médica posible, pero el estado de
la chica no había mejorado.
Tajuddin cerró los ojos, y unos instantes después sonrió, diciéndole “Tu hija está muy bien ahora. Ve a verla”.
El hombre volvió a su casa y quedó atónito al encontrar a su
hijita sentada y cenando. Cuando preguntó a su esposa cómo
se había recuperado tan rápidamente, ella le contestó: –Unos
minutos antes de que llegaras, un mendigo ambulante llegó a
nuestra puerta pidiendo limosna y le di un poco de comida.
Preguntó por nuestra hija, y le hice entrar en su cuarto. Estuvo
con ella solamente unos instantes, y al marcharse me dijo: “No
te preocupes más, se pondrá bien”. Después, cuando esta familia fue a ver a Tajuddin, la esposa declaró que él era el mismo
mendigo que había ido a su casa.
Pasaron casi diez años, durante los cuales Tajuddin vivía en
las calles de Kamptee, durmiendo frecuentemente en un puente, cerca de la estación de trenes. Durante el día o la noche solía
deambular por la ciudad. Aunque pareciera loco a los extraños,
o un fakir a otros que le conocían, en realidad Tajuddin se había convertido en un Qutub.
Entonces, el 26 de agosto de 1892, tuvo lugar aquel incidente
por el que Tajuddin fue encerrado por las autoridades británicas
en el asilo, aunque hubo fuertes protestas por parte del pueblo,
y en especial, de los mahometanos. Sin embargo, debido a que
una de las británicas del club de tenis se había perturbado tan33
to al ver a aquel hombre desnudo, su esposo se escandalizó por
ese incidente y, valiéndose de su influencia, había obligado a las
autoridades a encerrar a ese musulmán. El juicio de Tajuddin
suscitó considerable atención y, durante ese tiempo, el juez se
sintió muy atraído por él. Aunque Tajuddin vestía muy pobremente, ¡el juez le seguía viendo vestido como un rey! El juez
estaba muy presionado por la marcha del proceso y, a pesar de
sus titubeos, las autoridades británicas le obligaron a condenar
a Tajuddin a ser recluido en el asilo durante el resto de su vida.
Tajuddin tenía treinta y un años de edad cuando le condujeron encadenado al manicomio, que quedaba a unos pocos kilómetros de la ciudad de Nagpur. Actualmente, ese lugar es un hospital
psiquiátrico, pero en ese entonces los que estaban allí habían sido
condenados a prisión perpetua, ¡era un sitio del que, una vez encerrados, no salían más! ¡Era un manicomio! El tratamiento de los
internos era escaso y su condición era lamentable.
Tajuddin, vestido con una túnica verde larga, hacía trabajos manuales con los otros internos; pero, cuando los encargados del manicomio tuvieron una idea de su jerarquía espiritual,
procuraron evitarle esa labor desagradable, la cual consistía en
picar piedras y transportar tierra. Sin embargo, Tajuddin se negó a dejar de hacerlo e insistió en continuar con las tediosas tareas de los otros internos.
Una vez Tajuddin estaba llevando sobre su cabeza un ghamela
(receptáculo de metal) lleno de tierra. Los funcionarios de la institución quedaron atónitos al ver que ese recipiente no descansaba sobre su cabeza sino que realmente estaba suspendido unos
centímetros en el aire. Tajuddin se desplazaba con indiferencia
mientras todos veían eso. Cada tanto exhibía poderes ocultos y
ocurrían hechos como ése, lo cual robustecía la fe de internos y
funcionarios en la talla espiritual de Tajuddin.
Con el paso de los años, siempre que Tajuddin deseaba salir
del manicomio, los funcionarios después descubrían que los cerrojos de las puertas se habían caído. Estaba estrictamente prohibido abandonar el predio del manicomio, pero ¿cómo podían
detener a una persona como ésa?
Tajuddin tenía un árbol especial, debajo del cual se encontraba con la gente, pero como no tenía un cuarto privado, solía dormir en un gran dormitorio con los demás internos que se serenaban con su presencia. Un día se fugó uno de los locos. Abdul
Majid Khan, médico a cargo del manicomio, estaba sumamente preocupado, pero Tajuddin se le acercó diciéndole: “No te inquietes; mañana regresará”. Al día siguiente, el interno retornó.
Al preguntarle, él dijo: “Me fui a mi casa. Pero Tajuddin Baba
me encontró allí, y luego de darme dos fuertes bofetadas en el
rostro me ordenó volver aquí inmediatamente, así que volví”.
Después de este hecho, el doctor Majid tuvo profunda fe y
devoción hacia Tajuddin, le invitaba a su casa y le consultaba en
todo. Así fue cómo el director del manicomio se volvió un fervoroso discípulo de Tajuddin.
Una vez, el doctor Majid tenía una cita urgente y preguntó a
Tajuddin si podría ir a Bombay. Tajuddin se negó a darle permiso, diciéndole “El camino es peligroso”, pero el médico insistió.
A regañadientes, Tajuddin le dio permiso para que viajara, pero,
mientras le daba una hoja de un árbol cercano, le dijo “Lleva esto
contigo mientras estés de viaje”.
El médico viajó en tren desde Nagpur y llegó a Bombay sano
y salvo. Pero después de que el tren se detuvo, en lugar de usar el
puente, trató de acortar camino cruzando las vías y trastabilló precisamente cuando un tren estaba arribando. Por milagro, el tren
se detuvo chirriando a poca distancia de su cuerpo, y todos quedaron atónitos ante este suceso. Así comprendió por qué Tajuddin
había vacilado tanto en permitirle que saliera de Nagpur.
34
Después de varios años en el manicomio, la palabra de
Tajuddin Baba empezó a difundirse como un reguero de pólvora hasta los lejanos rincones de la India, y la gente acudía
en tropel al manicomio para que la bendijera. ¡Era embriagadora la atmósfera espiritual en torno de la presencia de Tajuddin!
Un arrobado frenesí impregnaba el aire. De pronto, aquel manicomio parecía una divina taberna en donde las almas sedientas podían beber para contentar su corazón. Una nueva locura
se estaba esparciendo, la gente se volvía loca por Dios y por la
compañía de Tajuddin Baba.
Día tras día, la cantidad de gente era cada vez mayor, lo cual
creaba un problema a los funcionarios del manicomio. Al principio, construyeron una puerta aparte, la cual daba hacia el árbol en el que Tajuddin solía estar sentado. Después, las multitudes fueron enormes, y para desalentarlas y disminuirlas, las
autoridades de Nagpur daban boletos de entrada sólo para una
cantidad fija, pero este sistema fracasó. La fragancia del vino de
Tajuddin se esparcía por toda la India, enloqueciendo a la gente por ver al Qutub, el hombre que había adquirido Consciencia
Divina y era el centro del universo. Las autoridades de la ciudad y del manicomio estaban perplejas, sin saber cómo manejar la situación. Finalmente, la policía se encargó de encauzar a
aquellas multitudes.
Tajuddin Baba se estaba convirtiendo en la principal figura espiritual de esa zona. Entre quienes acudían para recibir su darshan había una joven musulmana que se llamaba igual que la
madre de Tajuddin: Mariambi. La joven fue a verle con una sed
interior capaz de beber enteramente la Taberna. Mariambi acudió para recibir el verdadero darshan del maestro, deseosa de
perderlo todo a sus pies.
Cuando Mariambi se acercó a Tajuddin, él la tomó de un brazo y rompió sus brazaletes con una piedra. Ese acto externo la
liberó de todo lo que la ataba y apegaba a este mundo. Después,
el maestro la abrazó e interiormente, ella se desapegó de este
mundo. Fue totalmente de Tajuddin Baba. Él le dijo “Te he estado esperando, querida mía, durante los últimos doce años, y al
fin has acudido a mí”.
Fue en este momento que Mariambi quedó espiritualmente conectada con Tajuddin por el resto de su vida. Después de este profundo contacto con Tajuddin, le visitaba diariamente. Más tarde
cuando él dejó el manicomio, su destino fue permanecer siempre
a su lado. Tajuddin se mostraba siempre feliz acompañado por
Mariambi. Sentía un amor especial por esta joven. ¡Escanciaba en
su copa toda la taberna! Ella integraba su círculo escogido.
Mariambi había ido a ver a Tajuddin por orden del Maestro
Perfecto Hazrat Daood Chishti, quien le dijo “¡Deberías entregar todo a los pies de Tajuddin, no a los míos!”. ¡Cuando ella lo
hizo, ganó Todo!26
Tajuddin no tenía bienes materiales; el maestro era un fakir perfecto. Una vez, estando él en el manicomio, le llevaron
una mujer que sufría intensamente al estar poseída por un espíritu. Tajuddin la miró, y después le escupió la cara diciendo “¿Por qué eres tan audaz e insolente con los fakires?” Tan
pronto pronunció estas palabras, la mujer se desmayó y quedó
inconsciente. Cuando recobró la consciencia, había un brillo
de alivio en su rostro: el espíritu que la poseía había sido expulsado por el maestro.
26 La comunidad mahometana considera santa a Mariambi. Su samadhi o su tumba son aún
reverenciados por los mahometanos en la ciudad de Vaki, a poca distancia de donde Tajuddin estableció su sede en Vaki Shariff.
35
Un rey hindú, también devoto de Tajuddin, fue uno de los
maharaj del distrito, llamado Raja Raghuji Rao Bhosle, quien
ante la más leve insinuación estuvo dispuesto a consagrar a
Tajuddin todo lo que él poseía. Aunque pertenecía a la realeza de Nagpur, solía visitar el manicomio para recibir consejo
y el darshan de Tajuddin. Un día se le ocurrió al Rajá que esas
multitudes del manicomio se estaban volviendo intolerables
y decidió que él liberaría a Tajuddin de ese lugar a cualquier
precio. Aparentemente, Tajuddin había terminado su labor en
el manicomio, y deseaba cambiar de sitio. Esto es lo que él dio
a entender al Rajá.
El Rajá Bhosle fue a ver a las autoridades y suplicó que dejaran a Tajuddin en libertad. Al principio, los oficiales se negaron
terminantemente porque la ciudad estaba prosperando merced
a las ganancias producidas por la gran cantidad de visitantes;
Tajuddin Baba era la máxima atracción turística de Nagpur.
En septiembre de 1908, después de depositar una considerable
fianza de dos mil rupias, el Rajá Bhosle llevó a Tajuddin a vivir
a su palacio Shakerdara, en el corazón de Nagpur. El Rajá dio
a Tajuddin su propia casa privada, llamada Lal Kothi (La Casa
Roja), a unos cien metros del palacio. En ese entonces, Tajuddin
tenía cuarenta y siete años de edad.
Después de permanecer más de dieciséis años en aquel manicomio, Tajuddin residía ahora cómodamente en el palacio del
rey de Nagpur. Pero un fakir es, después de todo, un fakir (no
posee cosas materiales, salvo lo más necesario), y Tajuddin no
se retiró para llevar la vida de un rey, sino que continuó velando por el bien de quienes le necesitaban espiritualmente.
El Rajá mantenía en su palacio, una habitación aparte, en la que
efectuaba sus diarias oraciones y ceremonias piadosas. Cuando
Tajuddin se mudó al palacio del Rajá, se dirigía hasta esa habita-
ción y defecaba y orinaba tres veces por día frente al ídolo hindú
de piedra, ante el que el Rajá rezaba. Esa habitación supuestamente sagrada se había convertido en el cuarto de baño del maestro.
Pero la fe del Rajá en la perfección de Tajuddin era tan profunda
que él mismo limpiaba humildemente el recinto, sin considerar
que eso fuera un insulto para sus prácticas religiosas.
Después de permanecer durante algunos meses en Nagpur,
en la Casa Roja del Rajá, Tajuddin trasladó su sede a Vaki, un
suburbio que se halla a unos dieciocho kilómetros de Nagpur.
Allí vivió en el hogar de un discípulo hindú, llamado Kashinath
Rao Patel. Éste tenía grandes propiedades, muy adecuadas para los propósitos de Tajuddin, porque eran muchas las personas
que se agolpaban diariamente para recibir el darshan del maestro; fueron tantas que en esa propiedad surgió todo un pueblo. Tajuddin dio oficialmente otro nombre al pueblo “Chotta
Nagpur”, que significa “Pequeño Nagpur”.
En Chotta Nagpur, Tajuddin reordenó aquella propiedad en
determinados sectores para sus actividades. Dejó vacante una
porción específica de tierra, a la que denominó “Vaki Shariff”, que
significa “la Ciudad Noble” y la dividió en cinco zonas principales que rodeaban su morada. A unos cuatrocientos metros al oeste,
Tajuddin tenía su “Dispensario”. Este extraño dispensario no contaba con instalaciones sanitarias ni con médicos, era un solitario
árbol de mango. Tajuddin decía a los enfermos que permanecieran debajo de ese árbol y por ese solo hecho, sus pacientes se curaban automáticamente. Los sanaba la vista o nazar de ese médico espiritual. Cerca del dispensario del árbol de mango, Tajuddin
señaló un sitio al que denominó “Madressa”, la Escuela. Los estudiantes venían a ver a Tajuddin para que los ayudara a aprobar los
exámenes y él sólo les imponía que se sentaran en su Madressa.
Todos esos jóvenes aprobaban inevitablemente sus exámenes.
36
A otro terreno baldío lo llamó “El Tribunal”, allí enviaba a
quienes tenían problemas comerciales o financieros, o estaban sometidos a juicios o procesos. También esos comerciantes encontraban inevitablemente remedio a sus problemas. A
otro lugar, cercano a su sede permanente, Tajuddin lo llamó su
“Mezquita”, dedicada a quienes visitaban al Qutub con fines espirituales y anhelaban experiencias espirituales o, incluso, ver
a Dios. Estas experiencias eran concedidas en su mezquita.
Hacia el norte había un campo abierto al que Tajuddin denominó “El Campo de Ejercicios”. El maestro enviaba allí a
las personas para que hicieran ejercicios físicos, cuyo significado era espiritual. Mediante ejercicios o marchas de un sitio
a otro, el maestro estaba preparando a las personas para que
entablaran la batalla de la vida: con sus egos o yoes inferiores. Esas personas eran también guiadas inevitablemente en
la correcta dirección.
Era como si Vaki Shariff se hubiera convertido en un parque
de atracciones para una fiesta espiritual. Este fenómeno tenía lugar todos los días. Enfermedades o problemas materiales de toda
clase eran tratados con el vino que manaba de la amorosa vista o
mirada de Tajuddin Baba. Su nazar era remedio de esos seres, y
nadie se iba de Vaki Shariff con las manos o el corazón vacíos.
En Vaki Shariff, un día en el que llovía copiosamente, observaron a Tajuddin caminando de aquí para allá bajo el agua,
mientras una gran multitud le seguía. En cierto momento, salió del predio en dirección a la carretera, y allí encontró un perro tirado, que había resultado muerto hacía tres días. Tajuddin
se acercó al cadáver y, tocándolo, le dijo “¿Por qué estás tirado
aquí, amigo mío? Levántate y corre”. El perro revivió de inmediato y se alejó corriendo.
A medida que la reputación espiritual de Tajuddin se difundió,
sus parientes poco a poco llegaron a aceptarle como “alguien grande”. Una vez, la tía de Tajuddin le preparó té. Él se negó a beberlo
y, señalando a su izquierda, le dijo “Lleva este té a un zorro que
yace muerto en aquel campo”. La anciana lo hizo, tal como se le ordenó. Cuando derramó un poco de té en la boca del animal muerto, el zorro se sacudió, se incorporó y salió corriendo.
El milagro que causó gran sensación en Nagpur es el relacionado con una cantante profesional llamada Surji. Era famosa
por su exquisita y dulce voz, y solía entretener a Tajuddin. Se dice que enfermó de gravedad y, a pesar de todos los tratamientos
posibles, expiró. Al enterarse de esto, el Rajá Bhosle informó a
Tajuddin que Surji había muerto.
Tajuddin se irritó muchísimo y, encolerizado, dijo “¡Estás
mintiendo! ¡Ella está viva! Si hubiera muerto, ¿quién vendría a
cantar frente a mí?... Ve a decir a sus parientes que no perturben su cuerpo”. El Rajá regresó a la casa en la que estaban preparando el cuerpo de aquella mujer para cremarlo, y transmitió
el mensaje que había recibido. Por la fe que tenían en las palabras del Maestro, los parientes pospusieron las exequias y, tal
como Tajuddin lo indicara, la mujer abrió los ojos a la mañana
siguiente. Durante semanas, esto era lo que se decía en Nagpur
“¡Él resucita a los muertos!”
Un día del año 1915, un muy gallardo joven veinteañero,
acompañado por un amigo, fue a ver a Tajuddin Baba, quien estaba dando darshan en Vaki Shariff. Al entrar aquel joven apuesto en la habitación, Tajuddin se puso de pie y los ojos de ambos
se encontraron. Nadie de la multitud supo cuál fue el mensaje
oculto o la comunicación interior que sus miradas transmitieron.
Entonces, Tajuddin se acercó al joven y, tomando rosas en una de
37
sus manos, hizo misteriosamente con ellas un movimiento sobre
la cabeza y el rostro del joven, quien, después de esto, junto con
su compañero hizo una reverencia al Qutub y se marchó.
Poco antes de que ese joven notable llegara, Tajuddin se había encolerizado con la multitud, e insultaba con fastidio, a todos los que se hallaban en su presencia. Sin embargo, al ver a
aquel joven, su estado de ánimo cambió súbitamente y se mostró complacido. Tajuddin se había levantado inmediatamente
de su asiento, y había avanzado cojeando hacia el joven. El enojo del Qutub había cambiado con la llegada de aquél; era como
si hubiese traído al maestro alguna alegre noticia.
Sin embargo, para Tajuddin Baba ese joven no era un extraño;
era el mismo a quien Babajan había besado y a quien Narayan
Maharaj había saludado con honores reales. De hecho, el joven
trajo ese día buenas noticias a Tajuddin: estaba preparándose
para aceptar el cargo espiritual del Taj, asumiendo la corona de
la Creación. Posteriormente, Tajuddin se refirió a él como “la
Rosa Celestial”. Posteriormente, aquel joven siempre se referiría
a Tajuddin como “Taj”: la Corona.
Hacia 1920, Tajuddin regresó al palacio del Rajá Bhosle en
Nagpur, aunque visitaba frecuentemente Vaki Shariff. En esta época, también recorría las afueras de Nagpur, pues el Rajá
arreglaba las excursiones en tonga (carruaje de caballos) según
Tajuddin lo deseara. El Rajá Bhosle hacía todo lo posible para
servir a Tajuddin, esforzándose al máximo siempre para complacer a su maestro hasta el final.
A Tajuddin le encantaban los qawaalis -cánticos devocionales en persa y urdu dedicados a Dios-. En una ocasión, llegó a
Nagpur una cantante famosa de Delhi, llamada Janaki, quien
deseaba cantar para el “Santo” en el palacio del Rajá. Trajeron
a la distinguida dama y tan pronto Tajuddin la vio, vociferó
“¡Saquen de aquí a esa ramera! ¡Sáquenla de mi vista! Ella piensa que puede encantarme como a otras personas mundanas con
la dulzura de su voz. ¡Échenla!”
La mujer quedó consternada, y el Rajá Bhosle la hizo salir
prontamente. Tajuddin estaba enfadado, y ordenó que le trajeran su tonga, marchándose a la orilla del río. Llovía mucho y
todo estaba embarrado. Tajuddin no hizo caso del lodo, bajó y
caminó junto al río. Allí se sentó satisfecho junto a la corriente,
mientras llovía. Después, Tajuddin dijo suavemente a sus discípulos “Vayan a decirle a esa cantante de Delhi que, si quiere,
puede venir a cantarme aquí”.
Informaron a Janaki sobre esto y ella accedió sin vacilar,
agradecida por esta oportunidad de la que había perdido toda
esperanza. La llevaron en tonga hasta el río y allí, a pesar de
su costoso sari de seda, chapoteó en el barro y se sentó cerca
del Qutub. Enlodada, cantó para Tajuddin durante casi tres
horas bajo el esplendor de la luz de la luna. Después, Tajuddin
la bendijo y la despidió.27
Tajuddin vivió sus postreros días en la Casa Roja del Rajá
Bhosle. Una vez había especificado que se le sepultase en el otro
extremo de Nagpur. Había escogido un sitio particular en el
que él mismo había tomado y olido la tierra, observando “Este
suelo de Hazrat (el Grande) es dulce. Si aquí me construyen una
casa, permaneceré en ella”.
Tajuddin abandonó su cuerpo el 17 de agosto de 1925, mientras estaba en la Casa Roja del Rajá. Echó una última mirada
a este loco mundo y cerró sus ojos para siempre en esta esfera
27 Janaki, la cantante qawalli, tras reponerse del maltrato verbal de Tajuddin Baba, supo que
el maestro, yendo a la ribera o comprobando si ella iría o no hasta allí, le estaba permitiendo comprender que era él quien la estaba honrando permitiéndole cantar en su presencia.
38
material. La locura de su vino volvió frenético a Nagpur. Ese
vino se había derramado por las calles, el manicomio y el palacio del Rajá, en Nagpur, durante casi cuarenta y cinco años.
La noticia de su muerte se difundió rápidamente por todo el
distrito, y sus devotos tuvieron la sensación de que sus corazones se habían desgarrado. Toda la ciudad lloró la pérdida de su santísimo tabernero. Ahora fluían lágrimas donde él
había derramado vino.
Entre treinta mil y cuarenta mil personas de todas las religiones (musulmanes, hindúes, sikhs, zoroastrianos y cristianos) marcharon en procesión exequial desde un extremo de la
ciudad al otro. Lágrimas de amor fluían de sus ojos y cada corazón estaba agobiado de pesar, congoja y gratitud.
La tumba de Tajuddin Baba es actualmente suelo santo, en
Nagpur, para los mahometanos. Le sepultaron, de acuerdo con
la costumbre islámica, en el sitio especial que él mismo había elegido. Dicha zona recibió después, en su honor, este otro
nombre Tajabad28. El cuerpo de Tajuddin Baba se halla sepultado ahí, pero, en realidad, ahora está en un profundo sueño, el
cual es verdadero despertar cuando el corazón bebe sus propias lágrimas, ¡cuando somos conscientes de nuestra propia infinitud eterna!
SAI BABA,
EL FAKIR DE ALÁ
¡Oh Tajuddin Baba, eres Hazrat, un Grande!
¡Nos prosternamos ante ti; tu vino aún fluye en nuestros corazones!
¡Hiciste llover rosas y coronaste a nuestro Rey!
28 La casa roja del Rajá se llama actualmente Taj Darbar: la Casa de Taj. Es el segundo santuario principal de Nagpur, que los mahometanos consagraron a Tajuddin. Tajabad, la tumba de
Tajuddin Baba, es el principal santuario de los peregrinos.
La postura más famosa de Sai Baba, en Shirdi.
Se ve al fakir con la ropa desgarrada,
siempre descalzo y sentado en una piedra.
39
“Alá es el Protector de los pobres.
No hay nada además de Él.
El nombre de Alá es eterno
¡Alá es Todo-en-todo!”
Así lo pregonaba diariamente, en la aldea de Shirdi, un hombre barbado y harapiento. Fumaba una pipa chilum de opio, en
una mezquita consagrada, mientras la gente acudía en tropel
a tributarle su respeto, y cuando bendecía a cada uno, le decía
“Dame tu dinero. Dame cuanto tengas en tus bolsillos”. Solían
darle todo su dinero y, a menudo, ni siquiera les permitía que
guardasen lo suficiente para pagar su pasaje de tren para volver a sus casas. Era extraño este asceta harapiento, que siempre
pedía dinero, pues al terminar el día lo había regalado totalmente a los pobres y solía vagar por las calles mendigando su
comida. Sólo mendigaba bhakri (pan dulce de mijo, sin levadura); vivía de esto solo.
A este asceta mendicante lo solían denominar “fakir”. Una vez,
un niño desnudo se paró frente a este fakir, quien inocentemente
preguntó a la madre “Hija, ¿es niño o niña?” La inocencia del fakir era tal que a menudo parecía ser muy ignorante de esas cosas.
Cuando alguien le suplicaba algo, el fakir le contestaba “¡Allah
malik hai!” (¡Dios es grande!).
Para decir lo menos, su conducta no era normal.
Consideraban que era hipócrita y afrentoso que un fakir le sacara dinero a la gente. Sin embargo, ésta no tenía reparos en
darle su dinero a este fakir peculiar que daba todo a los pobres.
Tenían fe en él y le daban todo lo que les pedía, y se juzgaban
benditos si él les pedía algo.
La gente le oía decir “Sólo pido a aquellos a quienes el Fakir señala. Les doy, a cambio, diez veces lo que ellos me dan”. El Fakir
de quien hablaba no era otro que Dios Todopoderoso.
¿Este fakir era hindú o musulmán? Acudían a verle personas
de toda religión y casta de la India. Este santo era muy singular
pues no pertenecía a castas, religiones ni “ismos”. Era demasiado pobre y demasiado grande para pertenecer a algo.
¿Por qué la gente viajaba centenares de kilómetros, de todas
las regiones del subcontinente indio, para verle? ¡A causa de sus
ojos! ¡Decían que los ojos de este fakir eran luz! Algunos solían
decir “¡Qué ojos!... ¡Sus ojos resplandecen más que el sol!... ¡Son
magnéticos!... ¡Sus ojos deben estar hechos de luz!” Alguien los
describió así: Eran los ojos que, al final, atraían a miles de personas hacia él. Al mirar sus ojos, uno se prosternaba a sus pies.
Oculto en este fakir extraordinario se hallaba el Qutub-eIrshad de la pasada era. Este fakir era el jefe de la jerarquía espiritual y el principal Maestro Perfecto de su tiempo. Quien tenía en sus manos las llaves de todos los mundos y universos, se
presentaba como un mendigo harapiento en una pequeña aldea
llamada Shirdi. ¡En las manos de este mendigo se equilibraban
las conflictivas fuerzas de los universos! Tal vez sea difícil que
un materialista crea esto, pero es un hecho espiritual. Dirían
que era una ridiculez que la gente afirmara que este maestro se
encargara totalmente de conducir o controlar la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, en los planos internos de las realidades
espirituales, los Qutubs o Sadgurus son los Maestros del universo y nada sucede nunca sin su divino decreto.29
29 Una vez, Meher Baba dijo refiriéndose a Sai Baba: “Sai Baba fue quien controló toda la
primera guerra mundial”. No podría haber guerra sin la voluntad y la guía de los cinco Maestros
Perfectos. Meher Baba solía recordar a Sai Baba con sumo afecto como “el abuelo”, y describía la
grandeza de Sai como la “Perfección Personificada”.
40
El aspecto de ese mendigo era por demás decepcionante. Él
era el más poderoso rey en el cielo y en la tierra, pero no le importaba si la gente le veía meramente como un mendigo. Ahora,
el sol de su divinidad había derramado su luz. Cumplió con su
deber; nosotros debemos cumplir con el nuestro. Para entenderlo,
debemos tener interés; quien lo tiene se beneficia al conocerlo.
Es difícil estudiar la vida de cualquier hombre que devino Dios, Maestro Perfecto, porque cuando encarna y su sol
refulge, todos los ojos se concentran en ese sol, o sea, en él.
Solamente después de ponerse el sol la atención da un giro y
su historia es documentada.
No es posible sondear la vida de semejante maestro sin ser uno
mismo un fakir. Sólo unos pocos rayos de su luz son cuanto él revela al mundo. Por este motivo, no es posible conocer con todos
sus pormenores la verdadera historia de todo Ser Perfecto. Ese
fakir, de quien el mundo llegó a enterarse, jamás permitió que el
prójimo conociera su apellido o nombre de la niñez. Nuestra era le
ha llamado “Sai”, que significa “el Señor” o “el Altísimo”.
Nada se sabe con claridad sobre su nacimiento. Algunos
creen que Sai nació en una familia brahmín, que sus padres
murieron y que fue luego criado por un asceta musulmán. Sin
embargo, algunos creen que nació en una familia mahometana, y la mayoría de los biógrafos concuerdan en esta creencia.
Cualesquiera que sean las circunstancias de su nacimiento y niñez, esos hechos se han perdido. El que debe interesarnos es Sai
el Maestro, no el hombre, en cuyos ojos todos son uno.
Se dice que Sai nació en 1838, en la aldea de Sailu, del distrito de Jintur, en la India. Pero pruebas recientes señalan que
su lugar de nacimiento fue la aldea de Pathri, en el distrito de Parbhani, y también se dice que pasó su niñez cerca de
Aurangabad, en Maharastra. Sin embargo, se sabe que sus padres eran muy pobres. Al morir su padre cuando él era niño, su
madre, obligada por las circunstancias, debió recurrir a la mendicidad en procura de sustento.
Bien podríamos asombrarnos de un drama de este tipo. Quien
estaba destinado a ser el Señor del universo tuvo que pasar su
niñez entre los indigentes, los sin techo y mendigando por las calles. ¡Cuán insondable designio de Dios! El hombre que guiaría
el destino del mundo se crió en la más lamentable indigencia.
Nuestra Era oyó a ese niño llorar “Madre, camina más
despacio. No puedo andar más rápido... No puedo seguir”. Y
la madre, con lágrimas en los ojos, alzaba al niño en sus brazos. “Madre, tengo mucha hambre... ¿Cuándo alguien bueno
nos dará comida?”
Y su madre, susurrando, le decía “Hijo, ten paciencia. Dios es
misericordioso. No muy lejos de aquí hay una aldea en la que
encontraremos pan”.
Al advertir el apremio de su madre, el niño le decía “Madre,
ya no siento hambre... Ahora tengo ganas de caminar”. Entonces,
se soltaba de la mano de su madre y, aunque cansado y débil,
caminaba lentamente detrás de ella.
De esta manera, durante cinco años, la madre y el hijo deambularon de puerta en puerta y de una aldea a otra. El niño distraía alegremente a su madre con su dulce conversación. Nunca
más volvió a pedir comida o comodidad. Las ampolladas plantas de los pies le dolieron hasta que se endurecieron como cuero,
a medida que caminaban y caminaban. La madre ignoraba hacia
dónde se dirigían. Mendigaban y deambulaban para sobrevivir.
La misericordia se oculta siempre en el aparente aspecto terrible de Dios. El destino es un misterio paradójico: ¡la crueldad de Dios es, de algún modo, su misericordia! Cualquiera
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que sea la circunstancia, nadie puede eludir su compasión. Por
antonomasia, Dios es misericordia; Él es la misericordia propiamente dicha. Nadie está sin amparo ni esperanza ante sus
ojos. Sin embargo, sólo quienes se vuelven Dios son los que
sondean este misterio.
Aunque la madre y su hijo estaban sufriendo para los ojos
del mundo, nadie podía imaginar lo que ese niño de cinco años
estaba a punto de recibir. Tras golpear de puerta en puerta en la
aldea de Shelwadi y ser despedido con las manos vacías, ambos
deambularon hasta la puerta de un ciego que los hizo entrar.
¡Pero este ciego era un santo!
En esa zona, Gopal Rao Deshmukh era un santo hindú famoso; abrazó al niño con tanto fervor como si dos viejos amigos
hubieran vuelto a encontrarse después de años de separación.
En realidad, el santo había estado esperando a la mujer y al niño, y con gran respeto y amor preparó en su propia casa una
habitación para que vivieran con él de manera permanente. La
casa del santo estaba totalmente despojada: no había muebles
ni adornos, salvo una gran estatua de Vyankatesh30 (Vishnu) a
quien él adoraría día y noche.
El padre del santo se llamaba Keshav Pant. Aunque era un
hindú pobre, Keshav era muy religioso y devoto, y en él tuvo
sus raíces la espiritualidad de Gopal Rao. Desde la niñez, inspirado por su padre, la llama de la espiritualidad ardía profundamente en su corazón. Cuando llegó la hora de que Gopal Rao
ganase su sustento, no pudo encontrar trabajo en Jamb, su sitio
natal, y por este motivo se trasladó a Shelwadi. Después de vi30 Vyankatesh es otro nombre de Vishnú: el Conservador de la Creación. El vocablo deriva
de la palabra sásncrigta Vaikunth: la Morada de Dios. A quien se encuentra en esta Morada se lo
llama Vyankatesh.
vir ahí unos años, la gente del pueblo lo miraba con reverencia.
Aunque aún era pobre, cuanto tenía lo compartía con otros seres más desdichados y cuidaba a los afligidos. En premio a su
servicio desinteresado, las autoridades de la ciudad le dieron
un terreno para que viviera en él y lo cultivase.
Gopal Rao sufrió un duro castigo. Un día clavó la vista en
una bella mujer y empezó a tener inoportunos deseos lujuriosos. Sus depravados pensamientos lo perturbaron tanto que regresó de inmediato a su casa y, mientras estaba de pie ante la
estatua de Vyankatesh, ¡se sacó los ojos con una vara de hierro!
La luz externa del mundo se apagó para siempre, pero este acto
¡aumentó dentro de él la luz interior hasta hacerla llamear!
Esa luz interior se convirtió en fuego, y su fama se difundió
hasta lejanos lugares de toda la India. Se decía: “Vyankatesh en
persona prepara la bandeja de arti para Gopal Rao. Sólo entonces el santo celebra el arti delante del Señor”. De esta manera,
el santo ciego adoraba la imagen de Vyankatesh, y debido a la
presencia de Gopal Rao, Shelwadi dejó de ser una aldea agrícola para convertirse en un sagrado lugar de peregrinaje.
En la humilde casa de este santo ciego, el joven Sai fue criado
con gran afecto y amoroso cuidado, las muchas heridas de esos
cinco años de mendicidad se curaron. El amor del santo por ese
niño aumentó cada vez más, mientras la madre servía a este
hombre ciego con profundo respeto, pues le había dado un hogar a ella y a su hijo, por lo que estaba siempre agradecida.
Su madre murió cuando el niño tenía doce años de edad. Al
interrumpirse la conexión con su madre, el niño y el santo ciego vivieron juntos durante varios años en la misma casa. En este lapso, el niño descubrió el mundo espiritual gracias al santo
y se convirtió en el principal discípulo de Gopal Rao.
42
Al ver esta estrecha relación, los discípulos brahmines del
santo se ofendieron y envidiaron al niño, preguntándose por
qué su maestro tenía tanto afecto por este joven musulmán. El
resultado de esto fue que trataron de hostigar al jovencito de
distintos modos, pero él toleraba la maldad de ellos por amor a
Gopal Rao. La situación empeoró, sus celos los volvieron violentos y despreciables y algunos decidieron asesinarlo. Empezaron
a planear cómo lo matarían, pero:
Nadie podrá tocar un cabello de la cabeza
de aquél a quien Dios desea proteger.
Aunque todo el mundo esté contra él,
¡Él está a salvo!
¡De qué son capaces los celos! Convirtieron a un grupo
de devotos en asesinos potenciales. Como resultado de esto,
en una ocasión en la que Gopal Rao caminaba por el bosque
acompañado por el jovencito, algunos devotos los siguieron
furtivamente. Cuando el santo y Sai estaban descansando bajo la sombra de un árbol alto, los hombres se deslizaron sigilosamente hacia ellos y uno arrojó una gran piedra a la cabeza
del joven. Pero en lugar de dar en el blanco, la piedra golpeó a
Gopal Rao. Al ver sufrir a su maestro a causa de él mismo, el
corazón de Sai se destrozó y ¡derramó lágrimas de sangre! Le
dijo a Gopal Rao “Maestro, después de todos estos años que
estuvimos juntos, ya no es bueno que permanezca contigo.
Déjame marcharme de este lugar”.
El santo le contestó “No puedes marcharte. A partir de
ahora he decidido convertirte en mi único heredero. Un día
heredarás mi tesoro…”
Quien intentó matar a Sai enfermó y sufrió mucho, antes de
morir poco después. Los devotos de la aldea quedaron asombrados por el deceso repentino de aquel hombre y creyeron que
Gopal Rao le había castigado por su malvado propósito. Uno de
los parientes de ese hombre fue a ver al santo para obtener su
perdón y el resto de los devotos empezó a rezar con la esperanza de revivir al difunto. Al escuchar lo que le pedía, Gopal dijo
a ese pariente “¿Por qué me pides que lo traiga de vuelta a la vida? Soy sólo un hombre corriente, como tú. No tengo ese poder.
No puedo hacer eso”. Después, señalando al joven, Gopal Rao
agregó “Tal vez este jovencito musulmán pueda hacerlo”.
Ante una señal del santo, el joven se levantó y, tomando un
poco de polvo de los pies de Gopal Rao, frotó con él el cadáver.
A los pocos minutos, el difunto ¡resucitó y se incorporó! Los
devotos de la aldea quedaron estupefactos. A partir de este acto de poder divino, comprendieron que la relación del niño con
Gopal Rao era única y que, como el principal discípulo de su
maestro, ese niño debía ser honrado en lugar de odiado. Los aldeanos celebraron esa resurrección con una larga procesión en
la que el jovencito y Gopal Rao, sentados en un palanquín, fueron venerados, arrojándoles flores a medida que los transportaban por la ciudad.
Durante unos días, Gopal Rao había estado insinuando que
muy pronto abandonaría su cuerpo, pero ninguno de sus devotos tomó en serio sus palabras. Un día, reunió a todos sus discípulos más cercanos y les dijo: “Ha llegado mi hora”. Entonces, el
santo ciego les permitió que lo bañaran. Les hizo leer unas plegarias y recitar un pasaje del Bhagavad Gita. Llamó al jovencito
para que estuviera con él y, con muchísimo amor, le dio su propio dhoti (una tela blanca con la que se envolvía desde la cintura
hasta los talones). Sai lo aceptó con reverencia. Gopal Rao im43
partió unas instrucciones finales a sus discípulos y, acostándose, se desconectó silenciosamente de su cuerpo físico. Al legar
su manto a aquel joven, Gopal Rao le transfirió su carga espiritual con todas sus responsabilidades y obligaciones. Sai entendió totalmente lo que eso significaba. Con la tela del dhoti de su
maestro, el jovencito se hizo confeccionar una camisa kafni y
un turbante que usó siempre. Este joven musulmán, a quien llamamos “Sai”, tenía entonces solamente dieciséis años de edad.
Poco después de morir Gopal Rao, el joven se fue de Shelwadi
y se recluyó en el bosque. Un día en el que un hombre llamado
Chand Patil atravesaba el bosque, se encontró con el joven fakir
sentado bajo un árbol. Sin preámbulo alguno, el joven preguntó
a Chand Patil “¿Perdiste dos caballos?”
Azorado, el hombre replicó “Sí, pero no pude encontrarlos”.
“Vé hasta el arroyo más cercano”, le dijo el fakir, “y allí los encontrarás”. Chand se marchó y grata fue su sorpresa cuando los
encontró exactamente donde el joven asceta le había indicado.
Cuando Chand regresó para darle las gracias al fakir, vio
que el joven estaba llenando su chilum con tabaco. Deseoso de
encender la pipa del fakir, Chand se dio cuenta de que no tenía
cerillas. El joven le hizo ademán de que se apartase y, clavando
un palo en el suelo, desenterró una brasa y la acercó a su pipa.
Este prodigio convenció a Chand Patil de que el joven fakir era “alguien grande y santo”. Le pidió que lo acompañara hasta la aldea de Shirdi hacia la que estaba de viaje, para
asistir a la boda de un sobrino suyo, y el joven fakir estuvo de
acuerdo en acompañarle.
En ese entonces, Shirdi no era una ciudad grande y conocida, pero todos salieron a recibir a los visitantes, poco informados sobre cuán distinguido huésped tenían entre ellos. Cuando
la procesión nupcial pasó frente al templo de Khandoba, un
sacerdote hindú, llamado Bhagat Malsapati, vio al joven fakir
y pronunció por primera vez estas palabras “¡Hah Sai, hah!”
-¡Bienvenido Señor, bienvenido!-. Desde ese día en adelante,
aquel joven fakir de sólo dieciséis años de edad, cuyo nombre
nadie realmente sabe, llegó a ser conocido como Sai.
Sin embargo, el joven fakir no se quedó mucho tiempo en
Shirdi, y empezó a vagar de un sitio a otro de Maharastra, mendigando durante todo el trayecto. Finalmente, deambuló por las
colinas que rodean las cuevas de Ellora, en Aurangabad, y en
ese lugar entró en una pequeña cueva que se halla en la cima
de una colina llamada Khuldabad.
Al pie de esta colina está la tumba de un Qutub sufi, llamado
Zarzari Baksh31. Esa tumba era el sitio predilecto de los peregrinos mahometanos de esa zona durante más de setecientos años.
Zarzari Baksh fue el maestro de Sai en una vida anterior en la
que él fue un sufi, por lo que, atraído interiormente a estar cerca
de su anterior maestro, Sai entró en una cueva desde donde se
ve la tumba. Durante este lapso, Sai realizó a Dios y permaneció en la cueva durante varios años en el estado de Majzoobiyat,
sin abandonarla nunca en busca de comida o agua.
Durante esos años, el cuerpo sano y fuerte del joven fakir se
convirtió en un esqueleto viviente, el cual, sin embargo, tenía
luz infinita: como si la carne y los huesos de Sai se hubieran
transformado en luz. Pero este demacrado fakir había perdido
31 El Maestro Perfecto musulmán, Zarzari Baksh, era responsable de la Realización final del
jovencito, llamado después Sai, lo cual ocurrió durante los cuatro o cinco años en los que el joven
permaneció en la cueva cerca de la tumba de Zarzari Baksh. Fue muy singular la relación entre
maestro y discípulo que Sai Baba había tenido con Zarzari Baksh aproximadamente setecientos
años antes. Dicen que Sai había hecho algo que agradó tanto a Zarzari Baksh que éste le había concedido la Realización (aunque Sai no estaba destinado a Realizar a Dios en ese nacimiento). Sin
embargo, la Realización de Dios, por parte de Sai Baba por medio de la gracia de este Qutub musulmán ocurrió finalmente aunque Zarzari Baksh ya había desencarnado hacía siglos. Meher Baba
fue quien contó este hecho.
44
su consciencia física. Ahora, tenía el cuerpo de un adulto, pero
sin consciencia de su propio cuerpo. Se había convertido en un
Majzoob que había realizado a Dios. Sai era totalmente consciente de sí mismo como Dios, “Anal Haq”, pero permaneció
completamente desvinculado, durante cuatro años, de su propio cuerpo humano y del mundo que le rodeaba. Sai tenía necesidad de abandonar esa cueva; necesitaba recuperar su consciencia física para poder cumplir su destino -para enjugar las
lágrimas de nuestra Era- y traer al Antiguo a la forma.
Cuando finalmente Sai dejó la cueva, era un esqueleto viviente. Interiormente atraído por el poder de otro Maestro Perfecto,
deambuló hacia el este para encontrarse con el Swami de
Akalkot32, y por la gracia de este Sadguru hindú, Sai recuperó
la consciencia humana normal. En esta aldea de Akalkot, en la
cordillera de Ajanta, el fakir se convirtió en Sai -en el Señor del
Universo, en un Maestro Perfecto- y su labor divina comenzó en
la Tierra. Tenía entonces veinte años de edad.
Sai regresó a Shirdi en 1858 y se quedó allí, convirtiendo
a esa humilde aldea en su sede permanente. Al principio, era
aparentemente un nuevo fakir que se establecía en Shirdi; se
mantenía apartado de los aldeanos, y pasaba las noches bajo
un árbol neem durante todas las estaciones. Sus necesidades
corporales eran mínimas, y mendigaba la comida o el tabaco que quería. El fakir prefería estar solo, e hizo saber esto a
quienquiera que invadiera su soledad; era evidente que los aldeanos le desagradaban.
32 El Swami de Akalkot (o de Akola, cerca de Ajanta) era un Maestro Perfecto en esa época.
Aparte de conocérsele como el Swami o el Gurú de la aldea, no hay constancias ni estudios acerca
de su nombre y linaje espiritual. El hizo “descender” a Sai Baba después de que éste Realizó a Dios
por la gracia de Zarzari Baksh, convirtiendo a Sai en un Maestro Perfecto. Mientras estuvo en la
cueva de Ellora, Sai debió haberse hallado en el estado de Majzoobiyat, completamente inconsciente de sí mismo y del mundo, durante cuatro o cinco años.
Después de vivir durante unos meses, solo, debajo del árbol
neem, Sai se mudó a un pequeño cobertizo de chapas de metal
que se utilizaba como la mezquita local de esta aldea paupérrima. Sai denominó a la mezquita “Dwarkamai Masjid”, mezquita de la Madre Misericordia.
Allí dos hombres empezaron a servirle fielmente; uno, era el
sacerdote hindú Malsapati, quien comenzó a llamarle “Sai” y el
otro, llamado Tatya Kote. Muchos aldeanos se referían sarcásticamente a ellos como “el trío del Masjid”.
En esa época, Shirdi era una tranquila aldea agrícola. Unos
años después de establecerse Sai allí, una peste asoló la zona
y murieron muchísimas personas. Las autoridades del distrito
lo probaron todo para aliviar la epidemia, pero de nada sirvió.
Finalmente, algunas personas se acercaron a Sai, le contaron los
horrores de la peste y le suplicaron que los auxiliara antes de
que fuera aniquilada toda la población de Shirdi.
Las historias que le contaron conmovieron al fakir, quien se
dirigió a una casa cercana, recogió allí la piedra de un pequeño molino, regresó a la mezquita de la Madre Misericordia y se
puso a moler trigo. Recogió la harina y se la dio a una mujer,
ordenándole que la esparciera a lo largo de los lindes de la aldea. La mujer hizo de buena voluntad lo que él le dijo y, al poco
tiempo, para alivio de todos, la epidemia empezó a menguar,
los pacientes se recuperaron y Shirdi se libró por completo de
esa peste desastrosa.
Los inválidos y enfermos de las aldeas circundantes iban a
ver al fakir, quien los trataba con hierbas medicinales. Después,
se sentaba con esos pacientes, escuchando la música devocional
que ellos cantaban. Cada persona se sentía atraída hacia él por
una razón ¡la luz en sus ojos!
45
Todos los Maestros Perfectos son únicos. Si había una característica física que lo ubicaba sobre los demás hombres, esa característica eran sus ojos. Los ojos de este Ser Perfecto eran tan
luminosos, con tal poder y tan penetrantes que nadie podía
mirarlos largo tiempo. Se tenía la sensación de que él estaba
leyendo todo por completo y nada podía ocultarse a esa mirada. Una vez que esos ojos contemplaban a una persona, esa
mirada no se olvidaba jamás. Después de ver su rostro y sus
ojos, lo único que la gente podía hacer era inclinarse reverentemente ante él como su Señor.
Sai Baba mendigaba su comida todos los días; solía pedir solamente pan en cinco casas diferentes de Shirdi. En cada umbral, clamaba “Madre, dame bhakri”, o bien, “Madre, dame
roti”. Siguió mendigando hasta sus últimos días, en 1918. Sai
siempre comía solamente uno o dos de esos panes y el resto lo
repartía entre los pobres.33
Sai Baba tenía varios hábitos personales que eran extraños,
además de ser muy fumador. Mientras mendigaba, solía detenerse en cualquier sitio de su trayecto, en sitios apartados o en
medio de un atestado bazar y desenfadadamente se levantaba
el dhoti para orinar y, al terminar siempre sacudía su pene siete veces. Después seguía mendigando. Al verlo comportarse de
esta inusual manera, al principio, algunos aldeanos no lo creyeron santo sino loco.
Sai Baba solía demorar horas en mover el vientre. A medida que la cantidad de devotos aumentaba, esta atención “a los
llamados de la naturaleza”, se transformó en una ceremonia de
pompa y adoración, y se la llamó lendi. Todos los días iba a de33 La mendicidad de Sai Baba fue una labor misteriosamente espiritual. Según Meher Baba,
“Sai Baba representaba al mundo. Las cinco casas (en las que pedía limosna) representaban a los
cinco Maestros Perfectos que están viviendo siempre en el mundo y ante cuyos pies todo el mundo
pide progreso espiritual y material”.
fecar en una hora fija, habitualmente ya avanzada la mañana,
en un campo cercano, seguido por una procesión de devotos,
algunos de los cuales tocaban instrumentos musicales.
Sin embargo, esta ceremonia de lendi34 contenía un misterio
espiritual. Una vez Sai Baba dio esta explicación “Cuando defeco, dirijo a mis abdals (representantes espirituales en los planos
internos) en sus deberes para con el mundo. Los convoco mediante el sonido de la música durante la procesión”.
Una vez, en estado glorioso declaró su estado divino:
“Yo soy el Ser Sin Atributos: ¡soy el Absoluto!
El universo es mi morada.
Brahma es mi padre y Maya es mi madre.
Tengo este cuerpo por la unión de ambos.
Quienes piensan que resido en Shirdi, no conocen al Sai real,
pues no tengo forma y estoy en todas partes”
En otra ocasión, Sai Baba declaró su divinidad:
“Yo soy Dios. Soy Mahalaxmi,
soy Vithoba... Ganesha... Dattatrey...
Yo soy Narayan35…
¿Por qué vais al Río Ganges, en Benarés?
Poned vuestra palma a mis pies:
¡Aquí corre el Ganges!”
34 El lendi de Sai Baba guarda relación con su labor espiritual en el mundo material. Aunque
un acto externo de los Maestros Perfectos resulta aparentemente enigmático, interiormente es significativo porque su acción es para beneficio del mundo. Aunque los Maestros Perfectos orinen y
defequen, están realizando una labor universal, pero ésta tiene lugar específicamente en el mundo
material y no se trata de una obra espiritual en los planos internos.
35 “Laxmi... Narayan,” etcétera, son diferentes deidades del Panteón hindú, constituido por
dioses y diosas (ángeles). En este caso, Sai Baba se estaba refiriendo a todos los atributos Divinos
de su personalidad o Estado Divino; por ejemplo, Ganesh representa a la mente universal.
46
La personalidad espiritual de Sai Baba era del tipo ghouse,
la cual es rarísima en un maestro. Una vez, un hombre visitó la mezquita en la que Sai Baba dormía y descubrió que los
miembros del cuerpo del maestro yacían separados en el piso.
En un rincón estaban las manos y los brazos del maestro, en
otro, sus piernas y pies, y en otro, su cabeza. Cada miembro
estaba separado del torso. El pobre hombre estaba horrorizado. Aterrorizado, pensó en informar a la policía de la aldea
que habían asesinado al fakir, despedazándolo. Sin embargo,
tuvo miedo de que la policía tratara de involucrarlo en el crimen y, por eso, volvió a su casa sin saber qué hacer. A la mañana siguiente, el perturbado hombre se dirigió con inquietud
a la mezquita. Para su asombro, descubrió que Sai Baba estaba vivo y pronunciaba un discurso a algunos de sus devotos
y se preguntó si lo que había visto la noche anterior había sido
una pesadilla. Aquel hombre no conocía esta extraordinaria
característica del fakir. A veces, para su labor interior, los Seres
Perfectos entran en estado ghouse y las partes de su cuerpo
físico se separan. Cuando esta fase particular del trabajo termina, sus cuerpos automáticamente se unen de nuevo cuando
retornan a la consciencia física común.36
Hay otra historia de un hombre que fue testigo del autodesmembramiento de Sai Baba. El fakir dormía siempre solo. Sai
Baba entraba cada noche en estado ghouse. Se dice que dormía
en una cama a casi dos metros del suelo, pero no había escalera.
Una vez en la que Sai se había retirado a su habitación, un hombre se deslizó silenciosamente por la ventana para ver cómo Sai
levitaba hasta su lecho. Pero quedó aterrado al ver un cuerpo
sin brazos, sin piernas y sin cabeza. En ese mismo instante, el
hombre quedó ciego, y su ceguera le sirvió de fuente de arrepentimiento por el resto de su vida.
Sai Baba no carecía de buen humor. Solía bromear con sus
devotos y hasta divertirse con sus debilidades. Sin embargo,
hasta su muerte, siguió llevando la vida austera y ascética de
un fakir. A Dios lo llamaba “pobre”: pues Él era también un
Fakir. “Puesto que Dios es pobre, yo soy pobre”.37
Sai usó la misma camisa kafni hasta que se desgarró y deshilachó tanto que uno de sus discípulos tuvo que obligarlo a quitársela y le dio una nueva para que la usara. Incluso después de
eso, Sai solía sentarse con aguja e hilo y la remendaba pacientemente. Era la misma vestimenta que Gopal Rao le había regalado cuando era joven. Después, cuando se había deshilachado
por completo, la cosió y uniendo los retazos, confeccionó un pañuelo que envolvía como turbante en su cabeza.
Sai Baba mezclaba su singular personalidad hindú con las
características mahometanas, y sus adeptos pertenecían a ambos credos. Jamás prohibió a ningún musulmán que comiera
carne, y a veces ordenaba a los sacerdotes brahmines que dejaran de ser vegetarianos y comieran lo que contrariaba sus deseos. En una rara ocasión, él mismo cocinó la carne y la distribuyó entre los que estaban reunidos.
Aunque sus ojos eran siempre penetrantes y relucientes, su
modo de ser era cordial. Sus hábitos personales eran austeros,
pero su ashram era siempre informal y animado. Era amable
y tolerante, aunque a veces era jalali (ardiente) y los defectos
de alguien le enfurecían.
36 Ghouse (pronúnciese ghoul) es un término espiritual. Un ghouse posee la facultad paranomal de desmembrar su cuerpo físico y después volver a unir sus miembros. Esta caracterísica de
un ghouse predomina también en algunas personas “ebrias de Dios”, o sea, masts. Resulta curioso
observar que Sai Baba tenía esta característica de un ghouse. Puesto que tuvo a su cargo la primera
guerra mundial, fue capaz de relacionarse con todos los cuerpos humanos despedazados y con sus
miembros esparcidos en los campos de batalla.
37 Cuando Sai Baba se autodenominaba fakir y llamaba fakir a Dios, se refería a su falta de
bienes materiales y también al estado de Dios que es la Inconsciencia Divina. Dios es pobre en este
estado porque no se da cuenta de que El es Dios; asimismo, en este estado Dios es incapaz de conceder la Realización que es la riqueza del Maestro Perfecto.
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Un aspecto del lado jalali de Sai Baba lo representaba un
tigre, que vivió durante unos años con Sai Baba en Shirdi y
le acompañaba en sus paseos. El tigre era su mascota, como
podría serlo un perro o un gato para un hombre común y corriente. Cuando el tigre murió, Sai lo sepultó en una tumba
que le hizo construir.
Cuando las personas iban a ver a Sai Baba para recibir su
darshan, era común en él que les pidiera que vaciaran de dinero sus carteras o bolsillos y se lo dieran como dakshina (donación monetaria al maestro). Pero si alguien se acercaba a él
con deseos materiales, le decía “¡Allah malik hai!”, que en este
caso significa: “Dios es el Dador”. Tenía un montón de piedritas
cerca de su gran asiento de piedra y a quienes acudían a él en
procura de su darshan recogía una y se la arrojaba. Aunque a
muchas personas les ocurrieron milagros, quienes eran golpeados por esas piedras recibían sus bendiciones y se convertían
en verdaderos devotos de Sai.
En 1886 Sai Baba sufrió un grave acceso de asma y dijo a
su discípulo Malsapati “Protege mi cuerpo durante tres días.
Si regreso, bien... Si mi cuerpo no retorna a la vida, sepúltalo
y planta dos banderas sobre la tumba”. Entonces, Sai cerró los
ojos, entró en el estado de samadhi38 y parecía haber muerto. Su
respiración y su pulso se detuvieron por completo, y su cuerpo
quedó inerte durante tres días y tres noches.
Algunos devotos suyos estaban muy afligidos y lo único que
entendían era que su maestro había muerto. Querían celebrar las
exequias, pero el fiel discípulo Malsapati se los impidió acunando el cuerpo de Sai Baba en su regazo. Exactamente como Sai
lo había predicho, después de setenta y dos horas volvió a abrir
38 El samadhi es un estado de arrobamiento espiritual o interrupción temporal de la vitalidad mental y física.
lentamente los ojos cuando reingresó en su cuerpo, pero no dijo
una sola palabra acerca de la labor que había realizado mientras
se hallaba en ese estado, ni por qué entró en ese samadhi.
Un íntimo discípulo, que siempre se sentaba con el séquito de Sai Baba, se llamaba Barra Baba, lo cual significa “Gran
Baba”. Era un hombre de gran talla y obeso. Sai Baba le daba
siempre cien rupias para que se comprara alimentos, y aquel
hombre lo único que hacía era comer, comer y comer durante
varias horas. Sai Baba sólo comía los panes y la cebolla cruda
que había mendigado, mientras que Barra Baba comía los alimentos más delicados que podía conseguir.
¿Por qué Sai Baba privilegiaba así a este discípulo dando una
enorme suma de dinero para que comprara una cantidad descomunal de alimentos, mientras él mismo subsistía con lo que mendigaba? Ese hombre de gran talla almacenaba los sanskaras de
todos los que habían entregado su dinero a Sai Baba durante su
darshan, y los sanskaras de esas personas se borraron por completo cuando Barra Baba alcanzó mukti (liberación) al morir.39
Una vez, la policía atrapó a un ladrón con una bolsa llena de
piedras preciosas y confesó que Sai Baba se las había dado. Un
inspector fue a Shirdi para investigar el caso e interrogó detenidamente al fakir.
El policía redactaba su informe a medida que interrogaba al
maestro.
- ¿Cuál es su nombre?, le preguntó
- Me llaman Sai Baba.
- ¿Cuál es el nombre de su padre?
39 Mukti es la Realización de Dios en el momento de la muerte: es Liberarse de las rondas de
nacimientos y muertes. Mientras el obeso Barra Baba vivía era un depósito de sanskaras de los demás, que Sai Baba recogía y guardaba en él y que exteriormente parecía un intercambio monetario.
En este sentido, cuando Sai Baba decía “Dame tu dinero”, estaba pidiendo a las personas que se
vaciaran, ante él, de sus sanskaras.
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- Sai Baba también.
- ¿Cuál es el nombre de su gurú?
- ¡Venkusha!
- ¿Cuál es su credo o su religión?
- ¡Kabir!
- ¿Cuál es su casta?
- ¡Parvardigar!
- ¿Cuántos años tiene usted?
- Centenares de miles de años.
- ¿Jurará en el tribunal que lo que está diciendo es la verdad?
- Yo soy la Verdad.
- ¿Conoce usted al acusado?
- Sí, lo conozco... Conozco a todos.
- El acusado dice ser su devoto y que ha estado con usted. ¿Es
cierto eso?
- Sí, todos están conmigo... Todos son míos.
- Según él lo afirma, ¿dio usted algunas piedras preciosas al
acusado?
- Sí, se las di... ¿Quién da qué y a quién?
- Si dio las piedras preciosas al acusado, ¿cómo las consiguió
usted?
- Todas las cosas son mías... Todas las cosas me han sido
dadas.
El policía quedó desconcertado. Después de esto, el ladrón fue
absuelto y se archivó el caso.
Todas las noches, Sai Baba mantenía ardiendo un dhuni (fuego) en la mezquita de la Madre Misericordia. También solía tener
encendida una lamparita de aceite en la mezquita y al combustible lo mendigaba en distintos negocios de Shirdi. Sin embargo,
hubo un día en que ningún comerciante le dio querosén. Regresó
a la mezquita, llenó la lámpara con agua, ¡y se encendió! Ardió
sin combustible y, por la mañana temprano, cuando los aldeanos se enteraron del “milagro”, su fe en él se avivó y Sai Baba
concentró verdaderamente la atención en Shirdi.
Un Maestro Perfecto ve a todos los que tienen una estrecha
relación con él. Un día de 1910, estaba sentado cerca del dhuni
cuando, de repente, en lugar de poner leña en el fuego, introdujo un brazo en las llamas. Un devoto corrió y le retiró el brazo,
pero igual se había quemado gravemente.
Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, Sai dio esta
explicación “Uno de mis fieles es un alfarero que vive cerca de
aquí. En ese momento, su esposa estaba trabajando en el horno
con su hija en el regazo. Al escuchar que su marido la llamaba, se incorporó y la niña se le resbaló accidentalmente dentro del horno. En ese instante, introduje mi brazo en este fuego.
Estas quemaduras no me importan, la niña se salvó. Ella habría
muerto si yo no hubiera hecho esto”.
Después de pasar varios años en Shirdi, Sai Baba hizo elevar
un templo cerca de la mezquita en memoria de su gurú Gopal
Rao. La construcción de este nuevo templo en honor de un santo hindú, cerca de la vieja mezquita mahometana, podría interpretarse que formaba parte de la labor espiritual de Sai Baba,
que consistía en unir espiritualmente a los hindúes y los musulmanes. En efecto, Sai Baba solía referirse a su mezquita -la
Madre de la Misericordia- como una “mezquita brahmín”.
A veces, Sai Baba disponía que, en la mezquita, los fieles mahometanos le leyeran el Corán, y en otras ocasiones, en el templo de su gurú Gopal Rao, celebraba el arti y el puja y hacía que
los fieles hindúes le leyeran el Bhagavad Gita y el Ramayana.
Sai Baba era un Maestro Perfecto fuera de lo común, por ser una
singular combinación de las características espirituales hindúes
y musulmanas, y su labor con ambas religiones significaba que
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en realidad no eran diferentes una de la otra, pues el Único, a
quien adoraban, era el mismo.
Nadie puede establecer si Sai Baba fue hindú o musulmán
por nacimiento, pero lo cierto es que su educación espiritual
estuvo conectada con ambas religiones, porque tuvo maestros
hindúes y musulmanes. Sai era único: vestía como un musulmán, pero llevaba en su frente las señales de casta, propias de
un hindú. Celebraba con igual fervor los días sagrados y las
festividades de ambas religiones. Citaba el Corán para deleite
de los mahometanos, pero era igualmente muy versado en los
Vedas hindúes o Shastras.
Para alguien como Sai Baba, su propia identidad humana y las diferencias religiosas nada significaban. Una vez,
alguien le preguntó dónde había nacido y le contestó “No
tengo residencia”.
Con el paso de los años, fueron millares las personas que
acudieron a verle, pensando, muchas de ellas, en ganancias materiales. Una vez Sai Baba advirtió a quienes querían que los
bendijera “Yo soy quien los busca y los atrae, no vienen por propia voluntad. Aunque algunos estén a centenares de kilómetros
de distancia, los atraigo como gorriones con las patitas atadas”.
Solía repetir a sus fieles “Les doy lo que ustedes quieren para
que empiecen a querer lo que yo quiero darles. Mi Maestro me
dijo que dé abundantemente a todos los que me lo supliquen;
pero ninguno de vosotros me suplica sabiamente...”
“Mi tesoro está abierto. Pero ninguno de ustedes trae un carro para trasladar el tesoro verdadero. Caven profundamente y
lleven lo que les pertenece por derecho, pero ninguno de ustedes quiere tomarse la molestia”.
“A todos ustedes que vienen a mí les digo: ¡Esta oportunidad no se repetirá! ¡Yo soy el Único, yo soy Dios!”
Sai Baba controló la Primera Guerra Mundial. Cuando se
trasladaba desde la mezquita hacia el templo de Gopal Rao, sus
seguidores entonaban su arti entre esos dos edificios. En esa
ocasión, cuando caminaba entre la mezquita y el templo, se veía
una extraña luz en su rostro. También se observaba que efectuaba con sus dedos extrañas señales en el aire. Esta conducta
continuó diariamente durante cuatro años, desde que empezó
hasta que terminó la Primera Guerra Mundial.
Durante los años de guerra, Sai Baba solía decir “No tengo
forma y estoy en todas partes. No soy este cuerpo al que llaman
Sai... Soy el Alma Suprema: soy la Creación entera. Soy todas
las cosas y estoy en todos los seres. Estoy en los santos, los criminales y los animales, y en todas las demás cosas... Nada sucede sin que yo lo desee. Mi luz es de Dios; mi religión es Kabiri
(Maestría Perfecta), y mi riqueza radica en las bendiciones que
sólo yo puedo dar”.
Un día, durante la guerra, Sai Baba regresaba de la procesión
de lendi cuando, en medio de una suave música, sus ojos miraron a un joven en especial, como jamás habían mirado a nadie.
“¡Parvardigar!” Pronunció esta sola palabra con la sonoridad del
océano cuando el joven cayó a los pies del anciano fakir.40
¿A quién se estaba dirigiendo Sai Baba? Los ojos que quedaron atrapados en los de Sai Baba pertenecían al joven zoroastriano que había sido besado por Babajan, entronizado por
Narayan Maharaj y cubierto de guirnaldas por Tajuddin Baba.
Los ojos del joven y los del anciano fakir se miraron fijamente,
y la palabra salió nuevamente de la boca de Sai: “¡Parvardigar!”
Entonces, por tercera vez, la santa palabra resonó desde los
40 Parvardigar es el término sufí que significa el Conservador de la Creación. Se trata del
mismo Ser que conocemos como Vishnú en la mística vedántica. El Conservador Todopoderoso es
quien lo impregna o satura (todo).
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abismos de la Divinidad del anciano Maestro cuando proclamó: “¡Parvardigar!”, y se inclinó ante el joven.
Aquella multitud de fieles contempló atónita este hecho extraordinariamente significativo. Su sentido es profundo, aunque tuvo lugar en un camino sucio y polvoriento de una aldea
pobre de Maharastra, en la India, en diciembre de 1915. Cuando
la muchedumbre rodeó a Sai Baba, el joven fue empujado a un
costado. Sai Baba regresó a su asiento, mientras el joven siguió
deambulando por el camino. Nuestra Era clamó al mundo pero
nadie escuchó “¿No se dan cuenta de quién es la persona ante
la cual Sai se inclinó? ¡Ustedes también se inclinarán ante él y
lo aclamarán!... ¡Él es el Antiguo!”
Cuando la guerra tocaba a su fin, el 28 de septiembre de 1918,
Sai Baba, en ese entonces de ochenta años de edad, tuvo una
fiebre que duró dos días, después de la cual el anciano fakir dejó de comer; parecía consciente de su muerte inminente.
Sai Baba tenía un viejo ladrillo que había usado como almohada durante años. Un día, a un chico que limpiaba la mezquita, se le cayó el ladrillo, el cual se partió en dos. Cuando Sai
Baba entró en la mezquita, exclamó al ver el ladrillo roto “No
se rompió el ladrillo sino mi destino. Ese ladrillo me acompañó toda la vida y me secundó en mi labor. Lo quería como a mi
vida. Ahora que se rompió, el cacharro de mi vida también se
romperá pronto”.
Después de estar diecisiete días sin probar alimento, Sai Baba
se desplomó a las dos y media de la mañana, exclamando: “¡Ah,
Deva!” (¡Oh, Dios!) Entonces, reclinó su cabeza sobre el hombro
de un discípulo íntimo y dio su último suspiro. Era el 15 de octubre de 1918, durante el Dassera (día sagrado de los hindúes en
conmemoración de la fecha en que Rama dio muerte a Ravana).
También en ese final hubo una acalorada disputa entre sus fieles: los hindúes querían cremar su cuerpo, mientras que los mahometanos lo querían sepultar. Después de tres días de fogosa
discusión, el cuerpo fue sepultado en un templo que él mismo
había ordenado erigir en honor a Krishna. Al introducirlo verticalmente en la tumba, su cuerpo lucía como cuando estaba vivo. ¡El cuerpo del fakir había contenido al Dios Incontenible!
Sai Baba dijo en una ocasión: “Estaré activo y vigoroso aún
desde mi tumba. Incluso después de mi mahasamadhi (abandono de la forma humana)41, estaré con ustedes en el momento en
que piensen en mí”. Hasta el día de hoy, sus palabras son ciertas, pues el santuario de Sai Baba, en Shirdi, de entre todos los
sitios sagrados de Maestros espirituales contemporáneos, es el
lugar de peregrinación más concurrido de la India.
¡Oh Ser Sin Nombre! ¡Oh tú a quien llaman Sai!
¿Cómo podremos retribuirte por lo que has hecho por nosotros?
¡Otorgaste forma al Dios Sin Forma, y le diste poder!
41 Un Maestro Perfecto quiere conscientemente su muerte cuando completó su labor universal. Mahasamadhi significa el desprendimiento de su forma física por parte del Sadguru, quien
es consciente de que se marcha de este mundo o de las esferas de la materia, la energía y la mente.
51
UPASNI MAHARAJ,
EL REY DE LOS YOGUIS
El Sadguru Upasni Maharaj,
en Bombay, India, en el año 1920.
Solamente Sai Baba supo quién era él en realidad:
“No hubo nadie más que se le pareciera.
Sólo Dios supo lo que él valía.
Su mérito era tal que
si pusieran al mundo de un lado
y a él del otro, ¡él sería más grande!”
Era el año 1890 cuando en las afueras de Nasik, en la India,
había un buscador llamado Kashinath quien, desesperado, afligido y desamparado, ¡decidió ayunar hasta morir! Rodeó la ciudad, se internó en la selva y allí se encontró con una montaña
en la que había cuevas. Era la montaña de Bhorgad, un peñón
escarpado en medio de la selva, y un lugar ideal para esperar
su muerte, puesto que no había nadie alrededor, y tampoco comida ni agua en las cercanías.
Kashinath entró en una pequeña cueva y pasó dos días y dos
noches sin comer, beber ni dormir, anhelando la muerte: la desafiaba para que llegara. Y, si no lo hacía pronto, se arrojaría
al precipicio. En el tercer día, se preguntó por qué estaba desperdiciando su vida ¡llamando a la muerte en lugar de pensar
en Dios! Entonces, en silencio, empezó a repetir durante días
el nombre de Dios. Poco a poco, Kashinath se absorbió en su
contemplación divina de Dios y se olvidó de todo: de su desesperación, de su familia y de su vida en el mundo. Entró en un
samadhi muy profundo y permaneció en un estado de gozo y
encantamiento durante varios meses.
Pero Kashinath no podía pasar el resto de su vida absorto de
esa manera; este joven, de veinte años de edad, estaba destinado a mucho más que a permanecer desconocido en una cueva
solitaria, contemplando en trance a la Divinidad. Un hombre
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que estaba parado ante Kashinath le despertó de su samadhi.
¡Se alarmó cuando ese personaje lo asió con firmeza, pareció
arrancarle la piel del cuerpo!, y desapareció inmediatamente
después. Esa terrible aparición hizo que Kashinath recobrara la
consciencia corporal. Se tocó el cuerpo, sintiéndose aliviado al
descubrir que su piel estaba intacta.
Lo que Kashinath sintió a continuación fue una intensa sed;
¡era como si le hubieran arrancado la lengua de su boca! Pensó
que estaba a punto de morir de sed, pero sin poder gritar, y
aunque pudiera hacerlo, ¿quién le oiría en ese lejano lugar? Era
una cueva desolada, sin agua en ninguna parte. Y aunque la
hubiera, todo su cuerpo estaba tan rígido, por los nueve meses
que pasó sentado en una posición, que le era imposible moverse. Muriéndose de sed, su mente pasó a estar semiconsciente,
viéndose a sí mismo al borde de la muerte. Ahora era inminente la muerte que él había buscado cuando entró en esa cueva.
Resignado, se consoló pensando que pronto se uniría con el
Espíritu de Dios.
Sin embargo, alguien estaba velando por este joven: era el fakir de Shirdi, Sai Baba, quien se hallaba a unos ciento sesenta
kilómetros de distancia. Sai no dejaría que Kashinath muriera
de ese modo; el fakir tenía otros planes: se proponía matar a
Kashinath de otra manera mientras lo mantenía vivo.
Mientras Kashinath yacía inconsciente en esa cueva, Sai
Baba envió a sus abdals (agentes espirituales), quienes formaron oscuras nubes y lanzaron lluvias torrenciales cuesta
abajo. ¡Agua! Cursos de agua vital desembocaron en la cueva
en la que Kashinath agonizaba, formando un charco junto a
él. Los truenos y relámpagos despertaron a Kashinath, quien
descubrió que el agua le tocaba los labios goteando suavemente en su lengua, y allí se quedó, dejando que el líquido
reviviera su cuerpo esquelético.
¡Oh Kashinath! ¡Querías morir, pero bebiste el agua! ¡¿Por qué
la bebiste?! ¡No te acordaste que querías morir! Tenías que beber
y sobrevivir. Alguien te hizo beber, y ahuecaste tu mano una y
otra vez para recoger esa agua. Finalmente, apagaste tu sed.
El fakir de Shirdi estaba velando por ti; Sai, cuyo amoroso tesoro estabas destinado a heredar, pero entonces no lo sabías.
Por más que lo intentara, Kashinath no podía morir por propia voluntad. ¿Quién era este decidido hindú, que se llamaba
Kashinath? Era quien después se llamó “Upasni Maharaj”:¡el
Rey de los yoguis!
Aunque nació como un niño normal, su vida no lo fue. Nació
en una familia de sacerdotes brahmanes hindúes, en la aldea de
Satana, distrito de Nasik, en la India, el día 15 de mayo de 1870.
Su padre se llamaba Govind Shastri, y su madre, Rukhmini. Su
abuelo, Gopal Shastri, era un pundit ilustrado (erudito brahmánico) y, además, de temperamento piadoso. Antes de morir renunciaría a su familia y al mundo, para convertirse en un sanyasin en busca de Dios: poco sabía de la Divinidad que Dios
manifestaría en su nieto Kashinath.
Kashinath fue el segundo de cinco hermanos, y desde su niñez su modo de ser fue muy diferente del de ellos. Detestaba la
escuela y a duras penas llegó a tercer grado. Fue un problema
para sus padres, pero su abuelo, que lo quería muchísimo, le
enseñó los Shastras (las escrituras brahmánicas), que él aprendió con sumo interés, aunque desdeñaba las lecciones de la escuela y también las de los sacerdotes del templo.
En esa época, vivía en Satana una anciana hindú a quien consideraban muy peculiar. A pesar de su viudez, seguía adornándose con brazaletes, contra la costumbre de ese tiempo, según
la cual, tan pronto fallecía su marido, la mujer debía romper los
brazaletes sin reemplazarlos. La gente se burlaba de la anciana
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llamándola “la hechicera”, y los chicos también la acosaban llamándola “vieja bruja”. Kashinath era travieso y solía insultarla,
diciéndole cuando pasaba: “Vieja bruja, ¿por qué sigues con tus
brazaletes? ¿No sabes que tu marido murió?”
Además de su mal genio, aquel niño fue también un problema para sus padres porque se enfermaba a menudo.
Kashinath sufrió, durante toda su niñez, fuertes dolores de estómago, y a pesar de los diversos tratamientos médicos, su digestión no mejoró. Finalmente, la salud del niño se quebrantó
y los médicos lo desahuciaron.
Sus padres no se resignaron por completo a la muerte inminente del niño y, después de fracasar los tratamientos médicos,
llevaron a Kashinath para que lo viera la “hechicera”. Sin embargo, cuando lo vio, ella se contrarió muchísimo y le maldijo,
diciendo: “¡Déjenlo morir! ¡Me fastidia con muchísima frecuencia, y por este motivo está sufriendo y debería morir!”
Desconcertado, Kashinath pidió a la anciana que lo perdonara. Ella lo reprendió con dureza, y luego agregó: “Si esperas
sanarte, debes visitarme todos los días”. Kashinath prometió
hacerlo y empezó a visitarla diariamente en su casa, en la que
ambos se sentaban solos en una habitación cerrada.
Kashinath se libró poco a poco de su dolencia crónica acatando lo que la viuda le ordenaba, pero surgió en él otro dolor: era
un fuego ardiente que se había encendido en su corazón mientras acompañaba a la anciana, pues pronto descubrió que no era
una bruja sino una amante de Dios. Bajo su influencia la personalidad del niño cambió cuando se apoderó de él una intensa
aversión a las cosas de este mundo. Interiormente recogido, su
corazón emprendió una búsqueda secreta.42
42 Posteriormente Upasni Maharaj dijo refiriéndose a sí mismo: –El mundo me desagradó
desde mi niñez. Por eso pasé mis días en cuevas y selvas, dedicado a la contemplación divina.
El niño se negó a asistir a la escuela y se aisló, aventurándose dentro del bosque para meditar. Tenía diez años de edad
cuando su tío Damodar le encontró llorando en su cuarto y le
preguntó la razón. Después de mucha insistencia, Kashinath
le dijo: “Me entristece pensar que yo tenga que vivir de tu
trabajo. Yo no hago nada. No contribuyo con nada al mantenimiento de la familia”.
Su tío se conmovió profundamente por lo que el niño sentía y trató de consolarlo diciendo: “Es nuestro deber velar por
nuestros hijos y sustentarlos hasta que hayan crecido y estén
listos para la vida”.
Kashinath vivió un año con sus padres en Dhulia, pero la
idea de que era una carga para ellos remordía siempre su conciencia. Deprimido, decidió marcharse y vivir como un itinerante; pero esto no estaba destinado a suceder por muchos años.
Aunque el corazón de Kashinath se rebelaba contra los apegos
mundanos, su familia hizo los preparativos para su boda. Contra
su voluntad, debió acceder a los deseos de sus padres y se casó con una joven hindú llamada Durga. En esa época, de acuerdo con la costumbre, los recién casados solían ser muy jóvenes;
Kashinath tenía catorce años de edad y Durga, solamente ocho.
Abatido, a Kashinath no le interesaba dedicarse al comercio o al hogar, y prestaba poca atención a su esposa. Eran muy
fuertes sus experiencias interiores. Cantaba en su corazón alguien a quien él no conocía. Ansiaba saber de quién era la voz
que él oía y tener una vislumbre del Cantor, pero se hallaba terriblemente confundido. Un día, desconcertado por lo que su
corazón le sugería, abandonó a su esposa y a su hogar sin despedirse y deambuló hasta Nasik.
De algún modo, el abuelo descubrió su paradero y le escribió
diciéndole que su madre estaba gravemente enferma, suplicándole que regresara; así fue que se vio obligado a hacerlo. Luego,
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un año después de su matrimonio, su esposa murió. Sin embargo, su familia volvió a prevalecer sobre él para que aceptara casarse por segunda vez.
En 1885, Kashinath se casó con otra chica hindú, pero ya le
resultaba intolerable llevar una vida mundana. Prestaba escasa
atención a su segunda esposa y le inquietaba el eco del Canto
que sonaba constantemente en su corazón. Aún le desconcertaba lo que estaba sintiendo y oyendo, y nuevamente se alejó sin
rumbo fijo. Pero en su búsqueda no encontró a nadie, y aunque
su corazón preguntaba: “¿Quién me está cantando?”, no hubo
respuesta. Kashinath no tuvo contestación a lo que estaba experimentando y, por eso, regresó a su hogar.
Las experiencias se volvieron más intensas, y así se intensificó su sufrimiento mental. La pregunta se reiteraba una y otra
vez en su corazón hasta marcarlo profundamente: “¿Quién está
cantando?... ¿Quién está cantando?” Esta pregunta laceraba su
mente aumentando su inquietud. La inquietud misma lo desgarraba: “¿Oyes la pregunta, no es cierto? ¿No la oyes?... Entonces,
¿por qué no tratas de encontrar la respuesta? ¿Por qué no lo intentas?” Pero el joven estaba tan desconcertado que no sabía qué
le estaba sucediendo, y preguntaba: “¿Cómo podré encontrar la
respuesta? ¿Adónde debería ir?... ¿Quién podrá ayudarme?”
Finalmente, Kashinath no pudo tolerar nada más y, con el
pretexto de estudiar medicina, abandonó a su esposa y a su hogar. El joven deambuló y sus ojos turbados buscaron la respuesta por todos los sitios a los que se dirigía.
El Dios Infinito está más allá de la comprensión del ser humano. Si no fuera tan difícil comprenderlo, ¿cómo podría agitarse tanto la mente de Kashinath? Dios había atrapado el corazón
del joven, pero la mente de Kashinath no podía atrapar a Dios.
Caminó hasta Poona, pero allí no se sintió contento y siguió deambulando hasta Kalyan, un pueblo cerca de Bombay.
Cuando regresaba hacia Satana desde Kalyan, se vio agobiado
con desesperación. Entonces vio la zona selvática de Satana y se
encontró con la empinada montaña que los aldeanos llamaban
Bhorgad, que se halla a unos dieciséis kilómetros más allá de
Nasik. La muerte parecía la única solución. El joven Kashinath
estaba decidido a suicidarse ayunando hasta morir o arrojándose al precipicio. Profundamente alterado, desesperó por Dios.
Aunque permaneció nueve meses dentro de la cueva sin alimento ni agua, no murió. Al beber en los charcos que la lluvia
formaba pudo sobrevivir, el joven Kashinath era piel y huesos, y no tenía fuerzas ni para bajar de la montaña. Se arrastró
fuera de la cueva y gritó “Oh Dios, Tú eres el Cantor ¿Dónde
estás? Quisiste que te encontrara, pero no me quedan fuerzas
para llegar a Ti”.
Al pie de la montaña de Bhorgad había una pequeña aldea
llamada Gavalwadi. Cuando los aldeanos vieron a Kashinath
arrastrándose cuesta abajo, se conmovieron de su debilitamiento y le cuidaron para que se restableciera.43 Al mes, Kashinath
regresó a su hogar, en Satana. Era el 22 de julio de 1890 y tenía
veinte años de edad.
El padre, después el abuelo y por último la segunda esposa de Kashinath, fallecieron un año después de regresar éste a
Satana. Se marchó pronto del hogar porque sabía que su madre
le obligaría a casarse por tercera vez.
Vagó durante un tiempo antes de retornar a Satana.
Recuperó su peso normal y sus fuerzas, pero sus ojos delataban
igual inquietud y angustia.
43 Una vez, Meher Baba comentó que fue un milagro que Upasni Maharaj viviera sin comer
ni beber durante casi un año en la cueva de Bhorgad , años antes de Realizar a Dios. Después de
ser Consciente de Dios, no fue tan milagroso que viviera un año entero sin comer ni beber.
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El Cantor cantaba ahora más claramente que nunca en su
corazón, pero Él era invisible todavía. Kashinath clamó “Oh
Cantor, ¿qué te propones? Si deseas mantenerte escondido, ¿por
qué cantas? ¡Tu canto me está enloqueciendo!”
Sin embargo, Kashinath tenía todavía que disolver un vínculo familiar. ¿Sin romper con este karma cómo podría el Cantor
revelar su rostro esplendoroso? Los parientes de Kashinath organizaron nuevamente un tercer casamiento. Pero sus ojos vidriosos todavía estaban buscando al Cantor y la invisible voz no
le dejaba descansar. Oía constantemente ese Canto y su música
quebrantaba el corazón de Kashinath.
Sin embargo, para ganarse la vida y sostener a su esposa,
Kashinath se mudó, en 1892, a Sangli, y ahí estudió medicina
ayurvédica por cuatro años. En 1895, se recibió de vaidh (médico) y volvió a Satana para practicar la medicina. Pero aquel
Canto avivaba la llama; en 1896 salió de Satana hacia Amraoti,
y allí estableció un dispensario. También empezó a escribir en
un periódico mensual sobre Ayurveda, en marathi, llamado
Besaj Ratnamala, que apareció durante tres años. Kashinath tuvo mucho éxito como profesional y fue un médico rico y famoso en los círculos ayurvédicos y, aparentemente, tanto su profesión como su matrimonio se afianzaron. A los veintinueve
años de edad, nació un hijo, pero sobrevino la tragedia: el bebé
falleció a los pocos meses.44
Durante años, mantuvo en secreto su sufrimiento espiritual.
Los demás nada sabían de lo que pasaba por dentro: interiormente estaba terriblemente desasosegado y dolorido. El Cantor
no le dejaba en paz; ¡ese Canto no se interrumpía! A veces se
comportaba de manera extraña y, cuando estaba perturbado, su
esposa consentía en todo lo que él deseaba, soportándolo con paciencia y tratando de mitigar su angustia.
44 Es rarísimo que un Maestro Perfecto tenga hijos. Se sabe que Tukaram, un Sadguru hindú, tuvo una familia.
Cuando tenemos éxito, solemos pensar en adquirir bienes materiales y Kashinath no fue una excepción en esto. En
Gwalior era espléndida la oportunidad para comprar tierras
baldías si uno quería cultivarlas. En 1906, invirtió miles de rupias y compró centenares de hectáreas, pasando mucho tiempo
en el lugar. Llegó a ser un mujaver (terrateniente).
Sin embargo, la situación de Kashinath cambió y dos años
después se vio envuelto en numerosos litigios, cuyo resultado
fue que perdió sus tierras, dinero y reputación; también se resintió su salud. Regresó en bancarrota a Amraoti, en 1908, para
reiniciar su práctica médica, pero había perdido interés en ella:
estaba desilusionado y lo que interiormente anhelaba lo sumió
en la desesperación.
Con consentimiento de su esposa, renunció y cerró su dispensario, y el 10 de abril de 1910, ambos salieron en peregrinación. Durante sus viajes, la pareja fue a Omkareshwar, cerca de
Mandhata, en el norte de la India, un lugar hindú de peregrinación que se halla junto al río Narmada.
Un día, en un bosque de las cercanías, mientras Kashinath
estaba absorto en profunda concentración, recibió una potente
descarga y se desmayó. Dejó de respirar y parecía estar muerto. La esposa de Kashinath se asustó y roció su cuerpo con
agua. Al rato, recobró la consciencia, pero aunque su cuerpo
había soportado esa experiencia interior de un poder oculta, le
era difícil respirar.
El eco de aquel Canto adquirió más intensidad, y una voz
le preguntó “Oh Kashinath, ¿quién está cantando? ¿Quién
está cantando en tu corazón?” Pero el aún desconcertado
Kashinath no lo sabía. Se desasosegó aún más tratando de encontrar la respuesta, tenía la sensación de estar muriendo y
jadeaba constantemente.
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Kashinath y su esposa salieron con dificultad de Omkareshwar
y viajaron a Nagpur, donde le trataron el bloqueo respiratorio;
sin embargo, la medicina no tuvo efectos positivos. Era tan profundo el anhelo de Kashinath por ver al Cantor que ese mismo
desasosiego era la causa que interiormente le impedía respirar;
ningún médico podía entender esto. Kashinath derramaba lágrimas de anhelo “Oh Cantor, ¿por qué eres tan cruel? ¿Tengo
vedado que me muestres Tu rostro? ¿Por qué ardo en esta hoguera de la separación? Mi mente se reduce a cenizas en las llamas de tu amor. ¿No revelarás Tu rostro a mis cenizas?”
El Sadguru Narayan Maharaj estaba de visita en Nagpur y
Kashinath sintió deseos de recibir su darshan. El programa no
había comenzado aún, y eran muchas las personas que esperaban en fila. Kashinath también la formó, pero cuando el darshan estaba a punto de empezar, Narayan Maharaj indicó a uno
de sus discípulos que trajera ante él a Kashinath.
Kashinath se postró a los pies de Narayan Maharaj. Cuando se
incorporó, Narayan retiró de su cuello una guirnalda y se la puso a Kashinath delante de los miles de personas allí congregadas
y en espera. Kashinath aceptó la guirnalda como un obsequio y
una gracia de Narayan, y después se escabulló entre la multitud.
¿Había hallado al Cantor? Kashinath, sin embargo, no había
visto su rostro. Kashinath había sentido el contacto del Cantor,
pero el eco del Canto fue más fuerte. Aquella abrumadora melodía estaba destruyéndolo, mientras sus lágrimas se disolvían en
el fuego del amor.
Después, Kashinath y su esposa viajaron a Dhulia y se quedaron con su hermano Bal Krishna Rao. La afección respiratoria de Kashinath empeoró, y le fue tan difícil respirar que decidió que se suicidaría si un ulterior tratamiento fracasaba.
En abril de 1911, salió solo de Dhulia atormentado por sus
pensamientos suicidas. Sin embargo, su enfermedad sería eli-
minada solamente cuando alcanzara proporciones descomunales. Pero, ¿qué podría el sobresaltado Kashinath hacer entonces? No podía respirar ni dejar de respirar. ¡Oh, en qué se había
convertido su existencia!
El océano de Dios tiene que ser cruzado,
pero es un océano de fuego. ¡Ah! ¡El fuego está a cada paso!
Kashinath estaba en ese fuego ¡y por ese motivo no podía respirar! ¿Qué podía hacer este hombre quebrantado? Nadie, salvo
quien cruzó este océano de fuego, tiene idea de lo que él estaba
sufriendo: nadie podía imaginar su verdadero sufrimiento.
Kashinath vagó solo por la ciudad de Ahmednagar en su trayecto hacia Paithan. En Ahmednagar se enteró de que había
un yogui llamado Kulkarni Maharaj, quien vivía en Rahuri, a
unos cincuenta kilómetros de distancia, y a quien consideraban
un gran sanador. Kashinath estaba desesperado por su salud
y pensó que lo prudente era ir a verle; por eso, en lugar de ir a
Paithan, se dirigió a Rahuri.
Cuando Kashinath llegó, el yogui le recibió con suma reverencia, masajeó con aceite el cuerpo de Kashinath, lo bañó y después le dio de comer. Mientras comían, el yogui dijo a Kashinath
que fuera a Shirdi para encontrarse con Sai Baba. Sabedor de
que Sai Baba era un maestro musulmán, a Kashinath no le gustaba ir a ver a un musulmán para pedirle ayuda y, por eso, rechazó el consejo del yogui.
Después Kulkarni Maharaj explicó a Kashinath “Esta afección respiratoria tuya no es física, sino resultado de avanzadas
prácticas yóguicas. Sin siquiera intentarlo, has superado con
creces a yoguis que han estado ensayando estas prácticas años
y años”. Y repitió “Será para ti de sumo provecho si visitas a Sai
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Baba, pues él puede hacerte avanzar más en el sendero. Yo no
puedo ayudarte de este modo; sólo Sai Baba podrá hacerlo por
ti”. Sin embargo, pensando que Sai Baba era musulmán y debido a sus hondos prejuicios brahmines, Kashinath volvió a rechazar el consejo del yogui.
Kashinath se despidió de él y, estando en la ciudad de Rahuri,
conoció a un viejo médico. Después de que Kashinath le explicó
su problema respiratorio, el médico le aconsejó que no debía beber agua fría o a temperatura normal, sino solamente caliente.
La salud de Kashinath mejoró poco a poco, pero la mejora no se
debió realmente a beber agua caliente; era porque el Cantor lo
llamaba para encontrarse con él, y finalmente en Kashinath estaba brillando su misericordia. Aunque su dolencia respiratoria
fue disminuyendo gradualmente, Kashinath siguió vagando en
Maharasthra, determinado a encontrar al Cantor.
En junio de 1911, Kashinath quiso volver a ver al sadguru
Narayan Maharaj, por lo que viajó a Bombay. Narayan lo recibió
con mucho cariño y amor, y después lo hizo sentarse a su lado.
Narayan dio a Kashinath una hoja de paan con nuez de betel para mascar, diciéndole “¡Hoy te di color completamente por dentro y por fuera! Ya nada queda... Ya no hay necesidad de que tomemos contacto ni de que conversemos. Lo tuyo terminó aquí”.
Pero Kashinath, desconcertado, le dijo “¿Cuándo nos volveremos a ver?”
Narayan contestó “Yo mismo vendré a verte y, cuando llegue, te veré de tal modo que estaré siempre contigo”
Entonces Kashinath volvió con el yogui Kulkarni Maharaj,
en Rahuri, quien le instó nuevamente a que fuera a encontrarse con Sai Baba. El yogui le siguió explicando que había conocido al fakir de Shirdi, que Sai Baba no era un gurú común
y corriente, y que se hallaba por encima de toda casta y cre-
do. Aseguró a Kashinath que Sai Baba era un Sat Purush –un
Hombre Perfecto, como Narayan Maharaj–. Esta vez Kashinath
estuvo de acuerdo. La labor interior que Narayan Maharaj había concluido dio sus frutos.
El fakir de Shirdi tenía entonces cerca de setenta y seis años,
él había sido siempre el Cantor que guiaba a Kashinath. Ése era
el día que el fakir había aguardado pacientemente durante cuarenta y un años. Ignorado por Kashinath, Sai Baba lo amó a él
como a ningún otro.
Kashinath llegó a Shirdi en la mañana del 27 de junio de
1911 y fue directamente a ver a Sai Baba para recibir su darshan. Luego participó en la ceremonia del arti a Sai Baba y almorzó con los demás devotos. Al atardecer, Kashinath se acercó al viejo fakir y le pidió permiso para marcharse. Sai Baba le
contestó riendo “Es mejor que te quedes aquí; quédate conmigo.
¿Por qué tienes tanta prisa para marcharte?” Kashinath le respondió que tenía que atender un trabajo importante. Entonces,
Sai Baba le dijo “Si quieres irte, puedes hacerlo, pero regresa
dentro de ocho días”.
“No puedo prometer que regresaré dentro de ocho días, –replicó Kashinath– tal vez no me sea posible”.
Sai Baba le aseguró que le sería posible, diciéndole “Veré qué
puedo hacer”. Y con el permiso del fakir, Kashinath se marchó
de Shirdi. ¡Kashinath no reconoció al Cantor! Abandonó a Aquél
que le había estado cantando durante toda su vida. No se dio
cuenta de que la voz de Sai Baba era la misma que la del Cantor.
Kashinath continuó hacia Kopargaon para encontrarse con un
gurú hindú, llamado Brahmachari Maharaj. Pero cuando se encontraron, Brahmachari le preguntó “¿Has estado en Shirdi?”
Desconcertado, Kashinath le replicó “Sí, estuve ahí hace poco. Recibí darshan de Sai Baba”.
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Brahmachari le dijo con severidad “Pero no se cumplió lo que
te propusiste. ¡Es mejor que regreses pronto!” Kashinath no estuvo de acuerdo porque no quería regresar a Shirdi, pues ese lugar no le gustaba. Se quedó en un templo hindú de Kopargaon,
visitando diariamente a Brahmachari Maharaj.
Un día, mientras Brahmachari estaba tratando de persuadir
a Kashinath de que era importante para él que volviera otra vez
a ver a Sai Baba, llegaron unos visitantes en un carruaje para
consultar al gurú. Estas personas estaban de paso hacia Shirdi
y, cuando se enteraron que Kashinath ya había estado allá y conocía el camino, insistieron en que les acompañara. Contra su
voluntad, Kashinath fue persuadido para que los guiara hasta
la aldea de Shirdi.
Llegaron a Shirdi después del mediodía y caminaron directamente hasta la mezquita para recibir darshan de Sai Baba. El
viejo fakir se alegró muchísimo al volver a ver a Kashinath y,
después del darshan, Sai Baba le preguntó “Kashinath, ¿cuántos días han pasado desde que te vi por última vez?”
Kashinath pensó un instante y le dijo: “Ocho días”.
Sai Baba dijo “¿Te acuerdas que me dijiste que no te sería posible regresar a los ocho días?”
Al darse cuenta de la precognición del fakir, Kashinath le dijo “Tienes razón, Sai; ¡tus métodos superan mi comprensión!”
¡En ese momento, Kashinath reconoció finalmente al Cantor!
¡La voz de Sai era la misma que la voz del Cantor! Decidió quedarse cerca de Sai Baba, en Shirdi, para poder asistir diariamente a la ceremonia del arti y recibir darshan del fakir. Aunque se
daba cuenta de quién era el Cantor, el divino rostro de éste se
ocultaba aún a su vista y anhelaba verlo más que nunca. Los
ojos del fakir estaban a punto de irradiar la luz de la misericordia y el amor de Dios.
Después de algunos días, Sai Baba preguntó a Kashinath
“¿Tienes algún dinero para darme como dakshina?”
Entre las pocas monedas sueltas que tenía, Kashinath eligió
una vieja y ennegrecida moneda de una rupia y se la dio al
viejo fakir. Sai Baba la recibió, la examinó y después exclamó
“Miren esta moneda que él me dio ¡Este hombre eligió deliberadamente para mí la moneda más ennegrecida!”
Turbado, Kashinath le suplicó “Sai, devuélveme la moneda
y te daré otra”.
Pero el Maestro replicó “Quiero solamente esta moneda.
Deja que esta rupia negra se quede conmigo”. Y luego añadió
“Aunque me has dado esta moneda sin valor, ¡me encargaré de
que realices la Verdad!”
Mientras cenaba, Kashinath estaba hondamente perturbado,
eligió una moneda nueva de una rupia, regresó a la mezquita, y
se la dio al fakir diciendo “Sai, fue un grave error de mi parte el
haberte dado la rupia negra. Te he traído una nueva. Por favor,
acéptala y perdóname”.
Sai Baba recibió la moneda y, cuando estaba anudándola en
su atado de ropas, llegó un hombre llamado Haribhau Chaubal,
quien le dio un fajo de rupias. El fakir mostró su enojo pidiendo más dinero a Chaubal, pero éste le había dado todo lo que
tenía. Entonces, Sai Baba ordenó a Chaubal que regresara de
inmediato a su casa y trajera de vuelta todo el dinero que tenía
en su poder. El hombre se marchó muy complacido porque le
habían dado la oportunidad de entregar toda su riqueza a Sai
Baba. Al ver esto, Kashinath fue a buscar todo el dinero que tenía y se lo dio inmediatamente a Sai Baba.
Todos los días, antes del arti, Sai Baba daba una plática sobre
temas espirituales que sólo podían captar aquellos a quienes él
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aludía. Kashinath descubrió que la mayor parte de lo que Sai
Baba comentaba se relacionaba personalmente con él y con hechos que le habían sucedido en su vida. Kashinath se convenció, poco a poco, de que el fakir era omnisciente.
Así pasaron dos meses. La personalidad de Kashinath era
tal que no le gustaba ser una carga para nadie y, puesto que
no tenía dinero, deseaba marcharse de Shirdi y dejar de vivir a
costa de lo que Sai Baba le daba. Pidió a un discípulo cercano,
llamado Madhav Rao Deshpande, que hablara en su nombre
con Sai Baba y consiguiera su permiso para marcharse. Cuando
Deshpande lo hizo, Sai Baba le replicó “Dile a Kashinath que le
daré permiso para irse cuando todas las cuentas estén saldadas”. Sai Baba se refería al karma de Kashinath.
Tiempo después, cuando Kashinath estaba masajeando un
pie de Sai Baba, y Deshpande el otro, Deshpande volvió a mencionar el tema de la partida de Kashinath y Sai Baba lo ignoró.
Sin embargo, después Sai Baba le dijo a Deshpande “Escucha
cuidadosamente lo que te diré acerca de Kashinath. Él no tiene
que quedarse aquí un año o un año y medio, sino cuatro años.
En cuatro años, la gracia de Dios descenderá sobre él y todas
sus cuentas estarán saldadas”.
Sai continuó, “Kashinath tiene que pasar sus días solo en el
templo de Vithoba. Llévale allá. No hay que molestarlo; debe
pasar en silencio sus días en el templo”.
“Su futuro es espectacular. No hay nadie más que se le parezca. Sólo yo sé lo que él vale. Su mérito consiste en que, si pusieran a todo el mundo de un lado, y a él del otro, él sería más grande. ¡Tal es su valor!”
“Que se quede recluido y en silencio en el templo de Vithoba.
Haré por Kashinath todo lo que yo tenga que hacer”.
Deshpande informó de esto a Kashinath, quien pensó
“¿Cómo pudo sucederme esto? ¿Cómo pude ser tan afortunado? ¿Cómo podría esto ser verdad respecto de mí?” Entonces,
fue a ver directamente a Sai Baba y le suplicó que le permitiera
abandonar Shirdi.
Pero el viejo fakir se negó a dejarlo ir. Sai Baba estaba preparando internamente a Kashinath para que permaneciera recluido en el templo abandonado consagrado a Krishna, pero
que Sai Baba llamaba templo de Khandoba, que quiere decir
templo del Sadguru.
Sai Baba consoló a Kashinath “Ahora no tienes que preocuparte por nada más. Sé lo que tú eres. Conozco la posición en que estarás”.
“Te he estado buscando durante muchos años. Lo bueno o lo
malo que hayas hecho hasta ahora, en realidad se produjo por medio de mí. No me conoces, pero yo te conozco totalmente. Durante
años tuve pensamientos acerca de ti en mi corazón. Ahora no tienes necesidad de ir de aquí para allá. Quédate conmigo”.
En una forma críptica Sai le dijo a Kashinath, “Si eres incapaz de cumplir lo que te estoy diciendo que hagas, entonces no
importará. Yo mismo te compraré un pasaje y me encargaré de
que tengas tu asiento en el tren. No permitiré que el tren se detenga en ninguna parte, el tren te llevará directamente hacia
donde yo quiero que llegues”.45
Kashinath se calmó al escuchar esto. Un devoto de Bombay,
que estaba ahí presente, preguntó “Sai, ¿le has dado todo?”
“Sí -contestó Sai Baba- le he dado todo. ¡Lo mío es suyo! No
hay separación ni distinción entre nosotros. Soy enteramente responsable de él”.
45 Cuando Sai Baba dijo que “no permitiría que el tren se detuviera en ninguna parte”, se
estaba refiriendo a guiar a Kashinath directamente por los planos internos. Se refería a los planos
como “estaciones ferroviarias”.
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Inmediatamente después, Kashinath se fue a vivir solo, en
el templo de Khandoba, a unos trescientos metros de la mezquita de Sai Baba. Así comenzaron cuatro años de la más severa penitencia. Permanecía todo el día en el templo -que estaba
lleno de escorpiones y serpientes- y sólo se retiraba para asistir al arti de Sai Baba. Un tiempo después, Sai Baba incluso le
prohibió que asistiera.
Un devoto llamado Dada Shaeb G.S. Kharparde fue enviado por Sai Baba para que le leyera a Kashinath el libro titulado
Panch Dashi, Los Cinco Esclavos (o Los Cinco Elementos)46, pero era escaso su interés por oír acerca de la sabiduría esotérica.
La lectura se interrumpió. Absorto en su experiencia interior,
ahora Kashinath había ido más allá de las palabras de otros,
y él mismo se había convertido en el Cantor, pero la gloria del
Canto tenía aún que manifestarse.
En febrero de 1912, Kashinath se enteró del deceso de su tercera esposa, pero no expresó remordimiento alguno. Las ataduras del mundo no lo sujetaban más. El penitente se hallaba absorto únicamente en las notas de su Canto y estaba adquiriendo
el conocimiento secreto para enseñar su Canto a los demás.
Un día, en el que Sai Baba visitó el templo, dijo “Quédate
aquí. Yo impregno toda la existencia. No hay nadie, excepto yo.
Me encontrarás en todas partes”. Estas palabras del viejo fakir
consolaron a Kashinath, quien solía estar deprimido e incluso
pensaba suicidarse.
Un devoto, por orden de Sai Baba, traía alimento a Kashinath
en el templo. Pero unos días después, Sai ordenó a ese devoto
que dejara de hacerlo, puesto que ese alimento no había sido
preparado con amor. Kashinath dejó de comer, rechazaba cualquier otro alimento que le trajeran e inició su ayuno, el cual
duró todo un año. En este lapso quedó en piel y huesos, pero
también se le reverenciaba. Por reverencia le llamaban Upasni
Maharaj, debido a su upasna y upas -adoración y ayuno- se le reverenció como sumamente consagrado a Dios.47
46 El libro esotérico titulado Panch Dashi (Los Cinco Esclavos) puede referirse a los cinco
Maestros Perfectos que viven en la Tierra en todos los tiempos.
48 El templo de Khandoba debió haber estado desocupado años antes de que Upasni lo habitara, y su ruinoso edificio debiendo anidar en él serpientes y escorpiones.
La salud y el pulso del penitente se debilitaron considerablemente a causa de su prolongado ayuno. Pero el semblante de
Upasni estaba siempre juvenil y animado. Los devotos de Sai
Baba le llevaban alimento, pero no lo comía y lo dejaba para los
perros y cuervos.
Durante ese ayuno que duró todo un año, el penitente se expresaba con rudeza e improperios a cuantos le visitaban en el
templo de Khandoba, que se había convertido en su templo:
¡el templo del Sadguru! Sin embargo, el desagrado y el rechazo de toda ofrenda eran sólo un pretexto por parte de Upasni.
¡Finalmente había visto el rostro del Cantor! ¡Él mismo se estaba convirtiendo en el Canto! En su éxtasis inefable, no pensaba
en comida porque había perdido toda conexión con su propio
cuerpo, ¡había realizado a Dios! Su deseo se había hecho realidad; finalmente, Kashinath, el hombre, había muerto.
El templo de Khandoba48 estaba en ruinas y sucio, y
Upasni se sentaba desnudo en medio de la inmundicia, con
escorpiones y serpientes que se arrastraban sobre su cuerpo. Era inmune a sus aguijones y mordeduras ponzoñosas.
Verdaderamente, tuvo que dejar de ser consciente de su cuerpo para sobrevivir en esas condiciones. Y esto porque Sai
Baba había ordenado que Upasni se quedara en ese extraño
templo hindú mientras estaba descendiendo del estado de
47 Es probable que el nombre de Upasni Maharaj se lo pusieran los lugareños que le reverenciaban en el templo de Khandoba. Posteriormente, Meher Baba se refería a Upasni Maharaj como
el rey de los yogis.
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Dios a la consciencia de la Creación, completamente olvidado
de todo, salvo del Cantor, o sea, Sai Baba.
La conducta de Upasni fue muy peculiar durante este lapso
de reconexión con el mundo denso. A veces cubría su cuerpo
desnudo con una bolsa, salía del templo y vagaba por la zona
rural. En ocasiones, Upasni entraba en estado de mahbubi (andrógino), él sentía que su cuerpo se había convertido en el de
una mujer, de manera que por un período corto actuaba como
si fuera mujer.49
A veces, ayudaba a los barrenderos, limpiando calles y alcantarillas. También tiraba de un arado como si fuera un buey en
los campos de un agricultor. Una vez bañó a un leproso y le lavó la ropa, bebiendo después esa misma agua. Otra vez se acostó junto a un caballo muerto, besándolo y acariciándolo mientras los cuervos devoraban el cadáver.
Tuvo varias experiencias y visiones ocultas estando en el templo de Khandoba. Una vez, durante la fase de la Realización, de
repente encontró en el templo dos gigantes junto a él y, temeroso, trató de escapar. Pero los gigantes lo agarraron y, mientras
uno le aferraba la cabeza y le abría el cráneo, el otro ¡le sacaba
los sesos y los tiraba! Después, el otro derramaba luz dentro
de su cráneo. Esta luz era de Sat-Chit-Ananda: ¡Conocimiento,
Poder y Dicha Infinitos!
Ésa fue la muerte final de Kashinath
Y la Realización de Upasni Maharaj como el Todo Eterno.
En el término de un año, el Cantor empezó a adquirir, poco a poco, conocimiento y poder, y a enseñar el sonoro gozo
49 La fusión andrógina de ambos sexos en forma humana se denomina Mahbubi en la mística sufí.
del Canto. Upasni estaba descendiendo a la consciencia de la
Creación y, al recuperar la consciencia corporal, Sai Baba dispuso que un devoto le llevara café y comida: el ayuno de un año
había terminado. Desde entonces, Upasni comió y bebió normalmente, en pequeñas cantidades, hasta recuperar totalmente
la consciencia física.
Entre 1912 y 1914, fue el período en el que Upasni recuperó
la consciencia de la Creación. Desnudo como un asceta yogui,
vivió esos años en ese templo hindú lleno de escorpiones y serpientes. En 1914 había recuperado totalmente la consciencia humana normal. Con la gracia de Sai Baba recuperó la consciencia
de los tres mundos, Triloka -el mental, el sutil y el físico- después de alcanzar la Consciencia de Dios.
¡El Cantor era perfecto y podía hacer oír a otros el Canto!
Ahora le llamaban siempre Upasni Maharaj -el SadguruMaestro Perfecto viviente. Sai Baba declaró a sus devotos que
Upasni era perfecto y le enviaba gente para escuchar la melodía divina de su voz. El Cantor había alcanzado el conocimiento de Sahaj: Todo. Y se había vuelto omnisciente y por lo
tanto omnipotente.
Un médico, llamado Chidamba Ram Pillay había observado
a Upasni en el templo de Khandoba durante esos años. Un día
de 1913, Upasni había predicho al doctor Pillay que estallaría la
Primera Guerra Mundial y, un año después, cuando el conflicto
empezó, se fortaleció la fe del médico en Upasni; de ahí en adelante visitaba y cuidaba a Upasni.
El doctor Pillay tenía un amigo, el doctor Ganpat Rao, quien
vivía en Sindi, ciudad cercana a Nagpur, en el centro de la India.
Upasni había dicho al doctor Pillay que quería abandonar el
templo, y Pillay le sugirió que se quedara en la casa de Ganpat.
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Upasni estuvo de acuerdo, pero con esta advertencia: nadie debería llegar a conocer sus planes.
En la medianoche del 25 de julio de 1914, Upasni y el doctor
Pillay tomaron un tren hacia Sindi. Fue la primera vez que salió
de Shirdi después de tres años, y los aldeanos se entristecieron
al descubrir que Upasni había abandonado el templo. Cuando
algunos fueron a ver a Sai Baba y le preguntaron qué le había sucedido a Upasni, les contestó sarcásticamente, “El doctor
Pillay lo ocultó”.
Upasni había advertido al doctor que mantuviera en secreto
su paradero en Sindi, por lo que consideraron que el comentario
de Sai Baba era una broma. Durgabai Karmakar, viuda Brahmin
de la casta alta, se entristeció muchísimo con la desaparición de
Upasni porque diariamente le llevaba alimento al templo, y él
se refería a ella como su “madre espiritual”. Para gran alegría
de ella, Upasni envió de vuelta al doctor Pillay a Shirdi, para
que le llevara a Durgabai a Sindi, y allí ella se quedó con él para
cocinarle sus comidas.
Upasni había tenido terribles sufrimientos físicos en el templo de Khandoba, por lo que su sistema digestivo estaba particularmente afectado; había contraído un grave caso de hemorroides que debían ser operadas. Aunque durante la cirugía rechazó
todo anestésico, pasó por ella con serenidad, sin una mueca de
dolor. Después de esta operación, Upasni renunció a la ropa común y corriente, y empezó a envolverse con una bolsa de arpillera alrededor de la cintura, usando este humilde atuendo durante el resto de su vida.
Upasni viajó de Sindi a Nagpur, quedándose en el hogar
del doctor Pillay. Muchos acudían para recibir su darshan, y
Upasni les daba pláticas de una manera muy dulce, pero profunda. Durante su estada en Nagpur se negó a comer en el ho-
gar del doctor Pillay; vagaba diariamente por las calles de la ciudad mendigando su comida, y visitaba muchas casas. No hay
constancias de si Upasni tuvo algún contacto con Tajuddin Baba,
quien, en esa época, también se hallaba en Nagpur.
Chinna Swamy, hermano del doctor Pillay, llevó a Upasni
a Kharagpur, a principios de octubre de 1914. Aunque a nadie
se le dijo acerca del estado divino de Upasni Maharaj, la gente
empezó a acudir automáticamente a recibir su darshan, atraída
por su personalidad única y esplendorosa.
Durante este lapso, Upasni descuidaba muchísimo su aseo
corporal o su comodidad. Estaba echado en sucios tugurios y
mendigaba comida con un jarro de barro. Defecaba en ese mismo jarro y después de lavarlo, comía en él la comida que mendigaba. Sin embargo, la gente se sentía muy atraída hacia su belleza
divina porque, a pesar de las apariencias externas, este hombre
desnudo era un Maestro consciente de Dios que poseía amor divino capaz de apagar la sed interior de cualquier persona.
Después de permanecer durante el mes de febrero de 1915
en el hogar de Chinna, Upasni se mudó a la pobre morada de
Namdeo Mahar y su esposa Bhagu. Allí se quedó en el establo
adjunto a la humilde morada. Esta pobre pareja amaba profundamente a Upasni, y aunque pertenecían a la casta baja de los
harijans -los intocables-, los ortodoxos brahmines de la clase alta, visitaban su casa para recibir darshan de Upasni. Este hecho
puede considerarse una prueba del poder de la divina personalidad que Upasni Maharaj poseía, sirviendo incluso de inspiración a los brahmines dogmáticos y prejuiciosos para que
hicieran caso omiso de sus preceptos religiosos. Es algo extraordinario que un brahmín entre en la casa de un intocable.
En esa pobre localidad de harijans, cuando los hindúes ricos se presentaban ante Upasni, él ponía frente a ellos algo del
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pobre mobiliario de Namdeo, diciéndoles “Adoren esto porque
¡Dios está en todas las cosas!”
Una vez, Upasni estaba ayudando a un herrero en su trabajo
cuando unos ricos visitantes llegaron para tributarle reverencia. Upasni puso ante ellos un martillo, y les dijo “Postraos ante
esto porque ¡Dios está en todas las cosas!” Ellos lo hicieron, y él
se sintió muy complacido.
Otra vez, Upasni puso un zapato viejo sobre una mesa y le
dijo a una mujer “Celebra arti a este zapato porque ¡Dios está en
todas las cosas!” Ella no sólo lo hizo, sino que también lo llevó
consigo como prasad del Sadguru para adorarlo en su hogar.
Aunque en esa época era un Sadguru, el estado exterior de
Upasni Maharaj era, en Kharagpur, similar al de un Brahmibhoot. Parecía absorto y no mostraba los efectos corporales de
la consciencia física. Una vez, unos niños angloindios del pueblo le encontraron en ese estado y le colgaron una guirnalda de
zapatos viejos en torno del cuello y hasta trataron de humillarlo
poniéndole excrementos de perro en la boca, pensando que él
era tan sólo un loco. Upasni deambuló durante días por el pueblo con esa guirnalda, resistiendo todo intento que se hiciera
por quitársela. Finalmente, algunas personas mayores se la quitaron y reemplazaron los zapatos con una guirnalda de flores.
Upasni solía decir severamente a la gente “A menos que estén dispuestos a comer excremento. ¿Cómo podrán aspirar ustedes a la espiritualidad?” Esto significa que uno debe soportar
un sinfín de sufrimientos y así llegar a estar más allá del placer
y del dolor, del bien y del mal, de la limpieza y de la suciedad.
Upasni enseñaba siempre que Dios está en todas las cosas: buenas, malas, bellas, feas, limpias y sucias. Una vez, un hombre le
llevó una fina silla de costosa madera de sándalo para que Upasni
se sentara en ella y le adoraran. Upasni le reprendió diciéndole
“¡Quema esta silla y celebra tu puja (ceremonia devocional) ante
ese fuego!” El hombre aceptó las cenizas como su prasad.
El Sadguru desnudo sólo se cubría con una bolsa de arpillera, pero era aceptado por todas las castas y credos. Una vez,
al entrar en una mezquita, Upasni se sentó cómodamente y se
puso a conversar con varios musulmanes acerca de Mahoma.
También visitaba los hogares de cristianos y zoroastrianos, y
hablaba sobre Jesús o Zaratustra.
También vivía en Kharagpur un hombre llamado Chandu
Baba, de quien se decía que era un siddha: quien posee poder oculto. Chandu había realizado ciertas prácticas espirituales, llamadas Siddha-Purush, y también vagaba desnudo,
vistiendo solamente un taparrabo de algodón. En todo tiempo y lugar, Chandu desenvolvía el taparrabo y lo echaba sobre sus hombros, deambulando desnudo sin inhibiciones. Un
día, Upasni Maharaj y Chandu Baba se encontraron en la calle.
Aparentemente, ambos hombres desnudos se miraron fijamente durante unos instantes y después Chandu se alejó. Chandu
Baba era un asceta de los planos sutiles, y frecuentemente enviaba gente para que recibiera el darshan de Upasni Maharaj.
Después de pasar diez meses entre los Intocables, en
Kharagpur, el 4 de agosto de 1915, Upasni salió calladamente
hacia Nagpur sin informar nada a nadie. Los devotos estaban
conmovidos y llorosos por su súbita desaparición. Al llegar a
Nagpur, Upasni les envió un telegrama para consolarlos, pero
se habían consagrado tan enteramente a él que, con su ausencia, sintieron los dolores de la separación.
Sin embargo, a las autoridades británicas les desagradaban
los sadhus o santos desnudos que vagaran por las calles y en
una ocasión, mientras Upasni estaba en Nagpur, fue tratado con
severidad por un policía y su superior, quienes le hicieron esta
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advertencia “Tendrás que ponerte más ropa si quieres caminar
por las calles, ¡o te arrestaremos!”
Con una mirada de total inocencia, Upasni preguntó a uno
de estos hombres “Oficial, ¿ahora no camino vestido?” El policía volvió a mirarle y quedó atónito al ver que Upasni vestía una larga túnica, de seda amarilla, que se llama pitamber.
El policía hizo una reverencia a Upasni, le pidió perdón y se
marchó. Mientras sucedía esto, el superior del policía vio que
Upasni no vestía otra cosa que la bolsa de arpillera, pero tuvo
miedo de arrestarlo.
Después de una breve estadía en Nagpur, Upasni regresó
a Shirdi para volver a vivir en el templo de Khandoba. La severidad de la penitencia cesó por un tiempo. Había un clima
de fiesta en ese templo cuando muchísimos devotos empezaron a reunirse allí.
Desde 1915 hasta 1917, muchos de los que iban a Shirdi para recibir darshan de Sai Baba, acudían también al templo de
Khandoba para recibir darshan de Upasni Maharaj. A pesar del
sol abrasador o de la bajísima temperatura, las personas se sentaban fuera del templo para escucharle hablar, e incluso una vez, bajo un aguacero, no se marcharon hasta que el Sadguru concluyó.
Un día en especial, un maestro religioso de quien se decía que era un swami fue a ver a Sai Baba, considerando con
arrogancia que estaba a la misma altura que el anciano fakir.
Pavoneándose pomposamente en presencia de Sai Baba, le dijo:
- ¿Cómo estás?
- Muy bien, -le contestó Sai- es bueno que hayas venido.
Necesito alguien de confianza para encargarle un mandado importante. ¿Lo harás?
- Sí, -le dijo el swami- si es importante.
- Ve ya mismo al templo de Vithoba y tráeme cuatrocientas rupias, -le ordenó Sai Baba.
El swami replicó - ¿De Upasni Maharaj?
- Sí, de él, -le dijo Sai Baba-. Ve a traerme ese dinero inmediatamente.
El swami fue a lo de Upasni Maharaj, quien estaba sentado,
desnudo, debajo de un árbol fuera del templo.
El swami le reclamó con arrogancia: -Sai Baba me envió especialmente para recoger cuatrocientas rupias. ¡Dámelas ya mismo!
Al escuchar esto, Upasni se puso súbitamente de pie, asió
fuertemente al hombre y lo golpeó con sus puños. Después de
propinarle varios golpes, Upasni le preguntó “¿Recibiste ya las
cuatrocientas rupias? ¡Vete de aquí!”
El swami estaba magullado y desconcertado, pero volvió a
ver a Sai Baba y le contó lo que había sucedido. El anciano fakir
le contestó riendo “Podría no haberme dado las cuatrocientas
rupias, ¡sin embargo, está bien que te las haya dado a ti!”
La soberbia de aquel swami estaba destruida, pero supo
que su propia arrogancia era responsable de ese castigo. Se
marchó humildemente.
A Upasni Maharaj se lo llegó a conocer como el heredero espiritual o el principal discípulo de Sai Baba, y cuando su fama
se difundió, algunos devotos de Sai Baba se pusieron celosos y
conspiraron cruelmente para acosar a Upasni, y algunos se complotaron para asesinarlo. Para mitigar esa hostilidad, Upasni
aprovechó como excusa que debía ser operado por segunda vez
de hemorroides, y con el consentimiento de Sai Baba, viajó a la
ciudad de Miraj y allí lo operaron. Cuando se recuperó, Upasni
no regresó a Shirdi por un tiempo, sino que viajó a distintos lugares de la India en los que hablaba a la gente sobre temas espirituales. Regresó a Shirdi cuando la tensión se calmó.
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En diciembre de 1915, el joven zoroastriano, a quien Sai Baba
había dicho “Parvardigar”, deambuló deslumbrado hasta el templo de Khandoba. Upasni Maharaj había vuelto a ayunar y había quedado reducido a piel y huesos. Estaba desnudo, sentado
afuera en los escalones del templo, cuando el joven se le acercó
lentamente con las manos juntas. Mirándole fijamente, Upasni
alzó una piedra, se incorporó y se la arrojó, golpeando al joven
en la frente con tal fuerza que manó sangre de la herida.
¿Upasni estaba enojado con ese joven? ¡No! Había en su rostro una dulce sonrisa de triunfo, ¡y también en la ensangrentada cara del joven! ¡En ambos rostros había sonrisas triunfales!
El joven no escapó, sino que se acercó más a Upasni; finalmente se abrazaron. Upasni besó la herida, después lo condujo al
templo de Khandoba, en el que permanecieron ellos solos durante dos días, y luego amorosamente, le envió de vuelta a su casa.
Ambos habían estado solos dentro de ese templo, y nadie sabe
qué ocurrió durante esos dos días, con excepción de que Upasni
reveló al joven su propia identidad divina: ¡él era el Antiguo!
En julio de 1917, un hombre llamado Shankar Patil condujo a
Upasni Maharaj hasta Sakori, una aldea pobre, ubicada a unos
cinco kilómetros de Shirdi. Solicitó a Upasni que abandonara el
templo de Khandoba y residiera permanentemente en Sakori.
Sai Baba estuvo de acuerdo en que se mudara, pero Upasni se
quedó en las afueras de la aldea, junto al campo de cremación
hindú. Entonces los aldeanos le construyeron una choza de barro y sus devotos empezaron a ser cada vez más.
El lugar de cremación pasó a ser un sitio de darshan. Tiempo
después, construyeron un pequeño templo frente a la choza, en
el que adoraban las fotografías y pinturas de Sai Baba y Upasni.
Erigieron un altar especial en el que colocaron reverentemente
las sandalias de madera de Upasni.
Durante varios días sagrados de los hindúes se celebraron
festividades en el lugar de cremación. Gran número de hindúes se reunía en Sakori, y Upasni permitía que lo reverenciaran de acuerdo con sus costumbres religiosas. Devotos de
ambos sexos se sentaban continuamente durante todo el día y
toda la noche, efectuando japs, o sea, repitiendo el nombre de
Dios. En ocasiones, Upasni les hablaba sobre diversos aspectos
del Vedantismo; sus discursos fueron registrados y publicados
en marathi, después fueron traducidos al inglés y distribuidos
por sus devotos.
Aparentemente, Upasni se sometía a penitencias incluso
cuando era un Sadguru. En el atardecer del 25 de diciembre de
1922, cuando sus devotos fueron a verle para recibir su darshan
habitual en su choza, quedaron muy impresionados al descubrir que se había encerrado en una pequeña jaula hecha con
cañas de bambú. La había hecho confeccionar e instalar en secreto, y ese día había entrado en ella. Los devotos se pusieron a
llorar, instándole a que les diera una explicación, porque la jaula era muy pequeña: Upasni estaba constreñido en su interior y
no podía estar de pie.
Upasni para tranquilizarlos les dijo “Es voluntad de Dios
que por vuestro bien me recluya aquí. En los trámites judiciales
corrientes, un delincuente sólo puede ser liberado si otro paga
por él la fianza. De igual manera, yo soy la fianza para liberar a
todos mis devotos aquí, en el tribunal divino”.
“¡Esta jaula es sitio para que ustedes se deshagan de todos sus
pecados! No es una jaula común y corriente, sino el océano mismo de la dicha, y quien muera pensando en ella, alcanzará sin
duda el estado de Mukti-Ananda” -Liberación o Dicha Eterna-”.
Upasni Maharaj se recluyó en esa jaula de bambú durante trece meses. Ni una sola vez la abandonó en ese lapso. Comía (principalmente bhakri y chutney), orinaba, defecaba y se bañaba
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dentro de los estrechos límites de esa jaula. Los devotos la mantenían tan limpia como era posible de acuerdo con las circunstancias, y atendían a sus necesidades desde fuera de la jaula. Le
celebraban arti diariamente, que era seguido por cánticos devocionales entonados por jóvenes vírgenes que se habían convertido en sus kanyas (monjas). En ese lapso, Upasni pronunció dentro de esa jaula numerosos discursos sobre temas espirituales.
Finalmente, en el atardecer del 31 de enero de 1924, llamó a
un carpintero y le ordenó que hiciera un agujero en los barrotes
de bambú. Upasni salió de la jaula para alegría de sus devotos.
Había llegado la hora de que saliera de la jaula para saludar a
la bella flor de su jardín, quien estaba a punto de llegar hasta él.
Era una niña que se llamaba Godavri.
Atraída por la espiritualidad desde su niñez, Godavri
Vasudev Hatavalikar tenía solamente nueve años de edad cuando llegó a Sakori con sus padres, en 1924, para reverenciar al
Sadguru. Para asombro de quienes en esa ocasión estuvieron
presentes, al ver a esa pequeña, Upasni dijo de inmediato “Niña,
pronto asumirás la responsabilidad de velar por todo lo de aquí.
Todo esto te pertenece”.
La familia de Godavri se quedó un tiempo en Sakori. Un día,
durante la primera visita, la niña fue a ver a Upasni y trepó a
sus rodillas. Alguien había concluido la ceremonia de puja para
Upasni y le había puesto una guirnalda. El Maestro se la sacó y
la puso en el cuello de la niña, dejando atónitos a los devotos.
Godavri había sido una niña-novia, pero a los pocos años
su esposo renunció terminantemente al mundo y la ofreció a
ella a los pies de Upasni; de esta manera, ella pudo integrar
permanentemente el ashram de Upasni, en el que llegó a ser la
discípula principal.50
50 Godavri Vasudev Hatavalikar, conocida actualmente como Godavri Mai, todavía está a
cargo del ashram de Sakori y es la superior responsable de las discípulas: kanyas (monjas). Dicen
En marzo de 1925, Upasni Maharaj fue a Shirdi con algunos
devotos suyos. Fue la primera vez que Upasni Maharaj visitó
Shirdi desde que Sai Baba había muerto seis años y medio antes. Allí recibieron a Upasni con mucha reverencia y honores
cuando le condujeron hasta la tumba de Sai Baba.
Upasni contó lo que le había ocurrido en su tiempo con Sai
Baba, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas al recordarlo. Caminó en derredor del dhuni de Sai Baba, y regresó a
la mezquita de la Madre de la Misericordia. En ella, los presentes recibieron darshan de Upasni y cantaron el mismo arti que
cuando Sai Baba estaba vivo. Upasni se prosternó ante la tumba
de Sai Baba, y él mismo dirigió el canto de otro arti.
Upasni visitó todos los sitios relacionados con la obra y el recuerdo de Sai Baba. Finalmente se sentó debajo de un árbol, cerca del templo de Khandoba y lloró largo rato. Nadie pudo conocer la razón de su llanto, pero para quienes presenciaron esa
conmovedora escena, las lágrimas de Upasni fueron el amor divino que bañó sus corazones.
Aunque Upasni Maharaj fue célebre como principal discípulo
o representante de Sai Baba, visitó Shirdi sólo una vez más, diez
años después, el 14 de abril de 1936, cuando volvieron a recibirle
con suma reverencia.
Grandes y pequeños templos hindúes surgieron en torno de
la sede de Upasni, y Sakori se convirtió en el sitio en el que él residió de manera permanente, pero a veces viajaba por la India,
visitando Hyderabad, Bombay, Kolhapur, Indore, Benarés, Surat,
Nagpur, Jabalpur, Ahmednagar, Poona y muchos otros lugares.
Por este motivo, el Sadguru tenía devotos en toda la India, cauque los Maestros Perfectos tienen dos mujeres en su círculo interno. Una mujer representa el papel
de madre espiritual, como Durgabai Karmakar, mientras que la otra oficia de hermana espiritual:
Godavri. Las kanyas representan el papel de esposas espirituales, y Upasni Maharaj se refería a estas vírgenes como sus esposas, aunque, por supuesto, él había trascendido su cuerpo y su sexo, y
no tenía contacto físico con ella, salvo con un afecto sumamente puro.
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sando gran efecto sobre la cultura hindú contemporánea, particularmente sobre los líderes sociales y políticos del país.51
El joven zoroastriano, a quien Upasni había golpeado con una
piedra, fue visto ocasionalmente durante siete años. Upasni no
dio explicaciones al público sobre él, pero algunos pocos discípulos cercanos sabían de su relación. En 1921, el joven estuvo en Sakori seis meses seguidos y, el día en el que se marchó,
Upasni se inclinó ante él, proclamando “¡Tú eres Adi Shakti! ¡Tú
eres la Fuerza Original!”
En 1922, el joven volvió a visitar dos veces más a Upasni, en
Sakori, permaneciendo allí seis meses, pero después de esto
no vio a Upasni durante casi veinte años. Sin embargo, Upasni
mencionaba a menudo a ese joven. En 1936, Upasni fue a
Ahmednagar con un propósito especial, celebrar el arti frente a
la fotografía de ese hombre. Después de ello, Upasni preguntó
a los presentes “¿Saben realmente quién es él? ¡Él es el Avatar!”
Upasni Maharaj había traído la Fuerza Original a la forma
humana. Ese joven se había convertido en su principal discípulo y heredero espiritual, y en un Maestro Consciente de Dios.
Ambos se encontraron por última vez en una región desértica,
llamada Dahigaon, el 17 de octubre de 1941. Se recluyeron los
dos solos en una choza. Nadie sabe qué hicieron, pero se dice que Upasni volvió a repetir “Adi Skakti” e hizo ademán de
marcharse de este mundo.
51 Cuando el Mahatma Gandhi conoció a Upasni Maharaj quedó muy impresionado por
la austeridad del Maestro. Gandhi se acercó reverentemente a Upasni Maharaj, pero para disipar
en Gandhi la soberbia, se quitó la bolsa de arpillera y, dejando al descubierto sus genitales, le dijo:
“Eres un gran hombre, pero ¿qué es eso para mí? Upasni no trató a Gandhi con respeto ni como
cuadraba a un dirigente político de un país. Años después, en 1931, cuando Gandhi se encontró
con Upasni, le asombró que Meher Baba y Upasni Maharaj mantuvieran un profundo contacto y
una honda conexión espiritual. Meher Baba le explicó a Gandhi que Upasni Maharaj era realmente
“perfecto”.
Después de este encuentro en Dahigaon, Upasni Maharaj
empezó a insinuar que dejaría el cuerpo pronto. Quiso viajar
al norte de la India, pero poco antes de emprender el viaje de
Sakori hacia Hyderabad, con Godavri y las demás monjas, el 24
de noviembre de 1941 hizo esta observación “Dentro de un mes
finalizaré todo”.
El 12 de diciembre de 1941, Upasni visitó Poona, pero no quiso
que nadie se prosternara a sus pies ni recibiera su darshan personal. En cambio, puso un coco en el suelo y dijo a los presentes
que podían prosternarse ante esa fruta. En esa ocasión, se le oyó
musitar “Estoy cansado... Estoy cansado de esto... Cerraré esto...
Cerraré esto muy pronto”. Los presentes dijeron que, según su
parecer, se estaba refiriendo a la Segunda Guerra Mundial.
El Sadguru regresó a Sakori el 19 de diciembre y dio darshan durante dos días, pero se quejó todo el tiempo de un dolor
en el pecho. Tres días después, el 22 de diciembre partió hacia
Satana, donde estaban a punto de completar la construcción de
un templo en honor a su nacimiento en ese lugar. Mientras instaba a los obreros a que terminaran pronto su labor, dijo enigmáticamente “El sol está entrando en el ocaso... El sol está entrando en el ocaso...”
Upasni pasó en Satana una noche sin descanso y, al día siguiente llamando al contratista que se ocupaba del templo, le
dijo “Hice mi trabajo. Encárgate del resto. ¿Ahora me dejarás ir?
¿Puedes arreglarte solo en mi ausencia?” El constructor, sin advertir la ironía de las palabras del Maestro, se despidió de éste.
Upasni llegó a Sakori al anochecer del 23 de diciembre de 1941.
Cada vez que volvía a Sakori, acostumbraba hacer una reverencia ante la jaula de bambú tan pronto bajaba del automóvil,
pero ese día se encaminó directamente hacia su choza.
En la madrugada del 24 de diciembre de 1941, Upasni se
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quejó de un fuerte dolor en el corazón. Godavri, quien estaba
cerca, fue despertada de su sueño por una voz que la llamaba
“¿Todavía estás dormida? Llegó la hora en la que eres requerida” Despertó alarmada y encontró a Upasni muy dolorido.
Upasni pidió que le pusieran una cataplasma de mostaza, y
dijo reposadamente “Estaré bien dentro de quince minutos”. Se
acostó y parecía dormir mientras quienes le rodeaban temían
molestarle. Unas dos o tres horas después, cuando sus devotos
advirtieron que no se movía, se preocuparon y llamaron a un
médico, quien acudió y dijo que Upasni Maharaj había abandonado su cuerpo.52
Al día siguiente se efectuaron en Sakori las exequias según
la usanza hindú. La procesión fúnebre de sus devotos ante su
cuerpo duró más de seis horas. La Canción del Cantor fue cantada por las llamas del corazón de sus devotos. Su cuerpo se conserva en Sakori, pero su luz arde brillantemente en nuestra Era.
SHAHR-YAR,
EL DERVICHE,
EL ASCETA
¡Oh Upasni Maharaj, te saludamos repetidas veces!
¡Tu nombre será reverenciado en los siglos venideros!
¡Hiciste descender al Antiguo y le diste
el conocimiento para que enjugara las lágrimas de nuestra Era!
52 Es interesante señalar que mientras Upasni Maharaj se preparaba para desencarnar, en
ese mismo tiempo los japoneses estaban programando bombardear Pearl Harbour, con lo que inmediatamente los Estados Unidos se involucrabaen la segunda guerra mundial contra Japón.
El padre de Baba, Shah-yar Moondegar Irani,
durante la década de 1890
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No hubo en esta Tierra otro que se le pareciera.
Fue único, intrépido y sin par.
Fue un monarca vestido de derviche.
En Persia, durante el siglo XIX, la situación de los zoroastrianos era terrible. La atmósfera de la tierra santa de los sabios
magos53 había cambiado drásticamente desde que el Profeta
Zaratustra había santificado Persia siete mil años antes. Los
musulmanes consideraban que los fieles de Zaratustra eran kafirs (infieles), y los maltrataban y oprimían sistemáticamente.
La estrella del Islam estaba en su cenit y quienes no abrazaban
la religión mahometana eran perseguidos sin piedad. Sus vidas
corrían peligro constantemente, y salvo Ahuramazda (su Dios),
nadie más los protegía.
Con el paso de los siglos, los zoroastrianos se habían convertido, en su mayoría, al Islam; y fue muy grande el número de
quienes, negándose a ello, huyeron a la India. Quienes no emigraron de Persia, tuvieron que humillarse ante los musulmanes
y sus leyes, tolerando su crueldad y sus malos tratos.
No podía culparse a nadie por lo ocurrido, la rueda del tiempo hace que el giro de las circunstancias suceda de acuerdo con
la ley divina. Desde el punto de vista humanístico, bien podría
llegarse a la conclusión que esas circunstancias no eran para
nada naturales, o sea, que un ser humano persiguiera a otro en
nombre de la religión. Sin embargo, nada sucede sin que medie
la voluntad de Dios; por ello, la difusión del Islam y los ultrajes
de los mahometanos, perpetrados contra la comunidad zoroastriana que tuvieron lugar en Persia en el siglo XIX, produjeron
naturalmente esta situación que no tenía nada de natural.
53 Los Magos fueron los santos que sucedieron a Zaratustra. El término persa deriva del vocablo Magus: Marinero del Océano de la vida. Ver La Nada y El Todo, de Bhau Kalchuri.
En aquellos tiempos, la persona mayor que integraba un
grupo de zoroastrianos tenía que desmontar de su cabalgadura para rendir homenaje al Islam, incluso si pasaba delante de
un niño musulmán. La tortura y el secuestro de niños zoroastrianos tampoco era infrecuente. Se dice que los musulmanes,
valiéndose de engaños, inducían a un niño zoroastriano a que
entrara en casa de ellos. Una vez cerradas puertas y ventanas,
obligaban a la criatura a estar de pie en medio de un círculo de
musulmanes; entonces, los presentes, que tenían una aguja escondida en la espalda, la usaban malévolamente para pincharlo. Al final, el niño se desplomaba y moría. Después, arrojaban
el cadáver a una calle de la comunidad zoroastriana.
Las mujeres zoroastrianas también sufrían todo tipo de ataques y humillaciones, y se decía que había violaciones y asesinatos. Las vidas de todos los zoroastrianos estaban en constante
peligro en Persia. Pero por más que los maltrataran y afrentaran tenían que soportar eso o afrontar una muerte segura.
Los musulmanes impedían, con violencia, que los zoroastrianos practicaran su religión (el culto del fuego, símbolo de
la lucha universal entre las fuerzas de la luz y las tinieblas) creyendo fanáticamente que su deber con el Islam era restringir la
difusión de esa fe blasfema.
Aunque maltratados, los zoroastrianos no osaban replicar
de modo alguno a los musulmanes, sin defenderse ni justificarse ante sus perseguidores. Pero eran tan humanos como sus
enemigos, y sabían diferenciar perfectamente el bien del mal.
Aunque solían encolerizarse, no expresaban su enojo con los
musulmanes, y tenían un inteligente recurso para calmarse. En
el fondo de sus casas, todos los zoroastrianos tenían una columna y, fingiendo que ésta era su enemigo, la pateaban y golpeaban y después la escupían. Este arranque emocional diario
70
aliviaba sus frustraciones, y entonces podían tolerar mejor la
persecución que afrontaban constantemente.54
En esos tiempos turbulentos, el 21 de marzo de 1853, nació
Shahr-yar Moondegar Irani55 en la ciudad de Khooramshar, en
la comunidad zoroastriana. Su padre, Moondegar, era pobre,
igual que la mayoría de los zoroastrianos, pues ¿cómo podían
éstos, a quienes se consideraba kafirs, prosperar en esta tierra
en la que había disensiones religiosas? Moondegar era quien
cuidaba la Torre del Silencio en esa localidad, los zoroastrianos
llevaban allí a sus difuntos para que los buitres los devoraran.56
Su trabajo era humilde, pero con lo que ganaba se arreglaba, de
alguna manera, para sostener a su familia constituida por dos
hijos y una hija. La madre de Shahr-yar había muerto cuando
él tenía solamente cinco años de edad, y su deceso apenó profundamente a Moondegar.
Moondegar no era zoroastriano ortodoxo, y tampoco un fanático. Su religiosidad era muy personal y participaba tanto en
las festividades mahometanas como en las zoroastrianas. Se di54 En la actualidad, estos atropellos de los musulmanes contra los zoroastrianos se considerarían salvajes e intolerables; sin embargo, todavía se perpetra en diferentes regiones del mundo una persecución parecida. A mediados del siglo XIX, mientras perseguían a los zoroastrianos,
existía una situación similar en la India entre los harijans (los intocables), que eran la clase hindú
más baja. La clase alta de los brahmines oprimían vilmente a los harijans, y había disturbios en las
aldeas ¡si tan solo la sombra de un “intocable” se proyectaba sobre un hindú de casta alta!
55 Shahr-yar, tal es su verdadero nombre persa, significa monarca o emperador. Sólo después
de radicarse en Poona, en la India, abandonó muchos años después su nombre persa y adoptó uno
indio, que era más apropiado: Sheriar.
56 Los zoroastrianos todavía permiten que los buitres devoren a sus difuntos. Este método
funerario tiene su origen en la veneración que los zoroastrianos tributan a los elementos. Los zoroastrianos reverencian en sumo grado al fuego como para permitir que se lo use para cremar a los
difuntos, como es la práctica de los hindúes. También reverencian al agua, y lo mismo ocurre con
la tierra, y por eso el suelo sagrado no debe corromperse con cadáveres. De ahí que idearan estos
singulares sepelios. También se afirma que Zaratustra enseñó que los ricos y los pobres se hallaban
en iguales términos al morir, por lo que hasta los zoroastrianos ricos permitían que los buitres devoraran sus cadáveres.
ce que veía a la divinidad en todos los seres; veía el alma en
cada ser humano. Moondegar era un enigma para sus vecinos
musulmanes porque era fiel devoto de un santo mahometano
-un wali-Allah57- de Khooramshar, y solían verlo visitar a este
santo. Moondegar y sus hijos no sufrieron la más cruel persecución que afrontaba la comunidad zoroastriana debido a la devoción que él profesaba a ese santo mahometano.
Moondegar también practicaba los preceptos de su antigua
fe y era un ser excepcionalmente bueno que jamás descuidaba
sus deberes de padre con sus hijos. Se dice que pensaba que la
persecución que sufría por los musulmanes era un medio para volverse espiritualmente humilde. Aunque pobre, recordaba
constantemente a Dios, y por este motivo se consideraba más
afortunado que una persona rica.
Al morir la madre de Shahr-yar, fue bien cuidado por Piroja,
su hermana mayor. Él no asistía a la escuela, pero acompañaba
cada día a su padre hasta la Torre del Silencio; allí jugaba solo
o contemplaba a los espíritus que circundaban el lugar. El joven
tenía una naturaleza contemplativa, y allí solía rezar y meditar.
En esa época, en Persia, sólo los hijos de los ricos podían instruirse formalmente; un zoroastriano no tenía posibilidad de
que lo aceptaran en la escuela.58
Frecuentemente, por la noche, mientras estaba solo y velando
por los muertos, Moondegar solía recordar con dolor a su difunta esposa, pero la compañía de su hijo le consolaba. La inocente
charla de Shahr-yar levantaba el ánimo a su afligido padre y, a
veces, quedaba pasmado por la sabiduría innata de la criatura.
57 Walli-Allah es una persona del quinto plano en el mundo mental. Los mahometanos reverencian a esa persona como un santo o un maestro de la mente; el término sufí significa literalmente amigo de Dios.
58 Lo irónico del caso es que quien nacería como Dios hecho Hombre debiera haber tenido
antepasados considerados incrédulos o socialmente excluidos, sin educación, sin trabajo adecuado
y sin posibilidad de ser materialmente felices.
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Durante esos años en la Torre del Silencio, se despertó en
Shahr-yar un intenso interés por la espiritualidad, y pensó profundamente en encontrar a Dios. Era un niño inteligente y aventurero que no tenía miedo de nada; toda su vida se caracterizó
siempre por esto, nunca supo qué era el miedo.
Un día, cuando Shahr-yar tenía siete años de edad, su padre lo dejó solo en la Torre del Silencio porque tenía que hacer un trabajo en la ciudad. Moondegar tardó en regresar y, al
atardecer, llevaron hasta allí el cadáver de un niño, pero como
eso ocurrió después de caer el sol, los últimos ritos no podían
celebrarse hasta que amaneciera. De modo que los dolientes
dejaron el cadáver fuera de la muralla de la Torre. En esa zona solitaria y desolada, los buitres hambrientos sobrevolaban
sobre el cadáver, pero el pequeño Shahr-yar les arrojaba piedras para espantarlos. Decidido a proteger los restos mortales
de ese niño, Shahr-yar ató las piernas de aquél a sus propios
pies y se acostó al lado del cadáver. El chillido de los buitres
se volvió más furioso pero ninguno se atrevió a descender sobre el cuerpo del niño. Cuando Moondegar regresó, encontró a
Shahr-yar durmiendo en esas condiciones y quedó asombrado
ante la valentía de su hijo.
Todos los días, Shahr-yar se sentaba solo en esos campos de
cremación, sumido en pacífica contemplación y recordando a
Dios. El corazón del niño había despertado, y empezó a anhelar
ver a Dios. Un día en que estaba muy concentrado, de repente se sobrecogió al ver que una joven corría hacia él. Cuando
ella, que era zoroastriana, llegó, le dijo muy atemorizada que
los musulmanes la estaban persiguiendo y le pidió ayuda paraque la salvara de ser capturada.59
59 Los musulmanes más crueles irrumpían incluso en las casas de los zoroastrianos y secuestraban por la fuerza a las muchachas de la familia. Los secuestradores las llevaban para casarlas con musulmanes en otras regiones o las vendían como concubinas. Por ejemplo, a esas mucha-
Cerca de ese lugar había una pequeña panadería en la que preparaban pan sin levadura y los parientes de los difuntos los repartían entre los pobres en memoria de aquéllos. Ese día no había
muerto nadie y, por ese motivo, no habían encendido el horno.
Shahr-yar guió a la muchacha hasta allí, la ayudó a trepar e introducirse en el horno y, después regresó a su lugar de meditación.
Poco después, varios jinetes musulmanes llegaron galopando hasta la Torre y le preguntaron “Niño, ¿viste pasar por aquí
a una muchacha hace unos minutos?”
Shahr-yar les contestó “He estado aquí durante casi una hora, pero ni un perro he visto pasar por aquí. Ninguna muchacha ha salido corriendo de aquí”.
Los musulmanes le creyeron y se alejaron cabalgando, y
Shahr-yar se sintió feliz por no haber mentido. Realmente, ese
día ningún perro había pasado por ahí, y la muchacha no había
salido corriendo del lugar. Shahr-yar regresó al horno y escoltó
a la muchacha, a salvo, hasta la casa de ella, quedando su familia profundamente agradecida.
La inclinación espiritual de Shahr-yar floreció a edad temprana, y debió haber conocido junto a su padre al wali mahometano. Desde niño, no mostraba apego a las cosas de esta vida y carecía de ambiciones materiales, no pensaba en sí mismo
como alguien que prosperaría en este mundo. Cuando llegaba
un cadáver a la Torre del Silencio, solía pensar “la muerte es inevitable. Mueren tanto los felices como los afligidos... ¿Qué significa la vida? ¿Qué objeto tiene?... Todos se marchan de este
chas solían enviarlas a Arabia. Los musulmanes fanáticos reducían de esta manera la población
zoroastriana. Esto le habría ocurrido a esa muchacha, pero se hallaba en una habitación trasera,
escapándose de su casa. Tras correr hacia el bosque circundante, en el que estaba situada la Torre
del Silencio, llegó hasta donde estaba Shahr-yar. Temerosa, le pidió que la auxiliara antes de que los
musulmanes pudieran capturarla.
72
mundo, dejando tras de sí sus alegrías y pesares; ¿por qué no
renunciar a ello mientras estamos vivos? Pero, ¿cómo?”
El corazón de Shahr-yar no tenía sosiego mientras procuraba encontrar respuestas que le satisficieran, pero sabía que sólo
Dios las tenía y por eso decidió salir en busca de Él. Un día de
1865, Shahr-yar le dijo a su padre qué era lo que anhelaba, se
despidió de su familia y se marchó. En ese momento tenía solamente doce años de edad.
El niño jamás había salido de su suelo natal de Khooramshar,
y no sabía adónde ir cuando empezó a deambular por todo el
Irán. Muy escasas eran las ropas que llevaba, y por la noche
descansaba en cualquier sitio, subsistiendo con el alimento que
mendigaba. Dios era el único que sostenía a este joven derviche; Dios era su único apoyo. ¿Qué otra ayuda necesitaba? Se
había dedicado a encontrar a Dios, y le buscaba repitiendo, a cada paso, el nombre de Dios Amado “¡Yezdan, Yezdan, Yezdan!”
Shahr-yar estaba destinado a sufrir penurias en su andar,
pero el joven derviche (asceta) no perdía su coraje. Por el contrario, los sufrimientos acrecentaban su fortaleza interior pues se
estaba acercando a Dios. Los derviches no siempre eran aceptados de buen grado en Irán. A veces Shahr-yar recibía insultos
en vez de comida, y en ocasiones le propinaban golpes en lugar
de darle refugio.
Pero quien desecha al mundo, llega a ser de Dios,
y éste era el destino de Shahr-yar.
Un día, los pasos sin rumbo de aquel niño le llevaron hasta
la ciudad de Bafte Badnyan. Agotado y hambriento, Shahr-yar
se acercó a una panadería a fin de mendigar una hogaza para
su comida de la noche. El panadero estaba a punto de darle el
pan cuando llegó al lugar una persona mayor, un asceta musulmán, a quien diariamente le daban allí una hogaza.
El panadero miró compadecido al demacrado joven y, a continuación, le dijo al asceta musulmán:
“Hoy no recibirás pan porque tu porción se la estoy dando a
tu pequeño hermano”.
Cuando le negó la limosna, aquel anciano asceta se encolerizó y empezó a reñir a los gritos con el comerciante:
“¡Soy un verdadero fakir!” “¡Este niño es un farsante!”
“¿Realmente vas a darle de comer a este pillo en vez de a mí?”
“Mendigas pan todos los días,” arguyó el panadero. “¿Por
qué refunfuñas si una vez se lo doy a alguien que pasa ocasionalmente por aquí? Este joven es un derviche”.
El anciano fakir echó a Shahr-yar una desdeñosa mirada y
luego replicó:
“¿Llamas derviche a este mocoso?” “¡Eres un tonto! el verdadero fakir soy yo”. “Este niño es nada más que un mendigo”.
La acalorada disputa continuó mientras una muchedumbre
empezó a congregarse. Al final, el musulmán dijo,
“Si este niño es de veras un derviche que ama a Dios y no es
un hipócrita, le desafío a que conteste a mis preguntas”.
Shahr-yar quiso evitar un debate, y se avergonzó del rudo
comportamiento del fakir, pero el comerciante y las demás personas le instaron a que aceptara ese desafío y, por ese motivo,
hubo a continuación un fuerte debate acerca de Dios. El niño
contestó con agudo ingenio y suma inteligencia, todas las preguntas que el fakir le hacía, mientras la muchedumbre le vitoreaba. El fakir, que llevó la peor parte en esto, estaba muy molesto y finalmente se retiró bajo un aluvión de insultos por parte de
la multitud, mientras que Shahr-yar fue premiado con una cena
deliciosa. El niño fue entonces reconocido como un derviche Sufi.
73
A veces, Shahr-yar era compañero de viaje de otros ascetas
que habían renunciado al mundo. En una ocasión, mientras iba
con tres derviches mayores que él, se refugiaron en un tupido
bosque y, sentados en torno de una hoguera, los tres se jactaban
de sus viajes, valentía y sabiduría. Ese pequeño hermano era para ellos un mero principiante en el sendero de la espiritualidad.
Después de sacar a relucir toda su soberbia, uno de ellos dijo “Si aparece un tigre frente a mí, tengo fuerza para matarlo
a mano limpia”.
El segundo replicó “Puedo reducir a cenizas a ese animal
con sólo mirarlo”
Y el tercero alardeó “Yo lo domesticaría, montaría en él y viajaría de un lugar a otro”
El niño guardaba silencio, sabiendo que no tenía esos poderes. Al día siguiente, cuando deambulaban por el bosque,
observaron una pitón, y quienes la noche anterior se jactaban
de su valentía, salieron corriendo aterrorizados. Shahr-yar encontró una piedra y, sin temor alguno, aplastó la cabeza de esa
enorme serpiente, cuyo cuerpo continuó enroscándose.
Así fue que, cuando el niño se acercó a los tres hombres, sin
que su soberbia disminuyera, le dijeron “No creas que nos asustamos de la pitón. Matarla era algo tan insignificante que te la
dejamos a ti, pues eres el más joven”. El niño no les contestó.
Además de deambular por aquel lugar salvaje mientras buscaba siempre la verdad de Dios, Shahr-yar visitó muchos sitios sagrados incluidas las tumbas de los poetas Sufis Hafiz y
Sanai, en Shiraz, y tomó contacto con muchos avanzados peregrinos y derviches de Irán.60 Sin embargo, el joven estaba insatisfecho y triste como cuando se había marchado de su hogar.
Ocho años de las más rigurosas austeridades y penitencias no
60 Los derviches eran entonces, en Persia, nómades en su mayoría. Según la espiritualidad
sufí, un derviche es quien renuncia al mundo por amor a Dios y se convierte en un asceta que hace
penitencia para purificar su consciencia.
habían satisfecho sus aspiraciones: las de llegar a ver un rayo
de la faz del Sol ¡Yezdan!
Frustrado y desilusionado en Irán, el joven de veinte años
tenía aún en vista alcanzar su objetivo. En lugar de desesperarse y abandonar su búsqueda de Dios, decidió proseguirla marchándose a la India. En 1873 ó 1874, se embarcó en un vapor con
su hermano mayor, Khodadad, rumbo al puerto de Bombay.
En la India, Khodadad encontró empleo en un negocio e indujo a Shahr-yar a que hiciera lo mismo; estuvo de acuerdo y su
hermano le consiguió un puesto en el mismo local. Pero a pesar
de aceptar un trabajo por primera vez en su vida, Shahr-yar no
modificó sus hábitos ascéticos. Seguía una estricta dieta vegetariana, privándose también de bebidas alcohólicas y tabaco. Era
virtuoso y naturalmente bondadoso. Cuando no estaba en su trabajo, pasaba la mayor parte del tiempo meditando o repitiendo el
nombre de Dios “Yezdan... Yezdan... Yezdan...” Se concentraba solamente en el Amado Dios; su corazón anhelaba ese rayo del Sol.
Incluso mientras estaba trabajando, concentraba toda su atención
interna en recordar a Dios. No demostraba su devoción personal,
pero tampoco la mantenía en secreto. Tenía una larga cabellera y
usaba siempre una larga túnica blanca; su aspecto respondía con
exactitud al de un típico derviche persa. Evidentemente, no era
el empleado típico de un comercio corriente.
El dueño del local era todo lo contrario: un materialista que,
desdeñoso de la piedad de Shahr-yar, le reprendía con el más leve pretexto. Aunque Shahr-yar había llegado a la India en busca
de luz, en ese comercio había encontrado solamente oscuridad.
Cuando finalmente el dueño le acusó de deshonesto, renunció para no ser objeto de esas acusaciones injustas. De modo que, des74
pués de cinco meses, Shahr-yar fue libre nuevamente. Cobró su
sueldo y se quedó solamente con dos rupias; el resto lo regaló.
Parecería que este empleo, al que se había visto obligado, fue
un breve respiro en el destino de Shahr-yar, aunque ese trabajo
no había sido fácil. En el curso de su destino, Shahr-yar deambularía durante diez años más por toda la India en circunstancias mucho más difíciles que las ya experimentadas en Irán.
Con las dos rupias que había guardado, compró un cuenco
de madera y un cayado. Sin más dinero, decidió ir caminando
hasta Karachi, a unos mil seiscientos kilómetros de distancia
de allí, hacia el norte anduvo por Gujarat y Kutch, y mendigando atravesó Surat, Wadhwan y Mandvi. Se le ampollaron muchísimo los pies por esas largas jornadas de caminata, pero no
se detuvo. Por la noche se refugiaba bajo un árbol, y durante el
día seguía caminando sin cesar, repitiendo el nombre de Dios
¡Yezdan... Yezdan... Yezdan...! Si cuando mendigaba le daban alimento, entonces comía; de lo contrario, consideraba que era deseo de Dios que él ayunara.
En su trayecto se encontró con muchos sadhus, yoguis y ascetas penitentes, refugiándose en los lugares de peregrinación.
Después de su ardua caminata de cuatro meses, llegó finalmente a Karachi. No se sabe por qué viajó a esa ciudad, pero después de quedarse allí un mes, reemprendió la marcha, esta vez
sin un destino fijo.
¡Qué destino! Shahr-yar empezó a vagar sin rumbo en el
abrasador desierto de Sind. La ardiente arena volvió a ampollarle los pies, y se le hinchó la lengua a causa de la sed. Descansar
en esas candentes arenas no aliviaba la quemazón que llegaba de lo alto. Con desesperación trató de avanzar penosamente,
pero estaba tan débil que no pudo dar un paso más y, después
de exclamar “¡Yezdan!”, se desmayó.
En esa parte del desierto no había agua ni lugar para protegerse. La muerte de Shahr-yar parecía segura. ¿Era éste el final
de su búsqueda espiritual? ¿El asceta moriría de sed en este sitio aparentemente abandonado por Dios? ¿Había estado deambulando durante todos estos años en busca de Dios solamente
para morir de este modo cruel?
No podía morir aún. Abrió lentamente los ojos, parados
frente a él había dos personajes que le miraban fijamente: un
viejo barbudo y un niño. Cada uno llevaba bolsas de cuero
llenas de agua vital.
Shahr-yar se incorporó con esfuerzo, extendiendo sus manos
hacia el agua. El niño derramó un poco en sus palmas, pero la
sed de Shahr-yar no se apagaba. Extendiendo sus manos hacia
esas personas, les suplicó silenciosamente que le dieran más,
¡pero no le dieron más! Ambas se dieron vuelta, y se alejaron.
Shahr-yar se quedó mirándolas hasta que desaparecieron, y entonces se puso de pie con todas sus fuerzas. Al darse cuenta de
que moriría en caso de quedarse allí, apeló al nombre de Dios,
“Yezdan”, y avanzó dando traspiés. Pero después de andar un
corto trecho volvió a desmayarse.
¿Cómo podría cruzar el desierto? No tenía agua ni comida y
estaba solo en una región apartada y yerma. ¿Quién le auxiliaría? ¿Había sufrido una alucinación cuando sorbía esa agua?
Entonces recuperó el sentido y vio que el anciano y el niño
estaban parados frente a él, dispuestos a auxiliarle. Esta vez le
permitieron saciarse con esa agua fresca. Sus ojos transmitían
su gratitud, pero el anciano le preguntó con severidad “¿Por qué
has venido hasta aquí? ¿Por qué importunas al Todopoderoso
con tu tonta conducta?”
Shahr-yar no pudo contestarle. Con una señal, el anciano le
ordenó “Toma por esta senda. Te encontrarás con la choza de
75
un ermitaño, él te dará de comer. Después de haber comido, si
caminas en dirección contraria, encontrarás un pueblo”.
Escuchó el consejo con la cabeza inclinada. Se sintió revivir
después de beber el agua fresca. Cuando alzó la cabeza para
dar las gracias al anciano y al niño, ¡ya no había nadie! Lo que
experimentó fue reverencia y humildad, y se robusteció su confianza en que Dios le protegía. Lleno de amor y gratitud, se postró en la arena y rezó de todo corazón.
Pero, ¿quiénes eran ese anciano y ese niño? Mensajeros divinos; abdals -representantes espirituales de los Maestros
Perfectos- que rescatan a las personas en peligro cuando atraviesan el sendero espiritual.
Shahr-yar caminó en el desierto por el sendero indicado hasta llegar a la choza en la que un viejo ermitaño le dio pan sin
que él se lo pidiera. Una mitad la comió en la choza y la otra la
llevó consigo mientras caminaba en silencio hacia el pueblo.
Tras unos kilómetros de caminata, llegó a las orillas de un
río muy ancho y torrentoso, que no pudo cruzar porque no sabía nadar. Aunque se preguntó si había seguido la dirección como correspondía no se alarmó, creyendo totalmente que Dios le
enviaría a alguien que le ayudara a cruzarlo. Decidió acostarse
cerca de la orilla y esperar, y se quedó dormido, pero despertó después de una corta siesta con el sonido de las tintineantes
campanillas de unos camellos.
Había llegado una caravana, y Shahr-yar preguntó a quien
la dirigía cómo se proponía cruzar el río. El hombre le contestó que el río estaba bastante poco profundo como para permitir que los camellos lo cruzaran y que los hombres lo harían
montados. Cuando le imploró que lo llevara a través del río, le
exigió dos rupias. Shahr-yar le explicó que era un derviche que
había renunciado al mundo y no tenía dinero, ni siquiera un
paisa (centavo), pero aquel hombre codicioso no le creyó, y procedió a llevar su caravana a través del río, desapareciendo poco
a poco. Aunque no llegó nadie más, Shahr-yar no se preocupó.
Confiando en Dios, estaba convencido de que Su misericordia
hallaría un modo de hacerle cruzar el río.
Al caer la noche, sobrevino una calma interior, brilló la luna
y la tranquilidad de Shahr-yar se fundió en ese reflejo plateado
en las ondeantes aguas. Pasmado por esa esplendorosa belleza
natural tan próxima a la aridez del desierto, su corazón anheló más que nunca ver a Dios. Había estado buscando por tanto
tiempo, que lloró de alegría y anhelo.
Sentado en la ribera y sintiendo hambre, sacó la mitad del
pan que le quedaba. Había cardúmenes, y los peces nadaban
ante él; entonces, Shahr-yar partió el pan en pedacitos y se los
arrojó. Su hambre lo abandonó al observar cómo esos peces saltaban del agua para comer las migas.
De pronto, oyó una voz que le preguntó con dureza “¿Qué
estás haciendo aquí?”
Al volverse, un hombre alto y corpulento estaba parado frente a él. Entonces, Shahr-yar le contestó “Estoy aguardando a que
me lleven al otro lado del río. No sé nadar”.
Al escuchar esto, el forastero le dijo riendo “¿Cómo esperas
cruzar el río estando aquí sentado? No tienes que nadar. Ven
conmigo y te mostraré un camino”.
Shahr-yar se levantó y siguió al hombre hasta un extenso
y lodoso terraplén por el que se cruzaba al otro lado del río.
Quedó desconcertado al ver este puente natural que estaba seguro de no haber notado antes, e interiormente empezó a rezar
a Dios por Su misericordia.
Al llegar a la otra orilla, Shahr-yar estaba a punto de dar las
gracias al misterioso guía cuando el hombre tomó una de sus
76
manos en la suya, diciéndole “No es necesario que me des las
gracias... Toma mi mano, y te llevaré por un atajo hasta el pueblo”. En rápidos zigzag, el guía le condujo a través de la oscuridad de la noche, conversando con él alegremente durante todo
el trayecto. Shahr-yar tuvo una extraña sensación mientras le llevaba de la mano, escuchando la conversación de aquel hombre:
¡era como si la tierra se estuviera deslizando debajo de sus pies!
Al poco tiempo, pudo ver las luces de un pueblo y, antes de
lo previsto, estaba caminando por una calle bulliciosa. El guía
le llevó hasta un comercio de paan y tabaco, y le dijo “Espérame
hasta las once en punto”. Entonces, se alejó caminando.
Era casi medianoche y no había señales del amigo desconocido. El comerciante estaba empezando a cerrar por esa noche,
y Shahr-yar le preguntó:
- ¿A qué distancia de esta ciudad está el río?
- Unos noventa y seis kilómetros, -le contestó el comerciante
distraídamente.
Shahr-yar no lo podía creer. ¡Había recorrido noventa y seis
kilómetros en alrededor de media hora! Entonces supo que
Dios había enviado un ángel para ayudarle, y su corazón clamó
“¡Oh Yezdan, oh Amado Dios, Tú eres infinitamente amoroso!
¡Eres infinitamente misericordioso! Pero, ¿por qué no me permites verte? Mi vida es sólo para Ti. Te amo sólo a Ti”.
Le abrumó un intenso anhelo de realizar a Dios. A partir del
auxilio divino que había experimentado, su corazón anhelaba ver
a Dios, y su búsqueda por Él se tornó más intensa aún. Entonces
decidió sacrificar su vida misma en procura de Dios, y se comprometió a no renunciar en circunstancia alguna a su búsqueda.
Salvado de la muerte por la directa intervención de Dios,
Shahr-yar deambuló una vez más por toda la India, entre aus-
teridades y privaciones. Descalzo, barbudo, vestido como un
derviche, caminaba por las calles, y recorría callejones y pasajes
para tomar contacto con santos y peregrinos avanzados que le
ayudasen en su búsqueda.61 Se privaba de comida o comodidad
para estar en contacto con ellos. Por la noche descansaba donde podía: en una vereda, bajo un árbol en el desierto, o en una
cueva. Mendigaba toda su comida, y la aceptaba siempre como
misericordia de Dios.
Siguió caminando, un kilómetro tras otro, año tras año. Sus
pies se curtieron, rocas y piedras les produjeron cortes, y las espinas se hincaron en sus heridas. Pero las heridas de sus pies
no eran nada en comparación con las heridas en su corazón. Un
ardiente amor le instaba a seguir, con el nombre de “Yezdan...
Yezdan... Yezdan” siempre en sus labios. Su búsqueda para ver
a Dios continuaba.
Cuando Shahr-yar llegó a Gujarat, vio una aldea a unos kilómetros de distancia, más allá de un pequeño río. En medio
de éste había una isla de tupida vegetación. Sin embargo, la
gente del pueblo era supersticiosa y le previno que no fuera
allá. “Nadie se anima a cruzar este río”, le dijeron, “por el barro blando que tiene en su lecho. La isla está llena de zarzas, y
allí vive un fantasma horrible. Acepta nuestro consejo, no vayas a esa isla; sigue por el camino que va hacia el pueblo, que
está a unos ocho kilómetros”.
Shahr-yar replicó “No tengo miedo a los fantasmas. Me encontraré con él si hay uno en la isla”. Sin atender al consejo que
le dieron, empezó a vadear el río.
Había oscurecido cuando llegó a la isla y, en vez de encontrar un fantasma, se halló atrapado en enredaderas salva61 Mientras Shahr-yar recorría Irán y de su contacto con peregrinos avanzados en el sendero espiritual, él aprendió quiromancia y astrología, pero nunca practicó estas ciencias ocultas,
salvo en privado.
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jes que colgaban y le hacían difícil abrirse paso. A tientas se
abrió camino vadeando el río desde lo que pensó que era el
otro extremo de la isla, pero se encontró exactamente en el sitio en que había empezado.
Era demasiado tarde para seguir el camino más largo, por
lo que decidió volver a vadear nuevamente el río, pero esta vez
quiso evitar la isla. Entró por otro sitio, pero al llegar a la mitad
de la corriente, se internó en arenas movedizas. Su cayado se
hundió en el blando lodo, y cuanto más se debatía por salir, más
se hundía. Mientras se hundía en el barro, rezaba “¡Oh Dios! ¡Si
es tu voluntad que deba morir de este modo, estoy dispuesto
a ello! Pero antes de morir, déjame vislumbrar sólo una vez tu
resplandor. He anhelado verte durante años. No me importó mi
vida. ¡Déjame vislumbrar tu hermosura antes de morir!”
Concentrándose en repetir el nombre de Dios, Shahr-yar luchó, logrando salir de ese lodazal. Al llegar al otro lado del río
se desplomó, dando gracias a Dios por haberle rescatado.
Un rato después, al escuchar las voces de unos aldeanos, les
llamó pidiéndoles “Muéstrenme el camino hacia el pueblo”.
Al ver a esta persona extraña y de ominosa figura que salía
de las sombras cubierta de barro, los hombres salieron corriendo
gritando “¡El fantasma! ¡El fantasma de la isla nos persigue!”
Unos pocos se acercaron cautelosamente blandiendo antorchas y palos, y cuando se aseguraron de que sólo se trataba de
un forastero que necesitaba que le guiaran, le llevaron hasta
su aldea y le asistieron.62
Durante sus viajes por toda la India, Shahr-yar se encontró
con diferentes clases de yoguis, ascetas y penitentes. Una vez,
conoció en Ratlam a un hombre que había estado sentado du-
Volvió a ver a la anciana, quien le dio una rebanada de
pan como prasad. Se fue sin conversar nada con ella, luego
de comerlo.
De viaje por las colinas cercanas a Jaora, Shahr-yar se encontró con un anciano que estaba sentado en una colina, sumido profundamente en la meditación. Al rato, el hombre abrió
los ojos y preguntó “¿Qué quieres?” Shahr-yar le contestó “No
quiero nada”. Al escuchar esto, el anciano se alegró mucho y
le dijo “Bendito seas”.
En medio de sus viajes, durante este lapso de diez años63,
aunque Shahr-yar se encontró en la India con muchos sadhus,
yoguis, ascetas y santos, ninguno de ellos pudo satisfacerlo en
su búsqueda interna ni calmar su inquietud. Estaba destinado
a encontrar la paz de diferente manera.
62 Durante los cinco años en los que recorrió la India, Dios salvó una y otra vez la vida de
Shah-yar. Trató de cruzar un río, pero la corriente era tan rápida que estuvo a punto de hacerle perder pie. Con seguridad se habría ahogado en caso de haberse caído. Por la gracia de Dios Shahr-yar
logró abrirse paso aunque entonces tuvo miedo de morir.
63 Durante sus viajes por la India, Shahr-yar recorrió la aldea de Arangaon. cerca del asiento militar cercano a lo que actualmente es Meherabad (el ashram y la tumba de Meher Baba) en
su camino hacia la ciudad de Ahmednagar. No hay constancias de sus contactos o actividades en
Ahmednagar
rante años en una sola posición, sosteniéndose solamente con
sus pulgares. Pero esta forma del ascetismo no era para Shahryar, su sufrimiento consistía en la sed del vino del amor.
Poco después, en el mismo distrito de Ratlam, vio a una anciana sentada cerca de un lago, en las afueras del pueblo. Ella
le hizo señas de que entrara en la aldea y él así lo hizo. Todo se
hallaba inmaculadamente limpio, pero no había un solo ser viviente en los alrededores. Asombrado, Shahr-yar se dio cuenta
de inmediato que esa aldea era una aparición -una ilusión- que
debía considerar como una metáfora:
“Aunque la casa del corazón sea pura,
Dios tarda siglos en entrar en ella”.
78
En 1884, a los treinta y un años de edad, Shahr-yar se desalentó cada vez más en su ascética vida. La desesperación desgarró
su corazón y su mente. Por primera vez, empezó a dudar de que
alguna vez alcanzase realmente su objetivo. Como nunca antes,
perdió la esperanza. Sabía que, con su formidable determinación, podía aventurarse a cualquier parte, pero no podía hacer
lo que quería: realizar a Dios. Estaba mentalmente derrumbado,
su perseverancia se estaba convirtiendo en amarga frustración.
Como último recurso, Shahr-yar deambuló por un apartado
bosque de Gujarat, y allí decidió lo que se conoce como chilla:
ayunar durante cuarenta días y cuarenta noches dentro de un
círculo, que es un sitio de reclusión. Esta práctica espiritual se
llama también chilla-nashini (nashini es quien ayuna cuarenta
días y permanece sentado en su círculo de reclusión). Quienes
intentan esto, pero sin éxito, suelen morir o enloquecer.
El chilla-nashini es una dura penitencia.64 El penitente dibuja con su mano un círculo en el suelo, no debe salir de ese círculo durante cuarenta días y cuarenta noches, debe prescindir de
comida, agua y sueño, y debe afrontar cuanto sobrevenga.
Shahr-yar pensaba que, aparentemente, no había otra solución ni opción. Había pasado más de dieciocho años deambulando en busca de la Verdad. Había sido casto, había vivido de
la limosna que le daban, y había sido honesto y valiente, pero
todo lo que había hecho parecía en vano, pues no había conseguido unirse con Dios. Aborrecía regresar al mundo y vivir de
acuerdo con la sociedad. Había llegado a esa situación en la que
¡debía haber Realización de Dios o muerte!
64 La penitencia Chilla-nashini es conocida tanto por los ascetas sufíes como vedánticos, pero
son pocos los que la intentan, pues fracasar en ella entraña otros peligros. Ver La Nada y El Todo
de Bhau Kalchuri, para más explicaciones sobre esta penitencia. Los místicos de Occidente también
mencionan el ayuno de cuarenta días y cuarenta noches de Jesús en las afueras de Jerusalén, cuando se encontró con Satán e hizo frente a los poderes de la tentación.
Seguro de su decisión, dibujó en el suelo el círculo alrededor de sí, mientras su corazón le imploraba a Dios que se uniera
con él. El tiempo pasó lentamente, sin poder diferenciar en qué
día estaba. Se oyeron horribles alaridos y después rugidos terribles cada vez más intensos. De pronto, un león rugió frente a él,
listo para devorarlo. Shahr-yar no se movió y el león desapareció. Después apareció un tigre feroz que estuvo rondando por
el círculo durante horas. Shahr-yar tampoco se movió y el tigre
desapareció. Súbitamente, brotaron llamas del suelo por todos
lados. Las llamas se acercaron al círculo y Shahr-yar se convenció de que le quemarían vivo. Tampoco se movió, y las llamas se
extinguieron. Aparecieron gigantes salvajes dando alaridos; tenían los rostros pintados como máscaras de la muerte y los ojos
sanguinolentos, y blandían lanzas amenazadoramente. No se
movió, y ellos también desaparecieron. Muchas otras visiones
horrorosas se le presentaron y se esfumaron ¡Eran espantosas
las caras de todos ellos! ¡Habían venido para torturarle! Esas visiones fueron continuas. Su mente padeció un gran sufrimiento.
Shahr-yar resistió valientemente, sin salir del interior del
círculo durante treinta días. Aunque le quedaron solamente
diez días más para completar el chilla, le fue demasiado difícil continuar. Un momento más dentro del círculo era más tortura de la que podía soportar. Le fue imposible seguir, y salió del círculo. Entonces lloró: todos sus años de penitencia y
austeridad habían tenido como resultado una aparente derrota.
Descorazonado, desconcertado y al borde de la muerte, Shahryar salió arrastrándose, se desplomó cerca de un río y quedó inconsciente, sumido en un profundo sueño.
¡Qué pena! Dieciocho años de ascetismo habían terminado
en una amarga desilusión. ¿No podría Dios tener misericordia
de este peregrino? ¿Este hombre tendría que afrontar semejante
79
decepción el resto de su vida? ¿Qué sería de él? Quería morir;
¿por qué Dios no lo dejaba? ¿Había en su destino algo más que
ideales incumplidos?
¡Sí, con seguridad había algo más! La voz divina habló, y
Shahr-yar la escuchó:
“No es tu destino acceder
a Aquél a quien buscas y deseas ver.
Tu hijo, tu hijo será quien lo logrará,
y por medio de tu hijo, ¡lo lograrás tú!”
Al abrir la puerta, Piroja lloró de alegría cuando vio a su hermano. Ambos se confundieron en un abrazo y con profundo
amor y afecto, ella le dio la bienvenida a su casa, donde él permaneció por un tiempo.
El corazón de Shahr-yar estaba sin embargo clamando
por algo más. Las austeridades no habían satisfecho el anhelo de Shahr-yar, pero no deseaba renunciar a la vida de derviche. ¿Cómo podría revelar este dolor espiritual interior a
su bondadosa hermana?
El eco de esa voz despertó a Shahr-yar “Tu hijo... por medio
de tu hijo”.
Miró alrededor; no había nadie. Aturdido, oyó que el eco se
desvanecía “Tu hijo... Tu hijo... por medio de tu hijo”.
Quedó perplejo y preguntándose “¿Esta era la voz de Dios?
¿Era Dios quien me estaba dando una orden?... No tengo hijo ni
esposa. ¿Cómo es posible que yo tenga una familia?”
Luego pensó “¿Pero está mal vivir en familia si esto lo ordena Dios? Su orden significa todo, por lo que no es cuestión de si
está bien o está mal”.
Pensando en esto, Shahr-yar se quedó profundamente dormido durante tres días. Al despertar, recordó las palabras que había escuchado y, sin saber cómo debería cumplir la orden divina,
empezó a caminar hacia el sur, rumbo a Poona. Su rostro denotaba indiferencia: algún poder le estaba impulsando y guiando.
Caminó más de seiscientos kilómetros sin experimentar dolor.
Conducido a salvo hasta la ciudad de Poona, encontró la casa
de su hermana Piroja. Al trasponer su umbral, estaba tan demacrado y cansado que lo único que se propuso fue eliminar el
agotamiento producido por muchos años de andar errante.
80
SHIREEN,
LA DULCE BELLEZA
Shireen Irani, en la India, durante el año 1938;
la llamaban afectuosamente “La Reina de la Belleza”
Corría el año 1877, en Irán. Una joven zoroastriana, llamada
Golandoon, regresaba a su hogar después de vender unas medias tejidas de lana, y varios gorros a una familia rica, a fin de
aumentar sus ingresos pues estaba embarazada. Atardecía y tenía prisa por regresar a su casa antes del anochecer. Al tomar
por un atajo, atravesó una angosta callejuela en la que un musulmán estaba rociando con agua la entrada de su casa. Cuando
Golandoon estaba a punto de pasar delante, el musulmán le gritó “¡Eh, kafir, no puedes pasar por este sitio sagrado! Quédate
donde estás y espera hasta que el agua se evapore. ¡No te dejaré
pasar hasta que todas las gotas de agua se sequen!”
Golandoon estaba desamparada y atemorizada. Esa callejuela no estaría seca durante varias horas, y ya pronto anochecería.
Estaba ahí de pie y en silencio, cuando aparecieron unos chicos
musulmanes, que la insultaron soezmente, mofándose de ella.
La joven se quedó parada, con lágrimas en sus ojos, y cuando aquellos rufianes empezaron a acercarse a ella amenazándola, oró a Dios con todo su corazón para que salvara su honor.
De repente, pasó por esa misma callejuela un anciano musulmán que llevaba un bastón y, al ver a la joven en aprietos, gritó
a la pandilla, mientras los golpeaba con su bastón “¡Cómo se
atreven ustedes! ¡Fuera de aquí!”
Después, aquel anciano dio consuelo a la aterrorizada mujer y la acompañó a salvo hasta su hogar. Ese personaje paternal la tranquilizó diciéndole “Ve en paz en el nombre de Dios”.
Golandoon le dio las gracias, profundamente conmovida por la
bondad del hombre.
Cuando Golandoon contó a su esposo Dorabji lo que le había
ocurrido, él se dio cuenta que no era seguro ni prudente quedarse en Irán, e hizo preparativos para emigrar a la India. Pero
era una época difícil. Golandoon estaba embarazada y ya tenía
81
una hija, llamada Dowla, de apenas tres años de edad. Por este
motivo, tuvieron que pasar varios meses hasta que Dorabji y su
familia pudieran salir de Irán hacia la India.
Tras unos pocos días en Bombay, Golandoon dio a luz una
segunda hija; esa bella criatura se llamaba Shireen, que significa Dulce, o bien, Dulce Belleza.
Pocas semanas después de nacer Shireen, la familia se mudó
de Bombay a Poona, donde Dorabji abrió una pequeña tienda de
té. Aunque recién establecido, pronto tuvo muchas amistades.
Era generoso, ayudaba a los pobres y daba hierbas medicinales
a los enfermos. Tenía también el don de la sanación, y a muchos
pacientes que le consultaban los curaba con sus hierbas.
Dorabji era jovial y de agudo humor. Una vez, mientras realizaba un trabajo importante, uno de sus pacientes fue a verlo
quejándose de un fuerte resfrío. Dorabji sabía que esa persona
era hipocondríaca y bromeando, le dijo que se bañara con agua
fría, bebiera después una leche cuajada, se envolviera en una
frazada mojada y durmiera a la intemperie. Dorabji reanudó su
trabajo sin pensar que aquel señor lo tomaría en serio, siguiendo su consejo que evidentemente era absurdo.
Días después, cuando ambos volvieron a encontrarse, Dorabji
le preguntó cómo se sentía y el hombre le aseguró que estaba muy bien después de seguir todas las instrucciones de él.
Dorabji se sobresaltó porque ese chiste suyo pudo haber tenido
como consecuencia una neumonía. Desde ese día, tuvo muchísimo cuidado al aconsejar a la gente acerca de su salud.
Dorabji quería muchísimo a su hija Shireen. Era muy inteligente y su belleza coincidía con su nombre. Sus dulces modales y su conversación eran la delicia de toda su familia. A los
cinco años de edad inició sus estudios escolares elementales en
el hogar de una familia iraní. Ese año de su vida estaba destinado a ser trascendente.
En esa época, Shahr-yar estaba viviendo con su hermana
Piroja en Poona. El derviche se mantenía apartado y pasaba los
días entregado a la meditación y al silencio. A veces inquietaba
a su hermana diciéndole que pensaba reanudar su antigua vida
de mendigo itinerante.
Era muy profundo el cariño que Piroja sentía por su hermano y no quería que él se perdiera en lo que ella consideraba que
era una existencia que no tenía objeto. Piroja solía decirle que
debería conseguir trabajo, casarse con una simpática zoroastriana y constituir una familia. Pero Shahr-yar eludía cortésmente
el tema del matrimonio. No había renunciado a su anhelo de
realizar a Dios. Había escuchado a Dios cuando le habló, sin entender lo que Él había querido decirle. Descorazonado, pero sin
perder el ánimo, su única inquietud era estar otra vez solo con
el Compañero de su corazón y al aire libre.
“Amado Dios, Yezdan ¿cuál es tu voluntad?
¿Cuál es tu voluntad?”
Shahr-yar imploraba fervorosamente, buscando una respuesta a su profundo dilema.
Un día del año 1883, abrumado por la melancolía, Shahr-yar
le dijo a Piroja que había llegado la hora de marcharse. Con lágrimas en los ojos ella le suplicó “No te vayas. Quédate aquí,
en Poona. No puedo dejarte ir. ¿Por qué quieres vagar por toda
la India como un mendigo? ¡Es una insensatez! Quédate aquí y
cásate. Establécete. Te lo ruego como hermana tuya”.
“No estoy hecho para esa vida”, pretextó Shahr-yar. “No
puedo casarme, no es mi modo de ser. ¡No quiero oír hablar
más de matrimonio!”
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Piroja se puso a llorar, y el cariño de su hermana conmovió a
Shahr-yar. Él sabía que, aunque le explicara qué era lo que anhelaba con más intensidad, eso no la consolaría. Shahr-yar permaneció con la vista perdida. Y una vez más, la voz divina hizo
resonar su mensaje en su corazón:
“Tu hijo, Shahr-yar... Tu hijo...
¡Por medio de tu hijo, me conocerás!”
En ese momento, la pequeña Shireen se encaminaba hacia
la escuela. El vestido blanco y los pantalones rojos de la niña le
daban el aspecto de un pimpollo recién abierto. A través de la
ventana, Shahr-yar miró la dulce sonrisa de Shireen. ¡Cuán encantador e inocente era el aspecto de esa criatura! Entonces, espontáneamente él exclamó “Si alguna vez me caso lo haré con
esa niña, de lo contrario ¡no me casaré!”
Shahr-yar no pudo entender cómo esas palabras habían salido
de sus labios. Cuando se serenó, pensó “No hay nada malo en lo
que dije porque, después de todo, ¿quién va a estar de acuerdo
en permitir que una niña se case con un hombre de mi edad?”
Se sintió aliviado al pensar “Conformé a mi hermana. Ahora interrumpirá esta molesta discusión acerca del casamiento”.
Sin embargo, en su hermana se produjo la reacción contraria.
El intenso deseo de Piroja, en lugar de extinguirse, se acrecentó
aún más con lo que su hermano le dijo. Salió de inmediato de
la casa para ver a su amiga Golandoon y, de rodillas y derramando lagrimas, le suplicó “Golandoon, eres mi querida amiga. Hoy vine a pedirte algo. ¿Me harás un gran favor?”
Piroja parecía desesperada y Golandoon se apiadó de ella.
“¿Qué te ocurre? ¿Qué te sucedió?”, le preguntó. “¿Por qué pareces tan desdichada? ¿Dime qué te pasa?”
“¡Salva a mi hermano!”, gimió Piroja. “Sólo tú puedes salvar
a mi hermano y asegurar mi felicidad”.
Golandoon, inquieta, le preguntó “¿Qué quieres que yo haga? ¿Cómo puedo ayudar a tu hermano?”
Piroja suplicó “¡Casándose mi hermano con tu Shireen!
Créeme Golandoon, sé cómo te suena esto, pero debes aceptarlo. ¡Esto es lo que vine a pedirte!”
Conmovida por la apremiante situación de Piroja,
Golandoon se compadeció de su querida amiga y, sin pensarlo, le dijo “Sí, lo prometo”.
Las dos señoras se abrazaron. La alegría de Piroja no tenía
límite, su sensación era la de haber obtenido una gran victoria.
Felicísima, fue corriendo a transmitir la buena nueva a Shahryar “Mi amiga Golandoon, la madre de esa niñita que viste, ha
prometido que ella se casará contigo”.
Shahr-yar reaccionó resignándose a la voluntad de Dios y
aceptando lo sucedido. Había hecho una promesa a su hermana y no podía retractarse. Sin embargo, cuando Dorabji, padre
de Shireen, se enteró del arreglo, se puso furioso con su esposa. Riñeron durante días por este asunto, pero nada pudo hacer,
pues Golandoon también se había comprometido, y una promesa no podía quebrantarse.
Además, Golandoon admiraba a Shahr-yar y no le preocupaba el casamiento de su hija con esa “persona santa”. Por el contrario, Dorabji no podía aceptar semejante “arreglo absurdo”.
Por bueno que Shahr-yar pareciera, no era la clase de marido
que él había pensado para su hija predilecta.
Por supuesto, la niña Shireen nada sabía de lo que estaba sucediendo. Se regocijó cuando aquel extraño le puso en el dedo
un brillante anillo de plata de compromiso, que ella mostraba
a sus compañeras de juegos. A veces, ella se portaba mal, y si
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Shah-yar llegaba a verla, la corregía con severidad. Shireen se
quejaba a su madre “¿Quién es ese hombre para decirme lo que
tengo que hacer?”
Shahr-yar necesitaba un trabajo para sostener a una esposa y
una familia. Al principio, trabajó como jardinero; después, como cocinero; y posteriormente, pasó a ocupar un alto puesto
como gerente de una hostería. Cuando sus vecinos de Poona
le conocieron y se hizo amigo de ellos, empezaron a llamarle
“Sheriar”o “Sheriarji”, por lo que dejó de usar su nombre persa.
Sheriar ahorró dinero, y años después abrió un local de té.
Más tarde compró otro, en el que vendía bebidas frías, sándalo e incienso que los zoroastrianos utilizaban en sus ceremonias religiosas, y con el tiempo llegó a ser dueño de diez negocios en Poona donde él servía toddy (bebida espirituosa de la
savia de la palmera).
Sin embargo, a Sheriar nunca le interesó el mundo ni los negocios por el mero hecho de ganar dinero. El nombre de Dios,
Yezdan, estaba constantemente en sus labios y decía a la gente
“Todo lo que sucede es por voluntad de Dios. Todo lo que sucedió tuvo que suceder; y todo lo que tenga que suceder, sucederá. Dios es el hacedor de todo”. No obstante, sabía que no podía
sustraerse a sus deberes familiares y cumplía con responsabilidad las tareas necesarias para sostener su hogar.
Pasaron nueve años antes de que se cumpliera lo prometido a Piroja. Sheriar y Shireen se casaron, según la usanza zoroastriana, en 1892. En esa época, el novio tenía treinta y nueve
años, y la novia, catorce. Piroja y Golandoon estaban contentísimas, pero Dorabji, considerando aún que ese arreglo era inaceptable, se negó a asistir a la boda.
Sheriar, que era por demás amable y bondadoso, se adaptó
bien a la vida matrimonial. Era jovial y tenía buen humor, y en
ninguna circunstancia se mostraba dubitativo. Interiormente,
tenía un carácter brillante que se expresaba a través de un físico sano y fuerte.
Aunque en su niñez en Irán no había recibido una instrucción formal, súbitamente supo leer y escribir en persa, árabe y
hebreo. Fue como si se le hubiera rasgado un velo, revelándosele conocimientos del pasado. También se dice que, mientras
deambulaba como derviche, aprendió quiromancia y astrología, pero jamás practicó estas ciencias ocultas después de radicarse en Poona. Sostienen también que, siendo un joven derviche, escribió dos libros en persa antes de salir de Irán.
Durante los primeros años de su matrimonio, Sheriar enseñó
persa a Shireen, leyéndole el Divan de Hafiz y el Shah Namah.
Amaba entrañablemente a su joven esposa y se esforzaba en
complacerla. Ella fue para él, un regalo de Dios.
Sheriar había sido estrictamente vegetariano durante muchos años, en su vida de derviche, y después de casarse, siguió
siéndolo. La carne es el plato principal en la dieta de las familias iraníes o parsis, por lo que preparar comida vegetariana
aparte, para Sheriar, era un problema para Golandoon, madre
de Shireen, quien se encargaba de cocinar.
Shireen estaba embarazada y, por su estado, necesitaba mucho reposo. Golandoon dijo confidencialmente a Shireen que,
si ella cortaba trocitos de carne y los mezclaba con la comida
de Sheriar, él no se daría cuenta; entonces, Shireen estuvo de
acuerdo en lo planeado. Un día preparó dal mezclándolo con
trocitos de cordero, se lo sirvió a Sheriar quien, al probarlo, se
dio cuenta de que contenía carne. Había quebrantado su voto
ascético y, apesadumbrado, le dijo a Shireen “Hija, que Dios te
perdone, porque no sabes lo que has hecho”.
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Esa noche, Shireen soñó que dos gigantes negros estaban
parados frente a ella, blandiendo látigos. Uno la asió con fuerza, mientras que el otro la tenía sujeta, obligándola a beber de
una copa. Miró dentro de ésta y vio que estaba llena de sangre.
Sacudió la cabeza, gritando “¡No! ¡No! ¡No la beberé! ¡No la beberé!” Un hombre alzó airadamente su látigo para castigarla.
Aterrorizada, se puso a llorar, pidiendo que se apiadaran. En
ese instante, despertó.
A la mañana siguiente, cuando Shireen contó esta pesadilla
a su madre, Golandoon entendió qué significaba y le dijo “Dios
nos perdone”, arrepintiéndose de haber persuadido a Shireen
para que engañara a su marido. Pero desde ese día en adelante,
Sheriar dejó de ser vegetariano y comía todo lo que le servían.
MERWAN
EL SOL DEL MÁS MISERICORDIOSO
El 2 de enero de 1893, a los quince años de edad, Shireen
dio a luz un niño, que se llamó Jamshed, por el rey mitológico
persa.65 Sin embargo como ella era muy joven como para hacerse cargo de sus responsabilidades como madre, su hermana
mayor Dowla comenzó a cuidar a su bebé. Dowla y su esposo Faredoon Naoraj Irani vivían en la ciudad de Lonavla, cerca de Poona, y allí eran dueños de un restaurante. Como era
costumbre entre los parientes zoroastrianos, Dowla y su esposo
se hicieron totalmente responsables de la criatura, y criaron a
Jamshed como hijo propio. A partir del nacimiento de Jamshed
se llamó a la madre “Shireenmai” (madre Shireen).
65 Jamshed es el nombre de un rey mitológico que gobierna sobre los peris: hadas o ángeles.
Este rey puede ser igual a Indra de la mitología hindú. Ver La Nada y El Todo, de Bhau
Kalchuri.
Meher Baba en la década de 1920
85
¡Luz! ¡Luz! ¡Meher, el Sol naciente!
Pasaron unos meses y Shireen concibió otra vez. Este embarazo fue, desde el principio, una experiencia casi gozosa; sintió
la alegría natural de una madre que con ansias esperaba serlo.
Shireen no había estado preparada para sus deberes con el primogénito. Siempre que su hermana Dowla le llevaba a Jamshed, ella
se alejaba de éste. Sin embargo, durante este embarazo, sus sentimientos fueron todo lo contrario, pues su instinto maternal había
madurado. El corazón de la joven ansiaba derramar su amor sobre el hijo que nacería; esta vez, Shireen deseaba ser madre.
En esta época, la familia residía en su propia casa, en calle
Butler 816, Poona (actualmente, calle Meher Moholla). La casa
se llamaba Bhopla (que significa la casa de la Calabaza), porque junto a su entrada principal había una gran piedra redonda con forma de calabaza.
Durante su embarazo, Shireen solía tener sueños maravillosos y se los describía a su madre, Golandoon, quien le interpretaba su significado. Desde el día de la concepción, la joven
estuvo convencida de que el hijo sería extraordinario y notable.
Sheriar pudo percibir las expectativas de su joven esposa. Le
leía bellos ghazals del Divan de Hafiz, explicándole el significado oculto de esa poesía. Sheriar era poeta y a veces escribía monajats (plegarias o cánticos espirituales zoroastrianos) en honor
del nacimiento de este hijo.
Como era de esperar, toda la familia, e incluso los vecinos,
aguardaban ansiosos que naciera el segundo hijo de Shireen,
quien estaba más bella y radiante que nunca, y todos predecían que la criatura sería hermosa o notable. La atmósfera de la
Tierra parecía sobrecargada, lo cual emanaba de una humilde
callejuela de Poona. El cosmos mismo estaba emocionado por
lo que estaba emanando de la Tierra. ¡Estaba amaneciendo una
nueva Era! ¡Dios Mismo estaba encarnando! ¡Estaba por ocurrir
el hecho más maravilloso en mil cuatrocientos años!
En la madrugada del domingo 25 de febrero de 1894, llegó
el momento largamente esperado por nuestra Era. Shireen estaba durmiendo en su lecho, en el Hospital David Sassoon; su
madre, Golandoon, se hallaba a su lado. Doce veces sonó, a la
distancia, el gong de la medianoche. Las enfermeras acudían
frecuentemente para observarla; la madre en espera estaba distendida y dormía profundamente. De pronto, Shireen despertó
y dijo a su madre que había tenido una visión, un sueño.
Inquieta, Golandoon le preguntó “¿Una visión? ¿Qué viste
en ese sueño, querida?”
Shireen le contestó “Vi una persona resplandeciente como el
Sol sentada en un carruaje, su fresco resplandor impregnaba la
atmósfera. Unas pocas personas tiraban de su carruaje, mientras otras miles le acompañaban en procesión. Decenas de miles
de ojos le miraban fijamente, consolados por su divino resplandor... Yo también estaba en la procesión, y me maravilló el brillo
de su rostro. Su luz caía sobre toda la procesión, y los ojos de la
gente estaban fijos en él; no podían apartar de él sus miradas”.
Al escuchar esto, Golandoon le dijo, derramando lágrimas
de alegría “Shireen, hija mía, te nacerá un hijo muy auspicioso.
Su nombre se difundirá por todo el mundo. Un día se hallará
entre millares de personas, y le llevarán en grandes procesiones, como lo soñaste. Recibirá especial reverencia y honor”. La
interpretación que su madre le dio reconfortó a Shireen y pronto volvió a quedarse dormida.
El hospital se hallaba en calma. Estaba por ocurrir un cambio
en la atmósfera del planeta. Por mucho que nuestra Era hubiera
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previsto lo que estaba a punto de tener lugar, el género humano
tardaría muchos años en interpretar qué significaba este cambio. El aire estaba colmado de una suave dulzura. En medio de
ese silencio, un júbilo inimaginable llenó el hospital:
¡Quién todo lo impregna estaba llegando!
Diariamente nacen centenares de miles de seres humanos en
el mundo, pero no es posible percibir cambio alguno en la atmósfera del planeta cuando ellos nacen. La mañana de ese domingo no era cálida ni fría; la brisa que soplaba en Poona tenía
un significado diferente. Mientras el pueblo dormía, la fresca
brisa flotaba dulcemente sobre ellos, cubriéndolos tiernamente.
Sobrevino el silencio; la quietud envolvió a la ciudad, parecía
como si todo el estrépito y el vocerío del mundo hubieran quedado absortos en un estado de total ausencia de sonidos. ¡Cómo
debería desear nuestra Era que esta paz fuera eterna! ¡Cuán feliz sería la existencia!
Entonces, los pájaros empezaron a cantar, atravesando con
sus cantos el silencio. En sus voces había una alegría diferente.
¡Cuán dulces eran sus cantos, cuán curativo era el efecto de sus
gorjeos en la quietud del amanecer que estaba llegando! Si solamente sus melodías hicieran menos estridentes los ruidos de
la vida, entonces, verdaderamente, el alma humana florecería.
Comenzaron los dolores del parto, y llamaron a una monja católica que estaba entregada a sus plegarias matutinas.
Golandoon se sentó cerca de su hija, observando con ansiedad.
Sheriar aguardaba fuera del cuarto, repitiendo continuamente
el nombre de Dios: “Yezdan... Yezdan...Yezdan…”
El guardia nocturno del hospital efectuaba sus recorridas, y,
cuando él hizo sonar las cinco campanadas, se oyó el llanto de
un bebé. Cuán inocente y agradable es el sonido de un recién
nacido. Las aves intensificaron sus notas jubilosas, y hasta el sol
parecía animado y ansioso de elevarse sobre el horizonte.
Golandoon salió alegre del cuarto. Sonrió a Sheriar y exclamó con cariño “¡Un hijo... un hijo!” Sheriar, lleno de felicidad, entró inmediatamente en el cuarto para ver a su hijo que
acababa de nacer.
Poona estaba empezando a despertar. ¿Fue por el primer
llanto del bebé? Es como si él hubiera proclamado: “Levántense
todos, ¡soy el que Despierta!” Aunque en la hora en que él nació las personas estaban despertando, pocos supieron que ¡llegaría un día en el que él los despertaría de “ese vivir dormidos”! En ese momento sagrado, al nacer en las primeras horas
de la alborada, el niño había dado la señal de su llegada como
el que Despierta, el Avatar de esta Era.
Pronto llegaron al hospital parientes y vecinos para ver al recién nacido, admirando con sumo regocijo la belleza del bebé. En
verdad, estaba brillando un sol en la casa de Sheriar y Shireen,
cuyos corazones, y también los de parientes y amigos, rebosaban
alegría. ¡El contento de ese día durará por siglos! La atmósfera
estaba colmada de prodigiosa frescura y bondad espontánea; y
solamente el padre sabía que el origen de esto era el niño.
Con el bebé en brazos, Shireen regresó en una tonga, tirada
por un caballo, a la Casa Bhopla. Las noticias acerca del hijo recién nacido de Shireen se esparcieron por todo el vecindario, y
quienes fueron a ver al bebé se marcharon maravillosamente
contentos. Cuando sus ojos miraron a ese niño, se sintieron en
paz, paz que les hizo olvidar sus preocupaciones y aflicciones.
Había que elegir para este hijo un nombre adecuado, y le eligieron un nombre persa, “Merwan”66, pues había nacido en el
mes de Meher –el Sol o la Luz– según el calendario zoroastria66 Merwan, que deriva de Meher, significa quien pertenece al Sol, posee la Luz o la personifica.
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no. Sin embargo, sus padres y parientes siempre le llamaron,
afectuosamente, “Merog”.
Shireen quería fervorosamente a Merwan y pensaba siempre
en él como su primogénito. En esa época, no podía comprender el
intenso amor que sentía por Merwan, ni su rechazo por Jamshed.
El niño fue bien criado, y era fuerte el lazo entre el hijo y
la madre. La vida era feliz en la Casa Bhopla para Sheriar y
Shireen con la presencia de su hijo. Tras unos meses de ininterrumpida felicidad, Shireen tuvo un sueño que contó a Sheriar:
“Soñé que estaba parada ante la puerta de nuestra casa, con
Merog en mis brazos. Cerca había un pozo, del que salió la figura
de una mujer pequeña pero impresionante: era una deva esplendorosa, como una diosa hindú. Estaba saliendo del centro del pozo,
y yo admiraba su lujoso sari verde y las múltiples pulseras verdes
que adornaban sus brazos. En su frente tenía pintados brillantes
jazmines multicolores. Tenía en sus manos una bandeja para el arti, que contenía flores, alcanfor encendido, incienso y aceites”.
“Permanecí de pie, inmóvil y callada, fascinada por ella, hasta
que me señaló a Merog con una mano ‘Dame a tu hijo... Dame a tu
hijo’ ”.
“Asustada, apreté lo más que pude a Merog contra mí, y desperté del sueño. Sentí alivio al ver a Merog durmiendo a mi lado”.
Después de este sueño, Shireen estuvo pensando que su hijo
estaba llamado a tener una vida excepcional.
Dorabji, el padre de Shireen, se había opuesto tan inflexiblemente al casamiento de su hija con Sheriar que hasta prohibió
que éste visitara su casa. Pero, después de nacer Merwan, los
sentimientos de Dorabji cambiaron: sentía tanto afecto por su
nieto que iba a verlo todos los días.
Dorabji visitaba a Sheriar y Shireen en casa de éstos -lo que
no había hecho nunca mientras estuvieron casados- sólo para
poder contemplar el atractivo “rostro de loto” de Merwan. El
abuelo reverenciaba el dulce esplendor de su nieto, y el bebé le
respondía con afecto. A Merwan le encantaba estar en compañía
de su abuelo. Poco a poco, varios meses después, Dorabji empezó a tratar a su yerno, Sheriar, con cariño y respeto. Habían pasado once años desde que habían conversado por última vez.
La gente pensaba que Merwan era un niño muy fuera de lo
común. Era excepcional hasta en sus travesuras infantiles. Por
ejemplo, tenía once meses cuando, un día, Shireen le dejó afuera
en la cuna debajo de un árbol, mientras volvía a la cocina para
cocinar. Al regresar, lo que vio fue espantoso y estuvo a punto
de desmayarse. Una letal serpiente cobra negra, reptando había
entrado en la cuna, enroscándose alrededor de Merwan, ¡quien
muy contento estaba jugando con ella! Aterrorizada, Shireen pidió ayuda a gritos. La cobra se deslizó fuera de la cuna y se alejó silenciosamente, como si sólo hubiera estado jugando inocentemente con el bebé. Shireen abrazó a Merwan, y después contó
que él la miró como diciéndole “¿Por qué interrumpiste mi juego? Me estaba divirtiendo”. Al llegar los vecinos, la cobra había
desaparecido, y consolaron a Shireen, asegurándole que esa era
una señal auspiciosa del excepcional futuro de su hijo.
Merwan empezó a caminar antes de tener un año de edad.
Su madre quedó gratamente sorprendida cuando, un día, él
se puso de pie y caminó hacia ella sin tropiezos. Pero esta
nueva habilidad del niño pronto resultó ser una contrariedad
para ella. Sin importar cuanto Shireen intentara, no podía
mantener a Merwan dentro de la casa, y constantemente se
las ingeniaba para escaparse.
Un día, Shireen se exasperó tanto que, recogiéndolo de afuera, lo llevó de vuelta dentro de la casa y con un viejo sari le ató
una pierna a la pata de la cama. Le puso cerca un plato con
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arroz inflado y un poco de agua, y regresó a la cocina. Merwan
se puso a llorar, molesto por su falta de libertad, pero Shireen no
le hizo caso y, al final, el pequeño Merwan se quedó dormido.
Cuando Shireen regresó para controlar a Merwan, lo encontró durmiendo; en las mejillas del niño, sus lágrimas brillaban
como perlas. Shireen sintió una enorme ternura por su hijo, parecía tan desamparado atado a la pata de la cama, y le desató.
Sin embargo, instantes después de despertar, y al ver que ya no
estaba atado, salió corriendo a la calle.
Shireen solía tener que atar a Merwan a la cama, y esto siguió así hasta que alcanzó una edad en la que era más dócil.
A veces, Sheriar llegaba a la casa, encontraba atado a su hijo, y
lo dejaba en libertad porque se apiadaba de él, pero después de
jugar con su padre, se escapaba a la calle hasta que pasaba un
vecino, lo recogía y lo traía de vuelta a la casa.
Cuando Merwan empezó a hablar, llamaba “Memo” a su
madre, y “Babo” a su padre; estos motes afectuosos duraron
muchos años. Shireen llamaba afectuosamente a su marido
“Sherog”. Al niño, adorado por el vecindario e idolatrado por todos, los vecinos le habían puesto el afectuoso mote de “Merog”.
Merwan tenía tres tías por parte de su madre (Dowla, Piroja y
Banu) y dos tíos (Dinshaw y Rustom). Todos querían a su sobrino, e iban a la casa de la familia sólo para ver a “nuestro Merog”.
El hermano mayor de Sheriar, Khodadad, viajaba incluso desde Irán para visitar al niño. Después de trabajar varios años en
Bombay, volvió a vivir en Irán. Sin embargo, regresaba a la India,
durante seis meses todos los años después de nacer Merwan.
Una vez, Shireen le dijo a su cuñado “Khoda, dices que no puedes pagarte esto, que no puedes pagarte aquello, pero, ¿Cómo es
que ahora puedes pagarte el viaje a la India todos los años?”.
Khodadad le contestó sonriendo “Tengo que ver a Merog,
¿no es cierto? ¿Acaso no soy su tío?”
La conducta del niño era insólitamente encantadora. Su dulce
sonrisa complacía a raudales los corazones de todos los que le
conocían. Su rostro brillaba como una dulce llama. El niño era
tan atractivo que quienes le conocían informalmente quedaban
pasmados en su presencia. Su dorado cabello era tan seductor
que Shireen no permitió, durante cinco años, que se lo cortaran.
Sus bucles dorados caían sobre sus pequeños hombros, y los extraños solían confundir al niño con un europeo, pues los niños
de cabello rubio no son algo corriente entre los persas.
Aunque era un niño todavía, su madre ya había empezado a
hacer grandes planes para él. Shireen solía decir a sus parientes
“Cuando Merog crezca, lo enviaré a Inglaterra para que estudie. Mi hijo será médico o científico”.
Era sano, pero dos cosas le afligían: su estómago delicado y
sus intestinos débiles. Su madre pensaba que él comía lo que no
debía, y por eso lo retaba. Un día, Dowla, hermana de Shireen,
vio cómo ella lo castigaba, y la detuvo diciéndole “Shireen, no
le pegues a Merog. No puedo soportar verlo llorar”. Sheriar jamás le pegó a su hijo. En ese sentido callaba, pero siempre supo
que Merwan era el hijo que Dios le había prometido.
El niño siguió el curso normal de la vida. Hacia los cinco
años de edad, concurrió al jardín de infantes, en la Escuela
Gujarati Padamji, en la que aprendió a leer y escribir en Gujarati,
y aritmética elemental. Esta última no le gustaba y se quejaba a
Sheriar por su dificultad. Aunque era inteligente, estudiar matemática fue un gran dolor de cabeza para él y lo primero que le
causó pesar en la vida.
Un día, en la Escuela Padamji, durante la clase de aritmética,
tuvo una experiencia que lo impresionó muchísimo y que después describió así “Vi grandes círculos resplandecientes, salpicado de pequeños puntos y parecía que soles, lunas y estrellas
se proyectaban desde ahí”.
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Su maestra advirtió que, de pronto, Merwan parecía aturdido o mareado, y al desvanecerse, cayó de su silla. Ella corrió
hasta él y le recostó en un banco, rociándolo con agua para que
volviera en sí.
Al rato, el niño recobró la consciencia, y su maestra le preguntó “Merwan, ¿estás bien? ¿Qué te sucedió?”
El niño musitó “Una aureola... ¡Vi una aureola divina!”
La maestra no pudo entender lo que el niño quería decir, y le
preguntó “Merwan, ¿cómo te sientes? ¿Quieres irte a tu casa?”
El niño replicó “Estoy muy bien. No necesito irme a casa”.
Pero cuando la maestra siguió con la clase, Merwan suspiró pesaroso, pues después de disfrutar el estado Nur o la luz
de Dios -en el que se experimenta la Refulgencia Divina- él estaba ahí, nuevamente, con esa horrible matemática. Él pensó
“Hubiera sido mucho mejor si me hubiese ido a casa”.
Merwan era un niño, y por lo tanto inocente, cuando ocurrió
el siguiente acontecimiento. Shireen estaba teniendo su período menstrual, y de acuerdo a las costumbres de la época, estaba descansando y manteniéndose alejada de la familia, sin cocinar ni tocar a nadie. Merwan no podía entender su extraño
comportamiento y trataba de estar cerca de ella. Cuando él entraba en su habitación, Shireen le dijo, “Merog, no me molestes. Mantente alejado de mí”. Cuando él preguntó, “¿Por qué?”
Shireen respondió “Me duele la panza”.
“Si te duele la panza, ¿Qué tiene de malo si te toco?”
“No es bueno que me toques cuando estoy enferma”
“¿Entonces por qué me tocas cuando yo tengo algún dolor?”
Shireen se quedó muda, sin saber qué responderle a su hijo.
Merwan corrió hacia ella para abrazarla y Shireen, sorprendida y enojada le arrojó un manojo de llaves. Merwan se fue corriendo y llorando. El misterio permaneció sin resolverse para
él hasta que alcanzó la madurez, y más tarde este incidente
fue recordado con humor.
Un día, Merwan quería comprar una golosina, y birló una
moneda del bolsillo de su padre. Eligió lo que quería en un local del barrio, dio la moneda al dueño, pero el hombre se la devolvió diciendo “Este dinero es falso. Tienes que devolverme
esos caramelos”.
Merwan regresó desencantado y acercándose a su padre le dijo “Babo, este dinero es falso. Dame un poco de dinero bueno”.
Sheriar dio una moneda a su hijo, diciéndole “¿Ese hombre quiere dinero que pueda caminar?67 Está bien, llévale éste.
Esta moneda caminará”.
Merwan la examinó y, perplejo, preguntó “¿Dónde tiene las
piernas? ¿Es una moneda mágica, Babo? ¿Cómo puede caminar?” Al escuchar estas inocentes observaciones, Sheriar rió a
carcajadas y le explicó la expresión a su hijo.
Merwan tenía un lado travieso, y siguió birlando dinero de
los bolsillos de su padre. Pero era también generoso y bondadoso y daba dinero a los mendigos que pasaban por la calle en que
vivía. A Shireen le molestaba que los mendigos empezaran a golpearle la puerta y se quejó a Sheriar, diciéndole que en sus bolsillos no guardara dinero que quedara al alcance de Merwan.
Un día, Sheriar colgó su saco en un gancho que estaba en lo
alto. Pero cuando no había nadie cerca, Merwan trepó a un banquito y sacó unas monedas, repartiéndolas afuera entre unos
pobres que habían llegado hasta la casa. Sheriar y Shireen estaban observando desde lejos. Shireen regañó a Sheriar por eso,
cuando Merwan entró. Shireen empezó a reprenderlo “¿Por qué
robas siempre dinero? ¡Eres un ladrón!”
67 “Caminar” es un modo coloquial de referirse a que el dinero “circule”. La moneda que el
tabernero devolvió no era ya de curso legal en la India.
90
Merwan se volvió hacia su padre y le dijo “¿Soy un ladrón,
Babo?”
Riendo, Sheriar consoló a su hijo “No, Merog, no eres un ladrón. ¡Los ladrones no dan dinero a los pobres!”
Merwan también hurtaba golosinas de la cocina, mientras su
madre se preguntaba dónde habían ido a parar. A pesar de sus
mejores esfuerzos, ella no podía resolver el misterio, y las golosinas seguían desapareciendo, sin importar dónde las escondiera.
Un día, sujetando a su hijo, le dijo “Merog, ¿estás robando
golosinas de la cocina?”
Con una mirada de sorpresa, el niño le contestó “¿Qué?
¿Golosinas? Memo, sabes que lo único que me gusta son el dal
y el arroz con espinacas. ¿Por qué me preguntas acerca de golosinas?” Lo dijo con tanta seriedad que Shireen le creyó.
Cuando era niño, Merwan era muy afecto a la crema, y la sacaba furtivamente del recipiente de la leche. Las golosinas que
hurtaba las compartía siempre con sus amigos.
Cerca del Instituto educativo San Vicente, una anciana pareja
parsi tenía un pequeño negocio en el que servían bebidas sin alcohol, y allí concurría Merwan con sus amigos. Cada vez que llegaba, la dueña le daba un puñado de caramelos, que él compartía con sus amigos. Sin embargo, siempre que estaba presente su
marido, éste se lo impedía ordenando a los niños que se marcharan. No obstante, aquella bondadosa anciana daba a entender a
Merwan que tanto él como sus amigos podían dar la vuelta e ir
por la puerta trasera. Ella sentía un especial afecto por Merwan.
Entre los amigos que Merwan tenía en su niñez estaban el
musulmán Abdul Ghani (conocido después como el doctor
Ghani Munsiff), Khodadad Rustom Irani (cuyo sobrenombre era
Khodu), Behli Jehangir Irani (que siempre escribía su nombre como Baily), Miya Khan, Palkhiwala y varios otros, que en su ma-
yoría eran de origen persa, como él mismo. Eran sus compañeros
de juego en el barrio, y Merwan se complacía en jugar a la bolita
y a la escondida, a remontar barriletes, al gilli-danda y, por la noche, a un juego que se llamaba “noche a la luz de la luna”.
Una vez, Merwan y sus amigos estaban jugando en la callejuela de su barrio, cuando apareció un hombre que tiraba de un carro en el que había una tabla con clavos, sobre los que había que
arrojar aros para tentar fortuna. Los niños quisieron jugar, pero
Merwan les dijo que no debían derrochar su dinero en un juego de azar. Pero los demás argumentaron que estaban ansiosos
por tentar suerte. Tenían cuatro annas (unos veinticinco centavos)
en total, y compraron algunos aros. Erraron todos los tiros hasta
que quedó un aro solo, que correspondía a Merwan. Él lanzó el
último y acertó, recuperando el dinero. Merwan dijo a sus compañeros “Ustedes recuperaron su dinero sólo porque yo jugué. Si
cualquiera de ustedes hubiera lanzado el aro, habría perdido”.
En una biografía inédita escrita en Gujarati, uno de sus compañeros, Behli J. Irani (Baily), describió a Merwan de esta manera:
Merwan era bondadoso, y todos sus compañeros le tenían muchísimo afecto. Era nuestro líder y todos le queríamos. Resolvía
amablemente cualquier disputa que hubiera entre nosotros. Si por
casualidad un día estaba ausente, íbamos a su casa para preguntar
por él.
Merwan personificaba la sencillez con su modo de ser y su conducta. No tenía ni un asomo de soberbia, y no sabía qué era la
arrogancia. Desde su niñez fue recto y tolerante, y más consciente
del dolor de los demás que del suyo propio. En él no existía altivez
ni deseo de renombre, fama, respeto u honor. Sus pensamientos
eran limpios y puros y desde su juventud evitaba el contacto con
muchachas o mujeres, apartándose de ellas.
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Era compasivo con cualquier animal que estuviera lastimado;
recuerdo que una vez encontró en su casa un gorrión muerto y lo
enterró con grandes exequias y plegarias.
Estaba siempre feliz y alegre, y cuando los demás deseaban algo e insistían en ello, él estaba de acuerdo. Nunca vi que censurara
a alguien y su juicio sincero era éste: que todos éramos buenos de
un modo u otro. Elegía como amigos suyos a quienes eran sencillos y francos. Los chicos más rudos le decían que no se juntara
con estos últimos, pero no les hacía caso y seguía con ellos.
El único defecto de su carácter -si es que podría llamársele defecto- era que, en caso de estar molesto o afligido, nunca nos confiaba la razón de ello, no nos abría su corazón ni nos decía lo que
estaba pensando. Tampoco nos permitía saber que estaba sufriendo, y si se enfermaba, sufría calladamente.
La casa de té de Sheriar estaba en Quarter Gate, un sector de
Poona donde la familia vivió un tiempo. Residieron dos años
en habitaciones alquiladas en Bhagwandas Chowl, aunque no
habían vendido la Casa Bhopla, y después se volvieron a mudar
allí. En ese tiempo, un día Merwan estaba caminando por la calle hacia un campo cercano. De pronto, una manada de grandes
búfalos de agua llegó en estampida por la calle en su dirección.
Shireen le previno a los gritos, pensando que su hijo iba a morir
aplastado. Los búfalos embestían directamente contra él, pero
sucedió algo sumamente milagroso. Algunos espectadores circunstanciales dijeron que, en el momento en el que el niño estaba por ser pisoteado, vieron que se sentó en la calle y que los
búfalos simplemente lo esquivaron, corriendo a sus costados.
Otros testigos afirmaron que un búfalo se detuvo en la calle y permaneció inmóvil sobre el niño, protegiéndole del resto
que corría en estampida. Otros dijeron que, en un momento, le
vieron pisoteado por los búfalos, pero en el momento siguiente, observaron que estaba parado, sano y salvo, del otro lado de
la calle cuando aquella manada embistió. Cualquiera que sea el
relato verdadero, todos quedaron estupefactos por el modo milagroso con que Merwan escapó de la muerte.
Sheriar y Shireenmai estaban destinados a tener nueve hijos: siete varones y dos mujeres. De éstos, tres murieron siendo
niños: un hijo, de nombre Shirmund, a los siete meses; otro hijo, llamado Jehangir, a los dos años; y una hija, llamada Freiny,
víctima de la peste, en 1902, cuando era una niña.68 Sin embargo, poco tiempo después de morir Freiny, el pesar de la familia
menguó con el nacimiento de un nuevo hermano, Jal, el 15 de
septiembre de 1902.
También en septiembre de 1902, a los ocho años de edad,
Merwan fue admitido en la Escuela zoroastriana Sardar Khan
Dastur Noshirwan, en la zona del Campamento, en Poona.
Aunque en la escuela Padamji, la enseñanza de niños y niñas
era por separado, en esta escuela las clases eran mixtas. Ésta fue
la primera experiencia de educación mixta de Merwan, y a él
no le gustó. El primer día de clase, cuando volvió a su casa para
almorzar, se negó a regresar al aula por la tarde. A pesar de los
ruegos de su madre, no dio a conocer la razón de su actitud.
Después, ese mismo día, cuando Jamshed volvió a su casa,
contó a Shireen que Merwan no quería ir a la escuela porque
en la clase había niñas presentes. Shireen lo habló con él, pero
no la escuchó.
Esa noche, cuando Sheriar regresó, también hizo entender a
Merwan que debía volver a la escuela. Sus argumentos con su
hijo fueron estos “Si ahora no vas a la escuela, pasarán años en
vano sin que aprendas... Si no te gusta estar acompañado de ni68 Vale la pena señalar que las últimas palabras que Frieny dijo a su madre fueron estas:
“Tengo que irme... ¡Ha venido el bello caballo blanco!” Las palabras de la hermana de Merwan son
particularmente significativas cuando consideramos que los vedantistas afirman que, durante este
ciclo temporal, al Avatar se lo conocerá como Kalki, o sea, el Avatar del Caballo Blanco.
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ñas, simplemente puedes evitar su trato, pero tienes que ir a la
escuela”. Así fue cómo, al día siguiente, Merwan volvió a clase.
Él era muy tímido frente a las niñas. Si surgía una ocasión
en la que tenía que hablar con una niña, él miraba fijamente el
suelo mientras conversaba con ella. Por lo general, eludía tomar
contacto con ellas.
Merwan se concentraba en sus estudios, y se interesaba muchísimo en los juegos y deportes de la escuela. Era un buen atleta y le gustaba especialmente el críquet. Se esforzaba al máximo en cualquier juego o deporte en el que participara. Era
también un corredor veloz. Aunque no era el más inteligente de
su clase, impresionaba a sus maestros con su conducta moral, y
por su ejemplaridad en este aspecto la directora y los padres de
Merwan solían elogiarlo.
Una vez, después de almorzar, Merwan regresó a la escuela
antes de la hora. Faltaba mucho tiempo para que se reanudaran las clases y, por ese motivo, se fue caminando hasta un lugar solitario y se puso a observar los alrededores. Una niña que
buscaba a su amiga pasó por ahí y, pidiéndole ayuda a Merwan,
le tomó de la mano. Él estaba distraído en otras cosas, y esa súbita aparición lo sobresaltó. Trató de retirar su mano, pero la
niña se la sostenía apretándola. Al ver que ella no le dejaría ir,
Merwan la empujó suavemente, y ella trastabilló y se cayó. La
pequeña niña corrió llorando a contar lo ocurrido a una maestra, quien castigó a Merwan. Soportó los golpes sin decir una
palabra. Además, se acercó voluntariamente a esa niña y se disculpó por haberla empujado.
La directora de la escuela Dastur era una señorita europea
llamada E. Chatham. Era conmovedor el afecto que sentía por
Merwan, no pasaba un solo día sin que conversara con el niño.
También le invitaba a su casa para cenar, lo cual era algo fuera
de lo común, pues Merwan era muy pequeño. En esa época, en
la escuela de Dastur admitían solamente niños del nivel primario, por lo que un año después Merwan cambió de escuela. En
su último día, la señorita Chatham le abrazó con ternura y le
dijo unas palabras aconsejándolo. Merwan quería muchísimo a
esa maestra, la escuchó con los ojos bajos y derramó lágrimas
cuando se despidieron sabiendo que la extrañaría. Merwan estaba creciendo y empezando a experimentar algunas cosas displacenteras de la vida.
El 31 de agosto de 1903, a los nueve años de edad, Merwan
ingresó en el Poona Camp Government English School. Asistió
a esta escuela durante los cinco años siguientes. Era un bello edificio ubicado cerca de los Almacenes Farmacéuticos de
Poona, en la calle principal. Era una vieja escuela, sólo para varones, construida por los británicos para las familias más ricas
de Poona y Bombay. Allí Merwan se encontró con estudiantes
mayores que él y fue el favorito de muchos de ellos. Su naturaleza interior se reflejaba con una actitud simpática y servicial.
Sus compañeros le querían muchísimo y le consideraban su líder natural. Sentían tanta predilección por Merwan, que siempre que tenían ocasión para ello, muchos ansiaban estar sentados, comer y jugar con él.
Por ser tan popular, algunos jovencitos sintieron celos y, por
envidia, formaron una pandilla contra Merwan y sus compañeros. Sin embargo, él no hacía caso de la hostilidad de ellos, creyendo que los enemigos de hoy eran los amigos de mañana, y
no reaccionó ante su antagonismo.
Esta pandilla la dirigía Hormazd Jehangir Irani, hermano
mayor de Baily, este último, amigo de Merwan. Homi, como le
llamaban, era violento y desagradable, y se desvivía por acosar
a Merwan. Una vez, mientras jugaban al hockey en la escuela,
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el equipo de Merwan derrotó al de Homi, quien con el palo golpeó deliberadamente a Merwan en la canilla. La pierna le dolía
muchísimo, y en caso de haber sido otro, habría caído al suelo
gritando. Sin embargo, Merwan no sólo recibió el golpe sin una
queja, sino que tampoco se lo devolvió. Homi quedó profundamente impresionado, y aunque externamente siguió siendo
enemigo de Merwan, interiormente empezó a respetarlo.
Merwan se destacó en atletismo en la escuela. Cuando ganaba premios en diferentes juegos, los compartía siempre con sus
amigos y compañeros de equipo. Era un niño disciplinado, se
fijaba horas para estudiar, leer y jugar, y raras veces no las cumplía. Se levantaba temprano y, después de higienizarse, rezaba
en voz alta con una voz melodiosa. Merwan estaba dotado de
una voz exquisita para el canto. Los vecinos también se levantaban sólo para oírle cantar. Se dijo que cuando cantaba, parecía
como si estuvieran fluyendo “las ondulantes aguas de un río de
poesía”. El canto del niño y la claridad de sus notas conmovían
a todos los corazones que tenían la suerte de escucharle.
Después de las oraciones, el niño desayunaba e iba a la escuela. Fue muy piadoso desde su niñez. Igual que todos los fieles zoroastrianos, asistía al Parsi Agyari (el Templo de Fuego)
con sus padres, y los sacerdotes estaban impresionados por su
devoción. Junto con su hermano mayor, Jamshed, el naojote (la
ceremonia del cordón sagrado) se celebró ante una concurrencia
de muy respetados zoroastrianos de Poona cuando él tenía diez
años de edad. Pero la atmósfera ceremonial del Templo de Fuego
no atrajo al niño, y solía hojear rápidamente las páginas del devocionario, con la esperanza de que el oficio terminara pronto.
Sin embargo, aparentemente, Merwan entendía de manera
innata la verdadera espiritualidad, como lo comprueban estas palabras dichas a sus amigos cuando él tenía solamente
doce años de edad:
Cada alma vive en el mundo solamente por breve tiempo, y
cuando es nuestra hora de abandonar este mundo, nos vamos con
las manos vacías. No sabemos en lo más mínimo en qué momento nos marcharemos de esta caravana serai (posada de caravanas);
pero tarde o temprano, tenemos que irnos, abandonando todo lo
que nos es querido.
A pesar de saber esto, es una necedad total apegarse a este
mundo y sus bienes materiales, y retenerlos a toda costa.
Debemos comportarnos bien en nuestra existencia efímera y
momentánea, y esto lo podemos hacer siguiendo las enseñanzas
de nuestro Profeta Zaratustra. Si cumplimos estrictamente los preceptos de nuestra religión -buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras- nuestra vida será exitosa. Y al liberarnos de
los afanes de esta vida, disfrutaremos una existencia enteramente
diferente.
Merwan luego compuso estas líneas:
Este mundo es efímero, el alma es eterna,
Aquel mundo es eterno, el alma es inmortal.
Su movimiento es indestructible, su amor incomparable,
¡Oh peregrino, extiende tus pies por este sendero sagrado!
Haz lo máximo para realizar la Eternidad,
Y entonces serás feliz en ambos mundos.
El niño amaba a sus padres profundamente, y le interesaban
especialmente las pasadas aventuras de su padre como derviche.
Sheriar había sabido, desde que nació Merwan, que era el hijo de
quien la voz divina había estado hablando, y esperaba pacientemente poder ver cómo se desarrollaba su destino. Merwan era
obediente con sus padres, y cumplía concienzudamente los consejos que le daban. Sin embargo, si por alguna razón hacía caso
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omiso de sus consejos, de inmediato les pedía que lo perdonaran; y hasta que no lo hicieran, él no se sentía tranquilo.
Desde sus primeros años, se acercaba cada mañana a sus padres y se prosternaba reverentemente hasta tocar los pies de su
madre y después los de su padre en señal de respeto. Hacía lo
mismo todas las noches, antes de irse a dormir. Aun cuando se levantaba antes que sus padres, se acercaba al lecho de ellos mientras dormían, y les tocaba los pies, sin perturbar jamás su sueño.
Consideraba que este acto de respeto era un deber sagrado.
Merwan era sumamente amoroso y obediente con sus padres,
y “Babo” y “Memo” -como él siempre los llamó- se sentían felices
y obraban de igual modo con Merwan. En realidad, querían a su
“Merog” más que a sus otros hijos, y no ocultaban este hecho.
Sheriar amaba muy profundamente a Merwan, pues sus pasadas experiencias místicas le habían convencido de la espiritualidad de su hijo. A veces, cuando los allegados le abordaban
preguntándole por el futuro de su hijo, les decía “Creo que mi
hijo pertenece a Dios, por lo que su futuro debe estar en manos de Dios. Dios revelará el futuro de mi hijo”. Por supuesto,
los amigos de Sheriar conocían su pasado derviche y no le contestaban, aunque quizá no lo entendieran. Shireen no pensaba
igual acerca del futuro de Merwan sino de un modo más normal: quería para él una buena profesión, una esposa e hijos.
El joven era apacible, pero franco. Jamás engañaba ni mentía a
nadie. Evitaba hablar si decía la verdad y hería los sentimientos
de los demás. No era agresivo, y no insultaba a nadie, aunque le
provocaran. Tenía una característica singular: se guardaba para sí
mismo su sufrimiento, sin compartirlo siquiera con sus padres.
Cada acto de Merwan sonó y resonó imperceptiblemente,
desde su niñez, con las notas del Canto Divino. Su modo de
andar, rápido y airoso (como el de un ciervo) era en sí mismo
un ritmo retumbante, una seductora danza con el rápido pulso
del espíritu. Como niño, él resonaba y amplificaba el Canto en
cualquier cosa que hiciera. La alegre camaradería de Merwan
era un deleite que se esparcía en cada instante, disipando cualquier tristeza que los demás sintieran.
Quienes le veían y conocían, lo denominaban así: “un buen
estudiante... un buen deportista... un hijo respetuoso... un hijo
modelo... un cantor excelente... un alto idealista... generoso con
los pobres... compasivo con los oprimidos... un moralista... un
purista... un amante de la poesía... talentoso... pragmático” y, sobre todo, “compasivo”. Muchos le admiraban, pero la principal
razón de que atrajera a cada uno -que nadie conocía, salvo su
padre- era el acto del sonido divino del Canto que subrayaba
todo lo que este joven persa hacía.
Merwan fue muy diferente de los demás desde que nació.
Ante la mirada del mundo parecía normal, pero quienquiera
que le conociera, percibía una luminosidad que no era de este
mundo. Por este motivo, ¿quién podría considerarlo un ser normal? Su perfección iluminaba, pero él no lo sabía aún.
Uno de los más íntimos amigos de Merwan fue Baily cuyo
hermano mayor, Homi, aprovechaba cada oportunidad para
fastidiar u hostilizar a Merwan. Por consiguiente, Homi y Baily
solían pelear; este último, igual que su hermano, tenía un carácter turbulento.
A veces, para defender su amistad con Merwan, Baily injuriaba a los otros de palabra o de hecho, pero si ellos se quejaban
con Merwan, Baily se ponía furioso porque no podía soportar
que Merwan, su mejor amigo, le reprendiera. Sin embargo, si los
demás criticaban a Baily por sus defectos, no les prestaba atención. El mismo Baily se preguntaba por qué se sometía tanto a
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Merwan, más como un sirviente que como un amigo leal. Esto
le molestaba y, en ocasiones decidía que encararía a Merwan
sobre este asunto, pero tan pronto se hallaba frente a este último, su resolución se esfumaba.
A la madre de Merwan no le gustaba Baily, pensando que él
era una mala influencia. Regañaba a Merwan diciéndole “Ese
chico no es bueno. Cuánto antes dejes de estar con él, mejor será. ¡Deja de verle! No lo quiero en esta casa”. En este caso, a
Merwan no le importaba lo que su madre le decía y soportaba
pacientemente sus duros regaños.
Madre e hijo discutían diariamente porque Merwan y Baily
seguían siendo amigos. Y puesto que las discusiones continuaban, Merwan solía estar en problemas con su madre. Baily nada
sabía de esta situación, hasta que, un día, Jamshed se lo comentó en secreto. Aunque Merwan soportaba los constantes regaños de su madre, Baily no podía soportar ver a su mejor amigo
en malos términos con ella.
Baily se reunió con Merwan y le manifestó su intención
de poner fin a su amistad, pero Merwan se enojó y le dijo “Si
rompes nuestra amistad por esta razón, entonces estarás demostrando que eres débil al hacerlo. Si quieres romper nuestra
amistad, entonces hazlo. No puedo detenerte en lo que piensas
hacer. Pero recuerda que nos despedimos como amigos... Fui tu
amigo y lo seguiré siendo siempre”.
“En el futuro, si alguna vez quieres verme porque tienes necesidad de ello, vendré y nos reuniremos; tan sólo házmelo saber por medio de Jamshed o de cualquier otro”.
Baily le contestó “Está bien de tu parte decir esto, Merwan, pero ¿no comprendes por qué decidí sacrificar nuestra amistad?”
“Por supuesto, comprendo que estás sacrificándote, ¡pero no
tienes idea de qué sacrificio estoy haciendo permitiéndote que
rompas nuestra amistad!”, replicó Merwan. “Quieres salvarme de
las reprimendas de mi madre, pero no te importa cuánto me lastiman tus palabras. Me has herido, rompiste nuestra amistad”.
Ambos amigos se dieron mutuas satisfacciones y se juraron
amistad. Sin embargo, se pusieron de acuerdo en que, para conservar la paz en el hogar, se encontrarían secretamente para no llamar la atención de los “espías” de la madre de Merwan: especialmente, de Jal, hermano menor de Merwan, que era un chismoso.
Durante ese tiempo, la familia de Merwan vivía en el fondo
de la casa de té de Sheriar. Baily se levantaba temprano para llevarle leche a su madre, pero primero se reunía secretamente con
Merwan y después hacía los mandados. Al romper el alba, iba en
su bicicleta hasta la casa de Merwan y hacía sonar la campanilla;
al oírla, Merwan salía enseguida y conversaban tranquilamente. Todos estaban dormidos en la casa, salvo Sheriar que estaba
abriendo su negocio. Sin embargo, Sheriar era tolerante con Baily,
y no hacía comentarios sobre los encuentros de ambos chicos.
Merwan ya estaba levantado cuando Baily llegaba. Era madrugador y estaba entonando sus plegarias persas. Su bella voz
cautivaba a Baily, quien siempre se aseguraba de llegar temprano para poder oírlo cantar.
Una mañana, el Templo parsi del Fuego ofrecía una fiesta a
la comunidad, y a todos los niños zoroastrianos se les permitió salir de la escuela una hora antes para participar. Después
de esa fiesta, pasaría mucho tiempo antes de que se reanudaran las clases. Merwan y sus amigos se pusieron a practicar un
juego rudo en el que un jugador, en el suelo, a quien llamaban
“el cazador”, tenía que perseguir a los demás, que se hallaban
encaramados en la pared que circundaba el templo o trepados
en los árboles de ese lugar. Mientras “el cazador” perseguía a
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uno de los chicos, los otros saltaban de las paredes y los árboles abriéndose paso hacia “la base”; eran varios los niños que se
lastimaban o sufrían torceduras durante ese juego.
Por supuesto, Merwan también jugaba. Estaba sentado en el
borde de la pared, con sus pies colgando hacia dentro del recinto. “El cazador” estaba persiguiendo a uno de los otros chicos
que huían y entonces embistió a Merwan por detrás y lo hizo
caer al suelo. La cabeza de Merwan chocó con una piedra, produciéndosele en la frente una herida de cinco centímetros.
Merwan se puso a llorar, le llevaron deprisa a un consultorio,
pero ninguno de los médicos que atendieron la herida pudo detener la hemorragia, la cual continuó durante tres días, aunque
fue atendido, día y noche, por diferentes facultativos. El tercer
día, un médico aplicó el remedio final, advirtiendo a Sheriar:
“El estado de su hijo es grave; si la hemorragia sigue, habrá que
llevar al chico a un hospital”. Por suerte, la hemorragia cesó después de la tercera noche. El médico se sorprendió y, al día siguiente, le dijo a Sheriar “¡Su hijo nació de nuevo!... No se lo
quise decir, pero yo estaba convencido de que no sobreviviría”.
Después de esto, a Merwan le solía doler la cabeza en el sitio
de la herida y, aunque le quitaron las vendas, siguió quejándose
de cefaleas y debilitamiento de la vista. Shireen tenía miedo de
que, poco a poco él perdiera la vista, y le prohibió leer o escribir. Finalmente, a los tres meses, los dolores de cabeza desaparecieron y, por suerte, la vista de Merwan se normalizó.
Khodu Irani era un amigo de Merwan que también estudiaba en el Poona Camp School. Khodu era un atleta fornido a
quien le gustaba estar con Merwan. Una tarde, este último, su
hermano Jamshed y un grupo de chicos estaban jugando en la
calle, cerca de su casa. Jamshed y Khodu tuvieron un altercado
y terminaron luchando en el suelo. Khodu, quien llevaba las de
ganar y estaba enojado, abofeteó a Jamshed y salió corriendo.
Merwan había hecho todo lo posible para impedir que se trenzaran a golpes, pero Jamshed tenía mal genio y no escuchaba.
Khodu pensó erróneamente que Merwan estaba del lado
de su hermano y, enojado, fue el primero en golpear. Cuando
Khodu escapaba, se dio vuelta para mirar hacia atrás; al ver
esto, Merwan recogió una piedra, la arrojó y golpeó con ella
a Khodu, quien cayó llorando de dolor. Merwan y Jamshed se
alarmaron, este último corrió a la casa para avisar a su madre,
dejando a su hermano para que auxiliara a Khodu. Por suerte,
cuando Merwan le preguntó, Khodu le dijo que la herida no era
grave y que no había que preocuparse de nada. Después, ambos explicaron sus puntos de vista, se estrecharon las manos y
siguieron siendo amigos.
Siempre que había reyertas entre los chicos, Merwan solía
ser quien pacificaba a ambas partes y restablecía un sentimiento de amistad. Hacía esto de tal manera que todos los involucrados olvidaban después sus diferencias.
Otro de los íntimos amigos de Merwan era un chico cristiano, llamado Louis Vagus, quien era un atleta bueno y vigoroso.
Louis tenía mucho afecto a Merwan y al igual que Baily, era
muy leal a él. Louis era valiente, magnánimo, generoso y bondadoso. No le tenía miedo a nadie, ni siquiera a los chicos mayores. Le interesaban poco los estudios, pero debido a que era
inteligente, siempre conseguía pasar de grado. Era muy listo y
chistoso, y se divertía mucho con Merwan.
Un día, dos de los amigos iraníes de Merwan se pelearon.
Este último trató de que cesaran de golpearse, pero ambos estaban tan enojados que no pudo impedir que se dieran puñetazos. Ya estaban peleando cuando llegó Louis, quien les dijo a
los gritos “¿Van a escuchar a Merwan o no? De lo contrario, ¡seré yo quien los haga parar!”
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Ante el reto de Louis, ambos dejaron de pelear aunque todavía estaban enojados. Después, con suavidad, como solamente
él podía hacerlo, Merwan se impuso sobre ambos para que se
perdonaran y fueran otra vez amigos. Los chicos se abrazaron,
y el enojo y el encono de ambos se calmó.
Merwan desarrolló un vasto círculo de amigos y conocidos.
No era elitista ni daba importancia al respeto que le tenían,
aunque los chicos mayores, de las aulas superiores, también le
estimaban. De alguna manera, también le veneraban, por más
que él comprendía, en tan temprana edad, que Dios no aceptaba a una persona egocéntrica. Se decía que Merwan heredó de
su padre el carácter bondadoso. Sheriar era muy estimado como persona y era un comerciante muy íntegro e incuestionablemente honrado.
Durante ese tiempo, hay otro hecho, extraído del diario de
Baily, que pone de manifiesto el carácter de Merwan:
En cierta ocasión la madre de Merwan dijo a Jamshed, su
hermano mayor, que hiciera unas compras en el mercado del
Acantonamiento, y le pidió a Merwan que le acompañara.
Enfrascado en sus estudios, no tenía ganas de ir, pero su hermano insistió tanto que aceptó.
Jamshed era hosco, no tenía ganas de ir de compras y estaba
molesto porque su madre insistía en que hiciera ese mandado.
En el trayecto, Jamshed chocó con un niño musulmán de menor edad y ambos empezaron a discutir acerca de quién tenía
la culpa. Merwan trató de apaciguarlos pero el musulmán, en
el calor del momento, pronunció cierto insulto que hizo enojar
a Jamshed. Sin atender a las consecuencias, abofeteó a ese niño
y estaba a punto de hacerlo de nuevo cuando Merwan intervino
apartando al chico musulmán y recibiendo él mismo el bofetón.
Jamshed se calmó tan pronto su mano tocó la cara de
Merwan, y ambos siguieron caminando hacia el mercado. Una
multitud se había congregado en el camino, presenciando cómo Merwan recibía la bofetada defendiendo al niño más chico.
Merwan poseía esta clase de carácter a los diez años de edad.
Pero el incidente no terminó ahí. Después de que Merwan y
Jamshed regresaran a su casa, el niño musulmán trajo a su madre y a unos pocos vecinos, y quiso hablar con Shireen. La llamó
a los gritos y ella salió deprisa a la calle, seguida por Merwan.
El niño musulmán tenía un moretón en la cara y su madre quería una palabra de disculpa. Cuando le preguntó quién le había golpeado, el chico señaló a Merwan. Este lo aceptó tranquilamente y pidió disculpas en presencia de todos los vecinos y
transeúntes allí reunidos; entonces el niño musulmán y su madre se marcharon satisfechos. Sin embargo, Shireen no creyó
eso y supo, instintivamente, que Merwan había sido el chivo
expiatorio de Jamshed. Después, Shireen reprendió a Jamshed
y le advirtió que dejara de pelear.
Esa acusación no perturbó a Merwan. Por el contrario, su
rostro delataba que aparentemente la disfrutó: sonreía mientras
estaba disculpándose.
Otro amigo de Merwan era Jal Dinsha Nicholson, un estudiante brillante que después fue al colegio con él.69 Ambos se
estimaban muchísimo. Jal era quien accidentalmente había derribado a Merwan de la pared. Cuando Merwan lo vio, después
de recuperarse, estrechó la mano de Jal y le mostró el profundo
corte, indicándole que no era culpable de lo que había sucedido.
Después de su accidente, Merwan no jugó más al “cazador” y,
en cambio, practicó otros deportes. Formó exitosamente un equi69 Finalmente, Jal Nicholson viajó a Inglaterra para proseguir sus estudios universitarios.
Allí falleció trágicamente siendo joven aún.
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po de hockey sobre césped; lo integraban sus amigos y compañeros de clase, y él fue el capitán. Su esperanza era que se formaran
otros equipos y se jugaran partidos. Sin embargo, precisamente
el primer día de práctica, Jal Nicholson golpeó accidentalmente
con el disco la pierna de uno de los chicos, quien cayó al suelo.
Merwan se encargó de llevarlo para que lo atendieran. Sin embargo, ese fue el primer y último día del equipo de hockey.
A pesar de lo ocurrido, Merwan no se desalentó y, a continuación, formó un equipo de fútbol. Le apoyó financieramente
un buen amigo cuyo padre era un importante hombre de negocios. La práctica del fútbol marchó bien durante un tiempo, pero un día, el mismo chico que había resultado lesionado en una
pierna, fue persuadido por Merwan para que jugara de arquero y, durante la práctica, un pelotazo casi le fractura un dedo.
Merwan lo hizo atender por un médico vecino, quien trató la
lesión. Después llevó al chico a la casa, y se disculpó con el hermano mayor de aquél por haberlo persuadido para que jugara.
El equipo de fútbol también se disolvió después de este hecho
y Merwan decidió no formar otros equipos. Aunque se resignó,
no se mostró contrariado; simplemente abandonó ese asunto.
En su juventud, Merwan tenía la costumbre de contemplar las
estrellas y la luna, a veces durante horas, bien avanzada la noche.
En ocasiones, sus amigos le acompañaban, pero se absorbía tanto que aparentemente su ensimismamiento era total y no contestaba a lo que le preguntaban ni participaba de la conversación.
La noche y la madrugada eran las mejores oportunidades para que Baily y Merwan estuvieran juntos, pues, como ya lo dijimos, Baily no era del agrado de Shireen. Baily se sentaba afuera con Merwan y le preguntaba qué veía en el cielo. Merwan a
veces le contestaba “Vi la corte del Emperador Jamshed”. Otras
veces le decía: “Vi el trono del pavo real”. Una vez le comentó “¡Vi el aspecto sin forma de Dios en la forma!” Después de
estos comentarios, solía reír, y Baily se enojaba con lo que él le
contestaba, pensando que Merwan estaba bromeando.
Merwan solía hablar con Baily sobre espíritus y fantasmas;
aparentemente, los muertos lo fascinaban. Le decía a Baily “No
todos los espíritus son malos; en realidad, algunos son muy
buenos. Sin embargo, esos espíritus buenos son pocos, y sólo
los pueden ver quienes acatan estrictamente los preceptos de su
religión. Sólo las personas piadosas ven a estos espíritus”.
Merwan también describía a su amigo lo que Sheriar había
experimentado “Cuando mi padre era chico, cuidaba la Torre
del Silencio, de su pueblo natal, en Irán. Babo me dijo que solía
ver muchos espíritus mientras cuidaba a los difuntos. Su presencia era algo que mi padre veía corrientemente, no les tenía
miedo y nunca le hicieron daño... Me contó que la apariencia
de los espíritus buenos es como la de los seres humanos y que
los malos también son como los humanos, pero que tienen los
pies al revés, con los tobillos delante de sus piernas y dedos de
los pies hacia atrás. Babo también me contó que, por la noche,
las almas y los espíritus de los difuntos celebraban reuniones
en la Torre del Silencio”.
Un día, cuando Merwan tenía doce años de edad, ansioso por
observar una sesión de espíritus y comprobar que lo que le contaba su padre era verdad, propuso a su amigo visitar la Torre
del Silencio de Poona por la noche. La idea de Merwan emocionó a Baily, pues él también era curioso y le fascinaban los espíritus. Asimismo, consideraba que los difuntos no le intimidaban.
Baily sugirió que eligieran una noche de luna llena, pero
Merwan discrepó, argumentando que era mejor una noche oscura. Fijaron una fecha y Merwan dijo “Baily, quiero que me
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prometas que harás lo que te diga. No quiero ninguna de tus
temeridades”. Baily se lo prometió, y una noche sin luna salieron furtivamente de sus casas y se encaminaron en la oscuridad hacia el sitio del último reposo de los zoroastrianos.
La Torre del Silencio estaba situada sobre una colina lejos del
ajetreo de la ciudad. Su aspecto era fantasmal y lúgubre incluso
durante el día. Los muros de piedra estaban circundados por
un bosque. Era cerca de la medianoche cuando llegaron al perímetro de la Torre, pero Merwan no daba muestras de temor.
Antes de entrar, Merwan dijo “Baily, debo volver a insistir que
me prometas que ante cualquier cosa que ocurra no debemos
separarnos. Tenemos que guardar silencio mientras subimos los
escalones de la torre. Y no debemos regresar a casa sin tributar
nuestra reverencia a la torre misma” Baily volvió a prometerlo.
Merwan continuó diciendo “Quiero que me prometas que
cualquiera que sea el espíritu que veamos, nos quedaremos en
silencio para no llamarle la atención. Cuando subamos los escalones, reza durante todo el trayecto”.
Si bien sólo sabía dos o tres plegarias breves de las escrituras Avesta, Baily estuvo de acuerdo aunque empezaba a titubear. Pero Merwan le recordó su promesa y se pusieron en
marcha hacia la torre.
En el instante en el que la vieron, Merwan se arrodilló y ofreció su plegaria, poniendo su cabeza en el suelo. Permaneció así
un buen rato, y Baily le imitó. Los cuidadores del lugar se habían
ido; los chicos no vieron a nadie alrededor. No oyeron voces, pero, en la distancia, había ladridos de perros y zorros, y cerca, el
revoloteo de las alas de los buitres. Lenta pero efectivamente, el
temible silencio y la solemnidad del lugar tuvieron efecto sobre
Baily. Los escalofríos subían y bajaban por su columna vertebral, e imploró a Merwan que regresaran a sus casas.
“¿Qué sucede? ¿Por qué deberíamos regresar?”, replicó Merwan. “Hemos venido hasta aquí. Veamos qué hay
en este lugar”.
“Pero estoy empezando a sentir que tal vez ésta no fue una
buena idea...”, dijo Baily con voz temblorosa.
Merwan se fastidió y le replicó “¡Sé un hombre! Vamos, yo te
guiaré. Quédate muy cerca de mí, no hay nada que temer”.
Siguieron avanzando y llegaron a la puerta de la torre, por
la que llevaban los cadáveres. A nadie se permitía entrar allí,
con excepción de los sacerdotes zoroastrianos. Merwan volvió a
prosternarse y tributó su reverencia. Baily hizo lo mismo pero,
al ponerse de pie, quedó aterrado al ver un espíritu delgado, alto
y anciano, vestido de blanco, y de larga barba blanca. El espíritu
extendió ambas manos como advirtiéndoles que se detuvieran.
Baily estaba tan aterrorizado que cerró fuertemente los ojos
y empezó a transpirar, sintiendo que sus rodillas se debilitaban. Al ver que Merwan avanzaba hacia la puerta, no pudo reprimir su miedo más tiempo y gritó: “¡Merwan, Merwan!”, con
la esperanza de detenerlo.
Sin embargo, Merwan siguió caminando como llevado por
alguna fuerza. Baily estaba tan aterrado que no podía darse
vuelta y, por ese motivo, corrió hacia su amigo, asió su chaqueta
y le rogó que se marcharan. Merwan se detuvo y Baily volvió a
suplicarle: “¡No avancemos más!”
Pero Merwan era obstinado: “¡No! Sigamos”.
Baily dijo con débil voz “Puede suceder cualquier cosa,
Merwan; no estoy preparado para dar otro paso. Tendrás que
regresar conmigo”.
“Pero, ¿por qué?”, le preguntó Merwan. “¿Por qué estás tratando de detenerme?”
Baily sólo pudo decir,“He visto algo...” Y se le pegó la
lengua al paladar.
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“¿Y qué? ¡Por este motivo hemos venido hasta aquí!”, replicó Merwan. “¡Si tienes miedo de ver cosas, detente ya mismo!
Yo seguiré solo”.
Baily gritó: “Si te sucede algo, no puedo asumir la responsabilidad ante tus padres”.
“Mis padres no me pusieron bajo tu cuidado”, le contestó
Merwan. “Además, ellos no saben que yo vine aquí contigo. Por
eso, ¿cómo pueden hacerte responsable?... No te preocupes, ¡vamos! Aunque yo muera, arréglate solo”.
Baily le rogó: “Merwan, mi querido amigo, ¡ten piedad!
Puedes regresar en cualquier momento que gustes... No seas
tan testarudo... Ven tú solo la próxima vez. Pero por favor, hazlo
por mí, ¡salgamos de aquí!”
Esto ablandó el corazón de Merwan, aceptó marcharse y tributó otra vez su reverencia a los difuntos mientras Baily hacía
lo mismo. Al salir silenciosamente, Baily echó una mirada hacia el sitio en el que había visto al espectro, y se alegró porque
había desaparecido.
Finalmente, descendieron los escalones y Baily dio gracias a
Dios. Cerca de la ciudad suspiró aliviado, pero enseguida hizo
una observación con un dejo de valentía.
Entonces Merwan empezó a tomarle el pelo “¿Así que mi valiente camarada ya sabe qué son los seres del submundo?”
“Di lo que gustes”, replicó Baily, “pero si hubieras estado solo y hubieras tenido la experiencia que yo tuve, no puedo decir
cuál habría sido tu estado. Hasta cierto punto, fui capaz de soportar esa visión, pero dudo que hubieras podido resistirla”.
“¿Qué dijiste?”, replicó Merwan. “¿Qué más pude haber visto, excepto un viejo barbudo, vestido de blanco, que custodiaba
la puerta con las manos extendidas?”
“¿Tú también lo viste?”, preguntó Baily, con el corazón palpitante. “¿También tú percibiste el espectro?”
“Creo que sí, Baily, pero ahora no puedo estar seguro...”,
bromeó Merwan.
“Deja de fastidiarme y dime sinceramente si viste a ese espíritu o no”, replicó Baily con enojo.
“Baily, ¡eres torpe de veras! ¿No entiendes que estoy diciendo que vi exactamente lo que tú viste?”
“Y aún así, Merwan, ¿querías continuar, sin tener miedo de
lo que había del otro lado?”, inquirió Baily.
“¿Qué había que temer allí? ¿Había alguien más, salvo ese
espíritu?”, replicó Merwan.
“Quiero saber más acerca del espectro que tú viste. ¿Había
más espíritus?”
“Baily, me desilusionas. Creo que, al perder tu valentía, también
perdiste tu sentido común”, le contestó Merwan, bromeando.
Baily estaba herido en sus sentimientos y Merwan le consoló
diciendo: “Amigo mío, si yo hubiera sentido el mínimo temor,
¿habría estado de acuerdo de ir hasta allá con una oscuridad
total? Si yo hubiera tenido miedo, entonces ¿por qué te habría
hecho prometer todo eso? En ese caso, igual que tú, yo habría
tratado de regresar. Créeme, no fui hasta allá para morir”.
Baily se sintió mejor y preguntó “Muy bien, pero dime de veras ¿cuánto tiempo viste ese espectro?”
“Estuvo ahí sólo unos segundos y después se esfumó”,
replicó Merwan.
Baily volvió a pregunta: “¿Te quedaste mirando al viejo o
miraste a otra parte?”
“No tenía motivos para mirar a otra parte y me quedé mirándolo hasta que desapareció”, replicó Merwan.
Baily insistió para satisfacer su curiosidad: “Pero supón esto:
en caso de que atravesaras esa puerta y el espectro apareciera
de nuevo, ¿serías capaz de soportarlo?”
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“Por supuesto, ¿por qué no?”, replicó Merwan. “No era un
espíritu maligno, por su aspecto pude ver que era un espíritu
piadoso. No estaba ahí para perjudicarnos; por eso ¿qué había
que temer? Ya te conté que mi padre me explicó que esos espíritus no hacen daño sino que, por el contrario, protegen. Mi
padre me dijo que, por esa razón es necesario encontrarse con
esos espíritus para obtener su favor”.
“¿Con qué finalidad?”, preguntó Baily.
“Beneficiarse espiritualmente”, replicó Merwan.
Esto convenció a Baily de que su amigo era valiente y le expresó su respeto. Después le preguntó “Merwan, por favor, no digas
a nuestros amigos que me asusté, porque quedaré muy mal”.
Merwan le contestó “Muy bien, no lo diré mientras seas
franco conmigo”.
Un reloj cercano dio las dos cuando los chicos se separaron; habían pasado unas tres horas deambulando por la noche.
Aunque esta fue la primera y última visita de Baily a la torre de
noche, después averiguó que Merwan la había estado visitando
con frecuencia antes del hecho narrado.
Como si lo atrajera una extraña fuerza, Merwan solía ir a la
Torre del Silencio de las diez a las doce de la noche. Después de
la experiencia con Baily, continuó yendo allí solo para quedarse sentado durante varias horas. Se dice que vio a muchos otros
espíritus “buenos” y “piadosos”, recogiendo así experiencias
parecidas a las de su padre. A Merwan le habían atraído siempre los sitios solitarios y obtenía una paz tan profunda de esas
horas en soledad que, a veces, cantaba jubilosamente para sí.
Faredoon, el tío de Merwan, era candoroso -inocente como
una criatura- y Merwan lo quería entrañablemente. Durante
sus vacaciones, Merwan solía ir a Lonavla para quedarse con
su tío y con su tía materna Dowla, al igual que con su hermano
Jamshed. Una noche, mientras Merwan estaba visitando a sus
parientes en Lonavla, Faredoon se levantó en medio de la noche
para orinar. Momentos más tarde, Merwan también se despertó con el mismo propósito. Ambos salieron a orinar pero ninguno de ellos vio al otro debido a la gran oscuridad. Cuando
Faredoon estaba afuera con sus pantalones desabrochados vio
la sombra de una figura que salía de la casa. Él no sabía que era
Merwan y sintió miedo al pensar que se trataba de un intruso,
por lo que llamó a su esposa Dowla para que saliera. Sin saber
que su tío estaba afuera, Merwan pensó que aquello que estaba
escuchando podía ser un espíritu o un ladrón, por lo que también llamó a su tía Dowla, aunque él no se sentía atemorizado.
Los gritos la despertaron y trayendo una linterna, encontró a
Faredoon y Merwan en lados opuestos del patio. Ante tal situación embarazosa, se echaron a reír y este incidente fue narrado
como algo muy divertido.
Dowla y Faredoon eran dueños de un exitoso restaurante en
la ciudad. Se sabía que cada vez que Merwan visitaba el restaurante, un ebrio de Dios (mast-Allah) y un santo (wali-Allah),
concurrían al local. El mast harapiento se quedaba sentado afuera, mientras el wali bien arreglado entraba. Ambas almas avanzadas eran veneradas por el pueblo y vivían en las afueras de la
ciudad, abandonando raras veces su asiento espiritual. Pero tan
pronto Merwan llegaba a Lonavla, ambos aparecían en el restaurante y se quedaban todo el día desde la mañana hasta la noche.
La gente del lugar trataba de ofrecerles al mast y al wali té
o comida, pero ellos no aceptaban nada que no proviniera del
joven. Merwan solía dar té al wali y un pan al mast. El día que
Merwan regresaba a Poona, ambos personajes espirituales dejaban de concurrir al restaurante, lo cual despertaba gran curiosidad entre los observadores del pueblo.
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Uno de los clientes habituales del restaurante era todo un
personaje; se trataba de un musulmán jorobado que era un
soberbio narrador de cuentos. La clientela solía instarlo a que
contara sus relatos de aventuras y fantasías, escuchando cautivada, hasta bien entrada la noche, mientras lo convidaban
con té y cigarrillos. A menudo, un solo cuento duraba toda
una semana. A Merwan lo fascinaba ese extraño jorobado y
escuchaba siempre sus cuentos.
A Merwan le encantaba incursionar en el bosque tupido de
las colinas que rodeaba Lonavla; habitualmente lo hacía solo. A
veces visitaba Bombay con sus primos, y una parte de sus vacaciones la pasaba con Banu, su otra tía materna y su familia.
Esta última administraba en Bombay varias prósperas casas de
té; vivían en una casa grande y espaciosa, en la que los chicos
jugaban. En Bombay vivían también miembros de la familia de
Khodadad, hermano de Sheriar, a quienes Merwan también visitaba. Allí se hizo amigo de Shah, el hijo de Khodadad.
Tiempo después, Dowla, Faredoon y Jamshed se mudaron
nuevamente a Poona por los estudios de Jamshed. Abrieron
allí otro restaurante. Aunque Jamshed había vivido separado
de sus padres durante algunos años, siempre tuvo mucho cariño por su hermano menor, a quien también llamaba “Merog”.
Desde que eran bebés, ambos hermanos se criaron como si fueran gemelos. Por ejemplo, siempre que Jamshed cumplía años,
Dowla insistía en que Merwan recibiera un regalo idéntico (por
ejemplo, un juego idéntico de ropa), de modo que, siempre que
compraban un juguete nuevo o un regalo para uno, el otro hermano también recibía lo mismo.
Una vez, en la temporada de remontar los barriletes en
Poona, Merwan, Jamshed y otros amigos fueron a mirar el es-
pectáculo de decenas de barriletes que volaban sobre un campo
cercano. Recubrían con vidrio molido las cuerdas de los barriletes, y cuando los remontaban entrecruzándose en el aire, una
cuerda cortaba la cuerda del otro barrilete. El barrilete que caía
pertenecía al chico que lo recogía. En el momento en el que un
barrilete estaba cayendo, los chicos se arremolinaban emocionados y corrían hacia él.
Ese día en especial, se habían reunido muchos chicos, que
contemplaban atentamente la competencia, esperando ansiosamente la caída precipitada de un barrilete. De pronto se cortó la
cuerda de uno y empezó a caer en espiral desde lo alto. Merwan
y sus amigos corrieron para apoderarse de él junto con otros niños. Pero en medio de ese revuelo, Merwan, quien iba primero,
se detuvo de repente y preguntó “¿Dónde está mi hermano?”
Los chicos replicaron “¡Oh, está detrás, en alguna parte!
¡Vamos, Merwan, vamos!”
Preocupado, Merwan imploró nuevamente “¿Dónde está
mi hermano?” Pero no vio a Jamshed en ninguna parte del
extenso campo. Merwan dijo “Debemos regresar para encontrar a mi hermano”. Los otros estuvieron de acuerdo y volvieron sobre sus pasos.
Cuando corrían, Jamshed había tropezado y caído en una
alcantarilla destapada, aferrándose del borde, pero estaba tan
asustado que ni siquiera pudo gritar pidiendo auxilio. Cuando
Merwan y sus amigos encontraron a Jamshed, pudieron sacarlo del foso. Por suerte, llegaron a tiempo pues la municipalidad
estaba a punto de hacer correr un torrente de agua por la alcantarilla y Jamshed se hubiera ahogado.
Las aguas servidas arruinaron la ropa de Jamshed, quien llegó hediondo y empapado a su casa. Al verle, Shireen le regañó
severamente. Jamshed se puso a llorar, lo que alteró aún más a
Shireen, quien lo hizo quedar afuera, no permitiéndole que en103
trara en la casa, durante la cena, sucio como estaba. Merwan,
compungido por su hermano, salió sin ser notado llevando varios baldes de agua, y lavó a Jamshed y su ropa.
Aunque Jamshed y Merwan se querían, igual que la mayoría de los hermanos también solían reñir. Jamshed era irascible y precipitado por naturaleza; Merwan no era agresivo y raras veces demostraba su enojo. Los dos jovencitos discrepaban
frecuentemente y a veces, Merwan incluso era castigado por
las diabluras de su hermano mayor. Dowla le perdonaba todo
y había mimado y malcriado a Jamshed. Merwan había sido
consentido por Shireen, pero no actuaba como un malcriado.
Jamshed era mordaz y perdía el control cuando se enojaba, entonces Merwan no decía una sola palabra y lo ignoraba. La indiferencia de Merwan enfurecía aún más a Jamshed y su enojo
era aún mayor. Jamshed tenía miedo de que su madre lo reprendiera y castigara, lo cual ocurría con frecuencia y por eso
el hermano mayor desistía de fastidiar a su hermano menor si
Shireen estaba en casa.
El 20 de junio de 1908 nació otro hermano, Beheram, cuando
Merwan tenía catorce años de edad. Beheram era amable y se
parecía a Merwan, mientras que su hermano Jal tenía el carácter de Jamshed. Jamshed y Merwan sabían que Jal era “el espía
de mamá” y evitaban meterse en líos cuando él estaba cerca.
El 4 de enero de 1909, Merwan empezó a asistir al colegio católico romano Saint Vincent’s High School de varones (en memoria de San Vicente de Paul, santo francés que trabajó mucho
con los pobres). Ese colegio era considerado el mejor de Poona
en aquella época. Lo dirigían misioneros cristianos y la mayoría de los alumnos pertenecía a las familias más ricas de Poona,
aunque admitían niños de toda casta y fe. La instrucción reli-
giosa no era obligatoria, lo cual no era habitual en un colegio
católico. Sin embargo, había estricta disciplina y cualquier travesura significaba golpes con una caña.
En el Colegio San Vicente, Merwan, a la edad de quince
años, entró en contacto con nuevos maestros y amigos. El colegio empezó poco a poco a gustarle y, tal como ocurriera en
su escuela anterior, fue el predilecto de maestros y compañeros, especialmente de los jóvenes cristianos. El director, un sacerdote alemán llamado Wilhelm Windhausen, notó algo fuera
de lo común o extraordinario en la personalidad del joven. El
Padre Windhausen tenía gran afecto por Merwan, lo cual hizo que otros alumnos le envidiaran. El entrenador de gimnasia
también tenía especial predilección por Merwan y lo preparaba
personalmente en el gimnasio. Aunque Merwan no era alto ni
musculoso, era un corredor ágil y veloz; sus reflejos eran excepcionalmente rápidos.
El colegio tenía un gran patio para atletismo y deportes.
Merwan se destacaba en carrera de larga distancia, salto en alto y otros deportes, en los que también ganó premios. Pero su
juego favorito, durante toda la vida, fue el críquet. En el Colegio
San Vicente integró el equipo de críquet y fue excelente como
wicket-keeper. Asombraba a los espectadores por la destreza
con que atrapaba y lanzaba la pelota, y batió varios récords que
se mantienen hasta hoy.
Una vez, organizaron un partido de críquet entre el fuerte
equipo del New English School y el San Vicente. Consideraban
favorito a la escuela New English, pues durante muchos años
había ganado el trofeo en forma consecutiva. Los integrantes de
ese equipo solían ser más grandes, pero Merwan, aunque más
joven, era el “crack” del San Vicente.
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maron fotografías del equipo ganador con su trofeo, que era un
escudo, todos los chicos insistieron en que Merwan se sentara
junto al premio.
Merwan y sus compañeros de escuela:
De pie: Kadam, Joseph Dias, Isaac Shalom, Mistry, Aga
Chotimiya y Rodrigues.
Sentados en sillas: Robert Noronha, Mickey Nazareth, John
Zuzarte y Jacob Mordical.
Sentados en el piso: Merwan Sheriar Irani, James Vegas y Nadir
Shah.
El Colegio New English abrió el marcador. Entonces, Merwan
sacó del juego a los tres mejores jugadores de los adversarios,
quienes no anotaron más tantos. El equipo del San Vicente no se
mostraba eficiente y sus posibilidades de ganar parecían remotas. Pero Merwan mantuvo su nivel y siguió bateando la pelota
hasta el último saque ganador y el San Vicente ganó el trofeo.
Los espectadores locales estaban contentísimos con la victoria y
el director, los maestros, los alumnos y los padres acudieron en
tropel a felicitar a Merwan por su espléndido juego. Cuando to-
En el Colegio San Vicente, Merwan ocupó los primeros puestos en casi todas las disciplinas. Encabezaba su clase en persa,
idioma al que amaba; le gustaba la historia y la literatura, especialmente la poesía, pero no le importaban mucho la geografía,
las ciencias y su némesis (la matemática), aunque nunca fue reprobado en estas materias.
Una característica notable del joven era que poseía marcada
memoria y jamás olvidaba un hecho, en especial relacionado
con algo que había escuchado o leído. De hecho, le consideraban tan inteligente que algunos pensaban que hacía trampa en
sus exámenes. Nadie captaba que la memoria de Merwan almacenaba todos los hechos y que le era fácil recordarlos durante los exámenes. Un sacerdote que pensó que le estaba haciendo trampa lo castigó con la caña, pero después admitió esto:
“En ti, Merwan, hay algo que es diferente... Hay algo especial.
Perdóname por haberte golpeado”.
“¿Qué hay que perdonar?”, replicó Merwan. “No hay problema. Fue un error. Está perdonado y olvidado”.
A Merwan le apasionaba muchísimo la poesía y pedía a su
padre que le leyera el Divan de Hafiz. El joven recordaba todos
los poemas que Sheriar le leía. En realidad, Merwan nunca leyó
la poesía de Hafiz, sino que sólo escuchó lo que su padre le leía
en el original persa, pero fue capaz de memorizar los poemas y
citar a Hafiz hasta el final de su vida.
Más sorprendente era el hecho de que Merwan recitara versos de poesía que nunca había leído o escuchado, como si él los
hubiera memorizado leyéndolos diariamente. Merwan también
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sabía de memoria los cantos de los Sadgurus hindúes Tukaram
y Swami Ramdas, al igual que todo el Bhagavad Gita y el
Ramayana, aunque no los había leído sino que sólo los había
oído recitar. Merwan era muy afecto a citar al Maestro de los
Derviches Giradores, Jalal-al-din Rumi, aunque tampoco había
leído sus obras.
Merwan leía principalmente libros sobre diversas religiones y espiritualidad. No le gustaban los relatos ni las novelas
románticas y tampoco los leía. Los únicos temas que disfrutaba, además de los religiosos, eran las novelas de detectives de
Sexton Blake y Sherlock Holmes, al igual que los escritos literarios, en Gujarati, de Sohrabji Desai, un erudito de Navsari,
India. Mientras estuvo en el Colegio San Vicente, se interesó por
las obras de Sir Walter Scott, Shakespeare, William Wordsworth
y Percy Bysshe Shelley.
En esos años de estudio, escribió poemas en gujarati, urdu,
hindi y persa. Los temas poéticos eran invariablemente espirituales, haciendo hincapié en la virtud sobre el vicio y las fuerzas del bien sobre el mal. Sus poemas se referían a la mística
taberna sufi, describiendo la locura divina, la embriaguez de
Dios y el anhelo espiritual. A Merwan también le gustaba escribir relatos breves; uno de sus cuentos, en inglés, fue publicado, cuando tenía quince años de edad, en la revista mensual
británica The Union Jack. Aunque era aún un adolescente, poseía una sabiduría extraña y profunda. Merwan escribió versos,
ghazals (poemas persas dedicados a Dios), cantos e himnos con
el seudónimo de Huma70.
Merwan autorizó una vez a Baily a que remitiera uno de sus
ghazals, en urdu, al diario popular en gujarati Sanj Vartman
(Noticias de la Tarde) de Bombay, y lo publicaron con el seudónimo de Huma en la edición del sábado. De ahí en adelante, todos
los días sábado aparecía en el diario una composición de Huma
en gujarati, urdu o persa. Después, el Bombay Samachar, otro
diario en gujarati, también publicó algunos escritos de Huma.
Cuando las publicaciones cesaron por causas de fuerza mayor, los lectores reclamaron más poemas: fue un tributo a la
conmovedora capacidad poética de Merwan. La popularidad
de sus entregas puede medirse por el hecho de que una vez, durante una visita a Bombay, al pasar por el distrito de Kalbadevi,
Baily acertó a oír a unos parsis que, en un local de música, cantaban los ghazals de Merwan en urdu, titulados “¡Dinero... ay,
dinero!” Los jóvenes cantaban esa letra con tanto entusiasmo
mientras bailaban, que algunos peatones se detenían para escuchar. Los escritos de Merwan fueron también elogiados por
varios estudiosos, quienes escribieron cartas a la redacción del
diario apreciando la capacidad de Huma. Esos estudiosos se
hubieran asombrado aún más en caso de haber sabido que el
autor de esos poemas era un adolescente.
A Merwan también le gustaba el teatro y actuaba en obras
del colegio, participando también en las presentaciones de la
Asociación Cristiana de Jóvenes. Desempeñó tan brillantemente sus papeles que varias veces ganó premios por sus actuaciones. En una ocasión, en el Colegio San Vicente, actuó en la obra
titulada “Aquí va ella, allá va ella”; fue muy elogiado y lo ova-
70 Huma es una palabra persa con la que se denomina en la literatura antigua a un ave prodigiosa: se trata del Fénix persa, también llamado “el ave del Paraíso”. La leyenda de Huma se parece a la del Fénix de la mitología egipcia. Según la creencia, supera en vuelo a cualquier pájaro y
el fuego lo consume después de varios miles de años, para renacer de sus cenizas. A diferencia de
los egipcios, los personas creían que ésta ave era macho y hembra y afirmaban que las contrapartes
macho y hembra se unían en un solo cuerpo, compartiendo cada una un ala y una pata, y volando
simultáneamente. Se la describe como misericordiosa; no era predadora, sino que subsistía con la
osamenta de animales muertos. Los persas consideraban auspicioso que la sombra de esa gran ave
se proyectaba sobre una persona; por ejemplo, un hombre llegaría a ser rey en corto tiempo. Por
consiguiente, según la religión zoroastriana, las palabras persas Huma, Homa y Humayan son
nombres de personas, que significan “sacrificio”.
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cionaron de pie. Jamshed también participaba en las obras del
colegio y ambos hermanos solían ensayar juntos.
Una vez Merwan dirigía una obra, y un niño, que no podía
actuar bien, deseaba tener un pequeño papel. Aunque la mayoría del elenco no lo quería en la obra, lo aceptaron porque el padre del chico era Dinshaw Merwan Irani, un hombre importante de la comunidad zoroastriana. Como se los señaló Merwan,
tenían que dejar que el niño participara porque necesitaban el
apoyo de su padre para que la obra fuera bien recibida. Así fue
cómo le dieron al joven un papel menor: tenía que entrar en escena con una daga en la mano, alzarla y gritar en gujarati: “Oh,
Dios, el espíritu de mi padre”.
La noche del estreno, la obra empezó bien hasta que le tocó el turno al niño. Estaba tan nervioso que cuando entró en
escena, le temblaba la daga en la mano y él no estaba en el
sitio que se suponía que debía estar. Cuando alzó la daga y
gritó: “¡Oh, oh!”, aquel pobre niño fue incapaz de recitar el
resto de su guión.
Jamshed se encargaba de subir y bajar el telón. Merwan indicó que lo bajara, y lo hizo rápidamente. Sin embargo, debido
a que aquel chico estaba ubicado donde no debía, la madera de
contrapeso del telón le golpeó en la espalda y el telón se le cayó
encima. Lo único que quedó asomándose fue su cabeza. El niño se puso a pedir auxilio a los gritos, Jamshed entró en pánico y empezó a tironear al chico de las piernas, pero no lo pudo
mover porque el telón era demasiado pesado. Al final, Merwan
se apresuró a levantar la madera, y arrastraron al asustado joven hasta ponerlo entre bastidores. Para entonces, el público
estalló en carcajadas: lo que parecía ser una tragedia se convirtió en una comedia.
En el Colegio San Vicente, Merwan también escribió un
guión cinematográfico completo, de casi doscientas páginas
en inglés y lo mandó por correo a Universal Film Studios, de
Hollywood, California. Lamentablemente, nadie sabe qué ocurrió con ese guión, pues nunca recibió respuesta alguna de la
empresa cinematográfica estadounidense.
Merwan se mantenía siempre atareado y solía decir: “Nada
es tan malo como el tiempo que no se ocupa”. Era muy dinámico y todo el tiempo estaba dedicado a algo; nunca se le encontraba sin hacer nada. Baily le recuerda en su diario: “Nunca
encontrábamos ocioso a Merwan, sino que siempre estaba enfrascado en sus estudios o leyendo los libros que le gustaban.
Si se cansaba con esto, entonces venía a jugar con nosotros. Era
entusiasta y activo y de un carácter y conducta impecables”.
A sus amigos indolentes Merwan los persuadía para que trabajaran con él en quehaceres que no les gustaban. Al compartir
con ellos su labor, hasta esos pícaros se volvían activos por la
influencia de Merwan. Ninguno de sus amigos se resentía por
este aspecto de su modo de ser, porque Merwan era su líder.
Por ejemplo, a Baily no le interesaban los deportes del colegio, pero Merwan le persuadió para que tomara parte en los
juegos. Durante la competencia deportiva anual, el nombre de
Baily figuró en la lista de atletas aunque nunca se había inscripto. Otro alumno le contó esto a Baily, quien se quejó al director diciéndole que no podía participar porque habían agregado
equivocadamente su nombre a la lista. El Padre Windhausen le
dijo que, puesto que su nombre estaba en la lista, tenía que jugar o sería expulsado del colegio. Baily tuvo que competir aunque sus habilidades atléticas eran escasas. Después de esto, averiguó que era Merwan quien había hecho esa triquiñuela.
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Merwan quería cambiar a su amigo Baily, quien era un tanto
perezoso y no prestaba atención a sus estudios. El pícaro no era
popular entre sus compañeros y maestros, debido principalmente a su carácter arrogante. Iniciaron acciones disciplinarias,
pero no tuvieron mucho efecto, por lo que el director informó a
Homi, hermano de Baily, que si su hermano menor no “se enderezaba”, sería expulsado.
Homi sabía que Merwan podría influir sobre su hermano,
por lo que le contó lo de la amenaza del director. Merwan habló enseguida con Baily “El Padre Windhausen le dijo a Homi
que hoy te tomarán examen y, si te reprueban, se verá obligado a hablar con tus padres. El director está amenazando con
expulsarte del colegio”.
Baily le preguntó “Y bien, Merwan, ¿qué debería hacer?”
Merwan le contestó “Debes aprender de memoria un poema
que te mostraré, pues te tomarán examen después del recreo
del mediodía”.
Baily prometió hacerlo. No fue a su casa a almorzar y se
puso a estudiar el poema en un sitio tranquilo del colegio. En
realidad no le importaba tener que abandonar el colegio; lo
que no deseaba era dejar de ver a Merwan. Aprendió de memoria lo que se le pedía para aprobar el examen y el Padre
Windhausen incluso lo ponderó ante Homi, su hermano mayor. El maestro y los condiscípulos de Baily, quienes sabían
que era perezoso, quedaron asombrados por lo que sucedió. A
Baily le permitieron quedarse en el Colegio San Vicente, y él lo
atribuyó al consejo de Merwan.
Merwan escribía frecuentemente poemas y quería que, de todos sus amigos, Baily llegara a ser poeta. Merwan escribía el primer verso, pedía a Baily que escribiera el segundo y éste se esforzaba con gran esmero. En ocasiones, ambos amigos trataban
de componer un ghazal; entonces se encaminaban hacia un sitio
tranquilo y aislado, como por ejemplo, el santuario vecino de un
santo musulmán o la Colina de Parbati, a unos cinco kilómetros.
al sudoeste de la ciudad, y allí trabajaban en esa soledad.
Merwan estaba naturalmente dotado para escribir poemas.
Por su parte, Baily no tenía inspiración y debía esforzarse para
tratar de escribirlos. A veces, Merwan le pedía que escribiera
todo un poema él solo en un tiempo determinado. Baily hacía
todo lo que podía y, cuando lo completaba, Merwan lo examinaba, le señalaba los errores y se los corregía.
En ese tiempo vivía en Poona un célebre astrólogo europeo,
llamado Browne, quien era un conocido de Sheriar. El señor
Browne persuadió a Sheriar que le permitiera predecir el futuro
de su hijo, pues hacía tiempo que éste le había impresionado y
estaba muy interesado en estudiar con más atención la carta astrológica del joven. Merwan no creía en las ciencias ocultas, pero ante la insistencia de su padre, cuando tenía quince años de
edad, un día fueron a visitar al señor Browne. Aquel señor era
también un quiromántico experto y primero quiso leer la palma
de Merwan antes de confeccionar la carta astrológica. La examinó con atención y quedó perplejo. Habitualmente necesitaba
sólo diez minutos para leer la palma de alguien, pero quedó tan
atónito que examinó la de Merwan durante más de una hora,
consultando diversos libros después de estudiar minuciosamente las líneas. Luego le dijo solemnemente a Sheriar “En el futuro,
este jovencito llegará a ser el más grande filósofo de esta Era”.
Sin embargo, la predicción del señor Browne no impresionó
a Merwan ni a su padre. A Merwan no le agradaban las artes
ocultas y se negó a hablar del tema. Con el paso del tiempo, la
familia se olvidó de la predicción del señor Browne.
El esbozo del carácter de Merwan, predicho años después por otro astrólogo, demostró ser exacto como estos
fragmentos lo indican:
108
La Persona nacida bajo los efectos planetarios de esta carta natal será el hacedor de acciones grandes y buenas. El hombre será
activo... Logrará gloria y fama en todo el mundo.
La devoción de la persona es muy profunda e intensa, y llegará
el día en el que se pondrá de manifiesto el renunciamiento a todo
lo de este mundo. Entonces llegará a ser un gran yogui y le aclamarán y reverenciarán como un Gran Ser.
Cualquiera que sea objeto de su mirada o su influencia quedará
cautivado y encantado, pues su fuerte atracción y su personalidad
son maravillosas.
En conclusión, esta alma realizará una gran labor a favor de la
humanidad... ¿Por qué nació? Para llevar a cabo la voluntad y la
obra de Dios en la Tierra. Esta alma ilustre será el instrumento de
salvación de todos los que entren en contacto con él.
Puesto que Merwan había cambiado de colegio, no le era posible ver a sus viejos amigos con tanta frecuencia como le hubiera gustado y por eso creó, para sus amigos, el Cosmopolitan
Club en el primer piso de un edificio cercano a Char Bawdi, el
distrito en el que vivía Hazrat Babajan. Jovencitos de diferentes
religiones se reunían allí, y la cuota de admisión como socio,
se cobraba para pagar el alquiler y otras compras. Designaron
un tesorero y un secretario, y el presidente fue Merwan, quien
controlaba todos los recibos y gastos. Proveían a los socios los
elementos para jugar al ajedrez, a las damas, a los naipes, etcétera, y también eran suscriptores de diarios y revistas inglesas
y otras. Compraban libros sobre temas filosóficos y religiosos,
que estaban a cargo de un bibliotecario designado al efecto.
El Cosmopolitan Club abría de siete a once de la mañana, y
de tres de la tarde a nueve de la noche; contrataron un sereno
para que vigilara cuando estaba cerrado. Merwan redactó las
seis siguientes reglas:
1. Queda prohibido el uso de lenguaje indecente.
2. Quedan prohibidas las bebidas alcohólicas.
3. No se permite el juego de azar en las instalaciones.
4. No se permiten las reyertas.
5. Queda prohibido sentirse superior a otros basándose en la
propia comunidad (cristiana, musulmana, hindú o zoroastriana).
6. Los objetivos de todos los socios son: amar a todos y mantener la unidad y la hermandad.
Merwan estaba atento para asegurarse de que todos los socios respetaran las condiciones con las que se había formado el
club. Se fijaron dos días por semana para que los socios dieran
conferencias sobre temas de interés; en ese tiempo se suspendían todos los juegos. Los intelectuales del club acogían con entusiasmo y disfrutaban mucho las disertaciones.
En cada reunión, el Presidente Merwan abría las sesiones y
presentaba a los nuevos socios. En los días de conferencia se
permitía que quienes no eran socios asistieran como invitados.
Sin embargo, no admitían ni jovencitas ni mujeres. Cada vez
que un nuevo socio se incorporaba al club, tenía que improvisar un discurso y, a veces, los errores que cometía divertían
mucho al público presente. Cuando era el turno de Merwan
para pronunciar un discurso, los jóvenes le escuchaban con
más atención aún.
Había un solo socio europeo del club, que se llamaba Richard
Dique y no hablaba otro idioma que el inglés. Merwan empezó a
darle lecciones de persa para que éste fuera su segundo idioma.
Richard era sincero, bondadoso e inteligente, pero poco después
de incorporarse al club, murió trágicamente en forma repentina.
Mientras existió el Cosmopolitan Club, un joven llamado
Ramnath, quien vivía en el mismo edificio en el que estaba ubi-
109
cado el club, se sintió extremadamente atraído hacia Merwan,
se volvió una obsesión para Ramnath estar siempre en su compañía. Esto lo obsesionó de tal modo que afirmaba que le era
difícil vivir siquiera un solo día sin verlo. Ramnath era un punjabi del norte de la India, cuyos padres habían fallecido y que
era cuidado por su hermano mayor. Era normalmente alegre y
de buen carácter. Tan sólo para ver a Merwan todos los días,
Ramnath se hizo socio del club y entre ambos jóvenes se creó
una estrecha amistad.
Ramnath fue el primer budista del club. Era piadoso y muy
versado en budismo y otras religiones. Estaba repitiendo siempre el nombre de Buda, recordando así a Dios. Se esmeraba
al máximo en cumplir, con fe firme, los preceptos de Buda.
Merwan y Ramnath se hicieron fieles compañeros y salían a un
sitio apartado para meditar juntos sobre Dios. A los dos jóvenes les gustaba ir especialmente a los ghats que eran campos de
cremación hindúes, en los que se quedaban sentados repitiendo
los diferentes nombres de Dios. Los dos solían ir a meditar en
los ghats por la noche y, a veces, se quedaban ahí hasta las diez
de la noche, intercambiando opiniones sobre Dios, la religión y
la espiritualidad. Ramnath sólo vivía para tener esos encuentros con Merwan y le desagradaban los temas mundanos, a los
que consideraba difíciles.
Un día, Ramnath le mostró a Merwan un libro nuevo, que
trataba sobre la vida del Buda Gautama, titulado Buddha
Bhagwan: El Señor Buda. Merwan lo hojeó y encontró el pasaje
en el que el Buda decía: “Cuando yo regrese a la tierra, me llamarán Maitreya: el Misericordioso”.
Merwan sintió instantáneamente que él era el mismísimo
Misericordioso al que ese pasaje se refería. Miró la imagen del
Buda y sintió interiormente: “¡Yo soy el Buda!”
Pero se preguntó: “¿Soy realmente el Buda?”, y su voz interior le aseguró “¡Sí, Merwan, eres tú!”
Una noche, mientras observaban sentados los cadáveres
que se estaban cremando, Merwan le dijo a Ramnath “Amigo
mío, puesto que te interesa tanto el budismo, ¿por qué no vas a
Rangoon y allí estudias más?” Ramnath siempre tomaba a pecho lo que Merwan le aconsejaba, por lo que poco después viajó solo todo el trayecto hasta Rangoon, en Burma, aunque sólo
tenía dieciséis años.
Ramnath enfermó gravemente en Burma, regresó a Poona y
lo internaron en el Hospital Sassoon, en el que Merwan le visitaba todos los días. Ramnath le dijo “Regresé a Poona solamente para verte, Merwan”. Pocos días después, durante una de las
visitas de Merwan, el joven murió con la cabeza en el regazo de
su amigo. Sin saberlo, Ramnath abandonó su cuerpo mortal en
las rodillas de su Señor: el Buda.
Desde niño, Merwan se caracterizó por su ternura y expresó
esta virtud siendo compasivo. Ideó un plan para gastar los ahorros del Cosmopolitan Club ayudando a los pobres de Poona.
Se formó una Comisión de diecisiete chicos, denominada “Los
diecisiete secretos”, quienes administraron esa labor. Los amigos ricos de Merwan también contribuyeron monetariamente
en el club. Establecieron una caja, cuya llave estaba en poder
de Merwan. Si no recibían donaciones, era el mismo Merwan
quien donaba el dinero sacrificando sus propias necesidades o
deseos. De esta manera, la comisión pudo llevar a cabo su labor
de caridad. Gastaron el dinero de manera espontánea para ayudar a algunas familias pobres o a discapacitados y en ocasiones, para llevar al hospital a una persona indigente y enferma.
Cuando las donaciones eran reducidas, Merwan a veces apostaba como un medio para incrementar los fondos de su obra.
110
Solía apostar una pequeña suma en las carreras de caballos del
Club Hípico de Poona. A veces ganaba una gran suma y todo lo
que ganaba lo depositaba en la caja. A Merwan no le interesaba
ni apostar ni las carreras de caballos, pero lo hacía solamente
por motivos puramente filantrópicos.
Hay otro hecho ilustrativo de la bondad y compasión extraordinarias de Merwan en su juventud. Una mañana, él y
Baily cruzaban la calle Sachapir, en la zona del Campamento.
Merwan estaba realizando una diligencia importante y ambos
iban deprisa cuando Merwan acertó a ver a un desamparado
que, gimiendo, yacía en la vereda. La mayoría de los niños hubieran seguido su camino apresurando incluso el paso, pero no
Merwan, quien se detuvo para averiguar quién era ese hombre,
qué médico lo atendía, qué dolencia tenía, etcétera. El hombre
le contó su enfermedad y dijo que estaba tomando medicinas
de un dispensario municipal de caridad. Baily, enojado e impaciente, le recordó a Merwan la diligencia urgente, pero éste desechó las repetidas protestas de Baily de que no se involucrara y
dejara a ese viejo vagabundo tirado donde estaba. Finalmente, impacientado, Baily se marchó, quejándose de que cualquier
ayuda era en vano.
Merwan hizo que a ese hombre lo admitieran en un hospital con intervención de un médico de su familia. El mismo
Merwan le quitó las sucias ropas, le bañó con agua caliente y le
dio ropa nueva. Durante dos meses, hasta que el hombre se curó, Merwan le atendió y se aseguró que tomara las medicinas y
se alimentara regularmente. Cuando el médico lo dio por curado y le permitió dejar el hospital, Merwan le ayudó a encontrar
un lugar decente en el que pudiera quedarse y trabajar, visitándole después ocasionalmente.
Una vez, la comisión de “Los diecisiete secretos” votó que
siempre que el balance fuera inferior a determinada suma, apos-
tarían la mitad de ésta en las carreras de caballos y la próxima
vez la otra mitad si no ganaban. Merwan votó contra este plan,
pero la mayoría lo aprobó y él no pudo impedir que lo ejecutaran, pues él era quien había originado la idea de las apuestas.
Su obra caritativa había tenido éxito durante un tiempo hasta
que un día la comisión se encontró con que quedaba poquísimo
dinero. Sólo cinco de los miembros podían contribuir con algo y
todos se volvieron hacia Merwan en busca de consejo. Los diecisiete jóvenes fueron todos juntos a las carreras y allí Merwan
apostó todo lo que tenían. ¡Perdieron hasta la última rupia! Él
salió sonriente, aunque había perdido en todas las carreras, pero esa fue la última vez que fue al hipódromo a apostar y, de este modo, la obra de ayuda a los pobres también tocó a su fin.
Cuando Merwan tenía dieciséis años de edad tuvo que renunciar como presidente del Cosmopolitan Club porque tenía
que prepararse para su examen de ingreso. Debía concentrarse
en sus estudios y teniendo en cuenta sus otras actividades, le
era imposible seguir siendo presidente. Él había sido la vida del
club y los otros jóvenes se entristecieron al ver que se separaba
de ellos. Poco después, el club se diluyó porque los otros socios
originales también tenían que seguir estudios superiores o dedicarse al comercio después de diplomarse en el Colegio San
Vicente. Aunque el Cosmopolitan Club sólo duró pocos años,
por medio de él Merwan echó los cimientos del idealismo y del
servicio desinteresado entre sus socios.
En diciembre de 1911, Merwan, en la Universidad de Bombay,
aprobó su examen de ingreso. Después se incorporó al aula de
primer año de la Facultad de Deccan, en Poona, para cursar estudios superiores de ciencias interdisciplinarias.
La Facultad era considerada entre las mejores instituciones
universitarias. Tenía también un club náutico, con excelentes
instalaciones deportivas y sus alumnos formaban un conjunto
111
estudiantil de diferentes religiones y comunidades de la zona.
En la Facultad, Merwan pronto reunió un círculo de amigos
predilectos y fue nuevamente el favorito de sus condiscípulos
y profesores. Todos admiraban las dotes de liderazgo de este
joven sorprendente.
Como estudiante universitario, Merwan era excepcionalmente brillante y solía tomar parte en actividades deportivas,
entre las cuales el críquet volvió a ser su favorita. También fue
socio del club náutico universitario y algunas tardes remaba
con sus amigos por el río Mula-Mutha, pasando de esta manera muchas horas placenteras.
Merwan formó, en la Facultad de Deccan, un elenco teatral
que ensayaba en la casa de sus tíos Rustom y Piroja, en la calle Sachapir. Aquella agrupación efectuó dos o tres representaciones en un teatro local y lo que se recaudó fue donado a
obras de caridad.
Merwan y sus amigos a veces asistían a representaciones kirtan, las cuales consistían en cantos hindúes con narraciones sobre
Dios o los gurús y los santos. Gadge Maharaj era un santo hindú
del sexto plano, quien en su juventud deambuló por la India viviendo de limosnas. Después le conocieron como “santo perfecto” porque no sólo enseñó el amor de Dios sino que también sirvió desinteresadamente administrando una colonia de leprosos
en Pandharpar, India. Una vez, Merwan se enteró de que el gran
santo celebraría un kirtan en Poona. Aunque aquel santo humilde vestía harapos, Gadge Maharaj irradiaba amor divino y todos
los que asistieron quedaron profundamente impresionados.
Merwan también siguió escribiendo. Cuando el tiempo se
lo permitía, escribía poemas sobre temas religiosos, y también
versos humorísticos y satíricos para divertir a sus amigos, que
lo disfrutaban cantando. Efectivamente, sus compañeros y ami-
gos solían referirse a él como “el Poeta”, llamándolo el “Poeta
Ideal” o “el Poeta de Harina y Dal”, señalando así a quien es
experto en lo que escribe, capaz de tratar diversos tópicos o temas, y de tomar la pluma para escribir poesías largas o breves.
También se referían a él como “poeta nato” que podía rimar sin
esfuerzo en tres idiomas (gujarati, urdu y persa) sobre los temas más difíciles y diversos. A menudo, por puro placer, componía improvisadamente una rima sobre cualquier tema que
sus amigos le sugerían.
Tras aprobar el primer año, Merwan inició el segundo en la
Facultad de Deccan, en 1912. En esa época, algunos de sus amigos bebían cerveza y a veces él tomaba una o dos, con ellos, pero detestaba la ebriedad. Merwan era un buen compañero y un
amigo divertido que apreciaba un buen chiste; siempre procuraba que quienes le acompañaban estuvieran contentos.
Los profesores de la Facultad admiraban a Merwan y daban
por hecho su éxito en el mundo. Los jóvenes de todas las aulas
le respetaban tanto que le confiaban y confesaban sus debilidades. Algunos compañeros suyos que eran reprobados suplicaban a sus profesores que los aprobaran, principalmente para
poder seguir estando en el aula de Merwan.
Aunque Merwan y Baily habían sido muy buenos amigos
siendo niños, tras una dolorosa disputa, se separaron después
del colegio secundario. Baily era soberbio y arrogante, lo cual
causaba a veces disensiones entre los dos jóvenes. Baily no entró a la Facultad sino que se mudó de Poona a Lonavla, desempeñándose allí como gerente en un comercio.
Pasaron muchos meses antes de que ambos se volvieran a
encontrar. Una espléndida mañana, varias personas que iban
de excursión entraron en el negocio. Venían de Poona de pa112
so hacia Khandala y se detuvieron por casualidad en ese negocio para comprar algunos artículos. Quien encabezaba el grupo
era el ex maestro de Baily en el Colegio San Vicente, el señor
David, quien reconoció a Baily de inmediato, invitándolo a que
integrara la excursión, pero Baily no aceptó porque tenía deberes que cumplir en el negocio. Cuando Baily habló con ellos,
alguien nombró a Merwan. Baily se emocionó de inmediato y
quiso saber cómo le iba a Merwan.
Merwan también había viajado a Lonavla para ver a Jamshed,
quien había regresado para ayudar a sus tíos Dowla y Faredoon
a administrar el restaurante. Si bien Merwan no quería evitar a
Baily, en realidad tampoco lo buscó, pues no quiso recordarle
cuán dolorosamente se habían separado.
Sin embargo, Baily se alegró mucho al saber que Merwan
participaría de esa excursión y, después de cerrar el negocio,
programó encontrarse con el grupo. Para entonces, algunos habían llegado con Merwan al negocio y se encontraron allí con
Baily en la entrada. Entonces, todos salieron hacia Khandala y
pasaron un espléndido día de campo. Merwan y Baily se encontraban después de un año y medio. Aunque Baily quiso
pedir perdón a Merwan, no pudo hacerlo en presencia de los
otros; sin embargo, él y Merwan se miraron sonrientes. Sólo un
compañero del grupo, que era muy amigo de ambos, sabía de
su mutuo desacuerdo. Esa noche, antes de salir de Khandala,
aquel compañero habló ante el grupo “Debo solicitar a nuestro
respetado maestro, el señor David, que use su influencia para
que se reconcilien dos amigos que están entre nosotros y que
estuvieron distanciados durante más de un año. Sería muy conveniente hacerlo en esta feliz circunstancia”.
Todos los demás estaban perplejos pues no sabían de qué
amigos se trataba y quisieron saber más al respecto. Hasta el
señor David ignoraba el asunto y pidió al joven que diera a conocer sus nombres. Baily estaba turbado y confundido, pero el
señor David exclamó después de mirar fijamente a ambos jóvenes: “Merwan no necesita que ejerzan influencia sobre él, pero
si esto le torna más respetable ante ustedes, creo que Merwan
se sacrificaría en todo sentido. Sé que ambos son aún amigos,
aunque no se han visto durante largo tiempo. Sugiero que ambos intercambien sus vasos de cerveza como un gesto de renovada amistad y para mayor contento de nuestro grupo”.
Tan pronto el señor David dejó de hablar, Merwan se puso
de pie y, acercándose a Baily, sonriendo le ofreció un vaso de
cerveza. Baily lo aceptó y cuando trató de expresar su gratitud
ante ese gesto amable, Merwan pronunció el nombre de Dios y
le dijo “¡Da solamente gracias a Dios!”
En medio de expresiones de alegría, el señor David solicitó
que se disculparan y, con esta reconciliación final, emprendieron el regreso. Después de abrazar a Merwan, Baily dejó el grupo en Lonavla, mientras los demás continuaban hacia Poona.
Poco después, Baily regresó a Poona, reanudando su amistad
con Merwan, igual que antes.
113
LA REALIZACIÓN DEL ALMA
DE MERWAN
Merwan después de realizar a Dios
por medio de Babajan
Un día de 1912, mientras Merwan estaba sentado fuera de su
casa, de pronto se abrió su visión interior. Vio muy claramente
la divina refulgencia de Dios y, de inmediato, perdió totalmente la consciencia de su cuerpo. Aunque sus párpados seguían
abiertos, estaba sumido en la dicha divina.
Dowla, la tía de Merwan, caminaba casualmente por ahí y,
al advertir que él estaba sentado en una postura incómoda, le
llamó por su nombre sin que él le contestara ni reconociera su
presencia. Shireen fue informada, quien de inmediato acudió a
él. Sacudiéndolo, le llamaba “¡Merog, Merog!”
Al final, Merwan parpadeó y vio a su madre frente a él; entonces musitó “Memo, por favor... por favor no... no te molestes
por mí”. Él quedó atontado durante algunos minutos antes de
ponerse de pie. Lo único que su madre pensó fue que debía haber sufrido un vértigo.
Después de haber experimentado el estado Noor (la luz de
Dios) Merwan sintió cada vez más un gran apremio interior;
era un fuerte sentimiento de que él iba a ser diferente de los demás hombres. Ese sentimiento de que sería diferente persistió,
aunque no era consciente de su identidad espiritual.
Todos los días, Merwan iba en bicicleta desde su casa a la
Facultad. En la primavera de 1913, se estaba preparando para sus
exámenes finales del segundo año y estudiaba con diligencia en
el Templo zoroastriano del Fuego, llamado Khorshed Vadi, que
después se conoció como el Templo del Gallo. En ese lapso, en
mayo de 1913, ocurrió algo profundo que hizo que todo cambiara para Merwan cuando tenía diecinueve años de edad.
Cuando Merwan iba en su bicicleta hacia la Facultad de
Deccan, vio que había una muchedumbre en el camino de
Malcolm Tank Road, cerca de Char Bawdi. La multitud rodeaba
a una anciana, Hazrat Babajan, que estaba sentada bajo su árbol
114
La familia Irani, fotografiada en Poona, en el año 1913, poco antes de
su primer contacto con Hazrat Babajan.
De izquierda a derecha, de pie, los hermanos Beheram y Jal, y sentados, Merwan, Khodadad (tío de Merwan), el hermano Adi, Shirin y
Jamshed.
neem. Merwan había pasado muchas veces frente a la anciana,
pero aparentemente nunca le había prestado mucha atención,
aunque sabía que la comunidad mahometana local consideraba
que Babajan era una santa.
Los otros religiosos ortodoxos o los de la clase alta raras veces se acercaban a Babajan porque los soldados pathan que la
custodiaban eran poco amistosos, y los mendigos holgazanes
que vivían del dakshina, o del dinero que los devotos le daban,
eran despreciables. Los extranjeros que pasaban por ahí la consideraban loca, bruja o hechicera.
Ese día de mayo, cuando Merwan pasó por ahí, miró casualmente a Babajan quien, en ese preciso instante, le miró, y con
una inclinación de cabeza, le indicó que se acercara. Merwan
no pudo pasarlo por alto; bajó enseguida de su bicicleta y se
acercó a ella caminando. Sus ojos se encontraron y Merwan pudo percibir que la anciana se alegró muchísimo al verle.
Babajan le estaba aguardando ansiosamente y, cuando
Merwan se aproximó a ella, él tuvo la sensación de que sus
ojos le atraían magnéticamente. Entonces Babajan se puso de
pie con los brazos abiertos. La anciana le abrazó con el fervor
de una madre que encuentra a su hijo perdido. Las lágrimas
empezaron a correr por sus arrugadas mejillas, mientras repetía “¡Mera piarra beta... Mera piarra beta!” “¡Mi amado hijo!...
¡Mi amado hijo!”
Nuestra Era había esperado este momento. Finalmente el
amado hijo de Babajan había regresado y las lágrimas de nuestra Era se unieron a las lágrimas de Babajan. En esta muy tocante escena, el eco de su grito amoroso: “Mi Hijo amado”, posteriormente afectaría el más profundo rincón de cada corazón.
Merwan permaneció callado e inmóvil como una estatua
frente a la anciana. Desde el instante en que lo abrazó, él sintió como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo, enviando impulsos desde su cabeza hasta los dedos de sus pies. Es
indescriptible lo que después experimentó: ¡su consciencia individual estaba fundiéndose con el Océano de dicha! Aunque
Merwan estaba deslumbrado por el efecto del esplendoroso
abrazo de Babajan, conservó algo de su consciencia del ambiente circundante y se fue caminando hacia su casa, abandonando
su bicicleta. Aunque en su interior fue afectado profundamente
todo su ser, externamente daba muestras de ser casi normal.
115
Sin embargo, el joven perdió poco a poco su interés por todos sus estudios, y también por participar en deportes o juegos.
Con el paso de las semanas y los meses, prefirió cada vez más
que le dejaran solo. Ya no sentía entusiasmo por nada en la vida, y fracasó en todos los aspectos en los que había sobresalido.
Era incapaz de concentrarse en nada, y de comunicar a su familia, maestros o amigos lo que estaba experimentando.
Su vida estaba totalmente vacía excepto por una sola persona: aquella anciana. Lo único que Merwan hizo regularmente
durante los siete meses siguientes, fue visitar a Babajan todas las
tardes desde ese día de mayo de 1913. Se quedaba sentado durante horas, junto a la anciana, a veces hasta muy entrada la noche.
La atmósfera que circundaba a Babajan hacía difícil creer
que fuera una “santa”. Babajan estaba rodeada de matones: por
soldados pathan (sus guardaespaldas), mendigos parásitos y
hasta ladrones que no vacilaban en robar lo que un devoto depositara ante ella como regalo.
Algunos dicen que el amor es ciego, pero el amor ve más allá
del bien y del mal, y entre Merwan y Babajan se había establecido el vínculo interior del amor divino. De manera que, cada
tarde sin falta, Merwan iba a ver a Babajan. No le importaban
las calumniosas observaciones de la gente que sacudía la cabeza
y murmuraba malignamente: “Que buen chico era Merwan, hijo de padres religiosos y respetables; es un pecado que visite la
guarida de esa bruja”. Calumniaban el buen nombre y el carácter
admirable de Merwan. Pero a él no le importaba porque ¡con el
abrazo de Babajan, su vida empezaba a fundirse en la divinidad!
¡El mundo no tenía nada que ofrecerle
y se estaba volviendo nada para él!
¡Sólo Dios existía y
él estaba cerca de realizarse como Dios!
Babajan y Merwan raramente conversaban cuando se sentaban juntos bajo el árbol. Una noche de enero de 1914, cuando
Merwan estaba por irse, besó las manos de Babajan y ella, a su
vez, sostuvo el rostro de Merwan entre sus manos.
Había llegado el momento. Mientras le tomaba su rostro,
Babajan miró profundamente a los ojos de Merwan con todo su
amor y le besó en la frente. Volviéndose hacia sus adeptos que
estaban cerca, señaló con su meñique al deslumbrado Merwan
y declaró: “Éste es mi amado hijo... Un día sacudirá al mundo, y
beneficiará a toda la humanidad”.
Lo único que Merwan hizo fue quedarse ahí, pues tan pronto Babajan le besó, él quedó obnubilado. Dejó de controlar su
mente. Sin embargo, de alguna manera volvió sobre sus pasos
y se encaminó a su casa. Su mente no tenía idea alguna de lo
que le rodeaba; su cuerpo se estaba moviendo, pero él no sabía
lo que estaba haciendo ni dónde estaba. En ese estado de total
olvido, llegó a su casa alrededor de las once de la noche, se dirigió a su cuarto y se acostó.
Se había levantado el velo mediante una experiencia divina
extraordinaria. A los diez minutos de estar acostado, Merwan
volvió a tener la misma sensación de cuando Babajan le había
abrazado en mayo, ¡pero ahora intensificada miles de veces!
¡Llegó la luz! Tuvo la sensación de que millones de vatios de
corrientes eléctricas pasaban velozmente por su cuerpo, ¡disolviendo su carne y sus huesos! Sintió que no tenía cuerpo, carne ni huesos. Su cuerpo y su mente se disolvieron; era energía:
¡sus venas y arterias se habían transformado en cauces de energía! ¡Su cuerpo se había transformado en luz!
Entonces Merwan se ahogó y tuvo la sensación de que miles de manos lo estaban estrangulando. Su corazón estuvo a
punto de detenerse. En ese momento se aterrorizó y fuerzas de
116
tremendo poder le abrumaron. No pudo respirar; su corazón
se estaba deteniendo. No supo dónde estaba ni pudo sentir su
cuerpo. No podemos imaginarnos cuán aterrado estaba.71
El pavor de Merwan tenía una causa: había perdido totalmente su identidad individual, la identidad de su alma-gota.
Estaba en un punto. Estaba cruzando más allá de su individualidad -su calidad de gota- universalizándose y convirtiéndose
en aquello que existe eternamente desde tiempo inmemorial.
Había alcanzado el Más Allá.
El beso de Babajan había rasgado el velo que los cinco
Maestros Perfectos habían arrojado sobre él. ¡“Merwan” ya no
estaba! Descubrió que era el Ser Infinito: el Océano de Dios.
Había trascendido el punto de la creación. La Infinitud de Dios
había ahogado y absorbido a Merwan. Descubrió que era infinito, más allá de toda la creación. Y cuando fue mas allá dejó de
ser consciente de su humanidad.
El beso de Babajan dio a Merwan la Consciencia Infinita
de que era Dios. Él era ahora Dios: ¡había alcanzado la misma
Consciencia Infinita de Dios! No tenía consciencia del tiempo,
del espacio, de su cuerpo y de su mente. Sólo tenía la experiencia consciente de: “Yo soy Dios... Yo soy Dios... Yo soy Dios”. No
existía nada más.
Merwan quedó en trance, en un éxtasis inexpresable y en
una inefable dicha de haber realizado a Dios. Todas sus experiencias divinas eran completamente internas. Él no emitía sonidos. Un silencio celestial invadía su cuarto. Nadie de su familia supo lo que esa noche le había sucedido.
71 Para entender el temor que Merwan experimentó durante su Realización, piénsese en el
miedo que tiene un hombre que no sabe nadar y teme ahogarse o espera morir. O bien, piénsese en
el terror de quien es asesinado o estrangulado. Aun cuando en comparación con estos casos de temor y terror, hay una enorme diferencia en los que Merwan sintió esa noche. El intelecto es incapaz de captar lo que él sintió y que se relaciona con el vacío del Nirvana o Fana-Fillah, que es un
estado de autoaniquilación y de surgimiento de la consciencia espiritual latente en la Consciencia
Infinita de cada uno.
“¿Dónde está Merog? ¿Dónde está Merog? ¿Le viste salir esta
mañana temprano? Voy a ver si regresó a su cuarto”. Esto fue lo
que Shireen dijo esa mañana. Fue ella quien encontró a su hijo
en ese estado: “Merog, levántate, es tarde. El desayuno está listo. Levántate. Es hora de que te vayas a clase”.
Sobresaltada, se acercó a él y se quedó parada junto al lecho.
“Merog... Merog, ¿puedes oírme?”, gritó. Su madre estaba desconcertada y sin palabras cuando le encontró acostado, inmóvil
y con la mirada perdida. Le observó con más atención: “Merog...
Merog... ¿Puedes verme?”, gritó. No tuvo dudas de que su hijo
estaba vivo, aunque sus labios y ojos no se movían.
La expresión de su rostro la alarmó. Tenía los ojos abiertos,
¿pero la veían? Parecían mirar algún sitio muy lejano y mucho
más allá, sin el más leve parpadeo. Su cara parecía normal; su
cuerpo estaba inmóvil, pero no muerto. “Merog... Merog... ¿Qué
te ha sucedido, querido mío?”, gritó.
Hasta entonces, en la familia, salvo su padre (que no hablaba
mucho de eso), ninguno tenía idea alguna del verdadero estado
espiritual de Merwan. Merwan no había confiado en nadie, a
pesar de sus trances con vórtices de divinas vislumbres durante
los últimos meses, lo cual tuvo como resultado que se aislara de
los demás. Aunque la familia había observado algo anormal en
su conducta desde que había empezado a acompañar a Babajan,
lo pasaron por alto y pensaron que no era más que una fascinación con esa vieja santa, y que eso pasaría pronto.
Shireen se asustó. Aferró a Merwan y lo sacudió, haciéndole sentar en la cama. Al examinarlo, vio que no tenía fiebre
ni lesiones físicas. “Merog, estarás bien”, le dijo. Y le confesó
a Sheriar: “Merog debe estar muy molesto por algo, porque se
niega a hablar... Le dejaremos descansar todo el día y que se
quede en cama. Parece muy retraído. Esta noche se va a recuperar”. El padre asintió con un gesto.
117
Pero a pesar de lo que su madre hizo, Merwan siguió durante tres días en ese estado como de coma. Sólo dejaba de estar
postrado cuando lo hacían sentar. La familia entera se estaba
preocupando cada vez más.
De pronto, el cuarto día, Merwan empezó a moverse. Bajó
por la escalera y, sin decir palabra, empezó a caminar de aquí
para allá en la casa. No había cerrado los ojos durante tres días.
No había dormido durante las tres noches pasadas, y sus ojos
parecían estar en el vacío, o como si se los hubieran vaciado.
Parecía ensimismado, pues se mostraba reservado con sus padres y hermanos. No daba muestras de tener apetito o sed. Su
cuerpo se movía simplemente por la casa; se comportaba como
un sonámbulo o un robot.
Unos pocos días después de la extraña conducta de Merwan,
Shireen se hartó. Terriblemente preocupados, los padres gastaron mucho dinero consultando a los mejores médicos de Poona.
Llamaron a muchos para que trataran a Merwan; el principal
de ellos era un amigo de la familia, el doctor Bharucha. Aplicó
a Merwan una inyección de morfina, tratando al menos de hacerlo dormir, pero el narcótico no surtió efecto y los ojos de él
siguieron abiertos. Nada de lo que los otros médicos hicieron
pareció modificar el estado de ánimo o la conducta de Merwan.
Su madre pensó que estaba mentalmente alterado y confió en
que los médicos podrían restablecer su “paz mental”. A los ojos
de su madre, se mostraba absorto en algo, pero se negaba a divulgar de qué se trataba. Comprensiblemente, Shireen se trastornó cada vez más y supersticiosamente concluyó que un “mal
de ojo” o un “hechizo” eran responsables del estado de su hijo.
Durante los nueve meses siguientes, Merwan vivió sin dormir, y los ojos se le pusieron vidriosos. Siguió estando con la
mirada perdida y una expresión imperturbable en su cara otro-
ra vivaz y bella. Si se sentaba, lo hacía durante horas y horas sin
moverse, tan sólo mirando fijamente al vacío. Si se paseaba por
la casa, seguía hasta que alguien no podía soportar más eso y
lo detenía. Shireen temía creer que su hijo estaba tan gravemente enfermo que podría haberse vuelto loco.
En un día muy caluroso, Merwan salió furtivamente de su
casa y empezó a caminar hacia el río. Llegó a Bund Gardens,
pero, sin detenerse allí, dio la vuelta y emprendió deprisa el
regreso hacia su casa. Sin embargo, después de un trecho, dio
otra vez la vuelta y se dirigió hacia Bund Gardens. Al llegar al
parque, otra vez cambió rápidamente de dirección y se encaminó hacia su casa. Hizo esto tres veces, caminando unos veinticuatro kilómetros bajo el abrasador sol de la tarde. Había caminado tan rápidamente que eso habría agotado a una persona
común y corriente, pero a él no pareció afectarlo.
En esos nueve meses, Merwan tampoco ingirió alimentos sólidos, y se puso muy delgado y pálido. Cuando su madre le obligaba a comer, escondía la comida en un bolsillo de su saco o en
su ropero, y allí se pudría. A veces llevaba el plato de comida a
su cuarto y, cuando su madre salía, lo sacaba y alimentaba con
eso a los perros, gatos o vacas, en la calle. Si su madre regresaba
y acertaba a ver lo que estaba haciendo, ella se angustiaba aún
más. El carácter jovial y risueño del joven parecía haberse desvanecido en la excentricidad de un loco.
En ese lapso, Merwan solía salir de la casa a escondidas
para visitar a Babajan. En un momento dado, Shireen se desesperó y preocupó tanto por el estado de Merwan, que persuadió a Golandoon, su madre, a que la acompañara para
confrontar a Babajan.
Las dos mujeres se acercaron a ella, y Shireen preguntó enfáticamente a la anciana “Sé que Merwan te visita con frecuencia;
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¿qué le has hecho a mi hijo? ¿Qué tienes que ver con él?... ¿Por
qué te visita? Él nunca ha actuado así antes”.
Entretanto, Babajan miraba sonriente a ambas mujeres y seguía musitando “Merwan... Merwan... Merwan... Mera piarra
beta... Mera piarra beta”.
Las observaciones de Babajan enfadaron muchísimo a
Shireen, quien volviéndose hacia su madre, le dijo “¡Qué descarada, llamar a Merog su hijo! ¿Cómo se atreve?”
Babajan siguió musitando: “Merwan... Merwan... Él conmoverá al mundo... Él despertará al mundo”.
Cuando Shireen le preguntó qué quería decir con eso,
Babajan se negó a darle explicaciones. Babajan cambió el tema
de conversación y Golandoon se puso a contar historias sobre
los viejos tiempos en Persia. Golandoon y Babajan terminaron
llorando de emoción, cantando juntas en persa e intercambiando anécdotas, para gran disgusto de Shireen. Ésta ciertamente
no se puso contenta con las observaciones de Babajan, y no le
satisfizo encontrarse con ella, aunque la personalidad y el afecto de Babajan deleitaron a Golandoon.
Pasaron nueve meses, y el 10 de julio de 1914 nació Adi,
hermano menor de Merwan. En junio había comenzado la
Primera Guerra Mundial. En este período, Merwan pasó cada
vez más tiempo solo: se aislaba y su familia no podía comunicarse con él. Una vez abandonó la casa durante tres días sin
decir adónde iba, pasó por la aldea de Kondhwa y se encaminó hacia la Torre Zoroastriana del Silencio, en las afueras de
Poona. Allí permaneció inmóvil bajo un árbol, tres días y tres
noches, sin comida ni agua. La familia se sintió sumamente
aliviada cuando Merwan regresó, pues pensaron que se había
perdido en la ciudad.
Después de agotar todos los medios disponibles para hacer
que su hijo volviera a la normalidad, los padres de Merwan de-
cidieron que un cambio de ambiente podría ayudarlo y le enviaron a Bombay por unos pocos meses para que se quedara
con su hermano Jamshed, quien estaba trabajando como empleado en la municipalidad de esa ciudad. Jamshed había alquilado una habitación frente al Jardín Zoológico –conocido como Victoria Gardens– en el distrito de Parel. Jamshed recibió
a Merwan y se esmeró en velar por él. Cuando Jamshed tenía
que ir a la oficina, Merwan iba temprano, todas las mañanas,
a la playa de Chowpatty; se quedaba allí sentado durante horas y miraba el vaivén de las olas, habitualmente hasta la tarde.
Después volvía caminando hasta Victoria Gardens y se sentaba allí, otra vez, durante horas; se quedaba sentado siempre en
el mismo banco, en una zona solitaria de los jardines públicos,
lejos de los otros bancos y peatones. Permanecía ahí solo hasta
que anochecía; entonces llegaba Jamshed y le acompañaba de
regreso a la habitación.
Merwan siguió esta rutina durante semanas, todos los días,
sin inmutarse. Sin embargo, una familia parsi ocupó un día en
los jardines su banco favorito. Se puso inquieto y empezó a caminar de aquí para allá. Merwan caminaba rápidamente hasta
el banco, daba la vuelta de golpe y se alejaba velozmente en dirección contraria; a continuación se aproximaba resueltamente
a ellos y, de repente, daba la vuelta cuando estaba cerca.
El hecho de que Merwan nunca parpadeara hizo que el parsi creyera que estaba mirando fijamente a su hija, por lo que no
abandonó el banco y, cuando Merwan volvió a caminar frente
a él, lo aferró y abofeteó. Pero Merwan estaba completamente
abstraído de lo que estaba sucediendo y no tenía consciencia de
su cuerpo físico, por lo que la bofetada no le afectó. No reaccionó ante la violencia de aquel hombre, sino que siguió igual que
antes, caminando rápidamente de aquí para allá frente al banco, mirando fijamente hacia delante.
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El hombre no pudo aguantar más y, creyendo que aquel joven estaba loco, finalmente se marchó con su mujer y su hija.
Enseguida, Merwan se encaminó directamente hacia el banco
vacío y se ubicó en él de la manera habitual hasta que Jamshed
llegó esa tarde para escoltarlo hasta su habitación.
Cuando Merwan regresó a Poona en noviembre de 1914, se
había normalizado un poco y empezaba a reconocer personas
y lugares alrededor de sí. Sin embargo, su mente no podía concentrarse aún en nada ni hacer premeditadamente nada, aunque
empezó a parpadear cuando su mirada en el vacío gradualmente desaparecía. Cuando la familia de Merwan notó este cambio,
quedó muy aliviada y pensó que él tenía una nueva posibilidad en la vida. Empezó a comer nuevamente, pero en pequeñas
cantidades, y con los restos de su plato alimentaba a los perros.
Shireen le regañaba constantemente por alimentar a perros extraviados, pero él seguía haciéndolo a espaldas de ella.
Durante largo tiempo, ella creyó que Merwan comía todo lo
que le servían; no tenía idea de que lo llevaba a su cuarto y lo
escondía en el ropero, devolviendo el plato vacío. Un día en el
que Merwan estaba en Bombay con Jamshed, Shireen sintió un
olor insoportable en el piso de arriba. Miró por todos los rincones, sin poder encontrar nada. Finalmente, al pasar por el cuarto de Merwan, el olor era más fuerte y abrió un pequeño baúl
junto a la cama de su hijo, para descubrir que la comida se estaba pudriendo allí desde que se había ido a Bombay. Hasta entonces, Shireen había permitido a regañadientes que Merwan
preparara su propio desayuno en su cuarto y comiera ahí; sin
embargo, a partir de ese día en adelante, lo vigiló asegurándose
de que no llevara comida a su cuarto, e insistió en que se sentara en el comedor para alimentarse. A pesar de su mirada vigilante, Merwan lograba de algún modo comer muy poco y daba
el resto a los perros.
Desde su niñez, Merwan sentía aversión a comer carne,
pescado y productos animales. En ese lapso, su madre pensó
que se debilitaría por no comer proteínas animales y dejó de
cocinarle platos vegetarianos, obligándole así a comer todo lo
que ella preparaba.
Merwan había elegido para sí un cuartito oscuro en los altos de la Casa Bhopla. Lo llamaba Chor Mal (La Guarida del
Ladrón), y mientras recuperaba la consciencia normal, pasaba
todo el día sentado solo y en total oscuridad. En raras ocasiones salía a dar un paseo con sus antiguos amigos, como por
ejemplo, Khodu, Tirandaz, Kaikhushru Irani (de sobrenombre “Lattoos”, que significa fornido), y otro amigo llamado
Beheram Faredoon Irani (afectuosamente, Behramji) que había
emigrado a India desde Persia. Con excepción de algún paseo
con uno de estos amigos, Merwan se quedaba en ese pequeño
cuarto, encerrado en la oscuridad.
Una vez, durante esos extraños días, Merwan decidió de
pronto que quería visitar un importante lugar de peregrinación
en Gujarat. Optó por ir con su hermano Jamshed y cuatro de sus
amigos: Baily, Khodu, Behramji y Lattoos. Igual que Benarés
para los hindúes y la Meca para los musulmanes, Udwada es,
en la India, el más sagrado sitio de peregrinación para los parsis e iraníes. En Udwada, hace más de mil doscientos años, se
habían establecido los primeros zoroastrianos que emigraron
de Persia a la India, llevando consigo el fuego de Zaratustra y
fundando un templo que albergaría al fuego sagrado encendido por aquél hace siete mil años. Zaratustra creó el culto del
fuego que todos los zoroastrianos continúan. Las llamas de los
templos del fuego son, en toda la India, fragmentos del fuego
original que fue traído a Udwada y que es custodiado por los
sacerdotes del templo, para que nunca se extinga.
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Merwan y sus cuatro compañeros salieron de Poona hacia
Udwada para tributar su reverencia al más antiguo templo zoroastriano del fuego en la India. Pasaron tres días en Udwada
y, cada mañana, aquellos jóvenes, con Merwan a la cabeza, visitaban el templo del fuego para decir sus oraciones. Después se
sentaban bajo la sombra de las palmeras o daban un paseo por
las arenas de la playa.
El primer día, a la hora de comer, los amigos de Merwan se
sentaron a una mesa y disfrutaron un delicioso plato de carne, mientras Merwan, como señal de respeto al propósito por el
que ellos habían llegado, se sentó en el suelo y comió solamente
pan y papas. Los cinco amigos quedaron impresionados por su
comportamiento serio y piadoso.
Las tardes eran muy calurosas y, una vez, después de almorzar, los amigos decidieron dormir la siesta en su cuarto. Estaban
a punto de marcharse cuando, de repente, Merwan empezó a
entonar un canto en persa con profundo fervor. Su canto era
tan bello que atrajo la atención de todos y se olvidaron del calor extremo. La dulce voz de Merwan hizo que todos los que se
alojaban en el hotel salieran y disfrutaran su canto, en tal medida que le solicitaron que cantara una y otra canción. Merwan
prosiguió con un ghazal tras otro, algunos de los cuales eran
conocidos y otros, producto de su propia inspiración.
Un señor mayor quedó tan conmovido que recalcó esto acerca de Merwan: “El resplandor de su rostro mientras cantaba, y
los ghazals que él mismo compuso glorificando a Dios, hacen
que yo crea que algún día él será un gran hombre cuyo nombre
será conocido en todo el mundo”.
Los presentes aplaudieron su elogio, pero Merwan se mostró tímido y se quedó con la mirada baja. Ésta no fue la primera
ocasión en la que Merwan llamó la atención de los otros hués-
pedes del hotel. La gente no podía dejar de mirarle tanto en el
templo del fuego como en el hotel. La reluciente aureola de su
rostro era tan brillante y magnética que todos advertían su presencia y se preguntaban quién era.
Los días en Udwada fueron muy placenteros y cada uno
de los compañeros los disfrutó para el contento de su corazón.
Tocaban música juntos, cantaban y bailaban, pero lo único que
Merwan les prohibió fue la bebida espirituosa. Incluso en aquel
tiempo, los amigos de Merwan lo respetaban tanto que obedecían instintivamente y hacían exactamente lo que él les decía.
Les había prohibido beber toda bebida alcohólica, con excepción de cerveza y toddy (una bebida hecha con savia de palma
fermentada), y ellos le prometieron cumplir. El mismo Merwan
se había hecho cargo del viaje pagando los pasajes y gastos, y
fue para ellos una cuestión de honor cumplir sus deseos.
Desde Udwada, el grupo viajó en tren pasando por Navsari,
Surat y Broach, a lo largo de la costa oeste, permaneciendo dos
días en cada pueblo. A pesar de la prohibición de Merwan,
Baily no pudo soportar más el beber solamente cerveza y toddy,
y suplicó a Merwan que le permitiera beber un poco de whisky. A pesar de varios pedidos de Baily, Merwan se negó a transigir. Acto seguido, Baily se hastió y amenazó con marcharse a
Poona, solicitando a Merwan que le diera el dinero para el pasaje de regreso. La conducta de su amigo fastidió a Merwan y
decidió que todos deberían regresar de inmediato.
Por consiguiente, todo el grupo volvió a Bombay, y se quedaron en un alojamiento parsi, llamado Dharamshala de Panday.
Ese día, Baily encontró a Merwan sentado afuera en un banco, y
parecía una estatua, sin mover en absoluto sus miembros ni sus
párpados. El peculiar aspecto de Merwan dejó atónito a Baily, y
llamó a Khodu y a Lattoos. Lattoos hizo una ligera observación
121
al respecto, pero Khodu se dirigió a Merwan y dijo algo para tratar de hacerlo salir de ese trance. Al ver que sus palabras
eran inútiles, Khodu tocó suavemente a Merwan quien, sobresaltado, dio muestras de despertar de un profundo trance. Tan
pronto Khodu sacó a Merwan de su extraño estado, Merwan
los desafió a una prueba. Cada amigo tenía que mirar fijamente los ojos del otro, y perdería el primero que dejara de mirar.
Aunque cada uno de ellos miró los ojos grandes y castaños de
Merwan, ninguno pudo derrotarlo.
En ese momento, los amigos de Merwan no sabían que él estaba absorto en el estado supremo de la consciencia espiritual,
o sea, Aham Brahmasmi. Baily sintió especial curiosidad, pues
era la primera vez que había visto a su amigo de toda la vida totalmente abstraído de todo lo que lo rodeaba. Jamshed hizo algún comentario porque estaba muy al tanto de la peculiar conducta de su hermano desde que convivieran en Bombay
en un mismo cuarto durante más de tres meses. Sin embargo,
después de esto, Baily observó que Merwan miraba fijamente la
luz de una lámpara de querosén o los rayos del sol sin moverse
para nada, como una estatua durante horas y horas.
En Bombay, Baily se disculpó ante Merwan por su anterior
descortesía y le solicitó que organizara otra salida para que pudieran continuar con el viaje. Los demás apoyaron a Baily; entonces, Merwan decidió visitar las Cuevas de Gharapuri, en la Isla
de Elefanta, a unos cinco kilómetros en el Mar de Arabia desde el
puerto de Bombay. Tomaron un barco para que los llevara y pasaron un alegre día de excursión visitando los templos hindúes.
Deambularon juntos dos días más por toda la ciudad de
Bombay, y concurrieron a representaciones teatrales y restaurantes. Una noche, después de volver del teatro, Merwan pidió
a Khodu que entonara una canción. Khodu obedeció y comen-
zó el primer verso con voz fuerte y melodiosa: “Seré tu esclavo si empacas las cosas de este mundo”, implicando con esto
renunciar al mundo.
Eran las tres de la mañana y todos los amigos estaban cansados y con ganas de irse a dormir, salvo Merwan. Khodu apenas
terminaba de cantar el primer verso cuando Merwan saltó de
su lecho diciendo en broma: “¡Hermano mío, deja de lado eso
de empacar las cosas de este mundo, porque todos tendremos
que preparar las valijas si sigues así con tus gorjeos!”
La chistosa observación de Merwan era cierta porque los
demás huéspedes del hotel se molestaron con el alboroto de
Khodu, al despertarlos de su sueño. Un hombre entró en la habitación para reprender al grupo pero, en el instante en que llegó, todos estaban en la cama fingiendo que roncaban, por lo
que no pudo hacer nada respecto de ese alboroto.
Al día siguiente, Baily tuvo una discusión con Khodu, relacionada otra vez con las bebidas fuertes. Baily se enojó con todo
el grupo y estaba tan enfurecido que, en un arranque, tomó el
tren hacia Poona. A la mañana siguiente, Jamshed se presentó
en la casa de Baily, sorprendiendo a éste y le explicó que después de que Baily se marchara, Merwan también había decidido regresar a Poona y le había mandado a buscar. Aunque el
furor de Baily había sido responsable de que el viaje terminara
abruptamente, Merwan tenía un carácter tan amable que había
mandado a su hermano a que lo llevara a Baily ante él, a fin de
perdonarlo para que no hubiera resentimientos.
Behramji tenía desde su niñez una grave afección en la vista. Aspandiar Rustom Irani, su tío materno, lo había llevado a
Poona siete años atrás para que los médicos lo trataran y allí
se había curado.
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Behramji fue presentado por Khodu a Merwan en 1914 y,
después de un tiempo, visitó con frecuencia la casa de Merwan.
Behramji, como le llamaban afectuosamente, tenía entonces
veintidós años de edad, pero era todavía analfabeto. Sin embargo, era muy inteligente y tenía mucho éxito en el negocio de
las bebidas alcohólicas. Para alegría de los padres de Merwan,
quienes pensaron que éste estaba volviendo a la normalidad,
desde diciembre de 1914, Merwan empezó a enseñar a Behramji
a leer y escribir en persa. Behramji se sintió cada vez más atraído hacia Merwan. Posteriormente, ambos tendrían una profunda conexión espiritual.
Cuando Shireen advirtió que su hijo estaba aparentemente
más activo socialmente y normal, le instó: “Merog, consigue
trabajo. Consigue un buen trabajo... Sé que todos esos meses estuviste mentalmente alterado, pero si te dedicas de firme a un
trabajo o profesión, volverás a ser lo que fuiste”.
Sin embargo, Merwan no estuvo de acuerdo, por lo que
Shireen le alquiló una habitación y le sugirió que ampliara su
labor docente dando clases a otros jóvenes iraníes que, como
Behramji, estarían interesados en aprender persa. Pero Merwan
también se negó a hacer esto. Entonces Shireen lo amenazó con
impedir que Behramji visitara la casa, ante lo cual Merwan le dijo con indiferencia, consintiendo: “¡Está bien! Hazlo si gustas”.
Ante esta falta de interés de Merwan por compañías humanas, lo único que pudo hacer Shireen fue levantar las manos
con exasperación, preguntándose qué le había sucedido al hijo
a quien ella se refería siempre como “¡su niño más bello!”
Merwan le dijo a Behramji que acudiera todos los días a su
cuarto para enseñarle persa, y nada hizo más feliz a Behramji
que esas visitas cotidianas, sin dejar siquiera que eso interfiriera en sus negocios. En sólo unos pocos meses, de totalmente
analfabeto que era, fue capaz de leer los poemas de Hafiz, debido enteramente a los esfuerzos de Merwan.
Poco a poco, Merwan también empezó a conversar con
Behramji acerca de Dios, el sendero interior, la necesidad de un
Gurú y otros asuntos espirituales. Behramji estaba muy interesado y respetaba lo que Merwan opinaba sobre temas espirituales. Puesto que tenían mucho en común, salieron juntos de
Poona sin informar a nadie, para visitar de una vez, distintos
lugares durante varios días. Al regresar, cuando le preguntaron
dónde habían estado, Merwan contestó: “En una peregrinación.
En busca de hombres santos”.
En abril de 1915, Merwan le dijo a Behramji “Me marcho para emprender un viaje muy largo y arduo. Tal vez no regrese
durante largo tiempo. Decidí llevar la vida de un faqiri, de renunciamiento y austeridades ascéticas. Probablemente no tengas noticias mías durante mucho tiempo, pero si debiera escribirte que vengas a donde estoy yo, debes venir de inmediato
para estar conmigo dondequiera que yo esté”.
Behramji quedó desconcertado porque quería acompañar a
Merwan a cualquier sitio que él fuera. Desilusionado, pero bajo
la influencia de lo que Merwan le revelara acerca de la espiritualidad, Behramji se lo prometió.
Esa misma noche, Merwan abordó un tren. Había comprado
un boleto para Raichur, en el sur de la India, pero el sonido del
Canto -la Divina Voz interior- le impulsó a bajar del tren en la
aislada aldea de Kedgaon, a sólo cincuenta kilómetros de Poona.
Allí preguntó dónde estaba el ashram de Narayan Maharaj, caminó unos once kilómetros desde la estación ferroviaria hasta
la sede del Sadguru, y durante su caminata quedó absorto.
123
Cruzó un arroyo y entró en el lugar atravesando un gran
portal, hasta pasar frente al templo consagrado a Dattatrey.
Entonces preguntó “¿Dónde está Narayan Maharaj?”
“Está en su palacio. Está dando darshan. Ve ahora, Narayan
está dando sus bendiciones”, le replicó el encargado del lugar.
En el palacio había una gran multitud y Narayan Maharaj,
con una corona de oro, estaba sentado en el trono de plata de
Dattatrey. Al ver a Merwan, Narayan dejó de dar darshan y ordenó que todas las personas se dispersaran, bajó de su trono y,
llevando a Merwan de la mano, le hizo subir unos pocos escalones permitiéndole que se sentara en el trono. Narayan retiró
de sus hombros una guirnalda de flores, la puso en torno del
cuello de Merwan y pidió que le dieran de beber jugo de mango. Después, Merwan y Narayan conversaron un rato, aunque
nadie supo de qué.
Merwan pidió permiso a Narayan Maharaj para partir y regresó caminando a la estación. Allí encontró un tren a punto
de salir, lo abordó y a las veinticuatro horas, regresó a Poona.
Behramji se sorprendió al verle, pues no esperaba volver a encontrarse durante varios meses con su amigo.
Esta vez, nuestra Era tuvo ocasión de observar el profundo
amor que los cinco Maestros Perfectos sentían por Merwan. Si
nuestra Era supiera cuán profundo era el amor de cada uno de
los Maestros Perfectos por Merwan, su corazón no habría podido contener la alegría, la dicha. El amor de Narayan Maharaj
por Merwan era verdaderamente grande y sagrado.
Narayan Maharaj, como cada Maestro Perfecto, tuvo que
atravesar las hogueras del sendero para lograr ser consciente
de su divinidad. Cuando Narayan había realizado finalmente a
Dios, había quedado reducido a cenizas por dentro y por fuera.
Merwan también sufría, pero no del mismo modo que Narayan
o cualquier otro Maestro Perfecto. El sufrimiento de Merwan
era distinto, porque él mismo era Dios, y Narayan, al unísono
con los otros Maestros Perfectos, le habían ayudado a que encarnase en la Tierra.
Nuestra Era no sabe cuán profundo era el amor que cada uno
de los cinco Maestros Perfectos sentía por Merwan. Estas cinco
personas divinas fueron quienes realmente trajeron a la Tierra
al mismo Dios. Ellos fueron los que cubrieron con su velo vidnyani (de sanskaras)72 a Merwan durante diecinueve años para
ocultar su identidad divina y protegerle hasta el tiempo debido.
Y fue Hazrat Babajan la encargada de levantar a Merwan el velo vidnyani, dejando al descubierto su verdadera gloria, su verdadera identidad. Por medio de Babajan, nuestra Era llegó a saber que Merwan es la Encarnación de Dios, cuyo regreso todo
el mundo había anhelado: ¡la humanidad había estado aguardando su retorno durante casi mil cuatrocientos años!
Mediante su contacto con Narayan Maharaj
Merwan estaba empezando ahora a sentir la gloria
de su Divinidad.
Todavía estaba deslumbrado por la luz y la dicha gloriosa
pero ahora su propia luz y su propia dicha empezarían a deslumbrar a
los demás.
Varios días después de su contacto con Narayan Maharaj, estando Merwan en Poona, les dijo a Behramji, Lattoos y Baily
“Vengan conmigo. Voy a encontrarme con varios santos muy
grandes. Son muy sagrados. Todos los hombres con los que les
permitiré encontrarse pertenecen a Dios”.
72 El velo Vydniani del Avatar lo confeccionan los cinco Maestros Perfectos. Lo componen los vydnyani sanskaras que no atan sustancial ni naturalmente. Los miembros del círculo del
Avatar y los Maestros Perfectos también tienen esos vidnyani sanskaras, pero sus sanskaras funcionan de diferente manera. Los vidnyani sanskaras del Avatar existen para protegerlo, a fin de que
crezca, evolucione y madure como hombre. Los vidnyani sanskaras de los miembros del círculo tienen que ver con la labor universal de los Maestros Perfectos y del Avatar: la diferencia no consiste
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en la naturaleza sino en la función.
Junto con sus tres amigos íntimos, Merwan viajó primero a
Bombay. Allí conocieron a un gran santo llamado Tipu Baba,
quien era un mast, un ebrio de Dios de muy alta categoría (del
sexto plano), quien era el custodio espiritual de toda la ciudad
de Bombay. Tipu Baba había heredado su cargo espiritual de
Abdur Rehman, quien había sido un Maestro Perfecto mahometano antes de que Merwan naciera.
Después, Merwan y sus tres compañeros viajaron a
Aurangabad, ciudad famosa por las cuevas de Ellora y las tumbas de muchos santos. Allí conocieron a un Majzoob del séptimo plano, llamado Bane Miyan Baba, a quien la gente del lugar
consideraba un gran santo, que había estado estrechamente conectado con Sai Baba de Shirdi. Sai Baba había dado la realización Divina a Bane Miyan Baba, ubicándole en Aurangabad.
Merwan envió a Lattoos y Baily de vuelta a Poona, y después
tomó un tren hacia Nagpur con Behramji, siguiendo un tortuoso camino para encontrarse con el tercer Maestro Perfecto de
nuestra Era: Tajuddin Baba. En Nagpur, averiguaron el paradero de Tajuddin Baba y les informaron que deberían tomar una
tonga hasta el pueblo de Vaki Shariff, a unos diecisiete kilómetros de distancia, y que allí encontrarían a Tajuddin Baba.
Fue así que, en una tonga tirada por un caballo, fueron al encuentro de Tajuddin Baba, el santo viviente más famoso de la
India central. El Qutub estaba rodeado por una gran multitud
de devotos, y todos estaban preocupados porque Tajuddin estaba explosivo y de mal genio. Había estado dando rienda suelta
a su furor sobre todos los que le rodeaban, maltratando verbalmente a todos los que ese día acudían para recibir su darshan.
Al llegar Merwan y Behramji, alguien los puso al tanto: “Éste
no es un buen día para ver a Tajuddin; el Maestro está de muy
mal humor. Si van, prepárense para ser agredidos”.
Merwan miró a quien le dijo eso y luego sonrió, pensando “Él
me está esperando... Tajuddin ha estado esperando mi llegada”.
Merwan y Behramji caminaron hacia el sitio en el que
Tajuddin estaba sentado. Tajuddin era un hombre parcialmente calvo, de cabello gris y vestimenta sencilla. Merwan tomó la
delantera cuando se acercaron al Qutub, una fragancia de rosas perfumaba el aire. Todos se sorprendieron cuando Tajuddin
guardó silencio, se puso de pie y empezó a caminar hacia
Merwan, cojeando como si de pronto estuviera lisiado, tambaleándose hacia él con rosas en la mano. Sus ojos se encontraron
y sus miradas se unieron estrechamente. ¿Qué mensajes divinos estaban ambos intercambiando? Tajuddin acarició las mejillas y la frente de Merwan con aquellas rosas. No pronunciaron
una sola palabra.
El Canto Divino no tiene letra. El Cantor cuenta la historia
en el lenguaje del canto mismo, que sólo Él y quienes lo han
escuchado, pueden comprender. El silencio entre Merwan y
Tajuddin Baba fue imponentemente profundo. Este silencio cautivará un día a esta Era.
¡Nuestra Era sabrá que el encuentro de ambos
fue una unión espiritual entre el Océano y el Cielo!
¡El Océano y el Cielo fueron Uno!
Su silencio acalló a los Cielos y a la Tierra.
El vino del amor se fundió entre estos dos océanos.
¡Merwan estaba descendiendo de los Cielos de los planos!
El océano del amor estaba fundiéndose en su forma corporal.
Merwan estaba descendiendo a la consciencia terrenal.
Entonces, Tajuddin agitó las rosas en un gesto de despedida.
Aparentemente, una honda felicidad se había apoderado de él
125
cuando miraba fijamente a Merwan. Silenciosamente, en medio
de la callada muchedumbre, Merwan y Behramji se marcharon.
El perfume de las rosas impregnó Vaki Shariff. “¡Mi rosa, mi
rosa celestial!”, musitó Tajuddin.
Merwan y Behramji se encaminaron directamente hacia la
estación ferroviaria y abordaron el primer tren de regreso a
Poona. “¡Taj! ¡Taj! ¡Mi Taj”, fue el silencioso grito en el corazón de
Merwan. Nadie supo qué había ocurrido entre ellos. Nadie supo
el significado de este acontecimiento; ¡había recibido su corona!
Al retornar a Poona, Merwan reanudó su asociación con
Khodu, su íntimo amigo de la niñez. Entonces Khodu tenía
veinticinco años de edad, unos pocos más que Merwan. Era excepcionalmente fuerte, de físico vigoroso. Aunque Khodu nada
sabía del estado espiritual de Merwan, le quería muchísimo y
sinceramente, consideraba que Merwan era en el mundo su único amigo verdadero. Khodu se refería afectuosamente a Merwan
como amigo langoti, con lo cual quería decir “camarada” o “compinche”. Khodu obraba de un modo informal siempre que estaba con Merwan, y naturalmente Merwan hacía lo mismo.
Un día, Merwan fue a la casa de Khodu, quien en ese momento estaba ausente. Naja, esposa de Khodu, le pidió que esperara,
y él pidió algo de comer. Naja le sirvió una comida que él comió
vorazmente y después, ya había decidido marcharse, cuando llegó Khodu y empezó a gastarle bromas, abrazándolo con fuerza.
“Khodu, deja de luchar conmigo, no me aprietes así”, le previno Merwan. “Ya no soy aquel Merwan”.
Khodu creyó que estaba bromeando y le replicó sonriendo
“Si no eres aquel Merwan, ¿quién eres entonces? ¡Vamos a ver
quién es este Merwan!”. Khodu pensaba que con su fuerza física se impondría sobre Merwan y lo derribaría. (En esta ocasión,
Merwan estaba muy delgado). Khodu se abalanzó sobre el brazo de Merwan, pero éste extendió suavemente una mano para prevenirlo y con un ligero empujón, lo hizo tambalear hacia
atrás y golpear contra el piso.
La fuerza de Merwan dejó estupefacto y sorprendido a Khodu.
Merwan no estaba enojado y ayudó amablemente a Khodu a reincorporarse. Ambos se sentaron y se pusieron a charlar. Khodu
se había dado cuenta de inmediato que Merwan ya no era un
hombre común y corriente, y empezó a mirarlo con reverencia.73
Después de este incidente, Khodu y Merwan empezaron a
verse de manera más regular. Merwan le contó a Khodu acerca de Babajan, y Khodu quedó profundamente impresionado,
acompañando a Merwan siempre que iba a verla. Hora tras hora, se quedaban sentados junto a Babajan, hasta bien entrada la
noche, y regresaban a la casa de Khodu a las cuatro de la mañana. Solían cambiar opiniones sobre el significado del cántico
qawaali que había tenido lugar esa noche ante Babajan.
Pocos meses después, Babajan solía repetir a Merwan: “Hijo
mío, yo no tengo el tesoro que buscas ni la llave de ese tesoro.
No soy quien te dará eso. El tesoro es tuyo y sólo para ti; de esto no hay duda; el tesoro es tuyo. Pero, hijo mío, debes tener la
llave... ¡Debes tener la llave!...”
Babajan hablaba siempre de esto de una manera críptica; lo
que ella decía no resultaba claro. Entonces, una noche, ella habló muy claramente: “El tesoro es tuyo para que lo tengas ya.
La llave está allá, ve a Shirdi, hijo mío. Allá hay un Sai (santo)... Ve a encontrarte con el Sai. Procura que te dé la llave ya...
Recibe del Sai esa llave”.
73 Años después, al recordar lo ocurrido, Khodu dijo: –Ese día resultó ser muy significativo
para mi vida; cuando vi los ojos de Merwan, supe que había perdido a un amigo... ¡pero había hallado a un santo!
126
Pocos días después de que Babajan le dijo esto, Merwan le
comentó a Khodu: “Durante estos últimos meses que pasaron,
he tenido un terrible dolor de estómago que no se me va. No sé
qué hacer con él”.
Khodu había tenido noticias de los milagros en torno de Sai
Baba y recordando lo que Babajan le había expresado a Merwan,
le dijo “Amigo mío, si me acompañas a ver a Sai Baba, es probable que tu dolor desaparezca. Oí decir que ha curado toda clase de dolencias; los milagros ocurren todos los días en Shirdi.
Vayamos a ver a ese santo”.
Merwan estuvo de acuerdo, aunque ni él ni Khodu sabían
dónde estaba la aldea de Shirdi ni cómo ir hasta ahí. Merwan
insistió tanto que, tan pronto averiguaron cómo hacerlo, se marcharon. No fue fácil su viaje y cuando llegaron a Shirdi, los aldeanos bloqueaban el camino blandiendo palos. “Hemos venido a ver a Sai Baba”, dijo Khodu. “Déjennos pasar”.
“No pueden ver a Sai Baba; nadie puede verle, gritaron los
aldeanos. Nos ha ordenado que hoy nadie venga a recibir su
darshan. Tienen que regresar al sitio del que vinieron”.
Khodu suplicó: “Pero nosotros hemos venido directamente desde Poona. Debemos ver a Sai Baba. Por favor, compréndannos”.
Los aldeanos hicieron oídos sordos a las súplicas de Khodu,
y dijeron: “Debemos obedecer las instrucciones de Sai Baba. No
podemos permitir que nadie pase por aquí”.
Aunque Khodu era muy fuerte, sabía que no podía competir contra los aldeanos y también percibía que ellos realmente lo apalearían a él y a Merwan. Se volvió hacia éste y le dijo “Aparentemente, tendremos que regresar; estos hombres nos
golpearán si tratamos de abrirnos paso a través de ellos”.
“Esperemos”, replicó Merwan y, señalando un árbol cercano,
continuó diciendo “esperemos junto a ese árbol. Si tienes miedo
de ellos, puedes regresar, pero ¡yo vine a ver al Sai y lo veré!”.
Pernoctaron debajo del árbol a pesar de las advertencias de los
aldeanos. Era invierno y el frío era tan intenso que Khodu tiritó
toda la noche, mientras que Merwan parecía haberse olvidado
de la temperatura.
A la mañana siguiente, despertaron, tomaron té en un negocio cercano, no recibieron mensaje alguno de Sai Baba, y los
aldeanos todavía se negaban a dejarlos pasar. El mensaje llegó
al mediodía. “Sai Baba los está llamando a ustedes dos”, dijeron
los aldeanos. “Vayan a su mezquita. Todavía está de mal humor; tengan cuidado”, los previnieron.
En ese entonces, Sai Baba tenía setenta y siete años de edad,
su barba era blanca, su cabello era blanco como la nieve y vestía una túnica -kafni- blanca. Estaba sentado en su mezquita, La
Madre de la Misericordia, y señalando a Khodu, le dijo “Sólo
quiero ver a tu compañero”.
Khodu, nerviosamente, se acercó y prosternó ante los pies de
Sai Baba y cuando lo hizo, el anciano fakir lo golpeó con su mano en la espalda con tanta fuerza que le hizo perder el aliento.
Khodu quedó estupefacto y entonces, Sai Baba, indagó “¿Quién
es tu amigo? ¿Qué quiere?”
“Su nombre es Merwan... Merwan Sheriar Irani; es muy
piadoso y anhela tu darshan, ¡Oh santo! Babajan nos habló de
ti en Poona, Sai”.
El anciano fakir echó llamas por los ojos: “¡Oh, no!”, gritó Sai
Baba de repente. “No, no le permitiré... ¡No le permitiré verme!
¡No le dejaré acercarse!”
Después, el anciano fakir miró fijamente a Khodu y le dijo
“¡Dame todo tu dinero, todo lo que tengas!” Así lo hizo Khodu
y luego Sai Baba agregó “Ve ahora a decirle a tu amigo que no
lo veré y que no puedo dejar que se me acerque”.
Khodu se marchó y dio cuenta de lo ocurrido a Merwan,
quien sacudió la cabeza y le dijo “¡No! Sólo esperemos. Debo
verlo y lo veré”.
127
Más tarde, Sai Baba estaba regresando de efectuar su lendi
en un campo; le seguía una gran procesión, una banda tocaba
música y la atmósfera era muy alegre y, al mismo tiempo, solemne y reverente. Al revés de lo que Khodu le había dicho, Sai
Baba aparentemente estaba de muy buen humor en ese momento. Cuando Sai Baba estaba a punto de pasar ante él, Merwan
se tendió completamente en el suelo a los pies de Sai Baba; al
verle en ese shashtang namaskar -totalmente postrado ante los
pies del Maestro-, con una voz muy profunda, como surgida del
fondo mismo del océano, Sai Baba pronunció una palabra majestuosa, el nombre mahometano de Vishnu: “¡Parvardigar!”, lo
cual significa: “¡Dios-Sostenedor-Todopoderoso!”.
¡Al decir esta palabra sagrada, se iluminaron los ojos de Sai
Baba y, desde éstos, los universos resplandecieron! Los brillantes
ojos del anciano fakir estaban enviando un mensaje a Merwan,
pero su palabra era inexplicable para los ignorantes, pues en el
instante en el que Sai Baba había hablado, ¡Merwan se había
vuelto todopoderoso: Sai Baba le había dado el poder infinito!
Cuando Khodu y Merwan habían llegado a Shirdi, el aire era
plácido, los árboles estaban inmóviles, el cielo era gris, y la atmósfera solemne. Pero cuando Sai Baba pasó frente a Merwan
y proclamó “Parvardigar”, una cálida brisa se elevó cuando las
nubes se apartaron para dar paso al sol. Y las ramas de los árboles empezaron a mecerse, como si bailaran en presencia de
Dios Todopoderoso y de Su reflejo. Todas las cosas en la naturaleza y en el universo adquirieron una súbita armonía, como si
estuvieran declarando “¡Merwan es Dios!”
Quienes rodeaban a Sai Baba estaban atónitos ante su repentino cambio de humor. Había estado serio al comenzar la
procesión del lendi, y ahora resplandecía como si el sol hubiera
descendido y tomado forma, sonriendo ante él. Nadie, salvo Sai
Baba, sabía el porqué; con sus ojos, él entregó el mensaje que
sólo Merwan pudo leer.
Después de que Merwan se incorporó, Sai Baba le tributó reverencia; nadie pudo explicar por qué se estaba prosternando ante ese joven. Y con un grito, volvió a pronunciar “¡Parvardigar!”
y alejándose le indicó a Merwan, con un gesto, que siguiera su
camino. Cuando Merwan y Khodu se marchaban lentamente,
Sai Baba volvió a repetir con claridad, gritando “¡Parvardigar!”
Nuestra Era se inclinó ante Merwan con la música de
“¡Parvardigar, Parvardigar, Parvardigar!” Pero esta Era es siempre incapaz de cantar loas al Dios Todopoderoso, a menos que
Dios Mismo permita a la humanidad hacerlo.
Khodu siguió a Merwan cuando se encaminó hacia un templo hindú que quedaba a unos trescientos metros de distancia.
Era el templo de Khandoba, en el que Upasni Maharaj vivía.
Upasni estaba sentado en sus escalones, desnudo y virtualmente tan delgado como un esqueleto. Cuando Merwan se acercó al
Sadguru, Upasni Maharaj levantó una piedra, se puso de pie y
se la arrojó a Merwan con toda su fuerza, golpeándolo en la cabeza, ¡exactamente en el sitio en el que Babajan le había besado!
Era sagrada la fuerza con la que Upasni Maharaj tiró esa piedra; nuestra Era tenía que conocer el impacto por el que hizo
sangrar a Merwan. Nuestra Era llegaría a conocer esto como la
primera sangre que él, el Antiguo, derramaría por el mundo. El
impacto dejó una cicatriz permanente en la frente de Merwan.
La cicatriz permaneció para recordar a nuestra Era el momento en el que Merwan recuperó por primera vez la consciencia
de nuestro mundo. Con el impacto de esa piedra, los ojos de
Merwan empezaron a ver nuevamente al mundo material después de casi dos años.
128
Cuán maravilloso fue el impacto de esa piedra, aunque ésta
es la forma más densa de consciencia sobre la Tierra, hizo que
Dios regresara a la consciencia de nuestro mundo. Merwan se
había absorbido divinamente en su propia Divinidad y casi no
era consciente del mundo que le rodeaba desde que Babajan le
había besado. Con esa piedra arrojada por Upasni Maharaj, la
consciencia física de Merwan aumentaría diariamente y, al final, retornaría por completo; aunque tardó casi siete años en recuperar la consciencia humana del plano físico.
Después de ser golpeado por la piedra, en lugar de escapar
asustado, Merwan se acercó a Upasni Maharaj y se abrazaron.
Con lágrimas en los ojos, Upasni besó la sangrante herida de
la frente de Merwan. Lo condujo a su templo habitado por serpientes y escorpiones, mientras Khodu se quedó a cierta distancia, azorado por lo que había presenciado.
Khodu permaneció ahí, sin poder entender lo que estaba sucediendo. Los gritos de Sai Baba lo habían alarmado, y ahora
ese yogui desnudo había golpeado a Merwan con una piedra.
Khodu no pudo hacer otra cosa que esperar, porque Merwan
y Upasni estaban juntos dentro de ese templo extraño, y no se
animó a acercarse ni a interrumpirlos.
Khodu estaba especialmente preocupado por lo que Shireen
diría si le pasaba algo a Merwan. Le preocupaba muchísimo
que ella le echara la culpa por llevar a Merwan de visita a ese
santo, Sai. Ahora Merwan estaba herido y sangraba, y si estuviera gravemente herido, Khodu sabía que tendría que hacer
frente al carácter de Shireen.74
74 Después de que Khodu y Merwan regresaron a Poona, Shireen aceptó “la historia” de que
Merwan se había golpeado accidentalmente la cabeza. Sin embargo, unos meses después, Shireen
finalmente echó la culpa a Khodu de haber involucrado a Merwan con Upasni Maharaj ¡y no toleraba la presencia de Khodu en su casa!
Khodu se inquietó y asustó cada vez más por su querido
amigo a medida que pasaban las horas, pues Merwan no salía del templo. Llegó la noche y Khodu esperó cerca del templo, temblando de frío y anhelando saber qué le estaba sucediendo a su amigo. “¿Merwan está herido? ¿Dejó de sangrar?
¿Qué está sucediendo allí?”, pensó. La atmósfera alrededor del
templo de Khandoba era sobrecogedora y no se animó a interferir. Pasaron otro día y otra noche, y los mismos pensamientos cruzaron por la mente de Khodu. Finalmente, después de
dos días y dos noches, Merwan salió del templo a la mañana
acompañado por Upasni.
Khodu se sintió muy aliviado al ver que Merwan estaba vivo y aparentemente bien, aunque la herida de su frente era profunda, y no sabía cómo iba a explicar eso a Shireen. Upasni
Maharaj miró a Khodu y le dijo: “Cuida a tu amigo. Asegúrate
de que vuelva sano y salvo a Poona”.
Khodu había dado todo su dinero a Sai Baba y le tranquilizó saber que Merwan tenía una pequeña suma. Khodu llevó a
Merwan de vuelta a su casa en Poona e hizo que limpiaran y
curaran su herida. Después condujo a Merwan a la casa de éste, justificando de alguna manera, ante Shireen, que Merwan se
había caído y herido en la cabeza.
Otra vez en Poona, Merwan siguió con sus regulares visitas nocturnas a Hazrat Babajan, quedándose a su lado durante por lo menos dos o tres horas. Era fuera de lo común que
Babajan permitiera que alguien tocara su persona, aunque más
no fuera al postrarse ante ella o besarle la mano, pero le decía a
Merwan que le rascara o masajeara la espalda durante esas horas. Cuando ella murmuraba “Suficiente”, él se detenía y se iba
a su casa cerca de la medianoche. Para entonces, los dedos de
Merwan estaban tan entumecidos que le era difícil extenderlos.
129
Merwan se acostaba en la cama, pero sus ojos seguían muy
abiertos; todavía no dormía. Se levantaba a las cuatro de la mañana y caminaba por la casa. Cuando amanecía sobre la ciudad
de Poona, empezaba a cantar melodiosamente los monajats zoroastrianos, como lo había hecho durante toda su niñez. Su dulce canto deleitaba a su familia y a sus vecinos que anhelaban
escucharle cada mañana. La voz de Merwan tenía una cualidad
especial: rebosaba sentimiento; él cantaba con todo su corazón.
Quien lo escuchaba, captaba lo que las plegarias significaban:
su voz conmovía el espíritu de esa gente, instándola a amar a
Dios. Se ha dicho que “su voz se transportaba como las olas que
surgen del océano, y todas las cosas se fundían con su sonido”.
Cuando Merwan estaba empezando a descender para recuperar la consciencia humana, comenzó a comer dos veces por
día, y tomaba té o café por la mañana. Sin embargo, la cantidad de alimento aún era insuficiente para sostener a un hombre normal. Naturalmente, su madre estaba muy feliz porque él
por lo menos había empezado a comer algo de manera regular,
aunque le preocupaba su peso.
En ese lapso, una vez por mes, él volvía a viajar a Shirdi
para ver unos instantes a Sai Baba, y después se quedaba con
Upasni Maharaj en el templo de Khandoba durante unos días.
A veces, hacía que Behramji le acompañara; en otras ocasiones, iba con Khodu. Sin embargo siempre se quedaba solo, en
el templo con Upasni.
Durante las visitas de Merwan, el Sadguru hindú le narraba
minuciosamente la vida de Zaratustra, su misión y la divinidad
(Estado Avatárico) del Profeta persa. Según las enseñanzas de
los sacerdotes zoroastrianos, Zaratustra era uno de los profetas
de Dios, un mensajero. No la Encarnación de Dios, el Avatar.
Upasni Maharaj le explicó que los ritos y ceremonias zoroastrianos, del culto del fuego, tenían poco que ver con la verda-
dera misión de Zaratustra. A partir de la gnosis (el conocimiento esotérico) que Upasni Maharaj le transmitió, Merwan ahora
aceptaba que Zaratustra era un Avatar, una Encarnación de
Dios Mismo en forma humana. Naturalmente, cuando Merwan
trató de transmitir estas verdades espirituales a sus amigos
parsis e iraníes, parientes y vecinos, se alarmaron y perturbaron con esas ideas esotéricas relacionadas con el fundador de su
religión. Las declaraciones de Merwan alteraron especialmente
a los sacerdotes zoroastrianos del lugar.
Merwan repetiría inspirado por Upasni Maharaj estos versos del Sadguru y poeta hindú Kabir:
“El Gurú y Govind están ante ti;
¿Ante quien deberías prosternarte?
¡Prostérnate ante la gracia del Gurú
que te ha mostrado a Govind!”
Govind es el Dios Absoluto, el Dios Impersonal. El Gurú es
Dios en forma humana, el Dios Personal. Los zoroastrianos ortodoxos no concebían un Dios Personal en la forma del gurú,
por lo que no recibían de buen grado lo que Merwan decía.
Aunque Merwan estaba empezando a recuperar algo parecido a una consciencia humana normal, sólo era capaz de reconocer sus alrededores inmediatos. El poder de su Canción,
dentro de él, era lo que lo ponía en actividad; por lo que la
voluntad divina lo ponía en movimiento como un autómata,
aunque ante los extraños pareciera actuar de manera razonablemente normal.
Al descubrir que Merwan se parecía más al de antes, Shireen
le presionó para que buscara trabajo. A Merwan no le gustó
esa idea, pero, contra sus deseos y presionado por su madre,
aceptó trabajar como empleado de un próspero contratista de
ladrillos de Poona.
130
Un día, Merwan viajaba en el auto de su empleador, sentado junto al conductor, quien accidentalmente atropelló a una
anciana que estaba cruzando la calle. El contratista, que estaba
sentado detrás, dijo al chofer que siguiera sin detenerse. Puesto
que el auto fue reconocido por numerosas personas, pronto detuvieron al contratista y lo citaron para que se presentara ante
el tribunal al día siguiente. También citaron a Merwan.
Mientras aguardaba en la sala del tribunal, el contratista dijo
a Merwan: “Cuando te llegue el turno de declarar como testigo,
niega lo ocurrido y afirma que, en ese momento, íbamos en auto por otra parte”.
Merwan replicó “No puedo hacer eso. Eso es una mentira”. Y
cuando subió al estrado dijo la verdad.
El contratista estaba preocupado, pero el juez dictaminó que
el único culpable no había sido el chofer, e impuso al contratista
una multa de doscientas rupias por no dar cuenta del accidente.
Unos días después, el dueño dijo a Merwan que redactara
facturas falsas, y él se negó a hacerlo. Molesto, rompió esos documentos y dijo al hombre “Usted es un delincuente y no voy
a trabajar más para usted”. Renunció después de trabajar un
corto tiempo ahí.
Shireen volvió a presionar a Merwan para que buscara otro
trabajo, y le aceptaron como maestro de escuela en la aldea de
Nargol, en el estado de Gujarat. Lo nombraron para que enseñara
dos materias: inglés y persa. Su sueldo era de doscientas rupias
por mes, y la mitad de esa suma la enviaba a la casa de su madre. Pero su ocupación docente duró solamente unos pocos meses, pues Merwan renunció o lo despidieron.75
75 No hay constancias pormenorizadas de cuando Merwan abandonó la labor docente en
la aldea de Nargol pero este período, como maestro de escuela, creó El Mapa Temático Divino, explicado y publicado años después en una reunión celebrada en la India en el año 1943. Ver Dios
Habla de Meher Baba, en las que se describe totalmente ese mapa.
Tan pronto Merwan regresó a Poona, Shireen trató nuevamente de encontrarle algún empleo estable. Ella opinaba que
cuanto más pronto Merwan tuviera un trabajo fijo, mejor sería,
y más rápidamente se curaría de su agotamiento mental. De ahí
que su madre no lo dejara solo ni le diera un momento de respiro a fin de conseguirle un trabajo. Esto siguió todos los días, y
el acoso de su madre fue un enfado constante para Merwan.
Siempre que él iba a visitar a Upasni Maharaj, no se lo decía
a su madre o de lo contrario habría una discusión. Confiaba en
su tía Piroja, quien le amaba inmensamente y a quien visitaba
casi todos los días siendo adolescente. El tío Rustom era un famoso mecenas de las artes y sostenía muchas representaciones
profesionales de teatro. Merwan y sus amigos ensayaban, en la
casa de ambos, sus obras de teatro.
Cuando Merwan era un adolescente, Shireen tuvo otro hijo para cuidar, el hermanito Adi, y no le gustaba que Merwan
llevara muchos amigos a la casa. Por otra parte, a Piroja le encantaba que Merwan trajera sus compañeros a su casa, en donde se sentaban en una alfombra a narrar historias acerca de y
Maestros Perfectos musulmanes e hindúes, santos y milagros.
Piroja y Rustom tenían un vasto predio alrededor de la casa, y
allí Merwan y sus amigos solían jugar críquet.
Bastaba que Merwan dejara de concurrir un solo día a la casa de Piroja para que ésta se preocupara. Por eso, siempre que
Merwan partía de Poona hacia Shirdi, le decía a su tía adónde
iba y que no se preocupara, agregando que la vería tan pronto
regresara. Por consiguiente, sólo Piroja conocía el paradero de
Merwan cuando él no estaba en Poona. Cuando Merwan regresaba de Shirdi, le traía prasad de Upasni Maharaj.
Una vez, Merwan le dijo a su madre que iba a Bombay a visitar a Jamshed; pero en cambio tomó un ómnibus que se di131
rigía a Shirdi y se quedó con Upasni Maharaj. Shireen sospechó y acosó a su hermana para que le dijera adónde había ido
Merwan realmente, pero Piroja fingió que lo ignoraba.
Jal, hermano menor de Merwan, era el espía de su madre.
Cuando Merwan y Jal eran chicos, Jal informaba a Shireen minuciosamente sobre todo lo que ocurría en la casa de Piroja. En
esta ocasión, Jal siguió a Merwan hasta la terminal de ómnibus
y averiguó que no había comprado un boleto hacia Bombay sino hacia otra parte. Fue por él que Shireen estaba totalmente
enterada de que Merwan no estaba en Bombay. Shireen se enfadó muchísimo con su hermana por no decirle adónde había
ido Merwan, al igual que con su hijo por engañarla. Cuando
Merwan regresó, lo reprendió “Te lo estoy diciendo por centésima vez, ¡consigue un trabajo y consérvalo! Empieza a pensar
en tu futuro. Empieza a pensar en ganarte la vida. ¡Empieza a
pensar en casarte!... Deja de malgastar tu vida yendo de aquí
para allá en busca de santos ¿Me entiendes? ¿Entiendes lo que
estoy tratando de decirte?”
En esa época, en plena Primera Guerra Mundial, Merwan estaba tan fastidiado con el constante acoso de su madre que le dijo
“Decidí incorporarme al ejército. ¡Me voy a luchar a la guerra!”
Al oír esto, Shireen se inquietó muchísimo y le contestó: “¡Oh
no, no te irás! No vas a ir a la guerra. Te quedarás aquí mismo,
en Poona” Esta estratagema funcionó durante unos días, y su
madre dejó a Merwan en paz.
Piroja y su marido Rustom tenían dos hijos: uno se llamaba Aspandiar (que después tuvo el sobrenombre de Pendu),
y la hija era Naja. Toda la familia era enteramente devota de
Merwan, no porque fuera su pariente sino porque él les había
revelado su personalidad divina.
Piroja había pedido a Merwan que enseñara a sus hijos las
plegarias zoroastrianas y a atarse el kusti (cordón sagrado)76 alrededor de su cintura cada mañana. Los dos chicos lo querían
tanto que una vez Aspandiar dijo con nostalgia “¡Qué maravilloso sería si Merwan fuera Zaratustra! Nunca vimos a nuestro
profeta, y Merwan es tan amoroso... es como él. Canta tan bellas plegarias y es tan bueno... ¡Ojalá fuera Zaratustra!”
Posteriormente, cuando se les presentó una oportunidad
de carácter comercial, Rustom y Piroja se mudaron a Calcuta.
Durante 1916, Merwan fue enviado para quedarse con ellos para
mejorar su disposición y cambiar su entorno. Lamentablemente,
no se sintió bien ni cómodo lejos de sus amigos de Poona, aunque Piroja hacía todo lo posible para consolarlo y distraerlo.
Sin embargo, un día, un hombre de negocios llamado Cavas
Khatao, socio de Rustom, conoció a Merwan y quedó encantado con él. Cavas invitó a Merwan a quedarse en su propiedad,
pero él se negó. Cavas, hombre rico e influyente de Calcuta,
era famoso entre la gente de teatro y dueño de la Compañía
Teatral Khatao. Ésta salía regularmente de gira por toda la
India ofreciendo representaciones dramáticas, y Cavas quería
que Merwan fuera su gerente comercial.
Merwan dijo cortésmente a Cavas “Señor, no estoy buscando
trabajo, y su negocio no me interesa”.
“Te trataré como a un hijo”, replicó Cavas. “Aceptaré las condiciones que pongas y el sueldo que quieras. No te rehúses a lo
que te ofrezco”.
Merwan le contestó “Cavas, también siento mucho afecto por
usted, pero le ruego que no me presione más por esto”. No obstante, Cavas apreciaba tanto a Merwan que no lo dejaba en paz.
76 Kusti es un cordón con el que los zoroastrianos ciñen y atan de determinada manera su
cintura. En la religión de ellos es sagrado porque simbólicamente representa atarse a Dios. Es probable que su significado más profundo se relacione con los sanskaras que “se enrollan” y “se desenrollan”.
132
CIUDADES CLAVE
EN LOS AÑOS DE JUVENTUD DE MERWAN
Bombay
Poona
Kedgaon
Nagpur
Shirdi Sakori Calcuta
Lahore Benarés
Udwada
Lonavla
Bombay
Rangoon
Gujarat
Lugar de nacimiento de Shireen, su madre.
Sitio en el que vivía Babajan.
Ashram de Narayan Maharaj.
Manicomio en el que estaba Tajuddin Baba.
Sitio en el que vivía Sai Baba.
Ashram de Upasni Maharaj.
Compañía Teatral Khatao.
Trabajo de Merwan con el teatro.
La ciudad santa de los hindúes.
Templo zoroastriano del Fuego.
Casa de los tíos Dowla y Faredoon.
Casa del tío Khodadad.
Santuario budista donde Ramnath peregrinó.
Escuela en la que Merwan enseñó, y sitio
en el que Sheriar experimentó Chilla-nashini.
Después de estar tres meses en Calcuta, Merwan regresó a
Poona. Entretanto, Rustom había escrito a Shireen informándole del interés del señor Khatao por Merwan, y sobre el trabajo
ofrecido que Merwan había rechazado. Por consiguiente, cuando Merwan retornó a su casa, se encontró con otras furiosas
reprimendas de su madre acerca de su futuro. Ella estaba totalmente convencida de que su hijo estaba malgastando su vida.
Ante su insistencia, Merwan no tuvo otra opción que escribir
al señor Khatao y aceptar el promisorio puesto de gerente de
su compañía teatral.
Entonces, Merwan regresó prontamente a Calcuta. Su primer
trabajo consistió en viajar con los actores a Lahore, en el norte
de la India (actualmente, Pakistán).
133
Merwan sin embargo, no podía olvidar a sus amigos de
Poona, especialmente a Behramji, con quien intercambiaba frecuentemente correspondencia. En una de esas cartas le escribió
lo siguiente:
Querido Behramji:
Las circunstancias me obligan a hacer cosas que no me gustan.
Me obligan a comer toda clase de cosas que me disgustan y a vestir ropa que no deseo usar. ¡Oh Dios! ¡Qué líos! ¡Qué clase de esclavitud es esta!
Merwan se vio obligado a actuar como un hombre de negocios, con traje y corbata, a comer opíparamente en restaurantes y a asistir a fiestas. Aunque esto parezca bastante extraño, varias semanas después de despachar esta carta, Cavas
Khatao murió. La compañía se disolvió de inmediato y dejó
de trabajar. Aliviado, Merwan regresó a Poona y esta vez su
madre no pudo reprenderlo porque hubiera renunciado o lo
hubieran despedido.
Desde los primeros encuentros con Sai Baba y Upasni
Maharaj, en 1915, Merwan adoptó una inexorable costumbre
que duraría siete años completos hasta que descendió a la consciencia normal. Todos los días, Merwan golpeaba regularmente, durante horas, su frente contra el piso de baldosa de su cuarto. Algunos días por la tarde, entre la una y las cinco, iba al
distrito Golibar, de Poona, o a la Torre del Silencio; allí se sentaba bajo un árbol y proseguía su terrible ritual ¡golpeando su
frente contra una roca o un muro de piedra! No se daba tan sólo ligeros golpecitos en la cabeza sobre la superficie de piedra,
sino que golpeaba su frente contra ésta con toda su fuerza, una
y otra vez, hiriéndola y haciéndola sangrar siempre.
Después de golpearse la cabeza una hora tras otra, Merwan
se desplomaba. Luego enjugaba la sangre de su cara y se limpiaba, y a continuación, se ataba un pañuelo en la frente a modo
de venda, y se ponía un turbante, ocultando así de su familia la
herida antes de regresar a su casa. La gente del lugar, y sus parientes en particular, pensaban que atándose un pañuelo en la
cabeza, Merwan estaba siguiendo alguna nueva moda. En aquel
tiempo, poco supieron de la verdadera razón de eso. Sólo los
amigos más íntimos de Merwan sabían cómo pasaba las mañanas y las tardes, pero no se lo decían a la familia de Merwan,
aunque no llegaban a comprender su extraña conducta.
También seguía inflingiéndose esta terrible práctica cuando estaba en Lahore con la Compañía Teatral Khatao. Durante
la representación tenía que hacerse cargo del vestuario y del
decorado, labor ésta que duraba hasta bien entrada la noche.
Durante el día, cuando el resto de la compañía estaba durmiendo, se levantaba temprano y sin hacer ruido iba a un sitio aislado en el que, durante horas, golpeaba su frente contra una losa.
Entraña un sufrimiento inimaginable el hecho de descender
del supremo estado espiritual de la Consciencia de Dios (“YO
SOY DIOS”) a la consciencia humana normal (“Yo soy un hombre”). Estos golpes que aplicaba a su frente confortaban de alguna manera a Merwan durante la extrema angustia de su descenso desde el estado de Dios a la consciencia normal o física.
Merwan después describió estos días que parecían una agonía:
“Estos golpes repetidos y constantes contra mi cabeza fueron lo
único que me alivió algo durante mi real sufrimiento del “descenso”, que he dicho reiteradas veces que es indescriptible. El alivio
que sentí golpeando mi frente contra las piedras puede compararse con aquél que una taza de té fuerte da a un hombre común y corriente que esté muy agotado”.
134
En realidad, es tan grande el dolor que causa el recuperar
la consciencia humana normal que sólo este sufrimiento físico,
consistente en golpearse metódicamente la cabeza, podía en alguna medida calmarlo.
Poco después de regresar Merwan de Lahore a Poona, su padre cayó enfermo y hubo que trasladarlo al hospital de Bombay
para operarlo. Merwan se vio obligado a encargarse del Café
Sheriar durante la ausencia de éste. El local estaba ubicado
cerca de Asurkhana en la zona del acantonamiento de Poona.
Merwan permanecía ahí todo el día, desde las primeras horas
de la mañana, sirviendo la comida, la bebida y manejando la
caja registradora y supervisaba el negocio en general.
Durante esos días de 1917, la mente de Merwan se ocupaba
más de escribir poemas y ghazals que de concentrarse en el negocio del restaurante. Sin embargo, no era negligente ni se lo
engañaba fácilmente en el manejo de sus asuntos; simplemente,
no le interesaba ganar dinero.
Un día, estando en el café, escribió en persa el siguiente ghazal:
Desde que vi el mapa del rostro de mi Amado,
Aún permanece dibujado en mi corazón.
La separación cortó en pedazos al corazón virtuoso,
Dejando nada más que la mancha de la separación.
Toma al amor de la Flor como sabiduría,
O a los rizos del Amado como un señuelo.
Su recuerdo se parece al del ruiseñor,
Y ahora el recuerdo fue más allá de los cabellos;
Está atrapado en mi corazón.
Cuando se aniquila al yo, la dualidad desaparece:
¡Y el amante mismo se convierte en Dios!
El corazón tiene un solo lugar,
El Amado está en el corazón,
O el corazón está en el Amado:
Ambos son el mismo lugar.
¡Oh renunciante superficial!
Haces un espectáculo de tu plegaria,
Pidiendo a Dios que satisfaga tus deseos.
Recuerda, un verdadero amante no siempre encuentra a Dios
Escondido en el corazón.
No hay nada que pedir,
¡Él encuentra a Dios manifestándose en el mundo!
Los caminos de los Maestros son peculiares,
Ellos hacen reír y llorar simultáneamente.
Externamente parecen diferentes,
Pero internamente todos tienen amor.
Hay maltrato en los labios de los Maestros,
Pero bendiciones en sus corazones.
Algunos dicen que la morada del Amado
Se halla en la taberna,
Algunos dicen que en la mezquita.
Oh Huma, ¿qué estás buscando fuera?
Comprende que Dios está en ti.
Hacia el tiempo en el que su padre regresó de Bombay,
Merwan había escrito varios ghazals más, de temas parecidos,
los cuales dio a conocer a Sheriar.
135
A comienzos de 1917, Sheriar vendió su casa de té, consiguió un préstamo y también un permiso para abrir un local de
toddy en la calle Sachapir. Merwan empezó a trabajar en ese
nuevo negocio de toddy de manera regular durante dos días.
Realizó toda clase de quehaceres para ayudar a su padre en el
manejo del local, lavando y llenando botellas, barriendo el piso y vendiendo bebidas. A veces, cuando un cliente había bebido demasiado, embriagándose, Merwan se sentaba a su lado y
cantaba alegremente el Abhanga (libro de cantos) del Sadguru
hindú Tukaram. El ebrio le acompañaba muy contento, batiendo palmas y cantando. De esta manera, aquel local se convirtió
verdaderamente en una taberna mística del Amado Dios, con
Merwan como encargado, distribuyendo el vino del amor y la
embriaguez de la alegría a todos los que allí acudían.
En otras ocasiones, Merwan aconsejaba a cierta clientela que
no bebiera de más o se abstuviera por completo de bebidas alcohólicas. A algunos de esos hombres no les servía. Cuando
Shireen se enteró de esto, le hizo esta observación “Merog, ¿qué
es lo que tratas de hacer: participar en el negocio de tu padre o
tratar de arruinarlo? ¿Qué te está pasando? Si la gente deja de
beber, ¿cómo sobrevivirá el negocio?”77
Sheriar también prestaba poca atención a las reprimendas de
Shireen. Indudablemente, éste era un tiempo muy especial en la
vida de él: tenía la diaria compañía de su hijo Merwan, conversaban acerca de Dios y compartían los ghazals. ¡Cómo Sheriar
debe haber visto que Merwan era el hijo al que una voz divina
se había referido años atrás! ¡Cómo debe haberse deleitado con
la compañía de su hijo! ¡Cuán conmovedores fueron esos días
tanto para el padre como para el hijo!
77 El toddy es una bebida alcohólica barata, con bajo contenido de alcohol, que se prepara
con la savia de las palmeras toddy que abundan en la India.
Aunque Merwan trabajaba con ahínco cada día en aquel negocio, en realidad todavía no tenía plena consciencia física y
sus actos se regían únicamente con los impulsos de la voluntad
divina de Dios que se manifestaba por medio de él. Por ejemplo, un día Merwan iba en bicicleta hacia el local, pasó delante
de éste y siguió de largo hasta la carretera de Mahabaleshwar, a
unos doce kilómetros de Poona. Sólo cuando él había recorrido
la mitad del camino por la empinada ruta montañosa de Vatraj
Ghat se dio cuenta que iba por la dirección equivocada. Su ascenso por ese empinado camino pedaleando le resultó difícil, y
fue entonces cuando se dio cuenta de que se encontraba en las
regiones montañosas en dirección a Mahabaleshwar. Entonces
emprendió el regreso a Poona, llegando al negocio de toddy
bien entrada la mañana.
En esta ocasión, Merwan escribía todo lo que su inspiración
le sugería. El 16 de febrero de 1917, escribió un bello ghazal, que
posteriormente fue considerado excepcional:
¡Cuán maravillosa es la cruel misericordia de Dios!
Su misericordia agració con espinas a la rosa.
¡Cómo se manifiesta la justicia en la gloria de Dios!
La crueldad se oculta en Su bondad.
No importa si las religiones aceptan el vino.
Mi anhelo es embriagarme de amor.
¡Oh Dios! ¡Cuánta dicha hay en la embriaguez del amor!
El vino del hombre nunca puede dar dicha.
No podemos sentir el amor leyendo libros.
Al amor nunca puede describírselo con palabras.
Nunca he leído acerca del verdadero amor, sobre él no se puede escribir,
136
El amor se retrata con la sangre de nuestro corazón
sólo entonces será tuyo.
¡Oh Dios! Concédeme el regalo de Tu unión.
He muerto separado de Ti.
Pero en Tu libro mayor no necesitas computar los dolores
Que he sentido lejos de Ti.
¡La sangre brota de mi corazón,
Que semeja carne desmenuzada!
Pero falta la sal que Tú espolvoreas
En las heridas del corazón.
¿Por qué deberíamos preguntar a los amantes de Dios acerca de Él?
¡Deberíamos preguntárselo a Dios directamente!
¡Oh Dios! Te encuentras tanto en la pregunta
Como en la respuesta.
¡He visto a Dios, Él es el mismo Dios por doquier!
Su morada está en todo corazón.
Dios es el tabernero en la casa rica en pureza,
Sin embargo, Él está viviendo en la casa de las ruinas.
¿Por qué deberíamos inquietarnos al experimentar la miseria, la crueldad
y las dificultades del mundo?
¡Oh Huma!, si Dios hace llover Su misericordia sobre ti,
Entonces la dicha se siente en el dolor.
Merwan consideró que este ghazal era especial porque, después de escribirlo, lo despachó por correo al célebre escritor
gujarati Sohrabji Muncherji Desai (Soma), de la localidad de
Navsari, adjuntándole una esquela que decía:
Soma:
Le envío mi humilde ghazal que escribí ayer. Tenga a bien
aceptarlo.
Un amante de Dios,
Huma
Este ghazal tendría después un profundo efecto sobre el
señor Desai.
En 1917, Merwan sugirió a Behramji que se asociaran y abrieran
otro negocio de toddy, pero con estas condiciones: “Abrámoslo
no sólo para ganar dinero. Debería ser un sitio en el que pudiéramos brindar un servicio público y social... También debería ser
un lugar en el que pudiéramos meditar en soledad”.78
Behramji solía obrar, en todo lo que hacía, de acuerdo con
los dictados y la guía de Merwan. Lo que éste le propuso le
gustó muchísimo y, en seguida, solicitó el permiso de venta de
licor. Sin embargo, cuando lo obtuvo, Merwan se negó a seguir
adelante con el negocio porque el permiso no estaba a nombre
de Behramji, tal como él le había indicado, sino en el del hermano de Behramji. Esto fue para él una gran lección, y a partir de entonces se acordó de cumplir al pie de la letra lo que
Merwan le dijera.
En abril de 1917, en el municipio de Sion, en Bombay, un devoto del Sadguru Upasni Maharaj invitó al Maestro a asistir a
la ceremonia inaugural de un dispensario médico qué él po78 En ningún momento Merwan necesitó meditar en soledad porque tuvo la experiencia de
la Realidad Suprema del Estado Divino. Tuvo que fomentar la meditación para ayudar a quienes
estaban conectados con él a que aquietaran su mente y buscaran la Verdad.
137
nía al alcance de los pobres. Upasni Maharaj, junto con muchos adeptos suyos, aprovechó la ocasión para mandarle decir
a Merwan que se encontraran allí. En esta ocasión, Merwan se
encontró por primera vez con un discípulo de Upasni, llamado
Gustad Nusserwanji Hansotia. Mientras conversaban, las notables percepciones de Merwan impresionaron profundamente a
Gustadji, quien quiso interiorizarse más de lo que él tenía que
decirle sobre asuntos espirituales. Sin embargo, Merwan se fue
de Bombay ese mismo día, lo cual contrarió mucho a Gustadji.
Tras quedar sin efecto la sociedad con Behramji, Merwan
volvió a concentrar sus energías en el local de su padre, trabajando ahí dos horas cada día. Como de costumbre, siguió visitando a Hazrat Babajan al caer la tarde, mientras que en horas
del día encontraba un sitio apartado para continuar con su dura
práctica de golpearse sin parar la cabeza durante horas contra
una piedra, ocultando su herida con un pañuelo o turbante.
Un día, Merwan escribió en el negocio el siguiente ghazal
dedicado a Babajan, a quien también se lo leyó estaba escrito en
hindi y urdu:
¡Oh Amado Maestro, eres el Emperador!
Te estoy eternamente agradecido.
Si tuviera cien mil vidas,
Las sacrificaría todas a tus pies.
Me ahogaste en el Océano Eterno de la Unidad
Y me transformaste en un Océano como Tú Mismo.
En lo que dura un parpadeo, transformaste a un amante en Dios:
¡Me he convertido en Dios!
¡Oh Emperador de los Maestros! ¡Oh Océano de la Misericordia!
¡Oh Perfección Personificada!
¡Oh Maestro Perfecto, si Tu mirada misericordiosa ilumina a alguien,
¡Un mendigo puede convertirse en rey!
¡Todos los dioses y diosas, los ángeles, los devas celestiales
Y los hombres de los cielos
Están pasmados ante el fulgor de Tu divinidad!
¡Oh Iluminado Maestro de los tres mundos! Aunque transformara
Mi cuerpo en las sandalias de tus pies,
Eso nada sería en comparación con lo que has hecho por Merwan!
La Primera Guerra Mundial continuaba. Baily se alistó, siendo incorporado en la marina indo-británica. Sus deberes militares le llevaron a Inglaterra, Francia, Grecia, Egipto y Arabia.
Mientras estuvo fuera del país, Baily mantuvo por correspondencia su amistad con Merwan, y leía las cartas de éste no una
vez sino muchas. Los poemas de Merwan frecuentemente estaban incluidos en ellas.
Unos años después, Baily se cansó de su vida en el mar y solicitó su pase a un puesto en tierra. Aceptaron su solicitud y le
dieron el pase a Poona, y allí tuvo un mes de licencia. En seguida fue a buscar a Merwan y encontró a su amigo ayudando a su
padre en el negocio de la calle Sachapir. Fue un feliz reencuentro. Baily le contó sus experiencias en el extranjero, con la esperanza de inducir a Merwan a que se incorporara a las fuerzas
armadas. Él extrañaba mucho la compañía de Merwan y hacía
todo lo posible para volver a estar junto a él, pero Merwan se
negó. Durante ese mes, Baily buscó en todo momento la compañía de Merwan, tratando de persuadirle para que se alistara.
Finalmente, Merwan se dejó persuadir. “Me alistaré en la
marina contigo”, le dijo. “Estoy de acuerdo, pero con la condi138
ción de que me asignen al sitio en el que tú estás”. Baily en seguida le prometió que lo arreglaría, pues durante la guerra necesitaban a todos los reclutas que pudieran alistar. Por supuesto,
Merwan no habló con sus padres sobre lo que había decidido.
A la mañana siguiente, bien temprano, Baily llevó a Merwan
hasta el comando naval y le hizo alistar. Merwan firmó los formularios necesarios de incorporación y le informaron que se
presentara para prestar servicios en determinada fecha; Baily
estaba encantado. Así fue como Merwan se incorporó voluntariamente a la marina para servir al Imperio Británico y a su
país. Nadie de su familia sabía lo que había ocurrido.
Pasaron unos días, y entretanto Merwan siguió trabajando en el negocio de su padre. Pero una tarde, llegó al local de
Sheriar, para beber algo, un oficial Maratha, perteneciente al
mismo comando militar. Era un cliente habitual, recibido siempre como un buen amigo. Merwan también lo conocía, pero raras veces trabajaban en el negocio por la tarde. El hombre se
puso a hablar con Sheriar “Debería felicitar a su hijo. Usted debería estar orgulloso de él. Sé que, de su parte, debe ser un gran
sacrificio que se presente voluntariamente a servir a su país en
esta guerra sangrienta”.
Al principio, Sheriar no entendió de qué estaba hablando ese hombre, y pensó que la bebida había influido sobre él.
Entonces, tomando las cosas a la ligera y bromeando le dijo
“Amigo mío, bebió demasiado esta noche. No sabe lo que está
diciendo... ¿Mi Merog, un recluta? ¡Qué disparate! Mi Merog
no es esa clase de persona”.
Las observaciones de Sheriar sorprendieron al hombre, quien
le reveló clara y concretamente lo siguiente “Sheriar, lo que le estoy diciendo es la verdad. Vi los formularios que Merwan firmó”.
Tan sólo entonces Sheriar le creyó y se inquietó muchísimo.
Cuando Merwan regresó a su casa después de su visita nocturna a Babajan, Sheriar de inmediato lo enfrentó “Hijo, me enteré de unas noticias alarmantes. ¿Te alistaste en la marina?”
Merwan le contestó: “Sí, es un hecho. Me incorporo para estar cerca de Baily y juntos vamos a viajar por todo el mundo”.
“Escúchame, hijo”, le dijo Sheriar. “¡Debes alejarte de esas
cosas! ¡Mañana harás que quiten tu nombre!”
Pero Merwan se negó, observando “No pueden borrar mi
nombre una vez que fue registrado. Quiero alistarme”.
Además le suplicó “Padre, dame permiso... dame de buena
gana tu permiso para incorporarme a la marina”. Sheriar era
terco y se negó a escuchar una palabra más. “¡Qué disparate!,
Merog, no estás hecho para esas cosas. No quiero que te vayas.
Me resulta difícil dejar que estés fuera de mi vista siquiera por
unos pocos días, y mucho menos durante meses o años seguidos. Merog, esa vida no es para ti .Yo mismo voy a ir mañana a
la oficina de la marina y me aseguraré de que borren tu nombre de esa lista de reclutamiento”.
Las observaciones de Sheriar no afectaron a Merwan, y no
hizo caso de la amenaza de su padre. Pero a la mañana siguiente, Sheriar se presentó ante el oficial jefe de reclutamiento y,
usando su influencia, hizo que se sacara el nombre de su hijo
de la lista. Tanto Merwan como Baily dieron muestras de estar
muy contrariados.
Sheriar hizo que Baily le prometiera que no hablaría más con
Merwan sobre esas cosas, o de lo contrario le prohibiría visitarlo. Baily se lo prometió y siguió visitando a Merwan en el
negocio todos los días durante el resto de su licencia. Los dos
amigos rememoraron los días de su niñez, a diferentes amigos,
y conversaron sobre poesía y el futuro de Baily. Las dotes poéticas de Merwan habían impresionado siempre a Baily y, en su
diario, registró esto:
139
Rimar o escribir versos era simplemente un juego de niños
para Merwan. Lo hacía aparentemente con facilidad y sin esfuerzo. Tenía una gran facilidad: tan pronto tomaba la pluma,
empezaba a escribir en el papel. Además, ¡a veces, bajo un estímulo del momento, hablaba en verso!
En una ocasión, puse a prueba su destreza y le pedí que escribiera un poema de felicitación para el casamiento de un amigo mutuo que se llamaba Minu. Aunque esos temas no interesaban a Merwan, sólo para complacer a Minu, que también
estaba presente, escribió una espléndida canción que él mismo
cantó. La canción era tan bella que sus dotes naturales me sorprendieron muchísimo y se disiparon todas mis dudas.
Cuando la licencia de Baily terminó, recibió nuevas órdenes de aprestarse para ir a Egipto a bordo de un barco hospital.
Puesto que había sido aprobada su solicitud de pase a prestar
servicio en tierra, este nuevo cambio lo molestó y de inmediato fue a ver al oficial a cargo para comprobar las constancias.
El oficial dejó sin efecto el destino a Egipto; sin embargo, luego ordenó a Baily que abordara el próximo barco que salía hacia África en veinticuatro horas más. Esta vez Baily no trató de
cambiar la orden.
Cuando informaron a Merwan sobre el pase de Baily, observó “Nunca me hubiera gustado ir a un lugar como África”.
Merwan persuadió a Baily que tratara de que se modificara lo
que le habían ordenado. Aunque parecía improbable, Baily se
reunió con el oficial respectivo y logró persuadirlo; sus ruegos
tuvieron éxito. Designaron a otro para que fuera a África en su
lugar, y después le ordenaron que abordara el próximo barco
hacia Adén, la capital del Yemen.
Informaron a Baily que la fecha de partida del barco no
se había decidido aún y que tendría que esperar en Bombay.
Merwan volvió a hacer esta observación “No me hubiera gustado ir a un lugar como Adén. Averigua si puedes conseguir que
dejen sin efecto esa orden”. Baily lo intentó, pero no tuvo éxito.
Merwan estaba triste porque Baily se iba de la India, y le dijo
“Ven conmigo a ver a Babajan, primero recibe su darshan antes de ir a Adén”. Esto no sedujo a Baily, quien se negó, pero
Merwan insistió en que lo acompañara. Posteriormente, Baily
escribió en su diario:
Yo consideraba que Babajan era nada menos que una hechicera. No creía para nada en ella, y la desdeñaba como si fuera una
bruja. Me desagradaba que Merwan se llamara “su discípulo”.
No me gustaba la idea de verla, y la insistencia de Merwan
me fastidió. A pesar de eso, no pude ofenderle, acepté y tuve
que ir a ver a esa anciana.
En aquel tiempo, Babajan no se quedaba en otra parte que
debajo de un árbol neem, cerca de Char Bawdi. Merwan me había dicho que primeramente pusiera mi cabeza sobre sus pies,
pero orgullosamente me negué, diciendo “Sólo me prosterno
ante Él, donde sea que Él esté. ¡Con excepción de Él, ni mi cuerpo ni mi mente se rebajarán ante nadie!”
Percibí que mi expresión arrogante afligió a Merwan, pero
no reaccionó y me dio permiso para que yo obrara ante ella
como gustara.
En el instante en el que Babajan me vio, alcé mi mano derecha a modo de saludo, diciendo “Salaam, Babajan”.
“Bienvenido, hijo mío, bienvenido”, murmuró con una voz
casi inaudible, dulce y humilde. “Ven a sentarte cerca de mí...
¿Quién eres?... ¿De dónde vienes?”
Merwan había previsto esa pregunta y me dijo que le dijera:
“Vengo de parte de tu hijo”.
140
A lo que ella replicó “Salvo Dios, ¿quién otro es mi hijo?
Bien, si vienes de parte de Dios Mismo, ¡Le informaré que mi
hijo se ha encontrado conmigo!... ¿Algo más?”
Sin entender lo que ella quería decir, salvo sus últimas palabras, le expliqué que estaba en la marina y a punto de viajar a
Adén, y si ella me permitiría hacerlo.
Me escuchó con atención y después, cerrando los ojos, repitió suavemente “¡Adén, Adén!” Después, alzando la voz de
manera sorprendente en comparación con la dulzura anterior, se expresó con un ronco susurro como si estuviera afligida por algo “¡Adén es mi tierra!... Salió de mí, ¡yo la creé!...
Pero hoy quiere burlarse de mí ” Dejó de hablar y luego volvió a hablar dulcemente “Bueno, hijo, puedes ir ¡Khuda Hafiz!
(Dios esté contigo).Y luego le dijo “¿Cuándo nos volveremos a
encontrar ?”
“Cuando tú lo desees. Cuando sea de tu agrado”, le dije.
Mi respuesta la ensimismó, y después me dijo vagamente
“Tendrás que esperar... esperar cinco años... Él, Él me dice dos
años... ¡No! ¡No, no permitiré dos años! Por eso, ven exactamente dentro un año y medio”.
Siguió hablando, pero no pude captar el significado de sus
palabras “He venido hasta aquí después de estar allá siete
años... Muchos, muchos acostumbraban estar conmigo... Y yo
estaré contigo. También conservaré a mi hijo conmigo... ¡Yo estoy con el mundo, y Dios está conmigo!”
Al decir esto, extendió su mano izquierda hacia mí, yo se
la tomé con reverencia y, obedeciendo a algún sentimiento secreto, la besé. Después me retiré y en seguida me encontré con
Merwan y le expliqué todo lo que había sucedido.
Merwan destacó “Es mejor que no interpretemos la palabrería de todos estos grandes santos. Cualquier cosa que ha-
ya querido decir de ti, creo que se refiere a alguna calamidad
por venir”. Con pesar Merwan continuó “Y por lo que pienso
de esto, puedo decir que el futuro no es bueno para ti, Baily.
¡Tendrás que afrontar terribles dificultades y deberás sufrir
mucho! ¡Que Dios te proteja!”
En realidad, yo todavía no di mucho crédito a la advertencia
de Babajan ni a la de Merwan. Por consiguiente, no presté mucha atención a lo que ambos dijeron. Esa misma noche partí hacia Bombay y debí esperar ahí todo un mes para tomar un barco, sin saber qué me depararía el destino.
Durante ese lapso, Merwan le habló a Baily acerca de Upasni
Maharaj y de cuán gran Maestro era. En una conversación sobre el Sadguru hindú, Merwan tuvo una inspiración y escribió
el siguiente arti (canto devocional) en hindi y urdu, dedicado a
Upasni Maharaj:
¡Oh Maestro Upasni Maharaj!
¡Soberano de sadhus, yoguis y santos
La justicia, la equidad y el amor ardiente te hicieron su rey!
Siempre meditamos sobre ti y repetimos tu nombre.
¡Oh Maestro! ¡Eres sin forma ni atributos, y el más puro de todos!
¡Llegaste a ser Dios Mismo aniquilando a tu ego!
Libéranos de las garras de Maya,
Y danos el nombre de Dios.
Líbranos de esta mundanal esclavitud,
Y alcánzanos la copa del vino divino para beber.
¡Oh Maestro! ¡Eres sin forma ni atributos, y el más puro de todos!
¡Oh Grande!
141
Convierte a los pecadores en santos volviéndolos virtuosos.
¡Por tu misericordia, unifica al alma con Dios!
Eres todo poder, misericordia y gracia
Eres la esencia misma de la libertad
¡Oh Maestro! ¡Eres sin forma ni atributos, y el más puro de todos!
Resides en todos, en ricos y pobres,
En buenos y malos.
Sólo ves a Dios en todas las cosas y por doquier.
Eres siempre el mismo;
No tienes religiones ni castas.
¡Oh Maestro! ¡Eres sin forma ni atributos, y el más puro de todos!
Eres la encarnación de la Verdad, de la omnisciencia, del poder y la dicha,
Eres el Maestro Perfecto.
Juntos te ofrecemos nuestras plegarias y adoración.
¡Oh Yogui Raj: Rey de los yoguis!
Tus devotos te saludan una y otra vez.
¡Oh Maestro! ¡Eres sin forma y sin atributos, el más puro de todos!
Lo maravilloso del caso fue que Merwan no sólo escribió este ghazal en cuestión de minutos sino que, mientras lo estaba
haciendo, atendía a los clientes del negocio. Tiempo después
publicaron este arti en el periódico semanal gujarati Kaiser-eHind, que también publicó el ghazal de Merwan, dedicado a
Hazrat Babajan.
“¡Hijo mío, ve!... Ahora ve a recibir tu parte de un hindú”.
Así le habló Babajan a Merwan, en distintas ocasiones, durante 1917. Mientras tanto Upasni Maharaj se había marchado
del templo de Khandoba, en Shirdi, dirigiéndose, en julio de
1917, hacia la aldea de Sakori. Merwan le visitó regularmente
en su nueva morada, que al comienzo fueron los campos de
cremación de la aldea.
Merwan viajaba a Sakori en tren, unas veces acompañado y
otras, solo. Solía optar por sentarse en el piso, cerca de la puerta del baño, en el sucio sector de la tercera clase. Él bajaba del
tren en la estación Chitalli y caminaba dieciséis kilómetros hasta Sakori. El aspecto de Merwan era, para las demás personas,
el de alguien que estaba sufriendo los efectos del exceso del alcohol. Caminaba como un ebrio: tenía la cabeza gacha, como si
padeciera las secuelas de una borrachera. A pesar de su trabajo en el negocio de su padre, pocas eran las cosas que él hacía
que se consideraban normales. Era sólo ligeramente consciente
del mundo que lo rodeaba y no sentía su cuerpo físico como un
ser humano común y corriente. Merwan era la personificación
de la consciencia de Dios y sólo podía “funcionar” en su medio
ambiente debido a que, dentro de él, se agitaba aquel Canto que
se elevaba para que el mundo lo escuchara. Él era mayormente
un autómata de la voluntad divina y se movía por impulsos.
Una vez, mientras viajaba a Sakori sin compañía, sintió el
impulso de bajar del tren en la aldea de Kopargaon, en lugar de hacerlo en Chitalli. Eran las diez de la noche y hacía
mucho frío; lo único que tenía puesto era un saco y un pantalón de algodón liviano, y se puso a caminar por la carretera. Era noche cerrada y aunque Kopargaon estaba a unos
tres kilómetros de la estación ferroviaria, tardó más de dos
horas en llegar a la aldea. Coincidentemente, el Sadguru
Narayan Maharaj estaba visitando devotos en Kopargaon, pero Merwan no se detuvo para verlo. Pasó de largo por la aldea y se encaminó directamente hacia Sakori.
Un policía lo detuvo y previno que no deambulara por esa
oscura carretera porque había muchos ladrones en esa zona. El
142
policía le tomó de la manga del saco, tratando de persuadirlo
de que pernoctara en Kopargaon, pero Merwan retiró con fuerza su mano y se soltó. De pronto, sus ojos se convirtieron en
dos brasas. Merwan miró al policía con tanta intensidad y fiereza, que el hombre trastabilló, pensando que podría atacarlo. Sin
embargo, en seguida Merwan cayó a los pies del policía y le pidió perdón. El hombre no supo qué pensar cuando Merwan se
puso de pie y se alejó, encaminándose por esa carretera oscura
y desolada. El policía se quedó mirando a ese joven extraño que
desaparecía en la noche, desconcertado por este encuentro casual. El radiante resplandor de Merwan era inocultable, incluso
en esa noche sin luna, hasta en su estado de deslumbramiento,
el brillo del amor de Dios ardía a través de su rostro.
Después de llegar Merwan a Limbgaon, a unos tres kilómetros de distancia de Shirdi, ocurrió un hecho extraño. De pronto, cuatro grandes perros, que salieron de la oscuridad, trataron de atacarlo. Le ladraron ferozmente pero no lo mordieron.
Siguió caminando, sin prestar atención a sus amenazas. Más
adelante, otros cuatro perros salvajes trataron de atacarlo, pero
tampoco les prestó atención y siguió caminando.
Un trecho después, otros cuatro perros furiosos embistieron
contra él, y esta vez lo atacaron. Le rasgaron el pantalón y el saco tratando de morderlo, pero él no demostró el mínimo temor.
Entonces los amenazadores canes le rodearon, como si amagaran con destrozarlo si seguía adelante. Merwan caminó lentamente y, de pronto, sintió el impulso de correr lo más rápidamente posible. Los perros furiosos lo corrían, aullando como
locos. Merwan corrió y pronto dejó atrás a esa jauría salvaje.
Siguió corriendo hasta llegar a Shirdi cerca de las tres y media
de la mañana. Se detuvo en las afueras de la aldea y miró en todas las direcciones. Entonces, decidió no ir a ver a Sai Baba y se
acostó para descansar unas pocas horas a la vera del camino.79
Con la alborada, Merwan se levantó de la vera del camino y
caminó rápidamente hacia Sakori, recorriendo los once kilómetros de distancia en alrededor de una hora. Tan pronto se acercó a la choza de Upasni Maharaj, Durgabai, discípula de este
último, llevando un gran perro muerto en sus brazos, le dijo
que el animal había caído en un pozo, muriendo durante la noche. Al mirar a Merwan, le alcanzó el cadáver en silencio. Él tomó el perro en sus brazos, se alejó corriendo y lo arrojó dentro
de un hoyo. Después volvió corriendo y se reunió con Upasni
Maharaj en la choza. Nadie supo de los anteriores encuentros
de Merwan con las tres jaurías de perros salvajes. Los aldeanos
conversaron durante varios días sobre el hecho relacionado con
el perro muerto, porque raras veces los canes caen alguna vez
en los pozos. Fue un hecho muy extraño y, por cuanto eran supersticiosos, se preguntaban qué significaría eso.
Merwan se quedó con Upasni Maharaj, durante ocho días, con
el mismo saco y los mismos pantalones desgarrados. Después
volvió en tren a Poona con la misma ropa. Sus amigos de Poona
le dieron ropa nueva para que su madre no se alarmara.
Además de sus regulares visitas a Sakori, Merwan empezó
a cartearse con Upasni Maharaj; sin embargo, la mayor parte
del contenido de aquellas cartas o mensajes eran aparentemente indescifrables para cualquier persona, salvo ellos. A veces,
Merwan enviaba mensajes a Upasni por medio de Behramji o,
79 En realidad, Merwan nunca volvió a dormir, como un ser humano normal, después de
enero de 1914. El descanso de quien Realizó a Dios no se parece al de un hombre corriente. Ese ser
está siempre despierto y no duerme. Los individuos que Realizaron a Dios descansan en un punto, en el plano particular de la consciencia en el que se encuentran estacionados. Por eso, cuando
se escribe que Merwan descansaba, no lo hacía a la vera de un camino sino en determinado punto
situado entre los planos cuarto y séptimo. Ver GOD SPEAKS, páginas 44 a 58, en las que se explica con más amplitud cómo son los planos internos durante el proceso de involución de la consciencia.
143
después, por dos de sus compañeros, Sadashiv Patel o Sayyed
Saheb. Behramji trataba de leer los mensajes, pero los encontraba demasiado misteriosos. Aunque el lenguaje de las cartas era
sencillo, las frases aparentemente no tenían sentido.
Posteriormente, Merwan enviaba a Upasni paquetes que contenían diversas cosas, que su tía Piroja preparaba. Esos paquetes eran también extraños. Por ejemplo, en uno de ellos, lo único que Merwan enviaba a Upasni era una aguja e hilo.
Piroja y Rustom (de sobrenombre Masaji), los tíos de
Merwan, volvieron a mudarse de Calcuta a Poona, y terminaron viviendo al lado de la Casa Bhopla. Piroja no estaba bien
de salud, debido a un grave proceso asmático, quedando postrada en cama. Merwan la quería mucho y la visitaba todos
los días. Ella vivía sólo para estas visitas. La mayor parte del
tiempo conversaban sobre Dios y los santos, y él también le
contaba acerca de sus viajes a Sakori y la grandeza de Upasni
Maharaj. Entonces ella le preguntaba “Merog, ¿cuándo me vas
a llevar contigo a Sakori? Debo encontrarme al menos una vez
con este Maharaj”.
Su Merog le contestaba, “Tiíta, francamente, un día te voy a
llevar. No te preocupes. Te lo prometo”.
La afección de Piroja empeoró y un día llamaron a Merwan
para que acudiera de inmediato. Después de sentarse junto a
ella, le tomó la mano, mezcló un poco de oodi (ceniza dhuni)
en un vaso de agua azucarada y le dijo “Tiíta, esta es ceniza sagrada, es del dhuni (fuego sagrado) de Upasni Maharaj.
Bebe esto y mañana estarás bien. Esta enfermedad se irá de
ti para siempre”. Ella lo bebió y él continuó diciendo “Tiíta,
¿sabes que voy a hacer mañana por ti? Voy a llevarte a ver a
Upasni Maharaj” Ella sonrió, con gratitud y amor, sosteniendo
la mano de Merwan.
Piroja murió al día siguiente. Merwan consoló a su tío “No
te preocupes, Masaji. Ahora soy yo quien tiene el deber de
velar por Aspandiar y Naja. Yo los cuidaré. Acepto hacerme cargo totalmente de ellos. No te preocupes por tus hijos.
Ahora son míos”.
Naja tenía unos diez años de edad cuando murió su madre, y
Aspandiar unos catorce. Ambos no cesaban de llorar y Merwan
los consolaba diciendo “Primos míos, ¿por qué están llorando?
¿No estoy aquí para velar por ustedes? ¿Querían que su madre
siguiera sufriendo? Es mucho mejor que haya muerto. Ahora
está totalmente en paz, gozando del descanso en el cielo. ¿Esto
no es mejor? Ella es feliz, se los prometo”. Esto consoló mucho a
los niños, reconfortados cariñosamente por Merwan.
Después de la muerte de su esposa, Masaji se mudó desde Poona hacia Ahmednagar; sus hijos fueron a vivir con
su tía Dowla.
Desde que Merwan se convirtió en un visitante habitual de
Hazrat Babajan, los adeptos de ésta le preguntaban acerca de
él. Ella solía repetirles “Él es mi hijo, mi amado hijo. Es por él
que estoy aquí en Poona... Un día mi hijo sacudirá al mundo.
Ustedes no tienen idea de cuán grande es”.
Poco a poco, todos los seguidores de Babajan empezaron a
considerar a Merwan con respeto y reverencia, pues él ponía de
manifiesto su propia grandeza espiritual. Uno de los devotos de
Babajan era Babu Genuba Ubale, quien era llamado Babu Rao
Cyclewalla, ya que era dueño de un negocio de bicicletas. Había
oído hablar frecuentemente a Babajan acerca de Merwan, y lo
que ella decía lo cautivó tanto que fue en su búsqueda. Una vez,
Merwan reveló su majestad interior a Babu, quien subyugado
con la presencia de Merwan quedó aturdido en el piso. Después
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Babu fue a contárselo a Babajan, quien le contestó, “Te dije que es
mi hijo, ¿no es cierto? ¡No tienes idea de quién es él!”
En el mes de octubre de 1917, Merwan se encontraba con el
Sadguru Upasni Maharaj en Sakori. Una noche, Upasni envió a
Merwan a Shirdi a ver a Gustadji Hansotia, quien entonces estaba viviendo bajo la guía de Sai Baba y había estado ayunando
durante meses. Merwan llegó alrededor de las once de la noche
y encontró a Gustadji, quien quedó atónito al enterarse de que
Merwan había llegado sólo para verlo a él. Después de interrogarlo acerca de su salud (el prolongado ayuno lo había reducido
casi a un esqueleto), Gustadji comenzó a hablar acerca de Sai
Baba. Merwan estaba por partir cuando Gustadji le sugirió que
lo acompañase a recibir el darshan de Sai Baba antes de partir.
Merwan replicó, “¡No tengo tiempo! Debo salir hacia Poona”.
La partida de Merwan sin encontrarse con Sai Baba, convenció
más aun a Gustadji de que Merwan había venido a Shirdi con
el solo propósito de ser su amigo.
Sheriar, el padre de Merwan, era muy bueno y generoso.
Incluso siendo un hombre mayor, tenía la paciencia de un asceta. No se había enriquecido en el comercio pero había tenido éxito. Siempre separaba dinero para darlo a los pobres, y no
sólo les daba dinero sino también frazadas y ropa. Si por casualidad debía cerrar el negocio bien entrada la noche, entonces
dormía allí en lugar de volver a su casa. Después de haber dormido muchas noches a la intemperie como derviche itinerante,
conocía el dolor de los desamparados y de quienes dormían en
la calle. Si veía a un pobre temblando de frío, inevitablemente
le regalaba su propia frazada. Esto sucedía con frecuencia, y un
día Shireen hizo esta observación “Si hubiéramos guardado la
cantidad de frazadas que Sherog regaló, en vez de este negocio
podríamos haber abierto una tienda de frazadas”. Los hijos rie-
ron al ver la reacción del padre ante la observación de Shireen,
acogiéndola con buen humor.
El primero de febrero de 1918, Naja, esposa de Khodu, un
querido amigo de Merwan, tuvo un hijo a quien llamaron
Dinshaw. Merwan la visitó al día siguiente en el hospital para
ver al bebé y dijo con naturalidad “Ha nacido mi primer discípulo”. Naja no entendió lo que él quiso decir, pero Khodu comprendió que esta era la primera vez que Merwan se refería a sí
mismo como Maestro espiritual.
A medida que pasaban los años, Shireen no renunciaba a la
idea de que Merwan “se curara” de su aflicción mental, formara
una familia y de algún modo organizara su vida. Behramji era
un sagaz comerciante, dueño de varias casas de té y negocios
de toddy en Poona hacia la época en la que trabó amistad con
Merwan. Un día Shireen lo llamó aparte a Behramji y le ofreció
un adelanto de la mitad del dinero necesario para que abriera otro negocio si él era el socio de Merwan. Behramji se puso
muy contento, aceptando el ofrecimiento de ella. El primero de
agosto de 1918, Behramji obtuvo permiso de expendio de bebidas alcohólicas (esta vez recordó ponerlo a su nombre) y, en sociedad con Merwan, abrió un nuevo negocio de toddy en el 723
de Kasba Peth Road.
Por alguna razón, esta vez Merwan empezó a tomar al comercio en serio. Trabajaba en el negocio todas las mañanas, desde las seis hasta el mediodía. Se levantaba temprano para poder
estar listo para abrir el local; limpiaba los baños, barría los pisos, la galería y, por lo general, limpiaba todo el lugar. Después
lavaba botellas y platos, y preparaba el toddy.
Los clientes del negocio eran, en su mayoría, vagabundos habituales y personajes indeseables que frecuentaban esa clase de
locales. A veces algunos bebían demasiado, se ponían groseros,
145
turbulentos, decían obscenidades y armaban altercados. Sin
importarle que clase de hombres fueran, Merwan siempre los
trataba con amabilidad e influía cortésmente sobre ellos para
que modificaran sus costumbres; en realidad, los instaba a que
dejaran de beber.
Behramji, por su lado, no toleraba las borracheras. No pasaba
un día sin que golpeara o insultara a alguien, sacando a la persona a empujones del local. Como eran socios, Merwan no restringía el accionar de Behramji.
Sin embargo, cuando este último no estaba en el local,
Merwan atraía hacia él a los personajes más marginales: lo que
los atraía era el amor en él. Pasaba mucho tiempo con ellos y
cuando estaban dispuestos a escuchar, les aconsejaba que bebieran menos y finalmente dejaran de hacerlo. Merwan procuraba ver que sus clientes nunca bebieran más de lo que eran capaces de asimilar; si alguien quería seguir bebiendo e insistía
en pedir una bebida tras otra, Merwan se las negaba.
El negocio de toddy era no sólo un refugio de alcohólicos sino también de vagabundos. Los mendigos, y a veces los sadhus,
formaban cola fuera del local y Merwan recurría a la caja, juntaba un puñado de monedas y se las arrojaba. Naturalmente, su
generosidad se difundió entre los mendigos y eran muchos los
que acudían todos los días. Behramji protestaba, pero Merwan
hacía oídos sordos. “¿Qué es el dinero? ¿Qué tiene de bueno?
Le asignas demasiado valor”. Behramji no discutía.
Merwan estaba preparando y atrayendo hacia sí, poco a
poco, a determinadas personas con su amabilidad y generosidad. Su trabajo en el negocio era el instrumento que usaba
para tomar contacto con ciertos hombres y mujeres que después serían sus discípulos dilectos. Aquel negocio tenía el aspecto externo de un local en el que se despachaban bebidas
alcohólicas, pero adentro era la taberna de Dios, dedicada a
dar y recibir amor divino.
También había otra razón por la cual Merwan se esforzaba tanto, físicamente, en esa época. Mientras iba descendiendo
de la Súper Consciencia -Nirvikalpa Samadhi- atravesando los
planos mental y sutil, hasta llegar a la consciencia física normal, Merwan necesitaba realizar algunas tareas manuales intensamente materiales y físicas, o sea, trabajos pesados. Tenía
que efectuar ciertas labores “bajas”, como por ejemplo, limpiar
baños, lavar platos y barrer pisos a fin de acrecentar su consciencia física (o consciencia material o propia de este mundo).
Esos objetos y tareas, por su misma naturaleza densa, le hacían descender más rápidamente para volver a actuar normalmente en el mundo.
A Sheriar lo llamaban habitualmente “Sheriarji”, en señal de respeto. Tras abrirse el negocio y ganar popularidad,
a Merwan lo empezaron a llamar “Merwanji”. En esos días
de 1918, tomaron contacto con él dos hombres que después
representarían importantes papeles en relación con él. Eran
Sadashiv Govind Shelke (a quien después llamaron Sadashiv
Patel) y Sayyed Saheb Pirzade. Sayyed visitaba regularmente a Babajan, quien personalmente los presentó. Poco a poco,
Sayyed se encontraba con más frecuencia con Merwanji y su
relación fue más profunda. Merwanji se interesaba personalmente por los problemas de Sayyed, tanto financieros como de
otra índole, y este último le abrió su corazón por el profundo
interés que Merwanji le demostraba.
Cuando se conocieron, Sadashiv Patel tenía veintinueve años,
cinco años más que Merwanji. Sadashiv era locador del negocio
de toddy de Merwanji en Poona. Vivía en los altos del mismo
edificio del negocio. Un día, Merwanji pasó por el departamen146
to de Sadashiv y le pidió algo para comer. Sadashiv no estaba para nada preparado para tener tan auspicioso huésped y
le contestó que la comida no estaba lista. Merwanji le replicó
“Está bien, con las sobras me alcanzará”. El deseo de Sadashiv
era servirle una comida mejor y, a regañadientes, puso las sobras frente a Merwanji, quien las comió con gusto.
Aunque ambos eran devotos de Hazrat Babajan, al principio
Sadashiv había pensado que Merwanji era un humilde comerciante igual que él, pero después se dio cuenta de que Merwanji
era alguien diferente. Fue Sadashiv quien, por primera vez, utilizó el apelativo “Merwan Seth” al referirse a Merwanji. (Seth
significa persona influyente, y con este término se expresa el
mayor respeto.) Quienes vivían en Kasba Peth le llamaban,
desde 1918, Merwan Seth.80
Sadashiv fue presentado por Merwan Seth a Sayyed Saheb,
e intimaron de inmediato. Después ambos acompañaron a
Merwan cuando visitaba a Upasni Maharaj. Por medio de
Merwan Seth, ambos reconocieron la grandeza y autoridad espiritual de Upasni Maharaj como Maestro Consciente de Dios.
Después de reconocer la especial relación de Merwan Seth con
el Maestro Perfecto, como fue mencionado anteriormente, ambos
hombres sirvieron de mensajeros personales, entregando y recibiendo cartas o mensajes entre Merwan Seth y Upasni Maharaj.
Al terminar su labor en el negocio de toddy, el almuerzo de
Merwan Seth era una módica comida vegetariana. Después volvía al cuarto que tenía en su casa y se ponía a golpear la cabeza
contra el piso de piedra a veces hasta cuatro horas. Si no efectuaba esta severa práctica en su casa, se dirigía hacia una zona
80 Seth significa también “comerciante” o persona muy influyente cuya opinión es sumamente respetada.
apartada, cerca del Fergusson College o hacia un sector conocido como Jangali Pir, o más lejos aún, hasta la Torre del Silencio
u otro sitio llamado Golibar.
Una vez Merwan estaba golpeándose la cabeza contra el
suelo, en su casa, cuando su madre oyó un ruido sordo que
provenía del cuarto de su hijo. Él tenía el cuarto siempre cerrado y, por eso, ella nunca sabía qué era lo que él estaba haciendo. Pero ese día en especial, Shireen abrió la puerta y lo que
vio la horrorizó. Dio un fuerte grito y Sheriar, Jal y Beheram
llegaron corriendo.
Merwan tenía toda la cara ensangrentada. Ella le preguntó,
llorando “Merog, ¿te has vuelto loco? ¿Estás totalmente loco?”
Limpiándose la sangre con una toalla, él le contestó “¡No estoy loco! ¡Me he convertido en otra cosa!”
Desolada, ella se volvió hacia Sheriar en son de queja “¡Mira!
¡Mira a tu hijo! ¿Quién otro que no esté loco se golpearía la cabeza contra el piso de piedra?”
Sheriar trató de defender a Merwan “No, Shireen, no está loco. Todo lo contrario. Merog no está loco, ¡créeme!”
Ella les contestó “¡Tú también estás loco! ¡Todos los hombres
de Dios son locos!”
Shireen quedó terriblemente alterada después de ver la
extraña conducta de Merwan y lo que la preocupó cada vez
más fue que su queridísimo hijo estaba ahora completamente
loco y no se curaría jamás. Lloró amargamente y maldijo a todos esos santos que aparentemente habían arruinado la bella
vida de su hijo.
En el año 1919, Sheriar compró la casa situada frente a la casa de la Calabaza, en la calle Butler Moholla número 765, puesto
que su familia había crecido mucho con los siete hijos. La nueva casa era más espaciosa y tenía un pozo en el centro del patio
147
trasero. Sin embargo, la familia no se mudó ahí hasta 1920, y a
Merwan le asignaron una habitación en el patio trasero.
Aunque Merwan Seth solía dormir en distintos sitios,
todas las tardes seguía en esa habitación con el terrible rito de golpearse la frente contra el piso de piedra. Al final,
como resultado de esos golpes, la piedra quedó manchada
con sangre, por más que él tratara de ocultársela a su madre.
Posteriormente, este lugar donde se halla esta piedra se convirtió en un sitio sagrado.
En este lapso, mientras estaba recobrando su consciencia física, Merwan solía salir con sus dilectos compañeros a las cinco
de la tarde para dar un paseo, ir de excursión, o jugar al críquet
o a otro juego. Nadie le reconocía aún como quien había realizado a Dios, aunque la mayoría de sus conocidos le consideraba
extraordinario o sumamente inclinado a la espiritualidad o a la
vida espiritual. Algunos le aceptaban como un discípulo incondicional tanto de Babajan como de Upasni Maharaj, pero nadie
le llamaba “santo” u “hombre sagrado”. Sin embargo, jóvenes y
viejos por igual le miraban con respeto y empezaban a dirigirse
naturalmente a él como Merwan Seth.
Después de jugar, por ejemplo, al atya-patya o al gilli-danda, a todos sus amigos les servía dulces, frutas o té. En aquella
época Merwan gastaba, en esas ocasiones, una suma de dinero que se consideraba pródiga: entre cinco y diez rupias. Todos
sus amigos le confiaban naturalmente sus penas. Merwan Seth
escuchaba pacientemente sus problemas y les sugería cómo resolverlos. Poco a poco, todos los allegados ansiaban dar a conocer a Merwan Seth sus dificultades buscando su consejo.
Durante ese tiempo, Merwan Seth llamó la atención de todos sus
amigos con esta explicación sencilla acerca de Dios y la religión:
La religión es, básicamente, una sola; sólo hay una religión.
La fuente de la que surgió esta religión es continua, a pesar de
los siglos transcurridos. Sin embargo, de esta religión única brotaron diversas ramas; por ejemplo, las religiones zoroastriana,
hindú, budista, cristiana y mahometana. Hubo muchas otras...
Por ejemplo, el agua de la canilla llena diferentes ollas con
distintos fines, a saber, para lavar, cocinar, beber, etcétera. La
canilla es la misma. De manera parecida, la religión hindú o
la musulmana, o bien, la zoroastriana, la budista o la cristiana,
surgen de la misma fuente, la cual es DIOS.
Ocasionalmente, Merwan Seth volvía a visitar el negocio de
toddy al atardecer, e independientemente de cuán atestado o
atareado estuviera, no le daba una mano a Behramji sino que,
en cambio, se disculpaba cortésmente e iba a la casa de un musulmán llamado Munshi Shaikh Abdur Rahim. Munshi Rahim
era el jefe de los depósitos del Departamento de Obras Públicas
del Gobierno, en Poona. Era secundado por Sayyed Saheb, por
quien había oído hablar de Merwan Seth.
Un día, Merwan Seth fue a esa dependencia del gobierno
por un asunto comercial relacionado con el negocio de toddy.
Sin saber de quién se trataba, Munshi Rahim quedó tan impresionado por el aspecto de Merwan que ni siquiera fue capaz de decirle “¿En qué puedo servirle, señor?”, sólo se quedó
mirando fijamente a ese joven de imponente presencia, mientras se preguntaba quién era. Merwan Seth se presentó y con
toda naturalidad procedió a tratar el asunto por el que había concurrido. Después de marcharse Merwan Seth, Munshi
ansió volver a verlo.
Poco después, Sayyed Saheb invitó a Merwan Seth a la casa de Munshi Rahim. Munshi Rahim reconoció internamente a
148
Merwan Seth como alguien espiritual o sumamente avanzado,
y ofreció su hogar cerca del Sassoon Hospital como un centro
para que Merwan Seth desarrollara sus actividades. Este ofrecimiento fue aceptado.
Munshi Rahim, mayor que Merwan Seth, tenía cuarenta y
dos años, y era un fiel musulmán, de mente abierta, sencilla y
modesta. Creía en el Profeta Mahoma, pero no era ortodoxo.
Le gustaba alternar con sus amigos, pero lo que más disfrutaba era jugar a las cartas. Dudaba en admitir esto ante Merwan
Seth porque pensaba que eso no era espiritual. Un día, Merwan
Seth le preguntó informalmente “Munshi, ¿por qué nunca juegas a las cartas?”
Munshi le contestó titubeando “Juego, pero en tu presencia no debería...”
Merwan lo interrumpió “¿Qué tiene de malo jugar a las cartas? Voy a jugar contigo”. Munshi se puso muy contento.
Munshi Rahim llegó poco a poco a convencerse de que
Merwan Seth era capaz de leerle los pensamientos. Una tarde,
él estaba pensando “Desde hace unos días he estado comiendo
carne, mañana debo comer pescado. Pero, ¿cómo podré comprar pescado? No es la temporada”.
A la mañana siguiente, Munshi se sorprendió al ver a
Merwan Seth que llegaba en bicicleta trayendo en su mano un
gran pescado. Merwan Seth sonrió y, dándole el pescado, ¡se
alejó pedaleando sin decir una sola palabra! Este hecho convenció a Munshi de que Merwan Seth lo sabía todo, pues él no había dicho a nadie que le gustaría comer pescado.
Poco a poco, la casa de Munshi Rahim se convirtió en
un pequeño centro espiritual. Un grupo de amigos y allegados de Merwan Seth se reunían al atardecer en la casa
de Munshi, Merwan Seth les leía durante una hora o dos el
Divan de Hafiz, explicándoles el significado místico de la poe-
sía. Después, el grupo a veces jugaba a las cartas u otro tipo
de pasatiempo. Munshi, que era soltero y buen cocinero, solía
servir algún plato. A continuación Merwan Seth se dirigía a
ver a Babajan, que se encontraba debajo del árbol neem (sentarse con Babajan todas las noches y rascar su espalda, así como golpear su frente contra la piedra durante el día, eran las
únicas dos actividades diarias que Merwan Seth nunca olvidaba durante este período).
Lo muy curioso del caso es por qué Merwan Seth había elegido especialmente la localidad de Kasba Peth para su negocio de
toddy. Kasba Peth era un barrio principalmente de bhois (pescadores). Eran hombres sin instrucción, simples, que se ganaban la vida pescando en un río cercano, y aunque viriles y campechanos, eran religiosamente devotos de Merwan Seth. Así,
igual que Jesús de Nazareth, el trabajo inicial de Merwan Seth
se puso en marcha con esos pescadores. El negocio de Merwan
Seth se convirtió en su red, en la que mostraba a esa gente vislumbres de su divinidad.
Sadashiv alquiló una habitación junto al negocio de Merwan
y Behramji, en la calle Kasba Peth número 721; Merwan Seth
señaló que sería utilizada como lugar de culto. En ese entonces,
la relación de Sadashiv con Merwan Seth era muy estrecha, y
solía hablar de él con sus amigos y compañeros en el tribunal,
en el que trabajaba como empleado. Ellos, a su vez, acudían al
despacho de toddy para encontrarse con Merwan Seth.
La habitación contigua al negocio adoptó la forma de un pequeño templo. Pinturas y fotografías de diferentes Maestros
Perfectos y santos colgaban de todas las paredes, y la foto de
Upasni Maharaj ocupaba el lugar más destacado. Celebraban
regularmente ceremonias de arti y puja, que el mismo Merwan
Seth solía dirigir, y organizaban programas públicos especiales
los días jueves y domingo.
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En Kasba Peth había habido un santo genuino, cuyo nombre
era Khwaja Saloddin. Aunque este había sido de fe musulmana,
tanto musulmanes como hindúes solían recibir el darshan de este santo en su tumba, situada en esa zona. Como consecuencia,
tanto musulmanes como hindúes se acercaron a Merwan Seth
cuando le reconocieron como persona de gran espiritualidad.
No era tarea fácil mantener a musulmanes e hindúes en armonía y con sentimientos fraternos. Merwan Seth prestaba especial atención a satisfacer las necesidades y valores espirituales de estas dos comunidades religiosas. Permitía a los hindúes
que celebraran arti, bhajans y kirtans, al igual que otros ritos.
Siempre que asistían los musulmanes, tocaban y entonaban
cánticos qawaali; entonces, Merwan Seth acompañaba estos últimos tocando un tambor indio llamado dholak.
El clima del negocio era de embriaguez, mientras que el de
aquella habitación-templo era de fuego. La gente de la zona se
estaba embriagando con el vino divino, y todo el clima de ese
lugar ardía por amor a Dios, avivado por Merwan Seth. Él era
el gran orador que iniciaba los comentarios sobre temas espirituales, y sus explicaciones hechizaban durante horas a la multitud. Un embriagador frenesí llenaba el aire y, a veces, toda la
muchedumbre se encaminaba junta hacia los Bund Gardens
acompañando a Merwan Seth, para disfrutar de juegos, de un
festín o de un programa de cánticos (qawaali) que solían durar
hasta bien entrada la noche. Poco a poco, su nombre y su personalidad espiritual se difundieron por toda la ciudad de Poona.
Sai Baba, el Maestro Perfecto, había muerto en octubre de
1918, y Gustadji estaba viviendo con Upasni Maharaj, quien
también era reconocido como Maestro Perfecto y heredero
del cargo espiritual de Sai Baba. Durante el mes de diciem-
bre, Upasni dispuso que Gustadji dejara Sakori para unirse con
Merwan Seth, quien previamente había escrito a Gustadji que
le había conseguido un trabajo en Poona, y le había enviado dinero para costear los gastos del viaje.
Tras su llegada a Poona, Gustadji seguía las instrucciones
y órdenes de Merwan Seth porque Upasni Maharaj había dispuesto que lo obedeciera. Lo primero que le ordenó fue que trabajara todo el día en el negocio. Entonces celebraba diariamente
las ceremonias de puja y arti en la habitación-templo de al lado,
pero no había lugar para que se quedara ahí. Por eso, Merwan
Seth dispuso que pasara toda la noche en la calle acompañando
a Babajan. Sin embargo, Gustadji descansaba poco y nada porque Babajan no dormía y él tenía que atender todas las necesidades de ella. Hacía mucho frío por la noche, y Gustadji llevaba
leña sobre la cabeza, desde el negocio de toddy hasta donde estaba Babajan, para encender una fogata por la noche y mantenerse ambos calientes.
Después de unos meses, Gustadji le sugirió a Merwan Seth:
“Sería más conveniente que Babajan tuviera para descansar un
sitio mejor que ese sucio camino”.
Merwan Seth dijo que sí, y luego agregó “Pero primero averigua si ella está de acuerdo. Y pregúntale si es suficiente una
tarima de madera”.
Gustadji explicó la situación a Babajan, y ella aceptó. Merwan
Seth pagó por esa tarima y dispuso que la construyeran.
Unos meses después, Gustadji volvió a comentarle a Merwan
“Sería más conveniente que Babajan tuviera un lugar mejor en
el cual pudiera descansar. ¿Qué te parece si le conseguimos
un colchón?”
Merwan dijo que sí, y luego agregó “Pero primero averigua
si ella está de acuerdo”.
150
Gustadji le preguntó a Babajan y ella dijo que sí, entonces
Merwan Seth pagó para comprar el colchón. Sin embargo, ella
le dijo a Gustadji “Tendrás que transportar el colchón a todos
los lugares a los que vaya”. Gustadji le dijo que sí, pero esa misma noche llovió. Tuvo que llevar sobre su cabeza el colchón mojado, que se volvía cada vez más pesado a medida que se empapaba, y esa noche Babajan vagó por todas las calles de Poona
con Gustadji detrás de ella. Al final, el colchón se pudrió y lo
tiraron, para gran alivio de Gustadji.
Gustadji fue, pues, uno de los primeros que integraron el
círculo de discípulos de Merwan Seth. Su hermano Ardeshir
N. Hansotia (de sobrenombre Slamson) también se unió al círculo de discípulos de Merwan Seth. Durante este período, lo
único que Gustadji tenía permitido comer era un poco de espinaca hervida y una pequeña cantidad de dal y arroz. Debido
a sus severos ayunos de muchos meses cuando estaba con Sai
Baba y con Upasni Maharaj, era casi un esqueleto y estaba sumamente desnutrido. Tiempo después, Merwan le autorizó a
comer regularmente; sin embargo, a Gustadji le interesaba más
celebrar las ceremonias arti y puja que cuidar su propio cuerpo. Merwan Seth trató de persuadirlo para que comiera normalmente, pero no lo logró.
Gustadji trataba de evitar de ir con Merwan Seth siempre
que éste visitaba a su tía Dowla porque ésta, horrorizada ante el estado de desnutrición de Gustadji, le obligaba a comer.
Le reprendía así: “¡Debes comer! Mírate, ¡estás tan flaco como
un esqueleto! ¡Merog, ordénale que coma!” Entonces Merwan
Seth se reía y le ordenaba que comiera para apaciguar a su tía.
En lo más íntimo de su ser, Gustadji era un fakir. Descuidaba
su ropa tanto como su cuerpo. Vestía el mismo saco descolorido
sobre un desgarrado sadra (delgada camisa), y unos pantalones
remendados. Merwan Seth lo quería entrañablemente y hallaba
solaz en las humorísticas peculiaridades de Gustadji.
La historia de Gustadji es interesantísima, pues fue un piadoso buscador y estuvo estrechamente relacionado con tres de los
Maestros Perfectos de nuestra Era: Sai Baba, Upasni Maharaj y
Babajan. Posteriormente llegó a ser el más dilecto compañero y
mejor amigo de Merwan Seth.
Gustadji nació el 20 de febrero de 1890 en la aldea de Hansot,
en Gujarat. Lo mandaron a vivir con su tía, en Bombay, para
que cursara sus estudios, pero abandonó la escuela cuando estaba en tercer grado. Su padre murió en 1905 y Gustadji empezó a desempeñarse en diversas tareas, trabajando primero en el
departamento de impuestos internos del gobierno de la India, y
después para empresas privadas. Sin embargo, Gustadji no podía conservar largo tiempo un trabajo.
Cuando con su hermano visitó Deolali, cerca de Nasik,
Gustadji oyó hablar por primera vez de Sai Baba. Su hermano
administraba un despacho de toddy, y Gustadji también le ayudaba en el negocio. Desde 1910 en adelante, Gustadji visitó ocasionalmente a Sai Baba.
Cuando volvió a Bombay, el señor A.B. Mehta lo empleó como ayudante en su estudio fotográfico. Pero desde la primera vez que visitó a Sai Baba, el corazón de Gustadji nunca más
volvió a estar en su trabajo. Se sentía cada vez más interesado en quedarse en Shirdi con el anciano fakir. Visitaba a Sai
Baba todos los meses, quedándose a veces cuatro días, y una
vez durante veinte días. En Shirdi, Gustadji también frecuentó a Upasni Maharaj e iba a visitar al maestro hindú en el templo de Khandoba. En esa época, mientras estaba trabajando con
A.B. Mehta, se encontró por primera vez con Merwan, en Sion,
Bombay, durante el mes de abril de 1917.
Hacia 1918, Gustadji había administrado un almacén de bebidas alcohólicas en Bombay, que también era de propiedad de
A.B. Mehta. Pocos meses después de este nuevo trabajo, Gustadji
151
Maharaj. Una vez Upasni se encolerizó con él y lo golpeó fuertemente con una caña de bambú hasta despedazarla. Gustadji sabía intuitivamente que estaba haciendo penitencia por su karma
pasado y permaneció bajo la guía de Upasni Maharaj, quedándose con él hasta que éste lo envió con Merwan Seth en Poona,
quien a su vez lo mandaba a ver a Babajan todas las tardes.
Gustadji junto a Merwan.
enfermó gravemente y tuvo que renunciar. Sai Baba lo recibió, y
se mudó para vivir en Shirdi de manera permanente.
Upasni Maharaj se había mudado a Sakori y Gustadji le visitaba allí. Además de unas pocas visitas ocasionales a Upasni,
Gustadji se quedó cerca de Sai Baba, en Shirdi, durante seis meses y ayunó bajo su dirección. Gustadji era muy afecto a Sai Baba
y estuvo presente cuando éste murió el 15 de octubre de 1918.
Después del sepelio de Sai Baba, Gustadji se marchó de Shirdi
para vivir con Upasni Maharaj, cerca de Sakori. Para entonces
había quedado reducido a un esqueleto viviente bajo las órdenes de Sai Baba, y también sufrió serias penurias con Upasni
El 15 de diciembre de 1918, cuando Merwan tenía veinticuatro años de edad, nació su hermana Manija. Mientras su madre
estuvo en el Hospital Sassoon la visitaba con frecuencia, llevándole regalos. Merwan fue el primero que vio a Manija tan pronto nació; la alzó y la besó incluso antes de que las enfermeras la
bañaran. En ese tiempo, Merwan dormía en distintos lugares, y
cuando Shireen regresó a su casa con Manija, él iba al hogar para ver a su hermanita. Solía sentarse meciendo su cuna y cantándole. Él dijo “Ella tiene mucha suerte. Ella es mía”.
Jamshed había vuelto a Poona, casándose con una prima hermana, llamada Khorshed, hija de Dinshaw, hermano de Shireen y de su esposa Rawat. En realidad, Khorshed
hubiera preferido casarse con Merwan y durante largo tiempo lo tuvo en vista. Merwan sabía esto y había persuadido a
Jamshed que se casara con ella. El caso es que Jamshed no quería casarse con esa muchacha, pero Merwan lo presionó para que aceptara este matrimonio concertado de antemano. En
ese entonces Jamshed estaba trabajando para el gobierno en el
Departamento Contable Militar.
Los días jueves y domingo, Merwan Seth llegaba al negocio
a las cuatro en punto de la mañana. Despertaba a todos los que
estaban relacionados con él en Kasba Peth para que participaran en las oraciones que tenían lugar en el templo. Sus parientes
y conocidos, alentados por Merwan, asistían a estas reuniones.
152
Para ese entonces, la tía Dowla, el tío Faredoon y sus primos
Aspandiar y Naja se habían entregado por completo a su guía,
poniendo sus vidas bajo sus órdenes. Toda su familia sentía un
cariño especial por Merog. Un hecho que selló su amor por él
ocurrió cuando la tía Dowla y Aspandiar fueron a Sakori para
recibir el darshan de Upasni Maharaj. Allí el gran yogui les dijo “¡Su Merwan no es un hombre común y corriente! ¡Él es tan
grande como el Profeta Zaratustra!”
Después de las ceremonias, regalaban prasad de dulces y frutas a todos los que acudían. Desde el comienzo, muchos niños
iban al templo solamente por el prasad. Poco a poco, la cantidad
de devotos aumentó en aquel pequeño templo, y entre quienes
se conectarían con Merwan Seth de por vida se contaban: Bala
S. Pimple (Tambat), Vithal Ganu Bhokre, Kondiram, Chiman
Chowdhari, Marya y Dwarku. De esta manera, en los humildes suburbios, se vincularon los primeros mandali (miembros
del círculo de un Maestro) reconociendo a Merwan Seth como
quien realizó a Dios.
Durante el día, Merwan Seth seguía trabajando con ahínco
en el despacho de toddy (pues todavía estaba descendiendo a la
consciencia física), y hasta la medianoche se quedaba sentado
junto a Babajan. Después iba a su casa a descansar, pero se volvía a levantar a las tres de la madrugada para dirigirse hacia el
templo y meditar, o concentrarse durante dos horas en la fotografía de Upasni Maharaj que adornaba el recinto. Diariamente,
a las cinco de la mañana era entonado el arti a Upasni Maharaj,
generalmente por Gustadji; así fue como comenzó, en este templo de un solo recinto, el culto de Dios en forma humana, o sea,
en la forma del Maestro Perfecto.
Mani, hermana de Merwan, en 1937
153
En esta época, aunque Merwan Seth promediaba los veinticuatro años, todos confiaban implícitamente en él, y le honraban y respetaban. Merwan Seth solía tratar con afecto a algunos de los peores matones o vagos. Sus devotos se asombraban
por lo solícito que él era con esos personajes indeseables.
Había un anciano adicto al opio, particularmente afecto a
Merwan Seth, quien daba masajes a fin de ganar dinero para
mantener su adicción. Ésta era terrible: lo que ganaba, difícilmente lo gastaba para comer o vestirse. Vivía en las calles, en el
barrio de Kasba Peth, visitaba a menudo el despacho de toddy,
y pasaba horas sentado, conversando con Merwan Seth. Por la
noche dormía en la vereda.
Ese hombre le pidió un día a Merwan Seth: “Hazme un favor, por si me ocurre algo. He apartado cierta cantidad de dinero que quisiera confiarte. Quiero que la uses para mi funeral”.
Merwan Seth se lo prometió.
Tiempo después, ese hombre murió por sobredosis, y
Merwan Seth dispuso sus exequias, que fueron más una celebración que un funeral. Hubo un desfile, con tres bandas, varios faroles brillantes y guirnaldas de toda clase de flores sobre el extinto. La gente salía de sus casas para saber cuál era el
motivo de esa insólita procesión. Después del sepelio, fueron
centenares las personas más pobres e indigentes que recibieron
alimento en nombre del difunto, mientras Merwan Seth supervisaba personalmente la comida.
También acudían al despacho de toddy otros hombres, que
sufrían de aflicciones y adicciones a la bebida y los narcóticos, en busca del consejo de Merwan Seth o por mera simpatía. El nunca les decía “¡Escúchame!” o “¡Debes obedecerme!”
Simplemente era natural, en quienes se ponían en contacto con
él, que escucharan su consejo y acataran sus palabras.
Shah Kaikhushru era hijo de Khodadad, el hermano mayor de Sheriar. La familia vivía en Bombay, desde que era niño
Shah había jugado con Merwan y, posteriormente, fue un gran
admirador de su primo. Lamentablemente, Shah murió súbitamente en la flor de su juventud. Sheriar se enteró de la trágica
noticia, pero por circunstancias inevitables ni él ni Shireen pudieron viajar a Bombay para tributarle sus respetos. Shah había
sido un joven virtuoso y la mano derecha de su padre en el negocio de la familia. Khodadad y su familia quedaron profundamente apesadumbrados.
Sheriar y Shireen decidieron enviar a Merwan en representación de la familia y para que, en su nombre, participara en las
exequias, y regresara, cuatro días después, una vez completados los ritos postreros. Aunque Merwan quería mucho a su primo, no reaccionó como si la muerte de Shah fuera una tragedia
terrible. Comprendiendo la verdadera naturaleza de la vida y
la muerte, y cómo estas fuerzas están unidas, le fue muy difícil expresar congoja o pesar en el funeral. Estaba al tanto de los
procedimientos habituales de los funerales zoroastrianos, con
sus sollozos y llantos, y sabía que su tío se ofendería si no exteriorizaba esas emociones. No ansiaba asistir a esos cuatro días
de lamentaciones y procuró eludir esta responsabilidad, pero
sus padres insistieron en que acudiera.
Merwan tomó un tren a Bombay y fue a la casa de la familia, en la que se encontró con esa esperada atmósfera de tristeza, llanto y duelo. A pesar de sus esfuerzos, Merwan fue incapaz de expresar muestra alguna de dolor. Por suerte surgió una
estratagema perfecta: al ver al cadáver vestido con una blanca
túnica, Merwan relajó totalmente su cuerpo y cayó al suelo como si se desmayara. Pensando que había perdido el sentido, los
familiares trataron de asistirlo de distintos modos, para hacerlo
154
volver en sí. Así él escapó de ese deprimente funeral. Ese día,
cuando los deudos se marcharon, Khodadad quedó preocupado por Merwan, pues quería a su sobrino tanto como a su propio hijo. Estaba al tanto de los “traumas” de Merwan y pensó
que lo mejor era enviar a su sobrino de vuelta a Poona con el
próximo tren. Antes de partir, Merwan expresó sus condolencias a todos los demás parientes, aunque se sintió aliviado al escapar de esa horrible atmósfera.
Dowla y Faredoon, tíos de Merwan, eran dueños de un restaurante en Poona, y todas las mañanas, entre las nueve y las
diez horas, él concurría para tomar una crema fresca con azúcar.
Ellos disponían siempre de una buena porción para su Merog.
El prasad de dulces y frutas, distribuido después del arti matutino en el recinto del templo, era preparado por la tía Dowla con
la ayuda de la prima Naja y de la esposa de Jamshed, Khorshed
(cuyo amor por Merwan se había transformado en devoción espiritual). Cada mañana, el tío Faredoon llevaba el prasad al templo en una gran canasta. El primo Aspandiar no asistía a las
oraciones matutinas porque quedaba a cargo del restaurante en
ausencia de Faredoon. De manera que todos los parientes cercanos de Merwan le servían de un modo u otro. Ellos también se
referían a él como Merwan Seth en lugar de Merog.
Merwan gastaba en prasad cuanto ganaba en el despecho
de toddy, o lo regalaba a los mendigos o sadhus que pedían
limosna en la entrada del local. Sin embargo, la gente se sintió atraída hacia Merwan Seth por la belleza del amor divino.
El amor que él encarnaba era potente y embriagador, y hacía que los de Kasba Peth, divinamente arrebatados, buscaran
siempre su presencia.
Un día, mientras Merwan Seth estaba distribuyendo prasad
en el templo, un adolescente de quince años se adelantó con
las manos extendidas para recibir los dulces. Merwan Seth
le preguntó cómo se llamaba, y el jovencito replicó “Vishnu
Narayan Deorukhar”.
Merwan Seth inquirió “¿Qué es lo que haces?”
“Voy a la escuela”, contestó Vishnu.
“¿Dónde está tu padre?”, le preguntó Merwan Seth.
“Murió”, contestó.
Merwan Seth miró compasivamente al jovencito a los ojos y
le dijo “De ahora en adelante soy tu padre”.
“¿Qué quieres decir, Merwan Seth?”, preguntó el jovencito.
“No entiendo”.
Merwan sonrió, le dio un poco de prasad y le tocó la cabeza.
Entonces el jovencito se alejó corriendo.
La casa de Vishnu estaba frente al despacho de bebidas, en
la misma calle, y después de este encuentro, Merwan Seth decidió visitar a la familia del jovencito. La madre de Vishnu era
una hindú piadosa, llamada Saraswati. Recibió reverentemente a Merwan Seth, y cuando éste entró en la casa se dirigió a él
llamándole “Deva”. Merwan Seth se interesó acerca de su estado económico y le preguntó “¿Me cocinaría usted dal y arroz
todas las tardes?”
Ella le contestó “Con mucho gusto, Deva”.
A partir de ese día, Merwan Seth iba todos los días a su casa para almorzar. Pocos días después, empezó a acudir a cualquier hora diciendo “Tengo hambre, Saraswati. ¿Puedes prepararme algo para comer?” Ella aceptaba el pedido de Merwan
Seth como si proviniera de su deidad que le permitía servirle.
No le llamaba Merwan Seth, sino siempre “Deva”: su dios. Él se
dirigía a ella como su “Kakubai”, que significa tía paterna.
Un día, Kakubai se quejó diciéndole “Deva, mi hijo Vishnu
va al cine todos los días. Temo que esté alternando con un gru155
po de chicos malos. Ten a bien conversar con él y enderezarlo; a
mi no me escuchará. Por favor, ayuda a mi hijo, Deva, antes de
que se meta en problemas”.
Merwan fue de inmediato al cine y atrapó a Vishnu cuando
estaba por entrar junto con otros chicos. Lo llevó aparte y le dio
unas buenas bofetadas. Desconcertado, Vishnu dijo “Merwan
Seth, compré la entrada con mi dinero. ¡No robé nada! ¿Por qué
me estás pegando?”
“¿Me preguntaste si podías ir al cine?”, le replicó Merwan
Seth. “¿No te dije que yo sería tu padre? ¿Por qué no me preguntas antes de ir al cine?” Vishnu no contestó, pues en ese
instante supo que, de ahí en adelante, no debería hacer nada
sin permiso de Merwan Seth. Kakubai quedó encantada con el
cambio de actitud de su hijo.
Tiempo después, Merwan Seth modificó sus hábitos alimentarios y empezó a comer el almuerzo que su madre le cocinaba.
Contrató a un chico, llamado Madho Maroti Gauhane, para que
le llevara el almuerzo de la casa de su madre al despacho de bebidas. Madho tenía doce años e, intimidado por Shireen, pasó
a ser otro espía de ésta. Todos los días, cuando Madho iba a recoger la comida, ella lo interrogaba sobre lo que su hijo estaba
haciendo: “¿Quién visitó a mi hijo?... ¿A quién le da dinero?...
¿Qué hace en el local?... ¿La gente lo engaña?... ¿Permite que alguien le robe?” Inocentemente, Madho le contaba todo.
Cuando Merwan Seth visitaba la casa, Shireen le regañaba por sus costumbres para nada prácticas ni comerciales.
Después, volviéndose hacia su marido, le pedía que enseñara
a su hijo a administrar un próspero despacho de toddy. Para
calmarla, Sheriar fingía enojarse y reprender a su hijo, mientras que durante todo ese tiempo le guiñaba un ojo y restaba
importancia al asunto.
En ese tiempo Shireen se enfermó y Merwan Seth dejó de
contar con la comida que le mandaban de su casa. Sin embargo,
todavía veía a Madho, y le interrogaba: “¿Quién le manda ahora
comida a mi hijo? ¿Qué le dan de comer? ¿Come?” y otras preguntas similares. Madho le informó que Merwan Seth recibía
la comida de Kakubai, y a veces de la esposa de Sadashiv Patel,
explicándole que solía ser solamente dal y arroz con verdura.
Al enterarse de esto, Shireen se enojó, salió tronando de
la casa, y tomó una tonga dirigiéndose a la casa de Sadashiv.
Regañó a Geeta, esposa de este último, la cual escuchó paciente y calladamente la larga lista de quejas contra Merwan y sus
compañías y actividades. Geeta simpatizaba con Shireen y, para calmarla, la convidó con un dulce llamado poran polis. Ese
postre especial sirvió para apaciguar a Shireen, quien regresó a
su casa de mejor humor.
Otra persona atraída en ese tiempo hacia Merwan Seth fue
Arjun Dagdu Supekar, un hindú dueño de una tabaquería situada cerca del despacho de toddy. A Merwan Seth le encantaba mascar paan y tabaco, y fue uno de los clientes habituales de
Arjun, comprándole jarda, un fuerte tabaco de mascar. Sentado
con Arjun, mascando tabaco, tenía largas conversaciones con
él. “¿Cómo anda tu negocio?”, le preguntaba Merwan Seth.
“¿Ganas bastante dinero? ¿Cómo está tu familia? ¿Cuántos hijos quieres tener?”, etcétera. El interés y la simpatía que Merwan
Seth le demostraba lo conmovían profundamente y, al final, terminó confesándole que apenas sobrevivía financieramente.
Merwan Seth empezó a pasar mucho tiempo en el negocio
de Arjun, comprando tabaco y paan para sí y para otras personas. A veces entonaba los cánticos de los Sadgurus hindúes
Tukaram, Swami Ramdas y Kabir, y así fue como Arjun, sien156
do hindú, se convenció totalmente de que Merwan Seth era
una figura espiritual. Al final, toda la familia de Arjun fue
devota de Merwan Seth.
En 1919, Merwan Seth visitó Bombay. En esa ocasión, estaba
viviendo allí otro joven persa, llamado Khodadad Farhad Irani
quien, sumamente interesado en ser actor de cine, y obsesionado por esta idea, visitó un estudio cinematográfico tras otro
para que le tomaran pruebas, pero ninguno lo eligió para un
papel. Desengañado y deprimido, finalmente pensó en suicidarse. Mientras Khodadad se encontraba perturbado interiormente, Merwan Seth estaba caminando por la ciudad cuando
se cruzó con ese joven abatido que estaba sentado en la vereda. Al verle, Merwan Seth se detuvo y le preguntó “¿Quién
eres, hijo? ¿Por qué te ves tan triste? ¡Aparentas no tener esperanza en este mundo!”
Khodadad replicó “¿Qué le importa a usted, señor? De todos
modos, ¿quién es usted?”
Merwan Seth le dijo sonriendo “Soy dueño de una empresa
cinematográfica, en Poona, y estoy aquí, en Bombay, para entrevistarme con actores. ¿Por casualidad, conoces a alguien al que
le guste trabajar en una empresa cinematográfica?”
El joven no podía dar crédito a lo que oía y, eufórico, le contestó “Sí, señor. ¡Yo mismo estuve buscando ese trabajo estos últimos tres meses!”
Merwan Seth le dijo “Muy bien, te contrato. ¿Puedes venir conmigo a Poona?” Por supuesto, Khodadad aceptó de inmediato.
Merwan Seth llevó a Khodadad a Poona, pero cuando llegaron le dijo “Quiero que trabajes en mi despacho de toddy. Tu trabajo aquí es solamente temporal. Mi empresa cinematográfica se
halla en sus últimas etapas de formación, y tan pronto se ponga
en marcha, trabajarás en ella”. Khodadad estuvo de acuerdo.
Sin embargo, al experimentar de manera constante la embriagadora atmósfera espiritual de Kasba Peth, el joven pronto olvidó sus anteriores ambiciones actorales y se consagró totalmente a las actividades de Merwan Seth. Posteriormente,
Merwan le puso el sobrenombre de “Nervous”, porque ante el
más leve contratiempo, y aún más cuando esto ocurría en presencia de Merwan Seth, el joven Khodadad se mostraba intranquilo, inquieto y nervioso.
Durante este período, Baily, amigo de la infancia de
Merwan, tenía como destino una base naval, en Adén, en el
Mar Arábigo, pero por alguna razón no mantuvo correspondencia con Merwan. Al año, Merwan finalmente se enteró de
las circunstancias que pusieron a Baily en un serio problema.
Había estado viviendo lujosamente, como si hubiera sido un
importante oficial de alto rango (que en realidad no lo era) y su
sueldo no estaba a la altura de su dispendioso modo de vida.
Baily se volvió bebedor, frecuentó burdeles y se vio presionado
por fuertes deudas.
Para eludir a sus acreedores pidió un mes de licencia, que le
concedieron. Sin embargo, el oficial que debía reemplazarlo se
suicidó y dejaron sin efecto la licencia de Baily. Entretanto, un
oficial denunció al cuartel central que Baily estaba malversando
fondos. Lo juzgaron, fue hallado culpable y la corte marcial lo
degradó y encarceló. El juez lo condenó a dos años de prisión,
pero el General a cargo redujo la pena en seis meses. Después
de cumplir su sentencia en prisión, Baily fue dado de baja deshonrosamente de la marina y, en 1919, regresó a Poona.
Baily deshonró a su familia. Poco a poco, transcurridas algunas semanas, todos los que fueron sus amigos se enteraron de
que estuvo en prisión y nadie quiso alternar con un delincuente
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condenado y, en especial, con quien había sido un malversador.
Nadie confió en él y le fue difícil encontrar trabajo. Baily también tenía mal carácter, raras veces reprimía su ira y se veía envuelto en reyertas. Por eso sus parientes no congeniaban con él
y lo trataban con frialdad e indiferencia. Buscó un trabajo tras
otro, pero nadie se lo daba. Transcurrieron unos meses, y él trató de expiar su anterior conducta, pero la actitud de la comunidad no cambió. No lo perdonaron y, finalmente, lo excluyeron
socialmente por completo. Se deprimió muchísimo, y un día,
después de una fuerte reyerta con sus padres donde le echaron
en cara su deshonra, decidió suicidarse.
Ese mismo día, Homi, hermano de Baily, fue al despacho de
toddy de Merwan Seth para tomar un trago. Merwan Seth le
preguntó informalmente “¿Dónde está Baily estos días? ¿Qué
ha sido de él? Solíamos escribirnos, pero no tengo noticias suyas desde hace más de un año”.
“¿No lo sabes? Baily ha estado en Poona desde hace unos pocos meses” le dijo Homi. “¿No te enteraste? Lo echaron de la
marina por malversar fondos”.
Merwan Seth lo miró seriamente y le dijo “No, no me enteré. ¡Vé a buscarle y tráemelo aquí de inmediato! ¡Te invitaré
con unos tragos, pero tráelo aquí inmediatamente!” Merwan
Seth le dio dinero a Homi para que tomara una tonga y fuera
deprisa a su casa.
Cuando Homi llegó al cuarto de Baily, la puerta estaba
cerrada con llave. Llamó pero no tuvo respuesta. Golpeó la
puerta y Baily dijo “¡Quienquiera que esté ahí, váyase!” Su
hermano se dio a conocer pero Baily repitió “Vete... ¡No quiero ver a nadie!”
Homi le contestó “Tu viejo amigo Merwan quiere verte...
¡Abre!... Ven conmigo y tomaremos toddy con él”.
“No quiero un trago. ¡No quiero ver a nadie!... ¡Déjame solo!”
gritó Baily.
Su hermano le replicó a los gritos “¡Abre esta puerta o la
echo abajo! Merwan se siente muy mal porque no lo viniste a ver desde que estuviste en Poona. Te estoy diciendo que
Merwan quiere verte. ¡Todavía es tu amigo, tonto! Debes venir,
él insistió en que te lleve de inmediato. ¡Abre la puerta ahora o
la echaré abajo!”
Unos momentos antes, Baily había estado a punto de beber
una copa de veneno. Escondió el veneno y abrió la puerta a
regañadientes. Antes de que pudiera protestar, Homi lo aferró y arrastró hacia fuera hasta la tonga que estaba esperando, mientras ordenaba al conductor que volviera al negocio
de toddy de Merwan. Sin embargo, éste se había ido cuando
llegaron. Gustadji estaba atendiendo el negocio y les informó
que Merwan se acababa de marchar por una diligencia urgente y que le había pedido a él que le dijera a Baily que tuviera a bien esperarlo.
Baily describe en su diario lo que sucedió a continuación:
No tuve que esperar mucho... A los quince minutos le vi venir.
En el momento en el que yo salía hacia la calle, tan pronto él me
vio, vino corriendo y me abrazó: lo hizo cariñosamente, mientras
me besaba la cara y el cuello. Me puse a llorar...
Merwan Seth abrazó a Baily con mucho cariño; era como si
no quisiera a nadie más que a Baily. Baily se quebró; jamás había experimentado semejante amor. Su familia y sus amigos le
habían vuelto la espalda, pero Merwan, su viejo amigo, todavía se preocupaba por él. Había olvidado qué era el amor. Se
hallaba tan conmovido que era incapaz de pronunciar palabra
alguna, y se quedó en silencio, mirando la cara de Merwan.
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Éste había cambiado, su aspecto era más normal que cuando
Baily le había visto por última vez, pero su mirada todavía se
veía deslumbrada.
Merwan Seth le hizo entrar en el negocio y le sirvió un trago.
Se sentaron a la mesa, en un rincón tranquilo, y Baily le contó
todo lo que le había sucedido. Al escucharlo, Merwan Seth lo
reprendió “Deja que el pasado se vaya. ¿Por qué te preocupas
por los errores cometidos? Todas las personas han hecho alguna cosa muy mala... Dios está para perdonar”. Esto impresionó
tanto a Baily que su depresión desapareció.
“Pero, ¿por qué no me escribiste contándome todo esto?”, le
preguntó Merwan Seth.
“¡Pero yo te escribí! Escribí varias cartas, pero nunca me contestaste. Después me enteré de que eras una figura espiritual, y
pensé que tal vez te habías ido de Poona” arguyó Baily.
“No te molestes en darme explicaciones. Lo sé todo” replicó
Merwan Seth. “Quiero que me vengas a ver todos los días. Te
prometo que todo saldrá bien si lo haces”. Baily asintió.
Merwan le hizo entender a Baily que jamás volvería a estar desamparado. Baily comprendió que su viejo amigo le había salvado la vida. Dejó de pensar en suicidarse y empezó
a visitar regularmente a Merwan en el despacho de toddy.
Merwan pasó a ser, para Baily, una columna de fortaleza y
una fuente de amor.
Después se descubrió que Shireen había escondido las cartas escritas por Baily. Esto lo hizo su madre porque temía que
Merwan estuviera pensando en ir a Adén para ver a Baily, y no
quería que viajara lejos, especialmente al extranjero. Shireen reconoció sinceramente su culpa, y Merwan la perdonó.
Después de este incidente, Baily recordó las advertencias
de Babajan “Tendrás que esperar cinco años... Él me dice dos
años... No, ¡no permitiré que sean dos años! Ven a verme, pues,
dentro de un año y medio”. Entonces él comprendió lo que ella
había querido decir. Le habían condenado a dos años de cárcel,
pero el General había reducido la pena a un año y medio. De
manera parecida, recordó que Merwan había predicho que sucedería algo terrible si él viajaba a Adén, y que había querido
que modificaran lo que se le había ordenado.
Poco a poco, Baily se enteró de los logros espirituales de
su amigo, pero los atribuyó equivocadamente a las profundas
creencias religiosas y las oraciones diarias de Merwan desde su
niñez. Sin embargo, poco después descubriría cuán erróneo era
lo que pensaba. A pesar de la oscura y tempestuosa naturaleza
de Baily, Merwan realmente apreciaba su compañía.
Las frecuentes visitas de Merwan Seth a Sakori ampliaron
el círculo de sus contactos. Upasni Maharaj, igual que Hazrat
Babajan, solían hacer mención de Merwan a sus adeptos. Uno
de los discípulos de Upasni era una mujer muy peculiar, llamada Gulmai, quien era la esposa de Kaikhushru Sarosh Irani,
que eventualmente fue “Khan Saheb” de Ahmednagar. En ese
entonces, Gulmai tenía cerca de treinta y cinco años y era madre
de cuatro hijos. Ella se volvió muy devota de Upasni Maharaj a
causa de los hechos que a continuación se narran.
El tío de Merwan, Masaji, trabajaba en un almacén de bebidas alcohólicas de Ahmednagar, que era propiedad del señor Khan Saheb. Gulnar, hermana del dueño, tenía una afección cutánea, y Masaji le habló de Upasni Maharaj. Gulnar
viajó a Sakori para recibir el darshan del Sadguru; poco después, su enfermedad desapareció milagrosamente. El contacto
de Gulnar fue muy significativo porque ella, a su vez, le habló a
Gulmai acerca de Upasni Maharaj.81
81 Gular Irani, la hermana de Kaikhushru S. Irani, era la madre de uno de los más íntimos
discípulos de Meher Baba, llamado Sarosh. Gulmai irani era la esposa de Kaikhushru; su nombre
verdadero era Gulbai, pero Upasni Maharaj después se lo cambió, y Meher Baba la llamaba siempre así.
Aunque a Gulmai le interesaba la espiritualidad, al principio
no deseaba visitar al Maestro hindú. Por consiguiente, esta señora zoroastriana no visitó Sakori durante varias semanas después de que su cuñada le contara acerca de su cura milagrosa,
que Gulnar atribuía a Upasni.
En agosto de 1919, Soonamasi, hermana de Gulmai,
y Kaikhushru Masa, su esposo, llegaron de Bombay a
Ahmednagar para visitar a sus parientes. Kaikhushru era un
profundo amante de Dios y años antes había estado en Shirdi
para recibir el darshan de Sai Baba. Fue allí donde se enteró de
Upasni Maharaj y fue a recibir su darshan en Sakori. También
había visto allí a Merwan Seth e inmediatamente sintió en su
interior cómo la divinidad se manifestaba en Merwan Seth.
Kaikhushru Masa trató de persuadir a Gulmai para que los
acompañara a Sakori, pero ella se negó porque pensaba que
a su marido no le gustaría que visitara a un Maestro hindú.
Cuando Kaikhushru Masa, Soonamasi y Gulnar estuvieron
ante Upasni Maharaj, le hablaron del milagro por el que la
afección cutánea de Gulnar había desaparecido, y después le
contaron sobre el carácter piadoso de Gulmai y sus problemas
familiares. Gulnar le explicó al Sadguru “Mi cuñada está muy
deprimida y fuera de sí. ¿Podrías atraerla hacia ti como tú nos
atrajiste a nosotros?”
Upasni replicó “No te preocupes tanto por ella. Haré por ella
lo mismo que hice por ustedes. Tú y ella, igual que toda la familia, vendrán a mí. Tengan fe y vengan a Sakori tan frecuentemente como puedan. Su depresión desaparecerá tal como desapareció la afección de tu piel”.
Entonces Upasni los invitó a pasar la noche en Sakori, pero
Gulnar quiso regresar a Ahmendnagar. Sin embargo, en el trayecto de regreso no pudieron seguir adelante debido a que un
río se había desbordado. Por tal motivo, en lugar de estar en el
ashram del Maestro Consciente de Dios, ¡tuvieron que pasar la
noche en un establo con un burro!
Cuando Gulnar retornó, estaba contentísima porque se había vuelto a encontrar con el Sadguru, le contó a Gulmai lo del
viaje, y después le suplicó que no dejara de conocer pronto a
Upasni Maharaj.
Gustadji había estado en Sakori, y en esta ocasión acompañó al grupo de vuelta hacia Ahmednagar en su trayecto hacia
Poona. Les contó acerca del arti (canto) que Merwan Seth había
compuesto para Upasni Maharaj, y puesto que Gulnar quería
recitarlo, le pidió a Gustadji que lo escribiera. Sin embargo, él
no lo recordó completo y le dijo que lo conseguiría de Merwan
Seth y le enviaría una copia por correo.
Soonamasi ansiaba llevar a su hermana a Sakori antes de
que ella y su marido partieran hacia Bombay. Durante dos semanas suplicó a su hermana que visitara al Sadguru, pero
Gulmai se negó. Al final estuvo de acuerdo y fue acompañada
por Kaikhushru Masa, Bekhoda Irani y su esposa (a quienes
conocía de Poona) y el tío de Merwan, Masaji.
Llegaron a Sakori hacia el mediodía. Entre arbustos espinosos y resecos vieron la choza de paja de Upasni Maharaj y su
pequeño templo cercano. A unos pasos había un árbol pipal,
debajo del cual estaban sentados dos jóvenes persas.
Gulmai se acercó a ellos, y Kaikhushru Masa, Masaji y
Bekhoda se pusieron a conversar. La esposa de este último susurró a Gulmai “¿Sabes quién es?”
Gulmai sacudió la cabeza en señal de negación.
La esposa de Bekhoda le preguntó “¿Conoces a Sheriar
Moondegar Irani, de Poona?”
Gulmai dijo “Sí, Sheriar es pariente de mi padre y vino a mi boda”.
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La esposa de Bekhoda le explicó “Ése es Merwan, el hijo
de Sheriar, y el otro es Behramji, su socio comercial. Son dueños de un despacho de toddy en Poona. Ellos también son
devotos de Upasni”.
Gulmai replicó “Oí decir que Sheriar tiene un hijo que se volvió loco. ¿Ése es el hijo?”
La señora de Bekhoda dijo “Sí. Sin embargo, deberías oírle
cantar. Canta maravillosamente”.
“Me gustaría escucharle” dijo Gulmai. “Después le pediremos que cante”.
Entretanto, Merwan Seth había estado explicando a
Kaikhushru Masa y Bekhoda cómo había conocido a Upasni
Maharaj y acerca de los grandes ayunos y penitencias de este
último, cuando el Sadguru los mandó llamar.
Entraron todos juntos a la choza de Upasni. Se prosternaron
ante él, y él les preguntó de dónde venían, a qué familia pertenecían, etcétera. Cuando le contestaron, observó lo siguiente
“¡Esto de vida de familia es todo una mierda! 82 Se malgasta de
este modo una vida tras otra... Si uno quiere trigo pero acude
a una sedería, el dueño le dirá ‘Aquí no tenemos trigo; lo único
que puede comprar es tela’. De manera parecida, lo único que
ustedes conseguirán aquí es lo que yo tengo”.
Upasni Maharaj interrogó a cada uno sobre sus asuntos personales. Tan pronto Gulmai entró en la choza, quedó atónita al descubrir que ese Maestro casi desnudo era el mismo personaje que
se le había aparecido en un sueño muy lúcido. Escuchó con atención sus palabras cuando él habló de Dios, del sendero espiritual
y de la necesidad de un Maestro Perfecto. Gulmai quedó muy impresionada con Upasni Maharaj e inmediatamente se sintió cómoda en su presencia, como si hubiera encontrado a un viejo amigo.
82 Upasni Maharaj solía decir palabrotas o injuriar, lo cual simbolizaba su labor de aniquilación de las ataduras sanskáricas, o sea, el aspecto material de la consciencia de una persona.
Gulmai le dijo espontáneamente “Maharaj, lo que tú tienes
no se consigue en otra parte. ¡Lo único que yo quiero es eso!”
Entonces Upasni les dijo que almorzaran y descansaran.
Volverían después, por la tarde, y se encontrarían con él otra vez.
Al salir de la choza se encontraron con Merwan Seth que los
estaba esperando. Los ayudó a llevar su equipaje hasta el templo cercano de Maruti, y luego les dijo que regresaría a las tres
en punto para llevarlos a ver a Upasni.
Merwan Seth llegó después del almuerzo y les contó cómo
había conocido a Babajan y Sai Baba. Cuando iba llevando al
grupo hasta donde estaba Upasni, ellos le dijeron que se habían enterado que él cantaba maravillosamente y le pidieron
que entonara una canción. Cambió cortésmente de tema y los
condujo hasta la choza de Upasni, y allí se sentaron juntos bajo
un árbol pipal.
Upasni llamó a cada uno por separado. Gulmai fue la última. Al acercarse a la puerta, sus conflictos interiores la abrumaron y se preguntó cómo se libraría de ese peso ante el Sadguru.
Merwan Seth, de pie cerca de la entrada, le instó a que ingresara
y vaciara ante el Sadguru todo lo que su corazón y su mente tenían, sin guardarse nada. Después de tranquilizarse, Gulmai se
preguntó cómo Merwan Seth había sabido lo que ocurría dentro de ella. Entró en la choza, pero no supo qué decirle a Upasni
Maharaj y, tan pronto empezó a hablar, se puso a llorar.
A Gulmai la afligían otras cosas, además de su hogar desdichado y su aislamiento social. Su cuerpo estaba plagado de
pústulas y temía que eso fuera la señal de alguna enfermedad.
Había pensado contárselo a Upasni, pero estaba desconcertada.
Él la miró de arriba abajo, luego le habló de lo que la aquejaba y
la tranquilizó diciéndole que eso no era nada grave y que desaparecería. Entonces Upasni llamó a Durgabai y le dijo “Esta
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señora es desdichada. Es infeliz en su hogar, y tiene un mal cuya causa es su desdicha. Explícale que yo sé todo, por lo que no
es necesario que me diga nada”.
Gulmai se postró ante Upasni Maharaj y le suplicó que aceptara su cuerpo, su mente, sus hijos y sus bienes como ofrenda.
Derramó lágrimas nuevamente cuando le contó cuán difícil había sido la vida para ella. Finalmente, imploró a Upasni que le
permitiera quedarse con él, de manera permanente, en Sakori.
Upasni le explicó que ella no podría quedarse: “Quienes no
tienen apegos materiales se atienen a determinados cultos y
disciplinas, o sea, puja y sadhanas; esto no es una novedad para ellos y por lo tanto, les resulta fácil. Sin embargo, estar en
el mundo (samsar) y pertenecer predominantemente a Dios y
consagrarse totalmente a Él es el culto supremo”.
“Es mucho más útil para alcanzar el objetivo espiritual supremo (Aham Brahmasmi) sufrir entre el anhelo de Dios y la
atracción del mundo, equilibrar el ansia de Dios con la observancia de los deberes domésticos, y permanecer inmutable como aceite en un mar de actividades (karma)”.
“Tú y yo hemos estado conectados en el pasado. Tú estás
profundamente conectada conmigo espiritualmente, a lo largo
de nacimientos anteriores. He tenido mi nazar sobre ti durante
largo tiempo. Finalmente has venido”.
Después le dijo crípticamente “Tu Zaratustra está aquí...
Estoy estrechamente vinculado con los zoroastrianos aunque
me criaron como hindú y, en el futuro, ellos acudirán a mí en
grandes cantidades”.
Entonces Upasni Maharaj concluyó “Escucha, regresa a tu esposo y a tu familia. Ahmednagar está muy cerca. Puedes venir
a verme siempre que lo creas necesario. Eres bienvenida aquí.
Puedes venir sola. Puedes venir con tanta frecuencia como lo
necesites; sin embargo, una permanencia continua conmigo, en
esta zona agreste, tal como tú lo deseas no es aconsejable teniendo en cuenta tus actuales circunstancias. No te preocupes
por nada; mi nazar (gracia) está siempre sobre ti”.
Gulmai aceptó las directivas de Upasni Maharaj y salió de la
choza para ver que, debajo del árbol pipal, había un grupo de
personas que escuchaban a Merwan Seth contando anécdotas
sobre Sai Baba y Babajan, y cómo el natalicio de Rama, era celebrado grandiosamente en Sakori. Gulmai se sentó para escuchar. Entretanto se habían iniciado los preparativos para el arti
vespertino de Upasni Maharaj. En el pequeño templo, cercano
a la choza del Sadguru, un devoto estaba engalanando las fotografías de Sai Baba y Upasni Maharaj con flores e incienso; inmediatamente después todo el grupo participó de la ceremonia.
El grupo zoroastriano se marchó al atardecer de Sakori en
una tonga tirada por caballos, rumbo a la estación ferroviaria
de Chitalli; Merwan Seth y Behramji los acompañaron en una
carreta tirada por bueyes. Mientras descargaban el equipaje, todos se sentaron en un bosquecillo. Merwan Seth sacó a relucir
un libro que trataba sobre Dios y se puso a leerlo. Llamando
a Gulmai, le alcanzó el libro y le dijo que lo leyera en su casa.
Mientras esperaban que llegara el tren, Merwan Seth repartió
chapatis y chutney que Durgabai había cocinado.
Durante el viaje en tren oyeron una voz melodiosa que provenía del compartimiento contiguo. Merwan Seth estaba cantando
un ghazal; estaba satisfaciendo el anterior deseo del grupo que
quería oírle cantar. En Belapur, él y Behramji bajaron. Merwan
Seth les dijo que se dirigían hacia el norte, hasta Nagpur, para
ver a Tajuddin Baba, y les comentó que Tajuddin era también
un gran Maestro. El resto del grupo siguió hacia Ahmednagar.
Tiempo después Gulmai volvió a visitar a Upasni Maharaj. Tras
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recibir su darshan, le ofrendó el puja con devoción. Upasni le
preguntó por su salud y luego le dijo “Desde que Sai Baba abandonó su cuerpo, sus devotos musulmanes e hindúes me fueron
transferidos. Esperan que yo los atienda, y por eso a veces tengo
que golpearlos... También vienen muchos zoroastrianos; los de
Poona tienen un templo, Merwan es uno de ellos; él es Irani como tú. Él siempre está aquí haciendo una cosa u otra”.
Esta vez, Merwan Seth estaba de pie, con Sadashiv, cerca de
un aljibe. Cuando Gulmai se acercó para beber agua, preguntó acerca de ella y luego dijo a Sadashiv: “¡Qué carácter dulce
tiene esta señora! Yo también tengo una madre. ¡Cuán distinta habría sido la vida si ella hubiera sido mi madre!” Con estos
cumplidos, Merwan Seth atrapó su corazón y Gulmai lo abrazó. Ella volvió a su casa ese mismo día.
Gulmai nunca renunció a la esperanza de vivir con Upasni
Maharaj en Sakori, durante sus frecuentes visitas a él a lo largo de los años. Durante estas visitas, ella y Merwan Seth también se encontraban a menudo. Él le reveló sus experiencias espirituales, las cuales la convencieron, más allá de toda duda, de
que él era realmente el heredero o representante espiritual del
Sadguru Upasni Maharaj.
Durante una estadía de doce días con el Sadguru, Gulmai
tuvo que soportar austeros rigores y penitencias, y hasta ser
fuertemente abofeteada por Upasni Maharaj. Merwan Seth le
dijo “Tienes muchísima suerte por ser la primera mujer a la que
se ha concedido la gracia de un Maestro Perfecto como Upasni
Maharaj, resistiendo estas pruebas. Pasaste por estas penalidades brillantemente ante la vista de Dios. Es una bendición que
un Sadguru golpee a una persona; has sido bendecida realmente. También he visto a Babajan golpear a la gente con un palo”.
Antes de que Gulmai se fuera de Sakori, Upasni le dijo: “A
la gente le gustan los lugares sagrados en los que hay templos
grandes y bellos; hasta allí llegan siempre en tropel las personas importantes e influyentes. Eso ocurre corrientemente en
los santuarios. Sin embargo, lo verdadero consiste en venir con
amor y devoción a este sitio árido, y servir al Maestro incondicionalmente con fe total... ¿Qué hay en Udwada? Hay fuego,
¡pero el fuego viviente arde aquí! La verdadera peregrinación
es a los pies del Maestro Perfecto”.
En 1919, Merwan Seth inició la construcción de un pequeño
templo, en Sakori, para celebrar el arti de Upasni Maharaj. Él
mismo costeaba los gastos de las bhandaras –las fiestas hindúes– que allí se celebraban, como lo hacía Gulmai. Después
construyeron otros templos en Sakori cuando se difundió su
fama como “Rey de los yoguis”; un rico maharaj construyó
allí un magnífico templo hindú. Sin embargo, la distinción de
fundar el primer templo en honor de Upasni Maharaj correspondió a Merwan Seth.
La devoción de Gulmai hacia Merwan Seth se ahondó con
cada encuentro y posteriormente ella, su marido Khan Saheb
y sus hijos Rustom, Adi y su hija Dolly consagraron sus vidas y propiedades a su causa. Merwan llamó a Gulmai su
“madre espiritual”.
Durante este período, Jal, hermano menor de Merwan, no
creía en la realización espiritual de este último y daba por hecho que Merog estaba loco. Jal conocía a un gurú hindú, de las
afueras de Poona, llamado Siddharudh Swami, de la aldea de
Hubli (de quien se decía que era un Sadguru), a quien solía visitar ocasionalmente. Jal se mofaba de quienes creían que su
hermano debería ser respetado por su espiritualidad.
Un día, Merwan Seth llevó aparte a Jal, le miró fijamente y le
dijo: “¡Hermano mío, yo soy Dios!”
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Jal lanzó una carcajada y exclamó burlonamente “¿Tú,
Dios? ¡Merog, no eres más que un loco! ¿Cómo un hombre
puede ser Dios?”
“Hermano, créeme, verdaderamente soy Dios”, replicó Merwan.
Jal le contestó cínicamente: “¡Esto es un disparate! ¡No creo
una sola palabra de lo que me dices, Merog!” Después desafió a su hermano mayor: “Si eres Dios, debes tener poderes.
¡Demuéstralo! ¡Demuéstrame que eres Dios!”
Merwan Seth aceptó el desafío y dijo “Pondré una brasa en
la palma de tu mano, y no sentirás dolor. ¿Estás de acuerdo en
dejarme hacer esto?”
Jal le replicó con arrogancia: “Estoy totalmente dispuesto.
¡Déjame ver qué clase de Dios eres tú!”. Y agregó: “Si mi mano se quema y siento dolor, tus ilusiones quedarán destruidas de una vez por todas. ¡No querré oírte repetir jamás que
tú eres Dios!”
Merwan Seth sonrió, entró en la casa y salió con una brasa
que trajo del fuego de la cocina, y la depositó sobre la palma de
Jal. La piel empezó a quemarse, ¡pero Jal, sin sentir dolor alguno, se quedó mirando azorado su mano!
Su madre estaba en el frente de la casa y empezó a oler algo
que se estaba quemando. Cuando llegó al sector trasero de la
casa y vio lo que estaba sucediendo, gritó: “¿Se volvieron locos
ustedes dos? ¿Qué piensan que están haciendo?”. Reprendiendo
a Merwan, ella trató de retirar la brasa, pero ésta estaba pegada
en la mano de Jal. Cuando finalmente se la quitó, toda la carne
de la palma de Jal tenía una profunda quemadura, sumamente
grave. Después de llegar Shireen, la mente de Jal acusó un dolor tan atroz que se desmayó.
Merwan Seth llevó a su hermano deprisa al Hospital
Sassoon para que lo atendieran. Jal estuvo varios días inter-
nado y Merwan Seth lo cuidó personalmente. El amor que
su hermano le prodigó conmovió profundamente el corazón
de Jal. Más tarde confesó: “Merog, mi ego está hecho pedazos. ¡Verdaderamente, eres Dios! Fui un tonto en dudar de ti.
Perdóname, hermano”. Cada vez que Merwan Seth visitaba a
Jal en el hospital, el dolor de su mano desaparecía misteriosamente por completo. Pero tan pronto Merwan se marchaba,
aquel dolor atroz volvía con total intensidad.
Cuando Jal retornó a su hogar, un día Merwan fue a verlo y
lo felicitó por su fuerza y coraje de resistir ese terrible dolor por
él. Luego lo abrazó y le preguntó “¿Ahora renunciarías al mundo y me seguirías permanentemente?” Luego de pensarlo profundamente, Jal le dijo a su hermano que estaba preparado para
llevar a cabo su deseo y que lo seguiría.
Posteriormente, cuando la herida de Jal se curó, él mostraba
su mano a quienes tomaban contacto con Merwan por primera
vez y les contaba minuciosamente lo que le había hecho ver que
su hermano era realmente Dios en forma humana.
En 1919, Gustadji, Slamson y Nervous se encargaban de atender el despacho de toddy en Kasba Peth, sin que Merwan Seth
participara en los asuntos comerciales. Sin embargo, supervisaba el trabajo y se aseguraba que todo estuviera inmaculadamente limpio y de que el toddy fuese bien fermentado.
En noviembre, Upasni Maharaj telegrafió a Sadashiv para
que trajera a Merwan Seth a Sakori a fin de que lo acompañara
en un viaje a Benarés. Hacía cinco días que Sadashiv había regresado de Benarés con su familia. Sabía que sería difícil conseguir que su tío autorizase nuevamente que dejara de lado los
asuntos comerciales. Sadashiv estaba perplejo sin saber qué hacer, ante lo cual Merwan Seth sugirió un plan.
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El departamento de Sadashiv estaba en el segundo piso del
despacho de toddy. Bien entrada la noche, cuando la familia estaba dormida, Sadashiv arrojó su bolsa de dormir por la ventana a Merwan Seth y salió sigilosamente de la casa, se dirigieron
juntos deprisa a la estación ferroviaria y tomaron un tren hacia
Sakori. (Antes de salir, Sadashiv escribió una nota a su tío diciendo que estaba por partir y que volvería pronto. Más tarde le
escribió nuevamente informándole dónde había ido y por qué).
En Sakori, Sadashiv preguntó a Upasni por qué iba a Benarés,
a lo que le contestó “¡Allá habrá una gran reunión de devotos
de Sai Baba, y él mismo la va a presidir!”
Esta respuesta sorprendió a Sadashiv quien dijo “¿Cómo podrá presidir Sai Baba en esta ocasión cuando hace más de un
año que murió?”. Sin embargo, Upasni Maharaj no le contestó.
Upasni salió antes que Merwan Seth y Sadashiv en otro tren,
aunque en Benarés estuvieron con él en el templo hindú de
Mahadev –Shiva–. Se habían iniciado los preparativos para la
celebración del maha yagna (el gran fuego de los sacrificios).
Se congregaron miles de devotos de Sai Baba provenientes de
toda la India, y también hubo setecientos adeptos de Upasni
Maharaj rodeándole. Se reunieron ciento once sacerdotes hindúes para celebrar el gran yagna o fuego ceremonial. Los brahmines prepararon especialmente las comidas, pero Upasni ordenó a Merwan Seth y Sadashiv que supervisaran los alimentos
dispuestos. Ambos se encargaron diariamente de comprar en
el mercado todo lo necesario para preparar esa gran cantidad
de comida, para las ceremonias y para las comodidades de los
millares de personas que se reunirían. En el centro del gran
pandal (tienda), en el que tendría lugar la ceremonia del fuego,
colgaron y cubrieron con guirnaldas una gran pintura de Sai
Baba. Al ver todo eso, con el cuadro de Sai Baba en el centro,
Sadashiv comprendió por qué Upasni Maharaj le había dicho
que Sai Baba presidiría la ceremonia.
El gran fuego ceremonial ardió continuamente durante once días, y en el día doce se celebró una gran fiesta en honor de
los brahmines. Para entonces se habían congregado entre diez
mil y doce mil brahmines. La comida de todos ellos estuvo lista
antes del mediodía, pero cuando los brahmines se sentaron debajo del gran pandal para comer y vieron el retrato de Sai Baba,
algunos gritaron con furia: “No podemos participar de la fiesta
de un musulmán. ¡Sai Baba era musulmán!”
Upasni Maharaj, descendiente de brahmines, se impuso sobre ellos diciéndoles “Olviden sus prejuicios y puntos de vista
religiosos, y participen de esta comida... Créanme, Sai Baba estuvo por encima de toda diferencia religiosa. Existió tanto para
ustedes, los brahmines, como para los musulmanes”. Pero ellos
hicieron oídos sordos e incluso los sacerdotes brahmines que
celebraban el maha yagna se unieron a las protestas. Entonces
Upasni Maharaj dijo a los sacerdotes “Prometo dar a cada uno
de ustedes una dakshina de quince rupias en lugar de cinco.
Ahora coman y disfruten la fiesta”.
Sin embargo, siguieron negándose y poniendo vehementes
objeciones al cuadro del Maestro mahometano, mientras gritaban “Bajen esa pintura. ¿Por qué le están dedicando este yagna? ¿Por qué están honrando a Sai Baba en nuestro templo?
Quiten esa pintura y entonces participaremos de la fiesta; de lo
contrario no comeremos”.
El alboroto duró dos horas. Upasni Maharaj no pudo persuadir a los brahmines para que participaran de la fiesta y se negó a bajar la pintura de Sai Baba. Finalmente, Upasni Maharaj
ordenó a todos sus devotos que fueran hasta la ribera del río
Ganges y tocaran tambores llamando a los pobres para que
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se congregaran allí. Merwan Seth y Sadashiv, junto con varios
centenares de devotos de Upasni Maharaj, sirvieron la comida
a los pobres allí reunidos. Aunque alimentaron a casi quince
mil pobres, sobró una considerable cantidad de comida.
Entonces Upasni Maharaj ordenó “¡Tiren al río la comida
que sobró!” Esto consternó a los sacerdotes hindúes que veían
cómo un balde de comida tras otro era arrojado al río. Se acercaron a Upasni Maharaj y le pidieron perdón: “Gran Ser, ahora
estamos preparados para participar de la fiesta. No malgastes
la comida, perdónanos”.
Upasni les contestó airadamente “¡Y ustedes se llaman los
pundits de Kashi!83 Sacerdotes, ¿qué puedo decir de ustedes?
En Kashi no hay nada para ustedes, ¡y tampoco quedó comida!
Los perdono, pero no participarán de la fiesta. Él, Sai Baba, a
quien ustedes llaman musulmán, ¡es el verdadero pundit!”
Entonces Upasni Maharaj despachó con enojo a esos sacerdotes y despidió a sus setecientos adeptos. Después dijo a Merwan
Seth y Sadashiv que fueran al sur hasta Jagannath Puri, mientras él regresaba a Sakori.
Puri es uno de los grandes sitios de peregrinaje, ubicado
sobre la costa este de la India. Es famoso por el gran templo
Jagannath, uno de los templos más visitados de la India, cuya entrada está prohibida para aquellos que no profesan la religión Hindú. Al llegar a Jagannath Puri, Merwan y Sadashiv
encontraron un dharamshala, o sea, una casa de descanso en el
templo. Al ver que Merwan usaba pantalones en lugar del dhoti, y un pañuelo atado en la cabeza, el sacerdote del templo preguntó a Sadashiv con curiosidad: “¿Quién es este hombre? Su
aspecto no es el de un hindú”.
83 285. Kashi es la antigua denominación de la ciudad de Benarés, y así se la llamaba
cuando el Buda Gautama vivía hace más de dos mil quinientos años en esa ciudad. Su denominación moderna es Varanasi. Pundit es un sacerdote docto, o bien, un erudito en las escrituras
hindúes. Al mismo Upasni se lo cultivó para que fuera un erudito y se sintió molesto con los
brahmines por su fariseísmo y ortodoxia al opinar sobre Sai Baba, sin saber que un santo hindú
fue quien cultivó a Sai.
Sadashiv le contestó muy seriamente: “Se llama Jagat
Narayan, y es un Pucca (hindú puro). Me acompañó desde
Benarés y está en peregrinación hacia otros lugares sagrados”.
El sacerdote no hizo más preguntas y los registró en su libro como Jagat Narayan y Sadashiv Patel, residentes en Poona.
Jagat Narayan significa literalmente el Señor del Universo.
Poco era lo que el sacerdote sabía sobre quién era realmente su
huésped, en efecto, Jagat Narayan era el Señor Mismo.
Por el aspecto de Merwan era inconcebible que alguien le
confundiera con un hindú, pero ese sacerdote inocente no puso
objeciones. El Señor se quedó en su templo, destinado únicamente a los peregrinos hindúes para buenaventura del sacerdote. Este les sirvió comida y después, Sadashiv y Merwan fueron
a la playa a bañarse. Luego recibieron darshan en el templo y
dieron una generosa dakshina al sacerdote, tomando al día siguiente un tren hacia el oeste, rumbo a Kharagpur.
En Kharagpur, Merwan y Sadashiv se encontraron con algunos devotos de Upasni Maharaj y visitaron el barrio Harijan
en el que vivían los Intocables. Los discípulos de Upasni
Maharaj, guiados por Namdeo Mahar y su esposa, recibieron
a Merwan en sus humildes chozas. Ellos después partieron
hacia la ciudad de Nagpur.
En Nagpur Merwan dijo a Sadashiv “También estoy conectado con Tajuddin Baba. Quiero que lleves contigo a tres o
cuatro devotos de Upasni Maharaj hasta Vaki Shariff y que
se encuentren con Tajuddin. Lleva flores y frutas a Tajuddin.
Dale mis cortesías, aunque yo no puedo ir”. Sin embargo,
cuando Sadashiv y el grupo llegaron a la sede de Tajuddin, se
encontraron con que el Maestro acababa de marcharse hacía
una hora. Desilusionados, volvieron a Nagpur y le explicaron
esto a Merwan.
166
Al día siguiente Merwan instó a Sadashiv “Te digo, debes
encontrarte con Tajuddin Baba. Voy a enviarte una vez más a
Vaki Shariff, pero esta vez sal una hora antes para no desencontrarte con él”. Pero nuevamente Tajuddin acababa de marchase.
Durante cuatro días Merwan Seth les ordenó ir a Vaki Shariff
y en cada ocasión, Sadashiv y los devotos de Upasni Maharaj
no lo encontraron por cuestión de minutos. Los mandaba cada
día más temprano, pero en cada oportunidad Tajuddin se había marchado anticipándose a la llegada de ellos. Finalmente,
Sadashiv se quejó a Merwan haciéndole saber que no quería
volver otra vez. Cada viaje en tonga era largo, de dieciocho kilómetros. Sin embargo, Merwan insistió “Vé por quinta vez y te
aseguro que él estará ahí. Tajuddin te estará esperando”.
Esta vez él estaba allí y después de que Sadashiv y los demás
se prosternaran ante el Maestro, Tajuddin preguntó “Durante
cuatro días han soportado muchas contrariedades, pero hoy he
estado esperando precisamente la llegada de ustedes. ¿Saben
por qué no estuve aquí?”, les dijo mostrándoles una fotografía
de Merwan, “Esta Rosa Celestial estuvo llamándome durante
cuatro días, ¡pero también estaba mandándolos para que me
vieran! Hoy la Rosa Celestial no me llamó, y por eso ahora puedo encontrarme con ustedes”.84
Después de encontrarse con Tajuddin Baba, Merwan y Sadashiv
fueron en tren a ver nuevamente a Upasni Maharaj en Sakori, volviendo luego a Poona después de un viaje que duró un mes.
84 Sadashiv recordó un hecho parecido, respecto de Tajuddin Baba, ocurrido poco más tarde, después de formar Meher Baba su propio ashram. Meher Baba envió a tres de sus discípulos
(Ghani Munsiff, Vajifidar y Sadashiv) para que conocieran a Tajuddin Baba, y cuando éste se
encontró con ellos tres, dio a cada uno una fotografía de Meher Baba, diciendo a cada uno con la
mayor seriedad: “Estoy dando a cada uno una fotografía de Meher para que lo adoren. El es la
Rosa Celestial; es más grande que yo; adórenlo. Su fotografía es digna de adoración”. Entonces
ellos se prosternaron y rezaron ante la fotografía de Meher Baba frente al Maestro Perfecto mahometano Tajuddin Baba.
Tras permanecer unos días en Poona, Upasni Maharaj llamó
otra vez a Merwan y Sadashiv a Sakori; de allí viajaron juntos a
Nasik. El Sadguru no llevó consigo a ninguno de sus otros devotos. Los tres recorrieron caminando los siete kilómetros de
distancia desde la ciudad de Nasik hasta el templo hindú en
medio de la selva, llamado templo Mahadev, consagrado a la
grandeza de Dios (llamado Shiva), y allí pasaron la noche. Al
día siguiente, Upasni Maharaj mandó de vuelta a Sadashiv para que se encargara de comprar en la ciudad unos bocadillos
mientras el Sadguru se quedó solo con Merwan, con el fin de
trabajar para que Merwan recuperara la consciencia física.
Había oscurecido cuando Sadashiv regresó con bocadillos. Upasni le preguntó “¿Tuviste miedo de atravesar la selva
caminando?”
Sadashiv replicó “Sí, me asusté un poco”.
Upasni observó “Yo estaba detrás de ti. No había nada que temer”.
Entonces el aspecto de Upasni cambió, se volvió esplendorosamente radiante, declarando a Sadashiv “Recuerda esto siempre: ¡Merwan hará bailar a todo el mundo con su melodía! Si te
aferras a él, jamás tendrás nada que temer”.
Volvieron a dormir en el templo, y al día siguiente Upasni
Maharaj llevó a los dos a la aldea de Gavalwadi en la que escalaron la colina de Bhorgad. Allí Upasni les mostró la cueva
en la que había estado sentado durante casi un año repitiendo
el nombre de Dios y ayunando sin nada de comer ni de beber,
mucho antes de que hubiera conocido a Sai Baba y hubiera
realizado a Dios.
Mientras los tres estuvieron sentados en esa cueva,
Merwan compuso y cantó el siguiente ghazal dedicado a
Upasni Maharaj:
167
Oh Maestro Upasni Maharaj, Tú eres el Amado Divino
Oh Maestro Upasni Maharaj, tu amor es la realidad.
No comiste ni bebiste hasta que encontraste a Dios.
Oh Maestro Upasni Maharaj,
llegaste a ser Dios que es todo amor: Yezdan.
Tienes el rostro de Alá. Tienes la forma de Ram.
Oh Maestro Upasni Maharaj, eres la imagen brillante.
Eres Dios Encarnado, el Señor de cada casa (corazón).
Oh Maestro Upasni Maharaj,
eres emperador de los tres mundos.
Huma te ama locamente: es un mendigo a tus pies.
Oh Maestro Upasni Maharaj,
Huma te ruega que le concedas tu amor divino.
Ellos permanecieron un tiempo más en la cueva, después
descendieron de la colina hasta la carretera y de allí partieron
hacia Nasik y Sakori. Después de estar un día en Sakori, Upasni
Maharaj mandó a Merwan y a Sadashiv de regreso a Poona.
En octubre de 1920, Upasni Maharaj viajó a Bombay para celebrar la festividad hindú de Dassera: la victoria de la luz sobre
la oscuridad, cuando Rama mató a Ravanna. En Bombay, él y
sus discípulos se quedaron en Medhabagh. Merwan fue invitado por Upasni Maharaj para estar con él durante el Dassera.
Acompañado por unos pocos compañeros de Poona, Merwan se
reunió con él. Durante una celebración, el santo Gadge Maharaj
vino para el darshan de Upasni y después cantó bhajans ante él
y Merwan, quien estaba sentado al lado de Upasni.
Durante 1920 la consciencia humana de Merwan se fue restableciendo gradualmente en el mundo físico. Fue un lapso de
intensa concentración espiritual y de agonía. No sólo continuó
golpeando su frente en la piedra del piso de su habitación de la
casa familiar, sino que algunas veces se encerraba a oscuras en
una habitación del segundo piso de la casa de Behramji, situada
en la zona de la ciudad que se llamaba Kamtipura. Allí permanecía sentado, noche y día en la oscuridad, sin comer ni beber.
No permitía que nadie entrara en la habitación y, cuando volvía
a aparecer, estaba exhausto y empapado de transpiración como
si hubiera efectuado un arduo trabajo.
La consciencia de Merwan estaba sumida en el gozo infinito,
pero su deber espiritual era descender y recuperar la consciencia del mundo material. Este descenso fue atroz, pues la consciencia del individuo que realizó a Dios baja del infinito carente
de formas a los mundos de incontables formas y estados limitados, atravesando los planos mental y sutil hasta ingresar en la
materialidad del mundo.
El mundo material, o esfera de la materia, es denso y, por lo
común, en él se experimenta sufrimiento y dolor. Todos los seres sufren en el mundo material; en el estado Divino no hay sufrimiento. Merwan Seth tenía que volverse consciente de los aspectos más densos de este mundo a fin de funcionar en el mismo
nivel de la consciencia humana. Durante este extraño período,
un día, el sufrimiento interior de Merwan fue muy atroz y se
acercó a un barrendero llamado Bahadur, quien limpiaba para
la municipalidad las alcantarillas por las que corrían los excrementos humanos. De manera inesperada, Merwan Seth le pidió
un balde con excrementos, y aunque Bahadur respetuosamente
puso reparos, Merwan insistió. Bahadur se lo dio titubeando.
Sin que nadie lo notara, Merwan Seth lo llevó a una habitación, en lo de Behramji, y se encerró allí toda la noche. A la
168
mañana siguiente, cuando salió, Merwan Seth estaba completamente cubierto de excremento. Aparentemente se había frotado
con él todo el cuerpo; el excremento se había secado y él apenas
podía moverse. Merwan Seth llamó a Behramji y Sayyed Saheb,
quienes se horrorizaron por el estado en que se hallaba. Él les
ordenó que pusieran agua a hervir en unos baldes y lo bañaran,
y ellos le aplicaron aceites aromáticos y antisépticos, aseándolo
cuidadosamente durante varias horas.
Merwan Seth se mostró muy complacido con la obediencia
de Bahadur. (Bahadur después contó a Behramji lo que había
ocurrido). Este humilde barrendero se volvió, de allí en adelante, devoto de Merwan Seth. Por la influencia de Merwan,
Bahadur, que era analfabeto, llegó a ser poeta y dedicó todos
sus poemas a Merwan Seth, quien se complacía en los esfuerzos de Bahadur.
Este hecho, en el que Merwan Seth se embadurna con excrementos humanos, sólo puede comprenderse en relación con lo
que él estaba sufriendo mientras descendía hacia la consciencia física. Upasni Maharaj realizó parecidos actos humillantes y asombrosos, bañando a un leproso y bebiendo esa agua,
barriendo las alcantarillas (como Bahadur), mezclando excremento con su comida e incluso acariciando a un caballo muerto
mientras los buitres devoraban el cadáver. Esas extrañas acciones sólo pueden explicarse en relación con el terrible proceso de
volver a descender a la consciencia de la creación, después de
que una persona realizó a Dios.
Más tarde, en 1920, Merwan Seth le dijo a Sayyed Saheb
“Deseo permanecer en un lugar aislado, sin la más leve perturbación. ¿Puedes encontrarme ese lugar?” Sayyed Saheb le sugirió unos pocos lugares lejanos, pero Merwan Seth no aprobó
ninguno de ellos. Al final, Merwan Seth le dijo a Sayyed “Elegí
la cueva de Bhorgad que está cerca de Nasik, en la que Upasni
Maharaj ayunó durante casi un año. Quiero que vengas conmigo”. Sayyed estuvo de acuerdo.
Tomaron un tren hacia Nasik y atravesaron la selva a pie hasta la aldea de Gavalwadi; allí escalaron la montaña de Bhorgad
y encontraron la cueva que Upasni Maharaj había mostrado a
Merwan. Sayyed Saheb se quedó en los acantilados, mientras
Merwan Seth permaneció solo, en la cueva, ayunando durante
cuarenta días y cuarenta noches: sólo bebía leche que Sayyed le
traía cada día de la aldea.
Después de los cuarenta días, Merwan Seth se marchó de
aquella lejana región y se quedó en la casa de la familia de
Sayyed, en Nasik, y mientras estuvo allí le dijo que telegrafiara
a todos los de Poona –Sadashiv, Behramji, Gustadji y otros– para que acudieran a Nasik para acompañarle.
Sayyed Saheb quedó profundamente impresionado por la
gran fortaleza y los grandes atributos espirituales de Merwan
Seth, y dejó de llamarle “Merwan Seth”, pensando que sonaba
demasiado común. Cuando todos los amigos de Poona se reunieron en Nasik, Sayyed planteó el tema de modificar el nombre de Merwan. Cada uno estuvo de acuerdo, ¿pero qué nuevo
nombre darían a Merwan? Uno de los hombres sugirió: “Mehru
Baba”, que significa “el Grande”, pero no lo aprobaron.85
Después de otras opciones sugeridas y rechazadas, el mismo Sayyed Saheb propuso al final el nombre de “Meher Baba”,
que significa “Padre Compasivo”, el cual fue respaldado inmediatamente por todos.
85 Mehru o Meru significa algo que es grande, o bien, un gran ser. En la India hay un monte
que se llama Meru, que significa “la gran montaña”. Si los discípulos le hubieran llamado Merhu
Baba, esto habría significado Gran Padre.
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Regresaron poco después a Poona, incluso Merwan que ahora se llamaba Meher Baba. Aparentemente, todo el objetivo del
círculo de hombres que acudieron a Nasik fue elegir el nuevo
nombre. A partir de ese día del año 1920 en adelante, cuantos se relacionaron estrechamente con Merwan Sheriar Irani le
llamaron Meher Baba.
Abdul S. Ghani era otro musulmán estrechamente relacionado con Meher Baba; las familias de uno y otro eran vecinas, viviendo durante casi quince años en la calle Butler. Ghani, como
le llamaban, era un buen amigo de Merwan desde la niñez. El
padre de Ghani trabajaba en la Contaduría Militar del gobierno,
en Poona, y lo trasladaron a Calcuta; posteriormente, durante la
Primera Guerra Mundial, trabajó en Francia, aunque la familia
se quedó en Poona mientras el padre viajaba.
Ghani y Merwan habían sido compañeros en el colegio secundario y en la facultad. Desde que Merwan se había ido de
la facultad después de su contacto con Hazrat Babajan, Ghani
perdió el rastro de su amigo durante siete años. Entretanto,
Ghani había concluido sus estudios universitarios como médico homeópata. Se había casado, trasladándose a Bombay para
encargarse de un dispensario homeopático. Era muy versátil y
también lo nombraron juez honorario: era un munsiff, y actuaba como juez subalterno en un tribunal de Bombay, que recibía
denuncias menores. Por este motivo se le conocía oficialmente
como el doctor Abdul Ghani Munsiff.
Un día de 1920, Meher Baba (como se le llamaba ahora) estaba en casa de Munshi Rahim con muchos amigos musulmanes
que se habían reunido para encontrarse con Meher Baba. En esa
reunión, el doctor Ghani, que también conocía a Munshi, visitó su casa casualmente. Al ver después de tantos años al ami-
go de su niñez, el doctor Ghani exclamó “¡Merwan! ¿Tú aquí?
Durante todos estos años pensé que habías muerto. ¿Qué fue lo
que te pasó, viejo amigo?”
Al oír esto, Meher Baba se limitó a sonreír. Sin embargo, a
los musulmanes presentes no les gustó ese modo familiar con
que Ghani se dirigía al gurú de ellos. Ghani miró a quienes
estaban en la habitación y percibió su reproche. Entonces empezó a dar una explicación: “Merwan es mi viejo amigo, cuando éramos chicos jugábamos en los mismos equipos... Fuimos
compañeros en el St. Vincent´s High School y en el Deccan
College. Vivimos en el mismo barrio...” Pero las observaciones
de Ghani no fueron escuchadas por los presentes, quienes le
miraron desdeñosamente.
Munshi dijo con desprecio “¡Desafortunadamente, un amigo del pasado es un cliente inoportuno!” Con esto quiso decir
que un viejo amigo es un mal cliente comercial. Ghani quedó
desconcertado y pensó “¿Qué hice de malo? ¿Hay algo irrespetuoso en lo que dije? ¿Por qué estos señores musulmanes interpretan erróneamente mi intención?... ¿Por qué respetan tanto
a Merwan?” Sin embargo, Meher Baba intervino, apaciguando
las cosas. Con su viejo amigo sentado a su lado, conversó afectuosamente, rememorando los viejos tiempos y recordando sus
mutuas travesuras infantiles. Meher Baba terminó aconsejándole “Ghani, deberías visitarme siempre que vengas a Poona.
Siempre me sentiré feliz viéndote cuando regreses aquí”.
Poco después, Meher Baba se retiró y los del grupo confrontaron a Ghani diciendo “¿No sabes quién es él? ¿Cómo hablas
de ese modo frente a él?... ¡No es un hombre corriente! ¡Es un
Qutub! ¡Un Hazrat! Está conectado con los Maestros Perfectos
Hazrat Babajan y Tajuddin Baba”. Le explicaron cuál era la je-
170
Meher Baba, en 1920.
rarquía espiritual de Meher Baba, y cada uno le describió sus
propias experiencias interiores cuando entraron en contacto
con Meher Baba. Ghani les pidió disculpas, aunque no entendió
lo que le querían decir.
Posteriormente, el doctor Ghani visitaba frecuentemente
Poona para ver a Meher Baba, quien le llevaba a un restaurante
iraní de Char Bawdi, que quedaba frente al sitio en el que estaba Babajan. Allí, mientras bebían tazas de té, Meher Baba abordaba diversos tópicos –especialmente de carácter político– y
formulaba agudas preguntas a Ghani, quien siempre respondía
con amplitud y con circunloquios acerca de la situación política de la India. Las complicadas explicaciones de Ghani habrían
fatigado la mente de un hombre normal, pero Meher Baba escuchaba pacientemente sus interminables contestaciones.
Durante ese tiempo, aunque Meher Baba ejercía una profunda influencia sobre Ghani y éste pasaba las tardes en lo de
Munshi Rahim hasta la noche, todavía no reconocía a Meher
Baba como su maestro espiritual. Entre todos los amigos y primeros discípulos de Meher Baba, a Ghani lo consideraban el
más inteligente y hasta le habían puesto el mote de “Sócrates”
¡por el tamaño de su cabeza! Sin embargo, este gigante intelectual se postraría un día a los pies de Meher Baba.
La fe de Ghani en Meher Baba se instrumentó y ahondó
con una serie de sucesos. En 1920, Meher Baba decidió visitar
Bombay por tres o cuatro días para ver obras de teatro y películas. Le dijo a Baily que fuera con él para acompañar a Ghani. Al
principio, Ghani se había negado con varias excusas a acompañarlo, pero Baba se apresuró a desechar cada una de sus razones y, al final, Ghani estuvo de acuerdo.
Era la época del monzón y la ciudad de Poona estuvo gris
y nublada durante cuatro días. Había llovido continuamente,
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durante cuatro días, en Khandala, una aldea situada camino a
Bombay. El cielo estaba cubierto cuando el grupo abordó el tren
en Poona. Al pasar por la aldea de Talegaon, Meher Baba dijo
súbitamente a Ghani “No creo que lleguemos a Bombay”.
Ghani estaba ocupado leyendo el diario y le contestó en son
de burla: “¿Qué es lo que tratas de decir? ¿Qué quieres decir?
Este tren va derecho a Bombay, y si dices que no llegaremos
allá, ¡tú debes ser un Pir (santo) o un trastornado! ¡Y yo sé que
no eres un Pir!”
Meher Baba replicó: “¡Tienes la mala costumbre de ridiculizar todo lo que te dicen! Escúchame. No sólo lo creo, sino que
sé positivamente que no llegaremos a Bombay. Y descubrirás
que lo que yo digo es verdad”
Ghani le contestó, divertido “Dime, ¿te refieres solamente a
nosotros o también a todos los pasajeros?”
Meher Baba frunció el ceño fastidiado con Ghani y le dijo
“Por supuesto, lo que digo se aplica a todos. Este tren no va a
llegar a Bombay”.
Ghani le replicó bromeando “Tal vez no... ¡Puede ser que siga
hasta Persia o Turquía!”
Intervino Baily: “Pero Baba, si el tren no irá a Bombay, entonces
¿adónde irá?”
A quienes le acompañaban les resultaba difícil creer que el
tren daría la vuelta, después de cubrir sólo una corta distancia,
y aparentemente no había razón para que lo hiciera.
Ghani se mofó de las palabras de Meher Baba: “¡Es un disparate!”
Las mordaces observaciones de Ghani tuvieron como respuesta el silencio de Meher Baba, pero Baily siguió con la cuestión diciendo: “Ghani, Baba debe tener alguna sólida razón para decir esto. ¿Por qué otro motivo diría semejante cosa?”
Ghani volvió a mofarse: “¡Tú también pareces idiota! ¿No sabes que Baba estaba dormido cuando salimos de Talegaon?”
“¡Seguramente no!”, replicó Baily: “Estaba profundamente
absorto en sus pensamientos en ese momento! ¿Pero qué tiene
que ver tu observación con mi pregunta?”
Ghani le dijo con fastidio: Si tu cerebro no estuviera lleno de
aserrín, habrías sabido que él se refirió a ese hecho ridículo después de que salimos de Talegaon; se despertó de repente. Él sólo estuvo hablando de un sueño que tuvo. Por eso, ¡mejor sería
que te olvidaras de lo que Baba dijo!”
Meher Baba lo interrumpió: “Sin duda, tienes razón: yo hablé después de que salimos de Talegaon; lo admito. Pero te diré
algo más: ¡tendremos que regresar de Neral!”
“Baba, por favor, terminemos esta desagradable conversación”, barbotó Ghani con enojo “o de lo contrario tendré que
acompañarte a un manicomio”.
Baily empezó a pensar que Baba estaba burlándose deliberadamente de Ghani, y éste convino en que Baba se estaba permitiendo una broma para pasar el rato.
El tren llegó a Lonavla y siguió hacia Khandala, de acuerdo
con lo programado. Los torrentes de las cataratas de las colinas
de Khandala se despeñaban rugientes por los valles, mientras
el exuberante y verde panorama contrastaba bella y refrescantemente con la ciudad. El tren avanzó echando vapor y atravesando los túneles de la montaña hasta llegar a la aldea de
Karjat. Allí, desconectaron las dos grandes máquinas que empujaban la formación desde atrás, y entonces el tren siguió su
marcha, descendiendo hacia Neral.
Pero esta vez llovía muy copiosamente y no cesó en todo el
trayecto sino que la precipitación aumentó cuando el tren se
acercó a Neral. Ghani y Baily empezaron a preguntarse si el
tren tal vez podría retrasarse. Como si estuviera fastidiado con
ellos, Meher Baba permanecía sentado y en silencio, con su cabeza descansando en el cristal de la ventanilla. No había dicho
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una sola palabra después de aquella conversación y tampoco se
había movido. Parecía obnubilado.
Algunos pasajeros se inquietaron y empezaron a desplazarse, pero Baily y Ghani no les prestaron atención. Tras una
larga espera en Neral, se enteraron de que entre las aldeas
de Badlapur y Ambarnath las fuertes lluvias habían inundado las vías, y que ahora era imposible que el tren siguiera
hacia Bombay. ¡De pronto, el guarda anunció que el tren regresaría a Poona!
Al escuchar esto, Ghani se incomodó. Cuando el tren retrocedió, su mente se disgustó y perturbó cada vez más. Los pensamientos se arremolinaban en su mente y clavó la vista en
Meher Baba como si anhelara una respuesta o una solución.
Ghani había llamado loco a Baba pero, en ese instante, quien
se sintió loco fue él.
También Baily estaba estupefacto. Ni uno ni otro pronunciaron una sola palabra. Fue Meher Baba quien distendió la
situación preguntando:
–¿Ésta es Neral, no es cierto?
–Sí, –contestó Baily, –la misma Neral que hizo pedazos nuestra esperanza de unas vacaciones en Bombay.
–¿Pero por qué? ¿Qué pasó?, –preguntó Baba.
–¿Qué va a pasar sino lo que tú sabes? Habías predicho que
el tren no iría más allá de Neral, ¿y ahora dices que no sabes
por qué? –dijo Baily.
–Te diré la verdad; no sé nada más acerca de esto. ¡Y me pregunto por qué debería yo haber predicho eso! replicó Baba,
mostrando genuina perplejidad.
Baily, disgustado por las observaciones de Baba, barbotó:
–¡No puedo creerlo! Predijiste como un Pir lo que iba a suceder, pero no pudiste hacerlo sin una sólida razón. ¡No puedes
decirme que no sabes por qué predijiste esto!
–Por supuesto, lo que dices es cierto, –replicó Baba, y continuó: –pero lo que yo digo es también cierto. Está más allá de mi
comprensión cómo pude predecir esto. Al pensarlo, creo que no
fui yo quien habló, ¡sino otro! Fue algún poder, cuyo instrumento fui yo, el que me hizo hablar de ese modo...
Ghani, que había permanecido silencioso durante toda esta
conversación, no pudo contenerse más e interrumpió:
–¡Baba, de veras haces que me pregunte qué clase de hombre
eres! No quiero volver a discutir contigo nunca. Sin embargo,
te pido que no vuelvas a predecir esas cosas en mi presencia.
Ahora tengo miedo de ti y del poder que hay en ti. Junto mis
manos respetuosamente ante ti. Ahora sé que lo sabes todo ¡y
me prosterno ante ti!
Así fue como, después de este horrendo viaje de ocho horas, se encontraron de vuelta en Poona. Su excursión a Bombay
quedó sin efecto y cada uno se fue por su lado. El ferrocarril
ofreció como opción que los pasajeros siguieran hasta Bombay
vía Dhond y Manmad, pero Meher Baba ya no deseaba seguir
viajando. Posteriormente, Baily y Ghani conversaron sobre lo
ocurrido y se convencieron de que, con el único propósito de
mostrarles su poder espiritual, Baba había programado deliberadamente todo el asunto. A partir de ese día, aumentó la fe de
ambos en la omnisciencia de Baba.
Desde 1919 Gulmai K. Irani había estado visitando regularmente la sede central de Upasni Maharaj en Sakori, allí se había
reunido y conversado muchas veces con Meher Baba. Gulmai
y su esposo Khan Saheb tenían dos hijos, Rustom y Adi, y dos
hijas, Piroja y Dolly. Su hijo Adi había visto a Meher Baba en
Sakori una vez, en diciembre de 1919, cuando había acompañado a su madre hasta allí. En esa época, Adi tenía dieciséis años
y estaba estudiando en la escuela de Panchgani. Sólo había ido
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a Sakori porque su madre insistió en que conociera a Upasni
Maharaj. (En ese entonces, Rustom tenía veintidós años, la hermana Piroja, catorce, y la otra hermana, Dolly, siete; sin embargo, estos hijos de Gulmai no conocieron a Meher Baba hasta que
él fue a Ahmednagar posteriormente, en 1921).
El contacto de Gulmai con Meher Baba fue mayor durante
1920, pues ella visitó Sakori con más frecuencia. Una vez Baba
le preguntó si le gustaría acompañarlo hasta Nasik. Ella aceptó y regresó a Ahmednagar a fin de prepararse para el viaje.
Pocos días después, Baba se presentó en el hogar de ella, en
Ahmednagar, y fue bien recibido para pasar allí la noche. Esa
noche llamaron a un cantor para que lo entretuviera. Fue en
esta ocasión cuando Baba le comentó a Kaikhushru, esposo de
Gulmai, que un día él llegaría a ser Khan Saheb (título honorario conferido por los británicos), pero él lo tomó en broma. Baba
le repitió muy seriamente su predicción, y años después le confirieron a Kaikhushru esa distinción.
Baba le hizo este comentario a Gulmai “Serás como Babajan”.
Ella protestó diciéndole que no la comparara con Hazrat
Babajan. Volviéndose hacia Babu Cyclewalla, que estaba sentado a su lado, Baba la señaló y repitió con énfasis: “¡Sí, es un hecho, eres como Babajan!”
Al día siguiente Baba se marchó con Babu Cyclewalla, pero
no llevó con él a Gulmai. Fue a Poona, luego a Bombay acompañado por Gustadji y su madre Shireen, y por una de sus amigas
camino hacia Nasik (tomaron dos fotografías de Meher Baba estando en Bombay; una de ellas, con ropa desgarrada y sucia, y la
otra con un traje de última moda después de bañarse). En Nasik,
él, su madre y la compañera de ésta se alojaron en la casa de la
familia de Sayyed Saheb. Unos días después, las señoras regresaron a Poona mientras Baba y Gustadji viajaron a Ahmednagar.
Se alojaron en el hogar de Gulmai y al día siguiente él le pidió
que lo acompañara a Sakori durante una semana hasta el festival hindú de Sankrant. Ella estuvo de acuerdo.
En Sakori, Meher Baba le mostró a Gulmai su habitación, que
Upasni Maharaj le había asignado, diciéndole que podía guardar allí su equipaje. No habían barrido el cuarto, y con permiso
de él, Gulmai lo limpió. Después de esto ella fue a alojarse con
Durgabai Karmarkar; luego, al anochecer, llegó Yeshwant Rao
Boravke, un miembro del círculo íntimo de Upasni Maharaj, y
se quedó con Baba hasta que él se reuniera con Upasni.
El 14 de enero de 1921 celebraron en Sakori la fiesta hindú de Makarsankrant. Los discípulos y discípulas de Upasni
Maharaj se reunieron y realizaron puja delante de él. Upasni
permaneció sentado, cubierto solamente con una bolsa de arpillera, mientras las mujeres le pusieron ornamentos de oro en
su cuerpo. Después llegaron para participar del banquete muchos pobres de las aldeas vecinas y Upasni repartió ropa entre
ellos. A continuación, fueron bañados algunos de los más pobres, incluidos los leprosos más indigentes. Meher Baba ayudó
a Upasni a bañarlos.
Durante esta celebración, una señora zoroastriana, llamada
Pilamai Hormuzd Irani, de Karachi, había venido por primera vez a Sakori. Pilamai había conocido a Gulmai en Bombay,
y allí las dos mujeres se hicieron amigas. Pilamai sufría una
grave depresión y Gulmai creyó que Upasni podría ayudarla como él la había ayudado a superar su propia alienación.
Por sugerencia de ella, Pilamai trajo a sus hijos y se quedó un
mes en Sakori.
Un día Pilamai y Gulmai estaban sentadas cerca de Meher
Baba, cuando éste le pidió a Gulmai que se sentara más cerca
y le dijo “Hay algo que quiero que comprendas. Todo Sadguru
tiene una madre espiritual; Durgabai es la de Maharaj. Narayan
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Maharaj y Tajuddin Baba también tienen una. De manera parecida, todos los Maestros Perfectos también tienen hermanas
espirituales. De igual manera, tú eres mi madre espiritual y
Pilamai es mi hermana espiritual; en el pasado estuve vinculado con ustedes dos desde hace muchas vidas. Te estoy diciendo
concretamente que yo soy tu hijo; y yo soy tu hermano, Pilamai.
Eres una mujer muy afortunada”.
Gulmai replicó desconcertada: “Yo nada sé de hechos espirituales. Ni siquiera soy igual al polvo debajo de tus pies. No soy
digna de nada que sea espiritual. Soy una mujer simple, muy
cansada de la vida, con un solo deseo: estar siempre cerca de
Upasni Maharaj, para servirle y morir a sus pies”.
Meher Baba la miró seriamente y declaró: “¡Yo soy Maharaj
y Maharaj soy yo mismo! Solamente los cuerpos son diferentes. Yo soy su hijo. Haz lo que te digo” (Upasni le ordenó a
Gulmai que asintiera siempre a lo que él deseara, de modo que
ella aceptó lo que Meher Baba había declarado). Posteriormente
él le confió esto: “Tú y toda tu familia son queridos por mí, y
con seguridad estaremos juntos en el futuro. Quiero que sepas
que, aunque el mundo entero estuviera contra mí, tú y tu familia
no me dejarán”.
Pasaron varios días y Meher Baba estaba sentado bajo un
dosel del templo hindú de Sakori con Durgabai y Gulmai. En
el dosel habían colgado pinturas de diferentes dioses hindúes.
Él empezó a contarles la historia de Sudama, un devoto de
Krishna. Al terminar su relato, Gulmai le pidió otro, y Baba replicó “¿Cómo puedo explicarlo todo?”
Gulmai le suplicó: “Baba, tú lo sabes todo”.
Baba sonrió y luego dio esta explicación: “Cuando uno visita
Bombay, va a algún lugar en particular. No ve todos los vericuetos y rincones de toda la ciudad. Parecida a esta es la razón
de por qué yo no explico todo”.
Una semana después, llegó el paquete con fotografías que habían tomado durante la visita de Baba a Bombay. Baba lo abrió
y se las mostró a Gulmai, le preguntó cuáles le gustaban y se
las dio. Entretanto llegó Khan Saheb para llevar a Gulmai a su
casa. Al mediodía todos se reunieron para almorzar en la habitación de Pilamai. También acudió Baba y tomó asiento para comer. Gulmai recordó que, por ser domingo, era su único día de
la semana en el que ayunaba, por lo que se levantó sin comer,
y Baba le dijo “No te preocupes, almuerza”. Ella se negó cortésmente porque la orden era de Upasni Maharaj. Baba insistió en
que ella debía comer. La controversia llegó a oídos de Maharaj
quien le ordenó que comiera. Este incidente sirvió para demostrarle a Gulmai que lo que Maharaj deseaba era que ella acatara
los deseos de Meher Baba en todos los asuntos. Después del almuerzo, Baba llevó a Kaikhushru aparte y empezó a darle explicaciones espirituales y a contarle anécdotas acerca de Maharaj.
Khan Saheb y Gulmai regresaron a Ahmednagar al anochecer.
Además de Ghani Munsiff otro musulmán que tomó contacto con Meher Baba fue Abdul Karim Abdulla, conocido
después como “Ramjoo” porque había nacido en el mes de
Ramzan, según el calendario islámico. En 1921, Ramjoo tenía un negocio de ropa en Poona y conoció a Meher Baba en
una reunión de mahometanos en casa de Munshi Rahim. Sin
embargo, Ramjoo no tuvo oportunidad de observar de cerca
a Meher Baba hasta finales de ese año, aunque en la casa de
Munshi se sintió inmediatamente atraído hacia esa llama viva
que era Meher Baba y, como él lo observó, “tenía curiosidad de
conocer más acerca de este santo iraní”.
Las dos hermanas iraníes que también tomaron contacto con
Meher Baba durante 1921 fueron Freiny Nowroj Driver (conoci175
da como Freinymasi) y Daulat Jehangir Irani (conocida como
Daulatmai). Freinymasi vivía cerca de Hazrat Babajan y podía ver a la anciana en la calle desde la ventana de su apartamento, ella visitaba diariamente a Babajan; fue en presencia de
Babajan cuando se encontró por primera vez con Meher Baba
y se sintió atraída hacia él. Freinymasi le habló a su hermana
acerca de Babajan y Meher Baba, y un día llevó a Daulatmai
para que viera a Babajan.
En otra ocasión, Freinymasi llevó a Daulatmai para que conociera a Meher Baba en casa de Sadashiv, en Kasba Peth. Un
programa de cantos devocionales tenía lugar y al finalizar,
Freinymasi presentó a su hermana a Meher Baba. Al conocer a
Daulatmai, Meher Baba le preguntó “¿Hay algo que desees pedirme?”. Pero Daulatmai fue incapaz de pensar en nada. Y entonces Meher Baba le repitió: “¿Hay algo que desees pedirme?”
Al final ella le dijo: “Mi hija Piroja se ha estado sintiendo mal
y sufre de pérdida de apetito. ¿Qué debería hacer yo por ella?”
Meher Baba le contestó: “Llévala a Udwada; allí mantienen
encendido, en el templo, el fuego de Zaratustra; después de
ello se pondrá bien”.
Unos minutos después, Meher Baba volvió a preguntarle:
“Hay algo más que desees pedirme?”
Daulatmai se acordó de una mujer conocida que todavía
no se había casado aunque para entonces tenía casi cuarenta
años de edad. Le habló a Meher Baba sobre ella y él le contestó:
“Llévala también a Udwada!”
Puesto que tenía fe en Meher Baba, Daulatmai siguió sus instrucciones y llevó a su hija y a aquella mujer a Udwada. Tal como él lo dijo, su hija se recuperó; pero lo que tal vez sea más
asombroso, cuando regresaron a Poona, un hombre se acercó a
aquella mujer, le ofreció casarse con ella, y ella aceptó.
Desde el primer encuentro, ambas hermanas, Freinymasi y
Daulatmai, tuvieron un amor y una fe formidables en Meher
Baba, y la relación de ambas con él fue sumamente importante.
Por orden de Meher Baba, Daulatmai después guardó silencio
durante muchos años, y su hija menor, Mehera, llegó a ser la
principal discípula de él. Meher Baba tiempo después le dio a
Piroja, la hija mayor, el sobrenombre de Freiny.
Geeta, la esposa de Sadashiv, falleció el 21 de junio de 1921.
Meher Baba fue una de las personas que concurrió al funeral.
Lo que impresionó muchísimo a quienes asistieron a la ceremonia fue descubrir que la procesión exequial hindú estuvo integrada por musulmanes, iraníes y parsis. Esta procesión demostró al pueblo de Poona que el maestro espiritual, Meher Baba,
se hallaba por encima de castas, credos o religiones, y reveló
que los seguidores de este líder espiritual incluían a personas
de todas las comunidades.
Un día de 1921, el doctor Ghani fue a Poona para ver a Meher
Baba, quien le preguntó: “¿Cómo marcha tu dispensario?”
Ghani le contestó quejosamente: “A pesar de mis mejores esfuerzos por conseguir determinadas medicinas de los Estados
Unidos, no he recibido lo que pedí. Este retraso es un fastidio y
obstaculiza mi trabajo”.
Meher Baba le hizo esta sugerencia: “Escríbele otra carta
a esa empresa de los Estados Unidos, pero primero tráemela.
Déjame escribir la dirección en el sobre y veremos qué sucede”.
Ghani hizo lo que le indicó, pero observó: “hace dos
años que he estado tratando de conseguir estas medicinas.
La empresa ni siquiera me contestó. Dudo que un carta más
sea de ayuda”.
Meher Baba replicó: “Lo verás. Recibirás las medicinas el día
que yo pise Bombay, lo cual tengo pensado hacer muy pronto”.
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Ghani redactó el pedido, luego Baba escribió la dirección en el
sobre, y ese día Ghani lo despachó por correo.
Pasaron unos días y Meher Baba decidió visitar Bombay.
Ghani había permanecido en Poona y viajó de regreso a Bombay
con él y sus compañeros. Meher Baba dijo irónicamente al grupo: “Vamos a ver el dispensario del gran doctor”. Cuando llegaron, Ghani abrió la puerta y encontró una carta en la que le decían que habían despachado las medicinas que él quería de los
Estados Unidos. Al descubrir que las palabras de Meher Baba
se estaban convirtiendo en realidad, Ghani quedó nuevamente
impresionado por la omnisciencia de Meher Baba.
Gulmai y su familia estaban viviendo en el dharamshala parsi de Ahmednagar y, en 1921, su esposo Khan Saheb había construido al lado una casa a la que llamó “Sarosh Manzil”.
Gulmai deseaba que Upasni Maharaj viniera a inaugurarla antes de que ellos se mudaran, pero sus parientes ortodoxos se
oponían a la idea de que se la inaugurara un hindú. Fue por
esta razón que la ceremonia se celebró de conformidad con la
religión zoroastriana. Llamaron a un santo mahometano del
lugar, llamado Gilori Shah, para que la inaugurara, y dieron
de comer a los pobres. Mudaron allí todos sus muebles, pero
Gulmai se mantuvo inflexible: no viviría en la nueva casa hasta
que Upasni Maharaj acudiera personalmente y celebrara la ceremonia de inauguración.
Pasaron varios meses. Pero cuando Gulmai fue a Sakori e
invitó a Upasni Maharaj, éste le ordenó: “Prepara un asiento
para mí y pon allí mi fotografía. Esto equivaldrá a que yo vaya personalmente”. Esto no satisfizo a Gulmai, quien le pidió
a Maharaj que concurriera personalmente, pero el Sadguru se
negó. Finalmente, Maharaj cedió cuando Khan Saheb, el esposo
de Gulmai, viajó a Sakori y le suplicó que fuera.
En esa época Meher Baba y Gustadji estaban en Sakori.
Tres días después, Maharaj le mandó un mensaje a través de
Gustadji diciendo que se proponía ir dos semanas después, y
ordenó: “Antes de que yo vaya, ten limpia mi habitación, pon
allí una olla con agua fresca y un coco. Mantén encendida una
lámpara todo el tiempo. Deben cambiar el agua diariamente”.
Gulmai cumplió lo ordenado. Gustadji regresó dos días antes
de la ceremonia de inauguración para darle indicaciones y ayudarla a preparar el arti y puja para Upasni Maharaj. Alquilaron
un auto para que trajera a Upasni. Rustom y Adi viajaron en él
hasta Sakori. Durgabai acompañó a Upasni. El automóvil se detuvo frente a la casa de ellos y Upasni descendió. Le pusieron
una florida guirnalda, le ofrecieron un coco y le dieron la bienvenida haciéndolo entrar. Todos los presentes recibieron darshan de Upasni. Sólo el padre de Sarosh se mantuvo firmemente
en contra y se negó a entrar en la casa.
Upasni inspeccionó todas las habitaciones de Sarosh Manzil
y escogió el cuarto en el que le habían dejado la olla con agua
y la lámpara. Le habían preparado un nuevo asiento y le pidieron que lo ocupara. Se negó y pidió unas bolsas de arpillera. La
única arpillera que había era la de unas bolsas de cemento vacías y desechadas. Se las trajeron y se sentó sobre ellas.
Al día siguiente Meher Baba llegó de Poona y ocupó un pequeño cuarto en la parte superior de la casa, en el tercer piso,
desde donde se podía mirar la ciudad. Puesto que Upasni mismo se alojaba en la planta baja, Baba no permitió que ninguno
de sus seguidores durmiera en el piso de arriba, por lo que se
acomodaron en el dharamshala parsi de al lado.
La familia Irani era pudiente y la ceremonia de inauguración
de la casa fue planificada minuciosamente; fueron invitadas
muchas personas de la ciudad. Antes de que la ceremonia tu177
viera lugar el 26 de julio de 1921, los zoroastrianos ortodoxos y
algunos parientes de Gulmai volvieron a objetar vigorosamente
que un Gurú hindú cortara la cinta de bienvenida. Sin embargo, Gulmai no cedió e insistió en que Upasni Maharaj rindiera
los honores. Aunque los zoroastrianos pusieron objeciones, poco pudieron hacer para impedirlo, y la ceremonia se desarrolló
como Gulmai la había planeado.
Llegaron de Poona algunos devotos de Upasni. A sus devotos
hindúes los alojaron en el hogar de un vecino hindú en el que
Maharaj comía con Durgabai. Los demás comieron con Khan
Saheb y la familia de éste. Upasni y Meher Baba se alojaron en
Sarosh Manzil durante siete días como invitados de honor de la
familia. Baba los instruyó sobre cómo y cuándo debían entonar
el arti a Upasni por la mañana y por la tarde. Toda la semana
pareció una alegre fiesta de bodas. Por la noche cantaban bhajans. Adi tocaba el armonio y Baba lo acompañaba con el dholak (tambor) cantando con melodiosa voz.
“Vé a darle té a Merwan”, le decía Upasni a Gulmai, “porque
el canto debe haberle irritado la garganta”. Upasni era muy solícito con su discípulo favorito.
Un día Upasni le comentó a Gulmai: “Ves, no come nunca.
¡Hace un rato se bañó con agua fría, pero lleva puesta la misma ropa sucia! Ve a darle alguna ropa de Rustom”. Ella así lo
hizo, pero Baba no la aceptó. Entonces ella se lo dijo a Upasni,
quien hizo este comentario: “Te dije que él me tiene preocupado. Quiero que lo cuides como una madre. Asegúrate de
que tenga buena comida y ropa limpia”. Sin embargo, por
más que Gulmai tratara de servir a Merwan, éste no aceptaba lo que ella le pedía y no se cambiaba la ropa aunque estuviera plagada de piojos.
Fue en esta época cuando Adi, el hijo de Gulmai, enfermó
gravemente y tuvo fiebre alta. Upasni trató a Adi con tabletas
de quinina, que él tomaba varias veces por día. Meher Baba
también visitaba a Adi todos los días y preguntaba por su salud; luego, personalmente le daba té o agua a Adi y lo ayudaba
a caminar hasta el baño. La recuperación de Adi fue más rápida
de lo esperado, nunca olvidó los amorosos cuidados que Baba le
dispensó en esa época, y pensó: “¡El amor de mi madre o de mi
padre parece una laguna en comparación con el amor de Meher
Baba, que es como un océano! ¡Es mejor que yo busque el océano del amor encarnado!”.
Adi asistía a la Universidad de Poona y Baba prometió que
se encargaría de sus comidas a través de uno de sus seguidores. Adi a quien le gustaba especialmente la buena comida
fue tocado más aún por la consideración de Baba. Luego Adi
fue atraído gradualmente hacia el primer círculo de contactos
de Meher Baba.
Un día Meher Baba caminaba solo con Adi por la parte trasera de la casa y se sentaron en una piedra, cerca de un pozo. Allí
le dijo a Adi: “Tu futuro tiene una profunda importancia en mi
labor. Con mi amor y obedeciendo mis instrucciones resultarás
un adecuado instrumento para mi trabajo”. Después Baba agregó: “Te haré como Vivekananda86. Adi quedó hondamente impresionado y jubiloso. Después se dispuso a esperar unos meses hasta que se lo llamara para unirse a Meher Baba.
Un día, durante la celebración que duró una semana, Upasni
Maharaj le pidió a Gulmai y a Khan Saheb que lo llevaran a
86 Vivekananda fue el principal vocero del Maestro Perfecto Ramakrishna Paramahansa, de
Calcuta, India. Adi K. Irani llegó a ser el secretario principal de Meher Baba y viajó con éste a diferentes partes del mundo. Adi también se encargó de los derechos de autor de muchos escritos de
Meher Baba y guardó todos los documentos legales y personales relacionados con la labor espiritual de Meher Baba.
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la tumba de Bapu Saheb Wali, situada en Ahmednagar. El sepulcro estaba en las cercanías y Maharaj fue hasta allí con algunos de los invitados. Bapu Saheb era un santo mahometano,
reverenciado en Ahmednagar, que había estado estrechamente conectado con el padre de Khan Saheb. Desconocido por la
mayoría (pero conocido por Upasni Maharaj), Bapu Saheb era
en realidad un Majzoob que había realizado a Dios. Cuando el
padre de Khan Saheb murió, Bapu Saheb fue a la casa de la
familia para ver el cuerpo. En un momento dado, aquel hombre Divinamente Consciente exigió que le entregaran algunas
prendas de su devoto, y la familia estuvo de acuerdo.
En esta ocasión Gulmai quiso ofrecerle a Upasni una pequeña cantidad de dinero que ella había ahorrado del presupuesto
de su casa, y depositó el paquete a los pies de Upasni, quien no
lo tocó y, en cambio señaló a Baba y le dijo a Gulmai “Éste es mi
hijo, Merwan. Es muy bueno. Él se encarga de mis necesidades.
Puedes darle el dinero, que hará con él lo que sea necesario”.
Entonces Gulmai le dio el dinero a Meher Baba.
Después de esto Meher Baba se reunió a solas con Gulmai y
Kaikhushru y les dijo “Todo lo que Maharaj hace es para supremo bien. Él se ha perfeccionado; tiene la consciencia de Dios. La
mente de Maharaj es universal.
“Ustedes deben tratar de ayudarlo en su labor. Han llegado a tener contacto con él debido a sus conexiones pasadas
con él; aunque es hindú, está estrechamente conectado con
los zoroastrianos.
“Ustedes han estado en Sakori; en la aldea no hay alojamiento
disponible. A quienes van hasta allá les es difícil alojarse. Si de
alguna manera se puede reunir dinero, es necesario construir
algunas habitaciones para que la gente pueda descansar allí.
Gulmai preguntó cuánto dinero se necesitaría, y Merwan
replicó: “Dos mil, o tal vez cuatro mil rupias”. Gulmai conversó el asunto con su marido, y Khan Saheb estuvo de acuerdo en ayudar.
Otro día Meher Baba llamó a Gulmai y su esposo a la habitación de Upasni Maharaj y sugirió que se celebrara otro día en
honor del Maestro. Discutieron la idea y Baba sugirió que fuera en el mes de mayo, en Sakori, en el cumpleaños de Upasni.
Baba les dijo “Les haré saber cuánto dinero hay que reunir, y
ustedes harán todo”.
El octavo día, antes de marcharse, Upasni recorrió todas y
cada una de las habitaciones de la casa vieja y de la casa nueva, y le ordenó a Gulmai que rociara ambas casas con agua
de la olla que habían puesto en su habitación. Luego le dijo
“Pon en esta habitación los cuadros de todos los dioses. Allí
no pongas nada más. Mantenla aparte como un cuarto de oración”. Llegó el auto. Todos los presentes recibieron darshan de
Upasni cuando cargaban el auto. Gulmai empezó a envolver
las bolsas de arpillera en las que Upasni se había sentado, pero
él le dijo que las guardara.
Upasni Maharaj, Durgabai, Meher Baba, Khan Saheb, Gulmai
y Soonamasi, hermana de ésta, subieron al auto. El resto siguió
viaje en tren. En el trayecto, cuando alguien hizo mención de
los que iban en tren, Maharaj hizo una importante declaración,
comentando: “El Sadguru es como una locomotora. Si le juntan
los vagones, él los lleva al destino deseado. De manera parecida, junten sus vagones con Merwan y él los transportará a sus
respectivas estaciones (espirituales)”.
Y agregó: “¡Zaratustra, el profeta de ustedes, se manifestará
cuando yo proporcione a Merwan el motor!”
179
Al auto se le pinchó un neumático a mitad de camino hacia
Sakori. Bajaron todos y se sentaron debajo de un árbol mientras
lo reparaban. Una vez que llegaron a Sakori, Khan Saheb quiso
regresar de inmediato a Ahmednagar pero llovía copiosamente. No pudieron regresar porque los caminos estaban inundados. Por la tarde entonaron el arti. Baba cantó y tocó el tambor.
Gulmai estaba cansada y se acostó en un rincón, cerca del templo. Khan Saheb y Baba se quedaron sentados conversando. Al
ver que Gulmai estaba dormida, Baba tomó una frazada y la
tendió sobre ella.
Al día siguiente Durgabai les preparó el almuerzo antes de
que los de Ahmednagar regresaran a su casa.
En junio de 1921, Shireen tuvo un sueño significativo, parecido al que había tenido cuando Merwan era un bebé.
Posteriormente lo contó así:
Estaba sentada en la entrada de nuestra casa; Merog estaba
sentado debajo de un árbol en la vereda de enfrente. De pronto
vi la delicada figura de una bella joven Hindú, cuya cabellera
trenzada, estaba sujeta con tres flores de oro. La delicada figura tenía collares y brazaletes. A su lado había un niño. Salieron
del pozo de nuestro patio, y se acercaron a Merog extendiéndole los brazos. Merog se puso de pie y se paró frente a la joven.
Me adelanté y pregunté a la joven: “¿Por qué estás aquí?
¿Qué quieres? ¿Quién eres?”
La joven contestó: “Soy Paramatma87... Quiero llevarme
a tu hijo”.
87 Paramatma es una palabra sánscrita que significa Consciencia Infinita o la Consciencia
Infinita de Dios. Es el estado impersonal de la Consciencia Infinita de Dios, mientras que el
Maestro Perfecto o el Avatar representa el estado personal de la Consciencia Infinita. El sentido
del sueño de Shireen fue este: su hijo era infinitamente consciente o se estaba convirtiendo en la
Consciencia Infinita propiamente dicha. Ver THE NOTHING AND THE EVERYTHING, páginas 26 a 30, para mayor información. Como sueño malo significaba que Shireen había perdido a su
hijo, el cual pertenecía a Dios, y que nunca recuperaría la misma relación de madre e hijo.
Aferré a Merog diciendo: “No permitiré que mi hijo me deje”.
Entonces habló Merog: “Déjame ir, ¡no me retengas! ¡Quiero
ir con ella, madre!”
Sujeté fuertemente la mano de Merog y ordené a la joven que
se marchara. Súbitamente las dos figuras volvieron a entrar de
un salto en el pozo y desaparecieron.
Shireen despertó de su sueño y llamó a Sheriar. Aquel sueño
la había alterado y se lo describió a su marido, quien la consoló.
Meher Baba estaba durmiendo en la habitación contigua;
esa noche también estaban Behramji y Gustadji. Meher se
despertó al mismo tiempo que Shireen y, al alcanzar a oír a
su madre contándole su sueño a Sheriar, Meher Baba empezó a reír. Llamó a Behramji y Gustadji, les contó el sueño de
Shireen y dijo bromeando: “Memo tuvo este sueño... malo,
malo... ¡muy malo!”
Shireen acertó a oír que su hijo tomaba a broma sus temores
y más alterada aún, le gritó: “Merog, ¿por qué te ríes? Dime,
¿qué significa ese sueño?”
Meher Baba se echó a reír más todavía: “Sé lo que significa”,
le contestó, y después repitió divertido: “Es malo, malo... ¡muy
malo!” Sus observaciones enfadaron a Shireen, pero él se negó
a revelarle qué significaba ese sueño.
Paramatma, el Dios infinitamente consciente o la Consciencia
Infinita de Dios Mismo, se estaba uniendo realmente con Baba,
pero en lo atinente a su madre, eso era malo, malo... ¡muy malo!
Poco después de regresar Meher Baba de Ahmednagar a
Poona, Ghani Munsiff trajo la noticia de que Munshi Rahim había sido trasladado a Bombay y le preguntó dónde debería celebrar el grupo sus reuniones. Meher le contestó: “Todo se halla
predispuesto desde el principio. Dentro de un tiempo, el centro
de mis actividades se trasladará a Bombay”.
180
Meses después, comenzó en la India la ley seca, con marchas
contra las bebidas espirituosas y los locales de toddy. Hubo manifestaciones donde se despachaban bebidas y esa actividad decayó drásticamente. Con este pretexto, un día de julio de 1921,
Meher Baba dijo a sus padres: “Me voy a Sakori a ver a Upasni
Maharaj y a pedirle que ponga fin a esta prohibición. Volveré
dentro de una semana, más o menos”.
Una vez que dijo esto, Meher Baba se marchó solo de Poona,
sin embargo, no regresó en seis meses. En este lapso, con Upasni
Maharaj en Sakori, Meher Baba recuperó por completo su consciencia física humana normal para empezar su misión divina
como el Avatar de la Era.
Comprender lo que Merwan Sheriar Irani había experimentado durante esos ocho años (desde enero de 1914 hasta enero de 1922), es comprender el proceso de la Realización y la
Perfección. Después del beso de Babajan, Merwan había alcanzado la Consciencia de Dios; su estado interior era el de un
Majzoob88: el de quien se ahogó en la infinitud. La Creación
no existió para él, en su mente individual, de ninguna manera o forma durante casi dos años. La consciencia de Merwan
era divina, infinita y perfecta, pero no tenía la maestría de la
omnisciencia, la omnipotencia ni de la dicha infinita. Merwan
era consciente de la luz Infinita, y era la Luz Misma, pero totalmente inconsciente de Su sombra (la Creación): o sea, de su
propio ser en el mundo.
Como el Avatar, el descenso directo de Dios en un cuerpo
humano masculino, Dios había descendido en el cuerpo de
Merwan desde Su estado de lo Absoluto: Dios en el Más Allá.
88 Majzoob es quien Realizó a Dios, pero se trata de un ser humano que no tiene consciencia
alguna de las esferas física, sutil y mental de la ilusión, o sea, de la Creación. Ver GOD SPEAKS,
páginas 196 a 199, para mayor información. Merwan debió pasar por todos los estados y etapas de
los diversos tipos de personas que Realizan a Dios (el Majzoob, el Jivan-Mukta y el Sadguru) antes
de establecerse en el Estado único de Avatar.
Este hombre, M. S. Irani, nunca pasó por los procesos de evolución, reencarnación e involución antes de su nacimiento. Los
cinco Maestros Perfectos de nuestra Era le hicieron descender
en la forma de Merwan desde su Estado Divino carente de formas. Pero desde 1894 hasta 1913, los cinco Maestros Perfectos
lo velaron de su divinidad y su identidad como Dios Mismo. El
suave beso de Babajan, en enero de 1914, rasgó y quitó ese velo
protector de los vidnyani sanskaras, y en minutos él fue una vez
más infinitamente consciente de su Ser Real como Existencia
Infinita. Sin embargo, después del beso de Babajan, simultáneamente con el alcance del estado de “Yo soy Dios”, Merwan perdió todo dejo de consciencia humana normal. Tenía un cuerpo humano que actuaba automáticamente, pero sin la más
leve percepción de ese cuerpo; Era solamente consciente de su
Conocimiento Infinito, su Poder Infinito y su Dicha Infinita.
Merwan alcanzó la dicha infinita por medio de Babajan,
el poder infinito por medio de Sai Baba, y el conocimiento infinito por medio de Upasni Maharaj. Narayan Maharaj y
Tajuddin Baba actuaron de manera directa introduciéndolo en
la Creación, pero de manera indirecta al hacerlo descender después de haber realizado a Dios. Podemos llegar a la conclusión
de que Narayan Maharaj y Tajuddin Baba hicieron descender a
Merwan por los planos mentales, y que Sai Baba le hizo atravesar el cuarto plano del poder infinito y de los poderes divinos, y
posteriormente, los tres planos del mundo sutil. Cuando Upasni
golpeó a Merwan con una piedra en su encuentro inicial, fue la
primera vez, en casi dos años, que él recibió una pizca de consciencia del plano físico. Los cinco Maestros Perfectos cumplen
un papel directo o indirecto al traer al Avatar a la Creación,
creando un velo de vidnyani sanskaras mediante una fusión
de sus personalidades individuales, devolviéndole luego su
181
Consciencia de Dios, y haciéndole descender nuevamente para
que funcione de manera perfecta en todos los planos y niveles
de consciencia. Upasni Maharaj representó el papel más directo
al hacer descender nuevamente a Merwan para que funcionara
en todos los niveles y planos de la existencia. En este contacto
de siete años con Upasni Maharaj, Merwan recuperó totalmente su consciencia humana individual, siendo simultáneamente
Consciente de Dios.
Una persona mundana sólo tiene consciencia del mundo físico, y nada sabe de la Consciencia de Dios. Esa persona no tiene siquiera la menor idea de la realidad de Dios. Una persona
espiritualmente avanzada, en uno de los tres planos del mundo sutil, conoce los poderes de Dios, y en el cuarto plano (kuber) conoce el poder total e infinito de Dios. Una persona muy
avanzada, wali, en el quinto plano del mundo mental, conoce la
mente infinita de Dios, mientras que un pir (santo), en el sexto
plano del mundo mental, ve la existencia infinita de Dios. Sólo
un alma perfecta, en el séptimo plano (Shiv-Atma), conoce realmente a Dios, porque es total e infinitamente consciente de que,
en verdad, es Dios mismo.
Una vez que se logra la realización de Dios, ésta es y sigue
siendo eterna. La Consciencia de Dios nunca es afectada por
nada en las tres esferas o por circunstancia alguna. Se la experimenta continuamente como “fenómenos infinitos y autocontenidos”, dentro de nuestra propia infinitud. Sin embargo, a
fin de que quien tenga la Consciencia de Dios realice una labor
universal en las tres esferas, necesita la consciencia de éstas. Ése
es el estado de los Maestros Perfectos y del Avatar.
Hay que pasar por siete etapas para recuperar la consciencia densa. No es posible describir minuciosamente cada etapa.
Después de la Realización, la persona debe pasar del séptimo al
sexto plano conservando la consciencia del séptimo, del sexto al
quinto plano conservando la consciencia de los planos séptimo
y sexto, del quinto al cuarto plano conservando la consciencia
de los planos séptimo, sexto y quinto, del cuarto al tercer plano
conservando la consciencia de los planos séptimo, sexto, quinto y cuarto, y así sucesivamente, hasta que el Maestro Perfecto
cruza el primer plano e ingresa en el mundo físico, conservando la consciencia de los siete planos en total. Recuperar la consciencia humana normal es descender atravesando estos siete
planos, desde las cimas de la divinidad, o sea, de la infinitud
misma. Éste es el dichoso estado de los Maestros Perfectos.
Las vidas de los Maestros Perfectos implican sumergirse hasta el fondo del océano de la vida divina para conseguir la perla
de la Realización, y volver nuevamente a la superficie para mostrar esa perla a los demás. Pero el Avatar no tiene que zambullirse en las profundidades del océano, porque posee siempre la
perla de la vida divina. Sin embargo, para mostrársela al mundo, Merwan S. Irani tuvo que recuperar su consciencia material
para actuar como el Avatar Meher Baba. Juntamente con la divina consciencia de la Unidad, el Avatar tiene la consciencia de
la interacción de la dualidad.
Es muy grande la diferencia que existe entre el descenso a
través de los siete planos de los Maestros Perfectos y del Avatar.
Cuando un Maestro Perfecto desciende, es consciente de todas
las cosas y de todos los seres humanos de la Creación; él deviene uno con todas las cosas y todos los seres humanos, pero no
se convierte en esas mismas cosas y personas. Mientras que el
Avatar se convierte en todos y todas las cosas; él es quien sufre
todo lo que sufren los demás. Por lo tanto, su descenso es infinitamente doloroso. Por ejemplo, cuando los niños arrojaban
piedras a Tajuddin Baba, aunque aparentemente lo lastimaban,
182
el nunca sintió dolor, sólo actuaba como si lo sintiera. Mientras
que cuando Merwan fue golpeado en la frente por la piedra que
Upasni Maharaj le arrojó, sintió realmente el dolor causado por
esa piedra que golpeó su carne y su cráneo.
Desde 1915 hasta 1921, mientras recuperaba su consciencia
física en Poona, Merwan fue tomando consciencia, lentamente,
de lo que lo rodeaba. Su nombre se modificó cuando la luz de
su divinidad interior se irradió hacia los demás y cuando aumentó su percepción del mundo: de Merwan a Merwan Seth, y
después, a Meher Baba. Sintió cómo todas las cosas salían de su
ser, emergiendo de un sitio recóndito dentro de él mismo: del
punto OM. Era consciente de Dios y, como ser humano, estaba
en actividad, pero sus acciones eran automáticas e impremeditadas. Sus actos humanos se parecían a los de un mecanismo robótico que funciona cuando se lo pone en marcha. Desde
1915, cuando hacía una determinada acción, seguía haciéndola de manera continua hasta que alguien lo detenía. Yeshwant
Rao Boravke, un discípulo cercano de Upasni Maharaj, recibió la orden, durante los seis meses de permanencia de Meher
Baba en Sakori, de prepararle paan y hoja de betal todas las noches a Meher Baba. Durante el día, ese mismo deber lo cumplía
otro discípulo de Upasni Maharaj, que se llamaba Trimbak.
Una vez que Meher Baba empezaba a mascar paan, continuaba
haciéndolo y pedía una porción tras otra. Tanto Yeshwant como Trimbak tenían que trabajar como si fueran máquinas –en
una rápida línea de ensamblaje– para satisfacer los pedidos de
Meher Baba, quien en una tarde consumía centenares de hojas de paan. Mascaba más paan de noche que de día. Una vez
Yeshwant Rao quedó tan agotado preparando las hojas que se
desplomó y quedó dormido durante unos minutos, y sucedió
que Upasni Maharaj pasó por ahí y lo sorprendió descansando. Entonces le dio un puntapié y lo reprendió: “¡Que no te
vuelva a sorprender durmiendo! Atiende tu deber sagrado de
preparar paan para Merwan. ¿Tienes alguna idea de lo afortunado que eres sirviendo a Merwan? Mejor sería que no fueras
tan negligente en el futuro”.
En una etapa de su descenso, Meher Baba sintió que él estaba solo en el universo. Él experimentaba el universo entero
existiendo para él solo. Cuanto sucedía en el universo, le sucedía a él solo. Su experiencia no consistió en que sintiera que
lo era, sino que realmente vio que lo era. Por ejemplo, en caso
de que viera a un hombre que caminaba, comía o conversaba,
lo veía y sabía que era él quien estaba caminando, comiendo o
conversando. Se veía convertido en todos los seres y era consciente de ser cada uno de ellos.
Es imposible abordar minuciosamente las experiencias de
Meher Baba o describir las experiencias del descenso de quien
realizó a Dios y vuelve a emerger en la creación universal. Lo
esencial es comprender que la Consciencia de Dios trasciende
y está totalmente separada de todos los variados aspectos de
la consciencia mental, sutil o física. La realización de Dios es la
experiencia de la mismísima Consciencia de Dios, y de Él solo. Es Existencia Absoluta –infinita y eterna–; en realidad nada
existe además de Ella.
Las experiencias de Meher Baba durante las principales etapas de su descenso -que él solo existía como Dios, que el universo sólo estaba funcionando para él, que todas las cosas existían
debido a él, que él era todas las cosas, qué él era todos los seres,
que él era responsable de todas las cosas y de todos los seres, y
que por su mismísima existencia él estaba destinado a ayudar a
todas las cosas y a todos los seres- fueron distintas etapas de la
183
consciencia superior involucrada en su descenso atravesando
los sietes planos hasta ingresar en el mundo material. Luego,
en un lapso de siete años, fue volviéndose paulatinamente
consciente del mundo y del propósito de su ser y su identidad reales, o sea, de su Estado Avatárico. En la Consciencia de
Dios no hay absolutamente nada que corresponda al universo; no hay consciencia de la existencia del universo, y no hay
consciencia de nada ni de nadie. Todo el universo, que él ve y
del que está a cargo, parece una mera sombra al Avatar o al
Maestro Perfecto, incluso después de recuperar por completo
la consciencia normal.
Durante otra etapa de su recuperación de la consciencia material, Meher Baba empezó a experimentar los pensamientos de
todos los seres humanos del universo. Los pensamientos individuales de esas personas del mundo denso, independientemente de que estuvieran cerca (en la Tierra) o lejos (en otra galaxia)
se derramaban instantáneamente dentro de su mente universal
en el momento en el que (ese pensamiento) se creaba. Las numerosas ondas mentales eran tan potentes y formidablemente
veloces, que virtualmente es imposible describir su efecto. El
proceso mismo del infinito pensar se precipitaba por la mente
individual de Meher Baba, y él era capaz de soportar esto solamente porque su mente se había vuelto universal.89
Las ondas mentales vibran con más celeridad que cualquier
velocidad que el ser humano conozca; por ello, todas las ondas mentales de toda la humanidad terrestre desembocaban y
saturaban la mente universal de Meher Baba en pocos minutos. Al principio de esta particular etapa del descenso de Meher
Baba, cuando su mente universal estaba empezando a funcionar, un día estaba sentado, solo, junto a un canal, en Sakori. A
los pocos minutos, la fuerza de los pensamientos de miles y
miles de personas de la Tierra entraron en su mente universal.
Su impacto fue tan tremendo que Meher Baba padeció una extrema agonía, como si todos esos pensamientos contradictorios
despedazaran su mente. Este hecho lo inquietó y desasosegó
muchísimo, y en ese momento, tuvo que sumergir su cabeza
en el agua del canal para tratar de amortiguar esa conmoción.
Mantuvo varios minutos su cabeza bajo el agua hasta que su
mente individual se alivió.
En otra etapa de su descenso, estando en Sakori, Meher Baba
tuvo otra experiencia que posteriormente describió así:
89 En THE NOTHING AND THE EVERYTHING, páginas 162 a 167, se explica el proceso del pensamiento infinito o de pensar infinitamente.
90 Existen millones de universos en el universo cósmico, y millones de planetas con especies
en vía de desarrollo, de formas evolutivas, y dieciocho mil planetas con tres tipos de seres humanos
diferentes. Ver GOD SPEAKS, página 244.
“Percibí círculos y círculos de luz que salían de mi corazón. Mi
corazón estaba abierto: había incontables círculos dentro de círculos que brotaban. ¡Toda la infinita cantidad de universos estaba saliendo de mí –de mi corazón– conteniendo cada uno de ellos una
cantidad infinita de planetas, lunas y soles!”90
La actividad física que Meher Baba desarrollaba en el despacho de toddy de Kasba Peth le ayudó de manera formidable en
el proceso del descenso. Mientras Meher Baba trabajó en aquel
local, estuvo cerca de la etapa final de recuperación de la consciencia material. En esta etapa, sintió el impulso de trabajar de
manera continua y de hacer esfuerzos físicos. Este impulso, de
estar físicamente activo, provino de Upasni Maharaj, pues éste
estaba dirigiendo el descenso de Meher Baba.
184
Esta etapa de recuperación de la consciencia humana normal exigía el cumplimiento de actos purísimamente virtuosos,
efectuados con profundísima humildad. Para alcanzar esta humildad pura, Meher Baba realizó tareas serviles durante tres
años en el despacho de toddy, a pesar de que en realidad él era
un hombre divino, colmado de la consciencia divina, con conocimiento, poder y dicha infinitos. Durante esta fase, que duró tres años, Meher Baba limpiaba los baños, barría el piso del
local y sus alrededores, lavaba los vasos y platos sucios de los
clientes y realizaba toda clase de tareas serviles.
Behramji contó en una ocasión:
Una vez, Merwan Seth se puso a llenar con toddy unas botellas vacías y siguió haciéndolo hasta llenar todas las botellas. Se
mostraba interesado en hacerlo aunque ésta era una tarea sucia.
Los clientes eran en su mayoría pobres, toscos y analfabetos, suciamente vestidos y obscenos en sus expresiones. Escupían en el
piso del local siempre que estaban sentados, y Merwan pasaba todos los días el lampazo para limpiarlo. En su mayoría eran alcohólicos, y cuando se emborrachaban, se tiraban cómodamente en el
piso o en la calle. Sin embargo, Merwan los atendía y trataba con
bondad, por no decir amorosamente.
Ese despacho de bebidas era una “fachada” que le permitía
a Meher Baba realizar un humilde trabajo físico. Tan pronto el
propósito fue cumplido, comenzaron en Poona las protestas callejeras a favor de la ley seca. Hubo manifestaciones frente a los
despachos de bebidas y el pueblo se alborotó pronunciándose
en contra de toda clase de bebidas alcohólicas.
La cantidad de mundos que existen en el universo es tan
grande que supera lo que la mente humana puede imaginar.
Sin embargo, para quien realizó a Dios no sólo es posible ver
y contar dieciocho mil planetas que tienen vida humana, sino
también los miles y miles de otros planetas en diferentes etapas de evolución. Una noche de 1921, en Sakori, mientras Meher
Baba estaba solo con Upasni Maharaj, el Sadguru le dijo “Puedo
contar, con mis ojos físicos, todos los planetas de todos los universos. Esto me exige concentrar mi mente en un solo punto”.
Upasni Maharaj se concentró y contó un universo tras otro.
Sin embargo, la velocidad real de los universos en movimiento es tan inexpresable que contar su número con nuestros ojos físicos es abrumador para la limitada mente humana. Cuando Upasni Maharaj siguió contando, al poco tiempo
Meher Baba le dijo “¡Maharaj, ¡detente! ¡Deja de contar!”. Si no
se hubiera detenido en ese momento, el Sadguru habría dejado
el cuerpo en pocos instantes.
Entonces Meher Baba le dijo “Trataré de contar los planetas del universo”. Mientras Meher Baba estaba contando los
diferentes planetas, poco después, Upasni Maharaj le impidió
continuar, pues de lo contrario Meher Baba también habría
dejado el cuerpo.
Cuando los universos son tan numerosos –millones y millones– ¿cómo podemos seguir observándolos con nuestros ojos
físicos? ¿Quién puede decidir cuál es la razón o el propósito de
este juego cósmico entre dos Maestros Perfectos? En una ocasión, Upasni Maharaj comentó que él veía todas las cosas, en su
extensión infinita en una sola perspectiva; mientras que Meher
Baba comentó que él lo veía todo en su extensión, pero de manera pormenorizadamente panorámica.
Durante la estadía de Meher Baba en Sakori, Shireen estuvo
muy molesta porque su hijo no había regresado a Poona. Fue a
ver a Babajan y le preguntó cuándo volvería su hijo.
185
Babajan murmuró “Mi amado hijo... Mi hijo…”
Shireen le gritó “¡Él no es tu hijo! ¡Es mi hijo!”
Babajan murmuró dulcemente “¿De dónde le trajiste? ¿De
dónde vino él?”. Después, alzando la voz, le dijo “¡Él pertenece
a todo el mundo, no a ti!”. Y volvió a murmurar “¡Ah mera piarra beta!... ¡Oh, mi amado hijo!”
Shireen percibió que era inútil tratar de conseguir respuestas
claras de Babajan y volvió contrariada a su casa. Posteriormente
le pidió a Golandoon, su madre, que con Naja trataran de persuadir a Babajan para que llamara a Merwan de regreso a
Poona. Sin embargo, igual que antes, Babajan cambió de conversación con Golandoon refiriéndose a su patria y a la poesía
persa. Las dos señoras persas empezaron a rememorar, riendo
y llorando juntas como muy íntimas amigas, y Golandoon se
olvidó de pedirle a Babajan que mandara a buscar a Merwan.
Shireen insistió enviando varias veces a Golandoon para que
viera a Babajan. Una vez Golandoon se acordó de pedírselo, y
Babajan le contestó “¡Él es hijo mío, no de ella!... ¡Mi amado hijo
pertenece al mundo!... ¡Un día, él sacudirá el mundo en sus cimientos!... ¿Por qué te preocupas por él? ¡Él no está a tu alcance
ahora!” Sus observaciones conmovieron a Golandoon pero no
consolaron a Shireen.
Finalmente Shireen se acongojó tanto que fue a Sakori a
ver a Upasni Maharaj para confrontar con él. Había estado en
Sakori unas pocas veces; siempre que Merwan había ido, ella
inevitablemente lo averiguaba y después acudía, con la esperanza de persuadirlo de que le permitiera llevarlo de vuelta.
Habitualmente Upasni Maharaj se encontraba con ella cuando entraba en Sakori, y también cambiaba de conversación refiriéndose a otro tópico para que se olvidara de preguntar por
Merwan. Ella se daba cuenta de la treta de Upasni Maharaj
cuando estaba regresando en el tren hacia Poona y echaba pestes contra él: “¡Ese yogui me engañó otra vez! ¡Maldito sea, me
ha quitado a mi hijo!”
Esta vez Shireen estaba decidida a no caer en las trampas de
Upasni Maharaj. Al entrar en su recinto, Upasni la saludó: “¡Oh
madre, bienvenida, bienvenida!”
Este comentario enfadó a Shireen, quien le preguntó: “¿Cómo
podría yo ser tu madre cuando tú eres tan viejo?”
“¡Oh, tú eres la madre de todo el universo, querida mujer!”,
replicó Upasni Maharaj.
Shireen se dio cuenta de que podría embaucarla de algún
modo y le dijo “Deja de engañarme con tus cumplidos. No estoy aquí para que me adules. Muéstrame dónde está mi hijo.
He venido a buscarle”.
Upasni Maharaj le dijo cortésmente “Madre, primero siéntate un rato conmigo”. Luego mandó a buscar a Durgabai y le
dijo “Cocina algo especial para la madre de Merwan”. Shireen
se había olvidado de poner una guirnalda de flores a Upasni
Maharaj, por lo que desenvolvió las que le había traído. Upasni
observó “¡Qué bella guirnalda de zapatos has traído!”
“¿Qué?”, exclamó Shireen. “¿Qué quieres decir con eso?
Traje conmigo estas flores durante todo el trayecto desde
Poona precisamente para ti...”
Upasni la interrumpió: “Sí, sí, sé lo que estabas pensando:
cómo pelearías conmigo cuando llegaras hasta aquí. ¡Me estuviste insultando todo el camino!”
Shireen quedó desconcertada y reconoció en silencio la verdad de las palabras de Upasni, pero se dio cuenta de que él estaba tratando de engañarla otra vez, y le dijo “Ahora, Maharaj,
no me desvíes de la cuestión. He venido para hablar con mi
hijo. ¿Dónde está?”
186
Upasni le contestó amablemente “Está por ahí. No sé por qué
está aquí. Tu hijo parece mentalmente desequilibrado. No sé
qué hacer con él. No fui yo quien lo obligó a quedarse. Hasta
tuve que apalearlo para alejarlo de mí, ¡pero no se va! ¿Qué
puedo hacer con él?... Madre, ¿qué vas a hacer cuando lo lleves
de vuelta a tu casa? ¿Crees que eso le ayudará?”
Shireen replicó “Sí, le ayudará. ¡Dispondré su casamiento
tan pronto regresemos a Poona!”
“Eso está muy bien”, contestó Upasni Maharaj, y luego agregó
astutamente: “Madre, haz una cosa antes de llevarte a Merwan.
Cuando encuentres una linda chica para Merwan, encuéntrame
otra para mí. Entonces ambos iremos contigo para casarnos”.
El pedido de Upasni sorprendió a Shireen, quien contestó
“¿Quién dará su hija a un hombre como tú?”
“Sin embargo, puesto que soy tu hijo, ¿cómo puedo ser inadecuado?”, replicó Upasni amablemente.
Esto enfadó a Shireen, quien insistió: “Deja de embromarme,
y por favor, llama a Merwan ya”.
Volviéndose hacia Gulmai Irani, que estaba cerca, Upasni
Maharaj le dijo “Esta es Gulmai de Ahmednagar. Ella es también zoroastriana. Háganse amigas y tranquilízate. Después,
cuando veas a Merwan, no importunes al muchacho con preguntas. Háblale con alegría y luego márchate. Querida señora, eres afortunada por tener a Merwan como hijo tuyo a causa
de tus buenas vidas pasadas... ¿Qué puedo hacer por él? Debes
animarlo para que siga la senda espiritual. No lo arrojes al infierno, o sea, a la vida del mundo material. Un día, él se casará”.
Al escuchar esto y después de conversar con Gulmai, Shireen
se apaciguó un poco.
Entretanto, Upasni Maharaj siguió cambiando de conversación y mantuvo ocupada a Shireen hasta que Durgabai le trajo
el almuerzo. Mientras Shireen y Gulmai estaban comiendo juntas, de pronto Upasni las interrumpió exclamando: “¡Oh, qué
tarde es! ¡Apresúrate, madre, o perderás tu tren!”
Shireen se olvidó de Merwan en su prisa por regresar en
tonga a la estación ferroviaria y volvió a dejar a Merwan en
Sakori. Sólo después, estando otra vez en el tren rumbo a
Poona se acordó que había dejado de ver a Merwan nuevamente, pero era demasiado tarde para bajarse. Mirando a su hijo
Beheram, que la había acompañado, exclamó: “¡Ese sucio yogui me engañó de nuevo!”
Tiempo después, Shireen, incapaz de reprimir su angustia, fue también a Kedgaon Bet a fin de reclamarle al Sadguru
Narayan Maharaj respecto de Merwan. Esta vez, Narayan
Maharaj la recibió muy respetuosamente y le dijo “Querida
mujer, eres muy afortunada. ¡Tu hijo es Jagat –el Señor del universo– y tú misma serás adorada en el porvenir como la Madre
de todo el universo! Ten paciencia, pronto todo estará bien. Un
día verás quién es realmente tu hijo”. La gentileza de Narayan
Maharaj reconfortó a Shireen, pero las observaciones del
Sadguru no la consolaron del todo ni las comprendió. No podía
soportar hallarse más tiempo separada de Merwan. Él estaba
todavía en Sakori, sin que la visitara en su casa ni le escribiera.
A Shireen también le resultaba difícil soportar el ridículo de
parte de la comunidad zoroastriana local. Algunos zoroastrianos de Poona se mofaban de las propensiones espirituales de su
hijo, diciéndole “Merwan se escapará al Himalaya y se convertirá en un sadhu desnudo como Upasni Maharaj. Lo mejor que
puedes hacer es impedir que siga viendo a ese yogui”.
Otras veces, algunos zoroastrianos maltrataban verbalmente
a Babajan: “¿Por qué Merwan reverencia a esa vieja hechicera?
187
¡Esa vieja ha embrujado a tu hijo!” Por eso, Shireen estaba muy
perturbada por la situación de su hijo, sintiéndose terriblemente inquieta por el futuro de éste. Transfería a su esposo sus temores, pero Sheriar estaba resignado a que su hijo perteneciera
a Dios. A Shireen le resultaba difícil tolerar la resignación de su
marido, porque quería tener a Merwan cerca de ella, pero éste
se negaba firmemente a estar de acuerdo en casarse, establecerse y formar una familia.
Durante su ausencia en Sakori, Beheram, hermano de Meher
Baba, encendía una lámpara de oración en el cuarto de Meher
y lo mantenía siempre limpio. Beheram y Jal habían aceptado a
su hermano como alguien espiritualmente grande, aunque su
hermano Jamshed fue el primero de ellos que se convenció totalmente de la divinidad de Merwan. Jamshed fue también el
primero en rendir culto a la fotografía de Meher, que conservaba en un sitio especial de la casa. También Baba, a veces se
prosternaba allí frente a su propia fotografía.
Shireen sufría muchísimo por la ausencia de su hijo. No
podía tolerar estar separada más tiempo de él. Una semana
después del encuentro con Upasni Maharaj, Shireen volvió a
Sakori, más decidida que nunca. Encaró a Upasni y protestó:
“¿Por qué no me devuelves a mi hijo? Me has quitado a mi hijo,
¡devuélvemelo ya!”
“No estoy reteniendo aquí a Merwan”, le dijo Upasni Maharaj,
“puedes llevártelo. ¿Qué estás diciendo? No lo he tenido aquí
cautivo. ¡No lo he tenido encadenado en ninguna parte!”
Shireen estaba enojada: “Sabes muy bien que Merwan no
vendrá a mi casa a menos que tú se lo ordenes”.
Upasni Maharaj le contestó “No voy a ordenarle que haga
eso... A él le corresponde decidirlo”.
Dándose vuelta y echando una mirada a Adi, hijo de Shireen,
quien la había acompañado, Upasni siguió diciendo astutamente
“Te diré lo que haré. Yo ordenaré a Merwan que regrese contigo, pero tendrás que dejar aquí conmigo, a este hijo tuyo. Haz
esto por mí”.
Shireen se indignó: “¿Qué? ¿Cómo te atreves? ¿Me arrebataste un hijo y quieres arrebatarme otro hijo mío? ¡Llama a
Merwan ya mismo!”
Upasni Maharaj replicó: “Ten a bien calmarte, querida señora”. Se prosternó ante ella y le tocó respetuosamente los pies;
después llamó a Merwan.
Merwan se hizo presente, parecía deslumbrado. Shireen lo
miró con suma atención. Estaba sin afeitar, y sus ropas estaban
sucias y desgarradas (Shireen le había traído ropa limpia pero
él se rehusó a usarla).
Upasni Maharaj se dirigió a él: “Tu madre ha vuelto otra vez.
Quiere que te vayas a casa y te cases... Cada vez que tu madre
viene aquí, se enoja y pelea conmigo... Estoy harto de sus agravios. Regresa con ella”. Entonces Upasni sonrió y dijo astutamente “Quiero que seas un ladrón, que digas mentiras y que
robes a cualquiera. Vete de aquí. Entonces tu madre será feliz, y
después terminarás en el infierno”.
“¡No bromees sobre esto conmigo!, gritó Shireen “Estoy hablando en serio. Quiero que me devuelvas a mi hijo”.
Meher Baba se había quedado de pie, junto a Upasni Maharaj,
y después se sentó a su lado; había estado sonriendo, pero después se puso triste. Durgabai trajo refrescos, y Shireen y Adi
salieron para comer y descansar bajo un árbol con Durgabai,
quien dijo a Shireen “¿Qué podemos hacer? Tu hijo no quiere
dejar a Maharaj. Maharaj le asignó un cuartito sin ventanas,
que es oscuro y está vacío. Maharaj no le da comodidades, pero
aún así tu hijo quiere quedarse cerca de él. No puedo explicártelo, pero él ama a Maharaj y le gusta estar aquí”.
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Shireen se puso a llorar y suplicó a Durgabai: “No entiendo esto. ¿Por qué Maharaj no me devuelve a mi hijo? ¿Por
qué Merwan no quiere volver a casa? ¿Por qué a Maharaj le
gusta apesadumbrarme tanto?” Y cuando dijo esto, Durgabai
también lloró.
Shireen entró donde Upasni Maharaj y su hijo estaban sentados. Upasni le dijo “Tu hijo no quiere ir a su casa, no quiere
casarse, ni quiere hijos. Olvida tus ideas y regresa a tu casa. Él
quiere estar aquí conmigo”. Upasni Maharaj abrazó a Shireen y
le dijo amablemente “Reverencio tu amor por Merwan”. Shireen
volvió a marcharse totalmente desconsolada.
Cuando Shireen llegó a su casa, sin hablar con nadie, entró
en su habitación y lloró amargamente. Era incapaz de aceptar el hecho de haber perdido a su hijo predilecto. Sheriar
no logró consolarla y ella lloró durante días. Su corazón estaba destrozado.
Estaba terriblemente perturbada, y una semana después
regresó a Sakori. Esta vez encaró durante tres días a Upasni
Maharaj y a Meher Baba, pero fracasaron sus intentos para
que éste se marchara con ella. Fue una batalla amarga y desgarradora. La que perdió fue Shireen, quien regresó a Poona
totalmente consternada.
Tras esta disputa, Shireen sufrió una crisis nerviosa y su salud se deterioró. Se quedaba en la cama llorando, ensimismada la mayor parte del tiempo. Se negó a cocinar, y los sirvientes eran quienes atendían a los hijos y la casa. Sheriar llamó a
un médico, quien se preocupó mucho por el estado mental y
también físico de ella. Golandoon, madre de Shireen, junto con
Sheriar hicieron todo lo posible por cuidarla y confortarla, pero
no tenía consuelo; su corazón estaba desesperado.
Pasaron semanas sin señales de recuperación, y Sheriar pensó que ella moriría. Una vez, mientras Shireen estaba durmien-
do, Sheriar, que velaba por ella, vio que se abría la puerta y entraban dos figuras que se aproximaron al lecho. Un espíritu se
parecía a Merwan, y el otro llevaba un turbante blanco y una
túnica kafni, su aspecto era el de Sai Baba. Ambas figuras permanecieron pocos minutos cerca de Shireen, mirándola fijamente; después se desvanecieron. Poco después, Shireen despertó y, por primera vez en semanas, habló claramente y pidió
agua. Sheriar se la sirvió, y lo asombroso del caso es que el estado de Shireen mejoró rápidamente. Después se sanó y volvió a
la normalidad para gran alivio de toda la familia.
Durante los seis meses que Meher Baba estuvo en Sakori no
dejó ni una vez el ashram de Upasni Maharaj. Vivió en un pequeño cuarto que él mismo construyó en un extremo de la vivienda. Su lecho consistía en dos frazadas y una sábana, y su
única pertenencia era una caja de madera que contenía algunos
papeles y cartas de carácter personal. Llevaba continuamente la
misma camisa de algodón y los mismos pantalones harapientos, con las sandalias que Babajan le había dado. Aunque estaba
descendiendo y recuperando la consciencia normal, durante todo este lapso todavía no dormía ni descansaba nunca, ni siquiera cerraba los ojos unos pocos minutos. Durante estos meses,
tampoco se bañó ni cambió de ropa nunca, su cuerpo delgado
estaba lleno de piojos y había costras de mugre en su piel. Todas
las noches, tras participar en el arti y los cánticos de bhajan, se
sentaba con Upasni Maharaj, en su choza, hasta las cuatro de la
mañana. Yeshwant Rao seguía preparándole hojas de paan fuera de la choza y se las llevaba cada vez que él lo llamaba. Dicen
que Meher Baba y Upasni Maharaj lloraban juntos y que misteriosos sonidos resonaban en medio de sus llantos.
Naturalmente, los aldeanos de Sakori empezaron a observar a Meher Baba, debido a la estrecha relación con su gurú.
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Consideraban que Meher Baba era el discípulo predilecto de
Upasni y le honraban como heredero espiritual de este último. Sin embargo, unos pocos discípulos brahmines de Upasni
Maharaj pensaban simplemente que Meher Baba era un “penitente” (cuando ellos lo observaban llorar), cuando los aldeanos
le honraban, sentían celos. Se preguntaban “¿Cómo un zoroastriano podría llegar a ser el principal discípulo de un Sadguru
hindú?” Cuando Upasni llamaba a Meher “Mahadev”91 (“Gran
Dios” refiriéndose a él como Shiva), los brahmines se encolerizaban. Sin embargo, el carácter amable de Meher Baba se impuso sobre los aldeanos, quienes se sentaban alrededor de él
siempre que era posible en los últimos días que estuvo allí. Le
llevaban comidas deliciosas y, durante ese lapso, Meher Baba
comía con voracidad.
Durgabai, madre espiritual de Upasni, quería muchísimo a
Meher Baba. Durgabai era la única discípula a quien Upasni había revelado la verdadera relación que existía entre él y Meher
Baba. Durgabai buscaba el consejo de Meher Baba en todos los
asuntos. Si sucedía que él no salía de su cuarto como de costumbre, y era tarde para que ella le sirviera la comida, Durgabai lloraba hasta que él llegaba. Una vez, Meher Baba se refirió a ella
ante sus discípulos, en Poona (a Gustadji, Behramji, Sadashiv,
Sayyed Saheb y otros) diciendo “Ninguno de ustedes, que son
hombres, me ha amado como Durgabai. Ni siquiera mis propios
parientes me amaron ni pudieron amarme como ella me ama”.
En Sakori, Meher Baba le mostró a Gulmai la habitación que
Upasni Maharaj le había designado, diciéndole que podía dejar
su equipaje allí. Ella quedó atónita al ver el estado de suciedad de
91 Mahadev significa “Gran Dios”. Cuando Upasni Maharaj se refería a Merwan como
Mahadev, los brahmines se sintieron muy molestos y pensaron en matar a Merwan. La situación
fue parecida a la de los discípulos de Gopal Rao quienes se conjuraron para matar al joven Sai, y
después a la de los discípulos de Sai Baba quienes se complotaron para matar a Upasni Maharaj
después de que la gente le reconoció como heredero espiritual de Sai Baba.
la habitación y con su permiso la limpió. Luego, Gulmai se quedó
con Durgabai Karmarkar y al anochecer Yeshwant Rao permaneció junto a Merwan hasta que éste se encontrase con Upasni.
En esta época estaban construyendo una casa de descanso y un recinto del ashram como resultado del dinero que
Kaikhushru y Gulmai habían reunido. También estaban ampliando un templo y erigiendo un pabellón permanente para
el arti y los bhajans. A cargo de la obra había un albañil, y los
discípulos y discípulas de Upasni trabajaban supervisados por
aquél. Durgabai conducía la carreta tirada por bueyes mientras
las demás mujeres tenían que transportar ghamelas con piedras, cal y arena. Upasni secundaba al albañil en los toques finales, y Meher Baba también daba una mano, mientras Gulmai
ayudaba a Durgabai en su trabajo.
Después del arti vespertino, todos los discípulos y discípulas de Upasni Maharaj, incluido Meher Baba, cantaban bhajans
hasta la noche. En esta época Meher Baba enseñó a Gulmai, en
la habitación de él, ciertos cantos espirituales que ella anotaba.
He aquí dos de sus temas:
Premnagarki rah kathin hai.
El camino hacia Dios es difícil.
Kare Hare tu Murli vajavli.
Oh Señor, ¿por qué has tocado la flauta?
Gulmai practicaba estos cantos con Baba hasta alrededor de
las nueve de la noche, y luego se iba a descansar con Durgabai.
Durante este período, Meher Baba no cerraba sus ojos, y raras veces se acostaba para descansar. Upasni Maharaj iba a la
habitación de Meher y le decía con señas “Ven, Merwan, ven”.
Se sentaban a solas, en la cabaña pajiza de Upasni, cerca de los
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campos de cremación de la aldea, y allí Baba anotaba en un papel todo lo que Upasni le dictaba. Baba guardaba estas notas
en una caja de madera que tenía en su habitación. Upasni continuaba dictándole durante horas un punto tras otro y Baba seguía escribiendo hasta la medianoche, o incluso después de las
dos de la mañana. Nadie sabe qué escribió.
Durgabai siempre se quedaba despierta esperando que Baba
regresara a su habitación. Ella le tenía preparada la comida si
él tenía hambre. En esa época Durgabai era también la discípula de mayor confianza de Upasni y amaba profundamente a
Meher Baba. Fue la única persona de Sakori a quien Upasni le
reveló esto: “Merwan es el Avatar: Adi-Shakti”.
Durante el día, Durgabai también cocinaba las comidas de
Meher Baba. Él iba a la cocina y siempre le pedía a Gulmai que
comiera con él. Prodigaba su afecto a Gulmai y le insistía en
que compartieran el mismo plato; habitualmente sólo comía
unos pocos bocados y hacía que Gulmai terminara la comida.
Baba pedía comida en horas desusadas y, si por alguna razón
demoraban, no la comía; he ahí por qué Durgabai siempre tenía
comida preparada y tenía orden de Upasni de servirle a Baba
lo que necesitara. Habitualmente, al volver caminando de la cabaña de Upasni ya entrada la noche, Meher Baba no pedía de
comer, aunque tuviera hambre y no hubiera comido en todo el
día, pues Gulmai estaría durmiendo en la cocina con Durgabai.
Por la mañana, Baba le decía afectuosamente a Gulmai “Me fui
a acostar con hambre pues no deseaba molestarte”. Entonces
Gulmai se disculpaba y le insistía en que comiera, pues Upasni
le había ordenado que lo atendiera y lo hiciera comer.
Durante este lapso de seis meses, Meher Baba empezaba a
cantar espontáneamente a cualquier hora del día o de la noche.
Su voz melodiosa llenaba la agreste soledad de Sakori. Quienes
le escuchaban quedaban extasiados, y el sonido que emanaba
Durgabai Karmakar, madre espiritual de Upasni Maharah
y devota de Meher Baba.
de él era tan magnético que parecía que sus vidas no tuvieran
otro propósito que sentarse a escuchar cantar a Meher Baba. En
esos momentos, cuando se sentía impulsado a cantar, manaba de él una canción tras otra, como si los ecos de las olas del
océano divino llenaran los aires. Al escucharle, también Upasni
Maharaj solía derramar lágrimas de alegría, como testimonio
de la dicha divina de los cantos de Meher Baba.
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Un día, Yeshwant Rao le regaló a Meher Baba un sobretodo
negro de lana, confeccionado con esa tela tosca, de frazada, llamada kamli. Meher Baba lo usaría años y años. Cuando la tela
se rasgaba, insistía en que lo remendaran; nunca aceptó otro sobretodo como éste, que fue su favorito.92
Cuando ese período de seis meses tocó a su fin y era evidente que Meher Baba pronto se marcharía de Sakori, Upasni
Maharaj decía a quienes acudían para recibir su darshan
“Vayan a ver a Merwan, le transferí mi cargo y mi autoridad.
Meher tiene ahora mi llave (Upasni siempre se refería a Meher
Baba como Merwan).
En otra ocasión, estando con un grupo de sus discípulos, les
dijo “Cuanto obtuve de Sai Baba, lo he transferido a Merwan. Si
quieren lo que Sai Baba me dio, acudan a Merwan”.
Posteriormente, estando presente un gran grupo de discípulos, incluida Durgabai, Upasni miró a esta última y señalando a
Merwan dijo “Este joven sacudirá al mundo entero”.
Otra vez, cuando los discípulos de Upasni Maharaj habían
llegado de Kharagpur y Nagpur, Upasni interrumpió su discurso y señaló a Meher Baba observando: “Hasta ahora ningún
gurú ha abierto un colegio de dnyan (conocimiento espiritual o
divino), pero él lo abrirá pronto”.
A fines de 1921, Gustadji fue llamado para que se presentara
en Sakori. Upasni Maharaj y Meher Baba estaban sentados juntos, y Upasni dijo solemnemente a Gustadji “He hecho perfecto
a Merwan. De ahora en adelante, aférrense a él”.
92 Ese sobretodo kamli puede haber servido de nexo para mantener en contacto a Yeshwant
Rao y los otros discípulos de Upasni Maharaj con Meher Baba. Aunque Yeswant Rao permaneció
siempre en Sakori y no vivió en el ashram de Meher Baba, se mantuvo en contacto personal con
éste hasta su muerte. Este sobretodo negro, de lana, se conserva en el Museo de Meherabad, en
Ahmendnagar, India, y una vez Meher Baba dijo al respecto: “este sobretodo está espiritualmente
conectado con la India y no debe dejar el país”.
En 1921 también llamaron a Sadashiv para que se presentara en Sakori. En una ocasión, estaba sentado con Upasni
Maharaj cuando éste súbitamente comenzó a derramar lágrimas y dijo “Merwan tiene ahora todo lo que Sai Baba me dio,
todo le ha sido transferido ahora... Ahora todo el peso está
sobre sus hombros”.
Finalmente, a fines de 1921, Behramji fue llamado para que
acudiera a Sakori y viera a Meher Baba. Upasni Maharaj llevó
a Behramji aparte y le dijo “Ahora tu amigo es perfecto. Haz
siempre lo que Merwan diga y obedécele incondicionalmente”.
Aunque los primeros discípulos de Meher Baba tenían un
gran convencimiento y fe en él, al oír estas palabras directamente de un ser tan grande como Upasni Maharaj, esos
jóvenes quedaron profundamente impresionados. Cada uno
de ellos regresó a Poona y repitió a muchos otros las palabras de Upasni Maharaj de que Meher Baba era perfecto: un
Sadguru; esta información se difundió poco a poco por toda
la ciudad de Poona.
Finalmente llegó el día que nuestra Era había aguardado largo tiempo; estaba por comenzar la divina misión del Avatar.
En enero de 1922, Meher Baba estaba destinado a dejar a
Upasni Maharaj y a marcharse de Sakori, para empezar su obra
universal. Pocos minutos antes de que Meher Baba partiera,
Upasni Maharaj le llamó, le hizo entrar en su choza y, con las
manos juntas proclamó “Merwan, tú eres Adi Shakti: la Fuerza
Primordial. Tú eres el Avatar. ¡El descenso directo de Dios!”
Meher Baba derramó lágrimas de dicha y se prosternó a los
pies del Maestro Perfecto. Upasni Maharaj le abrazó largo rato
y también lloró: “Ah, Merwan. Mi querido Merwan”. No quedaron más palabras para expresar su amor. Y siguió derramando lágrimas mientras Baba dejaba la choza.
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Meher Baba se despidió de todos los que estaban reunidos
frente a la choza y subió rápidamente a la tonga que lo aguardaba. Sin embargo, su partida se demoró cuando las discípulas
de Upasni Maharaj corrieron hacia él para besar sus pies y recibir su darshan. Segundos después, el caballo de la tonga se
alejó galopando rumbo a la estación ferroviaria. Luego, Meher
Baba tomó un tren hacia Bombay.
Durante largo rato, hasta que la tonga se perdió de vista, Upasni Maharaj se quedó mirando la polvareda del camino. Las lágrimas acariciaron silenciosamente las mejillas del
Sadguru cuando vio desaparecer a “su Merwan”. El corazón de
Durgabai también estaba dolorido, colmado de amor por Meher
Baba, igual que cada uno de los discípulos de Sakori en cuyos
corazones él había encontrado un lugar.
Meher Baba estaba a punto de cumplir veintiocho años de
edad. Era joven, apuesto y fuerte. Nuestra Era lloró de alegría
al ver esta conmovedora escena cuando él se separó de aquél
a quien llamaba “el Rey de los yoguis”. Nuestra Era no había
esperado en vano y el eco del llanto hizo resonar la voz divina
que proclamó:
el nombre de Meher Baba,
Meher Baba, nuestro Padre Compasivo
Su misericordia brillará sobre todo aquél que Él toque.
El Avatar de la Era ha venido
El Avatar de la Era es Meher Baba
Saludad todos a Meher Baba, nuestro Padre Compasivo
El Sol del Todo Misericordioso ha salido
El Sol de Meher brillará sobre el mundo
y a través del universo
Viendo al Rey de los yoguis derramar lágrimas
mientras su Merwan partía para comenzar su labor divina
el universo entero cantó
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ÍNDICE
6.
LAS LÁGRIMAS DE ESTA ERA
8.
HAZRAT BABAJAN, EL EMPERADOR
19.
NARAYAN MAHARAJ, SEÑOR DEL CORAZÓN
29.
TAJUDDIN BABA, LA CORONA DEL PROFETA
39.
SAI BABA, EL FAKIR DE ALÁ
52.
UPASNI MAHARAJ, EL REY DE LOS YOGUIS
69.
SHAHR-YAR, EL DERVICHE, EL ASCETA
81.
SHIREEN, LA DULCE BELLEZA
85.
MERWAN, EL SOL DEL MÁS MISERICORDIOSO
114.
LA REALIZACIÓN DEL ALMA DE MERWAN
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